You are on page 1of 66

CUANDO LAS HOJAS CAEN

de

Amalia Castillo Ledón


Amplio hall con magníficos muebles estilo colonial. Al fondo gran puerta que
da a una terraza adornada con plantas; puerta a la izquierda que comunica con la
sala, y a la derecha, dos: la del primer término, que conduce a la calle, y la del
segundo, a las habitaciones interiores.

Aparecen, por la puerta que da a la terraza, doña CLARA y la PROFESORA


de su hijo MAURICIO. Doña CLARA, mujer de gran belleza y como de 35 años de
edad, viste un sencillo pero elegante traje de tarde.

CLARA
¿De manera que usted cree que el niño puede seguir estudiando en esa forma?
¿No le parece que se fatiga demasiado?

PROFESORA
No, señora, tenga usted confianza en mí. Yo le aseguro que en cuanto note en él
la más ligera distracción, que es una señal de cansancio, suspendo las lecciones y
me lo llevo a jugar.

CLARA
Es tan delicado mi pobre Mauricio, que casi no debería dejarlo que estudiara
todavía. Yo quisiera que se pasara los días corriendo por el jardín; pero él se
empeña en estudiar, una clase le divierte más que ningún juego, ¿ha visto?

PROFESORA
¿Cómo no? ¡Es asombroso! Pero realmente no debemos permitir que se fatigue...
es demasiado pequeño. Ya tendrá tiempo para aprender muchas cosas, todas
cuantas quiera y hasta las que no quiera, porque la vida enseña siempre, enseña
más de lo que debería enseñar.

CLARA
Es muy listo para sus pocos años, y me preocupa por ello... Las madres siempre
creemos que nuestros hijos son más inteligentes que los demás, y es que
asistimos a su desarrollo constante, y cada paso de ellos nos parece una
maravilla, y lo es. ¡Un niño es siempre algo maravilloso!

PROFESORA
¡Ya lo creo! ¡Son encantadores!

CLARA
¿Le gustan mucho los niños?

PROFESORA
Muchísimo. El día que yo no tuviera discípulos pequeños, me sentiría muy sola,
muy triste...

CLARA
¿No tiene usted hermanitos?

PROFESORA
Ya sabe usted que vivo completamente sola. No tengo a nadie en el mundo.

CLARA
Ha de ser terrible vivir así. ¿Y por qué no se casa usted?

PROFESORA
No todas tenemos suerte...

CLARA
Con seguridad que pretendientes no le habrán faltado.

PROFESORA
Pero ninguno de mi gusto. Ya lo ve usted: las mujeres estamos condenadas a la
triste condición de esperar. Si ellos nada nos dicen, nos resignamos a quedarnos
solas. Cuántas veces ve una de nosotras cerca, muy cerca algún hombre que
puede hacer nuestra felicidad, y si éste no vuelve la cabeza para mirarnos, pasa
de largo, y nosotras lo vemos que se va, que se va, y con él la ilusión de un
instante, ¡quizá de una vida!

CLARA
Y cuando ese hombre a quien usted se refiere no pasa, sino que se detiene a
mirarnos a los ojos...

PROFESORA
¡Eso es la dicha, la suprema felicidad! Pero eso, desgraciadamente, no pasa más
que en las películas yanquis...

CLARA
¡No, no! se equivoca usted.

PROFESORA
¿Sabe algún caso concreto?

CLARA
Nada menos que el mío.

PROFESORA
¿Es posible?

CLARA
Sí. Mi marido y yo nos quisimos con locura; fuimos muy felices, tanto, que en
ocasiones, y cuando más contenta estaba, el corazón me decía que aquella
existencia tan fácil y tan hermosa no podría durar mucho, que era demasiado para
un mortal. Temía yo el desquite que suele tomarse la vida. Y ya lo ve usted: él
murió muy pronto, y yo me quedé sola con mis dos hijos, y con el recuerdo de
aquellos días que no han de volver nunca.

PROFESORA
Ya ve usted cómo la dicha no es completa. Usted realizó su ideal, pero el encanto
se acabó luego.

CLARA
Es natural. Las dichas supremas, las satisfacciones profundas, son siempre
fugaces; pero realizar cualquier ideal, gozar una hora tan sólo de plenitud,
equivale a vivir toda una vida; a más todavía si se quiere.

PROFESORA
¿Y va a vivir usted siempre de aquel recuerdo?

CLARA
¿Por qué no? y mucho más cuando el recuerdo es viviente. ¡Alicia y Mauricio! Yo
procuraré que los dos sean venturosos. Con todas mis fuerzas los apartaré de
toda asechanza, de toda maldad, de toda hipocresía, para que sean tan felices
como lo fui yo.

PROFESORA
Mauricio será diplomático, igual que su padre, ¿verdad?

CLARA
Tal vez no. Los tiempos han cambiado mucho... ¡En fin! Él dirá lo que quiera ser,
llegado el caso. (Entran ALICIA, hija de doña CLARA, de 18 años y bella como su
madre; MARÍA, su prima, y JORGE BERMUDEZ, hombre de gran figura,
acaudalado y distinguido; pero cuarentón y con visibles aires de cansancio, debido
a su existencia de aventuras y placeres).

JORGE
Buenas tardes.

ALICIA
¡Ay mamá! ¡qué tarde más bonita!

MARÍA
¡Preciosa! Había tanta gente en Chapultepec que parecía domingo.

PROFESORA
Con permiso de ustedes, me voy ya. Hasta mañana, señora.
CLARA
Hasta mañana. (La profesora se despide con una cortesía de los demás, cortesía
a la que corresponden, y sale por la izquierda).

JORGE
(A CLARA). ¿Y por qué no fue usted con nosotros? ¿Qué hace aquí entre estas
cuatro paredes?

CLARA
Recordar... ya lo sabe usted.

JORGE
(Insinuante). ¿Cuándo se olvidará de todo lo que fue, para que puedan interesarle
el presente y los seres que vivimos en él?

CLARA
Me interesan más de lo que se imagina, y aun me preocupan.

JORGE
¿De veras?

CLARA
Ya lo creo. Si soy como toda la gente. Sólo que de vez en cuando vuelvo los ojos
atrás y... ¡claro! me emociono. Igual cosa que me pasa cuando pienso en el
porvenir; es decir, en el porvenir de mis hijos, ya que el mío bien definido está.

JORGE
¡Quién sabe! ¡Quién sabe! ¡es usted tan linda!

CLARA
¡Vaya! ¡Vaya! Hablemos de otra cosa. ¿Estuvieron contentos en el bosque?

ALICIA
Muy contentos. Chapultepec es siempre delicioso. Recorrimos toda la avenida del
Rey, y fuimos después a sentarnos a la glorieta del Quijote. Hizo una tarde divina,
y regresamos a la ciudad hasta que empezó a sentirse el frío. ¡Ay, mamá! Te
aseguro que nunca había gozado tanto en un paseo como hoy. Sería por los
compañeros que llevaba. María sólo ve el lado optimista y festivo de las cosas...
todo le parece gracioso... en tanto que Jorge pone en todo cierta melancolía
elegante. Usted debía haber sido poeta, Jorge...

JORGE
¿Yo?

ALICIA
¡Claro! Tiene usted una visión tan fina de arte, que en todo halla el sentido de la
estética.
JORGE
Le aseguro que es la primera noticia que tengo sobre el particular.

CLARA
Y yo.

MARÍA
(Riendo). ¡Tiene gracia!

ALICIA
Pues es curioso que nadie más que yo note su intuición artística, yo creía que la
habían observado todos. ¿Seré yo misma quien lo ve todo poético y hermoso
siempre que estoy con él?

CLARA
¡Alicia!

ALICIA
Hoy he pasado una tarde encantadora, divina, y yo creo que fue porque iba con
Jorge. ¡Hacia tanto tiempo que no paseaba en su compañía!

CLARA
¡Pero hija! No digas tú esas cosas. ¡Espera a que él sea quien las diga!

JORGE
(Confundido). ¡Señora!

MARÍA
¡Pero no se ponga colorado, Jorge! Como si no supiera toda la gente el secretillo
que ustedes se traen... (Riendo maliciosamente).

ALICIA
¡María, por Dios! Que ahora la mortificada soy yo. Jorge, dígale a María que no es
cierto nada de eso que dicen por todas partes... porque en todas partes lo dicen,
¡figúrate, mamá! (CLARA y MARÍA ríen).

JORGE
No sé qué es lo que se cuenta. Yo no he sabido nada.

MARÍA
No se haga el inocente, porque mientras más misterio pongan en esto, más pronto
cundirá la noticia.

JORGE
Pues no puedo comprender...
CLARA
¿Quieren que cambiemos de conversación? En este asunto, parece que nadie
está de acuerdo.

ALICIA
Sí, sí, mamá, ¡por favor!

CLARA
Ahora en la tarde, cuando ustedes salieron de paseo, vinieron la señorita Méndez
y Josefina Alcocer a invitarnos para una kermesse de beneficencia que andan
organizando. Parece que va a haber concurso de puestos y de trajes de fantasía...
Yo acepté desde luego la invitación, y hasta me tomé la libertad de decir que usted
(A JORGE) iría con nosotras.

JORGE
Perfectamente. Ya sabe que sus deseos son órdenes para mí.

CLARA
Muchas gracias, usted siempre tan galante.

ALICIA
¿Y cuándo va a ser esa famosa kermesse?

CLARA
Todavía no se ha fijado la fecha.

MARÍA
¿Yo no voy con ustedes?

CLARA
¡Cómo no! eso ya se sabe.

ALICIA
¿Qué vestido será bueno llevar? Hay que pensarlo con toda anticipación, porque
eso ya va siendo cosa difícil, desde que todos los disfraces son tan traídos y
llevados. De colombina se viste medio mundo, de orientales el otro medio, y de
portuguesas, de estilo Luis XV, y de...

MARÍA
(Riendo). Ya, ¡qué lugar les dejas! Sin embargo, el traje 1830 es muy bonito y no
se lleva mucho...

CLARA
En el baile de Palacio había como media docena de muchachas vestidas así.

JORGE
Yo tengo unas revistas neoyorquinas donde vienen retratos de las chicas de los
Follies, con unos trajes caprichosísimos... un traje así, sería una verdadera
novedad.

ALICIA
Tiene razón Jorge. Un traje de esos debe de ser precioso. Yo me vestiré así. ¡Ya
está dicho!

JORGE
Sólo que no recuerdo qué hice con la revista. Sé que la tengo, pero no sé en
dónde.

MARÍA
Yo tengo una igual. ¿Es el número del “Theatre” del mes pasado?

JORGE
Justamente.

MARÍA
Pues es la misma. Sólo que la presto con una condición: que mi traje ha de ser
igual al de Alicia, porque si lo escogió ya Jorge, que tiene tan buen gusto, debe de
ser una preciosidad.

ALICIA
¡Naturalmente!

CLARA
¡Seguro!

JORGE
Me parece muy bien, así habrá homogeneidad en el puesto. Usted, Clara, llevará
el mismo traje, ¿no es así?

CLARA
¿Yo? ¡Qué atrocidad! ¿Qué pensarán de mí? Ni por mi figura ni por mi edad estoy
ya para esos chistes.

JORGE
Eso de la edad es una coquetería.

ALICIA
¡Claro! ¡Como que muchas pollitas ya quisieran su belleza y su gracia para un día
de fiesta!

MARÍA
Sí, tía, porque cuando voy contigo a la calle, no me negarás que todos se fijan en
ti, ¡y en cambio a mí ni quien me haga caso!
ALICIA
¿No es verdad, Jorge, que es muy linda mi madrecita?

JORGE
(Envuelve a CLARA en una mirada larga y apasionada. Quisiera decir muchas
cosas, pero solamente responde muy despacio). ¡Sí!

CLARA
Si no tuviera precisamente los años que tengo, ya me habrían llenado de humo la
cabeza. Les agradezco infinito ese apasionamiento con que me tratan.

MARÍA
Bueno, entonces no hay más que decir. Voy a casa por los cuadernos.

JORGE
Yo también me despido.

ALICIA
¡Tan pronto!

JORGE
Me he pasado toda la tarde con ustedes.

CLARA
Hoy en la noche vienen a casa algunos amigos nuestros. ¿Quiere usted cenar con
nosotros?

