You are on page 1of 38

UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE HUMANIDADES Y ARTES


ESCUELA DE HISTORIA
CATEDRA: HISTORIA DE ASIA Y AFRICA I
PROF. TITULAR: María Rosa Oliver

EKHOLM FRIEDMAN, Kajsa “Structure, Dynamics, And The Final Collapse Of Bronze Age
Civilizations In The Second Millennium B.C.” en: FRIEDMAN, Jonathan y CHASE-DUNN,
Christopher Hegemonic decline: Past and Present, Paradigm Publisvher, Boulner, 2005, pp.
51-87
Traducción para uso interno de cátedra: María Sol Luengo - Micaela Yunis, 2010.
Corrección y revisión técnica: Luciana Urbano, Federico Luciani y Leticia Rovira, 2014.

“Estructura, dinámica y colapso final de las civilizaciones de la edad del


Bronce en el II milenio a. C.”

[51] El siguiente análisis es un intento por examinar las razones del colapso de las civilizaciones de la
Edad del Bronce en el este del Mediterráneo y en el Cercano Oriente en ca. 1200 a.C. Estas
civilizaciones constituyeron el núcleo de un gran sistema global que también incluyó a la periferia
menos avanzada. Mi hipótesis es que el colapso es mejor explicado como un aspecto del desarrollo,
es decir, como una consecuencia del proceso de desarrollo que la procedió, y no como algo nuevo,
como algo externo con respecto a este proceso. Esto es importante especialmente para tener en
mente el rol obvio jugado por las invasiones de las áreas periféricas.

El interés en la Edad del Bronce está anclado en mi preocupación por el mundo de hoy. En mi
comprensión de la historia mundial, la cual comparto con un grupo de colegas (Ekholm & Friedman
1979; Friedman 1992; Frank 1993; ver también Chase-Dunn & Hall 2000), el sistema global (o
mundial) es de 5000 años de antigüedad, no 500 años como ha sugerido Immanuel Wallerstein
(1974). Esto no implica, por supuesto, que nada ha cambiado pero hay parámetros sistemáticos
fundamentales [52] que exhiben una fuerte continuidad. Si aceptamos el argumento de continuidad a
largo plazo, tenemos un avance importante en el estudio de la naturaleza de la dinámica y las causas
de la declinación que nos hablan de un gran interés sobre el presente además de sobre el pasado.

El año 2000 es de alguna forma arbitrario aún. Entramos en la escena después de la crisis
generalizada del período del 2200. El colapso del 1200 marca el fin de cierto tipo de sistema global.
Cuando la región central finalmente se recuperó, el Cercano Oriente antes que Grecia (Osborne
1996:38), la Edad de Bronce había terminado y el paisaje político parecía significativamente distinto.

1
La Edad del Bronce del segundo milenio fue una “era de internacionalismo” (Knapp 1988: XII, 135).
El sistema global se extendió sobre un área geográfica vasta donde las sociedades, separadas por
grandes distancias unas de otras, estaban interconectadas por el comercio internacional. Esto era en
gran parte consecuencia de la dependencia del bronce y por ende del cobre y del estaño.

En su más ancha extensión geográfica el sistema global se mantuvo unido por los mecanismos del
comercio internacional. Comercio es definido aquí, en términos amplios como intercambio de bienes
y recursos. Para el segundo milenio, podemos distinguir entre tres tipos diferentes de integración;
social, política y económica (fig. 2.1), correspondientes a la sociedad, al imperio y al comercio. Hay
una discrepancia llamativa durante todo el período entre la amplia extensión de la integración
económica y el carácter restringido de la integración política.

Figura 2.1 Esferas de intercambio

[53] En el siglo XIII había cuatro o cinco superpotencias o Grandes Reyes. En un documento hittita
frecuentemente citado del reinado de Tudhaliya IV (ca. 1237-1209), el escriba asienta: y los reyes
que (son) de igual rango que yo, el rey de Egipto, el rey de Karadunia (= Babilonia Casita) el rey de
Asiria, el rey de Ahhiyawa (Bryce 1999/89:343). Luego, el escriba borró el último nombre, el cual
aparentemente representaba un poder micénico de identidad un tanto confusa, como si no estuviera
seguro que éste realmente perteneciera a la categoría de reinos de más alto rango. Ahhiyawa
probablemente era una confederación encabezada por uno de los Estados Micénicos (ver Mee
1988:143). Esta, estuvo activa por algún tiempo en el oeste de Anatolia y luego sería, hacía finales
del siglo XIII, desestabilizada por los Hititas. Desde el horizonte Hitita hubo, por lo tanto, cuatro
superpotencias; el Reino Hitita, Egipto, Asiria y Babilonia.

2
La Grecia continental no estuvo incluida en el centro del sistema hasta la mitad del siglo XVII, cuando
la civilización micénica emergió. Por otro lado, la Creta Minoica era ya la mayor civilización al
comienzo del segundo milenio. Proporcionó impulsos cruciales al desarrollo del área antigua y fue
luego, en ca. 1450, absorbida dentro de la esfera política continental. La Anatolia Hitita también
emergió relativamente tarde, ca. 1680, precedida por un modelo de ciudades-estado relativamente
desarrollado.

Hacia finales de la Edad del Bronce Tardío (EBT) la región central, por lo tanto, abarcó una vasta
región, aunque desarrollada de modo desigual, en el Este del Mediterráneo y en el Cercano Oriente.
Este modelo fue el resultado de un particular proceso global que no existió hasta comienzos del
segundo milenio. En ese momento había en su lugar, un número de sistemas globales más modestos
y redes de intercambio regionales, en parte vinculados unos a otros (de algún modo) (comparar con
Kohl 1987; Frank 1993; Sherrat & Sherrat 1991). El proceso global que llevó al colapso del 1200
estuvo caracterizado por la continua destrucción de las viejas estructuras y la emergencia de nuevas.
Centros tempranos (el sur de la Mesopotamia y Egipto) declinaron, fueron temporalmente
reemplazados y luego, finalmente amalgamados dentro de un sistema global mucho más grande.

Las civilizaciones de la Edad de Bronce del segundo milenio tenían ciertas características en común.
Han sido descriptas como “economías dirigidas” desde el palacio (Sherratt & Sherratt 1991: 376), es
decir, más como la antigua Unión Soviética que como el capitalismo occidental. El Estado era uno
con su elite gobernante cuyos proyectos predominantemente concernían al comercio y la guerra en
las relaciones externas y la subyugación y explotación de esclavos y campesinos en el ámbito
doméstico. Eran sociedades complejas y dinámicas. Edificios magníficos fueron construidos,
requiriendo considerables cantidades de recursos materiales, gran cantidad de mano de obra, oficio
técnico y mucho planeamiento y organización. Construyeron puertos, caminos, puentes y
fortificaciones. Tenían escritura, estaban avanzados en la metalurgia, en la producción de bienes
manufacturados a gran escala, en buena medida por trabajo esclavo, y sus trabajadores
especializados producían impresionantes objetos de arte [54] y artesanías. En los más importantes
poderes políticos encontramos una expansión militar compleja. Las tres innovaciones, el caballo, el
carro de guerra y el arco compuesto aparecieron en combinación al final del tercer milenio (Watkin
1989: 27). En el bronce final estas innovaciones militares se expandieron sobre el centro entero de la
región y aún en áreas periféricas. Caballos y carros de guerra fueron encontrados, por ejemplo, en el
continente europeo tan tempranamente como a mediados del segundo milenio (Sandars 1978:81).
Egipto no tuvo caballos antes de los Hicsos (Lewy 1973: 708; Yurco 1996: 88). Tempranamente en el
Imperio Nuevo ellos tomaron caballos como botín en Canaán antes de montar los propios. Los
caballos aparentemente fueron importados tanto de Creta como de la Grecia continental en el siglo
XVI (ver Chadwick 1976: 164).

Sin embargo estas civilizaciones que pueden aparecer como impresionantes, demostraron ser de
construcción frágil. Paradójicamente, como puede parecer, el colapso final del 1200 ocurrió cuando el

3
desarrollo estaba en su cima, como si todo se derrumbara cuando Egipto, Anatolia Hitita, Asiria,
Babilonia y Grecia Micénica estaban en lo más alto de su desarrollo.

El colapso no es un fenómeno enteramente delimitado. Fue más pronunciado en la Grecia Micénica


y la Anatolia Hitita que en Egipto y Asiria. (Osborne 1996: 38). En las primeras el colapso fue seguido
por movimientos de gente a gran escala, despoblación masiva y al final del proceso, la desaparición
de vida civilizada y el retorno a las condiciones primitivas.

Osborne (1996: 32) brinda una ilustración de la Grecia continental después del colapso que podría
también ser aplicada a otras áreas:

La impresión general que podemos encontrar es de horizontes contraídos: sin grandes edificios, sin
múltiples tumbas, sin comunicación impersonal, contacto limitado con regiones del mundo. Después
del colapso del sistema micénico, las cosas parecen ser reducidas a un nivel individual… (C)on el fin
de los palacios, no solo las unidades políticas, sino también toda la organización social y económica,
quebraron; el sustento de los individuos vino a depender solamente de sus propios esfuerzos, y no
de un individuo dominante o grupo extractor de excedente del resto de la población.

Lo que describe es la transformación de una civilización en una sociedad primitiva, la pérdida de


complejidad. La estructura estatal se agotó, los palacios y grupos de elite fueron eliminados, la
cultura material declinó, se contrajeron los horizontes y los individuos fueron abandonados a
sobrevivir por su cuenta. En Grecia, la Edad Oscura duro por cientos de años, hasta el siglo IX. Para
entonces la civilización micénica desapareció, y un nuevo tipo de formación social había aparecido.

El colapso afectó a toda la región central del sistema, y fue más que un cambio de hegemonía
regional. Europa Central experimentó cierto desarrollo en este período (Bouzek 1973; Coles &
Harding 1973:336), pero de ninguna manera con una amplitud que se comparara con la civilización
del Cercano Oriente y el Egeo. El colapso del 1200 marcó el fin de un cierto tipo de sistema global.
En el primer milenio a.C., cuando se recuperó el desarrollo, el hierro, localmente más común, había
reemplazado al bronce.

[55] El proyecto del Estado abarcativo


La Civilización es un sistema de estructuras, un orden de órdenes, sin el cual sus grandiosos
proyectos no pueden ser mantenidos. Bajo condiciones primitivas la gente es ciertamente capaz de
generar culturas que son, en muchos sentidos, impresionantemente imaginativas (como lo ha
mostrado la antropología). Sin embargo, esas culturas no siempre están del todo desarrolladas
materialmente. La vida tribal es por definición circunscripta, porque bajo tales condiciones, la gente
está confinada a sus propias fuerzas e inteligencia y a los recursos provistos por su entorno local.
Por lo tanto sus proyectos son siempre limitados en alcance.

4
Las elites en las civilizaciones operan bajo condiciones completamente diferentes. A través de su
acceso a recursos externos y al trabajo y destreza de otras personas, son capaces de trascender los
límites de lo que es culturalmente/materialmente posible en una sociedad local cerrada y socialmente
indiferenciada. La civilización suma, uno podría decir, tanto capacidad humana como recursos
materiales a los actores sociales individuales. Las elites gobernantes no son nada por sí mismas.
Obtienen su capacidad creativa por su posición estructural en el sistema general. El mantenimiento
de sus proyectos depende, por lo tanto, en última instancia de su habilidad para sostener su posición.

En el Modelo Estructural del sistema global de la Edad del Bronce parece razonable empezar por
distinguir relaciones internas y externas; vistas más desde la perspectiva de la sociedad que como
una unidad (fig. 2.2). De esta forma podemos discernir la construcción general de sociedad/política
además de los diversos tipos de relaciones externas en las cuales ésta está incrustada.

Figura 2.2 Articulación de las Relaciones Externas e Internas

[56] La sociedad en este período consistía en un sector central y un sector rural. El primero
albergaba al Estado y la elite gobernante, usualmente en la forma de un palacio, al mando de los
campesinos del sector rural, y más directamente de artesanos, esclavos y soldados del sector
central. Los Estados grandes se volvieron más comunes donde Estados, templos o aristocracias
terratenientes tomaron parte en la producción de exportación.

5
La observación de que las sociedades son dirigidas desde un Estado central que da lugar a un
sector dirigente vinculado al mundo exterior por el comercio internacional y por la política exterior, y al
mando de campesinos, artesanos y esclavos, no nos dice sin embargo, mucho sobre sus modos de
funcionamiento. Necesitamos captar las estructuras en movimiento.

Se podría hablar de un Proyecto Abarcativo, dirigido por el Estado que incluía el comercio exterior y
la guerra en el ámbito internacional. Los Estados contaron con comercio, o salieron a tomar lo que
ellos querían por medios militares. Los Estados/elites se involucraron en proyectos internacionales
simplemente porque estaban obligados a ello. Necesitaban los recursos de otros. La civilización no
puede ser creada ni reproducida simplemente sobre la base de recursos locales; mejor dicho es
dependiente de una entrada de recursos de áreas externas.

El comercio y la guerra son dos modos muy diferentes de relacionarse con el mundo circundante (fig.
2.3). Representan, al menos en teoría, formas opuestas de atracción de riquezas y recursos del
exterior. El comercio es un acto pacífico de intercambio mientras que la guerra es un acto no
recíproco y violento que apunta a la conquista, subyugación y al saqueo. Sin embargo, como
veremos, esas dos actividades tienen muchísimo en común (comparar con Driessen 1999:19). La
frontera entre ellos es difusa.

En el ámbito internacional del Proyecto Abarcativo del Estado se encuentran también diferentes
formas de integración política, enumeradas en la figura 2.2, es decir, alianza, vasallaje, y conquista.
Los dos últimos corresponden al sector bélico porque dependen de la fuerza militar. Lo que vinvula al
comercio y a la guerra es la lucha [57] por los recursos. La guerra algunas veces no era más que un
acto temporal de saqueo y destrucción de tierras extranjeras, pero podía también conducir a una
relación colonial permanente donde la transferencia de bienes no era el “gran botín” sino que éste
tomaba la forma de imposición de impuesto y tributo. La estrategia de la alianza política está también
claramente vinculada tanto al comercio como a la guerra en la medida en que usualmente apuntó a
reforzar la propia posición en la competencia por los recursos y el control sobre el comercio
internacional.

