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MEMORIAL DEL 68

CENTRO CULTURAL UNIVERSITARIO TLATELOLCO


Ciclos de charlas “Y NOS LEVANTAREMOS CUANDO NOS DÉ LA GANA”
Ciclo de conferencias sobre revueltas y levantamientos en la ciudad de México
Alzamiento de negros en la ciudad de México 1609-1612
Por J. Jesús María Serna Moreno

En el marco de la celebración del 2011 como “Año internacional de los


afrodescendientes” declarado por la ONU en la resolución 63/169, se realizó la Cumbre
Iberoamericana de Alto Nivel en Salvador, Bahía, en la cual se propuso un “Decenio de los
Afrodescendientes en América Latina y el Caribe”. Este decenio se inicia este año de 2015 y
para quienes trabajamos los temas de los afrodescendientes es motivo de reflexión y por eso
he querido comenzar evocando este decenio que nos obliga a avanzar en un diálogo contra
el racismo, la xenofobia y la discriminación. La RED INTEGRA a la que pertenezco en
México tiene un Sub grupo “Afrodescendientes y racismo” cuya divisa con la cual empiezo
es la siguiente:
Para nosotros, el pasado y presente de las poblaciones africanas y afrodescendientes
en América Latina y el Caribe, ha sido documentada por múltiples investigaciones históricas
y antropológicas. Se sabe que hombres, mujeres niñas y niños participaron con su trabajo en
las empresas coloniales produciendo buena parte de la riqueza material de este continente,
aportaron sus conocimientos y saberes y, en la convivencia con otros grupos sociales,
sentaron las bases económicas y sociales sobre las que se edificaron gran parte de las
naciones. En la actualidad se puede constatar la vitalidad de pueblos, comunidades y
colectivos afrodescendientes en América Latina y el Caribe, quienes no obstante enfrentar
condiciones de exclusión aportan con su trabajo cotidiano riqueza material y cultural a la
composición multicultural de nuestros países. Sin embargo, en muchos países como México,
siguen estando ausentes de la historia oficial del país y reciben poca atención del Estado.
A pesar de los logros que en muchos países han obtenido los movimientos y
organizaciones sociales afrodescendientes, siguen enfrentando cotidianamente con la
pervivencia de ideas, estereotipos y prácticas discriminatorias basadas en la estigmatización

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del color de la piel y el fenotipo, además de enfrentar condiciones de exclusión social. Por lo
tanto es un grupo de población en situación de vulnerabilidad.
El subgrupo afrodescendientes y racismo tiene como propósito profundizar en la
investigación y reflexión en torno de las modalidades que las ideas y las prácticas del racismo
en América Latina y el Caribe han adoptado frente a la población de origen africano y sus
descendientes desde una perspectiva histórica y contemporánea, haciendo énfasis en México.
Asimismo considera que es necesario impulsar espacios de vinculación del quehacer
científico y académico con la sociedad a fin contribuir en la construcción de un mundo libre
de racismo y discriminación.
Sobre los africanos que vinieron a México existe un estudio realizado por el profesor
Nicolás Ngou-mbe, natural de Gabón, quien hizo investigaciones en el Archivo General de
Indias, de Sevilla, encontrando en la documentación referente al trabajo en las minas de plata,
que la mayoría de la población esclava que fue traída a la Nueva España pertenecía al
complejo cultural Bantú. Este resultado es novedoso y muy importante para el estudio cada
vez más preciso en relación a la historia de los negros africanos, tanto de los de África como
de los de México1.
Durante mucho tiempo en México era muy mal visto decir que uno descendía de negros,
por lo cual se ocultaba de diversas maneras esta presencia afromexicana. Sin embargo, en la
actualidad, ya se cuenta con pruebas irrefutables de esa historia poco conocida sobre la
presencia negra en nuestro mestizaje.
Así, por ejemplo, resulta muy interesante que en algunas regiones como el Sotavento
en Veracruz, el mulataje producto de las relaciones entre españoles y negras fue muy alto,
pero algo más interesante aun es el mestizaje entre indígenas y negros; mestizaje éste que, en
muchas regiones como las costas del actual Guerrero y Oaxaca, llegó a ser mayoritario. Y es
que pocos se ponen a reflexionar en algo tan fundamental como lo siguiente: en estas dos
zonas del Pacífico, poco comunicadas, durante mucho tiempo, la inmensa mayoría de la
población era indígena y negra, mientras que la presencia española era, con mucho,
minoritaria.

1
El libro al que nos referimos se publicó en España y lleva por tìtulo El África Bantú en la colonización de
México, y fue editado en Madrid por la Agencia Española de Cooperación Científica (AECI), del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en 1994.