JORGE
Si usted así lo dispone.

CLARA
Lo invito solamente.

JORGE
Encantado.

MARÍA
(A JORGE). ¿Quiere entonces acompañarme a casa para traer la revista?
Volvemos luego.

JORGE
Con mucho gusto.

MARÍA
Hasta muy pronto...
ALICIA
Sí... no tarden... (Aparte a MARÍA). ¿Por qué te llevas a Jorge?

MARÍA
(Riendo). ¡Pero oye, tú! ¡Si no me lo voy a robar! (Salen los dos).

ALICIA
(Abrazando a CLARA). ¡Qué buena eres! ¡Cuánto te agradezco que lo hayas
invitado! ¿Si vieras qué cariñoso, qué simpático estuvo ahora en el paseo? Muy
cariñoso y muy solícito. Nos trató muy distinto a María y a mí. A ella, como a una
simple amiga, a mí, muy diferente, ¿sabes? Porque me hizo francas
insinuaciones. Primero me dijo con cierto misterio que me quería decir algo. Yo
quise que se explicara luego; pero se arrepintió, y me aseguró que me lo diría más
tarde. Después murmuró: ¡Si usted pudiera hacer algo por mí! Y yo le respondí
que todo lo que estuviera en mi mano, lo haría por él con mucho gusto. Me
preguntó en seguida si me gustaría viajar, y como yo le dijera que esa era mi
mayor ilusión, con una cara muy alegre me contestó: ¡Pues nos pasearemos
mucho! Por todo el mundo si es posible; pero antes tengo que rogarle a Dios que
me quiera la mujer a quien yo amo, y hoy mismo tengo que saberlo. ¡Así es que
hoy me declara su amor, sin remedio, mamá! ¿Comprendes cuánta es mi alegría?
¡Inmensa! ¡Infinita!

CLARA
Me suponía algo de eso. Tu actitud era un poco extraña; estabas algo locuaz,
hablabas con cierta seguridad y hasta con orgullo...

ALICIA
Casi no sé lo que he dicho o lo que he hecho. ¡Estoy fuera de mí!

CLARA
Pues ya sabes que cuentas con mi aprobación de antemano, porque Jorge es la
persona que me gusta más para ti. Es acaudalado, distinguido, inteligentísimo, y
en su porte creo descubrir seriedad y reposo. Estoy segura de que será un buen
marido. Es cierto que en su vida ha habido mucho de aventuras y hasta de vicios;
pero todo eso ya pasó. Y sobre todo que hay un refrán que dice: “Hombre soltero
paseado, no pasea de casado.”

ALICIA
¡Estoy loca de alegría! ¡Cuánto he esperado este momento! ¡Creí que no llegaba
nunca! Estoy tan nerviosa que a pesar de quererlo tanto, y de tener tantos deseos
de saber lo que me irá a decir, quisiera que este instante de ilusión se prolongara
mucho, mucho, indefinidamente... ¡Pero no! Más vale que venga pronto, y que me
diga muchas cosas bonitas, y poder llamarle ya “mi novio.” ¡Qué felicidad! Porque
tú no vas a ponerte triste cuando yo me case, ¿verdad?

CLARA
No, todo lo contrario. Seré tan feliz como tú.
ALICIA
Voy a cambiarme de vestido... Ninguno me parece suficientemente bonito para
esta noche. Quisiera que al verme, Jorge se sintiera orgulloso por haberme
elegido. ¿Qué traje me pondré?

CLARA
Cualquiera. Con cualquiera estarás muy bien teniendo esa alegría en la cara.
Estás hoy radiante.

ALICIA
Acompáñame entonces... (CLARA asiente con la cabeza y las dos se dirigen a la
puerta que conduce a las habitaciones interiores). ¿Tú crees que no sería mal
visto que...?

CLARA
¿Qué?

ALICIA
¿Qué yo me le insinuara?

(Mutis. Entra una criada haciendo pasar a MR. GREEN, americano de unos 45
años, y a su sobrino JOSÉ, muchacho nacido en México y muy mexicano).

CRIADA
Pasen ustedes. La señora y la señorita no tardarán en venir. Voy a abrirles la sala.
(Se dirigen a la puerta derecha).

MR. GREEN
¡Oh no! Aquí estar bien. Esperaremos aquí a las señoras.

JOSE
Sí, no se moleste. Aquí esperaremos.

CRIADA
Como ustedes gusten. (Mutis foro).

MR. GREEN
(Se dirige a la terraza, ve para uno y otro lado). ¡All right! Esta casa está
perfectamente situada. Yo quisiera comprarla. En cuanto entrar doña Clara, yo
proponerle este negocio...

JOSE
No, tío, ¡qué atrocidad! La señora no vende nada. Ésta es una vieja casa que ha
pasado de padres a hijos, ¡además de que es una joya de la época colonial!

MR. GREEN
¡Yes! Por eso yo quiere comprarla. Gustarme mucho todo lo de tiempos antiguos.
Mi ofrece a ella mucho dinero. ¡Business is business!

JOSE
Pero es que doña Clara es bastante rica, ya lo sabes, y tanto la casa como sus
colecciones y sus cuadros, los conserva como reliquias de su familia.

MR. GREEN
¡Oh! Por mí no haber más reliquia que Clarita. ¡Mí estar enamorado de ella! ¡Mí
gustarme mucho! ¡ah! (Suspiro prolongado).

JOSE
Ya lo sé; y la mejor solución es que usted se case con ella y así la casa será de
los dos. ¿Qué le parece?

MR. GREEN
¡Perfectly well! Pero si venderme a mí la casa, sería un buen negocio para ella...

JOSE
Eso sería algo ofensivo para ella, ¡como si usted le propusiera comprarle a su hija!

MR. GREEN
¡Oh no! Mí no quiere su hija. Mí quiere a ella mejor. ¡A ella mejor!

JOSE
¡Silencio! Parece que vienen... (Entra CLARA).

CLARA
¡Buenas noches, Mr. Green! José, ¿cómo le va? Pero siéntense ustedes. ¡Qué
milagro verlos por aquí! ¿Cuándo llegó usted a México, Mr. Green?

MR. GREEN
Ayer mañana.

CLARA
Y traerá muchos asuntos, ¿eh? Porque usted es el hombre de los negocios.
Desde que usted se fue de aquí, no hemos tenido un Cónsul más activo.

MR. GREEN
Muchas gracias. Mí piensa hacer algunas inversiones. Mi quiere comprar una casa
colonial, una biblioteca mexicana mucho completa, y también quiere otra cosita...
(Se ríe).

CLARA
¿Otra cosita? ¿Y qué es?

JOSE
¡Vamos, tío!

MR. GREEN
¿Qué ser? ¡Oh! Una cosa mucho bonita por mí. Por eso mí venir a verla...

JOSE
(Interrumpiendo). ¡Sí, eso es! Mi tío ha venido a verla para... Sí, porque pensó que
después ya no tendría tiempo.

CLARA
Pues muchas gracias, le agradezco mucho su atención. Ha sido usted tan buen
amigo nuestro... ¡y yo no lo podré olvidar a usted nunca!

MR. GREEN
(Con alegría ingenua). ¿Nunca? ¿Usted decir nunca? ¡Oh! ¡Very well!
(Estrechando la mano de CLARA). Yo tampoco poder olvidarla a usted... ¡Oh no!
¡porque... porque... mí amar a usted con todo mi corazón!

CLARA
¡Pero, Mr. Green! (Sorprendida).

MR. GREEN
¡Yes! ¡Mí ya decirlo! ¡Mí no gusta de irme por los ramitos...!

CLARA
¿Por los ramitos?

JOSE
(Riendo). No, tío; se dice: no me gusta andarme por las ramas.

MR. GREEN
¿Por las ramas? It is the same thing: ramas que ramitos...

CLARA
Pero es que yo no pienso ya en esas cosas, ¡ya no es tiempo!

MR. GREEN
Pero mí si piensa.

CLARA
Además, que yo recuerdo mucho a mi esposo todavía...

MR. GREEN
Eso no importame. Estando yo junto a usted, ¡el otro irse!

CLARA
¡No, Mr. Green! Yo sólo podría casarme por amor, y eso ya pasó para mí.
MR. GREEN
Pero por mío no, ¡qué caramba! ¿Entonces no estimarme usted?

CLARA
Sí; pero no lo amo...

MR. GREEN
¡Eso no importame! ¡Mí la ama a usted y eso basta!

CLARA
No, Mr. Green. Eso es muy importante. Conforme a nuestras ideas, el amor es lo
principal en el matrimonio.

MR. GREEN
Esas ideas ser mucho atrasadas, propias del temperamento latino. Mí quiere
mucho a usted, usted casarse con mí, y usted después quererme a mí como mí
quererla a usted. ¡Surely!

CLARA
¡Mr. Green! Le suplico que no insista...

MR. GREEN
¡All right! ¡Mí venir de Estados Unidos por usted... por usted y por su país, que ser
verdaderamente marveloso! Una vez mí estar en Chapala, con un amigo, y los dos
estar admirando un atardecer... Mi amigo sólo decir encantado: “Wonderful!
Wonderful!” y después decirme a mí: “¡Estos mexicanos no tener un espíritu, no
tener alma, porque no saber mirar estas cosas tan bonitas!” Entonces mí decirle:
“¡Oh, no! ¡Usted no saber que los mexicanos miran tanto los crepúsculos, que por
eso no hacer nunca nada!” (Se ríe de buena gana).

CLARA
Observación curiosa, y muy cierta.

MR. GREEN
¡All right! Ahora mí decir a usted sólo una cosa. Si usted necesitar de mí alguna
vez, mí estar muy dichoso en servirla; y si usted tener una pena, mí vendrá por
consolarla. Usted no saber, Clara, lo que es vivir como mí vive. ¡Siempre solo!
¡Siempre triste, apesadumbrado!

JOSE
¡Vamos, tío! Si se pone usted melancólico, mejor nos marchamos.

ALICIA
(Entrando). ¡Buenas noches, Mr. Green! ¡Qué gusto de verlo por su casa!

MR. GREEN
¡Good evening, Miss Alice!

ALICIA
¡Ah! Si José también está aquí. (Se acerca a él). ¿Qué tal? ¿Cómo van esos
estudios? ¿Siempre se va a los Estados Unidos?

JOSE
No, ¡Dios me ampare! Yo estoy muy bien en mi patria. ¿Qué voy a hacer allá?

ALICIA
Pues a divertirse y a hacernos hombres de provecho, porque aquel país tiene
fama de formar hombres de acción.

MR. GREEN
Es verdad, José ser americano y debe ir.

JOSE
No, tío, yo soy mexicano, ¡y muy mexicano!

CLARA
Es muy raro que un muchacho con sangre americana, se sienta de otra raza por
haber nacido en México. El americano no se adapta nunca a ningún país que no
sea el suyo.

MR. GREEN
Si usted me quiere a mí, yo me adapto inmediatamente.

JOSE
Sí, son muy provincialistas y muy orgullosos los americanos; pero como yo soy
mexicanito, es muy diferente.

CLARA
Muy bien, José.

JOSE
Y usted, Alicia, ¿siempre se va a ir a Europa?

ALICIA
No, ¡qué me voy a ir! Ahora tengo otros proyectos muy distintos, ¿Verdad, mamá?

CLARA
Sí. Probablemente muy pronto les comunicaremos una noticia muy sensacional.

ALICIA
¡Estoy loca de alegría! (Se va corriendo a la terraza, se asoma a ver si viene
alguien, y vuelve a escena).
MR. GREEN
(Alarmado). ¿Loca? ¿Estar loca Miss Alice? ¡Mí no saber nada! ¿Cuándo volverse
loca? (Todos se ríen).

CLARA
No, Mr. Green, ¡qué va a estar! Usted olvida que en México hablamos muy a
menudo en sentido figurado...

JOSE
Sí, tío, aquí se fantasea, se exagera, pero todos nos entendemos... Alicia ha
querido decir que tiene muchísima alegría.

MR. GREEN
¡Oh, yes! ¡Mí entiende ahora! ¡Mí estar tranquilo!

MARÍA
(Entrando). ¿Ya ves que pronto volví? Buenas noches, Mr. Green.