Figura 2.3 El Proyecto Abarcativo del Estado

6
Distinguir la existencia de un Proyecto Abarcativo nos permite ver que tanto comercio como guerra
tienen además de un componente externo, uno interno. Porque aunque estaban muy presentes en el
ámbito internacional, ambos tenían que estar vinculados al ámbito doméstico.

Barcos y caravanas, después de a veces largos y peligrosos viajes, llegaron a sus destinos en tierras
extranjeras donde ocurrió la transacción llamada “comercio internacional”. Esta actividad fue siempre
parte de un proyecto más inclusivo. El comerciante tenía que tener bienes para ofrecer en
intercambio. El comercio en el ámbito internacional, por lo tanto, requirió producción de exportación
al interior de las comunidades (excepto en casos de comercio de tránsito). En el segundo milenio
este tipo de producción fue usualmente efectuada en talleres bajo el control estatal. El comercio es
en este aspecto más que un intercambio ocurrido en las relaciones extranjeras. Los talleres tenían
que ser construidos, los trabajadores y la materia prima tenían que ser obtenidas, y el trabajo mismo
tenía que ser organizado. El comercio marítimo requirió además construcción naval y la edificación y
mantenimiento de puertos.

La guerra, por otro lado no requirió producción de exportación, por lo menos no directamente, pero
tuvo que ser anclada en un complejo militar doméstico. Para que los Estados fueran exitosos en el
saqueo y en las conquistas de los territorios vecinos, así como en la defensa de sí mismos contra los
ataques, tenían que acrecentar la capacidad militar interna. De este modo, el Proyecto Abarcativo
incluía por un lado, comercio y guerra en el ámbito internacional, y por el otro sus componentes
domésticos correspondientes: la producción de exportación y el complejo militar.

Las elites centrales hicieron frente a un doble problema. En el ámbito internacional, tenían que jugar
el juego común tan hábilmente como fuera posible, en competencia y conflicto con las otras elites. El
éxito dependió de la fuerza con que fueron capaces de gobernar en el ámbito doméstico. Incluso si
los recursos foráneos podían ser procurados por los saqueos reiterados a territorios extranjeros,
estos recursos aún tenían que ser transformados en el ámbito local mientras que el comportamiento
depredador continuara. Las elites tenían que tener en cuenta que el comercio y la guerra eran
facetas fundamentales en su Proyecto Abarcativo. Tenían que continuar una política exterior activa
(comparar con Warburton 2001:74) que incluía la diplomacia y el establecimiento de alianzas, pero
en última instancia el mantenimiento de sus imperios y vasallos dependía de la capacidad militar.

Las elites centrales tenían también que tratar problemas de orden e integración o cohesión social. La
integración social nunca es conseguida automáticamente por lo que tiene que ser garantizada
continuamente. El desarrollo implica una apertura hacia el mundo externo. Es decir exploración y
expansión a lo desconocido y [58] también, en ese proceso, la disolución constante de viejas
estructuras. Por otro lado, requiere de una cierta dosis de clausura, preservación y orden social.

Todas las civilizaciones albergan graves conflictos debido a las estructuras de dominación y
explotación, repercutiendo tanto en las relaciones internas como externas. Por esto el mantenimiento
de la paz nunca ha sido fácil. Confiar en un permanente uso de la violencia nunca es buena idea, si

7
es que alguna vez lo es. En cambio, la religión estatal, de un modo u otro, realiza maravillas al
interior de la sociedad porque ofrece una interpretación inmediata de la realidad social según la cual
esta se presenta como natural y esperable. La relación “injusta” entre el centro y la periferia es
evidentemente más difícil de mistificar y por lo tanto, de legitimizar. Los egipcios en el Imperio Nuevo
desarrollaron una estrategia imaginativa. Tomaron muchachos jóvenes de familias de elite
colonizados en Canaán quienes fueron criados en Egipto y luego enviados de vuelta, supuestamente
como funcionarios leales en servicio del Estado egipcio.

Se sabe sobre Hammurabi de Babilonia a mediados del siglo XVIII que: “cualquiera sea la razón, sus
años entre el undécimo y el trigésimo fueron… dedicados a la construcción defensiva y religiosa y a
la excavación de canales” (Gadd 1973: 177ff). Por lo tanto, hay en general, tres áreas principales de
intervención estatal en el ámbito doméstico: planes defensivos, religión y construcciones religiosas y
el control del agua para la agricultura.

En períodos de desarrollo, la construcción de templos y tumbas pareció garantizar el mantenimiento


del orden y la estabilidad. Los dioses no tenían, sin embargo, la capacidad de asegurar la
prosperidad por más que un período limitado de tiempo. Como el desarrollo llevó al aumento de la
población (ver abajo), la expansión de los Estados fue forzada de una forma u otra para aumentar el
suministro de comida. La necesidad creciente podía hasta cierto grado ser solucionada por una
fijación de impuestos más dura al sector rural pero cuando la necesidad excedía la capacidad rural,
el Estado tenía que importar alimentos o bien comprometerse en una producción agrícola más
eficiente. La producción de grano a gran escala es un rasgo característico de esta civilización. En Ur
III hay fuentes escritas, de la provincia de Girsu, sobre una unidad ocupada para la manufactura de
productos a base de granos con aproximadamente 1000 trabajadores (86 hombres, 669 mujeres y
103 adolescentes), el cual producía 1,100 toneladas de harina por año (Roux 1995/85: 200). Los
Estados en expansión produjeron y exportaron grano. Ellos no importaron granos más que en
períodos de crisis aguda.

En el sur de Mesopotamia, donde lo habitual era la irrigación, los gobernantes, de Ur III en adelante,
presumían de la excavación y reparación de canales para de este modo proveer a la gente con agua:
“las grandes arterias de agua fueron provistas y mantenidas por la piadosa atención de los reyes”
(Gadd 1973:201). Cuando un nuevo gobernante aparecía en la escena después de un período de
declinación, usualmente comenzaba su reinado restaurando el sistema de irrigación. Una producción
agrícola intensificada, no solo para uso doméstico sino también para exportación, condujo allí, y
también en otras partes de la región central, a una degradación ecológica. Grandes áreas en el sur
de Mesopotamia son hoy tierras áridas salinizadas donde sólo las plantas más tolerantes a la sal
pueden ser cultivadas (Pollock 1999:37).

[59] Las fases de declinación, en Mesopotamia a menudo fueron acompañadas por invasiones, el
sistema de irrigación se descuidó en ocasiones y a veces intencionalmente destruido. La guerra

8
generalmente iba acompañada de la destrucción de recintos y plantaciones. Al momento de la
recuperación, cuando el desarrollo se recobró momentáneamente, “la excavación y reparación de
canales” fue por lo tanto una acción necesaria del nuevo gobernante.

Comercio I: La Complementariedad del centro y la periferia


Para la fundación material de las civilizaciones de la Edad del Bronce ciertos recursos fueron más
cruciales que otros. Las civilizaciones centrales necesitaban sobre todo:

 Metales base (ej., cobre y estaño),

 Mano de obra, y

 Metales preciosos (ej., oro y plata).

El Bronce fue de decisiva importancia en la medida que era usado para la producción de armas y
herramientas: “El Bronce… era de importancia crítica para las armas, para la construcción de
edificios y barcos, y para los objetos de prestigio, es decir, el bronce era de importancia crítica para la
seguridad, economía y prestigio de los palacios” (Wiener 1991: 327).

La eficacia del bronce era de primordial importancia dentro de las fuerzas armadas. El segundo
milenio fue un período de guerra constante. Hacia el final hay una intensificación de la carrera
armamentista y devastadoras confrontaciones militares entre las superpotencias. La producción de
bronce presuponía minería y además el transporte de los minerales requeridos, cobre y estaño, de
las zonas abastecedoras a los centros de producción. Dado que tanto el cobre como el estaño eran
de difícil adquisición, especialmente el estaño, el bronce era incompatible con las sociedades
aisladas, autosuficientes. Las redes de intercambio geográficamente extensas ciertamente existieron
tempranamente, pero con el bronce como metal crucialmente estratégico, la dependencia al
comercio internacional se volvió de una necesidad material absoluta sin la cual el sistema, en su
forma específica, no podría sobrevivir (como es el caso con el petróleo hoy). La producción del
bronce generó una constante búsqueda de los minerales requeridos y llevó por eso a una continua
ampliación geográfica del sistema.

La región central también requirió mano de obra para trabajos públicos, para el complejo militar, y
para la producción a gran escala de bienes manufacturados, es decir, demandó tanto trabajadores
como soldados. Las civilizaciones del segundo milenio recurrieron a la importación de trabajadores.
Antes de la Revolución Industrial no había otra forma de expandir el volumen de la producción más
que mediante el incremento de la fuerza de trabajo. Todas las economías expansivas eran por lo
tanto dependientes de la importación o del influjo de trabajadores foráneos. Nunca había un

9
suministro suficiente de mano de obra de origen local. Sabemos que el desarrollo económico en este
período fue acompañado por aumento de población. Este crecimiento fue “artificial” en el sentido [60]
que implicó un influjo de población del exterior. La idea de que la gente común comenzó a tener más
hijos cuando las elites gobernantes de repente necesitaban trabajadores en las minas, canteras, y
trabajos, no es muy convincente. ¿Cómo entonces se procuraron de estos trabajadores foráneos?
Ellos eran vendidos y comprados, tomados como cautivos de guerra, deportados de áreas en
conflicto, y a menudo bajo condiciones que sugieren la palabra “esclavitud”. Pero algunos de ellos
pudieron obviamente inmigrar por su propia voluntad, tal vez porque podían ser tratados mejor en
otros Estados.

Finalmente, el oro y la plata fueron de importancia crucial porque esos metales podían ser
convertidos en otro tipo de recurso y usados a modo de “dinero”. La plata y el oro les posibilitaron a
las etites adquirir lo que necesitaban del exterior. Sabemos por periodos posteriores de la historia
mundial que nunca ha sido una buena estrategia para las civilizaciones pagar por sus importaciones
en metales preciosos. Para estimular el desarrollo económico, los metales preciosos tenían que ser
usados para la obtención de recursos materiales y humanos del exterior para ser puestos en
producción, generando valor agregado.

Había otros recursos esenciales aunque de menor impacto general. Egipto necesitó madera para su
comercio marítimo y, a causa de que no había árboles altos apropiados para la construcción de
barcos, la madera tenía que ser importada. Egipto envió expediciones comerciales hacia Biblos a lo
largo de la costa Levantina tan temprano como en el Reino Antiguo con el propósito de procurarse
este valioso recurso. El primer gobernante de la Dinastía IV, Snefru, demandó la adquisición de 40
barcos llenos con madera (ref. Marcus 2001: 408). El vínculo fue interrumpido al declive del Reino
Antiguo pero fue luego reanudado en el Reino Medio. En la EBT, durante el Reino Nuevo, Egipto
evidentemente importó madera incluso desde Creta, “sous forme de planches et de postres” (Faure
1997/73: 250).

La complementariedad del centro y la periferia

Con el objeto de obtener recursos materiales y humanos de la periferia, la región central tenía que
ofrecer algo en intercambio. En principio ofreció bienes manufacturados, tales como armas, textiles,
artículos de lujo y productos agrícolas procesados. Esos productos eran de gran demanda tanto en el
centro como en la periferia. El armamento avanzado y el equipamiento militar a lo largo de la historia
mundial han sido producidos predominantemente por las civilizaciones. En el segundo milenio, sin
embargo, fue posible para las periferias con acceso a los metales base desarrollar sus propias
manufacturas metalúrgicas y producción de armas (ej., Europa continental en la EBT).

10
El comercio dio lugar a una relación orgánica entre el centro y la periferia (fig. 2.4). Hay una relación
íntima entre la producción a gran escala de bienes manufacturados en la región central y la
exportación de materia prima y mano de obra de la periferia al centro. Esta complementariedad
aparece como una forma de división del trabajo. También implica necesariamente un desigual grado
de complejidad.

La civilización es usualmente identificada con las demostraciones de consumo ostentoso de la elite y


el civilizado modo de vida palaciego: frescos decorativos, objetos de arte, suntuosidad. Este aspecto
de la civilización no debe, sin embargo, ocultar las estructuras fundamentales del desarrollo social
[61] y económico. Sería más adecuado, en efecto, definir a la civilización según el tamaño de sus
talleres y el número de sus trabajadores/esclavos.

Figura 2.4 La complementariedad de Centro y Periferia

Los textiles eran uno de los principales productos de exportación de las civilizaciones en el segundo
milenio. Egipto y la Grecia Micénica produjeron lino mientras que Babilonia, Asiria, Siria, y la Creta
Minoica producían lana en paños. Hay evidencia textual de producción a gran escala de textiles en
todos los centros políticos principales del segundo milenio, en, por ejemplo, Ur III, la Antigua
Babilonia, Assur, Asiria bajo Shamsi-Adad, Siria, Egipto tanto en el Reino Medio como en Reino
Nuevo, y los reinos de Pylos y Knossos muy al final del período. Los Estados centrales comerciaron,
o intercambiaron unos con otros. Ellos estaban especializados en cierto tipo de textiles. Los textiles
de lana finos de Creta eran de alta estima en Egipto por ejemplo. Parte de los textiles producidos

11
eran ciertamente también usados en su comercio con la periferia, donde encontramos sociedades
tribales.

El problema con la tela en los contextos arqueológicos es su naturaleza orgánica y por lo tanto
perecedera. Aunque ha dejado pocos vestigios arqueológicos, podríamos asumir que la tela era uno
de los artículos de mayor exportación desde las civilizaciones centrales, tanto en el segundo como en
el tercer milenio.

