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EN BURDEOS, Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal rechazaron rediseñar la plaza Léon Aucoc

alegando que solo hacía falta cuidarla y regarla. En París, reciclaron las ruinas del Palais de
Tokio y pusieron de moda la estética povera. Con los 15 empleados de su estudio, han construido
una alternativa y una crítica a la profesión de arquitecto. Su objetivo, mejorar la vida de las
personas y la calidad de los lugares, está arraigado en los ideales sesentayochistas y en los años
que vivieron en África.

La pareja ha conseguido, incluso, el viejo sueño de ver crecer un piso, ampliándolo físicamente.
Lacaton (Dordoña, 1955) habló con cada una de las 513 familias de la Tour Bois-le-Prêtre, un
bloque de viviendas levantado en París durante los años sesenta. La arquitecta se ganó su
confianza. Consiguió los permisos y hoy, con el mismo dinero que hubiera costado arreglar la
fachada, cada uno de esos propietarios tiene un piso mejor aislado y un 30% más grande. El
tercer proyecto en esa línea, la ampliación de tres bloques en Burdeos firmados con Frédéric
Druot, les valió el primer Premio Simon de Arquitectura (Living Places), que recogieron en
Barcelona. Lacaton no quería responder a esta entrevista en solitario, pero su marido y Druot la
convencieron: “Ella es la que mejor lo cuenta”. Y se fueron a comer.

¿Su arquitectura es una crítica a la sociedad de consumo? Tiene esa consecuencia. Pero lo
que queremos dar al usuario es libertad: la posibilidad de usar un espacio de muchas maneras.

¿Cómo lograron ampliar edificios para aislarlos? Pudimos hacerlo porque tenía el mismo
coste. La economía es lo primero que convence. En 2000, Francia decidió demoler lo
irrecuperable y restaurar lo mejorable para que tuviera mayor eficiencia energética.

Se oponen a la demolición. Es un error. Nuestra alternativa es la reparación. Se consigue más si


se cuida lo que se tiene que si se desprecia. El resultado es más económico, más lógico y más
civilizado.

¿Es una ética? La ética se ha utilizado para calificar acciones poco éticas. Es la manera más
razonable de actuar.

Con su marido, Jean-Philippe Vassal, comenzó su carrera ampliando la casa de sus padres
en el sur de Francia. No fue fácil. Los padres nunca dejan de verte como una niña, y mi madre
tenía, como casi todos, miedo al cambio. El miedo al cambio sucede por desconocimiento. Lo
que hicimos fue acotar los problemas y ofrecer soluciones. Al final mi padre sentenció que
debían confiar en mí. Para algo había estudiado.
La arquitecta francesa Anne Lacaton, fotografiada en Espacio Simon 100 en Barcelona.Paola de
Grenet

¿Ellos no estudiaron? No tenían estudios superiores. Mi padre vendía gasóleo a domicilio y mi


madre lo ayudaba con la parte administrativa. Al final, mi madre me dijo que la ampliación de su
casa había cambiado su vida. Y la tía de Jean-Philippe nos pidió que hiciéramos lo mismo con su
vivienda. Así empezamos.

Sus padres fueron valientes. Ampliar una casa con plástico de invernadero es osado. Mi
padre creía en sus hijas, también en mi hermana, que es profesora de alemán. Y mi madre
dudaba, pero al final se convenció. Los vecinos encontraban la casa rara, pero solo hasta que
entraron y vieron cómo se vivía dentro. Les parecía que era como vivir en un jardín. Tampoco
fue fácil con los albañiles, eran del pueblo y me conocían desde niña. Aceptar órdenes de alguien
que veían joven e inexperto les costó un poco. Pero solo un poco.

¿A su hermana le gustó la casa? Sí, sí.

