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PORTADA

EVELIO DÍAZ LEZCANO

3
Edición: Deborah Prats López
Diseño de cubierta: Frank Herrera
Diagramación:AnaLópez

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© Dr. Evelio Díaz Lezcano, 2008
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© Sobre la presente edición:


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Editorial Félix Varela, 2008


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Ed

ISBN 978-959-07-0995-1

Editorial Félix Varela


Calle A No. 703, e/ Zapata y 29
Vedado, La Habana, Cuba.
ÍNDICE

Introducción / 9

Capítulo I
EL COMIENZO DEL SIGLO XX/ 11
Características ge ne rale s / 11

Capítulo II
GUERRA Y REVOLUCIÓN / 30
La Prime ra Gue rra Mundial / 30
Las causas de la guerra / 30
De la «guerra relámpago» a la de posiciones / 35
Tentativas de paz / 42
El crucial año de 1917 / 44
La guerra en el mar y el aire / 47
El año final / 50
La guerra en África y el Pacífico / 51
La Conferencia de París / 54
Los tratados de paz / 56
Figuras importantes de la Primera Guerra Mundial / 63
Breve cronología de la Primera Guerra Mundial / 67

Rusia e n re volución / 73
La aportación teórica de Lenin / 76
Las revoluciones de 1917 / 79
La guerra civil / 87
Sucesos de las revoluciones rusas de 1917 y la guerra civil / 95

La crisis de la posguerra / 100


Capítulo III
EUROPAENTRE LAS DOS GUERRAS MUNDIALES / 110
Caracte rísticas generale s / 110
La crisis de la de mocracia liberal / 114
Inglaterra / 120
Francia / 126

El fascismo / 136
El fascismo italiano / 138
El nacionalsocialismo (nazismo) alemán / 148
El falangismo español / 163

La e volución del socialismo soviético / 181


La era de Stalin / 187
Principales aportes de la ciencia y la técnica en el período de entre guerras / 198

Capítulo IV
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL / 200
Las causas de la guerra / 200
Armas y tácticas / 220
La primera fase: la supremacía del Eje / 222
La segunda fase: la expansión de la guerra / 234
La tercera fase: el cambio de rumbo de la guerra / 240

Consecue ncias inmediatas de la gue rra /256


Figuras de la Segunda Guerra Mundial / 266
Principales sucesos de la Segunda Guerra Mundial / 273

Capítulo V
EL DERRUMBE DEL COLONIALISMO EUROPEO/ 281
El desplome de l impe rio británico / 282
La liquidación del imperio francé s / 297
La disolución de los impe rios de Holanda, Bé lgica, Portugal,
España e Italia / 306

Capítulo VI
EUROPAOCCIDENTAL EN LA POSGUERRA / 317
La recuperación y expansión económica de Europa Occide ntal / 318
Del Estado de Bie ne star al Estado Ne oliberal / 330
Reino Unido / 337
Francia / 347
Alemania / 360
Italia / 371
Los países del Benelux / 379
Austria / 383
Los países nórdicos / 385
Suiza / 388
Grecia / 390
Los países ibéricos / 393
El proce so de integración en Europa O ccidental.
De la Comunidad Económica Europe a a la Unión Europea / 397

Capítulo VII
SURGIMIENTO DEL CAMPO SOCIALISTAY SU EVOLUCIÓN
HASTALA DÉCADADE LOS AÑOS SETENTA / 408

Capítulo VIII
CRISIS YDERRUMBE DEL SOCIALISMO
Y LATRANSICIÓNA LA ECONOMÍA DE MERCADO / 437
Bre ve rese ña / 437
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) / 438
Polonia / 451
Hungría / 457
La República Democrática Alemana (RDA) / 463
Checoslovaquia / 467
Bulgaria / 473
Rumania / 478
Albania / 484
Yugoslavia / 489

Algunas conse cuencias de la transición / 496

Capítulo IX
LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN LAPOSGUERRA/ 502
La «gue rra fría» / 502
La diste nsión de los años setenta / 524
De la segunda «guerra fría» a la unipolaridad / 531

A MODO DE EPÍLOGO / 546


La evolución de la Unión Europea / 546
La situación económica y social / 549
La situación política / 551
La proyección internacional / 555

Bibliografía / 559
INTRODUCCIÓN

Esta Breve historia de Europa contemporánea (1914-2001) ha sido elaborada


para ser utilizada, fundamentalmente, como texto de las asignaturas Histo-
ria Contemporánea I, II y III, de la Licenciatura de Historia, así como de
otras especialidades donde se imparten contenidos afines.

Como sugiere su propio título, el libro no pretende realizar una descripción


detallada y en orden cronológico del acontecer histórico de la región, lo
que demandaría varios volúmenes y sobrepasaría el objetivo fijado. En
consecuencia, hemos partido de la selección de una serie de hechos, pro-
blemas y procesos relevantes que, estudiados en sus interrelaciones, nos
permiten ofrecer una visión general de la dinámica histórica europea du-
rante el siglo XX.

Comenzamos, como referencia obligada, con una brevísima caracteriza-


ción de las transformaciones experimentadas por el mundo en los primeros
años de la centuria, que condujeron a un conflicto generalizado para pro-
mover un nuevo reparto del planeta entre las grandes potencias. A conti-
nuación, se describen y analizan más ampliamente, aunque siempre en apre-
tada síntesis, acontecimien tos y procesos de gran importancia histórica
como la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias, el declive de Euro-
pa frente a los Estados Unidos, el surgimiento y posterior evolución del
Estado soviético, la crisis del liberalismo y como con trapartida el auge
del fascismo y de sus movimientos afines; así como las causas, desarrollo y
principales consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, que configuró
una nueva realidad internacional en la que Europa, dividida y debilitada,
perdió su decisivo protagonismo de varios siglos.
9
Una parte considerable de esta obra ha sido dedicada al período posterior
a la Segunda Guerra Mundial; al abordarlo hemos considerado conve-
niente incluir un capítulo dedicado al desmontaje del colonialismo europeo,
por la importancia que ello tuvo en el curso posterior de los acontecimien-
tos en Europa y en el resto del mundo. A continuación, se reseña y valora el
proceso que condujo a la recuperación y posterior expansión económica
de Europa Occidental; así como el paso de ésta al neoliberalismo. El aná-
lisis general de la situación económica, política y social de la región se
complementa con el estudio de la problemática de un grupo de países.

En cuan to al socialismo, h emos considera do ne cesa rio d edica rle dos


capítulos. El primero describe y examina, en sentido general, el complejo
proceso que llevó a la formación del campo socialista; mientras que el
segundo aborda, a través de la situación de cada país, la aguda crisis que
vivió el sistema a partir de los años setenta, su colapso y la posterior tran-
sición al capitalismo. Por último, atendiendo a los requerimientos de los
programas de estudio, se incluyó un capítulo que trata el tema de las rela-
ciones internacionales en la posguerra.

Esta obra incursiona, a través de referencias generales, en el desarrollo


científico-técnico y en la evolución del movimiento cultural, así como en
las características más relevantes de la vida cotidiana del período. A lo
largo del texto se insertan numerosos recuadros, que proporcionan infor-
mación adicional en torno a hechos significativos, personalidades desta-
cadas, literatura sobresaliente, curiosidades históricas. Se incluyen tam-
bié n cro nolo gías sobre aco ntecimientos ta n trascen denta les como las
revoluciones rusas de 1917 y los dos conflictos mundiales; así como diver-
sidad de mapas e imágenes, que ilustran las etapas abordadas.

Aunque para la elaboración de este título se ha consultado una amplia


bibliografía, este refleja, en esencia, una visión cubana del proceso histó-
rico de la Europa contemporánea, resultado de la experiencia acumulada
durante muchos años de trabajo docente e investigativo en el ámbito uni-
versitario. Preservando el riguroso tratamiento que merece la historia, nos
hemos esforzado para presentar un texto escrito en un lenguaje ameno,
claro y sencillo, de manera que pueda ser utilizado no solo por los estu-
diantes interesados, sino que se convierta en un instrumento para lograr
una formación cultural integral, cada día más sólida, en amplios sectores
de nuestra población.

EVELIO DÍAZ LEZCANO


10
Capítulo I

EL COMIENZO DEL SIGLO XX

CARACTERÍSTICAS GENERALES

La llegada del siglo XXHUUyQHDPHQWHFHOHEUDGDHQPXFKRVOXJDUHV²VHJ~Q


FUHHPRVKR\²HQODQRFKHGHOGHGLFLHPEUHGHWXYROXJDUHQXQ
mundo inmerso en profundas transformaciones, resultado de los cambios que
se habían operado en las últimas tres décadas de la anterior centuria. En aquel
período, el capitalismo, en plena expansión después de superar los efectos de
la crisis de 1873, pasaba rápidamente de la libre concurrencia a la etapa mo-
QRSROLVWD²GHELGRDODFRQFHQWUDFLyQGHODSURGXFFLyQ\ORVFDSLWDOHVLPSXO
VDGDSRUORVDYDQFHVFLHQWtILFRWpFQLFRVGHODpSRFD²SURPRYLHQGRHOUH
parto territorial del orbe y la creación de una economía planetaria.

Los p rimeros quince años del s iglo fueron de expansión económica, con
breves crisis de desigual incidencia geográfica en 1903, 1907 y 1911-1913.
Los países más favorecidos fueron los industrializados de Europa y aparte
de éstos los Estados Unidos y, en menor medida, Japón y los dominios britá-
nicos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda. En aquellos años, se moderni-
zaron tecnológicamente los sectores tradicionales (textil, minero, mecánico)
de la industria y s urgieron nuevas ramas como la química, la siderúrgica, la
petrolera, la eléctrica, la automotriz y la de la aviación. Est e proces o fue
acompañado por el desarrollo del transporte ferroviario y marítimo, lo que
11
favoreció los movimientos migratorios, el incremento de los int ercambios
comerciales y la movilidad de los capitales. El alto costo de la renovación
tecnológica promovió el auge de los monopolios industriales y bancarios y
su fusión, dando origen al capital financiero. Ello determinaría un creciente
control de la economía mundial por un reducido grupo de gigantes, funda-
mentalmente europeos, desvirtuándose significativamente la esencia del libe-
ralismo económico, o sea, la libre competencia.

El dinamismo indus trial fue desconocido en una parte de Europa central y


oriental e incluso en países del occidente como España y Portugal, aunque
las atrasadas economías de estas regiones se vieron beneficiadas, en cierta
medida, por el aumento de la demanda por parte de los países avanzados
de algunos p roductos agrícolas y, s obre todo, de determinadas materias
primas. La escasa industria existente allí estaba controlada por las grandes
potencias y muchas veces se desarrollaba en detrimento de las actividades
tradicionales. Las ingres os derivados de la exportación de esa incipiente
industria, al igual que ocurría con los productos agrícolas con favorable
acep tación en el extranjero, beneficiaban a las grandes empresas interna-
cionales y a una elite local que consumía sus ganancias en una vida suntuo-
sa, en es candaloso contraste con la del resto de la p oblación.

El auge económico estuvo sustentado en el aumento de la población, prin-


cipalmente en los países avanzados del noroccidente europeo, en los que
se produciría un notable cambio en la composición de la sociedad. En ellos se
fortaleció considerablemente el papel de la burguesía y disminuy ó el de la
aristocracia terrateniente. Al mismo tiempo, crecieron los sectores medios
debido al incremento del personal técnico y administrativo; así como a la
multiplicación de las llamadas profesiones liberales, es decir, médicos, abo-
gados, profesores y otros. Pero el hecho más importante fue el vertiginoso
aumento experimentado por la clase obrera, que en los países de mayor
dinamismo industrial, como fue el caso de Alemania, se duplicó en menos
de quince años. Ello explica el des arrollo alcanzado por el movimiento
sindical, que creció y se fortaleció en todas partes, y también por el movi-
mient o socialista y explica, además, las fuert es luchas reivindicativas del
período, mediante las cuales fue obteniéndose en algunos lugares, p oco a
poco, el descanso dominical, la jornada de diez horas, la prohibición del
trabajo noct urno para las mujeres y para los niños menores de doce años

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y el seguro contra la invalidez y la vejez, ent re otras ventajas que hoy nos
pueden parecer t ímidas , pero que en aquel entonces eran de gran valor.

El progreso económico trajo cons igo no s ólo el auge demográfico y la


transformación de la estructura social, sino también la emigración hacia los
centros urbanos, que crecieron a un ritmo as ombroso. En vísperas de la
guerra mundial exis tían en Europ a occidental 184 ciudades con más de
cien mil habitantes ; mientras a mediados del siglo anterior apenas llegaban
a cincuenta. Un fenómeno de igual magnitud tuvo lugar en los Estados Uni-
dos, donde se desarrollaron las grandes urbes como New York y Chicago
y surgieron otras importantes concentraciones. También crecieron las ca-
pit ales de algunos país es at rasados de Europ a, lo que se debió a la bús-
queda de oportunidades por parte de la población.

En muchas de estas ciudades se establecieron líneas de transp orte colecti-


vo (sobre todo tranvías), se electrificó paulatinamente la iluminación de las
calles y viviendas, se mejoró el servicio de agua potable y se construyeron
hospitales , centros educativos y culturales, t odo lo cual parecía impensa-
ble sólo unos decenios antes. P ero
las grandes ciudades pres entaban
zonas claramente diferenciadas. Los
pobladores con mayores recursos
emigraron hacia nuevos barrios más
saludables y cómodos; otras zonas
urbanas fueron utilizadas por las cla-
ses medias, mientras que las áreas
más degradadas del cent ro y det er-
minados barrios p eriféricos fueron
ocupados por los trabajadores y se
convirtieron en territorios sórdidos e
ins alubres donde abundó la pros ti-
tución y el crimen, tema recurrente
en las novelas de la época.

El cambio fue apreciable t ambién en Matrimonio burgués


en el descanso tras la comida,
las condiciones de vida, debido a una del pintor impre sionista español
mejor alimentación y al avance de las Ramón Casas (1866-1932)

13
ciencias médicas. En 1870 la esp eranz a media de vida en Europa era de
40 años para las mujeres y 39 p ara los hombres, y hacia 1913 estas cifras
pasaron, respectivamente, a 52 y 48. Una situación similar en todo el mun-
do solamente la tenían entonces los Estados Unidos. El bienestar, sin em-
bargo, se concentró fundamentalmente en los países más avanzados eco-
nómicamente. Fueron ellos los únicos que se beneficiaron p rácticamente
de la ap licación del descubrimiento de Robert Koch sobre el bacilo de la
tuberculosis y del combate a las terribles epidemias de cólera, pest e y
malaria, cuyas etiologías y modo de p revención comenzaron en ese mo-
ment o a ser conocidos. Sólo los occidentales se beneficiaron de la asp iri-
na, fabricada en 1899; del descubrimiento de las vitaminas por el polaco
Cas imir Funk, de las primeras transfusiones de sangre, comenz adas en
1905; de la quimioterapia moderna, iniciada por Paul Erlich en 1910; de la
aplicación de los rayos X, descubiertos por el alemán Wilhelm Konrad
Röntgen a fines de siglo; de las aportaciones del español Santiago Ramón
y Cajal al conocimiento del cerebro; de la nueva técnica terapéutica prac-
ticada por Sigmund F reud, de los
barbitúricos, cuya comercialización
¿Q uién inventó el teléfono? se iniciaba ent onces; y de muchos
otros avances en diferentes campos,
El invento del teléfono, atribuido
al nort eam ericano Al exander
como fueron los casos del teléfono,
Graham Bell, fue obra del italiano la radio y el automóvil.
Antonio Meucci, mientras traba-
jaba como mecánico del teatro Ta- En el ámbit o político, s e destacó a
cón, en La Habana. Desde 1850, principios del siglo el progreso de la
Meucci trató de patentar su «te- democracia liberal. El Reino Unido
légrafo parlante» en los Estados
Unidos. Pero sólo en 1886, tras y F rancia eran cons iderados el pa-
varias apelaciones y cuando su radigma europeo de este modelo, es-
derecho había caducado, el Tri- tablecido también, con más o menos
bunal Supremo de aquel país re- amp litud, en It alia, Bélgica, Holan-
conoció su prioridad sobre Bell. da, Suiza, Suecia, Dinamarca, N o-
ruega (independiente de Suecia des-
de 1905), Portugal, España y los
dominios británicos de Canadá, Unión Sudafricana (para la minoría blan-
ca), Nueva Zelanda y Australia. Una nación no se consideraba moderna si
QRGLVSRQtD²DOPHQRVIRUPDOPHQWH²GHLQVWLWXFLRQHVSURSLDVGHODGHPR
cracia liberal. Esta tendencia general favoreció la implantación de formas

14
Auto s de pri ncipios del sig lo XX . Al ce ntro el primer Rolls-Royce d e 1907.

15
democráticas en países que gozaban de prosperidad económica, pero man-
tenían regímenes autocráticos , como Alemania y el Imperio Austro-Hún-
garo. También en Rusia, las escasas clases medias y una parte de la aristo-
cracia terrateniente trataron de introducir este tipo de instituciones , pero
todo se redujo a las concesiones formales del zar tras la revolución de 1905.

En los países con democracia liberal


se incrementó la p articipación polí-
El reformismo tica con la introducción paulatina del
sufragio universal, si bien éste s ólo
A principios de siglo, la inmensa
mayoría de los partidos s ocialis- se refería a los hombres mayores de
tas, infl uidos por la Socialdemo- 25 años. Las mujeres, que represen-
cracia alem ana, as umieron una taban en casi t odas partes aproxi-
posición reformista. Se sustitu- madamente el 50% de la población,
yó la línea de lucha revoluciona-
no tenían derecho al vot o, s alvo en
ria contra el capitalismo por la de
su supuesta transformación gra- Noruega, a part ir de 1913, y en los
dual en socialismo a través de dominios de Nueva Zelanda y Aus-
reformas. tralia, donde s e les había concedido
es e derecho a las féminas des de
1893 y 1902, res pect ivamente. La
discriminación política de las mujeres provocó la aparición del movimiento
sufragista en varios lugares de Europa, donde s us p articipantes serían
muchas veces duramente reprimidas. No obst ante estas limitaciones, el
avance democrático fue notable en los países desarrollados. En todos ellos
se ampliaron las libertades formales, sobre todo las de prensa y asocia-
ción, lo que permit ió la existencia de agrup aciones y partidos políticos
socialistas , hecho que facilitó la incorp oración de los obreros a la vida
política, cuyos representantes consiguieron acceder a los parlamentos, aun-
que casi siemp re en número muy reducido. Por otra parte, la vida parla-
mentaria se tornó cada vez más democrática gracias a la progresiva t en-
dencia a dotar a las cámaras bajas de mayores poderes, en detrimento de
los senados o cámaras altas, donde imperaban los sectores aristocrát icos
tradicionales.

Hasta el estallido de la Gran Guerra, Europa tuvo un papel protagónico en


todos los sentidos, disfrutando de una indiscutible supremacía internacio-
nal, s ustentada en factores demográficos, económicos, financieros e inte-

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lectuales, en el contexto de un período de relativa paz, que se prolongaba
des de el conflicto franco-prusiano de 1870-1871. Con sólo la decimo-
tercera parte de la superficie terrestre del globo, Europa se acercaba enton-
ces a los 450 millones de habitantes, poco más de un cuarto de la población
mundial. Los países industrializados del noroccidente europeo, particular-
mente Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda y Suiza, aportaban
cerca del 50 % de la producción industrial del mundo; al mismo tiempo que
controlaban el comercio y prácticamente monopolizaban las operaciones fi-
nancieras, incluyendo la exp ortación de capitales. En 1913, el 83 % de las
inversiones internacionales procedían del Reino Unido, Francia y Alemania.

Semejante poderío económico y financiero se traducía en el dominio colo-


QLDOHXURSHRHQFDVLWRGDÈIULFD²ODV H[FHSFLRQHVVHUHIHUtDQDODVLQGH
SHQGLHQWHV/LEHULD\(W LRStD²DVtFRPRHQODPD\RUSDUW HGH$VLD\
Oceanía, donde los europeos debieron enfrent ar las pretens iones de Ja-
pón y los Estados Unidos, ambos devenidos pujantes potencias imperialistas
al inaugurarse el nuevo siglo. Europa tenía también una importante presen-
cia en el continent e americano y en el Caribe, z onas en las que cont aba
con varias posesiones coloniales y con una decisiva influencia en los países
formalmente independientes, aunque allí era creciente la penetración esta-
dounidense, que avanzaba rápidamente en Centroamérica y en una p arte
de la región caribeña. Los europeos pos eían, además , el dominio de los
mares del planeta, seguidos desde lejos por nipones y estadounidenses.

El Reino U nido de Gran Bretaña e Irlanda const ituía la principal potencia


europea y mundial de p rincipios de siglo. El imperialismo británico había
logrado redondear un imperio con más de 40 millones de kilómetros cua-
drados y unos 400 millones de habitantes. Este imperio significaba un im-
portante suministrador de materias p rimas y receptor de mercancías y ca-
pitales. La base del predominio de Inglaterra eran su poderosa industria y
su hegemonía naval, tant o mercante como de guerra; as í como s u abun-
dancia de capitales excedentes . Aunque la industria inglesa mostraba en-
tonces cierto declive, debido al relativo retras o tecnológico provocado
por un largo período de monopolio comercial y como resultado de la com-
pet encia de ot ras potencias, particularmente de Alemania, el país conti-
nuaba siendo el mayor exportador mundial de productos manufacturados en
vísperas de la guerra, ocupando igual lugar en lo referido a los préstamos e

17
Manifes taciones antib ritánicas en D ublín, capita l de Irlanda, en el verano d e 1913.

inversiones en el exterior. La libra esterlina, divisa internacional del sistema


bas ado en el patrón oro, era la moneda de reserva y p ara el comercio
mundial.

Parecía que el esplendor de la «era vict oriana» se p erpetuaba en Ingla-


terra, p ero s erios problemas amenazaban su vent ajosa situación. En los
años que precedieron a la guerra, el país era sacudido por una constante
agitación reivindicativa de la creciente clase obrera, auspiciada por las Trade
Unions y apoyada por el cada vez más influyente partido laborista; al mis-
mo t iempo que se agudizaba el conflicto armado en Irlanda, cuyo pueblo
luchaba tesoneramente por su independencia. A estos problemas, que tra-
taron de resolverse (aún en 1914 est aban vigentes) con algunas concesio-
nes a los trabajadores y con el anuncio de una futura autonomía para Irlan-
da, se añadía el más grave asunto de la competencia comercial y naval de
Alemania, que motivaría un giro en la política exterior británica. Previendo
una posible confrontación con los alemanes y sus aliados de la Triple Alianza,
los ingleses abandonaron su «aislamient o» y bus caron una aproximación
con Francia y Rusia, dos eternas rivales, lo que lograron a costa de impor-

18
tant es concesiones en el ámbito co- El caso Dreyfus
lonial, quedando formada así la Tri-
ple Entente, entre 1904 y 1907. En 1894 el capi t án Al fred
Drey fus, francés judío, fue acu-
Francia ocup aba el s egundo lugar sado de espiar a favor de Ale-
como potencia colonial, si bien su im- mani a. Doce años m ás tarde se
comprobó que el espía era otro
perio (alrededor de 11 millones de oficial. M ientras tanto, la socie-
kilómetros cuadrados y unos 50 mi- dad se divi dió en defensores y
llones de habitantes) era mucho me- detractores de Dreyfus, y el ejér-
nos extenso y diverso que el británico. cit o y los sect ores de derecha
Ello, junto a su poderío económico y avivaron el deseo de desquite,
común a la mayoría de los fran-
financiero, le confería un importante ceses desde 1870.
pap el en Europa y en todo el mun-
do. Pero la pos ición de Francia es-
taba cada vez más amenazada por Alemania, que muy pronto la rebasó en
cuant o a población y desarrollo industrial, lo que profundiz o la rivalidad
ent re ambas p otencias, latente desde la guerra franco-prus iana de 1870,
que precisament e dio vida al segundo imp erio alemán. El famoso caso
Dreyfus , que conmovía a la Tercera República francesa desde fines del
siglo XIX, enrareció aún más la situación prevaleciente entre los dos países.
La rivalidad alemana conduciría a la alianza franco-rusa de 1892, y unos
años más tarde al citado acuerdo con Inglaterra; así como al incremento
del armament ismo y la demagogia nacionalista, al igual que ocurría en el
rest o de las grandes potencias.

Desp ués de su unificación, Alemania conoció un prodigioso crecimiento


demográfico. Sólo en las dos décadas anteriores a la guerra, la p oblación
aumentó en un 30 %, llegando a 65 millones de habitantes . El incremento
poblacional estuvo acompañado por un espectacular progreso industrial,
sobre t odo en la indust ria pesada, perfectament e acoplada a las nuevas
tecnologías y con una organización racional de los mét odos de produc-
ción, con el consiguiente desarrollo de la clase obrera, los sindicatos y el
partido socialdemócrata, que alcanzó una considerable influencia en la so-
ciedad germana de principios del siglo. El poderío demográfico e industrial
de A lemania la imp ulsaba a buscar la formación de un verdadero imp erio
colonial (sólo p oseía unos pocos territorios en África y el Pacífico), para
lo cual había llegado tarde, pues el mundo estaba ya repartido. A la postre,

19
la prosperidad alemana y sus preten-
siones coloniales conducirían a un
choque cada vez may or con los in-
tereses de otras grandes potencias y
a un inevitable conflicto, para el que
el país se p reparaba aceleradamen-
te, impulsado por una agresiva gran
burguesía y la ideología del panger-
manismo.

El Reino de Italia, la ot ra p otencia


emergente en Europa, conoció tam-
Guil lermo I I, el último emperad or ale mán, bién una notable explosión demográ-
reinó desde 18 88 hasta 1918. ILFD²OOHJyDPLOORQHVGHKDEL
WDQW HVDSULQFLSLRVGHOVLJOR²SHUR
su des arrollo industrial, aunque intenso, era menor que en los casos ante-
riores y concentrado únicamente en las regiones del norte. El sur est aba
dominado por los terratenientes e imperaba allí el atras o y la pobreza, por
lo que s ería fuent e de un flujo constante de emigrantes, particularmente
hacia los Estados Unidos, Argent ina y Brasil, así como de innumerables
problemas, entre ellos la proliferación de la mafia.

Italia se incorporó a la Triple Alianza en 1882, a pesar de sus pretensiones


sobre territorios dominados por los austriacos (Tirol, Trentino y Trieste),
pero condicionó su actuación a una
acción defensiva. La impuls ó a dar
Origen de la Mafia est e paso la ocupación francesa, en
1881, del territorio de Túnez, que ella
La palabra Mafia comenzó a utili-
zarse a mediados del siglo XIX y pretendía. En la práctica, Italia co-
sería la sigla de la frase «Manzini queteaba con ambos bandos en fun-
Autoriza F urti, Incendi, Avel e- ción de sus intereses y de la coyun-
namenti» (M anzini autoriza ro- tura internacional, mientras ampliaba
bos, incendios y envenenamien-
tos). El tal Manzini organizó una
y modernizaba su dispositivo militar.
asociación de i ndigentes si ci- Habiendo llegado tarde también al
li anos para realizar actividades rep arto del mundo, Italia buscaba
criminales. afanosamente colonias. En 1896 fra-
casó en Abisinia, actual Etiopía, pero
20
en 1911, aprovechando las rivalidades ent re las dos grandes alianzas , de-
rivó su expansión imperialista hacia el decadente imperio turco, ocupando
Tripolitania, Cirenaica y Rodas , con las is las del Dodecaneso.

La iniciativa italiana fue mal acogida por su aliada Alemania, protect ora a
su vez de Turquía, y provocó los recelos de Francia, pero ambas acep-
taron el hecho pues una quería retenerla y la ot ra capt arla. M ientras tan-
to, la guerra profundizó el debilit amiento del Imperio Otomano, que en
vísperas de es ta había perdido s us territorios en Europa y estaba amena-
zado por los fuertes sep aratismos surgidos en su t odavía extens a parte
as iát ica y africana. A ello contribuyó el nacionalismo intransigent e del
movimiento de los «Jóvenes Turcos», que dirigió el imp erio durante va-
rios años a partir de 1908, y que pretendió resolver los problemas na-
cionales mediant e la asimilación forzosa o el ext erminio de los que no
querían volvers e turcos. Las persecuciones y masacres perpet radas por
aquel movimiento, que no obst ant e s e había aut op roclamado moder-
nizador y revolucionario, desencadenó la sublevación de los p ueblos,
part icularmente de los balcánicos.
Albania
Efectivamente, tras la guerra italo-
turca, que inició la repartición del Creada por acuerdo de l as gran-
Imperio Otomano, Serbia, Grecia, des potenci as en una franj a de
M ontenegro y Bulgaria (que junto tierra adyacente al Adriático. Fue
col ocado en el trono Heinrich
a Rumania eran los países indepen- von Wed, prínci pe alemán veni-
dientes de la región) const ituyeron do a menos y simple instrumento
la Liga Balcánica y le declararon la de Austria y de Alemania.
guerra a Turquía en octubre de 1912.
Est os p aíses actuaron con el visto
bueno de Rusia y la complacencia de Inglat erra y de Francia, quienes los
veían (s obre todo a Serbia) como un dique destinado a impedir la abs or-
ción económica del Imperio Turco por el capital alemán y el afianzamiento
político de Austria y Alemania en los Balcanes . En p ocos meses , la Liga
venció a Turquía y la privó de sus territorios europeos, según lo acordado
en la Conferencia de Londres, en may o de 1913. En es ta coyuntura se
produjo la «independencia» de Albania, surgida en definitiva por la intran-
sigencia de Austria-Hungría, con el apoyo alemán, para impedir una salida
al mar para Serbia.
21
Poco después de terminada la contienda, en junio de 1913, el desacuerdo
ent re los vencedores en torno al rep arto de los territorios cedidos por
Turquía, particularmente la M acedonia, condujo al ataque a Serbia por parte
de Bulgaria, provocando la llamada s egunda guerra balcánica, que terminó
con el triunfo de los serbios y sus aliados. montenegrinos, griegos y rumanos.
Ést os p aíses recibieron algunos territorios, pero la más beneficiada fue
Serbia, cuy a población creció de 2,9 a 4,5 millones de habitant es y su
superficie de 48 300 a 87 000 kilómetros cuadrados. Las guerras balcánicas
fortalecieron los vínculos de Bulgaria y Turquía con los imperios centrales
y convirtieron a Serbia en la gran rival de éstos en la z ona.

Las otras grandes potencias de Europa eran el Imperio Aust ro-Húngaro y


el Imperio Ruso, los dos conglomerados más extens os de la región. En
cuant o a población, Rusia marchaba primero con cerca de 150 millones y
Aust ria-Hungría tercero con casi 50 millones, superada sólo por Alema-
nia. Fundamentalmente en sus dimensiones y población radicaba el peso
en la problemática europea y mundial de es tas dos autocracias , que con-
trolaban y oprimían a un numeroso conglomerado de pueblos contiguos
anexados durante años. En el Imperio Austro-Húngaro, surgido en 1815,
germánicos y magiares (austriacos y húngaros) dominaban a checos,
eslovacos, rutenos, polacos, eslovenos, dálmatas, croat as y bosnios, así
como a los italianos de Tirol, Trentino y Trieste. P or su parte, los rusos
oprimían a fineses, estonios , letones, lituanos, polacos, rumanos de
Bes arabia, ucranianos, bielorrusos y a un numeroso grupo de pueblos
centroasiáticos y del lejano oriente.

En ambos imperios el progreso eco- La alegre Viena


nómico era mucho menor que en In-
Viena, capital del impero dual, era
glaterra, Francia y Alemania, s i bien
una de l as ciudades más cultas y
en Rusia fue particularmente acele- divertidas de Europa, donde se
rado desde la última década del si- bailaban los valses de S trauss y
glo XIX. El desarrollo industrial, cien- se representaban las operetas de
tífico y cultural se concent raba en Franz Lehar, donde también sur-
gía un movimiento médico repre-
algunos centros urbanos, mientras el
sentado por Freud, que daba a
res to vivía en la os curidad, combi- conocer sus estudios sobre psi-
nando atraso y modernidad. Es tos coanál isis.
gigantes imperialistas mantenían una

22
rivalidad permanente por sus preten-
siones comunes en la inquieta penín-
sula balcánica, donde se op onían al
imp erio otomano. Rus ia aspiraba
también a expandirs e en el Lejano
Oriente, lo que conduciría a la s an-
grienta guerra rus o-japonesa de
1904, cuyo des ast roso des enlace
para el zarismo desencadenaría la re-
volución de 1905-1907, de la que
hablaremos más adelante.

Como ya se ha mencionado, a p rin-


cip ios de s iglo cont inuó acelerada-
mente el progreso científico-técnico Nico lás II, el últi mo empe rador r uso,
que caracterizo el final de la anterior hombre débil de voluntad,
centuria. En aquellos primeros años, dominado por su esp osa y por sus
consejeros antiliberales.
surgieron o se desarrollaron la elec-
WULFLGDG²TXHSURQWRW HQGUtDDS OL
FDFLyQLQGXVWULDO²HODXWRPyYLOODDYLDFLyQHOWHOpIRQRODUDGLRODIRWR
grafía, el cine, a lo que hay que añadir import antes avances en la medicina,
ya abordados someramente, así como en la física, que adquirió una nueva
dimensión con la famosa teoría de los quanta o cuant os (ahora llamados
fotones), enunciada en 1901 por el alemán M ax Planck y, sobre todo, con
los trabajos del también germano
Albert Einstein, quien confirmó el ha-
La energía nuclear llazgo de s u coterráneo y en 1905
proporcionó a la física la formidable
Entre las consecuencias más im-
aport ación de la Teoría de la Rela-
portantes de la teoría de Einstein
está que la masa y la energía son tividad, que daba al traste con la vi-
la misma cosa y que un poco de sión de la física tradicional y que junto
masa puede manifestarse como a otros descubrimientos posteriores
una cantidad de energía inmen- anunciaba la posibilidad de la desin-
samente grande. Ello se resume
tegración del átomo, lo que tendría
en la famosa ecuación E=mc2 ,
base del surgimiento de la ener- ext raordinarias cons ecuencias en el
gía nuclear. mundo contemporáneo. En efecto, las
investigaciones de Einstein sirvieron

23
de base p ara la utilización de la energía nuclear, cuy a primera aplicación
práctica, lamentablemente, fue la bomba atómica. Ello determinaría que el
genial científico dedicara una buena parte del rest o de su vida a la lucha
por la paz.

El cambio de siglo representó también un imp ulso renovador en al ámbito


cultural. Al romanticismo, el realismo y el naturalismo, que impregnaron la
lit erat ura del siglo XIX con figuras t an destacadas como el inglés Charles
Dickens, el ruso F iódor Dostoievski, y los franceses Stendhal, Honoré de
Balz ac y Emilio Zola, le siguió en la nueva centuria el modernismo, cuyo
fundador y mayor exponente fue el nicaragüense Félix Rubén García Sar-
miento (1867-1916), universalment e conocido con el nombre de Rubén
Darío. El modernismo condenaba el prosaísmo contenido en el realismo, y
en su extremo el naturalismo, para intentar una evasión de la realidad me-
diante las innovaciones rítmicas, el empleo de temas exquisitos y el uso de
palabras nuevas que sugirieran ideas de color o promovieran verdaderas
sensaciones en el lector. El moder-
nis mo t uvo una amplia difusión en
Europa e influyó en otras manifesta-
ciones artísticas. Inspirados en el
modernismo surgieron el Jugendstil
en Alemania, el Modern Style en In-
glaterra y el Art Nouveau en Fran-
cia, que propugnaban en arquitec-
tura una vuelta a la decoración, en
esp ecial vegetal, a la línea curva, a
la asimetría y al funcionalismo.

En el caso de la literat ura en lengua


Albert Einstein (1879-1955), unade las española, debe des tacars e el prota-
figuras más ge niales de la Física y cuyos gonismo des empeñado en este pe-
estudios han contribuido más a ríodo por la llamada Generación del
revolucionarla. Obtuvo el P remio Nobel de
Física en 1921. En diciembre de 1930, visitó 98, que tuvo como máximos rep re-
a La Habana durante 48 horas. Sobre la sentantes cinco formidables figuras
realidad cubana de entonces escribió en su
diario « clubes lujosos al lado de una pobreza
de las letras ibéricas de todos los
atroz q ue afecta pr incipalmente a las tiempos: M iguel de Unamuno, Pío
personas de color» . Baroja, A nt onio M achado, José
24
M artínez Ruiz (Azorín) y Ramiro de M aeztu. Estos destacados escritores,
cada uno con s u propio estilo, reflejaron en sus obras el importante tema
de la decadencia de Esp aña que, con la pérdida de Cuba y Filipinas, cerró
el siglo XIX con su mundo colonial prácticamente en extinción.

En la pint ura triunfó el imp resionismo con figuras como Claude M onet,
Camille Pis sarro y Henri de Toulous e-Lautrec, entre otros, así como el
expresionismo, cuyos p rincipales repres entantes fueron P ierre-Auguste
Renoir y Vicent Van Gogh. Y ya en vís peras de la guerra, aparecerá el
fauvismo (de fauve, bes tia salvaje), cuy o precursor fue el francés P aul
Gauguin y que se impuso con Henry M atisse y M aurice Utrillo. El fauvismo
se caracteriz aba por los colores violentos y la ausencia de perspectiva. La
mús ica, p articularmente la llamada cult a, conoció un gran florecimiento,
destacándose compositores como el it aliano Giacomo Puccini, los france-
ses Claude Debussy y M aurice Ravel, el alemán Richard Strauss y el
aust riaco Arnold Schonberg, entre ot ros. También florecieron la opereta,
la zarzuela y la canción ligera o cuplé. El ballet llegó a un grado de madurez

Puente de Chatou del fauvista belga Mauric e de Vlaminck (1876-1958)

25
Las planchadoras del impresionista Edgar Degas (1834-1917)

ext raordinaria en estos primeros años del s iglo, cuando el ruso Sergei
Diaguilev formó una compañía integrada por figuras como Ana Pavlova y
Vaslav Nijins ky, con obras como El Pr incipe Igor y, sobre todo, el famo-
so Lago de los cisnes, de Tchaikovs ky.

La relación de premios Nobel concedidos antes de la guerra demuestra que


el progreso científico y cultural se originaba fundamentalmente en los países
industrializados que, por otra parte, fueron casi los únicos beneficiados. La
cultura, en particular, era un fenómeno de elites, si bien la literatura alcanzó
una mayor difusión con el incremento de los periódicos (incluso muchos parti-
dos socialistas llegaron a tener su propia prensa) y el de sus tiradas, dedicadas
en parte a difundir obras famosas, particularmente novelas cortas de aven-

26
turas y policíacas, género és te últi-
Premios Nobel
mo que se inició ahora con gran éxi-
El químico e industrial sueco Alfred to, como puso de manifiesto la po-
Nobel (1833-1896), inventor de la di- pularidad alcanzada por el personaje
namita, l egó su fortuna para premiar de Sher lock Holmes, creado por el
a las personas que más se distinguie- escritor inglés A. Conan Doyle. No
ran en el campo de la ciencia, la lite-
obstante, hasta en los propios países
ratura y el fomento de la paz. A partir
de 1901 l a Academia Sueca ha veni- avanzados , la transmisión oral era el
do otorgando los premios Nobel de recurso característico entre los ma-
Física, Química, Fisiología y Medici- yoritarios sectores desposeídos de
na y Literatura, en tanto el Parlamen- la población, en buena prop orción
to Noruego concede el Nobel de la
analfabeta. Por esta vía se difundie-
Paz, en el que en varios casos han
influi do más las consideraciones ron sucesos trascendent ales de la
políticas que los méritos. Desde 1982, época, como fueron algunos resul-
la Academ ia concede también el pre- tados de los juegos olímpicos, res-
mio de Economía. taurados por el francés Pierre de
Coubertin a partir de 1896; la erup-
ción del M ont Pelé, de la M artinica,
en 1902, con un saldo de casi 40 mil muertes; el terremoto de M essina,
Italia, en 1908, que cobró 200 mil
vidas; la conquista del polo norte por
el nort eamericano Robert Peary y
del polo sur por el noruego Roald
Amundsen, en 1909 y 1911, res-
pectivamente; el pas o del cometa
Halley, en 1911, que provocó gran
pánico por su anunciado posible
choque con la Tierra, y el hundimien-
to del majestuoso trasatlántico bri-
tánico Titanic, en 1912, que oca-
sionó 1 517 muertos.

El advenimiento del nuevo siglo re-


presentó también algunos cambios en
la vida cotidiana de la población, par-
ticularmente en los países desarrolla- Alfred Bernhard Nobel poco antes
dos. Las semidesiertas y apacibles de su muert e.

27
calles de las ciudades, ya en algunos casos p avimentadas con adoquines y
donde antes solo circulaban coches tirados por caballos, comenzaron a
ser menos tranquilas con la irrupción de los primeros ruidosos automóvi-
les , que podían alcanz ar la endiablada velocidad de hasta 20-25 kilóme-
tros por hora, provocando escenas de pánico y numerosos accidentes. Al
mismo tiempo, la paulat ina sustitución del gas por el bombillo incandes-
cente en el alumbrado público contribuyó a la animación de la vida noctur-
na urbana, casi inexistente con anterioridad.

La moda, tanto femenina como mas-


culina, comenzó también a experimen-
Frivolidad parisina
tar algunas modificaciones, situación
matiz ada por la condición social de En aquel mundo frívolo del Pa-
las p ersonas. Las mujeres siguieron rís de inicios del sigl o, brill a-
usando el vestido largo, los z apatos ron fi guras famosas como C a-
abotonados y el sombrero con plu- rol ina Otero, M ata-Hari y Eva
Lavall iere, es ta últi ma s e pre-
mas, todo ello de poca calidad en el sentaba mos trando l as piernas
caso de las t rabajadoras o amas de has ta l as rodil las, por lo que
casa pobres. Con gran timidez se fue ganaba el entonces colosal sa-
abriendo paso el acortamiento del ves- lario de 300 francos al mes.
tido hasta mostrar los tobillos de las
damas, lo que para muchos resultaba
escandaloso. Los hombres de clase alt a adoptaron con cierta rapidez la le-
vita corta y el pantalón estrecho, moda proveniente de los Estados Unidos,
al igual que el afeitado de la barba, que fue tomando auge desde que se inició
la comercialización de la hoja o cuchilla de afeitar creada por el norteameri-
cano Henry Gillette. La vestimenta de los trabajadores, sin embargo, conti-
nuó siendo la misma y consistía en la clásica blusa del proletariado europeo,
la gorra y las alpargatas o calzado de mala calidad.

Como el cine es taba todavía dando s us primeros pasos, no habían espec-


táculos deportivos de masas y el teat ro era demasiado caro, el entret eni-
miento de la gran mayoría de la población eran las fiestas populares, civiles
o religiosas, como procesiones, desfiles militares o conmemoraciones pa-
trióticas. Para las pers onas adineradas, por el contrario, la vida era muy
amable. Ellos podían as istir al Cabaret, s urgido por esta ép oca en París y
que se fue extendiendo rápidamente a otras ciudades de varios país es,

28
dis frut ar del teatro, de lujos os res-
taurantes, de los salones de baile, y
hasta practicar deport es, lo que de-
mandaba mucho tiempo libre y re-
cursos. Est as minorías selectas no
percibían el profundo foso que se
abría bajo sus pies debido a las pro-
pias contradicciones del capitalismo.

Los primeros años del siglo fueron


tes tigos de un notable esfuerzo de
las iglesias cristianas, particularmente
del cat olicismo, para reforzar su in-
fluencia e incrementar el sentimiento
religioso en la población. El P apa P ío X, S umo P ontífice de la Iglesia Católica
Giuseppe M elchior Sarto, que tomó entre 1903 y 1914.

el nombre de Pío X y rigió desde


1903 hasta 1914, estimuló el surgimiento de sindicatos católicos para con-
trarrestar a los socialistas y atraer a los trabajadores y abogó p or la reali-
zación de obras sociales, mientras que en el plano estrict amente religioso
introdujo la instrucción a través del Catecismo y propugnó una intensifica-
ción de la vida religiosa mediante la frecuencia de los Sacramentos. Pío X
reformó la liturgia y el canto religioso y condenó el movimiento modernista
que se desarrollaba en el s eno de la Iglesia.

Est as eran, a grandes rasgos , las más import antes característ icas de los
primeros años del s iglo XX, cuando en las principales plazas del capitalis-
mo europ eo se vivía una especie de belle epoque, p ero al mismo tiempo
se gestaban las condiciones que conducirían inevitablemente a un conflicto
generalizado, que t ransformaría totalmente la situación imperante hasta el
año 1914.

29
Capítulo II

GUERRA Y REVOLUCIÓN

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

(OLQLFLRGHOD3ULPHUD*XHUUD0 XQGLDO²DODTXHVXV FRQWHPS RUiQHRV


OODPDURQOD*UDQ*XHUUD²PDUFyXQDOtQHDGLYLVRULDHQWUHGRVpSRFDV
Hasta ese momento el capitalismo, a pesar de las desigualdades y conflic-
tos que generaba, se exp andía exitosament e por todo el mundo. Parecía
que nada podía detenerlo. Sin embargo, el estallido de 1914 reveló las
profundas contradicciones del sistema y condujo a la conformación de una
realidad europea y mundial radicalmente distinta a la existente en el perío-
do precedente. El cambio fue de tal magnitud que, la tesis de fijar el co-
mienz o del siglo XX a partir de est e acontecimiento, ha ido ganando adep-
tos entre los historiadores.

Las causas de la guerra

Des de p rincipios del siglo XX, a las tradicionales potencias europeas se


sumaron Italia y Alemania, que habían alcanzado su unificación en los años
set enta de la anterior cent uria, así como los Estados Unidos y Japón, en
América y Asia, respectivament e, lo que modificó notablemente la corre-

30
lación internacional de fuerzas. Las potencias emergentes, que eran pujan-
tes en el p lano económico, pero que se habían encont rado con un mundo
ya repartido, s e incorp oraron a la lucha por los mercados , territ orios y
esferas de influencia. En estas circunstancias, se intensificaron las rivalida-
des interimperialist as, lo que condujo a crecientes tensiones y crisis inter-
nacionales, que amenaz aban con desembocar en un conflicto militar gene-
ralizado.

En 1904, estalló la ya aludida guerra ruso-japonesa, que canceló las aspi-


raciones de Rus ia en el Lejano O rient e y fort aleció sus viejos sueños
exp ansionistas hacia la península balcánica, siempre alimentados por el
paneslavismo ruso. En esta guerra Japón contó con el apoyo de Inglaterra,
que se oponía al control de M anchuria y Corea por parte de los rusos. En
1905, el intent o alemán de cerrar ant e Francia el camino de M arruecos
originó un conflicto sumamente agudo entre ambos países. Pero Inglaterra
apoyó a F rancia, y Alemania tuvo que aceptar los acuerdos de la Confe-
rencia de Algeciras de 1906, favorables a Francia. Poco después, en 1908,
la anexión de Bosnia-Herzegovina por parte de Aust ria-H ungría originó
una virulenta pugna con Rusia, con grave peligro de convertirse en guerra
europea dada la pos ible intervención de los aliados de ambas p otencias.
En 1911, cuando F rancia prácticament e se había apoderado de M arrue-
cos, Alemania trató de impedirlo enviando el cañonero Pantera a las aguas
marroquíes. Pero Inglaterra volvió a apoyar a Francia y Alemania tuvo que
conformarse con la entrega de algunos territorios franceses en el Congo,
con lo que se superó la nueva cris is int ernacional. Entre tanto, Alemania
progresó en su intento de penetración en el imp erio turco, lo que sus citó
JUDQLQTXLHWXGHQ,QJODWHUUD)UDQFLD\5XVLDPLHQWUDV,WDOLD²FRPR\DVH
H[SXV RDQWHULRUPHQWH²DSURYHFKDQGRODULYDOLGDGHQWUHDPERVJUXSRV
atacó a Turquía y se apoderó de los territorios de Tripolitania y Cirenaica.
Por último, en 1912 y 1913, como se ha señalado, dos guerras balcánicas
estremecieron a Europa, pues detrás de los pequeños países de la región
se alzaban las potencias imperialistas divididas en sus respectivos bloques.

Los dos grupos rivales se conformaron definitivamente en ese ambiente de


agudas contradicciones. La Triple A lianza (Alemania, Austria-Hungría e
Italia) había quedado establecida en 1882 para aislar a Rusia y neutralizar
a Francia y sería ratificada post eriormente en varias ocasiones , siendo la

31
última en 1912. En cuanto a la Entente (Inglaterra, Francia y Rusia), surgió
en dos etapas, y en su creación tuvo un papel fundament al Inglaterra, mo-
vida por su crecient e rivalidad comercial y naval con Alemania. En 1904,
Inglaterra y Francia firmaron un acuerdo de alianza, luego de superar su
vieja enemis tad. Para ello Inglaterra reconoció la libertad de actuación de
Francia en M arruecos, al mismo tiempo que le cedió territorios en Senegal
y Nigeria y una esfera de influencia en Siam (actual Tailandia). Francia, por
su parte, se comprometió a no oponerse a los derechos británicos en Egipto,
asunto que había quedado prácticamente resuelto a favor de los ingleses
des pués del llamado incident e de Fachoda en 1898. En 1907, Inglaterra
atrajo a Rus ia, otra eterna rival, al acuerdo anglo-francés, para lo cual le
cedió como esfera de influencia la parte norte de Persia (actual Irán), mien-
tras los rusos acep taban el protectorado británico en Afganistán. La alian-
za así conformada era beneficiosa para las t res potencias y, en caso de
guerra, obligaba a Alemania a combatir en dos frentes s imultáneamente.

Ambos bloques se enfrascaron en una desenfrenada carrera por la suprema-


cía militar, por lo que el período que precedió a la guerra ha sido calificado
como de paz armada. Igualmente se intens ificó la lucha diplomática. Du-
rante las crisis marroquíes de 1905 y 1911, Alemania trató infructuosa-
mente de minar la reciente amist ad anglo-francesa, al mismo t iempo que
realizaba tesoneros esfuerzos para separar a Rusia de sus aliados occiden-
tales . Inglat erra y F rancia, p or su parte, des arrollaron una intensa activi-
dad para arrancar a It alia de la Trip le A lianz a. Simultáneamente, se exa-
cerbaron en gran medida los nacionalis mos. Los gobiernos, con la ay uda
de la mayor parte de la prensa, azuzaban las diferencias entre los pueblos,
mientras presentaban a la guerra que se fraguaba como un acto en defensa
de la patria, que sería breve y victorioso. La campaña en este sentido fue de
tal magnitud que ganó a la mayoría de la población. Incluso en el movi-
miento socialis ta sólo s e alzaron en cont ra de la guerra las voces de los
bolcheviques rusos y de líderes aislados como Karl Liebknecht en Alema-
nia y J ean Jaurés en Francia, quien fue ases inado el 28 de julio de 1914
por un exaltado nacionalista francés. En 1914, ambos bandos se prepara-
ban febrilmente para la guerra y solamente diferían en cuándo comenzarla.

En tan convulso contexto, cualquier incidente podía servir de pretexto para


desencadenar una conflagración y dicho incident e se produjo el 28 de ju-

32
nio de 1914, cuando tuvo lugar el
El riesgo del ultimátum
at entado que le cos tó la vida al
archiduque Francisco Fernando, he- Nadie niega hoy, como nadie
redero del trono austro-húngaro, en dudó entonces, que el ultim á-
la ciudad de Sarajevo, capital de la tum austri aco introduj o no s olo
disp utada región de Bos nia-Herze- la posibilidad de guerra, sino de
govina. El hecho fue aprovechado guerra general. Los est adis tas
de Viena conocían este riesgo, así
por Viena para presentar un inacep- como los estadistas alemanes lo
table ultimátum a Serbia, acusada de habían advertido en las conver-
aus piciar el nacionalismo eslavo en saciones de Berlín a principios
Bosnia. El ultimátum del 23 de julio de julio. Rusia, que se considera-
exigía a Serbia el castigo de todos ba a sí misma como protectora de
los europeos eslavos de los Bal-
los involucrados en el atent ado, la canes, no habrí a permitido que
eliminación de las organizaciones Serbia fuera aplastada ni que se
contrarias a la dominación aust ro- transformase, de un rei no inde-
húngara en Bosnia, el cese de t odo pendiente, en una especie de pro-
tipo de propaganda contra el impe- tectorado de la Doble Monar-
quía. El ultimátum era un reto a
rio dual y la renuncia definitiva a los Rusia. Toda Europa se dio cuen-
territorios eslavos en poder de Aus- ta de que la iniciativa, cargada de
tria-H ungría, entre otras demandas. amenazas, había venido de Aus-
Estas exigencias debían ser cumpli- tria y que no habría sido tomada
das en un p lazo de 48 horas (luego sin la promesa de apoyo dada en
Berlín.
se extendió un poco más) y todo ello
debía hacerse con la fiscalización di- Raymond Aron: Un s igl o de
recta de funcionarios civiles y milita- guerra total, Ed. Ri oplatens e,
res aus tro-húngaros , lo que Serbia Buenos Aires, 1973, p.8.
no acep tó p orque vulneraba su s o-
beranía, aunque estuvo dispuest a a
acceder en otros puntos. Aus tria-Hungría era cons cient e de que con su
act itud provocaría la reacción de Rus ia, pero act uaba con el apoyo de
Alemania, que ya se sentía dispuesta p ara la guerra y no quería dar más
tiemp o de prep aración a sus rivales. El 28 de julio, tras un mes de infruc-
WXRVDVQHJRFLDFLRQHVSDUDSRVSRQHUHOFKRTXH²HPSUHQGLGDVVREUHWRGR
SRU,QJODWHUUD²\GHIHEULOHVSUHS DUDWLYRVILQDOHV$XVWULDOHGHFODUyOD
guerra a Serbia y bombardeó Belgrado. Dos días más tarde, Rusia decretó
la movilización general de sus tropas; y, a pesar del intento de Guillermo II
para que el zar la suspendiera, esta movilización precipitó los acontecimientos.

33
El conflict o, finalmente, estalló el 1 de agost o de 1914, cuando Alemania
le declaró la guerra a Rusia. D os días desp ués, las tropas germanas cruza-
ron la frontera con Luxemburgo, y Alemania le declaró la guerra a Francia.
Al siguient e día, Inglat erra entró en la contienda, con el pret exto de que
Alemania había violado la neutralidad belga, garantizada internacionalmente
por un trat ado de 1839, también rubricado por los alemanes. A medida
que avanzaba la lucha, se fueron sumando las demás grandes potencias y
no pocos países de todos los continentes.

Por sus dimensiones, duración y medios empleados, la sangrienta guerra


que estalló en 1914 no tenía precedentes en la his toria de la humanidad.
Comenz ó como un conflicto europeo y terminó siendo mundial. D urante
más de cuatro años, la movilización alcanzó proporciones hasta entonces
desconocidas. Alrededor de 60 millones de hombres combatieron en tierra,
mar y aire; y la guerra involucró, como nunca antes, a la población civil, que
no sólo debió t rabajar intensamente para abastecer a los combat ient es,
sino que tuvo que sufrir también los efectos de los bombardeos sistemáti-
cos a las ciudades, severas restricciones de los abastecimientos y la mani-
pulación sicológica. El uso de nuevas armas como el fusil automático, la
ametralladora, el lanzallamas, los
gas es asfixiantes, el submarino, así
como el avión y el tanque, aunque Italia cambia de bando
aún muy rudimentarios, imprimieron
a esta guerra un mayor carácter des- Luego de un regateo bochorno-
so entre ambos bandos, por el
tructivo.
Tratado de Londres, de 1915, Ita-
lia abandonó a la Triple Alianza y
Las operaciones militares comenza- se sumó a la Entente, que le pro-
ron a desarrollarse en Europa en tres metió, en caso de triunfo, la en-
frentes : el occident al o franco-bel- trega de los terri torios de Tirol y
ga, el oriental o ruso y el meridional Trentino, Trieste con Istria y sus
islas, Dalmacia, Valona, además
o s erbio. En noviembre de 1914, el de algunas zonas de Turquía y
conflict o se extendió al est recho de colonias alemanas en África. De
los Dardanelos y a M esop otamia, ello It alia recibiría sólo una pe-
debido a la intervención del Imperio queña parte, lo que alimentó en la
posguerra la tesis de la victoria
Otomano como aliado de Alemania
mutilada.
y Austria-Hungría. Dos nuevos fren-
tes surgieron durant e 1915: el aus-
34
tro-italiano, después que Italia entró en la guerra de parte de la Entente, en
mayo de 1915; y el griego o de Salónica, luego que Bulgaria s e adhirió a la
causa de los imperios centrales, en octubre de es e año. Prácticamente
desde el principio de la guerra se combatió también contra Alemania enAsia
y en África, aunque allí la lucha fue breve y menos intensa. En Asia y el
3DFtILFRSDUW LFLSDURQ-DSyQ²TXHVHKDEtDVXPDGRDOD(QW HQWHHOGH
DJRVW RGH²&KLQD\ORVGRPLQLRVEULWiQLFRVGH$XVW UDOLD\1XHYD
Zelanda. En África, las tropas anglo-francesas fueron apoyadas por efecti-
vos sudafricanos y portugueses. De todos estos escenarios los más impor-
tantes fueron los frentes europeos occidental y oriental, pues en ellos se
decidió, de hecho, el curso de los acontecimientos.

De la « guerra relámpago» a l a de pos iciones

Al comenzar la contienda, el Alto M ando alemán operó de acuerdo con el


plan de guerra relámpago, previamente elaborado p or el general Alfred
von Schlieffen, jefe del Es tado M ayor germano desde 1891 has ta 1907.
Según este plan, que pes e a sus años de exist encia se cons ideraba una
obra maestra, el ejércit o rus o necesitaría varias semanas para colocar en
el frente toda su potencia por las dificultades de las vías de comunicación,
lo que permitiría a los alemanes concentrar mayoritariamente sus fuerzas
en el Frente Occidental y obtener la victoria sobre Francia en cuatro o seis
semanas. P osteriormente, en un plazo de igual brevedad, se aplastaría al
enemigo en el Frente Oriental, que mientras tanto podría ser contenido por
los aus tro-húngaros. La guerra debía concluir ant es de la llegada del in-
vierno. Se calculaba que en tan corto período Inglat erra (afectada ent on-
ces por violentas luchas sociales y el problema irlandés ) no podría organi-
zar un eficaz ejército terrestre, lo que limitaría considerablemente su
actuación.

Inicialmente pareció que el Plan Schlieffen se cumplía con todo éxito. El


grues o de las tropas alemanas , arrollando a las tropas belgas , francesas y
a la pequeña Fuerz a Exp edicionaria Británica, logró penet rar p rofunda-
mente en Francia, y a principios de septiembre, al llegar hasta el río M arne,
se situó a menos de 50 kilómetros de París. La caída de la capital francesa

35
parecía tan inminent e que el gobierno galo huyó a Burdeos. Sin embargo,
una vez que una p arte de los alemanes había cruzado el río, los franceses
contraatacaron con gran fuerza y finalmente los hicieron retroceder. En la
encarnizada y sangrienta bat alla del M arne, acontecida del 6 al 9 de s ep-
tiembre, se enfrentaron unos dos millones de hombres de ambos bandos.
Este choque represent ó el fracaso de la «guerra relámpago» y el paso a la
guerra de trincheras o posiciones.

Con s us acciones en el Frente Oriental, los rusos contribuyeron not able-


mente a la victoria francesa en el M arne. Contrariament e a los cálculos de
Alemania, el ejército ruso se movilizó con rapidez y hacia fines de agosto y
principios de septiembre, a solicitud del mando francés, penetró en Prusia
Oriental y desplegó una ofensiva contra los austríacos en Polonia. Alema-
nia se vio obligada a tras ladar tropas del occidente p ara hacer frente a la
potente embestida rusa. Tras algunos éxitos iniciales, los rusos fueron derro-
tados en la batalla de Tannenberg, en la que perdieron más de medio mi-
llón de efectivos, pero con sus acciones habían logrado debilitar la fuerza
del ataque alemán en el M arne y facilitado la victoria aliada.

De tal manera, a fines de 1914, cuando según los pronósticos alemanes


debía haber concluido el conflicto, se vislumbraba una guerra prolongada,
de posiciones, en la que se impondría inevitablemente la parte que demos-
trara poseer mayor pot encial militar y económico. Los Es tados mayores
se vieron obligados a cambiar sus planes de operaciones, y los gobiernos
tuvieron que adopt ar un rígido control de la economía para garantizar el
incremento de las producciones militares (cuyas reservas se habían agota-
do) y, en general, el abastecimiento a los soldados y a la población civil.
Los gobiernos se dotaron también de poderes extraordinarios, relegando
la vida parlamentaria allí donde existía.

Al concluir el primer año de guerra, en el Oeste, ambos bandos se encontra-


ban atrincherados en sendas líneas, que se extendían a lo largo de 800 kiló-
metros, desde Suiza hasta el M ar del Norte. Estabilizados los frentes, du-
rante los dos años posteriores se desarrollaron sangrientos combates, con el
objetivo de desgastar la resistencia enemiga y conseguir la penetración deci-
siva. Entre estas batallas se destacan la de Verdún, emprendida por los ale-
manes, y la del Somme, iniciada por los aliados, que se prolongaron desde

36
/DJ XHUUDGH SRVLFLR QHV²GHWULQFKHU DV²IXHODWyQLF DGHOIU HQWHRFF LGHQWDOHQHOSU LPHU
conflicto mundial. P or ello, al lado de las gr andes y largas bat allas que tuvieron lugar, se
señalan las líneas que indican las var iaciones de los frentes a lo l argo de los cua tro años
que duró la contienda.

febrero hast a noviembre de 1916. En ellas perecieron cerca de 2 millones


de hombres, pero las posiciones de los contrincantes apenas fueron modi-
ficadas. Aquellas terribles jornadas fueron inmortalizadas por el célebre
escritor Erich M aria Remarque en su famosa novela Sin nov edad en el
frente, en laque reflejó sus propias vivencias como soldado alemán.

Aunque algunos encuentros ocurridos en los años anteriores habían


preludiado el cambio de s igno de la lucha, la batalla de Verdún acabó de

37
En el frente ori ental, jun to a los é xitos inic iales de l os rusos, provocados por la ra pidez
de la movilizaci ón que sorp rendió a lo s Imperios Centrales, las batall as de Tann enberg
y Lag os Mazuria nos decid ieron la lucha en favor de l os aleman es, que fu eron avan zando
sus posicio nes de la forma que s e señal a en el mapa, a excep ción de l peque ño prog reso
eslavo determinad o por la ofensiva de Brusilov en 1916.

perfilar con toda exactitud cuánto había variado la técnica militar. Verdún
mostró la cara t ét rica del nuevo tipo de guerra. Allí se concedió, p or
primera vez, un pap el primordial a la art illería, que fue utilizada mas iva-
mente. Se trataba de «ablandar» al enemigo con el machaqueo intens ivo
y des truct or de obuses y cañones en un reducido esp acio del frent e.
Cuando se juzgaba que no podía exist ir ni sombra de res istencia, se daba

38
Serbia sufrió pronto laocupación de su territorio por partede los Imperios Centrales,que más
tarde se extendió aRumania. En el Imperio Turco, frente a un avance inicial de los rusos, que
conquistaron totalmente Armenia, los Imperios Centrales larecuperaron al derrumbarse el
zarismo. En cambio,los aliados lograron un lento pero sustancial progreso en el Oriente Medio
partiendo de Mesopotamia.

a la infantería la orden de avance. El frent e s e adelantaba, en efect o,


unos kilómetros, p ero a las pocas horas, o a los pocos días, sobrevenía
la reacción, el contraataque, que empleaba los mismos mét odos, y t odo
volvía, más o menos , a la s ituación ant erior, p ero con un elevadísimo
saldo de víct imas.

La guerra de trincheras en el Frente Oriental no fue menos sangrienta. Las


operaciones emprendidas por los rus os en 1915 y 1916, con el objet ivo
de aliviar la p resión germano-austríaca en los frentes francés e it aliano,
terminaron en un estruendoso fracaso. Sólo en la ofensiva del general Alexei
Brusilov, en junio de 1916, que hiz o retroceder a los austrohúngaros y
obligó a los germanos a fort alecer sus tropas en el frente, facilitando con
ello la iniciat iva aliada en el Somme, s e contabilizaron alrededor de un

39
millón de bajas , en su mayoría de
Matanza por los dardanelos
rus os. Los rusos fueron detenidos,
A lo largo de 1915 se libró en la
pero los alemanes no pudieron p e-
península t urca de Galípoli una netrar indefinidamente en el espacio
de las más sangrientas batallas de continent al de Rusia y sacarla de la
la guerra. La lucha por el con- lucha, como se había propuesto el
trol de los Dardanelos conclu- mariscal Paul von Hindenburg, jefe
yó con la reti rada de la Entente
y l e valió a Mu stafá Kemal, el
de las fuerzas alemanas. Sin embargo,
futuro Ataturk, el título de «Hé- tras aquellos desastres se incrementó
roe de Anafart a». All í murieron el repudio a la guerra en Rusia, pre-
medio mil lón de hombres de sagiando la tempestad revolucionaria
ambos bandos. de 1917.

La guerra en el frente oriental se de- La primera línea


sarrolló con grandes pérdidas huma-
nas en las acciones militares, pero tam- Los obuses caen en torno a
bién tuvieron lugar actos de barbarie Bouaré, de Lardin y de mí. Se aca-
ba final mente por concebir esta
inusitados contra la población civil, el caí da perpetua de l os obuses,
más espectacular de ellos fue el exter- pero nuestra imaginación y nues-
minio del pueblo armenio. Con el pre- tros sentidos no estaban hechos
texto de la participación de armenios todavía a su medida, no estaban
en el ejército ruso y las acciones de en su punto. Eso es una cosa que
requiere su tiempo. Ahora, esta-
guerrillas de esa nacionalidad contra mos realmente allí. Cuando nos
las fuerzas turcas, en junio de 1915 arriesgamos a hacer un movi-
el gobierno turco ordenó la elimina- miento, nuestro cuerpo se des-
ción de todos los armenios, incluyen- pega de l a tierra con rui do moja-
do mujeres, niños y ancianos. El ase- do; cuando un obús silba más
cerca, uno se encoge más aún
sinato de cerca de un millón de sobre sí mismo y se res pira más
armenios, según diversos cálculos, y fuerte cuando ya ha explotado.
la dispersión del rest o, ha quedado Hemos perdido la noci ón del
como uno de los rasgos más s angui- tiempo: el cielo, por encima de
narios de est a guerra y como ejem- nosotros, permanece inmutable-
mente gri s entre los dos terraple-
plo elocuente de la implicación de la nes de arcilla.
población civil en un conflicto en el
que s e traspas aron con facilidad los Maurice Genevois: Les Eparges
límites militares convencionales.

40
Las primeras trinche ras ten ían un c arácter sumamen te primi tivo. C onsistía n en simples
excav aciones d efendidas por saco s terreros o con al ambradas que apena s superab an la
altura de un hombre . P osteriormente se creó una verdade ra técnica q ue llegó inc luso al
tendid o de vías férreas qu e enlazaba n las de p rimera lín ea con las de retagu radia.

Nunca los hombres habían tenido que soportar tan duras circunstancias como
los combatientes de esta guerra, sobre todo a partir del momento en que los
frentes se estabilizaron. Inmóviles en las líneas avanzadas, en trincheras más
o menos profundas, expuestos sin protección alguna no sólo a los bombar-
deos y a los golpes de mano sino también al frío y a la lluvia, mal abasteci-
dos, devorados por los piojos, víctimas del sueño, los soldados vivían hun-
didos en el barro. En los sectores agit ados, el combatiente se hallaba
constant emente en tens ión nerviosa. El riesgo de muerte acechaba todo el
tiempo.

Después de dos años de guerra, los sufrimientos y el peligro habían influi-


do sobre el combatiente, que no tardaría en ser muy dis tinto al hombre de
1914. Todavía seguía desplegando un es fuerzo sobrehumano, pero había
perdido t odas s us ilus iones. A s u entusias mo inicial había seguido una
amarga resignación, fruto de las decepciones s ufridas, de la hostilidad

41
que le inspiraban las leyendas difun-
didas p or la prensa y p or aquellos
que querían continuar la guerra a su
cos ta; así como por el cans ancio y
por el sentimiento de que tantos sa-
crificios eran inútiles.

La situación en la retaguardia no era


menos penosa. La población civil, in-
La artil lería fue un ar ma mu y emp leada en
el tran scurso de la guerra. Su misión
cluyendo mujeres, ancianos y niños,
esencial consistía en desalojar a los
debía trabajar int ensament e para
adversarios de las trincheras mediante un
abastecer a los frentes, bajo la ame-
reite rado ataq ue que, a veces, d uraba
seman as. Cuando se supon ía que no podía
naza const ante de feroces bombar-
quedar ningún enemigo , se daba la orden de
deos y sometida a un riguroso ra-
que la infan tería av anzara a través del
cionamiento de los p roductos de
paisaje lunar que lo s buses y la s balas
habían creado.
primera necesidad. En la medida que
se fue dilatando la lucha, el hambre
y la falta de higiene provocaron el surgimiento de epidemias con el corres-
pondient e incremento de la mort alidad, lo que afectó a los sectores más
vulnerables, particularmente a niños y ancianos.

Tentati vas de paz

A finales de 1916, el desánimo en los frentes, que afectaba a ambos bandos,


así como las crecientes dificultades en las retaguardias, determinaron la rea-
lización de ciertas gestiones de paz, en las que participaron, principalmente,
las grandes pot encias beligerantes y los Estados Unidos. Iniciaron es tas
tentativas Alemania y Austria-Hungría, quienes el 12 de diciembre comuni-
caban a las potencias aliadas, y a todo el mundo en general, la disp osición
de entablar negociaciones. La nota, divulgada por Alemania a nombre de
sus aliados, estaba redactada en tono todavía jactancioso, resultante de los
éxitos logrados en los frentes balcánico y ruso durante ese año.

Casi simultáneamente, el 21 de ese mismo mes de diciembre, el presidente


norteamericano, Woodrow Wilson, remitía un documento a los p aíses be-
ligerantes en el que, tras una declaración de principios de carácter idealis-
42
ta, solicitaba de los mismos que indicarán en qué condiciones podían llegar
a s entarse ante una mes a de negociaciones para buscar una solución que
pusiera fin a la contienda. El llamamiento de Wilson es taba dirigido tam-
bién a los países neutrales. Los gobiernos de España y Suiza contestaron
afirmat ivamente a la nota de Wilson, aunque el primero aclaró que s ólo
participaría cuando las negociaciones tomaran un curso positivo. El Vati-
cano se s umó también al llamamiento del mandatario estadounidense.

Las potencias de la Entente res pondieron a las referidas ges tiones es ta-
bleciendo las s iguientes condiciones para un pos ible acuerdo: restaura-
ción de Bélgica; restitución a Francia de las p rovincias de A lsacia y
Lorena; devolución de la integridad de Serbia y M ontenegro; aplicación
del principio de las nacionalidades, lo que s uponía la entrega a Italia de
los territorios irredentos en posesión
de Austria-Hungría, y la liberación de
checos, eslovacos y eslavos meridio-
nales; expulsión de Turquía de Euro-
pa e independencia de los pueblos

En e l mes de agosto de 1914 , pocos días


despué s de estall ar la guerr a, fue elev ado al
P ontificado, Giacomo della Chiesa, que
tomó el n ombre de Be nedic to XV. Su
actu ación s e encaminó a p oner fi n al
con flicto y, da do que no le fue p osible , a
remediar la triste situaci ón de los Woodrow Wilson (1856-1924).
perju dicados por el mismo. P reside nte de los EE .UU. de 1913 a 1921.

43
colocados bajo su soberanía. La Entent e, s in embargo, no hablaba p ara
nada de la res tauración de Polonia, p orque Rusia se negaba a incluir esta
mención aunque fuera grata a sus aliados occident ales.

La posición de la Entente, entonces alineada con la política brit ánica del


Knock-out blow, formulada por el recién est renado primer ministro Lloyd
George, fue rechaz ada ens eguida por Alemania y sus aliados, que enton-
ces se sentían en una posición ventajosa. De tal manera, los deseos de paz
exp resados a finales de 1916 ±UHDOHVRILQJLGRV²TXHGDURQHQODVGHFOD
raciones y no llevaron a ningún resultado positivo.

El crucial año de 1 917

M ientras continuaba la guerra de trincheras, el año 1917 se caracterizó


por tres acontecimientos que tendrían enorme influencia en la evolución
pos terior del conflicto y en su desenlace: la int ervención de los Estados
Unidos en la guerra, la retirada de Rusia, después de la revolución, y una
profunda crisis provocada por el cans ancio y la agitación en los frentes.

La política de neutralidad estadounidense, proclamada al comenzar la con-


tienda, quedó modificada cuando Alemania anunció, en enero de 1917,
que a partir del 1 de febrero de ese año recurriría a la guerra submarina sin
restricciones contra la flota aliada y todas las embarcaciones con destino a
puertos ingleses y franceses. Los expertos civiles y militares alemanes ha-
bían calculado que esta estrategia provocaría la derrota de Inglat erra en
seis meses y poco después el colapso de la Entente. Tal perspectiva repre-
sentaba un serio peligro para el capital nort eamericano, que mantenía in-
tensos vínculos comerciales y financieros con los países de la Entente, par-
ticularmente con Inglaterra y Francia, que le adeudaban sumas colosales.
Fue en definitiva esta amenaza la que det erminó la enérgica reacción del
presidente Thomas W. Wilson y su declaración de guerra a Alemania, el 6
de abril de 1917. Al demócrata Wilson, vigésimo octavo presidente norte-
americano, se le atribuye históricamente una buena dosis de idealismo en
su actuación, pero bajo ese sup uesto idealismo se hallaba, sin dudas, un
genuino representante del capitalismo de su país.

44
Con la intervención de los Estados
El Telegrama Zimmermann
Unidos, se incrementaron los efecti-
vos y todo el potencial militar de la Muchos historiadores, particular-
Ent ente. La Fuerz a Expedicionaria mente norteamericanos, han aduci-
Estadounidense (FEE), comandada do que otro motivo para el abando-
por el general J ohn Pershing, el in- no de la neutralidad fue al famoso
vas or de M éxico en 1916, se fue «telegrama Zimmermann», en el
que el mi nistro del exterior ale-
incrementando con el paso del tiem- mán proponía a México que se
po y contaba al final de la guerra con sumara a la causa germana a cam-
cas i dos millones de combat ient es. bio de apoyo para recuperar los
A ello hay que añadir la ent rada en territorios arrebatados a di cho
combate de nuevas y más podero- país por l os Estados Unidos,
cuando Alemania concluyera vic-
sas naves y armas de todo tipo. Pero toriosam ente la guerra. Fue éste
tan o más importante aún fue el apor- un hecho ampliamente explota-
te financiero norteamericano a Gran do por l as autoridades y que in-
Bretaña, Francia, Italia, Bélgica, Ru- fluyó en la opinión públi ca, pero
sia, Rumania, Serbia y Grecia, que as- de ninguna manera determinante
en la actitud del gobierno, que
cendió a unos 10 mil millones de dó- conocía que la proposición ale-
lares (más de 70 mil millones de mana no tendría consecuencias
dólares actuales), concedidos en algunas.
préstamos de Estado a Estado, con
un 5 % de interés.

La entrada de los Estados Unidos en la cont ienda, que inclinó la balanza a


favor de la Entente, representó también la incorporación de Latinoamérica
a la misma. Después de la gran potencia del Norte, le declararon la guerra a
los imperios centrales Brasil, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Nicara-
gua, Panamá y Cuba; mientras Bolivia, Ecuador, Perú, Uruguay y República
Dominicana rompieron sus relaciones diplomáticas con aquellos países. Los
demás Est ados del área se declararon neutrales. Sin embargo, América La-
tina no tuvo una participación directa en el conflicto; más bien su actitud
representó un acto de solidaridad con el poderoso vecino, con un efecto
sobre todo de carácter psicológico. A la postre, la guerra conduciría a una
mayor penetración norteamericana en la región.

Y mientras los Estados Unidos se prep araban para intervenir en la guerra,


en Rusia se desencadenaba la t orment a revolucionaria, acelerada por los

45
sufrimientos del prolongado conflict o, que era p ercibido, cada día más,
como algo totalmente ajeno a los int eres es de las grandes mayorías. Las
revoluciones rusas de 1917, que est udiaremos más adelante, provocaron
la caída del régimen zarista de Nicolás II y condujeron finalmente al triunfo
de los bolcheviques , quienes en pocas semanas sacaron al país de la ma-
tanza imperialista, cumpliendo así lo prometido a las masas en su programa
de lucha por el poder.

Los acontecimientos revolucionarios de Rusia contribuyeron a profundizar


el clima de descontento e irritación que se extendió por los frentes y reta-
guardias, en la medida que s e hacía más larga y encarnizada la contienda.
La situación fue part icularmente crítica en Alemania y A ustria-Hungría.
Cierto es que durant e 1917 los llamados imp erios centrales mantuvieron
sus posiciones e incluso lograron algunos éxitos contra rumanos, italianos
y frances es, s obre t odo después del cese de las operaciones en el Frente
Oriental, pero en ambos casos habían llegado al límite de sus posibilida-
des . El cansancio y las privaciones s e acentuaban por día y provocaban
numerosas y masivas huelgas obreras, al tiempo que los actos de insubor-
dinación y los motines en las unidades militares eran frecuentes. La amena-
za de la revolución se cernía sobre los dos imperios.

La agit ación afectó también a los países de la Entent e. En Francia, des-


pués de las fracasadas ofensivas de la primavera y el verano, que costaron
la vida a más de 60 mil hombres , el general Henri P hilippe Pétain, por
ent onces jefe del ejército francés, t uvo que acudir a severas medidas, in-
cluido el fusilamiento en masa, para contener las rebeliones de soldados y
oficiales, mientras que en Italia, país que sufrió sucesivos descalabros des-
de que s e incorporó al conflict o y t erminó el año 1917 con la ap lastante
GHUURWDGH&DSRUHWWR²UHIOHMDGDSRU(UQHVW+HPLQJZD\HQVXQRYHODAdiós
a ODV DUPDV², la guerra era tan impopular, que las autoridades tuvieron
que organiz ar camp os de concentración para internar a miles de civiles y
combatientes inconformes.

Así las cos as, a fines de 1917, luego de tres años y medio de matanz as,
privaciones y sacrificios, era evidente el rechaz o mayoritario a la guerra.
En el movimiento socialista, donde al principio sólo el reducido grupo de la
izquierda asumió una posición contra la guerra, se generalizó el rechazo a

46
continuarla y se apoy ó la demanda
Los socialistas y la guerra
bolchevique de una paz sin anexio-
nes ni indemnizaciones. El sentimien- En las conferenci as s ocialist as
to antibelicista s e extendió también celebradas en las ciudades sui-
a otras fuerzas políticas e incluso lle- zas de Zimmerwald y Ki enthal,
gó hast a la Iglesia Cat ólica, s i bien en septiem bre de 1915 y mayo
los llamados del Papa Benedicto XV, de 1916, respectivament e, s ólo
la izquierda asumió una acti tud
aunque al p arecer s inceros, bus ca- consecuentement e anti bel ici s-
ban romp er el aislamiento del Vati- ta. En ellas se des tacó la figura
cano y, sobre t odo, neutralizar el de Vladi mir I. Lenin, quien abo-
protagonismo pacifista de los socia- gó por rechazar toda colabora-
lis tas. Las invocaciones de los go- ci ón con l os gobiernos y por
emprender acci ones de t odo
bernant es a la unión sagrada para ti po para transformar la guerra
salvar a la Patria y otras por el estilo en revoluci ón.
ya no eran escuchadas y aceptadas
por todos . Se había roto definitiva-
mente el consenso de 1914, cuando la propaganda chovinista y patriotera
de los gobiernos y su promesa de una guerra corta y victoriosa terminaron
por contagiar a amplias masas . La realidad de una guerra que sólo benefi-
ciaba los intereses de grupos ávidos de riquezas y conquistas, había termi-
nado por generar condiciones revolucionarias , que continuarían profun-
dizándose en 1918 y en los años posteriores.

La guerra en el mar y el ai re

Hasta la p rimavera de 1916, la lucha marít ima en la s uperficie fue muy


limit ada. Alemania no quiso arriesgar su moderna pero p equeña flot a,
frent e a la evidente sup erioridad naval de los ingleses. Has ta es e mo-
mento, la guerra en el mar s e concretó al bloqueo impuesto a los imp e-
rios cent rales p or la marina inglesa y a las operaciones de res puesta de
los submarinos alemanes contra las naves con dest ino a los países alia-
dos, particularmente a las islas británicas. Los submarinos most raron una
gran act ividad y no sólo at acaron barcos mercantes , s ino t ambién a
transportes de pasajeros. Tal fue el caso del trasat lántico inglés Lusitania,
hundido el 7 de mayo de 1915, casi a la entrada del puerto de Queenstown,

47
a la alt ura del cabo K insale. El trasatlántico llevaba 1 276 pas ajeros,
118 de los cuales eran norteamericanos, lo que motivó una vigorosa protes-
ta de los Estados Unidos. Un segundo hundimiento de un barco de p asa-
jeros , el del Ar abic, el 19 de agost o del propio año, desencadenó una
oleada de reclamaciones y condujo a la decis ión de suspender los at a-
ques de los s ubmarinos en pleno océano, aunque se mantuvo el bloqueo
de las costas inglesas . La interrupción de los at aques s ubmarinos en la
profundidad oceánica se prolongó por un año y favoreció, en buena me-
dida, el avit uallamiento de los aliados.

Ahora bien, en may o de 1916, cada vez más urgida de romper el bloqueo
por la necesidad de suministros, Alemania resolvió sacar hacia alta mar los
barcos hast a entonces abrigados en sus bases del M ar del Norte. La ac-
ción, coincidente con la ofensiva germana en Verdún, fue det ectada ense-
guida p or los ingleses, que se propusieron aprovechar la ocasión para eli-
minar a la escuadra alemana como factor de importancia en la guerra. El
encuentro se produjo finalmente en J utlandia, Dinamarca, donde el 31 de
mayo y el 1 de junio se enfrentaron 93 unidades germanas con 142 ingle-
sas. La batalla terminó con imp ortantes pérdidas en ambos bandos, pero
los barcos alemanes que sobrevivieron tuvieron que retirarse ante la per-
secución enemiga. La escuadra alemana quedó definitivamente encerrada
en sus bases hasta el final de la guerra, lo que supus o un evidente respiro
para la Gran Bretaña.

La cons ecuencia más sobresaliente de la batalla de J utlandia est ribó en


que, convencida Alemania de la imposibilidad de una victoria naval de su-
perficie, endureció la guerra submarina, que se intens ificó a partir del 1 de
febrero de 1917, cuando Berlín declaró que no haría discriminación entre
barcos mercantes aliados o neut rales , siempre que és tos se dirigieran a
puertos de los aliados. A partir de entonces , no habría avisos previos y
serían atacados y hundidos sin ninguna clase de cont emplaciones todos
aquellos barcos que fueran localizados en el área que se juzgaba de guerra.
La guerra submarina sin restricciones, que como ya hemos dicho precipitó
la entrada de los Estados Unidos en el conflicto, no resolvió el crítico pro-
blema de los abas tecimientos de los imperios centrales. Por el contrario,
des de entonces s e recrudeció el bloqueo marítimo a estos y con él la ca-
rencia de todo tipo de mercancías.

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En cuanto a la guerra en el aire, los esfuerzos por des arrollarla t uvieron
res ultados limitados debido a las característ icas del material con que se
contaba, particularmente en los p rimeros años de la contienda. Los pe-
queños aviones (aeroplanos) que existían entonces alcanzaban apenas
los 1 000 met ros de altura y volaban a poca velocidad, p or lo que p o-
dían ser abatidos con relativa facilidad. Ello explica que, al p rincipio, la
aviación era empleada básicamente en funciones de «espionaje», es de-
cir, para comunicar la situación de las fuerz as enemigas o los movimien-
tos de tropas.

Al comenzar la guerra, los alemanes p usieron grandes esperanzas en la


act uación de los dirigibles, aparato que había ideado el conde F erdinand
von Zeppelin, de ahí su nombre. Se juzgaba que la mayor rapidez con que
se elevaban estos aparatos les hacía menos vulnerables, al mismo t iempo
que su mayor capacidad permitía transportar una apreciable carga de bom-
bas, que podrían ser lanzadas en el frente y, sobre todo, en la retaguardia,
con el objetivo de quebrant ar la moral de la población. Los zep pelines
realizaron los primeros bombardeos a Londres, París y otras ciudades,
pero estas acciones no arrojaron a la postre los resultados esp erados . Al
contrario de lo que se pensaba, los z eppelines resultaron muy vulnerables
y se acabó des istiendo de su empleo.

A partir de 1917, sin embargo, la aviación había alcanzado un cierto grado


de perfeccionamiento. Para entonces, se construían naves de mayor en-
vergadura, capaces de alcanzar más altura que los primeros aeroplanos.
En esas circunstancias, de la función de «espionaje» a que se dedicó en los
dos primeros años, la aviación p asó a tomar parte en las batallas . En el
caso de los aviones alemanes, uno de los p rincipales objetivos persegui-
dos era el ataque a los carros de combate que, cada vez en mayor número,
ponían en línea los aliados, part icularmente los ingles es. El bombardeo a
las ciudades continuó siendo también un objetivo important e. Con t odo,
debe señalarse que la aviación nunca llegó a desempeñar un papel decisivo
en la guerra.

49
El año final

A comienzo de 1918, los alemanes decidieron realiz ar un esfuerzo supre-


mo para romper las líneas aliadas en el Frente Occidental y llegar a P arís,
lo que a su juicio sería definitivo. Con este propósito, se incrementaron los
efectivos con fuerz as t rasladadas del Es te y se pidió a los soldados un
último sacrificio para volver a casa con la victoria. Así las cosas, en cuatro
grandes ofensivas, desarrolladas sucesivamente desde marzo hasta julio,
con un altísimo cos to humano y material, los alemanes lograron quebrar la
res istencia enemiga en un s ector de 60 kilómetros y avanzaron hasta el
M arne, a corta distancia de la capital gala, donde debieron det enerse por
el agotamiento y la falta de reservas suficientes. En aquellos combates el
mando alemán, encabezado por el general Ludendorff, utilizó más de 6 000
cañones y unos 3 000 morteros, además de la aviación y de un nuevo tipo
de gas, la iperit a o gas most aza.

Por su part e, t ras un moment o de desconcierto, los aliados crearon un


mando único, bajo la dirección del general francés Ferdinand Foch, p ara
coordinar mejor sus acciones, y solicitaron a los Estados Unidos un incre-
mento sustancial en el ap orte de hombres y armamentos. Se sumaron a la
lucha nuevas divisiones norteamericanas, dotadas del más moderno mate-
rial de guerra, bien aliment adas y poseídas de una moral de vict oria. Ello
les permitió a los aliados pasar pronto a la contraofensiva y derrotar a las
fuerzas alemanas en la segunda batalla del M arne, librada del 15 de julio al
4 de agosto. Fue una batalla breve, pero extraordinariamente sangrienta y
decisiva, en la que las bajas fueron cuantiosas, particularmente las germanas.
Alemania recibió un golp e del que ya no p udo reponerse mat erial y
sicológicamente. A partir de ese momento, los aliados tomaron la iniciativa
en todo el Frente Occidental y siguieron en esa dirección hasta que con-
cluyó el conflicto.

M ientras tanto, la situación en los demás frentes resultaba también desfa-


vorable para la causa germana. En oct ubre, Bulgaria y Turquía salieron de
la guerra, des pués de s er vencidas en los Balcanes y en el Próximo O rien-
te, respectivamente. Los aliados obtuvieron la victoria definitiva en el fren-
te italiano cuando derrotaron a los austríacos en la batalla de Vittorio Veneto,
librada del 24 de octubre al 3 de noviembre. El p ropio día 3 A ustria-

50
Hungría firmaba el armisticio con Italia. Agotado por el esfuerzo bélico y
sacudido por la revolución, el viejo y carcomido imperio Austro-Húngaro
se vino abajo, dando lugar al surgimiento de cuatro nuevos Estados : Aus-
tria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia.

Al comenz ar el otoño, el declive de Alemania era muy claro. Sus fuerzas


armadas estaban totalmente desmoralizadas y la agitación revolucionaria
se extendía por todo el país . El alt o mando milit ar, a través del propio
mariscal Hindenburg, reconocía en octubre que no había posibilidad algu-
na de resistencia. Un mes más tarde, el 11 de noviembre, Alemania firma-
ba el armist icio del bosque de Compiegne, en las cercanías de París, que
la obligaba a abandonar los territorios ocupados y a desarmarse para evi-
tar la reanudación de las hostilidades en caso de desacuerdo con el trata-
do de paz que vendría después. Dos días antes había triunfado la revolu-
ción en Berlín y se había proclamado la República, con un gobierno presidido
por el socialdemócrata Friedrich Ebert. El emperador Guillermo II se refu-
giaba en Holanda, desde donde posteriormente rehuiría cualquier respon-
sabilidad en lo acontecido, actitud as umida también por el belicoso e irres-
ponsable príncipe heredero. El Alto M ando alemán, por su parte, achacaría
el desastre a la situación en la retaguardia, acuñando la tesis de la «puñala-
da p or la espalda».

La guerra en Áfri ca y el Pacífico

Los territorios africanos colonizados por los alemanes eran Togo, Camerún,
el África Suroccidental Alemana (actual Namibia) y el África Oriental Ale-
mana (hoy Ruanda, Burundi y parte de Tanzania). Al comenzar la guerra
en Europa, una fuerza anglo-frances a tomó posesión de Togo y poco des-
pués invadieron a Camerún, donde la resistencia germana fue quebrada a
principios de 1916. El África Suroccident al Alemana fue conquistado en-
tre septiembre de 1914 y julio de 1915 por tropas de la Unión Surafricana
(actual República de Sudáfrica). M ayor resistencia ofreció el África Oriental
Alemana, la más importante de las posesiones germanas en el mal llamado
continente negro. Los primeros ataques emprendidos por las fuerzas ingle-
sas e indias, a fines de 1914, fueron rechazados por las trop as del general

51
Paul von Lettow-Vorbeck. Sin embargo, en 1916 los aliados (británicos,
surafricanos y portugueses) ocuparon la mayor p arte de la colonia. Las
tropas alemanas se replegaron, pero invadieron el África portuguesa, don-
de resist ieron hasta el cese de la lucha en Europa.

En lo concernient e a la región del Pacífico, una fuerza neozelandesa con-


quistó la z ona alemana de Samoa, en agos to de 1914; mientras tropas
aus tralianas ocup aron los archip iélagos alemanes de Bismarck y Nueva
Guinea, en sept iembre de ese mis mo año. Por su parte, en noviembre de
1914, Japón se apoderó de la fortaleza de Q ingdao, puerto alemán situa-
do en la provincia china de Shandong, y tomó posesión de las islas M arshall,
M arianas y Carolinas; así como del archipiélago de Palau. Japón ap rove-
chó la guerra y la situación particular de China, dividida en dos partes
(Norte y Sur) enfrentadas en medio de un espantoso caos provocado por
los llamados «señores de la guerra», para incrementar la intervención en
aquel país. As imismo, fortaleció su dominio en la península coreana, que
controlaba desde el fin de la guerra rus o-jap ones a de 1904-1905.

Con el cese de las op eraciones bélicas, en noviembre de 1918, s e cerraba


el capítulo militar de una guerra que involucró a 32 países y se prolongó
durante cuatro años, tres meses y cat orce días. La contienda ocasionó
poco más de 37 millones de bajas ent re muertos , heridos y mutilados; así
como incalculables p érdidas materiales de todo tipo. La población civil
aportó unas 10 millones de bajas, s egún est imados oficiales . Una parte
apreciable de las bajas civiles se debieron al hambre y las enfermedades,
incluyendo la gran epidemia de gri-
pe o «influenza» de 1918, que afec-
La gripe de 1918 tó a casi toda Europa. A ello hay que
añadir los masivos desplazamientos
La famosa «influenza» de 1918 se co- humanos provocados por el conflic-
noce ilógicamente como «fiebre es- to, que totalizaron casi tres millones
pañola» , pues penetró en España de personas. Europa central y orien-
después que en otros muchos paí-
ses. Por otra parte, invest igaciones
tal, pero s obre todo los países de-
posteriores determinaron que se ori- rrot ados, quedaron p rofundamente
ginó en l os Estados Unidos, desde condicionados por los problemas de
donde se trasl adó a Europa. reinserción de est as masas de seres
des arraigados, a las que se unieron
52
El mapa e xplica con sufic iente claridad el acierto de deno minación mundial aplicada al gran conflicto de 191 4-1918. Salvo se is países
53

de E uropa, y pocos más en los rest antes c ontinent es, poc os Esta dos se s alvaron de vers e impli cados e n la gue rra.
los miles de soldados vuelt os del frente que hallaron, en t odos los p aíses,
múltiples dificultades para adaptarse a la paz. Para provocar tales calami-
dades, los países beligerant es habían empleado algo más de 186 mil millo-
nes de dólares, más de 900 mil millones al valor act ual.

La Conferencia de París

Los tratados que pusieron oficialmente fin a la P rimera Guerra M undial


fueron acordados en la Conferencia de París, que se desarrolló desde el
28 de enero hast a el 26 de junio de 1919. En la conferencia participaron
las 28 naciones que habían combatido al lado de la Entente. Alemania y
sus aliados no fueron invitados. Tampoco fue admitida la Rusia Soviética,
a pesar del papel sumamente destacado del ejército ruso en las operacio-
nes militares. P or el contrario, la reunión fue utilizada p ara organizar la
int ervención de las grandes pot encias en la lucha contra el joven Est ado
soviético, que por entonces enfrentaba a la contrarrevolución interna en
una sangrienta lucha.

Aunque a la conferencia as istió un numeroso grupo de países, todas las


decisiones fueron tomadas por los Es tados U nidos, Inglaterra y Francia,
representadas por el pres idente Wilson, y los primeros ministros D avid
Lloyd George y Georges Clemenceau. El plenario de la conferencia s ólo
se reunía p ara escuchar y s ancionar lo que los tres grandes acordaban.
Pero entre ellos surgieron enseguida serias divergencias acerca de nume-
rosos problemas, resultado de los intereses, muchas veces contrapuestos,
que los mismos defendían, lo que determinó la excesiva prolongación de
las negociaciones. F inalment e, sin embargo, lograron poners e de acuerdo
aunque sólo fuera de forma temporal.

Hay que señalar que, teóricamente, las negociaciones debían desarrollarse


a partir de los famosos Catorce Puntos formulados por el Presidente Wilson,
el 8 de enero de 1918, como bas e para una paz supues tamente firme y
duradera. A sí fue aceptado inicialmente por las demás potencias aliadas,
pero en la práctica aquellos puntos fueron desechados casi totalmente. Ni
Inglaterra ni Francia estaban dispuestas a considerar s iquiera muchos de
los puntos incluidos en la propuesta de Wilson, en particular aquellos que
54
/RVFXDWUR© JUDQGHVª DOLDGRVGHOD,*XHUUD0XQGLDO²GHL]TXLHUGDDGHUHFKD
Lloyd George (Gran Bretaña), Orlando (Italia), Clemenceau (Francia)
\:LOVRQ (VWDGRV8QLGRV ²VHUHXQLHURQHQ9HUVDOOHVSDUDHODERUDUHOTXHKDVLGR
calificado d e « diktat» que pretendió restablecer la paz en el mundo, y cuya ineficacia se hizo
patente al estallar la segunda conflagración vein te años después.

El 1 8 de en ero de 1919 s e inici ó en P arís la Confer encia de P az que ter minó c on la firma
del Tratado de Versalle s. Los al emanes no fueron admitidos en las c onversaci ones.

55
se referían al respeto a las distintas nacionalidades y a la aut odetermina-
ción de los p ueblos, que chocaban con s us pretensiones en Europa y con
sus intenciones de fortalecer sus respectivos imperios coloniales. En tono
de burla Clemenceau decía que Wilson se creía superior a Dios, pues éste
se conformó con 10 mandamientos y Wilson estableció 14. A la pos tre, el
mandatario nort eamericano, que había llegado a P arís con la aureola del
gran vencedor, tuvo que ceder en la mayoría de los asuntos.

Los tratados de paz

Por las condiciones del Trat ado de Versalles , firmado en el Salón de los
Espejos del P alacio de Versalles, el 28 de junio de 1919, Alemania reinte-
gró a Francia los t errit orios de A lsacia y Lorena, que le había arrebat ado
en la guerra de 1871. Además, F rancia obtuvo por 15 años el control de la
región carbonífera del Sarre. Se incorporaron a Bélgica los distritos de
Eup en y M almedy y a Dinamarca el Schlewing sept entrional. Alemania
debió reconocer la independencia de Polonia y le entregó Poznan y varias
regiones de Silesia y de Pomerania, mientras la zona de Gdans k se regiría
por un estatuto internacional, quedando separada Prusia Oriental del resto
del t erritorio germano mediante un corredor o pasillo, lo que creó un per-
manente foco de tensión entre ambos países. Alemania debió reconocer
también la independencia de Checoslovaquia y cederle la región de
Hultschin. El tratado dejó establecida la prohibición de una futura anexión
de Aus tria a Alemania.

El caso de Polonia, reconstituida con El revanchismo francés


tierras bajo dominio austro-húnga-
Francia exi gió que el tratado
ro, ruso y alemán, merece un comen-
fuera firmado preci samente en
tario adicional. A dicho país se le el mism o si tio donde los fran-
concedía una salida al mar a través ceses debi eron aceptar las con-
del «pasillo polaco» que, como ya diciones im pues tas por Alem a-
se ha dicho, at raves aba y dividía a nia como resultado de la derrota
de 1871. Para que la humillación
Alemania, pero no se le daba el puer-
fuera m ayor, se escogió la fe-
to correspondiente, Danzing, que cha del 28 de junio, aniversario
quedaba bajo control int ernacional. del atentado de Sarajevo.
Est a lament able solución dejó des-
56
contentos a los dos países. AAlemania, porque ésta quedó en la extraña
situación de que para trasladarse de una parte a otra de su territorio había
que pas ar p or un Es tado ext ranjero. A P olonia, porque la salida al mar
suponía, como es natural, un buen puerto, pero dadas las condiciones del
mar Báltico no exis tía otro que Danzing, con lo que se obligó a los polacos
a la construcción de un nuevo puert o, Gdynia, que costó mucho tiempo y
dinero poner en funcionamiento.

Alemania perdió todas sus colonias y el derecho de poseerlas en el futuro.


Inglaterra y Francia se repartieron Togo y Camerún. Las pos esiones ale-
manas de África Suroccident al y Oriental pas aron a Inglaterra, Bélgica,
Unión Sudafricana y Portugal. En el Pacífico, el Jap ón obtuvo las is las
M arshall, M arianas y Carolinas, la región de Kiao-Chow y las concesio-
nes alemanas en Shantung, China. Otras colonias de Alemania en el P ací-
fico pasaron a Australia y Nueva Zelanda. Los Es tados Unidos quedaron
inconformes con es ta distribución, pues afectaba sus p retensiones de su-
premacía en la zona. Ello conduciría a la revisión efectuada en Washing-
ton, a fines de 1921 y principios de 1922, que inclinó la balanza a favor de
Norteamérica, lo que Jap ón acept ó de mala gana. Todas las pos esiones
alemanas, al igual que las de Turquía, fueron entregadas en calidad de man-
datos de la Sociedad de Naciones, con el supuesto objetivo de prepararlas
para la independencia, pero en la práctica el cambio sólo fue de dueños.

Los artículos militares del Tratado de Versalles limitaron las fuerzas arma-
das de A lemania a cien mil hombres, los neces arios supuestamente p ara
cuidar el orden interior, y prohibieron instaurar el servicio militar. Queda-
ron sup rimidas la flota de guerra, la artillería pesada y la aviación de com-
bat e. Los p uert os marít imos y los ríos del p aís quedaban abiertos a las
naves de las potencias aliadas. Por otra parte, Alemania debía s uministrar
a los aliados, durante diez años, grandes cantidades de carbón, ganado y
otros productos, y se comprometía a pagar una indemnización (fijada poste-
riormente) de 132 mil millones de marcos oro en calidad de reparaciones de
guerra, más 5 mil millones adicionales para Bélgica.

Para garantizar el cumplimiento del t ratado por parte de Alemania se esta-


bleció la ocupación aliada de la orilla izquierda del Rhin por un lapso de quince
años. La orilla derecha debía quedar desmilitarizada en una profundidad de

57
50 kilómetros. Durante las negocia-
EE.UU. y la Liga
ciones del t ratado, Clemenceau exi-
El Congreso norteamericano se
gió separar estas zonas de Alemania
opuso al Artículo X del Estatuto y crear en ellas uno o más Estados
de la Liga, que establecía la obliga- tapones (que evidentemente estarían
ción de los miembros a respetar la supeditados a Francia), argumentan-
independencia de todos los Esta- do para ello la garantía de la futura
dos, y desautorizó la gestión de
Wilson, al que censuró por haber
s eguridad frances a. Pero Lloy d
hecho concesiones y cont raído George (con el apoyo de Wilson),
compromisos inaceptables para los que no quería una Francia muy for-
Estados Unidos. talecida por temor a su absoluta he-
gemonía en Europa, se opuso enér-
gicamente a est as pretensiones y el
Primer M inistro galo tuvo que ceder y acept ar, aunque con reticencias, la
fórmula defendida por sus aliados.

El tratado de Versalles dio vida a la Sociedad de N aciones, en cuya crea-


ción se emp eñó tesoneramente el pres idente Wilson, al punto de hacer
concesiones en otros asuntos. La Sociedad de Naciones p roclamó el pro-
pósito de garantizar la paz y la seguridad internacional y otros altos y no-
bles objetivos. Sin embargo, la ausencia de los Estados Unidos, cuyo con-
greso no ratificó el Tratado de Vers alles, así como de la URSS y de
Alemania, que no fueron aceptadas durant e un largo período, limitó sus
pos ibilidades. Cont rolada p or Inglat erra y F rancia, la Sociedad tendría
una actuación débil y a veces cómplice frente a las agresiones fascistas que
condujeron a la Segunda Guerra M undial. M ención aparte merece el siste-
ma de mandatos establecido p or la Sociedad de Naciones , según el cual
las antiguas posiciones alemanas y turcas eran entregadas a varias potencias
por considerar que las poblaciones de las mismas carecían de madurez para
autogobernarse. Fue un intento mal disimulado para perpetuar el colonialis-
mo, lo que afectó el prestigio de la organización desde sus propios inicios.

La paz de Versalles fue s everamente enjuiciada por sus contemporáneos.


Vladimir I. Lenin la calificó como «una paz de bandidos, de rapiña»; mien-
tras que John M . Keynes, quien fue miembro de la delegación británica en
la Conferencia de P arís , la consideró como una «paz cartaginesa», alu-
diendo a las crueles condiciones imp uest as p or Roma a Cartago. Y no

58
P alacio cons truido en Ginebra para sede de la Liga de la s Naciones.

podía ser de otra manera t ratán-


Control anglo-francés dose de una paz imp erialist a. Sin
duda alguna, Alemania hubies e
El control int ernacional que se
atribuía a la Liga sobre los man- procedido de forma similar de ha-
dat os fue una ficción, pri ncipal- ber res ultado vencedora. A sí lo
mente por l a hegemonía brit á- confirma la p az que impuso a Ru-
ni ca en la organi zación y la sia en Brest-Litovsk, en marz o de
coinci denci a frances a en es te
as unto. Londres hizo admit ir
1918. El T ratado de Versalles re-
com o mi embros plenos a sus pres ent ó una p esada carga para el
dom inios de Canadá, Austral ia, pueblo alemán y provocó en él un
Nuev a Zel anda y la Uni ón profundo s ent imient o de humilla-
Sudáfricana y hasta la «India
ción, así como un des contento ge-
Británica» , lo que le daba seis
vot os. Se l as arregló, adem ás, neraliz ado, fact ores que fueron
para que un ingl és , si r Eric aprovechados por el fascismo p ara
Drummond, ocupara l a secret a- aliment ar el revanchismo y condu-
rí a general por 14 años. cir al p aís a una nueva mat anza
veinte años después.
59
Los trat ados con Aust ria (Saint
Negociadores ignorantes
G ermain), Hungría (Trianón) y
Sobre la precisión de límites y so- Bulgaria (Neuilly), firmados entre
bre la ignorancia de los negocia- 1919 y 1920, concluyeron la rees-
dores , se refiere que hubo una tructuración de Europa Central y
larga dis cusión acerca del repar- Orient al siguiendo el doble objetivo
to de las ciudades de P resburgo
y Bratisl ava, hasta que un enten-
de acentuar la debilidad alemana y
dido en geografía aclaró que am- contrarres tar la influencia soviética.
bas ciudades eran la misma, la ca- Austria y Hungría quedaron reduci-
pit al de Esl ovaquia, s ólo que das a sus dimensiones actuales y con
designadas con el nombre ger-
tierras bajo su anterior dominio se
mano (Presburgo) o eslavo (Bra-
tislava). formaron Yugoslavia, mediante la
unión de eslovenos , croatas, monte-
negrinos y ot ras minorías alrededor
del reino de Serbia; y Checoslovaquia, que unió la z ona industrial checa
(Bohemia y M oravia) y la región agraria eslovaca.Ambos Estados no tenían
precedentes históricos, resultando, en la práctica, creaciones artificiales fa-
vorecidas por la Entente, particularmente por Francia, que procuraba forta-
lecer sus aliados en la zona. Rumania fue muy beneficiada y duplicó su ex-
tensión a costa de tierras húngaras (Transilvania), búlgaras (una parte de la
Dobrudja) y bajo dominio ruso (Besarabia), convirtiéndose en un extenso
conglomerado multinacional. Con territorios del antiguo Imperio Austro-
Húngaro y de Bulgaria se beneficiaron también Grecia (que privó a Bulgaria
de su salida al mar Egeo y extendió sus límites hasta Turquía), la renacida
Polonia e Italia, aunque esta última no quedó satisfecha con lo recibido del
otrora imperio dual, por cons iderar que era inferior a lo prometido. En lo
adelante, las rivalidades fronterizas y étnico-religiosas, a menudo azuzadas
por las grandes potencias imperialistas en función de sus intereses, convirtie-
ron esta región europea en un peligroso foco de tensión.

Finalmente, el tratado con Turquía (Sevres 1920) refrendó la desintegra-


ción del Imperio O tomano y la distribución de sus posesiones. Inglaterra
se quedó con M es opotamia y Palestina y obtuvo el control de los es tre-
chos del M ar Negro. Francia debió conformars e con Siria y Líbano. A
Grecia se le concedieron la Tracia oriental con Gallipoli, las islas egeas
(salvo Rodas) y la región de Esmirna y a Italia Rodas y las is las del

60
Europ a antes y despué s de Ver salles. En los a spectos t erritori al y pol ítico, e n 1919 h a nacido otra Eu ropa.
61
Dodecanes o, que nuevament e la dejaron inconforme. Fue un t ípico re-
parto imperialista que sentó las bases para futuros conflictos ent re los
propios ocupantes y ent re éstos y los pueblos de la región, incluido el
pueblo t urco, que enseguida se agrupó en t orno al movimiento naciona-
lista de M us tafá Kemal, para exigir con las armas la ret irada extranjera
de las t ierras pobladas por turcos y la modificación del es tatuto sobre
los estrechos, que limitaba cons iderablemente la soberanía e indepen-
dencia de la nueva Turquía.

Los acuerdos que pusieron fin a la guerra modificaron el mapa europeo y


mundial. Cuatro grandes imperios fueron disueltos y en su lugar surgieron
varios países. Importantes cambios se produjeron en el mundo colonial.
En Rusia triunfó una Revolución Socialista, que proyectó su influencia más
allá de sus fronteras, pese al esfuerzo mancomunado para destruirla. Euro-
pa salió de la guerra más dividida que antes y muy debilitada por el esfuer-
zo bélico, las destrucciones y las conmociones sociales. La guerra supuso
para ella la pérdida de su hegemonía mundial y el inicio de numerosos
conflictos, debidos no sólo a la rivalidad entre vencidos y vencedores, sino
también a las discrep ancias entre los mismos vencedores. Los acuerdos
de paz, por su prop ia naturaleza, contenían el germen de una nueva guerra
generalizada. Aquellos acuerdos representaron solamente un breve e ines-
table armisticio de 20 años, aunque sus promot ores se ufanaban de haber
construido una paz de siglos, como la de Westfalia, en 1648, que puso fin
a la Guerra de los 30 Años, o la pact ada en el Congreso de Viena, en 1815,
que reordenó la Europa p osnapoleónica.

62
Fig uras importantes de l a Primera Guerra Mundial

Berchtold, Leopoldo (1863-1942). Primer M inistro austriaco en 1914


y uno de los inst igadores de la guerra por su política antis erbia.

Bethmann-Hollwe gTheobald von (1856-1921). Canciller alemán de


1909 a 1917. Furibundo guerreris ta, se hizo famos o por haber
calificado de «papel mojado» la garantía de neutralidad dada por
Alemania a Bélgica.

Bru silov, Alexe i (1853-1926). G eneral ruso con dest acada partici-
pación en la guerra. Tras la revolución, se unió al Ejército Rojo y
participó en la guerra civil.

Cadorna, Lu igi (1858-1928). G eneral italiano que dirigió los ejérci-


tos de s u país hasta el desastre de Caporetto, en 1917, cuando
fue sustituido por el también general Armando Diaz.

Carlos I de Austria y IV de Hungría (1887-1922). Sucesor de su


tío-abuelo Francisco José, en 1916. Fue una figura gris práctica-
mente dependiente del emperador alemán.

Cleme nceau, Georges (1841-1929). Primer M inistro francés a par-


tir de 1917. Por su energía se le dio el sobrenombre de «el Ti-
gre». Se caract eriz ó por su odio a Alemania y desempeñó un
papel decis ivo en la elaboración de los tratados de paz.

Enver Bajá (1881-1922). General turco. Comandante en Jefe del Ejér-


cito, M inistro de Defensa y dictador virtual. Al término de la gue-
rra, marchó a Rusia a combatir a los bolcheviques y allí murió el
4 de agost o de 1922.

Fal kenh ayn, Eri ch von (1861-1922). General alemán, sucesor de


Von M oltke en el mando del frente occidental en 1914. Fue sus-
tituido tras la derrota de Verdún, en 1916.

63
Francis co Fe rnan do de Habsburgo (1863-1914). Sobrino del em-
perador de Austria-Hungría Francisco José y heredero del impe-
rio. Fue as esinado junto a s u es posa, Sofia Chotek, el 28 de
junio de 1914, en Sarajevo, hecho que fue utilizado como p re-
texto para el inicio de la guerra.

Grey, Edward. (1862-1933). M inis tro del Exterior de Inglaterra des-


de 1905 hasta 1916. Fue el promotor de la Triple Ent ente y un
defensor de la guerra contra Alemania.

Gui llermo II (1859-1941). Kaiser (Emp erador) de Alemania desde


1888 hasta 1918. H ombre mediocre política y diplomáticamen-
te, fue uno de los principales responsables del estallido de la gue-
rra. Abdicó forzadamente en 1918 y se refugió en Holanda, don-
de vivió en el más completo aislamiento hasta su muerte.

Guillermo de Hohenzollern (1882-1951). Príncipe heredero de Ale-


mania, hijo primogénito de Guillermo II. Su act itud belicos a e
irresponsable contribuyó al desencadenamiento de la guerra. Fue
jefe de un grupo de ejércitos en el frente occidental, aunque siem-
pre se mantuvo alejado de los combates.

Hindenburg, Paul von (1847-1934). M ariscal alemán. Dirigió los ejér-


citos del frente oriental, donde venció a los rusos en la bat alla de
Tannenberg, en 1914. Posteriormente y hasta el fin de la guerra,
tuvo alt as responsabilidades en el mando alemán.

Jellicoe, John (1859-1935). Almirante inglés que dirigió la escuadra en


la gran batalla naval de Jutlandia, en 1916. Ese mismo año sustitu-
yó al almirante Beatty como Primer Lord del Almirantazgo.

Joffre, Jose ph (1852-1931). M ariscal francés que comandó las t ro-


pas de su país al comienzo de la guerra y detuvo a los alemanes
en la primera batalla del M arne. Rencillas internas determinaron
su destitución y en 1917 marchó a los Estados Unidos como ins-
tructor de las tropas que s e preparaban para marchar a Europa.

64
Lawren ce, Thomas Edward (1888-1935). Llamado «Lawrence de
Arabia» fue un arqueólogo y escritor que colaboró con el servi-
cio de inteligencia de los ingles es durant e la guerra. Tuvo un pa-
pel des tacado en el levantamiento de los árabes contra los t ur-
cos, que rememoró en Los siete pilares de la s abiduría.

Ludendorff, Erich (1865-1937). General alemán, colaborador de


Hindenburg en la batalla de Tannenberg y sucesor de Falkenhayn
como jefe del frente occidental después del desastre de Verdún.

Ll oyd George, Davi d (1863-1945). P olít ico liberal inglés, sucesor


de A squith como primer ministro a partir de 1916. Desempeñó
un importante papel en la elaboración de los t ratados de p az,
procurando neutralizar las reivindicaciones de Francia en Europa
para evitar la hegemonía francesa, al mismo tiempo que defendió
con intransigencia las pretensiones inglesas en el mundo colonial.

Nicolás II (1868-1917). Zar de Rusia desde 1894 a 1917, cuando abdi-


có tras el estallido de la revolución de febrero. Hombre débil y do-
minado por las camarillas palaciegas, aplastó sin contemplaciones
hasta la más mínima demanda de libertad y condujo a Rusia a la
guerra imperialista. Durante el conflicto cometió varios errores que
le costaron muy caro al ejército y al pueblo ruso. Fue ejecutado
junto a la familia real en julio de 1918, en plena guerra civil en Rusia.

Pershing, John Joseph (1860-1948). General norteamericano, jefe de


las fuerzas expedicionarias de su país en Europa, a partir de la
entrada de los Estados Unidos en la guerra. Dirigió la invasión es-
tadounidense a M éxico en 1916.

Pétain, Henri Philippe (1856-1951). M ariscal francés que se hizo


famoso por su vict oria en la batalla de Verdún, en 1916.

Pilsudski , Jozef (1867-1935). Político conservador y militar polaco.


Estuvo al mando de fuerzas de su país en el ejército austriaco y
proclamó la independencia de Polonia en 1918.

65
Princip, Gavrilo (1894-1918). Nacionalista serbio, autor direct o del
atent ado de Sarajevo, que sirvió de pretexto a los imperios cen-
trales p ara desencadenar la guerra.

S chee r, Reinh ard (1863-1928). A lmirante alemán, jefe de la armada


desde 1916 y partidario de la confrontación marítima con Inglaterra.
Comandó la flota alemana en la batalla de Jutlandia, la única im-
portante durante la guerra.

S mu ts, Jan Christiaan(1870-1950). Polít ico y militar de la U nión


Sudafricana. Dirigió las fuerzas aliadas que se apoderaron del
África del Suroeste alemana durante la guerra. Part icip ó en la
Conferencia de P arís.

Wilson, Woodrow (1856-1924). Profesor de Historia, Derecho y Cien-


cias Polít icas en la univers idad de Princeton. Presidente demó-
crata de los Es tados Unidos ent re 1912 y 1920. A pesar del
idealismo que se le atribuye a su pensamiento y acción, no vaciló
en llevar a su país a la guerra para proteger los intereses del
capitalismo norteamericano. Ese mismo espíritu práctico lo había
puesto de manifiest o cuando ordenó la invasión a M éxico, en
1914. Fue el autor de los famosos Catorce Puntos, en 1918, que
res ultaron inop erantes en las negociaciones de los trat ados de
paz, pero le valieron el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz
en 1919.

66
Breve cronologí a de la Primera Guerra Mundi al

1914

28 de jun. Atent ado que cost ó la vida al archiduque Francisco F ernan-


do, heredero del trono aus tro-húngaro.

23 de jul. Ultimátum de Austria-Hungría a Serbia.

28 de jul. Declaración de guerra de Aus tria-Hungría a Serbia y bom-


bardeo de Belgrado.

30 de jul. Rus ia decreta la movilización general.

31 de jul. Un fanático nacionalist a asesina en P arís al líder socialista


Jean Jaurés , por s u lucha contra la guerra.

1 agos . Alemania le declara la guerra a Rusia

3 agos . Alemania le declara la guerra a Francia e invade a Bélgica


violando su neutralidad.

4 agos . Inglaterra le declara la guerra a A lemania.

6 agos . Declaraciones de guerra de Serbia a Alemania y de A ustria-


Hungría a Rusia.

11-12 agos. Declaraciones de guerra de Francia e Inglaterra a Aus tria-


Hungría.

20 agos. Los alemanes entran en Bruselas y la ocupan.

23-30 agos . Batalla de Tannenberg, donde s on derrotados los rusos.

30 agos . Los alemanes ocupan A miens, tras las batallas de Namur y


Mons.

67
5-12 s ept. Primera bat alla del M arne. Los alemanes son rechazados.
Fracasa el plan de guerra Relámpago.

28 sept. 30 oct. Alemanes y austriacos se disputan Varsovia con los


rusos , con éxitos y fracasos de ambas partes.

5 nov. Rusia, Inglaterra y Francia declaran la guerra a T urquía, t ras


bombardeo de O dess a.

2-14 dic. Austriacos y serbios se disputan Belgrado.

1915

30 ene. Primer ataque submarino alemán.

22 abr. Los alemanes emplean, por primera vez, los gases asfixiantes.

7 de may. Hundimiento del Trasatlántico de pasajeros Lusitania.

24 may. Italia entra en la guerra de parte de la Entente, tras firmar el


acuerdo de Londres.

1 jun. Primer ataque aéreo a Londres por un zepp elín.

5 agos . Las tropas alemanas ent ran a Vars ovia.

6 agos. Los alemanes ocupan Brest-Litovsk, después de vencer a los


rusos en diferentes Batallas.

6 sept. Bulgaria se incorpora a la guerra junto a los imperios centrales


y Turquía.

22 sept.-8 oct. Bat allas de Chanpagne y de Loos, en el O ccident e, y


de Tarnopol, en el frente Oriental.

10 oct.-10 dic. Tercera y cuarta batallas de Is onzo, con grandes pér-


didas de ambos bandos.

68
1916

8 ene. Tras acumular medio millón de muertos , los aliados se retiran


vencidos de los Dardanelos (Galípoli).

19 ene. Comienza la ofensiva rusa en Galitzia.

27 ene. Se funda el grupo socialis ta de izquierda alemán Esp artaco,


que lucha contra la guerra imperialista.

29 ene. Primer ataque aéreo a París por un Zeppelin.

21 feb.-16 dic. Batalla de Verdún, una de las más sangrientas de la


guerra.

11 marz-6 agos . Quinta y sexta batallas de Isonzo.

24 abr. Rebelión del «Sinn Fein», en Dublín, Irlanda, contra los británicos.

25 abr. El ejércit o inglés del general Townshend se rinde ante los tur-
cos en Kutal-Amara, M esopotamia.

4 jun-15 agos. Exitosa ofensiva rusa de Brusilov, pero a costa de gran-


des pérdidas.

9 jun. Inicio del levant amiento árabe contra Turquía.

1 jul- 8 nov. Sangrienta bat alla del Somme.

27 agos . Rumania se incorpora a la guerra junto a los aliados de la


Entente.

16 oct. Los aliados ocup an Atenas.

29 oct.-7 dic. Ofensiva rusa en los Cárpat os.

6 dic. Los alemanes t oman Bucarest.

15-17 dic. Ofensiva francesa en el M euse.

69
1917

31 ene. Anuncia Alemania inicio de guerra submarina ilimitada.

1 feb.-30 jun. Los submarinos alemanes hunden 4 600 000 toneladas


de buques de todo t ipo.

3 feb. Los Estados Unidos rompen relaciones con Alemania.

23 feb. Derrota turca en M esopotamia, poco después los ingleses to-


man Bagdad.

8-16 marz . Revolución en Rusia y abdicación del zar Nicolás II.

6 abr. Los Estados U nidos declaran la guerra a Alemania.

20 may. Aplastados sangrientamente graves motines antibélicos en el


ejército francés.

28 jun. Llegada de las primeras tropas norteamericanas a Francia.

19 jul. Se inicia contraofensiva alemana en el frente ruso.

31 jul-10 nov. Tercera batalla de Ypres

20 agos .-15 dic. Segunda batalla de Verdún.

24 oct. Hundimiento del frente it aliano en Caporetto. G randes mani-


festaciones antibélicas en el país.

7 nov. Triunfo de la revolución bolchevique en Rusia.

7 nov. Los ingleses t oman Gaza y poco des pués Jerus alén.

5 dic. Se firma un armisticio entre Rusia y Alemania. Rusia sale de la gue-


rra.

70
1918

8 ene. Se dan a conocer los Catorce Puntos de Wilson como base


para la paz.

ene-feb. M as ivas huelgas contra la guerra en Viena y Berlín.

16 feb. Los alemanes reanudan la guerra contra Rusia y ocupan nuevos


territorios.

3 marz. Se firma la paz de Brest-Litovsk , que impuso duras condiciones


a Rusia.

8 abr. Los japoneses toman Vladivostok e inician su avance en Siberia.

21 marz . Se inicia la segunda batalla del Somme.

23 m arz-10 abr. Estonia, Letonia y Lituania se declaran independien-


tes.

12 abr-13 jun. Sucesivas ofensivas alemanas rompen el frente aliado y


llegan al M arne, cerca de París.

15 jul-4 agos. Segunda batalla del M arne. Alemania sufre una derrota
decisiva.

4 sept.-15 oct. Retirada alemana en el frente occident al.

19 sept. Hundimiento del frente t urco en P alestina, toma de Damasco


en once días.

29 sept. Bulgaria firma el armisticio con los aliados.

20 oct. Alemania suspende la guerra submarina.

30 oct. Turquía firma el armisticio con los aliados en M udros.

71
30 oct.-3 nov. Victoria it aliana en Vittorio Vénet o. A ustria firma el
armisticio con los aliados.

31 oct. Estalla la revolución enAustria-Hungría y el imperio se viene abajo.

1 nov. Las tropas anglo-francesas ocupan Constantinopla.

9 nov. Triunfa la revolución en Alemania y se proclama la república. El


Kaiser huye a Holanda.

11 nov. Se firma el armisticio de Copiegne entre Alemania y los alia-


dos. Termina la guerra.

1919

28 ene. Se inicia la conferencia de paz en París, que decidió los trata-


dos que se imp ondrían a los vencidos.

72
RUS IA EN REVOLUCIÓN

El proceso revolucionario que s e inició en el imperio zarist a en 1905 y


culminó en 1917, constit uye uno de los fenómenos más importantes del
siglo XX. La transformación fue grandios a. Un imperio mas todóntico, go-
bernado por un autócrata, s e transformó en república federal socialis ta;
una sociedad de campesinos empobrecidos se elevó a la condición de
gran potencia industrial. Al representar la p rimera experiencia de revolu-
ción social, se convirtió en foco de atracción para millones de p ersonas de
todo el mundo y en fuente de inspiración para los revolucionarios de la
centuria. M iles de libros y varias generaciones de historiadores, politólogos,
economist as, sociólogos y ensayistas s e han ocupado del gran aconteci-
miento y lo han interpretado a partir de sus concepciones políticas y filosó-
ficas.

Para los estudiosos no marxistas , con algunas excepciones, el cambio fue


algo casual, fortuito y lo interpretan como un golpe de fortuna para unos
revolucionarios profesionales que aprovecharon las circunstancias propi-
cias de la Primera Guerra M undial, o como el resultado fatal de los errores
del zarismo, un sistema político que permanecía de espaldas a la marcha del
mundo. No han faltado incluso quienes lo han considerado un accidente de
la historia, algo que interrumpió la «evolución natural» del país y que nunca
debió ocurrir. Los hechos, s in embargo, parecen confirmar la tes is marxis-
ta acerca de que la transformación operada en Rusia fue el lógico resulta-
do del desarrollo de los acont ecimient os a fines del siglo XIX y principios
del XX.

Al comenzar el s iglo XX Rusia era el mayor Estado del mundo. Poseía una
extens ión de 22 millones de kilómetros cuadrados y una población
multiétnica cercana a los 150 millones de habit antes. Era un gigante, pero
con pies de barro. Atraso y modernidad se combinaban en el multinacional
conglomerado, dando lugar a una comp leja madeja de agudas contradic-
ciones económicas, políticas , sociales y nacionales, que según la conocida
exp resión de Vladimir I. Lenin, hacían del país el eslabón más débil de la
cadena de dominación imperialista.

73
El desarrollo industrial de Rusia, tar-
Los socialistas rusos dío pero muy rápido, originó el sur-
gimiento del capitalismo monopolis-
El Partido Obrero Socialdemócra-
ta Ruso surgió en 1898 para unir ta hacia principios del siglo, al igual
a todos los grupos socialistas del que ocurrió por entonces en las de-
país, pero en 1903 se di vidió en más grandes potencias de la época.
dos tendencias: la menchevique Pero a diferencia de la may oría de
(minoría), partidaria del revisio- ést as, Rusia seguía siendo un p aís
nismo euroccidental, y la bolche-
vique (mayoría), fiel al legado re- predominant emente campesino y
volucionari o del marxism o. A atrasado, debido a que las transfor-
partir de 1912, ambas tendencias maciones democrático-burguesas ini-
se transformaron en partidos in- ciadas con las reformas de 1861 no
dependient es. se habían llevado hasta el fin. De tal
manera, junto a la gran producción
capitalis ta, el moderno proletariado
y el avance científico-t écnico y cultural en los grandes centros urbanos,
coexistía una agricult ura con fuertes reminiscencias feudales y una aldea
sumida en la mayor ignorancia, así como un anacrónico régimen autocrático,
basado en el predominio de la noblez a terrat eniente, que ahogaba en san-
gre la más mínima pretensión de libertad.

Estas particularidades del imperialismo ruso condicionaron una complica-


da situación política y social. La mayoría de la población estaba interesada
en modificar el orden establecido, aunque no todos los sectores coincidían en
cómo hacerlo y en cuanto a los objetivos a alcanz ar. La burguesía liberal
tenía un estrecho vínculo con el zarismo, cuya protección necesitaba para
explotar despiadadamente a los trabajadores y para defenderse de los com-
petidores extranjeros, pero aspiraba a ciertos cambios que le permit ieran
participar en el gobierno. El proletariado, por su parte, luchaba resuelta-
mente contra la explotación capitalista y el podrido régimen del zarismo. El
proletariado ruso era pequeño numéricamente, pero muy concentrado y
aguerrido, y para fines del siglo XIX había formado su propia organización
política: El P artido Obrero Socialdemócrata Ruso. El campesinado, que
representaba el 80 % de la población del país y estaba sometido a la doble
explotación de terratenientes y capitalistas (los primeros eran dueños de la
tierra y los segundos controlaban el mercado), se incorporaba masiva-
mente a la lucha contra las reminiscencias de la servidumbre y por el dere-

74
cho a la tierra, aunque de forma menos organizada y consciente que el
proletariado. Con part icular fuerza se rebelaban los pueblos no rusos del
multinacional Estado, víctimas de la más cruel opresión, razón por la que
a Rus ia se calificaba como una verdadera cárcel de pueblos.

Todo el des cont ento acumulado en el país condujo a la Revolución de


1905 a 1907, acelerada por la guerra ruso-japonesa (1904-1905), guerra
imp erialist a por el predominio en el Lejano Oriente, que terminó con la
derrot a de Rusia. El oleaje revolucionario se extendió rápidamente a todo
el país, incluyendo a una parte del ejército y la flota. Un ejemplo de ello fue
la sublevación de un sector de la flot a, episodio inmortalizado por Serguei
Eisenstein en su famosa película El acor azado Potenkin. Pero a part ir de
diciembre de 1905, tras la derrota de la ins urrección de M oscú, la intensi-
dad de la lucha comenzó a decaer y para mediados de 1907 la revolución
había sido sofocada. La derrota se debió, s obre t odo, a la falta de organi-
zación y de unidad de las fuerzas revolucionarias, aunque también influyó
la ap arente posición conciliatoria del zar Nicolás II, que en su manifiesto
del 17 de octubre de 1905 p rometió la convocatoria de una Duma (parla-
mento) por elección popular, lo que
sep aró a la burguesía de la revolu-
ción (sólo aspiraba a una monarquía La guerra ruso-japonesa
const itucional) y la convirt ió en
una fuerz a contrarrevolucionaria. Después de sofocar, junto a otras
Igualmente se promet ió la realiz a- potencias, la sublevación de los
ción de reformas en el campo, con bóxer en China (1900), Rusia no
el fin de neutralizar al movimiento se retiró de la Manchuria, territo-
rio ambi cionado también por Ja-
camp esino. Pront o se comprobaría pón. En 1904, luego de asegurar-
la fals edad de tales promes as. La se el apoyo de Inglaterra, con el
Duma no fue más que una ficción de Tratado de 1902, la flot a nipona
parlamento (las tres primeras fueron atacó a la escuadra rus a en Por
convocadas y clausuradas una tras Arthur. Ello dio inicio a la guerra
ruso-japonesa, que concluyó con la
otra, mientras que la cuarta (1912-17)
humillante derrota de Rusia y con
tuvo una precaria existencia) y las re- la firma de la paz de Portsmouth,
formas en el campo, o sea, el repar- ampliamente ventajosa para el lla-
to de t ierras colectivas y la coloni- mado imperio del Sol Naciente.
zación de la Siberia, beneficiaron

75
únicamente a los campesinos ricos, los llamados kulaks , mientras que la
gran masa campesina continuaba empobreciéndose.

Los grandes y graves problemas que llevaron al país a la revolución no


sólo seguían s in resolverse, sino que se agravaron considerablement e con
la fuerte oleada reaccionaria que s iguió al fracaso de la revolución, lo que
fortaleció al anacrónico régimen absolutista del zarismo. Una nueva y más
profunda crisis era inevitable. Ella llegaría unos años más tarde, en ocasión
de la primera guerra mundial. M ientras tanto, los revolucionarios más lúci-
dos y consecuentes , en particular Lenin y sus s eguidores, sacaron de los
acontecimientos vividos entre 1905 y 1907 lecciones que serían de signifi-
cativa import ancia en 1917. N o por casualidad Lenin calificó a la revolu-
ción de 1905-1907 como un ensayo general de la de 1917.

La aportaci ón teóri ca de Lenin

La revolución rusa de 1917 no hubiera sido pos ible o hubiera sido radical-
mente diferente de no mediar la obra teórica de Lenin sobre el pensamien-
to marxista. Vladimir Ilich Uliánov había nacido el 22 de abril de 1870, en
una p equeña aldea a orillas del Volga. Tenía 17 años cuando fue ejecutado
uno de sus hermanos por participar en un complot contra el zar. Este acon-
tecimiento lo convenció de que había pasado el tiempo de las acciones
individuales y era preciso recurrir a los movimientos de masas. Durante su
época de estudiante en Kazán y en San Petersburgo s e inició en el marxis-
mo y emprendió una act iva propaganda ent re los obreros. Fue fundador
del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y a partir de 1903, cuando éste
se escindió, encabezó la mayoría (bolchevique), que mantuvo una posición
cons ecuent emente revolucionaria. En 1900 t uvo que salir del p aís, luego
de haber permanecido dep ortado en Siberia. Regres ó durante la revolu-
ción de 1905, pero pronto tuvo que volver al extranjero. Durante la guerra
escribió dos obras fundamentales: El im perialism o, fase superior del ca-
pitalism o (1916) y El Estado y la Revolución (1917).

En la primera de ellas, Lenin analizó los cambios exp erimentados por el


capitalismo a partir del último tercio del siglo XIX, y demostró su tránsito a

76
Lenin fue el artífice de la r evolución. E n su persona lidad se au naban el pen sador,
que asimiló y adap tó a la realida d rusa las tes is de M arx; el escrito r atent o a ind icar
corr ectame nte el pulso de ca da momento, el org anizad or y, finalmente, el hombre
de acc ión, capaz de diseña r y dirigi r la batal la por el poder.

la etapa imperialista. Sobre la base de su estudio, formuló un planteamien-


to mundial de las contradicciones del capitalismo y llegó a la conclusión de
que la revolución socialista podía comenzar por un país pobre con cierto
grado de industrialización, con masas obreras , puesto que en los países
desarrollados el capital monopolista, con sus grandes recursos, corrompía
a una parte considerable de la clase obrera y fomentaba el op ortunismo en
sus organizaciones sindicales y políticas, apartándolas de la lucha revolu-
cionaria. Explicaba así la posibilidad de la revolución en Rusia.

En el Estado y la Revolución, Lenin plasmó su concepción de la revolución


rusa como un proceso ininterrumpido que debía transitar de la fase demo-
crático-burgues a a la s ocialista, y señaló que es ta t area sólo podía ser

77
realizada p or la clase obrera en alianza con los campes inos y bajo la con-
ducción de un partido fuertemente cohesionado y disciplinado. Basándose
en la experiencia de la revolución de 1905, Lenin demostró la inconsisten-
cia de la postura menchevique, que solamente aspiraba a transformaciones
democrático-burguesas y otorgaba un papel protagónico a la burguesía en
el proceso revolucionario, argumentando que en la atrasada Rusia no exis-
tían condiciones para el socialismo. En la es trategia leninista de la revolu-
ción, expuesta en este trabajo, no tenían cabida las medias tintas, así como
la aventura y la improvisación. Para Lenin un proceso revolucionario no es
algo fat al o accidental, s ino algo que s e prepara meticulos ament e, como
una guerra.

Est a obra encierra también la teoría de Lenin sobre el Es tado y s obre el


pap el de los s oviets . La revolución proletaria, sost enía Lenin, no puede
llegar a ningún compromiso con la maquinaria estatal del antiguo régimen,
su tarea es des truirla y crear una nueva en interés de la mayoría de la
población. La nueva máquina estatal t endría la misión de organizar la ad-
ministración del país y vencer la resist encia de los antiguos opresores,
mediante la participación de millones de personas. En este sentido, Lenin
atribuyó una importancia decisiva a los soviets, que habían surgido espon-
táneamente durante la revolución de 1905 y que recogían la vieja tradición
de aut oorganización en la antigua comunidad rural rusa. Él vio en ellos no
sólo un valioso instrumento p ara organizar a las masas y llevarlas a la lu-
cha, sino un genuino órgano de poder revolucionario, al estilo de la Comuna
de París. A través de los s oviets, elegidos directamente por las mas as,
éstas se incorporarían al gobierno del país, creándos e así una democracia
mayoritaria y efectiva, superior a la sustentada en el sistema parlamentario
occidental, tan alabado por la s ocialdemocracia europea y sus seguidores
rusos, los mencheviques y los socialistas revolucionarios.

En los años que precedieron a la revolución, fue obra p ersonal de Lenin el


liberar al socialismo rus o del laberinto de cons ideraciones especulativas
que paraliz ó su cap acidad de acción hacia princip ios del siglo XX. Lenin
cens uró el marxismo de los mencheviques (socialdemócratas al estilo oc-
cidental) por el interés que ponían en los aspectos científicos y evolucionistas
de la doctrina de M arx, calificándolo de «individualismo burgués-intelec-

78
tual», sin ningún contenido revolucionario. Su insistencia sobre la necesi-
dad de la organización y la disciplina era por una parte un reflejo de su
determinación de conducir la revolución de la teoría a la práct ica y, p or la
otra, resultado de haber comprobado que en las condiciones de entonces
era inútil pensar en apoderarse del poder «por un simple golpe de mano».
Además, era una respuesta a la situación concreta de Rusia zaris ta, donde
apenas se toleraba el timorato liberalismo de la burguesía, y no podía pros-
perar el marxismo evolucionista y revisionista que iba ganando t erreno en
el O ccidente. Aquí est á la explicación de por qué se separó el s ocialismo
ruso del occidental y p or qué cristalizó en el bolchevismo el desafío revo-
lucionario contra la ideología liberal.

Las revoluci ones de 1 917

Las penalidades de una guerra que p ara Rusia marchaba de mal en peor y
la incapacidad y corrupción de un régimen en el que un bribón como Grigori
Rasputin pudo convertirse en el verdadero poder tras el trono, terminaron
desencadenando una nueva crisis. El movimiento de masas contra la guerra
y la autocracia se fue extendiendo a la mayoría de la población y al ejército
y provocó finalmente el est allido de
la revolución. En sólo cinco días, del
23 al 27 de febrero (8 al 13 de mar- El «Santo» Rasputin
zo por el nuevo calendario) fue de-
Grigori Iefim ovitch R as put in
rribado el zarismo, mediante un mo-
(1871-1916). M onje-curandero
vimiento de huelgas que devino que se hacía llamar Santo. Logró
insurrección armada. Los obreros y una gran ascendencia s obre la
familia real, haciendo creer que
podía curar al hijo del zar, que pa-
Los calendarios rusos. decía de hemofilia. Llegó a tener
un poder ilimitado durante varios
El calendario Juliano, que estu- años. Por sus consejos se nom-
vo vigente en Rusia has ta el 31 braban y sustituían ministros y
de enero de 1918, tenía 13 días de t odos bus caban s us favores .
diferenci a con relación al calen- Murió asesinado por un aristó-
dario Gregoriano, usado en el
crata en diciembre de 1916.
mundo occidental.

79
soldados insurrectos (agrupados en los
El Partido Socialista soviets) pudieron haber tomado el po-
Revolucionario
der directamente, pero el Soviet más
El Partido Social ista Revoluciona- importante, el de Petrogrado (como
rio (eserista) surgió en 1902 y refle- pasó a llamarse San Petersburgo des-
jaba en sus concepciones una amal- de el comienzo de la guerra), es taba
gama eclécti ca de l as ideas del influido mayoritariamente por los
populismo ruso y del revisionismo mencheviques y los socialistas-revo-
euroccidental . Contaba con una
gran influenci a en el campo.
lucionarios (eseristas), debido a la
debilidad de los bolcheviques, muy
perseguidos por su opos ición a la
guerra. Los dirigentes del soviet
aceptaron que los p artidos de la burgues ía liberal y los terratenientes
(Demócrtata Constitucionalista y Unión 17 de Octubre, respectivamente),
reunidos en la Duma, p roclamaran la constitución del Gobierno Provisio-
nal, el 2 de marzo, bajo la presidencia del príncipe Lvov. El día 3 de marzo
el zar abdicó a favor de su hermano M iguel, pero al siguiente día, debido a
la presión popular, éste tuvo que renunciar al trono. El zarismo había sido
liquidado.

En aquellas circunstancias, el Soviet de Pet rogrado sólo se reservó el de-


recho de «controlar» la política del gobierno hasta que fuera celebrada una
prometida Asamblea Constituyente, que elaborara una Carta M agna y con-
vocara a elecciones para formar los órganos del nuevo Estado. Sin embar-
go, en la práctica, se originó una peculiar situación, que Lenin definió como
«dualidad de poderes». El Gobierno Provisional tenía el poder formal del
Estado, pero los soviets contaban con la fuerza de las masas organizadas y
ejercían una gran influencia en todo el p aís. Desde el principio, los s o-
viets mantenían el orden y tenían en s us manos los servicios de ferrocarril,
correo, telégrafo y otros. En realidad, la existencia mis ma del G obierno
Provisional dependía del apoyo de los soviets.

Los eserist as y los mencheviques cons ideraban que la revolución había


terminado con las jornadas de febrero y que las transformaciones a reali-
zar debían tener un carácter democrático-burgués. En s u opinión, el país
no estaba p reparado para la revolución socialis ta. Por eso seguían una
política de entendimiento con la burguesía. En rigor, ellos pretendían dete-

80
ner el desarrollo de la revolución y a la postre disolver a los s oviets. Aspi-
raban s olamente a la constitución de un régimen parlamentario al est ilo
occidental. Al principio de la revolución, los bolcheviques es tuvieron un
tanto desconcert ados y adoptaron una línea blanda, de apoyo crítico al
Gobierno Provisional. Pero ello cambió radicalmente a partir de la llegada
de Lenin al país, en los primeros días de abril.

Tras su arribo a la cap ital, procedente de su exilio en Suiza, Lenin dio a


conocer sus Tesis de Abril, en las que s eñalaba que el Gobierno Provisio-
nal represent aba los intereses de la burguesía y de los terratenientes y que
por lo tanto no podría dar a las masas ni paz, ni tierra, ni un régimen verda-
deramente democrático. Lenin resumió la esencia de sus tesis en la consig-
na de «!Todo el poder a los soviets!». En las condiciones de entonces
significaba un llamamiento a continuar la revolución, o sea, a terminar la
dualidad de p oderes a favor de los soviets y a pasar de la et apa democrá-
tico-burguesa de la lucha revolucionaria a la etap a socialista. De acuerdo
con Lenin, ello podría lograrse por medios pacíficos, p ues en aquellos
momentos los soviets tenían fuerza real y prevalecía un ambiente de liber-
tad política. Sólo era necesario que los soviets t omaran plena conciencia
de la s ituación y s e desembaraz aran de la negativa influencia es eris ta-
menchevique.

Las tesis de Lenin encontraron inicialmente resistencia en su propio parti-


do, en el que muchos consideraban que podían conducir al aislamiento de
los bolcheviques y motivaron una feroz campaña de sus opositores, que
las calificaron de delirantes y avent ureras. Pero conforme pasó el tiempo
se comprobó que se correspondían con los sentimientos de la mayoría de
la población. Como advirtió Lenin, el Gobierno Provisional mantuvo a Rusia
encadenada a la sangrienta guerra imperialista y no resolvía ninguno de los
problemas que habían conducido a la revolución. Como resultado de ello
creció el descontento en todo el p aís y con él la influencia de los
bolcheviques. En junio el p artido de Lenin, que desde febrero había
incrementado en más de 200 mil sus efectivos, ya tenía mayoría en la sec-
ción obrera de los soviets de Petrogrado y M oscú, los más imp ortantes
del país. De hecho, quienes iban quedando aislados eran los mencheviques
y los eseristas.

81
Atemorizada por el cambio que se producía en la correlación de fuerzas,
sobre todo en la capit al y en ot ras grandes ciudades, la burguesía fraguó
un plan para deshacerse de la influencia de los s oviets. A principios de
julio, amenazó a los minist ros mencheviques y eseristas, que desde mayo
entraron al gabinete, con retirarse del mismo s i no aceptaban la imp lanta-
ción del poder único del gobierno, la supresión de los soviets y la des ar-
ticulación de las organizaciones revolucionarias. La maniobra desencade-
nó una protesta masiva de los obreros y los soldados de la capital, durante
los días 3 y 4 de julio. Los bolcheviques tuvieron que hacer grandes es-
fuerzos para evitar una insurrección armada, que Lenin consideraba pre-
matura, pues no est aba seguro de que fuera apoyada por el resto del país.
Las manifest aciones fueron finalment e pacíficas y reclamaron el pas o de
todo el poder a los soviets. En lugar de aceptar el p oder que así se les
ofrecía, los dirigentes mencheviques y eserist as ordenaron la represión de

La ilu stración mu estra la r epresión de satada cont ra los mani festantes en julio de 1917.

82
los manifestantes, ocasionando miles de víctimas. El Partido Bolchevique y
su órgano de prensa, el periódico Prav da, fueron ilegaliz ados. Lenin tuvo
que marcharse a Finlandia, desde donde continuó dirigiendo la revolución.
Satisfecha con el curso de los acontecimientos, la burguesía aceptó formar
parte de un nuevo gabinete, encabezado por el socialista Alexandr Kerenski,
que proclamó la abs olut a independencia del gobierno con relación a los
soviets.

Con la crisis de julio concluyó la dualidad de poderes y el período pacífico


de la revolución. Lenin consideró que a partir de entonces el p aso del
poder a los soviets tendría que realizarse mediante la insurrección armada
y p redijo que és ta s e produciría en septiembre u oct ubre. Es ta línea fue
aprobada por el VI Congreso del Part ido Bolchevique, celebrado clan-
destinamente entre el 26 de julio y el 3 de agosto. El evento, que transcurrió
sin la presencia física de Lenin, pero con la guía de sus ideas, proclamó la
tarea de comenzar a preparar las condiciones p ara la insurrección y conti-
nuar trabajando en los soviets para ganar la mayoría de ést os e incorpo-
rarlos a la lucha por el poder.

En realidad, la burgues ía sólo había obtenido un éxito momentáneo, que


fue la antesala de su derrota definitiva. El deterioro económico y militar
continuó y también el sufrimiento de la población. Un nuevo oleaje de pro-
test as se extendió por todo el país y por los frentes . A finales de agosto,
con el pretexto de establecer el orden, s e organizó un golpe militar, enca-
bezado por el promonárquico general Lavr Kornilov, jefe del ejército. Para
facilitar la intentona, los representantes de los partidos burgueses se retira-
ron del gobierno. A l principio, Kerenski se sumó a la confabulación, pero
temiendo s er barrido por la reacción decidió a últ ima hora enfrentar a los
golpistas.

Sin embargo, el fracaso de la K ornilaviada, que prácticamente quedó en el


int ento, se debió a la enérgica actuación de los obreros y los soldados de
la guarnición de Petrogrado, que res pondieron al llamado de los
bolcheviques para destruir la conjura reaccionaria, bajo la dirección del
Comité M ilitar del soviet capitalino. Todo el mundo pudo ver la actitud
vacilante de los mencheviques y eseristas y se comprobó que los bolche-
viques habían salvado al país de la dictadura militar, con lo que su prestigio

83
creció enormemente. Se p rodujo ent onces una rápida bolcheviz ación de
los soviets, que cobraron nueva energía y vigor. Los soviets de Petrogrado
y M oscú eludieron la orden de Kerens ki de entregar las armas utiliz adas
contra Kornilov. En todas partes se aprobaban resoluciones que recogían
las principales consignas bolcheviques.

En estas circunstancias, Lenin pensó transitoriamente en retomar el curso


pacífico de la revolución y propuso a los mencheviques y eseristas formar
un gobierno respons able ante los soviets. Lenin consideraba que la aplica-
ción de los principios democráticos en las próximas elecciones de los so-
viet s (programadas para s eptiembre y octubre) y en el propio funciona-
miento de éstos (con segura mayoría bolchevique), podría asegurar el
desarrollo de la revolución sin acudir a las armas. Según Lenin, quizás eso
sería ya imp osible, pero consideraba que si existía aunque no fuera más
que una probabilidad sobre cien, valdría la pena intentarlo. Así actuaba el
hombre a quien sus enemigos calificaban de antidemocrático, mientras los
que se aut otitulaban demócratas optaron por seguir atados a la burguesía,
con la que formaron un nuevo gobierno a finales de septiembre, a pesar de
su complicidad en la intentona reaccionaria de Kornilov.

M ientras tanto, creció el descontento y la indignación en el ejército, que se


negaba en masa a continuar combatiendo, así como entre los campesinos y
entre los obreros , que s e rebelaban contra la desastrosa situación que vi-
vía el país. El débil régimen liberal se había desacreditado totalmente. En
los frentes, los comis arios del gobierno perdieron toda su influencia; en
muchas p rovincias del interior el verdadero p oder estaba en manos de
los soviets locales; los campesinos ocupaban directamente las tierras de los
terratenientes. Para frenar la revolución que se avecinaba, el gobierno lle-
gó a considerar la mons truosa p osibilidad de entregar P etrogrado a los
alemanes. Al decir de Lenin, la crisis había madurado. Sólo el triunfo revo-
lucionario p odía evitar una catástrofe nacional.

El 9 de octubre Lenin llegó clandestinamente a la capital y al día siguiente


el Comit é Central del P artido acordó, por mayoría (con las excepciones
de Kamenev y Zinoviev), comenzar la preparación de la insurrección. En
un breve tiempo se fortaleció y puso en marcha el Comité M ilitar Revo-
lucionario de Pet rogrado y se alistaron las fuerzas . La insurrección co-

84
menzó en la noche del 24 de oct u-
bre y en la t arde del 25 (7 de no- Proclama de Lenin
viembre), con la t oma del Palacio
de Invierno, sede del Gobierno A l os ciudadanos de Rus ia:
Provisional, se había cump lido el El Gobierno provisional ha sido
derribado. El poder del Est ado
plan leninista de cercar, aislar y apo-
ha pas ado a manos del Sovi et
derarse de la capit al mediante la ac- de Petrogrado y del C omité Re-
ción combinada de la F lot a del vol ucionario mil itar, que est á a
Bált ico, los obreros armados (guar- l a cabeza del prolet ari ado y
dia roja) y las tropas revoluciona- de l a guarni ción de la capit al.
rias de la guarnición de la ciudad. La causa por la que ha luchado
El asalto del Palacio de Invierno, re- el pueblo, la inmediata propues-
ta de una paz dem ocrát ica, la
creado magistralmente por Eisenstein abolición de la propiedad rural de
en su famosa película Octubre, se los terratenientes, el control de los
inició con los cañonazos del cruce- obreros sobre la industria y la for-
ro Auror a, que devino en un sím- mación de un Gobierno de So-
bolo de la revolución. El periodista viets, ya est á asegurada.
norteamericano John Reed, que vi- ¡Vi va l a revolución de los obre-
ros, s oldados y campesinos!
vió aquellos acontecimientos y los
narra en su libro Diez días que es-
tr emecieron al m undo, subraya su
asombro por la facilidad del triunfo revolucionario, que se p rodujo p rác-
ticament e s in derramamiento de sangre, lo que evidencia la meticulosa
preparación de las acciones.

En la noche del propio día 25 de


Alexander Kerenski
octubre, quedó inaugurado el Se-
gundo Congres o de los Soviets de
Mi nist ro de Justi cia en el pri- toda Rusia (el primero se efectuó en
mer Gobierno Provisional y Primer junio y el segundo se había convo-
Minist ro a partir de julio. Logró cado p ara fines de oct ubre) que
huir antes de la toma del Pal a-
tomó el poder de manos del Comi-
cio de Invi erno y con un grupo
de fuerzas l eales trat ó infruct uo-
té M ilitar Revolucionario y aprobó
sament e de sofocar l a revol u- sus primeros decretos. En el Decre-
ción. Huyó disfrazado y se ra- to sobre la Paz se anunciaba la de-
dicó en los EE.UU. cisión de sacar a Rusia de la guerra
imperialista y se llamaba a todos los

85
Lenin, rodeado d e soldados y obreros, imparte i nstruccione s para el asalto
al P alacio de Invierno.

gobiernos y a los pueblos de los países beligerantes a buscar una paz justa,
sin anexiones ni indemnizaciones. En el Decreto sobre la Tierra se estable-
cía el reparto inmediat o de las tierras del Est ado, de la Igles ia y de los
terrat enientes, según la voluntad de los propios campesinos. El congreso
eligió al Comité Ejecut ivo de los Soviets, órgano sup remo del p oder so-
viético entre congresos de los soviets, con funciones legislativas, directivas
y de control, y éste des ignó al primer gobierno s oviético, que recibió el
nombre de Consejo de Comisarios del Pueblo y fue p residido por Lenin.
En este primer gobierno participaron algunos representantes de los eseristas
de izquierda, grupo que había roto anteriormente con su partido y se sumó
a la revolución.

En s us primeros días de existencia, el gobierno soviético, luego de desar-


ticular un desesperado intento de Kerenski para recup erar el poder, de-
cretó la jornada de 8 horas y otras medidas de beneficio popular, naciona-
lizó la banca, es tableció el control obrero en las empres as para organizar
la producción, evitar el sabotaje y hacer cumplir la legislación social y pro-
clamó la igualdad de derechos de todos los pueblos que habitaban el país

86
y el respeto a su autodeterminación.
Precis amente, acogiéndose a es te La KOMINTERN
decreto Finlandia s e separó de Ru-
La Tercera Internacional surgió en
sia y se convirtió en un Estado inde- Moscú, en marzo de 1919, y se
pendiente. Poco después se produ- propuso unir a todos los socialis-
jo allí un intento de es tablecer el tas que rompieran con el oportu-
poder soviético, p ero fue frust rado nismo de la segunda Internacio-
nal. No provocó la división del
por la reacción int erna y por las tro-
movimiento socialista, pues éste
pas alemanas. Los decretos sobre la ya estaba dividido. Pero l a línea
tierra y la paz y todas estas primeras sectaria que siguió tras la muerte
medidas tuvieron una gran influencia de Lenin y hast a principios de
en el rápido establecimiento del po- los años 30 profundizó aquella
división.
der soviét ico en el inmenso país, así
como en su posterior consolidación
y le proporcionaron el apoyo de am-
plios sectores en todo el mundo.