Si “redistribución” tiene algún significado para la Edad de Bronce, sería en la relación entre el centro
y la periferia. El segundo suministraba materias primas al primero y este, bienes manufacturados que
eran luego “redistribuidos”. La complementariedad entre el centro y la periferia en este aspecto
significa que la manufacturación a gran escala de, por ejemplo, textiles depende completamente del
[62] mantenimiento del sistema global y de la demanda periférica. Si los mercados periféricos por
alguna razón decaían, las fábricas de textiles con sus miles de trabajadores consecuentemente
caerían en una crisis económica.

La importancia de los textiles como un artículo de exportación desde la región central podría ser
explicada por el deseo de las elites periféricas de ropas lujosas de los centros civilizatorios. En suma,
los paños fueron usados quizás como “moneda” (o bienes de prestigio) los cuales eran
intercambiados por metales y esclavos. El ejemplo más reciente de tal pauta es el comercio de
esclavos africanos, entre los siglos XVI y XIX d.C. Los paños fueron un factor crucial en el comercio
transatlántico de esclavos, producidos industrialmente en Europa e intercambiados por mano de obra
en la región del Congo, por ejemplo (Ekholm [Friedman] 1972). Los textiles baratos europeos
reemplazaron a las telas producidas en África, las cuales, temporalmente habían funcionado como
un tipo de “moneda” que era intercambiada por seres humanos. La industria textil inglesa se
convirtió, de este modo, en el motor del desarrollo económico interno además del destructivo
comercio de esclavos en África.

La relación entre los bienes manufacturados de la región central y el suministro de mano de obra y
metales de la periferia es significativo como un modelo explicativo del comercio internacional,
especialmente donde el material arqueológico no nos deja vestigios de estos artículos. En las fuentes
del tercer milenio a menudo vemos que existieron contactos entre esas dos áreas pero no podemos
apreciar qué tipo de contactos eran. Branigan (1970: 182) ha discutido este problema con respecto al
comercio internacional de Creta en el tercer milenio. La evidencia arqueológica indica contactos con
otros lugares del Egeo; Egipto; el Levante; e incluso con Italia, Sicilia, Malta, y Cerdeña al oeste. En
las últimas áreas los contactos con Creta y otros lugares del Egeo son visibles en, por ejemplo,
tumbas, figuritas de piedra, y cerámicas encontradas en estos lugares (1970: 180-187).

La evidencia de contacto en este contexto es muy escasa, y lo que encontramos es


predominantemente artículos de lujo o bienes de prestigio. Esos artículos pueden, dice Branigan,
difícilmente explicar lo que en realidad motivó el contacto:

12
“…Si volvemos la mirada sobre la lista de las “exportaciones” minoicas encontramos que hay poco
allí para argumentar sobre el exhaustivo comercio Minoico en el Egeo y el Mediterráneo del este,
durante la temprana Edad de Bronce. ¡Puñales de Chipre, sellos de piedra y amuletos del Egeo y
unas pocas vasijas aquí y allí! Un comercio internacional que valiera la pena no podría haber estado
basado en un mercado de sellos de piedra y amuletos…” (Branigan 1970: 189).

El comercio de Creta con áreas distantes tiene que haber sido lucrativo. Es difícil creer que la gente
viajaba por vastas extensiones de tierra y mar solo para ofrecer un amuleto o un jarrón. Si éste fuese
el caso, el comercio sería una actividad bastante sin sentido, sin un impacto profundo sobre las
estructuras socioeconómicas de las sociedades involucradas. La explicación plausible es, dice
Branigan, que los objetos encontrados son simplemente “la consecuencia de un comercio de
mercancías algo más valiosas pero menos durables” (1970:189ss.). Otros artículos, no detectados en
el material arqueológico pueden haber [63] estado involucrados, por ejemplo, metales y mano de
obra de Italia, Sicilia, Malta y Cerdeña en intercambio por armas y textiles de Creta.

En cambio, podríamos argumentar que si un área periférica era contactada por un área desarrollada,
esta debía haber ofrecido algo a cambio. Si los jefes tribales obtuvieron textiles, armas, y productos
agrícolas procesados desde comerciantes del centro, ¿con qué pagaron ellos? Podríamos suponer
que metales y esclavos jugaron un rol central. Eso era lo que el centro demandaba y lo que la
periferia fácilmente podía entregar.

Los esclavos eran tanto capturados en la guerra como adquiridos por compra. Según las tablillas de
Lineal B (Chadwick 1976:79, 80, 150-152), las mujeres esclavas fueron usadas en la producción textil
para exportación tanto en Knossos (lana) como en Pylos (lino). Ellas son mencionadas en relación a
raciones de alimentos provenientes de los talleres reales. Esas mujeres tenían hijos pero no maridos.
En Pylos eran definidas según su origen geográfico, por ejemplo, “mujer de Mileto”, interpretado por
Chadwick como originaria de ese sitio particular. Mileto fue un establecimiento comercial en Jonia
con asentamiento micénico. Otras localidades se hacen presentes: “mujer de Knidos”, “mujer de
Lamnos”, “mujer de Zéforos” y “mujer de A-swi-ja”. La adquisición parece más probable que la
captura tanto porque los Micénicos comerciaban en esas áreas como porque la referencia al origen
geográfico parece indicar una relación permanente entre zonas abastecedoras y demandantes.

La naturaleza depredadora del desarrollo

La civilización es un proyecto imperialista que para su mantenimiento depende del comercio y en


última instancia de la guerra. Lo que une al comercio y la guerra es, como se indicó anteriormente, la
lucha por los recursos. La competencia es aquí un mecanismo básico. Como las civilizaciones
centrales son caracterizadas por el expansionismo inherente y dependiendo del influjo de recursos
escasos desde el exterior, ellas debian competir unas con otras. En éste sentido el desarrollo
siempre presupone la competencia.

13
El crecimiento (o desarrollo) que experimentan las sociedades se parece en cierta forma al
crecimiento de organismos biológicos. El desarrollo social es, se podría decir, un proceso de
crecimiento local basado en la incorporación de recursos/energía desde afuera y su transformación
en un tipo de complejidad que puede favorecer el incremento de la habilidad de atraer recursos
desde el exterior. Tainter (1988) usa la palabra complejidad para dar cuenta de la construcción
estructural de la civilización, e incluye la perspectiva del crecimiento:

Las sociedades complejas están organizadas para la resolución de problemas, en las cuales
distintas partes, diferentes tipos de partes, mayor diferenciación social, mayor desigualdad, y un
mayor grado de centralización y control emergen como producto de las circunstancias. El crecimiento
de la complejidad llevó a un cambio desde grupos pequeños, internamente homogéneos,
mínimamente diferenciados caracterizados por la igualdad en el acceso a los recursos, cambiantes,
de dirección efímera y políticamente inestables, a grupos grandes, heterogéneos, internamente
diferenciados, con estructura de clase, socialmente controlados, en los cuales los re[64]cursos que
sustentan la vida no son de igual acceso para todos. El último tipo de sociedad, con el cual nosotros
hoy estamos más familiarizados, es una anomalía de la historia, y donde la situación presente
requiere constante legitimación y reforzamiento (1988: 37ss.).

La complejidad es tal vez la característica más obvia. Podemos ver como las “sociedades
complejas”, o civilizaciones dentro del marco del sistema global, se hicieron cada vez más
diferenciadas internamente. Tainter alude al “crecimiento de la complejidad” como algo “anómalo de
la historia”, que recurrentemente fracasa. El colapso de la civilización es definido por Tainter (1988: 4)
como “una rápida y significativa pérdida de un nivel establecido de complejidad sociopolítica”. Lo que
me gustaría añadir a esta visión es el impacto centrípeto de las civilizaciones sobre las periferias, a
fin de dar cuenta de la dinámica del proceso vital del cual, tanto el centro como la periferia participan.

Similar a los organismos biológicos en crecimiento, las sociedades complejas son neguentrópicas y
se alimentan de sus áreas circundantes. Cuando los recursos humanos y materiales estuvieron
suficientemente integrados, adquiriendo valor agregado, la sociedad compleja se volvió capaz de
atraer y consumir socialmente sus alrededores. Era ahora más demandante pero era también más
fuerte.

Esta forma social de “comer” en la cual los Estados centrales importan materias primas y esclavos y
ponen esos recursos a trabajar, no es un metabolismo sencillo. Por el contrario, da origen a una
conmoción constante. Las civilizaciones del segundo milenio eran empresas altamente complicadas
en las cuales, las elites dirigentes tenían un número de tareas fundamentales que realizar. Como se
indicó anteriormente, ellas tenían que captar continuamente recursos materiales y humanos desde el
exterior, poner todos esos activos a trabajar en un organismo integrado en expansión, y recrear el
orden y la cohesión. Las “sociedades complejas” requieren, dice Tainter en la cita anterior de
“constante legitimación y reforzamiento”. Esto no aparece por sí solo. Ellas son sociedades

14
“solucionadoras de problemas de organización”. Ellas, o mejor dicho sus elites gobernantes,
constantemente necesitan adaptarse a las condiciones cambiantes para ir encontrando soluciones a
nuevos problemas. Son parte de un proceso que conduce a mayor crecimiento o al declive y al
colapso.

Comercio II: Anhelando un estilo de vida civilizado


Ciertos recursos eran ciertamente más cruciales que otros en el sentido de que eran fundamentales
para mantener la complejidad de las civilizaciones. Sin embargo, el comercio internacional involucró
otro tipo de problemas que requieren una reflexión más a fondo. De hecho, las elites a menudo
parecen más interesadas en cosas que no tienen nada que ver con las necesidades o la complejidad
centrípeta de la civilización. Prontamente, el comercio internacional incluyó una gran variedad de
productos de lujo: piedras preciosas y semipreciosas; joyas; jarrones; objetos de arte; productos
agrícolas procesados, tales como aceite de oliva, aceites perfumados, vino, opio, medicinas, etc.

Éste es, al parecer, un fenómeno separado aunque internamente vinculado al comercio de


necesidades. Las elites estuvieron principalmente interesadas en el establecimiento y mantenimiento
[65] de un estilo de vida civilizado. Lo que querían era una vida de lujo y pompa, segregada del
pueblo empobrecido y desgraciado. Esto es, por supuesto, también una forma de competencia:
distanciarse de la gente del pueblo en colaboración con los parientes de la elite, aprovechando el
poder y levantándose sobre las masas grises. Deseaban palacios, belleza, sirvientes, mujeres,
entretenimientos, ropas elegantes, joyas, bienes exóticos, comidas deliciosas y buen vino.

El civilizado estilo de vida aristocrático significaba extravagancia. En el palacio de Mari, con sus
doscientos sesenta habitaciones en el siglo dieciocho, el vino importado de Siria era incluso enfriado
con hielo de las montañas (Gadd 1973: 219). Los palacios a menudo tenían baños, así como drenaje
sanitario. El palacio de Knossos en el segundo milenio es extraordinario por que deja ver el
esplendor del estilo de vida aristocrático. Ha sido incluso llamado (Hall 1927:46) “una construcción
moderna”, sin paralelo hasta los días romanos y luego a las construcciones del siglo diecinueve d.C.
La riqueza se extendía hasta una influyente clase mercantil, por lo tanto también hubo casas
privadas bien equipadas, o grandes residencias, fuera de la esfera estatal (Drower 1973: 498, para
Siria en la EBT; Watrous 1998: 82, para Creta neopalacial).

También se fue muy lejos en el embellecimiento del cuerpo. Los egipcios usaron malaquita, extraída
de las minas de Sinaí, en forma de polvo como sombra de ojos (Bottéro 1973: 356). Su demanda
constante de turquesas, también de las minas de Sinaí, era debido al hecho de que las piedras viejas
perdían su color brillante. Los egipcios de clase alta solo querían lo mejor.

Las elites centrales también tenían un gusto por lo exótico. Los reyes obtenían animales exóticos y
salvajes de las áreas periféricas y de vez en cuando los pasaban a otros reyes como regalos

15
diplomáticos. El rey de Mari, por ejemplo, recibió un gato de Elam y un ciervo y un oso de Susa (Lion
1992: 359, 361). El faraón egipcio recibió monos azules de Punt y trasfirió alguno de ellos a sus
amigos del Egeo. Tales monos son representados en los murales de Knossos y Santarino (Faure
1997/73: 252). Los reyes eran también coleccionistas de objetos así como de plantas y árboles raros
(ver Hall 1927: 240). Según Natalie Meaux, los ejemplares pintados en los entonces llamados
Jardines Botánicos en Karnak representan “especies florales encontradas por Tutmosis III en
aquellas tierras foráneas en las cuales el guerreó (ref. por Bianchi, 1997: 90; ver también Drower
1973: 481).

Esos eran todos productos obtenidos por los Estados centrales en las áreas periféricas. Los
productos más importantes necesarios para un estilo de vida civilizado eran, sin embargo, producidos
por el centro y usados en su intercambio con la periferia. En su trabajo, “De artículos de lujo a
mercancías: la naturaleza de los sistemas comerciales del Mediterráneo de la Edad del Bronce”
(1991), una de las principales fuentes de inspiración para mi propio trabajo, Sherratt y Sherratt citan a
Plinio, quien enfatizó el rol del vino y del aceite para el confort. Duo sunt liquores humanis corporibus
gratissimi- es decir, “son dos los líquidos más agradables a los cuerpos humanos”, y esos son intus
vini, foris olei, “vino dentro y aceite fuera” (Plinio 1991: 359). Los productos agrícolas procesados,
tales como vino, aceite de oliva, perfumes, especias y aromáticas provistas por el [66] centro –
ocuparon una posición central en el comercio internacional. Solo los Estados centrales tenían la
capacidad máxima de este tipo de producción. En este sentido se parece a la manufactura de textiles
(comparar con Shelmerdine 1998: 292). Estos no eran simplemente productos agrícolas comunes
que cualquier persona de la aldea podía producir. Por medio de las “aportaciones adicionales de
trabajo” ellos eran reprocesados y refinados en productos civilizados de la más alta estima tanto para
las elites centrales y como para las de la periferia.

