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I.Introducción
Para poder lograr una comprensión más amplia sobre cuál fue el curso que
siguió la Revolución boliviana de 1952, hasta dónde pudo llegar y hasta donde no, es
necesario hacer hincapié en un hecho fundamental acerca de quiénes son los que poseen
los medios de producción y quiénes al no poseerlos deben vender su fuerza de trabajo a
cambio de miserias. La propiedad de la tierra es el medio fundamental para la
producción, motivo por el cual este trabajo se centra como eje de análisis en la Reforma
Agraria de 1953. La redistribución de la tierra implica un primer paso para revertir el
hecho fundamental sobre el cual se construye el capitalismo que es la expropiación, de
modo tal que no puede haber lucha contra el sistema capitalista si no se socializa este
medio fundamental de producción.
Para analizar dicha reforma, se propone la reconstrucción de un breve recorrido
partiendo de la pregunta acerca de cómo era la estructura agraria de Bolivia previa a la
revolución, que es heredera de la Colonia y que no pudo ser transformada a pesar de la
gran cantidad de rebeliones campesinas indígenas que se dieron a lo largo de la historia.
Luego será brevemente analizada la revolución de 1952 y el rol del campesinado en la
misma y su alianza con el movimiento obrero y apoyo al MNR, ya que resulta
inapropiado indagar sobre la reforma sin tener en cuenta el lugar que ocupó el
campesinado en la lucha por sus intereses en el frente revolucionario. Por último, se
abordará la Reforma Agraria y con ella su horizonte y sus limitaciones.
Resulta ilustrativo en este sentido, tener en cuenta el proceso que se estaba
llevando a cabo en el mundo: Estados Unidos sale triunfante de la Segunda Guerra
Mundial e implementa el Plan Marshall para la recuperación de Europa con la finalidad
de evitar la penetración del comunismo (no sólo en Europa, sino en América Latina),
instaurando el Estado de Bienestar como intento de conciliación de clases. Siendo éste
el momento donde el imperialismo yanqui domina gran parte del globo, es de suma
importancia para sus intereses mantener la región latinoamericana en calma, de modo
tal que pueda manejar a las burguesías nacionales a piacere en pos de garantizar sus
intereses económicos y políticos.
1
II.
I. Características de la estructura agraria antes de la Revolución
2
“el sistema agrícola boliviano no sólo era incapaz de satisfacer la
demanda alimenticia tradicional, sino que mantenía un gran porcentaje
de la fuerza laboral nacional al margen del mercado, comprimiendo sus
ingresos con un trabajo explotador y las obligaciones serviles” (Ib., 3).
Siendo la minería la actividad propia del modo de producción capitalista de la
región, muchos campesinos que sufrían la explotación de los grandes terratenientes se
convertían en asalariados siendo ahora explotados por los grandes mineros,
particularmente del estaño. La oligarquía minera “la rosca” gobernaba Bolivia con el
apoyo del imperialismo yanqui, que invertía y financiaba a la minería, materia prima
para el desarrollo de sus industrias.
Tal como afirma del Campo (1972, p.79) se mantenía una estructura agraria que
combinaba formas semi-feudales con lo que quedaba de los ayllus que posibilitaba la
prosperidad de la minería (con fuerza de trabajo campesina de bajo costo) y el sector
comercial, vínculos estratégicos entre la oligarquía boliviana y el mercado mundial
capitalista. El imperialismo (como fase superior del capitalismo) penetra en Bolivia (y
en tantos otros países del globo) a partir de la exportación de capitales financiando a
empresas e invirtiendo en infraestructura que facilite la producción de materias primas.
