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1546), nacido como Martin Luder,1 después cambiado a Martin Luther, como es
conocido en alemán, fue un teólogo y fraile católico agustino que comenzó e impulsó la
reforma religiosa en Alemania, y en cuyas enseñanzas se inspiró la Reforma Protestante y
la doctrina teológica y cultural denominada luteranismo.
Lutero se caracterizó por exhortar a que la Iglesia cristiana regresara a las enseñanzas
originales de la Biblia, impulsando con ello una restructuración de las iglesias cristianas en
Europa. La reacción de la Iglesia católica ante la reforma protestante fue la Contrarreforma.
Sus contribuciones a la civilización occidental se llegan a considerar más allá del ámbito
religioso, ya que sus traducciones de la Biblia ayudaron a desarrollar una versión estándar
de la lengua alemana y se convirtieron en un modelo en el arte de la traducción. Su
matrimonio con Catalina de Bora el 13 de junio de 1525 inició un movimiento de apoyo al
matrimonio sacerdotal dentro de muchas corrientes cristianas.
Índice
1 Primeros años de vida
2 Su vida monástica y académica
3 Teología de la gracia de Lutero
4 La controversia por las indulgencias
5 Respuesta del Papado
6 La brecha se ensancha
o 6.1 Lutero a través de los acontecimientos
o 6.2 Los tratados de 1520
6.2.1 La Nobleza Alemana
6.2.2 El Cautiverio Babilónico
6.2.3 La libertad cristiana
o 6.3 La excomunión de Lutero
7 Dieta de Worms
8 Exilio en el castillo de Wartburg
9 Matrimonio y familia de Martín Lutero
10 La Guerra del Campesinado
11 La Biblia alemana de Lutero
12 Transformaciones en la liturgia y el gobierno de la iglesia
13 Visiones eucarísticas y controversias
14 Los Catecismos Menor y Mayor
15 La Dieta de Augsburgo y la cuestión de la resistencia civil
16 Lutero y los judíos
17 Lutero con respecto a la brujería y magia
18 Otros escritos de Lutero
19 Último viaje de Lutero y muerte
20 Su legado
21 Formación del luteranismo
22 Veneración
23 Referencias
24 Véase también
o 24.1 Iglesias Luteranas afiliadas
o 24.2 Otras iglesias luteranas no afiliadas
25 Bibliografía
26 Filmografía
27 Enlaces externos
La Casa de Lutero, donde vivió entre los 14 y 17 años mientras asistía a una escuela
privada en Eisenach.
En 1501, a los 18 años, Lutero ingresó en la Universidad de Erfurt, donde tocaba el laúd y
recibió el apodo de El filósofo.
Lutero recibió el grado de bachiller en 1502 y una maestría en 1505, como el segundo de 17
candidatos.2 Siguiendo los deseos de su padre, se inscribió en la Facultad de Derecho de
esta universidad. Pero todo cambió durante una tormenta eléctrica en 1505. Un rayo cayó
cerca de él mientras regresaba de una visita a la casa de sus padres. Aterrorizado, gritó:
«¡Ayuda Santa Ana! ¡Me haré monje!». Salió con vida y abandonó la carrera de Derecho,
vendió sus libros con excepción de los de Virgilio y entró en el monasterio agustino de
Erfurt el 17 de julio de 1505.3
Johann von Staupitz, el superior de Lutero, concluyó que el joven necesitaba más trabajo
para distraerse de su excesiva reflexión, y ordenó al monje que comenzara una carrera
académica.
Durante esta época estudió el griego y el hebreo para profundizar en el significado y los
matices de las palabras utilizadas en las Escrituras, conocimientos que luego utilizaría para
la traducción de la Biblia judía.
Más tarde, Lutero definió y reintrodujo el principio de la distinción propia entre la Ley de
Moisés y los Evangelios que reforzaban su teología de la gracia. Como consecuencia,
Lutero creía que su principio de interpretación era un punto inicial esencial en el estudio de
las Escrituras. Notó que la falta de claridad al distinguir la Ley Mosaica de los Evangelios
era la causa de la incorrecta comprensión del Evangelio de Jesús en la Iglesia de su época,
institución a la que responsabilizaba de haber creado y fomentado muchos errores
teológicos fundamentales.
Además de sus deberes como profesor, Martín Lutero sirvió como predicador y confesor en
la iglesia de Santa María de la ciudad. También predicaba habitualmente en la iglesia del
palacio, llamada también "de todos los santos", debido a que tenía una colección de
reliquias donde había sido establecida una fundación por Federico III de Sajonia. Fue
durante este periodo cuando el joven sacerdote se dio cuenta de los efectos de ofrecer
indulgencias a los feligreses.
Una indulgencia es la remisión (parcial o total) del castigo temporal que aún se mantiene
por los pecados después de que la culpa ha sido eliminada por absolución. En aquella
época, cualquier persona podía comprar una indulgencia, ya fuera para sí misma o para sus
parientes muertos que permanecían en el Purgatorio. El fraile dominico Johann Tetzel había
sido reclutado para viajar por los territorios episcopales de Alberto de Brandeburgo
(arzobispo de Maguncia) vendiendo indulgencias. Con el dinero obtenido por dicho medio,
se esperaba financiar la edificación de la basílica de San Pedro en Roma, Italia, y comprar
un obispado para Alberto de Hohenzollern.
Lutero vio este tráfico de indulgencias no solo como un abuso de poder, sino como una
mentira, que, no teniendo base en las Escrituras, podría confundir a la gente y llevarla a
confiar solamente en la mentira de las indulgencias, dejando de lado el sacramento de la
confesión y el arrepentimiento verdadero. Lutero predicó tres sermones contra las
indulgencias en 1516 y 1517. Pero su enojo siguió creciendo y, según la tradición, el 31 de
octubre de 1517 fueron clavadas las 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de
Wittenberg como una invitación abierta a debatirlas. Las tesis condenaban la avaricia y el
paganismo en la Iglesia como un abuso, y pedían una disputa teológica en lo que las
indulgencias podían dar. Sin embargo, en sus tesis no cuestionaba directamente la autoridad
del Papa para conceder indulgencias.
Mientras tanto, Lutero tomó parte en la convención agustina en Heidelberg, donde presentó
una tesis sobre la esclavitud del hombre al pecado y la gracia divina. En el curso de la
controversia por las indulgencias, el debate se elevó hasta el punto de dudar del poder
absoluto y de la autoridad del Papa, debido a que las doctrinas de "Tesorería de la Iglesia" y
la "Tesorería de los Méritos", que servían para reforzar la doctrina y práctica de las
indulgencias, se basaban en la bula Unigenitus (1343) del Papa Clemente VI. En vista de su
oposición a esa doctrina, Lutero fue calificado de hereje, y el Papa, decidido a suprimir sus
puntos de vista, ordenó llamarlo a Roma, viaje que no se realizó por problemas políticos.
Lutero, que antes profesaba obediencia implícita a la Iglesia, negaba ahora abiertamente la
autoridad papal y apelaba a que se efectuara un concilio. También declaraba que el papado
no formaba parte de la inmutable esencia de la Iglesia original.
Cuando Johann Eck retó a Carlstadt, un colega de Lutero, a un debate en Leipzig, Lutero se
unió a este debate (27 de junio–18 de julio de 1519), en el curso del cual negó el derecho
divino del solio papal y la autoridad de poseer el "poder de las llaves", que según él había
sido otorgado a la Iglesia (como congregación de fe). Negó que la pertenencia a la Iglesia
católica occidental bajo la autoridad del Papa fuera necesaria para la salvación,
manteniendo la validez de la Iglesia Ortodoxa de Oriente. Después del debate, Johann Eck
aseguró que Lutero se vio forzado a admitir la similitud de su propia doctrina con la de Jan
Hus, quien había sido quemado en la hoguera.
La brecha se ensancha
Lutero a través de los acontecimientos
Martín Lutero.
De esta forma, no había esperanzas de paz. Los escritos de Lutero circulaban ampliamente
por Francia, Inglaterra e Italia en 1519, y los estudiantes se dirigían a Wittenberg para
escuchar a Lutero, quien publicaba ahora sus comentarios sobre la Epístola a los gálatas y
su Operationes in Psalmos (Trabajo en los Salmos).
Las controversias generadas por sus escritos llevaron a Lutero a desarrollar sus doctrinas
más a fondo, y su "Sermón en el Sacramento Bendecido del Verdadero y Santo Cuerpo de
Cristo, y sus Hermandades" extendió el significado de la eucaristía para el perdón de los
pecados y el fortalecimiento de la fe en aquellos quienes la reciben, apoyando además a que
se realizara un concilio para restituir la comunión.
El concepto luterano de "iglesia" fue desarrollado en su Von dem Papsttum zu Rom (En el
Papado de Roma), una respuesta al ataque del franciscano Augustín von Alveld en Leipzig
(junio de 1520); mientras que su Sermon von guten Werken (Sermón de Buenas Obras),
publicado en la primavera de 1520, era contrario a la doctrina católica de las buenas obras y
obras de supererogación (aquellas efectuadas por encima de los términos de la simple
obligación), mantenía que las obras del creyente son verdaderamente buenas en cualquier
llamado secular (o vocación) ordenado por Dios.
La Nobleza Alemana
La controversia en Leipzig (1519) hizo que Lutero tomara contacto con los humanistas,
particularmente Melanchthon, Reuchlin y Erasmo de Rotterdam, y que mantuviera
relaciones con el caballero Ulrich von Hutten, quien a su vez influyó al caballero Franz von
Sickingen. Von Sickingen y Silvestre de Schauenburg querían mantener a Lutero bajo su
protección, invitándolo a su fortaleza en la eventualidad de que no se sintiera seguro en
Sajonia a causa de la proscripción papal.
Bajo estas circunstancias de crisis y confrontando a los nobles alemanes, Lutero redactó A
la Nobleza Cristiana de la Nación Alemana (agosto de 1520), donde encomendó al laicado,
como un sacerdote espiritual, la reforma requerida por Dios pero abandonada por el Papa y
el clero. Por primera vez, Lutero se refirió públicamente al Papa como el Anticristo.9 Las
reformas que Lutero proponía no sólo se referían a cuestiones doctrinales, sino también a
abusos eclesiásticos: la disminución del número de cardenales y demandas de la corte
papal; la abolición de los ingresos del Papa; el reconocimiento del gobierno secular; la
renuncia del papado al poder temporal; la abolición de los interdictos y abusos relacionados
con la excomunión; la abolición del peregrinaje dañino; la eliminación del excesivo número
de días santos; la supresión de los conventos de monjas, de la mendicidad y de la
suntuosidad; la reforma de las universidades; la abrogación del celibato del clero; la
reunificación con los bohemios y una reforma general de la moral pública.
El Cautiverio Babilónico
Con respecto al bautismo, enseñó que traía la justificación sólo si se combinaba con la fe
salvadora en el receptor. Sin embargo, mantenía el principio de la salvación incluso para
aquellos que más tarde cayeran y se reivindicasen.
