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Externalización.

A. Leticia Uribe Malagamba

Se parte de la base de que la externalización NO es una técnica, más bien tiene


que ver con toda una manera de ver las cosas (epistemología).

Esta manera de ver se vincula con el post-estructuralismo, en donde se entiende a


la identidad como algo que no es esencia, tampoco es “la capa mas interna” del
ser. La identidad se entiende desde el post estructuralismo como algo que se
forma de múltiples historias y que se construye constantemente, por lo que no es
una estructura estática. La persona entonces no “es” una sola cosa sino que vive
diferentes historias y se ve a sí misma de acuerdo a ellas.

En la sociedad moderna hemos aprendido a definirnos por una sola historia


(historia dominante) sin considerar otros aspectos o vivencias como parte de esa
historia inicial. Esta historia dominante define la forma en que nos vemos y lo que
entendemos como nuestra identidad. De esta forma, cuando la historia dominante
se define por una situación problemática, el problema se convierte en la definición
de la persona, en su identidad, el problema es la persona.

Los problemas se generan en base a la cultura y se ubican en el lenguaje, en las


historias que nos contamos acerca de ellos y en la forma en que las contamos. El
modo específico en que utilizamos el lenguaje a la hora de contar las historias que
nos definen, está íntimamente ligado a la cultura en la que vivimos. Las palabras
que utilizamos, el modo en que las organizamos y el significado que les atribuimos
dependen en gran medida de nuestro contexto cultural y social, y eso es lo que da
forma a esas historias y por lo tanto a nuestra identidad.

La externalización implica ver que el problema y la persona no son la misma cosa;


la persona vive un problema. De esta forma utilizar un lenguaje externalizador no
es solo una técnica para sacar al problema de la persona, más bien es tomar
consciencia de la función que tiene el lenguaje al perpetuar formas de ver el
mundo que restringen nuestra identidad.

Si hablamos de que alguien es “miedoso” estamos implicando que el miedo define


a la persona y a eso se restringe su identidad, es decir que vemos a la persona y
al problema como la misma cosa. Si hablamos de la persona y el miedo, es un

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Este artículo se publicó en diciembre de 2010 en
http://terapianarrativacoyoacan.blogspot.mx/2010/12/externalizacion.html
principio para separar al problema de la persona y para dar lugar a otras
posibilidades además del miedo. Entonces, el primer paso para modificar nuestro
lenguaje hacia un lenguaje externalizador es hablar con sustantivos en lugar de
adjetivos (una persona con miedo en lugar de miedoso).

Como no es una técnica, la externalización no es algo que se “usa” solo para


hablar del problema, sino que es una manera de ver y de hablar de todo lo que
hemos aprendido a identificar con lo que somos de manera restringida, como algo
“inherente” a nosotros. Es decir, se externalizan tanto los defectos como las
virtudes, tanto los problemas como las fortalezas o las habilidades. La idea es que
ninguno de estos aspectos es por sí mismo “lo que somos”, sino que todos forman
parte de nuestras historias y todos son construcciones, producto de la cultura y la
historia.

Pero convertir los adjetivos en sustantivos no es suficiente. Lo que sigue es hacer


Conversaciones Externalizantes. Estas conversaciones incluyen por supuesto usar
un lenguaje externalizador pero además intentan ubicar en historias –en una
secuencia de hechos que suceden a lo largo del tiempo- los aspectos que nos
definen de manera restringida. Para esto se busca situar lo que se está
externalizando dentro de un guión (story line), haciendo preguntas como “¿desde
cuándo?”, “¿de qué manera?”, “¿qué efectos tiene?”, “¿qué lo sostiene?”, “¿qué
parece actuar como un remedio?”, etc.

Las conversaciones externalizantes tienen distintos efectos, el primero es brindar


alivio a la persona al descentrarla de su problema, creando una distancia entre la
persona y el problema, lo que lleva a generar más opciones. También ayudan a
identificar las prácticas que sostienen al problema y las que ayudan a aminorar su
influencia. Cuando esto sucede, la persona puede “tomar postura” ante la
situación, no solo en la forma de un estar a favor o en contra, sino tomando en
cuenta la complejidad de la experiencia; cuando se puede tomar postura de esta
manera, entendiendo los efectos de las ideas culturales y de nuestra forma de
vivirlas y tomando una decisión acerca de ellas, se pueden también tomar
acciones de manera responsable.

Cuando se externaliza el problema, o la definición restringida que la persona tiene


de sí misma, entonces se abre el espacio para considerar y explorar
conocimientos, capacidades y habilidades que antes no se consideraban
relevantes. Al reducir la influencia del problema sobre la persona, también se
ayuda a reducir la vergüenza y la culpa, lo que facilita que se hagan presentes
aquellos otros aspectos o eventos que habían quedado relegados de la historia
inicial (eventos extraordinarios).
Las conversaciones externalizantes son la puerta de entrada a las historias
preferidas. Durante estas conversaciones, como terapeutas tenemos que estar
alertas para identificar los eventos excepcionales y a partir de ellos ir bordando
estas historias. Para hacer el guión tanto del problema como de la historia
alternativa, se utilizan todas las demás prácticas de la terapia narrativa (re-autoría,
remembranza, testigos externos, cartas, documentos, rituales, etc.)

Dentro del artículo de Carey y Russell (2002) se dan una serie de pistas y
recomendaciones acerca de cómo usar las conversaciones externalizantes de
manera que no se conviertan en una simple técnica. También se habla de los
efectos que tienen en nosotros como terapeutas y de las principales dificultades
que muchos terapeutas pueden tener al tratar de aprender a llevar estas
conversaciones con los consultantes.

En el libro “Maps” (2007) Michael White dedica un capítulo al tema de las


Conversaciones Externalizantes. En este capítulo, define ampliamente esta
práctica y comenta tanto la historia de cómo llegó a acuñarla, como las ideas en
las que está sustentada. En el mismo capítulo, aborda el tema de la postura del
terapeuta y su papel influyente pero descentrado y desarrolla lo que él llama el
“Mapa de Toma de Postura” (statement of position map) en el que describe cuatro
categorías de interrogatorio que llevan a describir y desglosar la historia del
problema, para llegar a tomar una postura ante él y de ahí empezar la re-escritura
de historias preferidas.

BIBLIOGRAFÍA

White, M. (2007) “Maps of Narrative Practice”. New York, Norton.

Russell, S & Carey, M. (2004) “Narrative therapy: Responding to your


questions” Adelaide, Dullwich Centre Publications

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