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OBJETIVOS DE LA REFORMA AGRARIA

La Reforma Agraria de El Salvador es, sobre el papel, una de las más radicales que se hayan planteado finca en América
Latina. Tal vez por eso es difícil encontrar fuera del área de Gobierno alguien que, crea que la ley va a ser aplicada hasta
sus últimas consecuencias. Incluso los hombres que entraron en esta batalla porque creían en ella no ocultan las
dificultades que les pone el mismo Gobierno que presenta esta ley en público como su más importante credencial
democrática y hasta revolucionaria. La caída del coronel Majano, su principal impulsor, puede, ser el final del proyecto,
que fue una de las principales justificaciones para el golpe militar, que derribó al general Romero en octubre del pasado
año. La otra fue el cese de la represión y su resultado está a la vista: más de 10.000 muertos en lo que va de año. Jesús
Ceberio acaba, de visitar El Salvador y así analiza las contradicciones de esta reforma.

APLICACIÓN DE LA REFORMA

La ley de Reforma Agraria fue dictada el pasado 6 de marzo. Esa madrugada el Ejército ocupó militarmente
todas las fincas agrícolas con una superficie superior a las quinientas hectáreas. Según los datos más fiables,
eran unas 260 propiedades. El Gobierno justificó el despliegue militar diciendo que era necesario «proteger a
los campesinos de los anteriores propietarios».

Ocho meses después, el Ejército sigue ocupando las fincas, sin que ello haya impedido la muerte de más de
3.000 campesinos. Uno de los colaboradores más directos del presidente del ISTA (Instituto Salvadoreño de
Transformación Agraria) admite que «la reforma agraria está siendo utilizada para ocupar el país y controlar
zonas a las que el Ejército apenas tiene acceso». «No utilice mi nombre», añade, «porque aquí le matan a uno
por menos de eso».

BENEFICIOS
En este contexto, la reforma agraria se plantea, tras el 15 de octubre de 1979, como la única fórmula capaz de
evitar una guerra civil. La fe de los socialdemócratas que apoyaron a la primera Junta no duró ni tres meses. Los
militares más derechistas se opusieron tenazmente a su reforma agraria. Nadie duda hoy de que el control
militar del país fue el razonamiento más convincente empleado luego por Estados Unidos para que una Junta ya
definitivamente escorada a la derecha promulgase el decreto de reforma.

No parece casual que el hombre que se ha erigido en principal asesor del proyecto por parte norteamericana sea
Roy Prosterman, uno de los técnicos que en los años sesenta asesoró al Gobierno de Vietnam de Sur en la
creación de las «aldeas estratégicas» y que, más tarde, colaboró en la «reforma agraria» puesta en marcha por el
dictador filipino, Fernando Marcos en los territorios más castigados por la guerrilla musulmana.

Prostrman afirmaba en abril que «si las reformas son llevadas a cabo con éxito aquí, el movimiento armado de
izquierda será eliminado al final de 1980». El subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, William
Bowdler, echó mano también de la reforma agraria para defender ante el Congreso norteamericano la
reanudación de la ayuda militar a El Salvador.

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