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Incluso a nivel nacional, según los censos en la Nueva España, había: en 1570, 6,640
europeos, 3 millones 366 mil indios y 20,569 negros; y en 1742 había 9 mil europeos, 21 mil
africanos, un millón, 540 mil indígenas, 266 mil afromestizos y 249 mil indomestizos.2
Creemos que estos datos hablan por sí mismos. Pero lo más importante de este
fenómeno poblacional no es tanto la cuestión de la herencia biológica, sino que esta evidencia
de tipo racial nos remite a la herencia cultural. Esta herencia cultural es la que hemos recibido
los mexicanos no sólo de España y de las diversas culturas pertenecientes a los diferentes
pueblos indios de México, sino también de las diversas variantes culturales que nos llegaron
del continente africano, particularmente de la costa occidental de ese continente. De ahí la
riqueza de la diversidad cultural de la nación mexicana. Por eso es increíble que durante
mucho tiempo, y aún en la actualidad, se haya soslayado este tercer origen que aún a simple
vista es evidente en muchas regiones del país. Veamos ahora los levantamientos de
afrodescendientes, negros, pardos y mulatos empezando por lo que es el cimarronaje y las
rebeliones en América Latina, para contextualizar los alzamientos que hubo en México.
Cimarronaje
Las rebeliones de los esclavos se inician prácticamente con la llegada a América de los
primeros buques de la trata negrera. De hecho, podemos hablar de un movimiento de rebelión
permanente, organizado y dirigido por los propios esclavos al cual se le conoce como
cimarronaje. Este movimiento representó una fuerza de desgaste significativo para el sistema
esclavista que socavó sus bases a distintos niveles, económico, social y militar, e influyó
poderosamente para que ese tipo de trabajo entrara en crisis y fuese sustituido por el trabajo
libre.
Su dinámica expresaba la contradicción fundamental de la época, es decir, aquella
que existía entre los esclavos y sus señores y aparecía, consecuentemente, en todas las áreas
y épocas en que el sistema de producción esclavista fue establecido.
El cimarronaje es un movimiento emancipador que antecede, con mucho, al movimiento
liberal abolicionista; tiene un carácter mucho más radical, sin ningún elemento de mediación
entre su conducta dinámica y los intereses de la clase señorial. Solamente la violencia, por lo
mismo, podrá consolidarla o destruirla. De un lado los esclavos rebeldes; del otro, sus señores
y el aparato de represión.

3
Hablemos ahora del palenque, al cual se le dieron muchos otros nombres según la
región. Así, a los palenques se les conoció también como quilombos, manieles, mocambos,
cumbes, madeiras o bambises.
El palenque o quilombo aparece, visto así, como el módulo de resistencia más
representativo que existió por su continuidad histórica y su cantidad: En éste se establece una
frontera social, cultural y militar contra el sistema que oprimía al esclavizado, y se constituía
en una unidad permanente, más o menos estable, en la medida en que las fuerzas represivas
actuaban menos o más activamente contra él. De esta forma, el palenque es el centro
organizativo del cimarronaje, aunque otros tipos de manifestaciones de rebeldía también se
presentaron, como las guerrillas y diversas formas de protesta individuales o colectivas. El
cimarronaje, por lo tanto, puede ser visto como una constelación de movimientos de protesta
del esclavo, cuyo centro de organización era el palenque, del cual partían o hacia el cual
convergían las demás formas de rebeldía. Así, el cimarronaje era la expresión más importante
de la contradicción principal del régimen esclavista. Los amos, por otro lado, no desdeñaban
su importancia y se hacían de recursos (militares, políticos, jurídicos y hasta del uso del
terror) para combatirlo. Esa estrategia señorial va desde las leyes de la metrópoli aplicadas
en la colonia, edictos y otros estatutos represivos, hasta la formación de milicias de capitanes
de partidas de caza a los negros, confección y uso de aparatos de suplicio y otras formas de
represión, no institucionalizadas, pero que se habían transformado en costumbres. De ahí que
el palenque llegó a ser en muchos lugares de América un hecho normal de la sociedad
esclavista. En él se llegaron a incluir no sólo negros fugados, sino también indios
perseguidos, mulatos, mestizos, personas perseguidas por el fisco, fugitivos del servicio
militar, mujeres sin profesión, blancos pobres y prostitutas. Se trataba del grupo que
integraban los perseguidos por el sistema colonial. En Brasil llegaron a contabilizarse más
de 139 palenques o quilombos como les decían y dicen aun en Brasil, distribuidos en 12
estados.
Ahora bien, si destacamos su relación con los movimientos independentistas, vemos que
cuando se habla de la independencia de nuestros países muchas veces se deja de lado los
antecedentes por parte de la población negra, esclava o no, que jugaron un papel importante
por su espíritu libertario que se va a expresar durante la emancipación política de nuestros
pueblos latinoamericanos.