A menudo se compara la trascendencia de la revolución rusa con la de la


revolución francesa de 1789. Fueron dos acontecimientos cruciales para
la historia de la humanidad. Sin embargo, las repercusiones de los sucesos
de 1917 fueron mucho más generales y marcaron definitivamente al siglo XX,
como veremos a lo largo de esta obra. Solamente en sus primeros años de
vida, la Revolución de Octubre originó un oleaje revolucionario que, con
mayor o menor intensidad, recorrió todo el planeta. Su influencia fue ma-
yor en Europa, pero alentó acciones masivas en otras regiones, incluyendo
al mundo colonial y dependiente, al mismo tiempo que promovió el surgi-
miento de partidos comunistas en numerosos países de todos los continen-
tes y la creación de la Komintern o Tercera Internacional, que provocó el
deslinde ideológico y organizativo en el movimiento socialdemócrata y dio
origen al movimiento comunista internacional.

La guerra ci vil

El 3 de marzo de 1918, tras un accidentado p roces o negociador, Rusia y


Alemania firmaron la p az de Brest-Litovs k. Las potencias de la Ent ente,

87
que desde el principio asumieron una
La primera Constitución
posición hostil hacia el poder soviéti-
La primera Constitución soviéti- co, no acept aron las p ropuestas de
ca reflejó el ambiente de la aguda Rus ia p ara lograr una p az general.
lucha de clases prevaleciente en La actitud de Alemania también era
el país al negar el derecho de ele- de hostilidad, pero estaba interesa-
gir y ser electos a los explotado-
da en firmar la paz con Rus ia p ara
res de trabajo ajeno, a l os miem-
bros de los antiguos cuerpos reforzar sus posiciones en el Occi-
represivos y de la derrotada di- dente. Las condiciones que se exi-
nastía y a los eclesiásticos. gían a Rusia eran s everas y provo-
caron una división en el gobierno y
en el partido. Lev Trotski y N icolai
Bujarin se pronunciaron contra la firma de la paz, al igual que los eseristas
de izquierda, que finalment e abandonaron el gobierno y se incorporaron a
la oposición. Trotski consideraba la continuación de la guerra como la gran
oportunidad his tórica p ara la export ación de la revolución y la t esis de
Bujarin de declarar la guerra revolucionaria cont ra A lemania le hacía el
juego a Trotski. Pero Lenin concebía la paz como una cuestión de supervi-
vencia para el joven poder soviético, en vista de que se retrasaba el espe-
rado est allido de la revolución en el Occidente, y finalmente se impuso su
criterio. Rusia tuvo que ceder grandes extensiones de su territorio occi-
dental (Letonia, Estonia y Lituania, entre otros), y comprometerse a pagar
una abult ada s uma a los alemanes, pero por fin salió de la guerra y p udo
comenzar la reorganización y reconstrucción del extenuado país.

En las siguientes semanas , el gobierno soviét ico emp rendió un programa


de transformaciones socialistas, entre las que se incluyeron la nacionaliza-
ción de la gran industria y los ferrocarriles, el control est atal del comercio
ext erior y la int roducción del cálculo económico y la contabilidad en las
emp resas socializadas. A l mismo tiemp o, s e trabajó int ensament e en el
proceso de institucionalización del nuevo régimen, tarea que concluyó con
la aprobación de su Ley Fundamental, la Constitución de la República So-
cialista Federativa Soviética de Rusia, en el V Congreso de los Soviets de
toda Rusia, celebrado en M oscú (des de marzo cap ital del país) en julio
de 1918. La Constitución incluyó, en su primer capítulo, la Declaración de
los derechos del pueblo trabajador y explotado, primer acto constitucional

88
del régimen soviético, aprobado a
La constituyente
princip ios de enero, tras la disolu-
ción de la Asamblea Constituyente, Los bolchevi ques consi dera-
cuya composición, al parecer, no se ban que la Asam blea ya no t e-
corresp ondía con la nueva realidad ní a ni ngún obj eti vo polít ico ni
existente en el país, pues había sido prácti co, pero acept aron s u
el ecci ón porque era una vieja
elegida a part ir de list as de candida-
consigna que habí a prendido en
tos confeccionadas antes del triunfo las masas. En su primera ses ión
de la revolución. la Asam blea se negó a recono-
cer los decret os del nuevo régi-
P ero la reconst rucción pacífica men, lo que condujo a la reti ra-
da de l os bolcheviques y de los
pronto se vio interrumpida. En el pro-
es eri stas de izquierda y a su
pio verano de ese año estalló una san- pos teri or disol ución.
grienta guerra civil, que se prolongó
has ta fines de 1920. Con el apoyo
político, económico y militar de las
potencias occidentales, la burguesía y los terratenient es, desplazados del
poder, p asaron del sabotaje a la producción y otras acciones a la confron-
tación armada en gran escala contra el poder soviét ico. A partir de media-
dos de 1918, surgieron en diferentes partes de Rusia grandes ejércitos
contrarrevolucionarios , mandados por antiguos oficiales zaristas como el
almirante A lexandr Kolchak y los generales Anton Denikin y Nicolai
Yudenich, entre otros, que llegaron a enrolar en sus filas más de un millón
y medio de hombres bien armados y organizados. Al mismo tiempo, tropas
japonesas y norteamericanas desembarcaron en el Lejano Oriente, mien-
tras que fuerzas de Inglaterra, Francia y Alemania operaban en el norte,
centro y sur de la part e occidental del país, al igual que las de P olonia,
Rumania (que se anexó Besarabia) y ot ros vecinos. La intervención ex-
tranjera, que se incrementó después de terminada la Primera Guerra M un-
dial, llegó a sumar 14 países y unos 300 mil soldados y oficiales. Rusia se
transformó en un inmenso campo de batalla.

En el momento más crítico de la lucha, hacia principios de 1919, las fuer-


zas contrarrevolucionarias y los intervencionistas llegaron a controlar dos
terceras partes de la república. En los territorios ocupados se crearon va-
rios gobiernos que, a fuego y sangre, restablecieron el viejo orden. En la

89
parte controlada por el poder soviético (un territorio equivalente al Estado
moscovit a del s iglo XV I), los enemigos del régimen, incluidos los
PHQFKHYLTXHV\ORV HVHULVWDV²TXHWUDWDURQGHVDFDUSDUWLGRGHODSHQRVD
VLWXDFLyQGHOSDtV²GHVDWDURQXQDYDVWDRODGHWHUURU(QXQRGHORV WDQ
tos atentados preparados por estos elementos fue herido gravemente Lenin,
cuando concluía una visita a una fábrica mos covita.

El joven Estado soviético fue sometido a una prueba de vida o muerte, pero
finalmente se alzó con la victoria. Después de tres años de sangrienta lucha,
el poder soviético fue restablecido en el país. ¿Cómo pudo realizarse tal
proeza? Es indiscutible que la solidaridad internacional desempeñó un papel
importante. Una parte considerable de la clase obrera europea y norteame-
ricana, organizada en el movimiento
«M anos fuera de Rusia», presionó a
sus respectivos gobiernos y a la pos-
tre los obligó a retirar sus fuerzas del
lejano país. P ero las razones funda-
mentales de aquella hazaña tuvieron
un carácter interno. La firme volun-
tad del gobierno y del partido (desde
marzo de 1918 denominado Partido
Comunista) de defender al poder so-
viético, mant eniendo la unidad del
país, y el apoyo mayoritario de la po-
blación, fueron los factores fundamen-
tales en el desenlace del conflicto.

El gobierno bolchevique organizó un


Consejo N acional de Defensa, p re-
sidido por Lenin, que puso todas las
/HY'DYLGRYLWFK%URQVWHLQ±7URWVNL² fuerzas bajo su control en función de
(1879-1940). Intelectual y revolucionario la guerra. Sobre la marcha de la pro-
ruso de ascendencia judía. Se distinguió en
la revolución de 19 05. Se incorporó al
pia contienda s e formó un ejército,
partido bolcheviqueen agosto de 1917. que para fines de 1920 contaba con
Fue un act ivo colaborador de L enin en la cinco millones de soldados. Una par-
preparació n de la Revolución y destacado
dirigente soviético después del triunfo.
te de la oficialidad del antiguo régi-

90
Situac ión de los frentes en 1919.

men se incorporó a la t area de organizar el Ejército Rojo, pero la mayo-


ría de s us cuadros eran obreros y campes inos s in experiencia de mando.
Sin embargo, de sus filas s urgieron experimentados jefes como M ijail
Frunce, Vasili Chapaev, Climent Voroshilov y otros muchos, que realiza-
ron grandes hazañas militares durante la guerra. La actividad del ejército

91
fue apoyada por un fuerte movimien-
to guerrillero, que operó todo el tiem-
po dentro del territorio ocupado por
el enemigo. Lev Trotski, por enton-
ces Comisario de Defensa, des em-
peñó un import ante p apel en la or-
ganización del Ejército Rojo y en la
conducción de la guerra, aunque su
protagonismo ha sido sobrevalora-
do con post erioridad por sus parti-
darios.

El Estado soviético subordinó toda


su polít ica económica al logro de la
victoria. A fin de quebrantar la fuer-
za económica de la burguesía y mo-
vilizar todos los recurs os del p aís
para cubrir las necesidades del fren-
te, se aceleró el ritmo de nacionali-
zación de la indus tria. El Estado se
De izquierda a derech a Kliment Vorochilov hiz o cargo no s ólo de la gran indus-
y Simeó n Budienny, h umildes traba jadores tria (ya nacionalizada), sino también
devenidos legendarios mariscales de la
guerra civil. de la mediana y pequeña, as í como
del comercio. Fue establecido el tra-
bajo obligatorio y se introdujo un se-
vero sistema de racionamiento. En el campo se aplicó la cont ingentación
forzosa, que obligaba a los campesinos a entregar al Estado toda su p ro-
ducción, excep tuando la cantidad imprescindible para sobrevivir y p ara
rep roducir la cosecha. Los campesinos acep taron transitoriamente esta
drástica medida porque comprobaron que la derrota del p oder s oviét ico
significaba la vuelt a de los terratenientes y de la opresión. El dilema que
tuvieron ante sí los campesinos fue reflejado por M ijail Sholojov (premio
Nobel de Literatura en 1965), en su excelente novela El don apacible.A
este conjunto de medidas económicas extraordinarias se le llamó política
del comunismo de guerra.

92
En las circunstancias extremas
Una novela sobre la guerra civil
impues tas por la guerra, los
bolcheviques tuvieron que con- Por mucho que digáis, si el pueblo tuviese
trolar mucho más y mucho an- fe en el Gobierno militar, yo hubiera renun-
tes de lo que deseaban. Se vie- ciado con entusiasmo a nuestras exigen-
ron obligados también a aplicar cias... Pero el pueblo no la tiene. ¡No so-
mos nosotros, sino vos otros, quienes
severas medidas cont ra s us
provocarán la guerra civil. ¿Por qué habéis
opositores. Al terror contrarre- dado asilo en la tierra cosaca a ciertos ge-
volucionario (blanco) se opuso nerales fugitivos? Por eso los bolcheviques
el terror rojo. Se aprobó la pena traen la guerra a nuestro Don apacible.
de muerte para muchos delitos ¡No nos someteremos a vosotros! ¡No lo
y se formaron tribunales revo- permitiré! ¡Habrán de pasar sobre mi cadá-
ver! ¡No creo que el Gobierno militar pueda
lucionarios, que actuaban de in-
salvar al Don! ¿Qué providencias tomaréis
mediato. Un papel importante contra quienes no quieren someterse a vo-
des empeñó en est e periodo la sotros? ¡He aquí como están las cosas! ¿Por
comisión extraordinaria de lu- qué lanzáis a vuestras unidades de franco-
cha contra la contrarrevolución, tiradores contra los mineros? ¡Así no ha-
la especulación y el sabotaje céi s si no sembrar des astres! Decidme,
¿Quién puede garantizar que el Gobierno
(Checa), precursora de los ór-
militar sabrá evitar la guerra civil? ¡No po-
ganos de seguridad soviética. déis hacer nada en absoluto! Puesto que el
Nada tiene de extraño que se pueblo y los cosacos combatientes no es-
produjeran ent onces algunos tán por vosotros. Como un soplo de vien-
excesos, como muchos han se- to, una ri sotada pasó por la s ala. Voces
ñalado, cas i siemp re con mal- indignadas se elevaron contra Podyolkov.
Este volvió hacia la parte de donde proce-
sana intención, aduciendo, en-
dían la cara pálida y ardiente y exclamó, no
tre otros hechos , la ejecución cuidando ya de ocultar su amargo resen-
de Nicolás II y de toda s u fa- timiento:
milia. P ero en aquella s ituación -¡Ahora reís, pero más tarde tendréis que llo-
era necesario actuar con rap i- rar!- Y luego, dirigiéndose a Kaledin y
dez y sin vacilaciones. Por otra asaeteándole con la mirada, añadió: Exigimos
que el poder nos sea transmitido a nosotros,
parte, todas las grandes revo-
representantes del pueblo trabajador, y que
luciones han comet ido exce- sean apartados todos los burgueses y el ejér-
sos, aún en condiciones menos cito voluntario del General Denikin. El gobier-
difíciles que las que atravesó en no actual debe dimitir.
aquel período la revolución rusa.
Mijail Shólojov. El Don apacible.
Recuérdese en este sentido el

93
período jacobino de la revolución francesa y más contemporáneamente la
revolución mexicana. Los excesos, casi s iemp re, son el resultado de las
circunstancias que generan los cambios profundos y de los inevitables errores
del aprendizaje.

Para finales de 1920, todos los ejércitos contrarrevolucionarios habían sido


liquidados y el grueso de las fuerzas intervencionistas había tenido que aban-
donar la lucha. La guerra civil tocaba a su fin, aunque los invas ores japo-
neses no fueron expulsados definitivamente del Extremo Oriente hasta bien
ent rado el año 1922. Por otra p arte, entre fines de 1920 y principios del
1921, hubo que enfrentar la guerra desencadenada por Polonia, con el
apoyo de Inglat erra y F rancia, que terminó con la anexión p or p arte de
aquella de los t erritorios occidentales de Ucrania y Bielorrusia. Pero a la
postre, el país logró preservar en lo fundamental su integridad e indepen-
dencia, si bien t uvo que p agar un altísimo precio en vidas humanas y en
pérdidas materiales . El gobierno soviético pudo abordar entonces el difícil
problema de la reconstrucción, apenas iniciada en los primeros meses de
1918 e int errumpida por la guerra.

94
Sucesos de l as revoluciones rusas de 1 917
y l a guerra civil

1917

8-9 mar z. M asivas huelgas y manifestaciones en Petrogrado, que se


transforma en insurrección.

12 marz . La guarnición de la capital se une a los insurgentes.

12 m ar z. Se const it uy e el s oviet de P et rogrado con mayoría


menchevique y eserista.

16 marz. M aniobras en la Duma y formación del gobierno provisional


presidido por el príncip e Lvov. A bdicación de Nicolás II.

27 marz . Comienz a la cons titución de soviets en t odas las unidades


militares.

1-14 abr. El gobierno p rovisional decret a un amnistía general y la au-


tonomía de Finlandia (1), la abolición de la pena de muerte (6) y
promete una reforma agraria (14).

16 abr. Llegada de Lenin a Petrogrado procedente de Suiza.

17 abr. Lenin da a conocer las Tesis de Abril, en las que desenmascara


al gobierno p rovisional y critica el apoyo del soviet a dicho go-
bierno. Se pronuncia por un gobierno de los soviets que propor-
cione p az, pan y tierra a la población.

18 may. Primera crisis del gobierno provisional p or la presión de las


masas . El eserista Kerenski es nombrado M inistro de Guerra y
declara que la guerra es revolucionaria y en defensa de la Patria.

16 jun. Primer Congreso Panruso de los s oviets. Los bolcheviques


siguen en minoría, pero mejoran s u posición.

95
26 jun. Fracasa gran ofensiva rusa en el frent e por defecciones masi-
vas de los soldados. N ueva crisis en el gobierno.

16-17 jul. Crisis de julio. M anifestaciones masivas de obreros y solda-


dos en Petrogrado exigiendo que todo el p oder pas e a los so-
viets. La sublevación es reprimida, se ilegalizan los soviets y los
partidos y organizaciones revolucionarias. Lenin tiene que pasar
a la clandestinidad.

22 jul. Se forma un nuevo gobierno presidido por Kerens ki, pero con
mayoría de los partidos burgueses.

7-13 sept. Intent ona fracasada del general Kornilov para est ablecer
una dictadura militar so pretexto del desorden reinante en el país.
Los bolcheviques sobresalen en la lucha cont ra Kornilov y ad-
quieren gran fuerza.

14 sept. Kerenski rechaza p ropuest a de Lenin para formar un gobier-


no responsable ante los soviets y crea un nuevo gobierno con la
burguesía, pero la crisis del país se profundiza.

6-7 nov. Lenin regresa de F inlandia, organiza la ins urrección y derroca


al gobierno de Kerens ki.

8 nov. Celebración del Segundo Congres o de los Soviets , formación


del primer gobierno soviético y ap robación de los decretos so-
bre la paz y la tierra.

7-16 nov. Triunfo de la revolución en M oscú y otras ciudades.

12-14 nov. Fracas an acciones cont rarrevolucionarias de Kerenski y


éste huye al ext erior.

5 dic. Firma del armisticio con Alemania. La Entent e rechaza las pro-
puestas soviéticas para la paz.

96
1918

18-19 ene. Inauguración y disolución de la Asamblea Constituyente en


Pet rogrado. Los partidos de oposición pretendieron ut ilizarla
contra el poder soviético.

28 ene.Creación del Ejércit o Rojo.

5 feb. El gobierno anula todas las deudas exteriores del zarismo y del
Gob. Provisional.

18 feb. El gobierno rechaza condiciones de Alemania y ésta reanuda la


guerra y adquiere nuevas posiciones.

3 marz. Firma de la paz de Brest-Litovsk con Alemania. Rusia pierde


Finlandia, P olonia, Es tonia, Let onia, Lituania y partes de
Bielorrusia y Transcauscasia.

12 marz. Traslado de la capital a M oscú básicamente por problemas de


seguridad.

marz. VII Congreso del Partido Bolchevique, que pasa a denominarse


Partido Comunista.

mar z-abr Comienza la actuación de las fuerz as blancas, los ingleses


ocupan M urmansk y los japoneses Vladivostok.

2-4 may. Nacionalización de la gran industria y del comercio exterior.

6 jul. Asesinato del embajador alemán para crear problemas al gobierno


soviético.

16 jul. Son ejecutados en Ekateringurgo N icolás II y la familia real.

30 agos. Atentado contra Lenin en M oscú, del que resulta gravemente


herido.

97
agos. Los ingleses ocupan Arkanjel

sept. Conferencia de la contrarrevolución en Ufá para unificar esfuer-


zos

nov. Escuadras aliadas desembarcan por el M ar Negro p ara apoy ar a


la contrarrevolución.

1919

ene. El general Kolchak desencadena ofensiva contrarrevolucionaria


en Siberia.

3 feb. El general D enikin derrota a los bolcheviques en el Cáucaso.

4 marz . VIII Congreso del Partido Comunista y fundación de la Ter-


cera Internacional

jun. El general contrarrevolucionario Wrangel se apodera de Tsaritsin


(luego Stalindrado y hoy Volgogrado).

2 setp. D enikin recup era Kiev, después de haberla cedido a los


bolcheviques.

21 set.-13 oct. Denikin t oma Kursk y O rel.

17 oct. El general bolchevique Budienny derrota a Denikin.

22 oct. El general contrarrevolucionario Yudenitch es aplas tado frente


a P etrogrado.

15 nov. El Ejército Rojo toma Omsk.

27 dic. Kolchak es derrotado, hacho prisionero y fusilado.

dic. El Ejércit o Rojo recupera Kiev y Kharkov.

98
1920

8 feb. Los bolcheviques recuperan Odesa.

28 marz. Desintegración del ejército contrarrevolucionario del general


Denikin.

25 abr. Polonia ataca a Rusia con el apoyo de Inglaterra y Francia.

jul-agos. II Congreso de la Tercera Internacional. Se aprueban las 21


condiciones prop uestas por Lenin para el ingres o a la organiza-
ción.

agos. Primer Congreso de los Pueblos de Oriente, celebrado en Bakú.

14-16 agos . Los polacos derrotan a los rus os frente a Varsovia, t ras
un arrollador avance de aquellos. Los polacos avanzan y ocupan
Brest y Vilma.

12 oct. Firma del armisticio ruso-polaco.

14-16 nov. Con la toma de Sebast opol llega a s u fin la guerra civil.

99
LA CRIS IS DE POSGUERRA

En los primeros años que siguieron al fin de la Primera Guerra M undial, las
convulsiones sociales y políticas alcanzaron en todo el mundo proporcio-
nes desconocidas hasta entonces, aunque fue en Europa, principal escena-
rio del conflicto, donde éstas adquirieron mayor envergadura. Ello fue el
result ado de las consecuencias de la guerra, incluyendo la crisis económi-
ca generada por ést a, y de la influencia de la Revolución de Octubre (en
parte producto de la propia guerra), devenida fuente de inspiración y ejem-
plo a s eguir para millones de trabajadores de todo el orbe. En Europa la
tempestad afectó, en mayor o menor medida, tanto a los países beligeran-
tes, agotados por la prolongada y sangrienta matanza, como a las naciones
neutrales, cuya situación había empeorado con la guerra submarina total y
el bloqueo marítimo, que provocó la disminución de la actividad producti-
va y sus correspondientes secuelas, o sea, des pidos, disminución de sala-
rios, aumento de los precios, entre otras.

El movimiento de protestas fue más fuerte en los países vencidos, donde


se había venido recrudeciendo desde 1918, en la misma medida que las
carencias y los sufrimientos provocados por la guerra se hacían más inso-
portables. En dicho movimiento participaron masivamente los obreros in-
dus triales, los as alariados agrícolas, los pequeños campes inos, amplios
sectores de la clas e media, y los pequeños receptores de rentas fijas, cada
día con mayores dificultades para sobrevivir. En todas partes, pero sobre
todo en los países derrot ados, las protestas fueron adquiriendo un acen-
tuado carácter polít ico. Se comenzó exigiendo el final del conflicto y se
terminó cuestionando el orden establecido. La demanda de un cambio pro-
fundo fue la consecuencia lógica de las transformaciones experimentadas
por las masas en los años de la conflagración.

En efecto, la guerra incorporó a la vida política activa a millones de perso-


nas que antes no part icipaban en ella. Amplios sect ores de la p oblación,
los más desposeídos e ignorados, con una conciencia más o menos clara
de haber jugado un p apel prot agónico en la lucha, exigían una modifica-
ción sus tancial de la situación reinante con anterioridad. Lo ocurrido en
Rusia los animaba en este sentido. Sin embargo, llegada la paz constataron
que seguían tan relegados como antes y les result aba más difícil la vida

100
diaria, incluso en los país es victoriosos. La decepción fue profunda y ge-
neró la única respuesta posible. Ello explica la masiva participación en el
movimiento reivindicativo de entonces, así como la extensión y profundidad
de éste, y explica también el crecimiento de los sindicatos y de los partidos
socialistas, en los que muchos depositaron sus esperanzas de renovación.

En Alemania el descontento fue creciendo durante 1917, y en 1918 se


tornó en grandes manifestaciones de protesta que tuvieron como es cena-
rio a Berlín y a ot ras ciudades del país, donde se crearon cons ejos de
obreros al estilo ruso. A cons ejado por la cúpula militar (el Alt o M ando
pret endía p reservar al ejército de las consecuencias del cercano desas tre,
transfiriendo toda la respons abilidad a los p artidos políticos), el Káiser
ensayó una maniobra democrat izadora, des ignando como jefe de gobier-
no al príncipe M ax de Baden, un pariente suyo con ideas liberales y parti-
dario de una salida negociada de la guerra. El 4 de octubre, se formó un
gabinete de coalición con representantes de los partidos mayoritarios, en-
tre ellos F riedrich Ebert y Scheidemann, dos dirigentes derechis tas del
Partido Socialdemócrata, y se anunciaron varias modificaciones a la Cons-
titución para introducir un parlamentarismo más efectivo, al mismo tiempo
que se iniciaron gestiones con la Entent e para negociar la capitulación.
Ello, sin embargo, no pudo evitar el estallido de la revolución que se ave-
cinaba.

El 3 de noviembre de 1918, se amotinaron los marinos de Kiel y junt o a


los soldados y obreros ocup aron ráp idamente la ciudad. En los días si-
guientes, ocurrieron sublevaciones en Hamburgo, Leipzig, Stuttgart y otros
muchos lugares del país, donde los consejos de obreros y soldados toma-
ron el poder. El 8 de noviembre, la revolución llegó a Berlín. Es e mismo
día, el Kaiser huyó a H olanda y M ax de Baden entregó el poder al líder
socialdemócrat a Ebert, quien se comprometió a contener al movimiento
revolucionario. «O dio a la revolución como al pecado mismo» dijo Ebert a
M ax de Baden cuando éste le preguntó si estaba dispues to a det ener la
marea revolucionaria. Para lograr ese objetivo, el Part ido Socialdemócra-
ta, que de hecho había roto con el marxismo y había devenido una agrupación
reformista, pero mantenía una influencia mayoritaria entre los trabajadores
(debido a su historia, a su bien organiz ado aparat o y a su p rensa), fue al

101
encuentro de la revolución, logró encabez arla y luego la condujo a la sen-
da del p arlamentarismo burgués.

El propio día 8 de noviembre, fue proclamada la República y se anunció la


formación de un gobierno provisional, que fue confirmado el día 10 por el
Consejo de Obreros y Soldados de Berlín. Dicho gobierno, llamado Con-
sejo de Apoderados del Pueblo, estaba integrado básicamente por repre-
sent antes del Part ido Socialdemócrata y del Partido Socialdemócrata In-
dep endiente (corriente centrista de la socialdemocracia convertida en
partido a p rincipios de 1917 y que muy pronto dejaría de existir), que
lograron mayoría en cas i todos los cons ejos . Teniendo en cuenta el am-
biente revolucionario prevaleciente, el nuevo gobierno proclamó la jorna-
da de 8 horas y otras medidas de beneficio social, liberó a los presos
políticos y estableció la libert ad de palabra, de reunión y de asociación.
Pero, al mismo tiempo, mantuvo intactos el cuadro de mando del ejército y
el aparato estat al de la monarquía; as í como el poder de la burguesía y los
terratenientes . Poco después, fueron eliminados los propios consejos. A
mediados de diciembre, s e reunió el Congreso Pangermánico de los Con-
sejos de Obreros y Soldados, en el que los dos partidos socialdemócratas
consiguieron que se acordara la convocatoria de una as amblea constitu-
yente, la que finalmente aprobó la Constitución de Weimar (ciudad donde
sesionó la cons tituyente), que entraría en vigor en julio del siguiente año,
dando origen a una democracia parlamentaria que, por sus características,
ha sido calificada como la continuación del imperio sin el K aiser.

M ientras tanto, el sector más radical del movimiento revolucionario, enca-


bezado por la Sociedad Esp artaco (grupo de izquierda dentro del Partido
Socialdemócrata Independiente y desde finales de diciembre de 1918 con-
vertido en Partido Comunis ta Alemán), s e enfrent aba a la política
contrarrevolucionaria del gobierno y luchaba p or la preservación de los
consejos y por el establecimiento del socialismo. La actividad del referido
sector condujo a la sublevación de Berlín, del 5 al 15 de enero de 1919,
que fue ahogada en sangre por el ejército y por fuerzas paramilitares . En
aquellas jornadas fueron asesinados Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo,
líderes de la Sociedad Espartaco y más tarde del Partido Comunista. Los
acontecimientos de la capital inspiraron acciones revolucionarias en el Ruhr,
en la región renana y en Sajonia y una nueva sublevación berlines a, en el

102
mes de marzo. Todas estas accio-
Rosa Luxemburgo
nes , carent es de organización y de
una dirección unificada, fueron cruel- De ori gen polaco, se estableció
ment e sofocadas. en Alem ania, donde luchó con-
tra el oportunism o. Brillante es-
Las fuerzas revolucionarias sólo al- critora, t eori zó sobre di vers os
canzaron el triunfo en el Es tado de problemas del socialismo. Aun-
que no compart ía al gunas de
Baviera, aunque éste fue muy breve.
sus ideas, Leni n le tenía una
El 14 de abril de 1919, los obreros gran es timación. Se opuso a la
tomaron el p oder y proclamaron la guerra. F undadora de l a Li ga
República Soviética de Baviera, con Espartaco y del Partido Com u-
un gobierno integrado por los comu- nis ta. Fue ases inada el 15 de
enero de 1919.
nistas y los socialistas independien-
tes de izquierda, que s e prolongó
has ta el 1 de mayo. Durante su efí-
mera existencia la nueva república tuvo que enfrentar a una fuerte contrarre-
volución int erna y a más de 100 mil s oldados movilizados por el gobierno
cent ral. Con la sangrienta represión de Baviera, que costó la vida a miles
de trabajadores , terminaron las acciones revolucionarias inconexas que
siguieron al estallido del 8 de noviembre de 1918 y por fin los socialdemó-
cratas moderados y de derecha lo-
graron detener el desarrollo de la re-
Karl Liebknecht volución, t al y como se lo habían
propuesto. Sin embargo, el país atra-
Hijo de Wilhelm Liebknecht, ami-
go de Marx y Engels y uno de los
vesó una profunda inestabilidad hasta
fundadores del Part ido Social- 1923, lo que propició el surgimiento
demócrata Alemán. Votó contra los y desarrollo del fascismo.
créditos de guerra en 1914. Su opo-
sición al militarismo y la guerra, Durante los últimos meses de la guerra,
que lo llevó a la cárcel durante 18
meses, ejerció gran influencia en
la revolución se propagó también por
la juventud alemana. Destacado el vasto y multiétnico territorio del
intelectual y brillante orador. Fun- llamado imperio dual, dando lugar a
dador de la Liga Espartaco y del su desintegración y a la formación de
Partido Comunista.
nuevos Est ados. En Austria surgie-
Fue ases inado el 15 de enero de
1919. ron espontáneamente Consejos de
Obreros y Soldados, particularmente

103
fuertes en Viena y en otras importantes ciudades. Los consejos fueron rápi-
damente controlados por los sectores moderados de la socialdemocracia,
que proclamaron la república el 12 de noviembre de 1918 y crearon un
gobierno encabezado por el líder socialista Karl Renner, aunque en la mayo-
ría de los Estados o provincias predominaron las fuerzas conservadoras.Al
igual que en Alemania, pero prácticamente sin violencia, el movimiento re-
volucionario austriaco desembocó en un régimen democrático-parlamen-
tario. En los años posteriores, dicho régimen sería muy inestable y preca-
rio, debido a las dificultades económicas y a las permanentes pugnas entre
las fuerzas socialistas y las de derecha, que provocaron sangrientos
enfrentamient os y condujeron al golpe de Estado fascista de 1934 y final-
ment e a la desaparición del país, tras su anexión por parte de Alemania.

M ayor profundidad y envergadura alcanzó la revolución en Hungría. Allí la


agit ación social asumió rasgos violentos desde comienzos de 1918, debi-
do a la ocupación de tierras p or el campes inado empobrecido, el paro, la
miseria generalizada y la prop aganda bolchevique de los soldados que re-
gres aban de Rusia, donde habían permanecido como prisioneros hast a la
firma del tratado de Brest-Litovs k. El 16 de noviembre, en medio de se-
rias alteraciones, se proclamó la república y s e creó un gobierno integrado
por representantes del Partido Socialdemócrata y del Partido Radical, con
un programa de transformaciones al que se opusieron los terratenientes y
los sectores burgues es conservadores. En marz o de 1919, a raíz de una
crisis política provocada por el ultimátum de la Entente para que Hungría
reconociera sus nuevas fronteras , el gobierno no pudo sost enerse. En es-
tas circunstancias, los part idos socialdemócrata y comunista (és te último
surgido en noviembre de 1918) acordaron unificarse y t omar el poder en
sus manos. As í nació la República Soviética de Hungría, el 21 de marzo de
1919, con un gobierno presidido por el periodista Bela Kun, fundador del
Partido Comunista.

Pero la experiencia soviética húngara s ólo logró sobrevivir 133 días. Sin
ayuda ext erior, pues Rusia pasaba entonces p or los más difíciles momen-
tos de la guerra civil, el nuevo Estado tuvo que enfrentar a la contrarrevo-
lución interna y a los ejércitos de Francia, Checoslovaquia y Rumania. El 1
de agost o, tras una tenaz res istencia y del paso de una buena parte de la
socialdemocracia al campo enemigo, fue derrocado el gobierno socialista.

104
En Hungría se inst auró una sangrienta dict adura reaccionaria, encabezada
por M iklós Horthy (regente sin reino y almirante en un país sin flota y sin
cos tas), que gobernaría has ta la ocupación alemana, durante la Segunda
Guerra M undial. Horthy firmó finalmente el tratado de paz de Trianón (nom-
bre del palacio de Versalles donde se rubricó el acuerdo), mediante el cual
Hungría cedía una considerable parte de su territorio a Rumania, Checos-
lovaquia y Yugoslavia, aliadas de las potencias vencedoras, en particular
de Francia.

En Turquía, ot rora cabeza del imperio ot omano, el desastroso tratado de


Sévres provocó la explosión de un violento y masivo nacionalismo, dirigi-
do por Mustafá Kemal, que se propuso expulsar a los extranjeros de tierras
turcas y recuperar la soberanía del país. Para garant izar la ejecución del
tratado de Sévres , los aliados habían est ablecido guarniciones francesas
en Cilicia, italianas en Ant alya, griegas en Smirna y Tracia, e inglesas en
Constantinopla. En poco tiempo, M ustafá venció a italianos y franceses y
se enfrentó con el ejércit o griego, encargado por los aliados para detener
el avance nacionalista, derrot ándolo definitivamente a mediados de 1922.
En julio del siguiente año, se revisó en Lausana el tratado de Sévres, recu-
perando Turquía la Tracia oriental, las islas de Imbros y Tenedos y los
territorios de Smirna y Armenia, al mismo tiempo que se aprobó un nuevo
estatuto p ara los estrechos del M ar Negro, que fueron desmilitarizados.
En los años pos teriores, el gobierno de M ust afá K emal, que designó a
Ankara como nueva capit al del país, se enfrascó en la ardua tarea de mo-
dernizar a Turquía.

La crisis generada por la guerra y la influencia de la revolución rusa afec-


tó, con mayor o menor intensidad, al resto de los países de Europa oriental
y central, y a fueran vencidos, vencedores o de nueva creación. En es tas
regiones la sit uación económica s e deterioró extraordinariament e, lo que
int ensificó la mis eria de la mayoría de la p oblación y provocó huelgas y
otras acciones de p rotesta. El descontento estuvo alimentado también,
en muchos casos , por el fortalecimiento de los nacionalismos, debido a
las nuevas fronteras fijadas por los t ratados de paz . A la pos tre, la ines-
tabilidad imperant e en es tas zonas condujo al establecimiento de gobier-
nos civiles o milit ares de mano dura y a una represión sistemática de las
masas.

105
En Italia las convulsiones sociales de p osguerra no se transformaron en
revolución, pero est uvieron muy cerca de ello. Aunque vencedora en el
conflicto, Italia quedó en una situación muy difícil. A las pérdidas humanas
y materiales, que fueron cuantiosas, se añadió la quiebra económica, que
repres entó el cierre de fábricas, la depresión de la agricult ura y la ruina de
muchos pequeños negocios. Ello provocó un oleaje simultáneo de huelgas
en el camp o y las ciudades, algo sin precedentes desde la unificación, así
como la ocupación de las fábricas por los obreros, p articularmente en el
norte, y de las t ierras por los campes inos, sobre todo en el Lacio, el sur y
el valle del Po. La profunda ines tabilidad política y social que atravesó el
país en aquel período promovió el surgimiento del fascismo, que devino la
alternativa de los grandes empresarios, los terratenientes y de otros secto-
res conservadores para contener al movimiento revolucionario. Con la ayuda
de estas fuerzas, M ussolini asumió el poder en octubre de 1922.

No tan graves como en el caso de It alia fueron las repercus iones de la


crisis en Inglaterra y Francia, las dos grandes p otencias vencedoras del
occidente europ eo. Sin embargo, entre 1918 y 1921, se produjo allí un
incremento espectacular de la afiliación sindical y una avalancha de poten-
tes huelgas con reivindicaciones económicas, gremiales y políticas, así como
una creciente agitación social. El movimiento originó en los dos países el
fortalecimiento de las agrupaciones socialist as; al mismo t iempo que se
profundizó la diferenciación ideológica en s us filas dando lugar a la apari-
ción de partidos comunistas. En ambos casos, surgió un fuerte sentimiento
de solidaridad con Rusia, lo que se tradujo en una not able presión sobre
los gobiernos para que cesara su intervención en aquel país. Una manifes-
tación de ello fue el amot inamiento de la flota frances a en Sebastopol, en
abril de 1919. Finalmente, est os dos grandes países pudieron remontar la
crisis, que también afectó a sus respectivos mundos coloniales, pero para
lograrlo no fue suficiente el uso de la fuerza y tuvieron que hacer algunas
conces iones.

La agitación social no se limitó a los países europeos implicados directa-


mente en la guerra. En la neutral España, por ejemplo, se vivió una convul-
sa situación en el p eriodo 1918-1920, que ha sido calificado como «el
trienio bolchevique». Los graves y complejos acontecimientos que enton-

106
ces tuvieron lugar en el país ibérico, catalogados por algunos historiadores
como una revolución, estuvieron a punt o de hacer saltar por los aires la
monarquía de Alfonso XIII. Aquellos hechos conducirían a una creciente
militarización de la vida política esp añola y finalmente al establecimiento
de la dictadura del general M iguel Primo de Rivera (1923-1930), quien
ins tauró un gobierno que se ins piraba en el régimen italiano de Benito
M ussolini.

Las convulsiones que siguieron a la guerra y a la revolución rusa se exten-


dieron también a otras partes del mundo. Los Estados Unidos se benefi-
ciaron con el conflicto, pues éste no afectó su territorio y contribuyó a forta-
lecer su economía, que abasteció en buena medida a los aliados europeos.
Pero con el fin de la contienda vino la reducción de la producción bélica y
la desmovilización del ejército, lo que originó un masivo desemp leo y una
explosión huelguística, particularmente intensa a finales de 1919, que afec-
tó a la minería, los t ransportes y a varios s ect ores de la indust ria. Los
trabajadores exigían emp leo, aument o de s alarios, reducción de la jor-
nada laboral y derecho a crear sindicatos , al mismo tiemp o que expresa-
ban s u solidaridad con el p rolet ariado ruso. En este ambient e de efer-
vescencia surgieron, durante 1919, dos partidos comunistas, que se unirían
en 1921.

En América Latina se destacaron las rebeliones estudiantiles de Argentina,


que exigían la reforma universitaria (democratización de la enseñanza y la
autonomía de las universidades). Entre 1919 y 1921, movimientos similares
se extendieron por Perú, Chile, Cuba, Colombia, Ecuador y Bolivia. Gran-
des huelgas obreras tuvieron lugar en Argentina y en otros país es, sobre
todo a part ir de fines de 1919, cuando la coyuntura económica favorable
propiciada por la guerra (alza de precios de los productos de exportación
e incluso incipiente industrialización) concluyó y comenzó la crisis. El pue-
blo cubano, con su particular gracejo, identificó a estos periodos como las
vacas gordas y las vacas flacas. En est e contexto de agitación social,
surgieron partidos comunistas en Argentina, Chile, Uruguay y M éxico. El
sentimiento de solidaridad con la revolución rusa estuvo presente en mu-
chas partes y s e expres ó en las manifes taciones y huelgas; así como en
revist as y periódicos de las fuerzas progresist as. Figuras revolucionarias

107
mexicanas, como el líder agrarista
El Manifiesto de la Reforma Emiliano Zapata o el pensador anar-
quista Ricardo Flores M agón, entre
Fue la declaración de principios otros , saludaron entusiasmados los
del movimiento estudiantil. Pro-
clamaba: «¡Muera la oligarquía!»
acontecimientos de Rusia.
y afirmaba: «Hombres de una re-
pública libre acabamos de rom- En agos to de 1918, comenz aron en
Jap ón los «motines del arroz», un
per la úl tima cadena que, en ple-
no siglo XX, nos ataba a la antigua
masivo movimiento de protestas por
domi naci ón m onárqui ca y la vertiginosa subida de los precios,
monástica. Hemos resuelto llamar
a todas las cosas por el nombre que desencadenó numerosas accio-
que tienen. Des de hoy contamos nes reivindicativas de amplios s ec-
para el paí s con una vergüenza tores de la población. A pesar de la
menos y una libertad más. Los prohibición oficial, surgieron en esta
dolores que quedan son las liber-época los primeros sindicatos y para
tades que faltan. Creemos no equi-
vocarnos: estamos pisando sobre 1920 ya estaban sindicalizados más
una revolución, estamos vivien- de 100 mil trabajadores de aquel
do una hora americana». país. M ient ras tant o, el 4 de mayo
de 1919, los estudiantes de Pekín se
lanzaron a la calle para protes tar
contra la decisión de la Conferencia de Paz de entregar a J apón la penín-
sula de Shantung, anteriormente «arrendada» a los alemanes. La represión
de las demost raciones estudiant iles provocó una profunda indignación y
generó huelgas y ot ras acciones , incluyendo el boicot a las mercaderías
japonesas. Bajo la pres ión popular, la delegación china en P arís se negó a
rubricar el Tratado de Versalles. El «M ovimiento del 4 de M ayo» tuvo una
honda repercusión en la sociedad china. A partir de entonces, se sucedie-
ron las huelgas con reivindicaciones económicas y políticas, fueron crea-
dos los primeros sindicatos , aparecieron círculos marxistas en varias ciu-
dades y a mediados de 1921 surgió el p artido comunista.

La guerra y la revolución rusa fortalecieron las acciones de carácter


independentista en Corea, Egipto,Afganistán, la India, Irlanda y otros terri-
torios sometidos a la dependencia colonial, originándos e en varios casos
sangrientos enfrentamientos con las fuerzas coloniales, como ocurrió en
Amris tar (India), el 13 de abril de 1919, cuando las tropas británicas ase-
sinaron a 379 pers onas que p articipaban en una manifestación p acífica.

108
Las conferencias de los pueblos del O riente, celebradas en Bakú e Irkutsk,
en 1920 y 1921, res pectivamente, bajo las auspicios de la III Internacio-
nal, represent aron un fuerte estímulo en la batalla contra el colonialismo.
Como resultado de las luchas libradas en aquel período, Afganistán dejó
de s er un protect orado de Inglaterra, en 1919. Egipto conquist ó su inde-
pendencia formal, en 1922; mient ras que a Irlanda, donde s e desarrollaba
una cruenta guerra, hubo que concederle, en 1921, el estatuto de dominio,
aunque los ingleses permanecieron en los seis condados del Norte, la zona
del Ulster, dividiendo artificialmente a la isla.

En resumen, las convulsiones sociales y políticas asociadas a la guerra y a


la revolución rusa recorrieron todo el planeta y destruyeron o pusieron en
serio peligro el statu quo en muchos lugares, particularment e en Europa.
Sin embargo, la revolución no logró est ablecers e más allá de Rusia, al
cont rario de lo que muchos esperaban durante 1918 y 1919. Después de
1920, aunque todavía s e produjeron algunas importantes acciones en va-
rios países , el oleaje revolucionario fue decayendo. Ello se debió, entre
otros factores, a la profunda escisión del movimiento socialista, a la utiliza-
ción masiva de la fuerza y cuando ésta no fue suficient e a su combinación
con las maniobras y las concesiones, a la actitud asumida por las llamadas
clases medias por temor a la revolución, que las llevó a vincularse con las
fuerz as conservadoras, y a la aparición de los primeros s ignos de
reordenamiento económico internacional. Los sectores dominantes tradi-
cionales lograron finalmente superar aquel momento crítico, pero el miedo
a la revolución inspiró una oleada de conservadurismo y reacción, que iría
limitando rápidamente el liberalismo político y económico, sobre todo en
Europa aunque no sólo allí.

109
Capítulo III

EUROPA ENTRE LAS DOS GUERRAS MUNDIALES

CARACTERÍSTICAS GENERALES

Dejando aparte el caso de la Rusia soviética, cuya evolución después de la


guerra civil examinaremos más adelante, en los veinte años transcurridos
entre los dos conflict os mundiales, Europa experimentó p rofundos cam-
bios económicos, p olíticos y s ociales, que provocaron un acentuado des-
censo de la sit uación de privilegio que disfrutó hasta 1914.

Además de fuertes convulsiones sociales trabajosamente superadas, el fin


de la guerra trajo consigo la falta de materias primas y de productos manu-
facturados, la necesidad de reinsertar a millones de combatientes en ocu-
paciones civiles, la devastación de numerosas zonas , los problemas que
planteaban los movimientos migratorios generados por los tratados de paz,
el p eso de la deuda contraída con los Estados Unidos, entre ot ras conse-
cuencias adversas. Todo ello p rovocó el aument o del paro obrero, la de-
gradación de los salarios, el incremento de los precios y la depreciación de
las monedas. En resumen, se exp resaron todos los síntomas de una grave
crisis que, con altibajos, llegó a ser crónica durante todo el período y afec-
tó tant o a los país es industrializados como a los que t enían una economía
basada en la agricult ura, pues ésta s e deprimió debido a una espectacular
baja de los precios.

110
Pese a todo, en la segunda mitad de los años veinte se produjo un p rogre-
so económico evidente, particularmente en los países desarrollados, que
permitió superar ligeramente los índices de producción industrial y comer-
cio de 1913, aunque Europa distaba mucho de lo alcanzado en estos rubros
por los Estados Unidos. Se des tacaron por su ritmo de crecimiento Fran-
cia y A lemania, que superaron en más de un 50 % s u producción de
preguerra. La economía frances a fue favorecida por las ventajas del Tra-
tado de Versalles; mientras que la alemana recibió los beneficios del anglo-
norteamericano Plan Dawes, cuyo aporte financiero permitió a los germanos
cumplir con el pago de las reparaciones de guerra y revitalizar la actividad
económica. Notables progres os t uvieron Suecia, Noruega, Dinamarca,
Suiza, H olanda, Bélgica y Luxemburgo. Inglaterra e Italia apenas lograron
rebasar las cifras de producción y comercio anteriores al conflicto, aunque
los ingleses mantuvieron una posición importante debido a los ingresos por
sus prés tamos e inversiones en el ext ranjero.

A los avances europeos contribuyeron, entre otros factores, la renovación


WHFQROyJLFD²SRUHMHPSORV HJHQHUDOL]yHOXVRGHODHOHFWULFLGDG\GHO
PRWRUGHH[S ORVLyQHQORVS URFHVRVSURGXFWLYRV²HOGHVDUUROORGHQXH
YDVUDPDVLQGXVWULDOHV²TXtPLFDDXWRPRWUL]\GHODDYLDFLyQHQWUHRWUDV² la
aplicación de los métodos norteamericanos de producción en cadena, o
sea, la «racionalización» y «es tandarización» del trabajo, cuyos efectos
enajenantes fueron genialmente satirizados por Charles Chaplin en su película
Tiempos Modernos; el incremento de las políticas proteccionistas, así como
una fuerte tendencia a la concentración capitalista en las esferas de la pro-
ducción y las finanzas.

Los avances de aquel p eríodo propiciaron un clima de relativa est abilidad


polít ica y social, visible sobre todo en los países más fuertes económica-
mente. Aquella transitoria coyuntura posibilitó un mayor protagonismo de
las fuerzas políticas moderadas y el fortalecimient o de las pos iciones
reformis tas en el movimiento obrero, en lo que influyó la disminución del
desempleo y la obtención de algunas ventajas económicas y sindicales; así
como la actit ud sectaria de los comunistas, que los alejó de amplios secto-
res de la clase obrera influidos por la socialdemocracia y debilitó conside-
rablemente su influencia. La tendencia a la estabilidad se reflejó también en
el ámbito de las relaciones internacionales, donde los pasos se encaminaron

111
a buscar entendimientos en relación con diversas situaciones conflictivas
heredadas de la guerra, en particular el problema alemán, como lo eviden-
ció la firma del Tratado de Locarno, en 1925. Ello supuso que las agudas
cont radicciones interimp erialis tas pas aran temporalmente a un segundo
plano.

Aunque aquellos progresos no beneficiaron al conjunto de la sociedad,


pues sólo fueron favorecidos los países más avanz ados y dentro de ellos
no todos los sectores, modificaron la vida cotidiana de una p arte de los
contemporáneos. Se incrementó el consumo de diversos tipos de produc-
tos , incluidos los de lujo, las grandes ciudades europeas ofrecieron t odo
genero de diversiones, se import aron de América nuevos bailes (el t ango,
el Charles tón, el fax-trot), se abrieron lujosos restaurantes y salas de fies-
ta, se increment ó y moderniz ó la red ferroviaria con vistas al t raslado de
turistas, creció el número de automóviles en las carreteras, se desarrolla-
ron de manera prodigiosa la radio y el cine, ofreciendo mundos y ambien-
tes de ensueño (es la ép oca del nacimiento de Mick ey Mouse de Disney)
y espectaculares películas, entre ellas las grandes obras de Chap lin. En
aquellos tiempos, que algunos inter-
pretaron como una esp ecie de vuel-
La crisis inesperada
ta a la «belle epoque» de fines del
siglo XI X y principios del XX, se di- «Sólo nueve mes es antes de que
fundieron t ambién nuevas modas estallara la crisis más grave de la
(que por lo general seguían la influen- historia del capitalismo, el presi-
dent e nort eamericano Calvin
cia norteamericana), cambios en la
Coolidge se despedía con un dis-
est ética femenina y mas culina, así curso en el Congreso en el que afir-
como ciert a tendencia a la liberación maba: «ninguno de los Congresos
sexual, aunque legalmente la mujer de los Estados Unidos que se han
siguió sometida al hombre e incluso reunido hasta ahora lo han hecho
con más placenteras perspectivas
accedió al derecho al voto en muy que las actuales. En los asuntos
pocos lugares. domésticos hay tranquilidad y sa-
tisfacción, pues se ha alcanzado el
Pero la etapa de prosperidad, ade- más alto record de prosperidad. ...».
más de relativa, resultó ser muy frá-
La historia de las sociedades, Ed.
gil, como lo vino a constatar la crisis Aique, Buenos Ai res, Argentina,
que estalló el 25 de octubre de 1929, p. 77.
el llamado «viernes negro», en los
112
Estados Unidos. Ese día, de una manera inesperada y sorprendente para
muchos , empezaron a bajar los valores en la Bolsa de New York. El páni-
co comenzó a ap oderarse de Wall Street y el día 29 alcanzó s u punto
álgido, al ponerse en venta 16 millones y medio de títulos. A finales de
1929, el precio de las acciones había caído un 50 % y continuó bajando
en los años siguientes hasta alcanz ar su peor momento en 1932, cuando
se depreció otro 30 %. Una acción de General M otors, por ejemplo,
que se cotizaba en 1929 a 73 dólares, valía 8 dólares en 1932. En t res
años se esfumaron 74 billones de dólares , cerraron por quiebra miles de
negocios de todo tip o, los desempleados sup eraron el 25 % de la pobla-
ción trabajadora, desap arecieron las ganancias acumuladas durante el pe-
ríodo de crecimiento y muchos norteamericanos quedaron arruinados.

Debido al peso de los Estados Unidos en la economía mundial, la crisis se


propagó con rapidez por todas part es, p rovocando una verdadera anar-
quía, un auténtico desastre universal. En Europa afectó en primer lugar a
los países más industrializados, en los que se devaluaron las monedas, se
contrajo cons iderablemente la producción por la caída de las ventas en el
interior y en el cada vez más deprimido mercado internacional; se arruina-
ron muchos negocios, sobre todo, los pequeños y medianos y creció ver-
tiginosamente el paro obrero con las correspondientes consecuencias so-
ciales. La situación fue particularmente grave en Alemania, pues a partir de
1929 es te p aís dejó de recibir los créditos nort eamericanos, que habían
propiciado el crecimiento económico experimentado durante la segunda
mitad de los años 20. La producción y el comercio alemán se redujeron en
40 %-50 % y el des empleo llegó a los seis millones.

En aquellos lugares que al igual que en Alemania la crisis fue precedida por
un increment o considerable de la producción, como fueron los casos de
Francia y, en menor medida, de algunos p aíses nórdicos y del occidente
europeo, las consecuencias fueron muy severas . La peor sit uación, sin
embargo, fue la que atraves aron los países atrasados, pues est os dep en-
dían fundamentalmente de la exportación de alimentos y materias primas
diversas, cuya demanda se redujo extraordinariamente lo que provocó una
baja en los precios sin precedente. La mayor part e de la p oblación de
aquellos países fue sumida en la miseria y la desesperación.

113
La crisis fue enfrentada por los cambiantes gobiernos europeos de dife-
rentes maneras, pero en todos los cas os s e produjo un increment o de la
intervención estatal en la vida económica, perdiéndose la fe en el liberalis-
mo económico imperante hast a 1914. La crisis también aceleró el retroce-
so que desde la culminación de la guerra venía experimentando el sistema
político liberal. En todas partes, en mayor o menor medida, se fortalecie-
ron los antagonismos sociales y se polarizaron las fuerzas políticas. Algu-
nos sect ores se sumaron a la izquierda, particularmente a los part idos co-
munistas, que hicieron importantes progresos en varios países, como fueron
los casos de A lemania y Francia; mientras otros se refugiaron en el movi-
miento fascista, que alcanz ó gran difusión. Como resultado de ello, se vi-
vió entonces una aguda inestabilidad p olítica, lo que a la postre fue condu-
ciendo al increment o de los regímenes totalitarios, que llegaron a dominar
en una buena parte de Europa.

La también llamada Gran Depres ión tuvo un negat ivo impacto en la pro-
blemática europea y mundial de los años 30. Desde el principio de la dé-
cada, se fueron abandonando los esfuerzos conjuntos para enfrentar los
múlt iples p roblemas exist entes y se pasó a una feroz compet encia entre
los Estados, particularmente entre las grandes potencias imperialistas, agudi-
zándose en grado sumo sus cont radicciones, lo que provocó el des plome
del sistema de seguridad elaborado tras la Primera Guerra M undial. Así las
cos as, con paso rápido, se iría avanz ando hacia el inevitable est allido de
un nuevo conflicto bélico generalizado.

LA CRIS IS DELA DEMOCRACIA LIBERAL

Como hemos dicho anteriormente, la Primera Guerra M undial provocó


la caída de los imperios aut ocráticos de Rusia, Austria-Hungría, Alemania
y Turquía, lo que dio origen al surgimiento de nuevos países (Austria, Hun-
gría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Polonia, Lituania, Letonia, Estonia y Fin-
landia), que modificaron el mapa político europeo y mundial. Pero ello no
supuso el fortalecimiento de la democracia liberal europea. Por el contra-
rio, en el período entre las dos guerras mundiales, ésta exp erimentó un
notable retroceso. El miedo a la revolución, debido a la influencia del ejem-
plo rus o y a las consecuencias generadas por las crisis económicas de
114
pos guerra, provocó que los sect o-
Nueva realidad
res dominantes tradicionales refor-
El paradigma de los primeros mi- zaran s u monopolio del poder y se
nistros nórdicos en bicicleta fue produjera una verdadera reacción
sustituido por la realidad de los contra los principios liberales del si-
caudillos de mano dura y aren- glo XI X, t anto en el plano p olít ico
gas nacionalistas.
como en el económico.

En aquellos años, ante las clases do-


minantes se planteó una situación completamente nueva. Hasta entonces,
mientras sólo se oponían los partidos de mat iz conservador o liberal que
en el fondo est aban de acuerdo en lo esencial, es decir, sobre la estructura
de la sociedad, fue p osible que funcionara regularmente un sistema de al-
ternancia de p artidos y s e mantuviera el juego parlamentario, pues cada
uno de ellos es taba seguro que su advers ario no afectaría el derecho de
prop iedad. Pero con la irrupción de la clase obrera en el escenario políti-
co, que aspiraba a cambios radicales en todas las esferas, se enfrentaban
fuerzas antagónicas y surgía un grave peligro para el orden establecido, si
bien este peligro no tuvo la misma magnitud en todos los lugares y en gene-
ral con el pas o del tiempo se alejaba.

En realidad, después de los dos primeros años que siguieron al triunfo de


ODUHYROXFLyQUXVD\DODWHUPLQDFLyQGHODJXHUUD²FXDQGRODYLFWRULDGHOD
UHYROXFLyQSDUHFtDLQHYLWDEOH\SUy[LPD²ODSRVLELOLGDGGHODFFHVRDOSRGHU
de la clase obrera se fue haciendo cada vez menos factible, quedando
reducido al caso de Rus ia. Ello no se debió a que las masas obreras aban-
donaran el ideal del socialismo, que cada día ganaba un mayor número de
simpatizantes, sino a la división en el movimiento socialista. Los partidos
socialdemócratas, que entonces eran
mayoritarios, sólo aspiraban a las re-
Los cen tristas
formas dent ro del marco de la s o-
ciedad burguesa; mientras los comu- Entre 1919 y 1921 existió incluso la
nis tas eran partidarios de cambios Segunda Internacional y Media,
estructurales profundos. Dicha esci- así apodada porque agrupaba a
los socialistas que mantenían una
sión se extendió al creciente movimien-
posición entre la Socialdemocra-
to s indical y s e reflejó también en cia y los comunistas.
la exis tencia de dos organiz aciones
115
internacionales (la II o Internacional Socialista y la III o Internacional Co-
munista), que llegaron incluso a combatirse encarnizadamente, todo lo cual
debilitaba las posiciones de las fuerzas revolucionarias. A pesar de ello, el
temor al movimiento popular se tradujo en un mayor control del poder por
los grupos más conservadores de los sectores dominant es en cas i todas
partes.

La reacción conservadora encontró


¿Crisis de la cultura un import ante aliado en el naciona-
occidental?
lismo, exaltado furiosamente tanto en
El panorama de una Europa arra- los nuevos Estados surgidos de la
sada por la guerra caus ó una guerra, donde se p racticaban expro-
gran i mpresión en la mentalidad piaciones, expulsiones y maltratos a
de s us cont emporáneos. La des- las minorías en aras de consolidar las
trucción había s ido caus ada por emergentes naciones, como en los
las naciones «más civilizadas».
vencidos o insatisfechos con lo ob-
Una sensación de pesim ismo y
de que se est aba frente a una WHQLGR²$ OHPDQLDH,WDOLD²HQORV
crisi s de toda la cul tura occiden- que sirvió para preparar el desquite,
tal recorrió a la soci edad. M u- y entre los vencedores, donde era
chos filósofos e hist oriadores utilizado para preservar y engrande-
reflejaron esta pers pecti va s om- cer las ventajas derivadas de la con-
bría. Oswald S pengler en su fa-
tienda. En todas partes la derecha
moso l ibro La decadencia de Oc-
cidente expuso la teoría de que
nacionalista fomentaba el miedo a la
todas las ci vilizaciones, al igual revolución bolchevique, lo que le
que los organismos biológi cos, proporcionaba el pretexto para mo-
cumplían ciclos cerrados de na- nop oliz ar la idea de «lo nacional»
cim ient o, desarroll o, decaden- contra los movimientos de izquierda
cia y m uert e, y sos tuvo que el identificados con el internacionalis-
ciclo vi tal de la civi lización oc-
cidental s e habí a agot ado. Tam-
mo. El nacionalismo contó con el apo-
bi én el hi storiador Arnold J. yo de la Iglesia católica, del ejército,
Toynbee creía que l a ci vili za- de los terratenientes y de la alta y
ci ón occidental ya no podía dar mediana burguesía. También lo hizo
una res pues ta a l os des afíos suyo una parte de la pequeña burgue-
que se le plant eaban, y afi rmó sía y otros sectores, hostiles a los sin-
que la cul tura europea se ecli p-
dicatos y al socialismo. La prensa y
saba.
la radio, convertidas en verdaderas

116
industrias cada vez más concentradas y dependientes del capital, prestaron
un inestimable servicio en la difusión de las ideas nacionalistas.

El agresivo nacionalismo de p osguerra presentó manifestaciones muy di-


versas. U na de las más importantes fue el ant isemitismo, particularmente
virulento en Europa Central y Oriental, donde los judíos eran relativamen-
te numerosos en la banca, el comercio y en los medios intelectuales. A llí,
los círculos burgueses y clericales los acusaban de «encarnar el capit alis-
mo moderno en sus aspectos más odiosos» y al mismo t iempo de llevar a
cabo una labor directiva en los partidos revolucionarios, presentándolos
como responsables de todos los males de la sociedad. En aquella región
abundaron las injurias, las persecuciones e incluso los progroms contra los
judíos. Pero el antisemitismo estuvo presente también en Europa Occiden-
tal. Un ejemplo de ello fue el de Francia, donde después del sonado caso
Dreyfus , a finales del siglo XI X, s e había convert ido en uno de los temas
básicos de la demagogia nacionalis ta.

En los países donde a pesar de la escisión de la izquierda el auge del mo-


YLPLHQWRSRSXODUIXHPD\RU²FRPRRFXUULyHQODLQPHGLDWDSRVJXHUUD\
HQRFDVLyQGHODFULVLV GHO²\ODVFODVHVGRPLQDQWHVVLQWLHURQV XVLQWH
reses más amenazados, apelaron al establecimiento de dictaduras fascistas
o a regímenes influidos por el fascismo, que eliminaron brutalmente toda
forma de oposición y con ella a la democracia parlamentaria o mantuvieron
sólo una ficción de la misma. M ientras tanto, en los pocos países europeos
donde se pudo mantener el s istema parlamentario tradicional, incluyendo
aquellos de mayor tradición en este sentido, como eran Inglaterra y Francia,
se incrementó el control político de los partidos de las clases privilegiadas, se
reforzaron las funciones ejecut ivas en detrimento de las parlamentarias y
se renunció progresivamente al liberalismo económico, acentuándose las
práct icas de la guerra cuando los gobiernos asumieron poderes extraordi-
narios para regular la vida económica, política y social.

En los llamados país es democráticos del p eríodo entre las dos guerras
mundiales, entre los que se pueden incluir también a Suiza, Suecia, Norue-
ga, Dinamarca, Holanda, Bélgica y Checoslovaquia, el s istema de partidos
políticos se hizo entonces más rígido y se perfeccionaron los mecanismos
SDUDHOFRQWUROGHOFXHUSRHOHFWRUDO²HQYDULRVFDVRVWRGDYtDUHVWULQJLGRD
117
ORVKRPEUHV²FRQHOREMHWLYRGHHYLWDUHOVXUJLPLHQWRGHRWURVSDUWLGRV
Al mismo tiempo, en estos países se institucionalizó la práct ica, vigente
hasta nuestros días en casi todo el llamado mundo democrático, de que los
partidos designaban a s us candidatos , los que al ser elegidos se hacían
totalmente dependientes de la maquinaria partidista, alejándose de los elec-
tores que supuestamente representaban.

Por otra p arte, la crisis de la democracia representativa en aquellos países


que conservaron las instituciones liberales se manifestó también en el for-
talecimiento de las atribuciones de los gobiernos. En Inglaterra el poder se
fue concentrando rápidamente en el gabinete, y cuando el primer ministro
HUDXQDSRGHURVDSHUVRQDOLGDG²FRPRIXHHOFDVRGH/OR\G*HRUJH²HUD
él quien adoptaba las decisiones. El partido mayoritario en el parlamento
tenía el gobierno y solamente podía ser desalojado del mismo con nuevas
elecciones (anticipadas), lo que raramente ocurría pues para ello era nece-
sario el voto de la mayoría de los dip utados. En Francia el poder ejecutivo
fue extendiendo su influencia gracias, sobre todo, a los decretos-leyes, pro-
ducto de que el parlamento cedía al gobierno la facult ad de legislar en las
esferas en las que una mayoría no podía o no quería ser responsable. De
este modo, el parlamento delegaba su poder a los ministros, debilitándose o
desapareciendo totalmente su función de control de la labor gubernamental.

El aument o de las facultades de los gobiernos condujo al crecimiento del


aparato administrativo estatal, compuesto por personal especializado que
se reclutaba exclusivamente entre las clases dirigentes. Así en Inglaterra el
civil serv ice se nutría de las universidades aristocráticas de Eton, O xford
y Cambridge y de otros elementos de la alta burguesía. Lo mismo ocurría
en Francia, donde las personas dedicadas a las tareas de la administración
estatal procedían de los medios de los grandes negocios económicos y finan-
cieros, con los que continuaban manteniendo fuertes vínculos. Debe subrayarse
TXHGLFKRVIXQFLRQDULRV²DMHQRVDFXDOTXLHUWLSRGHHOHFFLyQ²HMHUcían una
influencia considerable en la redacción, interpretación y aplicación de las
leyes, adquiriendo con ello una buena dosis de poder y un cierto nivel de
independencia o autonomía. Esta frondosa administración fue por lo regu-
lar una fuente de permanente corrupción.

La crisis del liberalismo en los llamados país es democráticos se exten-


dió, además , al terreno económico. Las graves consecuencias de las cri-

118
sis económicas del período, en especial la de 1929, cont ribuyeron a in-
crementar con rapidez la intervención del Est ado en todos los sectores
de la economía, acent uándos e las práct icas reguladoras de la guerra.
Has ta la propia Inglaterra, defensora t radicional de la libertad ilimit ada
GHOPHUFDGR²ODLVV HUIDLUH², tuvo que abandonar definitivamente el
librecambis mo por aquellos tiemp os. La injerencia del Estado se realiza-
ba siempre y en todas partes en función de los intereses de los s ectores
dominant es y propició un incremento constante de la concentración de la
producción y los capitales . Entre otras medidas , se protegió a las empre-
sas amenazadas y se aplicaron legislaciones que favorecían la cartelización
industrial y bancaria, limit ándos e not ablemente la competencia. La cre-
ciente vinculación entre el Estado y los monopolios contribuyó en estos
años al continuo fortalecimient o del cap italismo monopolista de Es tado,
es decir, al ent relaz amient o cada vez may or de los monopolios con el
aparato estatal.

Particularmente a part ir de 1929, debido a las cons ecuencias de la crisis


económica, la menguada democracia europea se vio amenazada por el
auge que por entonces alcanzaba el fascismo, que se convirtió en una fuer-
za internacional tras el arribo de Hitler al poder en Alemania. En todos los
llamados países democráticos surgieron y se desarrollaron organizaciones
fascist as, que cont aron con el apoyo de las fuerzas reaccionarias y de im-
portantes círculos de negocios. Algunas de estas agrupaciones acumularon
considerable influencia y llegaron a plantearse la conquista del poder, como
ocurrió en Francia y en Austria en 1934. En todas partes fue la clase obre-
ra la fuerza que más decididamente se alzó contra las intenciones fascistas,
defendiendo con sus acciones a la democracia burguesa, limitada pero pre-
ferible al régimen totalit ario del fascismo. La actitud de una parte de las
clases dominantes, cuyas simpatías hacia el fascismo se hizo evidente, de-
mos tró una vez más que estos sectores no dudan en apelar a cualquier
procedimient o cuando ven peligrar sus intereses.

A continuación examinamos la situación que presentaron en el período aque-


llos países donde s e conservó, en lo fundamental, la democracia parla-
mentaria; se hace énfasis en los casos de Inglaterra y Francia, las dos gran-
des potencias del Occidente europeo, donde las instituciones liberales eran
más antiguas y poseían mayor arraigo.

119
Inglaterra

Desde finales del s iglo XIX, la economía británica comenzó a experimentar


un evidente declive. Ello s e debió no s ólo a la competencia cada vez más
fuerte de A lemania, los Estados U nidos y Japón y a los progresos en la
indus trialización de los dominios de Aus tralia (1901) y Canadá (1867) y
de la India, sino a su creciente atraso tecnológico, motivado por un p ro-
longado monopolio comercial, que no estimuló la necesaria renovación del
parque industrial. La Gran Guerra y sus resultados acentuaron este proce-
so, lo que en p ocos años modificó el lugar y el p apel de Inglaterra en el
contexto internacional.

En teoría, Inglaterra debió s alir fort alecida de la guerra, pues recibió ex-
tensos territorios coloniales y desapareció la competencia alemana, por lo
menos transitoriamente. P ero en la p ráctica terminó la contienda en una
VLWXDFLyQPX\GLItFLO$GHPiVGHODVSpUGLGDVKXPDQDV\PDWHULDOHV²PH
QRVFXDQWLRVDVTXHODVGH)UDQFLDSHURFRQVLGHUDEOHV²WXYRTXHSUHVFLQ
dir de la mayor parte de sus mercados tradicionales, que fueron ocupados
por los Estados Unidos y J apón. La p roducción industrial y las exp orta-
ciones británicas se redujeron a un 50 % en relación con 1913. Asimismo,
terminó el conflicto endeudada con los Estados Unidos, que pasó a s er el
centro financiero mundial. Por otra parte, la crisis generada por la guerra y
por la influencia de la revolución rusa provocaron una profunda y extensa
inestabilidad social en la metrópoli y una creciente «inquietud» en las colo-
nias, particularmente en Irlanda, escenario de una sangrienta guerra contra
la dominación foránea, así como en Egipt o y la India, donde la lucha
emancipadora alcanzó proporciones alarmantes.

Sobre Egipto y la India abundaremos más adelante. En cuanto a Irlanda,


s it uada en la p ropia Europ a, debe señalarse que venía luchando
tesoneramente por su indep endencia desde hacía mucho tiempo. El parti-
do que encabezaba la oposición al colonialismo británico se llamaba Sinn
Fein (en gaélico «nosotros s olos»). Dicho partido reclamaba la indepen-
dencia t otal de toda Irlanda, incluyendo la zona del Ulster (15 % del terri-
torio), situada al norte de la isla y poblada mayoritariamente por personas
de origen británico y de fe protestante. Al terminar la Primera Guerra M un-
dial, el Sinn Fein proclamó la independencia, hecho que fue seguido por

120
una sangrienta lucha, que s e prolongó por tres años y en la que part icipa-
ron alrededor de 100 000 soldados ingleses. Lloyd George apeló a p ro-
mesas y maniobras para dilatar la dominación brit ánica, pero finalmente,
en diciembre de 1921, hubo que conceder a los irlandeses el estatuto de
dominio dentro de la Commonwealth, aunque Inglaterra mantuvo el con-
trol de los condados del U lster, alegando que la población protestante no
quería ser gobernada por los celtas católicos, mayoritarios en el conjunto
de la isla. Dicha partición, contraria a las aspiraciones de los nacionalistas
irlandes es, generó un agudo y complejo conflicto que llega hasta nuestros
días.

Inglaterra tuvo que enfrentar la tarea de reconvertir su economía a los tiem-


pos de paz en medio de estas difíciles circunstancias, agravadas por la
crisis económica de pos guerra. A partir de 1921-1922, la situación co-
menzó a cambiar en forma lenta y trabajosa. El movimiento revolucionario
fue sofocado, aunque no fue suficiente el uso de la fuerza y hubo que hacer
algunas concesiones a los trabajadores (jornada de ocho horas, aumentos
de salarios y otras). En ello desempeñaron un destacado papel los sindica-
tos reformis tas (Trade Unions) y el Part ido Laborista, que colaboraron
con el gobierno y los empresarios a cambio de ciertas ventajas económi-
cas y sindicales, contribuyendo con ello a desactivar al movimiento popu-
lar. La influencia del pequeño partido comunista, surgido en 1921, era en-
tonces y sería después muy limitada. La lucha en las colonias fue neutralizada
temporalmente, si bien en 1919 A fganis tán dejó de ser un prot ectorado;
mientras que en 1921, como ya vimos , fue necesario conceder la aut ono-
mía a Irlanda, y en 1922 la independencia a Egipto, que no obstante siguió
siendo controlado por los británicos durante muchos años.

Así las cosas, entre 1923 y 1924, se inició la recup eración económica de
Inglaterra. En los años siguientes, la industria experimentó algunos cambios
positivos, con el surgimiento de algunas ramas nuevas: maquinaria, quími-
ca, aviación. Pero las ramas industriales tradicionales: textil, minera, hullera y
met alúrgica, permanecieron estancadas o retrocedieron. En conjunto, se
avanzó con lentitud. Hacia 1929, la producción industrial y las exportacio-
nes del país, aunque crecieron, apenas se acercaban a los índices de
preguerra. M ientras t ant o, la agricultura atravesaba una aguda crisis y
es taba muy lejos de los niveles de 1913. Sin embargo, la renta nacional

121
aumentó notablemente con los ingresos por las inversiones extranjeras y
los provenientes de la explotación colonial, cuyos recursos fueron movili-
zados cada día con más intensidad.

(QHVWRVDxRVVHUHGXMRXQSRFRHOGHVHPSOHR²HQKDEtDD~QXQ
PLOOyQGHSDUDGRV²\PHMRUDURQODVFRQGLFLRQHVODERUDOHVGHFLHUWRVVHF
tores, particularmente en las nuevas ramas industriales. Pero el período no
estuvo exento de luchas sociales. Para aumentar la capacidad exp ortadora
del país fue necesario bajar los precios de los productos y ello se logró no
mediante la renovación tecnológica y el cons iguiente aumento de la p ro-
ductividad, sino reduciendo los salarios en varios sectores, lo que provocó
el choque con los trabajadores. En may o de 1926, se produjo una huelga
general sin precedentes en la historia inglesa. Fue acatada por más de cua-
tro millones de obreros y paraliz ó totalment e a Inglat erra. Sin embargo,
poco después de iniciada la huelga las Trade Unions dieron marcha atrás y
cedieron ante las presiones del gobierno, traicionando al movimiento. Sólo
los mineros continuaron el paro durante ocho meses y a la postre tuvieron
que aceptar también las condiciones de los p atronos. Desp ués de esta
huelga, se produjo una ofensiva gubernamental y patronal que limitó consi-
derablemente las ventajas conquistadas p or los trabajadores con ant erio-
ridad, así como sus derechos y los de los sindicatos, llegándos e incluso a
prohibir las huelgas.

Des de el punto de vis ta p olítico, la década del 20 estuvo liderada por la


coalición de conservadores y liberales, hasta 1923, y por los conservado-
res en s olitario, desde 1924 hasta 1929. Sólo durante unos meses de 1924
se produjo un paréntesis con el gabinete laborista de Ramsay M ac Donald.
El Partido Laborista, de filiación socialdemócrata, ganó considerable in-
fluencia en la posguerra. En las condiciones de Inglaterra, donde el movimien-
to obrero poseía una larga tradición reformista, el laborismo sacó provecho
del descontento generado por la guerra. En las elecciones parlamentarias
de 1923, ninguno de los tres partidos (Cons ervador 258 puest os, Labo-
ris ta 191, Liberal 158) obtuvo mayoría absoluta y se encomendó a los
laboristas formar gobierno en alianza con el partido liberal. Los laboristas
se diferenciaban muy poco de liberales y conservadores, p ero para no
perder su influencia entre los trabajadores se negaron a propiciar la estabi-
lización económica mediante medidas antiobreras y represivas, como exi-

122
gían las clases dominant es, y fueron obligados a dimitir. En las siguientes
elecciones obtuvieron la victoria los conservadores, seguidos por los labo-
rist as; los liberales prácticament e desaparecieron del escenario polít ico.
Desde entonces, se configuró el bipartidismo que ha caracterizado la polí-
tica inglesa en la contemporaneidad.

La cons ervación y fortalecimient o del imperio colonial fue una tarea


priorizada por los gobiernos ingleses durante los años 20. Con ese objeti-
vo, en la conferencia imperial de Londres, en 1926, se s entaron las bases
de un nuevo sistema que normó jurídicamente los vínculos de la metrópoli
FRQVXVGRPLQLRV²&DQDGi  $XVWUDOLD  8QLyQ6XGDIULFDQD
 ,UODQGD  \1XHYD= HODQGD  ²DVtFRPR FRQVXV
colonias, mandatos y protectorados. Dicho sistema quedó definitivamente
establecido con el Estatuto de Westminster, en 1931. En la p ráctica, más
allá de las palabras acerca de una comunidad británica de naciones, s ólo
los dominios tenían una autonomía real; mientras el resto de los territorios
eran administrados por el ministerio de colonias en función de los intereses
de la metróp oli. En cuanto a Europa, dichos gobiernos se es forzaron por
mantener el equilibrio, lo que supuso sostener relaciones amistosas con la
Italia de M uss olini y propiciar el resurgimient o de la vencida Alemania.
Con ello se pretendía evitar la hegemonía francesa en el Continente, al
mis mo t iemp o que se trat aba de contener la influencia del bolchevismo
hacia el Occidente. La p osición británica fue apoyada por los Estados
Unidos, sobre todo en lo tocante a Alemania, debido al int erés nort eame-
ricano de aumentar su presencia económica en la región a través de dicho
país, así como para ordenar el problema de las reparaciones, al que los
europeos vinculaban el pago de su deuda.

Los efectos de la crisis económica mundial de 1929 llegaron a Inglaterra a


fines de es e propio año. Estos fueron allí menos devas tadores que en los
Est ados Unidos o Alemania, p ues la crisis no estuvo p recedida por un
aumento serio de la producción como en aquellos p aíses. N o obstante,
ocas ionaron graves consecuencias . Entre 1929 y 1933, la producción in-
dustrial se redujo alrededor de un 20 % y las exp ortaciones descendieron
en un 50 %. Se depreciaron cons iderablement e las invers iones en el ex-
tranjero y hubo que liquidar algunas. El desempleo totalizó tres millones en
los momentos más críticos. La libra esterlina perdió un tercio de su valor y

123
el país tuvo que renunciar al patrón oro. De nuevo la intranquilidad social
estremeció a Inglat erra y s e extendió a s us colonias.

La situación se tornó tan grave que algunos empresarios y publicistas con-


servadores apoyaron transitoriamente a la U nión Británica de Fascis tas,
creada en 1931 por Oswald M osley, antiguo político laborista y ferviente
admirador del régimen de M ussolini. Cierto es que las prédicas totalitarias
de M osley no prosperaron y su partido no pasó de ser un grupo de extre-
mistas exaltados, compuesto fundamentalmente por jóvenes desempleados,
lo que condujo a que la agrupación fuera disuelta hacia mediados de la
década, pero su existencia y el respaldo que encontró en ciertos círculos
demuest ra el temor que la crisis despertó en una parte de los s ectores
dominantes de Inglaterra.

En sus inicios, la crisis fue enfrentada por el Partido Laborista, que subió al
poder en junio de 1929. Pero en 1931, ante la gravedad de la situación, se
creó un gobierno de Unión Nacional con presencia de ambos p artidos , al
que siguió, des de 1935, un p eríodo de gabinetes conservadores que se
ext endió hasta comienzos de la guerra, p rimero bajo la conducción de
Stanley Baldwin y luego de Neville Chamberlain, este último acérrimo par-
tidario de la política de concesiones al fascismo, con el pretexto de evitar
un nuevo conflicto. Para remontar la crisis, fueron reducidos los salarios y
los subsidios a los parados, lo que junto al aumento de los impuestos agra-
vó la situación de los trabajadores. Al mismo tiempo, se abandonó el libera-
lismo económico. El Estado intervino activamente en la economía, aplican-
GRYDULDGDVUHJXODFLRQHV²ILMDFLyQGHSUHFLRVHVWDEOHFLPLHQWRGHFXRWDV
GHSURGXFFLyQHWF²HQGLYHUVDVHVIHUDV\VHYHUDVPHGLGDVSURWHFFLRQLV
tas . Entre estas medidas se destaca la celebración de la Conferencia Im-
perial de Ottawa, en 1932, donde se impuso un sistema arancelario dirigi-
do a favorecer el comercio ent re Inglaterra y s u imperio, excluyendo
prácticamente a los competidores, lo que representó una mayor moviliza-
ción de los recursos coloniales en beneficio de la metrópoli.

La débil actitud de las Trade Unions y del Partido Laborista durante aquel
período, que renunciaron a la defensa de los intereses de la clase obrera y
en esencia redujeron su actividad a un llamado a la clas e obrera a apretar-
se los cinturones para soportar los rigores de la crisis, contribuyó a que un

124
cons iderable número de trabajadores, al igual que ocurrió tras la fracasa-
da huelga de 1926, abandonaran los sindicatos y retiraran su apoyo al
laborismo. El descontento con los laborist as est aba relacionado también
con su pasividad ante la política oficial de contemporización en relación con
la Alemania hitleriana y sus aliados.

La política del Estado durante la crisis contribuyó a desarrollar y fortalecer


a los monopolios indus triales y financieros. P or ejemplo, la British Iron
and Steel Feder ation llegó a controlar dos tercios del mercado del hierro
y el acero. Algo similar ocurrió con otros trusts como la Imperial Chemical
Industr ies, Unilever, el Imperial Tobacco Co., as í como en los que con-
trolaban la industria automotriz. Estos grandes monopolios, que absolvie-
ron a una buena parte de los pequeños y medianos productores, regulaban
la producción y fijaban los precios, lo que de hecho suprimía la competen-
cia o libre concurrencia, característica fundamental del liberalismo econó-
mico clásico.

Las medidas gubernamentales para combatir la crisis surtieron ciertos efec-


tos positivos, pero no pudieron sentar las bases para un crecimiento soste-
nido de la economía. A la crisis siguió una depresión y luego una nueva
crisis, la de 1937-1938, que pudo ser s uperada parcialmente gracias a la
producción de armamentos. De tal manera, en vísperas de la Segunda Guerra
M undial, la economía inglesa no se había restablecido. La industria expe-
rimentó algunos progresos con la ap arición de nuevas ramas, pero en su
conjunto la producción del sector no alcanzó el nivel de 1913. La partici-
pación de Inglaterra en la producción indust rial del mundo des cendió de
un 12 % en 1913 a un 9 % en 1939. La actividad comercial regis tró algu-
nos avances , se recuperaron algunos mercados y aumentó el volumen de
las exportaciones, pero tampoco se alcanzaron los índices de preguerra y
la participación inglesa en el comercio mundial disminuyó notablemente.

Sin lugar a dudas, Inglaterra atravesó una difícil situación en los veinte
años de entreguerras. Algunos de sus problemas parecían endémicos. El
desempleo, por ejemplo, no pudo ser eliminado o reducido a cifras acep-
tables en ningún momento. Nunca hubo en el período menos de un millón
de parados. Con todo, el imperialismo británico demostró ser aún lo sufi-
cientemente fuerte como para remont ar las cons ecuencias de la guerra y

125
las crisis subsiguientes sin tener que apelar a métodos extraordinarios de
dominación, como ocurrió en los casos de Alemania e Italia. En ello influyó
cons iderablement e el hecho de que en Inglaterra estaban profundamente
arraigadas las tradiciones democrático-parlamentarias y que el movimien-
to obrero estaba dominado por el reformis mo y no sólo no representaba
una amenaza para el capit alis mo, sino que colaboraba con él. A ello hay
que adicionar la posesión de un inmenso y rico imperio colonial.

Franci a

Con el fin de la guerra llegó la hora de contabiliz ar las pérdidas en la na-


ción s olar de las grandes batallas. Francia fue, sin dudas, el país más afec-
tado entre todos los beligerantes. El capítulo más dramático fue el de las
bajas humanas: 1 300 000 muertos o desap arecidos y una cifra similar de
heridos, muchos de ellos con incapacidad permanente. Las p érdidas ma-
teriales fueron de colosal magnitud, sobre todo en las regiones que habían
sido ocupadas p or los alemanes, que quedaron virt ualmente arrasadas.
Como Inglat erra, Francia perdió una buena parte de sus mercados en el
exterior y la may oría de las inversiones extranjeras, al tiempo que quedó
sumament e endeudada con los Estados Unidos.

Al anterior panorama hay que añadir la inestabilidad que vivió el país hasta
1921. Como ocurrió en otros muchos p aíses al terminar la guerra, Francia
fue estremecida por profundas convulsiones sociales , generadas por las
consecuencias del conflicto y por la influencia de la Revolución de Octu-
bre. Se produjo allí una mas iva cadena de huelgas , que no s ólo enarbola-
ron reivindicaciones económicas y gremiales, sino también de carácter
SROtWLFR²ODUHWLUDGDGHODVWURSDVIUDQFHVDV GHOD5XV LDVRYLpWLFDHQWUH
RWUDV²\VHDVLVWLyDXQDS URJUHVLYDUDGLFDOL]DFLyQGHOFUHFLHQW HPRYL
miento obrero, lo que condujo a la creación de nuevos sindicatos opuestos
a los reformistas y al surgimiento del Partido Comunist a, hacia fines de
1920, como resultado de la escisión en las filas socialistas.

En este difícil contexto, los represent antes de la burgues ía lograron, sin


embargo, reagrupar s us fuerzas y crearon el llamado «Bloque Nacional»,

126
que triunfó en las elecciones de 1919 y gobernó hast a 1924. El conserva-
dor gobierno del bloque reprimió con dureza a los trabajadores, pero sólo
pudo vencerlos con la ayuda de la reformista Confederación G eneral del
Trabajo, que al igual que el Partido Socialista había renunciado a la lucha
revolucionaria. No obstante, los obreros obt uvieron algunos aumentos de
salarios, el reconocimiento de la jornada laboral de 8 horas, la posibilidad
de firmar acuerdos colectivos con la patronal, entre otras ventajas. En es-
tas circunst ancias, hacia fines de 1921 y p rincipios de 1922, el p aís co-
menzó a s alir de la crisis de posguerra e inició la tarea de la recuperación
económica.

El p roceso de recuperación de la economía francesa comenzó temprana-


mente y estuvo muy vinculado a la favorable coyuntura propiciada por el
Tratado de Versalles. De acuerdo con los t érminos del tratado, además de
ensanchar su imperio colonial con una parte de las posesiones alemanas en
ÈIULFD²SRUFLRQHV GH7RJR\&DPHU~Q²\ORVPDQGDWRV GH6LULD\/tED
no, Francia recuperó los ricos e industrializados territorios de Alsacia y
/RUHQDREWXYRHOGHUHFKR²KDVWD²GHH[SORWDUODFXHQFDKXOOHUD
GHO6DUUH\ UHFLELyXQDLQGHPQL]DFLyQ²KDVW D²GHPiVGHPLO
millones de marcos oro, la mayor parte pagada con mat erias primas. Todo
ello permit ió un acelerado crecimient o de la economía, que hacia 1929
había sobrepas ado con creces los índices de preguerra.

Ent re 1923 y 1929, s e desarrolló rápidamente la indust ria pesada, que


dispuso de una abundante base energética y de materias primas suminis-
tradas por el Es tado a bajo costo, lo que aumentó la cap acidad de compe-
tencia de sus producciones. Surgieron nuevas ramas industriales: automo-
vilística, aeronáut ica, electrotécnica, química y petrolera, ent re otras . La
indust rialización acentuó el proceso de concentración de la producción y
del cap ital, dando origen a gigant escos consorcios indus triales y banca-
rios. A fines de los años 20, t res grandes empresas: Renault , Peugeot y
Citroën, controlaban todo el sector automotor, mientras que el trust Kuhlman
monopolizaba el 80 % de la industria química, por sólo citar algunos ejem-
plos.

Un fact or estimulante del auge industrial fueron las obras de restauración


en las zonas que ocuparon los alemanes, en el norte y el nordeste de Francia.

127
Fue necesario construir miles de fábricas y reconstruir las exis tentes , en
ambos casos con la más moderna tecnología. Se edificaron viviendas, puen-
tes, carreteras, vías férreas, puertos, edificios públicos, centrales eléctri-
cas, etc. Todo ello demandó gran cantidad de materiales de construcción,
maquinarias, herramientas y diferentes tipos de insumos, lo que reactivó a
diversas ramas. De t al modo, la restauración de las regiones devastadas
ensanchó la capacidad del mercado interno y cont ribuyó a la renovación
tecnológica del país.

Durante el período del auge indust rial, se acrecentó el papel de las colo-
nias como suministradoras de materias primas y alimentos y como mercado
para los productos terminados de la metrópoli. Las exportaciones hacia
las colonias se incrementaron en más de un 25 % en la década del 20. El
int ercambio con ellas, en 1929, representaba el 37 % del comercio exte-
rior francés. También el imperio colonial se constituyó en un creciente mer-
cado para las inversiones de capital, a diferencia de lo que ocurría con ante-
rioridad. Estas inversiones estaban dirigidas, fundamentalmente, a mejorar
las condiciones para una mayor explotación de los recursos coloniales, me-
diante la creación de ciertas obras de infraestructura imprescindibles.

La economía de Francia avanzó aceleradamente durant e los años pos te-


riores a la guerra, pero su desarrollo fue desigual. El auge se observó prin-
cipalmente en la industria pesada, mientras que la industria ligera permane-
cía est ancada. As imis mo, la industrializ ación no fue acomp añada por el
correspondiente des arrollo de la agricultura. Francia continuaba siendo un
país de agricultura parcelaria, lo que dificult aba el empleo de la técnica
moderna y contribuía a mantener altos costos de producción y a reducir la
cap acidad de competencia en los mercados ext ranjeros.

Por otra parte, el proceso de recup eración de la economía no benefició


not ablemente a los trabajadores. Cierto es que disminuyó considerable-
mente el desempleo, pero también se redujeron los salarios. Al mismo tiem-
po, los recursos empleados por el Estado para financiar una parte de las
obras de reconstrucción y para los subsidios a los monopolios eran recau-
dados, fundamentalmente, a través del sis tema tribut ario, a expensas de
los obreros, campesinos y p equeños propiet arios . En diez años los im-
puestos se incrementaron en cas i un ciento por ciento. Además, el p aís

128
vivía una fuert e inflación que hacía crecer el costo de la vida. Est as cir-
cunstancias determinaron que el p eríodo de auge no estuviera exento de
luchas sociales , si bien és tas trans currieron bajo el predominio de los
reformistas, cuyas posiciones en el movimiento obrero se vieron conside-
rablemente fortalecidas. El Partido Comunista enfrentaba por esta época
una aguda lucha interna entre extremistas de izquierda y derecha y mante-
nía una actitud s ectaria en relación con otras fuerzas, lo que le restó posi-
bilidades en los planos político y sindical. En 1921, recién creado el parti-
do, los comunist as totaliz aban algo más de 120 000 efect ivos, pero cinco
años después est a cifra s e había reducido a menos de 40 000.

Desde el punto de vista p olítico, los gobiernos del Bloque Nacional, que
aplicaron mano dura en el orden interno y extrema severidad en el trato a
$OHPDQLD²DUJXPHQWDQGRTXHHUDODPHMRUPDQHUDGHJDUDQW L]DUODVHJX
ULGDGGHOS DtV²IXHURQV HJXLGRV SRUXQDFRDOLFLyQUHIRUPLV WDPRGHUDGD
de radicales y socialis tas (1924-1926). La coalición suavizó la p olít ica
francesa hacia los alemanes a cambio del apoyo británico para repeler una
pos ible agresión, contribuyendo a distender el clima internacional. P ero
fracasó en el empeño de detener la inflación y fortalecer el franco, según
las exigencias de la gran burgues ía, y tuvo que ceder su lugar a los conser-
vadores . És tos se mantuvieron en el p oder has ta 1929 y enfrent aron la
solución de los problemas económicos y financieros sacrificando al máxi-
mo los intereses populares.

La cris is económica mundial llegó a Francia algo más tarde, hacia 1930,
pero sus efectos fueron muy fuertes y se prolongaron hasta 1934. La crisis
afectó a todos los sectores de la economía. En su conjunt o, la producción
y el comercio exterior s e contrajeron a los niveles ant eriores a la guerra,
incluso un poco más en 1932, que fue el año más difícil. El país perdió la
mayor p arte de sus inversiones en el extranjero, debido a la quiebra de los
deudores. Al mismo tiempo, se dejaron de recibir los pagos de Alemania
por rep araciones de guerra. La cont racción económica provocó el creci-
miento vertiginoso del desempleo y la ruina masiva de los pequeños nego-
cios . En es tas circunstancias, se fortaleció con rapidez el movimient o de
protestas y Francia fue sacudida nuevamente por agudas luchas sociales.

Para tratar de remontar la crisis, los gobiernos que se sucedieron en el poder


KDVWD²FRPRUHVXOWDGRGHYDULDVFRPELQDFLRQHVSROtWLFDV² aplicaron
129
drásticas medidas. Se redujeron los salarios a niveles de subsist encia y
prácticamente se eliminaron los subsidios a los parados y otras vent ajas
conquis tadas por la clase obrera con ant erioridad. El Es tado reforzó su
intervención en la economía, adoptando políticas proteccionistas y otras
regulaciones, para ayudar a las grandes empresas industriales y bancarias.
Por ejemplo, con la ayuda financiera del gobierno se salvó de la ruina al
Banco de Alsacia-Lorena y al Banco Nacional del Crédito y se propició la
recuperación de la Comp añía General Trasatlántica y de la Compañía
Aeropostal. El Estado francés apeló también a una mayor movilización de
los recursos coloniales. En este período, el precio de las materias primas y
otros p roductos de las colonias s e redujo en un 70 %; mientras las mer-
cancías exp ortadas a ellas mantuvieron o aumentaron sus precios. P ero
estas y otras medidas no arrojaron los resultados esperados, por lo que se
fueron agudizando progresivamente los antagonismos políticos y sociales,
al mis mo tiempo que se fortaleció el sentimient o anticolonial, sobre todo
en la zona del M agreb y en los mandatos de Siria y Líbano.

En este complejo contexto, alzó su cabeza el fascismo. Entre las organiza-


ciones fascist as o cercanas al fascismo que entonces surgieron o se forta-
lecieron se distinguió «Cruces de Fuego», dirigida por el coronel La Rocque
y apoyada por algunos grandes monopolios, la oficialidad reaccionaria del
ejército y una parte del clero cat ólico. El 6 de febrero de 1934, las violen-
tas milicias de La Rocque intentaron un golpe de fuerza en la cap ital, pero
est a acción des encadenó la respuesta unánime de los trabajadores y de
otros elementos democráticos. En la movilización antifascista desempeñó
un destacado papel el Partido Comunista, que se había desprendido ya de
las posiciones sectarias y dogmáticas de izquierda y derecha y estaba en el
camino de convertirse en el gran partido de masas que s ería más tarde.

Los comunistas franceses habían comprendido que la tarea del momento


era detener al fascismo y por eso llamaron a la más amplia unidad para
salvar a la democracia. La victoria sobre la intentona ult raderechista sirvió
de punto de partida para la formación de un Frente Popular, al que se inte-
graron comunistas, socialistas y radicales de izquierda, sobre la base de un
programa de transformaciones políticas, económicas y sociales de carácter
democrático general. La experiencia francesa fue tomada en cuenta p or la
Int ernacional Comunista, la que en su VII Congreso, celebrado en julio

130
de 1935, adoptó la línea de trabajar
Programa del Frente Popular
por la unidad de los t rabajadores y
(Resumen)
de todas las fuerzas interesadas en la
lucha contra el fas cismo y la guerra, En materia económica y social:
como paso obligado p ara alcanzar - Salario mínimo.
después objetivos superiores. La nueva - Reglamentación del horario de
orientación de los comunistas estaba trabajo.
en correspondencia con la política - Reforma de los seguros sociales
- Protección de la infancia.
practicada entonces por la URSS. - Protección de l a pequeña pro-
piedad rural.
El Frente P opular francés, al igual - Medidas contra los excesos del
que el de España, llegó al poder por capitalismo.
la vía elect oral. Pero el gobierno de En materia política:
Frente Popular (1936-1937), presi- - Poderes de derecho de mensa-
dido por el líder socialista León Blum, je y de disolución para el Presi-
cedió ante las presiones de la bur- dente de la República.
guesía y no aplicó todo el programa - Primer Ministro designado por
el Presidente de la República.
acordado, cuyas medidas no rep re-
- Representación proporcional.
sentaban un peligro para el capita- - Reducción del número de dipu-
lismo, si bien satisfacían importantes tados.
demandas de los trabajadores y otros - Sanciones contra partidos, gru-
sectores. Ello unido a la traición co- pos y diarios que hagan cam-
paña contra «el deber militar, el
metida por Blum contra la caus a de
deber cívico, la lealtad al país y
la República española, al adopt ar la sus instit uciones».
pos tura de «no intervención» en el
conflicto, pretextando la posibilidad Manifiesto para las elecciones
del 26 de abril
de una guerra civil en el país, con-
dujo a la ruptura entre comunistas y
socialistas y de hecho al fracaso del gobierno p opular, pues el Part ido
Radical, principal exponent e de las clas es medias, le retiró su apoy o a
Blum. A partir de ese momento el poder quedó en manos de los radicales,
que se apresuraron a abandonar la polít ica reformista y se aliaron con la
derecha. Ello condujo, en el plano int erno, a un acercamiento con la patro-
nal y, en el orden exterior, a un mayor compromiso con la política inglesa
de «apaciguar» a Hitler mediante las concesiones, lo que sería funesto para
los intereses de la nación, que no fue preparada adecuadamente para en-
frentar y resis tir la agres ión germana. Sin embargo, la política de frente

131
popular demostró ser correcta, pues detuvo el avance del fascismo en Fran-
cia, donde existía un amp lio soporte a los planteamientos nacionalist as,
xenófobos y antiparlamentarios, y sentó un precedente que sería de gran
utilidad para organizar la lucha antifascista durante el período de la guerra.

Para presionar al gobierno del F rente Popular, la gran burguesía había or-
ganizado la fuga de capitales. M iles de millones de francos fueron a parar
al extranjero, particularment e a los bancos s uizos, durante 1936. La fuga
masiva de capitales y una nueva cris is económica, en 1937-1938, afecta-
ron sensiblemente el proceso de recuperación, que se había iniciado a prin-
cip ios de 1935. De tal manera, en
vísperas de la Segunda Guerra M un-
dial, la economía de Francia se en-
Cultura de la época:
contraba apenas al nivel de 1913. Se las vanguardias artísticas
habían logrado progresos en la in-
dust rialización del p aís , modifi- El movimiento vanguardista, que
cándose su estructura económica, se propagó por Europa y América
pero el equipamient o técnico de la después de la guerra, se propuso
revolucionar las formas de expre-
indus tria envejecía. En ese asp ecto,
sión del arte, atacando las con-
Francia marchaba a la zaga de los Es- venciones de épocas anteriores.
tados Unidos, Alemania e Inglaterra. Uno de sus rasgos característicos
Los males de la agricultura se habían fue la diversidad: cubismo, expre-
hecho crónicos y demandaban pro- sionismo, dadismo, surrealismo,
fundas transformaciones. La partici- etc. El surrealismo fue el movi-
miento que cobró mayor impulso
pación francesa en la producción in-
desde pri ncipios de la década del
dustrial del mundo disminuyó de un 20. El s urrealismo se nutrió de
7 % a un 4 %, entre 1913 y 1939. En pintores com o Salvador Dalí,
ese mismo período, la part icipación René Magritte y Joan Miró, y de
en el comercio mundial descendió de poetas como André Breton, Louis
un 8 % a un 5 %. Aragón y Paul El uard, ent re
otros. S u influencia se extendió
al cine, en el que se destacó el
Como se puede apreciar, durante los
español Luis Buñuel. Los surrea-
veinte años de entreguerras el impe- listas fueron muy influidos por
rialismo francés, al igual que el in- las teorí as freudianas del incons-
glés, conservó la suficiente capaci- ciente y en sus obras intentaban
dad de maniobra para remont ar las representar ese mundo.
negativas consecuencias de la guerra
132
y de las crisis subs iguientes s in renunciar al régimen democrático-parla-
mentario. A ello contribuyeron varios fact ores , ent re los que se pueden
destacar el arraigo de las tradiciones democrático-liberales y la fuerza que
aún cons ervaba el país debido, s obre todo, a la existencia de un gran im-
perio colonial. Sin embargo, como ocurrió en Inglaterra, el liberalismo fran-
cés se vio considerablemente limitado en las esferas política y económica.
Asimismo, durante aquel período Francia no pudo resolver problemas de
fondo y su peso y p apel a escala internacional se redujeron notablemente.

En otros países europeos, donde la


democracia liberal s obrevivió s in
Escultura y pintura
grandes alteraciones, la situación, en
forma s ucinta, fue la siguiente. Las Ambas artes se caracterizan por la
monarquías constitucionales de Sue- vari edad de movimientos que se
cia, Dinamarca y Noruega, sit uadas suceden: cubismo, futurismo, puris-
en la zona nórdica del llamado Viejo mo, expresionismo, surrealismo. Re-
presentante de esta variación fue
Continente, no part icip aron en la
3DEOR 5XL] 3LFDVVR  ±± TXH
guerra y s intieron en menor medida evolucionó desde el impresionismo,
sus consecuencias y las de las crisis en que se inicio, hasta el surrealis-
económicas que siguieron al conflic- mo a través de obras como El arle-
to, lo que permitió la ap licación de quín, Guitarra y uva, y Guernica.

Arquitectura la jornada de ocho horas y de un amplio


En los años veint e, debido al pro-
programa de seguridad social, sobre
pio desarrollo, se i mpuso el est ilo todo antes de 1929. Ello contribuyó
arquitectónico funcional, caracte- a la existencia allí de una estabilidad
rizado por el predomini o de la lí- política y social envidiable para el
nea recta y la aus enci a de ador- rest o de Europa. En Suecia y D ina-
nos. Pese a el lo, no se perdió
tot alment e la t radici ón de lo clási- marca, la s ocialdemocracia p artici-
co, com o lo muest ra el Pal acio de pó en el gobierno desde 1920 y
las Naciones de Ginebra y el Pala- 1924, res pectivamente; mientras en
ci o de Chaillot de París. El Art Noruega predominaron fuerzas más
Decó, surgido hacia 1925, alcanzó
o menos conservadoras hasta 1935,
notable di fusión en Europa y fue-
ra de ella. La Habana cuenta con cuando los socialist as lograron lle-
vari os exponentes de es te est ilo. gar al gobierno. Con todo, en es tos
países aparecieron agrupaciones de
133
extrema derecha o abiertamente fascis tas, como fue el cas o del part ido de
Vidkun Quis ling en N oruega, que jugaría un papel protagónico a partir
de 1940, t ras la ocup ación alemana.

Finlandia, el nuevo país surgido en la región nórdica en la coyuntura de la


guerra, ha sido cons iderado por algunos historiadores como una de las
democracias parlamentarias del p eríodo. Sin embargo, esta apreciación
resulta muy discutible. Cierto es que existió allí la institución parlamentaria,
pero en la práct ica el poder real estuvo todo el tiempo concentrado en la
figura del militar y político Carlos Gustavo M annerheim. Después que Fin-
landia se s eparó de Rus ia, tras el t riunfo de la Revolución de O ctubre,
M annerhein encabezó a las fuerzas conservadoras y con la ayuda de las
tropas alemanas sofocó el intent o de est ablecer el poder soviético en el
país, a princip ios de 1918. Desde entonces y hast a la Segunda Guerra
M undial, su fuerte personalidad decidió los destinos de la joven y relativa-
mente atrasada rep ública, que como veremos más adelante terminó aliada
con Hitler.

Suiza, conservando su tradicional federalismo republicano, se benefició de


su neutralidad permanente y de su condición de centro financiero, así como
de su potencial turístico, logrando también una notable estabilidad. Holan-
da no p articipó en la guerra, pero su economía fue muy dañada por sus
efectos (particularmente por el bloqueo continental), así como por la crisis
de posguerra y la de 1929. Estas mis mas circunstancias afectaron también
a Bélgica, que además s ufrió la ocupación alemana durante t oda la con-
tienda. A pesar de recibir una compensación y los mandatos africanos de
Ruanda y Burundi, Bélgica atravesó una difícil situación en el período. Sin
embargo, ambos país es lograron mant ener el sistema democrático-parla-
mentario, enmarcado en sus respectivas monarquías constitucionales, aun-
que con un claro p redominio de las fuerzas conservadoras en sus gobier-
nos de coalición. En los dos casos surgieron pequeños partidos fascistas o
fuertement e influidos p or esa ideología, destacándose su influencia en la
zona belga de F landes, lo que no est uvo ajeno a la secular disput a entre
flamencos y valones, los dos grupos étnicos del país. En los países demo-
cráticos mencionados el liberalismo económico se vio considerablemente
limitado, sobre todo a partir de la crisis de 1929, que condujo a una mayor
intervención de los Estados en la vida económica.

134
En cuanto a Europa central y oriental, las exp eriencias democrát icas de
Austria y Alemania fueron efímeras y sumamente precarias. Hasta el inten-
to de golpe fascista de 1934, preludio de la anexión del p aís por los ale-
manes, Austria atravesó por una situación de inestabilidad política y social
debido a la pugna entre socialistas y conservadores, que en ocasiones con-
dujo a sangrient os conflictos. En cuanto a Alemania, la precariedad de la
democracia fue un hecho valido inclus o para la mejor etapa de la república
de Weimar, entre 1924 y 1928, período caracterizado por el florecimiento
económico. En rigor, el régimen de Weimar fue siempre cuestionado por
varias fuerzas políticas y amplios sectores de la población y estuvo regido
por el conservadurismo y p or el rechazo a cualquier avance democrático,
particularmente a partir de 1925, bajo la p residencia del viejo y reaccio-
nario mariscal Hindenburg. Otra fue la situación de Checoslovaquia, don-
de se mantuvo, entre 1918-1938, la democracia parlamentaria al est ilo
occidental, a pesar de los problemas derivados de la artificial unión entre
checos y eslovacos y de la exist en-
cia de varias minorías nacionales (ale-
manes, rutenios y húngaros), que no El cine
se conformaban con su destino. La
El cine se transformó en el arte
democracia checoslovaca s e basó en
caracterís tico de la época. Las
el juego electoral de los partidos de imágenes en movimiento que
la derecha tradicional y del cent ro, proyectaba el aparato creado por
fundament almente de la parte checa los hermanos Lumière (1895) y la
de la república, excluyéndos e en la invención del cine sonoro (1927)
permitieron conformar un hecho
práctica a los partidos eslovacos, así
artístico único, integrando ele-
como a los comunistas, con una cre- mentos de las demás artes como
ciente presencia en todo el país. Exis- la pintura, la literatura, la música,
tió también allí un partido fascista, aun- el teatro. Como sucede en otras
que pequeño y de poca significación manifestaciones artísticas, en el
cine se fueron conformando di-
política.
ferentes corrient es, que refl eja-
ban las distintas maneras de vi-
En los demás países de la región cen- vir y pensar de los artis tas y de
WURRULHQWDO²DWUDVDGRVHFRQyPLFD sus soci edades. Algunas de esas
PHQWH²ODYLROHQFLDSROtWLFDHQVXV corrientes fueron el surrealismo, el
PiVGLYHUVDVIRUPDV²JROSHVGH(V expresionismo alemán (prohibido
por Hitler), el realismo soviético
tado, represión sistemática, persecu- y el neorrealismo italiano.
FLyQGHPLQRUtDVHWF²FRQVtituyó

135
una esp ecie de rasgo permanent e, predominando en ellos las dictaduras
civiles y militares, declaradamente fascistas o cercanas al fascismo, ya fue-
ra bajo la forma de rep úblicas o de monarquías como las de Rumania,
Bulgaria, Yugoslavia, Albania y Grecia. Algo similar ocurrió en el resto de
Europa Occidental, destacándose los casos de España y Portugal. De Es-
SDxDKDEODUHPRV H[WHQVDPHQWHPiVDGHODQWH(QFXDQWRD3RUWXJDO²HQ
tonces un país pobre y dependiente de Inglaterra no obstante su condición
GHSRWHQFLDFRORQLDO²HOGHUURFDPLHQW RGHODSRGULGDPRQDUTXtDGHORV
Braganza, como resultado de la revolución de octubre de 1910, fue segui-
GRS RUXQPX\GpELOHLQHVW DEOHUpJLPHQUHS XEOLFDQR²HQDxRVVHVX
FHGLHURQRFKRSUHVLGHQWHV\JRELHUQRV²TXHVHUtDOLTXLGDGRSRUHOJRO
pe de Es tado milit ar de 1926. Dicho golpe allanó el camino para el
establecimiento de la dictadura del llamado Estado Novo, inspirado en el cle-
ricalismo y en las ideas totalitarias del fascismo. El nuevo régimen fue fun-
dado y encabezado durante casi 40 años por el ex p rofesor universitario
Antonio de Oliveira Salazar, confeso simpatizante de Benito M ussolini.

EL FASCISMO

Como hemos vis to anteriorment e, en los veinte años que transcurrieron


entre la primera y la segunda guerra mundial se produjo un retroceso, cada
vez mayor, de los valores y las instituciones del liberalismo europeo, que
parecían habers e consolidado durante el siglo XI X. Sólo en unos pocos
países de Europa funcionaron las instituciones políticas democráticas libe-
rales durante todo el período de entreguerras, de forma más o menos con-
tinua. Esta fue también la tendencia en otras regiones del mundo «avanza-
do», o s ea, las áreas no colonizadas, que entonces sólo rep resentaban la
tercera parte de la humanidad.

El retroceso del liberalismo fue, en gran medida, obra de la derecha nucleada


alrededor del fascis mo, que surgió como movimiento político debido a la
ines tabilidad política y social generada por la Primera Guerra M undial y
por la influencia de la Revolución de Octubre, y se convirtió en una impor-
tant e fuerz a política a escala europea y quizás int ernacional con la crisis
económica mundial de 1929, cuy as severas consecuencias sobrepas aron

136
las posibilidades de muchos gobiernos democrático-parlamentarios. El fas-
cis mo t uvo s u exp resión más acabada en Italia y A lemania, pero en este
período existieron regímenes civiles y militares profascistas o influidos por
el fas cismo en diversos países de Europa (España, Port ugal, Austria, Po-
lonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, entre otros) y fuera de ella, como fue el
cas o de Japón. Como movimient o político, el fascismo es tuvo presente
incluso en Inglaterra y Francia y conquistó seguidores en los Estados Uni-
dos y A mérica Latina. Con el inicio de la Segunda Guerra M undial y la
ocupación de vastos territorios por A lemania y sus aliados , muchos de
estos movimientos alcanzaron cierto poder en Francia, Bélgica, Noruega,
Eslovaquia, Croacia y Serbia, entre ot ros países y regiones.

Las doctrinas fascistas se nutrieron de las ideas de políticos y pensadores


reaccionarios como el italiano Gabriele D*Anunnzio y los franceses Georges
Sorel, M aurice Barrés , Charles M aurras y el Conde Joseph de Gobineau,
que se oponían a los valores del liberalismo, preconizados por la ilus tra-
ción y la revolución francesa. El fascismo contraponía la dictadura totalitaria
al régimen democrático-liberal. Los ideales revolucionarios de «libert ad,
igualdad y fraternidad» fueron sustituidos por los fascistas con la exhorta-
ción a «creer, obedecer, combatir». Veneraban la heroica voluntad del gran
líder, la fuerza vital del Estado, la mística de los uniformes y las formacio-
nes paramilitares, y la utilización de la violencia para obtener y consolidar
el poder político. La filosofía del alemán Friedrich Nietzsche, manipulada
por los teóricos fascistas, facilitó ideas y cons ignas sobre el «triunfo de la
voluntad» y el papel del «líder o superhombre». El fas cismo recurrió al
cristianismo como fuerza conservadora. En Italia, por ejemplo, se propug-
nó un catolicismo pragmático, t eniendo en cuenta el pap el de la religión
como realidad histórica y como factor político. Los fascistas extendieron
el darw inis mo al plano social p ara fundament ar s us t esis sobre la lucha
competitiva entre los hombres y entre los Estados y sobre la obligación
evolutiva que t iene el fuerte de aplastar al débil, ideas que utilizaron para
fundamentar sus teorías racistas y sus planes de expansión t erritorial. El
fascis mo acudió al nacionalismo extremo, recurso que les permitió, sobre
todo en los casos de Alemania e Italia, atraers e las simpatías de importan-
tes s ectores de la población, debido a la humillación sufrida en la guerra o
la insatisfacción por una victoria incompleta.

137
A diferencia de los movimientos cons ervadores tradicionales, el fascismo
se esforzó por conquistar a las masas, desde abajo. Fueron una especie de
revolucionarios de la contrarrevolución. Explotando los sentimient os na-
cionalistas de la población y utilizando ampliamente la demagogia s ocial,
entre otros métodos, el fascismo logró estructurar un fuerte movimiento de
masas, particularmente en Alemania y también en Italia, aunque allí en me-
nor medida. Su base social estuvo integrada, en lo fundament al, por los
grandes empresarios y terratenientes que temían a la revolución social, la
llamada clase media (pequeña burguesía) arruinada por la guerra y las cri-
sis subsiguientes y con igual temor a una explosión revolucionaria, una par-
te de los militares licenciados que no conseguían adapt arse a la vida civil,
especialmente la oficialidad reaccionaria, así como elementos desclasados
y aventureros, provenient es sobre todo de la juventud des empleada.

El fascismo representó una tragedia no sólo para aquellos países que lo


padecieron, sino para toda la humanidad. En primer lugar, porque desen-
cadenó una guerra devastadora. También, en el plano ideológico, porque
sedujo a muchas personas, particularmente a una parte considerable de la
juventud, hipnotizada con sus estandartes y sus canciones guerreras. Por
eso y porque el s uicidio de Adolfo Hit ler, el 30 de abril de 1945, no signi-
ficó el entierro de sus ideas , su estudio no es sólo conveniente, como el de
cualquier tema histórico, sino imprescindible.

El fasci smo italiano

Italia terminó la primera guerra mundial en el camp o de los vencedores,


pero su sit uación era s imilar a la de los vencidos. El país sufrió grandes
pérdidas humanas y materiales y quedó endeudado con Inglaterra y los
Est ados Unidos. Italia no obt uvo t odos los territorios que la Ent ente le
había p rometido para que cambiara de bando y se sumara a la guerra
(Tratado de Londres de 1915), lo que propició un sentimiento de insatis-
facción bastante generalizado. Por ot ra parte, la adaptación de su econo-
mía a los t iemp os de paz se vio entorpecida por los efect os de la crisis
económica de posguerra. El cierre de fábricas, la ruina de los p equeños
negocios, y la depresión de la agricultura generaron el desempleo masivo y

138
el hambre. Ello condujo a grandes huelgas y a la ocupación de las indus-
trias por los obreros y de las tierras por los campesinos, todo lo cual pro-
vocó una profunda des estabilización del país y la crisis progresiva de un
régimen democrático de débil tradición, encuadrado en la monarquía libe-
ral del rey Víctor M anuel III.

Frente a esta situación, los sectores más poderosos de la burguesía indus-


trial y los terratenientes sintieron sus intereses amenazados. También había
preocupación entre las llamadas clas es medias: profesionales, empleados
públicos, pequeños y medianos propietarios. Sus ingresos disminuían o se
arruinaban, al tiempo que los obreros conseguían reivindicaciones salaria-
les. El temor a que se eliminaran las distancias en la jerarquía social con los
obreros, avivó en este s ector un sentimiento antisocialista y antisindical.
Tanto la alta burguesía como las clases medias aspiraban a mant ener el
orden social capit alista. En ambos casos, añoraban los años de exp ansión
y p rogres o ant eriores a la guerra.

Fue precisamente en es te context o cuando emergió a un primer plano la


figura de Benito M ussolini (1883-1945). M us solini era el clásico hijo del
pueblo, de familia humilde (hijo de un herrero s ocialista, que lo llamó Be-
nito en honor a Juárez), educado por los salesianos, maestro y periodista.
Su cultura tenía todas las lagunas del autodidacta, pero poseía instinto para
arrastrar a las masas y una orat oria avas alladora. Su carrera política se
inició como redactor-jefe del periódico socialis ta Avanti, pero fue expul-
sado del partido cuando defendió la entrada de Italia en la guerra. A p artir
de entonces cambió radicalmente su p ostura ideológica hasta transformar-
se en el duce²GHOODWtQGX[MHIHPLOLWDU²GHXQPRYLPLHQWRDQWLVRFLDOLVWD
el fas cismo.

En marzo de 1919, en la ciudad de M ilán, M ussolini fundó la organización


«Fascio di Combattimento» (Unión de Lucha), que se propuso combatir el
desorden social y s ervir de barrera ante el avance político y sindical de la
izquierda. La organización, que poco después se convert iría en el P artido
Fascista Italiano, adoptó como emblema un antiguo símbolo del poder ro-
mano: los fasci (haz de bastones o varillas y un hacha). De aquí proviene el
nombre de fascismo, calificativo genérico que identifica a todas las expre-
siones de igual o p arecido signo ideológico. El primer programa de los

139
facios era t odavía democrático; defendía las libertades de p rensa y aso-
ciación y la participación de los obreros en las utilidades de las empresas.
Pero la vers atilidad de M ussolini transformó en poco tiempo el programa
de 1919 en todo lo contrario, poniendo al movimient o al servicio de los
empresarios conservadores y los grandes propietarios de tierras que, jun-
to a la Iglesia católica y el Ejércit o, querían detener la «oleada roja».

M ussolini dotó ráp idamente al movimiento de un aparat o de fuerza. En el


propio año 1919 fueron creados los Facios Italianos de Combate, cuerpo
de milicias que recibió el nombre de «camisas negras» en un demagógico
intento de recordar las famosas «camisas rojas», organizadas por Giuseppe
Garibaldi, líder de la unificación ita-
liana. Estas milicias estaban integra-
Violencia y expansionismo das may oritariamente por jóvenes
excombatientes y aventureros, que
Se habla mucho de la actividad
violent a de los fas cist as. Nos
no encontraban un lugar en la socie-
arrogamos para nosotros solo el dad civil. El fascis mo s e sirvió de
derecho de controlarla y, si el caso estos grupos armados para s embrar
llega, de elimi narl a. Que cese el terror en ciudades y aldeas y para
prim eram ent e la campaña de ir debilitando progresivamente la au-
descrédito y odi o que se ha des-
encadenado cont ra nosotros y, toridad del Estado. Entre 1919 y
luego, depondremos nues tras 1922 se des arrolló en t odo el p aís
arm as. Entret anto y mientras lo una enconada lucha entre las fuerzas
consi deraremos necesario, s e- fascistas y las antifascistas, que dejó
gui remos golpeando con mayor
miles de víctimas. Las acciones de
o m enor int ensi dad los cráneos
de nues tros enem igos , es decir, las bandas fascistas, que eran acom-
has ta que l a verdad haya pene- pañadas por una feroz y persistente
trado en ellos [.. .] El programa propaganda antisocialista, fueron to-
de la pol ítica exterior del fascis- leradas y en muchos casos apoya-
mo com prende una sola pal a-
bra: expansi oni smo. Es tam os
das dis imuladamente por una gran
hartos de una pol ítica de zapa- parte de la policía y el ejército, que
tillas. Allá donde concierna a los veían en es tos elementos a colabo-
int eres es de la humanidad ti ene radores espontáneos p ara combatir
que est ar Itali a presente.
el comunismo.
Mussolini
(3 de mayo de 1921) M ussolini acudió también a la lucha
política legal. A fines de 1921 el par-

140
tido fascista participó en las eleccio-
nes parlamentarias, pero s ólo obtu-
vo 35 bancas (de un tot al de 450),

El fascismo, pasión orgullosa

¡Si el fascismo no es más que


aceite de ricino y mano dura y no
la pasión orgullosa de l o que la
juventud italiana tiene de mejor,
la culpa es mía! (aplausos). ¡si el
fascismo ha sido una as ociación
criminal, yo soy el jefe de esa aso- Mussolini saludan do en un desfile
ciación criminal! Si todas las vio- conmemorat ivo de la ma rcha s obre R oma.
lencias han sido el resultado de En esto s desfiles se exhibía la p otencia
un determinado clima hi stórico, militar y se juraba fidelidad incondicional
político y moral, pues bien, la res- al Duce.
ponsabilidad es mía, porque este
clima histórico, político y moral lo que demostró que el fascismo no
soy yo quien lo ha creado por era una fuerza política determinante
medio de un programa que va en el contexto de la sociedad italia-
desde la intervención hasta hoy.
Ahora, m e atrevería a decir que na, como después afirmarían s us
el problema será resuelto. El fas- apologis tas, y que por la vía parla-
FLVPR ±JRELHUQR \ SDUWLGR± KD mentaria no podía conquistar el po-
al canzado una plena eficaci a. der. Por ello, a partir de mediados
¡Señores, ustedes se han hecho de 1922, los fascistas lanz aron una
ilusiones! Ustedes se han creído
que el fascismo estaba acabado, ofensiva en el centro y el norte del
porque yo lo retenía, que estaba país. M iles de camisas negras ocu-
muerto porque yo lo corregía y, paron edificios públicos y centros de
sobre todo han tenido us tedes la comunicaciones. M ussolini acusaba
crueldad de decirlo. Pero si yo al gobierno de su incap acidad p ara
empl ease en desencadenarl o la
centésima parte de la energía que establecer el orden, mientras las ban-
he tenido que emplear en rete- das fascist as profundizaban el des-
nerlo, entonces veríais l o que es orden. A p rincip ios de oct ubre,
bueno. (aplausos) M ussolini anunció la «marcha sobre
Mussolini Roma». La guarnición de la capital
(30 de ener o de 1925) cont aba con fuerzas suficientes
(28 mil hombres ) p ara op oners e,

141
pero su lealtad al gobierno no era segura, por lo que éste dimitió. El día 28
de octubre el rey Víctor M anuel designó a M ussolini como Primer M inis-
tro, con el pretexto de evitar derramamientos de sangre.

Al llegar al poder, M ussolini formó un gobierno de coalición, integrado por


los partidos Fascista, Popular (católico) y Nacionalista (derecha tradicio-
nal). Quería, hábilmente, hacer creer que respetaría el orden liberal. De-
claró que gobernaría con el Parlamento, con el Rey y con Dios y convocó
a elecciones parlamentarias para abril de 1924. Sin embargo, su voluntad
totalitaria se puso de manifiesto inmediatamente. Entre octubre de 1922 y
abril de 1924, haciendo uso de los plenos poderes concedidos por el rey,
legaliz ó a las milicias fascistas como órgano de la s eguridad del Estado,
RILFLDOL]yDO*UDQ&RQVHMR)DVFLVW D²PHFDQLV PRFRRUGLQDGRUHQWUHJR
ELHUQR\SDUWLGR²H[SXOVyDORVSRS XODUHVGHOJDELQHWH²ORTXHOHFUHy
WHPSRUDOPHQWHGLILFXOWDGHVFRQOD,JOHVLD²\IRU]yODIXVLyQGHORVQDFLR
nalistas con su partido. Al mismo tiempo, desplegó una campaña de terror
e intimidación en todo el país , lo que le p ermitió obtener una mayoría en
los comicios parlamentarios.

Al abrirse las sesiones del nuevo parlamento, el dip utado y Secret ario del
Partido Socialista, Giacomo M atteoti, denunció los crímenes y arbitrarie-
dades del fascismo durante la campaña electoral. En represalia fue rapta-
do y as esinado por las bandas fascist as. La denuncia de M atteoti y su
crimen levantaron una ola de protestas en toda Italia. M us solini lo tenía
todo en contra: la prensa, la Iglesia, la oposición, e incluso una parte de los
fas cistas, que temían las consecuencias de una pos ible derrota. Pero las
fuerzas de la oposición, integradas fundamentalmente por socialistas y li-
berales (los comunistas recién surgidos como p artido independiente eran
aún débiles), se mostraron indecisas por temor a una explosión revolucio-
naria y sólo pidieron que se desp idiera al dict ador. El rey dudó temiendo
una vuelta a la anarquía del período 1919-1922. Estas vacilaciones salva-
ron a M ussolini, que logró reponerse y reagrupar sus fuerzas.

A principios de 1925, el Duce asumió públicamente la responsabilidad por


el asesinato de M atteoti, y anunció la voluntad totalitaria del fascismo, así
como la necesidad de fascist izar a Italia. Ent re 1925 y 1926, fueron s us-
pendidos los partidos p olíticos opositores, se controló rígidamente a la

142
prensa, se prohibieron los sindicatos y
se desató una brutal represión contra Sobre el Estado corporativo
los enemigos del régimen. M iles de
Estamos enterrando el li beralis-
antifascistas fueron asesinados, envia- mo económico. El corporativis-
dos a las cárceles, o tuvieron que mar- mo desem peña en el terreno eco-
char al exilio. Solamente en Francia se nómico el mism o papel que el
refugiaron más de 300 mil italianos. Gran Consejo y la milicia han des-
M ientras tanto, se desarrolló un culto empeñado en el plano político
(aplausos).
des medido a la pers onalidad de El corporativismo es la economía
M ussolini, que era considerado como discipli nada y por consi guiente,
un estadista genial, como la encarna- controlada, porque no es posi-
ción heroica de la nación. El palacio ble una disciplina sin control.
de la plaza Venecia, en Roma, se con- El corporativismo supera al so-
cialismo y al liberalismo, creando
virtió en su cuartel general; de su des- una síntesi s nueva...
pacho salían nombramientos, destitu-
Mussolini
ciones, condenas; algunos funcionarios (28 de octubre de 1933)
se suicidaban al ser convocados por
el Duce.

En ese período fueron destruidas las instituciones de la democracia liberal


y se estableció la dictadura totalitaria, que adoptó en su organización los
principios del corporativismo. El Estado Corporativo estableció por ley la
colaboración de todas las clases sociales en función de un supuesto interés
nacional y creó la ilusión de la participación popular en los asuntos públi-
cos. Se suprimieron las elecciones y la nueva forma de representación fue
a t ravés de las corporaciones . Según la actividad que cada p ersona reali-
]DED²REUHURHPSUHVDULRPLOLWDUFDPSHVLQRHWF²S HUWHQHFtDDXQD
corporación distinta. Estas corporaciones, organizadas verticalmente, te-
nían repres entantes (los jefes) en la Cámara de los Facios y las Corp ora-
ciones, órgano supremo del Estado. La organización política corporativa
facilitó el ejercicio autorit ario del poder, complementado con la persecu-
ción y represión de los op ositores.

En el plano económico, el corporativismo representó una supuesta tercera


vía. Frente al liberalismo, que propugna el libre juego de las fuerzas del
mercado, como había postuladoAdam Smith, y frente al socialismo soviético,
que suponía la abs orción de la vida económica p or el Estado, el fascismo

143
bas ó su política económica en la prevalencia de la empresa privada con
una intervención es tatal para armonizar los intereses de patronos y traba-
jadores , a través de instituciones comunes: las corporaciones. En la prác-
tica, el intervencionis mo estatal favoreció siempre a los empresarios , so-
bre todo a los más grandes, cuyo protagonismo aumentó con el desarrollo
del régimen.

Hacia fines de los años veinte, M ussolini logró neutralizar temporalmente a


la resis tencia y consolidar el régimen fascista. En ello influyó la recupera-
ción económica por encima de los niveles de p reguerra, lograda con la
ayuda financiera de Inglaterra y los Estados Unidos, así como algunos éxi-
tos en política exterior, obt enidos con el apoyo británico, en part icular, la
incorporación del puert o de Fiume, en la costa dálmat a, tras un acuerdo
con Yugoslavia, y la conversión de Albania en una especie de protectorado
italiano, luego de suscribir con ese país un «tratado de amistad». P ero
mayor influencia tuvo en la consolidación del régimen el Concordato (acuer-
do) firmado con la Iglesia en 1929, que puso fin a una etapa inicial de
incomprensiones, provocadas por la p rohibición del partido de los popu-
lares, de filiación católica.

(QHOOODPDGRWUDWDGR GH/HWUiQ²ILUPDGRHQHO3DODFLRGH6DQ-XDQGH
/HWUiQ²0 XVVROLQLUHFRQRFLyODLQGHSHQGHQFLDGHOD6DQWD6HGH\VXVR
beranía sobre el territorio de la ciudad del Vaticano, lo que dejó resuelta una
vieja disputa entre la Iglesia y el Est ado italiano. El concordato es tableció
también el pago de una compensación monet aria a la Iglesia y le otorgó el
derecho de impartir enseñanza religiosa en las escuelas, así como controlar
los matrimonios entre católicos. Estas concesiones le permitieron a M ussolini
presentarse como una «bendición de Dios» y granjearse las simpatías y apo-
yo de la alta jerarquía ecles iástica. Después de estos acuerdos, el p ropio
Papa Pío XI calificó públicamente a M ussolini como un enviado de Dios
para salvar a Italia. No todos los católicos tuvieron la misma actitud, pero no
cabe dudas que en un país profundamente religioso como Italia el respaldo
de la Iglesia fue de extraordinaria importancia para el régimen.

La estabilidad lograda por el régimen fascista contribuyó a que éste pudie-


ra rebasar los rigores de la crisis económica mundial de 1929-1933. La
también llamada gran depresión provocó severas afectaciones en Italia, si

144
bien menores que en los Estados Unidos, Francia o Alemania, donde la
crisis estuvo precedida por un aumento vertiginoso de la producción. En el
caso de Italia, el volumen de la producción industrial y de las export acio-
nes se redujo en un tercio, aproximadamente, debido a la depres ión del
mercado internacional, se arruinaron muchos pequeños y medianos nego-
cios y varios importantes bancos se declararon en quiebra. El desempleo
creció con rapidez hasta llegar a un millón de parados en 1932, al mismo
tiempo que se redujeron considerablemente los salarios de obreros y em-
pleados.

Para enfrentar la crisis, el Estado fascista incrementó su intervención en la


economía nacional. A tal efecto, se creó una institución gubernamental es-
pecial: El Instituto de Reconstrucción Industrial (I.R.I.), que financió a los
grandes monopolios , estimuló la fusión de las medianas y p equeñas em-
pres as con los consorcios y reglamentó la p roducción. Con éstas y otras
medidas s e fort alecieron los monopolios y creció notablemente el papel
del sector estatal-monopolista en la vida económica italiana. El int er-
vencionismo estatal y una política económica orientada, cada vez más, a
las neces idades de la guerra, fueron factores decisivos para remontar las
consecuencias de la crisis. A ello hay que agregar la docilidad de una po-
blación sometida a un riguroso control político e ideológico y a una aplas-
tant e prop aganda, que la llamaba demagógicament e a soportar todo tipo
de sacrificios en aras de los intereses supremos de la nación, simbolizados
en el fascismo y su Duce.

Durant e los años 20, la polít ica ext erior del fas cis mo fue moderada. El
régimen t uvo que concentrar su atención, fundamentalmente, en su p ro-
pia consolidación y en el rest ablecimiento económico. Pero a partir de
los p rimeros años de la década del 30, en la medida que se sentía más
fuerte y seguro, M ussolini comenzó a insistir en la realización del progra-
ma exp ansionis ta del fascismo. Eran entonces frecuentes los dis curs os
en los que el Duce s e refería a la victoria mutilada en la P rimera Guerra
M undial²HOKHFKRGHTXH,WDOLDQRUHFLELHUDORTXHVHOHKDEtDSURPHWL
GR²\DODQHFHVLGDGGHFRQYHUWLUHO0 HGLWHUUiQHRHQXQ©ODJRLWDOLDQRª
en el antiguo mare nostr um de los romanos. En 1933 M us solini asumió
directamente el M inisterio de la Guerra y proclamó su objetivo de militari-
zar al país.

145
$S DUWLUGHDTXHOPRPHQWRVHHVWDEOHFLyHOVHUYLFLRPLOLWDUREOLJDWRULR²LQclu-
VRORVQLxRVUHFLEtDQSUHSDUDFLyQPLOLWDU²\VHHPSUHQGLyIHEULOPHQWHHO
fortalecimiento del ejército, la marina de guerra y la aviación de combate,
para lo que hubo que destinar durante varios años el 50 % del presupuesto
nacional. Comenzó así una época de grandes maniobras militares, gigan-
tescas y vistosas paradas y ot ras manifestaciones de la fuerza militar de
Italia, que muchas veces sirvieron de escenografía política para los discur-
sos belicistas de M ussolini. Fue una época que ha deslumbrado a muchos
historiadores reaccionarios y que es añorada por los act uales fascistas. En
el plano económico, la militarización implicó la adopción de la política de
autarquía, que s e propuso lograr el autoabastecimiento mediante el máxi-
mo aprovechamiento de los recursos nat urales. A la postre, la autarquía
demandó grandes sacrificios y no aportó todos los result ados esperados,
entre otras razones, porque no se pudieron realizar las grandes inversiones
que ella requería. De cualquier forma, Italia se fue convirtiendo en una
potencia militar de primer orden.

La militarización fascista se expresó también en la cultura. Según M ussolini,


la cult ura y el art e tenían que prop orcionar a los it alianos «dinamis mo,
agresividad, fuerza y deseos de expansionarse y crecer como nación». El
teatro y el cine exaltaban la grandeza de la antigua Roma y la de sus direc-
tos y legítimos herederos: los fascistas. Igualmente ocurrió con la literatu-
ra, aunque ésta fue de poca monta, p ues los intelectuales más dest acados
se encontraban en el exilio, salvo algunos casos como los de Eugenio
0 RQWDOH\4XDVLPRGR6DOYDWRUH²IXWXURVSUHPLRV1REHO²TXHSHUPD
necieron en el p aís y acudieron a formas veladas para exp resar su repulsa
al fas cismo. La literatura pacifista fue prohibida. Surgió una nueva arqui-
WHFWXUD/DV FRQVWUXFFLRQHVYROXPLQRVDV\PRQXPHQWDOHV²FRPRHOPX
VHRURPDQR²WtSLFDVWDPELpQHQOD$ OHPDQLDGHHVWRVDxRVIXHURQGHFR
radas con armas y escenas de guerras, como para recordar a cada habitante
la necesidad e inminencia de la lucha.

Una vez sometido el interior de Libia, la primera acción militar expansionista


del fascismo italiano se produjo en 1935. Con el objetivo de fortalecer sus
posiciones en África, M us solini ordenó la invasión de Etiopía, entonces
llamada Abisinia, el 3 de oct ubre de 1935. A pesar de su aplastante s upe-
rioridad, los italianos no pudieron ocupar totalmente al país hasta la prima-

146
vera de 1936. El 9 de mayo de ese
año, desde el balcón del palacio
Venecia, el Duce anunció la vict oria
y proclamó el nacimiento del Impe-
rio Italiano. Esta agresión quedó im-
pune, al igual que ocurrió con ot ras
realizadas por la p ropia Italia y por
Alemania en los años 30. Las tími-
das sanciones económicas acorda-
das en la Liga de las Naciones fue-
ron obs ervadas por muy pocos
países. En particular, las grandes po-
tencias occidentales continuaron co-
merciando con Italia. Sin lugar a du- Hitler y Mussolini e n 1935.
das , es te fue el mejor momento del
fascismo italiano, cuando disfrutó de
un mayor apoy o de mas as. Pero esta sit uación de apogeo fue efímera.

$SHQDVGRVPHVHVGHVSXpVGHWHUPLQDGDODJXHUUDFRQWUD(WLRStD²HQ
UHDOLGDGODUHVLV WHQFLDQRFHV y²HOIDVFLV PRLWDOLDQRDFXGLyHQD\XGDGH
los militares reaccionarios españoles, que s e alz aron contra el gobierno
republicano del Frente Popular, elegido democrát icamente en febrero de
1936. M ussolini le proporcionó al reaccionario general F rancisco F ranco
más de cien mil soldados y una considerable cantidad de armas de t odo
tipo. M uy apreciable fue también la ayuda prestada a la reacción española
por la Alemania hitleriana. En el curso de los primeros meses de la guerra
de España, se produjo la aproximación entre Italia y Alemania. Atrás que-
daron las diferencias que separaban a ambos países fascistas, debido a sus
comunes pretensiones sobre Aust ria, que habían provocado agudas fric-
ciones en 1934, cuando Alemania propició una tentativa de golpe fascista
en Austria e Italia movilizó tropas hacia el Brennero en señal de adverten-
cia. En octubre de 1936, Hitler y M ussolini firmaron un acuerdo de cola-
boración política, en el que se determinaron los papeles a desarrollar por
los dos regímenes en el establecimiento del nuevo orden. Así nació el lla-
mado Eje Berlín-Roma, al que luego de uniría J apón. El acuerdo con Ale-
mania modificó la orientación exterior de Italia, que hasta 1935 había gira-
do en torno a Inglaterra.

147
En abril de 1939, recién concluida la guerra en España y coincidiendo con
la ocupación de Checoslovaquia por Hitler, M ussolini invadió y ocupó Al-
bania, que ya era un protect orado it aliano. Pero las guerras de Etiop ía,
España y Albania, sometieron al imperialismo italiano a un prolongado es-
fuerzo para el que no es taba suficientemente prep arado. El país quedó
extenuado. Las victorias obtenidas no compensaron el esfuerzo realizado
ni pudieron ser utilizadas como factor político para el fortalecimiento del
régimen. Por el contrario, desde 1938 se avivó el movimiento de res isten-
cia antifascista, alentado por el acuerdo de unidad alcanzado anteriormente
entre comunistas y socialistas. Por otra parte, surgieron serias dificultades en
las relaciones de M ussolini con la Corte y con la Iglesia, debido fundamental-
mente a la creciente supeditación de Italia a la política alemana. Desde 1938,
M ussolini llegó incluso a adoptar el antisemitismo, algo que había sido aje-
no a su movimiento y a la historia de Italia desde la unificación. Esta situa-
ción incapacitó a Italia para incorporarse a la Segunda Guerra M undial
cuando esta comenz ó, en s eptiembre de 1939.

El naci onal soci alis mo (nazi smo) alemán

Independientemente de la es encia común del fascismo, ést e presenta en


cada país ciertas características y rasgos propios, que son determinados
por las particularidades del desarrollo histórico. El nacionalsocialismo te-
nía muchos puntos en común con el fas cismo italiano, pero sus raíces eran
típicamente alemanas: El autoritarismo y la expansión militar propios de la
herencia prusiana; la t radición romántica alemana que se oponía al
racionalismo, el liberalismo y la democracia; diversas doctrinas racis tas
VHJ~QODVFXDOHVORVSXHEORVQyUGLFRV²ORVOODPDGRVDULRVSXURV²QR
sólo eran fís icamente superiores a otras razas, sino que también lo eran su
cultura y su moral; as í como determinadas doctrinas filosóficas, especial-
ment e la de Friedrich Niet zsche, que idealizaban al Est ado o exaltaban el
cult o a los individuos superiores, a los que se eximía de acatar las limita-
ciones convencionales.

Los teóricos fascistas alemanes retomaron toda esta herencia y la adapta-


ron a sus necesidades. Alfred Rosemberg, editor y líder del partido nazi,

148
formuló las teorías raciales del fas-
Veo muchos sol dados. ¡Muchos
cis mo basándose en la obra del es-
guerreros, es lo que querría ver
critor anglo-alemán Houston Stewar «Uniform e» se llama lo que lle-
Chamberlain, que consideró a la raza van puest o. ¡Ojalá no sea unifor-
aria como la única creadora. Para midad lo que encubre!
fundamentar el papel de los judíos Debéis ser de aquel los cuyos
como corruptores de la pureza cul- ojos buscan constantemente un
enemigo, su enemigo. Y en algu-
tural y biológica de los germanos,
nos se descubre el odio a prime-
Ros emberg acudió también a K arl ra vista.
Eugen Dühring, particularmente a su Debéis buscar vuestro enemigo,
trabajo La cuestión judía, donde se debéis hacer vues tra guerra, y
sost iene que la depravación es nota hacerla por vuestros pensamien-
tos. Y si vuest ro pensam iento
definitoria del pueblo judío, libro que
sucumbe, vuestra honradez debe
había merecido la réplica de Federi- cantar victoria por ello.
co Engels, en el Antidühring. Los Debéis amar la paz como medio
pos tulados de Rosemberg s obre el para nuevas guerras, y la paz bre-
Estado totalitario, el superhombre y ve mejor que la larga.
el cult o a la guerra como condición No os aconsejo el trabajo, sino la
lucha. No os aconsejo la paz, sino
suprema de la especie humana, fue-
la victoria. ¡Sea vuestro trabajo
ron argumentados a partir de la filo- una lucha, sea vuestra paz una
sofía de Nietzsche, sobre todo de su victoria.
obra Así habló Zaratustr a, amp lia- Solamente se puede callar o des-
mente p ropagada por el nazis mo. cansar cuando se dispone de una
Otro de los teóricos del fas cismo, el flecha y un arco. En caso contrario
no se hace sino charlar y disputar.
general Karl Ernst Haushofer, crea- ¡Sea vuestra paz una victoria!
dor de la doctrina de la geop olítica, ¿Cómo es que decís que una
que justificaba la supuesta necesidad buena caus a s ant ifi ca incluso
de expansión alemana a partir de una guerra? Yo os di go: ¡la bue-
consideraciones geográficas , se s ir- na guerra sant ifi ca t oda caus a!
La guerra y el valor han hecho
vió del legado pangermanis ta tradi-
cosas más espl éndi das que el
cional, alimentado por escritores del amor al prójimo. No vuestra pie-
siglo XX como Oswald Spengler, que dad sino vuestra valent ía es lo
en su difundida obra La decaden- que ha s alvado hasta ahora a los
cia de Occidente reivindicaba un náufragos y periclitantes.
espacio vital para Alemania y ensal- Nietzsche: Así habló Zaratustra.
zaba la guerra de conquis ta como Ed. Orbis, Barcelona, 1982, p. 85.
«forma eterna de vida superior».
149
Las repercu sion es de la guerra

Las cons ecuencias de la derrot a en la P rimera G uerra M undial y la in-


fluencia de la Revolución de Oct ubre p rovocaron una s ituación suma-
mente compleja en Alemania. Por un lado, la revolución de noviembre de
1918 fue capitalizada por la socialdemocracia de derecha, que la condujo a
un régimen republicano, el de Weimar, apenas tolerado por la derecha tra-
dicional²VyORHQODPHGLGDTXHVDOYyDOVLVWHPD²\FULWLFDGRWDQW RSRU
la extrema derecha, que lo cons ideraba resp onsable de la situación del
SDtVFRPRSRUODL]TXLHUGD²DJUXSDGDHQHO3DUW LGR&RPXQLVW DGHVGH
HQHURGH²TXH ORYHtDFRPRHOUHVXOWDGRGH ODIUXVWUDFLyQGHOD
revolución y como responsable del asesinato de líderes como Karl
Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Por otro lado, la imposición del Tratado
de Vers alles repres entó una pes ada carga para el pueblo alemán e hirió
profundamente su sentimiento nacional. Todo ello condujo a un clima de
inestabilidad económica, política y social, que con altas y bajas se prolon-
gó hast a 1923.

Fue en este ambient e en el que emergió la figura de Adolf Hitler (1889-


1945). Hitler nació en el p oblado aus triaco de Braunau, cercano a la fron-
tera con Alemania. Hijo de un modesto funcionario de aduanas y de una
campesina. Fue un estudiante mediocre y nunca llegó a terminar la secun-
daria. Sus pretensiones art ísticas terminaron al ser rechazado por la Aca-
demia de Bellas Art es de Viena, al cons iderarlo carente de talento. Se
aficionó a las lecturas de contenido antidemocrático y racista. Al comenzar
la guerra se encontraba en Baviera y allí se alistó como voluntario. En el
ejércit o alemán sólo alcanz ó el grado de cabo y durante todo el tiempo
tuvo la misión de combatir las ideas pacifistas y democráticas que se difun-
dían entre los s oldados, lo que ejercitó sus conocidas dot es oratorias . Al
terminar la guerra regresó a Baviera, que por entonces se había convertido
en refugio de muchos elementos reaccionarios.

En 1919 se fundó en M unich, capital de Baviera, el Partido Obrero A le-


mán. Ese mis mo año, Hitler se incorp oró a dicho partido y muy pronto
des plaz ó a sus fundadores, convirtiéndos e en el líder de la agrupación.
Durante el primer mitin del Part ido O brero Alemán, celebrado el 24 de
febrero de 1920, Hitler dio a conocer el programa del partido. Dicho pro-

150
grama const aba de 25 puntos en los que se combinaban desmesuradas
demandas nacionalistas y doctrinas racistas y antis emitas, así como algu-
nas reivindicaciones anticapitalistas. En el punto vigésimo quinto se esta-
blecía lo siguiente como condición indispensable p ara el cumplimiento de
los objetivos previstos: «Frente a la sociedad moderna, un coloso con pies
de barro, estableceremos un s istema centralizado sin precedentes , en el
que t odos los poderes quedarán en manos del Est ado. Redactaremos una
constitución jerárquica, que regirá de forma mecánica todos los movimien-
tos de los individuos».

Poco después del mitin de febrero de 1920, el Partido Obrero Alemán pasó
a denominarse Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán (nazi). La nueva
agrup ación se fue desarrollando poco a poco, esp ecialment e en Baviera,
donde recibió el apoyo de importantes empresarios y terratenientes. Con-
vencidos del valor de la violencia como medio p ara alcanzar sus fines, los
QD]LVQR W DUGDURQHQ FUHDUODV 6$²6HFFLRQHV GH$VDOWR² IXHrz a
paramilitar encargada de proteger las reuniones del partido, provocar dis-
turbios en los mítines de los demócratas liberales, socialistas, comunistas y
sindicalistas , y pers eguir a los judíos, sobre todo a los comerciantes . Las
SA, también conocidas como milicias pardas , fueron apoyadas por algu-
nos oficiales del ejército, particularmente Ernst Rohm, que pronto se con-
vertiría en s u jefe, y el general Erich Ludendorff, jefe del Estado M ayor
alemán durant e la guerra.

Hit ler fue elegido pres idente del partido, con p lenos poderes, en 1921.
Ese mismo año, la organización adoptó como emblema la bandera roja de
los trabajadores, modificada con un círculo blanco en el centro y una cruz
esvástica negra. Tanto la bandera roja como la alusión al socialismo en el
nombre del partido formaban parte de la retórica demagógica del nazismo.
En diciembre de 1920, había sido fundado el periódico del partido. A me-
dida que fue aumentando la influencia del Partido Comunist a, el objetivo
principal de la p ropaganda nacionalsocialis ta fue la denuncia del bolche-
vismo, el que presentaban como una conspiración internacional de finan-
cieros judíos. También proclamaban su des precio por la democracia y re-
clamaban un régimen dictatorial y revanchista.

151
Del puts ch de Mun ich a la cri sis del 29

La situación de A lemania s e comp licó ext remadamente en 1923. El 11


de enero de ese año, el gobierno francés ordenó a sus tropas la ocup a-
ción del Ruhr, coraz ón indust rial de Alemania, pretext ando que ésta no
cumplía puntualment e las obligaciones contraídas en el Tratado de
Versalles. Como respuesta, el gobierno germano de turno aplicó «la re-
sis tencia pas iva», o s ea, el ces e de las actividades productivas en minas
e industrias, con el objetivo de obligar al invasor a retirars e con las ma-
nos vacías. Tal política fue costeada p or el gobierno, que durant e varios
meses indemnizó a emp res arios y obreros. Pero ello desató una ola
inflacionaria s in precedentes, al imp rimirs e billetes sin respaldo alguno.
La moneda p erdió p rácticamente su valor, lo que deterioró a la econo-
mía y afect ó severament e a los trabajadores y a los pequeños y medios
negocios. Surgió entonces una profunda crisis p olítica y social sólo com-
parable con la generada por la guerra. Creció ráp idament e la influencia
de los comunist as, que se convirtieron en un partido de masas . El país
fue es tremecido por numerosas y masivas huelgas. En Sajonia y Turingia
fueron creados gobiernos obreros, a partir de la unidad de comunistas y
socialdemócratas de izquierda. En algunos sitios estallaron insurreccio-
nes, como ocurrió en Hamburgo, donde s e des tacó la figura de Ernest
Thaelmann, fut uro s ecret ario del partido comunista. Paralelamente cre-
ció la ola ultranacionalista.

En estas difíciles circuns tancias , algunos sect ores económicos , polít icos
y militares reaccionarios pensaron en un golpe de Estado, utiliz ando para
ello al part ido de Hitler. Como centro del golp e fue escogido el Estado
de Baviera, donde el nacionalsocialismo se había convertido en una fuer-
za de cierta influencia. Alentado por el general Ludendorff, el 8 de noviem-
bre, Hitler escenificó el putsch de M unich. Pero la acción fracas ó. P ara
ent onces, el gobierno central, asumiendo poderes ext raordinarios, había
logrado aplastar las principales manifestaciones del movimiento revolucio-
QDULR²HQHOPRPHQWRGHFLVLYROHIDOW yXQLGDGFRPHWLyHUURUHV \W XYR
YDFLODFLRQHV²\FRPHQ]DEDDRUGHQDUHOSDtV(OJUXHVRGHOHMpUFLWRDSR\y
al gobierno, que también recibió el respaldo de Inglaterra y los Estados Uni-
dos. Hitler fue arres tado y condenado a cinco años de prisión, de los que
sólo cumplió once meses . Durante su encarcelamiento, dictó Mein Kampf

152
Hitle r con ot ros acus ados por el puts ch de Mu nich.

(M i lucha) a su compañero de partido Rudolf Hess . En est a obra, que


luego se convirtió en la Biblia del nazismo, las ideas expuest as se repiten
obsesivamente, recurriendo a los resortes emocionales más p rimarios de
las personas. Su desprecio p or la democracia solament e es comparable
con el que muestra por las razas inferiores y por el odio irracional hacia los
judíos. El mundo se concibe regido por la fuerza: «Lo primero de todo, el
combate; luego tal vez, el p acifismo»

Entre 1924 y 1928, la situación de Alemania cambió radicalmente. Con la


D\XGDGH,QJODWHUUD\ORV(VWDGRV8QLGRVDWUDYpVGHO3ODQ'DZHV ²UH
presentó un aporte financiero cercano a los 20 mil millones de dólares en
FUpGLWRV EODQGRV²VHRUGHQyHOS DJRGHODV UHSDUDFLRQHVGHJXHUUD\ VH
imp ulsó el desarrollo de la economía, que creció vert iginosamente hasta
superar en más de un 50 % los índices de 1913. Al mismo tiempo, cesó el
aislamiento internacional del país con el Tratado de Locarno (1925), que
pos ibilitó las relaciones con los vencedores y el ingreso a la Liga de las
Naciones. Todo ello originó una atmósfera política y social más propicia
para el protagonismo de las fuerzas políticas moderadas. Durante este pe-
ríodo, el nacionalsocialismo recibió poca ayuda financiera. Sin embargo,
Hitler logró reorganizar el partido, que había quedado desarticulado des-
pués del put sch de M unich. En 1926 se autop roclamó F ührer (jefe) del
partido y comenzó a organizar las Schutz -Stalfel o SS, cuerpo armado

153
para controlar al p artido y s u rama paramilitar, las SA . A p esar de es tos
esfuerzos, hacia fines de la década el nacionalsocialismo no era una fuerza
política influyente. En las elecciones parlamentarias de 1928, los nazis sólo
obtuvieron 800 mil votos, un 2,5 % del total emitido.

La oportunidad para los nazis llegó


Crisis republicana con la cris is económica mundial de
1929-1933, cuyos efectos fueron
A parti r de 1929, la i nst it u-
cionalidad de la república comen-
catas tróficos para Alemania. A par-
zó a colapsar. Los tres gabinetes tir de 1929, dejaron de recibirse los
anteriores a Hitler no tenían base préstamos extranjeros que habían
parlamentaria y gobernaban por propiciado el crecimiento económi-
decreto. co. Disminuyó en un 40-50% el vo-
lumen de la p roducción industrial y
del comercio exterior. Se p rodujo la
ruina masiva de los pequeños y medianos empresarios. Se redujo conside-
rablemente la producción agrícola. El desempleo aumentó vertiginosamen-
te hasta llegar a los 6 millones de p arados. A medida que se profundizaba
la depresión, crecía el des cont ento y la sit uación s e mostraba cada vez
más inestable y propicia para un estallido revolucionario. En es tas condi-
ciones, grandes grup os de poder económico decidieron acudir a Hitler, al
que entregaron importantes recursos financieros, lo que permitió a los na-
zis desplegar una intensa actividad en la prensa y por otros medios.