La libertad cristiana
La excomunión de Lutero
El Papa advirtió a Martín Lutero el 15 de junio de 1520, con la bula Exsurge Domine, de
que se arriesgaba a la excomunión, a menos que en un plazo de sesenta días repudiara 41
puntos de su doctrina seleccionados de sus escritos. Cumplido dicho plazo, se rumoreaba
que Eck había llegado a Meissen con una prohibición papal, la cual se pronunció realmente
el 21 de septiembre. En octubre de 1520 Lutero envió su escrito En la Libertad de un
Cristiano al Papa, añadiendo la significativa frase: "Yo no me someto a leyes al interpretar
la palabra de Dios". El 12 de diciembre Lutero arrojó personalmente al fuego la bula, la
cual tomaba efecto en un plazo de 120 días, y el decreto papal en Wittenberg,
defendiéndose en su Warum des Papstes und seiner Jünger Bücher verbrannt sind y su
Assertio omnium articulorum. El Papa León X excomulgó a Lutero el 3 de enero de 1521
mediante la bula Decet Romanum Pontificem.
La ejecución de la prohibición, sin embargo, fue evitada por la relación del Papa con
Federico III de Sajonia y por el nuevo emperador Carlos V quien, viendo la actitud papal
hacia él y la posición de la Dieta, encontró contraindicado apoyar las medidas contra
Lutero. Este fue a Worms diciendo que "Iría allí aunque hubiese tantos demonios como
tejas en los tejados".
Dieta de Worms
Artículo principal: Dieta de Worms
El 3 de enero de 1521 fue publicada en Roma la bula Decet Romanum Pontificem, por la
que el papa León X excomulgaba a Lutero.10
Lutero se presentó ante la Dieta el 16 de abril. Johann Eck, un asistente del Arzobispo de
Tréveris, presentó a Lutero una mesa llena de copias de sus escritos. Le preguntó a Lutero
si los libros eran suyos y si todavía creía en lo que esas obras enseñaban. Lutero pidió un
tiempo para pensar su respuesta, el cual le fue concedido. Lutero oró, consultó con sus
amigos y mediadores y se presentó ante la Dieta al día siguiente. Cuando se trató el asunto
en la Dieta, el consejero Eck le pidió a Lutero que respondiera explícitamente: "Lutero,
¿rechaza sus libros y los errores que en ellos se contiene?", a lo que Lutero respondió:
"Que se me convenza mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón
—porque no le creo ni al Papa ni a los concilios, ya que está demostrado que a menudo
han errado, contradiciéndose a sí mismos— por los textos de la Sagrada Escritura que he
citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni
quiero retractarme de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni
saludable". De acuerdo con la tradición, Lutero entonces dijo estas palabras: "¡No puedo
hacer otra cosa; esta es mi postura! ¡Que Dios me ayude!"11
En los siguientes días se hicieron conferencias privadas para determinar el destino de
Lutero. Antes de que la decisión fuese tomada, Lutero abandonó Worms. Durante su
regreso a Wittenberg desapareció.
Lutero a menudo escribía cartas a sus amigos y aliados respondiendo o preguntándoles por
sus puntos de vista o por consejos. Por ejemplo, Philipp Melanchthon le escribió
preguntándole cómo responder a la acusación de que los reformistas renegaban del
peregrinaje, del ayuno y de otras formas tradicionales de piedad. Lutero le respondió el 1 de
agosto de 1521: «Si eres un predicador de la misericordia, no predicas una misericordia
imaginaria, sino una verdadera. Si la misericordia es verdadera, debes padecer el pecado
verdadero, no imaginario. Dios no salva a aquellos que son sólo pecadores imaginarios.
Sé un pecador y deja que tus pecados sean fuertes, pero deja que tu confianza en Cristo sea
más fuerte, y regocíjate en Cristo, quien es el vencedor sobre el pecado, la muerte y el
mundo. Cometeremos pecados mientras estemos aquí, porque en esta vida no hay un lugar
donde la justicia resida. Nosotros, sin embargo, dice Pedro (2ª Pedro 3:13), estamos
buscando más allá un nuevo cielo y una nueva tierra donde reine la justicia».
Mientras tanto, algunos sacerdotes sajones habían renunciado al voto del celibato, en tanto
que otros atacaron la validez de los votos monásticos. Lutero en su De votis monasticis
(Sobre los votos monásticos) aconsejó tener más cautela, aceptando en el fondo que los
votos eran generalmente tomados «con la intención de la salvación o la búsqueda de
justificación». Con la aprobación de Lutero en su De abroganda missa privata (Sobre la
abrogación de la misa privada), pero en contra de la oposición firme de su prior, los
agustinos de Wittenberg realizaron cambios en las formas de adoración y suprimieron las
misas. Su violencia e intolerancia, sin embargo, desagradaron a Lutero, que a principios de
diciembre pasó unos días entre ellos. Al regresar a Wartburg, escribió Eine treue
Vermahnung... vor Aufruhr und Empörung (Una sincera amonestación por Martín Lutero a
todos los cristianos para guardarse de la insurrección y rebelión). Aun así, Carlstadt y el
ex-agustino Gabriel Zwilling demandaron en Wittenberg la abolición de la misa privada y
de la comunión bajo las dos especies, así como la eliminación de las imágenes de las
iglesias y la abrogación del magisterio.
Retrato de Catalina von Bora, esposa de Martín Lutero, por Lucas Cranach el Viejo. 1526.
Wartburg-Stiftung, Eisenach, Alemania.
Cuando Lutero tradujo la Biblia al idioma alemán, la mayoría de la sociedad era analfabeta.
La Iglesia tenía el control del conocimiento, sus miembros eran estudiosos y educados, en
contraste con la sociedad analfabeta que adquiría sus conocimientos a través de la
transmisión oral, la memorización y la repetición de los textos bíblicos. Lutero hizo posible
el acceso al conocimiento, la información y la educación, desmitificando la Biblia con el fin
de lograr la búsqueda de la verdad. Lutero facilitó la propagación del protestantismo,
siendo la primera persona que imprimió un libro, - la Biblia alemana - la cual tradujo de un
manuscrito sagrado a la lengua materna de esa nación. De esta forma le restó el poder a la
Iglesia católica sobre el pueblo alemán, y precursó la reforma protestante, que ocurrió
gracias a la impresión de la Biblia que Lutero había traducido. La intención de Lutero era
que el pueblo tuviera acceso directo a la fuente sin la necesidad de intermediarios, haciendo
posible la interpretación libre de los textos sagrados y la erradicación del analfabetismo en
la sociedad alemana. La traducción de la Biblia la inició durante su estadía en el castillo de
Wartburg en 1521. Estando escrita ésta en latín medieval, Lutero la tradujo al griego para
posteriormente hacerlo al idioma alemán, con la ayuda de diccionarios en griego, latín,
hebreo y alemán. Éste deseaba traducirla del griego al alemán, con la intención de revelar
las escrituras con exactitud. Inicialmente sólo incluyó el Nuevo Testamento, ya que los
textos originales del Antiguo Testamento no estaban escritos en latín o en griego. El
Antiguo Testamento estaba escrito en caldeo-arameo (idioma que carece de vocales en el
sistema escrito; compuesto por letras consonantes) y solamente los rabinos conocían qué
letras se escribían. Lutero utilizó una edición griega del Nuevo Testamento que
originalmente fue escrita en griego por Erasmo, texto que más tarde fue llamado Textus
Receptus. Durante el proceso de traducción, Lutero visitó pueblos y mercados cercanos con
la intención de investigar el dialecto común de la lengua alemana. Escuchaba a las personas
hablar, para así poder transcribir en lenguaje coloquial. La traducción se publicó en
septiembre de 1522, lo que causó gran conmoción en la iglesia católica. Lutero le dedicó la
Biblia alemana a Federico El Sabio, a quien estimaba grandemente.
Lutero tenía una mala percepción de los libros de Ester, Hebreos, Santiago, Judas y del
Apocalipsis. Llamaba a la epístola de Santiago una "epístola de paja", encontrando que era
muy poco lo que apuntaba a Cristo y su obra salvadora. También tenía duras palabras para
el Apocalipsis, del que decía que no podía "de ninguna forma detectar que el Espíritu
Santo lo haya producido".12 Creía tener razones al cuestionar la apostolicidad de estos
libros, debido a que la iglesia primitiva los catalogaba como antilegomena, lo que
significaba que no eran aceptados sin reservas, al contrario que los canónicos. Aun así
Lutero no los eliminó de su edición de las Escrituras. Lutero incluyó como apócrifos
aquellos pasajes que, encontrándose en la Septuaginta griega, no lo estaban en los textos
masoréticos disponibles en aquel entonces.
Martín Lutero en su Comentario sobre San Juan reconoció que habían recibido la Biblia por
medio de la Iglesia católica apostólica y romana: "Estamos obligados a reconocer a los
papistas que son ellos los que tienen la Palabra de Dios, que la hemos recibido de ellos, y
que sin ellos no tendríamos ningún conocimiento de ésta".
En mayo de 1525 tuvo lugar en Wittenberg la primera ordenación evangélica. Lutero había
rechazado la visión católica de la ordenación como un sacramento. Un servicio de
ordenación, con la imposición de manos junto con una oración en un servicio
congregacional solemne, era considerado suficiente.
Para suplir la falta de altas autoridades eclesiásticas debida a que muy pocos obispos
adoptaron la doctrina reformadora en tierras alemanas, Lutero sostuvo a partir de 1525 que
las autoridades seculares deberían tomar parte en la administración de la iglesia. Estas
tareas no eran necesariamente exclusivas de las autoridades seculares, y Lutero hubiera
preferido que recayeran en manos de un episcopado evangélico. Declaró en 1542 que los
príncipes evangélicos sólo serían "obispos de urgencia" y preconizó que los poderes
eclesiásticos pudieran ser ostentados por congregaciones cristianas,13 si bien decidió
esperar el curso de los acontecimientos y ver qué hacían los párrocos y estudiosos para que
descubrieran por sí mismos cuáles eran las personas apropiadas. Los resultados de su viaje
a Sajonia (1527-29) le hicieron ver que los párrocos y estudiosos no estaban preparados
para tal responsabilidad, siendo necesario que se mantuvieran las estructuras eclesiásticas
tal y como fueran diseñadas al principio de la Reforma.
Lutero tuvo especial interés por la educación. En sus diálogos con George Spalatin en 1524
se planeó un sistema escolar, declarando que era deber de las autoridades civiles el proveer
escuelas y el velar por que los padres enviaran a sus hijos a ellas. También apoyaba el
establecimiento de escuelas primarias para la educación femenina.
