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El autor de Populismo (La huerta grande, 2015) nos habla de la construcción del
concepto 'pueblo', de Pablo Iglesias y de su forma de liderar. Reconoce que "el origen
de Podemos puede caracterizarse como el propio de una movilización populista" y
advierte de que "si bien la crisis española no es todavía orgánica, podría serlo". Dice
además en su libro que "el populismo tiene puesta su mirada en este horizonte". Por eso
cree que esta teoría política "está bien como herramienta de movilización, pero tiene
que trascender en otra cosa"; en lo que él llama republicanismo. En cuanto a España,
Villacañas pide un verdadero progreso en calidad democrática y apuesta por un
Gobierno provisional capaz de cambiar las reglas de juego y hacer un sistema electoral
proporcional puro, pero que permita configurar gobiernos estables.
- Usted habla de una vieja lucha del populismo contra el comunismo y asegura que
"no se entiende nada del populismo cuando se juzga el desencuentro entre
Podemos e Izquierda Unida como táctico". ¿A qué se refiere?
- Podemos y Pablo Iglesias tienen que darse cuenta de que, en la medida en que su
posición, su comunicación, su estructura mental obedezca a aquello, están condenados a
tener el mismo fin que Anguita. Porque la sociedad española, como sociedad moderna,
es una sociedad que no asume un carisma de esa naturaleza. El carisma tiene que ser un
carisma antiautoritario, que esté atento a la realidad, que sea respetuoso con ella, que
la identifique, la escuche y la incorpore al discurso.
El tipo de liderazgo originario de Iglesias estaba más bien diseñado para un liderazgo
central español. Pero ahora se ha convertido en un hombre que armoniza y relaciona a
catalanes, vascos, valencianos, gallegos y castellanos. Un líder que tiene como finalidad
armonizar una España federal, no es un líder del tipo de Anguita; es un líder que tiene
un perfil diferente, dialogante, no tan imperioso. La comunicación que hace Pablo
Iglesias recién salido el 20D es una comunicación estrictamente anguitiana. Necesita
cambiar la figura de su liderazgo inevitablemente, si quiere ser el líder de la
plurinacionalidad española y no del jacobinismo populista español.
- Por entrar un poco en la teoría... Populismo viene del latín populus. Pero, ¿qué
concepto de pueblo maneja?
- Pero cada uno puede interpretar de una manera diferente ese concepto de
pueblo. ¿Qué hace que se unifique?
- Laclau, uno de los teóricos del populismo, dice precisamente que en el origen de
cualquier movimiento populista está la crisis de representación.
- Sí, pero esa crisis de representación puede venir por distintos motivos. En los países
latinoamericanos viene fundamentalmente por las evidencias de una entrega a élites
foráneas de la representación política. Es decir, que la representación política vigente
no sirve a los intereses reales del cuerpo político. Lo que ha pasado en España es que
hemos visto a Zapatero cuadrarse de forma bastante indigna ante una agenda
internacional, europea y aceptar la coacción externa y eliminar de un plumazo todo el
ideario socialdemócrata. Y dos: la pérdida de confianza ante la representación vigente
es por la extraordinaria corrupción sistémica que ha conocido este país, parecida a la de
Venezuela antes de la irrupción del chavismo; a la de Perú en la época de Fujimori; o a
la de las élites criollas en Bolivia antes de Evo Morales.
Cuando se dice que hay una latinoamericanización de la política europea, lo que se dice
es que en España se producen dos condiciones de las élites políticas latinoamericanas:
cesión ante los intereses foráneos y corrupción sistémica. En ese sentido, hay una
movilización populista parecida, porque ya estamos hablando de sociedades globales
donde la agenda política siempre está marcada por alguien de fuera. El peligro de la
desconfianza de las élites políticas nacionales es endémico en nuestras sociedades
porque la agenda neoliberal presiona de forma muy intensa. Por eso yo digo que, en
cierto modo, el populismo es una consecuencia inevitable del neoliberalismo.
- Pero usted también dice que la reacción más probable a esta agenda no será el
populismo sino el nacionalismo identitario.
- No. En unos países será una, pero en otros países será otra. En Italia es muy difícil que
surja un nacionalismo identitario por la tradición política. Pero en Francia es muy fácil.
La señora Le Pen no es un populismo sino un nacionalismo típico y estricto, que aspira
a la reivindicación de la soberanía nacional, como si eso siguiera existiendo... El
populismo exige la soberanía como forma de hacerle frente a las injerencias de la
agenda neoliberal. Pero no es nacionalista.
Por lo tanto, nosotros, aunque estamos en el poder, nunca hacemos una política, porque
estamos a la defensiva. Nunca vamos a hacer una política sobria, real, de transformación
de la realidad, porque en el fondo, aunque estamos en el poder, tenemos que estar
continuamente defendiéndonos de un asalto que padecemos del afuera. Y esto es una
excusa perfecta para decir: "no nos pidáis realizaciones, porque en el fondo no somos
libres. No somos todavía suficientemente soberanos. No somos todavía suficientemente
hegemónicos. Tened un poco más de paciencia... dadnos un poco más de poder". Pero
en realidad, eso es una huida hacia adelante, porque no tiene fin.
- Pero parece que tratar de mantener las condiciones que le permitieron surgir es
una de las bases del populismo.
- Por eso yo digo que el populismo está bien como movilización, pero tiene que
trascenderse en otra cosa; en lo que yo llamo republicanismo. Si el populismo se
empeña en mantener la propia condición por la que llegó al poder, no
transformará la realidad de forma responsable para hacerla más fuerte. Sino que
incorporará más demandas a la cadena, pero no solucionará las anteriores. Propone más
demandas a la cadena, pero porque en el fondo, la demanda principal es: "acabemos con
el imperialismo mundial. Quedémonos solos". Y eso nunca va a suceder… ¿Cuál es el
problema que hay en esa mirada del populismo? Que, en último extremo, el populismo
no sabe qué hacer con el capitalismo global. Y como no sabe qué actitud tomar ante el
capitalismo global, está condenado a padecerlo inexorablemente.
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