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Para el estudio del Estado las dos fuentes principales son la historia de las instituciones
políticas y la historia de las doctrinas políticas. De esta manera, la historia de las instituciones
políticas estudia las instituciones que conforman (o han conformado) a los diferentes Estados
(o sistemas de gobiernos, si se le quiere así llamar), mientras que la historia de las doctrinas
políticas es aquella ciencia que estudia las proposiciones ideales de Estados (ejemplos como
Hobbes, Locke, Rousseau, etc.) Ambas ciencias se complementan, debido a que si se desea
conocer a fondo los mecanismos de las relaciones de poder a lo largo de la historia es
imposible conocerlos a fondo utilizando una sola de estas disciplinas. Podemos decir que la
historia de las instituciones se desarrolló después que la historia de las doctrinas, debido a que
es mucho más fácil conocer las doctrinas que recopilar las fuentes que nos sirven para definir
una historia de las instituciones. Además, las doctrinas en cierto modo reconstruyen (o
deforman o idealizan) ciertos ordenamientos políticos.
Las primeras de estas fuentes para el estudio autónomo de las instituciones frente a las
doctrinas provienen de los mismos historiadores. Después del estudio de la historia viene el
estudio del conjunto de normas del derecho público. Sin embargo, hoy la historia de las
instituciones no solo se ha separado de la historia de las doctrinas, sino que ha ampliado su
campo de estudio.
Jellinek distingue entre una doctrina sociológica y una doctrina jurídica del Estado, distinción
que se volvió necesaria luego de la tecnificación del derecho público y, en consecuencia, la
consideración del Estado como persona jurídica. La tecnificación del derecho público es
consecuencia de la concepción del Estado de derecho, o sea, un órgano de producción jurídica
y en su conjunto como ordenamiento jurídico. Así, se distingue el punto de vista jurídico, para
reservarlo a los juristas, y el punto de vista sociológico, en manos de otros científicos
sociales36. Esta distinción no sería concebida de no ser por el advenimiento de la sociología,
que engloba la teoría del Estado.
Para Jellinek, el punto de vista sociológico tiene por contenido la existencia objetiva, histórica
y natural del Estado, mientras que el punto de vista jurídico trata de las normas jurídicas que
deben manifestarse, lo que representa la contraposición entre el ser y el deber ser. Weber
afirma que al hablar de derecho deben distinguirse ambos puntos de vista, distinción que se
traduce en la validez ideal, propia de los juristas, y validez empírica de las normas, de la que
se ocupan los sociólogos. Kelsen critica la teoría dual de Jellinek, que afirma la reducción
radical del Estado a ordenamiento jurídico. Finalmente, con el paso del Estado al Estado
Social, el punto de vista jurídico (formalista) ha sido abandonado y han tomado fuerza los
estudios sociológicos que consideran al Estado una forma compleja de organización social.
Funcionalismo y Marxismo37
Dentro de las teorías sociológicas del Estado, están la teoría marxista y la teoría funcionalista.
Las diferencias entre ambas se remiten a la concepción de la ciencia en general como en
referencia al método, pero la más importante es la ubicación del Estado en el sistema social.
La concepción marxista supone en toda sociedad histórica dos momentos (que no están al
mismo nivel), que son la base económica (estructura) y la superestructura. El Estado pertenece
al segundo momento. La relación entre ambos momentos es recíproca, peor la base económica
es determinante.
La concepción funcionalista concibe al sistema global dividido en cuatro subsistemas, que en
conjunto conservan el equilibrio social: patter -maintenance, goal-attainment, adaptation,
integration . El subsistema político pertenece al goal attainment; esto implica que la función
política realizada por las instituciones que constituyen el Estado es uno de los cuatro pilares
del sistema social. No existen diferencias entre las cuatro funciones (a diferencia del
marxismo), pero igual al subsistema económico se le atribuye cierta preponderancia.
El funcionalismo se adhiere a la idea hobbesiana del orden, mientras que el marxismo está
dominado por la idea del paso de un orden a otro mediante la explosión de contradicciones
internas del sistema. Por otra parte, los cambios que estudia el funcionalismo son los que se
presentan dentro del sistema, y que éste absorbe mediante ajustes previstos por el mismo
sistema.