Debido a los peligros de las medidas que se toman de la Segunda Dieta de Espira en 1529
contra el protestantismo, y a la coalición del Emperador con Francia y el Papa, el
Landgrave Felipe deseaba una unión de todos los reformistas, pero Lutero se declaró
opuesto a cualquier alianza que ayudara a la herejía, aunque aceptó la invitación del
Landgrave a asistir a un coloquio en Marburgo (1529) para resolver las materias en
controversia. En dicha dieta el 19 de abril de dicho año, 19 delegados, 5 príncipes y 14
ciudades protestaron contra la derogación de la tregua de tolerancia acordada en la Dieta de
Worms y por eso se les llamó protestantes a los partidarios de Lutero. En Marburgo, Lutero
se enfrentó a Ecolampadio, mientras que Melanchthon fue antagonista de Zuinglio. Aunque
establecieron una armonía no esperada en otros aspectos, no se pudo alcanzar un acuerdo
en la Eucaristía. Lutero rehusó llamar a sus oponentes "hermanos", aunque les deseaba paz
y amor. Lutero estaba convencido de que Dios había cegado los ojos de Zuinglio, por lo
que no podía ver la doctrina verdadera de la Cena del Señor. Con su habitual estilo
polémico, Lutero denunció a Zuinglio y sus seguidores llamándolos "fanáticos" y
"demonios".
Los mismos príncipes habían suscrito los Artículos de Schwabach, respaldados por Lutero
como una condición para la alianza con él. Las bases de Lutero en materia de doctrina
eucarística partían del entendimiento simple y directo de las palabras de Cristo, si bien daba
importancia al sacrificio corporal de Cristo y al hecho de ofrecer ese mismo cuerpo a los
comulgantes en la Eucaristía. Cuando Zuinglio excluyó la posibilidad de la presencia real
por la incapacidad de la naturaleza humana de Cristo para bilocarse o estar en otra parte que
no fuera un lugar concreto, Lutero reafirmó la integridad de la unión hipostática: Cristo no
está dividido y dondequiera que esté es Dios, incluso como hombre. Lutero citaba como
evidencia los tres modos de la presencia según Guillermo de Ockham: "local, circunscrita"
(estando en un lugar a la vez, ocupando espacio y teniendo peso), "definitiva" (desligado
del espacio pero estando donde se precise) y "repletiva" (llenando todos los espacios a la
vez) para introducir la probabilidad de que el cuerpo y la sangre de Cristo estén realmente
presentes en la Eucaristía.15
Lutero sostuvo que la sola recepción de la comunión es inútil sin fe. Insistió en que los
impíos e incluso las bestias que toman y beben los elementos consagrados, comen y beben
la sangre y el cuerpo de Cristo, pero el beber y comer "indignamente" les sería juzgado (1ª
Corintios 11:29). Aunque no compartía la visión de que la Eucaristía fuese sólo una simple
conmemoración, reconoció la existencia de una dimensión conmemorativa. En cuanto al
efecto del sacramento en los creyentes, recordaba con fervor las palabras "fue entregado
por todos vosotros", poniendo así énfasis en la expiación y en el perdón mediante la muerte
de Jesucristo.
Portada del libro antisemita "Sobre los judíos y sus mentiras" escrito por Martín Lutero (1543).
Las opiniones de Lutero sobre los judíos han sido descritas como antisemitismo racial por
unos o religioso por otros.16 En otros casos como antijudaísmo.17
En los inicios de su carrera pensaba que los judíos no habían creído en Jesús a causa de los
errores de los cristianos y de la proclamación de lo que para él era un evangelio impuro.
Sugería que responderían favorablemente al mensaje evangélico si se les presentaba de la
forma adecuada. Cuando descubrió que no era así, atacó con furia a los judíos.
En su Von den Juden und ihren Lügen (Sobre los judíos y sus mentiras), publicado en 1543,
escribió que debían realizarse contra los judíos acciones como quemar las sinagogas,
destruir sus libros de oración, prohibir predicar a los rabinos, «aplastar y destruir» sus
casas, incautarse de sus propiedades, confiscar su dinero y obligar a esos «gusanos
venenosos» a realizar trabajos forzados o expulsarlos «para siempre». Según la opinión del
Dr. Robert Michael, parece que Lutero también aprobaba el asesinato de judíos.18 Como sea
el caso, lo cierto es que en ese libelo solicita a los estados alemanes que actúen tomando
como referencia estos puntos: "¿Qué debemos hacer, nosotros cristianos, con los judíos,
esta gente rechazada y condenada? Dado que viven con nosotros, no osamos tolerar su
conducta ahora que estamos al tanto de sus mentiras, sus injurias y sus blasfemias… En
primer lugar, debemos prender fuego sus sinagogas o escuelas y enterrar y tapar con
suciedad todo lo que no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos
piedra o ceniza. Esto ha de hacerse en honor a nuestro Señor y a la cristiandad, de modo
que Dios vea que nosotros somos cristianos y que no aprobamos ni toleramos a sabiendas
tales mentiras, maldiciones y blasfemias a su Hijo y a sus cristianos… En segundo lugar,
también aconsejo que sus casas sean arrasadas y destruidas. Porque en ellas persiguen los
mismos fines que en sus sinagogas… En tercer lugar, aconsejo que sus libros de plegarias
(sidurim) y escritos talmúdicos, por medio de los cuales se enseñan la idolatría, las
mentiras, maldiciones y blasfemias, les sean quitados… En cuarto lugar, aconsejo que de
ahora en adelante se les prohíba a los rabinos enseñar sobre el dolor de la perdida de la vida
o extremidad… En quinto lugar, que la protección en los caminos sea abolida
completamente para los judíos. No tienen nada que hacer en las afueras de las ciudades
dado que no son señores, funcionarios, comerciantes, ni nada por el estilo… En sexto lugar,
aconsejo que se les prohíba la usura, y que se les quite todo el dinero y todas las riquezas en
plata y oro, y que luego todo esto sea guardado en lugar seguro… En séptimo lugar,
recomiendo poner o un mayal o una hacha o una azada o una pala o una rueca o un huso en
las manos de judíos y judías jóvenes y fuertes y dejar que coman el pan con el sudor de su
rostro, como se le impuso a los hijos de Adán."
Estas palabras duras como son, han hecho que muchos eruditos reconsideren la obra de
Lutero bajo una nueva perspectiva, por ejemplo, el historiador jesuita británico Paul
Johnson, declaró que el libelo "Sobre los judíos y sus mentiras" fue el «Primer trabajo del
antisemitismo moderno y un paso gigantesco en el camino hacia el Holocausto». De igual
manera, los historiadores del nazismo no pueden dejar de señalar que cuatro siglos después
de haber sido escritos tales ensayos, los nazis los citaron para justificar la llamada Solución
Final. Incluso, algunos estudiosos como Simon y Schuster han atribuido el Shoa u
Holocausto directamente al antijudaísmo de Lutero.19 En cambio, otros investigadores,
como Uwe Siemon-Netto refutan ese punto de vista como una distorsión histórica.20
Ciertamente, el tema puede estar sujeto a debate; sobre todo, por el enorme peso histórico y
religioso que la obra de Lutero posee. Sin embargo, es innegable que para los filósofos del
nazismo las ideas del reformador allanaron el camino para la creación de los campos de
exterminio. La recomendación luterana de una “áspera misericordia” o scharfe
Barmherzigkeit, que en términos llanos significó “intolerancia absoluta” como "medida
profiláctica" contra el judío fue tomada por los nazis como una apología para su visión del
mundo. Durante el juicio de Núremberg, el general de la SA, Gauleiter de Franconia y
Editor del periódico Der Stürmer, Julius Streicher defendió su causa cuando se le cuestionó
por el antisemitismo de sus artículos, diciendo: “Publicaciones antisemitas han existido en
Alemania durante siglos. Por ejemplo, un libro que yo tenía, y a la postre confiscado, fue
escrito por el Dr. Martín Lutero. Si este libro hubiera sido tomado en consideración por la
fiscalía, seguramente hoy el Dr. Martín Lutero estaría en mi lugar en el banquillo de los
acusados. En este libro, “Los judíos y Sus Mentiras”, el Dr. Martín Lutero describe a los
judíos como hijos de víbora y recomienda prender fuego a sus sinagogas y destruirlos.”21
La fiscalía difícilmente pudo rebatir tales pruebas.22
El número de libros atribuidos a Martín Lutero es bastante alto. Sin embargo, algunos
estudiosos de Lutero creen que muchas de tales obras fueron al menos esbozadas por
algunos de sus amigos, como Melanchthon. La fama de Lutero les daba una audiencia
potencial mayor que la que hubieran obtenido de ser publicados bajo los nombres de sus
verdaderos autores.
Algunos de sus libros explican cómo se establecieron las epístolas con su canonicidad,
hermenéutica, exégesis y exposición, y muestran cómo se integran los libros de la Biblia
entre sí. Destacan entre ellos los escritos sobre la Epístola a los Gálatas, en los cuales se
compara a sí mismo al Apóstol Pablo en su defensa del Evangelio (por ejemplo, el
comentario en Lutero y la Epístola a los Gálatas).
El estilo literario de Lutero era polémico, en parte porque cuando le apasionaba un tema
llegaba a insultar a sus oponentes. Al igual que otros reformadores era muy intolerante con
otras creencias y con los puntos de vista opuestos al suyo26 y esto puede haber exacerbado
la Reforma protestante en Alemania.
Sabiendo que su muerte era inminente, le agradeció a Dios por haberle revelado a su Hijo,
en quien él había creído. Sus compañeros Justus Jonás y Michael Coelius gritaron:
«Reverendo padre, ¿está listo para morir confiando en su Señor Jesucristo y confesando la
doctrina que enseñó en su nombre?» Un distintivo «sí» fue la respuesta de Lutero. Murió a
las 2:45 del 18 de febrero de 1546 en Eisleben, la ciudad donde nació. Fue enterrado en la
Iglesia del Palacio de Wittenberg, cerca del púlpito desde el cual había transformado al
cristianismo.
Su legado
Martín Lutero fue el principal artífice de la Reforma Protestante, en la que tuvo un papel
mucho más destacado que otros reformadores. Gracias a la imprenta, sus escritos se leyeron
en toda Alemania y ejercieron influencia sobre otros muchos reformadores y pensadores,
dando origen a diversas tradiciones protestantes en Europa y en el resto del mundo.
Cabe destacar que Lutero, personalmente, no fundó la iglesia luterana como una institución,
ni planeaba que sus enseñanzas derivaran en una nueva denominación cristiana. Por el
contrario, expresó, con sus propias palabras, su deseo de que eso no ocurriera, cuando
declaró:
"Ruego por que dejen mi nombre en paz. No se llamen así mismos 'luteranos', sino
Cristianos. ¿Quién es Lutero?, mi doctrina no es mía. Yo no he sido crucificado por
nadie. ¿Cómo podría, pues, beneficiarme a mí, una bolsa miserable de polvo y
cenizas, dar mi nombre a los hijos de Cristo?. Dejen, mis queridos amigos, de
aferrarse a estos nombres de partidos y distinciones; fuera a todos ellos, y dejen
que nos llamemos a nosotros mismos solamente cristianos, según aquel de quien
nuestra doctrina viene".27 28 29 30 31 32
La Reforma tuvo su origen en las críticas y propuestas con las que diversos religiosos,
pensadores y políticos europeos buscaron provocar un cambio profundo y generalizado en
los usos y costumbres de la Iglesia católica, especialmente con respecto a las pretensiones
papales de dominio sobre toda la cristiandad. El movimiento recibirá posteriormente el
nombre de Reforma Protestante, por su intención inicial de reformar el catolicismo con el
fin de revitalizar el cristianismo primitivo, y la importancia que tuvo la Protesta de Espira,
presentada por los príncipes cristianos alemanes en 1529 contra un edicto del Emperador
Carlos V tendiente a anular la tolerancia religiosa que había sido legalmente concedida a
los principados alemanes.