¿No pensó que estaba utilizando a sus padres como conejillos de Indias? No creo, la
combinación de chimenea y vistas es muy convincente. Mi padre murió, pero mi madre vive allí.
Adora su casa. Le gusta tanto que cuando hablamos no recuerda haber dudado nunca…

¿Cómo se les ocurrió ampliar una vivienda con plásticos? Es lo que hacen los agricultores
para proteger las cosechas. Es barato y eficaz.

No es lo más habitual ni parece lo más seguro… Eso dijo mi madre y encargamos al


carpintero compuertas para cerrar la casa. Nunca las pusieron.

"DEMOLER ES UN ERROR. NUESTRA ALTERNATIVA ES LA REPARACIÓN. SE


CONSIGUE MÁS SI SE CUIDA LO QUE SE TIENE QUE SI SE DESPRECIA. EL
RESULTADO ES MÁS ECONÓMICO".

Defienden algo que debería ser básico en la arquitectura: escuchar al usuario, ahorrar su
dinero… ¿Qué les dio ese punto de vista? Puede que crecer en el campo en una familia de
clase media dé esa perspectiva. También estudiar arquitectura en Francia después de Mayo del
68 marcó un antes y un después en una generación. Entre 1968 y 1978 en Francia hubo una
enorme apertura mental. Todo parecía posible.

Otros colegas formados entonces hacen una arquitectura muy distinta a la suya… Para
nosotros ir a la escuela era una sorpresa continua. Había colaboración, los profesores escuchaban
a los alumnos… Ese clima de todo es posible duró una década. Pero en ese tiempo aprendimos
experimentando y probando. Nos quedó esperanza en la gente y en el futuro.

¿Vivir en África también los marcó? Claro. Jean-Philippe nació y creció en Casablanca y
luego regresó para hacer el servicio social —y evitar el servicio militar—. Tenía que estar en
Nigeria 16 meses y terminó quedándose cinco años. Yo lo visitaba en verano, en invierno
trabajaba en Burdeos.

¿Temió que no volviese? Nunca dijo que se quedaría ese tiempo. Lo iba decidiendo año tras
año. Éramos pareja, pero una pareja joven [risas].

¿No pensó en mudarse? No había trabajo. Pasaba dos meses al año, me era difícil mantenerme.

¿Qué aprendió? Llegar a África en los setenta con la cabeza formada en una universidad
occidental era darse de bruces con otra realidad que te obligaba a cuestionar lo que habías
aprendido. Eso te amplía la mirada. Te cambia la escala de valores: empiezas a ver arquitectura
en cosas muy pequeñas.
¿Su cruzada por aprovecharlo todo deriva de lo que aprendieron en África? Sin duda.
Aprendimos a cuestionarlo todo. Esa es la vía para tratar de conseguir libertad mental para
pensar desde cero y para diseñar sin prejuicios. Al lado de nuestra casa había un tipo que hacía
sombreros. La tienda era una mesa, la silla en la que se sentaba, un montón de paja y el molde
para ir tejiendo los gorros. Cuando el sol se movía, se quitaba la camisa, la colgaba entre dos
ramas y con eso evitaba el sol y podía seguir trabajando. Mover esas ramas convertía su puesto
de trabajo en un lugar mejor, más cómodo. Nos costó un poco, pero entendimos que ese tipo
estaba haciendo arquitectura.

Son como los Bartleby de la arquitectura. ¿Cuántas veces han respondido a un encargo con
“preferiría no hacerlo”, como el célebre personaje de Melville? Lo hicimos en Burdeos,
cuando nos pidieron remodelar la plaza Léon Aucoc y tras estudiarla concluimos que solo
necesitaba agua y mantenimiento.

