Professional Documents
Culture Documents
Decreto
Los Apóstoles y sus sucesores, los Obispos, transmitieron a los hombres bautizados el don
peculiar
del Espíritu Santo prometido por Cristo el Señor y derramado sobre los Apóstoles el día de
Pentecostés,
mediante el sacramento de la Confirmación. Por este sacramento se completa la iniciación de
la vida
cristiana de tal manera que los fieles, fortalecidos por el poder de lo alto, se convierten en
testigos sinceros
de Cristo, tanto por sus palabras como por sus ejemplos, y se unen a la Iglesia con un vínculo
más
estrecho.
Para que apareciera con mayor claridad "la íntima conexión de este sacramento con toda la
iniciación
cristiana", el Concilio Vaticano II decretó que el rito de la Confirmación fuera revisado.1 Ahora,
una vez
concluido este trabajo y aprobado por el Sumo Pontífice el Papa Pablo VI mediante la
Constitución
Apostólica "Divinae consortium naturae", firmada el 15 de agosto de 1971, la Sagrada
Congregación para
el Culto Divino mandó publicar el nuevo Ritual de la Confirmación que sustituirá al Ritual del
Pontifical y
Ritual Romano usado hasta ahora, y declara que esta edición que ahora se presenta es la
edición típica.
Sin que obste ninguna disposición en contrario.
Dado en la Sede de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el día 22 de agosto del año 1971.
Paulus PP. VI
Notas Preliminares
I. Dignidad de la Confirmación
1.
Los bautizados prosiguen el camino de la iniciación cristiana mediante el sacramento de la
Confirmación por el cual reciben el Espíritu Santo, que el Señor derramó sobre los Apóstoles
el día de
Pentecostés.
2.
Por este don del Espíritu Santo los fieles se configuran más perfectamente con Cristo y son
fortalecidos a fin de dar testimonio de Cristo para la edificación de su Cuerpo en la fe y en la
caridad.
Imprime en ellos un carácter o sello del Señor, de manera que el sacramento de la
Confirmación no puede
ser reiterado.
Corresponde en gran manera al Pueblo de Dios la preparación de los bautizados para recibir
el
sacramento de la Confirmación. A los pastores les compete procurar que todos los bautizados
adquieran la
plena iniciación cristiana y por tanto los prepararán con todo cuidado para la Confirmación.
Los catecúmenos adultos que han de recibir la Confirmación inmediatamente después del
Bautismo,
gozan de los auxilios de la comunidad cristiana y se benefician especialmente con la
formación que se les
da durante el tiempo del catecumenado. A ello contribuirán los catequistas, los padrinos y los
miembros de
la Iglesia local mediante la catequesis y las celebraciones rituales comunes. La ordenación de
este
catecumenado se adaptará oportunamente a aquellos que habiendo recibido el Bautismo en la
niñez, se
acercan a la Confirmación en la edad adulta.
Corresponde a los padres cristianos preocuparse solícitamente por la iniciación de sus niños a
la vida
sacramental, tanto inculcando y acrecentando en ellos el espíritu de fe como también
preparándolos para
una recepción fructuosa de los sacramentos de la Confirmación y Eucaristía, en algún instituto
catequético. Esta función de los padres se expresa también mediante su participación activa
en la
celebración de los sacramentos.
4.
Se procurará dar a la acción sagrada un carácter festivo y solemne que manifieste su
importancia para
toda la Iglesia local. Esto se obtendrá especialmente si todos los candidatos se congregan
para una
celebración en común. Todo el Pueblo de Dios, representado por los familiares y amigos de
los
confirmandos y los miembros de la comunidad local, será invitado a participar de la
celebración; y
procurará manifestar su fe mediante los frutos que el Espíritu Santo hubiera producido en
ellos.
5.
De ordinario cada confirmando será asistido por un padrino que lo acompañará a recibir el
Sacramento, y lo presentará al ministro de la Confirmación para la santa unción, y en el futuro
lo ayudará
a cumplir las promesas hechas fielmente en el Bautismo, en conformidad con el Espíritu Santo
que ha
recibido.
Atendiendo a las circunstancias pastorales actuales conviene que el padrino del Bautismo, si
está
presente, sea también padrino de la Confirmación, quedando abrogado el canon 796, 1. De
esta manera se
significa con mayor claridad el nexo entre el Bautismo y la Confirmación, al mismo tiempo que
la función
y el oficio del padrino se torna más eficaz.
Homilía o Alocución
22.
Luego, el Obispo pronuncia una breve homilía en la cual explica las lecturas y conduce como
de la
mano a los confirmandos y a sus padrinos y padres, y a toda la asamblea a una inteligencia
más profunda
del misterio de la Confirmación.
Lo hará con estas u otras palabras semejantes:
Los Apóstoles que el día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo, como lo había prometido
el Señor,
tenían el poder de completar la obra del Bautismo comunicando el Espíritu Santo, como
leemos en los
Hechos de los Apóstoles. Cuando san Pablo impuso las manos sobre algunos bautizados,
descendió el
Espíritu Santo sobre ellos y hablaban en lenguas y profetizaban.
Los Obispos, sucesores de los Apóstoles, gozan de ese mismo poder, y sea por sí mismos o
por los
presbíteros legítimamente constituidos para desempeñar este ministerio, confieren el Espíritu
Santo a
aquellos que ya han renacido por el Bautismo.
Si bien la venida del Espíritu Santo ya no se manifiesta hoy por el don de lenguas, sin
embargo
sabemos por la fe, que recibimos en nosotros a aquel por quien la caridad de Dios se difunde
en nuestros
corazones y somos congregados en la unidad de la fe y en la multiplicidad de vocaciones: el
mismo
Espíritu que realiza invisiblemente la santificación y la unidad de la Iglesia.
El don del Espíritu Santo que van a recibir, queridos hijos, será un sello espiritual que los
identificará
más plenamente con Cristo y los unirá más estrechamente a su Iglesia. Cristo, ungido por el
Espíritu
Santo en el bautismo que recibió de Juan, fue enviado para realizar su obra y poder encender
en la tierra el
fuego del mismo Espíritu. Ustedes, que ya han sido bautizados, recibirán ahora la fuerza de su
Espíritu y
serán marcados en la frente con su cruz. Por tanto, deberán dar ante el mundo el testimonio
de su Pasión
y Resurrección, de tal manera que su vida, como dice el Apóstol, sea en todo lugar "la
fragancia de
Cristo". Su cuerpo místico, que es la Iglesia, el pueblo de Dios, recibe de él las gracias que el
mismo
Espíritu Santo distribuye a cada uno para la edificación del cuerpo en la unidad y en la
caridad.
Sean pues miembros vivos de esta Iglesia, y conducidos por el Espíritu Santo procuren servir
a todos,
como Cristo que no vino a ser servido sino a servir.
Y ahora, antes de recibir el Espíritu, recuerden la fe que profesaron en el Bautismo o que sus
padres y
padrinos profesaron junto con la Iglesia.
Párroco o catequista:
¿Renuncian a todo lo que les impide
vivir como buenos hijos de Dios
en la Familia cristiana?
Confirmandos:
Sí, renunciamos.
Párroco o catequista:
¿Renuncian a todo lo que les impide
comportase como verdaderos testigos de Jesús
en medio del mundo?
Confirmandos:
Sí, renunciamos.
Párroco o catequista:
¿Creen en Dios,
Padre todopoderoso, Creador del universo,
que nos llama a completar su obra?
Confirmandos:
Sí, creemos.
Párroco o catequista:
¿Creen en Jesucristo,
el Hijo de Dios hecho hombre y nuestro hermano,
que murió y resucitó para salvarnos?
Confirmandos:
Sí, creemos.
Párroco o catequista:
¿Creen en el Espíritu Santo, que vive en nosotros;
en la Iglesia, que es la Familia visible de Jesús;
en la resurrección de los muertos;
y en la Vida eterna?
Confirmandos:
Sí, creemos.
Obispo:
Esta es nuestra fe.
Esta es la fe de la Iglesia,
la que nos gloriamos de profesar
en Jesucristo nuestro Señor.
24.
Después, el Obispo (teniendo junto a sí a los presbíteros que lo ayudan, cf. n. 8, p. 19) de pie
y con
las manos juntas, vuelto hacia el pueblo dice:
Queridos hermanos, roguemos a Dios Padre todopoderoso,
que derrame más abundantemente el Espíritu Santo
sobre estos hijos adoptivos suyos,
que ya han renacido a la vida eterna por el Bautismo,
para que ese Espíritu los confirme
con sus dones,
y por medio de su unción
los identifique más plenamente con Cristo.
Y todos hacen una pausa de oración en silencio.
Imposición de las Manos
25.
Luego, el Obispo (y los presbíteros que lo acompañan, cf. n. 8, p. 19) imponen las manos
sobre
todos los confirmandos, mientras el Obispo dice:
Dios todopoderoso,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que hiciste renacer a estos hijos tuyos
por medio del agua y del Espíritu Santo,
liberándolos del pecado:
envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito;
concédeles
el espíritu de sabiduría y de entendimiento,
el espíritu de consejo y de fortaleza,
el espíritu de ciencia y piedad;
y cólmalos con el espíritu de tu santo temor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Crismación
26.
Luego el diácono ofrece al Obispo el santo crisma. Cada confirmando se acerca al Obispo o,
según
las circunstancias, el Obispo se acerca a cada uno de los confirmandos. El que presentó al
confirmando le
pone la mano derecha sobre el hombro y dice su nombre al Obispo o lo dice el mismo
confirmando.
27.
El Obispo después de haber introducido la extremidad del dedo pulgar de la mano derecha en
el
crisma, hace la señal de la cruz con el mismo dedo pulgar en la frente del confirmando,
diciendo:
N., recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo.
Y el confirmando responde:
Amén.
Si el confirmando es adulto, el Obispo le estrecha la mano; si es un niño le hace una caricia
afectuosa;
en caso de haber un número excesivo de confirmandos los saludará de manera semejante al
rito de paz de
la Misa.
El Obispo dice a cada uno en particular al saludarlo:
La paz esté contigo.
Confirmando:
Y con tu espíritu.
O bien:
Y también contigo.
28.
Si algunos presbíteros ayudan al Obispo a administrar el Sacramento, el diácono o los
ministros
ofrecen al Obispo todos los vasos con el santo crisma, y aquél los presenta a cada uno de los
presbíteros
que se acercan a él.
Los confirmandos se acercan al Obispo o a los presbíteros; o, según las circunstancias, el
Obispo y
los presbíteros se acercan a los confirmandos, los cuales son ungidos en la forma descrita en
el n. 27.
29.
Durante la unción se puede entonar un canto adecuado. Después de la unción el Obispo (y los
presbíteros) se lavan las manos.
Oración de los Fieles
30.
Sigue la Oración de los Fieles con esta u otra fórmula semejante establecida por la autoridad
competente:
Obispo:
Queridos hermanos:
Oremos a Dios Padre todopoderoso,
unidos en la misma Fe,
en la misma esperanza y en la misma caridad,
que proceden del Espíritu Santo.
Diácono o ministro:
Por estos hijos de Dios
que han sido confirmados por el Espíritu Santo:
para que arraigados en la fe y edificados en el amor,
den verdadero testimonio de Cristo, oremos.
R. Te rogamos, Señor
Diácono o ministro:
Por sus padres y sus padrinos
que se ofrecieron como responsables de su fe:
para que no dejen de animarlos
con la palabra y el ejemplo
a seguir los pasos de Cristo, oremos.
R. Te rogamos, Señor.
Diácono o ministro:
Por la santa Iglesia de Dios
congregada por el Espíritu Santo,
para que en comunión con el Papa N.,
nuestro Obispo N.,
y todos los obispos,
se dilate y crezca en la unidad de la fe y del amor
hasta que el Señor vuelva, oremos.
R. Te rogamos, Señor.
Diácono o ministro:
Por todo el mundo,
para que los hombres
que tienen un mismo Creador y Padre,
se reconozcan hermanos,
sin discriminación de raza o de nación,
y busquen con un corazón sincero el Reino de Dios
que es paz y gozo en el Espíritu Santo, oremos.
R. Te rogamos, Señor.
Obispo:
Señor,
que enviaste a tus Apóstoles el Espíritu Santo
y quisiste que por medio de ellos y sus sucesores
ese mismo Espíritu
fuera comunicado a los demás creyentes:
te rogamos que estos nuevos confirmados
puedan difundir en el mundo
los mismos frutos
que produjo la primera predicación evangélica.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Liturgia Eucarística
31.
Concluida la oración universal comienza la liturgia eucarística según el ordenamiento de la
Misa,
excepto lo que se indica a continuación:
a) se omite el Símbolo porque ya se ha hecho la profesión de fe;
b) algunos de los confirmados pueden acompañar a los que presentan las ofrendas;
c) en las Plegarias Eucarísticas se toman los elementos propios.
32.
Los confirmandos adultos y, según las circunstancias, los padrinos, padres, cónyuges y
catequistas
pueden recibir la comunión bajo las dos especies.
Bendición
33.
En lugar de la bendición acostumbrada al fin de la Misa, se emplea la bendición que sigue o la
oración
sobre el pueblo.
Dios Padre todopoderoso,
que los hizo renacer
por medio del agua y del Espíritu Santo
y los adoptó como hijos suyos,
los bendiga y los conserve dignos de su amor paternal.
R. Amén.
Su Hijo Único,
quien prometió que el Espíritu de Verdad
permanecería en la Iglesia,
los bendiga
y los confirme con su poder
en la confesión de la verdadera fe.
R. Amén.
El Espíritu Santo,
que encendió el fuego de su amor
en el corazón de los discípulos los bendiga,
y después de haberlos congregado en la unidad,
los conduzca al gozo del Reino de Dios.
R. Amén.
Y en seguida agrega:
Descienda sobre ustedes
la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo ? y Espíritu Santo.
R. Amén.
Oración sobre el Pueblo
En lugar de la anterior fórmula de bendición se puede emplear la oración sobre el pueblo.
El diácono o el ministro dice el invitatorio:
Inclinémonos para recibir la bendición.
U otra fórmula semejante.
Luego el Obispo con las manos extendidas hacia el pueblo dice:
Confirma, Señor, lo que has obrado en nosotros,
y conserva en los corazones de tus fieles
los dones del Espíritu Santo,
para que ellos no se avergüencen de dar testimonio
de Cristo crucificado y gloriosamente resucitado,
y cumplan sus mandamientos con sincero amor.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
E inmediatamente añade:
Y que descienda sobre ustedes
la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo ? y Espíritu Santo.
R. Amén.
3. Is. 61, 1-3a. 6a. 8b-9: El Señor me ha consagrado por la unción y me ha enviado a llevar la
buena
noticia a los pobres y darles el óleo de la alegría.
4. Ez. 36, 24-28: Pondré un Espíritu nuevo en medio de ustedes.
5. Joel 2, 23a.26-30a: Derramaré mi Espíritu sobre mis servidores y servidoras.
45.
Nuevo Testamento
1. Hech. 1, 3-8: Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán
mis
testigos.
2. Hech. 2, 1-6. 14. 22b-23. 32-33: Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a
hablar.
3. Hech. 8, 1. 4a. 14-17: Impusieron las manos sobre ellos y recibieron el Espíritu Santo.
4. Hech. 10, 1.33-34a. 37-44: El Espíritu Santo descendió sobre todos los que escuchaban la
Palabra.
5. Hech. 19, 1b-6a: Cuando abrazaron la fe ¿recibieron el Espíritu Santo?
6. Rom. 5, 1-2. 5-8: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo, que nos ha sido dado.
7. Rom. 8, 14-17: El Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos
de
Dios.
8. Rom. 8, 26-27: El mismo Espíritu intercede con gemidos inefables.
9. 1 Cor. 12, 4-13: El mismo y único Espíritu distribuye sus dones a cada uno como él quiere.
10. Gál. 5, 16-17. 22-23a. 24-25: Si vivimos animados por el Espíritu dejémonos también
conducir
por él.
11. Ef. 1, 3a. 4a. 13-19a: Han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido.
12. Ef. 4, 1-6: Un solo cuerpo, un solo Espíritu, un solo Bautismo.
46.
Salmos Responsoriales
1. Sal. 21, 23-24. 26-27. 28 y 31-32.
R. (23): Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos.
O bien: (Jn. 15, 26-27).
Cuando venga el Paráclito, él dará testimonio de mí.
2. Sal. 22, 1-3a. 3b-4. 5-6.
R. (1): El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
3. Sal. 95, 1-2 a. 2b-3. 9-10a. 11-12.
R. (3): Anuncien entre los pueblos las maravillas de Dios.
4. Sal. 103, 1ab. 24. 27-28. 30-31. 33-34.
R. (30): Envía tu Espíritu, Señor, y renovarás la superficie de la tierra.
5. Sal. 116, 1. 2.
R. (Hech. 1, 8): Serán mis testigos hasta los confines de la tierra.
O bien: R. Aleluia.
6. Sal. 144, 2-3. 4-5. 8-9. 10-11. 15-16. 21.
R. (1b): Bendeciré tu nombre eternamente, Señor.
47.
Aleluias y versículos antes del Evangelio
1. Jn. 14, 16: El Padre les dará otro Paráclito, dice el Señor, que permanecerá con ustedes
para
siempre.
2. Jn. 15, 26b. 27a: El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor, y ustedes
también
darán testimonio.
3. Jn. 16, 13a; 14, 26b: Cuando venga el Espíritu de verdad, él les hará conocer toda la verdad
y les
recordará lo que les he dicho.
4. Apoc. 1, 5a. 6: Jesucristo, tú eres el testigo fiel, el primero que resucitó de entre los
muertos,
hiciste de nosotros un reino sacerdotal para Dios, tu Padre.
5. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu
amor.
6. Ven, Espíritu Santo, y envía, desde el cielo, un rayo de tu luz.
48.
Evangelios
1. Mt. 5, 1-12a: A ellos les pertenece el Reino de los cielos.
2. Mt. 16, 24-27: El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo.
3. Mt. 25, 14-30: Ya que respondiste fielmente en lo poco, entra a participar del gozo de tu
Señor.
4. Mc. 1, 9-11: Vio que el Espíritu Santo descendía sobre él.
5. Lc. 4, 16-22a: El Espíritu del Señor está sobre mí.
6. Lc. 8, 4-10a. 11b-15: Los que la reciben en tierra fértil son los que oyen la palabra y gracias
a su
perseverancia producen frutos.
7. Lc. 10, 21-24: Te alabo, Padre, porque revelaste estas cosas a los pequeños.
8. Jn. 7, 37b-39: De su seno brotarán manantiales de agua viva.
9. Jn. 14, 15-17: El Espíritu de verdad permanecerá con ustedes.
10. Jn. 14, 23-26: El Espíritu Santo les enseñará todo.
11. Jn. 15, 18-21. 26-27: El Espíritu de verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de
mí.
12. Jn. 16, 5b-7. 12-13a (Gr.: 5-7. 12-13a): El Espíritu de verdad les hará conocer toda la
verdad.
Pontificia Commissio Decretis Concilii Vaticani II Interpretandis
Responsum ad propositum dubium:
"Patres Pontificiae Commissionis Decretis Concilii Vaticani interpretandis, proposito in plenario
coetu quod
sequitur dubio, respondendum esse censuerunt ut infra:
D. - Utrum, iuxta Constitutionem Apostolicam Divinae Consortium Naturae, die 15 Augusti
1971 publici
iuris factam, minister Confirmationis manum extensam super caput confirmandi imponere
debeat gestum
chrismationis peragendo, an sufficiat chrismatio cum pollice facta.
R. - Ad primum: negative; ad secundum: affirmative ad mentem: mens est: chrismatio ita
peracta manus
impositionem sufficienter manifestat.
SS.mus Dominus Noster Paulus Pp. VI in Audientia die 9 Iunii 1972 infrascripto impertita
supradictam
decisionem ratam habuit, approbavit et public ari iussit".
Pericles Card. Felici Praeses
Decreto
Los Ritos de las Ordenaciones por los cuales se instituyen en la Iglesia los ministros de Cristo
y
dispensadores de los misterios de Dios, revisados según las normas del Concilio Vaticano II
(cf. SC 76),
fueron promulgados el año 1968 en la primera edición típica con el título De la Ordenación del
Diácono,
Presbítero y Obispo.
Ahora bien, teniendo en cuenta la experiencia adquirida en el ordenamiento litúrgico, ha
parecido
oportuno preparar otra edición típica que, manteniendo la índole de la anterior, presenta las
siguientes
particularidades:
1. A esta edición se agregan unas Prenotanda al modo de los restantes libros litúrgicos con el
fin de
exponer la doctrina sobre el sacramento y de que aparezca más claramente la estructura de la
celebración.
2. Se ha cambiado la disposición del libro: se pone al principio la ordenación episcopal, que
confiere la
plenitud del orden sagrado, para que así quede más claro que los presbíteros son
colaboradores del Obispo
y que los diáconos se ordenan para su ministerio.
3. En la Plegaria de ordenación, tanto del presbítero como del diácono, conservando las
mismas
palabras que afectan a la naturaleza del acto y que por tanto se exigen para la validez del
mismo, se han
cambiado algunas expresiones y añadido citas del Nuevo Testamento, con el fin de que la
Plegaria misma
presente a los elegidos y a los fieles una noción más rica del presbiterado y diaconado en
cuanto derivados
de Cristo Sacerdote.
4. Los que se han de ordenar presbíteros, son interrogados de una manera más explícita,
acerca del
ejercicio del ministerio de la reconciliación y de la celebración eucarística.
5. El rito por el que se comprometen a abrazar el sagrado celibato, preparado por la S.
Congregación
para el culto divino, según las normas dadas por el Papa Pablo VI en la Carta Apostólica Ad
pascendum de
1972, se incluye ahora en la ordenación diaconal.
Por especial mandato del Sumo Pontífice Juan Pablo II, se ha cambiado la disciplina en el
sentido de
que también los candidatos que emitieron votos perpetuos en un instituto religioso están
obligados en lo
sucesivo a abrazar el celibato con un compromiso íntimamente unido por derecho a la
ordenación, con lo
que queda derogado lo prescripto en el c. 1037 del CIC.
6. Además, los miembros de los Institutos de vida consagrada que han de ordenarse diáconos
o
presbíteros, en lo sucesivo han de ser interrogados también acerca de la reverencia y
obediencia al Obispo
diocesano para que así resplandezca la unidad de todos los clérigos en la respectiva Iglesia.
7. A modo de Apéndice, se añade el Rito para la admisión de los candidatos al diaconado y
presbiterado con unas pocas variantes.
El Sumo Pontífice Juan Pablo II aprobó con su autoridad la nueva edición del Pontifical
Romano De la
ordenación del Obispo, de los presbíteros y de los diáconos, y la Congregación para el Culto
Divino y la
Disciplina de los Sacramentos la promulga ahora y la declara edición típica.
Las Conferencias de Obispos tomarán a su cargo llevar a la práctica los textos, normas y ritos,
y
aplicarlas en las traducciones a las lenguas vernáculas.
Estos mismos ritos y textos redactados en latín, han de ser empleados inmediatamente
después de su
aparición. Las traducciones con las adaptaciones aprobados por las Conferencias de Obispos
y revisadas
por la Sede Apostólica, entrarán en vigencia el día que cada Conferencia establezca.
Sin que obste nada en contra.
Dada la presente por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el 29
de Junio de 1989, en la solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo.
Prefecto
Ludovico Kada
Decreto
Por la Constitución apostólica "Pontificalis Romani recognitio" dada el 18 de junio de 1968, el
Sumo
Pontífice Pablo VI aprobó un nuevo rito para la ordenación de diáconos, presbíteros y obispos,
preparado
por el "Consejo para la aplicación de la Sagrada Liturgia" con la ayuda de peritos, y habiendo
consultado a
los obispos de las diversas partes del mundo.
Este nuevo rito deberá ser observado en adelante para conferir aquellas órdenes, en lugar del
rito
ahora existente en el Pontifical Romano.
Por tanto, mediante el presente Decreto de esta Sagrada Congregación de Ritos, en vigor de
las
facultades que le han sido atribuidas por el Sumo Pontífice Pablo VI, se publica y es declarada
"Typica" la
parte del Pontifical Romano que contiene dichos nuevos ritos para la ordenación de diáconos,
presbíteros
y obispos.
Se establece, además, que hasta el día 6 de abril del próximo año 1969, domingo de la
Resurrección
de nuestro Señor Jesucristo, puedan ser usados tanto estos nuevos ritos, cuanto los que
actualmente se
encuentran en el Pontifical Romano. Pero desde aquel día solamente podrán ser utilizados los
nuevos.
Fernando Antonelli
Arzobispo Titular de Idrica Secretario de la S.C.R.
Constitución Apostólica
"Pontificalis Romani"
Pablo PP. VI
Capítulo I.
Ordenación del Obispo
Observaciones Previas
I. Importancia de la Ordenación
12.
Se es constituido miembro del Cuerpo de los Obispos por la Ordenación episcopal y por la
comunión
jerárquica con la Cabeza del Colegio y sus miembros.
El Orden de los Obispos sucede en el magisterio y en el régimen pastoral al colegio de los
Apóstoles.
Más aún, en él perdura ininterrumpidamente el cuerpo apostólico11. Los Obispos, "como
sucesores de los
Apóstoles, reciben del Señor, a quien se ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, la misión
de enseñar
a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo para que todos los hombres,
por la fe, el
bautismo y el cumplimiento de los mandamientos consigan la salvación (cf. Mt. 28,18)"12. El
Colegio
episcopal, reunido bajo una sola cabeza, el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, expresa la
unidad,
variedad y universalidad de la grey de Cristo13.
13.
A su vez, cada uno de los Obispos, puestos al frente de las Iglesias particulares, ejercen su
gobierno
pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios que se les ha confiado14. Son el principio y
fundamento
visible de la unidad de la Iglesia particular, formada a imagen de la Iglesia universal, en las
cuales y desde
las cuales existe la Iglesia católica15.
14.
La predicación del Evangelio sobresale entre las funciones principales de los Obispos, porque
ellos son
heraldos de la fe, que conducen nuevos discípulos a Cristo, y doctores auténticos que
predican al pueblo a
ellos confiado la fe que ha de creer y aplicar a la vida moral16. Y así como por el ministerio de
la palabra
comunican la fuerza de Dios a los creyentes para que se salven (cf. Rom. 1,16), también
mediante los
sacramentos santifican a los fieles. Los obispos regulan la administración del bautismo, son
los ministros
originarios de la confirmación, los que confieren las sagradas Ordenes y los moderadores de
la disciplina
penitencial. Investidos de la plenitud del sacramento del Orden, son "administradores de la
gracia del sumo
sacerdocio" sobre todo en la Eucaristía que ellos mismos ofrecen o cuidan que se ofrezca.
Pues toda
legítima celebración de la Eucaristía es dirigida por ellos, y en toda comunidad reunida en
torno al altar,
bajo el ministerio sagrado del Obispo se manifiesta el símbolo de la caridad y unidad del
Cuerpo místico17.
III. La Celebración
19.
Antes de la Ordenación, el elegido debe hacer ejercicios espirituales durante un tiempo
oportuno.
20.
Conviene que todas las comunidades de la diócesis para la que es ordenado el Obispo se
preparen para
la Ordenación.
21.
El Obispo que, como cabeza se pone al frente de una diócesis, debe ser ordenado en la
iglesia
catedral. Los Obispos auxiliares, que se ordenan al servicio de una diócesis, deben ser
ordenados también
en la iglesia catedral o en otra iglesia de gran importancia en la diócesis.
22.
Celébrese la Ordenación del Obispo con la asistencia del mayor número posible de fieles, en
domingo
o en día festivo, preferentemente en una fiesta de Apóstoles, a no ser que razones pastorales
aconsejen
otro día. Pero se excluyen el Triduo pascual, el Miércoles de Ceniza, toda la Semana Santa y
la
Conmemoración de todos los fieles difuntos.
23.
La Ordenación tiene lugar dentro de la Misa, una vez terminada la Liturgia de la Palabra y
antes de la
Liturgia de la Eucaristía.
Puede emplearse la Misa ritual para las Sagradas Órdenes, excepto en las Solemnidades, los
Domingos
de Adviento, Cuaresma y Pascua, los días de la octava de Pascua y la fiesta de los Apóstoles.
En estos
casos se dice la Misa del día, con sus lecturas. Pero en los otros días, si no se dice la Misa
ritual se puede
tomar una de las lecturas de las que se proponen en el Leccionario con este fin.
La Oración Universal se omite porque las letanías ocupan su lugar.
24.
Proclamado el Evangelio, la Iglesia particular, por medio de uno de sus presbíteros, pide al
Obispo
ordenante principal que ordene al elegido. Este, en presencia de los Obispos y de todos los
fieles,
manifiesta la voluntad de ejercer su ministerio según los deseos de Cristo y de la Iglesia, en
comunión con
el Orden de los Obispos, bajo la autoridad del sucesor de San Pedro Apóstol. En las letanías
todos
imploran la gracia de Dios en favor del elegido.
25.
Por la imposición de las manos de los Obispos y la Plegaria de Ordenación, se confiere al
elegido el
don del Espíritu Santo para su función episcopal. Estas son las palabras que pertenecen a la
naturaleza del
sacramento y que por ello se exigen para la validez del acto:
Infunde ahora sobre éste, tu elegido la fuerza que de ti procede: el espíritu de gobierno que
diste a tu
amado hijo Jesucristo, y él, a su vez, comunicó a los santos apóstoles, quienes establecieron
la Iglesia
como santuario tuyo en cada lugar para gloria y alabanza incesante de tu nombre.
El Obispo ordenante principal proclama la Plegaria de Ordenación en nombre de todos los
Obispos
presentes. Las palabras esenciales son pronunciadas por todos los Obispos que, junto con el
Obispo
principal, impusieron las manos al elegido. Pero estas palabras se han de decir de tal modo
que la voz del
Obispo ordenante principal se oiga con claridad, mientras los demás Obispos ordenantes las
pronuncian en
voz baja.
26.
Por la imposición del Evangeliario sobre la cabeza del Ordenando mientras se pronuncia la
Plegaria de
Ordenación, y por la entrega del mismo en manos del Ordenado, se declara como función
principal del
Obispo la predicación fiel de la Palabra de Dios. Por la unción de la cabeza se significa la
peculiar
participación del Obispo en el sacerdocio de Cristo. Por la entrega del anillo, se manifiesta la
fidelidad del
Obispo hacia la Iglesia, esposa de Dios; por la imposición de la mitra, el deseo de alcanzar la
santidad; y
por la entrega del báculo pastoral, su función de regir la Iglesia que se le ha confiado.
Con el saludo que el Ordenado recibe del Obispo ordenante principal y de todos los Obispos
se pone
como un sello a su acogida en el Colegio episcopal.
27.
Es muy conveniente que el Obispo ordenado dentro de la propia diócesis presida la
concelebración en
la Liturgia eucarística. Pero si la Ordenación se ha hecho en otra diócesis, preside la
concelebración el
Obispo ordenante principal. En este caso, el Obispo recién ordenado ocupa el primer lugar
entre los otros
concelebrantes.
Ordenación de un Obispo
Ritos iniciales y Liturgia de la Palabra
31.
Estando todo dispuesto para la celebración, se ordena la procesión por la iglesia hacia el altar
como de
costumbre. El diácono lleve el Evangeliario para la Misa y la Ordenación, y si hubiere otros
diáconos,
precedan a los presbíteros concelebrantes. Después, el elegido en medio de sus presbíteros
asistentes, a
los que seguirán los Obispos ordenantes y, finalmente, el Obispo ordenante principal y -un
poco más
atrás- dos diáconos que lo asistan. Al llegar al altar y, hecha la debida reverencia, todos vayan
a sus
lugares asignados. Se cuidará, sin embargo, que se manifieste la distinción entre los obispos y
los
presbíteros, aún en la disposición de los lugares.
Mientras tanto, se canta la Antífona de entrada con su salmo, u otro canto adecuado.
32.
Los Ritos iniciales y la Liturgia de la Palabra se hacen del modo acostumbrado hasta la
proclamación
del Evangelio inclusive.
33.
Si el Obispo se ordena en su iglesia catedral, después del saludo al pueblo, uno de los
diáconos o de
los presbíteros concelebrantes, exhiba y lea desde el ambón el mandato apostólico, ante el
Colegio de
consultores y con la presencia del Canciller de la Curia quien redactará un acta. Todos
escuchan sentados
y, finalizada la lectura, aclamarán diciendo:
Demos gracias a Dios.
También puede cantarse la siguiente Antífona:
"Te doy gracias, Señor, por tu amor.
No abandones la obra de tus manos.
Aleluia, aleluia".
Ordenación
35.
Luego comienza la Ordenación del Obispo. Estando todos de pie, puede cantarse el "Veni,
Creator
Spiritus" u otro himno similar, de acuerdo con la costumbre del lugar.
36.
Después, el Obispo ordenante principal y los demás Obispos ordenantes, si así fuera, se
dirigen a las
sedes preparadas para la Ordenación.
38.
Uno de los presbíteros asistentes se dirige al Obispo ordenante principal con estas palabras:
Reverendísimo Padre, la Iglesia de N.
pide que ordenes Obispo al presbítero N.
Pero si se ordenara un Obispo no residencial se dice:
Reverendísimo Padre, la Santa Madre Iglesia Católica,
pide que ordenes Obispo al presbítero N.
El Obispo ordenante principal le pregunta:
¿Tienen el mandato apostólico?
El presbítero responde:
Sí, lo tenemos.
El Obispo ordenante principal dice:
Que se lea.
Todos toman asiento y se lee al mandato. Terminada la lectura todos asienten a la elección
del Obispo
diciendo:
Demos gracias a Dios.
También puede cantarse la siguiente Antífona:
"Te doy gracias, Señor, por tu amor.
No abandones la obra de tus manos.
Aleluia, aleluia".
Homilía
39.
Después todos se sientan. El Obispo ordenante principal, hace la homilía en la cual, tomando
como
punto de partida el texto de las lecturas proclamadas en la Liturgia de la Palabra, exhorta al
clero, al pueblo
y al elegido sobre el ministerio episcopal.
Sobre tal ministerio también puede hablar con palabras semejantes a las indicadas en el
Apéndice, p.
193, adaptando el texto si se ordenara un Obispo no residencial.
Súplica Litánica
41.
Luego los Obispos dejan la mitra y todos se ponen de pie. El Obispo ordenante principal, de
pie, con
las manos juntas y mirando hacia el pueblo, pronuncia la siguiente invitación:
Queridos hermanos:
Oremos a fin de que la bondad de Dios todopoderoso
conceda a este elegido la abundancia de su gracia,
para el bien de su Iglesia.
42.
Entonces, el elegido se postra y, todos se arrodillan, salvo en los días domingos y en el tiempo
pascual. Según el caso, el diácono dice:
Nos arrodillamos.
Se comienzan a cantar las letanías. Según las categorías que figuran como subtítulos y su
respectivo
lugar cronológico, pueden añadirse algunos nombres de santos (por ej. del patrono del lugar,
del titular de
la iglesia, del fundador o del patrono del que va a ser ordenado). Para facilitar el oficio del
cantor, se
añaden en su respectivo lugar los nombres de los santos latinoamericanos más importantes,
los que
pueden cantarse opcionalmente.
También pueden añadirse algunas súplicas por diversas necesidades más apropiadas a cada
circunstancia.
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
Christe, eleison Christe, eleison
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
O bien:
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
[Invocación de los Santos]
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros
[Ángeles]
San Miguel, ruega por nosotros
Santos Ángeles de Dios ruegen por nosotros
[Patriarcas y Profetas]
San Juan Bautista ruega por nosotros
San José ruega por nosotros
[Apóstoles y discípulos]
San Pedro ruega por nosotros
San Pablo ruega por nosotros
San Andrés ruega por nosotros
Santiago, el mayor ruega por nosotros
San Juan ruega por nosotros
Santo Tomás ruega por nosotros
Santiago, el menor ruega por nosotros
San Felipe ruega por nosotros
San Bartolomé ruega por nosotros
San Mateo ruega por nosotros
San Simón ruega por nosotros
San Tadeo ruega por nosotros
San Matías ruega por nosotros
Santa María Magdalena ruega por nosotros
[Mártires varones]
San Esteban ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía ruega por nosotros
San Lorenzo ruega por nosotros
(San Roque González) ruega por nosotros
(San Juan del Castillo) ruega por nosotros
(San Alonso Rodríguez) ruega por nosotros
(San Héctor Valdivielso) ruega por nosotros
[Mártires mujeres]
Santas Perpetua y Felicidad ruegen por nosotros
Santa Inés ruega por nosotros
[Obispos y Doctores]
San Gregorio ruega por nosotros
San Agustín ruega por nosotros
San Atanasio ruega por nosotros
San Basilio ruega por nosotros
San Martín de Tours ruega por nosotros
(Santo Toribio Mogrovejo) ruega por nosotros
[Sacerdotes y religiosos]
San Benito ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo ruegen por nosotros
San Francisco Javier ruega por nosotros
(San Francisco Solano) ruega por nosotros
(San Martín de Porres) ruega por nosotros
San Juan María Vianney ruega por nosotros
[Religiosas]
Santa Catalina de Siena ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño Jesús ruega por nosotros
(Santa Rosa de Lima) ruega por nosotros
(Santa Teresa de los Andes) ruega por nosotros
[Laicos]
(Beata Laura Vicuña) ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios ruegen por nosotros
[Invocaciones a Cristo]
Por tu bondad líbranos, Señor
De todo mal líbranos, Señor
De todo pecado líbranos, Señor
De la muerte eterna líbranos, Señor
Por el misterio de tu encarnación líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección líbranos, Señor
Por la venida del Espíritu Santo íbranos, Señor
[Súplica por Diversas Necesidades]
Nosotros, que somos pecadores te rogamos, óyenos
Para que gobiernes y conserves a tu Santa Iglesia te rogamos, óyenos
Para que conserves en tu santo servicio al Papa te rogamos, óyenos
y a todos los miembros del clero te rogamos, óyenos
Para que bendigas a este elegido tuyo te rogamos, óyenos
Para que lo bendigas y santifiques te rogamos, óyenos
Para que lo bendigas, santifiques y consagres te rogamos, óyenos
Para que concedas la paz y la concordia a todos los pueblos te rogamos, óyenos
Para que tengas misericordia de todos los que sufren te rogamos, óyenos
Para que nos fortalezcas y conserves en tu santo servicio te rogamos, óyenos
Jesús, Hijo del Dios vivo te rogamos, óyenos
Cristo, óyenos
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Cristo, escúchanos
43.
Terminadas las letanías, el Obispo ordenante principal, de pie y con las manos extendidas,
dice:
Padre bueno:
escucha nuestras súplicas
y derramando la plenitud de la gracia sacerdotal
sobre este servidor tuyo,
infúndele la fuerza de tu bendición.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Si es el caso, el diácono dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se levantan.
