Professional Documents
Culture Documents
madera y tierra; unos más se esforzaban por evitar los excesos de unos y de
otros. Lo asombroso es que todos justifican su posición invocando a san
Francisco. Por lo mismo, me parece necesario echar una mirada a lo que el
Seráfico Padre nos dice en sus escritos.
Siguiendo las huellas de Francisco, he querido evitar toda crítica
institucional o personal. Lo interesante de esto es la posibilidad de hablar de
la pobreza desde una perspectiva positiva, sin juzgar a nadie o, en todo caso,
a uno mismo. Me parece que este es uno de los grandes aportes de Francisco
en una época en la que muchos se agitaban encolerizados y hacían oír su
voz contra la riqueza y la corrupción de los clérigos. Yves Congar define
esta actitud como “la verdadera reforma en la Iglesia” 3 , una reforma llevada
a cabo no por el camino de la crítica, sino por el de la santidad .
Precisamente porque no existe una sola forma de comprender la
pobreza franciscana, esta reflexión no busca proponer la definición de la
pobreza franciscana; más modestamente, como hijo de mi tiempo, quiero
compartir una forma de comprenderla hoy.
Dado que el programa de vida franciscano es, sobre todo, el
seguimiento de las huellas de Cristo, me parece que el primer paso de un
discípulo es escuchar y aprender. El texto fontal del espíritu franciscano no
puede ser otro que el Evangelio, como bien afirma Francisco al inicio de la
Regla: “La regla y vida de los Hermanos Menores es ésta, a saber, guardar
el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin
propio y en castidad” 4 . Por tanto, según la vida y Regla del Evangelio, el
Hermano Menor es aquel que vive sin propio. Podríamos decir que vivir la
pobreza (al igual que la obediencia y la castidad) es al mismo tiempo, vivir
el Santo Evangelio y hacer lo que sabemos que Dios quiere, y queremos lo
que le place 5 . Por eso, la pobreza no es opcional en el camino franciscano,
se trata de una de las cinco prioridades que el actual Gobierno General nos
ha señalado como guía para seguir de cerca las huellas del Cristo Pobre y
Crucificado.
1. LA POBREZA EVANGÉLICA
3
Cf. Y. CONGAR, Vera e falsa riforma nella Chiesa, Milano, 1972, p. 194.
4
RegB I,1.
5
Cf. EpOrd 50.
57
6
Cf. J. DE SCHAMPHELEER, “Qu’est-ce que la pauvreté évangélique?”, en Etudes
Franciscaines, 42,17 (1967), p. 160-166.
7
Sobre este tema en el Antiguo Testamento ver J. DUPONT, Le beatitudini, Roma, 1976,
p. 596s.
8
Flp 2,6-7.
9
Los expertos calculan que el salario de un artesano sería de aproximadamente 6
denarios, mientras un obrero ganaba 1 denario al día. Cf. Lc 8,2s.
10
Lc 9, 58.
58
2. LA POBREZA FRANCISCANA
Una vez que hemos escuchado la voz del Maestro, que es la fuente
de nuestra vida y regla, podemos escuchar al Seráfico Padre 13 . Una palabra
se impone espontáneamente cuando se habla de la vida de Francisco, y que
quizás podríamos ampliarlo al concepto que, de algún modo, caracteriza a la
pobreza franciscana: la sobriedad. Con todo, ¿cuál es la pobreza
franciscana?
En primer lugar, me parece que el objetivo de la pobreza no es el de
asemejarnos a un grupo social, esa sería una comprensión muy superficial,
podríamos pensar que ya por el hecho de vivir entre los pobres somos
pobres. Hemos constatado la libertad de Jesús, aún ante la riqueza y la
pobreza. Así, la pobreza proclamada por los evangelios ayuda, ante todo, a
11
Cf. Jn 15,13.
12
L’Osservatore Romano, 1 de diciembre de 1994, p. 4
13
Cf. J. DE SCHAMPHELEER, “La pauvreté franciscaine”, en Etudes Franciscaines, 46,18
(1968), p. 173-185.
59
crear un espacio para la libertad, para amar y pertenecer a Dios sin límites ni
obstáculos. El poeta francés Charles Peguy expresa esto con bellas palabras:
“Cuando se ha conocido una vez lo que es ser amado libremente, las
sumisiones carecen totalmente de atractivo. Cuando se ha conocido lo que
es ser amado por hombres libres, los servilismos de los esclavos ya no dicen
nada” 14 . La pobreza es entonces la mediación para esa libertad en el amor.
Por lo mismo, la pobreza no puede ser una teoría, se trata de un estado de
vida, es una especie de vacío matricial que nos permite vaciar de contenido
nuestra pobreza para que podamos ser verdaderamente pobres y, por ende,
libres.
