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Orígenes de la literatura de viaje

La literatura de viajes puede presentarse como un subgénero que incluye textos que
recogen los acontecimientos, los sentimientos e impresiones de un viajero, el narrador, que
puede o no coincidir con el autor empírico. Según la perspectiva crítica puede sostenerse
que la mera enumeración de hechos no constituye en sí literatura, pero esta no es una
postura universal. Obras que hablan de aventura, conquista o exploraciones son recogidas
también normalmente bajo la categoría de literatura de viajes, como por ejemplo Fray
Bartolomé de las Casas o Bernal Díaz del Castillo cuyas obras, pertenecientes al género
crónica son consideradas las primeras manifestaciones literarias americanas de la
conquista.
La redacción de libros de viajes se remonta al siglo XIV (es una de las aportaciones más
novedosas de este periodo) y su culminación se producirá en el siglo XV. La obra que
inaugura este género dentro de la literatura española es la Embajada a Tamorlán, crónica
de un viaje que hicieron los enviados del rey Enrique III de Castilla al encuentro del
emperador asiático Tamorlán. En el último tercio de siglo se traduce al aragonés el Libro de
Marco Polo sobre su viaje a China.
Punto de ebullición
La definición formal de punto de ebullición es "aquella temperatura en la que la presión de
vapor del líquido iguala la presión de vapor del medio en el que se encuentra".1
Coloquialmente, se dice que es la temperatura a la cual la materia cambia del estado líquido
al estado gaseoso.
La temperatura de una sustancia o cuerpo depende de la energía cinética media de las
moléculas. A temperaturas inferiores al punto de ebullición, solo una pequeña fracción de
las moléculas en la superficie tiene energía suficiente para romper la tensión superficial y
escapar. Este incremento de energía constituye un intercambio de calor que da lugar al
aumento de la entropía del sistema (tendencia al desorden de las partículas que componen
su cuerpo).
El punto de ebullición depende de la masa molecular de la sustancia y del tipo de las fuerzas
intermoleculares de esta sustancia. Para ello se debe determinar si la sustancia es covalente
polar, covalente no polar, y determinar el tipo de enlaces (dipolo permanente —dipolo
inducido o puentes de hidrógeno—).
El punto de ebullición no puede elevarse en forma indefinida. Conforme se aumenta la
presión, la densidad de la fase gaseosa aumenta hasta que, finalmente, se vuelve
indistinguible de la fase líquida con la que está en equilibrio; esta es la temperatura crítica,
por encima de la cual no existe una fase líquida clara. El helio tiene el punto normal de
ebullición más bajo (–268,9 °C) de los correspondientes a cualquier sustancia, y el carburo
de wolframio, uno de los más altos (5555 °C).

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