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El Estado en el año 2050: entre la

decadencia y el esplendor

Carles Ramió
Carles Ramió
Catedrático (full professor) de Ciencia Política y
de la Administración en la Universitat Pompeu
Fabra (UPF), Barcelona. Doctor en Ciencia
Política y de la Administración por la Universitat
Autònoma de Barcelona (1994) y Licenciado en
Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad
Complutense de Madrid (1987). Es especialista en
gestión pública e instituciones públicas en España
y América Latina. Ha publicado 21 libros sobre
instituciones, dirección y gestión pública (teoría de la
organización y auditoría operativa), función pública,
partenariados público-privados y participación
ciudadana. Sus cuatro últimos libros son: La
extraña pareja: la procelosa relación entre políticos
y funcionarios (Editorial Catarata, Madrid, 2012,
segunda edición: 2015); Manual para un atribulado
profesor universitario (Editorial Catarata, Madrid,
2014); Administración pública y crisis institucional:
estrategias de reforma e innovación para España y
América Latina (Editorial Tecnos, Madrid, 2015);
y La regeneración de la función pública: estrategias
para frenar la corrupción política en España
(Editorial Catarata, 2016). También ha publicado
unos 150 artículos y capítulos de libros. Ha
publicado artículos en revistas de referencia sobre
América Latina como: Journal of the Society for
Latin American Studies, Journal of Politics in Latin
America, Journal of Urban Affairs, USA-China Law
Review, Revista del CLAD Reforma y Democracia,
así como Revista Política y Gestión Pública del
CIDE. Ha ocupado distintos cargos públicos: decano
de la Facultad de Ciencias Políticas y Gestión
Pública en la UPF, vicerrector en la UPF en tres
ocasiones, director de la Escuela de Administración
Pública de Cataluña, presidente de Ivàlua
(Consorcio de Evaluación de Políticas Públicas de
Cataluña) y vicepresidente del Centro de Estudios
Jurídicos y Formación Especializada de Cataluña.

Las comunicaciones con el autor pueden dirigirse a:


E-mail: carles.ramio@upf.edu
Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016, pp. 5-34, ISSN 1315-2378

El Estado en el año 2050: entre la


decadencia y el esplendor
El objetivo de este artículo es analizar a nivel teórico el papel que puede
jugar en el futuro, durante las próximas tres décadas, el Estado y sus
administraciones públicas. En primer lugar, se analizará el escenario
más probable de pérdida de poder e influencia del Estado en el futuro.
El Estado ha entrado en un estado de crisis que puede ser muy profundo
y peligroso. Pero al analizar, en segundo lugar, los cambios actuales y
futuros a nivel tecnológico, económico, social y político previstos para
los próximos años se dibuja un escenario sorprendente pero viable:
un posible empoderamiento y expansión del Estado en el futuro. Las
contradicciones internas del capitalismo (los cuasi monopolios de las
empresas tecnológicas y la expansión de la economía colaborativa) y las
tensiones sociales derivadas de estas discrepancias pueden procurar de
una renovada fuerza al papel y a las competencias del Estado. Se utiliza
el concepto Estado en su acepción de ser uno de los principales motores
del bienestar social (junto al mercado, el tercer sector y la familia). El
Estado como ejercicio del poder en defensa del bien común, no el Estado
en su dimensión de Estado-nación, que está en clara recesión a favor
de las instituciones locales (Gobierno de las grandes ciudades) y de las
instituciones macro regionales (asociaciones de Estados).

Palabras clave: Reforma del Estado; Tendencias en Administración


Pública; Tecnología de la Información; Cooperación Económica;
Capitalismo; Perspectivas

The State in 2050: between Decadence and Splendor

The aim of this paper is to theoretically analyze the future role of the
State and its Public Administration over the next three decades. Firstly,
it will be discussed the most likely future scenario of loss of power and
influence of the State. The State has entered in a deep state of crisis that
can be very dangerous. Secondly, taking into account the current and
future changes on a technological, economic, social and political level, it
will be drawn a surprising but feasible scenario: an empowerment and
expansion of the State in the near future. The internal contradictions of
capitalism (the existing quasi monopolies of the technology companies
and the expansion of a collaborative economy) and the social tensions
of these discrepancies may facilitate a renewed strength to the role and
competencies of the State. Nowadays, we recognize the State like one of
the main engines of social welfare (together with the market, the third
sector and the family). In this sense, we understand the State like an
authority power to defend the common good and not in its dimension of

Recibido: 01-08-2016. Aceptado: 09-09-2016.

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nation-state that it is clearly in recession in favor of local institutions


(city councils of the large cities) and supranational organizations of
regional scope (associations of States).

Key words: State Reform; Trends in Public Administration; Information


Technology; Economic Cooperation; Capitalism; Perspectives

1. La necesidad de mirar al futuro

E ste artículo trata de analizar el futuro del Estado, y hay que


reconocer que es un objetivo muy arriesgado. Hay decenas de
frases brillantes y afortunadas sobre la quimérica ambición de adivi-
nar lo venidero, aunque sea con una orientación y base académicas.
La frase que se considera más venturosa es la del Premio Nobel de
Física Niels Bohr, quien afirmó: “predecir es muy difícil. Sobre todo
el futuro”. Puede considerarse una evidencia empírica que el mundo
está experimentando ahora un gran cambio, rápido y profundo. Las
grandes piezas conceptuales que rigen nuestras vidas se están agitan-
do con rapidez en un intento de recolocarse de forma equilibrada: la
tecnología, la economía, la sociedad, la política y el Estado. Son como
grandes placas tectónicas que se están moviendo de forma acelerada,
chocan entre ellas y ponen en duda la posición de los actores que se
asientan sobre las mismas: las empresas, los movimientos sociales,
los partidos políticos y las administraciones públicas.
El objeto más concreto de este ensayo es reflexionar y analizar
cómo puede ser el Estado (y la administración pública) a largo plazo,
por ejemplo a 35 años vista y llegar al año arbitrario pero “redondo”
de 2050. Plantear el futuro del sistema público a tres décadas y me-
dia vista implica intentar hacer un ejercicio de prospectiva que es
temerario pero necesario. El problema estructural de las administra-
ciones públicas de todo el mundo es una absoluta falta de identidad
estratégica. Ni cuando se plantean reformas se observa mucho más
allá del presente y solo se diagnostican los problemas de un pasado
inmediato y todas las medidas prescriptivas que se proponen, en el
marco o no de una reforma administrativa, son a muy corto plazo.
Los políticos, los funcionarios y los estudiosos de la administración
pública son conscientes que conducen un artefacto tan complicado
que, o bien lo mantienen parado por temor a no saberlo liderar o
bien lo conducen de forma lenta, con las luces cortas y obsesiona-
dos en observar excesivamente al retrovisor. A casi nadie se le ha
ocurrido poner las luces largas por temor a deslumbrar e inquietar
a los susceptibles artefactos móviles implicados (partidos políticos,
funcionarios, sindicatos, empresarios, movimientos sociales, etc.).

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Plantearse a Plantearse a nivel teórico cómo debería ser el Estado y la admi-


nivel teórico
cómo debería nistración pública a largo plazo es un mecanismo imprescindible
ser el Estado y para tomar las decisiones del presente con una cierta orientación
la administra-
ción pública a estratégica, y no solo como una forma de salir del paso de problemas
largo plazo es coyunturales del presente. Realizar análisis de prospectiva es más
imprescindi-
ble para tomar necesario de lo que parece para la toma de decisiones públicas del
las decisiones día a día. Todos sabemos, por ejemplo, que una política pública en
del presente
con una cierta el ámbito de la energía tiene siempre una orientación a largo plazo,
orientación a veinte o a treinta o más años vista. Pues, sucede exactamente lo
estratégica, y
no solo como mismo con las políticas de carácter institucional y organizativas, que
una forma de son aquellas que deben perfilar cómo deben ser los aparatos públicos
salir del paso
de problemas que diseñarán, decidirán e implementarán las políticas públicas y
coyunturales.
los sistemas de gestión del futuro.
El Estado y sus administraciones públicas son una variable de-
pendiente de otras que van a marcar el camino de su devenir, de su
esplendor o de su decadencia, e incluso de su hipotética desaparición.
El artículo parte de la hipótesis de que se está produciendo una con-
catenación de circunstancias que están generando unos cambios muy
profundos en el mundo. El primer elemento crítico es que estamos
viviendo unos acentuados cambios tecnológicos como preludio de una
gran revolución tecnológica y científica. Esta revolución abarca un
amplio espectro que oscila desde la biomedicina y la nanotecnología
hasta los cambios productivos derivados de las impresoras 3D. Pero,
a nuestro entender, la revolución tecnológica que tiene y tendrá más
impacto es la que se deriva de los nuevos bienes informacionales. La
tecnología de la información está transformando de manera radical
la economía y la sociedad. E incidirá en el futuro en el diseño y com-
portamiento de la política y de las instituciones públicas.
El segundo elemento crítico reside en la economía. El sistema
económico capitalista es un gran superviviente con una increíble
capacidad de adaptación. Los cambios tecnológicos y las opciones
ideológicas alternativas que han ido surgiendo con el tiempo han sido
un acicate para la renovación y reforzamiento del modelo capitalista.
Pero la revolución derivada de las tecnologías de la información im-
plica un cambio de tal envergadura en innovación económica y social
que no es evidente que el modelo capitalista lo pueda absorber con
garantías. Algunos autores como Mason (2016) se atreven a formular,
con una gran fortaleza argumental, un nuevo futuro de la mano de
lo que denomina postcapitalismo. Las tecnologías de la información
rompen varios axiomas de la economía clásica: la información, que

