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CONSTITUCIÓN POLÍTICA :
GENERALIDADES
Capítulo 1
Universidad de la Amazonia Departamento de Educación a Distancia
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
CONTENIDO
PARA RECORDAR!
DERECHO CONSTITUCIONAL La rama del derecho que estudia los aspectos sobresalientes de la
organización del estado, sus autoridades y funciones, los principios fundamentales de su acción y control, con
respecto a personas y grupos que habitan su territorio, y hacia el exterior, dentro de un marco jurídico de
libertades y derechos a ellos reconocidos. Por la riqueza del contenido de la Constitución, sus valores políticos
y la extensión del control jurídico se ha realzado la importancia del derecho constitucional.
ESTADO Denominación que reciben las entidades políticas soberanas sobre un denominado territorio, su
ESTADO DE DERECHO: Fórmula relativamente reciente en el Derecho Constitucional, con la que se quiere
significar que la organización política de la vida social, el Estado, debe estar sujeto a procedimientos regulados
por la ley. Supone el reconocimiento de (os derechos personales (imperio de la ley), la responsabilidad del
Estado y !a legitimación democrática del mismo.
ESTADO SOCIAL: Término que designa el conjunto de instituciones y estructuras del Estado comprometido
con la igualdad y la seguridad social. Se ocupa de proteger los individuos ante las consecuencias sociales del
desempleo y la incapacidad laboral, la jubilación y la enfermedad, todo ello en la medida en que lo estime posible y
oportuno.
ESTADO SOCIAL DE DERECHO: Fórmula que busca la prevalencia de un régimen de solidaridad social e interés
general sobre los intereses privados e individualistas. Promueve la prosperidad general y garantiza la
efectividad de los derechos.
jurídico de un Estado puede expresarse toscamente en los siguientes términos: supuesta la existencia de la
norma fundamental, la Constitución representa el nivel más alto dentro del derecho nacional"1.
La posición jerárquica que la Constitución ocupa, pues, respecto del resto del ordenamiento jurídico de un Estado,
es clara. No solo obedece esa ubicación en la cúspide al hecho de ser la norma fundamental —o contener el
conjunto de normas fundamentales—, de la cual derivan su validez las demás normas positivas, sino, además, por
el hecho de llevar implícita toda una filosofía política que sirve de orientación no solo a los agentes del poder —
los gobernantes—, sino a la conducta de los gobernados, en cuanto miembros activos del conglomerado social.
"Siempre hemos considerado —dice COPETE LI-ZARRALDE— que el fundamento de la superlegalidad de la
Constitución está en el reconocimiento que ella hace de los derechos de las personas, encauzando y limitando
la actividad legítima del Estado, cuyo fin es la persecución del bien común"2 Ya se ha visto cómo el contenido de
la Constitución no se limita a la recopilación de las normas fundamentales para la organización del poder en el
Estado, sino que comprende, además, otros tipos de reglas, como son aquellas que consagran los derechos de
los individuos frente al Estado y las libertades públicas, y de las cuales deriva también su supremacía.
Para el profesor GARCÍA DE ENTERRÍA, la supremacía de la Constitución se fundamenta en varias razones que él
explica así: "Primero, porque la Constitución define el sistema de fuentes formales del derecho, de modo que solo
por dictarse conforme a lo dispuesto por la Constitución una ley será válida o un reglamento vinculante. En este
sentido —explica él— es la primera de las 'normas de producción', la norma normarun, la fuente de las fuentes.
Segundo, porque en la medida en que la Constitución es la expresión de una intención funcional, configuradora de
un sistema entero que en ella se basa; tiene una pretensión de permanencia o duración, lo que parece
asegurarle una superioridad sobre las normas ordinarias carentes de una intención total tan relevante, limitada a
objetos mucho más concretos, todos singulares dentro del marco globalizador y estructural que la Constitución
ha establecido"3. "La Constitución, como dice SAA VELASCO, aparece así en el más alto escalón de la jerarquía de
un sistema, y su superioridad con relación a las demás normas pasa a ser su característica formal. Se nos
presenta, entonces, la Constitución como la ley suprema o fundamental, como la ley de leyes, según la
acertada expresión de ALBERTI, como el fundamento obligado de todas las demás normas jurídicas, según opinión
de LINARES QUINTANA, y como razón de validez de las disposiciones legales, acogiendo la noción de KELSEN"4.
Para BIDART CAMPOS, la supremacía constitucional apunta a la noción de que la Constitución formal revestida de
superlegalidad, obliga a que las normas y los actos estatales y privados se ajusten a ella. Ello envuelve —dice—
una formulación del deber ser: todo el orden jurídico-político del Estado debe ser congruente o compatible con
la Constitución formal. "La supremacía constitucional —agrega—, supone gradación jerárquica del orden
jurídico derivado, que se escalona en planos descendentes. Los más altos subordinan a los inferiores, y todo el
conjunto se debe subordinar a la Constitución"4 bis.
Cuando ese orden jerárquico se rompe, es decir, cuando una norma de inferior jerarquía desconoce a la de
superior jerarquía, y, en particular, a la superior que es la Constitución, dicha norma está viciada de
inconstitucionalidad. Ello acarrea la consecuencia de que debe ser retirada del ordenamiento jurídico,
atribución esta que se asigna, como se verá más adelante, a tribunales especiales, o, en ciertos casos, por vía de
excepción, a autoridades de rango inferior. La fuerza que se otorga a las disposiciones constitucionales debe
ser enfocada desde un doble punto de vista: ella proviene de una parte de su propio contenido, por lo cual se
habla de una supremacía material, y en ocasiones del procedimiento a través del cual es elaborada: esto es la
supremacía formal.
1
HANS KELSEN, ob. cit., pág. 227.
2
COPETE LJZARRALDE. ob. cit., pág. 221.
3
E. GARCÍA DE ENTL-RRÍA, ob. cit., pág. 50.
4
E. SAA VELASCO , ob. c it., pág. 169.
4 bis
G. BIDART CAMPOS, ob. cit., pág. 77.
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De una manera más precisa, como explica BURDEAU, la supremacía material de la Constitución resulta del hecho
de que ella organiza las competencias. En efecto, al crear las competencias, ella es necesariamente superior a los
individuos —los gobernantes— que están investidos de esas competencias. Por consiguiente, los gobernantes
no pueden ir en sus actos contra la Constitución, sin despojarse, al mismo tiempo, de su investidura jurídica 5.
Tratándose de saber si el príncipe o una asamblea podrían modificar las leyes fundamentales del Estado, VATTEL
respondía: "Es de la Constitución que los legisladores tienen sus poderes. ¿Cómo podrían ellos cambiarla sin
destruir el fundamento de su autoridad?"6.
La supremacía formal de la Constitución surge, fundamentalmente, del hecho de que sus normas han sido
consagradas mediante procedimientos especiales, diferentes a los de la ley ordinaria, y de que para modificar esas
normas se requiere igualmente de procedimientos especiales. De ahí que cuando se trata de disposiciones
cuyo contenido no sea propiamente de naturaleza constitucional, pero que por su particular importancia el
constituyente ha considerado oportuno elevar a esa categoría, introduciéndolas en el texto de una Constitución,
esas disposiciones, al igual que las demás, tendrán supremacía sobre cualquier otra norma no constitucional.
Es por esto que el establecimiento y reforma de los textos constitucionales, se subordina generalmente al
respeto de ciertas formalidades especiales. De ahí resulta, en primer término, la distinción que se hace entre
Constitución rígida y flexible, que ya examinamos en capítulo anterior. Como se explicó, se trata de una
distinción puramente formal, que se refiere a los procedimientos para su elaboración y no a su contenido. De tal
manera que se habla de supremacía formal en los casos de Constitución rígida, ya que esta es la que prevé
esos procedimientos.
superioridad material que se reconoce a las primeras. Solo dentro del marco de la Constitución rígida, esta
distinción tiene trascendencia. Ella se basa no en el objeto o el contenido de la ley, sino pura y simplemente en la
forma en que esta ha sido elaborada o puede ser modificada, es decir, sobre los procedimientos seguidos para su
establecimiento. Normalmente la forma constitucional se utilizará para regular los asuntos de naturaleza
constitucional. Pero puede suceder que exista desacuerdo entre la forma y el fondo. En algunas constituciones se
consagran normas que no son propiamente de tipo constitucional. En este caso ¿será necesario tener en cuenta la
forma a través de la cual ha sido elaborada, o más bien su contenido?
La solución generalmente admitida es, como lo confirma BURDEAU, que la forma debe prevalecer. Es decir, que si
una regla, por más ajena a la organización política de un Estado que sea, ha sido elaborada según la forma cons-
titucional, tendrá valor constitucional, con todas las consecuencias que se derivan de ello9. Es decir, será
considerada como superior a la ley ordinaria. En Colombia la supremacía de la Constitución está claramente
definida. El artículo 5o de la ley 57 de 1887 establece al efecto: "Cuando haya incompatibilidad entre una
disposición constitucional y una legal, se preferirá aquella"', por su parte, el artículo 4o de la Constitución Política
dispone: "La Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra
norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales".
El control de la constitucionalidad de las leyes
Como consecuencia lógica del principio de que la ley ordinaria debe ser conforme a las disposiciones
constitucionales, la propia Constitución debe prever mecanismos tendentes a garantizar que ello ocurra así.
Con este fin se establecen medios de defensa de la Constitución, que son el llamado control de la
constitucionalidad de las leyes. En algunos países ese control no está expresamente previsto en la Constitución;
en otros sí lo está, aunque varíen sus modalidades de ejercicio o de técnica.
Es preciso destacar el carácter eminentemente político que tiene, el control de la constitucionalidad de las
normas jurídicas, no obstante que, como más adelante se verá, este control puede estar a cargo de un órgano
jurisdiccional —como en efecto sucede en la mayoría de los países del mundo contemporáneo— y está sometido
a procedimientos de índole judicial, su contenido y sus implicaciones políticas son evidentes e insoslayables. Como
afirma LOEWENS-TEIN: "El control de la constitucionalidad es, esencialmente, control político y cuando se impone
frente a los otros detentadores del poder, es, en realidad, una decisión política. Cuando los tribunales proclaman
ejercer su derecho de control, dejan de ser meros órganos encargados de ejecutar la decisión política, y se
convierten por su propio derecho en detentadores semejantes, cuando no superiores a los otros detentadores
del poder instituido"10.
La existencia de este control plantea algunas dificultades tanto en el terreno teórico, como en el práctico. Se
dice que vigilar la expedición de las leyes y anularlas cuando vayan en contra de la Constitución, es desconocer
el carácter que tiene el Parlamento como representante de la soberana voluntad del pueblo. La presencia
entonces de un organismo superior capaz de dejar sin fuerza alguna la voluntad del Parlamento manifestada en
la ley, así sea por encontrar que esta es incompatible con textos constitucionales, equivaldría a despojar a este
de su condición de órgano soberano del Estado. Sin embargo, esta objeción es fácilmente rebatible: el
Parlamento solo actúa soberanamente cuando obra de conformidad con la Constitución y no cuando va en contra
de ella; y el cuerpo que decide sobre la oposición entre esta y la ley, no lo hace en virtud de un poder propio, sino
por mandato de la propia Constitución, para garantizar la superioridad de esta sobre la ley.
En el terreno práctico se discute sobre la conveniencia de que el control sea ejercido por un organismo político o
por un organismo jurisdiccional, lo cual, de hecho, configura los dos tipos de control de la constitucionalidad de
las leyes contemplados en los diversos sistemas constitucionales.
9
G.. B URDEAU, ob. cit., pág. 77.
10
K. LOEWENSTEIN, ob. cit., pág. 309.
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El anterior ejemplo sirve para i lustrar el fundamento de una de las críticas que se hacen en este sistema de control:
un organismo de esta naturaleza es más propenso y sensible a las presiones de tipo político vengan de donde
vinieren, y así mismo más maleable a los halagos que pueda ofrecerle un gobierno autoritario. Por consiguiente, su
independencia en el cumplimiento de tan delicada misión no estará suficientemente garantizada.
Sin embargo, el control por un cuerpo político —y más concretamente por el propio Parlamento— ha sido la
solución adoptada por muchos Estados, sobre todo en Europa, donde lo han practicado países como Bélgica,
Dinamarca, Finlandia, Holanda, Suecia y Suiza, aunque el modelo esencial ha sido Francia, desde el siglo
pasado. Por lo demás, el control constitucional por un cuerpo político era consagrado igualmente en la casi
totalidad de los países socialistas. En la extinguida URSS, el Soviet Supremo era el encargado de controlar el
cumplimiento de la Constitución.
EL ESTADO
Capítulo 2
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CONTENIDO
NARANJO MESA, Vladimiro: Teoría Constitucional e Instituciones Políticas, octava edición, Editorial Temis
S.A, Santafé de Bogotá – Colombia, 2000. págs. 71-79, 86-101,105-121, 197-204, 437-452
YOUNES MORENO. Diego: Derecho Constitucional Colombiano, Capítulo XII, tercera edición, Legis Editores
S.A. 1997. p. 83-86,87-88, 273, 273 – 284, 307 - 359
La dificultad surge, pues, al tratar de definir esta realidad, al pretender encuadrar el Estado, como dice XIFRA
HERAS, en un sector concreto de la realidad, al intentar establecer las notas que lo individualizan2. Definir el
Estado no es, pues, en modo alguno, tarea sencilla…
En efecto, del Estado podrían citarse tantas definiciones cuantos autores han estudiado este ente. En la
mayor parte de ellas se encontrarán coincidencias en cuanto se refiere a los elementos que lo constituyen.
Por el contrario la diversidad de enfoques sobre su naturaleza o finalidad, es notoria. PLATON lo concibió
como un ente ideal; ARISTÓTELES como una sociedad perfecta; HEGEL, SAVIGNY y los románticos como
un ser espiritual3; ROUSSEAU, como la asociación política libremente fundada por los partícipes del contrato
social; KANT, como “reunión de hombres que viven bajo leyes jurídicas” 4, KELSEN lo identifica como una
“ordenación de la conducta humana”5, CARRÉ DE MALBERG como un conjunto de elementos heterogéneos 6,
DUGUIT lo define como “una agrupación humana fijada sobre un territorio determinado, donde los más fuertes
imponen su voluntad a los más débiles”7, BURDEAU, como “titular abstracto y permanente del poder, cuyos
gobernantes no son sino agentes de ejercicio esencialmente pasajeros” 8; ESMEIN como “la personificación
jurídica de la Nación”9; FISCHBACH como “una situación de convivencia humana en la forma más elevada” 10.
Para Harold J. Laski, el Estado constituye una sociedad de hombres unidos por el deseo de enriquecer la vida
colectiva11. DEL VECCHIO lo define como “la unidad de un sistema jurídico que tiene en sí mismo el propio
2
J. Xifra Heras, ob. Cit.,pág. 2
3
J. Xifra Heras, Ibidem.
4
J. D. Ramírez Gronda, ob. cit., pág. 142.
5
H. Kelsen, ob. cit. Pág. 107
6
R. Carré de Malberg, ob. cit. Pág. 26.
7
L. Duguit, ob, cit. Pág. 346.
8 éme
G. Burdeau, Droit Constitutionnel et institutions politiques, 15 éd., Paris, Librairie de Droit et de Jurisprudence, 1972, pág. 13.
9 éme
ESMEIN, Elements de droit constitutionnel, 5 éd, París, pág. 1.
10
O. G. Fischbach, ob. Cit. Pág. 9.
11
H. J. Laski, El Estado Moderno. Sus instituciones políticas y económicas, t. I, Barcelona, Bosch, Casa Editorial, 1932, pág. 29.
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centro autónomo y que está en consecuencia, provisto de la suprema cualidad de persona en sentido
jurídico”12. BISCARETTI DI RUFFIA, por su parte, lo define como “ente social que se forma cuando en un
territorio determinado se organiza jurídicamente en un pueblo que se somete a la voluntad de una gobierno”.
Para MARX es un instrumento de dominación de clases; para los anarquistas, en fin, es un obstáculo para la
vida y la libertad del hombre. BAKUNIN decía que “el Estado es un inmenso cementerio donde vienen a
enterrarse todas las manifestaciones de la vida individual”. LENIN, por su parte, sostuvo que “ahí donde
comienza el Estado termina la Libertad”. Mussolini, por el contrario, en el otro extremo, afirmaba que “el
Estado es el absoluto delante del cual los individuos y los grupos no son sino lo relativo”.
De tal diversidad de definiciones y de enfoques, puede deducirse la extrema complejidad de la tarea de definir
de manera certera la naturaleza de este ente. No pareciera, pues, en principio, aconsejable adoptar como
definitiva alguna definición particular, no obstante la precisión y vigor del contenido de muchas de ellas, pues
todas, sin duda, encierran al menos una parte de verdad: Es evidente que el Estado aparece como un ser
espiritual a la vez que como agrupación humana; que él es tanto un ente ordenador de la conducta, como un
titular abstracto y permanente del poder; que puede ser, en ciertas circunstancias un instrumento de
dominación de clase o un obstáculo para la libertad individual, como puede y debe ser también una situación
de convivencia en la forma más elevada.
De todas maneras nótese que en varias de estas definiciones que, a título de ejemplo, hemos citado, sobre
todo en las de contenido más jurídico, se hace referencia a uno o a varios de los elementos constitutivos del
Estado, que más adelante habrán de estudiarse… (…)
Una noción completa de lo que el Estado es en la realidad, debe resultar, pues del conocimiento sistemático
de sus diversos aspectos, tanto los jurídicos como los históricos, tanto los políticos como los sociológicos.
Para comenzar, es preciso distinguir el concepto de Estado del de sociedad. Esta representa el género del
cual el Estado constituye una de sus muchas especies posibles. Podríamos avanzar afirmando que es la
sociedad política y jurídicamente organizada, ya que la sociedad que llamamos Estado se funda,
esencialmente, en el vínculo jurídico entre sus componentes 13. ¿De donde surge ese vínculo jurídico? Esta
cuestión nos conduce a otra: ¿De dónde surge el Estado? La respuesta a este interrogante será objeto de
capítulo posterior14. Por ahora veamos qué dicen al respecto, algunos tratadistas de la materia.
PRELOT señala que “hay Estado desde el mismo momento en que aparece la diferencia elemental entre
hombres que gobiernan y hombres que obedecen; desde cuando los primeros por fuerza o convicción, son
capaces de imponer su voluntad sobre los otros”15. Para DUGUIT, puede decirse que “hay Estado cuando
quiera que exista en una sociedad determinada una diferenciación política, todo lo rudimentaria o todo lo
complicada y desarrollada que sea”. La palabra Estado designa, para DUGUIT, sea los gobernantes o el
poder político, sea la sociedad en sí misma, donde exista esta diferenciación entre gobernantes y gobernados
y donde exista, por lo mismo, una potencia política16. M. HAURIOU, por su parte, reserva el nombre de
Estado al “conjunto de la población, de civilización ya avanzada, donde el poder político separado de todo
elemento extraño, especialmente de toda patrimonialidad, toma el aspecto de una autoridad soberana que se
ejerce sobre hombres libres”17.
No compartimos en este punto los planteamientos de los eminentes tratadistas, por varias razones: a nuestro
juicio la tesis de PRELOT sería aplicable solamente al Estado absolutista, el cual se conforma –como se verá
luego-- sobre la base de la imposición de voluntad de los más fuertes: tal vez el ilustre profesor quiso
referirse, en todo caso, a la organización política, que más tarde prefiguraría el Estado, y no a este ente en su
12
G. Del Vecchio, Teoría del Estado, Barcelona , Bosch, Casa Editorial, 1956, pág.95.
13
J. M Delgado Ocando, Lecciones de introducción al derecho, Maracaibo, Ed. Universidad del Zulia, 1974, pág. 399.
14
V. Infra, capítulo III de la parte primera.
15
Cit. Por Jaime Vidal Perdomo, Derecho Constitucional, 3° ed., Bogotá, Publicaciones Universidad Externado de Colombia, 1974,
pág.48.
16
L. Duguit, ob. cit., pág.395
17
Ibídem, pág. 48.
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sentido moderno. M. HAURIOU y DOGUIT, por su parte, también insisten en señalar la diferenciación entre
gobernantes y gobernados, la autoridad soberana, como el factor que da origen al Estado. Indudablemente en
este, uno de los factores que van a contribuir para su conformación, pero no es el único. No podría, entonces,
señalarse con precisión como único fenómeno que da origen al Estado el que un grupo o una clase haya
asumido, frente a los demás, el poder decisorio dentro de la sociedad, ya que la formación del Estado es “un
fenómeno sociológico por antonomasia que obedece a una dialéctica, es decir, es multicausal y no
unicausal”18. No obstante, la definición de M, HAURIOU es, de las tres, la más acertada, por cuanto habla de
“civilización ya avanzada”, y pone énfasis en una “autoridad soberana”, ejercida sobre “hombres libres”.
Los anteriores planteamientos nos llevan a asociar el fenómeno del Estado con el ejercicio del poder en la
sociedad política. O, en otras palabras, a considerar al Estado como Estructura de Poder, que es, como atrás
se explicó, de las acepciones amplias del término la que nos indica con mayor precisión, en la órbita del
derecho, cómo y por qué se ha formado el vínculo jurídico que es de la esencia del ente estatal.
Pero antes de examinar este aspecto del Estado, conviene conocer el origen de su propia denominación lo
cual contribuirá a esclarecer mejor algunos de los rasgos propios de su naturaleza.
El término “Estado”, aplicado a la organización política de la sociedad, es decir a ese conjunto que conforma
una población, asentada sobre un territorio determinado y sometida a un poder público soberano, apenas
empezó a ser utilizada en la época del Renacimiento y generalizada en Europa entre los siglos XVI y XVII,
coincidiendo con el proceso de afianzamiento de los estados-nación de la época moderna. La expresión viene
del latín status (situación) y fue referida, en este caso, a la situación política en que se encontraba una
determinada sociedad organizada…
Para comprender mejor el proceso de conformación del Estado moderno, es importante, entonces, conocer la
evolución que tuvo, a través del tiempo, el nombre de las organizaciones políticas:
Fue en Grecia donde se desarrolló, por primera vez, una organización política que, en cierta forma,
prefiguraba al Estado moderno dentro del marco de la ciudad, a la cual se denominó polis. El vocablo
correspondía a la realidad política existente en esa época. El hecho político griego tenía un ámbito territorial
correspondiente a los límites de la ciudad, de ahí que se emplee la palabra política para denominar lo
concerniente a esa comunidad social que es la polis. “Todas las tendencias, todos los esfuerzos comunes de
los helenos en la religión y el derecho, las costumbres y la sociabilidad, el arte y la ciencia, la propiedad y la
agricultura, el comercio y la industria, convergen a la noción de ciudad. Es en la ciudad solamente donde el
hombre es un ser jurídico; fuera de ella no hay ni seguridad, ni libertad, ni aun humanidad. Él es un bárbaro y
está sometido a una sumisión incompatible con la idea del hombre”19.
La ciencia del Estado entre los griegos se construyó, pues, sobre el Estado-ciudad o la ciudad-Estado, y
nunca pudo llegar a comprender el Estado como dotado de una grande extensión territorial. Un hombre que
exprese aquella relación en que se encuentra el territorio respecto a los habitantes, no tuvo jamás significación
entre los griegos20. Empero, más tarde, aparece un fenómeno político más amplio, equivalente al concepto de
comunidad, al cual llamaron to-koinón, que literalmente significa comunidad.
18
A. Naranjo Villegas, ob, cit., pág. 135.
19
V. Bluntschli, Teoría General del Estado, cit, por M. Prelot, ob, cit., 1877, pág.4.
20
G. Jellinek, ob, cit., pág. 103.
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En Roma, heredera directa de la teoría política griega, el fenómeno político estuvo restringido, en los primeros
tiempos, a la extensión territorial de la ciudad. Se denomina civitas a la comunidad organizada socialmente,
término que también significa ciudad. Además, existió entre los romanos un término para señalar la
comunidad de intereses: res publica, que significa cosa común a todo el pueblo, comunidad de los
ciudadanos. Este vocablo república se siguió utilizando durante muchos siglos para denominar la comunidad
política en sentido general.
Con la expansión del imperio romano, esas expresiones no se modificaron; se siguió utilizando el término
civitas, siendo así que solamente era titular de derechos plenos el cives romanos, el ciudadano romano.
Posteriormente, con la conquista del mundo conocido entonces, surgió otra expresión para calificar la nueva
situación de dominio político sobre el extenso territorio conquistado: la de imperium, noción a la cual nos
referimos atrás21. Después del Edicto de Caracalla, que hizo ciudadano a los habitantes de la campiña,
desplazando hacia todo el territorio adyacente a las ciudades el concepto de Estado, con fines militares,
comenzó a transformarse el término tomando otro sentido más amplio. 22
Ya hemos mencionado cómo las invasiones bárbaras, durante la alta Edad Media, acarrearon la disolución de
la institución estatal, encarnada en el Imperio. Sin embargo, la idea de Estado subsistió, particularmente en la
mente de la clerecía, conocedora de los autores de la Antigüedad clásica, y en la de los príncipes y
gobernantes. Poco a poco, especialmente, entre los siglos XIII y XVI, fueron emergiendo del seno del
feudalismo los trazos fundamentales del Estado moderno. Más adelante habremos de referirnos a ese
proceso. Durante la Edad Media el vocablo latino imperium es traducido a diversas lenguas indoeuropeas:
empire en francés, imperio en castellano, empire en inglés, etc. Igualmente la palabra regnum se traduce al
alemán como reich, al francés como royaume, al castellano como reino. Todas estas expresiones dan la idea
común de dominación, de imperio, por parte de un príncipe. Pero no hay una clara diferenciación, o mejor,
una identificación entre comunidad política y unidad territorial. En Alemania se reservó la expresión reich al
poder imperial, distinguiéndola de land, aplicada a los distintos territorios del reino, con lo cual se identificaba
el elemento territorial con el Estado mismo.
En el renacimiento se planteó en Italia el problema de distinguir la totalidad del territorio de las diversas
comunidades políticas particulares en que se encontraba dividida la península itálica. Cada reino constituía
una citá. Surgió entonces, en el lenguaje jurídico italiano, el término Stato (de status), sinónimo de situación,
que fue unido primero al nombre de la ciudad, v. gr: Stato Firenze. De esta manera, se encontró un término
que podría aplicarse a cualquier fenómeno político, sin consideración a la forma que revistiera –monarquía o
república-, o a su tamaño –Estado grande o pequeño-. La primera utilización del término en su sentido
moderno se atribuye a MAQUIAVELO, al introducir en la literatura política de la época, a través de El Príncipe
(1515) la expresión “lo statu”, para designar el nuevo status político.
MAQUIAVELO comienza su obra capital con estas palabras: “Todos los Estados, todos los dominios que han
tenido y tienen imperio sobre los hombres, han sido y son repúblicas o principados” 23. Él analiza también en
su obra y de manera bastante precisa, lo que llamó ragione di stato de la Edad Moderna. El tratadista G.
SABINE comenta: “Más que ningún otro pensador político, fue MAQUIAVELO el creador del significado que
se ha atribuido al Estado en el pensamiento político moderno. Aun la propia palabra “Estado”, empleada para
designar al cuerpo político soberano, parece haberse difundido en los idiomas modernos en gran parte debido
a sus escritos. El Estado como una fuerza organizada, suprema en su propio territorio y que persigue una
política consciente de engrandecimiento en sus relaciones con otros Estados, se convirtió no sólo en la típica
institución política moderna, sino en la institución cada vez más poderosa de la sociedad moderna”24…
21
V. supra, pág. 32
22
Constituto Antoniana de Civitate, del año 212.
23
Nicolas Maquiavelo, El Príncipe, 2° ed., Madrid, Edit. Aguilar, 1951, pág. 25.
24
G. Sabine, ob., cit., pág. 263.
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HELLER describe de manera concisa lo que representó, durante el periodo comprendido entre el final de la
Edad Media y la época del Renacimiento, el tránsito del feudalismo al Estado moderno, como fenómeno de
desplazamiento de ciertas funciones o actividades fundamentales para la vida de la comunidad, de las manos
de los señores a las de un poder unificado25. El jurista alemán anota como los grupos políticos de la Edad
Media eran defendidos, dominados y administrados por personas a las que pertenecían, como propiedad, los
medios administrativos, ya fuesen de carácter militar, judicial o de otra clase, tales como los armamentos, los
medios de transporte, las grandes edificaciones, etc. Gracias a que la base de su poder era la propiedad
feudal hereditaria, les fue posible a los feudatarios llevar a cabo la gestión privada de la administración militar
y civil, y también alcanzar la independencia económica respecto de su señor feudal. La evolución que se
llevó a cabo, en el aspecto organizativo, hacia el Estado moderno, consistió –como anota Séller- en que los
medios reales de autoridad y administración, que eran posesión privada, se convierten en propiedad pública, y
en que el poder de mando que se venía ejerciendo como un derecho del sujeto se expropia primero en
beneficio del príncipe absoluto, y luego del Estado.
Durante los siglos XVI y XVII la expresión penetró en el lenguaje político alemán y francés. BODIN emplea en
Los Seis Libros de la República (1576) por primera vez la palabra República como sinónimo de Estado.
Reservando esta para designar formas concretas de organización, tales como el Estado aristocrático, que
llama, utilizando un vocablo arcaico, éstat aristocratique, en contraposición al Estado popular o democrático,
éstat populaire. Años después, LOYSEAU habla de état en el mismo sentido amplio de MAQUIAVELO. En el
siglo XVI se habla de Estado para distinguir esta forma de organización de los demás fenómenos particulares
como la Iglesia, el ejército, la nobleza. Es más tarde, en el siglo XVIII, cuando se aplicó para designar la
comunidad política aunque en un doble sentido: general, por comunidad política en sí misma y, particular, para
designar una demarcación territorial dentro del Estado.
Esta dualidad de significado aún subsiste en nuestro tiempo en los Estados federales, en los cuales se
designa de igual manera los territorios miembros del Estado Central. En sentido científico estricto, como dice
PORRUA PÉREZ, no debería usarse esta denominación sino la de entidades federativas, pues la palabra
Estado debe reservarse para denominar a la organización política a la que corresponde la soberanía plena,
que es el Estado federal26. Pero esta impropiedad en el uso de la palabra Estado no se limita al caso que
acabamos de comentar, sino que es generalizada, al confundirla, en el lenguaje ordinario, con otras
expresiones que, equivocadamente, se consideran sinónimos…
NARANJO MESA, Vladimiro: Teoría Constitucional e Instituciones Políticas, octava edición, Editorial Temis S.A, Santafé de
Bogotá – Colombia, 2000. págs. 86-101.
Estudiada la noción de Estado partiendo de los diversos enfoques que sobre su naturaleza se han dado,
examinado el origen del nombre de la organización política y el alcance de su significado moderno, y
analizado su aspecto jurídico-político predominante como institucionalización del poder, podemos señalar, en
conclusión, que el término Estado puede ser comprendido en tres sentidos diversos, cuya distinción es útil
establecer.
