You are on page 1of 139

fi. .

^ S - C44 H
RUDOLF VON IHERING

EL FIN
EN EL
DERECHO
UNIYSRSmTtD DE SALAMANCA
MCULTAD D£ D£K£CHO

SEMINARIO 0 £ DERECHO OVIL

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA


© E D I T O R I A L HELIASTA S.R.L.

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723


y cumplidas las disposiciones del artículo 14 de la 20.380
IMPRESO EN LA ARGENTINA
PRINTED IN ARGENTINE
mEJE1 Editorial Htliasta S.R.L.
VIAMONTE 1730, piso 1"
Buenos Aires - República Argentina
CAPITULO I

LA LEY DE FINALIDAD

SUMARIO: 1. Causa y fin.— 2. Papel de la voluntad


en el ser aiifrmidVT^^. El animal: móvil psicoló-
gico de su "querer". — 4. Influencia de la experien-
cia. — 5. Noción de la vida animal. — 6. El "que-
rer" humano. — 7. Esfera interna del proceso de
la voluntad: ley de finalidad. — 8. El fin; su nece-
sidad.— 9. Coacción física; psicológica. —10. Coac-
ción jurídica; moral. —11. Fin de los actos incons-
i* cientes. —12. Esfera externa del proceso de la vo-
luntad: ley decausalidad. — 13. La voluntad inde-
pendiente de la ley de causalidad.

1. CAUSA Y FIN. — La teoría de la razón suficiente nos en-


seña que nada, en el universo, procede de sí mismo (causa
sui). Todo acontecimiento, es decir, toda modificación en el
mundo físico, es la resultante de una modificación anterior y
necesaria para su existencia. Este postulado de la razón, por
la experiencia confirmado, es el fundamento de lo que se llama
la ley de causalidad.
Esta ley rige también la voluntad. Sin razón suficiente, una
manifestación de la voluntad es tan inconcebible como un mo-
vimiento de la materia. Entender la libertad de la voluntad
en el sentido de que ésta puede manifestarse espontáneamen-
te, sin un motivo que la determine, es creer en el barón de
Munchhausen, que se desentierra del fango tirándose por el
tupé.
Es, por lo tanto, necesario, para que la voluntad obre, una
razón suficiente, una causa. Es la ley universal. En la natura-
leza inanimada esta causa es de esencia mecánica (causa effi-
ciens); psicológica cuando se refiere a la voluntad: ésta obra
en vista de un fin, de un objeto (Zweck, causa finolis). La pie-
dra no cae por caer, sino porque debe caer, porque le han qui-
8 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 9

tado el sostén. El hombre que obra, no obra porque, sino a fin jo este aspecto, con el animal comienza, en la naturaleza, la
dey a fin de conseguir tal o cual objeto. Este a fin rige de un vid'a-y con ella la misión de la voluntad. En esta esfera infe-
modo tan ineludible la acción de la voluntad, como el porque rior vamos a buscar nuestra primera concepción de aquélla;
determina el movimiento de la piedra que cae. donde, con ella, aparece por vez primera su indispensable mó-
Un acto de la voluntad sin causa final, es un imposible tan vil, el fin.
absoluto como el movimiento de la piedra sin causa eficiente. La esponja seca se llena de agua, el animal sediento bebe.
Tal es la ley de causalidad: psicológica en el primer caso, pu- ¿Son estos dos hechos idénticos? En apariencia sí, en realidad
ramente mecánica en el segundo. Para abreviar, 1]amaré des- no. En efecto, la esponja se empapa para llenarse de agua, el
de luego a la primera ley de finalidad, para indicar así, por animal bebe para apagar su sed. Es el mismo animal quien
su mismo nombre, que la causa final es la única razón psico- nos lo dice. Un perro bien amaestrado no bebe cuando su amo
lógica de la voluntad. En cuanto a la ley de causalidad mecá- se lo prohibe. ¿Por qué? A la idea de que hay agua y que
nica, el término ley de causalidad bastará para designarla en ésta es propia para apagar su sed, se opone la de los golpes
adelante. Esta ley, en este último sentido, puede explicarse que recibirá si no respeta la prohibición. Esta concepción no
así: ningún acontecimiento se produce en el mundo físico sin la origina una impresión sensible, actual, proviene únicamen-
un acontecimiento anterior en el cual encuentra aquél su cau- te de su memoria. El recuerdo de los golpes no hace desapa-
sa. Es la expresión habitual: no hay efecto sin causa. La ley recer la sequedad de su garganta y la sensación de sed que
de finalidad dice: no hay "querer", o lo que es igual: no hay es su consecuencia —un hecho no puede ser desvanecido por
acción sin un fin. un concepto—. Un concepto sólo puede destruir otro concep-
2. PAPEL DE LA VOLUNTAD EN EL SER ANIMADO. — En la cau- to más débil. Pero si la renuncia al placer de beber es en este
sa, el objeto sobre el cual se ejerce la acción permanece en caso un fenómeno psicológico y no mecánico, pues depende
estado pasivo; aparece como un punto aislado en el univer- del concurso de la memoria, el goce, resista o no el animal, es
so, sometido en este momento a la ley de causalidad. Por el un hecho psicológico. La sequedad de la garganta es un esta-
contrario, el ser que un fin pone en movimiento se hace ac- do físico, y este no es causa de beber, pues esto último se rea-
tivo, obra. La causa se relaciona con el pasado, el fin abarca liza porque la impulsión física o mecánica se ha transforma-
lo porvenir. Interrogado sobre la razón de sus manifestacio- do en una impulsión psicológica. Desde este momento no es
nes, el mundo físico busca sus explicaciones en el pasado; la la ley de causalidad la que rige el hecho; éste tiene su fuen-
voluntad remite a lo venidero. Quia, contesta aquél; ut, dirá te en la ley de finalidad. El animal bebe para calmar su sed;
ésta. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que la causa final se contiene de hacerlo para no ser castigado. En uno y otro
contenga una perturbación del orden en le creado, y en su caso es la concepción de una cosa futura lo que dicta el pro-
consecuencia lo determinante, no deba preceder, en cuanto ceder del animal.
al tiempo, a lo determinado. Aquí también la razón determi- 4. INFLUENCIA DE LA EXPERIENCIA. — He aquí cómo se de-
nante pertenece al presente; lo determinante precede, en cuan- muestra la exactitud de lo dicho anteriormente: que se su-
to al tiempo, a lo determinado. Esta impulsión determinante merja la esponja en agua o en ácido sulfúrico, se empapará lo
es el concepto inmanente (el fin) del que obra, y el que le mismo aunque el líquido haya de producir su disolución; el
lleva a obrar, pero el objeto de este concepto es lo futuro, lo animal lamerá el agua y rechazará el ácido sulfúrico. ¿Por qué?
que el ser que obra quiere conseguir. En este sentido puede Porque siente que este último le es perjudicial. El animal dis-
sostenerse que lo porvenir encierra el motivo práctico de la tingue, pues, lo que es favorable a su existencia de lo que
voluntad. puede comprometerla; antes de resolver ejerce una crítica y
Cuando en la naturaleza la vida se manifiesta por un des- pone a contribución la experiencia del pasado. No es sólo el
arrollo psíquico, al punto se revelan el amor a la vida, la es- instinto el que determina la acción del animal; especie o in-
pontaneidad y la conservación personales, o sea, en otros tér- dividuo, el animal está obligado a contar con la experiencia.
minos, la voluntad y el fin de su querer. Frente a sí mi?mo, La noción de la altura y de la profundidad, el golpe de vista
todo ser viviente es su propio protector, su propio guardián, para calcular una y otra, el discernimiento del grado de calor
de la conservación de sí mismo encargado. Previsora, la natu- que en los alimentos y bebidas le será soportable o perjudicial,
raleza se lo descubre y le revela los medios para no faltar a etcétera, son cualidades que los perros y los gatos jóvenes de-
su tarea. ben adquirir mediante caídas por las escaleras y quemadu-
ras. También el animal debe instruirse a costa suya. Un bas-
3. E L ANIMAL: MÓVIL PSICOLÓGICO DE su "QUERER". — Ba-
10 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 11

ton puede caer mil veces y caerá otras mil; no hay para él con la situación actual, demuestra su capacidad de discernir,
experiencia. Presentad a un perro, una vez sola, en lugar de prácticamente, la categoría de lo real y la de lo posible. Dis-
pan una piedra que tenga de aquél la forma y la apariencia, tingue, igualmente, el fin y el medio y los pone en práctica. Si
y el animal no volverá a engañarse. Hay, pues, para el ani- su inteligencia no alcanzase estas ideas, el "querer" en él no
mal una experiencia, es decir, un recuerdo de lo que le ha se concebiría. Yo estoy tan lejor, por mi parte, de desdeñar
sido agradable o desagradable, útil o perjudicial, y de sus im- el "querer" del animal, que lo tengo, por el contrario, en gran
presiones una utilidad práctica para el porvenir, dicho de otro estima. Ensayaré de trazar, en el siguiente capítulo, el esque-
modo, una función de finalidad. ma de la finalidad en general.
5. NOCIÓN DE LA VIDA ANIMAL. — Con ésta se relaciona to- Las consideraciones precedentes han demostrado que el fin
do lo estrechamente posible la noción de la vida animal. Pen- es la concepción de un acontecimiento futuro que la voluntad
sar, solamente pensar, no es aún la vida. Si la piedra pensa- tiende a realizar. Esta noción del fin está lejos de comprender
se, no por eso sería menos piedra, limitándose a reflejar las su esencia entera; debe, sin embargo, bastarnos por el mo-
imágenes del mundo exterior, del mismo modo que la luna se mento, hasta que, avanzando en nuestras investigaciones, po-
refleja en el agua. La más extensa sabiduría no es aún la vi- damos reemplazarla por una noción más completa. Vamos a
da; un libro que contuviese, descubierto, el secreto de la crea- servirnos como de la X del matemático, es decir, como de una
ción entera, aunque adquiriese conciencia de sí mismo, nun- cantidad desconocida.
ca sería más que un libro. Ni tampoco la sensación es aún la 6. E L "QUERER" HUMANO. — Al estudiar el "querer" hu-
vida. Aunque la planta sintiese como el animal la herida que mano, nos limitamos en este capítulo a demostrar la ley de
se le hace, no por eso sería semejante a éste. La vida animal, finalidad. Esta se formula en la siguiente regla: no hay "que-
tal como la naturaleza la ha concebido y modelado, es la afir- rer" sin un fin. Negativamente, esta tesis significa que el "que-
mación, hecha por el ser viviente, de su existencia por sus rer", el proceso interno de la formación de la voluntad, es
propias fuerzas (voló, y no cogito, erg o sum); la vida es la independiente de la ley de causalidad. No es la causa sino
adaptación práctica del mundo exterior a los fines de la propia el fin lo que constituye el motivo determinante del "querer"
existencia. Todo lo que distingue al ser viviente, sensación, Pero la realización de la voluntad, su manifestación externa,
inteligencia, memoria, no tiene otro sentido que ayudarle en entra en la ley de causalidad. Nos encontramos, de un lado,
esta adaptación. La inteligencia y la sensación solas serían con la esfera interna de la voluntad; del otro, con la externa.
impotentes si la memoria no se les agregase; ésta es la que 7. ESFERA INTERNA DEL PROCESO DE LA VOLUNTAD; LEY DE
recoge y guarda, en la experiencia, los frutos que aquéllas han FINALIDAD. — Esta esfera interna tiene su punto inicial en un
producido, para hacerlos servir a los fines de la existencia. acto de la facultad de concebir. Una imagen surge en el alma,
La voluntad, lo mismo que la vida, no es inseparable de la la concepción de un estado futuro se dibuja, prometiendo al
conciencia de sí mismo. Fijándose bien en la correlación que individuo una satisfacción mayor que en el estado presente.
entre ellas existe, la opinión que niega al "querer" del animal La razón que hace nacer esta imagen, que origina esta con-
el nombre de voluntad, por carecer de conciencia de sí mis- cepción, reside, en parte, en el sujeto mismo, en su indivi-
mo, y que reivindica este nombre exclusivamente para el "que- dualidad, su carácter, sus principios, su concepto de la vida.
rer" humano, en vez de reposar en una idea profunda, se basa Reposa, en parte, en influencias externas. Si el delincuente
en una superficial y estrecha. Los rasgos característicos de la concibe la idea de un hecho culpable, esto proviene desde
voluntad humana, a excepción de la conciencia de sí mismo, luego de su naturaleza delincuente; ningún hombre honrado
la cual también en el hombre puede hallarse momentánea- concebiría idea semejante. Lo mismo ocurre con la concep-
mente desvanecida o faltar por completo, se revelan lo mis- ción de una acción buena en el hombre virtuoso, que es im-
mo en el animal. Daremos la prueba más tarde. Hasta la me- posible en el malo. La posibilidad del primer impulso para
moria del animal, que hay que suponer reside en su "querer", realizar el hecho, tiene como condición la individualidad del
es infinitamente más inteligente de lo que parece a primera.- sujeto; en ella estriba la razón final de aquel movimiento. Las
vista. Es muy cómodo decir que la acción en el animal está influencias externas, por el contrario, no hacen más que lle-
determinada por la concepción de un acontecimiento futuro, var al hecho; son la causa ocasional. Marcan el punto donde
¡pero cuántas cosas caben, sin embargo, en estas palabras! la ley de causalidad puede pesar en la formación de la volun-
La concepción de un acontecimiento futuro es la intuición de tad, pero indican al mismo tiempo el límite le esta presión.
un futuro contingente. El animal, en cuanto compara lo futuro En efecto, como más arriba hemos dicho, en el sujeto del
12 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 13

proceso de la voluntad animal, estas influencias exteriores no no se concibe ni la posibilidad de una excepción. Faltando to-
ejercen poder directo sobre la voluntad; adquieren pujanza do esto, nos encontraríamos en presencia de una regla y no
cuando se transforman en motivos psicológicos, y entonces de una ley. ¿Tiene derecho a este nombre? Considerándolo
su poder depende de la suma de resistencia que encuentran bien, no se podrían hacer más que dos objeciones: no se obra
en el sujeto mismo. solamente con un fin; una razón puede también llevar al cum-
Esta concepción de una cosa futura, se distingue de los otros plimiento de un acto; por ejemplo, se puede obrar bajo el im-
conceptos, en que es de naturaleza práctica. Incita al hecho, perio de la coacción o porque el deber o la ley del Estado lo
es un proyecto de éste presentado a la voluntad por la inte- ordenan. Es esta la primera objeción. Segunda objeción: hay
ligencia y el deseo. La adopción de este proyecto depende de actos por completo inconscientes, desprovistos de toda inten-
la fuerza de los razonamientos que lo combaten o aprueban. ción, por ejemplo, los hechos y los gestos de un loco, o los
Sin esta preponderancia del pro o el contra, la voluntad per- actos convertidos en habituales, a los que no preside ningún
manecerá inmóvil, como la balanza cuando los pesos de los pensamiento.
dos platillos son iguales. Es el asno de Buridán colocado en- La primera objeción parece no tener réplica. Para despojarla
tre dos pesebres con heno. La resolución prueba que en el de toda base de verdad sería necesario admitir que, para in-
juicio del sujeto ha habido preponderancia. dicar el motivo de una acción, no se pudo jamás manifestarlo
8. E L FIN; SU NECESIDAD. — La satisfacción esperada por con la palabra porque (quia), que marca la razón, sino que
el que quiere, es el fin de su querer. Jamás la acción es en sí siempre se impondrían las expresiones para, a fin de (ut),
misma un fin, sólo es el medio de conseguirlo. El que bebe, que marcan el fin. Pues el uso lingüístico de todos los países
quiere ciertamente beber, pero bebe sólo por el resultado que adopta los dos términos igualmente.
espera. En otros términos, en cada acción, queremos, no la Veamos lo que es en realidad este porque. Cualquiera en-
acción misma, sino solamente su consecuencia para nosotros. tiende sin dificultad lo que quiere decir: yo bebo porque tengo
Esto lleva a decir, que en toda acción, el fin de la misma es sed. Pero si se dijese: porque ha llovido ayer, la cosa resul-
lo único que perseguimos. Se me objetará que, en el anterior taría ininteligible. Y es que no se advierte ninguna relación
ejemplo, el argumento sólo es exacto si se bebe obligado por entre este porque y el hecho de beber. El porque no estable-
la sed —entonces, en efecto, no se trata de beber, sino de ce exacta relación más que cuando encubre un a fin de. La
apagar la sed—, pero que no lo es cuando esta función se rea- razón de un acto es el fin de este acto de otro modo expre-
liza por el gusto de beber, pues en este caso el hecho de beber sado; allí donde el fin falta no hay una acción, hay un acon-
constituye el fin y deja de ser el medio. Mas. cuando el hecho tecimiento. "Se ha precipitado desde la torre porque quería
de beber no nos causa placer alguno, por ejemplo, si el vino matarse"; aquí ejj?gy7^_pcujt_a_un_a fin£e\ por el contrario,
está avinagrado o insípido, nos abstenemos. Hay una ilusión en en esta frase: "Ha^perdid©" l á p i d a porque"ha caído desde lo
decir que la acción misma puede ser un fin, y proviene de que alto de la torre", el porque conserva su verdadero carácter.
el fin puede referirse al hecho de dos maneras. Puede ser di- En el primer caso hay una acción; en el segundo un acon-
rigido hacia el efecto producido por el hecho durante el acto tecimiento.
de su realización o hacia el que produce después de realizado. ¿A qué se debejjue el porque substituya al a fin del Nos
El que bebe agua porque tiene sed o realiza un viaje de ne- servimos sobre t o d o d e l a "primera expíesiSrT cuando el que
gocios, se fija en lo que le resultará después de hecha la in- ha realizado un acto no poseía, al realizarlo, la plena libertad
gurgitación, de realizado el viaje; el que bebe vino por placer, de su resolución y obró bajo el imperio de una necesidad
o emprende un viaje de recreo, persigue lo que para él hay en cualquiera, física o jurídica, moral o social. Cuando no es así,
el acto mismo. El fin puede abarcar uno y otro objeto; es inútil nos referimos simplemente al hecho, si su fin aparece claro; o
insistir sobre este punto. De cualquier modo que el fin se re- cuando fines diferentes pueden presentarse al espíritu, indi-
fiere a la acción, cualquiera que sea su naturaleza, el acto no camos también el fin que ha motivado el hecho. Nadie dirá: ha
puede concebirse sin un fin. Obrar, y obrar con un fin, son tér- obsequiado con regalos de Reyes a sus hijos para causarles
minos equivalentes. Un acto sin fin alguno no puede existir, lo una alegría, ha comprado una casa para habitarla. Pero si el
mismo que no puede existir un efecto sin causa. Aquí toca- que ha comprado una casa lo ha hecho para demolerla, para
alquilarla, para revenderla, explicará el fin de la adquisición
mos el punto que nos hemos propuesto demostrar, a saber: la cuando quiera razonar su resolución.
existencia de la ley de finalidad. La ley sólo lo será si su reali-
zación es absolutamente necesaria, si es imposible evitarla, si Hay que ver ahora si nuestra afirmación resiste al examen.
14 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 15

9. COACCIÓN FÍSICA; PSICOLÓGICA. — Examinemos primero el los los contratos inmorales; ¿quién se atrevió nunca a negarles
caso de la coacción física. Un malhechor arrebata violenta- el carácter de actos de la voluntad? El Estado ejerce coacción
mente a su víctima el reloj o la bolsa; el malhechor obra, la sobre nosotros mediante sus leyes; ¿dejamos de ser libres por
víctima no. Pero cuando bajo el peso de las amenazas del ban- observarlas?
dido la víctima entrega su reloj o su bolsa, en este caso tam- 10. COACCIÓN JURÍDICA; MORAL. — También aquí tenemos un
bién ella obra, aunque obligada por la coacción (coacción psi- motivo por el cual la razón de un acto parece igualmente ex-
cológica). ¿Tiene, para obrar así, una razón o un fin? Sin cluir el fin. El deudor paga su deuda. ¿Por qué? Porque debe,
duda alguna su acción tiene un fin. El hombre da su bolsa o será la primera respuesta que se dé. Pero tampoco aquí
su reloj para salvar su vida. Esta le es más cara que sus bie- el porque es otra cosa que un a fin de disfrazado; el deudor
nes; sacrifica lo menos para salvar lo que le vale más. Es po- paga para liberarse. Si puede obtener la liberación por otro
sible que su debilidad avérgüence a su honor y emprenda la medio y si las circunstancias son tales que el acto externo del
lucha con el ladrón. Aun en este caso, procede en vista de un pago no alcanza el fin propuesto, no pagará. El que atribuye
fin. Hay aquí un acto de la voluntad, en el verdadero sentido al peso de la deuda la razón determinante del pago, puede
de la palabra, y no la simple apariencia exterior de un acto con igual motivo decir que el prisionero que se escapa lo hace
voluntario. Con su penetrante inteligencia \ los juristas ro- para desembarazarse de las cadenas. Si el prisionero no hu-
manos lo advirtieron. Es singular que esta verdad se haya biese sentido el deseo de verse libre no habría aprovechado
convertido en letra muerta para ciertos juristas modernos, la ocasión que se le presentaba de romper sus ligaduras. Lo
pues si alguien debe ser claro en este caso es el jurista; si me- mismo es la deuda. Quien no se preocupa no paga, y el que
rece este nombre, su inteligencia práctica debe señalarle las paga no lo hace a causa de la deuda, hecho que estriba en el
consecuencias a que se llegaría si en el caso de coacción se pasado, sino en atención a un futuro contingente, con un fin
quisiera negar la existencia de la voluntad. Toda libertad des- preciso, para seguir siendo un hombre honrado, para no que-
aparecería entonces en aquel que cediese a las influencias ex- brantar su crédito o empañar su reputación, para evitar un
teriores. ¡No hay libertad en el carcelero que, apiadado por proceso. Más adelante, en el capítulo dedicado al fin en los
las lágrimas de los parientes, deja escapar al criminal conde- actos habituales, veremos que en los pagos que hacemos no
nado a muerte! ¡No hay libertad en el cajero que roba de la siempre hay conciencia de los fines especiales de la opera-
caja para alimentar a sus hijos! ¿Dónde encontrar el límite? Si ción. La mayor parte de los hombres obedecen las leyes por
el hombre que se ahoga y ofrece su fortuna en pago de la puro hábito, sin discurrir de otro modo, y cuando sobrevie-
cuerda que le arrojan, puede faltar a su promesa pretextando ne una tentación de faltar a las leyes aparece el porque, el fin
que le ha sido arrancada bajo la presión del peligro que co- de aquella sumisión.
rría, ¿por qué no ha de hacer lo mismo el viajero obligado en Ocurren con la observancia de los deberes morales lo mismo
país extraño a pagar más que el indígena y más de lo que pa- que con el respeto a las obligaciones jurídicas. Si yo hago una
garía en su propio país? La casuística forja fácilmente una ca- limosna, doy mi óbolo no porque el socorrido es pobre, sino
dena de casos parecidos y puede llegar a ser muy difícil de- para auxiliar, en lo que me corresponde, a un afligido; el
terminar el punto donde cesa la coacción y donde la libertad porque es un para disimulado.
comienza. En muchos casos de este género, la ley puede ne- Contra este razonamiento que se sintetiza diciendo que to-
gar al hecho su eficacia jurídica; el derecho romano lo hizo, da razón de una acción puede ser transformada en fin de esta,
por ejemplo, en el caso en que la coacción rebasa la medida cabrá objetar que lo contrario es posible por igual título. En
ordinaria de la fuerza de resistencia del hombre (metus non vez de decir compro una casa para alojarme en ella, bastaría
vani hominis, sed qui mérito et in hominem constantissimum con explicarse así: porque necesito alojarme. Si mi argumento
cadat, L. 6 quod metus, 4, 2); pero esta circunstancia importa no se fundase más que en la posibilidad de una manera u
poco para la cuestión de saber si hay términos hábiles para otra de hablar, la objeción estaría en su punto. Pero mi de-
estimar un acto de la voluntad; esta cuestión no es del domi- mostración no tiende a establecer que, en el lenguaje usual,
nio de la ley 2, pertenece a la psicología. La ley declara nu- toda razón de obrar puede ser presentada como un fin; yo
1
digo que, en la realidad de las cosas, la razón de obrar es
Con dos palabras lo expresa Paulo justamente en la L. 21, § 5, quod
met.
2
(4, 2); coactus VOLUI= he querido bajo el imperio de la coacción.
Lo dijo GAYO, III, 194: ñeque enim lex faceré potest, ut qui mani- cida sit. Ah illud sane lex faceré potest, ut perinde aliquis pcena tenea-
festus fur non sit, manifestus sit, non magis, quam qui omnino fur tur atqui si furtum vel adulterium vel homicidium admisisset, quam-
non sit, fur sit et qui adulter aut homicida non sit, adulter aut homi- vis nihil eorum admiserit.
16 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 17

el fin. En la expresión tener necesidad, el fin, lingüística- minios del mundo exterior y se coloca bajo el imperio de sus
mente disfrazado, aparece de nuevo. Y así ocurre en todos leyes. "La ley de finalidad queda desde entonces substituida
los casos. por la ley de causalidad. La voluntad no puede abolir esta
11. F I N DE LOS ACTOS INCONSCIENTES. — La segunda obje- ley y necesita de su concurso para realizarse. El que se arro-
ción presentada contra la necesidad de un fin, existente en ja desde una altura para matarse somete el cumplimiento de
todas las acciones, necesidad que yo proclamo, consiste en de- su resolución a la ley de gravedad. Para pronunciar una pa-
cir que un acto puede ser cumplido sin que el autor tenga labra sola, el sí del novio ante el altar, el futuro esposo cuenta
conciencia de él ni tenga intención de realizarlo. La refuta- con que las vibraciones del aire llevarán el sonido de su voz
ción se antepuso a la proposición. Más arriba hemos demos- a los oídos del sacerdote. En una palabra, todo acto exige el
trado, hablando del animal, que para querer, y por consi- concurso de las leyes de la naturaleza. También la condición
guiente para el fin, la conciencia de sí mismo no es necesaria. del éxito, en toda acción, estriba en el conocimiento y aplica-
El mismo loco no obra sin un fin, si puede llamarse obrar a ción exacta de dichas leyes (naturoe non imperatur nisi pa-
la ejecución de los actos y gestos a que se entrega. Sus actos se rendo). La bala, cayendo antes de llegar al blanco, demuestra
distinguen de los del hombre cuerdo, no por la ausencia del que el tirador ha empleado menos pólvora de la que exigía la
fin, sino por la singularidad de éste, por su anomalía. Me naturaleza. En toda acción, la naturaleza está allí, a nuestro
atreveré a decir que ahí precisamente, en el loco, comparán- lado, servidora fiel, para cumplir sin oponer negativas todas
dolo con el animal, se revela el último vestigio de su huma- nuestras órdenes, con la única condición de que estén dadas
nidad; se crea fines extraños por completo a la pura vida ani- con exactitud.
mal y que, por eso mismo, la bestia no sabrá concebir. En el 13. LA VOLUNTAD INDEPENDIENTE DE LA LEY DE CAUSALIDAD. —
loco, caricatura del hombre, se reconoce al hombre. En apariencia, esta acción exterior de la voluntad se halla
Con el acto habitual, que se cumple descuidadamente, se sometida a las mismas leyes que los otros acontecimientos de
relaciona un fin. Semejante acto es en la vida del individuo la naturaleza. Que la piedra caiga del techo o la lance el
lo que son las costumbres, el derecho consuetudinario, en la hombre, que sea la palabra o el trueno quien haga vibrar
primitiva existencia de los pueblos. En aquél, como en éstos, las ondas sonoras del aire, poco importa, aparentemente des-
un fin, con más o menos claridad concebido, es lo que ha dado de el punto de vista de la naturaleza. En realidad estos fenó-
origen a la acción. La repetición frecuente del mismo acto, menos son en absoluto diferentes. La piedra cae, el trueno re-
ejecutado siempre con las mismas circunstancias y con un fin tumba por la acción de la naturaleza misma, obedeciendo a
idéntico, ha confundido de tal modo el fin con el acto, que el causas anteriores; por el contrario, aquélla es aiena al lanza-
primero ha cesado de ser, para la conciencia, un elemento miento de la piedra, a la emisión de la voz. Hay aquí una
perceptible del proceso de la voluntad. fuerza que interviene desde su dominio y sobre la cual la na-
Aquí termino mi exposición de la ley de finalidad, y con- turaleza no tiene acción: la voluntad humana. La voluntad hu-
cluyo: Querer, y querer con un fin determinado, son términos mana marca el límite del imperio de la naturaleza: donde
equivalentes; no hay acción que no tienda a un fin. Si, con aquélla aparece cesa este imperio. La ondulación indefinida
todo, el lenguaje habla de actos sin un fin, expresa, no la au- de las causas y los efectos, en el mundo físico, se detiene ante
sencia de un fin en general, sino la falta de uno razonable. la humana voluntad; ésta escapa a la ley de causalidad; sólo
Los actos de crueldad con los animales son una prueba de la ley de finalidad la rige. Frente a la naturaleza conserva su
ello. Objetivamente, a ningún fin se refieren, no estando orde- libertad; no está sometida a las leyes de ésta, sino a su propia
nados para los de la vida; subjetivamente, el fin existe, pues ley. Pero si la naturaleza no tiene poder sobre la voluntad, és-
el verdugo de los animales tiene por fin vivir de sus sufri- ta manda en aquélla, que debe obedecerla —toda voluntad
mientos. Al acto sin fin, que hay que interpretar en el sentido humana es un principio de causalidad para el mundo exterior.
del error cometido en éste, se opone el acto contrario al fin, La voluntad aparece así como el fin y el principio del movi-
que se equivoca en la elección de medios. miento de causalidad en la naturaleza—; la voluntad es el po-
12. ESFERA EXTERNA DEL PROCESO DE LA VOLUNTAD: LEY DE der del yo sobre el mundo exterior.
CAUSALIDAD. — El trabajo interno del acto concluye con la re- No se entienda, sin embargo, por esta independencia, por
solución; la voluntad ya no delibera más, la irresolución ha esta libertad externa de la voluntad, que ésta puede atrinche-
desaparecido, y al estado aquel sigue la ejecución de la decisión rarse en sí misma como en una fortaleza que la protege con-
tomada, el he ho. Por el hecho la voluntad penetra en los do- tra los ataques del mundo exterior. El mundo exterior conoce
18 RUDOLF VON IHERING EL F I N E N EL DERECHO 19

el retiro y lo asalta muchas veces: la naturaleza, por el ham- provisionalmente que es la concepción de un acontecimiento
bre y por la sed; el hombre, por la amenaza y por la violencia. futuro que la voluntad tiende a realizar. Esta definición es in-
Pero si la voluntad por sí misma no le facilita el acceso, el completa y requiere otra más exacta.
asaltante permanecerá fuera, y si una firme voluntad guarda Los términos en que coloquemos la cuestión simplificarán
la ciudadela, el mundo entero intentará en vano el asalto. El o complicarán la solución. Podemos ir a buscar el fin allí don-
hombre se ha valido de horrores y males sin cuento para do- de se muestra en pleno florecimiento, en medio del desarrollo
blegar la voluntad; la fuerza moral de la convicción, el heroís- del gran drama de la vida, en la desordenada baraúnda de las
mo del deber, del amor, de la fe religiosa, del patriotismo, los aspiraciones humanas; pero indomable Proteo, por su forma
han desafiado todos. Por millones se cuentan los testimonios siempre variable, corre el riesgo de escapársenos. Hay otro
sangrientos que demuestran la fuerza inflexible de la volun- lugar donde podemos encontrarlo y donde la simplicidad de
tad. Si son más numerosos aún los que declaran la debilidad su aspecto nos lo hará discernir sin miedo al error: es en el
de ésta, no por eso contradicen nuestra afirmación. Nosotros momento de su primera aparición en la escena de la creación,
no sostenemos que ninguna influencia exterior pueda obrar en la elemental fase de la vida animal. Ahí, pues, trataremos
indirectamente (por presión psicológica) sobre la voluntad; de hallarlo.
decimos que su poder directo (mecánico) es nulo, o, lo que Si preguntamos al animal lo qUe es el fin, un acto de su
viene a ser lo mismo, que la voluntad está sometida a la ley vida nos dará a respuesta: el beber. Analicemos los elemen-
de finalidad, pero no a la de causalidad. tos de este acto.
La voiuntM__esi pues —en Dios y en el hombre, su ima- El animal bebe, el animal respira; son estas funciones vita-
gen—, la verdadera fuerza creadora (es decir, procreándose a les e indispensables para la conservación de su existencia. Son,
sí misma) ctel mundo. — sin embargo, dos hechos esencialmente distintos. La respira-
El móviLde esta fuerza es el fin. El hombre, la humanidad, ción es involuntaria, se realiza lo mismo durante el sueño. Be-
IaÜistoria, están contenidos en eTíin. En las partículas quia y ber es un hecho voluntario; en estado de sueño no puede rea-
ut se refleja la oposición de dos mundos: la naturaleza y el lizarse. La naturaleza misma se ha reservado la primera fun-
hombre. Ut pone el universo entero al servicio del hombre, ción, que rige la ley de causalidad; ha dejado al animal el
pues le concede la posibilidad de relacionar todo el mundo cumplimiento de la segunda; ésta se ejecuta con la ayuda de
exterior con los fines de su yo; y a esta relación ni el yo ni el un acto voluntario, está sometida a la ley de finalidad. Exci-
mundo exterior ponen límites. Como el Génesis mosaico hace tando la sed, la naturaleza revela al perro la dicha de beber;
proclamar a él mismo, Dios ha dado al hombre, con el ut, la pero por imperiosa que sea, una fuerza superior puede ven-
dominación del universo entero. (Génesis, 1, 26, 28). cerla; un perro bien amaestrado no bebe sin el permiso de su
dueño.
Esto viene a decir: el animal bebe espontáneamente. La es-
pontaneidad es, pues, el primer elemento del hecho de beber.
Si se pregunta por qué el animal bebé, la primera respues-
ta que acude es que bebe porque tiene sed. Ya hemos demos-
trado la inexactitud de esta respuesta. Si el beber supone un
CAPITULO II verdadero acto de la voluntad por parte del animal, conforme
a la ley de finalidad establecida en el capítulo precedente, no
LA NOCIÓN DE FINALIDAD EN EL ANIMAL, COMO PUNTO DE beberá porque, sino a fin de.
PARTIDA PARA EL PROBLEMA DE LA FINALIDAD EN EL ¿Será, pues, necesario decir que el animal bebe con el fin
HOMBRE. de la propia conservación? Esto es, a la vez, verdadero y falso.
Es verdad, tomándolo desde el punto de vista del fin de la
naturaleza. Al crear el organismo animal, la naturaleza ha
SUMARIO: 14. Mecanismo del "querer" animal. hecho del beber un elemento indispensable para el fin de la
conservación de la existencia. Pero este fin de la naturaleza
14. MECANISMO DEL "QUERER" ANIMAL. — Hemos llegado a no es el que el animal persigue. La cópula en los animales es
la conclusión de que no hay "querer" sin un fin; pero igno- igualmente indispensable para la realización del fin de la na-
ramos aún lo que es el fin. Nos hemos contentado con decir turaleza, y, sin embargo, el animal que a ella se entrega no se
20 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 21

propone como fin la conservación de su especie; sigue tan Cuando ha bebido el animal, el fin está conseguido; cesa
sólo la impulsión que le lleva a calmar el malestar que le ator- la relación de dependencia en que se hallaba respecto al agua.
menta. En los dos casos, cuando bebe y cuando realiza la có- No sólo cesa, sino que se establece una relación contraria.
pula, el animal obedece al fin de la naturaleza; pero si lo obe- Hasta este momento, el agua ejercía poder sobre el animal,
dece es porque se satisface a sí mismo. Los dos fines coinci- determinaba a éste; ahora es* ella quien está bajo el poder
den: el fin general de la naturaleza y el fin individual del ani- del animal, se ha convertido en la cosa por éste querida, la
mal (cap. 3). cosa a su servicio, es decir, un medio de alcanzar su fin. La
Desde el punto de vista del animal, el beber no tiene por noción del medio lleva consigo, pues, una idea de dependen-
fin su propia conservación, y es falso considerar este fin co- cia del sujeto, en relación con un fin determinado.
mo el móvil de aquél. Con la misma razón se podría sostener El examen de la evolución de la voluntad en el animal, con
el móvil de la conservación de la especie. El animal no se co- más los elementos del hecho externo, en página anterior ex-
noce, sólo se siente; no puede concebir la idea de preservar plicados, nos ha proporcionado loa caracteres esenciales, que
su yo, pues no aprecia el valor de éste. El estimulante pues- podemos formular de la siguiente manera: 1) cesación 2) de
to por la naturaleza para asegurar prácticamente esta pre- una relación de dependencia inmanente al sujeto 3) por sus
servación de sí mismo, es distinto. Consiste en la sensación propias fuerzas 4), mediante un acto ejercido al exterior.
del placer y del dolor. Invitado por la naturaleza a cumplir Si el tercero y cuarto elementos de esta fórmula (propia de-
determinado acto, el animal sufre un malestar, que no es otra terminación y hecho externo) no tienen ulterior interés desde
cosa que la orden de obedecer a la ley natural. El bienestar el punto de vista de la comparación del desenvolvimiento de
que siente es la recompensa a su obediencia. Este bienestar la voluntad en el hombre y en el animal, los dos primeros
es la aprobación dada por la naturaleza al ser viviente que tienen mayor importancia. Parece desprenderse de esta regla:
se ha sometido a su ley; el malestar, el dolor, la pena, son los la razón y el fin de la voluntad tienen su asiento en el animal
castigos a su resistencia. mismo; la voluntad parte del animal y vuelve a él; en otros
términos, el animal obra exclusivamente por sí mismo.
La conservación personal no es, pues, el fin que persigue el ¿Esta regla es verdadera? Tiene su origen en un hecho en
animal que bebe; su fin es poner término al malestar que ex- que se verifica, pero hay otros hechos de la vida animal que
perimenta. La impulsión que lo lleva está en él mismo, no la la contradicen. El animal alimenta y protege a sus pequeñue-
recibe de fuera. Así encontramos el segundo elemento del he- los; a veces hasta expone su vida por ellos. El animal, pues,
cho de beber; la razón del fin, inmanente al sujeto mismo, la no obra solamente para sí mismo, sino también para los de-
necesidad interna de proponérselo.
más. Nuestra fórmula de la acción para sí y de la conserva-
El animal se dirige hacia el agua; sabe por experiencia que ción personal querida por la naturaleza, no ha agotado el aná-
ésta es lo propio para calmar su sed. El atractivo que hacia lisis de la esencia y de la función de la voluntad animal, tal
el agua le conduce establece entre ésta y él una relación prác- como aparece en el plan de la naturaleza. Nos atendremos,
tica, que constituye el tercer elemento del proceso de la vo- sin embargo, desde luego a esta fórmula en el examen que
luntad: la relación de finalidad. Esta relación, en el animal, se haremos de la voluntad humana, para comprobar hasta qué
manifiesta bajo la forma del sentimiento de su propia depen- punto determina la concepción de la acción en el hombre.
dencia en presencia del agua. Encontraremos en el hombre este En el hombre la voluntad, dirigida exclusivamente hacia el
mismo elemento (cap. 12); entonces se llamará el interés; el yo, se llama egoísmo. Las explicaciones siguientes (cap. 3-8)
hombre se da cuenta de que tal o cual cosa constituye una con- describirán el papel del egoísmo en la humanidad, sus resul-
dición de su existencia.
tados, sus flaquezas. Cuando conozcamos todo su poder, la
JLa_relación de_finalidad_esteWecfi.Ia. transición entre la ra- teoría de la moralidad (cap. 9) nos presentará un fenómeno
zónjJíTTa"'volüñtáff y el fin. El malestar que experimentare! inexplicable en apariencia, desde el punto de vista del egoís-
animal (la razón de la impulsión dada a su voluntad), despier- mo: el acto realizado para otro.
ta en él el deseo de poner término a tal estado (es la primera
manifestación del fin). Reconoce en el agua el medio de con-
seguir este fin (relación de finalidad); y así el "querer", hasta
este momento indeciso, toma una dirección determinada. El
estado interno del sujeto, en esta fase del proceso de laí vo-
luntad, se llama el sentimiento de la dependencia.
EL FIN EN EL DERECHO 23

" devuelvo un presente que no tiene ya valor para mí y que


" nada- me obliga a conservar; entre nosotros es necesario
" equilibrar las cuentas".
16. E L EGOÍSMO AL SERVICIO DE LA NATURALEZA. — Pero la
naturaleza ha tomado tales medidas, que es raro que no esté
la cuenta a su favor. Ha establecido el equilibrio entre el bien-
estar y la pena de modo tal, que por lo regular es el prime-
CAPITULO III ro quien triunfa en la existencia. Si no lo hubiese hecho así,
o fuere posible que el dolor triunfase sobre el placer, habría
EL EGOÍSMO AL SERVICIO DE LOS FINES AJENOS procedido como el patrono que, por rebajar demasiado el sala-
rio de sus obreros, es abandonado por éstos, y el mundo hubie-
se perecido en la segunda generación.
SÜMABIO: 15. Coincidencia de fines. —16. El egoísmo La naturaleza tampoco puede sujetar al hombre a los fines
al servicio de la naturaleza.—17. El egoísmo al
servicio del comercio jurídico. —18. Fines no or- que ella se propone, si no estimula en él su propio interés. Ella
ganizados. La ciencia. —19. Los partidos políticos. es quien ha trazado este camino; si no lo hubiese querido, ha-
20. Fines organizados. — 21. El Estado y el De- bría debido organizar al hombre según otro plan. Tal como
recho. es, la naturaleza no puede utilizarlo para sus fines como no
apele a su interés propio. Este interés lo ha dotado aquélla
15. COINCIDENCIA DE FINES. — ¿Cómo puede, con el egoís- con la forma del placer y del dolor. Mediantes éstos sabe guiar
mo, existir todavía el mundo? Porque el egoísmo lo quiere to- al hombre por la senda que debe seguir, y relaciona con sus
do para sí. Pero el mundo lo toma a su servicio y le paga el propios fines el interés de aquél. El que ejecuta una cosa por
salario que reclama. Lo interesa en sus fines y desde luego la satisfacción que le procura o se abstiene por temor al mal,
está seguro de su concurso. obra en vista de su propio interés; pero al mismo tiempo obe-
Tal es, en toda su sencillez, el medio por el cual la natura- dece a la ley de la naturaleza. Esta disposición del placer y
leza, lo mismo que la humanidad y el hombre aislado, sujetan del dolor me parece la más segura confirmación de la ley
el egoísmo a los fines que persiguen. de finalidad en la naturaleza. Eliminemos estos factores o su-
La humanidad debe existir; es el deseo de la naturaleza. pongamos cambiada en ellos la esencia; el alimento conver-
Para que este deseo se traduzca en un hecho, el hombre a tido en dolor, la muerte en placer; la raza humana no dura-
quien ella ha dado la vida debe conservarla y darla a su vez. ría una generación. Si el sentimiento del placer no fuera una
Las condiciones necesarias para que alcance sus fines son, intencionada creación de la naturaleza, ¿por qué lo agregó a
pues, la' propia conservación y la propagación del individuo las funciones voluntarias y no a las involuntarias del organis-
aislado. La naturaleza los realiza interesando al egoísmo: por mo humano? ¿Por qué la circulación de la sangre, la respira-
el incentivo del placer, si el hombre obedece; por la amenaza ción, no causan el mismo placer que el apaciguamiento de la
del dolor, si falta a sus leyes o las descuida. Si a una u otra sed y del hambre? Cuestión insoluble para el que admite que
perspectiva falta, por excepción, su efecto, aparece la impo- la materia se ha formado por sí misma, sin objeto ni plan pre-
tencia de la naturaleza. Si la suma del mal físico o moral que concebidos. Si ha sido el azar quien ligó el placer a las mani-
la vida trae consigo, excede la suma de sus goces o de sus festaciones de la vida animal, ¿por qué la alimentación, la có-
alegrías, la vida deja de ser un bien y se convierte en una pula la provocan más que la dentición, el crecimiento del pe-
carga, y lo mismo que el hombre arroja una carga que se hace lo, etcétera? La naturaleza es avara del placer; no lo dispensa
muy pesada para conducirla, el egoísta se desembaraza de la más que cuando está forzada a llamarlo en su ayuda, a guisa
vida. El suicidio llega a ser la inevitable conclusión del egoís- de recompensa, para obtener alguna cosa del animal o del
mo. Veremos, más adelante, si en semejante caso no tiene el hombre. Lo mismo ocurre en lo concerniente al dolor; "éste
hombre el deber de colocarse *en otro punto de vista. El hom- también está distribuido conforme a un plan determinado. La
bre queda justificado ante la naturaleza cuando puede emplear naturaleza maneja el dolor igual que dispensa el placer. La
con ella este lenguaje: "La prima que me has señalado para la interrupción voluntaria, aunque sea prolongada, de las funcio-
" conservación de mi existencia, no vale los tormentos y males nes normales de nuestros órganos, por ejemplo, las de la vista
" que me has infligido; por tu propia falta, ¡oh naturaleza!, te y el oído, no provocan dolor ninguno cuando no amenazan la
24 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 25

continuación de la vida. Por el contrario, en cuanto la respira- bien paga menos, o recibe más que el que no sabe hablar. El
ción se suspende nace el malestar. Valiéndose del dolor, la comprador desprecia la cosa, trata de persuadir al vendedor
naturaleza señala el daño. de que conviene al interés de éste aceptar el precio ofrecido;
17. E L EGOÍSMO AL SERVICIO DEL COMERCIO JURÍDICO. — La el vendedor elogio su mercancía, quiere llevar al comprador a
misma naturaleza enseña al hombre a conquistar a otro pa- pagar el precio pedido; cada uno de ellos se esfuerza en apor-
ra los propios fines; consiste en relacionar su propio fin con tar la demostración de un interés existente para el otro, pero
el interés del otro. El Estado, la sociedad, las relaciones, los mal apreciado por éste, y la constante experiencia enseña que
negocios, toda la vida descansa en esta fórmula. Varios hom- la elocuencia en la vida cotidiana recibe también su recom-
bres no persiguen unidos el mismo fin, más que cuando el pensa *.
interés de todos conduce al mismo resultado. Quizá ninguno Esto que acabo de exponer sintetiza el comercio jurídico
de ellos piensa en el fin como tal fin; todos tienen el espí- entero. Y no solamente las relaciones de negocios, sino tam-
ritu dirigido hacia su propio interés, pero estos intereses es- bién las de sociedad. La vida mundana tiene sus fines; éstos
tán de acuerdo con el fin común, y trabajando para sí, cada no pueden realizarse si no se estimula el interés ajeno, interés
uno trabaja al mismo tiempo para los demás. tan bien entendido como el que reina en el mundo de los ne-
Este interés no existe siempre, desde luego; entonces hay gocios; es el interés de la conversación, de la distracción, del
que crearlo artificialmente. Tomemos el caso más sencillo, el placer, de la vanidad, del orgullo, de las consideraciones so-
de la necesidad del concurso de un tercero para permitir a un ciales, etcétera. Si este interés no existiese, nadie se movería en
particular que consiga su fin. La extensión de mi fábrica exige tal terreno. No se concibe una sociedad, aun en el sentido
que mi vecino me ceda una porción de terreno. El único me- mundano, si los que la constituyen no ven en ello provecho. Su
dio de obtener lo que codicio, ya se sabe, es la compra. Por misma presencia atestigua en ellos un interés de este género,
la proposición de compra creo artificialmente en mi vecino un aunque no fuese más que el interés negativo del respeto a las
interés para la realización de mi fin, con la condición de que convenciones sociales.
mi oferta sea bastante elevada para que su interés en cederme Lo que hasta aquí he dicho del individuo, tiene la misma
el terreno domine su deseo de guardarlo. Si sus exigencias re- aplicación cuando se trata de la generalidad. Los fines de la
basan mi interés en adquirir el fundo, no hay concordancia generalidad se dividen en dos clases: fines organizados, es de-
entre nuestros intereses y la compra no se realiza. Para que cir, los que se realizan mediante un aparato prefijado, tenien-
éstos se equilibren, el precio ofrecido debe ser bastante ele- do por base la reunión bien ordenada y estable de los asocia-
vado a los ojos de mi vecino, bastante mínimo a los míos, pa- dos, y fines no organizados, a los cuales falta este aparato, que
ra que la venta sea más ventajosa que el sostenimiento del el individuo aislado se halla en libertad de perseguir o no.
estado de cosas actual, y entonces la operación se terminará. Estos últimos no tienen para nosotros gran interés; citaré sólo
Esta conclusión prueba que el equilibrio ha sido exacto a jui- dos a título de ejemplos.
cio de ambas partes. Este juicio puede haber sido erróneo, 18. FINES NO ORGANIZADOS. L A CIENCIA.— La ciencia reúne
la apreciación de las parte o su interés mismo pueden haber todos sus adeptos en una invisible comunidad; el fin cientí-
variado ulteriormente, pero queda siempre demostrado que ficos une todos sus esfuerzos, y el resultado en conjunto de
en el momento decisivo, ambas partes han estado convenci- esta operación consiste en la conservación, la expansión, el
das de la concordancia de sus intereses; de otro modo no hu- progreso de la ciencia. Esta actividad se mueve en plena li-
biesen llegado a un acuerdo. La unidad de la voluntad en el bertad de acción. Cierto es que también ella supone una or-
contrato (consensus) no es otra cosa que el acuerdo de las ganización: la enseñanza por los institutos, la investigación
partes sobre la coincidencia completa de sus respectivos in- por la creación de academias; pero es evidente que aun en los
tereses. límites de un Estado tal organización no debe ni puede re-
No es el interés objetivo de la operación lo que la hace lle- emplazar a la evolución espontánea de la ciencia, ni sabría ser
gar a realizarse, es la estimación subjetiva de su valor para v^Iodo esto se encuentra exactamente confirmado por la noción ju-
los contratantes lo que hace inclinar la balanza. Desde enton- rídica del -dolüs en la conclusión de los contratos. El objeto del dolus
ces los -medios propios para sugerir esta estimación tienen, es producir la convicción del interés, no mediante la elocuencia en los
negocios, que el derecho tolera por completo (L. 37 de dolo, 4-3: -quod
para establecer el acuerdo entre las partes, el mismo valor que venditur dicit, ut commendet), sino haciendo espejismo de los hechos
los que tienden a originar un interés objetivamente. JDejthí la falsos, que se prevé deben ser relevantes para la resolución de la otra
importancia de la elocuencia en los negocios; el qütPháblá parte, con ayuda de la mentira.
26 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 27

la base de su suprema unidad que abarca el universo entero. mente que si el Gobierno sólo hubiese abordado la empresa.
La misma ciencia conquista este imperio universal. ¿Puede Es-en el Estado, no en la Iglesia, donde se encuentra la
decirse que sea por su propia fuerza, por su atractivo propio? más elevada expresión del fin organizado. La Iglesia, en efec-
Esto no es otra cosa más que una manera de designar el in- to, por la naturaleza de los fines a los cuales tiende, queda
terés que lleva a cada uno a cultivarla. muy atrás del Estado en lo que se refiere a la organización,
También se diría que el atractivo del dinero es el móvil de es decir, al mecanismo exterior realizado.
las relaciones. En una y otra parte, en las relaciones como en 21. E L ESTADO Y EL DERECHO. — La organización del fin
la ciencia, es el interés individual el que estimula la actividad del Estado se caracteriza por el amplio uso que hace del de-
del hombre. Solamente que en el terreno de la ciencia este recho. ¿Quiere decir que en este terreno el móvil del egoísmo
interés se presenta bajo fases infinitamente más variadas: la o del interés se hace impotente o despreciable? Nada de eso,
satisfacción íntima que aquélla proporciona, el sentimiento del pues por más que el mismo derecho proclama su necesidad,
deber, el orgullo, la vanidad, el pan cotidiano que asegura y, no debe a su vez dejar de llamar al interés, es decir, a la ac-
en fin, agotados todos los motivos, el hábito solamente o el ción libre y espontánea del hombre. Por lo general, sólo con-
temor al aburrimiento. El que no encuentre en la ciencia al- sigue realizar su fin poniendo de su parte al interés. El delin-
guna satisfacción, no la cultivará, lo mismo que el trabajo sin cuente no se cuida del fin del Estado o de la sociedad; lo que
salario no atraerá al obrero. Si el salario prometido por la le inspira su crimen es su fin propio únicamente, su pasión,
ciencia no ofrece algún atractivo por razón del tiempo o del su maldad, su avidez, en una palabra, su interés. Luego con
lugar, sus discípulos desertarán. éste mismo se defiende el Estado de los ataques del criminal,
19. Los PARTIDOS POLÍTICOS. — Como segundo ejemplo de dictando la pena. El Estado le advierte, colocando la pena en
una cooperación sin organizar fundada en el interés y dirigi- la balanza, que, siguiendo su interés, debe meditar cuál de los
da a un fin común, citaré los partidos políticos. La garantía platillos lo llevará. Si con frecuencia, a pesar de la gravedad
de su acción reposa únicamente en la existencia y la pujanza de la pena, la amenaza es vana, se debe precisamente a que,
del interés en los miembros aislados del partido. por lo general, no pasa de ser una simple amenaza, cuyo efec-
20. FINES ORGANIZADOS. — En el seno de la sociedad mo- to psicológico está contrabalanceado, en la conciencia del de-
derna, los fines organizados existen en masa tan compacta, lincuente, por un cálculo de probabilidades que le hace entre-
que es casi superfluo citar ejemplos. Para dar inmediatamente ver la impunidad.
al jurista una idea de su extraordinaria variedad, bastará citar Pero no toda ley conmina con una pena. La ley que obliga
la unión, la asociación, la sociedad, la persona jurídica. Tomo, al deudor a pagar su deuda o al poseedor de una cosa ajeria
de tan grande número, un ejemplo singularmente instructivo a restituir ésta al propietario, no establece una pena. ¿Qué es,
para nuestro punto de vista: el de la formación de una socie- pues, lo que les fuerza a someterse? A la verdad, no deben
dad por acciones, que tiene por fin la construcción de un ca- temer incurrir en pena; pero otros inconvenientes les esperan
mino de hierro. Entre todos los suscriptores de acciones, ni (los gastos de justicia). Si a pesar de esto se siguen tantos
uno solo quizá se preocupa del fin objetivo en el estableci- litigios temerarios, no ocurre aquí como en el caso del delin-
miento de un camino de hierro, que es la creación de una nue- cuente; hay la esperanza de que, a falta de pruebas, la ley
va vía de comunicación. El Gobierno sólo se preocupa, por el permanecerá sin aplicar. Si en esta situación la ley tiene aún
momento, de otorgar la concesión. Para él, el interés y el fin en cierta medida al interés por aliado, hay, sin embargo, un
se confunden; quizá en las esferas gubernamentales haya sido momento en que la alianza debe romperse, en que la coacción
necesario un refuerzo artificial para hacer adelantar la empre- directa es la única eficaz. No es el interés quien lleva al homi-
sa. Entre los suscriptores de acciones, uno persigue la coloca- cida ante el juez, quien le conduce a la prisión, quien le hace
ción estable de su capital; otro toma acciones con el propósi- subir al cadalso. Es la coacción directa. Lo mismo ocurre con
to de revenderlas; un tercero, rico propietario o fabricante, el deudor recalcitrante (ejecución real sobre sus bienes). Para
trata de dar más fácil salida a sus productos; un cuarto com- realizar sus fines, el Estado imita a la naturaleza. Procede por
pra porque posee ya acciones de un camino de hierro con- coacción directa o mecánica, o por coacción indirecta o psico-
fluente; el quinto, una comunidad, se suscribe para obtener un lógica. La circulación de la sangre, la digestión de los alimen-
más favorable trazado de la vía férrea; en una palabra, cada tos, etcétera, se efectúan por la sola fuerza mecánica de la na-
uno persigue su propio interés, y nadie se inquieta por el fin, turaleza. Esta obra por sí misma. El Estado procede de igual
y éste puede, sin embargo, alcanzarse más segura y rápida- manera para la aplicación de las penas, para la ejecución de
28 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 29

las sentencias en lo civil, para la recaudación de los impues- pieza con un insondable abismo, si se quiere relacionar con el
tos. En uno y otro caso, el libre arbitrio del individuo realiza egoísmo el móvil de todos los actos humanos. El mismo egoís-
otros actos indiferentes para sus fines y desprovistos de toda ta reconoce que es incapaz de llevar su abnegación al punto
coacción. Representan el dominio de la libertad (física o jurí- que acabamos de decir; esto es confesar que el hombre obe-
dica) del individuo. Por el contrario, los hechos necesarios pa- dece a otro sentimiento más que el egoísmo.
ra estos fines están sujetos a la coacción indirecta (psicoló- ^ s e n t i m i e n t o que guía los actos de que hablamos, se lla-
gica). ma abnegación. No contradice la ley de la voluntad, la ley de
La naturaleza, el Estado, el individuo aseguran su imperio finalidad cuya existencia hemos probado. La abnegación hace
sobre el egoísmo por la identificación de los fines y de los in- querer también una cosa futura; pero por ella el hombre no
tereses opuestos. Sobre esto reposa la maravilla de que una quiere para sí mismo, quiere para otro. Parja otro; estas dos
fuerza que quiere lo menos crea lo más. Relacionándolo todo palabras encierran todo el nudo de la cuestión. Quien no lo
consigo mismo, con su yo tan débil y perecedero y sus intere- ha meditado, se admirará de que para nosotros esclarezcan el
ses tan mezquinos, la humanidad hace surgir obras, brotar ins- más arduo problema de la voluntad humana. La cosa se ma-
tituciones, al lado de las cuales ese yo parece un grano de nifiesta muy sencilla, y la experiencia diaria parece demos-
arena comparado con los Alpes. La naturaleza se muestra trarla. Sólo el egoísta, cuya alma estrecha se rebela a toda
igual en las formaciones gredosas de los infusorios. Un ser im- idea de sacrificio por otro, puede contradecirla. También la
perceptible a simple vista, eleva una montaña. El infusorio es cotidiana experiencia nos enseña que la piedra cae; pero una
el egoísmo; no conoce más que a sí mismo, no quiere más que cosa es ver cómo se produce un fenómeno, y otra distinta
para sí, y fabrica el mundo. darse cuenta de él. La ciencia ha tardado miles de años en com-
prender la caída de la piedra. El problema de la acción des-
interesada en favor de otro, es para el psicólogo tan difícil de
resolver como el de la caída de la piedra para el naturalista.
Mejor dich^ la dificultad es mayor en el primer caso. Para el
psicólogo, \s abnegación es un fenómeno tan maravilloso cerno
si de repente viese todas las montañas cubiertas por el mar.
23. EL. IMPERATIVO CATEGÓRICO DE KANT. — Un filósofo mo-
derno x ve en la compasión un hecho misterioso, y este sen-
CAPITULO IV cillo hecho de sentir, de sufrir con otro, ¡cuan atrás se que-
da, muy lejos, de la abnegación práctica, que nos hace obrar
EL PROBLEMA DE LA ABNEGACIÓN en interés de los demás y a nuestra propia costa!
Otros filósofos no han hallado la misma dificultad. Uno de
los más eminentes en todas las épocas, Kant, considera la ab-
SUMARIO: 22. Imposibilidad de la acción sin interés.
— 23. El imperativo categórico de Kant. — 24. Apa- negación como una cosa muy sencilla. Para él, la noción del
rente ausencia del interés en la abnegación. — 25. deber implica necesariamente la completa abdicación de sí
El interés en la abnegación. — 26. Actos desintere- mismo; el hombre debe cumplir su deber sin pensar en sí
sados. — 27. Sistematización de los fines humanos. mismo, es decir, no con un fin subjetivo (motivo), sino con
28. Fines del individuo y de la sociedad. — 29. Plan
del trabajo. un fin objetivo. El imperativo categórico de Kant, base de to-
da su teoría de la moral 2 , exige que la voluntad se mueva sin
22. IMPOSIBILIDAD DE LA ACCIÓN SIN INTERÉS. — Acabamos 1
SCHOPENHAUER. Die beiden Grundproblemen der Ethik. 2$ edición
de ver que obrar en interés de otro no es incompatible con Leipzig, 1860, págs. 209, 229. "Es un fenómeno misterioso, del cual la
el egoísmo. Con una condición, sin embargo, y ésta muy im- razón no puede darse cuenta inmediata y cuyos motivos no pueden
portante: que al trabajar así obre uno al mismo tiempo en pro- apreciarse por medio de la experiencia. Es el gran misterio de la mo-
ral, su primordial fenómeno y el límite más allá del cual sólo la espe-
vecho propio. Mil hechos de la vida corriente lo demuestran; culación metafísica puede arriesgar algún paso". Hace este ensayo de
pero ¿quién se atrevería a sostener que no hay excepciones? explicación metafísica, págs. 260 a 275. Yo creo poder llegar, más ade-
La madre que se s a c r i fica por sus hijos no persigue ningún lante,
2
al mismo resultado por un camino: más sencillo.
interés personal, ni la hermana de la caridad que expone su Véanse Grundlegung der Metaphysik der Sitien y Die Kritik der
practischen Vernunft. Las citas del texto se refieren a la edición de
vida al lado de la cama de un apestado. A cada paso se tro- las obras de Kant, publicada por Rosenkranz. Tomo VIII.
30 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 31

ningún personal interés, por el exclusivo impulso de su prin- gos, con un fin de utilidad general,, no lo hago por-agcadar al
cipio determinante, "sin tener presente el efecto esperado" Shah-de Persia, ni para contribuir a la construcción de un
(pág. 20). "La voluntad se encuentra libre de todo móvil que templo en la India. Mi abnegación no adopta ciegamente un
para ella pudiera resultar de la observancia de una ley, no fin cualquiera; ejerce una crítica, distingue entre los diversos
quedando para servirle de principio más que la universal le- fines. Para entusiasmarme en favor de uno de éstos, debe el
" galidad de las acciones en general" (pág. 22). El imperativo que sea tener una cierta relación con mi yo. El protestante no
excluye "toda mezcla de un interés cualquiera como móvil" contribuye al dinero de San Pedro; el católico no subvenciona
(pág. 60) x. El principio de la ley moral no debe buscarse las obras protestantes; yo no me sacrifico por un extraño co-
" ni en la moral del hombre (el subjetivo) ni; en las circuns- mo lo haría por un amigo.
tanciaV-que le roden aquí abajo (el objetivo'^. No presta na- En el lenguaje corriente, expresa uno esta relación con las
da para el conocimiento del hombre, es decir, a la antropo- palabras: (interesarse por/Ctomar partido por. Más adelante
logía" (pág. 56). (capítulo XÍTy examinaremos en qué consiste este interés
Es, pues, una simple abstracción lo que lleva al hombre a y cuál es su fundamento. Por ahora, tomemos la idea tal como
obrar; no es otra cosa. Kant protesta expresamente contra el resulta de las frases anteriores, que comprende cualquiera.
"fetiPhiftmp de la moralidad" (pág. 211); "el sentimiento de la ^El interés —"interesarse por un fin"— es la condición indis-
compasión y de la tierna simpatía... es una carga, aun para pensable en "toda acción humana. Obrar sin interés es un no
las personas que opinan bien" (pág. 257). ser, lo mismo que obrar sin un fin. Es un imposible psicológi-
"La_ moralidad en el hombre se mide por su respeto a la co *. Por pequeño que sea, por alejado que esté el interés, es
ley morar' (pág. 212). No es un movimiento de compasión lo necesario que exista para que el fin pueda ejercer su acción
que debe apiadarnos de los desgraciados; no es la dulzura de sobre la voluntad.
Ja paz interior lo que debe inspirarnos la fidelidad al deber; el Si es el interés la relación que une el fin con el autor y si
simple respeto a la noción absoluta de la legalidad es lo que no puede concebirse una acción sin interés, el acto de abne-
solamente ha de guiarnos. ¿Y esto, por qué? ¡Porque el impe- gación debe colocarse en la categoría de los que se realizan
rativo categórico aparezca en toda su majestad y reine sólo en para sí. Parece que de este modo perderá todo el carácter me-
el mundo! ritorio que se le atribuye, y tendrán razón, entre los moralis-
¡Aun si tuviese poder para ella! 2 . JsTo se hace avanzar un tas, aquellos que sostienen que el egoísmo es el único resor-
carro mediante una lectura sobre lá^téoría del movimiento; te de las acciones humanas. Pero es aún pronto para concluir.
¿bastaría el imperativo categórico para mover la humana vo- 25. E L INTERÉS EN LA ABNEGACIÓN. — Aunque la abnega-
luntad?'.]No!jLa roza sin imprimir sus huellas! Si la voluntad ción supone un interés, reviste un carácter distinto del egoís-
fuera una potencia lógica, debería ceder a la coacción de la mo. La clara diferencia que el lenguaje ha establecido es per-
idea abstracta; pero es un ser "real, al cual no conmueven sim- fectamente justa: opone el espíritu de desinterés, de abnega-
ples deducciones lógicas. No se agita más que bajo una pre- ción, al espíritu egoísta, interesado, personal.
sión real. Para la voluntad humana, esta presión real es el El egoísta que obra para otro permanece indiferente al re-
interés. sultado obtenido por éste, y preferiría conseguir su fin pres-
24. APARENTE AUSENCIA DEL INTERÉS EN LA ABNEGACIÓN. — cindiendo de él. El resultado es para el egoísta un medio. En
¿Ocurren las cosas de otro modo cuando. _££.. trata de la ab- el acto de abnegación, por el contrario, es precisamente ese
negación?¿Puede aquí la voluntad moverse con ausencia de resultado lo que quiere su autor. Si el fin se le escapa, se abs-
todo interés? Kant así lo quiere. tiene. Nadie se precipita en medio de las llamas, de las olas,
Si yo hago sacrificios en interés de mis hijos, de mis ami- para salvar un ser ya abrasado o ahogado. La muerte de este
ser puede llevar al suicidio; pero esto ya no es abnegación,
1
EÜic^e, en su Sistem der Sittenlehre, acentúa más la idea. Véase pues no es obrar en provecho de otro. El sentimiento de haber
en gcKópenhauer, lib. cit., pág. 181, una recopüacToir^e citas, por ejem- procurado el alivio ajeno, la ajena alegría, es lo único que so-
plo: Yo no soy más que un instrumento, un simple utensilio de la ley licita al protagonista del acto de abnegación. Recibe en su
moraJLy no un fin. Se debe alimentar el cuerpo, cuidar la salud, con propia alma el reflejo del bienestar, de la alegría que ha pro-
éTuñíco objeto de ser un sólido instrumento para el progreso del fin porcionado. Esto es la única participación que solicita; y este
de2 la razón.
El mismo Kant tiene en esto tan poca confianza, que confiesa 1
SCHOPENHAUER, pág. 165: Querer sin interés es querer sin motivo;
(pág. 97) que es imposible para la razón humana explicar cómo la ra- es un efecto sin causa.
zón pura, sin otros móviles..., podría ser por sí misma práctica.
32 RUDOLF VON IHERING E L F I N E N EL DERECHO 33

poco es lo que, precisamente, imprime a la abnegación her- En resumen: en todo acto en provecho ajeno, su autor persi-
mosura y grandeza. .El iiombre generoso no se complace con gue ár mismo tiempo un fin que le es propio. En el acto egoís-
el beneficio que realiza —en esto no habría más que el frío ta lo que se da está compensado, en la medida de los cálculos
sentimiento del deber, sin el calor de un destello del alma—; humanos, por lo que se espera recibir. En el acto desintere-
experimenta una satisfacción desprovista de toda personal pre- sado, el equilibrio se ha roto con frecuencia en un grado tal
ocupación; es el resultado, el bienestar de otro, lo que le re- que desde el punto de vista del egoísmo se hace incomprensi-
gocija.: ble. Resulta, pues, que el egoísmo no es el único móvil de la
¡Hay en ello una recompensa!, dirá el egoísta, ¡siempre, voluntad humana; que existe otro. Llamémosle abnegación,
pues, el egoísmo! Pero que examine si a él le conviene. Es in- desinterés, espíritu de sacrificio, amor, decisión, beneficencia,
dudable que, jiara el egoísta, la gloria del héroe que, para no compasión, etcétera, no estará por eso mejor definido. Mien-
dejarlo caer en manos i^el enemigo, hace volar el barco o el tras falte esta definición se nos escapará la importancia deTTiñ
castillo que defiende, y perece entre los restos, no tendrá nin- en la voluntad humana.
gún atractivo; sacrificar así toda una existencia, es pagar muy 27. SISTEMATIZACIÓN DE LOS FINES HUMANOS. — En vez de
carps algunos instantes de satisfacción íntima. El precio y la buscar la solución de esta cuestión en nosotros mismos, creo
ganancia se encuentran en la misma relación que sij para ca- que debemos perseguirla en el mundo real. ¿Cuál es, en el
lentarse, encendiese uno su estufa con billetes de Banco. El mundo, el papel de esos dos móviles, cuál es su participación
egoísta calcula de muy diferente modo: la abnegación es un en el funcionamiento de la vida humana? Esto es lo que se
lujo que no se permite; en el fondo de su conciencia la tacha necesita examinar. Comprobando su importancia en este te-
de locura en los demás o trata de ponerla a su nivel mezclán- rreno, encontraremos su esencia.
dola con alguna vulgar preocupación personal. Es evidente L a j ó d a humana .se compone del conjunto de los fines hu-
que la vanidad, la esperanza en la gratitud, en el reconoci- manos. Nuestra tarea consiste, pues^en establecer la combina-
miento u otras consideraciones de este género, pueden mez- 2Ífyk de los fines humanos. Digo lafcombiriación^pará sign ; ficar
clarse con la abnegación; pero también está fuera de duda que que no entiendo que deban solamente yuxtaponerse los diver-
no deben formar parte de ella. sos fines, sino que trataré de descubrir su: íntima correlación,
26. ACTOS DESINTERESADOS. — Al lado de la abnegación el demostrar su encadenamiento recíproco, desde el más elevado
lenguaje coloca el desinterés. Poco importa que estas pala- al más humilde; mejor aún, su filiación necesaria.
bras sean sinónimas o que un matiz las separe; en realidad el Hago una reserva, sin embargo. Me dirijo al jurista; muchos
distinto matiz existe y convendrá recordarlo cuando la oca- detalles se este trabajo sólo para él tienen interés. Sólo para
sión se presente. Pueden distinguirse dos maneras de obrar él emprendo este estudio de los fines humanos, de ningún mo-
sin interés personal: la que deja indiferente al egoísmo, que do destinado a los psicólogos. Me haría entender mejor di-
no lo perjudica ni lo aprovecha^ ^ á c r u e "Impone al autor un ciendo que voy a desarrollar una* teoría ~de~ la vida' práctica,
sacrificio, llevándole a la abnegaáfón7|3T derecho consagra es"- para responder, finalmente y con seguridad a esta cuestión:
ta distinción. Entre los actos ^ u e uno íé]illZa~°sm tener un in- ¿en qué consiste el fin de lo voluntad humana? ^.
terés propio (actos lihezatep) el derecho romano coloca en la 28. FINES DEL INDIVIDUO Y DE LA SOCIEDAD. — En (goj» gran-
categoría de actosjdesiñiéresados: los contratos de complacen- des grupos se dividen los fines de toda lá existencia huma-
cia (abandono gratuito del uso de una cosa, commodálüm,pre- na: los del individuo y los de la Gpmimidad (sociedad). Esta
TaTium; conservación gratuita de una cosa ajena, depositum; distinción constituirá la base de nuestro examen. Vn ng pjep-
gestión gratuita en los negocios de otro, madatum, negotiorum SkJ^oino^l.derechonatural, romper arbitrariamente la rela-
gestión. Coloca en.la categoría de la abnegación: la donación cj&k histérica que une al individuo con la sociedad, aislando
(donatioj y susespecies: pollicital;io ei vótumT'La. donación es uno de otra y oponiendo la existencia para sí, puramente ima-
la forma jurídica de la abnegación patrimonial, del sacrificio ginaria, a la existencia para los demás, o sea la vida real en
p a t r i m o n i a l ) -•> la sociedad. X9..tomo al hombre en la posición que de hecho
___ v ocupa en la vida real. Escrutando su vida, pondré de relieve
v i J E n lasjiisppsiciones de última voluntad no hay, psicológicamente, los fines que tienen por objeto su propia persona, con exclu-
rflmf ¿ffifin• lurMicaménie sé distinguen* dé Tá "donación ~én que am-
bas suponen un aumento del patrimonio del gratificado; pero sólo la donación entre vivos ocurre lo contrario: magis eum quam se habere
segunda supone una disminución del patrimonio del donante. Se pue- vult. Psicológicamente, esta es la diferencia más exacta entre las dos
de aplicar lo que el jurista romano dice de una de ellas, de la mortis especies de donación.
causa donatio: (magis) se habere vult, quam eum, cui donat. En la
34 RUDOLF VON IHERING E L F I N E N EL D E R E C H O 35

sión de la sociedad, es decir, de otra persona o de otro fin su- los cuales puede el hombre obrar, llegaremos a la cuestión en
perior. Estos fines, que nacen del individuo y a él se diri- suspenso en el tema de la voluntad, y que concluirá con la
gen, _S£_de^igrjjjn^sabido es, con el nombre de fines egoís- explicación de otras dos nociones: el interés y el fin (cap. XII).
tas. Pe ellos] (fres) solamente merecen nuestra aféncioñ;"yo
los^uno llamándolos, en general, de_aiizmac%oriindividual o
egoísta de sí mismo, y distinguiéndolos por sus- tres diversas
tendencias de afirmación :<Jísica; económica yK jurídica.
Los fines que comprende éf segundó grupo son los fines so^
cjaleSj o sea los que tienen por objeto la vida en comunidad ~y
a los cuales se refiere también la misión del Estado. Su inte-
rés, para nosotros, no estriba en ellos mismos; nos importan CAPITULO V
por la manera según la cual la sociedad y el Estado llaman al
individuo para cooperar a su realización. La actividad en este . O LOS FINES DE LA AFIRMACIÓN EGOÍSTA DE SI MISMO
sentido desplegada por el individuo estará calificada exacta-
mente de social. ^os„,másales ,engendran la acción, social del
individuo. Conocemos ya gl.primero: el egoísmo\El Estado y SUMARIO: 30. Afirmación fysicajde sí mismo. Conser-
vación de la existencia. —Sí. Afirmación económi-
la sociedad se sirven de él mediante la recompensa y el casti- ca de sí mismo. El patrimonio. — 32. Forma esta-
go. )E1 segundo móvil es el que da la clave del problema de la blecida por el Derecho para la protección de la
abnegación. En el sentimiento del destino moral de la exis- vida y del patrimonio. — 33. Aforisrnos fundamen-
tencia; el individuo no existe solamente para sí; es solidario tales del Derecho objetivo. — 34. Elementos del
patrimonio. El trabajo. —35. El .(&3pMo. — 36. El
de la humanidad entera. Obedeciendo este sentimiento y rea- contrato. — 37. La afirmación ^urídica^>de sí mis-
lizando así el fin supremo de su existencia, el hombre se afir- mo.—38. Valor ideal del Derecfttr.—"'
ma a sí mismo y los actos de esta categoría constituirán lo
que llamaré ^afirmación moral del individuo. 7 30. AFIRMACIÓNCFÍSICA) DE sí MISMO. CONSERVACIÓN DE LA
r 29. PLAN DEL TRABAJO. — En el capítulo siguiente exami- EXISTENCIA.— En la afirmación egoísta de sí nr.smo, el in-
* naremos la afirmación egoísta de sí mismo. Como trans ción dividuo existe para sí, y es él mismo el propio fin de su exis-
a la acción social, estudiaremos la sociedad (cap. VI). Abor- tencia. De la triple tendencia en la afirmación de sí nrsmo,
daremos seguidamente los dos móviles egoístas del movim.en- lj^afírj^ación física es la forma menos noble de la finalidad
to social: el salario (cap. VII) y la coacción (cap. VIII). El en el hombre. Nos'transporta al período animal, donde la he-
primero se refiere, sobre todo, a las relaciones; el segundo al mos visto surgir por ver primera en la creación animada (ca-
Estado; ambos toman cuerpo en el Derecho. pítulo I I ) . JE1 primer fin propuesto a la voluntad del hombre,
Después de está-exposición viene la afirmación moral de sí la naturaleza se lo traza como al animal: ^Ja^conser^aci.ón de
mismo. Esta ^uponejja existenjcja eje la moralidad, y ve en la existencia. ELmaJejtaiLy„£l. dolor le enseñan lo que es per-
ella la condiciónióleaí para la existencia del individuo, el equi- jüfficiaT^ su naturaleza, y le llevan a evitarlo; lo atractivo, el
librio completo entre el fin subjetivo y el fin objetivo de_sus "placer, la salud, le dan la certidumbre de hallarse .conforme
actos. Para darse cuenta de esta armonía entre el(§ujeto y con las condiciones de su existenciaQ^sJíainteligencia) huma-
la moralidad objetiva; necesit^moj^aíizar esta última, y de- na conduce al hombre por este camino 3eó!isfi^J¿,m.anera que
mostrar cómo se concilian, su concepción y realización subje- ^al animal; El hombre, no soló tiene la penetración y él culto
tivas, con la teoría de la voluntad que antes hemos desarro- aé las más refinadas condiciones de existencia, sino que ha
recibido el don de mirar al pasado y ver el porvenir. En la
llado, y que no reconoce más que la acción del sujeto por sí mayor parte de los casos, la afirmación física del animal no
mismo. A este problema se consagra el capítulo noveno :[¿a^ se refiere más que al instante presente —calmado su apetito,
te'oñádé la moralidad^ el animal generalmente no se preocupa del siguiente día, y
Conocedores así de la noción de la afirmación moral de sí por lo regular, aquella afirmación nace de su propia exper en-
mismo, estudiaremos las dos formas bajo las cuales se mani- cía—. El hombre, al contrario, está guiado por su experiencia
fiesta: el sentimiento del deber (cap. X) y el amor (cap. XI). personal y por la de sus semejantes, no sólo la de individuos
Si conseguimos así trazar el cuadro de todos los fines por determinados, sino la de la raza entera. Su cuidado no se li-
36 RüDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 37

mita, como el del animal, al presente; p r e v e í a .-porvenir, en DELLA VIDA Y DEL PATRIMONIO.. — El finjle„ la xonsej^a_ci¿5b de
especial asegurándose de antemano los medios futuros de sub- la vida ha hecho nacer !el patrimonio —sin patrimonio no
sistencia. Esta preocupación del mañana, fruto de la doloro- hay en ella porvenir asegurado—; eJMfti de la conservación
sa experiencia de la humanidad en una época en que ya la de la vida y el -del patrimonio*) llevan uno y otro aL-dejc¿-
naturaleza no concedía sus__4ones sin hacerse rogar, es.~el cao —sin derecho no están asegurados vida ni patrimonio.
origen práctico jclel patrimonio? es decir, la tendencia,,.no. se% T¡a forma bajo la cual el derecho objetivo protege estos dos
lo_a satisfacer las necesidades, del raomento, sino-a-asegurar intereses es, como se sabe,(lá del derecho subjetiva) Tener un
recursospara las d e r porvenir^ derecho quiere decir que existe alguna cosa para nosotros, que
31. AFIRMACIÓN V|CONÓMICAJ * E L PATRIMONIO. — Llegamos el poder del Estado nos reconoce, y por la cual nos otorga su
así a la segunda forma de afirmación de sí mismo, la forma protección, i^c^ojua^xiste .para nosotros puede ser:
económica. El mundo animal no ofrece más que dispersas «'.JLj Nosotros mismos:
y débiles huellas. Su punto de partida, en su fundamento, TüTn términos jurídicos, es el derecho a la personalidad. La
y según la historia, se relaciona con el fin de la conserva- razón moral de esta noción se" traduce en Iá* regla siguiente:
ción física de sí mismo. A medida que los fines de la vida el hombre es un fin en sí mismo. El esclavo no existe para
se elevan, el hombre, por su parte, se afirma más noblemen- sí mismo, sino para su dueño; no es en sí mismo un fin, es só-
te. La vida asegurada para lo futuro engendra la idea del lo- un medio al servicio de los fines de otros.
futuro bienestar; la lucha para adquirir lo necesario hace pen- i 2 J Una cosa:
sar en lo superfluo, en lo agradable; a la satisfacción del es- TEÍ lenguaje jurídico designa la razón del destino de la cosa
tómago se agrega la de la vista, del espíritu, del corazón. El para nuestros fines, como el derecho a la cosa, o sea la pro-
patrimonio se constituye por doquiera va la civilización; ésta piedad, tomada esta palabra en su sentido amplio 1 .
crea incesantemente nuevas necesidades, descubre nuevos fi- ¿ . U n a persona: sea en su totalidad, y con reciprocidad
nes, y, fiel servidor, el patrimonio lo suministra todo. A ca- en razón a su destino (las relaciones jurídicas en la familia),
da fin, a cada función del individuo, de la sociedad, del Esta- sea en vista de prestaciones aisladas (la obligación).
do, el patrimonio aporta una poderosa ayuda; es la expre- 4. El Estado:
sión de las virtudes y de los vicios del individuo, y de la na- El término jurídico para expresar la razón de su destino pa-
ción. Se juzga del carácter y de la educación del hombre se- ra nosotros, es el derecho^de ciudadanía.— ^
gún el modo que tiene de usar su patrimonio. El hombre se En presencia del ^erechp se c o l o c a ^ deben El derecho nos
J2JnJLSL.a sí mismo por el empleo que hace de aquél. Con I r e - dice que existe "algun&TOBa para nosotrAó5peldeber nos revela
cuencia no es solo el autor de su fortuna, pero casi siempre que existimos para Mrólipeto esta existencia para otro no ab-
es responsable del uso que de ella hace. La moneda que sale sorbe todo el fin de nuestro destino —esto sería la esclavi-
del bolsillo habla con mayor elocuencia que las más hermo- tud—, no es más que un elemento aislado.
sas frases, que los* discursos más persuasivos, que las mis- 33. LOS_ TRES AFORISMOS: FUNDAMENTALES DEL DERECHO.. OBJE-
mas lágrimas. El libro de jsslogJle un hombre dice bastante TIVO. — La posición del hombre en el mundo se sintetiza con
nO^-J^Qkre su carácter de lo que se aprendería en sus me- tres aforismos: los dos primeros, concernientes a su derecho;
morias. el tercero indica sus deberes en el mundo:
.19 ;> Existo para mí.
En su origen simple^|eguro de la existencia física^ el patri- !
J2° El mundo existe para mí. ^y
monio ha concluido por llenar una misión de civilización 39 Existo para el mundo.
versal. No se concebiría esta importancia moral adquirida, si Son las tres piedras angulares de todo el orden del dere-
para una fracción importante del pueblo no hubiese conser- cho, como de todo el orden moral del mundo. Sobre ellas re-
vado siempre, sea exclusiva, sea principalmente, su función posa todo: la vida privada, la vida familiar, las relaciones, la
primordial de asegurar el sostenimiento de la existencia físi- sociedad, el Estado, las relaciones de los pueblos, su razón de
ca. El poder del patrimonio en manos de aquel que posee más
de lo que reclaman sus necesidades físicas, y aun su bienestar,
estriba en la obligación, para los que poseen menos, de tra- i En este sentido tienen costumbre de emplearla los filósofos y los
bajar sin descanso como medio de asegurar su existencia. economistas; así entendida, comprende la propiedad en el sentido Ju-
rídico: la posesión, los derechos sobre la cosa ajena y el derecho he-
32. FORMA ESTABLECIDA POR EL DERECHO PARA LA PROTECCIÓN reditario.
38 RUDOLF V O N IHERING E L F I N E N EL D E R E C H O 39

recíproco destino en los contemporáneos como en los pasa- al Museo. El cambio es la providencia económica que .conduce
dos (cap. VI). cada- cosa (objeto o fuerza obrera) a su destino.
34. ELEMENTOS DEL PATRIMONIO. E L TRABAJO.—Volvamos Hablando del destino de la cosa, transportamos al mundo
al patrimonio, causa de esta digresión. La noción del patrimo- de la materia la noción de finalidad, que, según nuestra propia
nio implica, para la concepción jurídica, la regla siguiente: teoría, se refiere únicamente a la persona. La expresión se
que la naturaleza existe para el hombre x. Pero la naturaleza justifica fácilmente. Se limita a reconocer en la co?a un medio
no dispensa gratuitamente sus favores; el trabajo y los esfuer- eficaz para realizar el individuo sus fines. Lo que la cosa debe
zos del hombre deben arrancárselos. Si su propia fuerza es procurarle, se considera como contenido en ella, como su des-
impotente para ello, debe recurrir a la de otro. Esto se reali- tino objetivo, como el fin mismo de su ser. El fin económico
za, generalmente, gracias a una equivalente prestación: el sa- de las cosas no es más que la apreciación subjetiva de su uti-
lario. El, derecho reconoce la necesidad de recurrir al trabajo lidad, ya sea que exista por sí misma o que haya sido crea-
ajeno y protege los contratos que tienden a ejercitar aquél. da por el trabajo humano. La utilidad, la capacidad, la opor-
Así, además de la cosa, viene el trabajo a colocarse en el sis- tunidad, el destino, el fin de la cosa, cualquiera que sea el
tema del derecho patrimonial. nombre que nos plazca darle, se deriva de la operación que
El trabajo ha seguido al patrimonio en su marcha ascen- con anterioridad hemos analizado, al examinar la finalidad en
dente, pasando del más inmediato al más elevado fin: del cui- el animal: el establecimiento de una relación de finalidad no
dado de la vida física a los fines cada vez más nobles. Revis- concreta sino abstracta, concebida según un juicio absoluto,
te, desde luego, la forma primitiva: el cultivo de la tierra, la independiente del caso particular. Los fines de las cosas son
adquisición de aquello que se relaciona con la vida física, y los fines del individuo, perseguidos por éste por meriio de
se aplica después, en la medida de los progresos de la civili- esas cosas. La insensible dilatación del horizonte de la finali-
zación, a tareas más y más elevadas. dad del hombre, se traduce históricamente por el acrecenta-
35. \p]L CAMBIÓ; — El trabajador da el fruto de su labor a miento de la utilidad económica de las cosas.
cambio del dinero; la otra parte da el dinero a cambio del El contrato de cambio, procurándole a cada parte lo más
trabajo. Ambos sienten una más urgente necesidad de lo que útil para sus fines, es, desde el punto de vista del individuo,
adquieren que de lo que poseen. El salario es el medio de di- un acto de afirmación económica de sí mismo; las relaciones
rigir el sobrante de la fuerza obrera allí donde ésta puede de cambio que abarcan el conjunto organizado de estos actos
encontrar su mejor empleo, tanto en interés del obrero como aislados, constituyen el sistema o la organización de la afir-
de la sociedad, a falta de cuyo empleo aquella fuerza holgaría mación económica del hombre. Cuanto más se desarrollan las
o permanecería en parte improductiva. Lo mismo ocurre con relaciones de cambio, más se extiende la esfera en que se
la cosa cambiada por otra (contrato de cambio en el sentido mueven, más se acrecienta el número de las riquezas que aqué-
jurídico), o por dinero (venta). La operación consiste, de una llas pueden avalorar, y las facilidades que ofrecen, y más
y"otra parte, en el abandono de una cosa que no nos es útil también se hace posible, fácil, adelantada para el individuo,
y no tiene su verdadero empleo, a trueque de otra que se pue- la manifestación de su afirmación económica. Un nuevo ar-
de utilizar. El cambio es, pues, el medio de llevar cada cosa tículo de comercio proporciona pan a miles de persona; la
al punto de su destino. Ninguna cosa se inmoviliza allí don- apertura, la abreviación de un camino; el perfeccionamiento
de no puede realizar su' destino económico, que es servir al de los medios de transporte, un flete más ventajoso; en una
hombre; cada una busca su verdadero propietario 2 : el yun- palabra, todo lo que permita extender el empleo de las co-
que va al herrero; el violín espera al músico; el traje u c a- sas y de la fuerza obrera, lleva la vida y el bienestar allí don-
do busca las espaldas del pobre; el cuadro de Rafael va a dar de reinaban la necesidad y la miseria; el hombre que antes
moría de hambre hace hoy una fortuna.
i El jurista romano decía: Omnes fructus rerum natura hominum 36. E L CONTRATO. — La forma de las relaciones de cambio
gratia comparativ, L. 28, párr. I de usur. (22,1). es el contrato. El jurisconsulto lo define: la concurrencia del
2 Entendiéndose que es en el terreno en que la cosa puede realizar consentimiento (consensus) de dos personas. La definición es
sus investigaciones. Un cuadro de Rafael puede buscar en el mundo jurídicamente exacta, pormie el elemento obligatorio del con-
entero; un yunque no puede buscar más que los herreros de las cer-
canías. Igual ocurre con la fuerza obrera: un simple obrero de fábrica trato estriba en ía voluntaoT. Mas para nosotros, en que el es-
no puede buscar con tanta amplitud como un perfecto técnico; ni la tudio se refiere no a la voluntad como tal, sino al elemento de-
costurera con tanta como la tiple de ópera; ni el maestro de escuela terminante de ésta, o sea él fin) la cuestión presenta otro as-
privada con tanta como el sabio.
40 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 41

