no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Ef. 2:19).
LECTURA BÍBLICA: Hch. 2:42-47; Gál. 6:10; Efe.
2:19.
INTRODUCCIÓN: El Nuevo Testamento asigna
varios roles a la Iglesia: Es una comunidad que adora y alaba (Jn. 4:23,24; 1ª Co. 14:26), una comunidad en misión que enseña y proclama (Mt. 28:20; Hch. 5:42); es una comunidad que hace discípulos (Mt. 28:19); es también una comunidad profética, en el sentido de señalar los males sociales y defender a los victimas (Hch. 4:19,20); pero, un rol importantísimo que es necesario cumplir ahora, es el rol de ser una comunidad sanadora en virtud de desempeñar su misión en un mundo enfermo. Las palabras de nuestro Señor Jesucristo adquieren un sentido de actualidad para las circunstancias que vivimos: “...me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos. A poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lc. 4:18,19). Esta es la misión que nos toca desempeñar en nuestro tiempo y lugar. La invitación del Señor sigue oyéndose fuerte en nuestros días: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar...” (Mt.11:28-30).
I. IGLESIA DE JERUSALÉN (Hch. 2:42-47).
Aunque la Iglesia de Jerusalén no era una iglesia perfecta, la descripción que tenemos de ella nos hace pensar en una iglesia caracterizada por compañerismo (Koinonía). Ellos carecían de muchas cosas que nosotros tenemos; pero tenían cosas que nosotros carecemos. De ellos se dice que perseveraban en:
1. La práctica de la Doctrina Apostólica.
2. Los caracterizaba un espíritu de compañerismo. 3. Celebraban con frecuencia la Santa Cena y, 4. No cesaban de orar juntos. Aun a esto, dice Lucas que se reunían todos los días, compartían los alimentos en las casas con alegría y sencillez. Aprendieron a despojarse de sus bienes para el bien común, alababan al Señor diariamente y eran temerosos de Dios. Este estilo de vida permitía que se realizaran muchas maravillas y señales por los apóstoles y que la iglesia creciera continuamente. Cómo hace falta que volvamos nuestros ojos a esa iglesia y les imitemos. Que el bálsamo del Espíritu que saturaba, dirigía y gobernaba esa iglesia, sea derramado en nuestras iglesias en este siglo; que la vasija de barro que se rompió a la vista de Jeremías (Jer. 18:1-6), vuelva a ser hecha de nuevo en las manos del alfarero divino para cumplir la misión que tenemos hoy. Que nadie diga como lo hizo Jeremías: “¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay ahí médico? ...(Jer. 8:22).
II. SOMOS UNA FAMILIA (Gál 6:10; Ef. 2:19).
El ser humano es relacional. El Evangelio es
relacional. Mr. 12:30,31 dice: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas....Amarás a tu prójimo como a ti mismo..” La vida cristiana normal no se realiza en la soledad, en el aislamiento, como lo hacen algunos grupos religiosos; ese no es el patrón bíblico. La vida cristiana se realiza en interacción con la familia de la fe. La vivencia de la doctrina se da en una relación social y el amor al prójimo no se da sólo en palabras sino en interacción. Aunque los gálatas habían mezclado a la fe cristiana enseñanzas y prácticas de la fe hebrea y tenían a Pablo muy molesto, aún así los considera miembros de la familia de la fe apostólica. En la Epístola a los Efesios donde Pablo habla de la “UNA SANTA” iglesia, no sólo de la iglesia de Efeso, sino de todas las congregaciones apostólicas que él consideraba como una sola iglesia nos llama “familia de Dios”.
