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lAUlJILU
MINACIONE5 ·

ESTUDIO Y
VEllSIONDEAIEllZAfiA
EDICIONES ASSANDllI
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.
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'
J.- ARTHUR RIMBAUD

IL UMIN ACIONES
COLECCION "CAMPANA DE FUEGO"
J.-ARTHUR RIMBAUD

ILUMINACIONES

Estudio y vers.\'6 n de
ALFREDO TERZAGA

Segunda Edición ¡

EDICIONES ASSANDRI
CORDOBA
Título del original:
ILLUMINATIONS
Painted Platee

Reservados todos los derechos


Hecho el depósito que marca la ley
Impreso en la Argentina
1955
PREFACIO DEL EDITOR

La acogida brindada a la primera edición de este


libro, hace tiempo agotado, así como la rápida difusión
de los demás títulos que integran la colección, han movido
al editor a ofrecer una nueva tirada de esta obra que
constituye, como documento y como realización en sí
misma, uno de los testimonios capitales del lirismo
moderno.
Los propósitos alentados al concebir esta colección
hallaron una confirmación innegable en la aprobación de
la crítica y de los amantes de la buena poesía. Este hecho,
unido a las reiteradas demandas del público, justifican
el ofrecimiento de esta segunda edición, revisada cuida-
dosamente en su texto y enriquecida en su material grá-
fico, mientras el mejor conocimiento del poeta en nuestro
idioma permite aguardar el momento de un volumen
mayor que comprenda otras obras y que incluya, también,
el más amplio panorama crítico que el traductor y ensa-
yista anunciara en el estudio adjunto.

Córdoba, noviembre de 1955.

5
JEAN - ARTHUR RIMBAUD

Nace Jean-Arthur Rimbaud en Charleville, Ardenas,


el 20 de octubre de 1854, hijo del capitán Rimbaud,
sangre meridional que pasea las guarniciones en Argelia,
Crimea e Italia y de Vitalie Cuif, propietaria rural áspera
y orgullosa.

E~colar modelo y diestrq versificador latino, el mucha-


cho deleita a sus hermanas con las narraciones fabulosas
que inventa al pasar las horas. A los catorce años es
el orgullo de sus maestros y la esperanza de su madre,
quien , esperando el desquite sobre la indiferencia del
marido lejano, ansía para el hijo un edificante destino
de funcionario.

En 1870 -vacaciones y guerra- el niño modelo fuga


del hogar. «Mi ciudad natal es superlativamente idiota
entre las ciudades de provincia -escribe-o Son espantosos
los tenderos retirados que vuelven a ponerse el uniforme".
París, que «danza en las cóleras", le atrae como un he-
chizo y hacia París va una y otra vez.

Luego de haber cantado a la Afrodita del Parnaso y


declarado su amor por la Musa, "instala su albergue en
la Osa Mayor", descubre el olor de las tabernas, los rinco-

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nes fuertes del tabaco y el aguardiente. Vaga por los ca-
minos y gusta los mendrugos y los poemas escritos en
las postas. Después, "orina hacia los cielos oscuros, muy
lejos y muy alto, con beneplácito _de los grandes helio-
tropos".

Pero el torbellino de su espíritu no se apacigua con


las bellas formas. Busca otra cosa. Necesita otra cosa.
Su temperatura exige consumir una materia total y, en
su voluntad de adolescente genial, se propone "ser vi-
dente, hacerse vidente". Nacen entonces, ~~abatiéndose
desde los vastos cielos, los amados cuervos deliciosos",
los témpanos del blanco, el salivazo sangriento del rojo,
los mares divinos del verde, los silencios del azul; nace
el Barco Ebrio, que bogó por "esas noches sin fondo donde
quizá duerme y se exila -millón de aves de oro- el futuro
Vigor".

El alcohol, la bohemia y el desalTeglo de los sentidos


gastan, junto a Verlaine, los días y los meses. Se suceden
París, Londres, las "Fiestas del Hambre", la "Comedia de
la Sed" y otros poemas donde se anota lo inexpresable
y se fijan vértigos. Las visiones se superponen, se reúnen,
se separan, pero el gran cuerpo entrevisto no se palpa
y el empecinado trabajo se vuelve una tortura.

En Julio de 1873, ruptura con Verlaine, que lo aban-


dona; reencuentro con éste en Bruselas; proyectos, recri-
minaciones, tiros, escándalo. Verlaine va a la cárcel y
Rimbaud vuelve a casa de su madre, donde se encierra
a terminar "Una temporada en el Infierno", obra en la
cual el poeta arroja una ardiente y lúcida mirada sobre
su experiencia y hace el propósito de callarse y aban-
donar Europa.

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La adolescencia del muchacho se ha disipado entre
olores de azufre. Desde noviembre de 1873, viajes a In-
glaterra, Escocia y Alemania, durante los cuales termina
los poemas en prosa de las «Iluminaciones" y se desen-
tiende de ellos tan pronto como los entrega para su pu-
blicación. Luego, Austria, Italia y un encarnizado apren-
dizaje de idiomas. En 1876, viaje a Java, como recluta
del ejército colonial holandés, del que deserta. Estadía
en Chipre como capataz de canteras.

De 1881 a 1890, viajes regulares por las costas del Mar


Rojo, tráfico de armas, comercio de marfil, expediciones
bajo un cielo de fuego, por caminos «que recuerdan el
horror de los paisajes lunares", informes geográficos y
políticos, competencia al comercio inglés, relación con
Menelik, fundación de una factoría en Harrar, trata de
esclavos quizás, establecimiento de nuevas rutas y veladas
nocturnas bajo la luna africana.

En 1891, la enfermedad. Con el lisiado en una litera,


la caravana desciende hacia el mar. Regreso a Francia,
amputación de una pierna, estadía en el hogar y vuelta
a Marsella en el intento de un nuevo viaje. Conversión
en el hospital, donde muere, fija la mirada en el Sur
cálido y delirando en los dialectos del trópico, ellO de
noviembre de 1891, asistido por su hermana Isabel, que
lo amaba.
A. T.

9
RIMBAUD y LAS "ILUMINACIONES"

e on su obra alcanzó Rimbaud las cimas más altas a que


puede llegar la poesía y con el silencio escribió su propio
fascinante misterio. Para que nad.q, faltara en la variada
rareza que distingue a la p~esía moderna, vino a cum-
plirse esta paradoja de un poeta que prolonga el sentido
de su canto callándose y aumenta por el silencio la elo-
cuencia de sus palabras.

Pero este silencio es misterioso y sibilino como el verbo


de la Pitia. Legiones de críticos fueron a hilar en el
problema rimbaudiano sin agotar p.or ello su materia.
Esta esfinge ODn rostro de adolescente continúa hablando
a sus interlocutores en el idioma en que la interrogan y
su lenguaje, que Rimbaud quería fuese ~~accesible, un día
u otro, a todos los sentidos", llegó a serlo a todas las
intenciones.

Místico en -estado salvaje lo llamó Claudel. Jacques


Riviere lo vió o~mo el ser exento de Pecado Original,
Benjamín Fondane como Pillo, Renéville oomo Vidente,
Daniel - Rops como encarnación del Drama Espiritual y
Piene Debray como Mago Desengañado. La lista com-
pleta de las definiciones es un muestrario de epítetos im-
presionantes y contradictorios.

11
Tenía diez y siete años cuando escribió: " ... algún día
he de V et7', muchos lesperan lo mismo, III poesía objetiva . ..
1

Quiero ser poeta y trabajo por volverme vidente". ¡Tra-


tábase nada menos que de llegar a lo Desconocido! Pocas
veces en la historia de la poesía s~ dió el caso de seme-
jante rigor y lucidez en la persecución de un propósito.
Precisábase para ello la vitalidad de un poeta como
Rimbaud y el fanatismo de una adolescencia como la
suya.
En dos cartas, hoy fundamentales para toda discusión
de una Poética (1), Rimbaud expuso su propia concep-
ción y fijó los objetivos de su trabajo. Marcó las vías
que debían seguirse para que la poesía dejara de ser
"prosa rimada" y se convirtió en un precursor de¡ la lírica
más moderna al practicar en la personalidad del cantor
una escisión radical: "Yo es Otro. Si el oobre se ,despierta
clarín no ,es culpa suya".
Estos propósitos intentaban lograr, por medio de la
poesía, el acceso a una realidad total cuya visión era
imposible a lDs m·edios poéticos tradicionales y en especial
al subjetivismo dominante en la literatura francesa hasta
el momento en que se producen, casi simultáneamente,
dos significativas insurrecciones: las de Lautréamont y
Rimbaud. El método de éste se afinria en un postulado
que, seguido o no fielmente por su autor, contiene un
poderoso ataque a la sagrada personalidad sentimental:
el "desarreglo de tOldos los sentidos'. Rimbaud proponía
así desmontar pieza por pieza la máquina subj,etiva de
la creación poética precedente, para convertir al poeta
en un veraz transmisor de lo desconocido. Al desechar

( 1) Año 1871. 13 de mayo, a Georges Izambard; 15 de mayo,


a Paul Demeny. "Cartas de la vida literaria de J. A.
R.imbaud", por Jean-Marie Carré - Editorial Poseidón,
Buenos Aires, 1945.

12
la expresIOn de la realidad habitual que constituye la
materia de lo.s sentimientO's y las pasiones, Rimbaud que-
ría alcanzar otra realidad más universal y más cierta.
E,n este sentido, puede afirmarse de él que ha sido el
primer y más consciente poeta del surrealismo (2). Para
los artistas que no conocen otta certeza que la subjetiva,
la Objetividad rimbaudiana sería pura irrealidad o pura
fantasía y así parecieron entenderlo sus contemporáneos.
Mas ,el tiemp.o que su influencia hubo de hacerse esperar,
ha sido compensado con creoes por la prO'fundidad de
ella sobre los poetas de nuestrO' siglo y en especial por
la importancia de su mensaje respecto del s€lntido, misión
y destino de la poesía.

Después de esas cartas, prO'dujo Rimbaud varios poe-


mas, .muchos de los cuales encontraron sitio definitivo
en las antologías, como la '~C3nción de la torre más
alta", "Eternidad", "Comedia de la Sed", "Edad de 'O ro"
y "Fiestas del Hambre", Algunos, cO'mo '~Bruslelas", llevan
a tal extremo las huellas del desarreglo, que sugieren
a los comentaristas el dictado del alcohol. Todos son de
una forma concisa, lograda por sabias, supresiones que
~an a cada palabra un sentido fuertemente hermético .o
'
(2) Estimamos de importancia subrayar que s610 en ese sen-
tido ligamos a Rimbaud con aquella tendencia, la cual,
si al comienzo 10 tomó por uno de sus precursores, lo
abandonó después, quizás porque el propósito ordenador
de Rimbaud era demasiado rígido para el espíritu del
Surrealismo. A este respecto, ver MAURICE NADEAU: "His-
toria del Surrealismo", parte primera, Capítulo 4.

13
alusivo. El resultado es una atmósfera muy rarificada
pero sugestiva en alto grado.
Esta época de Rimbaud está estrechamente vinculada
a su relación con Verlaine, tronchada bruscamente en
el drama de Bruselas. Antes ya, Rimbaud había comen-
zado su "Temporada en el Infierno". Después del episo-
dio belga, el poeta concluyó el libro, en cuyo capítulo
titulado "Alquimia del Verbo", se burla amargamente de
sus propósitos de videncia y transcribe con variantes
algunos de sus verSDS.
Como la "Temporada" contiene una profecía sobre
la vida futura del poeta, una negación de su obra ante-
rior y afirma el propósito de callar aceptando la reali-
dad tal como es, se consideró siempre a ese libro la
producción final del Rimbaud y el umbral de su miste-
rioso y definitivo silencio. Así, la "Temporada en el
1nfierno" se convertía necesariamente en ,el adiós del
poeta a la literatura y contenía 'e n breves páginas la
clav'e de su problema.
Pero la crítica más reciente ha demostrado que las
"numinacione's" deben situarse en fecha posterior a la
"Saison" (3). En consecuencia~ el simbólioa auto de fe
r,e presentado por ésta, no alcanza a aquellos poemas,
Escritos después de la crisis que dictara las páginas de]

(3 ) H. DE BOUILLANE DE LACOSTE: "Illuminations - édition cri-


tique" y "Rimbaud et le probleme des Illuminations"-
Mercure de France, 1949. - Las conclusiones de este
crítico se basan en una revisión minuciosa de las noticias
tradicionales, en el examen caligráfico de los manuscri-
tos, en el testimonio- de Verlaine y en el descubrimiento
de una letra ajena intercalada en los poemas: la de
Germain Nouveau, cuya relación y vida en común con
Rimbaud datan de 1874, es decir, del año siguiente a la
fecha de la "Temporada". Estimamos imposible seguir
manteniendo la cronología tradicional mientras no se
refute a Bouillane de Lacoste de modo tan terminante y
exhaustivo como su propia prueba.