pecto, más instructivo en opinión mía. Si el fin determina la éstos. Lo mismo que la persona y el patrimonio reclaman el
voluntad, el hecho de que las voluntades de dos o más perso- derecho, el derecho reclama el Estado; es la impulsión prác-
nas vengan.a_j£ca_er e n u n mismo punto {convertiré, conven- tica del fin, no la lógica de la noción, quien la transición im-
Us))+ prueba la concordancia de sus fines o de sus intereses: pone. ~
el acto que meditan, acto de una de ellas o de las dos, reali- 37. v LA AFIRMACIÓN JURÍDICA DE sí M I S M O . — El derecho com-
zará este fin común. La entrega de la cosa vendida, a trueque prende la persona entera. La afirmación por el individuo, de
del precio estipulado, procura a comprador y vendedor lo que esta condición de su existencia, constituye lo que llamamos la
cada uno deseaba obtener del otro. Su contrato demuestra la afirmación jurídica de sí mismo. Comprende ésta todo lo que
coincidencia de sus intereses, no teóricamente, indicando qué la persona es, todo lo que tiene: su cuerpo y su vida, su ho-
sus respectivas especulaciones se basan en la realización de nor, su patrimonio, su familia, su posición pública. Por rela-
una sola y misma coyuntura, sino como fin práctico de una co- cionarse con su patrimonio, parece absorber la afirmación eco-
operación para la cual ambos se unen. nómica de sí mismo; pero no hay identidad. En el fin de la
xjPerq)lqs que hoy son intereses comunes pueden mañana afirmación económica de sí mismo, es decir, de la adquisición
convertirse en contrarios. En este caso la parte cuyo interés de un patrimonio, no es el derecho a la cosa sino la cosa mis-
se ha modificado deseará la ruptura del contrato, en tanto que ma la,que se quiere. Si fuese de otro modo, el ladrón no ro-
la otra conservará el mismo interés en su ejecución. SI en- baría, porque el robo no le proporciona el derecho sino la cosa.
tonces no interviniese el derecho, valiéndose de la coacción, Desde el punto de vista del fin puramente económico de la
para mantener el contrato, lo convenido quedaría sin ejecutar adquisición de la cosa, y medios propios para conseguirla, el
por falta de actual equilibrio en los intereses presentes. Desde valor de la cosa es, pues, el elemento decisivo. Lo mismo ocu-
el punto de vista de la idea de finalidad, el reconocimiento de rre al ladrón; por unos centavos no se arriesgará cerno por mil
la fuerza obligatoria de los contratos constituye la seguridad pesos, y tampoco el obrero trabajará tanto por un peso como
del fin, origen de las convenciones, contra las ulteriores mu- por diez. Igual consideración se aplica a la conservación eco-
danzas de intereses y contra los cambios de opinión de las nómica de la cosa: nadie expone un peso para ganar cinco
partes en la apreciación de aquéllos. La modificación c ^ J o s centavos.
intereses no ejerce sobre los contratos Influencia jurídica^. El v' 38. VALOR IDEAL DEL DERECHO. — Para la afirmación de la
que exige la ejecución del contrato originario demuestra con cosa su valor económico es, por lo tanto, el punto capital. Pe-
ello que su interés no ha variado; la negativa del adversario ro no lo es así para la afirmación del derecho a la cosa. Pue-
prueba que su interés ha cambiado o que lo estima de dife- de serlo, pero no debe serlo. La lucha por el derecho a la co-
rente modo. Si la misma modificación se ha producido tam- sa puede, en efecto, presentarse de tal suerte, que interese
bién en el primero, la ejecución del contrato no se logrará. igualmente a la persona. Ya no se trata entonces de la cosa;
El interés es la medida de la ejecución, lo mismo que de la es la persona quien se pone en juego. Parte de la afirmación
conclusión de todos los contratos. de sí misma como sujeto de derecho. El elemento económico
^ La persona, es decir, el fin de su conservación, ha dado ori- se desvanece, como desaparece en el caso de lesión de un de-
gen al patrimonio. Este asegura la realización del fin de con- recho que se refiere directamente a la persona: el atentado
servación. Juntos, a su vez, hacen nacer el derecho, o sea, la al honor. El estudio que h x e de la afirmación jurídica de sí
garantía por el Estado de sus respectivos fines. Sin el dere- mismo en mi obra La lucha por el derecho1, me releva de
cho esta garantía dependería exclusivamente de la fuerza fí- continuar aquí un examen más detallado de la cuestión.
sica del sujeto. La noción del derecho encierra en sí cíos ele- Henos aquí al final. El análisis de las tres tendencias de la
mentos: un conjunto de fines y un sistema de realización de afirmación egoísta de sí mismo nos ha enseñado, no sólo los
-Ouií donde el derecho, de un modo excepcional, autoriza la resci-
sión del £QJitrato, en atención a posteriores circunstancias (por ejem- i No he de contestar a la burla que con bastante frecuencia han
plo, revocación del mandato, disolución de la sociedad, demanda de hecho de mi opinión, presentándola como si fuere necesario seguir un
restitución del depósito antes de la época convenida, rescisión del proceso por cada derecho discutido. He indicado bastante claramente
inquilinato),JlaCP dfíl sostenimiento. d^.C9jitrato.para_elaAiie tiene de- las condiciones indispensables para que yo admita el deber de afirmar
recho una cuestión de interés; no es el estado anterior, sino el actual uno su derecho. Pero nada vale la claridad de una tesis, cuando hay
del interés el que es decisivo para esta parte. La doctrina jurídica obscuridad en la cabeza del lector, cuando las gentes se lanzan a juz-
comprueba esta configuración especial de la relación contractual en gar un escrito sin saber leer y, llegando al final, no saben lo que al
los casos particulares, y no la menciona en la teoría general de los principio han leído, o achacan al autor absurdos de que deberían ha-
contratos. cer responsable a su torcida manera de leer y de pensar.
42 RUDOLF VON IHERING EL F I N E N EL D E R E C H O 43

fines principales de la existencia individual circunscrita a sí vivo el tesoro tradicional del lenguaje y ayuda a su propaga-
misma, sino también la fuerza impulsiva práctica de la noción ción. Ne puedo concebir una existencia humana tan humilde,
del fin. Esta lleva, sin cesar, más lejos: de la persona al patri- tan vacía, tan estrecha y miserable que no aproveche a otra
monio, de éste al derecho, del derecho al Estado. La idea de existencia. A veces una existencia semejante ha sido para el
finalidad no cesa en su evolución más que cuando ha fran- mundo un manantial de beneficios. La choza del pobre ha
queado las últimas cumbres. contenido muchas veces la cuna del hombre de genio; la mu-
Como se ve, si hasta aquí nos hemos colocado desde el pun- jer que lo concibió, que lo alimentó con su leche, que le pro-
to de vista del individuo, esto no quiere decir, como ya he- digó sus cuidados, ha prestado a la humanidad un servicio tan
mos explicado anteriormente, que podamos concebir al indi- grande como no le prestaron muchos reyes desde el trono. El
viduo aislado en sí mismo —no hubiéramos podido, al lado niño aprende con frecuencia más del niño que de sus padres y
de la regla: existo para mí, escribir las otras dos: el mundo maestros juntos. Los juegos con sus camaradas le prestan a
existe para mí; existo para el mundo—; no hemos hecho más veces, para la vida práctica, una enseñanza más eficaz que
que describir la posición que toma el individuo frente al mun- todas las "lecciones de sabiduría y de virtud". La pelota de la
do, cuando contempla a éste exclusivamente desde el punto que trata de apropiarse le da la primera noción práctica de la
de vista de su interés. Vamos a ver cómo este interés, toman- propiedad, y la impresión de vergüenza que le causa el conoci-
do el mundo a su servicio, se pone al servicio del mundo. miento de los vicios de sus compañeros le proporciona la pri-
mera moral.
40. LA VIDA EN SOCIEDAD: CADA UNO POR LOS OTROS Y PARA LOS
OTROS. — Nadie existe sólo para sí, como tampoco j2Qr sí só-
lo; cada uno existe por y para los otros, sea intencionadamen-
te o no. Lo mismo que el cuerpo refleja el calor que del ex-
terior ha recibido, el hombre extiende a su alrededor el flui-
do intelectual o moral que ha aspirado en la atmósfera de
CAPITULO VI civilización de la sociedad. La vida es una respiración ince-
sante: aspiración, espiración; esto es tan exacto como en la
LA VIDA POR Y PARA OTRO, O SEA LA SOCIEDAD vida física, en la vida intelectual. Existir para otro, con reci-
procidad casi siempre, constituye todo el comercio de la vida
SUMARIO: 39. Utilidad, para la sociedad, de la vida
humana. La mujer existe para el hombre, y éste a su vez pa-
individual. — 40. La vida en sociedad: cada uno ra la mujer; los padres existen para los hijos, y éstos para
por los demás y para los demás. — 41. Duración de aquéllos. Amos y criados, patronos y aprendices, maestros y
la acción ejercida sobre el mundo. — 42. La heren- obreros, amigos y amigas, la comunidad y sus miembros, el
cia en la historia de la civilización. — 43. Notorie- Estado y sus ciudadanos, la sociedad y el hombre particular,
dad del nombre, medida del valor. — 44. Aplicación
a los pueblos: la vida social es la ley soberana de pueblo y pueblo y cada pueblo y la humanidad, ¿dónde en-
la civilización. — 45. Formas de la realización de contrar una relación en la cual uno no exista para el otro y
esta ley. — 46. Actos voluntarios y actos obligato- recíprocamente? Y sin hablar de situaciones permanentes que
rios.— 47. Noción de la sociedad. — 48. Relación constituyen las formas fijas de nuestra vida, ¡cuántas veces
entre la sociedad y el Estado. — 49. Universalidad obra el hombre por la sola fuerza de su presencia, por su
de la sociedad.
ejemplo, por su personalidad, por la palabra que pronuncia!
39. UTILIDAD, PARA LA SOCIEDAD, DE LA VIDA INDIVIDUAL. — 41. DURACIÓN DE LA ACCIÓN EJERCIDA SOBRE EL MUNDO. —
Toda nuestra civilización, toda la historia de la humanidad En vano abro los ojos; por todas partes compruebo el mis-
reposa sobre la aplicación de la existencia individual a los mo fenómeno; nadie existe para sí sólo, cada uno existe al
fines de la comunidad. No hay vida humana que exista úni- mismo tiempo para los demás, para el mundo. Solamente que
camente para sí misma; toda vida existe al mismo tiempo cada uno se forma de su mundo una idea distinta, por la me-
para el mundo; todo hombre, por ínfima que sea la posición dida y duración de la acción que ejerce. Para uno el mundo
que ocupe, colabora al fin de la civilización de la humanidad. es su casa, sus hijos, sus amigos, sus clientes; para otro abar-
El obrero más modesto contribuye a esta tarea; el que no tra- ca en sí un pueblo todo, la humanidad entera. En la vida de
baja, pero habla, concurre también a esta obra, pues conserva los hombres, aquí, se sintetiza el beneficio para la sociedad
44 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 45

en la suma de patatas, de trajes, de botas, etcétera, produci- la vida, prueba que el que lo ha llevado sigue viviendo para
dos; allí, el genio de un gran poeta, de un artista, los descubri- el mundo. En efecto, la gloria, unida a este nombre, no es el
mientos del técnico, del sabio, la obra del hombre de Estado, simple tributo de reconocimiento pagado por el mundo ; es la
traen incalculables resultados. El hombre vulgar, en efecto, no afirmación de la continuada influencia del personaje. El mun-
deja después de su muerte más que huellas, bien pronto des- do permanece indiferente a la propia grandeza del hombre;
vanecidas; la existencia de un grande hombre no aparece con sólo se preocupa de lo que para él ha sido. En los anales de
todo su brillo y esplendor, no deja madurar sus más ricos fru- la historia, como antes el nomen en el libro doméstico del ro-
tos hasta que se ha extinguido. Después de los siglos, cuando mano, el nombre es un capítulo de deuda; nada se inscribirá
la ceniza del hombre de genio se ha dispersado, desde mu- en el activo del genio que no ha producido para el mundo. La
cho tiempo antes, en todas direcciones, su espíritu trabaja notoriedad del nombre marca la importancia del que lo lleva;
aún por el progreso de la humanidad, Homero, Platón, Dante, esto es cierto, hasta en el humilde, en el más ínfimo mundo
Shakespeare..., ¿quién los nombrará todos, los héroes del pen- de la vida burguesa. Hasta en estas regiones la notoriedad se
samiento, los divinos maestros del arte y de la ciencia, cu- extiende en la medida que el nombre aprovecha a la socie-
yo influjo todavía se hace sentir? ¡Viven aún para nosotros, dad y que ésta lo sabe; el del obrero sólo es conocido por sus
y más grandes que nunca! -Han cantado, han enseñado, han camaradas; toda la región conoce el del dueño de la fábrica.
pensado para la humanidad entera! Un nombre célebre atestigua, pues, no sólo que alguien ha
42. LA HERENCIA EN LA HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN. — En llegado a ser alguna cosa para la sociedad o para el mundo,
este trabajo postumo de las vidas que fueron, descubrimos los sino que éstos han adquirido conciencia de esa elevación. Es
contornos de la existencia para otro. En esto estriba la ga- el reconocimiento de su deuda por la emisión de una letra de
rantía y el progreso de toda nuestra civilización. Se define cambio extendido sobre la gratitud humana. La deuda existe
con la expresión jurídica de herencia. Mi existencia no termi- sin la letra de cambio, pero sólo ésta la confirma sin réplica
na conmigo mismo, aprovecha á otro; tal es el pensamiento posible. El valor del crédito no se mide por el honor que re-
que_^irve_de, base, al derecho hereditario. El jurisconsulto no sulta de su pago; reside en la garantía que da al portador de
reconoce al derecho hereditario otro objeto que el patrimonio. la letra de que su vida no ha sido inútil para el mundo. La so-
Para él la herencia es el sedimento económico del individuo, ciedad no investigará cuáles habrán sido los móviles de sus
el total de su vida, expresado por pesos y centavos. Por el acciones, orgullo, ambición o solamente deseo de ser útil a la
contrario, a los ojos de la historia, de la filosofía, la noción de humanidad; se atiene al resultado sin preocuparse del motivo.
la herencia comprende toda la civilización humana. La suce- Y esto está bien. Porque si ella otorga también sus laureles al
sión es la condición de todo progreso humano, en el sentido que no ha ambicionado más que un salario, sabe asegurarse
de la historia de la civilización. El sucesor utiliza la experien- el concurso de éste para sus fines; la recompensa que le otor-
cia de su predecesor, realiza el capital intelectual y moral de ga sólo puede ser envidiada por el que codicia el salario del
éste. La historia es el derecho hereditario en la vida de la hu- obrero.
manidad. Los laureles no se recogen sin trabajo; para merecerlos hay
Existir para otro comprende, pues, dos direcciones distin- que aportar la vida entera. Esto se aplica a los pueblos lo mis-
tas: los efectos de nuestra, existencia sobre el mundo actual, mo que a los individuos.
sus efectos sobre el mundo del porvenir. El valor de la exis- 44. APLICACIÓN A LOS PUEBLOS: LA VIDA SOCIAL ES LA LEY SO-
tencia humana, el mérito de los individuos y de los pueblos, BERANA DE LA CIVILIZACIÓN. — Los pueblos, no sólo existen pa-
se miden por la intensidad de esta doble acción. ra sí mismos; viven para los otros pueblos, para la humani-
43. NOTORIEDAD DEL NOMBRE, MEDIDA DEL VALOR. — Ya se dad 1. Su influencia no desaparece con ellos; se extiende so-
sabe que la noción del valor es relativa, indica el grado de bre las más alejadas épocas, en la medida de la importancia
utilidad de una cosa para uno u otro fin. Esta noción, apli- de su acción en el mundo. El arte de los griegos, su literatura
cada a la vida humana, se traduce así: ¿Dónde está el bene- y su filosofía; el derecho de los romanos, siguen siendo la
ficio realizado por la sociedad? El valor de toda existencia se inagotable fuente de nuestra educación. Las obras maestras
encuentra allí, a la vista de la sociedad. La notoriedad ligada de hermosura, de nobleza, de poderío, que nos han legado en
al nombre es una de las medidas de este valor. Por regla ge- sus obras de arte, en sus ideas, en el recuerdo de sus gran-
neral, nuestro nombre vale y dura lo que dura y vale nues- i Véase el desarrollo de esta idea en mi Espíritu del Derecho Roma-
tra importancia en el mundo. El nombre histórico que flota en no, t. I, págs. 6 y stes.
46 RUDOLF V O N ÍHERING EL FIN EN EL DERECHO 47

des hombres y de sus acciones, enriquecen todavía nuestro necesidades: artesanos, jornaleros, mercaderes, clérigos, pro-
siglo. Todos los pueblos cultos han colaborado en nuestra fesores; empleados; todo esto son para la sociedad cosas de
moderna civilización. Si pudiéramos analizar ésta en sus ele- una importancia capital, de las cuales dependen el orden y
mentos, remontándonos hasta sus primitivos orígenes, obten- la economía de la existencia. Esto ¿cómo se realizará siem-
dríamos toda una lista de pueblos, y aún con los nombres de pre? Es la cuestión de la organización de la sociedad. Para
algunos que no figuran en los anales de la historia. resolverla es necesario extendernos, desde luego, sobre Ta no-
Para convencerse de ello, basta con los resultados todavía ción de la sociedad, que hemos invocado ya sin explicar-
embrionarios de las investigaciones sobre la historia de la ci- la. Después examinaremos los móviles que pone en acción pa-
vilización de la humanidad. ¡Cuántas riquezas tenemos aún sin ra cumplir su misión.
descubrir en ese terreno! Sin embargo, lo que ya sabemos, lo 47. NOCIÓN DE LA SOCIEDAD. — La noción de la sociedad es
que diariamente ocurre a nuestra vista, atestigua que la re- muy moderna; ha nacido en Francia, si no me equivoco. El
gla: cada uno existe para el mundo, es tan exacta para los uso de esta palabra es universal y, sin embargo, no hay acuer-
pueblos como para los individuos. Contiene la ley soberana de do sobre la definición. Esto prueba que la noción reposa sobre
la civilización de la humanidad. La humanidad sólo progresa una idea de la cual siente una necesidad irresistifre nuestro
cuando practica esa regla; basta determinar lo que la historia actual pensamiento, pero cuyo concepto, claro y completo, no
hace y lo que quiere, y comprobar cómo realiza lo que quiere, se ha obtenido todavía. Cada uno concibe la sociedad a su mo-
para descubrir en esa regla la ley suprema de todo su desenvol- do, y, en esta incertidumbre, la misma latitud debe serme otor-
vimiento, y en su aplicación todo el destino de la raza huma- gada, y permitido relacionar la noción de la sociedad con la
na. Durante el tiempo que este fin no ha sido realizado por la de la acción para otro.
raza humana la historia no ha conseguido lo que quiere. Una sociedad (societas), en el sentido jurídico de la pala-
Lo que precede ha demostrado el valor efectivo de esta ley; bra, es la reunión de varios individuos, unidos entre sí para
veamos bajo qué forma se realiza. la persecución de un fin común, y donde cada uno de ellos,
45. FORMAS DE LA REALIZACIÓN DE ESTA LEY. — Una mira- obrando en vista del fin social, al mismo tiempo trabaja para
da dirigida al mundo nos enseña que la forma de esta realiza- sí mismo. Semejante sociedad supone un contrato: e1 contrato
ción es doble: libre o forzada. Depende de mi libre arbitrio de sociedad, que rige su constitución y su funcionamiento.
que yo despliegue o no mi actividad al servicio de la socie- Pero el estado de hecho de la sociedad, la cooperación a un
dad. Pero no se pregunta al soldado si consiente en alistar- fin común, se reproduce también, sin esa forma, en la vida.
se. Yo soy libre para disponer de mi patrimonio por vía de Nuestra existencia entera, todas nuestras relaciones, consti-
donación o de testamento'; mi conformidad nada importa pa- tuyen de hecho una sociedad, es decir, una cooperación a los
ra el pago de las contribuciones o de los impuestos debidos fines comunes, en la cual, obrando para otro, cada uno obra
al Estado o a la Comunidad, ni para la dejación de la reserva también para sí mismo, y donde la acción para sí mismo im-
legal debida a mis hijos. Quien dice Estado o derecho, dice plica también la acción para otro. En esta acumulación de un
coacción. Pues si el Estado no impone directamente por la fin sobre el otro reside, a mi parecer, la noción de la socie-
coacción todos los fines que persigue —no puede imponer la dad. Según esto, se definirá la sociedad: la organización de
práctica del arte ni el culto de la ciencia, y sin embargo, uno la vida por y para otro; y como el individuo es lo que es por
y otro son fines del Estado moderno—, al menos acumula los otro, aquélla es la forma indispensable de la vida para sí mis-
medios propios para alcanzar aquéllos. mo, y en la realidad de las cosas la forma de la existencia hu-
46. ACTOS VOLUNTARIOS Y ACTOS OBLIGATORIOS. — En el nú- mana entera. Vida humana, vida social, son una sola y mis-
mero d¡Tías acciones voluntarias que para otros realizamos, ma cosa. Los filósofos griegos han interpretado muy exac-
las hay que no presentan interés ninguno para la sociedad o tamente esta verdad. El destino social del hombre no po-
sólo tienen para ésta una importancia secundaria; el cumpli- dría expresarse más breve y justamente que por la*? palabras:
miento de otras, por el contrario, es para ella de necesidad ab- qáov TtoXixtKóv es decir, el ser sociable. La ciudad (n6Xiq\ es de-
soluta. El que un hombre haga un sacrificio en favor de sus cir, la vida urbana, con sus contactos recíprocas y us ince-
amigos, que otro contribuya a una colecta, poco importa pa- santes roces, es la madre de toda civilización, no sólo políti-
ra la sociedad; pero que el agricultor provea de trigo, y el ca, de que da la palabra la idea primera, sino de toda civ ; li-
panadero facilite el pan y el carnicero la carne; que encuen- zación, cualquiera que sea, la intelectual, moral, económ'ca, ar-
tre siempre manos y cabezas prestas a satisfacer todas sus tística. Es el manantial de donde procede todo el desenvolví-
EL FIN EN EL DERECHO 49
48 RUDOLF VON IHERING

campo, la obra de sus manos, las creaciones de su inteligencia,


miento del pueblo. La sociedad sola, hace una verdad de nues- de su imaginación— a las manos de aquel para quien están
tra regla: el mundo existe para mí. Pero no la concibe sin su destinados, es decir, de aquel que fija el valor más alto y paga
antítesis: tú existes para el mundo; éste tiene sobre ti el mis- el precio más remunerador. Cuando se pasa revista a todos los
mo derecho que tú sobre él. Lo que se llama la posición social, medios que el genio inventor del hombre civilizado moderno,
es decir, la riqueza, el honor, el poder, la influencia, dan la desde la Edad Media, ha creado en este último orden de ideas,
medida de la realización de la primera de estas reglas en la cabe afirmar que hoy en día ninguna fuerza que pueda servir
vida de individuo. La medida en que sabe, durante el curso a la humanidad se pierde; todas hallan su aplicación y su em-
de su existencia, poner en práctica la segunda, es la norma del pleo. La prensa da a conocer al mundo entero todo pensamien-
valor de esta existencia para la sociedad y para la humanidad. to digno de ser extendido; una gran verdad, un descubrimiento
El acuerdo perfecto entre estas dos reglas debería constituir importante, una invención útil, entran en poco tiempo en el
la razón de ser, el fin supremo de todo orden social; pero la patrimonio de todo el mundo civilizado, y lo que la tierra pro-
diaria experiencia y la historia contradicen este ideal. Un por- duce en un punto cualquiera del globo, bajo los trópicos como
venir todavía lejano contiene acaso el germen de su nacimiento. en el Polo, el comercio lo distribuye a todos sus habitantes.
48. RELACIÓN ENTRE LA SOCIEDAD Y EL ESTADO. — De aquí se Gracias a él, el más modesto obrero proporciona el bienestar
sigue que la noción de la sociedad va directamente con la del a millares de leguas de distancia. Cientos de enfermos, entre
Estado hasta un cierto punto, pero tan sólo dentro de los lí- nosotros, deben su curación a la naranja recogida por el obre-
mites en que la coacción es necesaria para realizar el fin social. ro del Perú; el humilde pescador de bacalao que da el aceite
Ahora bien; estos límites son restringidos. El comercio, los al tísico, ha conservado más de una vida que interesaba al
diferentes oficios, la agricultura, la industria, el arte y la cien- porvenir de una nación o que ha abierto nuevos horizontes al
cia, las costumbres domésticas y las de la vida, se organizan arte y a la ciencia. El obrero de Nuremberg, el de Solingen,
esencialmente por sí mismos. El Estado no interviene por su trabajan para los persas; los chinos, los japoneses, trabajan
derecho más que ocasionalmente, y sólo allí donde es en ab- para nosotros, y dentro de mil años el negro del centro de
soluto necesario para preservar de ciertos ataques el orden África necesitará tanto de nosotros como nosotros de él. Por-
que sus fines a sí mismo se han trazado. que siguiendo los pasos del sabio que penetra en el corazón
49. UNIVERSALIDAD DE LA SOCIEDAD. — La misma geografía del continente negro, van pronto el mercader y el misionero
de la sociedad no es igual a la del Estado. El dominio de éste que crean las relaciones duraderas.
termina en las fronteras de su territorio; el de la sociedad Tal es, pues, la sociedad; erige en verdad la regla: cada uno
abarca toda la tierra. Porque la regla: cada uno existe para para el mundo y el mundo para cada uno.
otro, se extiende por toda la humanidad y el incesante trabajo Adquirida esta noción, llegamos a la cuestión que nos ha-
del movimiento social se dirige a generalizarla más cada vez; bíamos reservado: ¿qué es lo que asegura a la sociedad la
a asegurarse el concurso de siempre nuevos pueblos; a utili- observancia, por parte de cada uno de sus miembros, de esta
zar, para estos fines, todos los países, todos los pueblos, todas ley fundamental de su vida: existes para mí? La respuesta
las fuerzas y todos los bienes del universo. La misión que debe viene a continuación.
cumplir un pueblo civilizado, para la cual debe regular todos
sus organismos, consiste en hacer productivos para otro, y
con esto directamente para sí mismo, el trabajo y la inteligen-
cia de cada individuo; en poner toda su fuerza al servicio de
la humanidad. No se trata solamente de producción y de fa-
bricación. El simple trabajo no es más que uno de los términos
de esta misión; el otro consiste en descubrir, aunque sea en
el universo entero, aquel en cuyas manos el producto del tra-
bajo rendirá la mayor suma de utilidad. La mayor parte de
las modernas invenciones responden a estos dos términos.
Unas tienen por objeto el trabajo mismo: su simplificación, su
perfeccionamiento, su facilidad; otras persiguen, por medio
del comercio, el aprovechamiento del trabajo: remiten lo que
el individuo h i producido para la sociedad —los frutos de su
EL FIN EN EL DERECHO 51

la voluntad no se rebelaba contra su papel y no detenía un


día eL funcionamiento de todo el organismo? En realidad, se-
mejantes pasajeros accidentes se producen aquí y allí; hasta
sobrevienen sacudidas que parecen poner en peligro la exis-
tencia de la sociedad, lo mismo que las enfermedades amena-
zan la del cuerpo. Pero la resistencia de la fuerza vital de la
sociedad es tanta, que el desorden es en seguida reparado y el
CAPITULO VII orden sucede a la anarquía. Cada trastorno social no es más
que una aspiración hacia un» organización mejor. La anarquía
L A MECÁNICA SOCIAL O LOS MOTORES D E L MOVIMIENTO es sólo un medio, no un fin; es pasajera, nunca durable. En la
SOCIAL lucha de la anarquía contra la sociedad, es siempre esta últi-
ma quien acaba por triunfar. Y es que, frente a la voluntad
humana, la sociedad está armada de un poder coercitivo. Hay
L MOTORES EGOÍSTAS. — EL SALARIO una mecánica social para obligar a la voluntad humana, como
hay una mecánica física para hacer obedecer a la máquina.
Esta mecánica social responde a la teoría de los motores que
SUMARIO: 50. Mecánica social. — 51. Los cuatro mo- pone en movimiento la sociedad para dirigir la voluntad hacia
tores del movimiento social. — 52. — El comercio
jurídico. Definición. sus fines, o, en términos más breves, la teoría de los motores
del movimiento social.
50. MECÁNICA.SOCIAL. — Acabamos de mostrar la imagen 51. LOS CUATRO MOTORES DEL MOVIMIENTO SOCIAL. EstOS
de la sociedad tal como ésta aparece en la constante realidad. motores son eÜ número de cuatro. Dos de ellos se basan en
Sin descanso, como en una máquina poderosa, se mueven en el egoísmo; SjEpaJ^.mptpres sociales, inferior es o egoístas: el
sentidos diversos mil cilindros, mil ruedas, otras tantas agu- salarie» y la. coacciórift Sin ellos no se podría concebir la vida
das láminas; en apariencia independientes unos de otras, y en sociedad; sin salario no hay relaciones posibles; sin coac-
como si aisladamente existiesen, hasta se amenazan, como si ción no hay derecho, no hay Estado. Estos dos factores son,
quisieran mutuamente destruirse; y, sin embargo, todas obran pues, la condiciones elementales de la sociedad; ellos propor-
por una acción común. Todo se mueve según un plan unifor- cionan la fuerza motriz, que no puede faltar en parte alguna,
me. ¿Cuál es la potencia que somete al orden las fuerzas ele- cualquiera que sea su estado de imperfección o de inferiori-
mentales de la sociedad, las obliga a una acción común, les dad. Enfrente de éstos se colocan ojtrosjáos móviles, a los
señala su camino y regula sus movimientos? La máquina debe cuales permanece extraño el egoísmo^ y que se apoyan en un
obedecer al dueño; el arte mecánico da a éste el poder de sentimiento del todo contrario a éste. Se mueven, no en la
obligarla. Pero lafuerza jjue mueve los rodajes de lav„sociedad inferior región del fin puramente individual, sino en la esfera
humana es ¡a voluntad del hombre, y, diferente en esto de las más elevada de los fines generales. Les llamaré, pues, los mo-
fuerzas de la~"ñatüralé"zá, tfejia^ara sí la libertad. La voluntad tores superiores, o mejor aún, los motores morales o éticos,
considerada en esta función es la diferente voluntad de milla- del movimiento social; porque lá socíeotao*" —lo demostraré más
res de individuos; es la lucha de los intereses diversos, es el tarde (cap. IX)— es la fuente de la moralidad; éstos motores
antagonismo de las aspiraciones; es el egoísmo, la porfía, la son el sentimiento piel deber yrel,amor; aquél, la prosa; éste,
resistencia, la lentitud, la debilidad, la maldad, el delito. La la poesía del espíritu moral.
disciplina, la sumisión de la voluntad humana, es el más ma- De los dos motores egoístas, la coacción es, desde el punto
ravilloso espectáculo que ofrece el mundo, y es la sociedad de vista psicológico, el menos noble. Con relación a ésta, el
quien lo realiza. salario presenta un carácter más elevado. Se dirige, en efecto,
Llamo mecánica social al conjunto de los móviles y de las a la libertad del sujeto, y es el libre arbitrio de éste el que
energías que llevan a cabo esta obra. Si ellos faltasen, ¿dónde únicamente lo regula. Para el perezoso es ineficaz, entre tan-
estaría, para la sociedad, la garantía de que las fuerzas motri- to que la coacción lo aprisiona, porque, o bien como coacción
ces, con las cuales cuenta, no llegarían un día a negarle sus mecánica excluye completamente la libertad, o bien como co-
servicios o a operar en contra de los fines asignados? ¿Quién acción psicológica la limita.
le aseguraría que en este o aquel lugar de tan vasto conjunto, La coacción ejerce sobre el hombre la influencia menos ele-
52 RUDOLF VON IHERING
EL FIN EN EL DERECHO 53
vada; es la rueda inferior de la mecánica social. De ella sería,
pues, de quien debiéramos hablar en primer término. Pero Dependiendo de los demás hombres a causa de sus necesida-
nuestro estudio no consiste en darnos cuenta de la acción psi- des, y creciendo esta dependencia a medida que sus necesi-
cológica ejercida sobre el individuo por esos móviles; nosotros dades aumentan, el hombre sería el ser más miserable de la
vamos a examinar su importancia práctica para la sociedad, creación si la satisfacción de aquéllas dependiese del azar, y
y desde este punto de vista es evidente que la organización si no pudiese, por el contrario, contar seguramente con la
social del salario, es decir, el comercio jurídico, aparece infe- ayuda y el concurso de sus semejantes. Tendría motivo para
rior a la de la coacción, es decir, del derecho y del Estado. El envidiar la suerte del animal, porque la naturaleza ha orga-
estudio de la sociedad debe partir de sus elementos inferiores, nizado a éste de tal manera que, cuando le ha dado todo su
remontándose a los más elevados, y es, por lo tanto, necesario vigor, puede pasar sin semejante asistencia. La realidad prác-
proceder desde luego al examen del salario. tica de este recíproco enlace en el destino de los hombres; la
52. E L coMERciq_JURÍDico. DEFINICIÓN. —sJEl comercio ju- exclusión del azar; la garantía de la satisfacción de las nece-
rídico es la organización efe la satisfacción de todas las nece- sidades humanas, como fundamental forma de la existencia
sidades humanas, asegurada por medio del salariad Esta defi- social; la regulada organización de esta satisfacción, ensan-
nición encierra tres elementos: la necesidad, como motivo; el chándose a medida que crecen las necesidades; he aquí las
salario, como medio, y la organización de su enlace recíproco, relaciones de la vida en sociedad.
como forma de las relaciones. Esta organización, quizá en un Para el hombre, como para el animal, el modo más sencillo
grado más poderoso que en cualquier otro dominio del mundo de dar satisfacción a sus necesidades es recurrir a sus propias
humano, es el resultado natural de la libre evolución de la fuerzas. En el animal las necesidades existen en proporción a
finalidad.'Es la dialéctica —y no la lógica de la noción, en la las fuerzas; pero no ocurre igual en el hombre. Y es precisa-
cual no creo—, es la fuerza práctica del fin, quien, de estos mente esta desproporción, esta insuficiencia, lo que la natu-
dos factores, la necesidad y el salario, ha hecho nacer gradual- raleza emplea como medio para obligarle a ser hombre; es
mente la infinita variedad de aspectos que presentan las rela- decir, a buscar al hombre y alcanzar, en comunidad con los
ciones. Para el pensador que examina el lado práctico de las demás, los fines que solo no le es posible conseguir. Por sus
cosas, no hay tarea más fecunda que seguir aquí la marcha necesidades, la naturaleza lo ha hecho solidario del mundo y
del fin, contemplarlo en su investigación del camino que hay de su semejante. Veamos cómo se sirve de ellos para dar sa-
que seguir, y observar cómo el germen más rudimentario ha tisfacción a sus necesidades.
hecho nacer insensiblemente, pero con imperiosa neces:dad,
formas y organismos más y más elevados. Quiero hacer ver
esta dialéctica del fin, buscando, en todos los fenómenos que
las relaciones nos ofrecen, los puntos donde, como las ramas
de un árbol, salen del tronco, desde abajo hasta la cima, expo-
niendo al mismo tiempo las causas irresistibles que han pro-
ducido estos movimientos aislados. El aspecto económico de la 1. INSUFICIENCIA DE LA BENEVOLENCIA PARA EL FIN
cuestión permanece extraño a mi estudio. Este es de natura- DEL COMERCIO JURÍDICO
leza social exclusivamente. Sólo me ocupo de las disposiciones
sobre las cuales reposa, para la sociedad, la garantía de la sa-
tisfacción de-las necesidades humanas, sin examinar las leyes SUMARIO: 53. Papel jurídico de la benevolencia.—
que regulan el movimiento de las relaciones. El aspecto jurí- 54. Insuficiencia de la benevolencia. — 55. Antíte-
dico de la cuestión es inseparable de este estudio. sis del trabajo oneroso y del trabajo gratuito en
Roma. — 56 Merces y Munus. — 57. Salario ideal.
La garantía de la satisfacción de las necesidades humanas: 58. El servicio público y la jurisprudencia. — 59.
tal será el decisivo punto de vista en que me colocaré siempre. Introducción del salario económico.
Es la medida a que reduciré todos los fenómenos de las rela-
ciones. Valiéndose de la necesidad, obra de la naturaleza sobre 53. PAPE! JURÍDICO DE LA BENEVOLENCIA. — Benevolencia y
los hombres en sociedad, y mediante ella realiza las dos leyes beneficencia implican la idea de guererr^&e Ji,mexJ¿£M¿n de
fundamentales dé toda moralidad y toda civilización: cada otro por este mismo bien y sin personal interés. Una y otra
uno existe para él mundo y el mundo existe para cada uno. ¡suponen, por lo tanto, el espíritu de desinterés, de olvido de
sí mismo. Es evidente que ambas son'Ir^üIScTenXes para crear
54 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 55

^eL_cpmercip social entre los hombres. La benevolencia, sin La iniciativa que, en todas las prestaciones solicitadas de
embargo, puede ejercer cierta acción, aunque restringida, para otros para la satisfacción de las necesidades, parte del que
el bien de las relaciones humanas. Veamos en qué medida. siente éstas, se llama en los contratos de negocios: la oferta,
Al preguntarse hasta dónde se ^extiende eL.pap.el_iwrM¿Cí? en los contratos de complacencia se llama: la petición; toma
¿e_ la benevolencia, se podría contestar que este papel es tan el nombre de ruego en los contratos de beneficencia. Estas
amplio como elUel egoísmo, rmgs eJL cuadro de los_cantratos tres expresiones caracterizan suficientemente la diferencia de
desinteresados (contratos liberales, de complacencia, de bene- relación personal en los tres casos. La oferta, cuando se pue-
ficencia! concuerda perfectamente con,„eJL de los contratos a de esperar en la buena voluntad de la otra parte, no exige
título oneroso (egoístas, de negocios). relaciones ni cualidades individuales particulares. No ocurre
•' Se puede ceder: lo mismo con las otras dos formas de iniciativa. Si el que la
toma fundamenta su deseo en su pobreza o en su desnudez, la
A título onerosa A título gratuito. manifestación de este deseo se llama mendicidad y el donativo
'NJÜ Una cosa.
acordado es una limosna (que, en derecho, no se distingue
Venta, Cambio. Donación. nada de la donación): las mismas palabras contienen la re-
2.El uso:
a) de una cosa Alquiler. Comodato, Precario. probación de la cosa e indican la ineficacia de esta forma de
b) de un capital. Préstamo con interés. Préstamo sin interés. socorro para conseguir el fin del comercio social. El socorro,
3, Una prestación de que humilla al que lo recibe, es precisamente lo contrario de
servicios. Locación de servicios,
Contrato de servicios.
lo que consttiuye el fin más elevado y más noble de las rela-
Mandato, Depósito, Gestión
de negocios sin mandato. ciones humanas, como veremos más tarde: la independencia de
la persona. La petición, es verdad que no supone esta humi-
llación; pero su campo es muy limitado, tanto de hecho como
con relación a la persona: no se puede pedir todo —entonces
54. INSUFICIENCIA DE LA BENEVOLENCIA. — A cada contrato se convertiría pronto en mendicidad— ni a todo el mundo, a
de negocios corresponde, pues, un contrato de complacencia, menos que la petición tenga por objeto complacencias que
y a primera vista se juzgaría que esta circunstancia establece nada cuestan a otro: cortesías en la calle, petición de noticias,
de suficiente modo la importancia de la benevolencia para las etcétera. Toda consideración personal está desde luego des-
relaciones de la vida. Mas porque aquélla aparezca también cartada y estas peticiones se encuentran, tocante a ello, en la
en los dominios del derecho y tome un aspecto jurídico, no misma línea que las gestiones de negocios. Todo el mundo
resulta, sin embargo, que presente para el fin de las relaciones puede solicitarlas sin temor a una negativa. Por otra parte,
una importancia'práctica, que es necesario tener en cuenta la extensión de esas complacencias es tan limitada, que se
Los contratos que figuran en la primera columna suponen el desvanecen ante la multiplicidad de los fines a los cuales las
dinero, y no otra cosa. El que paga más, obtiene la cosa, sea relaciones deben satisfacer. Más allá de este mínimo, la peti-
o no personalmente conocido. Por el contrario, los que apa- ción y su otorgamiento se refieren a relaciones personales
recen en la segunda columna suponen ciertas relaciones per- (amistad, vecindad, conocimiento, dependencia, etcétera), y
sonales o ciertas cualidades individuales, que son el motivo aun cuando ellas existen, presentan en sí mismas tan poco
determinante de parecido acto de beneficencia1; no se da al interés, que la imposibilidad de basar un fin cualquiera de
primer recién venido, no se presta a todo el mundo, no se las relaciones en la abnegación (complacencia), en vez del
sirve a todo el que llega; se tiene en consideración la persona egoísmo (salario), surge evidentemente.
a quien se favorece, y esta influencia del elemento personal
hace a la benevolencia impropia para realizar el fin de las Aquí se presenta una objeción que debo exponer. La teoría
relaciones, el cual exige que se haga abstracción completa que desarrollo tiene su fuente en la vida actual, y la tesis
de la persona. (Véase más adelante). es exacta para el estado moderno del desenvolvimiento de las,
1
relaciones sociales, donde el dinero ha ocupado el puesto de
En particular, la amistad. Los jurisconsultos romanos señalan con la complacencia. Pero hubo un tiempo en que no ocurría así,
frecuencia este elemento en los siguientes contratos: affectio, L. 3, en que se podían obtener de balde prestaciones que hoy en
§ 9 de neg. gest. (3, 5): L. 5 de don. (39, 5); officium amititioe, L. 23 de
reb. auct. (42, 5); officium atque amititia, L. 1, § 4 Mand. (17, 1). El día no se realizan más que por dinero, y aquéllo de un modo
servicio prestado es una complacencia, un benef'cio: beneficium, L. 17, absoluto, ilimitado, lo que hacía entonces de la complacencia
§ 3, Comm. (13, 6); liberalitas, L. 1, § 1, L. 2, § 2 de prec. (43, 26), libe- un factor de la vida de relaciones y le asignaba una función
ralitas et munificentia, L. 1, pr. de don. (39, 5).
56 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 57

social. Aún en nuestros días la hospitalidad, en los pueblos sin por eso era tan despreciado. En efecto, el salario {merces)
civilizar, nos ofrece ese espectáculo, que se presenta también lo convierte en una mercancía (merx); se alquilo (locqtur,
en los pueblos civilizados, en las regiones poco pobladas. de locus) 1t se compra como tal. El dueño se lleva al hombre
La objeción es de peso, y no me parece superfluo detener- {conducere: llevar consigo), como se lleva la cosa que compra
nos; pues por su naturaleza facilita la concepción de la vida (emere: tomar). Las expresiones que designan el arrendamien-
de relaciones. Para esto, sin embargo, nos será útil represen- to son idénticas, refiérase a hombres libres, a esclavos o a las
tarnos la sociedad de antes en su forma histórica concreta. No cosas; el servidor o artesano es un esclavo temporal, su ser-
sabría yo elegir mejor, independientemente del interés jurí- vicio le imprime una degradación social (ministerium) 2, le
dico que presenta la cuestión, que la descripción del contraste somete a prestaciones a que debe sustraerse el hombre libre,
entre .los servicios onerosos y los gratuitos, tal como durante abandonándolas al esclavo {operes ILLIBERALLES) 3.
siglos la práctica nos lo revela en Roma. Después veremos El servicio del hombre libre no es un ministerium, sino un
cómo en la época siguiente las cosas se modificaron de raíz. munus-, no consiste en una acción corporal; su actividad es
Obtendremos algunos frutos de esta excursión jurídica. toda intelectual, y presta el servicio, no por un salario, sino
55. ANTÍTESIS DEL TRABAJO ONEROSO Y EL TRABAJO GRATUITO por benevolencia {gratia, gratis). Constituye una complacen-
EN ROMA. — La antítesis del trabajo oneroso y el trabajo gra- cia {munificencia, beneficium, oficium), en relación con la
tuito en la antigua Roma, corresponde a la oposición del tra- dignidad del hombre libre {liber, liberalitas), y que no impone
bajo corporal al trabajo intelectual. Solamente aquél, éste no, a la otra parte más que un deber de reconocimiento (GRATIAE,
tiende la mano al salario. La concepción de estas dos nociones gratum faceré = GRATIFICATIO). El munus puede, sin embargo,
no pertenece propiamente al derecho romano. Se encuentran según las circunstancias, ser devuelto {re-muncrari) hasta en
en todos los pueblos y en todos los individuos poco civilizados, dinero; pero esta remuneración no es una merces; aparece
porque no es más que la aplicación de la idea grosera que como honor, honorarium, como un regalo honorífico que no
del trabajo tienen. El trabajo corporal es para todos un hecho ofende la dignidad de las partes 4. Se requerían una habilidad
sensible. El que a él se somete lo siente; un tercero lo ve, y o un saber especiales para la prestación de ciertos servicios;
no sólo ve el acto mismo del trabajo, sino que comprueba el en una ventaja, una virtud ( ápetfi = ars) que adorna al
resultado. Únicamente el trabajo corporal merece salario, por- hombre libre (ars liberalis). La molestia que se ocasiona para
que sólo él ha costado un sufrimiento; porque, según el in- adquirir este mérito, no es labor, opera, sino studium, el obje-
forme concepto que uno se forja, sólo él crea *. El trabajo to de los esfuerzos que hace {studere) para satisfacer su
intelectual, por el contrario, no es considerado como trabajo; propia ambición.
no fatiga al hombre, no le causa ningún esfuerzo. ¿Con qué
derecho reclamaría un salario el que por todo trabajo para i Locare es sinónimo de ofrecer públicamente. Según PLAUTO, los
nosotros no hace más que pensar, y cuyos servicios consisten cocineros son expuestos en el mercado y llevados por aquél que da
en razonamientos? Las palabras no cuestan dinero; al que no más dinero; en la opus, a la inversa, la locatio, es decir, la oferta pú-
blica, se realiza por parte de aquél que busca alguien que se encargue
ha tenido para dar más que palabras, se le paga en la misma del trabajo (conducU). La misma idea de exposición, de busca de tra-
moneda, se le gratifica con las palabras: "Dios os lo pague", bajo, se encuentra en la palabra alemana Gewerbe (profesión; de tuer-
y no se le da nada. ten, solicitar trabajo, un salario). Esta palabra no se aplica a los tra-
bajos intelectuales, como tampoco en Roma la terminología del arren-
56. MERCES ET MUNUS. — Así piensa aún hoy día el hombre damiento (merces, locatio, conductio).
vulgar; tal ha sido en todas partes el concepto original. Este '¿ De MINUS, minuere, ministerium; es decir, disminución, en con-
había revestido en la antigua Roma un carácter tal de inten- traposición a MAGIS, magister, magistratus; es decir, elevación por
encima del nivel social del hombre vulgar.
sidad, que se consideraba como un deshonor el hecho de hacer 3 CICERÓN de off. 1, 42: merces auctoramentum servitutis. Es sórdida
pagar un trabajo intelectual. Sólo se pagaba el trabajo manual; —dice— la ganancia de todos los trabajos asalariados, quorum opera?,
1
non quorum artes EMUNTUR, el de todos los artesanos (in sórdida arte
Expresión de este concepto en el lenguaje: En alemán la palabra versantur), el de los vendedores ambulantes y hasta el de los tende-
GESCHAFT (negocios, de schaffens crear), está exclusivamente consa- ros. De ahí sordidum = el salario del corredor. (L. 3 de prox., 50, 14).
grada al trabajo en el sentido arriba indicado. Relación del trabajo 4
L. 1 pr. Si m,ensor (II, 6)... ad remunerandum dari et inde hono-
con la idea de creación, de patrimonio; en latín: opera, la labor; ovus, rarium apellari. El valor no estriba en el dinero, sino en la intención,
la obra; opes y copia, el patrimonio. En alemán: Arbeit, el trabajo concepto que se encuentra en la palabra honorare, empleada en los
(arb, arbi, arpi, con inversión en eslavo: rab-ota, en polaco robota), legados, el hombre perfecto ve más el reconocimiento, el honor (ho-
y Erbe, el heredero (arbja, arbi, arpi, erbi; das Erbe: el patrimonio). nor legati, L. 38, pr. de exc. 27, I), que el dinero, hasta cuando acepta
Dienen, servir, y verdienen, ganar. ávidamente este último.
58 RUDOLF VON lHERING •EL FIN EN EL DERECHO 59

Tal era la antigua concepción del trabajo en Roma. La agri- Esto, es lo que pasó en Roma. El servicio público y la juris-
cultura, la banca, el alto comercio, son bien mirados; toda otra prudencia eran de hecho monopolizados por las gentes ricas.
fuente de ganancia es vergonzosa. La fuerza intelectual, el Uno de los jurisconsultos más distinguidos de principios del
talento, el saber, son bienes de que todo hombre de honor debe Imperio 1 , que se había dedicado a la ciencia sin tener fortuna,
liberalmente hacer aprovechar a sus conciudadanos y al Es- expió esta audacia por la necesidad en que se encontró de
tado. El funcionario del Estado no recibe sueldo; las magis- aceptar los socorros de sus oyentes. Allí donde la ciencia no
traturas son cargas puramente honoríficas (honores); sólo el ha conquistado aún su derecho al salario, es el cortés regalo
servicio subalterno, cuando no lo realizan los esclavos públicos, quien suple a este último.
está pagado. La profesión de los jurisconsultos, tan íntima- Esta imperfección contenía en germen el fin de toda la or-
mente ligada a la vida romana, no es nunca asalariada. ganización. El cambio que se introdujo, la substitución por
Para la antigua Roma, este concepto del trabajo tenía una el sistema del salario, fué un progreso social considerable. La
inmensa importancia social. No porque regulase la posición primera mudanza se realizó en el dominio de la ciencia y fué
social del individuo y la distinción de clases, sino porque con- originada por la presión de influencias exteriores. Los pro-
cedía una función social a los servicios gratuitos. Estos, en fesores griegos en todas las ramas del arte y de la ciencia:
Roma, respondían a necesidades esenciales de la sociedad y rhetores, grammatici, philosophi, mathematici, geometrce, ar-
del Estado. Durante siglos la sociedad y el Estado romanos se chitecti, pcedagogi, y todos los demás cuyo sólo nombre de-
mantuvieron bajo el imperio de la idea de que los servicios nuncia el origen, afluían en masa, en busca de bienestar, ha-
públicos estaban suficientemente asegurados sin ser retribuí- cia la ciudad universal. Ricos de ciencia, muy diestros, tenían
dos, como entre nosotros el agua para beber: indispensable, los bolsillos vacíos y el estómago gritando hambre. La nece-
y, sin embargo, gratuita. sidad les hizo desafiar el prejuicio romano: se hicieron pagar
57. SALARIO IDEAL. — ¿Qué sentimiento inspiraba al romano la enseñanza que daban. Los romanos se habituaron a este
a prestar así sus servicios a cambio de nada? ¿La benevolen- nuevo espectáculo del saber corriendo tras el dinero. A los
cia, el abandono de sí mismo? Sería necesario conocer muy griegos corresponde el mérito —que sí lo era— de haber
poco a los romanos para creer esto. No, el romano no renun- vencido el prejuicio nacional, de haber conquistado al arte y
ciaba a todo salario en recompensa de sus servicios; pero este a la ciencia su posición jurídica en el suelo romano. Era un
salario no consistía en moneda sonante. Consistía en una ven- triunfo, en efecto, que el derecho no aplicase la forma de la
taja que ejercía, sobre el individuo de las clases superiores, actio locati y de la merces, que habría arrojado sobre ellos el
una seducción más poderosa que la del dinero sobre el hombre descrédito, sino que para ellos hubiese sabido crear una acción
del pueblo: era el honor, la consideración, la popularidad, la nueva, la extraordinaria cognitio del Pretor, sobre los hono-
influencia, el poder. Tal era el premio que ambicionaba cuan- rarios. El procedimiento sólo atestiguaba que concedían al ar-
do trabajaba para el pueblo, y esto lo que concedía valor a te y a la ciencia un rango aparte del trabajo manual 2 . A los
las magistraturas que solicitaba. Las cargas eclesiásticas, las honorarios privados se agregaron más tarde los sueldos dados
del rex sacrificulus, la de los flamines, etcétera, que no daban a los profesores con los dineros del Estado y de la Comunidad.
poder alguno, no le tentaban. Cuando había honores, las gentes La evolución ejerció igualmente su acción sobre la juris-
corrían en pos de las funciones; no siendo así, las funciones prudencia. La influencia griega introdujo una división desco-
debían ir a buscar al hombre. nocida en la época antigua. La profesión se desdobló: hubo
No era, pues, la abnegación, sino un sentimiento muy cono- el ejercicio puramente práctico o de negocios y el ejerc'cio
cido: el egoísmo, lo que garantizaba en Roma el cumplimiento exclusivamente científico o teórico. Bajo el primer aspecto
de los servicios indispensables para el Estado y para la so- encontramos el Pragmaticus: es el jurista de nombre griego
ciedad. El sa'ario que se tenía en perspectiva no era de na- y formado según el modelo griego, totalmente desconocido
turaleza económica; tenía sólo un valor ideal. Debemos, no en la antigua Roma. Es el hombre de negocios que, por
obstante, admirar este fenómeno, para nosotros tan extraño, dinero, presta todos los servicios que su oficio comprende;
del prosaísmo del dinero substituido por el idealismo. En la un comisionista o agente jurídico, un hombre para todo. La
práctica, sin embargo, este idealismo tenía un funesto reverso. segunda rama profesional nos da al jurista de nombre roma-
58. E L SERVICIO PÚBLICO Y LA JURISPRUDENCIA. — Una pro- i Masarius Sabinus, L. 2, § 47, de O. J. (I. 2).
fesión que sólo honor reporta, y que no da pan, permanece 2
Esta forma estaba comprendida como distinción, como privilegio,
cerrada para aquellos a quienes no ha favorecido la fortuna. según resulta de la L. 1, § 6, 7, de extr. cogn. (50, 13).
EL FIN EN EL DERECHO 61
60 RUDOLF VON IHERING
por la asignación de una suma a tanto alzado (vasarium);
no (jurisconsultus)-, al antiguo estilo de Roma, es el hombre pero d e hecho, el cargo le indemnizaba de sus gastos como
de ciencia que, fiel a las viejas tradiciones romanas, desdeña Edil y de los que producía la magistratura, y le autorizaba
hacer de aquélla una fuente de beneficios. Se ofrece gratuita- de cierto modo a recuperar, por su salida del servicio público,
mente a cualquiera que reclame sus consejos o solicite su en- todo lo que al entrar había arriesgado. Recibía algo así como
señanza. Vive solitario, honrado, lejos del tumulto del mercado una patente de corso que le permitía echarse encima de los
y de la vida de los negocios: espera que vayan a él. La opinión provincianos en nombre del pueblo y del Senado. El que sa-
pública le tiene en gran estima, y él domina desde su altura bía usarla sin gran torpeza, no tenía nada que temer. Los
a los que, en el ejercicio de su profesión, ven sólo una mane- emperadores juzgaron más provechoso disponer ellos mismos
ra de ganar el pan. Su ambición suprema era estar revestido el saqueo de las provincias. Evitaron, por medio de un sueldo,
del jus respondendi, que lo convertía en el oráculo oficial del la importuna concurrencia de los gobernadores de provincia.
pueblo. La incompatibilidad del salario con su misión cientí- Tal es el origen de los sueldos asignados a los servicios pú-
fica era, para el jurisconsulto romano, un axioma inquebran- blicos en los últimos tiempos de Roma. Bien pronto todos los
table. En el siglo tercero del Imperio, cuando después de largo funcionarios imperiales fueron colocados sobre ese pie. Las
tiempo la evolución ya se había realizado en todas las demás magistraturas republicanas, perdida su importancia, perma-
ciencias, negó a los profesores de Derecho, un jurisconsulto, necieron fieles al antiguo régimen.
el derecho a recibir honorarios *, y en la época de Constantino Hemos probado que, durante siglos, la sociedad romana su-
se les negaba todavía el sueldo oficial, del que gozaban, hacía po mantener el funcionamiento de una rama importante de su
tiempo, todos los demás profesores públicamente instituidos. gobierno mediante una remuneración ideal que fundaba todo
No parece haber sido admitido hasta el período de decadencia su valor en el poder, en la influencia, en el honor, en la con-
de Constantino a Justiniano 2 . sideración que confieren las funciones ejercidas, pero que en
59. INTRODUCCIÓN DEL SALARIO ECONÓMICO. — Si Roma es una época posterior tuvo que recurrir a la ayuda del salario
deudora a los griegos de haber introducido el salario en el económico, en dinero. Digo recurrir a la ayuda, y no reempla-
arte y en la ciencia, debe a las provincias la introducción de zar por el dinero; detallaré la razón más adelante (núm. 7). Es
los procedimientos relacionados con los servicios públicos. Los que el pago en dinero, que encontramos en los dos puntos que
Ediles habían llegado a gastar más de las cantidades otorgadas hemos indicado, no constituye un simple caso de aplicación
por el Senado para los juegos públicos. Tenían entonces que del salario económico, sino una combinación del salario eco-
cubrir enormes pasivos con sus propios recursos. Tal estado nómico y el salario ideal.
de cosas había llegado a ser tan corriente en el úLtimo siglo
de la República, que el que no quería perder el favor del pue-
blo o cerrarse todo porvenir político, no podía, cerno Edil,
calcular ni escatimar, debiendo dedicar a ello todos sus bienes.
En compensación, la moral popular le permitía rehacer su
fortuna como gobernador de provincia. Como tal no tenía
derecho más que a su equipo oficial, reemplazado después
2. EL PRINCIPIO DEL TITULO ONEROSO
i ULPIANO, L. I, § 4, 5, de extr. cogn. (50, 13): est quidem res sanc-
tissima civilis sapientia, sed quee pretio hummario non sit cestimanda SUMARIO: 60. Papel de la compensación en las rela-
nec dehonestanda. También los profesores de filosofía estaban com- ciones de la vida. —61. El egoísmo, motor exclusi-
prendidos en esta distinción dudosa: se dice de ellos: hoc primum vo del comercio jurídico. —62. Ventajas del título
profiteri eos opertet mercenariam operam spemere, ¡como si un filó- oneroso. — 63. Transición de la condición gratuita
sofo pudiera vivir del aire! Sólo se les permite, a los unos y a los a la remuneración. — 64. Omnipotencia del dinero.
otros, aceptar honorarios libremente convenidos: queedam enim ta- —65. Contratos onerosos. — 66. Formas fundamen-
metsi... honeste accipiantur, inhoneste tamen petuntur. tales del comercio jurídico. — Cambio y asociación.
2
En la L. 6, Cod. de profess. (10, 52) de Constantino, en la cual
las palabras: MERCEDES ac salaria no se refieren a los honorarios, como
admitían los glosadores, sino al sueldo público (arg. L. I § 5. de extr. 60. P A P E L DE LA COMPENSACIÓN EN LAS RELACIONES DE LA
cogn. 50, 13), lo agregado decisivo: doctores legum, que falta en el VIDA.— El título oneroso sólo aparece en la vida social como
texto original de la ley (L. un. Cod. Theod. de prceb. salar. 12, 2), ha
sido añadido por los compiladores de Justiniano. Esto justifica nues- la aplicación aislada de un pensamiento general, que reina en
tra conclusión más arriba estampada.
62 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 63

todo el mundo humano: el de la expiación. Comenzando por Llevo, en mi bolsa, mi libertad y mi independencia. Es tam-
la venganza, que es la expiación del mal por el mal, la idea bién un adelanto muy grande la fundación de hospederías en
de la expiación pone en juego impulsos cada vez más nobles, una región donde el extranjero estaba obligado, hasta enton-
hasta que, elevándose por encima del mundo humano, llega ces, a mendigar la subsistencia. Sólo desde ese momento está
a Dios para revestir su más alta expresión: la justicia divina, semejante país abierto para el viajero. Desde el punto de vista
la expiación impuesta por la divinidad. del viaje, el hostelero tiene tanta importancia como el merca-
La idea de compensación del bien por el* bien, del mal por der para los cambios. Ambos ofrecen la garantía de la satis-
el mal, es una de las que se imponen al hombre con mayor facción, asegurada y obtenida sin pena, de determinada nece-
autoridad. Más adelante veremos si es innata en éste, o sí, sidad humana; realizan la organización de esta satisfacción
como muchos otras que tal se creen, es el resultado del des- como negocio, es decir, fundada sobre el principio de la com-
envolvimiento histórico del pensamiento humano. pensación.
61. E L EGOÍSMO, MOTOR EXCLUSIVO DEL COMERCIO JURÍDICO.— 63. TRANSICIÓN DE LA CONDICIÓN GRATUITA A LA REMUNERA-
Cualquiera que sea este origen, no es menos verdad que el CIÓN.— Este paso de la condición gratuita a la remuneración
papel de la compensación, en las relaciones de la vida, está se efectúa en otras muchas materias y se renueva todos los
exclusivamente inspirado por el egoísmo. Todo el funciona- días. Cualquiera que sea el que lo facilite, merece bien de la
miento del comercio jurídico o social es un sistema, perfecta- sociedad, aun cuando la gran masa le otorga la censura más
mente organizado, del egoísmo. Esta apreciación, lejos de ser que el elogio. La mayor parte de las personas sólo consideran
la crítica de la organización social, no hace más que señalar el los inconvenientes de la innovación; en adelante tendrán que
mérito y ensalzar el elemento que constituye su grandeza y pagar lo que hasta entonces conseguían gratis. No ven las
su fuerza. Cuanto más perfecto sea esto, más se desarrollarán ventajas enormes que con el cambio obtienen. Vamos a evi-
las relaciones de la vida. Mejor sabrá la sociedad, en todas denciarlas.
las relaciones de sus miembros, fundar en el egoísmo, exclu- 64. OMNIPOTENCIA DEL DINERO. — ¡Superioridad del dinero
sivamente, la garantía de la satisfacción de sus necesidades, sobre el desinterés! Sólo el dinero consigue realmente el fin
substituir la benevolencia y el desinterés, por el amor a la perseguido en las relaciones de la vida: asegura de un modo
ganancia y el interés personal, y llenará mejor su misión. cierto la satisfacción de las necesidades humanas. El d'nero
Ya sé que este panegírico del egoísmo ofenderá los senti- satisface todas las necesidades, las más nobles como las más
mientos de aquellos que no han fijado su atención en este ínfimas, y en la medida más amplia o más limitada posible.
punto. Hace que las condiciones de la satisfacción de todas las ne-
62. VENTAJAS DEL TÍTULO ONEROSO. — Se me objetará que si cesidades imaginables queden reducidas a una cosa única, in-
el egoísmo, en el comercio de la vida, es un mal necesario, no finitamente simple, siempre igual y apreciable. Ciertas obser-
hace falta introducirlo donde aún no existe y que puede uno vaciones parecen tan necias, que casi avergüenza el hacerlas.
regocijarse de su ausencia. Tomemos un caso particular y que Es necesario, sin embargo, realzarlas para poner las cosas en
el lector juzgue por sí mismo. su punto. Así ocurre con el carácter absoluto del poder del
Figúrese que tiene la elección de un viaje a un país lleno dinero. La complacencia, para manifestarse, requiere muchas
de hoteles o a una comarca en que no los hay, pero donde la condiciones. Debe ser solicitada con respeto, con destreza; tie-
hospitalidad es general y fielmente observada. ¿Cuál elegirá, ne sus preferencias, sus caprichos y sus antipatías; a veces se
bien entendido que ninguna circunstancia particular dicte su aparta del que hace el más apremiante llamamiento, o lo aban-
preferencia? Elegirá seguramente el primer país. dona en el momento más necesario; aun cuando es benévola,
La hospitalidad que abre la puerta al viajero fatigado, es, obra dentro de estrechos límites. El dinero ignora tedas estas
indudablemente, una hermosa cosa: tiene el poético atractivo contingencias. La consideración del individuo le es indiferen-
de los ladrones, los bandidos, los leones, mas para la vida te; no tiene caprichos; es igualmente accesible en todo tiempo,
práctica los caminos seguros valen más que aquellos en que se y, en fin, su buena voluntad no tiene límites. El egoísmo tiene
corre peligro, y es más agradable encontrar bueyes y agentes el mayor interés en ponerse al servicio —de cada uno—en todo
de policía que leones y salteadores. La hospedería atrae más tiempo—y en la mayor medida posible. Cuanto más se le pide
que la hospitalidad; porque aquélla mejor que ésta me garan- más otorga y se presta a dar aún. Si debemos esperarlo todo
tiza la verdad de la acogida. Mi dinero me ahorra la humilla- de la complacencia de otro, seremos miserables y reducidos
ción de la súplica, del beneficio recibido, del reconocimiento. al papel de mendigos. Nuestra libertad personal y nuestra
64 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 65

independencia están sometidas, no sólo a lo que podamos pa- autoriza el libre funcionamiento del egoísmo, siempre que
gar, sino a lo que debemos pagar. El dinero contiene nuestra en la-persecución de su fin se abstenga de recurrir a medios
independencia económica y nuestra independencia moral. prohibidos.
65. CONTRATOS ONEROSOS. — El dinero no es el último tér- La relación que se establece entre las partes sobre la base
mino de la antítesis entre la remuneración y la condición gra- de su egoísmo respectivo, se llama en el mundo de.las trans-
tuita. Hay cosas y servicios que pueden, en lugar del dinero, acciones la base de los negocios. Su antítesis es la base de la
realizar el objeto de la contra-prestación. Los contratos que de complacencia, que señala la relación que une a las dos partes
esto resultan, toman en la terminología del jurista, el nombre en los contratos liberales. En ésta, ambas partes reconocen
de contratos onerosos o bilaterales; los contratos gratuitos, el que una hace a la otra un beneficio. El derecho romano hace
de liberales, lucrativos o unilaterales. Un elemento psicológi- derivar consecuencias importantes de esta diferencia de posi-
co aparece como condición necesaria de los primeros: es la ción (por ejemplo, para la ruptura de la relación, el grado de
convicción, en uno y otro de los contratantes, de que lo que la culpa, la prestación de evicción, la infamia).
recibe vale más que lo que da. Cada uno de ellos, no sólo pre- 66. FORMAS FUNDAMENTALES DEL COMERCIO JURÍDICO: CAM-
tende ganar el trato, sino que está convencido de que gana. BIO Y ASOCIACIÓN. — Considerada objetivamente la operación en
Sin esta consideración, aunque sea infundada, el cambio sería el contrato oneroso, consiste en un cambio de cosas o en pres-
imposible. La designación objetiva de la contra-prestación co- taciones recíprocas. Cada una de ellas busca la persona en
mo equivalente, exacta desde el punto de vista del funciona- cuyas manos realiza mejor su destino, y para la cual, por con-
miento de las relaciones sociales, como más adelante veremos, siguiente, representa un valor más grande que para su actual
no lo es en atención a cada contratante individualmente. Una detentador. Cambia por otro el lugar que ocupa.
contra-prestación que sólo da al individuo contratante un El término contrato de cambio, que para el jurista sólo in-
equivalente, es decir, que no vale más de lo que la prestación dica el cambio de dos cosas 1, conviene a todos los valores que
vale, no tiene, psicológicamente, el poder de producir un cam- se encuentran en el curso de las relaciones sociales (cosas,
bio en la situación de las cosas. Para obtener este resultado, dinero, servicios). La expresión alemana Verkehr, que designa
es necesario que haya un excedente, un mayor valor, no obje- el comercio jurídico, ha nacido de esta idea del cambio de las
tivamente, entiéndase bien, sino desde el punto de vista indi- cosas de un lugar a otro: vuelve (Kehren) y devuelve (Ver-
vidual de los contratantes. Estos deben estar convencidos, kehren), es decir, cambia las cosas. La expresión latina co-
cada uno por su parte, de que ganan en el cambio. rrespondiente: commercium, está tomada del nombre de la
Puede que haya en realidad ganancia para los dos. El que mercancía: merx, mercari. Refleja el elemento de la comunidad
vende por un precio moderado una cosa que le es a b s o r t a - de las partes (com-mercium), que es el resultado. Por lo tanto,
mente inútil, mejora su situación económica porque, en lugar desde el punto de vista lingüístico, Verkehr equivale a co-
de una cosa que no le sirve, recibe una que empleará. También mercio de cambio.
el comprador, por otra parte, realiza una ganancia comprando Pero en la vida, el comercio jurídico es cosa distinta del
barato. Esta posibilidad de la ganancia obtenida por una y comercio de cambio. Comprende dos grupos de negocios, de
otra parte, se funda sobre la diversidad de las respectivas ne- los cuales uno tiene por objeto el cambio de prestaciones; el
cesidades. Cada una de las dos partes toma, según su particular otro atañe a la reunión de varias personas con la mira de un
necesidad, en cuanto a las dos cosas o prestaciones que son fin común. El cambio supone la diversidad de necesidades res-
objeto del cambio, una diferente medida de valor. Así sucede pectivas, y, por consecuencia, la diversidad de medios propios
que uno gana sin que el otro pierda. para satisfacerlas; es decir, prestaciones recíprocas. Distinto
Tal es, pues, la lógica del contrato bilateral; cada uno persi- es el caso en que las necesidades de las dos partes son idén-
gue su ventaja, sabiendo que el otro procede del mismo modo, ticas; entonces sus intereses tienden hacia un solo y nr'smo
y esto se efectúa bajo la protección del derecho*. El derecho fin. Si cada una de las partes es por sí sola apta para conse-
1
guir este fin tan fácil y seguramente como lo conseguiría
L. 22, párr. 3, Loe. (19, 2):Quemadmodum in emendo et vendendo unida a la otra parte, no hay razón para solicitar la coopera-
naturaliter concessum est, quod pluris sit, minoris emere, quod mi- ción de esta última. Pero cuando el fin excede las fuerzas del
noris Sit, pluris venderé et ita invicem se circunscribere, ita in loca-
tionibus quoque et conductionibus juris est. La naturaleza de la rela- 1
Conforme con la noción romana de la vermutitio. A mutare (mo-
ción de confianza (mandato, tutela, sociedad, etcétera) supone lo vitare, mover) se refiere el mutuum, préstamo; lingüísticamente es
contrario; aquí el dolus comienza desde que se persigue la propia un cambio de lugar (de la cosa fungible conviniendo su devolución
ventaja; en las relaciones de negocios no comienza hasta que se per- ulterior).
sigue esta ventaja con alteración consciente de la verdad.
66 RUDOLF VON IHERING

individuo aislado, o cuando hay economía, facilidad, seguridad


mayores persiguiéndolo en común, el interés respectivo de las
partes les ordena la unión de sus fuerzas y medios de acción.
Se llega a esto mediante el contrato de sociedad. Lo mismo que
el contrato de cambio, en el sentido lato que le hemos dado,
el contrato de sociedad comprende, no un contrato aislado,
sino un grupo especial de ellos en la vida de los negocios. Co- 3. EL SALARIO (EL DINERO)
mo el contrato de cambio, contiene una forma fundamental de
las relaciones cuya utilidad práctica es ilimitada: la asociación.
La distinción esencial que es necesario establecer entre estas SUMARIO: 67. Forma inferior del cambio: Igualdad
dos formas fundamentales del comercio jurídico, consiste en de funciones. — 68. Forma superior: Diversidad de
la oposición entre la diferencia y la identidad del fin. En el funciones. — 69. Noción del salario.
cambio, el fin de un contratante difiere del fin del otro; y
precisamente por esta razón cambian. En la sociedad, todas 67. FORMA INFERIOR DEL CAMBIO: IGUALDAD DE FUNCIONES. —
las partes tienen el mismo fin, y por eso se reúnen. No hay, La inmediata satisfacción de las necesidades respectivas,
no puede haber una tercera forma fundamental, porque no obteniendo cada una de las dos partes la cosa o la prestación
se puede concebir el fin que une dos partes más que como que necesita, tal es el concepto más sencillo que se puede
diferente o idéntico. Indudablemente, el contrato de sociedad formar del contrato bilateral. El contrato opera aquí para las
debe estar comprendido entre los contratos onerosos: el prin- dos partes en el mismo sentido. Es lo que yo llamaré la igual-
cipio de la remuneración recibe una aplicación evidente. dad de su función.
El cambio es el aspecto inferior de estas dos formas fun- Pero si tal es la imagen más sencilla del contrato, es tam-
damentales. Por lo tanto, es históricamente el más antiguo. bién la más imperfecta, porque supone que cada una de las
Constituye la forma primordial del comercio jurídico; la inte- partes posee precisamente lo que la otra busca y tiene a su
ligencia más rudimentaria podía descubrir fácilmente la ven- inmediata disposición. Esta hipótesis se presenta raramente en
taja del cambio de dos cosas o de dos prestaciones; pero la la realidad, y el comercio jurídico tropezaría con dificultades
concepción de una operación realizada en común fué la obra si de ella no pudiese apartarse. Ha prosperado aquél por un
de un espíritu inventor. Y aun para que pudiese surgir, fué medio que encierra una de las ideas prácticas más geniales
menester que las relaciones del comercio jurídico x hubiesen del hombre *: por el dinero.
adquirido cierto desenvolvimiento. El servicio que éste presta en la esfera de las relaciones so-
Esta relación de las dos formas fundamentales de la vida ciales es tan evidente, tan palpable, que no creo deber insistir.
social nos señala el orden de nuestras siguientes explicaciones. Haré presente una sola observación.
Examinaremos desde luego la forma inferior y más antigua. He definido el comercio jurídico: el sistema organizado de
Trataremos de seguir en su exacta marcha los elementos y la satisfacción de las necesidades humanas.
movimientos diversos que sucesivamente hizo surgir la fuerza Esta definición, ¿sigue siendo exacta cuando se trata del
impulsiva de la finalidad.
cundes, y aún más tarde esta relación de los coherederos, lo mismo
que de los copropietarios, no ha sido mirada nunca por los juristas
1
La societas, como contrato provisto de una acción, pertenece en romanos
1
como una sociedad.
Roma al derecho comercial moderno (jus gentium), en tanto que la No puedo dejar de intercalar aquí, para los no juristas, la expo-
venta bajo la forma de emancipatio y el préstamo bajo la forma de sición de un romano (PAULO) en el L. 1, pr. de cont. emt. (18, 1). Oñgo
nexum, se remonta a la época primitiva; lo cual quiere decir, sin em- emendi vendendique a permutationibus ccepit olim enim non ita erat
bargo, que antes de la introducción de la actio pro socio no hubieso nummus ñeque aliud merx, aliud pretium nominabatur, sed unusquis-
de hecho contratos de sociedad obligatorios o no, y basados puramen- que secundum necesitatem temporarum ac rerum utilibus invtilia
te sobre la recíproca buena fe (fides), y eventualmente sobre el temor permutabat, quando plerumque evenit, ut, quod alteri superest, alteri
a la opinión pública (infamia en caso de mala fe), terminados con desit. Sed qui a non semper nec facile concurrebat, ut cum tu habe-
fuerza jurídicamente obligatoria bajo la forma de estipulación. Yo res, quod ego desiderarem, invicem haberem quod tu accipere vclles,
creo que es un error querer llevar el origen de la sociedad a la vicia electa materia est, cujus ac perpetua cestimatio difficultatibus permu-
de familia de los antiguos romanos; cuando los hermanos, después de tan num cequalitate quantitatis subveniret, exque materia forma publi-
la muerte del padre, continuaban la misma vida en común, ésta se ca percussa usum dominiumque non tam ex substancia prcebet quam
encontraba en derecho bajo la protección de la actio familias ercis- ex quantitate nec ultra merx utrunque, sed álterum pretium vocatur.
68 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 69

dinero? ¿Satisface éste las necesidades del que realiza una identifica esta noción con la del precio del trabajo; pero ya
prestación con la mira de obtenerlo? se sabe que en la vida corriente dicha noción permite una
Actualmente, no; pero virtualmente, sí. acepción mucho más extensa.
El dinero que paga el comprador, permite al vendedor pro- Entenderé, pues, por salario, en el sentido amplio, no solo
veer a sus necesidades; no le falta más que buscar aquello el precio del trabajo, sino también el precio de venta, los al-
que tiene medio de pagar. El dinero le da, por lo que hace a quileres, los intereses del dinero. La noción del salario en la
esto, una latitud extremada (en cuanto al tiempo, al lugar, a primera acepción (precio de trabajo), se ampliará más ade-
las personas, a la extensión). El dinero, pues, no satisface lante (núm. 7), en la noción del salario ideal, que opongo al
inmediatamente las necesidades; pero da la certidumbre ab- pecuniario o económico, y en la del salario mixto, que contiene
soluta, por todo el mundo aceptada, de poder satisfacerlas una combinación de uno y otro. La noción del salario ha to-
ulteriormente. El contrato de cambio, en el sentido estricto mado así una generalidad tal, que éste puede ser considerado
de la palabra, se distingue del contrato de venta, porque en como el móvil determinante de todo el comercio jurídico. Esto
aquél, las necesidades respectivas, reciben satisfacción en un es muy absoluto, sin embargo, porque nos referimos a la for-
solo y mismo acto; mientras que en el contrato de venta, son ma perfecta del cambio (contra dinero), abandonando, como
necesarios varios actos para que esta satisfacción sea completa. sin influencia para el funcionamiento de las relaciones socia-
En la venta, só!o el comprador, el vendedor no, obtiene in- les, la forma imperfecta del trueque de dos prestaciones reales.
mediatamente lo que le hace falta. No creo, sin embargo, que la noción del salario tan latamen-
68. FORMA SUPERIOR DEL CAMBIO: DIVERSIDAD DE FUNCIO- te comprendida pierda precisión y, por consiguiente, utilidad
NES. — A esta imagen del contrato bilateral que reposa, como práctica. El dinero y la prestación real son las dos formas
hemos visto, sobre la igualdad de funciones, se opone, pues, opuestas de la remuneración, es decir, de la compensación en-
otros aspecto, que reposa sobre la diversidad de funciones: tre dos prestaciones, indicadas por la naturaleza de las cosas.
una de las prestaciones procura una satisfacción inmediata, Podría haber, es cierto, utilidad para el jurista y el economis-
otra sólo la procura en potencia; en otros términos, hay de ta, al distinguir en la función del dinero, entre el precio del
una parte prestaciones reales o individuales, de la otra una trabajo, el precio de venta, los alquileres y los intereses del
prestación ideal o abstracta: el dinero. dinero. Pero estas distinciones no tienen nada que ver con
Así obtenemos el cuadro siguiente, ya más arriba trazado, la cuestión que tratamos, y que consiste en examinar cómo el
y que comprende todos los contratos posibles del comercio de comercio jurídico procura la satisfacción de las humanas nece-
cambio en su sentido lato: sidades. Provee a ellas directa o indirectamente. Directamente,
por medio de la prestación real; indirectamente, con la ayuda
del dinero. Ésta función del dinero debe recibir un nombre
PRESTACIÓN REAL | DINERO CONTRATO especial. El salario que percibe el obrero, no satisface inme-
diatamente sus necesidades; le procura solamente un medio
1. Abandono permanente de de calmarlas. Lo mismo ocurre con el precio de venta, del al-
una cosa. Precio. Venta. quiler o de los intereses al vendedor, al arrendador, al presta-
2. Abandono pasajero:
a) de una cosa. Alquiler. Arrendamiento. mista. Que aquél trabaje, que éste venda o alquile forzados
b) de un capital. Intereses. Préstamo. por una necesidad inmediata, o que lo hagan para dar un
3. Prestaciones de servicios. I Salario Contrato de servicios. empleo útil a sus fuerzas, a sus cosas, a su capital, el dinero
(honorarios, sueldo) que reciben, no cambia de carácter; en un caso como en el
otro no satisface una inmediata necesidad, se limita a hacer
69. NOCIÓN DEL SALARIO. — De desear sería poder expresar posible su satisfacción ulterior.
por un término fijado la función que el dinero ejerce en todos
esos casos.
El de equivalente no conviene, porque indica una relación
de valor entre las dos prestaciones, que nada tiene que ver
con el dinero, como tal dinero; también una cosa puede ser
el equivalente de otra (núm, 4). Se me concederá que aplique
la noción del salario a los tres casos de prestación de dinero
aquí arriba indicados. El lenguaje científico, por lo regular,
EL FIN EN EL DERECHO 71

La despiadada explotación de la angustia ajena es, pues,


el fruto de este egoísmo que tanto hemos ensalzado. Ante este
resultado se rebela todo sentimiento moral. ¿No proclama,
desde luego, la bancarrota de nuestra teoría del egoísmo? ¿No
nos obliga a confesar que el egoísmo es impotente para respon-
der a las exigencias del comercio jurídico y que no puede pro-
curar la satisfacción regulada y asegurada de las necesidades
4. EL EQUIVALENTE humanas? ¿No es menester, en fin, reconocer que hace falta
encontrar fuera de él un freno para su natural insaciabilidad?
SUMARIO: 70. Equilibrio entre las prestaciones. — 71. El egoísmo de aquel que quiere recibir lo más posible, tro-
i La idea dé justicia en él comercio jurídico. — 72. pieza con el idéntico sentimiento de aquel que trata de dar lo
•w.-'_ -JuOUiQiiJmrrenciatjreguiador deljgoísmo.— 73. Pe- menos posible. El equilibrio se produce en un punto de indi-
'^> ligros de la extorsión. —74.Intefvéñcidn excep- ferencia, que es el equivalente. La experiencia establece este
cional de la legislación.
equilibrio entre la prestación y la contraprestación y fija una
70. EQUILIBRIO ENTRE LAS PRESTACIONES. — Las nociones de tasa del salario (de la prestación real), gracias a la cual ambas
salario y de equivalente no se confunden. El equivalente pue- partes adquieren su derecho, sin pérdida para ninguna de ellas.
de ser cosa distinta del salario (prestación real) y el salario El equivalente realiza la idea de justicia en la esfera en que
no debe representar un equivalente. Puede ser superior o se mueve el comercio jurídico.
inferior. El equivalente es el equilibrio entre la prestación y .71. LA IDEA DE JUSTICIA EN EL COMERCIO JURÍDICO. — La jus-
la contra-prestación, establecido por la experiencia adquirida ticia, en efecto, es aquello que conviene a todos, que asegura
del comercio jurídico, según el valor de los bienes y de las de todos la existencia. La más alta misión de la sociedad con-
prestaciones. siste, pues, en hacer prevalecer el principio del equivalente
La economía política es la que enseña cómo se forma la en todas las relaciones de la vida social.
medida de este valor y sobre qué datos reposa. No vamos a ¿Es por medio de la ley como desempeñará la sociedad es-
tratar aquí esta cuestión. Nos basta con hacer constar el pro- ta tarea? Indudablemente, si se trata de una obra de justicia;
greso que se refiere, desde el punto de vista de las transaccio- porque lo que la justicia exige debe ser realizado por la ley.
nes, a la elevación del salario al puesto de equivalente. Yo no soy, sin embargo, de esta opinión. Si el interés de to-
La fijación del salario, para cada caso particular, es asunto dos exige un cierto orden reinante, aún falta primero ver si
de consentimiento individual. El derecho reconoce aquí el po- es bastante poderoso este interés para establecer la regla por
der regulador y legítimo del egoísmo 1. Su concepción es ésta: sí mismo. En caso afirmativo, la lev es inútil. No hace falta
cada una de las dos partes mira su propia ventaja y trata de ésta para imponer el matrimonio ni para condenar el suicidio.
aprovecharse de la menos favorable posición de la otra parte. El comercio jurídico, ¿realizará por sus propias fuerzas la
Esta desigualdad de posición puede degenerar en un ver- idea del equivalente? En tesis general, sí. Ninguna ley fija
dadero estado de coacción, cuando existen de una parte el los precios al artesano, al fabricante, al tendero, etcétera, y,
máximo de la necesidad, y de otra parte un medio exclusiva- sin embargo, éstos conservan una medida en sus precios. No
mente suyo de satisfacer aquélla. El necesitado no tiene en es, ciertamente, el espíritu de desinterés el que les anima, ni
este caso más remedio que someterse a las condPiones im- una especie de doctrinarismo social lo que les lleva a realizar
puestas por la adversa parte. El que se ahoga, ofrece su for- la idea del equivalente. Es que no pueden hacer otra cosa y
tuna por el cabo de una cuerda; el que muere de sed. en el su propio egoísmo les obliga a proceder así.
desierto, da sus perlas a trueque de un sorbo de agua; Ricar- 72. LA CONCURRENCIA, REGULADOR DEL EGOÍSMO. — El egoís-
do III, en Shakespeare, grita: "mi reino por un caballo". mo viene a ser aquí su propio correctivo. Y esto por un do-
Cuando de ella depende la vida, la cosa más ínfima adquiere ble título. Gracias _ a la coricjirrencia, desde luego. El egoís-
un precio inestimable. mo del vendedor que sube el precio, queda paralizado por el
1 egoísmo de otro mercader que prefiere vender a un precio
L. 16, § 4, de nrnor. (4, 4): In pretio emtionis et venditionis natu- moderado antes que no vender nada; el egoísmo del compra-
raliter licere contrahentibus se circunscribere. L. 22. § 3, Locat. (19,3): dor que ofrece poco, está paralizado por el otro que ofrece
... ita in locationibus quoque et conductionibus juris est; L. 10, C. de
resc. vend (4, 44): Dolus emtoris... non quantitate prcetii cestimatur. más: la concurrencia es el regulador espontáneo del egoísmo.
72 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 73