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Se está es el principal recurso (el petróleo de nuestro futuro más inmediato),


produciendo
una conca- no es escasa sino infinita. Se quiebra el principio de la oferta y la de-
tenación de manda cuando resulta que un mismo actor es productor y consumidor
circunstancias
que están ge- de los bienes informacionales a los que es muy difícil, o imposible,
nerando unos poner un precio. La economía clásica se basa en que los recursos
cambios muy
profundos son escasos, en que hay una oferta y una demanda que permiten
en el mundo. fijar unos precios. Todo esto ya no existe en el mercado virtual de la
información (Morozov, 2011).
El tercer elemento crítico es la sociedad: los ciudadanos, en un
sentido colectivo, se encuentran ante un nuevo escenario dominado
por dos vectores: por una parte, los ciudadanos se relacionan de forma
distinta en un mundo virtual (redes sociales) que estimula una lógica
colaborativa muy gratificante, que está fuera de las lógicas clásicas
del mercado que oscilan entre una nueva economía colaborativa
y unos asfixiantes cuasi monopolios de las empresas tecnológicas
(Keen, 2016). Por otra parte, la sociedad está muy inquieta ante un
cambio tan radical como profundo. Vive con una sensación angus-
tiosa de absoluta incertidumbre (laboral, económica, de seguridad
ciudadana, etc.). Las sociedades de los países desarrollados tienen
miedo, muchísimo temor.
En cuarto lugar está la política. La política consiste en buscar la
satisfacción de los intereses de los ciudadanos, con objetivos egoístas,
sectoriales y parciales, articulando un bien común y un interés general
que satisfaga a la mayoría. Esta tarea siempre ha sido técnicamente
difícil, pero ahora es casi una quimera cuando la política (y sus prin-
cipales actores como los partidos y los líderes políticos) tiene poco
poder ante unas poderosas multinacionales y una escasa capacidad
de conducción social, cuando los ciudadanos se nutren de tan diversas,
rápidas e independientes fuentes de información (Mair, 2015). Los
crispados ciudadanos les exigen soluciones a problemas más complejos
que nunca, precisamente en el momento en que la política posee los
instrumentos más precarios. Esta tensión es insoportable y la única
solución política posible es recurrir al relato mágico del populismo y
de la demagogia. Durante los próximos años vamos a vivir un gran
período de esplendor de las formaciones y de los líderes políticos
demagogos y chamánicos (Lapuente, 2015).
En quinto lugar, aparece el Estado, que siempre ha convivido
con la crisis pero que ahora vive en un “estado de crisis” (Bauman y
Bordoni, 2016). El Estado como regulador de la actividad económica
y social, el Estado como motor proveedor de bienestar y el Estado
como suministrador de seguridad vive en un estado de crisis. Por una

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La crisis del parte, la economía capitalista ha llegado a un punto de sofisticación


Estado con-
temporáneo se de la mano de la globalización (por cierto, una dinámica estimulada
explica tanto por los propios Estados) y por la falta de regulación pública (tam-
por elementos
exógenos como bién propiciada por los propios Estados), que ahora es muy difícil de
por elementos controlar estatalmente (Trías de Bes, 2013). Las grandes multinacio-
endógenos
que guardan nales, algunas de ellas derivadas de la revolución de las tecnologías
relación con
una crisis in- de la información, juegan a lógicas monopolísticas, de oligopolio o de
terna siempre cártel que escapan totalmente de las manos de unos Estados que se
latente y que
ahora, com- han quedado pequeños y obsoletos (Stiglitz y Greenwald, 2016). Por
binada con otra parte, la revolución tecnológica de la información ha generado
los elementos
exógenos, ha una sociedad colaborativa, con más capacidad crítica y empoderada
alcanzado para autosatisfacerse tanto de información como de determinados
una enorme
importancia y servicios que ya no pasan por los canales del Estado. Los Estados van
capacidad de
fuerza auto- perdiendo el monopolio de la información pública y política. Además,
destructiva. la sociedad, gracias a la tecnología, está generando un nuevo tipo de
economía, la economía colaborativa, que desconcierta (fiscalmente,
pero también a nivel material) a los Estados. Finalmente, los Estados
se ven cada vez más incapacitados para garantizar la seguridad de
sus ciudadanos. No les pueden ofrecer la seguridad de un empleo o
de un empleo digno, no pueden ofrecer a los ciudadanos los mismos
subsidios (por desempleo, etc.) y servicios (educativos, sanitarios y
sociales) que antes, por un elevado déficit público derivado de un
déficit fiscal. Ni tan siquiera los Estados, que poseen el monopolio de
la violencia, pueden garantizar la seguridad física de los ciudadanos.
Las nuevas metodologías del terrorismo yihadista han hecho muy
vulnerables las fuerzas públicas de seguridad. Los ciudadanos miran
desconcertados a estos Estados en su estado actual de impotencia y
se muestran muy críticos con ellos.

2. La crisis del Estado del presente que se proyecta


hacia el futuro
El Estado está en crisis por el estado de crisis general que afecta
tanto a la economía, a la política como a la sociedad. Para analizar
la crisis actual del Estado hay que saber diferenciar los elementos
de crisis exógenos de los elementos de crisis endógenos. Es decir, la
crisis del Estado contemporáneo se explica con la misma intensidad
tanto por elementos exógenos: cambios económicos, políticos y sociales
que laminan la fuerza del Estado, como por elementos endógenos que
guardan relación con una crisis interna siempre latente y que ahora,

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combinada con los elementos exógenos, ha alcanzado una enorme


importancia y capacidad de fuerza autodestructiva.
Por otra parte, analizar la crisis del Estado también guarda
relación con la crisis de la administración pública, ya que esta es
el ingrediente básico del Estado. Y la crisis del Estado también
está vinculada con la crisis de los Estados-nación. Los Estados han
tenido históricamente una vinculación con los países y esto genera
ahora muchas distorsiones en nuestra capacidad de análisis. Hay
que resaltar, a nivel conceptual, que el Estado va mucho más allá
que el modelo implantado hasta ahora de Estado-nación. El Estado,
en esta acepción más amplia, hace referencia a las estructuras de
poder y de carácter administrativo de naturaleza pública que están
bajo la dirección y control del poder político y de sus gobiernos. Es el
concepto de Estado en relación con el mercado y con la sociedad civil.
Y desde esta óptica, el Estado no agrupa solo a los Estados-nación
sino también al poder local y al Gobierno de las ciudades, al poder
regional, al poder macro regional (por ejemplo, la Unión Europea),
a los gobiernos multilaterales e incluso a un potencial, anhelado por
algunos pero difícil de lograr, Gobierno mundial (Barber, 2015).
La pérdida de la capacidad de influencia del Estado sobre la eco-
nomía es evidente: el poder real ya no reside en los Estados, sino en
los poderes económicos. En la actualidad, el Estado se ha visto expro-
piado de una parte considerable (y creciente) de su antaño genuino o
presunto poder para hacer las cosas, del que se han apropiado fuerzas
supraestatales globales que operan en un “espacio de flujos” (Castells,
2005) fuera de todo control político, mientras que el alcance efectivo
de las agencias y organismos públicos existentes no ha logrado ir más
allá de las fronteras estatales. “Esto significa, lisa y llanamente, que
las finanzas, los capitales de inversión, los mercados laborales y la
circulación de mercancías están fuera de las atribuciones y del alcance
de las únicas agencias públicas ahora disponibles para encargarse de
la labor de la supervisión y la regulación” (Bauman y Bordoni, 2016:
23). El poder y la política viven y se mueven separados el uno de la
otra, y su divorcio definitivo nos aguarda en la puerta de la esquina
(Bauman y Bordoni, 2016). El poder está en el mercado y la política
ha perdido todo su poder, su fuerza y su mordiente. La debilidad de la
política supone la debilidad del Estado, ya que representa su máximo
ingrediente. La crisis de poder de la política ha generado una crisis
en los partidos políticos que ponen en duda no solo la viabilidad del
Estado, sino también de la democracia (Mair, 2015).