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De las muchas rebeliones de esclavizados que hubo durante la segunda mitad del siglo
XVIII y que enmarcaron los antecedentes de las guerras de independencia y de la, ya en ese
entonces presente, revolución social en nuestra América, habría que mencionar aquí,
aquellas que más se hicieron notar por su número, su fuerza o intensidad.
En 1760, estalló en la parte norte central de la isla de Jamaica una gran rebelión de
esclavos, la cual se extendió hasta el año de 1761 y pasó a la historia con el nombre de la
Guerra de Tacky. La sublevación fue sofocada violentamente usando una gran cantidad de
tropas regulares, milicias y mercenarios. A pesar de lo sangrienta que fue esta represión, en
la isla se siguieron dando numerosas rebeliones, entre las más memorables, sólo dentro de
este período, están la de 1763 en la parroquia de St. Anne en una gran plantación en donde
después de acabar con amos y administradores, los sublevados saquearon los alrededores y
huyeron a las montañas donde permanecieron largo tiempo como cimarrones. En 1765,
aunque abortó la conspiración de esclavos, lo cruento del resultado dejó honda huella; en
1766 en la rebelión de esclavos en Westmoreland mueren todos los sublevados muchos
peleando y todos los que no murieron durante la lucha fueron ejecutados y a pesar de que en
1768, se había firmado un tratado de paz, en 1771, otra conspiración fue descubierta y para
1777 la isla es nuevamente escenario de grandes sublevaciones de esclavos y, para 1795, los
marooms del pueblo de trelawny se alzan iniciando la segunda Guerra cimarrónica. El 21 de
diciembre, el enfrentamiento es contra una fuerza militar integrada por mil quinientos
soldados regulares y tres mil milicianos jamaicanos, engañados después de duros combates
en los que no fueron vencidos, firmaron un tratado de paz y, traicionados por el gobernador
de Jamaica, fueron deportados, primero a Nueva Escocia y luego al África. En 1798 se vuelve
a producir otra sublevación encabezada por Coffi y se establecen en trelauny los sublevados;
y, antes de que termine el siglo, en 1799, los negros esclavos traídos por los amos franceses
de Saint Domingue, conspiran y son descubiertos, por lo cual mil de ellos son igualmente
deportados. En 1803 una conspiración es descubierta en Kingston y el saldo es de dos
esclavos ejecutados. En 1808 se amotinan 50 africanos reclutados a la fuerza en el fuerte
Augusta y dos oficiales resultan muertos y en 1809 se descubre otra conspiración por lo cual
dos esclavos son ahorcados y varios deportados.
También en Venezuela se dieron numerosas rebeliones de esclavos durante este
mismo periodo. Así, en 1771, los esclavos de la hacienda de cacao Arboleda se apoderan de

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la hacienda, matan al mayordomo y se escapan como cimarrones a los montes de Ocoyta
donde fundan un cumbe con catorce ranchos. El jefe era el famoso capitán Guillermo, quien
muere en el enfrentamiento que ocurrió después de ser descubierto el Cumbe. Aunque
muchos integrantes del cumbe escaparon y continuaron de cimarrones. Más tarde, en 1779
se da otra rebelión en Venezuela, esta vez en Maracaibo, encabezada por el subteniente de la
milicia de pardos, Francisco Javier Pirela; en 1795 estalla otra gran sublevación de esclavos
ahora en la ciudad venezolana de Coro y los negros fueron apoyados por los curazoleños que
habitaban en barrios de la periferia de la ciudad; tiempo después gana fama en la sierra de
Coro el caudillo cimarrón José Leonardo Chirinos al cual seguían muchos cimarrones
procedentes de la isla de Curazao. Ya en 1761 se supone que vivían unos cuatrocientos
cimarrones curazoleños en el litoral oriental de Venezuela a donde habían arribado en frágiles
canoas.
En Cuba las rebeliones más sonadas fueron la de 1785, año en el que negros
cimarrones atacan numerosas haciendas en el oriente de la isla; asimismo, las de 1795, tanto
la que ocurrió en la hacienda Cuatro Compañeros en la provincia cubana de Camagüey y
otras que tuvieron lugar en haciendas de la región, como la conspiración del negro libre
Nicolás Morales, que fue descubierta a pesar de que estuvo muy bien organizada y parece
haber tenido ramificaciones en varias zonas del Departamento Oriental; entre 1797 y 1798
un numeroso grupo de esclavos carabalíes se alzan de nuevo en un ingenio de la provincia
de Camagüey y los líderes de la rebelión son ahorcados y algunos de los implicados fueron
enviados al presidio de San Juan de Ulúa; también en 1798, se sublevan varias dotaciones de
esclavos de ingenios en la región de Trinidad además de varios alzamientos de esclavos en
ingenios de La Habana y, al año siguiente, tiene lugar una revuelta de esclavos en esa misma
zona, en un ingenio en las inmediaciones de la ciudad de La Habana en donde los insurrectos
ajusticiaron al mayoral e incendiaron todas las instalaciones de la finca. Para el año de 1800,
el rey de España dicta en Aranjuez una real cédula en la que otorga la libertad a los esclavos
de las minas de Santiago del Prado. Con esta cédula se ponía fin a una lucha sistemática de
los esclavos de las minas y los cimarrones de las montañas aledañas que duró ciento veintitres
años.
Entre las naciones caribeñas en las que se dieron rebeliones de esclavos negros, Haití
no tuvo parangón alguno. Fue el primer y único caso, en toda América, en el que se llegó a