Cualquiera que sea, sin embargo, la exactitud general de experiencia enseña que más de una de estas leyes ha faltado
estas afirmaciones, hay situaciones especiales, particularísi- a su-objeto. El espíritu librecambista de nuestra época las cri-
mas relaciones, donde la concurrencia cesa momentánea, o tica; querría abolirías completamente, como ha borrado ya
quizá absolutamente, de ejercer influencia. El único fondis- muchas, no viendo en ellas más que obstáculos para el arre-
ta, el único médico o farmacéutico de una localidad, no tie- glo de las relaciones sociales.
nen concurrencia que temer; aun allí donde son varios, el que Será necesario volver a pasar por duras pruebas, antes de
deba recurrir a sus servicios puede encontrarse en una situa- comprender de nuevo con cuántos peligros amenaza a la so-
ción tal, que no le sea posible dirigirse más que a uno de ellos ciedad el egoísmo individual libre de toda traba, y por qué el
y tenga que aceptar sus condiciones. El cirujano que ha ter- pasado juzgó necesario refrenarlo. La libertad ilimitada en
minado la operación, pero no ha ligado todavía las arterias, las relaciones y en las transacciones sociales, es una prima
tiene en sus manos la vida del paciente; el fondista tiene al concedida a la extorsión; una patente de corso otorgada a los
huésped en su poder, ¿quién les impide exigir un precio exor- piratas y a los bandidos con derecho de presa sobre todos
bitante, el uno para terminar la operación y el otro para con- aquellos que caen en sus manos. ¡Ay de las víctimas! ¡Que los
sentir en continuar el hospedaje? Si no lo hacen es porque lobos reclamen la libertad, se comprende; pero que los car-
cuentan, aquél con más pacientes, éste con más huéspedes. neros les hagan coro... sólo demuestra una cosa: que son car-
Su propio interés les guía. Lo mismo que en la concurrencia, neros!
el egoísmo del uno sujeta el del otro, aquí el egoísmo se su-
jeta a sí mismo. La consideración del porvenir se opone a la 74. INTERVENCIÓN EXCEPCIONAL DE LA LEGISLACIÓN. — Recla-
explotación egoísta del presente. El egoísmo establece la ba- mando aquí, para la legislación, el derecho a intervenir, no
lanza entre las dos ventajas posibles, y sacrifica el provecho contradigo en nada mi opinión fundamental de que la vida
pasajero, por considerable que sea, al beneficio menor, pero se basa en la egoísta satisfacción de las necesidades huma-
más seguro y duradero, que el porvenir le reserva. La consi- nas. Creo firmemente que el egoísmo es el motor de toda la
deración del porvenir es el regulador individual en los casos actividad social y que sólo él puede dar la solución del pro-
en que falta el regulador social, la concurrencia. blema. La idea de quererle reemplazar por la coacción presen-
ta una imposibilidad tal, que basta hacer abstracción un ins-
73. PELIGROS DE LA EXTORSIÓN. — Hacen falta buenos ojos tante para convencerse de que todo el éxito del trabajo de-
para penetrar el porvenir. Gentes hay de tan corta vista que pende de aquél, es decir, del salario libre. Querer regular el
no pueden abarcarlo. Otras de tan débil voluntad que no va- trabajo por medio de la coacción en vez del salario, sería
cilan en sacrificar el porvenir al presente. Puede suceder que hacer de la sociedad un presidio y reducir el trabajo nacional
una extorsión 1 única, pero de vastas proporciones, compen- a sólo el trabajo manual, porque se manda al brazo, pero no
se la ruina de todo el porvenir; la extorsión puede llegar a a la inteligencia. Aun en el trabajo manual no puede la co-
convertirse en un oficio (usura) y ejercerse de un modo con- acción suplir al salario.
tinuado. Entonces el egoísmo deja de ser su remedio propio.
La sociedad, a la cual amenaza, se sobresalta y se defiende de La coacción hace del egoísmo un enemigo del trabajo; el
sus excesos con el arma de la ley. Pertenecen a la clase de salario hace de él un aliado; porque en el trabajo obligatorio
leyes destinadas a prevenir estos abusos del egoísmo en el el obrero tiene interés en sufrir lo menos posible, mientras
comercio de la vida: las tasas legales, las restricciones de la en el trabajo libre su interés está en producir lo más posible.
tasa del interés, las penalidades contra la usura, etcétera 2 . La Allí engaña al dueño, aquí se engaña a sí mismo. La coacción
1
Aquí, y en adelante, no empleo esta palabra en su sentido crimi- (Extorsión por parte del médico: L. 9, de prof. (10, 52); L. 3 de extr.
nal, sino en el sentido económico de la explotación del apuro ajeno, cogn. (50, 13); por parte del abogado: pactum de quota litis y palma-
para aumentar el precio o el salario por encima del equivalente. Ejer- rium, L. 53 de pact. (2, 14); L. 1, § 12 de extr. cogn. (50, 13); L. 5,
cida sistemática o profesionalmente, la extorsión se convierte en C. de post. (2, 6); prohibición de la lex commissoria en la hipoteca;
usura. Hay que distinguir la extorsión del engaño. Aquélla especula anulación del contrato de venta de la legítima con lesión enorme,
con la angustia del adversario, éste con su ignorancia del precio ver- etcétera). En el sentido opuesto es el derecho musulmán, el que ha
dadero o con su repugnancia a entrar en fastidiosas pláticas sobre la ido más lejos, haciendo un deber del vendedor indicar el valor ver-
desproporción entre el verdadero precio y el precio pedido. dadero, no permitiendo más que a los comerciantes estipular una
2
Las diversas legislaciones se apartan, en cuanto a esto, extraor- superior ventaja, y prohibiendo en absoluto las subastas, en las cua-
dinariamente unas de otras. les el precio excede fácilmente del verdadero valor. N. VON TOBNAUW,
El antiguo derecho romano había fijado su atención casi exclusiva- Das moslemitische Recht. Leipz. 1855, págs. 92 y 93. Estas disposicio-
mente en la usura; el nuevo derecho añadió algunos otros casos. nes recuerdan la prohibición de intereses en Derecho canónico.
74 RUDOLF VON ÍHERING EL FIN EN EL DERECHO 75
no hace efecto como no amenace el castigo; el salario obra social u objetivo, diferente de su expresión subjetiva, que
sin tregua ni descanso. significa la disposición individual, la voz interna que llama
Pero tanto como estoy convencido de que el egoísmo es la (vocare) a cumplir tal tarea con preferencia a otra cualquie-
sola fuerza motriz de las relaciones, lo estoy, por otra parte, ra. Si a la vocación en la intención del sujeto se une el fin
de que el Estado tiene la misión de combatir sus excesos cuan- de vivir, se convierte la primera en una profesión. El indivi-
do éstos llegan a ser un riesgo para el bien de la sociedad. duó vive para su profesión, y vive. Sobre este tema opina-
Es un error peligroso, en mi opinión, creer que el contrato, mos de distinta manera que los antiguos (núm. 56). Para
como tal, siempre que su objeto no sea ilegal ni inmoral, tie- nosotros, vivir de su profesión no rebaja nada al individuo,
ne derecho a la protección de la ley. Combatiré este error en cualquiera que sea su posición. El trabajo no deshonra, y e¡
la segunda parte y me limito aquí a protestar. Al interés del salario recibido a cambio del trabajo profesional no morti
egoísmo individual, la sociedad tiene el derecho, tanto co- fica la dignidad del hombre. Sólo hay deshonor haciéndose
mo el deber, de oponer su propio interés. El interés de la so- pagar un servicio que no se relaciona con la profesión. Todo
ciedad es, no sólo el que sirve al individuo, sino el que es el mundo aprueba que un ganapán que guía a un extranje-
útil a la generalidad, el que garantiza la existencia de todos. ro desde la estación al hotel se haga pagar. Cualquier otro qup
Esto, ya lo he dicho (núm. 71), es la justicia, que está por exigiese remuneración semejante sería censurado. ¿Por qué
encima de la libertad. Cada uno existe, no sólo para sí mismo, esta distinción? Es porque el uno vive de este tráfico, que
sino también para el mundo (núm. 33). Es por lo que la es su trabajo profesional, y que no sólo el salario de este tra-
libertad, o sea lo que conviene al individuo, debe estar subor- bajo, a los ojos de la sociedad, es un equivalente de esta pres-
dinada a la justicia, o sea lo que a todos conviene. tación aislada, sino que, al mismo tiempo, confirma la utili-
A este problema social de la elevación, del salario a la ca- dad social del servicio prestado. Sólo el que vive para el tra-
tegoría de equivalente, o de realización de la idea de justi- bajo tiene derecho a vivir de él.
cia en la vida, se liga estrechamente un fenómeno que voy a 76. LA PROFESIÓN ES UNA RELACIÓN DE OBLIGACIÓN. — El que
estudiar ahora, y cuya importancia es muy grande. abraza una profesión determinada, proclama por lo mismo
públicamente que se halla apto y dispuesto a realizar todos
los servicios que aquélla permite. Pone sus servicios a la dis-
posición del público, y concede a todos el derecho a recla-
marlos 1. Su interés, tanto como la concurrencia, garantiza su
buena voluntad. Pero estos móviles pueden faltar. ¿Qué ocu-
rrirá entonces? ¿Puede por pereza o por puro capricho ne-
gar sus servicios a quienes los reclamen? ¿El fondista puede
5. PROFESIONES despedir a los viajeros; el tendero, el panadero, el carnice-
ro, a sus clientes; el farmacéutico, el médico, abandonar al
SUMARIO: 75. La profesión es un cargo al servicio enfermo; el abogado al que viene a consultarle? No; todo ver-
de la sociedad. — 76. La profesión es una relación dadero hombre de negocios comprende que no puede hacer-
de obligación. — 77. Honor profesional. — 78. Satis- lo, bajo pena de contrariar la pública opinión. ¿Por qué? Na-
facción asegurada de las necesidades sociales por die piensa así del propietario que' se niega a vender o al-
medio de las profesiones. — Correlación de su nú-
mero con el de las necesidades sociales. — 79. In- quilar una casa vacía. ¿Por qué, la censura se dirige contra
termediarios por profesión. — 80. La profesión re- el hombre de negocios que rehusa prestar sus servicios? E?
presenta la organización del salario. — 81. La pro- porque, abrazando una profesión, ha dado a la sociedad una
fesión es el regulador del salario. — Concurrencia garantía y de ella debe responder; en el comercio de la vida :
desleal. — 82. Beneficio de la profesión: asegurar el que ejerce una profesión pública viene a ser, de algún mo-
al talento su aprovechamiento económico.
do, persona pública: vive para el público; está obligado a
75. L A PROFESIÓN ES UN CARGO AL SERVICIO DE LA SOCIEDAD. — 1
Si no es capaz, es un intruso que una política social inteligente
La vocación es una determinada forma de actividad, median- manda alejar, tanto en interés de la profesión, como en el del público.
te la cual el individuo se pone de un modo estable a dispo- Tai era en la antigua organización de las corporaciones, el fin de la
sición de la sociedad, y ocupa su cargo de servicio social. La obra maestra de los artesanos. Tal es también el fin, en nuestros días,
de los exámenes públicos de abogados, notarios, médicos, farmacéuti-
palabra vocación, así entendida, está tomada en el sentido cos, comadronas, profesores, etcétera.
76 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 77

permanecer a su servicio, y la opinión general mira el ejer- mete con la sociedad su existencia entera para el cumpli-
cicio de su profesión como una obligación para con la so- miento de la tarea que asume; su interés y el de la sociedad se
ciedad. confunden. Si quiere prosperar, le debe a ésta toda su ener-
77. HONOR PROFESIONAL. — Por eso el cuerpo social reti- gía, su poder y su ciencia, su querer y sus aspiraciones, su
ra su estimación al hombre de negocios que, por pereza o cuerpo y su alma. Debe prever sus necesidades, adivinar sus
negligencia, abandona sus deberes profesionales, cualquiera deseos y sus ideas, sin esperar a que ella misma los mani-
que sea. por lo demás, su mérito. La sociedad lo declara in- fieste. Debe aprender a satisfacerla y a buscar el medio de
capaz y lo desprecia en razón a su incapacidad; en cambio conseguirlo. Semejante al guardián de un enfermo, sabrá es-
honra al hombre de negocios inteligente, aunque bajo otros piar cada soplo de la sociedad; como un médico, permanece-
aspectos pueda ser blanco de la crítica. La sociedad mide al rá atento a cada una de las pulsaciones de la necesidad so-
hombre en proporción a su utilidad social. En esta utilidad cial. Su destreza en juzgarlos a cada hora, en cada ocurren-
estriba también el honor del cuidadoso hombre de negocios, cia, le hará rico o pobre.
y este honor le impide descuidar su trabajo o emplearlo mal. 78. SATISFACCIÓN ASEGURADA DE LAS NECESIDADES SOCIALES
¿Qué relación hay entre el honor y los negocios? En senti- POR MEDIO DE LAS PROFESIONES. — CORRELACIÓN DEL NÚMERO DE
do objetivo, el honor o la estimación del mundo consiste en PROFESIONES CON EL DE NECESIDADES SOCIALES. — Todo esto co-
el reconocimiento del valor social del individuo; en sentido loca en plena luz la suprema importancia de la profesión des-
subjetivo, constituye el sentimiento individual y la afirma- de el punto de vista social. Cada profesión contiene la or-
ción de hecho de este valor. El honor tiene su medida en to- ganización del género de actividad social que representa; ase-
dos los elementos que concurren señalando al individuo su gura, por sí misma, la satisfacción regulada y constante de
valor para la sociedad, y marcadamente su misión social. El las necesidades sociales. El comercio jurídico ha cumplido uno
artesano, el médico, el abogado, tienen misiones distintas; de sus fines cuando ha creado, para este efecto, una profe-
pero es honor para todos desempeñarlas con dignidad con- sión especial. Su desarrollo se mide por la perfección con
sagrándoles enteras sus energías; el olvido de sus deberes es que ha terminado esta organización. Una determinada rama
una vergüenza. Repugna al artesano hábil entregar un tra- profesional hace falta en el sistema de las relaciones, en una
bajo mal hecho, así como el médico y el abogado de estre- época dada; es que la necesidad de su existencia no se ha-
cha conciencia cifran su honor en no abandonar al cliente. bía sentido aún hasta el punto de hacerla surgir en su forma
Para juzgar al-hombre, para determinar su valor social, el necesaria. En un país en que hay más destilerías de alco-
mundo mira en primer lugar cómo ejerce su profesión. hol que bibliotecas o escuelas para mujeres, es evidente que
El egoísmo de la sociedad no se inquieta por lo que el la población siente con más fuerza la necesidad de absorber
hombre es en sí; sólo se pregunta lo que para ella vale. No alcohol que la de velar por la alimentación intelectual o por
ser nada para la sociedad, vivir únicamente para sí, no es una la educación de la mujer. Hay exacta concordancia entre la
muy laudable existencia, aunque pueda uno contentarse con estadística de una rama profesional y la intensidad de la ne-
ella; pero no está permitido ser para la sociedad lo que no se cesidad de su existencia. El ejercicio de una profesión llega a
debe ser, y nada puede compensar al individuo la amargura ser imposible allí donde no es deseada; surge por sí misma
del sentimiento de su incapacidad. El que leal, enérgicamen- desde que es querida. Ocurre con esto como con el despertar
te, cumple su deber profesional, halla en este mismo esfuerzo de la naturaleza cuando llega la primavera. Durante el tiem-
un sostén contra los más penosos golpes de la suerte; tiene po que el calor requerido permanece ausente, el árbol no bro-
conciencia de que su vida, sin encantos para él, conserva uti- ta; brota, es que el calor ha comenzado. Si el comercio jurí-
lidad para los demás. dico está bien organizado, el sistema de las ramas profesiona-
Mirada desde el punto de vista de la sociedad, la profesión les debe responder exactamente a las diversas necesidades
es un deber. El lado por el cual interesa al individuo es el sociales. La época actual deja poco que desear en cuanto a
salario. La profesión es un modo de adquirir. Para el hom- esto. ¿Qué pretensión, qué deseo podría formular el hombre,
bre aislado que puede pasar sin el salario, esta circunstancia considerando los mil aspectos de su existencia, el gran núme-
acaso no importe; pero su acción en la vida total es tan deci- ro de sus aspiraciones y sus necesidades, sus múltiples inte-
siva, que sólo ella señala a las relaciones y a los individuos reses materiales e intelectuales, que no tenga, pronta siem-
la importancia práctica que tienen y que deben tener. El que pre, una rama profesional apta para contribuir a la realiza-
se entrega al ejercicio de una profesión determinada, compro- ción? Sólo la cosa inmueble escapa a esta organización, y eso
78 RUDOLF VON IHERING E L F I N E N EL D E R E C H O 79

por su naturaleza misma. Hay mil comercios, desde el de los Pero aún no hemos dado la razón por la cual es precisamente
trapos viejos hasta el de los objetos de arte; pero el comercio una profesión lucrativa particular la que debe satisfacer estas
de las cosas inmuebles no existe 1 . Quien quiere comprar o distintas necesidades. ¿Es preciso buscar esta razón? Todo el
arrendar un terreno, alquilar una casa, tiene que dirigirse a mundo la comprende: reside en la división del trabajo. Las
un particular; no hay mercader de bienes rústicos o de casas. ventajas que ésta reporta, tanto para el trabajador como para
Un solo ensayo de organización a esto referente ha sido hecho la sociedad, no han podido escapar al hombre aun en la fase
en las grandes capitales por las sociedades de construcción. más ínfima del desenvolvimiento de las relaciones sociales. Un
Construyen casas con intención de venderlas; edifican habita- sastre no será lo bastante inocente para hacerse las botas por
ciones para obreros con propósito de arrendarlas. Quizá un sí mismo, ni un zapatero confeccionará su propio traje. Am-
gran porvenir está reservado a esta industria. bos saben que hacen mejor en comprar el uno sus botas, el
otro su traje, que economizan su fuerza de producción, consa-
79. INTERMEDIARIOS POR PROFESIÓN. — El oficio de interme- grándola exclusivamente a una sola y misma rama de trabajo.
diario es una profesión de una especie particular. Consiste en
la mediación entre los que buscan una cosa o reclaman un En resumen, la profesión lucrativa contiene la organización
servicio, y los que pueden proporcionar una u otro (corredo- social del trabajo, al mismo tiempo que la de la satisfacción
res, agencias de noticias) 2. La negociación directa reempla- de las necesidades de la humanidad.
zará, sin duda, dentro de tiempo, el concurso que el comercio Pero esto no circunscribe la importancia de la profesión pa-
jurídico solicita aún del intermediario hoy en día. Respecto a ra las relaciones sociales; otras dos consideraciones reclaman
esto, el comercio de dinero ha realizado los más grandes pro- atención.
gresos. La forma más sencilla, y también la más primitiva de La primera se formula en estos términos: la profesión es la.
este comercio, consiste en dejar que aquel que necesita dine- organización del salario.
ro busque al particular que está en condiciones de adelantár- 80. LA PROFESIÓN REPRESENTA LA ORGANIZACIÓN DEL SALA-
selo. Después viene aquella en que los dos se dirigen al inter- RIO. — La organización del salario es la elevación de éste de
mediario, el cual busca el dinero y lo coloca. En su última su tipo flotante y accidental, calculado en atención a los ele-
forma, el prestamista abandona su capital a la banca, y ésta mentos puramente individuales, a la uniformidad y a la se-
hace el préstamo por su propio riesgo, ahorrando al otro las guridad de una medida de valor general; es, en otros térmi-
investigaciones y el peligro de la colocación. La banca es la nos, la realización de la idea de equivalencia. Doble es, en
forma más perfecta del comercio de dinero; su ventaja para cuanto a esto, la influencia de la profesión: descubre la medi-
los tres negociadores es tan evidente, que las dos formas ante- da del equivalente y asegura la observación práctica. En efec-
riores deben sucumbir ante ella. to: de una parte una experiencia constante y repetida fija la
Hemos afirmado que el establecimiento de las diversas pro- medida y los gastos del trabajo necesario para efectuar la
fesiones lucrativas sigue una marcha paralela al desarrollo de prestación; esto sólo puede hacerlo quien ha consagrado su
las necesidades sociales. La experiencia confirma este aserto. fuerza y su vida a la realización del trabajo; sólo él sabe lo
que éste cuesta. Y si particulares circunstancias individuales
1
Así el Código de comercio alemán, art. 1<?, limita la acción de co- equivocan su experiencia, pronto la de los otros corrige su
merciar a las profesiones que tienen por objeto cosas muebles; asi- error: los precios corrientes son el experimental resultado de
mismo el derecho romano limita a estas cosas la noción de la merx. toda la rama profesional, es decir, de millones de individuos
L. 66 de V. S. (50, 16).
2
En Roma el oficio de intermediario, bajo el Imperio, estaba orga- que han establecido y continúan estableciendo el mismo cálcu-
nizado de una manera completa en las más diversas direcciones. Mu- lo. Esto no es un acto particular, aislado, del trabajo, que tie-
cho tiempo antes se había localizado en el comercio de dinero, donde nen en cuenta, sino que es este acto puesto en relación con
el banquero (argentarius) se encargaba de la negociación prestando toda su vida, como parte alícuota de ésta, teniendo presente
los fondos a él confiados (sea a su nombre o al del prestamista) y el necesario aprendizaje, la obligación impuesta de hallarse
percibía los intereses, de los cuales llevaba cuenta. Más tarde se le
agregó el corredor de dinero (L. 2 de prox. 50, 14: proxeneta faciendi siempre preparado para prestar sus servicios, las inesperadas
nominis ut multi solent). El oficio de corredor, como lo prueba la interrupciones que son inseparables de toda profesión, etcé-
etimología (proxeneta, philantropia, hermeneuticum, L. 1,3, ibid.), tera. Los honorarios del médico, del abogado, no solamente de-
era de origen griego. Bajo el Imperio había en Roma, como en la ac-
tualidad hay entre nosotros, agencias de colocación de todo género ben remunerar la prescripción médica o la consulta jurídica,
(L. 3, de prox. 50, 14: Sunt enim hujusmodi hominmn ut in tam mag- sino también compensar el tiempo empleado en hacer los es-
na civitate offi cince); eran todavía más necesarias que en la actuali- tudios. El salario del mozo de cordel, del cochero de punto,
dad, pues las inserciones en los periódicos desempeñan igual fin.
RüDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 81
80

de la comadrona, debe indemnizar a estas personas del tiem- tería social, y la sociedad debe echarse encima del malhechor.
po de espera que necesariamente de su oficio resulta; el cliente Respecto a esto, la reducción de los precios es un presente
debe pagar las horas durante las cuales el mozo de cordel per- griego. Es la baratura del cazador furtivo: ¡caza muy barato
manece inactivo en un rincón de la calle, el cochero dormita quien caza en terreno ajeno!
sobre su asiento, la comadrona está ociosa. No hay más excep- Con las corporaciones han desaparecido también las penas
ción que el jornalero; para éste, el salario representa, de hecho, señaladas a los que rebajaban el oficio; pero el principio que
lo que su nombre indica: el salario del día, es decir, el equi- las dictó subsiste siempre, y yo creo que una sana política
social debería constantemente cuidar de impedir la concurren-
valente del tiempo que ha dedicado a su tarea, sin ningu- cia de aquellos que no pertenecen al oficio. En cada oficio la
na relación con un período de preparación o de espera aparte concurrencia se regula por sí misma; la que viene del exterior
de esta tarea. hace de la profesión una carrera a campo traviesa; el que no
Al mismo tiempo que de la profesión se deduce el tipo exac- ha sabido colocarse en la línea de partida, se arroja al campo
to del equivalente, asegura aquélla en la práctica la rigurosa en el primer recodo y aprovecha este avance para robar el
observación. El que so'amente de aquí o de allí es llamado salario de los que se han puesto en línea y hecho toda la ca-
para prestar un servicio o vender o alquilar una cosa, está en rrera *.
libertad de pedir eL precio que obtener puede; pero está en
el interés de quien, de prestar tales o cuales servicios o de La importancia social de la profesión descubre un segundo
vender o de alquilar ciertas cosas, hace una profesión, no punto que merece examen: la garantía del talento que la or-
cobrar más de lo que le corresponde (núm. 72). ganización de la profesión asegura a la sociedad.
81. LA PROFESTÓN ES EL REGULADOR DEL SALARIO. — DISMI- 82. BENEFICIO DE LA PROFESIÓN: ASEGURAR AL TALENTO SU
NUCIÓN A CONSECUENCIA DE LA CONCURRENCIA DESLEAL. — La APROVECHAMIENTO ECONÓMICO. — Durante el largo tiempo que
profesión puede ser considerada como el regulador del salario. en Roma el trabajo intelectual no se pudo hacer retribuir sin
El que ella fija es siempre justo, es decir, adecuado a la pres- exponerse a una decadencia social, los favorecidos por la for-
tación y, por lo tanto, justo y equitativo para las dos partes; tuna conservaron el monopolio de los servicios públicos y de
la sociedad tiene un interés grande en que el precio no sea la ciencia. Su acceso permanecía cerrado al talento que no
rebajado, porque el justo precio es la condición del trabajo estaba sostenido por la fortuna. Constituyó un progreso, tanto
justo. La profesión misma peligra cuando no obtiene lo que le para el individuo como para la sociedad, que estas dos ramas
corresponde. Además, el que disminuye los salarios no es un de la actividad humana se convirtiesen en profesiones civiles.
bienhechor, sino un enemigo de la sociedad, pues ataca a lo Mucho se hizo al proclamar que el genio vence todos los obs-
que constituye la base de toda profesión: al equilibrio experi- táculos; pero también el genio necesita del pan para vivir, y
mentalmente establecido entre el trabajo y el salario. ¡Que lo cuando su profesión no se lo asegura, porque no ha llegado a
haga por espíritu de lucro o de sacrificio, nada importa! El ser todavía una profesión civil, debe elegir otra que le ga-
instinto popular se ha dado cuenta exacta del daño social que rantice lo que necesita. En el siglo XIX la práctica del arte
semejante proceder supone. Es esta consideración la que mo- musical garantiza al artista de genio su existencia asegurada;
tivaba la condenación del intruso en la época de las corpora- en el decimocuarto siglo debía mendigar en los castillos de
ciones y justificaba las persecuciones contra él dirigidas. El los grandes señores y en sus palacios. Pero no todo el mundo
hombre de oficio trabaja abiertamente en su taller, en su tien- ha sido hecho para tender la mano, y más de un artista, en
da; el intruso opera secretamente, de contrabando. El salario esta época, prefirió ser un honrado artesano y no un músico
merecido por el ejercicio de un oficio se debe al que a él se atravesado por los caminos. En nuestros días el genio se pier-
ha consagrado, porque, ya lo hemos visto, el salario representa, de para el mundo menos fácilmente; si se revela, en seguida
no el trabajo aislado, sino la actividad profesional entera; se se le señala y coloca en su puesto, donde puede hacerse valer
ha preparado, se ha organizado en vista de la profesión, está y crearse todos los recursos necesarios. Una Catalini, un Pa-
siempre pronto a cumplir los deberes y las obligaciones. El 1
Una aplicación de este caso nos ofrece la cuestión promovida an-
ejercicio de cada profesión ha establecido un equilibrio expe- tes en Austria, sobre si al funcionario judicial jubilado debía serle
rimental, entre los beneficios y las cargas, los derechos y los admitido practicar como abogado. De ninguna manera, en mi opinión.
deberes. Aprovechar las ventajas de una profesión, sin querer Salvo excepcionales circunstancias, yo sólo veo en eso una desorga-
sujetarse a los deberes que impone, es destruir el equilibrio, nización del foro. Si la pensión del funcionario retirado es muy pe-
queña, debe el Gobierno aumentarla con sus propios recursos, y no
perjudicar la profesión. Quien lo hace comete un acto de pira- permitirle que la asegure en perjuicio de los abogados.
RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 83
82

ganini, un Beethoven, no pueden ser hoy en día otra cosa que ha decidido a examinar la cuestión, desde el punto de vista del
lo que llegaron a ser. En la Edad Media hubieran tenido que derecho romano, al cual debemos esta expresión: el crédito.
resignarse a ejercer cualquier honrado oficio, si no querían 84. RETROCESO AL DERECHO ROMANO. — Por credere, en su
ser cantores errantes o músicos de figón. ¡Desgraciado el genio sentido lato, entendían los juristas romanos la dación a otro
que vive en una época que no está para él organizada! Es un de una cosa con la obligación de restituirla posteriormente.
águila enjaulada, que se rompe la cabeza contra los barrotes En su edicto, el Pretor romano comprendía, bajo el título res
cuando su arrogancia le hace desplegar las alas. Pero la época creditoe, todos los contratos que se referían a esta materia 1.
presente ha abierto al genio los senderos en todos los dominios A esta forma de institución de las obligaciones por dación, se
del arte y de la ciencia, y si no se crea su propio bienestar y refería, lingüística e históricamente, la expresión creditor y
no se convierte en un manantial de bendiciones para el mun- la noción que con ella se relaciona, porque, en un principio,
do, es que no ha sabido comprender su misión y a sí mismo como más adelante estableceremos, la dación era la única
debe reprocharse. fuente de las obligaciones; creditor era el que había dado,
Es la seguridad del salario, adquirida por el ejercicio regu- debitor el que hacía recibido (Qreduere, credere, de daré; de-
lar de la profesión, quien ha producido esta evolución. Todo beré, de habere).
hombre a la altura de su misión, encuentra en su profesión la La obligación romana se desarrolló y adquirió mayores re-
existencia asegurada. En nuestros días Hans Sachs escribiría laciones; al mismo tiempo se extendía también la expresión
sus versos sin estar obligado a ejercer el oficio de zapatero, y creditor. En el derecho nuevo esta palabra designa a todo
Spinoza no pulimentaría lentes para poder entregarse a sus acreedor, aun cuando nada hubiese dado 2 . El debitor es to-
especulaciones filosóficas. El arte y la ciencia proporcionan do deudor, aunque nada hubiese recibido. Creditor y debíten-
el pan a todo el que está bien dotado por la Naturaleza; el se convierten en tales por el simple contrato realizado con
sueldo y los honorarios han reemplazado la limosna del rico. intención jurídicamente obligatoria.
A consecuencia de este desenvolvimiento de la noción de
la obligación, las res creditoe no son más que una categoría
particular, muy extendida, del contrato obligatorio. Esta ca-
tegoría se divide a su vez en dos clases, según que la dación
de la cosa ha transferido simplemente la detentación de hecho
6. EL CRÉDITO (posesión), o la detentación de derecho (propiedad), con obli-
gación de restituir la misma cosa en el primer caso; una cosa
de la misma especie en el segundo (designación específica y
SUMARIO: 83. Noción del crédito. — 84. Retroceso al genérica del objeto de la restitución, o species y genus).
derecho romano. — 85. El dinero objeto exclusivo
del crédito. — 86. Préstamo principal; accesorio.— Aquí se presenta una distinción que hacer, desde el punto
87. Función económica del crédito. — 88. Crédito de vista del acreedor, muy importante en la práctica. En el
de dinero. — 89. Crédito de mercancías. — 90. Cré- primer caso conserva la propiedad de la cosa; hasta retiene
dito de consumación y crédito comercial. — 91. siempre la posesión jurídica. La garantía es mayor, para él,
Ventajas del crédito comercial. — 92. Inconvenien-
tes del crédito comercial. que en el segundo caso, donde renuncia a una y otra posesión.
Aparte el medio de protección obligatoria que el derecho le
83. NOCIÓN DEL CRÉDITO — El desarrollo del sistema de los confiere (actio in Spersonam), se encuentra todavía armado
cambios tiene en el crédito su última palabra. Las relaciones con las acciones posesorias y reivindicatorías, éstas también
sociales hacen de éste una necesidad ineludible. Sin él, el co- con respecto a un tercero. El derecho antiguo llegaba hasta
mercio jurídico sólo hallaría trabas y dificultades. Es el auxi- reconocerle el poder de recobrar la cosa por la fuerza. Se en-
liar que facilita su amplio vuelo, como las alas del pájaro cuentra el acreedor frente a la cosa en la misma posición que
recién salido del cascarón. si todavía la poseyese. Jurídicamente este credere no le hace
A los economistas corresponde establecer la noción del cré- correr el menor riesgo. A guisa de ejemplos, citaremos la da-
dito; pero no se hallan en esto conformes 1 , y es lo que me 1
L. 1 de Reb. cred. (12, 1). Credendi generalis apellatio est, ideo
1
KNIES ha publicado una revista de las diversas opiniones en Der
sub hoc titulo Prcetor et de commodato et de pignore edixit, nam cui-
Crédit, 1$ parte, Berllín, 1876. La opinión del autor no es exacta, a mi qunque res assentiamur clienam fidem secuti mox recepturi quid, ex
parecer, y ella sobre todo me ha determinado a dar a la definición del hoc contractu, credere dicimur.
crédito más extensión de la que, sin esto, le hubiera concedido. 2 L. 10, 12 de V. S. (50, 16).
84 RUDOLF V O N IHERING
EL FIN EN EL DERECHO 85
ción de una cosa para asegurar su conservación (depositum),
o permitir el uso momentáneo a título oneroso o gratuito pre realizar una operación de crédito; los mismos juristas ro-
(arrendamiento, alquiler, commodatum). manos han hecho la distinción. El motivo que les ha guiado
En el otro caso la posición varía. El acreedor, que ha ce- en uno y otro caso: el deponente da el dinero en atención a
dido al deudor la posesión y la propiedad, debe renunciar a sí mismo; el prestamista lo da para prestarlo. Es verdad que
toda protección real. Su reclamación sólo puede basarse en en los dos casos quien ha recibido el dinero puede disponer
el vínculo obligatorio. El deudor puede ceder la cosa a un de él por sí mismo; pero en el primero esto es una simple
tercero, inmediatamente después de haberla recibido; si a con- consecuencia de la dación; en el segundo esto es el fin. La
secuencia de esto, no le es posible satisfacer su obligación, el relación es exactamente igual en el caso en que alguien remi-
acreedor queda desarmado. La incertidumbre de la restitución te a su mandatario los fondos precisos para la ejecución del
que amenaza en este caso al acreedor, implica por su parte mandato o para cubrir los gastos: le transfiere la propiedad
una más grande confianza en su deudor (credere, en el senti- del dinero y en él confía para su empleo; pero todavía no es
do de creer). Es esta consideración, sin duda, la que llevó a una dación de crédito. Esta se efectúa siempre en interés del
los juristas romanos a admitir aquí una especie reforzada del que recibe.
credere, que designan con las expresiones in creditum iré o 86. PRÉSTAMO PRINCIPAL O ACCESORIO. — Hay dos maneras
abire, in crédito esse, in creditum daré, accipere 1. de acreditar el dinero en interés del que recibe: por contrato
El credere, según lo anterior, supone una determinación independiente, por entrega de piezas de moneda, es decir,
genérica o específica del objeto a restituir: sólo se establece bajo forma de préstamo, o con ocasión de otro contrato, acre-
cuando hay certidumbre de obtener, en la cosa devuelta, un ditando la suma debida por razón de éste, lo cual puede ha-
valor idéntico al de la que había sido dada. Esta identidad de cerse en el momento mismo de la conclusión del contrato, o
valor alcanza su grado supremo en el dinero. Es el certum más tarde mediante la concesión de un plazo para el pago. La
por excelencia de los romanos. El dinero llega a ser así, por su conclusión de un contrato de venta suministra la ocasión más
misma naturaleza, el objeto principal del credere, tal como lo frecuente. Si se estipula que el precio será acreditado, decimos
hemos definido. Todas las demás cosas no alcanzan, ni remo- que hay una venta a crédito.
tamente, su utilidad económica. El dinero hace del creditum En la marcha ordinaria de las cosas es la primera idea que
el más poderoso motor del comercio jurídico, y el antiguo de- surge cuando se trata de dar crédito y de acreditar. Tal es el
recho romano le ha consagrado especialísimas disposiciones. crédito que el tendero da a sus clientes; tal el que necesita el
En estas últimas encontraremos la moderna noción del crédito. mercader para la marcha de sus operaciones. Si este último
85. E L DINERO, OBJETO EXCLUSIVO DEL CRÉDITO. — Para nos- tiene que recurrir a un préstamo es prueba de que, en el mun-
otros, hoy en día, el dinero constituye el objeto exclusivo del do comercial, no goza de crédito alguno. El crédito reemplaza
crédito. El tendero que entrega su mercancía a crédito, no al préstamo para el comerciante solvente.
acredita al comprador —esto sería exigir la restitución—, lo Si aquí intercalo una disertación de derecho romano, es
que acredita es el precio de la venta. porque éste procura una interesante concepción de esta forma
Pero dar a crédito no supone siempre la idea de dar dinero de dación de crédito. Se traduce en pocas palabras: toda da-
bajo condición de que será restituido posteriormente. El que, ción de crédito contiene un préstamo accesorio, hecho con
saliendo de viaje, deposita su dinero en casa de un banquero, ocasión del contrato principal.
exigiendo que más tarde le restituyan, no las mismas piezas El comprador que no tiene el dinero necesario para satis-
de dinero (depositum regulare), sino una suma equivalente facer el precio de venta, debe buscar alguien que se lo preste.
{depositum irregulare), realiza evidentemente un creditum. El préstamo hará posible el contrato de venta. Ahora bien,
abire en el sentido romano. Su situación es la misma que si lo mismo que un tercero, puede el vendedor convenir en el
hubiese dado el dinero en préstamo. Pero prestar no es siem- préstamo 1 ; es lo que hace acreditando al comprador el precio
de venta. La benevolencia permanece extraña a esta opera-
i L. 2, § 1; L. 19, § 1 de reb. cr. (12, 1); L. 5, § 18 de trib. act. (11, 4); ción; el vendedor obra en su propio interés, para hacer posible
L. 19, §5 ad. Se. Vell. (16, 1); L. 31 Loe. (19. 2). Como oposición al in
crédito esse se designa el suum esse, cuyo carácter distintivo es: quod 1
Un caso análogo se encuentra en la L. 15, § 6 Loe. (19, 2), donde
vindican non possit. L. 27, § 2 de auro (14, 2). El in crédito esse es, el pasajero, antes de finalizar el viaje, adelanta el precio del pasaje
pues, equivalente al abandono de la propiedad; en los casos de la pri- al capitán, bajo forma de préstamo (vectura quam PRO MUTUO acce-
mera especie le queda al acreedor el suum esse, y, por lo tanto, la perat); es un préstamo accesorio que al final del viaje sirve para
persecución de este último por reivindicación. pagar el precio del pasaje; el que toma prestado se lo entrega a sí
mismo en calidad de capitán.
EL FIN EN EL DERECHO 87
86 RUDOLF VON IHERING
87. FUNCIÓN ECONÓMICA DEL CRÉDITO. — Hemos dicho al co-
la venta al precio exigido. Obraría de otra manera si encon- menzar el examen del crédito (núm. 83), que sin éste permane-
trase un comprador que, tomándole la cosa por el mismo pre- cería lleno de trabas el comercio jurídico. Su desenvolvimiento
cio, la pagase al contado. En la vida de los negocios, nadie exige el crédito y éste nace por la fuerza misma de las cosas.
da crédito si en ello no encuentra para sí un beneficio. Si el La satisfacción de las necesidades humanas es el fin del
vendedor no estipula intereses del precio de venta, es porque comercio jurídico. Dicha satisfacción se consigue mediante el
aquéllos se hallan, en realidad, comprendidos en este precio, contrato de cambio, en la acepción lata de esta palabra: pres-
pues el mercader que vende a crédito concede naturalmente tación por prestación, o, desde que el dinero representa el
una rebaja al comprador que no quiere aprovecharse y paga equivalente normal de todas las prestaciones posibles: reali-
al contado (descuento). zación de la prestación por medio del dinero.
La dación a crédito del precio de venta debe, pues, inter-
pretarse en el sentido de que el vendedor, como prestamista, Pero un individuo se encuentra apremiado por una necesi-
se paga a sí mismo, como vendedor, el precio de venta 1, y, dad y carece de dinero; ¿qué ocurrirá? En esta situación, si
como tal, no tiene interés alguno. no puede, ni aun al precio de abrumadores sacrificios, procu-
Para transformar la deuda de venta en una deuda de prés- rarse recursos vendiendo cosas que posee, no conseguirá sa-
tamo y dar así a la anterior negociación su expresión exacta tisfacer su necesidad; el pan indispensable para su existencia
en derecho, es menester admitir la intervención de una ope- y la de los suyos le será negado, aunque tenga la absoluta
ración jurídica particular. certeza de poseer mañana el dinero que hoy le falta.
No ha faltado en el antiguo derecho romano. La transmi- El crédito viene a llenar esta laguna que deja el sistema
sión solemne de la propiedad (mancipatio) no se prestaba; del cambio tal como acabamos de exponerlo; viene en ayuda
para la dación de crédito afectaba la forma del nexum —que del presente por la previsión del porvenir.
corresponde a nuestra letra de cambio—, o la de un contrato La amistad podría subvenir a las necesidades del presente.
literal 2 , o la de una estipulación (contrato verbal) 3. Cuando Pero la amistad y la benevolencia no son factores del comercio
el contrato de venta sin formas fué provisto de una acción, jurídico (núm. 54); éste se halla, y debe hallarse, basado en el
se extendió su fuerza obligatoria a la convención accesoria de egoísmo, y el egoísmo vigila siempre.
la dación en crédito del precio, y la intervención de una ope- El amigo presta a título gratuito; el egoísta a título oneroso:
ración especial, de un préstamo accesorio, se hizo superflua 4. exige intereses. Por eso el préstamo conviene con el principio
En términos de procedimiento, la reclamación del precio de fundamental del sistema-de cambio: prestación por prestación;
venta acreditado se hacía mediante la actio venditi. La antigua los intereses representan el equivalente del abandono temporal
concepción de que el comprador había recibido en préstamo del capital. El tiempo es dinero, tanto en relación a la fuerza
el precio de venta, ha dejado su huella en la regla que deter- productiva del dinero como a la del hombre. Por eso el pres-
mina que debe el comprador los intereses a contar desde el tamista no viene en auxilio de las necesidades del prestatario
momento de la tradición de la cosa. más que cuando tiene confianza en el reembolso. El credere
Toda esta demostración ha tenido por objeto señalar la for- económico del dinero, requiere como condición el credere mo-
ma jurídica del crédito, tal como aparece en el derecho roma- ral respecto a la persona. El crédito es la fe en materia eco-
no, a fin de preDarar así las siguientes explicaciones sobre la nómica. Los creyentes son los acreedores.
importancia social y económica de aquél. 88. CRÉDITO DE DINERO. — El prestamista, como detentador
1 de sumas de dinero que pone a disposición del prestatario,
Semejantes manipulaciones jurídicas no son raras en los juristas recibe el nombre de capitalista: las sumas prestadas son capi-
romanos; así, por ejemplo, el tutor deudor del pupilo debe pagarse a
sí mismo en calidad de representante, es decir, abonar en cuenta el tales 1. Si los recursos del presente exceden a las necesidades,
pago (L. 9, § 5 de adm. tut. (26, 5); véase otro ejemplo en la L. 15 de
reb. cr. (12, 1); para la técnica jurídica no se podría pasar sin esto. i La palabra caput, empleada para designar la suma prestada (en
2 véa"=p un ejemplo en e> caso célebre de engaño citado por Cicerón, el sentido de cosa principal, opuesta a los intereses como cosa acce-
de3 off. III, 14; nomina facit, negotium conficit. soria), data de los últimos tiempos del imperio; la expresión anterior
La L. 3. S 3 Se. Maced (14, 6). reconoce expresamente que la era sors. Lo mismo que caput, las actuales expresiones: capitales, ca-
dación de crédito tiene, como tal, la forma del préstamo: si IN CREDI- pitalista, suponen el aprovechamiento económico del dinero por med'o
TUM ABII.. ex causa emtionis... et stipulatus sim, licet COEPERIT ESSK de los intereses; allí donde no pensamos en estos últimos, hablamos
PECUNIA MUTUA. de dinero. El destino del capital es producir intereses; el capitalista
4 propiamente dicho, es el que puede vivir de sus intereses (de sus
P<*ro continuaba existente la posibilidad de transformar posterior-
mente en un préstamo la deuda de venta, mediante un simple con- rentas, de ahí: rentista).
trato L. 15 de R. cr. (12, 1).
88 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 89
una buena economía aconseja poner a un lado el sobrante, en a su voluntad, y, por lo tanto, según el derecho romano, no
atención al porvenir: ahorrar. Cuando estos ahorros rebasan entraña la transferencia de la propiedad, porque ésta supone
la medida normal de las humanas necesidades, les llamamos el pago o la convencional dación en crédito del precio de ven-
capitales. Los capitales son excedentes económicos, que han ta. En realidad, esta distinción no tiene importancia desde el
resistido victoriosamente el asalto de las continuas necesidades. punto de vista de la función económica del crédito en la vida
Lo que constituye el capital es, pues, una noción puramente actual de los negocios, y de esto exclusivamente nos vamos
relativa. Para un pobre, 300 pesos, acaso 30, podrán cons-
tituir un capital, es decir, un ahorro que puede rechazar los a ocupar. La dación de crédito, de puro hecho, que permite
asaltos de la necesidad; mientras que para el rico semejantes al vendedor, a su voluntad, reclamar el precio en seguida de
sumas no representan quizá la centésima parte de lo que ne- realizada la entrega de la cosa, enviar la cuenta y exigir el
cesitaría para conseguir este fin. El capital comienza donde pago, sin embargo de lo cual no usa de esta facultad, presenta
termina la necesidad. una importancia más grande que la dación de crédito inter-
pretada en su sentido jurídico.
El comercio de bienes muda de lugar la cosa, llegado el 89. CRÉDITO DE MERCANCÍAS. — En esta amplia acepción, el
momento, allí donde ésta no responde a necesidad alguna. El crédito de mercancías se diferencia del crédito de dinero en
comercio de dinero hace lo mismo con los capitales, mediante que éste último resulta de la naturaleza misma de la opera-
los intereses. Estos atraen al dinero que está acumulado sin ción —un préstamo sin crédito es un contrasentido—, mien-
hallar su empleo económico y le hacen afluir allí donde falta. tras que en la venta se agrega a ésta o puede también faltar.
Se establece una compensación entre el excedente que en un Por contrato de venta se entendía, antiguamente, una venta
lado existe y el que reclama la necesidad del otro lado. Lo mu- al contado; extendiéndose la noción del contrato alcanzó en
cho del uno viene en auxilio del muy poco del otro. El pasado,
el presente, el porvenir económico, se compensan así entre seguida a Ja venta a crédito. El préstame ha engendrado la
dos personas. Al capitalista, el pasado: ha tenido que ahorrar idea de crédito —uno es consecuencia del otro—, y sólo des-
para poder hacer crédito; al prestativo, el presente y el por- pués ha podido esta última neción ser aplicada al contrato de
venir: el presente es un déficit; el porvenir le impone el deber venta. El derecho romano apoya esta teoría y otras considera-
de cubrir éste mediante sus excedentes ulteriores. El mundo ciones generales la justifican. El acreedor surgido es el capita-
económico ofrece así el mismo espectáculo que presenta la lista que ha juntado sus ahorros; le importa poder dar va'or
Naturaleza cuando distribuye el calor entre las estaciones, las a este dinero bajo la forma de intereses. Trata de colorar su
comarcas, la tierra y el mar. dinero. Ei vendedor, por el contrario, trata de recibirlo; con
frecuencia es tan poco capitalista que se hace vendedor por
Mas el préstamo del capitalista, al prestar su dinero contan- penuria de dinero. ¿Cómo, pues, ha sido guiado para hacer
te, ya sea que lo entregue por sí mismo o que abra un crédito crédito del precio de venta? Evidentemente es sólo su interés
en casa de un tercero, no es el único medio de auxiliar la quien le guía. Si puede vender tan ventajosamente al contado
necesidad del momento. Hay una segunda especie de crédito, como a crédito, rehusará este último. Sólo consiente en él para
de la cual ya hemos hablado (núm. 86): consiste en la dación hacer posible una venta que no puede terminarse más que con
de crédito con ocasión de otro contrato, o la dación en crédito
de una suma de dinero, por oposición al dinero contante. Apa- esta condición, o para obtener un precio más elevado. En uno
rece principalmente en el contrato de venta. Le llamaremos y otro caso el contrato.de venta debe pagarle el crédito que da.
crédito de mercancías por oposición al crédito de dinero del Desde el punto de vista económico, el vendedor, al dar eré*
préstamo. Así estaremos de conformidad con el lenguaje usual dito, se hace prestamista, capitalista. Evita al comorador tener
que dice: tomar mercancías a crédito. Ya hemos hecho obser- que dirigirse a otro capitalista cualquiera para procurarse el
var (núm. 85) que no son las mercancías las que están acredi- dinero que le falta. Hace lo que, originariamente, constituía
tadas: lo acreditado es, jurídicamente, el precio de venta. la sola operación del capitalista: poner a disposición del com-
prador los recursos necesarios para concluir la venta. Pero el
En derecho, el precio de venta sólo, está acreditado en vir- vendedor se los presta, no como capitalista, en forma d° con-
tud de un convenio. En ausencia dé éste, aun cuando el ven- trato independiente, sino bajo la forma de préstamo accesorio,
dedor entregue la cosa sin haber obtenido el pago, hay. según que viene a unirse al contrato de venta como parte constitu-
los principios del derecho, una venta al contado. La dación de tiva de éste. Poco importa, desde el punto dQ v^ta ennnómsc.o,
crédito es, pues, aquí una cuestión de puro hecho; constituye que este préstamo revista su forma jurídica p^on'a. como
un precario obligatorio que el vendedor puede hacer terminar aparece en el derecho romano, o que se presente, como entre
90 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 91

nosotros, en las relaciones comerciales, por la creación de la con §us inconvenientes y sus peligros, mediante un tanto por
letra de cambio. El vendedor es aquí, en realidad, prestamista. ciento del total producto. Así procede todavía el auctionator
Este último exige intereses, los cuales, para aquél, si no los moderno; mediante una cierta comisión, asume el riesgo de
ha estipulado expresamente, están comprendidos en el precio la garantía y paga al vendedor el producto total al contado,
de la venta, pues este precio se efevará en proporción al cré- con deducción de esta comisión. El hombre privado evita la
dito concedido. dación de crédito: la abandona al hombre de negocios.
El crédito de dinero y el crédito de mercancías se convierten La situación varía cuando se trata de la venta de cosas in-
así en una misma cosa: un préstamo. El crédito de dinero es muebles. Aquí la dación de crédito es la regla. Una parte del
un préstamo independiente, declarado; el crédito de mercan- precio de venta es pagada; la restante, por lo general la mayor,
cías es un préstamo accesorio, disfrazado. La importancia queda produciendo intereses, asegurada sobre el inmueble con
práctica de la aplicación del crédito, del préstamo a la venta, reserva de la propiedad o mediante una hipoteca. El vendedor
es inmensa. Constituye tal aplicación uno de esos hechos cul- adelanta al comprador la suma que éste tendría que conseguir
minantes que cambian la fisonomía de todo el comercio jurí- de un tercero; se convierte en prestamista. Encontramos aquí
dico. La entrada del crédito en las transacciones comerciales el caso del crédito real, por oposición al del crédito personal.
ha elevado el comercio de los cambios a una perfección que Crédito, en el sentido de confianza, no lo hay. Exigiendo se-
éste no sabría exceder. guridades reales, el vendedor testimonia que no le basta la
Para apreciar en todo su valor la importancia del crédito sola fe en el comprador. Consiente en prestarle (credere, en
de mercancías para el comercio jurídico, debemos estudiarlo sentido económico), pero no se fía de él (credere en sentido
bajo dos aspectos diferentes. El primero concerniente a las moral). Bajo este último aspecto, en la venta hecha por un
relaciones civiles (no comerciales), el segundo a las relaciones particular, la dación de crédito es cosa excepcional. No dará
comerciales: de un lado el crédito concedido al hombre priva- crédito una sola vez, en mil casos que el mercader lo consen-
do (no comerciante), del otro el crédito otorgado al mercader. tiría. Es porque el particular quiere estar seguro de su nego-
Llamaremos al primero: crédito civil; al segundo: crédito cio; es su derecho y hasta su deber. No vive de la venta, como
comercial. el mercader. Este, para aumentar su tráfico, está obligado a
90. CRÉDITO DE CONSUMACIÓN Y CRÉDITO COMERCIAL. — La recurrir a este artificio. Se reintegra en la masa total de sus
venta de cosas muebles entre personas privadas, constituye negocios de la pérdida que experimenta en un caso particu-
la excepción en la vida social: por lo común, una de las partes lar. Los negocios le obligan a consentir en el crédito y le
es un mercader, en la acepción general de la pa'abra: tendero, compensan las pérdidas con las ganancias. El mercader es
revendedor, fondista, librero, artesano, banquero, etcétera. Los asegurador de sí mismo.
casos en que una venta de cosas muebles se realiza entre Por lo que hace a las personas a quienes se concede crédito,
personas privadas, son ahogados por la masa enorme de las es preciso distinguir entre el no comerciante y el mercader.
ventas en que figura un mercader. La vida entera de un hom- En lo concerniente al dador de crédito, no hay diferencia
bre puede deslizarse sin dar motivo a una negociación de ese esencial; éste trata siempre de hacer posible una transacción
género, y cuando se presenta una, la venta se hace generalmen- que, sin crédito, no podría terminarse; siempre corre un peli-
te al contado. Sólo la venta de un mobiliario a consecuencia gro; pero éste sólo es grande cuando trata con el mercader.
de un fallecimiento, cambio de residencia, etcétera, pone al De muy distinto modo sucede con el tomador de crédito, y
particular en condiciones de convertirse en vendedor de cosas aquí vamos a distinguir entre el crédito de consumación y el
muebles; todavía, por lo regular, se realiza en forma de venta crédito comercial La necesidad momentánea de la cosa dada
en pública subasta. En esta ocasión se presenta también la a crédito señala el motivo y la medida del crédito de consu-
dación de crédito. Ya los romanos comprobaron que en las mación. Este no supone, por lo general, una falta de recursos.
ventas a la puja con crédito, las co?as alcanzaban más eleva- La economía doméstica se halla, y debe hallarse, regulada de
dos precios que en las ventas al contado. Sobre este hecho tal suerte, que no falte crédito en casa del tendero, el panade-
reposaba en Roma la organización del crédito en las ventas ro, el carnicero, etcétera. El buen padre de familia no contrae
en subasta. Consistía en el endose, al argentarius, de la dación deudas; no pide ni otorga crédito. El pago al contado es el
de crédito. El auctionator romano era, por sus conocimientos principio de la economía doméstica. La necesidad de recurrir
personales, el hombre designado para juzgar de la solvencia al crédito descubre un trastorno en la conducta de los nego-
de los subastadores; tomaba a su cargo la dación de crédito, cios domésticos.
EL FIN EN EL DERECHO 93
92 RüDOLF VON IHERING
capital x, no obtendrá, quizá, más que Vio de beneficio; las
91. VENTAJAS DEL CRÉDITO COMERCIAL. — En materia de otras, nueve décimas irán a otra mano. Que la empresa aborte;
crédito comercial la situación es distinta. No se trata de con- el riesgo que excede de Vio no es para él, es otro quien lo su-
seguir una cosa para satisfacer la propia necesidad, sino para fre. Si el capital x le perteneciese por entero, todo el riesgo
realizar la reventa de esta cosa. Un buen comerciante, sin sería para él solo, y esta perspectiva le haría más prudente.
perder este nombre, puede tomar a crédito. Debe hacerlo; no El crédito lleva a la especulación; se juega con gusto cuando
sería comerciante si no supiese servirse del crédito para el se juega a crédito. El crédito comercial es la suprema expre-
éxito de sus operaciones. La venta de las mercancías debe sión del salario económico, tal como lo hemos definido. Pero
permitirle cubrir el precio de sus compras; debe comprar más el salario "económico no es la única forma bajo la cual la so-
de lo que puede por sus recursos inmediatos. Su profesión es- ciedad aplica, para realizar sus fines, la noción de salario; hay
tá basada en el crédito. La medida de su crédito es el criterio una segunda forma, que vamos a estudiar.
de su valor e importancia comerciales. La oposición entre el
estado normal de la economía doméstica y el de la economía
comercial se caracteriza por estas palabras: pago al contado
y pago a crédito.
El crédito sólo alcanza su mayor expansión en el terreno
comercial. El que administra bien su patrimonio y goza de una 7. EL SALARIO IDEAL
renta anual de 1.000, no excederá nunca, por año, de un cré-
dito de 1.000. Pero un mercader cuyos negocios prosperan, con Y SU COMBINACIÓN CON EL SALARIO ECONÓMICO
un activo de 10.000, hará compras por valor de 100.000 o más.
El crédito comercial no tiene por fin, como el civil, equilibrar SUMARIO: 93. El salario ideal. — 94. Comparación con
las necesidades y los recursos del momento. Debe permitir al la antigüedad. — 95. El salario ideal de la socie-
hombre de negocios usar capitales ajenos para el objeto de sus dad.— 96. Combinación del salario ideal y el sala-
especulaciones. Podemos llamarle: crédito de especulación. rio económico. — El arte y la ciencia. — 97. Salario
mixto. — 98. El servicio del Estado y de la Iglesia.
Las mercancías entregadas sin pago al hombre de negocios, — 99. Cuadro de los servicios prestados al Estado.
representan para él un préstamo de capital; el crédito que
obtiene le habilita para dar su prestación ulterior en pago, y 93. E L SALARIO IDEAL. — El dinero no es la última expre-
se le concede en atención al beneficio que este crédito mismo sión del salario. El lenguaje concede también a esta palabra:
debe producir. salario, un sentido moral, designa de este modo toda ventaja
92. INCONVENIENTES DEL CRÉDITO COMERCIAL. — Este crédito otorgada al individuo en recompensa de un hecho meritorio.
se paga, y se paga caro. Crea por sí mismo, para el comercio Así se habla del salario de la virtud, del celo, etcétera. Más
jurídico, un manantial de serios peligros, una causa de tras- tarde examinaremos si esta noción amplia del salario tiene
tornos y periódicas interrupciones del normal funcionamiento alguna importancia para el comercio jurídico; pero está fuera
de la vida social. El crédito se parece a los narcóticos. Toma- de duda que la tiene-para la sociedad. En esta acepción ex-
dos en dosis convenientes, excitan, vivifican, duplican las fuer- tensa el salario se opone a la pena; la sociedad castiga a los
zas del hombre; su abuso produce la flojedad, el enervamiento que contra ella delinquen; recompensa, da un salario, a los
de su actividad. El crédito comercial, bien utilizado, aumenta que la sirven.
la pujanza del hombre, crea la vida de relaciones sociales; pe- 94. COMPARACIÓN CON LA ANTIGÜEDAD. — Retrocediendo a
ro también su abusivo empleo conduce a la ruina, a la co- la antigüedad, vemos que la sociedad, hoy en día, castiga más
rrupción de los que a él recurren y de los que lo conceden. que recompensa. En Roma, salario y pena eran los dos medios
Conocida es la enfermedad con la cual la Naturaleza castiga gracias a los cuales la sociedad realizaba sus fines; la política
el inmoderado uso de las bebidas alcohólicas; esta enfermedad, social ponía por completo al salario y a la pena en una mis-
en el comercio jurídico, es la crisis comercial, más comúnmen- ma línea. Y, cosa significativa, un jurista romano llega hasta
te designada hoy día bajo el nombre de krach. Un krach es la identificarlos, examinando la cuestión del fin último del de-
enfermedad producida por el exceso de créditos; hay vértigo recho x. ¿En qué, sin embargo, interesa el salario al jurista?
en la una como en la otra. 1
El crédito opera con el capital de otro. Y esto es lo que trae L. 1, § 1 de I. y I. (1, 1): bonos non solum metu posnarum, verum
etiam prcemiorum quoque exhortatione efficere cupientes.
el peligro. Cuando el tomador de crédito pone en juego un
94 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 95
En nada, hoy en día; el jurista sólo tiene que preocuparse de 95. E L SALARIO IDEAL DE LA SOCIEDAD. — El detentador del
la pena. Nadie, en la actualidad, tiene derecho a una recom- poder público no es el único que recompensa los méritos ad-
pensa por servicios eminentes o extraordinarios. quiridos para con la sociedad. Hay, a su lado, un poder imper-
En esto estriba el contraste entre el mundo romano y la sonal: la opinión pública. Hay también la historia, que repara
sociedad moderna. En Roma la recompensa pública no tenía, los menosprecios del soberano, y que confiere honores, al lado
como entre nosotros, una importancia exclusivamente social; de los cuales palidecen los que aquél pudo otorgar. Las dis-
se relacionaba también con el derecho. Al derecho criminal tinciones acordadas por el soberano, pasan; las condecoracio-
correspondía un derecho del salario. Esta noción nos es, ac- nes van al sepulcro con el que las posee. Pero el laurel del
tualmente, extraña. Se podría también sostener que hasta la Dante es eterno; una sola hoja de su corona pesa más que las
codificación del derecho criminal, en el fin de la república, insignias de una gran cruz.
el derecho del salario tenía sus reglas mejor definidas que el Esto es el salario ideal. Le llamo ideal por oposición al sa-
otro. Entre los romanos, la aplicación del derecho criminal lario real, al dinero. Este tiene el valor en sí mismo; el valor
estaba, en cierto modo, concedida a la arbitraria voluntad del
pueblo x. ideal del otro, reposa únicamente sobre la opinión que se
forma acerca de él. Para el que ignora su significación, ¿qué
El general del ejército tenía derecho al triunfo o a la ova- representan tres colas de caballo, una pluma de pavo real, una
ción; el soldado tenía derecho a una de las órdenes militares cinta en el ojal de la solapa? ¿Qué es esto, aun para el que lo
de los romanos —la corona muralis, cívica, castrensis, nava- sabe, pero desprecia semejantes honores? Las honoríficas con-
lis—; con respecto a esto existían reglas fijas, y los mismos decoraciones exteriores no tienen otro valor, para el que las
tribunales entendían en el asunto 2 . A los triunfos, a las co- lleva, que aquel que él mismo les atribuye. El dinero, al con-
ronas de olivo de los juegos olímpicos, a las coronas murales, trario, conserva siempre su valor, es decir, toda su fuerza
cívicas, etcétera, de la antigüedad, corresponden nuestras ór- económica, aun para el que lo desprecia. Es de interés social
denes de caballería, nuestros títulos de nobleza. Pero éstos, en que el salario ideal tenga el mayor aprecio posible; cuanto
vez de tener su fuente en el derecho, emanan de la gracia del más alto es el valor que se le da, más poderosamente se ser-
soberano. Y en cuanto a ver pruebas indudables, de méritos
eminentes, nadie más lejos de ello que el poder que otorga virá de él, para sus fines, la sociedad.
aquellas gracias y sabe por qué y cómo las obtienen. Son los 96. COMBINACIÓN DEL SALARIO IDEAL Y EL SALARIO ECONÓMI-
frutos del manzano, los cuales no puede conseguir el que está C O . — E L ARTE Y LA CIENCIA. — Hemos definido (núm. 52) el
lejos del árbol, y que caen en-el regazo de cualquiera que se comercio jurídico: el sistema de la organizada y asegurada sa-
halle lo bastante próximo para sacudirlo. ¿El tiempo originará tisfacción de las necesidades humanas. Estas necesidades no
un cambio en semejante estado de cosas? ¿Las recompensas son únicamente materiales. Para muchos existen también las
de Estado seguirán la evolución que ha sufrido, desde hace ideales necesidades del arte y de la ciencia. Dando satisfacción
tiempo, el sistema de las penalidades? ¿El capricho cederá su a ellas, el artista y el sabio sirven al comercio jurídico tanto
lugar al derecho? ¿Se volverá, con relación a esto, a las ideas como el agricultor, el artesano, el mercader. El arte y la cien-
de la antigüedad? Créalo quien quiera. Yo tengo fe en este cia ofrecen también sus tesoros en el mercado: el pintor, su
progreso. La recompensa y la pena no deben tener otro fin cuadro; el escultor, su estatua; el compositor, su sinfonía; el
que realizar la idea de justicia. Si favorece la una a quien no sabio, su manuscrito. Como tales, parece que se ponen a la
lo merece y la otra castiga a un inocente, uña y otra faltarán altura de los que venden sus productos: agricultores, fabri-
a dicha idea. cantes, artesanos; se" colocan al nivel económico de la vida de
los negocios, aceptan un salario por su trabajo, pues esto lo
i2 Véase mi Esp. del D. R. II. es, y todo cuanto a éste se refiere les es aplicable.
VAL. MAX. II, 8 B... judicium... in quo de JURE trimphandi... actum. Semejante apreciación debe ser absolutamente rechazada.
Todo el capítulo VIII de este autor trata de JURE triumphandi Véase
en Tito Livio (26, 48) un proceso sobre el derecho a la corona muralis No porque rebaje el arte o deprima la ciencia, sino por con-
que casi había producido una revolución en los soldados. El jus ci- traria a la verdad, a la realidad de las cosas. Lo cierto es que
vicce coronce en GELL. VI, 5 § 13. Las demás recompensas de natura- el trabajo social tiene dos esferas: en la primera reina el dine-
leza jurídica, que estaban unidas a determinadas circunstancias eran: ro como fin y móvil único de la actividad que se despliega;
la obtención del completo derecho de ciudadanía, o de la patria po-
testad para un ciudadano menor de edad. (Latini Juniani, Ulp. III, en la segunda, los esfuerzos del individuo tienden a otro fin
Gayo 1, 66) el jus liberorum, tan importante en materia de sucesión, que no es el dinero.
y aún otro: la prima al matrimonio fecundo. Con esta última esfera se relacionan el arte y la ciencia, el
96 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 97

servicio de la Iglesia, el del Estado. El lenguaje ha establecido paciones? Los honorarios del escritor, del compositor, ¿corres-
claramente la distinción entre los dos campos de actividad: - ponden siempre al valor del libro, de la composición? Obras
habla de salario cuando se trata del primero; para el segundo inmortales de Schubert casi nada le han valido, y en la mis-
ha suprimido de propósito el nombre y lo substituye con otros ma época, Straus recogía oro a cambio de algunos valses.
diferentes. El escritor, el compositor, el abogado, el médico, ¿Es el dinero quien guía la mano del pintor y del escultor,
no reciben un salario: perciben honorarios; el empleado cobra quien inspira la imaginación del poeta y hace velar al sabio?
un sueldo (gratificaciones en caso de servicios extraordina- Falto de recursos, con frecuencia apremiado por la necesidad,
rios); el militar, una paga. Cornelius, en la Villa Bartholdi, en Roma, sacrificó su tiempo
No hay en esto una simple cuestión de cortesía, que tiene y sus penas durante años, para devolver el honor a la pintura
por objeto encubrir que estas personas trabajan por el dinero; al fresco, sin obtener ningún salario. Las investigaciones cien-
la diferencia en los términos no se debe solamente a la oposi- tíficas de Alejandro Humbold devoraron su fortuna.-
ción entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. Expresa, Son numerosos los sabios que consagraron su existencia a
en mi opinión, la diferencia de relación entre el salario y el una obra que apenas les vale el precio del papel. ¿Y dónde
trabajo, el salario, para el trabajador vulgar, constituye el úni- hallar el zapatero, el sastre, el fabricante, el mercader, que
co fin de su trabajo; el médico, el abogado, el artista, el sa- invertirá años en producir las cosas de su oficio por el solo
bio, el profesor el predicador, el empleado del Estado (de amor de producirlas? Los honorarios del artista, del poeta, del
no ser un simple artesano), tienen presente algo más que el sabio, no son salario; falta la condición más esencial de éste: la
dinero. Si el empleo de aquellos términos reposase únicamente equivalencia (núm. 70). Estos honorarios pueden ser conside-
sobre un motivo de cortesía, la ciencia tendría que rechazar- rables para un trabajo ligero, mínimos para un trabajo difícil,
los: recordará, sino, el antiguo prejuicio, hoy en día desvane- nulos para un trabajo excesivo. Esto no son las excepciones;
cido, que consideraba como una decadencia la remuneración la literatura científica presenta ramas enteras en sus dominios,
del trabajo (núm. 56). Allí donde el salario es realmente un no pagadas con honorarios, y que de hecho pueden pasar sin
salario del trabajo, sería tan absurdo evitar esta expresión, en ellos; tales son los periódicos especiales, consagrados a las
atención a la posición social del interesado, como dar distinto ciencias naturales y las obras que a éstas se refieren, y cuyos
nombre a los precios de venta, alquileres, intereses, negocios grabados, a veces, hasta exigen sacrificios pecuniarios por
de Bolsa, según que se tratase de personas de alto rango o parte de los autores.
de gente de inferior condición. El lenguaje no entra en con- No hay que buscar, pues, en el salario económico el móvil
sideraciones tan insignificantes. que estimula el talento del hombre para el arte y la ciencia;
97. SALARIO MIXTO. — La naturaleza del sueldo y de las hay otro sa'ario que se le agrega o le reemplaza por completo:
demás remuneraciones que se le parecen, reposa sobre la el salario ideal.
combinación del salario económico y el salario ideal. Este último es externo o interno. La sociedad, el poder pú-
A estas formas simples del salario se agrega una tercera, blico, otorgan el primero (núm. 70) bajo la forma de la repu-
a la cual llamaré salario mixto, que es un compuesto de los tación, del reconocimiento público, de los honores. El segundo
jotros dos. Se creería, a primera vista, que ambos elementos consiste en el goce que el mismo trabajo proporciona, en la
se combinan sin afectarse. Los principios del salario del tra- satisfacción que da la misma incubación de la obra; es el
bajo hallarían, de este modo, su aplicación a los sueldos. No encanto que se experimenta al probar las fuerzas; es el goce
sucede así, sin embargo. Esta combinación obra sobre el sala- del descubrimiento, la voluptuosidad de la creación; es el or-
rio económico de una manera tal, que, según las circunstan- gullo de haber trabajado por el progreso y el bien de la hu-
cias, lo destruye hasta en su esencia: la entrega de un equi- manidad. La eficacia social del salario ideal depende de la
valente por el trabajo. intensidad del sentimiento de lo ideal en el individuo. Allí
El examen de las tres relaciones sociales indicadas: arte, donde falta este sentimiento no florecerá el arte, la ciencia
ciencia y servicio público (Estado e Iglesia) va a suministrar- permanecerá estéril. "La obra ideal sólo nacerá en el pueblo
nos la prueba. El sueldo elevado de un príncipe de la Iglesia, dotado del sentimiento de lo ideal y en una época por la luz
¿representa el equivalente de su trabajo? La diferencia, con- de lo ideal esclarecida y de manos del individuo impregnado
siderable a veces, entre el sueldo del rector de un colegio y el de ideal. El individuo da su sello característico al arte y a la
ciencia; sin él, éstas faltan a su misión. Para los negocios no
de los demás profesores de éste, ¿se basa sobre el diferente hay más móvil que el aliciente de la ganancia. El artista que
valor de su actividad, o sobre el distinto número de sus ocu-
98 RUDOLF VON IHERING

sólo piensa en la ganancia que le va a proporcionar su obra,


es un artesano más o menos perfecto; la verdadera obra de
arte permanecerá sin vida entre sus manos, y en el conflicto
entre el arte y el dinero, elegirá éste. Lo opuesto a este deser- L LA COACCIÓN
tor del ideal es el hombre de negocios que, en el terreno eco-
nómico, olvidase la ganancia para perseguir un interés ideal. 99. SERVICIOS OBLIGATORIOS PRESTADOS AL ESTADO. — Hay,
Ni el uno ni el otro están en su puesto; persiguen un fin que impuestas por el Estado, prestaciones de servicios. Estas son,
no debe ser el suyo. El espíritu debe buscar lo ideal, pero los por ejemplo, las del militar, del jurado, del testigo. Constitu-
negocios deben tratarse como negocios; es el medio, para el yen una obligación cívica por igual título que el pago de las
individuo y para la sociedad, de lograr el éxito y prosperar. contribuciones. La necesidad del servicio no es la razón de-
Lejos de mí el pensamiento de sostener que la práctica de lo9 terminante del empleo de la coacción. Los jueces y los oficiales
negocios debe necesariamente excluir el sentimiento de lo son indispensables, tanto como los jurados y les soldados; pero
ideal, en el individuo. La experiencia demuestra, al contrario, el servicio de éstos es obligatorio; el de aquéllos no. Hay aquí
que el arte y la ciencia deben un recuerdo de gratitud a esos una doble consideración que se impone. Para estos últimos
hombres de negocios de espíritu grande, libreros, comercian- servicios son aptos todos los individuos que no están espe-
tes en objetos de arte, que les han ofrecido su bolsa, permi- cialmente incapacitados; y, por otra parte, su duración pasa-
tiéndoles así su exhibición. jera permite la elección y el ejercicio de una profesión civil;
98. El SERVICIO DEL ESTADO Y DE LA IGLESIA. Si eS posi- por el contrario, el servicio del Estado, propiamente dicho,
ble establecer una escala fija del salario obrero, no ocurre lo supone una aptitud mediante larga preparación adquirida; re-
mismo con el salario ideal y el salario económico combinados, clama entero al hombre y todo el tiempo de éste. El Estado
que para la ciencia y el arte representan así el equivalente de no puede imponer arbitrariamente este sacrificio. El indivi-
la prestación. Las cosas varían cuando se trata del servicio duo debe resolverse a él por su propio impulso, y el Estado ha-
de la Iglesia y del Estado. Aquí encontramos un sistema de cérselo posible asegurándole el sostenimiento de la existencia.
salario donde los dos elementos combinados: el salario econó- Aun allí donde para los servicios obligatorios está señaiada
mico (el sueldo) y el salario ideal (posición social) progresan una indemnización pecuniaria (paga del soldado, indemniza-
simultáneamente, a medida que la importancia jerárquica de ción del testigo, dietas de los jurados), ésta no tiene el carác-
la posición del individuo. Hay en estas esferas una escala del ter de salario. En ella no se puede ver más que los gastos de
salario estudiada con madurez y sistemáticamente aplicada. sostenimiento del individuo mientras dura el servicio.
Su principio reposa sobre la evaluación oficial de la importan-
cia que tiene la función. El sueldo y la posición social siguen
a los grados de la jerarquía. Al sistema del salario ordinario
se agrega, a título de complemento, un salario extraordinario.
Este, según los casos, será un salario económico; la gratifica-
ción o un salario ideal; los títulos honoríficos (por oposición
a los títulos oficiales) y las órdenes (las condecoraciones). ü. EL SALARIO
No se puede, sin embargo, decir que el salario concedido
por el Estado —y todo lo que voy a exponer para el Estado SUMARIO: 100. Salario económico. — 101. Salario
es también verdad, en el fondo, para la Iglesia y para las Co- ideal. —102. Salario mixto. —103. Sueldos de los
munidades— sea siempre el salario tal como lo acabo de des- juncionarios.
cribir. El empleado de una oficina no recibe un sueldo, sino
un salario, en el sentido del salario obrero; el salario del mi- El salario presenta una triple forma:
litar no es más que una paga; hay muchos servicios que el
Estado no remunera. La coacción y la recompensa aparecen, 1. Salario puramente económico (salario obrero)
en suma, como los dos móviles de todos los servicios prestados
al Estado. He aquí un breve cuadro: 100. SALARIOS ECONÓMICOS DEL ESTADO. — El salario obre-
ro por los servicios prestados al Estado, abarca los servicios
profesionales inferiores, sin carácter determinado. Se aplica,
100 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 101
no sólo a los servicios pasajeros (empleados de oficinas, jor- 103. SUELDOS DE LOS FUNCIONARIOS. — El sueldo no es un
naleros, obreros utilizados para las construcciones públicas, salario obrero, no es el equivalente del servicio prestado. Con
etcétera) sino también a los empleos permanentes (emplea- frecuencia no responde al valor del trabajo, tal como este va-
dos subalternos). Es esencialmente un salario económico; es lor se halla establecido en el orden normal de las cosas. Las
decir, un equivalente del trabajo, y con frecuencia ofrece enor- casas de banca, las sociedades privadas, han ofrecido varias
me desproporción con el sueldo de los funcionarios; pero la veces el doble de su sueldo a los empleados del Estado cuyos
popular concepción introduce un elemento ideal. El resplan- servicios solicitaban. Prueba evidente de que aquél no es el
dor del servicios público llega a iluminar las oficinas y los equivalente de su trabajo. Yo sostengo que lo mismo ocurre
escritorios: dora las plumas y los tinteros. El último depen- con el sueldo de la mayor parte de los sacerdotes y de los pro-
diente de una oficina se envanece con la idea de ser un ro- fesores, al cual excede algunas veces el beneficio de un em-
daje de la gran máquina del Estado. No le falta más que un pleado subalterno; tal sacristán, tal bedel, es más afortunado
título: redactor, secretario, consejero de cancillería, para lle- que su superior o académico. ¿Cómo ver en el sueldo el equi-
var al último grado el sentimiento de su propia dignidad. valente de la existencia que el juramento de la bandera obliga
a consagrar entera al servicio? El sueldo del militar rico casi
2. Salario puramente ideal no representa el dinero para sus gastos menudos; es tan es-
101. SALARIO IDEAL DEL ESTADO. — Los empleos en que el caso, que sin gran pena pasaría sin él. Si el Estado paga el
equivalente del servicio prestado es únicamente el poder o el sueldo, es porque carece de oficiales ricos.
honor a ellos adjuntos, se llaman empleos o funciones hono- La perfección del trabajo, su cantidad, son los factores del
ríficas. En la antigua Roma comprendían toda la administra- salario obrero; el obrero hábil y activo merece ser mejor pa-
ción superior del Estado (los honores); en la nueva Roma ce- gado que el torpe y perezoso. En el servicio del Estado, esta
dieron el puesto al servicio retribuido por el Estado (número circunstancia nada importa para el sueldo; todo funcionario
39). En los tiempos siguientes, durante siglos, la Europa mo- de la misma categoría, distinguido o mediocre, percibe el mis-
derna los ligó exclusivamente al servicio de la Iglesia y de la mo sueldo. La diferencia que en cuanto a es^o existe entre
Comunidad. Después han recobrado un puesto eminente en los individuos aislados, puede tener influencia para su ascenso
las asambleas populares sin dietas. Allí donde el representan- y obtención de un salario extraordinario (graticación, núm. 98);
te del pueblo percibe dietas, su empleo entra en la categoría pero no la tiene para el sueldo. Este se halla fijado por la ley,
siguiente. y le falta esa facilidad de acomodamiento individual que posee
en tan alto grado el salario obrero. Este varía constantemente
3. Salario mixto según la oferta y la demanda; el sueldo permanece fijo du-
rante períodos enteros. Las influencias a que se hallan ex-
102. SALARIO MIXTO DEL ESTADO. — Si la función es perma- puestos el trabajo y el salario obrero no hacen presa en él.
nente, el salario económico a ella inherente toma el nombre El salario cesa para el obrero enfermo; el sueldo continúa,
de emolumentos, sueldo, estipendio. Si el servicio es pasaje- bajo la forma de pensión, para el funcionario retirado del
ro, como el del diputado o el del empleado en una comisión, servicio. El hombre de negocios cuidadoso, llegado a la vejez,
el salario serán dietas. En uno y en otro caso toma, en mi debe haber recobrado el capital que su educación comercial
opinión, el carácter de una sustentación conforme al rango le costó, y haber reunido con qué vivir. Generalmente no ocu-
del funcionario y concedida mientras dura su servicio. Allí rre así para el funcionario. Su sueldo apenas le da con que
el Estado dispensa de un modo permanente al poseedor de un sostener su posición y mantener a los suyos; no le permite
cargo, del cuidado de su sustento; aquí le exime pasajera- rehacer su capital o asegurar la suerte de los días de su vejez.
mente de esta preocupación. Respecto a esto, no hay duda en Puesto que un sabio distinguido 1 hizo extensiva al servicio
cuanto a las dietas. Por el objeto a que están destinadas, no público la verdad económica de que el trabajo debe cubrir sus
representan más que los gastos de viaje o entretenimiento. No propios gastos, yo creo poder oponerle dos objeciones. Desde
es, pues, la naturaleza o dificultad del trabajo quien fija su luego, por lo que yo pueda juzgar, de hecho la cosa no es
cuantía, sino la dignidad de clase del interesado. Esto es lo exacta. El funcionario —a menos de romper abiertamente con
que demuestra con toda evidencia la misma clasificación de las las costumbres, olvidándose resueltamente, para él y para los
dietas y de los sueldos. No será inútil probarlo, porque —y es
un error, en mi opinión— los economistas han comprendido
los sueldos en la noción del salario obrero. i Engel; Ueber die. Selbskosten der Arbeit, Zwei Worlesungen,
Berlín, 1888.
RUDOLF VON IHERING EL F I N EN EL DERECHO 103
102

suyos, de la representación obligada por la dignidad de su exámenes. Todo se arregla, por lo demás, sin gran dificultad;
posición— no puede ahorrar nada. Además, que el servicio la-hija del fabricante o mercader rico se casa con el militar
público no tiene, ni puede tener, esta exigencia. El capital del o el funcionario; ella aporta su dinero, él su posición social:
funcionario le es reembolsado por el solo hecho de que durante quedan en paz.
su vida ha gozado de la ventaja de llenar una misión. Tiene El sueldo no es un salario obrero; acabamos de demostrar
esta ventaja sobre el hombre de negocios, y este privilegio no la tesis contraria. Vamos ahora a convencernos de que el lado
está demasiado pagado con el sacrificio de ese capital. El be- positivo del sueldo consiste, como hemos afirmado, en procu-
neficio inherente a la posición del funcionario reside, por una rar la sustentación conforme al rango.
parte, en lo que yo llamo el salario ideal (posición social, El salario obrero (en su más amplio sentido) da más de lo
rango, poder, influencia, género de trabajo), y por otra, en que es necesario para satisfacer las necesidades de la vida l .
la preeminencia del sueldo sobre el salario obrero. Inferior a El sueldo no proporciona más que esa satisfacción. Pero —se-
éste en cuanto al precio, tiene sobre él la ventaja de que está ñalémoslo bien— se trata de subvenir a las exigencias de la
asegurado para toda la vida, que escapa al influjo de las crisis posición: ahí está la clave de toda la noción del sueldo. Estas
económicas, que una incapacidad pasajera no lo hace cesar, exigencias dependen de la posición ocupada por el funciona-
que aumenta con la edad del funcionario y que la pensión rio, la cual se determina según el poder que a ella va unido.
conjura el peligro de una enfermedad crónica. El servicio pú- El .tipo del sueldo no está en relación con la ciencia del fun-
blico es una institución económica de seguros. cionario; sino sería el más apto quien obtuviese el sueldo más
elevado. Hay que apartar la idea que hace ver el sueldo como
Estas ventajas explican el atractivo que ejerce el servicio un equivalente cualquiera del talento, de los conocinrentos
del Estado, a pesar de la relativa modicidad de los sueldos adquiridos, del celo desplegado. El sueldo sólo sirve para co-
asignados. De todos los trabajadores, ninguno tiene tan limi- locar en una situación conforme con la posición que ocupa el
tados recursos como el servidor del Estado; pero ninguno que lo percibe. El Estado facilita mayores recursos a quien
tiene, como él, la existencia asegurada y libre de sinsabores. está obligado, por la importancia de su función, a más consi-
Exigir que el sueldo debe reembolsar el capital empleado, se- derables gastos. Y, según la última clasificación de las fun-
ría constituir este capital en renta vitalicia, con obligación de ciones, no es aquella que exige mayores conocimientos y apli-
restituirlo al fallecimiento del que la gozase. cación la que está mejor retribuida; es la que da mayor suma
No permitiendo el sueldo, por regla general, obtener un ex- de poder y que, por lo tanto, implica más confianza de parte
cedente sobre las necesidades dé la vida ni juntar un capital, de la autoridad. En este orden de ideas, el Estado no hace más
desde luego parece que el hijo del funcionario o del militar que seguir la ingenua opinión del pueblo. El poder y la in-
sin fortuna debieran necesariamente renunciar a la profesión fluencia imponen más que la ciencia y el talento. Un ministro,
del padre y entrar en la clase obrera; que sólo el nieto, gra- un general, un embajador de elevada alcurnia, como había
cias al nuevo capital adquirido por el hijo, podría continuar tantos en los reducidos Estados alemanes en tiempo del siste-
la profesión del abuelo. Pero esto no traería cuenta para el ma federativo, tenían, a los ojos de la multitud, mayor realce
interés del servicio. Los hijos de funcionarios y de militares que el militar o el funcionario inferior, por muy distinguidos
tienen una aptitud más adecuada a la profesión que los hijos que fuesen. A un puesto más elevado debe ir unida una mayor
de los hombres de negocios. Es cierto que llevan alguna par- consideración, y ésta reclama un rango, títulos, sueldo, en
cialidad y prejuicios; pero lo que han aprendido en la casa relación con ella.
paterna es más favorable aún para el servicio del Estado que La mayor suma de poder y, por esto mismo, de considera-
la ausencia de prejuicios del homo novus. Además, la expe- ción en el Estado, reside en la persona del soberano. A esta
riencia demuestra que la clase de funcionarios se recluta más posición suprema corresponde, en la monarquía constitucio-
fácilmente de lo que hace creer lo que acabamos de indicar. nal, la dotación económica (lista civil) establecida por las
Es porque hay dos factores que ejercen aquí su influencia. leyes fundamentales y evidentemente destinada a permitirle
Están en primer lugar las instituciones públicas y gratuitas, sostener el rango que ocupa en el Estado. En dos palabras:
que disponen, para ciertos servicios públicos, las becas, las
escuelas especiales, las subvenciones y fundaciones que faci- i Esta opinión, demostrada de una manera conveniente por ADAM
litan los estudios. La mujer adinerada representa el segundo SMITH en su célebre obra, t. I, cap. VIII, ha sido refutada, pero no
con seguridad destruida, por la vulgarizada teoría de RICARDO, según
factor. Su poder es grande en el sistema del servicio público la cual el salario obrero no debe dar más que lo necesario para el
moderno. Es quizá tan importante como la institución de los sostenimiento de la vida.
104 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 105
el sueldo corresponde a la autoridad inherente a la función; empleado. El artesano, el fabricante, el mercader que, después
no depende del trabajo realizado. de una vida laboriosa, no han podido realizar economías, prue-
Otro elemento, secundario y equitativo, regula también la ban con esto que han dirigido mal sus negocios. El funciona-
medida de los sueldos: reside en las necesidades de la vida, rio que se enriquece al servicio del Estado, no ha sostenido
que aumentan con la edad. El hombre soltero tiene menos su rango o ha prevaricado. El funcionario que entró pobre en
necesidades que el casado. Durante los primeros años del ma- aquel servicio, generalmente a su muerte sólo deja una viuda,
trimonio los gastos que ocasionan los hijos son menores que hijos y, con frecuencia, deudas. La cuenta del Estado no es
después, a medida que crecen en edad. También el sueldo justa más que cuando, muerto su servidor, deja una situación
aumenta con los años de servicio, aunque la función sigue desembarazada. Y hay que confesar que el Estado es un buen
siendo la misma y la aptitud para el trabajo disminuye en administrador, y que si algún reproche le alcanza referente a
el empleado. la organización de los sueldos, no es ciertamente por haber
El sueldo está destinado a evitar al funcionario las preocu- dado demasiado, sino menos de lo que exigen la posición y el
paciones que supone el cuidado de su vida, y esta conside- rango. Esta economía constituye una injusticia respecto al in-
ración se extiende a la mujer y a los hijos, porque la consti- dividuo y es contraria al verdadero interés del servicio público.
tución de una familia es el complemento necesario de toda Apoderarse de las gentes por el hambre no es el medio de
existencia. Este accesorio destino del sueldo está oficialmente desarrollar en ellas el sentimiento del deber y del ideal.
confirmado en la pensión concedida a la viuda. La pensión, La nomenclatura de las diversas dietas concedidas en Roma
tanto la de la viuda como la del funcionario, continúa el sos- por prestaciones de servicios públicos, confirma perfectamen-
tenimiento después de cesar la función. Si el sueldo fuese un te esta apreciación. Sólo es designado como salario obrero,
salario, la pensión no podría justificarse; ninguna ley finan- propiamente dicho (merces)1 el del funcionario subalterno.
ciera se atrevería a consagrarla. Si, por el contrario, el ca- Todas las demás gratificaciones se basan, por su mismo nom-
rácter del sueldo es tal como acabo de describirlo, la pensión bre, sobre la idea de sustentación 2 . Así hay en el servicio
es su consecuencia lógica. militar el stipendium, el oes hordearium, el salarium, el congia-
Para el funcionario, la interdicción del ejercicio de toda rium3; en el servicio civil la annona, las cibaria; la sportula,
otra profesión lucrativa, resulta del objeto mismo en vista del el viaticum, el vasarium* y las salaria de aquellos que ense-
cual le ha sido concedido el sueldo. Si éste fuese un salario ñan públicamente las artes y las ciencias.
común, no se comprendería que el Estado prohibiese a sus 1
Lex Cornelia de XX quaestoribus I, 2, II, 33 (BRUNS, Fuentes ju-
funcionarios buscar un suplemento de recursos en una ocupa- ris.2 rom. ant.; lib. III, pág. 79). Cíe, Verr. III, 78.
ción accesoria; debería, por el contrario, favorecer sus es- La palabra habitación, que tan importante papel desempeña en
fuerzos en ese sentido y permitirles suplir la insuficiencia del la actual cuestión de los sueldos (habitaciones de servicio, dietas de
alojamiento, boletas de alojamiento), no se encuentra representada
sueldo. Pero de aquí nacería, contra el Estado, el reproche de en esta lista. Nuestras expresiones actuales: sueldo, paga, remunera-
que no da lo que debe a sus servidores: el medio de subvenir ción, gajes al revés de las expresiones romanas, no contienen ninguna
a las necesidades de su existencia. Esta prohibición no resulta indicación del fin perseguido.
de la obligación que al funcionario incumbe de poner toda su s stipendium de stips, que, en el lenguaje de la época posterior,
significa un corto socorro pecuniario; pero que, originariamente, a
actividad al servicio público; lo demuestra el que se extiende deducir por la correlación con stipula (rastrojo), parece haber signi-
a la mujer del funcionario. La esposa de un presidente de ficado cereales; transición del objeto de valor originario para el agri-
Audiencia no puede establecer un almacén de modas; la de cultor al dinero, análoga a la realizada para el ganado (pecus-pecu-
un militar no puede vender legumbres. El que se permitiese nia).— II. Aes hordearium, GAYO IV,«27: pecunia ex qua hordeum
equis erat comparandum. — III. Salarium: el aprovisionamiento de
acumulación semejante se degradaría a sí mismo. sal convertido en dinero. — IV. Congiarium: originariamente una. can-
Lo relativamente módico de los sueldos me facilita un úl- tidad determinada de aceite, de vino, de sal.
4
timo argumento. El sueldo no excede jamás de lo necesario En la annona y la cibaria la significación es evidente; sportula
significa el cesto con frutas o con provisiones, y después, bajo el Im-
para sostener el rango; el salario va más allá con frecuencia. perio, los gastos de los servidores de la justicia; viaticum, los gastos
Hay grandes sueldos; pero, generalmente, apenas permiten los de viaje; vasarium, un precio a tanto alzado para el pertrecho de los
más elevados llevar un método de vida conforme con la posi- gobernadores de provincias, que en su origen se les pagaba en pro-
ción. El sueldo de un ministro jamás llega a lo que gana un ductos del territorio. El elemento de conformidad con el rango que
hago valer para los sueldos, está aquí expresamente comprobado;
tenor célebre o un cirujano afamado. Tampoco puede ahorrar véanse las citas en MOMMSEN, Rom., Staatsrecht, I, pág. 240, nota 2;
el funcionario en activo servicio, ni siquiera rehacer el capital pág. 241, nota 4. Pueden hallarse en la pág. 244 y sgtes. otras indi-
caciones sobre estas expresiones.
106 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 107

