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“Psicología de las masas y análisis del yo”.

Introducción.

La relación que tiene el individuo con todos los vínculo con los que se relaciona
(pares, objeto de amor, etc.) pueden ser considerados fenómenos sociales. Estos
entran en oposición con otros fenómenos que los hemos denominado narcisistas,
donde la satisfacción pulsional se sustrae del influjo de otras personas o renuncia
a estas.

La psicología de las masas trata al individuo como miembro de un linaje de un


pueblo, de una casta, de un estamento, de una institución, o como integrante de
una multitud organizada en forma de masa durante cierto lapso y para
determinado fin.

Freud, parte de considerar a la pulsión social, como no originaria e irreducible, y


contemplando la posibilidad de que su origen pueda hallarse en el seno de la
familia.

Le Bon y su descripción del alma de las masas.

Le bon explica en “Psicología de las masas” la relación de los individuos con su


medio: “… el rasgo más notable de una masa psicológica: cualesquiera que sean
los individuos que la componen (…), el mero hecho de hallarse transformados en
una masa los dota de una especie de alma colectiva en virtud de cual sienten,
piensan y actúan de manera exactamente distinta de cómo sentiría, pensaría y
actuaría cada uno de ellos en forma aislada…”

Si los individuos dentro de una masa están ligados en una unidad, tiene que haber
algo que los una, que sea lo característico de la misma. En la masa, según Le
Bon, desaparecen las adquisiciones de los individuos y por lo tanto su
peculiaridad, lo heterogéneo se hunde en lo homogéneo.

Se establece de esta manera, un “promedio en los individuos de la masa”. Sin


embargo, aparecen también nuevas propiedades a causa de:

➢ dentro de la masa el individuo adquiere un sentimiento de poder invencible


que le permite entregarse a instintos que aislado no lo hubiese hecho. Así,
tendrá menos motivos para controlarlo, porque dentro de la masa anónima,
desaparece totalmente el sentimiento de la responsabilidad. Freud, agrega a
esta causa que el individuo, al entrar a la masa, queda sometido a condiciones
que le permiten echar por tierra las represiones de sus mociones pulsionales
inconscientes. Las propiedades nuevas son, las exteriorizaciones de ese
inconsciente que contiene como disposición toda la maldad humana, y la
desaparición de la conciencia moral (angustia social).

➢ una segunda causa es el contagio, contribuye igualmente a hacer que en las


masas se exterioricen rasgos especiales y al mismo tiempo marcar la
orientación de otros. En la multitud, todo sentimiento y todo acto son
contagiosos, de tal manera que el individuo sacrifica su interés personal al
interés colectivo.
➢ hay una tercera causa, la más importante, que determina en los individuos de
una masa particulares propiedades diferentes a las del individuo aislado, esta
es la sugestionalidad, de la cual el contagio es solo un efecto. El individuo
inmerso en una masa después de un cierto tiempo se encuentra en un estado
singular, similar a la fascinación. La personalidad consiente ha desaparecido
por completo, la voluntad y el discernimiento quedan abolidos. No tiene ya
conciencia de sus actos. El contagio ha de ser una exteriorización de la
sugestionalidad.

Por otra parte, este autor también plantea que la masa es impulsiva, voluble y
excitable. Es guiada casi con exclusividad por lo inconsciente. No soporta demora
entre su apetito y la realización de lo apetecido. Aparece un sentimiento de
omnipotencia, desaparece el concepto de lo imposible. La masa es influible,
crédula y acrílica. Los sentimientos de la misma son simples y exaltados, solo es
estimulada por estímulos desmedidos. En relación con la autoridad, quiere ser
dominada y sometida al mismo tiempo.

➢ existe una cuarta causa, que tiene que ver con la idea de identificar el alma
de las masas con el alma de los primitivos. En las masas las ideas
opuestas pueden coexistir y tolerarse sin que su contradicción de por
resultado un conflicto. Está sujeta al poder “mágico” de las palabras.
Además, nunca conocieron lo real, piden ilusiones, a las que no pueden
renunciar, lo irreal siempre prevalece ante lo real.
Siguiendo la exposición de Le Bon, quien argumenta, que los individuos tan pronto
se encuentran unidos se ponen instintivamente bajo la autoridad de un jefe.
Entiende que los conductores adquieren su predicamento por las ideas que los
fanatizan a ellos mismos. Tanto esas ideas, como los conductores tienen la
característica de un poder “misterioso” denominado prestigio (paraliza por
completo nuestra capacidad de critica), lo que provocaría la fascinación en la
masa.
Otras apreciaciones de la vida anímica colectiva.

Todo lo que Le Bon expone, no aporta nada nuevo, ha sido dicho con anterioridad.

Bajo el nombre de “masas” se reunieron formaciones diferentes que es preciso


distinguir. Las masas de las que habla Le Bon son las “masas efímeras”, que se
aglomeran por la reunión de individuos de diversos tipos con miras a un interés
pasajero. Pero también existen las “masas estables” a las que los seres humanos
consagran su vida y que se encarnan en las instituciones de la sociedad.

