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Después de haber reflexionado sobre la importancia de la oración en nuestra comunicación con Dios,

vamos a reflexionar en familia cómo hemos conocido a Dios y que experiencia tenemos de él.
Leamos la siguiente reflexión y después compartamos las preguntas que se encuentran en la parte de
abajo.

El Dios en quien no creo. Por el Padre Juan Arias


Yo nunca creeré en:
El Dios que “sorprenda” al hombre en un pecado de debilidad
El Dios que condene la materia
El Dios que ame el dolor
El Dios que ponga luz roja a las alegrías humanas
El Dios mago y hechicero
El Dios que se hace temer o no se deja tutear
El Dios que se haga monopolio de una iglesia, de una raza, de una cultura o de una casta
El Dios que juega a condenar
El Dios que “manda” al infierno
El Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan
El Dios incapaz de comprender que los niños deben mancharse y son olvidadizos
El Dios que exija al hombre, para creer, renunciar a ser hombre
El Dios a quien no temen los ricos a cuya puerta yace el hambre y la miseria
El Dios al que adoran los que van a Misa y siguen robando y calumniando
El Dios que no supiese descubrir algo de su bondad, de su esencia, allí donde vibre un amor por
equivocado que sea.
El Dios que condene la sexualidad
El Dios para quien fuese el mismo pecado complacerse con la vista de unas piernas bonitas que
calumniar y robar al prójimo o abusar del poder para medrar o vengarse.
El Dios morfina para la reforma de la tierra y sólo esperanza para la vida futura
El Dios de los que creen que aman a Dios porque no aman a nadie
El Dios que dé por buena la guerra
El Dios que pretenden que el cura rocíe con agua bendita los sepulcros blanqueados de sus juegos sucios
El Dios que negase al hombre la libertad de pecar
El Dios a quien le falte perdón para algún pecado
El Dios que aceptase y diese por bueno todo lo que los curas decimos de El
El Dios que ponga la ley por encima de la conciencia
El Dios que prefiera la pureza al amor
El Dios que no pueda descubrirse en los ojos de un niño o de una mujer bonita o de una madre que llora
El Dios que se case con la política
El Dios que aniquilara para siempre nuestra carne en lugar de resucitarla
El Dios que aceptara por amigo a quien pasa por la tierra sin hacer feliz a nadie
El Dios que al abrazar al hombre aquí en la tierra no supiera comunicarle el gusto y la felicidad de todos
los amores humanos juntos
El Dios que no se hubiera hecho verdadero hombre con todas sus consecuencias
El Dios en el que yo no pueda esperar contra toda esperanza.

Sí, mi Dios es el otro Dios.


Para reflexionar y compartir
1. ¿Qué nos ha parecido interesante de la reflexión del Padre Juan Arias?
2. ¿Qué imagen de Dios es la que en su familia han tenido, les han enseñado o han formulado?
3. ¿Cómo quisieran que fuera Dios?
4. ¿Qué oración le pueden ofrecer a Dios para que les ayude y acompañe durante su vida?
¿Vivimos nuestra fe católica?

La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón y a las acciones, a los
principios y a las decisiones, al pensamiento y a la vida.

Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el
domingo es un día para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor.
Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para dejar que
Dios ilumine nuestras ideas y decisiones.

Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de gravedad del propio
corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la familia y de quienes sufren
por la pobreza, el hambre, la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas
iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.

Vivimos nuestra fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no comemos más de
lo necesario, cuando no nos preocupamos del vestido, cuando huimos de cualquier vanidad,
cuando cultivamos la verdadera modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas
y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).

Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el primer lugar en nuestros proyectos. Cuando
visitamos a los ancianos y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos y de sus
familias. Cuando atendemos a las víctimas de las mil injusticias que afligen nuestro mundo.

Vivimos nuestra fe cuando tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos
vanos. Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última hora. Cuando conocer cómo va
el fútbol es mucho menos importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.

Vivimos nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador, caído. Cuando
tendemos la mano al que más lo necesita. Cuando defendemos la fama de quien es
calumniado o difamado injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra
vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer mucho daño. Cuando promovemos
esa alabanza sana y contagiosa que nace de los corazones buenos.

Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos más sencillos, los pensamientos más íntimos, los
pensamientos más normales, están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque
nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el mundo de la gracia, porque
queremos vivir a fondo cada enseñanza del Maestro.

Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado. Cuando pedimos perdón a Dios y
a la Iglesia en el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos al
hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.

Vivimos nuestra fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la Virgen María y con
los santos. Cuando nos preocupa lo que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos
imitar mil ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio y brillan como luces en
la marcha misteriosa de la historia humana.

Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente, amar por un
Dios que nos ha hablado por el Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico,
sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.
ALGUNOS ESCRITOS ACERCA DE EL DEMONIO.

DOCTRINA

Demonio: Nombre general de los espíritus malignos, ángeles caídos (expulsados del cielo). El
jefe de estos ángeles rebeldes es Lucifer o Satanás (Mat 25).

"Si alguno dice que el diablo no fue primero un ángel bueno hecho por Dios, y que su
naturaleza no fue obra de Dios, sino que dice que emergió de las tinieblas y que no tiene autor
alguno de sí, sino que él miso es el principio y la sustancia del mal, como dijeron Maniqueo y
Prisciliano, sea anatema. (Concilio de Braga, 561; Denzinger 237).

"Creemos que el diablo se hizo malo no por naturaleza, sino por albedrío." (IV Concilio de
Letrán, 1215, Denzinger 427).

"La muerte de Cristo y Su resurrección han encadenado al demonio. Todo aquél que es
mordido por un perro encadenado, no puede culpar a nadie más sino a sí mismo por haberse
acercado a él." -San Agustín.

“Toda la vida humana, la individual y colectiva, se presenta como una lucha, y por cierto
dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas”.(Concilio Vat II, Gaudium et Spes
#13)

“A través de toda la Historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas
que, iniciada en los orígenes del mundo, dudará, como dice el Señor, hasta el día final”. (Ibid,
#37)

Acerca de los demonios

Los demonios residen en el infierno y no gozan de los beneficios de la redención de Cristo.


Los demonios, sin embargo, no perdieron su capacidad racional, sino que la utilizan para el
mal. Dios les permite ejercitar influencia limitada en las criaturas y las cosas.

El demonio no es una fábula como algunos, para su desgracia, piensan. Su existencia real ha
sido siempre enseñada por la Iglesia en su magisterio ordinario. Desmentir la existencia del
demonio es negar la revelación divina que nos advierte sobre nuestro enemigo y sus tácticas.

Jesucristo vino para vencer al demonio y liberarnos de su dominio que se extendía por todo el
mundo sin que pudiésemos por nuestra cuenta salvarnos.

Jesucristo vence al demonio definitivamente en la Cruz. La actividad del demonio en la tierra


sin embargo continuará hasta el fin de los tiempos. La parusía manifestará plenamente la
victoria del Señor con el establecimiento de su Reino y el absoluto sometimiento de todos sus
enemigos. Mientras tanto Dios permite que vivamos en batalla espiritual en la cual se revela la
disposición de los corazones y nos da oportunidad de glorificar a Dios siendo fieles en las
pruebas. Ahora debemos decidir a que reino vamos a pertenecer, al de Cristo o al de Satanás.
Si perseveramos fieles a Jesús a través de las pruebas y sufrimientos, el demonio no podrá
atraparnos.

Tenemos en la Iglesia todos los medios para alcanzar la gracia ganada por Jesucristo en la
Cruz. Dios es todopoderoso y, si estamos en comunión con El, no debemos temer al enemigo.
Mas bien debemos temer el separarnos de Dios pues sin su gracia estaríamos perdidos.

Todos los santos lucharon con valentía contra el demonio pues los sostenía la fe. Sus vidas
son modelos que nos demuestran como vivir en el poder de Jesucristo la vida nueva.

El catecismo de la Iglesia Católica sobre el demonio:

2850 La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No
te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta petición
concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comunión
con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La Oración del Señor no
cesa de abrirnos a las dimensiones de la Economía de la salvación. Nuestra interdependencia
en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en
"comunión con los santos".

2851 En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás,
el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél que "se atraviesa"
en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.

2852 "Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el
seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte
entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será "liberada del
pecado y de la muerte".[136] "Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que
el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios
y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5, 18-19):

El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os
guarda contra las astucias del diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la
costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al demonio.
"Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31).