Todos los caracteres particulares del sueldo nos llevan siem- su ejecución. En la relación de sociedad el movimiento es con-
pre a esta idea: subvenir a las necesidades de la posición. El vergente; para los contratantes el objeto es el mismo; el medio
que se dedica al servicio del Estado o de la Iglesia debe hacer de alcanzarlo el mismo también, y el resultado final es común.
abstracción de la ganancia y considerar solamente la nobleza No es la benevolencia la que lleva a un* hombre a unirse a
de la profesión. Mas para que pueda aplicarse a ella por com- otro, con el cual deberá repartir a fin de cuenta. La benevo-
pleto, el Estado y la Iglesia deben evitarle la preocupación lencia es extraña al comercio jurídico. Todos los contratos
del sostenimiento de su existencia. El sueldo tiene por fin procedentes de éste se hallan basados sobre el egoísmo, y los
manifiesto hacer posible el exclusivo ejercicio de una profe- contratos de sociedad igual. Cierto que la benevolencia puede
sión determinada. intervenir, como se puede graciosamente vender o alquilar
Llegamos aquí al término de nuestro estudio de la noción una cosa por menos de su precio. Pero yo quiero afirmar que,
del salario. Esta nos ha demostrado que el servicio del Estado por su función social y su destino, el contrato de sociedad está
y de la Iglesia no está comprendido en la ordinaria noción de al servicio del egoísmo y no al de la benevolencia. El egoísta
la expresión: comercio jurídico. De hecho, sin embargo, las no repartirá lo que puede conseguir solo; si lo hace es porque
cosas son idénticas. Ese servicio, lo mismo que el comercio encuentra en ello una ventaja.
jurídico, responde a una necesidad social. Es su móvil, en uno 105. MOTIVO PRÁCTICO DE LA ASOCIACIÓN.— Hay ciertos fi-
como en otro, el salario. Sólo que en aquél el salario adquiere nes que no podrían alcanzar los esfuerzos aislados del indivi-
una fisonomía especial. Que un particular solicite los servicios duo y que exigen imperiosamente el concurso de varios. Para
de un médico, de un arquitecto, o que el Estado requiera su obtener este resultado se impone la asociación. Así ocurre con
concurso, se trata siempre, o de hacer frente a las necesida- los fines que en nuestros días se proponen las comunidades
des, o de sacar partido de los servicios prestados. Es de todos políticas o religiosas y el Estado. En otro tiempo, el que que-
modos, un cambio, en la más amplia acepción de la palabra; ría perseguir esos resultados tenía, necesariamente, que buscar
es decir, un acto del comercio jurídico. aliados. Antes de existir las instituciones políticas o religiosas,
A esta forma fundamental de las relaciones sociales —los esos fines (por ejemplo, la seguridad pública, la construcción
cambios— hemos opuesto anteriormente (núm. 66) una segun- de caminos, de escuelas, la beneficencia, la erección de tem-
da: la asociación. Vamos a estudiarla. plos) eran perseguidos por asociaciones libres. Para lograrlos
no tiene el individuo la elección; debe, por entero, renunciar
a ellos o perseguirlos con el concurso de asociados. Otros fines,
al contrario, pueden conseguirlos, ya el individuo aislado, ya
la asociación: por ejemplo, los negocios mercantiles, las em-
presas industriales. El motivo que aquí determina -al individuo
a asociarse con otras personas, es que le falta alguna condi-
8. LA ASOCIACIÓN ción necesaria para el éxito de la empresa. Los conocimientos
de los negocios serán suficientes, sus relaciones extensas; pero
será el capital lo que le falte. O bien, poseyendo el capital,
SUMARIO: 104. Segunda forma fundamental del co- carecerá de los necesarios conocimientos técnicos; o quizás
mercio jurídico: la asociación. — 105. Motivo también, reuniendo esta condición, será la confianza del mun-
práctico de la asociación. —106. Universalidad de do de los negocios y la clientela lo que otro deberá aportarle.
la asociación. —107. Intereses particulares e inte-
reses comunes en la asociación. —108. Formas de En el contrato de cambio la diversidad del fin está en re^ción
la asociación.—-109. Sociedades anónimas. con la diversidad de las prestaciones recíprocas (núm. 66); en
la asociación se concilia tanto con la diversidad de los medios
104. SEGUNDA FORMA FUNDAMENTAL DEL COMERCIO JURÍDICO: aportados por los asociados como con su identidad.
LA ASOCIACIÓN. — El contrato de cambio reposa sobre la di- El contrato de cambio admite este concurso ajeno, lo mismo
versidad del fin perseguido por los contratantes; la sociedad que la asociación; aquel que puede disponer de los fondos ne-
supone su igualdad. Mirado desde el punto de vista de la cir- cesarios para el éxito de una empresa, pero a quien faltan los
culación de los bienes, el resultado del cambio hace que dos conocimientos técnicos o comerciales requeridos, se asegura
valores (cosas, dinero, servicios) ocupen el lugar uno del otro. los servicios de un técnico o de un contador. Si le falta el di-
Lo que tenía uno antes del contrato lo tiene otro después de nero, se dirigirá al capitalista y lo tomará prestado. En una
EL F I N E N EL D E R E C H O 109
108 RUDOLF VON IHERING
De aquí se sigue que, creada la asociación para servir los
palabra, para el cambio, como para la asociación, puede uno intereses egoístas, por una aparente contradicción con su esen-
procurarse todo lo que necesita para llevar a bueri remate cia ordena al asociado velar por los intereses de otro como
una obra. Sería imposible determinar de una manera general por los suyos propios. En el sistema jurídico marca el punto
lo que hace escoger una forma con preferencia a la otra. Un donde el egoísmo y la abnegación se juntan y confunden. El
individuo recurrirá a la asociación porque exige de ella una cambio, la donación, la sociedad son los contratos tipos que,
participación en los beneficios, un derecho de inspección, una en el terreno jurídico, agotan todas las posibles modalidades
cooperación en la empresa, o porque espera obtener un más de la relación entre la voluntad del individuo y su interés. En
eficaz concurso por parte de los interesados en el negocio. Otro el cambio, persigue su interés propio a costa del de otro (egoís-
se encontrará en situación de tomar el negocio por su propia mo); en la donación, coloca el interés de otro por encima de
cuenta y pasarse sin auxiliares. El cambio y la asociación tie- su propio interés (abnegación); en la sociedad, persigue, con
nen cada uno sus ventajas, demasiado bien conocidas de los el de otro, su propio interés y recíprocamente. La asociación
juristas para que yo tenga necesidad de insistir. equilibra la balanza entre estos dos intereses.
La asociación, como hemos visto, se basa sobre relaciones No se entiende la asociación únicamente en el sentido que
interesadas: es un contrato de negocios. Entra en el sistema se refiere al derecho privado, ni en particular a las sociedades
del egoísmo; el sentimiento de la benevolencia nada tiene que comerciales; en esta relación tan limitada, la acción moral
ver; el que se asocia busca su propia ventaja y no la de otro. ejercida por la voluntad sobre las relaciones sociales sería de
Si obra con otro fin, va en sentido opuesto al principio de la mínima importancia. Tomada en el sentido jurídico, la socie-
asociación; obra tan irracionalmente como el que, mediante dad es un caso de aplicación particular de una noción más
un contrato de venta, quisiese hacer una liberalidad al com- general. Es una institución tipo, como el cambio y la donación.
prador \ De todos modos, el egoísmo no representa el mismo Detrás del cambio, en el estrecho sentido de la palabra, vienen
papel en la asociación que en el contrato de cambio. En éste a colocarse todos los contratos de permuta, todo el comercio
los dos contratantes tienen intereses diametralmente opuestos; de los cambios; detrás de la donación aparecen todos los con-
si la venta es favorable para el comprador, lo es en detrimento tratos liberales, el sistema completo de la benevolencia; del
del vendedor, y viceversa. Su daño, mi beneficio, es la divisa mismo modo, a la asociación vienen a juntarse todas las re-
de cada contratante. Ninguno de ellos puede reprochar al otro laciones de igual naturaleza: las comunidades, las uniones
porque vela exclusivamente por sus intereses propios. De di- todas, desde las más humildes hasta las más elevadas, el Es-
ferente manera ocurre en la asociación: el.interés particular tado mismo y la Iglesia. Las abarcaremos en una sola palabra:
y el de otro marchan de acuerdo. Si uno de los asociados sufre la asociación.
un perjuicio, el otro lo experimenta igual; la ventaja del uno 106. UNIVERSALIDAD DE LA ASOCIACIÓN. — La asociación per-
es la del otro. La idea de la solidaridad de los intereses debe mite la aplicación más general; es, en realidad, como ya he
guiar a las dos partes en la ejecución del contrato de sociedad. dicho (núm. 104), la segunda forma fundamental de la existen-
Si una de ellas, en vez de perseguir la ventaja común busca cia social. Excepto la vida de familia, no conozco fin humano
sólo su propio interés, destruye la esencia misma de la institu- que no pueda ser, y no haya sido, perseguido bajo la forma
ción; semejante práctica, si se realizase, mataría aquélla para de asociación. Encontramos siempre, al lado del individuo,
el comercio jurídico. Un asociado infiel es un traidor; según una agrupación que tiende a los mismos fines; para muchos
el derecho romano, incurría en infamia. Esta pena no la al-
canzó jamás el engaño en el cambio 2 . de perjudicarse mutuamente, está la asociación regida por la igualdad
1
(no la igualdad externa, mecánica, sino la igualdad interna. L. 6,
Los romanos, en recuerdo a la fábula de Esopo, han dado el nom- L. 29, p. L. 80 ibid). El dolo en la constitución de la sociedad entraña
bre de societas leonina a semejante sociedad incomprensible. L. 29, la nulidad (L. 3, §3, L. 16, § 1 de minor. 4, 4). Una condena por dolo
§ 1, 2 pro socio (17, 2). La declaran aquéllos nula. L. 5, § 2 ibid.: do- supone la infamia; aun después de la disolución los socii se deben
nationis causa societas recte non contrahitur. Sobre la venta como consideraciones en la ejecución (benef. competentice); durante la exis-
medio de donar, v. L. 36 de contr. emt. (18, 1) pretium... donationis tencia de la sociedad no responden más que de la diligentia quam in
causa non exacturus non videtur venderé. L. 3 Cod. ibid. (4, 38)... suis rebus. Todas estas reglas, a excepción de la infamia, se encuen-
emtioni. sm defecit SUBSTANCIA. tran en el reintegro dotal entre marido y mujer (remedio contra los
2
Los romanos han reconocido exactamente esta diferencia funda- perjuicios: L. 6, § 2 de /. D. 23, 3.; nulidad de la legítima dolosa: L. 22,
mental entre la sociedad y los demás contratos. La sociedad, para ellos, § 2, sol. matr. 24, 3, benef. compet.: L. 20 de re. jud. 42, 1, diligentia
es una especie de relación fraternal {societas fus quodammodo FRA- quam in sui rebus: L. 11 Cod. de pact. conv. 5, 14). Ninguna de estas
TERNITATIS in se habet). L. 63 pr. pro socio (17, 2); también a diferen- reglas se encuentra en los contratos de negocios.
cia de la libertad reconocida a las partes, en los contratos de cambio.
RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 111
110
de éstos, la asociación es la única forma posible; para otros, de la que hay en un presidio; sólo que aquí los ladrones, los
estafadores, los truhanes, viven entre rejas; allí, nadan en la
la única práctica. opulencia.
Tomemos desde luego el más bajo fin de la vida individual,
el que tiende a la satisfacción de las necesidades corporales; 107. INTERESES PARTICULARES E INTERESES COMUNES EN LA
inmediatamente, al lado del individuo, vemos surgir la aso- ASOCIACIÓN. — Volvamos a una idea que traté someramente.
ciación bajo la forma de sociedades de consumación. Para las Quiero demostrar lo que tiene de característico para la aso-
necesidades de las relaciones privadas, crea las sociedades de ciación, al revés de lo que ocurre en las otras relaciones con-
recreo (clubs, casinos) y las sociedades privadas. En la esfera tractuales, la combinación del interés particular con el ajeno
de los negocios, crea las sociedades de producción, los bancos, interés. En la asociación el uno y el otro se confunden: el que
etcétera. Acaba por abarcarlo todo y entra en combate allí persigue su propio interés trabaja también en interés de otro,
donde hay una ganancia que realizar. A continuación vienen y viceversa. La voluntad del individuo, puesta en movimiento
la enseñanza, la educación, la ciencia, las artes, la beneficen- por la fuerza del interés, está inspirada por el amor del bien
cia. El Estado, hoy en día, administra los intereses de éstas público. El fenómeno es interesante, no sólo por razón de su
solo o como parte principalmente interesada; en su origen, resultado, sino en su origen mismo. A quien, en los fenóme-
se ocupaba exclusivamente la asociación, y todavía hoy, en nos sociales, ve algo más que puros hechos y quiere penetrar
muchas materias, entra en concurrencia con el Estado. ¿Quién la razón de lo que ve, la existencia de este sentimiento —el
dirá dónde cesa la actividad de las asociaciones? A nuestra amor del bien público— debe inspirar muchas reflexiones.
muerte, es todavía una asociación la que se encarga de nues- El amor del bien público, surgiendo del sistema del egoísmo,
tros funerales y quien viene en socorro de los que dejamos es una cosa tan enigmática como una abierta flor sobre árida
detrás de nosotros. roca. ¿Dónde está la savia que los nutre?
Llegamos, en fin, a la expresión más elevada de la asocia- El amor del bien público no es más que una forma enno-
ción: la Iglesia y el Estado, las Comunidades y todas las Cor- blecida del egoísmo; es el egoísmo del hombre bastante clari-
poraciones o uniones que de ellas dependen. Descartada la vidente para advertir que su bienestar no reside únicamente
intimidad de la vida familiar y también las relaciones que tie- en lo que de un modo inmediato le concierne, sino también en
nen su origen en el corazón del hombre, todos los fines de la lo que con otros tiene. Es el egoísmo dirigido hacia lo que con
humanidad son trabajados por la asociación. Como forma, y otros es común (intereses generales, opuestos a los intereses
sin especificación de fin determinado, es el inmenso recipiente individuales). El individuo expone su interés particular para
que se presta a recibir todo lo que hace falta para las necesi- favorecer el interés general. Hay aquí, desde el punto de vista
dades de la vida humana. moral, un hecho digno de observación. No porque nos enseñe
la unión íntima entre el egoísmo y la abnegación, que es la
El contenido crece incesantemente; el Estado, las Comuni- oposición de aquél, sino porque resuelve claramente el más
dades, bajo su forma actual, persiguen fines que anteriormente difícil problema de la moral, haciendo comprender cómo el
eran realizados bajo otras formas; se constituyen asociaciones hombre, es decir, el egoísta, llega a la abnegación. Esta no
independientes que se encargan de realizar antiguos fines y desciende del cielo como algo sobrenatural destinado a refre-
fines nuevos. En este cambio, ¿dónde se detendrá el progre- nar el humano egoísmo; es hija de la tierra y el egoísmo le ha
so? No puede la imaginación representárselo. Pero, sin ser dado su substancia. No podré desarrollar esta idea hasta que
profeta, se puede prever que en eso, sobre todo, consiste la exponga la teoría de la moralidad (cap. IX); aquí nos llevaría
renovación progresiva de la fisonomía de nuestra vida y el más allá del egoísmo, que es nuestro tema actual.
desenvolvimiento ulterior del derecho. Los romanos dieron a
una parte del derecho, la del comercio de los cambios, tal 108. FORMAS DE LA ASOCIACIÓN. — La sociedad, tal como la
perfección, que poco tuvieron que hacer los modernos para concibe el derecho romano, es la más sencilla forma de la
completarlo bajo ciertos aspectos (cambio, seguros, derecho asociación: los asociados participan de la común empresa, cual
marítimo, etcétera). En otras partes, al contrario, podrán dar si ésta les perteneciese exclusivamente; todo se hace por to-
curso a su actividad. La historia del comercio de las acciones dos; no hay resolución tomada, ni acto realizado sin la coope-
en los últimos diez años, atestigua cuánto hay que hacer en ración general. En cuanto a esto, la sociedad anónima forma
este sentido. A los ojos del moderno legislador las sociedades un absoluto contraste. Aquí los asociados permanecen extra-
anónimas se han transformado en agencias de robo y de estafa. ños a la administración; la abandonan a terceras personas,
Su historia secreta descubre más bajeza, infamia y truhanería que pueden ser socios, pero que no siempre lo son. Se hallan,
112 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 113

pues, separados, dos elementos que en derecho están general- des públicas y privadas, que servirán de medidas de garantía
mente reunidos en la persona del interesado: el interés y la contra las malas acciones. El derecho moderno presenta aquí
disposición; aquí, al contrario, el accionista conserva su inte- una laguna abierta. En su forma actual la sociedad anónima
rés, pero no tiene la disposición, mientras que el administrador está organizada del modo más imperfecto y más peligroso, y
dispone sin que su interés entre en juego. los cataclismos que, en estos últimos tiempos, han trastornado
Esta separación ya se sabe que puede también presentarse el mundo de los negocios, tienen su origen en esta imperfec-
en otras relaciones. El motivo es siempre que el detentador del ción de la ley o con ella se relacionan estrechamente. Paso
derecho no se halla, momentánea o permanentemente, en es- por el efecto profundamente desmoralizador, que ha causado
tado de administrar el negocio, sea por falta de las necesarias el régimen de las acciones envenenando las mismas fuentes
condiciones personales (personas bajo tutela), o por ausencia, del honor y de la honradez; no tengo presente más que el as-
o por el considerable número de interesados. Se establece en- pecto económico de la cuestión. Cualesquiera que sean las
tonces una relación que en derecho toma el nombre de repre- ventajas sociales introducidas por las sociedades anónimas,
sentación. Hay que hacer una distinción, según que el repre- las maldiciones que han levantado exceden de los beneficios.
sentante no haga más que ejecutar la resolución tomada por Los desastres que han causado en la fortuna privada son más
su mandante, sin iniciativa de su parte, o que decida él mis- graves que si el fuego y el agua, el hambre, los terremotos, la
mo la resolución que debe tomarse, en lugar del representado guerra y la ocupación enemiga se hubiesen conjurado para
(incapaz o impedido) cuyos negocios administra. arruinar a la riqueza nacional. Comparad su crédito desde la
Se hallan en este último caso: el tutor, el administrador de última catástrofe (1873) con el que tenían en el período de
un patrimonio (administrador de una quiebra), cuando se tra- fundación. El resultado es abrumador y nada puede ocultar
ta de intereses particulares, y la dirección, cuando de asocia- el abismo. Vemos el cuadro de un campo de batalla o de un
ciones se trata (no sólo las sociedades anónimas, sino las otras cementerio: mares de sangre, cadáveres, tumbas —merodea-
corporaciones, etcétera). Dos elementos caracterizan la posi- dores, sepultureros—. ¡Estos últimos se hallan satisfechos, por-
ción jurídica del representante: poder disponer de un derecho que sólo ellos han ganado! Si los inmediatamente interesados
perteneciente a otro, obligación de usarlo en interés sólo del fuesen los únicos en padecer los desastrosos efectos de las
representado. sociedades anónimas, podría uno consolarse de su ruina: les
bastaría con usar mayor previsión, aunque su tontería, des-
109. SOCIEDADES ANÓNIMAS. — Este segundo elemento es el pués de todo, no excusa los engaños cometidos en detrimento
que convierte en precaria la situación. No hay traición posible suyo. Pero el golpe, de rechazo, se hace sentir en la sociedad
en tanto dirige el negocio el propio interés. Pero la garantía entera.
que da este interés desaparece si el director es un extraño,
porque entonces puede administrar según sú interés particu- Las sociedades anónimas han venido a comprometer el equi-
lar en vez de tener presente el interés de otro. La situación librio económico sobre el cual reposa el orden y la seguridad
del administrador lo expone a muchas tentaciones. Teniendo de nuestro comercio jurídico: han destruido, en las ventas y
en las manos el bien ajeno, el deseo y la facilidad de apropiár- locaciones, el equilibrio entre el precio y la mercancía; en la
selos son siempre inminentes. El robo llega a ser fácil, el en- especulación, el equilibrio entre la ganancia y la pérdida, y
gaño halla expeditos los caminos todos. Un peligro tan próxi- en la industria han falseado la igualdad entre las necesidades
mo reclama una seguridad. El derecho la estableció para los y la producción. El hombre de negocios no paga por las cosas
tutores y administradores de bienes e intereses públicos, es más de su valor; el más poderoso comerciante, con el único
decir, para los funcionarios. Esto no tiene interés para nos- deseo de comerciar, no comprará más caro para vender más
otros; pero no la logró en lo que se refiere a los administra- barato que sus competidores; el industrial no llevará su pro-
dores de las sociedades anónimas: la experiencia de estos ducción más allá de lo necesario; en sus más atrevidas espe-
últimos años lo prueba. culaciones no perderán de vista las relaciones entre el dinero
Para la dirección, la obligación de rendir cuentas en la arriesgado, el beneficio y la pérdida; el simple cálculo del
asamblea general, no impide un fraude ni una mentira: esto egoísmo les sirve de ley.
indica el valor de la medida. Otro tanto es decir que el deber, ¿Cómo; pues, las sociedades anónimas hacen tabla rasa de
impuesto al tutor, de rendir cuentas a su pupilo, protege a estas consideraciones? Porque la dirección opera con dinero
éste. Harían falta otros medios, esto se halla fuera de duda. ajeno. El móvil del interés particular, ese supremo regulador
Estoy convencido de que la ley del porvenir dictará penalida- de las relaciones sociales, no existe para aquella dirección, y
114 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 115

el sentimiento del deber, el único que puede entrar en el pues- hombre civilizado. La independencia consiste en poder satis-
to del deber, figura, para un gran número, como una cantidad facer las necesidades. El comercio jurídico es quien asegura
absolutamente desconocida. Una dirección encargada de crear los medios. Este servicio que presta a la sociedad de los hom-
una empresa, no vacila en pagar, por más de su valor, las bres, es la base de la independencia humana. Si lo hace re-
cosas y el trabajo. Saca el dinero del bolsillo ajeno y el justo sultar de esta condición: la posesión del dinero, no se infiere
precio le tiene sin cuidado. Su único objeto consiste en poner de aquí que la carga compensa el beneficio; porque si es ver-
en marcha la empresa lo más pronto posible. El dinero de dad que sin dinero el comercio jurídico pierde para el hombre
otro es la simiente que se arroja al viento. Germina, todo sale todo su valor, también es cierto que el dinero sin las relacio-
bien. La especulación se anuncia brillantemente; sucede en- nes sociales se convierte en un factor inútil. No sirven de nada
tonces con frecuencia que el negocio se organiza de tal suerte montones de oro en medio de una población salvaje, en la
que los que lo han puesto en marcha lo retienen para ellos cual no se puede comprar nada de lo que conviene para la
solos. ¿Se pierde la cosecha? Tanto peor para los propietarios. existencia; una corta suma de dinero, entre nosotros, puede
El régimen de las acciones hace pareja con el crédito. Aquí, proporcionar las más nobles satisfacciones. En un país civi-
como allí, es el dinero de los demás el que está en circulación; lizado, el obrero, con su salario, puede adquirir los frutos del
todo lo que del uno he dicho (núm. 92), se aplica al otro con trabajo de millares de hombres. La moneda que pagamos nos
mayor razón todavía. proporciona lo que se produce en el extremo contrario del
mundo, y pone en la obra a una multitud de manos. Si es
verdad que no hay trabajo que no esté remunerado, que el
comprador de una mercancía paga todos los esfuerzos que
han sido necesarios para producirla, desde el momento en que
la primera materia ha sido separada del suelo hasta aquel en
que a sus manos llega, algunas monedas de cobre dadas para
9. OTROS BENEFICIOS DEL COMERCIO JURÍDICO la adquisición de una taza de café o de un periódico, contri-
buyen a todos los gastos que fueron necesarios para la pro-
ducción de uno y otro. En el café paga una parte de la contri-
SUMARIO: 110. La independencia del individuo ase- bución territorial del propietario de la plantación, de los gastos
gurada por el comercio jurídico. —11J. La igual- de cultivo y transporte, primas de seguro, flete, beneficios del
dad de las personas en el comercio jurídico.— armador y del importador, comisión del corredor, impuesto,
112. La justicia en la esfera económica. ganancia del tendero y del cafetero. Todo esto para solo el
café; la cuenta se repite para el azúcar y la leche. Con los cin-
La tarea que yo me había señalado consistía en mostrar la co centavos que me cuesta el periódico, pago el editor, el im-
sociedad sirviéndose del móvil del egoísmo para satisfacer las presos y sus obreros, el fabricante de papel, los redactores y
necesidades sociales. El instrumento de que ella se sirve, no corresponsales, los telegramas, el correo y el repartidor. Las
está dispuesto para funcionar de repente, sino que se desarro- partes que así pago no pueden determinarse matemáticamen-
lla y despliega poco a poco, bajo la influencia de una fuerza te; pero es innegable que están comprendidas, en proporciones
motriz: el objeto o lá finalidad. Conseguido este punto de mi infinitesimales, en los cinco centavos que pago.
demostración, voy a analizar los demás problemas sociales
que el comercio jurídico llega, más o menos, a resolver. Este fenómeno es el resultado de tres progresos que debe-
Estos son: 1. La independencia del individuo; 2. La igualdad mos a la perfección de nuestro actual sistema de relaciones:
de las personas; 3. La idea de justicia. la división del trabajo, la intensidad de la fuerza productiva y
la expansión del comercio a través del mundo entero. Todos
1. La independencia del individuo los tesoros de Creso no habrían podido proporcionarle una
taza de café ni un ejemplar de un periódico, si hubiese tenido
110. LA INDEPENDENCIA DEL INDIVIDUO ASEGURADA POR EL CO- que realizar por sí mismo todas las operaciones necesarias pa-
MERCIO JURÍDICO. — El hombre independiente no es, como se ra su adquisición. El pobre, hoy en día, por algunas monedas
dice habitualmente, el que tiene menos necesidades que satis- de cobre, tiene más hombres a su servicio en todos los rin-
facer. Esta es una independencia poco envidiable, y, según cones de la tierra, de los que hubiese podido hallar Creso, aun
ella, el animal es superior a nosotros y el salvaje aventaja al vaciando sus arcas.
116 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 117

contratante recibe en pago el equivalente de lo que ha dado


2. El principio de la igualdad de las personas (núrh;70). El salario (salario obrero, precio de la mercancía)
111. LA IGUALDAD DE LAS PERSONAS EN EL COMERCIO JURÍ- es, pues, la realización de la idea de justicia en el terreno eco-
DICO. — El comercio jurídico hace abstracción de las personas; nómico. La fijación de la pena admite siempre un grado de
no se preocupa ni del gran señor ni del proletario, del hombre arbitrariedad. Está determinada por una disposición del poder
célebre ni del obscuro ignorante, del compatriota ni del extran- público. La medida es siempre incierta y variable. La fijación
jero. No conoce más que al dinero. Esta indiferencia para la del equivalente, al contrario, es el resultado de una aprecia-
personalidad —evidente consecuentcia del egoísmo, que sólo ción cuidadosamente estudiada y experimentada sin cesar por
mira la ganancia— es, desde el punto de vista social, de un los interesados. El salario posee la sensibilidad del mercurio
valor verdaderamente inapreciable, porque garantiza a todo en el termómetro, sube o desciende al menor cambio en la
hombre, cualquiera que sea, con tal que sepa pagar, la certi- atmósfera económica. En medio de nuestras instituciones so-
dumbre de poder satisfacer las necesidades de su existencia, ciales, es en el comercio jurídico donde la idea de justicia ha
la posibilidad de colocar ésta al nivel de las condiciones de sido más perfectamente y también más prontamente realizada.
civilización de su época. Esta situación social del hombre es Ha encontrado en el salario su forma adecuada antes que el
inexpugnable. El Estado puede quitarle su honor, privarle Estado hallase la suya en la pena. También allí la idea de
de su libertad; la Iglesia, las asociaciones, pueden expulsarle; justicia es la más uniformemente realizada en el mundo. El
el comercio jurídico no lo rechaza jamás. El que para todo es derecho y la pena varían, pasando de un Estado a otro; los
inepto, aquel de cuyo contacto se huye, vale siempre que con precios y los salarios no conocen fronteras, aunque ciertas
él se negocia. El dinero es una recomendación que la sociedad instituciones positivas del Estado (aduanas y contribuciones)
nunca deja protestar. obstruyen, hasta cierto punto, su universal nivelación.
La indiferencia del comercio jurídico respecto a la perso- La aplicación al salario de la noción de justicia, da la clave
nalidad, equivale a la igualdad absoluta de todos en dicho de un fenómeno psicológico particular: la resistencia, aun del
comercio. En ninguna parte se encuentra el principio de igual- que no es avaro, a pagar una cosa por más de su valor, aun-
dad realizado en la práctica de un modo más completo. El que la diferencia sea insignificante. No es la avaricia, como
dinero es el verdadero apóstol de la igualdad. Los prejuicios creen los espíritus limitados, la que inspira esta repugnancia;
sociales, todas las antítesis sociales, políticas, religiosas, na- proviene del sentimiento del derecho, que resiste a la idea
cionales, no prevalecerían contra él. ¿Esto es un bien? ¿Es un de conceder lo que no se debe. La resistencia no la guía un
mal? Depende del punto de vista en que uno se coloque. Con- motivo económico, es un motivo moral quien la dicta. Así se
siderando la causa, no se podría ensalzar: es dictada por el ven personas que para evitar ser sospechosas de avaricia y
egoísmo, sin que tenga parte alguna el sentimiento de huma- afirmar su desprecio del dinero, se entregan, por afectación,
nidad. Pero desde el punto de vista del efecto, he de repetir a vanas prodigalidades. Se pelean por cinco centavos y derro-
que el egoísmo, sirviéndose a sí mismo, favorece a la humana chan cinco pesos.
familia; preocupado únicamente de sí mismo y de su interés, Las tres ideas cuya aplicación al comercio jurídico acabo
realiza en su esfera, sin saberlo, sin quererlo, un principio de exponer, son los problemas morales más elevados que la
al cual se resiste en cualquier otra parte: el de la igualdad ética conoce. Aquél las ha realizado con una perfección que
de las personas 1 . el Estado jamás supo alcanzar. En lá aurora de la historia,
antes que el Estado saliese de la infancia, el comercio había
3. La idea de justicia cumplido ya parte de su misión. Todavía luchaban los Esta-
dos, y ya el comercio jurídico había abierto los caminos que
112. LA JUSTICIA EN LA ESFERA ECONÓMICA. — La idea de debían unir los pueblos, y establecido entre éstos el cambio
justicia representa el equilibrio impuesto por el interés de la de sus productos y de sus ideas. Fué el explorador del desierto,
sociedad entre un hecho y sus consecuencias para su autor, el heraldo de la paz, el portaestandarte de la civilización.
es decir, entre el hecho culpable y la pena, entre el hecho
loable y la recompensa. El comercio jurídico realiza este úl-
timo equilibrio de la manera más perfecta. Gracias a él, cada
1
Más adelante trato este asunto con mayores detalles; aquí sólo en
lo que concierne a mi tema actual me ocupo de él.
EL FIN EN EL DERECHO 119

acto. La legítima defensa es propulsiva; la justicia privada es


dé naturaleza compulsiva.
Tal es la primera idea que hemos querido presentar de la
coacción. Vamos a estudiar su organización en vista de los
fines de la sociedad. Esta organización reposa sobre la reali-
zación de las nociones del Estado y del derecho; de un lado,
organización del poder que ejerce la coacción; del otro, fija-
ción de los principios que regulan su ejercicio.
CAPITULO VIII Esta organización de la coacción no agota la materia. Al
lado de la coacción política hay otra, sin organizar, que lo
LA MECÁNICA SOCIAL O LOS MOTORES DEL MOVIMIENTO mismo que ha precedido en todas partes a aquélla, se ha ma-
SOCIAL nifestado también a su lado en todas partes; yo la llamo la
coacción social. La coacción política tiene por objeto la rea-
lización del derecho; la coacción social la de la moralidad
H. MOTORES EGOÍSTAS. — LA COACCIÓN (capítulo IX).
Voy a ocuparme de analizar las dos nociones: Estado y De-
113. COACCIONES DIVERSAS. — L a coacción sirve de segundo recho, hasta en sus primeros principios. Como hice para el
motor al orden social. El comercio jurídico reposa sobre la salario en el sistema del comercio jurídico, expondré la géne-
organización social del salario; el Estado y el derecho, repo- sis tal como invenciblemente resulta de. la fuerza impulsiva
san sobre la de la coacción. Con ésta el comercio jurídico práctica de la noción de finalidad. Cuento con un doble resul-
alcanza el apogeo de su desenvolvimiento. El salario debe apo- tado: comprobar, desde luego, la continuidad del desarrollo
yarse en el derecho. de la idea de finalidad en la sociedad humana, y en seguida
La coacción, en sentido general, consiste en la realización demostrar cómo esta idea arroja una viva luz sobre el Estado
de un fin mediante la sumisión de una voluntad extraña. La y el derecho organizados.
coacción supone, activa y pasivamente, un ser viviente dotado Reconociendo y acentuando enérgicamente la dependencia
de voluntad. La sumisión de la voluntad de otro puede obtener- del derecho enfrente del Estado, la filosofía del derecho mo-
se de dos maneras (núms. 9, 21). Desde luego, mecánicamente derno ha progresado, indudablemente, con relación al antiguo
(coacción mecánica, física, vis absoluta) si la resistencia derecho natural. Pero va más allá del fin cuando, como HEGEL,
opuesta, por la voluntad de otro, al fin perseguido, es domina- por ejemplo, niega todo interés científico a la situación ante-
da por una presión material más poderosa. Esto es un hecho rior al advenimiento del Estado. La independiente existencia
puramente externo, como lo sería el del hombre que apartase del ser animado data de su nacimiento; pero la ciencia se
el obstáculo inanimado que le cierra el camino. En el len- remonta hasta los primeros gérmenes de la vida uterina, y
guaje ordinario, en uno y en otro caso, el acontecimiento se la historia del crecimiento del embrión llega a ser, para ella,
traduce por la expresión de fuerza. Pero la fuerza dirigida un fecundo manantial de conocimientos.
contra el ser viviente se llama también coacción porque, aun-
que solamente encaminada contra el cuerpo, alcanza a la vo- Por eso hay que permitir a la ciencia, aun en el derecho,
luntad, pues impide su libre expansión. estudiar el estado embrionario de las cosas. Los que se han
ocupado de la historia natural del derecho, no se han detenido
La coacción psicológica es la antítesis de la coacción me- en el hecho externo del derecho y del Estado. Su timbre de
cánica. En ésta el acto se realiza por el que la ejerce; en la gloria consiste en haberse preguntado de dónde proceden el
coacción psicológica es ejecutado por el que la sufre. Allí es Estado y el derecho; pero han resuelto falsamente el problema
menester que, negativamente, se domine la resistencia de la haciendo del contrato el origen del Estado en la historia. Esto
voluntad; aquí, que, positivamente, la voluntad obre. El re-
sultado es el mismo; pero la distinción tiene importancia desde es una pura hipótesis tomada fuera de la realidad histórica.
el punto de vista psicológico y jurídico. Ejemplos: el estupro Han seguido la historia del desarrollo del derecho sin escrutar
con violencia y la extorsión. atentamente este mismo desarrollo. Con razón la moderna
Según la naturaleza negativa o positiva del fin pretendido, filosofía del derecho ha venido a contradecir esta solución del
la coacción es propulsiva o compulsiva. Aquélla combate la problema. Pero éste permanece íntegro y se impone su solu-
resistencia a un cierto acto; ésta quiere la ejecución de dicho ción. Si uniesen sus esfuerzos el historiador del derecho com-
120 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 121

parado y el filósofo, la historia del desenvolvimiento del de- mal posee el grado de reflexión bastante para comprender la
recho llegaría a ser, para el jurista, tan interesante como el amenaza y la necesidad de sustraerse a ella. Así es como la
estudio del desarrollo del feto para la anatomía comparada. naturaleza permite al más débil vivir al lado del más fuerte.
Los primitivos orígenes, que vamos a escrutar, se remon- Al que es impotente para defenderse, le da, en compensación,
tan más lejos para la coacción que para el salario. Este nace la inteligencia para preservarse del ataque.
con el hombre; la otra existe ya para el animal. En éste apa- Esta coacción de que acabamos de hablar, es la coacción
rece en su forma más rudimentaria; en el Estado reviste la propulsiva. Es tan general en el reino animal, que inclina a
más elevada forma. Vamos a tratar de relacionar una y otra. creer que no existe otra. Pero en este reino aparecen igual-
mente casos aislados de coacción compulsiva. El más intere-
sante es el de las expediciones guerreras de las hormigas:
toda una tribu colocada en orden de batalla, bajo la dirección
1. EL ANIMAL de sus jefes, entra en lucha contra una tribu vecina; el ven-
cido no es aniquilado, sino reducido a la esclavitud y obligado
a trabajar para el vencedor.
114. LA COACCIÓN EN LA NATURALEZA ANIMADA. — La fuer-
za. — Aplicamos la noción de fuerza tanto a los cuerpos ani-
mados como a los inanimados. Hablamos del poder de los
elementos, de la fuerza centrífuga, del dominio que un animal
ejerce sobre otro. Estos hechos, exteriormente iguales, difie-
ren totalmente unos de otros en su esencia. Cuando el huracán
desarraiga la encina, cuando el mar rompe sus diques, son
hechos que caen bajo la aplicación de la ley de causalidad. 2. EL HOMBRE. — EL IMPERIO DE LA FUERZA
Cuando un animal derriba a otro, lo mata, lo devora, obra en SOBRE SI MISMA
vista de un fin: es, pues, la ley de finalidad la que rige el acto.
Y cuando el animal usa de su fuerza, su fin es el mismo que
SUMARIO: 115. La fuerza hallando en sí misma el
el del hombre que usa de su poder: la conservación, la afir- •principio de su moderación. —116. La esclavitud.
mación de la propia vida. Este mismo fin es siempre el que —117. La paz; sujeción del vencido. —118. Origen
persigue la fuerza, en el animal, en el hombre, en el Estado. del derecho en la fuerza.
Su resultado estriba en su superioridad. En la naturaleza to-
da, siempre el más fuerte vive a costa del más débil. No habrá 115. LA FUERZA HALLANDO EN SÍ MISMA EL PRINCIPIO DE SU
lugar a recurrir a la fuerza más que cuando sus condiciones MODERACIÓN. — Existencia del más fuerte a costa del más dé-
vitales entran en lucha y el más débil no prefiere subordinar bil; en caso de conflicto, destrucción del último: tal es el
las suyas a las del más fuerte. Esto nos lleva a la coacción. resultado que en el mundo animal ofrece la vida en común.
La coacción psicológica. — Comparada con la fuerza consti- La existencia garantida, aun al más débil y más humilde, al
tuye un progreso inmenso. El cuerpo inanimado más débil no lado del más fuerte y más poderoso, tal es la fisonomía de la
puede esquivar el choque de un cuerpo más fuerte; pero el vida en la sociedad humana. Y, sin embargo, en la historia,
animal más débil, puede, mediante la fuga, escapar a su más el hombre tiene el mismo punto de origen que el animal. Pe-
temible enemigo; cediéndole el terreno salvará su existencia. ro la naturaleza ha dotado al primero de tal suerte, que en el
El animal, el hombre, el pueblo, que ceden a los que son más transcurso de los siglos ha podido, y hasta debido, elevarse a
poderosos que ellos, por este hecho supeditan, a las del ene- ese grado de civilización. Hubiere de renovarse la historia
migo, sus condiciones de vida. Es un modus vivendi que en- natural cien veces todavía y cien veces la humanidad tendería,
tre ellos se establece. Este concierto ante la coacción, es la como actualmente, al derecho. El hombre no puede hacer otra
afirmación de su propio ser. El gozquecillo que emprende la' cosa que procurarse una situación que haga posible la vida
huida y abandona su hueso al mastín, conserva su vida por en comunidad.
el sacrificio de su presa. La fuerza afirma un fin personal, lia historia del poder en el mundo es la historia del egoís-
negando en principio y dominando de hecho el fin de otro. mo; pero el egoísmo debe adquirir juicio y aprovechar la ex-
La coacción encierra la conciliación entre estos dos fines, periencia del pasado. Esta educación del poder enseña al egoís-
traída por la reflexión y sumisión del ser amenazado. El ani- mo cómo debe usarlo, no sólo para neutralizar el de otro, sino
122 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 123
para utilizarlo. A cada etapa de la civilización, la inteligencia reducirlo a x — 1 será preciso quizá una acción de y -f- 10.
del hombre, siempre en progreso y movida por el propio inte- ¿El beneficio de i compensa el valor del esfuerzo de 10? En
rés, le sirve para reforzar su poder tanto como para moderarlo. este cálculo se resume toda la estrategia del vencedor. Si es
La humanidad hacia la cual se eleva, no es "más, según su bastante dueño de sí mismo para substituir la pasión del mo-
origen primitivo, que el imperio de la fuerza sobre sí misma, mento por una concepción inteligente de la situación, su in-
dictado por el bien entendido interés propio. terés le llevará a no obligar a su enemigo a un esfuerzo deses-
116. LA ESCLAVITUD. — La esclavitud señala el primer paso perado, que supondrá para el mismo vencedor sacrificios sin
en este camino. El primer vencedor que respetó la vida del relación con el fin pretendido. El exceso de la presión trae
enemigo vencido, en vez de matarle, lo hizo así porque com- una reacción violenta. La sola política, fuera de todo senti-
prendió que un esclavo vivo tiene más valor que un enemigo miento de humanidad, aconseja la moderación.
muerto. Lo conservó como el dueño conserva al animal do- Así es como el interés solo conduce al derecho, que es la paz.
méstico. El serv-are del servus, tenía por objeto el serv-ire 1. La paz es el fin de una contienda por el establecimiento de
¡Motivo egoísta! Sea; pero bendito el egoísta que reconoció un modus vivendi al cual se someten las dos partes en lucha.
el valor de la existencia humana y poseyó bastante dominio De este modo la fuerza se impone a sí misma un límite que
sobre sí mismo para conservarla en su propio interés, y, por quiere respetar, se crea una norma que no intenta desconocer.
lo tanto, para el bien de la humanidad. El reconocimiento del Esta norma por ella consentida es el derecho. Que la olvide
valor económico de la vida humana, señala la aurora de la o no, en lo sucesivo, poco importa ante el hecho realizado.
humanidad en la historia. Los romanos llaman al esclavo: Puede violar el derecho, considerarlo como nulo; de todas
homo; es el hombre, y nada más; es decir, el animal, la bestia maneras, el derecho ha sido creado y no puede privarle de
de carga. No es persona, sujeto de derecho; sólo el ciudadano existencia. La fuerza se ha trazado así su propia línea de
puede aspirar a este título. Pero ese homo es la vanguardia conducta, y una medida, ignorada antes, para juzgarla por sí
del género humano en su marcha hacia la humanidad. La es- misma; si quebranta su propia obra, no es la fuerza, es la
clavitud es la primera solución del problema de la coexistencia arbitrariedad; es la fuerza en lucha con el derecho.
del fuerte y el débil, del vencedor y el vencido. Esto no es una concepción imaginaria, sino un hecho his-
117. LA PAZ. — SUJECIÓN DEL VENCIDO. — Andando el tiem- tórico que cada tratado de paz renueva en la esfera interna-
po, su forma llega a ser más dulce, y la suerte del débil enfren- cional. Todas las veces, la conclusión de la paz conduce al
te del poderoso es menos cruel. El vencido ya no es esclavo: triunfo del derecho. Acabamos de indicar la razón. El derecho
paga un tributo, se rescata, es colocado al nivel del vencedor, substituye a la fuerza, la cual, en su propio interés, aspira al
con menores derechos, al principio, con derechos iguales, más reposo y renuncia a las ulteriores ventajas, desproporcionadas
tarde. Por fin los tratados ponen término a la lucha: regulan con los sacrificios que exigen. Este acontecimiento es de una
las relaciones de los pueblos y el más débil vive libre. Es el importancia capital para la formación del derecho en el Esta-
tratado de paz (pacissi: ponerse de acuerdo; pax: la paz). La do, derecho público como derecho privado.
paz implica, en favor del adversario, el reconocimiento del de- 118. ORIGEN DEL DERECHO EN LA FUERZA. — Siguiendo las
recho de ser libre; no se trata con el esclavo. ¿Es la humanidad transformaciones jurídicas de un pueblo hasta sus más remo-
quien determina al vencedor a volver su espada a la vaina, tos orígenes, se llegará casi siempre al poder del más fuerte
antes de que el vencido estuviese a sus pies encadenado, y a dictando el derecho al más débil. El origen del derecho en la
tratarle generosamente? Fué otro sentimiento el que le hizo fuerza, mediante el imperio ejercido por ésta sobre sí misma,
conservar su vida; es decir, fué su propio interés. Ante una presenta un interés histórico y altamente filosófico. Es un
victoria probable, acaso asegurada, calculó el precio del triun- error, en mi opinión, aplicar al pasado nuestras actuales con-
fo; puso en la balanza las probabilidades de la continuación de cepciones morales; ha sido necesario el trabajo de varios siglos
la lucha. Se preguntó si pagar un elevado precio para obtener para suministrarlas tal como las poseemos. Otro tanto ha sido
más, sería más ventajoso para él que obtener menos con me- menester para crear nuestra concepción de la relación entre
nores gastos; ¿el beneficio compensaría el riesgo? Un esfuer- la fuerza y el derecho. Estamos, ciertamente, obligados a re-
zo podrá reducir un cuerpo al volumen de x pulgadas; para conocer que esta relación de hecho, innegable a nuestros ojos,
1
Etimología romana (v. los textos de SCHRADER Just. sur., § 3 de no siempre ha existido; pero nos olvidamos de preguntar si la
jure pers. 6, 3) que, falsa lingüísticamente, encierra, de hecho, una relación, exteriormente distinta del pasado tiempo, respondía
idea exacta. a una concepción interna diferente; no podemos figurarnos
EL FIN EN EL DERECHO 125
124 RUDOLF VON IHERING

Por este doble camino, el egoísmo, bajo su propio impulso,


que lo que hoy nos parece indiscutible, evidente, haya podido llega al derecho. Estos son, entre muchos otros, dos caminos
jamás presentarse bajo un aspecto distinto. Se admite que no que conducen del egoísmo a la moralidad. Aquí, como en otra
siempre se haya visto la verdad con toda su claridad; pero se parte, el egoísmo trabaja, sin saberlo ni quererlo, por el esta-
cree que siempre hubo de ella una idea imperfecta, un obs- blecimiento del orden moral; construye el edificio del derecho,
curo sentimiento. Así se cree que la idea del derecho había en el seno del cual su obra se realiza, y a continuación es
comenzado ya su obra, y por numerosos que hayan podido ser cuando viene a establecer su imperio el espíritu moral. Este
los obstáculos con los cuales chocó en su realización histórica, no puede hacer nada si el egoísmo no le abre el camino. El
era siempre ella, sin embargo, la que hacía avanzar al hombre. espíritu moral aparece siempre en segundo término. En el pri-
El derecho no ha variado; ha progresado gradualmente. El mero, cuando se trata de realizar la obra de fábrica, lo domina
hombre advirtió siempre la oposición entre la fuerza y el de- todo el egoísmo; sólo él es capaz de ejecutarla.
recho; siempre reconoció que aquélla debía ceder ante éste: El egoísmo es quien en el segundo caso, como hemos visto,
su innato sentimiento jurídico se lo imponía. Y si, en el trans- conduce la fuerza al derecho. Aquélla tiende a éste, no como
curso de la historia, el derecho ha sobrepujado a la fuerza, a alguna cosa, que deba recibir, extraña al sentimiento jurídi-
es en definitiva porque el alma humana ha sufrido el influjo co; no como una concepción superior que le impone el senti-
ed la omnipotencia de la idea del derecho. miento de su propia inferioridad: lo engendra espontáneamen-
Esta concepción del desenvolvimiento del derecho, general- te, como su propia ley. El derecho es la política de la fuerza.
mente extendida, es falsa. Tiende a la aplicación de las ideas La fuerza continúa, no desaparece ante el derecho; conserva
modernas al pasado. La historia nos enseña otro cuadro. El su puesto, pero se anexiona el derecho como elemento acce-
derecho no debe a su valor moral, a su majestad, el puesto sorio: se convierte en la fuerza justa. Es lo contrario a lo que
que ocupa en la civilización actual. Su supremacía es el re- hoy en día llamamos el imperio del derecho, donde la fuerza
sultado final de un largo desenvolvimiento, no es el principio. constituye el elemento accesorio de éste. Todavía en tal perío-
Al principio sólo encontramos egoísmo puro. Las edades su- do del desarrollo del derecho, la relación a veces se invierte,
cesivas traen la idea moral, el sentimiento moral. Ya veremos, la fuerza entra en conflicto con el derecho y dicta ella misma
al tratar de la moralidad (cap. IX) cómo ese sentimiento pudo un derecho nuevo; surgen los golpes de Estado del poder
proceder del egoísmo. En este momento sólo vamos a demos- público, que son revoluciones de arriba que corren parejas
trar que el egoísmo pudo llegar al derecho sin la ayuda de con las de abajo. En éstas es la fuerza sin organizar, en aqué-
dicho sentimiento. llas la fuerza organizada, las que se insurreccionan contra el
El trabajo del egoísmo consiste en conciliar los dos ele- derecho existente. La teoría jurídica tiene ocasión de condenar
mentos que constituyen la noción del derecho: la norma y la estas perturbaciones; el mismo trastorno de la relación nor-
fuerza. Dos caminos se le abren para este efecto: la norma mal debería enseñarnos a discernir, finalmente, su verdadero
tendiendo a la fuerza, la fuerza tendiendo a la norma. carácter. El derecho no es el principio superior que rige el
Expondré más adelante la primera operación de una mane- mundo; no es un fin en sí mismo; es sólo el medio de realizar
ra más detallada. El interés de todos en el establecimiento del un fin, que es el sostén de la sociedad humana. Si la sociedad
orden crea la norma, y la preponderancia de las fuerzas de no puede mantenerse en el actual estado jurídico, si el dere-
todos sobre las de cada uno asegura a la norma establecida cho no puede ayudarla, viene la fuerza a remediar la situa-
la autoridad necesaria para vencer la resistencia individual. ción. Son las grandes crisis en la vida de los pueblos y de los
Tal es la conexión en la sociedad del derecho privado. La so- Estados, en que el derecho está suspendido, para las naciones
ciedad es la reunión de seres iguales, unidos por un fin común, como para los individuos. El mismo derecho consagra para
cuya protección está asegurada contra el interés particular los individuos esta situación \ como la ha consagrado en va-
rias constituciones para el Estado mismo. En épocas de crisis,
del individuo aislado. En derecho público la misma conexión los romanos nombraban un dictador, las garantías de la li-
se ve realizada en la República. En uno como en otro caso, bertad civil eran suspendidas, y la fuerza militar substituía
la fuerza no tiene una existencia a priori; la norma aparece
desde luego, la fuerza viene en segundo lugar. En la otra ope- 1
ración, que más tarde explicaremos, el orden de los términos Código penal alemán, art. 54: No hay acto punible, además del
caso de legítima defensa, si el hecho ha sido realizado bajo el imperio
se halla invertido: la fuerza desde luego, la norma a continua- de la necesidad, inculpable e inevitable de otro modo, de salvarse de
ción. El derecho nace del poder del más fuerte que, guiado un peligro actual para el cuerpo o la vida del autor o de uno de los
por su interés propio, limita con la norma su propio poder. suyos.
126 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 127
al derecho. Hoy en día los gobiernos proclaman el estado de hace de éste lo que debe ser. Si la fuerza no hubiese reinado
sitio, dictan leyes provisionales sin el concurso de los poderes antes que el derecho, si con férrea mano no hubiese vencido
públicos. Son válvulas de seguridad, mediante las cuales la las resistencias de la voluntad individual y habituado al hom-
autoridad prevé las necesidades del momento bajo una apa- bre a la disciplina y a la obediencia, ¿cómo hubiera podido el
riencia jurídica. Pero los golpes de Estado y las revoluciones derecho fundar su imperio? Habría edificado sobre la arena.
no se realizan nunca en el terreno del derecho; el derecho se Los inhumanos jefes que han castigado a los pueblos con va-
contradiría autorizándolos y, desde el punto de vista jurídico, ras de hierro, han hecho tanto por la educación jurídica de la
la reprobación es absoluta. Si fuese necesario atenerse a ella, humanidad como los legisladores más sabios que han escrito
todo estaría resuelto. Pero por encima del derecho está la vi- las tablas del derecho. Los primeros han debido existir para
da, y cuando la situación es realmente tal como la suponemos, que los segundos pudiesen aparecer. La misión de la fuerza,
cuando la crisis política coloca a la sociedad en esta alterna- aun la más brutal, en los atrasados tiempos de la barbarie,
tiva: el respeto del derecho o el mantenimiento de la existen- consistió en habituar la voluntad individual a la sumisión y
cia, no hay que vacilar; la fuerza debe sacrificar al derecho obligarla a reconocer un poder supremo. Establecida esta dis-
y salvar la existencia de la nación. Esto son las salvadoras ciplina pudo el derecho fundar su imperio; antes se hubiese
acciones del poder público. En ese momento su acción difun- frustrado. Los pueblos han tenido la clara visión de este es-
de el terror y el espanto; los hombres de derecho la anatema- tado de hecho. No miraban la fuerza de igual modo que nos-
tizan como un atentado a la santidad de éste; pero, frecuen- otros; no les parecía monstruosa ni aborrecible, no le lanzaban
temente, sólo hacen falta algunos años, cuando la calma se ningún anatema; la creían necesaria e inevitable. Sufrían su
ha restablecido, para que el resultado venga a justificar el yugo, comprendían su poder. Así exaltaron siempre la muchas
medio y a cambiar las maldiciones en acciones de gracias. El veces despiadada violencia de sus gobernantes. Por instinto
juicio sobre la empresa depende del éxito; sus autores, que advertían que, en los tiempos bárbaros, una mano de hierro
han violado el derecho, apelan al tribunal de la historia, cuyo debía plegar las voluntades, siempre en revuelta, para lle-
veredicto prevalece siempre. varlas a la concurrencia de un fin común; que sólo los leones
Hemos señalado así el punto donde el derecho invade la podían dominar a los lobos, y encontraban muy natural que
política y la historia, y donde el juicio del hombre de Estado, los leones se comiesen a las ovejas y a los carneros. Coloque-
del historiador, debe prevalecer sobre el del jurista; porque mos en este período de la humanidad a pueblos que llevasen
el derecho positivo, único que este último conoce, sólo regula en el corazón nuestro sentimiento del derecho y de la frater-
las relaciones normales, para las cuales se emplea; pero no nidad humana, y no comprenderemos las atrocidades que la
podría aplicarse a las situaciones extraordinarias, para las historia registra en la cuenta de sus déspotas. Pero las cosas
cuales no ha sido establecido ni podría serlo. Es el derecho se explican, porque ía conciencia de esos horrores, que les
excepcional de la historia (si la palabra derecho está aquí en suponemos gratuitamente, les escapaba, y así todo lo odioso
su lugar), la esporádica aparición de la fuerza en su función se desvanecía. El hombre no veía más que la acción de las
original de fundadora del orden y creadora del derecho. fuerzas naturales; sólo sentía el mal físico que éstas ocasionan,
En este sentido no me es difícil rendir homenaje a la fuerza sin experimentar el dolor moral que nos hace tan espantoso
y rechazar la tradicional concepción del derecho y de la filo- el relato de esas crueldades.
sofía. Uno y otra olvidan el papel, y diré el papel esencial, de De hecho, pues, la fuerza ha desempeñado en la fundación
la fuerza en el mundo. U n c y otra, en la relación entre el de- del orden social un papel distinto del que llena en el estado de
recho y la fuerza, colocan al derecho en primer lugar y hacen derecho organizado, y su misión también era entonces otra.
de la fuerza su servidora humilde, obligada a ciega sumisión. Los mismos pueblos la han juzgado desde un diferente punto
Es entender mal las cosas. La fuerza no es un ser inerte; se de vista. Insisto sobre esto, que es de una verdad general pa-
da cuenta de su importancia y exige del derecho iguales con- ra la historia de la moralidad en el mundo, y combate victo-
sideraciones a las que ella le tributa; ni uno es el amo ni la riosamente el error histórico en que incurren todos los que
otra la servidora; son cónyuges, y para vivir en paz se deben profesan una opinión contraria; mejor aún; defiende a la Pro-
mutuas consideraciones. videncia del reproche de abandono moral que esta opinión le
La fuerza puede, en caso de necesidad, vivir sin el derecho; imputa. La humanidad ha*debido sufrir la fuerza; sólo ésta
ya lo ha demostrado. El derecho, sin la fuerza, es una palabra podía alcanzar el fin entonces deseado: dominar la rebelión
falta de sentido: sólo la fuerza realiza las reglas del derecho y de la voluntad individual, formar su educación para la vida
128 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 129
social. Ha tenido conciencia de su época, como nosotros te- fuerza individual no regulada, y, finalmente, nos elevaremos a
nemos la de la nuestra. La actual concepción de la fuerza y la la concepción de la fuerza organizada bajo la forma de Estado.
aversión que nos inspira, hubieran parecido incomprensibles Nos remontaremos así del individuo al Estado y al Derecho.
a los hombres de los antiguos tiempos: en ello habrían visto
debilidad o cobardía; pero si ellos no hubieran podido com-
prendernos, nosotros podemos y debemos hacernos cargo de
su modo de ver. Es necesario que tengamos esta ciencia; lo
que precede bien lo demuestra. La reinante concepción del
derecho se refiere exclusivamente a su contenido ideal; comete
el error de tener demasiado en olvido el elemento real de la
personal energía. Ya he combatido más de una vez esta falta 3. LA COACCIÓN PROPULSIVA DEL DERECHO. — LA PERSONA.
de juicio 1 . Para ella el ideal del derecho está representado EL PATRIMONIO
por un reloj que sigue su curso regular, sin que mano alguna
lo desarregle. Ya hemos visto que falta mucho para que la
realidad histórica corresponda a esta imagen. El derecho ne- SUMARIO: 119. Defensa legítima de la personalidad.
cesita el concurso de la fuerza efectiva. Lo necesita para su — 120. Defensa legítima del patrimonio.
realización concreta; cuando faltan las instituciones protec-
toras, el interesado debe combatir con sus propias fuerzas (le- 119. DEFENSA LEGÍTIMA DE LA PERSONALIDAD. — La primera
gítima defensa, casos autorizados de justicia privada, guerra). aplicación de la fuerza exigida por el fin de la existencia
Lo necesita' para su formación abstracta; el derecho no se humana, se revela en la personalidad. Amenazado en su exis-
reconoce como la verdad, se establece por la lucha de los in- tencia, en su cuerpo, en su vida, por un ataque del exterior,
tereses: no por la virtud de razonamientos y deducciones, sino el individuo se pone en estado de defensa, rechaza la fuerza
por la acción y la energía de la voluntad general. Con el tiempo por la fuerza (coacción propulsiva). La Naturaleza, que ha
la fuerza efectiva puede revestir, más cada vez, formas que creado al hombre, que lo ha dotado del instinto de conser-
armonicen con el orden jurídico; pero aun en el estado de vación, ha querido ella misma esta lucha; todo ser por ella
derecho organizado pueden presentarse circunstancias en que creado debe mantenerse por su propia energía; el animal lo
la fuerza se niegue a obedecer al derecho. Obra entonces como mismo que el hombre. Puro hecho físico en el animal, este
fuerza desnuda, ya del poder público (golpe de Estado), ya acto reviste para el hombre un carácter moral. El hombre no
del pueblo (revoluciones), y realiza la misma obra que al sólo se defiende, sino que siente que puede y debe defenderse.
comenzar a formar las sociedades: dicta el derecho. Es la legítima defensa. Constituye ésta un derecho y un de-
ber: es un derecho en tanto que el sujeto existe para sí mismo;
Ahora vamos a seguir a la fuerza en esta edificación de los es un deber en tanto que existe para el mundo. Por eso, no
primordiales cimientos del orden social. La historia nada nos teniendo el animal conciencia de su existencia para sí mismo
enseña sobre esos primitivos orígenes; no puede servirnos de y para el mundo, la noción de la legítima defensa no se aplica
guía, y nos basaremos únicamente sobre la noción de finali- más que al hombre. Negar al hombre el derecho de legítima
dad. Demostraremos que los fines de la existencia humana, defensa, ponerle trabas, es rebajarlo más que el animal*.
gracias a la fuerza se realizan. Supondremos, pues, al hombre 120. DEFENSA LEGÍTIMA DEL PATRIMONIO. — Esta protección
entregado desde luego a su sola energía personal, colocándole que el individuo se debe a sí mismo, no se refiere sólo a lo que
en presencia de los fines de su existencia individual a medida es, sino también a lo que tiene, porque tener es existir de más
que éstos se revelan. Haremos constar la impotencia de la completo modo. Legítima defensa de sí mismo es una expre-
sión justa. Protegiendo su haber el individuo se protege a sí
mismo: defiendo su yo, extendido a la esfera de sus bienes.
i Desde luego, con ocasión de la historia del desarrollo del derecho En derecho se presenta el haber bajo dos aspectos: el haber
romano, en mi Espíritu del D. R., t. I, § 10 (Fundación de los dere-
chos por la energía personal), y en otros lugares de la misma obra, de hecho (posesión) y el haber de derecho (propiedad). La
por ej., t. II, § 29, 40; después, en mi Lucha por el derecho. Por mi fuerza también adquiere dos formas cuando se aplica a la de-
parte, al derecho romano debo el concepto de la importancia y legi-
1
timidad de la energía efectiva en derecho; ningún derecho me lo ha Y, sin embargo, lo han hecho. Véase mi Lucha por el derecho. Los
demostrado tan incontestablemente como ese derecho del pueblo más romanos, con su recto sentido, enseñan que vim vi defenderé omnes
enérgico del mundo. leges omniaque jura pcrmittunt. L. 45, § 4, ad Leg. Aq. (9, 2)
130 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 131

fensa del haber: es defensiva cuando quiere mantener el esta- autorizaba al demandante que ganaba el pleito para apode-
do de hecho de la detentación de las cosas; ofensiva, cuando rarse por la fuerza del objeto del litigio. El juicio no ponía
tiende a recobrar la cosa perdida de hecho. El derecho del la mira, como el procedimiento posterior, en una prestación
período civilizado sólo reconoce la legitimidad del empleo de impuesta al demandado, sino que reconocía la existencia del
la fuerza en el primer caso. En el segundo remite al interesa- derecho de propiedad del demandante. La consecuencia prácti-
do a las vías judiciales y castiga severamente toda violencia ca se imponía; el demandante recobraba su derecho expulsando
privada (justicia privada por oposición a la legítima defensa). al demandado. Este último no tenía que moverse; su ausencia
Esta distinción no existe todavía para el hombre tal como o su muerte no impedían el efecto del juicio de reivindicación,
aquí lo suponemos; es decir, reducido a sus propias fuerzas y mientras que otra cosa ocurría en la realización de su derecho
sin gozar aún de la ayuda del Estado. La coacción propulsiva personal, pues era necesario, en este caso, un acto por parte
es su derecho en uno y en otro caso 1. Que yo rechace al que del condenado.
quiere apoderarse de una cosa mía o que la arrebate al que
se hizo dueño de ella, el fin de la fuerza será siempre de na-
turaleza propulsiva; supone una pasiva actitud del adversario 4. LA COACCIÓN COMPULSIVA: LA FAMILIA
con relación a la cosa mía.
¿Se dirá que para el derecho positivo esta extensión de la 121. DEFENSA DE LA FAMILIA. — En la personalidad, el su-
noción de la fuerza no tiene importancia? Yo lo concedo para jeto aparece todavía concentrado en sí mismo; con la propie-
el derecho actual. Pero desde el punto de vista del desarrollo dad sale de sí mismo y abarca también la cosa; con relación
histórico del derecho, no ocurre lo mismo. Por lo que a mí se a esto, basta la fuerza propulsiva. En la familia y en el con-
refiere, sólo el análisis, lógicamente perseguido, de la noción trato, el sujeto traba una relación de correspondencia con la
de la coacción propulsiva, me ha dado la clara percepción de persona, permanente en aquélla, en éste pasajera. Tal pro-
un fenómeno del antiguo derecho romano, comúnmente des- greso implica un perfeccionamiento en los medios de defensa;
cuidado, cuando por completo concuerda con la amplia no- de propulsiva, la fuerza se convierte en compulsiva. El jefe de
ción que sirve de base a la fuerza propulsiva. Según la teoría casa que funda una familia, debe tener autoridad en su casa
moderna, toda apropiación, realizada por el que tiene derecho para que la familia continúe. La misma naturaleza ha trazado
a una cosa poseída por otro, constituiría un acto de justicia las grandes líneas de su situación. Enfrente de la mujer, su
privada. El antiguo pueblo romano lo juzgaba de otro modo.
Este acto no tenía nada de anormal para él; le parecía muy fuerza física y el más arduo trabajo que le incumbe aseguran
natural; y la idea que le guiaba era precisamente la de la su preponderancia; ésta se mantiene respecto a sus hijos, por
fuerza propulsiva, cuya consecuencia directa era la legitimidad la debilidad y por la dependencia bajo la cual se hallan éstos
jurídica del acto. durante años, y que continúa todavía, en su edad más avan-
zada, ejerciendo su influencia sobre las relaciones establecidas
Así se explica el carácter de la protección de la posesión y durante este período.
de la propiedad en el antiguo derecho romano. El poseedor La naturaleza ha hecho, pues, del lazo de familia, una rela-
está autorizado para emplear la fuerza, tanto contra aquel a ción de autoridad y de subordinación. Y sometiendo a ella a
quien ha consentido momentáneamente la posesión jurídica todos los hombres, ha velado para que ninguno entre en la
o de hecho, como contra aquel que le ha privado de ella a su sociedad sin haber aprendido a conocer esta autoridad y esta
pesar. Para los romanos, y aquí está el punto decisivo, esto subordinación, que son la salvaguardia de la existencia del
no era recobrar una posesión perdida, sino mantener una po- Estado. Para todo hombre, la familia es la escuela que pre-
sesión existente 2. El antiguo procedimiento de reivindicación para su ingreso en el Estado, y en muchos pueblos hasta ha
1 servido de modelo del Estado (Estado patriarcal).
Demostrado, para el antiguo derecho romano, en mi Espíritu del No me extenderé más ampliamente sobre las relaciones de
D.2 R., I, § 10. familia; aquí sólo las examino desde el punto de vista de la
En términos de derecho: los interdicta uti possidetis et utrubi
eran interdicta RETINENDAE possesionis. La función recuperatoria de fuerza compulsiva. La noción del deber (cap. X) y la del
estos interdictos era una simple consecuencia de la idea de coacción amor (cap. XI), nos harán volver a ellas.
propulsiva como fuerza que tiende a la defensa de la cosa propia. Los
interdicta unde vi et de precario, al contrario, eran formas de coac- vim fieri veto quo minus... reposaban sobre la idea de la coacción
ción compulsiva; tendían a restituas, es decir, a una prestación posi- propulsiva; es decir, no imponían nada al demandado, pero prohibían
tiva del demandado, mientras que todos los interdictos que tendían a toda resistencia a la justicia privada del demandante.
EL FIN EN EL DERECHO 133

cesaría la certidumbre de que aquélla se realizará, de que la


palabra será cumplida. Eso será la ejecución de la promesa;
obtenida la palabra, la prestación se convierte en realidad.
Es la coacción quien garantiza esta ejecución. El acreedor no
acepta la promesa del deudor sin la condición de estar auto-
rizado para ejercer la coacción. El interés de ambos se halla
comprometido, porque, sin esta facultad, el acreedor no con-
5. LA COACCIÓN COMPULSIVA: EL CONTRATO cluiría el contrato, y los mismos deudores, para obtener ven-
tajas, deberían ser los primeros en consentir la exigibilidad
de sus promesas 1.
SUMARIO: 122. El contrato. —123. Fuerza obligatoria
de la promesa. —124. Crítica del derecho natural. Esta eficacia de la promesa halla su expresión jurídica en
—125. Historia de la obligación romana. —126. la fuerza obligatoria de los contratos. El contrato liga al deu-
ídem. Primer grado: el acto real bilateral. —127. dor; está ligado éste por su palabra, cuando puede ser obliga-
ídem. Segundo grado: el acto real unilateral efec- do a cumplirla, es decir, cuando la ejecución puede tener una
tivo. —128. ídem. Tercer grado: el acto real uni- sanción en la fuerza exterior. La imagen bajo la cual en la
lateral ficticio. — 129. , Cuarto grado: la pro-
mesa bilateral. — 130. Quinto grado: la pro- lengua latina se representa la promesa, es la de un lazo, por
mesa unilateral (a título gratuito). — 237. 1. Pres- el cual el acreedor sujeta al deudor. El lazo está atado (con-
tación real a título gratuito. Donación. —132. 2. trahitur = contractus), desatado (sovitur = solutio), el deu-
Exigibilidad de la promesa a título gratuito. — dor está ligado (obligatio = estar ligado en provecho de otro,
133. Influencia del cristianismo. —134. VOTUM y
POLLICITATIO en la antigüedad. —135. Promesa de de ob, es decir, por, y ligare, ligar; y nexum, de nectere: ligar,
dote. encadenar).
La fuerza obligatoria de la promesa no es un elemento que
122. E L CONTRATO. — La coacción compulsiva no está llama- a ella se añade, sino que resulta de su misma función práctica.
da a sancionar todos los contratos. No se aplica ni a la venta Si la promesa no fuese obligatoria, el préstamo desaparecería
ni al cambio, operaciones que se realizan inmediatamente y del mundo de los negocios; no se prestaría dinero más que a
nada dejan que obligar. Podría objetarse que el comprador los amigos; desaparecerían también de la lista de los contra-
debe ser protegido en la posesión de la cosa y el vendedor tos el arrendamiento de servicios y de cosas. ¿Quién sería el
en la posesión del precio. Pero no es menester para esto la insensato que prestase sus servicios o concediese a otro el
coacción compulsiva; la coacción propulsiva basta. Si las rela- uso de una cosa suya si no estuviese seguro de recibir en cam-
ciones del comercio jurídico estuviesen limitadas a esta forma, bio un salario o un alquiler? ¿Quién pagaría el alquiler anti-
la más sencilla del cambio: la ejecución punto por punto, la cipado debiendo esperar que la prometida contraprestación
coacción compulsiva sería superflua. Pero no todos los con- no se realizase? Sólo el cambio y la venta serían posibles, bajo
tratos se ejecutan así. Tal ocurre en el préstamo, en que el la molesta forma de la ejecución inmediata y recíproca.
prestamista debe realizar la prestación antes de que se haga 124. CRÍTICA DEL DERECHO NATURAL. — Este carácter prácti-
la contra-prestación, la restitución del préstamo, que sólo pos- camente indispensable de la fuerza obligatoria de los contra-
teriormente se efectúa. También en el contrato de arriendo: tos, permite que uno se pregunte cómo la doctrina del derecho
pagúese el alquiler antes o después de usar la cosa, una de las natural ha podido ver ahí un problema difícil, que unos se
dos partes debe realizar su prestación antes que la otra parte han esforzado en resolver y otros han desesperado de encon-
la suya. Hay, pues, contratos que implican necesariamente la trar la solución. Si la cuestión ha cambiado el problema, es
suspensión de una prestación; por consiguiente, una promesa. porque el fin, la función práctica de la promesa, ha sido perdi-
123. FUERZA OBLIGATORIA DE LA PROMESA. — La promesa do de vista. Se ha buscado la razón de las cosas en la natura-
constituye un inmenso adelanto sobre la forma primitiva del leza de la voluntad, no de la voluntad que quiere alcanzar un
contrato que acabamos de citar. Substituyendo la simple pa- fin en el mundo y se vale de sus propios medios para lograrlo,
labra a la prestación inmediata, permite a los contratantes
descontar el porvenir. La promesa desprende al contrato de 1
Aquí hay la misma razón legislativa que hace valer la L. 24, § 1
los lazos del presente; gira una letra contra lo futuro con el de Minor. (4, 4) para loa menores de edad; ne magno incommodo...
fin de proveer al presente. afficiantur nemine cum his contrállente et quodammodo commercio
Mas para que la promesa reemplace a la prestación, es ne- eis interdicitur (interdicto).
134 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 135

sometiéndose a las consecuencias de su propio querer, sino tum nudum) no engendra ninguna acción 1 ; la idea de la
de una voluntad inconsciente de su querer, la cual, concluido fuerza obligatoria de la promesa es extraña a la época antigua.
el contrato, olvida inmediatamente que el éxito reside en la La exigibilidad jurídica de la promesa, es decir, la acción,
permanencia de ese querer. Mirando sólo la simple acción supone que el acreedor haya prestado, dado alguna cosa al
de la voluntad del individuo, no es posible comprender, en deudor. La base de la obligación del que promete reposa so-
efecto, por qué el mismo hombre que ha querido hoy esto no bre la prestación (res) hecha por la otra parte. Nadie prome-
pueda querer mañana lo contrario. Pero esta consideración, te si no es para obtener él mismo. Toda promesa contiene,
puramente psicológica, no se aplica a nuestra'cuestión, que es pues, la obligación de realizar una prestación ulterior, en pa-
de interés jurídico y práctico. No se trata de saber lo que la go de una prestación anteriormente obtenida o jurídicamente
voluntad puede en sí, sino lo que debe querer para alcanzar considerada como tal. La palabra sin la res está desprovista
el fin al cual tiende. Ese fin no comprende indistintamente de eficacia, no obliga. Adquiere fuerza obligatoria por el ele-
todo lo que ella puede proponerse; su objetivo debe conciliarse mento substancial de la res poseída en propiedad.
con el de las otras voluntades que se mueven sobre el mismo Tal es la antigua concepción romana. Durante siglos ha di-
terreno social. Toda la cuestión es de oportunidad histórica. rigido el desarrollo de la obligación romana, como, desde un
La Edad Media admitía la validez de contrato que nosotros principio, atestigua el lenguaje. La etimología, que es la con-
condenamos en absoluto. Hoy en día, y siempre ocurrirá así, servadora de las ideas populares primitivas, nos describe así
la fórmula abstracta en la cual se pretendería exprimir toda la obligación romana.
la teoría de la fuerza obligatoria de los contratos, es tan impo- El deudor (debitor) es el que tiene alguna cosa pertene-
sible de hallar como la de la mejor de las formas de gobierno. ciente a otro (de — habere = deberé, debitor). El acreedor
El derecho de los contratos y las formas de gobierno son he- (creditor) es el que ha dado alguna cosa (duere = dare, cre-
chos que proceden de la historia, y sólo se halla su significa- duere, creditor). La deuda es el dinero entregado al deudor
ción relacionándolos con aquélla; es decir, con las circuns- (aes alienum). Estas tres nociones: deudor, acreedor, deuda,
tancias y las necesidades de la época que los han visto nacer. según su constitución lingüística, evocan las tres la idea de
Abandonando el sólido terreno de la historia para buscar la tener alguna cosa procedente de otro.
solución de la cuestión en la naturaleza de la voluntad subje- A partir de esta concepción realista, la obligación romana se
tiva, independiente de la sociedad y de la historia, la doctrina desarrolla, desembarazándose más y más del elemento subs-
del derecho natural se ha cerrado toda esperanza de hallar la tancial de la res, hasta arrojarlo por completo y dar a luz
clave del enigma: que afirme o que niegue la fuerza obliga- finalmente el simple contrato como tal.
toria de los contratos, está igualmente en falso, porque se pone Para la inteligencia del cuadro de los contratos romanos
en manifiesta contradicción con el mundo real. Este no puede, que voy a trazar, colocándolos en orden de sucesión teórica e
en efecto, en esta materia afirmar ni negar nada en absoluto; histórica, hago la siguiente advertencia sobre las designaciones
todo depende de los fines a la vista en el momento presente. que he adoptado.
El derecho romano es, según creo, el único derecho que da Llamo contrato real bilateral, al que se realiza por presta-
a este aserto un carácter absoluto de verdad. Guiado por el ción recíproca e inmediata; contrato real unilateral, aquel en
fin, el contrato, en ese derecho, se eleva de grado en grado, que una de las dos partes toma la delantera para efectuar la
pasando de la forma más elemental a la más perfecta, sin prestación y en que la contraprestación no se cumple inmedia-
saltar ningún grado intermedio. Se presencia, no sólo un des- tamente sino que permanece en el estado de promesa. Llamo
contrato 'promisorio bilateral, aquel en que ninguna de las
envolvimiento histórico, sino también como una dilatación dos partes realiza inmediatamente su prestación, en que se
teórica de la noción del contrato; tanto los progresos se encade- atienen por una y otra parte a una simpre promesa, y contrato
nan. Esto me lleva a intercalar aquí la historia del desarrollo promisorio unilateral, aquel en que sólo una parte promete,
de la obligación romana. Será exponer bajo otra forma lo que sin que la otra prometa o efectúe una contraprestación. Agre-
he prometido estudiar: la progresión teórica interna de la go todavía que el contrato real unilateral se presenta en dere-
coacción compulsiva en el contrato. Asistiremos a la marcha cho romano bajo una doble forma: con prestación anterior
paralela de la teoría y la historia. 1
125. HISTORIA DE LA OBLIGACIÓN ROMANA. — Según la con- L. 7, § 4 de pact. (2, 14)... Nuda pactio obligacionem non parit.
L. 7, § 5 ib... regula: ne ex pacto actio nascatur. PAULO. Sent. Rec. II.
cepción del antiguo derecho romano, la simple promesa (pac- 14, 1;... ex nudo pacto ínter cives Romanos actio non nascüur
136 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 137

efectiva o ficticia (supuesta jurídicamente). Tenemos así el paso en este camino fué dado por la estipulación. En la forma
cuadro de los actos obligatorios, que representa a mis ojos no presenta ninguna apariencia de una prestación anterior-
la escala histórica del desarrollo de la obligación romana. mente realizada; la idea parece estar eliminada por completo.
126. PRIMER GRADO. — E L ACTO REAL BILATERAL. — El con- Sin embargo, desde el punto de vista jurídico, la prestación
trato de cambio o de venta, con ejecución inmediata (mano ejecutada constituía la base. La estipulación se ha convertido
a mano) representa, desde los puntos de vista económico y en un resguardo de valor recibido, con promesa de una ulte-
jurídico, la más sencilla forma del contrato. El antiguo dere- rior prestación personal. Es el último vestigio de la antigua
cho romano sólo señala en esta materia la venta solemne (la noción de la obligación romana, que el análisis científico per-
mancipatio). El cambio no posee forma particular que le sea mite todavía descubrir. La idea originaria: una obligación de
propia; la fase del cambio aparece ya terminada en el derecho dar no puede nacer más que a consecuencia de una contrapres-
de los contratos. tación previa, se ha desvanecido en cuanto aparece como la
encarnación de la fuerza obligatoria abstracta de la voluntad.
127. SEGUNDO GRADO. — E L ACTO REAL UNILATERAL EFECTIVO. 129. CUARTO GRADO. — LA PROMESA BILATERAL. — Únicamen-
— El préstamo solemne, bajo la forma de nexum, es el primer te los cuatro contratos consensúales del derecho romano: la
caso probado de una obligación que tiende a una prestación venta, el arrendamiento, la sociedad y el mandato, reconocen
futura. Está caracterizado por la ejecución personal inmediata la fuerza obligatoria de la promesa como tal, sin que ningún
que a él va unida. Podríamos llamarle una letra de cambio otro acto material, efectivo (o supuesto, como existía históri-
del deudor girada contra él mismo. La fuerza obligatoria de camente el caso para la estipulación), los ligue a una presta-
la palabra que aquí debe empeñar, como por todas partes en ción anterior. Los tres primeros pertenecen a la categoría de
el antiguo derecho, el que espera hacer resultar un derecho los actos promisorios bilaterales; el mandato está colocado en
del acto concluido reposa sobre el hecho de una prestación la de las promesas unilaterales (véase a continuación). Res-
anticipada de su parte. pecto a las otras formas de obligaciones del derecho romano,
A esta forma solemne del préstamos se unen después el prés- constituyen casos de excepción, muy limitados, tomados del
tamo sin formas, y, en el curso ulterior del desenvolvimiento, derecho internacional privado (jus gentium). No permiten,
los otros contratos reales, nominados e innominados. Todos pues, afirmar que el principio de la concepción antigua haya
se atienen a la antigua concepción romana de que la palabra sido vencido o eliminado. Ni el pueblo romano, ni la juris-
sola, sea la propia, sea la de otro, no obliga al deudor. No prudencia romana, se han hecho jamás a la idea de que en el
está ligado más que cuando la palabra y la prestación van a consentimiento, como tal, pueda residir una fuerza inmanen-
la par. Por eso en los contratos reales innominados sólo aquel te, jurídicamente obligatoria. La jurisprudencia tampoco pro-
que ha ejecutado puede ejercer una acción; hasta el momento porciona la más ligera indicación por la cual se pueda inferir
de esta ejecución el contrato no obliga a ninguna de las partes. que considera esta idea como respondiendo en realidad a la
Sólo la prestación real puede hacer la palabra jurídicamente naturaleza de las cosas. Lejos también de ensayar de extender
eficaz. esos cuatro casos de excepción, los mantiene celosamente en
128. TERCER GRADO. — E L ACTO REAL UNILATERAL FICTICIO. — sus antiguos límites; traspasarlos le parece un peligro y así
Partiendo de esta base, la obligación se desarrolla. Se sujeta lo advierte 1.
exteriormente a la forma primitiva; en realidad, se desemba- 130. QUINTO GRADO. — LA PROMESA UNILATERAL (A TÍTULO
raza de ella. El nexum ofrece el primer ejemplo. El antiguo GRATUITO). — Encontramos aquí el último esfuerzo, y el más
pago efectivo se convierte en un simple acto aparente. Aquel interesante quizá, que el derecho romano ha realizado desde
que en realidad nada había recibido, creaba una deuda de el punto de vista de la exigibilidad de la promesa. Hasta allí
dinero mediante un préstamo ficticio, o la dación se limitaba la obligación sólo ha tenido como objeto los fines de la vida
a la entrega de una sencilla pieza de bronce. Siguió el con- de los negocios, es decir, del egoísmo recíproco. Aquí se separa
trato literal: una suma de dinero era, de una y otra parte, de ese punto de vista. Se eleva hasta la idea de la benevo-
llevada en cuenta como dada y recibida, sin que fuese nece- lencia y de la abnegación. En otros términos: de los contratos
saria Ja dación real. En el nexum el acto real era reemplazado a título oneroso transporta la exigibilidad a los contratos libe-
por un acto ficticio; aquí era un simple reconocimiento lo que rales o de complacencia.
se realizaba. El mismo procedimiento se encuentra en la his-
toria de la letra de cambio», en que el pago real es substituido 1
L. 7, § 4 de pact. (2, 14)... hoc non valebit ne ex pacto actio nasea-
por la cláusula de valor en cuenta (valor recibido). Un último tur, frase que se repite cuatro veces en el mismo texto.
138 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 139

Estos pueden, como los contratos onerosos, revestir una do- al propietario a transferir su propiedad. Para el abandono a
ble forma: prestación inmediata o promesa. Bajo uno y otro título gratuito de una res mancipi, faltaba toda forma en el
aspecto, su objeto puede ser el abandono definitivo de un valor derecho antiguo. La idea de una donación no hallaba su ex-
patrimonial (donación, limosnas), o la pasajera prestación de presión jurídica. El antiguo romano no donaba 1. Durante ese
los servicios de una cosa o de una persona. tiempo, el que quería dar no lo conseguía más que revistiendo
Poseemos así el cuadro de todos los casos y de todas las la donación de la forma de una mancipatio (venta simulada).
formas de los contratos a título gratuito, y al mismo tiempo Únicamente podría desconocer la importancia de este hecho
la regla que debemos aplicar a todo derecho positivo. Si la quien viese en las formas del derecho tan sólo un puro for-
aplico al derecho romano, es porque debo llevar hasta el fin mulismo y no la expresión de ideas fundamentales. Mas para
el desenvolvimiento de la noción de promesa que más arriba el que participe de mi opinión, la mancipatio atestigua que
he bosquejado. Pero, además, aquí se trata, para mí, menos del el más antiguo derecho romano ignora la transferencia de
derecho romano que del progreso del conocimiento del derecho propiedad a título gratuito, y sólo conoce la transferencia a
en general. No me detendré, pues, en la promesa a título gra- título oneroso.
tuito; agregaré un examen de la prestación real a título gratui- Así es el mismo derecho el que obliga a la donación a ocul-
to. Esta colocará en plena luz a la primera. tarse bajo la forma de otro acto, a parecer lo que en realidad
131. PRESTACIÓN REAL A TÍTULO GRATUITO. — DONACIÓN. — La no era. El mismo caso se vuelve a presentar en otros derechos
prestación de servicios a título gratuito no produce efectos en la primitiva fase de su desarrollo 2 , y esta circunstancia da
desde el punto de vista jurídico; como tal no origina ninguna la explicación del fenómeno. La razón no reside en la limita-
cuestión, y por eso la ciencia, con razón, no la considera como ción de la forma establecida para el caso más importante de
un principio jurídico 1 . la transferencia de la propiedad, sino en la limitación del es-
Al contrario, al abandono gratuito del uso de una cosa pre- píritu de egoísmo, que no había podido elevarse a la altura
senta un interés jurídico, en el senttido de que implica la obli- de la noción de donación.
gación de restituir. Para hacer valer ésta, el derecho romano Esta antigua concepción nacional de la donación ha influí-
concede el interdicto de precario, la condictio certi en el prés- do durante siglos sobre la actitud de la legislación y de la ju-
tamo sin intereses y la actio commodati. risprudencia. En forma de ley se manifiesta en las restrictivas
La donación de cosas se manifiesta en derecho por la trans- disposiciones de la lex Cincia y en la necesidad de la insinua-
ferencia de la propiedad. Este resultado es común con el acto ción bajo el imperio. En la teoría jurídica imprime huellas
oneroso traslativo de propiedad, y, para explicarlo, el jurista que mencionaré más adelante. Aun en la época clásica de la
no necesita evocar la noción de donación. En términos de jurisprudencia romana hallamos un concepto de la donación
derecho, la donación de cosas sólo llama la atención en tanto,
que es motivo de una transferencia de propiedad. La distinción tarde; en la época antigua la protección de estas últimas se limitaba
entre la transferencia de propiedad a título oneroso y a título a la actio furti; pero ésta se intentaba no sólo contra el ladrón, sino
gratuito, no es de orden jurídico, sino de naturaleza económi- también
1
contra el encubridor. (Gayo, III, 186; furtum conceptum).
Estos son los mismos términos de POLIBIO, L. 32, 12, 9, cuando
ca. La noción de la donación se confunde con la noción de la refiere la generosidad de P. Scipión para con su madre, hecho inau-
transferencia de propiedad. El derecho romano lo reconoce dito
2
en Roma, donde nadie daba a otro de lo suyo libremente.
plenamente respecto a la tradición. La teoría de la tradición Por ejemplo, en el derecho lombardo,' que establecía en principio
no distingue entre el acto oneroso y el acto a título gratuito. que una donación, especialmente una donación por causa de muerte,
sólo era válida cuando el donatario había entregado al donante un
Otra cosa ocurre con la mancipatio de las res mancipi, única laungeld (lohngeld = salario). STOBBE, Reurecht und Vertragsschluss
forma existente, en el antiguo derecho, para el traspaso de la nach alterm deutschen Recht, Leipzig, 1876, II, pág. 16. Otras pruebas
propiedad romana; es decir, de la propiedad perseguible por que debo a una comunicación del profesor EHRENBERG, son la manu-
vindicatio2. Sólo la venta podía, en esta época, determinar misio per denarium, según el derecho franco, en la cual el esclavo a
libertar ofrece, por su libertad, un dinero que el dueño (para atesti-
1 guar el carácter puramente ficticio del pago) le quitaba de la mano;
No puede ligarse a cuestiones de derecho, a no sobrevenir circuns- y el establecimiento de una relación de dependencia (sea en plena
tancias particulares, por ejemplo, el dolo, el error. L. 26, § 12 de cond. propiedad, sea en menos amplia dependencia, por ejemplo, el vasalla-
ind.
2
(12, 6) la negotiorum gestio. je), mediante una contraprestación aparente (calificada de pretium
Debo reservar la prueba de este aserto para otro lugar (la 2* sec- en sus orígenes). Según el derecho turco, la donación, abstracción he-
ción de la tercera parte de mi Espíritu del D. R.). El efecto de la cha de las relaciones de parentesco, sólo llega a ser irrevocable por
propiedad romana (áominium ex jure quiritium) consistía en la vin- contradonación. V. VON TORNAUW, Das moslemitische Recht, Leipzig,
dicatio; ésta no ha sido transportada a las res nec mancipi hasta más 1855, pág. 145.
140 RUDOLF VON IHERING EL F I N EN EL DERECHO 141

que revela el más estrecho egoísmo; la donación aparece co- ma línea que la de la promesa onerosa. Esta es una necesidad
mo una especie de cambio, en que se da para recibir en pago *. del Comercio jurídico; la otra le es indiferente. El legislador
Sólo para el testamento se abre paso en el derecho la idea de puede acoger o rechazar esta última sin que el curso de los
liberalidad. No exageremos, sin embargo, su valor. La libera- negocios se resienta. Sólo el formulismo jurídico, que se atie-
lidad por acto de última voluntad es esencialmente distinta de ne a la noción abstracta de la promesa, puede hallar contra-
la donación entre vivos. El que da sacrifica una parte de su dictorio que el mismo legislador que concede la exigibilidad a
haber, privándose de ella a sí mismo; los bienes que da por la promesa onerosa, la niegue a la promesa de una liberalidad.
testamento los da por no poderlos guardar él mismo, o, más El derecho romano confirma esta necesaria distinción entre
exactamente, en vez de donarlos, los abandona; es decir, los la promesa a título gratuito y la promesa onerosa. Eran mu-
deja detrás de sí, no pudiendo hacer otra cosa. Si no dispone chas las formas, mediante las cuales consagraba la primera;
de ellos, los bienes vuelven sin su cooperación a sus herederos faltaban para la segunda. La promesa de servicios gratuitos
legales; substituir éstos por otras personas es lo único que le (mandatum) 1 ofrece el primer caso de una promesa a título
permite el testamento. Semejante generosidad sólo tiene u n gratuito, revestida de efectos jurídicos. La comprobación de
valor relativo. Algunas veces la cosa no es rara: un Harpagón la diversidad entre las dos promesas se demuestra con toda
consumado, que no ha realizado en su vida un acto de caridad, evidencia, diversidad querida a despecho de la noción abstrac-
ni ha venido en ayuda de un pariente o un amigo, inscribe ta de la prensa. El que arrienda sus revicios está ligado por
en su testamento los más pingües legados e instituye las más el contrato; el mandatario que los presta gratuitamente pue-
brillantes fundaciones. Estas larguezas, preciosas para los de, bajo ciertas condiciones, renunciar a su misión 2 ; su res-
beneficiados y para la sociedad, no tienen el valor moral de ponsabilidad es menos rigurosa por el mismo hecho de que
una donación. Los dones que hace la mano helada no atenúan realiza un acto de complacencia. Pero un carácter especial se
la sequedad del corazón; el testador no paga de su propia agrega a esta complacencia; interesa, por cierto lado, la vida
bolsa; es pródigo con el dinero de sus herederos legales a. Sólo de los negocios, y es precisamente este interés el que para mí
la mano viviente puede comunicar su calor a la liberalidad. hace necesaria la exigibilidad en esta materia. Hasta en las
Tal es la liberalidad testamentaria en su verdadera acepción. relaciones puramente de negocios, sostenidas, no por un mo-
Pero este mezquino vestigio de liberalidad ocupaba todavía un tivo de benevolencia, sino de simple egoísmo, se puede, por
lugar demasiado grande a los ojos de los romanos. No encon- interés personal, para la continuación de las buenas relaciones,
traba en el derecho ninguna forma propia que le permitiese consentir en aceptar un mandato a título gratuito. Esto no
manifestarse como tal; debía tomar las formas usuales de los es un servicio de amigo propiamente dicho, y el que lo presta,
negocios corrientes. A los herederos, la forma de la mancipa- toma en el mundo de los negocios, en Alemania, el nombre
tio; la institución de heredero toma la apariencia de una venta de amigo de negocios (Gescháftsfreund) o corresponsal. Cuan-
de la sucesión; el heredero, o en su lugar un intermediario do los servicios que hay que prestar presentan una seria im-
(familia? emtor), compra la sucesión. A los legatarios la forma portancia, el romano daba o reclamaba una retribución, y la
del legado per damnationem; es decir, la forma rigurosa de jurisprudencia estaba tan lejos de ver en ello una falta contra
las deudas de dinero, de la deuda del nexum. En resumen: el la esencia de la relación, que, en caso de estipulación previa,
derecho antiguo de Roma no poseía una sola forma que se hasta autorizaba la admisión de la actio mandati3.
adaptase a la liberalidad, tanto entre vivos como por testa- 1
mento; para hacerlas existir recurre a las habituales formas Lo más pronto en el séptimo siglo de Roma. (V. La falta en de-
recho privado. Estudios comp. del Esp. del D. R.). Un caso muy es-
de las relaciones; para la donación de cosas, remite a la man- pecial se hallaba contenido en la promesa gratuita de servicios por
cipatio; para la promesa de donación, a la stipulatio (véase parte de un esclavo manumitido, en el instante de la manumisión por
más adelante); para la institución de heredero, a la mancipa- juramento; la exigibilidad de ésta reposaba sobre el aspecto de la con-
tio; para el legado, al nexum. tiaprestación: la libertad. L. 1 pr. de bon. lib. (30, 1), ad REMUNERAN-
DUM tam grande benejicium. L. 26, § 12 de cond. ind. (12, 6)... natura
132. EXIGIBILIDAD DE LA PROMESA A TÍTULO GRATUITO. La DEBET.
exigibilidad de la promesa a título gratuito no está en la mis- 2 § 11, Inst. Mand. (3, 27); L. 22, § últ.; L. 23, 25, Mand. (17, 1); co-
mo del depósito, L. 5, § 2, Dep. (16, 3), y el arbitrio, L. 9, § 4, 5, L. 10,
1 L. 3 11, pr., L. 15, L. 16 de recept. (4, 8).
L. 25, § 11 de her. pet. (5, 3)... ad remunerandum sibi aliquem na- L. 6, pr. Mand. (17, 1), Si remunerandi causa honor intervenit
turaliter
2
obligaverunt... velut genus quoddam hoc esse permutationis. erit mandan actio. El carácter de negocio del mandato no podría ser
L. 1 pr. de don. mort. c. (39, 6)... habere se vult, quam eum, cui expresado más claramente. Un amigo no estipula honorarios por un
donat; magisque eum donat, quam heredem suum. servicio, y un contrato a título esencialmente gratuito no puede dar
142 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 143