Las vides y los olivos fueron cruciales para el desarrollo de la economía mediterránea porque ellos
podían proporcionar productos manufacturados atractivos así como materias primas; ellos podían
absorber el valor agregado del trabajo para producir no solo vino y aceite sino vino de calidad y
aceite especial. Consideraciones similares se aplican al cultivo de especias y aromáticas (azafrán,
cilantro, salvia) y narcóticos potentes (opio)... (1998: 359).

La producción de los productos agrícolas procesados tuvo serios efectos sobre el uso de la tierra.
Los campesinos fueron echados de sus tierras, las cuales fueron convertidos en espacios estatales
de producción agrícola para el consumo de la elite.

El “Comercio I” y el “Comercio II” están relacionados el uno con el otro de formas bastante
interesante. Con el propósito de obtener bienes de lujo relacionados con el estilo de vida civilizado,
las elites centrales tuvieron que ir por la producción, el comercio internacional, y el poder militar. La
complejidad es centrípeta, de hecho, es lo que en última instancia hace al estilo de vida civilizado
posible. La gente, en general (por supuesto, hay excepciones) no se involucra en la fabricación o en

16
el comercio internacional por puro gusto, o por algo inherente a la naturaleza humana, sino porque
están obligados a hacerlo. En lo posible procuran evitar estas tareas tediosas que llevan mucho
tiempo si pueden conseguir lo que desean directamente. ¿Por qué preocuparse por producir en una
situación tan ideal?

Eso es exactamente lo que las elites periféricas pueden hacer. El anhelo por una vida civilizada y
lujosa, es ciertamente el mismo en el centro que en la periferia. La diferencia es que esas elites
periféricas pueden obtener estas piezas sin involucrarse con producción mientras que las elites
centrales necesariamente tienen que participar en la producción. El mismo patrón se encuentra en el
mundo de hoy. Las elites africanas son capaces de importar artículos de lujo y armas modernas
desde la región central mediante el intercambio a cambio de permitir el acceso a las materias primas.
Las periferias devuelven materias primas al centro, o abren sus territorios para la extracción, y
obtienen productos acabados. Sin embargo, las periferias podían limitar este tipo de relación.

No obstante, los Estados centrales podían exportar grano. Las ciudades-Estado sumerias en el tercer
milenio intercambiaban grano por metales y piedras de las montañas del noroeste de Irán (Kramer
1963: 269-275). En el segundo milenio la exportación de grano es reportada en, por ejemplo, Egipto
durante el Reino medio (Hayes 1973: 388) y Babilonia durante el período amorrita (Gadd 1973: 194).
Las grandes civilizaciones estaban en una posición favorable para producir alimentos para las masas
(ej., grano). Ellos tenían la mano de obra, la organización y la tecnología.

[67] “¿Por qué la gente quería bienes?” preguntan retóricamente Sherrat y Sherrat (1991: 354).
Identificamos dos aspectos. La demanda de vino y perfume es, por lo menos hasta cierto punto,
“natural”. Es sentirse bien y oler bien. El otro aspecto, tiene que ver con el significado y el valor
simbólico de los bienes materiales. Las elites querían ropas elegantes –pero ¿qué es la elegancia?
¿Cómo sabía la gente qué consumir? Mediante la observación de otras elites, especialmente de las
de rango más alto. Éste es el mecanismo básico de la difusión, o “globalización” de la cultura. La
Edad del Bronce griega que comenzó, como es indicado por Sherrat y Sherrat (1991: 354), en la
periferia, se maravilló con el patrón de consumo y la cultura material de las civilizaciones más
desarrolladas del Cercano Oriente. Los Micénicos no sólo se involucraron en el comercio con
Oriente, sino que también absorbieron “el lenguaje de ostentación y exteriorización en la arquitectura,
en la comida y la bebida, en la ropa, en las apariencias físicas y en el uso de los perfumes”.

El interés exclusivo de las elites de disfrutar de un estilo de vida civilizado es peligroso porque se
olvidan que su vida lujosa depende de la producción, el comercio, y en última instancia de la fuerza
militar. Adoptan este patrón de consumo y se entregan ciegamente al lujo. Amenhotep (o Amenofis
III) es un claro ejemplo. Él se convirtió en faraón en 1405 (hasta 1367) cuando Egipto estaba “en la
cima de su poder político, prosperidad económica, y desarrollo cultural” (Hayes 1973: 338), debido a
la explotación de sus dominios coloniales. Después de un tiempo de dedicarse a actividades físicas
como expediciones de caza, Amenhotep III “se puso por encima de los placeres del harén y los

17
banquetes y se dedicó por completo a reconstruir y embellecer Tebas y otros de sus sitios
favoritos…” (Hayes 1973: 339).

Cuando el período previo de guerra constante parecía haber terminado, y el rey y la elite pensaron
que podían gozar de los “muchos placeres y lujos que la vida tenía para ofrecerles ahora”, incluyendo
“… una verdadera y total inclinación a la opulencia y la ostentación” (Hayes 1973: 338). Amenhotep
III se dedicó completamente al consumo ostentoso y a la costosa actividad constructiva mientras
demostraba poco interés por su imperio. La diplomacia “reemplazó en gran parte a la guerra en las
relaciones de los egipcios con sus vecinos…” (Hayes 1973: 338). Pero esta ecuación no era viable.
Su “indolente negligencia con las provincias asiáticas pavimentó el camino para la declinación del
control egipcio sobre Siria” (Hayes 1973: 340).

Así, Egipto no tomó su dependencia sobre la periferia lo suficientemente en serio. El entonces


llamado período el-Amarna, durante la segunda mitad del siglo XIV es descrito como “un golpe serio
para la economía egipcia” (Redford 1992: 182). Éste comenzó, como podemos ver, ya con
Amenhotep III, y continuó durante el reinado de Akhenaton (1367-1350). Las tendencias económicas
hacia el declive y la desintegración política comenzaron a incrementarse manifiestamente y Egipto
perdió por algún tiempo muchas de sus fuentes internas de suministro. Este período fue
caracterizado por la presión Hitita en el área, acompañada por las revueltas de los pueblos vasallos
egipcios en el norte que “debilitaron fatalmente el poder egipcio” (Kenyon 1973: 527). El control de
Egipto fue luego restablecido durante la Dinastía Diecinueve cuando el Rey Sethos I “marchó a la
[68] costa a través de la llanura de Esdrelón y a través del Jordán” (Kenyon 1973: 527). No obstante,
en el siglo XIII Egipto tuvo una posición menos predominante.

Las elites pueden pensar que han obtenido lo que necesitan y simplemente gozar de una buena vida.
Pueden ignorar el hecho de que la civilización es construida sobre el uso de recursos externos y de
que no puede ser mantenida sin ellos. No pueden ver que aquello sobre lo que se asienta la esfera
doméstica no se mantendrá firme sin sus recursos locales. Muy por el contrario, el centro es
dependiente de las relaciones de dominación y explotación, y si estas no son cuidadosamente
mantenidas, la construcción social de la civilización se desmorona.

Después de las conquistas exitosas los gobernantes tendían a volverse pacíficos y dóciles. Este
fenómeno fue identificado por Ibn Khaldun en el siglo XIV d. C. (1377-1381), quien notó que los
gobernantes de la región del mundo donde él estaba tendían a ser cada vez más adictos a los lujos y
bienes y por lo tanto se convirtieron en presa fácil de guerreros, nómadas ambiciosos del desierto
(comparar con: Tainter 1988: 65). Las elites se encontraban en un verdadero dilema sobre como
presentarse. Ellas querían mantener su propio estilo de vida mientras tenían relaciones amistosas
con sus vecinos menos afortunados. El problema es que su civilización tiene que ser constantemente
defendida. Ellos no pueden ni desatender la relación imperialista entre el centro y la periferia ni la

18
competencia con otros Estados centrales sin poner en peligro la complejidad de su propia sociedad,
y lo que aún es más serio, sin poner en peligro el sistema global como tal.

Comercio III: La siempre creciente demanda de recursos


Hay un tercer punto, o aspecto adicional de la transferencia de recursos desde un área a otra que
debemos ver. En la EBT, Egipto parecía necesitar cada vez más de sus periferias, no sólo por los
metales, manos de obra y artículos de lujo, sino también por el grano, ganado y bienes
manufacturados producidos previamente en grandes cantidades en sus propios territorios. Esas
transacciones tenían lugar en gran medida dentro de las estructuras imperiales. Ésta es una
característica general de la EBT. En este período hay una sucesiva concentración de crecimiento y
desarrollo de algunas superpotencias, o más precisamente, de algunos focos dentro de esos
imperios, mientras que sus alrededores inmediatos estaban cada vez más subdesarrollados.

Vemos que Tutmosis III y su ejército regresaron a Egipto después de la batalla de Megiddo en 1482.
Aquí derrotó, después de un sitio de siete meses, una coalición de “príncipes” de Retinu1 quienes se
habían congregado bajo el liderazgo del rey/príncipe de Kadesh. A partir de los “Anales” de sus
campañas militares, tallados sobre las paredes del templo de Karnak (Pritchard 1973: 175-182),
podemos ver lo atractivo del botín para los egipcios y cómo los príncipes subyugados, quienes se
rindieron en Megiddo, tuvieron que entregar diferentes tipos de bienes y recursos a sus
conquistadores. Lo capturado incluyó plata, oro, piedras preciosas, equipamiento militar (un buen
numero de caballos, carros, trajes de armadura y arcos) y artículos de lujo pertenecientes a los
“enemigos” derrotados, tales como sus [69] carros trabajados en oro y cotas de malla en bronce.
También incluyó prisioneros de guerra y lo imprescindible, grano, ganado, cabras, y ovejas.

Este traslado particular de bienes y recursos desde el actual norte de Israel no fue un evento aislado.
Tutmosis III, por sí mismo, emprendió varias campañas durante su reinado y estableció el control
egipcio sobre la mayor parte de Siria-palestina. A lo largo de buena parte del siglo siguiente, los
faraones hicieron campañas constantes en esta área, y “cada campaña produjo riquezas en la forma
de botín y tributo” (Drower 1973: 477).

Egipto se convirtió con el Reino Nuevo y la Dinastía Novena, en un poder sumamente militarizado
centrado en la expansión y la construcción de un imperio. El nuevo imperio incluyó una parte de
África así como una “provincia” asiática desde la cual enormes cantidades de recursos fueron
llevados al centro. Desde Nubia se obtuvo, sobre todo, oro, pero también piedras preciosas, piedra
para construcción, ganado, madera, marfil, y esclavos (ver Vercoutter 1987: 192). Desde el Sudán
vinieron plumas de avestruz, perfume, aceite, marfil, y esclavos. Los egipcios usaron esclavos de
1
1- Siria-Palestina es llamada “Retinu” o “Canaán”.

19
Nubia y del Sudán como trabajadores, sirvientes, soldados y policía (Hayes 1973: 352). Desde
Canaán, sus dominios asiáticos, las importaciones fueron incluso más considerables. Los recursos
fueron transferidos a Egipto en forma de botín, de impuesto y tributo. Los vasallos eran comandados
para entregar tributo regularmente o impuestos al faraón. En los últimos años del reinado de
Tutmosis III incluso llegaron a Egipto “con su tributo y besando la tierra ante él”.

En el siglo XV los egipcios tomaron de sus dominios asiáticos metales comunes y preciosos (cobre,
oro y plata), varios tipos de madera (cedro, abeto, enebro, boj), una gran variedad de productos
agrícolas (tanto grano como productos procesados), ganado (reses, ovejas, cabras), bienes
manufacturados de todos tipos, y equipamiento militar (caballos y carros). También absorbieron
enormes cantidades de mano de obra (Drower 1973:478-481); Redford 1992: 210-23). Además, los
egipcios en este período, tenían acceso al próspero comercio internacional a través de las ciudades
costeras.

La parte norte de Canaán era un desarrollado centro manufacturero cuando fue tomado bajo el
control egipcio. Algunos de sus bienes eran producidos localmente y algunos eran obtenidos a través
de la posición de esta área como un cruce de caminos en las rutas del comercio internacional.
Ambos, los puertos a lo largo de la costa y el corredor Sirio- palestino, conectando la costa con el
interior, fueron canales importantes para el comercio internacional.

La necesidad egipcia de mano de obra puede parecer muy importante desde los inicios de su
expansión territorial, pero ésta incluso aumentó con el tiempo. Extranjeros, tanto hombres como
mujeres, habrían sido arrastrados a Egipto en forma de tributo y como prisioneros de guerra para ser
usados como trabajadores o soldados. Los esclavos también fueron adquiridos por compra (Hayes
1973: 375, 388; Drower 1973: 478; Redford 1992: 209-213). La afluencia masiva de mano de obra
continuó hasta entrado el siglo XIII: “tan frecuentemente como antes”; “grandes cantidades de
esclavos canaanitas llegaban regularmente a los puertos egipcios” (Redford 1992: 209).

[70] Según Redford (1992: 20ss.), Egipto realizó desplazamientos masivos de comunidades rurales
desde tiempos del Reino Antiguo; “desarraigando y transportando a Egipto comunidades completas”,
de este modo el Estado garantizó dos objetivos: castigar a poblaciones rebeldes e incrementar la
fuerza de trabajo de Egipto. Nubia fue tempranamente afectada por esta política, y del mismo modo
lo fue Canaán en la EBT.

En esa última área, los egipcios deportaron “un considerable segmento de población”: “Tutmosis III
condujo a más de 7.300 personas, mientras que su hijo Amenofis II desarraigó por su propia cuenta a
89.600. Tutmosis IV dice que él condujo a los habitantes de la Gezer canaanita a Tebas, mientras su
hijo Amenofis III habla que su templo mortuorio tebano estaba “repleto de trabajadores esclavos
hombres y mujeres…” (Redford 1992: 208).

20
Algunas de las personas trasladadas fuera de sus tierras natales fueron de este modo deportadas, y
el principal objetivo pudo no haber sido la necesidad de mano de obra. Por otro lado, como notó
Redford, el Estado cumplió dos objetivos. Un gran número de foráneos importados fueron
evidentemente usados como trabajadores, sobre las propiedades de la corona y el templo, en minas
y presas, en actividades de construcción y en diferentes oficios.