MR. GREEN
¡Oh! Mucho gusto, Miss Mary.

MARÍA
¡José!

JOSE
¡Mariquita linda!

MARÍA
Parece que me va a usted a cantar la canción que empieza así...

JOSE
Puede ser que la cante... (Bajando la voz) ¡pero al oído!

MARÍA
¡Cuidado, que lo van a oír! (Se apartan a hablar solos).

ALICIA
¿Qué pasó con Jorge, María?

MARÍA
Se detuvo en la puerta con algunas personas. Llegará luego.

CRIADA
(Anunciando). Las señoritas Figueroa.

SEÑORITA 1ª
Muy buenas noche.
SEÑORITA 2ª
Buenas noches.

CLARA
Muy buenas.

ALICIA
Creí que no vendrían.

SEÑORITA 1ª
¿Llegamos tarde?

CLARA
A muy buen tiempo. ¿Conocen ustedes a Mr. Green?

SEÑORITA 2ª
Sí, ya tenemos el gusto.

MR. GREEN
¡Yes! Yo conozco Figueroa. ¿Cómo le va, Figueroa? (Dirigiéndose a la otra). Otra
Figueroa. Mí acordarme. Miss Figueroa tocar muy bien el piano.

SEÑORITA 1ª
Muchas gracias. Sí toco, pero no muy bien. Es amabilidad de usted, Mr. Green.

CRIADA
La señora y las señoritas Méndez. El señor Gutiérrez.

SEÑORA M.
Clarita, Alicia, ¿qué tal?

CLARA
Cuánto gusto de verla.

SEÑORA M.
(Hace un saludo general). Buenas noches.

MR. GREEN
Yo conozco Méndez.

ALICIA
(A ésta) Tengo que contarte algo. ¡Ya verás que notición! (Gutiérrez saluda en
silencio a CLARA y a los demás con inclinación de cabeza).

SEÑORA M.
Hemos tardado un poco porque estábamos en un té en la Legación Argentina.
SEÑORITA M.
Y como bailamos un tango Gutierritos y yo, pues... nos estuvimos.

MR. GREEN
¡Cómo! ¿Un tango en la Legación Argentina?

SEÑORITA M.
Y pusimos cátedra, ¿verdad, Gutiérrez?

MR. GREEN
¿Y el jarabe bailarlo ustedes también?

GUTIERREZ
¡Uh! ¡Si somos de Jalisco!

ALICIA
(A María). ¡Ay, tú! Están estos tan insoportables que se creen Pavley y Oukransky!

MARÍA
(Con malicia). ¡Oye! ¿Y a quién le toca ser Pavley, a él o a ella?

ALICIA
A cualquiera de los dos. (Se ríen).

SEÑORITA M.
(A Mr. GREEN). ¿A usted le gustan los bailes mexicanos?

MR. GREEN
¡Oh! ¡Certainly! Todo lo que ser de aquí. Gustarme mucho los sarapes de Saltillo,
las jícaras de Uruapan, los jarritos de Guadalajara, los talaveros de...

JOSE
¡Tío! ¡Parece usted una revista de modelos del Lírico! (Todos ríen).

CLARA
Pero pasen a la sala.

MR. GREEN
Usted primero...

CLARA
Yo iré en seguida. Alicia va con ustedes. Pasen. (Pasan todos menos CLARA.
Ésta toca un timbre, entra la CRIADA y pregunta). ¿Todo está listo en el comedor?

CRIADA
Todo, sí señora. (Mutis).
JORGE
(Entrando). Aquí me tiene usted de vuelta.

CLARA
Mucho gusto, amigo mío.

JORGE
(Insinuante). ¡Clara!

CLARA
Están ya en la sala las Figueroa y las Méndez. También Mr. Green, aquel Cónsul
americano, ¿recuerda?

JORGE
No.

CLARA
Vamos allá...

JORGE
No. Le suplico que nos quedemos aquí... (Cohibido).

CLARA
¿Qué le pasa a usted?

JORGE
No lo sé. Temo ser ridículo... pero hace tiempo que deseo hablar con usted. He
esperado esta oportunidad, y hoy que se presenta, ¡déjeme que la arrebate con
todas mis fuerzas!

CLARA
¿De qué se trata?

JORGE
Esta noche quiero decirle algo que traigo guardado en lo más íntimo y que me
quema el alma. Usted lo sabe, Clara. Todos tenemos un momento en la vida en
que las pasiones se agigantan y la existencia no es entonces más que una gran
inquietud... ¡es el temor! ¡Es la esperanza! Día con día ha ido creciendo mi cariño
y ahora es grande, ¡es inmenso! La quiero tanto que hasta me siento bueno. Yo
había creído que en mí no había ya ni un resto de bondad y de ternura, y ahora
me siento capaz de todas las noblezas y de todas las acciones buenas. Usted lo
sabía, ¿verdad?

CLARA
(Creyendo que le habla de ALICIA). Sí, ya Alicia me había dicho algo de eso.

JORGE
Pues bien... Ya que me he atrevido a hablar, quiero que nos casemos pronto, ¡muy
pronto! Yo no tengo edad para esperar.

CLARA
No creía yo que tuviera usted tanta prisa. ¡Muy bien! Yo también creo que es mejor
que el matrimonio sea pronto, así se evitan intrigas y disgustos. ¿Ya se lo dijo
usted a Alicia?

JORGE
(Sorprendido). ¿A Alicia? No.

CLARA
¿No? ¿Y por qué? Es verdad que usted ya sabe de sobra que ella lo adora. La
pobre no sabe disimular... Todo el mundo ha comprendido siempre el amor tan
grande que le tiene a usted.

JORGE
Perdone usted, pero el caso es que...

CLARA
¡Va a sentirse tan feliz cuando sepa que está usted loco por ella! Voy a llamarla.

JORGE
¡Clara, por favor! ¡Esto es terrible! Es que usted está creyendo...

CLARA
(Riendo). ¡Sí!, ¿qué le va a decir que sí en el acto?

JORGE
¡Espere, Clara! ¡Espere! Que le voy a descubrir...

CLARA
(En la puerta). ¡Alicia! ¡Alicia! ¡Hija mía!

ALICIA
(Entra). Di, mamá. ¡Ah, si ya está usted aquí! (Por JORGE).

CLARA
Sí, hija, y por eso te he llamado. Jorge acaba de decirme que te quiere, y lo ha
dicho con tal calor que es imposible dudarlo.

ALICIA
(Se acerca a JORGE que está desconcertado). ¡Por fin, Jorge! ¡Qué feliz soy
ahora! Usted no sabe cuánto he esperado este momento. Me lo imaginaba de
distinto modo... soñaba que... ¡Pero no! No lo digo ahora porque quizá sea
demasiado romántico...
CLARA
(A JORGE). No le dé pena. Dígale lo que quiera, que soy una madre a la
moderna.

JORGE
Es que estoy algo mortificado, porque...

ALICIA
(Con ingenuidad). ¿Por qué? ¡Nada más natural que querernos!

CLARA
Voy a llamar a nuestros amigos para darles la noticia, una noticia que todos
esperaban. (Se acerca a la puerta y llama). Señores, vengan ustedes para que
sepan las grandes novedades. (Entran todos de prisa).

MR. GREEN
¿Qué ser esto?

MARÍA
¿Qué pasa?

SEÑORITA F.
¿Qué sucede?

SEÑORA M.
¿Cuál es la novedad?

GUTIERREZ
(Sacando un carnet y un lápiz). ¿De qué se trata?

CLARA
¡Pues nada! Que aquí tienen ustedes a estos dos jóvenes declarados novios y
dispuestos a casarse rápidamente. (Todos hablan y comentan el suceso).

SEÑORITA M.
¡Me lo imaginaba! (A ALICIA). ¿Es eso lo que tenías que contarme?

ALICIA
¡Sí, eso!

SEÑORITA F.
¡Qué bien guardado lo tenían!

MARÍA
Yo si lo sabía ya, sólo que no creí que fuera tan pronto. (Abrazando a su prima).
¡Alicia! Mis felicitaciones, y que nos traigas la buena suerte. ¡A ver si nosotras te
seguimos! (Abrazos después a JORGE).
MR. GREEN
¡Oh! ¡Wonderfull! ¡Wonderfull! ¡Miss Alice! ¡Mr. George! (Les da un apretón de
manos. A CLARA aparte. Usted no ser ingrata con mí, ¡carramba! ¿Digo yo
también que casarnos usted y mí? (CLARA se ríe con alegría). ¡All right! ¡Mí
espera! ¡Mí espera siempre!

MARÍA
¿Y cuándo será la boda?

SEÑORITA M.
¡Queremos una gran fiesta!

SEÑORITA F.
¡Ah! ¡Esa no la perdonamos!

MR. GREEN
Un hurra por los prometidos.

TODOS
¡Hurra!

CLARA
¡Ahora, al comedor, a brindar por su felicidad! (Hacen mutis todos en animados
comentarios).

GUTIERREZ
(Escribiendo). Voy a llevar la noticia a mi periódico para que tenga la primacía.
(Hace mutis escribiendo).

ALICIA
(A JORGE que ha quedado muy pensativo). Vamos, Jorge, el brazo. (Se toma de
su brazo). ¿Verdad que vamos a ser muy dichosos?

JORGE
¡Sí! ¡Muy dichosos! (Con amargura).

TELÓN
SEGUNDO ACTO
Hall en la casa de JORGE y ALICIA, puesto elegantemente con todo el
confort moderno. Al fondo, una ancha puerta que comunica con una galería,
comunicando ésta, a su vez, con la calle. A la derecha, otra puerta, que da a las
habitaciones de ALICIA, y una a la izquierda, que comunica con la biblioteca de
JORGE. JORGE, sin mirar a ALICIA, está en medio de la habitación, saca varios
papeles de su cartera y los examina todos. En tanto ALICIA, se pasea de un lado
a otro, por fin se acerca a JORGE y le pone las manos sobre los hombros, luego
le quita los papeles y los guarda en la cartera. Se para frente a él, acerca mucho
su cara a la de JORGE y le habla con mimo.
ALICIA
No me has dado un beso hoy.

JORGE
(Sin brusquedad y retirándose suavemente). No me gusta darte un beso cuando tú
me lo pides. Ya lo sabes. Déjame ser espontáneo, déjame besarte cuando sienta
deseos de hacerlo, no por deber y en cualquier momento. (Se sienta y enciende
un cigarro; ella se acerca).

ALICIA
Es que yo juzgo por mí misma: yo siento ganas de besarte a toda hora.

JORGE
Es cuestión de humor, ¿sabes?

ALICIA
Te quiero tanto, tanto, que cuando te veo en la calle te encuentro tan interesante
que me ilusionas como la primera vez que te vi. Me parece que a tu paso se
empequeñecen los demás hombres, siento impulsos de abalanzarme hacia ti y
mostrarme a tu lado con orgullo, para que todos sepan que eres mío, sólo mío, y
abrazarte, y estrecharte contra mi pecho, y besarte y que en el beso se me escape
toda el alma. Así... así... (Lo besa).

JORGE
No seas niña, Alicia, puede llegar alguien y sorprendernos. Siéntate, sé razonable.

ALICIA
¡La eterna cosa! Siempre pidiéndome razón. ¡Qué sabe el amor de razón, si sale y
se desborda sin que yo lo sienta y sin que lo pueda contener! Es como una
corriente impetuosa...

JORGE
Pues aprende a poner un dique a tu espíritu.

ALICIA
¿Y para qué? Tú mismo has dicho que hay que ser siempre sinceros y
espontáneos. Acaba de irse Maruca, mi prima, y me he entristecido...

JORGE
¿Qué te ha dicho?

ALICIA
Nada triste, en realidad. Al contrario, tenía una alegría que contrastaba con mi
estado de ánimo, que me ofendía.

JORGE
Maruca siempre ha sido alegre.

ALICIA
Ahora más que nunca porque está enamorada. Y es tan feliz que me ha dado una
poquita de envidia. Dice que su novio la adora, que le dice de mil modos bonitos:
nena, muñeca, reina. Tú nunca me has llamado más que por mi nombre.

JORGE
Es que ellos son novios ahora... y es natural.

ALICIA
¿Y por qué no fuimos novios nosotros?

