Professional Documents
Culture Documents
de la Carrera de
Especialización en
Terapia Cognitiva
Conceptualización de casos
clínicos en niños desde el modelo
de Friedberg y McClure (2005)
1
Conceptualización y formulación de casos clínicos en niños desde el modelo de
Friedberg y McClure (2005)
Descripción de lo que implicaría la adecuada ejecución del método o técnica a entrenar
La adecuada ejecución del proceso de conceptualización de caso de un niño requiere que el entrenado
cuente con la capacidad para identificar, registrar, organizar, analizar y comprobar la información acerca
del problema para el diseño posterior del tratamiento. Esta capacidad constituye un talento adquirido
(Padesky, 2007), y para lograrlo el terapeuta debe poder:
1. Fundamento teórico
1.1 Conceptualización y formulación del caso clínico
Aplicar Terapia Cognitiva Conductual a niños y adolescentes no implica simplemente el conocimiento e
implementación de una serie de técnicas preestablecidas. Si bien resulta importante contar con un cono-
cimiento básico de técnicas de intervención, la clave está en conocer cuándo, cómo, a quiénes y en qué
momentos aplicar las técnicas específicas. La conceptualización del caso es una herramienta fundamen-
tal que permite lograr esto. A través de ésta, los clínicos cuentan con la oportunidad de progresar desde
la información nomotética obtenida de la literatura hacia la ideográfica en las situaciones concretas con
su paciente. Este proceso requiere de un abordaje de resolución de problemas, el cual promueve la plani-
ficación de una intervención individual y específica al caso, evitando encajar al niño en modelos preelabo-
rados. El modelo de conceptualización de caso involucra el desarrollo de una descripción provisional
sobre un individuo que presenta un problema y un conjunto de inferencias acerca de las causas y facto-
res de mantenimiento que ayudaron a establecer y perpetuar los problemas que se presentan. Este en-
tendimiento del individuo en su circunstancia específica guía la selección e implementación de estrate-
gias y provee una medida para el monitoreo del caso (Murphy & Christner, 2009).
Una conceptualización de caso es una manera dinámica y eficiente de capturar los aspectos multifacé-
ticos presentados por un niño o adolescente en particular. A partir de este proceso fluye un plan de trata-
miento individualizado que da cuenta del funcionamiento cognitivo, afectivo y comportamental del niño,
considerando simultáneamente el contexto familiar y cultural así como el nivel de desarrollo. Una concep-
tualización eficaz provee al clínico con información detallada sobre los comportamientos pasados del
niño, explica el comportamiento actual, y permite la predicción del comportamiento futuro (Needleman,
1999).
Si bien existen muchos modelos de conceptualización de casos, la mayoría son construidos para adul-
2
tos. Aparentemente, el modelo de Fierdberg y McClure es uno de los pocos que existen específicamente
construidos para niños y adolescentes (Friedberg & McClure, 2005; Murphy & Christner, 2009). En este
sentido, resulta fundamental contar con estos modelos específicos, puesto que existen ciertas diferencias
fundamentales a la hora de conceptualizar el caso de un niño y un adulto. En la clínica de adultos se
argumenta que la conceptualización del caso podría verse como un sistema que provee un ‘paraguas’
debajo del cual los problemas manifiestos son vistos como emanando de un único mecanismo subyacen-
te, el cual puede ser una creencia nuclear, un sustrato orgánico o un factor contextual (Persons & Tomp-
kins, 1997). No obstante, con niños y adolescentes resulta extraño que los problemas irradien de una
sola fuente común, por el contrario, la mayoría comprometen múltiples factores interactuantes que tienen
efectos en cada uno de los mismos, y además el peso de los factores ecológicos es más fuerte (Fried-
berg & McClure, 2005; Murphy & Christner, 2009).