Deduzco de aquí que la promesa del abandono temporal, a fluencia que el cristianismo ha podido ejercer en el mundo
título gratuito, de una cosa o de un capital, no lleva consigo romano-bizantino, en la hora de su decadencia, basta arrojar
fuerza obligatoria alguna, aun cuando haya sido concluida una sola mirada sobre el número de fundaciones piadosas men-
bajo forma de estipulación 1. Sólo la promesa de donación te- cionadas en las constituciones de los emperadores romanos,
nía fuerza obligatoria en derecho romano; pero era menester para darse cuenta de la profundidad del efecto moral ejercido
que fuese concluida bajo forma de estipulación; así es tam- por la nueva religión. Esta ha llegado al mundo por la senda
bién como la donación de cosas para la res mancipi debía ha- de la caridad y de la beneficencia. Es el cristianismo quien
cerse por mancipatio. La forma propia faltaba, por la razón elevó la caridad al puesto de un factor social importante. Esta
de que el acto mismo era contrario al espíritu romano. La recibe la hermosa misión de endulzar las miserias de las clases
prueba se halla en la excepción concedida en los dos casos por desheredadas, misión social a la cual había faltado el comercio
la lex Cincia contra-un acto al abrigo de toda crítica de forma. jurídico, guiadp sólo por el egoísmo. La caridad fué también
Deducimos que el derecho antiguo no conocía para las dona- llamada para ayudar a la fundación de la Iglesia cristiana,
ciones ninguna forma especial. proporcionando á este efecto los medios económicos necesarios.
Bajo JUSTINIANO fué cuando se sustrajo a la promesa de Para alcanzar este fin, el cristianismo debía vencer al egoísmo
donación de la realización de una forma cualquiera: la misma en el derecho romano. Y, para gloria suya, lo ha vencido. Gra-
estipulación fué abandonada. Se hizo un contrato simple, sin cias a él, la beneficencia y el amor han obtenido derecho de
formas (pactum), en que la donación se presentaba franca- ciudadanía en la legislación.
mente con su carácter propio. Durante más de mil años, el 134. Votum Y Pollicitatio EN LA ANTIGÜEDAD. — La anti-
derecho romano se había negado a reconocer el carácter jurí- güedad no ha reconocido fuerza obligatoria a la promesa a
dico de la promesa de donación como tal promesa. Esto de- título gratuito más que en dos casos: el del votum y el de la
muestra cuál era su concepto de la donación. ¿Cómo ha podido pollicitatio, que servían, uno y otro, para la consagración * a
JUSTINIANO romper con él? los Dioses y a la Comunidad. Pero aún aquí, en su generosi-
133. INFLUENCIA DEL CRISTIANISMO. — Yo creo encontrar la dad para con lo que reconocía como más elevado, la divinidad
explicación en la influencia de las ideas cristianas 2. Cualquie- y la patria, el romano permanece fiel a su egoísmo y reserva
ra que sea la opinión que se profese sobre la renovadora in- a éste su parte. Para él el votum es una especie de contrato
real innominado, concluido con la divinidad; no es una pura
lugar a una acción para u n a contraprestación. E s necesario tener u n promesa, desinteresada, de donación, sino una prestación bajo
concepto m u y inexacto de los procuradores romanos, para creer que la condición de una contraprestación, y su fuerza obligatoria
por pura benevolencia se sometían a todas las penas y dificultades de
sus funciones. La L. 10, § 7, Mand. (17, 1), señala expresamente la se extiende igualmente sobre la res 2. Tampoco la pollicitatio
oposición entre el procurador y el amigo: qui ñora ANIMO PROCURA TO- obliga a título de pura liberalidad 3 ; debe estar basada sobre
RIS intervenit, sed AFFECTIONEM AMICALEM promisit... mandati NON te- una justa causa, sea que la Comunidad, de su parte, haya otor-
neri; comparada con la distinción de la L. 42, de neg. gest. (3, 5)...
ROGATU... MANDATU, y para la act. mandati contraria, en la L. 1, § 14,
gado o deba otorgar alguna cosa 4, o que algún desastre la haya
Dep. (16, 3)... SUASERIS... MANDASTI; y L. 2 de p r o x . (50, 14) MONSTRAT
magis nomen quam MANDAT 1
Liberalidad en favor de u n fin, por oposición a la favorable a una
1
El juez romano no podía condenar a una prestación real, sino t a n persona: la donación.
sólo a los intereses; sin embargo, en semejante caso difícilmente ha- 2
Según la fórmula: da ut facías: ¡ayudadme, yo os daré! Esto, a la
bría admitido la honesta causa (L. 76, § 1, de furt. 47, 2), y podría yo verdad, no aparece dicho expresamente en parte alguna, pero resulta
aplicar aquí la decisión de la L. 3, § 4 de usur. (22, 2): non sine rubore con exactitud de las numerosas fórmulas de BRISSONIUS, de vocibus
desiderabüur. V. también los términos de la L. 14 de prec. (43, 26)... ac formulis, L. 1, c. 159 s.; todos los vota están concebidos en con-
nullo eo nomine actio civilis est, magis enim donationes et beneficü dicional.
causam, quam ad negotii contradi spectat precarii conditio, y la ma- 3
L. 1, § 5 de poli. (50, 12); qui non ex causa reipublicoe pecuniam
nera cómo en la L. 27 de donat. (39, 5), el jurista m a n t i e n e en pie la pollicentur, liberalitatem perficere non coguntur.
concesión gratuita de una habitación en este caso particular: officium 4
L. 1, § 1 de poli. (50, 12). Si quídam ob honorem promiserit decre-
quadam MERCEDE remuneratum Regulum. Sabemos del precario que tum sibi vel decernendum vel ob aliam justara causam tenebitur ex
el convenio de una duración determinada no llegaba a ser valedero
ni por la ejecución, y que el demandado no tenía ninguna excepción pollicitatione. E n la formación de la expresión pollicitatio, el lenguaje
contra una prematura renuncia. L. 12 de prec. (43, 26) sed nulla vis h a tenido presente los casos de previa prestación de parte de la co-
est hujus conventionis, ut rem alienara invito domino possidere liceat. munidad. Polliceri viene de pole (poderoso, fuerte), liceri (ofrecer,
2 s u b a s t a r ) ; el pollicitator es el que h a hecho u n a oferta más elevada
La constitución en la cual toma esta disposición, llama expresa- a una Comunidad por u n a cosa (el honor), de la cual dispone; es,
mente a las instituciones religiosas. L. 35, § 5, Cod. de donat. (8, 54), pues, todavía u n contrato real: do ut facías. La obligación asumida
piis actibus vei religiosis personis.
144 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 145

herido, o que la promesa, gracias a un principio de ejecución, fin que quiere cumplir como condición de la existencia social,
haya pasado de la simple palabra a un estado de hecho real. no puede realizarse más que con ayuda de la coacción. Esta
135. PROMESA DE DOTE. — A los dos casos citados se agrega a su vez llama al derecho para que la organice.
un tercero; pero es también para reconocer inmediatamente
que sólo presenta una aparente liberalidad. Se trata de la pro-
mesa de dote. Hasta bien avanzada la época imperial, la dote
se constituía bajo la forma de una stipulatio, forma usada en
los negocios. La dote, por oposición a la donación, ha sido siem-
pre un negocio para los jurisconsultos romanos, aun cuando
se trata del marido que la recibe. Justifican esta apreciación 6. LA REGULARIZACION ESPONTANEA DE LA COACCIQN.
diciendo, que el marido .plebe soportar las cargas del matrimo- LA SOCIEDAD
nio, y que la dote no tiene otro objeto que proporcionarle la
parte de la mujer para el pago de las cargas x. Además, existía
aún, para ciertos casos, la promesa unilateral de dote (dotis SUMARIO: 136. Organización social de la coacción. —
dictio), es decir, la misma forma que en los casos del votum 137. Comparación del mecanismo de la sociedad
y de la pollicitatio. Pero aquí de nuevo la parte de negocio con el del Estado.
coloca el elemento de liberalidad en último término; la dotis
dictio suponía siempre una deuda preexistente 2; era una vez 136. ORGANIZACIÓN SOCIAL DE LA COACCIÓN. — Hasta aquí he-
más la res quien servía de base a la promesa. La exigibilidad mos tratado de remontarnos a la razón primera de la existen-
no fué agregada a la simple promesa de dote, como tal, hasta cia de la coacción en la sociedad civil. Cualquiera que sea la
la época cristiana, bajo Teodosio y Valentiniano. forma de que el Estado la reviste y la medida en la cual se
sirve de ella para realizar sus propios fines, el primer germen
Volvamos sobre nuestros pasos. Habíamos dejado el camino de la coacción, como institución social, la primera necesidad
que seguíamos, para establecer que la existencia de la coac- de su organización, existe en el individuo. El fin de existen-
ción compulsiva es un hecho histórico. Acabamos de ver que cia del individuo no puede alcanzarse sobre la tierra sin la
el móvil de la obligación no es la idea abstracta de la volun- coacción. En ella se encuentra la raíz misma del derecho: la
tad, sino el fin práctico. Ahora bien; la idea de fin es relativa; justa fuerza.
su valor práctico en derecho no depende de la concepción de
un individuo aislado, sino de la de todo un estado social exis- Con saber que la coacción es una necesidad, no quedamos
tente. Contribuir a la realización de los fines de la sociedad, muy instruidos. Lo que nos importa conocer es la eficacia de
es interés de todo; es asegurar de todos la existencia; el dere- su resultado. ¿De qué le sirve al propietario o al acreedor la
cho, señalándole la forma de la obligación, no hace más que facultad de ejercitar su derecho por medio de la coacción, si
asegurar la existencia de la sociedad entera. la fuerza está de parte de su contrario? En este caso poseen
un arma de dos filos que puede lesionar a ambos. La organiza-
No estamos aún en la noción del derecho; nos encontramos ción social de la coacción está comprendida en esta cuestión:
en la fase que precede a su advenimiento: la de la coacción poner la preponderancia de la fuerza de parte del derecho.
individual necesaria para la realización y la garantía del sos-
tenimiento de las condiciones de la existencia social. Todo Es fácil esquivar la dificultad diciendo que el Estado ha
nos conduce, entre tanto, hacia el derecho; éste proyecta su cumplido esta tarea y no hay lugar a investigar cómo lo hizo.
sombra sobre todos los fines sociales, que el individuo, reduci- No quiero turbar el reposo de los que se contentan con esta
do a sí mismo, debería realizar por su propio esfuerzo. Todo explicación; pero a mí no puede satisfacerme si quiero llevar
mi demostración hasta el fin y exponer el uniforme y conti-
nuo desarrollo de la noción de coacción en la sociedad civil,
por el subastador es francamente calificada como aes alienum por la desde su origen en el individuo hasta su término final en el
L. 6, pr. ibid., y como quasi debitum por la L. 3 pr.
1
Con preferencia a los demás textos, cito solamente la L. 19 de Estado y. el Derecho. El que no se juzga a sí mismo bastante
O. y A.. (44, 7), donde la lucrativa causa de la dote está expresamente fuerte para proteger su derecho contra la violencia, buscará
rechazada y el aspecto de la contraprestación puesto en evidencia. un socorro extraño, ya en el momento mismo en que ese de-
2
La dotis dictio puede ser hecha por la mujer, su deudor, su padre, recho está en peligro, ya desde la adquisición de tal derecho.
Ulp. VI, 2; es decir, por las personas que están ya obligadas civiliter
o naturaliter, y que no dan, por lo tanto. Las relaciones internacionales nos proporcionan diarios ejem-
146 RüDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 147

píos: en la alianza, para el primer caso; en la garantía, para que separan al Estado y la sociedad, la regularización de la
el segundo. Si estas dos formas rudimentarias, que datan de fuerza por el interés es la misma para ambos. La sociedad
los primitivos orígenes del derecho, se han conservado en la contiene el prototipo del Estado, lo reproduce en todas sus
vida de los pueblos, es porque la idea del derecho sólo ha ob- líneas. En principio, y según la historia, es la asociación la que
tenido, en esta vida, un desarrollo incompleto. En todas partes dirige la transición entre la forma irregular de la fuerza en el
donde ha recibido una organización perfecta, se han converti- individuo y la regularización de la fuerza por el Estado. Y
do en superfluas y han desaparecido. Realizan estas formas el esto, no solamente en el sentido de ofrecer el espectáculo de
primer problema del derecho: asegurar la preponderancia de la reunión de varias personas unidas por un fin común cuya
éste sobre la fuerza. realización escaparía a un esfuerzo individual —extremo cu-
Formas insuficientes, en verdad, porque su resultado es ya importancia social ya hemos comprobado—; pero también
siempre incierto. El que está amenazado busca aliados; pero desde el punto de vista más elevado, en el cual resuelve el
el que amenaza puede hacer otro tanto. El que reúna mayor problema de colocar la preponderancia del poder del lado del
número de partidarios será el más fuerte, y no es el derecho, derecho. Lo consiguió substituyendo la lucha de dos intereses
sino el azar quien hará el victorioso. La garantía ya vale más, particulares, que se combaten sin perspectiva asegurada de
aunque sin presentar mayor certidumbre; la historia de los triunfo para el derecho, por la oposición entre el interés ge-
pueblos lo atestigua. Porque, ¿qué garantías hallar contra el neral y el particular *, lo cual decide la cuestión. En la socie-
que sale garante? Mientras su interés vaya de acuerdo con el dad todos los asociados se ligan contra el que quisiera hacer
del garantido, todo peligro está apartado; pero, cuando los prevalecer sus intereses accesorios enfrente del interés común
intereses entran en lucha, la garantía sufre una prueba a la fijado por el contrato, o que se negase a las obligaciones asu-
cual sucumbe con frecuencia. midas en virtud de éste; todos los asociados reúnen sus fuer-
Parece que el derecho puede encontrar ahí una indicación zas contra aquél solo. La preponderancia del poder se pone del
que le permitiese poner a la fuerza de su parte: consistiría en lado del derecho, y así es como se puede decir que la sociedad
asentar la garantía sobre el interés propio, mediante la reci- es el mecanismo de la fuerza, regularizándose por sí misma
procidad. La alianza ofensiva y defensiva realizaría este obje- en la 'medida del derecho.
to. Pero este medio puede todavía faltar en su efecto, si el que A este razonamiento cabría objetar que un asociado solo
amenaza recurre a él por su parte, y será de nuevo el azar, puede tener, en ciertos casos, mayor poder que todos los de-
no el derecho, quien pronuncie la última palabra: el más más reunidos; que una mayoría podría formarse con la mira
fuerte prevalecerá. de perseguir intereses particulares a costa de los intereses
Tal es la situación para los peligros del exterior; pero otra sociales. Pero yo contesto que mi razonamiento se fija en el
cosa ocurre cuando se trata del interior. Aquí tocamos, por funcionamiento normal de la sociedad, tal como lo trazan su
fin, el punto saliente de la organización del derecho. Reside fin y su destino. En este normal estado, la sociedad procede
en la supremacía del interés general sobre los particulares del modo que yo ensalzo: pone el poder al servicio del interés
intereses del individuo. común. Circunstancias anormales pueden, seguramente, traer
Cuando los intereses comunes están amenazados, todos los los peligros en cuestión. Puede evitar el primero por sí misma
ciudadanos entran en la liza; cuando se trata de un interés acrecentando el número de sus miembros. En una sociedad
particular, el individuo sólo se alza. A igualdad de fuerzas la compuesta de diez miembros, cada asociado tiene nueve con-
sociedad aventaja al individuo, y será más poderosa cuanto tra él; si la componen cien, son noventa y nueve contra uno;
más numerosa sea. en la sociedad del Estado son millones los que constituyen
137. COMPARACIÓN DEL MECANISMO DE LA SOCIEDAD CON EL el poder público.
DEL ESTADO! — Lo que acabamos de decir nos dibuja la orga- El término del problema que acabamos de examinar estriba,
nización social de la coacción: supremacía de la fuerza que pues, en el hecho de que la asociación es más poderosa que el
protege los intereses generales sobre la que está al servicio individuo, y que, por lo tanto, cuando llega a tener que usar
del individuo en su interés particular, la omnipotencia se halla de este poder para mantener su derecho contra el individuo,
de parte de la generalidad. la supremacía es siempre de ella, es decir, del derecho.
En derecho privado, la reunión de varias personas con la Lo expuesto se aplica a la sociedad de derecho privado lo
mira de perseguir un interés común, está representada por la 1
Quod PRIVATIM interés UNIUS ex socüs... et quod SOCIETATI expedit.
sociedad. Cualesquiera que sean, por lo demás, las diferencias L. 65, § 5, pr. soc. (17, 2).
148 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 149

mismo que a la sociedad de derecho público o al Estado, pues- nado al hombre privado), lo que cada uno tiene para sí solo,
to que son idénticas, en efecto, y sus caracteres fundamentales y de lo cual excluye a los demás. Toda la antítesis se mueve
son los mismos: alrededor de la comunidad o del exclusivismo del provecho.
1. La comunidad del fin. Es la base del derecho público y del derecho privado. Lleva
2. La existencia de normas que regulan la persecución de más lejos aún: la oposición entre una casa.particular y un
este fin, sea bajo forma de contrato, lex privata, sea bajo for- local público no atañe al derecho; una y otra se hallan en la
ma de ley, lex publica. propiedad privada; pero su empleo económico es distinto. Una
3. Objeto de estas normas: la situación jurídica de la comu- sirve exclusivamente a su propietario, el otro está a la dis-
nidad y de los individuos, sus derechos y sus deberes. posición del público.
4. Realización de estas normas, a pesar de la resistencia La antítesis se presenta de nuevo en cuanto a las sociedades
del individuo, mediante la coacción. y asociaciones. Su distinción jurídica, desde el punto de vista
5. Administración, es decir, libre persecución del fin por los de su estructura, no tiene importancia para el fin que perse-
medios puestos al servicio de la sociedad, dentro de los límites guimos. Vamos sólo a examinarlas en cuanto*a la diversidad
trazadas por las normas, y todo lo que con esto se relaciona; de su fin, que hace a las segundas accesibles al mayor número
necesidad de un órgano especial a este efecto, cuando hay y convierte a las primeras en círculos cerrados.
un gran número de miembros (Consejo de administración, go- La sociedad comparte, con todas las demás'• relaciones del
bierno). Distinción, entre ellos, por quién y para quién se derecho privado, el carácter fundamental detestar destinada
efectúa la administración (comisionados, funcionarios-accio- exclusivamente para aquellos que han creado la relación ju-
nistas, conciudadanos, subditos); peligro que puede resultar rídica (principio de exclusión).
del empleo de las fuerzas de la sociedad en contra de los inte-
reses de ésta y en el interés personal de los administradores, Como todo copropietario, cada uno de los asociados posee
peligro tan temible en la sociedad pública como en la privada; su parte determinada en el haber social. Esta parte puede
y, finalmente, medio de protección en la inspección ejercida estar representada bajo la forma de fracción. Cada uno de ellos
sobre los administradores por la sociedad misma (Asamblea es partícipe, y, en la medida que lo es, su parte se halla tan
general, Cámaras de representantes). exclusivamente protegida como la propiedad entera pertene-
La transición de la sociedad de derecho privado al Estado ciente a un exclusivo interesado. Cada parte constituye de al-
se opera, en teoría, mediante una formación intermediaria: la gún modo una célula jurídica independiente. De aquí resul-
sociedad pública. ta que la renuncia o la muerte no hacen perder al asociado lo
que le corresponde en la gestión anterior a uno u otro caso.
En las asociaciones, la situación es distinta. La posición ju-
rídica de los miembros no puede traducirse bajo la forma de
una parte determinada; no son partícipes, son miembros. De
aquí resulta que, en caso de renuncia o defunción, han per-
dido todo derecho a la cuota del patrimonio común que les
correspondería según el número actual de los que forman
7. LA SOCIEDAD PUBLICA parte de la asociación. La diferente manera como la sociedad
y la asociación son provechosas para sus miembros, es la re-
producción exacta de la distinción existente entre fruí y uti.
SUMARIO:138. Sociedades y asociaciones. —139. For- El frui es divisible, el uti es indivisible. En el frui el concur-
maciones mixtas. —140. El Estado. so de varios aparece bajo la forma de cuotas determinadas;
cada parte nueva hace a las otras más pequeñas; cada parte
138. SOCIEDADES Y ASOCIACIONES. — Se llama público (popu- que desaparece las hace mayores. El uti, al contrario, es ejer-
licum, publicum) lo que está destinado a todos, al pueblo; cido en totalidad por cada uno de los interesados. Si las cosas
lo que para todos está abierto 1 . La antítesis de publicum es se prestan a ello, los caminos públicos, por ejemplo, millares
privatum, propium (quod propio, es decir, lo que está desti- de individuos pueden participar de las mismas sin que el uti
> L. 1 de loco publ. (43, 7)... ad usum OMNIUM pertinet, L. 1, § 6 de
de uno solo se vea limitado. Frui expresa la relación de so-
susp. tut. (26, 10) quasi PUBLICAM esse... hoc est ómnibus PATERE, § 2, ciedad, uti la de asociación. Cuando once socios deben repar-
I. de inut, stip. (3, 19)... usibus POPULI. tirse los frutos o las rentas de una cosa, allí donde antes no
150 RUDOLF VON IHERING E L FIN EN EL DERECHO 151

eran más que diez, cada uno de los diez ve disminuida su par- conservan exclusivamente el frui para ellos, y no conceden a
te. Al contrario, las ventajas que la asociación ofrece a sus los últimamente llegados más que la participación en el goce
miembros no disminuyen en nada por las nuevas afiliaciones: del uti. De ahí, en la misma asociación, dos clases de miem-
lejos de esto, generalmente resultan más bien un aumento, bros con distintos derechos, unos gozando del pleno y otros
una gran asociación, que puede procurar a sus miembros ma- poseyendo sólo un derecho limitado. La relación así organi-
yores satisfacciones. Por eso la asociación acoge gustosa nue- zada es para estos últimos depresiva e irritante.
vos adeptos; ella misma los busca, y debe buscarlos, esté su Así ha originado en todas las épocas las más violentas lu-
fin limitado a los intereses de diversos miembros (asociación chas, desde el tiempo en que el patricio romano había excluido
de interés particular) o tenga por mira la persecución de in- al plebeyo del ager publicus hasta nuestros días. Contiene
tereses generales (asociación de interés general). En efecto, esta relación, por lo demás, una contradicción intrínseca y
toda nueva recluta aumenta la riqueza y refuerza, el elemento constituye una mescolanza de sociedad y asociación. La oposi-
moral de la asociación, sintiendo sus miembros aumentar la ción entre las dos es irreductible, y ambas instituciones deben
fe en su utilidad, su vitalidad, su porvenir. El espíritu de combatirse sin tregua, hasta que por fin venza la asociación.
cuerpo se desarrolla halagando su vanidad y aguijoneando su 140. E L ESTADO. — Con la asociación llegamos al nivel del
celo y su interés. Así todas las asociaciones en sus estatutos Estado. En su forma el Estado permanece colocado en la mis-
prevén la entrada de nuevos miembros. Negarse a ello sería ma línea que las otras asociaciones, cualesquiera que sean, por
condenarse a perecer. En toda asociación, el acceso es libre; lo demás, y abstracción hecha de la Iglesia, la superioridad
se buscan por todos los medios nuevos partidarios; es la ma- de su destino social y la creciente riqueza de su desarrollo.
nera de ganar en poder, en consideración, en influencia. La Cuando, agregándolo a los elementos que ya comparte con el
exclusión es de esencia en la sociedad, la expansión es la ca- Estado, la asociación comprende además el de la publicidad,
racterística de la asociación, desde la más importante a la más es decir, de ser accesible a todos, la última diferencia entre
humilde 1 : es común al Estado y a la Iglesia, a las asociaciones ella y el Estado se desvanece: la institución es perfecta y capaz
políticas, religiosas, científicas, mundanas. El Estado conquis- de perseguir todos los fines de la vida social. La asociación
ta; la Iglesia hace proselitismo; las asociaciones propaganda. traduce de un modo absoluto la forma de la organización so-
Los nombres difieren; las cosas son las mismas. cial. De todos los fines de la vida social no hay uno al cual no
139. FORMACIONES MIXTAS. — Pero hay asociaciones, en otro pueda aplicarse, y la historia no nos descubre uno que no haya
tiempo numerosas, que concebidas originariamente como aso- sido realizado, gracias a ella, a continuación de los esfuerzos
ciaciones y destinadas como tales a extenderse, se han trans- individuales. Si los fines particulares del individuo sólo pue-
formado en una especie de organismo anfibio, término medio den ser realizados mediante el derecho privado, los intereses
entre la asociación y la sociedad. Tales son las sociedades que, sociales no podrían serlo más que por la asociación. Las rela-
para expresarlo breve y jurídicamente, dan a sus miembros, ciones jurídicas concernientes al individuo son necesariamente
al lado del uti, un frui; por ejemplo, en las relaciones comu- exclusivas, concentradas en él mismo y cerradas para todos
nales, ciertas partes en los terrenos, bosques, etcétera, de la los demás; las de la comunidad social son amplias en todos
comunidad. Mientras los bienes objeto de este goce son bas- lados y accesibles a los individuos capaces de cooperar a la
tante considerables para que las partes de los comunistas exis- realización de los fines sociales.
tentes no estén disminuidas por la participación de los llega-
dos más tarde, los primeros no tienen razón para quejarse. Pe- La asociación pertenece al derecho público, o, para hablar
ro cuando las cosas varían, el peligro surge. El egoísmo halla más exactamente, éste se adapta a ella por entero, como el
entonces medio de salvar la situación; los antiguos miembros derecho privado se adapta al individuo. Es cosa arbitraria, en
mi sentido, limitar la noción del derecho público al Estado y
1
Y precisamente en aquéllas que, desprovistas de fines serios, vi- a la Iglesia. Uno y otra, es cierto, comprenden hasta tal punto
ven de nulidades: nombres, banderas, colores, presidencias, séquitos, las contingencias todas de la vida, que cualquier otra asocia-
reuniones, vanidad, envidia; esta tendencia produce frecuentemente ción parece infinitamente pequeña en la organización social.
los más divertidos resultados. Hay en el hombre una parte de locura, Pero no es menos cierto que el 'Estado y la Iglesia son en el
una manía sine delirio que concuerda perfectamente con la salud in-
telectual para todo lo demás: la locura de sociabilidad, que da jugue- fondo asociaciones de interés general. La diferencia entre unas
tes a los niños grandes. En Inglaterra, donde la tendencia a la asocia- y otras no reside en su construcción, su mecanismo jurídico o
ción se ha desplegado o más sana y abundantemente, parece al mismo su forma, sino en su función, su objeto, su contenido. Aunque
ti^mno haber producido en gran masa estas regocijadas excrecencias, el Estado —y pienso lo mismo de la Comunidad— haya absor-
como lo atestigua la encantadora rechifla de DICKENS en su Pickwick.
152 RüDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 153
bido poco a poco al desarrollarse casi todo lo que constituye sión, he contestado en el capítulo VII: mediante el salario,
la vida social, es indudable, no sólo que en la aurora de la desde luego; y agregué en el capítulo VIII: por la coacción
historia su misión era relativamente modesta y se limitaba en en seguida. La organización social de la coacción constituye
el fondo al mantenimiento de la seguridad interior y la paz el advenimiento del Estado y del derecho. El Estado es la
exterior, pero también que nuevos fines, extraños al Estado, sociedad convertida en detentadora de la regulada y discipli-
surgen todos los días y son perseguidos por la asociación, has- nada fuerza de la coacción. El derecho es el conjunto de prin-
ta que, maduros para la vida social, se amalgaman y funden cipios que forman esta disciplina. Esta fórmula no da la esen-
en el gran depósito del Estado. Asunto privado antes, de aso- cia entera del derecho. Lo he comprobado al demostrar cómo
ciación después, hoy en día la enseñanza se ha convertido en el Estado, en el curso de su desenvolvimiento, adopta sin ce-
institución del Estado. Tal fué también, y tal ha llegado a sar nuevos fines que antes le eran extraños. Mas por diversos
ser, la beneficencia pública. Individuo, Asociación, Estado, es y numerosos que sean los fines que el Estado se ha encargado,
la gradación histórica por donde se elevan las instituciones y se encargará todavía de realizar, hay uno que domina todos
sociales. El individuo discierne desde luego el fin social, lo los demás, que siempre el Estado tiene presente, al cual debe
recoge la asociación, el Estado se apodera de él cuando ad- su existencia y que constantemente se le impondrá. Es el fin
quirió toda su madurez. Si es permitido trazar el porvenir en jurídico: formar el derecho, asegurar su imperio; esta misión
vista del pasado, llegará un momento en que el Estado habrá del Estado coloca la restante obra del mismo en último tér-
absorbido todos los fines sociales. La asociación es la precur- mino. Sus otras diversas tareas surgen cuando aquélla ha sido
sora del Estado; todas las asociaciones de interés general se realizada, y sólo entonces puede emprenderlas. La adminis-
funden, finalmente, en el Estado; no es más que cuestión de tración del derecho es la función primordial del Estado.
tiempo. Esto nos conduce a la relación que existe entre el Estado
y la sociedad. Creo expresarla del mejor modo en estos tér-
minos: el Estado es la sociedad usando su poder coactivo;
para ejercer este poder toma la forma del Estado. El Estado
es, pues, la forma del ejercicio regulado y asegurado de la fuer-
za de coacción social; brevemente dicho: es la organización
de la coacción social. A primera vista parece resultar de aquí
8. EL ESTADO. SEPARACIÓN DE LA SOCIEDAD que el Estado y la sociedad deben confundirse, y lo mismo
que ésta abarca la humanidad entera, el Estado debería tam-
bién regir el universo entero. Pero es más limitado su imperio.
SUMARIO: 141. Organización social de la coacción. La sociedad es universal. El territorio circunscribe geográfica-
mente la acción del Estado; su soberanía no pasa la frontera.
141. ORGANIZACIÓN SOCIAL DE LA COACCIÓN. — Después de El establecimiento de la coacción social marca el punto en
muchas vueltas hemos hallado por fin la forma superior del que la sociedad y el Estado se separan. El Estado cede el
empleo de la fuerza para los fines humanos, la organización paso a la sociedad, la cual no conoce límites sobre la tierra.
social de la coacción; en una palabra: el Estado. Habríamos Pero como si en ello tuviese la intuición de una especie de
podido facilitar la tarea apoderándonos inmediatamente de la inferioridad, el Estado trata incesantemente de extender sus
idea de la coacción social realizada por el Estado. Pero necesi- límites. La Historia nos lo enseña; la comunidad más pode-
tábamos demostrar que el derecho no puede realizar su misión rosa absorbe siempre a la más débil, y cuando las menores
mientras no repose sobre el Estado. Únicamente en el Estado han desaparecido, para dejar su puesto a las mayores, éstas
encuentra el derecho la condición de su existencia: la supre- luchan hasta que a su vez se funden en Estados más podero-
macía sobre la fuerza. Sólo en el interior del Estado alcanza sos. Así el tamaño del Estado aumenta siempre; del in—12?
el derecho ese fin. En el exterior, en el conflicto entre los Es- de las reducidas comunidades de la antigüedad clásica se ele-
tados, la fuerza ante él se levanta como enemiga tan poderosa va al in—8<?, para alcanzar en seguida el in—49 y terminar
cual antes de su aparición histórica en las relaciones de indi- en el in—folio. Cada aumento borra del mapa un número
viduo a individuo. En esta región la cuestión del derecho se igual de comunidades antes independientes. Es un reproche
convierte de hecho en una cuestión de superioridad de fuerzas. que se puede dirigir a la Historia; en la vida de los pueblos
A la pregunta del principio, cómo la sociedad realiza su mi- no se quiere tolerar la existencia de los pequeños; éstos deben
154 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 155

dejar su puesto a los grandes si no saben ellos llegar a engran- individuo y las masas. La soberanía debe ser el atributo del
decerse. Indudablemente, puede* uno apiadarse de la suerte de Estado; éste debe hallarse por encima de todo (supra, supra-
las generaciones destinadas a sufrir semejantes catástrofes; nus, sovrano). El Estado posee la autoridad y ordena la su-
pero la Historia tiene conciencia de los males que inflige; misión (subditus, sujeción). La impotencia, la debilidad del
cuida de que la desgracia de una generación aproveche a las poder público, son la negación del Estado mismo, porque un
siguientes, y con frecuencia entonces la bendición del nieto poder público sin poder es cosa que no se comprende. Han
desvanece la maldición del abuelo. soportado los pueblos todas las tiranías del poder; se han en-
La tendencia de los Estados hacia su expansión, es decir, corvado bajo las armas de Atila como bajo las locuras de los
la conquista, es la protesta de la sociedad contra los límites Césares romanos; se han arrodillado ante los déspotas can-
territoriales impuestos por la organización de la coacción so- tando en su alabanza y proclamando su heroicidad como ce-
cial. La humanidad no nos presenta época alguna durante la gados por la majestad de su fuerza brutal que, como la tem-
cual un pueblo en la plenitud de su vigor haya sacrificado pestad, todo lo derriba ante ella, y han olvidado y perdonado
esta tendencia. ¿La destruirá el porvenir? ¿Quién osaría decir- que eran ellos mismos las víctimas de esos furores. Pero aun
lo? Si el corto pasado de la humanidad, corto aunque tuviese el más desenfrenado despotismo da la imagen de un Estado,
cien años de existencia, si ese pasado permite adivinar la es todavía un mecanismo de la fuerza social. ¡La anarquía,
eternidad ante ella abierta, el porvenir parece reservar a la no! Porque ésta es la impotencia del poder público; es un
raza humana el espectáculo del Estado aproximándose más y estado antisocial, la descomposición, la disolución de la socie-
más a la imagen de la sociedad. Agreguemos, sin embargo, dad. Quien pone fin a ella, no importa cómo, por el hierro o
que la idea de un Estado universal, que abarcase el mundo por el fuego, no importa quién: usurpador o conquistador, ha
entero, bajo la forma de un poder único, absorbiendo y diri- merecido bien de la sociedad; es el salvador, el bienhechor;
giendo como si fuesen provincias todos los Estados particu- porque toda forma de Estado, por detestable que sea, es pre-
lares, nos parece una utopía de filósofo. El pensador puede ferible a la completa ausencia de organización social. Cuando
llevar sus ideas hasta sus últimas consecuencias. La humani- el estado social ha sido trastornado y desorganizado, hace
dad tiene menos facilidad para llevar tan lejos los hechos. falta una mano de hierro para introducir nuevamente en el
La organización de la coacción social se presenta bajo dos pueblo el hábito de la disciplina y de la-obediencia. Es el des-
aspectos: el establecimiento del mecanismo exterior de la fuer- potismo el que opera la transición, oponiendo a la arbitrarie-
za y el de los principios que regulan su uso. El poder público dad de la anarquía la arbitrariedad del poder público. Cuando
realiza el uno, el derecho el otro. Estas dos nociones se com- en la tormenta de las guerras civiles zozobró la disciplina ro-
pletan mutuamente: el poder público debe recurrir al derecho, mana, para restaurar el poder público y devolverle sus dere-
el derecho necesita la asistencia del poder público. chos, aparecieron los Césares romanos, y con ellos el terro-
rismo subió al trono. Las atrocidades que cometieron eran la
sangrienta orgía del poder público celebrando su triunfo; cesó
cuando el orden fué restablecido.
Una revolución no es la anarquía. Constituye, como ésta, un
trastorno del orden público; pero lo que la diferencia esencial-
mente es que atenta, no al orden en general, sino al orden de
9. EL PODER PUBLICO cosas existente. Si prospera, es una revolución; si fracasa, una
revuelta, una insurrección. El éxito es la condenación del poder
público; la derrota, es la condenación del movimiento mismo.
SUMARIO: 142. Necesidad de la supremacía del poder Estas explicaciones han asentado la necesidad de la supre-
público. —143. Organización de la fuerza en ma- macía del poder público del Estado; pero no descubren cómo
nos del poder público. —144. El derecho de coac-
ción, monopolio absoluto del Estado. se establece esta supremacía. Es lo que ahora tratamos de
explicar. A primera vista parece que basta invocar el princi-
142. NECESIDAD DE LA SUPREMACÍA DEL PODER PÚBLICO. — Por pio anteriormente enunciado; que el poder de la generalidad
el fin mismo del Estado es de absoluta necesidad que el poder es más fuerte que el poder del individuo. Sobre este principio
público retenga la suprema potestad, y que ningún otro po- se apoya, en las reuniones de asociados, la garantía del inte-
der esté colocado por encima de él. Debe dominarlo todo, el rés común colocado enfrente del interés individual. En el Es-
156 PvUDOLF VON ÍHERING EL FIN EN EL DERECHO 157

tado, la misma oposición de los intereses y de las fuerzas que sabido compensar la debilidad de su pujanza con una organi-
los sirven: el fin del Estado, de una parte (son los intereses zación modelo: hablo de Prusia.
de la generalidad) y, para su defensa, el poder público (el Tal es el lado positivo del problema. El negativo consiste
poder de todos); de otra parte, el interés particular hallando en impedir una organización de elementos enemigos que cons-
su apoyo en la fuerza privada. La lógica de esta oposición en- tituya una amenaza para el Estado; ahora bien, esta organi-
tre el poder de todos y la fuerza individual, sólo es justa cuan- zación se presenta bajo la forma de asociaciones. El Estado
do es un individuo o una minoría la que entorpece la potestad tendrá, pues, que atender a la constitución y regular cuidado-
de todos; ya no lo es cuando una mayoría se levanta en contra samente la vigilancia administrativa del régimen de las aso-
del poder público. En este último caso, en efecto, si sólo el ciaciones. Los medios de acción de las asociaciones son iguales
número decidiese el poder en el Estado, la supremacía estaría a los del Estado; su acumulación es ilimitada. La asociación
siempre de su parte, y el poder público manifestaría su im- puede ser más rica que el Estado, y, si se extiende más allá
potencia ante una mayoría. Pero la experiencia de todos los de los límites del territorio, puede contar con mayor número
tiempos nos enseña que el poder público, contra la oposición de miembros. Si se agrega que la asociación, para realizar sus
de todo un pueblo, puede tener razón. El número sólo no lo fines, recurre al mismo mecanismo que el Estado, resulta que
es todo, sino la fuerza del Estado debería residir siempre en aún es para éste más amenazadora. Si toma el partido del Es-
la mayoría del momento, y el poder público se hallaría en un tado, concurrirá poderosamente a la realización de los fines
caso de perpetua indecisión. Gracias a Dios, no sucede así. sociales; si quiere combatirle, se convierte en su más peligroso
Otros dos factores aseguran la estabilidad del poder del Es- enemigo.
tado contra las vicisitudes del número; son: la organización 144. E L DERECHO DE COACCIÓN, MONOPOLIO ABSOLUTO DEL
de la fuerza en manos del poder público y la potestad moral £]STADO. — El derecho de coacción social se halla en manos del
de la idea de Estado. Estado sólo; es su monopolio absoluto. Toda asociación que
143. ORGANIZACIÓN DE LA FUERZA EN MANOS DEL PODER PÚ- quiera hacer valer sus derechos contra sus miembros median-
BLICO.— El poder público, en su esencia, es un quantum del te la fuerza debe llamar al Estado, y éste fija las condiciones
poder físico, intelectual, económico, de la generalidad, puesto bajo las cuales presta ese concurso. En otros términos: el Es-
al servicio de ciertos fines sociales. No es necesario decir que tado es la fuente única del derecho, porque las normas que
esta potestad es siempre menor que la que reside en la masa. no pueden ser impuestas por el que las establece no son reglas
Cuantitativamente, pues, el detentador natural de la fuerza, de derecho. No hay, pues, derecho de asociación fuera de la
el pueblo, es siempre superior al detentador convencional, el autoridad del Estado, sino solamente un derecho de asocia-
Estado. Pero la relación está esencialmente invertida, por el ción derivado del Estado. Este posee así, como lo quiere el
hecho de que la fuerza sólo reside en substancia en el pueblo, principio de la potestad soberana, la supremacía sobre todas
mientras que en el Estado se halla organizada. La superiori- las asociaciones de su territorio, y esto se aplica lo mismo a 1?
dad del hombre dispuesto para el combate, armado de una Iglesia. Si les reconoce, en los límites de su esfera de acción,
espada solamente, pero ésta bien afilada, sobre el adversario un derecho de coacción, esta concesión es un precario de de-
que posee numerosas armas, pero embotadas o dispersas y recho público, que está siempre en libertad de revocar, a pesar
cuyo manejo ignora, da la imagen de la supremacía de la fuer- de todas las seguridades en contrario.
za organizada del Estado sobre la fuerza bruta de las masas. Semejantes contratos, en efecto, son nulos y de ningún va-
El papel del Estado se encuentra así señalado por completo: lor, como contrarios a la esencia del Estado x. La idea de que
consiste en organizar sus fuerzas de la manera más perfecta la sola voluntad del individuo puede conferir a un tercero
posible, e impedir una amenazadora organización de la fuer- (particular o asociación) un derecho de coacción sobre su per-
za popular. Esta facultad de organización, que es el arte del sona, no merece ser refutada. Si tuviese el menor fundamento,
Estado, tiene su técnica como todo arte, y hasta admite el el acreedor podría hacerse conceder el derecho de Shylock, la
talento artístico, según que el Estado haya perfeccionado más asociación podría estipular la confiscación de la fortuna del
o menos dicha técnica. Esta tiene, sin embargo, por encima miembro disidente y el Estado no sería más que el ejecutor
de ella, el fin al cual debe servir. Su valor nada lo pondría 1
mejor de relieve, que la historia de Roma y también el estudio Se puede decir lo que el jurista romano, en la L. 12, de prec
comparado del antiguo Imperio germánico y de uno de los (43, 26) decía de la nulidad de parecidos contratos enfrente de la pro-
piedad: Nulla vis est hujus conventionis, ut rem alienara dominio
modernos Estados alemanes que, mejor que ningún otro, ha invito possidere liceat.
158 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 159

de semejantes convenciones. La autonomía de los individuos, Iglesia cristiana. Esta puede tener una particular concepción
como la de las asociaciones, encuentra su límite en la vigilan- respecto a ésto, la Edad Media puede haberla reconocido; el
cia del Estado, guiada por la consideración del bien de la so- jus canonicum puede haber sido considerado, durante mil años,
ciedad. Disponiendo del derecho de coacción, al Estado le como la única fuente del derecho; tales consideraciones no
corresponde apreciar para qué fines cree hacerlo servir. tienen, para la ciencia moderna, mayor valor del que tiene,
Como segundo elemento sobre el cual reposa la supremacía para la astronomía, la doctrina de la Iglesia sobre el movi-
del Estado sobre la potestad bruta del pueblo, he indicado miento soiar, porque la ciencia de hoy en día se ha convenci-
más arriba el poder moral de la idea de Estado. Entiendo por do de la incompatibilidad de esta concepción sacerdotal con la
tal, todos los motivos psicológicos que militan en favor del esencia del Estado y del derecho.
Estado cuando se entabla la lucha de éste y el pueblo: la in- Sin recurrir al poder externo del Estado, puede la Iglesia,
teligencia de la necesidad del mantenimiento del orden social, sin embargo, por el ascendiente moral del sentimiento religio-
a conciencia del derecho y de la ley, el temor del peligro para so, someter los fieles a sus preceptos. Desprovistos éstos de
la persona y la propiedad que inspira todo trastorno del or- coacción externa, para no ser, por consiguiente, normas ju-
den, el miedo a la pena. rídicas, no menos realizan, prácticamente, la función. Pero, de
Aquí termina nuestro examen del aspecto exterior de la or- basarse sobre este hecho para considerar esos preceptos como
ganización de la coacción social. Vamos a estudiar el aspecto derecho, nada impediría hacer otro tanto con todos los regla-
interior: el derecho. mentos de las demás asociaciones, aun de las prohibidas por el
Estado; de igual modo habría que hablar de un derecho que
rigiese una cuadrilla de bandoleros. Para el jurista cuidadoso
de permanecer sobre un terreno sólido, el único criterio del
derecho reside en la sanción del poder público. Un educador
esclarecido puede hallarse en condiciones de reemplazar la
palmeta por la acción moral, el elogio y la reprimenda, mas
éstos no se convierten, por ello, en palmetas. Si la sumisión
10. EL DERECHO. — NECESIDAD DE LA COACCIÓN de hecho a ciertas reglas de las acciones humanas, realizada
por todos, bastase para imprimir a estas reglas el carácter de
derecho —y así es como recientemente se ha tratado de auxi-
SUMARIO: 145. El Estado, único detentador del poder liar al derecho de la Iglesia— este mismo carácter se uniría a
de coacción y fuente única del derecho. —146. Fal- la moral y a las costumbres. Porque todo hombre tiene con-
ta de organización de la coacción: 19 En derecho
internacional. — 147. ídem. 29 Respeto al sobe- ciencia de la moral y sus preceptos; todo hombre se somete a
rano. las costumbres; y así llegaría a desaparecer toda distinción en-
tre el derecho, la moral y las buenas costumbres. La coacción
145. E L ESTADO, ÚNICO DETENTADOR DEL PODER DE COACCIÓN ejercida por el Estado constituye el criterio absoluto del de-
Y FUENTE ÚNICA DEL DERECHO. — El derecho puede, en mi opi- recho; una regla de derecho desprovista de coacción jurídica
nión, definirse exactamente: el conjunto de normas según las es un contrasentido; es un fuego que no quema, una antor-
cuales se ejerce en un Estado la coacción. Esta definición en- cha que no alumbra*. Poco importa que esta coacción sea
cierra dos elementos: la norma y la realización de ésta por la 1
coacción. Los estatutos sociales sancionados por la coacción Uno de nuestros más famosos juristas no ha retrocedido, sin em-
pública, constituyen por sí solos el derecho. Como ya hemos bargo, ante la monstruosa idea de una regla de derecho sin coacción
visto, el Estado es el soberano detentador de esta coacción. de derecho. PUCHTA cree (Pandectas, § 11, nota g.): que cuando la
legislación suprime el derecho consuetudinario como fuente de dere-
Las prescripciones revestidas, por él, de esta sanción, son las cho, esto no produce otro efecto que "privarle de su acción sobre ei
únicas normas jurídicas. En otros términos: el Estado es la juez"; según él, pues, continúa como derecho, ¡solamente que el juez
única fuente del derecho. no lo aplica! Podría decirse lo mismo: cuando el fuego es extinguido
por el agua, es todavía fuego, sólo que ya no quema. Quemar es tan
La autonomía ejercida de hecho por muchas asociaciones, esencial para el fuego, como para el derecho la obligación de su ob-
al lado del Estado, no contradice este aserto. Esta autonomía servancia por el juez. Lo que inducía a PUCHTA al error, es la posibi-
tiene su base jurídica en una concesión expresa o en la tole- lidad, más arriba señalada, de la voluntaria observación de normas
rancia tácita del Estado. No existe por sí misma, se deriva en un determinado medio; si esta observación fuera suficiente para
conferir a tales normas el carácter de reglas de derecho, las reglas de
de éste. Lo cual es una verdad que lo mismo se aplica a la una asociación prohibida deberían ser también normas de derecho.
160 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 161

ejercida por el juez (civil o criminal) o por la autoridad admi- mos^ otra opinión, cuidadosa de mantenerles este carácter,
nistrativa. Son derecho todas las normas realizadas de este sacrifica el elemento de la coacción. Ya hemos visto a dónde
modo; todas las demás, aunque de hecho fueren umversalmen- puede conducir semejante sistema. Sacrifica el rasgo caracte-
te obedecidas, no lo son. Sólo llegan a serlo cuando el elemen- rístico de las normas del derecho, el que las diferencia de los
to exterior de la coacción pública se les agrega. preceptos de la moral y de las buenas costumbres, y compren-
146. FALTA DE ORGANIZACIÓN DE LA COACCIÓN EN DERECHO IN- diendo a unos y otras bajo el aspecto general de disposicio-
TERNACIONAL. — Se ha objetado con frecuencia que el criterio nes universaimente aceptadas y de hecho seguidas, mezcla el
de la organización de la coacción, para los fines de la reali- todo en una masa confusa y en una amalgama sin consistencia.
zación del derecho, falta por completo cuando se trata del Hay un tercer modo de ver que yo considero el único justo.
derecho internacional, y que no halla aplicación en la parte Consiste en atenerse a la coacción como condición esencial del
del derecho público, que, en la monarquía absoluta o constitu- derecho; pero reconociendo, al propio tiempo, que, en el de-
cional, se refiere a los deberes del soberano; los límites de sus recho internacional, como en los deberes del soberano, la or-
poderes, como las obligaciones que la Constitución le impone, ganización del derecho tropieza con invencibles obstáculos. La
escapan a toda coacción. coacción no se adapta entonces a la norma jurídica; ésta, en
A estos hechos, ¿qué contestará la teoría? Ante la imposi- principio, conserva su carácter; prácticamente obliga lo mis-
bilidad de toda coacción asegurada en estas materias, desde mo; pero la coacción no puede seguirla. Cuando trata de reali-
luego puede negar en absoluto, al derecho internacional y a zar el derecho en la práctica, se atiene por fuerza a la forma
las disposiicones del derecho público, el carácter de reglas de imperfecta que en su origen presentaba: la de la fuerza brutal
derecho, y no reconocerles más que el de preceptos y deberes y desordenada. Organizada en otras materias, en éstas per-
morales. Varios autores han sostenido, efectivamente, esta te- manece como en su origen. Pero ÜS precisamente aquí, en esta
sis. En opinión mía, es falsa. Contradice el lenguaje univer- justicia privada de los pueblos que combaten por el manteni-
sal, que coloca estas normas en el derecho; desconoce su esen- miento de sus derechos, donde se afirma la homogeneidad de
cia, que en la lengua de todos los países ha sido perfecta- los dos elementos del derecho: el uno interno, la norma; el
mente comprendida. Su violación constituye, no solamente una otro externo, la coacción. Y quien conmigo no vacile en hacer
acción inmoral, pero también una violación del derecho por datar la existencia del derecho de los tiempos, que todos los
igual título que las demás prescripciones legales. Desconoci- pueblos han debido pasar: los tiempos de la defensa privada
das, provocan, como reacción de hecho, la guerra y la revo- y del Faustrechtx, sabrá darse cuenta del fenómeno de que
lución. Estas son las formas de la justicia privada en el te- se trata. En esos casos, el derecho es en absoluto impotente
rreno del derecho público, lo cual restablece el derecho de los para organizar la coacción, su postulado supremo. Para el
pueblos, despojado de protección, como lo hacía en la época derecho internacional, esta organización exigiría que se crea-
primitiva, 'para el derecho de los hombres, entonces éste tam- se un tribunal de apelación, colocado por encima de los pue-
bién falto de protección. Desde el punto de vista del carácter blos, que dictaría a éstos su derecho, poseyendo el poder y la
jurídico del derecho internacional, es necesario, además, tener voluntad de ejecutar sus decisiones, mediante la fuerza en ca-
en consideración que frecuentemente son terceras naciones las so de necesidad. La misma concepción de la cosa demuestra su
que garantizan, sin formar parte de ellas, las convenciones de imposibilidad. ¿Qué Estados llenarían esta misión, que los
pueblo a pueblo, lo cual sería un contrasentido si sólo se constituiría en jueces del universo? Este solo hecho aruinaría
tratase de deberes morales, y, a mayor abundamiento, con la institución. Y ¿cómo hacer, si los jueces mismos entraban en
frecuencia también la decisión de las dificultades internacio- conflicto? ¿Dónde residiría el poder central? Se hundiría a sí
nales es diferida al arbitraje de una tercera potencia. Ahora mismo.
bien; el juez, y lo mismo el arbitro, suponen un litigio jurídico 147. FALTA DE ORGANIZACIÓN DE LA COACCIÓN RESPECTO AL
y la existencia de un derecho que aplicar. El carácter jurídico SOBERANO. — Lo mismo sucede en derecho público. El sobe-
del derecho internacional, lo mismo que el de las disposicio- rano detentador del poder, que debe obligar a todos los que
nes constitucionales concernientes al soberano, no puede ser tienen autoridad inferior a la suya, no puede tener, por enci-
objeto de duda. ma de él, a nadie que le obligue. En un momento cualquiera
Mientras esta opinión, para salvar el elemento de la coac- del funcionamiento de la coacción pública, el estado de coac-
ción ligada a la noción del derecho, niega por completo el 1
Punto establecido para el derecho romano antiguo en mi Espíritu
carácter de normas jurídicas a las disposiciones de que habla- del D. R., t. I, § 11.
EL FIN EN EL DERECHO 163
162 RüDOLF VON IHERING
Obtenemos así, como resultado, que en el orden jurídico hay
ción debe terminar para no dejar puesto más que al derecho materias donde cesa la coacción. Si a pesar de ello les reco-
de coacción x, como es menester, por otra parte, que en un mo- nocemos, a las normas que la legislación les traza, el carác-
mento dado el derecho de coacción halle su término y quede ter de reglas del derecho, de leyes, es porque la institución
sólo en escena el estado de coacción. Para todos los demás ór-
ganos del poder público, el estado y el derecho de coacción completa, de la cual forman una reducida parte, es de natura-
coinciden. La impulsión se da desde arriba y se continúa aba- leza jurídica, y, consiguientemente, según la intención de la
jo, como en un reloj, cuyos rodajes accionen los unos sobre legislación, requieren ia misma sumisión sin reservas que es-
los otros. Pero el reloj no puede componerse a sí mismo; la tá asegurada a las demás normas por medio de la coacción. El
mano del hombre debe intervenir. Esta mano, en la constitu- príncipe que viola la Constitución; el jurado que condena o
ción monárquica, es el soberano, el cual imprime movimien- absuelve contra su conciencia, violenta, no la moral, sino el
to a todo el mecanismo; él sólo en el Estado emplea la coac- derecho; sólo que el derecho no puede alcanzarles.
ción, sin poder ser sometido a ella por su parte. En vano la
Constitución limita su poder (refrendo y responsabilidad de
los ministros, juramento constitucional de los funcionarios, et-
cétera); en vano trata de sujetarle a la observancia de las
leyes por la garantía moral del juramento de fidelidad a la
Constitución; es imposible someterle a una coacción jurídica
positiva. Su puesto en el Estado es el del general en jefe sobre 11. EL DERECHO. — LA NORMA
el campo de batalla. Este no sería el jefe si otro tuviese poder
sobre él. El cargo más elevado no admite otro superior, del
mismo modo que no hay grado que esté debajo del grado in- SUMARIO: 148. Definición: Imperativo abstracto.—
ferior. 149. Normas del derecho. —150. Criterio de las
normas del derecho. —151. Su fuerza obligatoria:
Esta imposibilidad de constreñir al soberano a observar sus inmediata para la autoridad, mediata para la per-
deberes de derecho público, se presenta también para otras sona privada.
funciones: para la de los jurados, por ejemplo, que tienen el
deber de juzgar según su conciencia. La convicción, la con- 148. DEFINICIÓN DE LA NORMA: IMPERATIVO ABSTRACTO. — La
ciencia, escapan a todo examen; por lo tanto, a toda coacción. norma representa el segundo elemento de la noción del de-
La única garantía del cumplimiento del deber del jurado, con- recho. Comprende el lado interno del derecho, así como la
siste en el juramento. ¿Estaría uno autorizado para inferir que coacción es el externo.
no existe ahí más que una obligación moral? La institución La norma contiene una disposición de naturaleza práctica,
del jurado es una institución jurídica principalmente; la idea es decir, que ordena las acciones humanas. Es una regla, según
fundamental es el fin jurídico, y todas las demás disposiciones la cual el hombre debe dirigir su conducta. Se puede decir lo
que tienden a realizar este fin presentan indudablemente el mismo que de las reglas de la gramática, salvo que éstas no
carácter de reglas del derecho. El deber del jurado sale del se refieren a los actos de la vida humana. Ciertas reglas de
derecho; resume la institución entera con el mismo título que conducta son también establecidas por las máximas dictadas
el deber del soberano en la monarquía constitucional, y, como por la experiencia, máximas que nos instruyen sobre la opor-
este último, encierra la conclusión suprema de la idea de fina- tunidad de nuestras acciones. Las normas se distinguen por
lidad en la institución. Sólo que aquí tampoco la coacción ha ser de naturaleza obligatoria *. Las máximas nos indican el
marchado de acuerdo con la idea jurídica; no porque haya camino que hay que seguir cuando se trata de actos que esta-
sido prohibida, sino porque se encontró impotente para se- mos en libertad de realizar; su observación depende de nues-
guirla. tro libre arbitrio. Otra cosa ocurre con la norma. Esta impone
1 a la voluntad de otro la dirección que debe seguir. Toda norma
Reconocido exactamente por el sentido práctico de los romanos.
Contra los detentadores del poder público, los magistrados no autori- 1
El lenguaje las caracteriza por la idea de ligar. En alemán, verbi-
zaban, en tanto se hallasen en funciones, ninguna coacción judicial. na lichkeit; en latín, obligatio (de ligare = ligar), nexum en el antiguo
GELL, XIII, 13: Ñeque vocari, ñeque, si venire nollet, capi atque prendí derecho romano (de nectere = ligar), contrahere (enlazar), solvere
salva ipsius magistratus majestate posse. L. 2 de in jus voc. (2, 4). (desenlazar), jus (= lo que liga, de la raíz sánscrita ju =ligar). V. Es-
In jus vocari non oportet... magistratus, qui IMPERIÜM habent, qui píritu del D. R., I, pág. 219, tercera edición.
coerceré aliquem possunt et jubere in carcerem duci.
164 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 165

es un imperativo: ordena o prohibe. Un imperativo sólo tie- regulan la organización, las funciones y la competencia de las
ne sentido en boca de quien puede imponer su voluntad a la diversas autoridades, no atienden para nada a la persona pri-
voluntad de otro, y marcarle su línea de conducta. El impe- vada; y si las hay cuya inobservancia puede dar motivo a una
rativo supone una doble voluntad; la naturaleza no conoce reclamación privada o a un recurso, hay otras cuya observan-
imperativos. El imperativo puede señalar un modo de obrar en cia está asegurada por la alta inspección y la intervención de
un caso determinado o prescribir un tipo de acción para to- la autoridad sola. La coacción pública, para realizar todos los
dos los casos de cierta especie. Esto es lo que nos hace distin- imperativos establecidos por la legislación o por el poder pú-
guir los imperativos concretos y abstractos. Estos últimos son blico, (leyes, ordenanzas), permanece confinada en el interior
idénticos a la norma. La norma es, pues, el imperativo abstrac- del mecanismo del Estado Es un trabajo exclusivamente in-
to de las acciones humanas. terno, sin acción al exterior.
El orden moral del mundo está regido por tres especies de A esas normas puramente internas, como yo les llamo, se
imperativos abstractos de ese género: los del derecho, los de oponen las normas externas. La eficacia de éstas alcanza a la
la moral, los de las buenas costumbres. El fin social constituye persona privada. El individuo tiene forzosamente que obser-
su carácter común: ponen su mira en la sociedad, no en el in- varlas, bajo la amenaza de la coacción o de una pena; y es
dividuo. Les llamo, por esta razón, imperativos sociales. Para otro individuo, o el poder público, quienes le llaman al orden.
la moral y las buenas costumbres es la sociedad quien los es- Estas normas externas hallan, pues, incontestablemente, su
tablece y los realiza. En cuanto a los del derecho, es regular- fin práctico en la persona privada; ésta es quien las obedece,
mente * el Estado el que los señala y el único que los realiza. obrando o absteniéndose de obrar. En este sentido podemos
Estos últimos poseen, más que los otros, el elemento de la decir que esos imperativos se dirigen al pueblo. Es cierto, sin
coacción exterior, que el poder público se agrega y ejerce. embargo, que existen varias disposiciones legales que no sólo
149. NORMAS DEL DERECHO. — Toda coacción supone dos en la forma, sino también en la realidad de las cosas 1 , no di-
partes: una que la ejerce y otra que la sufre. ¿Cuál parte es la rigen ningún imperativo a la persona privada, y es cuando
que impone la norma del Estado? La cuestión ha sido espe- el juez debe aplicarlas. Por ejemplo, en Derecho civil, las re-
cialmente agitada por los criminalistas, con relación a las le- glas que contienen el desarrollo de los principios del derecho,
yes penales. Ha encontrado una solución triple 2 : la coacción las disposiciones relativas a la mayor edad, las referentes a la
tomando por objeto al pueblo, al juez, al Estado. infuencia del error en los actos jurídicos, a la interpretación
La última opinión supondría que es posible imponerse a sí de las leyes y actos jurídicos; y en Derecho criminal: las dis-
mismo un imperativo, lo cual no se concilia con la noción que posiciones sobre la imputabilidad, la legítima defensa. ¿Dónde
exige dos voluntades opuestas, una que domina y otra que se descubrir aquí la coacción, ese criterio de todas las normas
somete. La idea que ha motivado esta opinión halla su expli- del derecho? Aquí parece que estamos forzados a reconocer
cación en el deber que incumbe al Estado, y es por éste re- que existen reglas del derecho que no son imperativos; lo cual
conocido, de perseguir y castigar el delito. Sin embargo, la echaría por tierra toda nuestra definición de la norma del de-
concepción es falsa en la forma. Se puede tomar la firme reso- recho, identificando ésta con un imperativo ejercido por el
lución de obrar en tal sentido y ejecutarla rigurosamente; has- poder público.
ta puede uno obligarse para con un tercero, sin que haya ra- Mas el imperativo subsiste en esos casos; se dirige al juez-
zón para hablar de imperativo. Los imperativos a sí mismo son encargado de perseguir la aplicación de todas esas normas.
una contradictio in adjecto. Mayor edad, menor edad, le dicen: tratad al mayor de distin-
Quedan el pueblo y el juez, digamos la autoridad pública, ta manera que al menor, obligad al mayor a cumplir los com-
pues tenemos presente el derecho todo, comprendido el ad- promisos por él contraídos, dispensad de ello al menor; estas
ministrativo y de policía. ¿A cuál se dirigen los imperativos palabras: error, inimputabilidad, significan: nada de coacción
del derecho? ¿Será quizá a los dos? para la ejecución del contrato o de la pena; interpretación,
Es, desde luego, evidente que ciertos imperativos ponen la quiere decir: tomad en tal sentido las palabras dudosas; las
mira.exclusivamente en la autoridad. Las disposiciones que reglas que contienen el desenvolvimiento de un principio del
derecho,, obligan al juez a reconocer o no reconocer la exis-
1
Modificación por el derecho consuetudinario, en tanto que su im- 1
perio
2
no sea excluido de la legislación. Por esta observación veo la posibilidad de despojar a los impera-
Véase para mayor amplitud: BINDING, Die Normen und ihre Ueber- tivos de esta forma, elevándolos a principios de derecho. Véase Es?*
tretung, t. I, pág. 6 y siguientes; Leipzig, 1872. ritu del D. R., t. III, § 46.
166 RUDOLF V O N IHERING Fx FIN EN EL DERECHO 167

tencia del contrato o del delito, y, por lo tanto, a condenar co obligue a sus órganos a ejecutarla y les arme de coacción
y ejecutar el juicio, según que los elementos del principio externa. Así, no tendrían este carácter: un código de moral
aparezcan o no. formulado por el Estado, un catecismo, un programa de estu-
Con el juez, o más exactamente la autoridad, que ejecuta dios elaborado por un tribunal de exámenes, un manual cual-
los imperativos públicos, la coacción descubre su absoluta ver- quiera publicado, sin carácter obligatorio, por un ministro de
dad para el derecho y su inevitable imperio. cultos. Sólo es una norma de derecho: la disposición cuya rea-
lización ha confiado el poder público a sus órganos, armados
150. CRITERIO DE LAS NORMAS DEL DERECHO. — El criterio de por él de coacción.
todas las normas jurídicas es su. realización por vía de coac- Podemos terminar diciendo: el carácter distintivo de una
ción ejercida por la autoridad pública, cuya es la misión, sea norma del derecho no consiste en la acción externa que ejerce
que una autoridad superior obligue a la inferior, que está por sobre el pueblo, sino en su autoridad interna sobre los pode-
sí misma sujeta a obligar, sea que el juez o la autoridad admi- res públicos, mucho más importante. De expresar en términos
nistrativa obligue a la persona privada, sea que, como en la jurídicos la noción de la norma del derecho, lo haremos con
monarquía, sólo el soberano obligue sin ser él obligado. Desde exactitud definiéndola, respecto a la forma, en estos términos:
este punto de vista, el derecho entero aparece como el siste- contiene un imperativo abstracto dirigido a los órganos del
ma de la coacción realizada por el Estado, el mecanismo de poder público, y el efecto externo, es decir, su observación
aquélla organizado y puesto en movimiento por el poder pú- por el pueblo, debe, bajo este aspecto puramente formal (no
blico. Todas las normas, sin excepción, entran en este concep- teológico), ser considerado como un elemento secundario.
to, aun aquellas que conciernen al soberano y a los jurados;
1 5 1 . S U FUERZA OBLIGATORIA, INMEDIATA PARA LA AUTORIDAD,
para estos últimos es cierto que la coacción cesa, pero reapa-
MEDIATA PARA LA PERSONA PRIVADA. — Todos los preceptos legis-
rece en cuanto se trata de la acción que ejercen sobre terceras
personas. lativos, sin excepción, están dirigidos en primer lugar a la
autoridad: el Código civil, el Código penal, todas las leyes y
¿A quién, pues, se dirigen los imperativos públicos? La res- ordenanzas militares, fiscales, de policía, etcétera, no hacen
puesta tiene que ser la siguiente: a los órganos del poder, a más que regular el ejercicio del poder público de coacción.
los cuales está reservado el ejercicio de la coacción, desde el Pero tanto como la persona privada puede, por la mira de sus
soberano y los más altos magistrados hasta los agentes más intereses, reclamar el concurso activo de aquél, o pasivamente
subalternos. Toda regla dé derecho, todo imperativo público, sufrir su acción, todos esos preceptos extienden igualmente
está así caracterizado por el hecho de que un detentador cual- su eficacia a la persona privada: la autorizan, la obligan, la
quiera del poder público tiene el encargo de realizarlo en la sujetan. Por lo que hace a su fin, estas reglas del derecho mi-
práctica. La coacción respecto a la persona privada es un ele- ran a la persona privada; no es menos cierto, sin embargo,
mento secundario que forma un criterio incierto del derecho; que en la forma se dirigen exclusivamente a los órganos del
la que ejerce una autoridad pública cualquiera es la única poder público.
que da la verdadera característica del derecho, en tanto que
el imperativo responde a las condiciones establecidas por la Todos los imperativos jurídicos del poder público no son
constitución. normas del derecho. Hay que distinguir los imperativos con-
Todos los preceptos de este género, concretos o abstractos, cretos de los abstractos; sólo estos últimos son normas del
son jurídicamente obligatorios para aquel a quien se dirigen. derecho. Y entre éstos, debemos todavía comprobar una dife-
Si no los observa, viola el derecho. Al contrario, todas las ór- rencia que es capital para la completa realización de la idea
denes del poder público, que él mismo sustrae a esta coerción del derecho en la sociedad. Reside dicha diferencia en el valor
por parte de las autoridades, no son imperativos de naturale- obligatorio unilateral o bilateral de la norma del derecho. La
za jurídica. Son simples declaraciones, avisos, invitaciones, intención del poder público, al formular la norma, puede ser
deseos, ruegos, emanados del poder público, aunque aparez- sólo ligar, no a sí mismo, sino únicamente a aquel a quien se
can en la legislación bajo una forma abstracta, en medio de dirige. El poder se reserva entonces completa libertad de ac-
otras disposiciones legales. En los códigos orientales, por ejem- ción. Puede también dictar su disposición con la intención de
plo, las prescripciones de naturaleza religiosa o moral, no son ajustarse él mismo a ella. Bajo esta forma, y nada más que
normas del derecho. La circunstancia de que el poder público ésta, adquiere el derecho toda su perfección; una vez estable-
dicte una disposición, no da a ésta el carácter de norma del
derecho. Para que lo tenga es necesario que el poder públi- cida la norma, tiene asegurada su inevitable realización.
l6
8 RUDOLF V O N IHERING EL F I N E N EL D E R E C H O 169

Vamos a exponer estas tres fases de la graduación del im- que a la cosa aislada así designada corresponde algo general
perativo público a la calidad de forma perfecta de la norma que no hace más que aparecer en esta cosa; al contrario, la
del derecho. expresión: abstracto implica la idea de que la cosa general en
que se pone la mira puede llegar a ser real en un caso aislado.
Pero si se designa una cosa como poseyendo un carácter in-
dividual, se entiende por ello que no es la simple repetición
PRIMERA FASE de un tipo abstracto, sino que, al contrario, se aparta en al-
gún punto que le es propio. Cuando se aplica ese término a
las órdenes del poder público, no hay que considerar como
La orden individual individuales más que las que, en un caso determinado, esta-
blecen un orden de cosas, no previsto abstractamente y hecho
SUMARIO: 152. Distinción entre las órdenes individua- necesario por la ley, que reposa en el libre y espontáneo que-
les y la ley individual. —153.Privilegios adminis- rer del poder. Es necesario, pues, poner en igual línea las ór-
trativos y legislativos.
denes abstractas. Unas y otras hallan su origen y su condición
152. DISTINCIÓN ENTRE LAS ÓRDENES INDIVIDUALES Y LA LEY
en la misma fuerza impulsiva del poder público. Sólo es dife-
INDIVIDUAL. — La orden, en su más sencilla forma, se dirige al
rente su campo de aplicación: allí es un caso aislado; aquí
individuo. La necesidad inmediata, la impulsión del momento una relación permanente; allí es la orden individualizada;
la provocan; aparece para en seguida desaparecer; su acción aquí generalizada 1.
entera se dirige a un caso particular, se agota y no deja otra El latino supo hacer la distinción 2 que había concebido per-
huella. El poder que imaginamos, que no dispone de otra for- fectamente.
ma de ordenar, debe empezar siempre por querer él mismo Cuando el Estado se halla constituido de forma que distin-
para poner en movimiento la voluntad de otro; ésta es como tas manos retienen el poder legislativo y el ejecutivo, como
un instrumento inanimado que sólo vibra cuando se lo toca. en la república y en la monarquía constitucional, a la inversa
En esta fase primaria del imperativo público, el poder está en de lo que sucede en la monarquía absoluta, una disposición
perpetuo movimiento, exclusivamente ocupado del momento contraria a las leyes existentes sólo puede ser establecida bajo
actual y obteniendo lo que él exige por vía de mandato. forma de ley. La nueva disposición tropieza con un obstáculo
No es indispensable que la orden individual se dirija a un que sólo puede apartar el poder legislativo.
solo individuo. El llamamiento de las milicias es una orden De ahí se derivan la noción de la ley individual y la nece-
individual; su acción es momentánea; no sirve para el año si- sidad de ésta en derecho público. Tiene la misma autoridad,
guiente. Importa poco, en principio, que todos los que deban la misma eficacia que las demás disposiciones tomadas por el
ponerse en marcha sean convocados individualmente o llama- Gobierno en la esfera de sus atribuciones, sólo que exige la
dos en masa por la designación de sus categorías. Pero no bas- intervención del poder legislativo; es también una ley, no una
ta que la orden se dirija a uno solo para que constituya una ley abstracta, sino individual, y sólo es necesaria cuando la
orden individual. El mandato judicial disponiendo un pago, medida propuesta es contraria al derecho existente. La ley
la orden de comparecer, se dirigen a una sola persona, pero individual es dictada CONTRA legem, los actos individuales son
no son órdenes individuales, porque no tienen su origen en SECUNDUM legem.
una libre, espontánea voluntad del poder público, provocada 153. PRIVILEGIO ADMINISTRATIVOS Y LEGISLATIVOS. — La teo-
únicamente por el caso que las motiva, sino el anterior y abs- 1
tracto querer de ese mismo poder, que aparece aquí en su El jurista romano emplea esta última expresión en la L. 8 de
leg. (1, 3): Jura non in singulas personas, sed generalitater consti-
forma concreta: la ley. No es la voluntad del juez; es la de la tuuntur.
ley, quien obliga al deudor a pagar, quien envía el delincuente 2
Ya en la época de las XII tablas encontramos la antítesis de las
a la prisión. El juez no hace más que llenar las casillas en leyes, por las cuales el pueblo romano dicta una disposición abstracta,
blanco preparadas por el legislador; su orden es concreta, no y las privilegia (leges in privum hominem latee), por las cuales dicta
es individual. Lo concreto halla su correlativo en lo abstracto; una disposición individual para o contra un individuo, como en el
caso de Tas testamenta in comüiis calatis y las arrogaciones. En los
lo individual es su opuesto. Concebido en su generalidad, lo edictos del Pretor la antítesis se produce bajo la forma de edicta per-
concreto se llama abstracto; realizado lo abstracto, se convier- petuce jurisdictionis causa proposita y edicta pro ut res incidit pro-
te en concreto. El que usa la expresión: concreto, entiende posita. En las constituciones imperiales, su división en constituciones
generales y personales presenta al menos una grande analogía.
170 RlJDOLF VON IHERING

ría del derecho tiene muy poco en cuenta esta distinción entre
la ley; sólo hay ley de expropiación fuera de este caso,
dida impediría afirmar que los privilegios individuales (por
ejemplo, las concesiones, los derechos corporativos, etcétera), SEGUNDA FASE
son leyes individuales; no lo son más que cuando contrarían
el derecho existente, por ejemplo: si en un caso determinado
el orden de sucesión al trono es modificado, o cuando se pro- Norma unilateralmente obligatoria
longa el plazo legal de la validez del derecho de invención; de
otra manera no lo son. Los primeros son privilegios adminis- SUMARIO: 154. Norma abstracta. —155. Mecanismo
trativos; los otros, privilegios legislativos; en una monarquía interno de la norma. —156. La norma en el estado
constitucional, el poder público puede otorgar aquéllos por su despótico. —157. El orden bajo el despotismo.—
158. La igualdad bajo el despotismo. —159. El de-
propia autoridad; éstos sólo pueden ser concedidos mediante recho subjetivo bajo el despotismo. —160. Incerti-
el concurso de las Cámaras. La expropiación en los diversos dumbre de la realización del derecho bajo el des-
Estados, se realiza bajo una u otra forma. Allí donde la legis- potismo.
lación ha establecido principios determinados a los cuales el
poder público debe sujetarse en esta materia (intervención 154. NORMA ABSTRACTA. — La orden individual nos enseña
de la autoridad administrativa sola, o concurso del juez), la al poder constantemente en acción; la orden abstracta, o nor-
expropiación no es más que un acto aislado de aplicación de ma, nos lo enseña en reposo. Una sola norma reemplaza a mi-
la ley individual y la disposición individual. Bien compren- les de órdenes individuales. Sólo la necesidad de velar por la
El único interés que ofrece para nuestra materia la orden observancia de la orden sigue siendo la misma.
individual, es porque representa la fase inicial de la norma. La substitución, por la norma, de la orden individual eco-
Es la forma más rudimentaria, de la cual se vale, en su ori- nomiza las fuerzas del poder y facilita su acción. Esta ventaja
gen, el poder público para fundar el orden. Los romanos re- era tal que el cambio se imponía. Por su propio interés, el po-
lacionan con ella el origen de su comunidad x y tal es el sen- der público debía recurrir a la forma más perfecta del impe-
tido del imperium romano. rativo abstracto —el egoísmo conduce insensiblemente a la
Es el poder público, erigido en dueño libre y absoluto, la fuerza por las sendas del derecho—. Las nociones que vamos a
personalidad del magistrado colocada en oposición con el po- examinar aquí son las de la norma, de la ley y del derecho.
der legislativo del pueblo. El pueblo dicta las órdenes abstrac- 155. MECANISMO INTERNO DE LA NORMA. — Toda norma con-
tas; el detentador del imperium dicta las órdenes individua- tiene un imperativo condicional; se compone siempre de dos
les 2 . A esta oposición se liga en gran parte la historia del partes integrantes: un estado de hecho y una orden. La nor-
desenvolvimiento político de Roma; ei dominio del imperium ma se traduce en esta fórmula: sí... en ese caso. La primera
se restringe a medida que la soberanía de la ley se agranda, proposición contiene el motivo y la justificación de la segun-
y es entonces cuando la república está amenazada de que el da. Sí tiene siempre el sentido de puesto que; da la razón de
imperium renazca bajo la forma de dictadura. la disposición acordada por el legislador. La regla: si un hijo
de familia ha contratado un préstamo, no está obligado en
virtud del contrato, quiere decir, en el pensamiento del legis-
lador: hay, en la particular condición del hijo de familia, un
1
motivo que excluye su responsabilidad en relación al préstamo
Véase, por ejemplo, la descripción del jurista POMPONIUS en la que ha contratado. La norma se dirige siempre y sin excep-
L. 2, §1, de O. I. (1,2)-. Et quidem initio civitatis nostroe populus sine ción a la autoridad encargada de aplicarla. Esta debe exami-
lege certa, sine jure certo primum agere instituit, omniaque MANÜ nar si las condiciones previstas para su aplicación existen en
argibus gobernabantur. V. también TÁCITO, Ann. III, 26... nobis Ro-
mulus UT LIBITUM imperativ, y aplicado a todos los pueblos, JUSTINUS, la especie sometida a ella (cuestión de prueba) y poner en
I. 1: populus nullis legibus tenebatur, ARBITRIA principium pro legibus seguida el imperativo en ejecución. Una norma dirigida sólo
erant.
2 a la persona privada, no a la autoridad, es un contrasentido.
Tal es también la oposición originaria entre las judicia legitima, El criterio absoluto de toda regla de derecho es que en fin de
es decir, las legis actiones y las judicia imperio continentia, es decir,
la jurisdicción internacional reposando sobre una instrucción {fórmu- cuenta halle siempre una autoridad encargada de imponerla
la) individual del Pretor, el prototipo del procedimiento formulario por medio de la coacción, si es preciso. La norma, como tal,
del derecho nuevo. obliga a la persona a quien es notificada; pero no obliga al
172 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 173

mismo tiempo a su autor. El que dicta la norma puede tam- al derecho, y desde ese momento la ley se impone al poder
bién aboliría. Bajo este aspecto, es decir, desde el punto de mismo. El orden y la igualdad son, en efecto, los compañeros
vista de su autoridad abstracta, la norma depende siempre de inseparables de la ley. Al principio la cenicienta del poder, la
la autoridad de su autor; no hay ley inmutable. Pero la situa- ley acaba por hablarle como dueña.
ción del autor es otra enfrente de la norma existente, es decir, 159. E L DERECHO SUBJETIVO BAJO EL DESPOTISMO. — La no-
respecto a su realización concreta. Su intención puede ser ción de derecho en el sentido subjetivo constituye el tercero y
mantenerla sin causarle ofensa, respetarla. En ese caso la nor- último elemento realizado, si no de un modo absoluto, al menos
ma es büateralmente obligatoria. hasta cierto punto, por la norma unilateramente obligatoria.
Es la fisonomía que reviste en el estado jurídico bien orga- El Estado de despotismo, ¿admite semejante derecho? Es
nizado la soberanía de la ley. Si el promovedor de la norma menester distinguir entre ia posibilidad de su existencia en
no ha querido asegurarla de este modo contra las fluctuaciones principio y su realización práctica, y respecto a lo primero, hay
de su propia voluntad, si sólo ha pensado obligar a aquellos a lugar a considerar de un lado el derecho público, del otro el
quienes la impuso, la norma es unilateralmente obligatoria. derecho privado. En virtud de su mismo principio, el despo-
156. LA NORMA EN EL ESTADO DESPÓTICO. — Tal es el estado tismo excluye la participación del subdito en el poder público,
del derecho en el período del despotismo. El déspota (es de- lo mismo que la esclavitud excluía la participación del esclavo
cir, el dueño de los esclavos, de *OT , potestas, y Beca, ligar, en el poder del dueño. — El despotismo desconoce el derecho
por lo tanto, el dueño de los que están ligados) no intenta de los ciudadanos. Mas puede perfectamente proteger las re-
obligarse a sí mismo por las normas que promulga; se reserva laciones jurídicas de los subditos entre sí, y esta protección
no prestarles atención ninguna, todas las veces que vengan hasta le está preceptuada por el interés que él mismo tiene en
a molestarle. Bajo semejante régimen, ¿se puede hablar ya la institución y mantenimiento de un cierto orden. Teórica-
de un derecho? Sin duda, si por derecho se entiende simple- mente, el derecho privado es conciliable con el sistema del
mente un conjunto de reglas impuestas por coacción; no, si despotismo. Ocurre con esto como con el dueño que está in-
se considera lo que el derecho puede y debe ser: el orden ase- teresado en prescribir el orden que sus esclavos han de obser-
gurado de la sociedad civil. Pero ya, en semejante estado de var entre sí.
cosas, el derecho existe en germen, no en su forma exterior: 160. INCERTIDUMBRE DE LA REALIZACIÓN EFECTIVA DEL DERECHO
la norma, si no en su misma substancia: los fines que ha de BAJO EL DESPOTISMO. — Pero aquí precisamente ponemos el
realizar. dedo en la llaga de la situación. Este orden, impuesto sólo por
157. E L ORDEN BAJO EL DESPOTISMO. — Así se presenta, des- el interés del dueño, en su misma observación, depende siem-
de luego, el orden, es decir, la uniformidad de la acción social. pre de él. El esclavo que reclama contra la injusticia que ha
Los actos arbitrarios en todo momento pueden venir a tur- sufrido, sólo obtiene el reconocimiento de su derecho cuan-
barlo; pero durante el tiempo que esa turbación no ha sido do el dueño no tiene un interés contrario. En este sentido,
causada, el orden reina, la acción social está sometida a reglas pues, no hay derecho privado bajo un régimen despótico; su
uniformes sancionadas por el temor al poder. realización carece de garantía; depende únicamente del capri-
158. LA IGUALDAD BAJO EL DESPOTISMO. — La igualdad cons- cho de la parcialidad, de la codicia del detentador del poder.
tituye otro elemento del derecho. Está en principio contenida La extensión de la soberanía del.Estado, haciendo más di-
en la norma como tal, porque toda regla abstracta reposa so- fíciles y más raros los contactos entre el detentador del poder
bre la igualdad de su aplicación concreta, y por arbitraria- y los que le están sometidos, parece que debería apartar ese
mente que la ley del déspota pueda establecer las categorías peligro; la magnitud del imperio, el alejamiento del trono,
aisladas en vista de las cuales dicta sus disposiciones, en cada deberían acrecentar la seguridad del derecho. Las cosas ocu-
una de éstas proclama virtualmente el principio de la igual- rrirían de este modo si no descendiese también la arbitrarie-
dad. Puede violar este principio en la aplicación; pero no será dad desde el trono al sitial del juez. Tal amo, tal criado. La
menos cierto que él mismo lo ha proclamado. La norma que única diferencia entre ellos está en que el primero ataca sin-
aplasta con sus pies le condena. Ahí, por primera vez, apare- gularmente a los grandes, y el segundo oprime especialmen-
ce el "elemento moral de la norma jurídica: la repugnancia te a los pequeños. El primero perdona a los débiles, porque
a contradecirse abiertamente, a condenarse a sí propio, y la los desdeña; el segundo respeta a los poderosos, porque les
idea del respeto debido a la ley por ella misma. Desde el mo- teme. Por esta causa los poderosos están relativamente mejor
mento en que el poder apoya sus órdenes en la ley, llama alejados del trono, mientras los débiles tienen mayor interés
174 RUDOLF VON IHERING

en vivir en su vecindad. La seguridad bajo el despotismo con-


siste en no llamar la atención, en evitar el contacto del poder:
seguridad de la liebre que se oculta del cazador.
Bajo un régimen semejante, el desarrollo del sentimiento TERCERA FASE
jurídico llega a ser un imposible. La esencia del sentimiento
jurídico no consiste tan sólo en saber que el derecho existe,
sino también en desearlo; es la acción enérgica de la persona- Fuerza bilateralmente obligatoria de la norma
lidad, que sabe que ella es por sí misma un fin, mirando de
afirmarse a sí propia, y sintiendo que esta afirmación ha lle- SUMARIO: 161. Imperio del derecho. —162. Definición
gado a ser para ella una necesidad irresistible y algo así como de la arbitrariedad. —163. Definición de la justi-
una ley de su existencia. Pero la adquisición de esta fuerza es cia. —164. Relación entre la justicia y la igualdad.
—165. Interés práctico de la igualdad. Idea del
una cuestión de hecho. Ni el individuo ni el tiempo sabrían equilibrio en derecho. —166. Subordinación del Es-
por sí solos alcanzarla; hace falta la energía de toda la na- tado a la ley. —167. I. Motivo de la subordinación
ción, continuada a través de toda su historia. La cosa no po- del Estado. —168. 2. Garantías de la subordinación
dría realizarse bajo un sistema de despotismo, como no podría del Estado al Derecho. Garantía interna: sentimien-
to nacional del derecho. —169. Garantía externa:
la encina crecer sobre una desnuda roca: el terreno es nece- Organización de la justicia. —170. Separación de
sario. Individuos aislados, por el contacto con el extranjero y poderes. —171. Instituciones judiciales. — 172. Pro-
el conocimiento de su literatura, pueden darse cuenta de ese cedimiento; administración de la justicia. —173.
hecho; pero esto no les sirve de nada si no es para disgustar- Funciones del juez. — 174. Organización judicial.
—175. El jurado. —176. Límites de la sumisión del
les del medio en que viven, si se atienen a un saber teórico, y poder público a la ley. —177. Derecho de legítima
para hacer de mártires si quieren traducir su ciencia en he- defensa de la sociedad. —178. Derecho de gracia. —
chos. Ganar las masas para esas ideas es una tentativa tan 179. Lagunas del derecho criminal — Remedios.
ilusoria como plantar una bellota de encina sobre una roca
desnuda o querer aclimatar una palmera bajo el cielo del Nor- 161. IMPERIO DEL DERECHO. — Hemos adoptado (número
te; vivirá en un invernadero, en pleno aire morirá. La masa, 145) la definición corriente del derecho, que designa a éste
bajo el régimen despótico, no conoce más que la dependencia, como el conjunto de normas obligatorias en vigor en un Es-
la sumisión, la sujeción; la obediencia pasiva satisface su filo- tado. Pero las explicaciones precedentes nos han enseñado có-
sofía política; no tiene fuerza de resistencia contra lo que cree mo los dos elementos, la coacción pública y la norma, son in-
inevitable; se duerme en la apatía. Esta disposición, formu- suficientes para crear lo que llamamos el estado jurídico. Lo
lada como dogma, se convierte en fatalismo; todo lo que su- que falta todavía es el elemento que hemos señalado con el
cede debe necesariamente suceder, no en virtud de una ley nombre de norma bilateralmente obligatoria, en virtud de la
siempre lógica consigo misma, y que, imponiéndose a quien cual el mismo Estado se inclina ante las reglas por él dictadas,
la conoce y la observa, le deja su independencia y su seguri- y de hecho les concede, mientras existen, el imperio que en
dad, sino por la fatalidad del azar, contra el cual nada prote- principio les atribuyó. Así desaparece el azar en la aplicación
ge, y que ante él sólo deja lugar a la sumisión sin protesta. de las normas, y la arbitrariedad cede el puesto a la uniformi-
En el terreno del derecho, esta situación que domina, no la dad, a la seguridad, a la visibilidad de la ley. Es lo que llama-
ley, sino el azar, se llama arbitrariedad, y la palabra pregona mos el orden jurídico y lo que tenemos a la vista al hablar de
la condenación moral de la cosa. No olvidemos, sin embargo, la soberanía del derecho y de la ley. He aquí lo que debe dar-
que no sería cuestión de aplicar ese juicio a la fase de que nos nos el derecho, si quiere responder a lo que de él esperamos.
ocupamos aquí. El ciego de nacimiento no puede concebir la Es la tarea del Estado con arreglo al derecho.
sombra; el que ignora el derecho no puede conocer la arbi- El derecho, pues, en esta acepción lata, implica la fuerza
trariedad. —El conocimiento de la arbitrariedad implica el del bilateralmente obligatoria de la ley, la sumisión del Estado
derecho. mismo a las leyes promulgadas por él.
162. DEFINICIÓN DE LA ARBITRARIEDAD. — El lenguaje inter-
preta esta idea de un modo más expresivo aun en las nociones:
arbitrariedad y justicia. Determinar el sentido que a ellas va
ligado, será exponer el sentimiento popular del cual emanan.
176 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 177