A) En sentido amplio, puede entenderse por Estado un conglomerado social, política y jurídicamente
constituido, asentado sobre un territorio determinado, sometido a una autoridad que se ejerce a través de sus
propios órganos y cuya soberanía es reconocida por otros Estados. En este sentido decimos, por ejemplo,
que Colombia es un Estado, o que Francia es un Estado.
En la anterior definición encontramos los elementos constitutivos del Estado: a) Un “conglomerado social,
política y jurídicamente constituido”, esto es la población; b) un territorio determinado, elemento físico; c) una
“autoridad que se ejerce a través de sus propios órganos”, es decir, el poder público soberano; y d) el
25
Ibidem, pág. 150.
26
F. Porrúa Pérez, ob., cit., pág, 89.
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24
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reconocimiento de la soberanía por otros Estados. En el capítulo siguiente se estudiarán por separado cada
uno de estos elementos.
Esta definición es la que nos servirá en lo sucesivo para determinar claramente el ente de cuyo estudio nos
ocupamos en esta primera parte. De ella puede deducirse que el Estado es un todo, una unidad que
comprende diversos elementos que concurren por igual en la conformación de ese ente.
B) En sentido restringido, la expresión Estado equivale, dentro de esa sociedad políticamente organizada, a
los órganos que ejercen el poder público, esto es los gobernantes en sentido amplio, o sea quienes están
investidos de autoridad sobre el conglomerado que forma la Nación. En este sentido se habla, por ejemplo, de
un Estado Intervensionista o de un Estado absolutista.
C) En sentido más restringido, la palabra Estado se asimila dentro de la organización general de los poderes
públicos. El poder central, del cual emanan los demás, directa o indirectamente. Se habla, entonces, de
Estado central por oposición a las comunidades locales, a los departamentos, provincias, regiones,
organismos descentralizados, etc.
A lo largo de esta obra, el término Estado se utilizará fundamentalmente como ya dijimos, en su primer
sentido, es decir, en su sentido amplio, conforme lo hemos definido. La expresión en sus otros dos sentidos,
será tangencialmente empleada, cuando la naturaleza del tema tratado lo exija para su mejor comprensión.
Para que la definición que hemos dado del Estado en su sentido amplio sea mejor comprendida, es preciso
examinar enseguida los elementos que constituyen este ente, los cuales han quedado incluido en esa
definición.
YOUNES MORENO. Diego: Derecho Constitucional Colombiano, Capítulo XII, tercera edición, Legis Editores S.A. 1997. p.
273
… El Estado es la sociedad política y jurídicamente organizada, con la autoridad suficiente para imponer un
orden jurídico dentro de su propio territorio y para hacer respetar su personalidad ante el concierto
internacional.
Para MADRID-MALO, el Estado es:<<La entidad política que se forma cuando en una porción de la superficie
terrestre un conjunto de personas se organizan jurídicamente, sometiéndose a una autoridad que lo gobierna.
Según ADOLFO POSADA, el Estado es: <<Una organización social constituida en un territorio propio, con
fuerza para mantenerse en él e imponer dentro de él un poder supremo de ordenación y de imperio, poder
ejercido por aquel elemento social que en cada momento asume la mayor fuerza política>>.
Para CAPITANT, el Estado es: <<Un grupo de individuos establecido sobre un territorio determinado y sujetos
a la autoridad de un mismo gobierno>>.
Pero este extremado pluralismo de las instituciones medioevales produjo, paradójicamente, un profundo
anhelo de unidad política y, a la postre, una convergencia de aspiraciones en cuanto a la instauración de una
forma determinada de gobierno: la monarquía. En ese ideal coincidían, al final de la Edad Media, tanto las
clases burguesas como la iglesia y las mentes más ilustradas de la época. El más alto exponente de ese
pensamiento fue, sin duda, SANTO TOMÁS DE AQUINO, quien a través de su vasta y profunda obra
teológica y filosófica, expuso claramente su pensamiento político.
A) Pensamiento Político de Santo Tomás de Aquino. –La vasta obra filosófica de Santo Tomás estaba
llamada a servir como uno de los más sólidos pilares del pensamiento católico, aún en la era moderna. En
ella se destaca la Summa Theologica, en la cual el doctor De Aquino comprendía en gran parte su
pensamiento sobre diversos aspectos de la vida del hombre en sociedad y las relaciones de aquellos y esta
con el Creador; entre ellos no podían faltar los temas relacionados con la organización y el gobierno de las
comunidades humanas, particularmente en cuanto a sus fines trascendentales…
Respecto a la forma de gobierno, aunque Santo Tomás mostraba simpatías hacia la monarquía unificada, su
doctrina política tenía un sentido democrático y propendía una especie de gobierno mixto, con participación de
la comunidad. Así lo expresó en el siguiente pasaje de la Summa Theologica: “La mejor institución de
príncipes es la de una ciudad o reino en que se pone uno solo que manda a todos según la virtud y bajo él hay
otros que mandan según la virtud, perteneciendo no obstante a todos el tal principado, ya porque todos
pueden ser elegidos, ya porque son elegidos y por todos. Tal es sin duda el mejor régimen político, bien
compuestote reino, en cuanto uno solo preside, y de aristocracia, en cuanto muchos participan del poder en
razón de su virtud, y de democracia, que es el poder del pueblo, en cuanto que los príncipes pueden ser
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26
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B) Concepción Tomista de la Ley y la Autoridad. – Santo Tomás define la ley como “la ordenación de la razón
para el bienestar común, promulgada por quien tiene a su cargo el gobierno de la comunidad”28. En contraste
con la concepción griega de la ley, vinculada con la razón y la naturaleza, Santo Tomás descubre la
participación de la voluntad en la expresión de la ley, e introduce la idea de la ley positiva. O sea de las reglas
formuladas por el poder soberano del Estado. En su esencia él considera la ley como algo natural, inmutable
y universal; la ley positiva degenera en una corrupción legal, cuando se opone a los principios fundamentales
de la justicia. El renacimiento del estudio del derecho romano produjo en esta época un movimiento de
reverencia hacia la ley natural, que ni el papa ni el emperador podía desconocer. Santo Tomás identifica la ley
natural con la voluntad divina, aunque reconoce la esfera de la razón como un campo distinto de la revelación
propiamente dicha, doctrina que, en unión de su concepción jurídica, forma la base sobre la cual desarrollaron
luego su pensamiento HOBBES y LOCKE 29…
Se suele llamar “Estado absolutista” al régimen político y social que imperó en los grandes estados europeos
entre los siglos XVI y XVIII, y que se caracterizó por la concentración, con base en la teoría de derecho divino
de los reyes, de todos los poderes públicos en manos del monarca: la administración, la legislación, la justicia,
la tributación, el ejército. Debe advertirse, sin embargo que el concepto de régimen absolutista también es
aplicable a la generalidad de las organizaciones políticas que imperaron en el mundo antiguo, si se tiene en
cuenta que en ellas el poder se encontraba concentrado en una sola mano, ya fuera bajo la forma de un rey o
de un grupo de gobernantes. La consolidación de las monarquías absolutas en Europa coincidió con la
formación de los Estados-Nación en los países donde ellas se afianzaron. Por eso ambos fenómenos deben
ser analizados simultáneamente al menos en lo que hace a países como Francia, España o Inglaterra, así en
este último no pueda hablarse de absolutismo monárquico sino como de algo eminentemente esporádico.
La transición del Estado medieval y feudalista al Estado absolutista y los Estados nacionales, fue un proceso
lento y complejo que comenzó imperceptible entre los siglos X y XI, y alcanzó su culminación en el siglo XVI.
En ese proceso intervinieron diversos factores de tipo económico, social, cultural y político. Uno de los
determinantes fue, como se ha señalado, el surgimiento y expansión de la clase burguesa y el cambio en los
esquemas económicos y políticos que ella presionó. El sistema feudal implicaba para la burguesía en
ascenso un serio obstáculo. Dedicada ésta a las actividades productivas –básicamente al comercio y la
producción artesanal-, el rígido andamiaje del feudalismo, su sistema de economía autárquico y cerrado, el
cúmulo de impuestos y de trabas que los señores imponían en sus tierras y, en general, la anarquía reinante
en materia de legislación y de justicia, estancaban el comercio y frenaban las posibilidades de progreso de la
burguesía, para la cual el fortalecimiento del poder de la realeza se presentaba entonces como la mejor
solución en defensa de sus intereses.
A) La alianza entre burguesía y la realeza. -como ya se vio, tras la caída del Imperio romano, por el
consiguiente fenómeno de la atomización del poder en Occidente, por espacio de muchos siglos los monarcas
perdieron el poder político efectivo sobre sus dominios. La antigua legitimidad dinástica o monárquica
desapareció de hecho, siendo sustituida por una especie de legitimidad estamental fáctica. A partir del siglo X
en el seno de las ciudades en crecimiento, la clase burguesa, superando el esquema medieval de una
economía de mera subsistencia, inició la acumulación de capitales a gran escala, con lo cual dio origen a un
incipiente sistema capitalista, el cual la llevó, por fuerza de las circunstancias históricas, a concebir una nueva
doctrina económica: el mercantilismo. La teoría mercantilista se basaba en la necesidad de que existiera un
poder político que garantizara la libertad de comercio, de industria, de producción de manufacturas, de fijación
de precios, de oferta y demanda a nivel interno y protegiera las actividades productivas y el intercambio de la
riqueza dentro de un determinado ámbito geográfico. El mercantilismo aspiraba así aun proteccionismo de
27
Summa Theologica, I/II, q. 105. a 1.
28
R. Gettel, Ob., Cit., Pág.198
29
Ibídem, pág. 199.
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27
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Estado para las actividades lucrativas en un espacio físico amplio, aunque cerrado, que constituiría, con el
correr del tiempo, el futuro Estado moderno. Dentro de ese espacio vive una sociedad con una comunidad de
tradiciones, de costumbres, de lengua, de religión, de propósitos y de aspiraciones, que conformará ese
conglomerado que se llamará “Nación”. El mercantilismo fue así un ingrediente importante para las doctrinas
políticas del Estado nacional contemporáneo.
La burguesía aspiraba entonces a erigir grandes Estados, grandes comunidades políticas dentro de las cuales
pudiera circular libremente la riqueza y se pudieran intercambiar bienes y servicios, sin las trabas y obstáculos
que implicaba el tener que someterse a las regulaciones arbitrarias de los señores feudales. Esta aspiración
la llevó a apoyar a la realeza en su lucha por recuperar y afianzar el poder perdido, en una especie de alianza
táctica.
Y así, a medida que la burguesía fue expandiéndose y cobrando auge su idea mercantilista, entre los siglos X
y XIV, fue también tomando fuerza la idea de revivir las teorías de la legitimidad dinástica o monárquica, como
el medio más eficaz para conseguir el aglutinamiento en una Estado nacional. La clase comerciante acudió
entonces en apoyo financiero de los príncipes que a su turno, garantizaban la protección de los intereses y
privilegios de esa clase, contra las interferencias arbitrarias de los señores feudales. Con ese apoyo
financiero los reyes pudieron costear sus propios ejércitos permanentes, mantener una vasta red burocrática
dependiente de la corona, encargada del manejo de la administración y el cobro de los impuestos, e imponer
su propia justicia. Ejército, burocracia, finanzas y justicia en cabeza del rey fueron, pues, como los
instrumentos económicos y políticos de que se valió la monarquía para sentar las bases del Estado nacional
moderno.
B) Doctrinas Políticas Absolutistas. –El proceso de afianzamiento de las monarquías absolutistas tuvo
además decisivo apoyo doctrinario de las diversas teorías expuestas entre los siglos XIII y XVII, tendientes a
darle una justificación política, jurídica, e incluso religiosa al poder unificado en cabeza de los reyes. Entre
estas teorías (que más adelante examinaremos con mayor detenimiento), se destacaron en los siglos XIII y
XIV, las sostenidas por Santo Tomás de Aquino en las Summa Theologica y el Opúsculo sobre el gobierno de
los príncipes. Por DANTE ALIGHIERI en De Monarchia, por JUAN DE PARIS en De Potestate regia et papli 30
y por los legistas franceses en la época del conflicto entre Felipe el Hermoso y Bonifacio VIII. Luego, en la
etapa del absolutismo moderno, este concepto recibió el aporte sustancial de MAQUIAVELO en El Príncipe,
de BODIN en Los seis libros de la república, de HOBBES en El Leviatán y de BOSSUET en La política según
las propias palabras de las Sagradas Escrituras, principalmente.
En España el comienzo de la monarquía absoluta coincide también con el de la unificación del reino, por obra
de los reyes católicos Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, tras la reconquista de Granada en 1492.
Luego el régimen se afianzó y alcanzó su mayor apogeo durante los reinados del emperador Carlos V (1516-
1556) y de Felipe II (1556-1598), para posteriormente entrar en un periodo de prolongada decadencia, con los
reyes borbones.
En Inglaterra, no obstante las limitaciones a que fue sometido el poder real desde la Carta Magna, puede
hablarse de monarquía absoluta, aunque en cierta medida atemperada, en los reinados de Tudor Enrique VII
(1485-1509), Enrique VIII (1509-1547) e Isabel I (1558-1603). Luego, durante el siglo XVII, algunos reyes
Estuardo, como Jacobo I y Carlos I trataron de mantener el régimen, pero tropezaron con la tenaz resistencia
del Parlamento y los estamentos en él representados.
En Rusia la autocracia zarista implantada por Iván III (s. XV) siguió rigiendo, en medio de hondas
30
V. infla, pág. 226.
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28
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convulsiones, hasta la revolución bolchevique de 1917, y alcanzó su máxima expresión durante los reinados
de Iván IV “El Terrible”, Pedro “El Grande” y Catalina II (1762-1796), quien hizo un gobierno de “despotismo
ilustrado”. Alemania compartió con España y otros reinos la monarquía absoluta de Carlos V, para luego
dividirse en numerosos principados, entre los cuales se destacó Prusia, convertido en el más poderoso de los
reinos germánicos, con Federico Guillermo (1640-1688).
D) Del Estado absolutista al Estado burgués liberal. – Si bien es cierto que las monarquías absolutas
contribuyeron al lograr la unidad de los Estados nacionales, en lo económico propiciaron su enriquecimiento a
través de políticas proteccionistas y mercantilistas; y en lo intelectual auspiciaron su florecimiento artístico y
cultural a través del despotismo ilustrado y de un pródigo mecenazgo; en lo político y en lo social la
concentración de poderes en manos de los reyes, la falta de limitaciones a los mismos y el ejercicio arbitrario
de la autoridad produjeron la reacción en contra del régimen por parte de sectores cada vez más amplios de la
burguesía y del pueblo raso. La revaluación de las teorías del derecho natural, la penetración de las doctrinas
contractualistas, el despertar de los “nacionalismos”, las nuevas concepciones científicas, económicas,
filosóficas y políticas que partieron del siglo XVI con el Renacimiento, los grandes descubrimientos
geográficos, la Reforma protestante y otros hechos de honda significación, como las revoluciones políticas
inglesas del siglo XVII, contribuyendo al surgimiento y difusión de las ideas liberales y del movimiento
constitucionalista del siglo XVIII, que conducirían al cambio de la monarquía absoluta por el Estado burgués
liberal, ya fuera con la reforma de monarquía limitada o constitucional, o con la forma de república…
El profesor BOBBIO, define este concepto así: “Se entiende por democracia
un conjunto de reglas –llamadas <<reglas de juego>>- que permiten la más
amplia y más segura participación de la mayoría de ciudadanos, ya en forma directa, ya en forma indirecta, en
31
V. supra, págs. 88 y ss.
32
MONTESQUIEU, Del espíritu de las leyes, libro II, cap. II.
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29
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las decisiones políticas, o sea en las decisiones que interesan a toda la colectividad” 33. Por nuestra parte,
definimos la democracia el régimen político en el cual el pueblo goza de libertades públicas, elige a sus
gobernantes, participa directa o indirectamente, por medio de sus representantes, en el manejo del Estado, y
tiene la posibilidad de controlar el ejercicio del poder…
-Auque la nobleza había perdido su función militar, por la creación de ejércitos permanentes, y su función
administrativa, por la creación de cuerpos de funcionarios, las barreras estamentales que la separaban
de la burguesía seguían en pie.
-La nobleza estaba exenta de impuestos y toda la carga tributaria pesaba sobre la burguesía, que tenía que
sostener todo el aparato administrativo y, a un costo excesivo, a esa nobleza que juzgaba parasitaria, la cual
consideraba deshonroso el trabajo productivo.
-A pesar que la burguesía había llegado a ocupar casi todas las posiciones importantes en los campos
económico y financiero, se veía excluida de las altas posiciones políticas, eclesiásticas y militares del Estado,
reservadas a nobles y eclesiásticos.
- A pesar que el absolutismo fomentaba las empresas capitalistas privadas, mediante una política económica
mercantilista y proteccionista, a fin de incrementar sus ingresos, su injerencia en el proceso económico, para
reglamentarlo y obtener recursos fiscales, era considerable y se hacía intolerante para los burgueses.
- Desde el punto de vista político, la limitada igualdad formal de derechos del absolutismo –en oposición al
sistema de privilegios estamentales-, en la práctica significaba que todos los súbditos, sin distinción alguna,
estaban desprovistos de derechos frente al soberano, y que las leyes emanadas de este, regían para todos;
era, pues, una igualdad en sentido negativo34…
la aristocracia conservadora. Ello se produjo en la segunda mitad del siglo XVII, como consecuencia de las
“revoluciones políticas”, a través de las cuales el Parlamento, convertido en fortín del partido whig, consiguió
imponerse a los intentos absolutistas del rey, gracias a que la nobleza supo aliarse con la burguesía, formando
así la “alta burguesía” (gentry) que sobre todo a partir de la “gloriosa revolución” de 1688-1689, siguió
gobernado de hecho al país. A partir de entonces el modelo de parlamentarismo –y por ende de monarquía
limitada- inglés, junto con sus declaraciones de derechos y las teorías político-filosóficas de LOCKE, fueron
fuente de inspiración para los liberales europeos, con MONTESQUIEU a la cabeza y, particularmente, par los
enciclopedistas franceses. De los principios e ideales puesto en vigor en Inglaterra se nutrió el movimiento
constitucionalista del siglo XVIII, que enarboló como banderas la limitación al poder de los gobernantes a
través de la separación de funciones, el reconocimiento de los derechos individuales y el principio de la
soberanía popular, y la necesidad de consagrar todo ello en una Constitución escrita que rigiera la vida del
Estado. Los ideales del constitucionalismo liberal se hicieron realidad en la revolución americana, con la
instauración del régimen democrático liberal en Estados Unidos, a partir de 1776…
En pos del los mismos ideales se hizo la Revolución francesa de 1789, pero el régimen democrático liberal
que se intentó instaurar en el transcurso de ella, no logró afianzarse debido a las profundas convulsiones que
sacudieron su itinerario, a la radicalización de los bandos en conflicto, al régimen del terror implantado por
ROBESPIERRE (1793-1794), y en última importancia, a la instauración del imperio bonapartista. Sin
embargo, la Revolución francesa y sus ideales, plasmados en la Declaración de los Derechos del Hombre del
26 de agosto de 1789, dieron nueva fuerza al constitucionalismo liberal y a la lucha por implantar el régimen
democrático en el resto del mundo. Fue así como las revoluciones emancipadoras de los países
hispanoamericanos, en las primeras décadas del siglo XIX, se inspiraron, a su turno, en los ideales de la
Revolución francesa, así como en los logros institucionales de Estados Unidos de Norteamérica, y como estos
países, una vez conquistada su independencia, plasmaron en sus constituciones republicanas esos ideales y
esas instituciones. Pese a ello, el régimen democrático liberal sufriría en los países latinoamericanos, a lo
largo de todo el siglo XIX, hondas alteraciones, debido a la serie interminable de guerras civiles y golpes
militares que azotaron a la mayoría de estas repúblicas en su proceso de formación.
En Europa, también en el transcurso del siglo XIX, la adopción del modelo de Estado democrático liberal por
parte de varios países, estuvo rodeado de grandes traumatismos sociales y políticos... Ya fuera con
regímenes monárquicos o republicanos, todos los ensayos de democracia liberal en Europa se hicieron
siguiendo el modelo del parlamentarismo inglés.
En América Latina el modelo de Estado democrático liberal intentó implantarse, en casi todos los países,
desde sus primeras constituciones republicanas, promulgadas muchas de ellas en las dos primeras décadas
del siglo XIX. En general, puede decirse que este régimen, en su aspecto formal, se ha mantenido en el
ordenamiento constitucional de estos países, aunque en la práctica en muy pocos de ellos se ha aplicado de
manera estable y duradera. En efecto, la mayoría de los países latinoamericanos –como más adelante se
verá35- han estado sometidos a regímenes autocráticos, las más de las veces con formas de dictaduras
militares o de regímenes personalistas.
más bien –explica PRELOT- de un gobierno oligárquico burgués, en el que la formación de un juicio claro
sobre la cosa pública no era accesible sino a una minoría instruida y económicamente acomodada. Pero esta
fase oligárquica fue en algunos países de Europa apenas transitoria. En Francia, al consagrarse en la
Constitución de 1848 el sufragio universal, se pasó de esa base estrecha del “país legal” a la más amplia del
“país real”. En Inglaterra ese proceso de cumplió, por la vía legislativa, con la apropiación de sucesivas leyes
de ampliación del sufragio, entre 1832 y 1918.36
En el siglo XX ha sido en los países donde se ha instaurado de manera más duradera y estable la democracia
liberal, el siglo de la lucha para ampliar el concepto de democracia, con el objetivo de que esta deje de ser
meramente “representativa” para convertirse en una democracia “participativa”, es decir, un régimen en el cual
el pueblo tenga más oportunidades y disponga de mecanismos más directos para influir en las decisiones del
Estado. Ella se ha logrado en buena parte en las naciones más avanzadas política, económica, social y
culturalmente. Hacia ese objetivo se encaminan también las democracias en muchos de los países en vías de
desarrollo. Pero como señala PRELOT, “ninguna democracia es integral y exclusivamente democrática”.
ROUSSEAU mismo lo había señalado, al sostener que el pueblo no puede gobernar por sí mismo en el
sentido estricto del término y que no puede siquiera, en el seno de un gran Estado, legislar de manera
conveniente y completa…
Para que pueda hablarse de la existencia de un régimen democrático liberal, conforme a los ideales que lo
han inspirado, es indispensable que se den ciertas condiciones, que vienen a ser, al mismo tiempo, sus
características esenciales. Ninguna de estas condiciones o requisitos puede faltar, so pena de caer en una
deformación de la democracia o, directamente, en un régimen de otro tipo, como los que más adelante vamos
a examinar. Esas condiciones o prerrequisitos son:
- Que se base sobre el principio de la soberanía popular, mediante el cual el pueblo soberano elige a sus
gobernantes. Para darle vigencia a este principio es necesario que haya elecciones periódicas y libres;
periódicas, esto es que ellas se realicen con regularidad, cada cierto tiempo, en los lapsos previamente
establecidos en la Constitución; y libres, esto es que estén exentas de presiones y de manipulaciones por
parte del gobierno o de grupos particulares, y, por supuesto, de fraude, para que a través del voto el
ciudadano pueda expresar con toda libertad su decisión política.
- Que se garantice efectivamente el ejercicio de las libertades públicas y de los derechos tanto individuales
como colectivos, los cuales debe estar consagrados formalmente en la Constitución. Este ejercicio no es,
desde luego, ilimitado, sino que está sujeto a las limitaciones y regulaciones que la Constitución y las leyes
dispongan, en aras del bien común, del orden público y de los derechos de los demás asociados.
- Que exista pluralidad de partidos políticos, con igualdad de oportunidades electorales para todos ellos. Es
de la esencia del régimen democrático liberal, el que haya diversas opciones o alternativas ideológicas y que
ellas puedan expresar libremente. Al hablar de “pluralidad” debe entenderse que haya al menos dos partidos
políticos que se disputen el favor de los electores. En los países donde no existe sino un solo partido, ya sea
de carácter oficial u oficialista, o donde a un solo partido se brinden en la práctica las oportunidades
electorales, no hay democracia.
- Que la estructura del Estado esté basada sobre el principio de la separación de funciones entre las ramas del
poder público, de tal suerte que cada una pueda actuar soberanamente dentro de su órbita de competencia y
no esté sujeta a las interferencia, presiones o manipulaciones de las otras. Como se explicó en su momento37,
esta separación en el Estado moderno no es absoluta, pues debe existir la colaboración armónica entre las
ramas del poder.
- Que en la vida jurídica se respete el principio de la jerarquía de las normas o principios de legalidad,
conforme al cual una disposición de menor jerarquía no puede ir en contra de otra de mayor jerarquía, y en la
cúspide del ordenamiento jurídico – político estará la Constitución Política…
36
M. PRELOT, ob, cit., pág. 54.
37
V. Supra, pág. 248.
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32
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
b) Unitario. La noción de Estado Unitario se entiende por contraposición al Estado federal, y es la modalidad
de organización según la cual las principales decisiones políticas y administrativas son absorbidas por los
poderes centrales, sustrayendo por lo tanto de aquellas a las comunidades regionales o locales. El poder de
decisión de la Nación se radica predominantemente en el Gobierno central cuya sede es la capital del país.
Pero el hecho de que Colombia sea una república unitaria, es decir, que no es federal, no quiere decir que no
se pueda otorgar un margen muy importante de decisiones al as comunidades locales que lo integran. Por eso
la Carta reconoce la autonomía de sus entidades territoriales, tales como los departamentos, los distritos, los
municipios, las provincias y las regiones, conforme a la Constitución y la ley.
Estado Federal. Esta noción de Estado federal se predica de aquella forma de organización estatal en que
las partes que lo integran gozan de gran autonomía, aunque se reserva la soberanía y la personalidad ante el
derecho internacional al Estado globalmente considerado. Por lo tanto, los sistemas federales otorgan
autonomía a las provincias en los planos políticos, fiscal y administrativo con el propósito de que estos asuntos
se resuelvan dentro del ámbito de la respectiva región. Conocemos bien en la historia política colombiana los
acalorados debates que se originaron por la discusión de estos puntos. El centralismo fue defendido por
ANTONIO NARIÑO, quien calmó por la formación de un gobierno central que tuviese su sede en Bogotá, y
desde allí gobernarse a todas las provincias. El federalismo, por el contrario, tuvo como uno de sus más
notables voceros a CAMILO TORRES, quien era partidario de conformar un gobierno semejante al de los
Estados Unidos de América, en el cual las provincias fueran autónomas políticamente pero unidas entre sí por
4
MANRIQUE REYES, Alfredo. Concepto de Estado Social de Derecho. Ed. Cerec, 1991.
5
CORTE CONSTITUCIONAL. Sentencia de mayo 11 de 1993. M.P.: Alejandro Martínez Caballero.
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33
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
un pacto federal.
c) Descentralizado. Si nuestro Estado es descentralizado, esto significa que Colombia para administrarse,
debe considerar las distintas modalidades de descentralización universalmente conocidas.
La descentralización, es la atribución que se otorga a las personas jurídicas públicas distintas de la nación (por
ejemplo los departamentos y los municipios), para autogobernarse mediante la radicación en ellas de ciertas
facultades que ejercerán automáticamente. Los procesos tendientes a descentralizar el país son muy
importantes, pues, en la medida que ellos avancen, el régimen democrático será irá igualmente
perfeccionando.
La descentralización, ha dicho la Corte, es: <<La transferencia de una parte de la actividad estatal a una
entidad del determinadas características, creada o autorizada por la ley, para cumplir una finalidad de interés
general>>6…
e) Participativo. Es una de las finalidades perseguidas por el Estado Colombiano a partir de la Carta de 1991
y se irriga en distintos escenarios de la vida nacional, entre los cuales destacamos: La participación política,
que se traduce en el derecho a conformar y controlar el poder político (C.N., Art. 40). La participación en la
conformación y modificación del ordenamiento jurídico (C.N., Art. 374). La participación administrativa, que
según el profesor ALVARO TAFUR GALVIS, tiene las siguientes modalidades:
-La procedimental, que se ejerce a través del derecho de petición y el derecho a pedir informaciones (C.N.,
Art. 23).
- La participación en los procesos educativos (C.N., Arts. 45 y 68).
-La participación ciudadana efectiva en la discusión de los planes de desarrollo y modificaciones
correspondientes, sujeto todo a la correspondiente ley orgánica del plan (C.N., Art. 342).
-Participación en la prestación y control de los servicios públicos (C.N., Art. 369).
-La participación en la regulación de la calidad de los bienes y servicios (C.N., Art. 78) (…)
f) Pluralista. Un régimen pluralista es el que admite la coexistencia de distintos grupos, interés y marcos
ideológicos para interpretar la sociedad.
g) Respetuoso del hombre. La sola presencia en el país de un ser humano, por ese hecho, hace que el
estado respete la dignidad de la condición humana. Todos, autoridades o no, debemos percibir en los demás
una persona tal como nosotros mismos.
h) Respetuoso del trabajo. El trabajo, como lo decía el gran sociólogo francés EMILIO DURKHEM, es clave
para la organización productiva de la sociedad. Permite al hombre en lo personal, realizar como ser social y
sobre él se edifican procesos sociales tan importantes como la producción, la distribución y el consumo de
bienes y servicios. Es uno de los grandes valores axiológicos de la Constitución de 1991. Más adelante
cuando nos dediquemos a estudiar los derechos, volveremos con más detalle sobre este dominio.
6
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sentencia de 20 de octubre de 1971.
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34
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
Hemos comenzado nuestra definición de Estado, en su sentido amplio, diciendo que es un conglomerado
social, política y jurídicamente constituido. Este conglomerado humano es lo que constituye, en términos
genéricos, la población del Estado. La existencia de un Estado supone necesariamente, como elemento
previo, una población. Este elemento está en la base misma de la organización estatal; constituye su sustrato.
La población está compuesta por un conjunto de personas, de seres racionales que cumplen un ciclo vital
determinado, durante el cual persiguen a la vez fines individuales y colectivos. Así, la población puede ser
considerada a la vez, como elemento humano y como elemento sociológico; este resulta de la voluntad de ese
conglomeradote convivir en busca de la realización de sus fines colectivos y aun individuales. Esta solidaridad
del grupo se manifiesta desde las primeras organizaciones sociales, la familia, la horda, el clan, la tribu; luego
se traspasa al marco de la ciudad y, en un estado más evolucionado, al de la provincia o país bajo la autoridad
y, en un estado más evolucionado, al de la providencia o país bajo la autoridad de un príncipe o señor. Ya en
la época moderna, ese sentimiento se cristaliza alrededor de la idea de Nación, suscitándose en torno a ella
en sentimiento nacional, en el cual se resumen hoy las afinidades que aproximan a los miembros de toda
comunidad política38. La población, como elemento del Estado moderno, se concibe entonces en la forma de
una Nación. El proceso de formación de este concepto ha sido en extremo complejo como se verá más
adelante.
Para comenzar; es preciso distinguir los conceptos de sociedad, población, pueblo y nación.