En los últimos años el punto de vista que prevalece en la representación del Estado es el
sistémico derivado de la teoría de sistemas. La relación entre las instituciones políticas y el
sistema social está representada como una relación demanda-respuesta (input-output ). De esta
forma, las instituciones deben dar respuesta a las demandas del ambiente social, y estas
respuestas son decisiones colectivas; ante estas respuestas, pueden surgir nuevas demandas, en
un proceso de cambio continuo. Si las instituciones no son capaces de dar respuestas
adecuadas a las demandas, se transforman. Esta teoría es perfectamente compatible con las
dos anteriores. La representación sistémica del Estado intenta proponer un esquema
conceptual para analizar la manera en que las instituciones políticas funcionan, la forma en
que cumplen las funciones que les son propias y cual sea su interpretación.
Estado y sociedad38
En la antigüedad no existía la diferencia entre estos dos conceptos. Sin embargo, en las teorías
modernas estos conceptos comienzan a desmarcarse; así, esta relación entre la sociedad
política y las sociedades particulares es una relación entre el todo y las partes, concepción que
se toma en cuenta en todo el estudio de la política, incluso Hegel 39. Si bien en las
concepciones que van de Hobbes a Hegel es el Estado el que tiene mayor preponderancia, en
la concepción marxista se torna al revés: una sociedad que se vuelve un todo frente a un
Estado que poco a poco se va degradando. Además, curiosamente, aunque en diferentes
sentidos, tanto el liberalismo como los socialismos buscan la reducción del Estado a su
mínima expresión o a su extinción. Para terminar, hoy se considera al Estado, como sistema
político, como un subsistema respecto al sistema social.
La pregunta es: ¿Existió antes alguna sociedad política que pueda llamarse “Estado” antes de
los Estados modernos? 45. Esta pregunta suscita el problema del origen del Estado. Los que
dicen que el Estado surgió en una época reciente se basa en el proceso de concentración del
poder de mandar en un territorio determinado gracias a la monopolización de servicios tales
como la producción de derecho mediante la ley, y el aparato coactivo para la aplicación del
mismo, así como el cobro de tributos. Así, en una concepción weberiana, el Estado moderno
es definido como un órgano que debe preocuparse de la prestación de servicios públicos y del
monopolio legítimo de la fuerza. Sin embargo, la respuesta a esta pregunta depende mucho de
los puntos de vista y las comparaciones que se hagan entre las instituciones modernas y las
antiguas.
Pero la respuesta a esta pregunta también depende del concepto con el que se entienda a la
palabra “Estado”. De esta forma, si alguien entiende al “Estado” como un Estado moderno,
obviamente que antes no existían Estados, al igual que el concepto de continuidad, que puede
definirse según múltiples criterios47. Entonces, en el fondo definir si la palabra “Estado” sólo
se debe aplicar a los actuales Estados modernos o también a las formas políticas antiguas es un
tema que se ha de analizar según distintos prismas. Sin embargo, también se puede argumentar
la permanente idea, tanto en la antigüedad como en el medioevo de las ideas de regnum e
imperium, un poder autorizado para ejercer en última instancia la fuerza con el fin de
mantener la paz y el ejercicio de la justicia, dos funciones que pueden ser realizadas sólo por
quien tenga un poder coactivo. En fin, a través del debate acerca del fundamento del poder,
que hace nacer la idea del contrato social, hace que se argumente a favor de la discontinuidad
del estado; sin embargo, estas tesis de la continuidad del Estado han vuelto a tomar fuerza del
momento que explican la función mediadora de los grandes conflictos sociales de todos los
tiempos, incluso de los Estados contemporáneos.
