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SOLEMNIDAD DE NTRA.

SEÑORA, LA VIRGEN DEL ROSARIO


7 octubre de 2017

Queridos hermanos, celebramos hoy la solemnidad de Nuestra Señora la Virgen del


Rosario, patrona de nuestro pueblo, coincidiendo además esta con el 75 aniversario de
su presencia entre nosotros.

Alégrate y goza, hija de Sión, que yo vengo a habitar dentro de ti –Oráculo del Señor–.

Estas palabras del profeta expresan el mensaje de salvación de Dios para su pueblo que
ha padecido la esclavitud y ha sufrido la deportación. Zacarías anuncia que Dios viene a
habitar en medio de su pueblo. Pero lo que el profeta no puede concretar es que esta
acción de Dios llegará hasta las últimas consecuencias: Dios mismo toma carne en la
persona de Jesús de Nazaret, y lo hace naciendo de María virgen.

Al tomar su humanidad de las entrañas de María, María queda convertida en verdadera


arca de la nueva alianza, como decimos en las letanías del Rosario. Ella, con su Sí, pasa
a ser morada de Dios en la tierra, pues en su seno lleva al verdadero autor de la vida,
escondido en la fragilidad y el llanto de un niño.

El Sí incondicional de María, a pesar de todas las consecuencias que podía acarrearle, es


causa de salvación para toda la humanidad. Este sí de María es el eco de la apertura del
hombre a Dios. Con su Sí, María, en nombre de toda la humanidad, abre la puerta de
nuestra casa al autor de la Vida.

Por tanto, ser hijos de María, debe suponer para nosotros esta apertura incondicional a la
acción de Dios en nuestra vida. La piedad mariana es constitutiva del ser de la Iglesia,
es fundamental.

Pero esta piedad mariana no puede quedar en simples acciones externas. Ser hijos de
María nos hace imitarla como madre y como modelo de discípula. Ella estuvo presente
en todos los momentos importantes de la vida de Jesús. Ella seguía a su Hijo, confiaba
en él; incluso hasta en el misterio del dolor y de la Cruz, María permaneció de pie,
manteniendo encendida la llama de la fe de la Iglesia naciente cuando todos huyeron.
Ella reunió de nuevo a los apóstoles y mantuvo a la Iglesia unida en los peores
momentos antes de la resurrección. Por eso la aclamamos como Madre de Cristo y
Madre de la Iglesia.

Como Madre siempre nos lleva hacia su hijo, nos invita a seguirlo confiados, sabiendo
que él nunca defrauda.

Hoy la veneramos como Virgen del Rosario. En el Rosario, mientras suplicamos a


María, templo del Espíritu Santo, Ella intercede por nosotros ante el padre que la ha
llenado de gracia y ante el Hijo nacido de sus entrañas, rogando con nosotros y por
nosotros.
Pidámosle a María, en este su 75 aniversario, que siga intercediendo por todos nosotros
y por todo nuestro pueblo. Que como madre, dirija nuestras vidas hacia su hijo Jesús,
que nos mueva a abrirle las puestas de nuestro corazón y dejemos entre y transforme
nuestras vida. Que así sea.

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