También en la Bienal de Venecia, propusieron dedicar el dinero a construir un pozo en


África. El lema era Menos estética y más ética. Jean Nouvel, el comisario del pabellón francés,
nos dio 10.000 euros para que hiciéramos un proyecto. Propusimos colgar imágenes de los pozos
que se excavan en África para encontrar agua y gastarnos ese dinero en hacer uno de verdad.
Nuestra intención era demostrar que lo que es más ético y menos estético es hacer lo necesario,
elegir bien cómo gastar el dinero. Nouvel estuvo de acuerdo, pero el ministro de Cultura lo tachó
de actitud colonialista. No pudimos convencerle y declinamos la invitación.
Remodelación del Palais de Tokio en ParísPhilippe Ruault

¿Colonialistas? A pesar de que la escasez no es siempre deseable y de que la inequidad nos


retrata como sociedad, lo que es pobre y lo que es rico es una cuestión relativa. Tener acceso al
agua altera radicalmente la vida de las personas y la forma de los poblados y las ciudades. Nos
parecía que contar esa historia era enriquecedor para todos.

¿Un pozo también es arquitectura? Claro. Un nómada se mueve constantemente. El agua


puede convertirlo en sedentario: tras el agua llegan los ingenieros, los trabajadores y luego los
habitantes. Los pozos en África son un espacio público, la clave para que la arquitectura pueda
existir y la ciudad pueda desarrollarse.
¿No interesa una arquitectura que cueste menos dinero? No parece que mucho.

¿Quién se resiste a rebajar los beneficios? Se dice mucho aplicado a la educación de los hijos,
pero en la vida profesional sucede lo mismo: cargar de confianza es cargar de responsabilidad.
Cuando decimos que podemos hacer más cosas por el mismo precio, en general nos rechazan. En
nuestra profesión lo habitual es exceder el presupuesto, por eso el recorte económico genera
suspicacia. Piensan que el resultado va a ser peor.

¿Cómo consiguen que confíen en ustedes cuando no los conocen? Vivimos en una sociedad
en la que hablar de dinero es un problema. Es hipócrita e irresponsable hablar de él con
eufemismos. Se ha de tratar con claridad. En algunos proyectos los políticos necesitan gastar más
porque hacerlo prueba su poder. Ahorrar es menos interesante.

¿Nunca se han excedido en un presupuesto? Jamás.

"Un arquitecto no es un político ni un sociólogo. La capacidad de intervenir y de modificar esas


situaciones es política".

Su arquitectura es a la vez revolucionaria y lógica. El Palais de Tokio en París… Cuando


nos invitaron a participar en el concurso, el interior ya estaba destrozado. El Ministerio de
Cultura quiso transformarlo en el Palais du Cinema. Tras un año de obras cambió el ministro y
un asesor creyó que era una pena que un museo que llevaba más de 100 años en activo se
convirtiera en un espacio oscuro. Se intentó recuperarlo con el menor coste posible.

Convirtieron en icono la ruina de un edificio. Hicimos muy poco.

El problema es que hacer la ruina visible se convirtió en una moda perversa porque
obligaba al destrozo. El problema es de las modas y de quienes las crean. La prensa y los
críticos de arquitectura juegan un papel clave. No defendimos la estética de la ruina, defendimos
su pragmatismo.

¿Qué es lo más importante en un edificio? La clave es no empezar por el final, por la forma.
Entender cuál es el problema es el 60%. Hay muchos problemas. Conseguir que no se noten y
que la arquitectura tenga ligereza es una lucha. Tener claro lo que uno sabe y lo que no es clave
para poder tomar decisiones. Cuando frente a un proyecto das con una idea poderosa debes
cuidarla porque es como una flor. O la proteges o no la puedes conservar. Si la metáfora de la
flor es cursi, sirve también comparar la idea con Super Mario, el protagonista del juego de
consola. Se pasa todo el rato expulsando lo que no le conviene. A eso mismo se dedican los
arquitectos, a sacar del barco lo que amenaza con hundirlo.

¿Es aficionada a las consolas? No, no.