Friedberg y McClure (2010) definen a la conceptualización del caso como la más práctica de todas las
herramientas terapéuticas, y sostienen que es fundamental porque brinda el marco necesario para
comprender al paciente de manera global y guiar el tratamiento. La conceptualización del caso con niños
permite (Friedberg & McClure, 2005):
• Incluye un enfoque de prueba de hipótesis (el profesional deriva las hipótesis basándose en los
resultados de las evaluaciones y luego recoge información para confirmar o desconfirmar estas
hipótesis)
• Es una forma de reconocimiento de patrones (el clínico busca la triangulación de los datos, es
decir, intersección o conexión de datos dispares en un principio general de orden superior)
• La formulación de caso es impulsada teóricamente y aplicada individualmente (es decir,
ideográficamente)
• Una formulación simple y clara es preferible a una complicada (la conceptualización debería ser
lo más simple y pragmática posible)
3
Historia Contexto
y cultural
desarrollo
Problemas manifiestos
Síntomas fisiológicos
Cognición Conducta
Antecedentes Estructura
Y y
consecuencias conductuales predisposición cognitiva
Figura 1. Relación entre los componentes de la formulación del caso (Friedberg & McClure, 2005)
4
sus creencias subyacentes más profundas. Ingram y Kendall (1986) describen el procesamiento de la
información de los niños en términos de productos y operaciones cognitivas. Los productos son los
pensamientos automáticos del niño, donde se aplica la hipótesis de especificidad de contenido. Los
pensamientos automáticos son fácilmente accesibles a partir de la pregunta “¿qué está pasando por tu
mente ahora?” en el momento en que suscita un cambio de humor durante la sesión, con el propósito de
sintonizar con los diálogos internos del niño.
La recopilación de pensamientos automáticos es importante porque los temas reflejados en ellos
agregan importantes datos a la formulación (Friedberg & McClure, 2010). Las distorsiones cognitivas o
errores cognitivos (Beck, 1995) son operaciones cognitivas, y consisten en estilos o procesos de
pensamiento que desfiguran las experiencias.
Los síntomas interpersonales en un niño implican principalmente al vínculo con sus progenitores o
cuidadores directos, la relación con los amigos y compañeros de escuela como así también con los
docentes de la escuela donde asiste, e inclusive con sus mascotas si las hubiera.
5
escuela y su rendimiento en ella es fundamental.
Finalmente, en la historia de aprendizaje también se debe incluir la experiencia del niño con
tratamientos anteriores, como así también la historia médica general de la familia (Friedberg & McClure,
2005; Friedberg & McClure, 2010).
Indicaciones
Lo más conveniente es realizar en la etapa de exploración (i.e., las primeras cinco sesiones) dado que
esto organiza la información del paciente y además hace que éste se adecue gradualmente a la
estructura de sesiones en Terapia Cognitiva. La indicación en una etapa de exploración no debe hacer
olvidar el hecho de que requiere revaluaciones y modificaciones periódicas que incluirán a otra de las
etapas del proceso de terapia.
Contraindicaciones
No todos los niños están preparados evolutivamente para comprender una conceptualización, por lo
cual no resulta necesario que se familiaricen con la misma. Asimismo no todos los padres están
preparados intelectual y emocionalmente para apreciar el cuadro completo de su conceptualización
desde el inicio, por eso deben familiarizarse mucho más tarde, o bien nunca.
2. Procedimientos
2.1 Recopilación de información y evaluación
La Terapia Cognitiva Comportamental está firmemente basada en un enfoque fenomenológico que
valora las experiencias subjetivas del paciente. El proceso de conceptualización del caso comienza con
la observación y recopilación de información agrupándola en los grupos de datos básicos que se
mencionaron más arriba. El profesional debe prestar atención a las variables anteriormente descritas
puesto que están relacionadas directamente con la base teórica, y de esta manera brindan las amarras
necesarias para una recopilación y organización eficaz de la información. Para recolectar información y
6
elaborar la conceptualización, se pueden realizar entrevistas diagnósticas con el niño, los padres y la
escuela (Friedberg & McClure, 2010).
Asimismo, la evaluación es un componente fundamental de la conceptualización. La mayoría de los
terapeutas cognitivos utiliza medidas y cuestionarios objetivos de autoinforme. Estos instrumentos
informan sobre la presencia de síntomas, su frecuencia, duración e intensidad; y la información recogida
puede integrarse con la que el niño y su familia facilita verbalmente y con las impresiones clínicas del
terapeuta. Independientemente del instrumento que se utilice, los datos iniciales obtenidos a partir de
tests proporcionan una línea base para el trabajo terapéutico. Las medidas de evaluación pueden volver
a administrarse periódicamente para valorar los avances del tratamiento (Friedberg & McClure, 2005).