La necesidad creciente de mano de obra puede también ser encontrada en otras partes de la región
central. El rey hitita llevó a cabo un auténtico “programa de repoblación” (Bryce 1999/89: 50) para dar
respuesta a esas áreas donde la gente aparentemente había desaparecido. Un gran número de
personas fueron deportadas desde las áreas conquistadas y asentadas en tierras del territorio hitita.
Esos deportados permanecieron bajo el control del Estado y proveyeron de la “mano de obra extra”
que el imperio hitita “necesitaba cada vez más” (Macqueen 1986: 75).

Hacia el final de la era hubo, según Liverani (1990: 138), un movimiento centrípeto y masivo de mano
de obra así como de recursos materiales hacia los centros hititas; los hititas estaban muy
preocupados por sus necesidades de mano de obra como para cuidar de los pueblos conquistados.
De esa forma tanto los Hititas como los Egipcios desbastaron sus periferias inmediatas.

Incluso el Estado Asirio absorbió población de áreas conquistadas durante su expansión hacia el
oeste. En la segunda mitad del siglo XIII, Asiria privó a los hititas tanto de recursos como de gente.
Tukulti-Ninurta afirma la deportación de 28.800 súbditos hititas de su tierra. En un documento declara
“En mi primer año deporté 28.800 personas de la tierra de Hatti más allá del Éufrates, y (los) llevé a
mi tierra” (Liverani 1990: 93).

Él los movió hacia sus propias tierras; esto es lo que el mismo declara. Liverani sugiere que nosotros
no podemos tomar las palabras de Tukulti-Ninurta como prueba. Quizá él estaba solo jactándose y
tuvo razones para hacerlo. Esto no podemos saberlo con seguridad - pero incluso si su testamento
es falso, no obstante da cuenta de que estos actos eran altamente atractivos y apreciados.

Todas las grandes potencias atrajeron mano de obra, tanto de los alrededores inmediatos como de
las más distantes periferias. Todas emplearon mercenarios extranjeros en [71] sus ejércitos. Los
armamentos encontrados en el norte de Grecia podrían haber llegado con mercenarios desde la
Europa Continental. Sandars (1978: 94) asocia el interés de los Micénicos en obtener soldados
extranjeros con la creciente situación de contienda en Grecia. En esta situación habría sido natural
explorar el norte por fuerza de trabajo y metales, donde ambos abundaban.

Hay tres razones de porque las civilizaciones del segundo milenio constantemente necesitaron
trabajadores foráneos: mayor especialización, volumen de trabajo creciente, y el problema de la
supervivencia y reproducción bajo condiciones duras. Las primeras dos, visibles en lo material, son
meros aspectos del crecimiento económico. La tercera no es fácilmente detectable en lo material.
Nosotros generalmente conocemos muy poco sobre las condiciones de vida de los esclavos. Las

21
elites estaban interesadas en ellos solamente como instrumentos de trabajo en sus propios
proyectos. Además el problema de su supervivencia y reproducción debe haber sido un factor
importante.

Si asumimos que los trabajadores/esclavos eran explotados en sus máximas capacidades, y que su
trabajo era a menudo en medios insalubres y peligrosos, es fácil suponer que tenían problemas
simplemente para permanecer vivos. Lo que tenemos como evidencia es el hecho de que todos los
Estados en expansión estuvieron cada vez más necesitados de mano de obra. Insistimos en la
importación de personas porque en sí nunca hubo suficiente. Los esclavos extranjeros eran
suministros consumibles que duraban solo un corto período de tiempo, debido a la explotación
ilimitada, pero podían ser reemplazados con bastante facilidad con nuevas importaciones.

En Egipto los esclavos eran usados en minas y canteras, organizados en cuadrillas, lo cual era una
faena difícil. Además de “prisioneros de guerra” y “esclavos”, ellos contaban con “criminales
condenados”. El envió a las minas de “Kush” era evidentemente considerado por los egipcios como
una forma severa de castigo” (Hayes 1973: 351, 374). La vida dura para los trabajadores de la mina
es también insinuada en una fuente que informa sobre la producción de cobre en Chipre. El rey de
Alashiya (Chipre) escribe a Ramsés II: “Querido hermano, que tu corazón no se resienta por tan
poco cobre, en mi pueblo la plaga ha matado a toda la gente, y no hay nadie vivo para fundir el
cobre” (citado en Sandars 1978: 47).

Sandars comenta diciendo que las “peligrosas condiciones bajo las cuales la fundición primitiva era
llevada a cabo, pueden haber causado este déficit, más que una epidemia general” (1978: 47ff).

Hay, de hecho, un indicio más directo del problema de la reproducción desde el tardío Reino Nuevo
en Egipto. Las “Casas de las esclavas” estaban consagradas a la “producción industrial” de niños, es
decir, para la producción de trabajo de esclavos (Loprieno 1997: 208, 209). Estos tipos de casas
donde esclavas daban a luz a la nueva generación de esclavos deben haber sido el resultado del
reconocimiento del problema por parte de la elite. Si esto sucedió o no es otro asunto.

A nuestra imprecisa idea de la difícil situación de los esclavos y la necesidad de reemplazarlos


constantemente, podemos agrega las referencias a la huida de los explotados y oprimidos en un
número significante y las invasiones de migrantes. La categoría social de Apiru es, en documentos
tanto de Egipto como del cercano oriente, [72] descripta como multitudes heterogéneas de
desarraigados, gente inútil de los márgenes de la civilización. Parece que ya estaban presentes
incluso en siglos anteriores pero su número asciende hacia finales del segundo milenio.

Por un lado, los Estados centrales forzaron a extranjeros a entrar a sus propios dominios para ser
usados como trabajadores y soldados a gran escala. Pero luego, bruscamente, hacia finales del
milenio, todos parecían aterrorizados por los conflictivos migrantes asentados en sus tierras. ¿Por
qué ellos no recibieron bien a los recién llegados que ahora venían por si mismos en vez de ser

22
forzados a ingresar en las áreas centrales? Obviamente, esto fue porque estas personas ya no
podían ser usadas.

Invasión de migrantes
El aspecto más evidente del colapso del 1200 son las migraciones a gran escala que afectaron a la
mayor parte de las regiones centrales. Allí escribe Redford (1992: 243) ocurrió “una de las más
grandes e importantes migraciones de la historia”. Algunos de esos migrantes vinieron por mar y han
sido llamados en el contexto egipcio “Pueblos del Mar”: “No es una exageración afirmar que el
movimiento de los Pueblos del Mar, aclaro que el término es acuñado en Egipto, cambió la fisonomía
del mundo antiguo más que cualquier otro evento particular hasta los tiempos de Alejandro Magno”
(1992: 243ss.).

Las migraciones a gran escala que conducen a cambios demográficos han tenido, a lo largo de la
historia del mundo, efectos profundos sobre la cultura y la sociedad. En ese caso ellas acabaron con
el sistema de la Edad de Bronce. Al final del siglo XIII, “movimientos de pueblos masivos…recorrieron
Anatolia, Siria y Palestina, y a través del mediterráneo oriental hacia la costa de Egipto…”Bryce
(1999/89: 367), condujeron en todas partes al desastre y al “colapso de la sociedad compleja”
(Tainter 1988). El proceso parece haber empezado en el norte, afectando tanto a Grecia como al
Reino Hitita tempranamente, y luego se habría extendido hacia el sur. “En el curso de unos pocos
años no sólo Grecia, sino Anatolia, Egipto y todo el Levante cayeron dentro de un desorden total”
(Sandars 1978: 29).

Bryce, se enfoca en el reino hitita, aunque también provee una excelente visión general de lo
ocurrido en otras partes de la región; relaciona las invasiones con el debilitamiento general de las
estructuras estatales, del cual hay numerosos signos: “–inestabilidad política interna – capacidad
defensiva severamente agotada – redes de comunicación y líneas de suministros en desorden –
escasez crítica de alimentos y otros recursos” (1999/89: 379).

De repente el reino Hitita fue incapaz de mantener sus funciones vitales. Los invasores migrantes no
eran, sostiene, en sí mismos la principal causa del colapso de los reinos de la Edad de Bronce. “Más
bien ellos estaban asociados con la desintegración gradual de estos reinos, y fueron en última
instancia víctimas de ello en parte” (1999:373). Éste es un punto de partida importante para nuestra
comprensión del colapso.

[73] Todos los centros civilizados colapsaron, no sólo los que fueron invadidos por los Pueblos del
Mar. Babilonia comenzó a decaer hacia finales del siglo XIII y finalmente sucumbió en la mitad del
siglo XII bajo la presión de Asiria y Elam (Knapp 1988: 159; ver también Munn-Rankin 1975: 286-
287). Asiria se desvió del patrón general por ser capaz de tomar ventaja del debilitamiento de sus
poderosos vecinos (especialmente Hatti) y ejercer una política agresiva y expansionista contra áreas

23
adyacentes más extensas que los otros reinos. Finalmente, sin embargo fue golpeada por la
contracción y el declive como los demás. Se recobró relativamente pronto. Ya en el siglo IX era el
poderoso reino Neo-asirio, el cual en el siglo VII incluso conquistó Egipto.

Los “bárbaros” han sido un incordio recurrente para la civilización. Ellos deseaban la riqueza de sus
vecinos civilizados y parecen tener cierta tendencia a atacar siempre que ven una oportunidad.
Mientras la civilización es fuerte, el problema de los bárbaros está usualmente bajo control. Este no
se convierte en una amenaza mortal hasta que la civilización está golpeada por una crisis. Esto es de
conocimiento común en la historia mundial. ¿Pero quiénes eran los alborotadores de este período
particular?

Existen un número de sugerencias concerniente al área de origen de los Pueblos del Mar (para una
visión general ver Niemeier 1998). Bryce (1999/89) propone el oeste de Anatolia, como muchos
otros, mientras que Niemeier apunta al Egeo Micénico (Niemeier 1998: 17); el oeste de Anatolia, fue
después de todo, invadido en sí mismo por los Pueblos del Mar.

Sin embargo, aparentemente no hay una unica localidad de origen. Los entonces llamados Pueblos
del Mar no eran un grupo homogéneo. Ellos venían de diferentes partes de Anatolia y del Egeo.
Además los invasores no eran todos Pueblos del Mar. Los migrantes fueron en cambio una multitud
heterogénea, que venía de todas las direcciones, algunos de ellos por el mar y otros por tierra. Éste
fue un auténtico período de turbulencia cuando muchos “pueblos” fueron de un lado para el otro.

Lo último que sabemos de los hititas desde los registros históricos es la versión de las batallas
navales de la Costa de Chipre. Luego hay silencio. La evidencia arqueológica indica que Hattusa, la
capital, fue destruida violentamente, “consumida en un gran incendio”. Después de esto, las partes
este y sur del imperio hitita fueron invadidas “desde casi todas las direcciones” (Bryce 1999/89: 378-
379).

Grandes partes del Levante fueron afectadas de la misma forma. Los Estados vasallos hititas en el
norte de Siria cayeron al mismo tiempo que Hatti. Desde el reino de Ugarit hay evidencia textual
indicando ataques tempranos que parecen ser de los Pueblos del Mar. Algunas de las “tablillas del
horno”, es decir, la colección de tablillas de arcilla ubicadas en el horno justo antes de que la ciudad
fuera destruida, mencionan enemigos en barcos. Una tablilla se refiere a un grupo de atacantes que
habían estado saqueando asentamientos costeros cuando el rey de Ugarit era todavía joven. Una
carta de Chipre a Ugarit contiene información sobre los enemigos “quienes ya han atacado pueblos y
barcos de Ugarit y que ahora se preparaban - con 20 barcos- para nuevas hostilidades”. En una carta
del rey de Ugarit, él informa al rey de Chipre sobre la desastrosa situación; barcos hostiles habían
destruido un número de asentamientos con fuego. Poco después, Ugarit fue destrozado (Klengel
1992: 150-151).

24
[74] En Egipto existe un período bastante prolongado de ataques recurrentes e intentos de invasión.
Durante el reinado de Merneptah (1224 1214), el país padeció ataques tanto de los Pueblos del Mar
como de grupos de Libia. En una inscripción en el Templo de Karnak, los grupos son identificados
como libios, Sherden, Shekelesh, Ekwesh, Lukka y Teresh. Todos ellos, excepto los libios parecían
proceder de Anatolia o del Egeo. Hay, por supuesto, muy pocas alternativas. Fue dicho que los
Sherden vienen de Cerdeña o Sicilia, o se han originado en Anatolia y luego se movieron a
Cerdeña/Sicilia (ver Bryce 1999/89: 369). En esas primeras confrontaciones entre los invasores y el
Estado egipcio, el último fue aparentemente bastante más exitoso. Después de la muerte de
Merneptah, prevaleció un período de inestabilidad, con facciones de la familia real compitiendo por el
poder. El orden político fue temporalmente restablecido con la Vigésima Dinastía en los comienzos
del siglo XII. Bajo Ramsés III, quien reinó entre 1182 y 1151, hubo un número de ataques desde
Libia, de los Pueblos del Mar y de la Costa Levantina. Las inscripciones del Templo de Medinet Habu
mencionan a Peleset, Tjekker, Shelelesh, Weshesh y Denyen (ver Sandars 1978:105, 198-20;
Redford 1992: 243). Los Peleset eran probablemente filisteos a quienes les fue dado posteriormente
permiso para establecerse en Palestina (ver Bryce 1999/89: 370). Ramsés III fue el último gran
faraón. Con su muerte, “la gloria desapareció y Egipto nunca volvió a ser un poder imperial”
(Faulkner 1975: 247).