Liturgia Eucarística
59.
En la Plegaria Eucarística se hace mención del Obispo ordenado según las fórmulas
siguientes:
a) En la Plegaria Eucarística I, se dice "Acepta Señor en tu bondad" propio:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores,
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tu hijo N.
(por mí, indigno servidor tuyo),
que ha sido (he sido) llamado al orden de los Obispos;
conserva en él (en mí) tus dones
para que fructifique lo que ha recibido (he recibido) de tu bondad;
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén].
b) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística II, después de la palabra "a cuantos
participamos del
Cuerpo y Sangre de Cristo", se dice:
Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
y con el Papa N.,
con nuestro Obispo N.,
(y tu servidor N.)
a quien has constituido hoy pastor de la Iglesia (de N.),
a todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
c) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística III, después de las palabras "traiga la paz y
la
salvación al mundo entero", se dice:
Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia,
peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N. (y a tu servidor N.)
a quien ha sido ordenado hoy pastor de la Iglesia (de N.),
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
d) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras "para alabanza
de tu
gloria", se dice:
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor el Papa N., de nuestro Obispo N., (y de este servidor tuyo N.),
a quien te has dignado elegir hoy para el servicio de tu pueblo,
del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de los aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
60.
Los familiares y amigos cercanos del Ordenado pueden recibir la comunión bajo las dos
especies.
Rito de Conclusión
61.
Terminada la oración después de la comunión, se canta el Te Deum o bien otro himno similar,
de
acuerdo con la costumbre del lugar.
Mientras tanto, el Ordenado con mitra y báculo pastoral, es conducido por dos de los Obispos
ordenantes por la iglesia, mientras bendice a todos.
62.
Terminado el himno, el Ordenado, desde el altar o -si la Ordenación se celebra en su propia
Iglesiadesde
la cátedra puede dirigirse al pueblo con breves palabras.
63.
Luego, el Obispo que presidió la Liturgia eucarística imparte la bendición. En lugar de la
bendición
habitual puede darse la bendición solemne que sigue. El diácono puede hacer la siguiente
invitación:
Nos inclinamos para la bendición.
o con otras palabras similares.
a) Si imparte la bendición el Ordenado, hace antes la triple súplica, con las manos extendidas:
Señor Dios:
tú cuidas de tu pueblo
y lo gobiernas con amor.
Concede el Espíritu de sabiduría a sus pastores
para que la santidad del rebaño
sea gozo eterno de los pastores.
Todos responden:
Amén.
El Ordenado continúa:
Señor: tú estableces la duración de nuestra vida
y por tu poder admirable
gobiernas los acontecimientos de la historia.
Mira con bondad nuestro humilde ministerio
y concede a nuestros días la abundancia de tu paz.
Todos responden:
Amén.
El Ordenado continúa:
Señor, concede los dones de tu gracia
a quien elevaste al orden episcopal
para que te agrade en su ministerio.
Dirige el corazón del pueblo y del pastor
para que al pastor no le falte la obediencia del rebaño,
ni a la grey le falten nunca los cuidados del pastor.
Todos responden:
Amén.
Y el Ordenado pronuncia la bendic ión:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
b) Si el Obispo ordenante principal imparte la bendición, con las manos extendidas sobre el
Ordenado y el
pueblo, dice:
El Señor te bendiga y te proteja.
Ya que te constituyó pontífice de su pueblo,
te haga feliz en esta vida
y te permita compartir la felicidad eterna.
Todos responden:
Amén.
El Obispo ordenante principal:
Que el Señor te conceda por muchos años
gobernar felizmente, con su providencia y con tu esfuerzo,
al clero y al pueblo que ha querido reunir en torno tuyo.
Todos responden:
Amén.
El Obispo ordenante principal:
Que tu pueblo obedeciendo los preceptos divinos,
superando toda adversidad,
recibiendo toda clase de bienes
y respetando fielmente tu ministerio,
goce de la tranquilidad de la paz en este mundo
y merezca junto a ti
gozar de la compañía eterna de los santos.
Todos responden:
Amén.
Y el Obispo ordenante principal pronuncia la bendic ión:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
64.
Dada la bendición, y despedido el pueblo por el diácono, se hace la procesión a la sacristía del
modo
acostumbrado.
Ordenación
71.
Luego comienza la Ordenación de los Obispos. Estando todos de pie, puede cantarse el
"Veni, Creator
Spiritus" u otro himno similar, de acuerdo con la costumbre del lugar.
72.
Después, el Obispo ordenante principal y los demás Obispos ordenantes, si así fuera, se
dirigen a las
sedes preparadas para la Ordenación.
Homilía
75.
Después todos se sientan. El Obispo ordenante principal hace la homilía en la cual, tomando
como
punto de partida el texto de las lecturas proclamadas en la Liturgia de la Palabra, exhorta al
clero, al pueblo
y a los elegidos sobre el ministerio episcopal.
Sobre tal ministerio también puede hablar con palabras similares a las señaladas en Apéndice,
p. 194,
adaptando el texto si se ordenara un Obispo no residencial.
Súplica Litánica
77.
Luego los Obispos dejan la mitra y todos se ponen de pie. El Obispo ordenante principal de
pie, con
las manos juntas y mirando hacia el pueblo, pronuncia la siguiente invitación:
Queridos hermanos:
Oremos a fin de que la bondad de Dios todopoderoso
conceda a estos elegidos la abundancia de su gracia,
para el bien de su Iglesia.
78.
Los elegidos se postran y, salvo en los días domingos y en el tiempo pascual, todos se
arrodillan.
Según el caso, el diácono dice: Nos arrodillamos.
Entonces, se comienzan a cantar las letanías.
Según las categorías que figuran como subtítulos y su respectivo lugar cronológico, pueden
añadirse
algunos nombres de santos (por ej. del patrono del lugar, del titular de la iglesia, del fundador
o del patrono
de los que van a ser ordenados). Para facilitar el oficio del cantor, se añaden en su respectivo
lugar los
nombres de los santos latinoamericanos más importantes, los que pueden cantarse
opcionalmente.
También pueden añadirse algunas súplicas por diversas necesidades más apropiadas a cada
circunstancia. Los cantores comienzan las letanías según el texto del n.42 con las súplicas por
los
elegidos en plural.
79.
Terminadas las letanías, el Obispo ordenante principal, de pie y con las manos extendidas,
dice:
Padre bueno:
escucha nuestras súplicas
y derramando la plenitud de la gracia sacerdotal
sobre estos servidores tuyos,
infúndeles la fuerza de tu bendición.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Si es el caso, el diácono dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se levantan.
Liturgia Eucarística
95.
En la Plegaria Eucarística se hace mención de los Obispos ordenados según las fórmulas
siguientes:
a) En la Plegaria Eucarística I, se dice "Acepta Señor en tu bondad" propio:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores,
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tus hijos N.
(por mí, indigno siervo tuyo),
que han sido (he sido) llamado(s) al orden de los Obispos;
conserva en ellos (en mí) tus dones
para que fructifique lo que hemos recibido (he recibido) de tu bondad;
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén].
b) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística II, después de la palabra "a cuantos
participamos del
Cuerpo y Sangre de Cristo", se dice:
Acuérdate, Señor,
de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
y con el Papa N., con nuestro Obispo N., (y tus servidores N.)
a quienes has constituido hoy pastores de la Iglesia (de N.),
y con todos los que cuidan de tu pueblo,
llévala a su perfección por la caridad.
c) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística III, después de las palabras "traiga la paz y
la
salvación al mundo entero", se dice:
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N. (y a tus servidores N.),
que han sido ordenado hoy pastores de la Iglesia (de N.),
al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
d) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras "para alabanza
de tu
gloria", se dice: Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este
sacrificio: de
tu servidor el Papa N., de nuestro Obispo N., (y de estos servidores tuyos N.), que te has
dignado elegir
hoy para el servicio de tu pueblo, del orden episcopal y de los presbíteros y diáconos, de los
oferentes y
de los aquí reunidos, de todo tu pueblo santo y de aquellos que te buscan con sincero
corazón.
96.
Los familiares y amigos cercanos de los Ordenados pueden recibir la comunión bajo las dos
especies.
Rito de Conclusión
97.
Terminada la oración después de la comunión, se canta el Te Deum o bien otro himno similar,
de
acuerdo con la costumbre del lugar. Mientras tanto, los Ordenados con mitra y báculo pastoral,
son
conducidos por los Obispos ordenantes por la iglesia, mientras bendicen a todos.
98.
Terminado el himno, los Ordenados se paran delante del altar con mitra y báculo. Antes de la
bendición, uno de ellos, principalmente si alguno ha sido ordenado en su propia iglesia, desde
la cátedra
puede dirigirse al pueblo con breves palabras.
99.
Luego, el Obispo que presidió la Liturgia eucarística imparte la bendición. En lugar de la
bendición
habitual puede darse la bendición solemne que sigue. El diácono puede hacer la siguiente
invitación:
Nos inclinamos para la bendición.
o con otras palabras similares.
a) Si el celebrante principal es uno de los Ordenados, hace antes la triple súplica, con las
manos
extendidas:
Señor Dios: tú cuidas de tu pueblo
y lo gobiernas con amor.
Concede el Espíritu de sabiduría a sus pastores
para que la santidad del rebaño
sea gozo eterno de los pastores.
Todos responden:
Amén.
El Ordenado continúa:
Señor: tú estableces la duración de nuestra vida
y por tu poder admirable
gobiernas los acontecimientos de la historia.
Mira con bondad nuestro humilde ministerio
y concede a nuestros días la abundancia de tu paz.
Todos responden:
Amén.
El Ordenado continúa:
Señor, concede los dones de tu gracia
a quienes elevaste al orden episcopal
para que te agraden en su ministerio.
Dirige el corazón del pueblo y del pastor
para que al pastor no le falte la obediencia del rebaño,
ni a la grey le falten nunca los cuidados del pastor.
Todos responden:
Amén.
Y el Ordenado pronuncia la bendic ión:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
b) Si el Obispo ordenante principal imparte la bendición, con las manos extendidas sobre los
Ordenados y el pueblo, dice:
El Señor los bendiga y los proteja.
Ya que los constituyó pontífices de su pueblo,
los haga feliz en esta vida
y les permita compartir la felicidad eterna.
Todos responden:
Amén.
El Obispo ordenante principal:
Que el Señor les conceda por muchos años
gobernar felizmente,
con su providencia y con el esfuerzo de ustedes,
al clero y al pueblo que ha querido reunir en torno suyo.
Todos responden:
Amén.
El Obispo ordenante principal:
Que el pueblo, obedeciendo los preceptos divinos,
superando toda adversidad,
recibiendo toda clase de bienes
y respetando fielmente su ministerio episcopal,
goce de la tranquilidad de la paz en este mundo
y merezca junto con ustedes
gozar de la compañía eterna de los santos.
Todos responden:
Amén.
Y el Obispo ordenante principal pronuncia la bendic ión:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
100.
Dada la bendición, y despedido el pueblo por el diácono, se hace la procesión a la sacristía del
modo
acostumbrado.
III. La Celebración
107.
Conviene que la Iglesia particular, a cuyo servicio se ordenan los presbíteros, se prepare para
la
Ordenación.
Los candidatos mismos deben prepararse con la oración en retiro practicando ejercicios
espirituales al
menos durante cinco días.
108.
Realicése la Ordenación en la iglesia catedral o en las iglesias de aquellas comunidades de
las que son
oriundos algunos de los candidatos, o en otra iglesia de gran importancia.
Si se van a ordenar presbíteros de alguna comunidad religiosa, puede hacerse la Ordenación
en la
iglesia de la comunidad en la que van a ejercer su ministerio.
109.
Celébrese la Ordenación con la asistencia del mayor número posible de fieles en domingo o
día
festivo, a no ser que razones pastorales aconsejen otro día. Pero se excluyen el Triduo
Pascual, el
Miércoles de Ceniza, toda la Semana Santa y la Conmemoración de todos los fieles difuntos.
110.
La Ordenación tiene lugar dentro de la Misa, una vez terminada la Liturgia de la Palabra y
antes de la
Liturgia de la Eucaristía.
Puede emplearse la Misa ritual para las sagradas Ordenes excepto en las Solemnidades, los
Domingos
de Adviento, Cuaresma, Pascua y los días de la octava de Pascua. En estos casos se dice la
Misa del día
con sus lecturas.
Pero en otros días, si no se dice la Misa ritual se puede tomar una de las lecturas de las que
se
proponen en el Leccionario con este fin.
La Oración Universal se omite, porque las letanías ocupan su lugar.
111.
Proclamando el Evangelio, la Iglesia particular pide al Obispo que ordene a los candidatos. El
presbítero encargado informa al Obispo que le pregunta, ante el pueblo, de que no existen
dudas acerca de
los candidatos. Los candidatos, en presencia del Obispo y de todos los fieles, manifiestan la
voluntad de
cumplir su ministerio, según los deseos de Cristo y de la Iglesia bajo la autoridad del Obispo.
En las
letanías todos imploran la gracia de Dios en favor de los candidatos.
112.
Por la imposición de las manos del Obispo y la Plegaria de Ordenación, se les confiere a los
candidatos el don del Espíritu Santo para su función presbiteral. Estas son las palabras que
pertenecen a la
naturaleza del sacramento y que por tanto se exigen para la validez del acto:
Te pedimos, Padre todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del
presbiterado.
Renueva en sus corazones el espíritu de santidad, reciban de ti el segundo grado del
ministerio sacerdotal
y sean, por su conducta, ejemplo de vida.
Juntamente con el Obispo, los presbíteros imponen las manos a los candidatos para significar
su
recepción en el presbiterio.
113.
Inmediatamente después de la Plegaria de Ordenación se revisten los ordenados con la estola
presbiteral y con la casulla para que se manifieste visiblemente el ministerio que desde ahora
van a ejercer
en la liturgia.
Este ministerio se explica más ampliamente por otros signos. Por la unción de las manos, se
significa
la peculiar participación de los presbíteros en el sacerdocio de Cristo. Por la entrega del pan y
del vino en
sus manos, se indica el deber de presidir la celebración Eucarística y de seguir a Cristo
crucificado.
El Obispo con su saludo pone en cierto modo el sello a la acogida de sus nuevos
colaboradores en su
ministerio. Los presbíteros saludan a los ordenados para el común ministerio en su Orden.
114.
Los Ordenados ejercen por primera vez su ministerio en la Liturgia eucarística
concelebrándola con el
Obispo y con los demás miembros del presbiterio. Los presbíteros recién ordenados ocupan el
primer
lugar.
Ordenación
120.
Luego comienza la Ordenación presbiteral.
El Obispo ocupa la sede preparada para la Ordenación, y se coloca la mitra. Después se
presentan los
candidatos.
Homilía
123.
Después todos se sientan. El Obispo hace la homilía en la cual, tomando como punto de
partida el
texto de las lecturas proclamadas en la Liturgia de la Palabra, exhorta al pueblo y a los
elegidos sobre el
ministerio presbiteral.
Sobre tal ministerio también puede hablar con palabras semejantes a las indicadas en el
Apendice, p.
196, u otras palabras.
Súplica Litánica
126.
Todos se ponen de pie. El Obispo, sin mitra y con las manos juntas, mirando hacia el pueblo,
pronuncia la siguiente invitación:
Queridos hermanos:
Pidamos a Dios todopoderoso
que derrame abundantemente su gracia
sobre estos hijos suyos
a quienes eligió para el ministerio de los presbíteros.
127.
Los elegidos se postran. Todos se arrodillan, salvo en los días domingos y en el tiempo
pascual.
Según el caso, el diácono dice:
Nos arrodillamos.
Se comienzan a cantar las letanías.
Según las categorías que figuran como subtítulos y su respectivo lugar cronológico, pueden
añadirse
algunos nombres de santos (por ej. del patrono del lugar, del titular de la iglesia, del fundador
o del patrono
de los que van a ser ordenados). Para facilitar el oficio del cantor, se añaden en su respectivo
lugar los
nombres de los santos latinoamericanos más importantes, los que pueden cantarse
opcionalmente.
También pueden añadirse algunas súplicas por diversas necesidades más apropiadas a cada
circunstancia.
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
Christe, eleison Christe, eleison
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
O bien:
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
[Invocación de los Santos]
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros
[Ángeles]
San Miguel, ruega por nosotros
Santos Angeles de Dios ruegen por nosotros
[Patriarcas y Profetas]
San Juan Bautista ruega por nosotros
San José ruega por nosotros
[Apóstoles y discípulos]
Santos Pedro y Pablo ruegen por nosotros
San Andrés ruega por nosotros
San Juan ruega por nosotros
Santa María Magdalena ruega por nosotros
[Mártires varones]
San Esteban ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía ruega por nosotros
San Lorenzo ruega por nosotros
(San Roque González) ruega por nosotros
(San Juan del Castillo) ruega por nosotros
(San Alonso Rodríguez) ruega por nosotros
(San Héctor Valdivielso) ruega por nosotros
[Mártires mujeres]
Santas Perpetua y Felicidad ruegen por nosotros
Santa Inés ruega por nosotros
[Obispos y Doctores]
San Gregorio ruega por nosotros
San Agustín ruega por nosotros
San Atanasio ruega por nosotros
San Basilio ruega por nosotros
San Martín de Tours ruega por nosotros
(Santo Toribio de Mogrovejo) ruega por nosotros
[Sacerdotes y religiosos]
San Benito ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo ruegen por nosotros
San Francisco Javier ruega por nosotros
(San Francisco Solano) ruega por nosotros
(San Martín de Porres) ruega por nosotros
San Juan María Vianney ruega por nosotros
[Religiosas]
Santa Catalina de Siena ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño Jesús ruega por nosotros
(Santa Rosa de Lima) ruega por nosotros
(Santa Teresa de los Andes) ruega por nosotros
[Laicos]
(Beata Laura Vicuña) ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios ruegen por nosotros
[Invocaciones a Cristo]
Por tu bondad líbranos, Señor
De todo mal líbranos, Señor
De todo pecado líbranos, Señor
De la muerte eterna líbranos, Señor
Por el misterio de tu encarnación líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección líbranos, Señor
Por la venida del Espíritu Santo líbranos, Señor
[Súplica por diversas necesidades]
Nosotros, que somos pecadores te rogamos,
óyenos
Para que gobiernes y conserves a tu Santa Iglesia te rogamos,
óyenos
Para que conserves en tu santo servicio al Papa y a todos los miembros del clero te rogamos,
óyenos
Para que bendigas a estos elegidos tuyos te rogamos,
óyenos
Para que los bendigas y santifiques te rogamos,
óyenos
Para que los bendigas, santifiques y consagres te rogamos,
óyenos
Para que concedas la paz y la concordia a todos los pueblos te rogamos,
óyenos
Para que tengas misericordia de todos los que sufren te rogamos,
óyenos
Para que nos fortalezcas y conserves en tu santo servicio te rogamos,
óyenos
Jesús, Hijo del Dios vivo te rogamos,
óyenos
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos
128.
Terminadas las letanías, el Obispo, de pie y con las manos extendidas, dice:
Escúchanos, Señor, Dios nuestro:
Derrama sobre estos hijos tuyos
la bendición del Espíritu Santo
y la fuerza de la gracia sacerdotal.
para que la abundancia de tus dones
acompañe siempre
a los que ahora te presentamos para ser consagrados.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Si es el caso, el diácono dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se levantan.
Liturgia Eucarística
139.
La Liturgia eucarística se concelebra del modo acostumbrado, omitiendo la preparación del
cáliz.
140.
En la Plegaria Eucarística, el Obispo o uno de los presbíteros concelebrantes hace mención
de los
presbíteros recién ordenados según las siguientes fórmulas:
a) En la Plegaria Eucarística I, se dice el "Acepta, Señor, en tu bondad" propio:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores,
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tus hijos
que han sido llamados al orden de los presbíteros;
conserva en ellos tus dones
para que fructifique lo que han recibido de tu bondad;
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén]
b) En la Plegaria Eucarística II, después de las palabras "congregue en la unidad a cuantos
participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo", se dice:
Acuérdate, Señor
de tu Iglesia extendida por toda la tierra,
y con el Papa N., con nuestro Obispo N.
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de estos hijos tuyos
que has constituido hoy presbíteros de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu pueblo.
c) En la Plegaria Eucarística III, después de las palabras "traiga la paz y la salvación al mundo
entero",
se dice:
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra,
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al orden episcopal,
a estos hijos tuyos que han sido ordenados hoy
sacerdotes de la Iglesia,
a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
d) En la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras "para alabanza de su gloria", se dice:
Y ahora, Señor,
acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor el Papa N.,
de nuestro Obispo N.,
del orden episcopal,
de estos hijos tuyos que te has dignado elegir hoy
para el ministerio presbiteral en favor de tu pueblo,
de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de todos los aquí reunidos.
141.
Los familiares y amigos cercanos de los Ordenados pueden recibir la comunión bajo las dos
especies.
142.
Terminada la distribución de la Comunión, puede cantarse un canto de acción de gracias. Al
canto
sigue la oración para después de la Comunión.
Rito de Conclusión
143.
En lugar de la bendición habitual puede darse la bendición solemne que sigue. El diácono
puede hacer
la siguiente invitación:
Nos inclinamos para la bendición.
o con otras palabras similares.
Seguidamente, el Obispo, con las manos extendidas sobre los Ordenados y el pueblo,
pronuncia la
bendición:
Dios Padre, que dirige y gobierna la Iglesia,
mantenga sus propósitos
y fortalezca sus corazones
para que cumplan fielmente el ministerio presbiteral.
Todos:
Amén.
El Obispo:
El Señor los haga servidores y testigos en el mundo
de la verdad y del amor divino,
y ministros fieles de la reconciliación.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Que Dios los haga pastores verdaderos
que distribuyan la Palabra de la vida y el Pan vivo,
para que los fieles crezcan en la unidad
del cuerpo de Cristo.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
144.
Dada la bendición, y despedido el pueblo por el diácono, se hace la procesión a la sacristía del
modo
acostumbrado.
Ordenación
148.
Luego comienza la Ordenación presbiteral.
El Obispo ocupa la sede preparada para la Ordenación, y se coloca la mitra. Después se
presentan el
candidato.
Homilía
151.
Después todos se sientan. El Obispo hace la homilía en la cual, tomando como punto de
partida el
texto de las lecturas proclamadas en la Liturgia de la Palabra, exhorta al pueblo y al elegido
sobre el
ministerio presbiteral.
Sobre tal ministerio también puede hablar con palabras semejantes a las indicadas en el
Apendice, p.
197, u otras palabras.
a) Si es el Ordinario:
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?
El elegido responde:
Sí, prometo.
b) Si el Obispo no es su Ordinario, dice:
¿Prometes respeto y obediencia a tu Obispo?
El elegido responde:
Sí, prometo.
c) Si el elegido es un religioso, el Obispo dice:
¿Prometes respeto y obediencia
al Obispo diocesano y a tu legítimo Superior?
El elegido responde:
Sí, prometo.
El Obispo siempre concluye:
Que Dios complete y perfeccione la obra
que El mismo ha comenzado en ti.
Súplica Litánica
154.
Todos se ponen de pie. El Obispo, sin mitra y con las manos juntas, mirando hacia el pueblo,
pronuncia la siguiente invitación:
Queridos hermanos:
Pidamos a Dios todopoderoso
que derrame abundantemente su gracia
sobre este hijo suyo
a quien eligió para el ministerio de los presbíteros.
155.
El elegido se postra. Todos se arrodillan, salvo en los días domingos y en el tiempo pascual.
Según el
caso, el diácono dice: Nos arrodillamos.
Entonces se comienzan a cantar las letanías.
Según las categorías que figuran como subtítulos y su respectivo lugar cronológico, pueden
añadirse
algunos nombres de santos (por ej. del patrono del lugar, del titular de la iglesia, del fundador
o del patrono
del que va a ser ordenado). Para facilitar el oficio del cantor, se añaden en su respectivo lugar
los nombres
de los santos latinoamericanos más importantes, los que pueden cantarse opcionalmente.
También pueden añadirse algunas súplicas por diversas necesidades más apropiadas a cada
circunstancia.
Los cantores comienzan las letanías según el texto del n.127 con las súplicas por el elegido en
singular.
156.
Terminadas las letanías, el Obispo, de pie y con las manos extendidas, dice:
Escúchanos, Señor, Dios nuestro:
Derrama sobre este hijo tuyo
la bendición del Espíritu Santo
y la fuerza de la gracia sacerdotal
para que la abundancia de tus dones
acompañe siempre
a quien ahora te presentamos para ser consagrados.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Si es el caso, el diácono dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se levantan.
Liturgia Eucarística
167.
La Liturgia eucarística se concelebra del modo acostumbrado, omitiendo la preparación del
cáliz.
168.
En la Plegaria Eucarística, el Obispo o uno de los presbíteros concelebrantes hace mención
de los
presbíteros recién ordenados según las fórmulas siguientes:
a) En la Plegaria Eucarística I, se dice el "Acepta, Señor, en tu bondad" propio:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores,
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tu hijo
que ha sido llamado al orden de los presbíteros;
conserva en él tus dones
para que fructifique lo que ha recibido de tu bondad;
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén]
b) En la Plegaria Eucarística II, después de las palabras "congregue en la unidad a cuantos
participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo", se dice:
Acuérdate, Señor de tu Iglesia extendida por toda la tierra,
y con el Papa N., con nuestro Obispo N.
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de este hijo tuyo
que has constituido hoy presbítero de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu pueblo.
c) En la Plegaria Eucarística III, después de las palabras "traiga la paz y la salvación al mundo
entero",
se dice:
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra,
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al orden episcopal,
a este hijo tuyo que ha sido ordenado hoy
sacerdote de la Iglesia,
a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
d) En la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras "para alabanza de su gloria", se dice:
Y ahora, Señor,
acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor el Papa N.,
de nuestro Obispo N.,
del orden episcopal,
de este hijo tuyo que te has dignado elegir hoy
para el ministerio presbiteral en favor de tu pueblo,
de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de todos los aquí reunidos.
169.
Los familiares y amigos cercanos del Ordenado pueden recibir la comunión bajo las dos
especies.
170.
Terminada la distribución de la Comunión, puede cantarse un canto de acción de gracias. Al
canto
sigue la oración para después de la Comunión.
Rito de Conclusión
171.
En lugar de la bendición habitual puede darse la bendición solemne que sigue. El diácono
puede hacer
la siguiente invitación:
Nos inclinamos para la bendición.
o con otras palabras similares.
Seguidamente, el Obispo, con las manos extendidas sobre el Ordenado y el pueblo, pronuncia
la
bendición:
Dios Padre, que dirige y gobierna la Iglesia,
mantenga tus propósitos
y fortalezca tu corazón
para que cumpla fielmente el ministerio presbiteral.
Todos:
Amén.
El Obispo:
El Señor te haga servidor y testigo en el mundo
de la verdad y del amor divino,
y ministro fiel de la reconciliación.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Que Dios te haga pastor verdadero
que distribuya la Palabra de la vida y el Pan vivo,
para que los fieles crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
172.
Dada la bendición, y despedido el pueblo por el diácono, se hace la procesión a la sacristía del
modo
acostumbrado.
III. La Celebración
181.
Conviene que la Iglesia particular, a cuyo servicio se ordena cada uno de los diáconos, se
prepare a la
Ordenación.
Los candidatos mismos deben prepararse con la oración en silencio practicando ejercicios
espirituales
al menos durante cinco días.
182.
Realicése la Ordenación en la iglesia catedral o en las Iglesias de cuyas comunidades son
oriundos uno
o más de los candidatos, o en otra iglesia de gran importancia. Si se van a ordenar diáconos
de alguna
comunidad religiosa, puede hacerse la Ordenación en la iglesia de la comunidad en la que van
a ejercer su
ministerio.
183.
Como el diaconado es uno solo, conviene que tampoco en la Ordenación se haga distinción
alguna por
razón del estado de los candidatos. Sin embargo puede admitirse una celebración especial
para los
candidatos casados o para los no casados, si parece oportuno.
184.
Celébrese la Ordenación con la asistencia del mayor número posible de fieles en domingo o
día
festivo, a no ser que razones pastorales aconsejen otro día. Pero se excluyen el Triduo
pascual, el
Miércoles de Ceniza, toda la Semana Santa y la Conmemoración de todos los fieles difuntos.
185.
La Ordenación tiene lugar dentro de la Misa, una vez terminada la Liturgia de la Palabra y
antes de la
Liturgia eucarística. Puede emplearse la Misa ritual "En la que se confieren las sagradas
Ordenes" excepto
en las Solemnidades, los Domingos de Adviento, Cuaresma, Pascua, y los días de la octava
de Pascua. En
estos casos se dice la Misa del día con sus lecturas.
Pero en otros días, si no se dice la Misa ritual se puede tomar una de las lecturas de las que
se
proponen en el Leccionario con este fin.
La Oración Universal se omite, porque las letanías ocupan su lugar.
186.
Proclamado el Evangelio, la Iglesia particular pide al Obispo que ordene a los candidatos.
El presbítero encargado informa al Obispo que le pregunta, ante el pueblo, de que no existen
dudas
acerca de los candidatos. Los candidatos, en presencia del Obispo y de todos los fieles,
manifiestan la
voluntad de cumplir su ministerio, según los deseos de Cristo y de la Iglesia bajo la autoridad
del Obispo.
En las letanías todos imploran la gracia de Dios en favor de los candidatos.
187.
Por la imposición de las manos del Obispo y la Plegaria de Ordenación, se les confiere a los
candidatos el don del Espíritu para su función diaconal. Estas son las palabras que pertenecen
a la
naturaleza del sacramento y que por tanto se exigen para la validez del acto: Envía sobre
ellos, Señor, el
Espíritu Santo, para que, fortalecidos con tu gracia de los siete dones, desempeñen con
fidelidad el
ministerio.
188.
Inmediatamente después de la Plegaria de Ordenación se revisten los Ordenados con la
estola diaconal
y con la dalmática para que se manifieste visiblemente el ministerio que desde ahora van a
ejercer en la
liturgia.
Por la entrega del Evangeliario se indica la función diaconal de proclamar el Evangelio en las
celebraciones litúrgicas y también de predicar la fe de palabra y de obra.
El Obispo con su saludo pone en cierto modo el sello a la acogida de los diáconos en su
ministerio.
Los diáconos saludan a los Ordenados para el común ministerio en su Orden.
189.
Los Ordenados ejercen por primera vez su ministerios en la Liturgia eucarística asistiendo al
Obispo,
preparando el altar, distribuyendo la Comunión a los fieles y principalmente sirviendo el cáliz y
proclamando las moniciones.
Ordenación
196.
Luego comienza la Ordenación diaconal.
El Obispo ocupa la sede preparada para la Ordenación, y se coloca la mitra. Después se
presentan los
candidatos.
197.
Los Ordenandos son llamados por el diácono del siguiente modo:
Acérquense los que van a ser ordenados diáconos.
Y llama a cada uno por su nombre, y cada uno de ellos responde:
Aquí estoy.
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
198.
A medida que son llamados se colocan ante el Obispo. El presbítero designado por el Obispo
dice:
Reverendísimo Padre,
la santa Madre Iglesia pide que ordenes diáconos
a estos hermanos nuestros.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si son dignos?
El presbítero responde:
Teniendo en cuenta la consulta hecha al pueblo cristiano,
y con el voto favorable de las personas
a quienes compete darlo,
doy fe de que son dignos.
El Obispo dice:
Con la ayuda de Dios
y de nuestro Salvador Jesucristo,
elegimos a estos hermanos nuestros
para el Orden diaconal.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.
También puede cantarse la siguiente Antífona:
"Te doy gracias, Señor, por tu amor.
No abandones la obra de tus manos.
Aleluia, aleluia".
Homilía
199.
Después el Obispo, mientras todos se sientan, hace la homilía en la cual, tomando como
punto de
partida el texto de las lecturas proclamadas en la Liturgia de la Palabra, exhorta al pueblo y a
los elegidos
sobre el ministerio diaconal, teniendo en cuenta la condición celibataria o matrimonial de los
ordenandos.
Sobre tal ministerio también puede hablar con palabras semejantes a las indicadas en el
Apendice, p.
198, u otras palabras.
Súplica Litánica
202.
Todos se ponen de pie. El Obispo, sin mitra y con las manos juntas, mirando hacia el pueblo,
pronuncia la siguiente invitación:
Queridos hermanos:
Pidamos a Dios todopoderoso
que derrame abundantemente su bendición
sobre estos hijos suyos a quienes eligió
para el sagrado Orden del diaconado.
203.
Los elegidos se postran. Todos se arrodillan, salvo en los días domingos y en el tiempo
pascual.
Según el caso, el diácono dice:
Nos arrodillamos.
Se comienzan a cantar las letanías.
Según las categorías que figuran como subtítulos y su respectivo lugar cronológico, pueden
añadirse
algunos nombres de santos (por ej. del patrono del lugar, del titular de la iglesia, del fundador
o del patrono
de los que van a ser ordenados). Para facilitar el oficio del cantor, se añaden en su respectivo
lugar los
nombres de los santos latinoamericanos más importantes, los que pueden cantarse
opcionalmente.
También pueden añadirse algunas súplicas por diversas necesidades más apropiadas a cada
circunstancia.
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
Christe, eleison Christe, eleison
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
O bien:
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
[Invocación de los santos]
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros
[Ángeles]
San Miguel, ruega por nosotros
Santos Angeles de Dios ruegen por nosotros
[Patriarcas y Profetas]
San Juan Bautista ruega por nosotros
San José ruega por nosotros
[Apóstoles y discípulos]
Santos Pedro y Pablo ruegen por nosotros
San Andrés ruega por nosotros
San Juan ruega por nosotros
Santa María Magdalena ruega por nosotros
[Mártires varones]
San Esteban ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía ruega por nosotros
San Lorenzo ruega por nosotros
San Vicente ruega por nosotros
(San Roque González) ruega por nosotros
(San Juan del Castillo) ruega por nosotros
(San Alonso Rodríguez) ruega por nosotros
(San Héctor Valdivielso) ruega por nosotros
[Mártires mujeres]
Santas Perpetua y Felicidad ruegen por nosotros
Santa Inés ruega por nosotros
[Obispos y Doctores]
San Gregorio ruega por nosotros
San Agustín ruega por nosotros
San Atanasio ruega por nosotros
San Basilio ruega por nosotros
San Efrén ruega por nosotros
San Martín de Tours ruega por nosotros
(Santo Toribio Mogrovejo) ruega por nosotros
[Sacerdotes y religiosos]
San Benito ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo ruegen por nosotros
San Francisco Javier ruega por nosotros
(San Francisco Solano) ruega por nosotros
(San Martín de Porres) ruega por nosotros
San Juan María Vianney ruega por nosotros
[Religiosas]
Santa Catalina de Siena ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesus ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño Jesús ruega por nosotros
(Santa Rosa de Lima) ruega por nosotros
(Santa Teresa de los Andes) ruega por nosotros
[Laicos]
(Beata Laura Vicuña) ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios ruegen por nosotros
[Invocaciones a cristo]
Por tu bondad líbranos, Señor
De todo mal líbranos, Señor
De todo pecado líbranos, Señor
De la muerte eterna líbranos, Señor
Por el misterio de tu Encarnación líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección líbranos, Señor
Por la venida del Espíritu Santo líbranos, Señor
[Súplica por diversas necesidades]
Nosotros, que somos pecadores te rogamos,
óyenos
Para que gobiernes y conserves a tu Santa Iglesia te rogamos,
óyenos
Para que conserves en tu santo servicio al Papa y a todos los miembros del clero te rogamos,
óyenos
Para que bendigas a estos elegidos tuyos te rogamos,
óyenos
Para que los bendigas y santifiques te rogamos,
óyenos
Para que los bendigas, santifiques y consagres te rogamos,
óyenos
Para que concedas la paz y la concordia a todos los pueblos te rogamos,
óyenos
Para que tengas misericordia de todos los que sufren te rogamos,
óyenos
Para que nos fortalezcas y conserves en tu santo servicio te rogamos,
óyenos
Jesús, Hijo del Dios vivo te rogamos,
óyenos
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos
204.
Terminadas las letanías, el Obispo, de pie y con las manos extendidas, dice:
Señor Dios, escucha nuestras súplicas
y confirma con tu gracia este ministerio que realizamos,
santifica con tu bendición
a quienes hemos juzgado apto para el servicio diaconal.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Si es el caso, el diácono dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se levantan.
Imposición de las Manos y Plegaria de Ordenación
205.
Los elegidos se ponen de pie. Cada uno se acerca al Obispo quien está de pie con mitra
delante de la
sede, y se arrodilla delante de él.
206.
El Obispo impone las manos sobre la cabeza de cada elegido sin decir nada.
207.
Los elegidos se arrodillan ante el Obispo, quien sin mitra y con las manos extendidas, dice la
Plegaria
de Ordenación:
Dios Todopoderoso, que concedes toda gracia,
distribuyes las responsabilidades
y ordenas los ministerios,
manifiesta tu presencia en medio de nosotros.
Tú que eres inmutable en ti mismo,
todo lo renuevas y todo lo ordenas;
con tu providencia eterna todo lo dispones;
por tu palabra, tu sabiduría y tu fuerza,
que es Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro,
concedes en cada momento lo que conviene.
Tú haces crecer a la Iglesia, cuerpo de Cristo,
y, enriquecida con diversos dones,
hermosamente construida con diferentes miembros,
y unificada por el Espíritu Santo en su admirable estructura,
la edificas como templo de tu gloria.
Así estableciste, Señor, que hubiera tres órdenes
de ministros para tu servicio,
del mismo modo que antiguamente
habías elegido a los hijos de Leví
para que sirvieran en el tabernáculo de la primera Alianza.
De la misma manera, en los comienzos de la Iglesia,
los apóstoles de tu Hijo,
movidos por el Espíritu Santo,
eligieron siete hombres de buena fama
para que los ayudaran en el servicio cotidiano.
Mediante la oración e imposición de manos,
los dedicaron a la atención de los pobres,
para poder entregarse ellos, con mayor empeño,
a la oración y la predicación de la palabra.
Te suplicamos, Señor, que mires con bondad,
a éstos tus servidores
a quienes consagramos para el oficio del diaconado
al servicio del altar.
Envía sobre ellos, Señor,
el espíritu santo,
para que, fortalecidos con tu gracia
de los siete dones,
desempeñen con fidelidad el ministerio.
Que abunden en ellos las virtudes evangélicas:
el amor sincero, la solicitud por los enfermos y los pobres,
una autoridad discreta, una pureza intachable,
una vida según el Espíritu.
Que reflejando tus mandamientos en sus costumbres
el pueblo cristiano encuentre inspiración en el ejemplo de sus vidas,
y obrando con buena conciencia
perseveren con firmeza y constancia en Cristo
de manera que, imitando en la tierra a tu Hijo,
que no vino a ser servido sino a servir,
merezcan reinar con él en el cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
Todos responden:
Amén.