¿Tiene hijos? Tampoco, pero Super Mario es cultura general. Es como la Torre Eiffel, todo el
mundo la conoce. Lo más importante en arquitectura es no hacer la pregunta equivocada. La
capacidad de escucha es uno de los atributos más importantes para un arquitecto.
¿La arquitectura llegará alguna vez a los menos poderosos? Un arquitecto no es un político
ni un sociólogo. Como persona claro que hay situaciones que te afectan: los refugiados, los
suburbios. Pero la capacidad de intervenir y de modificar esas situaciones es política.

Cualquier arquitectura es también política. Que existan diversas categorías de vivienda es la


excusa perfecta para los constructores que deciden edificar barato. Como arquitectos no
deberíamos diferenciar entre diseños para ricos y diseños para pobres. Es inaceptable.

¿Cómo consiguió tener voz propia en un campo tan machista como el suyo? Con Jean-
Philippe siempre he tenido una relación de igual a igual. No es una relación al 50%, es una
relación al 100% y 100%.

¿No tener hijos la ha ayudado a tener una relación profesional más equitativa? No sé. Creo
que hoy las chicas confían menos en sus capacidades. Lo veo entre los jóvenes de nuestro
estudio. Cuando empiezan el reparto del trabajo, la relación es de igual a igual. Pero no sé qué
sucede luego… Alguna vez lo hablo con las estudiantes. Les aconsejo que tengan confianza en sí
mismas. Y que traten de hacer lo que quieran. Confiar en uno mismo es un paso previo a
cualquier reclamación. Mis padres nos educaron como iguales. Sé que a mi padre le hubiera
encantado tener un hijo. Pero no lo tuvo. Y nos educaron como personas. Ni como chica ni como
chico.

¿Qué más le interesa? Hacer arquitectura se parece a hacer una película: el cine consigue un
espacio nuevo a partir de un lugar existente. Y eso es lo que hacemos nosotros con nuestros
edificios.

"Todos los días Europa está presente en mi vida. Soy hija de la idea de Europa. La Europa de los
políticos ha fracasado; la de los ciudadanos, no".

Koolhaas dijo que el mundo occidental había cambiado los valores franceses de igualdad,
libertad y fraternidad por comodidad, seguridad y sostenibilidad. Los cambios no llegan de
un día para otro. Todos somos responsables de lo que sucede. Lo mínimo que podemos hacer es
creer en la libertad. Y defenderla como algo básico. No darla nunca por hecho. A lo mejor eso es
lo que ha ocurrido con nuestra sociedad. Que no la hemos cuidado pensando que se iba a quedar
para siempre. Pero ver a tanta gente sin libertad te hace menos libre. Es imposible vivir
cómodamente ante la falta de confort de los demás.

Brexit en Reino Unido, ultranacionalismo en Francia, ¿qué está pasando en Europa? Puedo
entender el desencanto. ¿Qué ha hecho la izquierda cuando ha tenido el poder? Se ha convertido
en el establishment. Me resisto a creer que no se puede hacer nada para mantener las conquistas
sociales que tanto costó conseguir. Para empezar se puede hacer autocrítica. ¿Quién defiende hoy
la UE? Nos hemos beneficiado tanto de esa unión que no es justo que los europeos no la
defendamos. Ya no hablo de políticos, hablo de nosotros. En los últimos 30 años todos los países
europeos han mejorado.

¿Qué hacer? Ni me siento bien ni estoy orgullosa de mi contribución. La ciudadanía no hace


nada porque nos hemos acostumbrado a vivir las protestas como fiebres pasajeras. Soy hija de la
idea de Europa. No recuerdo otra vida. Vengo a España y me siento en casa. Doy clase en
Holanda y lo mismo. Cojo el tren a Alemania y disfruto de no tener que atravesar una frontera.
Hemos hecho algo grande. Todos los días Europa está presente en mi vida. En nuestra oficina
hay una chica irlandesa, otra rumana, varios españoles y algunos alemanes. No se conocían. Se
han hecho amigos. Tienen más en común que diferencias. ¿Queremos perder eso? La Europa de
los políticos ha fracasado; la de los ciudadanos, no. Hemos creado una unión de verdad. Nos toca
movilizarnos por mantenerla.