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una revolución en la que los negros y mulatos acabaron con la dominación blanca. Desde
1758 en que fue quemado vivo en la ciudad de El Cabo el célebre cimarrón Francisco
Mackandal quien ingresó en la literatura universal a través de la obra del novelista cubano
Alejo Carpentier titulada El reino de este mundo, hasta la declaración de independencia en
1804, Haití estuvo en los oídos aterrorizados de todos los esclavistas de las Américas y el
Caribe. En 1761 el asalto a un palenque en el que murieron, además de muchos de los
cimarrones, casi la mitad de los que llevaron a cabo el asalto fue noticia en muchos lados. En
1775 el caudillo negro Noel organiza la resistencia armada de los cimarrones en el Fort
Dauphin y su acción es continuada en los años sucesivos por Telemaque Canga, Isaac y
Pyrrhus Candide. Estas luchas continúan hasta 1782 en que los colonialistas franceses se ven
obligados a firmar la paz con los cimarrones, pero en 1790 se reinicia la rebelión, ahora con
Oge y Chavannes quienes el año siguiente son condenados y ejecutados. Sin embargo, para
1792 miles de esclavos asaltan la ciudad de Cabo francés y la insurrección se extiende por
toda la colonia de Saint Domingue. El año de 1793 Santhonax abolió la esclavitud. Esta
medida desencadenó una explosión de rebeldía en toda la América. El ciclón de la libertad
comenzó a hacer crujir las estructuras sociales del Nuevo Mundo. Para 1794 la Convención
Francesa vota la abolición de la esclavitud en las Antillas Francesas con lo que se incrementa
la rebeldía de la masa esclava en el Caribe. En 1801, el revolucionario haitiano Toussaint
Louverture ocupa Santo Domingo con su ejército y proclama la libertad de los esclavos de
esa porción de la isla. Louverture muere en 1803 en Francia donde había sido recluido por
orden de Napoleón Bonaparte. El 18 de noviembre triunfan las armas negras en la batalla de
Vertieres y el 19 de noviembre se firma un armisticio de diez días para la evacuación del
ejército francés. El 4 de diciembre las últimas tropas francesas abandonan Saint Domingue.
Otra gran rebelión de esclavos se produjo en Berbice (Guyana) en 1763. Esta rebelión fue
dirigida por el esclavo doméstico Cuffy, quien es actualmente una suerte de héroe nacional
guyanés y en su recuerdo se ha construido un gigantezco monumento en la ciudad de
Georgetown como símbolo de lo que fue la rebelión y de la unidad nacional.
En Puerto Rico, en 1795 se produjo una rebelión de esclavos en el partido de
Aguardilla que merece ser mencionada. En 1805 se subleva un grupo de esclavos en el
partido de Humacao y ocupan la sede del ayuntamiento conocida como la “Casa del rey”.

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Otras rebeliones, en diversas islas del Caribe, serían la de 1759 que fue descubierta en la isla
de Santa Cruz; la de 1771 en Barbados frente a la costa de Venezuela; la de 1776 en la isla
de San Vicente, en donde se produciría más tarde en 1797 el traslado forzoso por los ingleses
los garinagu o caribes negros a la isla de Ruatán frente a Honduras; pero la más grande
rebelión de esclavos en las Antillas menores se lleva a cabo en 1795 en la isla de Granada en
donde el mulato Julien Fedón acaudilló la lucha en la que participaron gran cantidad de
esclavos. La lucha duró más de tres meses y en ella murieron más de trescientos rebeldes y
el propio Fedón fue herido y, según testimonio de un general británico el líder negro y
algunos de sus hombres saltaron por un precipicio para no ser hechos prisioneros. Julien
Fedón fue proclamado por la revolución de La Nueva Joya como héroe nacional de Granada.
Por otra parte, ese mismo año estalla una gran sublevación de esclavos en la isla de Curazao,
la misma es considerada por los historiadores como la mayor rebelión de esclavos ocurrida
en esa pequeña isla y, por último, en 1808 se produce una gran rebelión de esclavos en la ya
mencionada isla de Barbados
Pero analicemos algunos datos del pasado en México.
En la historia de nuestro país muy pocas veces se menciona a Yanga, luchador por la
libertad de su comunidad que logró el reconocimiento de la Corona española y desde
entonces su pueblo pudo vivir en paz y tener su gobierno propio. Actualmente este pueblito
que se encuentra en el actual estado de Veracruz lleva el nombre de su libertador.
Durante la independencia varios insurgentes eran mulatos o afromestizos como por
ejemplo José María Morelos, Juan N. Álvarez y Vicente Guerrero. También en la revolución
participaron afrodescendientes.
Y, en resumidas cuentas, más allá de lo que ocurrió en el pasado, aspecto que cada
vez conocemos mejor, actualmente en nuestro país, es indiscutible la africanía en la religión
y la magia, en el gusto por los colores y su aplicación en el decorado de casas, templos y
palacios, en las formas de cocinar, la música y el baile, en el habla popular, los refranes, las
leyendas, la tradición oral, en la medicina tradicional y el conocimiento ecológico... signos
todos de la africanización del indígena y una indigenización del africano.
En cuanto a los alzamientos de negros y mulatos de 1609 a 1612 con los que buscaban
sacudirse la dominación española constituyeron hechos considerados por los virreyes como
azote a la colonización dada la enorme cantidad de negros y mulatos que sobrepasaban en