La posibilidad de utilizar al fascismo aumentó por el hecho de que una


parte de la población, particularmente los p equeño-burgues es en ruina,
des engañados por la política oficial y s in ver ot ra s alida, comenzaron a
escuchar gustosos la hipócrita propaganda nazi contra los «tiburones capi-
talistas », la competencia desleal de los grandes comerciantes y ot ras con-
signas por el estilo, propias de la demagogia nacionalsocialist a. M uchas
gentes desesperadas, entre ellos una multitud de jóvenes frustrados y re-
sentidos, se sint ieron atraídos por la retórica chovinista del fascismo, se-
gún la cual todas las desgracias de Alemania residían en su falta de «espa-
cio vital». Todo esto, insistentemente propagado y acompañado del terror
y la intimidación contra los opositores, ayudó a los fascistas a crearse una
base de mas as, tal y como lo refleja el siguiente cuadro:

154
Elecciones al Reichstag (parlamento) entre 1928-1932. (en millones)

5 - 1928 9 - 1930 7 - 1932 11- 1932

P artido Comunista 3 285 4 590 5 283 5 980

P artido Socialdemócrata 9 153 8 576 7 960 7 248

Centro Católico
y P artido P o pular Bavaro 4 658 5 186 5 782 5 325

P artido d el Centro 1 479 1 322 373 336

Nacional-Alemán 4 382 2 454 2 197 2 959

Nacional-Socialista (nazi) 810 6 407 13 769 11 737

Fuente: Gilbert Badía: Historia contemporánea de Alemania,Editora Política,La Habana,Cuba, 1966.

La crisis originó la polariz ación de las fuerzas políticas hacia la extrema


derecha y la izquierda comunista. El nacionalsocialismo se benefició a cos-
ta de los partidos del centro y de la derecha tradicional (nacional alemán),
que luego s e le uniría, mientras los comunistas se vieron favorecidos con
una parte de los vot antes de la s ocialdemocracia y en menor medida del
centro. El avance de los nazis fue enorme. A mediados de 1932, cons ti-
tuían el partido más fuerte de Alemania, con 230 escaños de un total de 670.
Confiando en que las cosas seguirían de igual forma, Hitler rechazó en
aquel momento la oferta del Pres idente H indenburg para formar un go-
bierno de coalición, lo que obligó a disolver el parlamento y convocar
nuevos comicios. Sin embargo, los nazis habían llegado al máximo de sus
posibilidades y desde entonces su influencia comenzó a decrecer, debido
al cansancio y la decepción que empezaban a experimentar muchos de sus
partidarios. En las elecciones celebradas en noviembre, perdieron dos mi-
llones de votos y 34 as ient os en el legislativo. Quedó evidenciado que
Hitler no conseguiría una correlación de fuerzas en el parlamento para for-
mar su propio gobierno, y que el tiempo favorecía a la izquierda.

En est as circunstancias, los s ectores empresariales y militares que res-


paldaban a Hit ler, con la mediación de F ranz von Pap en, excanciller y
hombre muy influyente en los círculos políticos, convencieron a Hitler y a

155
los representantes de otros partidos para formar un gabinete de coalición,
y presionaron a Hindenburg para que aceptara esta fórmula. Para tranqui-
lizar a unos y a otros, Von Papen aseguraba que él, desde una posición de
segundo al mando, podría controlar al líder nazi y a sus partidarios. De tal
manera, el 30 de enero de 1933, el anciano presidente destituyó al general
independient e y p romonárquico Kurt von Schleicher, que s e había p ro-
puesto frenar a las camisas pardas (las SA), y designó a Hitler como Can-
ciller (Primer M inistro) de Alemania. Comenzaba así la horrenda noche del
fascismo para los alemanes.

¿Fue ello, acaso, una necesidad fatal? Resulta difícil ofrecer una respuesta
categórica a esta pregunta. Pero un análisis de los hechos nos conduce a la
afirmación de que la muerte de la democracia, a p artir del 30 de enero de
QRKXELHUDV LGRSRVLEOH²RDOPHQRV KXELHUDVLGRPiVGLItFLO²VLQ
el abandono suicida de muchos de sus defensores naturales. La responsa-
bilidad del presidente Hindenburg en est e sentido es clara y no sólo por-
que designó a Hitler, sino porque, desde 1930, nombró gobiernos al mar-
gen del parlamento, contribuyendo con ello a su asfixia y des crédito. No
menor fue la responsabilidad de los partidos burgueses que se autotitulaban
democráticos, los que cedieron ante H itler, sobre todo, por t emor al avan-
ce de la izquierda. La socialdemocracia y los comunistas tuvieron también
una alta cuota de culpa. Ambos partidos representaban, a fines de 1932, la
mayor fuerz a polít ica del país; unidos hubieran significado un obstáculo
prácticamente insalvable ante las asp iraciones de la reacción, pero perma-
necían enfrentados, sin encontrar un lenguaje común. En ello fue determi-
nante el feroz anticomunismo de la socialdemocracia, que prefirió a Hitler
antes que una salida revolucionaria, aunque también influyó la actitud rígi-
da y sectaria de los comunistas , cuya pretensión de establecer el socialis-
mo, como única opción, no era viable en aquellos momentos y sólo contri-
buía a profundizar la división.

El naci onal soci alismo en el poder

En el gabinete creado el 30 de enero, los naz is s ólo ocupaban la jefat ura


del gobierno y dos carteras ministeriales. Pero el control del M inisterio del

156
Interior, a cuyo frente se encon-
traba German Goering, y la con- Decreto-ley para la protección
de la nación y el Estado
vers ión de las bandas fascistas
en fuerzas parapoliciales, le per- A tenor del Artículo 48, párrafo segundo
mitieron a Hitler hacerse con to- de la Constitución del Reich, y con objeto de
dos los resortes del poder en un impedir los actos de violencia comunistas
brevísimo plazo y evolucionar que ponen en peligro la existencia del Es-
tado, se decreta con carácter de ley lo si-
hacia un Es tado totalitario, en
guiente:
el que quedaron suprimidas to- 1.Quedan derogados has ta nueva orden
das las garantías de los ciuda- los artículos 114, 115, 117, 118, 123, 124 y
danos y en el que sólo prevale- 153 de la Constitución alemana. Por con-
cía la voluntad del Führer. siguiente s e puede coartar la li bertad per-
sonal, el derecho de libre expresión del
El 1 de febrero, Hindenburg di- pensamiento, incluida la libert ad de pren-
sa, de reunión y asociación; int ervenir las
solvió el Parlamento y convocó comunicaciones postales, telegráficas y te-
a elecciones para el 5 de mar- lefónicas; disponer registros domiciliarios
zo. Pero antes de su realización y confiscaciones, así como limitaciones de
un hecho decisivo alteró sus re- la propiedad, también más allá de los lími-
s ultados . El 27 de febrero, tes fijados en estos artículos.
poco antes de finalizar la cam- (...)
5. Incurrirán en la pena de muerte los reos
paña electoral, un comando nazi
de los delitos castigados con cadena per-
incendió el edificio del Reichs- petua por el Código Penal en sus artículos
tag, acción que ens eguida se 181 (alta traición), 229 (envenenamiento),
atribuyó a los comunistas. Este 307 (incendios), 311 (explosión), 312 (inun-
acto provocador sirvió de pre- dación), 315 (descarrilamiento) y 324 (epi-
texto para desatar una brutal re- demia). Con la pena de muerte, con la de
cadena perpetua o de presidio hasta 15
presión contra el P artido Co- años, será castigado:
munista. En una s ola noche Quien intentare dar m uert e al Presiden-
fueron detenidos o asesinados te del Rei ch o a un miembro o un funcio-
cerca de 10 mil militant es y la nario del gobi erno del Reich o de cual-
cacería continuó posteriormen- qui er gobierno de los Estados alemanes;
te al amparo del D ecret o s o- qui en i nsti gara la comis ión de tal muer-
te; quien aceptara ejecutarla o quien se
bre la Protección de la Nación
pusi era de acuerdo con ot ra persona
y el Estado, emitido por el Can- para cometer el deli to.
ciller el día 28, que legalizó todo
tipo de arbitrariedades. En este (28 de febrero de 1933)
ambiente de terror desenfrenado
157
fueron celebradas las elecciones. Con todo, los comunistas obtuvieron unos
5 millones de votos. Ent onces se procedió a ilegalizar al Part ido y a se-
cues trar sus escaños. Thaelmann, para entonces líder de los comunis tas,
fue internado en un campo de concentración, donde murió diez años des-
pués.

El nuevo Parlamento quedó rápidamente bajo el control de los nazis . Por


la Ley de Poderes Especiales, del 23 de marzo, ést e transfirió t odas sus
facultades legislativas al eje-
cut ivo. Est a Ley ot orgó a
Hitler poderes dictatoriales y
rep resent ó el final de la Re-
pública de Weimar. En los
tres meses posteriores, fue-
ron ilegalizados todos los
partidos políticos y las orga-
nizaciones sociales, así como
sup rimida la libertad de ex-
presión y de prensa. El culto
Llegada de Hitler a un congreso de l as S.A. al Führer se convirtió en la
nota social dominante, con la
obligatoriedad del saludo
Heil Hitler en la vida cotidiana y en t odo tipo de escritos. La policía secre-
ta del Estado, la Gest apo, dirigida por Heinrich H immler, s e encargó de
hacer desaparecer a cuantos p udieran suponer una amenaza para el régi-
men. En el propio año 1933, surgieron los primeros campos de concentra-
ción, a los que fueron a parar miles de personas de las más diversas profe-
siones, credos e ideologías.

Los campos de concentración constituyeron la nota más siniestra del fas-


cis mo alemán. El primero, el de Dachau, próximo a M unich, se abrió en
marz o de 1933, en las primeras semanas del régimen. Aunque el extermi-
nio programado de grupos humanos fue un objetivo que no se definió has-
ta la Segunda G uerra M undial, y a antes la p osibilidad de conducir a un
campo a cualquier ciudadano, al margen de que exist iera algún delit o o
acusación, convirtió este sistema de detención y tortura en un instrumento

158
básico del Estado, en un medio para
Persecución de los judíos
garantizar la sumisión de toda la po-
blación. La detención de judíos y judías
que gozan de una situación pri-
Los judíos, «parásit os dentro de la vilegiada ha producido una terri-
QDFLyQª²VHJ~Q+LWOHU²IXHURQVR ble conmoción, especialmente en
metidos a una persecución sistemá- los círculos artísticos, ya que ta-
les matri monios son muy fre-
tica, en la que se sucedían los malos
cuentes entre los artist as. Pero
tratos, el acos o, el boicot a s us ne- no voy a detenerme por nada. Si
gocios, el desp ido de las funciones un alemán cree posible vivir con
públicas, la prohibición de entrar en una judía como su legítima espo-
pis cinas, t errenos deportivos, etc. sa, ya demuestra su baja catadu-
ra moral y no podemos mostrar-
Varios decret os se orientaron hacia
nos sentiment ales con él.
la creación de guet os. Fueron p ro-
J. Goebbels: Memorias
hibidos los matrimonios entre arios
y judíos. El punto culminante de esta
persecución tuvo lugar la noche del 10 de noviembre de 1938, la llamada
«Noche de los crist ales rot os», en la que para castigar la muert e de un
agregado de la embajada alemana en P arís, la Ges tapo ordenó el incendio
de 2 mil sinagogas y la detención y ases inato de 20 mil judíos.

Desde el principio, el Estado fascist a controló rigurosamente y p uso a su


servicio la creación artíst ica en todas sus manifestaciones , así como la in-
vestigación científica. Los centros de enseñanza fueron depurados. Se tra-
tó de eliminar del mundo de la cultura lo que universalment e se reconocía
como creaciones admirables del espíritu humano. Los libros considerados
subversivos fueron quemados. Los escritores que habían llevado la lengua
alemana a niveles de expres ividad y belleza pocas veces alcanzados,
Thomas y Heinrich M ann, Bertold Brecht, Erich M aria Remarque, entre
otros, t uvieron que abandonar Alemania. Igual camino debieron seguir los
cineastas expresionistas y los creadores plásticos vanguardistas, cuyo arte
fue considerado decadente y perverso. A Albert Einstein, por su condición
de judío y demócrat a, s e le privó de su cátedra universit aria y t uvo que
marchar al extranjero.

Pero a pesar del terror, las depuraciones y la propaganda, Hitler no lograba


consolidar su dictadura. La situación económica no mejoraba y el descontento

159
crecía, incluso dentro del partido. Los
Einstein al abandonar sectores que habían constituido la
Alemania (marzo de 1933) base social del fascismo comenzaron
Mientras se me perm ita elegir,
a reclamar una «segunda revolución»,
sol o vi viré en un país en que que aplicara las p romesas anti-
haya l ibertades políti cas, tol e- capitalistas expuestas por los nazis
rancia e igualdad de todos los antes de llegar al poder. Un sector de
ciudadanos ante la ley. (.. .) las SA se hizo eco de esta demanda.
Estas condiciones no existen en Hitler tuvo que elegir entre un régi-
Alemania hoy. Quienes más han
men nacionalsocialista sustentado por
hecho por la comprensi ón i n-
ternacional , ent re quienes se las masas o una alianza definitiva con
encuentran muchos artis tas, su- los industriales y el ejército, y eligió
fren, en ella, persecución. la segunda opción. El 30 de junio de
Todo organismo social puede 1934, en la p osteriormente llamada
des equil i brars e psi col ógi ca- «Noche de los cuchillos largos», el
mente t al como ocurre con l os
Führer ordenó a las SS terminar con
indi viduos, en especial en t iem-
pos di fíci les. Las naciones por el asunto. Fueron asesinados varios
lo común, sobrevi ven a es as líderes de las SA y del partido, entre
enferm edades . Tengo la espe- ellos Rohm y varios centenares de sus
ranza a que bi en pronto l a nor- seguidores. También se incluyó en la
mal idad vuelva a im ponerse en purga a muchos enemigos del régi-
Alemani a y de q ue en el fut uro
men, como el general Schieicher, y a
s us grandes hombres, com o
Kant y Goet he, no s ean recor- algunos monárquicos que defendían
dad os de cuan do en cuando la restauración de la dinastía Hohen-
sino que los principios que ellos zollern. El descontento fue ahogado
defendi eron y enseñaron se to- en sangre y de esta forma se inició la
men en cuenta en la vida públi- consolidación de la dictadura hitleria-
ca y penetren en la conciencia
na. En agost o de aquel año murió
general.
Hindenburg y de un plumaz o Hitler
A. Eins tein: Mis ideas y opinio- asumió también la presidencia, pro-
nes, p. 183.
clamando el nacimient o del Tercer
Reich.

Comenz ó entonces la edificación del llamado nuevo orden, que sup uso la
reorganización de la economía a partir de las necesidades de guerra, con
vis tas a poner en p ráct ica el p rograma revanchista y expans ionista del
nacionalsocialismo. En pocos años, Alemania debía alcanzar una completa

160
autosuficiencia en lo referente a las materias p rimas estratégicas, creando
sustitut os sintéticos de aquellos materiales de los que carecía y no podría
adquirir en el extranjero. El suministro de alimentos debía garantizarse a
través del desarrollo controlado de la agricultura. Para restablecer la eco-
nomía y lograr aceleradamente el rearme, se eliminó por decreto la lucha
de clases, apelando a un supuesto interés nacional común. Se suprimieron
los sindicatos y cooperat ivas obreras. Las huelgas fueron prohibidas . Se
est ableció la obligación de los trabajadores de p ertenecer al Frente A le-
mán del Trabajo, organización sindical nacionalsocialista controlada por el
Estado. El M inisterio de Economía, a través de los denominados síndicos
laborales, se encargó de todo lo relativo a los salarios, la jornada y las
condiciones laborales.

El ministerio de Economía controlaba


también las organizaciones creadas
para agrupar a los empresarios. Di- Las siguientes palabras que co-
cho ministerio favoreció la expansión rresponden a un ejecut ivo del
de los monopolios a ramas enteras y grupo Krupp, reflejan con elo-
rep rivatizó muchas empresas que cuencia l a alianza entre el nacio-
nalsocialismo y los grades em-
habían sido nacionalizadas con an-
pres arios del país .
terioridad. El nuevo orden implantó
el dominio económico de cuat ro «La economía tiene necesidad de
un desarrollo sano y progresivo.
grandes bancos y de un número re-
Los que i nt egram os la firma
ducido de grandes grupos de empre- Krupp no somos idealistas sino
sas , entre los que s e destacaron el realistas. Teníamos la impresión
gran imperio de la familia Krup p, de que Hi tler nos ofrecería la po-
dedicado a la p roducción de acero sibilidad de un desarroll o autén-
y armamentos, y la I.G. Farben, que tico. Por lo demás lo ha llevado a
cabo. Tras los años transcurri-
producía colorantes, caucho sintéti-
dos nos encontramos s at isfe-
co y petróleo. Estos y otros mono- chos. Deseábam os un sist ema
polios utilizaron a miles de prisione- eficient e y que nos proporciona-
ros como mano de obra forzosa ra los medios de trabajar tranqui-
durante la Segunda Guerra M undial, lamente».
y suministraron materiales para el ex- 'RFXPHQW V G¶KLVWRLUH YLYDQWH
terminio sistemático y masivo de mi- París, Ed. Sociales, vol II, No. 5,
llones de judíos, p olacos, rusos y 1976.
otros pueblos.
161
La militarización de la economía permitió a los nacionalsocialistas resolver
el problema del desempleo y proporcionar un nivel de vida aceptable a los
trabajadores y camp esinos alemanes, así como enriquecer de forma ex-
traordinaria a la elite del Estado, la indus tria y las finanz as, y crear una
espectacular maquinaria de guerra. En 1930, Alemania contaba con 100 mil
soldados, cifra est ablecida en el Tratado de Versalles; pero en 1936, des-
pués de romper unilateralmente las regulaciones de dicho t ratado, p asó a
550 mil efectivos, llegando a los 900 mil hacia finales de 1938. P ara esta
última fecha contaba, además , con unos 850 mil reservistas. Este colosal
ejército dis ponía de una avanzada técnica, que incluía la más numerosa y
mejor fuerza motomecanizada del Continente, así como una moderna avia-
ción de combate y una importante flota de guerra, especialmente submari-
na. Entre 1934 y 1939, los gastos en la esfera militar crecieron más de 30
veces, pasando de 1 900 millones de marcos en 1933 a 32 300 millones
en 1939.

A medida que se erigía el nuevo orden en el p aís, los nazis avanzaban


política y diplomáticamente en la creación de la Gran Alemania. La política
exterior de Hitler representó un oscuro capítulo de la historia, cuyos acon-
tecimientos más relevantes fueron el abandono de la Liga de las Naciones
(1934); la ruptura de las cláusulas militares del Tratado de Versalles (1935);
la remilitarización de la Renania (1936); la formación del Eje Berlín-Roma-
Tokio (1936-37); la int ervención en la guerra civil española ap oyando a
Franco (1936-39); la Anschluss («unión») forzada de Austria (1938), y la
desintegración del Estado checos lovaco (1939), tras ocupar los Sudetes,
región con numerosa población alemana.

La mayoría de estas acciones, que finalmente provocaron un conflicto ge-


neralizado, fueron realizadas con total impunidad. Las grandes pot encias
occidentales europeas y los Estados Unidos no enfrentaron enérgicamente
la agresividad alemana y la ruptura del status creado por los acuerdos de
Vers alles; s ino por el cont rario, con el p retexto de evit ar una guerra, para
la cual decían no estar prep arados, trat aron de «apaciguar» a Hit ler ha-
ciendo concesión tras concesión. En gran medida, es ta política del Occi-
dente ocultaba el cálculo, hábilmente alimentado por la propaganda nazi, de
que a la postre las pretensiones territoriales de Alemania podrían resolver-
se a costa del Este europeo, lo que conduciría inevitablemente a un enfren-

162
tamiento con la Unión Soviética, que destruiría o debilitaría al máximo a
ambos contendientes. De tal manera, «apaciguando» a Hitler no se trataba
de evitar la guerra, sino de encauzarla en otra dirección. Esta miope políti-
ca tendría después fatales consecuencias para sus propios progenitores y
para todo el mundo.

Hitler se jactaba de que el nacionalsocialismo había resuelto los problemas


de la s ociedad alemana y perduraría durante miles de años. El nacional-
socialismo solucionó algunos problemas ante los que la República de Weimar
se mostró impotente y transformó al país en un Estado industrial poderoso,
dotando al fascismo de un respaldo que lo convirtió en movimient o inter-
nacional. Pero ello condujo a la Segunda Guerra M undial, el enfrentamien-
to bélico más cruento y destructivo de la historia de la humanidad, del que
Alemania salió derrotada, dividida y empobrecida. A este alto precio hay
que añadir el sufrimiento del pueblo alemán durante el período fascista y en
los años inmediatos posteriores.

El falangis mo español

A diferencia del fascis mo italiano y del nacionalsocialismo alemán, el


falangismo nunca logró estructurar un movimiento de masas en torno a sus
objetivos. Fue siempre una fuerza política débil y poco influyente. Su as-
censo al poder, como ideología que s irvió de base al régimen franquis ta,
fue el res ultado de una prolongada y sangrient a guerra, con la que culminó
la enconada lucha librada p or la reacción española cont ra los s ectores
democráticos del país, a partir del establecimiento de la Segunda Repúbli-
ca, en abril de 1931.

El 30 de enero de 1930, cayó la dictadura del general M iguel P rimo de


Rivera, establecida en sep tiembre de 1923, la cual ocupó un período cali-
ficado por el pueblo como «los siete años indignos». Entre ese momento y
la ins tauración de la república, trans currieron catorce mes es en los que se
demostró la inviabilidad de la fórmula dictatorial y se trató de salvar a la
monarquía, retomando gradualmente la senda constitucional. Con ese ob-
jetivo, se elaboró un calendario electoral en el que se contemplaba, como

163
primer pas o, la convocatoria a elecciones municipales para el 12 de abril
de 1931. Pero la creciente oposición pop ular determinó que la consulta
del día 12 se convirtiera en un auténtico p lebiscito, que concluyó con un
aplastante triunfo republicano y supuso el fin de la monarquía borbónica, la
salida del país del rey Alfonso XIII y el advenimiento pacífico de la Segun-
da República.

El nuevo régimen tenía ante sí la tarea


Pacto de San Sebastián de enfrentar y solucionar los proble-
mas políticos, económicos y socia-
Acuerdos de pol íticos opuestos
a la monarquía, entre ell os algu-
les, durant e mucho tiemp o acu-
nos ex monárquicos como Niceto mulados en el país y agravados por
Alcalá y Miguel Maura, para co- los efectos de la crisis económica
ordinar acciones de los grupos mundial de 1929. Ello se traducía en
republicanos. El pacto desempe- la necesidad de limitar los privilegios
ñó un papel importante en la mo-
vilización de las masas contra la
de los grupos oligárquicos , mejorar
monarquí a y sirvió de base para el nivel de vida de los t rabajadores
la constitución del Gobierno Pro- y campesinos, democratizar la es-
visional. tructura del Estado, especialmente el
ejércit o, y reconocer los derechos
nacionales de Cataluña, Euz kadi y
Galicia. Esas transformaciones eran reclamadas p or la mayoría de la po-
blación, que recibió con júbilo y esperanz a el cambio que se produjo en
Esp aña. Pero los gobiernos que condujeron a la república hast a 1933,
integrados por representantes de los partidos burgueses republicanos y del
Partido Socialista Obrero Español (PSOE), firmantes del llamado Pacto de
San Sebastián (agosto de 1930), no justificaron estas esperanzas; y no por
falta de capacidad, sino porque no quisieron ir tan lejos.

Tanto el Gobierno Provisional, constituido el 14 de abril, como el surgido


de las elecciones a las Cortes (parlamento) del 28 de junio, est uvieron
dominados p or una obsesión legalista. En ambos casos, se cont entaron
con la aprobación de una Ley de amnis tía y varias reformas tímidas en
diferentes esferas, y centraron su atención en la convocatoria a una Asam-
blea Constituyente y en la redacción de un texto constitucional que, después
de enconados debates y peleas en las Cortes, fue aprobado finalmente el 9 de
diciembre de 1931. La nueva Cons titución era progresista, pues establecía

164
la defensa de la democracia, la s oberanía p opular, el sufragio universal, la
sep aración de la Iglesia y el Estado, el reconocimiento de los derechos
individuales y sociales, etc., pero no tocaba en lo más mínimo la base eco-
nómica del ant iguo régimen.

Después de aprobada la Constitución, salieron del gobierno algunos ele-


mentos conservadores y éste pasó a ser presidido por M anuelAzaña, de la
izquierda republicana, pero en lo adelante tampoco se aplicaron medidas
radicales. El problema agrario, fundamental en el caso de España, donde no
se habían producido transformaciones democrático-burguesas y donde pre-
valecían relaciones semifeudales, se estuvo discutiendo diecis iete meses
en las Cortes. La reforma agraria finalment e aprobada era limit ada y casi
no pudo aplicars e, debido a la excesiva burocratización y a la oposición a
ultranza de los terratenientes. La timidez y vacilaciones del gobierno se ma-
nifes taron también en lo referent e a la democratización del aparato del
Estado. Los cambios ap licados, aunque necesarios, eran insuficientes. En
el ejército, por ejemplo, las reformas fueron de carácter técnico-adminis-
trativo y dejaron prácticamente intacto su reaccionario cuadro de mandos.
Lo mismo puede decirs e con relación al problema nacional. Después de
prolongados debates, sólo fue aprobado el Est atuto de Autonomía de Ca-
taluña, en septiembre de 1932. La sit uación de Euskadi y Galicia quedó
pospuesta.

En el orden exterior, la política del gobierno republicano-socialista apenas


modificó la aplicada por la M onarquía. Esp aña siguió s upeditada a Ingla-
terra y Francia, que mantenían importantes int ereses en el país, al tiempo
que se fortalecían sus lazos con los Estados Unidos. El establecimiento de
relaciones con la URSS se estuvo discutiendo durante dos años y cuando
por fin fue aprobado, quedó en el papel, pues no se concretó en el int er-
cambio diplomático correspondiente. P or otra parte, se mantuvo la políti-
ca imperialist a con relación al llamado M arruecos es pañol y a la colonia
africana de Guinea Ecuatorial.

Como consecuencia de todo ello, la situación del país s e tornaba cada vez
más compleja. Los trabajadores y campesinos se impacientaban, mientras
las fuerzas de la reacción, incluida la poderosa Igles ia Católica, arreciaban
su lucha contra la República. Desde principio de 1932, se incrementó la fuga

165
de capitales al extranjero, lo que afectó seriamente el restablecimiento de la
economía, y s e orquest ó una vas ta campaña contra el régimen, al que se
calificaba de anticlerical, antinacional y revanchista. En agost o de ese año,
se intentó un golpe de fuerza, utilizando al general José Sanjurjo, jefe de la
Guardia Civil, y a otros oficiales reaccionarios. Después de la sanjurjada, que
fue paralizada por la movilización de las masas, el gobierno tuvo la posibilidad
de radicalizar su posición, pero siguió aplicando una política de medias tintas,
lo que condujo a un progresivo enfriamiento del apoyo popular.

Tras el fracas o de Sanjurjo, la reacción española emprendió el reagrupa-


miento de sus fuerzas y constituyó nuevos partidos, con el propós ito de
crearse una base de masas. A fines de 1932, fue creada la Confederación
Esp añola de Derechas Aut ónomas (CED A), encabezada por el abogado
José M aría Gil-Robles, líder del Partido Acción Popular, de clara orienta-
ción fascistoide. En octubre de 1933, José Ant onio Primo de Rivera (hijo
del dictador), que al igual que Gil-Robles mantenía contactos con Hitler y
M us solini, fundó Falange Española, a la que muy pronto s e le unió otra
organización creada con anterioridad: Junt as de Ofensiva Nacional Sindi-
calis ta. Desde la unificación, el partido fundado por José Antonio p asó a
llamarse Falange Es pañola de las JO NS.

El falangismo tenía muchos puntos en común con el fascismo italiano y el


nacionalsocialismo alemán, pero a diferencia de aquellos exhibía un marca-
do carácter clerical. Se inspiraba en una mezcla de los postulados hitlerianos
y de los dogmas de la Iglesia Católica. Ello se reflejó en su propio símbolo:
el yugo y las flechas de los Reyes Católicos. El partido falangista, que según
su fundador «no reconocía más dialéctica que la de las pistolas», se dotó de
una organización paramilitar, las llamadas «camisas azules», que se dedica-
ron a sembrar el terror entre las fuerzas de izquierda. Contó también con una
insignificante agrupación sindical, la Central Obrera Nacional-Sindicalista
(CONS), y con una más activa organización estudiantil, el Sindicato Español
Universitario (SEU). Los falangistas fueron financiados por las embajadas
de Alemania e Italia, así como por el Banco de Vizcaya, controlado en parte
por los jesuitas, y por grandes empresarios como Juan M arch y José Felix
Lequerica, entre otros. Importante ayuda económica le brindó también el
partido monárquico Renovación Española (1933), con el que firmó un pacto
en 1934. Con todo, el falangismo no llegó a ser una fuerza política influyente en
el plano nacional.
166
M ient ras las derechas apretaban sus filas, el gabinet e republicano-socia-
lis ta se desmoronaba bajo el peso de sus vacilaciones y errores. El 12 de
sep tiembre de 1933, A zaña pres entó la dimisión. Las Cortes fueron di-
sueltas y s e convocó a elecciones generales en noviembre de es e mismo
año. Los partidos de izquierda acudieron a ellas separados y acusándose
mutuamente por el fracaso del período anterior. Los anarquist as de la FAI
(Federación de Anarcosindicalist as Ibéricos) y su Confederación Nacio-
nal de Trabajadores (CNT), como de costumbre, boicotearon los comicios
en nombre de una s upuesta «revolución comunitaria». La derecha s e pre-
sentó en bloque compacto y con los grandes recursos puestos a su dispo-
sición por la oligarquía financiera y terrateniente. El resultado fue la victo-
ria de la reacción y la derrota de las fuerzas democráticas. Se inició así una
etapa en que la República fue gobernada por la derecha.

El bien io n egro (1933-1935)

Des pués de las elecciones de noviembre, se encargó la formación del go-


bierno al P artido Radical, que gobernaría en solitario hasta oct ubre de
1934, con el impres cindible apoyo de la CEDA , que había obtenido el
mayor número de diput ados, pero no había logrado mayoría absoluta. En
ese momento, los cedistas no ent raron en el gabinete, pues su aspiración
era la formación de un gobierno propio, que les permitiera establecer una
dictadura clerical-fascista por vía legal, es decir, a través del control parla-
mentario. La línea de la CEDA había quedado claramente expues ta por su
OtGHU*LO5REOHVHOGHRFWXEUHGH²SRFRGHVS XpVGHUHJUHVDU
de N uremberg, donde asist ió al congreso del partido nazi y se entrevistó
FRQ+LWOHU²FXDQGRGHFODUyS ~EOLFDPHQWHTXHVXRUJDQL]DFLyQQHFHVLWD
ba el poder íntegro, s eñalando que la democracia no era para ellos un fin,
sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo.

Al mismo tiempo, las otras fuerzas pro-fascistas del país: los falangistas de
Primo de Rivera y Renovación Española, encabezada por José Calvo Sotelo
y Antonio Goicochea, que eran partidarias de un golpe de Estado, incrementaron
su actividad y sus contactos conAlemania e Italia. A principios de 1934, re-
presentantes de estos partidos y algunos militares concertaron un acuerdo

167
con M ussolini, en virtud del cual éste se comp rometía a respaldar una su-
blevación, entregando una apreciable cantidad de armas y de dinero. So-
bre la base de este acuerdo, 400 hombres fueron a Italia, donde recibieron
entrenamiento militar. La utilización cotidianamente de la violencia por es-
tas fuerzas contribuía a enrarecer cada vez más el clima político del país.

Pero el avance de la derecha y la labor restauradora del gobierno radical,


que procedió ens eguida a liquidar todo cuanto se había logrado en el p ri-
mer bienio republicano, reactivaron a las fuerzas de izquierda y estimula-
ron el proceso de unidad de est as. En es te s entido, un notable p apel le
correspondió al Partido Comunista, encabezado entonces por José Díaz y
Dolores Ibárruri (La P asionaria). En correspondencia con la línea que por
aquel tiempo tomaba cuerpo en la Int ernacional Comunista, el partido se
enfrascó en la lucha por la unidad de todas las fuerzas ant ifascistas p ara
salvar a la democracia. Con este objetivo, los comunis tas propusieron la
creación de un frente popular antifas cista, con un programa que incluyera
reivindicaciones políticas, económicas y sociales, aceptables para republi-
canos de iz quierda, socialistas y comunistas. La propuesta del Part ido
Comunista fue bien recibida por las masas, pero el logro de la unidad re-
quirió de un trabajo paciente y prolongado debido a las pos iciones, en
muchos aspectos divergentes, de los diferentes partidos.

Los acontecimientos que tuvieron lugar en octubre de 1934 representaron


una importante contribución al esfuerzo unitario. A nte la reanimación del
movimiento p opular en todo el país, los cedistas decidieron cambiar de
táctica. A principios del mes, Gil-Robles exigió la dimisión del gobierno y
la creación de un nuevo gabinete con presencia de la CEDA , lo que se
concretó el día 24 con la inclusión de tres ministros de esa agrupación. Era
un paso considerable hacia el fascismo. El Partido Socialist a, por su pro-
pia cuenta, ordenó la sublevación popular bajo su exclusiva dirección. Pero
ésta sólo logró desarrollarse con efectividad en aquellos lugares donde se
había alcanzado la unidad de acción ent re las diferentes fuerzas, como
ocurrió en Asturias, donde los sublevados tomaron y mantuvieron el poder
por más de 10 días. Aislados los principales focos, la insurrección fue aplas-
tada brutalmente en todo el país. Solamente en Asturias, el ejército y las
bandas fascist as asesinaron a más de dos mil trabajadores, a pesar de que
los ins urrectos se habían retirado ordenadament e. En es tas jornadas se

168
destacó el general Francisco Franco, que desde el Estado M ay or planificó
la represión del movimiento de protesta.

La llamada revolución de octubre fracasó, pero la lucha no fue estéril. Las


experiencias que se derivaron de aquellos acontecimientos demostraron la
decisiva importancia de la unidad frente a la reacción y estimularon el acer-
camiento de las fuerzas democrát icas. A este acercamiento contribuy ó el
prestigio ganado por los comunistas y el decrecimiento de la influencia de
los socialistas, que finalmente tuvieron que abandonar su actitud de auto-
suficiencia y aislacionismo. También impulsó el proceso unitario la desig-
nación de G il-Robles al frente del M inisterio de la Guerra, en mayo de
1935, lo que supuso el nombramiento de los oficiales más reaccionarios en
la jefatura del ejército y con ello el peligro de una sublevación militar.

Durante 1935 se dieron importantes p asos para conseguir la unidad de ac-


ción de comunistas y socialistas. En ese contexto, se produjo la unificación
de las dos grandes centrales sindicales influidas por esos partidos: la Confe-
deración General del Trabajo Unitaria y la Unión General de trabajadores, y
se sentaron las bases para la unión de las organizaciones juveniles de ambos
partidos. Al mismo tiempo, se avanzó en las negociaciones para la creación
del Frente Popular. A dichas negociaciones se sumaron los partidos republi-
canos y otras fuerz as democráticas. Finalmente, se logró la elaboración de
un programa común, que incluía una amnistía para los más de 30 mil presos
polít icos, el restablecimiento de la Cons titución de 1931 y de las normas
democráticas, medidas para impulsar el desarrollo económico del país y para
mejorar la situación de los trabajadores y campesinos, restablecimiento del
régimen autonómico en Cataluña, etc. Sobre esta base, se proclamó la cons-
titución del Frente Popular, a principios de 1936.

Del tri unfo del Frente Popu lar a la guerra

A fines de 1935, la presión de las masas obligó a disolver las Cortes y


convocar a elecciones para el 16 de febrero del siguiente año. En ellas el
Frente Popular obtuvo una victoria decisiva, a pesar de las presiones de
todo género puestas en juego por la reacción y de las intromisiones de los

169
órganos gubernamentales, que trataron de impedir el éxito de la izquierda.
El clima unitario y combativo quebrant ó incluso la tradicional actitud abs-
tencionista de los anarquistas. El Frente Popular obtuvo 269 puestos par-
lamentarios (17 de ellos comunistas), los partidos de derecha 213 y los de
centro 48. Estas cifras destruyen con su pes o los infundios p ropagados
después por los franquistas, que presentaban el triunfo del bloque popular
como el prólogo de una inminente revolución comunista. La victoria de la
democracia era indiscut ible, pero era igualmente claro que tal parlamento
no representaba una amenaza para el régimen capit alista.

Apenas conocidos los result ados de las elecciones, la reacción t rató de


escamotear el triunfo popular. En la noche del 17 y durante todo el día 18,
Gil-Roble y Calvo Sotelo trataron de obtener del presidente Alcalá Zamora
la declaración del estado de guerra, mientras el general Franco hacía ges-
tiones con los mandos militares para un pronunciamiento castrense. Sin
embargo, la maniobra subversiva fracasó. A este desenlace, que alejó la
amenaz a de golpe de Estado, contribuyó la actitud firme del presidente y
la impresionante moviliz ación de las masas a raíz del triunfo electoral. El
día 19, fue constituido el primer gobierno del Frent e Popular, presidido
por M anuel Azaña. Era un gobierno integrado solamente por los partidos
republicanos burgueses, que así lo habían exigido, lo que fue aceptado por
las demás fuerzas en aras de mantener la unidad.

Demostrando que no habían aprendido nada del pas ado, los republicanos
no destituyeron ni procesaron a Franco, cabeza visible de la conjura; sino
que se conformaron con removerlo de su cargo al frente del Estado M ayor,
confiándole la Comandancia M ilitar de las Canarias. Con actitudes de este
tipo pensaban que podrían «amansar» a la reacción. Sin embargo, ésta había
definido ya su postura. Ante los fracasados intentos de crear en España un
partido fascista de masas, la oligarquía decidió utilizar el ejército como prin-
cipal instrumento para el establecimiento de la dictadura totalitaria. Los par-
tidos de derecha, desde la CEDA hasta la Falange, aceptaron, de una u otra
forma, supeditarse a los generales que encabezaban la conspiración.

En el propio mes de febrero, fue constituida la Junta de Generales encargada


de dirigir la sublevación. Franco estuvo entre los llamados generales africanistas
que la integraron. La dirección recayó provisionalmente en el general Emilio

170
M ola (por cierto, nacido en Placetas, Cuba), hasta tanto el general Sanjurjo,
des ignado jefe del movimiento, regresara de su exilio en Portugal. Dos
planes iniciales, para ejecutar en abril y mayo, fueron abandonados por
falta de coordinación y otros motivos, pero a principios de junio ya estaba
elaborado el plan definitivo, en el que a Franco se le asignó el comando de
las t ropas africanas. Los trajines consp irativos fueron acompañados por
desórdenes de las bandas fascistas en M adrid y otras ciudades . La inmi-
nencia de la sublevación fue denunciada por el Partido Comunista y por
algunos dirigentes socialistas, pero el gobierno prefería guiarse p or los hi-
pócritas juramentos de lealtad de los altos oficiales, como el formulado
por el prop io F ranco, el 23 de junio, cuando as eguró que faltaban a la
verdad los que acus aban al ejército de fraguar un complot contra las auto-
ridades e instituciones de la república. Si en aquellos momentos el gobier-
no hubiera actuado con resolución y firmeza, es muy p robable que se hu-
biera evitado la guerra.

Varios historiadores han sostenido, hasta el día de hoy, que el alzamiento mili-
tar fue la respuesta al asesinato del político derechista José Calvo Sotelo, ocurri-
do en M adrid, el 13 de julio, suscribiendo así la tesis difundida por los fran-
quistas. En realidad, cuando se produjo este hecho todo estaba preparado y
fijada una fecha probable para la rebelión. El día 12, Franco esperaba en
Canarias el avión que lo conduciría a M arruecos para ponerse al frente del
Ejército Expedicionario de África, que ese mismo día concluía las maniobras
preparatorias. Entre el 11 y el 12, M ola recibía la notificación de los principa-
les jefes complotados, asegurando estar listos para comenzar la operación.
Por esa misma fecha, desde Lisboa, Sanjurjo impartía las últimas instruccio-
nes. El asesinato de Calvo Sotelo, condenado enseguida por el gobierno y por
todos los partidos del Frente Popular, fue sólo el pretexto utilizado para come-
ter un crimen minuciosamente preparado con anterioridad.

Ent re las causas que p rovocaron la s angrienta guerra que es taba por co-
menzar, deben destacarse las siguientes:

²/DLQW UDQVLJHQFLDGHODROLJDUTXtDILQDQFLHUD\ WHUUDWHQLHQWHHVSDxROD


que rechazó el camino de las trans formaciones democráticas y se opu-
so violentamente a la consolidación de un régimen que garantizase a los
ciudadanos los derechos y las libertades fundamentales.

171
²/DDFWLWXGYDFLODQWH\WLPRUDWDGHORVJRELHUQRVUHS~EOLFRVRFLDOLVWDV\
rep ublicanos, que ocuparon el poder de 1931 a 1933 y en 1936, los
que no emprendieron con resolución y firmeza las t rans formaciones
democráticas imprescindibles, dejaron intacto el poderío económico de
la reacción y no la desplazaron de pos iciones claves, s obre t odo en el
ejército.

²(OHVWtPXOREULQGDGRDODVIXHU]DVUHDFFLRQDULDVHV SDxRODVSRU$OHPD
nia e It alia, que pers eguían el objet ivo de crear un nuevo Estado fascis-
ta, llamado a jugar un importante papel en sus planes agresivos.

La guerra ci vil

El día 17 de julio, en horas de la mañana, con la contraseña «el cielo de


Esp aña está despejado», se cursó la orden que p uso en marcha la suble-
vación. Se iniciaba así un conflicto que ensangrentó al país durante casi
tres años y que tuvo una extraordinaria repercusión internacional. N adie
en el mundo quedó indiferente ante lo que ocurría allí, porque la guerra de
España se convirtió en un símbolo de la batalla universal entre las oscuras
fuerzas de la reacción fascista y las que representaban la libertad y la dig-
nidad humanas.

El alzamiento comenzó el 17 de julio


en el M arruecos español y al siguien-
Carli stas
te día se extendió al territorio penin-
sular. Los sublevados contaban con
Movim iento surgido en 1833, la may oría del ejército, que s ecundó
enemigos del liberalismo y defen- el levantamient o, así como con las
sores de la monarquía cat ólica fuerzas de los falangistas, carlistas y
autoritaria. Con fuertes bases en
otros destacamentos de la reacción.
zonas rurales atrasadas, los car-
listas ll egaron a poseer un consi- Sin embargo, la sublevación fracasó
derable dispositivo militar, los lla- en M adrid y en el res to de las gran-
mados requetés. Se destacaron des ciudades. D os días desp ués de
por su vehement e oposición al iniciada la rebelión, los alzados so-
régimen republicano.
lamente controlaban poco menos de
un tercio del país: part e de Castilla
172
la Vieja, León, Galicia, Cáceres,
No pasarán
poblaciones de Andalucía, oeste de
Aragón, Navarra, Canarias, Balea- ©«¡El fascismo no pasará, no
res y M arruecos, en su mayoría re- pas arán l os verdugos de octu-
giones atrasadas donde la reacción bre!, comunist as , s oci ali stas,
tenía mayor influencia. Las tropas re- anarquis tas y republicanos, uni-
beldes est aban aisladas entre sí y su dos a los soldados y a todas
aquellas fuerzas armadas fieles a
des tacament o más imp ortante, el la voluntad del pueblo, van des-
ejército expedicionario de Á frica, se trozando a los sublevados que
encontraba en M arruecos sin los me- han arrastrados por el fango de
dios necesarios para llegar a la pe- la traición el honor militar de que
nínsula, pues la marina y la aviación tant as veces han hecho alarde.
Vibra de indignación el país ante
permanecieron fieles al gobierno. estos desalmados que qui eren,
por el fuego y la violencia, sumir
El balance para los sublevados hu- la España democrática y popular
biera s ido aún más desfavorable si en un infierno de terror. Pero no
el pueblo, principal defensor de la pasarán. Es paña ent era est á en
pie de lucha.»
República, hubies e contado con las
armas desde el principio. Pero el go- (La Pasi onaria)
bierno, con sus acostumbradas va-
cilaciones, tardó 48 horas en deci-
dirse a dar est e paso. Solamente al amanecer del día 19, luego de la
formación del gabinete de José Giral, líder de los republicanos de izquier-
da, s e ordenó entregar las armas a la población, como lo venían reclaman-
do los comunistas, los socialistas y otras fuerzas integradas al Frente Po-
pular, que desde el comienzo moviliz aron a las masas para combatir a los
alzados. M iles de hombres y mujeres se lanzaron a las calles de M adrid y
otras ciudades al conocers e la rebelión y sin armas habían hecho realidad
la consigna heroica de «¡No pasarán!», enarbolada por La P asionaria.

De hecho, tras las primeras jornadas de lucha, el plan de los conspirado-


UHVKDEtDIUDFDVDGR3DUDHQW RQFHVHOS URSLRJHQHUDO0 ROD²SULQFLS DO
figura del movimiento luego de la muerte de Sanjurjo cuando volaba des-
GH3RUWXJDO²\ RWURVDOWRVMHIHVLQVXUUHFWRVGDEDQS RUS HUGLGDODFRQ
tienda. Pero Franco insistió en la resistencia, confiando en la ayuda pro-
veniente del exterior y ésta se concretó muy pronto. Comenz ó a fines de
julio, con el es tablecimiento de un puent e aéreo italo-alemán s obre el

173
estrecho de Gibraltar para trasladar
el ejército de África hacia la penín-
sula, y rápidament e s e fue exten-
diendo hast a llegar a 50 mil s olda-
dos alemanes , int egrados en la
Legión Cóndor, y unos 150 mil ita-
lianos . La participación extranjera
incluy ó as imis mo al Port ugal
salazarist a, que facilitó su territorio
para el traslado de armas y aportó
Dolores I bárruri junto a un grupo
de co mbatient es del V Cuerpo de Ejérc ito. alrededor de 20 mil hombres a los
rebeldes. A estas cifras hay que aña-
dir cerca de 100 mil legionarios afri-
canos , provenientes del M arruecos
El fas cismo esp añol y del francés. La interven-
No un manojo, una manada ción extranjera, voluminosa además
Es el fajo del fascismo, en el aporte de aviones , barcos y
Detrás del s aludo, nada armas de t odo tipo, salvó a la suble-
Detrás de la nada abismo.... vación de una derrota s egura y la
Don Miguel de Unamuno trans formó en una guerra larga y
cruel.

El respaldo exterior, particularmente el de Hitler y M ussolini, fortaleció el


liderazgo de Franco. El 1 de oct ubre de 1936, al crearse la t itulada Junta
Técnica, fue designado Jefe de Estado y concentró en sus manos el mando
militar y político. Unos meses más tarde, en abril de 1937, Franco promul-
gó el D ecreto de Unificación por el que se fundió a los carlistas con la
falange, dando lugar a la Falange Española Tradicionalista de las Juntas de
Ofensiva Nacional Sindicalista (FET de las J ONS). El nuevo partido asu-
mía la ideología falangista, según const a en el preámbulo del referido de-
creto, en el que se proclamaba que s u plataforma programática est aba
constituida por los veintiséis puntos de Falange Española.

No menos criminal fue la política aplicada con relación al conflicto español


por las llamadas democracias occidentales. La «no intervención» p romo-
vida por Inglaterra y por Francia y la «neutralidad» aplicada por los Esta-

174
dos Unidos, con el p retext o de evi-
tar la extensión de la guerra a otros Política occidental
países, contribuyó a prolongar la ©&RQYLUWLHURQO D µQRLQWHUYHQ
contienda española y representó un FLyQ¶ HQ XQLQV WUXP HQWR GH OD
duro golpe para la causa republicana. victori a fascis ta.. . Franco sol o,
M ientras Alemania e Italia interve- nunca t uvo una oportuni dad de
ganar en Es paña. La guerra fue
nían, cada vez más descaradamen-
ganada por los alem anes e i ta-
te, apoyando al bando franquista, al lianos , por la política de « no in-
gobierno legítimo de Es paña se le tervenci ón, y por l a polí ti ca
prohibía la adquisición de armas e americana de negar armas a la
incluso de alimentos y medicinas, so- Repúbl ica.»
metiéndolo a un riguroso bloqueo. Es John F. Whitaker
más, en algunos de los país es que se
sumaron a esta política, particular-
mente en el caso de los Est ados Unidos, se permitió la venta de armamen-
tos, vehículos y combustible con destino a los franquistas , bien directa-
mente o a través de Alemania e Italia.Así lo reconoció el propio Presidente
Franklin D. Roosevelt, cuando el 21 de abril de 1938, admitió que las
bombas lanz adas sobre Barcelona habían sido vendidas a Alemania y re-
exportadas por ésta a Franco. La Casa Blanca presionó también a varios
gobiernos, en particular al de M éxico, encabez ado entonces por el general
Láz aro Cárdenas , sincero amigo de la República, p ara que s ecundara la
postura estadounidense.

La actitud hostil de Inglaterra y de los Estados Unidos hacia la causa repu-


blicana era comprensible, teniendo en cuenta sus intereses en Esp aña y la
tradicional opos ición de esos países a cualquier proyect o transformador.
Pero el cas o de F rancia era diferente. Allí existía, desde mayo, un gobier-
no de Frente Popular, encabezado por el socialist a León Blum. En es tas
circunstancias , el apoyo francés a la Rep ública se daba p or descontado.
Sin embargo, Blum capituló ant e el gabinet e conservador británico y ante
las presiones de la burguesía frances a y s e convirtió en abanderado de la
«no int ervención», esgrimiendo el p retexto de que la ay uda al gobierno
español podría acarrear graves consecuencias internas e internacionales.
Con esta actitud traidora, el reformis ta León Blum no sólo contribuía a es-
trangular a la República, sino que le asestó un golpe definitivo al movimiento

175
en defensa de la democracia y la paz en s u propio país . M uy pronto se
produjo allí la ruptura entre socialis tas y comunist as, principales fuerzas
del frente popular, y el gobierno de Francia quedó en manos de partidarios
de la política de conces iones al fascismo italo-alemán, lo que en lugar de
alejar acercó el peligro de guerra y con ella la catást rofe nacional.

La Unión Soviética fue también invi-


Intelectualidad antifascista tada a part icip ar en el acuerdo de
«La única cosa que a la vista de
«no intervención». La URSS simpa-
la circunstancias que enmarcan tizaba con la causa republicana y con-
nuestra época, puede conservar sideraba que la política correcta era
viva en nosotros la esperanza de la de ayudar al legítimo gobierno de
tiempos mejores, es la l ucha he- España. No obstante, aceptó suscri-
roica del pueblo español por la
libertad y la dignidad humanas.» bir dicho acuerdo a condición de que
se garantiz ara el cese inmediato de
Albert Einstein
la ayuda a Franco p or p arte de las
potencias fascistas. En ese caso, pen-
«Hay que unirse en torno a la saban los s oviéticos , el pueblo es-
heroica España. Es el corazón del pañol s e bastaría p ara derrotar a los
mundo y encarna lo que hay en
la humanidad de amor a l a liber-
militares facciosos . Pero a medida
tad, de elevado y noble.» que transcurría el tiempo, el «Comi-
té para la ap licación del acuerdo de
Alexei Tolstoi
no intervención» (Comité de Lon-
dres), engendro anglo-francés p ara
evitar la discusión del problema en
la Liga de las Naciones y con ello impedir al gobierno español la defensa
de sus intereses, s e revelaba como una t rágica farsa. Alemania, Italia y
Portugal, miembros también de dicho comité, continuaban abiertamente su
colaboración con Franco; mientras Inglaterra y Francia s olamente s e pre-
ocupaban por cercar y asfixiar a la República. Después de denunciar reite-
radamente esta situación, la URSS declaró, en oct ubre de 1936, que no
podía sentirse obligada a cumplir el acuerdo de no intervención en mayor
medida que los demás firmantes y proclamó su decisión de ay udar al go-
bierno español.

En los días más aciagos para la República, cuando su p ueblo rechaz aba
prácticamente a puños los at aques furiosos de los franquistas sobre la ca-
176
pital y otras importantes ciudades, la técnica militar soviética, sobre todo
los aviones cedidos al gobierno español, fue de vital importancia. Además
de armas, la URSS envió a Es paña unos dos mil asesores militares, que
contribuyeron a organiz ar y entrenar al Ejército P opular, integrado en su
inmensa mayoría por hombres y mujeres del pueblo. Al mismo tiempo, la
población soviética, con sus propios recursos, adquirió y envió a España
ciertas cantidades de aliment os, rop as y medicinas. Est as mercancías no
siempre llegaron a su destino, al ser intercept ados y a veces hundidos los
barcos que la trans portaban, acciones que ejecutaban las flotas de Italia y
Alemania, encargadas de impedir el auxilio a los republicanos.

Una brillante manifestación de solidaridad con la causa republicana fue la


organiz ación de las Brigadas Internacionales. En agosto de 1936, la Inter-
nacional Comunista organizó en París el «Comité Internacional de Coordi-
nación de la Ayuda a la República Española», que contó con la participa-
ción de Palmiro Togliatti y Josip Broz Tito, entre otros prestigiosos dirigentes
comunistas. Las secciones de dicho comité, s urgidas hasta en los más re-
motos rincones del planet a, tuvieron a s u cargo el reclutamiento de com-
batientes voluntarios. Venciendo grandes dificultades para salir de sus pro-
pios p aíses y para llegar a España, aproximadamente 35 000 personas de

Cementeri o de internacional istas en Fuencarra l, presidido por l a inscripción ¡Glo ria a los
voluntarios de la libe rtad caídos en España!

177
54 nacionalidades y de las más di-
Papel de la Iglesia versas convicciones políticas y reli-
«Cuantos años, quizás siglos ne-
giosas se incorporaron a la lucha,
cesitará la Iglesia española para li- aceptando el desafío que el fascis-
berarse del aterrador equívoco, y mo lanzaba a los pueblos amantes de
para que los hijos de las mujeres la libertad. Los cubanos estuvimos
asesinadas en Guernica, en Barce-
rep resentados allí por un grupo de
lona, en toda España, aprendan a
no confundir la causa de su Dios casi mil valeros os combatientes,
crucificado, con l a del General muchos de los cuales ofrendaron sus
Franco». vidas generosas, entre ellos hombres
Francois Mauriac del calibre y la dimensión humana de
( novelista francés ( 1885-1970), Pablo de la Torriente Brau.
Premio Nobel de Literatura en 1952)
A pesar de la ayuda soviética y la de
las brigadas internacionales, la gue-
rra era desigual. La España rep ublicana, bloqueada por la «No interven-
ción» y por la «Neutralidad», tenía que enfrentarse a las fuerzas reacciona-
rias del país, respaldadas por más de 300 mil soldados extranjeros y toda la
potencia militar de Alemania e Italia, que utilizaron el conflicto como un po-

Unión « sable-sotana»

178
lígono donde se probaron sus más modernas armas. Solamente una superio-
ridad de esa magnitud podía vencer a un p ueblo que p rotagonizó hazañas
tales como la legendaria defensa de M adrid, la derrota de las seleccionadas
tropas italianas en Guadalajara, la victoriosa ofensiva sobre Teruel y la bata-
lla del Ebro, entre otras.

Al fatal desenlace de la guerra contribuyó, además, la falta de unidad en el


campo republicano, motivada por los localismos, la diversidad de criterios
de los partidos políticos, la actividad disgregadora de los anarquistas, etc.
Est a situación se p rofundiz ó con la pérdida de Cataluña, en febrero de
1939, que fue un doloroso golpe para la República. La caída de Cataluña
y el reconocimiento del gobierno de Franco por Inglaterra y Francia, unos
días después, debilitaron el espíritu de resistencia de varios políticos y mi-
lit ares y p recipitaron los acont ecimientos. El 3 de marzo, el coronel
Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, opues to a la voluntad
del gobierno de continuar res istiendo, se sublevó y t ras asumir el control

Un grupo de republicanos españoles lleg ando a México a bordo del vapor Sinaia.

179
de la capital proclamó, junt o al dirigente socialista Julián Besteiro, la for-
mación del Consejo Nacional de Defensa, que t rató infructuosament e de
llegar a un acuerdo con Franco. El pueblo calificó aquel consejo como
Junta de la Traición. El 28 de marzo, las tropas franquis tas entraron en
M adrid. En los tres días posteriores, cayeron las plazas que aún se mante-
nían fieles al gobierno republicano. El 1 de abril de 1939, la guerra había
terminado y comenzaba el largo período del régimen falangista.

La guerra p rovocada por la reacción es pañola ocasionó más de un millón


de muert os, muchos de ellos víct imas de la brutal repres alia de los fran-
quistas o de los salvajes bombardeos a las ciudades, como el de Guernica,
en abril de 1937, inmortalizado en la famos a pintura de Pablo P icas so.
Cerca de un millón de p ersonas tuvo que abandonar el país, entre ellos
muchos científicos , escritores, artistas y profesores. M ás de doscientos
mil españoles fueron a parar a las cárceles, donde infinidad de ellos encon-
traron la muerte. El terror y el oscurantismo clerical se cernieron sobre el
país . Todas las conquist as alcanza-
das por el pueblo, particularmente las
transformaciones propiciadas por los
gabinetes de coalición que goberna-
ron la República a partir de septiem-
bre de 1936, fueron liquidadas. La
oligarquía financiera y terrateniente
se adueñó nuevament e de Esp aña.

Los combatientes internacionalistas


que sobrevivieron a la contienda no
tuvieron mejor suerte que los repu-
blicanos es pañoles. La mayoría de
ellos logró pasar al territorio francés,
donde fueron maltratados por las au-
toridades en los mal llamados cam-
pos de refugiados . Una parte p udo
salir de allí con diferentes destinos
ant es de que el país fuera ocup ado
Así quedó la otrora hermo sa ciudad por Hitler, pero el resto fue a parar
de Gue rnica tras los bomba rdeos fasc istas a los camp os de concentración nazi

180
en la propia Francia o en Alemania. U n escalofriante testimonio del sufri-
miento de estos hombres nos brinda el libro inédit o El desfile de los es-
pectros, del cubano Aurelio Ballenilla Portuondo, quien junto a otros com-
patriotas antifascistas estuvo internado en el tristemente célebre campo de
«cas tigo y eliminación» de Dachau, en Baviera. Ballenilla Portuondo fue
uno de los pocos que logró salir con vida de aquel infierno.

La derrota de la República fortaleció al movimiento fascista internacional y


representó un importante paso en el camino hacia la Segunda Guerra M un-
dial. Pero la heroica lucha del pueblo español no fue infructuosa. Ella des-
emp eñó un enorme papel en la movilización de los hombres y mujeres
progres istas de todo el mundo contra el peligro fascista. En el curso de
aquella des igual batalla comenz ó a forjarse la fuerz a que generaría más
tarde el movimiento de resis tencia en la Europa ocupada p or H itler y
M ussolini, movimiento que desempeñaría un importante papel, no siempre
reconocido, en el conflicto que se avecinaba.

LA EVOLUCIÓN DEL SOCIALIS MO SOVIÉTICO

Habiendo logrado sobrevivir al fracas o de la oleada revolucionaria de pos-


guerra y a la dura prueba que representó la guerra civil y la intervención
ext ranjera, el nuevo régimen inaugurado por la Revolución de Octubre
experimentó, desde principios de los años veinte, profundas trans forma-
ciones institucionales, económicas , políticas, s ociales y culturales, que
modificaron sustancialmente la situación del país, así como su lugar y papel
en el plano internacional.

Es difícil describir con palabras el grado de miseria y de ruina que padecía


Rusia al terminar la guerra civil. Siete años continuos de guerra (cuatro de
guerra mundial y tres de guerra civil), con su secuela de muertes, hambre y
enfermedades, habían reducido la población en casi 20 millones de perso-
nas. El país estaba semidestruido y prácticamente paralizado de un confín
a otro confín. La producción industrial en 1920 representó el 14 % de la
obtenida en 1913; mientras que la agricultura se redujo en más de un 50 %
en el mis mo período. El transporte no funcionaba. No existía intercambio

181
comercial con el extranjero. Se experimentaba una aguda escasez de ali-
mentos y de artículos imprescindibles. El dinero no tenía valor alguno. Al-
guien dijo, con toda razón, que el país en s u conjunto t enía frío y hambre,
estaba enfermo, exhaus to y exacerbado.

A las dificultades económicas se añadían las políticas. Terminada la guerra


civil y con ella el peligro de retorno de los latifundist as, los campesinos
comenzaron a expresar su descontent o con la contingentación forzosa de
víveres . Exigían la derogación de esta medida y la p osibilidad de vender
sus excedentes para adquirir artículos industriales. El malestar abarcó tam-
bién a la clas e obrera, que se encontraba dispersa debido a la paraliz ación
de las fábricas. Una parte considerable de los obreros marcharon al cam-
po o se dedicaban a la artesanía. Es ta situación fue ap rovechada por los
elementos opositores, que organizaron huelgas y sublevaciones campesinas
en diversos lugares del país . La más importante de estas acciones fue el
amotinamiento de una parte de los marinos de la base de Kronstadt, perte-
neciente a la flota del Báltico, en febrero de 1921, sofocado a un alto costo.

El contexto internacional resultaba t ambién adverso para el p oder soviéti-


co. Las grandes potencias tuvieron que abandonar la confrontación direc-
ta, pero mantuvieron al país sometido a un férreo bloqueo y al aislamiento
político, al mismo tiempo que lograron frustrar el esperado triunfo revolu-
cionario en Europa, pese a los esfuerzos de la Internacional Comunis ta.
Las experiencias soviéticas en Hungría, Eslovaquia y Baviera, que tuvieron
lugar en 1919, fueron destruidas en poco tiempo, y la revolución alemana
des embocó en una república parlament aria dominada p or la derecha so-
cialdemócrata. En It alia s e vis lumbraba una salida fas cista frent e al auge
popular; mientras que en Inglaterra y Francia se lograba neutralizar la cri-
sis combinando la fuerza y las conces iones. La ola revolucionaria vincula-
da a la guerra y a la influencia de la Revolución de O ctubre comenzaba a
des cender. Rusia sólo p odía contar con la s olidaridad de una parte del
proletariado internacional.

En est as difíciles condiciones se enfrentó la reconstrucción del país . Para


encarar esta tarea, Lenin propuso la adopción de una Nueva Polít ica Eco-
nómica (NEP ) en sus titución del comunismo de guerra. La posición de
Lenin encontró inicialmente resistencia en el seno del p artido. Algunos di-

182
rigentes bolcheviques, en particular Trotski y sus seguidores, eran partida-
rios de mantener el comunismo de guerra, ensalzando la igualdad en la
miseria como transición directa a la sociedad comunista, lo que Lenin con-
sideraba una locura teórica y política. Tras una enconada y difícil lucha, las
tesis de Lenin fueron finalmente aprobadas por el X Congreso del Partido
Comunista (bolchevique) de Rusia, en marzo de 1921.

El primer paso de la NEP fue sustituir el sistema de contingentación forzo-


sa por el imp uesto en especie (a partir de 1924 en metálico). En lo adelan-
te, los campesinos podían vender libremente en el mercado los productos
que le quedaban después de ent regar al Est ado una parte de ellos en con-
cepto de impuesto. El impuesto se fijaba en corres pondencia con el volu-
men de la p ropiedad y la producción. A los campesinos más pequeños y
emp obrecidos se les eximía de la contribución. El comercio pasó a ser la
forma básica de los nexos económicos ent re la ciudad y el campo. Se
autorizó el comercio privado y se impulsó el comercio con las coop erati-
vas , que eran apoyadas por el Estado en la medida de sus posibilidades.
La introducción de esta medida estimuló la producción en el campo y re-
portó beneficios para los campesinos y para toda la sociedad.

A fin de restablecer cuanto antes la industria y aumentar la producción de


mercancías, el Estado concentró sus esfuerzos y menguados recursos en la
recons trucción de la industria pesada y entregó muchas empresas peque-
ñas y medianas en arriendo a cooperativas y particulares. Algunas grandes
fábricas fueron administradas conjuntamente con capitalistas extranjeros o
entregadas direct amente a éstos en calidad de arriendos . Al propio t iem-
po, se eliminó la excesiva centralización en la administración de la industria
y s e es tableció el principio de retribución de acuerdo con la cantidad y
calidad del trabajo, lo que estimuló la productividad de los trabajadores.
Por otra parte, en 1922 se logró poner en circulación un nuevo rublo res-
paldado por oro, lo que era impres cindible para el desarrollo de la act ivi-
dad económica.

Las medidas de la NEP implicaron cierto desarrollo de los elementos capi-


talistas en la economía del país y sus corresp ondientes consecuencias so-
ciales, en particular una irritante diferenciación tanto en el campo como en
la ciudad y la reap arición de actitudes y vicios ajenos a la nueva sociedad.

183
Surgió entonces la interrogante de
El cine de Eisenstein
quién vencería a quién, generándose
Se caract erizó por su gran fuerza
una polémica que abarcó no sólo a
expresiva, las escenas de gran las est ructuras del partido y del Es-
dramatismo y los temas sociales. tado, sino también a una parte con-
Fue un pionero en la técnica del siderable de la población. Los de-
montaje. Gracias a su capacidad tractores de la NEP consideraban que
para util izar esta técnica, lograba
que sus películas tuvieran un gran
ésta conduciría a la restauración del
dinamismo e intensidad dramáti- capitalismo. Pero Lenin y la mayoría
ca, aun cuando se trataba de pe- que lo respaldaba consideraban que
lículas mudas. si el Estado lograba mantener el con-
trol sobre los medios fundamentales
de p roducción, la banca, el transp orte y el comercio exterior, y si los co-
munistas aprendían de los capitalistas y demostraban ser no solamente ho-
nestos, sino también eficientes, las relaciones socialistas se impondrían ine-
vit ablement e. P ara Lenin era decisivo, además, el t rabajo de educación
política e ideológica por parte del p artido y las organizaciones s ociales.

M ucho se ha discutido, desde ent onces y hasta la actualidad, acerca de si


la NEP fue una consecuencia obligada de las condiciones generadas por la
guerra o si, por el contrario, era una p olít ica de largo alcance. Cierto es
que algunas de sus medidas, como fue el caso del impuesto en especie,
eran transitorias y obedecían a la situación del momento, cuando el Estado
neces itaba dis poner de un fondo de alimentos y materias p rimas para re-
animar la economía. Pero todo parece indicar que, en su es encia, la NEP
no t enía un carácter coyuntural y respondía a la est rategia leninista para
la construcción del s ocialismo, esboz ada ya en 1918, antes de iniciarse la
guerra civil y la intervención extranjera en el país, sit uación que obligó a
tomar medidas extraordinarias, como ya hemos visto.

De cualquier forma, los resultados de la N EP no se hicieron esperar. En


varios años de duro trabajo y todavía de grandes privaciones, la economía
se fue reanimando y para 1926 había alcanzado, y en algunos s ectores
sup erado, los niveles de 1913. F ue una gran p roez a. Rusia alcanzó los
niveles de p reguerra antes que Inglaterra, F rancia y Alemania. Desap are-
ció en gran medida el hambre, disminuyó notablemente el desempleo, aumen-
taron los salarios y mejoraron las condiciones sanitarias. Simultáneamente,

184
Del antiguo imperio ruso se habían desprendido Finlandia, Estonia, Lituania, Leton ia, P olonia y la región de Besarabia, pero el país surgido

185
de la Revo lución, la Unión So viética, seguía sie ndo el más extenso del mundo.
se fue reanimando la vida cultural y científica del p aís. Se retomó el pro-
grama de alfabetización, interrumpido por la guerra civil. El cine vivió una
aut éntica edad de oro con los filmes de Eisenstein, autor de obras maes-
tras como La huelga, El acorazado Potenkin y Octubre. Escritores como
M áximo Gorki, M ijail Shólojov, Vladimir M ayakovski y Alexei Tols tói,
que decidió regresar al país, alent aron la creación literaria que, natural-
mente, estuvo influida p or la impront a de la revolución, al igual que las
demás manifestaciones artísticas, aunque prevaleciendo la libertad creativa.
Las artes plásticas con varias figuras de talla internacional, la música con
Prokofiev y el teatro con Stanislavski
brillaron en est e período. Se incre-
Con el paso del tiempo, la com-
posición y estructura de la URSS mentó la investigación cient ífica,
se fue modificando hasta llegar a obteniéndose importantes resultados
integrar quince (15) repúblicas y en la prospección de las riquezas na-
varias regiones autónomas. turales y en ot ros camp os como la
física, la química y la radiología.

En la recuperación económica desemp eñó un importante papel la creación


de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en diciembre de
1922. La URSS s urgió como un Es tado federal mult inacional, que unió
voluntariamente y en pie de igualdad a las cuatro repúblicas socialistas que
habían surgido después de la revolución: las de Rusia, Ucrania, Bielorrusia
y Transcaucásica (Georgia, Armenia y Azerbaidzhan). Durante la interven-
ción extranjera estas repúblicas coordinaron estrechamente sus esfuerzos
y al terminar la guerra, tras un complejo proceso de negociaciones, deci-
dieron unirse. La URSS fue p roclamada oficialmente por el P rimer Con-
greso de los Soviets de la Unión, el
30 de diciembre de 1922 y s u pri-
mera Const itución fue aprobada en El «Cordón Sanitario».
enero de 1924 por el Segundo Con-
Desde 1919, las grandes poten-
greso de los Soviets de la URSS.
ci as occi dent ales organizaron
Dicha Constitución mantuvo aún las una red de gobiernos hostiles a
restricciones electorales contempla- la Rusia soviética. Con este «cor-
das en la de 1918. La creación de la dón sanitario», así bautizado por
URSS fue la última gran obra de Churchill , se pretendía evitar la
expansión del bolchevismo hacia
Lenin, que murió prematuramente el
el resto de Europa.
día 21 de enero de 1924, víctima de

186
una larga enfermedad ocasionada por las secuelas del atentado de 1918 y
por el intenso trabajo a que estuvo sometido.

El restablecimiento de la economía y la formación de la URSS modificaron


la situación exterior del país. Desde 1922 se restablecieron las relaciones
con Alemania (Tratado de Rapallo) y a partir de 1924 comenzó un período
de reconocimiento internacional del Estado soviético, que incluy ó a todas
las demás grandes potencias excepto a los Estados U nidos, que no lo ha-
rían hasta 1934. Ello no implicó el cese de la hostilidad, que continuó ma-
nifes tándose de variadas formas, pero rep resentó la aceptación oficial de
la nueva realidad. En la actitud de los gobiernos occidentales influyó tam-
bién el movimiento de solidaridad con el poder soviético y la necesidad de
reorganizar las relaciones económicas internacionales. P or entonces, la
URSS suscribió acuerdos de buena vecindad con varios Estados limítrofes
o cercanos, lo que dio inicio a la rup tura del «cordón sanitario» organizado
para aislar al régimen socialista, y reinició los int ercambios comerciales
con el exterior.

La era de Stal in

A partir de 1927, Iós iv V. St alin, que había quedado al frent e del partido
después de la muerte de Lenin (en la práctica ejercía esa función desde
1922), reafirmó su liderazgo frente a las corrientes oposicionistas lideradas
por Trotski y otros dirigentes bolcheviques, que habían sacudido la estructu-
ra partidaria tras la ausencia de Lenin. Entre 1924 y 1927, se enfrentaron
básicamente dos tesis. Stalin defendía la idea del socialismo en un solo país;
es decir, una revolución exclusivamente nacional, como punto de partida de
la mundial. Según Stalin, de lo que se trataba era de la lucha entre un centro
de la revolución comunista, con sus posibles aliados, y un centro del capita-
lismo. Del éxito de la revolución en Rusia dependería el de la mundial. Trotski,
por el contrario, consideraba que la revolución no podría triunfar en Rusia si
no era apoyada p or movimientos similares en todo el mundo (teoría de la
revolución permanente) y condicionaba la política interna y exterior del país
al logro de un estallido revolucionario global. El carácter extremista de esta
tesis y la es casa flexibilidad de su defensor determinaron el alejamiento de

187
aliados coyunturales y facilitaron la
Iósiv Visariónovich
imposición de Stalin, que finalmente
Dzhugachvili
(Stalin) 1879-1953 logró la expulsión del partido y el cas-
tigo de todos los oposicionistas, in-
Nació en Georgi a en el seno de cluyendo a los que sólo sostenían opi-
una fami lia humilde. Hi jo de un niones diferentes a las suy as en
zapatero. Se educó en un semi- determinadas cuestiones y que en al-
nario religioso, del que fue expul- gunos momentos lo habían apoyado
sado a los 20 años de edad por en la lucha contra el trotskismo. En
sus ideas revolucionari as. En
cuant o a Trot ski, fue desterrado a
1899 ingresó en el Partido Social-
demócrata y se hizo revolucio-
Alma Ata en 1927 y en 1929 tuvo
nario profesional. Fue detenido que abandonar el país. Poco después
ocho veces por el zarismo y en la fundó la llamada IVInternacional, ins-
últi ma ocas ión guardó pri sión pirada en su ideario. Fue ases inado
por cuatro años, hasta 1917. Par- en M éxico, en 1940, presumible-
ticipó en la revolución de 1905- mente por orden de Stalin.
1907, incorporado al grupo bol-
chevi que. En 1910 adoptó el Se inició entonces una nueva et apa
seudónim o de Stalin (acero en en el desarrollo de la URSS. En el
español). Se destacó en el proce-
orden p olít ico, comenzó la estruc-
so que condujo a la Revolución
de Octubre. Fue Comisario del
turación de un régimen basado cada
Pueblo de las Naci onal idades vez más en el poder pers onal de
durante el primer gobierno sovié- Stalin, mientras que en el plano eco-
tico y Comisario del Pueblo para nómico se emprendió un ambicioso
el Control del Estado entre 1919 programa de indus trialización y de
y 1923. Participó en la guerra ci- colectivización de la agricultura, a
vil como comandante de varios través de p lanes quinquenales fija-
frentes. A partir de 1922, debido dos por el Estado, lo que supuso un
a la enfermedad de Lenin, se con-
mayor control de éste y el desmon-
virtió en secret ario general del
partido, cargo en el que fue con- taje paulatino de la NEP. Dicho pro-
firmado en 1924 y que ocuparía grama se desarrolló básicamente con
hasta su muerte en marzo de 1953. recursos internos, en gran medida
Durante s u largo período al fren- provenientes de mayores e impopu-
te del país concentró el poder en lares impuestos a los campesinos,
sus manos e hizo gala de su seu- sobre t odo a los grandes y medios,
dónimo. y mediante una severa p olít ica de
austeridad.
188
Los planes quinquenales comenzaron en 1928 y cuando la agresión de
Alemania interrumpió la ejecución del tercero de ellos, en 1941, la Unión
Soviét ica se había convert ido en una gran potencia indust rial, que produ-
cía siete veces más que en 1913. Su volumen de producción era s ólo su-
perado por los Est ados Unidos, aunque en producción per cáp ita y cali-
dad no alcanzaba a las potencias occident ales . Las realizaciones en este
terreno fueron colosales. En ese breve período, se construyeron más de
3 500 grandes empresas y se modernizaron las ya existentes. El país que-
dó tot almente electrificado con la construcción de enormes p lant as
generadoras a partir del p etróleo, cuya producción se incrementó vertigi-
nosamente, y de la utilización del agua. Surgieron nuevas indust rias como
la de maquinaria automotriz, la aeronáutica, la de maquinarias-herramien-
tas, la química y otras. La URSS estaba ya en condiciones de producir sus
propios medios de producción y sus armamentos con total independencia
del mundo ext erior. Los planes quinquenales modificaron la geografía eco-
nómica del extenso t erritorio soviético, al iniciar la industrialización de las
zonas periféricas de Rusia, donde fueron surgiendo grandes centros urba-
nos y económicos de todo tipo, destacándose en este sentido los espectacu-
lares cambios de la región asiática de Rus ia.

Las transformaciones se extendieron a las vías de comunicaciones y a otros


sectores de la infraest ructura. Se const ruyeron en todo el país miles de
kilómetros de vías férreas (incluyendo el ferrocarril transiberiano de doble
vía) y carreteras; así como decenas de universidades, institutos tecnológi-
cos, centros de investigaciones e instalaciones sanitarias. Comenzó la mo-
dernización de las may ores ciudades, principalmente de Leningrado y de
la cap ital. Durante los años del primer plan quinquenal, fue construido el
famoso metro de M oscú, así como el canal Volga-M oscú, y se levantaron
numerosas edificaciones para uso oficial y de la población, como los monu-
mentales edificios para el Palacio de los Soviets y la U niversidad
Lomonosov, entre otros. La educación recibió una atención priorizada. Se
puso término al programa de alfabetización y se estableció la enseñanza
obligatoria de siete grados, estimulándose el acceso de los trabajadores a
los estudios superiores, sobre todo en las ramas técnicas.

Al mis mo tiempo, se produjo la colectivización de la agricultura, promo-


viéndose el establecimiento de grandes haciendas cooperativas y estatales

189
(koljoses y sovjos es, resp ectivament e), que agruparon a los productores
individuales. En el proceso de colectivización no se tuvo en cuenta siempre
la volunt ariedad de los campesinos, aspecto que Lenin consideraba invio-
lable. Ello condujo a graves arbitrariedades y abusos, particularmente con
los campesinos medios y ricos, que fueron objeto de duras represalias, lo
que provocó sangrientas sublevaciones en varias partes del país. Precisa-
mente en este período, dos años antes de las represiones masivas del sta-
linismo, aparecieron los primeros campamentos de t rabajos forzados , a
los que fueron a parar muchos campesinos descontentos. En Campos rotu-
rados, que no es precisamente una novela crítica, M ijail Shólojov dejó, sin
embargo, un crudo test imonio de la eliminación de los llamados Kulaks.
Aunque la colectivización se suavizó desde fines de 1931, cuando se per-
mit ió a los campesinos que ingresaban a los koljoses poseer un área de
autoconsumo y algunos animales, los errores cometidos durante aquel pro-
ceso determinaron que la producción agrícola no avanz ara lo esperado, a
pesar del esfuerzo para dotar al campo de tractores y otros medios meca-
nizados. Ello afectó el suministro de
materias primas a la industria y, so-
Carta al Congreso
bre todo, de alimentos a la pobla-
Stalin logró que la Carta de Lenin
ción, particularmente en los primeros
sólo fuera conocida por el Buró años de la década.
Político, que no obstante lo pro-
puso al C ongres o, luego que A est os p roblemas de sumaron
aquel reconoció sus defectos y otros, aún más graves y trascenden-
se comprometió a corregirlos. tes, vinculados a lo que los propios
VRYLpWLFRVFDOLILFDUtDQGHVSXpV²DO
En esta decisión fue det erminan-
te, al parecer, el temor a que
SDUHFHUPX\JHQHURVDPHQWH²FRPR
Trotski, la otra personal idad re-
el cult o a la personalidad de Stalin.
levante del Partido, se hiciera de
la dirección. Falta todavía un estudio definitivo de
esta importante figura. Sin embargo,
La carta fue conocida íntegramen-
te en el XX Congreso del PCUS y no caben dudas de que Stalin había
aparece en el tomo 45, p. 345 deacumulado grandes méritos dentro
las Obras completas de Lenin. del partido y de que fue un hombre
de gran voluntad y un formidable or-
ganizador. Así lo demostró durante
los planes quinquenales y, posteriormente, en la lucha contra la Alemania
fascista. Pero poseía al mismo tiemp o rasgos muy negativos en su perso-

190
nalidad, sobre los que Lenin había
La Constitución de 1936
advertido tempranamente, cuando en
su conocida carta al XIII Congreso Estableci ó el sufragio universal,
del P artido, en 1922, señaló su pre- directo y secreto para t odos los
ocupación acerca de que Stalin no órganos de poder, eliminando las
pudiera utilizar con la adecuada pru- rest ricciones para los anti guos
dencia el enorme poder que se de- propietarios, el clero y los poli-
cías del zarismo, que no podían
posit aba en s us manos, al ocup ar la elegir ni ser electos. Am plió los
secretaría general del p artido. M é- derechos de las repúbli cas y de
ritos aparte, Lenin lo consideraba un todos los ciudadanos y reforzó
hombre autoritario, intolerante y gro- los mecanismos para garantizar
sero en el trato con los compañeros el cumpl imiento de la l egalidad
socialista. Pero todo ello tuvo, en
y recomendaba su sustitución por un gran medida, un carácter formal.
compañero con igual aval pero s in
est os defectos. Los hechos confir-
marían más tarde la ap reciación del
fundador del Es tado soviético.

Desde principios de los años 30, Stalin comenzó a abandonar progresiva-


mente las normas de dirección colectiva en el partido. Atribuyéndos e los
éxitos que obtenía el p aís, llegó a creer en su propia infalibilidad. P ara
asentar su poder personal se fue rodeando de personas incondicionales, al
mismo tiempo que desató una represión brutal contra la vieja guardia bol-
chevique. Las purgas en el partido, el Estado y el ejército, desarrolladas a
partir de 1934, alcanzaron a miles de cuadros, acusados de traición y de
colaboración con el enemigo, los llamados «enemigos del pueblo». P ara
justificar estas medidas, Stalin acudió a la tesis de que a la par que avanza-
ba el socialismo, s e fortalecía la lucha de clases, aunque desde mediados
de la década s e proclamó la inexistencia de clases explotadoras. Esta per-
niciosa tesis le sirvió también de fundamento para introducir severas limita-
ciones a la democracia socialista, que paradójicamente había sido amplia-
da con la Constitución de 1936, y para reprimir supuestas manifestaciones
de oposición de la intelectualidad y otros sectores de la sociedad soviética;
así como para maltratar de diversas formas a las nacionalidades no rusas.

La conocida novela Los hijos del Arbat, de Nicolai Ry bakov, uno de los
escritores proscriptos por Stalin, ofrece un extraordinario fresco histórico,

191
Carte l soviétic o en el qu e se trib uta culto a Stalin. Vestido d e militar parece ins truir
a dos r epresentante s del pueblo trabajador. La escena i dealizada es típica
de la propaganda apologética estalinista.

en la línea de la gran novelís tica rusa, sobre los orígenes del estalinismo y
el inicio de las p ers ecuciones s o p ret ext o de cas tigar el as esinato de
Serguei M . Kirov, miembro del Buró P olít ico del P CUS y su Secretario
General en la ciudad de Leningrado (nombre que adop tó Pet rogrado
tras la muert e de Lenin). Además de un det allado y sombrío retrato del
gobernante soviético, el novelist a proporciona claves para deducir que
el as esinato del popular dirigente leningradense fue ordenado por el pro-
pio St alin. El autor de est as líneas, en varias y relativamente prolongadas
es tancias en la bella ciudad del Neva, escuchó decir a muchos contem-
poráneos de aquellos acontecimientos, que Kirov fue asesinado no p or-
que s e opusiera a la línea de St alin, sino porque és te lo consideró un
potencial rival, debido a s u carisma y pop ularidad. D e acuerdo con el
testimonio de viejos militantes, Stalin no pudo admitir que Kirov lo supe-
rara en la vot ación para integrar el Comité Central y el Buró Político, en
el XVI Congreso del P CU S.

192
Según se supo después del XX Congreso del PCU S, celebrado en 1956,
entre 1934 y 1938, dos tercios de los miembros del Comit é Central del
partido sufrieron represalias, y la mayoría de ellos fueron ejecutados. Los
casos más conocidos, por su relevancia, fueron los de Nicolai Bujarin, Grigori
Zinoviev y Alexei Rikov, acusados por Stalin de traición al país. En ese mis-
mo período, fueron purgados más de la mitad de los oficiales superiores del
ejército, entre ellos los mariscales M ijail Tujachevski, Egorov y Blujer, po-
pulares héroes de la guerra civil. De acuerdo con lo dicho más tarde por el
propio mariscal Voroshilov, por aquel entonces ministro de Defensa, hacia
1939 alrededor de 120 000 militares y sus familiares sufrieron represalias.
Las masivas purgas de militares desorganizaron y debilitaron a las fuerzas
armadas, lo que tendría muy negati-
vas consecuencias cuando se produ- Del Informe al XX Congreso
jo la agresión de la Alemania fascista, del PCUS.
en junio de 1941.
«Cuando analizamos las prácticas
El llamado culto a la personalidad de de Stali n en cuanto a la conduc-
Stalin fue resp onsable también de ción del Partido y la nación, cuan-
do nos detenemos a considerar
muchas deformaciones , que acom- cualquier acto de Stalin, debemos
pañarían luego al Estado soviét ico convencernos de que los temo-
durante casi t oda su historia. La es- res de Lenin estaban justificados.
tructura partidaria prácticamente se Las características negativas de
fundió con la estatal. El partido aban- Stalin, que en época de Lenin
eran sól o incipientes, s e trans-
donó paulatinamente su verdadero formaron en un grave abuso de
papel y adquirió funciones adminis- poder que causó indecible daño
trativas de grandes dimens iones. En a nuestro partido.
la práctica, se anuló la indispensable Stalin no actuó mediante la per-
independencia de las organizaciones suasión, la explicación y la coope-
ración paciente con las personas,
políticas y sociales y la efectiva par- sino imponiendo sus conceptos
ticipación popular en la toma de de- y exigiendo obediencia absoluta
cis iones. La economía as umió un a su opinión. Quien se oponía a
modelo caracterizado por una rígida ello, o procuraba imponer su pun-
centralización, que entre otros males to de vista y la exactitud de su
posición, quedaba sentenciado a
propició el des arrollo de una fron- la exclusión del mando colectivo
dos a burocracia, a cuya s ombra co- y a la correspondiente aniquila-
menzaron a proliferar disímiles vicios, ción moral y física.
entre los que se destaca el surgimiento

193
de una verdadera casta de funcionarios, que fue acumulando gran poder e
innumerables privilegios

Nada de est o se corresp ondía con las concepciones de Lenin s obre la


construcción del socialis mo, algo en lo que el máximo líder bolchevique
había insis tido mucho en los últimos años de su vida. Son ilus trativos en
este sentido sus discursos, artículos y cartas del período 1921-1923, en los
que, entre otras cosas , advirt ió s obre la necesidad de combat ir con
sistematicidad y rigor todo tipo de deformaciones, estimulando un mayor
control popular en todos los ordenes, así como fortalecer cada día más la
alianza obrero-campesina, la unidad del partido y la democracia socialista.
Para Lenin la democracia, entendida como la participación real y efectiva
de las masas en la vida del país, era consustancial al socialismo.

Hasta la actualidad, la historiografía occidental no marxista suele identifi-


car al stalinismo con el leninismo, estableciendo una relación de continui-
dad en la valoración del proceso soviético. Así las cosas , se concibe el
régimen de Stalin no como una obra personal, sino como cons ecuencia y
desarrollo lógico de la revolución y el pensamiento leninista. Pero el exa-
men objet ivo de los hechos permit e est ablecer una clara oposición entre
Lenin y Stalin. El primero subordinó todo su interés personal al partido y a
la revolución; mientras que el segundo utilizó a uno y otra para cumplir sus
ambiciones y desarrollar sus retorcidos instintos. Por otra parte, a diferencia
de Lenin, Stalin reflejó en su actuación falta de confianza en su cap acidad
para analizar y enfrentar las más diversas situaciones , lo que explica, en
buena medida, la aplicación del terror como una forma para evitar riesgos
y afirmar su poder. Stalin, aunque pers istente y laborios o, careció de la
competencia y las cualidades necesarias para desempeñar su compleja res-
ponsabilidad y por ello actuó con gran desconfianza hacia su entorno y con
enorme crueldad frente a sus enemigos, reales o supuestos. En rigor, el
stalinismo fue la negación del leninismo y, en general del bolchevismo, aun-
que St alin se proclamara cont inuador de Lenin.

No obstante lo anterior, las realizaciones de los planes quinquenales re-


presentaron un incuestionable avance para la U nión Soviética y para su
pueblo, si bien fueron alcanzados a un alto cost o. A pesar de las aberra-
ciones del estalinismo, los éxitos de la URSS mejoraron notablemente las

194
condiciones de vida de la población y despertaron grandes simpatías entre
los trabajadores y la intelectualidad de los países occidentales, que enton-
ces atravesaban las difíciles consecuencias de la crisis de 1929. Entre otras
formas, ello se reflejó en el crecimiento de los partidos comunistas y en un
mayor protagonis mo de estos; así como en el fortalecimiento de las orga-
nizaciones sindicales vinculadas a ellos. Por otra parte, los avances de la
URSS determinaron que muchos gobiernos capitalistas adoptaran, en cierta
medida, los métodos de planificación soviética para salir de la crisis y con-
ducir posteriormente sus economías. El prestigioso historiador inglés Eric
Hobs bawm, en su reciente libro His toria del siglo XX, llega a s eñalar que
la planificación soviética no sólo sirvió de referencia al capitalismo de aquel
período, s ino que lo s alvó de una hecatombe segura.

Los progresos de los años treinta fortalecieron la situación exterior de la


URSS y le permitieron desempeñar un relevante papel en el plano interna-
cional. Aunque la p roblemática de las relaciones internacionales será abor-
dada más adelante, en otro capítulo de esta obra, es necesario señalar
aquí que durante aquellos comp lejos años la Unión Soviét ica se dest acó
por su incesant e lucha cont ra el fas cismo y para evitar el desencadena-
miento de una nueva guerra mundial, por lo menos hasta principios de 1939,
antes de la firma del pacto germano-soviético, que representó un giro total
en su política. La URSS batalló entonces intensamente por la unidad de las
grandes pot encias p ara enfrentar y detener la agres ividad de Alemania,
Italia y Japón, al mismo tiempo que le prestó una considerable ayuda a los
pueblos que eran víctimas de los agresores, destacándose en este sentido
su participación política y militar en la defens a del régimen republicano
español, entre 1936 y 1939.
El PCUS y la KOMINTERN
La actitud de la URSS influyó deci-
sivamente en la orientación del mo- El PCUS tenía una influencia de-
vimiento comunista internacional, que terminante en la orientación de la
también des empeñó un destacado Internacional Comunista que, por
lo general, subordinaba su actua-
pap el en el combate contra el fas-
ción a las posiciones de la URSS,
cismo y la guerra, particularmente en con el argumento de que su pri-
Europa. Es indiscutible que fueron mer deber era defender al Estado
los comunistas la fuerza que más de- Soviético.
cidida y enérgicamente se enfrentó

195
al fascismo, desde que este ap areció en el escenario político. M uchos de
ellos ofrendaron sus vidas o fueron a parar a las cárceles, pero no siempre
act uaron con una línea acert ada. Durant e los años 20 y todavía a princi-
pios de la década del 30, los comunistas vincularon su lucha ant ifascista
con el establecimient o del socialismo, lo que condujo a acrecentar sus di-
ferencias con otras fuerzas contrarias al fascismo, principalmente con la
socialdemocracia, que t enía una influencia mayoritaria en el movimiento
obrero y no quería una salida revolucionaria. Con esta posición sectaria
los comunistas se alejaban de masas que podían atraer para enfrentar a la
reacción y contribuían a p rofundizar la escisión de la clase obrera. D icha
post ura se fue abandonando después de la llegada de Hitler al poder y de
los intent os de golpe fascista en Aus tria y Francia, en 1934, y se adoptó
una política de unidad antifascis ta y en defensa de la democracia, como
paso obligado para mayores empeños. Tal política fue asumida oficialmen-
te por el VII Congreso de la Tercera Internacional, en agost o de 1935, lo
que contribuyó a fortalecer el papel de los comunistas en los años poste-
riores.

Por último, unas breves palabras sobre la vida cotidiana de los soviéticos
durante el período de los planes quinquenales. Des pués de los tormentos
de la guerra civil y de los aún difíciles años de la recuperación, la etapa que
se inició a finales de la década de 1920, representó un paulatino mejora-
miento en la situación de la población, dist ante aún de la de los países
des arrollados, pero sin sus irritantes diferencias . En aquellos años, des-
apareció el des empleo e incluso se recortó la jornada laboral, al mismo
tiempo que fueron aumentando los salarios y las medidas de p rotección
social. La situación de los abastecimientos y del alojamiento mejoró sensi-
blement e, a pes ar del grave problema creado por el éxodo del campo
hacia las grandes urbes que iban surgiendo o desarrollándose con rapidez.
También se incrementaron y ganaron en calidad los servicios de salud, que
al igual que los de educación eran gratuitos para todos. M ientras t anto, se
desarrolló la práct ica masiva de los deport es y de formas sanas de recrea-
ción y creció la afición por la cultura, que dejó de ser privativa de reduci-
dos grup os, en lo que influyó el creciente nivel educacional. El teatro, el
ballet y la música, entre otras manifestaciones artísticas que antes disfruta-
ban sólo s electas minorías, atraían cada vez a más ciudadanos. En general,
se vivía austeramente p ero los progresos materiales y de todo t ipo con

196
relación a la época del zarismo y a la de los primeros años de la revolución
eran muy significativos.

Los incuestionables avances experimentados por la URSS en aquellos tiem-


SRV²VLELHQXQWDQWRH[DJHUDGRVSRUODSURSDJDQGDRILFLDO²FRQGLFLR
naron profundos cambios en la conducta y en la ment alidad de la pobla-
ción. Fenómenos singulares en este sentido fueron la desaparición total de
la prostitución, a lo que contribuyó el reconocimiento en la práctica de los
derechos de las mujeres, la disminución en flecha de los delitos y el forta-
lecimiento de la disciplina social; al mismo tiempo que se fueron imponien-
do paulatinamente nuevos valores relacionados con el trabajo y la supera-
ción personal, así como con el orgullo por los progresos del país. Hay que
apuntar, sin embargo, que la sociedad soviética de entonces vivía, en gran
medida, desconectada del mundo exterior y sometida a un riguroso con-
trol político e ideológico, lo que a la post re tendría consecuencias muy
negativas , como veremos en otro momento, cuando examinemos la evolu-
ción del país en el p eríodo p osterior a la Segunda Guerra M undial.

Debe señalarse, por lo pronto, que el enclaustramiento de la URSS t uvo


un reflejo particularmente negativo en el campo de la cultura. Por supues-
to, la revolución t uvo un notable impacto en es te t erreno, provocando,
sobre todo, un rompimiento con la cultura elit ista del pasado. La mayoría
de los mejores creadores que ya existían y otros que entonces surgieron se
sumaron a la obra de crear una cultura de masas. Pero ello no fue obstácu-
lo para que el p aís asumiera, durante los años 20, las nuevas tendencias
que se desarrollaban en Europa y América, como fue el cas o del movi-
miento vanguardist a, que llegó a tener en la URSS brillantes exponentes.
Sin embargo, a princip ios de la década del treinta, Stalin puso fin a t odo
tipo de flexibilidad en este ámbito y estableció el llamado realismo s ocia-
list a, rígida política cultural que limitó la actividad de los creadores y los
subordinó a los intereses oficiales. Ello generó el oportunismo o condujo al
silencio, al exilio o al suicidio de muchos buenos escrit ores y artistas . En
general, el realismo socialista promovió una cultura apologética y altamen-
te polit izada, si bien algunos talentosos intelectuales, como fue el caso de
Shólojov, lograron producir importantes obras en aquel p eríodo.

197
Pri ncipales aportes de la ciencia y la técnica
en el período de entre guerras

Física: A los formidables trabajos anteriores de los alemanes Albert


Einstein y Max Planck, que dieron origen a la Teoría de la Relatividad
y a la Teoría Cuántica, hay que adicionar en este período, entre otros,
los descubrimient os del neozelandés Ernest Rutherf ord sobre la des-
integración atómica, del francés Luis Victor de Broglie sobre la mecánica
ondulatoria, del alemán Werner Heisenberg sobre la mecánica cuántica,
del británico Paul Dirac sobre la síntesis de la mecánica cuántica y la
relatividad; así como la actividad de los franceses Marie y Frederic
Joliot-Curi, que produjeron el primer núcleo radioactivo artificial. Estos
y otros aportes de la física tendrían una extraordinaria influencia en el
desarrollo de la ciencia y la técnica en los años posteriores a la Segun-
da Guerra Mundial.

Matemática: El mayor mat emático de esta época fue e l alemán David


Hilbert, que estableció una «teoría de los conjuntos», que abrió el ca-
mino a la nueva lógica matemática, totalmente revolucionaria con res-
pecto a la tradicionalmente aceptada

Química: En el espacio entre las dos guerras se lograron, entre otros, im-
portantes avances en la química respiratoria, la química macromolecular
y la química inorgánica. Como resultado de ello, aparecieron nuevos
IiUPDFRV²VXUJLyHOSULPHUKLSQyWLFR²\ VHUHDOL]yODVtQWHVLVGHSUR
ductos orgánicos a partir del acetileno. Los científicos alemanes se des-
tacaron en el desarrollo de esta ciencia.

Biología: Esta ciencia pasó de la tesis darwiniana de la evolución lenta a la


revolucionaria de las mutaciones, expuesta por el botánico anglo-holan-
dés Hugo de Vries. La mutación consiste en una variación súbita de
carácter hereditario, que permite la aparición de nuevas razas y espe-
cies en los mundos vegetal y animal. Dicha tesis fue enriquecida por los
biólogos norteamericanos Thomas Hunt Morgan y Herman Muller, que
realizaron importantes estudios sobre los cromosomas y las glándulas
endocrinas.

198
Medicina: Al descubrimiento de la penicilina por el inglésAlexander Fleming
(1928), que inició la serie de los llamados antibióticos y representó una
verdadera revolución en la medicina contemporánea, hay que adicionar
el de las sulfamidas, el de una eficaz vacuna contra la fiebre amarilla,
una vacuna antituberculosa, el suero contra el veneno de las serpientes;
así como la creación del pulmón artificial, las técnicas para el sondeo
del corazón, la creación del microscopio electrónico y el hallazgo de la
cortisona, entre otros avances.

Psicología: A partir de lo s trabajos del médico vienés Sigmund Freud,


creador de la teor ía del psicoanálisis, esta ciencia avanzó en la com-
prensión de la personalidad humana, al demostrar la existencia y poder
de lo inconsciente, y formuló procedimientos terapéuticos que, más o
menos modificados, aún se aplican en varias patologías.

Transportes: Con la aplicación del motor de explosión, el petróleo prácti-


camente desplazó al carbón como fuente de energía en la navegación y
creció vertiginosamente el número de barcos de todo tipo. Se perfec-
cionó y tomó un auge prodigioso la aviación. En 1927, Charles Lindbergh
atravesó el Atlántico desde París a New York. El triunfo y la consolida-
ción de la aviación militar y comercial era un hecho. En 1935, numero-
sas líneas aéreas unían las principales capitales del mundo. A fines de
los años 30, se lo gró el despegue vertical, lo que dar ía lugar al surgi-
miento del helicóptero. Por esta misma época, se descubrió la propul-
sión a chorro, que permitiría un fabuloso desarrollo de la navegación
aérea. Debe incluirse aquí el descubrimiento del ra dar, en 1935, que
resultaría decisivo en la Segunda Guerra Mundial. P or otra parte, se
aplicó la electricidad al transporte y aparecieron los metropolitanos, en-
tre los que se destacó por su complejidad y belleza el de Moscú.

Comunicaciones: Las comunicaciones recibieron un vigoroso impulso. En


1926, el escocés John L. Baird descubrió la televisión, que se iría perfec-
cionando posteriormente, y tres años después se produjo el descubrimien-
to de la frecuencia modulada, que mejoraba las condiciones de recepción
de las emisiones de radio. En 1927, apareció el cine sonoro, que comenzó
a difundirse comercialmente en 1928. Ese mismo año, surgió el magnetó-
fono, que posibilitó la grabación y reproducción del sonido. Se perfeccio-
nó el teléfono y se incrementó notablemente su uso.

199
Capítulo IV

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

LAS CAUSAS DE LA GUERRA

Los tratados que pusieron fin a la Primera Guerra M undial no sentaron las
bases para una paz firme y duradera. Cuando aún no se había secado la tinta
con la que se firmaron aquellos acuerdos, comenzó una lucha que conduci-
ría, 20 años después, a otra contienda de mayor envergadura. El estudio de
las relaciones internacionales del período de entreguerras resulta, por tanto,
de extraordinaria importancia para conocer las causas que condujeron a tan
fatal desenlace. En conjunto, las relaciones internacionales en estos años
pasaron por cuatro fases o momentos:

1. 1919-1924: Tensiones derivadas de la aplicación de los diferentes tratados


de paz.

2. 1924-1929: Época de aparente concordia con una nueva política hacia


Alemania, que alivió su situación y promovió su incorporación al contexto
internacional.

3. 1929-1933: El impacto de la crisis económica mundial provocó los recelos


y profundizó las contradicciones entre las grandes potencias. Se fortaleció

200
el fascismo y se inició el derrumbe del sistema de tratados y del statu quo de
posguerra.

4. 1933-1939: Grandes tensiones motivadas p or el fortalecimiento de los


nacionalismos y la política exterior agresiva de los Estados fascistas, así
como por la postura conciliadora de las potencias occident ales.

Los primeros años que s iguieron a la ap licación de los acuerdos de paz


estuvieron caracterizados por agudos conflictos, no sólo entre vencidos y
vencedores, sino también entre estos últimos. Los Estados Unidos no acep-
taron las vent ajas recibidas por Japón en la zona del Lejano Oriente y el
Pacífico. El pretendido «aislacionismo» de los norteamericanos no les im-
pidió exigir y finalmente obtener (Conferencia de Washington 1921-1922)
una revisión de lo acordado en Versalles para aquella región e inclinar la
balanza a su favor, lo que Japón tuvo que aceptar de mala gana. En efecto,
por los acuerdos de dicha conferencia J apón tuvo que abandonar sus po-
siciones en China para la que se acordó el principio de «puert as abiertas»,
que es tablecía la libre concurrencia de todas las potencias al mercado chi-
no, lo que evident emente favorecía a los estadounidenses, con un mayor
potencial económico. Al mismo tiempo, se acordó una correlación de fuer-
zas navales en la zona, según la cual en el futuro Japón sólo podría construir
tres barcos por cada cinco que botaban al agua Inglaterra y los Es tados
Unidos. Con el paso del tiempo, ello iría agudizando las contradicciones
interimperialistas en la región, particularmente entre los Estados Unidos y
Japón.

En el M edio Oriente, chocaron durante un tiempo los intereses de Inglaterra


y de Francia, que no lograban p onerse de acuerdo en la versión final de su
pact ado reparto del otrora Imperio Otomano, lo que motivó fuertes ten-
siones y algunos enfrentamientos. La ocupación de tierras turcas y el esta-
tuto acordado para los estrechos del M ar Negro originó otro foco de ten-
sión, resuelt o s ólo p arcialmente en la Conferencia de Laus ana, en
1922-1923. A ella se llegó debido, en gran medida, a la presión política y
militar ejercida p or el masivo movimiento nacionalist a turco de M us tafá
Kemal. La referida conferencia debió reconocer a Turquía la recuperación
de la T racia Oriental, las islas de Imbros y Tenedos y los territorios de
Smirna y Armenia; al mis mo t iemp o que se modificó el estatuto de los

201
estrechos (fueron parcialmente desmilitarizados) y se liberó al país de pa-
gar la indemnización fijada en el tratado de Sevres.

Las aspiraciones manifiestas de Italia sobre territorios de Francia (N iza,


Córcega y Túnez), de Austria (varias regiones fronteriz as con Italia) y de
Yugoslavia (costa dálmata), representaron también otros motivos de ten-
sión y de choques ocasionales. A todo ello deben añadirse las contradic-
ciones entre los p equeños país es de Europa Central y del Este, derivadas
del arbitrario trazado de fronteras, disputas que eran estimuladas por las
grandes potencias en función de sus intereses (por ejemplo, Italia apoyaba
las pretensiones revisionistas de Hungría y Albania y alent aba a los ele-
mentos ultranacionalistas en Austria; mientras Francia defendía lo estable-
cido); así como las fricciones provocadas por las frecuentes disputas entre
la URSS y las potencias del Occidente, obsesionadas por evitar la posible
expansión del bolchevismo.

Pero el asunto central de la política internacional de estos años fue el lla-


mado p roblema alemán, permanente foco de tensión en el corazón de Eu-
ropa. Con relación al tratamient o de Alemania había serias discrepancias
ent re los vencedores. F rancia era p artidaria de la máxima s everidad, y
consideraba que una Alemania débil const ituía la mejor garantía para su
seguridad. Por eso exigía el cumplimiento estricto de lo es tipulado en
Versalles, mientras fortalecía sus lazos con la llamada Pequeña Entente,
para atemorizar a los alemanes con una guerra en dos frentes si se decidían
a la revancha. Inglaterra, por el cont rario, abogaba por s uavizar el trato a
los alemanes. Concentrados en la consolidación de su imperio colonial, los
ingleses querían mantener el equilibrio europeo, impidiendo una Francia
excesivamente fuerte a cos ta de su derrotada vecina. Al mismo tiempo, al
gobierno británico le preocupaba que
el deterioro de la s ituación en A le-
mania pudiera conducir a una s alida La Pequeña Entente
revolucionaria al estilo ruso. Los Es-
Alianza entre Rumania, Yugosla-
tados Unidos apoy aban a los ingle-
via y Checoslovaquia para garan-
ses , debido al interés de aumentar tizar las fronteras de 1919. Fue
su p enetración económica en Euro- creada por Francia previendo una
pa a t ravés de Alemania, aunque sin nueva guerra.
inmis cuirse mucho en un principio.

202
Washington t ambién est aba int eresado en reordenar el problema de las
reparaciones, al que los europ eos vinculaban el p ago de su deuda con
los norteamericanos . Sin embargo, hast a 1923, p revaleció la p os ición
sostenida por Francia. La acción más grave que se derivó de la p ostura
frances a fue la ocupación militar franco-belga de la z ona del Ruhr, en
enero de 1923, para obligar a Alemania a pagar con puntualidad las deu-
das de guerra.

La ocupación del Ruhr, realizada a es paldas de los gobernantes ingleses y


norteamericanos , señaló uno de los momentos críticos de la Europa de
entreguerras. El gobierno alemán respondió a esta medida con la res isten-
cia pas iva, que paralizó minas e industrias . Para ello tuvo que subvencio-
nar a empresarios y obreros, lo que implicó poner en circulación una gran
cant idad de dinero sin respaldo, des atándose una colosal inflación y con
ella la ruina y la miseria de una gran part e de la población. La situación
política y social del país se complicó extremadamente, debido a las masi-
vas protestas y a las acciones revolucionarias de los trabajadores; así como
a la actividad de la ultraderecha, que trat ó de pes car en río revuelto, ut ili-
zando como principal destacamento al recién surgido movimiento fascista
de Adolfo Hit ler. En estas circunstancias, Inglaterra y los Estados Unidos
int ervinieron en el asunt o y Francia tuvo que ceder. Las t ropas foráneas
tendrían que comenzar a ret irarse del Ruhr, con las manos vacías, a partir
de fines de 1923.

La crisis de 1923 det erminó un cambio radical en la p olítica de los vence-


dores hacia Alemania. Entre julio y agosto de 1924, con el patrocinio anglo-
nort eamericano, se celebró en Londres una conferencia internacional so-
bre el problema de las reparaciones de guerra, bajo la pres idencia del
banquero es tadounidense Charles W. Daw es, en la que se aprobó el Plan
Dawes . Dicho plan contemp laba una reducción s ustancial de las cantida-
des a pagar por los alemanes, el est ablecimiento de plazos más cómodos y
el otorgamiento de créditos, especialmente norteamericanos, para liquidar
la deuda de guerra y rehabilitar la economía. P or su parte, Alemania debía
aceptar el control internacional (estadounidense) de su sistema financiero.
Al suscribir es te p lan, Francia se compromet ió a res petar la int egridad
territorial de su vecina, recibiendo a cambio la promesa de apoyo inglés en
cas o de una revancha alemana.

203
Durante la vigencia del P lan Daw es (en 1929 fue remp lazado por el Plan
Young, que redujo aún más el monto de las reparaciones), Alemania reci-
bió el equivalent e a poco más de 30 mil millones de marcos en calidad de
préstamos e inversión de capital, provenientes básicamente de los Estados
Unidos e Inglaterra. Esta inyección financiera del Occidente le permitió a
los germanos no sólo cumplir sus obligaciones en cuanto al pago de repa-
raciones de guerra (alrededor de 10 mil millones en el período), sino recu-
perar su economía, que en aquellos años experimentó un ritmo vertiginoso
de crecimiento (más del 50% con relación a 1913), estabilizar sus finanzas
y recobrar una gran part e de los mercados extranjeros , sobre todo en
Europa.

El Plan Dawes fue seguido por un acuerdo polít ico, formalizado en octu-
bre de 1925, en la ciudad suiza de Locarno. El Tratado de Locarno, firma-
GRSRU) UDQFLD$OHPDQLD,QJODWHUUD,WDOLD\%pOJLFD²(VWDGRV8QLGRV
SDUWLFLS yFRPRREV HUYDGRU²HVWDEOHFLyHOFRPSURPLVRDOHPiQGHUHV
petar el status fijado por el acuerdo de Versalles en relación con sus vecinos
occident ales , o s ea, F rancia y Bélgica. P or s u parte, F rancia se comp ro-
metió a retirar sus t ropas de la orilla izquierda del Rhin hacia 1929, antes
del plazo de 15 años est ablecido en 1919. Con post erioridad, todos los

Dos pr otagonista s de Locar no: Gustav Stresemann , ministro del Exter ior alemán , y el
titu lar de la misma carte ra en F rancia, Arísti des Bri and.

204
involucrados debían respetar la desmilitarización de la zona de la Renania,
es decir, ambas orillas del Rhin. Por dicho tratado, Alemania recibió el
derecho de ingres ar a la Liga de las Naciones, con lo que obtenía igualdad
jurídica en relación con las demás pot encias. Inglat erra e Italia se convir-
tieron en garantes de aquellos controvertidos acuerdos, adquiriendo así la
obligación de exigir por todos lo medios su estricto cump limiento.

El Plan Dawes y el Tratado de Locarno tuvieron fuertes opositores tanto


en Alemania como en Francia. En la primera, los sectores de la derecha
consideraron su aceptación como una t raición a los intereses de la nación.
Para ellos la única salida era la preparación de la revancha. Pero prevale-
ció la política realista o pragmática del alemán Gustav Stresemann, prime-
ro canciller y luego ministro del Exterior has ta 1929, para el que aquellos
acuerdos rep resentaban la posibilidad de remontar el momento difícil y
recuperar el poderío alemán. Los conservadores franceses los interpreta-
ron como una concesión inneces aria y peligrosa, pues a su entender debi-
litaba la situación del país, cuya seguridad futura dependería del pos ible
res paldo extranjero. Pero finalmente s e imp uso la pos ición liderada por
$UtVWLGHV%ULDQG²SROtWLFRPRGHUDGRTXHRFXSyLPSRUWDQWHVFDUJRVHQOD
GpFDGDGHO²TXHSRVWXODEDXQDSROtWLFDFRQFLOLDWRULDFRPR~QLFRPHGLR
de evitar una revancha o de contar con el apoyo británico en caso de que
se produjera. En ambos países, los comunistas y también algunos socialis-
tas denunciaron aquellos acuerdos como un import ante p aso hacia el re-
surgimiento del militarismo alemán y la guerra.

La nueva postura del Occidente en relación con Alemania despertó inquie-


tud en la dirección soviética, al considerar que dicha política procuraba
rehabilitarla p ara enfilarla contra la URSS. No le faltaban razones a los
soviét icos para tal sospecha, pues en Locarno no se exigió a los alemanes
la inviolabilidad de sus fronteras orientales, lo que dejaba abierta la posibi-
lidad de que Alemania resolviera en el futuro sus pretensiones territoriales
a cos ta del Centro y el Este europeo. La URSS reaccionó p roponiendo al
gobierno alemán un pacto de neutralidad, que fue suscrito en abril de 1926.
'LFKRS DFWRVHEDVDEDHQODVW UDGLFLRQHVGH5DS DOOR²DFXHUGRGH
por el que se establecieron las relaciones entre los dos p aíses en pie de
LJXDOGDG\UHVSHWRPXWXR²\HVWDEOHFtDODREOLJDFLyQGHQRDJUHGLUVHPXtua-
ment e ni participar en coaliciones hostiles a cualquiera de las dos partes.

205
Alemania se comprometió, además, a no sumarse a la actividad antisoviética
que se desarrollaba en la Liga de las N aciones, bajo el liderazgo inglés.

Al sus cribir el Plan Dawes y el Trat ado de Locarno, Alemania se ap rove-


chaba de las contradicciones anglo-francesas y obtenía importantes con-
cesiones económicas y políticas. Al firmar el acuerdo de neutralidad con la
8566S UHVHUYDEDHOFUHFLHQW H\YHQW DMRV RFRPHUFLR²ODFRODERUDFLyQ
PLOLWDUVHFUHWD²TXHH[LVWtDHQWUHDPEDVQDFLRQHVDOPLVPRWLHPSRTXHOH
infundía temor al Occidente con una mayor aproximación a los soviéticos,
lo que se convertía en un elemento de p resión para conseguir más conce-
siones. Est a hábil política de doble juego p ract icada por St resemann le
permitió a Alemania remontar su crítica situación, recuperar y superar su
poderío económico anterior y ret omar su p uest o en el concierto de las
grandes p otencias.

A p esar de que en la segunda mitad


de los años 20 hubo momentos de Nobel cuestionado
tensión, derivados fundamentalmen-
te de acciones provocativas ant iso- La política de Briand y de Stresemann
(sobre todo el Pacto de Locarno) les
viéticas, como las que llevaron a la hizo acreedores del Prem io Nobel
ruptura de las relaciones entre Ingla- de la Paz de 1926, lo que provocó
terra y la URSS, en 1927, y de que grandes polémicas entre l as fuer-
no cesó la lucha contra la rebeldía zas políticas de la época.
de los pueblos coloniales y dep en-
dientes, cuya explotación se intensi-
ficó cons iderablement e, en la llamada era Briand-Stresemann p revaleció
un ambiente de relativa paz y estabilidad. Ello no supuso que desaparecie-
ran las contradicciones entre las grandes potencias capit alistas , sino que
estas discrepancias pasaron temporalmente a un segundo plano en función
de la recuperación económica. Un acontecimiento revelador de los nuevos
tiempos lo cons tituy ó el P acto Briand-Kellog, imp ulsado por Francia y
Estados Unidos entre 1928-1929, que si bien no pasó de ser una declara-
ción de int enciones, est ableció la renuncia a la guerra en las relaciones
internacionales y fue suscrito por un numeroso grupo de países, incluida la
URSS, a la que se t rató de excluir en un principio. Por ent onces, hubo
políticos como Arístides Briand que llegaron incluso a pensar en la posibi-
lidad de un proyect o de unión europea.

206
Pero es tos años de ilusiones se vieron ensombrecidos por la crisis econó-
mica que, como ya hemos visto, comenzó en 1929 en los Estados Unidos
y se extendió con rapidez al resto del planeta. La crisis agudizó todas las
contradicciones latentes en la política mundial y se asistió a un progresivo
derrumbe del sistema internacional de posguerra. La primera manifes ta-
ción en este sentido estuvo relacionada con el problema de las reparacio-
nes. En efecto, a p artir de 1930, Alemania dejó de pagar sus cuotas, pese
a que éstas habían s ido reducidas mediant e el Plan Young, y pidió una
moratoria que le fue concedida. En junio de 1932, en la Conferencia de
Lausana, no obstante la resistencia de Francia, se decidió anular en la prác-
tica el sistema de reparaciones de guerra, con lo que se eliminó una impor-
tante regulación del Tratado de Vers alles.

En sept iembre de 1931, el Japón invadió y ocupó la región china de la


M anchuria, acción que ha sido considerada como el primer eslabón de la
cadena de agresiones expans ionistas que desembocó en una nueva guerra
mundial. A pesar de que la agresión nip ona violó los acuerdos de la Con-
ferencia de Washington (1921-22) y p erjudicó los interes es de las poten-
cias occidentales, especialmente los de los Estados Unidos, no se produjo
una reacción enérgica, inaugurándos e así una época de impunidad de los
agresores. El gobierno nort eamericano p refirió pens ar que la presencia
jap ones a sería útil para sofocar la revolución en China y cont ener la in-
fluencia soviética en la zona, limitándose a una protest a y a débiles medi-
das económicas . La ocupación de la M anchuria demostró la inoperancia
de la Sociedad de Naciones, la que después de prolongados debates so-
bre el asunto, por solicitud de China, sólo pudo aprobar la simbólica sanción
de no reconocer al Estado títere del M anchukúo, creado p or los japone-
ses en 1932. En marzo de 1933, el Japón se retiró de la Sociedad de Na-
ciones, dejando en claro s u intención de no atenerse a ningún tipo de regu-
lación internacional.

Pero el acontecimiento más grave para la paz y para el orden establecido


fue el as censo de H itler al p oder, en enero de 1933. El rechazo total de
los nazis al T ratado de Versalles y su programa de revancha y de exp an-
sión territ orial, ampliamente divulgados en la prop aganda nacional-so-
cialista, definieron una nueva fase en las relaciones internacionales, fase
de tensión crecient e y de conflictos que p reludiaron el enfrentamiento

207
A mediado s de 1933, Hitle r (insólitamente vestido de etiq ueta) y su lugar teniente
Hermann Goering junto al anciano presidente Hindenburg, quien moriría al siguiente año.

armado generalizado. Para no dejar lugar a las dudas acerca de las int en-
ciones del régimen naz i, en octubre de 1933, H itler se ret iró de la Confe-
UHQFLDV REUH' HVDUPH²TXHVLQUHVXOWDGRDOJXQRVHYHQtDGHVDUUROODQGR
HQ*LQHEUDGHVGHSULQFLSLRV GH²\DFRQWLQXDFLyQDEDQGRQyDOD
Sociedad de Naciones.

Ante la amenaza que imponía el fascismo las grandes potencias reacciona-


ron de forma diferente. La Unión Soviética, cuyos vínculos con A lemania
se deterioraron con rap idez, propuso la firma de p actos regionales de se-
guridad colect iva, con la participación de todos los países amantes de la
paz, principalmente las grandes potencias. Para facilitar la negociación de
est os acuerdos, la URSS aceptó ingresar en la Liga de las N aciones por
petición francesa, en septiembre de 1934. P ero sus propuest as para for-
malizar pactos de este tipo en la z ona del Lejano O riente y en Europa,
chocaron con la resistencia abierta de los Estados Unidos e Inglaterra, que
no querían asumir compromisos de este tipo, aduciendo desconfianza so-
bre la capacidad militar y las intenciones de la U RSS. Solamente Francia,

208
también con una p osición antis oviét ica p ero más expuesta al peligro de
DJUHVLyQQD]LVHKL]RHFR²KDVWD²GHODLQLFLDWLYDVRYLpWLFDHLQFOX
so firmó con la URSS un compromiso de ayuda mutua, que t endría poco
valor práctico, pues su cont enido se redujo a una simple declaración polí-
tica, al no estar acompañado por un acuerdo que fijara las obligaciones de
carácter militar. U n tratado similar fue firmado entre la URSS y Checoslo-
vaquia, pero se estableció la condición, por petición checo-francesa, de
que en caso de agresión a uno de los firmantes el otro no podría acudir en
su ayuda si Francia no lo hacía t ambién.

Inglat erra y los Estados U nidos rechazaron, des de el principio, la forma-


ción de un frente común para detener al fascismo y frenar sus int enciones
de dominio mundial, porque confiaban en que por su propia cuenta po-
drían controlar a Hitler y encauzar
su agresividad de acuerdo con los in-
tereses del Occident e. Esta actitud
Acuerdo naval
se tradujo en una política de contem-
porización y tolerancia, que fue bau- Como parte de su política de con-
tizada por sus progenitores ingleses cesiones , en junio de 1935, In-
con el nombre de «apaciguamiento», glaterra accedió incluso a firmar
pues se pres entaba como la única un acuerdo que autorizaba a los
forma de «apaciguar» a Hitler y de alemanes a poseer una flota na-
val equivalente a un 35 % del to-
evitar la guerra. En consecuencia, se nelaje de la inglesa en la superfi-
mantuvo un activo comercio con Ale- cie y a un 45 % de la submarina.
mania y se le permitió la aplicación
de medidas unilaterales violatorias de
los tratados de Versalles y Locarno,
como fueron la introducción del servicio militar obligatorio, la fabricación
GHDUPDV\DYLRQHV ODFUHDFLyQGHXQDIORWDGHJXHUUD²HQEXHQDPHGLGD
HVW LPXODGDSRUHODFXHUGRQDYDODQJORDOHPiQGH²\ ODPLOLWDUL]D
ción de la Renania, todo ello entre mediados de 1935 y principios de 1936.

En cuanto a los Est ados Unidos, es necesario advert ir que, durante los
años veinte y una buena parte de los treinta, la problemática europea no
era un asunt o central de su política exterior. Su at ención se concentraba
más bien en la región del Pacífico y el Lejano Orient e y, sobre t odo, en
América Latina y el Caribe, zona esta última donde fortaleció su influencia

209
con la p olítica del «buen vecino» del P residente Roosevelt, política que
renunció a la gros era y repudiada int ervención en los asuntos del
subcontinente, pero generó métodos más sutiles y efect ivos de domina-
ción. Bas te sólo señalar al res pecto que, a part ir de mediados de la déca-
da, los Estados Unidos fueron sentando las bases jurídicas y políticas para
transformar el Sistema Interamericano, promovido por ellos desde finales
del pas ado siglo, en un bloque p olítico-militar a su servicio. En lo concer-
niente a Europa, la orientación de los norteamericanos coincidía, en lo fun-
damental, con las posiciones sostenidas p or Inglaterra.

Así las cosas, el «apaciguamiento» posibilitó el rearme de Alemania y esti-


muló su agresividad, al igual que la de Italia y Japón, lo que originó una
etapa de agresiones abiertas de las tres potencias. El 3 de oct ubre de
1935, Italia invadió a la Etiopía independiente, con el objetivo de iniciar su
expansión en el norte de África. Los Estados Unidos declararon su neutra-
OLGDGHQHOFRQIOLFWRPLHQWUDV ,QJODWHUUD\ )UDQFLD²DUUDVWUDGDSURJUHVL
YDPHQW HDODSRVLFLyQLQJOHVD²SURWHVWDURQSHURDODSRVWUHVHSXVLHURQ
de acuerdo con M us solini, según los términos del pact o Hoore-Laval, que
reconocía un reajuste territorial en el África del nordeste a favor de It alia.
La agresión a Etiopía sólo p rovocó la aprobación de algunas sanciones
HFRQyPLFDV²OLPLWDFLyQGHOFRPHUFLRFRQ,WDOLDHQLPSRUWDQWHVUXEURVFRPR
HOSHWUyOHR\RWURV²HQOD/LJDGHODV1DFLRQHVVDQFLRQHV TXHIXHURQ
cumplidas por muy pocos países. Italia respondió a estas tímidas medidas
abandonando la Organización.

A p artir de la segunda mitad de 1936, Alemania e Italia ayudaron con


grandes cantidades de armas, aviones y soldados al general Franco, que
se había alz ado cont ra el gobierno republicano de F rente Popular, demo-
cráticament e elegido por el pueblo español. Como ya hemos visto con
anterioridad, las potencias occidentales no solamente permitieron la inter-
vención italo-alemana en España, sino que contribuyeron a estrangular a la
República mediante la política de «neutralidad» est adounidense y la «no
intervención» anglo-francesa, que imp idieron a los republicanos la adqui-
sición de armas y otros recursos . Es timuladas por est a actitud, Italia y
Alemania dejaron a un lado sus históricas discrepancias por las pretensio-
nes comunes sobre Aust ria y formaliz aron, en octubre de 1936, un acuer-
do de alianza, al que un poco después se sumaría Japón, lo que dio origen

210
al llamado Eje Berlín-Roma-Tokio, aparentemente dirigido en exclus iva
contra el movimiento comunista internacional, aunque en realidad se trata-
ba del reparto de papeles para el establecimiento del llamado nuevo or-
den. Después de sus cribir esta alianza, Jap ón extendió su agresión a todo
el territorio de China, acción que sólo fue condenada fuert ement e por la
URSS, que además proporcionó ay uda militar al gobierno chino, como
hacía, desde fines de 1936, en defensa de la España rep ublicana.

A pesar de sus negativos frutos, la política de «apaciguamiento» se fortale-


ció desde mayo de 1937, cuando fue designado Primer M inistro de Ingla-
terra el conservador Neville Chamberlain, partidario acérrimo del entendi-
mient o con Hit ler a cos ta de otros países . En Francia también se hicieron
del poder los part idarios de esa línea de conducta, tras el fracaso del go-
bierno del Frente P opular, triunfador en las elecciones de febrero de 1936.
Desde entonces, con el gobierno del Part ido Radical, la política francesa
se encadenó a la ingles a, perdiendo su independencia de actuación. Poco
des pués de llegar a su cargo, Chamberlain le hizo saber a Hit ler que In-
glaterra y Francia no pondrían repa-
ros a una revisión del Tratado de
Planes del Anschluss
Versalles respecto a Austria, Che-
coslovaquia y Polonia, siemp re que
/DKLVWRULDHQWHUDGH$XVWULD±PD se hiciera de forma negociada y con
nifestó Hitler± constituye un acto la garantía alemana de respetar en el
ininterrumpido de alta t raición. futuro los intereses de las potencias
Eso fue en el pasado y no ha me- occidentales. H itler no respondió a
jorado en el presente. Es ta para-
doja his tórica tiene forzosamen-
la proposición de Chamberlain, pero
te que ll egar a un final que debió comprendió que tenía las manos li-
haber llegado hace mucho tiem- bres para actuar por su cuenta, pues
po. Y puedo decirle, aquí y aho- en el peor de los casos Francia e In-
ra, Herr Schuschnigg, que estoy glaterra sólo se limitarían a protestar
absolutamente res uelto a que ter-
mine todo esto. El Reich alemán
es una de las grandes potencias El 11 de marzo de 1938, Hitler rei-
y nadie levantará su voz si él arre- teró públicament e su decisión de
gla a su m odo sus probl emas anexarse Aust ria y de unir «bajo un
fronterizos. solo techo» a los alemanes dispersos
Alan Bullock: Hitler, p. 457. en otros países. En la madrugada del
siguiente día, fue ocupada Austria y

211
convertida en provincia alemana. Esta grave acción, que violaba el T rata-
do de Versalles y sentaba un funesto precedente, apenas fue censurada
por Londres, París y Washington. Tampoco se produjo una actuación enér-
gica de la Liga de las Naciones, la que de acuerdo con el tratado imp uesto
a A lemania debía garantiz ar la indep endencia austriaca. U na declaración
soviética, que alertaba acerca del p eligro que s e cernía sobre Europ a a
partir de ese momento y llamaba con urgencia a actuar colectivamente
frente a los agresores, no encontró eco en los gobiernos de las p otencias
occidentales, atemorizados por el rearme alemán.

Poco después de la anexión de Aus-


tria, Hitler exigió la incorporación Planes sobre Checoslovaquia
de los s udetes, región occidental de
Checoslovaquia con una parte s us- El generalísimo de la Wehrmacht,
24 de junio de 1937.
tancial de población alemana. El go- Importante asunto s ecreto del
bierno inglés trató ens eguida de uti- mando.
liz ar a los sudet es p ara llegar al tan ...La met a final es un at aque es-
ansiado entendimiento conAlemania. tratégico preparado s istemát i-
Con ese objetivo, Chamberlain se camente contra Checoslovaquia
en tiempo de paz, que el imine al
ent revis tó con Hit ler, el 15 de s ep- instante sus fortificaciones, coja
tiembre de 1938. En aquella reunión a su ejército todavía en período
se decidió el futuro de Checoslova- de movil ización y lo des truya y,
quia. Allí se acordó que Inglaterra y aprovechando la división existen-
te en el país, fuerce su rendición
Francia «convencerían» al gobierno
en breve tiempo.
checo para que cediera a los alema-
nes el territorio de los sudetes . A
cambio, Hit ler s e comprometió a
resp etar la integridad del resto de Checoslovaquia y a firmar tratados de
no agresión con Inglaterra y Francia, o sea, a no formular en el fut uro
reivindicaciones que afectaran los intereses de ambas potencias. Sin el más
mínimo pudor Inglaterra y Francia sacrificaron a Checos lovaquia, aliada
de los franceses y cercana amiga de los ingleses, para lograr sus objetivos.
Por su p arte, los temerosos gobernant es checoslovacos cedieron cobar-
demente a la presión anglo-francesa, desestimando el ofrecimiento de ayuda
soviética y la opinión de su propio pueblo.

212
La Co nferenci a de Muni ch. Sus a cuerdos no frenar on los p lanes exp ansionist as de Hi tler,
a pes ar de los compromiso s contraíd os con la s potencia s occident ales.

La mons truosa consp iración se consumó oficialmente en el Tratado de


M unich, rubricado el 29 de sept iembre, en la cap ital de Baviera, en una
conferencia en la que participaron Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. El
acuerdo de M unich rep resentó el moment o culminante de la política de
«apaciguamiento». Los dirigentes de las potencias occidentales habían lo-
grado finalmente un entendimiento con Alemania y estaban convencidos de
que en lo adelante Hitler trataría de satisfacer sus apetitos expansionistas
con el vast o espacio del Este europeo. Dicho de otra manera, se emp uja-
ba a Alemania a una casi inevitable guerra con la Unión Soviética, que sólo
podría concluir con la dest rucción o el debilitamiento extremo de ambos
contendientes , según los cálculos de los «apaciguadores», aunque és tos
presentaron públicamente el acuerdo como un triunfo de la paz. Churchill,
sin embargo, censuró en duros términos aquel acuerdo, al intervenir en la
Cámara de los Comunes , unos días después de la conferencia.

Pero los planes de Hitler eran otros y muy pronto demostró que no estaba
dispuesto a respetar los compromisos contraídos en M unich. El 15 de marzo
213
de 1939, las t rop as alemanas ocuparon toda Checoslovaquia y la
desintegraron. La parte occidental fue incorporada al territorio alemán como
un protectorado. Una p arte de Eslovaquia fue entregada a Hungría, aliada
de Alemania, y en el resto se creó un Estado títere con los profascistas del
patio. El día 22, fue ocupado el puerto lituano de Klaipeda, en el Báltico.
El día 24, Hitler exigió a Polonia la entrega de Danzing y de todo el territo-
rio del llamado pas illo polaco. Ese propio día, Alemania proclamó el dere-
cho a recuperar sus antiguas colonias . M ussolini, por su parte, reclamó a
Francia varios territorios en disputa y a principios de abril ocupó Albania,
que desde hacía varios años era una especie de protectorado italiano.

El fracaso de M unich tuvo honda repercusión en los países occidentales. El


rechazo a la política muniquens e se fue generalizado rápidament e en la
población. Se hizo evidente que su continuación representaría el suicidio
político de sus sost enedores . En esas circuns tancias, el 31 de marzo,
Chamberlain declaró que Inglaterra garantizaría la independencia de Polo-
nia y estaba dispuesta a prestarle ayuda, si era objeto de agresión y oponía
resistencia. El Primer M inistro francés, Edouard Daladier, hizo una declara-
ción análoga. Esta garantía se hizo extensiva después a Rumania, Turquía y
Grecia. Al mismo tiempo, ambos gobiernos aceptaron, por fin, iniciar con-
versaciones con la Unión Soviét ica, encaminadas a elaborar un pacto de
ayuda mutua para garantizar la seguridad colectiva de Europa, algo que,
como ya hemos visto, habían rechazado durante varios años.

Pero los hechos demostraron enseguida que esta actitud de las potencias
occidentales no era sincera. Se trató en realidad de una maniobra p ara
engañar a la op inión pública y para tratar de conseguir p or otros medios
los objetivos de siempre. Por es o precisament e, las conversaciones en
M oscú se prolongaron innecesariamente y condujeron al fracaso. Hoy se
conoce con precisión, a través de las actas taquigráficas de las reuniones
del gabinete inglés, que se enviaron a M oscú delegaciones de bajo nivel,
con instrucciones de proceder con lentitud. Para dilatar las negociaciones
los delegados occident ales, especialmente los británicos, rechazaban asu-
mir cualquier comp romiso concret o y acudían a reiteradas consultas con
sus respectivos gobiernos.

M ientras tanto, en Londres y en Berlín se desarrollaban conversaciones


secretas, en las que participaban funcionarios de alto nivel de los respecti-
214
vos gobiernos. Se evidenciaba así que Inglaterra no había renunciado a sus
planes de entendimiento con H itler, a pesar del fracaso de M unich. Para
lograr su propósito, Inglaterra llegó a proponer al régimen nazi «planes de
colaboración anglo-germana de largo alcance» en Europa y en ot ras re-
giones, que se traducían en un repart o de esferas de influencia, s egún el
cual Alemania s ería la p otencia do-
minante en el Continent e, con dere- Churchill y el acuerdo
chos p referenciales sobre la Europa con la URSS
Sudoriental, en tanto Inglaterra y
Francia continuarían como dueñas, «No puede caber dudas, incl u-
so a la l uz de la perspectiva his-
en lo fundamental, de sus respecti- tórica, de que la Gran B retaña y
vos imperios coloniales. Francia deberían haber acepta-
do las propuest as rusas . Pero
Hitler, sin embargo, no se animaba a Mr. Cham berlaim parecía encan-
entenders e con Inglaterra. Alemania tado por el enigma de la esfinge.
Cuando los acontecimientos se
quería más de lo que se le ofrecía, desarrollaron con tal rapi dez y
pretendía el dominio mundial. Poco abundancia com o ocurri ó en
después de la ocupación de Checos- aquel ti empo, lo más acertado es
lovaquia, el Führer había decidido dar consecuentemente un paso
que la guerra comenzaría p or Polo- tras otro. La alianza de Inglaterra,
Francia y Rusia en 1939 habría
nia y luego se extendería al Occiden- despertado la más profunda alar-
te. Sólo tras la consolidación del ma en el corazón de Alemania, y
dominio germano en las zonas occi- nadie puede probar que l a guerra
dentales se atacaría a la Unión So- no habrí a sido evitada entonces.
viética. Alemania no quería combatir El paso siguiente podría haber
sido emprendido existiendo su-
en dos frentes s imult áneament e, perioridad de fuerzas de los alia-
como había ocurrido en la guerra del dos. La diplomacia habría recon-
14, y para evitarlo, desde principios quistado la iniciativa. Hitler no
de 1939, Hitler insinuaba a la direc- podría haberse permitido ni em-
barcarse en una guerra en dos
ción soviét ica su deseo de mejorar
frentes, que con tanta fuerza con-
las relaciones bilaterales y firmar un denó siempre él mismo, ni permi-
acuerdo de no agresión. A lemania tir un fracaso. Es una lástima que
propuso acuerdos similares a Norue- no fuera colocado en tan difícil
ga y Suecia, que los rechazaron; y a situación...»
Dinamarca, Estonia y Letonia, que los En: I. M aiski, ¿Quién ayudó a
firmaron entre mayo y junio. El go- Hitler? Ed. Progreso, Moscú.
bierno soviét ico, según posteriores

215
comentarios de Stalin, s abía p erfectamente que un arreglo con Alemania
significaría el comienzo de la guerra. Por eso actuaba con cautela y dejaba
sin respuestas las reiteradas proposiciones de Berlín para mejorar las rela-
ciones, formuladas con más insistencia a partir de mayo. Acerca de la po-
sición de la URSS en este sentido, son reveladoras las siguientes p alabras
contenidas en una not a enviada por el embajador alemán en M os cú a su
cancillería, el día 4 de agosto, según consta en la página 390 de la recopilación
de documentos del M inisterio de Asuntos Exteriores de Alemania, publicado
por la Editorial Progreso: «Tengo la impresión de que, actualmente, el go-
bierno soviético está decidido a concertar un tratado con Inglaterra y Fran-
cia si éstas cumplen con los deseos soviéticos».

Todo parece indicar que durante cuatro meses la Unión Soviét ica hizo
not ables esfuerzos para evitar el fracaso de las negociaciones con Ingla-
terra y Francia, aunque conocía la exist encia de los contactos secret os
anglo-germanos y s uponía que las conversaciones en M oscú eran ut iliza-
das por los gobernantes ingleses para presionar a Hit ler y llevarlo a un
entendimiento, a un nuevo M unich, que tendría necesariamente una orien-
tación antisoviética, para lo cual incluso estaban dispuestos a posibilitar el
tránsito de los alemanes a través de Polonia, abandonando su compromiso
con aquel país. Los gobernantes soviéticos es taban persuadidos acerca de
que un acuerdo político-militar de ayuda mutua de la URSS con aquellas
pot encias era la última pos ibilidad para salvar la p az y era lo que más
convenía a todas las partes involucradas en las conversaciones. Pero al
final los ingleses, tras múltiples pretextos y maniobras dilatorias, se nega-
ron a firmar un acuerdo militar, escudándose en la p ostura del gobierno
polaco de no permitir el uso por los soviéticos de su espacio aéreo y terres-
tre, lo que era impres cindible pues la URSS no tenía fronteras con Ale-
mania. En el p eríodo final de las negociaciones, los franceses, asustados
por el curso de los acontecimientos internacionales, adopt aron una posi-
ción más flexible, p ero ellos solos poco podían hacer para cambiar las
cos as.

En general, las fuerzas conservadoras europeas, incluida la Iglesia, apoyaron


la actitud de Inglat erra y F rancia. En el caso de la Iglesia, el Pap a Pío XI
temía que una alianza con las dos democracias occidentales diera a la URSS
la oportunidad de ocupar un lugar más importante en la diplomacia europea.

216
Pero hubo políticos, incluso invet erados anticomunis tas como Winston
Churchill, que adoptaron una posición realista y respaldaron la concertación
de un acuerdo con los s oviéticos.

En el verano de 1939, la situación de la U RSS era extremadamente com-


plicada, estaba exp uesta a un grave peligro. Si continuaba indefinidamente
y sin resultado alguno las conversaciones con el Occidente, corría el riesgo
de que Hitler se entendiera finalmente con Inglaterra y Francia y comenza-
ra la guerra contra ella, t ras liquidar a Polonia; guerra a la que con t oda
seguridad se sumaría Japón, que durante 1938 y en los primeros meses de
1939, con el beneplácito de los ingleses, había combatido contra los so-
viéticos en el Lejano Oriente, zona ambicionada por los nipones. En esas
circunstancias, el 21 de agosto de 1939, asumiendo que las negociaciones
con las pot encias occidentales habían llegado a un callejón sin salida, la
URSS decidió cancelarlas y aceptar el ofrecimiento alemán. Dos días des-
pués, se firmó el Trat ado Germano-Soviético de N o Agresión, por el que
ambas partes se comprometían a mant enerse al margen ante un conflicto
con terceros países. En las conversaciones correspondientes, Alemania se
comp rometió además a influir sobre Japón para que cesara su actitud de
hostilidad hacia la URSS, lo que efect ivamente ocurrió.

Este acuerdo, que indiscutiblemente representó un giro de 180 grados en


la p olítica soviética con relación a Alemania y sus aliados, alejó la guerra
durante casi dos años y le permitió a los soviéticos fortalecer su capacidad
militar, lo que sería de vit al importancia a part ir de mediados de 1941,
cuando finalmente se produjo la agresión germana. Si todo hubiera quedado
ahí, es decir, si sólo se hubies e tratado de un compromiso de no agresión,
aquel pas o tendría una jus tificación histórica; pero la inclusión en dicho
tratado, al parecer a p etición de la URSS, de un prot ocolo adicional se-
FUHWR²VHUtDFRQRFLGRHQGHWDOOHVPXFKRVDxRVGHVSXpVDXQTXHVHVDEtD
GHVXH[LVWHQFLD²VHJ~QHOFXDODPEDVSRWHQFLDVVHUHSDUWLUtDQD3 RORQLD
y a otras regiones del sudes te europ eo, no p uede ser justificado en modo
alguno. Fue aquel un act o indecente, normal en el caso de la A lemania
fascista, pero totalmente inadmisible en correspondencia con la ética y los
princip ios del socialis mo. Dicho acuerdo dañó mucho el pres tigio de la
URSS, de la causa que ella representaba y del movimiento comunista in-
ternacional y le proporcionó argumentos a sus enemigos para pres entar a

217
los soviéticos como responsa-
bles del estallido de un conflic- Pacto germano-soviético
to, que en gran medida fue el
Artículo I. Las dos partes contratantes
result ado de la p olítica de tole- se comprom eten a abstenerse de reali-
rancia y conces iones practica- zar una contra otra todo acto de violen-
da por las potencias occiden- cia, toda acción agresiva y todo ataque,
tales en relación con Alemania tanto individualmente como en unión de
otras potencias.
y sus aliados. Artículo II. Caso de que una de las par-
tes contratant es fuera objeto de agre-
En los últ imos días de agost o, sión por una tercera potenci a, la otra
todo el mundo es taba s eguro parte cont ratante no apoyará en forma
de que la guerra es tallaría de alguna a est a potencia.
Artículo III. Los gobiernos de ambas par-
un momento a otro. No obs- tes contratantes mantendrán en el futu-
tante, entre el 28 y el 31 de ese ro un contacto continuo a efect os de
mes, se ensay aron sendos in- consulta, con objeto de inform arse recí-
tent os para evit ar la inmediata procam ente de cues tiones que afecten
conflagración. P or una p art e, a sus intereses comunes.
Artículo IV. Ninguna de las dos partes
M ussolini int entó en vano la contratant es se adherirá a ninguna agru-
convocatoria de una conferen- pación de potencias contrari as directa
cia internacional para posponer o indirectamente, a la ot ra parte.
el inicio de las hostilidades, Protocolo adicional secreto:
actitud que respondía al hecho
(...) La cuestión de si a ambas partes les
de que Italia no se sentía aún
parece apetecible la continuación de Po-
suficientemente preparada para lonia como Estado independiente y los
sumarse al conflicto y, por otra, límites que habrían de ser fijados a este
el Reino Unido trat ó de propi- Estado, podrá ser dilucidada definitiva-
ciar una reunión de los gobier- mente en el transcurso de la ulterior evo-
lución política. De todos modos, ambos
nos p olaco y alemán con el gobi ernos s olucionarán es ta cues tión
objet ivo de resolver las dife- por la vía de un entendimiento amistoso.
rencias mutuas y superar los in- 3. Con respecto al sudeste de Europa, la
cidentes fronteriz os, a los que parte sovi ética manifiesta claramente su
interés por Besarabia. Alemania declara
Alemania aludía constantemen- desint eresars e polít icament e de es te
te para justificar sus amenazas territorio.
contra P olonia. Pero ello resul- 4. Este protocolo será consi derado ab-
tó inútil ante la firme decisión solutament e secreto por ambas partes.
de Hitler de comenzar la guerra (23 de agost o de 1939).
y en la madrugada del 1 de

218
Stali n (centr o), Ribbe ntrop (d erecha) y Molotov (izquie rda),
tras la firma del pac to germa no-sovié tico.

septiembre las tropas germanas penetraron en el territorio p olaco. Co-


menzó as í la Segunda G uerra M undial, cuyo desarrollo y desenlace ori-
ginarían profundas transformaciones en los países que en ella p articipa-
ron y en el conjunto de las relaciones int ernacionales.

En esencia, la Segunda Guerra M undial fue el punto más alt o de la crisis


interimperialista que estalló en 1914 y que no había sido res uelta comple-
tamente p or los tratados de paz de 1919. Los acuerdos políticos logrados
en la Conferencia de París y la Sociedad de las Naciones resultaban muy
frágiles, p or lo que los conflictos de intereses que habían p rovocado la
primera guerra seguían vigentes . Fue una guerra total, debido a que los
beligerantes emplearon no sólo todo su potencial militar, sino también sus
recursos económicos y políticos. La lucha comenzó siendo europea y ter-
minó como un conflicto mundial, en el que participaron, de uno u otro
modo, 61 naciones de todos los cont inent es, que representaban las t res
cuartas partes de la población del O rbe. Durante la cont ienda fueron mo-
viliz ados como combatientes algo más de 110 millones de personas , más
de la mitad de los cuales procedían de la U nión Soviética, A lemania, los
Estados Unidos e Inglaterra.

219
ARMAS Y TÁCTICAS

En la Primera Guerra M undial se habían impuesto las armas defensivas:


fusiles, ametralladoras, minas, que explican la estabilización de los frentes,
las trincheras. En la segunda, el predominio fue de armas ofensivas, con lo
que las campañas se caracterizaron por su extraordinaria movilidad. El
protagonismo lo desempeñaron el avión, que permitía la utilización de tro-
pas aerotrans portadas y podía destruir la ret aguardia o las ciudades ene-
migas, y el tanque, dotado de cañones cada vez más poderosos, ante cuyo
empuje s e hundían todos los sistemas defensivos es táticos. Todas las de-
más armas se trans formaron para hacer frente a estas dos fundamentales;
se dotó a la infantería de s ecciones de ametralladoras ant iaéreas, trans-
SRUWDGDVHQFDPLRQHV\VHLQVWDODURQPLQDV±XQFDPSRFRQWLQXRGH ki-
OyPHWURVVHH[WHQGLyIUHQWHD0 RVF~²\RWURVSURFHGLPLHQWRVDQWLWDQTXHV
Por otra parte, se señaló una cierta supremacía de las armas de tiro curvo,
como los morteros.

El submarino constituy ó un elemento importante de la guerra naval, pero


no res ultó su actuación tan definitiva como en 1914, porque se encontra-
ron sistemas de lucha contra él, como las minas submarinas y las cargas de

Avione s y tanque s constitu yeron las armas básic as del con flicto. A la izquier da, un
grabado de av iones Stuka atacando un co nvoy naval británico. A la derecha, las
P anzerdivisione n germanas avanzan vertiginos amente a través de las Ardena s belgas, hacia
la c apital france sa, en una ma niobra sorpre ndente. Los mariscal es Von Manste in y
Guderia n han dejado en sus libro s de memorias sobre el con flicto notab les páginas s obre la
revolució n que para el arte de la guerra supu so la utilización de estos ingenios bélicos.

220
profundidad. Un papel más importante en el mar lo desempeñaron los por-
taaviones, que permitían la combinación de la aviación y la marina. Hitler,
sin embargo, subestimó la importancia de los portaaviones, considerándo-
los ins ervibles ant e los ataques de los submarinos. La aviación se destacó
como el arma decisiva en todos los escenarios, incluso en la guerra
oceánica. Los aviones no sólo eran bombarderos, que podían destruir las
líneas de comunicaciones adversarias, s ino que en muchos momentos los
paracaidistas trans portados por ellos eran capaces de cambiar la suerte de
una batalla.

En una fase avanzada de la contienda, cuando el t anque había perdido


gran parte de su supremacía y se había est ablecido un cierto equilibrio en
el aire, aparecieron las armas autop ropulsadas, como las bombas volantes
V-1 y V-2 que, catapult adas des de rampas de lanz amiento en la costa
meridional del Canal de la M ancha y en Holanda, cayeron sobre Londres,
des de mediados de 1944. Poco antes habían ent rado en acción las famo-
sas katiuskas soviéticas, que al principio sembraron el pánico en el campo
enemigo En agosto de 1945, apareció la poderosa arma atómica, arrojada
inneces aria y criminalmente sobre
Japón por parte de los Estados Uni-
dos, con el pretexto de promover la
rendición de aquel país, que ya prác-
ticamente est aba vencido.

La guerra adquirió dimensiones nue-


vas . Con el uso mas ivo de la avia-
ción los civiles alejados del frente
est aban exp uest os a los rigores del
conflicto como si estuvieran en pri-
mera línea. D irigir la guerra se hizo
algo muy complicado. Las divis io-
nes se cont aban por cent enares, las
líneas de comunicación con el fren-
te adquirieron una mayor compleji-
Flotilla de submarinos alemanes.
dad, era necesario calcularlo todo
Estas naves hundieron 2 603 barcos aliados con exactitud, organizar los abas-
de t odo tipo entre 1939 y 1 945. tecimientos, mantener el ritmo de
221
Vist a interi or de la « línea Maginot » , forma da por túneles, campos de mina s y bunk ers,
y que resultó inútil an te la mani obra envo lvente de la Wehrmacht.

producción imprescindible, et c. As í nació una rama de la ciencia militar


llamada logística. Por otra parte, la renovación del armamento implicó la
de las táct icas . La guerra mecanizada p ermitió nuevas p osibilidades de
cerco, de bolsas, de maniobras envolventes; mientras hizo inútiles las
fortificaciones lineales de t rincheras, como fue el caso de la conocida línea
francesa M aginot, durante la guerra del 14. Según cuenta en sus memorias
el general Charles de Gaulle, la confianza en la línea M aginot influyó nega-
tivamente en la estrategia militar del país y contribuyó a hacer de la pasivi-
dad el primer principio de la defensa nacional.

La primera fase: la supremacía del Eje

El viernes l de septiembre de 1939, a las 4 horas y 45 minutos , el ejército


alemán se lanzó sobre Polonia, poniendo en práctica el llamado Plan Blan-
co. El número de tropas alemanas y polacas era prácticamente s imilar.

222
Hit ler envió un millón y medio de
soldados y los p olacos es peraban Parte de guerra alemán No. 1
reunir un p oco más de esa cifra. Sin
embargo, los alemanes contaban con Berlín, 1 de septiembre de 1939.
seis divisiones acorazadas y cuatro Por orden del Führer, coman-
mot oriz adas ; mientras los p olacos dante s upremo de l as fuerzas
sólo disponían de una brigada aco- arm adas , la Wehrmacht ha as u-
raz ada, una motorizada y algunos mido la protección acti va del
Reich. En cumplimi ento de la
batallones de carros de combate. En
mi sión encomendada, para po-
el aire la superioridad germana era ner freno a la potencia polaca,
aplastante: 1 600 aviones modernos est a mañana uni dades del ej ér-
contra unos 900 aparatos, en su ma- cit o al emán han pas ado al con-
yoría obsoletos. La es trategia pola- traataque en l as front eras ent re
ca consist ía en una rígida defensa de Alemania y Polonia. Grupos de
toda la frontera y preveía varias se- la Luft waffe han em prendido el
vuelo para atacar obj etivos m i-
manas de escaramuzas preliminares. litares en Polonia. La marina de
Pero ambos cálculos res ultaron in- guerra ha asumido la protección
correctos. En la madrugada del día 1, acti va del m ar Bált ico.
oleadas de bombarderos alemanes
atacaron las líneas férreas y bloquea- Tomado de: Enciclopedia
ron la movilización polaca, que apenas Encarta de 2006
pudo agrupar 6 divisiones de infan-
tería y 8 brigadas de caballería. En
los cuatro días siguientes , los alemanes desplegaron (des de Prusia Orien-
tal y Silesia), de forma simultánea, fuerzas acorazadas, aviación e infante-
ría y mediante un movimiento en forma de pinz a envolvieron al enemigo.
En ello consistió la Blitz krieg o guerra relámpago.