Ampliación de tres bloques de viviendas en Burdeos (antes y después) que Anne Lacaton y Jean-
Philippe Vassal han firmado con Frédéric Druot y Christophe Hutin. La obra ha ganado el
Premio Simon de Arquitectura.

Arquitecta francesa, trabaja en sociedad con su esposo Jean Philippe Vassal, en la oficina con
sede en París que crearon en 1988. Desde entonces trabaja fundamentalmente en proyectos de
viviendas, espacios públicos, culturales y educativos; y acompaña esta producción con una
profunda reflexión sobre temas vitales y centrales de la arquitectura. Su obra ha obtenido
numerosos reconocimientos, con premios, publicaciones y exposiciones, que pasaron de
nacionales a europeos y llegan a nivel internacional.
Anne Lacaton nace en San Pardoux, Dordoña, Francia el 8 de febrero de 1955. Realiza su
formación en la Escuela de Arquitectura de Burdeos donde comparte estudios con Jean Philippe
Vassal (Marruecos, 1954). Obtiene su Diploma de Arquitectura en 1980 y su Diploma de
Urbanismo en 1984. En esos años Lacaton y Vassal se trasladan a Nigeria donde realizan sus
primeras prácticas aprendiendo de la arquitectura vernácula. Cuando regresan construyen la casa
Latapie (1983) que fue un puntapié inicial del trabajo del estudio: con gran economía de medios
logran alta calidad ampliando el espacio a través de un gran invernadero de envolventes móviles.

Lacaton es profesora de la École Polytechnique Fédérale de Lausana durante los periodos 2010-
2011, 2006 y 2003-2004; desde 2007 es profesora invitada en el Master en Colletive Housing de
la Escuela de Arquitectura de Madrid; y en el invierno 2010-2011 es instructora del Harvard
Graduate School of Design en París. La oficina Lacaton & Vassal ha recibido numerosos
premios entre los que se destacan el International Fellow of Royal Institute of British Architects
en 2009 y el Grand Prix National d’Architecture en 2008, la principal distinción de arquitectura
en Francia, tras haber recibido el Grand Prix National d’Architecture Jeune Talent en 1999 y
Jeune Architecture en 1991.

Lacaton comienza a presentar su trabajo en la conferencia que ofrece en la BIA-AR 2014 en


Córdoba, Argentina, con una serie de consideraciones sobre su modo de proceder y las
intenciones que lo sustentan. Propone la idea de que lo humano, lo social, constituye el eje
central de un desarrollo sostenible; y que en lo estrictamente disciplinar esto constituye el
fundamento y sentido de la arquitectura. Relaciona esta cuestión con la noción de habitar, como
dimensión esencial de la arquitectura: habitar un espacio remite al placer, a la generosidad, a la
libertad de ocupación, de elección y de afecto. Más allá de los usos y del programa, habitar
cuestiona las posibilidades y capacidades del espacio en torno a las personas. Lacaton plantea
que concebir la arquitectura desde la idea de habitar remite a pensar el espacio desde adentro (no
desde afuera como si tratara de un objeto), que el espacio a habitar debe ser generoso,
confortable, adaptable, sensible, lujoso y accesible para todos. Para ello en sus proyectos procura
crear espacios lo más grandes posibles, señala el tamaño como una dimensión vital de escape,
espacios grandes que permiten multiplicar usos, favorecer apropiaciones, crear espacios
intermedios entre lo privado y lo colectivo. Define este exceso como espacio en plus, que no
tiene una función determinada, que se agrega a los tradicionales, habilita la elección y permite
liberar los reglamentos, para de esa forma redefinir la idea del lujo, en términos de generosidad,
de libertad de uso y de placer de habitar. En sus proyectos esto significa construir más grande
con los mismos presupuestos y crear tanto espacio libre como espacio programado. Plantea esta
idea de habitar para su núcleo básico que es la habitación, la vivienda, pero también y en un
sentido más amplio para todo tipo de espacio, privado o público. Señala a la economía y a la
técnica como factores fundamentales, que en lugar de reducir posibilidades permiten liberar los
medios, fabricar sistemas adaptados para construir más grande con los mismos recursos.