JORGE
¿Qué sé yo?

ALICIA
¿Por qué nos casamos sí, tan rápidamente? Dicen que el noviazgo es el reinado
de la mujer. Yo no tuve reinado, quizá no lo tendré nunca. Yo no supe de los largos
paseos sentimentales por las avenidas, del brazo del hombre amado; no supe de
un idilio por la ventana... A veces, cuando pienso que todo pudo haber sido, me
siento próxima a la desesperación y quisiera volver atrás y vivir de nuevo. Pero...
es irremediable.

JORGE
¡Eso! ¡Tú lo has dicho! ¡Si se pudiera volver atrás y rehacer la vida!

ALICIA
Siento celos y envidia de todo el mundo. Cuando estamos en público, miro parejas
de enamorados por todas partes, y pienso que somos como ellos y me acerco a ti,
y siento el encanto de tu presencia, la caricia de tu respiración; pero tú te retiras
fríamente, convenientemente, ¡y estamos entonces tan distantes! Tú en un polo y
yo en el otro, erguida en mi despecho. Es triste, ¿verdad?

JORGE
Tienes una cabeza muy llena de romanticismos y no quieres comprender que en
público no deben hacerse esas cosas. Son ridículas.

ALICIA
Pero eso no impide que en la intimidad del hogar se abra el corazón a la ternura.
Para eso es el matrimonio, para el amor.

JORGE
(Burlándose). Estás en un error. ¿Qué tiene que ver el matrimonio con el amor?
Son dos cosas totalmente distintas. Los esposos deben ser esposos; es decir,
amigos, no amantes. El amor es una aventura, un placer, un pasatiempo. El
matrimonio es cosa diversa, debe ser vida pacífica, para cuidarse, para calcular,
para ocuparse de sus intereses, de sus labores.

ALICIA
(Espantada de lo que oye). ¿Pero es posible que pienses y sientas de ese modo?
Sólo soy para ti una especie de ama de llaves, ¿no es eso?

JORGE
No te alarmes, no he dicho nada con intención de ofenderte.

ALICIA
No eres capaz de amarme como yo quisiera. No eres el que yo creía. Mejor dicho,
no eres ahora como fuiste en otro tiempo; porque no puedo creer que seas distinto
de los demás hombres. Todos son capaces de amar. Lo que sucede es que pasó
el tiempo y yo llegué tarde. No puedes ofrecerme un renuevo porque está seca tu
alma.

JORGE
Exageras. Has ido demasiado lejos. Tú quisieras que representáramos
constantemente escenas de Julieta y Romeo, de Abelardo y Eloísa, de todos esos
personajes ridículos y farsantes. Seres inferiores, indudablemente.

ALICIA
¿Inferiores?

JORGE
Ya lo creo, la sensiblería es una debilidad. El hombre fuerte no se emociona.

ALICIA
No, Jorge, tú no piensas de este modo más que delante de mí, en lo que a mí se
refiere. Lo sé, Jorge, lo he observado.

JORGE
Lo que tú tienes es que estás muy nerviosa. Necesitas llevar una vida más
higiénica y también un poco más divertida. Visita a tus amigas, frecuenta algunas
fiestas...

ALICIA
¿Sola?

JORGE
¿Qué te ha de pasar si vas sola? Por lo demás, ya sabes que no padezco celos.

CRIADA
(Entrando). Los señores Roberto Quijano y Fernando González desean ver al
señor.

JORGE
Que pasen. (Sale la criada).

ALICIA
Te dejo. Ya me avisarás si comes en casa. (Se va por la derecha a sus
habitaciones).

JORGE
(A los amigos que llegan). ¡Adelante, señores!

ROBERTO
¿Qué tal, Jorge?

FERNANDO
Jorgito, ¡muy buenos días!

JORGE
¡Qué gusto de ver a sus mercedes por aquí! ¿Qué dicen de bueno?

ROBERTO
De bueno, nada. Está la vida más aburrida... (Se sienta).

FERNANDO
Sí, hombre, no hay adonde ir, ya esto es insoportable.

JORGE
Yo por eso prefiero quedarme en casa.

ROBERTO
¿Y qué te haces aquí encerrado?

JORGE
Aburrirme también.

FERNANDO
Mira tú. Para eso, dondequiera; no necesitabas encerrarte tanto y esconderte de
tus amigos.

ROBERTO
Se te extraña mucho en todas partes; de veras, hombre, no podemos
acostumbrarnos a estar siempre sin ti. ¿Por qué no nos acompañas de vez en
cuando?

JORGE
Con todo mi gusto. Como no habían vuelto por acá, creí que me habrían olvidado.

ROBERTO
Imposible, hermano. Con quince años de andar juntos a toda hora... Nuestras
correrías nocturnas de teatro en teatro... ¿Te acuerdas cuando invitábamos a las
chicas del Lírico al cabaret?

JORGE
¡Éramos felices!

ROBERTO
¡Y aquellas noches inolvidables del restaurant Chapultepec, donde bailaba Chelito!

FERNANDO
¡Cuidado! No toques en la llaga.

ROBERTO
¡Y las juergas morrocotudas en casa de Juanito!

JORGE
¡Cómo nos divertíamos!

FERNANDO
No hables en tiempo pasado, que todavía es hora de volver a empezar. ¡Si vieras
cómo te recuerda la Chelito! (JORGE sonríe).

ROBERTO
¡Uh, no te imaginas! La otra noche que fuiste al Principal con la ministra, ella
estaba en el foro que radiaba. Nosotros entramos a saludarla, ¿verdad? (A
FERNANDO) y nos hizo la pobre una escena... que es de las veces en que la he
visto más actriz. Lloró y todo lo necesario. No, y era sincera en ese momento. Dice
que no puede conformarse con que tú, no más porque te has casado, ya no la
veas a ella para nada.

FERNANDO
A esa pobre ministra la puso pinta porque estabas con ella.

JORGE
Está más bella que nunca. Yo esa noche estaba embobado con ella.

FERNANDO
¿Entonces todavía te hace tilín...?

JORGE
Por supuesto, no porque uno se casa pierde el gusto.

ROBERTO
¿Por qué no la vas a ver una que otra vez? Se alegraría mucho.

JORGE
No, no es conveniente.

FERNANDO
¿Por qué? ¿Qué te ha de pasar?

JORGE
No estaría bien, podría saberse y...

ROBERTO
¿De manera que ahora te ha dado por el recato?

JORGE
Es cuestión de de comodidad más que de otra cosa; si me meto en enredos, ya no
tendré la vida tranquila que pensaba llevar.

FERNANDO
¿Sabes quién la enamora ahora?

ROBERTO
El viejo aquel ricachón que andaba tras ella desde hace mucho, y en cuanto tú
dejaste el campo, él pensó que podría conquistarla fácilmente; pero nada, le ha
dado un capital en joyas, y la chica no se deslumbra con nada.

FERNANDO
Te quiere de veras; cuando te despediste de ella, un día antes de tu matrimonio,
ya se moría.

JORGE
¡Es encantadora! Voy a ir a verla a su camerino, sólo que le voy a recomendar
prudencia.

ROBERTO
¿Cuándo vas?

JORGE
Pues hoy, sin ir más lejos. Si quieres, me esperan en el pórtico, y luego nos vamos
juntos a cualquier parte.

FERNANDO
De mil amores, Jorgito.

ROBERTO
Sí, es necesario que te sacudas un poco la polilla; ya tienes un año de estar
metido en este rincón, sin darte cuenta de lo que pasa en el mundo.
JORGE
Tienes razón, nada consigo con eso. Si al menos estuviera contento... Pero nada
de eso, me fastidio de lo lindo. Yo también suspiro por mi vida pasada.

FERNANDO
Nada más sencillo que rehacerla.

ROBERTO
¡Claro!

JORGE
Pues andando. A la noche estaré con ustedes y con todos los demás amigos, y
entre todos me llevarán de nuevo a la vida como un novicio.

ROBERTO
¡Bravo! ¡Viva el hijo pródigo!

FERNANDO
¡Viva la resurrección!

JORGE
¿Quieren una copa?

ROBERTO Y FERNANDO
Aceptado.

JORGE
Hay que festejar la vuelta al mundo. (JORGE las sirve y las toman). Me da alegría
pensar que voy otra vez a ser libre como siempre y para siempre.

ROBERTO
Oye, tú vuelves a la vida de soltero con más bríos que cuando lo eras de verdad.

JORGE
Como que ahora sé por propia y fatal experiencia que ésa es la única vida que
vale la pena vivirse. Antes creía ingenuamente en el hogar y todas esas
zarandajas. El matrimonio era el refugio que yo anhelaba para mi hastío y para mi
cansancio; pero me cansa más que todo el resto. No tengo remedio, necesito
paliativos más enérgicos para poder vivir. Soy un hombre cansado, de gustos
estragados, y me hacen falta excitantes para que reaccionen mi alma y mi cuerpo.

ROBERTO
¿Piensas entonces volver con tu antigua amante?

JORGE
Naturalmente. Lo he pensado mucho, y he llegado al profundo convencimiento de
que necesito que ella o cualquier otra mujer de fuertes pasiones me inyecte
vehemencia y energía para poder ser como los demás hombres, como toda la
gente. Necesito además de la alegría de ustedes, de todos mis amigos, y de mis
amigas. Necesito embriagarme de vino y de placeres. Necesito de todo eso,
aunque sea ficticio, momentáneo. (Sirve otra copa que toman inmediatamente).

FERNANDO
Pues no vas a tener que rogarnos para que vengamos por ti a toda hora.

ROBERTO
Ya presiento que tu señora esposa nos va a motejar muy pronto de “ladrones de
dicha”.

FERNANDO
Nos va a acusar de corrupción de menores.

JORGE
¡Pobre niño, que lo van a pervertir!

ROBERTO
Bueno, amigo. (Le da la mano). Nos veremos donde siempre.

FERNANDO
(Dándole la mano). No te vayas a arrepentir; si lo haces, venimos a sacarte de
aquí a la fuerza.

JORGE
Ese milagro no lo verán tus ojos. (Les pone cariñosamente las manos sobre la
espalda y se va con ellos a despedirlos. Se queda la escena un momento sola,
luego entra ALICIA por la puerta derecha, mira por todos lados como buscando a
alguien y luego toca el timbre. Aparece la CRIADA y pregunta)

ALICIA
¿Salió el señor a la calle?

CRIADA
No, señora, está abajo despidiendo a los señores que vinieron a visitarlo.

ALICIA
Bueno, nada más. (La CRIADA hace mutis). ¡Ah! Espera, quiero que preguntes
por teléfono a la estación si llega a tiempo el tren de Guadalajara.

CRIADA
Muy bien, señora. (Mutis).

ALICIA
(Se acerca a la mesa y ve diseminadas las copas, cigarros y cerillos. Lo pone todo
en orden. Coge de la misma mesa un libro y se sienta en un sillón a leer. JORGE
entra precipitadamente, se le ve cara de alegría. Al ver a ALICIA con la cara triste
siente profundo desagrado, le cambia el gesto y trata de irse).

ALICIA
(Que ha advertido la mudanza). ¿Vas a salir?

JORGE
Sí.

ALICIA
¿No comes con nosotras?

JORGE
¿Por qué dices con nosotras?

ALICIA
Porque mamá llega hoy.

JORGE
¿Tu mamá? ¿Clara?

ALICIA
Sí, viene a pasar unos días con nosotros.

JORGE
Lo siento.

ALICIA
¿Por qué?

JORGE
Hay que tener el pudor de nuestros defectos y hasta de nuestros fracasos. Yo me
había propuesto que Clara nunca supiese de nuestras desavenencias, de nuestro
distanciamiento. Tú debes ocultárselo todo. Para su tranquilidad, ¿comprendes?
¿O es que ya le has dicho algo? Dime, ¿Te has quejado a ella? ¿Por qué viene?

ALICIA
¿De qué puedo quejarme? ¿Me has hecho tú algún mal? ¿No estás seguro de mi
tranquilidad?

JORGE
No sé, sería largo de pensar.

ALICIA
Ya que no la mía, ¿tan poco así te preocupa la tranquilidad de tu hogar?
JORGE
No sólo eso...

ALICIA
Tú me has dicho que eso represento para ti, nada más.