Los alemanes rodearon Varsovia entre el 8 y el 10 de s eptiembre, blo-


queando a las fuerzas polacas al oeste de la capital. El día 17, un segundo
y más profundo movimiento envolvent e se cerró cerca de Brest. Polonia
estaba p rácticamente vencida. Ese mismo día, el Ejército Rojo penetró en
las fronteras polacas y ocupó los territorios de Ucrania y Bielorrusia occi-
dental. Rusos y alemanes s e encontraron en Brest-Litovsk, en el mismo
lugar donde veintiún años antes se firmara la capitulación rusa ante Alema-
nia. Stalin justificó la acción señalando que no podía dejar a merced de los
ocupantes a los pueblos de estas regiones, que hasta 1920 habían pertenecido

223
El 1 de sep tiembre de 19 39, los soldad os alemanes ro mpen la s seña les y l as barr eras
de la fronter a polaca. Así come nzó la S egunda Gu erra Mun dial.

a Rusia. En realidad, ello era previsible en virtud del inmoral e injustificable


protocolo secreto del pacto germano-soviético, firmado en agosto de 1939,
que práct icamente p ermitía a la URSS alcanzar las fronteras del antiguo
imperio zarista. El 28 de sep tiembre Polonia se rindió formalmente. Ese
mismo día, se firmó en M oscú el trat ado «germano-soviético de amistad y
de fronteras», que cons agró la desaparición del Estado polaco y delimitó
las zonas de ambos ocupantes, ahora convertidos en aliados. Se produjo
de esta manera el cuarto y último reparto de la nación p olaca, a la que aún
le estaban reservados grandes sufrimientos, incluy endo el exterminio en
mas a de una parte considerable de su población, p articularment e la de
origen judío.

¿Cuál fue la actitud de las potencias occidentales ante la guerra contra


Polonia? Es tados Unidos se declaró neutral, esperando sacar p rovecho
del conflicto, según se deduce de los comentarios oficiales y de la prensa

224
norteamericana, que no ocultaban su
La Guera Relámpago
júbilo por los beneficios que la guerra
«La máquina de guerra de Hitler
rep ortaría a la economía. Son ilus-
había evidenciado en sól o una trativas al respecto las declaraciones
semana de la campaña de Polo- de políticos, analistas y empresarios
nia el retraso de la concepción recogidas en el periódico The New
bélica de las potencias occiden- York Times durant e septiembre y
tales. Habíamos asistido a una
exhibición perfecta de la Blitzkrieg
oct ubre. Henry Ford, por ejemp lo,
(guerra relámpago) moderna, ba- consideraba que EE.UU debía p ro-
sada en la estrecha cooperación porcionar a ambos bandos los me-
del ejército y la aviación, el vio- dios para seguir combatiendo hasta
lento bombardeo de todas las co- que se destruyeran y esta opinión se
municaciones y, sobre todo, el
irresisti ble em puje de grandes
compartía por influyentes personali-
columnas blindadas. No habrían dades. Pero la s ituación de Inglate-
se ser los polacos los úl timos en rra y F rancia era más compromet i-
conocer semejante experiencia». da, ellas habían «garantizado» la
Winston Churchill: Memorias, indep endencia polaca. Durante dos
Vol. II, Ed. Progreso. días, ambas potencias realizaron ges-
WLRQHV²GLUHFWDPHQWH\DWUDYpVGH
)UDQFR\GH0 XVVROLQL²SDUDOOHJDU
a un acuerdo con Hitler, pero la intrans igencia del Führer las obligó a de-
clararle la guerra, el día 3 de s ept iembre. Sin embargo, s e t rat ó de un
acto formal, más bien encaminado a p resionar a los alemanes para con-
seguir un entendimiento, pues no tenían intenciones de combat ir y no lo
hicieron.

Si los franceses y brit ánicos hubie-


ran lanz ado una ofens iva en la
Renania, corazón industrial de Ale- Repartos de Polonia
PDQLD\VXWDOyQGH$TXLOHV²VHJ~Q
H[SUHVLyQGHOSURSLR+LW OHU²pVWH Poloni a fue repartida ent re R u-
sia, Austria y Prusia en 1772, 1793
hubiese tenido que combatir en dos y 1795, ocasión esta últ ima en
IUHQWHV²SDUDORTXHQRHVWDEDSUH que fue dis uelt a, y permaneció
SDUDGR²\3 RORQLDKDEUtDSRGLGR 125 años bajo dominio extran-
resistir. Pero hasta abril del siguiente jero, hasta su renacimi ento en
año, las tropas francesas permanecie- 1918.
ron inactivas det rás de la Línea

225
M aginot y tampoco combatió la fuerza expedicionaria británica enviada al
Cont inente. Salvo en el mar, donde los submarinos alemanes asediaban a
las naves mercant es y la marina inglesa había imp uesto el bloqueo a Ale-
mania, fue tan escasa la actividad militar en es te período que ha pasado a
la historia con el calificativo de «guerra extraña» o de «guerra boba», se-
gún la llamaron los franceses. Con su p asividad los aliados occidentales
evitaban provocar a H itler, conservando la esperanza de que és te ext en-
diera el conflicto a otros escenarios. Por aquellos tiempos llegó incluso a
suspenderse la prop aganda antinazi en Inglaterra y Francia y en el caso de
esta última se reprimió a las fuerzas
que exigían un cambio de actitud de
las autoridades . Sin embargo, el Importancia del Ruhr
mando alemán aprovechó aquellos
mes es p ara organizar la invasión al En varias ocasiones Hitl er mani-
Occidente. festó a s us generales que el éxito
de la campaña de Polonia y el
M ientras tanto, est alló la guerra en- curso posterior de la guerra de-
pendían de la seguridad del Ruhr,
tre Rusia y Finlandia. Por exigencias donde se concentraba el grueso
de M oscú, durant e casi dos meses de la producción militar alemana.
ambos p aíses habían realizado ne-
gociaciones en las que la URSS pre-
tendía un trueque de territorios y el
arriendo de otros, argument ando la neces idad de fort alecer la seguridad
de Leningrado (actual San P etersburgo). Pero ant e la firme decis ión
finlandesa de no sacrificar su integridad territorial en función de la seguri-
dad preventiva de su gran vecino, la Unión Soviética des encadenó la con-
frontación el 30 de noviembre. Cierto es que Finlandia tenía entonces un
gobierno antisoviético y también es cierto que la URSS temía por su debi-
lidad en aquella zona; pero es tas raz ones no justificaban este paso de un
país de más de 150 millones de habitantes contra otro, igualmente inde-
pendiente y soberano, de apenas 4 millones.

Al margen de la polémica actuación de la U RSS, es neces ario s eñalar que


el conflicto fue intensamente utilizado por el Occidente para alejar la guerra
hacia otro escenario y para buscar una conciliación de intereses con Ale-
mania sobre una base antisoviética. Inglaterra y Francia, con el apoy o de
Estados Unidos, se propusieron enviar ayuda militar a Finlandia y prepa-

226
raron incluso planes de intervención
La Línea Mannerheim
militar por el norte y el sur de la
URSS. Según cuenta en sus memo- Era un conj unto de fort ifica-
rias el general De Gaulle, por aque- ciones militares situadas en el ist-
llos días en los círculos políticos y mo de Carelia, en la frontera con
militares frances es se pensaba más la URSS, apenas a 40 kilómetros
en una guerra contra la U RSS que en de Leni ngrado.
combat ir a los alemanes. Sin embar-
go, no se pudo enviar una fuerza ex-
pedicionaria a Finlandia porque Suecia y N oruega se negaron a permitirle
el paso. A p rincipios de febrero de 1940, des pués de una errática act ua-
ción, las tropas soviéticas, no sin grandes es fuerzos, forzaron la famosa
Línea M annerheim y el gobierno finés tuvo que aceptar las demandas de la
Unión Soviética, según el tratado firmado el 12 de marz o de aquel año. La
cuestionable guerra contra Finlandia le costó a los soviéticos más de 200 mil
bajas, 48 745 muertos y 158 mil heridos.

Por su parte, en febrero de 1940, Alemania tenía listo el plan de invasión a


Francia, que recibió el nombre de Plan Amarillo. Pero aconsejado p or sus
generales, Hitler decidió ocupar primero a Dinamarca y Noruega, impor-
tantes por sus riquezas minerales y como bases para la aviación y la marina
alemanas en el M ar del Nort e. La llamada operación Weser comenzó el
12 de abril. Dinamarca no ofreció resistencia y la que opuso Noruega, con
una tardía y simbólica ayuda anglo-francesa, fue quebrada con rapidez. En
el escenario noruego se produjo el primer verdadero choque entre las fuerzas
terrestres de Alemania y las de Inglaterra y Francia, después de siet e me-
ses de guerra, aunque dicho enfrentamiento fue breve por la pronta retira-
da de los aliados. En la ocupación de Noruega los nazis cont aron con la
ayuda del mayor Vidkun Quis ling, que había s ido ministro de Defensa del
país y suministró importantes informaciones. Quisling era líder del National
Samling, un pequeño partido de inspiración fascis ta, que mantenía estre-
chas relaciones con Hitler. Desde entonces, se acuñó internacionalmente el
calificativo de quisling para designar a los gobernantes títeres nombrados
por una potencia extranjera y a su servicio.

El 10 de mayo, después de terminada la breve campaña de Noruega, se


inició la invasión del Occidente.Ambos bandos disponían aproximadamente

227
del mismo número de tropas (136 divisiones germanas contra 133 aliadas)
y carros de combate, con cierta superioridad alemana en la aviación. No obs-
tante, la ventaja decisiva de los alemanes cons istía en que habían prepara-
do sus movimient os detalladamente; mientras que los aliados anglo-fran-
ceses tuvieron que improvisar su est rategia, pues carecían además de un
mando unificado. Est a falta de preparación fue el resultado de la miope
política de apaciguamiento seguida p or estos gobiernos, que al final se
volvió contra ellos. El fracaso de dicha p olítica p rovocó la sustitución de
Chamberlam y el nombramiento de Churchill, part idario decidido de la
lucha contra Alemania, al frente del gobierno inglés , recién comenzada
la invasión de Alemania.

En la madrugada del 10 de mayo, las tropas aerotransp ortadas alemanas


llegaron a Bélgica y H olanda para apoderarse de aeropuertos, puent es y
fortalezas. El ejército holandés se rindió cuatro días desp ués. Ese mismo
día, el grueso de las fuerzas germanas p artió de las Ardenas (en una ope-
ración inesp erada) por la retaguardia de los ejércitos británicos y france-
ses que apoyaban a las t ropas belgas en dirección a la cos ta. En p oco
tiempo fue ocupada Bélgica, mientras las tropas alemanas avanzaban pro-
fundamente en territorio francés. Hacia el 26 de mayo, franceses e ingleses
fueron empujados hacia la costa, cerca de la play a de Dunkerque, por
donde pudieron embarcarse precipitadamente más de 330 mil hombres,
ent re ellos cerca de 90 000 franceses . Ello fue p osible porque el general
Gerd von Rundst edt t rasmitió la orden de mant enerse a dist ancia. ¿Por
qué Hitler impartió esa orden? Según cuenta en su diario el general Halder,
jefe de su Estado M ayor, en esos días el Führer estaba muy nervios o y
quizás sufrió un titubeo, una depresión típica de su carácter inestable. Pero
también es probable y mucho mas verosímil, como sostuvieron algunos de
sus cercanos colaboradores, que Hit ler quis iera tener un gesto con los
ingles es para inclinarlos a abandonar la lucha.

De todas formas, después del desastre de Dunkerque, la derrota de Fran-


cia era un hecho. En esas circunstancias, el 10 de junio, M ussolini no quiso
esperar más (aunque Italia no estaba aún s uficientemente preparada) y le
declaró la guerra a los aliados para poder particip ar en el reparto del bo-
tín, invadiendo a F rancia por la frontera de Saboya. Ese día el gobierno
francés huyó de la capital y 48 horas después la proclamó ciudad abierta,

228
Cerr ando el cerco en torno a Dunker que.
Las fl echas indica n el movimie nto de los e jércitos ale manes.

ordenando pasar p or las armas a quien ofreciera resistencia a los invaso-


res; inaudito acto que se jus tificó con el supuesto deseo de evitar destruc-
ciones. El 17 de junio, el anciano y profascis ta mariscal Pétain, nombrado
el día anterior como jefe de gobierno, solicitó un armisticio que fue firmado el
22 del propio mes con Alemania y el 24 con Italia. La capitulación france-
sa ante Alemania fue rubricada en el bosque de Compiégne y en el mismo
vagón ferroviario donde el mariscal F och impuso la rendición a los alema-
nes en noviembre de 1918. Fue esta una vengativa humillación ideada por
Hitler, quién presenció jubiloso la ceremonia.

229
De acuerdo con las condiciones del armisticio impuesto a los vencidos, Ale-
mania ocup ó directamente todo el norte y la franja atlántica de F rancia, es
decir, la zona más indus trializada del país ; mientras en el resto se creó un
gobierno pelele encabezado por el mariscal Petain, con capital en la ciudad-
balneario de Vichy. M ediante la exist encia de este gobierno, que supuesta-
mente representaba los intereses de Francia, Hitler pensaba mantener el
control de la dispers a flota y de las colonias francesas. Sin embargo, más
adelante la flota fue destruida o cayó en manos de los aliados occidentales,
al tiemp o que una part e de las colonias fue conquis tada por los japoneses
(Indochina) y la otra fue cayendo paulatinamente bajo el control de los alia-
dos. En estas circunst ancias, en noviembre de 1942, las t ropas alemanas
ocuparon a toda Francia. A partir de ese momento, el gobierno colaboracio-
nista de Vichy sería una ficción, pues en realidad mandaban los ocupantes.

Italia, por su parte, obtuvo menos de lo que pretendía. El Duce había insis-
tido ante Hitler para que Francia firmara con ambas países, pero ést e no
acepto y rechazó al mismo tiempo las des mesuradas reclamaciones de su
aliado. En realidad, Italia había ent rado en combate el día 20, después de
la rendición francesa, y aún así encontró fuerte resistencia en el llamado fren-
te alpino. De acuerdo con el armisticio rubricado en Roma, los italianos ocu-
paron la reducida franja de territorio que habían conquistado y consiguieron
la desmilitarización de los p uertos de Tolón, Ajaccio y Orán, así como el
derecho para la utilización del puerto de Djibuti en la Somalia Francesa y del
ferrocarril que lo unía con Addis Abeba.

Francia había sido vencida y ocupada, pero frente a la incapacidad y la trai-


ción de sus principales líderes militares y de sus gobernantes, se alzaron hom-
bres como el general De Gaulle, quien desde Londres, el día 18 de junio, llamó
a los franceses a continuar la lucha dentro y fuera del país por una Francia
libre. Y, sobre todo, se alzó una buena parte del pueblo, que muy pronto se
organizó en un pujante movimiento de resistencia en el campo y en las ciuda-
des. Dicho movimiento, en el que se destacaron las fuerzas de izquierda y en
particular los comunistas, desempeñó un importantísimo papel en el combate a
los ocupantes y contribuyó notablemente a la liberación del país, a pesar de
TXHSRUUD]RQHVSROtWLFDV²HVGHFLUSRUWHPRUDXQH[FHVLYRSURWDJRQLVPR
GHODL]TXLHUGDHQODSRVJXHUUD²,QJODWHUUD\ORV(VWDGRV8QLGRVWUDWDURQGH
marginar a la resistencia en la etapa final de la contienda.

230
Tras la derrota de Francia, la situación de Inglaterra se tornó muy difícil. El
país tuvo que enfrentar la inminente posibilidad de una invasión alemana.
Pero finalmente, a pesar de la insistencia de G oering, quien insis tía en una
victoria segura, Hitler no quiso arriesgarse con una gran operación a través
del Canal de la M ancha, que evidentemente resultaría muy costosa, mien-
tras esp eraba la tarea de extender la guerra a la U RSS. Las acciones con-
tra Inglaterra se concretaron a varios meses de intensos y mas ivos bom-
bardeos sobre ciudades e instalaciones milit ares y p roductivas, que
provocaron cuantiosas pérdidas, aunque fueron repelidas con éxito por
los británicos, en lo que influyó la ut ilización del radar, recientemente in-
ventado. En ello consis tió la llamada batalla de Inglaterra, en la que A le-
mania p erdió más de 2 mil aviones. En realidad, desde finales de julio,
Hitler había comunicado a sus generales que la próxima ofensiva sería contra
la U RSS. El Führer no quería darle más t iempo a Stalin en la preparación
de la defensa. Por eso el plan de invas ión a las islas británicas, cifrado con
el nombre de León M arino, fue pospuesto indefinidamente a partir de sep-
tiembre. No obstante, los bombar-
deos sobre Londres y ot ras ciuda-
des se mantuvieron durant e algún
tiemp o, aunque con menos intensi-
dad, con el fin de enmascarar el ob-
jetivo fundamental.

Lo que tanto preocupaba a Hitler fue-


ron las medidas adop tadas por la
URSS en el verano de 1940. Entre
junio y julio, los soviéticos se anexa-
ron las repúblicas de Lituania, Letonia
y Estonia (antiguos territorios del im-
perio ruso, independientes desde
1918), pretextando la actividad anti-
soviética de sus gobiernos y el supues-
to deseo de la mayoría de sus habi-
Alemani a trató de qu ebrar la resi stencia tantes. En junio, algo similar ocurrió
inglesa con terribles ataques a éreos, como con las regiones de Besarabia y
lo muestra e sta imp resiona nte foto del
derrumbe d e un edificio londin ense cerca
Bucovina, pobladas mayoritariamente
de la c atedral de San P ablo. por rumanos y desde 1918 en poder

231
de Rumania. A p esar de las difíciles circuns tancias de entonces y de los
pretendidos derechos históricos de los soviéticos, argumentados sobre todo
en los casos de Bes arabia y Bucovina, es impos ible admitir tal proceder
por parte de un Es tado que se proclamaba s ocialista. D e cualquier forma,
sin embargo, la adquisición de est os territ orios junto a los obtenidos en
Polonia y Finlandia hizo avanzar considerablemente las fronteras soviéticas
hacia el Occidente y representaban un factor de gran importancia para el
fortalecimiento de la capacidad defensiva del país. Y precisamente Hitler no
quería dar a Stalin el tiempo suficiente para organizar debidamente la defen-
sa en las nuevas fronteras.

Y mientras Alemania comenzaba los


preparativos para invadir a la URRS, Besarabia y Bucovina
la guerra se extendió al norte de Áfri- Estos territorios fueron anexados
ca y a los Balcanes. M uss olini, tra- por el Imperio Ruso a principios
tando de hacer su prop ia guerra, se del si glo XIX y recuperados por
apoderó de la Somalia Británica y Rumania durante la guerra civil
penetró en Kenya y Sudán. En sep- que sigui ó al triunfo de la Revo-
lución en Rusia. Su pertenencia
tiembre de 1940, lanzó una ofensiva a los rumanos fue reconocida en
sobre Egipto, partiendo desde Libia. los tratados que pusieron fin a la
Un mes más tarde, intentó invadir a Primera Guerra Mundial.
Grecia, pero fue derrot ado con la
ayuda de la marina y la aviación in-
gles a. A principios de 1941, los ingleses obligaron a las tropas italianas a
replegarse hacia Libia. Durante algún tiempo, Hitler se mantuvo al margen
de lo que allí ocurría, castigando de esta forma el inconsulto proceder de
M us solini; pero en el mes de febrero de 1941 envió al general Erwin
Rommel, al mando del Afr ica korps, para ayudar a sus aliados italianos,
que se encontraban en una situación muy difícil. Ello prolongó la guerra en
el es cenario africano durante dos años más.

Como parte de sus planes contra la URSS, los alemanes incluyeron en la


alianza del Eje, fortalecida con el acuerdo tripartito (Alemania, Italia y Ja-
pón) o Pacto de Acero, del 27 de septiembre de 1940, a las progermanas
Hungría y Rumania y al Estado pelele de Eslovaquia, en noviembre de 1940.
En marzo de 1941, se les unió Bulgaria, también muy cercana a Alemania.
A principios de abril, Hitler ordenó invadir Yugoslavia, cuyo pueblo había

232
des tronado al rey p or haber aceptado sumarse al Eje; así como a Grecia,
próxima a los ingleses . La invasión de estos países tuvo lugar simultánea-
mente el 6 de abril. En Grecia, los ingleses sufrieron una humillante derro-
ta, dejando abandonados a 12 mil hombres de su cuerpo expedicionario.
Una parte de los ingles es s e refugió en la isla de Cret a, de donde poco
des pués fueron desalojados por los alemanes. A finales del mes de abril,
Grecia y Yugoslavia es taban ocupadas . Yugoslavia fue des int egrada y
desap areció como Est ado. La z ona de Eslovenia fue anexada a A lema-
nia, en Croacia s e creó un reino donde en la p ráctica mandaba el fascista
Ante Pavelic, cuyas fuerzas ustachis (insurrectos) serían res ponsables de
monstruosos crímenes contra los serbios. Kosovo se integró a la Albania ocu-
pada por Italia. Algunas regiones serbias y macedonias fueron entregadas a
Hungría y Bulgaria y en el resto se formó el Es tado fantoche de Serbia,
integrado por profascistas traidores a su pueblo.

La Euro pa de Hitler en 1941. La situación d e Europa en vísperas de la invasión alemana


a l a UR SS.

233
Prácticamente desde el principio de la invasión, se fue es truct urando en
la región yugoslava un movimiento de resis tencia que, con el pas o del
tiempo, se convirtió en un verdadero dolor de cabez a para los ocupantes
fascistas y sus satélites. A quel movimiento contó con dos agrupaciones:
una integrada p or elementos serbios conservadores y promonárquicos,
dirigida por el coronel M ihailovich, y otra con una p royección federalis-
ta, encabezada por el comunista croata Josip Broz (Tito), que desempeño
el papel fundamental en la lucha. Las fuerzas de M ihailovich se ocuparon
más de combatir a Tito que a los ocupant es y sus aliados.

La ocupación de los Balcanes tenía una extraordinaria importancia militar,


pues debido a su p roximidad a la URSS era el necesario punto de partida
para la agresión que se preparaba contra aquel país. Pero al mismo t iem-
po, su importancia económica resultaba decisiva para los planes de Hitler.
La región p oseía combust ible (petróleo rumano) y era rica en materias
primas y aliment os. Todo ello era imp rescindible p ara la maquinaria de
guerra alemana, que se disponía a enfrent ar su más grande desafío desde
que comenzó la cont ienda.

La segunda fase: la expansi ón de la guerra

Cuando se dispuso a invadir a la URSS, la Alemania fascist a controlaba


directa o indirectamente los recursos de casi toda Europa, lo que le permi-
tió organizar una poderosa maquinaria de guerra. El dispositivo militar que
se puso en marcha en la madrugada del 22 de junio de 1941, sin previa
declaración de guerra, estaba integrado por 190 divisiones con más de cin-
co millones de soldados de Alemania, Italia, Finlandia, Hungría y Rumania;
así como por 2 800 tanques, 4 950 aviones y más de 50 000 cañones y otras
piezas de artillería.A estas fuerzas se sumaron posteriormente, entre otras, una
brigada de eslovacos y la División Azul española, supuestamente integrada
por voluntarios falangistas. De acuerdo con el plan «Barba Roja», nombre
que recibió el programa de invasión, estas fuerzas fueron organizadas en tres
grupos de ejércitos, que debían avanzar por el sur, centro y norte, en direc-
ción a Kiev, M oscú y Leningrado, respectivamente. Según los cálculos de
Hit ler, la ocupación de las regiones occidentales y de es tos tres cent ros

234
vit ales conduciría a la rendición de
La ayuda de Franco
la URSS en ocho o diez s emanas,
ant es de la llegada del invierno. La Con el envío de los 20 mil «vo-
exp eriencia de la primera fas e de la luntarios» de la BrigadaAzul, que
guerra avalaba este opt imis ta p ro- com bat ieron en el frente de
nóstico. Leningrado, Franco eludí a parti-
cipar ofi cialmente en el conflicto
y al mismo tiempo devolvía el fa-
El desarrollo de los acontecimientos vor prest ado por Hi t l er y
en los tres p rimeros meses de lucha Mussolini durante la guerra civil
pareció confirmar el plan de Hitler. en España.
Las tropas de A lemania y sus alia-
dos penet raron rápida y p rofunda-
mente en el territorio soviético y hacia septiembre habían ocupado las re-
giones occidentales del país, incluyendo toda Bielorrusia y la mayor parte
de Ucrania, y puesto sitio a la ciu-
dad de Leningrado. Las fuerzas ene-
No hubo sorpresa
migas del centro se ap roximaron
El agente s ovi ét ico Ri chard peligrosamente a M oscú. Hasta ese
Sorge, que se encontraba en Ja- momento los alemanes habían elimina-
pón, ya el 5 de marzo de 1941 en- do o hecho p ris ioneros a unos
vió a la URSS copias fotográficas 3 200 000 soldados, destruido o cap-
de documentos secretos: telegra- turado 19 000 tanques, 28 000 caño-
mas de Ribentrop a Otto, embaja-
nes y 14 600 aviones, según estima-
dor alemán en Tokio, sobre la in-
vasión alemana, planificada para dos de los prop ios s oviéticos. Este
la segunda quincena de junio. des astroso cuadro fue el result ado
El 19 de mayo este agente comuni- de la falta de preparación p ara en-
có datos exactos sobre la concen- frentar la agresión en el momento
tración de 150 divisiones alemanas TXHVHSURGXMR²DSHV DUGHTXHVH
en las fronteras occidentales de
la URSS, y el 15 de junio, una se-
conocía con exactitud la fecha fija-
mana antes del ataque, ponien- da por los nazis por informaciones
do en riesgo su vida, logró trans- GHOVHUYLFLRVHFUHWR²ORTXHHV WD
mitir a Moscú una información ba relacionado con la errónea opi-
breve pero extraordinariam ente nión de Stalin acerca de que Hit ler
importante: «la guerra comenza- no se lanzaría contra la URSS en
rá el 22 de junio».
aquel momento a menos de que fue-
ra provocado. Y p ara no provocar-

235
lo las tropas de la frontera se mantenían como en tiempos de paz (la mayor
parte de la aviación fue destruida en tierra) y marchaba lentamente el rear-
me con nuevas técnicas (tanques T-34 y recientes tipos de aviones). Tam-
bién influyó la disminución de cuadros de mando experimentados, debido
a las purgas realizadas en las fuerz as armadas ent re 1936-1938 y con mo-
tivo de la errática act uación del ejército en la guerra contra Finlandia.

Pero a pesar de la falta de preparación y de las grandes pérdidas sufridas,


el Ejército Rojo y la mayoría de la población ofrecieron una tenaz resistencia
a los invasores . Ejemplos como el de Leningrado, que nunca sería tomada
por el enemigo a pesar de casi tres años de férreo bloqueo, que ocasionó
PiVGHXQPLOOyQGHPXHUWHV±HVWHKHFKRTXHGyS ODVPDGRHQODREUDGH
Alexandr Chakovski El Bloqueo²RFRPRHOTXHSURWDJRQL]DURQORVGH
fens ores de la fortaleza de Brest, que no cedieron s u posición hasta que
murió el último hombre, o el de la fortaleza de Sebastopol, que resistió más
de 200 días de masivo asedio; se repitieron a todo lo largo del frent e. Esta
actitud de firme resistencia evitó el avance aún más rápido del adversario y
posibilitó la colosal hazaña del desmontaje y traslado hacia el interior de la
mayor parte de las industrias ubicadas en las z onas occidentales. La pro-
ducción militar de esas industrias tendría luego una influencia decisiva en el
curso de la guerra.

A mediados de septiembre, en el contexto de una gran euforia triunfalista,


Hit ler decidió as estar el golpe definitivo para ocupar M oscú. El Führer
estaba tan s eguro del triunfo de la llamada Operación Tifón que ordenó a
su minis terio de Asunt os Exteriores buscar por Europa los restos disper-
sos de la aristocracia rusa para formar un gobierno pelele en el Kremlin.
Por su parte, Stalin est aba resuelto a no entregar la cap ital y permaneció
en ella todo el tiempo junto a los principales dirigentes; aunque ante el
inminente peligro, el aparato gubernamental y el partidista fueron traslada-
dos a un lugar seguro, en la ciudad de Kuibyshev, s obre la orilla izquierda
del Volga. A l mismo tiempo, fue movilizada la población moscovita para
fortalecer las obras defensivas en los accesos de la ciudad.

La ofensiva alemana comenzó el 2 de octubre, después de concluida


exitosament e la bat alla de Kiev, pero durante dos meses las tropas co-

236
mandadas por el mariscal Fedor von Bock no lograron su objetivo, si bien
avanzaron considerablemente. La ofensiva fue detenida a fines de noviem-
bre en las cercanías de la ciudad, y a p rincipios del siguiente mes, con
refuerzos de la reserva movilizados desde Siberia, los soviéticos, encabe-
zados p or el entonces general G ueorgui K. Z húkov, t rasladado desde
Leningrado por Stalin, pasaron a la contraofensiva y en pocos días ocasio-
naron grandes pérdidas a los alemanes y los hicieron retroceder hasta el
punto de partida y más atrás en algunos sect ores del frente. La victoria
soviét ica en la batalla de M oscú destruyó el mit o de la invencibilidad ale-
mana y los planes de guerra relámpago, al tiempo que fortaleció el espíritu
de lucha de los soviéticos y de los demás pueblos que se enfrent aban al
fascismo. Por otra parte, desestimuló definitivamente la incorporación del
Japón militarist a a la guerra contra la URSS, as í como la de la vecina Tur-
quía, cortejada cada día con mayor insistencia por Alemania. Al invadir a
la URSS Hit ler había cometido el mismo error que Napoleón en 1812:
subestimar a los rusos. Por cierto, ambos es cogieron la fecha del 22 de
junio para iniciar sus funestas aventuras.

Los generales alemanes justificaron la derrota sufrida por el intenso invier-


no ruso y la falta de preparación de las tropas germanas para tal cont in-
gencia. Lo mismo harían en ocasiones posteriores. Cierto es que los sovié-
ticos est aban en mejores condiciones que los alemanes p ara combatir en
aquel medio, pero lo decisivo fue la superioridad mostrada por el Ejército
Rojo, que supo imponerse después en cualquier ép oca del año. El argu-
mento del «general frío» ha s ido utiliz ado hasta nuestros días por cierta
his toriografía occidental, evidentemente p ara restar import ancia a la ex-
traordinaria hazaña del pueblo soviético durante la contienda.

Y mientras en el frente oriental se desarrollaba exitosamente la contraofen-


siva soviética o dicho con las palabras de Churchill mientras los «s oviéti-
cos le retorcían el cuello a Hit ler», la guerra se extendió al Pacífico. Las
contradicciones entre Japón y los Es tados Unidos por el predominio en la
región habían llegado a un grado extremo. Frente a la determinación norte-
americana de detener el expansionismo japonés, intensificado tras la derrota
GH(XURSDRFFLGHQWDO²OXHJRGHODGHUURWDGH+ RODQGD\ )UDQFLDORVMD
SRQHVHVVHDSRGHUDURQGH,QGRFKLQDH,QGRQHV LD²HODOWRPDQGRQLSyQ

237
decidió neutralizar a su gran rival tomando la iniciativa y ases tándole un
golpe inesperado. Esa era la esencia del Plan Zeta, elaborado por el almi-
rante Isoruko Yamamoto, jefe de la flota combinada japonesa, que consistía
en un at aque masivo a la base estadounidense de Pearl Harbor, en las islas
Hawai. El asalto se produjo en la mañana del domingo 7 de diciembre y, al
parecer, la sorpresa fue total. M ás de 300 aviones nipones, que p artieron
de portaaviones situados convenientemente, realizaron dos oleadas suce-
sivas de bombardeos y prácticamente destruyeron la flota norteamericana
del Pacífico y aniquilaron miles de hombres. Una magnífica reproducción de
lo ocurrido en aquel escenario ha sido recogida en la película! ¡Tora, Tora,
Tor a! (1970), coproducida por ambos excontendientes. El ataque a Pearl
Harbor condujo a la entrada oficial de los Estados Unidos en la guerra.

Después de la incorporación de los Estados Unidos a la contienda, la ma-


yoría de los países latinoamericanos, que mantenían una posición de neu-
tralidad hasta ese momento, se sumaron a la lucha contra el Eje. Desde
luego, la actit ud latinoamericana se debió a sus fuertes nexos de dep en-
dencia con el poderoso vecino del Norte. Pero todos estos países coope-
raron, de una u otra forma, con la causa aliada, aunque sólo en el caso de
Brasil se p rodujo una intervención
milit ar. El gigante sudamericano en-
Cuba y la guerra
vió un cuerpo expedicionario al frente
italiano, donde tuvo un buen desem- En un pequeño parque de La
peño, aunque s ufrió cuant iosas ba- Habana Vieja, muy cerca del Tem-
jas . Por ot ra parte, la única acción plete, se levanta un monumento
militar propiamente dicha en la re- que recuerda permanentemente
gión se produjo en las inmediacio- a las ví ctimas de los hundimien-
tos de los barcos cubanos.
nes de Uruguay, la llamada batalla
naval del Río de la Plata, donde va-
rios cruceros ingleses se enfrentaron
al acorazado alemán Graf Spee, que finalmente fue destruido por su tripu-
lación. Por lo demás , se trat ó de ataques de s ubmarinos alemanes a bar-
cos mercant es, como fue el caso de los vapores cubanos Santiago de
Cuba y Manz anillo, hundidos el 14 de agos to de 1942, en las aguas del
Golfo de M éxico.

238
La victoria soviética en M oscú y la entrada de los Est ados Unidos en la
contienda, el propio día 7 de diciembre de 1941, fueron los factores
determinantes para la formación de la alianza antifascista, liderada p or
est as dos p otencias e Inglaterra. De hecho, los Estados Unidos e Ingla-
terra venían colaborando desde la ocup ación de Francia. A finales de
1941, ambos p aís es crearon un Es tado M ay or Conjunto, con sede en
Was hington, encargado de elaborar y ejecutar un p lan de guerra común.
Pero la alianz a s e formalizó a p artir del 1 de enero de 1942, cuando fue
firmada por las tres pot encias y ot ros 23 p aís es la Declaración de las
Naciones Unidas, en la que los s ignat arios se comprometieron a coope-
rar p ara lograr la derrota incondicional de Alemania y sus aliados. Si
bien no est uvo exenta de contradicciones , debido a los recelos mutuos y,
sobre t odo, a la actitud antisoviét ica de las potencias occidentales, la
coalición ant ifas cis ta desempeñó un import ant e papel en el vict orioso
desenlace de la contienda.

El año 1942 fue todavía exitoso para los integrant es del Eje. En el frente
oriental, que se había constituido en el principal de la guerra, Hitler decidió
posponer una nueva marcha hacia M oscú y concentrar sus esfuerzos para
ocupar una ext ensa y rica región del sur del país y conseguir el acceso al
pet róleo y los minerales del Cáucaso. La ofens iva alemana en dirección
al Volga comenz ó a finales de junio y hacia octubre las t ropas fascis tas
OOHJDURQKDVWD ODFLXGDGGH6WDOLQJUDGR²DFWXDO9ROJRJUDGR²GHVGH
donde se pensaba organizar un nuevo ataque a M oscú siguiendo la cuenca
del Volga. M ientras tanto, las fuerzas de Rommel avanzaban en el norte de
África, pese a la resistencia de los ingleses y de las tropas estadounidenses
que acudieron en su ayuda, y los japoneses continuaban expandiéndose en
$VLD\HO3DFtILFR²7DLODQGLD0 DODVLD6LQJDSXU)LOLSLQDV+RQJ.RQJ\
ODV LVODVGH*XDP\ :DNH²DXQTXHGHELHURQHQIUHQWDUXQDRS RVLFLyQ
cada vez mayor del ejército y la marina norteamericana, comandadas por
el general Douglas M acA rthur. En res umen, a pesar de la derrota sufrida
en M oscú, en todos los escenarios la marcha de la guerra seguía siendo
favorable para Alemania y sus aliados.

239
La tercera fase: el cambio
Días y noches (fragm ento) de rumbo de la guerra
«Todo el que haya estado aquí, Sin embargo, a principios de 1943,
jamás olvidará esto. Cuando den-la situación del Eje s e modificó de
tro de muchos años empecemos
forma radical. P ara entonces, Ale-
a recordar y nuestros labios pro-
mania y sus aliados comenzaron a
nuncien la palabra «guerra», ante
retroceder en todos los teatros de
nuestros ojos se alzará Stalingrado,
aparecerán los fogonazos de los op eraciones . El giro de los aconte-
cimientos fue det erminado, funda-
cohetes y el resplandor de los in-
mentalmente, por la victoria soviéti-
cendios; en los oídos retumbará de
nuevo el continuo estruendo de los
ca en St alingrado. En noviembre de
bombardeos. Aspiraremos el olor a
1942, el mando soviético reunió una
quemado y oiremos la fragosa es-
poderosa fuerza, que fue organiza-
tridencia del recalentado palastro».
da en tres grandes frentes, bajo la
dirección general del y a entonces
maris cal Z hukov, el vencedor de
M os cú. Con es tas fuerzas los soviéticos desencadenaron dos ofensivas
suces ivas en las inmediaciones de Stalingrado, una en noviembre y la
ot ra en diciembre, que concluy eron con una aplast ant e derrota de las
tropas de Alemania y s us aliados. Las tropas del mariscal Von M ans tein,
trasladadas por Hit ler de la dirección del Cáucas o hacia Stalingrado, no
pudieron salvar a s us compañeros y tuvieron que ret irarse con grandes
pérdidas.

En la batalla de Stalingrado, de la que con razón se ha dicho que cambió el


destino de la guerra, combatieron de ambas partes alrededor de dos millo-
nes de soldados, más de dos mil tanques y cerca de tres mil aviones. Los
soviéticos aniquilaron total o parcialmente a dos ejércitos enemigos y cap-
turaron más de 90 mil prisioneros, incluyendo al jefe del VI Ejército ger-
mano, el mariscal Friedrich von P aulus, ascendido p or el Führer el 30 de
enero de 1943, un día antes de rendirse, aunque tenía la orden de suicidar-
se. A demás de la enorme cantidad de material bélico destruido, los s ovié-
ticos le ocuparon al enemigo 750 aviones, l 550 carros de combat e, casi
500 coches blindados, 8 000 cañones y cerca de 60 000 camiones. Fue
un golpe del que Alemania nunca pudo reponerse material y sicológicamente.

240
A p artir de ese momento, el Ejército Rojo pasó a la ofensiva en todo el
frente. Un magnífico cuadro de esta decisiva batalla, incluyendo la larga y
dramát ica pesadilla vivida por la población, la ofrece el escritor soviético
Konstantin Simonov, testigo de los acontecimientos, en su conocida nove-
la Días y noches.

Como Alemania tuvo que concentrar, además de su atención, sus princi-


pales recursos en la batalla de Stalingrado, las tropas anglo-norteamerica-
nas pudieron desplegar amplias operaciones en el nort e de África, desde
noviembre de 1942. Cont ando con sup erioridad en hombres y material
bélico, los aliados occidentales fueron venciendo la resistencia de las fuer-
zas italo-alemanas, int egradas por
unos 250 mil efectivos, has ta ven-
Tocado con su eterna boina ne- cerlas definitivamente, en mayo de
gra australiana ±no regl amenta- 1943. La batalla más imp ortant e en
ria± y un uniforme diseñado por aquel lugar fue la de El Alamein, en el
el mismo, Montgomery tenía un
territorio de Egipto, en la que el ex-
aire extravagante.
céntrico mariscal inglés Bernard Law
M ontgomery, venció al llamado «Zorro
del Desierto», el mariscal Rommel,
jefe del Africa Korps, obligándolo a
Los Kamikazes ret roceder. Y mientras terminaba la
guerra en el es cenario africano, en
Su declive en el mar llevó a los ja-
el Pacífico la balanza s e inclinaba
poneses a crear el cuerpo de avia-
dores suicidas llamado kamikazes, progresivamente contra Japón, par-
que proyect aban sus avi ones ticularment e en el mar, donde co-
contra los barcos norteamerica- menzó a declinar su poderío frente a
nos. En unos tres mil ataques hun- los ataques de la escuadra estado-
dieron 81 naves y dañaron 195,
provocando la muerte de unos
unidense, lo que se manifestó clara-
cinco mil marinos y un número mente tras la derrota japonesa en la
mayor de heridos. batalla de Guadalcanal, concluida en
febrero de 1943, batalla en la que
participó el joven John F. Kennedy.

El nuevo rumbo tomado por la guerra se consolidó de forma irreversible


con la victoria s oviética en Kursk. En el verano de 1943, Hitler decidió

241
hacer un esfuerzo supremo para to-
La operación Husky
mar desquit e p or la derrota de
Stalingrado y tratar de detener la cri- Es taba concebida para ocupar
sis que atravesaban sus satélites, par- S i ci l i a, q ue en o p in i ó n d e
ticularmente Mussolini, que enfrenta- Churchill debía utilizarse para fu-
ba una fuerte oposición interna. El 5 turas acciones en los B alcanes,
antes de que los soviét icos pu-
de julio, las fuerzas alemanas empren-
dieran l legar a la zona. Pero la
dieron una ofensiva en el arco de caída del régim en de Mussolini
.XUVN²VDOLHQWHIRUPDGRDOUHGHGRU modificó los planes y la lucha se
de Kursk por el avance soviético ha- extendió al territorio continental
FLDHORHVWH²SHURGRVVHPDQDVPiV de Italia.
tarde habían sido derrotadas. Se de-
sarrolló allí la mayor batalla de ca-
rros de combate de toda la guerra. En ella part iciparon alrededor de 6 500
tanques , además de cuat ro mil aviones y poco más de dos millones de
soldados. Los alemanes perdieron 30 divis iones, de las cuales s iete eran
acorazadas. Estas gravísimas pérdidas eran el fruto amargo de la «última
batalla por la victoria», como fue calificada por los generales alemanes. A
partir de Kursk, los soviéticos tomaron la iniciativa est ratégica en todo el
frente oriental. Los alemanes eran empujados cada vez más hacia el oeste.
A finales de 1943, el Ejército Rojo, convertido en un «rodillo compresor»,
\ORVJXHUULOOHURV²TXHRSHUDEDQHQHOFDPSRHQHPLJR²KDEtDQOLEHUDGR
dos tercios del territorio ocupado por las tropas fascistas.

Cuando estaba por concluir la batalla de Kursk, siet e divisiones aliadas


(tres estadounidenses, tres inglesas y un canadiense) desembarcaron en la
isla it aliana de Sicilia, ejecutándose así la «operación Husky» Aunque los
aliados tardaron cinco semanas en tomar la isla y pasar a la Italia continen-
tal, la acción precipit ó el derrumbe del régimen de M ussolini, que el 25 de
julio fue sustituido por el gobierno del mariscal Piet ro Badoglio. Éste se
rindió en septiembre y poco después , pres ionado por los aliados y para
evitar una revuelt a popular, le declaró la guerra a Alemania, la que había
invadido la parte norte del país, debido al lento avance de los aliados . En
el territorio ocupado p or los alemanes s e formó la llamada República So-
cial, encabezada por M ussolini, que se había evadido espectacularmente
de la cárcel (es taba confinado en un hotel de montaña) con ayuda de los

242
hitlerianos. El Duce sería ajusticiado
Opinión de Roosevelt
por los guerrilleros el 28 de abril de
1945, cuando intentaba huir hacia «El Ejércit o Rojo y el pueblo
Suiza junto a su amante Clara Petacci. ruso han obligado, sin duda al-
guna a las fuerzas armadas de
M uchos historiadores occident ales Hitler a marchar por la senda de la
han atribuido, evidentemente por ra- derrota definitiva, y se han gana-
do para largo tiempo la admira-
zones políticas, un peso decisivo a las ción del pueblo de los Estados
exitosas operaciones de los aliados en Unidos.»
África del Norte e Italia, en las que
(Tomado de: Corr espondencia
apenas participaron un millón de hom-
entre los jefes de las gr andes
bres, considerando a los dos bandos pot enci as al iadas 1941-1945,
contendientes. Ciertamente, fueron tomo II, Moscú, 1957, p. 57.)
los combates que se desarrollaron en
Stalingrado y Kursk, entre finales de
1942 y mediados de 1943, los que facilitaron las victorias de los aliados
en los escenarios africano e italiano. La cruenta lucha que se libraba en el
frente oriental retenía más del 70 % de las fuerzas alemanas y no permitió
el tras lado de trop as hacia otros t eatros. Por su enorme envergadura y
significación, las vict orias soviéticas en Stalingrado y Kursk, propiciaron
un viraje radical en el des arrollo de la Segunda Guerra M undial. A partir
de entonces, Hitler perdió para siempre la iniciativa estratégica; al tiempo
que se debilitó la alianza fascista, y se fortaleció el espíritu de resistencia y
la fe en la victoria de todos los pueblos. Prestigiosas personalidades, entre
ellas el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, s eñala-
ron la extraordinaria importancia de aquellas batallas.

(QHVWHDPELHQWHGHYLFWRULDVDOLDGDVVHGHVDUUROOy²GHQRYLHPEUHDO
GHGLFLHPEUHGH²OD&RQIHUHQFLDGH7HKHUiQSULPHUDUHXQLyQFXP
bre de las tres grandes potencias de la coalición antifascista. Roosevelt y
&KXUFKLOOVHKDEtDQUHXQLGRHQGRVRFDVLRQHVDQWHULRUHV ²&DVD%ODQFD\
4XpEHFHQHUR\DJRVWRGHOUHVSHFWLYDPHQWH²DOPDUJHQGHOD8566
Pero el papel determinante desempeñado por ésta y el que podría jugar en
el futuro, los obligó a elaborar p lanes conjuntos con Stalin. El problema
más important e discutido por los tres líderes fue el relacionado con la ma-
nera de acelerar el fin de la guerra. Con ese objetivo, la URSS propus o la

243
apertura inmediata de un frente anglo-estadounidens e para liberar a Fran-
cia y penetrar en el territorio alemán. Pero sobre ello se pusieron de mani-
fiesto serias divergencias , debido a la oposición de Churchill.

La ap ert ura de un segundo frente en Europa había const ituido una de-
manda s oviética des de p rincipios de 1942. Los milit ares norteamerica-
nos concordaron siempre con los argumentos de la URSS, pero a petición
GH&KXUFKLOO²\QDWXUDOPHQWHHQIXQFLyQGHVXVSURSLRV LQWHUHVHV² el
presidente Roosevelt había pos puest o en dos ocasiones t al acción,
remplazándola por operaciones militares secundarias. Primero la sustitu-
yó por el des embarco en el nort e de África, efect uado en noviembre de
1942, y después por la invas ión a Sicilia, de mediados del 43. En Teherán,
Churchill defendió la tesis de sustituir el frente de Francia con un desem-
barco anglo-norteamericano en los Balcanes, lo que perseguía el objet i-
vo de fort alecer los int ereses británicos en es ta zona, anticipándose a
una posible presencia soviética. P ero Roos evelt, que t ampoco deseaba
una Inglaterra excesivamente fuerte al final de la guerra, ap oyó a Stalin, y
Churchill tuvo que ceder.

'HWDOPDQHUDHQODFDSLWDOLUDQtVHDFRUGyDEULUHOVHJXQGRIUHQWH²PH
GLDQWHXQPDVLYRGHVHPEDUFRHQHOQRUWHGH) UDQFLD²DSULQFLSLRV GH
1944. También a propuesta de la Unión Soviética, muy preocupada por
ciertas ges tiones secret as en curso
para lograr una paz por s eparado Conversaciones en Suiza
ent re A lemania y el Occidente, los
tres grandes reiteraron que la guerra El servicio de inteligencia sovié-
continuaría hasta la capitulación in- tico est aba al tanto de los con-
condicional de los alemanes. Por otra tactos que tenían lugar en Suiza
entre representantes de Al ema-
parte, la conferencia prestó atención nia y de las potencias occidenta-
a los problemas relacionados con la les, entre ellos el norteamericano
organización del mundo de posguerra. Allen Dulles, futuro primer direc-
En este sentido, se acordó que los tres tor de la Agencia Central de Inte-
ligencia (CIA según sus siglas en
gobiernos comenzarían negociaciones
inglés), creada por los Estados
HQORVSUy[LPRVPHVHV²UHXQLyQGH Unidos recién terminada la con-
H[SHUWRVHQ:DVKLQJWRQ²FRQYLV tienda.
tas a la creación de la Organización

244
Este c uadro del a rtista sovi ético Krovo nogov plasma una batal la cerca de Jarkov, Uc rania,
durant e la ofensi va del año 1944. La ma gnitud del desastre q ue refleja anuncia el final,
el hu ndimiento militar de l Tercer R eich.

de las Naciones Unidas, cuya misión sería garantizar la paz y la seguridad


internacional.

Durante 1944, se incrementó el ritmo de las operaciones militares tanto en


Europa como en el Pacífico. En el frente oriental, tras sucesivas ofensivas,
el Ejércit o Rojo liberó los territorios soviéticos que p ermanecían ocupa-
GRV²UHJLRQHVGH/HQLQJUDGR%LHORUUXVLD\&ULPHDIXQGDPHQWDOPHQWH²\
comenzó su penetración en Europa Oriental y en los Balcanes. En agosto
se rindió Rumania, en septiembre lo hicieron Bulgaria y Finlandia, en octu-
bre fue ocupada Belgrado, con la ayuda de los guerrilleros de Tito, que
para entonces habían liberado casi todo el país. En Hungría los fascis tas
opus ieron una furiosa resistencia, p ero la mayor parte del país tuvo que
rendirse en el mes de diciembre. Una parte cons iderable de Polonia es-
taba liberada a mediados de año, pero el cas o de P olonia merece un
comentario adicional.

La poderosa ofensiva soviét ica del verano de 1944 había llevado al Ejér-
cito Rojo has ta la margen derecha del Vístula, al norte de Varsovia. Coin-
cidiendo con el avance soviético, se p rodujo en la capital una insurrección,
ordenada por el gobierno polaco en el exilio, de marcada orientación

245
antisoviética. La insurrección comenzó el 31 de julio y en pocas s emanas
fue aplastada por los alemanes. El trágico fin de la insurrección de Varso-
via ocasionó una polémica que llega hasta nuestros días. El Occidente acu-
só a Stalin de permitir el hecho por motivos políticos, argumento que ha
suscrito una parte mayoritaria de la historiografía occidental. Los soviéti-
cos, por su p arte, sostuvieron siempre que la insurrección, realizada a sus
espaldas por temor a la proximidad del Ejército Rojo, no pudo ser socorrida
debido a que las fuerzas soviéticas, extenuadas des pués de la ofensiva y
sin el aprovisionamiento necesario, no estaban en condiciones de atrave-
sar el Vístula y llegar hasta la capital polaca. De cualquier forma, el s acri-
ficio de Varsovia mostró las contradicciones exist entes entre los aliados,
más patent es en la medida que se acercaba el fin del conflicto.

0 LHQWUDVW DQWRHOGHMXQLR²HOGtD'²ORVDOLDGRVRFFLGHQWDOHVKDEtDQ
procedido por fin a la apertura del segundo frente, mediante un desembarco

Desembarco de Normand ía. Cabez a de pla ya conqu istada po r los no rteameri canos
el 6 de jun io del 44.

246
en la región francesa de Normandía,
comandado por el general norteame-
ricano Dwight David Eisenhower. Fue
una operación de gran envergadura, en
ODTXHSDUWLFLSDURQGLYLVLRQHV²FDVL
PLOKRPEUHV²PiV de 10 mil
aviones y varios miles de tanques. Las
fuerz as aliadas eran diez veces su-
periores a las que les opusoAlemania.
Sin embargo, el avance de Eisenhower
fue lento y tardó más de lo previsto
para rebasar las front eras de Fran-
cia, lo que se ha tratado de jus tificar
apelando a las dificultades que se pre-
sentaron para el abas tecimiento de
combustible y municiones, que era
preciso trans portar desde los puer-
tos franceses del Canal de la M ancha Ramp a de l anzami ento
de bombas V-1 y V- 2,
a través de carreteras y vías férreas en la costa d el norte de Hola nda.
en mal estado. Para liberar el territo-
rio francés los aliados necesitaron más
de tres meses, a pesar de que contaron con la ay uda de la resistencia inte-
rior, que liberó alrededor de 40 poblados y ciudades. Con todo, la apertura
de este nuevo frente de combate representó una importantísima contribución
para acelerar el fin de la guerra en Europa.

Desp ués del desembarco en Francia, s e intensificó la guerra aérea contra


el territorio alemán. M illares de aviones estadounidenses e ingleses bom-
bardeaban de día las instalaciones fabriles, y de noche las ciudades más
importantes del país. Sin embargo, los efectos de la est rategia aliada fue-
ron menos evident es de lo esperado. Los bombardeos no minaron, en la
medida calculada, la moral de la población civil alemana, a p esar de sus
dantescos efect os, y la producción de cazas y vehículos acorazados
germanos no disminuyó; por el contrario, alcanzó la cuota más elevada de
la guerra durante la segunda mitad de 1944. M ás daño le ocasionó a Hitler la
destrucción de una parte de las plantas de combustible sintético y la pérdida
de los campos petroleros de Rumania. Alemania replicó atacando a Inglaterra,
247
particularmente a Londres, con las bombas volantes V-1 y V-2, que trans-
portaban una y doce toneladas de explosivos, respectivamente, y se tras-
ladaban a unos 5 500 kilómet ros por hora. El bombardeo a las ciudades
por ambas partes, durante toda la guerra, constituyó un acto de terror que
no puede ser justificado en modo alguno.

A finales de 1944, la guerra en Europa entró en su etapa final. Era evidente


que Alemania sería derrotada, pero s eguía combatiendo. A mediados de
diciembre, aprovechando una momentánea interrupción de la lucha en los
frentes , Hitler organizó una ofensiva en la zona de las Ardenas. La táctica
cons istía en atravesar Bélgica hasta llegar a Amberes y arrasar esta z ona,
una acción similar a la que provocó, en mayo de 1940, el desastre de
Dunkerque. Los aliados occidentales se vieron en s erios apuros y acudie-
ron a la URSS para que adelantara su ofensiva de invierno, prevista para el
20 de enero de 1945. La anticipación en 10 días de dicha ofensiva, así como
la mejoría del tiempo en la zona del frente occidental, que permitió una ma-
yor utilización de la aviación aliada, salvaron a las tropas anglo-estadouni-
denses de una derrot a s egura. Sin embargo, dichas t rop as no pudieron
reanudar su avance en t erritorio alemán has ta finales de febrero.

La poderosa ofensiva emprendida por los soviéticos en enero fue práctica-


mente decisiva en el futuro curso de los acont ecimientos. El Ejército Rojo
atacó con fuerza en un frente supe-
El atentado a Hitler
rior a los mil kilómetros, desde el mar
Báltico hasta los Cárpatos. M uy
Queri endo evitar l a catás trofe pronto ocuparon toda Polonia y pe-
que se avecinaba, un grupo de netraron profundamente enAlemania
oficiales del ejército al emán or- y Checoslovaquia. En ese ambiente,
ganizó un complot para eliminar
a Hitler. El atentado se produjo el
que preludiaba el fin victorioso de la
20 de julio de 1944, pero el Führer contienda, tuvo lugar la Conferencia
sólo fue herido l evemente. En re- de Yalta, en Crimea, que reunió nue-
presalia, la Gestapo ejecutó a un vamente a los jefes de las t res gran-
alto número de sospechosos. El
des potencias aliadas. La conferen-
más importante de los implicados
fue el mariscal Rommel, quien fue cia se desarrolló desde el 4 hasta el
forzado al suicidó. 11 de febrero de 1945, y en ella se
coordinaron las operaciones de la fase

248
final del conflicto y se examinaron importantes problemas relacionados con
la conformación del mundo en la posguerra. El hecho de que el encuentro se
efect uara en el territorio de la URSS era un explícit o reconocimiento a su
extraordinario papel en la lucha.

La reunión de Yalta decidió que luego de la derrota de A lemania, est a sería


ocupada y administrada temporalmente por las potencias aliadas. Se crea-
UtDQFXDWUR]RQDVGHRFXSDFLyQ²VHLQFOX\yXQDSDUD)UDQFLD²\VHLQVWLWX
yó una comisión int eraliada con sede en Berlín, que a s u vez quedaría tam-
bién dividida en cuatro porciones. Dicha comisión tendría la misión de
garantizar el cumplimiento uniforme de las medidas acordadas para desmili-
tarizar y democratizar al país, tras lo cualAlemania volvería a ser un Estado
independiente, conservando su unidad nacional. Los acontecimientos segui-
rían con posterioridad un curso muy diferente, y determinaron que los ale-
manes se mantuvieran divididos por más de cincuenta años. Para Austria se
acordó un sistema similar de ocupación y división, pero este cesaría en 1955.

En Yalta los occident ales accedieron a reconocer a la URSS ciertas prefe-


rencias en relación con la zona sudoriental de Europa, lo que aquella exigía
como pretext o para s u futura seguridad. Sin embargo, en el caso de P olo-
nia se evidenciaron agudas discrepancias . Inglat erra pretendía que ésta
fuera dirigida por el gobierno polaco en el exilio, de orientación antico-
munista; mientras que la URSS respaldaba al gobierno formado en el inte-
rior del p aís, con predominio de las fuerzas de izquierda. Finalmente, se
llegaría a una s olución de compromiso, mediante la formación de un Go-
bierno de Unidad Nacional, integrado por repres entant es de ambos ban-
dos, solución que fue difícil de implementar y de efímera y conflictiva dura-
ción. U n acuerdo similar se tomó p ara el caso de Yugoslavia, pero allí el
inmenso prestigio de los comunistas anularía rápidamente a los p ocos re-
presentantes del gobierno real, que habían permanecido en Londres.

Roosevelt, Churchill y Stalin examinaron los trabajos preparatorios para la


creación de las Naciones Unidas, según se había decidido en Teherán, y
tras aprobar la composición y el sis tema de votación del Consejo de Se-
JXULGDG²HQORTXHQRVHKDEtDQSXHVWRGHDFXHUGRORVH[SHUWRV²FRQ
vocaron a la conferencia const itut iva de la organización internacional, a
celebrarse en San Francisco, Estados Unidos, en abril del propio año 1945.

249
Los tres jefes de las grandes potencias acordaron además una D eclara-
ción sobre la Europa Liberada, en la que se comprometían a p restar ayuda
a los vencidos para el resurgimiento democrático de estos. En Yalta, la
URSS asumió el compromiso de entrar en guerra contra Japón, tres meses
después de concluidas las hostilidades en Europa, obteniendo a cambio el
reconocimiento de su pretendido derecho en el sur de Sajalín y en las islas
Kuriles ; as í como la aceptación del s tatus de la República Pop ular de
M ongolia, entre otras ventajas.

Después de Yalta, el objetivo para todos era Berlín. Quien llegara primero
a dicha ciudad sería considerado el vencedor, al menos así p ensaban
Churchill y otros dirigentes políticos y militares británicos, quienes trataron
de convencer a los estadounidens es para adelantarse a los soviéticos.
Precis amente, la última y débil esperanza de Hitler, alentada después de la
muerte de Roosevelt, ocurrida el 12 de abril, era que se desatara un conflic-

En la Conferencia de Yalta, los « tres grandes» : Churchill, Roosevelt y Stalin


(de izquierd a a der echa), acuerdan las ba ses de l o que s erá el mundo de spués d e la gue rra.

250
La bandera sovié tica es colocada sobre las ruina s del Reichstag.

to entre las p otencias occident ales y la URSS. Pero no ocurrió así. Los
ejércitos anglo-estadounidenses lograron pasar el Rhin a finales de marzo e
iniciaron su avance hacia la capital alemana. El Ejército Rojo, por su parte,
tras liberar a Austria, comenzó una poderosa ofensiva sobre Berlín, en la que
participaron tres frentes del ejército, 8 mil aviones y más de 6 mil tanques.
La resistencia de los alemanes en el oeste cesó prácticament e en la última
semana del mes, pero fue desesperada en el este por temor a ser apresados
por los soviéticos, lo que p rovocó la muerte inneces aria de unos 500 mil
germanos y un elevado número de bajas soviéticas. Ese mismo temor alber-
garon muchos dirigentes nazis que huyeron hacia el sur o se entregaron a los
ingleses y norteamericanos, de los que esperaban un trato indulgente, como
efectivamente ocurriría en numerosos casos.

A partir del 20 de abril, los soviéticos combatían en la ciudad y su caída era


inminente. El día 30, casi coincidiendo con el izamiento de la bandera sovié-
tica en lo alt o del Reichstag, se suicidó el Führer. Su último act o oficial fue
designar al Almirante Karl Donitz como su sucesor en la jefatura del Estado.
251
Pero Donitz no tuvo otra alternativa
Documento de la capitulación
que rendirse. En la noche del 8 al 9
Los abajo firmantes, provistos de de mayo, los representantes del alto
plenos poderes y actuando en mando alemán firmaron la capitula-
representación del alto mando de ción incondicional. Unos días antes se
la Wehrmacht al emana, aceptan habían rendido las tropas alemanas en
por la presente la capitulación sin
el norte de Italia, Holanda, Dinamar-
condiciones de todas las fuerzas
terrestres, navales y aéreas ale- ca y Checoslovaquia, aunque estas úl-
manas o bajo mando alemán. Esta timas se negaron a ent regarse a los
capitulación se efectúa simultá- soviéticos, violando lo acordado, por
neamente ante el comandante en lo que fueron reducidas a la fuerza.
jefe de las fuerzas expediciona-
rias ali adas y el Alto M ando del
Había terminado as í la guerra en Eu-
Ejército Rojo. ropa.

El Al to Mando de la Wehrmacht Dos mes es más t arde, del 17 de ju-


alemana ordenará sin dil ación a lio al 2 de agost o, se celebró en
todos l os comandant es en jefe
de las fuerzas terrest res, nava-
Pot sdam, cerca de Berlín, la tercera
les y aéreas al emanas y de las y últ ima conferencia de los jefes de
fuerzas bajo m ando al em án, las grandes p otencias aliadas . Por
suspender las act ividades bél i- Estados Unidos participó el nuevo
cas a l as 23:01 horas del 8 de Presidente Harry S. T ruman, y por
mayo, hora centroeuropea, y
continuar en las posi ciones que Inglat erra Churchill y Clement
ocupen en dicho momento, des- Richard Attlee, pues en los días de la
prenderse de todas sus armas y, reunión se produjo un relevo en el
entregarl as, así como toda la im-premierato inglés. La conferencia no
pedi menta, a los comandantes
transcurrió en un clima de relativa cor-
en j efe locales aliados.
dialidad, como había ocurrido en
Yalta. Con Roosevelt había muerto la
idea de mantener la gran alianza y el nuevo presidente norteamericano, con-
vencido del poderío de su país, utilizó un lenguaje duro frente a Stalin, lo que
KL]RVRVSHFKDUDpVWHVREUHODH[LVWHQFLDGHSODQHV²DOPHQRVODLQWHQ
FLyQ²HVWDGRXQLGHQVHVSDUDSHUMXGLFDUORVLQWHUHVHVGHOD856S.

No obstante la pesada atmósfera que prevaleció, la reunión ratificó lo acor-


dado en Yalta con relación al s tatus de Alemania y acordó organizar un
Tribunal M ilit ar Internacional p ara juzgar y condenar a los criminales de
guerra, conocido desp ués como el t ribunal de Nuremberg, pues sesionó
252
De i zquier da a de recha, Attlee , Truman y S talin e n P ots dam.

en dicha ciudad. Los jefes de Est ado decidieron crear el Consejo de M i-


QLVWURVGH5HODFLRQHV([WHULRUHVGHODVFLQFRSRWHQFLDV²VHLQFOX\yD&KLQD
aceptada en Yalt a como miembro permanente del Cons ejo de Seguridad
GHOD2 18²\HQFRPHQGDUOHODUHGDFFLyQGHORVW UDWDGRVGHS D]S DUD
Alemania y sus aliados. Independientemente del arreglo definitivo de los
problemas territoriales, la conferencia acordó transferir a la URSS una parte
de Prusia Oriental, incluida la ciudad de Koenigsberg (llamada después
Kaliningrado), y el resto a Polonia, cuya frontera occidental quedó fijada a
lo largo de los ríos Oder y Neisse. La reunión decidió también la cuantía de
las rep araciones de guerra que debían pagar los países del Eje.

La Segunda Guerra M undial se aproximaba a su fin, pero aún s e comba-


tía en el Lejano Oriente y en el Pacífico. D esde p rincipios de 1945, la
situación del Japón era muy difícil, s obre t odo en el mar, debido a las
grandes pérdidas s ufridas por su flot a, si bien sus fuerzas terrest res se
mantenían en buenas condiciones, particularment e las des plegadas en
China. Con el pretexto de p rovocar la rendición de los japoneses , los
253
Es tados Unidos decidieron lanz ar sendas bombas at ómicas sobre las
populosas ciudades de Hiros hima y Nagas aki, el 6 y el 9 de agost o,
respectivament e. A lo largo de t odo el conflict o, los gobiernos de Est a-
dos U nidos y Gran Bret aña habían desarrollado un gran proyecto cientí-
fico e indus trial para la fabricación de armas nucleares. Sin embargo, no
se dispuso de suficientes cantidades de uranio y plutonio fus ionable an-
tes de que concluyera la guerra en Europa. La primera bomba at ómica
se hizo explotar en el ensayo realiz ado el 16 de julio de 1945, en
Alamogordo, N uevo M éxico. Pero existían dos bombas más y esas fue-
ron las ut ilizadas en el Jap ón.

Las bombas lanzadas s obre H iroshima y Nagas aki, ocasionaron unas


240 mil muert es, s egún las estimaciones jap onesas. A esta cifra hay que
añadir las provocadas p osteriormente por los efectos de las radiaciones.
Fue una acción innecesaria desde el p unt o de vista milit ar, pues a es as
alturas la rendición del J apón era previs ible en poco tiempo. Los Est a-
dos Unidos habían aumentado s u potencial en la región y s e conocía la
inminente incorporación soviética a
Habla una sobreviviente la lucha, que doblegaría la resist en-
cia nip ona en China y Corea del
Lo que vi bajo el puente fue atroz: Nort e, como efect ivamente ocurrió
centenares de personas se retorcían a part ir del p ropio día 9 de agost o.
de dolor en el río. Imposible distin- El emp leo de la bomba atómica
guir hombres de mujeres. Todos se
parecían, con los rostros hinchados contra J apón no p ers iguió el obje-
y grisáceos y los cabellos erizados. tivo de acelerar el fin de la guerra,
Tenían las manos en alto y gemían, al como entonces se argumentó; sino
precipitarse hacia el río. En la orilla, que fue un acto para mos trar la su-
donde el agua es poco profunda, ya-
cía una mujer con el rostro hacia el perioridad norteamericana y para
cielo. Sus senos habían sido arran- obligar a los demás p aís es a acep-
cados, la sangre brotaba. Un espec- tar su liderazgo en el mundo de pos-
táculo abominable. ¿Cómo era posi- guerra. Con la firma de la cap itula-
ble algo tan cruel? Me pregunté si el
infierno, sobre el cual mi abuela me ción incondicional del J apón, el 2
había hablado tanto cuando era pe- de septiembre de 1945, terminó la
queña, no había caído sobre la tierra. Segunda Guerra M undial, el mayor
(Futaba Kitayama) conflict o bélico de toda la his toria
de la humanidad.

254
Sinies tro hongo d e la bomba a tómica lanz ada en Hiro shima.

Ceremonia de rendició n del Ja pón a bo rdo del barco Mi ssouri, en la ba hía de Tokio.
Era el 2 d e sept iembre de 19 45.

255
CONSECUENCIAS INMEDIATAS DE LA GUERRA

La Segunda Guerra M undial ha sido el conflicto más importante y destruc-


tivo de la historia por la amplitud de los combates, su carácter planetario y
la potencia y alt o nivel t ecnológico del armamento; lo que determinó su
elevado cos to humano y material. Esta guerra modificó las relaciones in-
ternacionales y rep resentó un importante punto de inflexión en la historia
de la humanidad. Con ella s e p uso fin a la hegemonía europ ea, se inició
el dominio de dos grandes superpot encias muy p ronto contrapuest as
en el contexto de la llamada guerra fría: los Es tados U nidos y la URSS, y
se produjo la emergencia del llamado Tercer M undo, resultado del proce-
so descolonizador. M illones de p ersonas en t odo el mundo, que habían
vivido los horrores de la contienda, es peraban que la p az alcanzada en
1945 se tradujera en un mundo más seguro y más justo, pero estas aspira-
ciones no s e verían confirmadas plenamente.

Costo humano.- Se ha calculado que la Segunda Guerra Mundial ocasionó


alrededor de 55 millones de muertes, cuatro veces más que en la Gran Guerra.
A esta cifra hay que añadir 35 millones de heridos, muchos con incapacidad
total, y unos tres o cuatro millones de desaparecidos, así como las muertes
posteriores provocadas por el hambre y las enfermedades. El mayor número
de pérdidas humanas correspondió a la Unión Soviética, con cerca de 26 mi-
llones de muertos, más que los que caus ó la Primera Guerra M undial en
todos los países que en ella participaron. A lemania perdió 6 millones de
personas, el doble que en la guerra del 14, las bajas de Japón superaron los
2,5 millones y las de China, según estimaciones imprecisas, rondan los 5 mi-
llones. Las muertes sufridas por Inglaterra, Francia e Italia fueron 365 mil,
393 mil y 445 mil, respectivamente, menos en todos los casos que las de la
primera contienda. Bélgica perdió 100 mil vidas, la mayoría civiles. Holanda
y Noruega tuvieron pocas bajas militares, pero en cambio fueron altas las
pérdidas de la población civil, que en Holanda ascendieron a 220 mil.

En Europ a Central y Oriental las bajas civiles fueron particularmente nu-


merosas, pues incluyen a unos seis millones de judíos, cuatro millones de
civiles no judíos, más cerca de otro millón de la res istencia yugoslava.
Polonia fue, junto a la URSS, el país más afectado, calculándose que per-
dió cerca de seis millones de habitantes , entre ellos cuatro millones de

256
judíos. Las pérdidas militares de Yugoslavia, Hungría, Rumania y Austria
fluctuaron entre 300 mil y 400 mil. Grecia y Bulgaria p erdieron 74 mil y
20 mil personas, respectivamente. Las bajas norteamericanas en todos los
frentes, tanto en el Pacífico como en Europa, ascendieron a unas 385 mil,
incluyendo cerca de 45 mil canadiens es, seis veces más que en la Primera
Guerra M undial.

A est e desastre demográfico, que tendría efectos duraderos , hay que adi-
cionar el problema de los desplazamientos provocados por la guerra. Al-
rededor de 10 millones de alemanes fueron exp ulsados de Polonia, Che-
coslovaquia y Hungría y enviados hacia Alemania, que había perdido un
25 % de su territorio. M ás de cinco millones de checoslovacos y polacos
fueron trasladados a los t erritorios ocupados p or los alemanes. Una cifra
cons iderable de polacos se desplazó del este, en poder de la URSS, hacia
el interior del país. U nos 100 mil italianos abandonaron Istria y fueron
remplazados por 20 mil yugoslavos de M acedonia y 10 mil de Bulgaria. En

Destru cción de ho mbres y ciu dades: he a hí el bala nce de la g uerra. A lo s que murie ron en
los campos de batalla , hay que adi cionar los mil lones aniquil ados en los ca mpos de
conc entració n y los que pe recieron en ciu dades co mo la q ue mues tra la foto.

257
la Unión Soviética, se produjeron traslados desde y hacia las regiones ad-
quiridas; así como de minorías no es lavas (tártaros de Crimea, chechenos
y calmucos, por ejemp lo, acusados de colaborar con los alemanes), que
fueron ubicados en el A sia Cent ral. En general, el mapa etnográfico de
Europa Central y O riental fue modificado. En Asia y el Extremo Oriente,
también se manisfestó el problema de las personas desplazadas por el con-
flict o, pero en menor es cala.

El costo mate rial y psicológi co.- Las p érdidas mat eriales ocasionadas
por la guerra fueron colosales, sobre todo en Europa. En la U nión Sovié-
tica fueron destruidas totalmente 17 mil ciudades y 70 mil poblados; mien-
tras que Alemania perdió el 20 % de sus viviendas y Gran Bretaña el 8 %,
debido a los bombardeos. Se calcula en más de 20 millones las viviendas
desaparecidas. Durante el conflicto se destruyeron una apreciable canti-
dad de fábricas, vías férreas, carreteras, puentes, instalaciones marítimas y
barcos. Solamente la URSS perdió 65 mil kilómetros de vías férreas y
13 mil puentes. La agricultura fue también seriamente dañada y su capaci-
dad product iva quedó mermada, p ues la tierra quedó sembrada de minas
y bombas, lo que influyó en la crisis alimentaria de posguerra. Las destruc-
ciones tuvieron una mayor amplitud en Europa Oriental, particularmente
en la U nión Soviética, P olonia y Yugoslavia. En Europa Occidental los
daños mayores lo sufrieron las comunicaciones (puertos, ferrocarriles, puen-
tes, viaductos) y las grandes ciudades.

En Asia y en África la guerra se desarrolló en un territorio restringido. Sin


embargo, las destrucciones fueron considerables en M alasia, en las is las
del Pacífico en donde ocurrieron combates, y en varias regiones de China.
Japón fue duramente golpeado: Tokio y los principales centros industriales
habían sido prácticamente destruidos; Hiroshima y Nagasaki estaban arra-
sadas p or la bomba atómica. El desastre de Japón era de tal nat uraleza
que, después de su capitulación, los Estados Unidos tuvieron que asegurar
su abastecimiento durante un buen tiempo. La guerra igualmente trastornó
las economías coloniales en M alasia, Indochina e Indonesia.

Para provocar este dantesco panorama de destrucción humana y material,


los países beligerantes emplearon un estimado de un billón de dólares. Los
Estados Unidos gastaron 341 mil millones, incluyendo los 50 mil millones

258
concedidos a varios Estados en virtud de la Ley de Préstamo y Arriendo,
aprobada a principios de 1941. Le siguieron Alemania con 272 mil millones, la
URSScon 192 mil millones, Inglaterra con 120 mil millones, Italia con 94 mil
millones y Japón con 56 mil millones. El esfuerzo financiero realizado por mu-
chos países los dejó endeudados, particularmente con los Estados Unidos, y
creó graves trastornos inflacionarios en la economía de posguerra.

La guerra trajo consigo la ruina mo-


ral y política. La utilización sistemáti- Matanza de Katyn
ca de la tort ura por la Gestap o, la
En Katyn, en el occidente de la
dominación de dictaduras militares y URSS, fueron eliminados unos
policíacas, la acentuación de los an- 15 mil oficiales y soldados pola-
tagonismos de clase, la lucha entre co- cos, que habían sido trasladados
laboradores y resistentes crearon há- por l os soviéti cos de Pol onia,
bitos de violencia y de ilegalidad. Con cuando ésta fue ocupada en 1939.
el cese de las hostilidades se conoció
en toda s u magnitud el fenómeno de
ORVFDPSRVGHFRQFHQWUDFLyQ²$XVFKZLW]%HUJHQ%HOVHQ0 DXWKDXVHQ
%XFKHQZDOGHWF²HQORVTXHSRUUD]RQHVpWQLFDV\SROtWLFDVPLOORQHVGH
personas conocieron el infierno. Tales actos de barbarie provocaron un
cuestionamiento generalizado de los valores que sustentaban la civilización
europ ea. Filós ofos exis tencialis tas y artistas neorrealistas expresaron en
sus obras ese sentimiento. Los propios libertadores no estuvieron exentos
de críticas: el lanzamiento de la bomba atómica en Japón y las masacres de
polacos descubiertas en los bosques de Katyn, dañaron la imagen de norte-
americanos y soviéticos.

El traumatismo moral condujo a los vencedores a organizar un tribunal que


afirmaba juzgar en nombre de la conciencia universal los crímenes contra la
humanidad. Durante casi un año, del 20 de noviembre de 1945 al 1 de octu-
bre de 1946, sesionó en Nuremberg, otrora capital del nacionalsocialismo, un
WULEXQDOFRPSXHVWRSRUUHSUHVHQWDQWHVGHODVFXDWURJUDQGHVSRWHQFLDV²ORV
(VWDGRV8QLGRV8566,QJODWHUUD\)UDQFLD²DQWHHOTXHFRPSDUHFLHURQ
21 acusados. Ellos fueron Hermann Goering, jefe de la aviación; Rudolf Hess,
lugarteniente de Hitler hasta 1941; Joachinn Ribbentrop, ministro del Exte-
rior; Alfred Rosemberg, teórido del nazismo y ministro de territorios ocupa-
dos del este; Wilhelm Keitel, jefe de las Fuerzas Armadas ; Hans F rank,

259
gobernador de Polonia; Erns t Kaltenbrunner, jefe de la Policía del Es ta-
do; Streicher, jefe del M ovimiento Antihebreo; Schacht; ministro de Econo-
mía; Water Funk, presidente del Banco del Estado; Dönitz, jefe de la Arma-
da y sustitut o de Hit ler; Raeder, jefe de la F lota; Schirach, gobernador de
Austria; Alfred Jodl, jefe de Estado M ayor; von Papen, ex canciller; Seyss-
Inquart, comisario en Bélgica y Holanda; Speer, minis tro de Armamentos;
von Neurath, protector de Bohemia y M oravia; Frit zsche, jefe de Propa-
ganda; Wilhelm Frick, ministro del Interior, y Fritz Sauckel, comisario del
Trabajo. M artin Bormann, que había huido al final de la guerra, fue enjuicia-
do en rebeldía. Muy pocos de ellos admitieron su parte de responsabilidad y
expresaron remordimientos por sus actos. Fueron dictadas 12 condenas a
muerte en la horca, incluidas la de Goering, que se suicidó en su celda poco
antes de que se ejecutara la sentencia, y la de M artin Bormann. El resto fue
condenado a penas de cárcel que fueron desde cadena perpetua hasta tres y
10 años: von Papen, Schacht y Fritzsche, fueron absueltos. El mayor mérito
del tribunal fue el de haber hecho un balance de las atrocidades cometidas
por el fascismo. En Japón, los norteamericanos también organizaron un tri-
bunal para juzgar y castigar los crímenes de los japoneses.

En l a foto grafía, un asp ecto d e la sa la con los ac usados al fon do, a l a dere cha.

260
Cambios territoriales.- Las modificaciones territoriales que trajo la guerra
fueron en su mayoría aprobadas en Yalta y Potsdam, aunque en la práctica
eran el resultado de las relaciones de fuerzas. Los cambios más importan-
tes tuvieron lugar en Europa. Quedaron anuladas todas las conquistas ale-
manas posteriores a 1935. Se restablecieron los Es tados de Polonia, Che-
coslovaquia y Austria, aunque esta última quedó dividida en cuatro zonas de
ocupación. Alemania perdió casi 100 mil kilómetros cuadrados, cerca de un
25 % de la superficie de 1937 y fue sometida a un régimen de ocup ación
cuatripartita, situación que representó un foco de tensión durante una buena
parte del p eríodo de la llamada guerra fría.

En Europa Central y Oriental, la URSS y Polonia fueron los más beneficia-


dos. Polonia restituyó a la Unión Soviética los territorios conquistados en
1921 a expens as de Ucrania y Bielorrusia, pero en compens ación recibió
una parte de Prusia Oriental, la Pomerania y la Silesia, con lo cual poseía una
imp ortante fachada marítima y un territ orio más homogéneo. La U RSS
recuperó también los Países Bált icos y s e anexó la región alemana de
Koenigs berg (Kaliningrado), lo que fortaleció s u pos ición en el Báltico.
Por otra parte, Rumania restituyó la Besarabia a la URSS y recuperó la
Transilvania de Hungría. Bulgaria perdió su salida al Egeo en beneficio de
Grecia. Checoslovaquia entregó a la URSS la Rutenia. Finlandia cedió
también a la URSS la Carelia y la región de Petsamo. Ot ros cambios me-
nores fueron los siguintes: Italia entregó el Dodecanesado (Rhodas) a Gre-
cia, Istria a Yugoslavia y las regiones del Col de Tende y de Grigue a Francia;
mientras Esp aña tuvo que evacuar la zona de Tánger, que había ocupado
en junio de 1940, aprovechando la derrota de Francia.

En lo concernient e al Extremo O rient e, se había previst o en Yalt a que el


Japón perdería todas sus posesiones. Pero los cambios territoriales y po-
líticos dependieron, en gran medida, de lo ocurrido en las últimas semanas
de la guerra. M anchuria fue ocupada rápidamente por los soviéticos y de-
bió restituirse a China, pero se convirtió en un enclave entre comunistas y
nacionalistas chinos. Corea, conforme a lo acordado en Potsdam, fue ocu-
pada al norte del p aralelo 38 p or los soviét icos y al sur por los norteame-
ricanos, quedando en suspenso su futuro. China recibió Formosa, al tiem-
po que la derrota de los jap ones es reavivó la guerra civil ent re los
comunist as y el gobierno de Chiang K ai-shek. La URSS se anexó el sur de

261
las is las Sajalin y las islas Kuriles. Los Estados Unidos s e apropiaron los
ant iguos archip iélagos japoneses del Pacífico, M arianas, Carolina y
M arshall, ocuparon Jap ón y se negaron a compartir su autoridad con los
otros aliados, lo que provocó discrep ancias con los soviéticos.

En cuanto al mundo colonial, Etiopía recobró su independencia y recibiría


en 1952 Eritrea, que le prop orcionó una s alida al mar Rojo. Somalia y
Libia fueron ocupadas temporalmente por los ingleses, con la promesa de
una p ronta independencia. El ret orno de la paz trajo consigo el desp ertar
del panarabismo en el M edio Oriente, lo que se expresó en la creación de
la Liga Árabe, en marz o de 1945. Siria y Líbano, t errit orios que estaban
bajo mandato francés, obtuvieron su independencia en 1943, si bien las
tropas extranjeras no se marcharon hasta 1946, año en que Jordania fue
también libre. La s ituación de Palestina fue más complicada y condujo a la
controvertida p artición de 1948 entre un Israel judío y un Estado árabe-
palestino que nunca se creó, lo que sent ó las bases de un conflicto que
llega hasta nuestros días. En la región del Sudeste asiático británicos, fran-
ceses y holandeses recuperaron sus posesiones coloniales, pero en 1945
Viet nam e Indonesia proclamaron su independencia. En todas partes los
pueblos colonizados tenían la esp eranza de una rápida liberación.

La economía.- La guerra repercutió de una u otra manera en la economía


de casi todos los países del mundo. Una vez iniciado el conflicto los países
beligerantes desarrollados de Europa y el Japón perdieron su tradicional
pap el de exp ortadores de manufacturas. Los Es tados Unidos ocuparon
una buena p art e de estos mercados, esp ecialment e en A mérica Latina.
Pero otros p aíses tuvieron que explotar sus propios recursos para satis-
facer la demanda de manufacturas, lo que provocó un crecimiento notable
de la industria autóctona, por ejemplo en Australia y Sudáfrica, en algunos
países latinoamericanos y en varias regiones de Asia. Gran part e de esta
industria no podría resist ir la comp etencia del mundo desarrollado, una
vez restablecida la paz; mas la que sobrevivió, constituyó el punto de par-
tida para la industrialización. También se vieron favorecidas las exp orta-
ciones tradicionales del mundo no desarrollado, es decir, las materias pri-
mas y los alimentos, cuya demanda y precio aumentaron considerablemente
debido a la caída de la producción entre los beligerant es.

262
En general, los p aíses que no participaron directamente en la guerra o no
fueron dañados por ésta se beneficiaron de los cambios producidos por el
conflicto. Esto es cierto, sobre todo, para los Est ados Unidos, que en
1946 acumulaban el 50 % de la producción mundial de manufact uras con-
tra el 32 % en 1938, y cuya marina mercante se multiplicó por t res en el
mismo período. América Latina se vio también favorecida, su part e en las
exp ortaciones mundiales creció del 7 % al 14 % entre 1939 y 1946. En
África, las regiones que proporcionaban materias primas como el Congo
Belga, las zonas del Est e y Sudáfrica salieron beneficiadas; el resto, en la
práctica, terminó perdiendo. En general, las colonias africanas t uvieron
que realizar grandes ap ortaciones económicas para sostener el esfuerzo
de guerra de sus metrópolis, además de aportar importantes contingentes de
hombres a los frentes de combate.

La organiz aci ón de la paz.- En el p roceso que condujo al dis eño y


organización de la paz hay que destacar dos elementos distintos y a la vez
complementarios: las conferencias interaliadas y la creación de la Orga-
nización de Naciones Unidas.

A.- Las decisiones que debían dejar conformado el mapa político europeo
y mundial fueron adop tadas , en su gran mayoría, en las conferencias de
Yalta y de Potsdam, como ya hemos visto con anterioridad. En lo concer-
niente a Europa, est as conferencias no hicieron más que reconocer una
situación que venía dada por el propio desarrollo de los acontecimientos.
Los acuerdos de Yalta y de Pot sdam s irvieron de base a los ministros de
Relaciones Exteriores de las cinco grandes potencias (los Estados Unidos,
URSS, Inglat erra, Francia y China) p ara elaborar los tratados de paz que
se impusieron a Italia, Rumania, Hungría, Finlandia y Bulgaria. Dichos tra-
tados fueron firmados el 10 de febrero de 1947, en la Conferencia de
París, que s e había iniciado el año ant erior y t rans currió en un ambiente
caract erizado por agudas discrepancias. El Trat ado con Austria no s e fir-
maría hasta 1955, tras 10 años de ocupación cuatripartita. El caso de Ale-
mania quedó pendient e. Si a ello se añade que la URSS no firmó ningún
tratado con Japón, la guerra no tuvo un final diplomático.

Creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU): La idea de


crear una organización internacional más eficaz que la Sociedad de Naciones

263
ap areció durante la guerra. En la
Los 51 países fundadores
Carta del Atlántico, firmada por In-
de las Naciones Unidas
glaterra y los Estados Unidos, en
Arabia Saudita, Argentina, Aus- agosto de 1941, s e mencionó la ne-
tralia, Bélgica, Bielorrusia, Bolivia, cesidad de una institución que garan-
Brasil, Canadá, Colombia, Costa tiz ara la s eguridad colectiva en la
Rica, Cuba, Checoslovaquia, Chi- posguerra. La Declaración de las
le, China, Dinamarca, República
Dominicana, Ecuador, los Estados
Naciones Unidas , suscrita el 1 de
Unidos, Etiopía, Filipinas, Francia, enero de 1942, reiteró esta aspira-
Grecia, Guatemala, Haití, Holanda, ción de todos los país es que lucha-
Honduras, India, Irak, Irán, Líba- ban contra Alemania y s us aliados.
no, Liberia, Luxemburgo, Méxi- En octubre de 1943, en la reunión
co, Nicaragua, Noruega, Nueva
Zelanda, Panamá, Paraguay, Perú,
preparatoria de la Conferencia de
Polonia, Gran Bretaña, República Teherán, celebrada en M os cú, se
Árabe Unida, El Salvador, Siria, acordó prop oner a los jefes de Es-
República Sudafricana, Turquía, tado de las tres grandes potencias
Ucrania, URSS, Uruguay, Vene- aliadas comenzar a dar los pasos ne-
zuela y Yugoslavia.
cesarios para instituir la ONU, lo que
fue aprobado por éstos. En septiem-
bre-octubre de 1944, en Dumbarton Oaks, Estados Unidos, norteamerica-
nos, británicos, soviéticos y chinos elaboraron en lo fundamental el proyecto
de Cart a de la nueva organiz ación. Poco después, en Yalta, Roosevelt,
&KXUFKLOO\6WDOLQDSUREDURQHOSUR\HFWRGHILQLWLYR²DOTXHVHVXPy)UDQ
FLD²\FRQYRFDURQDXQDFRQIHUHQFLDFRQVW LWXW LYDDFHOHEUDUVHHQ6DQ
Francis co, Estados Unidos. La Carta de la ONU fue finalmente aprobada
el 25 de junio de 1945, pero no entró en vigor hasta el 24 de oct ubre de
ese año, al s er ratificada por la mayoría de los 51 Estados fundadores. A la
ONU se sumarían posteriormente los organismos especializados existen-
tes y los que fueron surgiendo para formar el Sistema de Naciones Unidas.

La ONU se planteó como objetivos básicos mantener la paz y la seguridad


entre las naciones y propiciar su colaboración con vistas al desarrollo eco-
nómico y social. Para cumplir sus funciones la Organización fue dotada de
una A samblea General, un Cons ejo de Seguridad, un Cons ejo Económico
y Social, un Consejo de A dministración Fiduciaria, una Secretaría y una
Corte de Justicia. Todos los miembros estarían representados en la Asam-
blea General con igualdad de derechos, pero sus decisiones tendrían el

264
carácter de recomendaciones. Las funciones ejecutivas fueron reservadas al Con-
VHMRGH6HJXULGDGHQHOTXHODVFLQFRJUDQGHVSRWHQFLDVGHODpSRFD²ORV
(VWDGRV8QLGRV8566,QJODWHUUD) UDQFLD\&KLQD²WHQGUtDQXQDVLHQWR
permanente y derecho al veto, y cuyos acuerdos serían obligatorios para
todos. La acción de Naciones Unidas sería a menudo paralizada por el uso
del veto, debido a que las grandes potencias raramente lograban ponerse de
acuerdo. La colaboración para el desarrollo quedó a cargo del Consejo
Económico y Social, directamente y a través de las agencias especializadas.
El Consejo de Administración Fiduciaria controlaría la administración de los
territorios entregados como fideicomiso a potencias administ radoras. Las
funciones de la Secretaría s erían de carácter t écnico-administrat ivo, mien-
tras que la Corte Internacional de Justicia juzgaría los litigios que le fueran
sometidos voluntariamente por los países miembros.

Las instituciones económicas y financieras de Naciones Unidas, supuestamen-


te concebidas para propiciar la colaboración en estos campos entre los Esta-
dos miembros, reflejaron sin embargo el excepcional enriquecimiento de los
Estados Unidos, que las convirtió en instrumentos reguladores de la economía
mundial en función de sus intereses. Estos fueron los casos del Fondo M one-
tario Internacional (FMI) y del Banco Internacional para la Reconstrucción y
el Desarrollo, conocido como Banco M undial, surgidos de la Conferencia de
Breton Woods, de julio de 1944, y del Acuerdo General sobre Tarifas y Co-
mercio (GATT), suscrito en La Habana, en octubre de 1947.

Tal y como se pres entaba en 1945, la ONU tenía el mérito de mantener un


lazo permanente entre las grandes potencias, especialmente entre la URSS y
los Estados U nidos, cuyas conflictivas relaciones dominarían el escenario
internacional en los próximos 45 años. Pero sería también un lugar donde se
expresaban sus agudas discrepancias en t orno a los más diversos proble-
mas. Un ejemp lo entre muchos fue el insólito caso de la representación de
China, ostentada hasta principios de la década del 70 por Taiwán, pequeña
isla del gigante asiático donde se refugiaron en 1949, bajo protección norte-
americana, las tropas de Chiang-Kai-s hek derrotadas por la revolución. La
resolución sobre la partición de Palestina en dos Estados, uno judío y el otro
árabe (que nunca se creó), aprobada en noviembre de 1947, y la Declara-
ción Universal de los Derechos del Hombre, adoptada en diciembre de 1948,
fueron las primeras grandes acciones de la nueva organización.

265
Fig uras de la Segunda Guerra Mundial

Alexander, Harol d (1891-1969). J efe del cuerpo expedicionario in-


glés en el continente hasta la retirada anglo-francesa en la batalla
de D unkerque.

An tones cu , Ion (1882-1946). J efe en Rumania de un partido


nacionalsocialista. Fue pres idente del gobierno desde 1940 y
combatió junto a las pot encias del Eje. Fue ajusticiado en 1946.

Badoglio, Pietro (1871-1956). M ariscal italiano. Fue nombrado jefe


de gobierno a la caída de M ussolini y firmó el armisticio con los
aliados en 1943.

Ciano, Galeazzo (1903-1944). Yerno de M ussolini y ministro deAsun-


tos Exteriores en el régimen fascis ta. Fue ejecutado en Varona.

Chamberl ain, N evill e (1869-1940). Primer M inistro inglés al co-


menzar la guerra. Fracasó en sus intentos de «apaciguar» a Hitler
a costa de otros países. Falleció poco después de ser sustituido
por Churchill.

Churchill, Winston (1874-1965). Primer M inistro inglés desde 1940


y decidido partidario de la lucha contra Hitler a pesar de su pen-
samiento conservador. Tuvo una actuación destacada durante la
guerra. Al terminar la contienda fue sustituido en su cargo por el
laboris ta Clement Att lee, en corres pondencia con el ambiente
progresista que reinaba ent onces en Europa.

Daladier, Édouard (1884-1970). Primer M inistro de Francia al co-


menzar la guerra. Partidario de la polít ica de «apaciguamiento»,
tuvo gran responsabilidad en la falta de prep aración de su país
para la guerra.

De Gaulle, Charles (1890-1970). General francés. Fue el más enér-


gico representante militar en la resistencia contra los alemanes y

266
cuando éstos ocuparon a Francia marchó a Londres y organizó
el movimiento de la Francia Libre. Entró en París en 1944 y fue
designado p residente del gobierno provisional, const ituido tras
la liberación.

Dönitz, Karl (1891-1980). Almirante alemán, sucesor de Hitler y fir-


mante de la rendición ante los aliados.

Eden, An thony (1897-1977). Político conservador inglés y ministro


de Relaciones Exteriores del país durante la guerra.

Eisenh ower, Dwigh t D. (1890-1969). General norteamericano, jefe


de los ejércitos que desembarcaron en Normandía en junio de
1944. Fue presidente de s u país de 1953 a 1961.

Els er, Georg (1903-1945) Carpint ero de M unich, que el 8 de no-


viembre de 1939 realizó un atent ado cont ra H itler. La bomba
estalló poco después que Hitler abandonó la tribuna donde pro-
nunció un discurso. Su acción constituye un ejemplo de la resis-
tencia interior al fascismo.

Franco, Fran cisco (1892-1975). A pesar de su afinidad ideológica


con Hitler y M ussolini, que lo ayudaron a establecer el régimen
falangista en España, no participó directamente en la guerra, si
bien envió la llamada «brigada azul» al frente oriental.

Giraud, Hen ri (1879-1949). G eneral francés. Cayó prisionero en


1940, s e evadió dos años des pués y dirigió la res istencia en
África del Nort e tras la muerte de D arlan, pero chocó con De
Gaulle y fue eliminado políticamente en 1943.

Goe bbel s, Joseph Pau l (1897-1945). M inist ro de Propaganda de


Alemania y cercano colaborador de Hitler. Se suicidó junto a su
familia para no caer en manos de los aliados.

Goering, Hermann (1893-1946). M ariscal alemán y segundo al man-


do del país . Trató de huir y fue ap resado p or los aliados. Fue

267
condenado a muerte por el tribunal de N uremberg, pero se sui-
cidó ant es de que se ejecut ara la sentencia.

Hess , Rudol ph (1894-1987). Uno de los principales lugartenientes


de Hitler. En 1941, al parecer sin el consentimient o de Hitler,
voló a Inglaterra y allí fue hecho prisionero. Fue juz gado en
Nuremberg y s entenciado a cadena perp etua.

Himmler, Heinrich (1900-1945). Jefe de la guardia personal de Hitler


y de la policía política de la dictadura fas cist a, la tenebrosa
GESTAPO. Se suicidó en mayo de 1945.

Hiro-Hito (1901-1989). Emperador del Japón desde 1926. Después


de la guerra, los norteamericanos lo mantuvieron en el trono como
soberano constitucional.

Hitler, Adolf (1889-1945). Jefe del partido nacionalsocialis ta (nazi).


Expuso sus ideas reaccionarias en su libro Mein Kampf (mi lu-
cha). Llegó al poder en 1933 con la ayuda de los grandes mo-
nopolios y terratenientes y a partir de ese momento se dedicó a
poner en práctica s us nefast as ideas , des encadenando así una
nueva guerra. Ante la inminente ocupación de Berlín por los so-
viéticos se s uicidó, junto a su espos a, Eva Braun, el 30 de abril
de 1945.

Horthy, Mikl ós (1868-1957). M ilitar y político reaccionario húnga-


ro, regente del país de 1920 a 1944. Combatió junt o a las po-
tencias del Eje.

Jodl , Alfred (1890-1946). Jefe del Estado M ayor de las fuerzas ale-
manas durante la guerra. M urió ejecutado por sentencia del Tri-
bunal de Nuremberg.

Keitel, Wilhelm(1882-1946). M ariscal alemán, uno de los jefes del ejér-


cito germano durante la guerra. Ejecutado por sentencia del Tribunal
de Nuremberg.

268
Kon ev, Ivan (1897-1973). M ariscal soviético que se destacó duran-
te la guerra. Fue uno de los prot agonistas de la gran ofensiva de
1945.

Konoe, Fumimaro (1891-1945). Político japonés de tendencia mode-


rada, que hizo reiteradas gestiones para lograr la paz. Se suicidó en
1945.

Laval, Pierre (1883-1945). P olítico francés, jefe del gobierno de


«Vichy» durant e la guerra. Fue ejecutado en 1945 por colabo-
ración con el enemigo fascista.

Leopoldo III (1901-1983). Rey de Bélgica de 1934 a 1951. Duran-


te la guerra fue prisionero de los alemanes. Su conducta des-
agradó al p ueblo belga, que lo obligó a abdicar tras un largo y
conflictivo proceso.

MacArth ur, D ougl as (1880-1964). General norteamericano y jefe


de las fuerzas de s u país en el Pacífico. Tuvo un papel destaca-
do en la lucha contra el Jap ón.

Malin ovsky, Rodion (1898-1967). M ariscal soviético con una des-


tacada part icip ación en la guerra. F ue el jefe de los ejércitos
que ocuparon Austria en 1945.

Montgomery, Bernard (1887-1976). M ariscal británico, jefe de las


fuerzas aliadas en el norte de África de 1942 a 1943. Derrotó a
las fuerzas alemanas e italianas expulsándolas definitivamente
del escenario norafricano.

Mou ntbatten, Lou is (1900-1979). J efe del ejército brit ánico en el


sudeste asiático durante la guerra. Último virrey de la India.

Mus solini , Beni to (1883-1945). F undador del fascismo italiano y


dictador de su país desde 1922. A mediados de los años 30, se
alineó con Hitler. Entró en la guerra en 1940, cos echando de-

269
sastres en Grecia y en el norte de África. Destit uido en 1943, se
evadió de la cárcel con ayuda alemana y formó en el norte de
Italia la llamada República Social. Detenido cuando huía en 1945,
fue ejecutado por guerrilleros antifascistas.

Paulu s, Fri edrich (1890-1957). M ariscal alemán, jefe del grupo


de ejércitos que sitió a Stalingrado (hoy Volgogrado) a finales de
1942. Fue vencido y capturado por los soviéticos junto a unos
90 000 de sus hombres. Desobedeció la orden de Hitler de sui-
cidarse antes de ser capturado. Fue minis tro en la RDA.

Pavelic, Ante (1889-1959). Jefe del Estado satélite de Croacia, creado


por los alemanes tras la ocupación y desintegración de Yugosla-
via. Fue responsable de monstruosos crímenes contra los serbios.
M urió en el destierro.

Pétain, Henri Phili ppe (1856-1951). M ariscal profas cista francés


que firmó el armisticio en 1940 y fue nombrado jefe del llamado
Estado de la Francia Libre. Al t erminar la guerra fue enjuiciado
y condenado a muert e, p ero se le perdonó la vida y murió en
prisión.

Quisling, Vidkun (1887-1945). Jefe de un partido noruego nacional-


socialista. Ay udó a los alemanes para que ocuparan N oruega.
Fue dictador de su país de 1942 a 1945, cuando fue ejecutado.
Su nombre ha p asado a ser sinónimo de gobernante títere y de
traidor a su p ropio pueblo.

Ribben trop, Joachi m von (1893-1946). M inist ro de Relaciones Ex-


teriores de Hitler y uno de sus cercanos lugartenientes. Fue eje-
cutado en 1946 por sentencia del tribunal de Nuremberg.

Rok ossovs ki, Konstantin (1896-1968). D estacado mariscal s ovié-


tico de origen polaco. Fue uno de los jefes de la gran ofens iva
rusa del final de la guerra y liberador de Polonia.

270
Rommel, Erwin (1891-1944). M ariscal alemán que se dist inguió en
las campañas del norte de África. Enemistado con Hitler, murió
suicidándose.

Roose velt, Franklin De lano (1882-1945). Presidente de los Esta-


dos Unidos desde 1933 hasta su muerte, el 12 de abril de 1945.
Des de que s u país s e incorp oró a la guerra, en diciembre de
1941, fue p artidario de la más amplia colaboración en la lucha
contra la A lemania y sus aliados . Defendió la creación de la
ONU y abogó por el mantenimiento de la colaboración entre
las grandes potencias aliadas en la posguerra.

Stalin, Ióss iv (1879-1953). Sucesor de Lenin al frente de la Unión


Soviética. D esempeñó un destacado papel en la industrializa-
ción de su país y en la victoria sobre la Alemania y sus aliados.
Des pués de su muert e, en 1953, fueron revelados los graves
errores y crímenes cometidos bajo su mandato.

Tibe t, P. W. y Ferebbe , Th. W. Tripulantes del bombardero norte-


americano que arrojó s obre Hiroshima la p rimera bomba ató-
mica de la guerra, el 6 de agos to de 1945.

Tis o, Joz ef (1887-1947). Sacerdote católico y jefe del Estado s até-


lit e de Eslovaquia creado p or los alemanes. M urió ejecut ado
por su traidora actitud.

Tito, Jos ip Broz (1892-1980). Jefe de los comunistas y de la resis-


tencia yugoslava contra los alemanes. Al concluir la guerra, creó
la nueva Yugoslavia y fue elegido su presidente vitalicio.

Tojo, Hideki (1884-1948). Primer M inistro japonés de 1941 a 1944.


Fue ejecutado.

Tru man, Harry S . (1884-1972). Suces or de Roosevelt en la presi-


dencia norteamericana y gobernó has ta 1953. O rdenó el crimi-
nal lanz amiento de las bombas atómicas sobre Japón. Impulsó

271
la ruptura de la colaboración ent re las grandes potencias e inició
la llamada «guerra fría».

Yamamoto, Isoroku (1884-1943). Almirante japonés, jefe de la ope-


ración de P earl Harbor. Dirigió las operaciones navales de la
guerra hasta su muerte.

Yamashita, Tomoyuki (1885-1946). General japonés que logró la con-


quista de Singapur en 1942, lo que le valió el sobrenombre de «ti-
gre de la malasia». Dirigió la resistencia en Filipinas contra los ata-
ques norteamericanos. Fue enjuiciado y ejecutado como criminal
de guerra.

Zukov, Gregori (1896-1974). Es te mariscal fue el más destacado de


los militares soviéticos durante la guerra. Dirigió las victoriosas
batallas de M oscú y Stalingrado, así como la ofensiva final de la
contienda, entre otras muchas acciones.

272
Pri ncipales sucesos de l a Segunda Guerra Mundial

1939

sept. 1. Invas ión a Polonia. Comienza la II Guerra M undial.

sept. 17. Los alemanes llegan a Brest -Litovsk.

sept. 17. Los rusos invaden Polonia por el este.

sept. 28. Los alemanes ocupan Varsovia.

sept. 30. Trat ado germano-soviético de amist ad y front eras.

nov. 30. Comienza la guerra ent re la URSS y Finlandia.

dic. 13. Se inicia la bat alla del Río de la Plata, que se prolonga cuatro
días.

dic. 30. La URSS es expulsada de la Liga de las Naciones por su


guerra con Finlandia.

1940

mar z. 12. Firma de la paz entre la URSS y Finlandia.

abr. 9. Alemania invade Noruega y Dinamarca.

may. 10. Invasión alemana a Holanda, Bélgica y Luxemburgo.

may. 15. Rendición de H olanda.

may. 28. Capitulación de Bélgica.

may. 29. F uerzas anglo-francesas comienzan el reembarque en


Dunkerque, que se prolonga has ta el 3 de junio.

273
jun. 10. It alia le declara la guerra a F rancia e Inglaterra.

jun. 14. Los alemanes ent ran en París.

jun. 17. Los soviéticos inician la ocupación de las repúblicas bálticas.

jun. 22. Armisticio franco-alemán en Compiegne.

jun. 27. Los soviét icos ocupan Besarabia y Bukovina en p oder de


Rumania desde 1918.

jul. 3. La escuadra inglesa hunde la flot a francesa en el norte de África.

jul. 15. Comienzan bombardeos masivos sobre Inglaterra.

sept. 27. Alemania, Italia y Japón firman un pacto económico y militar


por 10 años , el llamado Pact o de Acero.

oct. 28. It alia ataca a Grecia, donde es repelida con la ayuda de los
ingleses.

nov. 11. Ataque naval inglés a la base de Tarento.

dic. 9. Comienza fuert e contraataque inglés en África del N orte.

1941

feb. 9. Los alemanes, mandados por Rommel, desembarcan en el norte


de África.

marz. 7. Tropas inglesas invaden Etiopía.

marz. 31.Comienza la ofensiva germano-italiana en el Norte de África.

abr. 5. Fuerzas británicas conquistan Addis Abeba.

abr. 6. Ultimátum alemán a Grecia y Yugoslavia, que s on ocupadas


unos días más t arde.

274
may. 10. Rudolf Hess, alto dirigente nazi, llega a Escocia en su avión
(con intención de negociar) y es apresado.

may. 20. Los alemanes invaden la is la de Creta.

may. 20. Fin de la campaña de Abisinia (Etiop ía).

jun. 22. Alemania invade a la URSS, sin previa declaración de guerra.

jul. 6. Los rusos se retiran a la línea Stalin.

jul. 16. Los alemanes t oman Smolensk.

jul. 27. Las fuerzas germanas entran en Ucrania.

agos.11. Churchill y Roosevelt firman la «Carta del Atlántico».

sept. 3. Los alemanes bloquean a Leningrado, cerco que se prolon-


garía hasta el año 1944.

sept. 19. Los alemanes toman Kiev, cap ital de Ucrania.

oct. 16. Las tropas alemanas llegan a 90 kilómetros de M oscú, en una


ofensiva que comenzó el día 2 de octubre.

oct. 16. Los alemanes entran en Odesa.

nov. 18. Los ingleses contraatacan en el escenario africano.

nov. 27. Se inicia contraofensiva rusa que detiene el avance de los


alemanes hacia M oscú y los hace retroceder.

dic. 7. Los japoneses atacan la base norteamericana de Pearl Harbor.

dic. 8. Los Estados U nidos e Inglaterra declaran la guerra a Jap ón.

dic. 11. Los Est ados U nidos declaran la guerra a Alemania e Italia.

275
1942

ene. 1. Veintiséis naciones suscriben en Washington la Declaración de


las N aciones U nidas, surgiendo así la Alianza Ant ifascista, que
se comp romete a luchar hasta la derrota incondicional de A le-
mania y sus aliados.

ene. 2. Los japoneses entran en M anila.

ene. 10. Los japoneses inician la invasión a las islas holandesas.

ene. 21. Nueva ofensiva de Rommel en África.

feb. 15. Rendición de Singap ur.

abr. Los japoneses conquistan Birmania.

jun. 3. Batalla de M idw ay; contención de los japoneses en el Pacífico.

jun. 10. Los alemanes incendian la ciudad de Lidice como rep resalia
por el ajusticiamiento de Heydrich, jefe de la GESTAPO y «pro-
tector» de Bohemia.

jul. 3. Los alemanes toman Sebastop ol.

jul. 28. Las trop as alemanas avanz an hacia el Cáucaso.

sept. 1. Comienz a la batalla de Stalingrado.

oct. 12. Se inicia la batalla de Guadalcanal, que terminara con una


victoria aliada en febrero del siguiente año.

oct. 23. Batalla del Alamein, Egipto, la más importante en el escenario


africano, que termina con una victoria aliada.

nov. 8. Des embarco aliado en el norte de África con fuerte presencia


norteamericana.

276
nov. 19. Cont raofensiva soviética en Stalingrado.

dic. Fracasan tentativas de ayuda a las tropas alemanas en Stalingrado.

1943

ene. 14. Conferencia de Casablanca ent re Churchill y Roosevelt , que


se prolonga por 10 días.

ene. 23. Los ingleses entran en Trípoli.

ene. 31.Von Paulus se rinde ante los soviéticos. Termina la decis iva
batalla de Stalingrado.

may. 7. Los aliados ocupan Túnez.

may. 22. Stalin disuelve la III Internacional en función de sus relacio-


nes con el Occidente.

jul. 5. Comienza la gran batalla de Kursk, en la que los soviéticos


infringen una ap last ante derrota a las fuerzas mecaniz adas de
Alemania y toman la iniciativa es tratégica en el frente Oriental.

jul. 10. Los aliados des embarcan en Sicilia.

jul. 28. M ussolini es obligado a dimitir.

sept. 12. M uss olini es liberado p or un comando alemán y forma en el


Norte de Italia la República Social.

sept. 25. Los s oviéticos recuperan Smolensk y expulsan a los alema-


nes de otros territorios.

sept. 30. Los aliados ent ran en N ápoles.

oct. 13. It alia declara la guerra a Alemania.

277
nov. 6. Los soviéticos recuperan Kiev y comienza la expulsión de los
alemanes de toda Ucrania.

nov. 22. Conferencia de El Cairo con Roosevelt, Churchill y Chiang-


Kai-s hek.

nov. 28. Inicio de la Conferencia de Teherán, en la que Roosevelt,


Churchill y Stalin, acuerdan medidas para acelerar el fin de la
guerra y para la organización del mundo de posguerra.

1944

feb. 15. Reconquis ta tot al de las is las Salomón por los aliados.

abr. 11. Tras la poderosa ofensiva de Ucrania, los soviéticos entran en


Rumania.

may. 9. Los soviéticos liberan a Sebastop ol.

jun. 4. Los aliados ent ran en Roma, cas i un año des pués del des em-
barco en Sicilia.

jun. 6. Op eración Overlord: desembarco aliado en N ormandía.

jun. 10. Ofensiva soviética que termina con la liberación de Finlandia.

jul. 3. Los soviéticos recuperan M insk.

jul. 1. Conferencia financiera en Breton Woods.

jul. 18. Dimite el general Tojo en Japón.

jul. 20. Atent ado contra Hitler, que desencadena una feroz represión.

agos.26. De Gaulle entra en París, casi tres mes es después del des-
embarco en Normandía.

278
sept. 5. Liberación de Bruselas.

sept. 5. La URSS declara la guerra a Bulgaria y comienza su liberación.

sept. 8. Cae primera bomba alemana autop ropulsada V-2 sobre In-
glaterra.

sept. 28.Ofensiva soviética que concluye con la liberación de Yugoslavia.

oct. 9. Conferencia de M oscú entre Churchill y Stalin.

oct. Las t ropas soviéticas luchan por la liberación de Hungría.

oct. 19. Batalla naval de las Filip inas.

dic. 16. Ofensiva alemana en las Ardenas, que puso en difícil situación
a los aliados.

1945

ene. 13. Comienza la poderosa ofensiva soviética, que no s e detendrá


hasta el fin de la guerra; se adelantó en 10 días para ayudar a los
aliados, en aprietos por la ofensiva alemana de las Ardenas.

ene. 23. Los soviéticos toman Varsovia, luego de sangrientos combates.

ene. 23. Los soviéticos llegan al Oder.

feb. 4. Comienz a la Conferencia de Yalt a entre Stalin, Churchill y


Roos evelt, dedicada a precisar los problemas finales de la gue-
rra y la estructuración del mundo de posguerra.

feb. 5. M acArthur ocupa M anila.

feb. 15. Los aliados occidentales alcanzan el Rin.

mar. 28. Los s oviéticos liberan a Austria.

279
abr. 1. Los norteamericanos toman Okinawa.

abr. 12. M uere Roosevelt y lo sustituye Truman.

abr. 20. Los s oviéticos entran a Berlín, en la batalla final contra Ale-
mania.

abr. 23 Soviéticos y norteamericanos se encuent ran en Torgau, Ale-


mania.

abr. 28. La resistencia italiana apresa y ejecuta a Benito M ussolini.

abr. 30. Hitler se suicida en su Bunker de Berlín.

may. 2. Berlín se rinde ante los soviéticos.

may. 8. Rendición incondicional de Alemania ante los soviéticos y sus


aliados occident ales.

jul. 17. Comienza la Conferencia de Pot sdam, última de las potencias


aliadas, dedicada básicament e a la organiz ación del mundo de
posguerra. Se advirtieron ya discrepancias entre los aliados

agos. 6. Lanzamient o de la bomba atómica sobre H iros hima, a las


9:15 a.m. por un avión B-29 pilotado por el coronel P.W. Tibbet
y p or el comandante Th. W. Ferebee.

agos. 8. La URSS declara la guerra a Japón, de acuerdo con el com-


promiso contraído en Yalta, y enseguida inicia una ofensiva por
el Lejano Oriente.

agos. 9. Lanzamiento de la bomba atómica s obre N agasaki.

agos. 14. Capitulación incondicional de Japón.

sept. 2. Japón firma la paz ante los norteamericanos. Termina la Se-


gunda Guerra M undial.

280
Capítulo V

EL DERRUMBE DEL COLONIALISMO EUROPEO

Al concluir la Segunda Guerra M undial, casi la t otalidad del continente


africano, la mayoría del cont inent e asiático y varios enclaves en el resto
del mundo estaban bajo el dominio de las potencias coloniales europ eas.
Se dest acaban los cas os de los imperios de G ran Bretaña y Francia que,
en conjunto, representaban el 60 % de la superficie y el 80 % de la población
del mundo colonial. Sin embargo, dos décadas después había des apare-
cido, en lo fundamental, el sis tema colonial imperialis ta. En es os pocos
años, más de cuarenta países y alrededor de ochocientos millones de
SHUVRQDV²XQDFXDUWDSDUW HGHORVKDELWDQWHVGHOSODQHWD²DFFHGLHURQ
a la independencia.

El relativamente rápido proceso descolonizador, en última ins tancia fruto


de la lucha de los pueblos colonizados , s e exp lica p or varios factores
internos y externos, que se conjugaron en los años p osteriores a la guerra.
Entre estos factores deben destacarse los cambios económicos, demográ-
ficos y educacionales que se habían desarrollado en los territorios colonia-
les, que propiciaron el surgimiento de organizaciones autóctonas portadoras
del anhelo independentista, así como las transformaciones provocadas por
la contienda en el escenario internacional, particularmente el debilitamiento
de las metrópolis.

281
EL DESPLOME DEL IMPERIO BRITÁNICO

En sentido general, puede afirmarse que la descomposición del mundo co-


lonial británico fue menos traumática o conflictiva en comparación con lo
ocurrido en el caso del Imperio francés y en los de varios imperios meno-
res. Ello se explica, entre otros factores, por la mayoritaria utilización de
un régimen de administración indirecta, que preservaba considerablemente
las instituciones propias de las colonias y confería a sus habitantes ciertos
márgenes de libertad; por la política de favorecer la evolución del régimen
colonial mediante la concesión de est atutos de autonomía internos ; por la
QRWDEOH²DXQTXHVHOHFW LYD²H[SDQVLyQGHODHGXFDFLyQ\ODV IRUPDVGH
vida inglesa, y por un mayor grado de realismo político de los gobernantes
ingleses de pos guerra, en es pecial de los laboris tas, al valorar el nuevo
contexto internacional, que los convenció del enorme costo y la inutilidad
de tratar de mantener por la fuerza al Imperio. Ello condujo, cuando ya no
se pudo evitar la independencia, a que la mayoría de los nuevos Estados se
int egraran a la Commonw ealt h o Comunidad Británica de N aciones, lo
que facilitó el mantenimiento de los lazos económicos y financieros entre la
metrópoli y sus antiguas posesiones, amalgamándose así una relación casi
siempre neocolonial que, en muchos casos, se prolonga hasta nuestros días.

Desde luego, el hecho de que la desintegración del Imp erio británico se


produjera de forma relativamente pacífica, no puede hacernos olvidar el
oprobioso crimen que representó el colonialismo. El régimen colonialista
inglés, al igual que el de las demás p otencias, int errump ió la evolución
natural de los pueblos dominados y los sometió a una despiadada explo-
tación. Con la sangre y los sufrimientos de millones de personas «inferio-
res» se erigieron, en gran medida, muchas de las opulentas sociedades
europ eas . Est as sociedades, por tant o, contrajeron una enorme deuda
con aquellos pueblos que s ojuzgaron, deuda que aún no ha sido saldada.

Las p rimeras fisuras en el Imperio británico aparecieron en el período de


entreguerras. Afganistán dejó de ser un protectorado en 1919, Egipto con-
TXLV WyVXLQGHSHQGHQFLDHQ²DXQTXHODVWURSDVLQJOHV DVSHUPDQH
FLHURQDOOtKDVWD²\GHVSXpVHQMXQLRGHWHUPLQyIRUPDOPHQWH
el mandato en Irak, lo que fue reconocido por la Liga de las Naciones en
oct ubre de 1932. Pero el desmantelamient o de dicho Imperio tuvo lugar

282
después de la Segunda Guerra M undial y comenzó por la India, la colonia
más imp ortante y querida, conocida pop ularmente como la «Joy a de la
Corona» (aludiendo al título de la conocida obra de P. Scott), donde
la presencia del dominio inglés se remontaba al siglo XVIII.

La Segunda Guerra M undial aceleró el proceso hacia una indep endencia


por la que el pueblo de la India venía luchando desde finales del siglo XIX.
En aquellas circunstancias, el Partido del Congreso y la Liga M usulmana
condicionaron s u colaboración con Inglaterra a un acuerdo que por fin
reconociera el principio de independencia. Los ingleses rechazaron tal po-
sibilidad y el Partido del Congreso desat ó una nueva campaña de desobe-
diencia cívica. La amenaza japonesa, en 1942, facilitó una nueva aproxi-
mación. El Congreso mos tró la intención de coop erar y G ran Bret aña
prometió que la India s e convertiría en dominio al t erminar la guerra. Pero
las negociaciones al resp ecto no tuvieron éxito, ya que Londres rechazó
la demanda de un gobierno indio y, en resp ues ta, Gandhi movilizó a la
población y exigió el ret iro de los
ingleses . La reacción de las autori-
dades coloniales no s e hiz o esp e-
rar, los p rincipales dirigentes nacio-
nalis tas fueron encarcelados y las
manifes taciones violent amente re-
primidas.

Con la conclusión de la guerra, los


acont ecimient os se precipit aron.
Después del conflicto, resultaba evi-
dente que los ingleses no estaban en
condiciones de mantener su domina-
ción en contra de la volunt ad del
pueblo de la India, voluntad que se
exp resó con claridad en las eleccio-
nes de 1945, en las que el Part ido
del Congres o obt uvo el 91 % del El rec uerdo de G andhi se h a perpetua do en
voto de los hindús y la Liga el 87 % Calc uta con este mon umento en el qu e el
gran predic ador de la no violen cia aparece
de los musulmanes; as í como en los en ac titud de eterno caminante, c on el
levantamientos anticoloniales, como sumario vestido que acostumbrab a usar.

283
el ocurrido en Bombay, en 1946. La independencia era inevitable, pero su
cercanía profundizó las diferencias entre hindús y musulmanes, que estu-
vieron matizadas por sangrientos enfrentamientos entre ambas comunida-
des. El Congreso quería preservar la unidad mediante una constit ución de
carácter federal, p ero la Liga p retendía la creación de un Es tado mus ul-
mán. Al parecer, los ingleses estimularon dichas diferencias para demorar
la independencia e imponer sus puntos de vista.

Durant e los primeros meses de 1947, tras infructuosas negociaciones en-


tre el Congreso y la Liga con el último virrey de la India, Lord M ountbatten,
se llegó a la conclusión de que era impos ible mantener la unidad. Se acor-
dó entonces el siguiente plan de part ición: Se crearían los Estados inde-
pendient es de la India y Pakistán, que s e sumarían a la Commonwealth.
Las provincias se incorporarían a cada Es tado en correspondencia con su

Aunque d iscrepante de Ga ndhi en numeros as cuestiones, una firme unidad vinculó


a Jawa harlal Nehru y al padre de la indepe ndencia indi a. Gandhi lo consideró s iempre
como su suceso r y, en e fecto, s ería el p residente del primer gobier no indio independ iente
en 19 47, carg o que con servó ha sta su mu erte en 1964.

284
may oría poblacional. En los casos de Bengala1 y Punjab, con población
mixta, sus asambleas debían pronunciarse sobre la división o la integración
HQXQRGHORVGRVHVWDGRV²RSWDURQS RUODGLYLVLyQORTXHJHQHUyHO
GLIHUHQGRXOWHULRUS RU&DFKHPLUD²\HQHOFDVRGHORV SULQFLS DGRV VH
decidió que se integrarían en uno u ot ro Estado. Luego de la aprobación
de dicho plan por el parlamento británico, la India y Pakistán accedieron a
la independencia, el 15 de agosto de 1947. Ello tuvo lugar en un clima de
desconfianza mutua, alimentado por las matanzas que se produjeron al efec-
tuarse la divis ión y por el millonario éxodo de p ersonas a que dio lugar.
Los dos nuevos estados del subcontinente no sólo mantendrían posterior-
mente un largo diferendo por algunas regiones fronterizas, que en ocasiones
llegó a la guerra abierta, s ino que se colocaron frente a frente en el escena-
rio de la «guerra fría», en el que la India s e alineó generalmente con la
URSS y Pakis tán actuó a remolque de los int ereses occidentales.

Como era de es perar, la independencia de la India y Pakis tán repercutió


inmediatamente en el res to de las pos esiones brit ánicas en la región.
Birmania, que había sido separada de la India en 1937, fue el p rimer país
en lograr su independencia. Durante la guerra, en 1942, los japoneses ha-
bían ocupado la colonia y constituido en ella un gobierno tít ere; lo que
provocó el surgimiento de un fuerte movimiento de resistencia, que agrupó
a diferent es fuerzas en la Liga Antifascista para la Independencia del Pue-
blo, encabezada por el general nacionalista Aung San, que consiguió la
liberación del país. Al t erminar la guerra, Inglaterra concedió al territ orio
un es tat ut o de autonomía interna, como paso previo a una p rometida
independencia. Dicho est atut o fue aceptado p or Aung San, pero recha-
zado p or el rest o de los dirigentes de la Liga, escenificándose un agudo
conflicto int erno que condujo a la muerte de Aung y de los integrantes de
su gabinete. En es as circuns tancias , en octubre de 1947, Gran Bretaña
reconoció la indep endencia del p aís , que en enero de 1948 adop tó el
nombre de República de la Unión Birmana, decidiendo no integrarse a la
Commonwealth.

1 Bengala se divi dió en B engala Occidental, que s e integró a la India, y Bengala


Ori ental, que s e sumó a Pakistán, pero en 1971 se convi rtió en Estado i ndepen-
diente adoptando el nom bre de B angl ades h.

285
En el propio año de 1948, Londres se vio forzado a conceder la indepen-
dencia a Ceilán, que había conseguido la autonomía interior desde 1946.
La decisión se debió al temor de que los conflictos desatados con motivo
de las independencias de sus vecinos se transformaran en un grave proble-
ma en aquel territ orio, no homogéneo ét nicamente. El nuevo p aís que así
emergía y que en 1972 adoptó el nombre de Rep ública de Sri Lanka,
decidió incorporarse a la Commonwealth.

M ucho más complejo fue el proceso hacia la independencia de los distin-


tos territorios llamados a integrar la futura M alasia. Allí convivía una amal-
JDPDGHUD]DV²FKLQRVPDOD\RVLQGLRV²FXOWXUDVUHOLJLRQHV\GHUHJt
PHQHVFRQGLV WLQWRVWLSRVGHYLQFXODFLyQFRQODPHWUySROLV²GHVGHORV
nueve sultanatos, que eran protectorados, a los establecimientos de los Es-
WUHFKRVTXHHUDQFRORQLDV²El elemento común era la educación británica
de sus elit es, aunque la ocupación japonesa (1942-1945), erosionó no-
tablemente el prestigio de los europeos. Por otra parte, después de la guerra,
Inglaterra dejó claro que no estaba dispuesta a renunciar a sus posesiones
malayas, pues de ellas extraía caucho, estaño y otros recursos; mient ras
que Singapur constituía un enclave comercial y de comunicaciones indis-
pensable para el Imperio.

En el caso malay o se ensay ó, en 1948, la maniobra de int roducir una nue-


va Constit ución, que preveía una fut ura unidad nacional, pero reconocía
los privilegios de los s ultanatos, excluía el derecho de ciudadanía de la
población china y garantizaba, al más alto nivel, el cont rol brit ánico y
la defensa de sus intereses. Los grupos nacionalistas más radicales no acep-
taron la Constitución y agrupados en el Partido Nacionalista M alayo y en
el Partido Comunista M alayo, desataron una insurrección que se prolongó
durante varios años , a pesar de los grandes esfuerzos p or aplastarla. Esta
sit uación desembocó, en 1957, en la creación de la Unión o Federación
M alaya, que accedió a la independencia y se incorporó a la Commonwealth.
En 1963, Singapur, independiente des de 1958, y los t erritorios del norte
GH%RUQHR²6DUDZDN\%UXQHL²V HXQLHURQDOD)HGHUDFLyQ\IRUPDURQ
la Gran M alasia o M alasia; dos años desp ués Singapur se s eparó de la
Federación y adoptó el nombre de República de Singapur. En M alasia los
colonialistas lograron finalmente imponer a las fuerzas más moderadas.

286
La descomposición del colonialismo
Kwame Nkrumah
británico en África se produjo con
(1909-1972)
relativa rapidez, fundamentalmente
entre 1960 y 1965. En ello influye- Maestro de profesión, realizó es-
ron la descolonización asiát ica, el tudios superiores en Inglaterra y
imp ulso que rep resentó la reunión los Estados Unidos. Fue uno de los
afroasiát ica de Bandung y muy par- principales exponentes del nacio-
nalismo africano en el Congreso
ticularmente el V Congres o Pana- P an afri can o d e Man ch es ter
fricano de M anchester (1945), que (1945). Firme creyente de la inde-
permitió tomar conciencia común de pendenci a africana y de la uni-
la situación, elaborar conclusiones y dad cont inental, lideró la lucha
principios de acción y contrastar ac- anticolonial en su país e influyó
en la de otros países, hasta su
tit udes a s eguir para lograr la inde- derrocamiento en 1966. Desem-
pendencia. Allí se reunió un nutrido peñó un papel fundament al en la
grupo de dirigentes nacionalistas afri- creación de la Organización para
canos, entre los que s e des tacan K. la Unidad Africana (OUA), sur-
Nkrumah, J. Kenyatta, A. Awolovo, gida en 1963.
Wallace-Johnson, Peter Abrahams y
Hasting Banda. La acción post erior
de estos dirigentes intensificó la lucha anticolonial en sus respectivos terri-
torios, aunque algunos de ellos adop tarían después actitudes moderadas e
incluso prooccidentales.

La rápida irrupción de los nacionalis mos africanos después de la guerra no


había s ido prevista p or Londres, que continuaba p ensando que sus pose-
siones en África es taban aún muy lejos del grado de preparación necesaria
para acceder a la indep endencia. Sin embargo, la reacción británica al
auge del nacionalismo fue más realista que la de Francia, y la disolución de
su Imperio en el África Subsahariana, con algunas excepciones, fue mucho
menos traumática que en los casos del M agreb y M adagascar, por ejem-
plo. Esto explica, en buena medida, que todos los nuevos países indepen-
dientes se sumaran a la Commonwealth, exceptuando a la racista Rhodesia
del Sur, que en 1965 proclamó unilateralment e su independencia.

El desplome del colonialismo británico comenzó por el África2FFLGHQWDO²OD


GHPiVYLHMRFRQWDFWRFRQ(XURSD²SRUODIXWXUD*KDQDTXHREWXYRVX
independencia en 1957. Se trataba de un territorio con una gran diversidad

287
étnico-administrativa, resultado del artificial trazado de fronteras por parte
de los colonialistas. El futuro país agruparía la colonia de Costa de Oro, la
región del antiguo Reino de los Ashanti, los territorios del norte y la parte
de Togo que estaba bajo tut ela británica. Se reunía allí un complejo con-
JORPHUDGRGHHWQLDVFXOWXUDVUHOLJLRQHV²DQLPLVWDVFULVWLDQRVPXVXOPD
QHV²\GHVLWXDFLRQHVHFRQyPLFDV(QFRPRSULPHUSDV RKDFLDOD
unificación, se dot ó a estos territorios de una Constitución, que se propo-
nía mant ener un equilibrio entre los distintos grupos y poderes y «africa-
QL]DEDªSDUFLDOPHQWH²HQUHDOLGDGPtQLPDPHQWH²ODVLQVWLWXFLRQHVGHOD
colonia, o sea, los consejos legis lativos y ejecutivos.

En 1948, K wame N krumah, que había regresado a la colonia el año ante-


rior, se convirtió en s ecret ario general de la Convención U nida de Costa
de Oro. Enseguida Nkrumah denunció las limitaciones de la Constitución de
1946 y solicitó que se acelerara la evolución hacia el autogobierno. La
DYDQ]DGDSRVLFLyQGH1NUXPDK²UHSUHVHQWDQWHGHOVHFWRUPiVSURJUHVLV
WDGHOQDFLRQDOLVPRDIULFDQR²FKRFyFRQODVSRV LFLRQHVPRGHUDGDVSUH
dominantes en la Convención, lo que lo llevó a fundar, en 1949, la Conven-
ción del Pueblo, verdadero partido de masas que reunió a los nacionalistas
más radicales y consecuentes. El nuevo partido se reveló como un instru-
mento eficaz en la lucha por la indep endencia. Su bat alla condujo al esta-
blecimiento de una nueva Constitución, en 1950, que era aún limitada pero
ampliaba la presencia africana en el Legislativo. Nuevos combates de ma-
sas obligaron a introducir enmiendas a dicha Constitución, lo que abrió el
camino para el autogobierno. De acuerdo con los res ultados de las elec-
ciones de 1951, ganadas mayoritariamente por el Partido de la Convención
del Pueblo, Nkrumah se convirtió en Primer M inistro en 1952. En el plano
externo, Nkrumah evitó la confrontación con Gran Bretaña; mientras en lo
interno se esforzó por superar los problemas derivados de las divis iones
religiosas, étnicas, tribales y culturales, que enfrentaban políticamente a su
partido con los jefes ashanti y con los de los Territorios del Norte. Con
esta política inteligente llevó al país a la independencia, que fue proclama-
da oficialment e el 6 de marzo de 1957.

Nigeria fue el segundo p aís del África Occidental inglesa en acceder a la


independencia y parecía el menos predestinado a formar un Estado debido
a su enorme extensión y a la gran diversidad territorial, ét nica, cultural y

288
religiosa. Al norte estaban los grandes emiratos hausa-fulanis, al este los
ibos y al oeste los yorubas, como grupos mayores. La región de Lagos, uno
de los centros comerciales más importantes y activos, constituía una unidad
aparte, con características propias. La unidad del territorio fue una herencia
de la administración colonial y del empeño nacionalista de las «clases me-
dias», surgidas en las tres principales comunidades del país y representadas
por N namdi Az ikiwé y su Consejo Nacional de Nigeria y los Camerunés
(ibos), Abofemi Awolowo y su Grupo de Acción (yorubas) y el Congreso
de los Pueblos del Norte de A minu Kano y de Abubakar Tafawa Balewa.
El primero de estos partidos, con una posición relativamente avanzada en
los primeros tiempos, fue el más importante por sus dimensiones e influencia
en la población. Los otros dos partidos asumieron una posición moderada e
incluso en ocasiones probritánica en el caso de la agrupación de Balewa.

La primera Constitución aplicada por los colonialistas, la de 1947, no satis-


fizo a la mayor parte de los nacionalistas, ya que mantenía los poderes de los
jefes y notables tradicionales y no representaba ningún avance en la
africanización de las instituciones. Las fuertes protestas desatadas, pese a
la represión de las autoridades, obligaron a Londres a promulgar la Consti-
tución de 1951, que tenía un carácter federal y africanizaba las instituciones
y la administración de la colonia. En las nuevas condiciones, las fuerzas na-
cionalistas alcanzaron un decisivo triunfo electoral, lo que condujo a un pro-
ceso negociador y al establecimiento de la Constitución de 1954, que defi-
nió mejor el modelo federal del país; desarrolló las funciones de las
administraciones locales y abrió las puertas al autogobierno, en 1957, y a la
independencia, en 1960. Los colonialistas lograron que las primeras autori-
dades autóctonas provinieran de las fuerzas que mantenían una pos ición
moderada.

En Sierra Leona, que alcanzó su indep endencia en 1961, el proceso fue


similar al de Ghana, p ero con menor conflictividad interna a pes ar de las
GLIHUHQFLDVHQWUHODV GLVW LQWDV UHJLRQHV GHODFRORQLD²ODFRVW D\HOLQWH
ULRU²\ GHTXHFRH[LVWtDQWDPELpQDOOtGLVWLQWDVHWQLDVFXOWXUDV\UHOLJLRQHV
cuy as contradicciones se exacerbaron considerablement e en el período
que condujo a la liberación. Igualmente pacífico fue el proceso que t uvo
lugar en Gambia, que obtuvo su independencia en 1965, tras un período
de dos años de autogobierno.

289
Las fórmulas aplicadas por el imperialismo británico para enfrentar la crisis
de s u sistema colonial tomaban muy en cuenta las característ icas de cada
posesión, incluyendo la propia evolución en ellas del anticolonialismo. De
ahí que en el África Oriental las tácticas empleadas fueran diferentes en los
cuatro territorios que la integraban: Tanganica, Uganda, Kenya y las islas de
Zanzíbar. Aún así, el acceso a la independencia fue relativamente rápido.

El proceso que llevaría a la descolonización del África Oriental británica se


inició, paradójicamente, en Tanganica, la antigua colonia alemana bajo man-
dat o inglés desde 1919, que era el t errit orio menos evolucionado econó-
mica y socialmente de la zona. Con la formación de N aciones Unidas,
Tanganica, al igual que el resto de los mandatos, p asó al régimen de t utela
del Consejo de Administración Fiduciaria. Una primera visita de la ONU a
la colonia, en 1948, no encontró una contrapart ida autóctona, al no existir
aún una organización p olítica repres entat iva. Pero en 1951 y a existía la
Asociación Africana de Tanganica, y en ocasión de una nueva visita de una
comisión internacional se reclamó para los africanos una representación
igual a la de europeos y asiáticos en el Cons ejo Legislativo del territorio.
La administración británica rechazó esta demanda y respondió con manio-
bras y diversas formas de represión.

Sin embargo, las cosas comenzaron a modificarse poco después. En 1953,


el destacado líder nacionalista Julius Nyerere fue elegido presidente de la Aso-
ciación Africana de Tanganica, que un año después se transformó en la Unión
Nacional Africana de Tanganica (TANU), abiert a a los nacionalistas de
todas las razas y con el objetivo bás ico de lograr el autogobierno y des-
pués la independencia. En 1954, se p rodujeron sucesivos informes de
Nyerere al Consejo de Administración Fiduciaria de la ONU y éste exigió
igual rep resent ación en el Consejo Legislativo, lo que fue rechazado por
las autoridades coloniales, que también se negaron a reconocer a la TANU.
Pero ante posteriores gestiones de la ONU y la presión popular, tuvieron
que cambiar de actitud, lo que condujo a la aceptación oficial de la TANU
y a las elecciones de 1958 p ara el Consejo Legislativo, que se celebraron
bajo un sist ema «trip artito»; es decir, las tres comunidades tenían igual
representación pese a la diferencia numérica y cada ciudadano debía votar
por un europeo, un asiático y un africano. La TANU obtuvo un indiscutible
triunfo en estas elecciones, al igual que en las celebradas en 1959. Ello
aceleró el paso al aut ogobierno, para cuyo establecimiento se convocaron

290
ODVHOHFFLRQHVGH²SULPHUDVVLQGLIHUHQFLDFLyQUDFLDO²TXHWDPELpQ
fueron ganadas por la TANU, convirtiéndose Nyerere en Primer M inistro.
Tras otro proceso electoral, en diciembre de 1961, fue proclamada la inde-
pendencia del país. Las vecinas islas de Zanzíbar, protectorado británico
desde 1890, donde coexistían africanos y árabes, accedió sin graves pro-
blemas a la independencia en 1963 bajo un régimen de sultanat o. Pero casi
inmediatamente un fuerte movimiento popular arrebató el poder al Sultán.
Ello, unido a las gest iones y a la habilidad política de Nyerere, facilitó la
unión con Tanganica, en 1964, para formar la República Federal de Tanzania.

El proceso que desembocó en la independencia de Uganda fue mucho más


complejo, debido al fraccionamiento político de los territorios agrupados
bajo la Federación de U ganda, que era la versión moderna del protectora-
do británico surgido en 1890 en torno al importante Reino de Buganda y
otros reinos menores de los alrededores. La Federación es taba integrada
SRUXQFRQMXQWRGHSHTXHxRVUHLQRV²GLUHFWDPHQWHYLQFXODGRVDOD&RUR
QD²GRQGHVHFRQVHUYDEDQDQWLJXDVLQVWLWXFLRQHVDIULFDQDV\SRUWHUULWR
rios no adscriptos a ningún reino. En estos últimos fue donde ap arecieron
los primeros partidos nacionalistas, como el Congres o del Pueblo de
Uganda de M ilton Obot e y el Partido Democrático de B. Kiwauka, que
propugnaban el fin de la hegemonía del Reino de Buganda y sus aliados y
la unificación de todo el territorio. El principal problema allí consist ió en
cómo compaginar los deseos de independencia y unidad de los movimien-
tos nacionalist as con los privilegios de los reyes, que sólo concebían la
independencia aplicada a sus respectivos territorios. D espués de diversas
JHVWLRQHVODVHOHFFLRQHVGH±SDUDSXOVDUODRSLQLyQS~EOLFDGHPRV
traron que predominaba el deseo de independencia y unidad. Con p oste-
rioridad, sin embargo, se adoptó una solución de compromiso, y se redac-
tó una Cons titución de carácter federal que reconocía cierto grado de
autonomía, sobre todo a Buganda. Ello fue el fruto de la alianza establecida
por el Congreso del Pueblo de Uganda con el Partido Real de Buganda.
Así las cosas, al obtener la independencia, en 1962, M ilton Obot e se con-
virtió en primer ministro y M utesa II, rey de Buganda, en jefe de Estado,
hasta su depos ición en 1966.

Kenya fue el último territorio colonial del África Oriental británica en llegar
a la independencia. Ello se debió, fundamentalmente, a las presiones ejercidas
SRUORVQXPHURVRVFRORQRVHXURSHRV²FDOFXODGRVHQXQRV², que

291
ocupaban las zonas más fért iles del país . Al final de la Segunda Guerra
M undial, surgió en la colonia la Unión Africana de Kenya (KAU), liderada
por Jomo Kenyatta, quien denunció las difíciles condiciones de vida de los
africanos y encabezó sus protestas. En 1951, la KAU reclamó una mayor
rep resentación africana en el Consejo Legislativo de la colonia y en las
ins tituciones locales. La demanda fue rechazada categóricamente y ello
PRWLYyTXHORVJUXSRVQDFLRQDOLVWDVPiV UDGLFDOHV²GHVSUHQGLGRVGHOD
.$8²RUJDQL]DUDQHO(MpUFLWRGH.HQ\DSRUOD7LHUUD\OD/LEHUWDG²OOD
PDGRGHVSHFWLYDPHQWHSRUORVFRORQRVFRPRORV0 DX0 DX²TXHPDQ
tuvo la lucha armada hasta 1956, con un saldo de más de 10 mil africanos
muertos. Aunque nunca se pudo demostrar que existiera una relación entre
HOPRYLPLHQWRDUPDGRORVOtGHUHVWUDGLFLRQDOHVGHOD.$8\ ORVNLNX\RV²XQD
GHODVWULEXVPD\RULWDULDV²ODVDXWRULGDGHVEULWiQLFDVGHFUHWDURQHOHVWD
do de emergencia, prohibieron los partidos africanos y encarcelaron a los
principales dirigentes de la KAU y a los notables kikuyos.

Desp ués de la derrot a del movimient o armado, se retomó el proceso gra-


dual hacia la inevitable independencia. Tras varias experiencias de institu-
FLRQHVPXOWLUUDFLDOHVDYHFHVSURWHVWDGDVSRUORVHXURSHRV²\DFRPHQ
]DEDQDDEDQGRQDUODFRORQLD²\RWUDVYHFHVSRUORVDIULFDQRVVHOOHJyD
la conferencia de Londres , en 1960, en la que s e acordó convocar a elec-
ciones p ara establecer el autogobierno. En dichas elecciones, celebradas
al año siguiente, venció el nuevo partido formado por los princip ales diri-
gentes nacionalistas, la Unión Nacional Africana de Kenya (KAN U), que
se impuso a la Unión Democrática Africana de Kenya, que defendía un
sist ema federalist a, agrupaba a pequeñas tribus temerosas de la hegemo-
nía kikuya y contaba con el apoyo de una parte considerable de los colo-
nos blancos y de las autoridades británicas. Después de su liberación, Jomo
Kenyatt a asumió como pres ident e del Consejo Legislat ivo y negoció la
independencia, que se p roclamó el 12 de diciembre de 1963, t ras una
nueva vict oria de la KAN U en las elecciones generales.

El territorio que los británicos consideraban como su África Central esta-


ba integrado por los prot ectorados de Rhodesia del Nort e y Nyasalandia
y la colonia de Rhodesia del Sur. Des pués de la guerra, los colonos blan-
FRVHXURSHRV²PXFKRPiVQXPHURVRVHQ5KRGHVLDGHO6XUGRQGHFRQV
WLW XtDQHO GHODSREODFLyQ²HQDUERODURQHOSUR\HFWRGHFUHDUXQD

292
federación que agrupara a las tres po-
Descolon ización
sesiones. Dicho proyecto avanzó tra-
del imperio británico.
bajosamente debido a las contradiccio- Cronología
nes entre los propios colonos. Los de
Rhodesia del Norte y Nyas alandia Egipto 1922
²UHS UHVHQW DEDQHOGHODSREOD Irak 1930
FLyQ²W HPtDQVHUDEV RUELGRV SRU Jordania (Transjordania) 1946
Rhodesia del Sur; mientras que una India 1947
parte de esta última prefería la unión Pakistán 1947
con Sudáfrica, cuyo sis tema segre- Birmania 1947
gacionista en relación con los afri- Ceilán 1948
canos resultaba bastante atray ente. Sud án 1956
Unión Malaya 1957
Finalmente, la federación quedó es-
Ghana 1957
tablecida en 1953, con el benep lá-
Singapur 1958
cito de las autoridades coloniales que
Nigeria 1960
siempre la auspiciaron. Somalia 1960
Chipre 1960
Los colonos europeos, acérrimos par- Sierra Leona 1961
tidarios de la supremacía blanca, con- Tangani ca 1961
trolaban la asamblea y el gobierno de Kuwait 1961
la Federación, por lo que la descolo- Ug an da 1962
nización se present ó allí con una ca- Ken ya 1963
racterística muy particular. El movi- Zanzíbar 1963
miento emancipador debía enfrentar Malawi 1964
no sólo a la metrópoli, sino también a Zambia 1964
los europeos radicados en la región. Gambia 1965
Los africanos eran conscientes de que Zimbabwe
la Federación reforzaba el poder blan- (RhodesiaSur) 1965/80
Bots wana 1966
co y prolongaba el colonialismo. Por
Lesotho 1966
ello el movimiento nacionalista, agru-
Yemen del Sur 1967
pado en el Congreso Nacional Afri-
Mauricio 1968
FDQR²LQGHSHQGLHQWHHQFDGDWHUUL Swazilandia 1968
WRULR² VHSURQXQFLy LQLFLDOPHQWH Bahrein, Qatar,
contra la creación de la Federación, y Emiratos Árabes Unidos
luego por acabar con ella y conseguir y Omán 1971
la instauración de un gobierno africa- Seychel les 1976
no en cada uno de los tres territorios.

293
La lucha anticolonial tomó mayor envergadura hacia fines de los años 50. Para
entonces ya estaban formados y actuando los partidos nacionalistas propios
en las tres posesiones. En Rhodesia del Sur surgieron la Unión PopularAfrica-
na de Zimbabwe (ZAPU), encabezada por Joshua Nkomo, y la Unión Nacio-
nalAfricana de Zimbabwe (ZANU), que tenía entre sus principales dirigentes
a Robert M ugabe. En Rhodesia del Norte se fundó el Partido Unido de la
Independencia Nacional (UNIP), liderado por Kennet Kaunda, mientras que
HastingBanda creó en Nyasalandia el Partido del Congreso de M alawi, único
que no se proponía romper totalmente con Inglaterra.

La res puesta blanca ante el auge del movimient o nacionalista fue contun-
dente. En 1959, aprovechando los disturbios antifederalistas del norte de
Nyas alandia se decretó el es tado de emergencia en toda la Federación. Se
prohibieron todos los partidos africanos y se encarceló a miles de sus mi-
litantes. Pero la represión no hizo más que enardecer los ánimos y fortale-
cer la pos ición de los africanos, acelerando el proceso hacia las indepen-
dencias separadas. En efecto, en 1961, el Partido del Congreso de M alawi
obtuvo la mayoría de los escaños en las primeras elecciones en que pudo
votar masivamente el pueblo y se constituyó un gobierno africano presidi-
do por Hasting Banda, que abandonó la Federación dos años desp ués. En
1964, fue proclamada la independencia del país, que a partir de entonces
adoptó el nombre de M alawi.

En Rhodesia del Norte los acontecimientos transcurrieron de forma simi-


lar. En 1962, se celebraron elecciones con p articipación africana, que fue-
ron ampliamente ganadas por el Partido Unido de la Independencia Na-
cional (UNIP), lo que dio origen a un gobierno africano presidido por
Kennet Kaunda, que en breve abandonó la F ederación, disuelta oficial-
mente el 31 de diciembre de 1963. Rhodes ia del Norte obtuvo s u inde-
pendencia en 1964, adoptando el nombre de República de Zambia.

M ientras tanto, en Rhodesia del Sur, con el consentimiento de Londres, se


introdujo una reforma constitucional que reforzó aún más el poder blanco. En
ese contexto, se prohibieron los partidos nacionalistas africanos, se acentua-
ron las medidas segregacionistas y se reprimió a los dirigentes africanos, que
fueron casi aniquilados. En 1965, la minoría blanca rhodesiana rompió con
Inglaterra, que debido a las presiones internacionales se proponía buscar una
solución que incluyera a la población negra, y declaró unilateralmente su inde-

294
pendencia, saliendo de la Commonwealth. La mayoría negra tuvo que esperar
hasta 1980 para acceder al poder, lo que se produjo en un contexto interna-
cional y regional más favorable y tras varios años de lucha armada y de una
serie de maniobras internas del colonato blanco para no perder sus privilegios.
5REHUW0 XJDEHGLULJHQWHGHO=$18²OXHJRVHIXQGLyFRQHO=$38SDUD
IRUPDUHO= $1838²VHFRQYLUWLyHQHOSULPHUS UHVLGHQWHGHOD5HS~EOLFDGH
Zimbabwe, nombre adoptado por el país a partir de 1980.

En lo que s e refiere al África M eridional brit ánica, int egrada p or los


protectorados de Bechuanalandia, Swaz ilandia y Basut olandia, la inde-
pendencia llegó en la segunda mitad de los años sesenta, t ras un período
de autonomía interna. En 1966, la obtuvieron Bechuanalandia, que adoptó
el nombre de República de Botswana, y Basutolandia, que se convirtió en el
Reino de Lesotho. En 1968, le llegó el turno a Swazilandia, también cono-
cida como Nguane, constituida como una monarquía.

Por último, el caso de Sudán, situado en la región nororiental del continen-


te africano, presentó determinadas particularidades. Des de 1899 exis tía
allí un condominio anglo-egipcio, aunque en la práctica dominaban los in-
gleses. Después de la Segunda Guerra M undial, Egipto pidió a los británi-
cos que abandonaran Sudán y ést os respondieron prop oniendo ciertos
FDPELRVHQWUHHOORVODFUHDFLyQGHXQD$VDPEOHD/HJLVODWLYD²IRUPDOL]D
GDHQ²TXHHQODSUiFWLFDHVW DUtDFRQWURODGDSRUODVDXWRULGDGHV
inglesas. En 1951, los nacionalistas sudaneses pidieron la independencia,
mient ras que Egipto reiteró a los ingleses su deseo de que abandonaran el
condominio. A la postre, la situación se decidió con la revolución nasserista
de 1952, que destronó al rey Faruk. Un año más tarde, las nuevas aut ori-
dades egipcias propiciaron un acuerdo con Inglaterra, mediante el cual se
reconocía el derecho a la autodeterminación de Sudán y se garantizaba la
independencia tras un período transicional de tres años , en el que existió
un gobierno sudanés con mayoría del Partido Unionista Nacional. En vir-
tud de dicho acuerdo, las tropas extranjeras abandonaron el país en 1955.
Por fin, la independencia fue proclamada el 1 de enero de 1956. Las dife-
rencias económicas, cult urales y religios as entre el norte y el sur (norte
musulmán y sur cristiano), profundizadas p or el colonialismo inglés, han
sido la bas e de los conflictos vividos posteriormente p or el país.

En lo que se refiere a las posesiones británicas en la zona del Medio Oriente,


la descolonización dejó el poder en manos de reyes (Jordania, en 1946) o
295
emires (Kuwait, en 1961; Bahrein, Qatar, Oman y Emiratos Árabes Uni-
dos, en 1971). Las excepciones fueron Chipre y Yemen del Sur, que obtu-
vieron su independencia en 1960 y 1967, respect ivamente; y el mandato
de Palestina, dividido por un acuerdo de la ONU entre árabes y judíos, lo
que dio origen al Estado de Is rael (1948) y a un agudo conflicto que llega
hasta nuestros días.

En el período comprendido entre las dos guerras mundiales llegaron a laindependencia algunos
Estados árabes,como Yemen, Egipto, Arabia Saudita e Irak. P ero la gran descolonización se
produjo al término de la Segunda Guerra, cuando surgieron como Estados independientes Siria,
Líbano, Jordania, Israel, Sudán, Kuwait y Yemen del Sur, aparte de la conversión
en repúblicas, de Turquía, Egipto, Irak y Yemen.
Esta fragmentación, el enclave hebreo en el mundo árabe, las eternas rencillas
entre los propios musulmanes y los poderosos intereses petrolíferos han determinado
la constante tensión de esta zona vital del mundo.

296
LA LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO FRANCÉS

El derrumbe del colonialismo francés comenzó por el P róximo Oriente, en


los mandatos de Siria y Líbano, recibidos t ras la desintegración del Impe-
rio Otomano, al concluir la Primera Guerra M undial. Las poblaciones de
esta zona habían aceptado de mal grado que el dominio turco fuera susti-
tuido por los mandatos británicos y franceses. Al mismo tiempo, durante el
período de entreguerras se fue extendiendo allí, cada vez en mayor medi-
da, el sentimiento de un nacionalismo árabe, que conduciría finalmente a la
formación de la Liga Árabe, en 1945.

La derrota de Francia frent e a A lemania, a mediados de 1940, promovió


el auge de los movimientos nacionalistas en dichos mandatos franceses, y
desató huelgas, manifestaciones y diversos enfrentamientos. En tales cir-
cunstancias, los representantes del gobierno de Vichy se vieron obligados
a permit ir la reinstauración de gobiernos y parlamentos consultivos, aun-
que en ambos casos de carácter moderado. Poco des pués, tras la derrota
GHODV WURSDVGH9LFK\SRUIXHU]DVDOLDGDV²LQJOHVDVDXVW UDOLDQDV\ GHOD
)UDQFLDOLEUH²'H*DXOOHDVXPLyHOFRQWUROGHORVPDQGDWRVSHURSURQWR
se vio obligado a negociar una salida, acordándos e la celebración de
elecciones, que fueron ganadas por los candidatos nacionalis tas. Así las
cosas , el 22 de noviembre de 1943, se logró la indep endencia del Líba-
no y al mes s iguiente la de Siria, aunque F rancia mant uvo tropas en los
dos p aíses e Inglat erra en Siria. Las tropas extranjeras se ret iraron s i-
mult áneament e en 1946, desp ués de enfrentamientos de franceses con la
población y del bombardeo de D amasco, que ocasionó la intervención
de Naciones Unidas.