El declive del 1200 es aparentemente un brusco colapso total. Sin embargo hay signos claros de
peligro inminente durante la segunda mitad del siglo XIII. En Grecia se construyeron nuevas
fortificaciones, un indicio del aumento de “la guerra y contienda interna más que de la invasión
externa” (Sandars 1978: 62). Pylos, en el Peloponeso sudoeste, no estaba fortificado pero sin
embargo hay signos en sus archivos de una catástrofe prolongada hacia el final; “una sensación de
emergencia domina todo el archivo”, dice Palmer (1961: 132). Sus inquietudes estaban en relación
con la situación militar, y especialmente con las amenazas de ataques por mar. También hubo otros
signos. El aumento de la competencia y el conflicto debido a las confrontaciones militares entre los
poderes más importantes, Hatti-Egipto y Hatti-Asiria. Estas guerras no parecen un medio para hacer
el mundo más seguro. Por el contrario, hubo un aumento del problema de la inseguridad para
comerciantes y emisarios. Las condiciones eran “cada vez menos favorables para el comercio
pacífico” (Stubbings 1975: 338ss.).

El problema de los Pueblos del Mar parece, en efecto, ser bastante antiguo. En Egipto son
mencionados tan tempranamente como en el siglo XIV (Amenofis III). Akhenatón, un poco después,
se queja en una carta al rey de Chipre sobre el ataque desde las tierras de Lukka (Anatolia). Los
Sherden (desde Cerdeña, Sicilia o Anatolia) aparecen en los textos desde inicios del siglo XIII. Ellos
atacaron Egipto durante el reinado de Ramsés II y fueron, después de ser derrotados, alistados en su
ejército. Los ataques bárbaros no eran un fenómeno nuevo. Comenzaron como un problema menor
pero se volvió cada vez más dificultoso para los Estados centrales tratar con ellos.

25
[75] ¿Quiénes eran entonces esos invasores? Aún si los Pueblos del Mar parecían heterogéneos, un
grupo tiene un solo punto de origen, ellos deben haber venido desde Anatolia y el Egeo- si no
provenían desde Cerdeña y Sicilia. Cuando Bryce sugiere Anatolia occidental, es porque esa área es
la primera en dejar ver las tendencias de desintegración en el imperio Hitita. “Por esto parece haber
sido la región donde las estructuras políticas establecidas por los poderes principales de la Edad de
Bronce comienzan a desmoronarse y desintegrarse” (1999/89: 372).

El oeste de Anatolia fue subyugado en la periferia inmediata donde los hititas experimentaron
grandes dificultades por mantener el control. Los Pueblos del Mar fueron, aparentemente gente
desarraigada de las periferias inmediatas. El desarrollo generado por gente violenta y desarraigada
de los márgenes de la civilización en tanto elemento integral del sistema, fue destruyendo el orden
social existente en la zona (ver Singer 1988: 44). La masiva explotación egipcia de Canaán creó el
mismo tipo de problemas. Hubo migrantes invasores incluso en áreas interiores, por lo tanto no es
suficiente focalizar en el mar.

Los ataques bárbaros más tempranos parecen haber sido acontecimientos esporádicos. Lo que fue
nuevo para los invasores del tardío siglo XIII es que ellos parecían decididos a asentarse. Ellos
vinieron en busca de una nueva tierra. Debieron estar muy agobiados, dice Bryce (1999/89: 371), ya
que “las invasiones no eran meramente operaciones militares, sino que involucraban el movimiento
de grandes poblaciones, por tierra y por mar, buscando tierras nuevas donde asentarse” (Redford
1992: 250).

El intento de los invasores de asentarse en Egipto es denotado por el hecho de que “trajeron sus
familias y utensilios domésticos con ellos”. Una parte de esos migrantes venían del oeste, desde
Libia, y otros marcharon “por debajo de la costa de Siria con sus mujeres e hijos en carros de
bueyes, ya que esta era una invasión para ocupar y asentarse en las tierras tomadas, no meramente
un asalto a gran escala…” (Faulkner 975: 233,242).

Los ataques bárbaros pueden por lo tanto ser entendidos como parte de una crisis más general.
Bryce (1999/89: 379) enumera (ver lo precedente) un numero de signos, o síntomas, de esta crisis en
el reino Hitita tardío; “inestabilidad política interna- capacidades defensivas severamente agotadas-
redes de comunicación y abastecimiento desorganizadas- escasez crítica de alimento y otros
recursos.” Incluso Egipto experimentó a finales del siglo XIII desorden económico e inestabilidad
política, señalado por Knapp (1988: 184) como “incompetencia administrativa” y “deslealtad activa”.
En ambos reinos notamos falta o escasez de alimento. En una carta al rey de Ugarit, el rey Hitita pide
grano: “El asunto es muy urgente, en otras palabras, de ‘vida o muerte’” (Klengel 1992: 149). En
Egipto las primeras huelgas en la historia mundial son reportadas entre trabajadores especializados
quienes no obtuvieron las raciones de alimento suficiente desde los almacenes reales (ver Faulkner
1975: 246). Cuando el complejo sistema político quebró, las personas fueron abandonadas a
sobrevivir por su cuenta.

26
[76] El Agotamiento del sistema de la Edad del Bronce
Mi hipótesis es, como se indicó anteriormente, que el colapso tiene que ser entendido como un
aspecto o consecuencia del desarrollo. Sostendré aquí que el colapso fue, básicamente, un problema
político, arraigado en la estrategia general de desarrollo de la Edad del Bronce. Ha sido ya sugerido
que la invasión vino de las periferias inmediatas, donde los modos de existencia habían sido
fundamentalmente alterados por el desarrollo del “complejo ciudad-palacio” (en términos de Liverani,
1987:69).

Tainter (1988: 42) enumera once ítems en la explicación del colapso de la civilización:

1) Agotamiento o cese de un recurso vital o recursos de los cuales la sociedad depende.


2) El establecimiento de un nuevo recurso de base,
3) La incidencia de alguna catástrofe insuperable,
4) Insuficiente respuesta a las circunstancias,
5) Otras sociedades complejas,
6) Intrusos,
7) Conflicto de clase, contradicciones sociales, mala administración o mala conducta de la elite,
8) Disfunción social,
9) Factores místicos,
10) Posibilidad de concatenación de eventos, y
11) Factores económicos

Algunas de esas explicaciones refieren a factores que están más allá del control directo de los
Estados afectados: catástrofes naturales, problemas ecológicos, pérdida de recursos vitales,
invasiones bárbaras. El resto de ellos tienen que ver con conflictos o fracasos de varios tipos. La
perspectiva de Tainter está en general limitada a la sociedad (la sociedad compleja) como tal, aunque
la explicación número cinco indique la importancia de las relaciones interestatales. Lo que hace al
colapso del 1200 tan intrigante es que éste involucra a un número de civilizaciones, enlazadas unas
a otras, además de las áreas periféricas, por relaciones políticas y económicas. Aquí colapsó el todo
sistema, no sólo una civilización. Por consiguiente, no deberíamos buscar explicaciones del colapso
en las circunstancias que son específicas para tal o cual sociedad. Debe haber un problema de orden
superior. Todas esas sociedades fueron atacadas por bárbaros. Todas experimentaron conflictos en
sus relaciones internas y externas. Percibimos problemas económicos, mala administración de la
elite, y lo que es claro “respuesta insuficiente a las circunstancias”. Pero ¿qué es lo que esas
civilizaciones tuvieron en común?; ¿qué las unía a todas ellas? La respuesta más obvia son las
relaciones internacionales conectándolas unas a otras. Ellas eran parte del mismo sistema, de la
misma región central, y operaron acorde a (básicamente) los mismo mecanismos.

27
Tainter (1988:92-108) propone “la complejidad de la productividad en declive” como una explicación
general del colapso de la sociedad compleja. El desarrollo significa, [77] argumenta, una inversión
continua en la complejidad sociopolítica, pero esto no funciona más que para un período de tiempo
limitado. Finalmente, se llega a un punto donde los beneficios por cada inversión comienzan a
declinar. La productividad en declive puede, afirma, ser notada en la agricultura y la producción de
recursos además de en el procesamiento de información y en el control sociopolítico y la
especialización. Esto quiere decir que “la complejidad como una estrategia, se vuelve cada vez más
costosa, y produce decrecientes beneficios marginales”.

En un sentido muy general, tanto “decrecientes ganancias marginales” como desintegración parecen
ser aspectos cruciales del colapso del 1200; pero ninguna de ellas puede, en efecto explicar por qué
ocurrió el colapso y por qué, por ejemplo, todas las variables sucumbieron al mismo tiempo. Tomar
en consideración la región central íntegra implica más que una simple extensión de la perspectiva.
Significa tratar con una unidad social de tipo diferente. Aquí es necesario buscar mecanismos de
desarrollo básicos dentro del sistema mismo.

Propondré en lo siguiente una explicación preliminar del colapso, donde el punto de partida es el
sistema como tal. Incluye tres perspectivas diferentes que son aspectos del mismo proceso de
desarrollo. El colapso es visto como una crisis política generada por el específico desarrollo
estratégico del sistema con importantes consecuencias tanto para el comercio internacional como
para las numerosas masas excluidas.

1. El problema de la Competencia y el Conflicto

La competencia puede ser la mayor fuerza impulsora en la evolución social, pero ésta obviamente
tiene claras consecuencias destructivas. Como las nuevas estructuras no pueden ser creadas sin la
destrucción de las viejas, no hay razón quizás, para referirse al colapso de las civilizaciones. Aún,
para la gente involucrada, las catástrofes son justamente eso, catástrofes incluso si pavimentan el
camino para nuevas estructuras más “eficientes”.

La complementariedad del centro y la periferia revela la naturaleza orgánica del sistema. Estamos
tratando con partes de un único sistema y no con unidades separadas y autónomas. De esto surge
que el centro siempre tiene la responsabilidad por la supervivencia del sistema, del cual tanto los
gobernantes como los comunes dependen para su propia supervivencia. Las periferias pueden
obstruir, luchar por la liberación e independencia, pero, debido a su posición, no pueden encargarse
de las reconstrucciones y modificaciones del sistema como tal. El centro es siempre “el culpable” por
del colapso. Es ahí que tenemos que buscar explicaciones.

La competencia y el conflicto caracterizan a todo el segundo milenio. Las fortificaciones, como una
reacción al problema de la inseguridad militar, se encuentran sobre toda la región; su ausencia es

28
excepcional. Hay, sin embargo, una clara diferencia entre la EBT y la BEB en la descripción del
ámbito internacional en el cual la competencia y el conflicto tuvieron lugar.

Zimri-Lim, el gobernante de Mari a mediados del siglo XVIII, escribió una carta a su suegro, el rey de
Alepo, en la cual él se quejaba por estar [78] implicado en una guerra interminable con sus vecinos:
“Ahora, desde que volví a ganar mi trono muchos días atrás, no he tenido nada sino luchas y
batallas” (Kupper 1973: 10). Sus enemigos son descriptos como si fueran de tres tipos diferentes:
reinos competidores, vasallos rebeldes y nómadas “en el límite del desierto”.

Estos tres conflictos continuaron en el período posterior, entre los Estados centrales, entre los
Estados centrales y sus dominios coloniales y entre centros civilizados y bárbaros. Ellos, sin embargo
fueron representados todos en un ámbito internacional mucho más amplio. El primer tipo de conflicto,
el conflicto centro-centro, fue la situación particular de Zimri-Lim, presentada en un área geográfica
bastante circunscripta. En Siria y en el norte de Mesopotamia para el siglo XVIII, los pequeños
Estados vecinos estaban envueltos en una competencia constante con los otros por el control sobre
las rutas comerciales. Sus conflictos condujeron a una guerra incesante que los debilitó a medida
que implicaba un agotamiento constante de recursos (comparar con Durand 1992:102).

En la EBT, el conflicto centro-centro apareció en una forma totalmente diferente. En el siglo XIII
incluyó un número de superpotencias con sus alrededores inmediatos de dominios coloniales y
Estados vasallos. Los poderes principales eran Hatti, Egipto, Asiria, Babilonia y Grecia Micénica (este
último reunía varios Estados). Los micénicos incorporaron a la Creta Minoica en su esfera política
hacia mediados del siglo XV y representaron una fuerza poderosa en el comercio marítimo en la
última fase de la EBT. Mitanni había quedado fuera de competencia en el siglo XIV.

Esos poderes se volvieron unos contra otros en competencia por el poder y los recursos. Las
mayores batallas fueron libradas entre Egipto y Hatti, así como entre Hatti y Asiria. Vale mencionar,
sin embargo, que esas guerras fueron un fenómeno tardío, probablemente debido a la mayor
competencia entre centro-centro, como resultado a su vez, de la declinación de recursos. En el
comienzo de la EBT, los Estados centrales en cambio, se ocuparon de la construcción imperial y la
transformación de las áreas circundantes en periferias explotables.

El segundo tipo de conflicto, en relación a los vasallos rebeldes, fue bien conocido para los poderes
principales de la EBT. Tanto Egipto como Hatti tuvieron repetidamente que forzar a vasallos a la
obediencia por medios militares. La relación entre los poderes principales y los Estados vasallos fue
de una naturaleza diferente comparada con la situación de Zimri-Lim. Se había desarrollado una
relación centro-periferia donde el vasallo jugaba el rol de mediador para la explotación colonial. En el
tiempo de Zimri-Lim varios reyes tenían sus aliados y sus enemigos, podían atacar y destrozarse
unos a otros, pero no desarrollaron imperios, como en la EBT, cuando trasferencias masivas de
bienes y recursos tuvieron lugar en la forma de impuestos y tributo.

29
El complejo militar, basado en carros de guerra tirados por caballos, ocupó una posición central en
todos los Estados mayores, requiriendo una gran organización, especialización e importación de
recursos.

Semejante combinación de un carro de guerra y un equipo de cuatro caballos altamente adiestrados


eran extremadamente caros para establecerlos y mantenerlos, y requirió un equipo especializado
[79] de conductores y guerreros. Su presencia en el campo fue asegurada por la logística compleja
de la cría y el entrenamiento de caballos, un pequeño ejército de armadores de ruedas y
constructores de carros de guerra, fabricantes de arcos compuestos, herreros y armadores, y los
equipos de apoyo en la campaña quienes controlaban la reserva de caballos y reparaban vehículos
dañados (Watkins 1989: 28).

