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- Una tierra sin cultivar genera espinas y de una mente corrompida

por la gula germinan pensamientos malignos.

Χερσωθεῖσα γῆ ἀκάνθας τίκτει, καὶ νοῦς γαστριμάρχου βλαστάνει


λογισμοὺς αἰσχρούς
- Si te abandonas al deseo de la comida ya nada te bastará para satisfacer
tu placer: el deseo de la comida, en efecto, es como el fuego que siempre
envuelve y siempre se inflama. Una medida suficiente llena el vaso,
mientras un vientre desfondado jamás dirá ¡basta!".

Ὲὰν δῷς σεαυτὸν ἐπιθυμίᾳ βρωμάτων,οὐδὲν ἀρκέσει πρὸς τὸ πληρῶσαι


τὴν ἡδονήν· πῦρ γὰρ ἐστιν ἐπιθυμία βρωμάτων, ἀεὶ δὲχομένη, καὶ ἀεὶ
φλεγομένη. Μέτρον αὒταρκες ἐπλήπωσεν ἀγγεῖον, γαστὴρ δὲ ῥηγνυμένη
οὐ λέγει· Ἀρκεῖ .

- La violencia del oleaje se desencadena contra el barco mal anclado


como el pensamiento de la lujuria sobre la mente intemperante. La
lujuria acogerá como aliado al hartazgo, le dejará campar a sus anchas,
se juntará a los adversarios y combatirá finalmente del lado de los
enemigos.

Κυμάτων βíα χειμάζει πλοῖον ἀνερμάτιστον, καὶ λογισμὸς πορνείας , νοῦν


ἀκρατῆ. Πορνεία συμπαραλήψεται κόρον εἰς συμμαχίαν, ἀφήσει γὰρ
αὐτὸν , καὶ μετὰ τῶν ἐναντίων στήσεται, καὶ ἐπ'ἐσχάτων συμπολεμήσει
τοῖς ἐχθροῖς.

- El mar jamás se llena del todo a pesar de recibir la gran masa de


agua de los ríos, de la misma manera el deseo de riquezas del avaro
jamás se sacia, él las duplica e inmediatamente desea
cuadruplicarlas y no cesa jamás esta multiplicación, hasta que la
muerte no pone fin a tal interminable premura.

Θάλασσα οὐκ ἐμπίπλαται, ποταμῶν δεχομένη πλῆθος, καὶ ἐπιθυμία


φιλαπργύρου οὐ πληροῦται χρημάτῶν, ἐδιπλασíασε τὰ χρήματα καὶ
ταῦτα διπλᾶ ποιῆσαι ἐπιθυμεῖ, καὶ τοῦ διπλασιάζειν οὐδέποτε παυέται
ἓως ἂν θάνατος τὴν ἀνήνυτον ταύτην παύσῃ σπουοδήν.
- El alma del soberbio alcanza grandes alturas y desde allí cae al
abismo.

Εἰς ὓψος μέγα ἀναβαίνει ὑπερφάνου ψυχή, κἀκεῖθεν αὐτὸν εἰς


βυθὸν καταβάλλει.

- Contempla tu naturaleza porque eres tierra y ceniza y dentro de


poco volverás al polvo, ahora soberbio y dentro de poco gusano.

Ἐπισκέψαι σου τὴν φύσιν ὅτι γῆ εἶ, καὶ σποδὸς καὶ μετ'ὀλιγὸν εἰς
κόνιν ἀναλύῃ, ἂρτι σόβαρος, καὶ μετ'ὀλιγὸν σκώληξ.

- Dispón para ti mismo una justa medida en cada actividad y no


desistas antes de haberla concluido, y el espíritu de la acedia huirá
de ti.

Τάξον μέτρον σεαυτῷ ἐν παντὶ ἒργῳ, καὶ μὴ πρότερον ἀποστῇς πρὶν


τελέσῃς αὐτὸ, καὶ πνεῦμα ἀκηδίας φεύξεται ἀπὸ σοῦ.

- La violencia de los vientos no hace temblar a un árbol bien plantado


y tampoco la acedia doblega a un alma bien apuntalada.

Δένδρον καλῶς πεπηγὸς οὐκ ἒσεισε βíα πνευμάτων, καὶ ἀκηδία


οὐκ ἒκαμψεν ἐρηρεισμένην ψυχήν.

- ¿Hasta cuándo estaréis ahí tumbados? ¿Cuándo vais a tener un


espíritu combativo, muchachos? ¿No sentís vergüenza ante
vuestros vecino por tan extrema desidia? (Calino de Éfeso)

μέχρις τεῦ κατάκεισθε; κότ᾽ ἄλκιμον ἕξετε θυμόν,


ὦ νέοι; οὐδ᾽ αἰδεῖσθ᾽ ἀμφιπερικτίονας
ὧδε λίην μεθιέντες;

Segunda Grada (La Envidia)


La envidia era el pecado que "mira con deseo y repudio la fortuna y riquezas de otros,
tomando cualquier oportunidad para quitarles o privarles de su felicidad.
Al entrar a la terraza de los envidiosos, Dante y Virgilio en un primer momento oyen
voces contando historias acerca de la generosidad, la virtud opuesta. Aquí, tal como en
las otras terrazas, hay un episodio de la vida de la Virgen María. Además, hay una
historia clásica, la amistad de Orestes y Pílades, y Jesús predicando "Ama a tus
enemigos." Las almas de los envidiosos vestían túnicas grises de penitencia, y tenían sus
ojos cosidos, recordando la forma en cómo los cetreros cosían los ojos de sus halcones
para lograr entrenarlos – así se les hacía más necesario poder oír que poder ver, como en
este ejemplo (Canto XIII).