2853 La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por
todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el
juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo ha sido "echado abajo" (Jn 12, 31).[138] "El
se lanza en persecución de la Mujer", pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de
gracia" del Espíritu Santo es librada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción
inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces
despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por
eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17.20), ya que su Venida nos
librará del Maligno.

2854 Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los
males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última
petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de
todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de
la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la
recapitulación de todos y de todo en Aquel que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap
1, 18), "el Dueño de todo, Aquel que es, que era y que ha de venir" (Ap 1, 8): Líbranos de
todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu
misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras
esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.

¿Creó Dios a los demonios?

Dios no creó demonios sino ángeles, espíritus puros, dotados con gracia santificante, muy
hermosos y capaces de bondad. Dios dotó a todos los ángeles con libertad para escoger el
bien y el mal. Lucifer y sus seguidores, por orgullo, pecaron, quisieron separarse de Dios y se
llenaron de maldad. Es así que se les negó la visión beatífica.

¿De dónde vino esta maldad? La maldad es causada por una opción libre de separarse de
Dios. Es una carencia, una ruina.

Por ejemplo, cuando un carro choca se queda dañado. El daño no es una creación sino la
ruina del carro. Los demonios fueron creados como los demás ángeles. Se transformaron en
demonios por su pecado. Se pervirtieron sus poderes angelicales los cuales usan para el mal.

Dios sabía que algunos ángeles se rebelarían pero los creó porque Dios toma la libertad en
serio, hasta sus últimas consecuencias. Pero igualmente el bien tiene y tendrá consecuencias.
Si solamente pudiésemos hacer el bien no seríamos libres y no tendría mérito.

Armas contra Satanás

Dios nos da en la Iglesia todas las armas para vencer al demonio.

Juan Pablo II, 17 feb. 2002 (1er domingo de cuaresma)

Exortó a la vigilancia «para reaccionar con prontitud a todo ataque de la tentación».

Habló de las armas del cristiano «para afrontar el diario combate contra las sugerencias del
mal: la oración, los sacramentos, la penitencia, la escucha atenta de la Palabra de Dios, la
vigilancia y el ayuno».
Estos medios ascéticos, inspirados por el mismo ejemplo de Cristo, siguen siendo
indispensables hoy, pues «el demonio, "príncipe de este mundo", continúa todavía hoy con su
acción falaz».

El Papa pidió entusiasmo en «el camino penitencial de la Cuaresma para estar preparados a
vencer toda seducción de Satanás y llegar a Pascua en la alegría del espíritu».

Recurrimos también a los sacramentales. Entre ellos agua, aceite y sal exorcizadas. Estos se
utilizan en los exorcismos según las fórmulas del Ritual Romano.

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LUCIFER, CREADO COMO ÁNGEL DE LUZ Y BELLEZA

En la Biblia

La Biblia nos indica el estado privilegiado que tenía Lucifer y la razón de su caída:

Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su
corazón por su grandeza (Eze 31)

Tu esplendor ha caído en el Seol...¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la
Aurora?...Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré
mi trono...Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo (Isa 14)

Tú eras el dechado de la perfección, lleno de sabiduría y de espléndida belleza. En el Edén,


jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio,
diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde
de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el día en que fuiste creado. Como
un querubín protector yo te había puesto en el monte santo de Dios. Eras perfecto en tus
caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el
progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios
y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se
había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor. Y Yo te he
derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes (Eze 28)

EL PECADO DE LUCIFER

...no sea que llevado del orgullo venga a caer en la misma condenación en que cayó el diablo
(I Tim 3)

El que obra la justicia es justo; quien peca es del Diablo, porque el Diablo es pecador desde el
principio (I Juan 3)
Dios no perdonó a los ángeles pecadores, sino que, precipitados en el infierno, los entregó a
las prisiones tenebrosas en espera del juicio (II Ped 2)

Dios creó al hombre para la incorrupción y le hizo a imagen de Su propio ser. Mas por la
envidia del diablo entró la muerte al mundo y la experimentan los que le pertenecen (Sabi 2)

El Señor ha reservado en eterna prisión, en el fondo de las tinieblas, para el juicio del gran
día, a los ángeles que no conservaron su dignidad sino que perdieron su propia mansión
(Judas)

Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su
corazón por su grandeza, Yo le he entregado en manos del príncipe de las naciones para que
proceda con él conforme a su maldad; le he desechado (Eze 31)