Las tropas de carros de guerra significaban el mayor gasto. Tanto soldados como carreros tenían
que ser bien entrenados, albergados y alimentados. Los establos tenían que ser construidos y luego
ocupados y mantenidos. Las materias primas tenían que ser constantemente procuradas desde el
exterior y los talleres especializados tenían que repartir los productos manufacturados, tales como
armas, carros de guerra y armaduras. Cuando Egipto y Hatti colisionaron uno con otro en la batalla
de Kadesh en 1285, el rey hitita estaba al mando de 2500 carros de guerra, cada uno tripulado por
tres hombres (Vermeule 1964:272).

El complejo militar y el uso de fuerza militar era un requisito absoluto para la construcción imperial,
pero al mismo tiempo el primero minó gradualmente la estructura imperial. Era extremadamente
costoso, de hecho muy costoso (ver Redford 1992: 160, para Egipto; Macqueen 1975: 48, para
Hatti). Cuando la guerra se convirtió en un asunto fundamental, consumió una gran parte de los
recursos de la sociedad. Se requirió una afluencia constante y masiva tanto de recursos materiales
como humanos desde el exterior a medida que esos eran repetidamente destruidos y posteriormente
tenían que ser reemplazados. Esto obligaba al Estado centro a incrementar las demandas sobre sus
dominios. Así se entró en un círculo vicioso. El aumento de la presión fue enfrentado con
resentimiento y revueltas en los territorios subyugados, lo cual condujo a nuevas campañas militares,
que llevaron a la destrucción de más recursos, lo que aumentó su necesidad de recursos, lo cual
llevó al aumento de los impuestos y a la mayor opresión en los territorios subyugados, etc., etc.
Como las guerras son extremadamente costosas, debían generar ingresos. En la última fase de la
EBT tal no era ciertamente el caso. Por el contrario, el uso intensivo de la guerra los debilitó
considerablemente (ver Singer 1988: 244).

El proyecto imperialista fue exitoso hasta un cierto punto. Cuando el costo se volvió demasiado alto
para mantener la estructura imperial y la inadaptación social proliferó en la periferia, el sistema se
agrietó en ambos extremos.

El ámbito interestatal fue de una competencia intensiva. Egipto, Hatti, y luego Asiria ejercieron la
apropiación directa de sus áreas circundantes. Grecia Micénica fue diferente en este aspecto,

30
poseyendo una estrategia de colonias comerciales; pero en última instancia es, por supuesto,
dependiente del comercio internacional, por lo tanto, del sistema más amplio, es decir, más allá de
sus propios dominios. El proceso de desintegración aparentemente comenzó en Grecia y Anatolia.
Es aquí que evidenciamos la primera destrucción de centros y los primeros Pueblos del Mar parecen
tener su origen aquí. Gente obviamente marginal se desarraiga, deja sus casas, y vuelve a
reaparecer como piratas e invasores. Esto lleva a “una reacción en cadena” (Sandars 1978: 201), un
“efecto dominó” de destrucción.

[80] 2. Comercio decreciente

La competencia y el conflicto inicialmente estimularon el crecimiento del comercio internacional, no


unicamente la construcción imperial y el complejo militar. El comercio egipcio se expandió hacia el
sur de África. Los Micénicos asumieron el poder de las colonias comerciales minoicas en el
Mediterráneo Central así como a través de la costa de Anatolia y en el Levante. El objetivo de esas
colonias fue, aparentemente, conectarse con las redes comerciales en áreas extranjeras. Los
Micénicos también controlaron las dos rutas comerciales principales que conducían a las partes de
Europa ricas en metales, una a través de Francia hasta las Islas Británicas y otra hasta el centro y el
este de Europa vía el Mar Adriático. Desde esas áreas los Micénicos importaron cobre, estaño y oro
(Piggot 1973/65:120, 134, 137). Hatti controlaba otra ruta comercial desde Europa del Este viniendo
a través del oeste de Anatolia (Macqueen 1986). A lo largo de la costa levantina, hubo un número de
prósperos centros comerciales en los cruces entre el Mediterráneo y varias partes del Cercano
Oriente.

El colapso del 1200 fue, sin embargo, precedido por una disrupción general de la comunicación y el
comercio (ver Sherratt & Sherratt 1991: 373). Hubo expansión o contracción, nunca una situación de
equilibrio. El comercio micénico decreció en una coyuntura temprana tanto con Anatolia como con el
Cercano Oriente.

Los diversos Estados parecen haber estado muy preocupados por el comercio internacional hacia el
final de la Edad del Bronce. Acordando con Liverani (1987:68), las diversas flotas activas en el Este
del Mediterráneo estaban geográficamente más o menos limitadas a sus actividades como una
consecuencia del sistema político, en el cual los Estados ejercían un alto nivel de control sobre el
comercio externo. Los barcos sirios estuvieron impedidos por los egipcios de continuar más allá del
Delta Este, y los barcos de Egipto y Asia estuvieron impedidos por los micénicos de contacto directo
con Europa y el Mediterráneo Central. En el siglo XIII había, sin embargo, más en la vía de la
competencia y el conflicto entre los grandes poderes, y se hicieron intentos por controlar y restringir
aún más el comercio marítimo.

Los Hititas evidentemente lograron coartar a los micénicos desde la costa anatólica (Bryce 1999/89:
343) y aún impidieron que sus barcos llegaran a Siria (Stubbings 1975: 340). Ellos incluso los podrían

31
haber sometido a un embargo comercial (Cline 1991: 6-9; ver también Mee 1998:143). Como la
expansión micénica fue en gran medida engendrada por su “vigorosa actividad comercial” en el
Mediterráneo Oriental, la recesión de éste fue, dice Stubbings (1975: 338), también “uno de los
síntomas más evidentes de la declinación micénica”. Sandars (1978: 184) también marca la conexión
entre retroceso del comercio y aumento de los problemas en la Grecia Micénica:

Si la paz relativa y la prosperidad real en la cual los gobernantes Micénicos del siglo XIV y de
principios del siglo XIII vivían… dependían mucho de sus relaciones con Egipto, Chipre, Ugarit y
menos directamente, de los poderes [81] anatólicos, luego cuando el comercio declinó y los
materiales de intercambio no existían para comerciar, esos señores de Micenas y de las islas
estuvieron perdidos.

Los Hititas también hicieron lo máximo para evitar que los Asirios tuvieran acceso a los puertos del
Mediterráneo. En sus intentos de parar su expansión al oeste, el rey hitita firmó un tratado con el
gobernante del Estado sirio de Amurru donde fue declarado que no permitía a ningún comerciante de
Amurru pasar a Asiria y a ningún comerciante asirio entrar o pasar por Amurru (Bryce 1999/ 89: 349-
350). El conflicto entre Hatti y Asiria por los recursos y el control del comercio internacional llevó un
tanto después a una confrontación militar (1999/89: 351) donde el rey asirio afirma haber tomado
28.800 súbditos de sus enemigos.

En una situación de comercio retraído la peor estrategia posible es, por supuesto, limitar la
participación de otros actores. En vez de solucionar el problema, eso lo agrava. El comercio
internacional decreció porque los imperios se desmoronaron. Las materias primas y los bienes
manufacturados ya no fueron transferidos en canales definidos por la previa estructura de poder
pero podían ahora ser capturados por grupos en movimiento, operando en los márgenes de la
civilización y luego cerrándose cada vez hacia el centro.

3. La exclusión de las masas y la desintegración de las Estructuras Imperiales.

Desde el siglo XV hacia adelante la región central experimentó un desarrollo rápido y masivo,
concentrado, sin embargo, en un número limitado de sectores urbano-palaciegos dejando las áreas
circundantes material y socialmente empobrecidas. El desarrollo, basado como estaba en un
proyecto dirigido por las elites y orientado hacia el consumo de la elite, dividió a la sociedad en dos
sectores muy diferentes: un sector de elite, monopolizando casi todos los recursos disponibles y un
sector popular completamente marginado. Las elites eran los actores dominantes, recurrían a varias
categorías de trabajadores en sus propias empresas: el complejo militar, la construcción de edificios
de culto, y la producción de artículos lujosos, incluyendo vino y aceites perfumados, tanto para
exportar como para uso doméstico.

El desarrollo significó la expansión del comercio internacional, de las burocracias centrales y de un


costoso complejo militar. Vale la pena mencionar que muchos de los aspectos del desarrollo se

32
presentan como explicaciones posibles del colapso del 1200. Esto es especialmente común cuando
se trata a la Grecia Micénica. Los Reinos Micénicos han sido descriptos como sobreespecializados,
muy autoritarios, sobrepoblados y demasiado dependientes del comercio (ver Sandars 1978:78ss.,
183, 211). Ha sido sugerido explícitamente que la crisis fatal fue causada por una sobreexplotación
agrícola, por un sobreextendido sistema palacial y por excesivas actividades constructivas (Kilian
1985). El proceso de desarrollo tuvo, sin embargo, esta forma en general. La Grecia Micénica no fue
de ninguna manera una anomalía.

Este tipo de procesos, conducido por la competencia y el conflicto, presagiaron, debido a la


importación de esclavos y soldados, el problema del crecimiento de la población [82] en los sectores
del palacio. Con el propósito de expandir su producción de, por ejemplo, vino y aceites perfumados,
las elites necesitaron más y más tierra que, en principio tenía que ser tomada de las aldeas
comunitarias. Este mecanismo derivó en un desequilibrio creciente entre los dos sectores. El
fenómeno ha sido discutido extensamente para el área Siria-Palestina. Liverani (1987:69) señala una
marcada polarización social hacia el fin de la Edad de Bronce. “Una concentración acentuada de
artículos de lujo y consumo ostentoso” tuvo lugar en los palacios reales mientras que las aldeas,
debido a "la consideración cada vez mayor de la tierra y el trabajo como mercancía" fueron
degradadas y despobladas. Así el crecimiento económico agravó la situación para los aldeanos en la
medida que esto significó la expansión de un tipo de producción que gradualmente usurpó la tierra de
la aldea.

También se ampliaron las posesiones reales (o del templo) donde se produjeron bienes
manufacturados y agrícolas especializados para las aristocracias extranjeras. El templo de Amón, por
ejemplo, poseyó ya antes del período de el-Amarna “ciento de miles de acres de los países con
mejor tierra de labranza” (Hayes 1973:325), y ciertamente no en producción para el consumo
popular. Éste tenía su propia flota y barcos destinados para “comerciar con las costas de Sirias y las
del Mar Rojo” donde sus productos obviamente eran vendidos. Las conquistas extranjeras en este
período proveyeron al templo de materias primas y esclavos.

Los campesinos que fueron desprovistos de sus tierras por el establecimiento de los grandes
Estados tuvieron pocas opciones. Ellos podían ser absorbidos por la economía estatal como
trabajadores, o podían tratar de sobrevivir como gente “desarraigada”. En Siria el sector del palacio
“asumió un carácter hipertrófico hacia el cierre del período” cuando al mismo tiempo había menos
gente involucrada en la producción material para soportarlo (Heltzer 1988:15). Esto es, por supuesto,
una ecuación imposible. El complejo urbano-palaciego ciertamente no podía sobrevivir sin su
propiedad. No tuvo vida autónoma sino que dependió enteramente de la existencia de sectores
externos. Un número creciente de personas se convirtieron en “fugitivos, buscando un escape de su
apuro económico” (Liverani 1987:69). Mientras las elites expandieron su consumo ostentoso, la vida
para los explotados y oprimidos se volvió insoportable.

33
Los diversos Estados afectados por el problema de los trabajadores rebeldes respondieron con
tratados de extradición reciproca. En los documentos del siglo XIII, los fugitivos aparecen como un
tema candente. En un tratado entre Hatti y Amurru, el rey vasallo promete, por juramento devolver los
fugitivos a Hatti, así como los hititas, gente que había sido deportada a Hatti desde sus propias
tierras (Pritchard 1975:46ss.). En otro caso, un arreglo entre Alalakh y Tunip, los textos especifican
como se trataría el problema de los esclavos fugitivos; quienes ayuden a un esclavo a esconderse
“seran considerados ladrones y sus manos seran cortadas, (además) pagaran 6000 (ciclos de) cobre
al palacio” (1975:46ss.). Tal acuerdo, también existía entre Hatti y Ugarit (Heltzer 1988:9).

El colapso del sistema parece tener dos origines principales. El aumento de explotación y exclusión,
llevando a una eliminación de la fuerza de trabajo, [83] es uno de ellos. Esto debilitó a los palacios. Si
los miembros de las comunidades aldeanas como los trabajadores del palacio, de una forma u otra
desaparecían, se creaban serios problemas con la pensión alimenticia. Sabemos que la falta de
alimento tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XIII en diversas partes de la región.

… sucedieron sequías una tras otra en un período de varios años, y la necesidad de alimentar a un
gran número de dependientes reales de profesiones no productivos creó una situación que condujo a
una crisis social y económica, la cual debilitó a la sociedad desde dentro (Heltzer 1988:14ss.).

El trabajo de Heltzer, de donde es extraída la cita anterior, es un análisis del “sistema de servicio
real” en el Imperio Hitita, Siria, y Grecia Micénica. Añade que incluso Canaán del sur obtuvo menos
cantidad de cereal que lo usual (1988:15). Hubo, de acuerdo con Heltzer (1988), desde el 1500 hacia
delante, una “rebeldía, relativamente a gran-escala en materia de impuestos, conscripción, servicio,
etc.” Los rebeldes se convirtieron en habiru, o Apiru (ver lo precedente), viviendo fuera de la
sociedad, organizando sus “propias comunidades libres”. Aquí vemos la emergencia de una nueva
dicotomía, todavía entre la elite y la gente común, pero ahora la primera peligrosamente
desconectada de la sociedad. Los “desarraigados” no sólo dejaron de trabajar para la elite además
estuvieron en conflicto con el sector de la elite.

Otro detonante del colapso es la desintegración de las estructuras imperiales. Los grandes poderes
tenían en la EBT, áreas circundantes incorporadas dentro de sus propias esferas políticas. La
estructura imperial creaba, se podría decir, la integración necesaria para el funcionamiento del
sistema. Ésta tenía, sin embargo, que ser constantemente restablecida y garantizada. Hubo, como se
dijo anteriormente, rebeliones recurrentes que tenían que ser aplastadas por la fuerza militar. Al
finalizar el siglo XIII esas estructuras ya no podían ser mantenidas. Los Estados perdieron control
sobre sus dominios imperiales. Cuando los imperios y las redes políticas se desintegraron, un
creciente número de actores menores aparecieron en la escena, en áreas formalmente dominadas y
controladas por los poderes políticos mayores.