¿Cuándo nació el Estado? 48
Una tesis afirma que el Estado, como organización política y social, nace de la disolución de
la comunidad primitiva basada en vínculos de parentesco y derivada de la unión de muchos
grupos familiares por razones de supervivencia interna (sustentación) y externa (defensa), de
una época de primitivismo salvaje a una de civilización (Ferguson). Por otra parte,
historiadores contemporáneos afirman que el Estado nace junto con la época moderna. Como
sea, ambas posturas reconocen que en la forma de vida anterior al Estado es una antítesis a la
sociedad civil. Vico sostiene que antes del Estado hay un estado ferino, y el Estado surge
cuando los jefes de familia se unen para dar forma a una república aristocrática. Para Engels el
Estado nace como un instrumento para la dominación de la clase gobernante, así como
también como la disolución de una sociedad basada en relaciones familiares. Para Engels, en
la comunidad primitiva rige la propiedad colectiva; sin embargo, con el establecimiento de la
propiedad privada nace la división del trabajo, y la división de la sociedad en clases, una de
las cuales domina a la otra con el poder político, el Estado. El problema que surge con estos
planteamientos es si las sociedades primitivas conocen (o conocieron) se pueden considerar
sociedades sin Estado, o contra el Estado, debate que depende del sentido con el que se
entienda a la palabra “Estado”, así como el concepto de “política”, tan ambiguo como el de
“Estado”, si bien tiene una extensión conceptual mayor; además, para hacer este análisis es
importante tomar en cuenta las semejanzas y diferencias de cada orden social.
A pesar de las diferencias semánticas entre los conceptos “Estado” y “política”, lo que ambos
tienen en común es la referencia al fenómeno del poder. Las palabras que indican diferentes
formas de poder (aristocracia, democracia, monarquía, oligarquía, burocracia, fisiocracia, etc.)
provienen del griego. No hay teoría política que no parte con una definición del poder.
Generalmente el Estado es definido como el portador del poder supremo, y su análisis se
resuelve en el estudio de las distintas potestades que le competen al soberano. Asimismo, la
teoría del Estado se enlaza con la teoría de los tres poderes, y sus relaciones entre sí.
En la filosofía política el problema del poder ha sido presentado bajo tres aspectos, que
constituyen sendas teorías fundamentales del poder:
de los efectos deseados, y se expresa en tres formas: poder físico (militar), poder
psicológico (órdenes respaldadas por amenazas), económico (recompensas, persuasión
y disuasión). Exponentes de esto son Hobbes y Russell, entre otros.
Subjetivista: es la capacidad del sujeto de obtener ciertos efectos, por lo que se dice que
el soberano tiene el poder de hacer leyes y así influir en la conducta de los súbditos. Así
se determina el derecho subjetivo. Su principal exponente es Locke.
Relacional: El poder se define como una relación entre dos sujetos en el que uno obliga a
otro a hacer algo que de otra manera no haría. Su principal exponente es Dahl.
Debemos distinguir el poder político de las otras formas de poder. A través del tiempo ha
habido muchas tipologías, una de las cuales es la aristotélica que distingue tres formas de
poder:
Existe otra tipología del poder, originada durante la Edad Media, que se basa en la disputa de
poder entre el Estado y la Iglesia. Los defensores del poder temporal atribuyen al Estado la
facultad de ejercer el derecho y el poder de un modo exclusivo en un determinado territorio,
mientras q la Iglesia debe velar por la educación moral y la enseñanza de la religión
verdadera. Así, es el poder político el que detenta “el monopolio de la fuerza”, por ponerlo en
términos weberianos. Sin embargo, para definir el poder político el mero uso de la fuerza no
es suficiente, si bien es una condición necesaria. También se necesita la exclusividad de este
derecho, ya que es soberano sólo aquel que tenga el derecho exclusivo de ejercer la fuerza
sobre un determinado territorio en forma absoluta (Bodino). Hobbes continúa con este
concepto de Estado como “la exclusividad del uso de la fuerza”, mientras que Hegel ve como
aquél ente en el que los hombres “se unen para la defensa común de la propiedad”.
Las tres formas de poder51
Poder económico: Los que poseen ciertos bienes (principalmente los medios de
producción) inducen a los que no los poseen a adoptar ciertas conductas, que consiste en
la realización de un trabajo útil. Divide a la sociedad entre ricos y pobres.
Poder ideológico: Los que poseen ciertos conocimientos, doctrinas, códigos de conducta,
etc., inducen a los miembros a realizar conductas determinadas (especialmente en
regímenes ideológicos). Divide a la sociedad entre sabios e ignorantes
Poder político: Es el poder que está en posibilidad de recurrir en última instancia a la
fuerza (porque detenta el monopolio). De esta manera quien lo detenta consigue los
efectos deseados en los demás. Divide a la sociedad en fuertes y débiles.
