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Los totalitarismos del siglo XX: ¿están

muertos?

1. ¿Qué es el totalitarismo?

Totalitarismo es el sistema político en el cual todas las actividades, todos los


aspectos de la vida, sean de orden social, político, económico, intelectual, cultural o
espiritual, se hallan subordinados a los intereses e ideología de los gobernantes.
En este régimen, derechos y libertades no merecen ninguna consideración: perturban
los propósitos del líder.

Cualquier tipo de oposición o crítica al Estado y a la ideología de los gobernantes es


reprimida y tildada de traición. En los totalitarismos, nada se puede poner en tela de
juicio; la voz de la argumentación y de la crítica queda anulada frente al poder
mediático de la organización totalitaria.

El totalitarismo del siglo XX se diferencia de otros formas autocráticas como el


despotismo, el absolutismo, la tiranía o la dictadura. En éstas, pagando el precio de
abstenerse de política, es generalmente factible vivir y trabajar con cierta autonomía.
Pero en el totalitarismo moderno esta parcela de autonomía o independencia no es
posible; la organización hace que todo el mundo dependa por completo de los
deseos y obsesiones del partido político y de su líder.

Los totalitarismos menosprecian y se oponen a las concepciones liberales y


democráticas de la vida política. Es el líder y el partido quién organiza directamente
tanto la vida privada como la vida pública. Toda la sociedad está sujeta a una
organización jerárquica en la cual, incluso los miembros del partido que ocupan
lugar con un determinado poder, se hallan sometidos a la imprevisible «voluntad del
líder».

1. Lealtad total al líder

«Los movimientos totalitarios son


organizaciones de masas de individuos
atomizados y aislados. En comparación
con otros partidos y movimientos, su
característica externa más manifiesta
es la exigencia de una lealtad total, sin
restricción, incondicional e inalterable
del miembro individual. Esta exigencia
es formulada por los dirigentes de los
movimientos totalitarios incluso antes
de la llegada al poder.»

Hannah Arendt Los orígenes del


totalitarismo, capítulo X, Madrid,
Taurus, 1999
El control de todos los medios de comunicación es fundamental para el
establecimiento del régimen totalitario; con este control, la información deviene
propaganda y adoctrinamiento. Por otra banda, se dispone de una eficiente policía
secreta que espía y horroriza toda la población, incluidos los que ocupan lugares altos
en la jerarquía totalitaria. Esta policía prueba y evalúa la fidelidad de los individuos: los
campos de concentración son su imprescindible institución.

2. Propaganda 'científica'

«La propaganda comunista amenazaba al pueblo con perder el tren de la


Historia, con seguir desesperadamente atrasado respeto a su tiempo, con
gastar sus vidas inútilmente; del mismo modo que el pueblo era
amenazado por los nazis con vivir contra las leyes eternas de la naturaleza
y de la vida, con un irreparable y misterioso deterioro de su sangre. El
fuerte énfasis de la propaganda totalitaria en la naturaleza 'científica' de
sus afirmaciones ha sido comparado con ciertas técnicas publicitarias que
también se dirigen a las masas».

Hannah Arendt Los orígenes del totalitarismo, capítulo. XI, Madrid, Taurus,
1999

2. Los dos totalitarismos del siglo XX

Los dos totalitarismos que más profundamente han marcado el siglo XX han sido el
nazismo y el comunismo. Tras la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial (1914/18),
las democracias liberales mostraban una fuerte pérdida de credibilidad.
Movimientos extremistas de extrema derecha y de extrema izquierda menospreciaban
y debilitaban las democracias liberales, parlamentarias y pluralistas.

En este contexto, el movimiento nazi, arraigando en la


crisis social y económica del momento, creció hasta
obtener mayoría de votos; así, el 1933, Adolfo Hitler y
su partido, el «Partido Obrero Nacionalsocialista
Alemán» (NSDAP), consiguieron, por vía democrática,
el gobierno de Alemania: las disposiciones totalitarias
previstas en el libro de Hitler Mein Kampf no se hicieron
esperar. Pero no fue hasta el 1939, con el estallido de la
Guerra, cuando el totalitarismo se mostró en toda su
dominación.
En Rusia, la Revolución de Octubre de 1917, liderada
por Lenin, abriócamino a la instauración del
comunismo; el 1922, se transformaba en URSS. Con la
muerte de Lenin, en el 1924, Joseph Stalin inició el
proceso de liquidación de toda oposición convirtiéndose
en dictador absoluto. Su comunismo estaba alejado del
ideal comunista soñado por Marx y Engels. Desde 1936
hasta el 1953, año de la muerte del líder, la URSS sufrió
el mayor totalitarismo comunista.