Por población entendemos también a un conjunto de personas, pero ya ubicadas dentro de una marco
concreto; el Estado. Como se verá, la población del Estado la constituyen todas las personas que en él se
encuentren, ya sea en calidad de nacionales o de extranjeros, ya sea como residentes o transeúntes. Lo que
los define como población es su común sometimiento a la Constitución y a las leyes de ese Estado. El
concepto de pueblo es más restringido: se usa en derecho constitucional y en ciencia política par designar a
aquella parte de la población que tiene derechos políticos, que puede participar en la elección de los
gobernantes. De esta manera, todos aquellos que constituyen el pueblo de un Estado son calificados como
ciudadanos suyos, y normas legislativas concretas suelen regular las diversas modalidades relativas a la
adquisición, pérdida y eventual recuperación de la ciudadanía, concepto que estudiaremos más adelante39.
En cuanto al concepto de Nación, podemos decir que es una especie de sociedad humana caracterizada por
su alto grado de evolución sociológica e histórica, y por tener en común diversos elementos que, con el
transcurso del tiempo, llegan a generar un sentimiento común de solidaridad y destino 40. Antes de examinar
como surge el concepto de Nación, conviene conocer cuáles fueron las primeras organizaciones sociales, a
través de las cuales se llegó a al formación de las naciones y de los Estados.
(…)
- Quienes conforman la población.
Para efectos legales, la población de un Estado la conforman todos sus habitantes, permanentes o
transeúntes, nacionales o extranjeros. Casi todas las constituciones prescriben la obligación para los
habitantes nacionales o extranjeros, de vivir sometidos a la Constitución y las leyes del respectivo Estado y
respetar y obedecer a las autoridades del lugar. Así lo establece el art. 4° de nuestra carta 41. Ambos, pues,
están sometidos por igual al orden jurídico establecido por el Estado…
A) Noción de nacionalidad. –No hay acuerdo entre los tratadistas en cuanto a la forma de determinar la
naturaleza de la nacionalidad. Para algunos, es el lazo que une a una determinada persona con una Nación;
38
B. JEANNEAU, ob.,cit., pág.3
39
V. infla, pág. 99.
40
Cfr. P. Luis Izaga, Elementos de derecho político, t. I, Barcelona, Bosch, Casa Editorial, 1951, pág. 55.
41
“Es deber de los nacionales y extranjeros en Colombia, acatar la Constitución y las leyes, y respetar y obedecer a las autoridades”.
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36
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
para otros, es un vínculo jurídico entre las personas y el Estado. Algunos suponen que su fundamento jurídico
es un acuerdo de voluntades, a tiempo que otros sostienen que se trata de una imposición unilateral del
Estado. Sobre este particular, NIBOYET expresa el siguiente concepto: “La nacionalidad ha de considerarse
siempre desde el punto de vista, puramente político, de la conexión de los individuos con un Estado
determinado. Es esencial, por lo tanto, no confundir Estado con Nación. Aunque los dos conceptos puedan a
veces coincidir, no siempre ocurre así. Una Nación, en derecho, no es un Estado; por consiguiente el Estado
es el único que puede ejercer en las relaciones internacionales la autoridad política, la autoridad soberana…
Cada vez que se considera la nacionalidad de un individuo, es preciso hacer abstracción completa de la idea
de Nación...; lo único que hay que tener en cuenta es el Estado del que el individuo es súbdito… Es de
lamentar que la terminología empleada sea tan inexacta. El vocablo nacionalidad, que designa la conexidad
política con un Estado, se deriva evidentemente de la palabra Nación” 42. Nosotros aceptamos, igualmente, lo
anterior, sin excluir la relación que supone el concepto de nacionalidad entre el individuo y la Nación a la cual
pertenece; es decir, además del vínculo jurídico y político, consideramos que es fundamental reconocer el
vínculo anímico…
B) Quienes son nacionales. –En términos generales son nacionales de un país todas aquellas personas que
han nacido dentro de su territorio, o aquellas que, habiendo nacido fuera de él, han solicitado y obtenido la
nacionalización, por alguno de los medios prescritos para el efecto. Es decir, que pueden reconocerse de dos
clases de nacionales: los nacionales por nacimiento y los nacionales por adopción. El art. 96 de la
Constitución colombiana adopta esta fórmula. En cuanto a los primeros, la Constitución distingue entre los
naturales de Colombia cuyos padres hayan sido también nacionales colombianos o que siendo extranjeros se
hayan domiciliado en la república, y los hijos de padre o madre colombianos que hubieran nacido en el
extranjero y luego se domiciliaren en el país…
C) La ciudadanía. –La ciudadanía es una calidad que adquieren los nacionales –por nacimiento o por
adopción-, mediante el lleno de los requisitos que para el efecto señale la respectiva Constitución,
fundamentalmente el de haber cumplido cierta edad mínima, y que habilita a la persona para ejercer derechos
políticos, así como la plenitud de sus derechos civiles. Los derechos políticos consisten en la posibilidad de
elegir y ser elegido, de ocupar cargos que tengan jurisdicción o mando, de ejercer acciones públicas en
defensa del orden jurídico y, en general, de participar activamente en la vida política del Estado43. Pero cabe
anotar que por el simple hecho de alcanzar la edad mínima requerida no se adquiere la plenitud de los
derechos políticos, sino tan solo, en principio, el derecho a elegir. En efecto, las constituciones suelen fijar
edades mínimas diferentes para ser elegido, según la corporación de que se trate, o para ocupar diferentes
cargos y posiciones dentro del Estado…
D) Los extranjeros. –Los habitantes de un país que carezcan de la nacionalidad de Estado, son
considerados extranjeros. Estos disfrutan, por regla genera, de los mismos derechos civiles de los nacionales.
Sin embargo, por razones de orden público, el ejercicio de estos derechos pueden restringirse en ciertos
casos44. Igualmente, los extranjeros gozan de las mismas garantías individuales que se conceden a los
nacionales, salvo las limitaciones que establezcan la Constitución o las leyes del respectivo país. En cuanto
se refiere a los derechos políticos, que integran la noción de ciudadanía y que esencialmente consisten, como
dijimos, en la posibilidad de participar, por intermedio del sufragio, en la integración de los órganos del Estado
de representación popular y en la posibilidad de pertenecer a esos órganos desempeñando funciones
públicas, estos derechos están generalmente reservado a los nacionales, lo sean por naturaleza o por
adopción. Sin embargo, en casos excepcionales, algunas constituciones, como la colombiana de 1991,
reconocen a los extranjeros residentes el derecho a participar, como electores, en la escogencia de
autoridades de nivel municipal o local; ello resulta justo y conveniente ya que como residentes, los extranjeros
son también usuarios de los servicios públicos, deben pagar impuestos y, por tanto, están en el derecho a
participar en la elección de quienes rigen la comunidad donde viven…
El territorio, elemento físico del Estado
42
Cit, por ALVARO COPETE LIZARRALDE, Lecciones de Derecho Constitucional, 3ª edición, Bogotá. Edic. Lerner, 1960, pág. 24.
43
En Colombia el derecho de ciudadanía está reservado a los mayores de 18 años (Const. Pol., art. 98, parágrafo).
44
V., p.,ej., el art. 100 de la Constitución Política de Colombia.
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37
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
Tomado de: NARANJO MESA, Vladimiro: Teoría Constitucional e Instituciones Políticas, octava edición, Editorial Temis
S.A, Santafé de Bogotá – Colombia, 2000. págs. 105-121.
Decimos en nuestra definición de Estado en sentido amplio, que el conglomerado social, política y
jurídicamente constituido, que es la población, está “asentado sobre un determinado territorio”. Aparece así el
segundo elemento del Estado, que muchos autores, con un criterio que compartimos, califican de elemento
previo. El estudio del territorio, como espacio físico material, incumbe a ciencias como la geografía, la
geología o la geopolítica; a nosotros corresponde estudiarlo en cuanto sirve de asiento a la población del
Estado y en cuanto ámbito espacial dentro del cual se ejerce el poder del Estado; también cabe considerarlo
como campo de aplicación de la política. El territorio es así, como dice DUGUIT, “el límite material de la
acción efectiva de los gobernantes”. Par él es eso, todo eso y nada más que eso 45. La importancia del
territorio como elemento del Estado proviene, pues, sin duda, de que él sirve actualmente de medida y de
límite a la autoridad del gobierno. Pero también se debe, probablemente, como afirma A. HAURIOU, a que
“en la historia de la humanidad la fijación de los pueblos sobre los territorios ha sido un acontecimiento
inmenso, que ha permitido indirectamente la formación de las naciones y consiguientemente de los Estados” 46.
(…)
Papel que cumple el territorio para el Estado.
Sobre el papel que desempeña el territorio como elemento del Estado, se han propuesto tres teorías
principales: la del territorio-sujeto, la del territorio-objeto y la del territorio-límite. a) La teoría del territorio-sujeto
considera el territorio como un elemento de la personalidad misma del Estado, porque sin territorio el Estado
no podría expresar su voluntad. En efecto, lo que caracteriza la voluntad del Estado es el rasgo de su
autonomía, la soberanía. Pero esta solo puede manifestarse en el interior de un territorio que se convierte, por
esto, en elemento de la voluntad y de la personalidad del Estado; b) la teoría del territorio-objeto se sitúa en el
puntote vista de los derechos jurídicos del Estado; conduce a considerar el territorio como objeto de una
especie de dominio o de propiedad para el Estado; c) la teoría del territorio-límite, la más aceptada
actualmente, consiste en considerar al territorio como la circunscripción en cuyo interior se ejerce el poder del
Estado, como el límite material de la acción de los gobernantes y el límite dentro del cual se asienta la
población del Estado. Así para JELLINEK “el suelo o espacio físico sobre el cual se asienta la comunidad
organizada que denominamos Estado significa, desde el punto de vista jurídico, el espacio en el cual el poder
del Estado puede desenvolver su actividad específica”47.
Como consecuencia de lo anterior, puede establecer que el territorio como elemento del Estado tiene dos
propiedades fundamentales: a) constituye una limitación física de la soberanía estatal y b) constituye el
fundamento espacial dentro del cual se ejerce esa soberanía.
En cuanto a lo primero, el ejercicio de la soberanía se circunscribe a un espacio físico determinado, sin que
pueda sobrepasarlo. Toda la actividad del Estado tiene lugar dentro de ese espacio de territorio que, como
dijimos, puede variar paulatinamente. Esta misma delimitación física es garantía de que el Estado puede
llevar a cabo la realización de sus fines específicos. Dentro de un mismo territorio pueden coexistir diversas
agrupaciones sociales pero sometidas a una sola autoridad soberana: la del Estado. En cuanto a lo segundo,
el territorio es el ámbito dentro del cual el Estado ejerce su autoridad sobre la población que en ese espacio
vive. De estas dos propiedades se derivan las funciones que cumple el territorio como elemento del Estado…
45
L. DUGUIT, ob, cit., t, III, pág. 46.
46
A. HAURIOU, ob., cit, pág.122.
47
G. JELLINE, ob, cit., pág. 191
48
H. KELSEN, Teoría general del derecho y del Estado. México, 1950, pág. 228.
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38
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
del Estado son el suelo, el subsuelo, el espacio aéreo, el mar territorial y la plataforma submarina.
En la visión moderna del Estado cada vez mayor importancia la dimensión económica del territorio, como
espacio dentro del cual se concreta la actividad económica principal del Estado, y cuyos recursos naturales
pertenecen a este por entero. Tal idea ha sido acogida por la Naciones Unidas al consagrar “el derecho
inalienable de todo Estado a disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales de conformidad con su
interés nacional y el respeto a la independencia económica de los Estados” 49 y al consagrar en la “Carta de
derechos y deberes económicos de los Estados”, que “todo Estado tiene y ejerce libremente soberanía plena y
permanente, incluso posesión, uso y disposición, sobre toda su riqueza, recursos naturales y actividades
económicas”50.
Espacio aéreo
Plataforma Submarina
Subsuelo
A) El suelo. –Es, sin duda, el componente esencial del territorio del Estado. Como dice CARRÉ DE
MALBERG, “una comunidad nacional no es apta par formar un Estado sino mientras posea un suelo, una
superficie de tierra sobre la cual pueda afirmarse como dueña de sí misma e independiente, es decir, sobre la
cual pueda, al mismo tiempo, imponer su propia majestad y rechazar la intervención de toda potencia ajena”51.
El suelo puede definirse como la porción de la superficie terrestre sobre la cual se asienta la población y se
ejerce la soberanía del Estado.
Las fronteras entre los Estados pueden ser de dos tipos: naturales o artificiales. Las primeras pueden estar
constituidas por el mar, los grandes ríos o lagos, los grandes macizos montañosos; las segundas son fijadas
por acuerdo mutuo sobre puntos imaginarios y según diversos criterios. De todas formas, el problema de la
delimitación de fronteras presenta serias dificultades y problemas, que han desembocado muy a menudo en la
historia de las naciones en conflicto bélicos de mucha gravedad…
… “También son parte de Colombia, el subsuelo, el mar territorial, la zona antigua, la plataforma continental, la
zona económica exclusiva, el espacio aéreo, el segmento de la órbita geoestacionaria, el espectro
electromagnético y el espacio donde actúa, de conformidad con el derecho internacional o con las leyes
colombianas a falta de normas internacionales”. Cabe anotar que se incluyeron en la anterior enumeración de
los componentes del territorio nacional, algunos que anteriormente no estaban mencionados de manera
expresa, a saber: el subsuelo (que sin embargo, estaba tácticamente incluido como tal, en concordancia con
otras normas constitucionales que lo consideraban como de propiedad de la Nación), la zona contigua, la zona
económica exclusiva, el segmento de la órbita geoestacionaria y el espectro electromagnético, todos los
cuales explicaremos más adelante.
B). El subsuelo. –Está constituido por el espacio físico que se encuentra debajo del suelo y que se prolonga
verticalmente en un cono cuyo vértice se encuentra en el centro de la tierra. Todos los estados modernos se
reservan el dominio y la jurisdicción sobre el suelo, ante todo por razones económicas. Con ello se busca
regular la explotación de todos aquellos elementos –sobre todo de naturaleza mineral- que se consideran
49
Resolución 1803 de la XVII de la Asamblea General de las NN.UU.
50
Artículo 2.1. de la Resolución 3281 (XXIX) de la Asamblea General de las NN.UU.
51
R. CARRÉ DE MALBERG, ob, cit., pág. 22.
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39
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
indispensables para atender a las necesidades públicas; tal es el caso del petróleo, del carbón, de la plata o
del oro. No significa ello que el Estado se reserve siempre la explotación directa de sus riquezas; en la
mayoría de los Estados, al menos en los de sistema económico capitalista, esta actividad se entrega a manos
de los particulares, mediante el sistema de concesiones.
C) El espacio aéreo. –Está constituido por la atmósfera que cubre el territorio del Estado; su delimitación no
se ha establecido aún con exactitud52. Los Estados se han reservado su dominio sobre todo por razones de
estrategia y de seguridad, pero con los adelantos tecnológicos en el campo de las telecomunicaciones,
también lo hacen por razones de explotación económica. En los comienzos de la navegación aérea, la mayor
parte de los Estados prohibieron que su territorio nacional fuese sobrevolado por aviones civiles extranjeros.
Estos vuelos han quedado admitidos, con muchas reservas, después de la conclusión de la Convención de
París de 1919, que en su artículo 1° declaró: “Las altas partes contratantes reconocer que toda potencia tiene
la soberanía completa y exclusiva sobre el espacio atmosférico por encima de su territorio”. Más tarde esta
Convención fue sustituida por al de Chicago de 1944 que, a su turno, estableció: “Los Estados contratantes
reconocen que cada Estado tiene la soberanía completa y exclusiva sobre el espacio aéreo correspondiente a
su territorio”. En lo que se refiere al vuelo de aviones militares sobre territorio extranjero, se mantiene por
razones de seguridad y estrategia la prohibición salvo expresa autorización en cada caso.
Los problemas que suscita el dominio eminente sobre el espacio aéreo no se limitan a la navegación aérea o
interplanetaria, sino que se extienden al campo de las telecomunicaciones. En este aspecto especialmente
juega un papel preponderante el derecho internacional, pues se trata de garantizar una colaboración estrecha
entre todos los Estados para permitir el máximo aprovechamiento de las estaciones emisoras de radio y
televisión, así como de las radiocomunicaciones en general, evitando interferencias y colocando estos
sistemas al servicio del hombre y de los Estados. Con el lanzamiento de satélites artificiales y el inicio de la
conquista del espacio interplanetario por el hombre, se han planteado problemas que desbordan el campo del
derecho internacional y configuran una rama nueva de la ciencia jurídica: el derecho espacial o interplanetario,
aún en proceso de estructuración…
…D) El mar territorial y la plataforma submarina. – Comprenden una zona determinada del mar que baña
las costas del Estado, y el subsuelo marítimo correspondiente. Con relación al mar territorial existe un
acuerdo unánime sobre el hecho de que la jurisdicción de un Estado se extiende sobre una zona del mar que
lo circunda.
…En la época moderna todos los Estados del mundo reconocen al mar territorial adyacente a sus costas
como sujeto de su soberanía. La Convención de Ginebra de 1958 (Art.1) lo definió como “la zona de mar
adyacente a las costas del Estado, fuera de su territorio y de sus aguas interiores, del cual se ejerce la
soberanía del mismo”. La razón que ha llevado a los Estados modernos a incorporar el mar territorial como
componente de su territorio, ya no son solamente de tipo estratégico, sino adicionalmente, de índole
económica; se trata de asegurarse la apropiación y explotación de los recursos naturales renovables y no
renovables del mar…
… La Constitución de 1991 (Art. 101) incluye dentro de los componentes del territorio además de estos, la
zona contigua y la zona económica exclusiva. Por zona contigua se entiende la porción de alta mar ubicada
inmediatamente después del límite del mar territorial, en la cual es Estado costero puede adoptar medidas
jurisdiccionales tendentes a prevenir infracciones a sus leyes en general, especialmente en lo referente a los
reglamentos de aduana, inmigración y sanidad. Así mismo cumple una función política, ya que es un límite
que se toma en cuenta para la salvaguarda de la integridad y la seguridad nacionales. La zona económica
exclusiva es un área que se extiende más allá de la anterior, sobre la cual el Estado costero se reserva
derechos de soberanía para la exploración, explotación, conservación y administración de los recursos
naturales de toda especie.
52
La atmósfera consiste en una mezcla de varios gases que rodean la tierra. Aunque casi toda la atmósfera (97%) se halla en los 29
Kms primeros arriba de la superficie de la tierra, el límite superior puede estimarse a una altura de 10.000. kms (véase ARTH UR N.
STREHLER, Geografía Física, Barcelona. Ed. Omega, S.A.).
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40
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
Aunque el concepto de que la soberanía de los Estados debía prolongarse hasta el límite de la tierra
sumergida, es decir, la plataforma submarina, había sido esbozado ya desde el siglo XVIII y fue expuesto en la
primera mitad del siglo XX por varios internacionalistas, incluyendo algunos latinoamericanos, la idea solo se
formalizó a partir de 1945 cuando el presidente de EE.UU., HARRY TRUMAN, expresó al mundo su decisión
de poner bajo la “jurisdicción y control” nacionales, los recursos del suelo y del lecho marítimo de la plataforma
continental (Continental shelf) aledaña a sus costas…
…La plataforma submarina está comprendida por el lecho del mar y el subsuelo de las zonas submarinas
continuas a las costas, pero ubicadas fuera de las zonas de las aguas territoriales, donde la profundidad de los
mares permite la explotación de los recursos naturales de los mismos. Es pues, esa especie de zócalo sobre
el cual los continentes parecen asentarse en los océanos y que generalmente avanza de la costa hacia el mar
en sentido ligeramente oblicuo hasta unos doscientos metros de profundidad, para luego descender
verticalmente, formando una especie de frontera con los grandes abismos 53…
Espacio aéreo
Subsuelo 200 m.
E) Otros componentes. –El territorio nacional se proyecta también, por extensión, a los bosques de guerra,
que se consideran parte del Estado al cual pertenecen y se rigen por las normas de este; lo contrario ocurre
con los buques mercantes o particulares que llegados a aguas territoriales extranjeras, quedan sujetos a las
leyes del país correspondiente. También las residencias de los jefes de misión diplomática se consideran
parte integrante del territorio del Estado que representan, principio que ha sido universalmente aceptado, con
el fin de garantizar el fuero diplomático y hacer que el derecho de asilo político, consagrado particularmente en
Latinoamérica54 sea una realidad. (…)
El poder público, elemento formal del Estado
Siguiendo el desarrollo de nuestra definición del Estado, decimos que ese conglomerado social –la población-,
política y jurídicamente constituido, asentado sobre un determinado territorio. “está sometido a una autoridad
que se ejerce a través de sus propios órganos”. Aparece así el tercer elemento del Estado, el que puede
considerarse como elemento formal: el poder público o autoridad.
- Concepto de Poder
…el concepto de poder no es un concepto meramente político y jurídico sino, ante todo, sociológico.
BODENHEIMER dice que en sentido sociológico “el poder es la capacidad de un individuo o grupo de llevar a
53
A. CONSTAÍN, ob, cit.,pág. 65.
54
Acuedo de Caracas de 1911 y convenios de la Habana de 1928 y de Montevideo de 1933.
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41
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
la práctica su voluntad, incluso a pesar de la resistencia de otros individuos o grupos” 55. Ya hemos dicho que
el poder puede ejercerse por medios físicos, morales, sicológicos o intelectuales. Muchos filósofos y
sociólogos han resaltado la enorme importancia del concepto del poder para el estudio de la vida social
humana. HOBBES y SPINOZA basaron sus sistemas filosóficos en el supuesto de que todo ser vivo se ve
impulsado por un instinto natural a extender su poder lo más lejos de que es capaz 56. FRIEDRICH
NIETZSCHE considera la voluntad de poder como la fuerza motivadora básica de la naturaleza y la sociedad
humana57. LEON TOLSTOI afirmaba que “por no hablar del hecho de que ninguna explicación de la acción
combinada de los hombres puede omitir la concepción del poder, la realidad del poder se nos muestra, no solo
en la historia, sino mediante la observación de acontecimientos contemporáneos”. Más recientemente,
BERTRAND RUSSEL, ha señalado que el poder es el concepto fundamental de la ciencia social, en el mismo
sentido que la energía lo es de la física. El amor al poder –sostiene él- es el motivo principal que produce los
cambios que tiene que estudiar la ciencia social; y las leyes de la dinámica social solo pueden expresarse en
términos de las diversas formas de poder58. De igual manera, los modernos sociólogos del derecho han
llegado a reconocer el significado fundamental del fenómeno del poder.
…Debe precisarse que el poder a que nos referimos es el poder público, es decir aquel que se ejerce por
parte de los gobernantes ya sea de facto o ya sea con base en una normatividad jurídica preestablecida, sobre
un conglomerado, y no al poder genéricamente considerado, en las diversas manifestaciones en que este
fenómeno se presenta en el seno de la sociedad.
Corresponde en esta parte volver a ese concepto –el de poder público o ejercicio de la autoridad por parte del
Estado-, para estudiarlo como uno de sus elementos esenciales, sin el cual tampoco ese ente llegaría a
configurarse como tal.
A. HAURIOU define el poder como “una energía de la voluntad que se manifiesta en quienes asumen la
empresa del gobierno de un grupo humano, y que les permite imponerse gracias al doble ascendiente de la
fuerza y de la competencia. Cuando no está sostenido más que por la fuerza, tiene el carácter de poder
rehecho, y se convierte en poder de derecho por el consentimiento de los gobernados” 59. De esta definición
puede extraerse los siguientes aspectos del poder; a) que este es un fenómeno inherente a la naturaleza
humana; b) que es capaz de crear organizaciones sociales; c) que comporta dos elementos: dominación y
competencia; y d) que cuando es consentido por los gobernados se convierte en poder de derecho.
…Al lado del elemento dominación aparece también el elemento competencia, el cual consiste en la aptitud
reconocida al gobernante para adoptar soluciones justas a los problemas que plantea la conducción del
conglomerado social… En el ejercicio del poder público, en un régimen auténticamente democrático, y en un
55
E. BODENHEIMER, ob, cit., pág. 15.
56
HOBBES, Levitán, parte I, cap. 10, cit, por E. BODENHEIMER, ob., cit., pág. 16.
57
Ibídem, pág, 16
58
Ídem, pág. 17.
59
A. HAURIOU, ob, cit., pág. 125.
Universidad de la Amazonia Departamento de Educación a Distancia
42
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
Estado de derecho, el elemento competencia debe predominar sobre el elemento dominación; es decir este
viene a estar subordinado al primero.
Puede decirse, entonces, que cuando se da en una organización política determinada primacía al elemento
competencia, se está frente a un poder de derecho; en cambio, cuando en esa organización predomina el
elemento dominación, generalmente se está frente a un poder de hecho.
Existen además otros órganos autónomos e independientes para el cumplimiento de las demás funciones del
Estado. El Ministerio Público, la Contraloría General de la República y la Organización Electoral.
La Contraloría General de la República está a cargo del Contralor General y tiene a su cargo la vigilancia de
la gestión fiscal y el control de resultados de la administración pública.
La Organización Electoral está conformada por el Consejo Nacional Electoral, por la Registraduría Nacional
del Estado Civil y por los demás organismos creados por la ley, tienen dos funciones generales la
organización, dirección y vigilancia de las elecciones y la identidad de las personas.
YOUNES MORENO, Diego: Derecho Constitucional Colombiano, Capítulo XIV, tercera edición, Legis Editores S.A. 1997.
págs. 307 - 359.
La Rama Ejecutiva
- El presidente de la República
Es el símbolo de la unidad nacional, el jefe del Estado, jefe del Gobierno, la suprema autoridad administrativa,
y como primer funcionario de la Nación está obligado a garantizar los derechos de los gobernados.
- Elección y periodo
Prescribe el artículo 190 de la Constitución Política que:
El Presidente de la República será elegido para un período de cuatro años, por la mitad mas uno de los votos
que, de manera secreta y directa, depositen los ciudadanos en la fecha y con las formalidades que determine
la ley. Sin ningún candidato obtiene dicha mayoría, se celebrará una nueva votación que tendrá lugar tres
semanas más tarde, en la que sólo participarán los dos candidatos que hubiere obtenido las más altas
votaciones. Será declarado Presidente quien obtenga el mayor número de votos.
En caso de muerte o incapacidad física permanente de alguno de los dos candidatos con mayoría de votos, su
partido o movimiento político podrá inscribir un nuevo candidato par la segunda vuelta. Si no lo hace o si la
falta obedece a otra causa, lo reemplazará quien hubiese obtenido la tercera votación; y así en forma sucesiva
y en orden descendiente.
Si la falta se produjese con antelación menor a dos semanas de la segunda vuelta, ésta se aplazará por
quince días…
- El vicepresidente
Nuestro país manejó con fortuna la institución del designado para suplir las faltas del Presidente. No era
necesario introducir modificaciones a una institución que había funcionado bien. No obstante, el constituyente
de 1991, prefirió la institución de la Vicepresidencia, que ya había sido de recibo en otras de nuestras
constituciones, sin buenos resultados.
proyectos de ley, toman parte activa en los debates tanto de las plenarias de las cámaras como de sus
comisiones y asesoran al Presidente en la orientación de su respectivo sector administrativo…
b) Funciones. A los directores de los departamentos administrativos les corresponde ejercer las siguientes
funciones:
- Preparar los proyectos de ley relacionados con su ramo.
- Preparar los proyectos de decretos y resoluciones ejecutivas que deban dictarse en ejercicio de las
atribuciones que corresponden al Presidente de la República como suprema autoridad administrativa, y dar
desarrollo a las órdenes del Presidente que se relacionen con tales atribuciones.
- Cumplir las funciones y atender los servicios que les están asignados y dictar, en desarrollo de la ley de los
decretos respectivos, las normas necesarias para tal efecto.
- Preparar los planes o programas de inversiones y otros desembolsos públicos correspondientes a su sector y
los planes de desarrollo del mismo.
- Contribuir a la formulación de la política del Gobierno en la rama o ramas que les corresponden y adelantar
su ejecución.
- Orientar, coordinar y controlar, en la forma contemplada por las respectivas leyes, estatutos y reglamentos,
los establecimientos públicos, las empresas industriales y comerciales del Estado y las sociedades de
economía mixta que a cada uno de ellos estén adscritos o vinculados.
- Las superintendencias.
Estas entidades conforman junto con la presidencia, ministerios, departamentos administrativos y los
establecimientos públicos, la rama ejecutiva en lo nacional. Al frente de ellas están los superintendentes,
funcionarios nombrados por el Presidente de la República. De conformidad con el artículo 4° del Decreto
Extraordinario 1050 de 1968, las superintendencias:
Son organismos adscritos a un ministerio que, dentro del marco de la autonomía administrativa y financiera
que les señala la ley, cumplen algunas de las funcio
nes que corresponden al Presidente de la República como suprema autoridad administrativa y las que la ley
les asigna…
compete al Estado…
…b) Las Empresas Industriales y Comerciales del Estado. De conformidad con el artículo 115 de la Carta
Magna, estas entidades forman parte de la rama ejecutiva. Al frente de ellas se encuentra su gerente, director
o presidente que es designado por el Presidente de la República (D.1050/68. art.28).
- Definición. De conformidad con el Decreto 1050 de 1968, las empresas industriales y comerciales del
Estado, son organismos creados por la ley o autorizados por éstas, que desarrollan actividades de naturaleza
industrial o comercial conforme a las reglas del derecho privado, salvo las excepciones que consagra la ley, y
que reúne las siguientes características:
a) Personería Jurídica;
b) Autonomía Administrativa, y
c) Capital independiente constituido totalmente con bienes o fondos públicos comunes, los productos
de ellos, o el rendimiento de impuestos, tasas o contribuciones de destinación especial. Son
ejemplo de ellas ECOPETROL y Carbocol (C.N. art. 150, nim, 7°).
c) Las Sociedades de Economía Mixta. Definiciones Legales. El Decreto Extraordinario 1050 de 1968 en su
artículo 8° las define como:
De las sociedades de economía mixta. Son organismos constituidos bajo la forma de sociedades
comerciales con aportes estatales y de capital privado, creados por la ley o autorizados por ésta, que
desarrollan actividades de naturaleza industrial o comercial conforme a las reglas de derecho privado, salvo
las excepciones que consagre la ley.
El segundo grado de tutela, y en general, las condiciones de la participación del Estado en esta clase de
sociedades se determina en la ley que las crea o autoriza y en el respectivo contrato social (C.N. art. 150,
num.7°).
El Código de Comercio también se ocupa de definir esta clase de entidades descentralizadas, y en su artículo
461 las concibe en los siguientes términos: Son de economía mixta las sociedades comerciales que se
constituyen con aportes estatales y de capital privado. Las sociedades de economía mixta se sujetan a las
reglas del derecho privado y ala jurisdicción ordinaria, salvo disposición legal
en contrario.