Las tres formas de poder tienen en común que dividen a la sociedad entre superiores e
inferiores. Pero el poder político es considerado el poder supremo, ya que el poder coactivo es
aquel que necesita la sociedad para defenderse de ataques externos o prevenir disgregaciones
internas.
Marx otorga gran importancia a esta tricotomía, ya que la base real (estructura) para él se
define por el sistema económico, mientras que en la superestructura se encuentran los sistemas
ideológico y jurídico-político. Tradición que con ciertas variantes es continuada por
Gramsci52. Y esto lo diferencia de la teoría tradicional, que distingue al poder ideológico (o
espiritual) del poder temporal, que está conformado con el control tanto económico como
político.
La primacía de la política53
La primacía del poder político, en relación a los otros dos poderes, es lo que distingue al
pensamiento político moderno desde Maquiavelo hasta Hegel. Así, la doctrina de la razón de
Estado está vinculada a la idea de la primacía de la política, y esto explica el por qué esta
doctrina nace y se desarrolla al lado de la teoría del Estado moderno. Una de las formas en
manifestarse esta primacía es la independencia (o superioridad) del juicio político frente al
juicio moral54, así como una razón de Estado diferente de la razón de los individuos. La
doctrina contraria es la de la religión predominante, que propone la subordinación de la acción
política a las leyes de la moral.
4. El fundamento del poder El problema de la legitimidad55
El problema de la justificación del poder nace de la pregunta: ¿Es suficiente la fuerza para
hacerlo aceptar por aquellas personas sobre las cuales se ejerce, para persuadir a sus
destinatarios a obedecerlo? A esta pregunta se le pueden dar dos respuestas, según lo que el
poder es de hecho o sobre lo que deba ser. La filosofía política clásica se ha inclinado a negar
que un poder únicamente fuerte, independiente del hecho de que sea capaz de durar, pueda ser
justificado. De aquí la distinción ideológica entre poder legítimo y poder ilegítimo con el
argumento ritual de: ¿cómo podemos distinguir al poder político de una banda de ladrones? 56.
Esto ha dado origen a la formulación de principios de legitimidad, que otorguen una razón en
referencia al gobernante y al gobernado.
La naturaleza, como fuerza originaria, crea una relación entre gobernantes y gobernados,
por la diferente naturaleza de los seres humanos (Aristóteles)
La naturaleza desprendida de la razón justifica al soberano en la medida que éste
identifique y aplique las leyes naturales que son las leyes de la razón (iusnaturalistas
modernos)
Un apelo al pasado; así, los gobernantes se legitiman según la fuerza de la tradición. Este
principio justifica el poder constituido.
Un apelo al futuro; así, los gobernantes (revolucionarios) se legitiman debido a que
justifican su ruptura por el pasado como una nueva etapa en el devenir histórico. Sirve
para justificar el poder por constituirse, y está muy relacionado con los movimientos
revolucionarios.
Legitimidad y efectividad58
Con las teorías positivistas se abre paso la tesis de que sólo el poder efectivo es legítimo;
dicha efectividad consiste básicamente en la capacidad del gobernante para poner en práctica
un ordenamiento coercitivo basado en leyes 59. Entonces, la legitimidad está condicionada a la
eficacia, y en caso de ineficacia se recomienda su reemplazo por un ordenamiento alternativo
que sea eficaz.
Por otra parte, Weber ha descrito las formas históricas de poder legítimo una vez definido el
poder legítimo como algo diferente de la mera fuerza. Estos tres tipos puros de poder legítimo
son los siguientes:
Obviamente en la vida real estas tres formas de poder se presentan mezcladas entre sí, siempre
una con mayor predominancia que la otra.
5. Estado y Derecho
Que en un territorio determinado haya un poder capaz de tomar decisiones y emitir los
mandatos correspondientes obligatorios para todos los que habitan en ese territorio, y
obedecidos efectivamente por la gran mayoría de los destinatarios en la mayor parte de los
casos en los que se requiere la obediencia, cualquiera que sean las decisiones
Pero el poder estatal tiene límites, y Kelsen los reconoce en los límites de validez temporal de
la norma y la validez material de la misma 63, que básicamente consiste en que hay cosas que
no pueden ser ordenadas (como que las vacas vuelen) y además que las reglas no pueden
violar los preceptos de la Constitución.