7
variables, desde puntuaciones objetivas de los tests psicológicos hasta variables del entorno cultural, aun
así se aconseja ser sintético (Friedberg & McClure, 2005).
En relación al testeo continuo de hipótesis, una actitud abierta ayuda a hacer una buena
conceptualización de caso. En lugar de mantener una actitud cerrada adoptando un punto de vista rígido,
es importante preguntarse continuamente “¿qué otra interpretación podríamos hacer de los datos que
hemos obtenido?”, y el terapeuta debe estar preparado para descartar las hipótesis que no se confirman.
Dado que la colaboración con el cliente facilita la conceptualización del caso, compartir la
conceptualización con el niño y la familia puede ser una buena forma de obtener una caja de resonancia.
Las reacciones a la formulación suelen proporcionar datos muy útiles para el testeo (Friedberg &
McClure, 2005).
Una complicación suele generarse cuando si el profesional usa la conceptualización para tratar los
diferentes componentes de la misma de manera secuencial, ya que perderá la imagen global del caso y
probablemente el proceso terapéutico resulte ineficaz (Murphy & Christner, 2009).
Un punto de especial consideración cuando se trabaja con niños y adolescentes resultan ser los modos
en los cuales el nivel de desarrollo influencia la conceptualización del caso y por tanto el plan de
tratamiento. Tal vez el área más importante a considerar a la hora de desarrollar estrategias sea una
precisa y clara comprensión del nivel evolutivo del niño a través de los diferentes dominios del desarrollo.
Este conocimiento influirá en la elección de estrategias, el ritmo de la terapia y el lenguaje utilizado
durante las sesiones. Medir el nivel de desarrollo requiere conocer los patrones evolutivos normales,
incluyendo el desarrollo cognitivo, moral, social y emocional. De ahí la importancia de incluir la variable
del desarrollo en la conceptualización (Murphy & Christner, 2009).
Para saber el nivel evolutivo del niño, la edad, aunque es importante no es un indicador fiable, por tanto
se deben tener en cuenta además diversas variables cognitivo-sociales como el lenguaje, la capacidad
para tomar perspectiva, razonamiento y las habilidades de regulación verbal. Hay que ser cuidadosos de
no evaluar a un niño equivocadamente como resistente o evitativo, puesto que dichas conductas pueden
ser respuestas a demandas que exceden su nivel evolutivo (Daleiden, Vasey & Brown, 1999; Hart &
Morgan, 1993; Ronen, 1998).
La formulación del caso nos da la información necesaria para saber cuándo recurrir a las técnicas
terapéuticas tradicionales y cuándo dar mayor lugar a la creatividad. Por ejemplo, un niño deprimido con
una buena capacidad lingüística puede beneficiarse de una reatribución hecha con lápiz y papel,
mientras que un niño con una capacidad verbal menos sofisticada puede obtener más beneficios de
técnicas de reatribución que recurran a la expresión artística y las manualidades (Friedberg & McClure,
2005). Cuando el clínico se atasque en uno de sus casos, el consejo fundamental es que
reconceptualice, rediseñe y refresque su trabajo terapéutico (Friedberg & McClure, 2005).
Lista de problemas
1.
2.
3.
4.
5.
8
Orígenes de la hipótesis de trabajo
Factores antecedentes/precipitantes
Plan de intervención
Objetivos:
1.
2.
3.
4.
5.
Obstáculos al tratamiento:
Inducir la expresión emocional y la activación conductual del niño para la formulación del caso
Fundamento teórico
La identificación de las emociones es un primer paso fundamental de la Terapia Cognitiva con niños y
adolescentes. Un primer requisito para poder comunicar las emociones consiste en poder reconocerlas.