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Rimbaud a los 17 años (octubre de 1871)
"libro 1lIegro". Si el propósito de Rirribaud al escribir en
él: "Nada de cánticos. Conservar lo ganado... Debo
enterrar mi imaginación y mis recuerdos", era callar para
siempre, ese propósito no fué cumplido aún. Pasada la
crisis, el poeta se enoontró con que la "alquimia ael
verbo" y la "teoría del Vidente" le habían forjado un
puro y nuevo instrumento poético, que él había de
utilizar en los poemas cuya primera versión caStellana
damDs "aquí.
Una exégesis completa de las "Ilwminaciones" deman-
daría el examen integral del problema rimbaudiano, del
que constituyen la expresión estética más acabada. Inútil
esperar, en consecuencia, que este libro, en cuanto
aislada "obra de arte~> pueda ser afrontado satisfactoria-
mente por las luoes de la crítica. Algunos de los más
serios y coherentes intentos de compr,ensión de este libro,
como son, por ejemplo, los de RenéviUe, Rivii~re, Hackett,
o el más reciente de D'ebray ( 4), obedecen a una visión de
conjunto sobre toda la obra y la vida de Rimbaud y, lo
que es más importante, sobre el sentido o mensaje que
a ellas se atribuye. Quede con ello hecha la advertencia
de que no son estas páginas el sitio adecuado para
efectuar esa revisión, que hemos encarado ya y cuyos
resultados daremos en un libro próximo. .
Puede adelantarse, sin embargo, para la mejor com-
presión de los poemas o de la actitud que los dictó ,
que en ellos culmina la experiencia poética de Rimbaud
y logran su refundición o cristalización definitiva los te-
mas y los mitos que fueron materia de sus creaciones
precedentes.

(4) Rolland de Renéville: "Rimbaud le Voyant"; Jacques


Riviere : "Rimbaud"; Ch. Hackett : "Rimbaud l' Enfant";
Pierre Debray: "Rimbaud, le Magicioen Desabusé".

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Para lograr su propósito de «llegar a lo ,desconocido",
Rimbaud había seguido un doble método: en su propia
vida, la ascética sui-géneris del desaueglO' de los sentidos
y, en su poesía, la de una form3: que tendía a suprimir
en el verso todo lo discursivo y loS' nexos entre. una idea
y otra, en persecución de imágenes de materia inefable
pero ya presentida. Sus temas van desde la rebelión
contra las condiciones de la existencia hasta la búsqueda
de un misterioso alimento que obraría quizá el efecto
maravilloso de "cambiar la vidd':

Leyendas ni figuras
me sacian;
Trovador, tu ahijada
es mi sed tan loca,
hidra íntima sin fauces
que aflije y consume (5).

Mientras crea esos versos, Rimbaud, pese al cuidadoso


oficio que muestran sus borradores, s,e mantiene en la _
actitud más o menos pasiva que prescribía al poeta en
su famosa carta del 15 de mayo de 1871: « •• • si lo que
trae de allá a~ajo tiene forma, él da forma, si es informe,
da lo informeí'. Pero desde esa fecha hasta la ruptura
con Verlaine, el autor del Barco Ebrio, en quien toda
evolución es rápida, se había tomado a sí mismo como
problema, en cuanto obrero de esa tarea; había pregun-
y
tado por su derecho para llevarla a cabo había univer-
salizado su experiencia alzándola desde sus condiciones
individuales y concretas hasta los símbolos generales de

(5) "Comedia de la Sed".

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la Belleza, la Creación, el Pecado, el Infierno, el Amor
y el Mañana... Sobreviene entonces "U na Temporada
en el Infierno".
Mas ya con el pie en el umbral de la madurez, este
niño que se transforma en hombre, antes de decidirse
. a aceptar o aguantar la vida tal como se le muestra, fija
los mitos de su adolescencia perdida y, cambiru:-.do el
verso por la prosa, (6) da cima a las ambiciones del Vidente
para escribir las "Iluminaciones', donde, si bien reflexiona
sobre sí y sus propósitos, lo hace en tono más templado
y distante que la prosa ígnea de la "Temporada"; al
mismo tiempo, logra plasmar en forma y en nombre
una imagen que es nueva en su poesía y que otorga a
este libro su acento más característico: el Genio, o Ser
de Belleza. Recién entonces, como él mismo lo dice,
"llevó a cabo su obra inmensa ydió término a su noble
retiro". En adelante, su deber le es dispensado".

(6) Con excepción de Marina y Movimiento, las "Ilumina-


ciones" son exclusivamente poemas en prosa, posterio-
res a los que Paterne Berrichon publicara como primera
parte del libro bajo el título de "Vers nouveaux et
chansons". Todas las ediciones siguieron acatando esa
tradición, que ligaba la suerte de las "Iluminaciones" a
la de los versos citados en la "Temporada". La resti-
tución de la obra a sus verdaderos límites es pues de
importancia fundamental para la comprensión de su
sentido. También en este punto somos deudores a Boui-
llane de Lacoste, cuya edición crítica hemos seguido en
esta versión, salvo en lo que se refiere al orden de los
poemas, que hemos dispuesto de otra manera, por las
causas que más adelante se mencionan.
El titulo y subtítulo del libro son ingleses-IUuminations.
Painted plates, es decir "grabados en color" -, así como
los títulos de varios de los poémas. Las lecturas de
Rimbaud, sus primeros viajes y quizá hasta su temprana
ambición de una lengua nueva, le impulsaron al uso de
neologismos, voces alemanas, inglesas, dialectales y nom-
bres exóticos sacados de la historia o la leyenda. Bouilla-
ne de Lacoste se refiere particularmente a ello en el ca-
pítulo ·IX de su ·Rimbaud et le probleme des Illuminations.

17
N~ siéndonos posible realizar aquí una revisión ex-
haustiva de la obra rimbaudiana, damos por supuesto que
el ' mito del Genio significa su · culminación, el punto .más
lejano en la ruta hacia "lo desconoddo" que Rimbaud
trazara en la "Caita del Vidente". Mas no lo hacemos
por una mera exigencia de orden, sino porque es en la
elaboración poética de ese mito en donde alcanzan su
desenlace final k>s problenlas ' y las tendencias que, ' ya
desde temprano, habían ocupado al autor de las "Ilumi-
naciones".
Sabido es que Rimbaud no se preocupó por la impre-
sión de este libro, cuyos textos fueron apareciendo en
diversos números de "La Vogwe". Los manuscritos n.o
tienen tampoco numeración ° indicación de orden, de
modo que ha qlledado a sus editores la libertad de
dárselo. En nuestro caso, hemos preferido ordenar esos
poemas, antes que de acuerdo a las ediciones tradicionales,
más bien siguiendo el desarrollo de la peripecia espiritual
y poética que en ellos acaece. Conforme pues alD que
estimamos como su lógica interna, es decii', al proceso
de búsqueda. y hallazgo del Genio, se pueden distinguir
en las "Iluminaciones" cinco grandes grupos o ciclos poé-
ticos que ordenaremos, así como · a los temas en ellos
dominantes, del siguiente inodo:

El CICLO DE LAS VIGILIAS, que comprende: Des,·


pués del Diluvio, Infancia, Juventud, Vidas, Vagabundos,
Vigilias y Frases. Los textos de este grupo abundan en

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alusiones autobiográficas, algunas muy claras, como en
Vagabundos, . donde se recuerda la rota amistad con
Verlaine, situada ya, según el tono del poema, en un
pasado , brumoso. El libro se inicia con Después del
Diluvio. Consumadas las tremendas destrucciones del
vidente y de la «Temporadd', después del «diluvio" y
después del drama de Bruselas, el mundo nace otra vez
ante los ojos del poeta, que lo contempla libre ahora
para describirlo o modelarlo a voluntad. El ideal ' de
ccllegmr a lO' desconocidd', de seguirl~ y darle nombre, es
retOlnado por Rimbaud dejando atrás la ascética del
desarreglo y los caminos del hambre y la sed. Se trata
ahora de vigilar lúcidamente, aunque sea en la soledad
del «salón subterráneo", espiando lÜ's menores atisbos de
ese Ser de Belleza ya tan próximo. La vigilia constituye
pues la actitud central en los poemas de este grupo.

El CICLO, DE LOS PAISAJES. Incluimos en él Hue-


llas:, Fiesta de Invierno, Realeza, Escenas, Flores, Marina,
Mísfi,~a, Antiguo y Bárbaro.

Por la lucidez ganada en las vigilias, el ambiente,


el paisaje y las figuras adquieren una significación espe-
-cial; la mirada del vidente y la proximidad del Ser de
Belleza los tocan de una vida nueva y los ponen bajo
una luz reveladora. El agua rinde aquí su calidad más
cristalina, los árboles su más fresca sÜ'mbra y lÜ's . colores
su pureza más inconcebible. La relación entre ~ as cosas
es alzada ya a la verosimilitud de una figura: el aire
se puebla de ángeles que "saltan desde los prados en
ll~ hasta el vértice del monte" y podemos casi ver
sus vestiduras; todo se apresta a componer una imagen
omnipresente, como ese cielo y ese mar que convocan

19
lo~ colores para formar ,u n "dios de enormes ojos azules
y fQr1')Ul$ de nieve" o una misteriosa figura pánica "donde
duef'meel doble sexd'. '
En Bárbaro, Rimbaud aDtic~pa los procedimientos
que cu1minaránen su descripción de la figura del Genio.
Las calidades y las materias d~ objetos diferentes son
aquí reunidas para presentar una imagen que s'e repite
a 10 largo del poema: cCEl pabell6n de carne sangrante
sobre la seda de los mares y de las flores árticas". De
inmediato, el autor s~braya en un paréntesis. cuidadoso:
CCéstas. no existen". Al mismo tiempo, nos indica cómo en
esos materiales se opera un cambio cualitativo: el corazón
terrestre cceternamente carbonizado po.,. nosotros" asume
la condición de "un viento de diamantes"; se expresa
también la distancja y el tiempo en que esas mutaciones
se realizan: cCMucho después de los días y las estaciones
y los seres y los países"; cCRepuestos de viejas fanfOJ7'1ins
de heroísmo"; cc Lejos de los vietos retiros y de las metas
llamas que .gel oyen, que sé sienten".

El CICLO DE LA REFLEXION y EL MUNDO•


. Agrupamos en este título: Obreros, Noche histórica,
Metropolitano, Bottom, Devoción, Parada, Democracia,
Guerra, Nocturno vulgar, MovirmiJento y Despertar de
. embriaguez.
Este grupo cumple dentro de las "Iluminaciones' el
mismo papel que la cCTemporada" en la totalidad de la
obra de Rimbaud. Alternan aquí las reflexiones sobre
el propio método) la esperanza, la duda y una ae:eptación
. que recuerda el tono de la frase: cCTendré oro. Seré ocio-
so y brutai'. Por la reflexión, el poeta ve quizá los abis-
mos abiertos entre la realidad que perseguía su ,cpoesía
objetivd' y la I~tra del mundo real. Por la aceptación .

.20
Rimbaud en 1870. Dibujo de
Ernest Delahaye
ve también cuán poca diferencia existe entre la hipérbole
de su visión y ese mundo construído por los conquista-
dores que cCbuscan su fortuna química personar "al ser-
vicio de las más monstruosas explotaciones industriales
o militares". Los viajeros de Movimiento son también
los pí-caros muy sólidos de Parada. En la edad de los
Cecil Rhodes, Rimbaud no necesita de la ficción para
mostrarnos un mundo de escala monumental y; en tal
sentido, los poemaS' de este grupo son los menos extraños
y los más reales por la materia y forma de sus imágenes.