JORGE
¡Qué sé yo de lo que representas! No me acuerdo ahora de lo que he dicho otras
veces. Hay cosas que digo casi sin saberlo.

ALICIA
¡Ah! Eso es más serio de lo que tú supones.

JORGE
¡Bah!

ALICIA
Las palabras pude llevárselas el viento; pero es que también haces cosas, y cosas
de trascendencia, sin saber lo que haces.

JORGE
¡Alicia!

ALICIA
Sin fijarte en ello, sin que te espanten los resultados. Me figuro que cuando se te
ocurrió casarte conmigo estabas en uno de esos momentos de inconsciencia.

JORGE
Calla, te lo suplico.

ALICIA
Si no fuera así, ¿por qué se te habría de ocurrir traerme a tu lado para toda la
vida?

JORGE
Es que no siempre salen las cosas como uno las quisiera. Tuve una intención y el
destino se encargó de romperla. Sin embargo, yo estoy resignado a la situación.
¿Por qué no haces tú lo mismo? Acepta la vida que llevamos tal cual es. Sé
valiente.

ALICIA
He pensado a veces que nuestro matrimonio fue simplemente el resultado de una
apuesta que quisiste ganar. Otras creo que me tuviste alguna ilusión, que
desapareció luego. No sé qué pensar. He visto tu cara alegre volverse sombría
cuando me miras. Hay algo en mí que te irrita, que te produce una invencible
aversión. Lo he visto, lo he palpado claramente.
JORGE
Tienes siempre un gesto muy desagradable, una expresión así... como de víctima,
de torturada, que me molesta.

ALICIA
¿Qué cara quieres que ponga? Al principio era alegre, optimista, no tenía por qué
ser de otro modo entonces. No entendía ciertas cosas que después, poco a poco,
he ido comprendiendo. Te ofrecí mi juventud radiante, inquieta, y tú me rechazaste
suavemente, elegantemente, con cierto desenfado de buen tono. Yo sufrí entonces
con locura, con desenfreno, sin acordarme de que existe la discreción. Perdóname
si tengo alguna mueca desagradable. Te prometo ensayar algún gesto de esplín,
cierto fastidio aristocrático...

JORGE
No estaría mal.

ALICIA
Si tú supieras el daño que me haces con tu indiferencia. Si al menos me
insultaras, yo sentiría alguna vibración de tu espíritu. He tratado de enmudecer
para siempre, he querido desentenderme de muchas cosas, guardármelo todo;
pero ya no puedo, me ahogo. No lloro porque sé que esto te disgusta más que
todo, y no sé cómo desahogarme. Siento que voy a estallar. No entiendo, no sé si
me quieres o no. Si me desprecias tanto como parece, ¿por qué me hiciste tuya?
Dime, ten valor. ¿Por qué? ¿Fue un capricho?

JORGE
No puedo decirte.

ALICIA
Me detestas, ¿verdad? Dímelo.

JORGE
No, no, te lo aseguro.

ALICIA
Dímelo todo ahora mismo. Quiero saberlo. Explícame, seré fuerte. Prefiero saber
la verdad, cualquiera que sea.

JORGE
Tú no podrías comprender. Entre tú y yo hay algo que se interpone.

ALICIA
¿Alguien?

JORGE
¿Para qué quieres saber?
ALICIA
¡Di!

JORGE
Sí. Una pasión dominadora y terrible que me tiene en sus garras como un pulpo.
Tú no comprendes esas cosas. En tu vida sencilla no caben estas complicaciones.
Tú eres una criatura llena de dulzura y amor; pero yo no gusto ya de eso. Agoté
todos los amores, pasé por todos los placeres hasta entregárseme alma y cuerpo.
¿Comprendes? Mi gusto purificado, refinado más que nunca, sólo a ella la quiere.
Sólo a ella deseo con todo mi ser. ¡Si yo pudiera arrancarla de mi mente!

ALICIA
(Se limpia los ojos calladamente). Dime quién es, yo podría ayudarte.

JORGE
Imposible.

ALICIA
Tú no sabes de lo que es capaz por defender lo que es suyo.

JORGE
Te encontrarías frente a ella con los brazos cruzados.

ALICIA
¿Tan superior es a mí?

JORGE
Alicia, me duele torturarte de este modo; pero no fue culpa mía, te lo juro. Fue un
mal entendimiento, quizá, una mala explicación... la fatalidad.

ALICIA
No entiendo una palabra.

JORGE
Más vale, es mejor así.

ALICIA
Ya que has empezado a hablar, dímelo todo, te lo ruego.

JORGE
No insistas.

ALICIA
¡Por caridad!

JORGE
Es preferible que me vaya. Tú no debes saberlo, no. (Se va por la galería).

ALICIA
¡Jorge! (Se va detrás de él, lo mira perderse y se queda en actitud de abatimiento.
Entra doña CLARA con un elegante vestido de viaje, seguida de la CRIADA, que
trae una petaca de mano).

CLARA
¿Aquí o en su recámara?

CRIADA
Estaba aquí hace un momento con el señor Jorge.

ALICIA
(Al oír la voz de su madre se vuelve precipitadamente y corre a su encuentro).
¡Mamá! (Llora nerviosamente en sus brazos).

CLARA
¡Hija! ¡Hija mía! ¡Las ganas que tenía yo de ver a mi muchachita! ( Le acaricia la
cabeza). ¡Mi niña! ¡Para mí siempre serás mi niña chiquita! Pero, ¿qué es esto?
¿Por qué lloras de ese modo? ¿Qué tienes?

ALICIA
¡La emoción, el gusto de volver a verte! Pero siéntate, descansa. (A la CRIADA).
Lleva esto al cuarto que hemos preparado para la señora. (Mutis de la CRIADA
con la petaca).

CLARA
Si vieras cuánto te he extrañado. Los primeros días me angustiaba no verte, me
daba tristeza que no me escribieras todos los días, como yo lo deseaba; pero al
mismo tiempo me daba alegría pensar que eso indicaba simplemente que eras
muy feliz. Tanto, que no tenías tiempo de acordarte de tu mamá ni de nadie que no
fuera tu Jorge, y eso me consolaba algo, y luego me tachaba de egoísta. Pasó
mucho tiempo sin que tuviéramos noticias tuyas, y un día, cuando estaba yo muy
triste, se acercó el nene y me preguntó así a quemarropa: “Mamá, ¿por qué murió
Alicia?” Se me heló el cuerpo y se me entumió el corazón. Pensé que, en efecto,
habías muerto para mí.

ALICIA
¡Mamá!

CLARA
Sí, el cariño del esposo, cuando es de veras, opaca todos los demás cariños.

ALICIA
Ahora te quiero más que nunca, te comprendo mejor.
CLARA
Eso sí creo, que me comprendas mejor. Yo sabía que al casarte seríamos más
amigas; que nos trataríamos con más libertad, con más igualdad. Tú ya en plena
vida y enfrentándote con ella, y luchando... Qué sé yo contra qué ni contra quién;
pero luchando, porque la vida es así.

ALICIA
(Está pensativa; de pronto levanta la cabeza como para evadir un pensamiento).
Dime, y Mauricio ¿cómo está?

CLARA
Un poco enfermo, pero parece que no es de cuidado. Un resfriado con gripa. Es
que hace muchas locuras. Es traviesísimo. No tienes idea de cómo está de
despierto y de inteligente. En la escuela llama la atención. Se le ocurren unas
cosas graciosísimas y llenas de ingenio.

ALICIA
¿Sí?

CLARA
Figúrate, el otro día, por ejemplo, se trataba de componer adivinanzas, y él dijo:
“Yo ya hice la mía”. A ver, le dijimos todos, y preguntó con mucha gracia: “¿Cuál es
el animal que tiene más de dos patas y tiene menos de tres?” No atinábamos.
¿Cuál? Le preguntamos. “Pues la gallina, que tiene dos patas y pico”. (Se ríen las
dos). ¿Verdad que tiene ingenio? Así es para todo.

ALICIA
Y de Mr. Green, ¿qué me cuentas? Sé que estuvo a visitarte.

CLARA
Tan fino y tan cariñoso como siempre.

ALICIA
¡Y tan fiel!

CLARA
(Sonriendo). Demasiado fiel. Me mortifica que sea sí conmigo, porque yo no le
puedo corresponder de la misma manera.

ALICIA
¿Y por qué no te habías de volver a casar? Él te quiere mucho, tú eres joven y
libre.

CLARA
Aunque todo eso es cierto, yo no me casaré. Tú conoces bien mis ideas al
respecto. Recuerdo aquellos días de mi matrimonio con tanto agrado que me sería
imposible ser feliz con otro hombre. Y que ya no sería lo mismo. La primera vez,
lleva uno las ilusiones intactas, la vida es azul, hay el entusiasmo del vestido
blanco, de la misa de velación. Mi novio me decía que cuando nos casáramos me
iba a poner en un altar, ¡ah! Y yo lo hubiera jurado. El día de mi matrimonio tenía
yo una idea confusa de lo que iba a ser mi vida de casa. Imaginaba una mezcla
vaga de amor, de fiestas, de vestidos nuevos y del altar donde iba a estar
colocada. Figúrate. Nunca debe repetirse una cosa que nos sale bien porque con
toda seguridad que ya no resulta lo mismo.

ALICIA
(Con tristeza). Tienes razón. Y dime, ¿después de varios años de casada seguiste
siendo tan feliz como el primer día?

CLARA
Después, con los años y con la experiencia, adquirí un concepto más preciso de la
vida. Tuve épocas malas, épocas duras, desgraciadas; pero no por culpa de tu
padre, que él procuraba siempre aminorar mis penas y aun apartarlas de mí. Es la
vida la que se encarga siempre de herirnos, la vida, que es implacable.

ALICIA
No quiero reprocharte, pero, ¿por qué no me hiciste ver la vida desde niña tal cual
es, por qué no me señalaste siempre el lado triste de las cosas, por qué no me
abriste los ojos y me hiciste ver las pequeñeces y las crueldades que hay por
todas partes?

CLARA
Hubiera entristecido tu niñez y tu vida entera. Me vas a decir que es peor haber
estado sumida siempre en un sueño, en una ilusión, y despertar de pronto en una
realidad penosa. No, no, tú tienes cuando menos el recuerdo de una época feliz
que yo quise prolongar indefinidamente. Tienes, además, un gran acopio de
optimismo que te servirá en todo tiempo y que se convertirá en energías en un
momento dado.

ALICIA
Yo no estoy preparada para la lucha.

CLARA
(Riendo). Eso de la lucha lo dije porque sí, porque es una frase muy traída y
llevada, y porque ahora estoy un poco pesimista por la enfermedad de Mauricio;
pero no vayas a creer que está uno siempre boxeando con la vida, (riendo) no; y
menos tú en estos momentos. Si acaso, contra tu marido, para esquivarte por
coquetería...

ALICIA
Si tú supieras la lucha, la batalla que he tenido que sostener...

CLARA
¡Ah, toda una generala! pues me cuadro.
ALICIA
En serio mamá. (Conmovida y no pudiendo contenerse más). Demasiado serio es
lo que me pasa.

CLARA
(Alarmada). ¿Qué te pasa, hija mía?

ALICIA
(Llorando). Para eso te llamé.

CLARA
¿Pero qué es, dime? (Alicia continúa llorando). Cuéntame hijita. (La acaricia).

ALICIA
¡Jorge no me quiere!

CLARA
Ja, ja, ja, siempre dice una lo mismo. (Levantándole la cara). ¿Has tenido algún
disgustillo con él?

ALICIA
(Con suma seriedad). No, mamá; se trata de algo más serio de lo que tú supones.
Tenemos en casa uno de esos problemas difíciles de resolver. Hay algo misterioso
sobre nosotros que no puedo descubrir. No entiendo por qué se casó conmigo. Él
no me quiso nunca, no me ha tenido la más leve ilusión; lo comprendí desde el
primer momento. Tiene el corazón gastado por pasados amores, y quién sabe qué
complicación sentimental en el fondo. Lo que más me desespera es no saber qué
es. Hay algo que se interpone entre él y yo. He querido vencerlo, he querido
triunfar de ello o de ella. Todo inútil. Me estrello contra su indiferencia, que es el
peor de todos los desprecios. Y así vivimos, yo conteniendo mi desesperación y él
desparramando su fastidio. Hace un momento he sentido todo el horror de mi
soledad y de mi completo fracaso. Quise que vinieras para hacerte saber mi
determinación: voy a divorciarme.