Aquí los bancos tienen un rol protagónico ya que son los que disponen de casi todo el
capital monetario. Siendo Bolivia uno de los proveedores principales de minerales,
especialmente de estaño, dependía por completo del capital extranjero tanto para la
compra de dichos minerales, como para la inversión en infraestructura para el mercado,
como es el caso de los ferrocarriles. La “gran minería” era dominada por los tres
“barones del estaño”: Patiño, Aramayo y Hochschild; que para preservar su poder
económico necesitaban el control del poder político. Sus objetivos radicaban en evitar
que el gobierno interfiera en sus asuntos para poder así tener que pagar bajos impuestos
y contar con mano de obra barata para explotar sus minas. Estos “barones del estaño” en
alianza con la clase terrateniente tenían sus intereses representados por el gobierno de
“la Rosca”, un “mundillo de servidores de la gran minería” (Ib., 83), que constituían una
burocracia conformada por ministros, jueces, abogados, militares, testaferros y
comerciantes (entre otros). Todos ellos, al servicio de la gran minería.
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En abril de 1952, con las masas bolivianas levantadas en armas contra el
dominio de la rosca1, el MNR toma el poder. A pesar de la dirección nacionalista y
burguesa del MNR, el movimiento obrero y el campesinado (aunque en principio en
menor medida) se organizan a partir de milicias populares como el “verdadero ejército
del pueblo”.
La COB logró agrupar a diversos sectores bajo la hegemonía del movimiento
obrero, dirigida por los obreros mineros, en una compleja relación con el MNR debido a
las diferencias entre los intereses de clase de los mismos. Contó con la representación
de delegados obreros, empleados, estudiantes y campesinos. Se conformó como centro
organizativo y político con consignas claras y revolucionarias: la nacionalización de las
minas sin indemnización bajo el control obrero, el desmantelamiento del ejército y el
reemplazo del mismo por las milicias obreras y campesinas, y un decreto de reforma
agraria que aboliera el latifundismo y las obligaciones de prestaciones laborales.
Si bien la participación de los campesinos es activa durante el gobierno de
Villaroel con el congreso indígena y con las numerosas sublevaciones de la década del
`40 con la reivindicación de la tierra y la eliminación del pongueaje, luego de la
revolución del `52 esta incidencia se intensifica2. El campesinado toma las armas y
ataca al sistema latifundista, y con el apoyo de la COB se comienza a organizar más allá
de sus organizaciones tradicionales, conformando sindicatos campesinos y creando
milicias formales. El accionar masivo del campesinado frente a la destrucción de la
propiedad latifundista obligó al gobierno a tomar medidas: en Enero del 1953 se crea
una Comisión de Reforma Agraria (con miembros del POR, PRI, además de los
funcionarios de MNR) y en Agosto se promulga por decreto la Reforma Agraria.
Si bien gran parte de las tierras había sido expropiada mediante las armas por los
campesinos, la reforma “estipulaba una indemnización formal a los terratenientes en
1 El régimen de la Rosca estaba debilitado y sufría las consecuencias de la crisis del ´29, lo cual produjo una
caída en las exportaciones mineras afectando a la economía boliviana. A ello se suma el impacto de la guerra del
Chaco y el espíritu nacionalista que se volcaba en contra del régimen.
2 Son vastos los ejemplos de rebeliones indígenas y campesinas que datan una tradición de lucha que se muestra
como antecedente a la participación del campesinado en la revolución del `52, y es importante aquí tener en cuenta la
distinta composición étnica de la población boliviana, datada en 1950 (62% indios, 25% mestizos y 13.5% blancos)
que da cuenta de la compleja red de relaciones sociales entre los distintos sectores de la sociedad boliviana, cuyo
carácter estamental y desarticulado permanecía como un rasgo definitorio, a pesar de las transformaciones que trajo
consigo el desarrollo de la acumulación capitalista.
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forma de bonos de reforma agraria amortizables en el plazo máximo de 25 años;
concedía las tierras de las ex haciendas a los obreros indígenas a través de sus sindicatos
y comunidades, con la condición de que tales tierras no podían ser vendidas a título
individual.” (Klein, Herbert, 1992, p.6).