Liturgia Eucarística
214.
En la Plegaria Eucarística se hace mención de los diáconos recién ordenados, según las
siguientes
fórmulas:
a) En la Plegaria Eurarística I, el Obispo dice el "Acepta, Señor en tu bondad" propio:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores,
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tus hijos
que han sido llamados al orden de los diáconos;
conserva en ellos tus dones
para que fructifique lo que han recibido de tu bondad;
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén].
b) En la Plegaria Eucarística II, después de las palabras "congregue en la unidad a cuantos
participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo", se dice:
Acuérdate, Señor de tu Iglesia extendida por toda la tierra
y con el Papa N., con nuestro Obispo N.
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de estos hijos tuyos
que has constituido hoy diáconos de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu pueblo.
c) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística III, después de las palabras "traiga la paz y
la
salvación al mundo entero", se dice:
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al orden episcopal, a los presbíteros
y a estos hijos tuyos que han sido ordenados hoy
ministros de la Iglesia,
a los demás diáconos y a todo el pueblo redimido por ti.
d) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras "para alabanza
de tu
gloria", se dice:
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos
este sacrificio:
de tu servidor el Papa N.,
de nuestro Obispo N.,
del orden episcopal y de los presbíteros,
de estos hijos tuyos que te has dignado elegir hoy
para el ministerio diaconal en favor de tu pueblo,
de los demás diáconos,
de los oferentes y de los aquí reunidos.
215.
Los diáconos recién ordenados comulgan bajo las dos especies. Uno de ellos ayuda al Obispo
en el
ministerio del cáliz.
Los familiares y amigos cercanos de los Ordenados pueden recibir la comunión bajo las dos
especies.
216.
Alguno de los diáconos recién ordenados ayuda al Obispo a distribuir la Comunión a los fieles,
principalmente como ministros del cáliz.
217.
Terminada la distribución de la Comunión, puede cantarse un canto de acción de gracias. Al
canto
sigue la oración para después de la Comunión.
Rito de Conclusión
218.
En lugar de la bendición habitual puede darse la bendición solemne que sigue. El diácono
puede hacer
la siguiente invitación:
Nos inclinamos para la bendición.
o con otras palabras similares.
Seguidamente, el Obispo, con las manos extendidas sobre los Ordenados y el pueblo,
pronuncia la
bendición:
Dios Padre, que los ha llamado
para el servicio de los hombres en su Iglesia,
les conceda una gran solicitud hacia todos,
especialmente hacia los pobres y afligidos.
Todos:
Amén.
El Obispo:
El Señor que les ha confiado
la misión de predicar el Evangelio de Cristo,
les ayude a vivir según su Palabra
para que sean sus testigos entusiastas y sinceros.
Todos:
Amén.
El Obispo:
El Señor que los hizo dispensadores de sus sacramentos
les conceda ser imitadores de su Hijo Jesucristo
para ser en el mundo ministros de unidad y de paz.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
219.
Dada la bendición, y despedido el pueblo por el diácono, se hace la procesión a la sacristía del
modo
acostumbrado.
Ordenación
224.
Luego comienza la Ordenación diaconal.
El Obispo ocupa la sede preparada para la Ordenación, y se coloca la mitra. Después se
presentan los
candidatos.
Homilía
227.
Después el Obispo, mientras todos se sientan, hace la homilía en la cual, tomando como
punto de
partida el texto de las lecturas proclamadas en la Liturgia de la Palabra, exhorta al pueblo y al
elegido sobre
el ministerio diaconal, teniendo en cuenta la condición celibataria o matrimonial del ordenando.
Sobre tal ministerio también puede hablar con palabras semejantes a las indicadas en el
Apendice, p.
201, u otras palabras.
Súplica Litánica
230.
Todos se ponen de pie. El Obispo, sin mitra y con las manos juntas, mirando hacia el pueblo,
pronuncia la siguiente invitación:
Queridos hermanos:
Pidamos a Dios todopoderoso
que derrame abundantemente su bendición
sobre este hijo suyo a quien eligió
para el sagrado Orden del diaconado.
231.
El elegido se postra. Todos se arrodillan, salvo en los días domingos y en el tiempo pascual.
Según el
caso, el diácono dice: Nos arrodillamos.
Se cantan las letanías.
Según las categorías que figuran como subtítulos y su respectivo lugar cronológico, pueden
añadirse
algunos nombres de santos (por ej. del patrono del lugar, del titular de la iglesia, del fundador
o del patrono
del que va a ser ordenado). Para facilitar el oficio del cantor, se añaden en su respectivo lugar
los nombres
de los santos latinoamericanos más importantes, los que pueden cantarse opcionalmente.
También pueden añadirse algunas súplicas por diversas necesidades más apropiadas a cada
circunstancia. Los cantores comienzan las letanías según el texto del n.203 con las súplicas
por el elegido
en singular.
232.
Terminadas las letanías, el Obispo, de pie y con las manos extendidas, dice:
Señor Dios, escucha nuestras súplicas
y confirma con tu gracia este ministerio que realizamos,
santifica con tu bendición a quien hemos juzgado apto para el servicio diaconal.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Si es el caso, el diácono dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se levantan.
Liturgia Eucarística
242.
En la Plegaria Eucarística se hace mención del diácono recién ordenado, según las siguientes
fórmulas:
a) En la Plegaria Eucarística I, el Obispo dice el "Acepta, Señor en tu bondad" propio:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores,
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tu hijo
que ha sido llamado al orden de los diáconos;
conserva en él tus dones
para que fructifique lo que ha recibido de tu bondad;
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén].
b) En la Plegaria Eucarística II, después de las palabras "congregue en la unidad a cuantos
participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo", se dice:
Acuérdate, Señor de tu Iglesia extendida por toda la tierra
y con el Papa N., con nuestro Obispo N.
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de este hijo tuyo
que has constituido hoy diácono de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu pueblo.
c) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística III, después de las palabras "traiga la paz y
la
salvación al mundo entero", se dice:
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al orden episcopal, a los presbíteros
y a este hijo tuyo que ha sido ordenado hoy
ministro de la Iglesia,
a los demás diáconos y a todo el pueblo redimido por ti.
d) En las intercesiones de la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras "para alabanza
de tu
gloria", se dice:
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos
este sacrificio:
de tu servidor el Papa N.,
de nuestro Obispo N.,
del orden episcopal y de los presbíteros,
de este hijo tuyo que te has dignado elegir hoy
para el ministerio diaconal en favor de tu pueblo,
de los demás diáconos,
de los oferentes y de los aquí reunidos.
243.
El diácono recién ordenado comulga bajo las dos especies, y ayuda al Obispo en el ministerio
del cáliz.
Los familiares y amigos cercanos del Ordenado pueden recibir la comunión bajo las dos
especies.
244.
El diácono recién ordenado ayuda al Obispo a distribuir la Comunión a los fieles.
245.
Terminada la distribución de la Comunión, puede cantarse un canto de acción de gracias. Al
canto
sigue la oración para después de la Comunión.
Rito de Conclusión
246.
En lugar de la bendición habitual puede darse la bendición solemne que sigue. El diácono
puede hacer
la siguiente invitación:
Nos inclinamos para la bendición.
o con otras palabras similares.
Seguidamente, el Obispo, con las manos extendidas sobre el Ordenado y el pueblo, pronuncia
la
bendición:
Dios Padre, que te ha llamado
para el servicio de los hombres en su Iglesia,
te conceda una gran solicitud hacia todos,
especialmente hacia los pobres y afligidos.
Todos:
Amén.
El Obispo:
El Señor que te ha confiado
la misión de predicar el Evangelio de Cristo,
te ayude a vivir según su Palabra
para que seas su testigo entusiasta y sincero.
Todos:
Amén.
El Obispo:
El Señor que te hizo dispensador de sus sacramentos
te conceda ser imitador de su Hijo Jesucristo
para ser en el mundo ministro de unidad y de paz.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
247.
Dada la bendición, y despedido el pueblo por el diácono, se hace la procesión a la sacristía del
modo
acostumbrado.
Ordenación
262.
Luego comienza la Ordenación diaconal.
El Obispo ocupa la sede preparada para la Ordenación, y se coloca la mitra. Después se
presentan los
candidatos.
Homilía
267.
Después el Obispo, mientras todos se sientan, hace la homilía en la cual, tomando como
punto de
partida el texto de las lecturas proclamadas en la Liturgia de la Palabra, exhorta al pueblo y a
los elegidos
sobre el ministerio diaconal y presbiteral, teniendo en cuenta la condición celibataria o
matrimonial de los
que se ordenan diáconos.
Sobre tal ministerio también puede hablar con palabras semejantes a las indicadas en el
Apendice, p.
203, u otras palabras.
El Obispo:
¿Quieren desempeñar digna y sabiamente
el ministerio de la palabra
en la predicación del Evangelio
y en la enseñanza de la fe católica?
Los elegidos:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren celebrar con fidelidad y piadosamente
los misterios del Señor,
principalmente el sacrificio de la Eucaristía
y el sacramento de la reconciliación,
para alabanza de Dios
y santificación del pueblo cristiano,
según la tradición de la Iglesia?
Los elegidos:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren invocar la misericordia divina con nosotros,
en favor del pueblo que les sea encomendado,
perseverando en el mandato de orar sin desfallecer?
Los elegidos:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieren unirse cada día más a Cristo, sumo Sacerdote,
que por nosotros se ofreció al Padre como victima santa,
y con El consagrarse para la salvación de los hombres?
Los elegidos:
Sí, quiero, con la ayuda de Dios.
271.
Luego, cada uno de los elegidos presbíteros se acerca al Obispo y, arrodillado delante de él,
pone sus
manos entre las del Obispo, quien pregunta a cada uno:
a) Si es el Ordinario:
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?
El elegido responde:
Sí, prometo.
b) Si el Obispo no es su Ordinario, dice:
¿Prometes respeto y obediencia a tu Obispo?
El elegido responde:
Sí, prometo.
c) Si el elegido es un religioso, el Obispo dice:
¿Prometes respeto y obediencia al Obispo diocesano y a tu legítimo Superior?
El elegido responde:
Sí, prometo.
El Obispo siempre concluye:
Que Dios complete y perfeccione la obra
que El mismo ha comenzado en ti.
Súplica Litánica
272.
Todos se ponen de pie. El Obispo, sin mitra y con las manos juntas, mirando hacia el pueblo,
pronuncia la siguiente invitación:
Queridos hermanos:
Pidamos a Dios todopoderoso
que derrame abundantemente su bendición
sobre estos hijos suyos a quienes eligió
para los sagrados Ordenes del diaconado y presbiterado.
273.
Los elegidos se postran. Todos se arrodillan, salvo en los días domingos y en el tiempo
pascual.
Según el caso, el diácono dice: Nos arrodillamos.
Comienza el canto de las letanías.
Según las categorías que figuran como subtítulos y su respectivo lugar cronológico, pueden
añadirse
algunos nombres de santos (por ej. del patrono del lugar, del titular de la iglesia, del fundador
o del patrono
de los que van a ser ordenados). Para facilitar el oficio del cantor, se añaden en su respectivo
lugar los
nombres de los santos latinoamericanos más importantes, los que pueden cantarse
opcionalmente.
También pueden añadirse algunas súplicas por diversas necesidades más apropiadas a cada
circunstancia.
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
Christe, eleison Christe, eleison
Kyrie, eleison Kyrie, eleison
O bien:
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad Señor, ten piedad
[Invocación de los santos]
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros
[Ángeles]
San Miguel, ruega por nosotros
Santos Angeles de Dios ruegen por nosotros
[Patriarcas y Profetas]
San Juan Bautista ruega por nosotros
San José ruega por nosotros
[Apóstoles y discípulos]
Santos Pedro y Pablo ruegen por nosotros
San Andrés ruega por nosotros
San Juan ruega por nosotros
Santa María Magdalena ruega por nosotros
[Mártires varones]
San Esteban ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía ruega por nosotros
San Lorenzo ruega por nosotros
San Vicente ruega por nosotros
(San Roque González) ruega por nosotros
(San Juan del Castillo) ruega por nosotros
(San Alonso Rodríguez) ruega por nosotros
(San Héctor Valdivielso) ruega por nosotros
[Mártires mujeres]
Santas Perpetua y Felicidad ruegen por nosotros
Santa Inés ruega por nosotros
[Obispos y Doctores]
San Gregorio ruega por nosotros
San Agustín ruega por nosotros
San Atanasio ruega por nosotros
San Basilio ruega por nosotros
San Efrén ruega por nosotros
San Martín de Tours ruega por nosotros
(Santo Toribio Mogrovejo) ruega por nosotros
[Sacerdotes y religiosos]
San Benito ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo ruegen por nosotros
San Francisco Javier ruega por nosotros
(San Francisco Solano) ruega por nosotros
(San Martín de Porres) ruega por nosotros
San Juan María Vianney ruega por nosotros
[Religiosas]
Santa Catalina de Siena ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño Jesús ruega por nosotros
(Santa Rosa de Lima) ruega por nosotros
(Santa Teresa de los Andes) ruega por nosotros
[Laicos]
(Beata Laura Vicuña) ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios ruegen por nosotros
[Invocaciones a Cristo]
Por tu bondad líbranos, Señor
De todo mal líbranos, Señor
De todo pecado líbranos, Señor
De la muerte eterna líbranos, Señor
Por el misterio de tu Encarnación líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección líbranos, Señor
Por la venida del Espíritu Santo líbranos, Señor
[Súplica por diversas necesidades]
Nosotros, que somos pecadores te rogamos,
óyenos
Para que gobiernes y conserves a tu Santa Iglesia te rogamos,
óyenos
Para que conserves en tu santo servicio al Papa y a todos los miembros del clero te rogamos,
óyenos
Para que bendigas a estos elegidos tuyos te rogamos,
óyenos
Para que los bendigas y santifiques te rogamos,
óyenos
Para que los bendigas, santifiques y consagres te rogamos,
óyenos
Para que concedas la paz y la concordia a todos los pueblos te rogamos,
óyenos
Para que tengas misericordia de todos los que sufren te rogamos,
óyenos
Para que nos fortalezcas y conserves en tu santo servicio te rogamos,
óyenos
Jesús, Hijo del Dios vivo te rogamos,
óyenos
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos
274.
Terminadas las letanías, el Obispo, de pie y con las manos extendidas, dice:
Señor Dios, escucha nuestras súplicas
y confirma con tu gracia este ministerio que realizamos,
santifica con tu bendición
a quienes hemos juzgado apto para el sagrado ministerio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Si es el caso, el diácono dice:
Nos ponemos de pie.
Todos se ponen de pie. Los elegidos al orden presbiteral vuelven a sus lugares.
Los elegidos se arrodillan ante el Obispo, quien sin mitra y con las manos extendidas, dice la
Plegaria
de Ordenación:
Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno,
autor de la dignidad humana
y dispensador de toda gracia,
manifiesta tu presencia en medio de nosotros.
Tú concedes al mundo su consistencia y progreso,
y para formar un pueblo sacerdotal
por la fuerza del Espíritu Santo,
estableciste ministros de Jesucristo, tu Hijo,
en diversos órdenes.
Ya en la primera Alianza
fueron instituidos diferentes oficios
como signos proféticos,
cuando constituiste a Moisés y Aarón
para gobernar y santificar a tu pueblo
dándoles colaboradores que los secundaran en su tarea.
De ese modo, durante la peregrinación por el desierto
comunicaste el espíritu de Moisés
a setenta varones prudentes
con cuya ayuda pudo gobernar a tu pueblo
con mayor facilidad.
Así, también, otorgaste a los descendientes de Aarón
la plenitud sacerdotal de su padre,
para que un número suficiente de sacerdotes
según la Ley antigua
celebrara el culto divino,
imagen del sacrificio de Cristo.
Al llegar la plenitud de los tiempos
enviaste al mundo, Padre Santo, a tu Hijo Jesucristo,
Apóstol y Sumo Sacerdote de la fe que profesamos.
El, movido por el Espíritu Santo,
se ofreció a sí mismo como víctima sin mancha
e hizo partícipes de su misión a los Apóstoles
santificándolos en la verdad,
y dándoles cooperadores
para que anunciaran y realizaran en todo el mundo
la obra de la salvación.
Ahora te pedimos, Señor,
que nos concedas a nosotros, frágiles servidores tuyos,
estos colaboradores que necesitamos
para ejercer el sacerdocio apostólico.
Te pedimos, Padre todopoderoso,
que confieras a esos siervos tuyos
la dignidad del presbiterado.
Renueva en sus corazones
el espíritu de santidad,
reciban de ti el segundo grado
del ministerio sacerdotal
y sean, por su conducta, ejemplo de vida.
Que sean fieles colaboradores
de nuestro orden episcopal,
de modo que por medio de su predicación
y con la gracia del Espíritu Santo,
la palabra del Evangelio fructifique
en el corazón de los hombres
y llegue hasta los confines de la tierra.
Que junto con nosotros
sean fieles dispensadores de tus misterios,
a fin de que tu pueblo se renueve por el agua bautismal,
se alimente con el pan de tu altar,
los pecadores se reconcilien contigo
y sean reconfortados los enfermos.
Que ellos, en comunión con nosotros,
imploren tu misericordia por el pueblo que se les confía
y en favor del mundo entero.
Así, todas las naciones, congregadas en Cristo,
se convertirán en un sólo pueblo
que alcanzará su plenitud en tu Reino
por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
Todos responden:
Amén.
El Ordenado responde:
Y con tu espíritu.
De igual modo hacen todos, o al menos algunos de los presbíteros presentes, pueden saludar
a los
presbíteros recién ordenados significando que han sido asociados a su Orden. Lo mismo
todos, o al
menos algunos diáconos, pueden saludar a los diáconos recién ordenados.
291.
Mientras tanto puede cantarse el Responsorio "Ya no los llamo siervos, sino amigos" o la
Antífona
"Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando, dice el Señor (T.P. Aleluya)" con el
Salmo 99
(100), u otro canto apropiado de idénticas características que se conforme con el responsorio
o con la
antífona, sobre todo cuando el Salmo 99 (100) se hubiere utilizado como salmo responsorial
en la Liturgia
de la Palabra.
292.
La Misa continúa del modo acostumbrado. El Símbolo se dice según corresponda. La Oración
Universal se omite.
Liturgia Eucarística
293.
La Liturgia eucarística se concelebra del modo acostumbrado, omitiendo la preparación del
cáliz.
294.
En la Plegaria Eucarística, el Obispo o uno de los presbíteros concelebrantes hace mención
de los
presbíteros y diáconos recién ordenados según las fórmulas siguiente:
a) En la Plegaria Eucarística I, se dice el "Acepta, Señor, en tu bondad" propio:
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus servidores,
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por tus hijos
que han sido llamados al orden de los diáconos
y de los presbíteros;
conserva en ellos tus dones
para que fructifique lo que han recibido de tu bondad;
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén].
b) En la Plegaria Eucarística II, después de las palabras "congregue en la unidad a cuantos
participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo", se dice:
Acuérdate, Señor de tu Iglesia extendida por toda la tierra
y con el Papa N., con nuestro Obispo N.
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de estos hijos tuyos
que has constituido hoy
diáconos y presbíteros de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu pueblo.
c) En la Plegaria Eucarística III, después de las palabras "traiga la paz y la salvación al mundo
entero",
se dice:
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra,
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al orden episcopal,
a estos hijos tuyos que han sido ordenados hoy
diáconos y presbíteros de la Iglesia,
a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
d) En la Plegaria Eucarística IV, después de las palabras "para alabanza de su gloria", se dice:
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos
este sacrificio:
de tu servidor el Papa N.,
de nuestro Obispo N.,
del orden episcopal,
de estos hijos tuyos que te has dignado elegir hoy
para el ministerio diaconal y presbiteral
en favor de tu pueblo,
de los presbíteros y diáconos,
de los oferentes y de todos los aquí reunidos.
295.
Los diáconos recién ordenados comulgan bajo las dos especies. Uno de ellos ayuda al Obispo
en el
ministerio del cáliz.
296.
Los familiares y amigos cercanos de los Ordenados pueden recibir la comunión bajo las dos
especies.
297.
Alguno de los diáconos recién ordenados ayudan al Obispo a distribuir la Comunión a los
fieles.
298.
Terminada la distribución de la Comunión, puede cantarse un canto de acción de gracias. Al
canto
sigue la oración para después de la Comunión.
Rito de Conclusión
299.
En lugar de la bendición habitual puede darse la bendición solemne que sigue. El diácono
puede hacer
la siguiente invitación:
Nos inclinamos para la bendición.
o con otras palabras similares.
Seguidamente, el Obispo, con las manos extendidas sobre los Ordenados y el pueblo,
pronuncia la
bendición:
Dios Padre, que dirige y gobierna la Iglesia,
mantenga sus propósitos
y fortalezca sus corazones
para que cumplan fielmente el ministerio presbiteral.
Todos:
Amén.
El Obispo:
El Señor que, a ustedes diáconos, les ha confiado
la misión de predicar el Evangelio de Cristo,
les ayude a vivir según su Palabra
para que sean sus testigos entusiastas y sinceros.
Todos:
Amén.
El Obispo:
A ustedes, nuevos presbíteros,
Dios los haga pastores verdaderos
que distribuyan la Palabra de la vida y el Pan vivo,
para que los fieles crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Y la bendición de Dios todopoderoso
Padre, Hijo, y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
Todos responden:
Amén.
300.
Dada la bendición, y despedido el pueblo por el diácono, se hace la procesión a la sacristía del
modo
acostumbrado.
Apéndice I
Lecturas Bíblicas
Algunas perícopas de esta serie de lecturas están destinadas más bien a determinadas
circunstancias.
Las demás pueden utilizarse en todas las Ordenaciones.
Según la tradición litúrgica, el Antiguo Testamento no se lee durante el tiempo pascual, y en la
lectura
evangélica se prefiere el texto de san Juan.
I. Antiguo Testamento
1.
Núm. 3, 5-10a (Hebr. 5-9): Llama a la tribu de Leví para que asista al sacerdote Aarón. (Para
Diáconos).
2.
Núm. 11, 11b-12. 14-17. 24-25a.: Tomaré del espíritu que hay en ti y lo pondré sobre ellos
para que
compartan contigo el peso de este pueblo. (Para Presbíteros).
3.
Is. 61, 1-3a: El Señor me ha ungido, me ha enviado a evangelizar a los pobres. (Para Obispos
y
Presbíteros).
4.
Jer. 1, 4-9: A todos los que te enviaré, habrás de ir.
III. Evangelios
19.
Mt. 5, 13-16: Ustedes son la luz del mundo.
20.
Mt. 9, 35-38: Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
21.
Mt. 10, 1-5a: Anuncien que el Reino de los Cielos está muy cerca.
22.
Mt. 20, 25-28: El que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes.
23.
Lc. 10, 1-9: La cosecha es abundante pero los trabajadores son pocos.
24.
Lc. 12, 35-44: Feliz aquel a quien su señor al llegar encuentre en este trabajo.
25.
Lc. 22, 14-20. 24-30: Hagan esto en conmemoración mía... Yo estoy entre ustedes como el
que sirve.
26.
Jn. 10, 11-16: El buen pastor da la vida por sus ovejas.
27.
Jn. 12, 24-26: El que quiera servirme que me siga.
28.
Jn. 15, 9-17: Ya no los llamaré servidores, yo los llamo amigos.
29.
Jn. 17, 6. 14-19: Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la
verdad.
30.
Jn. 20, 19-23: Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.
31.
Jn. 21, 15-17: Apacienta a mis corderos, apacienta a mis ovejas.
Salmos Responsoriales
32.
Sal. 22, 1-2a. 2b-3. 4. 5. 6: R. El Señor es mi Pastor. Nada me puede faltar.
33.
Sal. 83, 3-4. 5-6a. 8a. 11: R. Felices los que habitan en tu Casa, Señor.
34.
Sal. 88, 21-22. 25. 27: R. Cantaré eternamente el amor del Señor.
35.
Sal. 95, 1-2a. 2b-3. 10: R. Vayanpor todo el mundo. Aleluia. Enseñen a todas las naciones.
Aleluia.
36.
Sal. 99, 2. 3. 4. 5: R. Ustedes serán mis amigos si hacen lo que yo les he enseñado, dice el
Señor.
37.
Sal. 109, 1. 2. 3. 4: R. Tú eres sacerdote para siempre, mediador entre Dios y los hombres.
38.
Sal. 115, 12-13. 17-18: R.(1 Cor. 10, 16): El cáliz que bendecimos ¿no es la comunión con la
sangre
de Cristo.
O bien: Aleluia.
39.
Sal. 116, 1. 2: R. (Mc. 16, 15): Vayanpor todo el mundo, prediquen el Evangelio.
O bien: Aleluia.
IV. Aleluia
40.
Mt. 28, 19, 20: Vayanpor todo el mundo, enseñen a todas las naciones: Yo estaré con ustedes
hasta el
fin del mundo.
41.
Lc. 4, 18-19: Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los
cautivos.
42.
Jn. 10, 14: Yo soy el buen pastor, dice el Señor; conozco a mis ovejas y mis ovejas me
conocen a mí.
43.
Jn. 15, 15b: Los he llamado amigos, dice el Señor, porque todo lo que he oído de mi Padre se
los he
dado a conocer.
V. Antífonas de aclamación
Los mismos textos que en los nn. 40-43.
Homilías
Para la ordenación episcopal
Queridos hermanos:
Consideren atentamente a qué ministerio será promovido en la Iglesia este hermano nuestro.
Nuestro
Señor Jesucristo, enviado por el Padre para redimir a los hombres, envió a su vez por el
mundo a los doce
Apóstoles para que, llenos del Espíritu Santo, anunciaran el Evangelio y, reuniendo a todos los
hombres en
un solo rebaño, los santificaran y gobernaran. A fin de asegurar la continuidad de este
ministerio hasta el
fin de los tiempos, los Apóstoles eligieron colaboradores a quienes comunicaron por la
imposición de las
manos, que confiere la plenitud del sacramento del Orden, el don del Espíritu Santo que
habían recibido de
Cristo.
De este modo se ha conservado tan importante ministerio a través de los tiempos. Por la
ininterrumpida sucesión de los Obispos, permanece y se acrecienta hasta nuestros días la
obra del
Salvador.
En el Obispo, rodeado de sus presbíteros, se hace presente en medio de ustedes el mismo
Jesucristo
nuestro Señor, Sumo y Eterno Sacerdote.
Por el ministerio paternal del Obispo, el Señor continúa predicando el Evangelio,
administrando los
sacramentos de la fe a los creyentes. Por el ministerio paternal del Obispo, agrega a su
cuerpo nuevos
miembros. Por la sabiduría y prudencia del Obispo, los conduce a través de la peregrinación
terrena a la
eterna felicidad.
Reciban, por tanto, con alegría y gratitud a este hermano nuestro.
Nosotros, los Obispos presentes, por la imposición de las manos, lo agregaremos a nuestro
Orden
episcopal.
Hónrenlo como ministro de Cristo y dispensador de los misterios de Dios. A él se le confía dar
testimonio de la verdad del Evangelio y el ministerio de la vida del Espíritu y la santidad.
Recuerden las palabras de Cristo a los Apóstoles: "Quien los escucha, a mí me escucha y
quien los
rechaza, a mí me rechaza y el que me rechaza, rechaza al que me ha enviado".
Querido hermano, elegido por el Señor:
Recuerda que has sido tomado de entre los hombres y puesto al servicio de los hombres en
las cosas que
se refieren a Dios.
En efecto, el Episcopado significa un servicio, no un honor, y es necesario que el Obispo, más
que
presidir sirva a sus hermanos, ya que según el mandato del Señor, el que es mayor hágase el
menor, y el
que preside sea como el que sirve.
Proclama la Palabra oportuna e inoportunamente; corrige siempre con paciencia y deseo de
enseñar.
En la oración y en el sacrificio eucarístico que ofrecerás por el pueblo a ti encomendado,
implora
insistentemente la abundancia de la multiforme gracia, que procede de la plenitud de Cristo.
En la Iglesia a ti confiada, sé fiel dispensador, moderador y custodio de los sacramentos de
Cristo.
Elegido por el Padre para gobernar a su familia, acuérdate siempre del Buen Pastor que
conoce a sus
ovejas y es conocido por ellas y que no dudó en dar su vida por el rebaño.
Ama con amor de padre y hermano a todos los que Dios te encomienda, en primer lugar, a los
presbíteros y diáconos, tus colaboradores en el ministerio de Cristo; también a los pobres y a
los débiles, a
los que no tienen hogar y a los desamparados.
Exhorta a los fieles a que trabajen contigo en la obra apostólica y escúchalos gustosamente.
Preocúpate incansablemente de aquellos que aún no pertenecen al único rebaño de Cristo,
porque ellos
también te han sido encomendados en el Señor.
Nunca te olvides que has sido agregado al Orden episcopal en la Iglesia Católica, reunida por
el
vínculo del amor, de tal modo que no dejes de tener preocupación por todas las iglesias y no
olvides
socorrer con generosidad a las iglesias más necesitadas de ayuda.
Por tanto, preocúpate por todo el rebaño en el que el Espíritu Santo te pone para gobernar a la
Iglesia
de Dios. En el nombre del Padre, cuya imagen representas en la Iglesia. En el nombre del Hijo
Jesucristo,
cuyo ministerio de Maestro, Sacerdote y Pastor ejerces. Y en el nombre del Espíritu Santo,
que vivifica a
la Iglesia de Cristo y fortalece con su poder nuestra debilidad.
Por tanto, preocúpense por todo el rebaño en el que el Espíritu Santo los pone para gobernar
a la
Iglesia de Dios. En el nombre del Padre, cuya imagen representan en la Iglesia. En el nombre
del Hijo
Jesucristo, cuyo ministerio de Maestro, Sacerdote y Pastor ejercen. Y en el nombre del
Espíritu Santo,
que vivifica a la Iglesia de Cristo y fortalece con su poder nuestra debilidad.
Apéndice II.
Rito de admisión de candidatos al Orden Sagrado
Observaciones Previas
1.
El rito de admisión se realiza cuando consta que el propósito de los aspirantes, apoyado en
las
cualidades necesarias, ha alcanzado suficiente madurez.
2.
Los aspirantes han de manifestar públicamente su propósito de recibir las sagradas Órdenes.
El
Obispo o el Superior Mayor en los Institutos clericales, o su delegado acepte públicamente ese
propósito.
3.
La admisión puede celebrarse en cualquier día excepto en el Triduo pascual, la Semana
Santa, el
Miércoles de Ceniza, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, preferentemente en la
iglesia u
oratorio del Seminario o Instituto religioso, con ocasión, v.gr., de una reunión de presbíteros o
de
diáconos, bien sea dentro de la Misa o en una celebración de la Liturgia de las Horas o de la
Palabra de
Dios. Por su índole, nunca debe unirse a las sagradas Órdenes ni a la Institución de lectores y
acólitos.
4.
Si la admisión se celebra dentro de la Eucaristía, puede decirse la Misa por las Vocaciones a
las
sagradas Órdenes, con las lecturas propias del rito de admisión, empleando color blanco.
Pero si coincide alguna de las celebraciones que se contempla en los nn. 2-9 de la tabla de los
días
litúrgicos, se dice la Misa del día.
Cuando no se dice la Misa por las Vocaciones a las sagradas Órdenes, una de las lecturas
puede
tomarse de las que se proponen en el Leccionario para el rito de admisión, a no ser que
coincida con uno
de los días que se citan en los nn. 2-4 de la tabla de los días litúrgicos.
5.
Si la admisión se hace en una Celebración de la Palabra de Dios, ésta puede iniciarse con una
antífona
apropiada y, después del saludo del celebrante, se dice la colecta de la Misa mencionada en
el n.4. Las
lecturas se toman de las indicadas en el Leccionario para esta celebración.
6.
Cuando el rito se celebra en la Liturgia de las Horas, comienza después de la lectura breve o
larga. En
Laudes y Vísperas, en lugar de las intercesiones o Preces, pueden decirse las invocaciones
de la oración
común como más adelante se proponen en el número 12.
7.
Si la admisión se celebra en la Misa, el Obispo celebrante se reviste con las vestiduras
sagradas que se
requieren para la celebración eucarística y usa mitra y báculo.
Si se celebra fuera de la Misa, puede llevar la cruz pectoral, estola y capa pluvial del color
conveniente
sobre el alba, o tomar solamente la cruz y la estola sobre el roquete y la muceta, pero no usa
mitra ni
báculo.
Rito de admisión
8.
Después de las lecturas bíblicas, el celebrante, si es Obispo toma mitra y báculo, y se sienta
en la
cátedra. Luego pronuncia la homilía, la cual tomando como punto de partida el texto de las
lecturas, habla
de la índole de la admisión con estas u otras palabras semejantes: Queridos hermanos: Estos
hermanos
nuestros que hoy se presentan ante la Iglesia para ser admitidos como candidatos al Orden
sagrado, han
de ser encomendados por todos nosotros al Señor.
Cristo mandó: "Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha".
Ellos,
conociendo la preocupación del Señor por su pueblo, y teniendo en cuenta la necesidad de la
Iglesia, se
sienten preparados para responder con generosidad al llamado del Señor y decirle con el
profeta: "Aquí
estoy, envíame", y confiando en él esperan realizar con fidelidad su vocación.
Ahora bien, la voz del Señor, cuando llama, ha de ser escuchada e interpretada a partir de
aquellos
signos por los cuales cada día la voluntad de Dios se da a conocer a los hombres prudentes.
Pero a
quienes en sus divinos designios elige para que participen en el sacerdocio jerárquico de
Cristo, el Señor
los mueve y ayuda con su gracia y nos encomienda a nosotros, cuando consta la idoneidad de
los
candidatos y después de la preparación adecuada, el oficio de llamarlos y consagrarlos con el
sello especial
del Espíritu Santo para el servicio de Dios y de la Iglesia. Por medio del Orden sagrado serán
destinados
para continuar el oficio que Cristo realizó en el mundo. Asociados entonces a nuestro
ministerio, cuando
llegue el momento, servirán a la Iglesia y edificarán las comunidades cristianas a las que sean
enviados,
por medio de la predicación de la Palabra y la celebración de los sacramentos.
Para que estos hermanos nuestros, que ya han comenzado su formación, puedan ser
llamados un día
por su Obispo para ser ordenados, será necesario que aprendan a vivir de acuerdo con las
exigencias del
Evangelio, que se afiancen en la práctica de la fe, la esperanza y la caridad, y por medio de la
práctica de
ellas adquieran el espíritu de oración y se fortalezcan en ansias de ganar a todos los hombres
para Cristo.
Queridos hijos, que serán admitidos a las sagradas Órdenes:
Ahora, impulsados por el amor a Cristo y fortalecidos por el Espíritu Santo, ha llegado el
momento de
expresar públicamente su deseo de entregarse al servicio de Dios y de los hombres.
Cuando sean llamados por su nombre, se acercarán hasta aquí y expresarán este propósito
en
presencia de la Iglesia.
9.
Un diácono o un presbítero designado al efecto llama por su nombre a los aspirantes. Cada
uno
responde:
Aquí estoy.
Y se acercan al celebrante, a quien -si es Obispo- hacen una reverencia.
10.
Seguidamente el celebrante los interroga con estas palabras:
Queridos hijos:
Los pastores y maestros responsables de su formación
y que afirman conocerlos,
han dado buenas referencias de ustedes
y en ese testimonio confiamos plenamente.
¿Quieren completar su preparación,
respondiendo al llamado del Señor,
para que llegado el momento
sean encontrados aptos para recibir
el ministerio de la Iglesia mediante el Orden sagrado?
Los aspirantes, todos juntos, responden:
Sí, quiero.
El celebrante:
¿Quieren formarse para servir fielmente al Señor Jesús
y a su Cuerpo que es la Iglesia?
Los aspirantes:
Sí, quiero.
El celebrante continúa:
La Iglesia recibe con alegría su propósito.
Que el Señor complete y perfeccione
la obra que él mismo ha comenzado en ustedes.
Todos responden:
Amén.
11.
Seguidamente todos se ponen de pie. El celebrante, si es Obispo, deja la mitra y el báculo. En
la Misa
se dice el Símbolo según corresponda.
Luego, el celebrante invita a los fieles a orar diciendo:
Queridos hermanos:
Oremos a nuestro Dios y Señor
y pidámosle por estos hijos suyos,
que desean consagrarse al servicio de la Iglesia,
para que se digne derramar sobre ellos
la gracia de su bendición.
12.
El diácono u otro ministro idóneo propone estas u otras intenciones más adaptadas a las
circunstancias. Todos responden con una aclamación adecuada:
- Para que estos hermanos nuestros se unan a Cristo más estrechamente, en lo más profundo
de su
ser, y sean sus testigos, en medio de los hombres, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Para que compartan las preocupaciones de los hombres y sean dóciles en todo momento a
la voz del
Espíritu Santo, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Para que lleguen a ser ministros de la Iglesia y confirmen en la fe a sus hermanos, por medio
de la
palabra y el ejemplo, y los reúnan para participar en la Eucaristía, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Para que envíe operarios a su mies y los llene de los dones de su Espíritu, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Para que todos los pueblos llegan a la plenitud de la paz y la justicia, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
- Para que todos nuestros hermanos sufrientes, partícipes de la pasión de Cristo, consigan la
libertad y
la salud, oremos al Señor.
R. Te rogamos, óyenos.
13.
Si la admisión se hace en Laudes y Vísperas, omitidas las intercesiones y la Oración dominical
inmediatamente se dice la oración del n. 14. En la celebración de la palabra, inmediatamente
sigue la
Oración dominical.
14.
Nuevo Testamento
5.
Hech. 14, 21-23: Designaron presbíteros en cada Iglesia.
6.
1 Cor. 9, 16-19. 22-23: ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!
7.
1 Cor. 12, 4-11: A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para utilidad.
8.
2 Tim. 3, 10-12. 14-15: Persevera en lo que aprendiste.
Salmos Interleccionales
9.
Ps. 15, 1-2a y 5. 7-8. 11: R. (cf. 5ª): Tú eres, Señor, la parte de mi herencia.
10.
Ps. 23, 1-2. 3-4ab. 5-6: R. (cf. 6): Ésta es la generación de los que buscan tu rostro, Señor.
11.
Ps. 97, 1. 2-3ab. 3c-4. 5-6: (R. (2b): Dios ha dado a conocer su justicia a los ojos de las
naciones.
Evangelios
15.
Mt. 9, 35-38: Rueguen al Señor para que envíe muchos operarios a su mies.
16.
Mc. 1, 14-20: Los haré pescadores de hombres.
17.
Lc. 5,1-11: En tu palabra, echaré las redes.
18.
Jn. 1, 35-42: He ahí el Cordero de Dios. Hemos encontrado al Mesías.
