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Benemérita Universidad Autónoma de México Facultad de Filosofía y Letras

Colegio de Filosofía Filosofía Antigua

Imparte: Mtra. Claudia Tame Domínguez Elabora el reporte: Adrián Larios López.

En la Apología de Sócrates, Platón refiere a gran detalle las razones por las que su maestro fue, de
alguna manera, condenado por los demócratas en la Atenas de su tiempo y que, al mismo tiempo,
marcaría una ruptura entre la simpatía que tenía con dicha forma de gobierno.

La apología hace, en primer lugar, uso de un recurso teórico en la figura de Sócrates que es para
persuadir a quien escucha dicho discurso de que no se dirá nada más que la verdad y que, a pesar
de que ese era uno de los cargos de que se le acusaba a Sócrates, a saber: cualquier argumento débil
hacerlo pasar por un argumento fuerte; cuando se usa ese primer recurso, curiosamente, también
es un tipo de estrategia retórica para volver un argumento, quizá débil, en uno fuerte.

Se puede ver en la figura de Sócrates, más que la sombra de los anteriores filósofos naturalistas que
le habían precedido, a él y Platón (pues Sócrates llega a mencionar incluso a Anaxágoras en su
discurso) sino que también a la tradición poética antes que ellos, Homero y Hesíodo, y, ya habiendo
mencionado también a aquellos poetas, en lo que se basa Sócrates para su defensa es la existencia
de ese espíritu que, al menos pareciera ser que era conocido entre sus conciudadanos atenientes,
le guiaba en cuanto a lo que sus acciones correspondían.

Se plantea también en este diálogo el tema de la visita hecha por Sócrates el oráculo de Delfos, en
la que se le anunció que Sócrates era el hombre más sabio de todos y él, empeñado en encontrar a
alguien más sabio que él, narra las peripecias que pasó para intentar encontrar a alguien
verdaderamente sabio entre los poetas, entre los políticos y entre los artistas. Pero más allá de no
haber encontrado a nadie verdaderamente sabio, se dio cuenta finalmente de lo que
verdaderamente quería significar el oráculo, y no era otra cosa más que la razón por la que Sócrates
era el hombre más sabio de todos era porque, precisamente, él estaba consciente de que no era
un sabio y esto le hacía más sabio que aquellos a quienes consideraban sabios.

Y, de ahí en adelante se narran las acusaciones que se hacían en contra de Sócrates y, al menos
considero yo, estaban de cierta manera bien fundadas puesto que no era un delito menor, ya que
si bien hoy en día no podría considerarse el negar la religión oficial de la región en los días de
Sócrates era atentar contra la misma institución que fungía como cohesión del Estado y no sólo de
la polis ateniense sino de toda Grecia. Era así, que el crimen de Sócrates cobraba mucho mayor peso
y sobre todo las acusaciones que se hacían en contra de él al envenenar la mente de los jóvenes.

Y, en la segunda parte de la defensa de Sócrates, después de haber sido dada la sentencia, comienza
la exposición acerca de los primeros esbozos de la teoría de las ideas que Platón posteriormente
desarrollaría durante sus diálogos de madurez. Es curioso que el primer diálogo, al menos en el
orden habitual que se haga de los Diálogos, empiece con la sentencia que se hace a Sócrates, quizá
como el último momento en que Platón pudo ver, en toda la majestuosidad, la habilidad sofística
de su maestro, pero al mismo tiempo el gran carácter filosófico que él quiso volver a escuchar.

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