Bachillerato Tema 5
5. LA HISTORIA PROFÉTICA
.I Uso y significado del termino “profeta” en
los libros bíblicos
.a Vocabulario hebreo
Nuestra palabra profeta proviene (a través del latín
“propheta”) del término griego “pro-phetes” utilizado
en la versión griega del AT. Sin embargo, este término
se corresponde en el texto hebreo no con un solo
vocablo, sino son varios: “nabí”, “hozeh” y “roeh”. Se
impone, pues, estudiar el significado y uso de estos
vocablos para comprender la realidad profética.
)1 “Roeh” (11 veces) y “hozeh (16 veces)
Etimológicamente ambos significan vidente,
visionario, hombre que ve las cosas ocultas.
En cuanto a su utilización, dentro de la relativa
ambigüedad que los rodea, el uso preponderante hace
intuir que: “roeh” designa a los videntes individuales
que entendían en asuntos privados; “hozeh” designa a
los profetas cortesanos.
)2 “Nabí” (315 veces)
Etimológicamente se considera emparentado con la
raíz acadia “nb” que significa llamar, convocar. La
forma hebrea sería pasiva. Por tanto, significaría:
llamado, convocado al consejo de Dios para una
vocación, para una misión concreta; en otras palabras: el
que, previamente hablado por otro, habla luego en lugar
de éste (así se explicaría: la importancia de las
vocaciones proféticas; el hecho de que los que son
llamados “nabí” también son designados “boca de
Dios”, que se diga de ellos que “Dios pone palabras en
su boca”; las expresiones introductorias y finales de los
oráculos proféticos –“Así dice Yahvé...”, “...palabra de
Yahvé”–; la acusación a los falsos profetas de decir en
nombre de Dios lo que Dios no les ha dicho).
En cuanto a su utilización es de lo más diversa tanto
por las personas a que se aplica como por las funciones
que supone. Por esto se impone un estudio detallado por
épocas:
Antes de la entrada en la Tierra prometida:
En el Pentateuco se aplica a Aarón, como portavoz de
Moisés, y a María cuando entona el cántico de victoria
en el Éxodo. Pero importa más su aplicación a
Abraham, subrayando como aspecto específico de
“nabí” la intercesión, y a Moisés, a quien se considera
el profeta por antonomasia por su relación con Dios.
Por otra parte, encontramos en Nm 11,25-27 la clara
afirmación de que el profetismo es institución de Dios y
está provocado por su espíritu (en este texto se usa el
verbo profetizar para expresar la acción que produce el
espíritu del Señor en los setenta ancianos que iban a
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ayudar a Moisés en el gobierno del pueblo); y en otros
pasajes del Dt algunas precisiones más: en 13,2-6 se
habla del “nabí” en paralelismo con el vidente de
sueños, puede incluso realizar prodigios aunque
predique la rebelión contra el Señor –entonces hay que
ejecutarlo–; en 18,9-22 se habla del “nabí” como la
alternativa a los magos, adivinos, vaticinadores,... es el
mediador concedido por Dios a Israel cuando el pueblo
haya entrado en la tierra prometida y ya no esté Moisés:
el “nabí” auténtico sucederá a Moisés en cuanto
portavoz del Señor y su palabra se cumplirá.
En la Tierra prometida:
 Conquista y época de los jueces: sólo se aplica a un
profeta anónimo que trae un mensaje de parte de
Yahvé, y a Débora (pero no se sabe si por sus
acciones salvadoras, por nombrar un juez o por
cantar –como María en el Éxodo–).
 Antes de la monarquía unificada: en este momento
sólo Samuel aparece designado con el título en
singular. Por contra, lo característico de esta época
es encontrarlo en plural: “nebiim” o “bene
hannebiim”, designando a grupos proféticos.
 Durante la monarquía unificada: sigue
predominando el uso plural que designa a grupos
proféticos. No obstante, comienza a aparecer uno de
los “nebiim” como jefe del grupo (por ejemplo
Samuel y Eliseo) y algunos personajes que actúan
decididamente solos (por ejemplo Gad y Natán). Sus
principales actuaciones tienen cierta relación con el
culto, con cierta función de consejeros reales, pero
también palabras de condena al rey.