Al terminar la guerra, el imperio colonial francés se resquebrajaba en todas


partes. El movimiento anticolonial era particularmente fuerte en la zona del
0 DJUHE²7~QH]0 DUUXHFRV\$UJHOLD²GRQGHHQORVDxRV\GXUDQWHOD
guerra, la actividad nacionalista había sido int ensa; en M adagascar, donde
la guerra reavivó las esperanzas de independencia y la impaciencia nacio-
nalista era crecient e, y en Indochina, donde después de la salida de los ja-
poneses Ho Chi-M inh proclamó la República Democrática de Vietnam, con
un gobierno de unión nacional en el que estaban representadas fuerzas polí-
ticas de todas las tendencias.

297
Francia respondió tardía e insuficientemente a los reclamos de independen-
cia de sus colonias. La Constitución de la IV República, aprobada en 1946,
tras un breve período de gobierno provisional, formalizó a la Unión France-
sa, amalgama jurídica que fijaba los límites de lo que la met rópoli estaba
dispuesta a conceder en el terreno colonial, que resultaba bien poco en rela-
ción con las aspiraciones de magrebíes, vietnamitas, malgaches, marfileños,
etc. La Unión Frances a no era más que un eufemismo. Aunque reunía a
todos los pueblos y contaba con una A samblea y un Consejo Sup remo,
organismos con apariencia federal, al final sólo los franceses tenían poder de
decisión. Argelia, donde existía un considerable número de franceses, no fue
incluida en la Unión Francesa y su situación pasó a ser regulada por el esta-
tuto de 1947, que definía a Argelia como una «prolongación de Francia». De
acuerdo con dicho estatuto, se creaba una Asamblea Argelina, que s e ocu-
paría de las cuestiones int ernas y estaría formada por 60 delegados de
cada uno de los dos colegios electorales . De tal manera, los 464 000 vo-
tantes franceses tendrían igual representación que los electores musulma-
nes con derecho al voto, cuy o número se aproximaba al 1 400 000. La
ventaja francesa s e incrementaba, además, por la fraudulenta manipula-
ción del vot o árabe.

La Unión Francesa fracasó muy pront o en Indochina. En marzo del 45, el


gobierno provisional francés había aprobado un estatuto para Indochina,
que se convertía en la Federación de Indochina. Camboya y Laos aceptaron
formar parte de la Federación y se integraron des pués a la Unión France-
sa. Pero en el caso de Vietnam, tanto el estatuto como la Unión se oponían
a dos reivindicaciones obtenidas con la proclamación de la República De-
mocrática, o sea, el reconocimiento de la independencia y unidad nacional.
A fines de 1946, después de un proceso negociador, en el que se impusie-
ron los sectores colonialistas más rabiosos, el gobierno francés optó por la
«reconquista», lo que obligó a Ho Chi M inh a p roclamar la insurrección
general. Se inició así una larga y sangrienta guerra, a la que los prop ios
franceses calificaron como «guerra sucia». La lucha se prolongó durantes
siete años y siete meses y cost ó a Francia más víct imas que la Segunda
Guerra M undial.

La ocupación de Francia, el desembarco aliado en el norte de África, la parti-


FLSDFLyQGHYROXQWDULRVPXVXOPDQHVHQHO(MpUFLWRGHOD)UDQFLD/LEUH²VH

298
Ho Ch i Minh ( de pie) l íder de la lucha contra e l colonia lismo fr ancés
y el imperial ismo nor teameric ano.

calcula que unos 6 000 soldados marroquíes, entre otros magrebiés, murie-
URQHQORVIUHQWHVGHEDWDOOD²\ODHYROXFLyQGHORVDFRQWHFLPLHQWRVHQ6LULD
y Líbano, contribuyeron a generar infundadas esperanzas entre los círculos
nacionalistas magrebiés. Particular influencia tuvo la revolución de 1952 en
Egipto, que destronó al rey Faruk, estableció la república y destacó la figura

299
de Gamal Abdel N asser, llamado a convertirs e en el p rincipal líder de la
causa árabe. Pero Francia respondió con la represión y con una anacrónica
política asimilacionista a los reclamos de independencia, como los formu-
lados por el M anifiesto del Pueblo Argelino (1943), M anifiesto del Partido
Istiglal (1944) y M anifiesto del Pueblo Tunecino (1945). Sin embargo, tras
varios años de lucha, los pueblos de T únez y M arruecos obtuvieron su
independencia, a p rincipios de 1956.

La descolonización en Argelia fue un proceso mucho más complejo y trá-


gico. A la publicación del Es tatuto de Argelia (1947) siguieron manip ula-
ciones de todo tipo para impedir la victoria del M ovimiento por el Triunfo
de las Libertades Democráticas (M TLD) en las elecciones municipales. Al
quedar prácticamente sin cauce legal, el M TLD facultó a Ahmed Ben Bella
para fundar la Organización Especial (OS) y emprender la lucha armada.
Un tiempo después, en 1954, se fundó en Argel el Comité Revolucionario
de Unión y Acción, que agrup ó a todas las tendencias del nacionalismo
argelino y enarboló la vía insurrecional. El 1 de noviembre de aquel mismo
año, el Frente de Liberación Nacional (FLN) inició la lucha armada con
acciones en diversas partes del país ; mientras p ublicaba en El Cairo un
manifiesto en el que solicitaba la independencia y proponía entablar nego-
ciaciones al respecto con el gobierno francés. La respuesta de Francia
consistió en que Argelia formaba part e de Francia y que se ut ilizarían to-
dos los recursos para retenerla. Y p ara apoy ar es tas palabras , se incre-
mentaron las fuerzas repres ivas y s e actuó con extrema dureza ante las
acciones de los nacionalistas. Se creó entonces una sit uación que t rascen-
dió al ámbito internacional y figuró incluso en el orden del día de la Asam-
blea General de la ONU, a p artir de 1955.

La radicalización de las posiciones de los colonos franceses y del gobierno


des encadenó, en 1956, un horrendo ciclo de t errorismo y represión, que
comenzó con el secuestro de un avión marroquí que transport aba a cuatro
OtGHUHVGHODUHVLVWHQFLDDUPDGD²%HQ%HOOD+RFLQH$LW$KPHG0 RKDPHG
%RXGLDI\0 .KLGHU²ORVTXHIXHURQHQFDUFHODGRVHQ)UDQFLD(Q
el general M as su y su cuerpo de paracaidis tas iniciaron la «batalla de Ar-
gel», recreada crudamente en la famosa p elícula de igual nombre del di-
rector italiano Gillo P ontecorvo, en 1965. Durant e varios horrendos días
fueron arrestadas, torturadas y, a menudo asesinadas, más de 80 000 perso-

300
nas. En ese contexto, la red clandest ina del FLN en A rgel fue desarticula-
GDPLHQWUDVHQHOFDPSRORVVROGDGRVIUDQFHVHV²XQRV²WUDWD
ron de eliminar el apoyo que recibía el Ejército de Liberación N acional y
procedieron a la concentración forzada de más de dos millones de campe-
sinos. También se t rató de cortar el suminis tro de armas a los rebeldes,
procedentes de Túnez, para lo cual se llegó incluso a bombardear, el 8 de
febrero de 1958, la ciudad tunecina de Sakiet Sidi-Youssef, ocasionando
un elevado número de víctimas.

La guerra en Argelia provocó el rechazo de un amplio sect or de la pobla-


ción francesa, en particular de los intelectuales y de la clase obrera, lo que
representó una crecient e presión sobre las autoridades. Temiendo la reti-
rada del gobierno, el 9 de mayo de 1958, varios generales de la colonia
advirtieron al presidente de la República que el ejército cons ideraría como
un ult raje el abandono de Argelia y amenazaron con una sublevación. Fue
este el anuncio del semigolpe de estado del 13 de mayo, que acabó con la
IV República y llevó al general De Gaulle al poder, quien se comprometió
a retener la colonia. El FLN respondió creando el Gobierno Provisional de
la República Argelina (GP RA), con sede en El Cairo, Egipto, país que se
distinguió por su apoyo moral y material a la causa argelina.

Sin embargo, transcurridos unos pocos meses, De Gaulle se convenció de la


firmeza del sentimiento nacional argelino y descartó la posibilidad de una vic-
WRULDPLOLWDULQFOLQiQGRVHSRUXQDVDOLGDQHJRFLDGDORTXHILQDOPHQWH²VHJ~Q
UHIHUpQGXP GHOGHHQHURGH²IXHDSR\DGRSRUHO GHOD
población de la metrópoli y el 69 % de los franceses en Argelia. Ello con-
dujo a las negociaciones de Evian, que concluyeron con el reconocimiento
de la s oberanía de A rgelia. El 5 de julio de 1962, cuando se cumplían
132 años de dominación francesa, se p roclamó oficialmente la indep en-
dencia y con ella el nacimiento de la República de Argelia. Este acto estu-
vo p recedido por el éxodo de unos 800 000 colonos franceses . La impo-
pular y sangrienta guerra de Argelia se p rolongó p or ocho años y le costó
a Francia unas 100 000 víctimas; mientras los argelinos aportaron más de
un millón. Un grupo de ultracolonialistas se opuso a la independencia y
creó la Organiz ación del Ejército Secret o (O AS), que ejecutó varias ac-
ciones violentas dentro y fuera de Argelia. Entre estas acciones se cuentan
los fallidos atentados al general D e Gaulle, el último de los cuales fue re-
creado en la famosa novela Chacal de Frederick Forsy th.
301
La rápida des colonización del África subsahariana francesa, efectuada en-
tre 1958 y 1960, se llevó a cabo sin ninguna crisis grave y con la aproba-
ción mayoritaria de la opinión pública metropolitana, muy influida por los
acontecimientos de Indochina y del norte africano. Las colonias francesas
de esta región, donde el nacionalismo no tenía aún la fuerza que alcanzó en
el norte del cont inente, llegaron a la indep endencia de forma pacífica. En
este sentido, debe señalarse que la Constitución de 1946 y la Unión Fran-
cesa, con todas las limitaciones ya apuntadas, crearon un marco jurídico
que amplió los derechos de los africanos y les p ermit ió particip ar en las
asambleas constituy entes y legislativas de la república y en la administra-
ción de su territ orio a través de sus elegidos, aunque el doble colegio elec-
WRUDO²XQRSDUDHXURSHRV\RWURSDUDDIULFDQRV²\HOVLVWHPDFHQVDWDULR
favorecían a los blancos.

En 1946, los elegidos africanos crearon sus propias organiz aciones. La


primera y más importante de ellas fue el Partido Reunión DemocráticaAfri-
cana (RDA), nucleado en torno a la figura de Houphouet -Boigny, líder del
Bloque Democrático de Costa de M arfil. Esta agrupación reunía a los dis-
tintos partidos locales del África subsahariana francesa, excepto a los mi-
litantes vinculados a los metropolitanos M ovimiento Republicano Popular
(M RP) y al Partido Socialista (Sección Francesa de la Internacional Obre-
ra), que contaba con la presencia de los senegaleses Lamine Guey e y
Léopold Sedar Senghor. En su congreso fundacional, celebrado en Bamako,
en octubre de 1946, el RDA se p ropus o luchar por la emancipación de
todos los territorios del yugo colonial. Desde su nacimiento, el RDA reci-
bió el apoyo del Partido Comunista Francés, con el que se vinculó, funda-
mentalmente, con fines electorales. Esta polít ica de aproximación al PCF
fue reafirmada en el segundo congres o de la agrupación (Costa de M arfil-
1949), pero a p artir de 1950, en la medida que se fortalecía la p olít ica
anticomunista de la guerra fría, el RDA rompió dicha alianza y s e acercó a
otras fuerzas políticas y a las autoridades francesas.

Este viraje estuvo precedido por un recrudecimiento de las pers ecuciones


y la repres ión cont ra los integrant es del RDA, a los que se acusaba de
comunistas. La represión fue particularmente intensa en Costa de M arfil.
El cambio de orientación provocó la escis ión del RDA, al s epararse su
sección de Camerún, encabezada por Rubén Um Ny obe, quien no aceptó
la rupt ura con los comunistas y optó por la vía insurreccional. El resto
302
de las secciones permanecieron en el partido, argumentando la necesidad de
mantener la unidad, pero hubo muchas exp resiones de descontento. Des-
pués de un ligero declive, que siguió a las persecuciones de que fue objeto
y a su viraje político, el RDA resurgió con fuerza, a lo que contribuy ó la
moderación de la actit ud de las autoridades francesas debido a los aconte-
cimientos de Indochina y del África del Norte.

M ientras tanto, en 1948, Léopold Se-


dar Senghor había fundado el Bloque Descolon ización
del imperio francés.
'HPRFUiWLFR6HQHJDOpV²SRVWHULRU Cronología
mente U nión Progresista Senega-
OHVD²TXHSURQWRHQW UyHQFRQWDF Líbano 1943
to con una organización de diputados Siria 1943
africanos que recién había s ido crea- Camboya 1954
da por un representante de Dahomey. Laos 1954
La nueva agrupación se denominó Vietnam 1954
Independientes de Ultramar (IOM ) Marruecos 1956
y es taba llamada a convertirse en la Túnez 1956
segunda gran fuerza política del Áfri- Guinea 1958
ca subsahariana francesa. El triunfo Alto Volta 1960
alcanzado por los IO M en las elec- Camerún 1960
ciones de 1951 p ara la A samblea Congo-Brazzaville 1960
Nacional F rancesa cons olidó a la Costa de Marfil 1960
nueva agrupación y reafirmó el Chad 1960
liderazgo político de Senghor. Las di- Dahomey 1960
Gabón 1960
ferencias entre los IOM y el RDA se
Madagascar 1960
debieron a discrepancias ideológicas
Mali (Sudán) 1960
por la orientación comunista inicial
Mauri tania 1960
del RDA y, sobre t odo, por el hecho
Níger 1960
de que Senghor defendía una mode-
República
rada concepción federalista. En efec-
Centroafricana 1960
to, en el Congreso de los IOM , cele- Senegal 1960
brado en Bobo-Dioulasso, en 1953, el Togo 1960
líder senegalés defendió la tes is de Argelia 1962
una república federal africana, que Comores 1975
formaría parte de una república fe- Djibuti 1977
deral francesa.

303
La evolución de los acontecimientos en el M agreb y la victoria obtenida en
las elecciones legislativas francesas de 1956 por la agrupación de Senghor
y, sobre todo, por el RDA, tuvieron fuertes rep ercusiones en el África
subsahariana francesa. Houphouet-Boigny, el líder del RDA, fue nombra-
do ministro de Estado y junt o a Gaston Deferre, minist ro de Ultramar,
elaboró la denominada Ley Cuadro o de Bases, que introdujo el sufragio
universal y el colegio único, amp lió los poderes de las Asambleas de los
territorios de ultramar y contempló las reformas administrat ivas que ha-
brían de permitir una mayor participación de la población africana en la ges-
tión de sus territorios y un incremento de funcionarios africanos en la admi-
nis tración. Se trat aba de la introducción de grados de autonomía, algo
similar a la práctica británica.

La Ley Cuadro o de Bases de 1956 fue un paso de avance, p ero t ardío e


insuficiente para satis facer las aspiraciones de autogobierno de los africa-
nos , que en su mayoría querían una federación con Francia. En efecto,
para 1957, alrededor del partido de Senghor se produjo un reagrupamiento
de fuerz as políticas, que condujo a la creación de la Convención A fricana,
partidaria de la aut onomía de cada t errit orio. También el RDA, pese a la
RSRVLFLyQGH6pNRX7RXUp\GHRWURV ²H[LJtDQSULPHUDPHQWHODLQGHSHQ
GHQFLD\GHVSXpVODIHGHUDFLyQ²VHLQFOLQDEDHQHV DGLUHFFLyQ/RTXH
diferenciaba la postura de unos y otros era como se estructuraría la futura
federación. Es decir, si se llevaría a cabo entre la metrópoli y los doce
territorios (tesis del RDA) o entre la metrópoli y las federaciones del Áfri-
ca Occidental francesa, el Á frica Ecuatorial francesa y M adagascar, según
asp iraban los s eguidores de Senghor.

La caída de la IV República, precipit ada p or la situación en Argelia, y la


subida del general De Gaulle al poder, aceleraron los acontecimient os. En
1958, se instauró la Constitución de la V República, que incluyó una men-
ción a la «libre determinación» y a la elección del t ipo de asociación a
adoptar en el futuro por los territorios de ultramar. En el referéndum del 28
de septiembre los africanos pudieron optar por un status de Estado miem-
bro de la comunidad francesa, vot ando sí; o p or una independencia
satanizada por la propaganda oficial, votando no. Todos los territorios acep-
taron la propues ta gaullist a menos Guinea, cuyo acto histórico le valió la
independencia y el aislamiento y la hostilidad metropolitana, pero señaló el

304
camino. En ello fue determinante la posición más radical de Sékou Touré,
líder anticolonialista guineano y primer presidente de la república, que se
proclamó el 2 de octubre de 1958.

Posteriormente, a pesar de las restricciones que imponía la Comunidad y


de que el p oder de decisión estaba en París, la presión de los hechos y de
los africanos, determinó que la vinculación con la Comunidad evolucionara
ráp idamente hasta llegar a la independencia sin salirse de la misma. Esta
fue la vía seguida por la F ederación de M ali (Senegal y Sudán francés), en
1960. Es e mis mo año, declarado después Año de Á frica, accedieron a la
independencia los demás territorios. Senegal, M adagascar, Congo, Gabón,
República Centroafricana y Chad, p ermanecieron en la Comunidad. Cos-
ta de M arfil, Dahomey, Alto Volta, Níger, M auritania y M ali, tras romper
la Federación con Senegal, salieron de la Comunidad y establecieron acuer-
dos de colaboración con F rancia.

En los casos de los antiguos mandatos franco-británicos de Togo y Camerún,


la situación fue la siguient e. En el cas o de Togo, como y a se apuntó, la
parte bajo mandat o británico s e unió a Costa de O ro en 1956 y luego se
integró a la Ghana independiente, en tanto la p arte bajo mandato francés
se hizo independiente en 1960. Por su parte, el Camerún francés consiguió
su independencia en 1960, como los demás territorios frances es, y un año
más tarde, tras un referéndum, se logró la unión con la porción sur del
Camerún inglés, creándos e una República F ederal, mient ras que la p or-
ción nort e se unió a Nigeria.

El caso de M adagascar merece un comentario adicional. El nacionalismo


malgache resultaba ya fuerte antes de la Segunda Guerra M undial y des-
pués de ésta se reavivaron las esperanzas de independencia. Entre 1947 y
1948 tuvo lugar allí una rebelión, que fue cruelmente rep rimida por el ejér-
cito francés. El saldo, según se ha calculado, fue de casi 100 000 muertos,
un verdadero baño de s angre con el objetivo de exterminar a los militantes
del M ovimiento Democrático de Renovación M algache. Tras es te duro
golp e, la evolución post erior del territorio, hasta su llegada a la indepen-
dencia, fue similar a la del resto del África subsahariana francesa.

305
LA DISOLUCIÓN DE LOS IMPERIOS DE HOLANDA,
BÉLGICA, PORTUGAL, ESPAÑA E ITALIA

La ocupación de Indones ia por los japoneses, en 1942, liquidó práct ica-


mente el prest igio de los europeos. Los ocupantes pidieron la colabora-
ción de los nacionalistas para explotar, en beneficio p ropio, los recursos
del territ orio. P ara conseguir este objetivo, los japones es prometieron la
independencia y permitieron, después de 1944, un régimen de autogobierno
con res tricciones. Bajo una aparente colaboración con los jap ones es,
Achmed Sukarno y otros dirigentes nacionalistas lograron crear el Ejército
de Defensores de la Patria (P ETA) y difundir un discurso que sentó las
bases de un verdadero sentimiento nacional. El 17 de agosto de 1945, dos
días después de la capit ulación de Japón, Sukarno y M uhammad H atta
proclamaron la independencia de la República de Indonesia, convirtiéndose
el primero en presidente y el segundo en vicepresidente.

El desembarco de los ingleses , en septiembre de 1945, restituyó formal-


mente el control de la república a las autoridades holandesas. Pero el PETA
mantenía todo su poder y sus enfrentamientos con los soldados holande-
ses condujo a un conflicto en el que se vieron envueltas las tropas anglo-
indias. Los ingleses constat aron la fuerza del nacionalismo indonesio y se
marcharon en 1946. El gobierno holandés int entó ganar tiempo creando
nuevos Es tados en las islas adyacentes no controladas por la República y
proponiendo la creación de la U nión Holandoindonesia (U H), formada
SRUORV(VWDGRV8QLGRVGH,QGRQHVLD²OD5HS~EOLFD%RUQHR\OD,QGRQHVLD
&HQWUDO²\+RODQGDEDMRODSUHVLGHQFLDGHODUHLQDKRODQGHVD(OW UDWDGR
de la UH nunca se llegó a firmar y en 1947 el gobierno holandés trato de
ocupar los territorios dominados por la República de Indonesia.

El conflicto cobró mayor envergadura y se int ernacionalizó. La media-


ción de la ON U, propiciada p or la India y A ustralia, condujo al acuerdo
de Renville, por el que ambas partes se comprometieron a impulsar unos
Estados Unidos de Indonesia, a los que Holanda transferiría en un futuro
cercano la soberanía, y a resp etar el princip io de autodeterminación de
las distintas poblaciones, que debían optar p or su incorporación a la Re-
pública de Indonesia o a ot ro Est ado de los EUI. Sin embargo, en los
meses que s iguieron, H olanda propició la creación de nuevos Es tados

306
Achmed Sukarno
(1901-1970)

En 1927 fundó el Partido Nacio-


nal Indonesio. Encabezó la lucha
por la independencia y fue el pri-
mer pres idente del país. Se des-
tacó por s u pol ít ica exteri or
ant icol onial y tercermundis ta.
Fue part icipante activo en la
Conferencia de Bandung y en el
proceso que condujo a la crea-
ción del Movimi ento de países
no Alineados.

(Sumatra Oriental, M adura, Java Oc-


cidental, etc.) con la intención de
controlar el gobierno de la futura Achmed S ukarno,
Federación, lo que fue denunciado president e de Indonesia ha sta 1966.
por Yakarta como un incumplimiento
de los acuerdos de Renville. En diciembre de 1948, tras el fracaso de
una nueva ronda de negociaciones, La H aya des encadenó las host ilida-
des, bombardeó a Yakarta y apresó a Sukarno y a Hatt a.

A partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron. La reacción


milit ar republicana y la desobediencia civil arrinconaron a los holandeses
en camp os y ciudades, a pes ar de cont ar con 165 000 soldados. La
pres ión int ernacional y de los p ropios Estados creados por los holande-
ses , los obligó a restit uir el gobierno de Yakart a y a emp render negocia-
ciones. En diciembre de 1949, se procedió al trasp aso de la s oberanía
holandesa a un gobierno federal, la República de los Estados Unidos de
Indonesia, y se mantuvo a la UH como marco de cooperación, con p lena
igualdad y libertad de sus componentes. Sukarno fue elegido como p re-
sident e del gobierno federal de los EUI. Cinco años después, el gobier-
no de Yakarta denunció la UH y, en 1963, logró la incorporación de Irián
(Nueva Guinea Occidental), último vestigio de la presencia holandes a en
la región.

307
El Imperio belga en África estaba formado por la colonia del Congo y los
mandatos de Ruanda y Burundi. El dominio belga en el Congo, colonia con
DEXQGDQW HVULTXH]DVPLQHUDOHVV HVHxDODED±D~QGHVS XpVGHOD6HJXQGD
Guerra M undial- por su carácter brutal y profundamente reaccionario. Di-
cha dominación se asentaba en tres pilares: el Estado, los empresarios y
los misioneros católicos. En el Congo se mantenían los t rabajos forzados
y XQDIpUUHDVHSDUDFLyQHQWUHFDPSR\FLXGDG²ORVPRYLPLHQWRVHUDQUHV
WULQJLGRV\VXPDPHQWHFRQWURODGRV²\HQWUHDIULFDQRV\EODQFRVHQODV
ciudades. La p articipación política de los africanos era inexistente y sólo
una pequeña elite pudo, desde 1952, relacionars e con los blancos, a con-
dición de renunciar tot almente a sus costumbres , y formar asociaciones
cult urales. Eran los «regist rados» y los llamados «evolucionados», entre
los que s e encontraban Patricio Lumumba, Joseph Kasavubu y otros.

La dominación belga, ciega y sorda ante los acontecimientos exteriores y a


la evolución de la colonia, no tenía en cuenta los procesos descolonizadores
que ocurrían en África. P ara las autoridades belgas, el Congo accedería a
la independencia tras un proceso de maduración política, que se prolonga-
ría por unos treinta años, plazo que los europeos de la colonia cons idera-
ban demas iado corto. Pero la realidad fue otra. La propia evolución eco-
QyPLFDGHODFRORQLD²PLQHUtDHLQGXVWULD²S URPRYLyODDFHSW DFLyQGH
JUDQGHVPLJUDFLRQHVKDFLDODV]RQDVXUEDQDV²HQ/HRSROGYLOOHFRQWD
ba con más de 250 000 habitantes y, en general, un cuarto de la población
HVWDEDHQODVFLXGDGHV²ORTXHIDFLOLWyTXHWUDVGHWHUPLQDGDVDVRFLDFLRQHV
de carácter cultural y de ciertos movimientos religiosos, germinara la semilla
del anticolonialismo. La presión de estas organizaciones obligó a la celebra-
ción de elecciones municipales con participación africana, en diciembre de
1957, que fueron ganadas por ABAKO, que había sido fundada por
Kasavubu como una asociación tribal en defensa de la lengua kikongo.

Después de las elecciones, ABAKO se transformó en un partido p olítico


federalista. En 1958, Lumumba creó el M ovimiento Nacional Congolés
0 1& DJUXS DFLyQSDUWLGDULDGHODXQLGDGQDFLRQDO²SULQFLSDOSXQWRGH
GHVDFXHUGRFRQ$%$.2²TXHPX\SURQWRVHH[WHQGLyDWRGRHOWHUULWR
rio. En 1959, los acont ecimientos se p recip itaron. La prohibición de un
mitin de ABAKO provocó grandes protestas y pedidos de independencia.
La represión, la prohibición de ABAKO y el arrest o de los principales

308
dirigentes nacionalistas no hicieron más que enardecer los ánimos. En ese con-
texto, Bélgica prometió la independencia, iniciándose el proceso de la llamada
0 HVD5HGRQGD²HQHURGH²HQODTXHVHGHFLGLyTXHHO&RQJRVHUtD
XQDUHS~EOLFD SDUODPHQWDULDFRQ XQJRELHUQR FHQWUDOIXHUWH ²WHVLV de
/XPXPED²\VHLVJRELHUQRVSURYLQFLDOHV

Las elecciones generales para constituir los órganos de la futura república,


fueron celebradas el 20 de mayo y res ultó triunfador, con una mayoría
relativa en el parlamento, el M NC de Lumumba. Poco después, Lumumba
asumió el cargo de primer minist ro y Kasavubu el de P residente, procla-
mándose la independencia el 30 de junio de 1960. En los años posterio-
res, el país se vio envuelto en sangrientos conflictos motivados por el mo-
vimiento de seces ión en Katanga, las divisiones internas, la injerencia de

De izq uierda a d erecha P atr icio Lumumba, Kasavu bu y el rey belga Bal duino.

309
las fuerzas belgas y la timorata actitud de Kasavubu, lo que desembocó en
la destitución y posterior asesinato de Lumumba, a pesar de la mediación
de la O NU que ést e había s olicitado y que tuvo un balance negat ivo. En
1964, con el golpe de Es tado del coronel M obut u, que instauró un régi-
men reaccionario y pro-occident al, desap arecieron de la escena p olít ica
los demás protagonistas de la independencia. A p artir de 1971, el Congo
adoptaría el nombre de Zaire, sustituido en 1997 por el de República De-
mocrática del Congo.

En Ruanda y Burundi, territorios administrados por los belgas en régimen


de tutela, el proceso que condujo a la independencia estuvo matizado por
enfrentamientos interétnicos. Ello fue característico, sobre todo, en el caso
de Ruanda, donde, entre 1959 y 1961, se desencadenó una verdadera
guerra civil entre los hutus (85% de la población) partidarios de la repúbli-
ca, y los tutsis (15% de la población), partidarios de la monarquía tut si,
que había dominado el territorio. Finalment e, el problema se resolvió con
las elecciones de 1961, en las que triunfó el P artido de la Emancipación de
los hutus, lo que permitió el establecimiento de la república y la proclama-
ción de la indep endencia en 1962. En ese propio año, se produjo también
la independencia de Burundi, que se constituyó como reino, sin grandes
enfrentamientos, pese a su similar composición étnica.

El Imperio portugués en África, que comenzó a formarse en los siglos XV y


XV I , estaba integrado por las colonias de Angola, M ozambique, Guinea-
Bissau, el archipiélago de Cabo Verde y las islas de Santo Tomé y Prínci-
pe. El régimen colonial portugués fue uno de los más brutales y despiadados
de la historia colonial europea y continuó siéndolo después de la Segunda
Guerra M undial,2 lo que era un reflejo de la férrea dictadura fas cista que
padecían los habitantes de la metrópoli. Fue s eguramente por ello que, no
obstante las presiones internacionales y las crecientes y reiteradas deman-
das de la ONU, la descolonización portugues a fue tardía y violenta, y es-
tuvo estrechamente vinculada con el derrocamiento de la dictadura
salazarista, ocurrido en abril de 1974.

2 La sus titución del término de «col onias» por el de «territ orios de ult ramar», en
1951, no repres entó cam bio alguno en el régimen de domi naci ón.

310
Has ta la década de los sesenta, en las colonias p ortuguesas apenas exis-
tían «evolucionados» o «asimilados» y s e reprimía ferozmente cualquier
actividad cons iderada subversiva, como ocurrió en Luanda, en febrero de
1961, donde se p rodujo una gran mas acre, que mot ivó la creación de una
comisión investigadora de la ONU.
Ello ret rasó el surgimiento de orga-
Amilcar Cabral (1924-1973)
niz aciones nacionalistas, p ero no
pudo evitar que aparecieran y que Nació en Cabo Verde y se educó
obtuvieran el apoyo de países veci- en Lisboa. Joven inquieto y ta-
nos y de otros lejanos pero con una lentoso, fue fundador del Centro
fuerte vocación ant icolonialist a, de Estudios Africanos (1948).
como era el caso de Cuba. De tal Fue uno de los más brillantes lu-
chadores contra el colonialismo
manera, en 1956, se formó en Gui- portugués. Participó con Neto en
nea-Bissau el Part ido Africano de la la fundación del MPLA y creó el
Independencia de Guinea y de las Partido Africano para l a Inde-
islas de Cabo Verde (PA IG V), pendencia de Gui nea y Cabo
liderado por el lúcido combatiente Verde, que lideró hasta su asesi-
nato, ocurrido en Conakry, presu-
revolucionario Amilcar Cabral. A miblemente por mercenarios paga-
partir de 1963, el PAIG V desarro- dos por Portugal.
lló la guerra de guerrillas y en diez
años llegó a liberar casi t odo el t e-
rrit orio de la part e continental de la
colonia, donde se estableció el poder popular. Desaparecida la dictadura
de Caetano, Portugal reconoció la independencia de Guinea-Bissau y de
Cabo Verde, el 10 de sep tiembre de 1974. Tras un breve período de go-
bierno p rovisional conjunto, Cabo Verde se separó y se constituy ó en re-
pública independiente.

En M ozambique, en 1962, Eduardo M ondlane fundó el Frente para la


Liberación de M ozambique (FRELIM O), result ado de la fusión de varias
organiz aciones nacionalistas que fueron surgiendo con anterioridad. El
)5(/,0 2 YLQFXOyODOXFKDDUPDGDS RUODLQGHSHQGHQFLD²LQLFLDGDHQ
²FRQODIRUPDFLyQGHXQHVWDGRUHYROXFLRQDULRSRSXODUHQODV]RQDV
que liberaba, al igual que ocurría en Guinea. A p esar de la ayuda que reci-
bía el ejército colonial port ugués de los regímenes racistas de Sudáfrica y
Rhodesia del Sur, el FRELIM O llegó a controlar amplias zonas del país y tras
el derrocamiento de la dictadura portuguesa obtuvo el reconocimiento de

311
ODLQGHSHQGHQFLDHOGHMXQLRGH\6DPRUD0 DFKHO²UHHPSOD]y
D0 RQGODQHWUDVVXDVHVLQDWRHQ²HQVXSULPHUSUHV LGHQWH

En el caso de Angola, fueron surgiendo distintos movimientos nacionalistas


con posiciones políticas e ideológicas contrapuestas. En 1956, fue fundada
por Agostinho Neto y M arco Andrade la mayor y más importante agrupa-
ción, el M ovimiento para la Liberación deAngola (MPLA), con una orientación
marxista y de unidad nacional, que poco después inició la lucha armada. En
1962, se estructuró el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA),
encabezado por Holden Roberto, con una clara tendencia moderada y pro-
occidental. Del FNLA se escindió, en 1966, la Unión Nacional para la Inde-
pendencia Total de Angola (UNITA), dirigida por Jonás Savimbi, devenido
posteriormente un vulgar y sanguinario criminal. Estas organizaciones se su-
maron a la lucha armada, que se prolongó durante varios años. Tras el derrum-
be de la dictadura portuguesa, los tres movimientos iniciaron conversaciones
con las nuevas autoridades lusit anas para obtener la indep endencia. Pero
entonces aparecieron en un primer plano las diferencias entre ellos. En no-
viembre de 1975, el M PLA, previo acuerdo con Port ugal, proclamó la in-
dependencia e instauró una República Popular presidida por Neto, acto que
fue rechazado por las otras dos organizaciones, que proclamaron una repú-
blica prooccidental con capital en la sureña ciudad de Huambo.

La situación anterior condujo a una sangrienta guerra, que tuvo una impor-
tante p articipación foránea. El gobierno del M PLA , que contaba con el
apoyo mayoritario de la población y el reconocimiento internacional, reci-
bió ayuda de la URSS y de Cuba, que acudieron a un pedido oficial p ara
poder enfrentar la int ervención extranjera. El FN LA y la UNITA recibie-
ron una generosa financiación de los Estados Unidos y ayuda militar de
Sudáfrica, Rhodesia, Zaire, que no querían tener como vecina a una Angola
revolucionaria, y de China, con pretensiones de ganar influencia en el con-
tinente cont raponiéndose a las posiciones soviéticas. En 1976, el M PLA,
des pués de derrotar la invasión sudafricana con la ayuda de las tropas
int ernacionalis tas cubanas, logró imponerse en casi todo el país, aunque
ODOXFKDFRQWUDOD81,7$\VXVDOLDGRVH[WHUQRV²HO)1/$DEDQGRQDUtD
ODFRQWLHQGDXQSRFRPiVWDUGH²V HPDQWHQGUtDGXUDQW HPXFKRV DxRV
En el contexto de la batalla por la reafirmación de la independencia ango-

312
lana se intensificó la lucha ant icolonial del pueblo namibio y se profun-
dizó la crisis del régimen racist a s udafricano, lo que conduciría p ost e-
riorment e a la indep endencia de N amibia (1990)3 y al derrumbe del
ap art heid (1994).

En el caso de las pequeñas islas africanas de Santo Tomé y Príncipe se


formó, en 1961, el M ovimiento para la Independencia de Santo Tomé y
Príncipe (M LSTP), con una posición de izquierda que, en las difíciles cir-
cunstancias de un reducido espacio geográfico y de un riguroso control por-
tugués, abogó por la independencia del territorio. Ésta llegó finalmente el 12
de julio de 1975, proclamándose la constitución de un régimen republicano
popular, bajo la dirección del M LSTP.

Port ugal poseía, además, los territorios asiáticos de T imor Oriental y de


M acao. Los portugueses se retiraron de Timor Oriental tras la Revolución
de los Claveles, pero su dominación fue sustituida por la de Indonesia, que
des de s u independencia ocup aba el oeste de la isla, otrora posesión de
Holanda. Con es ta arbitraria acción el régimen del dictador indonesio
Suharto incumplió acuerdos adoptados por Naciones Unidas y originó una
delicada situación en el seno del M ovimiento de Países No Alineados; mien-
tras el pueblo de Timor Orient al debió luchar arduamente durante casi 30
años más para obtener s u independencia, que llegó t ras el referendo de
1999. En cuanto al enclave de M acao, en China, fue abandonado por
Portugal a fines de los años noventa, luego de un proceso de negociacio-
nes con la República Popular China.

Los restos del otrora gran Imperio colonial español estaban constituidos por
el Sahara Occidental, el prot ectorado de M arruecos y de Ifni, en la costa
atlántica marroquí; así como por la colonia de Guinea Ecuatorial, que incluía

3 La colonia alem ana del Áfri ca del S uroeste (Nam ibia) fue entregada a Sudáfrica
com o mandat o por la Liga de las Naci ones en 1919, pero con el tiempo ésta ext en-
dió a ella su régim en s egregaci onis ta y se negó a concederl e la independencia. En
1966, l a ONU retiró a Sudáfrica el referi do m andat o y decl aró ilegal su dom inio en
el territorio. Sin embargo, sólo t ras la t otal derrota sudafri cana en Angola concre-
WDGDIL QDOPHQWH HQODEDW DOODGH& XLWR&XHQDYDOH±HQORTXHW XYRXQSDSHOGHFLV LYR
OD D\XGDFXEDQD²VHFUHDURQODV FRQGLFL RQHV SDUDODLQGHSHQGHQFLDGH1DPLEL D\
para la propia desapari ción del régimen del apartheid.

313
el territorio continental de Rio M uni (M bini) y las islas de Fernando Poo
(Bioko), Annobón (Pagalu), Corisco y Elobeyes. Desp ués de la indep en-
dencia de M arruecos , entre 1956 y 1958, Esp aña cedió a aquel país los
territorios del prot ectorado y en 1969, luego de enfrentar la resistencia
armada local y de ensayar divers as maniobras dilatorias, tuvo que entre-
gar la zona de Ifni. M ás adelant e, nos referiremos al Sahara Occident al.

La explotación colonial española en G uinea Ecuatorial, se caracterizó por


un duro régimen que incluía la segregación, los trabajos forzados, los cas-
tigos corporales y la rep resión de cualquier intento de descont ento y de
renacimiento cultural. Esta situación se mantuvo casi inalterablemente des-
pués de la Segunda Guerra M undial. El despertar del nacionalismo guineano
GHDVRFLDFRQODHYROXFLyQGHODVFRORQLDVIUDQFHVDVGHOD]RQD²HV SH
cialPHQWH&DPHU~Q\*DEyQ²\VREUHWRGRFRQOD/H\GH7HUUHQRVGHOGH
mayo de 1948, que expropiaba a los guineanos a favor de las plantaciones
y fincas de europeos . En 1958, surgió la primera agrupación política que
reclamó la independencia, Idea Popular de Guinea Ecuatorial (IPGE), cuyo
principal dirigente, Enrique Nwo, desapareció misteriosament e en el con-
texto de una oleada represiva.

A principios de los años sesenta, las presiones internacionales llevaron a


suavizar la represión y a tender puentes de diálogo hacia los nacionalistas
más moderados; al mismo tiempo que se infiltraron las organizaciones y se
fomentó la división int erét nica. Como resultado de ello, el movimiento
anticolonial se dividió en multitud de partidos, que confluyeron finalmente
en el M ovimiento de U nión Nacional de G uinea Ecuatorial (M UNG E),
que acordó la abolición de todas las agrup aciones existentes. Al parecer.
M UNGE fue auspiciado por las autoridades españolas con vistas a la apli-
cación del estatuto de autonomía, ap robado en diciembre de 1963. De
cualquier forma, el 27 de mayo de 1964, Bonifacio Ondo, del directorio
del M UN GE y rep resentante del nacionalis mo conservador y del
independentismo gradualis ta, fue nombrado p residente del gobierno de
Guinea. El autogobierno se prolongó hasta el 12 de octubre de 1968, cuan-
do la República de Guinea Ecuat orial accedió a la independencia. En las
elecciones generales correspondientes, Francisco M acías, represent ante
de un anticolonialismo más radical, derrotó a Bonifacio Ondo y se convir-
tió en el primer presidente del país.

314
Tarde y muy mal se llevó a cabo también la retirada de Esp aña del Sahara
Occidental, donde estaba present e desde finales del siglo XI X. D urante
mucho tiempo la colonia careció de importancia para el gobierno español,
pero en las postrimerías de la década del cuarenta se descubrieron yaci-
mientos de fosfatos y el territorio adquirió un valor que justificó elevadas
inversiones. La conversión del Sahara Occidental en provincia española, en
1961, fue una burda maniobra para frenar las peticiones de la ONU a favor
de un referéndum. En 1966, la ONU reafirmó el derecho inalienable del
pueblo del Sahara a la autodeterminación. En 1968, s e fundó el Frent e de
Liberación del Sahara (FLS) y, dos años después, la ONU pidió nuevamen-
te la celebración de una consulta popular. España respondió con la represión
y la desaparición de M ohamed Sid Ibrahim Bassiri, líder del FLS.

La rep resión ext endió el descontento y fortaleció el espíritu nacionalista.


En 1973, se creó el F rente Popular para la Liberación de Sagia el Hanra y
Rio de O ro (el frente PO LISARIO), que ante la negat iva española a rea-
lizar el referéndum op tó por la lucha armada. Simultáneamente, la ONU
reiteró su petición de consulta a la población: mientras, M arruecos apeló al
Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, argumentado la marroquinidad
del Sahara, que aspiraba a anexarse. En definitiva, en noviembre de 1975,
España negoció en secreto la cesión del territorio a M arruecos y M auritania.
El 26 de febrero de 1976, España abandonó el Sahara Occidental, come-
tiendo el bochornoso acto de entregar al pueblo saharaui, en contra de su
volunt ad, a M arruecos y M aurit ania. Hasta la actualidad, el Sahara Occi-
dental s igue ocupado p or M arruecos y una gran part e de su pueblo se en-
cuentra exiliado en los campamentos de Argelia y del norte de M auritania, a
pesar del reconocimiento internacional de su justa causa.

Los territorios coloniales de Italia fueron abandonados por la metrópoli en


virtud del trat ado de p az firmado en 1947. En el caso de es ta p otencia
vencida en la guerra, el pap el de la ON U fue decisivo, pues sus colonias
quedaron bajo la jurisdicción de la Organización. En los tres territorios se
procedió a una rápida descolonización, que tuvo como result ado la inde-
pendencia de Libia (1951), la unión federal de Eritrea4 en el Reino de

4 En 1993, t ras más de t reinta años de l ucha arm ada, Eri trea logró s epararse de
Et iopí a y converti rse en país independient e.

315
Etiopía (1952), que se convirtió en simple anexión una década más tarde, y
el régimen de tutela para Somalia (1950), que durante diez años fue confiada
a la propia Italia, y logró su independencia el 1 de julio de 1960. El caso más
relevante fue el de Libia, primera independencia concedida por la ONU.
Después de la guerra, la administración de esta colonia fue entregada a In-
glaterra y a las autoridades francesas de Argelia, bajo la supervisión de la
ONU. Una vez firmado el tratado de paz con Italia, una comisión de encues-
ta de Naciones U nidas comp robó, en 1948, que los libios querían la inde-
SHQGHQFLDODXQLILFDFLyQGHODVWUHVSURYLQFLDV²&LUHQDLFD Tripolitania y El
)H] ]iQ²\ODDGKHVLyQDOD/LJDÈUDEH(OGHMXQLRGHHOOtGHU
nacionalista M ohamed Idriss, que había regresado de un largo exilio, pro-
clamó la independencia en Cirenaica. Poco después, la ONU reconoció la
integración de Libia por las tres provincias y tras un breve proceso nego-
ciador el p aís accedió a la independencia, el 24 de diciembre de 1951.

En cuanto a las pequeñas posesiones coloniales del Pacífico y a los territo-


rios situados en América Latina y el Caribe, en su mayoría bajo dominio de
Inglaterra y F rancia, han ido alcanzando su indep endencia, fundamental-
mente a partir de los años setent a, aunque quedan aún algunos casos de
colonialismo encubierto.

La desaparición del oprobioso régimen colonialista fue una gran victoria


de los p ueblos colonizados y de toda la humanidad p rogresista. Sin em-
bargo, para una parte considerable de aquellos p ueblos, particularmente
los africanos, la conquista de la independencia política no ha s ignificado
un mejoramiento de su situación económica y s ocial. En la actualidad, a
la exp lotación económica de las antiguas metrópolis, que siguen teniendo
una gran influencia en sus «independizados» territorios y sin el costo po-
lít ico de antaño, se ha sumado la de los Est ados U nidos, configurándose
en la práctica un nuevo tipo de colonialis mo tant o o más perverso que el
anterior.

316
Capítulo VI

EUROPA OCCIDENTAL EN LA POSGUERRA

La Segunda Guerra M undial modificó radicalmente la situación internacio-


nal. El poder se desplazó del llamado Viejo Cont inente. Al salir de la con-
tienda arruinada y devastada, Europ a quedó imposibilitada de desempe-
ñar el papel preeminente de otros tiempos. Los países que se disputaban la
primacía en Europa y en el mundo, Inglat erra, F rancia, Alemania e Italia,
vencedores o vencidos, no eran ya potencias mundiales . Los nuevos gran-
des , los verdaderos vencedores, fueron los Estados Unidos y la Unión
Soviética, convertidos en superpotencias dominantes en los t errenos eco-
nómico, militar e ideológico, y máximos repres entantes de dos sistemas
antagónicos, que muy pronto propiciaron la división de Europa en bloques
opuestos , situación que se mantuvo hasta el colaps o del socialis mo euro-
soviético.

Además del monopolio del arma atómica, los Estados Unidos poseían la
mayor y más poderosa economía del mundo. La guerra, que no afect ó su
territorio, los había enriquecido. Su p otencial industrial, el control de los
transportes y la supremacía financiera y tecnología les proporcionaba prác-
ticamente el dominio de la economía mundial. Al terminar la guerra, los
Est ados Unidos habían resuelt o todos los problemas que aquejaban a la
sociedad desde la crisis de 1929. El paro y la dis minución de la actividad
económica no eran más que malos recuerdos. Su influencia internacional
317
era mayor que nunca antes. Considerándos e así mismos como salvadores
y guardianes de la libertad, se propusieron extender por el mundo sus con-
cepciones políticas y económicas.

La vict oria también fortaleció considerablemente a la U nión Soviética. La


URSS no p odía compararse con los Estados U nidos en el plano económi-
co, pues su economía había s ido severamente dañada durante la guerra.
Pero en el terreno político, logró un éxito extraordinario. La URSS y el
movimiento comunista internacional salieron del conflicto mundial más fuer-
tes que nunca. Aureolada por su decisivo papel en la victoria s obre el
fascismo, la Unión Soviética disfrutaba de un inmenso prestigio que hacía
olvidar la firma del pacto germano-soviético de 1939. Su influencia se ex-
tendió en Europ a al mis mo ritmo que el avance del Ejército Rojo. Si los
Estados Unidos disponían del arma at ómica, la URSS se beneficiaba de la
masa de sus fuerzas militares clásicas y de la proximidad de sus objetivos
potenciales.

LA RECUPERACIÓN Y EXPANSIÓN ECONÓMICA


DE EUROPA OCCIDENTAL

Entre 1945 y 1947, prevalecieron en el O ccidente europeo las fuerz as de


izquierda. El espíritu y los programas de la resistencia y del antifascismo
habían desplazado a los sectores conservadores. Incluso regímenes como
los del Portugal salazarista y el de la España franquista parecían que tenían
sus días contados. Los comunistas, en particular, gozaban de gran presti-
gio y formaban part e de los gobiernos de coalición que s e integraron en
Francia, Italia, Bélgica, Luxemburgo, Austria, Dinamarca, Noruega, Islan-
GLD\)LQODQGLD/RV FRPXQLVWDV ²FRQHODS R\RHQPXFKRVFDV RVGHORV
VRFLDOLV WDV²OXFKDEDQSRUODUHVWDXUDFLyQGHODGHPRFUDFLDHQXQUpJLPHQ
de just icia social. A ellos se debió, en gran medida, la nacionalización de
importantes sectores de la industria y los servicios, así como la aplicación
de medidas políticas y sociales avanzadas en varios países. La vent aja
clara de los partidos de izquierda y la perspectiva de una radicalización de
los procesos que tenían lugar en el escenario europeo, motivaron la reac-
ción de los Estados Unidos , que se habían decidido a conseguir su predo-
minio mundial.
318
A principios de 1947, Europa Occidental continuaba atravesando serias di-
ficultades económicas que no permitían la recuperación de un nivel de vida
aceptable para la población. El retorno a la paz no había significado el final
de las privaciones y los sacrificios.
Los Estados Unidos aprovecharon
esta situación. En junio de 1947, ape- Del Plan Marshall
a la OTAN
nas tres meses después de que el Pre-
sidente Truman presentara la política Efectivam ente, a raíz de la confe-
de contención del comunismo y ex- rencia de Yalta, que le permitió a
presara la disposición de ayudar a los la Rusia de Stalin agregarse de
«pueblos libres» frente a la amenaza ofi ci o Europa C entral y los
Balcanes , pudo temerse que el
comunista, dando con ello inicio a la bloque s oviético quizá desease
política de «guerra fría», el gobierno extenderse más allá. En la hipóte-
norteamericano anunció la decisión sis de semejante agresión, los
de poner en marcha un programa de Estados occidentales del Conti-
ayuda económica y financiera a Euro- nente no hubieran podido, por sí
solos, hacer una resistenci a lo
pa, el European Recovery Program suficientemente fuerte. Por tan-
(ERP), conocido generalmente como to, nada estuvo más just ificado,
Plan M arshall, debido al apellido del ni fue quizá más saludable que la
secretario de Estado norteamericano, ayuda ameri cana que, en vi rtud
del Plan Marshall, ponía a la Eu-
George M arshall, que lo dio a cono-
ropa del Oeste en condici ones
cer públicamente. de restaurar sus medios de pro-
ducción, evitándole de ese modo
M as allá de la prop aganda s obre la dram áticas conmoci ones econó-
sup uest a magnanimidad de los Es- micas, sociales y polí ticas; al
tados Unidos, la concepción del Plan tiempo que, gracias al armamen-
to atómico se aseguraba su co-
M arshall respondía a motivos políti- bertura. Pero una consecuencia
cos y económicos en corresponden- casi inevitable había sido la ins-
cia con los objetivos de la política de titución de la OTAN, si stema de
«guerra fría». Al mis mo tiemp o que seguri dad s egún el cual Wa-
se propiciaba el restablecimiento del shington disponía de la defensa,
y por consiguiente de la política, y
capitalis mo europeo sobre una base hasta del territorio de sus aliados.
PiVRPHQRVFRQVHUYDGRUD²W DUHD
en la que se destacaron los partidos Charles de Gaulle: Memori as de
esperanza. Ed. Taurus, Madrid,
de filiación católica como el Partido
1970, p. 358-359.
Republicano Popular en Francia y la
Democracia Cris tiana en It alia, por

319
VyORFLWDUGRVHMHPSORV²\VHDOHMD
En 1949 se escindió el sindicalis-
ba el peligro de una explosión revo-
mo mundial y surgieron dos ten-
dencias: una partidaria, a la larga, lucionaria o de una solución desde la
de la instauración del socialismo L]TXLHUGD²PHGLDQWHODVHSDUDFLyQGH
y otra anticomunista, que pre- los comunistas de los gobiernos y la
coniza la defensa del sistema de GLYLVLyQGHOPRYLPLHQWRREUHUR²VH
libre empresa. Aunque las distin- pretendía eliminar la amenaza de una
tas centrales sindicales adscriptas
recesión de la economía norteame-
a dichas tendencias se han uni-
do en ocasiones en función de
ricana y se fortalecía la presencia
objetivos concretos, la división política, económica, militar e ideo-
se ha mantenido posteriormente. lógica de los Estados U nidos en el
llamado Viejo Continente.

El P lan M arshall entró en vigor en abril de 1948 y has ta 1951 concedió a


los 18 países participantes alrededor de 13 mil millones de dólares (unos
90 mil millones de dólares actuales). Por esta vía se suministró alimentos,
fertilizantes, combus tibles , materias p rimas, bienes elaborados y finan-
ciamiento. Los más beneficiados fueron Inglaterra, Francia, Italia y A le-
mania occidental, que recibieron cerca de 8 mil millones de dólares, poco
más del 60 % del total. Aunque este aport e representó únicamente entre
un 3,5 % y un 5 % del P NB de las naciones que lo recibieron, su rep ercu-
sión en la economía europea fue importante, ya que contribuyó a la recupe-
UDFLyQHQXQWLHPSRUpFRUG²DSUR[LPDGDPHQWHFXDW URDxRVFRQWUDRFKR
HQODSULPHUDSRVJXHUUD²3DUWLFXODUVLJQLILFDFLyQW XYRSDUD)UDQFLD,WD
lia, Alemania y Austria, que en 1947 estaban lejos de los índices de 1938.
Para coordinar la ayuda norteamericana fue creada, en abril de 1948, la
Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), que en 1960
se transformaría en la Organización para la Cooperación y el D esarrollo
Económico (OCDE), a la que entonces se sumaron los Estados Unidos y
Canadá, y posteriormente los demás países del llamado primer mundo.

El Plan M arshall tuvo gran repercusión en el ámbito geopolítico, pues ace-


leró la divis ión de Europa. La zona occidental fue sometida a la tutela nor-
WHDPHULFDQD\ODRULHQWDO²TXHQRDFHSWyHOS ODQ²TXHGyEDMRODLQIOXHQ
cia soviética. De esta forma contribuyó a la formación de los bloques rivales
de la posguerra. Dicho plan fue de suma importancia para el resurgimiento de

320
Alemania Occidental y para su reincorporación a la vida económica y po-
lítica internacional, profundizando así la división del país. Después de 1951
no cesó la ayuda oficial estadounidense a Europa, pero a partir de enton-
ces fue dirigida básicamente al terreno militar, que fue pasando a un primer
plano desde la creación de la Organiz ación del Trat ado del Atlánt ico Nor-
te (OTA N), en el mes de abril de 1949.

Alcanzada en lo fundamental la recuperación, la economía de Europa Oc-


FLGHQWDODOLJXDOTXHHOUHVWRGHODHFRQRPtDFDSLWDOLVW D²\ WDPELpQOD
VRFLDOLVWDFRPRYHUHPRVGHVSXpV²FRQRFLyXQSHUtRGRGHH[SDQVLyQVLQ
precedentes en la historia económica mundial, que se prolongó hasta prin-
cip ios de los años setent a. Por ello la etapa que transcurre entre 1950 y
1973 ha sido calificada como la Edad de Oro del capitalismo. En aquellos
«años dorados» el Producto Interno Bruto de los países más avanzados
creció a un ritmo promedio anual de
un 5,5 %, contra un 1,5 % en los
veinte años de entreguerras. Entre los
La inflación es la continua y per-
países de crecimiento rápido se des-
sistente subida de los precios de
tacaron Alemania (t asa anual de un los bienes y servicios. Los au-
7,6 %), Italia (5,9 %), F rancia mentos reiterados de los precios
(5,1 %), Suiza (5,1 %), Holanda erosi onan el poder adquis itivo
(4,9 %), y con un crecimiento me- del dinero y de los demás activos
nor Inglaterra (2,6 %). El avance de financieros que tienen valores fi-
jos, creando así perturbaciones
Alemania fue espectacular. Al termi-
económicas e i ncertidumbre.
nar la década del 50, Alemania cons-
tituía ya la primera potencia econó-
mica de Europa, con un volumen de producción y comercio que s uperaba
los de Francia e Italia juntas. Disminuyó el predominio norteamericano en
la economía mundial de cas i un 53 % de la producción total en 1950, a un
43 % en 1972, aunque su superioridad era aún incontestable.

Ahora bien, es necesario tener en cuenta que tales niveles de crecimiento y


prosperidad de las economías occidentales tuvieron lugar después de una
sangrienta guerra que cerraba el ciclo de reorganización del sis tema capi-
talista, iniciado con la depresión de los años treinta que, a su vez , se había
producido tras otra guerra mundial, la primera, causada por el interés de un

321
nuevo reparto del mundo entre las grandes potencias. En definitiva, durante
todo el siglo XX el sistema capitalista se fue reorganizando a través de duras
crisis y sangrientas guerras.

Si los problemas de ent reguerras habían sido la depresión y el p aro, la


pos guerra s e caract eriz ó por la inflación, enfermedad de las economías
sometidas a un rápido proces o expansivo. El crecimient o no siguió una
línea continua, sino que se vio sacudido intermitentemente por crisis (1954,
1957-58, 1967, 1973) aunque ninguna registró el carácter cat astrófico de
la depresión del 29. M ás bien las crisis se reflejaron como disminución en
las altas tas as de crecimiento. A part ir del imp ulso inicial de la guerra de
Corea (1951-1953), que estimuló las economías de las pot encias indus-
triales , esp ecialmente en las ramas vinculadas a las demandas militares,
varios factores contribuyeron a propiciar el crecimiento sin paralelo de las
economías occidentales, entre ellos se destacan los siguientes:

- Una dinámica general y recíproca de crecimiento entre demografía y econo-


mía. El crecimiento rápido se produjo en países en expansión demográfica.
La población diezmada por el conflicto, fundamentalmente jóvenes, fue rele-
vada en un plazo de diez años. Además, la mayoría de los países europeos
occidentales recibieron refuerzos exteriores. Inglaterra recibió en la década
del cincuenta gran cantidad de inmigrantes de su mundo colonial en extin-
ción; igualmente ocurrió en el caso de Francia que sólo de Argelia, durante y
después de la guerra librada allí contra los independentistas, recibió un millón
de personas. Alemania Federal se fortaleció con millones de repatriados
provenientes de Polonia y de inmigrantes de la RDA.Al mismo tiempo, algu-
nos países mediterráneos, particularmente España y Portugal, enviaron per-
manentemente contingentes de trabajadores, lo que resultaba muy ventajoso
para los receptores, ya que esta fuerza de trabajo recibía menor salario y
apenas era protegida por la seguridad social.

- Un factor que es ley del capitalismo en crecimiento: la inversión, que fue


posible por una fuerte acumulación y un gran progreso técnico que dupli-
có la productividad horaria del trabajo, especialmente entre 1960 y 1970.
La correlación entre altas tasas de inversión y altas tasas de crecimiento
fue clara y explícita. Lo que creció más, en general, fue la inversión interna-
cional promovida por las multinacionales. El flujo mundial anual de inver-

322
siones pasó de los 6 mil a los 20 mil millones entre 1959 y 1970. La fuente
principal fueron los Estados Unidos, que dirigieron sus capitales, preferen-
temente, hacia los países desarrollados de Europa.

- La liberalización de los intercambios. La política comercial de la posguerra


contribuyó en gran medida a este hecho, al igual que la creación de orga-
nismos nuevos e influyentes como, por ejemplo, elAcuerdo General sobre
Tarifas y Aranceles (GATT), la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), el Fondo M onetario Internacional (FMI)
o el Banco M undial (BM ). En el caso de Europa, hay que destacar ade-
más el papel desempeñado en este sentido por los acuerdos de integra-
ción: la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (desde 1950) y la
Comunidad Económica Europea (a partir de 1957), que contribuyeron a
reforzar los lazos económicos entre varias naciones. La escisión entre Este
y Oeste y la «guerra fría» promovieron la concordancia de intereses y la

Contr astes de l a socieda d norteamericana. U n alto ni vel de vi da es disfrutado po r una


SDUW HGHODSREODFLy QPLHQW UDVRWU DSDUWH±FRPROR VTXHK DFHQFRO DFRQVX VEROVDV ±QR
particip an de la prosp eridad.

323
colaboración en el Occidente, lo que no supuso, sin embargo, la elimina-
ción de las contradicciones entre los grandes países capitalistas.

- La intervención del Estado. Durante el siglo XIX los gobiernos de las nacio-
nes con desarrollo industrial habían sido espectadores de la vida económi-
ca. La experiencia de las dos guerras mundiales, en las que habían tenido
que programar la economía al servicio del esfuerzo bélico, modificó la
concepción sobre el papel del Estado. En la paz no se mantendrá ya el
dirigismo del período de guerra, pero el volumen de los presupuestos (gastos
de los Estados) y la estatificación de algunos sectores importantes coloca-
ron a los gobiernos en disposición de orientar la producción y actuar sobre
la demanda global. La intervención del Estado consistía en realizar y dirigir
inversiones, maximizar el crecimiento, armonizar beneficios, promover pres-
WDFLRQHVVRFLDOHV±©(VWDGRGHELHQHVWDUª²RUHJXODUFR\XQWXUDOPHQWHOD
economía. Incluso algunos gobiernos adoptaron, en diferentes medidas,
los métodos de planificación de la economía nacional. Con la intervención
de los Estados en la economía y sus estrechos vínculos con los monopolios
cobró una nueva y mayor dimensión el capitalismo monopolista de Estado
en la posguerra.

Reactor nuclear (izq uierda). La aplicación de la energía d el átomo a u sos civiles d espertó
la e speranza de una nueva fuente q ue podr ía susti tuir la limitad a del p etróleo , pero t iene
el inconven iente de los residuos contaminantes. P lanta de energía solar (de recha), una
energía limpia, inagotable, sobre la q ue es necesario continuar insistiendo.

324
- El incremento de la demanda debido a la necesidad de modernizar el po-
tencial industrial y por el aumento del consumo social, constituyó un pode-
roso estímulo para la expansión económica. En este período se suscitó,
con la propaganda y el desarrollo de los medios de comunicación, una
verdadera fiebre de consumo, de posesión de aparatos (televisor, refrige-
rador, lavadora, automóvil, grabadora, etc.). El apetito consumista irracio-
nal de los norteamericanos se trasladó a todas las sociedades opulentas de
aquellos años, particularmente a las europeas, al igual que sus películas y
sus más diversas publicaciones, difusoras del modo de vida estadouniden-
se (The american way of life), que se pretendía erigir como patrón uni-
versal.

- La revolución científico-técnica de posguerra devino otro importante fac-


tor del crecimiento. Esta época se distingue por la aparición de la energía
nuclear, la automatización, las industrias electrónicas y químicas, la infor-
mática, los grandes centros de investigación científica. La energía atómica
fue en aquel período uno de los mayores campos de inversión, básicamen-
te con fines militares.A los Estados Unidos y la URSSpronto se le suma-
ron en el «club atómico» Inglaterra y Francia. Otros sectores de punta
fueron las industrias electrónicas, revolucionadas por las posibilidades de
los transitores, y las químicas, que aportaron descubrimientos a las farma-
céuticas, de colorantes, textiles, etc. La invasión de los plásticos es uno de
los fenómenos más visibles de posguerra, desde las poliamidas, como el
nylon, y los poliésteres, como el tergal, hasta las fibras polivinílicas y
poliacrílicas, serie que ha jugado un papel en la industria del tejido similar a
la del algodón en la primera revolución industrial. La generalización de la
automatización promovió otro campo de impulso formidable. La carrera
del espacio iniciada entonces fue otro campo de inversión y de estímulo,
pues exige el trabajo coordinado de miles de científicos, laboratorios do-
tados de los aparatos más sofisticados, cohetes y cápsulas que constituyen
prodigios de la ingeniería. En el contexto de la revolución científico-técni-
ca, cualquier descubrimiento encuentra enseguida aplicaciones industriales
(la ciencia devino fuerza productiva directa); así el láser, considerado en
1960 como una curiosidad de laboratorio, se aplicó inmediatamente en las
industrias mecánicas para fabricar, en las químicas para polimerizar, y en
medicina para operar.

325
Entre sus múlt iples rep ercusiones, la revolución científico-técnica acele-
ró el p roceso de concentración de la producción y los capitales, debido
al cost o que repres entaba as umir los nuevos descubrimient os. Los mo-
nopolios s e hicieron cada vez más gigantescos mediante las fusiones.
Solamente en Europa, desde mediados de los cincuenta y s obre todo en
la década del sesenta, se produjeron más de 10 mil fus iones de grandes
emp resas indust riales y bancarias . Este fenómeno, característico del ca-
pitalismo contemporáneo, cont inuó desarrollándose con posterioridad y
ha alcanzado mayores p roporciones en los Estados Unidos, país al que
p ertenecen en la actualidad las más grandes y p oderos as firmas
trasnacionales de todo el mundo. El des arrollo científico-técnico provo-
có también cambios en la es tructura de la economía y de la población.
Se produjo un des plaz amiento continuo de trabajadores de la agricultu-
ra, cada día más tecnificada, hacia la indus tria y s obre t odo hacia los
servicios, que conocieron una sostenida expansión en el período. En 1970
es te sector ocup aba en la Europa capit alista el 44 % de la fuerza de
trabajo. Esta tendencia se ha mant enido hast a la actualidad, en lo que ha
influido considerablemente el desarrollo del turis mo, en constante creci-
miento desde principios de los 60.

Durant e aquella época de expansión s in precedentes del capitalismo, que


muchos teóricos e ideólogos cons ideraban que sería eterna, se generalizó
en Europa, bajo diversas formas, el llamado Estado providencia» o «Esta-
do de bienes tar» (Welfare State). M ediante su intervención en la econo-
mía, los Es tados promovieron una redist ribución de las riquezas con el
objetivo de garantizar una cierta seguridad en las rentas de los individuos,
lo que se correspondía con la teoría Key nesiana, entonces en boga, sobre
la necesidad del mantenimiento del consumo para asegurar el equilibrio y la
expansión del capitalismo. En ese contexto, se tomaron medidas para me-
jorar la situación de la vivienda, así como los servicios públicos de salud y
educación, y se aplicaron p rogramas de p rotección social, es decir, los
seguros o subsidios de enfermedad, accident e, vejez y paro, fundamental-
mente. Asimismo, se establecieron jurídicamente las condiciones de trabajo
en las empresas : higiene y s eguridad, horarios y duración de la jornada,
descanso, vacaciones y derechos sindicales. El combate al desempleo, con-
siderado el mayor riesgo social, constituyó una tarea central de los gobiernos
en el período que comentamos. Aunque existieron variantes import antes

326
de un país a otro, a principios de los 60 se había logrado prácticamente el
empleo pleno y los beneficios de la s eguridad s ocial llegaron a cubrir
el 80 % de la p oblación de Europa Occident al.

Est e sistema público de p rotección social, que t uvo como antecedentes


aislados y parciales el Wohlfahr Staat creado por la Rep ública de Weimar,
en la década del 20, y la Social Segurity Act del New Deal norteamerica-
no, en los años 30, estuvo estrechamente ligado al incremento de la poten-
cia del movimiento sindical y a sus duras y prolongadas luchas; si bien en la
medida que avanzaba el período de prosperidad dicho movimiento se fue
integrando de forma menos conflictiva al conjunto de la sociedad. En rigor,
aquellos derechos sociales no fueron obtenidos, sino conquistados, y el
«Estado Providencia» no tuvo nada de providencial, fue sólo el garante de
una mejor distribución de fondos provenientes cas i enteramente del es-
fuerzo de los t rabajadores. Es necesario señalar, por otra parte, que las
políticas sociales de entonces estaban encaminadas también a contrarrestar
la influencia del socialismo, convertido en un sistema mundial que agrupaba

La co munidad negra no rteameri cana y e l pacifi smo tuvi eron un apóstol en el pa stor
Martín Lutero King. Sus prédicas tuvieron un trágico fin al. Su asesin ato constitu yó otro
de l os trau mas de los añ os sese nta.

327
a la cuart a part e de la población del planeta y con éxitos nada desprecia-
bles, particularmente en el plano social.

Las dos décadas doradas modificaron en muchos sent idos a las socieda-
des europeas. Las penurias de la guerra y de los años 30 no eran más que
un mal recuerdo y para los más jóvenes ni eso. La población creció nota-
blemente en la may oría de los países, debido a la exp losión demográfica
de posguerra (el llamado Baby boom), la mejoría de los servicios de salud
y los avances de las ciencias médicas y farmacéuticas. Crecieron t ambién
ODVFLXGDGHV²VREUHWRGRODVFDSLWDOHV²\VXUJLHURQPXFKDVQXHYDV6H
elevaron los niveles de instrucción, un ejemplo de ello es que la matrícula
universitaria se incrementó en cinco o s eis veces en casi todas las nacio-
nes. La producción en masa de nuevos art ículos transformó la vida de las
personas (televisor, radio, refrigerador, etc.). Se generalizó el uso del telé-
fono; en 1970 uno de cada dos ciudadanos eurooccidentales lo poseía. La
era del automóvil, que había tenido lugar antes en Norteamérica, se trasla-
dó a Europ a. Italia, por ejemplo, tenía en 1939 poco más de 400 mil auto-
móviles y en 1970 p asaban de 15 millones . El ómnibus y el camión se
convirtieron en un medio fundamental de transportación. A ello contribuyó
el bajo precio del petróleo, que has ta 1973 se cotizó a menos de dos
dólares el barril. El bajo cost o de la energía fue un fact or determinant e en
el crecimiento económico de aquellos años.

Aquellas sociedades opulentas conocieron, al mismo tiempo, nuevas reali-


dades s ociales. Un gran porcentaje de mujeres se incorporó a la vida la-
boral y reclamó con insistencia su igualdad jurídica y práctica con los hom-
bres, lo que tuvo un cons iderable impacto en las relaciones familiares y
sociales en general. Surgieron o se fortalecieron entonces los movimientos
feministas en todas partes. Las mujeres conquistaron el derecho al sufragio
en casi t odos los países y se aprobaron en muchos lugares leyes cons in-
tiendo el aborto, a p esar de la tenaz op osición de la Iglesia. La creciente
inmigración trajo consigo la discriminación y el racismo e incluso la xeno-
fobia, dando lugar a lo que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un
grave y lacerante problema de la humanidad. El daño al medio ambiente,
provocado por un desarrollo industrial que sólo se preocupaba por el mer-
cado, generó el surgimiento de fuertes movimientos ecologis tas, que en
algunos países devinieron poco después fuerzas políticas, los llamados par-

328
WLGRVYHUGHVRHFRORJLVWDV /RV MyYHQHV²V HFWRUQXPpULFDPHQWHLPS RU
WDQWHHQORV²H[LJLHURQXQPD\RUSURWDJRQLVPR\SURSXJQDURQXQPRGR
diferente de encarar la vida, que rechazaba el cons ervaduris mo en la polí-
tica y en la sociedad, los patrones del consumismo, las injusticias, el milita-
rismo y las guerras.

En los años 60 s urgieron figuras


emblemáticas del mundo político y La llamada guerra del Yom Kippur
cultural, personalidades con las que (fiest a judía) fue desatada por
Egipto y Siria contra Israel, pues
se identificaron millones de jóvenes
éste se negaba a retirars e de los
por sus actitudes en defensa de va- territorios ocupados en 1967. La
lores universales como la justicia, la subida del precio del crudo su-
igualdad y el sacrificio personal. Sus puestamente cas tigaba el apoyo
imágenes recorrieron todo el mundo occidental a Israel.
y con el tiemp o adquirieron la cate-

En al gunos mome ntos, los árabes uti lizaron el petróleo como arma política. Así lo re fleja
esta caricat ura, en la que un jequ e árabe , esgrimiendo u na mangu era de petróle o, amena za a
los di rigentes o ccidentale s. Aparece n, de izqu ierda a de recha, el alemán Bra ndt, el fr ancés
P ompido u, el norteame ricano Nixon y el británico Heath.

329
goría de mitos. Est e es el caso del Comandante guerrillero Ernesto Che
Guevara, y en otra dimensión el del dest acado músico John Lennon, del
grupo británico The Beatles, convertido por el gobierno norteamericano
en un peligro p ara la seguridad del p aís debido a su oposición a la guerra
contra Viet Nam y por su apoyo a la lucha del pueblo negro estadouniden-
se por sus derechos civiles. El clima de rebelión de aquellos años encontró
en la música, particularmente en el rock, un importante medio para expre-
sar los deseos y protes tas de los jóvenes. La rebeldía juvenil tuvo s u mo-
mento culminante a fines de los 60, años 1968 y 1969, cuando se manifes-
tó con gran fuerza en casi toda Europa (incluyendo algunos países socialistas)
y en otras partes del Orbe. El movimiento emp rendido por la juventud, al
que por lo general se s umaron los trabajadores, tuvo important ísimas y
variadas repercusiones en aquel período y dejó una profunda huella en la
sociedad contemporánea, que a partir de entonces sería diferente en mu-
chos sentidos.

DEL ESTADO DE BIENES TAR AL ESTADO NEOLIBERAL

A fines de 1973, se inició un nuevo período en la evolución económica,


política y social del capitalismo mundial, que representó una ruptura clara
con la situación prevaleciente después de la Segunda Guerra M undial. El
frenazo que experimentó el auge económico, a partir de 1973, terminó con
el crecimiento sostenido y estable iniciado pocos años después de la guerra,
en los países capitalistas desarrollados, poniendo fin a la llamada Edad de
Oro del cap italismo, pues aunque ent re 1950 y 1973 se produjeron re-
cesiones, éstas se superaron con relativa rapidez y no amenazaron s eria-
mente el pleno empleo y las ventajas sociales del «Estado de Bienes tar
General».

El fin del crecimiento sostenido sup one que, desde entonces, la economía
capitalist a se encuentra en una crisis estructural, sin que las políticas eco-
nómicas practicadas hayan resuelto los p roblemas del desempleo y del
menor crecimiento. Sólo en los p aíses de Europa O ccidental la tasa de
crecimiento des cendió del 5 % como promedio anual, ent re 1950 y 1973,

330
al 2 % en el último tercio del siglo. La cris is se manifies ta, además, en el
aumento de la inflación, el incremento del desempleo, la reducción de las
inversiones , los problemas en las balanz as de pago, etc. Sin embargo, a
pesar de la existencia de una crisis estructural, se han producido procesos
expansivos, sucediéndose las recesiones y las recuperaciones. La economía
euroccident al, en su conjunto, p rodujo anualmente, en los años noventa,
dos veces más bienes que los que producía a comienzos de los setenta, aun-
que este progreso no ha comportado la solución de los grandes problemas que
afectan a la región.

La crisis, cuyos primeros indicios s e presentaron en los Es tados Unidos


des de fines de los años ses enta, se desencadenó en ocasión de la guerra
árabe-israelí del Yom Kippur, en octubre de 1973, cuando la Organiza-
ción de P aíses Export adores de P etróleo (OPEP), decidió elevar sust an-
cialmente los precios del crudo que, en cuatro meses , pas ó de 3 a 12 dó-
lares el barril. El aumento del precio del petróleo provocó una reducción
de su importación y con ello una disminución de la actividad económica en
general. El resultado fue una severa recesión. La recesión fue acompañada
por altas tasas de inflación, debido al aument o de los precios de los pro-
ductos justificados en el alza del pet róleo, lo que dio lugar al fenómeno de
la «est agflación», hecho inédit o que des orientó a los economistas de la
época.

Des pués de la primera recesión, s iguieron cuatro años de incertidumbre


(1976-1979) y la recuperación s e ret rasó. En est e período el precio del
crudo aumentó sólo moderadamente. Los Estados Unidos, Japón y Ale-
mania occidental alcanzaron cuotas importantes de crecimiento y las polí-
ticas de regulación coyuntural consiguieron algunos éxitos, aunque persis-
tieron graves desequilibrios que impedían la total recuperación: se agravó
el desorden monetario y se hundió la cotización del dólar, al tiempo que el
mercado de mat erias primas siguió siendo inest able. En es e contexto, se
produjo la revolución iraní de 1979 y la guerra entre Irán e Irak, que pro-
vocaron una nueva y brutal alza del p recio del petróleo (en pocas semanas
sobrepasó los 30 dólares el barril), marcando el inicio de una segunda
recesión, que se p rolongó hasta 1983 y fue mucho más profunda y negati-
va que la anterior.

331
Durant e esta etapa recesiva el crecimiento del Product o Interno Bruto de
los países europeos llegó a ser negativo (-0,5 % en 1982), generándose
altos niveles de desempleo y, por consiguiente, agudas tensiones políticas
y s ociales. La reducción de la demanda de materias p rimas afect ó las ex-
portaciones de los países subdesarrollados, contribuyendo a disminuir su
poder de compra, lo que afectó s eriamente el comercio mundial. La se-
gunda recesión s e hizo sentir también en el mundo socialista, agudizando
su ya difícil situación económica. A la nueva recesión le siguió una recupe-
ración en los países avanzados y en los nuevos países industrializados asiá-
ticos (los NIP): Hong-Kong, Singapur, Tailandia y Corea, que no se trans-
mit ió al mundo subdesarrollado. Además, una parte important e de la
recuperación económica del Nort e, se p rodujo como consecuencia de las
enormes transferencias de recursos que llegaron del Sur, como p ago del
servicio (interés ) de la creciente deuda.

Cuando las grandes economías lograron superar los efect os recesivos de


principios de los ochenta y s e pensaba en un crecimient o más rápido, se
produjo el crack de 1987, considerado el más fuerte de todo el siglo.
Después de sacudir a New York, se fue propagando por todos los merca-
dos mundiales importantes, confirmando la interconexión de las bolsas. El
crack s e debió a los grandes des equilibrios estructurales , comerciales y
financieros de los países industrializados; as í como al anuncio del enorme
déficit comercial de los Estados Unidos y a la decisión del gobierno norte-
americano de elevar las tasas de interés. Si bien no tuvo todas las negati-
vas repercusiones que previeron los expertos, el crack de 1987 afectó, en
los próximos años, el ya lento ritmo de crecimiento económico.

La economía mundial atraves ó una nueva y prolongada recesión desde


principios de la década del noventa. Como consecuencia de ello la mayor
part e de los país es des arrollados tuvo niveles de crecimiento bajos o ne-
gativos, por lo menos hasta 1996. Se dest aca en es te sentido el año 1993,
cuando todos los países miembros de la Unión Europea, excepto Inglaterra
(que experiment ó el descens o en 1992), regis traron tasas de crecimiento
negativas. Desde luego, nuevamente el llamado Tercer M undo cargó con
la p eor parte. También fueron muy afectados los países ex socialistas en
transición a la economía de mercado, convertidos por sus niveles socioeco-
nómicos en una especie de «t ercer mundo blanco». Des pués de 1996, se

332
produjo una reanimación de la actividad económica, sobre t odo en el gru-
po de los más desarrollados , pero en general el ritmo de crecimiento no
logró superar el 3 % como promedio anual. El siglo XX I se ha iniciado con
una clara desaceleración de las mayores economías del mundo.

La t eoría keynes iana, dominante en Europa durant e la etapa de la «Edad


de Oro», mantuvo todavía su influencia durante casi todos los años seten-
ta. En ello influyó el hecho de que en la mayoría de los países avanzados se
encontraban en el poder gobiernos de corte s ocialdemócrata, defensores
de la regulación est atal de la actividad económica, la economía mixta, el
pleno empleo, es decir, del llamado «Estado de Bienestar», que disfrutó de
un amplio s oporte p opular. A quellos gobiernos pensaron que la crisis
de 1973 sería temporal y que en uno o dos años se podrían recup erar la
prosperidad y el crecimiento. No había motivos, por t anto, para abando-
nar una p olítica que había funcionado bien durante casi treinta años. Sin
embargo, las recetas keynesianas demostraron ser incapaces de revertir la
situación de un s istema económico, cada vez más fuera de control.

La alternativa al keynesianismo la ofreció, desde principios de los setenta,


un grup o de teólogos neoliberales, que propugnaban la renuncia a t oda
int ervención est atal en la economía y el abandono de la economía mixta
mediante la privatiz ación del sector social. Para ellos la solución estaba en
el libre mercado sin restricciones (laissez-faire) y el máximo beneficio, ver-
daderos motores para el desarrollo. Pero el neoliberalismo no se convirtió
en política gubernamental hasta 1979-1980, con la llegada al poder de los
regímenes conservadores de M argaret T hatcher, en Inglaterra, y Ronald
Reagan, en los Est ados Unidos. P osteriormente, las concepciones neoli-
berales se fueron imponiendo a los organismos financieros internacionales,
controlados por los norteamericanos, y a la mayor parte de los país es del
mundo.

Hay que decir, sin embargo, que ninguno de los países desarrollados, re-
nunció a cierta dos is de intervensionismo estatal en la economía. A sí, por
ejemplo, para intentar salir de la depresión de 1979-1982, los Estados
Unidos crearon un enorme déficit y pusieron en marcha un no menos gi-
gantesco plan armament ista, al mismo tiempo que no dejaron el valor del
dólar a merced del mercado y de la ortodoxia monet aria. La liberaliz ación

333
del mercado mundial, que impulsan las naciones ricas, no ha excluido por
parte de ellas la aplicación de medidas p roteccionistas cuando lo aconse-
jan sus intereses. Recuérdense en este sentido las disputas entre los Esta-
dos Unidos , Japón y la Unión Europea en relación con las tarifas fijadas a
determinados productos, durante las últimas dos décadas, así como por el
problema de los subsidios, particularmente a la agricultura.

Aunque la desigualdad en los ingres os es menor en Europa, con algunas


excepciones , que en el rest o de los países industrializ ados , la lógica del
mercado, la del librecambio y la bús queda del máximo beneficio han pro-
vocado allí, desde los años ochenta, el paro crecient e, la pauperización, la
degradación de la calidad de vida y una const ante amenaza sobre los s is-
temas de protección social (seguro del desempleo, salario mínimo, pensio-
nes, asistencia médica, educación.), que son reducidos progresivamente.
Se asiste así a una permanente ofens iva contra los logros del «Estado de
bienestar», instaurado firmemente después de la Segunda Guerra M undial
y respetado, en lo fundamental, por todas las fuerzas políticas.

Des de hace varios años, la U nión Europea viene ap licando las medidas
recomendadas por la Organización de Cooperación y Desarrollo Econó-
mico (OCDE), que critica los costos s alariales del trabajo en Europa; así
como las cotiz aciones p atronales a la seguridad social y aconseja «s uavi-
zar» la legislación que protege al empleo. Según la OCDE, el desemp leo
mas ivo se explica p or la existencia de mercados de trabajo demasiado
rígidos (se aboga p or el empleo provisional, prescindible), por cos tos sa-
lariales demasiado elevados y por una demanda de just icia social arcaica,
que eleva s us costos en la medida que se acentúa la t endencia al enveje-
cimiento de la población y con ello los gastos públicos en materia de pensiones
y asistencia médica, que representan entre el 80 % y el 85 % de lo emplea-
do en asist encia social. En suma, se considera que las regulaciones del
«Es tado de bienestar» entran en contradicción con la capacidad de com-
petencia de las economías y, por tanto, tienen que s er desmanteladas.

La aplicación de medidas neoliberales, durante las últimas dos décadas,


además de generar la precariedad laboral y la inseguridad ciudadana, ha
promovido el surgimiento de un considerable sector de pobreza en Europa
Occident al, algo que nadie podría imaginar durante los prósperos años de

334
exp ansión económica. El porcentaje de europ eos que vive en la pobreza
alcanzaba, a fines de los noventa, un 37 % en Irlanda, el 21 % en Esp aña,
el 14 % en Alemania, Francia, Bélgica, H olanda y Reino Unido y de un
3 % a un 5 % en Italia, N oruega, Suecia, Finlandia y Luxemburgo. D esde
luego, la pobreza en Europa (y en general en el norte) es más tolerable que
en los país es pobres, en t érminos de bienestar y de subsistencia, pero se
caracteriza por may ores niveles de criminalidad, violencia, alienación e
insolidaridad, fenómenos que han proliferado con extraordinaria rap idez
en las sociedades europ eas de finales de s iglo

De acuerdo con el discurso neoliberal, muy defendido y difundido por las


administraciones conservadoras de M argaret Thatcher y John M ajor, en el
Reino Unido, la pobreza y la marginación social se relacionan con el «des-
arme moral interior» provocado por las políticas sociales progresistas prac-
ticadas durante un largo período en relación con muchos t emas . Según
est e punto de vista, la ayuda a la pobreza no hace más que aumentar el
número de p obres, ya que sectores crecientes de la población no hacen
nada ante la posibilidad de vivir de las ayudas oficiales. En la p ráctica, el
discurso conservador sobre la pobrez a y los problemas que ella ocasiona
ha sido utilizado para desactivar las reivindicaciones laborales, sindicales y
políticas de los sectores más avanzados en Europa y en ot ras p artes del
mundo.

Es neces ario señalar que, como consecuencia de las p olíticas neoliberales,


en Europa Occidental, al igual que en el resto del mundo desarrollado, los
sindicatos han perdido gran cantidad de afiliados y de influencia efectiva.
Ello se debe al desempleo crónico, al progresivo abandono de los contra-
tos laborales, que van siendo sustituidos por la libre contratación, así como
por el des plazamiento de trabajadores indust riales hacia el sect or tercia-
rio; es decir, los servicios, sector que a finales del pasado siglo represen-
taba más del 69 % del producto interno bruto y ocupaba el 67 % de la
población laboralmente activa de los países miembros de la Unión Euro-
pea. Por lo general, los trabajadores de este sector no están sindicalizados.
A ello deben adicionarse las medidas gubernamentales restringiendo las
prerrogativas de los sindicatos, conquistadas durant e una prolongada y
tenaz batalla.

335
Las prácticas neoliberales han modificado también el escenario p olít ico
euroccidental. Las fuerzas de izquierda, carent es de un p rograma alterna-
tivo al modelo neoliberal y afectadas, además, por la crisis y posterior
colapso del llamado socialismo real, han atravesado una difícil etapa, de la
que comenzaron a recuperarse parcialmente en los noventa. Al mismo tiem-
po, en la mayoría de los países de la región se ha ido p rofundiz ando la
FULVLV GHOVLVWHPDSROtWLFRUHSUHVHQWDWLYR²\DVHDPD\ RULWDULRRS URSRU
FLRQDO²GHELGRDOGHVFUpGLWRGHORVSDUWLGRVWUDGLFLRQDOHVORTXHVHH[
presa en la creciente indiferencia de los ciudadanos ante los procesos elec-
torales , a pesar de las camp añas cada vez más cos tosas. Ello ha dado
lugar al surgimiento, desde mediados de los ochenta, de los nuevos movi-
mientos sociales, que se nutren, en buena medida, con el descontento po-
pular.

En ese contexto, las fuerzas políticas que han mostrado un mayor potencial
de crecimient o han sido las de la ext rema derecha. Con fuertes liderazgos
y una refinada demagogia populista, estas fuerzas han logrado aprovechar
el sentimiento de inseguridad y la desesperación ciudadana. La ultraderecha
se pronuncia contra los inmigrantes, a los que presenta no sólo como com-
pet idores en el mercado laboral; sino, además, como cont aminadores de
la cultura y de los valores nacionales , lo que es timuló la violencia contra
ellos y la xenofobia. Su pretendido nacionalismo los lleva también a recha-
zar el proyecto de integración, bajo el pretexto de defender la nación frente
a las instituciones supranacionales. A p artir de mediados de los ochenta,
han surgido o se han fortalecido partidos de ult raderecha en Francia, Ita-
lia, Austria, Bélgica, Alemania, Dinamarca, Suecia, N oruega, Holanda y
Suiza, algunos de ellos con fuerte representación parlamentaria y con una
significativa presencia en el parlamento europeo. Varios de estos partidos,
sobre todo en Italia y Aus tria, participan en las coaliciones de gobierno.
Tal curso de los acontecimient os hace t emer a muchos en una tendencia
hacia la derechiz ación de los gobiernos de Europa O ccidental.

Veamos a continuación, aunque sólo sea a grandes rasgos, las principales


características de la evolución económica, polít ica y social de los países
capitalistas europeos, enfatizando en los más importantes, o sea, el Reino
Unido, Francia, Alemania e Italia, durante toda la etapa de posguerra.

336
Reino Uni do

Al t erminar la guerra, la economía británica estaba arruinada. Una cuarta


parte de la riqueza nacional de 1939 estaba destruida y se había adquirido
con los Estados Unidos una enorme deuda de poco más de tres mil millones
de libras esterlinas , la mayor del mundo de la época. Además, s e perdie-
ron cerca del 25 % de las inversiones en el exterior, parte de las reservas
de oro y casi un tercio de la flota mercante. Asimismo, los norteamericanos
habían des plazado a Inglaterra de sus mercados tradicionales, inclus o de
su inmenso imperio colonial, que comenzaba a desp lomarse. La situación
británica al concluir la contienda fue caracterizada por Winston Churchill
con la escueta y gráfica frase de «triunfo y tragedia».

La tarea de la reconstrucción recayó en el Partido Laborista, que en corres-


pondencia con el clima p rogresis ta que prevalecía en Europ a, ganó las
elecciones parlamentarias de julio de 1945, con un programa «socialista»
que obtuvo un abrumador respaldo de la clase obrera y de una parte de la
pequeña burgues ía. El gobierno laboris ta de Clement Att lee, s e prop uso
conseguir la recuperación industrial, el pleno empleo y la realiz ación de
reformas sociales, utilizando la intervención masiva del Estado en la vida
económica, especialmente a través de un amplio programa de nacionaliza-
ciones que incluyó al Banco Nacional, la minería del carbón, el gas, la
elect ricidad, la siderurgia y los transportes terrestres. Los afectados fue-
ron ampliamente compensados y en general el capital privado se benefició,
pues el Est ado se hizo cargo de modernizar import antes sectores de la
infraestructura productiva del país. D e cualquier forma, hacia 1949, el Es-
tado se convirtió en el principal propietario de la nación y adquirió la posi-
bilidad de influir decisivamente en el curso económico. Paralelamente, se
aplicaron reformas sociales en los campos de la salud, la vivienda y el em-
pleo, con una anticipación de casi dos años al resto de los países europeos.
En 1950 se habían sobrepas ado los índices económicos de preguerra, a lo
que cont ribuyó el Plan M arshall con un aporte de 3 200 millones de dóla-
res , y s e erigía el Welfare State, garante del consenso político interno.

Pero los resultados alentadores de la economía se vieron afectados a par-


tir de 1950. En ello influyó, entre ot ros fact ores, el encarecimiento de las
PDW HULDV SULPDV²GHODVTXHGHSHQGtDODLQGXVW ULDLQJOHV D²GHELGRDOD

337
guerra de Corea, y el vasto programa armament ista desarrollado por el
gobierno, que limit ó fuert emente sus inversiones en el sector público. El
aumento de precios en varios productos alimenticios y el congelamiento de los
salarios se tradujeron en descontento popular y en un gran número de huel-
JDV DSHVDUGHODDSOLFDFLyQGHOD/H\1R²DSUREDGDGXUDQWHOD
JXHUUD²TXHODV SURKLEtD%DMRS UHVLyQGHORV WUDEDMDGRUHV ODV7UDGH
8QLRQVUHFKD]DURQODQHJRFLDFLyQWULSDUWLWD²JRELHUQRHPSUHVDULRVVLQ
GLFDWRV²6HURPSLyDVtHOFRQVHQVRV RFLDODOWLHPSRTXHVHLQLFLDEDXQD
espiral inflacionista que se prolongaría durante todo un decenio.

En el ámbito colonial, los laboristas proclamaron el fin del imperialismo y


en la práctica renunciaron a algunas formas tradicionales de dominación,
pero ello no impidió el uso de la fuerza para retener determinadas posesio-
nes como ocurrió en los cas os de Nigeria, U ganda, Kenya y otros, donde
se desarrollaron brutales guerras. Cuando no pudieron evitar la indepen-
dencia, se esforzaron por mant ener el dominio económico sobre los terri-
torios recién liberados , bajo la etiquet a de la «comunidad de naciones»,
reformulada en 1946. La política exterior de los laborist as se caracterizó
SRUXQDHVW UHFKDDOLDQ]DFRQORV (VW DGRV 8QLGRV²UHODFLRQHVHVSHFLD
OHV ²\SRUODLQFRUSRUDFLyQDOD©JXHUUDIUtDª,QJODWHUUDV HVXPyDOD
OTAN, a otros bloques militares y a la carrera armamentista, incluyendo el
esfuerz o por obtener el arma atómica. Al est allar la guerra de Corea, en
junio de 1950, p articipó en ella junto a los norteamericanos.

En octubre de 1951, en un contexto de degradación económica y de des-


content o generalizado, los cons ervadores subieron al poder, que lo reten-
drían durante 13 años, hast a 1964 (Churchill, Anthony Eden y Harold
M acmillan). Los conservadores, representantes de la gran burguesía, eran
partidarios del liberalismo (laisser-faire), pero su política no rompió total-
mente con el período anterior. Las prioridades que se p ropusieron, es de-
cir, apertura económica exterior y exp ansión interior, debían preservar las
conquistas del Welfare State y el pleno empleo. Con los conservadores se
introdujo una mayor dosis de liberalismo, al tiempo que se detuvo el pro-
grama de nacionalizaciones y la polít ica monetaria y fis cal s e ajustó a la
FR\XQWXUD(O(VWDGRVLQHPEDUJRQRUHQXQFLyDODSODQLILFDFLyQ²LQGLFD
WLYD²HLQFOXVRODIRUWDOHFLyPHGLDQW HODFUHDFLyQGHO&RQVHMR1DFLRQDOGH
Desarrollo Económico. El Reino Unido de es tos años aprovechó la diná-

338
Casa de Downing Street No. 10, símbolo del gobierno inglés.

mica internacional y realizó, en el ámbito interno, profundas trans forma-


ciones con relación a la modernización y adaptación de la producción a las
exigencias del mercado, asegurando la autonomía energética con los cru-
dos descubiertos en el M ar del Norte. Se privilegiaron los beneficios del
JUDQFDSLW DOSHURPHMRUDURQORVQLYHOHVGHYLGDGHORV WUDEDMDGRUHV ²QR
VLQXQDGXUDOXFKD²\GHODSREODFLyQHQJHQHUDO1RREVWDQWHVXDYDQFH
HOULW PRGHFUHFLPLHQWR²DOUHGHGRUGHO²\GHUHQRYDFLyQWHFQROyJL
ca de Inglaterra eran lentos y para fines de los 50 quedaba des plaz ada
definitivamente por la RFA, que devino en primera potencia económica de
Europa.

Los gobiernos conservadores des arrollaron una activa p olítica colonial,


tratando de detener el desplome total del imperio y de conservar sus posi-
ciones en los países recién liberados. Sin embargo, la revolución naciona-
lista en Egipto, que derrocó al régimen probritánico del rey Faruk, obligó a
las tropas inglesas a salir de aquel país . La nacionalización del Canal de
Suez, en 1956, fue un nuevo y duro golpe para Inglaterra. La agres ión
colectiva anglo-franco-israelí, con el propósito de recuperar el control del
Canal y que fue repudiada por una parte considerable de la población,

339
terminó con una derrot a. Dicha derrot a agudizó la lucha política interna y
repercutió negativamente en la economía del país. El conflict o en Egipto
determinó la caída del gabinet e de Eden, que había sustituido a Churchill
en 1955. En lo fundamental, en el período dominado por los tories se pro-
dujo el desmantelamient o del sistema colonial del Reino Unido.

Los conservadores fortalecieron la orientación imperialista de Inglat erra.


6XS ROtWLFDH[WHULRUHVW XYRFDGDYH]PiVYLQFXODGD²VXSHGLWDGD²DORV
Estados Unidos y contribuyó al fortalecimiento de las tensiones internacio-
nales. P articiparon activamente en el proceso que condujo a la incorpora-
ción de la RFA a la OTAN. Su política hacia la URSS y el Este europeo se
caracterizó por una permanente host ilidad, que incluyó la denuncia del
convenio anglo-soviético de 1942. En correspondencia con su orientación
ext erior, los gobiernos cons ervadores incrementaron la carrera arma-
mentist a. En octubre de 1952 se realizó la p rimera p rueba nuclear en el
Pacífico. En trece años, de 1951 a 1963, se emp learon unos 20 mil millo-
nes de libras esterlinas con fines militares, lo que representó como prome-
dio alrededor del 30 % del presupues to nacional de cada año. Estos enor-
mes gastos limitaron las inversiones en muchos sectores y contribuyeron al
lento crecimiento de la economía y a su relativo retraso tecnológico.

Al crearse el M ercado Común Europeo, en 1957, Inglat erra lo consideró


como una pot encia nueva, como una amenaza e intent ó debilitarlo. Tam-
bién los Estados Unidos, que al principio alentaron la idea de una Europa
unida, interpretaron a la comunidad como un importante rival. Para con-
trarres tar el p royecto comunitario, Inglaterra propició la creación de la
Asociación Europ ea de Libre Comercio, a la que se integraron junto a ella
Dinamarca, Noruega, Portugal, Austria, Suecia y Suiza. Pero sus limitados
resultados y el éxito del proyecto integracionista determinaron su posterior
y progresivo desmantelamiento. La propia Inglaterra intentó después in-
JUHVDUDODFRPXQLGDG²\²SHURVXVDVSLUDFLRQHV FKRFDURQ
con la oposición de Francia (De Gaulle), que rechazaba el librecambismo
inglés y, sobre t odo, s u estrecha vinculación con los Estados Unidos . La
aceptación de Inglat erra en la CEE no se produjo has ta 1973, luego de la
desap arición del general De Gaulle del escenario político francés.

340
En las elecciones de 1964 triunfaron los laboristas, que se mant endrían en
el poder hasta 1970. En su programa electoral, el P artido Laborista p ro-
metió mantener el objetivo histórico de avance gradual hacia el socialismo.
Se abogó por aument ar el índice de crecimient o económico hast a un 5 %
anual, continuar las nacionalizaciones, incrementar las reformas sociales,
reducir el gasto público, es pecialmente en el área de los armamentos, así
como poner en práctica una política exterior que contribuyera a la disten-
sión internacional. Este programa, impuesto por los sectores de izquierda,
fue determinante para la victoria del laborismo. Como Primer M inistro fue
designado Harold Wilson, nuevo líder del partido desde 1963, que adoptó
un rumbo que en muchos asp ectos se alejaba e incluso se contradecía con
los postulados preelectorales, confirmando aquello de que una cosa es la
socialdemocracia en la oposición y otra bien dist inta en el poder.

Hasta 1966, el gobierno de Wilson consiguió realiz ar una política de aus-


teridad que frenó el gasto público y limitó la subida de p recios. En ello fue
decisivo la colaboración de los sindicatos, que aceptaron la restricción del
crecimiento s alarial a un 3,5 % anual. En este período se restablecieron las
negociaciones tripartitas, Estado-emp resarios-sindicatos, y se realizaron
algunas reformas sociales que elevaron las jubilaciones, redujeron los al-
quileres y mejoraron el servicio sanitario. Pero la situación cambió a partir
de 1966, debido a las dificultades económicas que atravesaba el país,
mot ivadas por la liquidación del imperio colonial, la nacionalización del
Canal de Suez, la reducción de las exportaciones por baja competit ividad
(atraso tecnológico) de los productos ingleses, la carga que suponían los
crecientes gastos militares, etc. En estas circunstancias , el Gobierno apro-
bó un plan de s aneamiento de la economía, que ent re otras medidas con-
geló los salarios y redujo los gastos de asis tencia social, al tiempo que se
aumentaron los impuestos. El derecho a la huelga fue prácticamente elimi-
nado. Todo ello fomentó el descontento y los conflictos sociales.

Las medidas antiobreras, que lograron reducir el cost o y elevar la


competitividad de los productos, y la devaluación de la libra esterlina, rea-
lizada en 1967, provocaron un incremento de las exportaciones y por con-
siguiente de la economía. P ero el prestigio de los laboristas quedó muy
dañado, a lo que también contribuyó su p olít ica exterior. A pesar de su
palabrería liberal, Wilson apoy ó el régimen de los coroneles en Grecia,

341
respaldó y suminist ró armas al gobierno de Israel, pract icó una política de
tolerancia con relación al racismo sudafricano y, sobre todo, estrechó las
relaciones con los Estados Unidos, aprobando incondicionalmente s u in-
tervención en Viet Nam, repudiada p or la inmensa mayoría de la pobla-
ción. Todo est o, además del incorrecto manejo del problema irlandés , del
que hablaremos más adelante, determinaron la derrota de los laboristas en
las elecciones de 1970.

El gobierno conservador de Edward H eath, cons tituido en junio de 1970,


consiguió mantener un ritmo de crecimiento económico cercano al 3 %
has ta que estalló la crisis de octubre de 1973. P ara cons ervar e incluso
aumentar los beneficios de los grandes prop ietarios , Heath descargó el
costo de su política ant iinflacionaria en los trabajadores. En este período
se incrementaron poco los salarios e incluso éstos estuvieron congelados
en varios momentos; al mismo tiempo que la seguridad social se mantuvo en
los límites anteriores o retrocedió con relación a determinados sectores. El
gobierno conservador se caracterizó por emplear «mano dura» contra los
obreros. El derecho de huelga fue limitado sólo a las autorizadas previa-
ment e y fueron prohibidas las huelgas de solidaridad. Sin embargo, entre
1971 y 1972 el movimiento huelguístico fue intens o. En este p eríodo se
produjeron huelgas similares por su mas ividad a la de 1926, considerada
como la más grande en la hist oria británica. En 1972 el gobierno tuvo que
acudir al recurso extremo de imp lantar el estado de emergencia en el país.
La lucha de los trabajadores , en muchos cas os desarrollada al margen de
las Trade Unions, fue de vital import ancia para evitar el deterioro de las
conquistas alcanzadas por la clase obrera.

A la inestabilidad social que caract eriz aron estos años debe añadirse la
agudización de la situación política debido al curso de los acontecimientos
en Irlanda del N orte. El problema norirlandés es de vieja data, se remonta
a principios de la década del veinte,
cuando Irlanda recibió su autonomía
(status de Dominio) pero se mantu- La matanza de nacionali stas del
vo el control inglés en los seis con- 30 de enero de 1972, el llamado
«domingo sangri ento», se con-
dados del Norte del país (el Ulster), virtió en símbolo de la práctica
con el pretexto de respetar la volun- represiva del dominio británico.
WDGGHORV SURWHV WDQWHV ²SHUV RQDV

342
GHRULJHQEULWiQLFR\ PD\RUtDHQODUHJLyQ²TXHV HSURQXQFLDURQSRUOD
unión con Inglaterra. Desde entonces los católicos, partidarios de la uni-
dad nacional, fueron discriminados y sometidos a continuas represiones, lo
que provocó numerosos est allidos de violencia a lo largo de los años. La
sit uación se comp licó aún más con la independencia tot al de Irlanda, en
1949, que consolidó la divis ión del país. En 1968 se produjo uno de esos
estallidos y el gobierno laborista de Wilson, aunque de palabra, reconoció
los derechos de la minoría católica, no tomó ninguna medida p ara hacerlos
realidad. Por el cont rario, increment ó las tropas británicas de ocupación,
pret extando la p acificación, pero dichas t ropas apoyaron de hecho a los
extremistas p rotestantes, lo que motivó una escalada de la violencia. Des-
pués de 1970, los conservadores aumentaron aún más las fuerzas de ocu-
SDFLyQHVWDEOHFLHURQODDGPLQLVWUDFLyQGLUHFWDGHOWHUULWRULR²HQHO8OVWHU
H[LVWtD3DUODPHQWR\*RELHUQR©SURSLRªFRQWURODGRSRUORVSURWHVWDQWHV²\
desplegaron sangrientas y crueles represiones contra los católicos. El do-
minio británico fue «legalizado» a través de un plebiscito, cuyos resultados
eran conocidos de antemano. El conflicto, naturalmente, no p odía ser re-
suelto con tales métodos por lo que en el futuro se producirían otros bro-
tes de violencia, una verdadera guerra civil.

Los gobiernos laboristas de Harold Wilson (1974-1976) y de James


Callaghan (1976-1979), tuvieron que enfrentar las graves consecuencias
de la crisis de 1973. Con el ap oyo de los s indicatos, el llamado pacto
social, los laborist as aplicaron una política de aust eridad que detuvo la
inflación e inició una discreta recuperación de la producción. Pero el des-
emp leo no s e detuvo y ello condujo a la rupt ura de la colaboración, que
provocó la caída del gabinete de Callaghan, tras la oleada de huelgas ma-
sivas del invierno de 1978-1979. El desgas te de los laborist as favoreció a
los conservadores, liderados desde 1975 por M argaret Thatcher, que ga-
naron las elecciones de may o de 1979, con un programa que p rometía
reducir la inflación y reactivar la economía mediante las desnacionalizaciones
masivas , la reducción del poder de los sindicatos, la rebaja de los impues-
tos para las rentas más alt as, etc. Dicho programa, que también incluía
cierto lenguaje nacionalista y seudomoralizante en el orden interior, recibió
un apoyo aplast ante de todos los sectores de la burguesía y de las capas
altas de los trabajadores.

343
El cambio de orientación política del thatcherismo sup uso una rupt ura
neoliberal, coincidiendo con la desaceleración de la economía mundial
consecutiva al segundo choque petrolífero. En 1980, el Reino Unido entró
en una recesión que, además de ser la más grave de la pos guerra, no t uvo
comparación con la de otros países industrializados. En su política econó-
mica, M argaret T hatcher llevó a cabo una estrategia financiera, a medio
plazo, directamente insp irada por las tes is cuant itat ivist as de la teoría
monet arista desarrollada por M ilton Friedmann. D ichas tes is establecen
una relación de causalidad entre la cantidad de moneda en circulación y la
evolución de los precios, lo que convierte a la inflación en un fenómeno
estrictamente monetario. Así, la única política eficaz contra la inflación es
la que regule la evolución del st ock de moneda. Los pos tulados de la teo-
ría de Friedmann son inseparables del liberalismo, puesto que implican una
confianza total en el libre juego de las fuerzas del mercado, dejando s ola-
mente al Estado la función de centinela del orden y de la seguridad pública.

(Q²DxRGHODJXHUUDGHODV0 DOYLQDVPX\ELHQDSURYHFKDGDSRUOD
Thatcher para fortalecer su posición, mediante la utilización de un lenguaje
SDW ULRW HUR\FKRYLQLVWD²ODHFRQRPtDLQJOHVDLQLFLyVXUHFXS HUDFLyQDO
mis mo t iemp o que la sit uación económica int ernacional mejoraba. No
obstante, los problemas de la industria británica estaban lejos de resolverse;
mientras el desempleo, con una tasa del 12 % de la población activa, constituía
uno de los más altos de la Comunidad Económica Europea. En términos
generales, el viraje de la p olít ica económica efectuado p or la Thatcher,
durante los años ochenta, fue brutal e histórico. D urante su mandato, se
limitó considerablemente la intervención del Estado en la economía y co-
menzó a desmantelarse el sistema de protección social, que estaba vigente
desde los primeros años de p osguerra.

En los diez años de la Thatcher, se limitaron drásticamente los activos pú-


blicos. En aquel período, fueron privatizadas más de treinta grandes em-
presas, ent re las que s e encont raban la automotriz y la aerospacial, de
indis cutible importancia estratégica, y ot ras dedicadas a servicios de pri-
mera necesidad, como transportes, agua y electricidad. Entre 1980 y 1990,
la cifra de personas que trabajaban en el sector estatal s e redujo de más
de 2 millones a 500 000 y la parte de est e sector en la formación del
Product o Interno Bruto nacional des cendió a una tercera parte. Las

344
privatizaciones, imperativo del neoliberalismo, trataron de justificarse con
la falta de eficiencia de las emp resas, lo que no siempre era cierto o podía
remediarse.

Por otra parte, se limitaron notablemente los gastos y las inversiones públi-
cas . Para aplicar estos recortes, la Thatcher s e vio obligada a reducir de
manera drástica la autonomía financiera de las administraciones territoria-
les, que his tóricamente disponían de importantes competencia como, por
ejemplo, en la es fera de la ens eñanz a. De est a forma, s e modificaron los
fundamentos mismos de la organización política del Reino Unido, es decir,
la tradición de un poder descentralizado. El cambio int roducido por la
7KDWFKHU²SODVPDGRHQHO/RFDO*RYHUQPHQW$FW\HQHO*UDQWV$FW²OH
creó serias diferencias con los consejos regionales . Estas contradicciones
aumentaron con sus proyectos de reformas de la fiscalidad local (Poll Tax)
(nuevo impuesto a la vivienda y otros ), que suscitaron una gran oposición
en el país y condujeron finalmente a la dimisión de la jefa de Gobierno, en
noviembre de 1990, as í como a su renuncia al liderazgo del Partido Con-
servador.

(QORV~OWLPRVFXDWURDxRVGHVXJHVWLyQOD©'DPDGH+LHUURª²FDOLILFDGD
así por su dura actuación cont ra el movimiento obrero y los republicanos
LUODQGHV HV²SXGRSUHVHQW DUXQEDODQFHSRVLWLYRHQYDULRVDVSHFWRV/D
tasa de crecimiento llegó al 2,6 %, la inflación disminuyó hasta un 3,7 % y
se inició un des censo de la desocupación, aunque continuaba s iendo alta
(10 por ciento). Sin embargo, est os result ados sólo beneficiaron a unos
pocos sectores sociales: dueños y ejecutivos de la gran indus tria, peque-
ños empresarios, técnicos especializados y actividades bancarias y finan-
cieras. Los grandes derrotados fueron, sin duda, los sindicatos y s us con-
quist as, así como algunos sect ores claves de la sociedad: la agricultura, la
salud pública y la educación. Al igual que en los Estados Unidos en esos
momentos, el verdadero triunfador fue el capitalismo más individualista,
técnico y rentable.

John M ajor, s ucesor de la Thatcher al frent e del Gobierno y del Part ido
Cons ervador, continuó la política económica de su p redecesora. Pero di-
cha polít ica resultó impotente frent e a la severa recesión de 1991-1992,
que afectó más a Inglat erra que al rest o de los países de la Comunidad

345
Económica Europea, en los que co-
A partir de la primavera de 1981,
el mundo asist ió conmovido a
menz ó en 1993. La reces ión golpeó
la muert e, uno a uno, de 10 pri-duramente a todos los s ectores de
la economía y profundizó la caída del
sioneros i rlandeses en huel ga de
hambre, que sólo exigí an el re- peso específico del Reino Unido en
conocim iento a sus derechos el conjunto europeo. En 1992, el
como presos políticos, mientras
PIB p or habit ante res ultaba un 5 %
la Thatcher se mantuvo inflexible.
inferior a la media comunitaria. La
recesión fue cediendo poco a poco,
pero el deterioro de la situación del país se reflejó en el hecho de que las
zonas de Liverpool y M anches ter, cuna de la revolución industrial, y la
de Highlands (Escocia), fueron declaradas, en 1993, ent re las más p o-
bres de Europa. Al mis mo tiempo, en varias ciudades del norte se llegó a
situaciones extremas: desempleo superior al 50 % de la p oblación activa,
malnutrición, elevada mort alidad infantil, altos niveles de criminalidad y
drogadicción, entre otras.

El rechazo mayoritario al neoliberalismo se hizo evidente con la aplastante


victoria alcanzada por el llamado nuevo laborismo de Tony Blair, en las
elecciones generales de 1997. El Partido Laborist a obtuvo el 43 % de los
vot os, lo que le p roporcionó una muy cómoda mayoría absolut a de 419
dip utados en el Parlamento, frent e a s ólo 165 de los conservadores. Los
tories sufrieron su peor derrota desde 1906, mientras que el líder laborista
se convirtió en el Primer M inis tro más joven desde 1812. El arrollador
triunfo de Tony Blair, fue el resultado del desgaste neoliberal y de un pro-
grama elect oral en el que se prometió la realización de una política refor-
mista y más social; así como la aplicación de un proyecto de descentraliza-
ción política y reforma constitucional.

El rápido inicio de conversaciones con todas las partes involucradas para


WUDWDUGHUHVROYHUVDWLVIDFWRULDPHQWHHOFRPSOHMRSUREOHPDQRULUODQGpV±OR
TXHD~QQRVHKDORJUDGR²\ODFHOHEUDFLyQGHOUHIHUpQGXPVREUHODUHFOD
PDGDDXW RQRPtDGH(VFRFLD²FRQXQUHVXOWDGRDEUXPDGRUDIDYRUGHOD
FUHDFLyQGHXQ3DUODPHQW RHVFRFpV²SDUHFtDQMXVWLILFDUODVHV SHUDQ]DV
depositadas en Blair. Sin embargo, después de tres años de gobierno, muy
pocos han sido los cambios en el panorama económico y s ocial del país,
debido a la cont inuidad de las prácticas neoliberales. Blair ha mantenido

346
también la política de est recha alianza con los Estados Unidos , lo que ha
motivado una mayor dependencia y una postura muy negativa en el plano
internacional. Ello se evidenció en la guerra contra Yugoslavia, en 1999, en
la continuación de los criminales bombardeos anglo-es tadounidenses con-
tra Irak para supuestamente proteger las llamadas zonas de exclusión en el
norte y sur del país y, sobre todo, en la guerra genocida desatada por el go-
bierno nort eamericano contra Afganis tán con el p retexto de combatir
el terrorismo internacional, en la que Inglaterra participa como socio prin-
cipal de los Estados Unidos.

Franci a

La guerra y la ocup ación alemana ocasionaron graves pérdidas a la eco-


nomía francesa. La producción indus trial se redujo en un 60 % y la
agropecuaria en más de un 40 % con relación a 1938. El comercio exte-
rior dejó de existir y el s istema monetario estaba desordenado. El p aís
sufría una aguda es casez de combustible, materias primas, alimentos y ar-
tículos de amplio consumo. Esta fue la situación que debieron enfrentar las
fuerzas de la resis tencia al hacers e cargo del poder en 1944, p ues los
partidos p olíticos de la burguesía se habían desintegrado o perdido su im-
portancia anterior, debido a su actit ud colaboracionista con el régimen de
Vichy y con los ocupantes, o a su pasividad frent e a ellos. Tras la libera-
ción, el Consejo Nacional de la Res istencia (CNR) organizó un Gobierno
Provisional, integrado por el Partido Comunista, mayor fuerza política del
país, el Part ido Socialista, que durante la guerra colaboró con los comu-
nistas, y el M ovimiento Republicano Popular (M RP), partido de filiación
católica creado en 1944 y que agrupó a los sectores burgueses antifascistas.
A ellos se sumarían los part idos Radical y Radical-Socialista, que se
reconstituyeron después de la contienda. Como presidente del Gobierno
Provisional fue designado el general Charles de G aulle, destacada perso-
nalidad del movimiento de resistencia.

En sus dos años de existencia, el Gobierno Provisional puso en práctica el


programa de la resistencia. Se restablecieron las libertades democráticas,
fueron juzgados y castigados los principales colaboracionist as (Pétain y

347
Laval, entre otros), s e nacionalizó con
indemnización (excepto a los colabora-
cionistas ) una parte de la banca y de la
industria, los transportes, la minería del
carbón y el gas, se aumentaron los sala-
rios y pensiones y se proclamó una po-
lítica que preveía el fortalecimiento pro-
gresivo de la s eguridad social. En el
orden exterior, Francia se orientó hacia
la colaboración con la URSS y los Es-
tados U nidos; con ambos firmó trata-
dos de ayuda mutua en 1944. En cuan-
to a Alemania, problema fundamental de
la política exterior francesa en los años
de posguerra, se exigió la entrega de la
región del Sarre y, cont rariamente a lo
General Charles de Gaulle, líder del acordado en Yalta, se insistió en la
movimie nto de resist encia y balcanización del país, bajo el pret exto
presi dente de Francia de 1945 a 1946
y de sde 1958 hasta 1969. Ho mbre de salvaguardar la seguridad futura de
obsesionado con la grandeza de Francia. En la aplicación de las medidas
Francia. más progresistas del Gobierno Provisio-
nal tuvo una gran influencia la presión ejercida por el movimiento popular,
liderado por los comunistas.

El G obierno Provisional dejó de exist ir en diciembre de 1946, luego de la


celebración de elecciones generales y la aprobación de un nuevo texto
constitucional, que dio origen al nacimiento de la Cuarta República. Las
elecciones fueron encabezadas por el Partido Comunista, que obtuvo cer-
ca del 30 % de los votos, seguido por el Partido Socialista (24 %) y por el
M ovimiento Republicano Popular (23 %). La nueva constitución, avanza-
da para la ép oca, estableció un parlamento con amplias facult ades, ya que
elegía al ejecutivo y controlaba su actividad. En ella se refrendaron las
medidas democráticas anteriores y s e incluy eron otras. Se reconoció el
derecho al t rabajo, al descanso ret ribuido, a la as istencia social, a la s alud
y la ins trucción, a la igualdad de la mujer, a la actividad sindical, etc. De
acuerdo con la cons titución, Francia renunciaba a la arbitrariedad y al uso
de la fuerza en el mundo colonial. La denominación «imperio francés» fue

348
sustit uido por el de «alianza frances a» y se proclamó la igualdad de dere-
chos y deberes de la p oblación de la met rópoli y la de los «territorios de
ultramar», que formaban parte de la alianza. Desde luego, t odo ello debía
ser instrumentado mediante leyes, lo que no siempre ocurrió y en no pocos
casos se hizo bajo la presión de fuertes luchas.

Desp ués de aprobada la constit ución, el general De Gaulle se retiró de la


vida política, pues era partidario de un poder fuerte, con amplias faculta-
des para el ejecutivo y un mínimo de control p arlamentario. De acuerdo
FRQODV QRUPDVGHODGHPRFUDFLDUHSUHVHQWDWLYDORVFRPXQLVW DV²FRQ
PD\ RUtDHQOD$ VDPEOHD1DFLRQDO²WHQtDQGHUHFKRDIRUPDUJRELHUQR
pero el M RP, que con el paso del tiempo fue aglut inando a las fuerzas
anticomunistas, y los socialist as se negaron a integrar un gabinete de coa-
lición. La alianza entre estas tres fuerzas, que había sustentado la política
ant erior, quedó dest ruida. Desde entonces y hasta la desaparición de la
Cuarta Rep ública, en 1958, Francia fue dirigida por unos diez gobiernos
formados mediante combinaciones de socialistas, M RP y radicales, con
una orientación de cent ro-derecha casi s iemp re. La s ituación política y
social del país fue inestable y cambiante en aquel período. D esde el punto
de vist a económico, sin embargo, prevaleció la misma política con s ólo
ligeras os cilaciones hacia una mayor dosis de liberalismo en det erminados
momentos.

El modelo económico de Francia se caracterizaba por la existencia de un


sector estatal fuerte, que ap ortaba el 25 % de la producción industrial y
controlaba alrededor del 40 % de las invers iones de cap ital. El Est ado
int ervenía activamente en la conducción de la economía nacional, cuyo
des arrollo fue concebido mediant e planes oficiales, obligatorios para el
sector estatal y con un carácter indicativo para las empresas privadas. Sobre
esta base, en 1951 se logró recuperar el nivel de p reguerra y para 1958 se
había doblado, exhibiendo un rit mo de crecimiento de un 5 % anual. En
ello influy eron considerablemente, sobre todo en la etapa inicial, los
3 200 millones de dólares del Plan M arshall y el aumento de la demanda
propiciada por la guerra de Corea. En estos años se consolidaron los cam-
bios que se venían produciendo desde la década del 20 en la estructura eco-
nómica del país. Francia se convirtió en una nación industrializada, se redujo la
H[SRUWDFLyQGHFDSLWDOHV²HQHOORLQIOX\yHOSURJUHVLYR desmantelamiento del

349
PXQGRFRORQLDO²\V HIRUWDOHFLyODLQYHUVLyQLQWHUQD6LQGHMDUGHIDYRUH
FHUDORVPRQRSROLRV±FDGDYH]PD\RUHV\PiVIXHUWHV²ODLQWHUYHQFLyQ
estatal en la economía promovió una mejor redistribución de las riquezas,
lo que posibilitó la creación de una p olítica de reformas sociales y un pau-
lat ino mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, aun-
que ello fue más visible en los 60.

Des de p rincipios de 1947, Francia entró en la órbita de la «guerra fría»


proclamada por los Estados Unidos. En mayo, como condición p ara reci-
bir la «ayuda» norteamericana, los comunistas fueron expulsados del go-
bierno, al igual que en otros países . Poco después s e aprobó una reforma
elect oral para limitar las posibilidades del Partido Comunis ta. El sistema
de representación p roporcional en el parlamento fue sus tituido por el sis-
tema may oritario en dos vueltas. En lo sucesivo, no eran elegidos los can-
didatos con más votos en cada distrito, sino los que obtuvieran por encima
del 50 %. Como ello nunca ocurría, se convocaba a una segunda vot ación,
a la que acudían en bloque los p artidos burgueses y así lograban la mayo-
ría. De tal manera, hasta 1956 el Partido Comunista fue el más votado en
Francia, pero contaba con una representación parlamentaria mucho menor
que la de otros partidos. A la campaña anticomunista, que también provo-
FyODGLYLVLyQGHOPRYLPLHQWRREUHUR²DSDUWLUGHHVHPRPHQWRH[LVWLHURQ
YDULDVFHQWUDOHVVLQGLFDOHV²VHVXPDURQDGHPiVORVVRFLDOLVWDV\ORVUDGL
cales, que antes habían colaborado o adoptado posiciones próximas a los
comunistas.

En 1949 Francia se incorporó a la OTA N y pres tó s u territorio para la


inst alación de los cuarteles de la organización. En la medida que se es tre-
chaban las relaciones con los Es tados Unidos, se incrementaba la hos tili-
dad hacia la URSS y los demás países socialistas. Las iniciativas soviéticas
para p rohibir el arma atómica y limit ar la carrera armamentista fueron re-
chazadas, al tiempo que se invertían grandes sumas para estos fines. Fran-
cia apoyó a los norteamericanos durante la guerra de Corea. En corres-
pondencia con esta orientación, se modificó la política frances a hacia
Alemania. Desde principios de 1948 se apoyó la tesis anglo norteamerica-
na de crear un Estado alemán occidental y de concederle la ayuda del plan
M ars hall. En lo adelante, Francia trataría de neutralizar el res urgimiento
del p otencial económico y militar de la RFA a t ravés de acuerdos

350
multilaterales: La Comunidad Económica del Carbón y el Acero (CECA),
en 1950, la creación del ejército europeo en cooperación con la OTAN, en
1954, y el M ercado Común Europeo (CEE), en 1957. En 1956 se traspa-
só a la RFA la región del Sarre. Esta fue la t endencia general de la proyec-
ción exterior del país, aunque en los años 1956-1957, durante el gobierno
GHO)UHQW H5HS XEOLFDQR±IRUPDGRSRUVRFLDOLVWDV\UDGLFDOHVGHL]TXLHU
GD²VHLQWHQWyPRGLILFDUODSROtWLFDKDFLDOD8566\ORVGHPiV SDtVHV
socialis tas, adoptándos e un tono más moderado.

Los gobiernos de la Cuarta República trat aron de evitar por todos los
medios el desmantelamiento del imp erio colonial, proceso que comenzó
con la independencia de Siria y Líbano durante la etapa del Gobierno Pro-
visional. En diciembre de 1946, no obstante lo estipulado en la nueva Cons-
titución, se desencadenó la guerra en Viet Nam, que se prolongó por ocho
años y le costó a Francia más víctimas que la Segunda Guerra M undial.
Esta impopular guerra terminó con la aplastante derrota de Diem Bien Phu,
que condujo a los acuerdos de Ginebra de 1954, en los que s e reconoció
la independencia de la Indochina francesa: Viet-N am, Laos y Cambodia.
Recién concluido el conflict o de Indochina, s e inició la guerra contra el
movimiento de liberación argelino, que se extendió por más de siete años y
tuvo hondas repercusiones en la vida de Francia. El gobierno del Frente
Rep ublicano, en 1956-1957, trató de cont ener el des plome total del im-
perio con medidas menos drás ticas. Se le concedió la independencia a
Túnez y M arruecos y se autorizaron los gobiernos autónomos en las de-
PiVFRORQLDV DIULFDQDVGRQGHHQDOJXQRVFDVRV²0 DGDJDVFDUSRUHMHP
SOR²VHKDEtDQSHUSHWUDGRKRUULEOHVPDWDQ] DV(QHOFRQIOLFWRDUJHOLQR
hubo un intento de negociación, pero pront o se dio marcha atrás debido a
la presión de los sect ores derechistas. La guerra de Argelia fue un factor
decis ivo en la crisis y muerte de la Cuarta República.

(QPD\RGHOORVXOWUDFRORQLDOLVWDV²SREODFLyQIUDQFHVDTXHFRQWURODED
ODYLGDHFRQyPLFDGH$UJHOLD\ TXHUtDHYLW DUVXLQGHSHQGHQFLD²VHVXEOH
varon junto al ejército en Argel y exigieron el retorno del general De Gaulle
al poder. Éste aceptó s iempre que se le concedieran poderes extraordina-
rios y la aut orización para elaborar una nueva Constitución. El l de julio la
Asamblea Nacional lo designó al frent e del gobierno, con el voto en contra
de los comunistas y una parte de los socialistas. A continuación fue disuelta

351
la Asamblea y la Cuarta República dejó de existir. En septiembre De Gaulle
DSUREyOD&RQVWLWXFLyQTXHOHFRQFHGtDDO3UHVLGHQWH²HOHJLGRGLUHFWD
PHQW HSRUV LHWHDxRV²DPS OLDVDW ULEXFLRQHVLQFOXLGDVODVGHGHVLJQDUDO
Primer M inistro y al resto del gobierno y disolver el parlamento en caso de
desacuerdos. En diciembre se efectuaron elecciones generales. De Gaulle
fue elegido Presidente y se formaron los órganos centrales del p oder esta-
tal. Nacía así la Quinta República que con ligeras modificaciones llega hasta
nuestros días.

Durante los diez años de régimen gaullista no cambió la esencia del modelo
económico francés , pero la regulación est atal de la economía se orientó,
desde el principio, a favorecer a los grandes empresarios. La propia com-
posición del gobierno, integrado en su mayoría por representantes del gran
capital, mostró la estrecha relación entre el Estado y los monop olios. Los
diez principales grupos industriales y financieros del p aís llegaron a con-
trolar alrededor del 40 % del sect or privado y tenían gran influencia en el
sector estatal. La intervención del Estado, la introducción de la revolución
científico-técnica y la creación del mercado común europeo contribuyeron
a acelerar el crecimiento económico en este período. La producción industrial
creció en más de un 60 % y se renovó su equipamiento técnico. Se ampliaron
las escalas de la producción en cadena, se utilizó en forma más amplia la
automatización y se introdujeron las máquinas computadoras. Invirtiendo
grandes recursos, el gobierno creó la indus tria at ómica y de cohetes. Ad-
TXLULyJUDQGHVSURSRUFLRQHVODFRQVWUXFFLyQGHYLYLHQGDV²ODSREODFLyQ
FUHFLyHQPLOORQHVDSUR[LPDGDPHQW H²\GHLQVWDODFLRQHVGHWRGRWLSR
Una mayor población, la producción masiva de nuevos artículos y las ven-
tas a crédito, incrementaron el consumo interno. El comercio exterior tam-
bién creció fuertemente.

El rápido desarrollo de estos años posibilitó el empleo pleno, alcanzado a


principios del 60, el incremento de los salarios y el mejoramiento progresi-
vo de la s eguridad social. Se produjeron importantes cambios en la com-
posición de la población. La clase obrera se incrementó en un 10 %, pero
crecieron aún más los trabajadores vinculados a la esfera no product iva
(comercio, servicios , empleados administrativos, ciencia y educación).
Solamente los intelectuales pasaron de uno a tres millones como resultado
de la creación de nuevos centros de enseñanz a. La tecnificación de la agri-

352
cultura redujo la población del campo y provocó el continuo traslado hacia
las ciudades. Disminuyó la pequeña producción y los pequeños negocios
de todo tipo, tradicionales en el país, pero se mantuvo un importante nú-
mero de personas vinculadas a est os menest eres.

Durante el período gaullista terminó, en lo fundamental, el desmantelamiento


del imperio colonial francés. Frente a un movimiento de liberación imposi-
ble de detener, una parte importante de la burguesía adoptó las posiciones
del neocolonialismo; o sea, se pronunciaron por la autonomía e incluso la
indep endencia de las colonias para mantenerlas bajo su influencia econó-
mica. La independencia de Guinea, en 1958, inició un camino que en breve
tiemp o condujo a la liberación del África Ecuatorial y Occidental france-
sas. Sólo en 1960, instituido después como «Año de Á frica»; obtuvieron
su independencia 14 territorios coloniales franceses en África. La mayoría
de los nuevos estados mantuvieron estrechos lazos, s obre todo económi-
cos, con la antigua metrópoli. Solamente en Argelia se mantenía la guerra,
que ya cos taba a Francia cuatro veces más que el conflicto en Indochina.

Inicialmente, De Gaulle insistió en el aplastamiento militar de los rebeldes


argelinos, como de él esperaban los elementos ultracolonialis tas. Pero con
el paso del tiempo comprendió que era imposible una solución por esa vía
y se orientó a la búsqueda de una solución negociada, tal y como lo exigía
la mayoría de la población francesa. Ello desembocó en las conversacio-
nes de Evian (Suiza) y en el reconocimiento de la independencia argelina, a
principios de 1962. Francia mantuvo, no obstante, cierta presencia militar
y el derecho preferencial de extracción de petróleo argelino. Los ultraco-
lonialistas se sint ieron t raicionados por De Gaulle, al que habían llevado
al gobierno en el 58, y en el futuro t rataron de eliminarlo mediante diver-
sas acciones organizadas por la llamada Or ganización del Ejército Se-
cr eto (OAS).

Contrastando con su posición conservadora en el plano interno, en la esfe-


ra de las relaciones int ernacionales el régimen gaullista se esforzó por lle-
var al país a una posición independiente. En 1959, Francia se pronunció
por el reconocimiento de las fronteras entre la RFA y P olonia; en 1964
reconoció a la Rep ública Pop ular China, y en 1966 De Gaulle vis itó a la
URSS, propiciando un incremento de las relaciones bilaterales. De Gaulle

353
condenó la guerra impuesta por los Estados Unidos a Viet Nam, así como la
intervención norteamericana en Santo Domingo, en 1965, y su injerencia en
el M edio Oriente. El Gobierno gaullista se esforzó por fortalecer la posición
europea y contrarrestar la influencia de los Estados Unidos en la región.
En el contexto de esa política, en 1967, Francia se retiró de la es truct ura
militar de la OTAN y creó sus propias fuerzas nucleares independientes.
Asimismo, Francia mantuvo su negativa al ingreso de Inglaterra al M erca-
do Común, dadas sus relaciones especiales con los Est ados Unidos.

En el ámbito interno, el autoritaris mo y el conservaduris mo del régimen


gaullist a fue generando un descontento cada vez más fuerte. La expresión
más importante de la oposición a la p olítica interior del Gobierno s e pro-
dujo en el verano de 1968. En mayo y junio de ese año s e desarrolló en
Francia el movimiento de mas as más grande de la p osguerra. El factor
desencadenante fue la rebelión estudiantil de principios del mes de mayo
en París. Los estudiantes p rotest aban p or la obsoleta organización de la
enseñanza y la difícil situación material de las instituciones docentes, pero
la rebeldía juvenil tenía como trasfondo su desencanto con los valores de la
moral burguesa y de la sociedad de consumo. Ante la brutalidad de la re-
presión policial, los trabajadores declararon una huelga de solidaridad con
los estudiantes, que muy pronto se transformó en una huelga general a la
que s e sumaron cerca de 10 millones de personas. El movimiento tuvo
grandes proporciones y generó una grave situación para el gobierno, pero
la falta de unidad entre las diferent es fuerzas y entre los p rop ios est u-
diantes, así como los excesos de algunos grupos influidos por ideas extre-
mistas, le permitió a De Gaulle tomar la ofensiva y finalmente remontar el
problema.

El 30 de mayo D e Gaulle declaró que Francia estaba amenazada con el


estallido de una guerra civil, disolvió el parlamento y amenazó con tomar
medidas más drásticas p ara rest ablecer el orden. Sin embargo, t anto el
gobierno como los empres arios se disp usieron a negociar y a la pos tre
fueron satisfechas las demandas de estudiantes y obreros. Se incrementaron
los salarios y las p ensiones , se redujo la semana laboral a 39 horas y se
aumentaron las vacaciones pagadas. P or otra parte, se aprobó una Ley de
Reforma de la Enseñanza y se garantizó la participación de los estudiantes
en la dirección de las instituciones docentes. A mediados de junio, el movi-

354
Mayo de 1968 en P arí s. La pr otesta e studian til sacu dió a mu chos paí ses,
pero tuvo su epic entro en la capital franc esa.

miento huelguístico había cesado. Pero aquellos acontecimientos estreme-


cieron el edificio de la Quinta República y dejaron una profunda huella en
la sociedad. Un año más tarde, el general De Gaulle renunció a la presi-
dencia de la República, al s er rechazados por la mayoría de la p oblación
su proyecto de reformar los poderes locales.

En 1969 fue elegido P residente Georges Pompidou, Primer M inistro du-


rante los últimos años del régimen gaullista. Pompidou, que gobernó a Fran-
cia has ta s u muerte en 1974, definió la orientación de su política con la
frase «sucesión y diálogo». En efecto, durante su mandato se continuó, en
lo fundamental, la misma línea hacia el interior, pero limitando el autorita-
rismo de la etapa anterior. En su proyección exterior, Francia mantuvo su
posición independentista en el contexto atlántico, su colaboración con Ale-
mania, su amist ad con la URSS y ciert a orient ación tercermundista. Al
mismo tiempo, se superó la llamada intransigencia del general De Gaulle en
algunos asunt os, particularmente con relación al ingreso de Inglaterra al
M ercado Común Europeo, que finalmente tuvo lugar en 1973. Hasta fina-
les de 1973 la s ituación económica de Francia fue floreciente.

355
La recesión de 1973 se inició en Francia un poco más tarde, en el tercer
trimestre de 1974, aunque con anuncios parciales anteriores, reflejados en
la disminución de las invers iones y el cons umo. M ás que en otros países
europeos, Francia sufrió lo que puede denominars e una «crisis importa-
da», dado que el índice de dependencia energética de la economía era
ent onces de un 75 %-80 %. El alza del precio del pet róleo significó una
reducción de la riqueza nacional en más de un 5 % del P IB. El result ado
arrojó una degradación de los términos de intercambio, un aumento de la
inflación y la reducción del crecimiento, cuya media pas ó del 5,5 % en el
período 1960-1973 al 2,8 % en 1974-1980. Ap areció el p aro, que alcan-
zó pronto a un 5 % de la población laboralmente activa, y comenzó la
degradación de los niveles de vida de los trabajadores

Si la exp ansión económica ya había provocado fuertes tensiones, que se


manifes taron en mayo de 1968, la cris is económica de los años setenta
inauguró una inquietud y una tensión social que continuaría posteriormente,
no sólo en Francia sino en t odos los países europ eos. Se imponía una
política de estabilización con énfasis en los asp ectos sociales, pero el go-
ELHUQRFRQVHUYDGRUGH*LVFDUGG¶(VWDLQJHOHJLGRSUHVLGHQWHHQWUDV
la muerte de Pompidou, se most ró incap az de imp oner con decis ión las
medidas sociales reivindicadas , lo que condujo a un enfrentamiento con
los sindicatos, que se retiraron de los órganos de planificación y rompieron
todo tipo de colaboración con las autoridades.

La difícil situación de aquellos años influy ó en la victoria de F rancois


M itterrand, en las elecciones presidenciales de mayo de 1981. M itterrand
había renovado y reorganizado al Partido Socialista alrededor de una es-
trategia de unión de la izquierda, a través de un programa común con el
Partido Comunista, todavía potente e influyente en aquel tiempo. Tras dos
intentos fallidos, en 1965 y 1974, M itterrand alcanzó finalmente su objeti-
vo. Des pués de veintitrés años , des de 1958 con De Gaulle, la iz quierda
socialista volvía a participar en el poder y, además, por primera vez desde
ODOLEHUDFLyQORVFRPXQLVWDV²FRQFXDWURPLQLVWURV²V HLQWHJUDEDQDO
gobierno del país.

En correspondencia con sus compromisos electorales, el primer gobierno


designado por M itterrand, bajo la dirección del socialist a Pierre M auroy,

356
emprendió un importante programa de relanzamiento de la economía y de
reformas económico-sociales , entre las que figuraron la abolición de la
pena de muerte, mayores libertades públicas, la abolición de la discrimina-
ción de la mujer y de la homosexualidad, el aumento de los s alarios más
bajos, la construcción de viviendas populares, el incremento de las inver-
siones en el sector estatal y la ayuda a los pequeños y medianos empresa-
rios, la creación de más empleos públicos, la disminución de la jornada
laboral has ta 39 horas a la semana, la reducción de la edad de jubilación a
65 años, as í como la nacionalización de los cinco may ores grupos indus-
triales y de la mayoría de los bancos privados.

En un contexto internacional desfavorable debido a la recesión p rovocada


por la segunda subida del p recio del pet róleo, la ap licación de estas y
otras medidas se detuvo relativament e pronto. Una parte del plan guber-
nament al fue financiado con préstamos, agravando el peso del déficit pú-
blico, que en 1982 llegó a los 80 000 millones de francos. Ello también
condujo a que el objetivo inicial de relanzamiento de la actividad económi-
ca fracasara. Así las cosas , desde 1983, desp ués de una tercera devalua-
ción del franco, se inició una polít ica de «rigor económico» con medidas
de estricta ortodoxia financiera: aumento de impuestos, reducción del gasto
público y control de la masa monetaria. Llegó la hora de los «grandes equi-
librios» económicos, de un «franco fuerte» alineado con el marco alemán; es
decir, comenzó una política de inspiración neoliberal que abandonaba, en
muchos aspectos, las prioridades sociales. El giro realizado por el gobierno
determinó la salida de los comunistas y la ruptura de s u acuerdo de unidad
con los socialistas, lo que tendría importantes consecuencias electorales.

En las elecciones legis lativas de 1986, la derecha obtuvo la mayoría de los


puestos parlamentarios, siendo elegido como Primer M inistro el conserva-
dor Jacques Chirac. Fue éste el primer gobierno de «cohabit ación», pues
M itterrand continuaba como presidente de la República. Chirac acentuó la
liberalización de la economía, adop tando definitivament e el modelo
neoliberal. Fueron privatizados grandes grupos industriales y se redujo al
mínimo la intervención del Estado en la vida económica. Comenzó entonces
una ofensiva s ostenida contra las conquistas sociales de los trabajadores,
que además tuvieron que sufrir las consecuencias del paro, cuy o índice se
aproximaba al 10 % de la población activa a mediados de los ochenta.

357
Debe destacarse que, a partir de est as elecciones , se verificó un ráp ido
crecimiento del ultraderechista Part ido F rent e Nacional, liderado por el
bretón Jean-M arie Le Pen, fuerza fundada en 1972 pero que has ta media-
dos de los ochenta fue apenas un grupúsculo de extremist as exaltados. El
Frente Nacional supo sacar progresivamente provecho del sentimiento de
inseguridad generado por el desempleo y el paulatino desmontaje del sis-
tema de bienes tar general, así como del desgaste de los part idos políticos
tradicionales. Con una demagogia populis ta y nacionalista, el Frent e Na-
cional logró un significativo resultado en las legislativas de 1993 y en las de
1997 obt uvo cerca del 15 % de los votos . La clientela de es te partido ha
estado const ituida, fundamentalmente, por desempleados, en especial jó-
venes. U na parte considerable de sus votos fueron obtenidos a costa de
los comunistas y socialistas.

En las elecciones presidenciales de 1988, M itterrand fue elegido para un


segundo mandato de siete años. A ello contribuyó sus críticas públicas a la
ges tión económica y social del gobierno de Chirac, quien ese mismo año
tuvo que abandonar su cargo. Sin embargo, los gobiernos post eriores
mantuvieron, en lo fundamental, la orientación neoliberal de Chirac, lo que
provocó el desgast e socialista y su tremenda derrota en 1993. En efecto,
las elecciones legislativas de 1993 representaron el peor resultado de los
socialis tas en los últimos veinte años y expresaron con claridad el descré-
dit o del partido. La sanción de los electores se debió a los escándalos
político-financieros, a la corrupción que envolvía a la vida política francesa
y, sobre todo, a la renuncia del socialismo francés a sus objetivos de justi-
cia social, lo que le aisló de sus bases y le acercó a los discursos y los
métodos tecnocráticos de sus adversarios políticos. Hay que considerar,
además, que 1993 fue un año negro p ara la economía francesa. El creci-
miento del PIB, que en la década de los ochenta fue bajo (1,9 %), se redujo
aquel año al 0,7 %, mientras el desempleo creció por encima del 12 %.

Como resultado de las legislativas de 1993, se constituyó el gobierno con-


servador de Edouard Balladur, que cohabitó con M itterrand durante dos
años. En ese período el país fue rebasando la reces ión y para mediados de
los noventa logró un crecimiento ligeramente superior al 2 %; así como una
reducción de la inflación y del desempleo, aunque este último s e mantuvo
alto, alrededor del 8 %. En estas circunstancias, las elecciones presiden-

358
ciales de 1995 dieron el triunfo a Chirac, quien continuaría al frente del
país por más de diez años. Sin embargo, dos años más tarde, un Part ido
Socialista renovado y con la promesa de trabajar por una «Europa más
social y menos técnica», logró, junto a otras fuerzas de izquierda, una clara
mayoría parlamentaria. En correspondencia con ello, desde junio de 1997,
el presidente Chirac tuvo que cohabit ar con el gobierno de Lionel J ospín,
integrado p or los socialistas y otros partidos de la izquierda francesa, lo
que no significó, sin embargo, un cambio notable en la orientación econó-
mica y social del país hasta el momento de inaugurars e el siglo XXI.

En resumen, en el último tercio del pas ado siglo XX, la economía francesa
duplicó s u volumen en relación con los primeros veinticinco años de pos-
guerra. Pero el rit mo de crecimient o del Producto Interno Bruto (PIB),
comp arando ambos períodos, s e redujo de un 5,5 % a un 2 % como p ro-
medio anual. Por ot ra p arte, se pas ó del pleno empleo, vigente durante
casi dos décadas, a un desemp leo crónico y masivo; al mismo tiempo que
el crecimiento anual de los salarios dis minuyó de un 11 % al 2,5 % y se
limitaron considerablemente las prestaciones y servicios sociales, todo lo
cual golpeó con dureza las condiciones de vida de los trabajadores y au-
ment ó las desigualdades en la sociedad, generando tensiones e inestabili-
dad. Las condiciones políticas y sociales imperantes en estos años, al igual
TXHHQRWURVPXFKRVSDtVHVHXURSHRV²UHFRUGDUORV FDVRVGH,WDOLD$OH
PDQLD$ XVWULDHWF²KDQIRUWDOHFLGRODEHOLJHUDQFLDGHODH[WUHPDGHUH
cha, que a menudo nos recuerda con sus acciones vandálicas la vigencia
de las nefast as ideas del fascismo.

En cuanto a la política ext erior, aunque Francia ha mant enido las bases
est ablecidas por De Gaulle, es decir, la no part icipación en la estruct ura
militar de la OTAN y la autonomía nuclear y sostiene posiciones indepen-
GLHQWHVHQUHODFLyQFRQDOJXQRVSUREOHPDVLQWHUQDFLRQDOHV±SDUWLFXODUPHQ
WHHQORUHIHULGRDOFRQIOLFW RiUDEHLVUDHOt²V HREVHUYDHQORV~OWLPRVDxRV
XQDPDUFDGDWHQGHQFLDDODFRLQFLGHQFLD²HQORIXQGDPHQWDO²FRQRWUDV
grandes pot encias europeas y con los Est ados Unidos. Ello se puso de
manifiesto en la guerra desatada contra Yugoslavia en la primavera de 1999
y más recientemente en el apoyo a la cruzada antiterrorista de Washington,
que ha conducido a la participación directa de los frances es en la irracional
guerra contra Afganistán.

359
Al emania

Como y a hemos vist o con anterioridad, poco después de concluida la Se-


gunda Guerra M undial, los Estados Unidos, Inglaterra y Francia convirtie-
ron a A lemania en es cenario de la «guerra fría», lo que condujo al surgi-
miento de dos Estados en el mismo es pacio nacional. El 8 de abril de
1948, después de haber unido sus respectivas zonas de ocupación, estas
tres potencias decidieron en Washington crear un Estado en el occidente
alemán. En sept iembre de ese mis mo año, luego de realizar una reforma
monet aria que uniformó económicamente la triz ona, dichas potencias re-
unieron en Bonn un consejo parlamentario con 65 repres entant es de los
lander s (provincias), los que junto a las aut oridades de ocupación elabo-
raron la Ley Fundamental del futuro Est ado, que ent ró en vigor el 1 de
sep tiembre de 1949, tras unos comicios que dieron lugar a la formación
del Bundest ag (parlament o) federal, que eligió como Jefe de Gobierno,
por estrecho margen, al líder de la Unión Democrática Cristiana (CDU),
Konrad Adenauer, que contaba con el apoyo de los grandes negocios y de
la jerarquía católica. Así nació la Rep ública Federal de Alemania (RFA),
de la que se ha dicho, con raz ón, que fue concebida en Washington y dada
a luz en el Vaticano. Un mes más tarde, en la zona oriental, fue proclamada
la República Democrática Alemana (RDA).

Las fuerzas de ocupación se reservaron importantes derechos en la Cons-


tit ución de la RFA, incluyendo el de modificar o derogar la propia Carta
M agna. La p osibilidad de intervenir en la vida p olít ica y económica del
Est ado germanoccidental y en su proyección exterior se p rolongó hasta
1952, cuando fue s uspendido el Estatuto de ocupación, aunque las tropas
extranjeras continuaron en el país con posterioridad. La RFA no recono-
ció la existencia de la RDA y se erigió como la legítima rep resentante de
todo el pueblo alemán. Al mismo tiempo, no se reconocían las fronteras
DFRUGDGDVSDUD$OHPDQLDHQODVFRQIHUHQFLDVGH<DOWD\GH3RWVGDP²FRQ
3RORQLD\ &KHFRVORYDTXLD²DVtFRPRODFHVLyQGHOW HUULWRULRGH.DOLQLQJUDGR
a la URSS. De tal manera, la RFA surgió con una clara vocación revanchista.

Apoyándose en la coalición de la CDU con el Partido Liberal Demócrata


3' / HODQFLDQR&DQFLOOHU²$ GHQDXHUFRQWDEDDxRVHQ²JR

360
bernó a la RFA hasta 1963. El Parti-
do Socialdemócrata, segunda fuerza
política, quedó en la oposición. M ás
que a la recuperación económica del
país, de la que se ocupó Ludwig
(UKDUG²PLQLVWURGH(FRQRPtD²
Adenauer se consagró a la p olít ica
exterior, con el objetivo de rehabili-
tar a Alemania como gran nación en
es trecha alianza con los Es tados
Unidos y el Pacto Atlántico. Aun-
que en est e p eríodo A lemania se
convirtió en una importante p oten-
cia económica, como veremos más
adelante, su p eso político era limi-
tado y dependía abs olut amente de
los nort eamericanos . Tal como se
decía entonces , «al no poder tener Konrad Adenauer. Católico y conservador
en extremo, se distinguió por su hostilidad
a Berlín como capital, la RFA ha ele- hacia las ideas progre sistas dentro y fuera
gido otra, Washingt on». Alemania del país.
Occidental se integró a la «guerra
fría» y se convirtió en el principal aliado de los Es tados Unidos en Euro-
pa. Con la ayuda del O ccidente, Adenauer p ensaba lograr sus propós i-
tos : absorber la «zona» como calificaba a la RDA, modificar las fronte-
ras de posguerra y recuperar el p apel de Alemania en la p olítica europea
y mundial.

En ese contexto, se produjo el rearme alemán. P ara neutralizar la resisten-


cia de la opinión pública de la RFA y de Europa, víctima reciente del mili-
WDULVPRJHUPDQRHOUHDUPHGH$OHPDQLD2FFLGHQWDO²\DVHYHQtDIRPHQ
WDQGRVLQGLV LPXOR²VHSUHVHQWyFRPRSDUWHGHORVSODQHVGHGHIHQVDGH
Europa. Desp ués de un frust rado intento de crear una Comunidad Euro-
pea de D efensa vinculada a la OTAN, debido al rechazo del parlamento
francés en agosto de 1954, los gobiernos de los Estados Unidos, Inglaterra
y F rancia p romovieron el acuerdo de organizar un ejércit o alemán de
500 PLOKRPEUHV²GLYLVLRQHV²PDQGDGRSRUJHQHUDOHVJHUPDQRVpero

361
integrado al sistema de defensa atlántica. Poco después, en mayo de 1955, la
República Federal deAlemania ingresó en la OTAN. En la práctica, Alemania
Occidental lograba de esta forma contar con sus propias fuerzas armadas.
En el propio año 1955 se estableció el Servicio M ilitar Obligatorio en el
país.

En marz o de 1952, cuando se prep araba el rearme germanoccidental, la


URSS propus o a las grandes potencias ex aliadas y a los dos Estados
alemanes realizar la reunificación mediante elecciones libres. El plan sovié-
tico es tablecía que una vez efectuada la reunificación, se procedería a la
retirada de todas las tropas extranjeras y a la firma del tratado de paz. En
dicho t ratado s e le concedería a Alemania el derecho a contar con las
fuerzas necesarias para su defensa y se le impondría la obligación de no
pertenecer a ninguna coalición militar. La proposición soviét ica creaba la
SRVLELOLGDGGHUHVROYHUHOS UREOHPDGHODXQLGDGDOHPDQD²DVtORDGPLWLH
URQPXFKRVSROtWLFRVRFFLGHQWDOHV²SHUR$GHQDXHUVHRSXVRWHQD]PHQWH
a que fuera considerada. Después del rearme de la RFA y de su entrada en
la OTAN, la reunificación se tornó prácticamente imposible, pues la URSS
replicó organizando el Tratado de Varsovia al que fue incorporada la RDA,
que también formó su propio ejército. A partir de ese momento, se compli-
có aún más la situación de Berlín. M ientras Berlín Este había sido conver-
tido en la capital de la RDA, Berlín Occidental se fue transformando en un
enclave de la RFA dentro del territorio de la RDA y utilizado contra ella, lo
que motivó la construcción del famoso muro en agosto de 1961. La anor-
mal situación de Berlín generó un permanente foco de tensión entre las dos
Alemania y, desde luego, entre ambos bloques.

En el plano interno, Adenauer foment ó un clima de histeria anticomunista


en el que, anticipándose en muchos años a Ronald Reagan, se calificaba a
la URSS como el imp erio del mal. En ese cont exto, se pers iguió a los
comunistas, cuyo p artido fue finalmente ilegalizado en 1956, así como a
los partidarios de la reunificación y a todos los que se oponían al rearme
alemán. M ientras tanto, se fue rehabilitando paulatinamente a los antiguos
nazis, muchos de los cuales llegaron a ocupar importantes posiciones en la
economía, en el servicio exterior y en el ejército. No es casual que en este
período levantaran cabeza los seguidores de la ideología nazi y formaran
incluso su propio partido, el Nacional Demócrata (PND). Hay que subra-

362
yar que la Socialdemocracia, a pesar de su opos ición al régimen de
Adenauer, mantuvo una actitud abiertamente anticomunista, que le hizo el
juego al viejo canciller.

'HV GHHOSXQWRGHYLVWDHFRQyPLFROD©HUDGH$ GHQDXHUª²VHJ~QIXH


FDOLILFDGDHQ2FFLGHQWH²VHFDUDFWHUL]ySRUXQUiSLGRFUHFLPLHQWRTXH
alcanzó una media anual cercana a un 9 % hasta principios de los sesenta,
una de las más alt as del mundo. En 1956 la RFA había doblado la p roduc-
ción de toda Alemania en la preguerra y para 1960 cons tituía la primera
potencia económica de Europ a y la segunda del llamado mundo occiden-
tal, lugar que ocup aría J apón a part ir de los setenta. La industria
germanoccidental s e reest ructuró y adquirió una nueva base t ecnológica,
surgieron nuevas ramas vinculadas al desarrollo de la revolución científico-
técnica y se industrializaron velozmente las regiones relativamente atrasa-
das . En 1961 se alcanzó el empleo p leno, con lo que se inició un flujo
migratorio que absorbería, una década más tarde, alrededor de un millón y
medio de inmigrantes, p rocedent es principalmente de la Europ a medi-
terránea.