Son ejemplos de ellas el Banco Ganadero y la Caja Agraria…
2.8
YOUNES MORENO, Diego: Derecho Constitucional Colombiano, L
CAPITULO XVI, tercera edición, Legis Editores S.A. 1997. págs. 363 - 370.
0
La Procuraduría General de la Nación. S
D
a) Definición. La Procuraduría es uno de los organismos mediante el cual se
ejercita la representación de la nación y defensa de la sociedad…Se ejerce a O E
través del Procurador General de la Nación, el Defensor del Pueblo, los
procuradores delegados y los agentes del ministerio público, ante las R
autoridades jurisdiccionales, así como por los personeros municipales. Dice G C
así en efecto, el artículo 118 de la Constitución Nacional: El Ministerio Público
será ejercido por el Procurador General de la Nación, por el Defensor del A O
Pueblo, por los procuradores delegados y los agentes del ministerio público,
ante las autoridades jurisdiccionales, por los personeros municipales y por los N N
demás funcionarios que determine la ley. Al Ministerio Público corresponde la I T
guarda y promoción de los derechos humanos, la protección del interés
público y la vigilancia de la conducta oficial de quienes desempeñen funciones S R
públicas… M O
…La Defensoría del Pueblo O L
S
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Esta institución es nueva en el derecho constitucional colombiano. Forma parte del ministerio público, ejerce
sus funciones bajo la dirección del Procurador, y es elegido por la Cámara de Representantes para un periodo
de cuatro años, de terna presentada por el Presidente. Dentro de sus funciones, se destacan las de orientar a
todos, incluidos los colombianos residentes en el exterior, en el ejercicio de sus derechos, divulgar los
derechos humanos, invocar el corpus corpus, interponer la acción de tutela, organizar la defensoría pública y
presentar proyectos de ley sobre materias de su competencia. (C.N. art, 282).
Aparecía en el artículo 59 de la Constitución anterior, dentro del título dedicado a las ramas del poder y al
servicio público. Al Ministerio Público sí se destinaba un título especial. Ahora aparecen tratados bajo el mismo
título X, como órganos de control.
El control fiscal. Este control se define como la función pública a cargo de la Contraloría General de la
República, y tiene por objeto vigilar la gestión fiscal de la administración y de los particulares que manejan
bienes o fondos nacionales. Esta extensión a las entidades privadas que manejan dinero de la nación, es
nueva en la Constitución, pues aparecía en la legislación anterior, solamente a nivel de ley.
En la nueva Carta se suprime tácticamente el control previo, al prescribir el ejercicio del control en forma
posterior y selectiva, y se autoriza la posibilidad de que empresas privadas, escogidas por concurso y
contratadas previo concepto del Consejo de Estado, lo realicen.
Dispone la Carta que esta función contraloría incluya los siguientes controles: el financiero, el de gestión y el de
resultados, teniendo en cuenta los conceptos de eficiencia, economía, equidad y valoración de costos
ambientales.
El Control Financiero tiene por objeto establecer si los estados financieros reflejan razonablemente las
operaciones de una entidad, comprobando si sus operaciones y transacciones cumplieron las normas
correspondientes y los principios de contabilidad universalmente aceptados.
El Control de Gestión tiene por objeto el examen de la eficiencia y eficacia de los organismos de la
administración en el manejo de sus recursos.
El Control de Resultados persigue establecer en qué medida la administración pública logra sus
objetivos y cumple los planes, programas y proyectos adoptados.
Capítulo 3
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CONTENIDO
- Posibilidad de la democracia
DEMOCRACIA
Sistema de Gobierno en el que la soberanía pertenece al pueblo, que ejerce el poder bien directamente, bien
por medio de representantes. El fundamento esencial de todos los temas democráticos radica en que el
origen de la soberanía es la voluntad popular. Sin embargo, los regímenes que se declaran democráticos
articulan la participación ciudadana de modos muy distintos. Se distingue entre dos tipos de intervención:
Directamente por medio de Asambleas decisorias cuyos delegados son simples mandatarios de los acuerdos
colectivos. Democracia representativa, formal o delegada, sistema en el cual los ciudadanos solo intervienen
en la elección de sus representantes, a través de los partidos políticos, que quedan automáticamente
investidos de la autoridad legislativa y ejecutiva; no respondiendo de su gestión mas que ante el proceso de
una nueva elección. Esta ultima, expresión actual de la mayoría de los sistemas políticos occidentales, se
basa en el principio de igualdad ante la ley, el sufragio universal, la aceptación de la voluntad de la mayoría,
aunque respetando la opinión de la minoría, y un conjunto de derechos en torno a las libertades de
expresión, asociación, residencia, habeas corpus, etc. Además de combinar formas de participación directas
como el Referéndum, Plebiscito y Consulta Popular.
¿Qué es "ser" humano? Las respuestas no provienen por la vía de las descripciones y mucho menos de
las puras prescripciones Para efectos de la reflexión que nos ocupa asumiremos que lo humano refiere
a sujetos inscritos en un orden simbólico, capaces de hablar, de asignar y compartir sentidos, de imaginar,
de pensarse a sí mismos críticamente, de actuar para transformar su realidad, de sentir, de emocionarse,
de desear; sujetos diversos, no homogéneos, capaces de construir saberes distintos a partir de los que
atribuyen sentidos a su realidad. Llegamos al mundo formando parte de una serie de continuidades -
discontinuidades que nos imprimen huellas, marcas:
(...) Las tecnologías de la subjetividad remiten constantemente a los procesos de intersubjetividad. Esto
aparece claramente cuando se piensa que los diversos componentes de la subjetividad son diacríticos, es
decir que se definen, al igual que los significados lingüísticos, por oposición a lo que podrían ser pero no son.
Las demás subjetividades son constitutivas de una subjetividad particular en el mismo sentido en que se dice
que la "intercontextualidad" es constitutiva de cualquier texto. Por otra parte también conviene considerar que
la construcción de la subjetividad se realiza principalmente en la esfera de la intersubjetividad mediante la
"toma del rol del otro" (verse con los ojos del otro), y mediante las "imágenes reflejo" que se reciben a partir
de los otros (verse en los ojos del otro)*
¿Cual es entonces la relevancia de la pregunta por el sujeto, las subjetividades, las intersubjetividades y,
consecuentemente por las identidades individuales y colectivas? La línea de reflexión y argumentación de la
que este texto se ocupa deriva directamente del malestar ético reinante en el país, producto de las evidentes
tensiones entre enunciados, discursos, teorías, leyes y buenas intenciones, frente a la reiteración extenuante
de nuestros modos violentos de tramitar conflictos y diferencias tanto en la esfera pública como en la
privada: campo, ciudad; vereda, calle, casa, escuela; empresa, partido, consultorio; alcoba, barrio,
localidad, país.
¿Qué nos pasa? ¿Cuál es el impedimento para hacer rupturas colectivas claras hacia la creación, afirmación
y consolidación de modalidades de convivencia en las que conflictos y diferencias no sean tratadas por la vía
de la eliminación o la exclusión? Nos interrogamos por las fuentes obstaculizadoras al establecimiento de
relaciones más coherentes entre teorías y prácticas democráticas, lo cual nos lleva a indagar -entre muchos
otros factores en juego- por las maneras en que se apuntalan tantas resistencias para reconocer a los
otros/as, a los distintos/as, como interlocutores válidos.
Subjetividad y democracia
Para pensar en términos políticos hoy día, y para comprender la naturaleza de las nuevas luchas y la
diversidad de relaciones sociales que la revolución democrática aún tendrá que abarcar, es indispensable
desarrollar una teoría del sujeto como actor descentrado y destotalizado, un sujeto construido en el punto de
intersección de una multiplicidad de posiciones de sujeto entre las que no existe una relación apriorística
ni necesaria, y cuya articulación es el resultado de las prácticas hegemónicas. Así, pues, ninguna identidad
llega a establecerse de modo definitivo, pues siempre hay un cierto grado de apertura y ambigüedad en la
manera en que se articulan las diferentes posiciones del sujeto.*
Siguiendo la ruta escogida nos preguntamos cuál es, entonces, el sujeto de la democracia de los
modernos y, en este mismo orden de ideas, si "sujeto" y 'democracia' pueden ir juntos. ¿Un sujeto
democrático cómo se construye? Apostamos por una propuesta teórica - crítica que asume que la
construcción de sujetos democráticos contemporáneos -hombres y mujeres- tendría mejores
posibilidades de coherencia e integralidad si los distintos agentes, contextos y dispositivos de
*
* Ibáñez, T. (1993).
*
Mouffe, Ch. (1994)
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socialización proveen los contextos, imaginarios, representaciones y prácticas que permitan superar el
sobredimensionamiento e instrumentalización de la racional dad, propias del pensamiento y hacer de la
modernidad, para contrarrestar el efecto de subordinación y opresión de los cuerpos, deseos, sentimientos y
afectos.
Cada sujeto es producto de la interrelación entre su experiencia condicionada social mente y la cultura en
que vive. Por eso, la condición histórica del sujeto determina su subjetividad, la cual como proceso
global es construida, no es Innata. El sujeto se constituye en y por su subjetividad.*
¿Qué es el "sujeto"? ¿qué se nombra con él? Según el diccionario de la Real Academia, sujeto es un
sustantivo masculino (?), que asume al menos cuatro sentidos: (1) nombra un individuo cualquiera; (2) por
oposición a "objeto", es el ser que conoce; (3) en lógica, es el primer término del juicio; (4) en gramática,
es el miembro de a oración en el que se designa al ser o cosa a los que se atribuye la acción o estado
expresados en el miembro restante.
Los deslumbrantes desarrollos científico - técnicos de occidente en los últimos siglos no se compadecen con
los esfuerzos y resultados actuales por comprender y. especialmente, por modificar las múltiples inequidades
presentes en las sociedades humanas. Pensada desde el ahora, la que llamamos "modernidad" puede
aparecemos como un dato más en la historia de las ideas que nos fue enseñada como proceso lineal y
progresivo.
Sin embargo, el carácter más dramático del "giro paradigmático" moderno se juega precisamente en el
tránsito entre dos visiones que explican el mundo y sus sucesos de modos distintos: una, anterior a la
modernidad, centrada en explicar los fenómenos y aconteceres naturales y sociales por fuerzas
sobrenaturales o divinas (recuérdese la polémica Tolomeo - Galileo), otra, la moderna, que situándose en el
ejercicio de la razón, explica, asume y atribuye los sucesos sociales e históricos a lo humano mismo, al
efecto de su capacidad de creación o destrucción, y los fenómenos naturales ya no al capricho de los
dioses del Olimpo sino a eventos y relaciones internas a la misma naturaleza y susceptibles de ser
conocidas y explicadas por la razón humana.
Se dice que este tránsito emancipa la subjetividad en el sentido del efecto de "desencantamiento" propio del
mundo moderno, que al poner en crisis todo criterio de autoridad dogmática, verdad revelada e
interpretaciones del mundo y de sus aconteceres físicos, políticos, económicos y sociales recurriendo a
una exclusiva y omnipotente voluntad sobrenatural, relanza a los seres humanos -social e
individualmente- al reto enorme de pensarse a sí mismos, mirarse críticamente en su presente y pasado,
prefigurarse en sus posibilidades futuras.
*
Lagarde, M. (1995)
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Tal división caracteriza la llamada democracia de los antiguos", propia de la Grecia clásica, y se
extiende hasta la modernidad. Dentro de sus efectos más importantes, entre otros, estuvo !a
legitimación de la exclusión del ámbito público y por lo tanto del ejercicio de derechos ciudadanos a los
varones esclavos, no propietarios, los discapacitados y durante siglos, a más de la mitad de la población
del mundo: las mujeres. Este, que podría aparecer como un señalamiento simple resulta muy complejo por sus
consecuencias sobre nuestros modos de vivir y relacionamos: en primer lugar, y para evitar equívocos, es
necesario aclarar que las dos esferas están en relación y que esta relación no es de oposición simple y
rotunda.
vivir una vida privada por completo significa por encima de todo estar privado de cosas esenciales a una
verdadera vida humana: estar privado de la realidad que proviene de ser visto y oído por los demás, estar
privado de una "objetiva" relación con los otros que proviene de hallarse relacionado y separado de ellos a
través del intermediario de un mundo común de cosas, estar privado de realizar algo más permanente que la
propia vida.*
La razón moderna relegó a esta esfera -privada- todo lo no-objetivo, no positivo, no-cuantificable, no-
medible, lo no-reflexivo, lo fugaz, englobando allí lo que cabía o se representaba como "subjetivo" o "natural"
por relación con los afectos, el cuerpo, el deseo, el "corazón sin razón". Se confinan a esta representación de
lo privado todas las actividades y sujetos de lo doméstico: lo sentimentalizado, lo feminizado, el mundo
regido por la necesidad, por lo "natural" e inmodificable, lo hermético, lo inaccesible, lo inexplicable o no
interpretable por nada fuera de sí mismo. Se posiciona allí "lo que no debe (o no se quiere) ser visto u oído
por los demás", es decir, todo aquello que carece de interés publico.
*
Arendt, H. (1958). La condición humana. Buenos Aires: Paidós.
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Por su parte, en la esfera de lo público quedó representado lo político, entendido como el conjunto de
aspiraciones y prácticas orientadas a la construcción de un orden social regulado y racionalizado, el orden
de la libertad. Orden al que se le desapropia sentimientos y sensibilidad, "razón sin corazón". Lo público
puede ser visto y oído por todo el mundo, designa propiamente el mundo común a todos, diferenciándolo del
lugar poseído privadamente en él. Esta calidad de lo público, señala H Arendt, "...está relacionada con los
objetos fabricados por las manos del hombre, así como con los asuntos de quienes habitan juntos en el
mundo hecho por el hombre" (p.62)
Asumirnos desde este paradigma como seres integrales, sentipensantes, no nos resulta hoy nada fácil:
navegamos en las aguas turbulentas de múltiples ambigüedades y destiempos, modernos en el consumo,
premodernos en nuestros sentires y deseos. Cuando hablamos de sentimientos creemos negar la razón,
valorar lo "subjetivo" aparece como tachar la razón y defender la irracionalidad.
La modernidad es cierto, rescata al sujeto, pero al sujeto homogéneo por efecto de las prácticas de
exclusión de las y los diferentes Tal práctica produce un efecto de "entrampamiento" en la práctica social
- política, puesto que la diversidad y la multiplicidad, se nos revela de modo rotundo en la experiencia
común del mundo.
Una de las reacciones más recientes a las limitaciones de la perspectiva bivalente de las esferas de la
vida, ha sido la de las ciencias sociales y humanas en la segunda mitad del Siglo XX, llevando al
resurgimiento del interés por la "vida cotidiana". Particularmente en América Latina, como lo señala N.
Lechner (1988):
... Es el quiebre de los hábitos y las expectativas acostumbradas lo que motiva nuestra sensibilidad por la
vida cotidiana. Lo que -precisamente por cotidiano-no llamaba la atención, ahora deviene problemático...
Formulado en términos epistemológicos, el problema sería la distancia entre conocimiento y conciencia,
entre ciencia y sentido común.., (Este interés está en relación con) el descontento con las formas
habituales de hacer política.*
El estudio de la vida cotidiana intenta restablecer los vínculos entre esferas privada y publica y
aunque no existe un concepto unívoco para definirla, la vida cotidiana referiría de una parte a los
actos de reflexión crítica acerca de lo que asumimos como "normal" o "natural" y, de otra, a los modos
como producimos y reproducimos "certezas" heredadas, sin percatarnos que son producto, precisamente,
de la misma construcción social que habitamos y que nos habita.
Otra propuesta es la de Cornelius Castoriadis, * quien rompe la dicotomía con la entrada de un tercer
ámbito: Una sociedad democrática, puntualiza Castoriadis, debe separar y articular al mismo tiempo tres
esferas ce la actividad humana: el oikos -la esfera privada, la casa, la familia-; el agora -la esfera privada
- pública: e! mercado (lugar de reunión) donde los individuos se encuentran libremente, discuten,
*
Lechner. N. (1988). Estudiar la vida cotidiana. En: Los patios interiores de la democracia. Subjetividad y política.
Santiago de Chile: FLACSO.
*
Giraldo. F. (1998). Cornelius Castoriadis: pens ador de la creación. Revista Foro, 34. 99-106
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
establecen contrato entre ellos y donde formalmente el poder no puede ni debe intervenir; la ecclesia - ¡a
esfera pública, el lugar del poder el dominio público - público- el poder comprende a los poderes y
estos deben estar a la vez separados y articulados.
Decir "yo soy..." es intentar referirse de algún modo a la identidad, aunque en rigor hablar de idéntico es
intentar fijarse a algún modo absoluto e identificable, homogéneo en algo o en mucho en el espacio y el
tiempo. La problematización del término conduce a un debate central al denominado pensamiento post-
moderno que apenas insinuaremos: la confrontación con la tendencia del pensamiento moderno a
"sustancializar" ideas y conceptos, tendencia que se traduce en operaciones cognitivas tales como el traspaso
sutil y problemático entre ideas y realidades, la generalización abusiva de principios o "reglas", la toma de
la parte por el todo y la tendencia a minimizar el cambio y maximizar la permanencia.
¿Cómo se construye la realidad social y los sujetos socialmente competentes a esta realidad? Pregunta
que conduce a los lugares, función y configuración de los procesos de socialización. Tales procesos
ocurren en escenarios diversos en los que se construyen nuestras identidades, por agentes sociales que los
viabilizan: la familia, la escuela, la calle, los medios de comunicación, la oficina, la asociación, la
organización, los espacios y tiempos para la recreación; la madre, el padre, la maestra, los pares
(compañeras y compañeros de estudio, de trabajo) entre otros Unos, proveen procesos unos
primarios y fundantes; otros, los procesos de socialización secundaria que completan o contradicen el
proceso inicial.
Si recordamos bien, la categoría de análisis social "vida cotidiana" nos sitúa en el cruce de relaciones entre
procesos primarios y secundarios, micro y macrosociales, revelando las prácticas concretas de socialización
y construcción de realidad social y su objetivación en determinadas condiciones de vida.
¿Qué lugar ocupan los imaginarios y representaciones democráticas en estos procesos de socialización?
¿Alcanzan nuestras ambiciones democráticas al intento de actuarlas en cada uno de los lugares que
ocupamos? ¿Cómo ejercemos esa democracia al ocupar roles diferentes? (Por ejemplo en la relación
adulto - niños/niñas, en la relaciones hombre - mujer): "El sujeto (y por tanto la subjetividad) sólo se
construye en espacios de interacción con el mundo y con los otros (...) creando una serie de significados
que expresan las representaciones que de estas interacciones hace".*
Así las cosas, tan solo propondremos, por ahora, que ninguna cosa de lo humano "es". No habría
una esencia en la palabra democracia o participación o liderazgo (nombres que se mencionan a
título de ejemplos que vienen al caso). Podemos tomarnos a nosotros mismos por hechos, o bien tomar
como "dado", "natural" o "esencial" muchas cosas que nombramos. El punto es si las realidades sociales
y políticas asunto de nuestro interés son "dadas" o son "construidas' socialmente.
Si admitimos el fondo de los argumentos anteriormente esbozados, podemos asumir en consecuencia que
nadie "es" democrático por "esencia", nadie tiene una personalidad democrática adquirida y
garantizada permanentemente. "Ser" democrático o democrática es hacerse, construirse en tal
calidad, adjetivarse como ciudadana o ciudadano. La expresión enfatiza en la búsqueda, en el
perfeccionamiento continuo, el esfuerzo de construcción a partir de asumir la incertidumbre de nuestra
propia humanidad.
*
Alvarado, S.V. (1992) EI desarrollo humano: perspectivas de abordaje. Bogotá: CINDF.
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
La socialización se entiende hoy como proceso activo donde se juegan las prácticas culturales. Los
estilos de socialización particulares de una época están siempre mediados por las significaciones
aportadas por !a misma cultura. Es en esos procesos donde construimos nuestras representaciones y
valoraciones del mundo, desde que nacemos puesto que nos preceden. No tenemos en un comienzo
¡a posibilidad de defendernos de ellas o de tomar distancia crítica.
Si la resolución democráticamente favorable de las distintas inequidades entre seres humanos fuese tan
solo asunto de racionalidad, y más aún de racionalidad instrumental la mayoría de ellas estarían ya
eliminadas. No ha resultado tan sencillo.
Si el sujeto -singularmente hablando- se "construye" alimentado desee que nace en la fuente de las
interpretaciones y sentidos propias de su contexto histórico -cultural, quiere decir que nunca es
acabado y no se agota en sí mismo, pero también dice que no es su propia fuente, que desde siempre
bebe de las aguas del río en que navega y se debate con otros y otras.
Hacerse sujeto democrático significa tomar conciencia reflexiva y crítica de sí, de las acciones, condiciones,
circunstancias y características que nos "sujetan". "Sujeto" refiere al plano individual y colectivo (sujeto
individual y colectivo): el sujeto se constituye simultáneamente desde procesos de diferenciación -
individuación y de interrelación con otros. El sujeto democrático construye un margen de libertad para
hacerse responsable de su propia realidad, para evaluarla críticamente, para construir condiciones de vida
dignas para sí y los otros, esto es lo que significa ser sujeto autónomo(a), calidad indispensable al sujeto
democrático en el sentido moderno.
Para el caso concreto de los y las líderes que se cualifican en las Escuelas puede resultar importante
entender que la definición de "líder" es problemática y tan antigua como Platón. N. Bobbio* la define, para la
actualidad, del modo siguiente:
Se puede decir que son líderes los que a) dentro de un grupo b) detentan tal posición de poder que
influye en forma determinante en las decisiones de carácter estratégico, c) poder que se ejerce
activamente, d) y que encuentra una legitimación en su correspondencia con las expectativas del grupo.
Desde la mirada del programa de las Escuelas los líderes, hombres y mujeres de hoy, son
fundamentalmente "re-editores sociales", es decir sujetos democráticos "capaces de contribuir a fundar
órdenes sociales nuevos".
Su contribución requiere, además de las "virtudes" señaladas antes, de la capacidad de abrirse al fluir, a
la sensibilidad respecto del acontecimiento, expresión que pretende llamar la atención sobre el
necesario intento de no reproducir en el ejercicio de su papel lo establecido o criticado, lo "normal" y
"naturalizado" en nuestras prácticas sociales y políticas tradicionales. Esto implica preguntarse por las
posturas y discursos políticos que agencia, el por qué, para qué y para quién los agencia.
*
Savater. F. (1991). Ética para Amador Barcelona: Ariel.
*
Bobbio, N.. Mateucci. N. y Pasquino. G.F. í 1991) Diccionario de Política México: Siglo XXI Editores.
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
La sensibilidad al curso de la vida social y política, implica también el desarrollo de la capacidad creativa
para darle lugar a formas inéditas de acción política y social, en un juego complejo entre realidad y
necesidad material objetivable y el flujo de sueños e imaginarios no funcionalizados que bien "coyuntados"
den lugar a un tercero: un "producto", un efecto que cambie algo. Es la zona de proyectos para la acción que
doten de sentido la actuación ligada al mundo de la vida.
Hablar del "mundo de la vida" es integrar en miles de combinaciones tres submundos: (1) El mundo
físico - natural, vinculado al ser humano por razón de su existencia y su relación tanto con las cosas
existentes como con las que los humanos mismos creamos. (2) El mundo simbólico, los vínculos del ser
humano con su espacio cultural y con el lenguaje. (3) El mundo social, recordándonos que el ser
humano es un ser - en - relación, es ser - con... otras personas; forma grupos, se relaciona con ellas.
Los proyectos para la acción mencionados arriba, requieren entonces de perspectivas múltiples; en
ellos debe asumirse la coherencia y articulación necesarias entre aspiraciones e intereses personales,
grupales, sociales, públicos. Las responsabilidades individuales no se subsumen en la construcción
colectiva de democracia, no son solo "otros" los responsables de que nos aproximemos o alejemos de
asumir un sentido de ¡o público más integral. Los proyectos democráticos son a la vez proyectos para el
desarrollo y fortalecimiento de ciudadanía de "alta intensidad", de sociedad civil entretejida con !a
fortaleza de sujetos éticos capaces de actuar pero también de apasionarse y, al tiempo, reflexionar
críticamente sobre sus actuaciones.
Superar el fatalismo y dotar de sentido los proyectos de acción para el cambio social y personal pasa por la
mirada atenta a la vida cotidiana y sus aconteceres, por la escucha de los distintos saberes. Pensar -
actuar proyectivamente frente a la vida es una invitación a mirar con atención no sólo las rupturas
radicales y profundas sino también a las modificaciones que revela el pequeño cambio, lo imperceptible,
los ríos subterráneos.
A continuación se sugieren algunos instrumentos que pueden ser útiles para introducir la reflexión a la
temática.
Frente a cada una de las afirmaciones marque (1) si está en TOTAL DESACUERDO -(2) si le es
INDIFERENTE, NO SABE - (3) si está TOTALMENTE DE ACUERDO Elija la respuesta que concuerda con
su PRIMERA REACCIÓN.
I. Momento individual
1. Qué entiende usted por sujeto democrático?
2. Qué elementos construyen el sujeto democrático?
3. Responda, del modo mas sencillo y espontáneo, la siguiente pregunta:
¿Es usted líder?, ¿Por que?
Lea el siguiente texto y responda al respaldo de la hoja las tres preguntas señaladas al final.
Yo solía ser un idealista. Cuando había un desfile de protesta, con grandes cartelones, yo desfilaba. Si
había que tirar piedras, yo tiraba piedra. Cuando había una demostración, yo demostraba. Me senté dos
idas frente a la Alcaldía para exigir mayor presupuesto para salud y educación y mejores salarios, porque
pensaba que en este país todos deberían tener las mismas oportunidades. . ¡Me dijeron que me fuera a
vivir a China!
Hubo una ocasión en que marche frente al Capitolio Nacional y repartí hojas en donde decía que no
debíamos usar armas para matarnos los unos a los otros y que los seres humanos no debíamos ser tan
violentos ni pensar mas en la guerra. ¡Me llamaron anarquista!
Una vez fui arrestado porque entre al Ministerio de Educación con un letrero que decía que todos los niños
y niñas tienen derecho a oportunidades iguales de educarse, como dice la Constitución. ¡Me llamaron
terrorista!
Pronto me canse de que me dijeran esas cosas, así que me di por vencido. Ahora no me importa si la
mitad de las personas del mundo se mueren de hambre, viven en pobreza absoluta, si no todos los
niños y niñas reciben educación. No me importa si hay armas para matar. No me importa si los bebes
mueren por falta de atención medica. ¡Ahora me siento un buen ciudadano!
Responder en primer lugar individualmente y luego socializar y reflexionar en colectivo sobre las siguientes
preguntas:
*
Adaptación documento DIE-CEP.
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
Los conceptos son ingredientes de un mundo histórico que se sedimenta en valores ético-
culturales y del cual hace parte tanto el sujeto que comprende como el objeto
comprendido.
3.2 El verdadero a priorí trascendental no es la subjetividad pura independiente del
mundo y de la historia, como tampoco una objetividad pura independiente de la
subjetividad. El verdadero a priorí trascendental concreto es el mundo de la vida.
V La subjetividad absoluta es la ínter-subjetividad.
HUSSERL
D A Se ha señalado como una de las causas de la gran crisis por la que
E L atraviesa Colombia la ausencia de una verdadera democracia. Para superar
M O
esta crisis se pide a los intelectuales, entre otros, enriquecer un debate
nacional, que acompañe a la Constituyente deliberante, con nuevos
O R conceptos y contenidos
C La presente contribución no hace relación directa a nuevos conceptos y
R É contenidos. Pretende coadyuvar al esclarecimiento del concepto de
democracia en función de algo que consideramos fundamental: la
A T creación de una mentalidad democrática en todos los ciudadanos como
presupuesto indispensable para la existencia de una sociedad
C I democrática. Mentalidad que, a su vez, sólo es dable a partir de
I C actitudes y hábitos democráticos. El pensar sólo puede tener como
fundamento lo realmente intencionado y realizado en el mundo de la vida.
A, O Todos creemos saber qué es la democracia. Su concepción como poder
del pueblo para el pueblo nos parece demasiado clara. Sin embargo,
U E cuando nos detenemos a pensar en los adjetivos que siempre acompañan,
tenemos que confesar que nos encontramos frente a un oscuro concepto
N N que nada tiene de unívoco. Se nos habla de democracia burguesa, de
A democracia socialista, de democracia participativa, etc. Se nos distingue
entre una democracia legitimante y una democracia organizativa. Aun más,
C irónicamente se nos presenta como modelo de república democrática aquella
que ha sido organizada a partir de una pretendida dictadura del
V O proletariado. De esta manera el concepto de democracia no parece ser ni
E N
siquiera un concepto análogo. Más parecería ser un buen ejemplo para
ilustrar qué es un concepto equívoco Esto nos permite sospechar que lo
R S sustancial de la democracia no es el sustantivo sino el adjetivo, a través
del cual se expresa una realidad y una verdad en vía de construcción.
D T
A R Quizás nos hace falta ir, fenomenológicamente, a las cosas mismas. Si lo
hiciéramos dejando de lado (poniendo entre paréntesis) los discursos
D U ideológicos que consagran la democracia como realidad ya alcanzada o
alcanzable plenamente, nos encontraríamos frente a una intencionalidad no
C realizada ni realizable plenamente; ante el proyecto que un pueblo -el
Y C griego- un día se dio, y que posteriormente fue asumido por todos aquéllos
que nos reconocemos culturalmente herederos de sus ideales; ante una
I utopía, en el sentido kantiano de idea regulatriz, que nos permite pensar lo
U Ó
que debería ser la convivencia humana y su práctica colectiva a partir de lo
que es posible ser y, desde allí, tomar una distancia crítica frente a cuanto
N N ellas históricamente han sido.
Llamemos finalmente la atención sobre lo siguiente: Aristóteles, en función de su proyecto de redactar una
constitución para Atenas que respondiese a la esencia de la democracia, a partir de su mentalidad
esencialista, comparó más de un centenar de constituciones en búsqueda de dicha esencia. No son
pocos los colombianos que, en estos momentos y con la mira puesta en la Asamblea Constituyente,
llevan a cabo la tarea de cotejar constituciones que rigen a otros países con un propósito semejante al de
Aristóteles. No nos podemos hacer la ilusión de tener una constitución a lo suizo. Como veremos, no
existe una esencia de la democracia en sentido aristotélico, pues ésta no es una realidad natural sino,
como lo hemos dicho, un proyecto, un ideal que libremente se asume y que sólo es viable de acuerdo con
el horizonte de posibilidades que define el mundo de nuestra vida. Este horizonte debería ser críticamente
analizado para descubrir sus gérmenes de futuro y enriquecerlo entonces con un proyecto democrático
que responda no sólo a lo deseable sino a lo posible.
- Concebirnos la verdad no como la conformidad del pensamiento con lo que es, ha sido y será
eternamente. La verdad es encuentro y diálogo. Es el sentido que se construye intersubjetivamente en el
encuentro de! hombre con la facticidad que define su mundo entorno. Por consiguiente, la verdad no se
descubre: se construye a través de las diversas praxis humanas sobre la realidad.