El CICLO DE LA CIUDAD. Comprendemos en este


grupo los siguientes poemas: Los Puentles, Promontorio,
Ciudad, Ciudades (1) y Ciudades (11).
De las ,cIlwminaciones" dice Riviere que ellas descri-
ben este mundo en tanto se muestra desorganizado por
el otro. La afirmación parece tomar fuerza en ' la im-
presión caótica, fragmentaria, en la ilumiflllCwn fugaz
que el poeta pasea por el libro. Pero es· más oorrecto de-
cir de él que constituye -en el terreno de la poesía-
lmo de los más altos y ambiciosos intentos de organizar
este mundo mediante la relación brillante y grandiosa
de sus ,elementos, superando así la secuencia de la per-
cepción cotidiana, no por habitual menos caótica. Uno
de los rasgos más evidentes de estos poemas es el carác-
ter hiperbólico que muestran aquí los elementos sacados
del mundo ordinario: todo sonido se vuelve una música
inaudita, todo color es llevado a una pureza exasperante~
toda medida es alzada a proporciones gigantescas, todo
dolor es atroz y corrosiva toda duda. Pese a que el
sentimiento del poeta asoma intermitente, no hay aquí
ilusiones ni consuelos. Apenas se piensa en el mundo mo-

21
derno, surge la pregunta por su calidad) y si se com-
prueba que él es amargo y duro, s,e lo acepta por encima
de toda mentira sentimental. Es así como él y su síntesis;
la ciudad, llegan a convertirse e~ tema principal.
. La Ciudad asume en Rimbaud la jerarquía de mito
poético completo y el método seguido p~)r el autor en
la creación de ·todo el libro, resulta particulannente
claro en los poemas que a ella se refieren: el procedi-
miento de construcción, en el sentido literal del tér-
mino. Rimbaud, en efecto, monta sus ciudades pieza a
pieza, las compon'e, como si esbozara las líneas es-
tructurales de un gran paisaje sobre el que buIiirá una
actividad anotada con cuidadosa preocupación. Léase la
descripción de la ciudad asentada en "Aleganios y Lí-
banos de stteñó" y piénsese ,e n las grandes composiciones
de Brueghel o el Bosoo. .. A veces, una sola imagen liga
de modo misterioso y vivo las presencias del paisa le y
de la hechura humana, como esa que dice: ~~la caza de
los campanarios grita en las gar.gantas". A ello se une el
uso de elementos a escala gigantesca, como las exposi-
ciones en ~<'salon.es veinte veces más vastos que H ampton-
e aurt" o la cúpula de acero de "quince mil pies de diá-
met11o"; los cantores son gigantes y hay "concepciones
colosales", edificios monumentales que anticipan el Man-
hattan del siglo XX, como el hotel de Promontorio, ceñido
de ferrocarriles, y ciudades monstruosas, como la urbe
del mismo poema, cuyos. aledaños son tan exrensos como
el Peloponeso o como Arabia.
La vida humana en esta Ciudad oscila entre el ocio
brillante y el más vigoroso dramatismo, pero está siempre
indicada por vía de sugestión o referencia breve, sin
auxilio del argumento o el episodio: "las tiendas han de
contener dramas bastante sombríos', Para adivinar a los
hombres que se mueven en esta Ciudad, basta saber ·que

22
-hay huellas sobre la nieve de la- calzada, o que algunos
.gentileshombres "desechan SlUS orÓnicas". Y si falta el epi-
sodb .o acontecimiento individual, es porque el personaje
es la Ciudad misma. Los seres .quedan relegadÜ's, como
en realidad ocurre en la urbe moderna, a la existencia
oscura de las estadísticas, "millones con educación, oficio
y vejez tan semejantes, que no tienen necesidad de cono-
oerse". Pese a ello, el poeta ,a cepta: "soy un efímero y
no muy descontento ciudadano".
Resultan sin duda aventuradas afirmaciones como las
de André Dhótel, que nos muestran un Rimbaud cons-
truyendo la ciudad ideal para una humanidad feliz. No
puede descartars-e, es cierta, el c:;l.rácter idílico de muchos
de los mitos rimbaudianos, pero es precisamente la osci-
lación entre la esperanza y el escepticismo lo que da un
matiz tan particular a la visión rimbaudiana del mundo
y de la vida. A~nque suene a paradoja, la verdad es que
3 ce,pta porque deS'e~era. Esa oscilación deberá vincu-
J

larse también con el silencio que corona la carrera lite-


raria de Rimbaud.
A la condición calosal de la Ciudad debe unirse su
policromía, si bien -e ste carácter está presente en todas
las "Iluminl1JCÍOnes'~. El color y el brillo de la Ciudad
poética son inauditos, per.o no nacen de ella, sino que son
reflejados por la presencia de .otro gran mito que da su
sentido total a los poemas: el mito del Genio, que resume
toda la poesía del vidente. Podría decirse que la Ciudad
,existe como modo del Genio o CÜ'IDO anticipo de la
medIda en que es dable al hombre construírlo.

El CICLO DEL GENIO. Incluímos aquí: Partida, H.,


F airy, Alba, Being Beauteous, A una razón, Angustia,
Cuento, Genio y Saldo.

23
Partida es una despedida y un programa. De los rumo-
res y las visiones conocidas se parte hacia los nuevos,
que brillarán en la alboreante figura del Ser de Belleza.
En H. tenemos una imagen de antítesis: su soledad
cC

es la mecánica erótica; su lasitud, la dinámica amorosa'.


La oposición se explica porque ·e sta figura, como lo será
después la del Genio, está constriúda con sentimientos y
acciDnes humanas que asumen, en su nuevo estado, una
cualidad también nueva y nútica. La dinámica real del
amor, la habitual, compone, mirada a la distancia, es
decir, desde el poema, la lasitud de la gran imagen.
y esa dialéctica explica todo; así, nO' es, contradictDriD
que la misteriosa H. acoja a la miseria, ni que en ella, en
su pasión o en su acción, se «descarne" la moralidad
de los seres actuales. Esta Hortensia, que en Fairy
se convierte en Helena, está integrada por la corriente
dinámica amorosa, por las sombras vírgenes, por el
corazón de los pobres, por las razas cuya higiene fué.
POI[' esa dialéctica, los compDnentes limitados, humanos
y hasta miserables, se convierten en otros distintos y
magníficos, cCswperiores aún a los destellos preciosos"..
PerO' describir esa imagen en forma satisfactoria es todavía
imposible para el pDeta, pDr la misma razón qué ccel ardor
del verano ha sido confiado a pájaros mudos".
La misma alquimia, la misma di'aléctica transmutadora,
está expresada en las frases de A una razón: c~cambia
nuestras ruertes, empezando por el tiempo. .. Levanta la
materia de nuestras fortunas y de nuestros anhelol'.
En todos estos poemas, los rasgos de la muje¡f están
elevados a la categoría de mito venusiano. ¿No es acaso
Venus esa Hortensia que, juntO' a Eros, "bajo la vigilancia
de una niñez" higienizó las razas?

24
En Alba se nota que esa mitificación no es completa
porque no resulta aún desinteresada. Hay todavía un
elemento, el deseo, que no ha sido puesto en el mortero
de aquella alquimia, y cuya frustración expresa el tono
final del poema. La gran figura, en efecto, no tenDina
de hacerse desprendiéndose de la subjetividad del poeta,
porque está presa del deseo. La universalizacióI?-' la ob-
jetivación, no han llegado hasta aquí.
En Being Beauteous, el esfuerzo por describir la
figura del Ser de Belleza, por hacerla, lLega casi hasta
la intención mágica. Se quiere realizar la imagen con
sólo nombrarla y las frases desean fijar en el espacio, '
delante de nuestros ojos, las líneas de la. figura que, er-
guida, desprende de sí "los coZor.es propios de la vida".
El segundo período ("y los estremecitmíentos se alzan y
gruñen") muestra el mismo proceso que encontramos en
Bárbaro, Fairy y H., pues el sabor de estos efectos
se carga con los silbidos mortales y las músicas roncas,
que no son otros que los del mundo habitual. La última
frasé, por fin, muestra los eEectos del encuentro con la
figura: "nuestros huesos se revisten de un nuevo cuerpo
amor.oso" ..
Angustia, que ubicamos aquí en la mitad de este
ciclo, representa el mismo papel media~ero en todas las
"Uuminacwnes", pues el sentimiento que expresa apunta
por igual hacia la desesperación y la esperanza. Se afirma
de "Ella" que existe; se piensa en un "término feliz" y
en "un día de éxito", pero se duda si podrán hacer~os
.olvidar nuestra condición, que es vergonzosa y fatal. El
párrafo final del poema acepta la vida en ,el mismo sen-
tido que ya lo había hecho Rjmbaud en la "Temporada
en el Infierno".
y llegamos a Cuento y Genio. En el primero, la
posibilidad 'del contacto directo, personal, con la figura

25
del genio, ,es expresada p~ór un acento de leyenda dolide
asoma otro de - acre escepticismo, inspirado quizá por
la certidumbre de' que el genio tiene un carácter mítico
y no real: «El príncipe murió a _una cda4 ordinaria. La
música sabia falta en 11lUestro deseo". -
Hay en ambos poemas un rasgo que, hasta ahora, la
exégesis rimbaudiana no se ha preocupado por destacar:
el cambio del sexo atribuído a la imagen del «ser de
belleza". Este, ,00 ef.ecto, es designado, en los primeros
poemas del ciclo, como Hortensia, Helena, Ella o Madre
de Belleza; en cambio, ,e n Cuento y en Genio se lo
llama rotundamente El. ¿Se trata acasO de una pareja?
N o. El otorgamiento de la condición masculina a este
ser concuerda con el grado de realidad, de «visibilidad"
alcanzado por el poeta en la descripción de la imagen.
Creemos que la crítica podrá obtener,en la obs:erva-
ción detenida de esta misteriosa transmutación sexual,
fecundos puntos de vista para una completa apreciación
de la vida del poeta.
Cuando Rimbaud alcanza la visibil~dad del Genio,
de1a de preguntarse por la oerteza, la forma o el color
de~ este ser, o por sus efectos posibles, para pasar a una
descripción afirmativa en un ambiente que no tiene ya
la ambigüedad o el misterio de los otros poemas. La
fuerza de esta poesía surge, no de su obscuridad, sino
de la grandeza de la figura descripta. Aquí logran su
culminación poética las experiencias reales y espirituales
del adolescente; él, que había buscado un Alimento mis-
terioso entr.e. los desórdenes del ayuno y el ajenjo, afirma
ahora que el Genio "ha purificado las bebii/as, y los ali-
mentos"; el mismo poeta que había espiado el hechizo
de los sombríos paisajes: en que lo esperaba, ha llegado a
saber que Eles «el encanto de los sitios fugaces y la

26
delicia sobrehumana de las estaciones'. Al mismo tiempo,
el proceso vivo de los antag~nismos que componen la
figura, está llevado a su grado máximo y simple: "la
supresión de todos los sufrim~entos móviles y sonoros en
la música más intensa".
TEnemos pues en la imagen del Genio la última síntesis
de esa dialéctica de 0pos,iciones entre la realidad, cotidia-
na y el ideal, que constituye la trama más firme de la
poesía de Rimbaud, o, para expresarnos con el lenguaje
del Vidente, entre la significación falsa del Yo y su sig-
nificación verdadera, es decir, entre Subjetividad y
Objetividad.
Saldo, que ubicamos al final del ciclo, expresa la
embriaguez del hallazgo. Lo que se vende son todas las
riquezas que integran el mito del Genio (nuevos cuerpos,
nuevas voces, la nueva música). Pero no son ya loS' pri-
mitivos componentes que habíamos encontrado en el
juego de las oposiciones, sino otros que surgen de la gran
figura. Son los efectos o destellos del Genio. Y las das
últimas frases:

"Los vendedores no han ter,minado el saldo! Los


viajantes no dejarán su comisión tan pronto".

parecen afirmar la esperanza de que este trabajo no


terminará con el poeta que lo realiza, sino que, como ya
se había profetizado en la Carta del Vidente, "otros ho-
1'fibles trabajadores vendrán y comenzarán por los hori-
zontes donde el otro ha terminado".
La misión, pues, ,e stá cumplida. Es aquí, en estos poe-
mas y no en las páginas tormentosas de la "Temporada
en el Infierno", donde habrá de escrutarse el misterio de
Rimbaud y. el sentido último de su ejemplar pe:ripecia
de creador.

27
Es la figura del Genio, cima de las Iluminaciones,
una de las más felices tentativas de la poesía moderna
por elaborar míticamente los elementos proporcionados
por el mundo y los problemas de nuestra época. Parti-
cipando de los rasgos del espíritu contemporáneo, repre-
senta al mismo tiempo un nuevo planteo y una solución
original de las tendencias que habían agitado a la tra-
dición romántica y, particularmente, al romanticismo
alemán, en cuanto ellas habían intentado lograr una vi-
sión total del mundo, donde lo desconocido habría de
tener también su sitio, aun a costa de la renuncia o diso-
lución de la cDIlciencia individual, para poder "percibir
la relación directa de la existencia con la tatalidlld del
organismo universar (7). Esa disolución fué convertida. en
método por Rimbaud según los términos de la Carta del
Vidente, que daba plenos poderes en la poesía a lo de
e'abajo", a lo "desconocido" y al "fuego~. Su obra de ar-
tista demuesb'a, sin embargo, que los derechos de la
inteligencia no fueron negados, aunque sí s:e sujetaron
a la finalidad de ver la imagen totalizadora (8).

( 7) ALExANDER GODE - VON AESCH: "El Romanticismo Alemán


y las Ciencias NaturaLes" - Espasa Calpe, Bs. As. 1947.
( 8) "La conciencia romántica, según Ricarda Huch observó de
modo notable, abarca los contenidos de lo inconsciente.
Esto nos lleva a una conclusión que presentaremos tam-
bién en forma de paradoja: el ansia romántica de volver
hacia el reino de lo no individual puede -pero no es
necesario que lo haga- implicar la disolución de la
conciencia individual. Es dable mirarlo como un proceso
altamente consciente, lo que coincide, por decirlo así,
con una disolución de la infinitud inconsciente de la
naturaleza en la conciencia finita de la existencia hu-
mana" (GODE - VON AEscH, Op. Cit.).