El impetuos o auge de la RFA, que como en el caso de J apón recibió el


calificativo de «milagro económico», estuvo condicionado por muchos fac-
tores, entre ellos, la necesidad de una amplia renovación del capital bási-
co, lo que demandó grandes y sostenidas inversiones. Las fuentes de esas
inversiones fueron las inmensas ganancias acumuladas por los monopolios
durante la guerra y el p resupues to del Es tado. Una valiosa ayuda p ara
desencadenar el «boom» fueron los subsidios recibidos en virtud del pro-
grama G ARIO A (G overnment Aid Relief in O cupied Areas) y del P lan
M arshall, que juntos totalizaron un aporte cercano a los cinco mil millones
de dólares. Aunque la RFA corrió a cargo de considerables gastos de ocu-
pación, en su desarrollo y particularment e en la escala de las inversiones
influy ó favorablemente el hecho de que hasta 1956 la economía no s ufrió
la carga de los presupuestos militares.

El proceso masivo de renovación del capital básico de toda la economía


\ODOODPDGDGHPDQGDV HGLPHQWDGD±XQDDYLGH]VLQSUHFHGHQWHVGHWRGRV
ORVW LS RVGHSURGXFFLyQFLYLO²DVHJXUDURQXQPHUFDGRLQWHUQRGHH[
traordinaria capacidad. P or otra parte, la guerra de Corea proporcionó

363
a la industria pedidos colosales y facilitó el restablecimiento de las posicio-
nes anteriores en el mercado mundial. La industria germanoccidental pudo
res ponder a la demanda mundial, exagerada p or el rearme, y escapó a la
inflación que invadía a otros países. A la aceleración del desarrollo econó-
mico contribuyó también la necesidad de superar las desproporciones sur-
gidas con la división del país . El ininterrumpido auge se vio favorecido,
además, por la integración de la RFA al mercado común del carbón y el
acero, desde principios de los cincuent a, y al mercado común europeo, a
partir de 1957, si bien esta unión haría más sensible la economía alemana a la
coyuntura internacional.

El «milagro económico alemán» fue atribuido a Ludwig Erhard, p romotor


de un modelo «neoliberal», la llamada economía social de mercado, que
rechazaba todo tipo de planificación y creaba un mercado supuestamente
libre de las imposiciones del Estado y de los monopolios; es decir, s e de-
jaba act uar a la libre empresa y los beneficios en un mercado económico
comp etitivo. Este modelo, inspirado en la es cuela de Friburgo, intentaba
combinar la responsabilidad del individuo en las decisiones con un sistema
de protección social amplio y complejo. Sin embargo, la economía social de
mercado no se basaba, en esencia, en un verdadero neoliberalis mo. Por
una parte, porque la iniciat iva privada se ejercía en un context o dominado
y det erminado por el Estado y, por otra, porque los grandes monop olios
industriales y financieros lograban, con mucha frecuencia, dominar el mer-
cado. D e cualquier manera, el avance fue asombros o: s e asistió, en muy
poco tiempo, a una nueva y espectacular recuperación de la economía
alemana, en términos parecidos a lo que ocurrió después de la primera
Guerra M undial y, t ambién, desp ués de la crisis de los años treinta. En
efecto, a p rincipios de la década del sesenta la RFA, con la mayor pobla-
ción de Europa Occidental, ostentaba uno de los niveles de producción
por habit ante más alt o del mundo y se situaba entre los primeros países
capitalistas por sus reservas de oro y de divisas.

En 1963, la «era de Adenauer» tocó a s u fin. La rígida act itud del «duro
.RQUDGªHQXQPXQGRFDGDYH] PiV FDPELDQWH²V XREVHVLyQS RUFRQ
WDUFRQHODUPDDW yPLFDS UHRFXSyLQFOXVRDVXVDOLDGRV ²ODVULYDOLGDGHV
dentro de la CDU p or la sucesión del envejecido canciller y un escánda-
lo por corrup ción que envolvió, entre otros, al reaccionario político

364
bávaro Josef Straus, jefe de la aliada Unión Social Cristiana (USC) y mi-
nistro del Gobierno, determinaron la caída del «patriarca de la guerra fría».
Lo sustituyó Ludwig Erhard, a quien se le atribuían los éxitos de la econo-
mía. En el orden exterior, Erhard combinó un lenguaje moderado y las
amenazas, lo que se tradujo en ciert os int entos de negociar con la U RSS;
al mismo tiempo que se mantenía la exigencia de rect ificar las fronteras de
posguerra y se t rataba de intimidar a la RDA, Polonia y Checoslovaquia.
En lo interno, Erhard apenas modificó la política de mano dura de su prede-
cesor. En 1966, en ocasión de una ligera recesión económica, la coalición
de la CDU con el Partido Liberal se rompió y la p ropia CDU p reparó la
caída del canciller, que fue obligado a dimitir.

Erhard fue sustituido por otro de los llamados «epígonos» de Adenauer,


Kurt-Georg Kiesinger. M ilitante del partido nazi en su juventud, Kiesinger
tuvo la habilidad de formar un gabinet e de coalición con el Partido Social-
demócrata (SPD) y, con el objetivo de «honorabilizar» su pasado, de nom-
brar como vicecanciller y titular de relaciones exteriores a Willy Brandt,
que durante el nazismo se había visto forzado a emigrar a Noruega. Bajo la
influencia de la socialdemocracia, que también ocupó el ministerio de Eco-
nomía, el gobierno de la «gran coalición», sustit uyó la llamada economía
VRFLDOGHPHUFDGR²DODTXHVHDW ULEX\HURQORVHIHFWRV GHODUHFHVLyQGH
²SRUXQPRGHORQHRNH\QHVLDQRORTXHGHWHUPLQyXQDPD\RU
int ervención es tatal en la vida económica, incluyendo la introducción de
elementos de p lanificación (programación). La polít ica anticíclica del go-
bierno fue efectiva, se lograron algunos éxitos económicos y se incrementó,
en algunos as pectos, la seguridad social.

En política exterior, la «gran coalición» asumió una posición más modera-


da que los gobiernos anteriores. Aunque se mantuvo la negativa a recono-
cer a la RDA y las fronteras con Polonia y Checos lovaquia, se expresó la
volunt ad de establecer un diálogo con los países socialist as y se renunció
al uso de la fuerza contra ellos. Ello s entó las bases para disminuir la tiran-
tez y abrió el camino para important es cambios que vendrían después. La
«nueva política oriental» del gobierno germanoccidental tenía en cuenta las
modificaciones en la correlación internacional de fuerzas en aquellos años
y resp ondía también al amplio movimiento de masas que se desarrolló en
el país a p rincipios de 1968. La respuesta inmediat a del gobierno ante

365
aquel movimient o, que reclamaba la democratización de la enseñanza, la
amnistía para presos políticos, el cese del armamentismo, el acercamiento
al Este y la condena a la guerra de Viet Nam, fue la de conseguir la ap ro-
bación de leyes extraordinarias, que lo facultaban p ara tomar medidas de
excepción como el estado de emergencia. Pero a la pos tre las masivas
protestas tuvieron importantes repercusiones en la vida interna del país y
en su proyección exterior.

Como resultado de las elecciones parlamentarias de 1969, en las que fue-


ron derrot adas las fuerzas derechistas, se formó el gobierno de coalición
de socialdemócratas y liberales, encabezado por Willy Brandt. Sin afectar
en lo fundament al las posiciones de los monop olios, el nuevo gobierno
desarrolló un programa de reformas internas, que en cierta medida tomaba
en cuenta las demandas enarboladas por las masas en 1968. Pero el princi-
pal campo de actividad de socialdemócrat as y liberales lo constituyó
la política exterior. La «pequeña coalición» llegó a la conclus ión de que la
política de fuerza con los países del Este no había dado resultado, por lo que
era necesario actuar de otra forma. Entre 1970 y 1972, la RFA firmó trata-
dos con la URSS, Checoslovaquia y Polonia reconociendo las fronteras fi-
jadas en 1945 y renunciando al uso de la fuerza; accedió al establecimiento
de un nuevo estatuto para Berlín Occidental como territorio independiente y
normalizó sus vínculos con la RDA. También suscribió el tratado de no pro-
liferación de las armas nucleares. La llamada Ostpolitik (política para el
Este) de Brandt perseguía el objetivo de independizar a la RFA de los Estados
Unidos en materia de política exterior y permitir una Europa más unida. Fue-
ron las primeras señales europeas del proceso distensivo que caracterizó a los
años setenta, proceso que estuvo determinado por los cambios internaciona-
les de la época.

La Ostpolitik desencadenó una aguda lucha política, pues las fuerzas dere-
chist as (CDU, USC y P ND) se op usieron a los acuerdos firmados p or el
gobierno y, tras un voto de censura en el Parlamento, lograron la convoca-
toria a elecciones anticipadas. Éstas tuvieron lugar en noviembre de 1972
y representaron un gran triunfo p ara socialdemócrat as y liberales, que a
partir de ese momento contaron con una mayoría más sólida en el Bundestag.
Los res ultados electorales corroboraron el mayoritario respaldo de la po-
blación al rumbo emprendido por Willy Brandt, quien se mantuvo como
canciller hasta 1974.
366
El cancill er Willy Brandt (der echa) en uno de sus encuentros
con el líder soviético Leonid Breznev.

Tras la dimisión de Willy Brandt , en mayo de 1974, debido al escándalo


que suscitó la existencia de un supuesto agente de la RDA como empleado
GHODFDQFLOOHUtD²FDVR©*XLOODXPHª²DVXPLyODMHIDWXUDGHO*RELHUQRHO
también socialdemócrata Helmut Schmidt, que se desempeñaba como mi-
nis tro de H acienda en el gabinete de Brandt. A diferencia de Brandt, el
QXHYRFDQFLOOHUGHELyRFXSDUVHPHQRVGHODSROtWLFDH[WHULRU²HQJHQHUDO
PDQWXYRODPLVPDRULHQWDFLyQ²\PXFKRPiVGHODJHVWLyQLQWHULRU\DTXH
la crisis de 1973 se hacía más profunda. En efecto, entre 1973 y 1975, el
crecimiento del PIB descendió bruscament e hasta el 0,6 % y el des em-
pleo, inexistente con anterioridad, se elevó p or encima del 4 %, creándose
una sit uación inédita en la evolución económica de posguerra.

El Gobierno de Schmidt mantuvo la p olítica económica de su predecesor,


basada en una activa intervención del Estado, y con ella logró enfrentar y
salir airoso de la crisis. Se estimularon las inversiones mediante diferentes
«programas coyunturales» y se pudo det ener el aumento del desempleo.
En 1975 se inició la recuperación y en 1979 el crecimiento del PIB se
acercó a un 4 %. Sin embargo, el paro continuó alrededor del 3 % y fue
necesario hacer recortes en el terreno de la p olítica social. Ahora bien, el

367
período de recuperación fue interrump ido en 1979, con la depresión origi-
nada por la nueva alza del precio del pet róleo, que tuvo nefastas conse-
cuencias en Alemania, muy dependiente entonces del hidrocarburo. Entre
1979 y 1982, la media del crecimient o del PIB des cendió al 0,2 %, se
paralizaron totalmente las inversiones y el desempleo superó el 7 % como
promedio anual. Aunque se mantuvieron, en lo fundamental, las prestacio-
nes s ociales, la depres ión deterioró notablemente las condiciones de vida
de los trabajadores, al mismo tiempo que reforzó la oposición de los em-
presarios a la política gubernamental.

En estas circunstancias, se produjo el triunfo democratacristiano de 1982


y la formación del G obierno de Helmut Kohl, quien permanecería como
canciller federal durante cuatro mandatos, hasta 1998. El Gobierno con-
servador de Kohl estableció el modelo neoliberal en su variante alemana,
la llamada economía social de mercado, que ha regido desde entonces,
aunque con una considerable afectación del componente social; o sea, una
progresiva reducción de las diferent es prestaciones sociales . En corres-
pondencia con la mejoría de la situación económica internacional, a partir
de 1983 la RFA entró en un período de recup eración que se p rolongó
hast a 1992. En esa etapa, el país alcanz ó una media anual de crecimiento
del PIB cercano al 3 %. Como en otros países desarrollados, la recup era-
ción de los ochenta promovió una may or p olarización de la riquez a e
incrementó las des igualdades , aunque en menor medida en comparación
con los Estados Unidos, Inglaterra y algunos otros países europeos.

Los sectores más beneficiados con la reanimación fueron las industrias del
aut omóvil, la mecánica-eléctrica y la química de base, cont rolados por
unos pocos monopolios: Siemens, AEG, BASF, Hoechst y Bayer. A prin-
cip ios de los noventa, estos sect ores empleaban a una cuart a parte de la
mano de obra y aportaban el 50 % de las exp ortaciones indus triales del
país. La s uperioridad alemana en el dominio de la mecánica era y continúa
siendo patent e. El desarrollo de la competencia internacional la ha llevado
a especializarse en productos de alta tecnología, productos poco sensibles a
los precios, en los que la calidad y la técnica son los elementos determi-
nantes. La industria automotriz, con el tercer lugar mundial, impone igual-
mente s u excelencia. En cuanto a la industria química, fue el sector más

368
dinámico del país en términos de esfuerzos y resultados de investigación-
des arrollo durante la década de los ochenta.

El 3 de oct ubre de 1990, a escas os once meses de la caída del muro de


Berlín, ocurrida el 9 de noviembre de 1989, se produjo la unificación de las
dos Alemania. La unificación, aparentemente concertada p or las dos par-
tes interes adas y sancionada por las potencias vencedoras en la Segunda
Guerra M undial (Inglaterra, Francia, Estados Unidos y la URSS), significó
en realidad la absorción de la RD A por parte de la RFA, p ues en la prác-
tica consistió en la extensión de la moneda, el sistema económico y político
y las instituciones del Estado germanoccidental al oriental. La brevedad
del proceso, previsto inicialmente para un lapso may or, se debió a la pre-
sión ejercida p or el canciller K ohl y su partido, ya que 1990 fue un año
electoral en la RFA y él pretendía presentarse como el artífice de la unidad
y obtener así una importante victoria política. Refiriéndose a la pris a de
Kohl y a la forma en que se desarrolló la unión, el conocido escritor ale-
mán Günter Grass, denunció entonces la exacerbación del nacionalismo y
advirtió que ello conduciría, como efectivament e ha sucedido, al fortaleci-
miento del radicalismo de derecha, p articularmente en el Est e. D e cual-
quier forma, el hecho ciert o es que, al igual que ocurrió tras la unificación
de 1871, Alemania emergió de est a segunda unificación como un sólido
poder europeo y mundial.

La nueva Alemania se convirtió en el mayor y más poderoso Estado de la


Unión Europea, lo que suscitó inquiet ud en varios de sus socios, especial-
mente en Francia, s u histórica contrincante. Ante ella s e abrieron extraor-
dinarias posibilidades de influir decisivamente en el curso de los aconteci-
mientos dentro de la agrupación comunitaria y en todo el cont inente. En
particular, Alemania estaba en condiciones de aprovechar, mejor que cual-
quier otra p otencia europea, la demanda de modernización de los ant i-
guos países socialistas , debido a los t radicionales laz os de la des apare-
cida RD A con dichos p aís es y al p oderío industrial y comercial de su
región occident al.

Ahora bien, la reconversión de una economía centralmente planificada en


una economía de mercado y los cos tos de la unificación, más altos de lo

369
TXHVHSHQVyDOSULQFLSLRS ODQWHDURQVHULRVS UREOHPDVHFRQyPLFRV²\
también p olíticos debido, entre otras razones, a la discriminación de los
DOHPDQHVGHO(V WH²ORTXHDJUDYyODV FRQVHFXHQFLDVGHODUHFHVLyQGH
1993. La reces ión fue breve, pero en el referido año 1993 el PIB regis tró
un crecimiento negativo del 1,1 %, lo que generó un notable incremento
del desemp leo y de la inflación. En 1994 s e produjo una recup eración, y
se alcanzó un crecimiento del 2,9 %, pero esta recuperación fue, con mu-
cho, la más corta que Alemania ha conocido desde la culminación de la
Segunda Guerra M undial. En efecto, los años 1995 y 1996 est uvieron
caracterizados por un nuevo proceso recesivo, que redujo el crecimiento
del PIB a un 1,4 % como promedio. A comienzos de 1996, existían casi
cinco millones de desempleados y la empresa más grande del p aís, la
Daimler-Benz, anunció pérdidas cercanas a los 6 000 millones de marcos.
En esta crisis fue evidente el peso de los territorios del Este aún no recon-
vertidos totalmente, pero ella puso t ambién de manifiesto el desgas te del
famoso modelo neoliberal de la economía social de mercado.

Durante el período de crisis , el Gobierno de Helmut K ohl, nuevamente


reelegido en 1994, inició un vasto programa de reajus te económico, con
el argumento de reducir el déficit público a los niveles requeridos para el
ingreso del país en la Unión Económica y M onetaria (UEM ), acordada
por la Unión Europea. Al mismo tiempo que se rebajaron los impuestos a
las empresas, bajo el p retexto de estimular la actividad económica, se lan-
zó una ofensiva a fondo contra los derechos sociales conquistados por los
trabajadores , que ya habían venido siendo reducidos. En pocos meses se
aplicaron, entre ot ras medidas, drás ticos recortes a los seguros que cu-
brían el desempleo y la enfermedad, se eliminaron prácticamente las nor-
mas legales que protegían contra los despidos y se redujeron las atribucio-
nes de los sindicatos. D e es ta forma, el Gobierno se revelaba como un
instrument o de los empresarios que aprovecharon la crisis, al igual que en
otros países, para profundizar el desmantelamiento del llamado «Estado
de bienestar general», con la argucia de que la competit ividad de las em-
pres as estaba amenaz ada por los elevados cos tos del trabajo y las cargas
sociales y fiscales.

Las medidas aplicadas por el gobierno provocaron un masivo movimiento


de prot estas en todo el país . A mediados de 1996, cientos de miles de

370
personas se manifestaron contra el programa gubernament al. En muchos
lugares las protestas tuvieron un carácter violento, como ocurrió en el caso de
las protagonizadas por los mineros de Bonn, durante varios momentos
de 1997. El profundo malestar generado por las medidas de ajuste influyó
decisivamente en el triunfo alcanzado en 1998 por el Partido Socialdemó-
crata, que se mantendría en el poder en alianza con los Verdes durante
varios años . Como en Inglaterra y en Francia, el retorno de la iz quierda
repres entaba la esperanza de la mayoría de la población en un cambio del
modelo económico y social imperante, esperanza que no se ha justificado
con posterioridad. Por el contrario, la situación socio-económica del país
se comp licó al comenzar el nuevo siglo, debido a la des aceleración econó-
mica mundial claramente expresada des de mediados de 2001.

En las últimas dos décadas, primero con los demócrata-cristianos y des-


pués con los socialdemócratas, la política ext erior de Alemania seguio la
misma orientación. De acuerdo con s us intereses, Alemania ha mantenido
posiciones propias en algunas cuestiones . Este fue el caso, p or ejemplo,
de la antigua Yugos lavia, en cuya desint egración des empeñó un papel
protagónico. Pero en lo fundamental, la proyección exterior del p aís pasa
por su estrecha vinculación con la OTAN y con los Estados Unidos. Ale-
mania apoyó a los norteamericanos en la guerra del Golfo Pérs ico y en la
de Yugoslavia, al principio y al final de los años noventa, y en pleno siglo XXI
participa directamente en la guerra contra Afganistán, lo que ha sentado un
funesto precedente; pues por primera vez, desde la Segunda Guerra M un-
dial los alemanes intervienen en un conflicto, con hombres y armas, fuera
de sus fronteras.

Ital i a

Al terminar la guerra Italia estaba ocupada por las tropas occidentales, que
se mantendrían en el país has ta después de la firma del tratado de paz en
1947. Pero en julio de 1945 el Comité de Liberación Nacional constituyó un
Gobierno Provisional, integrado por las fuerzas de la resistencia, entre ellas
los comunistas y socialistas. A mediados de 1946, tras un referéndum orga-
nizado por dicho gobierno, se proclamó la república. P osteriormente, se

371
convocó a elecciones generales , en las que la mayoría de los italianos vo-
taron p or tres part idos destinados a convertirse en los elementos básicos
de la vida política del país: la Democracia Cristiana (DC), estrechamente
vinculada al Vaticano, el Partido Comunista (PCI) y el Partido Socialista
(PSI). Estos tres part idos controlaron durante muchos años el mayor nú-
mero de puestos parlamentarios y por consiguiente el paisaje político cam-
bió muy poco.

Como resultado de las primeras elecciones, se formó un gobierno de coa-


lición integrado por los tres grandes partidos y presidido por la Democra-
cia Cristiana. Pero esta fórmula, al igual que en Francia, sólo se prolongó
hast a mayo de 1947, cuando los comunis tas fueron exp ulsados del gabi-
net e por exigencias de los Estados U nidos . Sin embargo, la influencia de
los comunistas s e reflejó en la nueva Constitución de Italia, aprobada ese
mis mo año, que desde el punto de vista social resultaba una de las más
avanzadas de Europa, al reconocer el derecho a la tierra, al trabajo, a la edu-
cación, a la salud, a la actividad sindical, así como la igualdad de la mujer
con el hombre, entre ot ros. Por otra parte, la Constitución reconoció la
YLJHQFLDGHO7UDWDGRGH/HWUiQ²&RQFRUGDW RGH²TXHLJXDODED
los matrimonios civiles y religiosos y
le concedía a la Iglesia el derecho a
la impartición de la enseñanza reli-
giosa y a pos eer escuelas propias.

Des de el verano de 1947, It alia se


sumó a la «guerra fría» des encade-
nada por los Est ados Unidos. En
1949 se incorporó a la OTAN y fa-
cilitó su territorio para el estableci-
miento de bases militares norteame-
ricanas , a pesar de que el Trat ado
de Paz de 1947 prohibía la pres en-
cia de tropas .extranjeras en el país.
Durante aquellos años, los medios
El demócrata-cristian o Alcide de Gasperi,
primer pres idente de Itali a en la posgue rra.
oficiales y la Iglesia católica, que lle-
P artidario de una pol ítica de alianza con gó incluso a amenaz ar con la exco-
los Estados Unidos. munión a los simpatizantes del PCI,

372
desataron una feroz campaña anticomunista, al mismo tiempo que se pasa-
ba p or alto el oscuro pasado de muchas pers onas vinculadas al gobierno.
Como en Francia, se aprobó el sistema electoral mayorit ario para perjudi-
car al P artido Comunista. No obstante, éste continuó siendo una fuerza
política de considerable influencia. El de Italia llegó a contar con cerca de
dos millones de militant es y era el mayor Part ido Comunista de todo el
mundo, excluyendo a los países socialistas.

Hasta los años setenta, todos los gobiernos de Italia estuvieron presididos
SRUOD' HPRFUDFLD&ULV WLDQD&RQGLYHUVDVFRUULHQW HVHQVXVHQR±DOJXQDV
IXHUWHPHQWHFRQVHUYDGRUDVSHURRWUDVVRFLDOL]DQWHV²HOSURORQJDGR
liderazgo de la DC se explica, sobre t odo, por el apoy o de la Iglesia. Para
excluir a los comunistas, durant e todo est e período, la DC buscó la coali-
ción con otros partidos próximos: en su derecha con el Partido Liberal, en
su izquierda con el Partido Republicano o con el Partido Socialdemócrata.
La exclusión del poder de un partido fuerte como el comunist a (segundo
desde mediados de los cincuenta) determinó, en gran medida, la inestabili-
dad de los gobiernos italianos de la posguerra. En la etapa que comentamos,
hasta finales de los noventa, hubo en Italia más de cincuenta gobiernos.

La Segunda Guerra M undial afectó muy duramente a Italia. El país sufrió


la pérdida de unas 450 mil personas, fueron destruidas numerosas instala-
ciones industriales y agrícolas, así como las redes de trans portes . El co-
mercio exterior quedó práct icamente paralizado. Todo ello determinó que
la producción en su conjunto descendiera entre el 30 % y el 60 % del nivel
anterior a la guerra. La riqueza nacional ²3,%²VHUHGXMRDSUR[LPDGD
mente a la mitad de la de 1939. Sin embargo, el rápido ritmo de crecimiento
económico que conoció Italia en la posguerra permitió la recuperación hacia
1950-1951. El impetuoso avance de la economía italiana en las dos décadas
siguientes, con tasas de incremento cercanas al 10 % en algunos años, de-
terminó que se hablara de un «milagro económico». Italia se convirtió en un
país industrializado, al mismo tiempo que se dotó de una agricultura cada día
más tecnificada y se fortaleció considerablemente su comercio exterior.

Tal «milagro económico» se debió a varios factores; entre ellos, la renova-


ción del capital básico a amplia escala. Se modernizaron las industrias exis-
tentes y, sobre todo, se crearon nuevos sectores industriales. Surgieron las

373
ramas de la petroquímica, la electrónica y la de automatización y s e reno-
varon y fortalecieron la siderurgica, la automotriz y otras. La fuente para la
renovación del capital fueron los fondos de los monopolios , los recursos
aportados por el Estado, las inversiones extranjeras y la ay uda del P lan
M arshall. El aument o de la demanda p rovocado por la guerra de Corea
fue también un factor importante en el despegue inicial. La entrada del país
a la Comunidad Económica del Carbón y el Acero (1950) y a la Comuni-
dad Económica Europea (1957), creó una coyuntura favorable para varias
ramas industriales con may or cap acidad de competencia que sus iguales
de otros países, debido a menores gastos en salarios. El descubrimiento de
gas metano y de petróleo fue de gran importancia para potenciar el desarrollo
LQGXVWULDODXQTXHHQPDWHULDGHHQHUJtDVHFRQVROLGyODYDULDQWH²LQLFLDGD
en el s iglo XI X²GHODVSODQWDVKLGURHOpFWULFDV $GHPiVHODXJHVHYLR
favorecido por el bajo nivel de gas tos en armamentos, y a que és tos co-
rrían, en su mayor part e, a cargo de la OTAN.

El Estado desemp eñó un relevante papel en la regulación de la economía


nacional. El sect or estatal, que anteriormente había sido considerable, se
reforzó después de la guerra. Además de la banca, comprendía al Instituto
de Reconstrucción de la Industria, creado en 1933, y la Dirección Nacio-
nal de Combustible Líquido, surgido en los años cincuenta. Estas dos ins-
tituciones controlaban una buena parte de las industrias mineras, del ace-
ro, construcciones navales, gas natural, pet róleo y fibras sintéticas. Aún
dejando un amplio margen a la iniciativa privada, la existencia de un fuerte
sector oficial, le p ermitió al Estado intervenir act ivamente en el curso
económico del país. En Italia se estableció t ambién la planificación, ofi-
cial para los sectores estatales e indicativa para la empresa privada, fun-
damentalmente las grandes, cuyos vínculos con el Est ado se vieron muy
fortalecidos.

El crecimient o económico alcanzado por Italia durante esta et apa fue des-
igual. Se concentró básicamente en el centro y en el norte del país, regio-
nes tradicionalmente más desarrolladas . En el sur continuaron predomi-
nando arcaicas estructuras económicas, part icularmente en la agricultura,
lo que frenó el des arrollo en s u conjunt o. La población de las regiones
meridionales prosiguió emigrando masivamente hacia el norte en busca de
trabajo. Otros problemas difíciles de solventar fueron la inflación, debido

374
a la necesidad de sacrificar cada año una parte del valor de la lira p ara
garantizar la expans ión, y el incremento continuo de la deuda externa. A
todo ello hay que añadir los problemas del bandidísimo político crónico ²que
KDFRQWLQXDGRKDVW DQXHVWURVGtDV²FRPROD0 DILDVLFLOLDQDOD&DPRUUD
napolitana o la N* Dranghett a sarda. El mundo de la mafia y de la corrup-
ción política ha suministrado permanentement e temas a los escritores y
artistas italianos. Recuérdese en este sentido, entre otras muchas manifes-
taciones del fenómeno, la excelente película El caso Mattei (1973), del
consagrado director Francesco Rosi.

El auge de los «años dorados» report ó grandes beneficios para los mono-
polios italianos. Grup os como la FIAT, M ontecat ini, Edis on y Olivetti
incrementaron enormemente sus ingresos. Al mismo tiempo, mejoró la si-
tuación general de los trabajadores como resultado de la disminución del
des empleo, los incrementos salariales y las medidas de seguridad social.
Pero éstos tuvieron que sostener una fuerte y permanente lucha para con-
quistar y mantener sus derechos. El momento más importante de esas lu-
chas tuvo lugar durante los años 1968 y 1969, cuando se vincularon a
otros movimientos sociales, al igual que ocurrió en diferent es países de
Europa y fuera de ella. Solamente en el llamado «otoño caliente» de 1969
se declararon en huelga más de 20 millones de p ersonas y el país quedó
prácticamente paralizado, a pesar de la división del movimiento sindical. El
«otoño caliente» representó importantes ventajas para los trabajadores e
influyó considerablemente en el curso posterior de la sociedad italiana. La
democratización de la enseñanza, las leyes que posteriormente aprobaron
el divorcio y el aborto, así como el mayor protagonismo de la mujer, nunca
hubieran sido posibles sin aquel movimiento.

El primer aument o del precio del petróleo, en 1973, afect ó a Italia mucho
más que a otros países europeos , debido a s u mayor dependencia del
mercado exterior para cubrir sus necesidades de energía. El encarecimien-
to del crudo representó para el país una disminución equivalente al 4 % del
PIB. La crisis de 1973-1975 fue, en consecuencia, particularmente difícil
para It alia. En esos años, descendieron las inversiones y la producción
industrial en casi un 15 %; mientras creció bruscamente el desempleo, prác-
ticamente inexistente con anterioridad, y también la inflación, que en 1975
llegó al 25 %. Además, apareció el fenómeno de la deuda externa, cuyo

375
volumen se aproximó a los 45 000 millones de dólares , hacia fines de la
década. La situación de estos años fue calificada p or los expert os como
«decadencia incurable» de la economía.

Ent re 1975 y 1980, se constató ciert a reanimación de la p roducción y el


comercio, regis trándose un crecimiento del PIB cercano al 3 %. Pero la
recuperación fue interrumpida por la segunda alza de los precios del pe-
tróleo, a fines de 1979, que desencadenó una nueva cris is. Durante los
años 1980 al 1982 el PIB registró un crecimiento negativo que osciló entre
el 0,4 % y el 0,1 %, el desempleo sobrepasó el 10 %, aumentó la inflación
y se acent uó la inestabilidad de la lira. Como consecuencia de todo ello, se
produjeron agudas tensiones sociales, manifestadas en huelgas y otras for-
mas de prot esta que estremecieron al país . Sin embargo, desde 1983 la
economía comenzó a crecer y en los próximos cinco o seis años se mantu-
vo por encima de la media de la Comunidad Europea. Este crecimiento
supuso que, a fines de los ochenta, Italia se convirtiera en la quinta poten-
cia indust rial del mundo, muy cerca de Francia a la que superaba en térmi-
nos de poder de compra per cápita. Sin embargo, s e mantuvo el p rofundo
des equilibrio regional, al extremo que la zona del sur sigue hoy incluida
entre las regiones pobres de Europa.

(OFUHFLPLHQWRGHORVRFKHQWD²DOUHGHGRUGHXQFRPRSURPHGLR²GHEH
mucho a la llamada economía sumergida, que en aquella época repres en-
taba más del 20 % del PIB y ocupaba a casi siete millones de personas. La
inmensa mayoría de est as personas se quedaron sin empleo o no podían
obt enerlo, debido al amplio proceso de reestructuración que afectó a las
empresas industriales grandes y medias. Dicho proceso lo comenzó el con-
sorcio FIAT con un drás tico recorte de fuerz a de trabajo y con la int ro-
ducción de la robótica en sus empresas, disminuyendo la ocupación pero
aumentando la p roductividad. En 1986, cada obrero de la FIAT producía
30 aut omóviles diarios, mientras cinco años antes producía sólo 15. Este
tip o de reestructuración elimina más puestos de trabajo que los que se
crean en otros sect ores y está relacionada con la crisis de los sindicat os,
que ya no p ueden oponerse a políticas de tal naturaleza. El fenómeno ha
sido general en t odo el mundo desarrollado. Los sindicatos han ido p er-
diendo fuerza y cap acidad contractual a causa de la contracción de las
DFWLYLGDGHVPDQXIDFWXUHUDV²ODGHVLQGXVWULDOL]DFLyQ²\HOSDVRGHODIXHU]D
de trabajo al sect or terciario.
376
A diferencia de los casos estudiados con ant erioridad, en Italia el Es tado
retuvo el sector público de la economía. Pero en la p ráctica, la existencia
de este sector ha servido para facilitar el p roceso de reestructuración o
racionalización de la empres a privada. El gobierno continuó subvencio-
QDQGR²VLQPRGHUQL]DU²DODLQGXVWULDHVWDWDOHQSDUWLFXODUODVLGHU~UJL
ca, que perdía millones cada año, pero retenía una parte de la fuerza de
trabajo y contribuía así a amortiguar las consecuencias económicas y polí-
ticas del desempleo generado por el sect or p rivado. Con todo, el índice
GHOSDURVHPDQWXYRDOWR²HQWUHHO\HO²GXUDQW HHOSHUtRGRGH
crecimiento.

El 1993 fue un año difícil p ara la economía it aliana. Al igual que en A le-
mania, la recesión fue corta pero p rovocó un crecimient o negativo del
PIB (-1,2 %) con sus corres pondientes cons ecuencias. La relativa recu-
peración que le siguió fue también breve, p ues en 1996 se p rodujo otro
proceso recesivo que p rácticamente anuló el crecimiento durante ese año.
Con pos terioridad, tuvo lugar una reanimación que, hast a fines de los no-
venta, ap enas p udo sobrepasar el 2 % de increment o del PIB. El paro se
mantuvo alt o durante est a década, lo que ha incrementado la actividad
económica informal, sumergida, que en la actualidad sup era el 25 % del
PIB. A ello ha contribuido también la ofensiva contra las prestaciones so-
ciales, que se viene realizando desde hace varios años.

En los as pectos políticos y sociales, Italia ha vivido en los últ imos años
acontecimientos dramáticos.Así, por ejemplo, la investigación «manos lim-
SLDV ª²ODQ]DGDHQ0 LOiQHQIHEUHURGH²TXHVHH[WHQGLyUiS LGD
mente por todo el país, representó el golpe de gracia a un régimen político
inestable. Los jueces sacaron a la luz la corrupción generalizada del siste-
ma de partidos . En efect o, los magistrados demostraron la degeneración
de un sis tema cómplice de la corrupción de unos p olíticos que contaban
con el apoyo de los hombres de negocios. La detención y p rocesamiento
de importantes industriales y financieros, como los presidentes de las em-
presas estatales IRI y ENI, así como de altos dirigentes de la FIAT, descu-
brió parcialmente el amplio fenómeno de la corrupción. En pocos meses,
más de un 10 % de los parlamentarios fueron inves tigados, entre ellos
políticos tan eminentes como Bettino Craxi, antiguo Primer M inistro y Se-
cretario General del Partido Socialis ta has ta 1992, que se convirtió en la
encarnación de la corrup ción política italiana.
377
Una parte import ante de los casos de corrupción regist rados han es tado
relacionados , en cada part ido, con la pérdida de las bas es sociales e ideo-
lógicas de sus orígenes; es decir, los incentivos ideológicos han s ido susti-
tuidos por el ofrecimiento de incentivos mat eriales a los miembros más
destacados. El «clientelismo» y el avance de objetivos puramente materia-
les y pragmáticos en una parte importante de la clase política han ido trans-
formando los propios partidos y convirtiéndolos en instrumentos para ob-
tener ventajas materiales y políticas. Se fue entrando en contacto con
organizaciones como la M afia, que se introducen en algunos partidos, es-
tableciéndose una relación mediante la cual el crimen organizado ofrece
vot os, prot ección, recursos y violencia, a cambio de que los políticos
corrupt os utilicen el poder «legal» para proteger y fortalecer a las organi-
zaciones ilegales y criminales. En 1993, la Comisión Parlamentaria A nti-
M afia llamaba la atención acerca de cómo en algunas zonas del país se
había desarrollado un microsistema mafioso, que envolvía la vida diaria de
los ciudadanos de una forma tan opresiva y tan profunda, que ningún dere-
cho civil podía ya ser ejercido sin la mediación de la M afia.

En el terreno político, el paisaje cambió a partir de las elecciones munici-


pales de 1993. En lo que se ha calificado como la «revolución s uave», se
produjo un desplazamiento de la Democracia Cristiana, partido gobernan-
te desde 1946, y emergieron tres part idos con opciones más radicales.
Por una parte, el movimiento autonomista y ultraconservador de Umberto
Bos si (la Liga del Norte) consolidó s u pos ición en el norte del país, y el
movimiento neofascista de Gianfranco Fini (M SI) consiguió un importante
respaldo. Por otro lado, el Partido Democrát ico de la Izquierda (PD S)
de Acchile Occhetto, el antiguo Partido Comunista, obtuvo las alcaldías de
grandes ciudades como las de Roma, Nápoles, Venecia y T ries te. Los
resultados de estas elecciones fueron interpretados como un rechazo del
pueblo italiano a un sistema político altamente corrompido. Poco después,
las elecciones de marz o de 1994 dieron la victoria a F orza Italia, la coali-
ción del magnate de los medios de comunicación Silvio Berlusconi, quien
formó gobierno contando, por primera vez en la posguerra, con miembros
de la corrient e neofascista.

Dos años más tarde, en abril de 1996, la sit uación volvió a cambiar. Una
coalición de centro-izquierda, El Olivo, liderada por el economista católi-

378
co de izquierda Romano Prodi, consiguió una notable victoria. El fracaso
de Berlusconi se debió al temor s uscit ado p or la fuerza que tomaron los
neofascistas en el gobierno, así como por las amenazas separatistas de la
/LJD1RUWH²SUHWHQGtDFRQYHUWLUHQ(VWDGRLQGHSHQGLHQWHOD]RQDVHSWHQ
WULRQDO\PiVGHVDUUROODGDGHOSDtV²\SRUHOHVFiQGDORGHFRUUXSFLyQTXH
envolvió a varios ejecutivos del consorcio Fininvest, propiedad del Primer
M inistro. Sin embargo, la profunda crisis del sistema p olítico italiano se
puso nuevamente de manifiesto con el retorno de Berlusconi, quien inau-
guró el recién comenz ado siglo al frente del gobierno. La brutal represión
contra los manifestantes antiglobaliz ación en Génova, en ocas ión de la re-
unión del Grupo de los Siet e más Rusia, a mediados del año 2001, fue una
elocuente carta de presentación del nuevo premier.

En cuant o a la proyección exterior de Italia, debe destacarse, como lo más


significat ivo, el cambio que se fue produciendo en su orientación después
de la instauración del nuevo gobierno del controvertido y polémico Silvio
Berlusconi. El país parecía alejarse, cada vez más, de las posiciones euro-
peas, es decir, de una polít ica trazada por la Unión Europea a favor de los
intereses comunitarios, mientras estrechaba sus relaciones con los Estados
Unidos que, como se sabe, quiere evitar la estructuración de una política
exterior y de defensa común en el llamado viejo continente, con el objetivo
de mantener su liderazgo a través de la OTAN. La actitud de Berlusconi
era un reflejo de la creciente influencia de las fuerzas de extrema derecha
present es en su gabinete, fuerzas cuyo nacionalis mo las ha llevado a
desvincularse del proyecto comunitario. La posición pro norteamericana
de Berlusconi se evidencio con su claro y público ap oyo a la política del
gobierno conservador de George W. Bush.

Los paí ses del Benelux

El nacimiento del Benelux tuvo lugar en 1943, en Londres, donde los go-
biernos en el exilio de Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos (Holanda)
acordaron la creación de una unión económica duradera para poder re-
afirmarse frent e a las grandes p otencias. Los tres países part ían del su-
puesto que, al acabar la guerra, tendrían que emp ezar más o menos de

379
cero. Sin embargo, la ocupación alemana de Holanda duró ocho meses
más y quedó más destruida. Las economías de Bélgica y Luxemburgo, que
no habían sufrido tant o durante el conflicto, ya estaban en esa época en
proceso de reconstrucción. Estas diferencias provocaron que, sobre todo,
los gobiernos de Bélgica y de H olanda acudieran a diferentes políticas
económicas. En el caso de Bélgica la economía de posguerra estuvo total-
mente determinada por el mercado; en tanto que el gobierno holandés de-
bió recurrir a un amplio intervensionismo del Estado. Con ello se profundi-
zaron las diferencias entre las dos economías y se hizo más lento el proceso
de unión económica, que no obstante propició en 1948 la eliminación de
las fronteras aduaneras y el establecimiento de tarifas uniformes. En 1960
la Unión Económica del Benelux s e hizo op erativa, es tableciéndose el
libre movimiento de personas, capitales y s ervicios entre los tres Es ta-
dos . En materia de p olítica exterior, los t res países s e vincularon decidi-
damente al bloque occidental, se acogieron a los beneficios del Plan
M arshall, que fue importante para el despegue económico, y se incorpo-
raron a la O TAN. Al mismo t iempo, fueron fundadores junt o a Francia,
It alia y la RFA de la Comunidad Económica del Carbón y el Acero y de
la Comunidad Económica Europea. Pero a p esar de la unanimidad en
cuanto a alianzas y cooperación económica cada uno tenía s us p ropios
problemas e intereses.

(Q%pOJLFDODUHFXSHUDFLyQHFRQyPLFDIXHSDUWLFXODUPHQWHUiSLGD²DILQDOHV
GHUHVWDEOHFLyORVQLYHOHVS UHEpOLFRV²HQFDPELRODVLWXDFLyQSROtWLFD
fue mucha más compleja, gracias a la inestabilidad y a las recurrentes tensio-
nes creadas en una primera fase por el inicial rechaz o de la resistencia a
GHYROYHUODVDUPDV\SRUODPDJQLWXGGHODGHSXUDFLyQ²IXHURQHQMXLFLDGRV
XQRVPLOFRODERUDFLRQLVWDV²(QXQDVHJXQGDIDVHPiVSURORQJDGDODV
dificultades políticas se manifestaron en torno al problema de la institución
monárquica y de la persona del rey o de la cuestión étnica, el conflicto entre
los valones, francófonos anticlericales, de un lado; y flamencos, católicos y
conservadores, del otro. Leopoldo III, acusado de haberse rendido a los
alemanes, de haber colaborado con ellos durante la ocupación y de haber
contraído segundas nupcias en un momento inoportuno, fue obligado a abdi-
car en 1951 a favor de su hijo Balduino, después de un largo y desestabilizador
HQIUHQWDPLHQWRHQHOFXDOHOWHPDLQVWLWXFLRQDOVHPH]FOyFRQHOpWQLFR²ORV
flamencos eran partidarios del rey y los valones contrarios.

380
En las elecciones de 1946, primeras
de la p osguerra, el Partido Social En Bélgica conviven los flamen-
cos (60 %) que hablan neerlandés,
Cristiano se afirmó como la princi- los valones (cerca del 40 %) que
pal fuerza política, seguido por los hablan francés y una pequeña
socialis tas, los comunis tas y los li- porción de germanos. Los histó-
berales . También en Bélgica, como ricos conflictos étnico-religiosos
en Francia y en Italia, las elecciones de las principales comunidades,
trataron de amortiguarse con un
de 1946 llevaron a la formación de régimen federal que terminó de
un gobierno de coalición con la par- edificarse en 1993. Está integrado
ticipación de t odos los p art idos por tres gobiernos: uno flamen-
antifascistas, incluidos los comunis- co, otro valón y otro para Bruse-
tas , que se mantuvieron en el gabi- las donde s e mezcl an ambas
etnias.
net e has ta mayo de 1947. Desp ués
de 1951, una vez resuelto el proble-
ma de la s ucesión en el trono, Bélgica disfrutó de estabilidad política, sólo
perturbada por las repercus iones de su repudiada intervención en la ex
colonia del Congo, a principios del 60, y por las diferencias étnicas y reli-
giosas, que a la pos tre determinarían la adopción de un régimen de auto-
QRPtDSDUDODVGRVSULQFLSDOHVFRPXQLGDGHV²IODPHQFRV\YDORQHV²TXH
conviven en el país . A part ir de 1951 y por un largo tiempo gobernó el
Partido Social Cristiano, solo o en coalición con otras fuerzas. Durante las
siguientes dos décadas, la s ituación económica del país fue floreciente,
con una tasa anual de crecimiento cercana al 5 % como promedio, lo que
permitió el mejoramient o de las condiciones de la p oblación y la estabili-
dad social.

Las vastas destrucciones bélicas y las gravísimas dificultades de orden eco-


nómico, una sit uación p olítica incierta y la rebelión de Indonesia, con-
currieron para hacer muy difíciles los años de posguerra en Holanda. La
economía del país s alió de la guerra exhaust a, el proceso de reconstruc-
ción duró mucho más que en otros países y exigió la adopción de un seve-
ro s istema de cont rol e intervenciones gubernamentales. Además, la eco-
nomía holandesa debió afrontar ulteriores dificultades como consecuencia
de la s eparación de Indonesia (1949), por las est rechas relaciones exis-
tentes entre metróp oli y colonia. A partir de esa situación surgió una gran
crisis de confianza, se temía por la s upervivencia del país al perder el so-
porte de las pos esiones de ultramar. También en los Países Bajos, al igual

381
que en Bélgica, las primeras elecciones dieron la victoria a los p artidos
católicos, con el Partido Popular Católico (KUP ) a la cabeza, seguido de
socialistas y comunistas, pero éstos últimos no llegaron a formar parte del
gobierno. D urante más de quince años gobernó una coalición de social-
cristianos y socialistas. La economía holandesa se fue recuperando progresi-
vamente y desde principios de los cincuenta logró un crecimiento más o menos
sostenido, alcanzando una tasa anual promedio de un 4,8 % hasta 1973.

Luxemburgo, que de acuerdo con los planes de los nacionalsocialist as de-


bía desaparecer como Estado y quedar integrado en el Imperio alemán, se
recuperó con una rap idez asombrosa de los daños sufridos en la guerra y
posteriormente conoció un período de florecimiento económico y de esta-
bilidad política y social. En su recuperación y, sobre todo, en s u ulterior
crecimiento económico influyeron, al igual que en los cas os de Bélgica y
Holanda, la ayuda y las inversiones del Occidente y la integración en la
Comunidad Económica Europ ea. En Luxemburgo no se produjo ninguna
«polémica del trono» como en Bélgica. La gran duques a Carlota regresó
del exilio en 1945 y fue aceptada sin discus ión. Las p rimeras elecciones
celebradas es e mis mo año dieron la may oría al Partido Social-Cristiano,
que formó con socialist as, comunistas y liberales una coalición de unión
nacional hasta 1947, cuando los partidos de izquierda salieron del gobier-
no. Con posterioridad, el país fue gobernado, cas i siempre, por la coali-
ción de social-cristianos y socialistas.

Durante las tres décadas que siguieron al fin de la Segunda Guerra M undial,
los pequeños países del Benelux estrecharon sus vínculos económicos y al-
canzaron un alto grado de indus trialización, convirtiéndose en grandes
exportadores de hierro y acero, maquinarias y equipos, barcos, productos
químicos, artículos elect rónicos y otros. Al mismo tiempo, la actividad
agropecuaria, cada vez más tecnificada, experimentó un notable incremento,
lo que determinó que estos países mantuvieran su condición de tradiciona-
les exportadores de importantes alimentos, en particular ganado y deriva-
dos de la leche. También creció el sector de los servicios, experimentando
un aument o not able la act ividad turís tica. El desarrollo de aquellos años
provocó allí, al igual que en el resto de Europa occidental, un incremento
de la concentración y centralización de la producción y los capitales, con
el cons iguiente fortalecimiento de los monopolios. Por ejemplo, la indus-

382
tria pesada belga estaba controlada p or seis grandes truts; mientras con-
sorcios holandeses como Royal Deutsch Shell, Junilever y Phillips se con-
virtieron en gigantes mundiales. Pero, paralelamente, los gobiernos aplica-
ron vas tos programas sociales, lo que unido al pleno empleo mejoró
not ablement e la sit uación de los trabajadores y garantizó la estabilidad
social.

A partir de la cris is de 1973, que los afectó severamente por su dependen-


cia del petróleo, estos pequeños países recorrieron un camino similar al
resto de los industrializados de Europa. En el orden económico: adopción
de las p olíticas neoliberales y reducción del crecimiento del PIB, que en
sus mejores momentos no ha logrado superar el 3 %. En lo político, incli-
nación hacia gobiernos conservadores , sobre todo desde la década del
90. La t endencia a la derechización en el escenario político se evidencia,
además, en el surgimiento de partidos de ultraderecha de cierta importan-
cia como son los casos del llamado Bloque Flamenco, en Bélgica, que ha
llegado incluso a proponer la división del país, y la Lista de Pim, en Holan-
da. Con todo, el des montaje del «Estado de Bienestar» ha tenido allí un
ritmo más lento, lo que explica la existencia de un mayor nivel de vida para la
población y de estabilidad social que en la mayoría de los países europeos.

Austria

La república de Austria entró a formar parte de los países de «neutralidad


permanente» con el resurgimiento del país en 1945 y con la recuperación de
su soberanía en 1955. Austria, que formó parte del Reich alemán desde 1938,
DOWHUPLQDUODJXHUUDIXHGLYLGLGDWDPELpQHQFXDWUR]RQDVGHRFXSDFLyQ²\
9LHQDHQFXDWURVHFWRUHV²SHURDGLIHUHQFLDGH$OHPDQLDDILQDOHV GH
abril de 1945 ya pudo formar un gobierno provisional, que hizo ent rar en
vigor la Constit ución de 1920, convirtiéndose así nuevamente en Es tado.
En noviembre de 1945 se celebraron las elecciones para el Cons ejo Na-
cional y los parlamentos regionales, y al mes siguiente fueron elegidos Karl
Renner, del Part ido Socialista, como presidente federal, y Leopoldo Figl,
del Partido Popular, como canciller (jefe del gobierno). El primer gobierno
estuvo integrado por todos los partidos con representación en el Consejo

383
Nacional: Part ido Popular, Part ido
La ocupación en Austria se man-
Socialista y Partido Comunista. Des-
tuvo has ta 1955 debido a múlti-
pués que los comunistas salieron de
ples problemas (definici ones so-
bre las propiedades al emanas,la coalición, en 1947, se des arrolló
un sistema proporcional específico
delim itación de front eras con
Yugoslavia, etc.) y debido tam-
de Aus tria, que se prolongaría hasta
bién a que la cuestión austriaca
finales de los años sesent a. D e
estaba s ometida a las reglas del
juego de la guerra fría. acuerdo con dicho sist ema el Parti-
do Popular designaba al canciller y
el Partido Socialista al vicecanciller.
Entre 1970 y 1999 gobernaron los socialistas en alianza con otros partidos
y posteriormente han predominado las fuerzas conservadoras.

En las elecciones de 1999 el ultraderechista Partido Liberal, encabez ado


por el neofas cista Jorg Haider, obtuvo una victoria que le permitió formar
gobierno con el democristiano Partido Popular. Ello desencadenó una apa-
ratosa reacción de la Unión Europea y de los Estados Unidos , que amena-
zaron con la aplicación de sanciones, incluyendo la ruptura de relaciones.
En la práctica, sin embargo, las sanciones fueron muy leves. M ás impor-
tancia tuvieron las manifestaciones de repudio a la ultraderecha efectuadas
en Viena. Finalmente, la ult raderecha salió del gobierno por las discrepan-
cias surgidas en el seno del partido de Haider, que en las nuevas eleccio-
nes parlamentarias de 2002 sólo obtuvo un 10 % de los votos.

La sit uación económica de Austria res ultaba penosa al terminar la guerra,


lo que se resume en el hecho de que la p roducción nacional había des cen-
dido hasta un 25 % en relación con el año 1937. La recup eración fue
DFRPHWLGDDWUDYpV GHXQPRGHORGHHFRQRPtDPL[WD²HOVHFW RUQDFLRQD
OL] DGRUHSUHVHQWDEDFHUFDGHOGHODSURGXFFLyQLQGXVW ULDO²\PH
diante una activa intervención del Estado en la vida económica del país. En
1949 se logró superar el volumen industrial de 1937 y para 1951 se recu-
peró la producción agropecuaria. En las dos décadas siguient es la econo-
mía nacional creció a un ritmo promedio anual de un 5,4 % y se alcanzaron
importantes progres os en su modernización, aunque la agricultura y la ga-
nadería no avanzaron a igual ritmo que la industria, situación que se mantu-
vo con pos terioridad. En los años sesenta se alcanzó el pleno empleo y se
consolidó el s istema de s eguridad social. Tant o en la recuperación como

384
en el crecimiento económico de Aust ria desempeñaron un importante pa-
pel el aporte del P lan M arshall y los créditos norteamericanos, que juntos
repres entaron más de 1 600 millones de dólares , así como las inversiones
extranjeras, part icularmente germanoccidentales y estadounidenses.

En el último tercio del siglo XX, Austria se confirmó como un país desarro-
llado, aunque con un alto comp onente del s ector terciario en su economía
debido, fundamentalmente, al p eso del t urismo y con un descens o en el
rit mo de crecimient o en comparación con los 30 años que siguieron a la
guerra. Desde los años 80 y, sobre todo, en los 90, Austria abrazó la política
económica neoliberal, que condujo a un programa de privatizaciones del
fuerte s ector estatal y a la disminución progresiva de las ventajas sociales
imp erant es con ant erioridad, lo que ocasionaría fuertes protestas de los
trabajadores y tensiones políticas.

Los paí ses nórdi cos

En mayo de 1938 los países escandinavos, Dinamarca, Noruega, Suecia,


Finlandia e Islandia, hicieron en Es tocolmo una «Declaración Nórdica de
Neutralidad». Pero pocos años después el simple deseo de neutralidad ya
no bas taba. Al contrario que en la P rimera Guerra M undial, en la s egunda
sólo Suecia logró mantenerse como neutral. Dinamarca, a pesar del pacto
de no agres ión firmado con A lemania, fue invadida en abril de 1940 y
ocupada hast a el final del conflicto. Lo mismo ocurrió en el cas o de No-
ruega, donde el régimen de ocupación alemán y el gobierno colaboracio-
QLVWDQRUXHJRGH9LGNXQ4XLVOLQJ²4XLVOLQJVHFRQYLUWLyOXHJRHQVLQyQL
PRGHWUDLFLyQ²IXHURQREMHWRGHXQDYLUXOHQWDUHVLVWHQFLD,VODQGLDIXH
ocupada en mayo de 1940 por los ingleses , los que en 1941 fueron rele-
vados p or los norteamericanos. Durante la guerra se convirtió en una
importante bas e de operaciones. Finlandia est uvo dos veces en guerra
contra la URSS, primero sola (1939-1940) y después aliada con Alema-
nia (1941-1945).

Dinamarca y Noruega salieron de la guerra con daños limitados, aunque los


noruegos perdieron una parte considerable de su flota mercante, elemento

385
principal de su economía. La transición hacia la normalidad económica en
ambos cas os fue bastante rápida y no p resent ó may ores dificultades, lo
que favoreció el crecimiento sostenido de los siguientes veinte años. Tam-
poco en la vida p olítica se manifest aron situaciones de rupt ura; es más,
volvió a confirmarse la cont inuidad de las ins tituciones y de las alianzas
políticas de preguerra. La monarquía danesa, que permaneció en el p aís
durante la ocupación, mantuvo una conduct a imp ecable res pect o de los
ocupantes . A p esar de que en las elecciones de 1945 la socialdemocracia
se estableció como el partido más fuert e (32,8 % de los votos) y que los
comunistas obtuvieron buenos resultados (12,5 %), el primer gobierno fue
regido por una coalición de liberales y conservadores, que se mantuvo en
el poder has ta 1953, cuando se inició un largo reinado de la socialdemo-
cracia. También en Noruega la monarquía, que había permanecido en el
exilio de Londres, fue confirmada en el trono. Los socialdemócratas, que
en las primeras elecciones recibieron el 41 % de los vot os, quedaron al
frente del gobierno, donde se mantendrían en solitario durante más de veinte
años. Tanto Dinamarca como Noruega, al igual que Islandia, s e incorpora-
ron al Pacto Atlántico desde su creación, aunque se mantuvieron al margen
del proyecto integracionista europeo, por lo menos hasta principios de los
setenta.

La República de F inlandia pagó su derrot a militar con amplias cesiones


WHUULWRULDOHVDOD8566²XQWRWDOGH 000 km2 ²HQHOJROIRGH) LQODQ
dia, la zona de Carelia y en la región de Petsamo, donde la Unión Soviéti-
ca logró frontera común con Noruega. Fuertemente condicionada en su
política económica y exterior p or su cercanía a la URSS, renunció a parti-
cip ar en el Pacto At lántico por razones p olíticas y geográficas . En 1948
firmó un tratado con la URSS que est ableció s u neutralidad. En p olít ica
interna logró, sin embargo, mantener su propia autonomía y la influencia de
los comunistas fineses (23 % en 1945) estuvo siempre contenida por otras
IXHU]DV±VRFLDOGHPyFUDWDV  \DJUDULRV  ²KDVWDHOSXQW RGH
que, as ociados al gobierno de 1945 a 1947, los comunistas serían aleja-
dos de él y permanecerían en la oposición hasta 1966. El fenómeno que
pasó a calificarse como «finlandización» cons istió en esa esp ecial condi-
ción de país libre para sus propias opciones de política interna y fuertemente
condicionado en la exterior por los intereses de un vecino poderoso.

386
En Suecia, donde s e conservó el régimen monárquico, la socialdemocracia
se mantuvo al frente del gobierno ininterrumpidamente desde comienzos
de la década de 1930 hasta 1976. Suecia se benefició amp liamente con la
guerra, en el plano económico, ya que tuvo relaciones con los dos bloques
beligerantes, pero sobre todo con Alemania. Los partidos del antifascismo
europeo y en particular los de izquierda, no dejaron de reprochar a Suecia
su colaboración e incluso ciertas simpat ías respecto a los alemanes en la
opinión pública. Pero en la pos guerra, el p aís logró buenas relaciones con
el Occidente y también con la U RSS, con la que la indus tria sueca inició
una imp ortante coop eración económica. Sin abandonar su neutralidad,
Suecia mantuvo una activa política exterior, prestando su colaboración para
solucionar múltiples conflictos . Su proyección exterior ha sido de signo
progresista y con cierta vocación tercermundista, particularmente durante
el período del Primer M inistro Olof P alme. Suecia s e opuso a la interven-
ción norteamericana en Viet Nam, condenó el régimen del apart heid en
África del Sur y rechazó las dictaduras militares de Sudamérica, abriendo
las puert as del país a los exiliados de es a región.

+DVW DODFULVLVHQHUJpWLFDGHORVSDtVHVQyUGLFRV ±FDGDXQRFRQVXV


FDUDFWHUtVWLFDV²PDQWXYLHURQXQDVLWXDFLyQGHDV FHQVRHFRQyPLFRFRQ
tas as de incremento anual de un 4 % a un 5 % como promedio. En todos
ellos se fort aleció el sector industrial, con mayor énfasis en Suecia; al mis-
mo tiemp o que se t ecnificaron las actividades agropecuarias, por lo que

Olof Palme

Prestigioso dirigente de la Social-


democracia sueca, ocupó varios
puestos gubernam ental es. Fue
Primer Ministro de 1969 a 1976 y
de 1982 a 1986. Fue asesinado el
28 de febrero de 1986, cuando
paseaba con su esposa por una
calle de Estocolmo, después de
asistir a una función de cine. Los
autores del atentado aún no han
sido apresados. Mon taje que muestra a Ol of P a lme
y el lug ar donde fue as esinado.

387
algunos se convirt ieron en grandes exportadores de alimentos, como es el
cas o de D inamarca. Los Es tados nórdicos, en may or o menor medida en
cada uno de ellos , desempeñaron en este período un notable papel en la
regulación de sus respectivas economías. La intervención oficial, entre otros
fact ores, propició una mejor redis tribución de las riquezas, lo que se ex-
presó, por ejemplo, en la creación de uno de los sistemas de seguridad
social más avanzados del mundo. De tal manera, los países nórdicos se
caracterizaron durante estos años por una estabilidad social envidiable para
el resto de Europa.

La cris is de 1973 afectó a t odos los países nórdicos, aunque Noruega


sufrió menos sus embates debido al descubrimiento y explotación de yaci-
mientos de petróleo en el M ar del Norte. En el último tercio del siglo, estos
países experimentaron los vaivenes de la economía mundial y vieron dismi-
nuir sus ritmos de crecimiento, lo que fue más acentuado en el caso de
Finlandia por la crisis y colapso de la URSS, su principal socio comercial, y
por el aumento de su deuda externa. A principios de los noventa, Finlandia
tenía la tasa de desempleo más alta de Europa Occidental. Desde los años 80,
ya fuera con los socialdemócrat a o con los conservadores, los países nór-
dicos s e fueron sumando al carro del neoliberalismo, proceso que se in-
tens ificó en la década del noventa, y provocó la aplicación de programas
de privatizaciones y un notable y progresivo recorte en los gastos sociales.
La situación creada en la región ha p ropiciado una tendencia hacia la
derechización en el escenario político, con la presencia incluso de partidos
de ultraderecha como el Part ido del Progres o noruego y el P artido P opu-
lar danés.

Suiza

Suiz a, al igual que Suecia, practicó una política de neutralidad durant e la


guerra. Ello no le impidió, sin embargo, mantener estrechos vínculos eco-
nómicos con sus vecinas Alemania e Italia. Des pués del conflicto, los sui-
zos tuvieron que soportar el reproche de haber practicado una marginación
oportunista, lo que representó, durante algún tiempo, una gravosa hipote-
ca p ara su polít ica exterior. Desde el p unto de vist a económico, los años

388
En este edificio, aorillas del lago Leman,se albergó la Sociedad de Naciones.
Hoy sirve de sedea múltiples eventos deNaciones Unidas.

de posguerra trajeron consigo un alto grado de pros peridad para los s ui-
zos, que no habían experimentado las destrucciones de la contienda y pu-
dieron aprovechar las dificultades provocadas en otros países. En los treinta
años que siguieron a la guerra, la economía del pequeño pero industrializado
país alpino conoció un ritmo promedio de crecimiento superior al 5 %
anual. En particular, se fortalecieron los servicios (actividades bancarias,
financieras y el turismo) y el comercio, que a principios de los setenta
repres entaban casi el 70 % de su producto interno bruto. En ese período,
Suiza disfrutó del pleno empleo y de un fuerte sistema de seguridad social, lo
que contribuyó al mantenimiento de la estabilidad política y social del país.
Con una población de unos siete millones de habitantes, Suiza ha manteni-
do en la posguerra el mayor ingreso p er cápit a del mundo.

La neut ralidad permanent e de Suiza, que data desde el surgimiento del


SDtV²W UDWDGRGH:HVW IDOLDGH²\IXHUHLWHUDGDHQODQXHYDFRQV
titución de 1948, junto a la estabilidad política y social, han convertido a la
pequeña federación helvética en una de las más importantes plazas financie-
ras del mundo. La neutralidad es la piedra angular de la política internacional

389
de Suiza.Acogiéndose a esa condición,
En un pl ebiscito celebrado el 3
de marzo de 2002, un 54,6 % de la
Suiza no se incorporó al Plan M arshall
población se pronunció a favor ni participó en la OTAN, mantenién-
de la entrada de Suiza en la ONU.dose al margen de la política de los blo-
Una cons ulta similar había teni-ques rivales de la posguerra, así como
do una respuesta abrumadora- del proceso integracionista europeo.
mente negativa en 1986. Según
las autoridades, el ingreso en la
Por igual motivo, Suiz a tampoco se
incorporó a la ONU, aunque ha con-
ONU (sería el Estado 190) no afec-
tribuido con ella y es miembro de
tará los fundamentos de la políti-
ca del país. varias de s us agencias especializa-
das . Además , el territorio s uizo ha
servido hasta hoy de sede permanen-
te de varias ins tituciones de las Naciones Unidas. Ello se refiere, en par-
ticular, a la ciudad de Ginebra, donde funcionó la sede de la Liga de las
Naciones y hoy funcionan múltiples organismos internacionales.

'XUDQWHHOSHUtRGRTXHFRPHQWDPRV²\KDVWDQXHVWURVGtDV²HOHVFHQD
ULRSROtWLFRVXL]RKDHVWDGRGRPLQDGRSRUHO3DUWLGR6RFLDOLVWD²GHILOLD
FLyQVRFLDOGHPyFUDWD²HO5DGLFDO²DERJDS RUXQSRGHUIHGHUDOIXHUWH²\
HO'HPyFUDWD&ULVWLDQR²RSXHVWRDODFHQWUDOL]DFLyQGHOSRGHU²$ pesar
de sus diferencias programáticas, es tos p artidos, gobernando s olos o en
alianza entre ellos o con otras fuerzas, mantuvieron en la etapa una orien-
tación s imilar en cuanto a los problemas económicos y sociales; al mismo
tiempo que permanecieron intactos el federalismo y la neutralidad, valores
tradicionales que forman parte de la conciencia política suiza. Debe seña-
larse, sin embargo, que el proceso de derechización que ha tenido lugar en
Europa se ha expresado también en Suiza, donde el ultraderechista Partido
Popular ha ganado importante espacio y desde 1999 es tá representado en
el gobierno.

Greci a

/D5HS ~EOLFD+HOpQLFD²QRPEUHRILFLDOGH*UHFLD²IXHDEDQGRQDGDSRU
los alemanes en oct ubre de 1944. Tras la salida de los ocupantes y bajo el
patrocinio de los ingleses, que habían llegado a un acuerdo con Stalin para

390
que el país quedara bajo su influencia, se constituyó un gobierno de transi-
ción y poco después fue res taurada la monarquía. Pero el comunista Ejér-
cito Nacional Popular de Liberación, principal fuerza de res istencia a los
alemanes y con gran arraigo popular, se negó a deponer las armas, lo que
condujo a una sangrienta guerra civil que se prolongó hasta 1949. La guerrilla
comunista, que según el gobierno recibía ayuda de Albania, Bulgaria y Yu-
gos lavia, llegó a controlar cas i todo el país. Sólo la masiva ayuda de los
ingleses y cuando éstos no pudieron más, a partir de 1947, la de los norte-
DPHULFDQRV²'RFWULQD7UXPDQ²ORJUDUtDILQDOPHQWHVRIRFDUODUHEHOLyQ
El 16 de octubre de 1949, los rebeldes sus pendieron las operaciones con-
tra el gobierno, terminando así un conflicto que costó más de 75 mil vidas.

Durante la década del 50 y los primeros años de la década del 60, Grecia
fue gobernada p or las fuerzas de derecha de la Unión H elénica, que en
1956, al desaparecer su fundador, el mariscal de campo Alexandros
Pap agos , se transformó en la Unión N acional Radical, encabez ada por
Konstandinos Karamanlis . A pesar del rígido control y de las prácticas
rep resivas de los gobiernos conservadores de es te período, el p aís vivió
en una constante inestabilidad, p rovocada p or la creciente opos ición de
amplios sectores de la población. La situación reinante condujo finalmen-
te, en 1964, al triunfo de la Unión de Centro, agrupación de p artidos con
una posición centrista, fundada unos años antes por Georgios Papandreus,
quien se convirtió en primer ministro. Pero ello no puso fin a la inestabili-
dad, pues el gobierno de Pap andreus fue sometido a grandes presiones
por parte de sectores p olíticos de derecha, el ejército y el prop io rey.
Pap andreus se negó a una alianza con los comunistas y otras fuerzas de
izquierda y a la postre tuvo que renunciar. Posteriores intentos para conse-
guir la normalidad con gabinet es formados con la Unión Nacional Radical
fracasaron y ello determinó el golpe militar de abril de 1967, que dio inicio
al funesto «Régimen de los Coroneles», férrea dictadura que ensangrentó al
país durante varios años.

/DUHSXOVDLQWHUQDHLQWHUQDFLRQDO²*UHFLDIXHLQFOXVRH[SXOVDGDGHOD
Comisión de Derechos Humanos del Consejo de Europa, aunque mantuvo
VXFRQGLFLyQGHDOLDGDGHO2FFLGHQWH²REOLJyDODMXQWDPLOLWDUDIOH[LELOL]DU
sus posiciones. Después de 1970, se fueron restaurando algunos derechos
civiles y el 1 de junio de 1973 se p roclamó la república, se des ignó un

391
presidente civil y se promet ió la ce-
Chipre, disputada históricamen-
lebración de elecciones en 1974.
te por Grecia y Turquía, está ha-
Pero poco después , con el pret exto
bitada por una m ayoría de origen
griego y alrededor de un terciode que continuaban los desórdenes,
la junta despidió al presidente y res-
de origen turco, en el norte de la
Isla. Después de la independen-tableció la ley marcial. En ese con-
cia, alcanzada tras un difícil pro-
texto, t ratando con ello de explotar
ceso negoci ador ent re griegos,
el sentimiento nacionalista de la po-
turcos y los ocupantes británi-
blación y de desviar s u atención de
FRV±TXHDFRUGyODFUHDFLyQGHXQ
los problemas internos, los militares
JRELHUQRGH XQLGDGQDFLRQDO± VH
mantuvieron las aspiraciones depropiciaron un golpe en Chipre para
ambos pretendientes. A media- derrocar al arzobispo M akarios, pre-
dos de 1974, después del golpe sidente de la Isla desde que ésta re-
auspiciado por Grecia, los turcos
cibió su independencia de Inglaterra,
ocuparon el norte y est ablecie-
ron allí una república indepen-en agos to de 1960, e ins talar en el
diente. Dicho Estado no ha sidopoder a los partidarios de la unión
reconocido internacionalm ente,con Grecia. El golp e, s in embargo,
pero continúa existiendo y man-provocó la invasión de Turquía y la
tiene dividido al país hasta nues-
ocupación de un tercio del t erritorio
tros días. El problema chipriota
constituye hast a hoy motivo de
chipriota, lo que originó una crisis
permanente discordia entre Gre-que llevó a la caída de la junt a mili-
cia y Turquía. tar. Posteriormente y tras un fallido
intent o de restablecer la monarquía,
Grecia ha sido gobernada alternati-
vamente por los partidos conservadores y por el M ovimiento Socialista
Panhelénico (PASO K), fundado en los años 70 por Andreas Papandreus,
lográndose un mayor nivel de estabilidad, aunque las contradicciones con
Turquía en relación con Chipre se han mantenido y han creado serias per-
turbaciones.

Hasta principios de los 70, Grecia logró ciertos avances en su proceso de


industrialización, fundament almente con el surgimiento y desarrollo de la
industria ligera, aunque el país continuó siendo esencialmente agrícola. El
crecimiento de la economía griega se vio considerablemente afectado en
estos años por la inestabilidad interna y por las agudas tensiones con Tur-
TXtDVLWXDFLyQTXHLQFOXVROOHYyD*UHFLDDVDOLUHQGHOD27$1²D
la que acusaba de no apoyarla en su dis puta con Turquía, también miem-

392
EURGHODRUJDQL] DFLyQ²\ QRUHLQJUHVyDHOODKDV WD$YDQFHVHFR
nómicos más notables se han producido en Grecia posteriormente, tras su
ingreso, en 1981, en el proceso int egracionista europeo. Los fondos de
ayuda comunitaria contribuyeron al desarrollo de la industria y los servi-
cios , aunque el país siguió figurando entre los más pobres de Europa Occi-
dental.

Los paí ses i béri cos

'HV SXpV GHODJXHUUDFRQWUDVWDQGRFRQHOUHV WRGH(XURSD²FRQODH[


FHS FLyQGHOD*UHFLDGHORVFRURQHOHV²ORVGRV(VWDGRVGHODSHQtQV XOD
ibérica continuaron sometidos a regímenes dictatoriales fascis toídes . En
Portugal imperaba desde 1928 el poder personal de Antonio de Oliveira
Salazar; y en España dominaba desde 1939 el general Francisco Franco.
Ambos no disimularon sus simpatías con las p otencias del Eje, aunque
oficialment e fueron neutrales durante el conflicto, lo que no impidió que
Franco enviara la llamada «brigada azul» a combatir contra la URSS. Las
dos dict aduras se mant uvieron en el poder has ta los años setenta. La de
3RUWXJDO ²FRQ0 DUFHOR &DHWDQR
GHV GH²IXHGHUURWDGDSRUOD
Revolución de los Claveles, en 1974;
mientras que los españoles tuvieron
que esp erar a la muerte del Caudi-
llo, ocurrida en 1975, para res table-
cer la democracia.

En los primeros años de posguerra,


sin embargo, el Portugal salazarista
fue incorporado al bloque Occiden-
tal. En 1948 se le incluy ó entre los
p aíses beneficiados con el P lan
M arshall y un año más tarde fue in-
tegrado a la OTAN, que utilizó par-
te de sus islas para es tablecer bases Franco y Salazar con algunos
militares. Pero el caso de España fue colaboradores en 1942

393
diferent e. Franco se había impuesto t ras una larga y sangrienta guerra que
sensibiliz ó a la opinión pública internacional a favor de los republicanos y
su régimen era muy repudiado e incluso no era reconocido por muchos paí-
ses. Por ello los Estados Unidos y sus aliados tuvieron que acept ar el aisla-
miento internacional de Esp aña, aunque s u os tracismo comenzó a que-
brarse a p rincip ios de los cincuenta, cuando los imp erativos de la guerra
fría la fueron acercando al Occident e. En 1950 los Estados U nidos logra-
ron la derogación de la resolución de la ONU (1946) que proscribía al
régimen de Franco y en 1953 establecieron con él un convenio militar para
el establecimiento de bases militares norteamericanas en suelo es pañol. A
partir de entonces, el aislamiento internacional de Franco fue desapare-
ciendo progresivamente, aunque el repudio polít ico y moral se mantuvo
por un largo tiempo.

Al t erminar la guerra, Portugal cont inuaba s iendo unos de los países más
atrasados de Europa, poseía un desarrollo industrial incipiente y una agri-
cultura en la que predominaban arcaicas estructuras, muy fragmentada en
el norte y latifundiaria en el sur. Los recursos coloniales, como en España,
no habían sido utilizados para desarrollar el país. En los 25 años siguientes
al conflicto, sin embargo, se produjeron en la economía cambios de cierta
FRQVLGHUDFLyQ6HPRGHUQL]yRVHFUHyXQDLQIUDHVWUXFWXUDSURGXFWLYD²FDUUH
WHUDVSXHQWHVYtDVIpUUHDV HWF²\VHDYDQ]yHQHOSURFHVRGHLQGXVWULD
liz ación, con un crecimiento promedio anual de un 7 %. En 1970 la p ro-
ducción industrial sobrepasó ligeramente a la agrícola, que prácticamente
no progresó en el período. Con todo, Portugal mantuvo su atraso en rela-
ción con los demás p aíses de Europa O ccidental. U na prueba de ello es
que entre 1960 y 1970, momento de mayor auge, se increment ó la emigra-
ción económica hacia Francia y ot ros país es, que y a era voluminosa. El
mantenimiento p or la fuerza de las colonias africanas, s obre todo en la
década del sesenta, rep resentó una
pes ada carga para el país y sería
Entonces se decía que P arís era también el catalizador para el de-
la tercera ciudad de Portugal (des- rrumbe del régimen, lo que tuvo lu-
pués de Lisboa y Oporto), pues
allí trabajaban y vivían alrededor gar el 25 de abril de 1974, como re-
de un mi llón de emigrantes por- sultado del movimient o organizado
tugueses. por jóvenes oficiales progresist as,
que impugnaban el colonialismo y se

394
pronunciaban por una democracia con justicia s ocial. La llamada Revolu-
ción de los Claveles no pudo, a la postre, implementar su programa de
transformaciones económicas y sociales debido a la het erogeneidad del
movimiento de los militares y su falta de unidad, pero propició la destruc-
ción de la dictadura y el desmantelamiento del colonialismo portugués.

Esp aña, por su part e, era menos atrasada que Port ugal, pero s obre su
economía pesaban las consecuencias de la guerra civil y de la p olít ica
aut árquica del franquismo. La renta nacional de 1935 no se igualó hasta
1951. El ces e del ais lamiento junto a cierta apertura y liberalización del
régimen, sin modificar su esencia, propiciaron hacia fines de los cincuenta
un desarrollo relativamente rápido, que también ha recibido el calificativo
de «milagro económico». Entre 1959 y 1973 el rit mo de crecimiento in-
dustrial de España fue de un 7 % anual como promedio. En ello influyeron,
además de la favorable coy untura económica int ernacional y de la regula-
ción estatal, las inversiones extranjeras, el incremento del turismo con sus
HIHFWRVPXOWLSOLFDGRUHVODVUHPHVDVGHORVHPLJUDQWHV²LPSRUWDQWHIXHQWH
GHFDSLW DOHQHOFDVRGH(VSDxD²\ ORVEDMRV VDODULRVHQWUHRWURVIDFWR
res . El auge, sin embargo, no benefició a la agricultura y profundizó no-
tablemente los desequilibrios regionales. Por otra p arte, se realizó en las
condiciones de una excesiva dependencia financiera y, sobre t odo, tec-
nológica y energét ica del extranjero, lo que sería fatal desp ués de la cri-
sis de 1973.

Tras el breve período de gobiernos militares progresistas que siguió a la


revolución del 1974, se instauró en Portugal un régimen de democracia libe-
ral al estilo occidental. Hasta principios del siglo XXI, la presidencia del país
estuvo ocupada por el Partido Socialista mientras en el gobierno se alterna-
ron los propios socialistas y los centristas socialdemócratas, solos o en alianza
con otros partidos. La orientación de estos gobiernos fue prácticamente si-
milar, mostrando un marcado interés por modernizar el país y por una mayor
integración a Europa. La economía portuguesa, duramente afectada por la
crisis de 1973, sufrió los vaivenes de la economía mundial en el último tercio
del siglo XX. Como promedio, el crecimiento económico apenas llegó al 3 %
anual, y se incrementó notablemente el desempleo. Sin embargo, el país con-
tinuó el proceso de desarrollo iniciado tardíamente en los años 60, en lo que
influyó considerablemente su entrada a la Comunidad Económica Europea

395
en 1986. Con todo, al iniciarse el presente siglo, Portugal continuaba mar-
chando en la retaguardia del resto de los países comunitarios.

La t ransición a la democracia en Esp aña condujo a la Constitución de di-


ciembre de 1978, que definió al país como una M onarquía Constitucional,
con un régimen de democracia liberal al estilo occidental y con diversas
autonomías. La transición trans currió sin grandes dificultades, aunque en
1981 se produjo un intento de golpe militar. Las elecciones generales de
1982 fueron ganadas por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que
gobernaría durante trece años. Los gabinetes presididos por Felipe González,
líder del PSOE, se propusieron modernizar al p aís y europeizarlo, lo que
conduciría al ingreso a la Comunidad Económica Europea (1986) e inclu-
so a la entrada en la estruct ura política de la OTAN, acto es te ultimo que
provocó una gran p olémica nacional debido a la oposición mayoritaria de
la población. Aunque los socialistas lograron algunos éxitos económicos y
sociales, no pudieron resolver el serio problema del desempleo y propi-
ciaron varios escándalos por graves act os de corrup ción. En est as cir-
cunstancias, las elecciones anticipadas de 1996 fueron ganadas por el cen-
tro-derechista Partido Popular, liderado por José M aría Aznar, que volvió
a triunfar en los comicios del año 2000.

La cris is de 1973 afectó not ablemente a España, p articularment e a sus


zonas indust rializadas de Cataluña, País Vasco y M adrid. D espués de la
cris is, la economía tuvo altas y bajas y, como promedio, con un ritmo de
crecimiento mucho menor que en el período de exp ansión. Sus mejores
momentos fueron los años finales de los 80 y los últ imos cuatro años del
siglo. A principio de la década del 90, la sit uación fue muy difícil, des ta-
cándose el 1993 con un crecimiento negativo. Tanto los gobiernos socia-
listas, como los del Partido Popular adoptaron el modelo neoliberal, aun-
que los socialistas lo hicieron de forma moderada y con un acent o en lo
social, lo que condujo a que en el país se aplicaran medidas tales como el
subsidio al desempleo, la p rotección a la vejez y el mejoramient o de los
sis temas de salud y educación, entre otras. En política exterior, si bien
hubo similitudes, el Partido Popular adoptó una actitud reaccionaria, lo
que se reflejó en el fortalecimiento de la alianza con los Estados U nidos y
en el apoyo a sus aventuras militares en Yugoslavia y en la pretendida lucha
contra el terrorismo.

396
EL PROCESO DE INTEGRACIÓN EN EUROPA OCCIDENTAL.
DE LA COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA
A LA UNIÓN EUROPEA

La necesidad de la integración económica está determinada por el proce-


so objetivo de internacionalización de la vida económica, que se acelera
considerablemente bajo la influencia de la revolución científico-técnica con-
temporánea. Se entiende por internacionalización de la vida económica la
tendencia dominant e al desarrollo y profundiz ación del entrelazamiento
económico de los distintos país es y regiones del mundo. Este proceso se
bas a en la concentración y especialización crecientes de la producción,
que dimanan del desarrollo de las fuerzas productivas, del p erfecciona-
miento de la técnica y la tecnología, de la expansión y el abaratamiento del
transporte y las comunicaciones, etc. En esas circunstancias, es cada día
más profunda la división internacional del trabajo. La internacionalización
de la vida económica comenzó a desarrollarse en la segunda mitad del
siglo XIX, periodo en el que el capitalismo se convirtió en un sistema plane-
tario, pero el fenómeno alcanzó una mayor envergadura después de la
Segunda Guerra M undial, cuando el mundo es cada vez más interconectado
e interdependiente.

Al abordar este tema, debemos s eñalar que la int egración va más allá de
la cooperación entre los Estados . La cooperación intergubernamental es
también una tendencia dominante en el interrelacionado mundo actual. El
surgimiento de p roblemas globales , que no pueden s er resueltos indivi-
dualment e, obliga a los Est ados a colaborar unos con otros en las más
disímiles esferas, pero tal colaboración se realiz a sin afect ación alguna
de las res pectivas s oberanías. A es te p rincipio de cooperación respon-
den las múltiples organizaciones internacionales de la contemporaneidad,
que han sido creadas por los Est ados y reflejan en sus decisiones la vo-
luntad concert ada de los mismos. La integración, por el contrario, rompe
con el concepto t radicional de la coexistencia de los Es tados y represen-
ta una renuncia progresiva de las soberanías p ropias a favor de instit u-
ciones sup ranacionales integracionistas. Este principio rige el funciona-
miento de los distintos proyectos de integración que se vienen desarrollando
en todo el mundo desde los años cincuenta. El primero y el más avanzado
de estos proyectos es el europeo, que ha logrado ya la unión económica y

397
financiera y avanza hacia la integración polít ica, aunque esta última está
aún muy lejos de concretarse.

La idea de la unificación europea atrajo la atención de imp ortantes p olíti-


cos y p ensadores desde tiempos remot os. En la ya lejana época rena-
centista, cuando la unidad nacional de algunos países como Italia y Alema-
nia era todavía un sueño, se ocuparon del as unto hombres de la talla
intelect ual del florentino Nicolás M aquiavelo, quien en su famos a obra El
Príncipe y en otros trabajos reflexionó profundamente sobre el particular.
En el s iglo XI X, t ras la t entativa nap oleónica de unificar a Europa por la
fuerza y bajo el mando de Francia, surgieron muchos sostenedores y de-
tractores de la idea unitaria. Entre sus más not ables defensores estuvo el
brillante escritor francés Víct or Hugo, quien postuló la necesidad de los
Estados Unidos de Europa con un contenido solidario y pacifista, algo que
era absolutamente imposible en una etapa dominada por fuertes naciona-
lismos y por el advenimiento del imperialismo.

Poco des pués de finalizada la Primera Guerra M undial surgieron varios


proyectos unit arios. En 1923, el conde aust riaco Coudenhove Kalergi,
promovió la creación de la U nión P aneuropea, que se inspiraba en los
modelos de unificación de Suiza y de los Estados Unidos de Norteamérica.
Unos años más tarde, en 1929, el minist ro de As unt os Ext eriores de
Francia, A rís tides Briand, con el apoy o de su colega alemán, G ust av
St res emann, p rop uso a los gobiernos europ eos trabajar en p ro de un
mercado común, de una Unión Europea. Pero estos intentos para conse-
guir la unificación pacífica de Europa fracasaron ante la fuerza de los
enconados nacionalis mos y de las rivalidades interimperialis tas del pe-
ríodo de entreguerras. Europ a tuvo que vivir t odavía el intento de Hit ler
de someterla violentamente al Tercer Reich y quedar reducida a cenizas
para reconocer cuán funestos eran los continuos enfrentamientos entre
los gobiernos de la región.

Durante la II Guerra M undial y en el período inmediatamente posterior a su


FRQFOXVLyQDOJXQRVSROtWLFRV²FRPR-HDQ0 RQQHW\$OWLHUR6SLQHOOL²KD
blaron de la neces idad de la integración tras el holocausto. La idea ganó
de inmediato a figuras cada vez más prominentes . Así, en un dis curso
pronunciado en la ciudad de Zürich, el 19 de sep tiembre de 1946, el ex

398
primer ministro inglés, Winston Churchill, expresó su op inión de que la
integración europea, a partir de la colaboración franco-germana, resul-
taba imprescindible para evitar una nueva conflagración y exhortó a la
creación de los Estados Unidos de Europa. En cuanto al papel del Reino
Unido, Churchill consideraba que debía ser el de un mero p romotor, no
el de miembro activo.

El 9 de mayo de 1950, el canciller francés, Robert Schuman, hizo pública


una Declaración, que se inspiraba en las ideas integracionistas de su coterrá-
neo Jean M onnet y que llamaba a Alemania a sumarse a tal empresa. Era el
comienz o oficial del proceso integracionist a europeo, que tenía tres obje-
tivos básicos: buscar un acercamient o franco-alemán que evitara una nue-
va guerra mundial; darle a Europa, profundamente destruida y arruinada
tras la guerra, un nuevo papel prot agónico e independiente en el plano
internacional; y propiciar la recuperación económica y social europea en el

Los franc eses Jean Mo nnet ( izquie rda) y Rober t Schu mann ( derech a),
precu rsores d e la uni dad euro pea. El primero propuso la creac ión de u na estru ctura
económica que acabara con los nacionalismo s; el segundo diseñó el pla n sobre el que
se ap oyó la C omunidad Europea del Carbó n y el A cero.

399
lap so de tiempo más breve posible, poniéndola en condiciones de igual-
dad con los dos colos os que emergieron tras el fin del conflicto, a saber,
los Est ados Unidos de A mérica y la Unión Soviét ica. La Declaración
Schuman tenía como fin inmediato crear una Comunidad Europea del Car-
bón y el Acero (CECA), que como organismo s upranacional se encargaría
de reglamentar la producción y comercialización de ambos productos, con-
siderados en la época como estratégicos, pues estaban directamente vincu-
lados a las industrias energética, la pesada y la de armamentos. Al llamado
francés acudieron Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, quie-
nes firmaron el 18 de abril de 1951 el Tratado de P arís, por el cual queda-
ba constituida la CECA, que entró en funcionamiento un año después.

Los notables éxitos de la joven organización integracionista impuls aron a


sus países miembros a pensar seriamente en la integración en otros secto-
res económicos. De t al modo, el 25 de marzo de 1957, los mismos inte-
grant es de la CECA firmaron el Tratado de Roma, por el cual quedaban
constituidas la Comunidad Europea de Energía Atómica (CEEA o Euratom)
y la Comunidad Económica Europea (CEE), que entraron en funcionamien-
to el 1 de enero del siguiente año. La CEEA quedó encargada de fomentar la
creación y el desarrollo de la industria nuclear en los Estados miembros. La
CEE, por s u parte, ampliaba la integración a otras ramas de la economía, a
WUDYpVGHXQDXQLyQDGXDQHUDFRQXQDWDULIDH[WHULRUFRP~Q²WHUPLQypor
LPSOHPHQWDUV HHQ²\SROtWLFDVFRPXQHVHQODDJULFXOWXUDHOFRPHU
cio, la competencia, la energía y el transp orte.

Aunque los tratados constitutivos sólo fijaron los principios y medidas que
debían conducir al establecimiento del mercado común, la integración eco-
nómica no es un fin en sí misma sino un medio para la unificación de Euro-
pa. Por ello las instituciones supranacionales de la CEE fueron concebidas
a imagen y semejanza de las de un Est ado, tomando como modelo el lla-
mado sistema representativo: la Comisión Europea, ejecutivo; el Parla-
mento Europeo, legislativo, y el Tribunal de Justicia, judicial. Estas institu-
ciones han ido acumulando poderes en la medida que ha avanzado el
proceso de integración. El traspaso de facultades (soberanía) a las mismas
se realiza por acuerdos de los Estados miembros a través del Consejo de
M inis tros, que concilia los intereses de t odos los países en las diferentes
esferas. P ara impulsar la integración se creó, a principios de los años se-

400
tenta, el Consejo Europeo, integrado por los jefes de Estado. Este órgano
se reúne tres veces al año y su pres idencia se rota cada seis meses. La
CEE (actual Unión Europea) fue dotada de bandera e himno propios. Como
entidad supranacional tiene personalidad jurídica independiente. M ás de
cien Es tados tienen rep resentación diplomát ica en Bruselas (sede de la
Comisión) y ella es tá representada ante diversos gobiernos y organizacio-
nes de todo el mundo.

El exit oso desempeño de la CECA t ambién s e repitió en la CEE y el


EURATOM , lo que llevó al Reino Unido, nada prop enso a entrar en las
jóvenes organizaciones integracionist as por sus rivalidades históricas con
Francia y Alemania, a fomentar la creación de un nuevo organismo de inte-
gración: la Asociación Europea de Libre Comercio (A ELC), fundada por
el Convenio de Estocolmo, el 4 de enero de 1960, e integrada por el Rei-
no Unido de la Gran Bret aña e Irlanda del Norte, Dinamarca, Irlanda,
Austria, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia, Suiza y Liechtenstein, con el

En este edificio de estructura v anguardista, en la ciudad belga de Bru selas, tiene su sede
oficial la Unión Europea.

401
objetivo concreto de lograr el libre comercio ent re todos ellos, pero sin ir
PiVDOOi²QDGDGHSROtWLFDVFRPXQHVXRWURSDVRLQWHJUDFLRQLVWDPiVSUR
IXQGR²/ROLPLWDGRGHVXVILQHV\ORVQRWDEOHVp[LWRVGHODV RUJDQL]DFLR
nes integracionistas lideradas por Alemania y Francia provocaron el paula-
tino desmembramiento de la AELC.

La creación de la A ELC fue, en la práctica, un intent o de debilit ar a la


CEE, pues Inglaterra acogió inicialmente a dicho proy ecto como una ame-
naza. También los Estados Unidos, después de haber alentado, por razo-
nes políticas, los primeros pasos de una Europa unida, vieron en la CEE un
importante competidor en los mercados internacionales. Así, en el contex-
to de las negociaciones mundiales del GATT, desde la Kennedy Round de
1963-1967 has ta la Uruguay Round de 1986-1993, Washington ha t rata-
do siempre de conseguir rebajas en la t arifa aduanera europ ea y, sobre
todo, el abandono de la política agrícola común (PA C). Por cierto, fue
precisamente al finalizar la Ronda U ruguay cuando se decidió transformar
el GATT en la Organización M undial de Comercio (OM C), que se ha con-
vertido en un instrumento al servicio de la globalización neoliberal, impul-
sada por los grandes países des arrollados.

La ampliación de la Comunidad ha pasado por difíciles momentos, particu-


larmente en lo referido a la candidatura brit ánica. Des de los años 60, In-
glaterra modificó su posición y solicitó su incorporación a la CEE, p ero
su ingreso fue vetado en dos ocasiones por el general De Gaulle, a quien le
preocupaba el librecambismo de los ingleses, su visión de la política agrí-
cola y, s obre t odo, s us esp eciales relaciones con los Est ados U nidos. La
admisión de Inglaterra no se produjo has ta 1973, tras la desap arición del
general y presidente francés . En esa ocasión fueron admitidos también Ir-
landa, Dinamarca y Noruega, aunque el ingreso de esta última no se hizo
efect ivo al ser rechaz ado por s u pueblo mediante referéndum. Grecia fue
aceptada en 1981, después de la caída del «régimen de los coroneles».
España y Portugal, por su parte, tuvieron que esperar nueve años (de 1977
a 1986) para formar parte de la CEE, lo que se debió, entre otras razones, a la
oposición de los agricultores frances es, que temían la competencia de los
ibéricos. A la membresía que inauguró el siglo XXI se llegó en 1995, cuan-
do fueron incorp oradas Aus tria, Suecia y Finlandia. En el caso de Norue-
ga, su adhes ión volvió a ser rechazada por referéndum en 1994. Los nue-

402
vos miembros han tenido que adaptars e a las regulaciones comunit arias y
aceptar condiciones que, en muchos casos, han representado importantes
reajustes en algunos s ectores económicos con considerables repercusio-
nes sociales.

Las cris is internas han afectado el proceso de construcción europea. La


primera gran crisis institucional fue provocada por Francia, en 1965, al
rechaz ar el paso de la unanimidad a la mayoría en las vot aciones del Con-
sejo de M inist ros. D e hecho, De Gaulle quería evitar así una revisión de
los trat ados agrícolas, que favorecían a su país. Para reforzar su p osición,
Francia s e retiró del Consejo, bloqueando su actuación. El problema fue
resuelto en 1966, mediante el Comp romiso de Luxemburgo, que estable-
ció el voto mayorit ario, p ero incluyó el derecho al vet o cuando el int erés
vital de alguno de los miembros estuviera en juego, lo que de hecho repre-
sentaba la unanimidad en las cuestiones más importantes. La segunda cri-
sis , que duró varios años, la desencadenó Inglaterra al exigir una reduc-
ción de su contribución financiera a las instituciones comunitarias. Inglaterra
condicionó su permanencia en la CEE a una solución satisfactoria del asunto,
lo que finalmente ocurrió en 1975. También los problemas internacionales
han puesto en peligro, en diversas ocasiones, la existencia de la Comuni-
dad. En este sentido, debe destacarse la guerra del Yom K ippur entre ára-
bes e israelíes , en oct ubre de 1973. El gran aumento de los precios del
petróleo y la reducción de los s uminist ros acordado p or la O rganización
de País es Exportadores de Petróleo (OPEP) amenazó los intereses nacio-
nales y desp ertó los egoís mos europ eos. La elaboración de una p olít ica
energética común fue entonces imposible de lograr y, en general, se retra-
só la realización de políticas comunitarias en otros campos.

Durante toda la década del s etenta y los inicios de los años ochenta, el
proces o de int egración europ ea entró en lo que se dio en llamar
«euroesclerosis» o «europesimismo», que tuvo múltiples causas, entre las
cuales sobresalen: desaceleración del crecimiento económico de la Comu-
nidad, graves consecuencias de la crisis p rovocadas por el alza del p etró-
leo, que marcó el comienzo del desempleo como grave problema social; y
el freno que significaba la toma de decisiones por el sistema de unanimidad
en la generalidad de las cuest iones comunitarias. De es te impas se
integracionista comenzó a salirse sólo a través del Informe Dodge de junio

403
de 1984, encargado por el Consejo Europeo, y el proy ecto de Altiero
Spinelli, aprobado por el Parlamento Europeo. Ambos tenían puntos de
cont acto, pues sugerían pasar a una nueva et apa de integración: la U nión
Europea. Otro paso imp ortante para revertir la situación lo const ituyó el
Libro Blanco de 1985, documento elaborado por la Comis ión Europ ea,
entonces presidida por Jacques Delors, donde s e proponía la creación de
XQPHUFDGRLQWHULRU²FRQRFLGROXHJRFRPR0 HUFDGR&RP~Q(XURSHR²SDUD
el 1 de enero de 1993, como un espacio económico sin front eras entre los
país es comunitarios. En el Libr o Blanco se proponían 280 medidas para
implementar, de una buena vez, las cuatro liberalizaciones reconocidas en
los tratados fundacionales: de personas, mercancías, capitales y servicios.

El 17 de febrero de 1986 se firmó el Acta Ú nica Europea (AU E), que


ent ró en vigor el 1 de julio de 1987, y que ret omó las sugerencias del
Libr o Blanco.'HKHFKRHO$FWDÒ QLFDUHS UHVHQWyXQDUHDGHFXDFLyQ²OD
SULPHUD²GHORV7UDWDGRVIXQGDFLRQDOHVWHQLHQGRPX\HQFXHQWDODVFRQ
diciones existentes a mediados de los años ochenta. Inmerso como estaba
el proceso integracionista en la ola neoliberal que cubría a buena parte del
mundo en es a década, en el Acta Única no se incluyó la cohesión en los
asp ectos sociales, rechazándos e la creación de un F ondo de Bienestar y
Seguridad Social. En el dicho documento se hizo hincapié en los ámbitos
económicos de la unión, que son más fáciles de medir y que demuestran más
claramente cómo contribuyen al crecimiento, olvidando los aspectos socia-
les relativos a la calidad de vida, servicios y seguridad social, entre otros.

La década de 1990 represent ó la época de may or p rofundiz ación en el


proceso int egracionista europeo. El 7 de febrero de 1992 se firmó en la
ciudad holandesa de M aastricht el Tratado de Unión Europea (TUE), en el
que se estableció la creación de la Unión Económica y M onetaria (UEM ),
FX\DPRQHGDFRP~Q²HOHXUR²GHEtDKDFHUVHXQDUHDOLGDGDPiVWDUGDU
en el 2002. No se incorporaron a la UEM Inglaterra, D inamarca, Suecia y
Grecia, los tres primeros por decisión propia y el último por no cumplir los
requisitos. El tratado instituyó la ciudadanía europea para los habitantes de
los países miembros, medida que entraría en vigor el 1 de enero de 1993. El
7UDWDGRGH0 DDVWULFKWWDPELpQDSUREyXQ3URWRFROR6RFLDODQH[R²ILUPDGR
SRUW RGRVORVSDtVHVDH[FHSFLyQGHO5HLQR8QLGR²TXHHVWDEOHFtDODGHIHQVD
de los derechos sociales fundamentales de los ciudadanos europeos, aspecto
que no se ha reflejado después en la práctica comunitaria.
404
El Tratado de M aas tricht, que constituyó la segunda reformulación de los
acuerdos fundacionales, estableció rígidos criterios de convergencia para
acceder a la UEM ,1 aunque tales criterios fueron flexibilizados con poste-
rioridad por consideraciones políticas. En M aastricht se le otorgaron ma-
yores p oderes al Parlamento Europeo, que en el futuro podría votar la
investidura de la Comisión Europ ea y de s u presidente, así como vetar
decisiones del Consejo de M inis tros de la Unión Europea, nombre que a
partir de entonces recibió la agrupación. Con todo, el parlament o no tiene
la posibilidad de legislar y su influencia en la vida comunitaria sigue siendo
muy limitada, mientras su vínculo efectivo con el ciudadano medio europeo
es débil.

Al mismo tiempo que se edificaba la Unión Económica y M onetaria, el


acuerdo de M aas tricht s e propus o avanzar con may or rapidez hacia la
unidad p olít ica. Con este objet ivo, se decidió enfatizar en los próximos
años en la formulación de una verdadera política ext erior común y en la
creación de un sistema de defens a europea. El sis tema defensivo debía
erigirse a partir de la Unión Europea Occidental (UEO), creada en 1948
en Bruselas, que s e convertiría en brazo armado de la Unión Europea. Sin
embargo, en est os aspect os los p rogresos han sido mínimos , lo que se
debe no sólo a la solidez de las tradicionales divergencias nacionales en
mat eria de política ext erior y en el tema de la defensa, sino t ambién a la
pos ición adoptada por los Est ados Unidos, que no quieren una Europa
con voz propia. Washington desea una Europa lo menos «política» posible
o, lo que es lo mismo, desea una Europa que no pueda unir su «voz políti-
ca» a s u potencial militar, financiero e industrial, evitando así la aparición
de un competidor que pueda tratarlo en términos de igualdad. Los Estados
Unidos persisten en el empeño de mantener a Europa bajo la tutela político-

1 Los criterios de convergencia se basaban en: Estabili dad de l os preci os: la t asa de
inflación no excedería más del 1,5 % de la media de las tasas de l os t res país es con
mej ores í ndices ; los tipos de int erés no podrían variar en más de un 2 % de la media
de los tres paí ses con índi ces más bajos; el défici t presupuest ario nacional sería
menor al 3 % del PNB; l a deuda públ ica no podrí a exceder al 60 % del PNB; y la
es tabi lidad de los tipos de cambio: la moneda nacional no podría haber si do
devaluada durante l os dos años anteriores a la impl ementaci ón de la últ ima fase de
la UEM y deberí a permanecer dentro del margen de fl uctuación del 1-2,25 % pre-
vi sto por el S istema Monetari o Europeo.

405
militar de la OTAN, como quedó demostrado en la guerra desatada contra
Yugoslavia a princip ios de 1999, debido al conflicto de Kosovo, y más
recientemente en la guerra contra Afganistán, s o pretexto de la lucha con-
tra el terrorismo.

El 16 y 17 de junio de 1997, los jefes de Est ado o de Gobierno de los


quince Estados miembros firmaron a orillas del río Amst el, en la capital
holandesa, un nuevo tratado que revisaba los anteriores . El Tratado de
Amsterdam, entró en vigor el 1 de mayo de 1999, y en él los países miem-
bros ratificaron el camino de la Unión Económica y M onetaria, además de
sentar las bases jurídicas para una p róxima ampliación hacia los p aíses de
la Europa Central y Oriental (los llamados PECO). Por la profundidad y
JUDYHGDGTXHKDEtDDGTXLULGRHOSUREOHPDGHOGHVHPSOHR²FDVLPLOOR
QHV GH SDUDGRVHQ²HQHO7 UDWDGRGH$PV WHUGDPV HGHGLFyXQ
capítulo íntegramente al tema del empleo en la Unión Europea. Sin embar-
go, la situación en este campo se ha venido agravando con posterioridad,
a lo que se une una progresiva ofens iva contra los s istemas de seguridad
social, en correspondencia con las p olíticas neoliberales.

El problema de la ampliación comunitaria hacia el Est e merece un comen-


tario adicional. Una parte considerable de los ciudadanos de la comunidad
se op onen a es te paso por considerarlo desventajoso, pues representaría
el desvío de inversiones de cap ital hacia zonas con mano de obra barata,
incrementando con ello el desempleo, así como la irrupción en el esp acio
comunitario de conglomerados con marcadas diferencias culturales y reli-
gios as. Por ejemplo, se t eme la presencia del Islam y de grup os como los
gitanos, tradicionalmente excluidos t ambién en los otrora países socialis-
tas. Este sentimiento ha s ido hábilmente explot ado por las fuerzas de ex-
trema derecha, que se oponen con insis tencia al proyecto de integración
por considerar que conduce a la pérdida de lo nacional, reforzando con
ello la contradicción entre nación y supranacionalidad que ha acompañado
al proyecto integracionista europeo desde sus orígenes, manteniendo divi-
dida a la opinión p ública.

De cualquier forma, en el año 1999 se inició, como estaba p revisto, la


tercera y últ ima etapa de la UEM , en la que quedaron creadas las condi-
ciones para la implantación del euro en sustitución de las diferentes mone-

406
das nacionales. Esta fas e concluyó en los dos primeros mes es de 2002,
cuando el euro se convirtió en la única moneda de los p aíses de la UE. Así
pues, la UE entró al nuevo milenio con un significativo avance en el proce-
so integracionista, particularmente en el orden económico y monetario y
contando con el may or mercado interior de todo el mundo. Pero a la vez
tiene ante sí important es retos para un futuro inmediato, entre los que se
destacan la necesidad de completar y consolidar la UEM , garantizar acep-
tables niveles de competitividad, reducir las altas tasas de desempleo y de
pobreza, enfrentar adecuadamente los problemas del envejecimiento de la
población y de la inmigración, abordar la ampliación hacia el Est e s in
afectar lo alcanz ado, democratiz ar s u es tructura, avanz ar en la integra-
ción política y proyectar una posición más comunitaria hacia el exterior,
particularmente con relación a los Estados Unidos. De la correct a solu-
ción de es tos y otros p roblemas dependerá el fut uro rit mo de avance del
proceso int egracionista, proceso irrevers ible ya por el alto grado de in-
terdependencia de las economías nacionales, pero también incompleto,
sobre t odo en los as pect os sociales, p olít icos y de seguridad.

407
Capítulo VII

SURGIMIENTO DEL CAMPO SOCIALISTA


Y SU EVOLUCIÓN HASTA LA DÉCADA
DE LOS AÑOS SETENTA

Ant es de abordar la p roblemática de los países de la región que se suma-


rían al socialismo, es necesario referirse, aunque sólo s ea brevement e, a la
situación de la URSS en la posguerra. El p apel determinante de la U nión
Soviética en la victoria aliada, su prestigio int ernacional, el amplio respal-
do de la población a los dirigentes y a su jefe hasta el final de la guerra,
crearon una coyuntura favorable para modificar los aspectos negativos del
régimen soviético, que se habían manifestado con crudez a durante la dé-
cada del 30. Pero ésta no fue la orientación seguida. Los años de la re-
construcción, que coincidieron con la aplicación del Cuarto Plan Quinquenal
(1946-1950), fueron, después de la relativa distens ión polít ica de la con-
tienda, los de la recup eración del cont rol del país y la afirmación de las
tendencias más monolíticas y más represivas del estalinismo.

Durante ocho años, de 1945 a 1953, nuevas purgas golpearon al partido y


a los órganos del Estado. Solamente en el famoso «caso Leningrado» su-
frieron represalias centenares de dirigentes políticos, administrativos y di-
versos intelectuales. A la represión de aquellos años no escaparon perso-
nalidades como el mariscal Shukov, el pop ular vencedor de Berlín, que
estuvo confinado en Odessa; o como el también mariscal Vorochilov, acu-
sado de ser agente de los s ervicios s ecretos británicos, o hasta un hombre
como A nastas M ikoy án, a quien se consideró sospechos o de traición. La
408
suspicacia y la desconfianza reinaban por todas partes. La vida intelectual
fue nuevamente sometida a un riguroso control y a una vigilancia continua.
M uchos escritores y artistas fueron condenados o tuvieron que abandonar
el país, la may oría de las veces por acusaciones infundadas. H ubo casos
de historiadores condenados por afirmar que la Rusia prerrevolucionaria
era «una pris ión de pueblos anexados», pues en aquel momento Stalin se
consideraba heredero de los zares congregadores de pueblos y de hom-
bres e ins istía en la superioridad de los rusos y de su mis ión civilizadora
como «hermano mayor» de las demás nacionalidades . A la sombra de esta
tes is s e cometieron grandes arbitrariedades y abusos, que afectaron a
muchos pueblos del multinacional Estado, lo que fortaleció la animosidad
entre las diversas naciones del país.

Después de la guerra, se volvió a la rígida centralización política y econó-


mica de los años 30. Stalin concentró en sus manos todo el poder y a su
alrededor s e nucleó un grup o de aduladores e incondicionales (como
Lavrenti Beria, jefe de la Seguridad del Estado, luego condenado a muer-
te), que elevaron el culto a s u personalidad hasta límit es insospechados.
Se ensalzaba a Stalin como el «guía genial», el «padre de los pueblos» , el
«gran mecánico de la locomotora de la historia», al tiemp o que estatuas y
ret ratos suyos adornaban las plazas de ciudades y aldeas. Los órganos
electivos fueron raramente reunidos y consultados, incluso en el partido. El
primer p leno del Comit é Central fue convocado luego de casi tres años de
haber concluido la contienda. El XIX Congres o del Partido Comunista no
se celebró hast a 1952, trece años desp ués del precedente. El Consejo de
0 LQLVWURV²VXVWLWX\yDSDUWLUGHDO&RQVHMRGH&RPLVDULRVGHO3XH
EOR²QRIXHPiVTXHXQHMHFXWRUGHODV GHFLVLRQHVWRPDGDVS RU6WDOLQ\
sus consejeros personales.

Stalin fundamentó su política de posguerra en la necesidad de cohesionar a


los soviéticos frente a la creciente hostilidad del Occidente, particularmen-
te de los Estados Unidos . Y no cabe dudas de que la URSS t uvo que
abordar la inmensa t area de la recons trucción en medio de un ambiente
internacional que le era cada día más adverso, sobre todo a partir de 1947.
Pero ello no puede just ificar en modo alguno todo cuanto allí s ucedió. El
cas o de la pequeña Cuba, sometida desde 1959 al acos o permanente de
los Estados Unidos, infinitamente más poderosos que en aquellos tiempos,

409
demuestra fehacientemente la posibilidad de vencer las más duras pruebas
sin que sea necesario acudir a métodos y prácticas que son ajenas a un
régimen verdaderamente revolucionario y socialista. Por el contrario, en la
firme voluntad de combatir deformaciones de ese t ipo ha radicado la uni-
dad y la fuerza de los cubanos.

A pesar de lo dicho con anterioridad, los s oviéticos hicieron grandes pro-


gresos en los años de posguerra. El IV Plan Q uincenal no s olamente se
propuso recuperar los índices de 1940, sino incrementarlos sustancialmente,
particularmente en la industria pesada, pues se siguió el criterio de los pri-
meros p lanes de fort alecer este sector. P ara 1950 dicho plan s e había
sobrecumplido. La renta nacional se incrementó en más de un 60 % en
relación con la preguerra y crecieron hasta dup licarse en algunos casos las
producciones de energía eléctrica, carbón, acero y maquinarias de t odo
tipo, entre otras. Las ramas vinculadas a la defensa recibieron un especial
imp ulso. Hay que des tacar que en 1949 la URSS había logrado el acceso
al arma atómica. Sin embargo, el crecimiento fue desigual. En la indus tria
ligera, productora de artículos de us o y cons umo, apenas se llegó al nivel
de 1940 y en algunos renglones quedó muy por debajo, al igual que ocurrió
con la agricultura, lo que condicionó una sit uación de duras privaciones
para la población y aumentó el costo social del éxito alcanzado. Por otra
parte, los incrementos de producción no fueron el resultado de la eleva-
ción de la productividad del trabajo, sino de la apertura de nuevas instala-
ciones y de la incorporación continua de mano de obra en el proces o pro-
ductivo, típ ico ejemplo de desarrollo extensivo.

El V Plan quinquenal (1950-1954) acus ó aún los defectos del anterior.


Stalin t ambién impuso entonces sus puntos de vista: fijación de un índice
elevado de crecimiento, acento s obre las grandes obras más que en la
mejoría de las condiciones de vida, brutalidad hacia los campesinos, ca-
rácter grandioso y poco realista de proyectos como la construcción de un
ferrocarril a lo largo del Círculo Polar, por poner un ejemplo. D e hecho,
este plan no sobrevivió mucho tiempo a Stalin, ya que s us sucesores efec-
tuaron enseguida importantes modificaciones relativas a sectores deficien-
tes como la agricultura, el cons umo y la vivienda. A pesar de todo, a la
muerte de Stalin en 1953, la URSS se había confirmado como una gran
pot encia indust rial, aunque al precio de des equilibrios que marcaron el

410
Los miembros del Buró P o lítico Kruschov, Beria, Melencov, Bulganin y Vor oschilov
montan guardia ante e l cadáver de Stalin.

conjunto del período estalinista: sacrificio del mundo rural, bajo nivel de
vida de la p oblación, empleo generalizado de medidas coercitivas , entre
otros.

En general, este fue el modelo político y económico que se impuso a partir


de 1948-1949 en los país es de Europa Oriental. Con anterioridad a la
guerra, la vida política de estas regiones, manchada de corrupción, fraude
y nepotismo, había sido monopolizada por minorías conservadoras, o con-
trolada por militares (Polonia), o confiscada por monarquías (Rumania y
Bulgaria) hostiles a cualquier asp iración de libertad. Los comunistas ha-
bían sido perseguidos en todas partes. En algunos casos (Hungría, Ruma-
nia y Bulgaria) se des arrollaron movimientos fascist as o fascistoides, que
llegaron a tener considerable influencia durante la contienda. No existía allí
una tradición democrática. Violencia y terror, acentuados durante la guerra,
caracterizaron a esta zona de Europa. La violencia, por cierto, no desapa-
reció con el conflicto, se mantuvo algún tiemp o bien como forma de opo-
VLFLyQDORVQXHYRVUHJtPHQHV²VREUHWRGRHQ3RORQLDKDVWDSULQFLSLRVGH
ORV FLQFXHQWD²RFRPRH[SUHV LyQGHXQDJUHVLYRQDFLRQDOLV PRGLULJLGR
contra las minorías alemana y judía, que sufrieron deportaciones y varias
formas de represión.

Estos países fueron liberados por el Ejército Rojo, con excepción de Yugos-
lavia y Albania, que alcanzaron su liberación debido básicamente a la lucha
de los partisanos, liderados por los comunistas. Después de la liberación, en

411
el p eríodo que media entre 1944 y 1947, existieron en ellos gobiernos de
coalición, los llamados frentes nacionales o democráticos , integrados por
las fuerzas que habían participado en la resistencia, a excepción de Yugos-
lavia y Albania, donde los comunistas controlaron direct amente el poder.
/RVFRPXQLVWDVRFXSDURQSXHVWRVFODYHV²PLQLVWHULRVGHO,QWHULRUGH-XVti-
FLDGH$JULFXOWXUD²\HQDOJXQRVFDVRV²%XOJDULD\&KHFRVORYDTXLD²VH
les encomendó la jefat ura de gobierno. Ello se debió no sólo a las presio-
QHVHMHUFLGDVSRUORVVRYLpWLFRV²PiVFODUDV\PD\RUHV HQ3RORQLD5X
PDQLD\+XQJUtD²VLQRWDPELpQDOSDSHOGHVHPSHxDGRSRUORVFRPXQLV
tas en algunos movimient os de resist encia y por el hecho de que eran
port adores de un p rograma atray ente, que entre otras medidas económi-
cas y s ociales avanzadas, proponían la aplicación del reparto de la tierra a
los campesinos, sometidos en su mayoría al dominio de la gran propiedad
terrateniente. La influencia lograda por los partidos comunistas se aprecia en
el vertiginoso crecimiento de sus afiliados entre 1945 y 1948.

Los gobiernos de frentes nacionales p usieron en p ráctica p rogramas de


transformaciones económicas y políticas, que limitaban el poder del capi-
talismo nacional y extranjero y respondían a las necesidades de amplios
sect ores de la sociedad, lo que les prop orcionó un res paldo mayoritario.
En Yugoslavia y Albania los cambios fueron más radicales. Nacionalizacio-
nes moderadas, reformas agrarias neces arias y realistas, planificación pru-
dente, ent re otras medidas, caracterizaron la ejecutoria de estos gobiernos
de coalición, comp rometidos en una vía progresista, a medio camino entre
el capitalismo occidental y el socialismo soviético. Esta orientación coinci-
día con la línea que entonces sostenían los partidos comunistas. Todo pa-
rece indicar que, hasta mediados de 1947, Stalin se conformaba con la
existencia de cercanos regímenes afines, lo que s egún él significaba una
garantía para la seguridad de la URSS, y no estaba interesado en «apurar»
aquellos procesos, entre otras razones para no agravar las relaciones con
los ex aliados. Se conocen incluso ciertos «consejos» de Stalin a yugoslavos
y albaneses p ara que moderaran su actuación.

Pero esta situación se modificó radicalmente a partir de la segunda mitad de


/DSROtWLFDHVWDGRXQLGHQVH²'RFWULQD7UXPDQ\3ODQ0 DUVKDOO²GHV-
tinada a crear una alianza política y económica en Occidente, en corres-
pondencia con los p lanes hegemónicos de Washington, fue interpret ada

412
SRU6WDOLQ²\HQHV RQROHIDOWDEDUD]yQ²FRPRXQFODURLQWHQW RGHDV
fixiar a la URSS y de minar su seguridad. La Unión Soviética reaccionó
cohesionando política e ideológicamente su propia zona de influencia. De
tal manera, en pocos meses los gobiernos de coalición de los frentes na-
cionales fueron transformados en las llamadas democracias populares, que
proclamaron objetivos socialistas y reconocieron el papel dirigente de los
partidos comunistas. Este proceso se desarrolló de forma similar en Hun-
gría, Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia y Polonia. En todos ellos fueron
desplazados los partidos opositores, argumentándose como un imperativo
de la lucha de clas es, y los partidos comunistas absorbieron, mediante
fusiones más o menos forzadas, a los socialist as y socialdemócratas, que
en mayor o menor medida habían sido colaboradores cercanos. En los
FDVRVGRQGHVHPDQWXYLHURQYDULRVSDUWLGRV²3RORQLD%XOJDULD\OXHJROD
5'$²VXH[LVWHQFLDIXHS XUDPHQWHIRUPDO(OSURFHVRHVWXYRPDW L]DGR
por la imposición y la violencia, pero no puede afirmarse que fuera absolu-
tamente forzado, pues ello negaría la influencia que habían logrado acumu-
lar los comunistas en la mayoría de es tos países, debido a las realizaciones
de la etapa anterior y a sus intenciones programáticas.

La creación de la República Democrática Alemana merece una mención


particular. Como ya hemos visto, al t erminar la guerra Alemania desapare-
ció como Estado y su mermado territorio quedó dividido en cuatro zonas
de ocupación. Las divergencias entre los vencedores paralizaron el funcio-
namiento de un sistema común de administración e hicieron imposible una
definición del status definitivo del país. M uy pronto los occidentales apli-
caron una política propia, lo que condujo a la unificación de sus res pecti-
vas z onas ent re 1947 y 1948. Los soviét icos prot estaron, pero al mismo
tiempo desarrollaron lo que designaron como una revolución antifascista y
democrática en la zona oriental, argumentando que ello estaba en concor-
dancia con lo acordado previamente entre las cuatro partes. Se llevó a
cabo una transformación radical de las estructuras agrarias en 1945, se-
guida de la exp ropiación de las indust rias que aún quedaban después del
pago de las rep araciones y de reformas en la enseñanza y en el sist ema
judicial. A principios de 1946, se propició la unificación forzada de socia-
listas y comunistas , dando lugar al Partido Socialista Unificado de Alema-
nia (SED), que poco después se proclamó marxista-leninista.

413
Alemania se había convertido en escenario de las contradicciones Es te-
Oest e y en 1948 estaba prácticamente dividida. A principios de ese año,
los Estados Unidos , Inglaterra y Francia acordaron en Londres y en Wa-
shington la creación de un Estado alemán occidental. Siguiendo este plan,
en junio de 1948 aplicaron una reforma monetaria. Los soviéticos replica-
URQFRQXQEORTXHRDODV ]RQDVRFFLGHQWDOHVGH%HUOtQ²FLHUUHGHWRGRV
ORVDFFHVRV DOD]RQD²FRQHODUJXPHQWRGHHYLWDUODHQWUDGDGHORVPDU
cos desvalorizados en s u zona, donde conservaban su valor. Ello originó
una tens a situación, que finalmente se resolvió sin acudir a la fuerza, pero
aceleró la división del país. Tras un breve proceso preparat orio, fue pro-
clamada la República Federal de Alemania, el 7 de sept iembre de 1949;
un mes más tarde los soviéticos propiciaron la constitución de la República
Democrática de Alemania. Fruto de la «guerra fría», la anormal existencia de
dos Estados en el mismo espacio nacional se prolongaría durante 50 años.

Vista d e un sector de l guarnecido muro de Berlí n construido e n 1961.

414
Al compás del establecimiento de las democracias populares bajo el do-
minio de los partidos comunistas , se avanzó en la cohesión de los países
del Est e en torno a la U nión Soviética. En el plano económico, se fue
pasando de los acuerdos bilaterales a convenios multilaterales y finalmente
a las p ropuestas de integración, con la creación del Consejo de Ay uda
M utua Económica, en 1949. En el terreno político e ideológico, a los nu-
merosos acuerdos y mecanismos bilaterales se sumó la formación de la
Oficina de Información del M ovimiento Comunist a Int ernacional
(Kominform), a finales de 1947, que prácticamente representó la resurrec-
ción de la Internacional Comunista, disuelta por Stalin en 1943 para mejo-
rar sus relaciones con los aliados. La Kominform era un organismo que
expresaba la doctrina del movimiento, doctrina que debía s er acatada por
todos los partidos. La integración militar no se produjo hasta 1955, con la
fundación del Tratado de Varsovia, pero se fueron firmando acuerdos con
la URSS, que garantizaban la permanencia del Ejército Rojo en la región y
de hecho representaban una alianza. El estrechamiento de los vínculos fue
acompañado de la creciente presencia de as esores soviéticos en todos los
camp os, los que en la práctica t enían un gran poder de decis ión.

Este es quema no es aplicable al caso de Yugoslavia. En la geografía políti-


ca del socialismo europeo, Yugoslavia constituye un caso excepcional. No
había sido salvada de la ocupación naz i por el ejército soviético y no exis-
tió en su territorio una guarnición ext ranjera. De esta circunstancia arranca
la originalidad de su p roces o, que s e distingue de la uniformidad de las
otras naciones del llamado socialismo real. D esde fines de los años cua-
rent a, Yugoslavia s e caracterizó por una organización interna diferente y
por su independencia exterior.

Después de la guerra, Yugoslavia fue reconstituida y se convirtió en Repúbli-


ca Federal, bajo el predominio del Partido Comunista, que en las primeras
elecciones de posguerra alcanzó más del 90 % de los votos. El nuevo Esta-
do yugoslavo quedó integrado por las repúblicas de Eslovenia (única homo-
génea étnicamente), Croacia (con minorías serbias), Serbia (con fuertes
minorías albanesas y húngaras en Kosovo y Voivodina, respectivamente),
Bos nia-Herz egovina (integrada por croatas , serbios y musulmanes),
M ontenegro (con minorías albanesas y musulmanas)y M acedonia (con mi-
norías albanesas, serbias y búlgaras). Las repúblicas contaban con gobierno

415
y p arlament o propios , a los que se le fueron concediendo cada vez más
atribuciones; y estaban representadas en el gobierno federal, que tenía a
su cargo la defensa, la polít ica exterior y la dirección general de la econo-
mía del país. A partir de 1968, las provincias autónomas de K osovo y
Voivodina, ubicadas dentro de Serbia, también disfrutaron de importantes
atribuciones. Con esta estructura se pretendió garant izar la igualdad de
derechos y mantener unido a un conglomerado de pueblos, cuyas rivalida-
GHVpWQLFDV\UHOLJLRVDV²PXFKDVYHFHVD]X]DGDVSRUODV JUDQGHVS RWHQ
FLDVYLQFXODGDV DOD]RQD²GHVHQFDGHQDURQVDQJULHQWRVFRQIOLFW RVDOR
largo de varios siglos.

En los primeros años, la dirección yugoslava puso en práctica un programa


de desarrollo que se basó en el modelo soviético. En aquel periodo Yugos-
lavia pudo ser cons iderada el más firme aliado de la Unión Soviét ica, in-
cluso Belgrado fue designada oficialmente como sede de la Kominform.
Pero la luna de miel duró poco tiempo. La insistencia de Tito en mantener
la independencia del país frente a las tentativas soviéticas de subordina-
ción política y económica, provocó la irritación de Stalin. El proyecto de
Tito de promover una Federación Balcánica (con Albania y Bulgaria) y la
salida de los asesores soviét icos en el verano de 1948, desencadenaron el
enfrentamiento. Stalin acudió a la Kominform y esta organización determi-
nó, el 28 de junio de 1948, que el líder yugoslavo se había sumado al
camp o antis oviético traicionando la caus a de la solidaridad internacional
de los trabajadores. La Kominform llamó a los comunistas yugoslavos a que
forzaran a sus jefes a «reconocer sus culpas» y si no lo hacían a «remplazarlos
en la dirección del partido». Pero Stalin se encontró frente a un partido y un
jefe fuertes , con legitimidad interior, y determinados a imp oner una vía
nacional al socialismo. Esta primera ruptura tendría profundas repercusio-
nes en el llamado camp o socialista.

El divorcio con la URSS condujo a una economía más descentralizada, en


la que las relaciones de mercado desempañaban un pap el imp ortante. La
autogestión de los colectivos de trabajadores en las emp resas constituía la
piedra angular del modelo yugoslavo. El nuevo sis tema atrajo la atención
de muchos expertos y políticos del mundo, al tiempo que influyó en poste-
riores reformas desarrolladas en varios países socialistas. El princip io de
autogestión supuso la redefinición del papel del partido (desde 1952 Liga

416
de los Comunistas), aunque s e mantuvo su carácter dirigent e, lo que ga-
rantizaba la base marxista del régimen. A p esar de que no p ropició por
igual el desarrollo de t odas las repúblicas, el sis tema de autogestión mos-
tró eficacia has ta mediados de los años setenta. Durante casi dos décadas
y media, Yugoslavia registró un crecimiento del P IB cercano al 10 % y
logró importantes avances en su proceso de industrializ ación, particular-
mente en Eslovenia y Croacia. En aquel período, la clase obrera se multi-
plicó por seis, creció notablemente la urbanización del país y mejoraron
considerablemente las condiciones de vida de la población.

Durante varios años, después de la ruptura con la URSS, Yugoslavia se vio


asediada económica, política e ideológicamente por el bloque s ocialista, lo
que estimuló una apertura cada vez may or hacia el Occidente. El país se
vinculó estrechament e con la Organización p ara la Cooperación y el De-
sarrollo Económico (OCDE) y con el Fondo M onetario Internacional (FM I)
y mantuvo una fuerte asociación con la Comunidad Económica Europea
(CEE). Hast a mediados de los set enta, en el contexto de una favorable
coyuntura económica internacional, estos vínculos favorecieron el desarrollo
yugoslavo. No obstante sus estrechos lazos económicos con el Occidente,
Tit o se adhirió al M ovimiento de P aíses no A lineados (N OAL), del que
Yugoslavia fue fundador y único miembro europeo, lo que le permitió des-
empeñar un importante papel en el Tercer M undo y en la diplomacia inter-
nacional, especialmente durante los cruciales años cincuenta y s esenta.
Después de su muerte, en 1980, se le reprochó a Tito s u olvido de Europa
y su incondicional apoyo a la causa árabe. La opción del no alineamiento
comenzó a considerarse económicamente contraproducente y políticamente
obsoleta.

El conflicto con Yugoslavia proporcionó a Stalin argumentos para reforzar


el sometimiento de los otros partidos de Europa del Este. La lucha contra el
«titoismo» dio lugar a una dep uración de los p artidos comunist as de las
democracias populares, lo que provocó una oleada de purgas que golpeó,
en p rimer lugar, a los cuadros que no habían sido promovidos por Stalin.
Algunos fueron apart ados de sus cargos, como Wladislaw Gomulka en
Polonia y Ana Pauker en Rumania; pero otros muchos corrieron peor suerte
y fueron ejecutados, como ocurrió en los casos de Traicho Kostov y Laszlo
Rajk, importantes dirigentes de Bulgaria y Hungría, respectivament e. La

417
caza de «titoistas» decapitó a los par-
A com ienzos de los años cin- tidos comunistas, que pasaron a ser
FXHQWD.DGDU±FRPR*RPXONDHQ
controlados por dirigentes fieles e in-
3RORQLD² IXH HQFDUFHODGR H LQ
cluso torturado bajo la acusación condicionales a Stalin, lo que tendría
de titoista. Nunca me habló de consecuencias muy negat ivas en la
ello, pero si de lo que m ás le ha- vida interna de esos partidos y en su
bía deprimido: el destino que el proyección, así como en la sociedad,
partido había dado en 1949 a su
que fue adquiriendo un sentimiento
príncipe heredero, el ministro del
interior Laszlo Rajk. Rajk debía cada vez mayor de desnaciona-
ayudar a «la causa» con una fal- lización. Al incremento de ese senti-
sa confesión y vivir después en miento contribuyó también el cam-
otra part e con otra ident idad. En bio de los nombres de dichos países
vez de eso, fue ahorcado.
y en la may oría de los casos de sus
Willy Brandt: Memorias, símbolos nacionales.
Ed. Taurus, Madrid, p. 513.
Una vez est ablecidas las democra-
cias populares adoptaron el modelo
soviético. En poco tiempo se nacionalizaron los sectores fundamentales de
la economía y se implementaron planes para concluir la recuperación (1949-
1950/51) y para comenzar el desarrollo (1950/51-55), que contemplaban
el incremento acelerado de la industria pesada, especialmente la vinculada
a la defens a, s acrificando la indust ria productora de art ículos de us o y
consumo. Al mismo tiempo, se aplicaron programas de colect ivización de
la agricultura, casi siempre sin tener en cuenta la voluntariedad de los cam-
pes inos . Es a fue la tendencia general, aunque los ritmos variaron de un
país a otro. Todo ello se realizó dent ro del marco de una rígida centraliza-
ción, con la corresp ondiente proliferación de la burocracia y sus males.
Estos planes, aunque no lograron los objetivos previstos salvo en la RDA,
aportaron importantes resultados en lo que a la industrialización se refiere,
pero provocaron grandes desproporciones en la economía y foment aron
la insatisfacción y el descontento de amplios sectores de la p oblación.

En todos los países socialistas se manifest aron dificultades económicas a


partir de 1952-1953. El descenso de la producción agrícola marcó el paso,
a causa de la res istencia de los campesinos a la colectivización, de un de-
sarrollo exagerado de la industria pes ada que limitaba los suministros de la
industria a la agricultura y también de la política de transferencias de mano

418
de obra agrícola hacia la industria. El abastecimiento de productos alimen-
ticios a la población, al igual que el de otros artículos imprescindibles, era
insuficiente. Las rentas reales se estancaron o disminuyeron, después de
haber registrado una constante progresión hasta 1950. Las fuertes protes-
tas obreras de Alemania Oriental y de Checoslovaquia y las campesinas
de Hungría y Rumania, ocurridas en 1953, algunos mes es después de la
muerte de Stalin, tradujeron el profundo descontento de las masas popula-
res . Fue entonces cuando se iniciaron los p rocesos de autocrítica y de
revisión de las p olíticas económicas en cada uno de los países de demo-
cracia popular, etapa que estuvo relacionada con lo que por entonces ocurría
en la URSS.

La muerte de St alin, en marz o de 1953, inauguró una nueva fas e en la


evolución de la Unión Soviét ica y, p or consiguiente, en la de los países
socialist as europeos, así como en el movimiento comunista internacional.
El sucesor de Stalin al frente del part ido, Nikita Kruschov, inició la denun-
cia y condena del estalinismo, proces o que tuvo su punto culminante en el
XX Congreso del PCUS, efectuado en febrero de 1956. En aquellos años,
que han sido calificados como los del deshielo²DOXGLHQGRDOWtWXORGHOD
influyente novela (1954) de Iliá Ehrenburg, talentoso intelectual soviético
VREUHYLYLHQWHDODV UHSUHVLRQHV GH6WDOLQ²VHFRQGHQyDORVFXOSDEOHVGH
crímenes cont ra el pueblo, entre ellos a Lavrenti Beria, jefe de la Seguri-
dad del Estado, y comenzó la rehabilitación de las personas que s ufrieron
UHSUHV DOLDV6REUHHOQ~PHURGHHVWRV²HMHFXWDGRV\HQYLDGRVDORV FDP
SRV GHWUDEDMRIRU]DGR²VHKDQKHFKRGLVtPLOHVFiOFXORVPXFKDVYHFHV
exagerados con fines políticos. Quizás nunca se podrá determinar con exac-
titud la magnitud del fenómeno, pero cualquiera que haya sido su dimen-
sión se trató de un hecho absolutamente reñido con los principios políticos
y morales del socialismo.

El XX Congreso del PCUS inspiró un importante programa de cambios en


todas las esferas de la vida int erna y de la proy ección internacional del
país . El poder personal de la época es talinista dio paso a la dirección co-
legiada en el partido y el Estado, se emprendió la tarea de la democratiza-
ción de la sociedad trat ando de activar y fortalecer el papel de los soviets
a t odos los niveles, al igual que el de las organizaciones de masas, y se
aplicaron divers as medidas p ara garantiz ar la observancia de la legalidad

419
socialis ta. En el p lano económico, comenzó el abandono p aulatino de la
dirección centraliz ada y burocrát ica (sólo se logró parcialmente debido a
la resis tencia del aparato económico) y se puso énfasis en el desarrollo de
las ramas y sectores vinculados directamente al bienestar de la población;
al mismo tiempo que se estimuló el avance científico-técnico.

Sin lugar a dudas, en el período de Kruschov se avanz ó considerablemen-


te en todos los terrenos. Al mismo t iempo que mejoró el clima interno de
forma notable como result ado de la desestalinización, la economía cono-
ció alt as t asas de crecimiento, un 7 % en el VI Plan quinquenal (1955-
1960) y un 6% durante el VII Plan (1961-1965), un rit mo mayor que el de
la mayoría de los países capitalistas. Continuó el fortalecimiento de la in-
dustria pesada, pero se prestó mayor atención que antes a las ramas vincu-
ladas a la producción de artículos de us o y cons umo. La act ividad
agropecuaria, verdadero «talón de Aquiles» de la economía soviética,
incrementó sus p roducciones en la segunda mitad de los cincuenta, en lo
que influyó el proy ecto de las «tierras vírgenes», que puso en explotación
millones de hectáreas en la región de la Siberia, así como al establecimien-
to de una política de estímulos a los productores. Sin embargo, la produc-
ción del sector dis minuyó sensiblemente en la primera mitad de los sesen-
ta, debido a intensas sequías, insuficiencia de fertilizantes, malos métodos
de gestión y a la excesiva burocratización, entre otros factores . A partir de
1961, el país t uvo que importar apreciables cantidades de cereales. No
obs tant e, el fortalecimiento de la economía, en su conjunto, prop ició el
mejoramiento de las condiciones de vida en todos los sentidos, a pesar de
que la p oblación creció en p oco más de 18 millones con relación a 1940.

En aquellos años, se incrementó a un ritmo considerable el desarrollo cien-


tífico-técnico. La consolidación del proceso t ecnológico s oviético se ex-
presó de diversas formas. Tuvo lugar la electrificación prácticamente total
de la red ferroviaria, s e perfeccionaron las comunicaciones aéreas con la
aparición de nuevos tip os de aviones, s e puso en explot ación el primer
rompehielos at ómico del mundo, as í como las p rimeras plantas
electronucleares. En 4 de octubre de 1957, tuvo lugar el lanzamiento del
primer satélite artificial de la Tierra, el famoso sputnik. En 1959, un cohete
soviético fijó en la luna la bandera del país y ese mis mo año una nave
interplanetaria fotografió el lado oculto de aquel satélite y transmitió a la

420
Tierra (televisivamente) las imágenes captadas. El 12 de abril de 1961, el
piloto cosmonauta Yuri Gagarin, a bordo de la nave Vostok, realizó el his-
tórico vuelo al espacio circunterrestre, que inauguró la época de los viajes
espaciales. Fueron éstas grandes proezas de la ciencia y la técnica sovié-
ticas. Debe subrayarse, sin embargo, que el desarrollo científico-técnico
benefició más a las ramas vinculadas a los fines militares, tendencia que se
fue acentuando posteriormente y provocaría un progresivo desbalance tec-
nológico en la economía del p aís.

Con relación a los p aíses del Este, en la et apa de K ruschov se emprendió


una política flexible, tolerante, incluso de las variantes nacionales de socia-
lismo, lo que se exp resó, por ejemplo, en el acercamiento con Yugoslavia
y en la acept ación de la vuelta del reformista G omulka, encarcelado por
Stalin, a la dirección del part ido polaco, así como en la disolución de la
Kominform. Se intentaba así mantener la cohesión del bloque socialis ta,
est remecido tras la muerte de St alin y las denuncias del X X Congreso.
Pero esta posición tuvo sus límites, como lo demostró la intervención sovié-
tica en Hungría, en 1956, p ara enfrentar la grave situación que se p rodujo
allí. La flexibilidad de Krus chov se vio perturbada también en el caso de
China. Cuando a partir de 1957, los chinos acusaron al PCUS de revi-
sionista por su política exterior orientada a la coexistencia pacífica, y cues-
tionaron el liderazgo soviético en el movimiento comunista internacional; la
URSS rep licó con durez a y el conflicto entre ambos condujo finalmente a
la rupt ura, lo que p rovocó la es cisión de dicho movimiento, hecho que
tendría nefastas consecuencias para las fuerzas revolucionarias de todo el
mundo.

El mandato de K ruschov concluyó en 1964. En octubre de ese año un


pleno del Comité Central del PCUS lo acusó de «subjetivismo, voluntarismo
en la s olución de los problemas económicos y afición desmedida a los
métodos administrativos» y lo reemplaz ó por Leonid I. Brez nev, que se
mantendría al frente del partido hast a su muert e en 1982. Con indep en-
dencia de los errores cometidos por Kruschov en la conducción de la po-
lítica interna y externa del p aís, en su retiro parece haber tenido considera-
ble influencia la oposición que encontró (y no pudo vencer) entre amplios
sectores de los aparatos del partido y el Est ado para llevar adelante sus
proyectos de reformas . Hasta 1977 la URSS est uvo gobernada por una

421
dirección colectiva ²la troika² inte-
De acuerdo con las memorias de
Kruschov se trató de una especie
grada por Breznev como Secretario
de complot o golpe de Estado de General del partido, Alexei Kosyguin al
los enemi gos de las reform as. frente del Consejo de M inistros y
Aprovechando la estancia vaca- Nicolai Podgorny como presidente del
cional de Kruschov en Crimea, un Presidium del Soviet Supremo.
grupo de dirigentes del partido,
el gobierno y la seguridad, enca-
bezados por Mijail Suslov, secre- Hasta principios de los setenta, la si-
tario ideológico del Buró Políti- tuación de la economía del país varió
co, impusieron su destitución. muy poco, si bien los gastos militares
se incrementaron para alcanzar la
paridad con los Estados Unidos. En-
WUH\VHLQLFLyHOGHVFHQVRGHODWDVDGHFUHFLPLHQWR²FRQWL
QXDUtDHQHOIXWXUR²SHURWRGDYtDVHPDQWXYRDOWDDOUHGHGRUGHXQ
como promedio anual. Las dificultades de la agricultura persistieron. Las
reformas descentralizadoras impulsadas por Kosyguin, a partir de 1965,
dieron algún res ultado, pero poco a poco fueron abandonadas debido a la
resistencia del sistema económico y la oposición de la burocracia, así como
por consideraciones políticas, o sea, por el temor a que condujeran a cier-
ta liberalización política. En el plano interno, la nueva dirección supuso un
freno al reformismo anterior, la suspensión de las críticas al estalinismo y el
establecimient o de un mayor cont rol polít ico e ideológico de la sociedad,
lo que junto a la aparición de manifestaciones tan negativas como las pre-
bendas y la corrupción, entre otras, provocaron la disminución progresiva
de la capacidad movilizativa del partido y fomentaron una indiferencia cada
vez mayor. Todo ello se acentuó en los años posteriores del mandato de
Breznev, caracterizado por el inmovilismo.

Los cambios que s e operaron en la URSS desde 1953 condicionaron, en


general, la evolución de los países de Europa del Es te. La muerte de Stalin
y el proceso que le siguió desencadenó allí una compleja y difícil situación.
Des pués de las protestas del verano de 1953, que en el cas o de la RDA
IXHURQPX\IXHUWHV\GHPDQGDURQODLQWHUYHQFLyQGHODVWURSDVVRYLpWLFDV²OD
prot esta tenía una causa objetiva pero fue estimulada desde Berlín O cci-
GHQWDO²VHLQLFLyHOHQMXLFLDPLHQWRDXWRFUtWLFRGHODFRQGXFFLyQSROtWLFD\
económica en las democracias populares. Est a fue la tendencia general,
aunque el ritmo y las características variaron de un país a otro. En Ruma-

422
nia, la RDA y Checoslovaquia, por ejemplo, no fueron sustituidos los diri-
gentes máximos, incluso en Checoslovaquia las secuelas del estalinismo se
prolongaron más en el tiempo. Solamente la pequeña Albania se mantuvo
ILHODOOHJDGRGH6WDOLQORTXHVHWUDGXMRHQODUXS WXUDFRQOD8566²VDOLy
GHO&$0 (\GHO7UDW DGRGH9DUVRYLD²\DODDOLDQ]DFRQ&KLQDGHVGH
principios de los sesenta. M ención aparte merecen los casos de Polonia y
Hungría, donde la situación fue más complicada.

El proceso que transcurre entre 1945 y 1948 fue sumamente comp lejo en
Polonia. La imposición de los soviéticos fue muy notable allí. Ello se debió
a que en Polonia existía un fuerte sentimiento antirruso y antisoviético. El
Imperio ruso había dominado durante mucho tiempo una parte del territo-
rio polaco y, al es tallar la Segunda Guerra M undial, la URSS había partici-
pado con Alemania en su partición. Este sentimiento fue explotado por la
burgues ía y otros sectores que vieron sus intereses en p eligro, llegando
incluso a ofrecer una prolongada resistencia armada (hasta 1950). La Iglesia
Católica, de gran influencia en el país
(la religión fue durante siglos el elemen-
to aglutinador del disperso pueblo po-
laco), se sumó a la lucha contra el so-
cialismo, ap oyada también por el
Occidente, particularmente por In-
glaterra. Sin embargo, la est aliniza-
ción, des pués de 1948-49, no alcan-
zó en P olonia (quiz ás p or lo dicho
ant eriormente) el grado de t error y
violencia que conocieron otros paí-
ses. La inmensa mayoría de los perse-
guidos y encarcelados reaparecieron
después y desempeñaron importan-
tes funciones.

Al igual que en otras democracias


populares, la aplicación del modelo Wladyslaw Gomulka. Dirigente máximo
del pa rtido pola co, fue ví ctima de S talin
soviético generó en Polonia diversas por s us ideas r eformadora s. Rehabil itado
dificultades, que fueron fomentando duran te la cris is de 1956 , se mantu vo al
el descontento de amplios sectores fren te del país h asta 1 970.

423
de la población. La situación tuvo su momento culminante en octubre de
1956, cuando la existencia misma del régimen se vio seriamente amenaza-
da por una cris is de grandes proporciones. A las denuncias del XX Con-
greso del PCUS sobre los crímenes del estalinismo se sumaron la insufi-
ciencia de aliment os y de otros artículos de amplio consumo (debido a la
priorización de la industria pesada), la escasez de viviendas, la colectiviza-
ción en el campo, y otros errores, entre ellos el enfrentamiento con la Igle-
sia, y provocaron un movimiento generalizado de protestas que sacudió al
país. Pero finalmente se logró una salida incruenta. Los propios soviéticos
promovieron la res titución de Wladyslaw Gomulka, víctima de las purgas
estalinistas por sus ideas nacionalistas y reformadoras. El nombramiento
de Gomulka fue acomp añado por una serie de cambios económicos y po-
líticos, entre los que hay que mencionar la suavización de la colectivización
de la agricultura, una mayor atención a la indus tria ligera, medidas
democratizadoras y el mejoramiento de las relaciones con la Iglesia.

La cris is fue s uperada, pero durante los 25 años pos teriores a 1956, la
legitimidad del régimen polaco fue puesta a prueba en diversas ocasiones,
siendo las más significativas, entre otras menores, las protestas universita-
rias de 1968 contra la censura y la p olít ica cult ural del gobierno, la de
diciembre de 1970, cuando los obreros de la costa bált ica prot estaron
contra los incrementos de precios, lo que supuso la sustitución de Gomulka
por Edward Gierek, que pretendió inaugurar una nueva etapa en la historia
polaca con el intento de fomentar un modelo de des arrollo basado, entre
otras cosas, en la moderniz ación de las estructuras industriales del p aís
con ayuda occidental, cuy o fracas o se reflejó ya en 1976 con una ola de
huelgas contra los aumentos de precios. Los acontecimientos de 1976 fue-
ron el preludio de lo que ocurriría desde principios de los años ochenta.

A diferencia de lo ocurrido en Polonia, los acontecimient os que se desen-


cadenaron en Hungría a partir del 23 de oct ubre de 1956 tuvieron carac-
terísticas dramáticas.Aquellos hechos estuvieron relacionados con lo acon-
tecido en el país desde 1947. En aquel año los comunist as se convirtieron
en la principal fuerza política y, siguiendo la política trazada p or la URSS
forzaron la unión con los socialistas y con la izquierda del Partido Campe-
sino, dando pas o a la creación del P artido O brero Socialista de Hungría
(PO SH), que proclamó el régimen s ocialista. Al frente del partido y del
424
gobierno quedó M atyas Rakosi,
Principales reivindicaciones
que s e cons ideraba así mis mo de los estudiantes
«como el mejor dis cíp ulo del
camarada Stalin» y que al p a- 1. Pedimos la evacuación inmediata de to-
recer era t rat ado p or el líder das las tropas soviéticas, de acuerdo con
las disposiciones del Tratado de Paz.
soviético con particular deferen- 2. Pedimos que se elijan nuevos dirigen-
cia. Conforme a una aplicación tes del Partido de los Trabajadores Hún-
mecánica del modelo soviético, garos por medio de elecciones secretas
y que en estas elecciones participen to-
Rakosi promovió una industria- dos los miembros del Partido, desde la
lización de gran envergadura (en base hasta la cumbre y que en ellas se
un país pobre en recursos ener- elijan tanto los dirigentes de los grados
inferiores como los medios y superio-
géticos y en materias primas) y res. Estos dirigentes habrán de convo-
forzó la colect iviz ación de la car al Congreso del Partido a la mayor
agricult ura, lo que provocó brevedad y proceder a la elección de un
nuevo Comité Central
grandes des proporciones en la 3. El gobierno debe reorganizarse bajo la
economía y serios problemas dirección del camarada Imre Nagy; to-
con los abast ecimient os a la dos los jefes criminales de la era stali-
niano-rakosista, han de ser relevados in-
población. El descontento fo- mediatamente de sus funciones.
mentado por la errónea políti- 4. Pedimos la apertura de un proceso públi-
ca económica, naturalmente co en el caso criminal de Mihaly Farkas y
sus cómplices. Matías Rakosi, que es el
ap rovechado por la oposición, principal responsable de todos los crí-
fue enfrentado con medidas re- menes del pasado reciente, así como de
pres ivas, que se extendieron al la ruina del país, ha de ser traído a Hun-
gría y llevado ante un tribunal popular.
partido y al Estado, as í como a 5. Pedimos la revisión y ajuste de las rela-
las organizaciones sociales. M u- ciones húngaro-soviéticas y húngaro-
yugoslavas en los terrenos político, eco-
chos dirigentes, entre ellos el nómico y cultural, sobre la base de una
prop io Janos Kadar, fueron en- completa igualdad política y económica
carcelados e incluso algunos eje- y de la no intervención en los asuntos
internos de unos y otros
cutados (Laszlo Rajk por ejem- 6. Pedimos la reorganización de toda la
plo), acusados de revisionistas o vida económica de Hungría, con la ayu-
de titoistas, sólo por oponerse da de especialistas. El conjunto de nues-
al erróneo rumbo. tro sistema económico, fundado sobre
la planificación, ha de ser reexaminado
en función de las condiciones propias
A mediados de 1953, desp ués de Hungría y de los intereses vitales del
de la muert e de Stalin, se p ro- pueblo húngaro.
dujeron importantes protestas en Col. Archives Julliard
el país. En esas circunstancias y
425
bajo p resión soviética Rakosi fue sustituido como Primer M inistro, pero
quedó al frente del part ido. Como premier fue des ignado el reformista
Imre Nagy, miembro del Buró Político. Fue una rectificación a medias que
profundizó la división del partido y supuso el deterioro progresivo de la
sit uación del p aís, deterioro que aumentó velozmente tras las denuncias
del X X Congreso del PCUS. Ello condujo a los acontecimientos de octu-
bre-noviembre de 1956. Las manifestaciones pacíficas obreras y estudian-
WLOHVGHOGHRFW XEUHHQ%XGDSHVW ²GHUULEDURQXQDJLJDQWHVFDHVWDWXD
GH6WDOLQ\UHFODPDURQODGHPRFUDWL]DFLyQGHOUpJLPHQ²QXWULGDVHLQVWL
JDGDVSRUODVIXHU]DVRSRVLWRUDV²YHQLGDVLQFOXVRGHOH[WHULRU²VHWUDQV
formaron en una revuelta de grandes p roporciones. La violencia y el terror
se cernieron sobre una gran part e del país, p resagiando una verdadera
guerra civil. El partido, desunido e impotente, se disolvió prácticamente a
finales de octubre. Al principio los soviéticos no participaron y estuvieron
dispuestos a negociar una salida «t ipo Gomulka», pero cuando Nagy (que
había s ido dest ituido en 1955 y fue des ignado nuevament e al frente del
gobierno en los días de la crisis) proclamó la salida del Tratado de Varso-
via y pidió ayuda al Occidente, las tropas soviéticas entraron en la capital
y liquidaron el levantamiento. Los soviéticos no estaban dispuestos a per-
mitir la ruptura de su bloque; la actitud de los Estados Unidos se limitó a la
protesta y al incremento de la propaganda anticomunista, lo que demostró
que cada cual mandaba en su zona. El saldo de víctimas s e elevó a cerca
de 35 000 muertos y numerosos heridos, además de las cuantios as des-
trucciones, sobre t odo en la capital.

El 4 de noviembre, con el apoyo soviético, se constituyó un nuevo gobier-


no encabezado por Janos K adar, que también quedó al frente del
reconst ituido POSH. El gobierno de Kadar puso en práctica un p rograma
de reformas que de hecho daba respuesta a las reivindicaciones más im-
portantes de 1956. Las reformas económicas impulsaron el desarrollo del
país, que hasta princip ios de los setent a alcanz ó una tasa de un 7 % de
crecimient o. Se puso énfasis en la autonomía de las empresas, se autorizó
la existencia de un sector privado en diversas actividades y se estimuló la
agricultura. Hungría se convirtió en el primer país socialista en producción
por habitante y en un gran exportador de alimentos. El Nuevo M ecanismo
Económico (NM E) contempló la adquisición de créditos occidentales y la
inversión extranjera, que en un principio contribuyeron al auge económico.

426
Pero con el aumento de los precios
del petróleo, a partir de 1973, se re-
dujeron las tas as de crecimient o,
aumentó la deuda y la economía se
hiz o más vulnerable a la coyunt ura
internacional. Los nuevos problemas
llevaron a las reformas liberalizadoras
de principios de los ochent a y a sus
corresp ondientes cons ecuencias,
que examinaremos más adelante, en
otro capítulo de esta obra.

En general, la situación de los países


socialistas se modificó notablemen-
te desde mediados de los años cin-
cuenta. En el p lano económico, la
lenta recuperación dio paso a un rá-
pido crecimiento y, en dos décadas,
el PIB se increment ó a un ritmo de
Janos Kadar. Repre saliado por Stalin
un 7 % anual, cuando Europa occi- en 1953, fue rehabilitado po r Kruschov
dental crecía a un ritmo de 4,6 %, en 1956 y se mantu vo al frent e del part ido
aunque la renta per cáp ita era me- hast a fine s de lo s oche nta.
nor debido a un may or crecimiento
de la p oblación, excepto en el caso de la RDA . Cambió la fisonomía de
muchos países. Antes de la guerra, sólo Checoslovaquia y Alemania Oriental
tenían cierto nivel de industrialización, mientras que para principios de los
setenta hasta los más atrasados con anterioridad, como Bulgaria y Ruma-
nia, alcanzaron un potencial industrial considerable. El auge económico de
aquel período propició un mejoramiento de las condiciones de vida de la
población, lo que unido a un clima interno más flexible determinó que esta
etapa fuera la de mayor legitimidad de los regímenes socialistas (en la ma-
yoría de los casos), su época dorada, por lo menos has ta fines de los
sesenta.