En las zonas del Altiplano gran parte de las tierras fueron recuperadas por los
indígenas y en el resto del país la abolición de la hacienda dio el surgimiento de una
nueva clase de campesinos comunarios. El proceso de redistribución de la tierra se llevó
a cabo en las regiones del Altiplano; en los llanos orientales la importancia de la
redistribución fue casi nula: “en los valles de la región montañosa subsistieron y se
desarrollaron el minifundio y las formas de explotación familiar. Por otro lado
sobrevivieron algunos latifundios, gracias a cierta tolerancia de la legislación agraria
para con las llamadas “empresas agrícolas”, así como las dedicadas al pastoreo” (Mas,
Santiago, p.45).
Según Mas,
“el aspecto más grave de las fallas en la aplicación de la reforma, fue la
carencia de apoyo técnico a los nuevos propietarios. Los recursos
dedicados a ella fueron ridículamente escasos (...) lo fundamental de la
asistencia agrícola fue cedido por el ministerio de agricultura boliviano
al servicio agrícola interamericano, organismo dependiente del gobierno
de los estados unidos.” (p.45).
Por su parte, el gobierno norteamericano intervino para la creación de una burguesía
rural que estuviera estrechamente ligada a sus intereses, con el fin de poder desarticular
la lucha frente al miedo del avance de una revolución de carácter socialista, “la
institución que debía centralizar los créditos agrarios era el banco agrícola, pero este no
reconocía los títulos provisorios (que se otorgaban al campesino hasta tanto terminara el
trámite burocrático) como garantía para otorgar créditos” (Ib, p.45). Los créditos se
dirigían hacia las explotaciones agrícolas de oriente donde la reforma no había tenido
efectos mayores.
El parcelamiento de las tierras no fue acompañado por medidas que promuevan
la cooperativización y desarrollaran técnicas para una mayor productividad, de modo tal
que muchas parcelas apenas podían abastecer a las familias que las trabajaban. No hubo
grandes modificaciones en la productividad agrícola, y la masa campesina (ahora
propietaria) continuó en la pobreza sin poder dar un cambio significativo en las
condiciones del mercado:
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“no existe una verdadera correspondencia entre la formulación teórica de
la ley -que es anti latifundista pero que no se aplica, que respeta las
comunidades pero las abandona para que desaparezcan- y, por otro lado,
la política real, formal y conservadora de las normas de aplicación” (Pla,
Alberto, 1969, p.205).
La agricultura se estanca, se genera un proceso de inflación y una desigualdad en el
ingreso que no permite la integración del campesinado al desarrollo económico y social.
Los grandes terratenientes subsisten, de allí que puede explicarse para Pla (1969)
que no aparezcan muchos de los títulos jurídicos que deberían otorgarse; que no haya
una verdadera diversificación ni aumento de la población agrícola acorde con las
necesidades del mercado interno; que el minifundio miserable siga siendo una realidad o
casi diríamos una realidad ampliada; que no existan obras de complementación en el
campo y que se mantenga la gran hacienda.
A partir de la eliminación de las grandes haciendas, los indígenas se convirtieron
en “una fuerza política relativamente conservadora en el país; en realidad se fueron
haciendo indiferentes, sino hostiles, a sus antiguos colegas obreros urbanos” (Klein,
2001, p.7). Las prioridades de las comunidades campesinas indígenas y de sus
sindicatos eran la salud, educación y sus títulos de propiedad de la tierra. La
participación del campesinado se dio de forma diferenciada según la localidad, a partir
de la dirección de diversas facciones sindicales con sus diversos intereses que
debilitaron el poder de la lucha y de la unificación de todo el movimiento. Como afirma
Cusicanqui, la lucha faccional entre los diversos sectores y diversas regiones del
movimiento campesino “se expresa así políticamente en la subordinación a las
expresiones clasistas antagónicas (burguesía, proletariado) que coexisten en el seno del
MNR” (1985, p.194). Frente a la autonomización del sindicalismo obrero en relación al
MNR y al Estado, el movimiento campesino se subordina al Estado en forma de
“aceptación de un modo de ingreso en el mercado y en el poder, que luego el propio
Estado no podrá facilmente desmontar” (Idem).