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La gobernanza El Estado, en esta deriva hacia la marginalidad, solo ha encon-


reactiva es
una gran trado dos salidas provisionales para sobrevivir, que residen, por
impostura una parte, en la asunción del concepto de gobernanza y, por otra
y una forma
de hacer de parte, en optar por la delegación, la tecnocracia y la despolitización.
la realidad Recordemos que el reto más profundo que está afrontando y afron-
virtud. Es un
modelo que, tará el Estado en un futuro es el divorcio entre poder y política. El
mal implanta- poder está en el mercado (y, de manera marginal e incipiente, en
do, supone la
asunción de la la sociedad), y la política de los partidos políticos y de los partidos
antipolítica. en el Gobierno no posee una gran capacidad de decisión, influen-
cia y control. El primer mecanismo provisional que ha ingeniado
el Estado para sobrevivir es incorporar en su acervo el concepto
de gobernanza, pero desde un plano netamente reactivo. Como la
política institucionalizada y el Estado están perdiendo poder ante
los actores del ámbito económico y social, se decide incluir a estos
dos grupos de actores en las funciones de Gobierno. El lema es que
ahora entre todos lo haremos todo en la defensa del bien común y del
interés general. Pero la gobernanza reactiva es una gran impostura
y una forma de hacer de la realidad virtud. Es un modelo que, mal
implantado, supone la asunción de la antipolítica, que garantiza
la continuación del juego político entre partidos, pero la vacía de
significación social, ya que el ciudadano se ve obligado a cuidar de
su propio bienestar: “El Estado dirige y controla a sus súbditos sin
responsabilizarse de ellos” (Balidar, 2013), implementando una
especie de gobernanza neoliberal que resulta ser una técnica de
Gobierno indirecto, que puede ser bastante eficaz pero escasamente
democrática (Bauman y Bordoni, 2016: 29). La gobernanza reactiva
es un ejercicio de impotencia estatal y un subterfugio para hacer
creer que el Estado todavía mantiene algo de poder en sus relacio-
nes de equilibrio con el mercado y con la sociedad. Pero implantar
un modelo de gobernanza cuando la política ha perdido la mayor
parte de su poder implica “gobernar en el vacío” (Mair, 2015), ya
que realmente quienes gobiernan son las fuerzas del mercado y, de
manera marginal, algunos lobbies sociales que representan de forma
limitadísima los intereses de la sociedad. Es un modelo que implica
que la defensa del bien común y del interés general está en manos
de actores privados que deciden e implementan las partituras en
función de sus propios intereses, bajo la impotente batuta de un
poder político e institucional que formalmente ejerce de director,
pero al que nadie hace caso. En definitiva, la gobernanza sustituye
al Estado en lo tocante a la política (Bauman y Bordoni, 2016: 26).

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Y todo esto no quiere decir, en absoluto, que no tenga sentido un


futuro modelo de gobernanza, pero si esta es proactiva. En efecto,
la enormidad y complejidad de los retos que debe afrontar el Estado
moderno hace aconsejable que lo realice en colaboración con las fuer-
zas del mercado y de la sociedad civil, pero con su cooperación y no
con su predominio. Pero, para alcanzar esta gobernanza proactiva,
el Estado debería recomponer e incrementar sus fuerzas para poder
ejercer en este modelo el rol de metagobernador, que ahora ni puede
y ni parece que anhela.
El otro mecanismo del que se ha dotado el Estado para sobrevivir
de forma agónica es tecnocratizar buena parte de sus funciones y
alejarlas del poder y del control político. Ya que el poder real no está
ni en los partidos políticos ni en el Gobierno, la idea es renunciar a
la legitimidad democrática del Estado, que ahora ya no es una fuente
de legitimidad sino una rémora, y buscar, en cambio, refugio en la
legitimidad tecnocrática. Con frecuencia, la política pública ya no es
decidida ni controlada por los partidos políticos. Por el contrario, con el
auge del Estado regulador y de la Nueva Gestión Pública, hay cada vez
más decisiones en manos de órganos no partidistas que operan con in-
dependencia de los líderes políticos (Majone, 1994). Ante las crecientes
limitaciones del entorno en un contexto transnacional, inevitablemente
se tiende a la delegación y a la despolitización (Thatcher y Stone, 2003).
“El cambio es todavía más pronunciado cuando las modalidades de la
Nueva Gestión Pública se importan desde las organizaciones privadas
al sector público. Aquí las formas de rendición de cuentas no solo no
incluyen el canal electoral sino que también prevalecen sobre criterios
implícitos del sector público como tal, pues están regidas por valores
de coste-eficiencia, procedimiento justo y rendimiento” (Mair, 2015:
30-31). Los gobiernos son cada vez menos políticos y son gobiernos por
inercia o gobiernos de carácter administrativo (Lindvall y Rochstein,
2006: 61). “El liberalismo dominante sugiere que los gobiernos ya no son
capaces de gestionar eficazmente la economía con vistas a redistribuir
los recursos o responder a las necesidades colectivas, y esta incapacidad
ha alterado de manera fundamental el discurso político fundamental.
El dilema de la planificación frente al mercado se ha resuelto a favor
del mercado” (Scharpf, 1999: 32).
Por otra parte, la sociedad, por la vía de las tecnologías de la in-
formación en red, se ha empoderado y ya no se siente oprimida ante
la incapacidad del Estado de monopolizar el discurso público a nivel
político y social. Ahora la sociedad tiene la capacidad de proveerse,

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La actual gracias a las tecnologías de la información en red, de sus propios


crisis del
Estado, que discursos y la capacidad autónoma de movilización. La sociedad ha
deriva de la impulsado discursos alternativos de carácter apolítico (fuera de la
pérdida de
poder de la lógica de los partidos políticos) y observa con desapego y desconfian-
política ante la za la política institucionalizada (de carácter estatal). La sociedad se
economía y la
sociedad, pone siente muy presionada y extorsionada por el poder económico y, ante
en riesgo el la impotencia del poder político institucionalizado, busca sus propias
propio sistema
democrático. alternativas para lograr sobrevivir, sean estas por la vía de una parte
de la economía colaborativa o por la economía social estimulada por
los movimientos sociales. El Estado y sus administraciones públicas
se están ubicando en una posición marginal que posee las siguientes
características:
- El Estado se va convirtiendo en un mero mostrador que propor-
ciona servicios bajo demanda a los ciudadanos, sin posibilidad alguna
de decisión ni de control.
- El Estado se aferra a la única oportunidad que le brinda el poder
económico para mantener un cierto nivel de funciones que justifique
su existencia, y el único elemento que le da hoy vida y sustento es la
adopción de una política neoliberal.
- El neoliberalismo permite la libertad de movimiento, pero delega
en sectores privados la mayoría de sus responsabilidades que eran
originariamente del Estado (Bauman y Bordoni, 2016: 48).
- El neoliberalismo somete las funciones sociales del Estado al
cálculo económico; una práctica inusual que ha introducido en los
servicios públicos criterios de viabilidad, como si fueran empresas
privadas. Estos criterios regulan ahora los ámbitos de la educación,
la sanidad, la protección social, el empleo, la investigación científica,
el servicio público y la seguridad conforme a un perfil económico. El
neoliberalismo, por tanto, elimina la responsabilidad del Estado, le
hace renunciar a sus prerrogativas tradicionales de conformidad con
tal perfil económico (Bauman y Bordoni, 2016: 30).
- La escisión irreparable entre lo local y lo global genera un efecto
paralizante sobre el Estado que lo reduce a labores de administra-
ción rutinaria, incapaz de afrontar los problemas que el poder global
impone con una frecuencia cada vez mayor.
Hay que hacer notar que la actual crisis del Estado, que deriva de
la pérdida de poder de la política ante la economía y la sociedad, pone
en riesgo el propio sistema democrático. El Estado podría sobrevivir de
manera agónica con estas recientes adaptaciones a la nueva realidad
económica y social. Lo podría hacer bajo el principio de legalidad pero

