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Pablo Iglesias: “After I am prime minister, I will walk away from politics”
El despacho de Pablo Iglesias (Madrid, 1978) en la calle Princesa tanto es el del
secretario general de Podemos como parece el de un empleado de gestoría. No está
claro si acaba de instalarse o si acaba de llegar, más o menos como si la provisionalidad
fuera la alegoría de su propia situación política. Un líder en situación mutante y un
partido de ideología transformista que aspiran a La Moncloa y que, de momento,
parecen haberse garantizado -es la conclusión del CIS- la hegemonía de la izquierda.
Pablo Iglesias es ameno hablando, no se altera ni titubea. Parece haber interiorizado el
discurso, las novedades del discurso y las contradicciones. Su despacho es un buen
ejemplo. Hay un cartel del Che Guevara, un cuadro de la Khalessi (diva de Juego de
tronos) y una biografía de Simón Bolívar, pero también otra del rey Juan Carlos y una
revista en cuya portada destaca la efigie de Felipe González. Iglesias empieza cada
respuesta diciendo “yo creo”, como si la política fuera un acto de fe. Y como si el sujeto
fuera tan importante como el predicado.
P. Y da la impresión de que usted aparece como el sol en torno al cual los demás
gravitan. ¿Cuánto pesa el carisma de Pablo Iglesias en Podemos?
R. Por suerte, mi carisma en Podemos cada vez pesa menos. Somos una organización
que nació con un lastre. Y era el hecho de depender demasiado del nivel de
conocimiento de su candidato. En las elecciones europeas hicimos una encuesta, según
la cual Podemos se conocía muy poco y el candidato, mucho. Y eso nos obligó a la
decisión nada agradable de utilizar mi cara en la papeleta. Por suerte, hay ahora un
liderazgo coral y hay banquillo en Podemos como para que las diferentes tonalidades y
los diferentes estilos, mostrando que Unidos Podemos tiene muchas caras.
P. No significa eso que vaya usted a despojarse ahora de la responsabilidad, pero ¿se
plantea retirarse una vez que el partido esté en órbita?
R. Sí. Por dos razones. Porque la política es temporal y porque uno debe estar siempre a
disposición de la organización. Mi examen es continuo y estoy siempre disponible para
dejarlo en cuanto me digan “hasta aquí”. Tengo ganas de ser presidente del Gobierno, y
eso implica una disponibilidad de cuatro u ocho años, pero eso es revisable.
R. No quiero pensar eso. Quiero pensar que el PSOE no va abstenerse a favor de Rajoy,
entre otras cosas porque su electorado no se lo perdonaría.
P. ¿Por qué iba a pactar el PSOE con ustedes para darle la presidencia si no lo hizo
cuando Pedro Sánchez pudo haber sido presidente?
R. Están en medio de una encrucijada, de un debate histórico, en el que van a tener que
tomar dos opciones. O acuerdo con el PP o acuerdo con Podemos. Intentaron una vía
[con Ciudadanos] que no tenía los números. Y creo que la decisión se les vuelve a
plantear ahora. Hay un nuevo espacio de cuarta socialdemocracia por construir a partir
del fracaso de la tercera vía. Y nosotros no podemos construirlo solos. Necesitamos
hacerlo con lo que significa el Partido Socialista. Que pase lo que pase el 26, va a seguir
siendo un partido fundamental en España.
P. ¿No se expone al trauma del PASOK, cuando el socialismo griego pactó con los
conservadores?
R. Creo que no. Ni siquiera si pacta con el PP. Se vería lastrado electoralmente, pero
seguiría siendo una fuerza en el sur de España y en las Castillas. Perderá fuerza pero
seguirá siendo importante.
P. ¿Desmiente usted entonces la paradoja según la cual Pablo Iglesias puede acabar con
el partido que fundó Pablo Iglesias?
P. ¿Por qué entonces celebró tanto el PP que ustedes llegaran a un acuerdo con IU y que
se observara al PSOE como un enemigo común, polarizando la campaña con la fórmula
de la pinza?
R. No quiero ser provocador, pero creo que ellos confían en la tesis de Juan Luis
Cebrián, según la cual el PSOE llegarán acuerdo con ellos. Al contrario, pienso que se
impondrá un ejercicio de intuición histórica. Se están conformando dos campos
políticos que no existían en España hace un año. Y espero que el PSOE se dé cuenta de
cuál es su sitio.
Quiero pensar que el PSOE no va abstenerse a favor de Rajoy, entre otras cosas porque
su electorado no se lo perdonaría
R. A veces he tenido un tono demasiado duro. Hay cosas que basta con sugerirlas una
vez, y no hay por qué repetirlas. Pienso en la cal viva. Creo que fue justo mencionarla
en el discurso, pero fue un error repetirlo en el debate. Y supongo que, a veces, la propia
dinámica de agresividad parlamentaria me atrajo como un imán. Y que estar en política
también es madurar, ensanchar las espaldas. Y hay que hacer como Ali en el ring.
Moverse como una mariposa y picar como una abeja.
P. ¿Y por qué Podemos nunca se alinea en Estrasburgo o en Bruselas con las posiciones
de la familia socialdemócrata?