El que obra con arreglo a derecho, obra legalmente; ilegal- siente la arbitrariedad aquel que tiene vivo el sentimiento
mente, cometiendo una injusticia1, si obra separándose del del derecho, y únicamente en proporción a la energía de ese
derecho. Estos términos se aplican al Estado lo mismo que a sentimiento. El peso de la arbitrariedad se deja sentir en razón
los subditos. El Estado puede también cometer un acto ilegal, directa al desarrollo de la fuerza moral del sentimiento jurídico.
una injusticia. Sin embargo, enfrente del derecho, el Estado Hasta aquí sólo he aplicado la palabra arbitrariedad a la
se halla en distinta situación que el subdito. Porque tiene la violación de la ley cometida por el Estado. Su significación
misión y el poder de realizar el derecho, puede y debe obli- se extiende más allá. Nuestro lenguaje, en efecto, le concede
gar a observarlo a los que de él quieren apartarse. La única u n doble sentido: la expresión puede ser interpretada en el
obligación del subdito es la de someterse al derecho. El Es- bueno o en el mal sentido. En la primera acepción indicará
tado rige los actos de otro; el subdito dirige los suyos propios. el acto que la ley permite; en la segunda el acto que prohibe.
El Estado ordena; el subdito obedece. Esta diferente situación En el orden material llamamos movimiento arbitrario al que
da a la injusticia cometida por el Estado, comparada con la no procede de la Naturaleza, sino que emana de nuestra pro-
realizada por el subdito, un carácter particular. El lenguaje pia resolución; oponemos así nuestro libre arbitrio a nuestra
lo ha comprendido bien al designar la injusticia del Estado dependencia de las leyes naturales; y la arbitrariedad, en este
con el nombre de arbitrariedad. El subdito que contraviene la sentido, es la libertad que conservamos al lado de la ley na-
ley. obra ilegalmente, no arbitrariamente. La arbitrariedad es tura. En el sentido jurídico, la lengua alemana llamaba en otro
la injusticia del superior; se distingue de la del inferior en que tiempo willkür en a los actos voluntarios de las comunida-
el primero tiene el poder a su favor, y el segundo lo tiene en des, corporaciones, etcétera, sobre las cosas sometidas a su
contra. Si éste último desconoce, no la norma abstracta, sino poder de disposición. Esta palabra significaba así la libertad
la orden concreta del superior, comete una rebelión, una des- coexistiendo con ia ley. Esta noción se identifica con la cono-
obediencia. Estos términos no pueden aplicarse al poder; el de cida actualmente por el nombre de autonomía, que, etimoló-
arbitrariedad, y, como veremos, el de justicia, no pueden apli- gicamente, tiene igual significación ( aótós voiioq ley de sí
carse a los actos del inferior. mismo). Ambas proceden de la misma idea; la arbitrariedad,
La arbitrariedad (willkür en alemán, de kürt, kür, kur = tomada en su buen sentido, y la autonomía, representan la
elección) es la voluntad guiándose conforme con su propia elec- voluntad funcionando libremente al lado de la ley.
ción, lo cual supone, esencialmente, la existencia de una ley. En otro sentido la arbitrariedad debe definirse: la acción
La potestad de la voluntad que no se halla regida por una de la voluntad, contraria a la ley; con una restricción, y es
ley, no es la arbitrariedad, es la simple potestad. Es por lo que la de que se trata de la voluntad del que manda y al cual el
no puede aún tratarse de la arbitrariedad, en la historia del poder que posee le deja cierta libertad de acción fuera de
derecho, en la fase histórica de la fuerza unilateralmente obli- la ley. Una voluntad que se manifiesta al lado de la ley; tal,
gatoria de la norma jurídica, y sólo aquí podemos hablar de es, por lo tanto, el carácter común a los dos significados de la
ella. La sombra no ha precedido a la luz; la arbitrariedad no ha palabra. Es lo que el lenguaje tenía presente cuando, a pesar
podido existir antes que el derecho. Noción puramente negati- de su muy distinta acepción, ha reunido bajo un mismo vo-
va, la arbitrariedad supone, como antítesis, el derecho, del cual cablo los dos casos de aplicación.
es la negación; no hay arbitrariedad si antes el pueblo no ha En el segundo sentido, como ya se sabe, la expresión se
reconocido la fuerza bilateralmente obligatoria de las normas aplica, no sólo al Estado, sino a todo ser que debe ordenar,
públicas. Desde este punto de vista, la situación anteriormente es decir, que tiene la misión y el poder de establecer el or-
descrita podría, en la fase inicial del derecho, presentársenos den. Así se aplica al padre con relación a sus hijos. Acusa-
regida por la pura arbitrariedad, mas no debe perderse de vista mos al padre de arbitrariedad cuando favorece a un hijo con
que introducimos aquí un elemento que le era extraño. El ne- detrimento de otro; cuando castiga sin razón. Igual se dice del
gro vendido como esclavo por el jefe de su tribu o señalado amo con relación al esclavo, del profesor y el discípulo.
para servir de holocausto con ocasión de una fiesta, no se con-
sidera víctima de la arbitrariedad; sufre las consecuencias de Se me objetará que el padre que obra de ese modo no vio-
un puro hecho; la fuerza que lo inmola aparece a sus ojos la ninguna ley, porque ninguna ley se lo prohibe. Esto de-
como aparecen a los nuestros la pólvora y la tempestad. Sólo muestra, precisamente, que al hablar de ley debemos ampliar
este término de la ley jurídica a la ley moral. La función mo-
1
Expresiones latinas correspondientes: justum, injustum, injuria, ral del padre le señala, como detentador de poder, ciertas
derivadas de jus; legitimum derivado de lex. normas, a las cuales el sentimiento moral le manda obedecer;
178 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 179

si las aplasta con sus pies, este menosprecio de las normas ción que se relaciona íntimamente con la de la arbitrariedad:
morales llevará el nombre de arbitrariedad con igual motivo la de- la justicia. Etimológicamente es justicia lo que está con-
que la violación de las normas jurídicas realizadas por el de- forme con el derecho. Si entendemos por éste el derecho po-
tentador del poder púbico. sitivo en vigor, el término justo será el equivalente de legal
Las relaciones públicas, a las cuales volvemos ahora, justi- o conforme con el derecho. Pero la palabra, cualquiera lo adi-
fican la necesidad de esta más amplia concepción de la norma. vina, tiene un sentido más bien limitado. Del subdito que ob-
Hablamos, no sólo de arbitrarias decisiones del juez, de actos serva la ley, nadie dice que obra justamente; del que la in-
arbitrarios del gobierno, tomando por norma el derecho posi- fringe, que obra injustamente; el que está obligado a la obe-
tivo, pero también de leyes arbitrarias. Ahora bien, el poder diencia, no puede obrar justa ni arbitrariamente. Sólo puede
legislativo no se encuentra, como el juez, como el gobierno, hacerlo el que manda, es decir, el que tiene el poder y la mi-
colocado bajo la ley; aquél está por encima de la ley. Toda sión de crear el orden: para el orden del Estado, el legislador
ley por él proclamada, cualquiera que sea su contenido, es, y el juez; para el orden de la familia, el padre; para el orden
en derecho, un acto perfectamente legal. En el sentido jurí- de la escuela, el profesor; en una palabra, todo superior en su
dico el legislador no puede nunca cometer una arbitrariedad; relación con los inferiores. El latín ha modelado exactamente
sostener lo contrario, sería decir que no tiene el derecho a cam- esta idea con la palabra justitia (es decir, el poder o la vo-
biar las leyes existentes; sería colocar al poder legislativo en luntad qui jus sistit, que establece el derecho, el orden). Jus-
contradicción consigo mismo. Pero igual que el padre debe, ticia y arbitrariedad serían, pues, nociones correlativas; la pri-
si no jurídica al menos moralmente, usar de su potestad con- mera indicaría que el que tiene la misión y el poder de estable-
formándose con el fin de la autoridad paternal, el legislador, cer el orden en el círculo de sus inferiores, se ha conformado
por su parte, está obligado a emplear el poder que le incumbe con las normas a las cuales le suponemos ligado; la segunda,
en interés de la sociedad. Su derecho, como el del padre, es al que se ha apartado de ellas. Hemos visto que esta obligación
mismo tiempo un deber; por su misma misión, hay exigencias puede ser jurídica o moral. Jurídica para el juez, para el le-
a las cuales debe satisfacer, normas que debe respetar. Puede, gislador sólo constituye una obligación moral. La ley domina
por lo tanto, él también, abusar del poder que le está con- al juez; el legislador está colocado por encima de ella. Aquél
fiado. tiene la consigna jurídica de aplicar la ley, y procede justa-
Pero no todo abuso será una arbitrariedad. Sólo por ser ma- mente cuando hace esta aplicación de un modo riguroso; las
la, desacertada una ley, no es arbitraria. No empleamos esta injusticias de la ley no pueden serle imputadas como falta,
calificación más que en dos casos. Llamamos así a las dispo- quedan en la cuenta del legislador. Para éste, que debe crear
siciones de la ley, positivas, que son arbitrarias por su misma la ley, la medida de la justicia no se encuenta en la ley misma;
debe descubrir la justicia para introducirla en aquélla.
naturaleza, es decir, que reglamentan una materia que escapa
a los principios, generales; por ejemplo, la fijación de los pla- Justicia formal y justicia material son los términos más apro-
zos de prescripción. La arbitrariedad está tornada aquí en el piados para expresar ese doble aspecto de la noción de justicia.
buen sentido; la voluntad del legislador no está sujeta por No nos ocuparemos más que de la primera, porque no hemos
principios que, en nuestra opinión, deben guiar sus actos. Si- de investigar en este momento la fuente de las normas esta-
gamos, al contrario, esta expresión, en un sentido desfavora- blecidas por el Estado. Nuestra tarea se limita a explicar que
ble a las disposiciones legales, en las cuales, según nuestra éste debe observar también las que ha establecido. Sin em-
opinión, el legislador se ha apartado de los principios generales bargo, como es necesario conocer el género para llegar a la
del derecho; así le reprochamos el haber puesto en olvido las comprensión de la especie, es forzoso definir aquí la noción
normas a las cuales estimamos que debe someterse. En el mis- de justicia. Nos limitaremos a las explicaciones precisas.
mo sentido nos servimos de la palabra injusto. La categoría 164. RELACIÓN ENTRE LA JUSTICIA Y LA IGUALDAD. — Estable-
de las disposiciones legales arbitrarias comprende, por lo tan- cer la igualdad, tal es el fin práctico de la justicia. La justicia
to, dos especies enteramente distintas: las disposiciones posi- material establece la igualdad interna, es decir, la justa pro-
tivas, desprovistas de todo elemento obligatorio, según nuestro porción entre los méritos y el salario, entre la pena y la falta;
sistema, y las disposiciones injustas, en que dicho elemento es la justicia formal da la igualdad externa, es decir, asegura la
deliberadamente sacrificado. uniforme aplicación, en todos los casos, de la norma una vez
163. DEFINICIÓN DE LA JUSTICIA. — Con esta expresión: in- establecida. El legislador debe realizar el primero de estos
justo, hasta aquí evitada de propósito, introducimos una no- trabajos. Pero cuando las circunstancias lo permiten y lo exi-
180 RUDOLF VON ÍHERING
EL FIN EN EL DERECHO 181

gen, puede señalar al juez la misión de efectuar por sí mismo


este equilibrio interno. El juez está llamado a realizar el se- egregiumopus architectonicumí. Pero la simetría que él tiene
gundo trabajo (administración de la justicia) y más adelante presente, parece referirse menos al fin práctico del perfecto
veremos por qué es el único encargado de este servicio con I equilibrio social, que a un cierto sentimiento estético de la
exclusión de los demás órganos comisionados para la ejecución v armonía general de la sociedad. En un orden de ideas que nin-
de las leyes (administración). I guna relación tiene con lo bello y que sólo se aplica a la rea-
lización de fines prácticos, es el lado práctico y no el punto
Cuando la decisión del juez está conforme con la ley, se de vista estético, el único decisivo; la persecución de la igual-
llama justa; en el mismo caso la disposición de la autoridad dad sólo puede justificarse cuando está ordenada por la na-
administrativa aparece, no como justa, sino como legal; si una turaleza de esos fines. Debemos, pues, demostrar que la so-
u otra viola la ley, será arbitraria. Resulta de aquí que la arbi- \ ciedad no puede llenar su misión sin la condición de realizar
trariedad y la justicia no son nociones correlativas en el sen- r la igualdad. La societas romana va a facilitarnos la explicación.
tido absoluto de la palabra. La noción de justicia se limita 165. INTERÉS PRÁCTICO DE LA IGUALDAD: IDEA DEL EQUILIBRIO
a los poderes encargados de realizar la idea de la igualdad en EN DERECHO. — Los juristas miran expresamente el principio
derecho: el legislador y el juez. La de arbitrariedad, al contra- I de la igualdad como el principio fundamental de la societas,
rio, se aplica a todas las autoridades del Estado, a toda auto- ¡ entendiendo por aquélla, no la igualdad externa, absoluta, ma-
ridad administrativa, hasta al gobierno. Este procede arbitra- \ temática, que da a una parte lo mismo que a la otra, sino la
ñámente, por ejemplo, cuando entorpece el curso de la jus- I igualdad interna, relativa, geométrica, que mide la parte de
ticia; pero como no tiene parte en su administración, no í cada uno según lo aportado por éste 2 . No se detenían en la
puede obrar justamente. Por el contrario, aplicamos a Dios la I idea de la igualdad abstracta de los individuos aislados, sino
idea de justicia; la de arbitrariedad es inconciliable con su que se fijaba en la del equilibrio entre lo aportado y los be-
esencia. Tenemos, pues, allí arbitrariedad sin posibilidad de neficios. Es la idea de equivalencia aplicada a la sociedad.
justicia; aquí, justicia sin posible arbitrariedad; las dos noció- | Una sociedad para prosperar debe poder contar con la com-
nos no se corresponden. | pleta abnegación de cada uno de sus miembros. Para obtener
¿Estamos en lo cierto buscando la noción de la justicia en L este concurso debe pagarles con toda la posible largueza; si
el principio de la igualdad en derecho? ¿La igualdad es cosa no lo hacen compromete el fin de su institución. El celo del
tan elevada que deba dar la medida de la más alta noción del que se sienta lesionado se amortiguará, calmaráse su activi-
derecho porque tal es la justicia? ¿Por qué el derecho debe dad, la máquina habrá perdido uno de sus rodajes y su marcha
tender al establecimiento de la igualdad cuando toda la natu- estará comprometida. La desigualdad en el reparto de los
raleza la contradice? Y ¿qué vale la igualdad como tal? Puede beneficios sociales, el perjuicio que de esto resulta para ei
ser muy bien la igualdad en la miseria. ¿El criminal se consola- individuo, son causas de ruina para la misma sociedad.
rá al saber que la pena que sufre alcanza a todo criminal como |^ Es, por consiguiente, el interés práctico de la existencia y
él? El amor a la igualdad parece más bien tener su profundo ' de la prosperidad de la sociedad, quien somete ésta al princi-
origen en los más vergonzosos repliegues del corazón huma- pio de igualdad, y no el imperativo categórico a priori de una
no: la malevolencia y la envidia. ¡Que nadie sea más dichoso igualdad que imponer a todas las relaciones humanas. Si la
que yo, y, si soy miserabe, que los demás lo sean también! experiencia llegare a demostrar que la sociedad obtendría ven-
Pero si queremos la igualdad en derecho, no es porque sea tajas haciendo prevalecer un sistema de desigualdad, aquélla
cosa apetecible en sí; está lejos de tener esa importancia, y debería necesariamente adoptarlo. En la sociedad civil las co-
las cosas se disponen de tal suerte, que al lado de toda igual- \ sas no suceden de otro modo, tanto en lo que se refiere a la
dad del derecho surgen mil desigualdades. Queremos aquélla I especie de igualdad que la ley debe introducir, como en lo
porque es la condición del bien de la sociedad. Cuando las concerniente a su interés práctico. Quien aquí calcula no es
cargas están desigualmente repartidas entre los miembros de el individuo, es la sociedad misma. Tomando en consideración
la comunidad, no es el más gravado el único que padece, sufre aquél solo, se llega a una igualdad exterior, mecánica, que
toda la sociedad, el eje social está fuera de su lugar, destruido 1
el equilibrio, y la lucha para restablecerlos es inmediata: lu- Tomo la cita (LEIB. Theod. I, § 73) de STAHL, Rechts philos, II, 1,
2* edición, pág. 263.
cha llena de amenazas para el orden social existente. . La tesis del mismo STAHL es, en mi opinión, enteramente falsa.
2
LEIBNITZ descubre la esencia de la justicia en la idea de la L. 6, 78, 80, piro. soc. (17, 2). Establecer la igualdad en este sentido
simetría (relatio quoedam convenientice) y la compara con el es la misión del boni viri arbitrium. L. 6 cit. Esto resulta de la natu-
raleza del bonce jidei judicium, L. 78 cit.
182 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 183

pone a todo el mundo al mismo nivel, pequeños y grandes, Tomo un solo ejemplo, no porque tenga una particular im-
ricos y pobres, niños y hombres maduros, sabios y locos, y portancia, sino porque marcará mejor el verdadero estado de
que, aplicando igual trato a los seres más desigualmente cons- las cosas. Examino el lado económico de la justicia criminal.
tituidos, crea en realidad la más flagrante desigualdad {sum- Descuido el lado moral y me coloco únicamente en el punto
mum jus, summa injuria). Con parecido régimen, la sociedad de vista utilitario.
no podría resistir; constituiría, de hecho, la negación de las La pena, en manos del Estado, es un arma de dos filos; ma-
diferencias que aparecen y deben aparecer por todos lados. nejada a destiempo, se vuelve contra él mismo y le hiere en
El cuerpo humano no podría existir si todos sus miembros ocasión de herir al delincuente. Quitando al criminal la vida,
estuviesen igualmente formados. Lo mismo ocurre con el cuer- el Estado se priva de uno de sus miembros; encarcelándolo,
po social. La igualdad que debe reinar en su seno sólo puede paraliza en él una fuerza obrera. Es de la mayor importancia
ser relativa; debe haber proporción entre la aptitud y el ser- que el derecho penal conozca el valor de la vida y de la fuerza
vicio prestado, entre la tarea impuesta y los medios empleados humana. Si BECCARIA, en su obra inmortal Los delitos y las
para llevarla a buen término, entre los méritos y el salario, penas (1764) \ no hubiese protestado contra el exceso de las
entre la falta y la pena. La sociedad tiene por divisa: suum penalidades, lo hubiera debido hacer ADAM SMITH al tratar de
cuique—suum, en relación con la particular condición de ca- las Causas de la riqueza nacional (1776). Habría demostrado
da individuo. He aquí la base de la noción de la verdadera que la sociedad, sacrificando sin necesidad absoluta la vida
justicia. La igualdad que persigue es la de la ley: concordan- o el trabajo de uno de sus miembros, con un fin penal, se oca-
cia entre las disposiciones de la ley y sus condiciones de apli- siona un daño, del mismo modo que aquel que maltrata un
cación. Será justa, en mi opinión, la ley que consagre este animal de su pertenencia y lo inutiliza. En los primeros tiem-
equilibrio, injusta la que lo desconozca. Es injusta la ley que pos del mundo, el reconocimiento del valor de la vida y la
impone al pobre las mismas cargas que al rico, porque no fuerza humanas fué el primer paso hacia la humanidad; su
tiene en cuenta la diferencia de capacidad; injusta también apreciación indujo al vencedor a perdonar la vida al enemi-
la que castiga con igual pena el delito de poca importancia y go prisionero (núm. 116). La misma consideración puede y
el crimen, porque olvida que la pena debe ser proporcionada debe guiar a la sociedad en su conducta respecto a su ene-
a la falta; igualmente injusta la que coloca en la misma situa- migo interior; es de su propio interés medir con cuidado las
ción al individuo responsable y al que tiene su responsabili- penas con que amenaza. Nada de prisión donde basta la pena
dad anulada, porque desconoce el elemento de la culpa. pecuniaria; nada de pena de muerte si es suficiente la de pri-
sión. La pena pecuniaria castiga sólo al culpable, la sociedad
Se puede admitir esta teoría, y, sin embargo, negar la im- no sufre daño; con la prisión y la pena de muerte paga ella
portancia práctica, para la sociedad, de la justicia así enten- misma el mal que inflige y sufre una pérdida personal. Todo
dida. Si la ética no la niega, no es porque la reconozca táci- exceso recae sobre ella.
tamente, ni sueña en hacerlo; mira la justicia desde el punto Lo anterior tiene por objeto fijar de la manera más precisa
de vista moral, no ve en ella más que un imperativo a b s o r t o las nociones que nos han hecho descubrir la definición de la
del sentimiento moral, base de todo su sistema de la morali- norma bilateral: arbitrariedad, igualdad, justicia, y separar su
dad en general. Me explicaré al exponer la teoría de la mora- aplicación, en cuanto al legislador, de la que las une al jueá
lidad (cap. IX), cuya base buscaré en el bien práctico de la única de que vamos a ocuparnos aquí.
sociedad. La conclusión será decisiva. Pero aquí ya tendemos 166. SUBORDINACIÓN DEL ESTADO A LA LEY. — Volveremos
a la afirmación del lado práctico de la justicia. No profundiza- ahora a la norma bilateral. Hemos dicho que consiste en la
remos tal cuestión en este momento; presenta un secundario subordinación del Estado a las leyes por él mismo dictadas.
interés para nuestro tema, pero queremos despertar las refle- ¿Qué es la subordinación? ¿Cómo el Estado, cuya misma no-
xiones del lector. ción le coloca por encima de todo poder, puede subordinarle?
Para ver claro el tema del lado práctico de la justicia, no hay O si la subordinación consiste únicamente en limitar su propio
más que invertir la proposición y preguntarse cuál es, en la poder, ¿quién hará respetar esta abdicación parcial? ¿Cómo
sociedad, la influencia de las leyes injustas, bajo su aspecto llegó el Estado a esta concepción de imponerse una restricdón
político, económico y moral. Pronto se comprobarán sus efec- en el uso de su poder? ¿Esta concepción es afortunada? ¿Es
tos aciagos bajo tres aspectos, y no menos pronto se recono-
cerá hasta qué punto la fuerza, el bien y la prosperidad de la 1
Dicha obra ha sido publicada por esta Editorial en su colección
comunidad dependen de la justicia. jurídica.
184 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 185

aplicable en todos los sentidos? ¿No hay una esfera donde se rechp; la otra externa, encarnada en la administración del de-
justifique por completo el carácter unilateralmente obligatoria recho."
de la ley, y hasta la orden puramente individual? El sentimiento del orden no puede nacer en el servidor si
Estas son todas las cuestiones que debemos esclarecer. Va- el mismo amo provoca de hecho la imposibilidad del orden; de
mos a situarnos en los tres puntos de vista siguientes: igual manera el sentimiento del derecho permanecerá extraño
1. El motivo. al subdito del Estado, si este mismo estruja bajo los pies sus
2. Las garantías. propias leyes. El respeto al derecho debe reinar arriba para
3. Los límites de la subordinación del Estado a la ley. que descienda a las capas inferiores. El sentimiento del dere-
167. 1. MOTIVO DE LA SUBORDINACIÓN DEL ESTADO. — El mo- cho se vivifica por la aplicación de éste; se extingue cuando
tivo que determina al poder a inclinarse bajo la ley, es el mis- el mundo exterior se resiste a esa aplicación. Así ocurre con
mo que basta para que el individuo se decida a dominarse: el sentimiento de lo bello, que sólo se desarrolla por la repre-
el interés propio. La dominación de sí mismo lleva en ella la sentación objetiva de la belleza. Objetivo y subjetivo, interior
recompensa. Para saberlo es menester la experiencia y la in- y exterior, se corresponden mutuamente y se reclaman uno
teligencia. Para el hombre ininteligente, la experiencia es mu- a otro. En lo bello y por lo bello, triunfa el sentimiento de lo
da; sólo aprovecha al ser inteligente, dotado de fuerza moral bello; en el derecho y por el derecho, se agranda el sentimien-
para seguir sus lecciones. Admitido esto: el poder dotado de to del derecho.
inteligencia y de fuerza moral, el problema está resuelto. El Este sentimiento tiene su punto de partida en el derecho
poder público recurre al derecho, porque en ello descubre su privado. Basta una ojeada para abarcar todo el dominio de
propio interés bien entendido K El jardinero cuida el árbol que los intereses del derecho privado; y es un juego para la inte-
ha plantado; el poder público vela por el mantenimiento del ligencia más sencilla, limitada aun a la esfera del propio yo,
derecho; ambos reconocen que, no por el árbol en sí, sino para elevarse a la abstracción del derecho en sentido subjetivo. Ba-
obtener frutos, el árbol reclama cuidado y protección y los jo este aspecto es como, en un principio, el egoísmo comprende
frutos recompensan esta solicitud. El orden sólo está verda- y puede comprender el orden jurídico. El derecho no le pre-
deramente garantido allí donde el Estado respeta el que él ocupa; lo que le interesa es su derecho; es decir, lo que direc-
mismo ha establecido. Allí reina el derecho, y solamente a lí tamente le atañe.
prospera el bienestar nacional, florecen el comercio y la in- Pero el egoísmo aprende a disciplinarse. Una primera ex-
dustria y únicamente allí adquiere su completa expansión la periencia le enseña que la ofensa inferida al derecho de otro
fuerza intelectual y moral de la nación. El derecho es la bien compromete su propio derecho, y que defendiendo aquél de-
entendida política del poder —no la política estrecha, que se fiende el suyo propio. El derecho privado fué el primero en
inspira en el interés del momento, sino la que mira a lo lejos, revelar su importancia práctica para el bien común; en él,
penetrando en el porvenir. desde luego, adquirió realidad el sentimiento del derecho.
Semejante política exige el imperio sobre sí mismo. Pero, Este progreso se efectuó bastante más tarde en el terreno
igual que el individuo, el Estado sólo adquiere este imperio del derecho público, y, cosa extraña, el derecho penal sufrió
por una práctica constante. Transcurren siglos antes de que el mismo retraso. El primer hecho es explicable, el segundo
el Estado, después de muchas tentativas, que tan pronto lo sorprendente. Pero la seguridad del derecho privado es nula
alejaban como lo aproximaban a su originaria línea de con- si el poder de castigar del Estado no se halla estrictamente de-
ducta, abandone el punto de partida, por nosotros admitido, finido. Ejerciéndolo arbitrariamente, el Estado puede hacer
de la fuerza ilimitada, y se someta a la inviolable observación inútil todo el derecho privado; y como en ese terreno man-
del derecho. tiene su absolutismo con mayor aspereza, debe pasar mucho
168. 2. GARANTÍAS DE LA SUBORDINACIÓN DEL ESTADO AL DERE- tiempo antes de que el sentimiento jurídico venga a realizar,
CHO. GARANTÍA INTERNA: SENTIMIENTO NACIONAL DEL DERECHO. — en todos los terrenos a la vez, la seguridad del derecho. Pron-
Son dos las garantías que aseguran la sumisión del Estado al to o tarde, sin embargo, una vez revelada en el dominio del
derecho; la una interna, que estriba en el sentimiento del de- derecho privado, la lógica de sí mismo le lleva cada vez más
lejos, hasta que, por fin, realiza en toda su extensión la nece-
1
Una confesión, digna de notar, del absolutismo, es la decisión á& saria inviolabilidad del derecho.
la L. 4, Cód, de Leg. (1, 14) de Teodosio II y de Valentiniano III (429):
digna vox est majestate regnantis legibus alligatum se principem pro- Tal es el último término de este desarrollo: el derecho ob-
fiteri, ad eo de AUCTORITATE JURIS NOSTRA PENDET AUCTORITAS. jetivo y el sentimiento subjetivo del derecho, se realizan an-
186 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 187

dando a la par, apoyándose y reclamándose el uno al otro. En ta en dinero (canon anual). En Turquía sólo la mezquita tiene
último análisis, el derecho encuentra su garantía asegurada en su derecho garantido. Sabido es que en la Edad Media fre-
la potestad moral que ejerce en la nación el sentimiento del cuentemente sucedían así las cosas entre nosotros. En los últi-
derecho. Ninguna constitución, por perfecta que a uno se le mos tiempos del Imperio Romano, un motivo idéntico provoca-
imagine, podría de hecho impedir al poder público la viola- ba la cesión a las altas personalidades de los créditos litigiosos 1.
ción de la ley. Ningún juramento le servirá de salvaguardia, No me extenderé más acerca del valor económico de la se-
porque, ¡cuántos juramentos incumplidos! La misma aureola guridad del derecho. Queda su valor moral.
de santa e inviolable con que la teoría corona a la ley, no asus- Este consiste, creo yo, en el desarrollo del carácter nacional.
ta a la arbitrariedad. Lo que la asusta es únicamente la fuerza Es un fenómeno bien determinado que allí donde reina el
real que está detrás de la ley, es decir, el pueblo; el pueblo que despotismo hay falta de caracteres. Todas las tiranías del mun-
reconoce el derecho como la condición de su existencia; el pue- do, durante miles de años, no han producido tantos caracteres
blo que, en la violencia ejercida contra el derecho, se siente como Roma, tan poco extensa en su más gloriosa época, en el
violentado; el pueblo presto a tomar las armas, si es necesa- transcurso de un siglo. ¿Hay que buscar la razón en el carác-
rio, para el mantenimiento de su derecho. Yo no digo que só'o ter del pueblo? Este se forma con el tiempo; ¿por qué el ca-
el horror y el miedo deben llevar el poder público a la ob- rácter del pueblo romano se ha desarrollado de un modo tan
servancia de las leyes; ha de obedecer a un móvil más noble: por completo distinto del de Turquía? No hay más que una
el del respeto a la ley por la ley misma; pero, a falta de este respuesta: es porque el pueblo romano ha sabido conquistar
último, los dos primeros tienen, ciertamente, influencia. Arri- a tiempo la seguridad del derecho, l^o se alegue que esto es
ba, como abajo, el respeto a la ley debe reemplazar al temor encerrarse en un círculo vicioso, haciendo del derecho la con-
a la misma. Pero, a falta de este respeto, queda siempre el te- dición del carácter del pueblo, y de éste la condición del de-
mor; en este sentido digo que el temor que inspira al poder recho. Aquí, como en el arte, hay reciprocidad de acción; el
público la reacción del sentimiento jurídico de la nación, cons- pueblo hace el derecho y a su vez el derecho hace el pueblo.
tituye la suprema garantía de la seguridad del derecho. No es Allí donde falta la garantía objetiva del derecho, falta el
menos cierto que el sentimiento del derecho, una vez alcan- sentimiento subjetivo de su seguridad, y la ausencia de éste
zada en el pueblo toda su fuerza, ejerce también, hasta sobre entorpece el desenvolvimiento del carácter. Lo que constituye
el poder público, una influencia puramente moral. el carácter es el sentimiento, tenaz e íntimo, de la personali-
La energía del sentimiento jurídico de la nación resulta ser dad; ésta sólo alcanza a desarrollarse cuando encuentra en el
a fin de cuenta la sola garantía de la seguridad del derecho. mundo exterior favorables circunstancias. Los caracteres no
La fuerza y el prestigio de las leyes van siempre a la par con pueden formarse allí donde la moral popular consiste en so-
la fuerza moral del sentimiento del derecho: si este senti- meterse, en plegarse, en practicar una política de sagacidad,
miento se halla paralizado, el derecho es incierto; si se halla de astucia y de sumisión rastrera. En un terreno semejante
sano y vigoroso, su imperio está asegurado. La inviolabilidad sólo pueden nacer esclavos y servidores, y los que levantan la
del derecho es en todas partes la obra exclusiva y la gloria del cabeza no son más que lacayos disfrazados, arrogantes y bru-
pueblo; es un bien que debe conquistar al precio de penosos tales con los humildes, cobardes y serviles ante los poderosos.
trabajos, y, a veces, de oleadas de sangre. Para que su carácter pueda desarrollarse, los hombres deben
No necesito encarecer la importancia de la seguridad del poseer a tiempo el sentimiento de la inviolabilidad de su de-
derecho; es evidente para lo que atañe al orden exterior de la recho. Este sentimiento subjetivo reclama una garantía ex-
vida, particularmente para el comercio y las relaciones en ge- terior objetiva en la sociedad, y aquélla es el derecho quien
neral. En efecto, ¿es menester demostrar que el valor de las la da al hombre. Como el creyente tiene fe en la divinidad, el
cosas no depende únicamente de su utilidad real —de su fer- hombre del derecho tiene en éste una fe inquebrantable; uno y
tilidad el del suelo, de su importe el de los bienes, los cré- otro, no solamente se fundan sobre alguna cosa exterior a ellos,
ditos, etcétera—, sino muy esencialmente de la seguridad, de sino que sienten vivir en ellos mismos su Dios y su derecho,
hecho y de derecho, de su posesión? Si de otro modo fuese,
la propiedad inmueble en Turquía debería valer tanto como 1
Cód. 11, 14. Ne liceat potentioribus patrocinium litigantibus proes-
en nuestra nación; pero el turco sabe por qué, más que ser él tare vel actiones in se transferre. En la Edad Media, cesión a la Igle-
mismo propietario de su inmueble, le conviene abandonarlo sia, c. 2, X, de alien (1, 41). En Turquía, más de tres cuartas partes
de la propiedad inmueble han sido colocadas así en manos de las
a la mezquit; y tomarlo en feudo {vakouf) mediante una ren- mezquitas.
EL FIN EN EL DERECHO 189
188 RUDOLF VON IHERING

viva; ésta habla por boca del juez. Si, descendida del cielo, la
de los cuales hacen la sólida base de su existencia; Dios y el justicia pudiere venir a trazar el derecho de una manera tan
derecho forman parte de ellos mismos; ninguna potestad en precisa, tan exacta y tan detallada que su aplicación no fuese
el mundo lo impedirá; sólo podrá anularlos en ellos y con ellos. más que una simple cuestión de adaptación-a una especie, su
Ahí reside la fuerza de creyente y del hombre del derecho. El reino estaría asegurado sobre la tierra. La administración de
ansia que oprime al átomo animado, entregado a sí mismo, la justicia habría alcanzado la perfección suma, porque la
desaparece con el sentimiento de esta fuerza que siente en igualdad absoluta y su consecuencia, la conformidad obligada
él y que le rodea como una muralla. A su angustia ha sucedido de la sentencia judicial, son tan compatibles con la idea de
un sentimiento de inquebrantable seguridad. Confianza inven- justicia que constituyen su fin supremo. La idea de oportuni-
cible, tal es para mí la expresión exacta del sentimiento que dad, al contrario, rechaza hasta tal punto esta sujeción a una
inspiran al nombre, el derecho y la religión; el derecho en norma de antemano trazada en su menor detalle, que para
sus relaciones con sus semejantes, la religión en sus relacio- ella la exención de toda regla sería preferible a un deber de
nes con Dios. absoluta sumisión. Tranportar a todas las ramas de la activi-
La seguridad que uno y otro conceden, implica también una dad del Estado la idea de sumisión que domina en la adminis-
dependencia. No hay en esto ninguna contradicción, porque tración de la justicia, sería paralizar la acción de aquél.
la seguridad no es independencia —ésta no existe para los 170. SEPARACIÓN DE PODERES. — La oposición de estas dos
hombres—, sino dependencia legal. La seguridad es el anver- ideas: la justicia inmutable, por su esencia, y la oportunidad
so de la medalla, la dependencia es el reverso. Por lo cual libre, por su principio mismo, es quien crea la distinción entre
no puedo aprobar la definición de SCHLEIERMACHER: la religión la administración de la justicia y la administración propia-
es el sentimiento de dependencia para con Dios, por que coloca mente dicha.
en primer término lo que debe estar en segundo. La definición
podría ser verdadera para la fase del sentimiento religioso A esta diferencia íntima o de fin, entre la justicia y la ad-
que corresponde a la del despotismo en la historia del derecho; ministración, corresponde la diferencia de su organización ex-
entonces, en efecto, la dependencia es la característica exacta terna. En todos los pueblos civilizados, en una cierta fase del
de la relación; pero ya no sirve para designar la conclusión desenvolvimiento del derecho, se reproduce el divorcio entre
final del movimiento. Entonces, para la religión como para el la justicia y las otras ramas de la actividad del Estado. En
derecho, el sentimiento de seguridad triunfa sobre el de de- todas partes se levanta la figura del juez. Nada impide, entre
pendencia. Desde este punto de vista psicológico, se puede tanto, un cúmulo de funciones judiciales y de funciones ad-
definir el derecho: la fe en el Estado; la religión; la fe en ministrativas, ejercidas .por una sola y misma persona; basta
Dios. que las dos esferas permanezcan en absoluto separadas; es
decir, que los principios que les marcaron sean diferentes. Pe-
169. GARANTÍA EXTERNA: ORGANIZACIÓN DE LA JUSTICIA. — Al ro la experiencia ha enseñado que la distinción absoluta de
sentimiento jurídico, como garantía interna del mantenimiento las dos funciones está mejor asegurada, cuando a su separa-
asegurado del derecho, he opuesto, como garantía externa, ción interna se agrega la separación externa en cuanto a las
la administración de la justicia. Dos elementos dan a la personas que las ejercen (separación de la justicia y la admi-
administración de la justicia, comparada con las demás ra- nistración). La inteligencia humana resiste, en efecto, a crear-
mas de la actividad del Estado, un carácter especial: desde se dos concepciones, a trazarse dos líneas de conducta dife-
luego, la particularidad intrínseca del fin que persigue, y rentes para aplicarlas tan pronto la una como la otra, según
después la particularidad extrínseca de sus formas y sus me- la diversidad de las circunstancias, sin que la una perjudique
dios de acción. Respecto al primer elemento, lo que distingue a la otra. La separación de los poderes, para alcanzar su obje-
a la administración de la justicia de las otras ramas de acti- to, exige la separación de las personas y la independencia de
vidad del Estado, es que aquélla debe realizar exclusivamente las autoridades.
el derecho. —El derecho y nada más que el derecho, tal es su
divisa. Las autoridades administrativas del Estado deben igual- Como razón de esta necesidad no bastaría invocar la ley de
mente aplicar el derecho en toda su extensión; mas para ella, la división del trabajo, haciendo valer que el derecho, a causa
al lado del derecho viene a colocarse un segundo factor: la de su extensión y de las dificultades que presenta, reclama su
oportunidad. Las autoridades a quienes está confiada la admi- obrero especial. Sin duda, la administración no escapa al prin-
nistración de la justicia, las autoridades judiciales, sólo deben cipio de la ley de la división del trabajo. La policía de las
tener en cuenta el derecho. El juez es en cierto modo la ley construcciones no la realiza el que vigila las monedas; los bos-
190 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 191

ques tienen distintos administradores que las minas; para to- vo bajo su mano, podía estrangularla con mucha suavidad,
dos estos diferentes fines, el Estado instituye autoridades par- sin llamar la atención.
ticulares. Mas la separación de la justicia y ia administración 171. INSTITUCIONES JUDICIALES. — Examinemos de más cer-
se ha realizado históricamente en una época en que el derecho ca la organización de la justicia y estudiemos sus institucio-
estaba lejos de haber adquirido la perfección que supone la nes. Comprende cuatro partes integrantes:
aplicación de la ley de división. En Roma, por ejemplo, el El derecho material (1) cuya aplicación está exclusivamente
judex, en Alemania el regidor (Schóffe), han precedido, con conferida al juez (2), aplicación que se hace a dos partes liti-
mucho tiempo, a esta etapa progresiva del derecho, y la ne- gantes (3) y bajo la forma de un procedimiento fijado de an-
cesidad de un saber jurídico especial permanece extraña a temano (4).
nuestro moderno jurado. El primero de estos elementos no contiene nada que le sea
La separación de la justicia y la administración no puede, particular a la administración de la justicia; le es común con
por lo tanto, relacionarse con la ley de la división del trabajo, 3a administración. Se presenta la única diferencia de que el
y debe buscarse en otro lado la razón de su distinción. Esta juez debe guiarse exclusivamente por el derecho. El derecho,
razón reside en la misión particular del derecho comparada pues, debe ser fijo y preciso. El deseo de someter al juez, lo
con la de las otras ramas de la actividad del Estado. Hacer de más estrictamente posible, a la ley, ha motivado la creación
la administración de la justicia una rama separada de la ac- de una institución que aparece con frecuencia en la historia del
tividad del Estado, es concentrar el derecho en sí mismo, en- derecho, y en las circunstancias más diversas. Consiste en la
cerrarle en su misión, y asegurar así el perfecto cumplimiento obligación de citar el texto de la ley, impuesta ya a la parte
de esta última. que acude al juez (procedimiento romano de las legis actiones,
El simple hecho de la separación exterior de la justicia y la petición fiscal en el procedimiento criminal moderno); ya al
administración, es. desde este punto de vista, de una impor- mismo juez en la sentencia que pronuncia (procedimiento cri-
tancia capital, sin tener en cuenta todavía sus diversos órga- minal moderno): se podría llamar el sistema de la legalidad en
nos y sus garantías, de los cuales vamos a tener que ocupar- materia de procedimiento. Esta prescripción hace, de la con-
nos. Estableciendo esta línea de demarcación alrededor de la formidad, del acto del juez al derecho material, una condición
justicia, el poder público reconoce en principio que el derecho de procedimiento de este acto; el acto de procedimiento debe
tiene una misión especial, a la cual se aplican consideraciones llevar en sí mismo su legitimación legal. Esta institución tiene
distintas de las que se refieren a las demás ramas de su acti- por objeto prevenir la arbitrariedad del juez, recordándole que
vidad. Por la investidura que concede al juez, el poder declara la ley pone límites a su poder. En cambio hace muy difícil el
al pueblo que renuncia a ejercer por sí mismo las funciones progreso del derecho en la práctica, fuera del marco de la ley,
judiciales. Al crear el juez limita su propia potestad sobre esta progreso que reserva casi exclusivamente al legislador. Este
parte del derecho cuya realización confía a dicho funcionario; resultado puede parecer favorable al derecho criminal, como
otorga a éste el cuidado de dictar el derecho según su propia garantía de la aplicación adecuada de la ley; pero es muy de
convicción, fuera de toda acción gubernamental; el poder ga- sentir respecto al derecho civil. Para éste la obligación, im-
rantiza la ejecución de la sentencia judicial. Dentro de los lí- puesta al juez, de motivar su decisión, realiza la misma idea
mites que traza a la potestad del juez, sean éstos amplios o de un modo mucho más oportuno; obliga al juez a justifi-
estrechos, asegura la independencia del magistrado. Si el po- car objetivamente su decisión, sin estar sujeto a seguir la le-
der público avanza sobre estos límites, comete una denega- tra de la ley.
ción del derecho, viola la justicia; atacando el orden jurídico Hay otra forma de organización del derecho, que tiende al
por él mismo establecido, proclama su propia decadencia. mismo fin, pero que lo persigue de una manera más imperfec-
ta todavía. Es la forma casuista que, en vez de dar al juez
Resulta de lo anterior que la simple separación de hecho de principios generales cuya aplicación adecuada se deja a su
la justicia y la administración, ya constituye, para el derecho, propia inteligencia, le da disposiciones de detalle para cada
un progreso de los más señalados; emancipa la administración caso particular, fórmulas jurídicas que prevén todas.las espe-
de la justicia dándole una organización separada; y siguiendo cies posibles de cuestiones jurídicas, eximiéndole de ulterior
la justicia en lo sucesivo su camino sin necesitar apoyo, si el investigación. Semejante organización está condenada de an-
poder público quiere dirigirle algún ataque está obligado a ha- temano. ¿Cómo, en efecto, prever la infinita variedad de los
cerlo, abiertamente, mientras que durante el tiempo que la tu- casos particulares que pueden presentarse? Es querer hacer
192 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 193
puramente mecánica la aplicación de la ley e inútil el pensa- cho ante un juez superior; lo dicta él mismo. El consejo de gue-
miento del juez. Se recuerda involuntariamente al pato de rra que establece, no tiene de tribunal más que el nombre; en
Vaucanson que digería de un modo automático: se introduce realidad funciona como una autoridad administrativa. El con-
la especie a decidir en la máquina de juzgar y sale bajo forma sejo de guerra es el Estado mismo. La cuestión de saber hasta
de sentencia. La experiencia hizo justicia a este sistema. El dónde debe el Estado extender la administración de la justicia ;
legislador no puede suplir la inteligencia del juez; por este en el verdadero sentido de la palabra, es esencialmente políti-
camino sólo consigue adormecerla. ca. Hasta hace poco tiempo, el Estado no había organizado
172. PROCEDIMIENTO; ADMINITRACIÓN DE LA JUSTICIA. — Pa- más que la justicia civil y la penal; sólo eran conocidos el juez
so a las otras tres condiciones necesarias para la administra- y el procedimiento civiles y el juez y el procedimiento crimi-
ción de la justicia, que le son especiales. Para hallar su apli- nales. Los progresos del derecho público han extendido la esfe-
cación bajo forma judicial, el derecho debe ser discutido entre ra de la justicia (justicia administrativa) y probablemente la
dos partes litigantes —conforme a un procedimiento trazado extenderán aún más.
con anterioridad— ante los jueces. Es el litigio quien pone 173. FUNCIONES DEL JUEZ. — Por muy preciso que sea el
toda la justicia en movimiento. texto de la ley, por muy claramente señalado que esté el pro-
Un litigio supone dos partes litigantes. En materia civil son cedimiento, todo el éxito de la administración de la justicia
el demandante y el demandado; en materia criminal están re- reposa, en fin de cuenta, sobre dos condiciones, que deben en-
presentadas por el ministerio público y el ministerio público contrarse en la persona del juez y constituir el principal cui-
y el procesado. El litigio debe ser resuelto por un tercero no dado de la legislación. La primera es intelectual, estriba en la
interesado en la solución. Es la función del juez. El poder pú- ciencia requerida y el discernimiento necesario para la apHca-
blico debe señalarle una posición que le permita realizar su ción del derecho; el juez debe conocer a fondo la teoría y la
tarea. El antiguo procedimiento criminal daba al juez, al lado práctica del derecho. Las instituciones que hoy en día contri-
de su carácter como tal, el de parte en el debate, el del minis- buyen a realizar esta condición, son conocidas: el estudio del
terio público persiguiendo al delincuente, lo cual debía contra- derecho, los exámenes por el Estado, la pasantía. La segunda
riar el deber de imparcialidad que le estaba impuesto. No se condición es moral, se refiere al carácter. Por esta palabra
puede ser, a la vez, juez y parte. hay que entender la firmeza de la voluntad, el valor moral,
La relación de las partes con el juez consiste en la subordi- necesarios para hacer que el derecho prevalezca, sin dejarse
nación jurídica; entre ellas, su relación está caracterizada por extraviar por consideración alguna, amistad u odio, respeto
la igualdad jurídica. El Estado mismo, interviniendo en un humano o piedad; es la justicia en el sentido subjetivo: cons-
pleito civil o en un proceso criminal, se somete jurídicamente tans ac perpetua voluntas suum cuique tribuendi. (L 10 pr. de
al juez; está en igual línea que la persona privada, es una par- I. y I. 1, 1). El verdadero juez no conoce las consideraciones
te como otra cualquiera. En el caso de que esta posición re- personales. Las partes que ante él comparecen no son esos in-
sultare enojosa debe abstenerse legalmente de acudir al juez, dividuos determinados, son abstracciones bajo la máscara de
y decidir por sí mismo; pero si recurrió a aquél debe someter- demandante y demandado. El juez sólo ve la máscara y des-
se a las consecuencias de esta actitud y, como otra parte cual- conoce el individuo que bajo ella se oculta. Desechar cuanto
quiera, al juez y a las reglas del procedimiento. esté fuera del asunto, elevar el caso especial a la altura de la
La relación de las partes entre sí está caracterizada por la situación abstracta prevista por la ley, resolverlo como una
igualdad jurídica. Deben combatir con armas iguales; la som- operación matemática, en la cual poco importa lo que repre-
bra y la luz deben serles igualmente distribuidas. Esta es la sentan los números, onzas o libras, pesos o centavos, tal es
primera exigencia que ha de realizar la organización del pro- la verdadera misión del juez.
cedimiento, la de la justicia en el procedimiento. Esta, una El saber puede imponerse, el carácter escapa a toda regla-
vez más, se ajusta a la igualdad (núm. 164). Todas las demás mentación; no hay institución que haga imposible la parcia-
condiciones están en segundo término, sólo se refieren a la lidad del juez.
oportunidad. No faltan los medios de obviar este peligro. La legislación
Partes, juez y procedimiento, son, pues, los tres elementos dispone de dos. Puede tender a exterminar en su germen la
característicos de la administración de la justicia. De aquí se parcialidad, evitando todo lo posible cuantas ocasiones podría
sigue que el derecho militar no depende de la administración buscar aquélla para manifestarse (medio preventivo). Puede
de la justicia. Al hacer la guerra el Estado no busca el dere- combatirla directamente, ya oponiéndole un contrapeso psico-
E L F I N E N EL D E R E C H O 195
194 RUDOLF VON IHERING

cólera, a su odio, a su resentimiento. No puede sustraerse a


lógico, ya atenuando, en los límites de lo posible, las conse- estos peligros; así cabe decir que el verdadero juez posee la
cuencias de su manifestación (medio represivo). propia abnegación.
Para prevenir al juez contra toda tentación de parcialidad, Pero la legislación puede y debe velar porque este olvido
la ley le impone, como contrapeso psicológico, el juramento. de sí mismo no vaya más allá de lo indispensable; no se debe
El juramento judicial tiene su consagración en todas las na- exigir que el juez haga el sacrificio de su existencia. Los ana-
ciones civilizadas, y nuestros modernos jurados han tomado el les de la justicia refieren ejemplos admirables y gloriosos de
nombre de aquél. Pero el juramento no vale lo que vale la intrepidez, de firmeza, de heroísmo moral en ciertos jueces;
conciencia del juez; falta a su objeto si el juez no tiene mora- pero la sociedad está interesada en no exagerar la dosis de
lidad. Entonces éste sólo puede estar contenido por el temor fuerza moral que al juez exige; el heroísmo, el espíritu de
a las consecuencias que la ley señala a la violación del deber martirio, no deben ser erigidos en condiciones de los funcio-
profesional (correcciones disciplinarias, responsabilidad civil, narios judiciales, pudiendo contentarse con las fuerzas medias
represión criminai). Pero tampoco esta amenaza influye más de la naturaleza humana. Es necesario evitar al padre la tor-
que en cierta medida; sólo alcanza a las graves violaciones que tura de deber condenar al suplicio a sus propios hijos, como
se revelan abiertamente, y la parcialidad se sustrae a ella, cu- Brutus; el juez no debe ser llamado para resolver acerca de
briéndose con el manto de la independencia de las conviccio- la suerte de su mujer, de su hijo; aunque él lo quiera, la ley
nes individuales. debe prohibírselo y se lo prohibe. Nadie puede ser juez de su
La legislación está armada para atenuar, hasta un cierto propia causa; no se debe serlo en la de un enemigo, de un
punto, las consecuencias de la parcialidad, y estas armas sen: amigo o de un pariente cercano; en semejantes condiciones el
de un lado, la organización judicial; del otro, el procedimiento. juez debe recusarse y la parte puede solicitar su recusación.
La primera provee a esta atenuación, erigiendo en colegios El derecho tiene que sustraer al juez a todas las tentaciones,
los tribunales. Allí donde la magistratura está animada por el a todas las seducciones posibles, tanto en interés de éste como
sentimiento del deber, la organización colegiada de los tribu- de la sociedad.
nales, gracias a la ley de número, presenta la garantía de ha- 174. ORGANIZACIÓN JUDICIAL. — Desde este punto de vista
llarse en mayoría el juez concienzudo; el trabajo en común la organización de los colegios de jueces —y esta es otra su-
mantiene a los demás en los límites del deber. Al contrario, perioridad sobre el juez único— es de las más preciosas.
allí donde funciona un juez único, todo está entregado al azar; La decisión del juez único es su decisión; asume él la res-
el juez desprovisto de conciencia permanece solo y privado de ponsabilidad y debe tomar a su cargo el odio, la cólera, el ren-
la bienhechora inspección de sus colegas; a lo sumo le queda, cor del que se crea lesionado. El fallo de un tribunal constituí-
como freno, la perspectiva de la superior instancia. Así esta do en colegio, deja ignorada la parte de intervención de cada
última, en la institución del juez único, constituye una garan- uno de sus miembros, y si el deber legal del secreto profesio-
tía doblemente preciosa. Con los tribunales organizados en nal, en cuanto al voto, es respetado, éste permanece ignorado
colegios una segunda instancia es casi innecesaria; se impone del público. Nadie puede, de un modo cierto, hacer llegar la
allí donde existe el juez único. La medida de la cantidad en responsabilidad a tal miembro aislado, y esta incertidumbre,
litigio, que es la que fija generalmente la admisibilidad de una este velo que la justicia tiende sobre la parte de cada uno,
instancia superior, no puede tener gran justificación, pues el presta al espíritu timorato igual servicio que el secreto del
interés de la justicia no se pesa solamente con arreglo al va'or voto electoral 1 . Por eso la legislación debería convertir la
del objeto en litigio, sino también según el valor ideal del observancia del secreto profesional, relativo a la obra interna
derecho; y por mi parte temería menos someter al juicio defi- de los colegios judiciales, en un deber de los más estrictos,
nitivo de un tribunal consttiuído en colegio la cuestión más cuya violación fuese castigada severamente; el secreto profe-
importante, que confiar a un juez único la decisión del más
insignificante litigio.
1
Al lado de la vía represiva, de la cual acabamos de hablar, En los últimos tiempos, Roma adoptó esta forma de voto (per ta-
el legislador dispone todavía de medios preservativos para bellas) en los tribunales populares y por jurados (quaestiones perpe-
túes), tal como se hacía en las elecciones. El hombre, bastante débil
alejar del juez, lo más posible, las ocasiones o las tentaciones para temer dejarse influir, halla en el secreto del voto una garantía
de parcialidad. Estos medios son, evidentemente, de una efi- de independencia. Vale más alcanzar así un resultado, soportable en
cacia limitada. El que maneja la espada de la justicia debe suma, que perseguir inútilmente la quimera de hallar en todas partes
tener el valor moral de herir al culpable, de exponerse a su una fuerza de alma, que con frecuencia no existe.
196 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DBRECHO 197
sional es una de las más eficaces garantías de la independencia el precio que pone a su condescendencia; este precio él lo re-
del juez. tiene, y esto basta. El servilismo y la ambición realizan lo que
Uno de los mayores peligros que amenazan la imparcialidad desea y le ahorran la molestia de dar el primer paso.
del juez (y aquí hablo solamente del juez de carrera), reside Contra este peligro, no hay garantía; la ley no puede privar
en la influencia del poder público que le ha conferido sus fun- al Estado de estos medios de corrupción —a menos que obli-
ciones. Estas funciones constituyen generalmente la base eco- gue a aplicar el principio de la antigüedad, al ascenso, a la
nómica de su existencia entera. Si el Estado puede privarle jerarquía, a los honores— y no se puede colocar tan bien la
de ellas a su antojo, podrá también, si espera una determinada venda sobre los ojos de la justicia, que ésta no vea por debajo,
sentencia que le sea favorable, colocar al juez en la alterna- a hurtadillas, algún favor. Pero una magistratura, por entero
tiva de obedecer o sacrificar el cargo y el sueldo. fiel a su deber, obediente a su conciencia— y, como veremos,
La garantía de la seguridad del derecho, la certidumbre de la misma profesión aviva estas virtudes— sufre menos el ser-
que el poder público respete seriamente la independencia de vilismo y la ausencia de carácter de algunos de sus miembros.
la justicia, exigen que el juez no se halle a merced de la bue- El peligro sólo sería grande si el poder público tuviese el me-
na voluntad del Estado, que la ley proteja su posición y no dio de elegir los jueces para un caso aislado o de constituir
consiente su destitución más que con arreglo a determinadas un tribunal para juzgar de una sola causa; los cómplices no le
razones. A esta última condición nuestra época agregó con faltarían, y la arbitrariedad siempre ha sabido recurrir a este
frecuencia la inamovilidad, y hay que convenir en que ésta medio. La Cámara estrellada de Enrique VII y la alta Comi-
es un precioso corolario de aquélla. sión de Isabel, en Inglaterra; la Comisión central de instruc-
No basta, para asegurar la independencia del juez, que se ción, organizada en Maguncia, en 1819, por la confederación
halle garantido contra la pérdida de sus funciones; es preciso germánica, para la represión de las conjuras revolucionarias
además que éstas le concedan la independencia material. Una y demagógicas; la Comisión central de instrucción, fundada
buena organización de la justicia exige, como primera condi- en Francfort, en 1833, con el mismo objeto, son ejemplos te-
ción, que las funciones judiciales estén convenientemente re- rribles e inolvidables de lo que pueden esperar los pueblos
muneradas (núm. 201). Aquí toda economía en el gobierno cuando el despotismo y la arbitrariedad absolutista eligen sus
público constituye un falso cálculo. Las Cámaras legislativas propios jueces. Estas mismas experiencias han hecho que las
alemanas han demostrado frecuentemente una gran estrechez constituciones proscriban para lo sucesivo toda medida de ese
de inteligencia política, oponiendo, respecto a ésto, una im- género. Aquello aparece como el superior alcance político de
perdonable resistencia a las proposiciones del Gobierno, en vez la doctrina de la autoridad y competencia de los tribunales,
de tomar ellas mismas la iniciativa para poner los sueldos ju- que el jurista pierde fácilmente de vista cuando se atiene a la
diciales más en relación con las exigencias de la vida, por de- teoría pura.
bajo de las cuales se mantienen tan injustamente y desde hace
tanto tiempo. El ejemplo de ciertos países habría podido en- La institución halla su lado vulnerable en la composición
señarles a qué precio compensa el pueblo, bajo forma de co- de los tribunales, realizada por el poder púbico. Cierto que éste
rrupción, este género de economías del Estado. no puede elegir un tribunal; pero crea los jueces que lo com-
ponen; la libre selección administrativa, en cuanto a la elección
La seguridad contra la destitución, el secreto del voto, la de las personas, permite al Estado eludir su subordinación
justa medida del sueldo, bastan para asegurar, lo mismo en- respecto al tribunal; le basta con reemplazar los jueces poco
frente del Estado que de los particulares, la independencia del dúctiles por magistrados más complacientes, y llega a tener
juez. El que goza de estos tres privilegios está libre de todo así un tribunal sometido a su voluntad.
ataque. Sin embago, puede aún ser tentado. Si le falta la inti- Nada, en mi opinión, puede alejar este peligro. El poder pú-
midación al que quiere asaltar su conciencia, podrá todavía. blico ofrece un ascenso al juez incómodo, y éste deja su plaza
Estado o particular, lograr su intento por una senda más obs- vacante. La inamovilidad del juez sólo es un paliativo; aquél
cura. El peligro viene particularmente del Estado, no sólo no puede ser removido contra su voluntad, es cierto; pero ¿y
porque dispone de más poderosos medios que el hombre pri- si consiente en dejar el puesto a quien el poder desea? No se
vado (ascensos, honores), sino también por otra razón. El puede, sin embargo, negar al poder público su entera libertad
que trata de corromper a un juez anuncia la ilegalidad de su de apreciación en la elección de los jueces. Todos los medios
conducta; su sola oferta le traiciona y descubre. El Estado no que pudieran imaginarse para impedir la mala fe del Gobierno,
tiene más que ofrecer, que exponer, a los ojos del juez venal, se hallan de antemano tocados de esterilidad; hay que termi-
198 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 199

nar reconociendo que el poder público halla el medio de in- imperiosos, que ninguno de sus miembros puede chocar con
fluir sobre la justicia. Ninguna ley puede poner obstáculos: ellos "abiertamente sin faltarse a la propia consideración; el
sólo la opinión pública, la conciencia de los gobernados, con- cumplimiento del deber profesional se convierte en una cues-
juran el peligro. Cuando un Gobierno constituye un tribunal tión de honor; es decir, la condición del respeto ajeno y de la
con determinadas intenciones, ejecuta una maniobra tan insó- propia estimación. El espíritu de clase es el único capaz de
lita y evidente, que el juicio del pueblo no vacila en ver allí originar las cualidades necesarias a la profesión que se ejerce,
una descubierta violación del derecho. Falta saber si el resul- y las desarrolla tan b*en que aún antes de haber adquirido.
tado vale la pena. No hay que remontarse mucho en la historia por experiencia individual, la convicción de su necesidad, el
para encontrar la confirmación de lo que acabo de decir. novicio que se afilia está ya impregnado de ellas y se siente
175. E L JURADO. — Hasta aquí sólo he hablado del juez de penetrado del sentimiento del honor profesional que le traza
carrera; es decir, del juez permanente, instruido y remunera- el camino que ha de seguir. Cada recién llegado recibe tam-
do; he demostrado que no podía ser, de una manera absoluta, bién, sin quererlo ni saberlo, su parte de un tesoro de expe-
independiente del poder público. Pero hay una forma de tri- riencias y de maneras de ver particulares, insensiblemente
bunal que realiza esta independencia del más completo modo: acumuladas, que conserva y transmite a su vez. Es la no es-
es el jurado. El jurado nada tiene que temer ni nada que espe- crita ley de la vida de la clase en que se afilia, desarrollada
rar del Gobierno; su función es demasiado rápida, demasiado bajo forma de espíritu de casta.
imprevista y demasiado pronto terminada para que el poder Sobre estos dos elementos, el ejercicio continuado de una
llegue a pensar en ejercer presión; el tiempo y las ocasiones lo virtud erigida en deber y la influencia moral de la tradición,
impiden. Si la falta de toda presión gubernamental hiciese el reposa la superioridad del juez de carrera sobre el juez de oca-
juez ideal, el jurado sería una institución perfecta. Pero otros sión: el jurado. Hay aquí una simple superioridad técnica, la
compromisos que no son los del poder, amenazan la indepen- del hombre de oficio sobre el aficionado, conocimientos más
dencia del juez. Que ceda a prevenciones políticas o religiosas, amplios, una habilidad mayor, hábito de juzgar, pero también
que vacile ante la opinión pública o la de la prensa, que esté una ventaja moral: la costumbre de obedecer a la ley, el ejer-
pendiente del elogio o la crítica de los que le rodean, que se cicio de la fuerza de la voluntad para un fin determinado. En
deje llevar por su co-jurado o que se incline ante los deseos la ruda escuela de la disciplina militar, aprende el soldado en
de Gobierno, ¿dónde está la diferencia? En ningún caso es seguida la subordinación; en el ejercicio de la justicai aprende
cuestión de independencia real; en todos el juez deja de ser el juez a someterse a la ley. El ejercicio de la judicatura es la
lo que debe. escuela de la justicia. Lo que hace el juez es la primera noción
La superioridad relativa del juez o del jurado, dependerá que hay que adquirir: obedecer estrictamente a la ley, apar-
de la cuestión de saber cuál de ellos goza de la mayor suma tarse de toda consideración a las personas, mantener igual la
de independencia y por quién será realizada la ley con mayor balanza entre el rico y el pobre, el tunante y el honrado, entre
seguridad. La decisión, en mi parecer, no puede ser dudosa. el usurero y su víctima; cerrar los oídos a las lamentaciones
Sumisión a la ley, tal es la primera virtud del juez; pero esta del mísero, a los gemidos de los parientes, cuyo esposo o padre
sumisión exige una educación previa, lo mismo que la obe- va a castigar la sentencia judicial. No es del hombre malo
diencia del soldado. La disciplina, para el viejo multar, llega a de quien es preciso despojarse; es a los instintos generosos a
ser, gracias a la duración del servicio, un hábito, una segunda los que hay que imponer silencio; es la mayor prueba a que
naturaleza; a tal extremo, que la insubordinación y la indisci- somete el servicio de la justicia; puede compararse a la del
plina le son insoportables. Igual ocurre con el juez respecto a soldado obligado a fusilar a un compañero. Son, en efecto, la
su sumisión a la ley. Todo ejercicio continuado de una cierta piedad, la humanidad, la compasión, todos los sentimientos
virtud, produce el dichoso resultado de hacerla fácil, hasta más nobles, los que se levantan contra el juez. Y para colmar
necesaria, al punto de que el hombre no la puede olvidar sin la medida, agregad el caso en que el juez, cuando la culpabili-
comprender su propia decadencia. La cosa llega a ser más dad de hecho parece dudosa, debe aplicar una ley que choca
fácil todavía cuando esta virtud es la base de la profesión y con su propio sentimiento jurídico, la que conmina con la pena
del deber de toda una clase. Los hábitos de ésta, el poder de de muerte, por ejemplo, y se comprenderá toda la extensión
las costumbres que resulta, es decir, la moralidad particular, de esta frase: la obediencia a la ley. ¿Semejante labor puede
el honor profesional, la disposición de ánimo, que es su con- ser encomendada a cualquier novicio que se sienta hoy en el
secuencia, llegan a ser, en la clase misma, tan fuertes, tan banco de los jurados y lo deja mañana para no volver a ocu-
200 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 201

parlo? Tanto vale esperar del guardia cívico la misma disci- narán a los republicanos; mañana los republicanos tomarán la
plina que del soldado regular. No hay entre ellos mayor dife- revancha sobre los monárquicos; hoy en día los conservadores
rencia que entre el juez de carrera y el jurado. Aquél es el castigarán a los liberales, quienes, a su vez, mañana encarce-
soldado de profesional al servicio del derecho, que hizo del larán a los conservadores. Permitir a los jurados que corrijan
ejercicio de la justicia un hábito, una segunda naturaleza que la ley, es ponerles en la mano una espada de dos filos, con la
comprometió en ello su honor; éste es el guardia cívico, para cual herirán, según las circunstancias, quizá donde no quieren
el cual el uniforme y el fusil son cosas de ocasión y que, lla- los partidarios del jurado.
mado por la suerte a hacer de soldado, se siente, no soldado, Resumo mi opinión sobre el jurado. Abstracción hecha de
sino ciudadano; nada importa que lleve sobre sí todo el equipo su independencia enfrente del gobierno, los jurados tienen, por
militar, lo que hace el verdadero soldado: el espíritu de disci- todos conceptos, las cualidades que el juez no debe tener. Igno-
plina y de subordinación, le falta. rantes del derecho, que sólo el estudio enseña; desprovistos
La experiencia puede demostrar si juzgo al jurado con se- del sentido de la legalidad, que únicamente lo da la profesión;
veridad excesiva. Ella nos proporciona mil ejemplos en que privados del sentimiento de la responsabilidad, que es pro-
la materialidad del crimen estaba demostrada con meridiana ducto de la función; de la independencia de juicio, que sólo
claridad, y, sin embargo, los jurados han absuelto al criminal, puede originar la práctica; desprovistos de todas estas cuali-
despreciando abiertamente la ley, negándole obediencia por- dades, llegan a su asiento, acaso participando ya de la opinión
que contrariaba su opinión. del público o de la prensa; fáciles de conmover, se dejan ofus-
De estimar que el jurado debe tener el derecho de medir la car por el arte del defensor, que sabe dónde apoyar su argu-
falta del criminal, no con arreglo a la ley, sino cual la concibe mentación: sobre el corazón, la humanidad, los prejuicios, los
su sentimiento subjetivo —como en Roma, en los comicios intereses, la opinión política de los jurados; accesibles éstos,
criminales del pueblo— ¡pues bien! ¡que la Constitución le re- en el momento de la votación, a toda opinión contraria a la
conozca ese derecho! Pero entre tanto se lo niega, mientras suya, pero expuesta con autoridad —y que, sin embargo, aban-
el jurado no tiene por misión juzgar la ley, en vez de juzgar donados a sí mismos, la hubiesen rechazado— y arrojando
al acusado, todo veredicto de ese género es un acto lastimoso sobre ella la responsabilidad del resultado; "por lo demás, las
y arbitrario, una revuelta contra el orden, una insurrección mejores personas del mundo", pero para decirlo todo, los guar-
contra la ley. Que sea el poder o el jurado quien viole la ley, dias cívicos de la justicia, de los cuales todo un pelotón vale
que sea para castigar un inocente o absolver un culpable, poco menos que un solo soldado verdadero.
importa; la ley es desobedecida. Y no solamente tal ley aislada ¿Se encontrará una compensación a todas estas inferiorida-
—que el mismo sentimiento público puede reprobar, aunque des en el único elemento de su independencia enfrente del
esta reprobación no excusa una ilegalidad— pero también, al poder? Se pregunta uno con estupor cómo institución tan de-
serlo esta disposición aislada, la majestad de la ley es lesio- fectuosa ha podido hallar tanto crédito e implantarse en todas
nada, su potestad discutida, la fe en su inviolabilidad que- partes. Evidentemente, las razones han debido de ser impe-
brantada. La seguridad del derecho, es decir, la certidumbre riosas. El jurado ha eximido a nuestra administración de la
de que la ley será siempre y uniformemente aplicada, desapa- justicia, de una doble carga muy pesada hasta entonces: el
rece; en el puesto de la ley equitativa, se coloca el sentimiento absolutismo, de una parte; la teoría de las pruebas de la Edad
individual, incierto y variable de los jurados, es decir, la arbi- Media, de otra. Era necesario, respecto a una y otra cuestión,
trariedad, el azar. Tal acusado será absuelto, tal otro, por el romper decididamente con el pasado; la institución del jurado
mismo crimen, condenado; aquél quedará en libertad, éste respondía perfectamente a este doble fin. En el puesto del
subirá al cadalso. juez de carrera, dependiente del poder público, coloca —para
¿Y quién osaría responder de que un tribunal que se coloca la parte de la administración de la justicia en que la ingeren-
por encima de la ley para absolver a un culpable, no proce- cia del poder era más temible, es decir, la justicia criminal—
derá un día del mismo modo para condenar a un inocente? al jurado, desligado por completo de ese poder. Así arrebataba
Cuando se abandona el recto camino de la ley, no hay más al despotismo su medio de opresión más eficaz; a la incerti-
razón para tomar a la derecha que a la izquierda; cuando el dumbre del derecho hacía suceder la seguridad, y permitía que
torrente rompe sus diques, ¿quién predecirá su curso? Se es- fuese posible el progreso legal. Arquímides había encontrado
tará, pues, entregado al capricho de la masa, a su opinión del el punto donde apoyar su palanca para levantar el mundo;
momento. Hoy en día serán los monárquicos quienes conde- tedas las conquistas que caracterizan nuestro actual estado
202 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 203

jurídico, en lo interno y en lo externo, resultan de este esfuer- la antítesis del juez de ocasión y el juez permanente. Acepto,
zo. En lo interno: el desarrollo del sentimiento nacional del a l i a d o del jurista, el jurado permanente, es decir, el regidor,
derecho; el abandono de la estúpida sumisión con la cual, en y hasta creo que, bajo esta forma, el acceso del hombre del
el décimooctavo siglo, el pueblo dejó realizar contra él los más pueblo en la administración de la justicia tiene probabilidades
brutales actos de arbitrariedad soberana; el derecho converti- de éxito en el porvenir. Pero creo también que este éxito de-
do en el Paladión respetado y sagrado de la sociedad civil, la pende de dos condiciones que deben acompañar a la organiza-
potestad ante la cual tienen que inclinarse lo mismo los pode- ción de la regiduría: desde luego, la función del regidor debe
rosos que los humildes, la joya que excita todos los ánimos a durar bastante para que se impregne de la educadora influen-
defenderla y conservarla y que ningún poder osaría perjudi- cia de la práctica judicial; además, la ley debe velar, en la
car. En lo externo: la independencia de la justicia asegurada época del cambio de los miembros de la regiduría, por conser-
enfrente de la arbitrariedad del gobierno y convertida en el var siempre cierto número para mantener la tradición y trans-
dogma constitucional que ampara las funciones judiciales mitir a los recién llegados el sentido de la justicia. En una
(inamovilidad del juez, prohibición de la justicia secreta). El palabra, la institución debe presentar las dos ventajas primor-
jurado operó la reforma de todo nuestro estado jurídico. Era diales de la magistratura permanente: la enseñanza continua
a los ojos del pueblo la cuestión planteada a los gobiernos: de la observación de la ley y el espíritu moral que resulta con
¿derecho o arbitrariedad? Antes ya de existir entre nosotros, la disciplina del cuerpo al cual inspira. En este sistema, la
aparece en otros pueblos como un nuevo Evangelio, ejerciendo regiduría resolvería el problema vanamente perseguido por el
esa influencia lejana que las instituciones jurídicas de una juez de profesión remunerado, estableciendo un juez perma-
nación ejercen sobre el resto del mundo civilizado. nente, en absoluto desligado del gobierno. La experiencia debe
El jurado representa, pues, el tránsito del absolutismo al enseñar si la condición esencial de la institución podrá reali-
estado de derecho, servicio inolvidable que hace perdonar to- zarse en todos lados: la de encontrar particulares inteligentes,
dos los defectos de que está tocada la institución. Pero una bastante numerosos y en posición de consagrarse, de una ma-
cosa es el mérito pasajero de una institución y otra su mérito nera gratuita y permanente, al servicio de la justicia.
permanente. El primero se lo concedo gustoso al jurado; el 176. 3 . LÍMITES DE. LA SUMISIÓN DEL PODER PÚBLICO A LA
segundo se lo niego. Día llegará, estoy convencido de ello, en LEY. — Por la ley limita el poder público su propia acción.
que el derecho, inquebrantablemente asentado, gritará a los ¿Hasta qué punto debe sujetarse así? ¿Debe sujetarse de una
jurados: el negro ha realizado su obra y puede marcharse. manera absoluta? En esta última hipótesis no habría para na-
Porque negro es, y negro permanecerá, a pesar de todos los die más que la sumisión a la ley; el poder público no podría
esfuerzos de sus partidarios para volverlo blanco. Cierto que ordenar o prohibir nada que no estuviese escrito en aquélla;
hará falta todavía mucho jabón antes de que todos se per- la ley del Estado se hallaría en la misma línea que la de la
suadan. naturaleza. Como ocurre en la naturaleza, también la ley del
El segundo beneficio que nos ha traído el jurado: la aboli- Estado constituiría la única fuerza que imprimiese movimien-
ción de la teoría de las pruebas, que reinaba en la Edad Me- to a toda la actividad social; el azar, la arbitrariedad desapare-
dia, presenta igualmente un carácter transitorio. Sería inútil cerían, y la mecánica del Estado semejaría un reloj marchando
negarlo afirmando que la institución del jurado no era nece- con imperturbable regularidad.
saria para este efecto y que hubiese bastado, para el juez ins- ¿Quién no vería en eso el ideal del Estado jurídico? Una
truido, con la abolición legal de la teoría de las pruebas. La cualidad sola le faltaría: la viabilidad. Un Estado semejante
afirmación es falsa, en mi opinión; no sirve de nada verter no duraría un mes. Para subsistir necesitaría ser lo que preci-
vino nuevo en toneles viejos. El juez laico tenía más facilidad samente no es: un reloj. Bajo el imperio exclusivo de la ley,
para repudiar la antigua teoría de las pruebas que el juez letra- la sociedad debería renunciar a su libertad de acción; privada
do, para quien su aplicación había llegado a ser una segunda de esta libertad, inclinarse en todas partes y siempre ante la
naturaleza. No se trataba solamente de abolir la teoría; era pre- necesidad legal, aun en las circunstancias en que la ley es
ciso también romper con la práctica. Luego aquí tampoco hay muda o incompleta. De aquí resulta que el Estado no puede
razón para conservar al negro cuando su obra está cumplida. restringir, por la ley, la libertad y la espontaneidad de su
No fundo este juicio desfavorable del jurado sobre la cir- acción, más que en la indispensable medida, y ni aún debe ir
cunstancia de ser el juez, por lo regular, un particular. Yo no hasta su límite extremo. Es un error creer que la seguridad
opongo el particular al jurista. Mi razón decisiva se halla en del derecho y la libertad política, sólo se acomodan con un
204 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 205

poder poco fuerte; este error tiene su origen en la extraña idea la sociedad (véase más adelante, núm. 12); el derecho existe
de que la fuerza es un mal que debe combatirse todo lo posi- para la sociedad, no la sociedad para el derecho. Si acontece,
ble. La fuerza, al contrario, es bienhechora, pero, como otros pues, excepcionalmente, como en los casos antes citados, que
muchos bienes, es susceptible de abusos *. El único medio de el poder público se encuentra en la alternativa de sacrificar
prevenir los abusos no consiste en encadenar la fuerza; hay el derecho o la sociedad, no sólo le es permitido, sino que es
otro mucho más eficaz: reside en la responsabilidad personal. su deber sacrificar aquél y salvar ésta.
Los antiguos romanos a él recurrieron. Revestían, sin temor, Por encima de la ley que viola está la sociedad que debe
a sus magistrados de una plenitud de poderío que se aproxi- conservar, y esta otra ley, la lex summa, que llama CICERÓN
maba a la monarquía absoluta; pero les exigían, al terminar (de legib. III, 3); salus populi summa lex est. En un conflicto
sus funciones, cuentas rigurosas 2. semejante, cuando se trata de su proipa vida o de un ataque
177. DERECHO DE LEGÍTIMA DEFENSA DE LA SOCIEDAD. — Por al derecho de otro, la persona privada puede sacrificar su
muy extenso, además, que sea el campo que la ley concede existencia, aunque la ley no hace de ello un deber (derecho de
a la libertad, siempre pueden surgir circunstancias extraor- legítima defensa); se sacrifica a sí misma. Obrar de igual mo-
dinarias, en que el poder público deberá optar entre la ley y do constituiría para el poder público una falta capital, porque
el bien de la Sociedad; ¿a cuál sacrificará? Conocida es la má- debe realizar el derecho, no para sí mismo, sino para la socie-
xima: fiat justitia, pereat mundus. Significa como si el mundo dad. Cuando el barco está en peligro, amenazada la vida de
existiese para la justicia, cuando en realidad es la justicia la tripulación, el capitán arroja la carga por encima de la bor-
la que existe para el mundo. Si éste y aquélla se levantasen da para salvar a todo el mundo; el poder público debe de igual
frente a frente, habría que decir, invirtiendo el aforismo: pe- manera sacrificar la ley si a este precio se salva la sociedad.
reat justitia, vivat mundus. Pero lejos de eso, la justicia y el Así son los hechos salvadores, como se les llama, y este nom-
mundo marchan a un paso igual y la divisa debe ser: vivat bre encierra toda su teoría, su justificación y sus condiciones.
justitia ut floreat mundus. Que estadistas sin conciencia han podido, con un fin criminal,
Distinta es la cuestión de saber si, una vez establecida la invocar los hechos salvadores, que el bien del Estado ha po-
ley, el poder público debe siempre y en todas partes respetarla. dido servir de manto a la arbitrariedad, sea; pero el principio
Yo contesto resueltamente que no. Tenemos un ejemplo: de que el poder público tiene el derecho de realizarlos es tan
durante un sitio se ve que la defensa de la plaza exige la de- indudable, como el derecho del capitán a arrojar la carga al
molición de ciertos edificios pertenecientes a particulares. La mar. El poder ejerce en este caso el derecho de legítima de-
fensa, que no se le puede negar, como no se le niega a la per-
Constitución del país declara inviolable, de un modo absoluto, sona privada; no sólo puede ejercerlo, sino que debe ejercerlo.
la propiedad privada; no ha pensado en eventualidades de ese Lo uno es condición de lo otro: sólo puede recurrir a ese de-
género y los propietarios niegan su consentimiento a la demo- recho allí donde la necesidad hace de ello un deber.
lición. El gobernador de la ciudad, para no exponerse a per-
judicar la propiedad, ¿deberá sacrificar la plaza y con ella, No es menos cierto que la descarada violación de la ley
acaso, la última trinchera de la independencia nacional? Esto constituye siempre un hecho deplorable. La legislación debe,
sería jugarse a cabeza. En la rotura de un dique, en un incen- en cuanto le sea posible, evitar esa necesidad al poder público.
dio o cualquier otra catástrofe de este género, que traen con- La cosa es hacedera revistiendo de forma legal el mismo de-
sigo riesgos comunes y sólo pueden ser conjurados causando recho de defensa, y así han procedido, o de manera muy se-
perjuicios a la propiedad privada, ¿deberá respetar ésta la mejante, todas las legislaciones y constituciones modernas. Se
autoridad y dejar al elemento destructor que realice su obra? podría dar a las disposiciones tomadas en este sentido, el nom-
Cualquiera puede contestar instintivamente. ¿Cómo contesta bre de válvulas de seguridad del derecho: dan salida a la
la ciencia? El acto se justifica por la consideración de que el necesidad y evitan así explosiones violentas 1 .
derecho no es un fin en sí mismo, sino tan sólo un medio de 1
alcanzar el fin. El fin último del Estado, como el del derecho, No es preciso hacer un profundo examen; basta con una sencilla
consiste en establecer y asegurar las condiciones de vida de enumeración. Son las siguientes: ataques del poder público a la pro-
piedad privada desde luego a la posesión, con medidas de hecho, sin
1
procedimiento judicial previo (caso de necesidad, por ejemplo, en ca-
Recuerdo el señalado juicio de CICERÓN sobre el Tribunado, de so de incendio, inundación, guerra, etcétera); privación de la propie-
legrb. III, c. 10: fateor in ipsa potestate in esse quídam mali, sed bo- dad por vía jurídica, es decir, expropiación, sea bajo forma de ley
num.
2 quod est quossitum in ea, sine isto malo non haberemus. individual, sea mediante el cumplimiento de normas establecidas de
Véase mi Espíritu del D. R., II, § 40. antemano para este caso por las autoridades judiciales o administrati-
206
RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 207

La cuestión de saber si estas violaciones de la ley reúnen criminosos que una larga experiencia ha llegado a divulgar.
las condiciones necesarias para su justificación, es toda de Una imaginación criminal puede inventar delitos imprevistos,
hecho y no tenemos que explicarla aquí. Que en estos casos que, aunque no escapan por completo a la ley penal, no hallan,
el poder público deba indemnizar al particular lesionado, es sin embargo, una represión suficiente, dada la gravedad del
una necesidad que se deriva de la naturaleza de la relación hecho 1. ¿Qué hacer entonces? Cuando un ser humano amenaza
social. Esta reposa sobre el principio de la igualdad, y es con- a la sociedad con un peligro que ninguna ley castiga, y mani-
forme a este principio que lo que a todos aprovecha debe fiesta una depravación que excede la del criminal ordinario,
también por todos ser soportado. ¿la sociedad debe confesarse desarmada porque el derecho es-
178. DERECHO DE GRACIA. — El derecho de gracia constituye tablecido no le proporciona pena alguna que aplicar? Sí, con-
igualmente un caso de inobservancia de la ley por el poder testa el jurista. Su divisa es bien conocida; nulla pcena sine
público. En la forma es un atentado al orden jurídico; la ame- lege. Pero el sentimiento general, al que me adhiero, exige un
naza de la ley se ha hecho infructuosa y él criminal se ha castigo. Esa proposición, que se presenta como una regla de
sustraído, fuera de tiempo, a la pena contra él pronunciada; justicia absoluta, sólo se justifica, en realidad, de una manera
de hecho, la ley resulta incumplida, El derecho de gracia pa- relativa. Trata de evitar la arbitrariedad, y respecto a esto
rece, pues, inconciliable con la idea de la administración de tiene su razón de ser. Pero el fin supremo del derecho no es
la justicia. ¿En qué se convierte la ley, si en un caso es apli- impedir la arbitrariedad, sino realizar la justicia, y el adagio
cada y en otro se considera letra muerta? ¿En qué se convierte pierde su legitimidad allí donde pone obstáculos a esta reali-
la igualdad ante la ley, si la pena es pronunciada contra tal zación. Lo que hace falta es establecer la armonía entre los
criminal y ejecutada, mientras que tal otro escapa a toda re- dos fines. Se trata solamente de hacer de modo que la autori-
prensión? El derecho de gracia expulsa, del lugar que ocupan, zación concedida al juez para desviarse de la ley positiva,
a la ley y al derecho e introduce la arbitrariedad en la admi- aproveche no más a la justicia y no favorezca la arbitrariedad.
nistración de la justicia criminal. Convendría instituir una jurisdicción suprema colocada por
A esto, ¿qué se replica? Es posible que la arbitrariedad ocu- encima de la ley, y formada de tal suerte que aleje para siem-
pe el lugar del derecho; pero esto no debe ni puede ser, por- pre el peligro de convertirse en un instrumento de la arbitra-
que dicho lugar no le está destinado, pertenece a la justicia: riedad en las manos del poder público.
a la justicia que, en un caso dado, reconoce que ha excedido La cosa ya se encuentra realizada de hecho: parecida juris-
los límites de la ley, y que debe poder salvar a un inocente del dicción existe en Escocia. Pero aunque no existiese en ningu-
error por ella cometido. En este sentido la gracia se presenta na parte, aquí hace falta preocuparse, no de lo que es, sino
como el correctivo de la ley estimada imperfecta, o como la de lo que debería ser y de lo que admiten el fin del derecho y
justicia reparando por sí misma su propio error. la idea de la justicia. Si es verdad que la ley sola debe reinar,
179. LAGUNAS DEL DERECHO CRIMINAL. — REMEDIOS.— Pero es preciso eliminar el derecho de gracia. Admitir éste, y todos
la imperfección del derecho criminal puede descubrirse, no los pueblos civilizados lo han inscripto en su legislación, es
sólo allí donde reclama ese correctivo, el derecho de gracia, abandonar el principio del imperio exclusivo de la ley en la
sino también en un sentido bien diferente. Es posible que de justicia criminal; es arrancar al derecho la confesión de que
pronto aparezca una laguna en la copiosa lista de los hechos no puede cumplir su misión con la sola ayuda de la ley, que
existe un principio de justicia superior a la ley, que obliga a
vas; suspensión pasajera de ciertas disposiciones legales (por ejemplo, ésta, en un caso dado, a poner la pena en armonía con las exi-
de los protestos, en Francia, durante la guerra del 1870) o del curso de gencias del sentimiento jurídico. Siendo así, ¿por qué detener-
la justicia normal (justitium en Roma); proclamación del estado de se en el camino de las consecuencias? La jurisdicción suprema
guerra o de sitio (en Roma, nombramiento de un dictador; Senatus
consultum: videant cónsules, ne quid detrimenti capiat res publica); y extraordinaria, cuyo establecimiento propongo, en la cual
abolición, por la legislación, de derechos existentes (por ejemplo, el ninguna legislación ha pensado todavía, sería el corolario, en
vasallaje, los derechos comunales o de apremio, novce tabulas en Ro- sentido inverso, del derecho de gracia; sólo la dirección varía;
ma, etcétera); ataques a estos derechos por una ley con efecto retro- el principio es el mismo. Otro progreso que hacer sería confiar
activo. Todas estas medidas se colocan en un nrsmo punto de vista,
y es probar muy poco espíritu de abstracción, admitir unas en princi- 1
pio y rechazar las otras, lo que ocurre con frecuencia en la doctrina Citaré como ejemplo el conocido caso de Thomas, en Bremers-
como en la legislación, respecto a la cuestión del efecto retroactivo de haven: remisión de una caja conteniendo un aparato explosivo, con el
las leyes, hasta en un autor por demás muy radical: F. LASALLE, Sys- fin de destruir el barco elegido para el transporte y la intención de
tem der erworbenen Rechte, I, p. 3-11. lucrarse con la prima del seguro.
208 RUDOLF VON IHERÍNG EL FIN EN EL DERECHO 209

el derecho de gracia a este supremo tribunal, colocado por lo mismo, hasta requerido para eliminar en la práctica todas
encima de la ley, derecho que ejercería en nombre del sobe- las severidades del antiguo derecho. Rechazaba acciones per-
rano, o encargarle de someter a éste las propuestas de gracia. mitidas por el antiguo derecho civil, creaba excepciones no
Tendría también que llenar otra elevada misión: la de man- previstas por el derecho escrito, restauraba perdidos derechos
tener el equilibrio entre el derecho escrito y la justicia inma- (restitutio in integrum); en pocas palabras, en cada caso par-
nente que es superior a aquél 1 . ticular ejercía la crítica práctica del derecho existente. Órgano
Esto sería al mismo tiempo crear, por medio de la jurispru- vivo del derecho (viva voz juris civilis), como le llaman los
dencia, un elemento de progreso para el adelanto del derecho juristas romanos, el Pretor era la personificación de la idea de
criminal. Acaso entonces se vería a los jurados absolver con la justicia; no era el juez sujeto a la ley, sino el legislador colo-
menos frecuencia a un delincuente, a pesar de la evidencia del cado por encima de ella y reduciéndola al silencio allí donde
hecho material. Además de las dos fórmulas de veredicto, cul- parecía contrariar la justicia. Los romanos se acostumbraron
pable o no culpable, deberían poder recurrir a una tercera a ver al Pretor individualizar la justicia apartándose del de-
forma de juzgar: la remisión al supremo tribunal o tribunal recho existente, y la cosa les ha parecido tan poco rara, que la
de justicia (el nombre poco importa). En ciertos casos, como institución se mantuvo durante siglos y todavía se desarrolló
el citado de THOMAS, hasta el ministerio público debería tener bajo el Imperio. No sólo la adoptaron los mismos Emperadores
el derecho de solicitar una pena no prevista por la ley. (constituciones imperiales), sino que concedieron a los juris-
No hay que confundir semejante estado de cosas; por enci- tas tenidos por dignos de su confianza, mediante el jus res-
ma del juez que pronuncia su fallo, según el derecho escrito, pondendi, la autorización para crear el derecho en un caso
un segundo juez, haciendo obra de legislador, es decir, corri- particular (jura condere) 1.
giendo la ley; no hay que confundir, repito, semejante sistema Nuestra legislación civil desconoce esta institución que sólo
con el ejercicio del poder de castigar, independiente de toda se ha mantenido bajo la forma del derecho de gracia; en la
ley, tal como lo practicaba el pueblo romano en los comicios justicia civil exige la rigurosa aplicación de la ley, sin tener
por tribu. Lejos de mí la idea de hacer la apología de ese régi- en cuenta sus severidades y sus posibles injusticias. La invio-
men. Indudablemente concedía una libertad ilimitada en la lable adhesión del juez a la ley, nos garantiza mejor contra la
apreciación de lo que debía ser considerado como delito y de lo demasiado fácil arbitrariedad de las apreciaciones individuales.
que podía ser aplicado como pena. Pero esta ventaja perdía Aquí terminan mis explicaciones sobre la forma del derecho.
todo su valor en presencia del hecho de que no era una auto- Estas explicaciones han demostrado cómo:
ridad quien ejercía el derecho de castigar, con todas sus pasio- 1. La fuerza se eleva de la orden individual a la orden
nes y sin el freno de la ley. La garantía de la separación de abstracta; la norma; en seguida cómo
las funciones judiciales de las otras funciones del poder pú- 2. La norma unilateral toma la forma superior de norma
blico, faltaba en absoluto. Yo no elogio la individualización bilateralmente obligatoria: el derecho, y cómo
absouta de la justicia criminal, que sólo corresponde al dés- 3. El derecho crea por sí mismo el mecanismo necesario
pota que no tiene que inquietarse por ninguna ley. Lo que para su realización (la administración de la justicia).
alabo es el poder de individualizar confiado a una autoridad Gracias a estos tres elementos reunidos, el derecho se nos
judicial. La idea se encontró realizada en el procedimiento ci- presenta como un mecanismo público destinado a realizar las
vil del derecho nuevo (procedimiento formulario). El juez normas reconocidas por el poder público como obligatorias
ordinario no podía evidentemente hallarse revestido de ese para todos y para él mismo.
poder; pero el Pretor gozaba de esta prerrogativa; su posición, Hemos estudiado la forma del derecho, veamos ahora lo que
su cortejo de juristas (consilium), garantizaban el uso que contiene, o mejor aún, examinemos el fin del derecho, pues su
hacía de su potestad. contenido está únicamente determinado por el fin.
Colocado a la cabeza de toda la justicia civil, era al mismo i Auctoritas conscribendarum interpretandarumque legum, L. 1,
tiempo legislador. Su misión, su deber, le obligaban a poner el § 1, Cód. de Vet. jur. (1, 17): Legislatores, L. 2, § 20, Cód. ibid.; Juris
derecho en armonía con los progresos del tiempo. Prestaba conditores, L. 12, Cód. de legib. (1, 14). Quibus permissum est jura
obediencia instituyendo por medio de sus edictos los nuevos condere, GAYO, 1, 6. Con esto se relaciona la ínter cequitatem jusque
principios jurídicos, y se consideraba como autorizado y, por interposita interpretatio de la L. 1, Cód. de leg. (1, 14), por la cual
CONSTANTINO abolió la institución. La naturaleza de ésta puede expre-
sarse así: poder legislativo para el caso particular (sometido a la jus-
i ínter aequitatem jusque interpositam interpretationem, como dice ticia), justicia individualizadora por oposición a la justicia abstracta
CONSTANTINO en la L. I, Cód. de leg. (I, 14). de la ley.
EL F I N E N EL D E R E C H O 211

derecho, y éste no podría jamás alcanzarla, lo mismo que el


niño que persigue una mariposa que vuela cuando aquél se
aproxima.
La ciencia es también una eterna investigadora. Pero no se
limita cri)uscar; encuentra, y lo que ha encontrado permanece
en su poder eternamente. Su investigación es libre. En sus
dominios, a diferencia de lo que ocurre en los del. derecho,
12. EL FIN DEL DERECHO. —LAS CONDICIONES VITALES ninguna potestad tiene fuerza para revestir al error de la auto-
DE LA SOCIEDAD ridad de la verdad. Los decretos de la ciencia pueden ser com-
batidos; los del derecho tienen un valor positivo; aquel que
descubre su error, tiene, sin embargo, que someterse a ellos.
SUMARIO: 180. Misión del derecho. —181. Noción de Producir ese agravio contra el derecho, es aplicarle una me-
las condiciones de vida de la sociedad. —182. Ca-
rácter relativo de las condiciones de vida de la so- dida, la de la verdad, a la cual escapa. La verdad es el fin del
ciedad.—183. Ejemplos: La enseñanza pública.— conocimiento, no el de los actos. La verdad es una,~y todo lo~
184. ídem. Los cultos. —185. Subjetividad de las que se aparta de ella es errorThay un antagonismo absoluto
condiciones de vida de la sociedad. —186. Clasifi-
cación de las condiciones de vida de la sociedad. — entre la verdad y el error. Al contrario, para los actos o lo que
187. Condiciones mixtas. Conservación de la vida. es igual, para la voluntad, no hay medida absoluta. En tal
—188. ídem. Propagación de la vida. —189. ídem. situación, en tal ocurrencia, la voluntad obrará de diferente
Propagación de la vida. El celibato. —190. ídem. modo que en tales otras, y será tan justa y oportuna en uno
El trabajo. —191. ídem. El comercio jurídico. —
192. Condiciones puramente jurídicas. —193. Cla- como en otro caso.
sificación de las reglas del derecho, según el su- La voluntad se juzga con arreglo al fin que se propone. El
jeto-fin del mismo. fin de la voluntad es el que caracteriza al acto como justo o no
justo. Lo justo es la medida de lo práctico, es decir, de la ac-
Los dos elementos del derecho que hemos analizado, la nor- ción; la verdad es la medida de lo teórico, es decir, de la per-
ma y la coacción, son elementos de pura forma que no nos cepción. Justo es la concordancia de la voluntad con lo que
enseñan nada del contenido del derecho. Todo lo que nos di- debe ser; verdad la de la concepción con lo que es. Del médico
cen es que la sociedad exige ciertas cosas de sus miembros. que prescribe un remedio contrario al indicado para la enfer-
Pero, ¿por qué causa? ¿con qué fin? No lo advertimos. Perma- medad, no decimos que eligió un remedio falso, decimos que
necemos en presencia de la forma exterior e inmutable del no vio justo. Sólo cuando el descubrimiento de la verdad está
derecho. Sólo el contenido del derecho nos enseña su verda- concebido como tarea práctica, que exige la investigación, el
dera utilidad social. Este es el tema que abordamos. esfuerzo, en pocas palabras, una aplicación de la fuerza de
180. MISIÓN DEL DERECHO. — Es un problema insoluble, se voluntad, empleamos igualmente la expresión justo al designar
dirá, la investigación de lo que constituye el contenido del este trabajo de la voluntad hacia la verdad. Cuando decimos
derecho, porque éste es eternamente variable; aquí es de este del estudiante que ha hecho un cálculo justo, del médico que
modo; allí será de otro. Es unjcaps_en .perpetua fusión, agitán- no vio justo en el estado del paciente, no miramos la misma
dose sin freno ni regla. Y¿> que aquí está prohibido, se permi- verdad del cálculo o del diagnóstico, sólo tenemos presente el
tirá en otro lugar [ To prescrito aquí, estará allí prohibido. Fe sujeto que busca esta verdad, que se ha propuesto el fin de
y superstición, civilización y salvajismo, venganza y amor, descubrirla, y bajo este aspecto subjetivo designamos como
crueldad y humanidad, ¿qué sé yo todavía? El derecho lo aco- justo el fin alcanzado.
gió todo, lo consagró todo, sin consolidar nada. Indudablemen- El derecho no expresa la verdad absoluta; su verdad no es
te, si la misión del derecho fuese realizar lo verdadero en sí, más que relativa, y su medida con arreglo a su fin.
el resultado sería desolador. De atribuirle semejante misión, Así el derecho no sólo puede, sino que debe ser infinitamen-
habría que confesar que está predestinado al error perpetuo. te diverso. El médico no prescribe el mismo remedio a todos
Cada siglo, transformando él derecho, traería la condenación los enfermos; adapta el remedio a la enfermedad. De igual
del precedente siglo, que creía que su derecho consagraba la manera el derecho no dicta en todas partes las mismas dis-
verdad, y sería a su vez condenado por el siglo siguiente. La posiciones, las adapta al estado del pueblo, a su grado de ci-
verdad estaría siempre algunos pasos más adelante que el vilización, a las necesidades de la época. Imaginarse que el
212 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 213
derecho debe ser en todas partes el mismo, es una concepción mantenimiento se halla, por esto mismo, para siempre ase-
tan falsa como la de someter todos los enfermos al mismo tra- gurado. Pero la formación de esta profunda capa ha seguido
tamiento. Un derecho universal para todos los pueblos, para igual marcha que la de las más recientes; es la oportunidad
todas las épocas, corresponde a la panacea universal para depositada, consolidada por la experiencia y puesta al abrigo
todas las enfermedades. Es la piedra filosofal nunca encontra- de toda controversia.
da, que los alemanes llaman la piedra de los sabios (Stein der En el terreno del derecho todo existe para el fin y en vista
Weisen), pero que solamente los locos se ocupan de buscar. del fin; el derecho entero no es más que una creación única
La idea es fundamentalmente falsa; refiere a la voluntad lo del fin, sólo que la mayor parte de los actos creadores aislados
que pertenece al conocimiento y contradice así toda la histo- se remontan a un pasado tan lejano que la humanidad ha
ria. Contiene, sin embargo, una apariencia de verdad. Hay- perdido su recuerdo. Como para lo relativo a la formación del
reglas de derecho admitidas por todas las naciones. Todos los globo terrestre, es asunto de la ciencia hacer revivir en la
pueblos prohiben el homicidio y el robo, admiten el Estado y historia de la formación del derecho los acontecimientos que
la propiedad, la familia y el contrato*. He aquí, se dirá, la a éste concurrieron; el fin le proporciona los medios. El hom-
verdad; esas son las verdades jurídicas absolutas sobre las bre que piensa, que medita, hallará siempre, en el terreno del
cuales no tiene poder la historia. De igual modo se podría cali- derecho, el fin de cada una de sus instituciones. La investi-
ficar de verdades las instituciones fundamentales de la civili- gación de este fin constituye el objetivo más elevado de la
zación humana: las casas, las calles, el vestido, el uso del ciencia jurídica, tanto desde el punto de vista del dogmatismo
fuego y de la luz. No son más que los resutados de la expe- del derecho, como de su historia.
riencia aplicada a la realización asegurada de ciertos fines ¿Cuál es, pues, el fin del derecho? Hemos visto que el fin
humanos. Afirmar la seguridad de las vías públicas contra los
ataques de los ladrones constituye un fin, por igual motivo de los actos del ser animado reside en la realización de sus
que ponerlas a cubierto de inundaciones mediante la construc- condiciones de existencia. Recogiendo esta definición, pode-
ción de diques. Lo que es oportuno no pierde este carácter por mos decir que el derecho representa la forma de la garantía
hallarse fuera de discusión y, con este motivo, haber ocupado de las condiciones de vida de la sociedad, asegurada por el
plaza de verdad. poder coactivo del Estado.
181. NOCIÓN DE LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA SOCIEDAD. —
Una ciencia como el derecho, que tiene por- objeto, la oporlU: Para justificarlo es necesario que comprendamos la noción de
nidad, puede distinguir entre las instituciones que la historia las condiciones de vida.
ha consagrado, y las que no tienen para ella más que una
oportunidad condicional (de tiempo o de lugar), las cuales Esta noción es relativa; se determina con arreglo a lo que
puede clasificar aparte, como hicieron los romanos, oponiendo constituye la vida. Si miramos ésta desde el punto de vista de
el jus gentium y la naturalis ratio, al jus civile y a la civilis la existencia puramente física, dichas condiciones se limitan
ratio; pero no debe perder de vista que aquí todavía se trata, a las necesidades materiales de la vida: el comer, el beber, el
no de verdad, sino de oportunidad. Ya tendré ocasión de de- vestido, la habitación. Pero aun bajo este aspecto, la noción
mostrar cómo lo há olvidado. Lo legal, que aquella ciencia sigue siendo relativa, porque se determina de diferente modo
coloca en oposición, como lo verdadero propiamente dicho, según las necesidades del individuo: éste exige más, aquél
porque es permanente en el derecho, a lo oportuno, que sólo necesita otra cosa.
tiene un carácter pasajero y transitorio, se nos presentará Pero la vida no se limita a la existencia puramente física:
entonces como una modalidad de este último: un precipitado el mas humilde, el más desheredado, no se contenta con su
fijo y condensado, por oposición a la materia flotante y móvil. sola conservación; no le basta con existir; aspira al bienestar.
Es lo oportuno quien ha sufrido la prueba de los siglos; el Cualquiera que sea el concepto que se forme de la existencia
sedimento inferior, que soporta todas las demás capas, y cuyo —porque uno empieza a vivir allí donde otro cree que la vida
ha dicho su última palabra—, la imagen ideal que se forja
1
La noción del jus gentium romano.Quod vero naturalis ratio ínter contiene para cada uno la medida del precio que fija a su vida
omnes homines constituit, id apud omnes perceque custoditur vocatur- real. Realizar este ideal constituye el fin de todos sus esfuer-
que jus gentium, quasi quo jure omnes gentes utantur. L. 9, de I y I. zos, el móvil de su voluntad.
(1, 1). Ex hoc jure gentium introducta bellae, discreta gentes, regna
condita, dominia distincta, agris termini positi, aedificia collocata, Llamo condiciones de vida a las condiciones subjetivas que
comviercium, emutiones venditiones, locationes, conductiones, obli- la rigen. Son condiciones de vida no sólo aquéllas de las cua-
gationes institutae. L. 5, Ibid. les depende la existencia física, sino también todos los bienes,
214 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 215

los goces que, en el sentir del sujeto, son los únicos que dan a demostrar la diferente actitud de la legislación en una sola
valor a su existencia. El honor no es una condición de la vida y misma cuestión.
física, y, sin embargo, para el hombre de honor, ¿qué valdría El primero concierne a la enseñanza. El Estado, hoy en día,
la existencia si éste estuviese perdido? Para guardarlo expone ha hecho obligatoria entre nosotros la enseñanza elemental;
voluntario su existencia. en otro tiempo la abandonaba a la iniciativa particular, limi-
La libertad, la nacionalidad, no son condiciones de la vida tándose a fundar establecimientos que podían facilitar a to-
física; y no hay un pueblo amante de la libertad que no haya dos los conocimientos elementales. Esto mismo no lo hacía
preferido la muerte a la servidumbre. El que se mata por des- en tiempos anteriores. En algunos Estados de la América del
precio a la vida puede, sin embargo, reunir todas las condi- Norte, donde existía la esclavitud hasta la época de la guerra
ciones exteriormente necesarias para la existencia. En una civil, era un delito capital enseñar a leer y escribir a los negros.
palabra: los bienes, los goces, de los cuales para vivir siente Nos encontramos aquí ante una cuádruple actitud del poder
el hombre la necesidad, no sólo tienen un carácter material; público, en una sola y misma cuestión: coacción que asegura
tienen además un valor inmaterial, ideal; comprenden todo lo la realización del fin; —Realización del mismo fin por los me-
que es objeto de las luchas de la humanidad: el honor, el amor, dios facilitados por el Estado, pero ausencia de la coacción.—
la educación, la religión, las artes, la ciencia. La cuestión de Indiferencia completa del Estado. —Prohibición, bajo pena
las condiciones de vida, lo mismo del individuo que de la so- de muerte, de la persecución del fin para ciertas clases de la
ciedad, es una cuestión de educación nacional e individual. sociedad. Apliquemos nuestra noción de las condiciones de vi-
Tomando esta noción de las condiciones de vida por base da a estas cuatro situaciones. Para los Estados en que existía
de mi definición del derecho, voy a probar que es jiista, desde la esclavitud, la situación se resume en estos términos: un
luego, y que es también, para la ciencia, fecunda en resulta- Estado semejante no puede tolerar la educación de los escla-
dos. Se probará que es justa si cualesquiera reglas del derecho vos; el esclavo que sabe leer y escribir deja de ser una bestia
caen bajo su aplicación. Se demostrará que es científicamente de carga, es un hombre, hace valer sus derechos como tal y
fecunda si amplía nuestra concepción del derecho. Una idea amenaza así la organización social fundada sobre la esclavitud.
que no es más que justa semeja un estuche en el cual se intro- Allí donde la obscuridad es una condición de la vida, es un
duce, retirándolo inmediatamente, un objeto; éste permanece delito capital introducir la luz. En la antigüedad no se temía
el mismo y su conocimiento íntimo no adelanta un paso. La este peligro; la fe en la legitimidad de la esclavitud era en-
idea sólo adquiere un valor científico a condición de ser fe- tonces completa. El primer estado de cosas (indiferencia del
cunda, es decir, de desarrollar el conocimiento del objeto que del Estado en cuanto a la enseñanza) proclamaba que, en ese
comprende, de aclarar los puntos que permanecen obscuros. tiempo, la educación escolar no pertenecía a las condiciones
Veamos si nuestra noción sufrirá la doble prueba. de vida de la sociedad; el segundo (protección del Estado)
182. CARÁCTER RELATIVO DE LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA reconocía que era de desear; el tercero (obligación escolar) la
SOCIEDAD. — El que sea justa puede prestarse a discusión, y admite como necesaria. De estas concepciones diversas, ¿cuál
quiero prevenir las objeciones. Si el derecho tiene por objeto es la justa? Justas eran las cuatro, teniendo en consideración
las condiciones de vida de la sociedad, ¿cómo puede contrade- cada época.
cirse al extremo de impedir aquí lo que allí autoriza u ordena? 184. EJEMPLO: Los CULTOS. — El segundo ejemplo se refie-
Parece dar él mismo la prueba de que el hecho susceptible de re a la actitud de la legislación para con la religión. Cuando
una apreciación tan diferente no pertenece a las condiciones surgió el cristianismo, el Estado pagano lo persiguió a sangre
de vida de la sociedad; que ésta, al contrario, puede tratarlo y fuego. Es porque veía en él un peligro para su propia exis-
como mejor le parezca. tencia; lo perseguía estimándolo una amenaza contra una de
La objeción pierde de vista una cosa: que la oportunidad sus condiciones de vida: la religión del Estado. Algunos siglos
es siempre relativa. El médico no se contradice cuando, según después el mismo Estado, que antes bajo pena de muerte im-
el distinto estado del paciente, ordena hoy lo que prohibía pedía profesar la fe cristiana, la impone por los más crueles
ayer. El legislador tampoco se contradice: las condiciones de medios. A la idea de que no podía vivir con ella, substituye la
vida varían para la sociedad, lo mismo que difieren para el convicción contraria de que sin ella no puede vivir. Al grito
individuo; lo superfluo del uno se convierte en lo necesario de ¡muerte a los cristianos!, reemplaza el de ¡muerte a los
del otro; lo que al uno aprovecha perjudica al otro. herejes! Los calabozos seguían abiertos, las hogueras encendi-
183. EJEMPLO: LA ENSEÑANZA PÚBLICA. — Dos ejemplos van das; sólo habían cambiado las víctimas. Hicieron falta siglos
216 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 217

de luchas atroces y sangrientas, antes de que el poder público exclusivamente al servicio de los intereses generales de toda
llegase a creer que no sólo la existencia de la sociedad es com- la población, y que con frecuencia sólo se preocupa de los de
patible con la libertad de conciencia, sino que sin ésta es una clase privilegiada. La noción de las condiciones de vida
imposible aquélla. ¿Cuál de estas concepciones era la verda- de la sociedad, a las cuales substituyen así los intereses de
dera? Todas, una vez más, según su tiempo. una clase, parece recibir en este caso un mentís completo. Pa-
185. SUBJETIVIDAD DE LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA SOCIE-
so provisionalmente sobre esta objeción para contestarla más
adelante (núm. 14).
DAD. — Una segunda objeción consiste en decir que es tan poco
exacto que el derecho sirva siempre a las condiciones de vida Hay otra con la cual debo contar. La definición establecida
de la sociedad, que frecuentemente se halla en manifiesta para todo el derecho debe adaptarse a cada una de sus partes;
oposición con los verdaderos intereses de ésta. debe ser exacta para cada ley, para cada ordenanza. Así debe-
Lo concedo gustoso, pero replico con la comparación del ráse estimar como condición de vida de la sociedad una ley
médico: objetivamente se puede decir con frecuencia otro tan- sobre el timbre, una ley sobre el impuesto de la cerveza, las
to de sus prescripciones; pero esto no impide que subjetiva- disposiciones sobre la forma de las declaraciones fiscales sobre
mente tiendan siempre a un fin, que es el de preservar la las medidas de inspección del fisco en la destilación de los
existencia. El médico puede equivocarse en la elección de los alcoholes, de la cerveza, etcétera; sobre la acuñación de las
remedios. El legislador puede equivocarse en la elección de monedas y su denominación.
los medios. Puede obedecer a prejuicios de diversa naturaleza, Parecida objeción no es mucho más seria que el argumento
pero en todos los casos cree asegurar o ayudar la existencia por el cual se pretendiese debilitar la afirmación de la necesi-
de la sociedad. En Roma, la ley de las Doce tablas prohibía, dad de la alimentación para conservar la vida humana, pro-
bajo pena de muerte, atraer, por magia, a un terreno las se- bando que la alimentación, tal como la practica el individuo,
millas de otro (segetem pellicere), lanzar sortilegios sobre las no se hace en la forma precisa que su fin requiere. Se contes-
cosechas (fruges excantare); colocaba estos hechos al mismo taría que la alimentación es necesaria, pero su forma es libre.
nivel que el robo nocturno de cosechas y el cambio de linderos. Que el individuo consuma tales manjares o tal bebida, que los
¿Por qué esta severidad? El labrador romano creía que estos tome en tal cantidad y a tal momento, es, se dirá, una cuestión
peligros, reales o imaginarios, comprometían la seguridad de de determinación personal; pero que debe tomar alimentos y
su propiedad, y la seguridad de la propiedad inmueble y agrí- bebidas es ley ineludible de la naturaleza. El Estado tiene la
cola constituía para él una condición de vida de la sociedad. elección de los medios para procurarse los recursos econó-
Se penaba con la muerte al que la atacaba. micos que le son indispensables. Que establezca el impuesto
del timbre y de las bebidas o el monopolio del tabaco y de la
Lo mismo ocurría en la Edad Media respecto a las brujas sal, poco importa; pero lo que es una necesidad absoluta de su
y a los magos. La sociedad entera temblaba delante del diablo, existencia, y por consiguiente una condición de la vida social,
que pasaba por aliado de aquéllos, los cuales* le producían un es que se procure recursos económicos. Hecha la elección del
temor más profundo que los bandoleros y los homicidas. La reparto de un impuesto, todas las medidas que toma para ase-
Iglesia se inspiraba, además, en el motivo religioso, que coloca- gurar o facilitar su percepción no son más que las necesarias
ba en la misión, por ella recibida, de proteger el reino de Dios consecuencias de la elección; quien quiere el fin quiere los
contra las asechanzas del demonio. La sociedad, y lo mismo medios. No hay disposición de la ley, por minuciosa que sea,
la Iglesia, estaban firmemente convencidas de que las brujas que no responda a la noción de las condiciones de vida. Mo-
y los magos amenazaban las bases mismas de su existencia. Es nedas, pesos, medidas; creación y entretenimientos de las vías
inútil reprocharles por haber aceptado semejantes creencias; públicas; saneamiento de los pantanos; sostenimiento de las
el hecho de haberlas tenido subsiste igualmente. El motivo bombas de incendio; tarifas de todo género; inscripción de los
que subjetivamente armaba su brazo era la garantía de las sirvientes y los huéspedes en los registros del hotel; las pres-
condiciones de vida de la sociedad, y en este sentido solamente cripciones de policía más vejatorias del antiguo régimen, como,
hay que entender la noción que he establecido; ésta no impli- por ejemplo, el refrendo de los pasaportes, todo tiende, con
ca que una cosa es condición objetiva de la vida; establece que arreglo a "su fin, a asegurar las condiciones de vida de la socie-
una cosa es tenida subjetivamente por tal. dad, cualesquiera que sean, por lo demás, las censuras que pue-
Aun en esta acepción subjetiva, nuestra noción no parece, dan dirigirse contra la elección de los medios puestos en obra.
para la sociedad, de una exactitud absoluta. La experiencia
ha demostrado que el poder del Estado no se halla siempre 186. CLASIFICACIÓN DE LAS CONDICIONES DE VIDA DE LA SOCIE-
218 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 219