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cantidad a los españoles. Su presencia obedecía a su traslado de manera forzada y violenta
para sustituir la mano de obra indígena.
Existen muchos trabajos sobre estos alzamientos. Entre otros, podemos citar los de
Domingo de San Antón Muñón Chimalpaín3; Vicente Riva Palacio4; Andrés Pérez de Rivas5;
el padre Francisco Javier Alegre6; Manuel Payno7; un documento anónimo que le es atribuido
a Mateo Rosas de Oquendo por Don Alfonso Reyes y que ha merecido un texto crítico de
Margarita Peña y un excelente estudio desde la crítica literaria y clave decolonial elaborado
por Edgar Mejía y en el cual basó su texto sobre el tema Luis Querol y Roso8; David
Davison9; Vicente Magdaleno10; Antonio Román García11; Juan López de Escalera12, Juan
de Torquemada13; Gonzalo Aguirre Beltrán14; Guadalupe Castañón González15; Luz María
Martínez Montiel16; Araceli Reynoso17 y Patrick J. Carroll18.
Estos alzamientos estuvieron precedidos por varias rebeliones y un intenso
cimarronaje que asoló diversas regiones de la Nueva España. Efectivamente, la paz del
virreinato se vio amenazada desde la llegada de los primeros contingentes de personas

3
Domingo de San Antón Muñon, “La conjuración de los negros 1612” en Lecturas Históricas mexicanas, t.l,
selección, prefacio y notas Ernesto de la Torre Villar, México, UNAM, 1994.
4
Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos. El virreinato, Tomo II. México, Publicaciones Herrrerías,
1884.
5
Andrés, Peréz de Rivas, Crónica e historia religiosa de la Provincia de la Compañía de Jesús en México en
Nueva España, dos volúmenes, México, 1896.
6
Francisco Javier Alegre, Historia de la provincia de la Compañía de Jesús en la Nueva España, Tomo II:
Libros 4-6, 1579-1639, Roma, Institum Historicum S.J., 1958.
7
Manuel Payno, Compendio de historia de México, México, F. Díaz de León, 1978.
8
Edgar, Mejía, “La Ciudad amenazada: rebeliones de negros y fantasías criollas en una crónica de la Ciudad de
México del siglo XVII”, en Colorado Review of Hispanic Studies, Vol. 2, (2004).
9
David M, Davidson “Negro Slave Control and Resistance in Colonial Mexico, 1519-1650”, en The Hispanic
American Historical Review, vol. 46.3 (Agosto 1996).
10
Vicente, Magdaleno, Paisaje y celaje de México, México, Ed. Stylo, 1952
11
Antonio, Román García, “Yanga primer libertador de América”, en Esquila misional y animación misionera,
Año 31 no 331, feb 1983.
12
Juan, López de Escalera, Diccionario Biográfico y de Historia de México, México, ed. Magisterio, 1964.
13
Juan de Torquemada, Monarchia indiana, tomo I, lib. V, cap. LXX.
14
Gónzalo, Aguirre Beltrán, La población negra de México, México, Fondo de Cultura Económica, 1972. Y
“Nyanga y la controversia en torno a su reducción a pueblo” en Jornadas de homenaje a Gonzalo Aguirre
Beltrán, Veracruz, México, Instituto Veracruzano de Cultura.
15
Guadalupe Castañón González, “Yanga y el cimarronaje en la Nueva España”, en Javier Laviña, (coord..),
Esclavos rebeldes y cimarrones, Fundación Hernando de Larramendi, Travera, Madrid, 2005.
16
Luz María, Martínez Montiel “Nuestros padres negros. Las rebeliones esclavas en América” en Presencia
africana en Sudamérica, México, CONACULTA, 1994.
17
Araceli, Reynoso Medina, “Revueltas y rebeliones de los esclavos africanos en la Nueva España” en Revista
del CESLA, núm. 7, 2005.
18
Patrick J. Carroll, Población negra en el Veracruz colonial. Raza, etnicidad y desarrollo regional, Bibliotec
Universidad Veracruzana, Xalapa, Veracruz, México, 2014.

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esclavizadas. La primera rebelión que ha quedado registrada fue descubierta y cruelmente
castigada lo cual impidió que se pudiera llevar a cabo debido a una delación por parte de uno
de los conjurados. Estos sangrientos sucesos se produjeron el 24 de septiembre de 1537,
durante el mandato del virrey Don Antonio de Mendoza. El negro que encabezaba la rebelión
fue apresado al igual que varios de sus compañeros y todos ellos fueron descuartizados de
manera brutal y exagerada para que sirviera de escarmiento. Este alzamiento motivó la
primera petición al rey para que prohibiera el envío de negros a la Nueva España, además se
solicitaba que se enviaran armas y municiones, así como la visita periódica de barcos
españoles a Veracruz y otras prevenciones que garantizaran la tranquilidad y el orden en la
colonia19. En 1608, cuando gobernaba por segunda vez Don Luis de Velasco se menciona
otro intento de alzamiento. La conjura se desarrolló aprovechando las reuniones y fiestas, en
ese tiempo muy comunes. Los preparativos de las festividades del 6 de enero día de los santos
reyes se llevaban a cabo a través de las cofradías que eran muy numerosas y entre las que
destacaba la de la Merced, cuyo monasterio servía como lugar de reunión para negros y
mulatos. Durante esas fiestas se acostumbraba representar la coronación de un rey y una reina
negros elegidos por los negros y mulatos participantes en la fiesta. Denunciados ante el
alcalde del crimen Luis López de Azoca fueron apresados los negros y se les abrió proceso
y fueron castigados corporalmente y cuando el virrey Velasco se enteró, a pesar de que no
había prueba alguna del supuesto levantamiento que, se decía, se realizaría el día de Reyes,
mandó a azotar en público a varios esclavizados negros, presos por estos delitos. Para
entonces, en la capital ya se tenían noticias de las actividades cimarronas de los “esclavos”
fugitivos tanto negros como mulatos en la región cercana al volcán de Orizaba o Citlaltépetl
en las selvas pertenecientes a la provincia de Veracruz. Parece ser, entonces, que el
levantamiento se proponía generalizarse mediante una eventual alianza con los negros,
pardos y mulatos cimarrones que venían asolando a Veracruz y a otras regiones de la Nueva
España. Esto fue lo que no los hizo abandonar sus intenciones de alzarse en la ciudad de
México, como veremos más adelante20.
Pasemos, ahora a explicar un poco en que consistió la cimarronería de negros, pardos
y mulatos apalencados en la provincia de Veracruz. Esta rebelión ya llevaba treinta años y

