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El mar azul que nos miraba,

cuando era nuestra edad tan frágil

que se doblaba bajo el

peso de los castillos en el aire.

Y era el mar del primer amor

en unos ojos otoñales.

Un día quise ver el mar

-mar de la infancia- y ya era tarde.

La muerte de la rosa

Murió de mal aroma.

Rosa idéntica, exacta.

Subsistió a su belleza,

Sucumbió a su fragancia.

No tuvo nombre: acaso

la llamarían Rosaura,

O Rosa-fina, o Rosa

del amor, o Rosalba;

o simplemente Rosa,

como la nombra el agua.

Más le hubiera valido

ser siempreviva, Dalia,


pensamiento con luna

como un ramo de acacia.

Pero ella será eterna:

fue rosa; y eso basta;

Dios la guarde en su reino

a la diestra del alba.

Si alguien llama a tu puerta

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,

y algo en tu sangre late y no reposa

y en tu tallo de agua, temblorosa,

la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía

te sobra tiempo para ser hermosa

y cabe todo abril en una rosa

y por la rosa desangra el día

Si alguien llama a tu puerta una mañana

sonora de palomas y campanas

y aún crees en el dolor y en la poesía


Si aún la vida es verdad y el verso existe.

Si alguien llama a tu puerta y estás triste,

abre, que es el amor, amiga mía.

Soneto matinal a una colegiala ingrávida

Al pasar me saluda y tras el viento

que da al aliento de su voz temprana

en la cuadrada luz de una ventana

se empaña, no el cristal, sino el aliento

Es tempranera como una campana.

Cabe en lo inverosímil, como un cuento

y cuando corta el hilo del momento

vierte su sangre blanca la mañana.

Si se viste de azul y va a la escuela,

no se distingue si camina o vuela

porque es como la brisa, tan liviana

que en la mañana azul no se precisa

cuál de las tres que pasan es la brisa,

cuál es la niña y cuál es la mañana.

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