Este movimiento hundía sus raíces en elementos de la tradición católica medieval, como el
movimiento de la Devoción moderna en Alemania y los Países Bajos, que era una piedad
laica antieclesiástica y centrada en Cristo. Además, la segunda generación del humanismo
la siguió en gran medida. Comenzó con la predicación del sacerdote católico agustino
Martín Lutero, que revisó las doctrinas medievales según el criterio de su conformidad a las
Sagradas Escrituras. En particular, rechazó el complejo sistema sacramental de la Iglesia
católica medieval, que permitía y justificaba prácticas como la "venta de indulgencias",
según Lutero, un verdadero secuestro del Evangelio, el cual debía ser predicado libremente,
y no vendido.
La Reforma protestante dependió del apoyo político de algunos príncipes y monarcas para
poder formar Iglesias cristianas de ámbito estatal (posteriormente Iglesias nacionales). Los
grandes exponentes de la Reforma Protestante fueron Martín Lutero y Juan Calvino.
El protestantismo ha llegado a constituir la tercera gran rama del cristianismo, con un grupo
de fieles que actualmente supera los quinientos millones y que se expande rápidamente en
América Latina, Asia y África.
Índice
1 Inicios de la Reforma Protestante
2 Las indulgencias
3 La Reforma Luterana
4 La Contrarreforma Católica
5 La Reforma Protestante en Inglaterra
6 La Reforma Protestante en Suiza
7 La Reforma Protestante en Hungría
8 Referencias
o 8.1 Notas
9 Véase también
10 Enlaces externos
En el siglo XV se produjo una gran crisis en la Iglesia católica en Europa Occidental debido
a los numerosos problemas de corrupción eclesiástica y falta de piedad religiosa. Fue la
venta de indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma,
lo que provocó finalmente que la cristiandad occidental se dividiese en dos, una liderada
por la Iglesia católica, que tras el Concilio de Trento se reivindicó a sí misma como la única
heredera válida de la cristiandad occidental expulsando cualquier disidencia y sujetándose a
la autoridad del Papa, y otra mitad que fundó varias comunidades eclesiales propias,
generalmente de carácter nacional para, en su mayoría, rechazar la herencia cristiana
medieval y buscar la restauración de un cristianismo primitivo idealizado. Esto dio lugar a
que Europa quedara dividida entre una serie de países que reconocían al Papa, como
supremo y único jefe de la Iglesia católica, y los países que rechazaban la autoridad de
Roma y que recibieron el nombre de protestantes. Dicha división provocó una serie de
guerras religiosas en Europa.
Las indulgencias
En este tiempo estalló un gran escándalo en Alemania a causa de la cuestión de las
indulgencias (documento que exime al alma del paso por el purgatorio). Muchos
consideraron esta práctica como un abuso escandaloso y la culminación de una serie de
prácticas anticristianas fomentadas por el clero católico, pero será Lutero el primero que
expondrá públicamente su opinión contraria a la venta de indulgencias y a toda la doctrina
que la sustentaba.
Para Lutero, la venta de indulgencias era una estafa y un engaño a los creyentes con
respecto a la salvación de sus almas. En 1517, Lutero clavó en la puerta de la iglesia de
Wittenberg sus 95 tesis, en las que atacaba la venta de indulgencias y esbozaba lo que sería
su doctrina sobre la salvación solo por la fe. Este documento es conocido como Las 95 tesis
de Wittenberg y se consideró el comienzo de la Reforma Protestante.
Las 95 tesis se difundieron rápidamente por toda Alemania gracias a la imprenta, y Lutero
se convirtió en un héroe para todos los que deseaban una reforma de la Iglesia católica. En
algunos lugares hasta se iniciaron asaltos a edificios y propiedades de la misma Iglesia
católica. Por sus 95 tesis, Lutero se había convertido en el símbolo de la rebelión de
Alemania contra lo que ellos consideraban prepotencia de la Iglesia católica. Lutero
arriesgaba además su vida, ya que podía ser declarado hereje por la jerarquía eclesiástica y
ser condenado a la hoguera.
La Reforma Luterana
Al principio, la Iglesia católica no dio demasiada importancia a las ideas de Lutero, ni a sus
ataques contra la doctrina de salvación por las obras, pero muy pronto tuvo que reaccionar
ante las noticias que llegaban de Alemania, de que gran parte de la gente estaba desafiando
el dominio de la Roma papal.
Lutero continuó atacando la venta de indulgencias y la doctrina que sustentaba tal práctica
mediante escritos que la imprenta difundía por toda Alemania. Lutero hacía un llamamiento
a la nobleza alemana para que negase obediencia al Papa y apoyase una reforma de la
Iglesia católica alemana; afirmaba también, de acuerdo a su interpretación de la Biblia, que
todos los cristianos eran sacerdotes sin necesidad de ninguna ordenación especial y negaba
la autoridad suprema del Papa sobre la cristiandad universal. Lutero criticaba así mismo los
numerosos sacramentos de la Iglesia católica, reduciéndolos a solo dos, que él pensaba eran
bíblicamente fundamentados y afirmaba también que los poderes civiles debían tener plena
autoridad política sobre la Iglesia católica. Esto iba más allá de la doctrina de la salvación
por la fe y suponía una auténtica amenaza para la Roma papal. Finalmente, el Papa declaró
a Lutero un hereje y lo excomulgó, es decir, lo dejó separado de la comunidad de la Iglesia
católica.
En 1521, el recién elegido emperador Carlos V de Alemania (Sacro Imperio Romano) (rey
de España como Carlos I) convocó una Dieta (asamblea de todas las autoridades del
imperio) en la ciudad de Worms e invitó a Lutero a que asistiera a la misma para explicar
su postura. Muchos advirtieron a Lutero que se trataría de una trampa, pero Lutero estaba
decidido a acudir pese a todos los peligros. La Dieta se celebró y Lutero expuso su doctrina
ante el mismo Carlos V, pero este no quedó convencido por Lutero y, en cambio, hizo una
declaración de lealtad y fidelidad a los principios de la Iglesia católica. A partir de
entonces, la dinastía de los Habsburgo se convertirá en la primera defensora de la Iglesia
católica contra los protestantes. Como los Habsburgo eran también reyes de España, la
defensa del catolicismo se convertiría en una de las bases de la identidad española, durante
siglos.
La alta nobleza reunió un gran ejército que derrotó brutalmente a estos protestantes
sublevados en una sola batalla. La represión fue durísima y miles de protestantes fueron
ejecutados con extrema crueldad; entre los ejecutados se encontraba el dirigente más
importante de esta reforma radical, Thomas Müntzer.
Lutero apoyó desde un primer momento a la nobleza, ya que pensaba que su autoridad era
legítima y que su apoyo era indispensable para el triunfo de la reforma de la Iglesia
cristiana. Durante estos años, Carlos V no pudo intervenir en Alemania, pues prosiguió sus
guerras contra Francia y sus campañas contra los turcos, pero en 1529 consiguió un periodo
de paz con Francia que le permitió ocuparse de la situación religiosa en Alemania.
En 1529, Carlos V convoca una Dieta en la ciudad de Spira y en ella intenta convencer a
los nobles que se han convertido al luteranismo, para que se sometan a la autoridad del
Papa, pero los príncipes y señores luteranos se niegan y protestan en la convocatoria de la
Dieta, y a causa de esta protesta los católicos comenzarán a llamarlos con el nombre de
protestantes.
Lutero muere en 1546 mientras Carlos V preparaba en Alemania una campaña contra la
liga de Esmalcalda, defensora del protestantismo. Carlos V presentó su campaña no como
una guerra contra los protestantes, sino como un castigo contra los nobles que se habían
rebelado contra su emperador; en su ejército había, sobre todo, tropas españolas, pero
también nobles protestantes que no se habían unido a la liga y que permanecían fieles a
Carlos V. El ejército de Carlos V derrotó a la liga de Esmalcalda en 1547 en la gran batalla
de Mühlberg. Parecía que el triunfo de Carlos V era total y toda Sajonia fue ocupada por las
tropas del emperador germánico.
Carlos V se proponía ahora encontrar una solución a la división religiosa de Alemania, pero
su triunfo había asustado a todos los nobles de Alemania, tanto a los católicos como a los
protestantes, que temían que el emperador se volviera demasiado poderoso. Todos estos
nobles van a formar posteriormente en secreto una alianza contra Carlos V anulando las
ventajas conseguidas por la victoria de Mühlberg.
Carlos V se vio obligado a aceptar las condiciones de los nobles rebeldes y en 1555 firmó
la paz de Augsburgo. Según esa paz, cada príncipe alemán podía profesar la religión que
quisiera sin que el emperador lo pudiese impedir (eius regio cuius religio), sin embargo,
todos los vasallos de un noble tenían que tener la misma religión. Finalizaba así el sueño de
Carlos V de mantener la unidad religiosa en sus dominios.
La Contrarreforma Católica
Artículo principal: Contrarreforma Católica
Durante casi 20 años, la Iglesia católica había visto cómo gran parte de los católicos se
peleaban entre ellos en Europa y sus obispos, dejaban de reconocer al Papa como Primus
inter pares o como máxima autoridad de la Iglesia católica, y se separaban de Roma incluso
algunos cardenales, en consecuencia, hubo muchos partidarios de Roma que requerían una
reacción de su Iglesia católica, que mejorase sus costumbres y corrigiera los errores que
habían alimentado la Reforma Protestante. A esta reacción de la Iglesia católica contra el
protestantismo se le conoce generalmente con el nombre de Contrarreforma Católica
(aunque escritores católicos prefieren el término "Reforma Católica").
Aunque muchos creían que era necesario reformarse, no sabían el modo de hacerlo. Pronto,
se llegó a la idea de que la mejor solución era convocar a un Concilio donde se pudiesen
discutir las posibles reformas. Carlos V presionaba también a los Papas para que se
convocase ese concilio con la esperanza de que la Iglesia católica volviese a existir
unificada, pero los Papas desconfiaban de las pretensiones políticas de Carlos V en Italia y
no convocaron este concilio sino hasta 1545, reunión que sería conocida como Concilio de
Trento.
Las sesiones del Concilio de Trento duraron casi 17 años, ya que fueron interrumpidas
muchas veces. Varios Papas se sucedieron en Roma en ese lapso y cuando dicho concilio
finalizó, en 1562, ya había muerto Carlos V.
Se reafirmaron todos los puntos de la doctrina milenaria católica frente a las protestantes:
Pero la orden religiosa que más ayuda prestó a la Contrarreforma Católica fue la Compañía
de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola, de la que se distinguieron varios teólogos
participantes en el Concilio de Trento.