CLARA
(Que durante todo el relato ha estado abatida, al oír esto se yergue con espanto).
¡Qué dices! ¿divorciarte? ¿Estás loca? ¿Qué ganarías con hacer esa torpeza?

ALICIA
No puedo seguir viviendo de este modo.

CLARA
Pues procura arreglar las cosas, encontrar alguna solución. El divorcio no es
ningún arreglo satisfactorio. Es un problema más difícil que todos los demás. Si
con eso se pusiera fin al conflicto moral, se podría despreciar la opinión ajena.
ALICIA
Después del divorcio intentaré olvidarlo todo, como si nunca hubiera pasado nada.

CLARA
La mujer que se divorcia carece de personalidad social, no es soltera, ni casada,
ni viuda. Su papel es tan difícil o más que el de la mujer equívoca. Y más si la
divorciada es joven y guapa. Es natural, a los hombres les gusta y creen que es
presa fácil. No saben si enamorarla por bien o por mal; la sociedad la ve con
recelo, critica su ligereza. En un medio tan estrecho como es el nuestro, donde
siempre se culpa a la mujer, ¿cómo vas a hacer eso, hija mía? Si estuviéramos en
otros países, en Francia, por ejemplo, o en los Estados Unidos, podría ser; pero
aquí te condenarían de antemano, sin informarse siquiera de si tienes culpa o no.

ALICIA
Sufro mucho, no puedo seguir así.

CLARA
La sociedad no entiende de sufrimientos ni de dichas: sólo que cuando le dan un
escándalo, arroja al causante de su seno, sin fijarse ni importarle si rueda por la
pendiente.

ALICIA
¿Y voy yo a ser víctima de una sociedad estúpida?

CLARA
Es atavismo, es costumbre ancestral apegarnos al medio en que vivimos.

ALICIA
¿Qué debo hacer, entonces?

CLARA
Yo creo que tu opinión respecto de los sentimientos de Jorge es un poco
exagerada. Voy a hablarle para aclarar ciertas cosas y aun para reprocharle
cariñosamente. Creo tener alguna influencia sobre su ánimo.

ALICIA
Cómo no. Te quiere mucho y teme desagradarte. (Con alguna esperanza). ¡Si tú
consiguieras algo!

CLARA
Casi estoy segura de conseguirlo. Tengo alguna experiencia, y sé que muchas
veces, aun las cuestiones más difíciles, con un poco de tacto se arreglan. Te
quería mucho, recuerdo con que calor me lo dijo aquella noche, ¿te acuerdas? No
es posible que en tan poco tiempo haya cambiado tanto como supones.

ALICIA
¿Tú crees? ¿Será posible que me quiera aunque sea un poquito?
CLARA
Cómo no; ya verás que con un momento que le hable serenamente,
cariñosamente y haciéndole ver que están perdiendo lo más precioso de la vida,
se pone razonable y vuelve a ser el mismo de antes. Ya verás cómo soy buena
diplomática. Algo había de aprender de tu padre.

ALICIA
¿Ya ves cómo necesito de ti? Con unas cuantas palabras me has vuelto la
esperanza. Creo en lo que me dices.

CLARA
Confía en mí, ve a ponerte guapa, ponte un vestido de mejor gusto y cuando
vuelvas dentro de un rato, yo te aseguro que encontrarás a tu maridito hecho una
miel y disipados todos los disgustos.

ALICIA
Mamá, me vuelves la paz. (La besa con inmensa alegría).

CLARA
Pero mucho cuidado con los rencores. Nada de eso, como si no...

ALICIA
Ahí viene Jorge, vuelve en seguida. (Mutis).

CLARA
Sí, sí.

JORGE
(Viene distraído y al ver a CLARA se sorprende y trata de retroceder). ¡Ah!

CLARA
¿Se asusta usted de verme?

JORGE
Sí... no... Es decir, no sabía que ya hubiera llegado.

CLARA
Se ha puesto tan espantado de verme que parece que ha visto el coco.

JORGE
No diga eso...

CLARA
Y yo que tenía la pretensión de darle una sorpresa agradable con mi visita. (Al
verlo mudo). ¿Pero ni siquiera me saluda usted?
JORGE
Es verdad, estoy distraído, nervioso. No sé qué tengo. Perdóneme. (Va a darle la
mano).

CLARA
¿Así? ¿Nada más de la mano? ¿No se acuerda que ahora soy su mamá? Ah, sí,
ya caigo, es que ha tomado muy en serio aquello de que soy su suegra. Vamos,
hombre, déjese de tonterías y déme un abrazo.

JORGE
No.

CLARA
¿No quiere? Bueno. Empiezo a creer lo que dicen por ahí de usted.

JORGE
¿Qué dicen?

CLARA
Que es un poco frío, un poco duro de corazón.

JORGE
¡Bah! (Pausa).

CLARA
¿Qué es de su vida? ¿Qué ha hecho de bueno? ¿Cómo le sienta el matrimonio?

JORGE
¡Psé!

CLARA
Ha de estar encantado con Alicia. Es tan buena. Oh, y lo que lo quiere. Es
conmovedor un cariño así tan grande, tan desinteresado. Recuerdo todavía su
prodigiosa emoción, la alegría sin límites que tenía el día aquel, mejor dicho, la
noche aquellas que me la pidió usted en matrimonio.

JORGE
Clara, perdóneme usted que la contradiga, pero yo nunca pedí a Alicia en
matrimonio.

CLARA
Jorge, por Dios, si alguien lo oyera, ¿qué se figuraría?

JORGE
Demasiado poco se figuraría para lo que hay en realidad.

CLARA
¿Qué dice usted, Jorge? ¡Es muy extraño todo esto!

JORGE
Más extrañas y más inexplicables me han parecido a mí las cosas tal como han
pasado.

CLARA
Me parece como si hablara usted en otro idioma completamente desconocido para
mí.

JORGE
Eso ha sido la causa del mal, justamente; que usted no entienda, que no
comprenda el sentido justo de las palabras.

CLARA
Y menos ahora. No comprendo nada.

JORGE
Con esa incomprensión, o con esa ingenuidad, o como usted quiera llamarle, ha
torcido usted las rutas de todas nuestras vidas. Usted es la responsable de que
Alicia, usted misma y yo, hayamos tomado un sendero inesperado, extraño...

CLARA
Explíquese, Jorge.

JORGE
¿Para qué? No comprendería usted.

CLARA
Yo le ruego, Jorge, que hable claro. Me alarman estas palabras suyas tan raras,
tan... Si no estuviera segura de su buen sentido, diría tan incoherentes. ¿Qué
quiere usted decir?

JORGE
Ahora menos que nunca comprendería usted.

CLARA
¿Por qué?

JORGE
Cuando los acontecimientos pierden el don de la oportunidad, se hacen
anacrónicos y, por lo mismo, incomprensibles.

CLARA
¡Ah! Mire usted, Jorge, yo quisiera que usted y yo fuéramos muy buenos amigos,
como antes, cuando todavía no era usted mi hijo, cuando nos unía más que
aquella grande amistad. Quiero que sea sincero conmigo, que me abra su
corazón. De todo lo que ha dicho, sólo he comprendido que sufre. Quizá yo
pudiera ayudarle. Quiero que hablemos acerca de...

JORGE
No continúe usted, Clara, comprendo lo que quiere decirme. Sé de quién quiere
que hablemos. De Alicia, ¿no?

CLARA
Sí.

JORGE
De mil modos le supliqué a Alicia que no le dijese a usted nada. Que guardara
nuestros fracasos para nosotros solos.

CLARA
La pobre...

JORGE
Como si yo no llevara la peor parte.

CLARA
¿Usted? Pero, y usted ¿por qué? No es que yo lo culpe, pero...

JORGE
Sí, me culpa y es natural, ella es su hija y le concede toda la razón.

CLARA
Pero, ¿es que en realidad Alicia ha hecho algo? ¿Es ella la que ha provocado esta
situación en que parecen estar colocados?

JORGE
No sé, Clara, no me pregunte.

CLARA
Dígame, ¿hay algún motivo serio?

JORGE
¿Qué si hay motivo? Sí, y de sobra.

CLARA
Muy fuerte debe se ser.

JORGE
¡Oh!

CLARA
Lo he invitado a que sea sincero.
JORGE
Yo no lo diría nunca.

CLARA
Lo quiero. (Suplicante. Pausa).

JORGE
¿Recuerda usted aquella noche? Yo le hablaba de un gran amor, de un inmenso
amor que llenaba mi vida.

CLARA
Recuerdo.

JORGE
Aquel amor vive todavía y ha crecido más aún. Mientras más lejano e imposible lo
veo, más palpita dentro de mí. Yo la amo a usted, Clara, la he amado siempre con
lo mejor de mi ser.

CLARA
(Profundamente sorprendida). ¿Qué dice usted? ¿A mí?

JORGE
Aquella noche yo le pedía que fuera USTED mía. La quiero hace muchos años,
muchos. Al principio era una simple ilusión, después, con el trato frecuente, fue
encendiéndose este profundo, este luminoso amor.

CLARA
¡No es posible! ¡Dígame que no es verdad!

JORGE
Me había acostumbrado tanto a su compañía, que no pensé nunca que el destino
pudiera separarnos alguna vez. Su optimismo me hizo amar la vida que antes
juzgué depravada e inútil como la existencia misma que yo llevaba. ¡Me acogí a la
ternura que manaba de su corazón! Y su talento, ¡ah! Eso sobre todo, las
expresiones constantes de su talento, me sacudían el espíritu. Imaginé que había
anclado definitivamente y que terminaba, al fin, mi soltería tediosa y solitaria.

CLARA
¡No giga más, no diga más!

JORGE
No puedo callar por más tiempo. Me ahogo. ¿A quién voy a decírselo sino a
usted? Déjeme, quiero aliviar mi angustia. Yo solo he llevado el peso de este dolor,
y solo me he desesperado por acabar con una situación de la que todos somos
responsables...
CLARA
(Con angustia). ¿Va usted a culparme?

JORGE
Cuando hizo usted aquella confusión fatal, yo quise protestar, rebelarme; pero ya
todo estaba consumado. Hubiera dado un escándalo en el que usted tendría la
peor parte, y preferí callar y aceptar. Usted hizo ruido, lo comunicó a todas sus
amistades y hasta se dijo en los periódicos. Al día siguiente lo sabía todo México.
Después de todo, pensé, ella estará a mi lado siempre, y Alicia es una linda
muchacha. El tiempo y la costumbre pueden hacer lo demás. Pero
desgraciadamente el tiempo no ha hecho más que agrandar la distancia de
espíritu a espíritu. A ella no la he amado nunca, no la amaré jamás. Ella es para mí
como una sombra de remordimiento que me rodea y me cerca siempre igual que
un fantasma.

CLARA
Calle, por caridad. Sufro mucho. Siento que soy la única responsable de todo el
mal. ¡Mi talento! ¡Y habla usted de mi talento! ¿En dónde está, si no supe ver?
Engendré pasiones que no miré y los hundí a usted y a mi hija en una desolación.

JORGE
Siento hacerla sufrir, yo, que quisiera colmarla de bienes y de dichas. Yo no
hubiera hablado jamás.

CLARA
¿Qué vamos a hacer ahora?

JORGE
Quédese usted en esta casa. Si usted se queda aquí, yo la miraré siempre, la oiré
y no le pediré más. Seré tan feliz teniéndola a mi lado...

CLARA
Ni una palabra más, Jorge. Se lo prohibo.

JORGE
Ahora que la vida me la devuelve, que la ha puesto de nuevo en mi camino, no la
dejaré ir.

CLARA
No puedo permanecer aquí. ¡Esto es horrible! (Se pone el sombrero para irse).
Alicia no debe saber nada. ¿Comprende? ¡Nada!

JORGE
Quédese. Todavía podemos empezar a vivir.

CLARA
Calle, por Dios. No diga más. Trate de olvidar. Yo pensaré en alguna solución, y si
la encuentro volveré...