 Durante la monarquía dividida: antes del s.VIII a.C.
tendríamos un primer período. En él sigue
apareciendo el uso plural referido a los grupos
proféticos, pero ahora el predominio corresponde al
singular que designa a los profetas individuales. Su
rasgo fundamental es ser personas a disposición de
todos los que deseen consultar al Señor o solucionar
sus problemas; no viven en la corte pero influyen
con sus oráculos (ocasionalmente ungen reyes).
Tendríamos otro período a partir del s.VIII a.C. En
este momento el uso plural es abiertamente negativo,
por esto algunos profetas individuales como Amós,
Isaías, Miqueas y Sofonías evitan el título en singular
para expresar su misión. Sin embargo, otros no tienen
estas precauciones y al final su uso se generaliza (Oseas,
Habacuc, Jeremías, Ezequiel, Ageo, Malaquias...). El
rasgo fundamental de los personajes designados con
este título es dirigirse al pueblo en su conjunto, lo pidan
o no, para transmitirles la palabra del Señor.
Después de este recorrido podemos establecer algunas
conclusiones:
 El profetismo se considera en Israel como
proveniente de Moisés, como una participación de
su espíritu para guiar al pueblo.
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 El término “nabí”, que se aplica a dicho fenómeno,
puede ser de origen cananeo (filológicamente
acádico) y se comenzó a aplicar a grupos que en el
trance manifestaban la presencia de la divinidad. Los
israelitas conocieron a estos profetas en la época
premonárquica, cuando se asentaron en la tierra. La
evolución de estos grupos, donde comenzó a
destacar la figura de un jefe que hablaba en nombre
de la divinidad, favoreció la aplicación del término
en singular a toda persona que alegara hablar en
nombre de Dios.
 En principio, el título “nabí” no implica una
valoración positiva. De hecho, esta manifestación
primitiva del profetismo –al principio– no fue bien
aceptada en el Reino del Sur (quizá porque estuvo
sujeto a menor influencia cananea, más habitual en
el Reino del Norte). No obstante, a medida que
perdió sus connotaciones sincretistas originarias fue
generalizándose su uso hasta imponerse.
 El sentido y la función del “nabí” (que también
puede ser una mujer) varían a lo largo de la historia,
pero el rasgo dominante es el de comunicar la
palabra de otra persona; en este caso de Yavhé.
.b Vocabulario griego
Otro elemento de estudio necesario para delimitar
filológica y semánticamente la significación del profeta
es atender a la traducción de estos términos que hace la
LXX.
La primera observación es que siempre se traduce el
hebreo “nabí” por “prophetes” y no por “mantis”. El
objetivo era evitar a toda costa que los profetas de
Yahvé pudieran confundirse con los adivinos o posesos
conocidos en el mundo griego; es más, la LXX reserva
el nombre “mantis” para el adivino de ínfima clase.
Respecto al valor etimológico de “prophetes” parece
claro que la preposición “pro” tiene valor vicario; así, el
profeta sería el que habla en lugar de otro, un portavoz
de Dios.
.c Otras observaciones
Como última consideración semántica sobre la figura
del profeta hay que señalar otros nombres que recibe.
Entre estos destacan los que revelan una especial
referencia a su función social: vigía, guardián, pastor,
probador...; y también circunlocuciones como: siervo de
Yahvé, nuncio de Yahvé, hombre de Dios. Esta última,
además, tiene una relevancia especial porque revela un
aspecto peculiar del profetismo: la palabra que trasmiten
los profetas es –sobre todo– una palabra poderosa, no se
limita a denunciar el presente o anunciar el futuro, tiene
también la capacidad de transformar la realidad. En
efecto, el hombre de Dios posee una relación tan
estrecha con el Señor que puede obrar los mayores
milagros; su palabra vuelve inagotables el cántaro de
harina y la aceitera, resucita muertos o desencadena el
rayo.
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.d Recapitulación
Recogiendo un poco todo lo presentado podemos
llevarnos esta primera imagen del profeta: es uno de los
intermediarios elegidos por Dios para transmitir a los
hombres un conocimiento especial sobre lo que se debe
hacer en el momento presente o las incertidumbres del
futuro.
.II Rasgos esenciales del profeta bíblico sobre
el trasfondo del profetismo extrabíblico
.a “Profetismo” extrabíblico
En Egipto los documentos nos hablan de una larga
tradición de adivinaciones mágicas y predicciones. Sin
embargo, es comúnmente admitido que en muchos
oráculos sobre los faraones se trata de vaticinios “post
eventum” para confirmar la subida al trono de nuevos
soberanos.