ματαιότης ματαιοτήτων, τὰ πάντα ματαιότης.

Dies iræ, dies illa,


Solvet sæclum in favilla

- No lleves cuenta de la vida ajena, y de la desgracia de tu hermano


no te regocijes (A una virgen, 31)

Οὐ περιεργάσῃ ζωὴν ἀλλοτρίαν, καὶ πτώματι ἀδελφῆς σου οὐκ


ἐπιχαρήσῃ

- La envidia consume el alma, los celos la devoran (A una virgen, 28)

Φθόνος τηκει ψυχήν καί ζηλος κατεσθίει αὐτήν.

- A los muertos de nada les aprovechan la riqueza (Persas 842)

τοῖς θανοῦσι πλοῦτος οὐδὲν ὠφελεῖ.

Demarato es un personaje no muy conocido para el gran público, la verdad. Fue un


rey espartano que vivió en la época de las guerras contra los persas de principios
del siglo V a.C. En Esparta, como sabemos, existía una diarquía, es decir, había dos
reyes que compartían el trono. Cada uno pertenecía a una familia distinta, los
Euripóntidas y los Agíadas. Demarato pertenecía a la primera rama. Cleomenes, de
la rama de los Agíadas, era el otro rey, y ambos se llevaban mal.
El primer enfrentamiento entre ambos reyes se dio cuando Cleomenes, allá por el
año 510, decidió apoyar el ascenso de un nuevo tirano en Atenas, Iságoras. Los
espartanos marcharon a Atenas con su ejército y se ganaron para ello la alianza de
las fuerzas de Corinto. Pero, cuando estaban ya al lado de Atenas, en Eleusis,
Demarato dejó tirado a su colega Cleomenes y se marchó con su parte del ejército,
habiendo convencido previamente a los corintios también para que hicieran lo
propio. De ese modo, el plan de Cleomenes quedó frustrado, Isáogras nunca alcanzó
la tiranía y de paso Atenas empezó a labrar su senda hacia la democracia.
Ni que decir tienen que eso a Cleomenes le sentó bastante mal y se guardó el
rencor para devolvérsela doblada en cuanto pudiera, como ahora veremos.
Unos diez años después, la isla de Egina se sometió voluntariamente al dominio de
los persas. Atenas pensó que eso era humillante y decidió pedir la ayuda de Esparta
para castigar a los eginetas. Y allí se marchó Cleomenes con su ejército. Pero esta
campaña también se vio frustrada por la oposición de Demarato, que trataba de
hacer caer en desgracia a su colega. Pero Cleomnes, harto de tener que aguantar la
rivalidad de Demarato, decidió echarle del trono. Y para ello se valió de sucias
artimañas, ya que él tampoco es que fueras un santo., Sobornó a los sacerdotes del
oráculo de Apolo en Delfos para que testificaran que Demarato no era un rey
legítimo porque no era hijo del que decía ser su padre. Los éforos, máxima
autoridad espartana, a la que tenía que someterse incluso la realeza, decretaron
que fuera depuesto de su trono y que ocupase su lugar Leotíquidas. Éste último era
rival familiar de Demarato y había solicitado el revocamiento de éste alegando que
no era hijo de Aristón, el antiguo rey, sino del primer marido de su madre.
El hecho es que Demarato se vio desposeído del tono y optó por marcharse de
Esparta. Buscó asilo en Persia, el odiado enemigo de los griegos. Allí fue acogido
por el rey Darío como consejero, quien, además, le concedió el gobierno de tres
ciudades, entre ellas la famosa Pérgamo, que estaba más o menso en el lugar en
donde se había hallado la mítica Troya. Al parecer, el rey Darío le tenía en gran
estima como consejero y parece que influyó en su decisión de nombrar heredero al
gran trono de Persia a Jerjes, el rey que protagonizó luego la invasión de Grecia y
que estaba al mando de Persia en las batallas de las Termópilas y Salamina. De
hecho, llevó con él a Demarato en esa campaña.
Y es aquí donde entramos en el tema que nos ocupa: el del mensaje cifrado. Cuenta
Heródoto que Demarato, tal vez arrepentido de su apoyo a los persas y añorando
sus raíces espartanas, decidió enviar un mensaje secreto a Esparta avisándoles de
la invasión que se les venía encima. Y, como no se le ocurrió la manera de hacer
llegar un mensaje sin que fuera interceptado por los persas, ideó un sistema para
que pasar inadvertido: envió un supuesto correo con un par de tablillas enceradas
en blanco, sin nada escrito en ellas, para que no despertara sospechas. Si le
interceptaban y le abrían las tablillas, nadie sospecharía que, debajo de la cera, en
la madera de las mismas, se hallaba grabado el mensaje de Demarato. El supuesto
mensajero no sabía siquiera que llevaba dicho mensaje secreto. Cundo lo llevó hasta
Esparta, nadie entendió que se enviasen unas tablillas en blanco. Solo Gorgo, la
esposa de Leónidas, cayó en la cuenta y le pidió a su marido que rascase bajo la
cera a ver si había algo escrito debajo de ella. Por cierto, el mítico Leónidas era
hermanastro y sucesor de su odiado Cleomenes, quien ya había muerto.
No sabemos si este relato es histórico o si es una leyenda de las muchas que nos
narra Heródoto en sus libros. Sea como fuere, ese episodio es el que ha servido de
inspiración a los tipos estos del Ter septeni para desafiarnos con otro mensaje
cifrado.

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