JORGE
La encontraremos juntos...

CLARA
No, Jorge, así no. No me haga sufrir más. (Se aleja casi arrastrándose de pena).

JORGE
No se vaya, Clara, espere, no se vaya. ¡Clara! ¡Clara! ¡Clara!

TELÓN RÁPIDO
TERCER ACTO
Jardín otoñal. La luz de atardecer, amarillenta, va tornándose rojiza y al
final del acto es de un azul intenso. Caen hojas secas de los árboles. Hay dos
bancas de jardín. En una de ellas está sentada ALICIA, visiblemente
desmejorada, con gran desaliento. Viste un elegante traje de tarde. CLARA
acaricia largamente las hojas de una planta con cierta distracción. Viste también
con muy buen gusto.

CLARA
¿Te sientes mejor?

ALICIA
Sí, un poco mejor gracias. (Pausa).

CLARA
¿Vinieron las Figueroa a comer contigo hoy?

ALICIA
Sí, qué fastidio.

CLARA
¿Y las Méndez?

ALICIA
También.

CLARA
¿Qué dijeron de tu nueva casa? ¿No les pareció muy elegante?

ALICIA
Creo que sí.

CLARA
¡Claro! Como que es encantadora. Se necesitaba que tus amigas fueran
demasiado egoístas para que no elogiaran una casa como la que tú tienes. Está
puesta con verdadera fastuosidad y con sobra de gusto. (ALICIA hace un gesto de
fastidio). ¿Por qué no haces recepciones periódicamente, como todas tus amigas?
La casa es suntuosa, cuentas con tus magníficas relaciones de siempre, y aun
más.

ALICIA
¿Para qué?
CLARA
Es necesario. Te divertirías un poco y, además, perteneces a una sociedad con la
que estás obligada en cierta forma. Más de cuatro te han de criticar por tu
aislamiento.

ALICIA
Ya lo sé; pero yo no puedo hacer esas cosas porque Jorge nunca está en casa y
me da pena recibir yo sola. Todo el mundo se enteraría del abandono en que vivo.

CLARA
Oh, Dios mío. (Pausa)

ALICIA
Yo tenía todas mis esperanzas puestas en ti, ¿te acuerdas? Aquel día, hace ya
tiempo, cuando le hablaste seriamente de nuestra situación. Tú me habías
prometido, me habías asegurado que Jorge cambiaría, ¿te acuerdas? ¿Aquel día
que te fuiste sin despedirte de mí?

CLARA
(Estremeciéndose). ¡Lo recuerdo con horror!

ALICIA
¿Por qué?

CLARA
Recordarás que te conté luego por lo que me fui así, tan intempestivamente.
Recibí un telegrama en que me avisaban la gravedad de Mauricio, luego su
muerte tan terrible, por asfixia. Ver a una criatura querida que se ahoga, y no
poder auxiliarla. ¡Todo lo que he sufrido desde aquel día fatal!

ALICIA
¡Oh! (Pausa). Tengo frío. Empieza a enfriar la tarde.

CLARA
Debes ponerte un chal. ¿Quieres que te lo traiga?

ALICIA
No, gracias.

CLARA
Voy a traértelo.

ALICIA
No, de veras, prefiero estar así.

CLARA
Te puede hacer mal el frío.
ALICIA
No. (Pausa). ¿Por qué no habías vuelto? Tanto que te lo he suplicado, sabes que
lo eres todo para mí; el único cariño con que cuento es el tuyo, y parece que aun
ése va extinguiéndose.

CLARA
¡Qué cosas tienes! No digas eso, por Dios. Es que... todos tenemos nuestros
sinsabores y nuestros problemas. Claro que yo tengo el deber de estar contigo en
todo momento, sea como sea. Y no sólo el deber, sino la voluntad, por el inmenso
cariño que te tengo, pero...

ALICIA
¡Pero! Para mí siempre hay peros que se alzan ante mí, y si pregunto: ¿por qué?,
misterio y nada más. Pocas gentes habrá que sepan tan poco de su propia vida
como yo. ¡Si al menos supiera quién es ella!

CLARA
¿Ella?

ALICIA
La mujer que ama Jorge.

CLARA
No, no intentes saberlo. Dime que no volverás a pensar en semejante atrocidad.
Tú no sabes. Estas cosas es mejor ignorarlas. Prométeme que no procurarás
nunca saber su nombre.

ALICIA
Si tú lo quieres, te lo prometo; pero, en cambio, yo quisiera pedirte un gran favor.
Pero quiero que me digas de antemano que me lo concederás.

CLARA
¿Qué podría yo negarte?

ALICIA
Quiero que hables otra vez con Jorge. (CLARA se yergue con espanto). Tú eres la
única que puede hablar de mí con amor. Tú eres el único ser que se da cuenta de
que yo tengo un espíritu anhelante, y de que soy humana. Todos creen, y Jorge en
primer lugar, que soy una pobre cosa sin alma. Tú no sabes lo que es esto. Y a
pesar de todo, yo lo amo. Este amor mío nació triste hace muchos años, cuando él
ni me miraba siquiera, y ha persistido sobre sus desdenes y sobre su indiferencia.
Lo llevo clavado tan hondo, que será eterno y pasará por encima de todo. Tú no
sabes lo que es llevar un gran amor que pesa como un fardo. Que cuando todo mi
ser vibra de amor y de juventud, no haya otra vibración que responda a la mía ni
como un eco. Mi vida se pierde estéril, pasa... solamente. ¿Quieres decirle a Jorge
algo en mi favor? Que, a pesar de su conducta, yo lo sigo amando y que lo
esperaré hasta el último momento...

CLARA
(Acariciándole la cabeza y hablando con dulzura). ¿Por qué no se lo dices tú, hija
mía? Esa infinita ternura y ese calor con que hablas conmoverían a una piedra.

ALICIA
¿Te niegas?

CLARA
No es que me niegue; pero tú dirás mejor eso, estoy segura. Estas cosas del
corazón, sólo de labio a labio. Jamás deben confiarse a mensaje escrito y menos
a un tercero, que nunca sabrá interpretarlas debidamente.

ALICIA
¿Lo crees de veras?

CLARA
Cómo no. Me gusta que estés más resignada, que seas más razonable. Hablas
ahora como una noble mujer.

ALICIA
Es que ha llegado a un estado tal de anonadamiento que ya no sé lo que quiero;
he perdido la voluntad.

CLARA
Sin embargo, es necesario poner un fin a esta situación. Es injusto que una
juventud como la tuya se consuma poco a poco. Me alarma tu estado de ánimo, y
aun tu salud.

ALICIA
¿Qué remedio puede haber?

CLARA
Recuerdo que tú, antes, tenías la idea del divorcio.

ALICIA
Tú me la quitaste.

CLARA
Pero ya has recurrido a todos los medios para transformar a Jorge, y el cada día
está más disipado, y su abyección ha llegado al escándalo. Creo que cuando se
ha alcanzado este extremo, el divorcio es una liberación y hasta una muestra de
pudor ante la sociedad. Tú no debes permitir que un hombre te ultraje de ese
modo, que te engañe públicamente con esa mujer que lleva a todos lados, que
ocupa tu lugar...
ALICIA
No es ésa de quien está él enamorado. Yo lo sé bien. Ésa es sólo un pasatiempo
sin importancia.

CLARA
Que no debes permitir.

ALICIA
Antes me decías cosas muy contrarias.

CLARA
En aquella entrevista con Jorge comprendí que todas las tentativas que
hiciéramos serían inútiles.

ALICIA
Entonces... ¿qué?

CLARA
Quiero insinuarte por última vez la terrible idea que antes reprobé: el divorcio.
Creo firmemente que debes separarte de tu marido.

ALICIA
¿No me dijiste tú misma que una mujer divorciada ocupaba el puesto más difícil en
la sociedad? Que no inspiraba respeto y que...

CLARA
(Interrumpiéndola). Ah, no, pero ahora es muy distinto.

ALICIA
¿Distinto? ¿Por qué?

CLARA
A eso precisamente venía, a contarte lo que he decidido hacer. Sólo que me ha
dado pena, a mi edad, salir con esas cosas... no he hallado por dónde empezar.

ALICIA
Evítate la pena, porque me lo imagino. Que has decidido casarte con Mr. Green
(CLARA hace una señal de asentimiento). Me lo figuré al verlos llegar juntos, y a él
tan contento.

CLARA
Pues eso es justamente. Dentro de muy poco yo estaré casada con Mr. Green. Al
separarte tú de tu marido, volverías a ser hija de familia, irías a vivir con nosotros,
y Mr. Green, que siempre te ha querido mucho, sería como un padre para ti,
dispuesto a defenderte de todo y de todos. La sociedad sería entonces menos
cruel contigo.
ALICIA
¿Y sólo por eso vas a casarte?

CLARA
Por ti y también por mí misma; ¿a qué negarlo? Cuando una mujer pierde a su
marido y deja así de tener un brazo fuerte, o débil, donde apoyarse en la vida, está
destinada a una serie de tormentos, a cosas muy crueles, más allá de lo que se
puede resistir. He tenido la mala suerte de quedar viuda con relativa juventud, y
con esa que llaman belleza, que en realidad no es más que desgracia. Cuando los
hombres ven a una mujer en estas condiciones, todos creen tener derecho a ella.
Luego, he sufrido cosas tan inesperadas, tan terribles... Creo que al casarme
tendré una felicidad relativa; y si no la tengo, al menos tendré la consideración y el
respeto de la sociedad, supliendo así lo que falta al corazón.

ALICIA
Pues muy bien. Estarás perfectamente. Mr. Green es muy bueno, muy cariñoso, te
ha querido siempre. Me acostumbré a verlo siempre en casa...

CLARA
Yo había declarado que no me volvería a casar porque ya no tendría amor para
nadie; pero él, por su temperamento, por las costumbres de su raza, no me pide
más que estimación, y ésa se la tengo largamente.

ALICIA
¡Por supuesto! Y yo también.

CLARA
Pues tú vivirás con nosotros y serás para Mr. Green, porque él me lo ha prometido
así, como la hija que siempre soñó tener.

ALICIA
No iré.

CLARA
¿Qué dices?

ALICIA
Que no me divorciaré.

CLARA
¿Por qué te obstinas?

ALICIA
He pensado de otro modo. (Optimista). Posiblemente todos estos males, todas
estas penas acaben pronto.
CLARA
¿Qué quieres decir?

ALICIA
Quizá la suerte cambie y quiera ahora ser buena conmigo.

CLARA
Explícate, Alicia, hija de mi vida. ¿Será posible que?... ¡Oh Dios mío! ¿Por qué te
figuras... tienes algún indicio?

ALICIA
Estoy en posesión de un gran secreto para poder ganar al fin el amor de mi
marido.

CLARA
¡Qué felicidad! Ya ves, y te quejabas de mala suerte. ¿Es lo que yo me figuro?

ALICIA
No quiero decírtelo ahora.

CLARA
Estoy que me muero de ansia...

ALICIA
Espera un poquito. Te lo revelaré todo, junto con los resultados que espero, en la
primera carta que te escriba a los Estados Unidos. Es decir, cuando le escriba a
Mrs. Green.

CLARA
¡Ay! No sabes el peso que me has quitado de encima. Con esta noticia tuya haces
que me vaya más tranquila, y que aun tenga nuevas ilusiones para lo porvenir. Ya
ves cómo no todo es tristeza.

ALICIA
Ahora sí tengo esperanzas, y creo que fundadas.

CLARA
Claro, pues ya lo creo. Si es lo que me figuro, no habrá felicidad mayor. Ya me
imagino el angelito, que será lindo y que a todos nos va a enternecer. Lo
querremos todos, y ya entonces no habrá pasiones que nos separen. Todos
seremos uno para quererlo.

ALICIA
Espera todavía... Quizás a él no le interese, y entonces estaré perdida
definitivamente.

CLARA
Eso sí que no es posible. Si no le interesa de pronto, porque desconoce ese
sentimiento, cuando lo vea, cuando lo tenga entre sus brazos y sienta latir su
propia sangre, lo amará.

ALICIA
¡Quién sabe!

CLARA
Si no ahora, será más tarde. Algún día será, aquel en que menos lo pienses.