- La democracia no sólo es una verdad en construcción. Es ante todo un ethos} un modo de ser,
también en construcción, con base en vivencias valorativas. No se puede pensar en demócrata
Los grandes pensadores de la modernidad (Spinoza, Hobbes, Locke, Rousseau, Kant, Hegel, etc.) bajo las
luces de la Ilustración reflexionaron críticamente sobre el proceso histórico, social y político del cual ellos
hacían parte No so puede hablar de los que no se conoce. ¿Hasta dónde se ha dado entre nosotros una
vida democrática, un partido democrático, un Estado democrático?
En este sentido el Estado es un principio unificador, integrador y sintetizador de las fuerzas que componen
una sociedad civil que ya se ha definido. Es un momento del proceso mismo de la construcción de la
nacionalidad y no la fuente de la misma.
¿Ha existido, en sentido estricto, una verdadera sociedad civil colombiana? ¿Cuál es la identidad que
nos define como colombianos? ¿Se puede hablar de existencia real de un Estado colombiano?
Si la respuesta es afirmativa, ¿hasta dónde llega nuestra experiencia de la democracia?
Una rápida mirada a nuestra historia nos pone de presente cuán poco hemos experimentado la
democracia, lo cual nos ayudará, al mismo tiempo, a explicitar el concepto de democracia.
¿Qué encontraron los españoles al llegar a lo que hoy es no sólo Colombia sino también Latinoamérica?
Una gran diversidad de etnias, dispersas en un extenso territorio, incomunicadas entre sí
geográficamente, sin unidad lingüística, cultural o histórica.
¿Qué hicieron ellos? Trazar uno límites artificiales para crear unas nacionalidades de acuerdo
con las posibilidades burocrático - administrativas. Límites hacia afuera en términos de virreinatos; límites
hacia adentro en términos de provincias. Criterios que aún continúan vigentes entre nosotros desde el punto
de vista geográfico - administrativo. Esta división nos podría ayudar a comprender por qué el llanero dirige su
mirada hacia Venezuela, el pastuso hacia el Ecuador, el costeño hacia el Caribe ¿Vivencialmente,
pertenecen ellos a la nación colombiana? ¿Por qué la ausencia casi total del Estado colombiano en extensas
regiones del país y el desconocimiento que los habitantes de dichas regiones tienen de la existencia misma
del Estado?
1
Son tres por lo ríenos los niveles o grados de significación en que se concreta usualmente el hecho nacional: a) cuando se lo
confunde con nacionalidad, como conjunto de rasgos culturales e históricos que. por lo general, se unifican a partir de una base
étnica o lingüística común. En este caso es sinónimo de nacionalitario. neologismo francés que alude a la existencia de uno o varios
de esos rasgos que por lo general están presentes en una agrupación social que precede a la nación: b) como fuerza integradora
que facilita o conduce a una identificación común: la nación es sinónimo de conciencia selectiva y. de hecho funciona con
extraordinaria fuerza orgánica o, mejor dicho, como cualidad orgánica en virtud de la cual se mantiene la cohesión interna y s e
aseguran formas de integración / participación. Es la idea de un sujeto colectivo y soberano que ademas otorga un sentido de
pertenencia transclasista y una capacidad de autoidentíficación defensiva, por rechazo o como fuerza de dominación, expansiva,
justificadora de ios poderes de una dase; c) finalmente la noción de nación tiene un referente espac;ai. Nación es sinónimo de
comunidad terrotirializada, espacio interior concebido como límite de delimitación de un "interior" donde se desarrollan y
reproducen las diversas instancias de la vida comunal por referencia a una dimensión externa*. TORRES R., Edelberto.
La nación; Problemas teóricos e históricos, en Estado y política en América Latina. Siglo XXI. México, 1986. p. 101.
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
Ahora bien, España trazó en sus colonias los mismos caminos que en la metrópoli, esencialmente
diferentes a los que habían trazado en el "mundo moderno" los gestores de éste. Si estos caminos tenían
como meta la felicidad terrenal, aquéllos conducían a la felicidad celestial. De aquí que el "gran negocio de
la vida" fuese la salvación del alma. Pueblo, monarquía e Iglesia estaban de acuerdo: la defensa de la fe
era el imperativo para los monarcas; la expansión de la fe v el crecimiento en ella, el objetivo de la Iglesia; la
cristianización de las costumbres, la labor del pueblo. Una cultura teológica ofrecía respuesta a las pocas
inquietudes del pueblo. La fe era título de seguridad1.
El peso de dicha visión religiosa de la Colonia aún se siente hoy día en ese respeto por la tradición, por el
orden jerárquico, por la autoridad y en el papel que se le otorga a la Iglesia. No se ha producido una
verdadera secularización de la vida y del pensamiento colombianos, sin la cual, como veremos, es imposible
el desarrollo de una verdadera democracia2.
Cuando se inició el proceso de organización del Estado, ciertamente se descartó la tentación monárquica.
No se rompió, sin embargo, en forma clara con el orden colonial: no se acudió a una legitimación
trascendente (en Dios), pero tampoco se procuró una legitimación democrática.
A lo largo de todo el siglo XX, nuestros dirigentes, convencidos de que ellos eran la patria, a través de
asambleas constituyentes convocadas a espaldas del pueblo, buscaron la institucionalización de un
Estado. Dada la extensión del territorio y la variedad de sus comunidades, que imposibilitaban una
verdadera integración nacional; dada, igualmente, la ausencia de un líder de talla nacional que
encabezara la institucionalización de un poder central, surgen los caudillos regionales como dueños de un
pedazo de la patria pero con un proyecto de dominación nacional. Para lograrlo desatan las guerras que
conocemos, las cuales a decir verdad no fueron del pueblo ni para el pueblo, es decir, en función de un
proyecto democrático que permitiese al pueblo sentirse protagonista de su propia historia.
Para "afianzar la unidad nacional", la Constituyente del 86 no recurre al constituyente primario sino a
la "nación", una entelequia jurídica que no puede actuar por sí misma pero cuya voz puede ser asumida
en forma exclusiva por los dirigentes.
Colombia llega al siglo XX sin conocer la democracia, sin reconocer la soberanía popular, sin conformar un
verdadero Estado ni como árbitro de los conflictos sociales ni como el monopolizador de la fuerza legítima
2
"Aquí el criollo, el mismo español residente y el mestizo (...) no tenían ni las preocupaciones ni los conflictos con el mundo
externo que tenía el español peninsular. Menos aún los que tenía el hombre europeo donde había surgido la cultura del
Renacimiento, ni el afán del goce de la vida, ni el lujo, ni la pretensión de dominio sobre la naturaleza que daba nacimiento a la
ciencia moderna, ni los conflictos que ésta planteaba a las conciencias piadosas (...). Vivían seguros de la razón de ser de la
monarquía, seguros del valor de la tradición y, sobre todo, seguros de su fe religiosa, ciertos do la justicia y la bondad de Dios. Sus
preocupaciones dominantes eran la conservación de la honra y la preparación para la otra vida". JARAMILLO URIBE, J. La
personalidad histórica de Colombia y otros ensayos. Bogotá, 1977. p. 106.
3
"La visión de una comunidad orgánica, jerárquicamente estructurada, descansa sobre un dualismo que preserva la idea de un "bien
común" como fundamento incuestionable de! orden y, simultáneamente, somete la política al realismo de la "buena razón del
Estado". Este dualismo, proviene riel barroco español y desarrollado por la doctrina social de la Iglesia cat ólica, está presente
hasta nuestra época. Coexistirán una legitimación democrático - igualitaria y una legitimación trascendente en una especie de
legitimación escalonada, invocándose -según la oportunidad- la "voluntad popular" o el "bien común". Esta ambigüedad facilita a
los países desgarrados por divisiones sociales preservar una identidad de comunidad, pero dificulta una concepción laica de la
política" LECHNER, N.
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62
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(Weber), tampoco como el reguiador del funcionamiento de la sociedad (Durkheim) ni como momento de la
producción de la sociedad por ella misma (Lechner).
La muerte de Gaitán y el proceso que siguió, de eliminación "a sangre y fuego" del liberalismo y de
legislación para acallar las protestas civiles y sociales, borraron los sueños de democracia. Se inició
entonces una verdadera guerra fratricida que conducía a la clase dirigente a su propio suicidio. Para
evitarlo se creó el Frente Nacional, gracias al cual se unificó la clase dirigente, se desterró la amenaza
secular de guerra entre los partidos tradicionales y se trazaron los planes para una modernización capitalista
del Estado.
El Frente Nacional, invocando la democracia, legalizó de hecho la falta de democracia: el estado de sitio
se convierte en el régimen permanente del país; con el bipartidismo se excluye legalmente a quienes de
hecho siempre habían permanecido excluidos y el poder se convierte en propiedad privada, casi familiar;
en fin, la inmortalidad y la ineficiencia burocrática se implantaron como ley de los privilegiados.
Conocemos y padecemos las consecuencias: aparece el escenario del país la guerra insurreccional, cuya
historia no es necesario recordar. Factores de diverso orden -nacionales e internacionales- han hecho, sin
embargo, que las posibilidades de éxito de un cambio "revolucionario" dejarán de existir y que buena
parte de los movimientos insurreccionales quedara relegada como "rebeldes marginados" sin posibilidad
de ofrecerle al país un verdadero proyecto democrático.
Y aquí estamos: experimentando un país desgarrado, falto de unidad y sin identidad, con un Estado que
en sus diversas ramas brilla por la incapacidad para dirigir y representar a toda la sociedad y con una
clase dirigente que, en gran medida, continúa dominada por una mentalidad excluyente, enemiga de la
participación popular, incapaz de reconocer los derechos humanos, opuesta al justa distribución de los bienes
sociales, económicos y culturales, enemiga de la igualdad y la libertad democráticas. En una palabra,
desconocedora de la soberanía popular.
Ésta es la historia, a grandes rasgos, de nuestra democracia Los grandes filósofos de la modernidad,
bajo las luces de la ilustración, ejercieron su papel de conciencias críticas de la sociedad a partir de la
experiencia de un democracia verdaderamente en vías de construcción, para orientar el proceso y para
poner de presente los obstáculos que frenaban o desnaturalizaban la aproximación a la utopía de una vida
social organizada a partir de la autodeterminación y en función de la autorrealización humana individual y
colectiva.
Al pensador colombiano no le es dado cuanto le fue dado al europeo Su papel, a la hora de la verdad, no
es asumir una actitud crítica frente a una realidad llamada "democracia", puesto que ésta no existe, sino
sembrar gérmenes para un futuro democrático con su participación activa. Para ello sólo puede contar con
la experiencia ajena, la experiencia de todos aquéllos que en occidente han luchado por definir y redefinir
la democracia, por encontrarla y reencontrarla, por abrirlo siempre nuevos caminos. Con la experiencia
negativa de nuestra historia en una mano y con la experiencia positiva ajena en la otra, quizá algo
podamos decir como pensadores en pro de la construcción de un sociedad y un Estado democráticos.
Enseñanzas de la historia de la construcción de la democracia
Detengámonos en los principales momentos de la historia de la democracia.
- Como resultado de un proceso histórico nos encontramos en Grecia con el fenómeno de los filósofos
sofistas. ¿Cuál fue su aporte decisivo? Entre otros, haber realizado un viraje definitivo de la mentalidad
mítica de los griegos: ni la "naturaleza" ni los dioses rigen el destino de la existencia humana o la
existencia de los pueblos; el hombre, a partir de si razón, puede y debe determinar su futuro. Fue la
proclamación solemne de la securalización y de la autodeterminación como los principios básicos de la
democracia. Pero aportaron algo más: la autodeterminación implica una capacitación: el
aprendizaje de todo aquello que el permite al ciudadano formular, exponer y defender en el ágora las
propias perspectivas en pro de la construcción de la polis. En Colombia tuvimos que esperar hasta
principios de este siglo para escuchar de Uribe Uribe que "hablar de soberanía popular en un país de
ignorantes es pura música celestial". Sin educación para la democracia, nunca se dará la democracia.
Gracias a las enseñanzas de los sofistas, el pueblo griego formuló su utopía de la democracia: la
proclamación de la soberanía popular como fuente de organización y legitimación de la normatividad de la
sociedad. Gracias a su contexto histórico los atenienses pudieron vivir desde el ágora, una democracia
directa, que les permitió experimentar que nada les era extraña, que nada les era impuesto desde lo alto
sin su consentimiento, ni siquiera sus dioses, pues éstos eran su creación colectiva.
Se inició así la construcción de la verdad de la democracia como vida, como mentalidad, como política y
como Estado. Se inició, lo decimos, pues en cuanto utopía los griegos estuvieron lejos de su
realización. Varios hechos implicaban una negociación de la democracia: el 'pueblo'' sólo se
conformaba de ciudadanos libres, una minoría absoluta dentro de la polis; la mayoría quedaba excluida de
participar en la soberanía popular Para buena parte de la población la situación fue desgarradora: se le
negó su realidad humana. Recordemos cómo Platón o Aristóteles trataron de demostrar que los
esclavos ni siquiera eran hombres. Además, para el griego, los hombres solo podían realizarse como
hombres, es decir como libres e iguales, dentro de la polis. Una vez superadas las "urgencias de la vida",
pues la vida cotidiana, en !o domestico y en lo privado, constituía una existencia inferior a la existencia dentro
de la sociedad civil. No se consideró que la polis pudiese tener la representación de los intereses
privados, cosa que hoy. Después del camino recorrido, tenemos que defender y de hecho defendemos a
través de buena parte de los llamados "derechos humanos'.
Con esta vivencia, los grandes filósofos griegos aclararon a sus conciudadanos aspectos fundamentales de
la democracia, Citemos algunos ce los tratados por Aristóteles, ce gran importancia para nosotros:
. El hombre es un animal político (zoon politikon); un ser intersubjetivo, partícipe de un mundo
común. Su acción debe de estar orientada por normas ideales que !e permitan un buen vivir, cosa que
sólo le es posible participando activamente en la vida de la polis. La política no es, por consiguiente, un
medio sino un fin: es la relación social en la cual los hombres se reconocen a sí mismos como sujetos de un
proyecto comunitario. De aquí que su sentido sea fundamentalmente práctico y no técnico o planificador,
como de ordinario se piensa entre nosotros.
. El hombre es, igualmente, un animal racional (zoon logan eklon): un ser capaz de un decir
argumentado. En su actividad política, el hombre debe actuar utilizando una argumentación
responsable para el logro de un consenso y no simplemente recurriendo a la argucia, a la violencia, a
la mentira.
. El hombre es, finalmente, un ser ético. Gracias a su ser racional puede imprimirle a su vida un
ethos, es decir, una determinada forma a partir de una perspectiva teleológica, a partir de aquello
que se quiere llegar a ser. La democracia exige un modo de ser. Como ya lo hemos dicho, no se puede
ser demócrata de un día o en función de un solo interés.
De acuerdo con lo anterior, en Aristóteles lo político, lo argumentativo y lo ético están íntimamente
entrelazados.
La experiencia y el pensamiento político de los griegos, fundamentados, como hemos visto, en una visión
antropocéntrica y secularizada, no pudieron, por principio, ser recogidos por el cristianismo.
Reconozcamos, sin embargo la influencia que tendrán en la modernidad algunas enseñanzas
cristianas, como las referentes al carácter personal del ser humano.
- Desde fines del siglo XIII se retoma la utopía griega de la democracia. En ese entonces, como en la
época de los griegos, lo decisivo fue el inicio de un proceso de "secularización", lento pero seguro, que se
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presentó en todos los dominios de la vida humana. Insistamos en ello, pues lo consideramos definitivo para
nuestra reflexión acerca de la democracia y la soberanía popular.
-
En el dominio religioso fue abandonada y rechazada la idea del orbe cristiano, es decir, la idea de reunir a
todos los pueblos bajo la única autoridad del Papa El poder terrenal de éste fue reducido al mínimo
Simultáneamente, la Iqlesia y la religión dejaron de ser la única savia que nutría el pensamiento y la
acción De nuevo los hombres comenzaron a pensar y a actuar autónomamente. El hombre dejó de ser visto
como la primera sustancia figurativa del universo, tal como lo fue dentro del orden jerárquico natural
defendido por el medioevo, para convertirse en la primera realidad operativa del universo. La visión
teocéntrica cedió el paso a una visión antropocéntrica.
En el dominio político se inició la superación del orden medioeval, con la multiplicación de feudos y
señores feudales, quienes durante siglos habían vivido aislados los unos de los otros. En su lugar
surgieron Estados nacionales conformados por pueblos con una conciencia colectiva de su propia
identidad. Los siervos, convertidos en ciudadanos, conquistaban espacios democráticos en donde les era
dado dejar oír sus voces y participar en las decisiones políticas. Inclusive dentro de la Iglesia no pocos
pedían participación a nivel de concilios, fenómeno que preparaba el advenimiento de la Reforma.
En el dominio económico, la burguesía en ascenso se enrutaba por los caminos del capitalismo al
organizar su actividad en forma de empresa, guiada por la idea de un lucro capitalizable y de un trabajo
que debería pagarse como cualquier mercancía. Pero detrás de esta actividad algo trascendental
sucedía: la misión del hombre sobre la tierra no se reduce ya a salvar el alma y a cantar la gloria de
Dios a partir de las maravillas de la naturaleza. Misión suya es transformar la realidad, ponerla a su
servicio, alcanzar un bienestar terrestre.
El dominio del saber, el grupo intelectual, inspirado y motivado por la burguesía, la cual presintió muy
pronto la estrecha relación entre saber y poder, se concibió a sí mismo como subjetividad autónoma, para
la cual el mundo, poco a poco privado de consistencia ontológica, sólo era materia prima para las diversas
prácticas que pusiera en marcha. El mundo dejaba de ser objeto de contemplación y comenzaba a ser visto
y transformado de acuerdo con modos de ser ideados por el poder operat ivo de una razón que sólo
reconocía sus propios límites y los límites de la experiencia.
Hemos citado estos cambios puesto que a partir de ellos la modernidad trazó los caminos que la condujeron
al reino de la llamada ilustración4 cuyos ideales, desde el punto de vista de ¡a democracia como problema,
podemos sintetizar en los siguientes puntos:
. Elemento primario de la sociedad es el individuo, como sujeto autónomo frente a la realidad. Esta tesis es
la expresión teórica de los ideales del nuevo hombre, con su afirmación de individualidad, cor su afirmación
de la subjetividad frente a la naturaleza y con su visión de la sociedad política como resultado de un pacto
4
Se debe recordar el Memorial de agravios de Camilo Torres, en el cual podemos ver cómo no se ponía en tela de juicio la
autoridad del rey ni se defendía la soberanía popular. Se pedía que a la Nueva Granada se le concedieran los mismos derechos
de los cuales gozaban las provincias españolas y que a los criollos se les otorgase el acceso a la burocracia.
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social5.
La felicidad y el bienestar son las metas del hombre individual y de la sociedad. La razón de ser del Estado
no reside en garantizar un pretendido orden jerárquico natural, como se pensaba en la Antigüedad y en la
Edad media - y se sigue pensando de hecho en Colombia-, sino en servir como principio de ordenación
racional de la convivencia entre sujetos concretos e individuales en forma tal que jurídicamente sean
protegidos los individuos, la libertad y la igualdad de los ciudadanos 6.
. El logro de la felicidad y del bienestar implican una "reforma del entendimiento" que capacite al hombre para
actuar técnicamente sobre la naturaleza y políticamente sobre la sociedad.
. La reforma del entendimiento implica abandonar el uso de la raz ón como instrumento para la pura
contemplación y la inútil especulación. La razón se concibe como razón analítica que partiendo de la
historia humano, de la observación y de la experimentación, sintetiza a posteriori los fenómenos en
leyes y principios, sin la pretensión de llegar a sistemas cerrados y definitivos. Consecuencia de
esta mentalidad fue la actitud "ecléctica" de la mayoría de los ilustrados, en el sentido no de desconocer la
certeza de algo sino de mostrarse abiertos al reconocimiento de la pluralidad de perspectivas que
deberían ser políticamente integradas en un proyecto común.
No consideramos necesario para nuestro ensayo entrar en detalles y llenarlo de citas. Sólo quisiéramos
llamar la atención sobre el hecho de que hasta finales del siglo XVIII, antes de la llamada Revolución
Industrial, la escala de valores, la cultura democrática y la lógica del capitalismo estaban
armoniosamente vinculados Recordemos algunos de aquellos valores que definían su existencia cotidiana:
pasión y responsabilidad frente al trabajo, espíritu de ahorro, moderación de vida, voluntad de transacción.
En contradicción con esta escala de valores del hombre nuevo, que había hecho su aparición al norte de los
Pirineos, el hombre español -que en buena parte llevamos dentro de nosotros- se distinguía por el amor al
ocio, por el derroche, por el espíritu de aventura y por su sentido caballeresco de la vida.
Los filósofos de la modernidad se plantearon muchos problemas frente al desarrollo hist órico de la
democracia, reunidos caso todos ellos alrededor de tres temas: el estado de naturaleza, el estado
civil y el contrato social. No hay un pensamiento unánime sobre ellos. En relación con el contrato social,
mediante el cual cada ciudadano transfiere su poder natural a la colectividad de la cual hace parte, es
interpretado, en cuanto a su realización de diversas manera. Locke lo consideró un hecho histórico7.
Para Rousseau y, de manera más explícita, para Kant, el contrato social es una idea regulatriz de la razón
que obliga a todo gobernante a legislar como si las leyes "debiesen derivar de la voluntad común de todo
un pueblo y de considerar a cada súbdito, en cuanto quiere ser ciudadano, como si él hubiese dado el
consenso a tal voluntad”: el contrato social como principio de legitimación del poder no tiene necesidad
para ser válido de un hecho que realmente se haya producido. Pero tanto para Kant como para
Rousseau el Estado debe rendir cuentas a los ciudadanos respecto a cómo interpreta y ejerce el poder
implicado en el contrato social. Oigamos a Rousseau: "El acto que instituye el gobierno no es tanto un
contrato como una ley. Los depositarios del poder ejecutivo no son los jefes del pueblo sino sus oficiales,
5
Acerc a de la .ilustrac i ón nos atrevem os a rec omendar as siguientes obras. HAZARD, P. El pensamiento europeo en el
siglo XVIII. Madrid, 1958; VAIJAVEC, F. Historia de la Ilustración en Occidente. Madrid, 1964; CASSIRER, E. La Filosofía de la
ilustración. México, 1981: MCRMEL D. Los orígenes intelectuales de la Revolución Francesa. Buenos Aires. 1969.
6
Recordemos que para Aristóteles el elemento primario de la sociedad era la familia: 'La comunidad que se constituye para la vida
de iodos los días es por naturaleza la familia ( . . . ) . La primera comunidad que deriva de la unión de muchas familias dirigida a
satisfacer una necesidad no cotidiana es la aldea (...). La comunidad perfecta do muchas aldeas constituye la ciudad (la polis, el
Estado en el sentido actual), que ha alcanzado lo que se llama el nivel de autosuficiencia y que surge para hacer posible la vida y
subsiste para producir las condiciones de una buena existencia" (Política, 1252 a.), añadamos que para los medioevales también
lo fue la familia. Esto nos permite comprender por qué la insistencia de la Iglesia colombiana en que la familia, fundamentada en el
sacramento del matrimonio, es la célula fundamental de la sociedad.
7
Indiquemos desde ahora, para poner de presente cu án difícil es la democracia, cómo no pocos filósofos ilustrados se
expresaron en términos semejantes a los utilizados por Platón y Aristóteles frente a los esclavos. Para Paw, Buffon, Voltaire, Hume,
Raymal, etc., la igualdad humana sólo tenía que ver con los ciudadanos europeos. Ellos se deleitaron proclamando la
"inferioridad" del latinoamericano. Deberíamos recordar, igualmente, las famosas páginas de Hegel sobre Latinoamerica en sus
Lecciones sobre filosofía de la historia, escritas hace dos siglos y que, si el autor resucitara hoy en día, posiblemente repetiría
de nuevo: estamos por fuera la historia porque no nos hemos constituido como Estado, entre otras razones a causa de la inmadu rez
geofísica de nuestro territorio, de la inmadurez biológica y política, y de nuestro complejo de inferioridad, nunca atentos a nuestra
realidad sino a cuanto piensan los otros. Esto sólo puede originar en el latinoamericano un sentimiento de rechazo. Pero, si
reflexionamos fríamente, quizá lo podemos aplicar a nosotros mismos: ¿acaso jurídicamente y de hecho no consideramos a buena
parte de los colombianos, por ejemplo a los indígenas, inferiores y sin derechos?
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que el pueblo puede confirmar o destituir cuando le plazca. Para éstos no es asunto de contratar sino de
obedecer"'8.
También hay diferencias en relación con el contenido del contrato social, es decir, en cuanto al
número y las clases de derecho que el ciudadano transfiere. Rousseau es el más radical: son todos los
derechos. Para él lo fundamental radica en distinguir entre la alienación a otros y la alienación a sí mismo:
el hombre sólo es libre cuando obedece la ley que él mismo se ha conferido, cuando actúa conforme a la
ley, pero a la ley que él mismo ha establecido, lo cual sólo es posible en un Estado organizado
democráticamente, es decir, a partir de la voluntad general, de la soberanía popular. Para Rousseau, "en el
estado de naturaleza el hombre no es libre (aunque sea feliz), porque no obedece a la ley sino a sus
instintos; en la sociedad civil basada en la desigualdad entre ricos y pobres, entre opresores y oprimidos,
el hombre no es libre porque si bien obedece a las leyes, estas no han sido establecidas por él sino por otros
que están por encima de el. La única manera de hacer al hombre libre es que él actúe de acuerdo con las
leyes y que éstas sean propuestas por él mismo. La transferencia total de derechos naturales al cuerpo
político constituido por ¡a totalidad de los contrayentes debe servir a tal fin, es decir, a dar a todos los
miembros de este cuerpo de leyes en las cuales el hombre natural convertido en ciudadano reconozca la
propia ley que él mismo se habría dado en el estado de naturaleza, si en este estado hubiese podido ejercer
libremente su razón".
Como consecuencia de lo anterior se elabora una concepción del Estado como principio organizativo y
planificador de la sociedad (Estatismo) que excluye todo intermediario entre el individuo y el Estado.
Primacía de la razón formal sobre las "irracionalidades" de la cotidianidad que dan vida a asociaciones o
corporaciones de diverso orden como, por ejemplo, los sindicatos. Escuchemos a Rousseau; "Importa,
pues, para tener una buena exposición de la voluntad general, que no existan sociedades parciales
en el Estado y que cada ciudadano opine de acuerdo con su modo de pensar".
Diversos acontecimientos, entre otros la Revolución Industrial, hicieron pedazos la armonía entre la escala
de valores, la cultura democrática y la lógica del capitalismo que sirvieron de base a la modernidad.
8
Cf. Two Treatises of Government. Segundo Ensayo, & 100.
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pocos. La razón dejó de ser un principio de liberación y de autodeterminación del hombre concreto para
convertirse en una razón dominatriz, instrumental, objetivadora, homogeneizante.
De conformidad con esta concepción formal de la razón, "el proceso social fue pensado exclusivamente
desde el punto de vista de la funcionalidad de los elementos del sistema (simbólicos, reguladores,
extractivos y distributivos). Los requisitos funcionales del "sistema" reemplazan las antiguas
categorías de soberanía, representación, voluntad, etc., neutralizando políticamente la cuestión del
orden. La democracia el "limpiada" de toda aspereza y resistencia a la racionalidad formal, a tal punto que
se elimina igualmente todo pathos. Se debilitan entonces el compromiso moral y los lazos afectivos sobre
los cuales descansa el orden democrático y finalmente la ciudadanía lo mismo le da un régimen político que
otro".
Para desgracia nuestra, es este capitalismo tardío, por esencia inhumano, el que se hizo presente en
Colombia.
Nada de raro tiene que el marxismo, al entrar en el escenario de la historia, dirigiese su mirada hacia el
Estado y lo contemplase como resultado de la división de clases.
En estos momentos nuestros ciudadanos, de manera espontánea, muestran y demuestran múltiples formas
de desencanto frente al Estado y exigen el reconocimiento democrático de diversos intermediarios
entre !a sociedad civil y el Estado, intermediarios que constituyen los mundos concretos dentro de los
cuales cada uno de ellos realiza el proyecto de su existencia «como proyecto y como tarea.
Posibilidad de la democracia
Hemos insistido en la poca o ninguna democracia que se ha dado en Colombia. Las dificultades para su
creación son demasiadas. Basta con tener presentes las barreras originadas en nuestra historia.
Preferimos, sin embargo, mencionar sintéticamente algunos hechos que muestran que no nos es
negado soñar en una Colombia que sea el resultado del querer de sus habitantes.
En ¡a historia reciente del país se ha presentado un fenómeno de importancia capital: ¡os movimientos
cívicos a nivel local y regional están imponiendo una nueva forma de praxis histórica. Su fuerza y su
capacidad política han puesto en crisis de muchas teorías jurídicas y sociales. Por otra parte, han exigido
que se reflexiones críticamente sobre el papel y sobre la presencia de la educación de adultos y de la
educación popular.
Estos movimientos han sido interpretados por algunos como simples fuerzas de presión que intentan
transformar las condiciones de vida de una determinada comunidad. Otros los consideran como
expresión de una conducta colectiva que procura, a partir de reivindicaciones concretas, construir un
modelo alternativo de sociedad verdaderamente participativa.
Lo cierto del caso es que estamos ante nuevas formas de organización popular que han demostrado ser
capaces de ganar espacios políticos, de afectar al Estado, de alcanzar reivindicaciones democráticas y de
formular e implantar proyectos alternativos, quizá lo más importante es su carácter cualitativamente diferente
a los movimientos del pasado. Señalemos algunas de sus características:
Pero, ¿qué tan reales son estos nuevos movimientos sociales? Para responder me remito a dos documentos
de nos ofrecen cifras incompletas porque les faltaron datos de muchos municipios. Según Pedro Santana,
entre 1971 y 1980 se organizaron trescientos movimientos cívicos. Según los datos recogidos por Martha
Cecilia García, en el solo cuatrienio de la presidencia de Virgilio Barco (1986-1990) se presentaron doscientas
diecinueve movilizaciones y cuarenta y cinco luchas cívicas.
También nos hablan de la posibilidad de la democracia en Colombia los resultados de las elecciones
de alcaldes. En ellas un número muy significativo fue elegido por movimientos cívicos, ciudadanos que
renunciaron a los gamonales de los partidos para pensar sólo en alguien que los representara realmente como
ciudadanos.
De acuerdo con ello, el problema de la democracia es fundamentalmente ético y no político, lo cual implica
Problema, igualmente, de formación: ya hemos citado una serie de valores que supone la democracia:
solidaridad, altruismo, tolerancia, respeto de la dignidad de la persona humana, etc.