Enrique VIII ascendió al trono de Inglaterra siendo muy joven y al principio no se interesó
por los problemas de gobierno, que dejó en manos de su favorito, el cardenal Thomas
Wolsey, a quién nombró canciller de Inglaterra. Enrique VIII siempre fue un católico
convencido, y un ardiente partidario de la primacía de Roma sobre la cristiandad, por ello
fue declarado "Defensor de la Fe" (Fidei Defensor) por el Papa León X tras publicar "La
Defensa de los Siete Sacramentos" (1521), donde argumentaba con vehemencia a favor de
las prerrogativas del papado. Por ello resulta curioso el hecho de que la Iglesia de Inglaterra
se haya separado de la Iglesia católica a mediados del siglo XVI, no por aceptar o compartir
las ideas reformadoras de Lutero u otros protestantes, sino que por iniciativa del rey
Enrique VIII.
Enrique VIII se opuso sin embargo a la reforma de la Iglesia de Inglaterra tras decretar el
Acta de supremacía en 1534, por la que el mismo rey se convertía en jefe de la Iglesia de
Inglaterra, no se realizó ninguna modificación doctrinal o litúrgica sustantiva bajo su
gobierno, solo se prohibió a obispos y sacerdotes ingleses tener relación con la Curia
Romana y se expropiaron los bienes excedentes de la Iglesia católica en beneficio de la
Corona Real.
Al sucederle su hijo Eduardo con el nombre de Eduardo VI, con apenas 9 años de edad, se
produjeron los primeros avances efectivos de la reforma de la Iglesia de Inglaterra, pues se
redactó el primer Libro de Oración Común, que introdujo, gracias al trabajo del Arzobispo
de Canterbury Thomas Cranmer, ciertos cambios menores en la doctrina y sobre todo en la
forma de celebrar la misa. Este libro fue la primera expresión concreta de la reforma de la
Iglesia de Inglaterra.
En 1553, Eduardo VI muere a la edad de 15 años, dejando como sucesora a Jane Grey
(coronada el 10 de julio de 1553), quien gobernó solo unos días. Se produjo una breve
guerra de sucesión hasta que se impuso como reina (con el apoyo de la mayoría) María I de
Inglaterra, quien rápidamente abrogó las reformas religiosas introducidas durante el reinado
de Eduardo VI y sometió nuevamente a obediencia papal a la Iglesia de Inglaterra, en
noviembre de 1554.
María murió en 1558 a los 42 años de edad y sin hijos, por lo que su media hermana, Isabel
I de Inglaterra fue proclamada reina. Isabel asumió el trono de Inglaterra tratando de
mantener la unidad nacional por sobre las diferencias religiosas, por lo que no mostró
inicial apoyo a ninguno de los bandos en disputa (protestantes y católicos), sin embargo, la
política internacional y especialmente las conspiraciones y rebeliones, la hicieron dar cada
vez más apoyo al bando protestante.
Isabel restauró el Acta de Supremacía, por lo que los obispos partidarios de la supremacía
católica fueron depuestos y sustituidos, proclamó luego el Acta de Uniformidad que
obligaba a todas las parroquias de la Iglesia de Inglaterra a utilizar el Libro de Oración
Común (con aquellos pequeños cambios introducidos por Cranmer) con su texto en inglés y
no en latín. Todo ello dio espacio para la difusión de las ideas de la Reforma Protestante en
Inglaterra, no obstante la moderación que en general siguió teniendo la Iglesia de Inglaterra
al conservar casi intacta su tradición medieval.
En Ginebra una serie de reformadores habían asaltado las iglesias y conventos expulsando a
los sacerdotes católicos, pero estos reformadores no sabían cómo organizar la nueva
"Iglesia" que pretendían crear ni tampoco tenían claro qué nueva doctrina querían
establecer, por lo que llamaron a una figura de prestigio dentro del campo protestante, que
supiera cómo organizar la nueva Iglesia y diera un contenido religioso claro, y llamaron a la
ciudad a Juan Calvino.
Este era un francés que había estudiado teología en varias universidades, entre ellas la de
París; aunque al principio acepta algunas de las ideas luteranas, muy pronto piensa que
Lutero ha conservado demasiadas cosas de la Iglesia católica que debían ser suprimidas.
Calvino también opina que el hombre debe acceder a la fe por medio de la lectura de la
Biblia, pero considera que se debían de eliminar todos los sacramentos de la Iglesia
católica, incluyendo los tres que había conservado Lutero. Para él todas las imágenes
debían ser eliminadas de los templos religiosos.
Calvino también pensaba que no debían existir ni sacerdotes ni obispos y que los jefes
religiosos debían ser pastores elegidos por la congregación; pero la teoría religiosa más
importante que Calvino predicó como producto de su libre interpretación de la Biblia es la
Predestinación: según esta teoría el hombre por sí mismo no puede hacer nada para alcanzar
la salvación, ni por la fe ni por las obras, sino que antes de nacer Dios ya ha elegido a un
hombre para la condenación o la salvación y el hombre no puede hacer nada para cambiar
el designio divino. En la sociedad humana se puede distinguir a los hombres elegidos para
su salvación en los que llevan una vida virtuosa y sin pecado y en los que tienen riquezas y
éxito material en la vida, pues eso es signo de la protección de Dios.
Calvino empezó a exponer sus ideas en París, pero como Francia era católica tuvo que huir
del Reino y refugiarse en el extranjero. Ya empezaba a ser conocido entre los protestantes
europeos como un hombre firme y enérgico, un gran teólogo y un buen organizador que
sabía dirigir a los hombres, y por esta razón fue llamado por los protestantes de Ginebra.
Cuando Calvino llega a Ginebra, toma la decisión de que si quiere imponer una nueva
"iglesia" que adopte sus puntos de vista religiosos tiene que controlar el gobierno de la
ciudad; intenta dar órdenes al consejo municipal, que termina por expulsarle de Ginebra.
Sin embargo, la situación en Ginebra continuaba sin aclararse, las autoridades de la ciudad
eran incapaces de organizar una "Iglesia" nueva y Calvino seguía teniendo partidarios en la
ciudad; estos partidarios convencen a las autoridades de Ginebra para que permitan el
regreso de Calvino a Ginebra con la promesa de que no se entrometerá en el gobierno
político de la ciudad. Y las autoridades autorizan el regreso de Calvino a Ginebra en 1541.
Miguel Servet era un humanista español típico de la época del Renacimiento, tenía
curiosidad por todas las materias desde la ciencia a la medicina pasando por la filosofía y la
religión. Como muchos hombres de su tiempo estaba descontento con la Iglesia católica y
rechazaba la doctrina católica milenaria. Servet desarrolló sus propias ideas religiosas y
llegó a creer que Jesucristo no había sido hijo de Dios, que sólo tenía naturaleza humana y
no divina; esto era adoptar una corriente de los primeros siglos del cristianismo, que la
Iglesia católica había condenado por herética en el siglo IV y que todos los protestantes
rechazaban con escándalo. Servet fue a estudiar a las universidades francesas y también en
la de París, donde conoció a Calvino. Allí Calvino comenzó a tener un profundo odio hacia
aquel español al que consideraba un peligroso hereje.
A causa de sus opiniones, Servet tuvo que escapar de París, cambió de nombre y se instaló
como médico en Vienne de Isère, localidad cerca de la frontera con Suiza; tuvo éxito como
médico y llegó a adquirir una respetable situación económica y fue en esos años cuando
descubrió la circulación de la sangre.
Pero Servet seguía con sus inquietudes religiosas y escribió un libro sobre sus doctrinas
acerca de Jesucristo, que hizo imprimir clandestinamente en una imprenta secreta.
La muerte de Servet, alejó de Calvino a una serie de protestantes europeos que se habían
refugiado en Ginebra. Estos protestantes también tenían sus propias ideas religiosas,
sintieron sus vidas amenazadas y escaparon de la ciudad; el más famoso de estos refugiados
fue Sebastián Castellion que desde el extranjero denunció a Calvino por la muerte de Servet
defendiendo la tolerancia religiosa y el derecho del hombre a tener sus propias opiniones;
Castellion es considerado el padre de la libertad de pensamiento en Europa.
Pero la muerte y el juicio de Servet le sirvieron a Calvino para hacerse definitivamente con
el gobierno de la ciudad, los adversarios de Calvino fueron expulsados del gobierno
municipal y algunos de ellos ejecutados. Ahora toda Ginebra obedecía las órdenes de
Calvino.
Calvino quiso hacer de Ginebra la capital religiosa de un nuevo cristianismo y quiso obligar
a sus habitantes a la fuerza a llevar una vida virtuosa y cristiana: se suprimieron todos los
bailes, se prohibieron todas las canciones, se prohibieron todos los espectáculos y
representaciones teatrales, se cerraron las tabernas y se prohibieron las bebidas y las
borracheras, todos debían ser buenos cristianos a la fuerza.
Toda Ginebra se convirtió en una ciudad calvinista dedicada sólo al trabajo y a la oración.
Pero Calvino quería extender toda su comunidad cristiana por toda Europa y en Ginebra se
fundaron escuelas calvinistas para todos los protestantes extranjeros que visitaban la
ciudad; estos extranjeros debían regresar a sus países de origen y enseñar allí la doctrina
calvinista. El más importante de estos extranjeros fue el escocés John Knox, que consiguió
que toda Escocia se convirtiera al calvinismo; en Escocia los calvinistas recibieron el
nombre de presbiterianos. Escocia fue el único país donde el calvinismo se convirtió en
religión oficial, pero también llegó a ser mayoritario en Holanda y hubo importantes
minorías calvinistas en Alemania, Inglaterra y en Francia; en Inglaterra los calvinistas
recibieron el nombre de puritanos y en Francia se les dio el nombre de hugonotes.
Pronto el Reino de Hungría tras la derrota se dividió en tres partes: una al Oeste controlada
por los germánicos, donde Fernando I de Habsburgo, hermano del emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico fue coronado como rey húngaro; una región central controlada
por los otomanos, y una región oriental independiente en la forma del Principado de
Transilvania, donde el conde húngaro Juan Segismundo Szapolyai fungió de Príncipe.
Szapolyai y toda Transilvania, si bien eran independientes, el Estado era vasallo del
Imperio otomano y el sultán decidía qué noble húngaro ocuparía el trono del Principado y
cuáles serían sus movimientos políticos principales.3
De esta forma el nuevo mapa húngaro tomó forma, y Transilvania y sus Príncipes se
convirtieron en las figuras representantes de Hungría, contraponiendo a la dinastía de los
Habsburgo que por otra parte portaba la corona del reino. Juan Segismundo Szapolyai se
convirtió al protestantismo y comenzó a albergar a todos los filósofos y religiosos checos y
germánicos que huían del Imperio Germánico y de los Habsburgo. La estrategia de
Szapolyai y de los posteriores Príncipes de Transilvania fue utilizar al protestantismo como
instrumento contra los Habsburgo fielmente católicos, de los cuales querían deshacerse para
así poder reunificar el reino húngaro dividido bajo la figura húngara de mayor relevancia, el
líder transilvano.