ALICIA
¡Algún día! (Entran MR. GREEN, JOSÉ y MARÍA, los tres riéndose) .

MR. GREEN
Splendid! ¡Esta casa es splendid!

MARIA
Lindísima de veras.

JOSE
No te preocupes, mi vida, que más linda será la casa en que vamos a vivir.

MARIA
¿De veras?

JOSE
Ya lo creo.

ALICIA
¿Les gusta mucho la casa?

JOSE
Muchísimo.

MR. GREEN
Oh sí, pero yo prifer la casa de Clara.

MARIA
Usted siempre prefiere todo lo que es de mi tía Clara.

CLARA
Niña, ¡por Dios!

MR. GREEN
Sure, sure!

ALICIA
En realidad la casa colonial de mamá es muy superior a la mía, a todas estas
casas nuevas, bonitas de apariencia; pero muy mal construidas. Tiene, además,
una fachada que es una maravilla.

JOSE
Una obra de arte.

MR. GREEN
Como la dueña, ¡una fachada splendid!

CLARA
Cuidado, Mr. Green, porque a nuestra edad es muy fácil caer en el ridículo.

MARIA
Ya sabes, Alicia, ¿ya te dijeron lo que estos señores coloniales traen entre manos?

ALICIA
Me lo acaba de decir mamá.

MARIA
¿Qué te parece?

ALICIA
Pues muy bien, magnífico.

MR. GREEN
(A ALICIA). Usted será ahora como una hija mía ¿sabe? Igual, exactly.
(Sentimental). Yo nunca tuve hijos, nunca. Oh, pero ahora usted es hija mía,
completamente mía. Usted tendrá todo mi dinero para lo que quiere. Se va con
mamá y con mí. Yo no permito que un hombre malo, muy malo, la haga daño.

ALICIA
Muchas gracias, pero...

CLARA
Gracias, Mr. Green. ¡Cuánto le agradezco!

JOSE
(Que ha estado cerca de MARÍA hablándole bajo). Estas gentes se ponen
sentimentales.

MARIA
Y lo que sientes es la competencia, ¿no?

JOSE
Oye, linda, ¿quieres que nos vayamos por allí a dar una vueltecita ahora que no
nos ven los tíos?
MARIA
¡Qué se van a fijar en nosotros, si ahora hay epidemia de amor en la casa! (Se
van a escondidas de los demás).

CLARA
Ella no piensa dejar a su marido por ahora.

ALICIA
Sí, he cambiado de opinión.

MR. GREEN
¿Miedo siempre? ¡Oh! ¡Oh! Es los Estados Unidos no se piensa en eso. Se dice
solamente: me equivoqué, pero lo voy a arreglar ahora. That is all. E todos estar
siempre tan contentos.

CLARA
No es eso, es que... hay algo...

ALICIA
No le digas.

CLARA
¿Y por qué no? Mr. Green es ahora de la familia y puede saberlo, debe saberlo.
(Se acerca y le dice al oído que ALICIA va a ser madre. MR. GREEN da grandes
muestras de alegría, se emociona y luego se limpia los ojos y dice).

MR. GREEN
¡Oh! Eso es. Un baby, y yo voy a ser abuelo ahora. Ya ve usted, Clara, hasta ese
contento voy a tener. ¡Qué bonito! ¡Ahora ese hombre va a estar muy contento, tan
contento!

ALICIA
¿También usted lo cree?

MR. GREEN
Sí; pero él no lo merece. (Se presenta JORGE y al ver al grupo se detiene). Ahí
está.

CLARA
¿Quién?

MR. GREEN
Ese hombre.

ALICIA
(A JORGE). Acércate, ven, que tenemos visitas (JORGE da a todos la mano en
silencio).

ALICIA
Apenas acaban de llegar de Guadalajara y se van luego para Estados Unidos,
¿sabes?

JORGE
¿Quiénes?

ALICIA
Mamá y Mr. Green, porque has de saber que...

JORGE
(Alarmado) ¿Qué?

MR. GREEN
Que ella va a ser esposa mí en unas cuantas horas más.

JORGE
No es posible.

ALICIA
¿Y por qué?

MR. GREEN
Eso.

JORGE
Porque es indigno.

CLARA
(Suplicante). No diga usted eso.

JORGE
Y con un extranjero.

ALICIA
(A Mr, GREEN). Perdónelo usted, no dice nada con intención de ofenderlo. Él es
así, se exalta de todo...

MR. GREEN
Él es muy raro.

ALICIA
Está un poco enfermo... nervioso...
MR. GREEN
Probably él está enfermo de neuris-tenia.

JORGE
Hay otros que se enferman de ridículo.

MR. GREEN
Porque se casan viejos, ¿eh?

JORGE
Supongo.

MR. GREEN
Hay viejos ridículos que se casan con personas mayores e... pero hay otros viejos
también, que se casan con chiquillas para hacerlas unas víctimas.

JORGE
Algunos se casan porque saben que son amados; pero existen personas que
mendigan amor, y cuando no se les da, lo compran. Todo lo cotizan como
mercancía.

MR. GREEN
Muy feliz aquél que puede comprar pero... ¿entiende? Muy desgraciado el que con
el mismo dinero no le venden. Debe de ser oro muy bajo.

JORGE
(A CLARA). Yo le suplico que desista de su propósito.

CLARA
No puede ser.

JORGE
¡Me opongo!

ALICIA
No tenemos derecho, piénsalo.

JORGE
¡Desista usted, Clara! ¡Esto es grotesco! (CLARA niega con la cabeza). Va usted a
obligarme a decir lo que...

MR. GREEN
(Interrumpiéndole). ¡Cobarde! ¡Cobarde! Ni una palabra más. Yo sé todo, yo sé...
Ahora nos casaremos más pronto, dentro de unas horas, y nos vamos a los
Estados Unidos hoy mismo, hoy mismo.

CLARA
Pero... así...

MR. GREEN
Hoy mismo. (Entran JOSÉ y MARÍA que oyen las últimas palabras).

JOSE
¿Por qué tan rápido, tío?

MARIA
Ya lo ves, así deberíamos hacer nosotros: apresurarnos. ¡Si te sintieras
americano!

JOSE
Pues eso sí ni modo.

MARIA
(A CLARA y Mr. GREEN). ¿Les podemos encargar cosas, allá que es todo tan
barato?

MR. GREEN
(Muy seco). Sí.

MARIA
¡Ay! Pues quiero que me manden unas medias. (Al ver que nadie le contesta se
acerca a JOSÉ y le dice). Quién sabe qué pasa aquí, ¿ves?

JOSE
Sí, más vale que nos callemos.

MR. GREEN
Well, vámonos. (Hace inclinación de cabeza a JORGE). Buenas tardes. (A ALICIA
le hace un cariño). La esperamos algún día. Usted es ya hija mía completimenta.
(Le da un beso. CLARA le da la mano a JORGE, que la retiene entre las suyas y
dice).

JORGE
Clara... todavía... (CLARA se queda callada, después abraza estrechamente a
ALICIA y se va precipitadamente. La sigue Mr. GREEN, y después MARÍA y JOSÉ
que se despiden de lejos con un ademán. JORGE se sienta en una banca en
actitud meditativa. ALICIA se ha quedado al fondo del jardín viendo ir a su madre.
Luego se acerca poco a poco y se sienta en la misma banca, al lado de él).

ALICIA
¡Qué bella tarde! ¿Has visto?

JORGE
No.
ALICIA
Es tarde de octubre. En este mes hay siempre unas tardes lindísimas. Son
quietas, lánguidas.

JORGE
¿Estás romántica?

ALICIA
Te bastaría con mirar un poco a tu alrededor. Estás como abstraído, mirando
dentro de ti mismo solamente. Sal un poco acá, afuera. Te encontrarás con la
naturaleza espléndida.

JORGE
Casi no la reconocería.

ALICIA
¡Te has apartado tanto de ella! Vives en un mundo inferior, fantástico, que te forjas
en la imaginación.

JORGE
Hasta allá he tenido que ir.

ALICIA
¿A buscar qué?

JORGE
¿Qué sé yo? Muchas cosas. Todas las que he deseado. Hay tantas cosas que nos
niega la vida y sólo podemos poseerlas con la imaginación...

ALICIA
Si en fuerza de desearlas las obtuvieras...

JORGE
Las poseo plenamente, largamente. No importa que sea con la embriaguez del
alcohol o con la embriaguez de la imaginación.

ALICIA
Te exaltas sin necesidad.

JORGE
Lo necesito para vivir.

ALICIA
La vida está acá, lejos de donde tú estás. Necesitas salir a ella; o mejor dicho,
entrar, porque eres tú el que vives fuera del mundo. Yo te ayudaré, ¿quiénes? Hay
muchas cosas buenas en la vida real. Yo podría enseñarte alguna que te gustara...
JORGE
(Distraído). ¿Tú? (Sacando el reloj para ver la hora). Perdóname, pero se me hace
tarde, tengo que salir.

ALICIA
No, no. Ahora no, te lo ruego...

JORGE
Es urgente lo que tengo que hacer.

ALICIA
No hay urgencia que valga. Tengo algo que decirte.

JORGE
¿Qué puede ser?

ALICIA
Algo mucho más importante que cualquier asunto que tengas.

JORGE
¿Será posible que digas algo de interés?

ALICIA
Desde que guardo este secreto me siento otra persona, otro ser muy superior a mí
misma. Una privilegiada.

JORGE
¡Curioso!

ALICIA
¿No te interesa que lo diga?

JORGE
Cómo no.

ALICIA
¿No lo adivinas?

JORGE
Imposible.

ALICIA
Si tú me ayudaras un poco. Si quisieras comprender. Las palabras todas me
parecen groseras y torpes para expresar mi inmensa, nuestra inmensa dicha.

JORGE
¿Pero qué es? Dilo de una vez.

ALICIA
Es mi última esperanza, temo perderla si la descubro.

JORGE
No hagas tanto misterio, dilo.

ALICIA
Si tú supieras lo que es sentirse sola, completamente sola...

JORGE
Lo sé de sobra.

ALICIA
Yo le pedía a Dios constantemente algo que endulzara mi vida, algo que fuera una
ilusión para mí y una razón de vivir. Yo le pedía a Dios todas las noches, con toda
la fe de mi corazón que me concediera un hijo. Y al fin, tras de tanto desearlo, voy
a ser madre. ¿Te imaginas qué alegría? Un hijo que sea tuyo y mío, que nos unirá
para siempre, que nos compensará largamente de todas nuestras amarguras.

JORGE
(Lejos de sorprenderse gratamente, queda mudo e indiferente. ALICIA lo
contempla angustiada; él sigue cabizbajo rayando con el bastón sobre la arena del
jardín. ALICIA se fija en los trazos del bastón y deletrea con profunda amargura).

ALICIA
Ch-e-l-i-t-o (Grita desolada). ¿Qué es eso, Jorge? ¡No es posible! ¿Cómo puedes
pensar eso ahora, escribir aquí ese nombre? Nuestro hijo... (Pausa dolorosa.
Desde la verja suena el klaxon de un auto, se oyen voces de dos amigos que
gritan: ¡Jorge! ¡Jorge! ¡Ya son las seis! ¡Anda!).

JORGE
Voy, voy en seguida. (Se pone el sombrero y se marcha presuroso sin despedirse
de ALICIA). ¡Ya voy! (Mutis).

ALICIA
(Queda sola sentada en la banca, en medio del silencio de la tarde. Los árboles se
deshojan lentamente. Sumida en hondas reflexiones, rompe a sollozar con
amargura; pero se contiene al notar que el jardinero, que desde el principio de la
escena anda bajo los árboles, componiendo las plantas, empieza a barrer las
hojas caídas. Le pregunta con dureza). ¿Qué hace usted ahí?

JARDINERO
(Dejando caer las palabras con lentitud). Barro las hojas secas que caen sobre los
prados y maltratan las rosas.
ALICIA
Maltratan las rosas... (Pensando con tristeza en su vida; después). Sí, bárralas
usted... bárralas todas... (Se deja caer en la banca ahogando sollozos. En tanto,
las hojas siguen cayendo, y el jardinero las barre en medio de la quietud de
aquella fría y lánguida tarde de otoño).

TELÓN LENTO

You might also like