La Regla no Bulada, considerada por muchos como el texto en el
que Francisco refleja mejor el espíritu del camino franciscano, nos propone
ese vacío para la libertad y para el amor a través de un principio rector:
“sine proprio” 15 . Así, mirando hacia la intuición que impulsa la institución
de la Orden, nos damos cuenta que el principio fundamental de la pobreza
franciscana: la desapropiación. Prueba de ello es que continúa siendo la
guía de nuestra pobreza. En las nuevas Constituciones Generales se dice:
“Como peregrinos y extranjeros en este mundo, los hermanos, una vez que
renunciaron a la propiedad personal, no se apropien ni casa ni lugar ni cosa
alguna, conforme a la Regla; por tanto, en pobreza y humildad, pónganse
ellos mismos y pongan todo cuanto usan para la vida y el trabajo al servicio
de la Iglesia y del mundo” 16 .
Pero en la mente y en el corazón de Francisco, la pobreza va más
allá de la simple pobreza material, él sabe que se puede ser pobre
materialmente y, sin embargo, estar apegado a muchos otros bienes:
nuestros libros, nuestra autonomía, nuestras opiniones, nuestros seres
queridos, etc. Por eso quiere que “todos los hermanos sean menores y estén
sujetos a todos” 17 . Es indicativo el hecho de que Francisco comience el
capítulo IX de la Regla no Bulada motivando a los hermanos a “seguir la
humildad y la pobreza de nuestro Señor Jesucristo” 18 . Para él, pobreza y
minoridad son dos aspectos inseparables del seguimiento de Cristo.
14
CH. PÉGUY, « Le mystère des Saints Innocents », en Oeuvres poétiques complètes,
Paris, 1941, p. 353- 354.
15
Cf. RegB VI,1.
16
CCGG, 72,1.
17
RegB VII,1.
18
Cf. RegB, IX,1.
60
19
Ibid, VI, 7.
20
Cf. RegNB, VII,3.
21
Ibid, VII,8.
22
CC.GG. 76,1.
23
RegNB VII,1.
24
RegNB, XVII,1.
61
ninguna otra cosa deseemos, ninguna otra queramos, ninguna otra nos
plazca y deleite, sino nuestro Creador y Redentor y Salvador” 25 . Esta
exigencia de sobriedad y desapropiación se extiende a todos, incluso a los
enfermos, a quienes Francisco amonesta a adoptar una actitud de pobres, sin
exigencia ni impaciencia, ya que exigir es una actitud de ricos 26 .
La Regla Bulada cierra las directrices oficiales. Estamos en
presencia de un texto más jurídico, al que no es ajena la influencia de la
Curia romana. Lo importante es que el principio de 1209 permanece intacto:
sine proprio, sólo que su aplicación es más precisa y rigurosa en cuanto a
poner todo al servicio de los demás: la confianza mutua; los cuidados del
mundo y el orgullo, la paciencia y la humildad; el amor a los que nos
persiguen, etc.
De forma más personal, las Admoniciones insisten en la pobreza
espiritual, en la desapropiación del yo. En la tercera Admonición, Francisco
dice: “Abandona todo lo que posee... aquel que se entrega a sí mismo
totalmente a la obediencia en manos de su prelado”27 . El audire se convierte
en ob-audire. La pobreza, unida a la minoridad, se realiza a través de la
obediencia. Esta experiencia de kénosis, de vaciamiento del yo, nos permite
pronunciar con gratuidad un tú. Se trata de nacer de nuevo pero ahora desde
la gratuidad, no somos necesarios, somos fruto de un don y por medio de la
obediencia nos convertimos en un don, nos ponemos en manos del prelado
para llegar a las manos de Dios.
Esta forma de pobreza es, quizás, la más difícil de vivir, pues la
desapropiación del yo, implica un morir a sí mismo, o como bellamente dice
Kundera en el título de una de sus novelas, la pobreza nos hace
experimentar la insoportable levedad del ser, ya que nos pide aceptar la
insignificancia de nuestra historia. Me parece que esto está en la mente de
Francisco cuando escribe en la Carta a toda la Orden que los ministros, los
custodios y los sacerdotes (y todos los hermanos) son sólo humildes
servidores en el Señor.
La consecuencia es clara: “En conclusión: nada de vosotros retengáis
para vosotros mismos, para que enteros os reciba el que entero se os
entrega” 28 . Si la pobreza material nos conduce hacia la moderación, al uso
25
Ibid, XXIII,9.
26
2Cel 175.
27
Adm 3,3.
28
EpOrd 29.
62
correcto de los bienes, la pobreza espiritual se dirige hacia el buen uso del
corazón. Este es el verdadero vacío matricial que crea un vacío que permite
definir de nuevo la pobreza como una riqueza, que en la ausencia del yo,
pronuncia el tú.
3. A MODO DE CONCLUSIÓN