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El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

no lo lograría de una forma democrática, ya que podría garantizar un


Gobierno efectivo de carácter tecnocrático y abierto al mercado y a
la sociedad, pero alejado de un apoyo y control de carácter electoral.
Fukuyama (2015) afirma que una democracia moderna posee tres
ingredientes básicos: Estado, principio de legalidad y Gobierno res-
ponsable y efectivo. El modelo que lograría dibujarse de cara al futuro
podría ser un entramado institucional con principio de legalidad, un
Estado tecnocrático y abierto relativamente débil, y, finalmente, un
Gobierno efectivo pero no responsable a nivel político. Un sistema
formalmente democrático, pero sin democracia real (Mair, 2015).
Pero la crisis del Estado, o de su potencial resurgimiento o resu-
rrección, no se explica solo por las múltiples variables exógenas, sino
también por variables de carácter endógeno. En este sentido, hay dos
lecciones muy relevantes que se pueden extraer de la fabulosa y reciente
obra de Fukuyama (2015 y 2016) sobre los orígenes y la decadencia del
orden político en relación con la crisis del Estado: por una parte, que la
calidad de un Estado depende de si su modelo de administración pú-
blica moderna y meritocrática se ha impulsado antes o después que su
proceso de democratización, y esto es determinante a la hora de lograr
un Gobierno más o menos responsable. Por otra parte, que el Estado
puede entrar en un período de crisis y decadencia, como cualquier otra
institución, si es incapaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes.
El elemento crítico en el surgimiento de un Estado moderno reside
en su capacidad o no de edificar un Gobierno competente, que es de
lo que carecen los Estados frágiles o fallidos. La clave de ello reside
en si se ha establecido o no una administración pública de carácter
meritocrático. “La sociabilidad humana natural se basa en la selección
por parentesco y el altruismo recíproco; es decir, la preferencia por la
familia y los amigos. Mientras los órdenes políticos modernos tratan
de promover un Gobierno impersonal, las élites de la mayoría de las
sociedades tienden a recurrir a redes de familiares y amigos (Fukuyama,
2016: 43). Y para lograr un Estado robusto de carácter impersonal es
concluyente si su construcción ha sido anterior o posterior a la instau-
ración de un sistema democrático. Por ejemplo, en Prusia se construyó
antes un Estado impersonal, un proceso que demoró casi dos siglos, que
un sistema democrático. Este orden, para Fukuyama, es determinante,
ya que la política clientelista no se ha dado nunca en Alemania. Como
contraejemplos, Fukuyama explica los casos de Grecia e Italia, que no
fueron capaces de desarrollar administraciones modernas antes de
convertirse en democracias electorales. En ambos países, los gobiernos

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se convirtieron en fuentes de patrocinio y, posteriormente, de clien-


telismo descarado a medida que los sistemas se democratizaron y
pasaban a la participación política masiva (Fukuyama, 2016: 173).
El resultado está a la vista en esos países: una incapacidad crónica
para controlar el empleo público, un clientelismo extendido, así como
una desconfianza social con la administración pública a la que se une
una mala calidad de la administración. La segunda gran lección de
este reciente estudio de Fukuyama es que el Estado puede entrar
en un período de crisis y decadencia. Es fundamental, por tanto, la
adaptación al cambio: la flexibilidad institucional y de los actores.
La inadaptación al cambio institucional se muestra, por ejemplo, en
el papel de las élites o de los actores políticos que impiden esa adap-
tación. Algunos actores internos (como los partidos, los sindicatos
y las corporaciones de empleados públicos) “repatrimonializan” el
Estado (Jiménez Asensio, 2016). Este proceso de captación por parte
de las élites o de los de dentro es una enfermedad que afecta a todas
las instituciones modernas. A nuestro entender esto es lo que está
sucediendo actualmente y puede acontecer durante las próximas
décadas en la mayoría de los Estados de los países desarrollados.
Es obvio que los cambios tecnológicos y las transformaciones eco-
nómicas, políticas y sociales (variables exógenas) que ponen en duda
y en peligro la posición del Estado deberían ser un aliciente y un
catalizador para que este reaccionara y se reubicara. Pero, hasta el
momento, el Estado no posee capacidad de reacción por culpa de sus
problemas endógenos, que hacen que sea cada vez más rígido e im-
permeable al cambio, y su diseño sea más complejo y más anticuado.
La hipótesis es que los Estados contemporáneos están actualmente
en una situación de inamovilidad por los siguientes factores:
- Existe una ley natural de conservación de las instituciones, que
se manifiesta de modo diáfano cuando la necesidad objetiva obliga a
su adaptación y los hombres (animales conservadores por naturaleza)
se resisten frenéticamente al cambio (Fukuyama, 2015).
- La actual gran crisis política y de los partidos políticos ha ge-
nerado que estos sean muy vulnerables. Estos partidos, en vez de
defender su espacio de influencia política, se han replegado y enquis-
tado en el seno de las instituciones del Estado. El resultado es una
funcionarización de la política y un reverdecimiento del clientelismo
en los aparatos estatales.
- El modelo burocrático, que aparentemente aportaba objetividad
e imparcialidad, ha generado, con el tiempo, gérmenes nocivos de
carácter corporativo en determinados grupos de empleados públicos.

17 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

- La crisis del mercado laboral ha ampliado de forma rotunda la


periferia de este mercado con la precarización, salarios muy bajos
y condiciones laborales extremas. El centro laboral, cada vez más
escaso, que implica salarios dignos y estabilidad, lo han ocupado las
administraciones públicas. La administración pública representa el
último espacio de confort laboral para aquellos empleados sin una
gran cualificación (administrativos, subalternos, oficios, sector del
transporte de viajeros, etc.). Es lógico que la sociedad, por la vía de los
sindicatos y de grupos organizados de empleados públicos, defiendan
con uñas y dientes los últimos paraísos laborales que han sobrevivido,
hasta el momento, a la injusta revolución laboral.
- El modelo de agencias independientes y profesionalizadas ha
generado en el sector público un conjunto de comunidades episté-
micas (Ramió, 2008) que aportan un alto valor añadido de carácter
profesional, pero con enormes déficits políticos dada su propensión
a una lógica de carácter neocorporativa.
- La gobernanza supone la guinda a este pastel de lógicas cliente-
lares, corporativas y neocorporativas en que se han ido convirtiendo
los Estados modernos. La gobernanza ha tejido una tela de araña
inmensa de relaciones e intercambios entre los aparatos estatales y
un conjunto de organizaciones privadas con ánimo y sin ánimo de
lucro, además de asociaciones y movimientos sociales. Ahora, las re-
sistencias al cambio ya no son solo internas sino también externas por
esta red de intereses e intercambios entre unas élites transversales
que, muchas veces, han seguido una lógica claramente extractiva y
de “repatrimonialización” del sector público.

3. Los indicios tecnológicos, económicos y sociales para


generar un Estado fuerte
La tecnología transformará el modelo económico
La revolución tecnológica que genera un mercado y una economía
de la información no es compatible con el sistema capitalista. Los
elementos que hacen distinta la actual revolución tecnológica de
las anteriores con las que tuvo que enfrentarse el capitalismo son:
primero, hasta que no llegamos a disfrutar de los nuevos bienes in-
formacionales compartibles, la ley fundamental de la economía era
que todo era escaso (Mason, 2016: 169). La existencia de una oferta
y una demanda presupone una escasez. Ahora, sin embargo, ciertos
bienes (como la información) no son escasos, sino eternamente abun-
dantes, por lo que la oferta y la demanda pasan a ser irrelevantes.

18 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


Carles Ramió

Las tecnolo- La tecnología de la información está corroyendo el funcionamiento


gías de la
información normal del mecanismo de la formación de precios. Segundo, los tra-
están alteran- dicionales factores de producción (la tierra, el trabajo y el capital)
do otro de los
cimientos de están pasando a ser secundarios ante la información. Esta consta-
la economía tación visionaria de Drucker (1993), antes de que surgiera Internet,
del merca-
do (la libre es ahora absolutamente evidente. Tercero, la economía de la infor-
competencia) mación alienta como ninguna el surgimiento de una economía que
y del Estado
(problemas se basa en los monopolios. Un monopolio ya no es ahora una táctica
en políticas inteligente para maximizar beneficios, sino que es el único modo de
regulativas
para fomentar mantener un sector de negocio (Mason, 2016: 169). Las marcas se-
la competen- ñeras del ámbito de la infotecnología necesitan un dominio total de
cia). Por otra
parte, han cada uno de sus mercados: Google necesita ser la única compañía en
abierto ámbi- el terreno de los buscadores, lo mismo sucede con Facebook, Twitter
tos de la vida
económica a
o iTunes. Las tecnologías de la información también están alterando
la posibilidad gravemente otro de los cimientos de la economía del mercado (la libre
de la colabo-
ración y la
competencia) y del Estado (problemas en políticas regulativas para
producción, fomentar la competencia y defender el derecho de los consumidores).
más allá del
mercado.
Por otra parte, la tecnología en red ha abierto nuevos ámbitos
enteros de la vida económica a la posibilidad de la colaboración y la
producción, más allá del mercado. El auge espontáneo de la economía
colaborativa implica que aparecen bienes, servicios y organizacio-
nes que ya no responden a los dictados del mercado y la jerarquía
directiva.
En definitiva, la revolución de la tecnología de la información ha
robado a las fuerzas del mercado su histórica capacidad para crear
dinamismo. Una economía de la información que probablemente no
es compatible con una economía de mercado, o, cuando menos, con
una economía dominada y regulada primordialmente por las fuerzas
de mercado (Mason, 2016: 57; Morozov, 2011).