19.
Jn. 1, 45-51: Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.
Primera parte.
Toma de posesión del cargo de párroco
Unos minutos antes del comienzo de la Misa en que el párroco será introducido en su
parroquia, fuera
del ámbito donde se celebre la misma (salón parroquial, lugar donde se revisten los
sacerdotes u otro sitio
apropiado), el nuevo párroco hará la profesión de fe delante del Ordinario del lugar o de su
delegado (p.
531-533).
La ceremonia es presidida por el Obispo, con la presencia del nuevo párroco, el anterior
párroco, el
Consejo Pastoral, el Consejo de Asuntos Económicos y los sacerdotes concelebrantes. Si el
nuevo párroco
es nombrado también Director Pastoral del Colegio Parroquial, conviene que estén presentes
los directivos
del Colegio.
El nuevo párroco lee los formularios "Profesión de Fe", "Juramento de Fidelidad",
"Administración de
Bienes Eclesiásticos" provistos por el Obispado (p. 531-533), tomando así posesión canónica
de la
Parroquia.
Prever que esté el Libro de los Evangelios y una lapicera para colocar las firmas.
Segunda parte.
Misa de inicio del ministerio pastoral de un nuevo párroco
Ritos iniciales
Procesión de entrada
La procesión de entrada se realiza de modo solemne; preside la cruz, luego los cirios, el
Evangeliario,
los ministros, los concelebrantes, el nuevo párroco y el Obispo. El Obispo lleva mitra y báculo.
Saludo inicial.
Palabras de bienvenida
Llegados al altar el Obispo se ubica en la sede presidencial y desde allí comienza la misa
como de
costumbre. Después del saludo del Obispo se invita a los fieles a tomar asiento. El Obispo se
sienta y se
coloca la mitra. El guía o monitor avisa que el párroco anterior u otra persona de la comunidad
según
corresponda (p.ej. encargado del consejo pastoral parroquial) da la bienvenida al Obispo y al
nuevo
párroco. La persona indicada se dirige al micrófono del guía y dice unas breves palabras.
Liturgia de la Palabra
Lecturas
Se proclaman las lecturas correspondientes con el salmo responsorial. Quien preside o el guía
introduce a las mismas según la costumbre.
Homilía
El Obispo pronuncia la homilía.
Profesión de fe
Si la profesión de fe y el juramento de fidelidad no se hicieron antes de la celebración de la
Eucaristía,
tienen lugar en este momento. El nuevo párroco lee ante toda la comunidad que permanecerá
sentada, el
formulario "Profesión de fe", "Juramento de fidelidad" y "Administración de bienes
eclesiásticos" provistos
por el Obispado (p. 531-533).
Es recomendable que el párroco haga la renovación de las promesas de su ordenación
sacerdotal. En
ese caso el Obispo lo interroga con estas palabras:
Querido hijo,
renueva delante del pueblo
que se entrega a tu cuidado pastoral,
el propósito que declaraste públicamente en tu ordenación.
¿Estás dispuesto a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal,
como colaborador íntegro del Orden episcopal,
apacentando el rebañó del Señor
y bajo la dirección del Espíritu Santo?
Párroco:
Sí estoy dispuesto.
¿Estás dispuesto a celebrar con devoción y fielmente
la celebración de los misterios de Cristo,
para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano,
según la tradición de la Iglesia?
Párroco:
Sí estoy dispuesto.
¿Estás dispuesto a realizar el ministerio de la palabra,
en la predicación del Evangelio
y la exposición de la fe católica,
dignamente y con sabiduría?
Párroco:
Sí estoy dispuesto.
¿Quieres unirte cada día más estrechamente a Cristo, Sumo Sacerdote,
que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa,
y con él, tú mismo consagrarte a Dios para la salvación de los hombres?
Párroco:
Sí quiero hacerlo, con la ayuda de Dios.
¿Prometes obediencia y respecto a mí y a mis sucesores?
Párroco:
Prometo.
Dios, que comenzó en ti la obra buena,
él mismo la lleve a término.
Liturgia de la Eucaristía
Puede realizarse la procesión de dones, que incluya los óleos santos, y al final el pan y el vino.
También se pueden acercar al altar imágenes de los centros misionales que forman parte de
la parroquia
como signo de la gran familia que el nuevo párroco deberá pastorear. Al llegar al altar el
Obispo y el nuevo
párroco se acercan; un acólito alcanza al Obispo las crismeras y éste se las entrega al nuevo
párroco
diciendo:
N. recibe los óleos consagrados
para hacer participar al pueblo que te ha sido confiado
del misterio pascual.
Unge a los catecúmenos para disponerlos al bautismo,
conforta a los enfermos con el aceite destinado para ellos
derrama sobre los recién bautizados el santo crisma
para hacerlos participes de Cristo sacerdote, profeta y rey.
Luego el Obispo entrega al nuevo párroco el pan y el vino diciendo:
Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios.
Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras
y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor.
El rito de la presentación de dones continúa como de costumbre.
Plegaria eucarística
Conviene que los concelebrantes principales sean el nuevo párroco y el anterior, o el emérito.
Rito de comunión
En el rito de la paz, el nuevo párroco saludará litúrgicamente a algunos fieles que representan
la
comunidad parroquial. Terminada la distribución de la comunión se deja sobre el altar el copón
de la
reserva. El Obispo puede hacer entrega al nuevo párroco de la llave del Tabernáculo donde se
reservará el
Santísimo Sacramento, diciendo la siguiente oración:
N. recibe la llave del sagrario.
Conserva con todo cuidado el pan eucarístico,
para llevarlo a los enfermos y moribundos,
a los ancianos y a cuantos no pueden celebrar
la eucaristía dominical con la comunidad.
Procura también que tus fieles
se dediquen a la adoración eucarística,
y cuida de que la luz permanezca encendida
para señalar la presencia del Señor.
El nuevo párroco reserva el Santísimo Sacramento. Luego de unos momentos de silencio el
Obispo,
desde la sede, reza la Oración después de la comunión.
Ritos conclusivos
El Obispo invita al párroco a dirigir unas palabras a la comunidad.
Bendición final.
Oraciones Consecratorias
Comparadas
Oración de Consagración de un Obispo
Versión del decreto
Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre misericordioso y Dios de todo consuelo,
que habitas en el cielo
y te fijas en los humildes;
que lo conoces todo antes de que exista.
Tú estableciste normas en tu Iglesia
con tu palabra bienhechora.
Desde el principio tú predestinaste
un linaje justo de Abrahán;
nombraste príncipes y sacerdotes
y no dejaste sin ministros tu santuario.
Desde el principio del mundo te agrada
ser glorificado por tus elegidos.
INFUNDE AHORA
SOBRE ESTE TU ELEGIDO
LA FUERZA QUE DE TI PROCEDE:
EL ESPÍRITU DE GOBIERNO
QUE DISTE A TU AMADO HIJO JESUCRISTO,
Y ÉL, A SU VEZ, COMUNICÓ A LOS SANTOS
APÓSTOLES,
QUIENES ESTABLECIERON LA IGLESIA
COMO SANTUARIO TUYO
EN CADA LUGAR
PARA GLORIA Y ALABANZA INCESANTE DE TU
NOMBRE.
Padre santo,
tú que conoces los corazones,
concede a este servidor tuyo,
a quien elegiste para el episcopado,
que sea un buen pastor de tu santa grey
y ejercite ante ti el sumo sacerdocio
sirviéndote sin tacha día y noche;
que atraiga tu favor sobre tu pueblo
y ofrezca los dones de tu santa Iglesia;
que por la fuerza del Espíritu,
que recibe como sumo sacerdote
y según tu mandato,
tenga el poder de perdonar pecados;
que distribuya los ministerios
y los oficios según tu voluntad,
y desate todo vínculo conforme al poder
que diste a los Apóstoles;
que por la mansedumbre y la pureza de corazón
te sea grata su vida como sacrificio de suave olor,
por medio de tu Hijo Jesucristo,
por quien recibes la gloria, el poder y el honor,
con el Espíritu, en la santa Iglesia
ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
Decreto
Es tradición en el uso litúrgico de la Iglesia bendecir al Abad y a la Abadesa luego de su
elección
canónica, para que así quede de manifiesto que toda la familia religiosa invoca la gracia de lo
alto sobre
aquél que eligió previamente para ser su guía en el camino de la perfección.
En el transcurso de los siglos el Rito de la Bendición Abacial se adaptó a menudo a las
circunstancias
propias del lugar y del tiempo. Por tanto, pareció oportuno que en nuestros días se volviese a
revisar la
forma tradicional con el fin de que el rito manifestara con mayor evidencia la misión espiritual
de aquél que
preside la familia religiosa, suprimiendo aquello que está menos acorde con el pensar del
hombre de
nuestra época.
La Sagrada Congregación para el Culto Divino promulga el presente Ritual renovado de la
Bendición
Abacial, aprobado por el Sumo Pontífice Pablo VI el 19 de octubre de este año 1970, para que
sea usado
en lugar del Ritual que hasta ahora estaba en vigencia.
Se permite asimismo el uso de la edición en latín tan pronto como haya sido editada.
Las Conferencias Episcopales procuren que se prepare la edición en lengua vernácula y
determinen el
día en que dicha edición entrará en vigencia, luego de ser convenientemente confirmada por
la Santa Sede.
Sin que obste ninguna disposición en contrario.
Dado en la Sagrada Congregación para el Culto Divino el 9 de noviembre de 1970.
Prefecto
A. Bugnini
Secretario
Sacra Congregatio Pro Sacramentis Et Cultu Divino
Dioecesium Argentinae
Instante Eminentissimo Domino Radulpho Francisco Card. Primatesta, Archiepiscopo
Cordubensi in
Argentina, Praeside Coetus Episcoporum Argentinae, litteris die 16 Martii 1977 datis, vigore
facultatum
huic Sacrae Congregationi a Summo Pontifice Paulo VI tributarum, interpretationem
hispanicam Ordinis
Benedictionis Abbatis et Abbatissae, prout exstat in exemplari huic Decreto adnexo, perlibenter
probamus
seu confirmamus.
In textu imprimendo mentio fiat de confirmatione ab Apostolica Sede concessa. Eiusdem
insuper
textus impressi duo exemplaria ad hanc Sacram Congregationem transmittantur.
Contrariis quibuslibet minime obstantibus.
Ex aedibus S. Congregationis pro Sacramentis et Cultu Divino, die 29 Aprilis 1977.
Praefectus
Antonius Innocenti
a Secretis
Notas Preliminares
1.
Dentro de lo posible hágase la Bendición del Abad con asistencia de religiosos y fieles en día
domingo
o festivo, a no ser que motivos pastorales aconsejen otra cosa.
2.
Normalmente la Bendición del Abad la celebra el Obispo del lugar en que se encuentra el
monasterio.
Pero, por justa causa y con el consentimiento del Obispo del lugar, el Abad elegido puede
recibir la
bendición de otro Obispo o también de otro Abad.
3.
Al Abad elegido deben asistirlo dos monjes de su monasterio.
4.
Es conveniente que los monjes que asisten al Abad elegido, que los Abades y los monjes
sacerdotes y
demás sacerdotes presentes, concelebren la santa Misa junto con el que ha de conferir la
bendición y con
el Abad elegido.
5.
Si el Abad elegido es bendecido en su abadía por otro Abad, éste puede invitar al Abad
recientemente
bendecido a presidir la concelebración en la Liturgia de la Eucaristía; de lo contrario presida la
concelebración quien confirió la bendición, en cuyo caso el Abad que acaba de ser bendecido
ocupe el
primer lugar entre los demás concelebrantes.
6.
El que confiere la bendición y todos los concelebrantes usen aquellos ornamentos sagrados
requeridos
para la concelebración de la Misa.
El Abad elegido revístase con todos los ornamentos sacerdotales, la cruz pectoral y la
dalmática. Los
monjes que asisten al Abad elegido, si no concelebran, usen hábito coral o sobrepelliz.
7.
La bendición del anillo, del báculo pastoral y de la mitra, hágase en su momento oportuno y
según es
costumbre, antes de la bendición del Abad.
8.
Además de todo lo necesario para la concelebración de la Misa y administración de la santa
comunión
bajo ambas especies, prepárese:
a) el Pontifical Romano;
b) la Regla;
c) el báculo pastoral;
d) el anillo y la mitra para el Abad elegido, si es que éstos han de ser entregados al mismo.
9.
Durante la Liturgia de la Palabra el que confiere la bendición se sienta en la cátedra; el Abad
elegido
ocupe, sin embargo, el lugar más conveniente en el presbiterio, entre los monjes que lo
asisten.
10.
La bendición del Abad elegido se realiza, según la costumbre, junto a la cátedra. Si la
participación de
los fieles lo reclama, prepárese la sede para el que ha de conferir la bendición, delante del
altar o en el lugar
más apto; la sede para el Abad elegido y los monjes que lo asisten colóquese de modo tal que
los monjes y
los fieles puedan ver sin dificultad la acción litúrgica.
11.
Todo dispuesto, se ordena, según lo acostumbrado, la procesión por el centro de la iglesia
hasta el
altar. Los presbíteros concelebrantes van detrás del ministro que lleva el Libro de los
Evangelios, luego
sigue el Abad elegido entre los monjes que lo han de asistir; finalmente el que ha de conferir la
bendición,
en medio de dos diáconos.
Liturgia de la Palabra
12.
La Liturgia de la Palabra se realiza de acuerdo con las rúbricas.
13.
Las Lecturas pueden tomarse en parte o en su totalidad de la Misa del día o de la Misa Ritual
para la
Bendición de un Abad, según las rúbricas.
14.
Si el que ha de conferir la bendición dirige una alocución durante el rito de la bendición, como
se
aconseja en su lugar, se omite la homilía.
15.
En esta Misa no se reza el Credo. Igualmente se omite la Oración de los Fieles.
Oración de la Bendición
23.
Todos se ponen de pie. El Abad elegido se aproxima al que preside y se arrodilla ante él. El
que
preside, con las manos extendidas, dice una de las siguientes oraciones:
1-
Dios, Padre todopoderoso,
que enviaste a tu Hijo unigénito al mundo
para servir a los hombres
y para que, como buen pastor,
entregara su vida por sus ovejas,
te rogamos humildemente
que te dignes bendecir y fortalecer a este servidor N.,
elegido Abad de su monasterio.
Concédele, te pedimos, que por su excelente conducta
corresponda al nombre que se le da,
a fin de que su doctrina,
como fermento de la divina santidad
se difunda tanto más saludablemente
en las inteligencias de sus discípulos.
Que comprenda, Señor, qué cosa tan difícil recibe
y qué arduo es el oficio de gobernar almas
y adaptarse a la modalidad de muchos.
Que comprenda que le corresponde más bien ser útil a los demás
que ocupar el primer puesto.
Que siguiendo tu inspiración,
despliegue la mayor solicitud
y procure con inteligente destreza
no perder ninguna de las ovejas a él confiadas.
Que todo lo decida y disponga siempre de tal modo
que los hermanos, progresando constantemente
en el amor de Cristo y la caridad fraterna,
corran, con el corazón dilatado,
por el camino de tus mandamientos.
Que tu Espíritu, Señor, lo colme con sus dones,
para que sin descanso procure tu gloria
y el servicio de tu Iglesia,
y estimule en sus hermanos el mismo deseo.
Que nada anteponga a Cristo
y enseñe que nada debe preferirse a él,
de tal modo que al llegar aquel día supremo pueda,
con todos sus hermanos, entrar en tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
2-
Escucha, Señor, nuestros ruegos
que en presencia de tu Divina Majestad
elevamos a favor de este servidor N.,
elegido para gobernar esta familia religiosa
y llamado a ser, en lugar de tu Hijo,
el pastor de tus ovejas.
Míralo favorablemente
y otórgale todos los dones de tus virtudes.
Ábrele los tesoros de tu sabiduría
para que sepa enseñar lo nuevo y lo antiguo.
Dirige sus pasos por el camino de la salvación y de la paz
y haz que siga siempre las huellas de tu Hijo,
para que pueda obtener los premios eternos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
3-
Te rogamos, Señor,
que mires con bondad a este servidor N.,
a quien quisiste elegir para gobernar esta familia religiosa
y dígnate bendecirlo y santificarlo
a fin de que sus pensamientos y obras
concuerden con tu voluntad.
Que enseñe a sus hermanos con su palabra y ejemplo
el amor a Dios y al prójimo,
y permaneciendo ajeno a las vanidades del mundo,
atienda, sin embargo, a las necesidades de los hombres,
sean corporales o espirituales.
Que anime siempre a sus hermanos
al oficio divino y a las sagradas lecturas,
viviendo con ellos según el Evangelio,
y lleguen así todos juntos a las alegrías eternas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
4-
Dios, Padre todopoderoso,
que enviaste a tu Hijo al mundo para servir a tus ovejas
y dar su vida por ellas,
bendice y santifica a este servidor tuyo N.,
elegido Abad de esta familia religiosa.
Concédele que, con tu auxilio,
pueda cumplir la ardua tarea que emprende de gobernar almas
y adaptarse a la modalidad de muchos.
Que despliegue la mayor solicitud
a favor de los hermanos que se le confían
y no admita que ninguno de ellos se pierda
a fin de que cuando venga el Señor en el último día,
reciba el premio de su servicio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
24.
Concluida la Oración de la Bendición, el que preside toma asiento y se pone la mitra. El Abad
que
acaba de ser bendecido, se le acerca y aquél le entrega la Regla en sus manos, diciendo:
Recibe la Regla heredada de los Santos Padres
para que gobiernes y guardes a los hermanos
que Dios te ha confiado,
con la fuerza que él te dé
y en cuanto lo permita la humana fragilidad.
25.
El que preside puede colocar el anillo en el dedo anular de la mano derecha del Abad recién
bendecido,
diciendo:
Recibe este anillo como signo de fe y fidelidad,
para que, armado de perseverante virtud,
guardes en la caridad fraterna a esta comunidad.
26.
Luego el que preside puede imponerle la mitra, sin decir nada.
27.
Finalmente le entrega el báculo pastoral, diciendo:
Recibe el báculo pastoral
y cuida con solicitud a los hermanos que se te encomiendan
y de los cuales tendrás que rendir cuenta.
28.
Todos se ponen de pie. Si la bendición la impartió el Obispo u otro Abad y no en la abadía del
Abad
elegido, éste ocupa el primer lugar entre los concelebrantes.
Si la bendición la impartió otro Abad, pero en la iglesia del Abad que acaba de ser bendecido,
éste se
sienta en la cátedra; el Abad que confirió la bendición se sienta entonces a la derecha del
Abad
recientemente bendecido.
Si el Abad bendecido goza de jurisdicción sobre algún territorio y recibe la bendición en su
iglesia, el
que preside lo invita a tomar asiento en la cátedra, sentándose él a su derecha.
29.
Luego, el Abad recién bendecido, dejado el báculo, recibe del que le confirió la bendición y de
todos
los Abades presentes el abrazo de paz. Si las circunstancias lo permiten, los monjes y
sacerdotes presentes
hacen lo mismo.
Liturgia de la Eucaristía
30.
Todo se realiza de acuerdo con el Ritual de la concelebración de la Misa.
31.
Al final de la concelebración, la bendición es impartida por el celebrante principal; si fuese el
mismo
Abad recién bendecido, la confiere de acuerdo con el rito pontifical.
32.
Impartida la bendición, si es oportuno, mientras se canta el Te Deum u otro canto adecuado a
las
circunstancias, todos en procesión por el centro de la iglesia, vuelven a la sacristía y se
retiran.
Si se trata de un Abad con poder de jurisdicción sobre algún territorio, concluida la oración
después
de la comunión, se canta el Te Deum u otro canto adecuado, según la costumbre del lugar.
Mientras tanto
el Abad recién bendecido, acompañado por sus asistentes, recorre el centro de la iglesia
bendiciendo a
todos los presentes.
Concluido el himno, el Abad recién bendecido, de pie, ante el altar o ante la cátedra, con mitra
y
báculo, puede dirigir unas breves palabras al pueblo. Lo demás se hace según lo
acostumbrado.
Liturgia de la Palabra
7.
Los ritos iniciales y la Liturgia de la Palabra se realizan de acuerdo con las rúbricas.
8.
Las Lecturas pueden tomarse en parte o en su totalidad de la Misa del día o de la Misa Ritual
para la
bendición de una Abadesa, según las rúbricas.
9.
Si el que ha de conferir la bendición a la Abadesa dirige una alocución durante el rito de la
bendición,
como se aconseja en su lugar, se omite la homilía.
10.
Durante esta Misa no se reza el Credo. Igualmente se omite la Oración de los Fieles.
Bendición de la Abadesa
11.
Leído el Evangelio o terminada la homilía, comienza la bendición de la Abadesa. El que tiene
a su
cargo la bendición, se sienta, con la mitra puesta, en la sede dispuesta a tal fin.
12.
La Abadesa elegida es acompañada por las monjas asistentes hasta la sede del que preside y
le hace
reverencia.
13.
Una de las monjas que asiste a la Abadesa elegida, dirige la palabra al que preside con estos
u otros
términos semejantes:
Reverendísimo Padre:
En nombre de la Comunidad de nuestro monasterio N.,
de la Orden N., de la Diócesis N.,
hemos traído para presentártela
a la Abadesa electa del mismo monasterio,
pidiéndote humildemente
que te dignes bendecirla como su Abadesa.
El que preside la interroga diciendo:
¿Saben si ha sido elegida legítimamente?
La monja responde:
Lo sabemos y somos testigos de ello.
El que preside responde:
Demos gracias a Dios.
14.
De inmediato, el que preside, estando todos sentados, dirige unas breves palabras a las
monjas, al
pueblo y a la Abadesa electa.
15.
Después de la alocución, la Abadesa elegida se levanta y permanece de pie delante del que
preside,
quien la interroga con las siguientes palabras:
¿Quieres cumplir con tu santo propósito
y observar la Regla de San N.,
e instruir diligentemente a tus hermanas
para que hagan lo mismo,
animándolas de este modo para que amen a Dios,
lleven una vida evangélica y practiquen la caridad fraterna?
La Abadesa elegida responde:
Sí, quiero.
El que preside:
¿Quieres observar para con la Santa Iglesia,
el Romano Pontífice y sus sucesores,
una actitud de fidelidad, obediencia y respeto,
con religiosa lealtad, en todo y para siempre?
La Abadesa elegida:
Sí, quiero.
El que preside:
¿Quieres obedecer en el régimen de tu monasterio
a tu Prelado Ordinario,
según las leyes canónicas
y las Constituciones de la Congregación?
La Abadesa elegida:
Sí, quiero.
El que preside:
¿Quieres enseñar a tus hermanas más que con palabras,
con tu modo de vivir y tu ejemplo?
La Abadesa elegida:
Sí, quiero.
El que preside:
¿Quieres alentar a tus hermanas
para que sean fieles a las tradic iones de la vida religiosa
y para que acrecienten el Pueblo de Dios
con la misteriosa fecundidad de la vida contemplativa?
La Abadesa elegida:
Sí, quiero.
El que preside:
Todos estos bienes y muchos otros de todo orden
te conceda el Señor,
y te proteja siempre y en todo lugar.
Todos responden:
Amén.
16.
Luego, todos se ponen de pie. El que preside, de pie y sin mitra, con las manos juntas,
mirando hacia
el pueblo, dice:
Queridísimos hermanos y hermanas:
Oremos para que Dios nuestro Señor
otorgue el don de su gracia a esta servidora N.,
elegida para gobernar este monasterio.
El Diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.
El que preside se arrodilla delante de su sede; también la Abadesa elegida. Los demás se
arrodillan en
sus respectivos lugares. Durante el tiempo pascual y en los domingos, el Diácono no dice Nos
ponemos
de rodillas. La elegida se arrodilla, pero los demás permanecen de pie.
Entonces los cantores comienzan las Letanías. Ubicándolos en los lugares correspondientes
pueden
agregarse algunos nombres de Santos (del Patrono del lugar, del Titular de la iglesia, del
Fundador, del
Santo Patrono de quien recibe la bendición, etc.), o algunas invocaciones más adecuadas a
cada
circunstancia.
Oración de la Bendición
18.
Todos se ponen de pie. La Abadesa elegida se aproxima al que preside y se arrodilla ante él.
El que
preside, con las manos extendidas, dice una de las siguientes oraciones:
1-
Dios, Padre todopoderoso,
que enviaste a tu Hijo unigénito al mundo
para servir a los hombres
y para que, como buen pastor,
entregara su vida por sus ovejas,
te rogamos humildemente
que te dignes bendecir y fortalecer a esta servidora N.,
elegida Abadesa de su monasterio.
Concédele, te pedimos,
que por su excelente conducta
corresponda al nombre que se le da;
que comprenda que le corresponde
más bien ser útil a los demás
que ocupar el primer puesto.
Que siguiendo tu inspiración,
despliegue la mayor solicitud
y procure con inteligente destreza
no perder ninguna de las ovejas a ella confiadas.
Que todo lo decida y disponga siempre de tal modo
que las hermanas, progresando constantemente
en el amor de Cristo y la caridad fraterna,
corran, con el corazón dilatado,
por el camino de tus mandamientos.
Que tu Espíritu, Señor, la colme con sus dones,
para que sin descanso procure tu gloria
y el servicio de tu Iglesia,
y estimule en sus hermanas el mismo deseo.
Que nada anteponga a Cristo
y enseñe que nada debe preferirse a él,
de tal modo que al llegar aquel día supremo pueda,
con todas sus hermanas,
entrar en tu Reino.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
2-
Escucha, Señor, nuestros ruegos
que en presencia de tu Divina Majestad
elevamos en favor de esta servidora N.,
elegida para gobernar esta familia religiosa.
Mírala favorablemente
y otórgale todos los dones de tus virtudes.
Dirige sus pasos
por el camino de la salvación y de la paz
y haz que siga las huellas de tu Hijo,
para que pueda obtener los premios eternos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
3-
Te rogamos, Señor,
que mires con bondad a esta tu servidora N.,
a quien quisiste elegir para gobernar esta familia religiosa
y dígnate bendecirla y santificarla
a fin de que sus pensamientos y obras
concuerden con tu voluntad.
Que enseñe a sus hermanas con su palabra y ejemplo
el amor a Dios y al prójimo
y, permaneciendo ajena a las vanidades del mundo,
atienda, sin embargo, a las necesidades de los hombres,
sean corporales o espirituales.
Que anime siempre a sus hermanas
al oficio divino y a las sagradas lecturas,
viviendo con ellas según el Evangelio,
y lleguen así todas juntas a las alegrías eternas.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
4-
Dios, Padre todopoderoso,
que enviaste a tu Hijo al mundo para servir a tus ovejas
y dar su vida por ellas,
bendice y santifica a esta servidora tuya N.,
elegida Abadesa de esta familia religiosa.
Que despliegue la mayor solicitud
a favor de las hermanas que se le confían
a fin de que cuando venga el Señor en el último día,
reciba el premio de su servicio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
19.
Concluida la Oración de la Bendición, el que preside toma asiento y se pone la mitra. La
Abadesa que
acaba de ser bendecida, se le acerca y aquél le entrega la Regla en sus manos, diciendo:
Recibe la Regla heredada de los Santos Padres
para que gobiernes y guardes a las hermanas que Dios te confía
con la fuerza que él te dé
y en cuanto lo permita la humana fragilidad.
20.
Si la Abadesa ya recibió el anillo el día de su profesión y consagración, éste no se entrega. Si
la
Abadesa no recibió el anillo, el que preside puede colocárselo en el dedo anular de su mano
derecha,
diciendo:
Recibe este anillo como signo de fe y fidelidad,
para que, armada de perseverante virtud,
guardes en la caridad fraterna a esta comunidad.
21.
Luego la Abadesa saluda al que preside y regresa a su sede acompañada de las dos monjas
asistentes.
22.
Después de la Misa, si es oportuno, mientras se canta el Te Deum u otro canto apropiado, el
que
preside conduce a la Abadesa hasta la clausura. Si el que preside es el Ordinario del lugar y
tiene
jurisdicción inmediata sobre las monjas, conduce a la Abadesa hasta su sede en el coro y la
hace sentar en
ella, a no ser que la Abadesa haya cumplido con esta señal de autoridad inmediatamente
después de la
elección.
Lecturas Bíblicas
Antiguo Testamento
1.
Prov. 2, 1-9: Inclina tu corazón para conocer la prudencia.
2.
Prov. 4, 7-13: Te mostraré el camino de la sabiduría.
Nuevo Testamento
3.
Hech. 2, 42-47: Todos los que creían, vivían en igualdad de condiciones y todo lo poseían en
común.
4.
Ef. 4, 1-6: Sean solícitos en guardar la unidad del espíritu en el vínculo de la paz.
5.
Col. 3, 12-17: Posean el amor porque es el vínculo de la perfección.
6.
Hebr. 13, 1-2. 7-8. 17-18: Obedezcan a sus superiores. Oren por nosotros.
7.
1 Ped. 5, 1-4: Siendo de corazón ejemplo para el rebaño.
Salmos Responsoriales
8.
Sal. 1, 1-2. 3. 4 y 6: (Sal. 39, 5a): Dichoso el hombre que ha puesto su esperanza en el Señor.
9.
Sal. 33, 2-3. 4-5. 10-11. 12-13: Hijos, óiganme: les enseñaré el temor del Señor.
10.
Sal. 91, 2-3. 5-6. 13-14. 15-16: ¡Qué bueno es alabar al Señor!
Evangelios
13.
Mt. 23, 8-12: El que es mayor entre ustedes será el servidor de ustedes.
14.
Lc. 12, 35-44: El Señor lo puso al frente de su familia.
15.
Lc. 22, 24-27: Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.
Ritual de Consagración de
Vírgenes
Sagrada Congregación para el Culto Divino
Decreto
El rito de la consagración de vírgenes se cuenta entre los más preciosos tesoros de la liturgia
romana.
Jesucristo dejó en herencia a su Esposa la sagrada virginidad, don particularmente sublime.
De aquí que en
los tiempos apostólicos, las vírgenes consagraban a Dios su castidad adornando el cuerpo
místico de
Cristo y enriqueciéndolo con admirable fecundidad. Por eso la Iglesia, Madre solícita, desde
los primeros
siglos -como lo atestiguan los Santos Padres- confirmaba el piadoso y arduo propósito de las
vírgenes
mediante una solemne oración de consagración. Esta, aumentada en el transcurso de los
siglos con otras
ceremonias sagradas, que significaban con mayor claridad que las vírgenes representan a la
Iglesia
desposada con Cristo, fue admitida en el Pontifical Romano.
El Concilio Vaticano II estableció que también el rito de la consagración de vírgenes fuera
revisado
(cf. Const. sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium, art. 80). En cumplimiento de este
propósito,
el Consilium para la aplicación de la Constitución sobre la sagrada liturgia, preparó este rito
que el Sumo
Pontífice Pablo VI con su Autoridad Apostólica aprobó y mandó que fuese publicado. Por lo
cual esta
Sagrada Congregación para el Culto Divino, por especial mandato del Sumo Pontífice, lo
promulga y
establece que, después de haber sido oportunamente adaptado si fuera necesario, entre en
vigor para
aquellas monjas a quienes corresponde por derecho el 6 de enero de 1971.
Las versiones en lengua vernácula preparadas por las Conferencias Episcopales y las
adaptaciones del
rito, deben ser primeramente enviadas a esta Sagrada Congregación para su confirmación.
Sin que obste ninguna disposición en contrario.
En la Sede de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 31 de mayo de 1970, en la fiesta
de la Visitación de la Virgen María.
A. Bugnini
Secretario
Argentinae
Instante Eminentissimo Domino Radulpho Primatesta, Archiepiscopo Cordubensi in Argentina,
Praeside Coetus Episcoporum Argentinae, litteris die 3 Novembris 1977datis, vigore facultatum
huic
Sacrae Congregationi a Summo Pontifice Paulo VI tributarum, interpretationem hispanicam
Ordinis
consecrationis virginum, prout in adiecto prostat exemplari, perlibenter probamus seu
confirmamus.
In textu imprimendo mentio fiat de confirmatione ab Apostolica Sede concessa. Eiusdem
insuper
textus impressi duo exemplaria ad hanc Sacram Congregationem transmittantur.
Contrariis quibuslibet minime obstantibus.
Ex aedibus Sacrae Congregationis pro Sacramentis et Cultu Divino, die 29 Novembris 1977.
Vergilius Noè
a Secretis a.
Notas Preliminares
I. Naturaleza e importancia de la consagración de vírgenes
1.
La costumbre existente ya en la Iglesia primitiva de consagrar vírgenes, dio origen a la
elaboración de
un rito solemne, por el cual la virgen se convertía en una persona consagrada, signo
trascendente del amor
de la Iglesia a Cristo, imagen escatológica de la Esposa celestial y de la Vida futura. Por el rito
de la
consagración, la Iglesia manifiesta su amor por la virginidad, implora para las vírgenes la
gracia de Dios y
pide con insistencia la efusión del Espíritu Santo.
Porque las vírgenes cristianas, por las obras de penitencia y de misericordia, por la actividad
apostólica y la oración, deben cumplir su misión según su propio estado y sus propios
carismas.
Para que desempeñen su función de oración, exhórtese con vehemencia a las vírgenes
consagradas a
recitar diariamente el Oficio divino, en especial Laudes y Vísperas. De esta manera, asociando
su voz a la
de Cristo, Sumo Sacerdote, y a la de la santa Iglesia, alabarán sin interrupción al Padre del
cielo e
intercederán por la salvación de todo el mundo.
8.
De ordinario se dice la Misa ritual "En el día de la consagración de vírgenes". Pero cuando
coincide
con una solemnidad o un domingo de Adviento, Cuaresma o Pascua, se dice la Misa del día,
conservando,
según las circunstancias, las fórmulas propias en la Plegaria eucarística y en la bendición final.
9.
Como quiera que la liturgia de la Palabra adaptada a la celebración de la consagración de
vírgenes tiene
una gran importancia para ilustrar el bien de la virginidad y su función en la Iglesia, cuando no
se permite
la Misa "En el día de la consagración de vírgenes", se puede tomar una lectura de las que se
encuentran en
el Leccionario correspondiente, excepto en el Triduo Pascual, en las solemnidades de
Navidad, Epifanía,
Ascensión, Pentecostés y Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o en las otras solemnidades
de precepto.
10.
Para la celebración de la Misa ritual "En el día de la consagración de vírgenes" se usarán
ornamentos
blancos.
I. Consagración de Vírgenes
1.
Conviene que la consagración de vírgenes se realice en la octava de Pacua, en las
solemnidades,
especialmente en las que se refieren a los misterios de la Encarnación del Señor, domingos,
fiestas de la
Virgen María y de santas vírgenes.
2.
En un día prefijado, cercano al de la consagración, o por lo menos la víspera del mismo, las
vírgenes
que serán consagradas se presentarán al Obispo para que el Padre de la diócesis pueda
conversar con sus
hijas.
3.
Como las vírgenes laicas son admitidas a la consagración virginal a criterio del Obispo y con
su
autorización, y como muchas veces ellas prestan servicio en obras diocesanas, el rito se hará
oportunamente en la iglesia Catedral, a menos que las costumbres del lugar aconsejen otra
cosa.
4.
Según las circunstancias, especialmente para destacar el valor de la castidad, y para fomentar
el
sentido eclesial, la edificación y la asistencia del pueblo de Dios, se comunicará a tiempo a los
fieles el día
y la hora de la celebración.
5.
Se dice la Misa del día o la Misa ritual del día de la consagración de vírgenes, según las
rúbricas (cf.
Notas preliminares, nn. 8-10).
6.
De ordinario la consagración de vírgenes se hace junto a la sede; se preparará oportunamente
el sitial
para el Obispo delante del altar para facilitar la participación de los fieles. En un lugar del
presbiterio se han
de disponer los lugares para las vírgenes que serán consagradas, de tal manera que los fieles
puedan seguir
cómodamente toda la acción litúrgica.
7.
Prepárese el pan y el vino para consagrar, en cantidad suficiente que alcance para los
ministros, las
vírgenes, sus padres y familiares. Por lo tanto, si sólo se emplea un cáliz, éste será
suficientemente
grande.
8.
Además de lo necesario para la celebración de la Misa, se prepararán: a) el Pontifical
Romano; b) los
velos, anillos u otras insignias de la consagración virginal, según las costumbres del lugar, que
serán
entregadas a las vírgenes.
Rito de entrada
9.
Una vez congregado el pueblo y dispuestas convenientemente todas las cosas, entra la
procesión hacia
el altar por la nave central de la iglesia, mientras el coro canta con el pueblo la antífona o
canto de entrada
de la Misa. La procesión se hace como de costumbre y forman parte de ella las vírgenes que
serán
consagradas.
10.
Es conveniente que dos vírgenes ya consagradas a Dios o dos mujeres laicas elegidas de
entre la
asamblea, acompañen a las vírgenes que serán consagradas y las conduzcan al altar.
11.
Al llegar al presbiterio, hecha la debida reverencia al altar, las vírgenes se colocan en los
lugares
destinados para ellas en la nave de la iglesia; y continúa la Misa.
Liturgia de la Palabra
12.
En la liturgia de la Palabra todo se hace como de ordinario, excepto:
a) las lecturas se pueden tomar o de la Misa del día o bien de los textos que se proponen en
las
pp. 396-400 (cf. Notas preliminares, nn. 8-9);
b) no se dice el Credo aun cuando las rúbricas de la liturgia del día lo prescriban;
c) se omite la Oración de los Fieles, ya que tuvo lugar en las letanías.
Homilía o Alocución
17.
Luego el Obispo habla brevemente a las vírgenes que serán consagradas y al pueblo sobre el
don de la
virginidad y la función que realiza en orden a la santificación de las elegidas y al bien de toda
la Iglesia.
Puede hacerse con estas palabras:
Queridos hijos, estas hermanas nuestras que hoy recibirán de la Iglesia la consagración
virginal,
provienen del pueblo santo de Dios y de las familias de ustedes: son hijas, hermanas y amigas
unidas a
ustedes por la convivencia o el parentesco.
El Señor las llamó para unirlas más estrechamente a sí y consagrarlas al servicio de la Iglesia
y de
todos los hombres. Su consagración les exigirá una mayor entrega para extender el Reino de
Dios y las
obligará a trabajar intensamente para que el espíritu cristiano penetre en el mundo. Piensen
entonces el
gran bien que realizarán y las copiosas bendiciones que podrán obtener de Dios a favor de la
santa Iglesia,
la sociedad humana y las familias de ustedes, mediante sus oraciones y trabajos.
Ahora me dirijo a ustedes, hijas muy queridas, y las exhorto impulsado más por el afecto que
por la
autoridad. La verdadera patria de la vida virginal que desean es el cielo; su fuente es Dios;
porque de Dios,
como de una fuente purísima e incorruptible mana este don sobre algunas de sus hijas, que a
causa de su
integridad virginal son consideradas por los antiguos Padres de la Iglesia como imágenes de
la eterna
incorruptibilidad de Dios.