En el año de 1541 se publicó la primera traducción al húngaro del Nuevo Testamento, obra
del monje Juan Sylvester y luego en 1590 el pastor protestante Gáspár Károli publicó la
primera Biblia completa en húngaro, conocida como la Biblia de Károli. Los príncipes
transilvanos promovieron las escuelas protestantes, las cuales eran cada vez más populares
en ciudades como Bratislava, Sopron, Szárlőrinc, Sárvár, de igual forma como los
asentamientos sajones en el Principado húngaro independiente. Al mismo tiempo, el nuevo
movimiento religioso protestante de Juan Calvino, conocido como Calvinismo continuó
con la misión del luteranismo y pronto la región Nor-Este del Reino húngaro se sumergió a
tal punto en la nueva confesión religiosa, que la ciudad de Debrecen era denominada en
aquella época "La Roma Calvinista".
Uno de los pensadores protestantes más significativos fue el pastor húngaro Ferenc Dávid
(1510 - 1579), quien primero profesó el luteranismo y luego el calvinismo, posteriormente
se volvió un gran defensor del anti-trinitarismo, es decir, no aceptaba la existencia de la
Santísima Trinidad, y de esta manera, pronto se convirtió en el fundador del unitarismo en
Transilvania, agregando aún una confesión religiosa más al gran mosaico existente en aquel
tiempo. La diversidad religiosa en el Principado alcanzó tales niveles, que el Príncipe Juan
Segismundo Szapolyai, de confesión protestante, aconsejado por sus religiosos, convocó a
la Gran Asamblea transilvana en la cual se sancionó el Edicto de Turda en 1568. Este
documento rezaba que todas las confesiones religiosas cristianas eran aceptadas por igual
en el Principado húngaro. Así, éste sería el primer Estado en en mundo reconocer la
diversidad de culto cristiano: catolicismo, luteranismo, calvinismo y unitarismo.4
Posteriores príncipes como el barón húngaro Esteban Bocskai (1605 - 1606) y el conde
húngaro Gabriel Bethlen (1613 - 1629) fueron fuertes defensores del protestantismo en
Transilvania y Hungría, catapultando a los húngaros a un nivel cultural, socio-político y
económico de desarrollo a la par con Francia, el Imperio Germánico e Inglaterra. Ellos
condujeron guerras de independencia contra los Habsburgo, e inglusive Gabriel Bethlen
participó en la Guerra de los Treinta Años (1618 - 1648) apoyando la confederación
protestante.5
La situación religiosa en la región central del reino húngaro se inclinaba igualmente hacia
el protestantismo, pues ahí eran raramente vistos los sacerdotes católicos. Los predicadores
protestantes contaban con la protección de los otomanos, quienes en realidad no se
entrometían en los conflicitos religiosos de los cristianos, sino que lo único que les
importaba era que estos pagasen los impuestos a los turcos. Como era de suponerse, en la
región del reino húngaro bajo control germánico, el catolicismo se mantuvo con gran
fortaleza, y si bien los predicadores protestantes eran comunes, la influencia del rey
Habsburgo no permitía su predominancia.
L
AS
95
T
ESIS
M
ARTÍN
L
UTERO
,
1517
Por amor a la verdad y en el afán de sacarla a luz,
se discutirán en Witten
berg las siguientes propo-
siciones bajo la presidencia del R. P. Martín Lute-
ro, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y
Profesor Ordinario de esta última disciplina en
esa localidad. Por tal razón, ruega que los que no
puedan estar presentes y debatir oralmente con
nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito.
En el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
1.
Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo
dijo: "Haced penitencia...", ha querido que
toda la vida de los creyentes fuera peniten-
cia.
2.
Este término no puede entenderse en el
sentido de la penitencia sacramental (es
decir, de aquella relacionada con la confe-
sión y satisfacción) que se celebra por el
ministerio de los sacerdotes.
3.
Sin embargo, el vocablo no apunta sola-
mente a una penitencia interior; antes bien,
una penitencia interna es nula si no obra
exteriormente diversas
mortificaciones de
la carne.
4.
En consecuencia, subsiste la pena mientras
perdura el odio al propio yo (es decir, la
verdadera penitencia interior), lo que signi-
fica que ella continúa hasta la entrada en el
reino de los cielos.
5.
El Papa no quiere ni puede remitir culpa
alguna, salvo aquella que él ha impuesto,
sea por su arbitrio, sea por conformidad a
los cánones.
6.
El Papa no puede remitir culpa alguna, sino
declarando y testimoniando que ha sido
remitida por Dios, o remitiéndola con cer-
teza en los casos que se ha reservado. Si és-
tos fuesen menospreciados, la culpa subsis-
tirá íntegramente.
7.
De ningún modo Dios remite la culpa a
nadie, sin que al mismo tiempo lo humille y
lo someta en todas las cosas al sacerdote,
su vicario.
8.
Los cánones penitenciales han sido im-
puestos únicamente a los vivientes y nada
debe ser impuesto a los moribundos ba-
sándose en los cánones.
9.
Por ello, el Espíritu Santo nos beneficia en
la persona del Papa, quien en sus decretos
siempre hace una excepción en caso de
muerte y de necesidad.
10.
Mal y torpemente proceden los sacerdotes
que reservan a los moribundos penas ca-
nónicas en el purgatorio.
11.
Esta cizaña, cual la de transformar la pena
canónica en pena para el purgatorio, parece
por cierto haber sido sembrada mientras
los obispos dormían.
12.
Antiguamente las penas canónicas no se
imponían después sino antes de la absolu-
ción, como prueba de la verdadera contri-
ción.
13.
Los moribundos son absueltos de todas sus
culpas a causa de la muerte y ya son muer-
tos para las leyes canónicas, quedando de
derecho exentos de ellas.
14.
Una pureza o caridad imperfectas traen
consigo para el moribundo, necesariamen-
te, gran miedo; el cual es tanto mayor
cuanto menor sean aquéllas.
15.
Este temor y horror son suficientes por sí
solos (por no hablar de otras cosas) para
constituir la pena del purgatorio, puesto
que están muy cerca del horror de la deses-
peración.
16.
Al parecer, el infierno
, el purgatorio y el
cielo difieren entre sí como la desespera-
ción, la cuasi desesperación y al seguridad
de la salvación.
17.
Parece necesario para las almas del purga-
torio que a medida que disminuya el
horror, aumente la caridad.
18.
Y no parece probado, sea por la razón o por
las Escrituras, que estas almas estén ex-
cluidas del estado de mérito o del creci-
miento en la caridad.
19.
Y tampoco parece probado que las almas
en el purgatorio, al menos en su totalidad,
tengan plena certeza de su bienaventuranza
ni aún en el caso de que nosotros podamos
estar completamente seguros de ello.
20.
Por tanto, cuando el Papa habla de remi-
sión plenaria de todas las penas, significa
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Martín Lutero: Las 95 Tesis
2
simplemente el perdón de todas ellas, sino
solamente el de aquellas que él mismo im-
puso.
21.
En consecuencia, yerran aquellos predica-
dores de indulgencias que afirman que el
hombre es absuelto a la vez que salvo de
toda pena, a causa de las indulgencias del
Papa.
22.
De modo que el Papa no remite pena algu-
na a las almas del purgatorio que, según los
cánones, ellas debían haber pagado en esta
vida.
23.
Si a alguien se le puede conceder en todo
sentido una remisión de todas las penas, es
seguro que ello solamente puede otorgarse
a los más perfectos, es decir, muy pocos.
24.
Por esta razón, la mayor parte de la gente
es necesariamente engañada por esa indis-
criminada y jactanciosa promesa de la libe-
ración de las penas.
25.
El poder que el Papa tiene universalmente
sobre el purgatorio, cualquier obispo o cura
lo posee en particular sobre su diócesis o
parroquia.
26.
Muy bien procede el Papa al dar la remi-
sión a las almas del purgatorio, no en vir-
tud del poder de las llaves (que no posee),
sino por vía de la intercesión.
27.
Mera doctrina humana predican aquellos
que aseveran que tan pronto suena la mo-
neda que se echa en la caja, el alma sale vo-
lando.
28.
Cierto es que, cuando al tintinear, la mone-
da cae en la caja, el lucro y la avaricia pue-
den ir en aumento, más la intercesión de la
Iglesia depende sólo de la voluntad de Dios.
29.
¿Quién sabe, acaso, si todas las almas del
purgatorio desean se
r redimidas? Hay que
recordar lo que, según la leyenda, aconteció
con San Severino y San Pascual.
30.
Nadie está seguro de la sinceridad de su
propia contrición y mucho menos de que
haya obtenido la remisión plenaria.
31.
Cuán raro es el hombre verdaderamente
penitente, tan raro como el que en verdad
adquiere indulgencias; es decir, que el tal
es rarísimo.
32.
Serán eternamente condenados junto con
sus maestros, aquellos que crean estar se-
guros de su salvación mediante una carta
de indulgencias.
33.
Hemos de cuidarnos mucho de aquellos
que afirman que las indulgencias del Papa
son el inestimable don divino por el cual el
hombre es reconciliado con Dios.
34.
Pues aquellas gracias de perdón sólo se
refieren a las penas de la satisfacción sa-
cramental, las cuales han sido establecidas
por los hombres.
35.
Predican una doctrina anticristiana aque-
llos que enseñan que no es necesaria la
contrición para los que rescatan almas o
confessionalia.
36.
Cualquier cristiano ve
rdaderamente arre-
pentido tiene derecho a la remisión plena-
ria de pena y culpa, aun sin carta de indul-
gencias.
37.
Cualquier cristiano verdadero, sea que esté
vivo o muerto, tiene participación en todos
lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta par-
ticipación le ha sido concedida por Dios,
aun sin cartas de indulgencias.
38.
No obstante, la remisión y la participación
otorgadas por el Papa no han de menospre-
ciarse en manera alguna, porque, como ya
he dicho, constituyen un anuncio de la re-
misión divina.
39.
Es dificilísimo hasta para los teólogos más
brillantes, ensalzar al
mismo tiempo, ante
el pueblo. La prodigalidad de las indulgen-
cias y la verdad de la contrición.
40.
La verdadera contrición busca y ama las
penas, pero la profusión de las indulgencias
relaja y hace que las penas sean odiadas;
por lo menos, da ocasión para ello.
41.
Las indulgencias apostólicas deben predi-
carse con cautela para que el pueblo no
crea equivocadamente que deban ser prefe-
ridas a las demás buenas obras de caridad.
42.
Debe enseñarse a los cristianos que no es la
intención del Papa, en manera alguna, que
la compra de indulgencias se compare con
las obras de misericordia.
43.
Hay que instruir a los cristianos que aquel
que socorre al pobre o ayuda al indigente,
realiza una obra mayor que si comprase in-
dulgencias.
44.
Porque la caridad crece por la obra de cari-
dad y el hombre llega a ser mejor; en cam-
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Martín Lutero: Las 95 Tesis
3
bio, no lo es por las indulgencias, sino a lo
mas, liberado de la pena.
45.