Platón se inclina por el gobierno de las leyes, Aristóteles plantea que lo mejor es ser
gobernado por el mejor hombre o las mejores leyes, pero a favor de las leyes argumenta que
las leyes no tienen pasiones humanas. En la tradición jurídica inglesa el principio de
subordinación del rey a la ley (rule of law) es el fundamento del Estado de derecho entendido
como el Estado cuyos poderes son ejercidos en el ámbito de leyes preestablecidas.
Se presenta el problema ¿de dónde provienen las leyes que debe obedecer el gobernante? Las
respuestas que se han dado son dos, a saber: por encima de los gobernantes hay otras leyes,
leyes naturales, o las leyes cuya fuerza obligatoria proviene del estar arraigadas en la tradición
(idea del Gran Legislador).
Los límites internos65
La idea del gobierno de las leyes como superior al gobierno de los hombres parece
contraponerse al principio de que el príncipe es legislador absoluto, pero esto no es así, ya que
si bien según ese principio el príncipe no se rige por sus propias leyes, si lo hace en relación a
las leyes naturales y divinas. Así, el príncipe que viola las leyes naturales y
divinas es un tirano, y el que viola las normas fundamentales es un usurpador. Otra cosa que
diferencia al rey de un tirano es que el poder del rey no debe invadir la esfera del derecho
privado, salvo en casos de necesidad. Los defensores de la monarquía constitucional, el poder
debe estar limitado por la existencia de centros poder legítimos que puedan deliberar en
determinadas materias propias del Estado. Así, la presencia de cuerpos intermedios permite
distinguir entre una monarquía y un despotismo.
La última lucha por la limitación del poder político es la que se combatió en los derechos
fundamentales del hombre y del ciudadano, derechos que, en términos de Kelsen, constituyen
el límite a la validez material del Estado. El Estado limitado por excelencia es el Estado
liberal, que respeta los derechos de libertad.
Se refieren a los límites que tiene un Estado en relación a otros estados. Pueden derivarse del
ius gentium o de acuerdos recíprocos, como los tratados internacionales. Se da una relación
entre los límites internos y los externos en el sentido de que cuando un Estado es más fuerte y
por lo tanto con menores límites en el interior, es más fuerte y con menor límite en el exterior;
así, mientras más cohesionado mantenga el Estado a sus súbditos, mayor será su
independencia frente a otros Estados. Un ejemplo de ello es la formación del Estado moderno,
que surgió de la fusión de diferentes poderes difusos de la sociedad medieval, y así logró
contraponerse al poder del Imperio y de la Iglesia. Además con esta formación de los Estados
modernos renace el derecho internacional, para regular sus relaciones. Asimismo, ante la
disolución del Imperio se da en paralelo un proceso de unificación de pequeños Estados, para
dar paso a Estados confederados mayores, lo que significa el reforzamiento del primero sobre
los segundos; de esta forma, los estados confederados ganan fuerza en el exterior, pero pierden
independencia interna. Únicamente a través de la unión de pequeños estados puede la
república volverse una forma de gobierno para un Estado extenso (como EE.UU.).La
formación de estados independientes y nacionales es un proceso continuo de descomposición
y recomposición. La descomposición tiende a relajar los límites externos, mientras que la
recomposición tiende a reforzar los límites internos.
Tipologías clásicas68
Monarquía y república73
En un primer momento, la distinción conceptual entre ambas era la cantidad de personas que
gobernaban, como ya se precisó. Hoy, con los cambios en la monarquía, que han pasado de ser
absolutas a constitucionales y luego parlamentarias, se ha transformado en una forma de
gobierno diferente a su concepción tradicional. El Estado moderno nace, crece y se consolida
como un Estado monárquico.
La primera república en los tiempos modernos es la del estado federal formado por las trece
colonias americanas; se da una constitución a imagen y semejanza de las constituciones
monárquicas, pero el jefe de Estado no es hereditario, sino electivo. En nuestros tiempos la
distinción entre monarquía y república ha ido perdiendo el sentido, ya que las monarquías
actuales son mas bien una mezcla entre la monarquía clásica y la república.
