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André Breton y el capítulo

Monterrey
En un episodio poco conocido, el fundador del
movimiento surrealista visitó tierras regias en
1938. La Ciudad no lo registró a él, pero él sí
guardó recuerdos que recopila un libro publicado
en enero por el FCE

El Norte / Abraham Vázquez


25-Feb-2012

En el verano de 1938 era casi imposible encontrar


una habitación disponible en la Ciudad. Los hoteles
declaraban estar ocupados al máximo por la visita
de turistas.

En el Hotel Ancira, un francés de 42 años, de


melena abundante y despeinada y que apenas
hablaba español, se registró como huésped. Era el
30 de junio. Se llamaba André Breton, escritor y
jefe del surrealismo, el movimiento artístico que
sacudió al siglo 20.

Para la mayoría de los regiomontanos de la época,


aquel viajero pasó inadvertido; para la historia de
la Ciudad, por mucho tiempo, también.

Breton, en cambio, no se olvidó de ese viaje.

Un episodio surrealista

Casi tres meses atrás, el 18 de abril, Breton y su esposa, Jacqueline Lamba, desembarcaron en
Veracruz provenientes de Cherburgo.

Los recibió el pintor y muralista Diego Rivera, quien se ofreció como anfitrión. Breton iniciaba su
travesía por México, un viaje que duraría cuatro meses. De esa estancia en México quedan registros
fotográficos y documentos de sus reuniones con Rivera, Frida Kahlo y el revolucionario ruso León
Trotski, con quienes viajó por Morelia, Pátzcuaro y Guadalajara.

Pero es del viaje de dos días a Monterrey lo que le dio al autor de Nadja algo más parecido a un
paseo surrealista.

"El episodio de Monterrey es seguramente el más oscuro de la estadía de Breton en México", señala
la escritora Fabienne Bradu, en el libro André Breton en México, una reedición publicada el mes
pasado por el Fondo de Cultura Económica.

"Prácticamente desconocido para sus biógrafos, el viaje al norte está mal situado en la cronología de
su estancia y peor aún explicado", agrega.
Invitado por Leónides Andreu Almazán, en ese entonces jefe del Servicio de Salud de Lázaro
Cárdenas, Breton cumplió una agenda sencilla en la Ciudad: visitó Chipinque, atendió algunos
banquetes y se entrevistó con el hermano de su anfitrión, el General Juan Andreu Almazán, quien lo
llevó a visitar las instalaciones del antiguo campo militar de Monterrey, ahora el Parque Niños
Héroes.

En la revista del movimiento surrealista, Minotaure, número 12 y 13, que apareció en 1939, el
escritor francés recogió en Recuerdos de México sus impresiones de ese viaje.

"La visita a la Ciudad Militar de Monterrey, cuya planeación había presidido Almazán, me iba a
reservar una de las mayores sorpresas de mi estancia. Cuando entramos en ella, el general, de
camisa junto con otros oficiales, rebotaba una pelota contra una pared con un poderoso revés de su
raqueta. Apenas pudo abandonar a los jugadores, con la mayor amabilidad del mundo, se unió a
nuestro grupo para hacerle los honores al lugar. Los edificios que componen el cuartel forman una
ciudad entera de aproximadamente siete mil habitantes. Sus avenidas y sus plazas son de lo más
anchas que pueda concebirse. Su arquitectura y su decoración, sobria pero acogedora, se oponen al
estilo cuartel. Albercas y amplias canchas de tenis, nunca vacías, quioscos de periódicos típicos de
balnearios, numerosas bancas cubiertas con mosaicos de buen gusto, dan fe del predominio de la
libertad, del juego, sobre todos los otros que concurren en esta perfecta organización", escribió
Breton.

Los elogios que hizo este fundador del surrealismo y militante comunista a la vida militar mexicana
eran una extravagancia ideológica en su trayectoria.

"Esta Ciudad Militar es la obra más magnifica realizada que he visto sobre el plan social. Nunca
hubiera creído que, en un régimen como en el que vive actualmente México, se realizara el más
grande de los ejemplos socialistas para el mundo entero. Los cuarteles europeos están basados en
amenazas y miedo, están rodeados de altos muros que dan un aspecto triste, siendo difícil distinguir
un cuartel de una prisión", declaró Breton a la prensa de la época.

Sus observaciones desconcertaron a su amigo Trotski, organizador del entonces poderoso Ejército
Rojo y un viejo zorro para la política.

"Y ¿qué hacer en caso de necesidad, con semejante ejército?", le replicó Trotski.

Años después, en 1953, Breton volvería a recoger en La Llave de los Campos una versión del
artículo Recuerdos de México.

Utopías de artista

"Y uno se pregunta: ¿por qué viajó Breton con el hermano de Almazán? ¿Qué llevó a emprender un
viaje juntos a un poeta y un jefe de salud?", dice Bradu en entrevista telefónica.

De origen francés, Bradu es autora de novelas como El Esmalte del Mundo e investigadora en la
UNAM. En su más reciente libro, que es una reedición de un título publicado en 1996 por Editorial
Vuelta que ya era casi imposible conseguir, dedica un capítulo al viaje a la Ciudad.

"Esa visita de Breton al cuartel general que había diseñado Almazán nos revela a un André Breton
un poco ingenuo, que se maravilla con estas instalaciones. Cree que se trata de una utopía", señala
la escritora.
Para la autora, la visita de Breton obedeció más a los azares que hay en los viajes que a un motivo
concreto.

El viaje, sin embargo, sí proporcionó a Breton un clima distinto al de la Ciudad de México. La


hospitalidad y el trato cálido que recibió el artista contrastaba con las ácidas críticas y ataques que
desde la prensa le lanzaban escritores mexicanos como Efraín Huerta.

"Hoy estuve a comer en la mesa de Chipinque, lugar tan bello y maravilloso que no alcanzarían los
superlativos para ponderarlo", dijo en una entrevista a El Porvenir recogida en el libro.

Monterrey era una ciudad con aires de aldea pacífica, con una población de 150 mil habitantes, en
donde la entonces Universidad de Nuevo León tenía cinco años de haber iniciado. Ahora, la
población estudiantil de la UANL equivaldría al total de habitantes que Monterrey tenía entonces.

"Habría que decir que su nombre era conocido, pero era poco leído", señala Bradu.

Aunque Breton fue un viajero consumado, con un exilio obligado años más tarde por la Segunda
Guerra Mundial, su paso por México fue una aventura.

"Breton volvió sobre esas utopías durante la Segunda Guerra Mundial, más adelante. En Nueva
York escribió una oda a Charles Fourier, el fundador de esta teoría del falansterio del amor.

"A la luz de lo que va a escribir luego, entendemos o vemos lo que vio en el cuartel de Almazán en
Monterrey. Es una posible explicación, no es única ni cierta", dice Bradu.

Después de su paso por la Ciudad, Breton continuó su viaje hacia Tamaulipas y luego regresó a la
Ciudad de México. Firmaría con Rivera el Manifiesto: Por un Arte Independiente.

Casi un mes después de su visita a Monterrey, a bordo del Iberia, aquel viajero que había llegado de
Francia se despediría de México, "el lugar surrealista por excelencia", como lo llamó.

El registro

EL SOL del 1 de julio de 1938 habla sobre la visita de André Breton. En la foto, a la izquierda,
aparece Jacqueline Lamba, esposa y musa del poeta.

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