III. Conclusión
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profundización en las estructuras económicas, sociales y políticas. La revolución
nacional era planteada contra la oligarquía, pero no profundizaba en base a las
contradicciones de clase y por ende tampoco a un verdadero cambio social que
transformara al Estado en un instrumento de la clase trabajadora.
Luego de la revolución, la participación del campesinado se dio de forma
diferenciada según la localidad, dirigidas por diferentes facciones sindicales con
diferentes intereses que debilitaron el poder de la lucha y de la unificación de todo el
movimiento. Tanto la COB como el MNR se disputaban la dirección del campesinado,
quedando este último desligado de la COB a partir de posturas contrapuestas. Por otro
lado, muchos líderes o caciques realizaron en diferentes regiones pactos con el Estado,
hecho que debilitó la posibilidad de lograr una organización consistente entre el
campesinado y los obreros. El sector obrero era el que abogaba por cambios sociales
estructurales, por una revolución socialista, mientras los sectores campesinos hacían
hincapié en que les otorguen los títulos de las tierras.
La decisión del MNR de aceptar la ayuda de Estados Unidos a través de
contratos de estaños y préstamos con pretensión de estabilizar la moneda, profundizó la
dependencia de Bolivia con el imperio. Estados Unidos presionaba para que se realice el
rearme del ejército boliviano, para poder reprimir a la población armada (milicias
obreras y campesinas), con la finalidad de evitar cualquier intento de realización de una
revolución socialista. Sin duda, la falta de un programa y una unidad común entre
obreros y campesinos, sumado a las trabas impuestas por el Estado para lograr la
tensión en estos sectores, y el papel que jugó el imperialismo yanqui, frustraron un
proceso que podría haberse radicalizado desde abajo.
Como afirma Pla la revolución nacionalista se agota antes de poder dar un
contenido contundente inherente a lo que sería una revolución democrático-burguesa o
antiimperialista y deja como experiencia “que ningún nacionalismo puede dar
satisfacción a las aspiraciones populares en la medida en que para hacerlo debe vulnerar
el funcionamiento del sistema capitalista” (1969, p.220). Siguiendo con dicho autor, que
se pregunta si es posible decir que los objetivos de la reforma agraria están cumplidos
sino se logró ingresar a la población agrícola a la vida de la nación, podemos observar
que las intenciones de la reforma agraria, una reforma que aunque con sus limitaciones
fue posible gracias a la movilización y organización de los campesinos, sólo queda
como resultado del fracaso del nacionalismo burgués en el campo. Si bien hubo
importantes facetas en la aplicación de la reforma, como el impulso al cooperativismo,
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la educación rural, etc., la tendencia predominante fue la de la reducción de la
distribución de tierras, la ausencia de apoyo técnico y financiero a los nuevos
propietarios, la lentitud de proceso de aplicación, desviación de los recursos hacia la
zona de los llanos orientales, cesión del manejo del crédito a los organismos
estadounidenses, multiplicación del minifundio y manutención (aunque escasa) del
latifundio. La contrapartida del creciente empobrecimiento del pequeño campesinado,
fue el desarrollo de una pequeña burguesía rural en la zona oriental, burguesía que luego
actuará en la contrarrevolución en Santa Cruz. Los campesinos fueron librados a su
suerte sin una real inclusión al proyecto económico del país, sin un acompañamiento a
través de políticas que respalden el desarrollo de una producción colectiva sustentable
para abastecer a la población.
A la nacionalización de las minas, impulsada por la lucha de la COB, le siguió el
pago de las indemnizaciones a Patiño, Hoclischild y Aramayo, bajo una intensa presión
de Estados Unidos. El imperio yanqui brindaría una “ayuda económica” para abastecer
con alimentos a la población, pidiendo a cambio la reducción el poder de la COB,
acabar con el cogobierno obrero en las minas, el pago de la deuda de los años `20, la
reducción de impuestos para la instalación de inversiones de empresas privadas
estadounidenses en los yacimientos bolivianos, entre otras condiciones.
Bibliografía