Otras tipologías75
Mosca divide a las formas de gobierno en base a la formación y organización de las clases
políticas, partiendo de la base que todos los sistemas políticos clásicos implican el gobierno de
una élite:
Clases cerradas: la clase gobernante se organiza desde la cúspide del sistema político.
Clases abiertas: la clase gobernante se origina desde abajo.
Por otra parte, Almond y Powell distinguen, tomando como referencia los sistemas políticos,
cuatro sistemas políticos, en base al criterio de diferenciación de los roles y autonomía de los
subsistemas. Así, podemos encontrar:
Sistemas con baja diferenciación de los roles y baja autonomía de los subsistemas.
Ejemplo: sociedades primitivas.
Sistemas con baja diferenciación de los roles y alta autonomía de los subsistemas.
Ejemplo: sociedad feudal.
Sistemas con alta diferenciación de los roles y baja autonomía de los subsistemas.
Ejemplo: monarquías modernas76.
Sistemas con alta diferenciación de roles y alta autonomía de los subsistemas. Ejemplo:
estados democráticos contemporáneos.
El gobierno mixto77
Para esta teoría, la mejor forma de gobierno es la que resulta de una combinación de las tres (o
dos, dependiendo de la tipología) formas de gobierno puras. El primer ejemplo de ellos,
resaltado por Aristóteles, es el gobierno de Esparta, que en sus órganos políticos combinaba
monarquía, aristocracia y democracia. Pero el principal paradigma clásico es el de la república
romana, en donde los cónsules representaban el principio monárquico, el senado el principio
aristocrático y los comicios del pueblo el principio democrático. En la época moderna el
término “gobierno mixto” se utiliza para alabar a toda forma de gobierno que desee ser
alabada, como el sistema inglés, las repúblicas italianas, etc., para constituirlas como una
forma ideal de gobierno.
Los teóricos del absolutismo, como Hobbes y Bodino, critican esta teoría porque dicen que la
distribución de los poderes soberanos lleva a la inestabilidad de la sociedad. Montesquieu, en
su idealización de la monarquía inglesa, también sostiene en el fondo una doctrina de gobierno
mixto. Hegel, y Schmitt también reconocen en los sistemas políticos contemporáneos (a su
época) formas de gobierno mixto. Finalmente, Mosca sotiene que los mejores regímenes en la
historia han sido los de gobierno mixto, donde no sólo hay una combinación de distintos
principios, sino que además se hallan separados el poder laico del religioso, y el poder
económico del político.
Formas históricas78
El estado representativo80.
Esta es la cuarta fase de la transformación del Estado (las tres descritas en el tópico anterior
también eran fases de evolución), originada mediante distintos procesos históricos en
Inglaterra y EE.UU. El inicio de esta clase de Estado se origina en un compromiso entre el
poder del príncipe cuyo principio de legitimidad es la tradición, y el poder del pueblo
(entendiéndose por “pueblo” a la burguesía). Ahora la representación es de individuos, no de
grupos como en los Estados anteriores, y a estos individuos se les reconocen derechos
políticos. En el Estado representativo está el descubrimiento y afirmación de los derechos
naturales del individuo, que todos tienen por naturaleza y por ley, y que precisamente por esto
es que todo individuo puede hacerlos valer contra el Estado, recurriendo incluso a la
resistencia y desobediencia civil si el Estado no respeta estos derechos.
Algunos de estos principios son: el individuo es primero que el Estado; el individuo no es para
el Estado sino que al revés; los individuos se representan individualmente, no por grupos de
interés; la igualdad natural de los hombres.
Para Bobbio, en una deliberación tomada por la mayoría lo que la mayoría gana la minoría
pierde, mientras que en una deliberación tomada por las partes todas ganan algo, sin embargo,
la principal forma de dar estabilidad a un Estado representativo es dándole a la minoría la
posibilidad de convertirse en la mayoría.
Cabe destacar que todas las formas de gobierno, incluyendo regímenes despóticos y
dictaduras, rinden pleitesía a la democracia representativa, justificando su sistema como una
etapa necesaria para volver a la democracia82.