El mismo Padre todopoderoso, al llegar la plenitud de los tiempos, mostró en el misterio de la
Encarnación del Señor cuánto ama la virginidad: eligió una Virgen en cuyo seno purísimo, por
obra del
Espíritu Santo, el Verbo se hizo carne y la naturaleza humana se unió con la divina, como el
esposo se une
a la esposa.
También el divino Maestro exaltó la virginidad, consagrada a Dios a causa del Reino de los
cielos. Con
su vida, pero en especial con sus trabajos y predicación, y sobre todo con su misterio pascual,
dio origen
a la Iglesia que quiso fuera Virgen, Esposa y Madre: Virgen por la integridad de su fe; Esposa
por su
indisoluble unión con Cristo; Madre por la multitud de hijos.
Hoy, el Espíritu Paráclito, que por el agua vital del bautismo hizo de sus corazones templos del
Altísimo, por medio de mi ministerio, las enriquecerá con una nueva unción espiritual y las
consagrará con
un nuevo título a la infinita grandeza de Dios.Y también elevándolas a la dignidad de esposas
de Cristo, las
unirá con un vínculo indisoluble al Hijo de Dios.
Los Santos Padres y los Doctores de la Iglesia las designan con el sublime título de esposas
de Cristo,
título que es propio de la misma Iglesia. Prefigurando el Reino futuro de Dios donde nadie
tomará marido
ni mujer, son signo manifiesto de aquel gran sacramento que fue anunciado en los orígenes
de la creación
y llegó a su plenitud en los esponsales de Cristo con la Iglesia.
Hijas muy queridas: procuren entonces que su vida responda a su vocación y dignidad. La
santa
Madre Iglesia las considera como la porción elegida del rebaño de Cristo, y en ustedes su
fecundidad
gloriosa se alegra y florece abundantemente. A imitación de la Madre de Dios, deseen ser y
ser llamadas
servidoras del Señor. Conserven íntegra la fe, mantengan firme la esperanza, acrecienten la
caridad
sincera. Sean prudentes y velen, para que el don de la virginidad no se corrompa por la
soberbia.
Con el Cuerpo de Cristo renueven sus corazones consagrados a Dios; fortalézcanlos con
ayunos,
reanímenlos con la meditación de la Palabra de Dios, la oración asidua y las obras de
misericordia.
Preocúpense siempre de las cosas del Señor y que su vida esté escondida con Cristo en Dios.
Oren con
insistencia y de todo corazón por la propagación de la fe y la unidad de los cristianos.
Rueguen
solícitamente al Señor por los matrimonios. Acuérdense también de aquellos que habiendo
olvidado la
bondad del Padre se apartaron de su amor; así, Dios misericordioso salvará con su clemencia
a los que no
puede salvar con su justicia.
Tengan presente que se han consagrado al servicio de la Iglesia y de todos los hermanos. En
el
ejercicio de su apostolado, tanto en la Iglesia como en el mundo, en el orden espiritual como
en el
temporal, que su luz brille ante los hombres para que el Padre del cielo sea glorificado, y así
llegue a ser
realidad su designio de recapitular en Cristo todas las cosas. Amen a todos, especialmente a
los
necesitados; según sus posibilidades ayuden a los pobres, curen a los enfermos, enseñen a
los ignorantes,
protejan a los niños, socorran a los ancianos, conforten a las viudas y a los afligidos.
Ustedes que a causa de Cristo han renunciado al matrimonio, serán madres espirituales
cumpliendo la
voluntad del Padre y cooperando por su amor a que numerosos hijos de Dios nazcan o sean
restituidos a
la vida de la gracia.
Cristo, el hijo de la Virgen y Esposo de las vírgenes, será ya aquí en la tierra, su alegría y su
recompensa, hasta que las introduzca en su Reino; allí, entonando el canto nuevo, seguirán al
Cordero
divino donde quiera que vaya.
Interrogatorio
18.
Concluida la homilía, las vírgenes se ponen de pie; el Obispo las interroga con estas palabras
u otras
semejantes:
¿Quieren consagrarse virginalmente
al servicio de Dios y de la Iglesia
hasta el fin de sus días?
Vírgenes:
Sí, quiero.
Obispo:
¿Quieren seguir a Cristo
por el camino de los consejos
que él propone en el Evangelio
de tal manera que la vida de ustedes
ofrezca un particular testimonio de caridad
y sea un signo manifiesto del Reino?
Vírgenes:
Sí, quiero.
Obispo:
¿Quieren ser consagradas a nuestro Señor Jesucristo
y ante la Iglesia ser desposadas
con el Hijo del Dios Altísimo?
Vírgenes:
Sí, quiero.
El Obispo y todos responden:
¡Te damos gracias, Señor!
19.
Luego, todos se ponen de pie y el Obispo, con las manos juntas, mirando hacia el pueblo,
dice:
Oremos a Dios Padre todopoderoso
por medio de su Hijo Jesucristo nuestro Señor, a fin de que,
por la intercesión de la Santísima Virgen María
y de todos los Santos,
derrame abundantemente la gracia del Espíritu Santo
sobre estas hijas suyas
que ha elegido para que le sean consagradas.
20.
El Diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.
El Obispo, los ministros, las vírgenes que serán consagradas y el pueblo se arrodillan. Sin
embargo,
donde se acostumbra, las vírgenes pueden postrarse. Durante el tiempo pascual y en los
domingos el
Diácono no dice Nos ponemos de rodillas. Las vírgenes se arrodillan o se postran, pero los
demás
permanecen de pie.
Oración de Consagración
25.
Después de renovar su propósito, las vírgenes vuelven a sus lugares en el presbiterio y se
arrodillan.
El Obispo, con los brazos extendidos hacia adelante, dice la oración de consagración, en la
que se pueden
omitir las palabras entre paréntesis:
Señor, que habitas en los cuerpos castos
y amas las almas virginales;
Señor, que en tu Hijo, por quien todo fue hecho,
restauras la naturaleza humana,
herida en el primer hombre por el engaño del demonio.
Señor, que no sólo reintegras al hombre su inocencia original
sino que también le permites experimentar algunos de los bienes
que le están reservados para la vida futura,
haciendo semejantes a los ángeles del cielo
a quienes viven sujetos a la condición mortal.
Mira a estas hijas tuyas
que al colocar en tus manos su propósito de virginidad
te ofrendan el amor que tú mismo les inspiraste.
( Porque ¿cómo podría, Señor, una creatura mortal
superar el atractivo de la naturaleza
y las alternativas que brinda la libertad,
vencer la inclinación natural y los impulsos de la edad,
si tú no encendieras en ella
el amor a la virginidad,
si no reanimaras constantemente este deseo en su corazón
y no le infundieras la fortaleza necesaria? )
Al derramar tu gracia sobre todos los pueblos
has suscitado de entre todas las naciones del mundo
herederos del Nuevo Testamento tan incontables como las estrellas.
Pero, entre los dones que concediste a tus hijos,
que han sido engendrados no de la sangre ni por obra de la carne
sino por el Espíritu Santo,
quisiste otorgar a algunos de ellos
el don de la virginidad.
De esa manera, y sin menoscabo de la grandeza del matrimonio,
para el que has hecho permanecer la bendición
que le concediste en los orígenes del mundo,
quisiste que algunos de tus hijos,
por un designio de tu Providencia,
renuncien a esa legítima unión
con el propósito de lograr lo que el sacramento significa,
no imitando la unión que se realiza en las nupcias
sino amando lo que las nupcias prefiguran.
( La santa virginidad ha reconocido a su autor
y, aspirando a la integridad angélica,
se entrega a aquel que siendo Esposo de la virginidad perpetua
es al mismo tiempo Hijo de la virginidad. )
Por eso te pedimos, Señor, que protejas y guíes a estas hijas tuyas
que imploran tu ayuda
y desean ser afianzadas con tu consagración.
Líbralas del antiguo enemigo,
que contamina los mejores propósitos
con los más sutiles engaños,
para que nunca las sorprenda adormecidas
y trate de menoscabar el mérito del celibato,
arrebatándoles la castidad que también debe resplandecer
en las mujeres casadas.
Que por el don de tu Espíritu
resplandezcan con una modestia prudente,
una sabia bondad, una afabilidad serena y una libertad casta.
Que tengan una caridad ardiente
y nada amen fuera de ti.
Que su vida sea digna de alabanza
pero no busquen ser alabadas;
que te glorifiquen, Señor,
por la santidad de sus cuerpos
y la pureza de sus almas;
que te reverencien por amor y por amor te sirvan.
Que tú seas su honor, su alegría y su querer
y encuentren en ti consuelo en las tristezas,
consejo en la duda,
defensa en las injurias;
paciencia en la aflicción,
abundancia en la pobreza,
alimento en los ayunos
y remedio en la enfermedad.
Que en ti, Señor, lo encuentren todo
y sepan preferirte sobre todas las cosas.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
35.
Mi amado es mío y yo soy suya (Cant. 2, 16).
36.
Muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz (Cant. 2, 14).
37.
Ven, esposa mía; ven, serás coronada (Cant. 4, 8).
38.
La llevaré a un lugar solitario y le hablaré al corazón (Os. 2, 14).
39.
El que se une al Señor se hace un solo espíritu con él (1 Cor. 6, 17).
40.
Luego, si pareciera oportuno, el Obispo entrega a las vírgenes consagradas el libro de la
oración de la
Iglesia, con estas palabras u otras semejantes: Reciban el libro de la oración de la Iglesia,
para que en sus
labios resuene sin cesar la alabanza del Padre del Cielo e intercedan por la salvación de todo
el mundo.
Las vírgenes responden todas juntas:
Amén.
Y se acercan al Obispo que les entrega el libro del Oficio divino. Una vez recibido el libro, las
vírgenes
regresan a su lugar y permanecen allí de pie.
41.
A continuación,según las circunstancias, se canta esta antífona u otra adecuada: Estoy
desposada con
Aquél a quien sirven los ángeles, cuya hermosura admiran el sol y la luna.
Si fuera posible la cantan las vírgenes todas juntas.
Liturgia de la Eucaristía
47.
Durante el canto del ofertorio algunas de las vírgenes neoconsagradas llevan al altar el pan, el
vino y el
agua para el sacrificio eucarístico.
48.
En las Plegarias eucarísticas se recuerda la oblación de las vírgenes conforme a las fórmulas
que se
encuentran en el misal "Misa Ritual en la Consagración de Vírgenes".
49.
Después que el Obispo ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, las vírgenes se
acercan al
altar para recibir la comunión bajo las dos especies.
Despedida
50.
Concluida la oración después de la comunión, las vírgenes se acercan al altar y el Obispo,
mirando
hacia ellas pronuncia la bendición solemne
Que Dios, inspirador y causa de los santos propósitos,
las proteja constantemente con su gracia,
para que vivan el don de su vocación con espíritu fiel.
Todos:
Amén.
Obispo:
Él mismo las haga testimonio y signo de la caridad divina
en medio del mundo.
Todos:
Amén.
Obispo:
Y mantenga hasta la eternidad los vínculos,
con los que las ha unido a Cristo en la tierra.
Todos:
Amén.
51.
Finalmente bendice a todo el pueblo:
Y a todos ustedes que están aquí congregados,
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
52.
Después de la bendición del Obispo, las vírgenes, si pareciera oportuno, reciben sus cirios.
Todos
cantan un himno adecuado o un canto de alabanza, y se ordena la procesión como en el rito
de entrada.
Rito de entrada
62.
Una vez congregado el pueblo y dispuestas convenientemente todas las cosas, entra la
procesión hacia
el altar por la nave central de la iglesia, mientras el coro canta con el pueblo la antífona o
canto de entrada
de la Misa. La procesión se hace como de costumbre y es muy conveniente que tomen parte
en ella las
vírgenes que serán consagradas, acompañadas por la Superiora y la Madre Maestra.
63.
Al llegar al presbiterio, hecha la debida reverencia al altar, las vírgenes se colocan en los
lugares
destinados para ellas en la nave de la iglesia, y continúa la Misa.
Liturgia de la Palabra
64.
En la Liturgia de la Palabra todo se hace como de ordinario, excepto:
a) las Lecturas se pueden tomar de la Misa del día o bien de los textos que se proponen en las
pp.
396-400 (ver Notas preliminares, nn. 8-9);
b) no se dice el Credo, aun cuando las rúbricas de la liturgia del día lo prescriban;
c) se omite la Oración de los Fieles, ya que tuvo lugar en las Letanías.
Entonces las vírgenes encienden los cirios y, acompañadas por la Madre Maestra y por otra
monja
designada para esta función, se acercan al presbiterio y permanecen fuera de él.
66.
Después, el Obispo llama a las vírgenes, cantando o diciendo en voz alta:
Vengan, hijas, escúchenme;
les enseñaré el temor del Señor.
Las vírgenes responden cantando esta antífona:
Ahora te seguimos de todo corazón,
te reverenciamos y buscamos tu rostro;
no nos defraudes, Señor,
sino manifiéstanos tu bondad
y la abundancia de tu misericordia.
Mientras cantan, suben al presbiterio y allí ocupan sus lugares, de manera que todos puedan
seguir
cómodamente la celebración. Luego colocan los cirios en un candelabro o los entregan a los
ministros, de
quienes los recibirán al fin de la Misa, y toman asiento en los sitiales preparados para ellas.
67.
Otra manera de llamar a las vírgenes, especialmente cuando no se usan los cirios, se describe
en los
nn. 15-16, p. 266.
Homilía o Alocución
68.
Luego, el Obispo habla brevemente a las vírgenes que serán consagradas y al pueblo,
ilustrando con
lecturas bíblicas el don de la virginidad y la función de la vida religiosa en orden a la
santificación de las
elegidas y al bien de toda la Iglesia y de toda la familia humana.
Interrogatorio
69.
Concluida la homilía, las vírgenes se ponen de pie; el Obispo les pregunta si están preparadas
para
entregarse a Dios y para seguir la caridad perfecta, según la Regla y las Constituciones de su
familia
religiosa. Las preguntas que aquí se proponen pueden cambiarse u omitirse en parte, según la
índole de
cada familia religiosa.
El Obispo las interroga con estas u otras palabras semejantes:
Queridísimas hijas:
Por el Bautismo ya han muerto al pecado
y han sido consagradas a Dios.
¿Quieren unirse más íntimamente a él con el nuevo vínculo
de la profesión perpetua?
Las vírgenes que han de profesar responden:
Sí, quiero.
Obispo:
¿Quieren tender con voluntad firme y constante,
a un amor perfecto hacia Dios y el prójimo,
mediante la práctica fiel del Evangelio
y de la Regla de su familia?
Vírgenes:
Sí, quiero.
Obispo:
¿Quieren ocuparse sólo de Dios,
en la soledad y el silencio, en oración asidua y gozosa penitencia,
en el trabajo humilde y en las obras santas?
Vírgenes:
Sí, quiero.
Obispo:
¿Quieren ser consagradas a nuestro Señor Jesucristo,
y ante la Iglesia ser desposadas
con el Hijo del Dios Altísimo?
Vírgenes:
Sí, quiero.
70.
Entonces, el Obispo confirma esta decisión, diciendo estas u otras palabras semejantes:
El que comenzó en ustedes la obra buena,
él mismo la lleve a su plenitud en el día de Cristo Jesús.
Todas:
Amén.
Terminada la súplica litánica, dos vírgenes ya profesas, como es costumbre en las familias
religiosas,se dirigen a la sede de la Superiora y, permaneciendo allí de pie, desempeñan el
papel de testigos.
Las vírgenes que han de profesar se acercan a la Superiora una por una y leen la fórmula de
la Profesión
que con anterioridad habrán escrito con su propia mano.
Profesión
76.
Es preferible que a continuación la neoprofesa se dirija al altar y coloque sobre él la carta de
profesión
y, si puede hacerse cómodamente, firme la carta sobre el mismo altar. Una vez hecho esto,
vuelve a su
lugar.
77.
Luego, las vírgenes neoprofesas, de pie, según las circunstancias cantan la siguiente antífona
u otro
canto que exprese el gozo y el sentido de la entrega:
Recíbeme, Señor, según tu promesa
y viviré y no quede frustrada mi esperanza.
Oración de Consagración
78.
Las vírgenes se arrodillan y el Obispo, con las manos extendidas hacia ellas, dice la Oración
de la
Consagración, en la que se pueden omitir las palabras entre paréntesis.
Señor, que habitas en los cuerpos castos
y amas las almas virginales;
Señor, que en tu Hijo, por quien todo fue hecho,
restauras la naturaleza humana,
herida en el primer hombre por el engaño del demonio.
Señor, que no sólo reintegras al hombre su inocencia original
sino que también le permites experimentar algunos de los bienes
que le están reservados para la vida futura,
haciendo semejantes a los ángeles del cielo
a quienes viven sujetos a la condición mortal.
Mira a estas hijas tuyas
que al colocar en tus manos su propósito de virginidad
te ofrendan el amor que tú mismo les inspiraste.
( Porque ¿cómo podría, Señor, una creatura mortal
superar el atractivo de la naturaleza
y las alternativas que brinda la libertad,
vencer la inclinación natural y los impulsos de la edad,
si tú no encendieras en ella
el amor a la virginidad,
si no reanimaras constantemente este deseo en su corazón
y no le infundieras la fortaleza necesaria? )
Al derramar tu gracia sobre los pueblos
has suscitado de entre todas las naciones del mundo
herederos del Nuevo Testamento tan incontables como las estrellas.
Pero, entre los dones que concediste a tus hijos,
que han sido engendrados no de la sangre ni por obra de la carne
sino por el Espíritu Santo,
quisiste otorgar a algunos de ellos
el don de la virginidad.
De esa manera, y sin menoscabo de la grandeza del matrimonio,
para el que has hecho permanecer la bendición
que le concediste en los orígenes del mundo,
quisiste que algunos de tus hijos,
por un designio de tu Providencia,
renuncien a esa legítima unión
con el propósito de lograr lo que el sacramento significa,
no imitando la unión que se realiza en las nupcias
sino amando lo que las nupcias prefiguran.
Liturgia Eucarística
87.
Durante el canto del ofertorio, algunas de las vírgenes neoconsagradas llevarán al altar el pan,
el vino
y el agua, para el sacrificio eucarístico.
88.
En las Plegarias eucarísticas se recuerda la oblación de las vírgenes conforme a las fórmulas
que se
encuentran en el misal.
89.
Si el beso de paz no fue dado (cf. n. 84, p. 295), el Obispo da la paz a las vírgenes
neoconsagradas,
del modo conveniente.
90.
Después que el Obispo ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, las vírgenes se
acercan al
altar para recibir la comunión bajo las dos especies. Los padres, familiares y cohermanas
pueden recibir la
comunión bajo las dos especies.
Despedida
91.
Concluida la oración después de la comunión, las neoconsagradas se acercan al altar, y el
Obispo
mirando hacia ellas pronuncia la Bendición solemne (n.50, p. 281).
92.
Finalmente bendice a todo el pueblo:
Y a todos ustedes que están aquí congregados
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
Después de la bendición del Obispo, las vírgenes, si pareciera oportuno, reciben sus cirios;
todos
entonan un himno adecuado o un canto de alabanza, y se ordena la procesión como en el rito
de entrada.
Los textos propios de la Misa se encuentran en el misal y en el Leccionario, tomo IV.
Decreto
El Rito de la Profesión por el que los religiosos, comprometiéndose a la práctica de los
consejos
evangélicos, se consagran a Dios, ha sido instaurado según la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia. La
vida consagrada a Dios por los vínculos de religión siempre ha sido tenida en gran estima en
la Iglesia, la
cual, ya desde los primeros siglos, adornó con sagrados ritos la Profesión Religiosa. Los
Padres del
Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, ordenaron la redacción de un
Ritual de la
Profesión Religiosa y de la renovación de los votos, que contribuyera a una mayor unidad,
sobriedad y
dignidad y fuera adoptado por todos aquellos que hicieran su profesión o renovación de votos,
dentro de la
Misa, salvo derecho particular (art. 80).
Obediente a este mandato, el Consilium para la ejecución de la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia,
preparó este Ritual de la Profesión Religiosa, que el Sumo Pontífice Pablo VI ha aprobado con
su
Autoridad Apostólica, ha incluido en el Ritual Romano y ha mandado publicarlo. Por lo cual
esta Sagrada
Congregación para el Culto Divino, lo promulga por especial mandato del mismo Sumo
Pontífice.
Las Conferencias Episcopales procurarán que las versiones de este Ritual se hagan con
cuidado y
solicitud, si es preciso, por medio de Comisiones mixtas de las varias naciones de una misma
lengua, de
común acuerdo con los organismos de Superiores, que en cada nación se encargan de
ordenar y dirigir
todo lo perteneciente a los religiosos.
Los Institutos religiosos, teniendo en cuenta que el rito de la Profesión debe expresar la
naturaleza y el
espíritu de cada familia religiosa, adaptarán este Ritual de modo que manifieste con claridad
su propio
carácter; y lo enviarán cuanto antes a esta Sagrada Congregación para el Culto Divino con el
fin de que
sea aprobado.
Sin que obste ninguna disposición contraria.
En la Sede de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 2 de febrero de 1970, en la fiesta
de la Presentación del Señor.
Benno Card. Gut
Prefecto
A. Bugnini
Secretario
Sacra Congregatio Pro Cultu Divino
Argentinae
Instante Excellentissimo Domino Adulpho Tortolo, Archiepiscopo Paranensi, Praeside Coetus
Episcoporum Argentinae, litteris die 2 Decembris 1974 datis, vigore facultatum huic Sacrae
Congregationi
a Summo Pontifice Paulo VI tributarum, popularem interpretationem Ordinis Professionis
Religiosae, prout
in adnexo exstat exemplari, perlibenter probamus seu confirmamus.
In textu autem imprimendo mentio fiat de confirmatione ab Apostolica Sede concessa.
Eiusdem
insuper textus impressi duo exemplaria transmittantur ad hanc Sacram Congregationem.
A. Bugnini
a Secretis
Notas Preliminares
I. Naturaleza propia de la Profesión Religiosa
1.
Son muchos los fieles que llamados por Dios se consagran al servicio del Señor y al bien de
los
hombres, mediante los vínculos sagrados de la religión y se esfuerzan por seguir más de
cerca a Cristo
Jesús mediante la observancia de los consejos evangélicos.1
De este modo, la gracia del Bautismo produce en ellos más abundantes frutos.2
2.
La Iglesia, Madre piadosa, ha tenido siempre en gran estima la vida religiosa que, bajo la guía
del
Espíritu Santo, ha adquirido diversas formas en el decurso de los siglos;3 la ha elevado a la
dignidad de
estado canónico; ha aprobado a muchas familias religiosas, que protege con prudentes
leyes.4 La misma
Iglesia, por tanto, recibe los votos de los que profesan, les alcanza de Dios, mediante su
oración pública,
los auxilios y la gracia, los encomienda a Dios y les imparte su espiritual bendición, asociando
su oblación
al sacrificio eucarístico.5
Ritos Iniciales
6.
El rito comienza oportunamente con el saludo del Superior o el canto de un Salmo u otro
himno
adecuado.
7.
El Superior pregunta a los postulantes qué piden, con estas u otras palabras semejantes:
Estimadísimos hermanos (hijos),
¿qué desean de nosotros?
Todos los postulantes responden juntos con estas u otras palabras semejantes:
Que podamos participar y experimentar su vida,
que seamos probados por ustedes
y que, deseosos de seguir a Cristo,
nos permitan ser admitidos en esta familia N.
El Superior responde:
Que la ayuda de Dios los acompañe.
Todos:
Amén.
8.
Si se prefiere, omitiendo el interrogatorio, se hace la petición de este modo: uno de los
postulantes en
nombre de todos, dirigiéndose al Superior y a la comunidad, dice estas palabras:
Impulsados por la gracia de Dios,
deseamos compartir su vida y experimentarla;
les pedimos que nos enseñen a imitar a Cristo crucificado,
a vivir en la pobreza, castidad y obediencia;
a entregarnos a la oración y ejercitar la penitencia,
a servir a la Iglesia y a todos los hombres,
a llegar con ustedes a la unidad del amor.
Ayúdennos a dar testimonio
en toda nuestra vida
de los preceptos del Evangelio.
Enséñennos la Regla
y a vivir el amor fraterno.
O con otras palabras semejantes que los mismos postulantes hayan elegido.
El Superior responde con estas u otras palabras semejantes:
Dios misericordioso
les conceda la ayuda de su gracia
y a nosotros nos ilumine el Divino Maestro.
Todos:
Amén.
9.
Terminado el interrogatorio o la petición, el Superior dice:
Oremos.
Dios, que inspiras e impulsas la vocación religiosa,
escucha con bondad
las súplicas de tus hijos N.N.
que desean ingresar en nuestra familia;
y concede benigno
que la vida común
se convierta en fraterna comunidad de amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Rito de entrada
20.
Una vez congregado el pueblo y la comunidad y dispuestas convenientemente todas las
cosas, entra la
procesión y se dirige hacia el altar por la nave de la iglesia mientras el pueblo canta la antífona
de entrada.
La procesión se hace como de costumbre. Es de desear que también formen parte de ella los
profesandos
acompañados por su Maestro y, en los Institutos laicales, por su Superior.
21.
Una vez llegados al presbiterio, hecha la debida reverencia al altar, ocupan los lugares
preparados para
ellos; luego continúa la Misa.
Liturgia de la Palabra
22.
En la Liturgia de la Palabra, todo se hace como de costumbre, excepto:
- las lecturas pueden tomarse de la Misa del día o de los textos que se proponen en las pp.
390-394 (cf. Notas prel., nn. 9-10);
- el Credo no se dice, aun cuando las rúbricas de la Liturgia del día lo prescriban.
Profesión religiosa
Llamado o Petición
23.
Terminado el Evangelio, el celebrante y el pueblo se sientan y los profesandos permanecen de
pie.
Entonces si se desea o lo piden las circunstancias, el Diácono o el Maestro de novicios los
llama por su
nombre y éstos responden con estas u otras palabras, según la costumbre de la familia
religiosa o del
lugar:
Aquí estoy, Señor, porque me has llamado.
24.
Luego, el Celebrante interroga a los profesandos con estas u otras palabras semejantes:
Hermanos (hijos) muy queridos,
¿qué piden a Dios
y a su Santa Iglesia?
Todos los profesandos responden juntos, con estas u otras palabras semejantes:
La gracia de poder servir a Dios
de un modo más perfecto
en esta comunidad religiosa,
y que él nos asista con su misericordia.
El Celebrante y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
25.
Si se prefiere, omitiendo el llamado y el interrogatorio del Celebrante, se hace la petición, por
ejemplo
así: uno de los que van a profesar, de pie ante el Celebrante (o el Superior) dice en nombre de
todos, estas
u otras palabras semejantes:
Nosotros, N.N.
teniendo pleno conocimiento de la Regla,
y después del tiempo de prueba,
habiendo convivido en fraterna compañía con ustedes
por la bondad de Dios,
les pedimos, Reverendo Padre (Hermano),
nos concedan emitir la profesión religiosa
en esta familia N.
para que podamos dedicarnos totalmente a Dios
y a la extensión de su Reino.
El Celebrante y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
Homilía o Alocución
26.
A continuación todos se sientan y el Celebrante hace una homilía en la que explica las
lecturas
bíblicas, la gracia y la función de la profesión religiosa en orden a la santificación de los
elegidos, y al bien
de la Iglesia y de toda la familia humana.
Interrogatorio
27.
Terminada la homilía, los profesandos se ponen de pie; el Celebrante les pregunta si están
preparados
para entregarse a Dios y para seguir la caridad perfecta, según la Regla y las Constituciones
de su familia
religiosa. Las preguntas que aquí se proponen pueden cambiarse u omitirse en parte, según la
índole o
naturaleza de cada familia religiosa.
El Celebrante interroga:
Queridísimos hermanos (hijos):
Ya han sido consagrados a Dios por el agua y el Espíritu Santo,
¿quieren unirse más íntimamente a él
con el nuevo vínculo de la profesión religiosa?
Todos los profesandos responden juntos:
Sí, quiero.
Celebrante:
Para poder seguir a Cristo de un modo más perfecto,
¿están decididos a guardar la castidad
por el Reino de los Cielos,
abrazar la pobreza voluntaria
y aceptar la obediencia?
Profesandos:
Sí, estoy decidido.
28.
Entonces el Celebrante confirma esta decisión diciendo estas u otras palabras semejantes:
Dios todopoderoso
les conceda esta gracia
por su gran misericordia.
Todos:
Amén.
Profesión
30.
Terminada la oración, si así se acostumbra en la familia religiosa, dos hermanos profesos,
permaneciendo de pie al lado del Celebrante (o del Superior), desempeñan la función de
testigos. Los
profesandos se acercan al Celebrante, uno por uno, y leen la fórmula de profesión.
Si son muchos, la fórmula de profesión puede ser recitada por todos a la vez, pero cada uno
dice al
final las palabras Lo prometo u otras semejantes que manifiesten abiertamente la decisión de
cada uno.
Después de la profesión, los religiosos vuelven a su lugar y permanecen de pie.
Entrega de las Insignias de la Profesión
31.
Después de esto, el Maestro de novicios y otros religiosos entregan el hábito a los profesos,
que lo
revisten en el presbiterio o en otro lugar conveniente. Mientras tanto se canta, según las
circunstancias, la
antífona: Felices los que son fieles al Señor, porque entrarán en su santuario.
Con el Salmo 23 u otro canto adecuado. La antífona se repite cada dos versículos; al final del
salmo
no se dice Gloria al Padre, sino la antífona. Si la entrega del hábito concluye antes de que
termine el
Salmo, éste se interrumpe y se repite la antífona.
32.
Luego, donde es costumbre, los neo-profesos, revestidos del hábito religioso, se acercan al
Celebrante
(o al Superior) quien les entrega a cada uno la Regla o la Constitución, con estas u otras
palabras
semejantes: Recibe la Regla de nuestra (esta) familia religiosa, para que, observándola con
fidelidad,
alcances la caridad perfecta.
El profeso responde:
Amén.
Y, una vez recibido el Libro, vuelve a su lugar y permanece de pie.
33.
Si los neo-profesos son muchos, o por otra causa justa, el Celebrante (o Superior) les entrega
la Regla
recitando la fórmula una vez para todos con estas u otras palabras semejantes:
Reciban la Regla de nuestra (esta) familia religiosa,
para que, observándola con fidelidad,
alcancen la caridad perfecta.
Los profesos responden todos juntos:
Amén.
Y se acercan al Celebrante (o al Superior) que les entrega la Regla o las Constituciones. Una
vez
recibido el Libro, los profesos vuelven a sus lugares y permanecen de pie.
34.
Si, según las leyes o costumbres de alguna familia religiosa, se han de entregar otras insignias
de
profesión, entréguense en este momento, en silencio o con una fórmula adecuada. Obsérvese
en esto
suma sobriedad.
Otras Insignias
Si, según las leyes o costumbres de alguna familia religiosa, se han de entregar otras insignias
de
profesión, entréguense en este momento, en silencio o con una fórmula adecuada. Obsérvese
en esto
suma sobriedad.
Liturgia de la Eucaristía
39.
Mientras se canta, al ofertorio algunos neo-profesos llevan al altar pan, vino y agua para el
sacrificio
eucarístico.
40.
Si pareciere conveniente, en esta Misa, el celebrante da la paz a cada neo-profeso según la
costumbre
del lugar o de la familia religiosa.
41.
Después que el Celebrante ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, los neo-
profesos se
acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies. Después de ellos los padres y
también los
otros familiares y cohermanos pueden recibir la comunión bajo las dos especies.
Rito de entrada
53.
Una vez congregado el pueblo y la comunidad, y dispuestas convenientemente todas las
cosas, entra
la procesión y se dirige hacia el altar por la nave de la iglesia, mientras el pueblo canta la
antífona de
entrada. La procesión se hace como de costumbre. Es de desear que también formen parte de
ella los
hermanos que van a profesar, acompañados por su Maestro y, en los Institutos laicales, por su
Superior.
Una vez llegados al presbiterio, hecha la debida reverencia al altar, ocupan los lugares
preparados para
ellos; luego continúa la Misa.
Liturgia de la Palabra
54.
En la Liturgia de la Palabra, todo se hace como de costumbre, excepto:
- las lecturas pueden tomarse de la Misa del día o de los textos que se proponen en las pp.
396-400 (cf. Notas prel., nn. 9-10, p. 303);
- el Credo no se dice, aun cuando las rúbricas de la liturgia del día lo prescriban;
- también se omite la Oración de los Fieles.
Profesión religiosa
Llamado o Petición
55.
Terminado el Evangelio, el Celebrante y el pueblo se sientan y los que van a profesar
permanecen de
pie. Entonces, si se desea o lo piden las circunstancias, el Diácono o el Maestro los llama por
su nombre y
éstos responden con estas u otras palabras, según la costumbre de la familia religiosa o del
lugar.
Aquí estoy, Señor, porque me has llamado.
56.
Luego el Celebrante interroga a los profesandos con estas u otras palabras semejantes:
Hermanos (hijos) muy queridos:
¿qué piden al Señor
y a su santa Iglesia?
Todos juntos responden con estas u otras palabras semejantes:
Perseverar hasta la muerte
en el servicio de Dios
en esta comunidad religiosa.
El Celebrante y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
57.
Si se prefiere, omitiendo el llamado y el interrogatorio del Celebrante, se hace la petición, por
ejemplo
así: uno de los que van a profesar, de pie, ante el Celebrante (o el Superior) dice, en nombre
de todos,
estas u otras palabras semejantes:
Nosotros, N.N.,
habiendo experimentado en esta comunidad
la vida de consagración a Dios,
te pedimos humildemente, Padre (Hermano),
emitir la profesión perpetua
en esta familia N.
para gloria de Dios
y servicio de la Iglesia.
El Celebrante y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
Homilía o Alocución
58.
A continuación todos se sientan, y el Celebrante hace una homilía, en la cual explica las
lecturas
bíblicas, la gracia y la función que la profesión religiosa realiza en orden a la santificación de
los elegidos,
y el bien de la Iglesia y de toda la familia humana.
Interrogatorio
59.
Terminada la homilía, los profesandos se ponen de pie; el Celebrante les pregunta si están
preparados
para entregarse a Dios y para seguir la caridad perfecta, según la Regla y las Constituciones
de su familia
religiosa. Las preguntas que aquí se proponen pueden cambiarse u omitirse en parte, según la
índole o
naturaleza de cada familia religiosa.
El Celebrante interroga diciendo:
Queridísimos hijos (hermanos):
Por el bautismo ya han muerto al pecado
y han sido consagrados a Dios.
¿Quieren unirse más íntimamente a él
con el nuevo vínculo de la profesión perpetua?
Todos responden juntos:
Sí, quiero.
Celebrante:
¿Quieren con la gracia de Dios,
abrazar y observar para siempre
la misma vida de perfecta continencia,
de obediencia y pobreza,
que Cristo y su Madre, la Virgen María,
eligieron para sí?
Profesandos:
Sí, quiero.
Celebrante:
¿Quieren tender, con voluntad firme y constante,
a un amor perfecto hacia Dios y el prójimo,
mediante la práctica fiel del Evangelio
y de la Regla de ésta su familia?
Profesandos:
Sí, quiero.
Celebrante:
¿Quieren, con la ayuda del Espíritu Santo,
entregar generosamente toda su vida
al servicio del Pueblo de Dios?
Profesandos:
Sí, quiero.
60.
Para las familias religiosas dedicadas totalmente a la vida contemplativa es conveniente
agregar:
Celebrante:
¿Quieren vivir sólo para Dios
en la soledad y el silencio,
en oración asidua y gozosa penitencia,
en el trabajo humilde
y en las obras santas?
Profesandos:
Sí, quiero.
61.
Entonces, el Celebrante confirma esta decisión, diciendo estas u otras palabras semejantes:
El que comenzó en ustedes la obra buena,
él mismo la lleve a su plenitud,
en el día de Cristo Jesús.
Todos:
Amén.
Súplica Litánica
62.
Luego, todos se ponen de pie, y el celebrante con las manos juntas, mirando hacia el pueblo,
dice:
Queridos hermanos:
Oremos a Dios todopoderoso,
que derrame con abundancia
la gracia de su bendición
sobre estos hijos suyos
que ha llamado
a seguir a Cristo de un modo más perfecto,
y que por su misericordia
los confirme en su decisión.
El Diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.
63.
A continuación todos se arrodillan, también el Celebrante. Durante el tiempo pascual y en los
domingos, el Diácono no dice Nos ponemos de pie. Pero donde exista la costumbre de que los
profesandos se postren, puede conservarse.
64.
Los cantores comienzan las Letanías a las que todos responden. En estas Letanías puede
omitirse una
de las dos peticiones que tienen la misma letra. En el lugar correspondiente pueden agregarse
algunas
invocaciones de Santos particularmente honrados por la familia religiosa o por el pueblo y,
según las
circunstancias, también otras peticiones.
Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros
San Miguel ruega por nosotros
Todos los Santos Ángeles ruegen por nosotros
San Juan Bautista ruega por nosotros
San José ruega por nosotros
Santos Pedro y Pablo ruegen por nosotros
San Juan ruega por nosotros
Santa María Magdalena ruega por nosotros
Santos Esteban y Lorenzo ruegen por nosotros
Santa Inés ruega por nosotros
San Basilio ruega por nosotros
San Agustín ruega por nosotros
San Benito ruega por nosotros
San Bernardo ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo ruegen por nosotros
San Ignacio de Loyola ruega por nosotros
San Vicente de Paúl ruega por nosotros
San Juan Bosco ruega por nosotros
Santa Catalina de Siena ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros
Todos los Santos y Santas de Dios ruegen por nosotros
Muéstrate propicio escúchanos, Señor
De todo mal líbranos Señor
De todo pecado líbranos Señor
De la muerte eterna líbranos Señor
Por tu Encarnación líbranos Señor
Por tu Muerte y Resurrección líbranos Señor
Por la venida del Espíritu Santo líbranos Señor
Nosotros que somos pecadores, te pedimos
te rogamos, óyenos
a) Que concedas una vida más fecunda a tu Iglesia, por la oblación y apostolado de tus
servidores
te rogamos, óyenos
a) Que acrecientes los dones del Espíritu Santo en tu servidor el Papa N. y en todos los
Obispos
te rogamos, óyenos
b) Que ordenes la vida y la obra de los religiosos para utilidad de la familia humana
te rogamos, óyenos
b) Que conduzcas a todos los hombres a la plenitud de la vida cristiana
te rogamos, óyenos
c) Que conserves y aumentes la caridad de Cristo y el espíritu de los fundadores en las
familias a
ti consagradas
te rogamos, óyenos
c) Que asocies más plenamente a la obra de la redención a todos los que profesan los
consejos
evangélicos
te rogamos, óyenos
d) Que enriquezcas con los dones celestiales a los padres de estos hijos que generosamente
te los
han ofrecido
te rogamos, óyenos
d) Que conformes a estos hijos tuyos a la imagen de Cristo, primogénito de muchos hermanos
te rogamos, óyenos
e) Que concedas a estos hijos tuyos la virtud de la perseverancia
te rogamos, óyenos
e) Que bendigas, santifiques y consagres a estos hijos tuyos
te rogamos, óyenos
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos
65.