Debe enseñarse a los cristianos que el que
ve a un indigente y, sin prestarle atención,
da su dinero para co
mprar indulgencias, lo
que obtiene en verdad no son las indulgen-
cias papales, sino la indignación de Dios.
46.
Debe enseñarse a los cristianos que, si no
son colmados de bienes superfluos, están
obligados a retener lo necesario para su ca-
sa y de ningún modo derrocharlo en indul-
gencias.
47.
Debe enseñarse a los cristianos que la
compra de indulgencias queda librada a la
propia voluntad y no constituye obligación.
48.
Se debe enseñar a los cristianos que, al
otorgar indulgencias, el Papa tanto más ne-
cesita cuanto desea una oración ferviente
por su persona, antes que dinero en efecti-
vo.
49.
Hay que enseñar a los cristianos que las
indulgencias papales son útiles si en ellas
no ponen su confianza, pero muy nocivas
si, a causa de ellas, pierden el temor de
Dios.
50.
Debe enseñarse a los cristianos que si el
Papa conociera las exacciones de los predi-
cadores de indulgencias, preferiría que la
basílica de San Pedro se redujese a cenizas
antes que construirla con la piel, la carne y
los huesos de sus ovejas.
51.
Debe enseñarse a los cristianos que el Papa
estaría dispuesto, como es su deber, a dar
de su peculio a muchísimos de aquellos a
los cuales los pregoneros de indulgencias
sonsacaron el dinero aun cuando para ello
tuviera que vender la basílica de San Pedro,
si fuera menester.
52.
Vana es la confianza en la salvación por
medio de una carta de indulgencias, aun-
que el comisario y hasta el mismo Papa pu-
sieran su misma alma como prenda.
53.
Son enemigos de Cristo y del Papa los que,
para predicar indulgencias, ordenan sus-
pender por completo la predicación de la
palabra de Dios en otras iglesias.
54.
Oféndese a la palabra de Dios, cuando en
un mismo sermón se dedica tanto o más
tiempo a las indulgencias que a ella.
55.
Ha de ser la intención del Papa que si las
indulgencias (que muy poco significan) se
celebran con una campana, una procesión y
una ceremonia, el evangelio (que es lo más
importante)deba predicarse con cien cam-
panas, cien procesiones y cien ceremonias.
56.
Los tesoros de la iglesia, de donde el Papa
distribuye las indulgencias, no son ni sufi-
cientemente mencionados ni conocidos en-
tre el pueblo de Dios.
57.
Que en todo caso no son temporales resulta
evidente por el hecho de que muchos de los
pregoneros no los derrochan, sino más bien
los atesoran.
58.
Tampoco son los méritos de Cristo y de los
santos, porque éstos siempre obran, sin la
intervención del Papa, la gracia del hombre
interior y la cruz, la muerte y el infierno del
hombre exterior.
59.
San Lorenzo dijo que los tesoros de la igle-
sia eran los pobres, mas hablaba usando el
término en el sentido de su época.
60.
No hablamos exageradamente si afirma-
mos que las llaves de la iglesia (donadas
por el mérito de Cristo) constituyen ese te-
soro.
61.
Esta claro, pues, que para la remisión de las
penas y de los casos reservados, basta con
la sola potestad del Papa.
62.
El verdadero tesoro de la iglesia es el sacro-
santo evangelio de la gloria y de la gracia de
Dios.
63.
Empero este tesoro es, con razón, muy
odiado, puesto que hace que los primeros
sean postreros.
64.
En cambio, el tesoro de las indulgencias,
con razón, es sumamente grato, porque
hace que los postreros sean primeros.
65.
Por ello, los tesoros del evangelio son redes
con las cuales en otros tiempos se pescaban
a hombres poseedores de bienes.
66.
Los tesoros de las indulgencias son redes
con las cuales ahora se pescan las riquezas
de los hombres.
67.
Respecto a las indulgencias que los predi-
cadores pregonan con gracias máximas, se
entiende que efectivamente lo son en cuan-
to proporcionan ganancias.
68.
No obstante, son las gracias más pequeñas
en comparación con la gracia de Dios y la
piedad de la cruz.
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4
69.
Los obispos y curas están obligados a admi-
tir con toda reverencia
a los comisarios de
las indulgencias apostólicas.
70.
Pero tienen el deber aún más de vigilar con
todos sus ojos y escuchar con todos sus oí-
dos, para que esos hombres no prediquen
sus propios ensueños en lugar de lo que el
Papa les ha encomendado.
71.
Quién habla contra la verdad de las indul-
gencias apostólicas, sea anatema y maldito.
72.
Mas quien se preocupa por los excesos y
demasías verbales de los predicadores de
indulgencias, sea bendito.
73.
Así como el Papa justamente fulmina ex-
comunión contra los que maquinan algo,
con cualquier artimaña de venta en perjui-
cio de las indulgencias.
74.
Tanto más trata de condenar a los que bajo
el pretexto de las indulgencias, intrigan en
perjuicio de la caridad y la verdad.
75.
Es un disparate pensar que las indulgencias
del Papa sean tan eficaces como para que
puedan absolver, para hablar de algo impo-
sible, a un hombre que haya violado a la
madre de Dios.
76.
Decimos por el contrario, que las indulgen-
cias papales no pueden borrar el más leve
de los pecados veniales, en concierne a la
culpa.
77.
Afirmar que si San Pedro fuese Papa hoy,
no podría conceder mayores gracias, cons-
tituye una blasfemia contra San Pedro y el
Papa.
78.
Sostenemos, por el contrario, que el actual
Papa, como cualquier otro, dispone de ma-
yores gracias, saber: el evangelio, las virtu-
des espirituales, los dones de sanidad, etc.,
como se dice en 1ª de Corintios 12.
79.
Es blasfemia aseverar que la cruz con las
armas papales llamativamente erecta,
equivale a la cruz de Cristo.
80.
Tendrán que rendir cuenta los obispos,
curas y teólogos, al permitir que charlas ta-
les se propongan al pueblo.
81.
Esta arbitraria predicación de indulgencias
hace que ni siquiera, aun para personas
cultas, resulte fácil salvar el respeto que se
debe al Papa, frente a las calumnias o pre-
guntas indudablemente sutiles de los lai-
cos.
82.
Por ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el
purgatorio a causa de la santísima caridad
y la muy apremiante necesidad de las al-
mas, lo cual sería la más justa de todas las
razones si él redime un
número infinito de
almas a causa del muy miserable dinero
para la construcción de la basílica, lo cual
es un motivo completamente insignifican-
te?
83.
Del mismo modo: ¿Por qué subsisten las
misas y aniversarios por los difuntos y por
qué el Papa no devuelve o permite retirar
las fundaciones instituidas en beneficio de
ellos, puesto que ya no es justo orar por los
redimidos?
84.
Del mismo modo: ¿Qué es esta nueva pie-
dad de Dios y del Papa, según la cual con-
ceden al impío y enemigo de Dios, por me-
dio del dinero, redimir un alma pía y amiga
de Dios, y por que no la redimen más bien,
a causa de la necesidad, por gratuita cari-
dad hacia esa misma alma pía y amada?
85.
Del mismo modo: ¿Por qué los cánones
penitenciales que de hecho y por el desuso
desde hace tiempo están abrogados y
muertos como tales, se satisfacen no obs-
tante hasta hoy por la concesión de indul-
gencias, como si estuviesen en plena vigen-
cia?
86.
Del mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya
fortuna es hoy más abundante que la de los
más opulentos ricos, no construye tan sólo
una basílica de San Pedro de su propio di-
nero, en lugar de hacerlo con el de los po-
bres creyentes?
87.
Del mismo modo: ¿Qué es lo que remite el
Papa y qué participación concede a los que
por una perfecta contrición tienen ya dere-
cho a una remisión y participación plena-
rias?
88.
Del mismo modo: ¿Que bien mayor podría
hacerse a la iglesia si el Papa, como lo hace
ahora una vez, concediese estas remisiones
y participaciones cien veces por día a cual-
quiera de los creyentes?
89.
Dado que el Papa, por medio de sus indul-
gencias, busca más la salvación de las al-
mas que el dinero, ¿por qué suspende las
cartas e indulgencias ya anteriormente
concedidas, si son igualmente eficaces?
90.
Reprimir estos sagaces argumentos de los
laicos sólo por la fuerza, sin desvirtuarlos
con razones, significa exponer a la Iglesia y
La ruptura de la cristiandad
Entre 1521 y 1525, la Reforma viviría sus momentos heroicos, de abierta oposición a Roma
y a sus símbolos. El mensaje de emancipación pasó a ser interpretado libremente,
desbordando con creces el marco originario de las doctrinas luteranas. Ejemplo extremo de
ello es la guerra de los campesinos liderados por Thomas Müntzer (1491-1525). De hecho,
el final de este conflicto, que se saldó con la ejecución de los rebeldes, marca un punto de
inflexión en la reforma luterana. A partir de este momento se observará una orientación
más conservadora: en materia religiosa, frenando las innovaciones y libres interpretaciones
de algunos discípulos; en materia social, predicando la sumisión a las autoridades
establecidas (como en el caso de las propias revoluciones campesinas, condenadas
enérgicamente por Lutero); en materia eclesiástica, prestando una mayor atención a los
aspectos organizativos de la nueva iglesia. Finalmente, en este período se produjo la ruptura
total de Lutero con humanistas como Erasmo de Rotterdam, a causa de las diferencias
doctrinales en el tema de la predestinación.
A partir de 1527 la reforma luterana se extendió, conviviendo con otras versiones de la
doctrina reformada como las de Ulrico Zwinglio en Zurich o Martín Bucero (1491-1551) en
Estrasburgo. Zwinglio, artífice de la Reforma en la ciudad suiza, era hijo de campesinos,
clérigo humanista, admirador de Platón y conocedor de Erasmo. Zwinglio inició un proceso
de renovación personal que le llevó a adoptar unas posiciones doctrinales cercanas a las de
Lutero. Siendo predicador en Zurich, luchó a partir de 1521 para que su ciudad y los
cantones confederados se sumaran a sus ideas, cosa que logró en 1523: la misa en latín
quedó suprimida, se retiraron las imágenes de las iglesias y se secularizaron los conventos.
Ulrico Zwinglio
Basilea, por otro lado, era en estos años un centro humanista de singular importancia.
Johannes Ecolampadio (1482-1531) predicó allí las doctrinas zwinglianas desde 1523, y
cuatro años más tarde la ciudad se incorporó a la Reforma. El triunfo de la Reforma en
Estrasburgo a partir de 1529 se debió a Capiton (1478-1521) y, sobre todo, a Martín
Bucero. La Reforma en su versión zwingliana se difundió ampliamente por las ciudades de
Suiza y el sur de Alemania, mientras que las del norte se mantuvieron fieles al primitivo
mensaje luterano. Uno y otro modelo presentaban diferencias teológicas y litúrgicas
importantes, siendo quizás la fundamental la relativa a la eucaristía. Zwinglio negaba la
presencia real de Cristo en ella, convirtiendo el sacramento en una simple ceremonia
simbólica. De esta forma, se abría una fisura en el seno de las doctrinas reformadas.