La tarea consiste en procurar a la masa las mismas propiedades que eran


características del individuo y se le borraron por la formación de masa. En efecto,
el individuo poseía (fuera de la masa) su continuidad, su conciencia de sí, sus
tradiciones y usos, y se mantenía separado de otros con quienes rivalizaba. Esta
especificidad es la que había perdido por su ingreso a la masa.

Sugestión y libido.

En una masa el individuo experimenta por influencia d ella, una alteración a


menudo profunda en su actividad anímica. Su afectividad se acrecienta
extraordinariamente, su rendimiento intelectual sufre una notable disminución.
Ambos procesos apuntan a una nivelación con los otros individuos de la masa,
resultado que solo puede alcanzarse por la cancelación de las inhibiciones
pulsionales propias de cada individuo y por la renuncia a las inclinaciones que le
se ha plasmado. Estos elementos pueden contrarrestarse mediante una
organización más elevada de las masas.

Freud rechaza la idea de la sugestionabilidad e intenta aplicar el concepto de


libido, al que considera como la energía (considerada como magnitud cuantitativa)
de aquellas pulsiones que tienen que ver con todo lo que puede sintetizarse como
amor.

Vínculos de amor constituyen también lo esencial de las masas. Lo que


correspondería a tales vínculos está oculto en la sugestión. Al respecto establece
dos reflexiones que son:

▪ la masa se mantiene cohesionada por algún poder, que es el Eros.


▪ si el individuo resigna su peculiaridad en la masa y se deja sugerir por otros, se
tiene la impresión de que lo hace porque siente la necesidad de estar de
acuerdo con ellos y de no oponérseles por “amor a ellos”.
Dos masas artificiales: iglesia y ejército.
Morfología de las masas: efímeras/duraderas; homogéneas/heterogéneas;
naturales/artificiales; primitivas/articuladas; sin conductor/con conductor.

Iglesia y ejército son masas artificiales, se emplea cierta compulsión externa para
prevenir su disolución e impedir alteraciones de su estructura.

Existe una falta de libertad. Cuando las masas artificiales se descomponen se


genera el pánico. Se desoye al jefe y cada uno se cuida a sí mismo. Si los lazos
recíprocos se disuelven se libera una angustia sin sentido.

Cuando los individuos dominados por la angustia pánica cuidan de sí mismos se


dan cuenta de que han cesado esas ligazones afectivas que hasta entonces les
rebajaban el peligro. Lo que sucede es que la angustia pánica supone al
aflojamiento de la estructura libidinosa de la masa.

La angustia crece en la masa por contagio.

En un individuo la angustia será provocada por la magnitud del peligro o por la


ausencia de ligazones afectivas, que es lo que ocurre en la angustia neurótica.

De igual modo el pánico nace por el aumento del peligro que afecta a todos, o por
el cese de las ligazones afectivas que cohesionan a la masa.

El principal fenómeno del psicología de las masas: la falta de libertad del individuo
dentro de ellas.

Otras tareas y orientaciones de trabajo.

En los ejemplos expuestos anteriormente, nos encontramos con dos tipos de


masa artificiales. Una donde los lazos afectivos son generados a partir de la
ligazón con el líder, y otro por los individuos entre sí. Una multitud no es una masa
hasta que no aparecen lazos entre sí.

El conductor o la idea pueden ser negativas (odio a una persona /institución) pero
podría producir igual efecto unitivo y generar ligazones parecidas que la
dependencia positiva.

Son ligazones libidinales las que caracterizan a la masa.

La identificación.

El psicoanálisis conoce la identificación como la más temprana exteriorización de


una ligazón afectiva con otra persona. Tempranamente en la vida del niño se
produce la identificación con el padre, a quien toma como modelo.
Simultáneamente se da u segundo lazo psicológico: el varón toma a la madre
como un objeto sexual. Ambos sentimientos coexisten un tiempo sin influirse ni
perturbarse entre sí. Desde el comienzo la identificación es ambivalente: puede
darse vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el deseo de eliminación.

La identificación:

● Es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto.


● Pasa a sustituir a una ligazón libidinosa de objeto por la vía represiva,
mediante introyección del objeto en el yo.
● Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una
persona que no es objeto de las pulsiones sexuales.
● La ligazón recíproca entre los individuos de la masa tiene la naturaleza de una
identificación de esta clase (mediante una importante comunidad afectiva) esa
comunidad reside en el modo de la ligazón con el conductor.
El instinto gregario.

Caracteres de la masa: falta de autonomía e iniciativa individual; y la uniformidad


de su reacción con la de todos los otros.

La masa exhibe un cuadro inequívoco de regresión de la actividad anímica a un


estadio anterior. Este cuadro se da en las masas comunes mientras que en las de
alta organización, artificiales se las puede detener en buena medida.

Se tiene la impresión de n estado en que la moción afectiva del individuo y su acto


intelectual son demasiado débiles para hacerse valer por sí solos.

Los estados anímicos que se han descrito en la masa, Trotter los deriva de un
instinto gregario innato en los hombres. Este instinto es la expresión de la
tendencia de todos los seres vivos de formar unidades cada vez más amplias. El
individuo se siente incompleto cuando está solo.