Aquí el sistema se quebró en las periferias inmediatas. La Anatolia Occidental parece ser la tierra
natal de algunos de los Pueblos del Mar, un hecho que es explicado por Bryce (ver lo dicho, 1999/89:

34
22) por la desintegración acontecida allí, esa parece “haber sido la región donde las estructuras
políticas comenzaron a desmenuzarse y desintegrarse primero”. Singer (1998:243) señala su
posición geográfica “entre dos grandes poderes”, Hatti y Ahhiyawa, ambos considerablemente
debilitados hacia el fin del siglo XIII.

Cuando las periferias inmediatas, como en el oeste de Anatolia, se desprendieron del sistema los
sectores del palacio estuvieron en grave peligro. Los nuevos actores, bajo la forma de piratas,
bandidos y los llamados Pueblos del Mar, se despegaron ellos mismos del sistema pero, todavía
dependían de él para su supervivencia. Sus actividades, por lo tanto, estuvieron centradas en
ataques y saqueos tanto al comercio como a los ricos asentamientos donde ellos [84] se habían
asentado. Asiria, que se había expandido enérgicamente en el siglo XIV y a comienzos del siglo XIII,
se encontró de pronto a si misma rodeada por enemigos. En la oración al dios Ashur, el rey asirio
Tukulti-Ninurta, indica que “la revuelta fue generalizada”. En ésta él habla del anillo del mal con el
cual todas las tierras cercaron su ciudad Ashur. Esos a quién él había ayudado y protegido
amenazaron Asiria, y sus enemigos tramaron su destrucción” (Munn-Rankin 1975:293).

Uno bien podría interpretar el gran número de fugitivos y migrantes invasores, llamadas invasiones
bárbaras, como la revuelta de los pobres, y aún la victoria final de los oprimidos y excluidos. ¿Podría
ser ésta la victoria de la humanidad sobre la Matrix, la Civilización de la Máquina? Éste no fue, por
supuesto, el caso. Un mundo mejor no espera más allá del horizonte del 1200, por el contrario
esperaba el colapso y más destrucción, aunque más descentralizada, y luego de la siguiente edad
oscura, la misma Máquina renació, como un fénix, más eficiente y poderosa desde las cenizas de la
crisis.

35
1. Referencias

Bianchi, R. 1997 “The Theban Landscape of Rameses II,” en Phillips, J. (ed.), Ancient Egypt, the
Aegean, and the Near East. Studies in Honour of Martha Rhoads Bell. San Antonio: Van
Siclen Books.
Bottéro, J. 1973 “Syria Before 2200 B.C.: Syria During the Third Dynasty of Ur,” Cambridge Ancient
History I: II. Cambridge: Cambridge University Press.
Bouzek, J. 1973 “Archaeology of the Late Bronze Age and the Early Iron Age,” en R. A. Crossland &
A. Birchall (eds.), Bronze Age Migrations in the Aegean. London: Duckworth.
Branigan, K. 1970 The Foundations of Palatial Crete. A Survey of Crete in the Early Bronze Age.
London: Routledge & Kegan Paul.
Bryce, T. 1999/89 The Kingdom of the Hittites. New York: Oxford University Press.
Chadwick, J. 1976 The Mycenaean World. Cambridge: Cambridge University Press.
Chase-Dunn, C., & Hall, T. H. 2000 “Comparing World-Systems to Explain Social Evolution,” en R.
Denemark, J. Friedman, B. K. Gills, & G Modelski (eds.), World System History: The Social
Science of Long-Term Change. London: Routledge.
Cline, E. H. 1991 “A Possible Hittite Embargo Against the Mycenaeans,” en Historia XL (1–9).
Coles, J. M., & A. F. Harding 1979 The Bronze Age in Europe. London: Methuen 6. Driessen, J. 1999
“The Archaeology of Aegean Warfare,” en R. Lafinneur (ed.), Polemos I: Le contexte guérrier
en Égée à l’âge du bronze. Liège: Université de Liège.
Drower, M. 1973 “Syria c. 1550–1400,” Cambridge Ancient History II: 1. Cambridge: Cambridge
University Press.
[85] Durand, J-M. 1992 “Unité et diversités au Proche-Orient à l’époche amorrite,” en D. Charpin & F.
Joannès (eds.), La circulation des biens, des personnes et des idées dans le Proche-Orient
ancien. Paris: Éditions Recherche sur les Civilisations.
Ekholm (Friedman), K. 1972 Power and Prestige: The Rise and Fall of the Kongo Kingdom. Uppsala:
Skrivservice.
Ekholm, K., & J. Friedman 1979 “‘Capital,’ Imperialism and Exploitation in Ancient World Systems,” en
M. T. Larsen (ed.), Power and Propaganda: A Symposium on Ancient Empires. Copenhagen:
Akademisk Forlag.
Faulkner, R. O. 1975 “Egypt: From the Inception of the Nineteenth Dynasty to the Death of Ramesses
III,” Cambridge Ancient History II: 2. Cambridge: Cambridge University Press.
Faure, P. 1997/73 La Crète au temps de Minos, 1500 avant J.-C. Paris: Hachette.
Frank, A. G. 1993 “Bronze Age World System Cycles,” Current Anthropology 34: 4.
Friedman, J. 1992 “General Historical and Culturally Specific Properties of Global Systems,” Review
15 (3 May 1992).
Gadd, C. J. 1973 “Hammurabi and the End of His Dynasty,” Cambridge Ancient History II: I.
Cambridge: Cambridge University Press.
Hall, H. R. 1927/13 The Ancient History of the Near East. London: Methuen.
Hayes, W. C. 1973 “Egypt: Internal Affairs from Tuthmosis I to the Death of Amenofis III,” Cambridge
Ancient History II: 1. Cambridge: Cambridge University Press.
Heltzer, M. 1988 “The Late Bronze Age Service System and Its Decline, en M. Heltzer & E. Lipinski
(eds.), Society and Economy in the Eastern Mediterranean (c. 1500 – 1000 B.C.). Leuven:
Uitgeverij Peeters.

36
Kenyon, K. 1973 “Palestine in the Time of the Eighteenth Dynasty,” Cambridge Ancient History II: 1.
Cambridge: Cambridge University Press.
Kilian, K. 1985 “La caduta dei palazzi micenei continentali: Aspetti archeologici”, en D. Musti (ed.), Le
origini dei Greci: Dorie mondo egeo. Rome: Laterza.
Klengel, H. 1992 Syria 3000 to 300 B.C.: A Handbook of Political History. Berlin: Akademie Verlag.
Knapp, B. 1988 The History and Culture of Ancient Western Asia and Egypt. Belmont: The Dorseay
Press.
Kohl, P. 1987 “The Ancient Economy, Transferable Technologies and the Bronze Age World-System: A
View from the Northeastern Frontier of the Ancient Near East,” en M. Rowlands, M. Larsen, &
K. Kristiansen (eds.), Centre and Periphery in the Ancient World. Cambridge: Cambridge
University Press.
Kramer, S. N. 1963 The Sumerians: Their History, Culture, and Character. Chicago: The University of
Chicago Press.
Kupper, J.-R. 1973 “Northern Mesopotamia and Syria,” Cambridge Ancient History II:
1. Cambridge: Cambridge University Press.
Lesko, L. 1994 Pharaoh’s Workers: The Villagers of Deir el Medina. Ithaca and London: Cornell
University Press.
Lewy, H. 1973 “Anatolia in the Old Assyrian Period: Assyria c. 2600–1816 B.C.,” Cambridge Ancient
History I: II. Cambridge: Cambridge University Press.
Lion, B. 1992 “La ciculation des animaux exotiques au Proche-Orient antique,” en D. Charpin & F.
Joannès (eds.), La circulation des biens, des personnes et des idées dans le Proche-Orient
ancien. Paris: Éditions Recherche sur les Civilisations.
Liverani, M. 1987 “The Collapse of the Near Eastern Regional System at the End of the Bronze Age:
The Case of Syria,” en M. Rowlands, M. Larsen, & K. Kristiansen [86] (eds.), Centre and
Periphery in the Ancient World. Cambridge: Cambridge University Press.
——. 1990 Prestige and Interest: International Relations in the Near East ca. 1600–1100 B.C. History
of the Ancient Near East Studies 1. Padova: Sargon SRL.
Loprieno, A. 1997 “Slaves,” en S. Donadoni (ed.), The Egyptians. Chicago: The University of Chicago
Press.
Macqueen, J. G. 1986/1975 The Hittites and Their Contemporaries in Asia Minor. London: Thames
and Hudson.
Marcus, E. 2001 “Early Seafaring and Maritime Activity in the Southern Levant from Prehistory
Through the Third Millennium BCE,” en E. van den Brinck & T. Levy (eds.), Egypt and the
Levant. Interrelations from the 4th Through the Early 3rd Millennium BCE. London: Leicester
University Press.
Mee, C. 1998 “Anatolia and the Aegean in the Late Bronze Age,” en E. Cline & D. Harris-Cline (eds.),
The Aegean and the Orient in the Second Millennium, Proceedings of the 50th Anniversary
Symposium, Cincinnati, 18–20 April 1997. Liège: Université de Liège, Kliemo.
Munn-Rankin, J. M. 1975 “Assyrian Military Power 1300–1200 B.C.,” Cambridge Ancient History II: 2.
Cambridge: Cambridge University Press.
Niemeier, W-D. 1998 “The Mycenaeans in Western Anatolia and the Problem of the Origins of the
Sea-Peoples,” en S. Gitin, A. Mazar, & E. Stern (eds.), Mediterranean Peoples in Transition:
Thirteenth to Early Tenth Centuries BCE. Jerusalem: Israel Exploration Society.
Osborne, R. 1996 Greece in the Making 1200–479 BC. London: Routledge.
Palmer, L. R. 1961 Mycenaeans and Minoans. New York: Alfred A. Knopf.

37
Piggott, S. 1973/65 Ancient Europe: From the Beginnings of Agriculture to Classical Antiquity.
Edinburgh: Edinburgh University Press.
Pollock, S. 1999 Ancient Mesopotamia. Cambridge: Cambridge University Press.
Pritchard, J. B. (ed.) 1973 The Ancient Near East: An Anthology of Texts and Pictures I. Princeton:
Princeton University Press.
——. (ed.) 1975 The Ancient Near East: A New Anthology of Texts and Pictures II. Princeton:
Princeton University Press.
Ratnagar, S. 2001 “The Bronze Age: Unique Instance of a Pre-industrial World System?” Current
Anthropology 42, 3.
Redford, D. 1992 Egypt, Canaan, and Israel in Ancient Times. Princeton: Princeton University Press.
Roux, G. 1995 La Mésopotamie. Paris: Éditions du Seuil.
Sandars, N. K. 1978 The Sea Peoples: Warriors of the Ancient Mediterranean 1250–1150 BC.
London: Thames and Hudson.
Shelmerdine, C. W. 1998 “Where Do We Go from Here? And How Can the Linear B Tablets Help Us
Get There?” en E. H. Cline & D. Harris-Cline (eds.), The Aegean and the Orient in the Second
Millennium. Proceedings of the 50th Anniversary Symposium, Cincinnati, 18–20 April 1997.
Liège: Université de Liège, Kliemo.
Sherratt, A. & Sherratt, S. 1991 “From Luxuries to Commodities: The Nature of Mediterranean Bronze
Age Trading Systems,” en N. H. Gale (ed.), Bronze Age Trade in the Mediterranean. Jonsered:
Paul Åströms Förlag.
Singer I. 1988 “The Origin of the Sea Peoples and Their Settlement on the Coast of Canaan,” en M.
Heltzer & E. Lipinski (eds.), Society and Economy in the Eastern Mediterranean (c. 1500–1000
B.C.). Leuven: Uitgeverij Peeters.
[87]Strudwick, N. & H. Strudwick 1999 Thebes in Egypt: A Guide to the Tombs and Temples of Ancient
Luxor. Ithaca and New York: Cornell University Press.
Stubbings, F. H. 1975 “The Expansion of the Mycenaean Civilization,” Cambridge Ancient History II: 2.
Cambridge: Cambridge University Press.
Tainter, J. 1988 The Collapse of Complex Societies. Cambridge: Cambridge University Press.
Vercoutter, J. 1987 [“name of chapter”] en P. Lévêque, & A. Caquot, Les Premières Civilisations. 1re
éd., Peuples et civilisations. Paris: Presses universitaires de France.
Vermeule, E. 1964 Greece in the Bronze Age. Chicago: The University of Chicago Press.
Wallerstein, I. 1974 The Modern World System. New York: Academic Press.
Warburton, D. 2001 Egypt and the Near East: Politics in the Bronze Age. Neuchâtel- Paris:
Recherches et Publications.
Watkins, T. 1989 “The Beginning of Warfare,” J. W. Hackett (ed.), Warfare in the Ancient World. New
York: Facts on File, Pp. 15–35.
Watrous, L. V. 1998 “Egypt and Crete in the Early Middle Bronze Age: A Case of Trade and Cultural
Diffusion,” en E. Cline & D. Harris-Cline (eds.), The Aegean and the Orient in the Second
Millennium, Proceedings of the 50th Anniversary Symposium, Cincinnati, 18–20 April 1997.
Liège: Université de Liège, Kliemo.
Wiener M. 1991 “The Nature and Control of Minoan Foreign Trade,” en N. H. Gale (ed.), Bronze Age
Trade in the Mediterranean, Studies in Mediterranean Archaeology, vol. XC. Jonsered: Paul
Åströms Förlag.
Yurco, F. 1996 “BLACK ATHENA: An Egyptological Review,” en M. Lefkowitz & G. MacLean Rogers
(eds.), Black Athena Revisited. Chapel Hill: University of North Carolina Press.

38

You might also like