28
Verlaine y Rimbaud en Londres, dibujo
de Félix Regamey, 1872
La persecución de esa imagen había comenzado, ya
en el Rimbaud escolar, con reminiscencias y modelos
clásicos, como la invocación a Venus del poema titulado
Sol y Carne (9), pero fué de inmediato postergada para
enfrentar una revisión crítica de la poesía precedente,
labor cUyD programa se enuncia en las dos cartas ya
citadas del año 1871. Es en: ellas donde Rimbaud juzga
en forma despiadada la poesía subjetivista ligáda a lo .
que él denomina "la significación falsa del Yo" Y efectúa
una graduación valorativa de los románticos franceses,
para concluir en que Baudelaire es uel rey de los poetas,
un t)erdadero Dimt.
¿Qué :es lo que Rimbaud descubre o aprende en
Baudelaire? ~lgo más que el udesarreglo de los sentidos"
y la ascética del alcohol, ya indicada como método de
traba jo en ·el prefacio a la traducción de Poe, sola
influencia en la que se detiene André Fontaine en su
"Génie de Rimbaua' (lO). Después de una lectura atenta
de la Carta del Vidente y de las Iluminaciones, el"
soneto baudeleriano de las "Correspondencias" se nos
muestra apuntando en la dirección que lleva al Genio.
Pero ' el autor del soneto parece haber indicado el cami-
no sin seguirlo, sin agotar sus posibilidades, que estaban
sin embargo ya contenidas en su pensamiento, como lo
demuestra el siguiente fragmento de Fusées, publicado
en 1884, es decir, cuando ya Rimbaud había terminado
su obra:

"Creo que el e1UXlJ1lto infinito y misterrioso que yace en


la contemplación de un navío, y sobre todo de un navío
en rriovim~ento, provi~, en el primer caso, ag la regu-

(9 ) Enviado a Théodore de Banville con el título de "Credo


in Unam" - Carta del 24 de mayo de 1870.
( 10) Libraire Delagrave - París, 1934.

29
la'Tidad y la simetría, q~ son, al p04' que la complica-
ción y la armonía, una de las , necesidades ·primordiales
del .espíritu humano; y, en e~segundo 'caso, de' la multi-
plicación suoesiva y la g-eneración de. todas las curvas
y fig.uras iffnagina1'ias operailas en el espacio por los
elementos 1'Ieales del objeto.
La idea poética que se desprende de esta opeTtición
delmovimíento en las líneas, es la hipótesis de u.n ser
vasto, inmenso, complicado, pero eU'Títmico, de un ani-
mal lleno de g,en,io, dolido y ' angustiado ' por todos los
suspiros y todas las ambiciones hwmanas (11).
¡Estamos nada menos que ante el Genio de las Ilu-
minaciones, ante el cuerpo del Ser de Belleza! Sin cono-
cer el fragmento, el gran poeta que era Rimbaud había
adivinado al gran poeta de Las Flores del Mal y había
llevado hasta su consecuencia extrema lo que en éste se
mostraba como mera posibilidad. Vemos pues .que
. Rimbaud tenía fundadas sus razones para criticar como
«'m ezquina" la forma en Baudelaire, porque «las inven-
ciones de lo desconocido reclaman fO'Tmas nuevas".
Cuando la gran imagen vuelve a surgir, lo hace como
culminación de tO'da aquella experiencia crítica y poética.
Al mismo tiempo que supera ' sus propios elementos,
supera también . el carácter experimental y revolucionario
que la obra rimbaudiana, desde el punto de vista for-
mal, había asumidO' ante sus contemporálleos.
Ese carácter insurreccional de la poesía de Rimbaud
ha dadO' tema a innumerables artículos y hasta se ha
convertido en único lente de interpretación para muchos
críticos, que ven en él a un rebelde con las solas' virtu-
des del renovador. Pero Rimbaud es revolucionario por-

(11) BAUDELAIRE: "Diarios Intimas", traducción de Rafael


Alberti. - Editorial Bajel, Bs. As., 1943.

30
que ama el orden hasta el fanatismo. El quiere imponer
ese orden sobre el tumulto caótico de las sensaciones y
los sentimientos, que habían alimentado a la poesía an-
terior; quiere erigir en cuel]>o poétioo las relaciones y
las "correspondencias" entre las cosas. La imagen que
cDnstruye apoyándose en esas relaciones, es menos fan-
tástica quizá y menos caprichosa que las diseñadas por
los cartógrafos del cielo sobre el apoyo de tres o cuatro
puntos brillantes. El Genio de Rimbaud es· la figura
dibujada por la gran constelación de las cosas: terrenas
y de los sentimientos humanos. Acción y pasión de la
tierra, que la alquimia poética cDnvierte en luz cegadora
y en música sabia.
ALFREDO TERZAGA

Córdoba, 1951.

31
ILUMINACIONES
DES PUES DEL DILUVIO

Asentada que fué la idea del Diluvio,

Una liebre se detuvo entre las matas y las


lTIoverlizas campánulas y elevo su plegaria al
arco iris, a través de la tela de araña.
j Oh las piedras preciosas que se ocultaban!
j Las flores que entonces miraban!
En la gran calle sucia, se establecieron las
carnicerías y las barcas fueron lanzadas al mar,
escalonado hacia arriba como en los grabados.
En lo de Barba Azul corrió la sangre; en
los mataderos, en los circos, donde el sello de
Dios palidece las ventanas. La sangre y la leche
corneron.
Los castores edificaron. Humearon los maza-
granes en las tabernas.
En la gran casa de vidrios chorreantes aún,
niños enlutados contemplaron las imágenes
maravillosas.
U na puerta batió; en la plaza de la aldea, el
niño hizo girar sus brazos, abarcando veletas
y gallos de campanario, bajo el reluciente
aguacero.

35
Madame X instaló un piano en los Alpes.
La misa y las primeras comuniones se celebra-
ron en los cien mil al tares de la catedral.
Partieron las caravanas. Y el Splendid Hotel
fué construído entre el caos de los hielos y las
noches polares.
Desde entonces, la Luna oyó plañir a los
chacales que vagan por los desiertos de tomillo,
y gruñir en el jardín las églogas en zuecos.
Luego, en el bosquecillo violeta pletórico de
brotes, Eucaris me dijo que eso era la primavera.

Brota, estanque; corre, espun1a, corre sobre


el puente y rebasa la cima de los bosques; paños
negros y Qrganos, relámpagos y truenos, subid
y rodad; aguas y tristezas, subid y superad los
diluvios.

j Pues esto es un fastidio desde que ellos se


disiparon !. - j oh las ocultas piedras preciosas y
las abiertas flores !-. Y la Reina, la Bruja que
enciende su brasa en la olla de barro, no qu.e rrá
jalnás contarnos aquello que ignoramos y ella
sabe.

36
INFANCIA

Este ídolo, ojos negros y crin amarilla, sin


ascendientes ni corte, más noble que la fábula,
mejicano y flamenco; su dominio, azur y ver-
dura estupendos, corre sobre playas nombra-
das, por ondas sin navíos, con nombres feroz-
mente griegos, eslavos, celtas.

En el lindero del bosque -luce y refulge una


flora de sueño- la muchacha de labios naran-
ja está arrodillada en el claro diluvio que ma-
na de los prados, desnudez que¡ so~brean, atra-
viesan y visten el arco iris, el mar y las flores.

Sobre terrazas próximas al mar, hay damas


que van y vienen, gigantes unas y otras pe-
queñas, negras magníficas sobre el musgo de
cardenillo, enjoyadas y erguidas sobre el suelo
pringoso de sotos y jardincillos en deshielo;
jóvenes tnadres y hermanas mayores con la
n1irada plena de peregrinaciones, sultanas, prin-
cesas de andar medido y atavío tiránico, pe-

37
queñas extranjeras .y personas dulcemente
desdichadas.

¡ Qué hastío! La hora del "cuerpo querido" y


del "querido corazón"!

38
I I

Es ella, la muerta pequeña, detrás de los


rosales. La joven mamá difunta desciende la
gradería. El carruaje del primo rechina sobre
la arena. El hermanito (¡ está en las Indias!)
allá, ante el poniente, sobre el prado de cla-
veles. Los viejos sepultos de pie en la muralla
de los alelíes.

Rumbo a Mediodía. Un enjambre de áureos


follajes rodea la casa del general. Se sigue el
camino rojo para llegar al albergue vacío. El
castillo está en venta, con sus persianas arran-
cadas. El . párroco habrá llevado la llave de la
iglesia. En torno al parque, las casetas de
guardia, que nadie habita. Las empalizadas
son tan altas que sólo se divisan las cimas
run10rosas. Por 10 demás, no hay allí dentro
nada que ver.

Los prados remontan hacia aldeas sin gallos


ni herrerías. La esclusa está abierta. ¡ Oh los

39
calvarios y los molinos del desierto, las islas y
las parvas!

Zumbido de flores mag\cas. Las mecían las


escarpas. Paseábanse bestias de una elegancia
fabulosa. Los nublados se apiñaban sobre la
alta mar, hecha con una eternidad de cálidas
lágrimas.

40
111

En el bosque hay un pájaro; su canto os


detiene y hace sonrojar.

Hay un reloj que no suena.

Hay un barranco con un nido de bestias


blancas.

Hay una catedral que desciende y un la.go


que sube.

Hay un cochecillo abandonado en la espe-


sura o que desciende el sendero, engalanado.

Hay un grupo de comiquillos ataviados, que


se divisan en el camino, a través' del lindero
del bosque.

Hay, en fin, cuando se tiene hambre y sed,


alguien que os echa.

41
IV

y o soy el santo orando en la terraza, como


las mansas bestias que pacen junto al mar de
Palestina.

Soy el sabio del sillón sombrío. Sobre la


ventana de la biblioteca caen las ramas y la
lluvia.
Soy el caminante de la gran carretera que
a traviesa por bosques de árboles enanos; el
rumor de las acequias apaga mis pasos. Con-
templo largo tiempo la melancólica lejía do-
rada del poniente.
y hasta sería el niño abandonado sobre un
nluelle partido hacia alta mar, el pequeño sir-
viente siguiendo un pasaje cuyo extremo toca
el cielo.
Los senderos son ásperos. Los montículos
se cubren de retama. El aire está inmóvil.
j Cuán distantes los pájaros y las fuentes!
Esto no puede ser sino el fin del mundo, que
se anticipa.

42
v
Que me alquilen por fin esta tumba, blan-
queada a la cal, con líneas de cemento en
relieve. Muy hondo bajo tierra.

Me pongo de codos en la mesa: la lámpara


ilumina vivamente estos libros sin interés,
estos diarios que soy tan idiota en releer.

A enorme distancia por encima de mi salón


subterráneo, se insertan las casas, las brumas
se 'r eúnen. El lodo es rojo o negro. ¡Ciudad
monstruosa, noche sin fin!

Más abajo hay cloacas. A los costados, sólo


el espesor del globo. Y abismos de azur, pozos
de fuego quizás. Es tal vez a este nivel donde
vuelven a encontrarse lunas y cometas, mares
y fábulas.

En las horas de amargura, imagino bolas de


nletal o zafiro, soy dueño del silencio. ¿ Por qué
una apariencia de. hendija palidece en el rincón
de la bóveda?

43
JUVENTUD '

1
DOMINGO

A 1 dejar los cálculos de lado, el inevitable


descenso del cielo y la visita de los recuerdos
y la sesión de los ritmos, ocupan la morada, la
cabeza y el mundo del espíritu.
Un caballo sale disparado en el hipódromo
suburbano, a 10 largo de los cultivos y planta-
ciones, traspasado por la peste carbónica. Una
lnísera mujer de drama, en alguna parte del
mundo, suspira por improbables abandonos.
Los malhechores languidecen después de la
tormenta, la ebriedad y las heridas. Pequeñue-
los ahogan maldiciones a 10 largo de los ríos.
RetomelTIOS el estudio de la obra devorante
que se acumula y remonta en las masas.

44
11

SONETO

Hombre de constitución común, ¿ no era aca-


so la carne un fruto que pendía en el huerto?
¡ Oh días tiernos! ¿ N o era el cuerpo un tesoro a
prodigar y el peligro o la fuerza de Psiquis?
¡ Oh! ¡ Amar! La tierra tenía manantiales fér-
tiles en príncipes y artistas. La descendencia
y la raza nos impulsaban hacia los crímenes y
las aflicciones. El mundo era fortuna y era ries-
go. Pero hoy, colmada esa labor, tú, tus cálcu-
los, aquél, sus impaciencias, no son más que
. vuestra danza y vuestra voz, no fijadas y jamás
forzadas, aun cuando de una doble conjunción
de invención y de éxito, en la humanidad fra-
ternal y discreta para el universo. sin imágenes,
una razón, la fuerza y el derecho reflejan la
danza y la voz apreciadas solamente ahora.