La crítica que realiza Freud es que el instinto gregario no deja lugar a la figura del
conductor, ese se añade a la masa solo de modo contingente, para él la esencia
de la masa no puede concebirse descuidando al conductor.

El instinto gregario surge del trato igualitario para todos. Ninguno debe querer
destacarse, todos deberían ser guales y poseer lo mismo, la justicia social significa
que uno se deniega a cosas para que otros también puedan renunciar a ellas o no
puedan exigirlas. Esta exigencia de igualdad es la raíz de la conciencia moral
social y del sentimiento del deber.

La masa es representada como la horda primaria.


Cada individuo es miembro de muchas masas, tiene múltiples ligazones de
identificación y ha edificado su ideal del yo según los más diversos modelos. Cada
individuo participa del alma de muchas masas: su raza, su estamento, su
comunidad de credo, su comunidad estatal, etc. y puede elevarse por encima de
ello hasta lograr una particular autonomía y de originalidad.

Las masas efímeras desaparecen sin dejar huellas del desarrollo individual. Se
comprende diciendo que el individuo resigna su ideal del yo y lo permuta por el
ideal de la masa corporizado en el conductor. Esto no tiene igual magnitud en
todos los casos. En muchos individuos la separación entre su yo y su ideal del yo
no llega demasiado lejos. Circunstancia que facilita la elección del conductor
porque a menudo solo necesita poseer las propiedades típicas de estos
individuos. Los otros cuyo ideal del yo no se habría corporizado en su persona en
otras circunstancias sin que mediase corrección son arrasados por identificación.

El psicoanálisis demuestra que casi todas las relaciones afectivas entre dos
personas (el matrimonio, la amistad, el amor paterno o filial) conservan un
depósito de sentimientos hostiles, que para desaparecer necesita represión.
Cuando la hostilidad se dirige contra personas amadas, se trata de una
ambivalencia afectiva, originada en el narcisismo.

Y esto pasa también entre conjuntos más amplios (pueblos, naciones, etnias).
Pero, dentro de cada conjunto, el narcisismo se restringe, a favor del vínculo
libidinal con los otros miembros del mismo grupo.

Entonces, en las relaciones sociales se vuelven a encontrar hechos que la


investigación psicoanalítica ha permitido observar en el desarrollo de la libido
individual. En el desarrollo de la humanidad, tal como en el del individuo, es el
amor lo que ha revelado ser el principal factor de civilización, y quizá el único,
determinando el paso del egoísmo al altruismo.

Cuando se observa que en la masa aparecen restricciones del egoísmo narcisista,


este hecho debe considerarse una prueba de que la esencia de la formación
colectiva reposa en el establecimiento de nuevos lazos libidinales entre sus
miembros. Cabe preguntarse cuál sería la naturaleza de estos nuevos lazos
afectivos.

En la multitud, ciertamente, no puede haber fines eróticos directos, sino sólo


desviados de sus metas primitivas. Habría que ver qué tipo de fijación hacia
objetos implica la relación de masas y hasta qué punto está implicada, en cambio,
alguna forma de identificación.

La hipnosis, agrega Freud, revelaría fácilmente el enigma de la constitución


libidinal de la masa si no tuviera rasgos que escapan a la anterior explicación
racional (enamoramiento carente de tendencias sexuales directas).

En la hipnosis hay todavía gran parte incomprendida y de carácter “místico”. Una


particularidad es esa especie de parálisis, resultado de la influencia ejercida por
una persona omnipotente sobre otra impotente. El modo de provocar la hipnosis y
su selección de las personas apropiadas son aún en gran medida enigmáticas.

También es atendible el hecho de que la conciencia moral de las personas


hipnotizadas puede oponer una intensa resistencia, que proviene, quizá, de que
en la hipnosis el sujeto continúa dándose cuenta de que se trata de un juego, una
reproducción ficticia de otra situación de importancia mucho mayor.

En todo caso, lo anterior permite afirmar, aunque sea provisoriamente, que la


masa que posee un líder es una reunión de individuos que han reemplazado su
ideal del yo por un mismo objeto, con lo cual se ha establecido entre ellos una
general y recíproca identificación del yo.

La masa se muestra, entonces, como una suerte de resurrección de la horda


primitiva. Así como el hombre primitivo sobrevive virtualmente en cada individuo,
también toda masa humana puede reconstituir la horda primitiva.

Por eso el hipnotizador pretende poseer un poder misterioso que despoja de su


voluntad al sujeto. O lo que es lo mismo: el sujeto atribuye al hipnotizador tal
poder. Esta fuerza misteriosa sería la misma que constituye, para los primitivos, la
fuente del tabú; esa misma fuerza que emana de los reyes y de los jefes, y que
pone en riesgo a quienes se les acercan.

El carácter inquietante de las formaciones colectivas puede atribuirse, entonces, a


su afinidad con la horda primitiva de la cual desciende. El caudillo sería el temido
padre primitivo. El padre primitivo es el ideal de la masa, y este ideal domina al
individuo, remplazando su ideal del yo. El individuo renuncia a su ideal del yo,
cambiándolo por el ideal de la masa, encarnado en el líder.

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