Los Estados que no entran en la clasificación de Estados representativos (aunque apliquen mal
los principios del constitucionalismo) son los Estados socialistas, partiendo por la Unión
Soviética. El sistema de gobierno es básicamente una oligarquía que se va renovando por
cooptación, siendo un Estado burocrático; sin embargo, también hay que mencionar que la
principal diferencia con las democracias representativas es que en éstas el sistema es
multipartidista y en los Estados socialistas hay un sistema monopartidista, si bien pueden
presentarse instituciones como el sufragio universal en ambos sistemas. Este sistema
monopartidista reintroduce el sistema monocrático de los gobiernos monárquicos, y constituye
el verdadero caracterizador de los Estados socialistas, en contraste con los Estados
democráticos occidentales. Además, el principio de legitimidad presente del gobierno es de
quién interpreta mejor la doctrina marxista, pareciéndose mucho a la legitimidad propia de las
iglesias.
Es así como a los Estados socialistas se adscriben como Estados totalitarios, al igual que el
fascismo, que se caracterizan por la casi disolución del límite entre el Estado y la “Iglesia”
(entiéndase como el aspecto espiritual de las personas), y entre el Estado y la sociedad civil, lo
que implica el control por parte del Estado de todo el comportamiento humano. Al Estado
soviético también se le ha interpretado como un despotismo oriental, como lo entiende
Montesquieu.
Estado y no-Estado83
Cabe destacar que en una doctrina sobre la primacía del no-Estado, el Estado aplica sus
potestades en pos de una potencia aún superior, pasando a ser un Estado instrumental. De esta
forma, en la sociedad feudal, poder económico y poder político son inseparables, pero en la
sociedad burguesa, el poder económico pretende separarse del poder político, pretendiendo
asimismo la superioridad del no-Estado con respecto al Estado. De esta forma, el Estado se
transforma en un instrumento al servicio de la clase económica dominante que asegura el
ejercicio de sus actividades, idea que es tomada por Marx para su teoría.
Las relaciones entre Estado y no-Estado dependen del grado de expansión del primero hacia el
segundo. Así, tenemos un ejemplo de Estado máximo al Estado confesional, que pretende
controlar la esfera religiosa, así como a los Estados intervencionistas que controlan al poder
económico. Cada uno de estos Estados controla a uno de los no-Estados, pero deja al otro
completamente libre (salvo los Estados totalitarios); además, ambos coinciden con la figura
del Estado eudemonológico propia del siglo XVIII, es decir, que propone como fin la felicidad
de sus súbditos, tanto en la vida terrenal como en la ultraterrenal (en los Estados
confesionales).
En contraposición a esto está el Estado liberal, que se abstiene tanto de controlar a la esfera
religiosa como a la esfera económica. También es definido como un Estado de Derecho, no
teniendo más fin que garantizar el libre ejercicio de las otras dos esferas 85. El Estado sólo se
reserva el monopolio de la fuerza, para asegurar la circulación libre de ideas, el final de las
ortodoxias y la libre circulación de los bienes, y por ende el final de toda forma de
proteccionismo. Pero el Estado confesional reaparecería en una nueva forma, el Estado
doctrinal, tales como el fascismo o el marxismo, así como el Estado socialista sería una nueva
forma de un Estado que interviene en el área económica.
Existe una interpretación para juzgar las transformaciones que ha sufrido el Estado liberal,
(liberla en lo interior, proteccionista en lo exterior), en oposición a los que las defienden; así,
para los críticos de izquierda, el “Estado de justicia social”, que corrigió algunas
deformaciones del Estado capitalista en beneficio de las clases menos favorecidas, es sólo una
manifestación más de capitalismo, que sirve para que el sistema capitalista continúe
prosperando en base a una mayor democratización de las estructuras de poder, ante lo que se
oponen los movimientos obreros; sin embargo, estas críticas no han mejorado la situación,
sino que sólo han despertado nostalgias y esperanzas neoliberales.
El problema del fin del Estado ha sido un tema recurrente en la teoría política. Así, la teoría de
Engels dice que en algún momento el Estado tendrá un fin, y se producirá cuando las causas
que lo hayan originado vengan a menos. La crisis del Estado, por parte de los conservadores,
se entiende como un Estado democrático que ya no logra hacer frente a las demandas de la
sociedad civil por él mismo; para los marxistas, crisis del Estado capitalista que ya no logra
dominar el poder de los grandes grupos de interés en competencia entre sí. Pero este concepto
de crisis no quiere decir el término del Estado, sino que se propone cambios en la forma del
Estado.