Estas consideraciones se advierten con claridad en sus obras. Aquí nos ocupamos en particular
de una vivienda colectiva, un edificio educacional y otro cultural. La transformación de la torre
Bois-le-Prêtre en París se propone como una alternativa a la política de demolición-
reconstrucción iniciada por el Estado francés en 2003. Con su proyecto, Lacaton & Vassal
asociados a Frédéric Druot, demuestran que una operación de rehabilitación ejecutada en un
emplazamiento con habitantes es menos costosa, más rápida y de mayor calidad que una
construcción a nuevo. La transformación se basa en el recurso de una doble envolvente
transparente, habitable y flexible de 3 metros de profundidad, situada por delante del límite
exterior existente. La Escuela de Arquitectura en Nantes es un edificio formado por losas en tres
niveles a 9, 16 y 23 metros de altura, que multiplican el terreno y generan más del doble de
superficie construida que lo definido en el programa original. Este se ubica en una estructura
secundaria alojada en el interior, donde se dividen y organizan en altura las plantas principales
con independencia de la superestructura. Entre esos dos mecanismos estructurales se crean
espacios intermedios a los que no se atribuye una función concreta: son libres y polivalentes, se
convierten en un lugar para ser apropiado por iniciativas no previstas. El Fond Régional d’Art
Contemporain de Nord-Pas de Calais se instala en 2013 en el puerto de Dunkerque, dentro de
una antigua nave que formaba parte del conjunto de astilleros. El proyecto procura preservar
intacto el gran volumen vacío de la nave que ofrece un potencial de uso excepcional y evocador.
Junto a ella se ubica una estructura de hormigón prefabricado, de forma y volumen equivalente
para alojar el programa, como una sombra transparente del existente.

El trabajo de Lacaton sorprende por la simplicidad y contundencia de sus ideas y por las acciones
proyectuales que las concretan, pensamiento y práctica que quizás no representan un discurso
habitual en la arquitectura contemporánea.

Lacaton y Vassal
Oriol Bohigas
17 NOV 2004

Debo confesar que escribo este artículo sobre los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean
Philippe Vassal sin haber visitado sus obras, limitado, por lo tanto, al conocimiento de sus textos
y las fotografías y planos de sus escasas obras. Quizá para excusar esta insuficiencia me atrevo a
mantener que lo más interesante de esta pareja es su posición profesional, sus dicterios y sus
recomendaciones contra la banalidad de la arquitectura publicitaria y comercial, a favor del
establecimiento jerárquico de unos valores morales. Sus obras, de momento, las veo como un
testimonio de esta posición. Sin conocerlos en detalle se pueden, pues, comentar,
interpretándolas así.