19
Javier Laviña (coord.), Esclavos rebeldes y cimarrones, Madrid, Fundación Hernando de Larramendi, 2005.
20
Luis, Querol y Roso, “Negros y mulatos de Nueva España” en Anales de la Universidad de Valencia, Año
XII, 1931-1932.

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los integrantes del movimiento cimarrón habían nombrado rey a uno de ellos llamado Yanga,
que era descendiente de un linaje real en África y que fue apresado y llevado en calidad de
esclavizado a la colonia española gobernada por el virreinato de la Nueva España. Estando
ya ahí, en la finca en donde había sido comprado para explotarle su trabajo, huye, en busca
de emancipación en las montañas y se une a otros negros fugitivos.
Ya Araceli Reynoso en su trabajo sobre las “revueltas y rebeliones de los esclavos africanos
en la Nueva España” nos dice que:
La existencia de estos enclaves representaron la conformación de sociedades
nuevas donde los africanos pusieron en juego todos los conocimientos traídos de
África, otros más aprendidos de los indios y aún de los europeos. Hicieron suyas
las diversas influencias y de acuerdo al medio y a las circunstancias las aplicaron
de manera original21
A continuación y citando a la Dra. Luz María Martínez Montiel, agrega que: “El
derecho de poner en práctica su creatividad, capacidad de adaptación y experiencia colectiva,
recurriendo a su tradición ancestral y creando nuevas formas de cultura a las que se les puede
llamar con toda propiedad, culturas o sociedades cimarronas”22.
Regresando a la historia de Yanga, El virrey organiza una expedición encabezada por
Pedro González de Herrera para combatir lo que ya en ese entonces era “la mayor de las
rebeliones en la región”23 refiriéndose a una amplia extensión de territorio ubicada a los
alrededores de Orizaba. El grupo de hombres bien armados sale de México el 26 de enero de
1609. Esta “tropa estaba compuesta por cien soldados, con otros aventureros, ciento
cincuenta indios de arco y flecha más doscientos hombres españoles, mulatos y mestizos
reclutados de las estancias vecinas”24. Incorporados al ejército expedicionario iban dos frailes
Juan Laurencio y Juan Pérez, para ver si convencían a los rebeldes a rendirse pacíficamente,
pero obviamente esto no prosperaría, toda vez que no dejarían las armas los hombres de
Yanga sin antes no haber obtenido su ansiada libertad. El primer refugio de los cimarrones
se pierde frente a la arremetida de González de Herrera con su gente y se dirigen al segundo
sitio en donde la defensa es furiosa, pero el lugar se pierde también. Yanga y muchos hombres

21
Araceli Reynoso, Op. Cit., p. 126.
22
Luz María, Martínez M., Op. Cit., p. 611.
23
Araceli Reynoso, Op. Cit., p. 132.
24
Ibíd. p. 133.

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suyos logran huir y se dirigen a las montañas donde se parapetan y eso obliga a los españoles
a buscar la negociación. “…las negociaciones prosperan con altibajos: el capitán Herrera
otorga el perdón general, los cimarrones quieren la libertad. Más aún piden la fundación de
un pueblo donde puedan asentarse en paz y libertad, bajo el liderazgo del ‘Capitán Yanga
que es el mayoral de ellos [de los cimarrones] ha de ser gobernador y después de él sus hijos
y descendientes25”. Por fin, logran “un acuerdo para fundar un pueblo el de San Lorenzo de
los Negros, que sería habitado por los antiguos esclavos como hombres libres”. El pueblo se
funda después de 1630 y continúa hasta la fecha en el mismo lugar en donde se sigue
festejando como “primer pueblo libre de América”26.
1812
Don Luis de Velasco deja el gobierno en 1611 para ser nombrado Presidente del Consejo
Real de Indias y le sucede Fray García Guerra quien dura en el cargo hasta el 22 de febrero
de 1611 debido a su fallecimiento. Es por estos años que se va fraguando la nueva
conspiración. En la ciudad de México muere una negra esclavizada, según se decía, por
maltratos de su amo Luis Moreno de Monrroy y, en su entierro, la cofradía de Negros de
Nuestra Sra. De la Merced, compuesta de más de 1 500 negros y negras, arrebataron el
cadáver y se lanzaron en ruidosa protesta por las calles de la ciudad. Frente a las casas reales
de Palacio donde vivía el virrey-arzobispo y luego a la casa de Luis Monroy donde fueron
recibidos con la puerta cerrada y hombres armados al interior. La indignación era enorme,
pero fue creciendo aún más ante la actitud de las autoridades españolas. Por una parte, los
alcaldes al enterarse de los hechos, abrieron proceso y apresaron a algunos negros y los
mandaron azotar, además de ordenar a sus amos que los vendieran fuera del virreinato, y
dentro de los castigados se encontraba un negro viejo llamado Diego que era mayoral de la
cofradía de Negros de la Merced. Esto, por supuesto, irritó aún más a la población negra de
esta cofradía la cual junto con las otras que había en la ciudad se propusieron responder a
estas infamias. La nueva sedición estaba encabezada por un negro Angola, mayoral también
de la mencionada cofradía, casado con una negra esclavizada llamada María los cuales fueron
designados como rey y reina de los negros. Se dice que planeaban el alzamiento para la época