Sin embargo, el crecimiento de aquellos años no borró las des proporcio-


nes, pues continuó predominando la industria pesada. A mediados de los
sesenta, los sectores de la energía eléctrica, de ingeniería mecánica y de la

427
química de base rep resentaban, como media de los país es del Este, la
tercera parte de la producción industrial. Todavía en 1960, la RDA y Che-
cos lovaquia se encontraban lejos de los niveles agrícolas de preguerra.
Por otra parte, se trató de un crecimiento extensivo (es decir, predominio
del incremento de la mano de obra y las inversiones, en lugar de un aumen-
to de la productividad por avances t ecnológicos) que empezó a dar sínto-
mas de agot amiento a finales de la década del s esenta y princip ios del
setenta, cuando las tasas de incremento comenzaron a declinar. Los inten-
tos de reformas realizados a partir de entonces pretendían, básicamente,
obtener más resultados de un sistema económico que no podía dar más de
sí sin ser transformado, o sea, se requería una descentralización a fondo, la
diversificación industrial, mayores inversiones en la agricultura, la actuali-
zación tecnológica y la eliminación de la burocracia incompetente, entre
otras medidas.

De cualquier forma, los éxitos de los años cincuenta y ses enta eran
incuestionables, aunque fueron sobrestimados y ello condujo a una evalua-
ción errónea del estado alcanzado en el desarrollo de la sociedad, a la idea-
lización de su unidad moral y política. Por entonces se adoptó la equivocada
tesis de que las transformaciones económicas y el progresivo mejoramiento
de las condiciones de vida conducían automáticamente al cambio de la con-
ciencia social, a la solución de todos los problemas por complejos que éstos
fueran. Tal creencia traería cada vez mayores y más negativas consecuencias
como lo vinieron a demostrar, tempranamente, los acontecimientos de 1968
en Checoslovaquia, que estremecieron a los países del Este y profundizaron
la división del movimiento comunista internacional.

En Checoslovaquia los comunistas fueron siempre fuertes y durante el pe-


ríodo 1945-1947, cuando gobernaron en coalición con otras fuerzas, ga-
naron mucha popularidad. Pero desde principios de 1948, tras absorber a
los socialdemócrat as, desplazaron sin contemplaciones a los demás parti-
dos y monopolizaron el poder. El régimen socialista checoslovaco no su-
frió las conmociones de 1953 y 1956 (sólo se registraron protestas meno-
res), pues allí las dificultades económicas de los primeros años no fueron
tan graves y no existía un fuerte sent imiento antisoviético en la población,
como ocurría en Polonia, Hungría, Rumania y la RDA. P ero desde 1948
junt o al avance económico s e fueron acumulando un conjunt o de proble-

428
mas que conducirán a los sucesos de 1968, entre los que se dest acan la
desigualdad en el desarrollo entre la parte checa y la eslovaca (y en gene-
ral el incorrecto tratamiento de la cuestión nacional) y las consecuencias
de la política interior de corte estalinista.

Las dificultades entre checos y eslovacos se arrast raban desde la forma-


ción de un Est ado común, al terminar la Primera Guerra M undial. La re-
gión de Eslovaquia, relativamente atras ada, no era considerada en pie de
igualdad con la parte checa. Des pués de la s egunda conflagración los
eslovacos recibieron la promesa de un mejor tratamiento, pero en lugar de
ello las diferencias entre ambas partes del país continuaron profundizándose,
lo que fomentó el descontent o y reavivó las tendencias nacionalistas . En
cuanto a las purgas y represiones, al igual que las limitaciones de la demo-
cracia y otros fenómenos típicos del estalinismo, comenzaron desde 1949,
GXUDQWHHOOLGHUD]JRGH.OHPHQW*RWWZDOG²PXULyHQ²\SUiFWLFD
mente persis tieron con Antonin Novot ny hasta los años sesenta, más allá
que en el resto de los p aíses socialistas. Las purgas revistieron particular
dureza entre los comunistas eslovacos, y afectó a varios de s us líderes,
entre ellos a Gust av Husak, acusado de des viación nacionalista burguesa.
(VWRV\RWURVSUREOHPDV²HUUyQHDSROtWLFDFXOWXUDO\UHOLJLRVDULJLGH]GHO
VLV WHPDHFRQyPLFRHWF²\ODIDOWDGHYROXQW DGGHODGLUHFFLyQGHOS DtV
para enfrentarlos a tiempo y a fondo, fueron enrareciendo el clima interno
y dividieron a los comunistas checos lovacos, división que se extendió al
aparato del Es tado y a toda la sociedad.

El 5 de enero de 1968, tras una breve visita de Breznev a P raga, ocurrió la


sustitución de Novotny y el nombramiento del eslovaco Alexander Dubcek,
en la dirección del partido. En marzo Novotny fue sustituido también como
Presidente de la República, y en su lugar s e designó al general Ludvik
Svoboda, figura de gran prestigio por su pap el en la guerra e inclinado a la
reforma. M oscú confiaba en que Dubcek, hombre de centro, podría ar-
monizar a las diferentes fuerzas y controlar la situación. Esta tardía reacción
pretendió ser una solución de compromiso. Dubcek anunció un programa
de cambios, que contemplaban la aplicación de reformas descentralizadoras
en la economía, la solución del problema nacional y la democratización de la
vida política y social. Pero la dinámica de los acontecimientos lo fue empu-
jando paulatinamente hasta convertirlo en un mero figurón del movimiento

429
reformador. Sus esfuerzos por integrar a las diferentes fuerzas p olíticas
fracas aron. En s u lugar, aumentó la p olarización dentro de los cuadros de
dirección del partido, mient ras que la radicalización de los reformadores
impuls ó también hacia el camp o conservador a fuerzas más bien modera-
das. De tal manera, el movimiento fue adquiriendo una dimensión que pre-
sagiaba sobrepasar los límit es acep tables p ara la U RSS.

Es un hecho cierto que la inmensa mayoría de la población checoslovaca


res paldó los cambios int roducidos o simp lement e anunciados, si bien la
efervescencia renovadora fue más fuerte entre los int electuales y los es-
tudiantes. Pero también es ciert o que en la medida que se fueron des arro-
OODQGRORVDFRQWHFLPLHQWRVXQQ~PHURFDGDYH]PD\RUGHSHUVRQDV²\QR
sólo los comprometidos con la etapa de Novot ny, como se ha dicho mu-
FKDVYHFHV²PRVW UDEDXQDFUHFLHQWHSUHRFXSDFLyQSRUHOGHVRUGHQUHL
nante y por el protagonismo de determinadas fuerz as, que en realidad no
aspiraban a democratizar y a humanizar el socialismo (como rezaba la pro-
paganda) sino a destruirlo, para lo que contaban con el estímulo nada disi-
mulado del Occidente, desde dentro y, sobre todo, desde fuera del país.

La mayor parte de los partidos comu-


Justificación de la invasión nistas de Europa capitalista apoyaron
a los reformadores checos lovacos.
Es ta decis ión es pl enam ente Dentro del bloque socialista, desper-
conform e al derecho de los Es- taron simpatías en varios países y fue-
tados a la defens a indivi dual y ron apoyados oficialmente por Ruma-
colect iva preconizada en l os nia, dirigida desde 1965 por Nicolae
tratados de ali anza conclui dos
Ceaucescu, que no tenía nada de re-
ent re l os países social istas her-
manos. Responde también a los IRUPLVWD²SRUORPHQRVHQORLQWHU
intereses vi tal es de nues tros QR²SHURTXH\DKDEtDFRPHQ]DGR
países para la defensa de la paz a tomar dist ancia de la URSS por
en Europa cont ra l as fuerzas del cuest iones de nacionalismo (el pro-
mil itaris mo, l a agresión y la re- blema de Besarabia), y fuera de di-
vancha, que más de una vez han cho bloque, los animó la Yugos lavia
provocado la guerra ent re l os
de Tit o. Ceaucescu y Tito vis itaron
pueblos.
Checoslovaquia por aquellos meses
Comunicado de la Agencia TASS y fueron recibidos como héroes, con-
(21 de agos to de 1968) tribuy endo con su presencia a enar-
decer los ánimos.
430
M ientras t ant o, la dirección de la URSS y otros gobiernos del Es te ob-
servaban con creciente alarma el des arrollo de los acont ecimient os, que
podían repercutir en el res to de los p aíses socialistas, particularmente en
Polonia y la RDA, donde el régimen contaba con menos respaldo popular.
Luego de varias advertencias soviéticas, los dirigentes checoslovacos fir-
maron sendos compromisos, en julio y agosto, en los que se prometía la
continuidad del socialismo, el mantenimiento del papel dirigente del parti-
do comunista y la permanencia en el T ratado de Varsovia. Pero ello no fue
suficiente p rueba de garantía, dado el rumbo que tomaba el proceso. En
consecuencia, los días 20 y 21 de agosto, esgrimiendo como argumento el
supuesto p edido de un sector del partido, 600 000 soldados de la U nión
Soviética, Polonia, RDA, Bulgaria y Hungría, invadieron a Checoslova-
quia. Así concluyó la «Primavera de Praga», nombre que recibió el experi-
mento checoslovaco, y así nació la llamada «Doctrina Breznev», que limi-
taba la soberanía de los Estados del Este, pues a partir de entonces quedó
establecida la posibilidad de intervención ante cualquier amenaza a la esta-
bilidad o la seguridad del campo socialista europeo.

Los tanques soviéticos cambiaron el paisaje de la bella ciud ad de P raga.

431
Es muy probable, como temieron los soviéticos, que en Checoslovaquia
estuviera en juego la existencia misma del régimen socialist a. El des orden
provocado por las apresuradas reformas y el propio contenido de algunas
GHHOODV²SUiFWLFDPHQWHVHOHJDOL]yDODRSRVLFLyQ\VXVPHGLRVGHSUHQ
VD²ODIXHU]DTXHWRPDURQORVHOHPHQWRVDQWLV RFLDOLVWDVSULPHURGHIRU
ma encubierta y luego abiertamente, y la injerencia extranjera, entre otros
factores, apunt aban en esa dirección. P ero ¿por qué se llegó a aquella
situación y los cambios aplicados o propuestos despertaron tantas simpa-
tías en todas partes ? La resp uest a la encontramos en la forma en que se
originó el socialismo en Checoslovaquia y, sobre todo, en las deformacio-
nes que conoció en su evolución. Por otra parte, la intervención del Trata-
do de Varsovia, rechazada mayoritariamente por la población, no propició
una rectificación a fondo de los problemas que condujeron a los sucesos
del 1968. La llamada normalización emprendida p or Gus tav H usak, im-
puesto por los s oviéticos como Secret ario General del partido en abril de
²WDPELpQ- HIHGH(V WDGRGHVGH²DS UREyHOHVWDWXWRIHGHUDO
GHOSDtV ²FRQLJXDOGDGWHyULFDS DUDFKHFRV \HV ORYDFRV²\HOLPLQyODV
prácticas represivas y antidemocráticas más irrit antes de la etapa de
Novotny, pero no promovió un proyecto verdaderamente independiente,
democrático y participativo, lo que determinó la posterior ilegitimidad del
régimen.

La intervención militar en Checoslovaquia afectó en gran medida la imagen


internacional de la Unión Soviética y le ocasionó un daño prácticamente
irreparable al movimiento comunista internacional, que ya es taba profun-
damente dividido. Después de los sucesos de Checoslovaquia se agudizó
el conflicto chino-soviético, que provocó incluso graves enfrentamientos
fronterizos en 1969; aumentaron las divergencias entre los países socialis-
tas europeos, particularmente las existent es entre Albania, Yugoslavia y
Rumania con la URSS, y se p rofundizó la escisión en muchos p artidos
comunistas de todo el mundo no socialista. En el caso de Europa Occiden-
tal, la int ervención del Tratado de Varsovia fue condenada por los más
importantes partidos comunistas y aceleró la ruptura de éstos con la teoría
y la práctica del llamado socialismo real. Varios de ellos enarbolaron, poco
más t arde, una nueva vía al socialismo, el eurocomunismo, que supuso la
renuncia a la dictadura del proletariado y al sis tema de p artido único, o
sea, una posición cercana a la sostenida por la socialdemocracia. En lo

432
adelante, fracasaron los esfuerzos soviéticos para la restaurar la unidad del
movimiento comunista bajo la rectoría del PCUS y la cohesión del propio
bloque socialista se mantuvo a duras penas, dentro de los límites impues-
tos por la doctrina Breznev.

Para concluir es te capítulo, una breve reseña del surgimiento y evolución


del p royecto de integración socialista. Antes de la Segunda Guerra M un-
dial, entre la Unión Soviética y los países que s e sumaron más tarde a la
construcción del socialismo existían vínculos económicos muy débiles. En
1938 corres pondía a los Estados capit alis tas de O ccidente el 86 % del
comercio exterior de Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Ruma-
nia. Al mismo tiempo, los intercambios entre ellos representaban alrededor
de un 13 %. El comercio con la U RSS se reducía entonces s ólo al 1 %.
Pero desde los primeros años de posguerra, se desarrollaron con rap idez
las relaciones políticas, ideológicas y también económicas entre t odos es-
tos países y con la U RSS hasta que, ent re 1948 y 1949, conformaron el
bloque socialista.

La adopción de un modelo único y el acelerado crecimiento de la interde-


pendencia en la evolución económica de los Estados socialistas, condujo a
la creación del Consejo de Ayuda M utua Económica (CAM E), cuya carta
fue firmada el 14 de diciembre de 1949. Fueron miembros fundadores del
&$0 (OD5HS~EOLFD' HPRFUiW LFD$OHPDQD$OEDQLD²VHUHWLUyDSULQFL
SLRVGHORVVHVHQWD²%XOJDULD&KHFRVORYDTXLD+ XQJUtD0 RQJROLD3R
lonia, Rumania y la Unión Soviét ica. En la década del setenta se sumaron
Cuba y Viet Nam. Yugoslavia nunca fue miembro de la ins titución, p ero
des de los años sesenta p articipó en las labores de varios de sus organis-
mos . De acuerdo con sus Est atut os, la misión princip al del CAM E era
contribuir, mediante la coordinación de sus integrantes, a foment ar
planificadamente sus economías nacionales, acelerar el progreso científico
y técnico, elevar el nivel de industrialización de todos los países, así como
aumentar la productividad del trabajo y el bienestar de la población.

El proyecto de integración socialista se diferenció sustancialmente del eu-


ropeo occidental no sólo por involucrar a países con un régimen económi-
co-social distinto, bas ado en la propiedad social y en la economía planifi-
cada, s ino también por el alcance de los objetivos finales de ambos

433
proyectos y los medios utilizados para alcanzarlos. Como vimos con ante-
rioridad, los fundadores de la CEE se propusieron avanzar por etapas ha-
cia la unificación polít ica y dot aron a la institución con órganos sup rana-
cionales, que han ido adquiriendo cada vez más poder (soberanía propia)
a p artir de las cesiones de soberanía de los países miembros, en nombre
de los cuales actúan. En el cas o de la integración socialis ta, ésta se
circunscribía solamente al ámbito de la economía y debía lograrse median-
te la coordinación y cooperación de los Estados miembros, sin afect ar en
lo fundamental sus soberanías. Para aunar los esfuerzos en aras de abor-
dar y solucionar de forma conjunta los problemas, fue creado un sis tema
de organizaciones de colaboración intergubernament al, cuyo núcleo cen-
tral fue el CAM E.

Sobre la base de la cooperación y la especialización, de un desarrollo cada


vez mayor de la división internacional socialista del trabajo, los países del
CAM E debían llegar, como resultado final, a la fusión de todas las econo-
mías nacionales en una economía internacional única, regulada de acuerdo
con un plan general concertado en común por los Estados miembros. Pero
este objetivo estratégico era de muy largo alcance y, al mismo, se llegaría
después de muchos años, tras sucesivas etapas de profundización y perfec-
cionamiento de la colaboración. Como es bien sabido, durante su existencia,
hasta fines de los años ochenta, el CAM E no pudo crear siquiera las premisas
para desplegar el proceso integracionista, si bien en su actividad se registra-
ron algunos resultados de cierta cons ideración. Según los esp ecialist as y
teóricos del fenecido campo socialista, la integración sería el result ado de
dos prolongadas etapas, precedidas por un proceso preparatorio.

Durante los años cincuenta y sesenta se fueron creando las condiciones


para pasar a la primera etapa integracionista. En aquel período, se pasó de
la coordinación en la es fera del comercio ext erior, caract erís tica de los
primeros tiempos, a la coordinación multilateral de los planes económicos
de los países miembros, lo que dio inicio a la especializ ación. El incremen-
to y paulatino mejoramiento de la colaboración en el contexto del CAM E,
contribuy eron a los buenos resultados económicos de aquella etapa. Un
testimonio del nivel que alcanzó el entrelazamiento de los sistemas econó-
micos de los miembros del CAM E fue la elevada proporción del comercio
recíproco en el comercio exterior general, que ascendió al 62 %, índice

434
superior al obtenido por la CEE. M ediante el crecimiento de sus intercam-
bios comerciales los Estados socialistas europeos lograron autoabastecerse
de materias primas y combustible en más de un 80 % y en algunos renglo-
nes totalmente.

En el terreno de la es pecialización de la producción por países también se


obtuvieron ciertos progresos. Se desarrollaron a gran escala las cons truc-
ciones navales en P olonia, Checoslovaquia y la RD A; la producción de
vagones de mercancías en Polonia, de coches de viajeros y de trenes-
frigoríficos en la RDA y de medicamentos en Polonia y Hungría, por sólo
citar algunos ejemplos. N o obstante, t odavía en muchos casos continua-
ban produciéndose las mismas mercancías en varios países, lo que generó
un paralelismo injustificado de la producción y la dispersión de importan-
tes recursos, al tiempo que se elevaban inneces ariament e los costos de
producción, lo que afectó la actividad comercial. Con objetivos de coope-
ración y especialización de la producción, se crearon una serie de as ocia-
ciones y empresas conjuntas: el sistema energético «M ir», el parque gene-
ral de vagones de carga, el oleoducto «Druzhba», la «Intermetal», el banco
internacional de colaboración económica, el banco internacional de inver-
siones y otras.

Es un hecho incues tionable que el estrechamiento de la colaboración den-


tro del marco del CAM E, el aprovechamiento colectivo del potencial eco-
nómico y científico-técnico, contribuy ó en este período a acortar las dife-
rencias existentes en el desarrollo de los países socialist as, generadas por
causas históricas y de otro carácter, y a propiciar su industrialización; aun-
que debe señalarse que el desarrollo alcanzado s e caracterizó por ser ex-
WHQVLYRQRHTXLOLEUDGRRSURSRUFLRQDO²pQIDVLVHQODLQGXVWULDSHVDGDHQ
GHW ULPHQWRGHODOLJHUD\ GHODDJULFXOWXUD²\FRQEDMRV RQRDFHSWDEOHV
índices de calidad en las producciones de muchos sectores. La insuficiente
calidad estaba relacionada, fundament almente, con la aplicación de inade-
cuadas políticas de estimulación y con el retras o tecnológico, que se iría
profundizando con posterioridad.

A finales de los sesenta, los país es socialist as presentaban not ables éxi-
tos y también problemas no resueltos, al mismo tiempo que se planteaban
ante ellos import antes retos. Así lo consideró la XXIII sesión del CAM E,

435
efectuada en M oscú, en abril de 1969, con la part icipación de los dirigen-
tes partidistas y estatales de los países miembros, que trazó las directrices
para elaborar el Programa Complejo de Profundización y P erfecciona-
miento de la Colaboración y de D esarrollo de la Integración Económica
Socialis ta, aprobado finalmente por la X XV sesión de la ins titución, en
julio de 1971. Con la entrada en vigor del P rograma Comp lejo s e dio por
concluido el proceso preparatorio de la integración y se pasó a su primera
etapa, que según se calculó debía prolongarse p or varios quinquenios.

De acuerdo con el Programa Complejo, que desp ertó notable interés , du-
rante la p rimera etapa se combinaría el perfeccionamiento de las formas y
los métodos tradicionales de colaboración económica con la preparación
y puesta en práctica de nuevos métodos y formas, con vistas a incrementar
en grado considerable vínculos más profundos y estables entre las econo-
mías nacionales y a adaptar recíprocament e sus estructuras. Las medidas
integracionistas se aplicarían de una manera múltiple, conjugando los pro-
blemas del foment o de la producción, la ciencia y la técnica y de las rela-
ciones mercantiles, financieras y monetarias. Asimismo, se vincularían en-
tre sí los mecanismos nacionales que regulaban la actividad económica
exterior de los Estados miembros.

El Programa Complejo, con algunas adiciones y modificaciones, guió la


act ividad del CA M E hasta su desaparición. En los primeros años de su
aplicación se alcanzaron significativos avances en muchos de los objetivos
trazados. Pero desde la segunda mitad de los setenta la labor del CAM E
se vio cada vez más afectada por las crecientes dificultades económicas y
políticas de la Unión Soviética y los demás países socialistas europeos, así
como p or sus divergencias, muy notables en el caso de Rumania, y p or el
interés mayoritario en mantener y fortalecer el comercio con el Occidente.
La situación se complicó aún más con la llegada de la P eres troika, que
finalmente condujo a la desintegración del bloque socialista y de la propia
Unión Soviética.

436
Capítulo VIII

CRISISYDERRUMBE DEL SOCIALISMO


YLATRANSICIÓN A LA ECONOMÍA DE MERCADO

BREVE RESEÑA

Entre 1989 y 1991, de forma rápida y sorprendente, se produjo el desmo-


ronamiento, uno tras otro, de los regímenes s ocialist as del Este europeo.
Sin dudas, fue éste uno de los acontecimientos más importantes del siglo
que recién concluy e, acontecimiento que marcó el final de una época y el
inicio de ot ra. El colapso del socialismo ha tenido diversas y p rofundas
consecuencias a escala internacional. En el orden político, debe dest acar-
se el cambio del mapa de Europa, con la desaparición de la URSS, Yugos-
lavia y Checoslovaquia y el surgimiento en su lugar de veintit rés nuevos
Estados; así como la eliminación del s istema bipolar de la posguerra, basa-
do en la exis tencia de dos s uperp otencias y dos bloques antagónicos, lo
que ha dado lugar a la supremacía indiscut ible de los Estados Unidos . Al
mis mo tiempo, provocó un cataclismo entre las fuerzas de izquierda de
todo el mundo, que quedaron s umidas en un profundo desconcierto del
que aún no se han repuesto totalmente, aunque afortunadamente son cada
vez mayores y más alentadores los signos de recuperación en todas par-
tes. Tal magnitud tuvo la catástrofe, que tomó fuerza temporalmente y llegó
a adquirir visos de ideología universal la absurda idea del fin de la historia,
o sea, el final de la lucha de clases y el imperio definitivo del capitalismo,
pres entado como el régimen ideal, consustancial a la sociedad humana.
437
El derrumbe del camp o socialista
A comienzos de los años noventa,
en los medios académicos e inte-
europeo concitó y todavía concita la
lectuales de occidente, fue muy atención de diversos especialistas de
las ciencias sociales; s in embargo,
popular la tesis del nipo-norteame-
ricano Francis Fukuyama, quien falta aún una explicación int egral y
apuntó que «la democracia bur- rigurosamente científica del fenóme-
guesa es el fin de la hist oria y la
máxima forma de convivencia
no, que p onga de manifiest o los di-
ferentes factores caus ales y su con-
social y organización pol ítica al-
canzable para la humanidad». cat enación. Esta tarea demandará
tiempo, objetividad y mucha dedica-
Ver F. Fukuyama: El fin de la his-
toria, Ed. Cero, Barcelona, 1993. ción. Ahora bien, un acercamiento a
la problemática nos permit e afirmar
que la crisis que condujo al estallido
de 1989, tuvo como elemento catalizador a la per estroika soviética y fue
el resultado de un conjunto de factores internos y externos, con un mayor
peso de los p rimeros, relacionados con la forma en que se originó y evolu-
cionó el llamado socialismo real en aquellos países. En el capítulo anterior
de est a obra hemos comentado el proces o vivido por el socialis mo
eurosoviético hasta principios de los años setenta y a continuación exami-
naremos , a grandes rasgos , las características de su evolución desde ese
moment o hasta el derrumbe y la posterior trans ición al capitalismo. Para
una mejor comprensión abordamos la situación de cada país de forma
independiente.

La Unión de Repúblicas S ocialistas Soviéticas (URSS)

La prolongada era de Breznev (1964-1982), como hemos visto con ante-


rioridad, fue uno de los p eríodos más est ancados de la historia soviét ica.
En el plano económico, durante los planes quinquenales noveno y décimo
(1971-1981), pes e a algunos intent os de reformas, se ret ornó a la rígida
centralización de los tiempos de Stalin, con la cons iguiente concentración
de p oderes en los aparatos del Estado y el partido, dominados , cada vez
más , por la burocracia y por diferent es formas de corrupción. Durante
aquellos años, descendió rápidament e el ritmo de crecimiento, que p asó
del 7 % al 3 % entre 1970 y 1980, con part icular énfasis en la agricultura,

438
cuya producción de cereales disminuyó de 250 millones a 150 millones de
toneladas, lo que obligó al país a cubrir s us necesidades con la importa-
ción. Se produjo t ambién un retroceso imparable de la productividad del
trabajo y de la calidad de los productos, así como un incremento del retra-
so tecnológico. En 1980, la URSS consumía el doble y en algunos casos el
triple de energía por unidad de producción, en comparación con los países
capitalistas desarrollados . A pes ar de sus éxitos espaciales, la Unión So-
viética había quedado muy rezagada en sectores de alta tecnología como
la robótica, los superordenadores, el láser, las telecomunicaciones, etc. El
siguiente cuadro ilustra al respecto:

RETRASO TECNOLÓGICO

ÍNDICES (1983) EE.UU CE JAPÓN URSS

Ordenadores grandes/ medianos 96 500 23 400 16 900 3 040

Núm ero por millón de habitantes 412 135 142 11

Ordenadores pequeños 1 000 000 240 000 70 000 22 000

Núm ero por millón de habitantes 4 273 1 387 588 80

Ro bots ind ust rial es 44 700 51 877 67 435 3 000

Núm ero por millón de habitantes 196 201 571 11

Fuen te: Zbigniev Br ezezinski. El gran f racaso, p. 29.

Como resultado de todo lo anterior, s e produjo un notable deterioro de la


calidad de vida de la p oblación. Elocuentes en este sentido son los índices
demográficos y de salud. Entre 1970 y 1982, la mortalidad general s ubió
del 7,1 % al 10,8 %; al t iempo que la esp eranza de vida descendió de los
70 a los 67 años. En ese mismo período, la mortalidad infantil de menores
de un año alcanzó la sorp rendent e tasa de 25 por cada mil nacidos vivos.
Según datos de la O NU , la U RSS ocup aba entonces el lugar 60 ent re
los países del mundo, teniendo en cuenta indicadores como la renta per
cápita, vivienda, situación de la salud y abastecimiento de bienes durade-
ros. La Unión Soviética conservaba su status en el plano político-militar,

439
pero est aba amenazada por serios problemas es truct urales y llevaba el
camino de convertirse, paradójicamente, en una superpotencia con niveles
tercermundistas en lo referido a la calidad de vida de la población.

El deterioro económico generó un extendido malestar entre los soviéticos,


malestar que se vio reforzado por la vuelta al absoluto control político e
ideológico de la sociedad y a la práctica sis temática de varias formas de
represión; así como por la creciente corrup ción entre los cuadros del par-
tido y del Est ado. Ello se tradujo en una act itud colectiva caract erizada,
cada vez más, por la pasividad y la indiferencia de la inmensa mayoría de
ODS REODFLyQDQWHWRGRFXDQWRRFXUUtDORTXHFRQGXMRDOGLVWDQFLDPLHQWR²HQ
DOJXQRVOXJDUHVGLYRUFLR²GHODVPDVDV FRQVXVGLULJHQWHV\SRUFRQVL
guiente, a la pérdida progresiva de la capacidad movilizativa del partido, al
que muchos comenzaron a ver como algo ajeno o solamente útil para con-
seguir det erminado status o beneficio.

En el escenario internacional, Breznev obtuvo algunos éxitos importantes,


ent re los que s e dest acan los acuerdos logrados con los Estados Unidos,
Alemania y otros países europeos, dentro del marco de la distensión de los
años s etenta; as í como el fortalecimiento de las posiciones de la U RSS en
varias zonas del mundo, debido al reflujo de la influencia norteamericana
por la guerra de Viet N am. En cambio, suya fue la responsabilidad por la
invasión deAfganistán, en 1979, que afectó el proceso distensivo, de la misma
forma que lo fueron, en los años anteriores, el endurecimiento del conflicto
con Pekín, el deterioro de las relaciones con Rumania y la intervención en
Checoslovaquia.

En noviembre de 1982, con la muerte de Leonid Breznev, se cerró todo un


ciclo de la his toria de la U nión Soviética, abriéndos e una corta etapa de
transición en la que hubo dos experiencias de gobierno, que caracterizaron
a dos orientaciones distintas y enfrentadas. La primera, la del reformista
Yuri Androp ov, exp resaba la exigencia mayoritaria de una renovación in-
eludible; la segunda, del continuista Konstantin Chernenko, suponía el só-
lido peso condicionador del pasado y de la tradición estalinista. Este conflic-
to entre continuistas y renovadores se decidió con la elección del protegido
de Andropov, M ijail Gorbachov, a la Secretaría General del part ido, en
marz o de 1985, tras una solapada lucha por la suces ión.

440
Gorbachov había nacido en 1931, en
la región rusa de Stavropol, donde
desempeñó distintas responsabilida-
des en la J uventud Comunist a
(Konsomol) y en el partido, tras ha-
berse graduado como abogado. En
1978, fue elegido miembro del Co-
mité Central del PCUS y des ignado
al frente de la secretaría de Agricul-
tura. En 1980, se convirtió en miem-
bro pleno del Buró Político, en lo que
al parecer influyó considerablemen-
te la ayuda de Yuri A ndropov, a
quien lo unían estrechos vínculos,
forjados durante la permanencia de
Mijail Gorbachov, el iniciador
ambos en el servicio de int eligencia de la P er estroika.
(KGB). Con la ascensión deAndropov
a la Secretaría G eneral, G orbachov
consolidó su posición política, y se le identificó como un decidido partida-
rio de las reformas necesarias para cambiar el estado de cosas reinante en
el país. Después de la muerte de su amigo y protector, Gorbachov pasó a
dirigir la comisión de Relaciones Exteriores del partido, cargo que desem-
peñaba al ser elegido para ocupar el puesto de Secretario General, convir-
tiéndose en el hombre más joven en llegar a esa respons abilidad, desde la
época de Stalin.

Bajo la dirección de Gorbachov, el P CUS inició una s erie de cambios


«des de arriba» que recibieron el nombre de p erestroika, palabra rusa que
significa reestructuración. La perestroika, presentada por sus progenitores
como una revolución equivalente a la de oct ubre de 1917, pretendió ser la
res puesta adecuada a los agudos problemas económicos, políticos y so-
ciales que afect aban al país. La nueva política, que muy p ronto irradió su
influencia al resto de los países socialistas europeos aquejados de s imila-
res dificultades, se propuso reactivar y modernizar la economía, así como
democratizar a fondo la sociedad. En resumen, el objetivo final declarado
y difundido oficialmente consistía en renovar y perfeccionar el socialismo;
aunque después de 1991 Gorbachov ha dicho, seguramente con el fin de

441
capitalizar «los méritos», que desde un principio perseguía el firme propó-
sito de destruirlo.

De cualquier forma, lo cierto es que las medidas de la peres troika se pu-


sieron en práctica de forma des ordenada, abriendo el fuego en todos los
frentes simultáneamente, sin un plan previamente organizado, que contempla-
ra objetivos bien definidos; así como ritmos y etapas de aplicación de las
diferentes medidas. Y s i a ello se añaden los vaivenes de un equipo de
dirección desunido, con diferentes p osiciones y prop ósitos, el resultado
fue que en poco tiempo el p artido y el Estado p erdieron el cont rol del
complejo proceso, y el país se vio envuelto en una situación, cada día más
caótica, lo que tendría funes tas cons ecuencias en todos los t errenos. De-
terioro crecient e de la economía, enfrentamient os políticos e ideológicos;
así como conflictos étnicos y religiosos, caracterizaron enseguida el acon-
tecer cotidiano del multinacional conglomerado soviético, que avanzó rá-
pidamente hacia su desintegración. Así las cosas, las reformas soviét icas
terminarían destruyendo lo que debían arreglar.

En el plano interno, la política de t ransparencia (la glasnost) se propuso


corregir los errores del pasado, asociados a las aberraciones del estalinis-
mo y a ciertas prácticas represivas y corruptas de épocas posteriores. Sin
bien se tomaron algunas decisiones justas en es te sent ido, como fue, por
ejemplo, la reivindicación de varias figuras históricas y otras personas que
sufrieran injustamente represiones, esta política, en la práctica, propició el
surgimiento de decenas de organizaciones y publicaciones que, con el pre-
text o de establecer la verdad sobre determinados pas ajes de la historia y
de reformar un marxismo-leninismo dogmático y fosilizado, se dedicaron, de
forma creciente y sis temática, a una revisión malintencionada del legado
his tórico nacional; así como a desacreditar el fundamento ideológico del
régimen socialista. La pretendida libertad y democratización de la glasnost
se fueron tornando así en un verdadero libertinaje, que introdujo la anar-
quía y la ins eguridad en la vida del país.

La p rogres iva inestabilidad política y s ocial influy ó negativamente en la


evolución de la economía. A partir de 1986, se fueron introduciendo varias
reformas económicas, entre las que se destacan: la autorización de un sec-
tor privado y cooperativo en el comercio, los s ervicios y la indust ria

442
art esanal; aut ofinanciamiento de las grandes empresas y elección de sus
directores; eliminación de los subsidios estatales a las empresas; p osibili-
dad de creación de explotaciones agrícolas p rivadas; aut oriz ación de la
inversión extranjera y liberación del cambio del rublo p ara las empresas.
Pero es tas medidas, aplicadas tras largas y enconadas polémicas en la
dirección, no pudieron detener el continuo deterioro económico del p aís.
El P roduct o Interno Bruto mantuvo la tendencia decreciente de los años
anteriores y en 1990 registró un crecimiento negativo o decrecimiento del
4 %. Ello se t radujo en una mayor insatis facción de la demanda, un racio-
namiento más estricto y un auge del mercado negro, con las consiguientes
desigualdades y el malestar de amplios sectores.

De hecho, la perest roika, que debía aumentar la eficacia de la economía


soviética; la desorganizó al tiempo que despertaba el sentimiento naciona-
lista y posibilitaba su acción. En efect o, a partir de la perestroika, el espa-
cio económico común fue siendo dividido por la creciente asp iración
independentista de las repúblicas federadas, lo que condujo rápidamente a
la inst auración de aranceles ent re repúblicas, a bloqueos ent re ellas de
transportes, materias primas y productos industriales y de consumo, etc.,
rompiéndose los lazos económicos existentes que no fueron reemplazados
a tiempo. Todo ello perjudicó el abastecimiento, así como la producción
agrícola e industrial. La sit uación se agravó des de 1990, con el descenso
en picada de la producción y la desintegración de la comunidad socialista,
originándose una inflación galop ante que sumió en la pobreza a más de la
mitad de la p oblación del país , según estimaciones oficiales de 1991.

Una breve digresión para señalar que, contrastando con la situación de la URSS,
la aplicación ordenada y gradual de un amplio programa de reformas econó-
micas en la República Popular China, después de la funesta experiencia de la
revolución cultural, convirtió desde entonces a la economía de aquel país en la
más dinámica del mundo, con un crecimiento sostenido superior al 10 %, lo
que ha contribuido a su fortalecimiento interno e internacional. Por cierto, cons-
tatar esta realidad sumió en el desconcierto a los teóricos del neoliberalismo,
sobre todo a partir de la recesión económica mundial de principios de los
noventa, que no afectó el rápido avance chino, y ha generado en el Occidente un
creciente interés por estudiar las «enseñanzas de Confucio» en relación con los
secretos del éxito empresarial. Aunque en una escala más modesta que en el

443
caso de China, las reformas económicas emprendidas por Viet Nam, des-
de mediados de los ochenta, rep resentan otra realidad contrastante con
los resultados de la p erestroika soviética.

En el orden internacional, la llamada nueva mentalidad, auspiciada por la


perestroika, propició el abandono de la tradicional política de injerencia
en los asuntos internos de los aliados del Este, lo que no impidió, s in em-
bargo, que Gorbachov exhortara a la aplicación de reformas a los más
renuentes: RDA, Rumania, Bulgaria, por ejemplo. Al mismo tiempo, debi-
do a la propia dinámica política y económica de la perestroika, es decir, el
avance de las fuerzas antisocialis tas y el det erioro económico, se fueron
debilitando los lazos con aquellos países y, sobre todo, se fue interrum-
piendo la ayuda soviética a estos; lo que a la postre cont ribuyó a la
profundización de la cris is y al desplome, uno tras otro, de los Estados
socialistas. La vida demostró que la dirigencia de los países del Este, debi-
do a los diversos p roblemas acumulados y a la histórica dependencia de
M oscú, estaba incapacitada para actuar de forma independiente. Los par-
WLGRVFRPXQLVWDVFRQEDVHVVRFLDOHVHQGHEOHV²XQDPLOLWDQFLDPiVIRUPDO
TXHUHDO\QXODRFDVLQXODFDSDFLGDGPRYLOL]DWLYD²QRHVWDEDQSUHSDUD
dos para encabezar los inevitables cambios y terminaron barridos por una
creciente oleada opositora, fuertemente estimulada desde el Occidente.

En cuanto a las relaciones con el bloque occidental, la nueva mentalidad se


tradujo en una política que promovió el desarme y la coexistencia pacífica,
principalmente con los Estados Unidos. Esta orient ación se present ó no
sólo como una necesidad p ara lograr el fortalecimient o económico y tec-
nológico de la U RSS; sino también como la expres ión de una visión dife-
UHQWHGHODUHDOLGDGPXQGLDO©+ DOOHJDGRHOWLHPSR²GHFtD*RUEDFKRY
UHFLpQDVXPLGRHOSRGHU²GHDEDQGRQDUODYLVLyQGHXQDSROtWLFDH[W HULRU
LQIOXLGDSRUXQSXQWRGHYLVWDLPSHULDOLVWD>«@3RUSULPHUDYH]HQODKLVWR
ria, es de una urgencia vital bas ar la política internacional s obre normas
morales y ét icas comunes a todo el género humano, humanizando las rela-
ciones entre los Estados». Estos y otros puntos de vista similares, como el
de la «casa común europea» y el «nuevo orden mundial», alcanzaron gran
difusión y despertaron enormes simpatías en todas partes. Ello contribuyó,
sin dudas, para que se le concediera a Gorbachov el premio Nobel de la
Paz , en octubre de 1990.

444
La p olítica impulsada p or la nueva mentalidad arrojó algunos result ados
pos itivos. A partir de 1985, se redujeron p rogresivamente las t ensiones
con los Est ados U nidos, que se habían incrementado bruscamente desde
principios de los ochenta, con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blan-
ca. En 1987, se llegó incluso a concret ar un primer acuerdo de desarme
entre ambas potencias, quedando eliminado un tipo de armas: los cohetes
de alcance medio. A hora bien, el afán de Gorbachov por conseguir sus
objetivos y la creciente debilidad de la URSS, debido a la desestabiliza-
ción económica y polít ica provocada p or la perestroika (que la hacían de-
pender más y más de la ayuda occidental), lo llevaron a realizar concesión
tras concesión. La URSS no sólo concedió ventajas a los norteamericanos
HQODVQHJRFLDFLRQHVVREUHGHVDUPH²LQFOXVLYHDGRSWyPHGLGDVXQLODWHUD
OHVHQHVWHFDPSR²VLQRTXHDGHPiVIXHDEDQGRQDQGRVXVFRPSURPLVRV
internacionales, es decir, sus acuerdos con aliados y amigos, para terminar
colaborando estrechamente con los Estados Unidos, como se demos tró
en el conflicto del Golfo Pérsico, desde mediados de 1990. La «guerra
fría» había terminado, pero el imperialismo seguía exis tiendo y era más
fuerte que nunca antes. En resumidas cuentas, surgió un nuevo orden inter-
nacional, pero no el postulado por G orbachov a part ir de 1985, sino uno
basado en el predominio absoluto de los Estados U nidos.

Volviendo al plano interior, hay que señalar que a medida que la perestroika
se fue radicalizando, o lo que es lo mismo, a medida que fueron prevale-
ciendo la confusión y el desorden, muy bien aprovechados por las fuerzas
DQW LFRPXQLVWDV²S UHVHQWiQGRVHFRPRUHIRUPDGRUHV UDGLFDOHV²\SRU
arribistas y oportunistas de todo tip o, la situación interna de la URSS se
complicó extraordinariamente. Ya en febrero de 1990, Gorbachov debió
proponer la derogación del artículo constitucional que est ablecía el papel
dirigente del PCUS y la apertura de un sistema multipartidista. Para enton-
ces se declaró abiertamente la socialdemocratización del partido. En junio
de 1990, tras unas elecciones efectuadas el mes anterior, Rusia se convir-
tió en república y su presidente, el radical Boris Yeltsin, antiguo alcalde de
M oscú y ex miembro del Buró Político del PCUS, proclamó que las leyes
rus as estaban por encima de las emanadas del p oder cent ral. A partir de
ese momento, el movimiento seces ionis ta se extendió, cada día con más
fuerza, por t odo el país.

445
El 19 de agosto de 1991, un grup o de dirigent es comunistas protagonizó
un golp e de Estado en la capit al, p ara tratar de modificar el curso de los
acontecimientos y, sobre todo, detener la desintegración de la URSS. Pero
est a acción fracasó ráp idamente. En realidad, s e trató más bien de una
caricat ura de golpe, pues los complotados no act uaron con el rigor y la
resolución necesaria en estos casos. Baste decir, al resp ecto, que no fue-
ron detenidos ni sometidos a control la inmensa mayoría de los elementos
que, como Yeltsin, tratarían de frustrar la acción. En definitiva, el golpe de
agosto tuvo un efecto contrario al que se propusieron sus ejecutores, pues
precipitó lo que querían evitar. El 5 de septiembre se creó un Consejo de
Estado, encabezado por Gorbachov, e inmediatamente s e decretó la diso-
lución del PCUS y su ilegalización. Al siguiente día, fue reconocida la inde-
pendencia de las tres repúblicas bált icas: Lituania, Letonia y Estonia. La
desintegración se t ornaba ya inevitable. En diciembre, el resto de las repú-
blicas proclamaron sus respectivas independencias. La URSS había deja-
do de existir, lo que s e oficializ ó el día 21 de ese mes.

Boris Yeltsin proclama ndo la derrota d el intento golp ista de agosto de 1991.

446
La formación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), nacida
de la reunión de Minsk, entre los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia,
y ratificada por el parlamento de la Federación Rusa, el 12 de diciembre
de 1991, significó la extinción definitiva de la URSS. La CEI, a la que se
sumaron las demás repúblicas con excepción de las bálticas, no cont enía
ningún tipo de estructuras supraestatales, pero se establecían áreas de ac-
tividad común: el mando conjunt o del arsenal estratégico, la coordinación
de la política exterior, la formación y el desarrollo de un espacio económi-
co común, las aduanas, el control migratorio, los transportes y las comuni-
caciones, la p rotección del medio ambiente, etc. Lo cierto fue, sin embar-
go, que las infraestructuras comunes fueron destruidas, tanto en el dominio
económico, como en los restantes sectores, y las antiguas repúblicas sovié-
ticas reforzaron sus fronteras y sus barreras aduaneras. En muy poco tiem-
po, las viejas disensiones interétnicas resurgieron con más fuerza y se decla-
raron nuevos conflictos. En Transcaucasia, en M oldavia, en el Asia Central,
en el norte del Cáucaso y en la propia Rusia, comenzó a correr la sangre y se
produjo un millonario movimiento de refugiados.

Un dramático y claro ejemplo, entre otros , de las cons ecuencias de la


des integración soviética ha sido la t ragedia de Chechenia. Sus raíces son
muy lejanas , pero s us causas directas bastante recientes . Su des arrollo
último tiene su origen en el desmembramiento de la URSS y el reforzamiento
de las tendencias centrífugas en la F ederación Rusa. El llamado «problema
checheno» exist e desde la incorporación de Chechenia a Rusia, en el
siglo XIX. Su historia está marcada por numerosas insurrecciones, recortes
territoriales e innumerables deportaciones en tiempos de Stalin. En el inte-
rior mismo de la pequeña república, han existido siempre violentos antago-
nismos nunca resueltos. La Federación Rusa heredó esta situación y no la
ha sabido resolver. Al contrario, el gobierno de Yelt sin utilizó el problema
checheno para canaliz ar el creciente descontento exis tente en el país , de-
bido al cont inuo det erioro económico y social. Yelts in concibió «una pe-
queña guerra victoriosa» en Chechenia para fortalecer su imagen y su po-
sición p olítica. Sin embargo, las cos as t ranscurrieron de otra manera. El
resultado está a la vista: aunque des de 1996 disminuyó la intensidad de la
lucha, el conflicto aún se mantiene hasta hoy y ha costado ya alrededor de
150 000 muertes, más de dos millones de heridos e incalculables pérdidas

447
materiales; así como el empleo de inmensos recursos , todo lo cual ha con-
tribuido a hacer más difícil la recuperación del país.

La transición al capitalismo en las antiguas repúblicas soviéticas, con algu-


nas diferencias entre unas y otras, ha sido extraordinariamente compleja y
traumat izante para la mayoría de la población. A las diversas dificultades
TXHHQWUDxDHOSDVRGHXQDHFRQRPtDVRFLDOLVWD²PD\RULWDULDPHQWHHVWDWDO
\SODQLILFDGD²DXQDHFRQRPtDFDSLWDOLVWDGHPHUFDGRKD\TXHDxDGLUORV
problemas ocasionados por la ruptura de los tradicionales y estrechos vínculos
HFRQyPLFRV²LQWHUGHSHQGHQFLD²HQWUHODVGLIHUHQWHVUHS~EOLFDV\UHJLR
nes y los establecidos con los demás países socialistas; así como las gra-
ves repercusiones ocasionadas por los conflictos políticos, étnicos y reli-
giosos. El caso de Rusia, la más grande y poderos a de las repúblicas,
heredera además del status internacional de la URSS, es ilustrativo en este
sentido.

La «terapia de choque» inicial y las siguientes oleadas neoliberales, a pesar


de las previsiones de Yeltsin y sus asesores, no pudieron cumplir los obje-
tivos de p arar el decrecimiento de la producción, eliminar el déficit presu-
puestario y estabilizar el rublo. La tendencia decreciente de la economía se
mantuvo durante varios años . Todavía en 1996, el P IB registró un creci-
PLHQWRQHJDWLYRGHO3RUHMHPSORODH[WUDFFLyQGHSHW UyOHR²HOH
PHQWRHVHQFLDO GHODHFRQRPtD²KDEtDGHVFHQGLGRHVHDxRHQ FDVLXQ
20 % en relación con 1990, cuando ya fue bastante baja. El déficit p resu-
puestario continuó incrementándose, llegando el momento en que el Esta-
do no podía cubrir sus gastos. La devaluación de la moneda siguió progre-
sando de tal forma que, a fines de 1994, el cambio superaba los 3 800 rublos
SRUGyODU /DIXJDGHGLYLV DVGHOSDtV²VyORHQDVFHQGLyD ORV
22 000 PLOORQHVGHGyODUHV ²\HOW UiILFRGHPDWHULDVSULPDV HV SHFLDO
mente minerales, se fue disparando y los beneficios iban a parar a los ban-
cos extranjeros. A ello habría que añadir el continuo crecimiento de la deu-
da externa. A los 60 000 millones heredados de la URSS se sumaron otros
60 000 millones has ta 1997, recibidos del Fondo M onet ario Internacional
(FM I) y de varios gobiernos, particularmente el norteamericano. En 1997,
Rus ia debía pagar casi 25 000 millones de dólares por el servicio de la
GHXGD²LQWHUHVHV²ORTXHUHSUHVHQWDEDHOGHORVLQJUHVRVDQXDOHV
obtenidos por sus exportaciones.

448
Ent re 1992 y 1997, al mis mo tiempo que se desnacionalizó el comercio
exterior, se procedió a la privatización de las empresas industriales y finan-
cieras, los bienes inmuebles urbanos y las tierras e instalaciones agrícolas.
La privatización se realizó, en lo fundamental, mediante la venta de cupones,
pero esta operación benefició solamente a un reducido grupo de personas,
en su mayoría antiguos funcionarios del partido y del Estado y dirigentes
del gobierno de Yeltsin. Surgieron así inmensos monopolios que controlan
los s ectores financieros, electricidad, gas, ferrocarriles, etc. Uno de estos
enormes monopolios, el Gasprom, que controla el sector del gas natural,
fue fundado por Víctor Chernomirdin, quien fungió durante un tiempo como
Primer M inistro de Yeltsin. Asociado a todo este p roceso, se p rodujo el
surgimiento de poderosas mafias, así como la criminalización de la econo-
mía, lo que ha promovido la evas ión de grandes sumas de dinero y recur-
sos hacia el extranjero.

En resumen, durante los años de transición al capitalismo, el Producto Na-


cional de Rusia ha descendido velozmente. Se calcula que se ha reducido
más que el de los Estados Unidos durante la crisis de 1929-1933. Ello se
ha traducido en una altísima tasa de desemp leo, lo que unido a la ausencia
o disminución drástica de la protección oficial ha sumido en la pobreza a casi
el 50 % de la población. El cap italismo salvaje que siguió a la caída del
socialismo ha promovido grandes desigualdades y la marginación de am-
plios sectores, provocando la aparición, como un fenómeno social de en-
vergadura, de la violencia, la mendicidad, la prostitución, la drogadicción y
otras lacras s ociales, p rácticamente inexistentes durante el antiguo régi-
men. Los niños, que constituyen el futuro del país, han sido las principales
víctimas de est a sit uación. Según el Fondo de Naciones Unidas para la
Infancia (UN ICEF ), en 1999 había unos 13 millones de infantes que no
asistían a la escuela o lo hacían irregularmente, pues debían sobrevivir rea-
lizando algún trabajo, mendigando, o lo que es peor, prostituyéndose con
o sin el consentimiento de los padres.

En el p lano int erno, una muestra de la inestabilidad y la debilidad de la


democracia rus a fueron los acontecimientos de finales de 1993. El 21 de
septiembre, en lo que s e consideró con razón un golpe de Estado, Yeltsin
eliminó el cargo de vicepresidente, ocupado por Alexander Rutskoi, y disol-
vió el parlamento, que no aceptó esta decisión inconstitucional y también se

449
negaba a aprobar un nuevo paquete de medidas neoliberales. Como Rutskoi
y los líderes oposit ores se atrincheraron en el legislativo, tras unos días de
asedio, Yelt sin ordenó el bombardeo del edificio ocasionando un alto nú-
mero de muertos y heridos. Después de esta s angrienta victoria, Yelt sin
hizo aprobar una nueva Constitución, que eliminó los vestigios del régimen
anterior y reforzó ampliamente las facultades del presidente del país. Con
posterioridad a estos acontecimientos, se aceleró el proceso de liberaliza-
ción de la economía. No obst ante, la inestabilidad política continuó en los
años siguientes , a lo que contribuyó el deteriorado estado de salud del
presidente. Por otra parte, la aparición de otras fuerzas políticas, en particu-
lar el ascenso de la ultraderecha y del Partido Comunis ta, debido a la
negativa evolución socio-económica del país, debilitó la posición y el pres-
tigio político de Yeltsin, conduciéndolo finalmente a la renuncia.

En las elecciones legislativas de diciembre de 1993, la gubernamental


Opción Rusa obt uvo solamente el 15 % de los sufragios , muy lejos del
ultraderechista Partido Liberal Democrático (PLD) de Vladimir Jirinowski.
El PLD conquist ó el 25 % de los votos, s eguido a corta distancia por el
Part ido Comunista, que cuatro años desp ués se convirt ió en la principal
fuerza de oposición. Durante sus últimos años en el poder, Yeltsin se vio
obligado a gobernar con débiles gabinet es de coalición, int egrados por
fuerzas afines a su orientación, y contando con una fuerte oposición en la
Duma (parlamento).

La debilidad económica y la inestabilidad política que han caracterizado la


situación de Rusia en los últimos diez años del siglo, provocaron una dis-
minución sensible de su influencia en los asuntos mundiales. Cierto es que
Rusia sigue siendo una gran potencia en el aspecto militar y como heredera
de la U RSS ocupa un puest o permanente en el Consejo de Seguridad de
Naciones U nidas, pero en la p ráctica ha devenido en una potencia de se-
gundo orden o de importancia regional. La guerra des atada por los Es ta-
dos Unidos y la OTA N contra Yugoslavia, a princip ios de 1999, con el
pretexto del conflicto de Kosovo demostró, con suficiente claridad, que
D~QHQXQS UREOHPDTXHOHUHVXOW DEDFHUFDQR²GHELGRDVXV KLV WyULFRV
YtQFXORV\ SDUHQWHVFRpWQLFRFRQORVVHUELRV²VXFDSDFLGDGGHLQIOXLUHQ
el curso de los acontecimientos, en forma positiva, fue prácticamente nula.
Incluso su actividad mediadora contribuyó finalmente al funesto desenlace

450
de la guerra, al persuadir a los serbios a abandonar la resistencia y aceptar
las condiciones impuestas por el Occidente.

Hay que decir, sin embargo, que con el ascenso al poder de Vladimir Putin,
que sucedió en la p residencia al desacredit ado y enfermo Boris Yelt sin, la
sit uación de Rus ia comenz ó a cambiar. La recuperación de la economía,
aunque en forma discreta aún, es un hecho palpable; al mismo t iempo que
se ha ido logrando la estabilización de la vida política interior. M ient ras
trata de poner orden en casa, el joven presidente se ha propuesto reactivar
los planes de integración con las demás repúblicas exsoviéticas, a través
de una renovada Comunidad de Es tados Independientes (CEI), para lo
que se vienen dando importantes y prometedores pasos , y fortalecer el
papel de Rusia en el ámbito internacional, en lo que t ambién se observan
algunos signos positivos, como son los casos de la alianza estratégica con
China, el estrechamient o de los vínculos con otros países asiáticos y la
ofensiva diplomática hacia varias regiones. Sin embargo, es te curso de
acción pudiera variar a partir de la actit ud asumida por Putin al apoy ar la
guerra decretada unilateralmente por los Estados Unidos, tras los atenta-
dos terroristas del 11 de septiembre del 2001, en las ciudades de New
York y Was hington, guerra encaminada a consolidar el predominio mun-
dial de la potencia del Norte, lo que puede afectar el papel de Rusia en los
asuntos mundiales.

Pol oni a

Como hemos señalado con anterioridad, los graves dist urbios de 1970,
provocados por las dificultades económicas y el aumento general de los
precios, determinó la caída de Wladyslaw Gomulka y el nombramiento de
Edward Gierek, al frente del partido y el Estado. Con Gierek se inició una
estrategia de modernización, basada en la afluencia de créditos occidenta-
les, fundamentalmente de la RFA. El plan consistía en la importación masi-
va de tecnología occident al y, p aralelamente, en el aumento del consumo
para crear incentivos al desarrollo. De esta forma, Gierek esperaba au-
mentar las exportaciones de manufacturas de calidad, producidas por em-
presas renovadas con las nuevas tecnologías. Teóricament e, el aumento

451
de la p roductividad del trabajo, de la p roducción y de la calidad debía
pos ibilitar la expansión de la exportación hacia los mercados de países
capitalistas y socialistas, lo que permitiría la devolución de los préstamos y
mantener un alto nivel de la producción y de la renta nacional.

Sin embargo, la realidad fue muy diferente de los programas elaborados.


Efectivamente, un exceso de inversiones en plantas industriales y en tecno-
logía de compleja aplicación, determinó un inmens o desgas te de recursos
en patentes, técnicas y máquinas subutilizadas o, incluso, no aplicadas. En
una primera fase, no obs tant e, la p roducción indust rial aumentó
esp ectacularment e: de un crecimient o del 1,8 % en el quinquenio 1966-
1970, se pasó casi al 11 % en el de 1971-1975. Pero este crecimiento no
fue rentable porque, por una part e, la excesiva elevación de salarios pro-
vocó un gran aumento del consumo y obligó a incrementar la importación
de p roductos agrícolas y ganaderos; y, p or otro lado, los cont roles buro-
crát icos s obre el sect or privado, la mala y centraliz ada gestión de la eco-
nomía, el ret raso en el acabado y la entrega de productos para la exp orta-
ción, la incompetencia burocrática, el desconocimiento de los mecanismos
y de los precios del mercado internacional, así como el aumento del precio
del petróleo provocó, primero, graves dificult ades p ara llevar a cabo sa-
tis factoriamente los programas elaborados y, a continuación, un brusco
corte de las import aciones, que dejó sin terminar importantes planes de
inversión.

La consecuencia inmediata fue la caída en picada de la producción indus-


trial. Desde 1976 comenzó un des censo vertiginoso y a partir de 1978 el
crecimiento fue negativo. La situación se tornó extremadamente crítica hacia
1980-1981, cuanto el crecimient o negativo llegó al 15 %. Al mismo tiem-
po que tenía lugar este desast re productivo, la deuda ext erior neta alcan-
zó, en 1981, los 25 000 millones de dólares; es decir, el equivalent e a
cinco años de exportaciones de mercancías. El desast re económico se
transformó rápidamente en una crisis política y social aguda e irreversible.
La escasez de p roductos , la falta de mat erias primas y de alimentos, la
inflación, etc., hicieron que la insatisfacción popular se convirtiera muy pron-
to en s erias protest as obreras. Así, el 2 de julio de 1980, comenz ó en la
ciudad de Gdansk una potente huelga contra el aumento de precios, huel-
ga que en pocos días se transformó en un movimiento nacional. La protes-

452
ta fue organizada y dirigida por el sindicat o independiente Solidaridad,
surgido precisament e en aquellas jornadas, bajo la dirección de Lech
Walesa. El movimiento cont ó con el decidido apoyo de la Iglesia cat ólica,
FRQJUDQSRGHUHLQIOXHQFLDHQHOSDtVUHIRU]DGDFRQODGHVLJQDFLyQ²HQ
²GH.DURO:RMW\ODFDUGHQDOGH*UDFRYLDFRPR6XPR3RQWtILFH\
con el estímulo nada encubierto del Occidente.

La explosión de 1980 y lo que ocurriría desp ués guarda, además, una


est recha relación con la his toria precedente, es decir, con la imp osición
por los soviéticos de un modelo socialista, cuya legitimidad fue cuestiona-
da en múltiples ocasiones. Debe añadirse, ent re otros factores que expli-
can la crisis, que el Partido Obrero Unificado Polaco (POUP), al igual que
otros de los p aíses socialistas, sobrestimó en su actividad la import ancia
de los est ímulos materiales en detrimento de la formación de una concien-
cia socialis ta y creó en la población fals as expectativas acerca de la p osi-
bilidad de alcanzar los niveles de consuno de las sociedades industrializadas
occidentales. Por otra part e, el part ido se fue desvinculando de sus bases
y p erdiendo s u influencia, en lo que influy ó un generalizado proceso de
corrupción, sobre todo durante los años setenta, que alcanzó t ambién al
aparato del Est ado. Ent re las anécdotas que se cuent an en es te s entido,
figura aquella según la cual la esposa de Gierek viajaba mensualment e a
París para tratarse en salones de belleza.

La destitución de Gierek, en sep tiembre de 1980, fue la consecuencia in-


evitable de los acontecimientos de julio y agosto de aquel año. Su sucesor,
Stalislaw Kania, sólo se mantuvo al frente del país hasta fines de 1981. Al
parecer, Kania era un experimentado burócrata, p ero carecía de las con-
diciones necesarias para encabezar la dirección. Además , su blanda ac-
tuación en relación con la crisis no fue bien vis ta por M oscú. El breve y
mediocre interregno de K ania concluy ó con la designación del general
:RMFLHN-DUX]HOVNL²FRQHODYDOGHORVVRYLpWLFRV²TXLHQDQWHHOFUH
ciente deterioro de la situación impuso el Estado de Excepción o ley mar-
cial, en diciembre de 1981, segurament e con la convicción de que est aba
salvando a Polonia de una doble catástrofe: la intervención del ejército
soviético y la posibilidad del estallido de una guerra civil.

Las medidas aplicadas por el gobierno de Jaruzelski, que en la práctica fue


una semidictadura militar, aplacaron momentáneamente al movimiento de
453
protes tas, que cada día había ido adquiriendo un mayor carácter político.
El sindicato Solidaridad fue ilegalizado y sus principales dirigentes deteni-
dos . Sin embargo, el deterioro económico continuó y la situación no se
llegó a estabilizar, desembocando finalmente en las masivas manifestacio-
nes de mayo de 1988. En ello influyeron las visit as papales de 1983 y
1987, que reforzaron las pet iciones de Solidaridad, así como los aconteci-
mientos de la peres troika en la URSS, des pués de 1985. En aquellas cir-
cunstancias, el POU P debió proponer un p roces o negociador con el lla-
PDGRVLQGLFDWR6ROLGDULGDG²PHVDUHGRQGD²SHUR:DOHVDUHFKD]yOD
proposición de Jaruzelski para integrar un gobierno de coalición. El POUP
tuvo que acceder a la convocatoria de elecciones legislativas, que fueron
celebradas en junio de 1989, con una mayoría p ara los repres entantes de
Solidaridad. Este resultado permitió que Tadeusz M azowiecki, de Solida-
ridad, ocupara la jefatura del gobierno, el p rimero encabezado por un no
comunista en la Europa del Este. En diciembre, la Asamblea Nacional acor-
dó recuperar el nombre de República de Polonia, eliminando el calificativo
de «popular» instituido en 1945. Por aquellos mismos días, el PO UP fue
disuelto y sustituido por un partido de corte socialdemócrata, la Alianza de
la Izquierda Democrática (SLD). Unos meses más tarde, en el otoño de 1990,
Jaruselski abandonó el cargo de Presidente y para este fue elegido el líder de
Solidaridad Lech Walesa. El desenlace del proceso polaco influiría conside-
rablemente en la evolución de los demás países socialistas del Este.

El tráns ito a la economía de mercado, con la correspondiente ap licación


de la t erap ia de choque, acarreó graves dificultades económicas en los
primeros años, a pesar de la ayuda del Fondo M onetario Internacional.
Has ta 1992, la producción continuó descendiendo con relativa rapidez.
Ese año la economía se redujo en un 17 % en relación con el 1989, que
había sido el año más crít ico des de principios de los ochenta, mientras la
inflación se mantuvo alta (175%) y el desempleo superó el 13 % de la po-
blación laboralmente activa, cerca de un millón de personas. En estos años
se aplicaron, además, importantes recortes en las partidas presupuestarias
GHGLFDGDVDODHGXFDFLyQODVDOXG\ DRWURV VHUYLFLRV²SDUDUHGXFLUHO
GpILFLW ILV FDO²±ORTXHXQLGRDOD UHGXFFLyQGHORVVDODULRV \DOSDUR
provocó un creciente deterioro de las condiciones de vida de importantes
sectores, dando lugar a la aparición de la pobreza y la marginación, algo
totalmente nuevo en el país. Como consecuencia de esta política económi-

454
ca s e produjeron agudas tensiones políticas y sociales, lo que determinó
que en estos p rimeros años se tuviera que reorganizar el gobierno en cua-
tro ocasiones.

En 1993, más temprano que en el resto de los antiguos países socialistas,


se detuvo la recesión y se inició un período de recuperación, en el que se
alcanzó un 3,3 % de crecimiento con relación al año anterior. Se redujo
notablemente la inflación, pero se mantuvieron bajos los salarios y s e in-
crementó el desemp leo, que sobrepasó el 15 %; al mis mo tiempo s e man-
tuvieron las medidas de recort es a los servicios p úblicos y a la seguridad
social. La recuperación se lograba con un alto costo social, lo que provo-
có un rechazo mayoritario a la política gubernamental. Ello se reflejó en las
elecciones de septiembre de 1993, que dieron la victoria a la Alianza de la
Izquierda Democrática (SLD ) y al Partido Campesino (PSL), dos fuerzas
vinculadas al antiguo régimen comunista, convertidas a la socialdemocra-
cia. La derrota de la Unión Democrát ica, surgida del movimiento de Soli-
daridad, evidenció que los polacos optaron por la moderación de las re-
formas económicas y por una distribución de la riqueza más equitativa. En
1993, s e constató t ambién un declive del sindicato Solidaridad, que ese
año contaba con dos millones de afiliados frente a los cuatro millones de la
ex comunista Alianza Polaca de Sindicatos (OPZZ.).

Después de las elecciones, Lech Walesa se vio forzado a aceptar una coa-
lición de izquierdas entre la A lianza de la Izquierda Democrática y el Par-
tido Campesino y a dar el visto bueno como Primer M inistro a Waldemar
Pawlak, candidato de la coalición y presidente del PSL. Primero con Pawlak
y desde 1995 con J osef Oleksky, de la SLD , la izquierda gobernó durante
cuatro años, hasta sept iembre de 1997. En las elecciones p residenciales
de noviembre de 1995, la derecha perdió t ambién la p residencia del p aís
al s er derrotado Walesa, que aspiró a un nuevo mandato, por el socialde-
mócrata (excomunista) Alexander Kwasniew ski. Entre 1993 y 1997, se
consolidó la recuperación, la economía creció en un 6 % y s e redujo la
inflación. Sin embargo, el desempleo apenas disminuy ó y cont inuaron
profundizándose las desigualdades y la marginación. Por otra parte, el pro-
blema de la deuda externa, s uperior a los 40 000 millones de dólares,
siguió agravándose de año en año, lo que rep resentó una p esada carga
para la economía nacional y s acrificios para la población.

455
De hecho, la izquierda en el poder no adoptó un programa diferente al que
se venía desarrollando desde la caída del régimen socialista. Cierto es que se
moderó el ritmo de las reformas , con el objetivo de que el cambio fuera
menos t raumático. P ero en la práctica continuaron aplicándose las p olíti-
cas neoliberales, con las correspondientes consecuencias sociales, o sea,
más desigualdad y un mayor índice de pobreza. La ejecutoria de la izquier-
da en el gobierno no cubrió las expectat ivas de la mayoría de los polacos
y ello condujo a su desgaste y consiguiente derrota, aunque por estrecho
margen, en las elecciones parlamentarias de septiembre de 1997, que die-
ron la victoria a un bloque de varios partidos de derecha, encabezado por
la cat ólica Acción Electoral Solidaridad (AWS), que tomaron así la revan-
cha por el aplas tante fracas o de 1993.

El nuevo gobierno, aunque tuvo que cohabitar con un presidente socialde-


mócrata, retomó el radicalismo neoliberal de los primeros tiempos, ele-
vando aún más el costo social de la transición al capitalismo. Baste señalar,
en este sent ido, que el desempleo se ext endió a un 17 % de la población
activa, la cifra más alta des de la caída del socialismo; al mismo tiempo que
KDQFRQWLQXDGRGLVPLQX\HQGR²KDVWDFDVLGHVDSDUHFHU²ODVSDUWLGDVSUH
supuest arias dedicadas a la seguridad social. Ello ha fomentado más inse-
guridad y descontento en la población, lo que ha provocado inestabilidad
en la alianza de gobierno. La reelección, el 8 de octubre de 2000, del
pres idente Kwasniewski, de la Alianza de la Izquierda Democrática, fue
un voto mas ivo de castigo a la derecha y un anticipo a la victoria de la
izquierda en las elecciones legislativas de septiembre de 2001.

Durante su primera década poscomunista la proyección exterior de Polo-


nia giró hacia el O ccident e, ident ificándose con la política de los Est ados
Unidos y sus aliados. Tanto la derecha como la izquierda han tenido como
uno de sus objetivos básicos la integración del país a Europ a. P or este
camino, se logró su incorporación al Consejo de Europa; y, desde media-
dos de 1997, al igual que Hungría y la República Checa, el ingres o en la
OTAN, participando activamente en los conflictos balcánicos. Polonia con-
siguió también un acuerdo de asociación con la Unión Europea y la promesa
de ser incorporada a la agrupación comunitaria en unos pocos años, lo que
efectivamente ocurriría en el 2004, luego de un doloroso proceso de ajustes
internos que afectó a varios sector y en particular a la agricultura.

456
Hungría

Como ya hemos visto, después de los dramáticos acontecimientos de 1956,


la nueva dirección húngara, encabezada por Janos Kadar, puso en prácti-
ca una serie de reformas liberalizadoras, que fueron fort aleciendo la eco-
nomía, aumentando el nivel de vida de la p oblación y mejorando el clima
político interno. Manteniendo el carácter socialista del país y su pertenen-
cia al bloque orient al, Kadar adoptó una política interna más flexible, en
correspondencia con las inquietudes y reivindicaciones de la p oblación.
Dentro de ciertos límites aceptables por la URSS, Hungría disfrutó enton-
ces de una libertad y capacidad de maniobra insospechada para otros paí-
ses socialis tas. En el plano económico, ello se reflejó en el esfuerzo por
OOHYDUDGHODQWH²ORTXHFRQVLJXLyHQEXHQDPHGLGD²XQDRULHQWDFLyQSUR
pia, diferente al modelo soviético, prevaleciente has ta 1956.

El proceso reformista húngaro fue ampliado a partir de 1968, precisamen-


te cuando comenzaron a aparecer en varios países socialistas los síntomas
de agotamiento del modelo de desarrollo extens ivo, y con ello claras seña-
les de descontento y oposición, como lo vinieron a demostrar distintas
formas de protesta en Polonia, la RD A y, sobre todo, los acontecimientos
de Checoslovaquia. Con las nuevas reformas se pretendía pasar a una fase
intensiva del desarrollo y evitar el desgaste del sistema político. Sin aban-
donar la planificación nacional, las reformas de 1968 establecieron la des-
centralización de la economía, ot orgándole amp lias facultades a las em-
presas. Est as p odían fijar s us p lanes de producción de acuerdo con la
demanda y comercializar sus productos dentro y fuera del país. Se intro-
dujo el principio de la autogestión, s egún el cual las empresas elegían sus
directores y los trabajadores participaban en su conducción, así como en
una parte de los beneficios obtenidos. Los subsidios estatales a las empre-
sas industriales y agrícolas no rentables fueron eliminados. Estas y otras
medidas, como la aplicación de una nueva política salarial y de precios, y
la autorización de un sector privado en algunas actividades productivas y de
servicios , fueron aplicadas gradualmente de acuerdo con un plan que bus-
caba la obtención de una mayor eficiencia y rentabilidad.

En los primeros años, los cambios introducidos arrojaron resultados muy


positivos. Hasta principios de los setenta la economía en su conjunto creció

457
más de un 5%, beneficiándose particularmente el sector industrial y dentro
de él las ramas de la química, la energética y la de mat eriales de la cons-
trucción, entre otras. La agricultura creció a un menor ritmo, pero aumentó
considerablemente s u eficiencia. Se fort aleció el comercio exterior, au-
mentando las exportaciones de productos industriales y de alimentos. Los
ingresos de los trabajadores se incrementaron en más de un 5 %. El au-
mento del bienestar prop iciado por los avances económicos junto a una
mayor flexibilidad en el orden político, expresada, por ejemplo, en la tole-
rancia religios a, en una relativa libert ad en los viajes y contactos con el
Occidente y en una política cult ural más abierta, hicieron de Hungría, se-
gún se decía entonces , la «barraca alegre» de la Europa del Es te.

Pero est a floreciente situación cambió con rapidez desde mediados de los
años setenta, debido fundamentalmente a la negativa influencia de la co-
yuntura internacional, lo que determinó el estancamiento de las reformas
del Nuevo M ecanismo Económico. El alza de los precios del p etróleo y la
crisis que generó, afectó fuertemente a la economía, en la que el comercio
ext erior representaba el 40 % del ingreso nacional. Aumentaron los p re-
cios de las importaciones y disminuyeron los de las exportaciones, dañan-
do a los principales sectores productivos y reduciendo considerablemente
el consumo de la población. Ante esta situación, para mantener los niveles
GHYLGDDOFDQ]DGRVTXHHUDQODEDVHGHODOHJLWLPLGDGS ROtWLFDGHO326+²VH
fue edificando una sociedad que valoraba al socialismo sólo a través de los
QLYHOHVGHELHQHVWDUPDWHULDO²HOSDtVVHIXHHQGHXGDQGRFRQHO2FFLGHQ
te. A principios de los ochenta, Hungría neces itaba utilizar cas i el 70 % de
VXVH[SRUWDFLRQHVSDUDSDJDUORVVHUYLFLRV²LQWHUHVHV²GHODGHXGD(VWD
política no logró detener el deterioro de la situación y comprometió el ulte-
rior desarrollo del país, haciéndolo cada vez más dependiente del mundo
occidental.

En est as circuns tancias, a partir de 1982 se inició una nueva oleada refor-
mista, que introdujo un mayor grado de liberalización económica. Se limitó
considerablemente el papel del Estado, mediante la llamada democratiza-
ción empresarial, se estimuló la iniciativa privada y se autorizó la inversión
extranjera. En ese contexto, Hungría se vinculó al Fondo M onetario Inter-
nacional y al Banco M undial y ap licó sus recomendaciones de ajust e y
pretendido saneamiento. En la práctica, se produjo cierto vacío est ructu-

458
ral, pues se llegó a una sit uación en que desaparecía la economía cent ral-
ment e planificada y no existía aún ot ro modelo. M ientras tanto, la crisis
económica mundial continuó golpeando al país, lo que condujo a un pro-
gresivo deterioro de la situación política y social y a la pérdida de legitimi-
dad del POSH y del gobierno socialista. El creciente sentimiento de frus-
tración escindió al partido y fue aprovechado por grupos políticos informales
de orientación antisocialista para ganarse el apoyo de amplios sectores de
la población.

El panorama se complicó aún más con los cambios que se producían en la


URSS. La política de la perestroika y la glasnost impulsadas por Gorbachov,
propició la aparición de diversas publicaciones, que se dedicaron a revelar
secret os del pasado, reales o supuestos, comprometiendo el prestigio del
partido y sembrando el desconcierto entre las masas. La perestroika con-
tribuyó también al fortalecimiento de los sect ores más reformist as dentro
del P OSH, los que abogaban por cambios estructurales como medio para
salir de la p rofunda crisis en que se debatía el país en la segunda mit ad de
los ochenta. M uchos de estos «reformistas» estaban vinculados a las estruc-
turas empresariales y de mercado que se habían ido int roduciendo, por lo
que propugnaban una intensificación de las reformas en esa dirección. En
todo es te p roces o influyó el hecho de que la ideología socialdemócrata,
que ahora reforz aba su influencia, había contado siempre con una signifi-
cativa presencia en la dirección del part ido y del gobierno.

Así las cos as, hacia 1988, en determinados s ectores de la dirección del
POSH y en la intelectualidad a ellos vinculados, se afianzó la idea de que el
modelo de socialismo vigente en Hungría se había agotado y era necesario
sust ituirlo por otro, s obre la base de una economía de mercado, que per-
mitiera la incorporación total del país al contexto internacional. Estos con-
ceptos se hicieron extensivos a una considerable parte de la militancia par-
tidista y de las mas as p opulares , lo que creó las condiciones para la
sus titución de Janos Kadar y ot ros líderes históricos del p artido, lo que
des broz ó el camino para la aplicación del p royecto de los s ectores
«reformistas». La Conferencia Nacional del PO SH, en mayo de 1988,
eligió como Secret ario General a Karoly Grozs, decidido impuls or de la
nueva tendencia.

459
La dirección «reformista» húngara comenzó enseguida a enarbolar el con-
cepto del pluralismo político, con el objetivo de captar las simpatías y el
apoyo de los países capitalistas desarrollados. En cons ecuencia, se le dio
libertad de acción a numerosos grupos informales creados durante los años
ochenta, así como a partidos tradicionales que ahora resurgían. En octubre
de 1989, fue celebrado un congreso extraordinario del POSH , en el que
un sector mayoritario impuso el criterio de renunciar al papel dirigente del
partido en la sociedad, al mismo tiempo que decidió abrazar la ideología
socialdemócrata y adoptar el nombre de Partido Socialista Húngaro (PSH).
En noviembre, se introdujeron las corres pondientes modificaciones en la
Constitución. Fueron creadas así las condiciones para el paso de H ungría
a una fase de restauración capit alista.

En las llamadas «primeras elecciones libres» del país, las legislativas de mar-
zo-abril de 1990, triunfaron las agrupaciones políticas antisocialistas; el re-
cién surgido PSH p asó a la oposición. El 23 de mayo de 1990, tomó pose-
sión del gobierno una coalición de partidos de derecha integrada por el Foro
'HPRFUiWLFR+~QJDUR )'+ ²VXUJLyHQFRPRIRURGHGLVFXVLyQGH
©FRPXQLVWDVUHIRUPLVWDVª\GHYLQRSDUWLGRSROtW LFRDILQHVGH² el
Part ido Independiente de los Pequeños Propiet arios (PIPP) y el Partido
Popular Demócrata Cristiano (PPDC), que impusieron una política carac-
terizada por un marcado acento conservador, t anto en su proyección in-
terna como externa. El nuevo gobierno fue encabezado por Joseph Antall,
líder del Foro Democrático. De esta manera se ponía fin a cuatro decenios
de régimen socialista y se iniciaba una nueva etapa en la milenaria historia de
Hungría, etapa que debía conducir a la restauración del capitalismo.

7UDVVXVSULPHURVDFW RVRVHDHOFDPELRGHQRPEUHGHOSDtV²S DVyD


denoPLQDUVH5HS~EOLFDGH+XQJUtD²\GHVXVVtPERORV²HVFXGR\EDQGH
UD²HO nuevo gobierno s e enfrascó en la rees tructuración de la economía.
En los primeros años de la transición (1990-1993), la economía sufrió una
grave contracción. El Producto Interno Bruto decreció en alrededor de un
19 %, lo que provocó un ráp ido aumento del desempleo, que desde en-
tonces abarca al 10 % de la población laboralmente activa. Ello unido a los
recortes en los servicios sociales, en correspondencia con las práct icas
neoliberales, incrementó las desigualdades y propició el surgimiento de la
pobreza, que llegó a alcanzar desde ent onces a una quinta parte de la p o-

460
blación. Aparecieron o se incrementaron la delincuencia, la prostitución, la
drogadicción y el alcoholismo, que se han continuado desarrollando y afec-
tan, sobre todo, a los jóvenes.

Para enfrentar la crítica situación económica, el gobierno de Antall acudió


a las inversiones extranjeras y a los prestamos de las instituciones financie-
ras internacionales, que vieron en Hungría mejores condiciones que en otros
país es ex s ocialis tas, debido al caráct er pacífico del tránsito, la situación
geográfica, la alta calificación de la mano de obra, la existencia de una
favorable legis lación y la p reparación p revia para la imp lant ación de la
HFRQRPtDGH PHUFDGR (Q  +XQJUtD DEVRUEtDHO  ²XQRV
8 500 PLOORQHV86'²GHODV LQYHUVLRQHVH[WUDQMHUDVHQWRGD(XURSDGHO
Este, ubicadas fundamentalmente en el sector de los servicios, a tono con
la tendencia de la globalización neoliberal. Al mismo tiempo, el país se
convirtió en el más endeudado de la región esteuropea. Entre 1990 y 1994,
según los estimados de la Comisión Europ ea, la deuda externa pasó de
21 270 a 31 655 millones de dólares, para una tasa per cápita de 3 100 dó-
lares por habitante, lo que represent a una pesada carga p arta la economía
nacional e important es sacrificios para una parte de la población.

En resumen, la política de restauración capitalista aplicada por el gobierno


conservador encabezado por el Foro Democrático fue incapaz de detener
el deterioro económico y social del país, lo que se patentizó en el creciente
descenso del nivel de vida de la p oblación; as í como en el surgimiento de
la pobreza y la marginación. Ello condujo a la aparición de tendencias
autorit arias de ult raderecha que postulan la necesidad de «un gobierno de
mano fuerte», el regreso del tradicionalismo húngaro y el nacionalismo ex-
tremo; mientras que, por otra parte, det erminó el desgaste de las fuerzas
en el gobierno y la recuperación del Partido Socialis ta (PSH), que logró
una contundente vict oria en las elecciones p arlament arias de 1994, obte-
niendo 209 escaños de un tot al de 285 en dis puta, o s ea, una mayoría
absoluta de poco más del 54 %. El nuevo gobierno fue encabezado por el
socialista Gyla Horn y al mismo se incorporaron algunos representantes de
la Liga de los Demócratas Libres (liberales), segunda agrupación por los
votos alcanzados.

461
El gobierno dirigido por el PSH en alianza con los liberales se caracterizó,
sin embargo, por la consecuente continuación de la política neoliberal apli-
cada por su p redecesor, aunque se pronunció por darle may or atención a
los asuntos sociales. Durante los cuatro años siguientes se aceleró el proceso
de privatizaciones; la mayoría de las industrias, las telecomunicaciones, el
sect or energético y el financiero fue vendida a tras nacionales europ eas y
norteamericanas, solo quedó en manos del capital nacional la agricult ura,
el comercio minorista y otros servicios. Los socialistas fueron más lejos
que la derecha, que no se había atrevido a privatizar las grandes empresas.
En ese p eríodo, también se aceleró, desde el punto de vista de la legis la-
ción, el establecimiento completo de la economía de mercado. Esta política
fue regida por los principios neoliberales, lo que condujo a los correspon-
dientes recortes en las asignaciones para fines sociales, a pesar de las pro-
mesas electorales.

En aquellos años , se logró superar la recesión y se obtuvo un crecimiento


del PIB de un 4 % como promedio, al mismo tiempo que se redujo discre-
tamente la inflación. Sin embargo, el desempleo se mantuvo por encima
del 10 % y se profundiz aron las desigualdades, al ser desmant elado, por
indicaciones del FM I, el maltrecho sist ema de seguridad s ocial. Por otra
parte, continuó el progresivo endeudamiento del p aís. De t al manera, los
costos sociales de la transición capitalista continuaron siendo elevados con
el gobierno socialista. Ello unido a los fenómenos de corrup ción que se
produjeron en el proceso de privatización de las empresas estatales, con-
dujo a la derrota de los socialistas en los comicios parlamentarios de mayo
de 1998, que p ropiciaron el regreso al gobierno de las fuerz as de derecha,
lideradas ahora por la Liga de los Jóvenes Demócratas, que formó gobier-
no en alianza con el Foro D emocrático, el P artido Indep endiente de los
Pequeños Propietarios (P IPP) y el Partido Cívico Húngaro (PCH).

Ciertamente, tanto la transición política como la económica ha resultado


en Hungría menos turbulenta que en otros países de la región. Ello ha esta-
GRGHWHUPLQDGRSRUXQPD\RUJUDGXDOLVPR²HQFRPSDUDFLyQFRQORVGH
PiV SDtV HV²HQODDSOLFDFLyQGHODVPHGLGDVHFRQyPLFDV\WDPELpQSRU
una mayor decantación de las fuerzas políticas actuantes, que se han redu-
cido a seis con representación p arlamentaria. Est o ha conducido a que
algunos analistas consideren que se ha alcanzado la consolidación del sis-

462
tema político y la alternancia en el poder, lo que perciben como un impor-
tante logro. Sin embargo, una lectura más objetiva de la realidad evidencia
la existencia de inquietantes indicios de cansancio en amplios sectores de la
población, manifestados en la baja concurrencia a las urnas registrada en
las dos últimas elecciones. En rigor, no puede hablarse de consolidación y
estabilidad en los cambios y mucho menos del fortalecimiento del sistema
democrático húngaro hasta los inicios del siglo XXI.

En relación con lo anterior, son elocuentes los resultados de encues tas


realizadas a la propia población magyar, entre mayo y diciembre de 1988.
Ant e la pregunta: ¿Está Ud. contento con el desarrollo de la democracia
en H ungría?, el 61,7 de los hombres y el 62,2 de las mujeres encuest ados
respondió negativamente. La pregunta, ¿cómo valora la situación actual y
las perspect ivas del país ?, recibió también una resp uest a negativa de la
mayoría (más del 50 %) de los interrogados. En fin, la transición al capita-
OLVPRQRKDFRQGXFLGRFRPRV RxDURQODPD\RUtDGHORVK~QJDURV²\ORV
FLXGDGDQRVGHO UHVW RGH(XURSD GHO(VWH²HQDXQUpJLPHQGH
bienestar general similar al sueco de aquellos tiempos. A pes ar de ello, no
puede afirmarse que los húngaros quieran retornar al pasado, aunque sien-
tan nostalgia de sus aspectos positivos.

La República Democrática Al emana (RDA)

Como ya hemos comentado en otro momento, el complejo proceso que


condujo al surgimiento de dos Estados alemanes, uno capitalista y el otro
socialista, en el mismo espacio nacional, estuvo relacionado con los acuer-
dos que pus ieron fin a la Segunda Guerra M undial y con la política de
confrontación Este-O este que siguió al conflict o. El establecimiento del
modelo s oviético en la RDA , a p artir de su creación en 1949, generó se-
rios problemas económicos, políticos y sociales, al igual que en otros paí-
ses del Este, provocando los graves dis turbios de 1953, que demandaron
la rápida y masiva intervención del ejército soviético y la imposición de la ley
marcial en el p aís. Con posterioridad, en corresp ondencia con la
desestanilización iniciada en la URSS con Nikita Kruschov, se aplicaron
varios cambios que propiciaron un paulatino mejoramiento de la situación,
aunque ésta continuó s iendo inestable por algunos años más.
463
La ilegit imidad del Partido Socialista Unificado Alemán (PSUA) y del go-
bierno socialista en aquellos primeros tiempos, se debió no s ólo a los se-
rios errores cometidos por la dirección alemana y al sentimient o antiso-
YLpW LFRSUHYDOHFLHQWHHQODS REODFLyQ²ORV VRYLpWLFRVHUDQFRQVLGHUDGRV
como ocupantes y como responsables de un régimen que renunció a la
identidad germana a favor del artificial concep to de «nación socialista ale-
PDQDª²VLQRWDPELpQDODVVLVW HPiWLFDVFDPS DxDV GHV HVWDELOL]DGRUDV
emprendidas por la RFA y los demás países occidentales, utiliz ando para
ello, fundamentalmente, a Berlín Oeste. Fue precisamente esta situación la
que determinó la decisión de la URSS y la RDA de construir, en agosto de
1961, el famoso muro de Berlín, que cerró la comunicación entre ambas
partes de la antigua capital alemana, convirtiéndose en frontera est atal de
la RDA y en un símbolo de la división de Europa y de la política de los dos
bloques rivales.

Desde principios de los años sesenta, la situación se fue modificando pro-


gresivamente. La separación con el Oeste bloqueó las salidas y contribuyó
a estabilizar el mercado interior, inaugurando una etapa de crecimiento con-
siderada ent onces como el «milagro económico rojo». Las medidas p ara
modernizar la economía y elevar su capacidad productiva culminaron, en
1963, en la aplicación del llamado Nuevo Sist ema Económico de Planifi-
cación y Gestión (NSE), que trató de combinar la planificación con prác-
ticas limitadas de mercado, otorgando un determinado grado de autono-
mía a las empresas y combinados industriales y permitiendo la existencia
de un s ector privado o cooperativo en la agricult ura, los servicios y la
producción artesanal. En 1967, con el Sistema Económico Socialista (SES)
se introdujeron nuevas regulaciones con el objetivo de p erfeccionar la pla-
nificación y la administración económica, mediante una mayor utilización
de los avances científico-técnicos.

Como result ado de t odo ello, la tasa de crecimiento, que en 1961 fue de
un 3 %, se elevó has ta un 8 % como promedio en el rest o de la década.
Avanzó mucho el sector industrial, y la agricultura registró también un pro-
greso import antís imo, pasando de una tas a negativa en 1961 a un creci-
miento superior al 5 % como promedio anual. En correspondencia con
est os logros económicos , mejoró sus tancialmente el nivel de vida de la
población, lo que contribuyó a reconciliar a la sociedad con el régimen y

464
supus o un uso mucho menor de los métodos repres ivos y de control por
part e de las autoridades, que también adoptaron una actitud más flexible
en relación con la religión, la juventud y la intelect ualidad.

En 1971, Erick Honecker sustituyó al veterano comunista Walter Ulbritch,


que se venía desemp eñando al frent e del PSUA y el Estado des de 1952.
La decisión de reemp lazar a Ulbritch se debió al interés de M oscú por
impuls ar la política de distensión con la RFA y las demás potencias occi-
GHQWDOHV3 RFRGHVS XpVVHUHVROYLyHOV WDWXVGH%HUOtQ2 HVWH²TXHGy
FRPRXQLGDGSROtWLFDLQGHSHQGLHQWH²\DPEDV$OHPDQLDVVHUHFRQRFLHURQ
y establecieron fuertes vínculos. Por estos años, la RFA llegó a constituir el
segundo gran mercado de la RDA , superada sólo por la URSS. M erced a
que la República Federal consideraba el mercado de las dos Alemanias
como un circuito interno, la RDA gozó de tarifas comerciales privilegiadas
y de hecho se vinculó al M ercado Común Europeo. Alemania Occidental
le suministraba a su vecina créditos comerciales y le proporcionaba bienes
y equip os de alta t ecnología, así como un mercado de gran capacidad
adquisitiva.

Poco más de una década después de la const rucción del muro, la difícil y
fría convivencia de las dos Alemanias se había convertido en un escenario
de coexistencia pacífica, rota únicamente por punt uales enfrentamientos.
Ello fue el resultado del clima de distensión internacional y de la estrategia
germanoccidental de lograr cambios en la RDA «a través de la aproxima-
ción». Si bien dicha estrategia se concent ró en el componente económico,
se expresó también en el plano de los intercambios deportivos, culturales,
así como en el incremento sustancial de las visitas de ciudadanos de ambas
partes. A la larga, todo ello tuvo una influencia ideológica negativa, refor-
zada por el hecho de que el p artido s obrevaloró en su actividad la impor-
tancia de los estímulos mat eriales en detrimento de la labor formativa.

Con el gobierno de Honecker, la política económica de la RDA se centró


esp ecialmente en la sat isfacción de las necesidades inmediat as y en los
deseos de los consumidores. Respondiendo a las demandas populares de
consumo de bienes y servicios, Honecker pretendía mantener la disciplina
y el control político y social, así como ampliar la legitimidad del régimen.
Pero la aplicación de est a política condujo al endeudamiento p rogres ivo

465
del Estado, que debía subsidiar una buena parte de las mercancías, y compro-
metió el ulterior desarrollo del país. Desde principios de los ochenta, debido a
SUREOHPDVLQWHUQRV²UHWUDVRWpFQLFREDMDFRPSHWLWLYLGDGHWF²\D los efec-
tos de la crisis mundial generada por el alza del pet róleo, se produjo un
progresivo deterioro de la economía. M ientras que en la década del seten-
ta el crecimiento del P IB regis tró una media del 3 %, p ara 1986 apenas
superaba el 1,5 %. Al mis mo tiempo, la deuda p ública llegó a sobrep asar
los 100 000 millones de marcos. En estas condiciones, hubo que realizar
ajus tes y el modelo basado en el consumo comenzó a retroceder. En con-
secuencia, el nivel de vida de la población se afectó considerablemente, lo
que provocó un creciente malestar social, con una respuesta cada vez más
dura por p arte de las autoridades.

M ientras tanto, la dirección del PSUA no estuvo dispuesta a realizar correc-


ciones a su polít ica, aunque desde 1986 esto se había convertido en una
necesidad imperiosa. Por el contrario, se extendieron la autocomplacencia,
el formalismo, la tendencia a impartir órdenes, las arbitrariedades y el opor-
tunismo. As í las cosas, se p rofundiz ó el abismo entre la dirección y las
mas as, lo que finalmente condujo a la incapacidad de realiz ar un análisis
objetivo de la real situación del país. A la vez, el ataque diseñado contra la
perestroika y la glas not fomentó más el descontento, incrementando las
simpatías hacia las reformas de Gorbachov. La errónea actitud del partido
también provocó, ent re otros fenómenos adversos, que los órganos de la
seguridad asumieran tareas de corte político-ideológico, pero de forma
administrativa y en extremo antipopulares. Las instituciones de la seguri-
dad llegaron a convertirse en un Estado dentro de otro, escapando al con-
trol del partido.

La radicalización de la perestroika, la intensa campaña desde el Occidente


y los rápidos cambios que tenían lugar en Polonia y Hungría precipitaron
los acontecimient os. Como part e de la llamada liberalización de la direc-
ción partidista húngara, se abrieron las fronteras de aquel país con Austria, a
mediados de 1989, y en pocas semanas más de 35 mil germanorientales, en
su mayoría jóvenes , aprovecharon la ap ertura para emigrar hacia Alema-
nia occidental. Poco después , las calles de la RDA se llenaron de manifes-
tantes que exigían reformas . La pres ión popular obligó a la renuncia de
Erick H onecker, lo que dio origen a un breve tránsito hacia la «unifica-

466
El 9 de no viembr e de 19 89, co n la a pertura del muro, d esapare cía un a fron tera
y un símbolo . A la derecha, la muc hedumbre destru ye el mu ro. A l a izquie rda,
el ca nciller K ohl es r ecibido p or el P ri mer Minis tro Modro w en la zona orie ntal.

ción». El 9 de noviembre de 1989, fue derribado el famoso muro de Berlín


y en menos de ocho meses , el 2 de julio de 1990, se realizó la unión eco-
nómica y monetaria alemana, confirmada y consolidada por la unidad po-
lít ica el 3 de octubre de 1990, con el cons entimiento de la URSS y las
demás potencias vencedoras en la Segunda Guerra M undial. Concluyó así
la anexión o la absorción de la RD A por la RFA.

Checos lovaquia

Después de los dramáticos acontecimientos de 1968, ya comentados con


anterioridad, la nueva dirección del Partido Comunista de Checoslovaquia
(PCCh), encabezada por Gustav Husak, trató de resolver el problema con
Eslovaquia y de eliminar las prácticas más irritantes del período anterior,

467
pero no emprendió una rectificación a fondo de los problemas. La llamada
política de normalización condujo, en concreto, a reforz ar la y a excesiva
centralización, la burocracia y la reducción de la democracia dentro y fue-
ra del partido. Las p urgas en el partido y el incorrecto t ratamient o a los
militantes expulsados por los sucesos del 68; así como los negativos méto-
dos utilizados para enfrentar el descontento, cada vez mayor, contribuyó,
desde los años setenta, a reactivar los grupos de la op osición y a promo-
ver figuras dentro de ellos, como fue el caso de Vaclav Havel, que llegó a
ser el primer presidente poscomunista.

Desde el punto de vista económico, en la primera mitad de los setenta, se


obtuvieron buenos resultados en la modernización de la agricultura y en la
modificación de la estructura industrial, y se alcanzó un aceptable 4 % de
crecimiento. Pero en la segunda parte de esa década, la tasa del incremento
industrial disminuyó y aumentaron los costos de la agricultura; al mismo tiempo
TXHODEDODQ]DFRPHUFLDO²TXHKDEtDVLGRSRVLWLYDKDVWD²FRPHQ]yD
ser deficitaria. Ello fue el resultado del aumento del gasto en importaciones
de energía y materias primas y, a la vez, a la disminución de las exportacio-
nes de productos manufacturados. Como todos los países industrializados,
pobres en materias primas, Checoslovaquia sufrió en este período los efectos
de una mayor competencia en los mercados internacionales y de la elevación de
los precios de la energía, de la que el país era un alto cons umidor.

En definit iva, cuando se arribó a los años ochenta la sit uación se tornaba
muy complicada. Los síntomas del estancamiento habían minado todas las
esferas de la sociedad, por lo que se imponía la necesidad de inst rumentar
cambios efectivos, tanto en la vida económica como en la política y social.
Para entonces, existía un consenso en el partido y en el resto de la socie-
dad acerca de que el socialismo debía ser reestructurado de arriba hacia
abajo, ya que las profundas transformaciones que necesitaba el país no las
podían realizar los dirigentes compromet idos con la situación. En es tas
circuns tancias, como en el 68, el partido volvió a dividirse y también el
aparato estatal. Sin embargo, continuó predominando la corriente que op-
taba por mantener el status alcanzado y se negaba a emprender cambios
capaces de eliminar los errores.

La máxima dirección del Part ido no s upo valorar el alcance de las refor-
mas en la U RSS, ni la repercusión que p udieran tener los hechos que se
468
producían en otros países socialistas, particularmente en Polonia y Hun-
gría. Hus ak estaba convencido de que la situación en la URSS «t omaría su
nivel», por lo que consideraba que no era necesario cambiar de actitud. En
diciembre de 1987, bajo evidente presión soviética, Husak fue sust ituido
por M ilos Jakes, como Secretario General del PCCh. La nueva dirección
partidist a prometió la realización de reformas en todos los terrenos y el
logro, a cort o plazo, de una mayor iniciativa económica, más eficiencia y
un incremento del crecimiento. Sin embargo, no tuvo lugar ningún cambio
significativo en la política sost enida con anterioridad, lo que provocó un
progres ivo aumento del descontento de la población y el auge de las fuer-
zas antisocialistas, respaldadas moral y materialmente por el Occidente y
por sus homólogas de M oscú.

Después de los sucesos de 1989 en la RDA, los acontecimientos en Che-


coslovaquia se desarrollaron con extraordinaria rap idez. El 19 de noviem-
bre, se produjo la unificación de doce organizaciones antisocialistas, dan-
do lugar al surgimiento de Foro Cívico, que encabezaría los esfuerzos para
hacer colap sar al s ocialismo. A l frente de esta agrupación quedó el co-
nocido opositor Vaclav Havel, quien fuera cofundador del movimiento Carta 77,
que tuvo una destacada participación en la llamada «primavera de Praga»,
en 1968. En la zona eslovaca se cons tituyó, en es os mismos días, una
organización similar a Foro Cívico, adoptando la denominación de «Opi-
nión Pública Contra la Violencia». El día 24 del prop io mes, Havel y
Alexander D uncek, s ecret ario general del PCCh en 1968, se dirigieron
hacia medio millón de p ersonas en la capitalina Plaza de Wences lao pi-
diendo cambios sin violencia. Dos días más tarde, se iniciaron las negocia-
FLRQHVHQWUHHOJRELHUQR\ODRSRVLFLyQ²ODOODPDGDPHVDUHGRQGD²TXH
des embocaron en la formación de un gobierno de coalición.

La creación del nuevo gobierno supuso la reforma de la Constitución, que-


dando eliminado el papel rector del PCCh en la sociedad y de la ideología
marxis ta-leninis ta, al mis mo tiempo que se proclamó el paso a una de-
mocracia p arlamentaria y a la economía de mercado. En las primeras
elecciones poscomunis tas, en junio de 1990, vencieron el Foro Cívico y
Op inión Pública Cont ra la Violencia, quedando los comunistas en una
tercera posición. Como resultado de es tos comicios, se constituyó el
gobierno monocolor del Primer M inistro M arian Calfa; mientras que Havel

469
fue FRQILUPDGRFRPRSUHVLGHQWH²KDEtDVLGRGHVLJQDGRHQHOFDUJRHQ
GLFLHPEUHGHODxRDQWHULRU²FRQV ROLGiQGRVHHOSRGHUGHODGHUHFKD6H
aceleró a part ir de entonces el desmontaje del socialismo y el tránsit o ha-
cia el capitalismo.

Entre 1990 y 1992, el gobierno de M arian Calfa aplicó un plan de «paso


acelerado a una economía de mercado con connotaciones sociales y
ecológicas». Dicho plan se tradujo en la liberación de los precios, la deva-
luación de la moneda para lograr su convertibilidad interna y el inicio de las
privatizaciones, entre otras medidas. Esta política tenía en cuenta las reco-
mendaciones del F ondo M onetario Int ernacional y del Banco M undial,
instituciones a las que se vinculó el país , lo que provocó el aumento de la
deuda externa de apenas 5 mil millones en 1989, la más baja de los p aíses
socialistas, a 8 mil millones de dólares . En estos años iniciales del tránsito,
la economía registró un crecimiento negativo superior al 20 % en la p arte
Checa y al 21% en Eslovaquia. Todo ello provocó un auge del desempleo,
que se aproximó al 7 %, o sea, casi 600 mil desocupados, aparecieron las
desigualdades y la marginación s ocial, con un esp ectacular aumento de la
delincuencia y la criminalidad. Por otra parte, se agudiz aron las contradic-
ciones nacionales, lo que condujo finalmente al surgimiento de dos Estados: la
República Checa (regiones de Bohemia y M oravia), con capital en Praga, y
la República de Eslovaquia, con capital en Bratislava. La división fue nego-
ciada en la s egunda mitad de 1992 y entró en vigor el 1 de enero de 1993.

Desde la división del país y hasta 1998, la República Checa estuvo gober-
nada por una coalición de derecha, encabezada por el Partido Demócrata
Cívico (ODS), de Vaclac Klaus, que en las elecciones legis lativas de junio
de 1992 des plaz ó al Foro Cívico, venciendo t ambién en las de 1994 y
1996. El gobierno de Klaus continuó la p olítica de reformas de su prede-
cesor, int ensificando el proceso de privat izaciones. Desde ent onces, los
res ultados macroeconómicos han sido p ositivos. En 1994 se alcanzó un
crecimiento del PIB de un 2 % y pos teriormente se ha logrado una media
de un 4 %; al mismo tiempo descendieron los índices de inflación y desem-
pleo. Los salarios mejoraron pero se encontraban aún p or debajo de 1989.
En es tos resultados influyó el hecho de que la República Checa heredó la
parte más desarrollada de la antigua Checos lovaquia, lo que unido a su
favorable posición geográfica la convierte en paso obligado entre el Oeste

470
y el Es te de Europa y en un imp ortante destino t urís tico. La transición
neoliberal ha sido más exitosa allí que en otros países del entonces campo
socialista europeo, pero ello no excluye un considerable costo social.

Precisament e las consecuencias impuestas a la sociedad por el modelo


QHROLEHUDOMXQWRDXQHVFiQGDORGHFRUUXSFLyQ²VRERUQRVGHHPSUHVDULRV
DOS DUWLGRGH.ODXV SDUDREWHQHUODFRPSUDGHHPS UHVDV²GHWHUPLQDURQ
la caída del gobierno, en diciembre de 1997. La crisis política obligó a la
formación de un gobierno de transición hasta las elecciones de junio de
1998, que fueron ganadas por el Partido Socialdemócrat a Checo (CSSD),
desplazando a un segundo lugar al partido de Klaus; mientras los comunis-
tas quedaron en una t ercera posición. Como el Partido Socialdemócrata
no obtuvo mayoría absoluta y no quería una coalición con los comunistas,
estableció un compromiso con el partido de Klaus. El núcleo central de lo
acordado consistió en que el país sería regido por un minoritario gobierno
VRFLDOGHPyFUDWDTXHFRQWDUtDFRQHOFRQVHQW LPLHQWRGHODOLEHUDO²FRQ
servadora O DS. A cambio, los socialdemócratas se compromet ieron a
apoyar, dentro de cuat ro años, la formación de un gobierno encabez ado
nuevamente por el part ido de Vaclac Klaus. De cualquier forma, las cosas
no deben cambiar sustancialment e, pues ambas agrup aciones coinciden
tanto en lo interno como en la proyección internacional, que ya ha llevado
al país a ingresar a la OTAN en junio de 1997 y a solicit ar su entrada en la
Unión Europea.

En cuanto a Eslovaquia, al igual que ot ros país es del Este europeo, ha


tenido que enfrentar grandes dificult ades económicas desde el inicio de la
transición, agudizadas con la separación de 1993. Sólo a partir de 1994 se
logró detener el desplome, comenzando una recuperación que ha sit uado
el crecimiento del PIB en una media anual de un 5 %, con una significativa
reducción de la inflación. Sin embargo, el des empleo se ha mantenido por
encima del 12 % de la p oblación laboralmente act iva, lo que unido a las
des igualdades generadas por el t ráns ito a la economía de mercado, ha
provocado el incremento de la marginación de considerables sectores y la
pres encia de agudos problemas sociales.

Desde la desintegración de la federación y hasta 1998, el país fue conducido


por el M ovimiento por una Eslovaquia Independiente (HZDS), surgido de

471
Opinión Pública Contra la Violencia, en alianza con el Part ido N acional
Eslovaco, definido como nacionalista y de derecha, y la Asociación de los
Trabajadores Eslovacos, una fuerza política de izquierda. En este período,
el gobierno estuvo encabezado por Vladimir M eciar, principal figura del
HZDS. El gobierno de M eciar no se caracterizó por el ultraneoliberalismo
del checo, aunque ambos perseguían los mis mos objetivos estratégicos.
En ello influyó la propia heterogénea composición del gobierno y la posi-
ción asumida por la Iglesia, que se pronunció desde un principio por una
moderación en las reformas.

La situación s e modificó con las elecciones legislativas de 1998. A pesar


GHTXHHO+='6IXHODDJUXSDFLyQPiV YRWDGD²FRQHO²QRFRQWy
con la mayoría necesaria para formar nuevamente gobierno, debido a que
uno de sus aliados , el Partido Nacional Es lovaco, redujo notablemente su
presencia en el parlamento, mient ras que la Asociación de Trabajadores
Eslovacos no obtuvo representación alguna. En estas condiciones, se for-
mó la llamada Coalición Arcoiris, integrada por una peculiar alianza de
fuerzas conservadoras (el M ovimiento Democristiano y el Partido Democrá-
tico), nacionalistas (Coalición Húngara), de centro (La Unión Democráti-
FD GHFHQW URL]TXLHUGD HO3DUW LGR6RFLDOGHPyFUDWD(VORYDFR²FUHDGR
SRU$OH[DQGHU'XEFHN²\HO3DUWLGRGHOD&RPSUHQVLyQ&LXGDGDQD \
GH ODL]TXLHUGD ,]TXLHUGD' HPRFUiWLFD²TXHDJUXSDDH[FRPXQLV WDV
socialdemocratizados).

El rechazo a la figura de M eciar const ituyó el factor que cohesionó a estas


fuerzas, pero su carácter sumamente heterogéneo y la ausencia de un pro-
grama gubernamental alternativo, ha creado ciertas dificultades internas y,
sobre t odo, en el orden exterior. Cada una de las agrup aciones que forman
la coalición tiene sus propias ideas de cómo integrar el país a las estruc-
turas económicas y político-militares del Occidente europeo, p roceso
del que Eslovaquia estuvo ausente debido al rechazo de los principales
países occidentales a la política desarrollada por M eciar, quien fue acu-
sado recurrentemente de autoritarismo y no observancia de los derechos
humanos.

472
Bulgaria

Bulgaria fue el país de Europa del Este donde la URSS ejerció una mayor
influencia. Un rasgo distintivo de ese país balcánico y de su pueblo lo constitu-
ye su relación histórica con Rusia y luego con la URSS. Ello se explica por la
conjugación de varios hechos históricos y las características de su civilización.
En primer lugar, el papel que desempeñó Rusia en la independencia de Bulgaria
del Imperio Otomano, que dominó su territorio por casi 500 años. En segundo
OXJDUHOKHFKRGHFRPSDUWLUODPLVPDIHUHOLJLRVD²LJOHsia RUW RGR[D²\ OD
pertenencia de ambos pueblos a la mis ma rama lingüístico-cult ural eslava,
lo que incluye la utiliz ación p or ambos del alfabet o cirílico.

En abril de 1956 t uvo lugar un pleno del PCB que marcó pautas decisivas
en la futura política del Partido y el Gobierno búlgaros. Este evento parti-
dis ta s e celebró a raíz del XX Congreso del P CUS y, como éste, est uvo
dedicado, entre otros asp ectos , a la crít ica de la p olítica est alinista y del
culto a la personalidad. En él se analizó críticamente la economía hasta ese
propio año y se trazaron líneas fundamentales para el desarrollo del país,
dirigidas a: la edificación del socialismo, la solución científica de los pro-
blemas económicos, políticos y culturales y a la elevación del bienestar del
pueblo. La «Línea de Abril», como s e denominó en es te p aís la p olít ica
diseñada a partir de entonces, fue materializada desde el mencionado año
1956 hasta finales de la década de los ochenta, período durante el cual se
logra una cierta elevación de los niveles económicos, sociales y culturales.

Su incorporación en el CAM E y la especialización de la producción en


ese contexto, determinó que entre 1956 y 1988, según datos oficiales, la
producción indus trial búlgara alcanzara un crecimient o anual p romedio
de 8,9 %, a pesar de que des de mediados de los set ent a s e redujo a
4,4 %, con un progresivo deterioro de la situación del p aís. En esos pro-
SLRVDxRVODV H[SRUWDFLRQHV DOD8QLyQ6RYLpWLFD²HOGHOWRW DO
hasta ²FRQVLVWLHURQHVHQFLDOPHQWHHQPDTXLQDULDVFRPSRQHQWHV
electrónicos, y dispos itivos agrícolas como camiones-grúa, motores eléc-
tricos y teléfonos. Ello demuestra que en este período Bulgaria logró cam-
biar sus tancialmente s u estructura de producción y exportaciones , dejan-
do atrás su condición de país eminent emente agrícola.

473
Los avances económicos y sociales que se fueron logrando des de 1956
determinaron una actitud t riunfalista en la dirección del part ido. Cuando
aparecieron las dificult ades , a p artir de la s egunda mitad de los s etenta,
ést as eran encubiert as p or las estadísticas oficiales , haciendo creer que
todo marchaba bien. El PCB, encabezado por Todor Yivkov, se aferró a
viejos métodos y se opuso a una política de cuadros que garantizara el
adecuado relevo, capaz de inducir los cambios y t rans formaciones im-
prescindibles para dar continuidad al p royecto socialista. Esa dirección
esquematizada se caracterizó, además, por deformaciones y degradacio-
QHV(VWRVIXQFLRQDULRVGLVIUXWDEDQGHSRVLELOLGDGHVPDWHULDOHV²SULYLOH
JLRVGHWRGRWLSR²TXHORVGLIHUHQFLDEDQSURIXQGDPHQWHGHOSXHEORHUD
lo que más irritaba a la inmensa mayoría de la población, cuyas necesida-
des y aspiraciones eran cada vez más olvidadas por los dirigentes partidis-
tas búlgaros.

La Unión Dimitroviana de la Juventud Comunista (UDJC), supuestamente


encargada de formar el relevo de la dirección es tatal y partidista, est aba
absolutamente penetrada por los mismos dogmas y vicios que imperaban
en el Partido y era incapaz de movilizar a su milit ancia y entusiasmar al
resto de la juventud, que se mantenía cada vez más al margen. En los años
ochenta se produjo un p rogres ivo abandono de los militantes al part ido,
influidos por todo lo anterior y por la persis tente propaganda occidental,
desarrollada desde el extranjero y a través del turis mo. Bulgaria dis ponía
de una industria turística relativamente fuerte. Pero la imagen que brindaba de
ese turismo occidental unido al escaso y erróneo trabajo político e ideoló-
gico dirigido a la población, carente de anális is serios, enfocado a probar
la irracionalidad del sistema capitalista, trajo como cons ecuencia que el
pueblo búlgaro, especialmente la juventud, no es tuvies e prep arado para
identificar los valores positivos y negativos de aquella invasión pacífica y
compararlos con sus propios valores.

La política hacia las nacionalidades fue arbitraria. La población búlgara de


RULJHQWXUFRDSUR[LPDGDPHQWHXQPLOOyQGHS HUVRQDV ²DOUHGHGRUGHXQ
²VHYLRVRPHWLGDDORVULJRUHVGHXQDOH\TXHGHWHUPLQDEDODDGRS
ción forzosa de nombres de origen búlgaro. A dicha minoría se le prohibió
comunicarse en su idioma natal, le fueron cerradas sus mezquitas y vedado
el ejercicio de la religión musulmana; a la vez que fueron prohibidas escue-

474
las, emisoras radiales, libros y otras manifestaciones de carácter cult ural.
Est a nefast a práctica, supuestament e dirigida a lograr la homogeneidad
social del país, desató grandes problemas internos y externos, y p rovocó
el éxodo masivo de miles de p ersonas hacia Turquía. La situación creada
contribuyó decisivamente a la inestabilidad política int erna y al deterioro
de la imagen y prestigio internacionales del país. Esta política que preten-
dió la asimilación forzos a o bulgarización de la p oblación de origen turco
fue también uno de los factores que contribuyó a profundizar la crisis del
socialismo.

En estas circunstancias, la perestroika soviética tuvo una rápida influencia


en Bulgaria, a lo que también contribuyó el sentimiento de simpatías hacia
los rusos. La dirección del país anunció una serie de cambios para «p er-
feccionar el socialismo», t ales como: mejorar la actividad de las organiza-
ciones sociales, descentralizar el sistema administrativo, promover la de-
mocratización del P artido y la s ociedad, e introducir la autogest ión
económica, entre otros . Pero en la p ráct ica la may oría de estos cambios
quedaron a nivel de declaraciones, limitándose al mínimo las transforma-
ciones realizadas. La actitud oficial provocó un aumento del descontento
popular y el surgimiento de organizaciones informales que trataron de ca-
nalizar dicho malestar. A fines de 1988, aparecieron los primeros movi-
mientos de este tip o, entre los que se dest acó Ecoglasnot, que con una
fachada ecologista y supuestamente apolít ica, reclamaba cambios s imila-
res a los que ocurrían en la URSS. En 1989, ésta y otras agrup aciones
fundaron la opositora Unión de Fuerzas Democráticas (UFD).

En noviembre de 1989, en medio de la presión pop ular, se produjo la


«dimisión» de Todor Yivkov, lo cual provocó cambios en el Buró Político y
el Secret ariado del PCB, así como la incorporación de diferentes organi-
zaciones al escenario político. A su vez, al igual que en la U RSS, fueron
derogados los artículos 2 y 3 de la Const itución que refrendaban el papel
rector del PCB en la sociedad. En este cont exto, a inicios de 1990, la
oposición liderada por la U nión de Fuerzas Democráticas, reclamó la dis-
cusión p ública de las y a planteadas reformas, lo que dio lugar a la celebra-
ción de la llamada M es a Redonda, en la cual se acordó modificar la
Constitución p ara introducir el pluripartidismo. Así las cosas, en un in-
tento por mant enerse en la escena política, el PCB se socialdemocratizó,

475
y se t ransformó en Partido Socialista Búlgaro (PSB), al igual que ocurrió
en otros países socialistas.

Como resultado de las negociaciones de la M esa Redonda s e acordó ce-


lebrar elecciones parlamentarias en junio de 1990. Los comicios tuvieron
lugar después de una ardua lucha política entre más de una docena de
partidos existentes en ese momento. La As amblea Cons tituyente se inte-
gró de la s iguiente manera: el P SB obtuvo 211 bancas, seguido por la
Unión de Fuerzas Democráticas con 144, el M ovimiento de los Derechos
\/LEHUWDGHV²FUHDGRDLQLFLRVGHSDUDUHSUHVHQWDUODPLQRUtDPX
VXOPDQD²JDQyXQDOWRSRUFHQWDMHGHYRWRVHQáreas étnicas turcas, obte-
niendo 23 escaños y el Partido Agrario obtuvo 16 bancas . La Asamblea
electa perseguía entre sus principales objetivos la elaboración de una nueva
Constitución para posteriormente dar paso a nuevas elecciones.

Con estos res ultados y ante la negativa de la oposición a formar coalición,


el PSB decidió gobernar en solitario, lo que trajo consigo una fuerte crisis
presidencial, que devino la elección de Yelio Yelev, líder de la UFD , como
presidente del país. A los pocos meses ocurrió la sustitución del gobierno
socialista por otro de coalición. Aprobada la nueva Constitución, la Asam-
blea Constituyente se disolvió y se volvieron a convocar elecciones. Estos
segundos comicios pluripartidist as tuvieron lugar en octubre de 1991. A
ellos acudieron cerca de 42 partidos y coaliciones. Los comicios arrojaron
los siguientes resultados: la UFD resultó ganadora, con 34,36 % (110 bancas
parlament arias); como segunda fuerza quedó el P SB, con 33,14 %
(106 bancas) y el tercer lugar lo obt uvo el M ovimient o de Derechos y
Libertades (M DL), con 7,5 % (24 bancas).

Como se observa, el nuevo parlamento reflejaba la polariz ación polít ica


existente en la sociedad. El nuevo gobierno quedó conformado con repre-
sentantes de la UFD y simpatizantes de esta organización sin filiación po-
lítica. Tal como estaba previsto en la nueva Constitución, en enero de 1992
se celebraron las elecciones presidenciales. A estos comicios se presenta-
ron aproximadamente 22 candidatos para los cargos de president e y vice-
presidente. Para el cargo de presidente fue ratificado Yelio Yelev con el
54,4 % de los votos, seguido por un candidato independiente. En el plano
LQWHUQRHO3UHVLGHQWHUHHOHFWR²ILJXUDTXHVHLGHQWLILFDEDSOHQDPHQWHFRQ

476
los intereses de Occidente, principalmente de Turquía y los Estados Uni-
GRV²DSURYHFKDQGRODVGHELOLGDGHV\HUURUHV\DPHQFLRQDGRVORJUyTXH
la minoría turca lo respaldara, favoreciendo el nacionalismo. Hacia el exte-
rior, el gobierno de la UFD inició conversaciones con el Fondo M onetario
Internacional (FM I) para examinar el presupuesto estatal en un momento
crítico de la economía del país, dando paso a la aplicación de reformas de
corte neoliberal, en detrimento de los logros sociales que aún se mantenían.

Ent re los indicadores que reflejaban el deterioro económico exis tente en


ese momento se destacan, ent re otros, el descenso de un 30 % del P ro-
ducto Interno Bruto, la disminución de los salarios reales y por tant o del
consumo, el incremento de la inflación a un ritmo entre el 10 % y 15 %, el
aumento del desempleo cuya tasa alcanzaba el 10 %. En consecuencia, la
pobreza se extendió rápidamente entre los grupos más vulnerables de la po-
blación, como los ancianos y jóvenes. Estos últimos resultaban particular-
ment e afectados p or el paro. A sí, a inicios de 1993, la tasa de desempleo
para los menores de 24 años era del 29 % y para las edades comprendi-
das ent re los 24 y 44 años de un 12,9 %.

En el tránsito hacia la economía de mercado, a pesar de las imp osiciones


del FM I, el proceso de privatización en Bulgaria tuvo un desarrollo relati-
vamente lento. P or ejemp lo, en 1991 el 89,9 % del empleo total se con-
centraba en el sect or es tatal y sólo el 10,1 % est aba ubicado en el sector
privado, cifra que aún en 1992 alcanzaba sólo el 14,4 %. Es to se explica
por el hecho antes mencionado, referido a la resistencia a las reformas por
parte de la dirección del PSB. Los años p osteriores se caracterizaron por
una profunda reces ión: en 1994 el PIB se redujo en un 24,4 %, la p roduc-
ción industrial disminuyó un 49,3 % y la agropecuaria un 30 % con respec-
to a 1989.

3RURWUDSDUWHODIRUPDSUHFLS LWDGDFRQTXH%XOJDULD²DOLJXDOTXHOD
PD\RUtDGHORVH[PLHPEURVGHO&$0 (²GHVKL]RVXVYtQFXORVFRPHUFLD
les con los países del Este, y la ins uficiente amp liación del comercio con
Occidente, provocaron una caída en su balanza comercial con efectos
devastadores para la economía nacional. A ello se une un elevado endeuda-
miento externo, que conlleva a la caída de Bulgaria, desde el punto de vista
de solvencia y credibilidad económica. En resumidas cuentas, las realidades

477
resultantes de la aplicación de la est rategia neoliberal entraron en contra-
dicción con las expectativas que había des pertado en amplios sectores de
la población el paso a la economía de mercado. Ello s e reflejó en un con-
siderable movimiento de protestas y en el desgas te del gobierno.

Consecuentemente, en diciembre de 1994, el Presidente Yelev se vio obli-


gado a disolver el Parlamento y convocar a nuevas elecciones, en las cua-
les el PSB obtuvo el 52,3 % de los votos , seguido por la UFD con el
28,65 %. En enero de 1995, s e formó un gabinete encabezado por el líder
del PSB, Jan Vídenov. El nuevo gobierno socialis ta no logró atenuar las
catast róficas consecuencias sociales generadas p or el regreso al capitalis-
mo y muy pronto se encontró enfrentado a una situación sin salida. En las
elecciones parlamentarias del 19 de abril de 1997, emergieron como ven-
cedores los partidos de derecha liderados por la anticomunista UFD; mien-
tras el PSB y otras fuerzas de izquierda sufrieron una sensible pérdida de
apoyo popular.

La política de la UFD bajo la jefatura del Primer M inistro Iván Kostov, fue
encaminada, fundamentalmente, a acelerar las privatizaciones y a una re-
forma total del aparato administrativo. Para ello se siguieron las recomen-
daciones del FM I, lo que profundizó los problemas del país, que a finales
de s iglo el 65 % de su población vivía en la pobreza. En el plano externo,
se ha fortalecido el movimient o para incorporar a Bulgaria a la OTAN y a
la Unión Europea.

Rumania

Desde 1958, cuando las tropas de la URSS abandonaron el país , los diri-
gentes rumanos comenz aron a mostrar signos de independencia, reivindi-
cando libertad de opción en mat eria económica y en política ext erior y
agudizando el fuerte sentimiento nacional rumano, hasta el punto de reivindi-
car la devolución de Besarabia, traspasada a la Unión Soviética en 1945, en
correspondencia con los acuerdos de posguerra. Esta tendencia se forta-
leció a partir de 1965, con la elección de N icolae Ceausescu, quien susti-
WX\y²WUDVV XPXHUWH²D*KHRUJKH*HKRUJLX'HMDOIUHQWHGHOSDUWLGR\
el Estado. Con Ceausescu se ret omó el nombre de Partido Comunist a de
478
Rumania (PCR) y el país pasó a denominarse República Socialista de Ru-
mania.

En agos to de 1969, el X Congres o del PCR es tableció como propós ito


fundamental la edificación de la s ociedad socialista desarrollada. Fueron
aprobadas las directivas con respecto al plan de desarrollo económico-
social para los años 1971-1975. P ara el logro de estos objetivos, y dadas
las diferencias de orden político que habían empezado a manifestarse entre
el PCUS y el PCR, el gobierno rumano comenzó a expresar y sostener una
posición de franco enfrentamiento a las posiciones políticas y económicas
conciliadas por la mayoría de los países socialistas en el seno del CAM E,1
al tiempo que se inició un proceso de acercamiento a instituciones y go-
biernos occidentales, los que le otorgaron un tratamiento diferenciado con
respecto al resto de es os países . De esa manera, Rumania ingresó al Fon-
do M onetario Internacional y al Banco M undial, en 1972, y obtuvo de los
Estados Unidos la cláusula de Nación M ás Favorecida en s u comercio.

El trat o preferencial de la banca int ernacional durante los años s etenta,


expresado en el otorgamiento de préstamos para desarrollar la industria y
la infraest ruct ura del p aís, provocó un acelerado proceso de endeuda-
miento, que tuvo su punto culminante en la crisis de su deuda externa en
1982, año en el que el monto de la misma alcanzó los 13 mil millones de
dólares . Sólo p ara cubrir los servicios de la deuda, Rumania dedicaba
entonces el 32 % de los recursos obtenidos por la exportación. Ese mismo
año, se inició la renegociación del débito del país con el FM I, entidad que
imp uso como condición el pago de la deuda en un término de siete años.
Ello determinó la aplicación de una polít ica de reajuste económico que se
tradujo, entre otras cosas, en una fuerte caída del volumen de int ercambio
comercial con el extranjero.

El modelo de desarrollo económico impuesto por Ceaus escu, basado en el


apoyo financiero de Occidente y la creciente dependencia del mercado ca-
pitalista, determinó también una rápida caída del nivel de vida de la pobla-
ción. Las restricciones de orden económico y social también impuestas por

1 No obst ante a el lo, R umani a nunca renunció a su membres ía al CAM E y s e mantu-


vo com o mi embro pl eno del Cons ejo hast a su des aparición.

479
Ceausescu hacia el interior del país con el objetivo de lograr a toda costa el
pago de la deuda externa, conllevaron a que la mis ma ya se redujera en un
16 % en el propio 1982, año clave en el desenlace de la crisis política que
estallaría ocho años después. Para alcanzar es to se ut ilizó el 9,5 % de las
exportaciones y se redujo el 24,2 % de las importaciones, tendencia que se
mantendría en lo sucesivo. Ello determinó un importante desabastecimiento
de materias primas y el envejecimiento tecnológico.

La política de aust eridad comenzó a sent irse con fuerza por part e de la
población a partir del invierno de 1983, cuando se produjo un fuerte recorte
presupuestario respecto a los gastos sociales. Se limitó de forma drástica el
suministro público de combustibles para la calefacción doméstica y aumentó
el costo de producción de los artículos de uso y consumo esenciales para
la población con el consiguiente desabastecimiento y aumento del costo de la
vida. La respuesta al malestar popular fue la introducción de un mayor con-
trol por los órganos de la seguridad y el incremento de diversas formas de
represión. Dicha política fue expresión de la desvinculación de la cúpula
polít ica en el poder respecto a los intereses de la p oblación rumana, que
cada día más veía al partido y al Estado como algo ajeno.

De ot ra parte, el tratamiento otorgado por Ceausescu a la minoría de ori-


JHQK~QJDUR²DSUR[LPDGDPHQWHHOGHODSREODFLyQDVHQWDGDIXQGD
PHQWDOPHQWHHQOD7UDQVLOYDQLD²FRQODSXHVW DHQSUiFWLFDGHOOODPDGR
Programa de Urbanización Rural, mediante el cual los húngaros étnicos
fueron expulsados de sus aldeas para ser posteriorment e reubicados, tuvo
negativas consecuencias en el orden interno y en los posteriores vínculos
rumano-húngaros . Una política desacertada se aplicó también con rela-
ción a los gitanos, cuyos derechos fueron arbitrariamente limitados. En la
práctica, los húngaros y los gitanos eran cons iderados oficialment e como
ciudadanos de segunda clase, a pesar de repres entar un por cient o notable
de la población.

Como res ultado de la marcada tendencia de Ceaus escu al autoritaris mo,


se estableció un gobierno fuertemente centralizado, en el que el nepotis-
mo, la corrupción y otras deformaciones , llevaron a la formación de un
pequeño, pero poderoso, sector de funcionarios y dirigentes del Estado y
del Partido, que vivían a es paldas de la realidad nacional y de las condi-

480
ciones cada vez más dramáticas en que se debatía la población del país.
Sin pos ibilidades reales de oponerse a las antip opulares medidas de
Ceausescu, las mas as adoptaron la doble moral y la hipocresía en su ac-
tuación cotidiana, incluso en el p artido, lo que daba la falsa impresión de
apoy o al des acredit ado régimen.

En estas circunst ancias, los aires «democratizadores» llegados desde la


URSS, donde se iniciaba la perestroika, fortalecieron el descontento po-
pular en Rumania. Teniendo en cuenta que desde el punto de vista econó-
mico ya el país marchaba por la vía del financiamiento occident al, dicho
proceso encontró un terreno fértil, en un pueblo que soñaba con una aper-
tura política para solucionar la crisis económica, que en est os años s e en-
cont raba en pleno apogeo. A inicios de 1987, las dificult ades en el sector
energético culminaron en crisis . El déficit de combust ible y electricidad,
que condujeron a es trictas medidas de racionalizacion de energía, exacer-
bó el malestar popular, lo que provocó el levantamiento obrero de la ciu-
dad de Bras ov, durante el cual miles de pers onas asaltaron los edificios
públicos y locales del PCR, exigiendo el mejoramiento de las condiciones
de vida y trabajo.

Por otra parte, en el seno del propio partido y de las Fuerzas Armadas se
venía gest ando una corriente que aspiraba a des plazar a los viejos dirigen-
tes, incluyendo a Ceausescu, con el fin de realizar los cambios anhelados
por toda la sociedad. Esta corriente propiciaba la reforma desde arriba y
su existencia se manifestó en las continuas depuraciones de figuras del par-
tido y de otras instituciones. En ese sentido, es significativa la carta abierta
enviada por un grupo de dirigentes comunistas a Ceauses cu, en marzo de
1989, y la formación de un Consejo de Salvación Nacional, integrado por
figuras importantes del PCR y de las Fuerzas Armadas, que planeaban un
golpe militar contra el gobierno.

El XIV Congreso del P CR, celebrado en noviembre de es e año, estuvo


caracterizado por el triunfalismo acostumbrado. Ceausescu resultó vitorea-
do y reelecto como Primer Secretario. Sin embargo, la ausencia de medidas
que presagiaran cambios en la situación existente en el país, terminó conven-
ciendo a la población de que todo seguiría igual. En ese contexto, en diciem-
bre de 1989, se produjo el levantamient o de Timisoara, motivado p or el

481
hostigamiento a que era sometido un sacerdote de origen húngaro, que había
criticado la política del gobierno. M iles de residentes locales salieron en una
marcha de protesta, que fue brutalmente reprimida por los agentes del or-
den. A partir de ese momento, los acontecimientos se precipitaron y termi-
naron con el derrocamiento del gobierno, ocurrido el 22 de diciembre. El
matrimonio Ceausescu fue fusilado, acto internacionalmente controvertido,
pero celebrado por la mayoría de la población rumana.

(O&RQVHMRGHO)UHQWHGH6DOYDFLyQ1DFLRQDO &)61 ²FRQPLHPEURV


SURYHQLHQWHVGHO3&5ODV)XHU]DV$UPDGDV\ODLQWHOHFWXDOLGDG²HQcabezó
un gobierno provisional con Ion Iliescu (antiguo secretario del Comité Cen-
tral del PCR) como Presidente interino y Petre Roman como Primer M inis-
tro. Forzado por la polarización de fuerzas, y en una asfixiante atmósfera
DQWLFRPXQLVWDHOGHIHEUHURGHHO&)61²OXHJRGHQXPHURVDV
deserciones de miembros originales del Frente de Salvación Nacional (FSN)
y del CFSN, al que se incorporaron representantes de partidos opositores,
HVWXGLDQWHV\PLQRUtDVQDFLRQDOHVHQWUHRWURV²GLRSDVRDO&RQVHMR3URYLVLR
nal de Unión Nacional (CPUN). El Frente de Salvación Nacional, que retuvo
la mayoría en el nuevo órgano de gobierno, se convirtió en partido político.

En las elecciones generales del 20 de mayo, en las que participaron más


de 100 partidos y movimientos políticos, el candidato del FSN, Ion Iliescu,
obt uvo una contundente victoria, con el 85,07 % de los votos, mient ras
que el prop io F rent e conquistó el 66,31 % de los sufragios p ara las dos
cámaras del Parlamento. El nuevo gobierno, con Petre Roman como Pri-
mer M inis tro, adoptó las formas más radicales de implementación de una
economía de mercado, como camino para modernizar todas las esferas de
la s ociedad rumana, obtener acces o al mercado internacional, al capit al y
a la tecnología de punta de Occidente. Los efectos de la aplicación de esta
«terapia de choque» se hicieron sent ir en una alarmante subida del costo
de la vida, el deterioro de los servicios a la población y un aumento de la
inflación entre 200 % y 300 %. Ello provocó una ola de huelgas y de
indisciplina laboral que, en 1991, hizo descender la productividad del tra-
bajo a la mitad de la regis trada en 1989.

Así las cosas, destacamentos de mineros del Valle de Jiu acudieron en dos
oportunidades en ayuda del gobierno ante las agresivas manifestaciones y

482
concentraciones que en Bucarest reclamaban s u renuncia, lo que dejó un
saldo elevado de víctimas. Posteriormente, tuvieron lugar sangrientos cho-
ques étnicos ent re rumanos y magyares en varias ciudades de la región de
Transilvania, caldeando aún más las tensas relaciones entre ambas etnias.
En s eptiembre de 1991, tuvo lugar una ola de huelgas y la tercera marcha
hacia la capital de los mineros de Jiu, esta vez no para apoyar el gobierno,
sino para favorecer la renuncia del Primer M inis tro Pet re Roman, lo que
finalmente lograron. En octubre, con el nombramiento de Theodor Stolojan
como Primer M inist ro, se conformó un gobierno de coalición del FSN con
los opositores Partido Nacional Liberal, M ovimiento Ecológico Rumano y
Partido Democrático Agrario de Rumania.

Las elecciones locales efectuadas en febrero y abril de 1992, reflejaron un


des cens o del ap oyo al F SN, y la irrupción en el escenario político de la
Convención Demócrat a de Rumania (CDR), alianz a de 18 part idos de
derecha, que pasó así a ser la segunda fuerza política del país. En el Con-
greso del FSN, en marzo de 1992, se manifestaron con fuerza las diferen-
cias Iliescu-Roman acerca del rit mo de la reforma y se constit uyó como
nuevo p artido el Frente Democrático de Salvación Nacional (FDSN), que
puso énfasis en la línea s ocialdemócrata y el ap oyo a Iliescu. Con la par-
ticipación de 80 partidos, las elecciones presidenciales y parlamentarias de
septiembre de 1992, concluyeron con la reelección de Iliescu y la obtención
de la mayoría relativa del FDSN. En segundo lugar se confirmó la derechista
Convención Democrática (CDR), liderada por Emil Constantinescu, y en un
dis tant e tercer pues to el FSN de Roman. El 8 de diciembre de 1992, se
realiz ó un referendo que aprobó una nueva Constitución, con la cual que-
daron legalizados el pluripart idismo y la introducción de la economía de
mercado, que de hecho ya existían. Las únicas provincias que se pronun-
ciaron may oritariament e en contra de esa Carta M agna fueron Hargita y
Covasna, ambas de mayoría húngara, asentadas en la región de Transilvania.

En los primeros tres años de la etapa de reconstrucción capitalista, la eco-


nomía no pudo acercarse siquiera a los índices de 1989. Según datos ofi-
ciales, en 1992 el P IB representó menos del 67 % del nivel registrado en
1989, y la producción industrial decayó un 23,5 %, lo que equivale a 41 %
por debajo de lo realizado en 1989. Algo similar ocurrió con la agricultura.
Al cierre de sep tiembre de 1992, la deuda externa era de 3,8 mil millones

483
de dólares, lo que contrasta con el hecho de que en 1989 Rumania había
terminado de pagar su deuda ext erna con un alto costo s ocial. A fines de
1992, el número de desempleados llegó a unos 940 mil, lo que representa-
ba el 8,5% de la población económicament e activa.

Posteriorment e, de 1993 a 1996, se sucedieron numerosas huelgas y ma-


nifestaciones de protesta, con una destacada participación de los mineros.
En el mis mo período se produjeron también varios intentos de derrocar al
gobierno por parte de la oposición, nucleada en t orno a la Convención
Democrática de Rumania (CDR), que finalment e asumió el poder en no-
viembre de 1996. El nuevo gobierno intentó, entre otras medidas, acelerar
ODV UHIRUPDV²HQODSULYDWL]DFLyQDEDUFDEDHOGHODHFRQR
PtD²\DEULUHOSDtVDODLQYHUVLyQH[WUDQMHUDFRPRUHTXLVLWRLQGLVSHQVDEOH
para ingresar a la Unión Europea y obtener créditos del FM I. Además, pro-
PHWLyFRPSDJLQDUODVGXUDVFRQGLFLRQHVLPSXHVWDVSRUHO)RQGR²EDMDUel
JDVW RS~EOLFR\HOHYDUORVLPSXHVWRV ²FRQODPHMRUtDGHODV FRQGLFLRQHV
de vida de la población, lo que era bastante imp robable. Por lo pronto, la
situación al terminar el siglo se caracteriza por un alto grado de desigual-
dad y de marginación social, que no habían podido ser neutralizadas por la
creciente economía sumergida existente en el país.

Al bania

Como ya hemos dicho en ot ro moment o, en Albania, al igual que en Yu-


goslavia, el socialismo fue establecido sin la intervención directa de la URSS,
pues es tos país es s e liberaron de la ocupación fascista con sus prop ias
fuerzas. Sin embargo, la evolución del peculiar socialismo albanés conoció
deformaciones aún mayores que las vividas en el resto de los Estados del
Est e europeo, incluyendo a la propia Unión Soviét ica. El joven Part ido
&RPXQLVWDGH$OEDQLD²VXUJLGRHQFRQODD\XGDGH7LWR²RUJDQL
zó la lucha cont ra los ocupantes y liberó al país en 1944. Los comunistas
encabezaron el Gobierno Provisional y en 1946 proclamaron la República
Pop ular de Albania. Enver H oxha, primer secretario del Part ido, fue al
mismo tiempo jefe de Estado, ministro de Defensa y ministro de Relacio-
nes Exteriores. Aparecieron así las p rimeras expresiones de la ambición de
poder que acompañarían al régimen socialista albanés.

484
En un principio, Albania se vinculó estrechamente a Yugoslavia, de la que
recibió una considerable ay uda. Pero en 1948, en ocasión del conflicto
entre T ito y Stalin, la dirección albanesa optó por la alianza con la URSS.
En realidad, el credo estalinista se avenía muy bien con los intereses y las
ambiciones polít icas de Hoxha. El Partido del Trabajo de Albania (PTA),
nombre adopt ado por el Partido Comunista desde 1948, asimiló de forma
mecánica el modelo soviético y su aplicación estuvo acompañada de graves
violaciones de la legalidad socialista, de la hipertrofia del aparato burocráti-
co del Partido y del Estado y de la concentración de un poder ilimitado por
parte de los órganos de la seguridad (Sigurimi) y del propio Hoxha. Cientos
de prestigiosas figuras del partido y del Estado, así como miles de honestos
militantes sufrieron represalias de diversas formas, incluyendo largas conde-
nas de cárcel y la pena de muerte. Ello fue acompañado por la intolerancia
religiosa y una errónea política cultural que cerró el país a todo tipo de con-
tacto con el extranjero, así como por un tratamiento inadecuado a las mino-
rías nacionales (serbios, montenegrinos, bosniacos, macedonios, etc.).

La alianza con la URSS fue recompensada con una cuantiosa ayuda econó-
mica ofrecida directamente y a través del CAM E, del que Albania fue miem-
bro fundador. En los años siguientes, el país consiguió algunos avances en su
des arrollo económico y s ocial. Comenz ó a moderniz arse la agricultura,
VXUJLHURQDOJXQDVUDPDVLQGXVWULDOHV ²PHFiQLFD\HQHUJpWLFD²VHHOLPL
nó el desempleo y s e inició la ampliación de los servicios educacionales y
de salud, casi inexistentes con anterioridad. Todo ello no acabó con el
secular atraso del país, pero representó un importante paso hacia delante
y un sustancial mejoramiento de las condiciones de vida de la población.
Sin embargo, después de la muerte de Stalin, la dirección albanesa se opu-
so a la política de rectificación emprendida p or Kruschov, lo que provocó
un conflicto que terminó en la ruptura con la URSS y el alineamient o con
China, que no p udo llenar el vacío de la ay uda soviética, p or lo que el
desarrollo económico se vio seriamente afectado. Esta nueva alianza sobre-
vivió hasta 1978, año en que China interrumpió su colaboración con Alba-
nia como respuesta a las acusaciones del PTA, que calificó como revisionistas
las reformas emprendidas por el gigante asiático. Estas consecutivas alianzas
resultaron efímeras y dañinas para el país, lo que se debió a la ambición
protagónica de Hoxha, que se llegó a autoproclamar como el genuino porta-
dor y depositario de las ideas marxista-leninistas más puras.

485
A partir de 1978, en la búsqueda de un supuesto socialismo autárquico, el
PTA comenzó a aplicar la política de apoyo en sus propias fuerzas, renun-
ciando a cualquier tipo de ayuda exterior. Bajo ese modelo, el Estado,
exces ivamente burocratizado, anuló la iniciativa de las emp resas y de los
colectivos de trabajadores. La deficiente dirección de la economía a t ra-
vés de métodos dirigistas y est rategias de desarrollo extensivo, y la falta
de una política apropiada de est ímulos, provocaron en su conjunto el es-
tancamiento de los ritmos de crecimiento de la producción y de la produc-
tividad, el atraso tecnológico de la industria y la escasa mecanización de la
agricultura. La p olítica comercial, adoptada desde 1976, llegó al ext remo
de prohibir constitucionalmente la adquisición de créditos, así como la crea-
ción de empresas mixtas, renunciando de esa manera a las posibles venta-
jas provenientes de las relaciones económicas internacionales.

En ese periodo, el cult o a la p ersonalidad de Hoxha se elevó a extremos


insospechados; mientras su pensamiento, aparentemente nacionalista, se
identificaba, cada vez más, con una interpretación ultradogmática del mar-
xismo-leninismo. En el país se incrementaron las violaciones de la legali-
dad, se limitaron las libertades individuales, se eliminó por decreto la prác-
tica religiosa, cerrando las mezquitas e iglesias y se incrementaron las formas
de represión dent ro y fuera del Part ido. A l mismo tiemp o, los dirigentes
del PTA y del Estado incurrieron en prácticas corruptas, que los distancia-
ban de los trabajadores. El atraso económico, los errores en la política del
Partido y las restricciones y violaciones de la democracia socialista, pro-
vocaron el estancamiento y descenso del nivel de vida, el descontent o de
la población, la pérdida de confianz a de los trabajadores en el P TA y la
falta de identificación del pueblo con los objetivos e ideales socialistas.

Tras la muerte de Enver Hoxha, ocurrida en 1985, asumió la dirección del


Partido s u cercano colaborador y pariente Ramíz Alia, quien juró conti-
nuar la línea de s u predeces or, p ero p oco después int entó mover el p aís
hacia las reformas. En 1989, mientras en los demás países socialistas eu-
rop eos se llevaban a cabo cambios radicales, el VIII P leno del Comité
Central del PTA acordó int ensificar las transformaciones para abandonar
el auto-aislamiento del país y desmantelar las estructuras estalinistas. Sin
embargo, la aus encia de una estrategia bien definida provocó el aumento
de la presión popular, que escenificó manifestaciones de protesta en varias

486
ciudades y en Tirana, donde miles de personas penetraron en varias emba-
jadas occidentales, a mediados de 1990. Ante es ta situación, Alia s e mos-
tró vacilante y aceptó el diálogo con las fuerzas op ositoras, provenientes
principalmente de la intelectualidad y el estudiantado, y se acordó la re-
nuncia al papel dirigente del PTA y la convocatoria a elecciones multipar-
tidistas.

Con arreglo a lo acordado, los comicios fueron realizados en marzo de


1991 y en ellos participaron los diferentes partidos de la entonces oposi-
ción antisocialista, conformada por el Partido Democrático de Albania (PD),
fundado el 12 de diciembre de 1990 y que ya en este año cont aba con
50 000 miembros, el Partido Republicano (PR), el Part ido Agrario (PA),
el Partido Ecologista (PE), el Partido de Unidad Nacional (PU N) y el Par-
tido Socialdemócrat a (P SD). Aun cuando el PTA, que en junio de 1991
adop tó el nombre de Partido Socialista (PS), salió triunfante con el 67 %
de los votos, y Ramíz Alia fue reelecto Presidente, la principal fuerza opo-
sitora, el Part ido Democrático (PD), acumuló un número considerable de
es caños (75 de 250).

La entrada al parlament o (la Asamblea Nacional) y su participación en el


gobierno le permitió a la opos ición s abotear el trabajo de los comunistas
en el gobierno y culparlos del deterioro de la situación nacional, así como de
bloquear la reforma. Las próximas elecciones en pos de la toma total del
poder por la oposición se adelantaron p ara marzo de 1992. En esas elec-
ciones el Partido Democrático triunfó frente al Partido Socialista (sucesor
del PTA) en medio del caos social y la decadencia económica. En abril, el
líder del PD, el médico cardiólogo Sali Berisha, se convirtió en Presidente,
convenciendo a muchos de que su vict oria se traduciría en un gran creci-
mient o de la ayuda exterior, facilidades para la emigración albanesa hacia
Europ a, y la realización del gran sueño de unir a todos los albaneses, alu-
diendo al vecino Kos ovo, p rovincia de Serbia con mayoría de población
de origen albanés.

Poco tiempo después de las elecciones, en junio, la situación en Albania


constituía un verdadero caos general. Los sindicatos hicieron un llamado a la
huelga general en protesta por el empeoramiento de las condiciones de tra-
bajo, ocurrieron p aros forzosos en indust rias claves por falta de materias

487
primas, aumentó la actividad delictiva, hubo un constante flujo migratorio
ilegal, escasez de alimentos y de art ículos de primera necesidad. Es e mis-
mo año de 1992, aumentó notablemente el desempleo, es pecialment e en-
tre los jóvenes, lo que provocó fuertes movimientos migratorios hacia Grecia
e Italia, fundamentalmente, ya iniciados años atrás. De acuerdo con cifras
oficiales, recogidas en el informe anual de la UN ICEF en 1997, las tasas
de desempleo habían alcanzado al 27 % de la fuerza de trabajo y más de
300,00 albaneses habían emigrado desde 1990 a t rabajar en el exterior.
En 1994 y 1995, la producción industrial tuvo un decrecimiento de 18,6 %
y 7,2 %, resp ectivamente.

En el aspecto político, la presidencia de Berisha s e caracterizó por viola-


ciones sistemáticas de la democracia. En ese cont exto, Ramíz Alia, Fatos
Nano y otras figuras del PS fueron arres tadas, acusadas de corrupción, y
condenados a prisión. Tal tipo de rep resión al movimiento político oposi-
tor se convirtió en práctica corriente del escenario político albanés a partir
de entonces. La situación de crisis s e agudizó aún más a inicios de 1997,
con la estafa multimillonaria de la que fue víct ima el 25 % de la población
por algunos bancos, y que estuvo vinculada a la introducción de un sistema
de ahorro de tipo piramidal establecido por el gobierno. La magnitud de
las protest as derivadas del escándalo sit uó al país al borde de la guerra
civil. Ante ese grave p anorama interno, y como resultado de diferentes
presiones ejercidas desde diversos países, Sali Berisha no tuvo otra salida
que aceptar la formación de un gobierno de reconciliación nacional, al frente
del cual designó al socialista Baski Fino; al mismo tiempo que se convoca-
ron a elecciones ant icip adas , a celebrars e en junio de ese año. El triunfo
GHO3DUWLGR6RFLDOLVW D$OEDQpV  36$ VXFHV RUGHO37$²TXHREWXYROD
mayoría parlamentaria, con 100 bancas de las 155 que integran la legisla-
WXUD²IUHQWHDO3 DUWLGR'HPRFUiWLFRTXHVyORREWXYRHVFDxRVSDUH
cía s er una salida a la situación existente en el país.

(O3ULPHU0 LQLVWUR)DWRV1DQR²OtGHUGHO36$ ²SURPHWLyHQFRQW UDU


una forma para devolver a la población los ahorros invertidos en los ban-
cos fraudulentos, y cerrarlos, acorde a la condición impuesta en ese senti-
do por el FM I. Prometió también lograr el restablecimiento del orden pú-
blico, mediante la eliminación de las bandas armadas que proliferaron en el
sur del país. Pero no logró cumplir ninguna de esas promesas. Al propio

488
tiemp o, result ó acusado por Berisha de s er culpable del as esinato de uno
de los fundadores del Partido D emocrático, lo que desencadenó una nue-
va ola de manifestaciones y protestas contra el régimen, arrastrando nueva-
mente a esta martirizada nación al borde de una guerra civil. En septiembre
de 1998, Nano t uvo que dimitir y dejar el gobierno en manos de otro
dirigente socialista.

A fines de los novent a, la vida económica, política y social del Albania se


des arrolla en un clima de enfrentamientos políticos, agudiz ados por los
ant agonis mos históricos, religiosos y étnicos y por el incremento de las
des igualdades y la pobreza generadas por el tránsito al capitalismo. En
medio de ello, las diferencias tácticas entre el opositor Partido Democráti-
co y el Partido Socialista res pecto al conflicto de Kos ovo agravaban aún
más las tensiones en la región balcánica. M ient ras el «demócrat a» Sali
Berisha solicit aba pleno ap oyo y asistencia material a los s eparatis tas
NRV RYDUHV\ DO(MpUFLWRGH/LEHUDFLyQGH. RVRYR (/. ²UHVS DOGDQGR
FRQHOORODLGHDGHOD*UDQ$OEDQLD²ODHVWUDWHJLDSROtWLFDGHO©VRFLDOLVWDª
Fatos Nano estaba dirigida a evitar un enfrentamient o con Belgrado.

Yugosl avia

Desde su nacimiento, el Estado yugos lavo se enfrentó a dos concepciones


contradictorias de la política y, sobre todo, del Estado. Por una parte, la
FRQFHS FLyQGHVFHQW UDOL]DGD\S OXUDOLVWD²EDVDGDHQODVREHUDQtD\ODDX
WRGHWHUPLQDFLyQFRQVWLW XWLYDGHO(V WDGR²VRVWHQLGDSRU(VORYHQLD\
Croacia; por ot ra parte, el concepto unit ario y centralist a, basado en el
papel unificador y predominante de Serbia. Dichas concepciones fueron,
de hecho, el resultado de herencias imperiales diferentes: la austrohúngara
y católica de es lovenos y croatas, la bizantina y ot omana de los serbios,
que crearon culturas políticas divergentes e incluso irreconciliables, en el
marco de una unificación impuesta siempre desde arriba. Aparte de otros
elementos culturales que estuvieron en el origen del «proyecto yugoslavo»,
coyunturas históricas concretas desempeñaron un papel fundamental en su
elaboración. Yugoslavia, por dos veces en su historia, representó un objetivo
geoestratégico esencial, por lo que las potencias extranjeras mantuvieron su

489
unidad. Fue sos tén del «cordón s anitario» de la Europa de Vers alles y
des pués de la Segunda Guerra M undial se convirtió en un territ orio de
frontera entre los dos bloques controlados por los Est ados Unidos y la
Unión Soviética. Para ambos bloques el país significaba la «ventana sobre
el otro mundo» por lo que gozaba del apoyo de los dos contrincant es,
aunque al mismo tiempo reivindicaba una situación de independencia como
líder del M ovimiento de Países No Alineados, por lo menos hasta la muer-
te de Tito. El Estado yugoslavo no pudo resistir la acción de las fuerzas
centrífugas en momentos de crisis int ernacional: el primero sucumbió ante
la presión de las fuerzas de Eje, el segundo ante el hundimiento del bloque
socialista.

En páginas anteriores hemos comentado las principales caracterís ticas de


la Yugoslavia socialista, desde su surgimiento, en 1945, hasta finales de los
años sesenta. En dicho período, el multinacional país emprendió un camino
propio, tras una breve «luna de miel» con la URSS, lo que se tradujo en la
aplicación de un modelo que propició la descentralización de la economía,
la autogestión obrera, la introducción de la propiedad privada en varios
sect ores, la apertura al capital extranjero, etc. La llamada aut ogestión re-
portó importantes avances en sus primeras dos décadas, transformando el
país de agrario en agrario-indus trial. Sin embargo, debido a la limitación
de la función reguladora del Estado en el plano económico y a los fuertes
nacionalismos , el desarrollo alcanzado benefició, fundamentalmente, a las
más adelantadas repúblicas de Eslovenia y Croacia y en cierta medida a
Serbia, manteniéndose el atraso de las demás repúblicas. Ello, unido a otros
IDFWRUHV ²DXWRULWDULVPRGH7LWROLPLWDFLRQHVGHPRFUiWLFDVHWF²WXYR
negativas consecuencias políticas y s ociales, s obre todo, desde finales de
los años sesenta.

A p artir de 1967, se contrajo el crecimiento económico, provocando un


aumento del desempleo y la inflación. En es e context o, t uvo lugar la re-
vuelta estudiantil de 1968, en Belgrado y otras ciudades, que imprimió un
nuevo impulso a las posiciones disidentes; estudiantes, profesores univer-
sitarios e intelect uales, manifestaron abiertamente sus críticas al s istema,
identificándolo como responsable de la situación imperante y demandando
polít icas que dieran respuest as a los problemas de la sociedad en su con-
junto y no a intereses de grupos del aparato político y la organización eco-

490
nómica. Los manifestantes expresaron su opos ición a los elementos capi-
talistas del sistema y al monopolio del Partido. Finalmente, el descontento
fue controlado por el gobierno, pero tomó cons iderable fuerza la oposi-
ción representada por los movimientos nacionalistas de las repúblicas, prin-
cipalment e en Croacia y Eslovenia.