R. Porque votan con el PPE en casi todo. La socialdemocracia europea ha dejado de ser
socialdemócrata. De ahí su situación en el continente, acaso con la excepción de
Alemania, donde parecen cómodos en el papel gregario de la CDU.
Hay cosas que basta con sugerirlas una vez, y no hay por qué repetirlas. Pienso en la cal
viva
R. Sólo he ido tres veces en mi vida. Fui en 2006 y 2007 a dar clase. Y volví un mes en
2011, y ya está.
Formamos parte de esa sensación de decepción que hay respecto al desencanto del
chavismo
R. Hemos dicho con mucha claridad que no nos gusta la situación de ese país. El
Gobierno venezolano ha cometido muchos errores, que tienen que ver con la situación
de enfrentamiento institucional entre el legislativo y el ejecutivo. Formamos parte de
esa sensación de decepción que hay respecto al desencanto del chavismo, que fue
ilusionante al principio y que luego ha sido desilusionante.
R. Espero que no. Sería un error. Lo razonable es que hubiera dos bloques. El bloque
PP-Ciudadanos y el bloque Unidos-Podemos-PSOE. Si el PSOE se posiciona con ellos,
ganará la tesis de Rajoy de la gran coalición. Ellos verán. Nuestro adversario es el PP y
nuestro aliado es el PSOE. Espero un debate en que discutamos de política con sosiego
y sensatez, y creo que va a ser un debate determinante para que muchos ciudadanos se
terminen por decidir.
R. Es un tipo socarrón, le sienta bien la tribuna parlamentaria y creo que tiene mucha
experiencia.
R. A veces esa autenticidad que tiene que ver con la espontaneidad me juega malas
pasadas. Hay momentos en los que hay que ser más contenido. Estoy aprendiendo a
hacerlo.
R. Yo llevaba corbata desde siempre. Era muy habitual que la llevara puesta en mis
programas de televisión, como lo demuestran las primeras parodias que me hicieron.
Reconozco que me divierte la expectación que suscita cualquier cosa que hago. El más
pequeño de los gestos se interpreta como una operación muy calculada.
R. Perder tiempo para hacer cosas que me gustan. Antes leía muchísimo más. Tenía el
privilegio del anonimato para tomar una cerveza, salir con los amigos. Pero está siendo
el de la política un viaje increíble. Por mi formación en ciencias sociales, estudiar
historia es fascinante, pero hacerla es más aún fascinante.
Ha habido discrepancias políticas [con Errejón], pero eso es normal y expresa las
sensibilidades de Podemos
P. Ya que habla de ciencias sociales, le voy a citar a un sabio de ese mismo ámbito.
Umberto Eco. “Apelar al pueblo significa construir un fingimiento, una ficción. Puesto
que el pueblo como tal no existe, el populista es aquel que se crea una imagen virtual de
la voluntad popular”.
R. Es inteligente, como todo lo que dice Eco, pero es una impugnación a las bases
políticas de la democracia. La soberanía se cimenta en la voluntad del pueblo.
Seguramente en un plano académico e intelectual, es muy interesante lo que dice Eco.
Pero ¿quién no apela al pueblo?
R. Hemos tenido una relación intelectual muy intensa. Y esa relación se mantiene.
Conversamos de nuestras lecturas. Nos tenemos cariño. Eso no se ha perdido nunca. Ha
habido discrepancias políticas, pero eso es normal y expresa las sensibilidades de
Podemos. Yo soy secretario general de una organización muy plural. Y a mí me toca
tomar decisiones que no son siempre del gusto de todos.
P. El problema es que en esos extremos de la socialdemocracia muerta y de ese
comunismo inexistente, nos encontramos con que Podemos es ahora un partido
socialdemócrata que se ha casado con uno comunista orgulloso de serlo. ¿Nos despeja la
contradicción?
R. Entiendo las etiquetas y los golpes en el pecho, pero son importantes los contextos
históricos. Desde los 70, los programas del comunismo occidental son
socialdemócratas. Son muchas las coincidencias programáticas entre nosotros. Por eso
hay un encuentro. Después, a Garzón le emociona un retrato de Marx; a Monedero, de
Gramsci, y a Errejón de Eva Perón.
P. ¿Y a usted?
R. Los tres. La cuestión es que cada uno tiene sus santos, pero que prevalece el
consenso y el espacio común.
R. Yo diría que sí, que Podemos tiene rasgos peronistas. Seguramente, la lectura que
hace Gramsci del Mezzogiorno italiano es algo que enseña Ernesto Laclau, padre
intelectual de Errejón, a entender Argentina. Y hay que añadir a esa construcción la
experiencia de la televisión, como productora de sentido común. Podemos no se explica
sin la televisión pero no se explica solo por la televisión.
P. La encuesta de EL PAÍS y del CIS insinúan el camino. También dice la encuesta que
los españoles ven a Podemos en la extrema izquierda. ¿Cómo observa este fenómeno?
R. Me veo dando clase, que es lo que me entusiasma. He tenido mucha suerte, me han
pagado por lo que me gusta: estudiar y dar clase. Y me gustaría hacer el gamberro en
televisión. Acabaré con la política después de haber sido presidente.
P. ¿Se ve presidente?
R. Sí, sí.