25
Ibidem.
26
Ibidem.

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de la navidad, pero desistieron por la presencia de un poderoso grupo armado formado por
cuatro compañías de infantería de paso en México para ir a las Filipinas.
El rumor del levantamiento fue creciendo creando un constante temor desbocado en
los habitantes españoles de la ciudad. Se dice que el temor era tan grande que una noche se
produjo una gran alarma y los vecinos enloquecidos sufrieron el peor de los sustos por una
gritería que se produjo en lo que se consideraba la entrada de la ciudad producida en realidad
por una piara de cerdos, pues los miembros de la audiencia y los habitantes de México
creyeron que todo esto ocurría porque había llegado la hora en que los negros cimarrones
iban a atacar la ciudad.
Pero, además, durante la época de carnaval enfermó el negro designado como rey y a
pesar de que buena parte de la población negra y mulata hizo esfuerzos sobre humanos por
que se curara, al final murió quedando María viuda. Así, en su entierro en el monasterio de
la Merced, hubo un gran tumulto por la presencia masiva de negros y mulatos que llevaron a
cabo los rituales propios de sus ancestrales concepciones religiosas que causaron estupor a
quienes las veían como cosas demoníacas o herejías. En algunos relatos se describen los
hechos diciendo que se trataba de “ceremonias, alaridos cantos y danzas propias de gentiles”.
De regreso a la casa del difunto la multitud llenaba el recinto, el patio y aún la calle. Y ahí
reunidos se supone que acordaron su alzamiento para el jueves santo de aquel año,
aprovechando que los españoles estarían desprevenidos ese día por las actividades propias
de la Semana Santa. Así, se apropiarían de las casas de sus amos y matarían a los que pudieran
con la ayuda de los demás negros y mulatos de “fuera” de la ciudad a quienes avisarían para
que se les unieran y cada cual aportase las armas que pudieran lograr y el dinero de las
cofradías de negros para preparar bien el levantamiento. Todo esto supuesto, seguramente
estimulado el imaginario por la paranoia de los españoles y por la idea que se hacían de los
negros y mulatos a quienes creían cercanos a los animales por alucinar sus maneras de
comportamiento y sus formas de pensar.
Supusieron también que el nombramiento del nuevo rey era parte del plan. De esta
manera, Andrés García, mayoral de la misma cofradía de La Merced prestó su casa para que
se le ofreciera el cargo de rey al viejo Diego quien no aceptó por su avanzada edad y entonces
decidieron darle el cargo a Pedro, hermano del difunto Pablo a quien le pidieron se casase
con la Negra María, viuda del mencionado difunto. Por último, se les ofreció a los negros de

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otras cofradías la posibilidad de que también nombraran sus propios reyes si triunfaban, a fin
de atraerlos al levantamiento. Se asegura que también participaron una mulata llamada Isabel,
esclava del regidor atraída por la idea de llegar a ser reina y un mulato libre, cochero del
Alcalde de Corte y otros más: dos mulatos, un negro esclavo llamado Antonio, Francisco,
otro mulato y un negro criollo que era esclavo.
Sin embargo, la conjura fue descubierta por unos portugueses de habla Angola,
aunque hay quien dice que sabían hablar congo, además de un segundo aviso que el fraile
Juan de Tovar hizo llegar al licenciado Don Pedro de Otalora, el más antiguo oidor de la
Audiencia. Como quiera que haya sido, lo cierto es que se supo y prevenida la audiencia con
los dos avisos tomó cartas en el asunto y mandó suspender las procesiones de sangre en
Semana Santa de aquel año, cerrando las iglesias el día de jueves Santo, y lo mismo en la
ciudad de Los Ángeles (Puebla) y en todas las cercanías de esta ciudad de Puebla y las de
México.
La Audiencia mandó a detener secretamente a los mayorales y oficiales de todas las
cofradías de negros y mulatos diciéndoles que era por otros motivos, en particular por
ausencia de dos negros invitados a participar de la organización de las exequias a Doña
Margarita de Austria, esposa de Felipe III, la cual había muerto en el Escorial el día 3 de
octubre de 1611. Esa invitación se había hecho para tener un pretexto y así ocurrió. Los
negros detenidos no dudaron ya de lo que se trataba. Se les pusieron espías en la cárcel y la
imprudencia los fue delatando cada vez fueron mayores delaciones, en particular sobre los
cabecillas del movimiento. Así, se siguió la causa y proceso de la cuestión. Los presos fueron
cruelmente torturados, y, de esta manera terminaron de decirlo todo; se hallaron en poder de
los negros cajas y algunas armas escondidas y, por último, a los principales acusados se les
condenó a ser ahorcados y descuartizados y sus bienes confiscados.
La sentencia se cumplió el 2 de mayo a las 9 de la mañana y duró hasta las dos de la
tarde, en la plaza Mayor de México ante una enorme multitud fueron ahorcados 35 negros y
mulatos, entre ellos 7 mujeres. Ni Torquemada, ni Riva Palacio, ni Ortega, ni Payno, ni
Reynoso aciertan en todos los datos, pero ya se han ido confirmando tanto la fecha de la
ejecución, como las cifras de los ejecutados.
Los cadáveres de los ejecutados estuvieron en las horcas hasta el día siguiente.
Después se dejaron sólo las cabezas descuartizándose sólo seis cadáveres por precauciones