Tu esplendor ha caído al Seol...¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la
Aurora?...Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré
mi trono; en el monte de la asamblea me sentaré, en lo último del Norte. Subiré a las alturas
de las nubes, seré igual al Altísimo (Isa 14)

Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la
iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado
del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes.
Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor
(Eze 28)

LA EXPULSIÓN DE LUCIFER DE LA PRESENCIA DE DIOS

Yo veía a Satanás cayendo del cielo como un rayo (Luc 10)

Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las lanzó sobre la tierra (Apoc
12)

El Diablo ha descendido hacia vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo
(Apoc 12)

Dios no perdonó a los ángeles pecadores, sino que, precipitados en el infierno, los entregó a
las prisiones tenebrosas en espera del juicio (II Ped 2)

El diablo fue arrojado al estanque de fuego y de azufre, donde están la Bestia y el Falso
Profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apoc 20)

El Señor ha reservado en eterna prisión, en el fondo de las tinieblas, para el juicio del gran
día, a los ángeles que no conservaron su dignidad sino que perdieron su propia mansión
(Judas)
Tu esplendor ha caído al Seol...¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la
Aurora?...Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré
mi trono...Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo (Isa 14)

Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. El Dragón y sus ángeles combatieron, pero
no pudieron prevalecer y no hubo puesto para ellos en el cielo. Y fue precipitado el gran
Dragón, la serpiente antigua, que se llama “Diablo” y “Satanás”, el seductor del mundo entero,
y sus ángeles fueron precipitados con él (Apoc 12)

Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la
iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado
del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes.
Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu
esplendor. Y Yo te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes
(Eze 28).

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Cardenal Cottier: «La Iglesia debe hablar del demonio»

18 enero 2006 (ZENIT.org).-

Publicamos la introducción del cardenal Georges Marie Martin Cottier OP --escrita siendo aún
Teólogo de la Casa Pontifica-- al libro «Presidente degli esorcisti – Esperienze e delucidazioni
di Don Grabriele Amorth» («Presidente de los exorcistas – Experiencias y aclaraciones de
Gabriel Amorth»), recién publicado por «Edizioni Carismatici Francescani»
(www.dioesiste.org).

El padre Gabriel Amorth es exorcista de la diócesis de Roma, fundador y presidente honorario


de la Asociación Internacional de Exorcistas.

La Iglesia debe hablar del demonio. Pecando, el ángel caído no ha perdido todo el poder que
tenía, según el plan de Dios, en el gobierno del mundo.

Ahora utiliza este poder para el mal. El Evangelio de Juan le llama: «el príncipe de este
mundo» (Jn 12,31) y en la primera carta también de Juan se

lee: «El mundo entero yace en poder del Maligno» (1 Jn 5,19). Pablo habla de nuestra batalla
contra las potencias espirituales (Cf. Ef. 6,10-17). Podemos también remitirnos al Apocalipsis.

Tenemos que combatir contra fuerzas del mal no sólo humanas, sino sobrehumanas en su
origen e inspiración: basta con pensar en Auschwitz, en las masacres de pueblos enteros, en
todos los horrendos crímenes que se cometen, en los escándalos de los que son víctimas los
pequeños y los inocentes, en el éxito de las ideologías de muerte, etc.

Es oportuno recordar algunos principios. El mal del pecado es realizado por una voluntad
libre. Sólo Dios puede penetrar en el corazón profundo de la persona; el demonio no tiene el
poder de entrar en este sagrario. Actúa sólo en el exterior, sobre la imaginación y sobre los
afectos de raíz sensible.

Además su acción está limitada por el permiso de Dios omnipotente.

El diablo actúa generalmente a través de la tentación y el engaño, es mentiroso (Cf. Jn 8,44).


Puede engañar, inducir al error, ilusionar y, probablemente más que suscitar, puede secundar
los vicios y los gérmenes de vicios que están en nosotros.

En los Evangelios sinópticos, la primera aparición del demonio es la tentación en el desierto,


cuando somete a varias incursiones a Jesús (Cf. Mt

4,11 y Lc 4,1-13). Este hecho es de gran importancia.

Jesús curaba enfermedades y patologías. Se refieren en conjunto al demonio, porque todos


los desórdenes que afligen a la humanidad son reducibles al pecado, del que el demonio es
instigador. Entre los milagros de Jesús hay liberaciones de posesiones diabólicas, en el
sentido preciso.

