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¡Venga tu Reino!

La Cuaresma tiempo de conversión

La Cuaresma es un tiempo de renovación, de conversión. Pero de qué


nos tenemos que convertir, en qué nos tenemos que convertir. El mal
de la sociedad proviene de que la familia está en crisis y lo está
porque hay matrimonios en profunda crisis y esto es así porque hay
personas que tienen el corazón enfermo, herido, cansado, sucio.

"Solamente a través de la conversión de los corazones, solamente por


un cambio en lo íntimo del hombre se puede superar la causa de todo
este mal, se puede vencer el poder del maligno. Sólo si los hombres
cambian, cambia el mundo y, para cambiar, los hombres necesitan la
luz que viene de Dios, de esa luz que de modo tan inesperado ha
entrado en nuestra noche." (Benedicto XVI)

Tenemos por delante 40 días de camino hacia la Pascua. Son 5


semanas del Miércoles de Ceniza al sábado siguiente son 4 días.
Luego 5 semanas que son 35 días y el domingo de Ramos que nos
introduce a la Semana Santa.

Tiempo de conversión del corazón, por tanto. Y ¿qué quiere decir?


Significa regresar a nuestra esencia, a nuestra verdad profunda, al
hombre originario creado a imagen y semejanza de Dios. El hombre
de hoy se ha fracturado, se ha desintegrado, se ha separado de la
Fuente de Vida eterna que lo creó. Este regreso, supone un conocer a
Dios desde la fe, que es el verdadero conocimiento cristiano.
Conversión es vivir al modo de Dios, pensar como Dios, seguir el
camino de Jesús. El hombre de hoy se ha desviado de su núcleo
esencial, ha tomado derroteros equivocados seducido por las
ideologías individualistas y egocéntricas de nuestro tiempo, ha perdido
el equilibrio y es esclavo de sus propias pasiones

"De hecho, cuarenta es el número simbólico con el que tanto el


Antiguo como el Nuevo Testamento representan los momentos más
destacados de la experiencia de la fe del pueblo de Dios. Es una cifra

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que expresa el tiempo de la espera, de la purificación, de la vuelta al
Señor, de la consciencia de que Dios es fiel a sus promesas. Este
número no constituye un tiempo cronológico exacto, resultado de la
suma de los días. Indica más bien una paciente perseverancia, una
larga prueba, un período suficiente para ver las obras de Dios, un
tiempo dentro del cual es preciso decidirse y asumir las propias
responsabilidades sin más dilaciones. Es el tiempo de las
decisiones maduras". (Benedicto XVI. Audiencia 22-2-12)

Durante este viaje se nos propone una conversión, enderezar lo


torcido de nuestras vidas, reconducir y reformar el corazón. Dios
nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra
conversión» [1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al
Señor con todo el corazón y con toda la vida.

Y ¿qué es lo que está desordenado en mi vida?: ver lo que dice el


Papa en su mensaje de Cuaresma 2018.
Además, cada semana iremos haciendo escala en distintos lugares de
nuestro ser, prestando especial atención a las señales que la Palabra
de Dios nos ofrece.
- Primer domingo: Las tentaciones del Señor: poner un alto, un
stop a todo lo que nos hace daño, nos aleja del bien, nos aparta
de Dios y del prójimo
- Segundo domingo: La transfiguración del Señor: tiempo de
oración , de escucha para entender la hermosura de Dios y el
modo de Dios
- Tercer domingo: La expulsión de los mercaderes del templo:
cambiar el sentido, una nueva manera de hacer las cosas.
- Cuarto domingo: Nicodemo: dejar entrar a Jesús en todas las
realidades de nuestra vida. Nacer de nuevo porque él hace
nuevas todas las cosas.
- Quinto domingo: El grano que debe morir: la cruz que es
transformada de signo de maldición y de locura en camino de
redención

“Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer


momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres
y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los
hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos

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viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la
soledad.
cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la
droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles
pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida
completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y
rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido
Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos…
haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es
una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de
la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como
verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de
nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón
si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas.
Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato,
superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro
interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y
ciertamente sirven para nuestro bien.
Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de
todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y,
por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con
nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y
sus Sacramentos [3]. Todo esto se transforma en violencia que se
dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras
«certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de
paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a
nuestras expectativas.
El amor se enfría también en nuestras comunidades: las señales más
evidentes de esta falta de amor son: la acedia egoísta, el pesimismo
estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras
fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de
lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4]”.
(Papa Francisco. Cuaresma 2018)