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y consideraciones de carácter sanitario. Los demás cadáveres fueron sepultados. Los presos
que no habían sido condenados a la horca, por considerar que su delito no fue grave, fueron
desterrados para siempre de los territorios de la Nueva España e islas adyacentes.
Por su parte, los oidores de la Audiencia ordenaron la disolución de todas las cofradías
de negros y mulatos. Se ordenó también el desarme general de todos los negros y mulatos,
tanto libres como cautivos, sin exclusión ni de los mismos ministros. Se prohibieron también
las juntas de negros y todas sus reuniones (bailes, entierros, banquetes, etc.), que ningún
negro libre estuviera sin trabajar o sin desempeñar alguna ocupación; se les negó, asimismo,
mostrar todo lo que sea lujo u ostentación (el uso de mantas, vestidos de seda, etc.); se
reorganizó la guarnición de la ciudad de México para resguardar las Casas Reales de México,
la Cárcel de Corte, la Sala de Armas, almacenes de pólvora, caja real, etc., con lo que se
buscaba asegurar la ciudad contra cualquier posible alzamiento en el futuro.
Pero muy a pesar de todo esto. Esta sublevación no iba a ser la última. En adelante,
aprendiendo del fracaso de aquellos intentos, tuvieron más recato y mayor cautela para
preparar y organizar sus alzamientos. En el texto compilado por Javier Laviña se menciona
que “en 1622 el Marquez de Gálvez ordenó la persecución de negros cimarrones que
merodeaban las cercanías de Córdoba Y en 1737 Juan López de Escalera informa que fueron
aprehendidos y colgados públicamente los cabecillas y que el indulto general se concedió
hasta el año de 1762, por lo que es de suponer que en esa zona no se terminó con los negros
apalencados hasta finales del siglo XVIII”27.
Como señala Araceli Reynoso, en su texto ya citado, “Para el siglo XVIII, Córdoba
experimentó cinco rebeliones mayores entre 1725 y 1768 que incluyeron a más de 2 000
esclavos en cada ocasión”28. Patrick J. Carroll agrega otras dos fechas: 1741 y 1749 y
considera que “La rebelión representó la expresión máxima de la inquietud de los esclavos”29.
Es fácil suponer que todos estos conflictos tuvieron un efecto sobre los esclavizados y el resto
de la población. Pero, aún en 1805, los “esclavos” negros de la Hacienda el Potrero se
sublevaron, ya en pleno clima de separatismo independentista que se respiraba en la Nueva
España.

27
Guadalupe Catañón G., Op. Cit., p. 93.
28
Op. Cit., p. 133.
29
Patrick J. Carroll, Op. Cit., p. 200.

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La abolición de la esclavitud no se logró con los decretos expedidos por Don Miguel
Hidalgo y Costilla: uno en Valladolid el 9 de octubre y el otro en Guadalajara el 6 de
diciembre del mismo año de 1810, Tampoco con la confirmación de Morelos. Sólo se logrará
de manera parcial en 1825 por Guadalupe Victoria y de manera plena en 1829 por Vicente
Guerrero, aunque llevarla a la práctica duró muchos años más, sobre todo porque en Texas y
otras regiones del norte continuó siendo una práctica aceptada aunque seguían perteneciendo
a México algunos años más.
Todos estos antecedentes libertarios no pueden dejarse de lado cuando se analizan los
combates por la independencia. Por el contrario estas luchas cimarronas nutrieron a las líneas
emancipadoras, aunque también, negros, pardos y mulatos sirvieron en las tropas realistas,
según lugares, momentos, situaciones y condiciones específicas que les tocó vivir. Recordar
esta historia de los alzamientos negros invisibilizada por la historia oficial, es ayudar, en
buena medida, a que los afrodescendientes de México y nuestra América vayan recuperando
cada vez de manera más plena su humanidad de la cual fueron históricamente despojados.

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