En Mesopotamia, ya desde tiempo de los sumerios y
los antiguos acádicos (III-II milenio), encontramos las
consultas mágicas con toda la técnica adivinatoria
presidida por el “barú” (adivino sagrado).
Entre los asirio-babilonios (II-I milenio) aparecen los
transmisores de mensajes divinos y los poseídos por el
espíritu: el “muhhu” movido por el “zaqiqu” (el
espíritu o soplo de la divinidad), el “zabbú” o extático y
la “raggintu” o gritadora.
Pero es sobre todo en la región de Mari donde se
observa la figura bastante evolucionada de estos
intermediarios de la divinidad. Allí hay textos donde se
habla de transmisión de mensajes del dios soberano a
través de unas personas, que están bien identificadas: el
“sangum” o sacerdote, el “muhhum” o arrebatado por
la divinidad, el “apilum” o respondiente. Todos estos
están ligados de alguna manera con el culto; pero otras
veces son laicos, funcionarios de la corte o humildes
mujeres los instrumentos de la divinidad. La recepción
de los oráculos tiene lugar en el sueño o por
comunicación directa del dios, y el modo literario de
referirlo guarda semejanzas con los oráculos bíblicos.
No obstante la existencia de estos videntes, el
fenómeno más típico del área de Canaán es el
“profetismo convulsionario”. El caso típico de Balaán
que refiere la Biblia demuestra que el pueblo hebreo
tenía, desde sus comienzos, conocimiento de todos estos
fenómenos.
Es cierto que en la actuación de algunos profetas
bíblicos puede encontrarse alguna similitud con este
fenómeno constatado alrededor de Israel (sobre todo en
el campo de la expresión del mensaje), pero también
hay claras diferencias que no permiten ponerlos en
continuidad con estos testimonios. Así, en los profetas
clásicos no encontramos resto alguno de una técnica
adivinatoria o profesional; además, frente a sus
homólogos vecinos en ellos es fundamental la
descripción de su experiencia interior, la insistencia
constante en la moralidad y la prevalencia absoluta de
los derechos divinos sobre los intereses de una dinastía
o un reino.
Bachillerato Tema 5
.b Falsos profetas
Otro elemento importante para descubrir la fisonomía
del profeta bíblico es la confrontación con los que la
LXX llama “pseudo-prophetes” o falsos profetas.
Generalmente son profetas que acompañaban al rey,
eran parte integrante de la nación, pronunciaban sus
oráculos en el recinto del templo. Este profetismo no era
en sí mismo nada malo o degradado, pero los profetas se
veían –por su posición– constantemente tentados de
identificar la causa de Yahvé con la del rey. De hecho,
los profetas vocacionales se les opusieron
frecuentemente; y según sus denuncias era entre estos
profetas profesionales o cortesanos donde se ocultaban
los falsos profetas.
Así, esta calificación inexistente en la Biblia hebrea es
utilizada por la LXX para indicar a aquellos profetas
que confunden sus perspectivas humanas con la
voluntad de Dios, que anuncian inmovilismo y sosiego
cuando la palabra de Dios exige condenación y protesta,
y que sacan provecho monetario de sus profecías
favorables asegurando bendiciones divinas a sus
clientes.
Los rasgos del profeta auténtico que nos desvela este
contraluz son:
 tiene la certeza plena de ser el portavoz de un
mensaje divino.
 al referirlo no tiene en cuenta donativos o
amenazas, sino que expone imparcialmente tanto
el oráculo de condenación como de aprobación,
dispuesto a todas las consecuencias.
 es el primero que vive en conformidad con la
palabra de que es testigo, en la adhesión a Yahvé y
el respeto a los demás.
 su mensaje está en línea de continuidad con la
religión yahvista y encuentra su realización a lo
largo de la historia del pueblo elegido. Esto es: a
pesar de aparecer como innovador es el
auténticamente fiel a la tradición; no cuenta, en
realidad, con más signo de credibilidad que el
cumplimiento de su palabra en la historia.