45
111

VEINTE AÑOS

Las voces instructivas desterradas... La


ingenuidad física amargamente aquietada ...
Adagio. j Ah! El infinito egoísmo de la ado-
lescencia, el optimismo estudioso: j cuán lleno
de flores estaba el mundo ese verano! Los aires
y las formas muriendo. .. i Un coro, para cal-
mar la impotencia y la ausencia ! Un coro de
cristales, de melodías nocturnas... Los ner-
vios, en efecto, pronto estallarán.

46
IV

Estás aún en la tentación de Antonio. Las


frivolidades del celo mutilado, los tics del or-
gullo pueril, la postración y el espanto.
Pero habrás de ponerte en este trabajo:
todas las posibilidades armónicas y arquitec-
tónjcas se agitarán en torno tuyo. Seres per-
fectos, imprevistos, se ofrecerán a tu experien:-
cia. Hacia ti afluirá ensoñadora la curiosidad
de antiguas muchedumbres y de ociosos lujos.
Tu memoria y tus sentidos no serán sino el
alimento de tu impulso creador. Y el mundo,
cuando salgas, ¿ en qué se habrá convertido?
Seguramente, en algo muy distinto de las apa-
riencias actuales.

47
VIDAS

¡Oh las enormes avenidas del país santo, las


terrazas del templo! ¿ Qué se ha hecho del
brahlnán que me explicó los proverbios? ¡Veo
todavía hasta las viejas de allá! Recuerdo horas
de plata y sol hacia los ríos, y las caricias nues-
tras, de pie sobre las planicies ardientes, la
mano de la campiña sobre mi hombro. En torno
a mi pensamiento atruena un vuelo de palomas
escarlatas. Desterrado aquí" he tenido un tabla-
do donde representar las obras maestras dra-
máticas de todas las literaturas. Podría mos-
traros riquezas inauditas. Observo la historia
de los tesoros que encontrásteis. Veo la conti-
nuación. Mi sabiduría es tan desdeñada como
si fuera el caos. Pero, ¿ qué es lni nada frente
al estupor que os espera?

48
11

Soy un inventor benemérito, pero en tTIodo


distinto de aquellos que me precedieron; hasta
soy un músico, que encontré algo así como la
clave del amor. Ahora, gentilhombre de una
campiña agria bajo un cielo sobrio, intento
conmoverme con el recuerdo de la infancia
mendicante, del aprendizaje o de la llegada en
zuecos, de las disputas, de las cinco o seis viu-
deces o de algunas fiestas donde mi fuerte
cabeza me impidió alcanzar el tono de mis
camaradas. N o echo de menos mi vieja parte
de alegría divina: el aire sobrio de esta agria
campiña nutre activamente n1i escepticismo
atroz. Pero con10 éste no podrá en 10 sucesivo
ser puesto en práctica y como, por otra parte,
estoy consagrado a un desorden nuevo, espero
volverme un gran loco malvado.

49
111

En un granero donde fuí encerrado a los doce


años, conocí el mundo e ilustré la cOInedia
humana. En una bodega aprendí historia. En
alguna fiesta nocturna, en una ciudad del Norte,
encon tré todas las mujeres de los antiguos
pintores. En un viejo pasaje de París me ense-
ñaron las ciencias clásicas. En una espléndida
residencia cercada por el Oriente entero, llevé
a cabo mi obra inmensa y puse término a mi
noble retiro. Agité n1i sangre. Mi deber me
es dispensado. Ya ni soñar se puede en eso.
Soy realnlente de ultratumba. Basta pues de
. .
eXIgencIas.

50
VAGABUNDOS

¡Lalnentable hermano! j Cuántas vigilias atro-


ces le debí ! "No entré con fervor en esa empre-
sa. Estaba tocado de su inseguridad . Por mi
culpa retornaremos al destierro, a la esclavi-
tud". El supuso en mí una malicia e inocencia
ll1Uy raras y aducía razones inquietantes.

Yo respondía bur lonamente a ese doctor


satánico y concluía yéndome a la ventana.
Creaba, allende el campo cruzado por bandas
de 1~1úsica extraña, los fantaslnas del futuro
lujo nocturno.

Después de esa distracción vagamente higié-


nica me extendía en un jergón. Y casi cada
noche, apenas dormido, el pobre hern1ano se
levantaba, con la boca podrida, los ojos des-
encajados - j como si despertara!- y me arro-
jaba en la sala aullando su sueño de triste
idiota.

Con toda sinceridad, en efecto, me había


impuesto la obligación de volverle a su primi-

51
tivo estado de hijo del Sol y así vagábamos,
nutridos con vino de las cavernas y bizcochos
del camino, apremiado yo por encontrar el
lugar y la fórmula.

52
VIGILIAS

Es el reposo ilulninado - ni fiebre ni lan-


guidez - sobre el lecho o sobre el prado.

Es el alnigo ni ardiente ni débil. El amigo.

Es la an1aaa ni torturante ni atormentada.


l.,a amada.

El aire y el mundo no buscados. La vida.


¿ Era ésto pues?

- y el sueño refresca.

53
11

La iluminación vuelve sobre la viga maestra.


Desde ambos extremos de la sala, decoracione s
varias, elevaciones armónicas se reúnen. Frente
al que vela, la muralla es una sucesión psicoló-
gica de golpes, de frisos, de bandas atmosfé-
ricas y de accidentes geológicos. Sueño in tenso
y nlpido de grupos sentimentales con seres de
todos los caracteres en todas las apariencias.

54
111

N oche. Las lámparas y los tapices de la vigilia


rumorean como olas a lo largo del casco y en
torno al camarote.

El mar de la vigilia, con10 los senos de


.Amelia.

A mi altura, las tapicerías; tallos de encaje


teñidos de esn1eralda, donde las tórtolas de la
vigilia se arrojan.

La tapa del negro hogar, reale-s soles de las


playas: ¡ah! pozos de magia; por esta vez, única
visión de la aurora.

"55
FRASES

He de encontraros cuando el mundo se re-


duzca a un solo bosque negro para nuestros
cuatro ojos asombrados, a una playa para dos
niños fieles, a una casa musical para nuestra
clara simpatía.

Caeré a vuestros pies cuando no haya aquí


abajo más que un solitario anciano, tranquilo
y hermoso, rodeado de un lujo inaudito.

y os ahogaré cuando haya cumplido todos


vuestros deseos, cuando yo sea lo que puede
enfrenaros.

¿ Quién retrocede cuando somos muy fuertes?


.¿Y quién cae en ridículo cuando muy alegres?
y cuando muy malvados, ¿ qué harían de
nosotros?

Ataviáos , danzad, reíd. Nunca podré enV1ar


el An10r por la ventana.

56
¡Camarada n1ía, pordiosera, n1no n10nstruo!
Sé que todo te es indiferente, las desdichadas,
estos afanes y los obstáculos n1íos. j Unete a
nosotros con tu voz in1posible, tu voz! L~ única
lisonjera en esta vil desesperanza.

Un alba nublada de Julio. Un gusto de cenizas


volando en el aire, un olor de madera sudando
en el fogón, las flores n1architas, la hojarasca
en los senderos, la escarcha de las acequias en
los campos; ¿ por qué no ya los juguetes y el
incienso?

He tendido cuerdas de campanario a can1pa-


nario, guirnaldas de ventana a ventana, cade-
nas de oro de estrella a estrella y danzo.

El alto estanque humea de continuo. ¿ Qué


hruja va a erguirse sobre, el durn1ien te blanco?
¿ Qué espesuras violetas van a descender?

Mientras corren los fondos públicos en fiestas


de fraternidad, suena una campana de fuego
entre las -nubes.

57
Reavivando un grato sabor a tinta china,
un polvo negro llueve dulcemente sobre mi
vigilia. Amortiguo el resplandor de las luces )
lne arrojo sobre el lecho -Y, vuelto hacia las
sombras, i os veo, hijas mías, reinas mías!

58
HUELLAS

A la derecha, el alba estival despierta las


hojas y los vapores y los rumores de este rin-
cón del parque y las cuestas de la izquierda
conservan en su sombra violeta las mil fugaces
huellas de la carretera húmeda. Desfile de en-
cantamientos. En efecto: carros cargados de
anin1ales de madera dorada, de mástiles y telas
abigarradas, al gran galope de veinte mancha-
dos caballos de circo, y los niños y los hon1-
bres, sobre sus bestias l11ás estupendas; veinte
vehícl1los, henchidos, empavesados y floridos
conlO carrozas antiguas o de Cuentos, llenos
de niños en1perifollados para un festival sub-
urbano. Y tan1bién ataúdes bajo su palio noc-
turno, levantando penachos de ébano, desfilan
al trote de grandes yeguas azules y negras .

59
FIESTA DE INVIERNO

Suena la cascada tras las barracas de la ópera


<cómica. Los zarcillos se prolongan en los jar-
dines y por las alamedas vecinas al Meandro.
Hay los verdes y rojos del poniente. Ninfas de
Horacio con tocados del Primer Imperio. Re-
-(londas siberianas. Chinas de Boucher.

60
REALEZA

Cierta n1añana, entre gentes n1uy dulces, un


hombre y una mujer magníficos gritaban en la
plaza: "¡ Amigos míos, quiero que ella sea rei-
na !". "Quiero ser reina!". Ella reía y temblaba.
El hablaba a los amigos de revelación, de prue-
bas tern1inantes. Se paslnaban el uno al otro.
y fueron en efecto reyes, toda una mañana,
cuando los tapices carmesíes se alzaron sobre
Jas casas, y toda la tarde, cuando avanzaron
junto al jardín de palmas.

61
ESCENAS

La Antigua Comedia persIgue sus acordes


y divide sus idilios:

Bulevares de retablos.

Un largo muelle de madera, de un extren10


al otro del campo pedregoso donde la muche-
dumbre bárbara se mueve entre los árboles
desnudos.

En corredores de gasa negra, siguiendo el


compás de los paseantes, con hojas y linternas.

Pájaros de misterio caen sobre el pontón de


man1postería, batido por el archipiélago que
cubren las embarcaciones de los espectadores.

Escenas líricas, acolnpañadas de flauta y


tambor, se advierten en reducidos cuartos, de
esos que en 10 alto rodean los salones de los
clubes modernos y las salas del antiguo Oriente.

El encantamiento actúa en 10 alto de un


anfiteatro coronado de sotos ) o se agita y

62
lTIodula para los Beocios, a la sOlTIbra de arbo-
ledas movedizas, sobre el filo de los surcos.

La ópera cómica se divide sobre una escena


en la arista de intersección de diez tabiques
erigidos entre la galería y las candilejas.

63
FLORES

Sobre un peldaño de oro - entre cordones


de seda, velos grises, verdes terciopelos y discos
de crist;;d que ennegrecen como bronce al sol-
veo la digital abrirse sobre un tapiz de filigra-
nas de plata, de ojos y de cabelleras.

An1arillas piezas de oro sembradas en el


ágata, pilares de caoba soportando un domo de
esmeraldas, ramilletes de satén blanco y finas.
varillas de rubíes rodean la rosa de agua.

Con10 un dios de enormes ojos azules y for-


mas de nieve, el cielo y el mar atraen hacia
terrazas de mármol a la multitud de jóvenes.
y fuertes rosas.

64
MARINA

Los carros de plata y de cobre-


Las proas de acero y de: plata -
Ea ten la espuma,
Agitan las cepas de las zarzas.
Las corrientes del páramo,
y las huellas inmensas del reflujo,
,Desfilan circularmente hacia el este,
Hacia los pilares de la selva, -
Hacia los fustes de la escollera
Cuyo ángulo topan torbellinos de luz.

65
MISTICA

Muestran en la pendiente los ángeles sus


ropajes de lana sobre el césped de acero y
esmeralda.

Saltan desde los prados en llamas hasta el


vértice del monte. A la izquierda, se muestra
el surco pisoteado por todos los homicidios y
todas las batallas; todo ruido de desastre forma
su curvatura. Tras el surco de la derecha, la
línea de orientes y progresos.

y mientras la banda, en lo alto del cuadro,


se forma can el rumor giratorio y saltarín de
las conchas 1narinas y de las noches hU1nanas,

La dulzura florida de las estrellas y del cielo,


y lo dé1nás, desciende ante nosotros, frente al
talud, con10 un enjan1bre, y convierte al abismo
en floreciente y azul.

66
ANTIGUO

¡ Gracioso hijo de Pan! En torno a tu frente


coronada de florecillas y bayas, como cuentas
preciosas se agitan tus ojos.
11anchados de hez morena se ahuecan tus
hoyuelos. Tus colmillos lucen. Tu pecho parece
una cítara; tintineos circulan en tus rubios
brazos. Tu corazón bate en ese vientre donde
duerme el doble sexo. Paséate, en la noche,
moviendo dulcen1ente este muslo, este segun-
do ~uslo y esta pierna izquierda.

67
BARBARO

Mucho después de los días y las estaciones y


los seres y los países,

El pabellón de carne sangrante sobre la seda


de los mares y de las flores árticas (éstas no
existen).