Después, el Celebrante se pone de pie y, con las manos juntas, dice:
Escucha, Señor,
las súplicas de tu pueblo
y prepara con tu gracia los corazones de tus hijos,
para que el fuego del Espíritu Santo
purifique de toda mancha
los corazones a ti consagrados,
y los haga arder
con el fuego de tu amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
El Diácono, si es el caso, dice:
Nos ponemos de pie.
Profesión
66.
Terminada la Súplica litánica, dos religiosos profesos, como es costumbre en las familias
religiosas, se
dirigen a la sede del Celebrante (o del Superior) y, permaneciendo allí de pie, desempeñan el
papel de
testigos. Los profesandos se acercan al Celebrante (o al Superior) uno por uno, y leen la
fórmula de
Profesión que con anterioridad habrán escrito con su propia mano.
67.
Es preferible que a continuación el neo-profeso se dirija al altar y coloque sobre él la carta de
profesión; y, si puede hacerse cómodamente, firme la carta sobre el mismo altar. Una vez
hecho esto,
vuelve a su lugar.
68.
Terminado esto, los profesos, de pie, pueden cantar, según la costumbre de la familia
religiosa, una
antífona u otro canto que exprese el gozo y el sentido de la donación (Sal 22. 33. 97. 99. 137)
o el Cántico
de la Virgen María.
Recíbeme Señor, según tu promesa, y viviré y no quede frustrada mi esperanza.
Liturgia de la Eucaristía
75.
Al ofertorio, mientras se canta, algunos de los neo-profesos llevan las ofrendas al altar para el
sacrificio eucarístico.
76.
En las Plegarias eucarísticas, se recuerda la oblación de los profesos con las fórmulas del
misal.
77.
Si el abrazo de paz no fue dado (cf. n. 73, p. 331) el Celebrante lo da en este momento a los
neo-profesos del modo conveniente, según la costumbre del lugar o de la familia religiosa.
78.
Después que el Celebrante ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, los neo-
profesos se
acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies.
Después de ellos los padres y también los otros familiares, y los cohermanos, pueden recibir
la
comunión bajo las dos especies.
Despedida
79.
Concluida la oración después de la comunión, los neo-profesos se acercan al altar y el
Celebrante,
vuelto hacia ellos, puede decir:
Dios, autor de toda obra y misión,
los colme de su gracia
para que por la santidad de vida y de obras,
contribuyan a la edificación del Pueblo de Dios.
Todos:
Amén.
Él mismo los convierta
en testimonio y signo del amor divino
para todos los hombres.
Todos:
Amén.
Y por su bondad, reciba en su gloria
a los que, en esta vida,
llamó a seguir de un modo perfecto a Cristo.
Todos:
Amén.
Otra fórmula de bendición: ver Misal, Misa Ritual.
80.
Finalmente, bendice a todo el pueblo:
Y a todos ustedes que están aquí congregados
los bendiga Dios todopoderoso
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
Liturgia de la Palabra
86.
En la Liturgia de la Palabra todo se hace como de costumbre, excepto:
- las lecturas pueden tomarse de la Misa del día o de los textos que se proponen en las pp.
396-400 (cf. Notas prel., nn. 9-10, p. 303);
- el Credo no se dice, aun cuando las rúbricas de la liturgia del día lo prescriban.
87.
Después del Evangelio se hace la homilía, en la que se explican las lecturas de la Sagrada
Escritura y
la eficacia de la vida religiosa.
Renovación de la Profesión
89.
Terminada la oración, si así se acostumbra en la familia religiosa, dos hermanos,
permaneciendo de
pie al lado del Celebrante (o del Superior) desempeñan la función de testigos.
Los que van a renovar la profesión se acercan al Celebrante (o al Superior) uno por uno y leen
la
fórmula de profesión. Si son muchos, la fórmula de profesión puede ser recitada por todos a la
vez, pero
cada uno dice al final las palabras Lo prometo u otras semejantes que manifiesten claramente
la decisión
de cada uno.
Liturgia de la Eucaristía
91.
Mientras se canta, al ofertorio algunos de los religiosos que han renovado los votos llevan al
altar las
ofrendas para el sacrificio eucarístico.
92.
El Celebrante da la paz a cada uno de los religiosos que han renovado su profesión como de
ordinario,
o según la costumbre del lugar o la familia religiosa. Si son muchos, da la paz al primero de
ellos y éste a
los demás.
93.
Después que el Celebrante ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, los religiosos
que han
renovado la profesión, se acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies.
Invitación
94.
a) En la Misa de la primera profesión
Queridos hermanos,
nuestra familia espiritual se alegra hoy
porque estos hijos de Dios,
por su primera profesión,
desean entregarse totalmente
al servicio de Cristo y de la Iglesia;
oremos, pues, todos juntos
a Dios Padre, de quien desciende el don de la vocación.
b) En la Misa de la renovación de los votos
Queridos hermanos,
oremos a Dios Padre
por su santa Iglesia,
por la paz y la salvación del mundo,
por nuestra familia religiosa,
y por estos hermanos que hoy renuevan sus votos.
Intenciones
95.
I
a)
Por la santa Iglesia de Dios:
para que adornada por las virtudes de sus hijos,
brille con mayor esplendor
para Cristo, su Esposo.
b)
Por el Sumo Pontífice y todos los Obispos:
para que, cumpliendo fielmente su función pastoral,
alimenten con la palabra y se anticipen a amar
a toda la grey de Cristo.
II
a)
Por la paz y salvación del mundo:
para que todos los religiosos
sean mensajeros y artífices de la paz de Cristo.
b)
Por el bien y la prosperidad de todos los pueblos:
para que los consagrados al servicio divino,
en su búsqueda de las cosas celestiales,
no se despreocupen de la promoción de los hombres.
c)
Por todos los fieles cristianos:
para que escuchen con oídos atentos
la voz interior de Dios
que llama a todos a la santidad.
d)
Por los pobres y afligidos:
para que los religiosos a ejemplo del divino Maestro
se dediquen de todo corazón
a evangelizar a los pobres,
curar a los enfermos,
socorrer a los atribulados.
III
a)
Por todos los religiosos:
para que su vida
sea un signo manifiesto
del Reino futuro.
b)
Por todos los que siguen los consejos evangélicos:
para que en ellos se manifieste
el precepto del amor fraterno
y que, como los primeros discípulos de Jesús,
sean un solo corazón y una sola alma.
c)
Por todos los religiosos:
para que cada uno, según su vocación,
aumente la santidad de la Iglesia
y se empeñe en propagar el Reino de Dios.
IV
a)
Por estos hermanos nuestros
que hoy se han consagrado más íntimamente a Dios
por la profesión religiosa:
para que él, por su bondad,
les infunda el amor a la asidua oración,
a la gozosa penitencia
y al ferviente apostolado.
b)
Por los que hoy se han consagrado
más estrechamente al servicio divino:
para que el Señor mantenga
y aumente en ellos el amor fraterno
y una caridad inquebrantable para con todos.
c)
Por los que hoy profesan los consejos evangélicos:
para que la consagración religiosa
aumente en ellos la santidad
a la que fueron llamados en el bautismo.
d)
Por los que por la profesión religiosa
procuran imitar más de cerca a Cristo:
para que por la castidad
manifiesten la fecundidad de la Iglesia;
con su pobreza
socorran a los indigentes;
y por su obediencia
conduzcan a los que se rebelan
al yugo suave del Redentor.
e)
Por todos los fieles cristianos:
para que siendo luz y fermento del mundo
iluminen con sus virtudes a la sociedad humana
y la renueven por su vida oculta de oración.
f)
Por todos nosotros:
para que cumpliendo con fidelidad
las palabras del Maestro: "Sean perfectos",
demos dignos frutos de santidad,
y, alcanzada la medida de la plenitud de Cristo,
seamos congregados en la Jerusalén celestial.
Oración Conclusiva
96.
a) En la Misa de la primera profesión
Escucha, Señor, las oraciones de tu pueblo,
y por la intercesión de María Santísima, Madre de la Iglesia,
derrama tu Espíritu sobre estos hijos tuyos
que, en tu bondad,
llamaste al perfecto seguimiento de Cristo,
para que confirmen con una entrega total
lo que prometen con un compromiso temporal.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
b) En la Misa de la renovación de los votos
Dios, autor de toda santidad,
escucha con bondad las oraciones de tu familia
y, por la intercesión de la Virgen María,
derrama tu bendición sobre estos hijos tuyos,
para que cumplan fielmente con tu ayuda,
lo que por tu gracia prometieron.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Apéndice
Ritos Iniciales
6.
El rito comienza oportunamente con el saludo de la Superiora o el canto de un salmo u otro
himno
adecuado.
7.
La Superiora pregunta a las postulantes qué piden, con estas u otras palabras semejantes:
Queridas hijas (hermanas):
¿qué desean de nosotras?
Todas las postulantes responden juntas con estas u otras palabras semejantes:
Que podamos participar y experimentar la vida de ustedes,
que seamos probadas por ustedes
y que, deseosas de seguir a Cristo,
nos permitan ser admitidas en esta familia N.
La Superiora responde:
Que la ayuda de Dios las acompañe.
Todos:
Amén.
8.
Si se prefiere, omitiendo el interrogatorio, se hace la petición de este modo: una de las
postulantes, en
nombre de todas, dirigiéndose a la Superiora y a la comunidad, dice estas palabras:
Impulsadas por la gracia de Dios,
deseamos compartir la vida de ustedes y experimentarla;
les pedimos que nos enseñen a imitar a Cristo crucificado,
a vivir en la pobreza, castidad y obediencia;
a entregarnos a la oración y ejercitar la penitencia,
a servir a la Iglesia y a todos los hombres,
a llegar con ustedes a la unidad del amor.
Ayúdennos a dar testimonio
en toda nuestra vida
de los preceptos del Evangelio.
Enséñennos la Regla
y a vivir el amor fraterno.
O con otras palabras semejantes que las mismas postulantes hayan elegido.
La Superiora responde con estas u otras palabras semejantes:
Dios misericordioso
les conceda la ayuda de su gracia,
y a nosotras nos ilumine el Divino Maestro.
Todos:
Amén.
9.
Terminado el interrogatorio o la petición, la Superiora dice:
Oremos:
Dios, que inspiras e impulsas la vocación religiosa,
escucha con bondad
las súplicas de tus hijas N.N.
que desean ingresar en nuestra familia;
y concede benigno
que la vida común
se convierta en fraterna comunidad de amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Liturgia de la Palabra
25.
En la Liturgia de la Palabra, todo se hace como de costumbre, excepto:
- las lecturas pueden tomarse de la Misa del día o de los textos que se proponen en las pp.
396-400 (cf. Notas prel., nn. 9-10);
- el Credo no se dice, aun cuando las rúbricas de la Liturgia del día lo prescriban.
Profesión religiosa
Llamado o Petición
26.
Terminado el Evangelio, el Celebrante y el pueblo se sientan y las profesandas permanecen
de pie.
Entonces si se desea o lo piden las circunstancias, el Diácono o la Maestra de novicias las
llama por su
nombre y éstas responden con estas u otras palabras, según la costumbre de la familia
religiosa o del
lugar:
Aquí estoy, Señor, porque me has llamado.
27.
Después, el Celebrante interroga a las profesandas con estas u otras palabras semejantes:
Estimadísimas hijas (hermanas):
¿qué piden a Dios
y a su Santa Iglesia?
Todas las profesandas responden juntas, con estas u otras palabras semejantes:
La misericordia de Dios
y la fraternidad de esta familia N.
El Celebrante y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
28.
Si se prefiere, omitiendo el llamado y el interrogatorio del Celebrante, se hace la petición, por
ejemplo
así: una de las que van a profesar, de pie ante la Superiora dice, en nombre de todas, estas u
otras palabras
semejantes:
Nosotras, N.N.,
teniendo pleno conocimiento de la Regla,
y después del tiempo de prueba,
habiendo convivido en fraterna compañía con ustedes
por la bondad de Dios,
les pedimos nos concedan emitir la profesión religiosa
en esta familia N.,
para que podamos dedicarnos totalmente a Dios
y a la extensión de su Reino.
El Celebrante y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
Homilía o Alocución
29.
A continuación todos se sientan y el Celebrante hace una homilía en la que explica las
lecturas
bíblicas, la gracia y la función de la profesión religiosa en orden a la santificación de las
elegidas, y al bien
de la Iglesia y de toda la familia humana.
Interrogatorio
30.
Terminada la homilía, las profesandas se ponen de pie; el Celebrante les pregunta si están
preparadas
para entregarse a Dios y para seguir la caridad perfecta, según la Regla y las Constituciones
de su familia
religiosa. Las preguntas que aquí se proponen pueden cambiarse u omitirse en parte, según la
índole o la
naturaleza de cada familia religiosa.
El celebrante interroga:
Estimadísimas hijas (hermanas):
ustedes ya han sido consagradas a Dios
por el agua y el Espíritu Santo,
¿quieren unirse más íntimamente a él
con el nuevo vínculo de la profesión religiosa?
Liturgia de la Eucaristía
40.
Mientras se canta, al ofertorio algunas neo-profesas llevan al altar las ofrendas para el
sacrificio
eucarístico.
41.
Después de La Paz del Señor, el Celebrante da la paz a las neo-profesas y a todos los
asistentes, de
modo conveniente.
42.
Después que el Celebrante ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, las neo-
profesas se
acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies. Después de ellas, los padres y
también los
otros familiares y sus cohermanas pueden recibir la comunión bajo las dos especies.
Rito de entrada
55.
Una vez congregado el pueblo y la comunidad, y dispuestas convenientemente todas las
cosas, entra
la procesión y se dirige hacia el altar por la nave de la iglesia, mientras el pueblo canta la
antífona de
entrada. La procesión se hace como de costumbre. Es de desear que también formen parte de
ella las
hermanas que van a profesar, acompañadas por su Superiora y su Maestra de novicias.
56.
Una vez llegados al presbiterio, hecha la debida reverencia al altar, ocupan los lugares
preparados para
ellas; luego continúa la Misa.
Liturgia de la Palabra
57.
En la Liturgia de la Palabra todo se hace como de costumbre, excepto:
- las lecturas pueden tomarse de la Misa del día o de los textos que se proponen en las pp.
396-400 (cf. Notas prel., nn. 9-10, p. 303);
- el Credo no se dice, aun cuando las rúbricas del día lo prescriban;
- también se omite la Oración de los Fieles.
Profesión religiosa
Llamado o Petición
58.
Terminado el Evangelio, el Celebrante y el pueblo se sientan y las que van a profesar
permanecen de
pie. Entonces, si se desea o lo piden las circunstancias, el Diácono o la Maestra las llama por
su nombre y
éstas responden con estas u otras palabras, según la costumbre de la familia religiosa o del
lugar:
Aquí estoy, Señor, porque me has llamado.
59.
Luego el Celebrante interroga a las profesandas con estas u otras palabras semejantes:
Estimadísimas hijas (hermanas),
¿qué piden al Señor
y a su santa Iglesia?
Todas juntas responden con estas u otras palabras semejantes:
Que siguiendo a Cristo, nuestro Esposo,
perseveremos hasta la muerte
en esta comunidad religiosa.
El Celebrante, la Superiora y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
60.
Si se prefiere, omitiendo el llamado y el interrogatorio del Celebrante, se hace la petición, por
ejemplo
así: una de las profesandas de pie ante la Superiora dice, en nombre de todas, estas u otras
palabras
semejantes:
Nosotras N.N.,
que por la misericordia de Dios
hemos experimentado en fraternidad con ustedes
la vida suave y ardua totalmente a él consagrada,
le pedimos humildemente, Madre (Hermana),
emitir la profesión perpetua en esta familia N.
para gloria de Dios y servicio de la Iglesia.
La Superiora y toda la comunidad responden:
Demos gracias a Dios.
Homilía o Alocución
61.
A continuación todas se sientan, y el Celebrante hace una homilía en la cual explica las
lecturas
bíblicas, la gracia y la función que la profesión religiosa realiza en orden a la santificación de
las elegidas, y
al bien de la Iglesia y de toda la familia humana.
Interrogatorio
62.
Terminada la homilía, las profesandas se ponen de pie; el Celebrante les pregunta si están
preparadas
para entregarse a Dios y para seguir la caridad perfecta, según la Regla y las Constituciones
de su familia
religiosa. Las preguntas que aquí se proponen pueden cambiarse u omitirse en parte, según la
índole o
naturaleza de cada familia religiosa.
El Celebrante interroga diciendo:
Estimadísimas hijas (hermanas):
por el bautismo ya han muerto al pecado
y han sido consagradas a Dios.
¿Quieren ahora consagrarse más íntimamente a él
con el nuevo vínculo de la profesión perpetua?
Todas responden juntas:
Sí, quiero.
Celebrante:
¿Quieren con la gracia de Dios,
abrazar y observar para siempre
la vida misma de perfecta continencia,
obediencia y pobreza,
que Cristo y su Madre la Virgen María,
eligieron para sí?
Profesandas:
Sí, quiero.
Celebrante:
¿Quieren tender con voluntad firme y constante
a la perfecta caridad hacia Dios y el prójimo
mediante la práctica fiel del Evangelio
y de la Regla de esta familia religiosa?
Profesandas:
Sí, quiero.
Celebrante:
¿Quieren, con la ayuda del Espíritu Santo,
entregar generosamente toda su vida
al servicio del Pueblo de Dios?
Profesandas:
Sí, quiero.
63.
Para las familias religiosas dedicadas totalmente a la vida contemplativa es conveniente
agregar:
Celebrante:
¿Quieren vivir sólo para Dios
en la soledad y el silencio,
en oración asidua y gozosa penitencia,
en el trabajo humilde y en las obras santas?
Profesandas:
Sí, quiero.
64.
Entonces, el Celebrante confirma esta decisión diciendo estas u otras palabras semejantes:
El que comenzó en ustedes la buena obra,
él mismo la lleve a su plenitud
en el día de Cristo Jesús.
Todos:
Amén.
Súplica Litánica
65.
Luego, todos se ponen de pie y el Celebrante con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo
dice:
Queridos hermanos,
elevemos nuestras súplicas a Dios Padre,
dispensador de todos los bienes,
para que la decisión, que por su bondad
inspiró en estas hijas suyas,
la confirme con su misericordia.
El Diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.
66.
A continuación todos se arrodillan, también el Celebrante.
Durante el tiempo pascual y en los domingos, el Diácono no dice Nos ponemos de rodillas.
Pero,
donde exista la costumbre de que las profesandas se postren, puede conservarse.
67.
Los cantores comienzan las Letanías a las que todos responden. En estas Letanías puede
omitirse una
de las dos peticiones que tienen la misma letra. En el lugar correspondiente pueden agregarse
algunas
invocaciones de Santos particularmente honrados por la familia religiosa o por el pueblo y,
según las
circunstancias, también otras peticiones.
Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, ten piedad de nosotros Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros
Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros
San Miguel ruega por nosotros
Todos los Santos Ángeles ruegen por nosotros
San Juan Bautista ruega por nosotros
San José ruega por nosotros
Santos Pedro y Pablo ruegen por nosotros
San Juan ruega por nosotros
Santa María Magdalena ruega por nosotros
Santos Esteban y Lorenzo ruegen por nosotros
Santa Inés ruega por nosotros
San Basilio ruega por nosotros
San Agustín ruega por nosotros
San Benito ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo ruegen por nosotros
San Vicente ruega por nosotros
Santa Escolástica ruega por nosotros
Santas Clara y Catalina de Siena ruegen por nosotros
Santa Teresa de Jesús ruega por nosotros
Santa Rosa de Lima ruega por nosotros
Santa Juana Francisca de Chantal ruega por nosotros
Santa Luisa de Marillac ruega por nosotros
Todos los Santos y Santas de Dios ruegen por nosotros
Muéstrate propicio líbranos, Señor
De todo mal líbranos, Señor
De todo pecado líbranos, Señor
De la muerte eterna líbranos, Señor
Por tu Encarnación líbranos, Señor
Por tu Muerte y Resurrección líbranos, Señor
Por la venida del Espíritu Santo líbranos, Señor
Nosotros que somos pecadores, te pedimos
te rogamos, óyenos
a) Que concedas una vida más fecunda a tu Iglesia, por la oblación y apostolado de tus hijas,
te rogamos, óyenos
a) Que acrecientes los dones del Espíritu Santo en tu servidor el Papa N. y en todos los
ministros
de la Iglesia,
te rogamos, óyenos
b) Que ordenes la vida y la obra de las religiosas para utilidad de la familia humana,
te rogamos, óyenos
b) Que conduzcas a todos los hombres a la plenitud de la vida cristiana,
te rogamos, óyenos
c) Que conserves y aumentes la caridad de Cristo y el espíritu de los fundadores en las
familias a
ti
consagradas,
te rogamos, óyenos
c) Que asocies más plenamente a la obra de la redención a todos los que profesan los
consejos
evangélicos,
te rogamos, óyenos
d) Que enriquezcas con los dones celestiales a los padres de estas hijas tuyas que
generosamente
te las han
ofrecido,
te rogamos, óyenos
d) Que conformes a estas hijas tuyas, a la imagen de Cristo, primogénito de muchos
hermanos,
te rogamos, óyenos
e) Que concedas a estas hijas tuyas la virtud de la perseverancia,
te rogamos, óyenos
e) Que bendigas, santifiques y consagres a estas hijas tuyas,
te rogamos, óyenos
Cristo, óyenos Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos Cristo, escúchanos
68.
Después, el Celebrante se pone de pie y, con las manos juntas, dice:
Escucha, Señor,
las súplicas de tu pueblo
y prepara con tu gracia, los corazones de tus hijas,
para que el fuego del Espíritu Santo
purifique de toda mancha los corazones a ti consagrados,
y los encienda con el fuego de tu amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
El Diácono, si es el caso, dice:
Nos ponemos de pie.
Profesión
69.
Terminadas las preces litánicas, dos religiosas profesas, como es costumbre en las familias
religiosas,
se dirigen a la sede de la Superiora y, permaneciendo allí de pie, desempeñan el papel de
testigos. Las
profesandas se acercan a la Superiora, una por una, y leen la fórmula de profesión que con
anterioridad
habrán escrito con su propia mano.
70.
Es preferible que a continuación la neo-profesa se dirija al altar y coloque sobre él la carta de
profesión; y, si puede hacerse cómodamente, firme la carta sobre el mismo altar. Una vez
hecho esto,
vuelve a su lugar.
71.
Terminado esto, las profesas, de pie, pueden cantar, según la costumbre de la familia
religiosa, la
siguiente antífona u otro canto que exprese el gozo y el sentido de la donación.
Recíbeme, Señor, según tu promesa y viviré
y no quede frustrada mi esperanza.
Bendición Solemne o Consagración de la Profesa
72.
Las neo-profesas se arrodillan y el Celebrante, con las manos extendidas hacia ellas, dice la
oración de
bendición Dios, autor y protector, en la cual pueden omitirse las palabras entre paréntesis; o
bien la
oración Señor Dios, creador del mundo (p. 363).
Dios, autor y protector de esta santa decisión,
te ofrecemos nuestro canto de alabanza,
pues por tu Palabra, en el Espíritu Santo
creaste la familia humana;
como manifestación inefable de tu amor
la hiciste partícipe de tu vida divina,
y la enriqueciste como a una esposa,
con los rasgos de tu imagen
y con el esplendor de la vida eterna.
Abatida por el engaño diabólico
rompió el vínculo de la fidelidad divina,
pero tú no la excluiste del pacto nupcial:
el impulso de tu amor eterno
instauró de nuevo en Noé, tu siervo, la anterior alianza.
( De la descendencia de Abraham, padre de nuestra fe,
elegiste una estirpe más numerosa que las estrellas,
y confirmaste tu alianza,
entregando a Moisés las tablas de la Ley.
A través de los siglos hubo siempre en tu pueblo elegido
mujeres preclaras por su piedad y fortaleza,
por su justicia y su fidelidad. )
Al llegar la plenitud de los tiempos,
suscitaste de la raíz de Jesé, a la Virgen María.
El Espíritu Santo descendió sobre ella
y la cubrió con su sombra
para que, con parto inmaculado,
diera a luz al Redentor del mundo.
Quien, habiéndose hecho pobre, humilde y obediente,
es causa y ejemplar de toda santidad.
Fundó a la Iglesia como su Esposa
y tan intensamente la amó
que se entregó por ella y la santificó con su sangre.
Tú, Señor, por designio de tu providencia
determinaste que innumerables hijas tuyas siguieran sus pasos
y haciéndose discípulas de Cristo
merecieran la dignidad de esposas.
( Con admirable variedad florece la santa Iglesia
como Esposa adornada con joyas,
como Reina rodeada de esplendor,
como Madre que exulta por sus hijos. )
Te rogamos, Padre, que envíes
sobre estas hijas el fuego del Espíritu Santo,
para que alimente la llama de la decisión
que él suscitó en sus corazones.
Conserven y manifiesten en su vida
la inocencia bautismal.
El amor ferviente las mantenga unidas a ti,
confortadas por los sagrados vínculos
de la profesión religiosa
y sean fieles a Cristo, su único Esposo.
Amen a la Iglesia Madre con caridad intensa,
y que su amor se extienda a toda la humanidad
y la exhorte
a la dichosa esperanza de los bienes eternos.
Señor, Padre santo,
dirige los pasos de tus hijas con tu misericordia
y, por tu bondad, protégelas en su camino,
para que cuando lleguen al tribunal del Rey supremo
no teman las palabras del Juez,
sino que escuchen la voz del Esposo
que las llama a las nupcias celestiales.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
O bien:
Señor Dios, Creador del mundo y Padre de los hombres:
te ofrecemos nuestro canto de alabanza,
pues de la estirpe de Abraham
elegiste un pueblo
y lo consagraste a tu nombre.
Durante su peregrinación por el desierto
lo confortaste con tu palabra
y lo protegiste con tu diestra.
Siendo pobre y humillado,
lo uniste a ti con alianza de amor,
y cuando se apartó de ti por sus infidelidades,
por tu misericordia lo condujiste de nuevo
a la senda de la justicia.
Cuando te buscaba, tu amor de Padre se adelantó
hasta introducirlo en la tierra prometida.
Te bendecimos, Padre, porque, por Jesucristo
tu Hijo y nuestro hermano,
quisiste que llegáramos
al conocimiento de la verdad.
Nacido de María Virgen,
por su muerte, redimió a tu pueblo del pecado,
y por su resurrección le manifestó su futura gloria.
Después de su exaltación a tu derecha,
envió el Espíritu consolador
que llamaría a innumerables discípulos
para que, siguiendo los consejos evangélicos,
consagraran toda su vida
a la gloria de tu nombre y a la salvación de los hombres.
Hoy tu familia canta un cántico nuevo
por estas hermanas nuestras
que escucharon tu voz
y se entregaron a tu servicio.
Envía, Señor, tu Santo Espíritu
sobre estas hijas tuyas
que por ti lo abandonaron todo.
Brille en ellas, Padre, el rostro de tu Hijo,
para que al verlas
todos conozcan que él está presente en tu Iglesia.
Haz que, conservando libre su corazón,
asuman las inquietudes de sus hermanos
para que, consolando a los afligidos,
alivien a Cristo sufriente;
considerando los acontecimientos humanos,
vean en ellos la mano de tu providencia.
Por su vida de entrega
apresuren la venida del Reino
y merezcan participar con tus santos
de los gozos celestiales.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Entrega de las Insignias de la Profesión
73.
Terminada la bendición, el Celebrante y el pueblo se sientan. Si hay entrega de los anillos, las
neo-profesas se levantan y se acercan al Celebrante que entrega a cada una el anillo,
diciendo, por ejemplo:
Recibe el anillo, pues eres esposa del Rey eterno; conserva intacta la fidelidad a tu Esposo
para que seas
admitida al gozo de las nupcias eternas.
La profesa responde:
Amén.
Y regresa a su lugar.
74.
Si las profesas son muchas, o por otra causa justa, el Celebrante dice una vez para todas, la
fórmula
de la entrega del anillo:
Reciban el anillo, pues son esposas del Rey eterno;
conserven intacta la fidelidad a su Esposo
para que sean admitidas
al gozo de las nupcias eternas.
Las profesas responden todas juntas:
Amén.
Y se acercan al Celebrante para recibir el anillo.
75.
Mientras tanto, el pueblo canta la antífona:
Tú eres, Señor, mi herencia,
tú eres mi único bien.
Con el Samo 15; o el Salmo 44 con la antífona siguiente:
Estoy desposada con el Hijo del Padre eterno,
Hijo de la Virgen Madre y Salvador de todo el mundo.
U otro canto conveniente. La antífona se repite cada dos versículos; al final del Salmo no se
dice
Gloria al Padre, sino la antífona. Si la entrega de las insignias termina antes de que se haya
cantado todo el
Salmo, éste se interrumpe y se repite la antífona.
76.
Si según las leyes o costumbres de alguna familia religiosa se han de entregar otras insignias
de
profesión, entréguense en este momento, en silencio o con una fórmula adecuada. Obsérvese
en esto
suma sobriedad.
77.
Terminado esto, donde se acostumbra o parece conveniente, las neo-profesas son
incorporadas
perpetuamente a su familia religiosa mediante una fórmula apropiada dicha por la Superiora, o
el beso de
paz, por ejemplo: La Superiora dice estas u otras palabras semejantes:
Las confirmamos
como miembros de esta comunidad N.
para que en adelante
todo lo tengan en común con nosotras.
Según las circunstancias, el Celebrante puede añadir:
Cumplan con fidelidad el santo ministerio
que la Iglesia les ha encomendado,
para que sea ejercido en su nombre.
Todos los miembros de la comunidad asienten diciendo:
Amén.
U, omitiendo lo anterior, el Celebrante da la paz. La Superiora y las religiosas expresan su
amor
fraterno a las neo-profesas con el beso de paz o de otro modo según la costumbre de la
familia religiosa.
Mientras tanto, el pueblo canta la antífona:
¡Qué dulce y agradable es
que los hermanos vivan unidos!
Con el Salmo 132 u otro canto conveniente (como Bendigamos al Señor o Un mandamiento
nuevo
nos da el Señor).
Si el beso de paz se da en este momento, se omite antes de la comunión.
78.
Luego, las profesas vuelven a sus lugares. Continúa la Misa.
Liturgia de la Eucaristía
79.
Al ofertorio, mientras se canta, algunas de las neo-profesas llevarán las ofrendas al altar para
el
sacrificio eucarístico.
80.
En las Plegarias eucarísticas se recuerda la oblación de las profesas con las fórmulas del
misal.
81.
Si el beso de paz no fue dado (cf. n. 77, p. 384), el Celebrante da la paz en este momento a
las
neo-profesas y a todos los presentes, del modo conveniente.
82.
Después que el celebrante ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, las neo-
profesas se
acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies. Después de ellas, los padres y
otros
familiares, y sus cohermanas pueden recibir la comunión bajo las dos especies.
Despedida
83.
Concluida la oración después de la comunión, las neo-profesas se acercan al altar y el
Celebrante,
vuelto hacia ellas, puede decir:
Dios, autor de toda obra y misión,
las colme de su gracia
para que por la santidad de vida y de obras,
contribuyan a la edificación del Pueblo de Dios.
Todos:
Amén.
Él mismo las convierta
en testimonio y signo del amor divino
para todos los hombres.
Todos:
Amén.
Y por su bondad, reciba en su gloria
a los que, en esta vida,
llamó a seguir de un modo más perfecto a Cristo.
Todos:
Amén.
84.
Finalmente, bendice a todo el pueblo:
Y a todos ustedes que están aquí congregados
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
O bien, otra fórmula:
Celebrante:
Dios, que inspira y realiza nuestra decisión,
las proteja constantemente con su gracia,
para que con fidelidad
respondan al don de su vocación.
Todos:
Amén.
El mismo las haga testimonio
y signo del amor divino
ante todos los hombres.
Todos:
Amén.
Y confirme para siempre en el cielo,
los vínculos con los que las unió a Cristo en la tierra.
Todos:
Amén.
Y a todos ustedes que están aquí congregados,
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
Se dice la Misa correspondiente a la liturgia del día o la Misa ritual "para el día de la
renovación de los
votos", conforme a las rúbricas (cf. Notas prel., nn. 9-10, p. 303).
88.
La renovación de los votos se hace normalmente junto a la sede. Prepárese para la Superiora
que ha
de recibir la profesión de las hermanas, un sitial en un lugar conveniente del presbiterio.
89.
Las religiosas que renuevan la profesión, pueden recibir la comunión bajo las dos especies.
Por lo
cual, si sólo se emplea un cáliz, que tenga suficiente capacidad.
Liturgia de la Palabra
90.
En la Liturgia de la Palabra todo se hace como de costumbre, excepto:
- las lecturas pueden tomarse de la Misa del día o de los textos que se proponen en las pp.
396-400 (cf. Notas prel., nn. 9-10, p. 303);
- no se dice el Credo, aun cuando las rúbricas de la liturgia del día lo prescriban.
91.
Después del Evangelio se hace la homilía, en la que se explican las lecturas de la Sagrada
Escritura y
la eficacia de la vida religiosa.
Liturgia de la Eucaristía
95.
Al ofertorio, mientras se canta, algunas de las profesas que han renovado los votos llevan al
altar las
ofrendas para el sacrificio eucarístico.
96.
El Celebrante da la paz a cada una de las religiosas que han renovado su profesión, como de
ordinario
o según las costumbres del lugar, y también a todos los asistentes.
97.
Después que el Celebrante ha comulgado con el Cuerpo y la Sangre del Señor, las religiosas
que han
renovado la profesión se acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies.
Invitación
100.
a) En la Misa de la primera profesión
Queridos hermanos,
al celebrar el misterio pascual de Cristo
y la primera profesión religiosa de estas hermanas,
oremos juntos a Dios Padre todopoderoso,
por Jesucristo, ejemplo de la vida evangélica.
b) En la Misa de la renovación de los votos
Queridos hermanos,
recordando las palabras de Cristo:
"Sin mí nada pueden hacer",
roguemos en su nombre al Padre de las misericordias
por la salvación de los pueblos, por la paz del mundo
y por nuestras hermanas que hoy renuevan sus votos.
Intenciones
101.
I
a)
Por la Iglesia santa de Dios:
para que adornada por las virtudes de sus hijos
brille con mayor esplendor
para Cristo, su Esposo.
b)
Por el Sumo Pontífice y todos los Obispos:
para que el Espíritu Santo,
que descendió sobre los Apóstoles,
se derrame continuamente sobre sus sucesores.
c)
Por todos los ministros de la Iglesia:
para que por su palabra y sus obras
conduzcan a la salvación
al pueblo que les ha sido encomendado.
II
a)
Por la paz y salvación del mundo:
para que todos los religiosos
sean mensajeros y artífices de la paz de Cristo.
b)
Por el bien y la prosperidad de todos los pueblos:
para que los consagrados al servicio divino,
en su búsqueda de las cosas celestiales,
no se despreocupen de la promoción de los hombres.
c)
Por todos los fieles cristianos:
para que escuchen con oídos atentos
la voz interior de Dios
que llama a todos a la santidad.
III
a)
Por todos los religiosos:
para que ofrezcan a Dios hostias espirituales
con la alabanza de su corazón y de sus labios,
su trabajo intelectual y manual
y los sufrimientos de su vida.
b)
Por todos los que siguen los consejos evangélicos:
para que en ellos se manifieste
el precepto del amor fraterno
y que, como los discípulos de Jesús,
sean un solo corazón y una sola alma.
c)
Por todos los consagrados a Dios:
para que participen en la vida de la Iglesia
y, según sus fuerzas,
hagan suyos y favorezcan sus empresas y propósitos.
d)
Por todos los religiosos:
para que cada uno, según su vocación,
aumente la santidad de la Iglesia
y se empeñe en propagar el Reino de Dios.
IV
a)
Por estas hermanas nuestras que hoy se han consagrado
más íntimamente a Dios por la profesión religiosa
: para que él, por su bondad,
les infunda el amor a la asidua oración,
a la gozosa penitencia
y al ferviente apostolado.
b)
Por las que hoy se han consagrado
más estrechamente al servicio divino:
para que el Señor mantenga y aumente en ellas
el amor fraterno y una caridad inquebrantable para con todos.
c)
Por estas hermanas nuestras
que hoy se han consagrado a Cristo Señor:
para que, imitando a las vírgenes prudentes,
alimenten con solicitud
la lámpara del amor y de la fe.
d)
Por estas hijas tuyas
que hoy han confirmado su decisión:
para que con las lámparas encendidas
esperen al Esposo
y merezcan ser admitidas por él
a las nupcias celestiales.
e)
Por las que hoy profesan los consejos evangélicos:
para que la consagración religiosa
aumente en ellas la santidad
a la que fueron llamadas en el Bautismo.
f)
Por todos nosotros:
para que cumpliendo con fidelidad
las palabras del Maestro "sed perfectos",
demos dignos frutos de santidad
y, alcanzada la medida de la plenitud de Cristo,
seamos congregados en la Jerusalén celestial.
Oración Conclusiva
102.
a) En la Misa de la primera profesión
Protege, Señor, a tu familia
y concede en tu bondad
lo que te pedimos para estas hermanas nuestras,
que hoy se entregan a ti por su primera profesión.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
b) En la Misa de la renovación de los votos
Dios de verdad y misericordia,
escucha las súplicas de tu pueblo
y por la intercesión de María, Madre de Dios,
concede a tus hijas la virtud de la perseverancia,
para que cumplan con tu ayuda
los votos que por tu gracia renovaron.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Lecturas Bíblicas
Antiguo Testamento
1.
Gen. 12, 1-4a: Sal de tu tierra y de tu parentela y ven.
2.
1 Sam. 3, 1-10: Habla, Señor, que tu siervo escucha.
3.
1 Reyes 19, 4-9a. 11-15a: Quédate de pie en la montaña ante la presencia del Señor.
4.
1 Reyes 19, 16b. 19-21: Eliseo se fue detrás de Elías.
5.
Cant. 2,8-14: Levántate, amiga mía, y ven.
6.
Cant. 8, 6-7: El amor es fuerte como la muerte.
7.
Nuevo Testamento
10.
Hech. 2, 42-47: Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común.
11.
Hech. 4, 32-35: Un corazón y un alma.
12.
Rom. 6, 3-11: Llevemos una vida nueva.
13.