Suele ocurrir que los niños apelan a los calificativos bien o mal para describir la totalidad de las
emociones que pueden sentir. Algunos niños no diferencian emociones como tristeza, aburrimiento o
enojo; y lo mismo ocurre con las emociones positivas. Por ello uno de los primeros pasos consistirá en
proveerles un amplio repertorio de emociones con sus respectivos nombres para que puedan
identificarlas y diferenciarlas, para luego poder trabajar en cómo hacer para modificar los estados
afectivos. Para poder lograr este primer paso pueden realizarse múltiples intervenciones (Gomar, Mandil
& Bunge, 2010). Aquí se presenta tres de las variantes más comunes: las adivinanzas de emociones, el
detective de emociones y el termómetro de emociones.
9
Procedimientos
Variante 1: Adivinanzas de Emociones
Paso 1: se le presenta al niño un gráfico con círculos en blanco. El terapeuta puede dibujarlo en una
pizarra como opción al lápiz y papel. Las pizarras permiten introducir una mayor flexibilidad: los niños
pueden escribir en ellas con rotuladores que se puedan borrar y rehacer sus caras y etiquetas cuantas
veces quieran.
Paso 2: el terapeuta invita al niño a dibujar tres o cuatro caras y a ponerles etiquetas.
Se sugiere dejar libertad para que el niño escoja los rasgos faciales, el color de la piel y la etiqueta de la
emoción (Friedberg & McClure, 2005).
Recomendaciones y observaciones
En la clínica con niños, a la hora de conceptualizar un caso y preparar las intervenciones, es importante
tener en cuenta las siguientes diferencias con respecto a los adultos (Friedberg & McClure, 2005;
Friedberg & McClure, 2010):
• Por lo general, los niños no deciden acudir por su propia voluntad ni cuándo continuar o dejar un
tratamiento.
• Suelen presentar un grado de implicación menor en el proceso terapéutico.
• Presentan limitaciones, capacidades, intereses y preferencias distintas a la de los adultos.
• Presentan menores capacidades intelectuales y lingüísticas.
• Requieren un refuerzo explícito mayor que los adultos.
El modelo cognitivo considera que los elementos que influyen en el cambio conductual son las
expectativas anticipatorias asociadas al evento, las atribuciones posteriores, el procesamiento cognitivo
de la información y los estados emocionales que acompañan al evento. Estos factores deben ser
analizados a la luz de los desafíos planteados por el nivel de desarrollo alcanzado. Dicha complejidad de
análisis no puede realizarse de un modo abstracto con los niños, sino que debe adaptarse a su estadio
evolutivo y contemplar las diferencias propias de cada etapa.
En cuanto al modo de procesamiento de la información, resulta útil distinguir en los niños dos grupos de
perturbaciones (i.e., internalizadores y externalizadores). Los internalizadores se caracterizan por los
síntomas subjetivos, mientras que los externalizadores se caracterizan por comportamientos disruptivos.
El procesamiento puede ser disfuncional debido a la distorsión de la información en el caso de niños
internalizadores o a las deficiencias en el procesamiento en el caso de niños externalizadores. Asimismo,
el plano social e interpersonal no puede ser dejado de lado en el trabajo con niños. Los problemas que
enfrenta el paciente frecuentemente son de carácter interpersonal, por ejemplo adaptarse a la familia o al
entorno, afrontar las demandas de un cambio de escuela o grupo de pares, etc. (Gomar, Mandil & Bunge,
2010). Cuando un terapeuta no tiene en cuenta los complejos aspectos sistémicos que rodean los
problemas de los niños, termina operando a ciegas. Los sistemas a los que los niños pertenecen pueden
operar reforzando o extinguiendo habilidades de afrontamiento adaptativas. Es fundamental implicar a la
familia y colaborar con la escuela para evaluar el caso, como así también para implantar, mantener y
generalizar los logros terapéuticos (Friedberg & McClure, 2010).
También es recomendable con el niño dar lugar a la acción y la experiencia, para una conceptualización
10
más completa. Es decir, que la evaluación sea multisensorial, tanto para recibir como para expresar
información. Por esto, tanto el juego como el dibujo permiten obtener un gran caudal de información para
conceptualizar (Gomar, Mandil & Bunge, 2010).
Finalmente, el refuerzo explícito es un aspecto fundamental del trabajo con niños. Las recompensas
trasmiten expectativas y cumplen funciones de motivar, centrar la atención y facilitar la retención. Según
Bandura (1987) se refuerza a los niños por juntar los juguetes del consultorio, por haber compartido sus
sentimientos y pensamientos, etc.