El surgimiento de una nueva clase social


A partir de los años 70, las élites económicas impulsaron un proceso de
restauración del capitalismo anterior a la Segunda Guerra Mundial.
El Estado fue perdiendo el papel que tuvo entre 1945 y 1973 de me-
diador de los conflictos de clase, protegiendo la propiedad privada y,
al mismo tiempo, generando procesos de desmercantilización parcial
de la fuerza de trabajo, tanto mediante servicios como la sanidad y la
educación como a través de las legislaciones laborales que incluían
la negociación colectiva. Además, en los años ochenta se produjo
una derrota sindical global, privando de uno de los instrumentos de
intervención colectiva. Ahora es difícil asignar la idea y el concepto

19 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

de clase dominante, ya que esta, si existe, está muy desestructurada


y no posee un alineamiento claro de intereses. El poder está ahora
muy concentrado en la infoeconomía, pero este nuevo poder económico
no posee ningún interés claro en el escenario político. Por ejemplo, el
creador de Facebook, Zuckerberg, epítome de este dominio, no parece
muy interesado por la política en el sentido marxista de dominación.
Pero estas reflexiones no contribuyen mucho a identificar el nuevo
arquetipo social de la nueva economía de la información o incluso
del postcapitalismo. Para ello, hay que analizar un texto clásico de
Drucker (1993), que posee una enorme clarividencia prospectiva.
Para Drucker, el papel que para los marxistas debería haber ocupa-
do el proletariado lo ocupará “la persona culta universal”. Drucker
imaginó que este nuevo tipo de persona surgiría de la fusión de las
clases gerenciales (su tema de estudio) con los intelectuales de la
sociedad occidental, pues combinaría la capacidad de aplicación del
conocimiento, característica del gestor, con la capacidad de tratar
con conceptos puros, propio del intelectual. Mason (2016: 162) define
a este nuevo arquetipo como los “tecnoburgueses”. Este nuevo tipo
de persona y actor social sería (y es ya) alguien capaz de recoger
los productos de investigación experta en campos muy concretos y
emplearlos de forma más amplia: por ejemplo, aplicando la teoría
del caos a la economía, la genética a la arqueología, o la minería de
datos a la historia social. Estos tecnoburgueses se caracterizan por ir
vestidos de manera informal, por ser muy liberales en los estándares
sociales, comprometidos con la ecología y la filantropía y, en especial,
por utilizar en su trabajo y en su vida personal las tecnologías de la
información: a vivir interconectados. Son el grupo que los sociólogos
denominan “individuos en red”, expertos en bajar conocimientos de
un sistema relativamente abierto y global. Se comportan también
conforme a esquemas de redes: tanto en el trabajo como en el con-
sumo, en sus relaciones o en lo referente a la cultura. Y ya no están
confinados en ningún nicho demográfico ultratecnológico. Cualquier
abogado o administrativo o camarero puede convertirse, si lo desea, en
un “ciudadano culto universal”, siempre y cuando tenga la suficiente
formación básica (cada vez más asequible) y un teléfono inteligente
(ahora muy asequible). Ya van siendo una clase dominante a nivel
laboral y social, pero todavía no a nivel político, ya que no muestran
interés alguno en derrocar ni al viejo capitalismo ni a la vieja política.
Lo normal es que en un futuro no muy lejano estas personas cultas
universales sean muy numerosas y tengan intereses opuestos a las

20 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


Carles Ramió

Los ciudada- grandes empresas e instituciones públicas jerárquicas que dominaron


nos cultos
universales el siglo XX. La hipótesis es que esta clase social emergente tendría que
poseen una luchar (Mason, 2016: 163), como en su momento hizo la burguesía,
característica
esencial en la por el afianzamiento del nuevo modelo económico y social que ellos
sociedad de la representan. Tendrían que ser los portadores de las nuevas relaciones
información:
son a la vez sociales dentro de las viejas, superándolas y desplazándolas.
productores Los ciudadanos cultos universales poseen una característica
y consumido-
res. Esta es la esencial en la sociedad de la información: son a la vez productores
gran novedad y consumidores. Esta es la gran novedad que genera una economía
que genera
una economía colaborativa en auge, que cambia la concepción de los precios, de
colaborativa la propiedad y del valor del trabajo. Las redes sociales o Wikipedia
en auge, que
cambia la serían un buen ejemplo: los ciudadanos cultos universales consumen
concepción de
los precios, de
la información que ellos mismos, como comunidad, generan.
la propiedad
y del valor
del trabajo. 4. Todos reclaman más Estado (aunque no lo deseen o
no lo sepan)
Las imperfecciones de la economía tecnológica llaman a la
intervención pública
Un autor que conoce muy bien los entresijos de las empresas que do-
minan el mercado de Internet, Keen (2016), nos alerta de una nueva
clase empresarial disruptiva que posee una extraña fascinación por el
fracaso, aunque es una impostura ya que todo lo mide estrictamente
por el éxito económico. Unas nuevas empresas y líderes empresariales
que bajo el discurso de la innovación esconden el lado más oscuro del
capitalismo. Consideran que la regulación pública y las reglas del
juego institucionales son disfuncionales en la economía de la red ya
que desalientan la innovación y, con ello, moldean un capitalismo
sin reglas del tipo salvaje oeste. Un nuevo capitalismo, por cierto,
nada innovador ya que es calcado del capitalismo más agresivo que
suele surgir en momentos de grandes transformaciones tecnológicas.
Saltarse las reglas fiscales, las reglas laborales, las reglas de la libre
competencia, operar con una ausencia absoluta de parámetros éticos
y, finalmente, lograr unos beneficios obscenos es un deseo y una rea-
lidad muy vieja y rancia en el modelo capitalista. No es precisamente
innovación ni cultura del aprendizaje. Un análisis lúcido, complejo
y reciente es el que ofrecen los economistas Stiglitz y Greenwald
en su libro La creación de una sociedad del aprendizaje (2016). Su
hipótesis de partida es que los avances sociales se han producido y
se producirán gracias al progreso tecnológico. Pero estos avances
tecnológicos, canalizados por la economía capitalista, para que se

21 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

El gran tema traduzcan en mayor bienestar requieren siempre de instituciones


de debate es la
propensión a públicas solventes (Acemoglu y Robinson, 2014) y de activas políticas
que las nuevas gubernamentales (Stiglitz y Greenwald, 2016: 39). La tesis es clásica y
empresas
vinculadas a la escasamente novedosa: la tecnología y la capacidad de aprendizaje son
nueva econo- los catalizadores del desarrollo; el mercado, su motor multiplicador
mía de la infor-
mación tengan pero con muchas imperfecciones, y los poderes públicos (el Estado),
tendencias mediante su contribución, son los que logran conectar el desarrollo
claras a operar
como “cuasi tecnológico y económico con el bienestar social. ¿Se ha quebrado esta
monopolios”. lógica clásica con la nueva economía de la información? Parece que
en absoluto, sino que la refrenda. “No existe la presunción de que los
mercados sean eficientes en la producción y diseminación del cono-
cimiento y el aprendizaje. Muy al contrario, existe la presunción de
que los mercados no son eficientes” (Stiglitz y Greenwald, 2016: 46).
El gran tema de debate es la propensión a que las nuevas empresas
vinculadas a la nueva economía de la información tengan tendencias
claras a operar como “cuasi monopolios” (Keen, 2016: 307). Mason
(2016: 168) sostiene que, en el infocapitalismo, “un monopolio no es
solo una táctica inteligente más con qué maximizar los beneficios:
es el único modo de mantener un sector de negocio”. Schumpeter era
optimista con respecto a los monopolios, ya que pensaba que serían
solo temporales y que, además, la competencia por ser la empresa do-
minante impulsaba la innovación. Pero Stiglitz y Greenwald (2016: 29)
consideran que los monopolios pueden ser mucho más persistentes y
mucho menos efectivos a la hora de estimular la innovación.
El error de base es olvidar que el conocimiento es un bien público
y que los mercados son ineficientes en la producción y distribución de
bienes públicos. En el ámbito de la economía de la información, no es
que esta tenga que estar solo en manos del mercado si se desea alentar
la innovación, sino que es precisamente lo contrario: se requiere más
regulación e intervención que incluso en otros sectores si se quiere
lograr una auténtica innovación social. Stiglitz y Greenwald (2016:
476) demuestran que existen intervenciones gubernamentales capaces
de mejorar el bienestar y la innovación. La conclusión tampoco es nada
nueva: “No se trata de una decisión de los mercados o del gobierno,
sino de diseñar un sistema económico en el que ambos interactúen de
manera constructiva. Los mercados no existen en el vacío. Los gobier-
nos ponen las reglas del juego, y la forma como se escriben esas reglas
es uno de los elementos clave para que se cree o no una economía del
aprendizaje y una sociedad del aprendizaje (…). El Gobierno puede
brindar oportunidades a la educación que aumenten la capacidad y
el deseo de aprender de los individuos. O suministrar un sistema de

22 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


Carles Ramió

La economía protección social que otorgue a las personas la seguridad necesaria


de la infor-
mación no para afrontar riesgos sociales con nuevos proyectos. O apoyar la in-
requiere para vestigación básica, la cual apuntala los avances más importantes en
su avance en
innovación y la tecnología” (Stiglitz y Greenwald, 2016: 477). En resumen: la eco-
aprendizaje nomía de la información no requiere para su avance en innovación y
social menos
Estado, sino aprendizaje social menos Estado, sino precisamente más Estado. Las
precisamente políticas industriales y comerciales, las políticas macroeconómicas y
más Estado.
de inversión y unas nuevas políticas de propiedad intelectual vuelven
a estar de moda, ya que en la actualidad existe un enorme catálogo
de fallas de mercado (Stiglitz y Greenwald, 2016: 317). Buena parte
de los éxitos que han logrado algunos países en la economía de la
información (países nórdicos e incluso EE.UU.) tienen más que ver con
el importante papel que ha tenido el gobierno, que con el desempeño
empresarial del sector privado (Mazzucato, 2014 y 2015).