Rom. 12, 1-13: Ofrezcan sus cuerpos como víctima viva, santa y agradable a Dios.
14.
1 Cor. 1, 22-31: La palabra de la cruz es locura para los que se pierden; para nosotros es la
fuerza de
Dios.
15.
1 Cor. 7, 25-35: La virgen piensa en las cosas del Señor.
16.
Ef. 1, 3-14: Dios nos eligió en Cristo para que fuéramos santos e inmaculados en la caridad.
17.
Fil. 2, 1-4: Permanezcan unidos, tengan una misma caridad.
18.
Fil. 3, 8-14: Todo lo considero como desperdicio con tal de ganar a Cristo.
19.
Col. 3, 1-4: Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
20.
Col. 3, 12-17: Sobre todo tengan caridad, que es el vínculo de la perfección.
21.
1 Tes. 4, 1-3a. 7-12: La voluntad de Dios es que sean santos.
22.
1 Ped. 1, 3-9: Aunque no ven a Jesucristo, lo aman.
23.
1 Jn. 4, 7-16: Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros.
24.
Apoc. 3, 14b. 20-22: Cenaré con él y él conmigo.
25.
Apoc. 22, 12-14. 16-17. 20: ¡Ven, Señor Jesús!
Salmos Responsoriales
La antífona se repite cada dos versículos.
26.
Sal. 23: Felices los que son fieles al Señor porque entrarán en su santuario.
27.
Sal. 26: Cantaré y celebraré al Señor.
28.
Sal. 33: Vayamos a gustar la bondad del Señor.
29.
Sal. 41: Mi alma tiene sed de Dios, ¿cuándo llegaré a ver su rostro?
30.
Evangelios
42.
Mt. 11, 25-30: Escondiste estas cosas a los sabios y las revelaste a los pequeños.
43.
Mt. 16, 24-27: El que pierde su vida por mí, la encontrará.
44.
Mt. 19, 3-12: Hay quienes se castraron por el Reino de los Cielos.
45.
Mt. 19, 16-26: Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y sígueme.
46.
Mt. 25, 1-13: He aquí que viene el esposo; salgan a su encuentro.
47.
Mc. 3, 31-35: El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
48.
Mc. 10, 24b-30: He aquí que hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido.
49.
Lc.1, 16-38: He aquí la esclava del Señor.
50.
Lc. 9, 57-62: El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás no es apto para el Reino
de Dios.
51.
Lc. 10, 38-42: Marta lo recibió en su casa. María eligió la mejor parte.
52.
Lc. 11, 27-28: Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.
53.
Jn. 12, 24-26: Si el grano de trigo muere, da mucho fruto.
54.
Jn. 15, 1-8: El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto.
55.
Jn. 15, 9-17: Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
56.
Jn. 17, 2-26: Quiero que donde yo estoy, también estén ellos conmigo.
Decreto
El rito de la dedicación de iglesias y de altares se considera entre los más solemnes actos
litúrgicos.
En efecto, el lugar donde la comunidad cristiana se congrega para escuchar la Palabra de
Dios, para elevar
sus súplicas y alabanzas al Señor y, sobre todo, para celebrar los Sagrados Misterios y donde
se reserva el
santísimo sacramento de la Eucaristía, es un símbolo peculiar de la Iglesia, templo de Dios
edificado con
piedras vivas; y el altar, que el pueblo santo rodea para participar del Sacrificio del Señor y
restaurarse con
el banquete celestial, es un signo de Cristo, que es el sacerdote, la víctima y el altar de su
propio sacrificio.
Estos ritos, que se encuentran en el segundo libro del Pontifical Romano, fueron revisados y
rehechos
en forma más simple en el año 1961. Con todo, teniendo en cuenta las razones y normas de la
restauración litúrgica, promulgadas y fomentadas por el Concilio Vaticano II, pareció necesario
revisar
nuevamente dichos ritos y acomodarlos a las condiciones de nuestro tiempo.
El Sumo Pontífice Pablo VI, con su autoridad, aprobó el nuevo Ritual de la Dedicación de
iglesias y de
altares preparado por la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino,
mandó que fuera
publicado y ordenó que sustituyera a los ritos del libro segundo del Pontifical Romano.
Por tal motivo, esta Sagrada Congregación, por mandato del Sumo Pontífice, publica el Ritual
de la
Dedicación de iglesias y de altares que, compuesto en lengua latina, entra en vigencia desde
su aparición;
las versiones en lengua vernácula, a partir del día que determinen las Conferencias
Episcopales, una vez
que las hayan aprobado y obtenido la confirmación de la Sede Apostólica.
Sin que obste ninguna disposición en contrario.
Dado en la sede de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, el 29 de
mayo de 1977, domingo de Pentecostés.
Antonio Innocenti
Secretario
Argentinae
Instante Eminentissimo Domino Radulpho Francisco Card. Primatesta, Archiepiscopo
Cordubensi in
Argentina, Praeside Coetus Episcoporum Argentinae, litteris die 5 Ianuarii 1979 datis, vigore
facultatum
huic Sacrae Congregationi a Summo Pontifice Ioanne Paulo II tributarum, interpretationem
hispanicam
Ordinis dedicationis ecclesiae et altaris, prout in adnexo prostat exemplari, perlibenter
probamus seu
confirmamus.
In textu imprimendo mentio fiat de confirmatione ab Apostolica Sede concessa. Eiusdem
insuper
textus impressi duo exemplaria ad hanc Sacram Congregationem transmittantur.
Contrariis quibuslibet minime obstantibus.
Ex aedibus Sacrae Congregationis pro Sacramentis et Cultu Divino, die 20 Ianuarii 1979.
Vergilius Noè
a Secretis a.
Ritual de la Bendición
Primera Parte.
Acceso al lugar donde se erigirá la Iglesia
9.
La reunión del pueblo y el acceso al lugar donde se desarrollará el rito, según las
circunstancias de
lugar y tiempo, puede realizarse en una de las dos formas siguientes:
Primera forma.
Procesión
10.
A la hora señalada se reúne el pueblo en un lugar apropiado, desde donde los fieles irán en
procesión al
lugar designado.
11.
El Obispo, revestido con los ornamentos sagrados, llevando mitra y báculo, se acerca con los
ministros al lugar donde está congregado el pueblo. Dejando el báculo y la mitra, saluda al
pueblo diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos ustedes.
Segunda forma.
Reunión en el sitio de la futura Iglesia
15.
Si no se puede realizar la procesión o no parece oportuno, los fieles se reúnen en el lugar
donde se
erigirá la nueva iglesia. Reunido el pueblo, se canta la aclamación siguiente u otro canto
adecuado:
La paz eterna que proviene del Eterno Padre
esté con todos ustedes.
La paz perenne, el Verbo del Padre,
sea la paz para el Pueblo de Dios.
El Espíritu Consolador
otorgue la paz a todos los hombres.
Mientras tanto, el Obispo, revestido con los ornamentos sagrados, con mitra y báculo, se
acerca al
lugar en que se encuentra reunido el pueblo. Dejado el báculo y la mitra, saluda al pueblo
diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos ustedes.
O con otras palabras adecuadas tomadas con preferencia de la Sagrada Escritura.
El pueblo contesta:
Y con tu espíritu.
U otras palabras adecuadas.
16.
El Obispo habla brevemente a los fieles para prepararlos a la celebración e ilustrar el sentido
del rito.
17.
Terminada la alocución, el Obispo dice:
Oremos.
Todos oran en silencio, por unos instantes.
Luego, el Obispo prosigue:
Dios y Padre nuestro,
que formaste a tu santa Iglesia
edificada sobre el cimiento de los Apóstoles,
siendo el mismo Jesucristo la piedra fundamental;
concede que tu pueblo, reunido en tu nombre,
con santo temor te ame, te siga
y crezca como templo de tu gloria,
hasta que, bajo tu guía, llegue a la ciudad celestial.
Por Cristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Segunda Parte.
Lectura de la Palabra de Dios
18.
Luego se leen uno o varios textos apropiados de la Sagrada Escritura, particularmente de los
que se
proponen en el Leccionario Santoral y Misas diversas, para la dedicación de una iglesia,
intercalando
oportunamente un salmo u otro canto adecuado.
Conviene leer uno de los textos siguientes, sobre todo si se coloca la piedra fundamental.
19.
Salmos Responsoriales
1. Sal. 23, 1-2. 3-4ab. 5-6: R. (2 Cro. 7, 16a): He elegido y santificado este lugar.
2. Sal. 41, 3. 5bcd; Sal. 42, 3. 4: R. (cf. Sal. 42, 3): Que tu verdad, Señor, me guíe hasta tu
monte santo.
3. Sal. 86, 1-3. 4-6. 6-7: R. (cf. 1): Los cimientos de la ciudad de Dios sobre el monte santo.
4. Sal. 99, 2. 3. 5: R. (Ez. 37, 27): Pondré mi morada entre los hombres.
5. Sal. 117, 1-2. 16ab-17. 22-23: R. (cf. 1 Cor. 3, 11): Fuera de Jesucristo no hay otro cimiento.
22.
Evangelios
1. Mt. 7, 21-29: La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena.
2. Mt. 16, 13-18: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
3. Mc. 12, 1-12: La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en la piedra
angular.
4. Lc 6, 46-49: Asentó los cimientos sobre la roca.
23.
Terminadas las lecturas se tiene la homilía, en la cual se explicarán oportunamente las
lecturas bíblicas
y el sentido del rito: que Cristo es la piedra fundamental de la Iglesia y que el templo que ha de
ser
edificado por la Iglesia viva de los fieles será la Casa de Dios y del Pueblo de Dios.
24.
Después de la homilía, según las costumbres del lugar, se puede leer el acta de la bendición
de la
piedra fundamental y del comienzo de la construcción, que será firmada por el Obispo y por
los
representantes de los que trabajarán en la edificación del templo, y será incluida en los
cimientos junto con
la piedra fundamental.
Tercera Parte.
Bendición del lugar de la nueva Iglesia
25.
Terminada la homilía, el Obispo se quita la mitra, se pone de pie y bendice el lugar de la
nueva iglesia,
diciendo:
Oremos.
Dios nuestro,
que con tu presencia santificas el mundo entero
para que en todas partes sea glorificado tu nombre,
bendice a estos hijos tuyos
que, por una donación o por su trabajo
han preparado este lugar para edificarte una iglesia;
haz que, con la misma unión de corazones y alegría de espíritu
con que hoy participan de esta iniciación de las obras,
puedan celebrar un día los divinos misterios en tu templo
y te alaben sin cesar en el cielo.
Por Cristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
26.
Luego, con la mitra puesta, el Obispo rocía con agua bendita el lugar de la nueva iglesia, lo
que podrá
hacer desde el centro del terreno o recorriendo procesionalmente el circuito de los cimientos,
junto con los
ministros. En este caso, se canta la antífona siguiente, con el Salmo 47 u otro canto
apropiado:
Ant. Todos tus muros son piedras preciosas
y las torres de Jerusalén serán edificadas con oro (T.P. Aleluia).
Salmo 47
El Señor es grande y digno de alabanza,
en la ciudad de nuestro Dios.
Su santa montaña, la altura más hermosa,
es la alegría de toda la tierra.
La montaña de Sión, la morada de Dios,
es la ciudad del gran rey:
el Señor se manifestó como un baluarte
en medio de sus palacios. Ant.
Hemos visto lo que habíamos oído
en la ciudad de nuestro Dios,
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
que él afianzó para siempre.
Nosotros evocamos tu misericordia
en medio de tu templo, Señor.
Tu alabanza, lo mismo que tu renombre,
llega hasta los confines de la tierra.
Tu derecha está llena de justicia. Ant.
Den una vuelta alrededor de Sión
y cuenten sus torreones;
observen sus baluartes y miren sus palacios,
para que puedan decir a la próxima generación:
"Así es el Señor, nuestro Dios".
Él nos guiará eternamente. Ant.
Cuarta Parte.
Bendición y colocación de la piedra fundamental
27.
Realizada la bendición del lugar, si se va a colocar la piedra fundamental, ésta se bendice y se
coloca
como se indica en los nn. 28-30, pp. 415-416. En caso contrario, se concluye el rito como se
indica en
los nn. 31-32, pp. 416-418.
28.
El Obispo se acerca al lugar donde se colocará la piedra fundamental, deja la mitra y bendice
la piedra
diciendo:
Oremos.
Señor, Padre Santo,
cuyo Hijo, nacido de María, la Virgen,
fue anunciado por el profeta Daniel
como piedra de la montaña, no hecha por mano de hombre,
y fue llamado por el Apóstol san Pablo
fundamento inconmovible,
bendice esta piedra fundamental
que colocamos en su nombre
y concédenos que el mismo Jesucristo,
a quien hiciste principio y fin de todas las cosas,
sea el comienzo, el progreso y la consumación de esta obra.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Todos:
Amén.
El Obispo, si es oportuno, rocía la piedra con agua bendita y la inciensa. Luego, toma de
nuevo la
mitra.
29.
Después, el Obispo coloca la piedra fundamental en el cimiento. Esto lo hace en silencio o, si
es
oportuno, diciendo estas palabras u otras semejantes:
Por nuestra fe en Jesucristo
colocamos la piedra fundamental en este cimiento.
La gracia y la fuerza de los santos sacramentos
se reciban en la iglesia que aquí surgirá
y en ella sea invocado y alabado
el nombre de nuestro Señor Jesucristo,
a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Todos:
Amén.
30.
Un albañil fija la piedra con cemento. Mientras tanto, si es el caso, se canta la antífona
siguiente u otro
canto adecuado:
La casa del Señor está bien afirmada
sobre sólida piedra (T.P. Aleluia).
Misa de la Dedicación
8.
La celebración de la Misa está íntimamente unida al rito de la dedicación; por tanto, en lugar
de los
textos del día, se utilizarán los textos propios, tanto para la Liturgia de la Palabra como para la
Liturgia de
la Eucaristía.
9.
Es conveniente que el Obispo concelebre la Misa con los presbíteros que se unen a él en el
rito de la
dedicación y con aquellos a quienes se les ha encomendado la tarea de regir la parroquia o
comunidad en
cuyo favor se edificó la iglesia.
Oficio de la Dedicación
10.
El día en que se dedica una iglesia debe ser considerado como solemnidad en la misma.
Se celebra la Liturgia de las Horas de la Dedicación de una iglesia, que comienza con las
primeras
Vísperas. Donde se realiza el rito de la colocación de las reliquias, es muy conveniente
celebrar una Vigilia
en honor de las reliquias del Mártir o del Santo, lo que se hará muy bien celebrando el Oficio
de lectura,
tomado del Común o del Propio conveniente. Para favorecer la participación del pueblo,
adáptese
convenientemente la Vigilia, observando lo que establece el derecho.7
los Santos
14.
Colocación de las reliquias de los Santos
Después del canto de las Letanías, se colocan, si es el caso, las reliquias de un Mártir para
significar
que el sacrificio de los miembros ha tomado su principio del sacrificio de la Cabeza.8 Donde
no se tienen
reliquias de algún Mártir, pueden colocarse las de otro Santo.
15.
Plegaria de Dedicación
La celebración de la Eucaristía es lo máximo del rito y el único necesario en la dedicación de
una
iglesia; con todo, de acuerdo con la común tradición de la Iglesia, tanto del Oriente como del
Occidente,
se dice también una especial Plegaria de Dedicación, mediante la cual se expresa el propósito
de dedicar
para siempre la iglesia al Señor y se pide su bendición.
16.
Ritos de la unción, incensación, revestimiento e iluminación del altar
Los ritos de la unción, incensación, revestimiento e iluminación del altar expresan con signos
visibles
algo de aquella invisible obra que realiza Dios por medio de la Iglesia que celebra los
sagrados misterios,
sobre todo la Eucaristía.
a) Unción del altar y de las paredes de la iglesia:
- Por la unción del Crisma, el altar se convierte en símbolo de Cristo, que es y se llama por
excelencia el "Ungido"; en efecto, el Padre por el Espíritu Santo lo ungió y lo constituyó Sumo
Sacerdote,
que ofreció en el altar de su cuerpo el sacrificio de su vida para la salvación de todos los
hombres.
- La unción de la iglesia significa que se la dedica plena y perpetuamente para el culto
cristiano. Se
hacen doce unciones, según la tradición litúrgica, o cuatro, según las circunstancias, con las
que se
significa que la iglesia es una imagen de la santa ciudad de Jerusalén.
b) el incienso se quema sobre el altar para significar que el sacrificio de Cristo, que allí se
perpetúa místicamente, sube a Dios como suave perfume, y para expresar que las oraciones
de los fieles,
propiciatorias y agradecidas, llegan hasta el trono de Dios.9
La incensación de la nave de la iglesia indica que por la dedicación se convierte en casa de
oración;
pero se inciensa en primer lugar al Pueblo de Dios: él es, en efecto, el templo vivo en el que
cada uno de
los fieles es un altar espiritual.
c) el revestimiento del altar indica que el altar cristiano es el ara del sacrificio eucarístico y la
mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles, en una única y misma acción,
pero con
diverso ministerio, celebran el Memorial de la muerte y resurrección de Cristo y comen la Cena
del Señor.
Por eso, el altar, como mesa del banquete sacrificial, se reviste y adorna festivamente. Así se
hace patente
que el altar es la Mesa del Señor a la que gozosamente llegan todos los fieles para nutrirse
con el divino
alimento, esto es, con el Cuerpo y la Sangre de Cristo inmolado.10
d) La iluminación del altar, seguida de la iluminación de la iglesia, recuerda que Cristo es "la
Luz
para iluminar a las naciones",11 con cuya claridad resplandece la Iglesia y por ella toda la
familia humana.
D. Celebración de la Eucaristía
17.
Preparado el altar, el Obispo celebra la Eucaristía, que es la parte principal y más antigua de
todo el
rito.12 En efecto, la celebración de la Eucaristía concuerda perfectamente con el rito de la
dedicación:
- por la celebración del rito eucarístic o se alcanza el fin principal para el que se edifica una
iglesia
y se erige un altar y se manifiesta con signos preclaros;
- además, la Eucaristía, que santifica los corazones de quienes la reciben, consagra en cierta
manera el altar y el lugar de la celebración, como lo afirmaron repetidas veces los antiguos
Padres de la
Iglesia: "Este altar debe ser admirado porque, siendo piedra por su naturaleza, queda
santificado después
de recibir el Cuerpo de Cristo";13
- el nexo por el que la dedicación de una iglesia está profundamente unida con la celebración
de la
Eucaristía, queda también de manifiesto por cuanto la Misa de la dedicación tiene un Prefacio
propio,
unido íntimamente al rito.
V. Preparación espiritual
20.
Para que los fieles participen fructuosamente del rito de la dedicación, el rector de la iglesia a
dedicar
y los demás peritos en la labor pastoral deben realizar una adecuada catequesis sobre la
eficacia y virtud
espiritual, eclesial y misional de la celebración.
Por tanto, ilústrese a los fieles sobre las diversas partes de una iglesia y sus usos, sobre el rito
de la
dedicación y los principales símbolos litúrgicos que se emplean en el mismo, de tal modo que,
con las
oportunas ayudas, a través del rito y de las oraciones entiendan plenamente el sentido de la
dedicación de
una iglesia y participen consciente, piadosa y activamente.
Primera forma.
Procesión
29.
La puerta de la iglesia que se va a dedicar debe estar cerrada. A la hora señalada el pueblo se
reúne en
una iglesia cercana o en otro lugar adecuado desde el cual se hará la procesión hacia la
nueva iglesia. Las
reliquias de los Mártires y de los Santos, si han de ser colocadas debajo del altar, se
prepararán en el lugar
donde se reúne el pueblo.
30.
El Obispo y los presbíteros concelebrantes, los diáconos y ministros, revestidos con las
vestiduras
litúrgicas propias, se acercan al lugar donde está reunido el pueblo. El Obispo, dejando el
báculo y la mitra,
saluda al pueblo diciendo:
La gracia y la paz
esté con todos ustedes
en la santa Iglesia de Dios.
Segunda forma
36.
Si no se puede realizar la procesión o no es oportuno hacerla, los fieles se reúnen delante de
la puerta
de la iglesia que se va a dedicar, donde las reliquias de los Santos se habrán colocado
privadamente.
37.
Precedidos por la cruz procesional, el Obispo y los presbíteros concelebrantes, los diáconos y
los
ministros revestidos con sus vestiduras litúrgicas propias, se acercan a la puerta de la iglesia,
donde está
congregado el pueblo. Es conveniente que la iglesia esté cerrada y que el Obispo, los
concelebrantes, los
diáconos y ministros lleguen a ella desde afuera.
38.
El Obispo, dejando el báculo y la mitra, saluda al pueblo diciendo:
La gracia y la paz
esté con todos ustedes
en la santa Iglesia de Dios.
O con otras palabras adecuadas tomadas con preferencia de la Sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
U otras palabras adecuadas.
Luego, el Obispo se dirige al pueblo con estas u otras palabras semejantes:
Queridísimos hermanos:
con alegría nos hemos reunido aquí
para dedicar una nueva iglesia,
con la celebración del Sacrificio del Señor.
Participemos con piadosa devoción de estos ritos,
oyendo con fe la Palabra de Dios,
para que nuestra comunidad,
renacida de la única fuente del Bautismo
y alimentada en la misma mesa,
crezca como templo espiritual y,
reunida junto al mismo altar,
sea enriquecida con el amor divino.
39.
Terminada la monición, el Obispo recibe la mitra y, si es oportuno, se canta la antífona:
¡Cómo me alegré cuando me dijeron:
"Vamos a la Casa del Señor"!
Con el Salmo 121 u otro canto apropiado (cf. n. 32, p. 430).
40.
Entonces, los representantes de los que colaboraron en la edificación de la iglesia (fieles de la
parroquia o de la diócesis, donantes, arquitectos, obreros) entregan al Obispo el edificio,
presentándole, de
acuerdo con las circunstancias de lugar y tiempo, o una escritura pública de posesión del
edificio, o las
llaves o una maqueta del templo, o un libro en el que se describe la historia de la obra con los
nombres de
quienes la dirigieron y de los obreros. Uno de los representantes se dirige al Obispo y a la
comunidad con
breves palabras, ilustrando, si es el caso, el significado de la arquitectura y de la forma
peculiar de la
iglesia. Luego, si la puerta está cerrada, pide al presbítero a quien se le ha encomendado la
tarea pastoral
de la nueva iglesia, que abra la puerta.
41.
Entonces, el Obispo recibe el báculo e invita al pueblo a entrar en la iglesia, con estas u otras
palabras
semejantes:
Entren por la puerta del Señor con alabanzas,
atraviesen sus atrios con himnos.
Luego, precedidos por la cruz procesional, el Obispo y todos los demás entran en la iglesia.
Durante la
procesión se canta la antífona:
Ábranse, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria.
Con el Salmo 23 u otro canto adecuado (cf. n. 34, pp. 431-432).
42.
El Obispo, omitido el beso del altar, se dirige a la cátedra; los concelebrantes, los diáconos y
los
ministros ocupan sus respectivos lugares en el presbiterio. Las reliquias de los Santos se
colocan en un
sitio adecuado en el presbiterio, en medio de cirios. Luego, se bendice el agua, según el rito
descripto en
los nn. 48-50, pp. 435-437.
Tercera forma.
Entrada simple
43.
Si no puede hacerse la entrada solemne, se hace la entrada simple.
Reunido el pueblo, el Obispo y los presbíteros concelebrantes, los diáconos y los ministros,
revestidos
con sus vestiduras litúrgicas propias, salen de la sacristía precedidos por la cruz procesional, y
se dirigen
al presbiterio por la nave de la iglesia.
44.
Las reliquias de los Santos, si se han de colocar debajo del altar, se llevan al presbiterio en la
misma
procesión de entrada, desde la sacristía o desde la capilla donde desde la vigilia estuvieron
expuestas a la
veneración de los fieles. Sin embargo, por una causa justa se pueden colocar, antes de
comenzar el rito,
en un lugar adecuado del presbiterio en medio de cirios encendidos.
45.
Durante la procesión, se canta una de las antífonas siguientes:
¡Cómo me alegré cuando me dijeron:
"Vamos a la Casa del Señor"!
O bien:
Dios habita en su santa morada,
Dios que hace habitar a sus hijos unidos en su casa,
da fuerza y poder a su pueblo.
Con el Salmo 121 u otro canto adecuado (cf. n. 32, p. 430).
46.
Cuando la procesión llega al presbiterio, las reliquias de los Santos se colocan en un sitio
adecuado, en
medio de cirios encendidos. Los presbíteros concelebrantes, los diáconos y los ministros
ocupan sus
respectivos lugares en el presbiterio. El Obispo, omitido el beso del altar, se dirige a la
cátedra. Luego,
dejando el báculo y la mitra, saluda al pueblo, diciendo:
La gracia y la paz
esté con todos ustedes
en la santa Iglesia de Dios.
O con otras palabras adecuadas tomadas con preferencia de la Sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
U otras palabras adecuadas.
47.
Entonces, los representantes de los que colaboraron en la edificación de la iglesia (fieles de la
parroquia o de la diócesis, donantes, arquitectos, obreros) entregan al Obispo el edificio,
presentándole, de
acuerdo con las circunstancias de lugar y tiempo, o una escritura pública de posesión del
edificio, o las
llaves o una maqueta del templo, o un libro en el que se describe la historia de la obra con los
nombres de
quienes la dirigieron y de los obreros. Uno de los representantes se dirige al Obispo y a la
comunidad con
breves palabras, ilustrando, si es el caso, el significado de la arquitectura y de la forma
peculiar de la
iglesia.
Plegaria de la dedicación
62.
Luego, el Obispo, de pie, sin mitra, en la cátedra o junto al altar, con las manos extendidas, en
voz alta
dice:
Señor y Dios nuestro,
que santificas y guías a tu Iglesia,
es justo que celebremos tu santo nombre
con jubilosas alabanzas,
porque hoy tu pueblo desea dedicarte para siempre,
con rito solemne, esta casa de oración,
donde te venera con amor,
se instruye con tu palabra
y se alimenta con tus sacramentos.
Bendición y despedida
84.
El Obispo, con mitra, dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, el diácono, si se juzga oportuno, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas u
otras
palabras semejantes: Inclínense para recibir la bendición.
Entonces, el Obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice, diciendo:
Dios, Señor del cielo y de la tierra,
que los ha congregado para la dedicación de esta casa,
los haga abundar en bendiciones celestiales.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Ya que quiso reunir en su Hijo
a todos sus hijos dispersos por el mundo,
haga de ustedes templo suyo
y morada del Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
El Obispo:
De modo que, felizmente purificados,
Dios habite en ustedes
y posean con todos los Santos
la herencia de la eterna felicidad.
Todos:
Amén.
El Obispo toma el báculo y prosigue:
Los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
85.
Finalmente, el diácono despide al pueblo como de costumbre.
Bendición y despedida
39.
El Obispo, con mitra, dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, el diácono, si se juzga oportuno, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas u
otras
palabras semejantes:
Inclínense para recibir la bendición.
Entonces, el Obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice diciendo:
Dios, Señor del cielo y de la tierra,
que los ha congregado para la dedicación de esta casa,
los haga abundar en bendiciones celestiales.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Ya que quiso reunir en su Hijo
a todos sus hijos dispersos por el mundo,
haga de ustedes templo suyo
y morada del Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
El Obispo:
De modo que, felizmente purificados,
Dios habite en ustedes
y posean con todos los Santos
la herencia de la eterna felicidad.
Todos:
Amén.
El Obispo toma el báculo y prosigue:
Los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
40.
Finalmente, el diácono despide al pueblo como de costumbre.
9.
Según la costumbre tradicional de la Iglesia y el simbolismo bíblico que es propio del altar, la
mesa del
altar fijo debe ser de piedra natural. Con todo, se puede utilizar otro material digno, sólido y
artísticamente
labrado, a juicio de la Conferencia Episcopal.
Las columnas o la base para sostener la mesa pueden construirse con cualquier material,
siempre que
sea digno y sólido.17
10.
Por su misma naturaleza el altar se dedica sólo a Dios, puesto que el sacrificio eucarístico se
ofrece
únicamente a Dios. En este sentido debe entenderse la costumbre de la Iglesia de dedicar
altares a Dios en
honor de los Santos. San Agustín lo expresó adecuadamente: "A ninguno de los Mártires, sino
al mismo
Dios de los Mártires, aunque sobre los sepulcros de los Mártires, erigimos los altares".18
Esto debe explicarse claramente a los fieles. En las iglesias nuevas no deben colocarse sobre
el altar
esculturas ni imágenes de Santos.
Tampoco se colocarán reliquias de Santos sobre la mesa del altar cuando sean expuestas a la
veneración de los fieles.
11.
Oportunamente se conservará la tradición de la Liturgia Romana de colocar reliquias de
Mártires o de
otros Santos debajo del altar.19 Con todo, se tendrá en cuenta lo siguiente:
a) Las reliquias deben ser de tal tamaño que pueda percibirse que son partes de un cuerpo
humano. Por tanto, debe evitarse que se depositen reliquias demasiado pequeñas, sea de uno
o de varios
Santos.
b) Investíguese, con sumo cuidado, que las reliquias sean auténticas. Es mejor dedicar un
altar sin
reliquias que colocar reliquias de dudosa procedencia.
c) El cofre de las reliquias no se debe poner ni sobre el altar ni en su mesa, sino que,
considerando la forma del altar, ha de colocarse debajo de la mesa.
Donde tiene lugar el rito de la colocación de las reliquias, es muy conveniente celebrar una
Vigilia en
honor de las reliquias del Mártir o del Santo, de acuerdo con lo dicho en el n. 10 del cap. II.
Misa de la dedicación
15.
La celebración de la Eucaristía está íntimamente unida a la dedicación del altar. Se dice la
"Misa en la
dedicación de un altar". En los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Pentecostés, y en los
domingos de
Adviento, Cuaresma y Pascua, se dice la Misa del día, excepto la oración sobre las ofrendas y
el Prefacio,
que están íntimamente relacionados con el rito mismo.
16.
Conviene que el Obispo concelebre la Misa con los presbíteros presentes, sobre todo con
aquellos a
quienes les ha sido encomendada la tarea de regir la parroquia o comunidad a favor de la cual
ha sido
erigido el altar.
V. Preparación espiritual
26.
Los fieles no sólo serán avisados con tiempo de la dedicación del nuevo altar, sino que
también serán
preparados oportunamente para su participación activa en el rito. Por tanto, se les hará una
adecuada
catequesis sobre cada uno de los ritos y el modo como se realizan. Para impartir dicha
catequesis se
podrán tener en cuenta los elementos indicados sobre la naturaleza y dignidad del altar, y
sobre el sentido y
valor de los ritos. De este modo los fieles quedarán imbuidos del amor debido al altar.
b) En el presbiterio:
- una mesa pequeña en la que se deposita el cofre con las reliquias mientras se realiza la
primera
parte del rito.
c) En la sacristía:
- argamasa con la que se cerrará la tapa del hueco donde se colocará el cofre con las
reliquias.
Haya también un albañil que, en su momento, cerrará el sepulcro de las reliquias.
30.
Será conveniente conservar la costumbre de incluir en el cofre de las reliquias un pergamino
en el que
se mencione el día, el mes, el año de la dedicación del altar, el nombre del Obispo que celebra
el rito, del
Titular de la iglesia y de los Mártires o Santos cuyas reliquias se colocan debajo del altar.
El acta de la dedicación se redactará en dos ejemplares, uno de los cuales se conservará en
el archivo
de la diócesis y el otro en el de la iglesia. Serán firmados por el Obispo, el rector de la iglesia y
los
representantes de la comunidad local.
Las reliquias de los Santos, si se han de colocar debajo del altar, se llevan al presbiterio en la
misma
procesión de entrada, desde la sacristía o desde la capilla donde desde la vigilia estuvieron
expuestas a la
veneración de los fieles. Sin embargo, por una causa justa, se pueden colocar, antes de
comenzar el rito,
en un lugar apropiado del presbiterio en medio de cirios encendidos.
33.
Durante la procesión se canta la antífona:
Míranos, Señor, protector nuestro,
y contempla el rostro de tu Ungido;
porque vale más un día en tu casa
que mil lejos de ella (T.P. Aleluia).
O bien:
Subiré al altar del Señor,
cantando mi alegría.
Con el Salmo 42, u otro canto adecuado.
Salmo 42
Júzgame, Señor,
y defiende mi causa
contra la gente sin piedad;
líbrame del hombre falso y perverso.
Sí tú eres mi Dios y mi fortaleza,
¿por qué me rechazas?
¿Por qué tendré que estar triste,
oprimido por mi enemigo? Ant.
Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña
hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara
Señor, Dios mío. Ant.
¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios. Ant.
34.
Cuando la procesión llega al presbiterio, las reliquias de los Santos se colocan en un lugar
apropiado,
en medio de cirios encendidos. Los presbíteros concelebrantes, los diáconos y ministros
ocupan sus
respectivos lugares en el presbiterio. El Obispo, omitido el beso del altar, se dirige a la
cátedra. Luego,
dejando el báculo y la mitra, saluda al pueblo, diciendo:
La gracia y la paz
esté con todos ustedes
en la Iglesia santa de Dios.
O con otras palabras adecuadas tomadas con preferencia de la Sagrada Escritura. El pueblo
responde:
Y con tu espíritu.
U otras palabras adecuadas.
Plegaria de la dedicación
48.
Luego, el Obispo, de pie, sin mitra, junto al altar, con las manos extendidas, en voz alta dice:
Te glorificamos, Señor, y te bendecimos
porque, por el inefable misterio de tu amor,
estableciste que, habiendo cesado las diversas figuras,
el misterio del altar llegara a su plenitud en Cristo.
En efecto, Noé, el segundo fundador del género humano,
aplacadas las aguas del diluvio,
te erigió un altar y ofreció un sacrificio
que tú, Padre, aceptaste como una suave fragancia,
renovando la alianza de amor con los hombres.
Abraham, padre de nuestra fe,
creyendo de todo corazón en tu palabra,
levantó un altar para complacerte,
no perdonando a Isaac, su hijo amado.
También Moisés, mediador de la antigua Ley,
edificó un altar que,
rociado con la sangre del cordero,
prefiguró místicamente el ara de la cruz.
Todo lo cual fue llevado a su plenitud
por Cristo en su Misterio Pascual:
él, sacerdote y víctima, subiendo al árbol de la cruz,
se entregó a ti, Padre, como ofrenda pura
para borrar los pecados de todo el mundo
y proclamar la nueva y eterna alianza contigo.
Por eso, Señor, te rogamos humildemente:
derrama la santificación celestial sobre este altar
edificado en el templo de tu Iglesia,
para que se convierta en el ara
perpetuamente consagrada al sacrificio de Cristo
y sea la mesa del Señor
donde tu pueblo se alimente en el divino banquete.
Esta piedra labrada sea para nosotros un símbolo de Cristo,
Si el altar a dedicar no es de piedra, se dice:
Este altar sea para nosotros un símbolo de Cristo,
de cuyo costado herido brotó sangre y agua,
fuente de los sacramentos de la Iglesia.
Sea la mesa festiva a la que acudan felices
los invitados de Cristo,
para que, descargados en ti sus afanes y fatigas,
reciban nuevo vigor espiritual
para reemprender el camino.
Sea el lugar de íntima comunión y paz contigo,
para que los que se alimentan
con el cuerpo y la sangre de tu Hijo,
penetrados por su Espíritu,
crezcan en tu amor.
Sea la fuente de la unidad de la Iglesia
y de concordia entre hermanos,
a la cual se acerquen tus fieles con un solo corazón
y beban el espíritu de la mutua caridad.
Sea el centro de nuestra alabanza y acción de gracias,
hasta que lleguemos jubilosos
a las moradas eternas
donde te ofrezcamos el sacrificio de alabanza perenne
con Cristo, Sumo Pontífice y altar vivo.
Que contigo vive y reina
en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios,
por los siglos de los siglos.
Todos:
Amén.
52.
Terminada la unción del altar, el Obispo vuelve a la cátedra, se sienta, se lava las manos y
deja el
gremial.
Cuando todo está preparado, el Obispo va al altar y, dejada la mitra, lo besa. La Misa continúa
como
de costumbre, pero no se inciensan ni las ofrendas ni el altar.
59.
Bendición y despedida
63.
El Obispo, con mitra, dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego, el diácono, si se juzga oportuno, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas u
otras
palabras semejantes:
Inclínense para recibir la bendición.
Entonces, el Obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice, diciendo:
Dios, que los ha enriquecido
con el sacerdocio real de los bautizados,
les conceda cumplir santamente sus responsabilidades
y así puedan participar con dignidad del sacrificio de Cristo.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Él, que los congrega en una única mesa
y los alimenta con un único pan,
haga de ustedes un solo corazón y una sola alma.
Todos:
Amén.
El Obispo:
Y que él mismo
les conceda ganar para Cristo,
a través del ejemplo del amor sincero,
a quienes ustedes anuncien el Evangelio.
Todos:
Amén.
El Obispo toma el báculo y prosigue:
Los bendiga Dios todopoderoso,
el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
64.
Luego, el diácono despide al pueblo como de costumbre.
El altar móvil puede bendecirse en cualquier día, excepto el viernes de la Pasión del Señor y
el Sábado
Santo; elíjase un día en que sea posible gran concurrencia de fieles, sobre todo el día
domingo, a no ser
que razones pastorales aconsejen otra cosa.
6.
En el rito de bendición de un altar móvil se dice la Misa del día.
7.
Hasta el comienzo de la Liturgia de la Eucaristía, el altar estará completamente desnudo. Por
eso, la
cruz, si es el caso, el mantel, los cirios y las demás cosas necesarias se prepararán en un
lugar adecuado
del presbiterio.
Ritual de la bendición
8.
En la Misa todo se hace como de costumbre. Terminada la oración de los fieles, el Obispo se
acerca
al altar para bendecirlo. Mientras tanto se canta la antífona:
Como brotes de olivo en torno a tu mesa, Señor,
así son los hijos de la Iglesia (T.P. Aleluia).
9.
Después, el Obispo, de pie, sin mitra, exhorta a los fieles con estas u otras palabras
semejantes:
Queridísimos hermanos:
nuestra comunidad, llena de gozo,
se ha reunido para la bendición de este altar.
Participemos de este rito con toda atención
y roguemos a Dios que mire con bondad
la ofrenda de la Iglesia que pondremos sobre el altar,
y a su Pueblo, como ofrenda suya permanente,
lo haga llegar a la perfección.
Y todos oran en silencio, por unos instantes. Luego, el Obispo, con las manos extendidas, en
voz alta,
dice:
Bendito seas, Señor,
que aceptaste el sacrificio de Cristo
ofrecido en el altar de la cruz
para la redención del género humano,
y que congregas a tu pueblo con amor fraternal
para celebrar su memorial en torno a la mesa del Señor.