Repuestos de VIejas fanfarrias de heroísmo


-que nos atacan aún el corazón y la cabeza-
lejos de los antiguos asesinos,

- i Oh! El pabellón de carne sangrante sobre


la seda de los mares y de las flores árticas
(éstas no existen).
i Dulzuras!

Las fogatas, lloviendo ante ráfagas de escar-


cha. i Dulzuras! Estos fuegos, en la lluvia de
un viento de diamantes, arrojada por el corazón
terrestre, eternamente carbonizado por nos-
otros. i Oh mundo!

68
(Lejos de los VIeJOS retiros y de las VIejaS
llamas que se oyen, que se sienten).

Las brasas y las espumas. La música, ITIovi-


Iniento de remolinos y choques de témpanos en
los astros.

j Oh dulzuras, oh mundo, oh ITIúsica r y allá,


las formas, los sudores, las cabelleras y los ojos,
flotando. Y las blancas lágrimas, hirvientes
- j oh dulzuras!- Y la voz femenina llegando
hasta el fondo de los volcanes y de las grutas
árticas.

El pabellón ...

69
OBREROS

¡Oh esta cálida n1adrugada de febrero! Nues-


tros recuerdos de indigentes absurdos, nuestra
joven miseria, afloran al contacto de este in-
oportuno viento Sur.

Henrika llevaba una falda de algodón a cua-


dros, blancos y pardos, que debió ser usada en
el siglo pasado, un gorro con cintas y ~n pañue-
lo de seda. l\Ilas todo era triste como el luto.
Dimos una vuelta por el arrabal. El cielo estaba
cargado y ese viento del sur excitaba los des-
agradables olores de los jardines en ruinas y
de las tierras desecadas.

Pero no fatigaba eso a mi mujer tanto como


a mí. A través de un charco dejado por la inun-
dación del mes anterior, había una senda bas-
tante transitable. Me señaló algunos pececillos.

La ciudad, con su humo y el rumor de sus


labores, nos seguía por largo rato en los cami-
nos. i Oh el otro mundo y las umbrías y la habi-

70
tación bendecida por el cielo! El viento Sur me
recordaba los episodios miserables de mi niñez,
mis desesperaciones de verano, la horrible can-
tidad de fuer,za y de ciencia que la suerte alejó
siempre de mí. ¡No! N o volveremos a pasar el
verano en este país avaro, donde jamás seremos
otra cosa que novios en orfandad. N o quiero
que este brazo rígido arrastre n1ás una' in1agen
querida.

71
NOCHE HISTORICA

En cualquier noche, en que se encuentra al


turista ingenuo apartado de nuestros horrores
económicos, la mano de un maestro anima el
clavecín de los prados; se juega a las cartas en
el fondo del estanque, espejo evocador de reinas
y de favoritas; se tiene sobre el poniente los
santos, los velos, los hilos de arn10nÍa y los
cromatismos legendarios.

Tiembla al paso d~ las cacerías y de las hor-


das. Gotea la comedia sobre retablos de césped.
j y la turbación de los pobres y los débiles en
esos afanes estúpidos!

En su visión esclava, Alemania yergue su


construcción hacia las lunas. Los desiertos tár-
taros se iluminan. Las antiguas revueltas bullen
en el centro del Celeste Imperio. En las esca-
leras y los sillones de rocas, se edificará un
pequeño mundo pálido y chato, Africa y Occi-
dentes. Después de un ballet' de mares y noches
conocidas, una qUÍlnica sin valor y 111elodÍas
imposibles.

72
j La misma magia burguesa en todos los sitios
donde el cofre nos deposite! El físico más
elemental siente que ya no es posible someterse
a esta atn1ósfera personal, niebla de remordi-
mientos físicos, cuya sola comprobación es ya
un dolor.

j N o! El instante del burdel, de los rnares


arrebatados, de las conflagraciones subterrá-
neas, del planeta ocupado y de las consiguientes
exterminaciones, certidulnbres que la Biblia y
las Normas apenas señalan maliciosalnente.
Ese instante será mostrado a quien se preocupe
en vigilar. Pese a ello, j no será un efecto ele
leyenda!

73
METROPOLITANO

Desde el estrecho azul a los mares de Osian,


sobre la arena rosa y naranja que el cielo vinoso
ha lavado, terminan de subir y cruzarse bule-
vares de cristal, habitados de inmediato por
jóvenes familias pobres que se alimentan en los
huertos. Nada de riqueza. - j La ciudad!

Del desierto de betún huyen derecho, en


derrota con las capas de bruma escalonadas en
bandas horrorosas hacia el cielo que se encorva,
retrocede y desciende formado por la más si-
niestra humareda que el Océano en duelo pueda
hacer, los cascos, las ruedas, las barcas, las ca-
ba 11 erías. - j La batalla!

Levanta la cabeza: este puente de n1adera,


arqueado; estas últimas huertas de Samaria;
estas máscaras que ilumina el farol castigado
por la noche fría; en ropas llamativas, la ondina
boba en la orilla del río; estos cráneos lumino-
sos en las parcelas de guisante, y las otras fan-
tasmagorías. La campiña.

74
Rutas bordeadas de rejas y de muros,conte-
niendo apenas sus arboledas. Y las atroces flo-
res que se dirían corazones y hermanas - Da-
masco afligen te de lasitud - posesiones de má-
gicas aristocracias ultra - renanas, Japonesas,
Guaraníes, aptas aún para recibir la música de
los antiguos. Y hay posadas que ya por ,s ielnpre
no abren; hay princesas y, si no estáis nluy
abrunlados, hay también el estudio de los as-
tros. El cíe 10.

I(a mañana en que con Ella, os debatísteis


entre estos destellos de nieve, estos labios
verdes, estos hielos, estas banderas negras y
estos rayos azules y estos perfumes púrpuras
del sol de los polos. - Tu fuerza.

i5
BOTTOM

Pese a ser n1uy espinosa la realidad para mi


telnple, me encontré, gran pájaro azul- gris, en
casa de mi dama, alzándome hacia las molduras
del cielo raso y arrastrando el ala por las som-
bras de la reunión.

Fuí, al pie del baldaquín que sostiene sus


joyas adoradas y sus obras maestras físicas, un
gran oso de encías violetas y piel nevada de
tristeza, con la mirada en los cristales y en la
plata de las consolas.

Todo se volvió sombra v acuario ardiente.


Por la tnañana -con1batiente alba de junio-
fuí un asno y corrí Jos canlpos~ rehuznando y
blandiendo mi queja, hasta que las Sahinas del
suburbio se arrojaron a mi pecho.

76
DEVOCION

A mi hernlana Luisa Vanaen de V oringhen1 :


su corneta azul vuelta hacia el Mar del Norte.
Para los náufragos.

A lni hermana Léonie Aubois d' Ashby.


jGuau!. .. la hierba de verano zumbadora y
hedionda. Para la fiebre de las madres y de los
niños.

A , Lulú - demonio - que ha conservado el


gustó por los oratorios del tiempo de las i\mi-
gas y de su educación incompleta. Para los
hombres!

A las señora N ...

A..I adolescente que fuí. A ese santo muy


anciano, ermita o misión.

Al espíritu de los pobres. Y al clero 111ás


encumbrado.

"y también, a todo rito en tal sitio de culto

77
nlemorial y entre tales acontecimientos que,
siguiendo las aspiraciones del momento o bien
nuestro vicio propio y seno, hayamos de ren-
dirnos.

Esta noche en Circeto la de los altos hielos,


grasienta como un pez e ilun1inada como los
diez n1eses de la noche roja (su corazón átnbar
y spunk). Para mi solo ruego, nludo como esas
regiones nocturnas y precediendo corajes más
violentos que este caos polar.

A cualquier precio y en todos los aires, como


en los viajes metafísicos. Pero más entonces.

78
PARADA

Pícaros muy firmes. Muchos explotaron vues-


tros nlundos. N o tienen necesidades ni mucha
urgencia por poner en práctica sus brillantes
dotes y su conocimiento de vuestras concien-
cias. ¡Qué hOlnbres maduros! Sus ojos polícro-
TIlOS, rojos ' y negros, de acero salpicado por
estrellas de oro, miran extraviados cual bajo
la noche estival .: tienen rostros deformes, plo-
mizos, pálidos, encendidos; juguetonas ronque-
ras !, j El paso cruel de los oropeles! Entre ellos
hay algunos jóvenes -¿ cómo verían a Chéru-
bin?- provistos de voz espantosa y de algunos
recursos peligrosos. Se les envía a echar cuerpo
en la ciudad, recargados de un lujo asqueroso.

i Oh el nlás violento Paraíso de la mueca


rabiosa! N o cabe conlparación con vuestros
Fakires y las otras bufonadas escénicas. En
rop3jes improvisados con el gusto del mal
sueño, cantan endechas, tragedias de malan-
drines y semi dioses tan espirituales como no
lo han sido nunca la historia o las religiones.
Chinos, Hotentotes, Bohemios, enanos, hienas,

79
Molochs, viejas demencias-1 demonios siniestros,
mezclan los giros populares, tnaternales, con
posturas y ternuras bestiales. Hasta interpre-
tarían piezas nuevas y canciones "para inge-
nuas". Maestros juglares, transforman el sitio y
las personas y utilizan la comedia n1agnética.
Los ojos llamean, la sangre canta, ;los huesos se
estiran, corren lágrin1as e hilillos rojos. Su
burla o su terror duran un minuto o n1eses
enteros.

Sólo yo tengo la clave de este desfile salvaje.

80
DEMOCRACIA

La bandera va por el paisaje ; inlTIundo y


nuestra jerga ahoga al tambor.

"Fomentaremos en los centros la lTIás cínica


prostitución. l\1asacrarelTIOS las revueltas ló-
glcas.

"En los países sazonados y reducidos! -al


servicio de las más monstruosas explotaciones
industriales o nlilitares.

"Hasta pronto aquí, ' no in1porta dónde.


Reclutas de buen grado, tendrelTIos una filosofía
feroz; ignorantes de la ciencia, duchos para el
confort; el aniquilamiento para el mundo que
.
camlno.
,
anda. Tal es la verdadera n1archa. j _Adelante,

81
GUERRA

De niño, algunos cielos aguzaron mi óptica:


todos los caracteres matizaron mi fisonomía.
Los Fenómenos se conmovieron. En el pre-
sente, la eterna inflexión de los, momentos y el
infinito oe las matetuáticas me impulsan por
ese mundo donde soporté todos los éxitos civi-
les, respetado por la niñez extraña y por afec-
ciones inmensas. - Sueño en una Guerra, de
derecho o de fuerza, de lógica imprevista.

Es tan simple como una frase musical.

82
NOCTURNO VULGAR

Un soplo abre brechas operatrices en los


tabiques, confunde las vigas roídas de los te-
chos, dispersa los límites de los lares, esfuma
las ventanas.
Me detuve junto a la viña, de pie sobre una
esclusa; luego, bajé en esta carroza, cuya
época está claramente indicada por sus espejos
convexos, paneles combados y torcidos sofaes.
Solitario, el carro fúnebre de mi sueño, refugio
de lni simpleza, vira sobre el césped de la gran
carretera semiborrada. Arriba, en una falla
del espejo de la derecha, giran pálidas figuras
lunares, hojas, senos. Un verde y un azul muy
intensos invaden la imagen. Desuncir en las
proximidades de un manchón de arenisca.
- Aquí se silbará para la tormenta y las
Sodomas y las Solimas y las bestias feroces y
los ejércitos.
(Postillón y bestias quiméricas cobrarán in1-
pulso bajo las más sofocantes arboledas, para
hundirme hasta los ojos en el manantial de
seda).

83
y enviarnos, flagelados a través de las ba-
tientes aguas y las bebidas derramadas, a rodar
sobre el ladrido de los perros ...
Un soplo dispersa los iímites del hogar.

84
MOVIMIENTO

El movimiento de las caídas del río en vaivén


sobre el ribazo,
El abismo a popa,
La celeridad de la cascada,
El enorme pasar de la corriente
Llevan por las luces inauditas
y la novedad química
A los viajeros rodeados por las trombas del
valle
y del striOm.

Son los conquistadores del mundo


Buscando la fortuna química personal;
El deporte y el confort viajan con ellos;
Conducen la educación
De las razas, clases y bestias, sobre este navío
Reposo y vértigo
A. la luz diluviana,
En terribles noches de estudio.

85
Pues de la charla entre los aparatos, la sangre,
las flores, el fuego, las alhajas,
Cuentas discutidas en esta orilla fugitiva ,
V ése su stock de estudios -rodando como un
dique por encima de la ruta hidráulica
motriz-,
Monstruosos, iluminándose sin fin.
Mientras ellos se lanzan al éxtasis armónico
y al heroísmo del descubrimiento.
En los más asombrosos accidentes atmosfé-
neos ,
- ¿ Es quizá una ancestral salvajez que se
tolera ?-
Una pareja de jóvenes se aísla sobre el arca,
y canta y se planta.