Existe una contraposición entre la concepción negativa y la positiva del Estado. La negativa
tenderá a desear el fin del Estado, mientras que la positiva no lo deseará, sino que deseará el
desarrollo gradual de las instituciones estatales hasta llegar a formar un Estado universal,
utopía que tiene tantos adeptos como la que se refiere al fin del Estado.
La concepción positiva del Estado va desde Aristóteles “el Estado hace posible una vida feliz”
hasta los contractualistas, para los que el Estado es el resultado de la superación del hombre de
su [terrible] estado de naturaleza, y fuera de él se desatan las pasiones perversas de los
hombres, y sólo dentro del Estado el hombre puede vivir como ser racional. Con esta
concepción positiva del Estado hay una concepción negativa del no-Estado, en dos versiones:
la del Estado ferino de Lucrecio y Vico, en donde el estado salvaje y anárquico se extiende a
los pueblos primitivos, y la versión hobessiana, como una guerra de todos contra todos. Para la
primera versión, la primera fase es superable, mientras par ala segunda es una condición en la
que el hombre puede recaer, como en una guerra civil.
Las discusiones sobre la óptima república son concepciones positivas del Estado, porque
parten de la base de que hay Estados imperfectos que se pueden perfeccionar. Caso límite de
esto es la idealización de un tipo de república.
Esta es una concepción negativa débil del Estado. A su vez, esta concepción se ha presentado
de dos formas, según si se ha juzgado de la primacía del no-Estado-Iglesia o del no-Estado-
sociedad civil.
Para la primera, el Estado es necesario para evitar que la gente caiga en el pecado y pueda
acercarse a una vida conforme a la religión. Para ello el Estado recurre al miedo. Por otra
parte, tenemos una concepción realista (Maquiavelo) en la que se muestra la “faz demoníaca”
del poder. Pero estas concepciones negativas no implican el fin del Estado, sino que lo
admiten como un mal necesario, del que la Iglesia se sirve para llevar a cabo sus buenos fines,
por muy imperfecto que sea este instrumento.
En cuanto a la sociedad civil, el Estado como un mal necesario implica que debe existir como
un Estado mínimo, haciendo sólo lo que la actividad económica no puede hacer, postura del
pensamiento liberal. Una variante de esta teoría propone que este Estado mínimo se restringe a
ser un coordinador supremo de los grupos supremos, económicos y culturales, pero no de
dominio.
La teoría más conocida que sostiene la posibilidad y advenimiento de una sociedad sin Estado
es la marxista (Engels específicamente), que postula básicamente que el Estado, que nació por
consecuencia de la división del trabajo, con el objeto de permitir el dominio de la clase
dominante, al momento de que el proletariado conquiste el poder (dictadura del proletariado)
se acabe la división de la sociedad en clases, el Estado desaparecerá, al no ser ya necesario.
Pero no sólo existe esta teoría, sino que existen al menos tres más:
Una, propia de muchas sectas heréticas cristianas, que postula una sociedad sin Estado en
la que se vuelve al Evangelio, y en el que los hombres viven en un estado de no violencia
y fraternidad universal, rechazando las características coercitivas propias del Estado,
como el monopolio de la fuerza y las leyes.
Por otro lado, existe una concepción teocrática del fin del Estado, en el cual en una
sociedad industrial protagonizada por científicos y productores, no se necesitará más del
poder coercitivo del Estado. Esta idea influyó en la concepción marxista del fin del
Estado.
Por último, nos encontramos con el anarquismo. El ideal es que el hombre se libera de
toda forma de autoridad religiosa, política y económica, y del Estado como máxima
forma de opresión del hombre por el hombre. Así, en la sociedad sin Estado ni leyes el
hombre vive basado en la cooperación entre los individuos asociados, libres e iguales
entre sí. Esta posición constituye el ideal de una sociedad sin opresores ni oprimidos, y se
opone completamente a la concepción del Estado fuerte para domar a la “bestia salvaje”
del hombre.