1. Romperás de una vez por todas con lo que tú bien sabes que Dios
no quiere, aunque te agrade mucho, aunque te cueste “horrores”
dejarlo. Lo arrancarás sin compasión como un cáncer que te está
matando. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina
su vida? (Mc 8, 36)

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2. Compartirás tu pan con el hambriento, tus ropas con el desnudo, tus
palabras con el que vive en soledad, tu tiempo y consuelo con el que
sufre en el cuerpo o en el alma, tu sonrisa con el triste, tu caridad con
TODOS. Examinarás esto con cuidado cada noche. "En verdad os
digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis." (Mt 25, 40)

3. Dedicarás un buen tiempo todos los días para estar a solas con
Dios, para hablar con Él de corazón a Corazón. Será un tiempo de
agradecer, de pedir perdón, de alabarle y adorarle, de suplicar por la
salvación de TODOS. Este tiempo no es negociable. “Sucedió que por
aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la
oración de Dios.” (Lc 6, 12)

4. Confiarás en Dios a pesar de tus pecados y miserias. Creerás que


Dios es más fuerte que todo el mal del mundo. No permitirás que ni
dolor, ni pesar alguno, ni “tu negra suerte”, ni las injusticias y traiciones
sufridas te hagan dudar ni por un momento del amor infinito que Dios
te tiene. Él ha muerto en cruz para salvarte de tus pecados. “Aunque
pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo;
tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.” (Sal 23, 4)

5. Mirarás sólo a Dios y a tus hermanos. Mirarte tanto te hace daño,


porque te envaneces viendo los dones que nos son tuyos o te
desalientas viendo sin humildad tus miserias. Mira a Jesús y habrá paz
en tu corazón. Mira las necesidades de tus hermanos y ya no tendrás
tiempo de pensar en ti; te harás más humano, más cristiano. “Así
pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de
arriba, no a las de la tierra.” (Col 3, 1-2)

6. Ayunarás de palabras vanas: serás benedicente. Ayunarás de


malos pensamientos: serás puro de corazón. Ayunarás de acciones
egoístas: serás un hombre para los demás. Ayunarás de toda
hipocresía: serás veraz. Ayunarás de lo superfluo: serás pobre de
espíritu. “¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar
los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a
los quebrantados, y arrancar todo yugo?” (Is 58, 6)

7. Perdonarás una y mil veces a quien te ha herido, con causa o sin

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ella, justa o injustamente, esté arrepentido o no. Un perdón que no
será sólo tolerar o soportar sino que ha de brotar del amor sincero y
sobrenatural. Los perdonarás uno por uno, primero en tu corazón y
luego, si te es posible, también con tus palabras. No permitirás que el
rencor ni el resentimiento envenenen tu corazón. “Padre, perdónales,
porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34)

8. Ofrecerás sacrificios agradables al Señor. Los harás en silencio, sin


que nadie se dé cuenta. Buscarás con ello reparar por tus pecados y
los de TODOS los hombres. Querrás con ello desprenderte de las
cosas materiales, que tanto te agradan, para poder hacerte más libre y
ser un hombre para Dios. Pero sobre todo ejercerás el sacrificio de
vivir con perfección la caridad en todo momento con TODOS tus
hermanos. “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros
mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios.” (Heb 13,
16)

9. Amarás la humildad y procurarás vivirla de la siguiente manera:


reconocerás tus pecados; considerarás a los demás mejores que tú;
agradecerás las humillaciones sin dejarte arrastrar por el amor propio;
no buscarás los honores, ni los puestos, ni el poder, ni la fama, que
todo eso es de Dios; te harás servidor de todos. “el que quiera llegar a
ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el
primero entre vosotros, será esclavo de todos”. (Mc 10, 43-44)

10. Anunciarás a los hombres la verdad del Evangelio. Les dirás sin
temor que Dios los ama, que se ha hecho hombre por ellos y ha
muerto en la cruz para salvarlos. Les mostrarás que sólo Él los puede
hacer plenamente felices. Les harás ver que la vida que tiene su
origen en Dios, es muy corta, se pasa rápido y que Dios es su destino
final; vivir por Dios, con Dios y en Dios es lo sensato y seguro. “Y les
dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la
creación».“ (Mc 16, 15)

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