86
DESPERTAR DE EMBRIAGUEZ

¡Oh Bien mío! i Oh Bello mío! j Fanfarria


atroz en la cual ya no vacilo! i Mágico caba-
llete! j Hurra por la obra inaudita y por el
cuerpo lTIaravilloso, por primera vez! Aquello
empezó bajo la risa de los niños y por ellos
terminará. Este veneno permanecerá en nues-
tras venas aun cuando, volviendo la fanfarria,
SealTIOS devueltos a la antigua inarmonía.
Mientras tanto, dignos por entero de tales su-
pli~ios, condensemos fervorosamente esta pro-
mesa sobrehumana hecha a nuestro cuerpo y
a nuestra alma creados: j esta pron1esa, esta
demencia! j La elegancia, la cienda, la violencia!
Se nos ha prometido enterrar en la sombra el
árbol del bien y del mal, exilar los recatos tirá-
nicos para convocar nuestro amor purísin10.
Aquello empezó con algún desgano y, no pu-
diendo asir en el acto esa eternidad, terminó
en un desbande de perfumes.

Risa de niños, discreción de esclavos, austeri-


dad de vírgenes, horror por las figuras y obje-
tos de aquí, sacrosanto seáis en el recuerdo de

87
esta vigilia. Eso con1enzó con toda ingenuidad
y he aquí que tennina en ángeles de llama y
hielo.

j Santa seas, pequeña vigilia de embriaguez!


Aunque más no fuere que por l't máscara con
que nos gratificaste. i Te afirmamos, método!
N o olvidamos que has glorificado ayer cada
una de nuestras edades. Tenemos fe en el
veneno. Sabemos dar, todos los días, nuestra
vida entera.

He aquí el tiempo de los Asesinos.

88
LOS PUENTES

e ielos grises de cristal. Un gallardo dibujo


de puentes, rectos aquí, curvos allá y otros que
descienden en ángulo oblicuo sobre los prin1e-
ros; y esas figuras renovándose en los otros
circuitos ilulninados: del canal, todos tan largos
y ligeros, que las orillas cargadas de cúpulas
se inclinan y empequeñecen. Algun os de estos
puentes están todavía cargados de escon1bros.
Otros sostienen mástiles, señales, frágiles pa-
rapetos. Acordes menores se cruzan y huyen,
los cordajes trepan las riberas. Se distingue
una casaca roja, quizás otros ropajes e instru-
mentos de música. Son canciones populares,
trozos de conciertos señoriales, restos de hitn-
nos públicos. El agua es gris y azul, ancha
<como un brazo de n1ar.
Un rayo blanco, cayendo desde lo alto del
.cielo, aniquila esta comedia.

89
CIUDAD

Soy el efímero y no muy descontento ciuda-


dano de una metrópolis que se cree n10derna,
porque evitó todo gusto conocido en el n10bi-
liario y la fachada de las casas así como en el
trazado de la ciudad. Aquí no podréis señalar
los rastros de ningún monumento de supersti-
ción. j La n10ral y la lengua se han reducido,
por fin, a su expresión n1ás sin1ple! Estos mi-
llones de personas, que no tienen necesidad de
conocerse, poseen educación, oficio y vejez tan
semejantes, que este trayecto de vida debe ser
nlucho menor que el que una estadística loca
encuentre para los pueblos del Continente. Y
cuando desde n1i ventana veo nuevos espectros
girando a través del espeso y eterno humo del
carbón - j ah nuestra sombra en los bosques,
nuestra noche de verano!- las nuevas Erin-
nias, frente a mi cottage, que es mi patria y
lui corazón, puesto que aquí todo se le parece,
la Muerte sin lloros, nuestra activa hija y sir-
vienta, un Amor desesperado y un gracioso
Crimen, plañen en el fango de la calle.

90
CIUDADES (1)

¡Estas son ciudades! Este es un pueblo para


el cual se alzaron estos AJeganios y estos Lí-
banos de sueño! Por rieles y poleas invisibles ,
deslízanse casillas de cristal y ll1adera. Viejos
calderos , ornados con colosos y palmas de cobre
rugen melodiosos en los fuegos. Escúchanse
fiestas an10rosas sobre canales colgantes detrás
de las casetas. La caza de los campanarios
grita en las gargantas. Corporaciones de can-
tores gigantes acuden con hábitos y oriflan1as
resplandecientes como la luz de las cin1as.
Sobre platafonnas, en lnedio de los precipicios J

los Rolandos cantan su coraje. Sobre las pasa-


relas del abismo y los techos de las posadas, el
ardor del cielo engalana los lnástiles. Derrun1be
de apote.o sis regocija lo s altos can1pos, donde
centauresas seráficas evolucionan entre avalan-
chas. Por sobre el nivel de las más altas cun1-
bres, un ll1ar turbado por el eterno nacilniento
de Venus , cargado de flotas orfeónicas y rumor
de perlas y conchas preciosas, se ensombrece a
veces con destellos m ortales. En las vertientes
rU1110rean las cosechas de. flores , grandes como

91
nuestras annas y nuestras copas. Cortejos de
l\1ab, en hábitos rosas y opalinos, trepan la
torrentera. Allá arriba, con sus patas entre la
cascada y las zarzas, 109 ciervos se amamantan
en Diana. Sollozan las Bacantes del suburbio
y la luna arde y aúlla. Venus entra en las ca-
vernas de los herreros y ern1itaños. Can1panas
de atalaya cantan el pensan1iento de los pueblos.
De castillos construídos en hueso sale la n1ú-
sica desconocida; Desfilan las leyendas todas
y los ímpetus se sueltan en las villas. Los
paraísos de las tonnentas se desfondan. Los
salvajes celebran danzando la Fiesta de la
N oche. Por una hora, he descendido al movi-
n1iento de un bulevar de Bagdad, donde algunos
cantaron la alegría del trabajo nuevo, bajo una
brisa espesa, circulando sin poder eludir los
fabulosos fantaslnas de los montes donde de-
bieron encontrarse.

¿ Qué brazos bondadosos, qué hora feliz n1e


devolverán a esta región de donde provienen
mis sueños y mis 111enores lnovin1ientos?

92
PROMONTORIO

El alba de oro y la tarde ten1blorosa encuen-


tran a nuestro bergantín frente a esta villa y
sus dependencias, que fortnan un pron10ntorio
tan extenso como el Epiro y el Pe10poneso, o
con10 la gran isla del Japón , o como Arabia!
Templetes que se iluminan a la entrada de las
teorías; vistas intTIensas de la tTIoderna defensa
de costas; dunas adornadas con bacanales y cá-
lidas flores , con grandes canales de Cartago y
Embarcaderos de una Venecia ambigua; con
apretadas erupciones del Etnas y hendiduras
llenas de flores yaguas de los glaciares, lava-
deros rodeados con álamos de Alemania, talu-
des de parques singulares donde inclina sus co-
pas el Arbol del Japón; y las fachadas circula-
res de los "Royal" o los "Grand" de Scarbro y
de Brook1yn; y sus trenes flanqueando, cruzan-
do y remachando los bloques de este Hotel,
elegidos en la historia de las n1ás elegantes y
colosales construcciones de Italia, Atnérica y el
Asia, cuyas ventanas y terrazas, llenas en este
momen to de luces, bebidas y ricas brisas, están
abiertas al espíritu de los viajeros y de los no-

93
bIes y penniten, en horas del día, a todas las
tarantelas de las costas y también a los retor-
nelos de los valles ilustres del arte, decorar
lllaravillosamente las fachadas del Palacio Pro-
montorio.

94
CIUDADES (11)

Culminan en la acrópolis oficial las concep-


ciones más colosales de la barbarie moderna:
imposible expresar la opacidad del día, produ-
cida por este cielo inmutablemente gri s, la
magnificencia imperial de las construcciones y
la nieve eterna del suelo. En un gusto de sin-
gular enormidad se han reproducido todas las
maravillas clásicas de la arquitectura y asisto, a
exposiciones de pintura en locales veinte veces
lnás vastos que Hampton Court. j Qué pintura!
Un N abucodonosor noruego ha hecho construír
las escalinatas de los ministerio.s ; los subalter-
nos que he podido ver son ya más arrogantes
que Brennos y he temblado ante el aspecto de
los capataces y los guardianes de los colosos. Se
ha arruinado a los cocheros por el agrupamien-
to de los edificios en plazas, paseos y terrazas
cercadas. Los parques representan la natura-
leza primitiva trabajada por un arte magnífico
y el alto distrito tiene partes inexplicables: un
brazo de mar, sin navíos, rueda su sábana de

95
granizo azul entre n1uelles cargados de candela-
bros gigantes. Un corto puente conduce a un
portillo situado bajo la cúpula de la Sainte-
Chapelle. y esta cúpula es una armadura de ar-
tístico acero, de aproximadamente quince mil
pies de diámetro.
Desde algunos sitios de las pasarelas de co-
bre o de las plataformas y escaleras que rodean
los vestíbulos y los pilares, he creído poder
juzgar la profundidad de la ciudad. ¿ Cuáles son
los niveles de los otros barrios, sobre la acrópo-
lis o bajo ella? Es el prodigio que no he, podido
comprender. Para quien sea extranjero en nues-
tra época, el reconocimiento es itnposible. El
distrito con1ercial es un circo de un solo estilo,
con galerías de arcadas. N o se ven tiendas, más
la nieve de la calzada se lnuestra' hollada; algu-
nos potentados orientales, tan raros como pa-
seantes matinales de un dOluingo en Londres,
se dirigen hacia una diligencia de diamantes.
Hay divanes de terciopelo rojo: se sirven bebi-
das polares cuyo precio varía de ocho centavos
a ocho luil rupias. Ante la idea de buscar teatros
sobre este circo, lne digo que las tiendas han de
contener dramas bastante sombríos. Pienso que
ha de haber policía, pero la ley ha de ser tan
extraña, que renuncio a formarme una idea so-
bre los aventureros de aquí.
El suburbio, tan elegante como una hermosa
calle de París, se muestra favorecido por un
aire de luz; el elemento democrático cuenta
unas centenas de almas. Más allá, las casas se

96
distancian; el suburbio se pierde gallardamen-
te en la campiña, en ese "Condado" que llena
el eterno occidente con selvas y plantaciones
prodigiosas, donde gentileshombres salvajes
desechan sus crónicas bajo la luz creada.

97
PARTIDA

Harto visto. En todos los aires se ha encon-


trado la misma visión.

Harto repetido. Rumores de ciudades, de


noche y bajo el sol y siempre.

Harto conocido. Las sentencias de la vida.


¡ Oh Rumores y Visiones!

Partida en el rumor y en el afecto nuevos.

98
H.

Todas las monstruosidades violan los gestos


atroces de IIortensia. Su soledad es la mecáni-
ca erótica; su lasitud, la dinámica amorosa.
Bajo la vigilancia de una niñez, en épocas nu-
lnerosas, ella fué la ardiente higiene de las ra-
zas. Su puerta está abierta a la miseria. Allí, en
su pasión o en su acción, se descarna la mora-
lidad de los seres actuales. i Oh terrible escalo-
frío de los amores novicios sobre el suelo san-
griento y el hidrógeno luminoso! Encontrad a
Hortensia.

99
FAIRY

P ara Helena se conjuraron savias ornamen-


tales en las sombras vírgenes e impasibles cla-
ridades en el silencio astral. El ardor del verano
ha sido confiado a pájaros mudos y la indolen-
cia requerida a una barca de duelos sin precio,
por flotillas de amores muertos y perfumes
desvanecidos.
Después del canto de las leñadoras en el ru-
mor del torrente bajo la ruina de los bosques,
luego del calupanilleo del ganado en el eco de
los valles y de los gritos de las estepas.
Para la infancia de Helena se estremecieron
las espesuras y las sombras y el corazón de los
pobres y las leyendas del cielo.
y sus ojos y su danza, superiores aun a los
destellos preciosos, a las influencias frías, al
placer de la hora y del ornato únicos.

100
ALBA

He abrazado el alba estival.

N ada había aún cambiado en la fachada de


los palacios. El agua estaba muerta. Las man-
chas de sombra no abandonaban la ruta del
bosque. lVlarché, despertando alientos vivos y
tibios. Miraron las pedrerías y sin ruido las alas
se elevaron.

Fué la empresa inicial, en el sendero ya lleno


de frescos y pálidos destellos, una flor que me
dijo su nombre.

Reí en la rubia cascada que se desmelenó a


través de los abetos; en la cima plateada reco-
nocí la diosa.

Luego levanté uno a uno los velos. En la


alameda, agitando los brazos. Por el llano,
donde la he denunciado al gallo. En la gran ciu-
dad, ella huía entre los campanarios y las cú-

101
pulas y yo, corriendo como un mendigo sobre
los muelles de mármol, le dí caza.

Al final del camino, Junto a un bosque de


laureles, la envolví ciñendo sus velos y sentí
algo de su cuerpo inmenso. El alba y el niño
cayeron bajo el bosque.

Al despertar, era mediodía.

