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Manuel Afanador

Historia de la filosofía antigua


De. Edwin Agudelo
Universidad Sergio Arboleda

IMPACTO DE ALEJANDRO MAGNO PARA LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL


Para la civilización occidental, Alejandro Magno fue un personaje excepcional del
que Aristóteles fue tutor, rodeado de la admiración y la veneración de sus
contemporáneos, que trascendió el tiempo y el espacio, llegando hasta nuestros
días, visión tal vez algo deformada y, cuanto menos, magnificada, de la real, con
la que no todos los historiadores parecen estar muy conformes.
Efectivamente, Alejandro intervino en la Batalla de Queronea, localidad situada a
ocho kilómetros de la moderna Livadia (Beocia), entre las orillas del Cefiso y el
Hemón, a principios de septiembre del año 338, cuando aún no tenía18 años. En
aquel momento dirigió con éxito un escuadrón de 225 coraceros de la famosa
cabañería de Helairoi (Compañeros a caballo u hombres adictos al rey), en el ala
izquierda de los efectivos macedónicos, que decidió la victoria al introducirse en
las falanges tebanas, de no menos de doce mil hombres, entre las que estaba el
poderoso Escuadrón Sagrado tebano. Después de la batalla, fue enviado por su
padre a Atenas, con dos de sus mejores generales, Antípatro y Alcimaco, para
llevar las cenizas de los atenienses abatidos en el combate y convenir los términos

de la paz.

Cabe también preguntarse si Alejandro era un usurpador del trono de Macedonia,


hijo de otro usurpador. Pero en este sentido hay que tener en cuenta que, como se
dijo más arriba, al hablar de Filipo II, la monarquía macedonia era electiva, y por lo
tanto, el reinado de Alejandro, ratificado por la Asamblea del pueblo macedonio,
fue legítimo según todos los fundamentos jurídicos de su propio país. Pero el
joven no asumió el trono sin problemas, ya que tuvo una fuerte oposición, hecho
casi normal en la monarquía macedonia. Su advenimiento, sin embargo, fue
acompañado de derramamiento de sangre macedonia y precipitó la insurrección
de Tebas. Además, en este primer momento tras la muerte de Filipo II se
sublevaron, una vez más, las tribus ilirias.

Después del asesinato de Filipo II, con ocasión de la boda de su hija Cleopatra
con el rey de Épiro, hermano de Olimpia y cuñado, por tanto, de Filipo II,
Macedonia hervía y todos los ojos de los macedonios estaban puestos en Amintas
y en los hijos de Aéropo, rey de Lincestes: Herómenes, Arrabeo y Alejandro. Los
dos primeros fueron eliminados inmediatamente y el tercero pudo escapar, de
momento, porque prestó acatamiento a Alejandro y, tal vez porque era yerno de
Antípatro.

En realidad, el título de rey no fue otorgado oficialmente a Alejandro hasta lo


menos un mes después de la muerte de su padre, porque el más importante
funcionario de palacio, Antípatro, en su función de regente de Macedonia, tuvo
que convocar al pueblo macedonio en armas desde los tres palacios de Egas,
Edessa y Pella. Y hacia el 10 de octubre del año 336, unos diez mil hombres, la
Asamblea de los macedonios aclamó a Alejandro como rey de los macedonios,
teniendo en cuenta las campañas en las que había participado y la ausencia de
competidores.

Esta aclamación o designación era algo diferente de la votación o la elección, ya


que suponía un compromiso, acuerdo o contrato tácito entre el rey y el pueblo
macedonio representado por la Asamblea en armas. El rey se comprometía a
asumir y garantizar los cultos de la nación (jefe religioso), a conducir a los
soldados a la batalla y, por supuesto, a la victoria, y a ser justo en el reparto del
botín obtenido y los territorios conquistados (jefe militar), así como tenía facultad
para dictar leyes y hacerlas cumplir (juez supremo).

En caso de no cumplir sus compromisos, la Asamblea tenía la potestad y el deber


de recordárselo, negándose a obedecerle, a entrar en campaña e incluso podía
deponerle. Pero una vez aclamado, los juramentos sagrados individuales ligaban a
los hombres macedonios con el jefe, quedando subrayados por sacrificios
solemnes.

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