Es difícil resumir el programa de Lacaton y Vassal porque casi siempre lo explican de manera
localizada e itinerante. El tema central es la misma preocupación ya formulada en las
vanguardias del siglo pasado: la relación entre la forma -y la belleza de la forma-, la función y la
economía. La relativa novedad consiste en poner en primer plano la balanza coste-beneficio, en
la cual el beneficio, más que la estricta función específica, es una confortabilidad interpretada
según jerarquías impuestas con criterios radicales. Por ejemplo, la consideración prioritaria de la
cantidad de espacio habitable, aunque sea sacrificando otros aspectos del proyecto. Sin moverse
del presupuesto convenido, han logrado a menudo duplicar el espacio de una vivienda
reduciendo el coste del lujo de la fachada, simplificando la estructura hasta reducirla a la
vulgaridad de un cobertizo agrícola, sustituyendo ciertas tecnologías por sistemas populares y
artesanales, aproximándose a la sostenibilidad en términos más modestos, aceptando unas
tipologías no convencionales para permitir adaptaciones funcionales. Es decir, no se trata de
abaratar el coste con la reducción y la estandarización como proponían los maestros del
racionalismo -el existenzminimum-, sino de aplicar este coste a unos beneficios más esenciales.
Esta "plusvalía de espacio" se puede concretar incluso en piezas relativamente autónomas. En la
casa Latapie, en Floirac, esa plusvalía se concentra en un invernadero adosado que actúa en el
equilibrio térmico pero que se utiliza informalmente como estancia principal o complementaria.
El tema del invernadero es muy recurrente y parece estar en el centro de sus investigaciones: una
casa en Coutras, cerca de Burdeos, se explica con la yuxtaposición de dos invernaderos agrícolas
de estructura metálica con revestimiento de placas transparentes. Otra casa en Burdeos reutiliza
sin complejos los restos de una fábrica desocupada y la propia vivienda en Cap Ferret aprovecha
la impertinencia de los árboles del bosque para crear plusvalías.

Las casas unifamiliares son buenos testimonios experimentales. Menos evidentes parecen, en
cambio, las obras de mayor tamaño con funciones más colectivas. Por ejemplo, en el pabellón de
la Universidad de Artes y Ciencias Humanas de Grenoble o en el bloque de oficinas de Nantes,
ciertos recursos estilísticos diluyen aquel uso de la tecnología como ready-made y reducen la
significación del gesto naïf que en las casas sugería innovaciones radicales, incluso desde el
punto de vista de la teoría del gusto. Un gesto que ellos mismos se encargan de subrayar con
unas fotografías en las que domina estéticamente el desorden de una vitalidad desordenada.

Pero en una de sus últimas obras de gran tamaño y de valencia representativa logran alcanzar los
propósitos ensayados en las casas unifamiliares: la reforma del Palais de Tokio de París.
Construido para la Expo de 1937, ha tenido usos sucesivos -desde Museo de Arte Moderno hasta
un palacio de cine que no llegó a completarse-, cada uno de los cuales ha dejado huellas
destructivas y contaminantes. En 1999 se decidió destinarlo a un centro para la creación
contemporánea. Era una ocasión magnífica para Lacaton y Vassal. Han despejado los añadidos,
han reinterpretado las ruinas y las han completado con intervenciones mínimas, a veces
subrayando descaradamente la pobreza y la incertidumbre de lo inacabado -lejos del lujo de los
centros artísticos habituales- con la referencia a la libertad -y el descaro anticompositivo- de una
plaza pública. Todo ello sin acudir al arte povera, ni al minimalismo, ni a los engaños de los
"arquitectos artistas" que confunden la ciudad con una exposición figurativa. Esa arquitectura de
la abstención culmina en la plaza de Ancor de Burdeos, en la que Lacaton y Vassal se limitaron a
aconsejar una limpieza a fondo y una simple reparación de pavimentos.

Pero ante esta radicalidad programática y el ejemplo de estas primeras obras, no podemos relegar
algunos interrogantes: los grandes problemas, como el de la vivienda económica, ¿se pueden
solucionar con la generalización de este método? La novedad que se plantea, ¿no puede acabar
en la vulgaridad de la mala construcción o en la reducción oportunista de la confortabilidad, la
sociabilidad y la cohesión urbana?, ¿se puede adaptar a unos sistema de producción y gestión
posibles en nuestra sociedad?, ¿se trata de una revolución real o de un aplazamiento de los
grandes problemas?

Sea como sea, la aparición de Lacaton y Vassal es una buena noticia, un hecho que puede ser
bastante significativo en la reconversión moral de la arquitectura.

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