Vemos en particular en San Lucas que Jesús manda a los demonios que le reconocen como
el Mesías.

El demonio es mucho más peligroso como tentador que a través de signos extraordinarios o
manifestaciones exteriores asombrosas, porque el mal más grave es el pecado. No por
casualidad en la oración del Señor pedimos: No nos dejes caer en la tentación. Contra el
pecado el cristiano puede luchar victoriosamente con la oración, la prudencia, en la humildad
conociendo la fragilidad de la libertad humana, con el recurso a los sacramentos, ante todo la
Reconciliación y la Eucaristía. Debe también pedir al Espíritu Santo el don de discernimiento,
sabiendo que los dones del Espíritu Santo se reciben con la gracia del Bautismo.

Santo Tomás y San Juan de la Cruz afirman que tenemos tres tentadores: el demonio, el
mundo (lo reconocemos ciertamente en nuestra sociedad) y nosotros mismos, o sea, el amor
propio. San Juan de la Cruz sostiene que el tentador más peligroso somos nosotros mismos
porque nos engañamos solos.

Frente al engaño, es deseable en los fieles católicos un conocimiento cada vez más profundo
de la doctrina cristiana. Se debe promover el apostolado por el Compendio del Catecismo de
la Iglesia Católica, de extraordinaria utilidad para combatir la ignorancia. El demonio tal vez es
instigador de esta ignorancia: distrae al hombre de Dios, y es una gran pérdida que se puede
contener promoviendo un adecuado apostolado en los medios de comunicación social, en
particular televisivos, considerando la cantidad de tiempo que muchas personas gastan
siguiendo los programas de televisión, a menudo de contenidos culturalmente inconsistentes o
inmorales.

También contra los hombres de Iglesia se desencadena la acción del diablo: en 1972 el Sumo
Pontífice Pablo VI habló del «humo de Satanás introducido en el templo de Dios», aludiendo a
los pecados de los cristianos, a la desvalorización de la moralidad de las costumbres y a las
decadencias (consideremos la historia de las Órdenes y de las Congregaciones religiosas, en
las cuales se ha notado siempre la exigencia de reformas para reaccionar a la decadencia), a
la cesión en las tentaciones en la búsqueda de la carrera, del dinero y de la riqueza en las
cuales pueden incurrir los propios miembros del clero, cometiendo pecados que provocan
escándalo.

El exorcista puede ser un Buen Samaritano –pero no es el Buen Samaritano— pues el pecado
es una realidad más grave. Un pecador que permanece asentado en su pecado es más
desdichado que un poseído. La conversión del corazón es la más bella victoria sobre la
influencia de Satanás, contra la cual el Sacramento de la Reconciliación tiene una importancia
absolutamente central, porque en el misterio de la Redención Dios nos ha liberado del
pecado, y nos regala, cuando hemos caído, el reencuentro de Su amistad.

Los Sacramentos tienen en verdad una prioridad sobre los sacramentales, categoría en la que
se incluyen los exorcismos, que son pedidos por la Iglesia pero en orden no prioritario. Si no
se considera este planteamiento, subsiste el riesgo de turbar a los fieles. No se puede
considerar el exorcismo como la única defensa contra la acción del demonio, sino como un
medio espiritual necesario donde se ha constatado la existencia de casos específicos de
posesión diabólica.

Parece que los poseídos sean más numerosos en los países paganos, donde el Evangelio no
ha sido difundido y donde están más extendidas las prácticas mágicas. En otros lugares un
elemento cultural perdura allí donde los cristianos conservan una tendencia indulgente
respecto a antiguas formas de superstición.

Además hay que considerar que presuntos casos de posesión pueden ser explicados por la
medicina actual y la psiquiatría, y que la solución a determinados fenómenos puede consistir
en un buen tratamiento psiquiátrico.

Cuando se manifiesta en la práctica un caso difícil es necesario ponerse en contacto con un


psicólogo y un exorcista; es aconsejable valerse de psiquiatras de formación católica.

En el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum se ha instituido recientemente un curso sobre


estas temáticas. Sobre ellas parece oportuna una formación adecuada en los seminarios, en
una dimensión de equilibrio y sabiduría, evitando excesos y constricciones.
Cardenal Georges Cottier, O.P. Pro-teólogo de la Casa Pontificia

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