Los intentos de frenar la relativa tolerancia seguida por Carlos V tras la primera Dieta de
Espira (1526) fueron contestados por los príncipes alemanes reunidos de nuevo en aquella
ciudad en 1529. Príncipes y ciudades reformadas protestaron (de ahí que desde entonces se
les conociera como "protestantes") contra la voluntad imperial de volver a la situación de
1520. Los intentos de llegar a un entendimiento en la Dieta de Augsburgo de 1530
fracasaron, dando paso al enfrentamiento armado.
La lucha contra los príncipes alemanes reformados, unidos en la Liga de Esmalcalda (1531)
por Federico de Hesse, tuvo altibajos debido a las ayudas que aquellos recibían de
potencias como Francia o Inglaterra, adversarias de la hegemonía política que los
Habsburgo trataban de imponer sobre Europa. A pesar de la victoria de Carlos V de
Mühlberg (1547), los ejércitos de Mauricio de Sajonia (1521-1553) derrotaron a los
imperiales en Innsbruck (1552). Esta derrota, además de la abdicación del emperador en
favor de su hermano Fernando y de su hijo Felipe, que se haría efectiva entre 1555 y 1556,
precipitó la llamada paz de Augsburgo (1555), que significaba la renuncia a la unidad
religiosa en Alemania y el fin de los ideales de una sola cristiandad defendidos por Carlos
V.
Carlos V
Las causas profundas del malestar religioso tenían sus raíces en el propio desarrollo
histórico del Renacimiento europeo. La crisis política de la iglesia bajomedieval y el Cisma
de Occidente (1378-1417) originaron un vacío espiritual y la creciente mercantilización de
las prácticas religiosas. Numerosos humanistas denunciaron el bajo nivel moral del clero,
su escasa preparación, la primacía de los intereses terrenales sobre los espirituales y, en
especial, la venta de indulgencias con las que se conseguía una rebaja de las penas del
purgatorio.
A nivel político, allí donde la Reforma triunfó tuvo lugar un proceso de consolidación del
poder establecido. La ruptura con el papado liberó a los gobernantes de su dependencia
respecto a una institución que proclamaba la superioridad de su poder espiritual sobre
cualquier otro poder terrenal. Además, la supresión de las antiguas instituciones
eclesiásticas y la secularización de sus bienes, junto al principio luterano que atribuía al
poder político la organización de sus propias iglesias, favoreció una ampliación del ámbito
de competencias del poder civil: el pastor se convertía así en funcionario del príncipe. La
tesis del sacerdocio universal no implicó la desaparición del ministerio pastoral, sino la
profesionalización de los líderes eclesiásticos a partir de una completa redefinición de su
estatus social y de sus funciones. La labor fundamental del pastor era ahora la predicación
de la doctrina, y el sermón se convirtió en pieza clave de una misa cuya liturgia se
simplificaba y enriquecía a la vez con nuevos elementos como los cánticos, empleándose
las lenguas vulgares como vehículo de comunicación.
La Reforma también tuvo importantes repercusiones sociales. Las doctrinas reformadas, al
hacer hincapié en la salvación individual, estructuraron las prácticas piadosas en torno al
culto doméstico. Las familias se integraban en parroquias en las que el pastor ejercía una
"clericatura atenuada", una tarea de disciplina y control. La primera práctica colectiva era el
culto dominical. La confesión privada al oído fue sustituida por una confesión pública leída
por el pastor, quien también ofrecía una absolución general. La eucaristía se celebraba
cuatro veces al año. Los ritos asociados a la existencia del feligrés (bautismo, matrimonio y
funerales) perdieron toda su carga simbólica.
La teología luterana
El término Reforma, por su suavidad, puede inducir a confusión: la Reforma no fue una
transición ni una serie de cambios programados, sino una verdadera revolución religiosa
con aspectos y efectos políticos; la Reforma rompió la unidad de la Iglesia de Occidente,
produjo nuevas formas eclesiásticas e inauguró una nueva época en la historia de la
espiritualidad cristiana. Sin embargo, la palabra Reforma corresponde a la idea que tuvieron
sus promotores de no ser los fundadores de una nueva religión, sino de restaurar, en un
tiempo en el que ya estaban presentes todos los gérmenes de la edad moderna, el antiguo
cristianismo. Si bien es la resultante de tendencias, aspiraciones e impaciencias
ampliamente difundidas en Europa a principios del siglo XVI, la Reforma recibe un sello
inconfundible por efecto de la personalidad de Lutero.
La justificación por la fe es la base del pensamiento de Lutero, que rechaza la idea de que
las obras puedan coadyuvar a que el hombre alcance la salvación. Lo que hace
revolucionario el pensamiento luterano es la radicalidad de su formulación y la coherencia
de su desarrollo, que conduce a una negación sistemática, en nombre de Dios, de las
enseñanzas católicas fundamentales y de la propia Iglesia como institución. En efecto, si
sólo la fe justifica, resulta innecesario todo ministerio sacerdotal, con poderes exclusivos
para administrar los sacramentos, que haga de intermediario entre Dios y los hombres.
Lutero sólo aceptaba como verdaderamente instituidos por Jesucristo los sacramentos del
bautismo y la eucaristía. La revelación estaba contenida únicamente en la Biblia, y todo
cristiano iluminado por el Espíritu Santo era capaz de interpretarla libremente. Esta idea,
que rechazaba expresamente la tradición de la Iglesia, ocasionó la publicación de
numerosas Biblias sin comentarios ni acotaciones. Las doctrinas reformadas se sintetizaron
en el lema Sola fide, sola gratia, sola scriptura (Sólo fe, gracia y Escrituras).
El esfuerzo para hacerse grato a este Dios insondable, llevado a cabo con una indudable
seriedad y un vivo sentimiento de lo absoluto, conduce a Lutero a la paradójica conclusión
de que el hombre no puede jamás estimarse positivamente digno de la gracia, y que su
único mérito ante Dios consiste en reconocerse radicalmente pecador, acusándose sin
merced ante Dios y haciendo suyo su veredicto condenatorio. A una tal acusación
incondicionada de sí mismo, Dios contesta con una no menos incondicionada absolución.
Estos pensamientos reciben en Lutero una influencia de apoyo por parte de la mística
germánica, aunque no asimila (por sus premisas críticas occamistas) su fondo especulativo
neoplatónico. El deseo de poner en claro su "teología de la cruz" como una doctrina de
absoluta penitencia interior con respecto a la práctica penitencial de la Iglesia
(indulgencias) conduce a Lutero a la proclamación de las noventa y cinco tesis (1517) y a la
revolución religiosa.
Por otra parte, precisamente porque el mundo es malo, y en ningún modo es posible crear
en él una isla de perfección, el mundo es aceptado como es: como un campo de batalla, de
ejercitación moral, como una cruz a veces, cumpliendo con fidelidad los deberes (relativos
y siempre discutibles desde el punto de vista de lo absoluto) de los que se compone la vida
humana, y que, cumplidos con religiosa conciencia, como deberes dictados por Dios al
hombre en su particular situación concreta, asumen un valor de "vocación".
Esta resolución, cuya paternidad (sea gloriosa o deplorable) Lutero no puede declinar en las
concepciones del mundo moderno, está en todo caso más allá de las intenciones del
reformador. De todos modos hay que reconocer a Lutero el mérito de haber planteado el
problema de la ética con todo su rigor, aclarando la diferencia que hay entre lo moral, lo
útil y lo jurídico. El bien no es la adecuación al contenido de una "ley", y no es tampoco lo
ventajoso para mí o para mi prójimo; más allá de todo legalismo y de todo interés, el bien
es la obediencia incondicional a una voluntad absoluta. La transcripción lógica de la
experiencia luterana será la moral kantiana. Reduciendo a la razón legisladora del hombre
la insondable voluntad del Dios de Lutero (que por otra parte se revela como una libre
voluntad de amor para sus criaturas, poniéndose así como forma y contenido del deber),
Kant empobrece sin embargo en cierta manera la ética luterana de la obediencia a Dios
solo.
El anabaptismo
El calvinismo
La Iglesia calvinista, incluso allí donde está en relaciones de íntima colaboración con el
estado, como en Ginebra, es una Iglesia que se gobierna por sí misma, por medio de sus
consejos de pastores y de "ancianos" (consistorios, sínodos), creando de este modo en sus
fieles el gusto y la capacidad del autogobierno. Su ética está determinada por el desarrollo
que asume en la doctrina calvinista la idea de la predestinación. Esta doctrina, que parece
que habría de conducir a un fatalismo pasivo, quitando al hombre todo motivo de obrar, se
trueca en cambio en el Calvinismo en un enérgico impulso a la acción.
Juan Calvino
Los que están persuadidos de ser elegidos de Dios e instrumento de sus planes piensan
cumplir en sus acciones su eterna voluntad, y recíprocamente encuentran en el éxito de sus
acciones una comprobación de su elección. Las obras, eliminadas por Lutero como obras
"meritorias", reingresan en la ética reformada como "signos" de la salvación cumplida. El
dualismo del mundo y del Reino de Dios, que no es substancialmente menos completo para
Calvino que para Lutero, no conduce en este caso a una tolerancia pasiva, sino a una
enérgica actividad dirigida a someter el mundo a la voluntad de Dios, y a obligarle a
reconocer su gloria.
La motivación de esta actividad en el mundo, por otra parte, está desprovista de todo
motivo utópico: el mundo no es substancialmente mejorado por la actividad de los elegidos,
y sigue siendo el mundo del pecado, provisional, transitorio, caduco. El calvinismo no
espera una instauración milenarista del Reino de Dios (como el anabaptismo), y su visión
de la vida perfecta se proyecta decididamente en el más allá (como en el luteranismo y en el
catolicismo); pero igual que el catolicismo, y más que el luteranismo, se interesa por el
problema de una sistematización de la ciudad terrena que tienda favorablemente a los fines
del Reino de Dios.
El devenir de la Reforma
Una posición aparte ocupa la Iglesia anglicana, brotada de un acto de gobierno regio al que
debe también su fisonomía particular: católica en el rito y en la jerarquía, calvinista en la
doctrina y en la moral. Pero la historia de la Reforma en Inglaterra no se identifica con la de
la Iglesia anglicana, sino que más bien es la historia de la controversia del anglicanismo con
las Iglesias "independientes", de más acentuado carácter calvinista. En Francia, la historia
de la Reforma se inserta en la de las luchas de la nobleza provincial contra el creciente
absolutismo monárquico. De esta situación de minoría combatida y perseguida se deriva la
teoría calvinista del derecho a la resistencia, por parte de los "magistrados inferiores" y de
los estados generales, al arbitrio del soberano. En Italia la Reforma se redujo a un
movimiento de "élites" intelectuales, más o menos íntimamente unido al humanismo. A
este origen cultural deben los reformadores italianos su peculiar fisonomía, que les confiere
una posición intermedia entre Renacimiento y Reforma, y los convierte en precursores
(incomprendidos y combatidos hasta por los protestantes de su tiempo) de la Ilustración del
siglo XVIII (socinianismo).