DAD. — Si examinamos el conjunto de las condiciones a las un pensador que desespera de la solución del problema del
cuales está ligada la existencia de la sociedad, veremos que mundo a las verdes llanuras en que la vida rebosa, donde la
se dividen en tres clases, según que el derecho las rija o no: misma multitud, a pesar de su incesante lucha por la existen-
son extra-jurídicas, mixtas y jurídicas. Las primeras están im- cia, sonríe a la vida; si se pudiera prever un tiempo "en el
puestas por la naturaleza, sea que las proporciones espontá- cual no ya el ser aislado, sino la humanidad entera, invocase
neamente, sea que el hombre deba luchar para arrancárselas. la nada, aspirase al aniquilamiento", la sociedad correría el
El derecho permanece extraño; el derecho sólo rige los hom- más formidable peligro que jamás la amenazó. Felizmente, el
bres, no tiene poder sobre la naturaleza. Aquéllas, pues, como instinto de conservación le garantiza por mucho tiempo aún
tales condiciones de vida extra-jurídica, se salen del marco de la preservación de la vida, y el suicidio sólo ofrece, para su
la exposición que sigue. mantenimiento, un peligro insignificante.
187. CONDICIONES MIXTAS: CONSERVACIÓN DE LA VIDA. — La 188. PROPAGACIÓN DE LA VIDA. — El peligro aumenta cuando
otra parte no concierne más que a los hombres. De nuevo se se trata de la propagación de la vida favorecida por el instinto
ve surgir aquí la oposición de las condiciones libremente ad- sexual. Este, al que la naturaleza confió aquel cuidado, no
quiridas de las que es necesario conquistar. Cuando su interés basta por sí solo para asegurarlo. El hombre puede engañar a
se halla de acuerdo con el de la sociedad, el hombre se pone la naturaleza, puede limitar los nacimientos; la madre puede
gustoso al servicio de ésta. La cosa se produce generalmente destruir el germen de la vida, extinguir al recién nacido; los
cuando se trata de una de las cuatro condiciones, en absoluto padres pueden abandonaro, mutilarlo. El Estado se halla fren-
fundamentales, que interesan a la existencia de la sociedad: te a un peligro que debe conjurar y del cual se ha dado cuenta;
la conservación y la propagación de la vida, el trabajo y las pruebas de ello: las penas contra el aborto, el infanticidio, el
relaciones sociales. El hombre es entonces estimulado por tres abandono de los niños y su mutilación, que se encuentran en
móviles poderosos: el instinto de conservación, el instinto se- el derecho penal de todos los pueblos civilizados. No es sólo
xual y el amor a la ganancia. La sociedad puede, respecto a el interés de la criatura, el cuidado de preservar su existencia,
esto, fiar en la consoladora afirmación de SCHILLER (Poesías. quienes lucen dictar estas penas; hay también un punto de
Los filósofos): "Mientras se espera que la filosofía sostenga vista religioso, que no discuto, pero que no es menester invo-
el edificio del mundo, ella conserva los rodajes por el hambre car para la justificación de las disposiciones que cito. Estas se
y el amor". justifican extensamente por la sola consideración, puramente
profana, de las condiciones de vida de la sociedad: si la repro-
El instinto de conservación, el instinto sexual, el amor a la ducción está amenazada, la sociedad se halla en peligro.
ganancia, son los tres grandes aliados del orden social; los
servicios que prestan dispensan de toda coacción. El derecho moderno sólo ofrece disposiciones negativas con-
Excepcionalmente, sin embargo, estos tres motores cesan de tra los actos que amenazan la reproducción: la legislación, sin
funcionar. Tal es el caso del que se suicida; el del célibe; el embargo, trató a veces de favorecerla mediante reglamenta-
mendigo y el vagabundo suministran el tercero. Los suicidas, ciones positivas. Tal era el fin de la Lex Julia et Papia Poppcea
los célibes, los mendigos, contravienen las leyes fundamenta- de AUGUSTO. La trajo el descenso de la población libre a con-
les de la sociedad humana, por igual título que los homicidas, secuencia de las guerras civiles y el libertinaje de las costum-
los bandoleros, los ladrones. Para convencerse de ello basta bres romanas. Combatía aquella ley el celibato, castigaba la
someterlos a la regla de la generalización aplicada por KANT a falta de descendientes, anulando en todo o en parte las dispo-
la acción individual: si todos obrasen como ellos, el mundo siciones testamentarias otorgadas a favor de célibes o personas
perecería. sin hijos, o substituyéndolos por personas casadas y con des-
cendencia 1. Luis XIV llevó más lejos las cosas: en el Canadá
La cosa es indudable en lo concerniente a la preservación obligó a los célibes, por la fuerza, a casarse para un más rápi-
individual de la existencia, basada sobre el instinto de conser- do aumento de la población 2 .
vación. Si fuera posible admitir la sombría concepción de un
filósofo moderno 1 : "desde el punto de vista del yo o del in- 1
Una explicación de la medida de AUGUSTO se halla en la compara-
dividuo, la negación de la voluntad, el adiós al mundo, la ción hecha por TÁCITO, Germ. c. 19, entre las costumbres romanas y
repudiación de la vida, es la única conducta razonable"; si "la germánicas: Numerum liberoum finiré ant quemquam ex agnatis ne-
aspiración a la supresión absoluta del dolor, a la nada, la care jlagitium habetur, plusque ibi boni mores valent quam alibi bo-
nae leges.
Nirwana" pudiera descender de la helada región en que habita 2
Según PARKMANN, Frankreich und England in Nordamerika, esta-
1
E. VON HARTMANN, Filosofía de lo inconsciente. bleció la edad nubil para los hombres de dieciocho a diecinueve años
220 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 221

189. CELIBATO. — De esta misma Roma, que bajo AUGUSTO dividuo que apelase a su libertad, la sociedad opondría la
emprendió una campaña legislativa contra el celibato y la necesidad de su propia conservación.
falta de prole, partió más tarde la orden de la Iglesia prohi- 191. E L COMERCIO JURÍDICO. — El comercio de los cambios
biendo el matrimonio a sus sacerdotes. La razón de política está sometido a las mismas leyes que el trabajo. Es aquél una
religiosa que introdujo el celibato tiene su peso; comprendo de las condiciones de vida de la sociedad, y ésta nada tiene
esta moral ideal que proclama la renuncia como superior a que hacer para erigirla en ley. El interés individual basta pa-
ciertas satisfacciones. Pero una cosa es que algunos, por ra- ra determinar al labrador a conducir su ganado o su grano al
zones que podemos comprender, acaso hasta admirar, se abs- mercado, para determinar al mercader a poner sus productos
tengan libremente del matrimonio, y otra cosa erigir esta en venta. Solamente el abuso, el fraude realizado con el pro-
abstinencia en institución. Yo no examino si tal como está pósito de originar el alza de los precios, pueden dar al Estado
concebida es prácticamente realizable, ni a qué precio la paga la ocasión de intervenir. Más arriba he sentado la necesidad
quien a ella se somete; yo no me erijo en representante del y la legitimidad de esta intervención. En este orden de ideas,
sacerdote católico para reivindicar en su nombre un derecho el nrpr^r-prrperito de los trigos constituía, en pasados tiempos,
que a todo hombre pertenece; me coloco exclusivamente des- un verdadero peligro que la legislación combatía con penas
de el punto de vista de la sociedad. Y entonces, en mi opinión, rigurosas. El telégrafo, los ferrocarriles, han hecho borrar de
el juicio se impone; el celibato, en principio, es una institución nuestro código esa especie de delito. Veo en esto la prueba
antisocial. Limitada a una sola clase de hombres, la sociedad de que el motivo perentorio de la ley penal no reside en la
puede tolerarlo; generalizada, hará perecer a ésta. En Rusia, inmoralidad subjetiva del acaparador, sino en el peligro obje-
la secta de los viejos rusos predica la abstención sexual, no tivo del hecho con relación a la sociedad.
moralmente, por medio de votos tan sólo, sino físicamente, 192. CONDICIONES PURAMENTE JURÍDICAS. — Las cuatro con-
con la ayuda de la castración. Tienen el mérito de una lógica diciones fundamentales de la existencia de la sociedad que
ante la cual ha retrocedido la Iglesia romana; pero el gobierno acabamos de analizar: la conservación de sí mismo, la propa-
ruso tiene a su vez el mérito de no haberse detenido en pre- gación de la especie, el trabajo y el comercio jurídico, son las
sencia del manto de convicción religiosa con el que se cubre condiciones jurídicas mixtas de la vida social. Su garantía no
la secta y la ha perseguido enérgicamente. tiene por primer asiento el derecho; reposan sobre la natura-
190. E L TRABAJO. — El trabajo es la tercera de las condi- leza y sobre la fuerza de los tres móviles naturales que he-
ciones fundamentales más arriba mencionadas. Entiendo por mos citado; el derecho suple a una y otros, excepcionalmente.
trabajadores todos los que obran para realizar los fines de la cuando faltan. A dichas condiciones opongo las puramente
sociedad. Si todos decidiesen cruzarse para siempre de brazos, jurídicas. Son aquellas por las cuales la sociedad, con el fin
la última hora de la sociedad habría sonado. También este de asegurarlas, debe acudir exclusivamente al derecho. Para
peligro ha sido evitado. Igual que ocurre con la conservación convencerse de la fundamental diferencia que hay entre estas
y la propagación de sí mismo, la obediencia a la ley del tra- dos clases de condiciones de la existencia social, basta exami-
bajo no está asegurada por ninguna disposición legal: el deseo nar las obligaciones que imponen. La legislación no tiene que
de la ganancia basta para garantirla. El poder público, sin traducir en reglas de derecho las recomendaciones siguientes:
embargo, puede intervenir en cierta medida: por una acción comed y bebed — defended vuestra vida — multiplicaos — tra-
permanente, con la mira de reprimir la mendicidad y la va- bajad— vended—; pero las prescripciones: no mataréis, no
gancia, por una acción transitoria en los casos de huelgas. La robaréis, pagaréis vuestras deudas, obedeceréis al Estado, le
ingerencia del Estado no podría justificarse en ninguno de pagaréis las contribuciones, prestaréis el servicio militar, se
estos casos, desde el punto de vista abstracto de la libertad reproducen en todas partes. A la verdad, en estos últimos
individual. Pero los hechos están ahí para demostrar que esta mandatos, el Estado no prescribe nada que no esté solicitado
idea absoluta no podría ser realizada en la práctica, y al in- por el bien comprendido interés de sus miembros. Basta supo-
nerlos no existentes para explicarse su necesidad. Sin ellos
y para las mujeres de catorce a quince. Todo padre que no había ca- no habría seguridad para la vida ni para los bienes; sería la
sado a sus hijos, lo más tarde de los veinte a los veintiséis años, era guerra de todos contra todos. Aun suponiendo que ningún
castigado. Cuando los barcos llegaban de Francia con mujeres solte-
ras, todos los jóvenes debían ser casados en los catorce primeros días. principio moral guíe a la sociedad, que ésta se halla compues-
El que se substraía a eilo era privado de los escasos goces de la vida ta de puros egoístas o de criminales —un presidio—, o de
canadiense; no podía cazar, ni pescar, ni ir a la selva, ni comerciar bandidos —una cuadrilla de salteadores—, se verá al egoísmo
con los indios; se llegaba hasta ponerles marcas deshonrosas.
222 RUDOLF VON IHERING EL F I N E N EL DERECHO 223

elevar prontamente su voz y exigir entre los asociados la ob- las reglas del derecho tienen por fin asegurar las condiciones
servancia rigurosa de los mismos principios, o casi los mismos, de vida de la sociedad, se afirma al mismo tiempo que ésta es
que el Estado impone bajo forma de leyes, y reprimir su vio- el sujeto final de esas condiciones. ¡Singular sujeto, se dirá,
lación con tanto rigor, o mejor dicho, con muchísima más una pura abstracción!; el verdadero sujeto final es el hombre,
dureza y crueldad de las que ostenta el Estado en su derecho el individuo; sólo él es, en definitiva, quien recoge el benefi-
penal 1 . La experiencia atestigua que la justicia popular es cio de todas las reglas del derecho. La observación es exacta.
más inexorable que la justicia publica; aquélla, si sorprende a Todas las reglas del derecho tienen al hombre por fin\ perte-
un ladrón de carneros, lo ahorca simplemente; ésta se contenta nezcan al derecho privado, al derecho criminal o al derecho
con tenerlo en prisión durante algún tiempo. La organización, público. Pero la vida social, por la persistencia de los fines
por el Estado, del derecho penal, es tan beneficiosa para el comunes, agrupa a los hombres en formaciones más elevadas
delincuente como para la sociedad. Para aquél la justicia de y amplía por esto mismo el cuadro de la existencia humana.
nuestros días es hasta demasiado clemente, y las considera- Al individuo, ser aislado, se junta el hombre social, el hombre
ciones que le guarda olvidan con frecuencia los derechos de que forma parte de unidades superiores. Cuando, en vez de
la sociedad. aquél, son éstas mismas (Estado, Iglesia, asociaciones) quie-
¿Cómo, pues, ocurre que el egoísmo contraviene la ley que nes erigimos en sujetos finales de las reglas de derecho que
tiene por auxiliar? No pensaría en hacerlo si debiese esperar a ellas se refieren (personas jurídicas), es cierto, y bien lo
en todo el mundo igual proceder; pero cuenta, precisamente, sabemos, que sólo recogen los beneficios para transmitirlos a
con que esto no sucederá. En otros términos, se ayuda de la la persona natural, al hombre. El fin del derecho, en efecto,
ley en tanto que ésta limita la acción de los demás, en su in- se realiza para el hombre de una manera inmediata o mediata,
terés, pero la combate cuando limita la acción suya en interés y en este último caso el jurista no puede pasar sin la inter-
de los demás; quiere los beneficios de la ley, pero rechaza sus posición de un sujeto de derecho superior, colocado por enci-
restricciones. ma de los individuos aislados. ¿Hasta dónde puede llevar la
Así es cómo se manifiesta la oposición entre el egoísmo so- aplicación de este punto de vista? Esto es una cuestión de
cial y el egoísmo individual El primero acepta y quiere la técnica jurídica que no hemos de abordar aquí 2 y que perma-
ley, y si el Estado no es bastante fuerte para realizarla, se nece extraña a la política social. Esta deja al jurista entera
hace justicia a sí mismo (ley de Lynch); el segundo tiende a libertad para aplicar, en su esfera, la noción del sujeto del
violar la ley. El egoísmo social es el aliado de ésta; el egoísmo derecho; pero puede y debe, por su parte, reivindicar la facul-
individual es su adversario; aquél pone la mira en el interés tad de usar de la noción del sujeto final en derecho, como lo
común; éste sólo entrevé el interés particular. Si uno de estos permiten los problemas que ella misma tiene que resolver.
intereses debiera, de un modo absoluto, excluir al otro; si el Desde el punto de vista sociológico he designado a la so-
individuo tuviera que elegir entre su propio interés y el de la ciedad como el sujeto final del derecho, señalando a éste la
sociedad, su elección pronto estaría hecha. Pero la realización misión de asegurar las condiciones de la vida social. Pero en
del derecho por el Estado, es decir, el orden jurídico, propor- la misma sociedad, entendiendo esta expresión en su sentido
ciona al egoísmo el medio de conciliar esos intereses; contra- amplio, podemos de nuevo distinguir sujetos-fines especiales.
viniendo la ley, sólo pone la mira en sí mismo; mas por eso Hemos nombrado cuatro: el individuo, el Estado, la Iglesia,
no cesa de querer, además, el bien de la sociedad. las asociaciones. Todos son, al mismo tiempo, sujetos del de-
193. CLASIFICACIÓN DE LAS REGLAS DEL DERECHO SEGÚN EL recho en el sentido jurista: poseedores de derechos, personas.
SUJETO-FIN DEL MISMO. — Estableciendo en principio que todas Pero no agotan el contenido del derecho; quedan reglas de és-
1 te que no se relacionan con ninguno de ellos, y cuando para
Una prueba interesante de este hecho la suministran los casos de
justicia penal secreta de los individuos incorporados al servicio mili- éstas suscitamos la cuestión del sujeto-fin —y es menester
tar o embarcados en buques de guerra. Cuando todos los hombres de- hacerlo para todas las reglas del derecho— nos es forzoso nom-
ben sufrir por la falta de uno solo que no se puede descubrir, acaban, brar el número indeterminado, la masa, la sociedad, en fin,
en caso de reincidencia, por juzgarle ellos mismos, y su justicia es tomada en el sentido estricto de la palabra. Estas reglas y
tan eficaz que no hay que temer otra reincidencia; en los cuarteles
esto ocurre en la obscuridad de las habitaciones; en los barcos de 1
guerra la ejecución se realiza durante la comida de los oficiales, en Un jurista romano transporta activamente a la naturaleza la idea
el entrepuente —siempre sucede que los contramaestres se hallan en de finalidad: la naturaleza lo ha hecho todo para los hombres: omnes
el puente—; del entrepuente sólo llegan hasta ellos los alegres y re- fructus natura hominum causa comparativ. L. 28, § 1 de usur. (22, 1).
vueltos cantos de la tripulación. 2 He tratado esta cuestión en mi Espíritu del D. R.
224 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 225

estas instituciones del derecho las designaremos en adelante aplicada. Los romanos lo clasificaban en atención al uso co-
como reglas e instituciones sociales. mún' (usus publicus). Esto no es sólo una simple relación de
El derecho entero se refiere a estos cinco sujetos-fines. Son hecho, sino una relación jurídicamente protegida (por las ac-
los centros personales de todo él, alrededor de los cuales se tiones populares), una relación jurídica sobre una cosa, pre-
agrupan todas las instituciones y reglas jurídicas. Resumen la sentándose bajo un aspecto particular; le llamaremos un dere-
vida social 1entera, dan el cuadro invariable de la finalidad en cho colectivo1.
el derecho . Nos hallamos así en presencia de tres sujetos-fines diferen-
En lo que sigue examinaré y justificaré la clasificación del tes; las cosas, como directamente destinadas a las necesidades
derecho que he establecido, con arreglo al sujeto-fin, en tres humanas, se nos aparecen bajo tres distintos aspectos:
de sus nociones fundamentales. Omitiré, sin embargo, la Igle- a) La propiedad individual (sujeto-fin: la persona física);
sia y las asociaciones, a las cuales se aplica sin dificultad lo b) La propiedad del Estado (sujeto-fin: el Estado; even-
que diré del Estado y del individuo. Mi demostración compren- tualmente, la Iglesia o la Corporación);
derá, pues, tres categorías: Individuo, Estado, Sociedad. c) El derecho colectivo (sujeto-fin: la sociedad en el sen-
tido estricto) 2.
En el lenguaje corriente, al nombre de "propiedad" se agre-
ga con frecuencia un sentido que no es jurídico. Así es como
lo emplean los economistas. En esta acepción, el derecho co-
lectivo podrá ser designado como propiedad social o popular.
Esta misma acepción se vuelve a presentar cuando se trata
1. LA RELACIÓN JURÍDICA DE LAS COSAS de la Iglesia o de las asociaciones, relativamente a las cosas
entregadas al uso común (usus publicus) de sus miembros
(uso de la iglesia, del lugar de reunión de las asociaciones,
SUMARIO: 194. La propiedad. —195. Cosas públicas. de las publicaciones en ese lugar depositadas, etcétera), por
— 196. Fundaciones.—197. Las servidumbres. oposición a sus bienes (bona, patrimonium universitatis).
Las tres citadas formas de disposición de las cosas tienen
194. LA PROPIEDAD. — Por lo que hace a la relación econó- por fin asegurar las condiciones de la vida económica de la
mica del destino de las cosas en vista de las necesidades hu- sociedad en el amplio sentido que ésta admite. Ninguna de
manas, el derecho romano distingue lo que podemos conside- aquellas formas podría estar ausente. La propiedad individual:
rar como relaciones de destino primarias y secundarias. La hemos demostrado cómo la legítima defensa de la personali-
primera, en su forma normal, es la propiedad; la segunda es dad física comprende necesariamente la defensa económica;
la jus in re. es decir, la propiedad privada. La propiedad del Estado: para
195. COSAS PÚBLICAS. — Bajo cierto aspecto, sin embargo, estar en condiciones de realizar en todo momento sus fines,
la primera relación sale del cuadro de la propiedad: es cuando debe siempre tener dispuestos. todos los medios económicos
se trata de la res publicce. Para éstas el sujeto-fin primario no necesarios, y en esto, precisamente, consiste la función de la
es evidentemente el Estado, la Ciudad, ni la Comunidad como propiedad. El derecho colectivo: sin la comunidad de los ca-
personas jurídicas, sino la colectividad indeterminada de los minos públicos, de las poblaciones, de los ríos, las relaciones
individuos que usan aquéllas; la masa, el pueblo. Es un suje- entre los ciudadanos no serían posibles; el exclusivo imperio
to-fin al cual la noción de la propiedad, como la conciben los de la propiedad privada impediría toda comunicación de un
juristas romanos: el derecho exclusivo de una persona deter- pueblo a otro.
minada (física o jurídica), no puede en modo alguno serle Actualmente es la policía quien asegura este interés. Los
1 1
La división capital del derecho romano, en jus privatum y jus 2
V. mi Espíritu del D. R.
publicum, basada sobre la diferencia del sujeto fin (L. 1, § 2, de J. et Los romanos transportan esta oposición en la cosa y distinguen:
J. 1, 1), comprende en esta última categoría {Quod ad statum rei Ro- a. Res singulorum propias, familiares, res auas in bonis alicujus sunt,
mance spectat) el Estado y la Iglesia (in sacris, sacerdotis, magistra- res sua, suum, privatum, etc.; la expresión hoy en día corriente, por lo
tibus consistí); el lugar sistemático de las asociaciones no está deter- general, no se encuentra, que yo sepa, en GAYO, L. 1, pr. de R. D. (7, 8).
minado (collegia, corpora, D. 47, 22). Más adelante demostraré en qué b. Pecunia, patrimonium populis, res fisci, fiscales, c. Res publicce,
medida la noción de la sociedad, en el sentido tomado aquí por base, res quce in usu publico habentur publicis usibus in perpetuum re-
era ya conocida y familiar a los romanos. lictos, publico usui destinatce, communia civitatum, res universitatis.
226 KUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 227

romanos tuvieron el talento de permitir, al mismo público, sujeto-fin, es siempre la sociedad, entendida en el sentido más
velar por sus propios intereses, reconociendo a todo ciudada- arriba indicado, quien constituye aquél. El interés que pre-
no el derecho de entablar una acción (actio popularis)* contra sentan, para la sociedad, las fundaciones, merece que aquí
cualquiera, por no importa qué hecho ilícito que pusiese una analice sus elementos esenciales.
traba al uso de la res publicce. Las fundaciones, en el sentido que generalmente se da a
196. FUNDACIONES. — La característica de la res publicce, o esta palabra, son la consagración de cosas o de capitales en
sea la afectación final de una cosa a las necesidades de una favor de personas indeterminadas, no con un fin pasajero, sino
generalidad indeterminada (propiedad social, en el sentido con un destino permanente. La indeterminación del destina-
más arriba indicado), se encuentra igualmente en las funda- tario es el elemento que separa la fundación de la dación, a
ciones de interés general. La personificación de la fundación título gratuito, a una persona determinada (entre vivos: do-
(universitas bonorum) constituye su expresión jurídica. No nación; por testamento: institución de heredero, legados).
discuto la necesidad práctica. Por lo demás, no cabría equivo- La duración o, más bien, la continuidad del fin, su reiterada
carse sobre el alcance exacto de la expresión. La propiedad realización, mediante las rentas del capital de la fundación,
del ser puramente imaginario, como es la persona jurídica, son el elemento que la distingue de las concesiones aisladas;
no responde a ninguna idea precisa. Esta persona no obtiene hechas a un grupo de personas indeterminadas, liberalidades
beneficio alguno; quienes lo alcanzan son los individuos que, públicas, como se las podría llamar *, que se cumplen de una
según los estatutos de la fundación, deben gozar de las ven- vez. En las unas como en las otras, la benevolencia, ese sen-
tajas que ésta proporciona (destinatarios, beneficiarios). Esta timiento de generosidad individual que originan las relaciones
propiedad no es más que un simple aparato de construcción, o las cualidades personales (amistad, pobreza), se eleva de
destinado a facilitar la realización jurídica de ese fin, pero sin un vuelo a la altura de la concepción de la generosidad abs-
ninguna realidad práctica para el sujeto. Este es simplemente tracta. La liberalidad ya no se dirige más a la persona aisla-
detentador del derecho en interés de otro, no es sujeto-fin. da; es la generalidad la favorecida, ya sea universal o ya sólo
El sujeto-fin son los beneficiarios, y el derecho romano lo ha constituya una categoría (pobres en general, indigentes de la
reconocido así, otorgándoles' una actio popularis como en el localidad, menesterosos pertenecientes a un culto determina-
caso de la res publicce 2. Abstracción hecha de la forma jurí- do; viudas: viudas en general, de empleados del Estado, de
dica y tomando sólo en consideración el sujeto-fin, termino empleados de una categoría determinada; estudiantes: estu-
diciendo: que las fundaciones de interés general, por lo que diantes de la Universidad del país, de cierta facultad); y nos
hace a su destino económico social, y la res publicce, deben hallamos en presencia de verdaderas liberalidades sociales,
ser colocadas en la misma línea. que podemos oponer a los actos de liberalidad individual.
La asimilación no es verdaderamente completa; no significa La extensión de las fundaciones es infinitamente mayor que
que, como para la res publicce, el uso de las fundaciones de la de las liberalidades. Estas no son otra cosa más que soco-
que se trata esté concedido absolutamente a todos. Hay algu- rros concedidos a los necesitados; limosnas públicas; como to-
nas en que puede suceder así: los museos públicos de pintu- da limosna, contienen la confesión de la miseria del que las
ras, por ejemplo, erigidos bajo forma de fundaciones, y que recibe; por esto mismo, presentan un aspecto que humilla y
todo el mundo puede visitar a su antojo, lo mismo que puede degrada. Las fundaciones, al contrario, atienden a todas las
usar de los caminos y aguas públicas. Otras hay, al contrario, necesidades de la vida humana, las de la vida física (alimento,
en que la participación de sus ventajas está sometida a con- vestido, habitación, socorros médicos, institutos de pobres,
diciones independientes del mismo beneficiario; por ejemplo,
la admisión en un asilo de viudas, la concesión de un subsidio. i Los alemanes las designan con el nombre de Spenden, del latín
A pesar de esta diferencia, y no teniendo presente más que el spendere (expenderé = distribuir, expensa, spensa = gastos, alimentos,
a las cuales corresponden las palabras alemanas: speise, spise, spiza).
1 En Roma, semejantes larguezas (largitiones) o liberalidades al pueblo
Los bizantinos designaron exactamente el derecho que sirve de (granos, carne, vino, aceite, etcétera), se distribuían, como es sabido,
base a esta acción ,qomo derecho popular. con frecuencia. Sobre su importancia social v. mi Espíritu del D. R.,
2
L. 46, § 6, C. de episc. (1, 3): cogeré pium opus ant piam libera- II, págs. 247-250. La distribución de sopas, de leñas, etcétera, en caso
litatem omnímodo impleri et cuicumque civium ídem etiam faceré de miseria, por asociaciones especiales (en otro tiempo por los con-
licentia erit; cum sit enin COMMUNIS pielatis (fin de interés general), ventos, cuya supresión ha originado una laguna sensible para la be-
COMMUNES ET POPULARES debet etiam affectones constituí harum rerum neficencia) son las modernas formas de estas larguezas.
executionis, habüuro UNOQUOQUE licentiam ex nostra ac lege moveré A esta categoría pertenece también la noción jurídica romana del
ex lege condictilia et postulare relicta impleri. jactus missilium.
228 RUDOLF VON IHBRING EL FIN EN EL DERECHO 229

asilos de viudas, hospicio de huérfanos, hospitales) 1 y las de liberalidad social se confunden una y otra*. La antigua juris-
la vida intelectual (educación o goces artísticos y científicos: prudencia romana no ha reconocido jamás como noción inde-
bibliotecas, museos de arte, becas). pendiente la liberalidad hecha entre vivos al individuo (do-
Respecto a la forma jurídica, el jurista distingue entre las nación); pero aceptó de buen grado la liberalidad social entre
fundaciones revestidas de personalidad propia (universitates vivos, y así esquivó el escrúpulo técnico que la teoría de los
bonorum) y de las que no la tienen. En estas últimas el patri- contratos oponía a la pollicitatio en la necesidad del mutuo
monio afecto al fin está asignado a una personalidad ya exis- consentimiento. El romano no hace ningún sacrificio por el
tente (Estado, Comunidad, Iglesia, Universidad, etcétera), con individuo; sólo se decide a hacerlo en provecho de la comu-
encargo de distribución permanente de las rentas conforme nidad. El derecho se tuerce, y niega en un caso la forma que
al acta de fundación. Es, hoy en día, la forma corriente de las concede en el otro.
becas de estudios. Se puede distinguir también las fundacio- Jamás el derecho romano ha reconocido una forma indepen-
nes independientes y las fundaciones no independientes. Para diente de la fundación testamentaria (erección de una funda-
las unas como para las otras, el patrimonio consagrado a la ción como objeto único de un testamento); la cosa tan sólo
fundación es propiedad de una persona, a saber: en el primer podía realizarse por el desviado camino de la institución de
caso, la misma fundación; en el segundo, el fiduciario 2. Esta un heredero encargado de crear la fundación. Cuando en los
segunda categoría de fundaciones comprende también, en el últimos tiempos cristianos se relajaron las formas rigurosas
sentido jurídico, aquellas que consisten en la erección de res inherentes a la confección de los testamentos, y se vieron
publicce. Poco frecuentes en nuestros días, se hallaban muy surgir disposiciones de última voluntad abiertamente encami-
extendidas en la época romana; por ejemplo, erección de fuen- nadas a ese género (por ejemplo, la institución de heredero
tes públicas, de teatros, de estatuas, etcétera. El derecho mu- de los captivi, pauperes, etcétera), JUSTINIANO tuvo que tomar
sulmán les ha aplicado también una noción muy especial 3 . otra ruta (substitución por la Iglesia, por la Comunidad, como
En cuanto a la forma de erección de las fundaciones, sólo herederas encargadas de la ejecución de la disposición), para
la mencionaré para divulgar de un modo cierto una noción calmar los escrúpulos jurídicos que se oponían a su validez
del derecho romano que se relaciona con la fundación: la po- legal. Después de continuadas luchas, la teoría moderna termi-
llicitatio. Generalmente el jurista no advierte en ella más que nó por reconocer el fundamento jurídico de la erección testa-
el elemento formal de la fuerza obligatoria de una promesa mentaria directa de una fundación, y la noción jurídica de
unilateral. Pasa en silencio la importancia social de la pollici- la liberalidad social, de la cual la pollicitatio no había sido, en
tatio. Esta importancia consiste en el hecho de que la polli- derecho romano, más que el primer reconocimiento parcial,
citatio es la forma de la fundación entre vivos; corre parejas llegó así a su completo desarrollo. La teoría no puede desco-
con la fundación testamentaria. Desde el punto de vista de la nocer este hecho; debe aceptar como regla que, en toda libe-
ralidad, el sujeto-fin puede ser, no sólo una persona, en el sen-
tido del derecho (persona certa — física jurídica), sino tam-
i Las pice causa, pia corpora, del derecho romano posterior. Las bién la misma sociedad (persona incerta); que los bienes asi
más antigua es la tabula alimentaria de Trajano; la mayor parte da-
tan de la época cristiana. adjudicados a ésta —cualquiera que sea, por lo demás, la forma
Ejemplos en L. 19, cód. de sacros eccl. (1, 2) xenodochium, orphano- que la técnica jurídica exija para la validez de la institución—
trophium, ptochotrophium, gerontocomium, brephotrophium. Los son, desde el punto de vista económico y social, un patrimonio
nombres griegos atestiguan su origen reciente; contienen una nueva social, una propiedad social.
prueba de la influencia, ya señalada, del cristianismo sobre el pro-
greso del espíritu de beneficencia. 197. LAS SERVIDUMBRES. — Por lo que hace al destino se-
2 Para el lector no jurista hago presente que el fiduciario es aquel cundario de las cosas, la oposición entre nuestros tres sujetos-
a quien está concedido un derecho, no para que él mismo lo goce, sino fines se reproduce en la servidumbre:
para que lo aplique en beneficio de terceras personas; es detentador
del derecho, no en su interés propio, sino únicamente como represen- a) Atendiendo al individuo: servidumbres personales y
tante (portador del derecho, v. Espíritu del D. R., IV). prediales:
s Wakf'om: consagración al bien público o a fines sagrados. Una b) Atendiendo al Estado: servidumbre pública 2 ;
segunda especie de Wákf es la en favor de los descendientes (Wákf
ewlod). Nosotros le llamaríamos fideicomiso de familia. El derecho i Liberalitates in civitates collatce, L. 3, § 1, de poli (50, 12). Dona-
musulmán señala expresamente el elemento de permanencia y de tiones,
2
qucB in rem publicara fiunt, L. 1, § 1 ibid.
moralidad del fin; prohibe, por epemplo, disponer en provecho de los Según el derecho romano, las personas jurídicas —por consiguien-
no creyentes. Véase VON TORNAUW, Das moslemitische recht, Leipzig, te, también el Estado— pueden gozar de una servidumbre personal
1855, págs. 1551-59. ordinaria. Esta idea es poco afortunada y ciertamente poco digna de
230 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 231

c) Atendiendo a la sociedad: uso común de los terrenos vía de procedimiento civil; hay formas especiales establecidas
privados, jurídicamente protegido 1 . para este efecto.
c) LA SOCIEDAD.
La ley nos impone muchas obligaciones que no tienen por
beneficiario ni un particular determinado, ni el Estado (Co-
munidad, Iglesia), sino la generalidad, la sociedad. Son aqué-
llas que tienen presente el bien general, la seguridad pública;
por ejemplo: el entretenimiento de las vías de comunicación
delante de nuestra propiedad, el de los diques, etcétera. Es la
IL LA OBLIGACIÓN policía quien, hoy en día, vigila regularmente la ejecución de
estas obligaciones. Para los romanos había en ello intereses de
la generalidad (populus), obligaciones sociales que hallaban
SUMARIO: 198. Los tres sujetos-fines de la obligación. su expresión de procedimiento en la actio popularis, que com-
petía a todo ciudadano como representante del pueblo *. Desde
198. LOS TRES SUJETOS-FINES DE LA OBLIGACIÓN. — S u p o n g o el punto de vista de las ideas modernas, se puede' designar
conocida la noción de la obligación. Me limito a demostrar el esta tercera clase de obligaciones como obligaciones de policía,
diferente aspecto bajo el cual se presenta, según se trate de uno por oposición a las del derecho privado y del derecho público
u otro de nuestros tres sujetos-fines.
El sujeto-fin puede ser:
a) E L INDIVIDUO.
En este caso la relación sale del derecho privado. El medio
de hacerla valer consiste en la persecución del derecho por
vía de procedimiento civil. La expresión jurídica específica es
la obligación; es especial a la obligación del derecho privado;
no se aplica a las obligaciones del derecho público ni a las m. EL DELITO
sociales.
b) E L ESTADO.
El poder público también puede concluir los contratos or- SUMARIO: 199. Definición. — 200. Fundamento del de-
recho de castigar. — 201. Necesidad relativa de la
dinarios del derecho privado. En este caso se halla regido, ac- pena. — 202. Injusticia civil y dolo criminal. — 203.
tiva y pasivamente, por los principios de ese derecho. El Esta- Gradación de las penas. — 204. Condiciones legisla-
do (fisco) procede en justicia como demandante o como de- tivas de la pena: valor objetivo del bien lesionado
mandado. Pero no sucede igual cuando la obligación tiene su y riesgo subjetivo de la lesión. — 205. Clasificación
de los delitos, según el sujeto amenazado y sus
origen en el fin y la -misión propios del Estado; por ejemplo, condiciones de vida (físicas, económicas, ideales).
el pago de los impuestos, de las contribuciones (activamente), — 206. a) El Individuo. —207. b) El Estado.—
de los sueldos (pasivamente). Aquí está la obligación sometida 208. c) La Sociedad. — 209. Pruebas suministradas
a las reglas del derecho público. La persecución no se hace por por el derecho romano. — 210. ídem. Los Censo-
res.— 211. Id. Los Ediles.
ser mantenida por las legislaciones modernas. Su falta de sentido apa-
rece ya en que no se podía aquí conceder la duración de la servidum- 199. DEFINICIÓN. — El delito (y comprendemos bajo esta
bre hasta la extinción del que tiene el derecho. Esto resulta de la denominación general los delitos graves, menos graves y las
misma noción de la servidumbre personal. Se obligó a limitarla, por faltas), tal como se ha definido, es un acto contrario a la
disposición positiva, a un máximo 'de tiempo (100 años). L. 56, de
usufr. (7, 1). ley penal y amenazado con una pena pública 2 . La defini-
1
l a base jurídica puede ser doble: ley y concesión por el propieta- 1
rio; ejemplo de la primera: camino de sirga. L. 5 de R. D. (1, 8), L. 30, La L. 1 de pop. act. (47, 22) designa directamente el jus populi
§ 1, de A. R. D. (41, 1); ejemplo de la segunda: paso público a través como su base. Ejemplo: la actio de pósito et suspenso contra aquel
de granjas y tierras. L. 1, § 2 de his, qui, eff. (9, 3)... locus privatus que, colocando o suspendiendo objetos en su casa, compromete el
per quem vulgo iter fit. L. 31 ad L. Aquil (9, 2). El contraste de es- tránsito
2
público.
ta cosa privada de uso público es la cosa pública de uso privado: Etimológicamente, el delito (de-linquere, linquere) es el aparta-
tobemos publicce quorum usus ad privatus pertiret. L. 32 de contr. miento de las sendas prescritas por la ley; la infracción, término más
emt. (18, 1). general, es la ruptura del orden establecido.
232 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 233

ción es exacta, da el criterio exterior por el cual se reconoce violaciones del derecho, y si éste es el conjunto de las con-
el delito; pero no se refiere más que a la forma. Nos lleva diciones de vida de la sociedad, unos y otros las atacan. Si los
hasta clasificar las acciones del hombre con arreglo a un dere- contratos de venta no son ejecutados; si los préstamos no son
cho positivo determinado y reconocer si constituyen o no in- reembolsados, la sociedad se halla tan amenazada como si los
fracciones penables. Pero es muda acerca del punto capital: ciudadanos se asesinasen o robasen unos a otros. ¿Por qué
saber lo que es la infracción y por qué la ley la castiga con una penas en este último caso y la impunidad en el otro?
pena; en una palabra, nos enseña el rasgo distintivo exterior 202. INJUSTICIA CIVIL Y DOLO CRIMINAL. — La preservación
de la infracción y nos deja en la ignorancia de su esencia in- de la vida humana, la propagación de la especie, el trabajo,
terna. son también condiciones de vida de la sociedad: ¿por qué no
200. FUNDAMENTO DEL DERECHO DE CASTIGAR. — Otras defi- las asegura mediante leyes? Porque ha reconocido la inutili-
niciones trataron, vanamente, en opinión mía, de llenar esta dad de hacerlo así. La sociedad recurre a la ley cuando com-
laguna. Algunas descubren la esencia del delito: ya en la vio- prende que necesita de su ayuda. Esta consideración general
lación de los derechos subjetivos (del individuo o del Estado) es también su guía cuando se trata del establecimiento de la
—pero las infracciones de las leyes morales, el perjurio, la ley penal. La aplicación de una pena no podría justificarse
blasfemia, etcétera, no lesionan ningún derecho subjetivo; ya cuando el derecho puede realizarse por otros medios; la so-
en el ataque dirigido a la libertad por el Estado — pero las in- ciedad sería la primera en sufrir las consecuencias. Reconocer
fracciones que acabamos de citar no tocan a la libertad; ya al los casos para los cuales la legislación debe establecer penas,
ataque dirigido al orden jurídico — pero el orden jurídico abar- es una pura cuestión de política social. Y por política social
ca también el derecho privado, y éste no está sancionado con no entiendo únicamente la que se refiere a los bienes materia-
penas; todo acto ilegal no es una infracción. Igual valor tiene les solos, sino también la política, en su más amplia acepción,
otra definición que caracteriza el delito como la revuelta del que prevé y asegura la realización de todas las condiciones del
individuo contra la voluntad general. Porque, en los límites bien social, sin exceptuar las condiciones morales. El derecho
en que esta voluntad general reviste una forma jurídica —con- romano ha creído sabio poner límites a las generosidades entre
dición indispensable para que tenga una fuerza jurídicamente esposos, en su propio interés tanto como en el de sus hijos.
obligatoria— coincide con el orden jurídico. Esta definición Ninguna pena, sin embargo, castiga la inobservancia de esta
dice lo mismo que las precedentes, pero más mal y en términos disposición: el fin está conseguido por la nulidad de la do-
más vagos. Tal como está concebida, que se intente su aplica- nación hecha de este modo. Una pena no hubiese tenido ob-
ción, y toda falta a la moda del día y todo extravío en la vida jeto. Lo mismo sucede en los casos en que el vendedor se niega
doméstica llegan a ser un delito; que hasta se supla el elemento a ejecutar el contrato de venta, el deudor a reembolsar el
que le falta: jurídicamente, y se llega a calificar de revueltas préstamo; la obligación de la ejecución garantiza a la ley la
contra la voluntad general todas las injusticias privadas. La fidelidad de los convenios, y la pena es inútil. En cada uno de
voluntad general quiere que el deudor pague su deuda; si no lo estos casos, la inobservancia de la ley, la insurrección de la
hace se revuelve contra aquélla. voluntad particular contra la voluntad general, conducen a
201. NECESIDAD RELATIVA DE LA PENA. — En verdad, el fin la impotencia de la voluntad individual, a una vana tentativa.
de la ley penal es el de otra ley cualquiera: asegurar las con- Este resultado fácil de prever basta, en el curso regular de
diciones de vida de la sociedad. Sólo que para alcanzar este las cosas, para ahogar en germen toda tentativa de ese género:
fin se sirve de un medio particular: la pena. ¿Por qué la pena? para un rebelde hay millares de sometidos. Por regla gene-
¿Será porque toda inobservancia de una ley implica una re- ral, en una nación donde el estado jurídico se halla bien or-
vuelta contra la autoridad del Estado y merece ser castiga- ganizado, la resistencia a la ley sólo se produce cuando el he-
da? Entonces debería serlo toda injusticia, la negativa del cho, o su apreciación en derecho, puede dar lugar a discusión.
vendedor a ejecutar el contrato, del deudor a reembolsar el
préstamo, etcétera. Y, como consecuencia, no debería haber Pero viene otra situación: que el derecho civil, en ciertas
más que un solo delito: la resistencia a las órdenes o a las partes, por ejemplo, las relativas a la exactitud del peso, a la
prohibiciones del Estado, y una pena: la dictada contra la buena calidad de las mercancías, se introduzca por un cami-
inobservancia de la ley. no que comprometa en el extranjero el buen nombre de la pro-
¿Por qué la ley pena ciertos actos que le son contrarios y bidad nacional; ¿cuál será el deber del legislador? ¿Podrá cru-
deja a otros sin castigo? Los unos, como los otros, constituyen zarse de brazos y atrincherarse doctrinariamente tras el pre-
234 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 235

texto de que se trata de una injusticia civil y no de una in- gislativa es una pura cuestión de política social. Se sintetiza
justicia criminal? en este aforismo: la pena es legítima allí donde la sociedad
El mismo legislador es quien establece la diferencia entre no puede pasar sin ella. Luego es esto un hecho experimental,
la injusticia civil y el dolo criminal, y él es quien fija el lí- resultado de las condiciones de vida y de la moralidad de los
mite. Esos limites, esas diferencias, no los saca de la teoría; diversos pueblos, en las distintas épocas de su existencia. De
es la teoría quien le pide que los fije. El derecho criminal em- aquí se sigue que el campo donde se ejerce la pena, es decir,
pieza allí donde los intereses de la sociedad reclaman el esta- aquel donde aparece el delito, comparado con aquel donde
blecimiento de una pena, y ésta llega a ser indispensable cuan- reina el derecho civil, es tan variable en la historia como el
do la buena fe y la probidad en las transacciones no pueden del mismo derecho en su relación con la moralidad. Hubo en
ser amparadas de otro modo. Roma una época en que ninguna protección jurídica se con-
Tal es nuestra situación, hoy en día, en Alemania. Durante cedía a ciertas relaciones contractuales; por ejemplo, la fiducia,
largo tiempo, nuestra legislación ha visto impasible la mala fe, el mandato. Permanecían entregadas al amparo exclusivo de
la falta de probidad, el fraude, tomar audaz y libremente su las costumbres (infamia). Sólo más tarde el derecho civil (ac-
puesto en las relaciones contractuales y traer una situación tio fiducioe, mandati) y después, por fin, el derecho criminal
que un hombre de honor no puede mirar sin disgusto. Para to- (crimen stellionatus) las tomaron bajo su protección.
das las cosas, y no solamente en lo que se refiere a los produc- La zona de extensión del delito es, pues, variable; pero su
tos alimenticios, la palabra "verdadero" ha perdido casi por noción es siempre la misma. En todas partes el delincuente es
completo su significación en Alemania; casi todo aquello en aquel que ataca las condiciones de vida de la sociedad; en to-
que ponemos nuestras manos está adulterado, sofisticado, fal- das partes la sociedad proclama, dictando la pena, que ésta
sificado; gracias a sus tejidos, la Alemania de antes traficaba es el único medio de defensa contra el delincuente —el delito
considerablemente con el extranjero; hoy en día, para esta ra- es la colocación en peligro de las condiciones de vida de la so-
ma de la industria, se cerraron casi todos los mercados extran- ciedad, peligro que el legislador comprueba que sólo puede
jeros, y con razón. Los millares de marcos con que se benefi- alejar mediante la pena.
cioran los tejedores y fabricantes inmorales, por la fraudulenta Esta apreciación del legislador no la dicta el peligro con-
mezcla de algodón, han costado millones a la nación alemana, creto del acto aislado, sino el peligro abstracto de toda una
sin hablar del daño causado a su buen nombre. Si la prisión categoría de acciones. El castigo del acto aislado no es más
hubiese amenazado oportunamente a estos falsificadores, nos que la necesaria consecuencia de la amenaza de pena; esta
hallaríamos en mejor situación frente al extranjero. Respecto amenaza sería vana si no la siguiese la represión. Es del todo
a esto, nuestros antepasados, los de las libres ciudades impe- indiferente que un acto aislado comprometa o no a la socie-
riales, simples artesanos y mercaderes que ignoraban las dis- dad, y no hay error más funesto en derecho criminal que subs-
tinciones entre el derecho civil y el derecho criminal, se da- tituir el aspecto de la amenaza por el del efecto de la pena.
ban, sin embargo, cuenta de las verdaderas necesidades, y También la injusticia civil ataca las condiciones de vida de
bastante mejor que nosotros con toda nuestra ciencia teórica; la sociedad; pero esto no es más que la tentativa del más dé-
no vacilaban en castigar con penas la ruptura de los contra- bil contra el más fuerte, que lo abate. Los medios del dere-
tos, y a veces hasta con penas severas, tales como el destierro cho civil (acción en justicia y nulidad) protegen suficiente-
y la picota x. Habían sabido encontrar medidas de toda especie mente a la sociedad contra ataques cuya insignificancia hace
para obtener buen trabajo, para asegurar la calidad de los superflua toda pena.
productos alimenticios y mantener la lealtad del comercio y 203. GRADACIÓN DE LAS PENAS. — El derecho criminal esta-
de los negocios. Nosotros acaso tengamos que sufrir todavía blece en todas partes una gradación de las penas en razón
dolorosas pruebas antes de adquirir su clarividencia y sacudir a la naturaleza de las infracciones. Una definición del delito
el prejuicio doctrinario de que el campo de los contratos es que explique ese hecho y dé al mismo tiempo la medida de
un privilegiado lugar para toda injusticia civil, en el cual la la gravedad de las penas merece, hay que convenir en ello,
pena no tiene acceso. la preferencia sobre toda otra que no ofrezca esta doble ven-
Una vez más aún, el establecimiento de la pena por vía le- taja que yo creo poder atribuir a la mía. En la colocación en
1 peligro de las condiciones de vida de la sociedad, dos cosas
Véanse abundantes materiales en W. SICKEL, Die Bestrafung des pueden variar de importancia y deben por esto mismo ser to-
Vertragscruchs und analoger Rechtsverletzungen in Deutschland,
Haya, 1876. madas en consideración para la medida legislativa de la pena:
EL FIN EN EL DERECHO 237
236 RUDOLF VON IHERING
nían cada una su precio. Un arancel semejante, extendido a
las condiciones de vida —unas no son tan urgentes como las toda J a sociedad, eso es el derecho criminal. ¿Qué valen la
otras, las hay que son esenciales y otras que lo son menos—; vida humana, el honor, la libertad, la propiedad, el matrimo-
el peligro —toda lesión no crea para la sociedad un mismo nio, la moralidad, la seguridad del Estado, la disciplina militar?
riesgo. Abrid el Código penal; él os contestará.
204. CONDICIONES LEGISLATIVAS DE LA PENA: VALOR OBJETIVO
En las relaciones de la vida de negocios, el sistema mone-
DEL BIEN LESIONADO Y RIESGO SUBJETIVO DE LA LESIÓN. Cuanto tario, es decir, la diferente ley del oro, de la plata, del cobre,
más estimamos un bien, mayor es nuestro cuidado para con- del níquel, y la divisibilidad de los metales, permite fijar las
servarlo. La sociedad obra de igual modo cuando se trata de menores partículas de valor. El derecho penal resuelve el mis-
proteger jurídicamente sus condiciones de vida, que constitu- mo problema, tanto por la diferencia de las penas (penas con-
yen los bienes sociales. Cuanto más preciado es el bien, más tra la vida, el honor, la libertad, los bienes), como por su di-
grave es la pena. La tarifa de las penalidades es la medida del visibilidad (penas de prisión y pecuniarias, privación perma-
valor de los bienes sociales. La pena, en derecho criminal, equi- nente o temporal de los derechos civiles —el honor no pue-
vale al precio en las relaciones mercantiles. Colocando de un de quitarse temporalmente). Entre las penas inferiores, que
lado los bienes sociales, del otro las penas, se posee la escala afectan al dinero o a la libertad, y la pena de muerte, el mar-
de los valores de la sociedad, y procediendo de esta suerte para gen es grande, bastante grande para dejar puesto a todos los
los diferentes pueblos y sus diversos períodos, se descubre que matices de la penalidad, a todas las gradaciones de la más su-
el derecho criminal, por lo que hace a los bienes sociales ca- til individualización.
talogados según las penas, presenta fluctuaciones análogas a Al elemento objetivo del bien amenazado en la sociedad, se
las que las relaciones, en materia económica, hacen sufrir al agrega por el delincuente el elemento subjetivo del peligro que
precio de las cosas. La vida, el honor, la religión, la moralidad, para aquélla constituye, en razón a su voluntad de dañar y al
la disciplina militar, etcétera, no han sido siempre y en todas procedimiento que ha elegido para ejecutar su delito. Todos
partes tasados lo mismo 1 ; descuidamos hoy ciertas condicio- los delincuentes culpables del mismo, hecho no comprometen
nes de vida que en otro tiempo tenían un valor muy elevado, a la sociedad en igual grado. Esta tiene más que temer del
y la apreciación de la sociedad varía sobre la mayor o menor reincidente, del malhechor habitual, que de aquel que por vez
necesidad de las que reconoce. Por lo que hace a esto, las dis- primera entra en la senda del crimen; las conspiraciones, las
posiciones de los antiguos derechos germánicos sobre las le- cuadrillas, la amenazan de mayores riesgos que el individuo
siones corporales y el homicidio atestiguan claramente esas aislado; la astucia, la amenaza, la premeditación, la trastornan
diferencias en la apreciación penal de la importancia de los más que el arrebato o la negligencia.
bienes lesionados. Todas las partes del cuerpo humano, la na-
riz, las orejas, los dientes, los ojos, los pies, las manos, los de- 205. CLASIFICACIÓN DE LOS DELITOS SEGÚN EL SUJETO AMENA-
dos, tenían su precio fijo, su valor exactamente determinado; ZADO Y sus CONDICIONES DE VIDA (FÍSICAS, ECONÓMICAS, IDEALES).
era, como alguien ha dicho, un verdadero precio corriente cri- — Entro en la clasificación de los delitos, teniendo en con-
minal 2. sideración el diferente sujeto contra quien se dirigen*.
La vida del noble, la del hombre libre, la del esclavo, te- i HUGO MEYER, Lebruch des deutschen Strafrechts, 29 ed., 1871, § 84,
1
llega en substancia a la misma triple división de los delitos. Las dos
V. ejemplos en mi Lucha por el Derecho, pág. 37. Reproduzco primeras clases son como las que yo establezco: los delitos contra el
aquí el pasaje. La teocracia hace del sacrilegio y de la idolatría un individuo y contra el Estado; la tercera la caracteriza como delitos
delito capital, entre tanto que no ve, en la variación de los límites, contra los bienes generales, por los cuales entiende los que yo desig-
más que un delito sencillo (derecho mosaico). El Estado agrícola, al no como delitos contra la sociedad. El autor abandona así la razón
contrario, perseguirá este último delito con el mayor rigor, y no cas- de división de la cual tomó los dos primeros miembros: la persona
tigará a los blasfemos con pena alguna (derecho antiguo de Roma). contra quien se dirige el delito, y la substituye por el bien; su clasi-
El Estado comerciante pondrá en primera línea la falsificación de ficación carece así de unidad, del fundamentum dividendi; sin contar
las monedas y la falsedad en general; el Estado militar pondrá la in- con que no se puede cometer un delito contra un bien; el delito se
subordinación, las faltas de disciplina, etcétera; el Estado absoluto, dirige siempre contra el detentador de un bien, y en su interés, y no
los delitos de lesa majestad; la República, las aspiraciones a la mo- en el del bien, está prohibida la lesión o el peligro de ocasionarla. Si
narquía. Todos demostrarán en esto un rigor que contrastará eviden- se deb'erá tender al aspecto objetivo del bien, las dos primeras cate-
temente con la manera que tienen de perseguir los demás delitos. En gorías habrían de ser igualmente determinadas como lesiones de los
una palabra, la reacción del sentimiento jurídico de los Estados y de bienes del individuo y del Estado. .
los individuos alcanza la mayor fuerza allí donde se sienten inmedia- El elemento decisivo de la clasificación por mí establecida: reduc-
tamente amenazados, en las condiciones particulares de su existencia. ción al punto de vista del sujeto-fin, no lo toma MEYER, a pesar de la
2 WILDA, Strafrecht der Cermaneu, Haya, 1842, pág. 729.
238 R U D O L F V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 239

Para abreviar, hablaré del sujeto fin a propósito del delito. pues, delitos políticos para distinguirlos de los delitos sociales.
Acaso sería más exacto decir: sujeto-fin en relación a la pro- El carácter del delito político es atacar las condiciones de
hibición del delito; pero no hay error posible. vida del Estado. ¿Son éstas susceptibles de clasificación? En
El sujeto-fin, en materia de delito, puede ser: caso afirmativo, tendremos, de una vez, una clasificación de
206 a) E L INDIVIDUO. — La teoría criminal ha reunido, des- los delitos políticos.
pués de mucho tiempo, bajo la sola noción de delitos privados, Se piensa, desde luego, en aplicar aquí la división que aca-
los dirigidos contra el individuo. Yo distingo tres clases de bamos de establecer para el individuo, y que se adapta tam-
ellos, según que afecten a las condiciones de vida físicas, eco- bién, como veremos, a la sociedad. La única objeción es que el
nómicas o ideales de aquél. Estado no tiene existencia física, en el sentido propio de la
Las condiciones de vida físicas están amenazadas en su to- palabra. Físicamente, el Estado no es más que la reunión de los
talidad (vida) por el asesinato, el homicidio, la exposición de individuos que lo componen.
personas indefensas (véase más adelante lo que digo del abor- Pero aquél existe y nada impide que se pongan las condi-
to y del duelo); parcialmente, por las lesiones corporales (gol- ciones indispensables de esta existencia en igual línea que las
pes y heridas, daños a la salud, a la razón). del individuo, estableciendo, como para este último, una dis-
Las condiciones económicas, es decir, los bienes, están ame- tinción entre las condiciones económicas y las condiciones físi-
nazadas de peligro por el bandolerismo, el robo, la estafa, la cas, aunque para el Estado, como para el individuo, la vida
destrucción de las cosas, la variación de linderos, la extorsión, física sin los medios económicos de conservarla sea un impo-
el fraude, el engaño. sible.
Entiendo por condiciones ideales todos los bienes que no La noción del Estado supone de absoluta necesidad, como
caen bajo el imperio de los sentidos externos, sino que proce- condición física de vida, como elemento esencial, la posesión
den del sentimiento íntimo del hombre, y sin la garantía de propia de un territorio. El Estado debe, además, hallarse in-
los cuales la existencia moral del individuo sería imposible, vestido del poder supremo, el cual comprende: la organización
con arreglo a las ideas de la sociedad. Estos bienes son: la li- de la fuerza pública (la Constitución), los funcionarios, inclu-
bertad (que amenazan el secuestro de las personas, el rapto, yendo entre éstos el soberano, que es el más alto funcionario
la violación, los atentados contra la libertad individual, la de- hereditario del Estado, y el ejército. Todo acto que tienda a
tención ilegal, la coacción, el allanamiento de morada); el ho- destruir o a minar este poder necesario para la existencia del
nor (contra el cual se dirigen la injuria, la calumnia o la difa- Estado, debe ser considerado como peligroso para las condi-
mación, la violación de los secretos ajenos, la seducción); la ciones físicas de vida de aquél: la traición, la lesa majestad,
familia (que trastornan el adulterio, la bigamia, los delitos la rebelión, el motín, los actos de hostilidad contra los Esta-
contra el estado de las personas, en particular la suposición dos amigos. Presentan la misma importancia: los delitos de
de parto). los funcionarios, porque, sobre su fidelidad a los deberes, re-
207 b) E L ESTADO. — Los delitos contra el Estado no son posa toda la pujanza del Estado; los delitos militares relati-
únicamente aquellos que la teoría criminal califica de delitos vos al servicio (desertores) y a la obediencia (insubordinación,
de Estado. Comprenden todo acto que pueda constituir una sublevación) que deben prestar los soldados.
amenaza contra las condiciones de vida de aquél. Yo no creo La resistencia al pago de los impuestos, los fraudes, la dis-
poder llamarles delitos públicos. La palabra público, como el tracción de los caudales públicos, quebrantan las condiciones
término latino publicus (publica utilitas, publice interest), es económicas de vida del Estado.
también empleada cuando se trata de la sociedad (delitos con-
tra la seguridad pública; véase más adelante). Les llamaré, He citado como condiciones ideales de existencia para el in-
dividuo, la libertad, el honor, la familia. Se puede igualmente
igualdad substancial de las tres categorías, y añado por mi parte tanto hablar de un delito contra el honor del Estado (injuria dirigida
mayor valor a este punto de vista, cuanto que el empleo del sujeto-fin al soberano, a los funcionarios). Bajo la denominación de de-
para la clasificación de los delitos no es más que un caso de aplicación
particular de la tesis por mí establecida y ampliamente explicada, no litos contra la libertad del Estado coloco los que entorpecen
sólo para el mundo del derecho, sino para todo el orden moral del la acción de su voluntad, es decir, el regular cumplimento de
mundo. Mi clasificación tiene a mis ojos valor, no como tal, sino úni-
camente porque comprueba la exactitud y la practicable condición de las funciones atribuidas a los órganos de aquél y a los ciu-
la idea, absolutamente general, hallada por mí siguiendo otros cami- dadanos. Tales son: la resistencia a la autoridad, la negativa
nos. No se la podría adoptar para el derecho criminal y apartarse de a prestar sus servicios por parte de los jurados y testigos, los
ella en las demás materias.
240 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 241

delitos concernientes al ejercicio de los derechos cívicos, et- dad o el honor. Este delito no va contra esas mismas nociones
cétera. —otro tanto valdría hablar de delito contra el aire que uno
No oculto que al pretender así adaptar al Estado lo que, contamina, o el agua que uno envenena—, no ataca nunca más
para las condiciones de vida físicas, económicas e ideales, se que a la persona. En caso de delito contra el honor o la pro-
aplica con más exactitud al individuo y a la sociedad, algo he piedad, es el individuo el lesionado; la víctima, aquí, es la
forzado lá naturaleza de las cosas. sociedad. No es la divinidad quien sufre el daño, como se ad-
Sería yo dichoso hallando en alguna parte una división que mitía en otro tiempo para los delitos religiosos y el perjurio
estuviese más en armonía con el carácter propio del Estado. —no se hiere a Dios—. La consideración de que el delito con-
Últimamente el sujeto-fin, en materia de delito, puede ser: tiene un desprecio a los mandatos de Aquél, es decir, un peca-
do, se aplica, no solamente a ciertos delitos, sino a todos. Esos
208 c) LA SOCIEDAD. — Pienso hablar aquí de lo que llamo delitos ni siquiera amenazan al Estado, porque su poder no
los delitos sociales. Son los que constituyen una amenaza, no sufre quebranto.
para el individuo ni para el Estado, sino para la masa, para La mayor parte de las faltas de policía pueden igualmente
la colectividad (acciones que presentan un peligro general). ser colocadas en la categoría de los delitos sociales en su sen-
Las condiciones físicas de vida de la sociedad, es decir, las tido lato. La policía, en la verdad de las cosas, representa los
concernientes a la seguridad externa de su existencia, están intereses de la sociedad, tomada ésta en el sentido estricto de
colocadas en peligro por el incendio, la inundación, la rup- la palabra.
tura de diques, la destrucción de muros, de caminos de hie-
rro, y también por la violación de la paz pública. El autor del He pasado en silencio dos delitos cuyo carácter es dudoso;
daño no elige por víctima tal individuo determinado, o, si lo digámoslo en algunas palabras.
hace, no es un individuo determinado el que sufre el daño: es Tomemos primero el duelo. Puede ser mirado como una
la generalidad, la masa. ofensa al poder de justicia del Estado. En efecto, los duelistas
Las condiciones económicas de vida de la sociedad, es decir, zanjan por sí mismos, batiéndose, una diferencia acerca de la
las referentes a la seguridad de las relaciones, están amenaza- cual sólo los Tribunales deberían resolver. Si en vez de recu-
das de peligro por la falsificación de monedas o de documen- rrir a las armas, exponiéndose a ocasionar la muerte de un
tos. Es un error, en mi opinión, colocar el primer hecho entre hombre, los adversarios se sirviesen de.bastones, de jeringas,
los delitos contra el Estado. No causa al Estado ningún per- si se desafiasen a correr, no habría hecho punible. Es el empleo
juicio, ni aun como detentador del derecho de regalía de acu- de armas que pueden ocasionar la muerte, es el peligro mortal
ñar moneda. Las monedas falsas no le producen ningún daño. a que se exponen los dos adversarios, lo que imprime al duelo
El derecho de acuñar moneda no se relaciona para nada con su carácter criminoso. Así, pues, no es un delito político, sino
la esencia del Estado, es decir, con su poder. Los Bancos par- un delito privado (amenazas recíprocas contra la vida).
ticulares podrían estar autorizados para acuñar moneda en su Dos palabras ahora sobre el aborto. ¿Quién es aquí el su-
lugar. ¿No emiten ya billetes cuya falsificación es y debe ser jeto-fin? El futuro niño no existe aún como persona, como dice
reprimida, en interés del público, por igual título que la del exactamente el Derecho romano; todavía forma parte de la
papel y las monedas del Estado? La sociedad sola sufre un madre. No es, pues, el niño el sujeto-fin en materia de aborto,
perjuicio a consecuencia de la emisión de monedas falsas; y es la sociedad. El carácter criminal del aborto consiste en la
no únicamente el particular que las ha recibido, porque el amenaza que supone para la reproducción de la especie, que
dinero falso va de una a otra mano. Esas monedas llevan la es una de las condiciones de vida de aquélla.
perturbación a todas las relaciones, la confianza pública se Acaso pudieran clasificarse en otras categorías los delitos
quebranta. Los documentos falsos causan el mismo daño. Las por mí enumerados; yo los he colocado en el lugar que indi-
relaciones sociales llegan a ser imposibles si hay que ponerse caba el punto de vista cuyo establecimiento es el objeto de
desde luego a comprobar la buena ley de cada moneda y la todo este libro.
autenticidad de cada documento. La clasificación de los delitos, según el sujeto-fin, por mí
Las condiciones ideales de la sociedad están amenazadas adoptada, no tiene la pretensión de reglamentar el sistema
en sus bases morales y religiosas, por ejemplo, por el jura- del derecho criminal; su objeto único es justificar la idea de
mento falso, por los delitos contrarios -a la moralidad y a la finalidad en la represión del delito. Espero haberlo consegui-
religión. Un delito contra la religión, contra la moralidad, sólo do. El criminalista puede desechar esta división como falta
se concibe en un sentido análogo al del delito contra la propie- para él de valor práctico, igual que el civilista puede repudiar
242 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 243

mi concepción sobre las fundaciones. Cada uno tiene derecha las amonestaciones del Censor y contraer una nueva unión. De
a colocarse en diferente punto de vista, y halla sú justificación este-modo se presentan dos condiciones mixtas de vida de la
en el progreso que imprime a la materia tratada. Es un méri- sociedad: el trabajo y el aumento de la familia, como objetos
to que nadie disputará a lo que yo hice valer. de la vigilancia del Censor, pero desprovistas de coacción jurí-
209. PRUEBAS SUMINISTRADAS POR EL DERECHO ROMANO. — dica. El derecho no consagraba las exigencias del Censor, no
Aquí termino mis explicaciones sobre el sujeto fin en derecho. dictaba ninguna pena por falta de sumisión a las mismas x. El
Poco me importa que mi teoría sea favorablemente acogida en único medio de coacción de que el Censor podía usar, consis-
todos sus detalles. Es la idea fundamental lo que me interesa: tía en la reprobación con que la sociedad apoyaba la condena
el sujeto fin, desde el punto de vista de la filosofía del dere- moral que había pronunciado como representante de la opinión
cho, contiene para éste el más elevado principio de clasifica- pública. El Censor era la personificación política de la opinión
ción, y al lado del individuo, del Estado (Iglesia, Asociación), pública, del sentimiento moral del pueblo. Su poder era más
la sociedad debe ser también reconocida como sujeto-fin. Cuan- extenso que el de aquella opinión, porqué a la idea de exclu-
ta más repugnancia sienta el jurista en colocar este último fin sión de la comunidad, que la opinión no podía realizar más que
en su categoría de los sujetos del derecho, mayor empeño tengo en lo referente a las relaciones sociales, le era posible al Cen-
en reforzar el peso de mi demostración, poniéndola bajo el sod agregar una consecuencia política, privando al indigno de
amparo del pueblo, que fué por excelencia el pueblo del dere- la situación honorífica que ocupaba en la República y la cual
cho: el romano. Los romanos concibieron la noción de la so- no existía sin la estimación de sus conciudadanos (exclusión
del Senado, de la Orden de los caballeros, de las tribus). Ve-
ciedad en sentido idéntico al expuesto por mí, y la han expre- lando así por las costumbres públicas el Censor no se fijaba
sado en su organización pública con la claridad, la precisión en el individuo, como un director espiritual o un confesor;
y la lógica de un problema teórico, como si se hubiese tratado atendía al bien de la sociedad. La moralidad sólo le interesaba
de una definición abstracta, sistemáticamente correcta y al como valor social práctico, es decir, como condición para el
abrigo de toda restricción obtenida de la práctica. mantenimiento de la sociedad, del progreso de la fuerza na-
210. Los CENSORES. — La sociedad, en el sentido anterior, cional. En una palabra, la idea dominante era que la morali-
era objeto de la vigilante atención de los Censores y los Edi- dad de la nación constituye la fuerza de ésta.
les. A los primeros incumbía la tarea de hallarse al corriente
de la situación de la sociedad romana y darse cuenta de los 211. Los EDILES. — Las funciones de los Ediles eran ejer-
recursos que ésta podía poner al servicio del Estado. Debían cidas igualmente atendiendo sólo al interés de la sociedad.
informar sobre el movimiento de la población, hacer la reseña Del Estado, como tal, no tenían que ocuparse; sólo de garantir
los intereses del pueblo, de la masa.
de los hombres que se hallaban sobre las armas, enterándose Eran éstos los siguientes:
del estado de su equipo, evaluar los capitales existentes, en
una palabra, tenían que realizar la estadística de las fuerzas 1. Condiciones físicas. —Alimentación pública, régimen de
nacionales, en interés de la administración de la República. los granos, aguas, baños, cocinas públicas, policía urbana, re-
De este trabajo de estadística nació, por un natural progreso, paración de las casas, de los caminos, etcétera.
el juicio de las costumbres. Un ciudadano había perdido su 2. Condiciones económicas. — Comercio y negocios, policía
fortuna después del último censo; se imponía al Censor el de- de los mercados, verificación de las monedas, pesos y medi-
ber natural y urgente de investigar las causas de este aconteci- das, usura, acaparamiento de granos, contravención de las
miento, y si el hombre no podía justificarse, dirigirle una ad- disposiciones políticas de la lex Licinia sobre el uso del ager
vertencia recordándole sus deberes con la sociedad. En caso publicus, etcétera.
de reincidencia, la advertencia se trocaba en reprensión y en 3. Condiciones ideales. — Moralidad (persecución de los de-
censura pública (nota censoria). La mala administración del litos contra las costumbres —policía de las publicaciones—, es
patrimonio, el descuido en el cultivo de las tierras, reclamaban decir, destrucción de los libros inmorales o peligrosos), con-
la nota del Censor. La seriedad sólo podía prosperar mediante veniencias públicas (conducta pública escandalosa, desprecio
el cumplimiento de todos los deberes económicos de los ciu-
dadanos. El celibato, la falta de prole, traían las mismas con-
secuencias; el mantenimiento de la sociedad exigía el aumen- i Espíritu del D. R., II, pág. 53, Cíe. pro Cluentio, c. 42. Majores
to de la familia. Así aquel a quien la mujer no había dado nostri (animadversionem et auctoritatem. censoriam) numquam ñeque
JUDICIUM nominaverunt ñeque perinde ut REM JUDICATAM observa-
hijos, estaba obligado a separarse de ella a consecuencia de verunt.
244 RUDOLF V O N IHERING
EL FIN EN EL DERECHO 245
x
al pueblo soberano) , economía y frugalidad (restricciones del pleaban en servicio de la sociedad, dedicando su producto a
lujo, aún con ocasión de los funerales, observación de las le- los ^gastos ocasionados .por los juegos públicos, al entreteni-
yes suntuarias, confiscación de los manjares escogidos expues- miento de los camino, a las construcciones, a los monumen-
tos al público), placeres del pueblo (fiestas y juegos públicos). tos públicos, etcétera. Así reparaban el daño sufrido por la so-
Esta competencia de los Ediles, y nuestras indicaciones no ciedad.
recorren todo su campo 2 , hace de ellos los patronos de la Esta es, pues, siempre y en todas partes, el objeto de la
sociedad romana, los administradores de la policía, de la se- institución de los Ediles; no hay un solo lugar en que no su-
guridad y de la salud públicas. Para el cumplimiento de esta ceda K Todos los demás magistrados, a excepción de los Cen-
misión, necesariamente les hacía falta la ayuda de la coacción sores, no tienen que ocuparse para nada de la sociedad.
externa. Sin poner aquí de relieve las lagunas que podrían ser Para caracterizar en pocas palabras la misión de derecho
descubiertas en este orden de ideas, bastará hacer notar que público de todos los magistrados romanos, hay que decir, des-
la vigilancia de los Ediles en Roma se ejercía para mantener de nuestro punto de vista: el sujeto-fin de los Cónsules, es el
tres formas fundamentales de la sociedad: la propiedad social, Estado, en su aspecto político y militar,; el de los Cuestores
las obligaciones sociales y la protección contra los delitos que es también el Estado en su misión económica; la plebs consti-
amenazaban a la comunidad. En ciertas circunstancias inter- tuye el sujeto-fin de los Tribunos; el de los Pretores es el in-
venían activamente, por ejemplo: en caso de impedimento dividuo en tanto que se trata de la protección de los derechos
puesto a la circulación, apartaban el obstáculo 3 ; en otros ca- privados (lo que, en las ideas romanas, comprende las accio-
sos autorizaban al ciudadano para tomar por sí mismo cier- nes por delitos y las acciones populares), los Censores y los
tas medidas urgentes, por ejemplo; la recomposición de un ca- Ediles tienen por sujeto-fin la sociedad. Si los funcionarios no
mino, la reparación de una casa, bajo pena de multa a los que están a la altura de su misión, es el Estado quien sufre las
les opusieren resistencia 4 ; en otros también ellos mismos se consecuencias cuando se trata de los Cónsules; el cerarium
constituían en jueces 5 . En fin, en todos los casos de infrac- cuando los Cuestores son la causa; la plebs cuando es cuestión
ciones graves, se dirigían los Ediles a las tribus por comicios, de los Tribunos; los individuos en caso de insuficiencia de los
sometiendo a su resolución la pena pecuniaria aplicable. Esta Pretores. Cuando los Censores y los Ediles faltan a sus fun-
proposición no tenía, como las que se llevaban a los comicios ciones, es la sociedad quien sufre las consecuencias.
por centurias, el carácter de una persecución criminal contra
el autor de la fechoría; era sólo una compositio que ofrecía al Termino aquí mis explicacjones sobre el sujeto-fin en mate-
delincuente el medio de redimirse por dinero. ria jurídica, y concluyo el desarrollo de la noción del derecho.
Hemos empezado por examinar el elemento formal, es decir,
Las multas que así percibían los Ediles, en virtud de sus la forma externa del derecho para pasar en seguida al elemento
funciones sociales, no ingresaban en la caja del Estado {cera- de contenido, o de fin, pues todo el contenido del derecho está
rium); no eran percibidas por los empleados fiscales, los Cues- determinado por el fin. Así hemos llegado a poder formular
tores, como ocurría con aquellas en que el delito iba dirigido una definición que nos servirá de conclusión:
contra el Estado. Los mismos ediles las recaudaban y las em- El derecho es el conjunto de las condiciones de vida de la
1 sociedad (tomando esta palabra en su sentido lato) asegura-
Testimonio de ello, el célebre ejemplo de CLAUDIA (GELLIUS, 10, 6), das por el poder público mediante la coacción externa.
No carece, en principio, de importancia, cuando una autoridad como
TH. MOMMSEN, Rom. Staatsrecht, II, pág. 461, ha creído poder hallar Para examinar el contenido o elemento teleológico del de-
un delito dirigido inmediatamente contra el Estado, lo cual echaría recho nos hemos colocado hasta aquí, y debimos colocarnos en
por tierra todas nuestras ideas sobre la competencia de los Ediles. el punto de vista de la sociedad. En adelante, el individuo cons-
Ahora bien, CLAUDIA no había pecado contra el Estado romano, sino tituirá nuestro objetivo. La sociedad es el conjunto de los in-
más bien contra el pueblo romano (istam MULTITUDINEM perditam eat).
Se2 puede decir que había cometido una blasfemia contra el pueblo. dividuos: si, para demostrar la importancia del derecho como
Véase TH. MOMMSEN, I, c. págs. 461-491. fragmento del orden humano general, podemos hacer abstrac-
s L. 2-24 ne quid in I. p. (43, 8); L. 2 de vía pública (43, 10). El ción del individuo y substituirlo por la colectividad, sin em-
célebre ejemplo de la L. 12 y 13 de peric. (18, 6): Ledos emptos cum
in 4 vía publica positi essent, cedilis concidit. i MOMMSEN, I. c. pág. 463, no advierte, al menos para la mayor par-
L. 1, § 1 de vía pública (43, 10); Multen eos, quousque firmos fe- te de los delitos, la correlación que existía entre sus funciones en lo
cerint (pañetes), § 3, ibid.: construat vias publicas unu quisque se- criminal y las demás funciones de su competencia. Cree que se trata
cundum propiam domum.
5 Actiones cedilitce, entre ellas la acción penal de la L. 40-42 de de una competencia absolutamente excepcional. Por mi parte, no co-
aed, ed. (21, 1). nozco ningún caso en que no se verifique el punto de vista por mí
establecido.
246 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 247