Así fue entendido desde el primer momento. Ya nos referimos a los sofistas. Si algo o caracterizó fue
haber sido pedagogos. Con sus enseñanzas el pueblo griego tomó conciencia de !a autonomía humana y
fue capacitado para ejercerla en el ágora.
Recordemos cómo La República de Platón es ante todo un tratado de educación: para él, si primero no se
lograba un equilibrio interior de! hombre, inútil sería esperar el logre de la armonía y el equilibrio de la
sociedad, armenia y equilibrio que definen la justicia.
Por su parte Aristóteles, con su Ética a Nocómaco. reduce todo su pensamiento ético a un capítulo de la
política, pues aquella es una exigencia ce ésta. Además, su tratado sobre la política está orientado a
capacitar al ciudadano para el ejercicio de su derecho a la democracia en la plaza pública.
Si pasamos a la modernidad encontraremos la misma preocupación. Citemos tan solo a Rousseau, para
quien una sociedad participativa e igualitaria sólo se construye a partir de un proceso de educación desde
las diversas instituciones (familia, escuela, iglesia) y de formación en valores y actitudes: "Tales
precauciones son las únicas buenas para que la voluntad general sea esclarecida y para que el pueblo no se
engañe". Agreguemos, finalmente, el testimonio de Tocqueville sobre cómo la democracia americana se
asienta en una identidad de costumbres, sentimientos y creencias.
Si pensáramos en Colombia, mucho tendríamos que decir acerca de nuestras necesidades en orden a la
educación y a la formación para la democracia. Tan sólo mencionemos un aspecto clave: la necesidad de
crear una conciencia secularizada de la autonomía humana. No se puede negar el fatalismo que nos
acompaña, fruto de muchos factores, entre otros una tradición religiosa que educó al pueblo en la
resignación. Ya los sofistas fueron condenados como ateos al proclamar que el destino estaba en manos del
hombre y no en el querer de los dioses: la democracia exige una mentalidad secularizada ilustrada que
permita pensar y actuar al ciudadano con la convicción de que el destino de la sociedad está únicamente en
sus manos, es decir, en la soberanía popular y no en una voluntad divina o en las manos del "papa Estado".
Actividad de aprendizaje
A partir de la lectura y procesamiento del texto anterior los y las participantes podrán identificar los valores
políticos y éticos que orientan la construcción y el ejercicio de la democracia.
Procedimiento
CONFLICTO Y JUSTICIA
Capítulo 4
Universidad de la Amazonia Departamento de Educación a Distancia
72
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
CONTENIDO
Introducción
4.1 El conflicto
Una primera aproximación formal al conflicto
4.2 Democracia y conflicto
Estado social de derecho y democracia constitucional
La persistencia de los conflictos
Democracia, estabilidad, conflicto y justicia: la conveniencia de la expresión de
los conflictos
Los límites de la sociabilidad y del consenso: los riesgos de una expresión
espontánea de todos los conflictos y el reto de su institucionalización democrática
Conclusión
Tomado de: UPRIMNYYEPESRodrigo. Orden DemocráticoyManejo deConflictos. Escuela de Liderazgo Democrático. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá, marzo
de 2001. págs. 17-19.
Introducción
La regulación de los conflictos es uno de los grandes desafíos para todas las sociedades y todas las organizaciones
políticas ya que la ausencia de estructuras sociales o institucionales adecuadas para enfrentar las disputas indi-
viduales o colectivas pone potencialmente a las comunidades al borde de la violencia y de su autodestrucción. Así, los
antagonismos que se desarrollan dentro de la propia sociedad plantean el riesgo permanente de la guerra civil o de una
intensificación de las agresiones cotidianas, mientras que los conflictos que la enfrentan a otras comunidades hacen resurgir
periódicamente la amenaza de las guerras internacionales o intergrupales. Las distintas sociedades han diseñado entonces
múltiples mecanismos para evitar que los conflictos degeneren en una violencia incontrolada, que pueda incluso poner en
cuestión la preservación misma de la comunidad. Y es que estos riesgos deben ser enfrentados pues una sociedad viable
sólo puede existir si conjura la violencia, o al menos regula su intensidad y sus formas de ejercicio, por lo cual "una de las
misiones fundamentales de la política consiste en la sujeción racional de los conflictos sociales"60. Así, a veces, las
manifestaciones de ciertos conflictos son suprimidas autoritariamentea, en otras ocasiones las disputas son
negociadas por los partícipes, en otras hipótesis un tercero impone una solución a las partes enfrentadas, etc.
Este reto que plantea el conflicto a toda sociedad, el de su regulación o sujeción racional, adquiere mayor
intensidad en las democracias pluralistasb contemporáneas por cuanto este tipo de organización política aspira no
sólo a controlar la violencia -como inevitablemente debe hacerlo toda comunidad organizada- sino que también
pretende construir, por medio de la participación de todos, una sociedad justa, igualitaria, y respetuosa de los
derechos humanos y de la diversidad. Por ende, en las democracias constitucionalesc -como la que aspiramos
a construir en Colombia- no es aceptable cualquier regulación de los conflictos ya que sólo algunos tratamientos de las
disputas sociales son compatibles con sus principios, mientras que otros parecen contrarios al ideal democrático, y
deben entonces ser desechados. Así, no sería aceptable "resolver" las tensiones raciales en una sociedad por
medio del genocidiod de una de las etnias en conflicto.
La democracia pretende entonces no sólo que los conflictos no disuelvan violentamente la vida comunitaria sino
también evitar que la propia respuesta social y política a los conflictos sea contraria a sus valores esenciales. Pero
es más: ciertas visiones contemporáneas plantean que es necesario ir más lejos, y que es propio de los demócratas
amar el conflicto, por lo cual es necesario elaborar una suerte de concepción positiva de democracia, que no sólo
acepta y regula sus contradicciones y diferencias de manera pacífica, sino que ve en ellas fuentes insustituibles de
riqueza, diversidad y crecimiento. "Debemos aprender -dicen estas corrientes- a apreciar el debate y el conflicto como
el territorio de nuestra liberación humana".2
Los conflictos plantean entonces desafíos formidables a cualquier democracia, tanto a nivel teórico, como en el plano
práctico. Pero en Colombia, para quienes creemos en el ideal democrático, ese reto es todavía mayor, por las
características de nuestro país. Así, la intensa violencia, el conflicto armado prolongado y la impunidade han llevado a
muchos a pensar que es imposible, en nuestro contexto, regular democráticamente nuestras disputas, por lo
cual se desarrollan tentativas para legitimar respuestas autoritarias y revanchistas de parte de sectores de la socie-
dad y de las propias autoridades. Un ejemplo, entre muchos otros, es el siguiente: En 1990, en Antioquia, en
alguna de las mesas de trabajo que se establecieron para presentar ideas de reforma a la Asamblea Constituyente que
se reuniría el año siguiente, alguien, tal vez desesperado por la violencia y la impunidad reinantes, formuló la
siguiente propuesta: "Se establecerá la pena capital, con métodos que causen dolor y sufrimiento, para aquellas personas
que cometan delitos considerados horrendos"3. Por ello, en Colombia, los problemas generales de la regulación de los
conflictos en cualquier sociedad democrática se ven acentuados por nuestra crisis de violencia y de derechos humanos.
Ahora bien, ni siquiera dentro del contexto colombiano, los conflictos tienen por qué convertirse obligatoriamente en
violencia, ni derivar en reacciones autoritarias. En efecto, como lo veremos, el buen o mal resultado de un conflicto no
depende exclusivamente de la intensidad de la oposición objetiva de interesesf sino también de la existencia de ofertas
60 Ralf Dahrenforf. «Elementos para una teoría del conflicto social» en Sociedad y libertad. Hacia un análisis sociológico de la actualidad. Tecnos, Madrid. 1966, p 203
2 Cf Estanislao ZULETA. «Para una concepción positiva de la democracia» en Carlos MARTÍNEZ, EDGAR VÁRELA (Comp) Derechos Humanos y Modernidad. Cali:
Peronería Municipal, 1989, p 6 y ss.
3 Secretaría de Gobierno. Departamento de Antioquia. La Constituyente que quieren los Antioqueños. Medellín: Autor, 1991, p 51. Subrayado nuestro.
sociales e institucionales para tramitar esas disputas, así como de la actitud de las partes enfrentadas. Los colombianos
tenemos por ello un enorme reto: lograr crear espacios institucionales, transformaciones estructurales y cambios
culturales que promuevan, dentro de un clima de tolerancia, una tramitación pacífica y creativa de nuestros inevitables
conflictos.
Este texto intenta contribuir a esa tarea, para lo cual pretende realizar una reflexión teórica y algunas recomendaciones
prácticas que puedan orientar ciertos diseños institucionales y alimenten la formación de una actitud democrática hacia
los conflictos. El trabajo comienza entonces por un resumen del "estado del arte" sobre la discusión teórica sobre la
relación entre los conflictos y las dinámicas sociales, con el fin de precisar, en un segundo punto, cuál puede ser la mejor
perspectiva, desde un punto de vista democrático, para abordar las disputas sociales. Luego, en una tercera parte, el
texto pretende ser más práctico y analiza la dinámica y la estructura de los conflictos, esto es, cuáles son las
características relevantes de las disputas y las diversas salidas a las mismas. El cuarto punto analiza las distintas salidas
a los conflictos y evalúa sus potencialidades, mientras que el quinto hace un especial énfasis en las formas negociadas y
comunitarias de resolución de los litigios, pero igualmente estudia los límites de las soluciones consensuales y las
implicaciones que esto tiene, a saber, que toda democracia digna de ese nombre debe prever respuestas
institucionales eficaces a los distintos conflictos, pues es ingenuo pensar que éstos se pueden siempre solucionar por un
acuerdo con-sensual o por la simple discusión racional entre los eventuales afectados. El trabajo incluye también un anexo
en donde se incorporan algunos ejercicios y trabajos prácticos destinados a facilitar la comprensión de las discusiones
adelantadas. […]
4 Sobre las profecías que se auto cumplen, ver la clásica presentación de Rober K Merton. Teoría y estructura social, capítulo XI, pp 419 y ss.. La idea esencial de este mecanismo es la
siguiente: supongamos que unas personas están convencidas de que ciertas cosas van a suceder en un relación social, percepción que es en sí misma falsa, por cuanto se funda en
una comprensión equivocada de la realidad. Sin embargo, esas creencias tienen efectos prácticos pues orientan a los sujetos a actuar de deter minada manera, con lo cual los hechos
«profetizados» pueden efectivamente ocurrir, de suerte que las personas se reafirman en que su percepción inicial era acertada. Las personas quedan convencidas de que previeron
adecuadamente los hechos que iban a ocurrir, cuando en realidad fue la previsión la que provocó la ocurrencia de los hechos. Un ejemplo en el caso de los conflictos es citado por el
propio Merton: «Se cree que es inevitable la guerra entre dos naciones. Movidos por este convencimiento, los representantes de las dos naciones se extrañan cada vez más entre sí,
contrarrestando cada movimiento «ofensivo» del otro con un movimiento «defensivo» propio. Los montones de armamentos, de materias primas y de hombres armados son cada vez
mayores, y al fin, el haber previsto la guerra contribuye a hacerla real» (Op-cit, p 421).
5
Sobre esa diversidad de enfoques sobre el conflicto y la manera como éstos inciden en sus resultados, ver Guy Olivier Faure. «Conflict formulation.
Going beyond culture-bound views of conflict» en Barbara Benedict Bunker, Jeffrey Z Rubin et al. Conflict, cooperation and justice. San Francisco: Jossey Bass
Publisher, 1995, pp 39 y ss.
como una transitoria diversidad de intereses entre personas. En tales circunstancias, una pregunta obvia surge:
¿cómo podemos adelantar una noción de conflicto para reconstruir el debate contemporáneo sobre el tema, si la misma
definición implica ya la adopción de una determinada perspectiva teórica? ¿No sería mejor esperar la revisión teórica
para poder arriesgar una conceptualización del conflicto?
Según mi criterio, una primera definición, por simple que sea, es necesaria, pues sin la misma no resulta posible analizar
los distintos enfoques pues no sabríamos de qué estamos hablando6. Sin embargo, esa primera conceptualización debe
ser lo más simple, flexible y neutra posible, a fin de que permita adelantar con libertad la reflexión teórica sobre la
relación entre conflicto y democracia. Lo mejor es entonces comenzar, como lo hacen muchos autores, con una
primera aproximación al conflicto que sea puramente formal. Así, uno puede decir que existe un conflicto social
declarado cuando uno o varios actores manifiestan pretensiones encontradas sobre determina dos recursos,
lo cual en principio obstaculiza la cooperación social7. Un conflicto surge entonces cuando determinados
sujetos desean realizar acciones que son mutuamente incompatibles, por lo cual la posición del uno
es vista por el otro como un obstáculo a la realización de su deseo. Por ejemplo, un niño desea ver
televisión, pero su padre quiere que estudie. Un sindicato desea un alza salarial pero el patrono y el gobierno se
oponen, por los efectos que ésta podría tener sobre la tasa de ganancia y la dinámica de crecimiento económico. Un
país desea explotar unos recursos petroleros marítimos, pero su vecino combate esa perspectiva, por cuanto
considera que esa actividad afecta el ecosistema regional.
Esta definición puramente formal del conflicto, que es similar en muchos autores8, presenta ciertas virtudes. En
primer término, tiene alta capacidad descriptiva pues engloba la mayor parte de las situaciones que
usualmente calificamos como conflictivas. Así, resulta difícil imaginar algún conflicto social que escape a esa
definición.
En segundo término, esta conceptualización permite una cierta clasificación de los conflictos, según que haya una o
varias partes, que éstas sean individuales o colectivas, que existan varios motivos de disputa o uno sólo, que los
sujetos enfrentados estén obligados a relacionarse en el futuro, etc., con lo cual la definición tiene un cierto valor
heurísticok, pues ayuda a encontrar respuestas para el manejo de esas controversias. Así, una buena taxonomía l de
las disputas permite, en muchas ocasiones, clarificar y predecir algunas características de la posible evolución del
enfrentamiento, así como orientar la manera para enfrentarlo más adecuadamente. Por ejemplo, el influyente
texto de Howard Raiffa sobre negociación está precisamente ordenado a partir de una "taxonomía de las disputas"
pues, según este autor, no es lo mismo la negociación de un conflicto entre dos partes sobre un solo tema, que en
general tiende a polarizarse en posiciones rígidasm, que un enfrentamiento entre varias partes sobre varios temas, que
brinda una mayor posibilidad para encontrar fórmulas de entendimiento de beneficio mutuo9.
Igualmente, otros autores insisten en que la continuidad o no de la relación futura entre las partes enfrentadas es
un factor esencial para comprender adecuadamente si una determinada solución o salida a un conflicto es o no
adecuada.
Finalmente, esta aproximación es en sí misma bastante neutra, pues no prejuzga sobre las causas que generan las
disputas, ni sobre su importancia a nivel social, ni si éstas tienen efectos positivos o negativos para la dinámica
comunitaria. Así, no se señala si los conflictos generan o no obligatoriamente violencia. Por esa misma razón se
habla claramente de "pretensiones encontradas" o "posiciones incompatibles", y no de una divergencia ob-
jetiva de intereses, pues en muchas ocasiones las partes pueden creer que tienen una oposición de intereses,
aunque en realidad ésta no exista. Un ejemplo clásico y trillado, pero que no por ello deja de ser pedagógico, ilustra
evaluaré. Igualmente, según José Noé Ríos, «el elemento central del conflicto está en el desacuerdo frente a algo que se quiere y cómo lograrlo» (Cómo negociar a
partir de la importancia del otro. Bogotá: Planeta, 1997, p 19) Por su parte, a nivel internacional Michael Nicholson señala que «un conflicto existe cuando dos personas
desean llevar a cabo acciones que son mutuamente incompatibles» (Análisis del conflicto. Madrid: Instituto de Estudios políticos, 1974, p 15.) Rubin y Levinger
señalan que «todo conflicto significa algún grado de incompatibilidad entre los objetivos de las partes o entre los medios preferidos para alcanzar objetivos similares»
(Jeffrey Z Rubin, Georges Levinger. «Levéis of analysis» en Barbara Benedict Bunker, Jeffrey Z Rubin et al. Conflict, cooperation and justice. San Francisco: Jossey Bass
Publisher, 1995, p 15.
9 Ver Howard Raiffa. El arte y la ciencia de la negociación. México: Fondo de cultura económica, 1991, pp 19 y ss.
lo anterior10. Supongamos que dos hermanos discuten en su casa porque ambos quieren consumir la única
naranja que queda en la mesa. La repartición equitativa de la naranja en dos mitades parece entonces la solución
más adecuada11, por lo cual el padre decide finalmente repartirla y se produce la siguiente escena: uno de los hermanos
toma la pulpa y se la come, luego de botar a la caneca la cáscara, mientras que el otro bota la pulpa y utiliza la cáscara
para hacer un postre. Este tipo de casos muestra que el conflicto surge porque los actores tienen frente a esos recursos,
no obligatoriamente intereses, pero al menos sí pretensiones encontradas. Uno quiere hacer una cosa y el otro otra
opuesta y eso dificulta la cooperación entre ellos.12.
En ese orden de ideas, definir, como punto de partida, el conflicto como un enfrentamiento por el acceso a recursos
escasos es cuestionable, pues da a entender que la carencia objetiva de los recursos se encuentra en la base de toda
disputa13. Ahora bien, es cierto que la falta de recursos es una de las principales fuentes de enfrentamientos entre los
seres humanos, y es tal vez una de las razones por las cuáles el conflicto parece inevitablemente ligado a la vida en
sociedad. Pero en muchas ocasiones no existe una objetiva escasez de recursos sino una inadecuada percepción de
las partes sobre el acceso a los mismos, como lo mostró el ejemplo precedente de la naranja. Es más, en otros eventos, la
relación es totalmente inversa: es el conflicto el que convierte en escaso un recurso en sí mismo abundante, en la
medida en que sobre él recaen pretensiones encontradas. No es entonces la escasez la que genera la disputa sino
que, por el contrario, es la disputa la que genera la escasez, como lo puede comprobar toda persona que haya
cuidado a dos niños en un cuarto lleno de juguetes. A pesar de la abundancia de objetos, los infantes tenderán a
disputarse el mismo juguete, que entonces se vuelve escaso debido al enfrentamiento entre los hermanos. Y esta
situación no es excepcional pues puede reproducirse a mayor escala, punto que ha sido explicado por
algunas teorías antropológicas a partir de la llamada estructura mimética del deseo, según la cual, una vez
satisfechas nuestras necesidades orgánicas más vitales, tendemos a desear aquello que los otros desean. El deseo no
es entonces una relación aislada entre el sujeto y el objeto ya que ese vínculo se encuentra mediado por la
sociedad pues, en cierta forma, los seres humanos nos copiamos en nuestros deseos. Así, los otros son nuestro mo-
delo, pues imitamos su deseo, pero también son nuestro adversario, ya que terminamos persiguiendo el mismo
objeto, lo cual explica la intensidad de las rivalidades sociales, incluso en comunidades que gozan de una relativa
abundancia material14.
Por ello, como punto de partida, es preferible la definición puramente formal de conflicto como una incompatibilidad de
pretensiones entre dos o más actores. Ahora bien, los defectos de esa caracterización son obviamente el reverso de
sus virtudes. Así, ese concepto es demasiado genérico pues no sólo engloba fenómenos muy diversos, como una
guerra internacional o una disputa familiar, que tal vez merecen tratamientos específicos15, sino que, además, brinda
muy poca información sobre las causas, la extensión, la dinámica, los efectos y la manera de resolver los distintos
conflictos. Pero es que es allí donde los distintos enfoques divergen notablemente, por lo cual resulta necesario
estudiarlos en su diversidad. Entremos pues a repasar esas perspectivas.
[…]
10 El ejemplo es tomado de Uri y Fischer, Sí de acuerdo, Loc-cit. Pero es una metáfora tan exitosa, que es usada por múltiples otros autores. Ver, por ejemplo, Edward
Brunet, Charles B Craver. Alternative dispute resolution: the advocate' s perspective. Cases and materials. Charlesville: Michie, 1997, pp 202, quienes lo
utilizan para distinguir entre los intereses reales y los intereses declarados de las partes en un conflicto.
11 Aunque el asunto no es evidente ya que pueden surgir dificultades como las siguientes: ¿Y por qué partirla por la mitad, si los dos hermanos no son del mismo
tamaño? ¿No será mejor que se reparta en proporción al tamaño? Y en tal caso, ¿qué factor tener en cuenta, el peso o la altura? ¿Cómo lograr una repartición
exacta por mitades de la naranja?
12 Por ello, como lo veremos, algunas teorías de la negociación están estructuradas sobre la distinción entre posiciones e intereses. Ver en particular a los defensores
de una negociación cooperativa, como Dudley Weeks. Ocho pasos para resolver conflictos.Buenos Aires: Javier Vergara Editor, 1993. Y en particular Roger Fisher.
William Ury. Sí .., de acuerdo. Bogotá: Norma, 1985. Defendimos una perspectiva similar en el trabajo escrito en coatuoría con Guido Bonilla y Juan Gabriel
Gómez. Resolución democrática de los conflictos. Bogotá: PNR, Escuela para la Democracia y la Convivencia, 1995. En el punto 4, volvemos sobre esta distinción,
al estudiar las perspectivas de manejo de los conflictos.
13 Esta es la definición de Gianfranco Pasquino en «conflicto» en Norberto Bobbio et al. Diccionario de Política. Tomo I, p 299. Igualmente, en Colombia, Gómez la
acepta al definir el conflicto como la «situación en la cual dos o más actores, sean individuales o colectivos, tienen pretensiones incompatibles con respecto al control
o distribución de recursos escasos» (Op-cit).
14 Esta concepción ha sido notablemente desarrollada por Rene Girard. La violence et le sacre.
15 Este punto ha sido destacado por Rubin y Levinger, quienes señalan que si bien las similitudes entre todos los conflictos son notables, y permiten alguna
reflexión general sobre el tema, también es cierto que existen diferencias que no deben ser ignoradas a fin de evitar hacer extrapolaciones inadecuadas entre los
micro conflictos -como aquellos que se desarrollan entre parejas- y los macro conflictos, como pueden ser los propios de las relaciones internacionales. Ver Loc-cit,
pp 22 y ss.
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
El Estado social y democrático de derecho es entonces un resultado complejo, a veces contradictorio, de tres
tradiciones diversas, que en cierta medida representan los diferentes componentes ideológicos y los principios
constitutivos de este tipo de Estado. De un lado, es un Estado liberal, que recoge las aspiraciones del Estado de
derecho clásico del Siglo XIX. Según esta filosofía, lo importante es el control al Estado a fin de limitarlo, por
mecanismos como la división de poderes y el control constitucional. Prima entonces la protección de las llamadas
libertades contra el Estado, por lo cual la democracia es entendida ante todo como un procedimiento que limita la
arbitrariedad del poder para asegurar esos derechos de las personas. La libertad es definida entonces como la au-
sencia de interferencias a nuestra autonomía, esto es, según la clásica definición de Benjamín Constantd, la
libertad es el plácido goce de la independencia individual. La igualdad que se protege es la igualdad formal ante la
ley, esto es, una igualdad al servicio de las libertades, puesto que en el fondo la pretensión del pensamiento liberal
es que las libertades de todos los ciudadanos sean igualmente protegidas.
De otro lado, es un Estado democrático que reposa en la soberanía popular, esto es, en la igualdad de las
personas en el diseño de las instituciones y en la formación de la voluntad política. Lo importante desde esta
perspectiva es el origen de las decisiones jurídicas y políticas, por lo cual la democracia, conforme a las clásicas
enseñanzas de Rousseau, es entendida como un procedimiento igualitario de formación del poder con base
en el predominio del principio de mayoría. La libertad es entonces definida como la participación en los destinos
colectivos del orden político, pues es libre aquél que sigue la norma que él mismo se ha dado, por lo cual la igualdad
Finalmente es un Estado social, que reposa en la idea de que el poder político debe lograr para los asociados una
justicia material mínima: lo importante es entonces el resultado de la acción pública, de suerte que la democracia es
entendida más como un efecto material del ejercicio del poder, esto es, como una cierta igualdad social
conseguida gracias a la acción estatal. Esta concepción está asociada entonces a la llamada libertad positiva, esto
es, aquella que deriva de la existencia de prestaciones positivas de parte del Estado. Para una mayor
claridad, en el siguiente cuadro, se intentan resumir el alcance de estos principios constitutivos del
Estado social y democrático de derecho.
Principios constitutivos del Estado Social y Democrático de Derecho
Eje central de estas co- Los límites al poder: así se El origen del poder: igual Los resultados del poder y la
rrientes protege la libertad y autonomía del participación de todos solidaridad social, que
individuo en el Estado permitan una igualdad material
mínima
Noción de Igualdad Igualdad formal ante la ley y Igualdad política o de- Igualdad social o equidad
eliminación de privilegios. La recho de participar en material mínima
igualdad al servicio de Las decisiones colectivas
libertades
Noción de democracia Representativa, como Lo más participativa po- Social, pues cada cual debe
Garantía contra la Arbitrariedad sible, y con el mayor control aportar según su capacidad
y que permite Delegar el poder social a los elegidos y recibir según sus
para Dedicarse a lo privado necesidades
Tipos de derechos Contra el Estado, o derechos En el Estado o derechos A través del Estado o de-
Civiles y libertades Económicas Políticos rechos prestacionales
(económicos, sociales y
culturales)
Status propiedad y libertad Protección absoluta pues se Limitaciones potenciales Limitaciones efectivas e
económica asimilan a los derechos Civiles por fuerza del principio inevitables para lograr
de mayoría igualdad material
Esta triple dimensión del Estado social y democrático de derecho es compleja, puesto que esos principios diversos no son
siempre compatibles. Así, en la primera parte del Siglo XIX, el debate político se centró en la oposición entre liberales y
demócratas. En efecto, la democracia clásica admite un poder sin límites, siempre y cuando se fundamente en la
voluntad popular, mientras que los derechos liberales nacen como limitaciones a esa soberanía, pues tienen
inicialmente un contenido individualista. Igualmente, gran parte del debate en el Siglo XX ha girado en torno a las
complejas relaciones entre la tradición socialista y la democracia liberal. Hoy en día, debido a las tendencias de la
reestructuración neoliberal del Estado, este debate ha adquirido nuevo vigor.
Con todo, a pesar de esas tensiones, el Estado social de derecho no sólo es la fórmula política adoptada por la
Carta de 1991 sino que es el modelo ideológico dominante en las constituciones contemporáneas y uno de los marcos
más aceptados para entender el significado actual de la democracia. Por ello constituye el marco de mi reflexión
sobre la relación entre conflicto y democracia, pues creo que esa concepción política, junto con elementales
observaciones sobre la dinámica social, permiten construir una cierta perspectiva democrática sobre los conflictos, la
cual se funda en algunas consideraciones básicas.
En primer término, la democracia no niega sino que admite la persistencia de los conflictos sociales. La democracia,
al contrario de lo predicado por algunos de sus críticos, no defiende el gobierno del pueblo ni la protección de los
derechos humanos a partir de una ingenua concepción sobre la bondad del ser humano y la innata tendencia a la
armonía de las relaciones sociales. Por el contrario, precisamente porque comprende los peligros de las guerras
civiles, el Estado de derecho defiende el monopolio estatal de la coacción. Además, porque reconoce también la
realidad de los abusos del poder, la democracia constitucional desconfía sistemáticamente de los gobernantes y
establece controles a sus actuaciones, por lo cual busca asegurar la vigencia efectiva de los derechos humanos,
por medio de mecanismos como la separación de poderes y el control constitucional 1. Igualmente porque
entiende que los seres humanos suelen tener intereses diversos, valores a veces encontrados y
perspectivas disímiles, la democracia establece instancias de deliberación social y de decisión colectiva -los
procedimientos democráticos como tales-para tramitar esas disputas. Y finalmente porque sabe que la justicia
no siempre triunfa en este mundo, la democracia obliga a que se respeten, gracias a los derechos sociales,
estándares mínimos de justicia social.
Esta persistencia de los conflictos, que todo demócrata reconoce, encuentra muchas explicaciones en la
naturaleza misma de la condición humana. Así, autores como Hume f, Rawls, Gauthier, seguidos en nuestro
medio por Gómez, ponen en evidencia tres elementos en virtud de los cuáles no es razonable suponer que los
conflictos puedan desaparecer de la vida en sociedad, a saber: la existencia de recursos escasos, la «desviación
hacia sí mismo», esto es, un cierto componente individualista que, sin excluir la solidaridad, hace que las
personas tiendan a maximizar de manera egoísta el beneficio individual; y, finalmente, la divergencia de
preferencias o intereses2. Como dice Gómez:
«Hombres y mujeres vivimos en un mundo en el cual los recursos no son ilimitados y por lo tanto, no podemos disponer
de ellos sin ninguna restricción. La primera de estas restricciones surge del mundo natural en el cual si bien la cifra
de bienes disponibles puede ser aumentada mediante la intervención productiva de los seres humanos, ésta no ha
podido -y probablemente no podrá-alcanzar la suma correspondiente a la satisfacción de todas las necesidades
y deseos. La segunda restricción proviene del mundo social, de la coexistencia con otros. Los recursos disponibles
son pretendidos por unos y otros: las demandas de unos y otros se interfieren mutuamente, pues, cada quien busca
maximizar el beneficio que puede obtener de la suma limitada de recursos. Por último, aunque por ello no menos
importante, en estas restricciones interviene la diversidad de preferencias o intereses. No hay, por obra de la
naturaleza, un acuerdo respecto de qué necesidades o deseos comunes pueden ser satisfechos con la cifra de
los recursos escasos. Estos elementos son la sustancia del conflicto: en un extremo, se encuentra la escasez de
1 Al respecto, las consideraciones de Madison, en el capítulo 51 del Federalista siguen siendo pertinentes. Según este autor, "si los hombres fueran ángeles, no sería
necesario ningún gobierno. Si los ángeles fueran a gobernar a los hombres, no sería necesario ningún control, ni externo ni interno, al gobierno. En el diseño de un
gobierno que debe ser ejercido por hombres sobre hombres, la mayor dificultad reside en lo siguiente: usted debe primero permitir que el gobierno controle a los
gobernados; y luego debe obligarlo a que se controle a sí mismo». [El autor se refiere a James Madison (1751-1836). Político estadounidense, formó parte de la
Convención Constitucional de Virginia (1775-79) y de la Convención de Filadelfia (1787), dirigiendo la redacción de la nueva Constitución. En 1801 fue secretario de Estado,
bajo el mandato presidencial de Jefferson, y ocupó la presidencia de 1809 a 1817.]
2 Cfr. Gauthier, David. La moral por acuerdo. Gedisa, Barcelona. 1994, p 158; y van Parijs, Philippe. ¿Qué es una sociedad justa? Introducción a la práctica de la filosofía
A estos factores, que de por sí son suficientes para explicar no sólo la persistencia sino también la
omnipresencia de las disputas en la sociedad, es posible agregar otros igualmente importantes: la estructura
mimética de los deseos, que señalamos anteriormente; la existencia de concepciones ideológicas o culturales
inconmensurables, que ha llevado a enfrentamientos difíciles como las guerras de religión; la crisis ecológica que
tiende a hacer irreal la perspectiva de llegar a un mundo de total abundancia para todos los seres humanos.