Referencias
Bandura (1987). Teoría del aprendizaje social. Madrid: Espasa-Calpe.
Beck, A. (1976). Cognitive therapy and the emotional disorders. Nueva York: International Universities
Press.
Beck, J. (1995). Cognitive therapy: Basics and Beyond. Nueva York: Guilford.
Bergner, R. (1998). Characteristics of optimal case formulation: the linchpin concept. American Journal of
Psychotherapy, 52,(3),287-300
Daleiden, E., Vasey, M. & Brown, L. (1999). Internalizing disorders. En W. Silverman & T. Ollendick (Eds),
Developmental issues in the clinical treatment of children (pp. 261-278). Boston: Allin and Bacon.
Ekman, P. (1984). Expression and nature of emotion. En K. Scherer & P. Ekman (Eds), Aproaches to
emotion (pp. 319-342). Hillsdale, N.J.: Lawrence Erlbaum.
Friedberg, R. & McClure, J. (2005). Práctica clínica de la terapia cognitiva con niños y adolescentes:
conceptos esenciales. Barcelona: Paidós.
Friedberg, R. & McClure, J. (2010). Conceptualización cognitiva comportamental de caso clínico con
jóvenes. En M. Gomar, J. Mandil & E. Bunge (Eds), Manual de terapia cognitiva comportamental con
niños y adolescentes (pp. 67-100). Buenos Aires: Polemos.
Friedberg, R., McClure, J. & Hillwig García, J. (2009). Cognitive Therapy Techniques for Children and
Adolescents: Tools for Enhancing Practice. New York: The Guildford Press.
Gomar, M., Mandil, J. & Bunge, E. (2010). Manual de terapia cognitiva comportamental con niños y
adolescentes. Buenos Aires: Polemos.
Hart, K. & Morgan, J. (1993). Cognitive-behavioral procedures with children: historical context and current
status. En A. Finch, W. Nelson & E. Ott (Comps), Cognitive-behavioral procedures with children and
adolescents. Boston: Allin and Bacon.
Ingram, R. & Kendall, P. (1986). Cognitive clinical psychology. En R. Ingram (Ed), Information processing
approaches to clinical psychology (pp. 3-21). Orlando, Fl.: Academic Press.
Mash, E. & Dozois, D. (2003). Child psychopathology: a developmental-systems perspective. En E. Mash
ra
& R. Barkley (Eds), Child psychopathology (3 edición, pp. 3-17). Nueva York: Guilford.
Murphy, V. & Christner, R. (2009). A cognitive-behavioral case conceptualization approach for working
with children and adolescents. En K. Dobson (Ed), Handbook of Cognitive-Behavioral Therapies, Third
Edition. Nueva York: Guilford Press.
Needleman, L. (1999). Cognitive case conceptualization: a guidebook for practitioners. Mahwah, NJ:
Lawrence Erlbaum Associates, Inc.
Padesky, C. (1994). Schema change process in cognitive therapy. Clinical psychology and psychotherapy,
1,(5),267-278
Padesky, C. (2007). Discussant. En W. Kuyken (Moderador), Cognitive Behavioral Case Formulation:
to
what can we learn from emerging research? Panel presentado en el 5 Congreso Mundial de Terapias
Comportamentales y Cognitivas, Barcelona, España.
Persons, J.B. & Tompkins, M. (2007). Cognitive-Behavioral Case Formulations. En D. Tracy (Comp),
Handbook of Psychotherapy Case Formulation. New York: The Guilford Press.
Persons, J.B. (1989). Cognitive therapy in practice: a case formulation approach. Nueva York: W. W.
Norton & Co.
Persons, J. (2008). The case formulation approach to cognitive-behavior therapy. Nueva York: Guilford.
Ronen, T. (1998). Linking developmental and emotional elements into child and family cognitive-
behavioral therapy. En P. Graham (Comp), Cognitive behavior therapy for children and families (pp. 1-
17). Cambridge: Cambridge University Press.
Sue, S. (1998). In search of cultural competence in psychotherapy and counseling. American
Psychologist, 53,(4),561-565.
11