bargo, en fin de cuenta, para el individuo ejerce el derecho su las cargas del Estado, todos concurren a realizar los fines de
eficacia; es el individuo quien recoge los beneficios y quien la sociedad y, gracias a su pequeño óbolo, auxilian al Estado
soporta las cargas. ¿Se hallan éstas compensadas por aquéllas? para el cumplimiento de todas sus tareas; en cada una de és-
Darán la respuesta las explicaciones que a continuación siguen; tas, la participación individual puede ser exactamente calcu-
establecerán la cuenta del debe y el haber del individuo y de lada, aunque consista en una millonésima de céntimo. Es tan
la sociedad por lo que hace a la organización del derecho. cierto para esto como lo es para la taza de café que uno bebe
Veamos desde luego el precio que paga el individuo los fa- o el cigarro que fuma (núm. 110), por los cuales se paga el
vores del derecho. Constituye lo que llamaré las cargas del conjunto de gastos necesarios para su producción. La admi-
derecho para el individuo. nistración de la Hacienda pública, en interés de los fines de
la sociedad, ha resuelto el problema de hacer tributarias todas
las personas y cosas; mete la mano en todos los bolsillos: na-
die deja de pagar su contribución, sea en forma de impuesto
sobre la renta, o sobre la profesión, o sobre la capitación per-
sonal; ninguna cosa llega al consumidor sin que antes el Es-
tado o la Comunidad hayan deducido su parte.
13. CARGAS DEL DERECHO PARA EL INDIVIDUO Pero, se objetará, ¿qué relación puede haber entre el im-
puesto y el derecho? Una relación muy grande. La obligación
de pagar los impuestos corresponde al deber cívico, siendo de
SUMARIO: 212. Cargas de la existencia en sociedad. — la incumbencia de todos concurrir, cada uno por su parte, a la
213. Carácter social de los derechos privados.— realización de todos los fines de la sociedad, a los cuales se
214. ídem. Derecho de familia. — 215. ídem. Res- aplican. Al lado de cada artículo del presupuesto de gastos,
tricciones de la propiedad. — 216. ídem. Expropia-
ción del derecho privado. — 217. ídem. Arbitrium puede verse inscrita la regla de derecho: estás jurídicamente
de re restituenda. — 218. ídem. Usucapión. — 219. obligado a contribuir.
Accesión. — 220. ídem. La cuestión de los límites El presupuesto de gastos del Estado o de la Comunidad se
del poder del Estado. — W: Von Humboldt. — resuelve en tantas reglas de derecho como artículos compren-
Stuart Mili.
de. Cada cifra nos dice: pagad vuestra parte, tenéis la obliga-
ción de sostener el ejército, de poner la marina en buenas con-
212. CARGAS DE LA EXISTENCIA EN SOCIEDAD. — A medida que diciones, de construir caminos, de velar por las escuelas y las
se desarrollan, el Estado y el derecho exigen más y más del universidades, etcétera.
individuo. La sociedad reclama incesantemente nuevos sacri-
ficios; una necesidad satisfecha engendra una nueva necesi- En el sistema de la administración, cada nuevo fin social
dad. Cada nuevo fin que viene a unirse a los antiguos fines que surge impone al individuo una nueva obligación; el pre-
sociales requiere una fuerza activa más poderosa y más ex- supuesto del Estado o de la Comunidad política o religiosa,
tensos medios económicos, a los cuales el individuo debe apor- indica para qué fines tiende ]a mano la sociedad.
tar su contribución. Este concurso, ya consista en servicios per- El particular sabe, por el impuesto, lo que la sociedad le
sonales, ya sea pecuniario, debe hallarse asegurado por la co- cuesta en dinero efectivo. Pero ésta le reclama además servi-
acción. Exige, por esto mismo, una mayor intensidad de fuerza cios personales: el servicio militar, que le exige el sacrificio
en la coacción de que debe poder usar la sociedad para realizar de algunos años de su existencia y aun el de la misma vida
sus fines. La cuestión de la Hacienda pública presenta la de- en caso de guerra, el servicio del jurado, etcétera. Vienen ade-
mostración más evidente. Ha tomado hoy en día un desarrollo más los reglamentos de policía y las leyes penales a prescri-
colosal que no tiene trazas de contenerse. La razón de ello está, birle el camino que ha de seguir bajo pena, en caso de no se-
independientemente del aumento de precio de las cosas y del guirlo, de entrar en conflicto con el poder público.
trabajo, en que los fines de la sociedad se han multiplicado Después de lo cual, acaso todos se dirán: vedme, pues, de
y ésta debe proveer a necesidades siempre más numerosas; ca- acuerdo con la sociedad. Lo que me resta es cosa mía única-
da hora de la vida le aporta una nueva tarea; cada tarea nueva, mente. Mi vida privada escapa a la inspección de la sociedad;
de alguna importancia, se inscribe por millones en el presu- su autoridad ahí termina, soy entonces mi único dueño y pue-
puesto del Estado. do decirle a aquélla: no irás más adelante.
Cualquiera que sea la parte con que cada uno contribuye a 213. CARÁCTER SOCIAL DE LOS DERECHOS PRIVADOS. — Si al-
248 RUDOLF VON IHERING EL F I N EN EL DERECHO 249

gún derecho en el mundo hubiese permitido semejante len- en caso necesario la ley hasta les obliga a suministrar un equi-
guaje, habría sido, indudablemente, el Derecho romano, nin- póla las hijas que se casan (art. 1.620 del Código civil alemán).
gún otro ha tenido una concepción más clara del principio de A pesar de todas estas restricciones, el derecho de los pa-
la independencia individual; ningún otro lo aplicó más amplia dres respecto a sus hijos aún es hoy en día más extenso de
y enérgicamente*. Veamos cómo se expresa. lo que permiten,, a mi parecer, su naturaleza y nuestro grado
214. DERECHO DE FAMILIA. — Al padre de familia le dice: de civilización. Ahí se encuentra quizá el punto más vulnera-
tú ejerces sobre tus hijos la patria potestad, en una medida ble de nuestro moderno derecho privado. Estoy convencido
que jamás ningún otro pueblo ha conocido. Pero —añade en de que, en un porvenir más o menos lejano, se pondrá reme-
seguida— tú no venderás tus hijos como esclavos; si preten- dio a esto y se sabrá cerrar ciertas casas paternales que son
des hacerlo, tus hijos permanecerán ciudadanos y libres; a la semilleros de vicios y de crímenes, donde el niño se encuentra
misma venta en servidumbre (mancipium) pongo límites; si moralmente abandonado, para abrirle la casa de educación pú-
pasas de ellos, tu abuso ocasionará la pérdida de tu derecho blica.
de potestad, porque tus hijos no existen sólo para ti; existen ¿De qué sirve combatir el vicio y el crimen si se dejan abier-
también para sí mismos y para la sociedad, que nada puede ha- tos los lugares que los desarrollan? Es en la misma casa fami-
cer de ciudadanos que ha degradado la obediencia servil. liar donde debe generalizarse este combate, y tengo plena con-
Tu patrimonio te pertenece; durante tu vida dispones de fianza de que se llegará a prescindir de esta vergüenza in-
él como quieres; tu egoísmo me garantiza la conservación de fundada que actualmente impide introducir el poder público
tus bienes. Pero si tu descuido los compromete, te someteré a en la casa y erigirle en juez del derecho de los padres. Será
cúratela, como pródigo (cura prodigi) porque tu patrimonio menester, yo lo temo, mucho tiempo todavía, antes de que se-
es, además, el bien de los tuyos 2 . Les pertenece después de mejante evolución se realice en la concepción del principio de
tu muerte; si de él quieres privarles, el pueblo, al cual expon- la autoridad paternal. En realidad, esta evolución no sería
drás tus razones de obrar, juzgará del valor de éstas 3 . Si quie- más considerable que la que se ha realizado desde la potestad
res someterte a la potestad paternal de otro, procederás de paternal romana hasta las restricciones en la misma introdu-
igual modo; el pueblo debe saber si su interés puede consentir cidas por el derecho moderno: éstas, para un antiguo romano,
la pérdida de tu independencia. serían, por lo menos, tan sorprendentes.
El derecho moderno ha estrechado todavía esos límites im- 215. RESTRICCIONES DE LA PROPIEDAD. — Si una institución
puestos a la libertad del individuo en interés de la sociedad. cualquiera del derecho privado pudiese consagrar la idea de
Tomemos, por ejemplo, las relaciones entre padres e hijos. que el derecho sólo existe para el interesado, sería, seguramen-
Desde antes del nacimiento del hijo, la sociedad extiende su te, la propiedad. Así es la opinión vulgar. La tesis de los ju-
mano sobre él, lo protege, lo reclama. La ley habla a la ma- ristas y las ideas corrientes se ponen de acuerdo para admitir
dre para decirle que el hijo que lleva en su seno no pertenece que el carácter esencial de la propiedad consiste en el poder
a ella sola, sino también a la sociedad; amenazándola con un ilimitado del propietario, y que toda restricción referente a
castigo si atenta a sus derechos (aborto, abandono). El naci- esto dirige a la propiedad un ataque inconciliable con el espí-
miento del hijo supone para siempre la obligación de alimen- ritu de la institución. Entiendo que esto es un profundo error;
tarlo; impone a los pobres el deber transitorio de declarar el la propiedad se halla para con la sociedad en la misma relación
nacimiento, antes el de bautizarlo, después la obligación de que la familia. Si la mano de la sociedad es tan poco visible
hacerlo vacunar y de enviarlo a la escuela a la edad requerida. en la esfera de la propiedad, es por la única razón de que,
La ley limita el derecho de corrección, pone un freno a la ya por sí mismo, el propietario está impulsado a hacer, por
explotación del trabajo de los niños en las fábricas (máximo lo regular, de sus bienes un uso que responde a su personal
de horas, edad); el juez suple el consentimiento de los padres interés y al de la sociedad. Las cosas se arreglan aquí como
para contraer matrimonio, cuando lo niegan arbitrariamente; hemos visto que se realizan con ocasión de las condiciones
mixtas de vida de la sociedad (núm. 187). La ley puede per-
manecer muda, pues por sí mismo toma el hombre la direc-
i2 Véase mi Espíritu del D. R. ción verdadera, guiado por su propio interés y su inclinación
L. 1-1 de iiberis (28, 2) qui etiam vivo patre QUODAMMODO DOMINI
existimantur. natural. Pero, si grandes extensiones se hallan sin cultivo,
s Testamentum in comitiis calatis. Sobre la garantía que esta for- si crecen malas hierbas allí donde podría germinar el grano,
ma daba a los hijos para su derecho hereditario, véase mi Espíritu si comarcas enteras están abandonadas al solo placer de la
del D. R.
250 RUDOLF V O N IHERING EL FIN EN EL DERECHO 251
caza, sin que el arado trace en ellas un surco, ¿deberá la so- caso de su destrucción; entonces están realmente perdidas pa-
ciedad permanecer impasible? ra la sociedad; pero el mismo interés del propietario evita
Con frecuencia, en los últimos tiempos del imperio romano, este riesgo. Para la sociedad es indiferente que el propietario
aplastados bajo el peso de los impuestos, los propietarios te- disipe su patrimonio (el interés de los parientes cercanos es
rritoriales dejaban incultos sus terrenos. Si la tierra sólo exis- cuestión aparte; núm. 214); los bienes van a otras manos, pero
tiese para el propietario, esta situación hubiese debido ser to- subsisten para aquélla. Se puede concebir que el avaro, que
lerada como una consecuencia de la idea de la propiedad. Pe- jamás ha dado nada a ser viviente, nada quiera dar después
ro la tierra existe igualmente para la sociedad; ésta se halla de su muerte y disponga que sus valores sean enterrados con
interesada en que el suelo produzca y es por lo que se repri- él o destruidos. Atendiendo a la concepción individualista de
mieron esos abandonos, ofreciendo la tierra a quien quería la propiedad, semejante disposición debería ser ejecutada; pe-
cultivarla y hacerla servir a los intereses de la sociedad 1. En ro el sentido íntimo de todo hombre protestará; tampoco el
una gran población un jardín frontero a una calle se presenta derecho romano admitió esta cláusula 1 . No la admiten, no
como una anomalía; el lugar está destinado a la edificación porque el testamento no tuviese por objeto instituir herederos
de casa y no a traazr jardines. Ciertas legislaciones, aprecian- y asignar legados, porque el testador puede dictar otras mu-
do racionalmente esta consideración, colocan al propietario chas disposiicones, sino por la única razón de que una dispo-
en la alternativa de edificar él mismo o ceder el terreno, me- sición semejante viola el destino social de la propiedad. Los
diante un precio equitativo, a quien quiera encargarse de bienes son para los vivos; los gusanos no tienen derecho a
construir. El derecho referente a las minas nos proporciona ellos. Por la misma razón de que siempre debe abrirse la su-
otro ejemplo: la libertad de las excavaciones. La sociedad tiene cesión sin impedimento posible —el derecho no conoce forma
interés en que los tesoros ocultos bajo tierra vean la luz del alguna de excluir al heredero—, el hombre muerto pierde su
día. Si el propietario del terreno no lo efectúa, otro obtendrá propiedad el vivo tiene derecho a recogerla 2.
el derecho de excavación y las concesiones necesarias 2 . No es, por consiguiente, exacto, decir que la propiedad,
Hasta aquí todas las restricciones impuestas a la extensión según su concepción, supone el poder absoluto de disponer de
del derecho de propiedad, sólo conciernen a las cosas inmue- las cosas. Nunca la sociedad ha tolerado una propiedad tan
bles. El derecho no ha creído deber regular el empleo de las ilimitada: su concepto no puede contener nada que esté en
muebles, con relación al interés social. Las prescripciones re- oposición con el de la sociedad 3. Esta comprensión absoluta
ferentes a los malos tratos ejercidos sobre los animales no en- de la propiedad, es el último eco de la viciosa teoría del dere-
tran en este orden de ideas; se justifican, no por el interés
económico de la sociedad (a este título el empleo abusivo de 1
L. 14, § 5 de relig. (11, 7), Non autem oportet ornamenta cu?n
otras cosas debería ser reprimido igualmente), sino por consi- corporibus condi nec quid aliud hujusmodi, quod homines Simplicio-
deraciones morales. El abuso de la propiedad de las cosas mue- res faciunt.
2
bles sólo podría llegar a ser un riesgo para la sociedad en el Los romanos llegan hasta decir que la sucesión pertenece a la
generación existente. E l testador debe elegir sus herederos entre los
1
que viven actualmente; no puede saltar por encima de una generación
L. 8, C. de omni agro. (11, 58). Lo demás es extraño a nuestra y conceder su patrimonio a la siguiente. P o r eso también la adición
materia. Este título contiene todavía una serie de disposiciones para de u n dies ex quo es nula en la institución de herederos; el testador
asegurar el cultivo de las tierras. E s desconocer completamente el no puede ni quitar ni a m i n o r a r el derecho del presente. La única co-
sentido de esta constitución t r a t a r de explicarla por la derelictio. El sa que ie es posible es elegir su heredero entre Jos individuos ya
motivo era el interés público: ad PRIVATUM pariter PUBLICUMQUE COM- existentes, o concebidos, en la época de su fallecimiento. Puede, cier-
PENDIUM excolere. De la misma consideración proviene la adjudicación tamente, por la adición de condiciones, diferir la adquisición de la
de la casa ruinosa a aquel de los propietarios comunes que, vista la sucesión, pero, y aquí se verifica de nuevo la idea citada, desde antes
negativa de los demás, la ha reparado a su costa. de realizarse la condición, la sucesión se atribuye provisionalmente al
L. 52, § 10, pro socio (17, 2). SUETONIO, Vespas. c. 8, refiere u n a llamado (Bonorum possessio secundum tabulas) — e l muerto no pue-
medida transitoria que tiene la misma tendencia: deformis urbs vete- de lesionar al vivo.
3
ribus incendiis ac ruinis erat, vacuas áreas occupare et cedificare, si Esta opinión, que ya h e formulado brevemente en el Espíritu
POSSESORES CESSARENT, CUICUMQUE permisit. Al agricultor negligente, en del D. R. diciendo que no hay propiedad absoluta, es decir, indepen-
la época antigua, le recordaba el Censor sus deberes para con la so- diente de la comunidad, celebro mucho encontrarla en AD. WAGNER,
ciedad. GELLIUS, 4, 12. Allgemeine oder theoretische Volkswirtschatslehre, tomo I, Leipzig,
2
Ya con arreglo al Derecho romano, véase el título del Código: 11, 6 y Heidelb., 1876, pág. 499 y siguientes. No conozco ningún escrito en
de metallariis. E n la L. 1 id. se encuentra señalada la misma consi- que la fundamental concepción del destino social del derecho haya
deración que en la L. 8 Código de la nota precedente; SIBI ET REÍ PU- sido desarrollada de u n a m a n e r a tan profunda, t a n sencilla y t a n
BLICAE, commoüa compararet. convincente; el porvenir nos dirá si lo h a sido con éxito.
EL FIN EN EL DERECHO 253
252 RUDOLF VON IHERING
del valor de los materiales (actio de tigna juncto); ni aun
cho natural, que aislaba al individuo de todos los elementos cuando las piedras han sido robadas, el juez ordena la restitu-
sociales en medio de los cuales se mueve. Es inútil insistir so- ción, sino que fija una indemnización más crecida.
bre las consecuencias que traería el derecho concedido al pro- En estos dos casos no es solamente el interés de un particu-
pietario de atrincherarse en su propiedad como en una forta- lar el que entra en juego, sino también el de la sociedad. Si el
leza inviolable. La oposición de uno sólo sería obstáculo para propietario no tiene acceso a su campo, se acabaron el cultivo
la construcción de una carretera, de un ferrocarril, para el y la recolección; el daño no alcanza tan sólo a él, sino a la
establecimiento de fortificaciones, obras todas de las cuales sociedad entera; la producción nacional disminuye otro tanto.
puede depender el bienestar de millares de hombres, la pros- Si la casa es demolida, un trabajo de valor queda reducido a
peridad de una comarca, la seguridad del Estado. Le bastaría la nada y el mismo hombre puede verse arruinado. Si la pro-
decir: esta casa es mía, esta tierra, este ganado, estos caballos piedad sólo existe en interés del propietario, la pérdida, sufrida
me pertenecen y la sociedad debería mirar, impotente, los des- por la sociedad, en los dos casos anteriores, no justifica nin-
trozos de los incendios, los desastres de las inundaciones, los guna limitación del derecho. Si existe igualmente en interés
progresos de las epizootias; y al sobrevenir la guerra, a falta de ésta, el derecho debe tratar de conciliar ambos intereses.
de caballos, deberían los hombres arrastrar los cañones. Pro- Lo hace en todos los casos de este género, mediante la expro-
clamar el principio de la inviolabilidad de la propiedad, es piación o por la interdicción del ejercicio del derecho.
entregar la sociedad a la mala inteligencia, a la obstinación, Se desconoce, a mi parecer, la importancia de la expropia-
al criminal egoísmo del particular: ¡perezca todo, con tal que ción, cuando se quiere ver en ella un ataque contra el derecho
se salven mi casa, mi ganado, mis tierras! ¿Te quedan éstos, de propiedad, una anomalía en contradicción con el concep-
hombre de cortos alcances? Los daños que amenazan a todo to de ese derecho. Sólo puede tener esta significación para
el mundo, te amenazan igualmente; el agua, el fuego, la epi- aquel que concibe la sociedad únicamente desde el punto de
demia, el enemigo, te alcanzarán también y también a ti aplas- vista del individuo (teoría individualista de la propiedad).
tarán las universales ruinas: los intereses de la sociedad son, Este punto de vista es tan erróneo aquí como en materia de
en realidad, tus propios intereses, y cuando ella fija algunas contratos *. Para situarse en el verdadero hay que tener en
restricciones a tu derecho de propiedad, trabaja para ti tanto consideración la sociedad (teoría social de la propiedad). Des-
como para ella misma. de luego aparece la expropiación tan poco como anomalía, des-
viación de la idea de la propiedad, que se presenta al contrario,
216. EXPROPIACIÓN DEL DERECHO PRIVADO. — El derecho de como dimanando forzosamente de esta última. La expropiación
defensa de la sociedad, del cual ya hemos hablado (núm. 120), es la solución que concilia los intereses de la sociedad con los
exige las limitaciones de la propiedad que acabamos de se- del propietario; sólo ella hace de la propiedad una institución
ñalar. El jurista sabe que hay otras, en gran número, que prácticamente viable, que, sin ella, sería para la sociedad un
protegen únicamente los intereses particulares. ¿El concepto azote. Esto es cierto, no sólo en el caso en que las necesidades
de la propiedad impide que se exijan al propietario, en bene- generales se hacen oir, sino también cuando únicamente una
ficio de un tercero, sacrificios que nada le valen? La solución persona es la interesada. El primer caso nos da la expropia-
de esta cuestión desvanecerá la última duda que pudiera sub- ción del derecho público, el segundo, la del derecho privado.
sistir aún sobre la teoría de la propiedad. 217. ÍDEM. ARBITRIUM DE RE RESTITUENDA. — Esta última
Una avalancha, producto de una inundación, ha obstruido noción, casi por completo extraña a las concepciones del de-
el camino que conduce a mi propiedad; sólo tengo acceso a recho moderno, se halla indicada, con bastante claridad, en
ésta por el fundo de mi vecino. ¿Qué ocurrirá? El derecho ro- el derecho romano. Al ponerla en práctica, los romanos han
mano obliga a mi vecino a cederme un camino (paso forzoso) demostrado que se daban cuenta exacta del peligro que entra-
mediante una indemnización. ñaría la realización, sin reservas, de la noción abstracta y for-
Un individuo edifica: emplea para los cimientos piedras de malista de la propiedad (dominio absoluto sobre la cosa).
otro, que aquél creía de su propiedad; terminada la construc- El derecho romano asegura a la propiedad una doble pro-
ción, el propietario de los materiales los reivindica. ¿Qué de- tección: la restitución real y la condena pecuniaria. El pro-
cidirá el juez? Si fuese lógicamente preciso llevar hasta su cedimiento autorizaba al juez para disponer la restitución real
último extremo la idea de la propiedad, el edificio entero de-
bería ser demolido para permitir recobrar las piedras, o bien el 1
Véase las explicaciones sobre la fuerza obligatoria de los con-
demandado tendría que llegar con eí demandante a un arreglo tratos (núm. 124).
oneroso. El derecho romano abona al demandante el doble
254 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 255

de la cosa, pero sin poder obligar a realizarla (arbitrium de re nocer que aquí sólo la oportunidad debe servir de guía al
restituenda), y si sus prescripciones eran desobedecidas, so- juez.1.
lamente podía, en su juicio definitivo (sentencia), condenar al 218. USUCAPIÓN. — La tesis de que la inflexible lógica de
demandado al pago de una suma de dinero: era el equivalente la idea de la propiedad individualista debe ceder ante el inte-
práctico de una expropiación de la cosa. Al obrar así, el de- rés social, no halla su justificación solamente en el caso de la
recho romano daba a la realización de la propiedad una elas- expropiac-ón. Se comprueba también en la usucapión y la ac-
ticidad que excluía por completo los inevitables riesgos de su cesión. Los mismos juristas romanos reconocen que sólo el
concepción absoluta. Permitía al juez apreciar equitativamen- interés público debe tenerse en cuenta en la primera de esas
te el daño sufrido por el expropiado (función de equivalencia instituciones del derecho; proclaman ellos que el interés del
del dinero) y apreciar eventualmente una oposición infunda- individuo está supeditado al de la sociedad 2.
da por el adversario sostenida (función penal del dinero). Es- 219. ACCESIÓN. — Hay accesión, en el sentido del derecho
ta organización constituye, en opinión mía, una de las más romano, cuando la cosa de otro se une a la nuestra. He plan-
geniales ideas del procedimiento romano. tado en mi fundo un árbol que pertenece a un tercero; el pro-
El caso siguiente revelará toda la importancia pní< tica de pietario del árbol quiere recobrarlo: ¿debo arrancarlo? Sí, res-
la posibilidad de esta condena pecuniaria. Descubrirá el fu- ponde el jurista romano, en tanto que el árbol no ha echado
nesto resultado que traería consigo un procedimiento que ten- raíces; no, cuando éstas existen. La razón que satisface al ju-
diese a realizar la teoría individualista de la propiedad. rista es la siguiente: si el árbol ha echado raíces se ha conver-
tido en parte integrante del suelo, ha dejado de existir como
Un propietario, al edificar su casa, avanzó algunas líneas cosa independiente y la propiedad se ha perdido. Esta otra
sobre el terreno de su vecino. Este último que, acaso por mal- razón no tiene valor alguno: el árbol puede ser todavía des-
dad, ha dejado terminar la construcción, intenta la acción .»f prendido del suelo, y si el derecho tiene por misión realizar
gatoria. ¿Qué decidirá el juez? ¡Con arreglo a los manuales la idea de propiedad hasta su última consecuencia, el trans-
del derecho romano actual, ordenará el retroceso del muro, es porte del árbol, aun cuando éste hubiese de perecer, debería
decir, la demolición de todo el edificio! En mi opinión, se po- hacerse al reclamarlo el propietario: fíat justitia pereat arbor.
nía fin al proceso condenando al demandado al pago del valor Pero el árbol será conservado por igual motivo que se conser-
del lindero usurpado, es decir, expropiando este lindero. El va la casa en cuya construcción ha sido empleados los mate-
edificio se conservaba y el vecino era indemnizado del terreno riales de otro, y que el poseedor de una cosa ajena reivindicada
perdido. Si dicho vecino quería prevenir este resultado, debía por el verdadero propietario no puede destruir los trabajos
proceder en tiempo oportuno, es decir, al comenzar los tra- realizados en esta cosa, si no obtiene ventaja alguna o el de-
bajos (operis novi nunciatio), pues en este caso el juez orde- mandante no está dispuesto a indemnizarle. La razón estriba
naba suspenderlos. Esta era la solución más razonable 1. en que el resultado económico que una parte obtuviese no com-
Lo lógico riguroso me dirá que en este caso el derecho será pensaría el perjuicio sufrido por la otra: —el árbol, la casa, la
sacrificado en beneficio de la oportunidad. Esta apreciación se- pared revestida, la chimenea adosada, son conservados y la
ñala la diferencia radical que separa la concepción jurídica otra parte es indemnizada en dinero. Ante la propiedad que,
en boga de aquella que yo patrocino. Mi teoría hace de la opor- para afirmarse a sí misma, destruiría la cosa, se levanta la ley
tunidad la misión única del derecho; la que oponen a título de impidiendo nada más la acción de aquélla o retrayendo por sí
razón el derecho (ratio juris) no es más que la capa inferior misma la propiedad para transferirla al adversario, es decir,
y consolidada que forma el sedimento del derecho (núm. 180). expropiando.
La adjudicatio, del procedimiento en materia de partición, Tal es la verdadera fisonomía de la propiedad romana. Aho-
constituye el segundo caso de aplicación de la expropiación ra puede juzgarse si está conforme con la actual concepción,
en derecho privado. La fórmula del Pretor, confiriendo al juez
1
el derecho de adjudicar (adjudicatio), le daba implícitamente Por ejemplo, para la act. finium regundorum, § 6, I. de off. jud.
el de expropiar, y los juristas se hallan de acuerdo para reco- (4, 17)... COMMODIUS, L. 2, § 1, fin. reg. (10, 1); para la act. jamilice
erciscundce, L. 3, fam. ere. (10, 2) ...IMCOMMODA; para la act. communi
i Sólo yo mantengo que esta doctrina vale igualmente para nuestro dividundo, L. 6, § 10; L. 7, § 1; L. 19, § 1, comm, div. (10, 3); L. 21 id.
derecho actual (JAHRB. VI, pág. 99). Dudo que mis adversarios se ha- quod ómnibus UTILISSIMUM; L. 1, Cód. id. (3, 37) ...COMMODA. El amo-
yan dado cuenta de la consecuencia arriba expuesta, y que se encar- jonamiento es un moderno ejemplo de expropiación privada, desco-
gasen, como jueces, de aplicar la teoría que sostienen; en todo caso, nocida
2
de los romanos.
la confianza del pueblo en el derecho se quebrantaría visiblemente V. L. 1 de usurp. (41, 3) donde ambos se hallan en oposición: bono
con semejante modo de juzgar. PUBLICO usucapió introducta est, cum sufficeret dominis, etcétera.
256 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 257
que ha encontrado su expresión científica en la definición de santos en socorro de sus fines. Cuando aún existía el derecho
los juristas: la propiedad es el poder jurídico absoluto sobre a los restos de un naufragio, una plegaria de la Iglesia decía
la cosa. Yo me propuse, no rectificar la idea equivocada que así: "¡Que Dios bendiga a nuestra ribera!" Y el bandido ita-
de una institución romana se tenía, sino privar a la concep- liano reza a la Madonna antes de salir de expedición.
ción individualista del derecho del apoyo que cree hallar en He cumplido mi promesa examinando la cuenta del indivi-
la organización de esta institución. duo, como lo había anunciado. He aquí su balance: tú no po-
La tesis que acabo de exponer (núm. 213) se sintetiza en sees nada para ti solo; la sociedad o la ley, que representa
dos palabras: afirmar el carácter social de los derechos priva- sus intereses, se levanta a tu lado en todas partes; la sociedad
dos. Todos los derechos del derecho privado, aun aquellos es tu eterna compañera, que exige su parte de todo lo que tú
que tienen al individuo por fin inmediato, están influidos y tienes: de ti mismo, de tu trabajo, de tu cuerpo, de tus hijos,
vinculados por consideraciones sociales. No hay uno solo cuyo de tu patrimonio —el derecho hace de ti, individuo, y de la
sujeto pueda decir: este derecho lo poseo exclusivamente para sociedad, dos verdaderos asociados.
mí, soy amo y señor de él, y la lógica jurídica impide que la Representante invisible, y siempre presente de esta asocia-
sociedad ponga límites al ejercicio de mi derecho. No es ne- ción, allí donde estás, allí donde vas, te rodea, semejante a la
cesario ser profeta para prever que la concepción social del atmósfera, la potestad de la ley. Sobre cada punto de la tierra
derecho privado substituirá poco a poco a la concepción indivi- la atmósfera te envuelve; no hay uno solo en la sociedad don-
dualista. La propiedad se transformará y ha de llegar un tiem- de la ley no te siga. El peso con que se deja sentir sobre ti,
po en que la sociedad no reconozca al individuo ese preten- la costumbre hace que no lo sientas en la mayor parte de los
dido derecho de acumular el mayor número de riquezas po- casos. Marchas habitualmente y sin conciencia de ello por el
sible, de retener para él solo extensiones de tierra capaces camino que la ley señala, y sólo cuando el error, el aturdimien-
de alimentar millares de hombres, asegurándoles una existen- to o la pasión se han apoderado de ti, adviertes las barreras
cia independiente, como no reconoce ya el derecho de vida y que se te oponen. Es menester una atención voluntaria pa-
muerte del padre romano, el derecho de la guerra, el pillaje ra comprender todas las restricciones con que el derecho, en
del señor feudal, el derecho de los naufragadores de la Edad un pueblo civilizado, ha rodeado la libertad individual.
Media. La propiedad privada existirá siempre, el derecho de ¿Surgirán todavía más rectricciones de las que conocemos?
sucesión no desaparecerá jamás; las ideas socialistas y comu- ¿La sociedad manifestará siempre nuevas exigencias (núme-
nistas que quieren su abolición son puras utopías. Pero se ro 212)? No llegue un momento en que el individuo pueda
puede fiar en la inventiva de nuestros políticos para gravar la gritar: "¡Basta de opresión; estoy cansado de ser el esclavo
propiedad privada mediante impuestos progresivos sobre las de la sociedad! ¡Es preciso que entre ella y yo exista un límite
rentas, sobre las sucesiones, el lujo, etcétera, de modo que que ella no pueda franquear, un lugar en el cual yo sólo seré
venga el exceso en beneficio de la caja del Estado y permita mi dueño, y que le estará vedado!"
aliviar de la carga a tales o cuales partes del cuerpo social. Se
operará así una repartición de los bienes de este mundo más 220. LA CUESTIÓN DE LOS LÍMITES DEL PODER DEL ESTADO. -
conforme a los intereses de la sociedad, es decir, más justa W. VON HUMBOLDT, STUART MILL. — Hallo en eso una cuestión
(núm. 164) que la que ha engendrado, y debía engendrar, una de principio de la más alta importancia: la de los límites del
teoría de la propiedad que sólo supo alimentar el insaciable poder del Estada y del derecho respecto a la libertad indivi-
apetito del egoísmo; teoría que proclama muy alto la "santi- dual. Yo presento la cuestión, no con la esperanza de resol-
dad de la propiedad", y la defienden aquellos, precisamente, verla, sino porque surge espontáneamente a continuación de
para los que nada es sagrado: el vil egoísta, cuya existencia en- mis explicaciones sobre la noción del derecho. Me parece el
tera no contiene un acto de abnegación, el materialista cuyo punto final, el non plus ultra.
espíritu grosero sólo estima lo que cae bajo el dominio de los He sintetizado anteriormente (núm. 33) la relación del in-
sentidos, el pesimista que sueña en la nada universal, éstos dividuo con la sociedad por medio de tres aforismos: cada uno
son los que ensalzan a porfía la santidad de la propiedad, los existe para sí; cada uno existe para el mundo; el mundo existe
que invocan, para asentar esta última, una idea que de otro para cada uno. Esta fórmula no responde a la cuestión actual.
modo no conocen, por la cual no se preocupan y que aplastan Aquí ya no se trata de demostrar que el individuo existe para
bajo sus pies todos los días de su vida. la sociedad, sino de investigar hasta qué punto existe para
^sta. Dudo que alguna vez se llegue a determinar claramente
En todo tiempo el egoísmo ha sabido apelar a Dios y a los este límite. La cuestión creo yo que permanecerá eternamente
EL FIN EN EL DERECHO 259
258 RUDOLF VON IHERING

migo exterior" (pág. 39). Todo lo demás es un mal, especial-


sin resolver. En su marcha incesante, la sociedad ve que se mente "los esfuerzos del Estado para acrecentar la riqueza
le imponen, engendrándose unas a otras, necesidades siempre material de la nación; su solicitud por el bienestar del pueblo,
nuevas; pero al mismo tiempo crece en igual proporción la ya sea directamente por las instituciones de caridad, ya indi-
idea de lo que el individuo le debe, y el insondable porvenir rectamente por los alientos dados a la agricultura, a la indus-
que ante nosotros se presenta nos impide señalar un término tria y al comercio; sus medidas económicas y monetarias; sus
a este movimiento paralelo. prohibiciones de importación y de exportación; en fin, todas
Dos veces, que yo sepa, se intentó hacer luz sobre este pun- las disposiciones encaminadas a prevenir o reparar los daños
to, y ahora más que nunca dudo que el problema pueda algún causados por los elementos, es decir, toda institución pública
día ser resuelto. Cada una de estas dos tentativas lleva el sello que tiene por objeto conservar o favorecer la prosperidad ma-
de uno de los dos pensadores más profundos del siglo XIX: terial de la nación. Estas organizaciones traen perjudiciales
WILH. VON HUMBOLDT y STUART MILL. Uno y otro parecen consecuencias, y son contrarias a una política verdadera, que
haberse inspirado en la doctrina (individualista) del derecho puede muy bien inspirarse en móviles superiores, pero a la
natural en el pasado siglo. Esta doctrina reposa sobre un error cual deben siempre dirigir motivos humanos" (pág. 18). El
fundamental, a saber: que la consideración del individuo es Estado no tiene por qué preocuparse del matrimonio; éste de-
la base constitutiva del Estado y de la sociedad. La teoría del be dejarse al libre arbitrio del individuo y reglamentarse él
derecho natural considera al individuo como la piedra angu- mismo, por vía de contrato (pág. 29); no debe prohibir las
lar del derecho y del Estado. Según ella, el individuo existe inmoralidades públicas; éstas no lesionan el derecho de na-
únicamente para sí mismo, es un átomo que no tiene otro fin die, y si alguien se cree ofendido, sólo su voluntad y su razón
vital más que su propia conservación, al lado de otros innu- deben reaccionar (pág. 108). El Estado no puede, ni directa
merables átomos. Para lograr su objeto procede, en relación ni indirectamente, influir sobre las costumbres y el carácter
con estos últimos, según la fórmula kantiana que asigna por
límites a la libertad propia la libertad de los demás. La misión de la nación; debe abstenerse de velar por la educación públi-
del Estado y del derecho consiste únicamente en realizar esta ca, prohibirse toda intrusión en las instituciones religiosas y
fórmula, es decir, en impedir que la libertad de uno pueda considerar las leyes suntuarias como extrañas a su misión
absorber la de otro. Esto nos presenta una serie de esferas de (pág. 110). No tiene que garantir la vida de los ciudadanos
libertad, limitadas como los departamentos de una colección ni velar por la higiene pública, aun en presencia de daños
de fieras, las cuales se rodean de barrotes para que los anima- que las amenacen (pág. 110). Cada uno debe por sí mismo
les feroces no puedan devorarse mutuamente. Esta actitud, precaverse contra los engaños de otro (pág. 111). El delito no
puramente pasiva, constituye el orden supremo; los individuos existe si la víctima no se queja; el homicidio mismo debería
no tienen que preocuparse de nada; el Estado y el derecho, permanecer impune si el interfecto lo ha consentido; pero la
rodeándoles de un cordón de seguridad, han realizado toda facilidad de un temible abuso ha hecho necesario el estableci-
su tarea. miento de la ley penal (pág. 139).
Es el sistema del individualismo en derecho. Lo hemos en- Así son destruidas todas las barreras que el Estado histó-
contrado ya (núm. 124) al tratar de la fuerza obligatoria de rico ha puesto a la libertad individual; sólo se exceptúan aque-
los contratos: nos descubre el mundo moral construido en llas que reclama imperiosamente la seguridad de cada uno
atención al individuo, que se supone aislado y hallando en sí enfrente de los demás. Es cierto que se reconoce que, entre-
mismo todo el fin de su existencia. Cada uno para sí, nadie gado a sus solas fuerzas, el individuo no puede conseguir la
para todos. seguridad jurídica (pág. 45); y por esto, y solamente por esto,
Para establecer esta concepción, W. VON HUMBOLDT * exige necesita vivir en común bajo la protección del Estado. La
del Estado "que sólo se mezcle en los asuntos privados de los existencia en sociedad no es más que un medio secundario.
ciudadanos cuando se trate de lesiones causadas por uno en El fin único, el hombre, no puede ser sacrificado a este me-
los derechos de otro" (pág. 16). El Estado no puede limitar dio (pág. 104).
la libertad de aquéllos "más que en la medida necesaria para Estas palabras: el hombre, fin único, caracterizan toda la
asegurarlos contra ellos mismos y defenderlos contra el ene- doctrina. Esta hace tabla rasa de la idea que un vistazo arro-
jado sobre la vida moderna exhibe en su incesante realización:
1
En la obra escrita en el siglo XVIII, pero no publicada hasta des- que el individuo existe también para los demás, y que la so-
pués de su muerte: Ideen zu einem Versuch die Grenzen der Wirks- ciedad, la única que hace de él un hombre, en el sentido ele-
amkeit des Staats zu bestimmen, Breslau, 1851.
EL FIN EN EL DERECHO 261
260 RtJDOLF VON IHERING
STUART MILL, en su obra acerca de la libertad 1 , pretendió
vado de la palabra, puede exigir que coopere a sus fines, como también señalar los límites a que debe sujetarse la acción de
ella le ayuda a realizar todos los suyos. la ley. Su tema es distinto. Es el de un hombre que ha vivido
Vemos aquí al gran pensador concebir una organización a y ha visto. Desde VON HUMBOLDT hasta él, se ha desarrollado
priori, del derecho y del Estado, contraria a toda realidad un período de larga experiencia política, fecundo en enseñan-
histórica; pero, en su honor debemos añadir que, a pesar de zas; abarca toda la evolución científica, partiendo del indivi-
las ruinas que amontona, su fin, sin embargo, constituye un dualismo en la organización del Estado y del derecho, enseña-
ideal. No deja el camino libre a un depresivo egoísmo; entre- do por el derecho antural, para llegar a la comprensión racional
vé la libertad como medio supremo para el armónico desarro- del Estado y del derecho histórico reales, y al concepto his-
llo de todas las fuerzas de la actividad humana. "La energía tórico y científico del presente. La merecida autoridad que
individual, la educación individual; tales son, en definitiva, tiene el nombre de MILL, me lleva a poner en claro la errónea
las bases sobre las cuales reposa toda la grandeza del hombre doctrina que, al amparo de esta reputación, pone en duda
y que todo hombre debe esforzarse en alcanzar. Por la liber- todo nuestro orden social. La pujanza de semejante adversa-
tad, en medio de diversos grupos humanos, funda su persona- rio hará disculpables las extensas explicaciones en que habré
lidad el hombre, y ésta, a su vez, engendra su libertad (pág. 11). de entrar 2 .
Si al individuo le fuere dado desarrollarse exclusivamente por La fórmula enunciada por MILL para establecer la relación
sí mismo y para sí mismo, este sería el ideal supremo de la del derecho con el individuo, reproduce, en el fondo, la de
vida en sociedad (pág. 13). La razón no puede concebir para HUMBOLDT. "El individuo —dice— o la comunidad sólo tienen
el hombre situación más eminente que la de una libertad ili- que inmiscuirse en la libertad de acción de un tercero, con el
mitada, que le permitiría la más completa manifestación de su único fin de protegerse a sí mismos; el empleo de la coacción
personalidad, y donde la misma naturaleza física no recibiría con un miembro cualquiera de una comunidad civilizada, no
otra impresión más que la suya, y sería el molde de cada vo- se justifica más que cuando se pretende evitar un daño a los
luntad particular limitada por su sola fuerza y por el senti- demás. Un interés material o moral, no constituye un motivo
miento de su derecho (pág. 15)". legítimo. Mientras no se trata más que de él mismo, el indivi-
El gran pensador lo espera todo de esta libertad. Los hom- duo goza de una independencia sin límites; su responsabilidad
bres educados en su escuela sabrán realizar, por sí mismos, enfrente de la sociedad comienza cuando los demás pueden
todo lo que el Estado les impone, hoy en día, por la coacción, ser lesionados por sus actos".
se entenderán libremente para prevenir las desdichas públicas, Según esto, la libertad individual se ejerce en un doble sen-
el hambre, las inundaciones, etcétera (pág. 14), para realizar tido: en el uno, los efectos de su manifestación sólo alcanzan
libremente el destino del Estado; "les moverá a realizarlo el a su autor; en el segundo, los demás —según yo, la sociedad—
darse cuenta de las ventajas que les ofrece la organización del*" son también afectados. Si, en este último caso, es posible que
Estado para lograr sus fines individuales (pág. 76)". Hasta se origine un perjuicio, el legislador tendrá el derecho de
puede éste renunciar a la organización de la defensa nacional: restringir la libertad individual; en el primer caso no podrá
los ciudadanos sólo estarán obligados a someterse a los ejer- tocar a ella.
cicios militares, y estos serán dirigidos de manera que exalten Pero todas las acciones extienden su efecto sobre otros más
el valor, desarrollen las aptitudes físicas y enseñen la disci- que su autor, y les alcanzan 3 : a esté título conoce de ellas,
plina; provocarán el espíritu guerrero o, mejor dicho, el en-
tusiasmo cívico, dispuesto a todos los sacrificios por la defensa i El autor se dirige, no sólo a la ley, sino también a las costumbres,
de la patria (pág. 53). a la opinión pública. El que sabe cuánto, en la patria del autor, influ-
No olvidemos que quien tales cosas ha escrito, no es el es- ye ésta, con frecuencia equivocadamente, sobre muchas cosas de la
naturaleza puramente exterior y convencional, que no tienen la me-
tadista maduro por la experiencia, es un joven de treinta años, nor relación con la moralidad, no sólo comprenderá la resistencia
generosamente inclinado hacia todo lo que es noble y hermo- que el autor le opone, sino que reconocerá el fundamento de esta opo-
so, lleno de fe en esa aurora de libertad que la Revolución sición. Para nuestro tema, exclusivamente consagrado al derecho,
este aspecto de su polémica contra lo que existía, no nos importa.
francesa parecía haber hecho surgir para los pueblos. Más 2 En la misma Inglaterra ha encontrado MILL la más decidida con-
tarde, cuando su penetrante mirada abarcó la vida, VON HUM- tradicción; véase especialmente lo escrito por James Fitzjames STE-
BOLDT no pudo publicar este libro; había medido, y nadie más PHAN, Die Schlagwórter Freiheit, Gleichheit, Brüderlichheit, trad. de
apto que él, el abismo que existía entre la realidad de las co- E. SCHUSTER, Berlín, 1874.
sas y el entusiasta sueño de su juventud. 3 El mismo MILL ha reconocido este hecho en un pasaje de su libro
262 RüDOLF VON IHERING
E L F I N E N EL D E R E C H O 263
generalmente, la sociedad. No conozco regla del derecho que vitud su existencia es imposible. La consecuencia lógica de la
tenga por fin obligar al individuo a conseguir su bienestar noción de libertad invocada por MILL para alejar este cercano
contra su propia voluntad, en su propio interés; cuando esto extremo de la libertad individual: la esclavitud convencional,
sucede, en apariencia, es siempre el interés de la sociedad el
que se halla en juego. El bienestar del individuo no es un fin le lleva, pues, infinitamente más lejos de lo que permite su
en sí; asegurarlo no es más que un medio de asegurar el de doctrina. Porque lo que es cierto para el todo debe ser cierto
aquélla que no tiene que evitar el mal inmediato que amena- para la parte. ¿No supone todo contrato una parcial enajena-
za al sujeto, sino prevenir las consecuencias secundarias, que ción de la libertad individual? ¿Y lo que es cierto para la
son para ella un peligro. Si, como hace MILL, se le concede, de libertad no lo es también para la vida, que es la condición de
una manera absoluta, el derecho de hacer intervenir la ley aquélla? ¿Y lo que MILL dice de la libertad no puede también
para defenderse contra semejantes eventualidades, no puede decirse de la vida? Enajenar la vida no es vivir. La ley castiga
tratarse de libertad individual; con esta fórmula a mano, me el duelo y el homicidio consentido por la víctima. No podría
comprometo a estrecharla de tal modo, que quede anulada. hacerlo, según la teoría de MILL, puesto que los interesados
¿No sufren los hijos por el hecho de tener un padre disipador? dieron su consentimiento.
¿No es un mal para la sociedad cuando de los hijos se encarga ¿Puede la legislación establecer un máximo de horas de tra-
la beneficencia pública? ¿Quién lo duda? Pues yo condeno la bajo? ¿Tiene, con arreglo a la teoría de la libertad, el derecho
prodigalidad y, con ella, el juego de Bolsa, las especulaciones de impedir al obrero que acorte su vida por un trabajo exce-
arriesgadas, los gastos excesivos; en una palabra, coloco toda sivo? MILL aplaude también esta disposición legal, que honra
la administración del patrimonio del individuo bajo la vigi- al espíritu práctico de sus compatriotas; aprueba las medidas
lancia de la policía. Los malos ejemplos de los padres, ¿no que velan por la salud del obrero y lo protegen en los trabajos
son una fuente de corrupción y de desdichas para los hijos? peligrosos. La libertad individual —dice— no se halla intere-
Cuando el borracho maltrata a mujer e hijos, abandona el ta- sada en semejante caso (pág. 283). Con parecida razón, una
ller; cuando la mujer observa mala conducta y deja el hogar vez más se puede destruir toda su teoría. En efecto: si la
abandonado, ¿no padecen la mujer, el marido y los hijos? In- prohibición de trabajar como yo quiero, en tanto que quiero,
dudablemente; ¿no es así? Pues entonces la policía tiene de- no ataca mi libertad personal, ¿cuándo será ésta atacada? Ex-
recho a penetrar en la casa y vigilar la vida moral como la traña libertad la que resulta de los ejemplos suministrados
vida económica de la familia. por MILL. "Las leyes, que en muchos países del continente
Pero al menos el hombre solo y aislado en la vida, sin mu- prohiben el matrimonio, a menos que las partes no demues-
jer, sin hijos, ¿tiene el derecho de arruinarse? ¿Puede venderse tren que pueden sostener una familia, no rebasan los poderes
como esclavo? El mismo STUART MILL le niega este derecho. legítimos del Estado... no se las puede acusar de ser violacio-
Da la razón de ello (pág. 297): "Vendiéndose un hombre como nes de la libertad" (pág. 308). "Si un empleado público, o no
esclavo abdica su libertad, renuncia a todo uso futuro de esta importa quién, viese a una persona disponiéndose a pasar un
libertad después de ese acto único. Por lo tanto, destruye, en puente que aquél sabe que no está seguro, y no tuviese tiempo
su propio caso, la razón por la cual se le dejaba libre para de apercibirla del peligro que corre, podría sujetarla y hacerla
disponer de sí mismo". La libertad es, pues, una concesión de retroceder por la fuerza, sin violación alguna de su libertad;
la sociedad. Esta tiene el derecho, en efecto, y este derecho lo porque ésta consiste en hacer lo que se desea, y esa persona
ha reivindicado en todas partes, de prohibir la enajenación no desea caer al río" (pág. 285). El hombre imprevisor, el
completa, como también de limitar la enajenación parcial. Y aficionado a los placeres, pregunto yo: ¿desean arruinarse?
no como consecuencia lógica de la noción de libertad; no, co- No desean más que gozar de la existencia. Se puede, por con-
mo dice MILL, porque el principio de "libertad no puede exigir siguiente, impedir que se arruinen sin atentar a su libertad.
que se sea libre de no ser libre, pues no es una libertad poder Y el hombre que se halla sobre el puente, si desea realmente
renunciar uno a la suya", sino únicamente por la razón prác- desembarazarse de la vida, ¿se puede poner la mano sobre él
tica de que la sociedad se ha convencido dé que con la escla- sin cometer tampoco dicho atentado? Todo salvador penetra-
do del respeto a la libertad, debería comenzar por inquirir la
(pág. 254): "Nadie se halla por completo aislado: a un hombre le es verdadera intención del que pretende salvar, antes de apar-
imposible hacer alguna cosa seriamente o constantemente perjudicial tarlo del peligro. "Si, por ociosidad o por alguna otra cosa
para él, sin que el mal alcance por lo menos a sus allegados, y con
frecuencia a otras muchas personas". Únicamente omitió sacar de fácil de evitar, falta un hombre a uno de sus deberes legales
ello una conclusión para su teoría. para con otro, como, por ejemplo, sostener a sus hijos (y yo
264 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 265

agrego: pagar sus deudas, satisfacer sus contribuciones), no Acabamos de ver cómo, por medio del derecho, la sociedad
hay tiranía en forzarle a cumplir este deber por un trabajo limita la libertad del individuo; examinaremos ahora cómo le
obligatorio, si no existe otro medio" (pág. 288). ¡Talleres de resarce.
trabajos forzados, para los perezosos, sobre el suelo de la li-
bertad! "La embriaguez, en los casos ordinarios —dice MILL
(pág. 287)— no es un oportuno motivo de intervención legis-
lativa; pero yo hallaría perfectamente legítimo que un hom-
bre convicto de haber realizado, influido por la embriaguez,
alguna violencia contra otro, fuese sometido a disposiciones
especiales; que si más tarde se le hallase embriagado sufriere
una pena, y que si, en este estado, cometiere otra ofensa, el 14. CONTRAPRESTACIONES DEL ESTADO
castigo de ésta fuere más severo". En estado de embriaguez,
un joven rompe el cristal de una vidriera. Desde aquel instan- SUMARIO: 221. Cuenta del individuo y del Estado. —
te, con arreglo a la teoría de MILL, una ley de excepción pende 222. Protección contra el exterior. — 223. Protec-
sobre su cabeza, le amenaza durante toda su vida y, como el ción en el interior. — 224. Instituciones públicas.
espectro de BACCO, le aparece en toda reunión alegre.
Además, qué susceptibilidad extraña la ley de la libertad 221. CUENTA DEL INDIVIDUO Y DEL ESTADO. — Digo contra-
cuando se trata del librecambio: "Hay cuestiones relativas a prestación del Estado, no del derecho. Lo que el Estado recla-
la intervención pública en el comercio, que son esencialmente ma del individuo son exigencias del DERECHO; esta es la forma
cuestiones de libertad; tales son: la prohibición de la impor- que revisten. No son así las contra-prestaciones del Estado;
tación del opio en China, la limitación señalada a la venta de no coinciden con las exigencias del derecho; van más allá.
los venenos y, en suma, todos los casos en que el objeto de la Dos cuestiones distintas se presentan a quien quiere hacer
intervención es hacer difícil o imposible el comercio de ciertos su cuenta con el Estado. Se preguntará desde luego si recoge
productos. Estas intervenciones son reprensibles, como usur- el equivalente de su aportación, si lo que presta al Estado
paciones que son, no de la libertad del productor o del ven- se halla pagado con lo que obtiene. Después indagará si los
dedor, sino de la del comprador" (pág. 288). ¿Entonces el otros no reciben más de lo que se les debe, si las ventajas de
gobierno chino no tiene el derecho de prohibir el comercio del la comunidad pública son, para todos sus miembros, objeto de
opio? ¿Debe cruzarse de brazos, asistir impasible a la ruina una repartición conforme a los principios de la justicia.
física y moral del pueblo, y esto en virtud de un doctrinario Si la respuesta a la primera cuestión es negativa, el indivi-
respecto a la libertad, a fin de no atentar al derecho primor- duo pronuncia la condenación del Estado como tal; si quiere
dial de todo chino a comprar lo que desee? ¿Extenderá MILL permanecer consecuente consigo mismo tiene que retirarse al
su censura al gobierno inglés, cuando, para impedir el conta- desierto o internarse en un bosque. Puede suceder que su re-
gio del ganado nacional, prohibe la importación del ganado proche sólo se dirija a un Estado determinado; en este caso,
procedente de una región donde hace estragos la epizootia? si no quiere someterse, debe, con los que participan de su
¿El Emperador de la China no podrá hacer, en interés de su opinión, usar de los medios puestos a su alcance para traer
pueblo, lo que Inglaterra hace en favor de sus bueyes y sus un cambio en las instituciones del Estado y del derecho; si
terneras? no quiere hacerlo, tiene que ponerse en busca de un Estado
Sobre esta cuestión, los dos grandes pensadores, HUMBOLDT mejor organizado. Las situaciones son las mismas si la res-
y STUART MILL, hicieron una evidente bancarrota. No hay que puesta es afirmativa para el primer caso y negativa para el
reprochársela: el problema era insoluble. El que conduce su segundo. Si su opinión no es aislada, si la sustenta todo el
navio sobre el escollo con intención de atravesar éste no debe grupo social de que forma parte, la injusticia social, real o
admirarse si naufraga. En cuanto a nosotros, cargamos nues- supuesta, de la que es víctima, conduce a la emigración de la
tras velas porque no tenemos esperanzas de franquear el es- masa —tal es la secesión de los plebeyos, en la antigua Roma—
collo. ¿Vendrá el piloto que descubra el paso? No lo creo; en o lo que se llama la lucha de clases; ejemplos: en la citada
el porvenir, como en el pasado, para imponer restricciones a la Roma, las luchas de los plebeyos y los patricios; en la época
libertad personal la legislación se inspirará, no en una doctrina de la Reforma, los levantamientos de los campesinos, y en
abstracta, sino en las necesidades reveladas por la práctica. nuestros días, el movimiento obrero, las huelgas, etcétera.
266 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 267

Aquí no examinaremos más que lo que se refiere a la pri- de la fuerza pura y la ausencia de todo derecho. Aún allí el
mera cuestión; sólo ésta permite un estudio abstracto. La se- derecho realiza su misión asegurando las condiciones de vida
gunda, únicamente puede resolverse teniendo en cuenta deter- de la sociedad: sólo que, como ya he demostrado (núm. 182),
minadas circunstancias históricas. Esta última, sin embargo, éstas difieren según los tiempos y los lugares.
admite el reconocimiento de que la Historia suministra más Vuelvo, no sin repugnancia, a la primera cuestión. En todo
de un ejemplo de parecida injusticia social que hiere toda conjunto sistemático de ideas por desarrollar, hay cuestiones
una clase de la población en beneficio de otro. Este hecho me que necesariamente se deben presentar y que, sin embargo,
recuerda una objeción motivada por mi definición del derecho, podrían sentirse escrúpulos de tratarlas seriamente, tan clara
según la cual, presento a éste como el conjunto de las condi- parece la solución. Expliquémonos en pocas palabras.
ciones de vida de la sociedad, garantizadas por la coacción. ¿Qué me da el Estado? No hablando más que de sus pres-
Ya la había indicado anteriormente (núm. 185); este es el taciones inmediatas y olvidando su indirecta influencia sobre
momento de contestarla. ¿Cómo conciliar el hecho de una el desarrollo de la vida social, debemos distinguir tres especies.
explotación del derecho en interés de una sola clase, con esta 222. PROTECCIÓN CONTRA EL EXTERIOR. — En primer lugar,
afirmación de que el derecho tiene por fin asegurar las condi- el Estado me protege contra los ataques que vienen del exte-
ciones de vida de la sociedad, es decir, de la generalidad? rior. Nadie ignora que la organización de esta protección recla-
Supongamos que el poderoso se une con el débil, y haga- ma hoy en día, desde el punto de vista personal y económico,
mos abstracción de todas las consideraciones que pueden re- el concurso de casi todas las energías nacionales. Comparado
frenar su egoísmo: organizará el pacto de modo que se reserve con lo que el individuo da para este objeto, mediante el servi-
la parte del león (la societas leonina). Es decir, que en la so- cio militar y su parte de impuestos en el presupuesto de Gue-
ciedad civil, el orden social reflejará siempre las fuerzas rela- rra, todo el restante tributo que paga a la sociedad es poco
tivas de las diversas capas o clases de que aquélla se compone. menos que nada. De todos los bienes que un pueblo posee,
El vencedor que recibe al vencido en su sociedad política, le ninguno se paga tan caro como la independencia del Estado
negará una situación igual a la suya, y le mantendrá siempre enfrente del extranjero, y la garantía que de ella resulta para
en una relación de dependencia. En el mismo seno de una el mantenimiento de la nacionalidad. Un pueblo que tiene
nación única, el Estado, más poderoso, afirmará la preponde- conciencia de sí mismo jamás encuentra el precio demasiado
rancia de su poder en las instituciones del derecho. El derecho alto; y jamás, en el momento del peligro, retrocede ante sacri-
desigual se presenta así como un modus vivendi establecido ficios infinitamente superiores a los que el Estado exige de él.
entre el más fuerte y el más débil, como la condición de su 223. PROTECCIÓN EN EL INTERIOR. — La segunda ventaja que
pacífica coexistencia. Mientras se conserva esta situación de proporciona el Estado, es la protección en el interior: es el
las respectivas fuerzas, el débil tiene el más vivo interés en derecho. De valor inapreciable, una vez adquirida por el pue-
no quebrantarla. Por paradójica que la aserción parezca, el blo, nada cuesta menos al individuo que la seguridad del
más riguroso derecho dictado por el más fuerte, es todavía un derecho. Los antepasados la pagaron frecuentemente con su
beneficio relativo en comparación con lo que ocurriría si no sangre: sus sucesores no tienen más que conservar la heren-
hubiese ningún derecho: el beneficio de la carga mesurada, cia, y esta conservación les cuesta muy poco.
comparada con la carga desmesurada. Es cierto que la arbitra- La tasa económica, es decir, el valor pecuniario de la se-
riedad del más fuerte sigue siendo posible; pero no usará de guridad del derecho para la propiedad, es la menor medida
ella sin violar el derecho, y hemos tenido ocasión de apreciar para la apreciación de su importancia. El valor en dinero de
el valor de este elemento moral (núm. 158), aun cuando se la propiedad está indicado por la comparación del precio del
trata de la fuerza física. terreno en los Estados cristianos de Europa y en Turquía.
La justicia es el principio de vida de la sociedad: realizarla Si nuestro derecho rigiese en Turquía, la posesión del suelo
es su más alta misión (núm. 164). Pero sería un gran error alcanzaría el doble, o más, de su valor actual. En los Estados
desconocer que la vida de los pueblos presenta situaciones en civilizados de la misma Europa, la baja de la propiedad in-
que la injusticia social aparece con una legitimidad pasajera mueble, después de los grandes cataclismos políticos, enseña
tan necesaria como la de muchas otras instituciones desapa- hasta qué punto la seguridad del derecho influye sobre el total
recidas; por ejemplo, la esclavitud. Antes la esclavitud que la valor de la propiedad nacional. En estas conmociones, sólo
matanza del enemigo vencido; antes una sociedad organizada al derecho deben imputarse las pérdidas sufridas.
sobre la base de la desigualdad del derecho, que el reinado Y, sin embargo, ¡qué vale en definitiva la seguridad jurídi-
268 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 269

ca de la propiedad en comparación con la de la persona! Al de. modo distinto a como están. En otro tiempo he deseado
insistir sobre esto, olvidaría el público al cual me dirijo. Me llenar esta laguna redactando un catecismo del derecho, diri-
limito a recordar lo que ya he dicho (núm. 168) respecto a la gido al hombre de la ciudad lo mismo que al campesino. Mi
importancia moral de la seguridad del derecho para el desarro- objeto era sugerirles un juicio imparcial sobre las instituciones
llo del carácter, y (núm. 192) a la del derecho penal desde el que a veces les parecen tan irritantes; poner la apología del
punto de vista del delincuente. Derecho y del Estado al nivel del rudimentario buen sentido
224. INSTITUCIONES PÚBLICAS. — Las diversas organizaciones humano. No he notado mis fuerzas a la altura de la tarea.
e instituciones creadas por el Estado en interés de la sociedad, Que otro intente realizarla. El que la lleve a feliz término ha-
representan la tercera ventaja que aquél procura a sus miem- brá merecido bien de la sociedad; pero, pensando en filósofo,
bros. Pero aquí no parece todo igualmente equitativo. ¿Cuál que no se olvide de hablar en campesino. Hermoso tema de
es la ventaja que el campesino obtiene de las universidades, concurso que no estaría pagado de más con cien mil pesos;
de las bibliotecas, de los museos? Y, sin embargo, debe con- éstos producirían frutos centuplicados; la obra sería traducida
tribuir, por poco que sea, a su sostenimiento (núm. 212). Si a todos los idiomas y traería al mundo más beneficios que
el campesino tiene su razón para argüir contra el sabio, el bibliotecas enteras.
sabio, a su vez, puede argüir contra el campesino las institu-
ciones creadas en interés de este último, y en las cuales, por
su parte, está llamado a intervenir. ¡Cuan insignificantes son,
por lo demás, estas contribucoines! ¡Cuan preciosas para todos
y, por consiguiente, para el mismo campesino! La química
agrícola de LIEBIG, que ha prestado los más señalados servi-
cios a la agricultura, ha nacido en el laboratorio de la Univer- 15. SOLIDARIDAD ENTRE LOS INTERESES DE LA SOCIEDAD
sidad de Gissen, sostenido por cuenta del Estado. GAUSS y Y LOS DEL INDIVIDUO
WEBER hicieron los primeros ensayos de telegrafía electro-
magnética en el observatorio de la Universidad de Gottingen,
¿quién dirá la importancia económica de la telegrafía, actual- SUMARIO: 225. Inteligencia de esta solidaridad. — 226.
mente perfeccionada, para el comercio y para todas las rela- Educación política de los pueblos. — 227. Necesi-
dad de la coacción. — 228. Insuficiencia de la co-
ciones en general? ¿No valen estas dos instituciones lo que acción. Transición.
han costado?
Aquí me detengo. No hace falta ciencia para explicar, a 225. INTELIGENCIA DE ESTA SOLIDARIDAD. — En lo que prece-
quien sabe pensar, lo que al Estado debe; le basta con abrir de hemos dejado al individuo hacer su cuenta con el Estado,
los ojos. Mas para la ignorante masa, el esfuerzo es todavía como la haría con cualquiera- que le fuese extraño, tirando
demasiado grande. Escuchando sus quejas sobre las cargas y cada uno de su parte y sin considerar más que su ventaja.
los sacrificios impuestos por el Estado, estaría uno tentado a Este concepto no descubre la naturaleza de la relación. El
ver en éste un factor de miserias más que un repartidor de Estado es el individuo mismo; la frase de Luis XIV: "el Esta-
beneficios. Considera la masa como cosas naturales las ven- do soy yo", es verdad para todo ciudadano. Este cuenta con
tajas que aquél la proporciona —el Estado sólo existe para el Estado como el cultivador con su campo; el cultivador calcu-
ella— o, más bien aún, no tiene conciencia de tales ventajas. la lo que su tierra le cuesta en labor y lo que le produce. Pero
Ocurre con el Estado igual que con el estómago, sólo se habla es menester distinguir: el campo del agricultor sólo a éste
de él para quejarse; no se le siente más que cuando hace su- pertenece; ante el Estado entra a la parte con los demás ciu-
frir. Todo, hoy en día, se halla al alcance de la inteligencia de dadanos, y esta diferencia es la causa de que, en vez de,adver-
la multitud: la naturaleza, la historia, el arte, la técnica; tra- tir la relación de unidad y comunidad que le liga a ellos, se
tados completos instruyen al profano sobre cada cosa. Se ex- imagine una situación del todo contraria. Si el Estado soy yo
ceptúan únicamente el Estado y el Derecho, que tan de cerca mismo, dice el individuo, ¿a qué obligarme a prestarle todo
tocan a la multitud: y, sin embargo, e«i justicia, el hombre lo que de mí reclama? Yo velo espontáneamente por mis inte-
instruido como el hombre del pueblo, deberían hallarse en reses, sin que haya necesidad de obligarme a ello.
condiciones de conocer todos los servicios que aquéllos les Cuando el profesor impone el estudio al discípulo, ¿es en
prestan, y por qué, en el fondo, no pueden estar organizados interés de aquél o de éste? Y, sin embargo, el discípulo debe
270 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 271

ser obligado. Debe serlo, porque es todavía un niño; cuando es el mediocre jugador de ajedrez que se apodera de un alfil
tenga más edad realizará por su propio impulso esto que ac- del contrario, pero pierde la partida. El buen jugador sacrifica
tualmente constituye para él una obligación. Así nos fuerza su propio alfil y da jaque y mate. Para expresar mi pensamien-
el Estado a realizar lo que, con la necesaria inteligencia de to en términos más abstractos: la mala política de los nego-
las cosas, cumpliríamos de buen grado. Suponed que falta el cios sólo mira el acto aislado y el momento presente; la buena
Estado o que una revolución reduce el poder público a la im- lo prevé todo y abarca el porvenir.
potencia y se comprenderá lo que son, para los individuos, el Esto es cierto, por igual razón, cuando se trata de política
Estado y la Ley. Las épocas de desorden, de revolución, de social aplicada al Estado, al Derecho, a la Sociedad. Lingüís-
anarquía, son horas de escuela en que la historia da a los pue- ticamente hablando, la política consiste en la concepción del
blos una lección sobre el Estado y el Derecho. Entonces, en itoAitiKóq, es decir, del hombre instruido por la vida en co-
un año, en un mes a veces, aprende el ciudadano, acerca de mún ( TIOXK; ), comparado al hombre de los campos que no
la importancia de aquéllos, más de lo que le ha revelado toda conoce más que a sí mismo, y no sale del estrecho círculo de
su existencia anterior. El Estado y la Ley que antes injuriaba, sus intereses inmediatos. Aquél sabe que su bienestar depende
los invoca en un día de angustia; y este hombre que se reía del de todos, y que al favorecer los intereses comunes favore-
de nosotros cuando le gritábamos: —En la ley, es a ti mismo ce también su propio interés; el otro cree poder vivir aislado,
a quien proteges y resguardas; defiéndela, que ella es la con- llama sacrificios a las exigencias que debe satisfacer en el
dición de tu ser— ese mismo hombre, de pronto, nos com- interés común. El primero considera como cosa propia el bien
prende. común; el segundo ve en ello una cosa que le es extraña.
226. EDUCACIÓN POLÍTICA DE LOS PUEBLOS. — De esta inteli- Bajo este aspecto consideraba el romano al Estado. Lo que
gencia de las cosas depende la madurez política de los pueblos. pertenece al Estado le pertenece a él, son las res publica;, que
El pueblo que no está políticamente maduro es el niño que posee en común con todos sus conciudadanos, en oposición a
cree que debe aprender por causa de su maestro; llegado a la la res privatce, cuyo uso exclusivo tiene. El funcionario del
madurez, es el adulto que sabe que es a él mismo a quien el Estado es su empleado. ¿Se trata de asuntos privados? Elige
estudio debe aprovechar. Al primero, el Estado se le presenta un mandatario. ¿De asuntos públicos? Se dirige a un funcio-
como un adversario; el segundo ve en él un amigo, un aliado, nario. Uno y otro tienen que darle cuenta de su gestión. La ley
un protector; allí, el poder público no halla más que resisten- es su propia obra. Por la lex privata, dispone de sus intereses
cia; aquí, encuentra una ayuda; allí, el pueblo favorece al de- privados; sus intereses públicos están regidos por la lex publi-
lincuente contra la policía; aquí, presta su apoyo a la policía ca; ambas tienen a sus ojos el mismo valor; son convenciones,
contra el malhechor. ¿Es necesario, para realizar la educación realizadas unas con los particulares, otras con todos los miem-
política de un pueblo, que el hombre que forma parte de la bros de la comunidad. Así se considera él como guardián de
masa común pueda hacer política? ¿Es necesario que el za- la ley; luchando por sus intereses privados, mediante la actio
patero, el sastre, el guantero, se entremetan a dar lecciones privata, se arma de la actio popularis para la defensa de los
al hombre de Estado maduro por la experiencia? No; la edu- intereses generales. Esta acción del procedimiento romano pro-
cación política, a mis ojos, es la inteligencia exacta de los clama evidentemente la solidaridad entre los intereses de la
propios intereses. Pero hay dos clases de intereses: los inme- comunidad y los del individuo. Hasta su identidad señala por
diatos, aquellos que se encuentran a la vista de todos, y otros qué el demandante asegura su propio interés al mismo tiempo
menos próximos, que sólo un ojo ejercitado puede descubrir. que trata de resguardar el del pueblo.
Del mismo modo hay dos políticas: la que penetra a lo lejos Comparando este estado de cosas que se desenvuelve en
y otra más mezquina en sus miras. Sólo la primera, la que Roma, y del cual nuestro pasado nacional nos trazó tan risue-
percibe los intereses lejanos, merece el nombre de política en ño cuadro en la historia de las villas anseáticas, con la seca
el verdadero sentido de la palabra. concepción del Estado en los pueblos de la nueva Europa,
El hombre de amplias miras se sale fuera del estrecho círcu- creada por el absolutismo moderno y el Estado polizonte, con
lo de los intereses inmediatos, únicos que llaman la atención el antagonismo que hoy en día reina en todas las relaciones
del hombre de miras limitadas. En este mismo sentido se del Estado con los ciudadanos, se siente uno estupefacto vien-
puede hablar de una política en la vida de los negocios. Es la do el cambio que ha podido operarse en la comprensión de
que practica el hombre de negocios previsor. El que no tiene una sola y misma relación. Este cambio ha traído consecaen-
condiciones para ellos, se para en la ventaja del momento; cias que sufriremos aún durante mucho tiempo. La misma
272 RUDOLF VON IHERING. EL FIN EN EL DERECHO 273

doctrina del derecho privado no las ha desvanecido todas: la voluntad maligna o bastante desprovista de energía para sa-
teoría de las personas jurídicas conserva, en mi opinión, un crificar el interés general remoto al interés particular inme-
resto. El romano sabía que así como el Estado no es otra cosa diato. Y aquí vuelvo a un punto que ya he tocado varias veces
que el conjunto de los ciudadanos, la gens, el municipium, la (núms. 107, 136 y 192); la diferencia establecida por la misma
colonia son el conjunto de los gentiles, de los municipes, de naturaleza de la relación social, entre el interés particular y
las coloni1. La ciencia moderna ha colocado la persona jurí- el interés general. Esta diferencia se reproduce en la sociedad
dica en el puesto de los miembros aislados, para los cuales civil *; constituye a la vez la debilidad y la fuerza del derecho.
tan sólo existe (los destinatarios o sujetos-fines de la persona Es una causa de debilidad, en tanto que el interés particular
jurídica, como yo les llamo), como si este ser imaginario, que (y entiendo por tal todo motivo que hace que el que obra
no puede gozar ni sentir, tuviese una existencia propia 2 . Si atienda únicamente a sí mismo, no sólo, pues, un motivo de
la frase: el Estado soy yo, es exacta, lo es más todavía cuando interés en el sentido ordinario: el amor a la ganancia, sino
se trata de la persona jurídica. también el del odio, de la venganza, etcétera), en tanto que
227. NECESIDAD DE LA COACCIÓN. — Pero si esta proposición el interés particular, digo, excita al individuo a beneficiar su
es exacta, ¿para qué es necesaria la coacción? Mi solo interés propio yo a costa de la sociedad. Constituye la fuerza del de-
debe bastar para mantenerme en el buen camino. ¿Para qué recho, porque el interés general, coaligando a todos los ciuda-
la coacción cuando la sociedad no pide más que aquello que danos para defenderse, opone al interés de uno solo que quiere
mi propio interés exige? una injusticia, el interés de todos en hacer que prevalezca el
Hay una doble razón. La primera reside en la carencia de derecho, y compensa la fuerza de que uno solo dispone para
la exacta noción de los verdaderos intereses. Todo el mundo el ataque, con la que tienen todos los demás para la defensa
no tiene la inteligencia precisa para comprender que el inte- de sus derechos (núm. 136).
rés general y el interés particular son uno mismo. El espíritu Cuando decimos que el que viola la ley la viola para sí mis-
más rudo discernirá fácilmente una ventaja personal y ex- mo a costa de la sociedad, no creemos decir: que sólo quiere
clusiva. Es la limitada política del egoísmo. Sacrifica a todo su propio interés; como ya hemos hecho observar (núm. 192),
el mundo para no pensar más que en salvarse a sí mismo; quiere al mismo tiempo para él y para la sociedad, y en esto
consultando sólo la hora presente, espera que el daño caiga precisamente reside el carácter inmoral y condenable de la
sobre él cuando todo podía hacérselo prever. violación de la ley. No nos hallamos ya en presencia del egoís-
La ley puede definirse: la coalición de las personas inteli- mo puro que quiere existir para sí y no para los otros, sino
gentes y previsoras contra aquellas que nada saben prever 3 . de un egoísmo superlativo que reclama para sí las ventajas
Las primeras deben obligar a éstas a obrar según su propio y los beneficios de la sociedad, y se niega a satisfacer el precio
interés. Y esto, no por espíritu de benevolencia, por realizar mínimo que ésta exige. Si todos procediesen de igual modo,
su bien a su pesar, sino en interés de la generalidad. La ley a ese egoísmo no le saldría la cuenta y pronto se convencería
es el arma indispensable de que se sirve la inteligencia en su de que su propio interés reclama imperiosamente que coopere
lucha contra la ignorancia. al fin común. El egoísmo no habla, pues, como si los fines
Pero aun admitiendo que todo individuo tiene la intuición generales le fuesen indiferentes, pero su realización, sin la
exacta de la solidaridad que existe entre el interés general y cual no puede pasar, la abandona a. los demás y él persigue
el interés particular, suponiendo que las exigencias del prime- tan sólo sus fines propios. Si lo pusieran en la alternativa de
ro fueren indiscutibles, que ni una duda sobre su legitimidad
estuviese permitida, la ley seguiría siendo indispensable. Lle-
gamos aquí a la segunda razón que justifica la coacción — 1
ROUSSEAU, en su Contrato social, I, cap. 7, insiste también sobre
porque la ignorancia de los verdaderos intereses no es lo único este contraste. En efecto, dice, cada individuo puede, como hombre,
que hace de la ley una necesidad—, razón que reside en la tener una voluntad particular contraria a la voluntad general que
como ciudadano tiene; su interés particular puede hablarle de distin-
to modo que el interés común; su existencia absoluta y naturalmente
i COMMUNIS reipublicce SPONSIO, como dice PAPINIANO en la L. 1 de independiente, puede hacerle mirar lo que debe a la causa común
leg. (1, 3) tradición del tiempo de la República que, para su época, no como una contribución gratuita, cuya pérdida será menos perjudicial
tenía
2
más valor que el de una reminiscencia histórica. a los de"más que será el pago oneroso para él; y mirando la persona
Véase, contra esta concepción formalista, mi Espíritu del D. R., moral que constituye el Estado como un ente de razón, porque no
IV, págs.216-218; págs. 342-350. es un hombre, gozará de los derechos del ciudadano sin querer cum-
3 PAPINIANO, en su definición de la ley, L. 1, de leg. (1, 3): Lex est plir los deberes del subdito; injusticia cuyo progreso causaría la rui-
commune prceceptum, VIEORUM PBUDENTIÜM consuUum. na del cuerpo político.
274 RUDOLF VON IHERING

elegir entre su yo y la sociedad, su elección estaría bien pron-


to hecha.
Pero la sociedad actual no le deja hacer esta elección, y si
desprecia los beneficios del orden jurídico aquélla no se los
proporciona más. Sucede de igual manera que en el primer
grado del desenvolvimiento del derecho para los casos de de-
litos graves (la expulsión del grupo social: la sociedad romana
—la situación fuera de la ley, del derecho germánico— un SUMARIO
resto de las instituciones primitivas conservado en el derecho
de Roma: el destierro voluntario para evitar una condena in- PÁGINAS

minente). En la ciencia, la teoría individualista del derecho CAPÍTULO I


natural, se ha fundado sobre esta alternativa para asentar el
derecho de castigar de la sociedad \ He aquí el razonamiento: LA LEY DE FINALIDAD
si tú te separas de nosotros, nosotros nos separamos de ti — tú
has despreciado la protección del derecho, éste no te protege i. Causa y fin. — 2. Papel de la voluntad en el ser animado. — 3. El
más; quedas sin derecho, y desde luego toda pena que te im- animal: móvil psicológico de su "querer". — 4. Influencia de la expe-
riencia. — 5. Noción de la vida animal. — 6. El "querer" humano. —
pongamos es legítima. La consecuencia sería que la menor 7. Esfera interna del proceso de la voluntad: ley de finalidad. — 8. El
contravención de policía, hasta la injusticia civil, podría hacer fin; su necesidad. — 9. Coacción física; psicológica. — 10. Coacción
incurrir en la pena de muerte o en la de confiscación de todos jurídica; moral. — 11. Fin de los actos inconscientes. — 12. Esfera
los bienes— si la sociedad no llega a ese límite, es por pura externa del proceso de la voluntad: ley de causalidad. — 13. La volun-
tad independiente de la ley de causalidad. 7
benevolencia.
Lo anteriormente expuesto, se resume en la necesidad so- CAPÍTULO II
cial, indispensable, de la coacción.
228. INSUFICIENCIA DE LA COACCIÓN. TRANSICIÓN. — Pero por LA NOCIÓN DE FINALIDAD EN EL ANIMAL, COMO PUNTO DE
indispensable que sea, es todavía insuficiente. Para que al- PARTIDA PARA EL PROBLEMA DE LA FINALIDAD EN EL
cance completamente su fin, es necesario que llegue a hacer HOMBRE
desaparecer los delitos. Esto nos lleva a una transición. 14. Mecanismo del "querer" animal. 18
¿Cómo está el hombre contenido ante una injusticia, de cu-
ya impunidad se halla seguro, y que, por consiguiente, la deja CAPÍTULO III
al abrigo de todo peligro de coacción? Esta cuestión es objeto EL EGOÍSMO AL SERVICIO DE LOS FINES AJENOS
de otro volumen que se titulará La evolución de la moralidad.
Los dos móviles egoístas (salario y coacción) de que se vale 15. Coincidencia de fines. — 16. El egoísmo al servicio de la natura-
la sociedad para llevar los individuos a que concurran a sus leza. — 17. El egoísmo al servicio del comercio jurídico. — 18. Fines
fines, no son sus estimulantes únicos. Hay otro más noble. Se no organizados. La ciencia. — 19. Los partidos políticos. — 20. Fines
llama: la Moralidad. organizados. — 21. El Estado y el Derecho, 22

1 CAPÍTULO IV
Por ejemplo, J. G. FICHTE, en sus Grundlage des Naturrechts nacha
Principien der Wissenschaftslehre, J e n a y Leipzig, 1796: L a m á s mí- EL PROBLEMA DE LA ABNEGACIÓN
nima lesión de la propiedad anula todo el contrato de propiedad, y
autoriza al lesionado p a r a t o m a r al culpable todo lo que pueda (to- 22. Imposibilidad de la acción sin interés. — 23. El imperativo cate-
mo II, pág. 7). E l que en u n punto lesiona el contrato cívico, volun- górico de Kant. — 24. Aparente ausencia del interés en la abnega-
taria o inadvertidamente, allí donde en el contrato se contaba con su ción. — 25. El interés en la abnegación. — 26;Actos desinteresados.
exactitud, pierde su vigor todo derecho como ciudadano y como hom- — 27. Sistematización de los fines humanos. — (28} Fines del individuo
bre, y queda por completo sin derecho (pág. 95). A la situación fuera y de la sociedad. — 29. Plan del trabajo. 28
del derecho, sucede el contrato de penitencia (pág. 98); el ladrón debe
indemnizar (trabajando, si es pobre); h a s t a que lo h a y a hecho, cesa CAPÍTULO V
de ser ciudadano, como ocurre en todas las penas (pág. 112); a la ex-
pulsión está ligada la confiscación del patrimonio todo (pág. 130). No LOS FINES DE LA AFIRMACIÓN EGOÍSTA DE SI MISMO
conozco libro alguno, en toda la literatura jurídica, en que la locura
de la lógica, al perseguir u n a idea fundamental errónea, se h a y a ele- 30. Afirmación física de sí mismo. Conservación de la existencia. —
vado a t a n vertiginosa altura.
276 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 277

PÁGINAS
PÁGINAS

5. Profesiones
31. Afirmación económica de sí mismo. El patrimonio. — 32. Forma
establecida por «1 Derecho para la protección de la vida y del patrimo- 75. La profesión es un cargo al servicio de la sociedad. — 76. La pro-
nio. — 33. Aforismos fundamentales del Derecho objetivo. — 34. Ele- fesión es una relación de obligación. — 77. Honor profesional. — 78.
mentos del patrimonio. El trabajo. — 35. El cambio. — 36. El contra- Satisfacción asegurada de las necesidades sociales por medio de las
to. — 37. La afirmación jurídica de sí mismo. — 38. Valor ideal del profesiones. Correlación de su número con el de las necesidades socia-
Derecho. 35 les. — 79. Intermediarios por profesión. — 80. La profesión representa
la organización del salario. — 81. La profesión es el regulador del sa-
CAPÍTULO VI lario. Concurrencia desleal. — 82. Beneficio de la profesión: asegurar al
talento su aprovechamiento económico. 74
LA VIDA POR Y PARA OTRO, O SEA LA SOCIEDAD
6. El Crédito
39. Utilidad, para la sociedad, de la vida individual. — 40. La vida en 83. Noción del crédito. — 84. Retroceso al derecho romano. — 85. El
sociedad: cada uno por los demás y para los demás. — 41. Duración
de la acción ejercida sobre el mundo. — 42. La herencia en la historia dinero objeto exclusivo del crédito. — 86. Préstamo principal; acce-
de la civilización. — 43. Notoriedad del nombre, medida del valor. — sorio. — 87. Función económica del crédito. — 88. Crédito de dinero. —
44. Aplicación a los pueblos: la vida social es la ley soberana de la 89. Crédito de mercancías. — 90. Crédito de consumación y crédito
civilización. — 45. Formas de la realización de esta ley. — 46. Actos comercial. — 91. Ventajas del crédito comercial. — 92. Inconvenientes
voluntarios y actos obligatorios. — 47. Noción de la sociedad. — 48. Re- del crédito comercial. 82
lación entre la sociedad y el Estado. — 49. Universalidad de la sociedad. 42 7. El Salaño Ideal y su Combinación con el Salario Económico
CAPÍTULO VII 93. El salario ideal. — 94. Comparación con la antigüedad. — 95. El
salario ideal de la sociedad. — g6.\ Combinación del salario ideal y el
LA MECÁNICA SOCIAL O LOS MOTORES DEL MOVIMIENTO salario económico. El arte y la ciencia. — 97. Salario mixto. — 98. El
servicio del Estado y de la Iglesia. 93
SOCIAL
/. La Coacción
/. Motores Egoístas. — El Salario
99. Servicios obligatorios prestados al Estado. 99
50. Mecánica social. — 51. Los cuatro motores del movimiento social. —
52. El comercio jurídico. Definición.
50 77. El Salario
1. Insuficiencia de la Benevolencia para el Fin del Comercio Jurídico 100. Salario económico. — 101. Salario ideal. — 102. Salario mixto. —
103. Sueldos de los funcionarios. 99
53. Papel jurídico de la benevolencia. — 54. Insuficiencia de la benevo-
lencia. — 55. Antítesis del trabajo oneroso y del trabajo gratuito en 8. La Asociación
Roma. — 56. Merces y Munus. — 57. Salario ideal. — 58. El servi-
cio público y la jurisprudencia. — 59. Introducción del salario econó- 104. Segunda forma fundamental del comercio jurídico: la asociación. —
mico. 105. Motivo práctico de la asociación. — 106. Universalidad de la asocia-
53 ción. — 107. Intereses particulares e intereses comunes en la asocia-
2. El Principio del Título Oneroso ción. — 108. Formas de la asociación. — 109. Sociedades anónimas.
60. Papel de la compensación en las relaciones de la vida. — 61. El 9. Otros Beneficios del Comercio Jurídico
egoísmo motor exclusivo del comercio jurídico. — 62. Ventajas del
título oneroso. — 63. Transición de la condición gratuita a la remune- lio. La independencia del individuo asegurada por el comercio jurídi-
ración. — 64. Omnipotencia del dinero. — 65. Contratos onerosos. — co. — n i . La igualdad de las personas en el comercio jurídico. — 112.
66. Formas fundamentales del comercio jurídico. Cambio y asociación. 61 La justicia en la esfera económica. 114
CAPÍTULO VIII
3. El Salario (El Dinero)
LA MECÁNICA SOCIAL O LOS MOTORES DEL MOVIMIENTO
67. Forma inferior del cambio: Igualdad de funciones. — 68. Forma
superior: Diversidad de funciones. — 69. Noción del salario. 67 SOCIAL
4. El Equivalente II. Motores Egoístas. — La Coacción
70. Equilibrio entre las prestaciones. — 71. La idea de justicia en el co- 113. Coacciones diversas. 118
mercio jurídico. — 72. La concurrencia, regulador del egoísmo. — j . El Animal
73. Peligros de la extorsión. — 74. Intervención excepcional de la le-
gislación. 7o 114. La coacción en la naturaleza animada. 120
278 RUDOLF VON IHERING EL FIN EN EL DERECHO 279
PÁGINAS
PÁGINAS

2. El Hombre. — El Imperio de la Fuerza sobre sí misma


PRIMERA FASE
115. La fuerza hallando en sí misma el principio de su moderación. —
116. La esclavitud. — 117. La paz; sujeción del vencido. — 118.. Origen La Orden Individual
del derecho en la fuerza. 121
152. Distinción entre las órdenes individuales y la ley individual. — 153.
3. La Coacción Propulsiva del Derecho. — La Persona, El Patrimonio Privilegios administrativos y legislativos. 168
119. Defensa legítima de la personalidad. — 120. Defensa legítima del SEGUNDA FASE
patrimonio.
129 Norma Unilateralmente Obligatoria
4. La Coacción Compulsiva: La Familia
154. Norma abstracta. — 155. Mecanismo interno de la norma. — 156.
121. Defensa de la familia. La norma en el estado despótico. — 157. El orden bajo el despotismo.
131
— 158. La igualdad bajo el despotismo. — 159. El derecho subjetivo
5. La Coacción Compulsiva: El Contrato bajo el despotismo. — 160. Incertidumbre de la realización del derecho bajo
122. El contrato. — 123. Fuerza obligatoria de la promesa. — 124. Crí- el despotismo. 171
tica dei derecho natural. — 125. Historia de la obligación romana. —
126. ídem. Primer grado: el acto real bilateral. — 127. ídem. Segundo TERCERA FASE
grado: el acto real unilateral efectivo. — 128. ídem. Tercer grado: el Fuerza Bilateralmente Obligatoria de la Norma
acto real unilateral ficticio. — 129. Cuarto grado: la promesa bilateral.
130. Quinto grado: la promesa unilateral (a título gratuito). — 131. 1. Pres- 161. Imperio del derecho. — 162. Definición de la arbitrariedad. — 163.
tación real a título gratuito. Donación. — 132. 2. Exigibilidad de la pro- Definición de la justicia. — 164. Relación entre la justicia y la igualdad.
mesa a título gratuito. — 133. Influencia del cristianismo. — 134. Votum — 165. Interés práctico de la igualdad. Idea del equilibrio en derecho..
y Pollicitatio en la antigüedad. — 135. Promesa de dote. 132 — 166. Subordinación de Estado a la ley. — 167. 1. Motivo de la sub-
ordinación del Estado. — 168. 2. Garantías de la subordinación del Es-
6. La Regulación Espontánea de la Coacción. — La Sociedad tado al Derecho. Garantía interna: sentimiento nacional del derecho. —
169. Garantía externa: organización de la justicia. — 170. Separación de
136. Organización social de la coacción. — 137. Comparación del meca- poderes. — 171. Instituciones judiciales. — 172. Procedimiento; admi-
nismo de la sociedad con el del Estado. 145 nistración de la justicia. — 173. Funciones del juez. — 174. Organización
judicial. — 175. El jurado. — 176. Límites de la sumisión del poder pú-
7. La Sociedad Pública blico a la ley. — 177. Derecho de legítima defensa de la sociedad. —
178. Derecho de gracia. — 179. Lagunas del derecho criminal. Reme-
138. Sociedades y asociaciones. — 139. Formaciones mixtas. — 140. El dios. 175
Estado. 148
8. El Estado. — Separación de la Sociedad 21. El Fin del Derecho. — Las Condiciones Vitales de la Sociedad

141. Organización social de la coacción 180. Misión del derecho. — 181. Noción de las condiciones de vida de la
152 sociedad. — i82Carácter relativo de las condiciones de vida de la socie-
9. El Poder Público dad. — 183. Ejemplos. La enseñanza pública. — 184. ídem. Los cultos.
— 185. Subjetividad de las condiciones de vida de la sociedad. •— 186.
142. Necesidad de la supremacía del poder público. — 143. Organización Clasificación de las condiciones de vida de la sociedad. — 187. Condi-
de la fuerza en manos del poder público. — 144. El derecho de coacción, ciones mixtas. Conservación de la vida. — 188. ídem. Propagación de
monopolio absoluto del Estado. la vida. — 189. ídem. Propagación de la vida. — El celibato. — 190. ídem.
154 El trabajo. — 191. ídem. El comercio jurídico. — 192. Condiciones pu-
10. El Derecho. — Necesidad de la Coacción ramente jurídicas. — 193. Clasificación de las reglas del derecho, según
el sujeto-fin del mismo. 210
145. El Estado, único detentador del poder de coacción y fuente única
del derecho. — 146. Falta de organización de la coacción; i 9 En dere- /. La Relación Jurídica de las Cosas
cho internacional. — 147. ídem. 2' Respecto al soberano. 158
194. La propiedad. — 195. Cosas públicas. — 196. — Fundaciones. — 197.
/ / . El Derecho. — La Norma Las servidumbres. 224
148. Definición: Imperativo abstracto. — 149 Normas del derecho. — / / . La Obligación
150. Criterio de las normas del derecho. — 151. Su fuerza obligatoria:
inmediata para la autoridad, mediata para la persona privada. 163 198. Los tres sujetos-fines de la obligación. 230
280 RUDOLF VON IHERING

PÁGINAS

/ / / . El Delito
199. Definición. — 200. Fundamento del derecho de castigar. — 201. Ne-
cesidad relativa de la pena. — 202. Injusticia civil y dolo criminal. — 203.
Gradación de penas. — 204. Condiciones legislativas de la pena: valor
objetivo del bien lesionado y riesgo subjetivo de la lesión. — 205. Cla-
sificación de los delitos, según el sujeto amenazado y sus condiciones
de vida (físicas, económicas, ideales). — 206. a) El individuo. — 207.
b) El Estado. — 208. c) La Sociedad. — 209. Pruebas suministradas
por el derecho romano. — 210. ídem. Los Censores. — 211. Id. Los Ediles 231

13. Cargas del Derecho para el Individuo


212. Cargas de la existencia en sociedad. — 213. Carácter social de los
derechos privados. — 214. ídem. Derecho de familia. — 215. ídem. Res-
tricciones de la propiedad. — 216. ídem. Expropiación del derecho pri-
vado. — 217. ídem. Arbitrium de re restiiuenda... — 218. ídem. Usu-
capión. — 219. Accesión. — 220. ídem. La cuestión de los límites del
poder del Estado. — W. Von Humboldt. — Stuart Mili. 246
14. Contraprestaciones del Estado
221. Cuenta del individuo y del Estado. — 222. Protección contra el ex-
terior. — 222,. Protección en el interior. 224. — Instituciones públicas. 265
15. Solidaridad entre los Intereses de la Sociedad y los del Individuo
225. Inteligencia de esta solidaridad. — 226. Educación política de los
pueblos. — 227. Necesidad de la coacción. — 228. Insuficiencia de la
coacción. Transición. 269

SUMARIO 275

f¿ÍÍIY£3SipAD DE SALAMANCA

6402160454

Este libro «e termino de imprimir eí día


5 de abril de 1978 con un tiraje de 2.000
ejemplares en los Talleres Gráficos FA.VA,
RO.. S.A.I.C. y F., Independencia 3277/7M,
Bi.ienovr Vires. - Kép. Argentina,

You might also like