Es característico en las epístolas paulinas, después
del saludo y presentación, dedicar el primer espacio a la explicación de alguna doctrina, aclarar dudas o corregir errores doctrinales, y la sección final, dar instrucciones prácticas sobre la vivencia de la fe. En esta última sección siempre vamos a encontrar al Pablo que da instrucciones y enviando saludos a personas como si fueran su propia familia. Cuando oramos siguiendo el modelo del Señor (Mt. 6:9-13) siempre le hablamos como Padre, detalle que implica una gran confianza, porque nunca estamos solos, participamos de su naturaleza divina por haber nacido del Espíritu y de la Palabra (Jn. 1:13; 3:5; 1ª P. 1:23). Pablo dice en Romanos 8:16,17 que somos hijos de Dios y como consecuencia herederos de la vida eterna. Como hijos Él está dispuesto a darnos todas las cosas (Ro. 8:32; 1ª P. 1:3). El Nuevo Testamento da muchas referencias a este principio: Somos una Familia, Dios es nuestro padre, nosotros somos sus hijos: (Mt. 5:48; 6:6,9; Lc. 6:36; 8:48 11:13; 12:32; 2ª Co. 6:18; Ef. 4:6; Stgo. 1:17; Ef. 1:5; 5:1; Fil. 2:15; 1ª Jn. 3:1).
III. LA IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES
INTERPERSONALES. Para lograr éxito en nuestra relación fraternal, necesitamos comprender que además de las indicaciones de la Palabra de Dios, los sociólogos, psicólogos y antropólogos señalan también las necesidades básicas humanas.
1. Necesidades fisiológicas. Todos necesitamos del
aire, agua, alimento, abrigo, techo, y descanso. Es muy difícil estar motivado para cualquier tarea sin haber satisfecho estas necesidades. El amor de Dios que hemos recibido, debe movernos a ayudar hasta donde sea posible a nuestra familia en Cristo a satisfacer esta necesidad legítima y necesaria.
2. Protección y Seguridad. El Dios que nos creó con
necesidades físicas, psicológicas y espirituales, también nos ha provisto de una familia en la fe que nos ayudará a sentir protección y seguridad en la vida. Esto incluye la necesidad de recibir el trato más justo posible.
3. Amor, afecto, pertenencia. Leí de Rick Warren
que “a las personas no les importa qué tanto sabe usted hasta que sepan cuánto se interesa en ellas”. A los demás no les impresionan mucho nuestros títulos mientras no les demostremos con acciones nuestro amor en Cristo y lo valioso e importante que son para nosotros.
4. Auto-estimación y estimación de otros. “No
puedes hacer que el otro se sienta importante en tu presencia si secretamente piensas que es un don nadie” (Les Giblin). Necesitamos comprender que todas las personas quieren ser importantes; y los demás se sentirán importantes cuando los comprendamos y creamos en ellos. Muchas personas no creen ni conocen sus potencialidades ni tienen a alguien que crea en ellos, pero la mayoría de las personas hará cualquier cosa para vivir a la altura de la confianza que usted les pueda tener.
5. Auto-realización. Esto incluye la satisfacción de
que la persona use plenamente todos sus dones y habilidades, y de aplicarlos en su vida privada, en la iglesia, en su trabajo y en cualquier lugar.
CONCLUSIÓN: Para lograr éxito en nuestra
relación fraternal, necesitamos comprender que además de las indicaciones de la Palabra de Dios, los sociólogos, psicólogos y antropólogos señalan también las necesidades básicas humanas:
1. Necesidades fisiológicas. 2. Protección y Seguridad. 3. Amor, afecto, pertenencia. 4. Autoestima y Estimación de otros.
Si nos apegamos al mandamiento divino nuestra
relaciones en todos los ámbitos serán excelentes “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas....Amarás a tu prójimo como a ti mismo..” Queda demostrado que es el amor el vinculo que nos une y ayuda a mantener buenas relaciones los unos para con los otros.
AUTOEVALUACIÓN: Por favor analice y conteste las
siguientes preguntas.
1. Si alguna vez tuvo una diferencia con algún
miembro de su familia explique cómo lo solucionó.
2. ¿Cuál ha sido su actitud cuando ha sabido de
hermanos que han tenido diferencias o problemas entre sí?