Y, finalmente, pero no por ello menos importante, las imperfecciones y limitaciones mismas de la razón
humana, pues incluso si suponemos, como lo hacen autores como Habermasg, que es posible encontrar
soluciones óptimas a las disputas, capaces de ganar el consenso de todos los eventuales afectados, no existe ninguna
garantía de que los seres humanos logren efectivamente alcanzar ese acuerdo.
En ese orden de ideas, una aproximación democrática al conflicto debe reconocer no sólo su inevitabilidad en el
presente sino también la imposibilidad de superarlo en cualquier futuro a dimensión humana. Por ello, las
perspectivas que sobreestiman la armonía, ya sea como rasgo actual de las sociedades, ya sea como elemento de los
mundos por conquistar, son engañosas, e incluso peligrosas, por cuanto, al negar la persistencia de los conflictos,
tienden a defender estructuras y estrategias para suprimir la manifestación de las disputas, o al menos, no toman en
cuenta el reto de establecer estructuras para transformarlos y tramitarlos pacíficamente.
Por ello, sin negar la importancia de la dimensión utópica y de perseverar en la lucha por ganar cada vez mayores
espacios de libertad, la perspectiva marxista o anarquista sobre la extinción del Estado y la finalización de los conflictos
es equivocada, no sólo porque no es cierto que todos los enfrentamientos sociales puedan ser considerados una expre-
sión de la lucha de clases sino, además, porque esa concepción puede traducirse en una imposición coactiva de la
armonía social, o en un descuido, teórico y práctico, sobre las formas institucionales, culturales y sociales para la
regulación de la controversias. En ese sentido, creo que la dimensión utópica puede ser trabajada, en los términos de
Lechner, como el "buen orden presente por ausencia"4. Así, la visualización de un orden alternativo utópico, en donde
exista una mayor solidaridad y armonía entre los seres humanos, es útil para criticar ciertas situaciones de domi-
nación y cuestionar determinadas estructuras sociales. La utopía es pues necesaria para preservar el espíritu crítico
frente a la realidad existente. Pero la equivocación es creer que esos mundos puros y utópicos son realmente
realizables, por cuanto fácilmente incurrimos en posturas absolutistas que justifican cualquier procedimiento, por cruel y
sangriento que sea, para lograr el advenimiento de ese reino utópico. Estos fundamentalismos éticos y políticos llevan
entonces, al decir de Albert Camus, a «los campos de esclavos bajo la bandera de la libertad», pues «la virtud
enteramente pura es mortífera (...) Lo absoluto no se alcanza ni sobre todo se crea, a través de la historia. La
política no es la religión, o entonces es inquisición»5. Estas concepciones tienen entonces sesgos totalitarios ya que
una sociedad que realice el ideal utópico no puede ser objeto de crítica. Por ello, como bien lo dice Dahrendorf:
"Si la utopía se con vierte en realidad se hace siempre totalitaria; pues sólo una sociedad totalitaria conoce «de
facto» - al menos en apariencia- aquel consenso y unidad universales, aquella gris uniformidad de los iguales
que caracterizan a la sociedad perfecta. Quien quiere conseguir una sociedad sin conflictos ha de hacerlo por el
terror y la fuerza policíaca: pues ya sólo la idea de una sociedad sin conflictos es un acto de violencia cometi-
do contra la naturaleza humana"6
Conforme a lo anterior, para construir una sociedad democrática parece más adecuada una concepción
"conflictualista" de las relaciones sociales, en el sentido de aceptar la persistencia de las luchas y de las
disputas sociales, y su enorme peso en las dinámicas sociales. Con ello no quiero decir que esa perspectiva sea
verdadera, en el sentido de que hayamos probado que en las sociedades predomina el conflicto sobre el
consenso; es más, es posible que una investigación empírica o un análisis teórico permitan concluir que esa
perspectiva "conflictual" es equivocada, por cuanto la dimensión consensual y armónica es dominante en las
relaciones sociales. Sin embargo, incluso si eso ocurriera, una perspectiva democrática debería seguir
enfatizando la persistencia de los conflictos, a fin de tomar en serio los retos y posibilidades que ellos plantean.
Eso explica que, precisamente por esa razón, y desde una perspectiva democrática, muchos teóricos con-
temporáneos sobre el conflicto hayan dejado de hablar de las estrategias o prácticas de "resolución" de los
conflictos, expresiones que sugieren la posibilidad de que las disputas cesen al haber sido definitivamente
solucionados, y prefieran denominaciones distintas, como el manejo, la regulación o la transformación creativa
de los litigios, las cuales parten del supuesto contrario, a saber, que la conflictividad social sufre
metamorfosis pero jamás se extingue7.
No es pues casual entonces que sean los Estados autoritarios quienes prefieran suprimir y negar la expresión de
ciertas disputas, en especial de los conflictos sociales más importantes, como lo muestran algunos ejemplos
significativos. Así, en nuestro país, la autoritaria constitución de 1886 prohibía las juntas políticas permanentes, lo que
en el fondo era intentar, ingenuamente, suprimir jurídicamente las luchas políticas para imponer autoritariamente el
consenso. Por su parte, desde perspectivas diversas, los ordenamientos jurídicos fascistas y staliniano
negaban la lucha de clases, ya sea porque el segundo consideraba que el derecho revolucionario de las sociedades
en transición al comunismo eliminaría los factores objetivos de tales confrontaciones, ya sea porque los primeros
postulaban que debía obligatoriamente existir una armonía y cooperación entre las clases9. Por el contrario la
democracia acepta la inevitabilidad de tales confrontaciones y busca por ende institucionalizar la expresión de esos
conflictos.
Este reconocimiento de la necesidad de conferir cauces sociales e institucionales a las disputas no es una
ingenuidad democrática sino que nace de las propias experiencias históricas, que nos han enseñado algunas
lecciones esenciales.
De un lado, la represión de la expresión de un conflicto genera, en el corto plazo, una apariencia de estabilidad pero
provoca, en el mediano y largo plazo, una acumulación cada vez mayor de tensiones sociales no resueltas, que
tienden entonces a expresarse por violencias recurrentes, represiones acentuadas o agudas crisis institucionales.
Así, en Colombia, el Estado ignoró sistemáticamente la magnitud del conflicto agrario, con lo cual sentó las raíces de la
violencia rural que el país ha conocido en las últimas décadas. Por ello, las sociedades pluralistas democráticas
reconocen el conflicto y diseñan estructuras flexibles para encauzarlo, en vez de rígidamente pretender suprimir
todas sus expresiones. El supuesto de ese enfoque es que la respuesta flexible a los conflictos, a pesar de que genera
la impresión de que la sociedad se encuentra en un estado de permanente confrontación, permite, en el largo
plazo, no sólo controlar las eventuales manifestaciones violentas de esas confrontaciones sino que además
puede incluso conferir un papel estabilizador a las disputas. Por el contrario las estructuras rígidas y
autoritarias evitan que muchos conflictos emerjan, con lo cual la sociedad adquiere una apariencia de solidez
y estabilidad, pero cuando las disputas se expresan tienden a ser mucho más desestabilizador as. Por
ello, como dicen algunos autores, "los sistemas autoritarios pueden generar una ilusión de estabilidad en el
corto plazo, pero su sustentabilidad en el largo plazo es poco probable"10.
7 Ver, por ejemplo, Johan Galtung. Trascend, a peace and development work. Este autor plantea sugestivamente que un conflicto es como un túnel, al final del cual
siempre encontramos ... otro túnel.
8 Agnes Heller. Más allá de la justicia, p 320.
9 Al respecto, ver Vicenzo Ferrari. Funciones del derecho. Madrid, Debate, 1988, pp 166 y ss
10 Ver Peter Harris, Ben Reilly (Eds). Democracy and deep-rooted conflicts: options for negotiators. Stockholm: IDEA, 1998, p 19
Una metáfora es útil para comprender esa diversidad de efectos de las luchas sociales sobre el sistema
social y político, para lo cual podemos imaginar un conflicto como un temblor de tierra que pone en riesgo la
estabilidad de un edificio. Ahora bien, si la estructura arquitectónica es rígida, es posible que los habitantes de
los apartamentos no sientan nunca los temblores de baja intensidad, por cuanto el edificio no responde a
esos movimientos telúricos, pero tales estructuras, debido precisamente a su rigidez, son poco resistentes
frente a los temblores de alta intensidad, que pueden entonces provocar un catastrófico derrumbe. En cambio,
lo propio de los edificios antisísmicos es que poseen estructuras más flexibles, que en cierta forma aceptan y siguen
el movimiento de los temblores, con lo cual sus habitantes sienten incluso los temblores de baja intensidad,
pero la estructura, debido a su misma flexibilidad, resiste ciertos terremotos.
Así, Albert Hirshman11, retomando la idea de Marcel Gauchet y Helmut Dubel al respecto, considera que la
integración social en la democracia se logra, no negando el conflicto sino gracias a la experiencia del mismo,
pues los lazos comunitarios se refuerzan debido a que los seres humanos, luego de confrontarse, terminan por
construir un orden democrático cohesivo, al constatar que el conflicto puede ser regulado, sin tener que
traducirse obligatoriamente en guerras y violencias. Es lo que estos autores llaman el «milagro democrático»,
en virtud del cual, el conflicto, que podría ser un elemento de desagregación comunitaria, pues obstaculiza
temporalmente la cooperación social, termina por convertirse en el cemento de la sociedad democrática
pluralista, por cuanto las personas comprenden que esos conflictos pueden ser resueltos pacíficamente, y en
esa resolución se autoafirman como seres humanos.
El secreto de la democracia es que acepta que los conflictos se renuevan de manera permanente; no existe
entonces la pretensión de una superación definitiva de los mismos, pero esos conflictos en general aparecen como
negociables y superables, por ardua que sea esa superación. La democracia domestica así el conflicto.
Pero no son sólo razones de estabilidad las que conducen, desde una perspectiva democrática a preferir
una expresión de los conflictos. Existen también poderosas razones de justicia y de progreso que militan en
favor de esa opción. La supresión de la expresión de los litigios no sólo amenaza la paz social, al tender a
convertir el conflicto en violencia, sino que además obstaculiza el progreso social y perpetúa situaciones
de injusticia social. En efecto, muchas disputas surgen como demandas de justicia de quienes consideran
que determinados aspectos de la estructura social no son satisfactorios para sus intereses y valores, por lo cual la
represión sistemática de esas peticiones no parece compatible con los ideales democráticos de justicia, conforme a
los cuáles, es deber de las autoridades tomar en consideración, de manera imparcial, los intereses de todos los
ciudadanos. La democracia debe entonces aceptar que la manifestación de los antagonismos tiene efectos globales
productivos por cuanto estimula la creatividad y el cambio en búsqueda de una sociedad más justa. Las conocidas
palabras de Emanuel Kant resultan particularmente ilustrativas en este punto. Decía al respecto el filósofo de
Koenisberg:
"Sin aquellas características que en sí mismas no resultan ciertamente atractivas, de la insociabilidad, de las que nace la
oposición, que cada uno ha de encontrar necesariamente, dadas sus tendencias egoístas, quedarían ocultos, para
siempre en germen, todos los talentos en una vida pastoril arcádica con perfecta concordia, frugalidad y altruismo: los
hombres, de buen natural como las ovejas que apacientan, apenas proporcionarían a su existencia un valor mayor del
que tienen sus animales domésticos, y no colmarían lo vacío de la creación considerando su finalidad propia como
naturaleza racional Hay que agradecer en consecuencia a la naturaleza la inconciliabilidad, la presunción que
rivalizan en envidia, la concupiscencia insatisfacible del poseer o del dominar Sin ellas todas las magníficas disposiciones
naturales de la humanidad dormitarían eternamente sin ser desarrolladas. El hombre quiere la concordia, pero la
naturaleza sabe mejor lo que conviene a su especie: ella quiere discordia"12.
Por su parte, el sociólogo alemán Ralf Dahrendorf es tal vez el representante contemporáneo más importante
11 Albert Hirshman. «Los conflictos sociales como pilares de la sociedad democrática de mercado» en La Política. No 1. Barcelona:
Paidós, 1996, p 96 y ss.
12 Emannuel Kant. "Reflexiones sobre una historia general con intenciones de ciudadanía universal", citado por Ralf Dahrendorf. Las funciones de los conflictos
de este enfoque. Este autor, en oposición al funcionalismo, construye un análisis del conflicto a partir de lo que él
denomina una teoría coactiva de la integración social. Según su criterio, toda sociedad tiende al cambio, por cuanto
existen elementos contradictorios que impulsan las transformaciones, por lo cual la estabilidad sólo se logra gracias
a la coacción que algunos ejercen sobre otros. Esta permanencia del conflicto se explica, según este autor, por las
imperfecciones mismas del ser humano y la incertidumbre de la vida en sociedad, por lo cual, "lo que hoy es exacto
puede ser mañana falso (y quizá incluso deba serlo)". Por ende, en ese mundo incierto en donde "la respuesta de uno
no puede ser más verdadera que la de otro", los conflictos juegan un papel importante y positivo, ya que mantienen
despierto el cambio histórico y fomentan el desarrollo de la sociedad13. Por ello, según Dahrendorf:
"El conflicto y el cambio son mucho más que males necesarios. Si es cierto que la incertidumbre caracteriza nuestra
existencia en este mundo, si el hombre, pues, como ser social es siempre a la vez ser histórico, entonces, el conflicto
significa la gran esperanza de una superación digna y racional de la vida en sociedad. Los antagonismos y conflictos no apa-
recen ya entonces como fuerzas que apremian a su propia eliminación en una "solución" sino que ellos mismos
constituyen el sentido humano de la historia; las sociedades permanecen como sociedades humanas en la medida en
que combinan en sí lo irreducible y mantienen vivo el desacuerdo14«
En nuestro país, Estanislao Zuleta ha tendido a desarrollar al respecto reflexiones similares. Sus textos, que se han
convertido en una especie de clásicos locales, pues son hoy una referencia ineludible para el debate colombiano sobre el
tema, han insistido en que la finalidad de una sociedad emancipada y democrática no es eliminar el conflicto sino
regularlo productivamente. Según su criterio, "la erradicación de los conflictos y su disolución en una cálida convivencia no es
una meta alcanzable ni deseable: ni en la vida personal -en el amor y en la amistad-, ni en la vida colectiva" Por ello
considera que no sólo es necesario "construir un espacio social y legal en el cual los conflictos puedan manifestarse y
desarrollarse, sin que la oposición al otro conduzca a la supresión del otro, matándolo, reduciéndolo a la
impotencia o silenciándolo"15 sino que además ha defendido una visión positiva de la democracia, basada en que
ésta no sólo debe evitar que los antagonismos sociales degeneren en violencia sino que debe además revalorizar
los conflictos como una fuente insustituible de riqueza y diversidad.
Los límites de la sociabilidad y del consenso: los riesgos de una expresión espontánea de
todos los conflictos y el reto de su institucionalización democrática
El anterior examen puede llevar a pensar que una perspectiva democrática sobre el conflicto podría aproximarse a
los conflictualismos que confieren un papel socialmente positivo a las luchas sociales, por lo cual deberíamos incluirla en la
casilla IV de nuestro anterior cuadro, junto a concepciones como el darwinismo social. Sin embargo esa conclusión
es errónea; los enfoques democráticos no niegan que determinadas evoluciones de los conflictos pueden ser
destructivas de los valores más caros a un Estado social de derecho, e incluso de la propia convivencia comunitaria.
Así, si bien el conflicto no tiene por qué conducir a la violencia, es indudable que la expresión abierta de
determinadas disputas pone en riesgo la paz social. Por ejemplo, Hirschman considera que debemos evitar una
cierta ingenuidad frente a los conflictos pues existen algunos que son muy difíciles de negociar y pueden
desencadenar violencias muy intensas, como los enfrentamientos étnicos o las disputas religiosas, las cuales se
articulan en términos de dilema moral. En estos casos la oposición se plantea como una opción rígida entre las
alternativas A o B, por lo cual parece difícil lograr un compromiso, a diferencia de los enfrentamientos sociales
económicos, típicos de la sociedad de mercado, en donde se trata de una oposición entre una mayor o menor
participación en los beneficios del desarrollo, lo cual favorece ciertas soluciones negociadas16.
Igualmente, las luchas sociales no reguladas no tienen por qué conducir a los resultados más adecuados, en
términos de justicia social, por cuanto no tenemos por qué aceptar que los criterios éticos de los vencedores son real-
mente siempre los más valiosos. Una cosa es entonces que en las luchas sociales tiendan a triunfar los más adaptados
y los más poderosos; otra cosa bien distinta es que los criterios éticos de quienes triunfan socialmente constituyan siempre
un valor digno de respeto, pues el éxito de los más adaptados y capaces no es un sinónimo de la victoria de los justos.
No hacer esta distinción puede llevar a una suerte de "positivismo moral", según la expresión de Popper, en virtud del
13 Ver Ralf Dahrendorf «las funciones de los conflictos sociales», p 122 y 118.
14 Ibidem p 123.
15 «Sobre la guerra», en Zuleta, Estanislao. Colombia: violencia, democracia y derechos humanos., p 109.
16 Ver Albert Hirshman. Op-cit.
cual la existencia empírica de un valor sería sinónimo de validación ética: "lo que es, es racional y bueno, y por
consiguiente la fuerza es derecho"17.
Los antagonismos sociales pueden entonces tener expresiones antidemocráticas y destructivas, por lo cual no
podemos confiar de manera ciega en su espontánea autorregulación; sin embargo, la manifestación de los
conflictos no debe ser suprimida sino regulada a fin de que sea socialmente productiva. Conforme a lo anterior, podría-
mos clasificar los conflictos en un continuo que va desde aquellos que son totalmente destructivos, pues generan
violencia, acaban con la sociabilidad y producen resultados injustos, hasta otras disputas que son integralmente
constructivas18. En el conflicto, concluye Dahrendorf «se halla el núcleo creador de toda sociedad y la oportunidad de la
libertad, pero al mismo tiempo el reto para resolver racionalmente y controlar los problemas sociales»19
La filosofía democrática debe entonces distinguir con claridad entre conflicto, paz, violencia y guerra, puesto que uno
de sus mayores retos consiste en regular los conflictos y transformarlos positivamente, no sólo para evitar la
violencia sino además para que las manifestaciones de las luchas sociales contribuyan a la justicia y al desarrollo
social. La paz no es entonces la supresión de los conflictos sino su reconocimiento y encauza-miento, pacífico y
creativo. La política democrática no sólo acepta sino que considera imprescindible convivir con el conflicto, pues en
sociedades complejas y llenas de incertidumbres, las disputas son inevitables. Pero para que el conflicto tenga
efectos útiles y justos debe, en cierta medida, ser domesticado por las instituciones20 y por las dinámicas sociales y
culturales ya que, como lo dice sugestivamente Johan Galtung, la violencia es un síntoma de nuestra incapacidad para
transformar creativamente un conflicto21.
[…]
Conclusión
Corno señalé en la introducción, los conflictos plantean desafíos formidables a la democracia colombiana, pues un
mal manejo de los mismos puede generar violencias o perpetuar injusticias. Pero, como intenté mostrar en el
texto, los conflictos son también oportunidades para profundizar el precario desarrollo democrático de nuestro país.
Una de las tareas importantes para el movimiento democrático colombiano es entonces poner en marcha
estrategias culturales e institucionales para transformar nuestras disputas, a fin de que ellas constituyan fuentes
de desarrollo, paz y justicia social. El reto es enorme y nos obligará a desplegar dosis importantes de creatividad y
tolerancia, pues nuestra actual situación histórica no favorece los manejos democráticos de los conflictos ya que, si la
gestión creativa de los conflictos es compleja en cualquier democracia, ella es aún más problemática en Colombia. En
esta conclusión quisiera entonces resaltar brevemente aquellos factores contextuales que hacen más difícil, pero
igualmente más necesaria, la puesta en marcha de diseños institucionales y transformaciones culturales que
permitan un manejo creativo, democrático y transformador de nuestras disputas.
En primer término, la persistencia de la guerra dificulta las prácticas democráticas de manejo de las disputas, ya que
alimenta un entendimiento de los conflictos como continuaciones de la propia confrontación bélica. Así, durante mucho
tiempo, las huelgas o las protestas cívicas no han sido vistas como expresiones naturales de la conflictividad social sino que
han sido calificadas de herramientas subversivas que ameritaban una represión militar.
En segundo término, y ligado a lo anterior, los movimientos sociales han tenido mucha dificultad para desarrollarse y
la sociedad civil colombiana es precaria, con lo cual, carecemos de una de las bases esenciales para poner en
marcha estos mecanismos de resolución de conflictos. En efecto, uno de los presupuestos para que funcionen
estas prácticas consensuales es la existencia de una sociedad civil vigorosa, que se funde en valores compartidos.
Ahora bien, en nuestro país, en donde los valores comunes compartidos son precarios debido a la generalización de la
violencia, es muy difícil poner en marcha estrategias democráticas para manejar los litigios.
17 Karl R Popper. The Open Society and its enemies., p 206. En este libro POPPER hace una buena presentación de esta problemática: ver en especial el
capítulo 5, tomo I, p 57 y ss, y el capítulo 22, Tomo II, p 199 y ss.
18 Ver Rubin y Levinger. Op-cit, pp 20
19 Ralf Dahrendorf. «Elementos para una teoría del conflicto social».loc-cit, p 208.
20 En el mismo sentido, ver Ralf Dahrendorf. El conflicto social moderno. Ensayo sobre la política de la libertad. Madrid: Mondador, 1990, pp 13 y 14.
21 Johan Galtung. Op-cit, p 8.
En tercer término, en los últimos años, Colombia ha entrado en un período de extrema incertidumbre y turbulencia
que, como bien lo ha mostrado Francisco Gutiérrez Sanín, corroe las redes de confianza y solidaridad, y dificulta
cualquier labor de mediación, pues los mediadores tienden a convertirse en un actor más de las confrontaciones1.
Finalmente, ciertos elementos de la cultura colombiana no parecen favorables a estas prácticas. En especial,
nuestras viejas tradiciones de intolerancia han hecho que sea muy precaria una cultura de la negociación como
forma democrática y cotidiana para hacer frente a la inevitable conflictividad social. Esto se ve acentuado
por la banalización de la violencia, que tiende a hacer predominar en nuestro país los mecanismos de fuerza
sobre las soluciones negociadas. Como bien me lo decía un amigo, los colombianos siempre intentamos
primero agotar los métodos violentos antes de abordar las salidas pacíficas, como consecuencia de una
combinación de machismo y ausencia de una ética ciudadana fundada en una cultura de los derechos. En
efecto, los colombianos no hemos sabido sustituir la vieja ética de la obediencia, basada en el predominio de la
cultura religiosa y la lógica señorial clientelista, por la ética que puede fundamentar la ciudadanía en un mundo
secularizado, esto es una moral de respeto mutuo y universal, una ética moderna basada en el
reconocimiento de derechos y responsabilidades y en la obligación de respetar a toda persona como portadora de
derechos.
Todo eso hace que la construcción del Estado de derecho y de una cultura democrática para manejar los
conflictos sea muy difícil en Colombia. Con un colega, hemos querido resaltar ese reto con la siguiente
metáfora: los colombianos tenemos el reto de edificar esta compleja construcción constitucional, que es el Estado
social y democrático de derecho, pero no por etapas, como lo hicieron los países europeos, sino de manera
simultánea2, por cuanto debemos al mismo tiempo construir la paz, controlar los desafueros de agentes
estatales involucrados en violaciones de derechos humanos, perfeccionar los mecanismos de participación
ciudadana y garantizar niveles básicos de justicia social. En efecto, los regímenes constitucionales desarrollados
europeos son una especie de edificio de varios pisos, que fueron sucesivamente construidos, y en siglos distintos, por
el absolutismo, que cimentó la paz, el liberalismo, que controló la arbitrariedad estatal, los movimientos en favor
del sufragio universal, que extendieron la participación ciudadana y democrática, y las luchas contra la pobreza y la
desigualdad económica, que impulsaron el Estado social. Ahora bien, en el caso colombiano, el problema es que pa-
reciera que debiéramos construir todo el edificio al mismo tiempo. Así, vivimos situaciones de agudo conflicto
armado y de precariedad del monopolio estatal de la violencia, lo cual significa que Colombia enfrenta típicos
problemas de construcción de estado. Sin embargo, nuestro país debe abordar esos desafíos en un contexto
muy distinto a aquel en que se desarrollaron las experiencias europeas de construcción nacional del Siglo XVI y
siguientes. La cultura de los derechos humanos, tanto a nivel nacional como internacional, así como las demandas
de los movimientos sociales y democráticos, impiden -afortunadamente- que la construcción de un Estado nacional
en Colombia se haga desconociendo los principios del Estado de derecho, bloqueando la participación democrática
u olvidando la justicia social. Colombia debe alcanzar un orden público interno en un marco ideológico, normativo y
social que hace que las fórmulas absolutistas sean hoy insostenibles, ilegítimas, e incluso contraproducentes en
términos puramente pacificadores.
No nos queda otro camino. En Colombia, y contra todas las reglas de la ingeniería, las distintas partes de esta compleja
construcción constitucional, que es el Estado social y democrático de derecho, deberán ser edificadas, no por etapas,
sino en forma simultánea. Por difícil que sea, mientras seguimos trabajando para alcanzar la paz, esto es, mientras
aún estamos simplemente poniendo los cimientos del edificio, debemos también perfeccionar los pisos superiores, esto
es, impulsar la participación democrática y luchar por la justicia social. La esperanza es que la consolidación de
estos pisos superiores refuerce, en vez de debilitar, los precarios cimientos de la construcción. Esta idea
nuevamente se opone a todas las leyes de la física pero se encuentra razonablemente fundada en ciertas experien-
cias históricas, que muestran que en nuestra época, las paces duraderas se construyen por medio de la
profundización, y no de la restricción, de la democracia. A comienzos de este siglo, resulta impensable políticamente
e indeseable éticamente, una paz construida sobre la arbitrariedad estatal y el silenciamiento de las
demandas democráticas y sociales de la población.
Sin embargo, postular que los distintos pisos del Estado social en Colombia deben ser construidos simultáneamente no
significa desconocer ingenuamente que la tarea es difícil y llena de tensiones. Por el contrario, la metáfora
simplemente pretende resaltar las dificultades de la tarea que corresponde realizar al movimiento democrático de
nuestro país. Y específicamente, al recurrir a ella, quiero simplemente resaltar el desafío creativo que implica
consolidar una cultura y una práctica democrática para el manejo de los conflictos dentro de tal contexto. Sin embargo,
y ahí está nuestro reto: ese mismo contexto hace aún más imprescindible que nos esforcemos en poner en marcha
esas estrategias democráticas de manejo de los litigios.
Tanto la democracia, como el conflicto y los derechos humanos tienen sus propios fundamentos políticos y filosóficos, no
obstante los tres se entretejen. La democracia es el escenario mas adecuado para dilucidar los conflictos siempre y
cuando ese proceso esté fundamentado en criterios mínimos de justicia social, los cuales se expresan en el goce efectivo
de los derechos humanos.
¿Pero qué son los derechos humanos? A pesar de los diferentes puntos de vista y las distintas aproximaciones teóricas
hay acuerdo en que son atributos, bienes y capacidades que caracterizan, distinguen y diferencian a todo ser
humano, que de manera integral expresan o manifiestan su dignidad y cuya existencia y titularidad no está
condicionada o determinada por la voluntad de ningún gobierno, Estado, sociedad, ni persona en particular. Son
atributos que definen nuestra capacidad de autodeterminación, el umbral de nuestra libertad, las posibilidades de nuestra
identidad, nuestro sentido de responsabilidad, y, adicional y simultáneamente, la certeza de nuestra autocomprensión.
Desde una perspectiva política los problemas sociales y políticos que subyacen a los derechos humanos adquieren
un carácter sustantivo, de tal manera podríamos hablar de unos criterios y parámetros mínimos de satisfacción y goce
que todo régimen político y de gobierno debe establecer si quiere ser reconocido socialmente como legítimo. Desde un
enfoque democrático el poder estatal, social e individual —e incluso en la familia- debe ser limitado y estar al servicio de la
satisfacción, goce y desarrollo de las capacidades de todas las personas muestran y del ejercicio pleno de las distintas
ciudadanías. En esta circunstancia los criterios que propenden garantizar justicia social material mínima son los derechos
humanos; pues la democracia como proceso jurídico, social y cultural está ligada políticamente al reconocimiento de tales
derechos; son su referente ético, político y jurídico.
La escuela, entendida no como educación básica primaria sino educación institucionalizada, o sea desde el jardín de
infantes hasta la universitaria, sigue siendo un espacio de y para la socialización y formación. Los que en ella habitan
establecen relaciones, adquieren hábitos y construyen y redefinen su personalidad. En estos procesos los educadores están
en una posición privilegiada, pues al tiempo que son para sus alumnos o estudiantes referentes de saber y de autoridad
tienen en sus manos la posibilidad—cuando no la responsabilidad- de establecer un diálogo académico, cultural y político
con todos aquellos que pertenecen a lo que genéricamente se le denomina "comunidad educativa". Sin embargo,
para que este diálogo sea más fructífero el educador debe entenderse así mismo como parte de la acción comunicativa de
enseñar, criticarse desde su saber y nutrirse de las experiencias vitales de los demás.
Quizás sea éste el mayor aporte que la escuela pueda hacer a la construcción de un país democrático, pues al fin y al cabo
la escuela también es un espacio de y para la ciudadanía en el que se evidencian la necesidad de desarrollar nuevas y
más dinámicas propuestas pedagógicas y de gestión educativa.
La escuela sigue siendo un centro de poder cerrado (a la mejor manera de Francis Bacon: "quien tiene el saber, manda")
aunque hoy, por gracia del debate, la Constitución y las tutelas, se verifica un proceso de apertura hacia el
reconocimiento de la diferencia y hacia la tolerancia que no termina de perfilarse y, si no sabemos sacar partido de las
oportunidades que se nos presentan, corre el riesgo de perderse en los vericuetos formales de lo puramente jurídico.
Debemos aprovechar que la escuela es un espacio que convoca. Allí llegan todos los días los niños y niñas, los y las
jóvenes y, por lo regular, vienen también los padres y madres que, si encuentran un terreno propicio y seductor,
ayudarán en el proceso de difusión y la defensa de los derechos humanos y en el que seguramente también
encontrarán razones para su propia re-educación ciudadana.