102
BEING BEAUTEOUS

Frente a la nieve, un Ser de belleza de eleva-


da talla. Silbidos de muerte y círculos de mú-
sica sorda hacen subir, ensancharse y temblar
como un espectro ese cuerpo adorado. Heridas
negras y escarlatas brillan en las carnes magní-
ficas. Los colores propios de la vida se recar-
gan) danzan y se desprenden en torno a la vi-
sión, sobre el cantero. Los estremecimientos se
alzan y gruñen y el sabor furioso de estos efec-
tos · se torna más grávido con los silbidos mor-
tales y las roncas músicas que el mundo, tras de
nosotros, desde la lejanía, arroja sobre nuestra
nladre de belleza. Ella retrocede, se yergue .
. j Ah! nuestros huesos revisten un nuevo cuerpo
anloroso.
j Oh el rostro ceniciento, la panoplia de crin,
los brazos de cristal! El cañón sobre el cual
debo abatirme en la confusión de los árboles y
del aura suave!

103
A UNA RAZON

Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga


todos los sonidos y la nueva armonía comienza.

Un paso tuyo, es la leva de los hombres nue-


vos y su marcha.

Tu cabeza se mueve: el nuevo amor! Tu ca-


beza se vuelve: el nuevo amor!

"Cambia nuestra suerte, acribilla las balan-


zas, empezando por el tiempo", te cantan estos
niños. "Levanta -se te implora- no importa
dónde, la sustancia de nuestros sueños y de
nuestra fortuna".

Llegada desde siempre, irás por dondequiera.

104
AN GU STI A

¿P odrá Ella inspirarme el perdón de mis


ambiciones de continuo destrozadas? ¿ O un
término feliz remediar las épocas de indigen-
cia? ¿ O un día de éxito adormecernos ocultán-
donos la vergüenza de nuestra incapacidad
fatal?

(j Oh palmas! j Diamante! i Amor, fuerza!


i Más alto que todas las glorias y alegrías -en
tod'a s las formas, por todas partes- demonio,
dios, juventud de este ser: yo!)

La variedad de la magia científica y los mo-


vimientos de fraternidad social, ¿ podrán de-
searse como gradual restitución de la sinceridad
primera?

Mas la \T ampira que nos vuelve gentiles or-


dena distraernos con lo que ella nos deja, o ser,
de lo contrario, más maliciosos.

Revolver sobre las llagas, por el aire cansa-

lOS
dor y por el mar; en los suplicios, por el silencio
de las aguas y el aire mortíferos; en las tortu-
ras que ríen, en su silencio atrozmente batido
Sln cesar.

106
CUENTO

Sentíase molesto cierto Príncipe por no ocu-


parse más que en la perfección de las gene-
rosidades vulgares. Preveía asombrosas revo-
luciones del amor y sospechaba en sus mujeres
posibilidades mejores que esa complacencia
aderezada de cielo y de lujo. Quería ver la ver-
dad, la hora del deseo y de la satisfacción esen-
ciales. Fuese o no eso una aberración de piedad,
lo quiso. Poseía al menos un gran poder hu-
mano.

Todas las mujeres que lo habían conocido


fueron asesinadas. ¡ Qué saque_o del jardín de
la Belleza! Bajo la espada, lo bendijeron. N o
ordenó otras nuevas. Las mujeres reapare-
CIeron.

Mató a todos aquellos que lo seguían des-


pués de la caza o de las libaciones. Todos lo
seguían.

Se entretuvo degollando las bestias de lujo.


Hizo arder los palacios. Se arrojaba sobre las

107
gentes y las cortaba en pedazos. La muchedum-
bre, los techos de oro y las hermosas bestias
exis tían aún.

jEs posible extasiarse en la destrucción, re-


juvenecerse por la crueldad! El pueblo no mur-
muró. Nadie ofreció el aporte de sus consejos.

Una tarde, galopaba arrogante. Un Genio


apareció, de belleza inefable y hasta inconfesa-
ble. j De su fisonomía y de su porte fluía la pro-
mesa de un amor múltiple y complejo! j De una
dicha indecible, aun más, insoportable! El
Príncipe y el Genio se aniquilaron probable-
lnente en la salud esencial. ¿ Cómo habrían po-
dido no morir? Juntos, pues, murieron.

Pero este Príncipe falleció, en su palacio, a


una edad ordinaria. El Príncipe era el Genio.
El Genio era el Príncipe. La música sabia falta
en nuestro deseo.

108
GENIO

El es el afecto y lo presente, pues ha hecho la


casa abierta al invierno espumoso y al rU1110r
del estío;' él, que ha purificado las bebidas y los
alimentos; él, que es el encanto de los sitios
fugaces y la delicia sobrehumana de las esta-
ciones. Es el afecto y el porvenir, la fuerza, y el
amor que nosotros, plantados en Inedio de la
cólera y el tedio, ven10S pasar por un cielo de
tempestad entre banderas de éxtasis.

El es el amor, medida perfecta y reinventada,


razón maravillosa e imprevista. Es la eterni-
dad: máquina amada de las cualidades fatales.
Todos hemos tenido el espanto de su concesión
y de la nuestra: i oh goce de nuestra salud, im-
pulso de nuestras facultades, afección egoísta
y pasión por él! El, que nos ama por su 'vida in-
finita ...

y nosotros lo recordamos y él pasa. .. y si


la Adoración se aleja, suena aún su promesa:
"j Atrás esas supersticiones, estos viejos cuer-

109
pos, estos asuntos y estas edades. Es esta época
la que ha naufragado !".

El ya no se irá, no volverá a descender de un


cielo, no realizará la redención de la cólera de
las mujeres ni de la alegría de los hombres ni
de todo este Pecado: pues hecho está, ya que él
es y es amado.

i Oh sus soplos, sus cabezas, sus derroteros:


la terrible celeridad de la perfección de las for-
mas y de la acción!

i Oh fecundidad del espíritu e inmensidad del


universo!

i Su cuerpo! la soñada desenvoltura, el rom-


pimiento de la gracia cruzada de violencia nue-
va!

j Su vista! i Su vista! i todas las antiguas su-


nlisiones y. las penas evitadas tras de sí!

i Su día! la supresión de todos los sufrimien-


tos tnóviles y sonoros en la música más intensa.

i Su paso! las tnigraciones más enormes que


las antiguas invasiones.

i Oh él Y nosotros! el orgullo más benévolo


que las caridades perdidas.

110
jOh Inundo! j Y el canto claro de las desgra-
cias nuevas!

El nos ha conocido a todos y a todos nos ha


amado: sepanl0S, en esta noche de invierno, d e
cabo a cabo, desde el polo tumultuoso al casti-
110, de la muchedunlbre a la soledad, de mira-
rlas en miradas, fuerzas y sentitnientos fatiga-
dos, llamarlo y verlo y despedirlo y, bajo las
mareas y en lo alto de los desiertos de nieve,
seglur sus nliradas, sus soplos, su cu erpo , su
día.

111
SALDO

¡A vender eso que los Judíos no han vendi-


do, eso que la nobleza ni el crimen han gustado,
eso que ignoran el Amor lnaldito y la probidad
infernal de las masas! Eso que no tienen por
qué reconocer ni el tiempo ni la ciencia:

Las Voces reconstruídas, el despertar unáni-


lne de todas las energías corales y orquestales
y sus inmediatas aplicaciones j Ocasión única
de liberar nuestros sentidos!

j A vender los Cuerpos sin precio, fuera de to-


da raza, de todo mundo, de todo sexo, de toda
descendencia! j Las riquezas manando a cada
paso! j Saldo incontrolado de diamantes!

j A vender la anarquía para las masas! j La sa-


tisfacción irreprimible para los aficionados su-
periores, la muerte atroz para los fieles y los
amantes 1

j A vender las habitaciones y las migraciones,


los deportes, hechizos y comodidades perfectas,

112
y el ruido, el movimiento y el porvenIr que
traen!

j A vender las aplicaciones del cálculo y los


saltos de armonía inauditos! Los hallazgos y
términos insospechados, posesión inmediata.

jImpetu insensato e infinito hacia esplendo-


res invisibles, hacia delicias insensibles - y sus
en10q uecedores secretos para cada vicio- y su
horroroso regocijo para la muchedumbre!

j A vender los Cuerpos, las voces, la enorme


opulencia indiscutible, 10 que no se venderá
jamás! j Los vendedores no han terminado el
saldo! Los viajantes no dejarán su comisión tan
pronto.

113
· INDICE
INDICE

PÁG.

Prefacio del Edito?' 5

}EAN-ARTHUR RIMBAUD (noticia biográfica) 7

RIMBAUD y LAS "ILUMINACIONES", estudio y


notas de Alfredo Terzaga . . ... . ............ . . 11

DESPUES DEL DILUVIO ........... . . .. . ... . 35

INFANCIA - 1 "Este ídolo" . ....... . . .... .. 37


n "Es ella, la muerta pequeña" . . 39
In "En el bosque hay un pájaro" 41
IV '')70 soy el santo" ...... .. ... 42
V "Que me alquilen por fin" . . . . 43

JUVENTUD - 1 Domingo ................... 44


n Soneto ..................... 45
.In Veinte años ................ 46
IV "Estás aún en la tentación" .. 47

VIDAS 1 "¡Oh las enormes avenidas!" . . 48


n "Soy un inventor benemérito" 49
nI "En un granero donde fuí en-
cerrado" ..... . ............. 50
PÁG.

VAGABUNDOS .... . .......................... 51

VIGILIAS - I "Es el reposo iluminado" .. . . 53


II e La iluminación vuelve" . . . . . . 54
III "Noche. Las lámparal' .. .. . . 55

FRASES ........ . .... .. . . . . ..... . ........ . . .. . 56


HUELLAS .. . .. . ... . ........ . ..... . .... .. . . . . 59
FIESTA DE INVIERNO . ........ . . .. .... . . .. . 60
REALEZA ........ .. ... . ............. . ....... . 61
ESCENAS .......... .. ... .. ............ .. .... . 62
FLORES ............. . ....... . ...... . .. . . .. . . 64
MARINA ... .. ... . . . .. ................ . . . . . .. . 65
MISTICA .. ... .. ..... . .. .... . . . . . ..... . .... . . 66
ANTIGUO 67
BARBARO ............ . . . . . .. .. . . .... . ...... . 68
OBREROS ........... . .. . ........ . .... . .. .. . . 70
NOCHE HISTORICA ..... . .. ... . . ..... . .. . . . . 72
METROPOLITANO . .... .. . . . ................ . 74
BOTTOM . . . ... . . . . . . . .... . ... . .. . ....... . . . . 76
DEVOCION . . . ...... . .. .. ....... .. . .... ..... . 77
PARADA ............ . ... . .. . . . .. ... .. .. .. . . . . 79
DEMOCRACIA ... . .. . . .. . . .... . . . . . .. .. .... . . 81
GUERRA . . ... . .. ... .. . ... . ...... .. ... . .. .. .. . 82
NOCTURNO VULGAR .............. . . . . . ... . . 83
MOVIMIENTO .. .. . . .. . . . .. . . ... . ... . ....... . 85
DESPERTAR DE EMBRIAGUEZ ..... . . . . . . . .. . 87
LOS PUENTES . ...... .. .......... .. . .. ... . .. . 89
CIUDAD . ........ .. . .. .. . . . ................. . 90
PÁG,

CIUDADES (1) , ..... .. ......... , .. ,....... ... 91


PROMONTORIO ...... . ............... . ...... 93
CIUDADES (11) .......... .......... . .. .... ,.. 95
PARTIDA .. " ........... "................... 98
H .... ........ ... ...... .... .. ... . .......... ,.. 99
FAIRY .. ... ..... ... ....... .. , ........ ".,.... 100
ALBA ................... .. ............. , .. ". 101
BEING BEAUTEOUS ......................... 103
A UNA RAZON ...... ,.......... .. ....... ... . 104
ANGUSTIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 105
CUENTO ........ , .......... . ........ . ....... 107
GENIO .................................... . . 109
SALDO ................... , . . ' ., . ....... .... . . 112
ESTE LIBRO SE TERMINÓ DE IMPRIMIR
EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE LA EDI-
TORIAL ASSANDRI , EL 30 DE DICIEMBRE
DE 1955.
COLECCION CAMPANA DE FUEGO

Títulos publicados:

RIMBAUD: ILUMINACIONES
Estudio 3J veTSión de A. TeTzaga

NOVALIS: HIMNOS A LA NOCHE


CANTOS ESPIRITUALES

Estudio 3J veTSión de A. TeTzaga

HOLDERLIN : P O E M A S
PTólogo, veTsión 3J notas de José Vicente AlvaTez

En pTepaTación:

RILKE : ELEGIAS DE DUINO


SONETOS A ORFEO

TTaducciones de José Vicente AlvaTez


3J estudio de A. TeTzaga

MALLARME : IGITUR

Estudio 3J veTSión de Agustín O. LaTTauTi

EDICIONES ASSANDRI

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