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Ernst Mayr
Desde mediados del siglo XX, se pueden distinguir tres opiniones muy
diferentes acerca de la posición de la biología entre las ciencias. Según uno de los
extremos, la biología debe quedar completamente excluida de las ciencias, porque
carece de universalidad, de la estructuración sometida a leyes y del carácter
estrictamente cuantitativo de la «verdadera ciencia» (tradúzcase por física). Según el
otro extremo, la biología no sólo posee todos los atributos necesarios de una
auténtica ciencia, sino que además se diferencia de la física en aspectos
importantes, por lo que debe considerarse una ciencia autónoma, equiparable a la
física. Entre estos dos extremos están los que sostienen que la biología debería
tener la consideración de ciencia «provinciana», ya que carece de universalidad y
sus descubrimientos pueden reducirse, en último término, a las leyes de la física y la
química.
Según estos criterios, casi todos estarían de acuerdo en que la biología debe
considerarse una ciencia legítima, como la física y la química. Pero ¿es la biología
una ciencia provinciana, no equiparable por lo tanto a las ciencias físicas? Cuando se
introdujo por primera vez la expresión «ciencia provinciana», se utilizó como
antónimo de «universal», queriendo decir con ello que la biología estudiaba objetos
concretos y localizados, acerca de los cuales no se podían formular leyes universa-
les. Las leyes de la física, se decía, no tienen limitaciones de tiempo ni de espacio;
son tan válidas en la galaxia de Andrómeda como en la Tierra. La biología, en
cambio, era provinciana porque toda la vida que conocemos ha existido únicamente
en la Tierra y sólo durante 3 800 millones de años, de los 10'000 millones de años (o
más) transcurridos desde el Big Bang.
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Véiisé Mayr (1996)