El Entorno de la Escuela
La escuela está marcada por dos realidades. Una, las instituciones que rigen el país y, otra, los medios de
comunicación que la permean. Por una parte, es alarmante la indiferencia del mundo escolar -escuelas, colegios
y universidades- y del ámbito académico -estudiantes, profesores e investigadores- frente a las nuevas
disposiciones y medidas nacionales e internacionales que limitan cada día más las libertades y los espacios de
debate y de disensión. El gobierno, por un lado, piensa la escuela como la posibilidad de poner en marcha, también
allí, sus medidas de seguridad y defensa, y, el imperio -o sea el poder del capital transnacional- impone al mundo su
voluntad —o sea sus estándares mínimos de conocimiento y consumo. Y frente a ellos la sociedad y
particularmente la comunidad educativa, ha quedado expectante. ¿Será que ésta arremetida causa miedo y, por
momentos, paraliza la razón?
Por otra parte, cuando se habla de democracia, de idearios y participación ciudadana el referente inmediato es el mismo
que los medios de comunicación nos refiere: unas instituciones desprestigiadas, unos líderes políticos corruptos que no dan
ejemplo -o mejor, que dan mal ejemplo- que no inspiran confianza, ni seguridad y que a ratos espantan por el lodo que
salpican.
Por eso nada de raro que a la pregunta por la escala de valores que manejamos en la sociedad corresponda en la
escuela una escala similar: "joven ordene de más a menos importante los siguientes conceptos: moral, política,
conocimiento y saber." Y los jóvenes responden su pocas dudas: "primero la moral, luego el conocimiento y el saber
y, por último, la política." Aunque, curiosamente, inviertan ese orden cuando, de forma cruzada, responden lo que,
según ellos, responderían sus maestros.
Otro referente obligado para quienes pensamos la participación, o mejor la participación democrática, lo tenemos en los medios
de comunicación. Ellos dicen más, son mejor atendidos, reclaman menos de su audiencia y escasamente piden la fidelidad del
control remoto. A cambio de unas imágenes sin conceptos unificadores, a cambio de un collage apenas elaborado y
elaborable por la conciencia crítica, no siempre coherente y a veces tendencioso, a cambio de algo tan exiguo no nos piden casi
nada: la fidelidad al reting.
Nos enfrentamos a una pelea por la verdad, casi siempre perdida de antemano. Así pues, si no queremos recurrir a las
viejas modalidades de lucha proletaria de desquitarnos con las máquinas para hacernos oír, como lo hicieran los primeros
conglomerados de obreros desconcertados con la competencia capitalista del maqumismo, debemos buscar una alianza
de propósitos con los medios de difusión masiva (radio, prensa, televisión y, en una escala no menor, la Internet) incluso, si
las condiciones son propicias, como lo sugería Martín Barbero, viendo la caja de diversión en compañía de nuestros alumnos.
Si los espacios de la democracia se cierran debemos golpear con conceptos renovados la puerta de la conciencia -el
mínimo individual- y propiciarnos, a manera de ejemplo social, nuevas reflexiones, actitudes y hábitos.
Democracia, participación, lucha, Estado, sociedad civil, derechos fundamentales corren el riesgo del desprestigio, de la
erosión verbo-ambiental, en fin corren el riesgo del epistemicidio. La salvación está en la mambiada conceptual. Porque
ya ni el ejemplo basta, cuando tenemos tan malos ejemplos de formación de jóvenes como el de la maestra tolimense
que al mejor estilo de la cosa riostra enseña a sus alumnos la ley del silencio, la ley de la omerta. El respaldo total e irrestricto
de parte y parte para salvaguardar la convivencia, (ojo: en determinadas circunstancias el silencio es sinónimo de
supervivencia)
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
En tercer lugar, conjurando el miedo con un minuto de silencio. Hoy no lo hemos derrotado. Salió tantas veces en la mesa
de debate, estuvo en tantas bocas, que da miedo recordarlo. Ni Habermas, ni Bobbio, ni Rawls, ni siquiera el valeroso John
Loche nos pondrán a salvo. Enfrentarlo es una opción ética irrenunciable y cada quien tiene que vérselas con el miedo en
su propia dimensión. A ese espejo no se puede renunciar, así no sea más que al momento de peinarse.
Gracias a la nueva Constitución tenemos algo de democracia en la escuela, aunque solo sea en las elecciones y en el
gobierno escolar, pero aun queda un gran problema por resolver:
El espacio de conciliación y reencuentro, de proyección hacia un proyecto social y político que exprese lo que somos,
pues el origen moderno de la escuela nos pone ante el reto de la pluralidad y la tolerancia. Con las especificidades de lo
local, en este mundo globalizado que aplana la creatividad.
Por otra parte, la protección de los derechos humanos en la escuela no debe ser sólo física, sino afectivo-emocional, social,
psicológica, cultural y jurídica. Se dice que es necesario hacer una mirada más centrada en la cultura, en la práctica
escolar, más que en lo jurídico, procedimental y político de los derechos humanos.
Los medios de comunicación en Colombia no contribuyen a la educación en derechos humanos, sino a tergiversar o desinformar al
respecto. Éstos coinciden con los propósitos de las políticas en seguridad del actual Gobierno nacional, como son las de "Seguridad
democrática", la red de informantes y las "zonas de rehabilitación", las cuales se han traducido en algunas regiones del país en
represión colectiva e individual, y en buscar y generar un unanimismo político alrededor del actual presidente de la República. La
disidencia y la oposición política son acalladas en los medios de comunicación y mediante las acciones represivas por parte de los
organismos de seguridad estatal.
En esta perspectiva temas como el pluralismo y la diversidad cultural en el ámbito de la escuela constituyen una
problemática permanente en los procesos pedagógicos. De esta manera, a pesar de esta diversidad cultural y el derecho
a la educación consignada en la Constitución Nacional, las estrategias de convivencia en los espacios educativos para
conciliar las diferencias de edad, género, etnia, saber, sexualidad y todos estos elementos propios de la identidad no están
resueltos. En esta misma perspectiva surge la pregunta de si ¿estamos en condiciones de asumir una educación para
todos?
De otro lado, el redimensionamiento de las políticas públicas como la estandarización de la labor docente (en términos
de cobertura y calidad), nos coloca frente a problemas como las condiciones de trabajo del ejercicio docente, y, en este
sentido, la dificultad para establecer relaciones intersubjetivas adecuadas para la construcción de alternativas de
convivencia en el conflicto, en la medida en que hay menos espacio para el encuentro sobre la disertación sobre sí
mismo y sobre el otro.
Partiendo del hecho de que el conflicto es un elemento consustancial a sociedad, podemos pensar que el conflicto
está también fuertemente atravesado por un problema de carácter generacional, que a su vez tiene implicaciones en el
establecimiento de regla de juego para la convivencia en los centro educativos. Tampoco, el estado tiene claridad de
cómo generar espacios de convivencia en contextos sociales, culturales tan diversos y diferentes.
En esta misma perspectiva, haciendo una reflexión sobre las individualidades y colectividades que asiste a los espacios
académicos, no podemos dejar de lado la particularidad que nos aboca a la familia, como primer espacio de socialización
del individuo en el ciclo vital. Este será una variable determinante en los procesos de socialización secundarios en la medida
en que es en el núcleo familiar es donde se resuelven, en lo cotidiano, relaciones de tipo intersubjetivo en intergeneracional
fundamentados en principios culturales.
La paz como punto de partida o como punto de llegada, vale decir, ¿cuál y cómo, sería el camino que debemos recorrer
Universidad de la Amazonia Departamento de Educación a Distancia
90
Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
para lograr la sociedad que deseamos?, si bien no hay una respuesta se considera que la pregunta nos plantea la necesidad
de pensar dentro de un principio de realidad que nos ayude a actuar.
De lo anterior se desprende que es importante que las comunidades académicas piensen más en el papel que
pueden cumplir dentro del contexto social Así es que:
Indagar más sobre la cultura de las colectividades educativas y sus condicionamientos en los procesos pedagógicos y el
conflicto.
Tomar la reflexión sobre la escuela y el conflicto, como una posibilidad de reflexión sobre sí mismos que nos ayude a
reconocer nuestras posibilidades en términos de tolerancia y convivencia, y reglas de juego con las que nos sintamos
identificados.
Capítulo 5
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Compilación: Constitución Política y Democracia Compiladora: Alicia Correa de Muñoz
CONTENIDO
Fierre Bourdieu se refiere a la cultura como el hábito que constituye sistemas de disposiciones
durables aunque transmutables y. principios generadores y organizadores de prácticas; esto no implica
necesariamente consciencia de los fines, ni dominio expreso de lo que constituyen las operaciones
necesarias para lograr un objetivo. 4
Estas tres definiciones tienen en común la importancia asignada a los móviles de la acción social;
algunos aspectos de la cultura general conciernen especialmente a la forma como el gobierno debería ser
conducido y lo que éste debería hacer, este sector es la cultura política. Como en la cultura • general, en la
cultura política los componentes son los valores - las creencias y las actitudes que orientan los medios y los
fines de los individuos pero se particulariza respecto a la concepción de la autoridad y del espacio
concedido a aquel que gobierna.
Por lo anterior, profundizar en la relación cultura-política hace visible la sociedad y su manejo de toma de
decisiones para conducir la vida colectiva. En este sentido la cultura política permite visualizar los diversos
objetos sociales dotados de valor y de significado. Por esto, la política implica el poder; este término,
según plantea Carl Schmit, no «...designa un dominio de actividad propio, es el grado de intensidad de una
asociación o de una disociación de seres humanos para quienes los motivos pueden ser de orden religioso,
nacional, económico u otro y provocan, según las épocas, agrupamientos o divisiones de diferente
1 Yves Schemeil citando a Franz Boas, «Les Cultures Politiques», en «Traité de Science Politique» Tomo III, Paris, 1985, pág 276.
2 Alfred L. Kroeber, «El concepto de cultura en Ciencia», Universiíy of Chicago Press, Chicago, 1952.
3 Talcott Parsons, «The Social System», citado por Leon Dion y Miecheline de Seve en «Cultures Politiques au Quebec», Documento de Trabajo, Universidad de Quebec;
1988, pág. 6.
4 Pierre Bourdieu citado por Annie Percheron, «Socialisation Politique», en «Traité de Science Politique», Tomo III, Paris, 1985, pág. 175-178.
tipo. Es político todo agrupa-miento que se hace en la perspectiva de una prueba de fuerza» 5
Así, lo político es una dimensión de la globalidad cultural y aproximarse a sus características es ante todo
un intento analítico y un procedimiento orientado a realzar los componentes de la realidad, un proceso
que fluye de lo colectivo a lo individual.
La cultura es el telón de fondo, aporta la constelación de elementos con los cuales se fabrican las identidades
colectivas y, en consecuencia, los sistemas de actitudes y la predisposición a la acción; la situación es el
juego micropolítico en el cual se individualizan las identidades y se expresan conductas. La cultura lleva en
si misma el tiempo de larga duración que moldea las actitudes individuales a través de la socialización;
con este proceso se moldean predisposiciones cognitivas, evaluativas y afectivas para la acción, las
cuales si bien se construyen dentro de la larga duración de la cultura, condicionan la vida del individuó en
lo inmediato de la situación, sus comportamientos y sus opiniones, tanto como las representaciones y los
valores en general.
G. Almond y S. Verba, pioneros del concepto, definieron la cultura política como «...un sistema de creencias,
una interiorización de los objetos y relaciones propias del sistema político de un país» 6.
Mas recientemente Y. Schemeil definió la cultura política como «...el conjunto de creencias y de
significados políticamente pertinentes para una colectividad»7.
Luden Pye., colaborador de Almond y Verba, describió el concepto como «...el conjunto de actitudes,
creencias y sentimientos que dan un orden y un sentido a un proceso político y que proveen las regias y
convicciones subyacentes para dirigir el comportamiento de los individuos dentro del sistema político.»8
Particularmente Pye, insiste: con respecto, a las definiciones de cultura política, en controlar el riesgo de
las" tautologías cuando se trata de precisar el campo conceptual; en realidad la visibilidad de este fenómeno
solo es accesible a partir de las relaciones de la cultura; con las estructuras e instituciones sociales. El
riesgo de incurrir en tautologías reside en la dificultad de separar cuál parte y cuáles efectos de las
instituciones son expresión de la cultura política y cuáles aspectos son producto del efecto de las instituciones
sobre la cultura política.9
Para David Easton la cultura política encierra las normas culturales que actúan como una especie de «porteros»
para controlar y facilitar el flujo de demandas. A nivel de lo político, para Easton, «...las normas transmitidas de
generación en generación dictan y regulan aquello que el individuo puede esperar resolver por si mismo y aquello
que deberá resolver en cooperación con los otros y aquello que la sociedad acepta que sus miembros busquen
obtener a través de la acción política. De manera general los deseos con vertidos en demandas políticas dependen de
la imagen que prevalezca en la cultura política acerca de los propósitos para las cuales pueden usarse los procesos
políticos.»10
La cultura política, en tanto que segmento de la cultura global, prolonga y cumple el papel de contribuir a mantener
viva la sociedad a través de la internalización del sistema político; este proceso se efectúa por intermedio de la puesta
en práctica de procedimientos cognitivos, afectivos y evaluativos. Cuando la cultura política promueve la
participación, esta tendencia se consolida con la difusión de orientaciones positivas hacia la infraestructura
democrática, hacia la aceptación de normas de obligación cívica y hacia el desarrollo de un sentido de la
competencia.
5 Cari Schmit, «La notion du Politique», Ed. Folio, Paris, 1983, págs. 21-23 y 80.
6 G. Almond y Verba S., «The Civic Culture», Princeton University Press, New Jersey, 1963.
7 Yves Schemeil, «Les Cultures Politíqués», en «Traite de Science PoÍitique»,"P.U.F.,"Paris. 1985, Capítulo IV.
8 Lucien Pye, «Political Culture», en «International Encyclopedia of Social Sciences», New Heaven, 1968, pág. 224.
9 Lucían Pye, Ibidem.
10 David Easton, «A Systems Analysis of Political Life», Wüey, New York. 1965, págs. 102-105.
De la misma manera, cuando la cultura política se ve afectada por rupturas o fisuras producidas por diferencias
persistentes entre los ciudadanos, respecto a las modalidades de acción política, o debido al carácter fundamental
que adquieren las diferencias en cuanto se refiere a la concepción de la estructura, política del Estado y de la
sociedad, el trípode participación- consentimiento- responsabilidad, juega un papel esencial.
En efecto, la cultura política pueden tender a estabilizar las condiciones de la dinámica pública, a. restablecer la
congruencia de la estructura del sistema político en cuestión o a facilitar los cambios generados por las-
transformaciones institucionales o estructurales.
De la misma manera es también importante considerar las fisuras que se generan en la cultura política por el
rechazo a ser fiel o leal a un sistema político; estas fisuras pueden llegar a producir fragmentación vertical del
sistema si se asocian con un grado de conciencia del papel que el individuo debe y puede jugar al interior del sistema
político al punto que pueden llegar a generar inestabilidad estructural o tendencias desintegrativas de alto nivel. Un
ejemplo de esta afirmación son los procesos de contestación armada frente a la autoridad del Estado.
En este sentido, autores como Almond y Verba11 han destacado el papel que juegan los conflictos cuando éstos se
presentan a nivel de la cultura política y que en realidad reflejan los conflictos presentes al interior de la cultura en
general. Esto previene respecto a la necesidad de analizar los procesos de aculturación política en términos de
resistencias o fusiones dentro del cambio cultural en general, igualmente discernir las condiciones psico-sociológicas
que acompañan y modulan el funcionamiento de un sistema político provee respuestas a cuestiones relativas a las
características de sus actores.12
Es necesario detectar la capacidad del sistema político para canalizar las demandas y recoger la aceptación de los
oponentes moderados o de hacer acuerdos que incluyan transformaciones en el sentido de las demandas de los
grupos más radicales, esta capacidad es reveladora de los mecanismos persuasivos activos dentro del inventario
de formas de expresión de la cultura política.
Un revelador de la capacidad persuasiva del sistema político es, por un lado, su disposición a permitir la
participación y, por otro, la lealtad de los ciudadanos. En el segundo aspecto actitudes no políticas corno la confianza
en la gente y la tendencia a participar en actividades sociales en general, son correlativas con una cultura política
orientada hacia la expansión y desarrollo del sistema.
Una dinámica se va entretejiendo con las características del medio social, con los patrones de interacción social, con
la memoria colectiva, en fin, con las diferentes experiencias establecidas entre la cultura global y la estructura del
ordenamiento social Estos factores determinan la formación de la cultura política y la dirección en la cual ésta se
orienta. La dinámica' descrita comprende el campo de las comunicaciones y del sistema de creencias
estructurado en una red de representaciones mentales que se difunde socialmente. Sirviéndose de un proceso de
transformación de imágenes mentales, los hombres van organizando sus relaciones y estructurando su
comportamiento, inventando los objetos sociales que le sirven para edificar la realidad. La cultura política crea
símbolos y genera afectos; así, si la cultura política promueve la democracia debe generar además de los símbolos
unificadores de compromiso, unidad y afecto hacia el sistema, habilidades cognitivas de parte del ciudadano. El
comportamiento del sistema político constituye un elemento fundamental en la orientación de la cultura política, pero,
la exposición a los medios de comunicación, a los partidos políticos, al impacto de la educación, producen un efecto
crucial sobre su desarrollo.
Con el fin de completar el bagage teórico para describir el papel de la cultura política en la construcción del Estado,
abordemos el concepto de representación social.
Las habilidades intelectuales conciernen la capacidad para describir, explicar y evaluar fenómenos, en este caso
los fenómenos políticos. En particular las habilidades intelectuales se refieren al uso de evidencias que en un
momento dado permiten apoyar o rechazar apreciaciones respecto a los hechos. Las habilidades para apreciar los
resultados de la opinión pública obtenidos a través de una encuesta, o para construir un conjunto de
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planteamientos sustentables acerca de la realidad política, son un ejemplo de las habilidades intelectuales
relativas a la vida política. Estas habilidades incluyen, además, la capacidad racional de hacer juicios morales y la
capacidad de evaluar los juicios morales de los otros.
Algunos investigadores consideran que la habilidad de pensar con independencia genera el desarrollo de
habilidades para producir cambios importantes en la sociedad.13
Además de los elementos cognitivos los sentimientos constituyen un componente importante de la cultura
política. El estado de las emociones políticas o de los sentimientos en un país es quizás el test más importante
acerca de la legitimidad del sistema político.14 Este estado es también el termómetro de medición de la alienación o
de la aspiración política.15
El rechazo ai sistema político es una forma de alienación con respecto a ese sistema; los individuos que viven en
situación de alienación tienen una orientación cognitiva a través de la cual perciben el impacto del sistema político
como negativo y sienten insatisfacción con él. Los objetos de orgullo dentro de la percepción de la vida política nacional
son contenidos fundamentalmente afectivos. Por ejemplo, un individuo o grupo puede tener una atención intensa
hacia el sistema político y disponer de habilidades cognitivas finas, al mismo tiempo que puede no sentir orgullo por
él. Esta situación informa acerca de su conciencia como ciudadano, hábil para pensar su sistema político, pero
distanciado efectivamente de él.
Desde el punto de vista afectivo las personas que participan en un proceso político democrático deben experimentar
un sentimiento de seguridad, un sentimiento de no estar asumiendo riesgos cuando se expresa una opinión
política, sentir libertad para hablar, debe existir un grado de comunicación abierta entre las personas, esta
sensación está a su vez relacionada con el grado de desarrollo de los medios de comunicación, con la libertad y
autonomía de la cual éstos disponen para expresarse. El sentimiento de seguridad implica también independencia
relativa de los grupos de interés, con respecto a los partidos políticos y al gobierno, la independencia también
incluye las relaciones de los partidos entre si.
La libertad de expresión política se manifiesta igualmente en contenidos que no solo revelan el sentimiento de
libertad y de comunicación sino también el grado de etnocentrismo o de sectarismo frente al otro. En sistemas
políticos dentro de los cuales actúan grupos extremos la tendencia al ocultamiento puede ser grande. Puede haber
ocultamiento social, es decir, las opiniones se organizan con respecto a lo que se cree son las expectativas
sociales frente a un objeto de análisis, o puede haber ocultamiento político en las respuestas vagas respecto a
requerimientos que podrían significar un compromiso al ser admitidas frente a los otros.
Los aspectos evaluativos y afectivos son reveladores del contenido ético y emocional de las imágenes mentales
construidas por los ciudadanos al interior de su sistema social y político, indican también el grado de inclusión o de
exclusión al cual responden los ciudadanos dentro del sistema. Sin embargo cada época trae su característica, y la
cultura política varía con ella.
Por último, es necesario abordar el hecho que para regular el orden se requiere un verdadero «crecimiento
normativo», si el razonamiento de los individuos y su proceso de conocimiento de la realidad, va paralelo a la
búsqueda de un equilibrio entre las estructuras mentales y la justificación filosófica de las verdades que circulan en la
sociedad y que son entendidas como tales, se puede proponer que existe un movimiento hacia el desarrollo de lo
político.16
17
Chiiton, Op. cit.
Los individuos deben considerarse competentes como sujetos y como ciudadanos, sentir que recibirán
un buen tratamiento de las personas a quienes dirigen sus demandas y que sus puntos de vista
serán considerados. Entre más activa, sea una persona mayor posibilidad existe para que el
comportamiento arbitrario de los funcionarios se vea controlado por la amenaza del ciudadano de actuar y
denunciar.
Sin embargo, es necesario distinguir entre la competencia política y la competencia administrativa;
competencia política es aquella dirigida a influir sobre la definición de una ley o una política de Estado;
competencia administrativa es aquella que busca influir sobre actos administrativos próximos al
ciudadano.
En Colombia la estructura de la constitución de 1991 fue diseñada para permitir una influencia política
tanto como administrativa potencialmente alta, a través de los mecanismos de participación ciudadana, la
acción de tutela, las acciones colectivas, las acciones de cumplimiento, etc.; instrumentos como estos han
hecho normativamente más próximo el Estado al ciudadano, pero el que existan las normas no garantiza
el sentimiento de competencia para que el ciudadano ponga en uso los instrumentos.
En efecto, la orientación que toma el comportamiento de participante político está dirigida tanto a la
orientación personal relativamente estable y a la orientación dada por la situación coyuntural. El individuo
organiza y orienta sus objetivos individuales y colectivos basados en el aprendizaje de conocimientos y
en la valoración de objetos. La valorización es reconocimiento de los objetos que permite apreciarlos
según le parezcan buenos o malos, feos o bonitos, verdaderos o falsos, etc.
Las consecuencias cognitivas de este proceso de valoración sobre los conocimientos y sobre la acción,
son visibles en las creencias, en la disposición a orientar el comportamiento de manera positiva o
negativa que determina la expresión de adhesión o rechazo a una situación determinada.
Las actitudes políticas reflejan el campo de representación de lo político. Las representaciones, las
actitudes y los comportamientos forman un sistema dentro del cual la concepción y la acción política se
relacionan de manera típica y emparentada. Las actitudes políticas reflejan la importancia atribuida a la
perspectiva política personal y a la importancia atribuida al sistema político dentro del cual se actúa. Este
aspecto pone en relieve el potencial de influencia individual sobre el gobierno y ,1a capacidad de formar
grupos que traten de influir sobre la toma de decisiones. Estos procesos tienen gran incidencia sobre el
desenvolvimiento democrático de un sistema político.
Almond y Verba sostienen que los patrones de cultura política están definidos según la interrelación de
tres aspectos:
• El estilo de participación.
• El sentimiento de competencia y capacidad y,
• la relación competencia-participación-lealtad.
Es decir, se espera que el ciudadano que participa para hacer la ley igualmente debe obedecerla,
sentirse capaz de hacerlo y obligado a hacerlo. Una de las fuentes más frecuentes de descontento al interior
de un sistema1 político es la diferencia existente entre la aceptación de la norma de participar y la
creencia en que la participación es una falacia o que su resultado no produce rendimientos, entonces el
mito de la democracia entra en serio conflicto con respecto a la realidad de la política, la teoría no se
compagina con las posibilidades prácticas, la participación fallida da paso al surgimiento de una actitud
cínica entre los ciudadanos.
La cultura política se dibuja según una serie de características como el trabajo en grupo o individual, el
estilo de comportamiento para influir políticamente, las formas de participación consideradas
apropiadas para el ciudadano común, la tendencia a la cooperación cívica y a la confianza, en la gente.
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A A pesar del proceso renovador, las huellas de otros procesos históricos, en-
tre ellos el del Frente Nacional, aparecen marcando con fuerza, de manera
que parecería indeleble, el sentido de la vida política.
A M este parece ser el escenario dentro del cual sucede la trama de la vida
política colombiana de los años noventas.
B
Desde el ángulo estructural, el sistema político colombiano dentro del cual
C I la participación y el ejercicio del poder se ejercen, mostró en la investigación,
T A 18
Estas apreciaciones acerca de la cultura política colombiana han sido extraídas de la
U investigación «La Cultura Política de la Élite Dirigente en Colombia». Esta investigación mostró
entre otros aspectos, las características de las formas de acción política en Colombia. Estos hallazgos
A
el potencial cultural del país, teniendo como materia de trabajo las modalidades de intervención
política, para
generar expresiones y procedimientos más desarrollados en el ejercicio del poder de modelar la
sociedad y la vida colectiva. Myriam Ocampo Prado, «La Cultura Política de la Elite Dirigente en
Colombia», lEPRI-COLCIENCIAS. Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, 1995.
19
Almond y Verba explicitan este tipo de relación con lo político, el individuo tiende a establecer
relaciones afectivas con su sistema a pesar de reconocerla existencia de las instituciones políticas
no les reconoce plena legitimidad. Op. cit., págs. 19 y 491.
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pueden ser considerados de oposición al statu quo, existen obstáculos y riesgos contra la seguridad
individual. Esta inseguridad hace evidente la presencia de presiones para actuar de manera monolítica y
unificada. Esta situación es sintomática de rasgos de intolerancia social, los cuales ponen en entredicho el
carácter democrático del régimen que había sido percibido como abierto y pluralista cuando es descrito
como favorable a permitir la participación y la expresión política diversa.
Las manifestaciones que toma esta disyuntiva apertura-intolerancia muestra la necesidad de focalizar
la atención en las características que adquiere la competencia entre actores. En efecto, se trata de la
necesidad sentida de. imponer límites al activismo, que es la forma privilegiada de expresión política de
los colombianos, según señalaron los dirigentes entrevistados. El activismo se funda en la idea que sólo a
través de la acción se puede llegar al bien común; en este sentido lo esencial es actuar, la acción permite
incidir sobre la realidad.
En Colombia se hace así evidente la influencia del rigor del conflicto interne declarado contra el régimen
político, en la interpretación del carácter que se debe imprimir a las expresiones políticas; éstas tienden a
ser concebidas como acciones de beligerancia. En efecto, la investigación mostró que la beligerancia
constituye una faceta nacional cuyo impacto ha generado profundas fisuras dentro del desarrollo social
y político del país; de la misma manera puede afirmarse que esta faceta ha contribuido a
transformar el país. La beligerancia se aprecia como un contenido recóndito que aparece como determinante-
determinado nodal de la red sociocultural de valores y de relaciones sociales.
Esta característica delimita un marco de contestación a la autoridad del régimen, refuerza el recurso al
azar, al poder de las coyunturas como acomodadores de correlaciones de fuerzas; el azar aparece en el
desencadenamiento de situaciones que pueden cambiar impredeciblemente el tablero de juego de las
figuras de autoridad, y a la vez el azar puede intensificar la relatividad del poder de influencia de los
actores. Estas características imprimen un grado de inestabilidad sobre el escenario político que no
alcanza a capitalizar acuerdos e influencias logradas cuando ya se ve de nuevo confrontado a la disyuntiva
de revisar el producto logrado. La sensación de inestabilidad proveniente de este tablero de coyunturas
parece ejercer un efecto corrosivo sobre los sentimientos de responsabilidad y de competencia, los limita
e impide su desarrollo, lo cual constituye una carencia fundamental para la proyección y la eficacia de los
procedimientos de acción política.
Ésta forma de manejo y de recurso al azar indica tolerancia a la ambigüe dad, que si bien denota caracteres
abiertos y dispuestos al cambio, el hecho que esta tendencia coexista con rasgos próximos a
comportamientos conspirativos, conservadores, intolerantes a la diversidad, con presencia de actitudes
sociales paradójicas -necesidad de confiar en la gente tanto como escasa expectativa de solidaridad alguna-
reitera el carácter difuso que presenta el sistema político para los dirigentes. El sistema político, envuelto en una
20 «La racionalización es un procedimiento mediante el cual el sujeto intenta dar una explicación coherente, desde e! punto de vista lógico, o aceptable desde el punto de vista
moral, a una actitud, un acto, una idea, un sentimiento, etc.. cuyos motivos verdaderamente no percibe... A pesar de su función defensiva, la racionalización no se clasifica entre
los mecanismos de defensa.» Laplanche J. y Pontalis J-B. ((Diccionario de Psicoanálisis». Ed. Labor, Barcelona. 1971, págs. 363-364.
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espiral de transformaciones, de coyunturas, no tiene tiempo de reflexionar sobre si mismo, de trabajar en la fijación
consciente de un punto definitivo de creación de una identidad propia, de un proyecto y destino común para sus
ciudadanos. Quizás las actitudes y creencias acerca de la reglamentación y puesta en plena ejecución de la
Constitución de 1991, su trascendencia creadora de sentido que parece desarrollarse al vaivén de las
transformaciones que como norma genera, podrán lograr colmar este vacío.
Los cambios vertiginosos sucedidos sobre la realidad colombiana no han revelado un sentimiento de relación
benéfica entre los ciudadanos y su sistema; el sistema en consecuencia no ha dispuesto de la posibilidad de ganar
en estabilidad política con la sensación, en sus ciudadanos del beneficio recibido por un funcionamiento
institucional satisfactorio. El significado atribuido a la participación política ofrece luces acerca de las carencias de
orden social tanto como individual que actúan dentro de la perpetuación o circularidad de la situación socio-política
descrita.
El ordenamiento actual colombiano apunta a definir una estructura política democrática participativa, como
principio cuya aplicación contribuya a desarrollar el sentimiento de competencia política y a fructificar en
elevados niveles de participación con los cuales se amplifique la lealtad global al sistema político.
Sin embargo la confianza fue descrita como un principio de la vida en común con carácter inalienable y necesario.
Este contexto pone en juego otras particularidades de la interacción social y política en Colombia: Si bien la
oposición política es concebida como un sofisma, como fuente de peligro o como innecesaria -concepción que hace
evidente el temor a las rupturas-, es igualmente evidente y clara la tendencia a innovar las formas de participación
social y política; además, como telón afectivo, existe una expectativa positiva respecto al futuro del desarrollo del
país.
En síntesis, todos estos componentes de la situación de participación en lo social y en lo colectivo han revelado la
huella de las fisuras en la relaciones ínter e intragrupo, pero al mismo tiempo han indicado las potencialidades
presentes en la trama social para construir apoyos y para buscar perspectivas renovadoras que conecten a las
personas y les ayuden a tolerar mejor las fricciones y las diferencias de criterio y de estilo. Así, dos elementos, el
cambio normativo y la aspiración de enriquecimiento de las relaciones sociales, son el capital que acompaña al
individuo colombiano frente a su sistema político en los años noventas.