La nueva economía colaborativa y el nuevo actor social


pueden fortalecer al Estado
Uno de los elementos fundamentales que explican los orígenes del
Estado es la apuesta por una lógica colectiva en detrimento de una
lógica individual, que puede traducirse en la renuncia de los indivi-
duos y colectivos a una parte de su libertad a cambio de lograr una
mayor seguridad. Este debate, propio de la Teoría del Estado, tiene
varios siglos de antigüedad, pero está lejos de su obsolescencia ya que
un período radical y traumático de cambio, como el que se vive en el
presente y se vivirá en el futuro inmediato, le devuelve la máxima
actualidad y protagonismo. Es indiscutible que los orígenes teóricos
del Estado residen en la obra Leviatán de Hobbes (1651), aunque este
mismo autor ya anticipó también la implantación del Estado moderno
en su anterior libro Tratado sobre el ciudadano (1642). El Leviatán es
el Estado, una monstruosidad biológica (como una ballena) que procede
de la tradición bíblica y cuyo cuerpo agrupa los cuerpos de los seres
humanos que generan una unidad. El Estado es un todo abstracto, es
una construcción forzada por la civilización y no por la naturaleza y de
la que todos formamos parte, contribuimos y nos sometemos. En el siglo
XVII, los coetáneos de Hobbes estaban cansados de vivir en un mundo
regido por el azar, el desorden, la corrupción, las guerras de religión y
de una existencia basada en la ley primordial de la supervivencia del
más fuerte. Pero sobre todo, las gentes de aquel siglo estaban ansiosas
por desarrollar sus actividades y sus negocios en un clima de imparcia-
lidad y equidad mutua (Bauman y Bordoni, 2016: 56). El pacto social

23 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

La infoecono- consistía en que el pueblo renunciaba parcialmente a su autonomía


mía está
generando no y libertad a favor de la protección proporcionada por el Estado. Del
solo cambios mismo modo, las administraciones públicas modernas tienen en sus
económicos,
sino también bases conceptuales la implantación de un modelo impersonal que
laborales y permita cercenar el amiguismo en las organizaciones que estimula
sociales que
hacen rever- la discrecionalidad y la mediocridad del rendimiento institucional
decer de nuevo (Fukuyama, 2015). Por otro lado, es evidente que el Estado siempre
la “ley del
más fuerte” y ha estado en contradicción con las ideologías liberales y neoliberales
contribuye a que exaltan la máxima libertad individual. Este pensamiento es
apuntalar los
desequilibrios ahora más dominante que nunca en un contexto de éxito rotundo del
sociales. Los neoliberalismo, en un ambiente de innovación y creatividad, y en un
ciudadanos es-
tán tensados, contexto de libertad y empoderamiento social por la tecnología en
crispados red. “No hay que recortar las alas a nadie, sino hay que extenderlas
y muy
temerosos.
más aún si cabe. El fenómeno del individualismo, antes mal visto, es
ahora una de las cualidades más dignas de elogio y envidia” (Bauman
y Bordoni, 2016: 69). Es decir, en este escenario el Estado también
está ante una aparente decadencia. Pero cuando analizábamos las
condiciones del nacimiento del Estado moderno en el siglo XVII,
seguramente el lector pudo haber tenido una sensación de deja vu.
Salvando las distancias históricas, el momento actual es muy parecido
al del siglo XVII. Los cambios tecnológicos y económicos generan en la
ciudadanía una sensación de inseguridad tan enorme que parece que
vivimos más que nunca sometidos a un azar en el que no controlamos
nada, ni de forma individual ni colectiva. El desorden económico es
muy agudo, en especial desde la crisis de 2008. La corrupción sigue
plenamente vigente tanto en el sector público como en el privado y
muy presente en la nueva economía tecnológica (Keen, 2016). La
infoeconomía está generando no solo cambios económicos, sino tam-
bién laborales y sociales que hacen reverdecer de nuevo la “ley del
más fuerte” y contribuye a apuntalar los desequilibrios sociales. Los
ciudadanos están tensados, crispados y muy temerosos. La sensación
de inseguridad social es altísima. No es de extrañar que enormes
capas sociales de los países desarrollados estén deseosas de un nuevo
orden económico y social. Si algún partido o líder político promete
en el futuro próximo más seguridad a cambio de menos libertad in-
dividual, el nivel de adhesión social podría ser muy alto. El posible
resurgimiento de un discurso político demagógico podría estimular
un Estado mucho más fuerte que el actual. Un Estado expansivo en
regulación y en prestación de bienes públicos, pero también mucho
más incisivo en los mecanismos de control social que le aseguran las
tecnologías de la información.

24 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


Carles Ramió

Los ciudadanos se empoderan y modifican sus relaciones con el Es-


tado y con el mercado (Masulli, 2014): “Por un lado, las redes sociales
permiten al ciudadano ‘tratar de tú a tú’ con entidades, le permiten
conectar con otros ciudadanos y crear comunidad. Los ciudadanos se
organizan en relación con cuestiones que les preocupan y, en conexión
con otras personas, consiguen crear masa crítica suficiente para que
sus demandas sean atendidas por la entidad a quien compete actuar,
sea esta pública o privada. Por el otro, el ciudadano ya tiene claro que
ni el Estado ni las empresas son héroes o villanos que van a venir a
salvarlos o a condenarlos. Habla con otros ciudadanos, comparte infor-
mación y tiene más opciones para elegir a la vez que descubre y asume
que tiene una responsabilidad, voz y voto”. Volviendo al relato de la
supuesta lucha de clases profetizada por Mason (2016: 273-280), de
la mano de los ciudadanos cultos universales, puede producirse lo que
este autor califica como “bella revuelta” impulsada por los “rebeldes
digitales”. Esta revuelta se producirá seguramente contra una parte
del mercado que detenta el poder y no contra el Estado. En efecto, la
economía colaborativa, y su amplio apoyo social más activo (empren-
dedores e innovadores) y más pasivo (productores y consumidores de
información, y usuarios de servicios colaborativos), puede entrar en
colisión con los enormes monopolios de productos y servicios vincu-
lados a las tecnologías de la información. Habrá distintos puntos de
colisión: desde precios abusivos, malos servicios, sistemas de control
social poco éticos y manipuladores (big data), indignación social por
unos beneficios económicos exorbitados, etc. Además, los ciudadanos,
sean estos modernos o tradicionales, ya hace tiempo que han entrado
en colisión con las empresas que prestan servicios universales de in-
terés general (agua, telefonía, electricidad, gas, transportes, servicios
financieros, etc.). Van a exigir primero una mayor calidad regulatoria
de los Estados, pero esta demanda va a ser muy difícil de satisfacer
por motivos técnicos y de poder. En términos de poder, las grandes
empresas vinculadas directa o indirectamente a las tecnologías de la
información van a ser las protagonistas absolutas, en detrimento de
los poderes públicos. Y van a ejercer de cuello de botella para que la
economía colaborativa y los ciudadanos cultos universales puedan ver
satisfechas sus expectativas. Y estos nuevos ciudadanos y la economía
emergente pueden mirar al Estado (sin entusiasmo, por descarte y
solo con ánimo de equilibrar las fuerzas) para que se haga cargo direc-
tamente de una parte de la producción y gestión tecnológica, y aporte
un entorno de certidumbre, de neutralidad y de ética pública a los
instrumentos de las tecnologías de la información. En este sentido,