Los dos sistemas totalitarios se desafiaron mútuamente luchando por la hegemonía en


Europa. Ahora bien, Berlín y Moscú mostraban una inquietante «identidad
cultural». ¿Qué compartían ambos sistemas totalitarios? ¿En qué se diferenciaban?
Respondemos a estas preguntas de la mano de Jorge Semprun (Conferencia
Huizinga, 17 de diciembre de 1999).

Semejanzas

a. Desde un punto de vista formal, los dos sistemas se hallan construidos


encima de premisas idénticas: liquidación del pluralismo, partido único e
ideología oficial del Estado; rigorismo moral y rechazo del arte moderno,
calificado de 'decadente'; culto al líder y obediencia ciega, evitando toda
disidencia o desviación ideológica.

b. Desde un punto de vista cuantitativo, los dos sistemas son igualmente


comparables: su terrorismo de Estado ha producido millones de víctimas.
Si se pudiese disponer de estadísticas fiables, probablemente la Unión
Soviética de Stalin tendría una siniestra ventaja numérica respecto a la
Alemania de Hitler, pero ésta destacaría por su odio absoluto.

Diferencias

a. Pero los dos sistemas totalitarios tienen fuertes diferencias respecto a sus
orígenes ideológicos y a sus objetivos proclamados. El nazismo se
origina y se organiza en torno al concepto de exclusión, de rechazo del otro y
proclama abiertamente la superioridad de la raza aria; consecuentemente,
todo se reorganizará en favor de los considerados superiores y se procederá
al exterminio de los judíos y de todas los «otros». El comunismo se origina en
torno al concepto de emancipación humana universal; proclama que el
proletariado tiene la misión histórica de liberar la sociedad de sus clases;
pero la práctica comunista ha llevado a una sociedad estratificada en la cual
los privilegios y la separación en castas se han reforzado.

b. El comunismo destruyó la burguesía en tanto que clase social y con ella lo


que hoy se conoce como sociedad civil, liquidó la propiedad privada de los
medios de producción y con ella toda actividad económica autónoma, es
decir, lo que se conoce como mercado. Por todo eso, en esta sociedad es tan
difícil hoy restaurar la democracia. El nazismo no aspiraba destruir el
mercado, aspiraba exterminar un pueblo, unos pueblos a los cuales se les
negaba el derecho a existir. Desgraciadamente, tenemos que reconocer que
toda la historia de la humanidad está poblada de infinidad de crueles
matanzas, pero el exterminio de los judíos en Europa (el Holocausto o la
Shoah, es decir, la «catástrofe»), es una singularidad nunca conocida: por
el solo hecho de existir, unas personas eran peligrosas y odiadas. La
«solución final», practicada siguiendo lo más eficiente sistema científico de
producción, cuestiona el valor de la cultura occidental que lo ha hecho posible.

3. Actitudes que fomentan el totalitarismo

Hoy el totalitarismo no es la forma de gobierno de nuestro entorno, pero actitudes


totalitarias a menudo rebrotan como si las semillas de éste perdurasen arraigadas
en nuestra sociedad. ¿Qué actitudes totalitarias? Podemos preguntarnos en qué
medida tienden al totalitarismo las siguientes:

1. Miedo a la diferencia. Los movimientos totalitarios no aceptan las


diferencias; los que manifiestan alguna son considerados intrusos que es
preciso marginar o eliminar. La diferencia no es entendida como signo positivo
y enriquecedor de diversidad. ¿Por qué, en determinadas circunstancias,
rebrota el racismo?

2. Rechazo de los desacuerdos. Los desacuerdos son tildados de traiciones:


desviaciones que se han de evitar. Pero los desacuerdos, en una sociedad
democrática, son nuevas perspectivas que pueden conducir a nuevas
soluciones. Forzar acuerdos no tolerando desacuerdos, ¿es una actitud que
fomenta el totalitarismo?

3. Sospecha ante la cultura. Se atribuye a Goebbels, el grande propagandista


nazi, la declaración: «Cuando siento la palabra cultura, saco mi revólver». La
cultura, cuando comporta una actitud crítica, siempre será sospechosa para
los totalitarismos.

4. Léxico pobre y gramática elemental. Los textos escolares nazis se


construían con un léxico muy pobre y una gramática elemental con el objeto
de limitar los instrumentos del razonamiento complejo y de la crítica aguda.
Cuando empobrecemos nuestro lenguaje, debilitamos los recursos que nos
pueden proteger.

5. Duda con respecto a la legitimidad de los parlamentos. Buscando la


aclamación popular, no el debate, los totalitarismos pronto hacen desaparecer
toda tipo de instituciones parlamentarias

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