Mira, Señor, este altar
que hemos preparado para celebrar tus sagrados misterios:
sea el centro de nuestra alabanza y acción de gracias,
sea el ara donde ofrezcamos sacramentalmente
el sacrificio de Cristo;
sea la mesa en que partimos el pan de vida
y bebamos el cáliz de la unidad;
sea la fuente de la cual mane siempre para nosotros
el agua de salvación;
para que, acercándonos a Cristo, la piedra viva,
crezcamos en él como un templo santo
y, para alabanza de tu gloria,
ofrezcamos sobre el altar del corazón
el sacrificio grato y aceptable
de nuestra vida santa.
Todos:
Bendito seas por siempre, Señor.
10.
Luego, el Obispo rocía el altar con agua bendita y lo inciensa. Después vuelve a la cátedra, se
pone la
mitra, es incensado y se sienta. Un ministro inciensa al pueblo.
11.
Los ministros cubren el altar con el mantel y, si corresponde, lo adornan con flores; colocan
adecuadamente los candeleros con los cirios requeridos para la celebración de la Misa y, si es
el caso,
también la cruz.
12.
Preparado el altar, algunos fieles llevan el pan, el vino y el agua para el sacrificio del Señor. El
Obispo
recibe las ofrendas en la cátedra. Mientras se preparan las ofrendas, puede cantarse la
antífona:
Si al ofrecer tus dones en el altar
te acuerdas que tu hermano
tiene algo contra ti,
deja allí tu ofrenda ante el altar,
y vé primero a reconciliarte con tu hermano;
y luego vuelve a ofrecer tu don, aleluia.
U otro canto adecuado.
13.
Cuando todo está preparado, el Obispo va al altar y, dejada la mitra, lo besa. La Misa continúa
como
de costumbre, pero no se inciensan ni las ofrendas ni el altar.
2. 1 Cor. 11, 23-26: Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre.
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido ...
7.
Salmos Responsoriales
1. Sal. 15, 5 y 8. 9-10. 11: R. (5a): El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz.
2. Sal. 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6: R. (5a. d): Tú preparas ante mí una mesa y mi cáliz rebosa.
8.
Evangelios
1. Mt. 20, 20-28: Beberán mi cáliz. En aquel tiempo: se acercó a Jesús la madre de los hijos
de
Zebedeo ...
2. Mc. 14, 12-16. 22-26: Tomó un cáliz, dio gracias y se lo entregó, y todos bebieron de él. El
primer
día de la fiesta de los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual ...
9.
Después de la lectura de la Palabra de Dios se tiene la homilía, en la que el sacerdote explica
las
lecturas bíblicas y el sentido de la bendición del cáliz y de la patena que se utilizan en la
celebración de la
Eucaristía.
10.
Terminada la oración de los fieles, los ministros o los representantes de la comunidad que
ofrece el
cáliz y la patena, los ponen sobre el altar. Luego, el sacerdote se dirige al altar, mientras se
canta la
antífona:
Alzaré el cáliz de salvación
e invocaré al Señor.
U otro canto adecuado.
11.
Terminado el canto, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos oran en silencio, por unos instantes. Luego, el sacerdote continúa:
Señor Dios,
con alegría ponemos sobre tu altar
este cáliz y esta patena
para la celebración del sacrificio de la Nueva Alianza:
que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
que en ellos se ofrecen y reciben,
santifiquen estos vasos.
Te pedimos, Señor,
que, celebrando los inmaculados sacrificios,
nos alimentemos en la tierra con tus sacramentos
y nos penetremos de tu Espíritu,
hasta que con tus Santos
gocemos de tu banquete
en el Reino de los Cielos.
A ti la gloria y el honor eternamente.
Todos:
Bendito seas por siempre, Señor.
12.
Después, los ministros extienden el corporal sobre el altar. Algunos fieles llevan el pan, el vino
y el
agua para la celebración del sacrificio del Señor. El sacerdote pone las ofrendas en la patena
y en el cáliz
recién bendecidos, y las ofrece como de costumbre. Mientras tanto puede cantarse la
antífona:
Alzaré el cáliz de salvación
y ofreceré un sacrificio de alabanza (T.P. Aleluia).
Con el Salmo 115, u otro canto adecuado.
Salmo 115
Tenía confianza, incluso cuando dije:
"¡Qué grande es mi desgracia!".
Yo, que en mi turbación llegué a decir:
"¡Los hombres son todos mentirosos!". Ant.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré el cáliz de salvación
e invocaré el nombre del Señor. Ant.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos! Ant.
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor. Ant.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo,
en los atrios de la Casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. Ant.
13.
Dicha la oración In spiritu humilitatis, el sacerdote oportunamente inciensa los dones y el altar.
14.
Teniendo en cuenta las circunstancias de la celebración, es conveniente que los fieles beban
la Sangre
de Cristo del cáliz recién bendecido.
Profesión de fe
(Fórmula a ser usada en los casos en que es prescrita la Profesión de fe)
Yo, N. creo firmemente y profeso todas y cada una de las verdades contenidas en el Símbolo
de la fe,
a saber:
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y
lo
invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los
siglos: Dios
de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma
naturaleza
del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación
bajó del
cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por
nuestra causa
fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día,
según las
Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con
gloria para juzgar
a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el
Padre y
el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
También creo, con fe firme, todo lo que se contiene en la Palabra de Dios, escrita o
transmitida por la
Tradición, y que la Iglesia propone para ser creído, como divinamente revelado, mediante un
juicio
solemne o mediante el Magisterio ordinario y universal.
Asimismo, acepto y retengo firmemente todas y cada una de las cosas sobre la doctrina de la
fe y las
costumbres, propuestas por la Iglesia de modo definitivo.
Me adhiero, además, con religioso obsequio de voluntad y entendimiento, a las doctrinas
enunciadas
por el Romano Pontífice o por el Colegio de los obispos cuando ejercen el Magisterio
auténtico, aunque no
tengan la intención de proclamarlas con un acto definitivo.
Juramento de fidelidad
(Fórmula para ser usada por los fieles mencionados en el canon 833, nn. 5-8)
Yo, N., al asumir el oficio de ..., prometo mantenerme siempre en comunión con la Iglesia
católica,
tanto en lo que exprese de palabra como en mi manera de obrar.
Cumpliré con gran diligencia y fidelidad las obligaciones a las que estoy comprometido con la
Iglesia
tanto universal como particular, en la que he sido llamado a ejercer mi servicio, según lo
establecido por el
derecho.
En el ejercicio del ministerio que me ha sido confiado en nombre de la Iglesia, conservaré
íntegro el
depósito de la fe y lo transmitiré y explicaré fielmente, evitando, por tanto, cualquier doctrina
que le sea
contraria.
Seguiré y promoveré la disciplina común a toda la Iglesia, y observaré todas las leyes
eclesiásticas,
ante todo aquellas contenidas en el Código de Derecho Canónico.
Con obediencia cristiana acataré lo que enseñen los sagrados pastores, como doctores y
maestros
auténticos de la fe, y lo que establezcan como guías de la Iglesia, y ayudaré fielmente a los
Obispos
diocesanos para que la acción apostólica que he de ejercer en nombre y por mandato de la
Iglesia, se
realice siempre en comunión con ella.
Decretum
Ritibus Hebdomadae sanctae in Missali romano oppotune recognitis, congruum visum est ut
etiam
Ordo benedicendi oleum catechumenorum et infirmorum et confidendi chrisma, qui exstat in
Pontificali
romano, in Missa chrismatis adhibendus, necessaries accommodationibus subiceretur.
Praefatum ergo Ordinem Sacra haec Congregatio pro Cultu Divino recognovit, eundemque, a
Summo
Pontifice PAULO VI Auctoritate Sua Apostolica approbatum, promulgat, statuens ut pro Ordine
in
Pontificali Romano exstante posthac adhibeatur.
Praefectus
A. Bugnini
a Secretis
Notas Preliminares
Bendición de los óleos y consagración del crisma
1.
El obispo ha de ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y
depende, en
cierto sentido, la vida cristiana de sus fieles..
La Misa crismal que él concelebra con los presbíteros de las diversas zonas de la diócesis, y
dentro de
la cual consagra el santo crisma y bendice los otros óleos, ha de ser considerada como una de
las
principales expresiones en las que se pone de manifiesto la plenitud del sacerdocio del obispo
y la estrecha
unidad de todos los presbíteros con él. Con el santo crisma consagrado por el obispo, son
ungidos los
nuevos bautizados y son signados los que son confirmados. Con el óleo de los catecúmenos
se prepara y
se dispone a éstos por el bautismo. Finalmente, con el óleo de los enfermos, éstos son
aliviados en su
enfermedad.
2.
La liturgia cristiana ha hecho suyo el uso del Antiguo Testamento, según el cual los reyes,
sacerdotes
y profetas eran ungidos con el óleo de la consagración, pues ellos prefiguraban a Cristo, cuyo
nombre
significa precisamente "Ungido del Señor".
De manera semejante el santo crisma significa que, por el bautismo, los cristianos fueron
injertados en
el Misterio Pascual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resucitados con Él, hechos
partícipes de
su sacerdocio profético y real. El crisma es también un signo de la unción espiritual del
Espíritu Santo que
les es dado a los cristianos en la confirmación.
El óleo de los catecúmenos prolonga el efecto de los exorcismos ya que fortalece a los
bautizados
para que puedan renunciar al demonio y al pecado, antes de acercarse a la fuente de la Vida
para renacer
en ella.
El óleo de los enfermos cuyo uso atestigua el apóstol Santiago, sirve de remedio para las
enfermedades del cuerpo y del alma y permite a los enfermos soportar con fortaleza, combatir
sus males y
alcanzar el perdón de sus pecados.
I. Materia sacramental
3.
La materia adecuada para este sacramento es el aceite de oliva o, de acuerdo con la
circunstancias,
cualquier otro aceite vegetal.
4.
El crisma se confecciona con aceite y perfumes, o sustancias aromáticas.
5.
La preparación del crisma se puede hacer privadamente antes de ser consagrado, o bien
puede hacerla
el obispo durante la acción litúrgica.
II. El Ministro
6.
La consagración del crisma corresponde solamente al obispo.
7.
El óleo de los catecúmenos, si a juicio de la Conferencia Episcopal se mantiene en uso, será
bendecido
por el obispo, junto con los otros óleos, durante la misa crismal. Sin embargo, la facultad de
bendecir el
óleo de los catecúmenos se concede a los sacerdotes para el caso del bautismo de adultos,
cuando tienen
que hacer la unción en la etapa correspondiente del catecumenado.
8.
El óleo para la Unción de los enfermos debe ser bendecido por el obispo o por un presbítero
facultado
para ello, ya sea por el Derecho o por una concesión especial de la Santa Sede.
En virtud del Derecho pueden bendecir el óleo destinado a la Unción de los enfermos: a)
aquellos a
quienes el derecho equipara con los obispos diocesanos; b) cualquier presbítero, en caso de
verdadera
necesidad.
Rito de la bendición
14.
La Misa crismal ha de ser siempre celebrada. Conviene que entre los presbíteros que
concelebren con
el obispo, testigos y colaboradores en el oficio de administrar el santo crisma, haya
representantes de las
distintas zonas de la diócesis.
15.
La preparación del obispo, de los concelebrantes y demás ministros, su entrada en el templo y
todos
los ritos de la Misa, hasta el final de la Liturgia de la Palabra, se realiza como en todas las
misas
concelebradas. Los diáconos que participan en la bendición de los óleos se dirigen al altar
procediendo a
los presbíteros celebrantes.
16.
Después de la renovación de las promesas sacerdotales, los diáconos y ministros designados
para
llevar los óleos o, en ausencia de ellos, algunos presbíteros y ministros, junto con los otros
fieles
señalados para llevar el pan, el vino y el agua, se dirigen ordenadamente a la sacristía o al
lugar donde se
encuentran preparados los óleos y los dones.
Desde allí regresarán al altar de la siguiente manera: en primer lugar el ministro que lleva el
recipiente
con las esencias aromáticas o el perfume, si es que el mismo obispo desea preparar el crisma;
después
otro ministro con el recipiente del óleo de los catecúmenos, si es que debe bendecir, seguido
por el
ministro que lleva el recipiente del óleo de los enfermos. El óleo para el crisma es llevado en
último lugar
por un diácono o un presbítero. Detrás de ellos se dirigen al altar los otros ministros que llevan
el pan, el
vino y el agua para la Eucaristía.
17.
Mientras son llevados procesionalmente por el templo los óleos y las ofrendas, el coro canta,
alternando con todos los presentes, el himno "O Redemptor" u otro canto apropiado.
O redémptor
O Redémptor, sume carmen
temet concinéntium.
Arbor feta alma luce
hoc sacrándum próotulit,
fert hoc prona praesens turba
Salvatóri saéculi.
Consecráre tu dignáre,
Rex perénnis patriae,
hoc olívum sígnum vivum
iura contra daémonum.
Ut novétur sexus omnis
unctione chrísmatis;
ut sanétur sauciáta
dignitatis glória.
Lota mente sacro fonte
aufugántur crímina,
uncta fronte sacrosáncta
influunt charísmata.
Corde natus ex Paréntis,
alvum implens Vírginis,
praesta lucem, claude mortem
chrísmatis consórtibus.
Sit haec dies festa nobis
saeculórum saéculis,
sit sacráta digna laude
nc senéscat témpore.
18.
Cuando la procesión llega al altar o a la sede, el Obispo recibe los dones. El diácono que lleva
el
recipiente con el óleo para el crisma, se lo presenta al obispo diciendo en voz alta: "Óleo para
el santo
crisma"; el obispo lo recibe y entrega a uno de los diáconos que lo asisten, el cual coloca el
recipiente
sobre la mesa preparada especialmente. Lo mismo hacen los que llevan los recipientes con el
óleo de los
enfermos y el de los catecúmenos. El primero dice: "Óleo de los enfermos", y el segundo
"Óleo de los
catecúmenos". El obispo recibe ambos recipientes y los ministros los colocan sobre la misma
mesa.
19.
Luego continúa la Misa de acuerdo con el rito de la concelebración hasta el final de la Plegaria
eucarística, a no ser que todo el rito de la bendición se realice inmediatamente (cf. núm 12).
En este caso,
se procede según lo descrito en el num. 26.
20.
Antes que el obispo diga "Por quien creas todos estos bienes" en la Plegaria eucarística I, o
antes de la
doxología : "Por él, con él y en él", en las otras Plegarias eucarísticas, el que llevó el recipiente
con el óleo
para los enfermos, se acerca con él al altar y lo sostiene delante del obispo, mientras éste
bendice el óleo,
diciendo esta oración:
Dios y Padre de todo consuelo,
que, por medio de tu Hijo,
quisiste remediar los males
de quienes estaban enfermos,
escucha con bondad
la oración que brota de la fe;
Envía desde el cielo
tu Espíritu Santo Paráclito
sobre este aceite.
Tú que has hecho que él
fuera producido por los vegetales
para que restaurara los cuerpos,
enriquece con tu bendición X este óleo,
para que cuantos sean ungidos con él
sientan en su cuerpo y en su alma
tu divina protección,
y así se vean liberados de la aflicción
y de todas las enfermedades y sufrimientos.
Señor, que este aceite
sea santificado en beneficio nuestro
por medio de tu bendición
en el nombre de tu Hijo Jesucristo.
( Que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén )
La conclusión "que vive y reina..." señalada entre paréntesis, se dice solamente cuando la
bendición se
realiza fuera de la Plegaria eucarística.
Acabada la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la
Misa
prosigue hasta después de la comunión.
Vergilius Noe
a Secretis adiunctus.
Notas Preliminares
I. Naturaleza y significado del rito
1.
La Santa Madre Iglesia no ha dudado en afirmar repetidamente la legitimidad del culto
tributado a las
imágenes de Cristo, de su Madre y de los santos y con frecuencia ha adoctrinado a los fieles
sobre el
significado de ese culto.
2.
La veneración a las imágenes de santa María Virgen frecuentemente se manifiesta adornando
su
cabeza con una corona real. Y, cuando en la imagen la santa Madre de Dios lleva en los
brazos a su divino
Hijo, se coronan ambas imágenes. Al efectuar el rito, se ciñe primero la corona a la imagen del
Hijo y
luego a la de la Madre.
3.
La costumbre de representar a santa María Virgen ceñida con corona regia data ya de los
tiempos del
Concilio de Éfeso (431), lo mismo en Oriente que en Occidente. Los artistas cristianos pintaron
frecuentemente a la gloriosa Madre del Señor sentada en solio real, adornadas con regias
insignias y
rodeada de una corte de ángeles y de los santos del cielo. En esas imágenes no pocas veces
se representa
al divino Redentor ciñendo a su Madre con una refulgente Corona.
4.
La costumbre de coronar las imágenes de la Santa María Virgen fue propagada en Occidente
por los
fieles, religiosos o laicos, sobre todo desde finales del siglo XVI. Los Romanos Pontífices no
sólo
secundaron esta forma de piedad popular, sino que, además "muchas veces, personalmente
con sus
propias manos, o por medio de obispos por ellos delegados, coronaron imágenes de la Virgen
Madre de
Dios ya insignes por la veneración pública."
Y, al generalizarse esta costumbre, se fue organizando el rito para la coronación de las
imágenes de
santa María Virgen, rito que fue incorporado a la Liturgia Romana en el siglo XIX.
5.
Con este rito reafirma la Iglesia que santa María Virgen con razón es tenida e invocada como
Reina ya
que es:
a) Madre del Hijo de Dios y Rey mesiánico: María, en efecto, es Madre de Cristo, el verbo
encarnado, por medio del cual "fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles
e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades", Madre del Hijo de David, acerca del cual dijo
el ángel
con palabras proféticas: "Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el
trono de David,
su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin"; de ahí que
Isabel, llena del
Espíritu Santo, saludó a la Santísima Virgen, que llevaba a Cristo en su seno, como "Madre
del Señor".
b) Es colaboradora augusta del Redentor: Pues la santísima Virgen, como nueva Eva, por
eterno
designio de Dios, tuvo una relevante participación en la obra salvadora con la que Cristo
Jesús, nuevo
Adán, nos redimió y nos adquirió para sí, no con oro y plata efímeros, sino a precio de sus
sangre, e hizo
de nosotros un reino para nuestro Dios.
c) Es perfecta discípula de Cristo: La Virgen de Nazaret, dando su asentimiento al plan divino,
avanzando en su peregrinación de fe, escuchando y guardando la Palabra de Dios,
manteniéndose
fielmente unida a su Hijo hasta la cruz, perseverando en la oración con la Iglesia,
intensificando su amor a
Dios, se hizo digna, de modo inminente, de "la corona merecida", "la corona de la vida", "la
corona de
gloria" prometida a los fieles discípulos de Cristo; y por ello, "terminado el decurso de su vida
terrena, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina
Universal, con el fin
de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del
pecado y de la
muerte".
d) Es miembro supereminente de la Iglesia: esclava del Señor, que fue coronamiento del
antiguo
Israel y aurora santa del nuevo pueblo de Dios, María es "la parte mayor, la parte mejor, la
parte principal
y más selecta" de la Iglesia; bendita entre las mujeres, por el singular ministerio a ella
encomendado para
con Cristo y todos los miembros de su Cuerpo místico, como también por la riqueza de
virtudes y la
plenitud de gracia, María sobresale entre la raza elegida, el sacerdocio real, la nación
consagrada, que es la
Iglesia; y de los ángeles y como Reina de todos los santos. Y la gloria de la santísima Virgen,
hija de Adán
y hermana de los hombres, no sólo honra al pueblo de Dios sino que ennoblece a todo el
género humano.
6.
Al obispo de la diócesis, juntamente con la comunidad local, corresponde juzgar sobre la
oportunidad
de coronar una imagen de la santísima Virgen María. Pero téngase en cuanta que solamente
es oportuno
coronar aquellas imágenes que, por la gran devoción de los fieles, gocen de cierta
popularidad, de tal
modo que el lugar donde se veneran haya llegado a ser la sede u como el centro de un
genuino culto
litúrgico y de activo apostolado cristiano.
Con el tiempo conveniente, antes de la celebración del rito, se ha de instruir a los fieles sobre
su
significado y sobre su carácter exclusivamente religioso, para que puedan participar con fruto
la
celebración y sepan entenderla debidamente.
7.
Las diadema o corona que se ponga a una imagen ha de estar confeccionada de materia apta
para
manifestar la singular dignidad de la santísima Virgen; sin embargo, evítese la exagerada
magnificencia y
fastuosidad, así como el deslumbramiento y derroche de piedras preciosas que designan de la
sobriedad
del culto cristiano o puedan ser algo ofensivo a los fieles, por su bajo nivel de vida.
12.
Las vestiduras sagradas han de ser de color blanco o festivo, a no ser que se celebre una
Misa que
requiera ropa de otro color (cf. núm. 9). Si se celebra Misa, prepárese:
a) Para el obispo: alba, estola, casulla, mitra y báculo pastoral.
b) Para los diáconos: albas, estolas y si parece oportuno dalmáticas.
c) Para el lector y los demás ministros: albas u otras vestiduras legítimamente admitidas.
Capítulo I.
Coronación de una imagen de Santa Maria Virgen dentro
de la misa
13.
Si las rúbricas lo consienten, conviene que se celebre la Misa de Santa María Virgen, Reina
(día 22 de
agosto), u otra misa que corresponda al título de la imagen que va a ser coronada.
14.
En la misa todo se desarrolla del modo acostumbrado, hasta el evangelio, inclusive.
Terminado el
evangelio, el obispo hace la homilía, en la que explica las lecturas bíblicas y la función
maternal y regia de
santa María Virgen en el misterio de la Iglesia.
Imposición de la corona
16.
Terminada la oración, el obispo rocía con agua bendita las coronas (la corona) y, sin decir
nada, la
coloca sobre la imagen de santa María Virgen. Si la Virgen figura con el niño Jesús, primero
se corona la
imagen del Hijo y luego la de la Madre, como queda dicho arriba (cf. núm. 2).
17.
Una vez impuesta la corona, se canta esta antífona:
Santa María siempre Virgen,
Reina del mundo,
intercede por nuestra paz y salvación,
tú que engendraste a cristo, el Señor,
Salvador universal. (T.P. Aleluia).
U otro canto apropiado.
Mientras tanto, el obispo inciensa la imagen de santa María Virgen.
Oración Universal
18.
Terminado el canto, se hace la oración universal con el formulario que sigue o con otro que
parezca
conveniente. El obispo invita a los presentes a orar, con estas palabras:
A Dios Padre,
que ha hecho obras grandes en la santísima Virgen María,
y sigue continuamente obrando maravillas de bondad en su Iglesia,
dirijamos suplicantes nuestra oración, diciendo:
R. Te rogamos, óyenos.
El lector indica las intenciones:
1. Por la Iglesia,
para que uniendo su voz a la de María,
anuncie a todos los pueblos las maravillas de Dios,
y exalte la misericordia
del que derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
roguemos al Señor. R.
2. Por todos los pueblos del mundo,
para que, movidos por el Espíritu Santo,
se congreguen felizmente en el único pueblo de Dios,
bajo el reinado de Cristo,
roguemos al Señor. R.
3. Por la concordia entre las naciones,
para que, con la ayuda de la Reina de la paz,
se apaguen los odios, desaparezcan las guerras,
y todos los pueblos gocen de una convivencia fecunda,
roguemos al Señor. R.
4. Por los que sufren en la enfermedad,
en la pobreza, en la soledad,
por cuantos languidecen en las prisiones
o padecen persecución,
para que la santísima Virgen, reina de misericordia,
reavive en ellos la esperanza
y los conforte con su amor materno,
roguemos al Señor. R.
5. Por todos los que estamos aquí reunidos,
para que, reconociendo la singular dignidad de la santísima Virgen,
nos esforcemos en imitar su humildad
y espíritu de servicio
y la amemos con amor cada vez más ardiente,
roguemos al Señor. R.
El obispo concluye la oración diciendo:
Te pedimos, Señor, que interceda por nosotros
la santísima siempre Virgen María,
que nos diste como Madre y como reina,
para que también nosotros podamos participar de la plenitud de tu gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.
19.
Si parece oportuno, el obispo, después de incensar las ofrendas, el altar y la cruz, inciensa
también la
imagen de santa María Virgen.
20.
Luego sigue la Misa de modo acostumbrado. Después de la Misa, se canta la antífona Dios te
salve,
Reina y Madre, o Salve, Reina de los cielos, o, en tiempo pascual, Reina del cielo, u otro canto
apropiado
en honor de santa María Virgen.
Ritos iniciales
22.
Las Vísperas comienzan del modo acostumbrado. Después del versículo introductorio y del
Gloria al
Padre, antes de que se cante el himno, el obispo, con una monición, si lo cree oportuno, se
dirige a los
fieles para prepararlos a la celebración y explicar el significado del rito. Puede hacerlo con
estas palabras u
otras semejantes:
Al declinar el día,
nos hemos reunido aquí gozosamente
para celebrar el sacrificio de la alabanza vespertina
y para coronar solemnemente
la imagen de la santísima Virgen, Madre de Dios
(y la de su Hijo).
este rito, si nos fijamos en su sentido íntimo,
será para nosotros una lección
de aquella doctrina evangélica
según la cual son los mayores
en el reino de los cielos
los que supieron ser los primeros
en el servicio de los demás y en la caridad.
El mismo Cristo, nuestro Señor,
que no vino a ser servido sino a servir,
cuando fue levantado sobre la tierra
atrajo a todos hacia sí
y desde el madero de la cruz inauguró su reino,
fundado sobre el amor y la mansedumbre.
A su vez, la Virgen santa María,
cuya gloria hoy proclamamos,
fue aquí en la tierra la humilde esclava del Señor;
consagrada totalmente a la persona y a la obra de su Hijo,
con él, y a él subordinada,
sirvió al misterio de la redención;
y, elevada a la gloria celestial,
no ha dejado su tarea salvífica
para con los hermanos de Cristo,
sino que, solícita de su eterna salvación,
desempeña siempre el servicio
de dispensadora de la piedad y reina de amor.
Salmodia
23.
Terminado el himno, sigue el canto o recitación de los salmos con sus antífonas.
27.
Terminado el canto, los ministros llevan al obispo las coronas (o la corona) con las que van a
ser
ceñidas la imágenes de Cristo y de su Madre. El obispo, quitada la mitra, se levanta y de pie
junto a la
sede, dice esta oración (si se va a coronar solamente la imagen de santa María Virgen, la
frase "la imagen
de Cristo y de su Madre" se sustituye por esta otra: "la imagen de la Madre de tu Hijo", como
se advierte
en su lugar):
Bendito eres, Señor, Dios del cielo y de la tierra,
que con tu misericordia y tu justicia
dispersas a los soberbios y enalteces a los humildes;
de este admirable designio de tu providencia
nos has dejado un ejemplo sublime
en el Verbo encarnado y en su Virgen Madre:
tu Hijo, que voluntariamente se rebajó hasta la muerte de cruz,
resplandece de gloria eterna y está sentado a tu derecha
como Rey de reyes y Señor de señores;
y la Virgen, que quiso llamarse tu esclava,
fue elegida Madre del redentor
y verdadera Madre de los que viven,
y ahora, exaltada sobre los coros de los ángeles,
reina gloriosamente con su Hijo,
intercediendo por todos los hombres
como abogada de la gracia y reina de misericordia.
Mira, señor, bondadosamente a estos tus servidores
que, al ceñir con una corona visible
la imagen de Cristo y de su Madre
(o: la imagen de la Madre de tu Hijo),
reconocen en tu Hijo al rey del universo
e invocan como Reina a la Virgen María.
Haz que, siguiendo su ejemplo, te consagren su vida
y, cumpliendo la ley del amor,
se sirvan mutuamente con diligencia;
que se nieguen a sí mismos
y con entrega generosa ganen para ti a sus hermanos;
que buscando la humildad en la tierra,
sean un día elevados a las alturas del cielo,
donde tú mismo pones sobre la cabeza de tus fieles
la corona de vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Imposición de la corona
28.
Terminada la oración, el obispo rocía con agua bendita las coronas (la corona) y, sin decir
nada, la
coloca sobre la imagen de santa María Virgen. Si la Virgen figura con el niño Jesús, primero
se corona la
imagen del Hijo y luego la de la Madre, como queda dicho arriba (cf. núm. 2).
Cántico Evangélico
29.
Una vez impuesta la corona, se entona el cántico de la santísima Virgen María con la antífona
siguiente:
Dichosa tú, Virgen María,
que has creído lo que te ha dicho el Señor;
reinas con Cristo para siempre.
O bien:
Bienaventurada Virgen María,
tú eres la Reina de la misericordia,
tú la esperanza del mundo,
escúchanos, somos tus hijos que recurrimos a ti.
O bien:
Santa María, Madre y siempre Virgen,
gloriosa Reina del mundo,
intercede por nosotros ante el Señor.
Cántico de la santísima Virgen María
Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Preces e intercesiones
30.
Terminado el cántico, se la hace la oración universal, con el formulario propuesto en el núm.
18 o con
el siguiente:
Hermanos, a Cristo, Rey del universo,
que es anterior a todo y en quien todo se mantiene,
elevemos nuestra oración, diciendo:
R. Reina, Señor, en nuestros corazones.
1. Cristo, nuestro Rey, que viniste al mundo para ser testigo de la verdad, que todos te
reconozcan
como señor de mentes y corazones. R.
2. Cristo, Príncipe de la paz, destruye los planes de guerra y suscita pensamientos de paz en
el
corazón de los hombres. R.
3. Cristo, heredero de todo, congrega a tu heredad en la santa Iglesia, para que todos los
pueblos
sean coherederos de tu reino. R.
4. Cristo, Juez eterno, cuando devuelvas a Dios Padre tu reino, colócanos a tu derecha y haz
que
heredemos el reino preparado para nosotros desde la creación del mundo. R.
5. Cristo, mediador entre Dios y los hombres, que hiciste a maría reina de misericordia, por su
intercesión concede salud a los enfermos, consuelo a los afligidos, perdón a los pecadores. R.
6. Cristo, Salvador de los hombres, que coronaste a maría como reina del cielo, haz que los
difuntos
vayan a gozar con los santos en tu reino eterno. R.
El obispo, a continuación, si lo juzga oportuno, introduce la oración del Señor con estas o
semejantes
palabras:
Y ahora, todos juntos, como hijos amadísimos,
gozosos por la gloria de la santísima Virgen María
y seguros de su maternal intercesión,
oremos de corazón a Dios Padre
como el mismo Jesucristo nos enseñó:
Todos: Padre nuestro...
Luego el obispo añade la siguiente oración, a no ser que el Oficio del día requiera otra:
Señor Dios, que constituiste a la Madre de tu Hijo
como Madre y Reina nuestra;
concede en tu bondad que, sostenidos por su oración poderosa,
alcancemos en el Reino celestial
la gloria de los hijos de Dios.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Todos:
Amén.
31.
El obispo bendice al pueblo del modo acostumbrado; el diácono lo despide. Para terminar, es
oportuno
cantar la antífona Dios te salve, Reina y Madre, o Salve, Reina de los cielos, o , en tiempo
pascual, Reina
del cielo, u otro canto apropiado en honor de santa María Virgen.
Capítulo III. Coronación de una imagen de Santa María
Virgen
unida a una celebración de la Palabra de Dios
Ritos Iniciales
32.
Reunido el pueblo en la iglesia, el obispo, en la sacristía o en otro lugar conveniente, se pone
sobre el
roquete o el alba la cruz pectoral, la estola y la capa pluvial de color blanco o festivo. Recibe la
mitra y el
báculo. Acompañado de los diáconos y demás ministros, entra en la iglesia mientras se canta
la antífona
siguiente:
De pie a tu derecha está la Reina,
enjoyada con oro de Ofir.
O esta otra:
Apareció una figura portentosa en el cielo:
Una mujer vestida de sol,
la luna por pedestal,
coronada de doce estrellas.
Con el salmo 44 u otro canto apropiado.
Salmo 44, 2-3.7-10.14-18
Me brota del corazón un hermoso poema,
yo dedico mis versos al rey:
mi lengua es como la pluma de un hábil escribiente
(se repite la antífona)
Tú eres hermoso, el más hermoso de los hombres;
la gracia se derramó sobre tus labios,
porque el Señor te ha bendecido para siempre.
(se repite la antífona)
Tu trono, como el de Dios, permanece para siempre;
el cetro de tu realeza es un cetro justiciero:
tú amas la justicia y odias la iniquidad.
Por eso el Señor, tu Dios, prefiriéndote a tus iguales,
te consagró con el óleo de la alegría:
(se repite la antífona)
tus vestiduras exhalan perfume de mirra, áloe y acacia.
Las arpas te alegran desde los palacios de marfil;
una hija de reyes está de pie a tu derecha:
es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.
(se repite la antífona)
Embellecida con corales engarzados en oro
y vestida de brocado, es llevada hasta el rey.
Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían,
con gozo y alegría entran al palacio real.
(se repite la antífona)
Tus hijos ocuparán el lugar de tus padres,
y los pondrás como príncipes por toda la tierra.
(se repite la antífona)
Yo haré célebre tu nombre por todas las generaciones;
por eso, los pueblos te alabarán eternamente.
(se repite la antífona)
33.
El obispo, al llegar al altar, deja el báculo y la mitra, hace la veneración al altar y se va a la
sede, desde
donde, terminado el canto, saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
nacido de la santísima Virgen,
el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo
esté con todos ustedes.
U otras palabras apropiadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura. El pueblo
responde:
Y con tu espíritu.
34.
Seguidamente el obispo, con una monición, se dirige a los fieles para prepararlos a la
celebración y
explicar el significado del rito. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Llenos de gozo, nos hemos reunido aquí gozosamente
para coronar solemnemente
la imagen de la santísima Virgen, Madre de Dios
(y la de su Hijo).
Asistamos a esta celebración con atento fervor,
escuchando, ante todo, con fe, la Palabra de Dios.
Este rito, si nos fijamos en su sentido íntimo,
será para nosotros una lección
de aquella doctrina evangélica
según la cual son los mayores
en el reino de los cielos
los que supieron ser los primeros
en el servicio de los demás y en la caridad.
El mismo Cristo, nuestro Señor,
que no vino a ser servido sino a servir,
cuando fue levantado sobre la tierra
atrajo a todos hacia sí
y desde el madero de la cruz inauguró su reino,
fundado sobre el amor y la mansedumbre.
A su vez, la Virgen santa María,
cuya gloria hoy proclamamos,
fue aquí en la tierra la humilde esclava del Señor;
consagrada totalmente a la persona y a la obra de su Hijo,
con él, y a él subordinada,
sirvió al misterio de la redención;
y, elevada a la gloria celestial,
no ha dejado su tarea salvífica
para con los hermanos de Cristo,
sino que, solícita de su eterna salvación,
desempeña siempre el servicio
de dispensadora de la piedad y reina de amor.
35.
Terminada la monición, el obispo dice:
Oremos.
Y todos oran unos momentos en silencio.
Luego el obispo prosigue:
Señor Dios, que constituiste a la Madre de tu Hijo
como Madre y Reina nuestra;
concede en tu bondad que,
quienes nos hemos reunido aquí para coronar su imagen,
sostenidos por su oración poderosa,
alcancemos en el Reino celestial
la gloria de los hijos de Dios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.
Imposición de la corona
39.
Terminada la oración, el obispo rocía con agua bendita las coronas (la corona) y, sin decir
nada, la
coloca sobre la imagen de santa María Virgen. Si la Virgen figura con el niño Jesús, primero
se corona la
imagen del Hijo y luego la de la Madre, como queda dicho arriba (cf. núm. 2).
40.
Una vez impuesta la corona, se canta esta antífona:
Santa María siempre Virgen,
Reina del mundo,
intercede por nuestra paz y salvación,
tú que engendraste a cristo, el Señor,
Salvador universal. (T.P. Aleluia).
U otro canto apropiado.
Mientras tanto, el obispo inciensa la imagen de santa María Virgen.
Súplica Litánica
41.
A continuación se cantan las letanías de la santísima Virgen, como van propuestas a
continuación; o
se hace la oración universal, según se indica en el núm. 18 o en el núm. 30, o de alguna otra
manera
adaptada al momento.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Santa María, ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios, ruega por nosotros.
Santa Virgen de las vírgenes, ruega por nosotros.
Hija predilecta del Padre, ruega por nosotros.
Madre de Cristo Rey, ruega por nosotros.
Gloria del Espíritu Santo, ruega por nosotros.
Virgen Hija de Sión, ruega por nosotros.
Virgen pobre y humilde, ruega por nosotros.
Virgen sencilla y obediente, ruega por nosotros.
Esclava del Señor, ruega por nosotros.
Madre del Señor, ruega por nosotros.
Colaboradora del redentor, ruega por nosotros.
Llena de gracia, ruega por nosotros.
Fuente de hermosura, ruega por nosotros.
Conjunto de todas las virtudes, ruega por nosotros.
Fruto escogido de la redención, ruega por nosotros.
Discípula perfecta de Cristo, ruega por nosotros.
Imagen purísima de la Iglesia, ruega por nosotros.
Mujer nueva, ruega por nosotros.
Mujer vestida de sol, ruega por nosotros.
Mujer coronada de estrellas, ruega por nosotros.
Señora llena de bondad, ruega por nosotros.
Señora llena de compasión, ruega por nosotros.
Señora nuestra, ruega por nosotros.
Alegría de Israel, ruega por nosotros.
Esplendor de la Iglesia, ruega por nosotros.
Honor del género humano, ruega por nosotros.
Abogada de la gracia, ruega por nosotros.
Dispensadora de la piedad, ruega por nosotros.
Auxiliadora del Pueblo de Dios, ruega por nosotros.
Reina de la caridad, ruega por nosotros.
Reina de la misericordia, ruega por nosotros.
Reina de la paz, ruega por nosotros.
Reina de los ángeles, ruega por nosotros.
Reina de los patriarcas, ruega por nosotros.
Reina de los profetas, ruega por nosotros.
Reina de los apóstoles, ruega por nosotros.
Reina de los mártires, ruega por nosotros.
Reina de los confesores, ruega por nosotros.
Reina de las vírgenes, ruega por nosotros.
Reina de todos los santos, ruega por nosotros.
Reina concebida sin pecado original, ruega por nosotros.
Reina llevada al cielo, ruega por nosotros.
Reina del mundo, ruega por nosotros.
Reina del cielo, ruega por nosotros.
Reina del universo, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
V. Ruega por nosotros, Madre gloriosa del Señor.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
El obispo concluye la súplica diciendo:
Escucha, Dios misericordioso, las súplicas de tus hijos;
y ya que hemos reconocido, en esta solemne celebración,
a santa María, tu humilde servidora
como nuestra Madre y nuestra Reina,
concédenos que, sirviéndote a ti y a los hermanos aquí en la tierra,
merezcamos ser recibidos en tu reino eterno.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.