25 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

Este hipotéti- puede surgir una fuerte presión y demanda para publificar estos en-
co escenario
implicaría un tornos tecnológicos ya que, en definitiva, son nuevos bienes públicos
futuro donde (Stiglitz y Greenwald, 2016). A esta presión se le puede sumar en
el Estado
ocuparía paralelo la demanda, ahora en estado embrionario, de una emergente
una posición ola de opinión social republificadora: ya se ha iniciado hace unos
central en la
economía, años con la gestión pública del agua, pero puede también afectar a
complemen- la electricidad, gas, telefonía e incluso a los servicios financieros de
tada por el
mercado carácter más básico. Puede interesar a la economía colaborativa y a
capitalista los ciudadanos cultos universales un nuevo equilibrio entre mercado
clásico y
por la nueva y Estado, en el que el segundo se empodere para que el primero vea
economía reducidos de forma significativa sus espacios actuales de poder y de
colaborativa.
acción discrecional.
En definitiva, es muy probable que para que las sociedades moder-
nas puedan avanzar con una cierta placidez haya que recomponer las
distintas fuerzas y la organización del poder económico y social. La
plasmación plástica de este nuevo modelo sería un triángulo en el que
hay tres grandes espacios: a) el de la economía y las empresas, que
operan bajo una lógica capitalista tradicional; b) el de la economía
colaborativa, que opera bajo parámetros postcapitalistas; y c) el de la
economía social, que funciona con una dimensión ideológica y política.
Para que los tres espacios puedan convivir sin graves colisiones sería
necesario incluir, en la parte central del triángulo, un Estado más
fuerte y empoderado que dominara algunos sistemas de producción
básicos (viejos y nuevos bienes públicos) para poder repartir el juego
de forma equitativa y equilibrada entre los tres motores económicos
y sociales.
Esta transformación no va a ser ni rápida ni pacífica y va a supo-
ner un período amplio de tiempo de migración y de reajuste de las
distintas piezas. Quizás el único punto de equilibrio y de pacto de
los tres motores económicos sería demandar un nuevo rol medular al
Estado como árbitro neutral y garante de las nuevas reglas del juego
entre estos tres sistemas que operan con reglas muy diferentes. Pero
el gran motor de empoderamiento del Estado puede residir en una
ciudadanía, cada vez más desconcertada e insegura ante cambios
tan profundos y convulsos, que exija a estos tres mundos económicos
unos anclajes sólidos de carácter público y político que puedan ser
definidos por los propios ciudadanos por la vía de la representación
política. Este hipotético escenario implicaría una reactivación es-
pectacular del papel del Estado (de los poderes públicos políticos y
administrativos). En definitiva, un futuro con mucho más Estado y no

26 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


Carles Ramió

con menos, un futuro donde el Estado ocuparía una posición central


en la economía, complementada por el mercado capitalista clásico y
por la nueva economía colaborativa.

El desenlace a favor del Estado: el gran conflicto entre


intereses y sistemas económicos
Los motores económicos, sociales e institucionales del bienestar de
las sociedades modernas son el mercado, el Estado, el denominado
tercer sector y la familia (Esping-Andersen, 1993). La novedad, tal
y como se ha expuesto, es que el mercado en los últimos años es más
complejo debido al impacto de las tecnologías de la información, junto
con el fenómeno de la globalización. Ahora hay que atender y enten-
der a varios tipos de mercado que entran en colisión y contradicción
entre sí, dando lugar a un modelo que algunos autores denominan
postcapitalista (Mason, 2016). Ya no hay un solo mercado sino varios
mercados, ya no hay un único modelo económico pues el capitalismo
tradicional va a tener que aprender a convivir con el postcapitalismo.
Es importante diferenciar y clasificar estos distintos tipos de mercado:
- Las nuevas empresas que han surgido gracias a Internet (Goo-
gle, Amazon, Facebook, Twitter, etc.) dan lugar a una economía que
opera con “cuasimonopolios”, generando una cultura disruptiva y
casi libertaria que esconde un modelo empresarial depredador y sin
escrúpulos (Keen, 2016: 293-312). Estas empresas se ubican fuera
del mercado privado tradicional al no respetar las reglas del juego
fiscales, laborales, de regulación, de libre competencia, de respeto a
la privacidad y de propiedad intelectual. Representan un capitalis-
mo salvaje en el que, bajo el principio de que no deben existir reglas
castradoras a la innovación y a la cultura disruptiva, logran unos
beneficios absolutamente desproporcionados.
- La nueva economía colaborativa, en la que los productores y los
consumidores son los mismos y que opera de forma gratuita (por
ejemplo Wikipedia) o semigratuita. Pero esta nueva economía tiene
un amplio espectro que oscila entre la producción y los intercambios
gratuitos y altruistas, hasta una nueva forma empresarial muy agre-
siva y libertaria (también culturalmente disruptiva y sin respetar las
convenciones del mercado privado tradicional) como son, por ejemplo,
empresas del tipo Uber y Airbnb. No todo en la economía colaborativa
de redes P2P es benemérito (Keen, 2016: 309).
- La economía tradicional, conformada por grandes empresas que
prestan servicios universales de interés general (telecomunicaciones,

27 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

De cara al electricidad, gas, compañías áreas, una parte de las entidades fi-
futuro, no es
nada evidente nancieras, etc.) que hasta los años 80 eran, en muchos países, unos
que la frag- ámbitos dominados por las empresas públicas pero que, tras las olas
mentación
del mercado privatizadoras de las décadas de los 80 y 90, han quedado en manos
refuerce el privadas. A diferencia de los dos ámbitos de mercado anteriores, se
poder del pro-
pio mercado, trata de una economía regulada públicamente y que formalmente
ya que implica no opera con cuasimonopolios. De todos modos, en la práctica, la
enormes con-
tradicciones regulación es de escasa efectividad en la defensa de los derechos de
y luchas por los usuarios, y la libre competencia es relativa, en muchos países, por
los espacios
de influencia dinámicas implícitas de cártel y de cuasimonopolios. Las elevadas
entre diver- inversiones en infraestructuras (telecomunicaciones, electricidad, gas,
sos actores
y ámbitos agua) hacen que la supuesta lógica de un mercado con competencia
económicos.
sea más bien una impostura.
- La economía tradicional avanzada, que se vertebra en grandes
multinacionales que dominan el mercado, aunque todavía opera
bajo un sistema de competencia, es fiscalmente escurridiza para la
mayor parte de los Estados, generando graves e injustos desequili-
brios fiscales.
- La economía tradicional, que opera bajo los estándares tradicio-
nales capitalistas de competencia y de régimen fiscal.
En un principio, estos cinco tipos distintos de mercado privado
suponen un refuerzo y ampliación del poder del mercado frente a
otros actores o motores del bienestar como, por ejemplo, el Estado
(los poderes e instituciones públicas, sean estas macro regionales,
estatales, regionales o locales). Pero de cara al futuro, no es nada
evidente que esta fragmentación del mercado refuerce el poder del
propio mercado, ya que es obvio que esta complejidad implica enor-
mes contradicciones y luchas por los espacios de influencia entre
estos diversos actores y ámbitos económicos. En el futuro se van a
producir grandes movimientos tectónicos ante la agitación de estas
grandes placas o plataformas económicas. Veamos algunas de esas
contradicciones que van a generar, de manera difícilmente evitable,
una amplia panoplia de conflictos y de lucha económica por el poder
y por la capacidad de influencia:
- Las nuevas agresivas empresas vinculadas directamente a Internet
y a la nueva economía colaborativa de corte empresarial entrarán en
colisión con la economía más tradicional. En principio, nada que objetar
ya que forma parte de la lógica darwinista de renovación del capita-
lismo estimulada por la revolución tecnológica. Es un cambio tenso
y conflictivo, pero que entra en la lógica habitual del capitalismo. El

28 Revista del CLAD Reforma y Democracia, No. 66, Oct. 2016


Carles Ramió

problema es que se trata de un conflicto asimétrico entre un ámbito


tradicional, que respeta las reglas del juego, con un ámbito disruptivo,
que no respeta las reglas de la competencia, de fiscalidad, de carácter
laboral, de propiedad intelectual ni de privacidad.
- La nueva economía colaborativa, basada en un renovado sistema
de trueque sin incentivos pecuniarios (o con incentivos económicos mo-
derados), va a entrar, tarde o temprano, en colisión tanto con la nueva
economía tecnológica como con la economía colaborativa agresiva. La
nueva economía colaborativa depende, hasta una eventual asfixia,
de plataformas y equipos que operan de manera cuasimonopolística
y con tendencias absolutistas y abusivas.
- La nueva economía colaborativa puede potenciar una reforzada
economía social con valores radicalmente opuestos a la nueva econo-
mía tecnológica y a la economía colaborativa agresiva.
- La ciudadanía, cada vez más empoderada gracias a los sistemas
colaborativos, se va a sentir atacada por la nueva economía tecnoló-
gica y por la economía colaborativa agresiva a nivel laboral, fiscal, de
falta de privacidad y de una prestación de servicios abusiva ante la
falta de competencia real. La clase social emergente, los ciudadanos
cultos universales (Mason, 2016; Drucker, 1993), van a abandonar
su apatía y situación de confort al verse atacados y castrados en sus
anhelos e intereses por estas dos nuevas economías belicosas y con
tendencias abusivas. En este sentido, también se va a producir un
gran conflicto entre unos valores radicalmente opuestos.
- Aparentemente, el Estado es el gran perdedor de todos estos mo-
vimientos y luchas por el espacio. Los poderes públicos han perdido
todo el control sobre la economía basada en la tecnología (la econo-
mía de Internet), están perdiendo el control con la nueva economía
colaborativa agresiva, están perplejos y sin capacidad de reacción
fiscal ante la nueva economía colaborativa gratuita o con beneficios
moderados y, además, se disputan un mismo espacio con la renovada
economía social de base colaborativa. Además, el Estado pierde el
monopolio del discurso político y público que ahora lo manejan las
redes sociales de intercambio de información entre los ciudadanos
cultos universales.
¿Pero cómo puede avanzar este escenario de conflicto entre las dis-
tintas formas de un mercado mutante, la economía social y el Estado?
- La economía tradicional, agredida por la nueva economía, por
más que le genere recelos, va a tener que mirar y buscar el apoyo
del Estado (de los poderes públicos) para que regule e imponga las