Anteriormente, dent ro de las es tructuras administrativas y partidis tas se


habían registrado manifestaciones moderadas de signo nacionalista, pero
con una tendencia creciente a exigir s u reconocimient o y p royección. El
proceso de descentraliz ación económica est imulado por la dirigencia del
país, fortaleció las diferencias interregionales y favoreció a la p ostre los
des eos de algunas repúblicas y provincias en el sentido de aumentar su
grado de autonomía como vía que les permitiera impulsar un mayor desarro-
llo adaptado a las necesidades de sus resp ectivas p oblaciones. Las t en-
dencias y movimientos nacionalistas se apoyaban en una generaliz ada re-
acción de rechazo popular a la uniformidad que se intentaba imponer a
partir de Belgrado en lo político y cultural.

Como consecuencia de los acontecimientos de 1968, los albaneses de


Kos ovo lograron el reconocimiento de su singularidad. La provincia fue
declarada autónoma dentro de Serbia, adquiriendo un grado de aut onomía
similar al de las repúblicas . Además , el gobierno central hiz o es fuerzos
para tratar de mejorar las difíciles condiciones económicas de la provincia,
aunque ésta continuó s iendo una de las regiones más atras adas de Yugos-
lavia. Kosovo está p oblada p or un 80 % de albanes es, p ero también re-
presenta la cuna, el origen histórico del pueblo serbio.

/DUHIRUPDFRQVWLWXFLRQDOGH²PRGLILFyOD&DUWD0DJQDGH²W UDWy
de responder a las exigencias nacionalistas, incrementando la descentraliza-
ción económica y fortaleciendo los poderes de las repúblicas y provincias.
'LFKDUHIRUPDHVWDEOHFLyTXHGHVSXpVGHODGHVDSDULFLyQGH7LWR²SUHVL
GHQWHYLW DOLFLR²ODSUHVLGHQFLDGHOSDtVW HQGUtDXQFDUiFW HUFROHFWLYR\
quedaría integrada p or t res represent antes de cada rep ública y dos de
cada provincia aut ónoma. Además, las repúblicas podrían vetar las deci-
siones de la Presidencia Federal. Aquella reforma introdujo también la sor-
prendente decisión de conceder a una confesión religiosa, la musulmana, el
status de nacionalidad. Con estos cambios Tito pensaba garantizar la unidad

491
del complejo mos aico yugos lavo, pero en realidad ellos representaron un
importantísimo paso para facilitar la desintegración.

En efecto, durante la s egunda mitad de los setenta, se incrementaron y


fortalecieron las exigencias de los nacionalistas, lo que condujo a un exten-
dido proceso de depuraciones en el s eno de la Liga de los Comunistas , al
mis mo t iemp o que se int ensificó la labor de propaganda y el culto a la
personalidad de Tito, cuyo p apel integrador había sido fundamental en
la formación y mantenimiento de la unidad. Pero tras la muerte del anciano
líder, en 1980, la situación se tornó cada vez más grave. El continuo dete-
rioro económico y el progresivo endeudamiento del país, debido a la des-
favorable coyuntura internacional, contribuyeron a incrementar el descon-
tento p opular y el desarrollo del sep arat ismo. Desde 1980, se acentuó
peligrosamente la división en el seno de la Liga de los Comunistas; aumen-
tó el número de cuadros y militantes partidarios de la descentralización y la
lucha entre éstos y los defensores de la unidad o centralización. En Serbia,
Bosnia y M ont enegro la Liga era controlada por los centralist as, mientras
que en Eslovenia, Croacia, M acedonia y Kosovo dominaban los des cen-
tralizadores. Los congres os X II y XIII de la Liga, celebrados en 1984 y
1986, respectivamente, intentaron detener el movimiento centrífugo, pero
el proces o de descomposición ya resultaba p rácticamente irreversible.

La situación de agravó aún más con la influencia de los acontecimientos que


tenían lugar en la URSSy los demás países del Este; así como por el ascenso
al poder en Serbia de Slobodan M ilosevic, quien trató de llenar el vacío
creado con la muerte de Tito. Con el resp aldo de la Iglesia ortodoxa,
M ilosevic trató de preservar la unidad del país imponiendo la hegemonía
serbia. Tal proyecto representaba una drástica disminución de las prerroga-
tivas de las repúblicas y provincias autónomas. En poco tiempo, M ilosevic
OLPLWyODDXWRQRPtDGH.RVRYR\ WDPELpQODGH9RLYRGLQD²SURvincia serbia
FRQSREODFLyQGHRULJHQK~QJDUR²PLHQWUDVH[WHQGtDVXLQIOXHQFLDD
M ont enegro. La reacción a est os planes y medidas fue la intensificación
del separatismo, que aprovechó la p rofundización del descontento popu-
lar provocado p or la aguda cris is económica y el desorden que vivía el
país a finales de los años ochenta.

En este ambiente interno y bajo la influencia de los cambios que se produ-


cían en el Este europeo, se celebró un nuevo congreso de la Liga, a p rinci-
492
pios de 1990. El evento aceptó el pluripartidismo y la introducción defini-
tiva de la economía de mercado, y acordó celebrar elecciones generales lo
más pront o pos ible. Los eslovenos y croat as exigieron, además, la rees-
truct uración de la Liga federal, con el objetivo de lograr la p lena indepen-
dencia de la organización partidista en cada república. Ante el mayoritario
rechazo a ese pedido, eslovenos y croatas abandonaron el Congreso, pro-
vocando así, de hecho, la disolución de la Liga en el ámbit o de la Federa-
ción, con lo que se perdía la homogeneidad política y s e avanzaba hacia la
desintegración del país.

Poco desp ués del referido congreso, fueron convocadas y celebradas las
primeras elecciones multip artidistas , en las que p articiparon más de 70
agrupaciones polít icas: 31 en Croacia, 19 en Es lovenia, 13 en la pequeña
M ontenegro, 6 en Serbia, 6 en K osovo, 2 en M acedonia y 2 en Bosnia-
Herzegovina. Las plataformas electorales de todas estas fuerzas, tanto las
de izquierda como las de derecha, estuvieron impregnadas de un fuerte ca-
rácter nacionalista y religioso. Los partidos conservadores nacionalistas se
impusieron en todo el territorio, salvo en los casos de Serbia y M ontenegro,
donde ganaron los comunist as, que a partir de ent onces pasaron a deno-
minarse socialistas. El desmembramiento de la Federación era ya un hecho
y se formalizó unos meses más tarde, tras algunas gest iones infructuosas
para crear un Estado confederado.

En 1991, los acontecimientos políticos de precipitaron. Croacia y Eslovenia


proclamaron su independencia el 25 de junio de ese mismo año; M acedo-
nia, el 8 de septiembre. Bosnia-Herzegovina la obtuvo a partir del referén-
dum del l de marzo de 1992. De lo que antes fue Yugoslavia sólo quedaron
Serbia y M ontenegro: Serbia como núcleo de la Federación, y M ontenegro
realizó un plebiscito que aprobó su vinculación a Serbia. El 27 de abril de 1992,
estos dos territorios proclamaron la nueva República Federal de Yugosla-
via (SFY), presentada como la única heredera de la antigua Yugoslavia. La
desintegración del Est ado yugoslavo condujo a una sangrienta guerra, que
fue más larga y encarnizada en el caso de Bosnia-Herzegovina, donde se
enfrentaron, durante más de tres años, las tres comunidades étnico-religio-
sas que la integran: musulmanes , croatas y serbios , con la intervención,
más o menos directa, de Croacia y Serbia, y con la part icip ación encu-
bierta de algunos Estados musulmanes vecinos.

493
En la desintegración de Yugoslavia y el prolongado conflicto que le siguió,
desempeñó un papel import ante el factor externo, debido a los intereses
geopolíticos de varios países. En un principio, tuvieron una mayor partici-
pación Alemania, Italia y Austria, pero luego se le fueron sumando las de-
más pot encias europeas, incluy endo a Rusia, y los Es tados Unidos. La
entonces aún Comunidad Económica Europea (CEE) estuvo involucrada
de una u otra forma, al igual que la OTAN, que intervino directament e en
el conflicto bosnio contra los serbios, a mediados de 1995, con el supues-
to objetivo de poner fin al baño de sangre. Por otra part e, la situación
creada, p articularmente en Bosnia-Herzegovina, demandó la presencia de
los «cascos azules» de la ONU , que todavía se mantienen en la zona.

El proces o que condujo al derrumbe del socialismo y a la desintegración


de la otrora República Federativa Socialista de Yugoslavia tuvo un carác-
ter violento y traumát ico. En ningún otro país del Est e europeo ocurrió
algo similar, incluyendo el caso de la entonces URSS, que es el que más se
le acercó. Como hemos visto, ello se debió, fundamentalmente, a las com-
plejas part icularidades de aquel multinacional Estado. La des integración
de Yugoslavia provocó una nueva modificación del mapa geopolítico de la
península balcánica, zona históricamente inestable y generadora de conflic-
tos que se han extendido más allá de sus fronteras. En la actualidad, o sea, al
terminar este trabajo, se percibe la posibilidad de otro ajuste territorial, de-
bido al conflicto que enfrenta a los s erbios y a los albano-kosovares y a la
probable separación de M ontenegro de la Federación con Serbia.

Desde el punto de vista económico, la evolución de los nuevos países ha


sido diferente. Las repúblicas más desarrolladas, como Croacia y Eslovenia,
que conservaron en todo momento fuertes nexos con las economías de
mercado vecinas, especialmente con Austria e It alia, están logrando recu-
perarse de los impactos negativos que sufrieron en los dos o tres primeros
años de haberse declarado independientes. Sin embargo, índices tan signi-
ficativos como el de la deuda externa mantienen una tendencia sostenida a
su elevación (Eslovenia 1 900 millones de USD en 1990 y 4 001 millones
en 1996; Croacia 2 500 millones de USD en 1990 frente a 4 481 millones en
1996). Por otro lado, las más atrasadas y también las más castigadas por la
guerra, incrementaron su dependencia con respect o a Occidente o s e han
YLVWRVRPHWLGDVDODLVODPLHQWRHFRQyPLFR\ILQDQFLHURLQWHUQDFLRQDO²caso

494
GH<XJRVODYLD²ORTXHKDKHFKRPiVGLItFLOODUHFXSHUDFLyQ\KDSURYRFD
do agudos p roblemas sociales.

Las nuevas repúblicas independientes est án enfras cadas en un ejercicio


total de desmontaje de los esquemas socialistas de la economía. Se llevan
a cabo programas de desnacionalizaciones que afectan considerablemente
las estructuras de emp leos, así como las antiguas polít icas de s eguridad
social. En casos como los de Eslovenia, Croacia y M acedonia, ese des-
montaje es prácticamente tot al; en t anto que en Yugos lavia (Serbia y
M ontenegro), donde aún perviven formas de la planificación y el desarro-
llo económico de orientación socialista, esos procesos marchan mucho más
lentos y moderados , por lo que su impacto ha sido menos traumático. En
buena medida, est a orientación ha motivado el acos o de que es objeto el
país desde el Occidente.

Desde el punto de vista social, especialmente en las repúblicas que se de-


sarrollan a p artir de la renuncia total a cualquier forma de economía regu-
lada o controlada por el Estado, el impacto de las políticas neoliberales ha
mot ivado el crecimiento de las desigualdades y el surgimient o de la
marginación social. En Es lovenia, Croacia y M acedonia, la seguridad so-
cial y los servicios de salud y educación han p asado a manos privadas.
Como resultado de todo ello, se mant ienen fuertes luchas reivindicat ivas
de obreros y otros sectores afectados; al mismo tiempo que han aparecido
en el escenario político fuerzas de extrema derecha, particularmente en
Croacia, que tratan de aprovechar la desesperación existente. La situación
social ha s ido menos aguda en la RF de Yugoslavia e incluso en Bosnia-
Herzegovina, donde se aplican p olíticas económicas y sociales menos
traumáticas.

Como se ha visto, el proceso de transformaciones orientado al desmontaje


del proyecto socialista en el denominado espacio pos yugoslavo p resenta
importantes diferencias respecto a sus similares ocurridos en el rest o de
Europa oriental y central. En la actualidad, los países que formaban la Fe-
deración se enfrentan a serios retos políticos , económicos y sociales, al
tiempo que se mantienen vigentes factores de gran importancia que contri-
buyeron al estallido de la crisis y posterior desmembramiento de la RFSY.
Ello se refiere, de manera p articular, al problema aún no resuelto de los

495
nacionalismos, el cual present a una marcada tendencia a su agudización
como lo demostró antes el caso de Bosnia-Herzegovina y más reciente-
mente el conflicto en torno a la provincia serbia de Kos ovo, que incluyó la
intervención militar de las potencias occidentales contra Yugoslavia.

En relación con la afirmación anterior debe señalarse que la guerra de los Esta-
GRV8QLGRV\ODVGHPiVS RWHQFLDVGHOD27$1FRQWUD<XJRVODYLD²VHmanas
de masivos e indiscriminados bombardeos que ocasionaron miles de vícti-
PDV HLQPHQVDVSpUGLGDVPDWHULDOHV²GHV DUUROODGDHQODS ULPDYHUDGH
1999 con el p retexto «humanitario» de prot eger a la población albanesa
de Kosovo, no acabó con los enfrentamientos entre serbios y albano-
kosovares. Ahora es la población serbia la que sufre persecuciones y ma-
los tratos, a pesar de las promes as de protección de la autoridad interna-
cional de N aciones Unidas que administra temporalmente el disput ado
territorio. Por ot ra parte, se ha abierto una interrogante acerca del st atus
futuro de Kosovo y el curso de los acontecimientos dependerá de las de-
cisiones que se adopten al respecto. Por lo pronto, mientras el conflicto en
torno a Kosovo sigue latente, los enfrentamientos étnicos se han traslada-
do a las vecinas M ontenegro y M acedonia, ambas con minorías de origen
albanés , que mantienen convulsionada a la región.

Después de la guerra, los Estados Unidos lograron finalmente deshacerse


del régimen de M ilosevic. Para lograrlo acudieron al chantaje de condicio-
nar el levantamient o de las sanciones impuestas a Yugos lavia a un t riunfo
de la oposición y al enjuiciamiento internacional del propio M ilosevic, quien
fue ent regado para ser juzgado por el Tribunal Internacional para los Crí-
menes de Guerra en Yugoslavia, inst ituido años at rás por la ONU , en el
cont exto de la guerra en Bosnia-H erzegovina.

ALGUNAS CONSECUENCIAS DELA TRANSICIÓN

$FRPLHQ]RV GH3RORQLDODQ] y²FRQHODSR\ RGHO) 0 ,²XQSUR


grama radical de transición que, muy pronto, se convirtió en el arquetipo
de la terapia de choque en Europa del Est e. Sin embargo, Hungría consi-
guió que el FM I aceptara una vía más progresiva, argumentando que las

496
trans formaciones económicas en el país habían comenzado mucho antes.
Est a tendencia fue calificada como gradualis ta y sería s eguida, además,
por Bulgaria, Rumania y Eslovaquia, que adoptaron métodos progresivos
de liberalización y privat ización. Ahora bien, con transformaciones rápi-
das o graduales, después de diez años , el tránsito hacia el capitalismo no
ap ort ó los resultados es perados, que hicieron s oñar a los ciudadanos
con un pronto acceso a los niveles de vida de los país es des arrollados
del O ccident e.

En su p rimera década pos comunist a, de los 25 Estados exist entes en la


UHJLyQ²LQFOX\HQGRD5XVLD\DODVGHPiVUHS~EOLFDVTXHIRUPDURQSDUWH
GHOD8 566²VyOR3RORQLD(VORYDTXLD\ (VORYHQLDORJUDURQDOFDQ]DUR
sobrepasar el Producto Interno Bruto de 1989, mientras la República Checa
y Hungría, que siguen a los anteriores , apenas llegaron al 95 % de lo obte-
nido en el últ imo año del socialismo. Los demás p aíses presentan índices
que se mueven entre el 88 % de Uzbekistán y el 37 % de U crania. Los
países que pres entaban mejores resultados en est e indicador son los
centroeuropeos, mientras los que reflejaban una peor situación son los del
sudeste, adicionalmente afectados por los conflictos internos, las sancio-
nes int ernacionales impuestas a Yugos lavia desde la guerra en Bosnia-
Herzegovina y las consecuencias de la agresión desat ada por la O TAN
contra ese país. Solamente en el llamado espacio p osyugoslavo las pérdi-
das fueron enormes y la recuperación demandará mucho tiempo y cuantio-
sos recursos.

Si bien algunos países, part icularmente los de Europa Central, han conse-
guido algunos avances en la tarea de s up erar los des equilibrios
macroeconómicos, en general persistían, hasta finales de siglo, agudos pro-
blemas que han provocado el det erioro de las condiciones de vida de la
población. El flagelo del desempleo afectaba, a finales de 1999, a 7,6 mi-
llones de p ersonas en todos los países de Europa del Este, así como a
12,4 millones en la Comunidad de Es tados Independientes. M ientras tan-
to, fueron desmant elados los s istemas de p rotección social heredados del
socialismo sin que surgiera un modelo alternativo, debido a la ausencia de
una verdadera voluntad política en este s entido y a la insuficiencia de re-
cursos financieros. Todo ello unido a la disminución de los salarios, que en
la mayoría de los casos est aban lejos de los niveles de 1989, determinó

497
una merma considerable de los ingres os, lo que provocó un incremento
const ante de la desigualdad, la pobreza y la marginación social.

En los últimos cinco años del siglo XX, la part e de la población que vivía
por debajo del límite de la pobreza se multiplicó por dos en algunos países
y p or tres en otros . De acuerdo con fuent es de la Unión Europea, la po-
breza fluctuaba, a fines de 1999, ent re un 25,3 % en la República Checa y
un 51,5 % en Rumania. Como resultado de ello, emergieron con creciente
fuerz a la criminalidad y la delincuencia en t odas sus manifes taciones , así
como la prostitución y la drogadicción, lacras sociales antes prácticamente
inexistentes y que hoy constituyen parte de la vida cotidiana en Europa del
Este. Para muchos analistas, la Europa p oscomunis ta corría el peligro de
convertirse en feudo del crimen organizado.

En Hungría, por ejemplo, en el último decenio del siglo s e incrementó ve-


loz ment e el número de delitos , regist rándose más de medio millón en el
año 1999. En dicho país, perteneciente al grupo de los que más éxito han
tenido en la transición, eran frecuentes los fraudes, los robos y los delitos
contra la propiedad. A llí actuaban grupos mafiosos ucranianos que se de-
dican a cobrar un «imp uesto de protección» a sus compatriotas que reali-
zan turismo o negocios. Según informaciones aparecidas en la propia prensa
húngara, la ciudad meridional de Szeged y sus alrededores estaba en ma-
nos de la mafia serbia, que controlaba, entre otras actividades, la prostitu-
ción y el narcotráfico.

En la República Checa, integrante también del grupo de los exitosos, se


cons idera que la corrupción, el soborno, la evasión de impuestos y otros
delitos económicos estaban causando graves daños al tesoro público. Sólo
en 1996 se registraron allí más de 200 000 casos de este tipo, que provo-
caron pérdidas por valor de 667 millones de dólares, equivalente al 62 %
de las sufridas por la economía ese año. Al mismo tiempo, Praga se había
convertido en cuartel de las mafias del Es te europeo, desempeñando un
importante papel en el narcotráfico, actividad en la que también se desta-
can Rusia y varias repúblicas de la extinta URSS, así como Bulgaria, Alba-
nia, P olonia y H ungría. En estos lugares se realizaba también el lavado de
dinero procedente de actividades ilícitas.

498
La situación mencionada resultaba mucho más grave en los antiguos países
socialis tas con menos desarrollo, al igual que en Rusia y en varias de las
entonces repúblicas soviéticas, donde el costo social de la transición era
muy elevado. Baste citar el ejemplo de Rusia, país con un alto grado de
violencia y criminalidad y en el que estaban operando p oderos as mafias
con ramificaciones en el ext erior y una reconocida influencia en la vida
económica y financiera nacional. Algunos de estos grup os s e dedicaban
incluso al tráfico internacional de armas, actividad que proliferaba también
en Albania y en los países del llamado espacio posyugos lavo, debido a los
conflictos que se desarrollaban en la región.

Los sectores más afectados por los cambios que se han producido en el otrora
campo socialista europeo son los de la infancia y la juventud, lo que compro-
mete seriamente el futuro de esos países. En el informe sobre el Estado Mun-
dial de la Infancia, de 1999, la Organización de Naciones Unidas para la In-
fancia (UNICEF), se refiere a la educación en los siguientes términos.

‡ [...] La disminución de los ingresos del Estado y la creciente des-


igualdad entre ricos y pobres en algunos países afectan negativamen-
te a la educación que puede prestar el Estado y a la capacidad de las
familias para hacer frente a los costes de los escolares.

‡ [...] Han aumentado, a menudo desmesuradamente, los gastos fami-


liares para la educación de los hijos, al tiempo que han disminuido los
ingresos familiares. Las cuotas de las guarderías han subido, en algu-
nos países se han introducido también tasas en las escuelas de se-
cundaria y estas tarifas se han hecho más habituales en la educación
superior.Ahora se cobran con mayor frecuencia los libros de texto, y
la ropa y los zapatos ya no están subvencionados.

‡ [...] La calidad de la escolarización ha bajado. Se han producido


enormes recortes en el gasto público destinado a la educación (por
ejemplo, en Bulgaria, los recortes han sido de alrededor de un 75 %).
A menudo, la moral del profesorado se ha desinflado a la par que los
salarios. Los edificios y los materiales han padecido los recortes en
los gastos de forma desmesurada; muchos se encuentran en estado
de abandono.

499
‡ [...] La matriculación y la asistencia generales se han reducido, al
tiempo que los crecientes costes y el descenso de la calidad han
disminuido la demanda. Por ejemplo, en el Caúcaso y en Asia Cen-
tral ha habido un importante descenso en el número de matrículas en
todos los niveles educativos. El número de plazas ha disminuido: en-
tre 1991 y 1995 se cerraron alrededor de 30 000 centros de educa-
ción preescolar en los doce países que forman la Comunidad de
Estados Independientes.

‡ [...] El panorama no es sólo de decadencia generalizada, sino de


desigualdad pujante en el que las familias pobres tienen muchas me-
nos posibilidades de pagar la educación de sus hijos, y los niños
procedentes de zonas rurales y de minorías étnicas se ven enorme-
mente afectados. Pero si dentro de un mismo país el abismo educa-
tivo entre ricos y pobres se ha ensanchado de manera alarmante, lo
mismo ha sucedido también en los países de Europa Central y Oriental
y en los del Caúcaso y Asia Central.

La propia UNICEF y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han


indicado que el hundimiento del campo s ocialista europeo y la pobreza
generada por los programas de transición al capitalismo han convertido a
los niños en una nueva clase de trabajadores, pues estos tienen que ganarse
la vida en las ciudades o ayudar a sus padres en tareas agrícolas . Ambas
organizaciones coinciden en que las difíciles circunstancias reinant es em-
pujan a los niños hacia el mercado laboral o a p rostituirse para poder so-
brevivir. El Estado y las familias, absortos en otras preocupaciones, deja-
ron progres ivamente de asumir s us deberes con relación a los infant es,
sector privilegiado en tiempos del socialismo.

La magnitud del problema es verdaderamente impactante. Señalemos so-


lamente dos ejemplos al resp ecto. De acuerdo con cifras ap ortadas por
las mencionadas organizaciones de Naciones Unidas, al finalizar el siglo XX
cas i un 35 % (p oco mas de 12 millones ) de los 38 millones de niños de
Rusia vivían por debajo del umbral de la pobreza y unos cuatro millones no
est án escolariz ados; mientras en Rumania el 54 % de los infant es eran
cons iderados como muy pobres y más de 5 000 de ellos no tenían hogar,
y eran explotados económica o sexualmente por los adultos. Esta situación

500
era menos dramática en Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia,
pero se agravaba en los demás países, particularmente en Albania y en la
mayor parte del espacio posyugoslavo, en los que a los negativos efectos
de la t ransición hay que adicionar los de la guerra civil provocada por la
desint egración de la Federación y la agresión de la OTAN contra la nueva
Yugoslavia, a principios de 1999.

Todo lo anteriormente expresado evidencia el profundo divorcio existente


entre las expectativas despertadas por el cambio en amp lios sectores de la
población y las realidades resultantes de la aplicación de una est rategia
económica de carácter neoliberal. Ello explica el hecho de que, sin desear
una vuelt a al llamado socialismo real, una buena parte de los ciudadanos
expresen nostalgia por sus aspectos positivos y reflejen un sentimiento de
derrota.

501
Capítulo IX

LAS RELACIONES INTERNACIONALES


EN LA POSGUERRA

LA «GUERRA FRÍA»

Los primeros meses que siguieron al fin de la guerra conocieron las últimas
manifestaciones de colaboración dentro del marco de la alianza antifascista:
La creación de la ONU, la firma de los t ratados de p az con los ex aliados
de Alemania, el acuerdo que garantizaba la libertad de vuelo de aviones en
los corredores aéreos que comunicaban las tres zonas de ocupación occi-
dentales con Berlín, situada en la zona soviética, y el proceso de Nuremberg.
Pero también se manifestaron puntos de fricción: la int errupción drástica
(mayo del 1945) de la ayuda a la URSS a través de la Ley norteamericana
de Prést amo y Arriendo, los desacuerdos en la Conferencia de Pots dam
en el verano de 1945 y el fracaso de los intentos para establecer un control
internacional sobre el uso de la energía atómica, durante 1946.

Latente en 1945-1946, el enfrentamiento bipolar se manifestó permanen-


temente desde 1947. A p rincipios de es e año, la situación de Europa era
aún muy difícil. La penuria y la miseria persistían en muchos p aíses y el
descontento p opular iba en aumento. El problema se tornó muy preocu-
pante en grandes naciones como F rancia e Italia, donde los comunis tas
goz aban de gran influencia. Los Estados U nidos, p ersuadidos de que el
clima prevalecient e favorecería una expansión revolucionaria y comunista
502
en Europa Occidental, decidieron tomar la iniciativa. La ocasión se la brin-
dó Inglat erra, que no pudo continuar ayudando a los monárquicos griegos
en s u lucha contra la guerrilla comunista. El 12 de marzo de 1947, el Pre-
sidente Truman anunció que los Estados Unidos estaban disp uestos a to-
mar el relevo y solicitó al Congreso la concesión de créditos para Grecia y
además para Turquía, cuyas autoridades temían una posible acción sovié-
tica dadas sus hist óricas pretensiones en la zona. Ninguno de estos países
era un ejemp lo de democracia, pero constituían una importante posición
estratégica para un posible enfrent amient o con la URSS. A cambio de su
ayuda, los Estados Unidos instalaron allí importantes bases militares.

En su mens aje al Congreso de la


La tesis de la contención del co- Unión, conocido después como Doc-
munismo, que desde 1947 se con- trina T ruman, el Presidente norte-
virtió en doctrina de la política
americano proclamó el derecho de
exterior de los EE.UU., fue suge-
rida por George F. Kennan, que los Estados Unidos de garantizar la
trabajó durante varios años como defensa del llamado mundo libre
diplomático en la URSS. En enero frente a la supues ta amenaza de ex-
de 1946. Kennan envi ó a Wa- pansión del comunismo internacio-
shington el famoso «largo telegra-
nal. Est e fue el p unto de partida de
ma», que contenía su propuesta.
la política de «guerra fría», su p ro-
clamación oficial. A partir de ese
momento, se le concedería ayuda económica a los gobiernos que se
comprometieran a contener la influencia del comunismo, particularmente en
Europa. La aceptación de tal ayuda llevaba implícito el reconocimiento del
liderazgo est adounidense, p or lo que la p olítica de «guerra fría» no s ólo
est aba concebida para detener la influencia s oviét ica, sino también p ara
establecer la hegemonía mundial del imperialismo norteamericano, como
muy pronto se pudo constatar. El término de «guerra fría» se le atribuye al
periodista nort eamericano Herbert Bayard Swope, pero lo popularizó el
célebre columnista sobre temas internacionales Walter Lippmann, quien en
1947 publicó un libro con ese nombre.

La «guerra fría» encontró su origen, no t anto en las acciones agresivas de


los adversarios, que en general hicieron gala de gran p rudencia, como en
la es calada de sus desconfianzas recíprocas. Si bien las apreciaciones so-
bre los orígenes de la «guerra fría» s on diversas, se pueden distinguir dos

503
elementos fundamentales. La URSS s e consideró amenazada por la inmi-
nencia de un cerco capitalista; sintió como un peligro el abandono del ais-
lamiento tradicional de los Estados Unidos y sus manifiestos propósitos de
hegemonía mundial. La suspensión del acuerdo de Prés tamo y Arriendo al
finalizar el conflicto y la poca voluntad de los aliados occidentales p ara
aplicar las sanciones contra Alemania, s egún lo pactado, most ró ante los
ojos de Stalin la int ención norteamericana de mant ener a la URSS en una
situación de debilidad. Por su lado, los Estados Unidos y otros gobiernos
occidentales vivían la angus tia de la posible expansión comunist a, que fo-
mentaban en la población a través de una intensa propaganda. La potencia
del Ejército Rojo y su influencia en Europa Central y Oriental avivaban la
inquietud. Para ellos la amenaz a también provenía de los partidos comu-
nistas nacionales que salieron considerablement e reforzados de la guerra,
recogiendo de est e modo los frutos de su destacada actuación en la lucha
contra el fascismo.

La política de «guerra fría» caracterizaría las conflictivas relaciones entre el


Este y el Oeste y más concretamente entre los dos grandes actores del esce-
nario internacional: los Estados Unidos y la Unión Soviética, a partir de 1947.
Para lograr su predominio o seguridad ambas s uperpotencias acudieron a
ORVPiVGLYHUVRVUHFXUVRV²LQWLPLGDFLyQSURSDJDQGDOXFKDLGHROyJLFD
JXHUUDVHQODSHULIHULDFRPRODVGH&RUHD\9LHWQDPHWF²H[FHS tuando el
enfrentamiento directo. Cada medida adoptada por un campo era consi-
derada p or el otro como una amenaza y se le respondía inmediatamente
con cont ramedidas defensivas, que rápidamente eran interpretadas por el
adversario como una p rueba sup lementaria de las intenciones agresivas
del campo rival. El conocido politólogo francés Raymond Aron definió las
relaciones Este-Oeste con una célebre fórmula: «guerra improbable, paz
imposible».

Esta ambigua y peligrosa política, que no era ni de paz ni de guerra, conlle-


vó al desarrollo de la carrera armamentista has ta limites insospechados y
al exacerbamiento de las tensiones internacionales, en los marcos de un
enfrentamiento bipolar que inflexibilizó la dinámica de las relaciones inter-
nacionales, situación acentuada por la vis ión maniquea de políticos como
el norteamericano John Foster-Dulles , para quien la compleja problemáti-
ca internacional se reducía a la simple formula de amigo o enemigo. Aun-

504
TXHQRHVWXYRH[HQWDGHUHODMDPLHQWRVFR\XQWXUDOHV²DOJXQRVPRPHQWRV
GHODVHJXQGDPLW DGGHORV\SULQFLSLRVGHORV²OD©JXHUUDIUtDªVH
prolongó hasta el derrumbe del campo socialista europeo, a finales de los
años 80, interrumpida sólo por el breve período distensivo que prevaleció
durante la mayor part e de la década de los 70.

Aunque ambas potencias tuvieron una cuota de responsabilidad en el sur-


gimiento y desarrollo de la «guerra fría», los Estados Unidos le imprimie-
ron un espíritu militarista y de cruzada. En general, la iniciativa partió siem-
pre o casi siemp re de los norteamericanos , cuyos programas p olíticos y
militares contemplaban el rearme a gran escala, la conformación de un
sistema global de alianzas milit ares en los escenarios de valor estratégico,
el chantaje con el monopolio nuclear (hasta 1949) y con la superioridad en
est e campo desp ués, la recuperación del cap italismo eurooccidental, la
incorporación de toda América Latina a su diseño imperial, la organización
del neocolonialismo como respuesta al proceso descolonizador, el chanta-
je desde posiciones de fuerza sobre el campo socialista y los nuevos paí-
ses independientes, la utilización del aislamiento diplomático y el bloqueo
económico, el derrocamiento de gobiernos populares, así como las inter-
venciones militares regionales o locales.

La «guerra fría» condujo a la formación de bloques milit ares. Desde 1947


los Estados Unidos comenzaron a impulsar la creación de bloques milita-
res en todo el mundo, aunque esta política no fue definida por el Congreso
estadounidense hasta 1948, mediante la Resolución Vanderberg, que au-
torizó al gobierno a formalizar lo que eufemíst icament e calificaron como
«acuerdos regionales para la legítima defensa». Ello significaba el abando-
no de las concep ciones universalistas sost enidas por Roosevelt, que ha-
bían animado la formación de la ONU y su sistema de seguridad colectiva.
El primero de estos acuerdos fue el Tratado Interamericano de As istencia
Recíproca (TIAR), firmado en agosto de 1947, en la ciudad de Río de
Janeiro, Brasil, según el cual los Estados Unidos y los países latinoameri-
canos responderían colectivamente ante cualquier agresión o amenaza de
agres ión, pero que en la práctica sólo ha servido para fortalecer el p redo-
minio est adounidense en la región. Bien lo sabemos los cubanos, víctimas
en más de una ocasión de la aplicación de dicho tratado, debido a la «terrible
amenaza» que representamos para la seguridad continental.

505
Al acuerdo de Río le s iguió la creación, en abril de 1949, de la O rganiza-
ción del Tratado del Atlántico Norte (OTAN ), supuesto compromiso de-
fensivo frente a la hipotética amenaza de la Unión Soviética, que integraría
a Gran Bretaña, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Portugal,
Noruega, Dinamarca e Is landia, junto a Canadá y los Estados Unidos,
bajo el mando de és te último. Grecia y Turquía se incorporaron en 1952, a
pes ar de que no est án ubicadas en la región del Atlántico, la República
Federal de Alemania en 1954 y Es paña en 1981, tras un int enso debate
int erno, debido a la división de la población al resp ecto. El pretendido
respet o a los principios democráticos y a los derechos individuales , con-
signado en la Carta, no fue obs táculo p ara que se admit ieran regímenes
aut orit arios y dict atoriales como los de Portugal, G recia y Turquía. La
OTAN fue definida como una alianza político-militar, llamada a garantizar
la seguridad colectiva mediante la colaboración económica y política en
tiempos de paz y a través de las acciones militares conjunt as en caso de
guerra. Dotada de órganos y fuerzas permanentes, sus estructuras civiles y
militares fueron establecidas a princip ios de los 50, durante el conflicto de
Corea (1950-1953), primer enfrentamiento bélico de la llamada guerra
fría que, sin embargo, no supuso el choque entre los Estados Unidos y la
Unión Soviética.

La creación del Pact o del At lántico, según sus promotores norteamerica-


nos, se debió a la manifiesta voluntad expansionista de la URSS, reflejada
en la sovietización del Este europeo y en la formación del Kominform (Ofi-
cina de Información del M ovimiento Comunista Internacional), que se in-
terpretó como un intento de revivir a la Internacional Comunista, así como
a la actividad e influencia de los partidos comunistas occident ales, s obre
todo los de F rancia e Italia, y a los avances de las fuerzas comunistas en el
context o de la guerra civil de China. Sin embargo, cuando 40 años des-
pués se produjo el colapso del socialismo europeo y la desaparición de la
Unión Soviética, la OTAN no sólo continuó existiendo, sino que se forta-
leció y amplió su radio de acción y sus objet ivos, como veremos más ade-
lante, mostrándose como lo que siempre fue: un instrumento de las aspira-
ciones hegemonistas de los Estados Unidos.

Bloques análogos a la OTAN fueron constituidos seguidamente en otras


partes del mundo. La primera alianz a «periférica» fue creada en 1951 y

506
agrupaba a los Es tados Unidos, A ustralia y Nueva Zelanda. En 1954 se
organizó el T ratado del Sudes te Asiát ico (SEATO)1 que reunió alrededor
de los Estados Unidos a Francia, Inglat erra, Australia, Nueva Z elanda,
Filipinas, Tailandia y Pakistán. Por último, en 1955, surgió en el Cercano y
M edio O riente el pacto de Bagdad (Organización del T ratado Central,
CENTO),2 integrado por los Estados U nidos , Inglaterra, T urquía, Irak,
Irán y P akistán. La creación de los pactos regionales fue acompañada por
la instalación de una impresionante red de bases militares de todo tipo, que
rodearon a la Unión Soviética en Europa, Turquía, Irán, Japón y el Sudes-
te as iático, as í como por una descomunal campaña de p ropaganda
anticomunista, que en los Estados Unidos, por ejemplo, se tornó en histe-
ria colect iva y generó el fenómeno de la «caza de brujas» del tristemente
célebre senador J oseph Raymond M cCarthy, cuya persecución alcanzó
no sólo a los comunistas, sino también a muchas personas de ideas libera-
les y progresistas, particularmente en el mundo artístico e intelectual.

Frente a la política impulsada por los Estados Unidos, la URSS reaccionó


fortaleciendo su capacidad militar y sus lazos de alianza con las democra-
cias populares y con China, donde el 1 de octubre de 1949 se había p ro-
clamado la Rep ública Popular, tras el triunfo de las fuerzas lideradas por
M ao Zedong. En un primer momento, el est rechamiento de los vínculos
militares de la Unión Soviética con estos países se realizó a través de acuer-
dos bilaterales de asistencia recíproca. Pero a principios de 1955, luego
de la admisión de la República Federal de Alemania en la OTAN, denun-
ciada por el gobierno soviético como una acción encaminada a oficializar
el res urgimiento del militaris mo germano, que se venía fomentando desde
la creación de la RFA, se formalizó un compromiso mult ilateral, que tomó
forma en el Tratado de Amistad, de Cooperación y de As istencia M utua,
rubricado en Varsovia, el 14 de mayo. Junto a la URSS se incorporaron al
mis mo A lbania (se retiró a principios de los sesent a al romper con los

1 Franci a abandonó el tratado en 1967, debido a sus diferencias con los Estados
Uni dos, y Pakistán en 1972. Tras la derrot a norteamericana en Viet nam, la SEATO
perdió influencia y fue di suel ta el 30 de juni o de 1977.
2 Irak abandonó el pacto tras la revolución de 1958 y su sede pasó a Turquí a. En 1979
lo abandonaron Irán, luego de l a caída del Sha, y P akis tán. Ell o conduj o a su
dis olución en l as postrimerías de ese propi o año.

507
soviéticos), Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania y la Re-
pública Democrática Alemana. En correspondencia con su política de dis-
tanciamiento progresivo de la URSS, la participación de Rumania no sería
igual que la de los demás miembros.

El Tratado de Varsovia estableció un mecanismo de consulta entre sus miem-


bros para «aquellas cuestiones internacionales referentes a sus intereses
comunes» y estipuló la obligación de prestarse ayuda en caso de agresión
a «uno o varios Estados firmantes», en el territorio europeo. Formulado en
forma muy general, el término agresión se ext endió a cualquier ataque in-
terno contra la estabilidad de los gobiernos constituidos. Precisamente ello
sería invocado por la Unión Soviética para justificar sus intervenciones en
Hungría y Checoslovaquia, en 1956 y 1968, respectivamente. El Tratado
de Varsovia consagró la int egración de la República Democrática Alemana
en la comunidad socialista, adjudicándole el derecho a tener su ejército
propio. Asimismo, prorrogó la presencia de las t ropas soviéticas en los
países firmantes. En el caso de Rumania el contingente militar soviético se
retiró en 1957.

Durante s us primeros años , las tensiones de la guerra fría provocaron el


miedo y su corolario de violencia ideológica en ambos bloques. En los
Estados Unidos generó el macartismo, en la Unión Soviética el incremento
de las represiones estalinistas y el enclaustramiento del país. Por otra par-
te, se dividió la opinión pública internacional. Los sectores conservadores
identificaban la posición norteamericana con la defensa de la libertad, mien-
tras que los comunistas y ot ras fuerzas de izquierda veían en la post ura
soviética la preservación de la paz. Est os últimos organizaron el Movi-
miento Mundial por la Paz, p roclamado en P arís, en 1949. La s ituación
de ext rema tensión prevaleció hasta
Se conoce como macartismo a la mediados de la década del 50, cuan-
actividad desplegada por una do s e produjo una etapa de relativo
comisión encabezada por el se- relajamiento.
nador J. McCarthy, quien desple-
gó una histérica campaña de per-
secución a pers onas con ideas Efectivamente, tras las agudas tensio-
liberales , sobre todo en el sector QHVLQLFLDOHVGHOD©JXHUUDIUtDª²UHla-
artístico y cultural. cionadas con el p roblema alemán y
los avances del comunismo en Eu-

508
URSD\$VLD²TXHWXYLHURQVXSXQWRFXOPLQDQWHHQHOVDQJULHQWRFRQIOLFWR
de Corea,3 se inició un p eríodo de relajamiento en las relaciones interna-
cionales. En es ta breve etap a no se alteró la tendencia general p redomi-
nante en el escenario internacional, caracterizada por la desconfianza y la
confrontación. Así las cosas, se mant uvieron los recelos mutuos y los blo-
ques fueron ampliados y fortalecidos. Pero al mismo tiempo se reanudaron
los cont actos entre las grandes potencias, s e abordó la solución de algu-
nos problemas importantes e incluso hubo un intent o de la máxima direc-
ción soviética-norteamericana para tratar sobre la cuestión del des arme.

A esta relativa distensión contri-


buyó el llamado «empate atómi- Las bombas atómicas se miden en
co» entre soviéticos y norteame- kilotones (1 kilotón es equivalente a
1 000 toneladas de TNT). Las bom-
ricanos. La URSS había logrado bas lanzadas sobre Hiroshi ma y
el acces o al arma at ómica en Nagasaki eran de 20 kilotones, o sea,
1949 y en agost o de 1953, poco el equivalente a 20 000 toneladas de
después que los Estados Unidos, TNT y ya conocemos l as conse-
consiguió su primera bomba de cuencias de aquell a acción genocida.
Las bombas de hidrógeno o termo-
hidrógeno. Los Estados Unidos nucl eares se miden en megatones
tendrían cas i hasta fines de los (1 megatón equivale a 1 millón de to-
años cincuenta una posición de neladas de TNT), y muy pronto exis-
superioridad estratégica sobre la tieron bombas de 50 y 100 mega-
URSS al pos eer un mayor nú- tones. Sólo con una de el las puede
aniquilarse i nstantáneamente a un
mero de bombas (1 350 contra pequeño país como Bélgica, Holan-
350 en 1955), una mayor canti- da, Suiza, Dinamarca, etc
dad de vehículos p ort adores
(vectores), que entonces eran los
grandes aviones de bombardeo, así como por la extensa red de bases
militares que rodeaban al campo socialista. Pero la Unión Soviética se
convirtió en un país cada vez menos vencible, mient ras que la pos ibilidad
de una guerra s uponía una catást rofe de inmensas proporciones , dada la
capacidad de destrucción masiva de los armament os nucleares.

3 P ara un análi sis de este conflict o, a partir de numerosas fuentes periódi cas nort e-
americanas, cons últese el libro de Irving F. S tone: La hist oria ocul ta de la guerra
de Corea, Im prenta Nacional de Cuba, 1960.

509
La distensión comenzó con el armis-
ticio que p uso fin a las hostilidades
del conflicto coreano (1950-1953).
Dicho armisticio había sido propues-
to por la URSS y sus aliados desde
1951, pero sólo fue aceptado por los
Est ados Unidos luego del triunfo
electoral de Eisenhower, quien se
convenció de que aquella era una
guerra perdida. Desp ués del armis-
ticio de 1953, para resolver definiti-
vamente el problema de Corea y
también el de Indochina, donde los
colonialis tas franceses habían sufri-
do la aplast ante derrota de D iem
Bien P hu, fue celebrada, por gestio-
nes conjuntas, la Conferencia de Gi-
El gráfico muestra la inicia tiva en la nebra, ent re el 25 de abril y el 21 de
creac ión de nu evos sis temas de armas julio de 1954. Los cancilleres de las
cinco grandes potencias no alcanza-
ron allí un acuerdo sobre Corea, pues los Estados Unidos no aceptaron la
fórmula de retirar totalmente las trop as extranjeras de la península y con-
vocar a elecciones para promover la reunificación del p aís. Por lo tanto,
había cesado la lucha, pero Corea continuaría dividida y s in un trat ado de
paz entre las partes, situación anormal que rebasó las fronteras de la gue-
rra fría y se mantiene hasta la actualidad.

En cuanto al problema indochino, la Conferencia de Ginebra formalizó el


FHV HGHOD JXHUUDHQORVWUHVS DtVHV GH ODUHJLyQ²9LHW 1DP/DRV\
&DPERGLD²\DFRUGyODUHWLUDGDGHODVWURSDVIUDQFHVDV/RVSDUWLFLSDQ
tes de la conferencia decidieron que en los tres casos se efectuarían eleccio-
nes generales, fijando el año 1955 para las de Laos y Cambodia, y el 1956
para las de Viet Nam. Dichas elecciones debían conducir a la unificación de
9LHW1DPTXHKDVWDW DQWRTXHGyGLYLGLGRHQGRV(VWDGRV²QRUWH\VXU²S RU
el paralelo 17. A partir de 1956, los tres Estados indochinos no podrían incor-
porarse a ningún bloque militar y las grandes potencias se comprometían a
respetar su independencia e integridad nacional. Los acuerdos de Ginebra

510
511

Los Es tados Unidos en su polít ica expansi onista, han creado una r ed de bases y objetos militares en todas las r egiones del mundo.
sobre Indochina crearon una bas e real para el desarrollo pacífico de la
zona y p ara mejorar el clima internacional. Sin embargo, los Estados Uni-
dos se negaron a firmar la declaración final de la conferencia, quedando
así con las manos libres para poner en p ráctica s us planes de dominación
en el área. Ello los llevaría a respaldar al repudiado régimen de Viet Nam
del Sur y finalment e a una prolongada y costosa guerra. En septiembre del
propio año 1954, con el pretext o de su fracaso en G inebra, los Estados
Unidos, con el apoyo de los aliados europeos, crearon el ya citado bloque
político-militar del sudeste asiático (SEATO).

A pesar de la actit ud nort eamericana con relación al as unto indochino, el


gobierno soviético, con una política cada vez más flexible y orientada ha-
cia la coexistencia pacífica entre ambos sistemas sociales, adelantó nuevos
pasos para sanear el clima internacional. Por su iniciativa, en mayo de 1955,
se suscribió el tratado que res tableció la indep endencia de Aust ria. De
acuerdo con dicho trat ado, las tropas extranjeras abandonaron el país y
ést e se comprometió a mantener s u neutralidad. Sin embargo, similares
esfuerzos para resolver de una vez el problema alemán no tuvieron éxito y
la RFA fue incorporada a la O TAN, lo que condujo a la creación del Tra-
tado de Varsovia. En este ambiente, la cumbre de las cinco grandes poten-
cias sobre desarme, celebrada en Ginebra, a mediados de 1955, est uvo
condenada al fracaso. La reunión, primera a ese nivel des pués de conclui-
da la Segunda Guerra M undial, terminó sin res ultados prácticos, aunque
mostró la preocupación por el auge de la carrera armamentista, que repre-
sentaba un freno para el desarrollo de la URSS y un agobio para los Esta-
dos Unidos y, sobre todo, el peligro de una guerra de exterminio mas ivo.

Los países europeos aliados de los Estados Unidos, incluida Inglaterra, des-
plegaron una notable actividad para influir sobre el gobierno norteamericano y
conseguir que la Conferencia de Ginebra adoptara acuerdos concretos para
mejorar la situación prevaleciente. Los europeos estaban realmente preocu-
pados por el creciente poderío soviético, mientras la Administración republi-
cana mantenía una posición intransigente y su secretario de Estado, Foster
Dulles, utilizaba un lenguaje insultante, rígido y ríspido que complicaba las cosas.

En 1956, mientras Kruschov proclamaba en el XX Congreso del PCUS la


política de coexistencia pacífica, como única alternativa a una guerra

512
apocalíptica, y Eisenhower, reelegido como Presidente de los Estados Uni-
dos, lograba des embarazars e de la ultraderecha de su partido y conseguía
eliminar al inquisitorial senador M cCarthy, se complicó rápidamente la situa-
ción internacional, al contrario de lo que podía esperarse. A partir de octu-
bre de ese año, las crisis provocadas por la agresión anglo-franco-israelí a
Egipto, en respuesta a la nacionalización del Canal de Suez por el gobierno
de Gamal Abdel Nasser, y por la intervención soviética en Hungría, para
sofocar la rebelión separatista de Imre Nagy, condujeron a un incremento de
las tensiones internacionales, al recrudecimiento de la llamada guerra fría. Se
retomó entonces el lenguaje violento y la amenaza del uso de la fuerz a, al
tiempo que se imprimió un mayor impulso a la carrera de los armamentos.

Cierto es que la actuación soviética en Hungría no provocó una respuesta


militar por parte del campo occidental, pero sirvió de argumento para des-
encadenar una intensa campaña anticomunista que caldeó la atmósfera pre-
valeciente. En cuanto a la crisis de Suez, si bien los Estados Unidos censu-
raron el incons ulto proceder de las dos p otencias europeas y de hecho
condenaron la agresión, decidieron «llenar el vacío» dejado por los euro-
peos y poder cont rarres tar así el crecient e protagonismo de Egipto en la
zona y contener la influencia soviética. De acuerdo con la llamada doctrina
Eis enhower para el M edio Oriente, formulada el 5 de enero de 1957, se
reforzaron los vínculos con Arabia Saudita, Irán y otras monarquías
pronorteamericanas, se realizaron acciones militares como las del Líbano,
en 1958, p ara sostener a un gobierno cons ervador y se emprendió la po-
lítica de alianza con Israel, que se fue fortaleciendo aceleradamente con el
paso del tiempo.

En ese contexto, los Estados Unidos adoptaron la tesis del secretario de


Est ado, Fost er Dulles , sobre la amenaza nuclear p ara impedir el avance
del comunis mo, que se t radujo en la doct rina de la «represalia masiva»,
según la cual se elaboraron planes para el bombardeo at ómico de las prin-
cipales ciudades soviéticas. A fines de los cincuenta, la «represalia masiva»
fue sustituida por la llamada «estrategia de contra-fuerza», que suponía el
ataque y destrucción simultánea de las fuerzas nucleares de la URSS, obli-
gándola con ello a rendirse. Con est e objetivo se des arrolló el p rograma
de los aviones espías U-2, para fotografiar las instalaciones militares so-
viéticas. Washington también asumió entonces la política de sostener a los

513
El P entágono, nombre con el que se conoce la sede del Departamento de Defensa
de los Estados Unidos. Concebido en forma pentagonal por George E. Bergstrom, fue
construido en un terreno cenagoso, a orillas del río P otomac, cercade Washington.
Su construcción empezó el 11 de agosto de 1941 y terminó el 15 de enero de 1943. En su
momento fue el mayor edificio del mundo, con una superficie de 350 m2 , distribuidos en cinco
lados de 270 mde longitud y cinco pisos por cada lado. Más de 29 kmde pasillos unen todas
las secciones, en las que trabajan alrededor de 23 000 personas. Sus características le han
convertido en el símbolo del poder militar de los Estados Unidos y de él se han derivado
adjetivos tales como «pentagonismo», alusivos a la mentalidad militar.

UHJtPHQHVDQWLFRPXQLVWDV DFXDOTXLHUSUHFLRFRQVLGHUDQGR±GHDFXHUGR
FRQOD©WHRUtDGHOGRPLQyªGH)RVWHU'XOOHV²TXHODFRQTXLVWDGHOSRGHU
por los comunistas en un país conducía a la caída de los países limítrofes.
La lucha contra la supuesta expansión del comunismo internacional sirvió
así de pret exto para reprimir al movimiento democrático en s us diversas
manifestaciones y para sostener sangrientas dictaduras.

La guerra fría se extendió, cada vez con más fuerza, a ot ras zonas de lo
que luego sería llamado el Tercer M undo, donde tomaba auge el proceso
descoloniz ador y de liberación nacional, sobre todo a partir de la Confe-
rencia de Bandung (Indonesia, abril de 1955). La URSS trat ó de cap tar
simpatías y aliados apoyando al movimiento descolonizador y a los países
recién liberados del yugo opresor; mientras los Estados Unidos y sus alia-
dos , siempre argument ando la consabida lucha contra el comunismo, se
esforzaron p or contener la radicaliz ación de aquellos proces os y por so-
meterlos a su control bajo la nueva etiqueta del neocolonialismo, apelando

514
a la ayuda económica condicionada, a
La Conferencia Afroas iática de
chantajes y presiones de todo t ipo Bandung se pronunció contra el
e inclus o al uso de la fuerza, como colonialismo y l a guerra y abogó
ocurrió en 1958 en los cas os del por el no alineamiento de los Es-
Líbano y Jordania, donde desembar- tados em ergentes. Fue el primer
caron tropas inglesas y norteameri- paso para la fundación del Mo-
vimiento de los Países No Alinea-
canas p ara apoy ar la reacción in- dos, en 1961.
terna.

La tensa situación prevaleciente en aquellos años provocó el estancamiento


de las conversaciones sobre desarme, que se venían realizando en Ginebra,
e impidió que prosperaran importantes iniciativas como el plan propuesto
por el gobierno polaco para crear una zona desnuclearizada en Europa Cen-
tral, con la inclusión de los dos Estados alemanes, Checoslovaquia y Polo-
nia. También fracasó la proposición de declarar a las regiones de los Balcanes
y el Adriático, libre de armas nucleares; así como la oferta de la U nión So-
viética y los demás países socialistas europeos para concretar un acuerdo de
no agresión entre el Tratado de Varsovia y la OTAN. Lo mismo ocurrió con
algunas propuestas realizadas por los países neutralistas (Egipto, India,
Indonesia y otros) en la Asamblea General de la ONU, entonces controlada
por los Estados Unidos a través de una mayoría mecánica,4 para detener la
carrera armamentista.
El célebre matemático Konstantin Por el cont rario, en la segunda mi-
E. Tsiolkovski (1857-1935) puede
ser considerado el padre de la
tad de los cincuenta, se produjo una
cohetería soviética. Basándose nueva espiral en el des arrollo de los
en sus t eorías sobre cohetes de armamentos. En octubre de 1957, la
etapas m últiples y motores a re- Unión Soviét ica lanzó su p rimer
acción, el ingeniero aeronáutico Sputnik al espacio, demos trando de
Serguei P. Koriolov diseñó el co-
hete R-7, que colocó en l a órbita est a forma que poseía cohet es ca-
circunsterrestre el primer satélite paces de alcanzar la retaguardia pro-
artificial, el famoso Sputnik. funda de s u rival. Los cohet es inter-
continentales, muy pronto obtenidos

4 Entonces la ONU apenas rebasaba l os 60 Estados m iembros y en la mayoría de l as


vot aciones en l a As ambl ea General l os Estados Unidos contaban con el respal do
de los paí ses lati noam ericanos y el de sus al iados del resto del mundo.

515
también por los Estados Unidos, fueron dotados de cabezas nucleares cada
vez más pequeñas y más potentes. Con la cohetería intercontinental apare-
cieron dos nuevas características del armamento nuclear: su rap idez de
entrada en acción y su naturaleza irrevers ible. Con los nuevos vehículos
port adores la URSS y los Estados Unidos podían bombardearse mutua-
mente en unos pocos minutos (20 o 25) y sin pos ibilidad de dar marcha
atrás una vez apretados los botones. D esde entonces, los dirigentes po-
líticos de ambas potencias p odían
verse s omet idos a p resiones extra-
Complejo militar-industrial. ordinarias , y a que en caso de un
conflicto o crisis grave debían adop-
« 1XHVWURSRGHUPLOLWDUGHKR\ tar decisiones aceleradamente, ante
tiene poca relación con el que el peligro de sufrir un at aque inmi-
conocían cualquiera de m is ante-
cesores en tiempos de paz (...) nente y en cuestión de minutos. Ello
Hasta el último de nuest ros con- podía conducir a una guerra por error
flictos mundiales, los Est ados de cálculo, a lo que hay que adicio-
Unidos no tenían una sólida in- nar la posibilidad, siempre presente,
dustria de armamentos. Los fa- del estallido de una guerra por acci-
bricantes americanos de rejas de
arado podían hacer también, con dente.
tiempo y según se les pidiera,
espadas. Pero ahora ya no pode- A los cohetes intercontinentales, que
mos correr el riesgo de una im- muy pront o fueron instalados bajo
provisación de emergencia de la tierra, protegidos de un ataque por
defensa nacional ; nos hemos vis-
to obligados a crear una indus-
sorpres a, le siguió enseguida la apa-
tria permanente de armamentos rición de los submarinos atómicos,
de vast as proporci ones. Ade- portadores de cohetes con cabezas
más, tres millones y medio de nucleares. Algunos de estos submari-
hombres y mujeres están com- nos, verdaderas bases nucleares mó-
prometidos directamente en la or-
ganizaci ón de la defensa. Gasta-
viles, no pueden ser detectados por los
mos al año en seguridad militar radares. Con esto desarrollo ambas
más del beneficio neto de todas potencias se hicieron invulnerables a
las com pañías de los Estados un primer golpe, o sea, adquirieron lo
Unidos. que en el vocabulario estratégico-nu-
Discurso de despedida del presi- clear se conoce como capacidad de res-
dente Eisenhower, 17 de enero puesta asegurada o capacidad de se-
de 1961. gundo golpe. En estas circunstancias,
la doctrina norteamericana del empleo

516
de la fuerza nuclear como factor disuasivo, al estilo de la represalia masiva o la
contra-fuerza, defendidas por Foster Dulles, se convirtió en una locura.

Esta nueva realidad en la correlación de fuerzas ent re las dos sup erpoten-
cias explica, en lo fundamental, el surgimiento de un segundo momento de
relativo relajamiento de las tensiones Este-Oeste. Tras la muerte de Foster
Dulles (mayo de 1959), Eisenhower buscó una aproximación con Kruschov,
quien finalmente visitó a los Estados
Unidos y se reunió con el Presidente
en la cumbre de Camp David, en sep-
tiembre 1959. El encuentro trans-
currió en un clima de respeto mutuo
y de ap arente concordia, pero s ólo
sirvió para un tanteo recíproco y para
acordar una siguiente cumbre, que
abordaría la discus ión de varios
asuntos, entre ellos el problema ale-
mán y la cuestión del desarme. La
reunión fue convocada p ara la ciu-
dad de París, en mayo de 1960, pero
en vísp eras de s u comienzo fue
derribado un avión espía U-2 s obre
Misil balístico inter continental Titán II el territorio s oviét ico. Des pués de
con ojiva nuclear de 10 megatones.
est e grave incidente, la conferencia

Submarino nuclear lanzamisiles con 16 tubos de la nzamiento.

517
de P arís se convirtió en un violento
El derri bo del U-2 se produjo el
1 de mayo en la estratégica re-
enfrentamiento entre ambos estadis-
gión de Sverdlovsk. Estos vue- tas, que abandonaron la capital fran-
los s e venían realizando desde ces a sin discut ir ninguno de los te-
1956 y la URSS había advertido mas previstos. La posibilidad de un
de sus consecuencias. entendimiento volvió a frustrarse.

La administ ración demócrat a de


John F. Kennedy, inaugurada el 20 de enero de 1961, encontró un am-
biente replet o de tensiones y debió enfrentar un escenario internacional
considerablemente modificado, debido al creciente poderío militar soviéti-
co, a la emergencia de los nuevos Estados independientes de Asia y Áfri-
FDTXHSXJQDEDQSRUXQSDSHOSURSLRHQODSROtWLFDPXQGLDO²HVHSURSLR
DxRVXUJLyHO0 RYLPLHQWRGH3DtVHV1R$OLQHDGRV²\DOSHVRLQWHUQDFLR
nal que estaban adquiriendo Europa Occidental y J apón. Kennedy y su
equipo asesor comprendieron, con un enfoque más realista, que para man-
tener un orden mundial favorable era necesario readecuar la estrategia in-
ternacional del país. Ello se concretó en un diseño de política exterior que,
sin abandonar el objetivo estrat égico de contener el comunismo, tomaba
en cuenta los cambios ocurridos en el escenario mundial.

En el ámbito de las relaciones Este-Oeste, dicho diseño consideró necesa-


rio renunciar al maniqueísmo de Foster Dulles y su política «del borde del
abismo» y adoptar la más sensata y realista doctrina de la «respuesta flexi-
ble o respuesta graduada», en la que se contemplaba la utilización del ar-
mamento nuclear como último recurso, o sea, sólo en caso de un inminente
ataque rival. La «respuesta flexible» propugnaba el fortalecimiento de las
armas convencionales y la posibilidad de guerras locales como alt ernativa
al holocausto atómico. Sin sacrificar los intereses del país, Kennedy era
SDUWLGDULRGHOGLiORJRFRQ0 RVF~±QRVHSXHGHHVWDUFDEDOJDQGRVLHPSUH
DORPRVGHOWLJUHGLMRHQVXGLVFXUVRGHWRPDGHSRVLFLyQ²\FRLQFLGtDFRQ
Kruschov en la necesidad de poner fin a la política de confrontación entre las
potencias nucleares. Ambos dirigentes tuvieron oportunidad de conocerse e
intercambiar opiniones, en la ciudad de Viena, en junio de 1961.

En relación con el Tercer M undo, imp ortante foco de insurgencia y de


inestabilidad internacional, la nueva Administración se propuso desarrollar

518
una polít ica de acercamiento reformista a sus necesidades, sin renunciar
por ello al uso de las armas cuando se estimara neces ario. En el caso de
América Lat ina, área de especial importancia para los Estados Unidos,
est a política s e tradujo en la aprobación del programa de reformas de la
«Alianza para el P rogreso». Dicho programa contemplaba la ayuda norte-
americana para propiciar el desarrollo económico y social de la región, lo
que rep resentaba una suaviz ación de la tradicional práctica de dominio
imp erialista, al estilo de la política del «Buen Vecino» de Roosevelt. La
«Alianza para el Progreso» sería finalmente un fracaso, pero despertó gran-
des simpatías en varios sectores latinoamericanos y sirvió para contrarres-
tar temporalmente la influencia de la Revolución Cubana en el subcontinente
y p ara comp rar la complicidad de los gobiernos del área con la conjura
anticubana de Washington.

En cuanto al tratamient o de sus aliados , particularment e los europeos,


Kennedy y sus asesores se pronunciaron por otorgarles un cierto grado de
correspons abilidad, dentro del marco de la dirección global estadouniden-
se, para evitar de esta forma fisuras en el bloque occidental. En est e senti-
do, Washington trataría de ir al encuentro de las posiciones sostenidas por
la Francia gaullista, que reclamaba, cada vez con más fuerza y firmeza, una
mayor independencia de Europa y un papel más protagónico en el contex-
to de la alianza atlánt ica, regida exclusivamente por los Estados Unidos.
Europa estaba entonces, como ya se ha dicho, muy preocupada por la
política int ransigente de los norteamericanos y por el creciente poderío
soviét ico y aconsejaba una orientación más moderada.

A p esar de los cambios que repres entaba la posición programática de la


nueva administración, los siguientes dos años se caracterizaron por la con-
tinuación de las tensiones internacionales. A demás de la res istencia que
oponían los sectores conservadores estadounidens es a la política de
Kennedy, se presentaron otros obstáculos para el entendimiento. El pro-
blema de Berlín, uno de los principales focos de la guerra fría, se recrude-
ció bruscamente. Desde 1959, los soviéticos habían exigido la divis ión de
la antigua capital alemana y la declaración de ciudad libre e independiente
para la zona occidental, argumentando que ésta era utilizada para realizar
actividad subversiva contra la RDA. A nte la negativa de las potencias oc-
cidentales a discutir el asunto, el 13 de agosto de 1961 fue levantado el

519
controvertido muro, que se convirtió en frontera estatal de Alemania Oriental.
Esta acción elevó la tensión a un grado sumo. Por aquellos días, K ennedy
visitó Berlín Occidental y pronunció un discurso de tono duro, en el que se
calificó la acción como un acto de fuerza de la URSS, encaminado a evitar
el éxodo de los alemanes orient ales y a perpetuar la división de Alemania.

Las discrepancias entre ambas superpotencias se incrementaron t ambién


debido a la política de los Estados U nidos en relación con Viet Nam y
Cuba, p róximas a la Unión Soviética. En general, Kennedy mantuvo la
política de su predecesor hacia Indochina y, sobre todo, continuó apoyan-
do al régimen de Viet N am del Sur. Ciert o es que el P resident e se negó a
enviar soldados para apuntalar la corrupta dictadura survietnamita, como
le acons ejaron ciertos círculos, pero aceptó el envío de un nutrido contin-
gente de asesores militares, lo que inició una intervención que fortaleció las
tensiones en la zona y conduciría enseguida a una larga y sangrienta guerra.

Fotog rafía de b ases de misiles sov iéticos e n Cuba to madas por aviones n orteameric anos.
De el las se val ió Kennedy para orde nar el blo queo a la Isla.

520
En cuanto a Cuba, el gobierno de Kennedy dio luz verde a la invas ión
mercenaria de abril de 1961, preparada por la anterior administ ración.
Tras el ráp ido y est ruendoso fracaso de P laya Girón, lejos de mermar,
como era de esp erars e, aumentó la agresividad norteamericana hacia la
Isla, creando una situación que condujo a la peligrosa Crisis de Octubre
de 1962, que pus o al mundo al borde de una guerra nuclear.

En el verano de 1962, ante el inminente peligro de una invasión estadouni-


dens e, que se venía preparando aceleradamente, el gobierno cubano sus-
cribió un acuerdo militar con el soviético para fortalecer su capacidad de-
fensiva y en ese contexto aceptó la instalación de unos 42 cohetes nucleares
de alcance medio e intermedio (CBAM y CBA I) en varios lugares del
territorio nacional. La inst alación de los cohetes, que s e realizó secreta-
mente a pesar del desacuerdo de los cubanos,5 cumplía el doble propósito
de fortalecer el p oderío soviético y de evitar una agresión a la Isla. Al ser
detectados los cohetes por los aviones de reconocimiento U-2, Was hing-
WRQGHFUHWyHOEORTXHRQDYDOGH&XED²EXTXHV GHJXHUUD\ PiV GH
KRPEUHVURGHDURQDOSDtV ²DSDUWLUGHOGHRFWXEUH\DPHQD]y
con la ap licación de otras medidas de fuerza. Ambos bloques movilizaron
sus dispositivos militares y los pusieron en disposición de combate, origi-
nándose una situación de suma y peligrosa tirantez . Pero tras varios días
de angustia, ambas potencias llegaron a un entendimiento y el mundo pudo
res pirar aliviado. La U RSS accedió a ret irar los mis iles de Cuba, y los
Est ados Unidos s e comprometieron a levantar el bloqueo militar y a no
invadir a la Isla en el futuro, así como a desmantelar sus bases en Turquía.
De esta forma se llegó al famoso y controvertido «pacto de caballeros» en-
tre Kennedy y Kruschov, del 28 de octubre de 1962, que reflejó el temor de
ambas partes frente a la cercana posibilidad de un conflicto nuclear.

A la manera típica de la guerra fría, el manejo y el desenlace de la crisis estu-


vieron exclusivamente en manos de las dos superpotencias, que se confirma-
ron en su condición de cabezas de los respectivos bloques. Sin pretender

5 C uba cons ideraba que el acuerdo debía publicarse, pues no vulneraba, en ningún
sentido, el derecho internacional. Por otra parte, mantenerlo en s ecreto l e daría un
pretexto a los Es tados Unidos para culpar a la URS S y just ificar posi ciones
guerreris tas.

521
adentrarnos en esta compleja p roblemática, es impres cindible s eñalar al
respecto que Cuba, parte importante del problema y país extraordinaria-
mente celos o de su soberanía e indep endencia, protest ó enérgicamente
por haber sido excluida en las negociaciones y anunció la determinación de
no permitir la inspección de su territorio para verificar la salida de los misiles,
como habían acordado Kennedy y Kruschov, lo que determinó que la URSS
tuviera que aceptar la inspección de sus barcos en alta mar. En definitiva,
como consecuencia de toda aquella situación, las relaciones entre Cuba y
la U RSS se vieron notablemente afectadas durante algún tiempo, y los so-
viéticos debieron entender finalmente que los vínculos con Cuba tenían que
basarse en la igualdad y el resp eto.

La crisis de octubre representó el


En realidad el Teléfono Rojo era un
momento de máximo peligro de la era
teletipo. Con su instalación se bus-
nuclear, el umbral de un conflicto defi-
caba agilizar los contactos, que has-
ta ese momento se realizaban me- nitivo. Se demostró entonces que el lla-
diante mensajes cifrados a través mado «equilibrio del terror» no impli-
de los correspondientes embajado- caba seguridad. Los Estados Unidos
res, lo que demoraba la comunica-
ción y representaba un factor de
y la URSS, conscientes de ello, co-
riesgo en situaciones de crisis. menzaron a dar pasos que originaron
el tercer período de relajamiento de
las tensiones internacionales de la gue-
rra fría. Después de la crisis, las relaciones entre Washington y M oscú se
tornaron más fluidas, e incluso se ins taló el famoso «teléfono rojo» para la
comunicación de los mandatarios en previsión de otra crisis. En 1963, am-
bos gobiernos decidieron reactivar las estancadas conversaciones de Gine-
bra sobre desarme y en agost o de ese año firmaron el tratado sobre la pro-
hibición de las pruebas nucleares en la atmósfera, en el espacio cósmico y
bajo el agua, al que muy pronto se adhirieron numerosos Estados. En aque-
llas circunstancias, se vislumbró también la posibilidad de un acercamiento
entre los Estados Unidos y Cuba y la probable solución de su agudo diferendo.
Pero el asesinato del joven presidente estadounidense, en noviembre de
1963, interrumpió tal curso de los acontecimientos

El magnicidio de Dallas , al que al p arecer no fueron ajenos los s ectores


reaccionarios norteamericanos y la contrarrevolución cubana en el exilio,
despejó el escenario político para el período del también demócrata Lyndon

522
B. J ohnson (1963-1968), quien presionado por la reacción int erna, t rató
de apuntalar militarmente la deteriorada hegemonía mundial estadouniden-
se. Johnson apoyó diversos golpes de Estado en África, región en la que se
opuso al movimiento de liberación contra la dominación portuguesa y en la
que respaldó al régimen racista de Sudáfrica. En América Latina, continuó
ODSROtWLFDGHKRVWLOLGDGKDFLDOD5HYROXFLyQ&XEDQD²VLELHQGHVFDUW yOD
LQWHUYHQFLyQGLUHFWD²VHVROLGDUL]yFRQORVPLOLWDUHVJROSLVWDVGHYDULRV
países e intervino en Santo Domingo (1965) p ara aniquilar el movimiento
democrát ico, con el pretexto de evit ar una nueva Cuba en el cont inente.
En el Oriente M edio, Washington apoyó, cada vez más abiertamente, la
política expansionista de Israel, lo que le ocasionó serios problemas con
los países árabes y un delicado enfrentamiento con la URSS, situación que
se evidenció claramente con la guerra de los «seis días», ent re árabes e
israelíes, desarrollada entre el 5 y el 10 de junio de 1967.6

Pero la acción más import ante de


Johnson, por su envergadura y con- Johnson aprovechó el incidente
del Golfo de Tonkin (agosto de
secuencias, fue el creciente compro- 1964), es caram uza naval poco
metimiento de los Estados Unidos en clara ent re dos destructores nor-
Viet Nam. En 1965 s e encont raban teamericanos y torpederas viet-
en Viet Nam del Sur unos cien mil namitas, para que el C ongreso
soldados norteamericanos y a fines aprobara la ampliación de la par-
ticipación de los EE.UU. en el con-
de 1966 eran ya 500 mil. Para es ta flicto.
ép oca, la criminal guerra s e había
extendido también a la República
Democrát ica de Viet N am, que sería somet ida a s ist emáticos y crueles
bombardeos. A pesar de que los Est ados Unidos utilizaron en Viet Nam
todos sus recursos milit ares , excep to las armas nucleares , no pudieron
doblegar a los viet namit as, que contaban con el apoy o s oviético y la
solidaridad internacional. Desp ués de la ofensiva vietnamita del Tet, en
1968, quedó claro que la guerra estaba perdida para los norteamerica-
nos, que se había convertido en un callejón sin salida. La repudiada guerra

6 Ataque de Israel a Egipto, Jordania y Siria, que concluyó con el control israelí de la
península del Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania (con toda Jerusalén) y las alturas del
Golán sirio. Con los nuevos territorios, Israel cuadruplicó con creces su extensión, pa-
sando de 20 700 km2 a más de 89 000 km 2.

523
La in tervenció n en Viet namproduj o una pro funda fra ctura
en la sociedad no rteamerican a y desenca denó import antes movimientos
de cond ena en todo el mundo.
La ol a pacifist a tuvo en la juventu d su princ ipal impul sora.

contra Viet Nam le ocasionó a los Estados Unidos un elevado costo material
y humano, graves problemas internos por la repulsa masiva y generaliza-
da de la población y una sensible dis minución de su prestigio e influencia
internacional.

LA DISTENSIÓN DE LOS AÑOS SETENTA

Las consecuencias de la guerra de Viet Nam contribuyeron, en buena me-


dida, al replanteo de la política exterior estadounidense, tarea que corres-
pondió al republicano Richard Nixon, quien asumió la presidencia del país
en enero de 1969. A pesar de su conocida posición reaccionaria, Nixon
tuvo que abandonar el objetivo de la hegemonía mundial de los Estados
Unidos, característ ico del período de la guerra fría, lo que daría lugar a
una etap a de distensión en las relaciones internacionales, que se prolongó
has ta fines de la década del setenta. La dis tens ión estuvo determinada,

524
además, por otros varios factores presentes en el escenario internacional,
entre los que deben destacars e los siguientes:7

‡ El cambio en la correlación de fuerzas debido al logro por la URSS de


la paridad militar general con los Estados Unidos, materializado desde
la segunda mitad de los años ses enta. La paridad lograda por los so-
viéticos anuló la aspiración norteamericana de superioridad absoluta e
impus o la necesidad del diálogo y la cooperación, como alternativa al
enfrentamiento nuclear apocalíptico.

‡ La necesidad de limitar el elevadísimo costo de la carrera de los arma-


mentos, que tenía nefastas consecuencias para las economías de ambos
bloques, si bien mucho mayores para los países socialistas y particular-
mente p ara la Unión Soviética, que soportaba la carga fundamental de
los gastos militares.

‡ Los p roblemas s urgidos en el interior de ambos bloques. En el bloque


occidental se p rodujo la relativa disidencia de F rancia, convertida ya
en potencia atómica. Sin romper con el Occident e, F rancia t rató de
concret ar su aspiración de autonomía mediante una política ext erior y
militar propia. Salió de la estructura militar de la OTAN en 1967, criti-
có las intervenciones de los Estados Unidos en Viet Nam y Santo Do-
mingo, así como su posición en relación con el problema árabe-israelí,
mientras promovía una Europa «delAtlántico al Ural» con intercambios
de visitas con la URSS y otros países socialistas. También en Alemania
ganaba terreno una tendencia al ent endimiento. La U nión Soviética,
por su parte, se vio obligada a reordenar su bloque por la fuerza, tras
el intento de la «Primavera de Praga» de 1968, y de mantener s u cohe-
sión con la amenaza de int ervención representada por la doctrina de la
soberanía limitada de Breznev, al t iempo que se agudizaba su conflicto
con China, que a fines de los sesenta provocó peligrosos enfrentamientos
militares fronterizos entre ambas partes y un acercamiento de China
con los Estados Unidos.

7 Para una mayor informaci ón al respecto, consult ar el libro del Dr. Roberto González
Gómez: Teoría de las Relaciones Polí ticas Internacionales, Ed. P uebl o y Educa-
ción, La Habana, 1990.

525
‡ La tendencia a la «multipolarización» de las relaciones internacionales, con
la emergencia de potencias de significación, al menos económica y políti-
ca, como la Europa comunitaria y Japón, o de importante alcance regional
como la China popular, devenida potencia atómica desde 1967, así como
por el surgimiento de un numeroso grupo de Estados independientes, re-
sultado de la culminación, en lo fundamental, del proceso descolonizador.
Estos cambios apuntaban hacia una reestructuración de las relaciones in-
ternacionales sobre bases nuevas.

‡ La reaparición (desde fines de los sesenta) de los fenómenos de crisis en la


economía capitalista, que terminaron con el período de prosperidad que
siguió a la Segunda Guerra Mundial. La crisis económica, manifiesta abier-
tamente desde 1973, que afectó también al mundo socialista, hacía más
necesarios los intercambios internacionales, superando las restricciones de
la guerra fría. La economía imponía la cooperación internacional y la dis-
tensión era su precondición política.

‡ El surgimiento de amenazas globales para la supervivencia de la especie


humana, debido al desarrollo de los armamentos nucleares, a las desigua-
les condiciones económicas internacionales, con su carga de hambre y
miseria para cientos de millones de personas en el Tercer M undo, al ago-
tamiento de recursos energéticos y materias primas no renovables, así como
a la creciente afectación al entorno ecológico del hombre, que imponían la
cooperación internacional como única alternativa a la desaparición de la
humanidad.

El proceso distensivo fue avanzando paulatinamente desde finales de los


años sesenta. En noviembre de 1969 comenzaron las negociaciones sovié-
tico-norteamericanas sobre limitación de armamentos estratégicos, que
concluy eron con la elaboración del acuerdo SALT I, firmado el 26 de
mayo de 1972, en ocasión de la visit a de N ixon a la URSS, primera reali-
zada por un presidente de los Estados Unidos . El SALT I incluyó dos
documentos de gran importancia: El T ratado sobre M isiles Antibalísticos
(ABM ), por el que ambas potencias acordaron limitar la ubicación de los
sistemas ABM a sus propios territorios y no fabricar sistemas distintos a
ORV\DH[LVWHQWHV\GHVSOHJDGRV²ODDFWXDO$GPLQLVWUDFLyQGH*HRUJH:
Bus h ha ignorado dicho trat ado con la creación de un nuevo sist ema

526
DQWLPLVLO²\HO7UDWDGRVREUH/LPLWDFLyQGH$UPDV(VWUDWpJLFDVTXHOLPL
taba la producción de éstas durante cinco años. Era la primera vez que se
llegaba a un acuerdo para frenar la carrera armamentista nuclear. Al acuer-
do SALT I siguieron las negociaciones del SA LT II, que fijaba el número
preciso de cohetes intercontinentales para los dos países. El SALT II sería
firmado en 1979, pero no fue rat ificado p or el senado nort eamericano,
pretextando la invasión soviética a A fganistán. Sin embargo, el contenido
del tratado fue respetado en el futuro p or las dos p artes.

El 22 de julio de 1973, en ocasión de un viaje de Breznev a Washington, la


URSS y los Estados Unidos firmaron un compromiso para prevenir el es-
tallido de una guerra nuclear. Ambas potencias s e comprometieron a no
usar primero el arma nuclear, así como a abs tenerse de la amenaz a de la
fuerza y de su empleo entre sí y contra otros países en circunst ancias que
pudieran poner en peligro la paz y la seguridad internacionales. También se
comprometieron a colaborar en la solución de los conflictos regionales. En
cuanto a los armamentos no nucleares , fue rubricado en 1972 un convenio
que prohibía la p roducción de las armas biológicas, cuyo empleo, junto
con el de las armas químicas, había sido prohibido por la Convención de
Ginebra de 1925, ignorada p or la mayoría de los Es tados y en p articular
por los más poderosos . También en 1973 ambas pot encias acordaron ini-
ciar negociaciones para la reducción de sus arsenales convencionales y el
de sus respectivos bloques , lo que daría lugar a las s esiones de la Confe-
rencia de Viena.

En resumen, durant e el período de 1972 a 1974 s e celebraron cuatro en-


cuentros cumbres soviético-norteamericanos, durante los cuales se suscri-
bió una serie de acuerdos, que sentaron las bases jurídicas p ara normar la
colaboración de las dos potencias en las esferas militar, de la economía, la
ciencia, la técnica, la cultura, la salud y otras , creándose así las condicio-
nes para que las relaciones entre ambos países pasaran de la confronta-
ción a la cooperación-competencia pacífica. Se produjo entonces un acer-
camiento entre los dos sistemas p olíticos, en los que la razón de Est ado
pareció vencer sobre las exigencias de las ideologías.

En cuanto a Europa, donde ya existía el antecedente de la política «hacia el


Este» del general De Gaulle, el clima de distensión cobró auge con la llegada

527
al poder en la RFA del socialdemócrat a Willy Brand, en 1969, que signifi-
có la consolidación de la Ostp olitik, o sea, la política de acercamiento al
Este, esbozada ya en 1966, cuando el propio Brand ocupó la cartera del
exterior en el gobierno de la «gran coalición» (Democracia Cristiana y So-
cialdemocracia). Entre 1970 y 1973, la RFAsuscribió tratados con la URSS,
Polonia y Checoslovaquia, en los que se renunciaba al uso de la fuerza y se
reconocían las fronteras fijadas tras la Segunda Guerra M undial. Al mismo
tiempo, mediante el tratado del 21 de diciembre de 1972, quedaron nor-
malizadas las relaciones entre ambos Estados alemanes , que en 1973 fue-
ron aceptados en la ONU. En ese favorable contexto, se produjo el acuerdo
cuatripartito (URSS, los Estados Unidos, Inglaterra y F rancia) sobre Ber-
lín Occidental, que estableció su status independiente y determinó sus vín-
culos con las dos Alemanias . La s olución del problema alemán facilitó la
ampliación del proceso distensivo a escala paneuropea.

Es necesario tomar en consideración que Europa Occidental tenía particu-


lar interés en desarrollar la distensión. La dist ensión eliminaba la posibili-
dad de una guerra en suelo europeo y favorecía el comercio con los países
socialistas, que beneficiaba sustancialmente al Oeste. Ello exp lica, en gran
medida, el ap oyo brindado a la iniciativa soviética de convocar a una Con-
ferencia sobre Seguridad y Cooperación Europea, formulada desde 1969.
Dicha conferencia, en la que participaron todos los Est ados europeos (ex-
cep to A lbania) más los Estados Unidos y Canadá, sesionó por etap as,
des de julio de 1973 has ta agost o de 1975. La últ ima etap a se des arrolló
en Helsinki, la capital de Finlandia, y en ella se suscribió el «Acta Final»,
también conocida como «Acta de Helsinki», en la que todos los participan-
tes acordaron renunciar al uso de la fuerza en las relaciones internacionales y
desarrollar vínculos de buena vecindad, fomentando la cooperación en to-
dos los terrenos y el respet o a los derechos humanos, aspecto es te último
en el que varios países hicieron compromisos que difícilmente podrían cum-
SOLU/D&RQIHUHQFLDVREUH6HJXULGDG\&RRSHUDFLyQ(XURSHD²PHFDQLV
mo que posteriormente se ha mantenido e institucionalizado como un es-
FHQDULRSDUDHOGLiORJR\ODQHJRFLDFLyQ²FRQVWLWX\yHOPRPHQWRFXOPLQDQWH
del proceso de dis tensión internacional de los años setenta.

La distensión no alcanzó a todas las regiones del planeta. En los años se-
tenta, no p odía hablars e de dis tensión en el M edio O riente o en el cono

528
Sur de África, donde tenían lugar agudos conflictos que involucraban a las
grandes potencias. P ero el hecho de que se desarrollara en una es fera de
tanta importancia como eran las relaciones bilaterales de las dos mayores
potencias del mundo, y en un continente de tanta significación internacional
como Europa, determinó sus repercusiones en el conjunto del sist ema in-
ternacional, influyendo en una u otra medida en la política exterior de to-
dos los Estados. En América Latina, por ejemplo, contribuyó al auge de
las posiciones nacionalistas, así como al reconocimiento del pluralismo po-
lítico y a la ruptura del aislamiento diplomático de la Cuba revolucionaria,
que para entonces había consolidado s u proyecto socialista.

El p roceso distens ivo se reflejó no-


El Grupo de los 77, aludiendo al
tablement e en la actividad de la
número de sus fundadores, cuen-
Organización de Naciones Unidas. ta hoy con más de 130 Estados
Desde los años sesenta la ONU venía miembros y desempeña un papel
sufriendo una significativa transforma- destacado como escenario para
ción, debido al ingreso de los nuevos concert ar posiciones entre los
países subdesarrollados y como
países independientes, que a media-
vocero de estos en foros inter-
dos de los setenta habían p rovoca- nacional es.
do que la membresía original de la
Organización se triplicara. Cierto es
que el Consejo de Seguridad, aunque incrementó sus miembros no perma-
nentes de s eis a diez, cont inuaba controlado por las grandes pot encias,
que con el uso del veto defendían sus intereses y bloqueaban a menudo la
actuación de la institución. Pero en la A samblea G eneral, donde los Esta-
dos Unidos habían perdido su mayoría mecánica, y en el Consejo Econó-
mico y Social, se hizo sentir la presencia de los nuevos Estados, los que en
la mayoría de los casos coordinaban su actuación a través del Grupo de los 77
(creado en 1963) y del Buró de Coordinación del M ovimiento de Países
no Alineados , agrupación que t uvo en est os años s u mejor etapa. La ac-
tuación de estos países, en el contexto de un ambiente internacional favo-
rable, promovió la creación de varios fondos y programas para el desarro-
llo, as í como la ap robación de numerosas res oluciones sobre un nuevo
orden económico mundial, el desarme, el uso p acífico de la energía atómi-
ca, el combate a los residuos del colonialismo, la erradicación del racismo, la
codificación de un derecho internacional avanzado, o sea, un importante
paso en el camino hacia la democratización de la relaciones internacionales.

529
Como nunca antes, se abogó entonces en la ONU para que los nobles
propósitos y objetivos recogidos en la Carta dejaran de ser letra muerta.

Durante los años setenta, al mismo t iempo que se desarrollaba el proceso


distensivo, se lograron importantes avances de las fuerzas revolucionarias
en varias partes del mundo. Entre estos acontecimientos cabe mencionar
la terminación victoriosa de la guerra de Viet Nam, la independencia de las
colonias p ortuguesas en África, tras el triunfo de la revolución de 1974 en
la metrópoli, el surgimiento de una Etiopía con pretensiones revoluciona-
rias , el derrocamiento del régimen del Sha de Irán, principal aliado norte-
americano, junt o con Israel, en el Orient e M edio y gendarme del Golfo
Pérsico, así como el triunfo sandinista en Nicaragua y el consiguient e de-
sarrollo del movimiento revolucionario en América Central, región consi-
derada vital en la visión geopolítica de los Estados Unidos. Estos cambios
afectaron profundamente la posición de los Estados Unidos en tres zonas
de gran importancia estratégica: el cono Sur de África, el Oriente M edio y
Centroamérica.

Si a lo ant erior se añade la crisis económica internacional y la creciente


rivalidad en es e contexto de los tres polos del capit alis mo, los Estados
Unidos, la Europ a comunitaria y J apón, as í como la lucha de los países
tercermundistas por una reestructuración de las relaciones económicas in-
ternacionales, el panorama mundial de fines de los set enta se presentaba
sombrío para los Es tados Unidos . Los sectores de la extrema derecha
norteamericana (y también la europea), que siempre impugnaron la disten-
sión, interpretaron la situación como un declive del poderío global estado-
unidense a favor de la URSS, ant e lo cual la administración demócrat a de
James Carter (1976-1980), s ucesor de los republicanos Richard Nixon y
Gerald Ford, no sup o responder con el vigor necesario. La presión ejerci-
da por estos s ectores explica, en lo fundamental, el abandono progresivo
de la orientación favorable a la distensión durante el último año y medio del
gobierno de Carter, y su eliminación a p artir de la elección del ultra con-
servador Ronald Reagan, quien de hecho dio comienzo a una esp ecie de
segunda guerra fría en las relaciones internacionales.

530
DE LA S EGUNDA «GUERRA FRÍA» A LA UNIPOLARIDAD

La década de los años ochenta, se caracterizó por la redistribución de la


potencia mundial y por el final del antagonismo Este-Oeste.Al principio de
este período, hasta 1985, ocurrieron los últimos sobresaltos de la rivalidad
ent re ambos bloques, comenzando entonces un proceso que culminaría,
en 1989, con el fin de la tensión entre las dos superpotencias de la época
y con el establecimiento del predominio indiscutido de los Estados Unidos
en el ámbito internacional, situación que se mantiene hasta la actualidad. Al
mismo tiempo, durante aquellos años s e debilitó considerablemente la frá-
gil unidad del heterogéneo Tercer M undo, en el que prácticamente subsis-
WHQGHVGHHQWRQFHVHVSDFLRVDLVODGRV²$VLD0 HGLR2ULHQWHÈIULFD$Pp
ULFD/DWLQD²FRQVXVSURSLRVHQYLWHV\SUREOHPDV

Con la llegada de Ronald Reagan a


la Casa Blanca, en 1981, se interrum-
pió el proceso distensivo de los años
setenta, que había comenzado a ver-
se afectado en los últimos tiempos
de la pres idencia de Carter. Los sec-
tores ultraconservadores de los Es-
tados U nidos, entonces en pleno
auge, consideraban que la distensión
sólo favorecía la extens ión de la in-
fluencia soviética, lo que según ellos
rep resentaba una humillación para
los norteamericanos. Fueron preci-
samente estas fuerzas las que lleva-
ron a Reagan al p oder e impusieron
un programa de política exterior que
retomó el lenguaje y los métodos de la
Ronald Reagan personifica
«guerra fría». Dicho programa situaba
la América cons ervadora por su pro grama en un primer plano la contradicción
y su ideol ogía. El ex actor, u n virtuoso Este-Oeste, y se le subordinaba el tra-
en el manejo de los medios
de comu nicación, de mostró
tamiento de la problemática tercermun-
la importancia de la i magen dista; se propuso conseguir la recupe-
en la so ciedad norteamericana. ración del poderío estadounidense

531
mediante el rearme acelerado, lo que
En su condición de ex actor pue- p ermitiría la negociación con la
de verse el origen de la principal URSS desde p osiciones de fuerza.
cualidad de Reagan como gober- Se calculaba que los soviét icos t en-
nante: el don de la comunicación,
drían que hacer concesiones, pues no
algo de lo que habían carecido
los últi mos presidentes estado- podrían mantener la paridad militar
unidenses. La participación en el sin comprometer seriamente la esta-
macartismo como delator y testi- bilidad interna, debido a las afecta-
go de cargo sería su primera con- ciones que sufriría la economía civil.
tribución a la causa del antico- Para implementar el mencionado
munismo y el comienzo de su
dilatado cursus honorum dentro
programa la política de los Estados
del sector más conservador del Unidos se orientó en las siguientes
establis hment americano. Algo direcciones:
similar se puede decir de su ac-
tuación com o gobernador de ‡5HDUPHDFHOHUDGR S UHVXSXHV WRV
California, en unos años en los militares astronómicos a costa de los
que encarnó una temprana reac- programas sociales) para obtener
ción cons ervadora frente a la re-
una superioridad sobre el principal
volución moral y cultural propia
de aquel la época. Aunque su ad- adversario, somet iendo paralela-
ministración puso especi al énfa- mente a la economía s ocialista a las
sis en la política exterior y de se- tensiones adicionales por el costo dela
guridad, la vida de la sociedad carrera armamentis ta. Dentro de ese
norteamericana se vio también marco, inst alación de los cohet es
profundamente alterada por la re-
volución conservadora impulsa-
«Pershing» y «Crucero» en Europa
da por la Casa Blanca. Si la agre- Occidental, en cumplimiento del do-
sividad que marcó l a políti ca ble acuerdo de la OTAN (rearme y
exterior de Reagan pretendió ser negociación) adoptado bajo el go-
el antídoto definitivo del síndro- bierno de Carter, lo que aumentaría
me Viet nam, su defensa de la la capacidad de primer golpe nuclear
moral puritana y del individualis-
de las fuerzas de la alianza, y tenía el
mo económico puede verse tam-
bién como una doble reacción
objetivo de obligar a la Unión Soviéti-
contra el pasado, tanto contra el ca a realizar concesiones mayores en
legado de permisividad y toleran- las negociaciones sobre armamentos
cia de los años sesenta, como est ratégicos. A simismo, acelerada
contra el reformismo social y el formación de los cuerpos de desplie-
Estado de Bienestar heredado del gue rápido, grandes unidades dota-
New Deal rooseveltiano.
das de todos los medios técnicos ne-

532
cesarios para producir intervenciones relámpago en lugares donde es-
tuvieran amenazados intereses vitales de los Estados Unidos.

‡ Renovadas presiones sobre los aliados euroccidentales para obstaculizar


sus relaciones económicas con el campo socialista, que debían someterse a
la política del «linkage», es decir, subordinadas al comportamiento soviético
en el plano internacional. Recuérdese en este sentido el boicot estadouni-
dense al proyecto, ya muy avanzado, de construir un gaseoducto soviético
para el suministro de Europa Occidental. Esta orientación estaba enfilada a
supeditar adicionalmente la autonomía económica de sus socios a la estrate-
gia global norteamericana y consolidar el liderazgo de los Estados Unidos al
LQWHULRUGHVXS URSLRFDPSR6HFRQVLGHUDED²\DVtRFXUULy²TXH el recru-
decimiento de las tensiones internacionales obligaría a los aliados a estre-
char filas bajo la «sombrilla nuclear» norteamericana.

‡ Fortalecimiento de los vínculos con todos los aliados regionales, dejando a


un lado consideraciones éticas de todo tipo. Estos aliados eran concebi-
dos como sólidos baluartes frente a las posibles rupturas revolucionarias.
En este sentido se destacaron los nexos con la República Sudafricana,
Israel, las dictaduras latinoamericanas, Taiwán y Corea del Sur.

‡ Aumento de la presencia militar en el Medio Oriente, particularmente en el


golfo Pérsico, enclave estratégico de importancia vital para todo el Occiden-
WHSRVLFLyQGHELOLWDGD±DMXLFLRGHORVIRUPXODGRUHVGHODSROtWLFDQRUWHDPH
ULFDQD²WDQWRSRUODUHYROXFLyQHQ,UiQFRPRSRUHODYDQFHVRYLpWLFRHQ
Afganistán. En este contexto, apoyo irrestricto al Estado israelí, cuyas fuer-
zas armadas se consideraban como el más efectivo obstáculo al «expan-
sionismo soviético» y luz verde para la operación del Líbano, destinada a
asestar un golpe mortal a la resistencia palestina, consolidar un Estado
libanés con dirección falangista, y redondear así la alianza entre las fuerzas
conservadoras de la región.

‡ En el continente africano, apoyo a la república sudafricana, baluarte capi-


talista en el cono Sur, para garantizar la estabilidad del régimen del
«apartheid» y el tránsito de Namibia a la independencia bajo control. Al
mismo tiempo, ejercer fuertes presiones sobre los gobiernos revoluciona-
rios o progresistas del área, buscando un comportamiento «moderado» de

533
estos y, sobre todo, la retirada de las tropas internacionalistas cubanas de
Angola y la limitación de la influencia cubano-soviética en la zona.

‡ En As ia, se emprenderían renovados esfuerz os para acelerar la


remilitarización de Japón y la aceptación por parte de este país de una
mayor corresponsabilidad en el Lejano Oriente y el Pacífico, al mismo
tiempo que se fortalecerían los nexos con los aliados de la Asociación de
Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Corea del Sur y Taiwán, sin
abandonar la utilización de la «carta china», o sea, la explotación de la
rivalidad chino-soviética.

‡ En América Central, región que la administración de Reagan colocó en el


centro de su política exterior, por considerarla decisiva para los intereses
de seguridad de los Estados Unidos, se desencadenó una escalada agresi-
va destinada a desestabilizar la revolución sandinista en Nicaragua, al tiempo
que se apuntaló militarmente a los regímenes dictatoriales de El Salvador,
Honduras y Guatemala, para impedir la extensión del proceso revolucio-
nario, llegando a amenazar con una intervención directa. En ese contexto,
aumentó considerablemente la presencia militar norteamericana en la zona,
iniciada por el gobierno de Carter, incluyendo ahora toda la cuenca del
Caribe, se endureció la postura hacia Cuba y se produjo la invasión a
Granada (1983), que le propinó el golpe definitivo al proceso revoluciona-
rio que se venía desarrollando en la pequeña isla.

‡ Subordinación de la problemática Norte-Sur al enfrentamiento Este-Oes-


te con la consiguiente negativa a satisfacer las reivindicaciones del Tercer
M undo a favor de un reordenamiento del sistema de relaciones económi-
cas internacionales sobre bases más justas. Se llegó incluso al sabotaje
abierto de todo tratamiento del tema en un ámbito multilateral y se condi-
cionó la ayuda norteamericana, siempre en el plano estrictamente bilateral,
al comportamiento de los Estados (por ejemplo, en las votaciones de Na-
ciones Unidas) y a su coincidencia con la estrategia y los intereses estado-
unidenses.

Debe señalarse que los planes y medidas de Reagan contaron con un im-
portant e apoyo en los gobiernos conservadores de la p remier británica,
M argaret Thatcher, y del canciller de la RFA, Helmut Kohl, ést e últ imo
desde 1982. La línea dura impulsada por Washington en la Alianza Atlán-

534
tica contó, desde el p rincipio, con el respaldo de estos dos imp ortantes
país es. Por otra parte, no s e puede olvidar el cambio que supuso el nom-
bramiento como Papa, en 1978, del cardenal polaco Carol Wojtyla. Con
Juan Pablo II, nombre adop tado por el nuevo Sumo Pont ífice, la Iglesia
Católica ponía fin a su propia distensión y retomaba un discurso anticomu-
nis ta, que no se recordaba desde los años cincuent a. Como es bien sabi-
do, la posición del Pap a se fue modificando posteriormente ante las nue-
vas realidades que supuso la globalización neoliberal.

La política de Reagan, que representó un nuevo reordenamiento de la pro-


yección exterior de los Estados Unidos, no logró todos sus objetivos pero
cos echó import antes éxitos globales. El aument o de la cap acidad militar
de los Estados Unidos, a pesar de las contramedidas soviéticas (por ejem-
plo, la ins talación de cantidades adicionales de cohet es SS-20 en la RDA
y Checoslovaquia) se tradujo en una cierta elevación de su prestigio y de
su imagen imperial, en comparación con la década anterior, al mismo tiem-
po que se sometió a la economía soviética a grandes tensiones , que contri-
buyeron a su debilitamiento. Asimismo, se logró la relativa alineación de los
socios capitalistas desarrollados, particularmente los de la OTAN, con su
estrategia de confrontación y se consolidaron las relaciones con los aliados
reaccionarios de América Latina, el Oriente M edio y el cono sur africano.

Ahora bien, dicha política provocó una inflexión en las relaciones interna-
cionales. Los vínculos de t odo tipo con la U RSS, p resent ada insistente-
mente por Reagan como «el imperio del mal», sufrieron un rápido deterio-
ro, al mismo tiempo que se increment aron las medidas y campañas
des estabilizadoras cont ra el res to de los países socialis tas. Un ejemplo
elocuente en este sentido fue la descarada ingerencia de Washington en la
crisis polaca de principios de los ochenta. Las negociaciones sobre limita-
ción de armas estratégicas fueron int errumpidas. Todo ello condujo al au-
PHQWRGHODVWHQVLRQHV HQWUHDPERVEORTXHV²ORTXHVHUHIOHMyLQFOXVRHQ
el área dep ortiva con la aus encia de los país es s ocialistas en los Juegos
2OtPSLFRVGH/RVÈ QJHOHVHQ²\DXQSHOLJURVRDJUDYDPLHQWRGHOD
situación mundial.

Un momento p articularmente tenso se produjo debido al derribo por los


soviéticos de un avión de p asajeros sudcoreano, que inexplicablemente se

535
internó profundamente en el territo-
Nunca s e supo por qué aquel
avión, con 269 pasajeros, vola-
rio de la URSS y fue confundido con
ba, en un área no autori zada deluna nave es pía. El hecho ocurrió la
Lejano Orient e soviético. noche del 31 de agos to de 1983 y
provocó la condena de los Estados
Unidos, que lo calificó como una ma-
sacre, como un crimen contra la humanidad, declarando abiertament e que
era imp osible t ratar con un régimen cap az de cometer tal at rocidad. La
virulenta campaña norteamericana, secundada por sus principales aliados,
llevó a la dirigencia s oviética, por primera vez des pués del ascenso de
Reagan, a replicar con dureza, acusando a los estadounidenses de propi-
ciar un acto de provocación criminal y sin precedentes.

Este ambiente de suma tirantez se mantuvo hasta los años ochenta, cuando
tuvo lugar el ascenso de Gorbachov en la URSS. Gorbachov vinculó, des-
de el principio, el éxit o de la perest roika con una política de coexistencia
pacífica, que permitiera destinar a la modernización de la economía sovié-
tica los cuantiosos recursos empleados con fines militares. El máximo diri-
gente soviético se pronunció por una nueva mentalidad en el enfoque de
las relaciones internacionales y optó por el diálogo, propiciando la reanu-
dación de las negociaciones sobre limitación de armamentos y los encuen-
tros al más alt o nivel entre los líderes de ambos bloques.

En enero de 1986, la URSS prop uso un p lan de eliminación gradual del


armamento nuclear hasta finales del siglo, que no fue aceptado por los Esta-
dos Unidos. El presidente Reagan insistía entonces solamente en la llamada
opción cero, es decir, la supresión simultánea de los cohetes SS-20, los
Pers hing y los Cruceros, s in tocar otros tipos de armas , lo que al parecer
inclinaba la balanza de fuerzas a su favor. Finalmente, la dirección soviéti-
ca acept ó la propuesta norteamericana, con lo que s e abrió el camino para
el Trat ado de Washington, rubricado por Reagan y Gorbachov, en la re-
unión cumbre de diciembre de 1987, en la que s e acordó renunciar al uso
de armas nucleares de alcance intermedio.

Con pos terioridad, la p olít ica soviética de la llamada nueva mentalidad


significó mayores concesiones al Occidente, siempre con el supuesto inte-
rés de garantizar el éxito de las transformaciones en el país. En efecto, en

536
la medida que la perestroika se fue
radicalizando, o sea, en la medida
que fueron tomando auge las fuer-
zas ant isocialistas y se fue agravan-
do la situación interna, la URSS
abandonó progresivamente sus com-
promisos con los aliados europ eos
y s e replegó en el Tercer M undo,
abandonando también allí a sus tra-
dicionales amigos. Esta política, que
contribuyó a precipitar la crisis en los
países del Este y representó un duro
golpe p ara muchos procesos revo-
lucionarios y progresistas, condujo
a los acuerdos de la cumbre de M al-
ta, en diciembre de 1989, en la que
Gorbachov y el s uces or de Reagan Rea gan y Gorbac hov tr as la firma del
en la p residencia, el también repu- tratado de 1987.

blicano George Bush (1988-1992),


proclamaron el fin de la «guerra fría»
y el inicio de una era de colabora- Como curiosidad cabe señalar que
el Tratado de Washington dispa-
ción entre las dos superp otencias.
ró la popularidad de Gorbachov
en los EE.UU. La revista Times lo
La nueva etapa de cooperación pro- declaró el Hombre del Año.
clamada por ambos mandat arios se Reagan, entonces inmerso en el
pus o de manifiesto a mediados del escándal o Iran-contra, apenas se
siguiente año, en ocasión del conflic- benefició.
to del G olfo Pérs ico, desencadena-
do por la arbit raria ocupación de
Kuwait por parte de Irak, situación aprovechada p or los Estados Unidos
para desatar la guerra y fortalecer aún más sus posiciones en el área. Tanto
la guerra del Golfo como la invasión norteamericana en Panamá, realizada
unos meses antes , a finales de 1989 y principios de 1990, con el pretexto
de la lucha contra las drogas, demostraron no sólo que habían terminado
las contradicciones Este-O este, sino también que el imperio est adouni-
dense había sido el vencedor en la disputa histórica y s e proponía estable-
cer un nuevo ordenamiento internacional bajo su exclusiva dirección, según

537
Bush y Gor bachov en la cumbr e de M alta, días 2 y 3 d e dici embre de 198 9, cua ndo ambos
estad istas dec lararon el fin de l a guerra fría.

lo proclamara el presidente Bus h, en marzo de 1991, en medio de una


gran euforia triunfalist a, acrecentada aún más a partir de la disolución del
Tratado de Vars ovia, en julio de 1991, y la desaparición de la U RSS, en
diciembre del propio año.

Con el inicio de la última década del siglo X X, los Estados Unidos adquirie-
ron una ap lastante superioridad en todos los t errenos, disfrutando de una
hegemonía no conocida por ningún otro país en toda la historia de la huma-
nidad. Rusia, la otra superpotencia, que heredó el pot encial militar de la
URSS y su p uest o en el Cons ejo de Seguridad de la ON U, había dejado
de s er rival y su s ignificación quedó reducida, por lo pronto, a un ámbito
regional, debido a sus problemas económicos y políticos internos. La limi-
tada influencia de Rusia en los asuntos internacionales se evidenció, entre
otros casos , en su incapacidad para impedir la expansión de la O TAN
hacia el Este europeo, área vinculada a su seguridad nacional, y en su débil
y hasta cierto punto contradictoria actuación en los conflictos del llamado
espacio posyugoslavo, particularmente en la guerra de Bosnia-Herzegovina
y en la desatada por el Occidente contra la nueva Yugoslavia, a principios
de 1999, de la que hablaremos más adelante.
538
Segura de su inmenso poderío, la hip erpotencia norteamericana se propu-
so establecer su dominio mundial absoluto. En este camino, Washington le
concedió gran importancia al fortalecimiento de su liderazgo en la OTAN.
Esta organización político-militar no desapareció con el «peligro comunis-
ta», como era de s uponer, sino que comenzó su expansión hacia el Este, a
pesar de las reiteradas prot estas rusas. En la cumbre de M adrid, en julio
de 1997, a los 16 miembros de la OTAN se le adicionaron Polonia, Hun-
gría y la República Checa, quedando para un futuro próximo el ingreso de
otros p aíses ex s ocialistas. P oco después, en la reunión conmemorat iva
por su 50 aniversario, celebrada en Washington, en abril de 1999, la Alianza
amplió su carácter y funciones, convirtiéndose en un instrumento para im-
poner el «orden» de los poderosos en cualquier parte del p laneta ante
disímiles situaciones conflictivas, reales o supuestas. La supeditación de
los aliados europeos a los designios norteamericanos ha demostrado que,
SHV HDVXVDYDQFHVLQWHJUDFLRQLVWDV HQHOiUHDHFRQyPLFD²HQODTXHOD
8QLyQ(XURSHDULYDOL]DFRQORV(VWDGRV8QLGRV²ORVSODQHVSDUDHVWUXF
turar una política exterior y de seguridad común, que les permita actuar de
forma independiente, est án lejos de concret arse.

Desde principios de los años noventa, los Estados Unidos han afianzado
también su cont rol en la Organización de Coop eración y Desarrollo Eco-
nómico (OCD E), integrada por todos los p aíses des arrollados, y en el
Grupo de los Siete, devenido comité directivo del capitalis mo mundial.
Asimismo, Washingt on prácticamente determina las políticas de otros or-
ganismos multilat erales como la Organización M undial de Comercio, el
Fondo M onetario Internacional, y el Banco M undial; al tiempo que ejerce
una influencia decis iva en la Organiz ación de Naciones Unidas, a cuya
democratización se opone tenazmente. Desde hace varios años, los Esta-
dos Unidos están tratando de convert ir a la ON U y en esp ecial a su Con-
sejo de Seguridad en un instrumento al s ervicio de sus intereses hegemó-
nicos. En este sent ido, se ha venido desarrollando una ofensiva contra
importantes princip ios del derecho internacional recogidos en la Carta de
Naciones Unidas , con el pret exto de darle may or autoridad a la mis ma.
Este es el caso, por ejemplo, del principio de la soberanía, p iedra angular
del referido derecho internacional, que de hecho se ha visto limitado sensi-
blemente con la posibilidad de las llamadas intervenciones humanitarias
ordenadas p or el Consejo de Seguridad.

539
Los planes hegemónicos de los Estados Unidos han concedido y conceden
una p articular importancia a Latinoamérica. Bajo el disfraz de un nuevo
panamericanismo, que en la práctica no puede disimular su esencia monroísta,
Washington ha reforzado su influencia en el área. En este sentido, debe des-
WDFDUVHHOSDSHOGHODVOODPDGDVFXPEUHVDPHULFDQDV²GHODVTXHSRUUD]R
QHVREYLDVV HKDH[FOXLGRD&XED²TXHVXUJLHURQFRPRXQDUHVS XHVWD
estadounidense para contrarrestar la posible cooperación de los países de la
región en el contexto del movimiento de las cumbres iberoamericanas. Pre-
textando el interés por el fortalecimiento de la democracia, la defensa de los
derechos humanos, la lucha contra el narcotráfico y el desarrollo económi-
co, los Estados Unidos han utilizado estas reuniones como un eficaz instru-
mento al servicio de sus intereses, frente a una América Latina que no logra
superar su tradicional desunión. Dichas cumbres han servido para reforzar
las políticas neoliberales y aumentar la presencia económica, política y mili-
tar del poderoso vecino en la z ona, así como para programar el Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA), que al igual que ocurre ahora con
el Tratado de Libre Comercio (TLC), que integran los Estados Unidos, Ca-
nadá y M éxico, sería un bloque dominado por la gran potencia del Norte y
en función de su rivalidad económica con Japón y la Europa comunitaria.

Desde el comienzo de los años noventa, cuando ya no exist ía un enemigo


visible, los Est ados U nidos han increment ado y modernizado su ars enal
militar. Han surgido nuevas y más sofisticadas armas convencionales con
un enorme poder destructivo, al mismo tiempo que se rejuvenece el arma-
mento nuclear, llegándose incluso a reactivar el proyecto reaganeano de la
«guerra de las galaxias», es decir, la construcción de un pretendido escudo
antimisil, a pesar de que ello rompe con el tratado soviético-norteamerica-
QR $%0 GH±TXHSURKtEHWDOHVDFFLRQHV²\SXHGHFRQGXFLUDO
incremento de la carrera armamentis ta en est e campo, tal y como lo han
advertido Rusia y China.8 Para justificar estas medidas, Washington ha

8 Las protes tas de R usia y C hina, as í como de la mayoría de los aliados europeos de
los norteam ericanos, llevaron a Clint on, en l as postri merí as de su mandato, a pos-
poner el comienzo de la construcción de un Sistem a Naci onal de Defensa Antimis il.
Pero tan pronto llegó al poder, el pres idente B ush anunció la decis ión de empren-
der el mencionado proyecto, lo que ha conducido a l a ruptura del tratado AB M,
garant e del equili brio es trat égico nuclear.

540
inventado nuevos y más temibles enemigos, tarea en la que han desempe-
ñado un papel destacado sus numerosas instituciones de investigación y,
sobre todo, sus poderosos medios de comunicación, que al propio tiempo
difunden por todo el planeta las «bondades» del sistema estadounidense,
tratando con ello de «conquist ar los esp írit us», como acertadamente ha
dicho el conocido publicista Ignacio Ramonet.

Las aventuras militares del Golfo Pérsico y la de Yugos lavia, verdaderas


demostraciones masivas de fuerza de los Estados Unidos y sus aliados,
que iniciaron y cerraron la década de los noventa, sirvieron t ambién para
probar las más recientes tecnologías militares . M ás arriba nos referimos a
los objetivos norteamericanos en la guerra del Golfo, desarrollada con el
consent imiento de un Consejo de Seguridad dominado por la p otencia
hegemónica, que contó con el apoyo s oviético y la neutralidad china. En
cuanto a la agresión a Yugoslavia, dichos objetivos tuvieron la misma natu-
raleza pero fueron más amplios. Tomando como pretexto el histórico con-
flicto entre los albano-kosovares y los serbios, recrudecido tras la desinte-
gración de la ant igua Federación y ugos lava, los Estados Unidos se
propusieron aumentar su presencia en la importante región de la península
balcánica, reforzar aún más su liderazgo en Europa y mostrar a Rusia los
límites de s us posibilidades , al propio tiempo que eliminaban el molesto
régimen de M ilosevich, que les recordaba la anterior etap a socialista.

A diferencia de la guerra del Golfo Pérs ico, la agres ión desatada por la
OTAN contra Yugoslavia se realizó al margen de las N aciones Unidas, en
cuy o Consejo de Seguridad los nort eamericanos esperaban encontrar la
oposición de Rusia, vinculada por nexos históricos y étnicos con los serbios,
y también la de China, que lo dio a entender claramente en reiteradas oca-
siones. Se ignoró también la propia Carta de la OTAN, que todavía en ese
momento est ablecía el us o de la fuerz a sólo como legít ima defensa. Los
agresores mostraron, además, un absoluto desprecio por importantes nor-
mas del derecho int ernacional, al declarar la guerra a un país soberano para
inmiscuirse en sus asuntos internos y al utilizar contra él armas prohibidas
por varias convenciones internacionales; así como por convertir en blanco
de sus ataques a las instalaciones civiles y a la población, con el consiguiente
saldo de muertes, dest rucciones y daño ecológico. Como en ocasión del
conflicto del Golfo, los Estados Unidos pusieron fin a un proceso negociador

541
que pudo desembocar en una solución política, porque estaban interesa-
dos en utilizar la fuerza para lograr sus propósitos, es decir, a través de una
rápida victoria avanzar en la realización de los grandes diseños políticos y
estructurales del gobierno de William Clinton (1992-2000), contenidos en
la llamada Es trategia de Seguridad Nacional para la Nueva Centuria, apro-
bada en 1998, que post ulaba el dominio mundial absoluto de los Es tados
Unidos.

La guerra contra Yugoslavia fue planificada para cinco días. Los estrategas
de la O TAN consideraban que en ese plazo pondrían de rodillas a la na-
ción balcánica. Sin embargo, los bombardeos masivos e indis criminados,
des de el aire y el mar, se prolongaron por once dolorosas semanas y Yu-
goslavia resistió con daños mínimos a su estructura militar y manteniendo
la firme unidad de la mayoría de su p ueblo. Pero cuando era más necesario
prolongar la resist encia, pues los aliados, presionados por la opinión pú-
EOLFDFRPHQ]DEDQDLQTXLHW DUVH²HQ$OHPDQLDH,WDOLDS RUHMHPSORODV
coaliciones en el p oder estuvieron a punto de des truirse, mientras en el
SURSLRFRQJUHVRQRUWHDPHULFDQRVHOHYDQW DURQYRFHVGHRSRVLFLyQ²\OD
mayoría de ellos no estaban dispuestos a participar en un ataque por tierra,
que se vislumbraba como algo imp rescindible, Yugoslavia cedió, aconse-
jada por Rusia y ante la promes a de que podría mantener s u soberanía en
la región de Kosovo. Como ha dicho F idel Cas tro y han reconocido nu-
merosos especialistas, de haberse prolongado un poco más la resistencia
yugoslava el desenlace de la guerra hubiera sido diferente y otro también el
curso de los acontecimientos posteriores.

De cualquier forma, después de diez años del colapso del socialismo euro-
peo y de la des aparición de la U RSS, los Es tados Unidos no han podido
imponer su p roclamado nuevo orden internacional, a pesar de su evidente
sup erioridad en todos los terrenos. T ras una década del fin de la «guerra
fría», el mundo es más inest able, explosivo e inseguro que nunca antes. Al
respecto, baste sólo mencionar, a modo de ejemplo, que luego de la guerra
del Golfo, la situación en la zona del M edio Orient e se tornó más compli-
cada y peligrosa, debido a la continuación de los bombardeos anglo-nor-
teamericanos sobre Irak y las medidas de bloqueo contra es e país y al
recrudecimiento del conflicto palestino-israelí, mientras que la terminación
de la guerra en Yugos lavia no trajo la paz y la estabilidad en Kosovo y en

542
el resto de la región, sino la profundización de la crisis y el peligro de que
la violencia se extienda a los países vecinos, como lo demostró la confron-
tación posterior entre albaneses y macedonios.

En definitiva, los planes de imponer un nuevo orden internacional no han


podido ni p odrán concretars e porque el mundo de finales del siglo X X y
principios del XX I es absolutamente ingobernable.9 Ello se debe a la com-
plejidad del escenario internacional contemporáneo, en el que están pre-
sentes numerosos factores que favorecen el caos y la ines tabilidad. Entre
estos factores hay que destacar las crecientes rivalidades económicas en-
WUHORVJUDQGHVEORTXHV²TXHKDQOOHYDGRDDOJXQRVHVSHFLDOLV WDVDSHQVDU
HQXQIXWXURGHJXHUUDVHFRQyPLFDV²ODH[LVWHQFLDGHSRWHQFLDVUHJLRQD
les con intereses y aspiraciones propias, los agudos problemas étnicos y
UHOLJLRVRV HQYDULDVSDUWHVGHOSODQHWD²LQFOX\HQGRORV OODPDGRVIXQGD
PHQWDOLVPRV²\VREUHWRGRODH[SORVLYLGDGGHXQ7HUFHU0 XQGRVRPHWL
do a la permanente y cruel explotación de una nueva y más brutal forma de
colonialis mo, representada p or la globalización neoliberal regida por los
países ricos y que sólo a ellos beneficia.

Los acontecimientos de New York y Washington, es decir, los ataques


terroristas a las torres gemelas del Trade World Center y al Pentágono, el
11 de s eptiembre del año 2001, que s e calcula costaron la vida a más de
2 000 personas, son una demostración elocuente de la inseguridad que reina
en el mundo. Dichos acontecimientos están siendo aprovechados por el go-
ELHUQRGH*HRUJH:%XVKTXHOOHJyDOSRGHUGHIRUPDFRQWURYHUWLGD²QR
fue elegido por voto popular sino por el de los Estados y decidió la Florida
GRQGHV HFRPSUREDURQQXPHURVRVIUDXGHV²SDUDIRUWDOHFHUVXS RVLFLyQ
interna y para p royectar una imagen de fuerza hacia el exterior. Al mismo
tiempo que se manipula el sentimiento nacional herido por la tragedia, em-
pleando un lenguaje nacionalista y patriotero que recuerda al estilo fascis-
ta, se ha montado una descomunal maquinaria militar para ser empleada en
cualquier part e en una supuesta lucha a muerte contra el t errorismo. Se-
gún advirtió el propio presidente norteamericano, quien de forma simplista

9 Para ampliar sobre es te y otros aspectos, consultar el excelente trabajo del Dr. R ober-
to González Góm ez: « Posguerra fría y orden m undial: la recompos ición de l as rela-
ciones internaci onales», publ icado en la revist a Temas, no.9, 1997.

543
señaló que los que no es taban con los Es tados Unidos estaban con los
terroristas, la guerra decretada unilateralmente por su país será larga y de
consecuencias imprevisibles.

A pesar de que es evidente, como inmediatamente lo proclamó Cuba, que


el terroris mo no puede ser combatido con la guerra, sino a t ravés de la
cooperación internacional organizada por la ONU y atacando las causas que
ORRULJLQDQ²QRDMHQDVDODVGHVLJXDOGDGHVHQJHQGUDGDVSRUODJOREDOL]DFLyQ
QHROLEHUDO\DODSURSLDSROtWLFDGHODSRWHQFLDKHJHPyQLFD²WRGDV las gran-
des pot encias, except uando a China, y un numeroso grupo de país es, por
temor o por conveniencia o por ambas cosas, se han sumado, de una u otra
forma, a la cruzada belicista y prepotente de los Estados Unidos.

Tras casi un mes de intensos prepa-


Os ama bin Laden pertenece a rativos militares y diplomáticos y de
una famili a muy vincul ada a los
negocios de los B ush S u movi-
gran incertidumbre, se inició, por fin,
miento fundament alis ta fue uti- la anunciada guerra, la primera del
lizado por los EE.UU. para com- siglo XX I. El objetivo inicial fue el
batir la i ntervención soviéti ca hambriento y martirizadoAfganistán,
en Afgani stán. cuyo gobierno talibán, el mismo que
los norteamericanos ayudaron a lle-
gar al poder, fue acusado de proteger en su territorio al millonario s audita
Osama bin Laden y a su organización Al Qaeda (criaturas de la CIA para
la lucha contra la URSS), principales sospechosos de haber cometido los
atentados terroristas del 11 de septiembre. En la noche del 7 de octubre,
los Estados Unidos e Inglaterra, con el apoyo directo de todos los países de
la OTAN y la colaboración de Rusia y otros vecinos, comenzaron el bom-
bardeo masivo y sistemático sobre Kabul y demás princip ales ciudades
afganas. Lamentablemente, la guerra contra el terrorismo anunciada por el
presidente Bush no pudo ser evitada y nadie sabe cómo va a terminar. Lo
que si está claro, como lo advirtió F idel Castro unas horas después de los
atentados del 11 de septiembre, es que la respuesta militar a los mismos sólo
servirá para inflamar los odios y pasiones, generando más violencia e inesta-
bilidad en el planeta.

Y mientras el mundo va t omando conciencia de la peligros a situación en


que ha sido colocado, la perversa utilización de la tragedia del 11 de sep-

544
tiembre ha provocado ya una inmensa tragedia en A fganistán, donde el
número de civiles inocentes muertos, en particular niños, mujeres y ancia-
nos, se elevó muy p ronto a una cifra sup erior a los que perecieron en los
atentados de New York y Was hington y siguió creciendo con posteriori-
dad. Como en la guerra contra Yugoslavia, los Estados Unidos se niegan a
reconocer estas bajas civiles y cuando lo hacen las atribuyen a errores
colaterales inevitables. Dichos «errores colaterales» han provocado, ade-
más, incalculables destrucciones y un elevado número de des plazados ha-
cia los país es vecinos.

$SHVDUGHOSRGHUtRQRUWHDPHULFDQR\GHODVIXHU]DVDOLDGDV²IXQGDPHQ
WDOPHQWHHXURSHDV²TXHVHOHVXPDURQODJXHUUDSDUHFHQRWHQHUILQ(QHO
plano militar, los talibanes fueron desplazados hacia las montañas, donde
son sometidos a los bombardeos sistemáticos de la aviación, pero algunos
grupos parecen decididos a desplegar una guerra de guerrillas, que pudie-
ra ser prolongada y sangrienta. M ientras tanto, en el plano político, si bien se
logró la formación de un titulado gobierno de unidad nacional, éste no ha
conseguido poner fin a la lucha y est ablecer un poder efectivo, debido al
complejo escenario multiétnico de Afganistán y a los diversos intereses in-
ternos y foráneos que intervienen en el asunto. Tal y como se presenta la
situación, no parece posible que, a corto plazo, pueda conseguirse la paz y
la estabilidad en el atormentado país centroasiático, víctima de más de veinte
años de lucha de diferentes grupos por el poder y de esta guerra genocida.

A estas alturas está suficientemente claro que, como resultado de la cruza-


da antiterrorista emprendida por el gobierno de los Estados Unidos, cuyo
objetivo real es reafirmar su predominio mundial, se alejará la conforma-
ción de una situación de mult ipolaridad en el ámbito int ernacional, algo
deseado y neces ario como medio para garantizar un mayor nivel de segu-
ridad y estabilidad globales. La dócil act itud asumida por las grandes po-
tencias occident ales, así como la des concertant e posición de Rusia, seña-
lan claramente en esa negativa dirección. Esta guerra representó también
otro duro golpe a la Organización de N aciones Unidas , nuevamente des-
conocida por la potencia hegemónica y sus cómplices o solamente tomada
en cuenta para realizar el trabajo sucio; es decir, para t ratar de resolver la
crisis creada por el irracional conflict o, como también ocurrió en el caso
de Yugoslavia.

545
A M ODO DE EPÍLOGO

En las siguientes páginas trataremos de p roporcionar al lector una visión


resumida de lo más importante de la problemática europea en los primeros
años del presente s iglo, has ta fines del año 2007, período que rebasa el
objetivo de este libro.

LA EVOLUCIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA

La Unión Europea, que en el 2007 celebró s u cincuenta aniversario, elevó


de 15 a 27 el número de sus Estados miembros , tot aliz ando ahora p oco
más de 480 millones de ciudadanos. Ello fue el resultado de dos procesos
de ampliación, que se venían preparando des de finales de la década del
noventa, según lo acordado por el Consejo Europeo, reunido en Luxem-
burgo, en diciembre de 1997. El 1 de may o de 2004, de acuerdo con lo
previst o, ingresaron Polonia, República Checa, Eslovaquia, H ungría,
Estonia, Letonia, Lituania, Eslovenia y las repúblicas mediterráneas de M alta
y Chipre. M ás tarde, en enero de 2007, ocurrió la admisión de Rumania y
Bulgaria. De tal manera, la Unión Europea cuenta ya en su membresía con
diez p aíses de la otrora zona socialis ta de Europa del Este, los que se van
incorporando paulatinamente al proceso de unión económica y monetaria
y a otros aspectos del p royecto integracionista.

546
En la ampliación hacia el Este prevalecieron las consideraciones del gran
capital europeo, dadas la potencialidad económica de la región y s u estra-
tégica posición. Ninguno de los atrasados país es de esta zona cump lía en
el momento de su ingreso con los requisitos establecidos por la legislación
comunitaria. A pesar de los beneficios del financiamiento de preadhesión,
ascendent e a más de 40 mil millones de euros, el producto interno bruto
per cápit a de los nuevos ingresos, como p romedio, no llegaba t odavía al
40 % de la media de los 15; al mismo tiempo que exis tían alt as t asas de
inflación y otros problemas económicos y financieros. Tampoco sus nive-
les de est abilidad política, democracia, derechos humanos, corrupción y
otros aspectos resultaban satisfactorios. Además, la ampliación se realizó
contrariando a una buena parte de la opinión pública euroccidental, que
WHPtD²FRPRKDRFXUULGR²HOGHVYtRGHLQYHUVLRQHVGHFDSLWDOKDFLD]R
nas con mano de obra barata, incrementando con ello el des empleo, así
como la irrupción en el espacio comunitario de conglomerados con marca-
das diferencias culturales y religiosas . El debate sobre la ampliación conti-
núa siendo hoy intenso en el seno de la comunidad por los problemas que
ésta ha manisfestado.

En los primeros años del siglo, la Unión Europea se ha visto envuelta tam-
bién en un comp lejo proceso para dotars e de una Carta M agna. Dicho
proceso ha pasado por varias conflict ivas etapas. El punto de partida fue
el T ratado de Niza, acordado en diciembre de 2000, que modificaba el de
Ámsterdam en varios as pectos y contemplaba la necesidad de una refor-
ma institucional. Un año después , la cumbre de Laeken, Bélgica, est able-
ció la convocatoria de una convención para elaborar un texto constitucio-
nal. Dicha convención comenzó a ses ionar en marzo de 2002, bajo la
conducción del ex pres idente francés Valery Giscard d´Est aing. Después
de superar varias discrepancias sobre el rep arto de votos de los países
miembros y sobre la mención o no de la religión cristiana en el preámbulo,
el text o fue ap robado en Bruselas, en junio de 2004, y se acordó que
debía ser ratificado por los parlamentos o por referendos vinculantes antes
de junio de 2006.

El p roceso de aprobación definitiva de la Constit ución, extens o text o de


446 páginas y muy poco conocido por la población, se frustró por la nega-
tiva de los pueblos de Francia y Holanda, expresada en sendos referendos

547
celebrados a mediados de 2005, lo que evidenció los fuertes sentimientos
nacionales aún prevalecientes en el llamado Viejo Continente y la enajena-
ción del ciudadano medio resp ecto a algunos problemas y procesos que
no tienen incidencia práctica en la cotidianidad de s us habitantes. Ello su-
puso un largo y tortuoso período de negociaciones y maniobras, que final-
mente condujeron a la elaboración del Tratado de la Unión Europea, adop-
tado por la reunión del Consejo Europeo, celebrada en Lisboa, el 19 de
octubre de 2007, y luego firmado por los president es de los país es miem-
bros el 13 de diciembre del propio año. La ausencia de una consulta po-
pular para aprobar el document o evidencia, una vez más , el déficit demo-
crático en el funcionamiento de la Unión Europea.

El Trat ado de la Unión, que sus tituye a la Cons titución Europea, es un


texto de 358 p áginas, en las que se resume todo el sistema institucional y
normativo de la agrupación integracionista. Entre otros , tres aspectos del
Tratado merecen ser dest acados. Primero, se prolonga de s eis meses a
dos años el período de rotación en la presidencia de la ins titución. Segun-
do, apenas se recogen las cuestiones sociales a pes ar de que se proclama
que el hombre es el centro del proceso int egrador. M ás aún, prácticamen-
te se oficializ a el des mont aje del llamado Estado de Bienest ar G eneral,
mediante la institucionalización del neoliberalismo como política económi-
ca obligatoria para todos. Por últ imo, lo est ablecido s obre política exte-
rior, seguridad común y sobre defensa sigue siendo vinculante con la OTAN,
lo que excluye una posición independiente de Europa en el escenario inter-
nacional. Esta orientación se ha visto reforzada con la entrada de los países
de Europa del Este, que practican y p romueven una post ura pronor-
teamericana.

Al arribar a su cincuenta aniversario, el proyecto integracionista europeo


atraviesa por graves problemas y por una seria crisis de identidad y legiti-
midad, resultado, entre otras razones, de la imposibilidad de homogenei-
zar las posiciones de 27 países con intereses, tradiciones, cultura e historia
muy diferentes. Sin embargo, ello no compromete la continuidad de la Unión
Europea e incluso s us avances en el terreno de la integración económica y
monetaria, proceso que se orienta, cada vez más , según los intereses del
gran capital.

548
LA SITUACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL

En los primeros años del pres ente siglo, el crecimiento económico de la


mayor parte de Europa ha s ido fluctuante, desigual y relativamente bajo.
En lo que se refiere a los integrantes de la U nión Europea, hast a el 2003,
cuando solo eran 15 los países miembros, el Producto Interno Bruto estuvo
siempre por debajo del 2 %. Desp ués de ese año, con las correspondien-
tes amp liaciones arriba coment adas, dicho índice experimentó un ligero
aumento y cerró el 2007 con una cifra promedio cercana al 3 %. Este
incremento de la media comunitaria s e debió a que el crecimiento de los
países de Europ a del Est e en los últ imos años fue may or al 4 %, como
resultado del financiamiento de la UE a través de los fondos de preadhesión
y de cohesión y por las inversiones de capital provenientes del occidente
rico, as í como por el hecho de que part ían de índices muy bajos. La t en-
dencia al crecimiento modesto en la
economía comunitaria debe mantener- La creciente fortaleza del euro,
se en el 2008, debido a los crecientes expresada en una escal ada sin
precedentes de la tasa de cambio,
precios de la energía y al fortalecimien- es el resultado de la política mo-
to que ha venido experimentado el euro netaria sobrevaluativa del Banco
frente al dólar estadounidense, lo que Central Europeo, unida a los pro-
encarece las exportaciones y por lo blemas de la economía estadouni-
dense y a la práctica devaluativa
tanto reduce su competitividad en el del Tesoro norteamericano con
mercado mundial. respecto al dólar.

En correspondencia con su bajo cre-


cimiento, la zona comunitaria ha mantenido desde el 2001 una tasa prome-
dio de desempleo cercana al 10 %, aunque en el 2007 exp erimentó en
algunos países una ligera reducción. Ello unido a la flexibilización del em-
pleo y a la precariedad laboral que promueve el neoliberalis mo, así como
al progresivo recort e de las prestaciones sociales con el pretexto de au-
mentar la competitividad, ha desencadenado una oleada de protestas en mu-
chos países. Entre las más recientes, se destacan las grandes manifestaciones
que tuvieron lugar en F rancia, en el 2006, contra el Cont rato del Primer
Empleo, que afectaba a un segmento tan golpeado por el desempleo como
los jóvenes, así como las masivas huelgas de varios sectores en ese propio
país, en Italia, Inglaterra, Alemania y España, durante el 2007.

549
En los países del Este europeo incorporados a la UE la problemática so-
cial alcanz a mayor envergadura y gravedad que en el occidente, a pesar
del repunte económico de los últimos años. Al paro y la precariedad del
empleo se suman allí las lacerantes secuelas de la transición al capitalismo.
La riqueza se ha polarizado extraordinariamente y es más profunda la des-
igualdad social y s us negativas consecuencias. La delincuencia y la prosti-
tución, por solo citar dos fenómenos derivados de la pobreza, se han con-
vertido en modo de vida de un amplio segmento de la población. Según la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), una de cada tres personas
alcanza apenas a sobrevivir y cada año alrededor de medio millón de mu-
jeres de es ta región son literalment e export adas como prostitutas hacia
Europa Occidental.

En la Europa no perteneciente a la U nión Europ ea, o sea, Rusia, Ucrania,


Bielorus, M oldavia, Croacia, Serbia, M ontenegro, Bos nia y Herzegovina,
M acedonia y A lbania, después del difícil e incierto período de fines de los
noventa y principios del presente siglo, el ritmo de crecimiento económico
ha fluctuado entre el 4 % y el 7 %. Deben destacarse los casos de Bielorus,
porque se mantiene ajeno al neoliberalis mo y cuenta con una economía
est able y en as cens o, y de Rusia, que ha avanzado not ablement e en su
recuperación. Rusia cerró el 2007 con un crecimiento del 7,3 %, en lo que
han influido las altas producciones de petróleo y de gas, con elevados
precios en el mercado, así como la reanimación de la indus tria militar, la de
la aviación civil y la automotriz, entre otros sectores, en el contexto de un
sostenido esfuerzo del gobierno de Vladimir Putin para establecer el orden
en la multiétnica república

Con la excepción de Bielorus, donde existe una mejor distribución de la rique-


za y se han venido garantizando determinados servicios básicos a la población,
en estos p aíses la situación social es similar a la imperante en los de Euro-
pa del Este y puede llegar a ser incluso más grave en algunos casos , como
ocurre en varios Estados balcánicos. Allí la transición al capitalismo, con la
consiguiente aplicación del neoliberalismo, estuvo acompañada de s an-
grientas guerras y sus correspondient es secuelas. H asta en Rusia, a pesar
de lo apuntado más arriba, el panorama cont inúa siendo dolorosamente
alarmante. Las relativamente altas tasas de desempleo, subemp leo e infla-
ción que han imperado en el país, p rofundiz an la desigualdad que trajo

550
consigo la transición, generando notables índices de p obreza y margi-
nalidad. La delincuencia organizada en poderosas mafias, por solo citar un
ejemplo ampliament e publicitado, sigue controlando múltiples negocios,
incluida la multinacional trata de mujeres.

El movimiento obrero y s indical europeo ha mostrado su des content o, a


través de huelgas y manifestaciones, ante las reformas neoliberales y la
problemática laboral y social que ellas generan. Pero estas protestas han
sido muchas veces espontáneas y con resultados limitados. Ello es la con-
secuencia de la profundización de la tendencia hacia la desafiliación sindi-
cal, impuls ada por el neoliberalismo desde la década del ochent a, como
parte de su ofensiva contra las conquistas obreras. En la actualidad, según
la Organización Internacional del Trabajo, solamente alrededor de un 35 %
de los trabajadores europeos es tán sindicalizados, si bien esta cifra, que
incluye a jubilados y desempleados temporales , puede variar de un país a
otro. La debilidad del movimient o obrero está relacionada también con
sus escasos vínculos con organizaciones políticas y populares que propug-
nan una alternativa al modelo neoliberal.

LA SITUACIÓN POLÍTICA

En Europa ha continuado profundizándose, en los primeros años del pre-


sente siglo, la tendencia al predominio de las fuerzas conservadoras en el
escenario p olít ico. Al cierre de 2007, en 18 de los 27 miembros de la
Unión Europea gobernaban p artidos políticos de esta orientación. En los
ocho países res tant es (Italia, España, Gran Bretaña, Austria, H ungría,
Bulgaria y Eslovaquia) ostent aban el poder partidos socialdemócrat as o
socialdemocratizados, pero con una actuación coincidente, tanto en lo in-
terno como en lo int ernacional, con la agenda neoliberal del conservadu-
rismo. Una situación similar presentaban los países no pertenecientes al
proyecto comunitario.

Uno de los factores que más ha influido en el auge conservador ha sido la falta
de una alternativa real por parte de la izquierda institucionalizada o socialde-
mócrat a. Es ilus trativo en este sent ido lo ocurrido en algunos importantes

551
países durante el p eríodo que comentamos . El t riunfo de Tony Blair, en
1997, en lo que pareció el inicio de una etapa de reanimación de la social-
democracia europea, condujo a un afianzamient o de las práct icas
neoliberales en el orden int erior y a una proyección internacional agresiva
y más dependient e de los Estados Unidos. Si bien Inglaterra ha tenido un
crecimiento relativamente estable (aunque modes to), el llamado Nuevo
Laborismo p romovió aún más la polarización de la riqueza y hoy el país
cuenta con el mayor índice de desigualdad y pobreza en Europa O cciden-
tal, siendo puntera también en los p roblemas medioambientales. Esta si-
tuación y la masivamente repudiada intervención en la guerra de Irak, des-
de que ésta comenzó en la primavera de 2003, condujeron al fracaso del
laborismo en las elecciones locales de 2006 y a la crisis que hizo renunciar
a Blair del liderazgo del partido y de su cargo de Primer M inistro, a media-
dos de 2007.

Los socialistas franceses, que ganaron las legislativas de junio de 1997 y


formaron un gobierno en cohabitación con Chirac, no justificaron sus pro-
mesas de una política económica con acento en lo social, al mis mo tiempo
que se vieron envueltos en algunos escándalos de corrupción. Ello provo-
có su aplas tant e derrot a en las elecciones de 2002, en las que quedaron
como tercera fuerza al ser superados por el ultraderechista Frente Nacio-
nal. Pese a la difícil situación que viene atraves ando el país, con un creci-
mient o que ap enas promedia un 2 %, una tasa de desempleo que ronda el
10 % y una deuda pública sup erior a los 1 100 millones de euros, los
socialistas volvieron a perder las elecciones generales de 2007. Los con-
servadores del UM P, ahora con Nicolas Sarkoz y como líder, se imp usie-
ron con un programa que, entre otras p romesas , se pronuncia por un go-
bierno que garantice el orden frente a los supuestos peligros del terrorismo
y el flujo migratorio.

La socialdemocracia alemana, que en 1998 había llegado al poder en el


contexto de una aguda crisis provocada p or la sit uación económica y por
la política antipopular de Helmut Kohl, no justificó las esperanzas del electo-
rado. Por el contrario, el gobierno socialdemócrata de Gerhard Schroder,
con su agenda 2010, intensificó en la práctica la aplicación del neoliberalismo,
que deterioró aún más la situación de los trabajadores sin lograr el propósito
de reanimar la economía, la de más lento crecimiento en Europa a pesar de

552
ser la más poderosa. Ello condujo al triunfo de la conservadora Unión
Crist iano-Demócrata (CDU) en las elecciones de 2005, que desde enton-
ces encabeza el gobierno de la llamada Gran Coalición, en la que participa
la socialdemocracia como socio menor. El nuevo gobierno continuó la orien-
tación neoliberal, lo que ha provocado masivas protestas y crisis políticas,
particularmente durante el 2007.

Debe destacarse que debido a su actuación el Part ido Socialdemócrata


alemán se ha dividido. De su seno se desprendió un ala descontenta con la
postura oficial, encabezada por el relevante político Oskar Lafontaine, que
propugna una vuelta a los principios y propósitos originales de la socialde-
mocracia. Este grupo se unió poco después al P artido del Socialismo De-
mocrático (PD S), dando lugar al Partido La Izquierda, con un programa
ajeno tot alment e al neoliberalismo. Dicho partido s e ha convert ido en la
tercera fuerza política del país.

Durante el gobierno del Partido Socialista Obrero Es pañol (PSOE), que


se inició en marzo de 2004, España ha experimentado un crecimiento eco-
nómico promedio de alrededor de 3,5 %, muy sup erior a la media comu-
nitaria. Se destacan el crecimiento del sector industrial y las exportaciones.
Sin embargo, el PSOE continuó ap licando p olíticas fiscales regresivas, lo
que ha propiciado mayores ingresos para las grandes empresas a costa del
cont rol salarial y el trabajo p recario. A ello hay que adicionar una tas a de
desempleo superior al 8 %, p or encima de la media europea, y una signifi-
cativa reducción del gasto social. La
política económica del PSO E se
basa en los principios neoliberales y En la victoria del PSOE fueron
prácticamente no difiere de la ap li- decisivos los atentados del 11 de
cada por el Partido Popular. Tal ac- marzo, que Aznar ensegui da atri-
buyó a ETA con el fin de debilitar
tuación enfrenta a los socialistas es-
a los socialistas, que propugna-
pañoles a un apreciable retroceso de ban la vía de la negociación con
su credibilidad y aceptación popu- dicha organización. Pero rápida-
lar, como lo han reflejado diversas ment e dichos atent ados fueron
protest as de los trabajadores y las reivindi cados por una organiza-
elecciones autonómicas y locales de ción islámica, dejando a Aznar en
may o de 2007, en las que fueron ridículo.
superados por el PP.

553
En abril de 2006, triunfó en It alia La Unión, amplia y heterogénea coali-
ción de centro-izquierda, liderada por el veterano político Romano Prodi.
El nuevo gobierno, que desp lazó al derechis ta Silvio Berlus coni, debió
enfrent ar una s ituación de bajo crecimiento (menos de 1 % anual como
promedio en cuatro años), desempleo cercano al 10 %, un endeudamiento
colosal, acentuación de las diferencias regionales, corrupción político-ad-
ministrativa y frecuentes actos de extrema violencia vinculados a la mafia,
entre otros problemas. La Unión, al igual que el PSOE, sacó las tropas de
Irak para cumplir una promesa electoral, pero la respuesta a la p roblemá-
tica int erna ha sido una estrategia neoliberal, en consonancia con los prin-
cipios que rigen el proyecto integracionista europeo. D icha es trategia ha
conducido a más liberalizaciones, a un riguroso régimen fiscal y a una no-
table reducción del gas to público en salud, educación y seguridad social,
lo que ha supues to elevados costos p ara amplios sectores de la sociedad,
que han protagonizado importantes manifestaciones de protesta.

Como se puede apreciar en los ejemplos citados, la izquierda instituciona-


lizada, socialdemócrata o de similar orientación, no ofrece una salida a la
situación prevaleciente, lo que conduce a su desprestigio y desgaste. Tam-
poco las fuerzas de la izquierda radical, que en teoría se p roponen una
alternat iva al modelo neoliberal y a la política europea, están en condicio-
nes de llevarla a la práctica. Estas fuerzas están divididas y en ocasiones
enfrentadas, al mismo tiempo que son sometidas a una feroz campaña que
prácticamente las criminaliz a, en especial a los partidos comunistas. La
derecha tradicional ha sacado provecho de esta s ituación. También s e ha
beneficiado la ult raderecha, que sigue ganando espacio en toda Europa y
en varios países acomp aña a los cons ervadores en gobiernos de coalición.
Un ejemplo reciente en este sentido lo ofrece la pequeña y tradicionalmen-
te estable Suiza, donde los comicios de 2007 dieron el triunfo a la Unión
Democrática de Centro (UDC), un partido nacionalista y xenófobo, que
se convirtió en la principal fuerza política del país.

En un es cenario político que se caract eriza por la creciente decepción y la


indiferencia de una parte considerable del elect orado, la derecha viene
explotando muy hábilmente, desde hace varios años, el miedo aún latente
a las acciones terroristas y al incontenible y desordenado flujo migratorio,
propugnando gobiernos de mano dura p ara garantizar el orden y la estabi-

554
lidad. Sobre est a base, los conservadores no s olo han fort alecido su p re-
sencia en el plano nacional, sino que han logrado una holgada mayoría en
el parlamento europeo, determinando en lo fundamental su orientación.

En correspondencia con s u actual pes o, los conservadores europeos se


han propuesto irradiar su influencia hacia otras regiones del p laneta. En el
mes de s eptiembre de 2007, en Roma, tuvo lugar un congreso de La Inter-
nacional Demócrata de Centro, que agrupa a los partidos de derecha y de
centro-derecha de todo el mundo. El interés con relación a América Latina
se hizo evidente con la elección del ex mandatario mexicano Vicente Fox,
como copresidente de la organización. Además de las cacareadas diatribas
contra Cuba, se escucharon allí numeros as exhortaciones para tratar de
det ener o neutraliz ar los proces os p rogresis tas que s e desarrollan en la
región.

En el breve período que comentamos, el escenario europeo no estuvo exento


de las recurrent es crisis políticas que lo han caracterizado. Es tas cris is,
con más o menos profundidad, afect aron a Ucrania, Polonia, República
Checa, Hungría, Alemania, Italia, Holanda y Bélgica. La de Ucrania fue la
más larga, prolongándose desde el mes de marz o de 2005 has ta sept iem-
bre de 2007, y t odo parece indicar que p ronto se rep etirá. La de Bélgica,
que s e desencadenó en junio con el triunfo de los partidos conservadores
de las regiones de Flandes y Valonia, portadores de tendencias separatis-
tas , había impos ibilitado al cierre de 2007 la formación de un nuevo go-
bierno nacional. Las contradicciones entre las fuerzas políticas flamencas y
valonas tienen como base las diferencias étnicas, lingüísticas y religiosas
entre ambas comunidades y las discrepancias en torno al modelo de Esta-
do a es tablecer en el país.

LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL

Como ya se ha dicho en los capítulos seis y nueve de esta obra, Europa se


sumó sin reparos a la llamada cruzada antiterrorista de la administración
norteamericana de George W. Bush, que tuvo como justificación la perversa
utilización de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Ello se

555
evidenció en la unilateral guerra desatada por los Estados Unidos contra
Afganistán, a la que se fueron incorporando y en la que aún siguen partici-
pando un numeroso grupo de países europeos, con el pretext o de cumplir
sus deberes de aliado.

La injustificada e ilegal guerra preventiva contra Irak, iniciada en marzo de


2003, contó también con el respaldo de los europeos, s i bien algunos go-
biernos, como Francia y Alemania, pusieron algunos reparos al principio y
no enviaron trop as. El apoyo de Europa a los Es tados Unidos , que tuvo
como protagonistas principales a Inglaterra y España, s e concretó a pesar
de las grandes demostraciones de protes ta de la población antes y des-
pués de comenzado el conflicto. Con el paso del t iempo, la des astrosa
situación en Irak y la presión popular ha conducido a que algunos gobier-
nos decidieran retirar sus trop as. Estos son los cas os, por ejemplo, de
Esp aña e Italia, donde las nuevas fuerzas políticas que llegaron al poder
con el PSOE y La Unión, lo habían p rometido en sus res pectivas campa-
ñas electorales . Sin embargo, Esp aña ha mantenido su p resencia en
Afganistán, al igual que Italia, que además ha aut orizado la construcción
de una nueva base estadounidense en su territorio y reafirmado su orienta-
ción atlantista y pronorteamericana.

El recient e conflicto suscitado por la intención de Irán de dotars e de plan-


tas nucleares como una fuente de energía, ha evidenciado también la ali-
neación de Europa con los Estados Unidos. En este caso se han destacado
part icularmente Alemania y Francia, que han apoyado resueltamente las
sanciones propuest as por Washington en el Consejo de Seguridad de Na-
ciones Unidas y las amenaz as de llegar al uso de la fuerza si el país p ersa
no des iste de su empeño. Los europeos, s in embargo, nunca han asumido
una posición s imilar cont ra Israel, que a diferencia de su acosado vecino
no ha s uscrito el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y no
niega la posesión de un imp ortant e ars enal nuclear, en buena medida ad-
quirido gracias a la ay uda nort eamericana. Esta act itud es una mues tra
elocuente del doble rasero y la hipocresía imperante en la política exterior
europea, que se evidencia también en otros muchos temas, entre ellos los
relacionados con la democracia y los derechos humanos.

La general sup editación de Europa con relación a los Estados Unidos, no


obstante algunas discrepancias en asuntos muy puntuales, se ha reflejado
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con claridad en su proy ección hacia América Latina, región que la U nión
Europea privilegió durant e los años noventa y en la que avanzó notable-
mente y de la que posteriormente se ha replegado, fundamentalmente por
las presiones de la superpotencia del Norte. M ás aún, los europeos se han
sumado con entusiasmo a la feroz campaña estadounidense contra los cam-
bios que tienen lugar en la zona; al mismo tiempo mantienen su injustificada
e irracional polít ica hacia Cuba, basada en la llamada Posición Común de
1996, que prácticamente condiciona las normales relaciones con la Is la a
un cambio de régimen en ella.

Como ya sabemos, el reconocimiento de las pretensiones de hegemonía


de los Estados Unidos por parte de Europa no es algo nuevo, pero evi-
dentemente se ha reforzado en la última década, en lo que ha influido nota-
blemente la ampliación de la OTAN hacia el Este. El afianzamiento de este
desigual matrimonio tiene mucho que ver también con las transformaciones
que se han operado en el escenario internacional en los últimos años y la
necesidad de ambos polos de p oder de enfrentar la nueva situación. Una
Rusia que se recupera tras la profunda crisis de los noventa, una China con
creciente p oderío económico y militar, la emergencia de varias potencias
regionales con rápido desarrollo e intereses propios, el desplazamiento del
dinamismo económico hacia Asia y un tercer mundo en ebullición, plantean
al llamado bloque occidental importantes desafíos.

Al parecer, Rusia constituye una particular preocupación para el Occiden-


te. Así lo evidencia la intención de neut ralizarla con la expansión de la
OTAN hasta sus fronteras y la colocación de instalaciones del pretendido
escudo antimisiles en los territorios de Polonia y la República Checa. Pero
hoy Rusia no es la misma de hace diez años. En la medida que avanza en su
empeño de poner orden en el interior del país y aprovechando una coyun-
tura económica favorable, el presidente Putin se ha prop uesto recuperar,
en la mayor medida posible, el p apel y la influencia internacional de la
otrora superpotencia soviética. Ello explica la res puesta rus a ante las ac-
ciones de los Estados Unidos y sus aliados, concretada en el incremento y
la modernización de su disposit ivo militar, tanto el convencional como el
nuclear, y también explica, por sólo citar otro ejemplo, la firme posición de
Rusia frente a la intención estadounidense de separar a Kosovo de Serbia
y convertirlo en un Est ado independiente, lo que contras ta con la débil
actuación de los rusos en ocasión de la guerra contra Yugoslavia en 1999.
557
En los últimos años, Rusia ha logrado una presencia cada vez mayor en el
llamado espacio postsoviético y ha fortalecido sus relaciones con la Repú-
blica P opular China y con la India, entre ot ros p aíses. En es te s entido,
debe subrayarse el importante papel de la Organización de Cooperación de
Shanghai, fundada por Rusia, China y varias repúblicas ex soviéticas del Asia
Central, a fines de los novent a, y a la que esperan incorp orarse la India,
Irán y otros países del área. En su más reciente reunión cumbre, en agosto
de 2007, la organiz ación reiteró su intención de fort alecer los lazos de
alianza estratégica entre sus miembros y aprobó un plan de acciones polí-
ticas, económicas y militares con ese objet ivo. La Organización de Co-
operación de Shanghai promueve la buena vecindad, la colaboración
en todas las esferas y la lucha p or el est ablecimiento de un orden int erna-
cional multipolar para garantizar la paz y la estabilidad.

Al estar integrada por un numeroso grupo de países, algunos de ellos gran-


des o medianas potencias, con inmensos recursos de todo t ipo y con una
alta o rápida dinámica de crecimient o, la Organización de Cooperación de
Shanghai o Grupo de Shanghai, como también se le conoce, es quizás hoy
el principal desafió a la dominación global occidental, encabezada por los
Estados Unidos.

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