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El Estado en el año 2050: entre la decadencia y...

mismas reglas del juego a la nueva economía basada en Internet, sea


esta tecnológica o colaborativa.
- La economía colaborativa sin ánimo de lucro o con beneficios
moderados va también a inquirir la protección del Estado al entrar en
contradicción con los anticuerpos que genera la economía tradicional,
y va a entrar en colisión con los potenciales abusos de las grandes
empresas tecnológicas.
- La ciudadanía, los nuevos ciudadanos cultos y universales, para
poder continuar disfrutando de su nuevo rol de libertad en un marco
colaborativo, van a tener que mirar al Estado para que regule la nueva
economía basada en Internet. Para esta ciudadanía, el Estado (los
poderes públicos) era, hasta ahora, un actor inocuo e incluso pres-
cindible, pero ante esta situación de conflicto es al único intérprete
al que pueden recurrir ante unos cada vez más abusivos servicios,
precios y condiciones de unas empresas que ofrecen nuevos y viejos
bienes públicos y que dominan totalmente el mercado.
- Otros actores tradicionales, como los sindicatos o los medios de
comunicación, están siendo arrasados por la nueva economía. Cierto
es que ambos actores han quedado muy desfasados, pero ante los
movimientos anteriores de la economía tradicional, de la economía
colaborativa no agresiva y de la ciudadanía, se van a apuntar a esta
mirada y solicitud de auxilio hacia los poderes públicos.

5. Conclusiones
El resultado final de este proceso puede seguir una lógica pendular
en el sentido de que el Estado pase de una posición casi marginal a
una nueva ubicación de gran centralidad. Es muy probable que en las
próximas décadas haya más poder público y no menos. Los poderes
públicos (sean estos estatales o más bien macro regionales y locales)
se van a sentir empoderados tanto a nivel social como económico.
Además, la lógica política va a estimular unos líderes y gobiernos
de carácter demagógico e intervencionista. Tantos cambios y movi-
mientos tectónicos van a generar miedo e inseguridad ciudadana,
y la sociedad puede reaccionar políticamente de forma extremista.
Hay que recordar que los ciudadanos votan y pueden utilizar, en
situaciones de crisis, su poder popular para intentar transformar
las reglas del juego tanto a nivel político como económico. En este
sentido, para bien o para mal, un escenario de futuro es un Estado
muy empoderado, tanto por los ciudadanos como por la economía
tradicional, como por una parte de la nueva economía colaborativa,
como por la reforzada economía social. También puede tener el apoyo

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Carles Ramió

Lo más curioso de unos sindicatos y de unos medios de comunicación que ante este
es que estas
voces tan nuevo escenario no tienen nada que perder (ya lo han perdido casi
“estatistas” todo) y sí algo que ganar.
nada tienen
que ver con Lo más curioso es que estas voces tan “estatistas” nada tienen
los defensores que ver con los defensores tradicionales del Estado, sino que son
tradicionales
del Estado, especialistas en tecnologías y en economía que, hasta ahora, habían
sino que son observado los poderes públicos con desinterés. Es todo un síntoma del
especialistas
en tecnologías cambio que se avecina. Una parte de la ciencia política reclama “un
y en economía nuevo Bismarck para domar a las máquinas ya que una cuestión que
que, hasta
ahora, habían persigue a las políticas democráticas en todas partes es determinar
observado si los gobiernos elegidos por el pueblo pueden controlar el ciclón de
los poderes
públicos con cambios tecnológicos que sacude su sociedad” (Ignatieff, 2014). Estos
desinterés.
deseos son peligrosos ya que pueden lograrse en el futuro para bien,
pero también para mal. Un Bismarck o varios desplegados por los
Estados más influyentes se van a poner nerviosos ante los largos
tiempos en el diseño, implementación e impacto de alambicadas nor-
mativas reguladoras y pueden tener la tentación de cortar por lo sano
cerrando e interviniendo públicamente a una parte de las empresas
tecnológicas y a algunas empresas prestadoras de servicios universa-
les de interés general. No está claro si este escenario radical puede ser
disfuncional o no, ya que hay argumentos que pueden avalar ambas
posiciones. Por una parte, puede parecer una opción muy negativa, ya
que esta operación tan extrema podría matar la innovación y quedar
la sociedad sumida en un período oscuro de regresión tecnológica o
al menos de stand by tecnológico e innovador. Pero también se pue-
de argumentar lo contrario: la revolución tecnológica innovadora
es imparable y la gestión pública y la interferencia política no la
frenaría; en cambio, facilitaría una transformación del paradigma
tecnológico y económico más ordenado, más digerible y socialmente
más equitativo. Además, es una falacia que el sistema público no sea
permeable a la innovación. De hecho, ha demostrado ser, durante
estas últimas décadas, un emprendedor eficaz e imprescindible para
la actual revolución tecnológica (Mazzucato, 2014 y 2015).
Por tanto, no es descartable en el futuro un nuevo Estado (institu-
ciones y administraciones públicas) que domine mucho más que ahora
a los mercados por la vía de una regulación más intervencionista o
por la vía de la gestión directa de una parte importante de la nueva
economía tecnológica. Además, que fomente y proteja, en paralelo, a
la nueva economía colaborativa y a una revivida economía social con
base en un pacto fiscal (nuevos impuestos) y en una colaboración y

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Hay que nuevo repartimiento de funciones en la prestación de servicios públi-


vislumbrar un
nuevo papel cos o de interés general. En el marco de este hipotético nuevo escenario
del Estado en también se puede producir una regulación más extrema, e incluso la
la economía,
que englobe gestión pública directa de una parte de la actual gestión privada de
a estructuras servicios universales de interés general (agua, electricidad, gas, una
capitalistas y
postcapitalis- parte de las telecomunicaciones, de los servicios financieros y de los
tas (economía transportes). El actual movimiento social de lucha por republificar
colaborativa).
la gestión del agua, muy activo en varios países desarrollados, puede
ser solo el inicio de este posible escenario de cambio. Al fin y al cabo,
la nueva economía derivada de la tecnología tiene muchos puntos en
común con las grandes empresas privadas que prestan servicios uni-
versales y de interés general (competitividad imperfecta, beneficios
excesivos, abusos hacia los ciudadanos, etc.). Lo que pueda ocurrir
al sector tecnológico vinculado a Internet puede acontecer a este otro
gran ámbito empresarial.
Hay que vislumbrar un nuevo papel del Estado en la economía,
que englobe a estructuras capitalistas y postcapitalistas (economía
colaborativa). En un entorno económico así, el Estado debería actuar
como un facilitador de las nuevas tecnologías y de los nuevos mode-
los de negocio (Mason, 2016: 352). La imagen de este nuevo Estado
podría ser como la plataforma Wikipedia en su papel de facilitadora
del conocimiento colectivo que es producido, compartido y consumido
por las personas, que son sus auténticos protagonistas. El “Estado
Wikipedia” sería enorme en sus dimensiones, como lo es el cono-
cimiento que alberga Wikipedia, pero los protagonistas serían las
personas, los grupos y las organizaciones con pautas empresariales
relativamente clásicas y con pautas propias de la nueva economía
colaborativa y de la economía social.
La conclusión de un futuro con más Estado puede ser sorprendente.
Pero si nos liberamos de la captura de nuestra historia más cercana
vinculada al capitalismo y al liberalismo, la idea tampoco es tan ab-
surda ni novedosa. En efecto, si obviamos el impresionante desarrollo
que ha supuesto el capitalismo moderno durante los últimos 300 años,
la humanidad ha vivido sus máximos períodos de esplendor, en los
6.000 años de civilización, bajo sistemas con un riguroso estatismo. Por
ejemplo, en los grandes imperios (Egipcio, Persa, Chino, Griego, Roma-
no, Maya, Inca o Azteca), los servicios universales de interés general
solían estar anclados en las instituciones públicas y fueron sociedades
que alcanzaron niveles de desarrollo espectaculares y una calidad de
vida bastante notable. Y todo ello a pesar de estar instalados en unas

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Carles Ramió

culturas políticas y sociales muy poco sofisticadas, que hacían des-


perdiciar buena parte de las externalidades positivas de su modelo
económico de carácter estatista: las constantes guerras y la inversión
de esfuerzos desorbitados en obras y monumentos con valor religioso,
político o dinástico. Lo que es excepcional a nivel histórico en las so-
ciedades avanzadas es que se pueda promover el desarrollo humano
con unos poderes públicos en una posición casi marginal, tal y como
ha ocurrido durante las últimas décadas en los países occidentales.

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