.c Fisonomía del profeta bíblico
Teniendo en cuenta estas aportaciones podríamos
dibujar la figura del profeta bíblico según estas líneas de
fuerza:
 El profeta es un hombre inspirado, en el sentido
más estricto de la palabra. Nadie en Israel tuvo una
conciencia tan clara de que era Dios quien le hablaba
y de ser portavoz de Dios como el profeta. Y esta
inspiración le viene de un contacto personal con Él,
que comienza en el momento de la vocación. Por
eso, cuando habla o escribe, el profeta no acude a
archivos o documentos, como los historiadores.
Tampoco se basa en la experiencia humana general,
como los sabios de Israel. Su único punto de apoyo,
su fuerza y su debilidad, es la palabra que el Señor le
comunica personalmente, cuando quiere, sin que él
pueda negarse a proclamar.
Están convencidos de que comunican la voluntad de
Dios, de que dicen lo que Dios quiere en ese
momento histórico. Por eso, no pueden echarse atrás
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aunque les cueste la vida. El hombre corriente
pondrá en duda la validez de este convencimiento
del profeta; lo atribuirá a sus propios deseos y
fantasías. El profeta sabe que no es así, y actúa de
acuerdo con esa certeza.
 El profeta es un hombre público. Su deber de
transmitir la palabra de Dios lo pone en contacto con
los demás. No puede retirarse a un lugar sosegado de
estudio o reflexión, ni reducirse al limitado espacio
del Templo. Su lugar es la calle y la plaza pública, el
sitio donde la gente se reúne, donde el mensaje es
más necesario y la problemática más acuciante. El
profeta se halla en contacto directo con el mundo
que lo rodea; conoce las maquinaciones de los
políticos, las intenciones del rey, el descontento de
los campesinos pobres, el lujo de los poderosos, la
despreocupación de muchos sacerdotes... Ningún
sector le resulta indiferente, porque nada es
indiferente para Dios.
 El profeta es un hombre amenazado. Es la amenaza
del fracaso apostólico, de gastarse en una actitud que
no encuentra respuesta en los oyentes. Pero esto es
lo más suave que puede ocurrirle. A veces son
tachados de locos y necios; de traidores a la patria;
se llega incluso a la persecución, la cárcel y la
muerte. Esta persecución no sólo es de los reyes y de
los poderosos; también intervienen los sacerdotes y
falsos profetas. E incluso el pueblo se vuelve contra
ellos, los critica, desprecia y persigue.
Ahora bien, la amenaza también le viene de Dios. Le
cambia la orientación de su vida, lo arranca de su
actividad normal; le encomienda, a veces, un mensaje
muy duro, casi inhumano, teniendo en cuenta la edad o
las circunstancias en que se encuentra.
Por último, conviene recordar que la profecía es un
carisma. Como tal, rompe todas las barreras de sexo,
cultura, clases sociales o religiosas y edad.
.III Etapas y desarrollo del profetismo bíblico
.a Desarrollo
 Origen remoto: Interpretando el profetismo con
amplitud debemos remontarnos al fenómeno
carismático, signo de la presencia de la divinidad en
la vida de los hombres, que se hace presente en
Israel por medio de los jefes de familia en la época
nómada. Ellos son los destinatarios de visiones,
sueños y otros fenómenos paralelos por los que
conocían el deseo o la voluntad de la divinidad.
 Origen próximo: El hecho de la conquista puso en
contacto a Israel con los “nebiim” (grupos de
exaltados o delirantes cananeos que recorrían los
caminos de Palestina anunciando el futuro). Poco a
poco se relacionaron estas manifestaciones con el
fenómeno manifestado en personalidades especiales
como Josué o los jueces; así, las primeras
manifestaciones del profetismo israelita no debieron
diferir mucho de los “nebiim” cananeos.
De hecho, el profetismo israelita siguió un proceso de
individualización. En un primer momento es
Bachillerato
preponderante el funcionamiento en grupo;
progresivamente el espíritu de Yahvé se va cerniendo
sobre un individuo jefe de estos grupos y, finalmente,
sobre otros individuos que nada tienen que ver con estos
grupos (estos son el comienzo del fenómeno profético
en su sentido más estricto; los llamados profetas
posteriores o clásicos).
.b Etapas (cronología)
)1 Antes de la entrada en la Tierra prometida
Los patriarcas, especialmente Abraham y Moisés.
)2 En la Tierra prometida
 Conquista y época de los jueces: Los hombres del
espíritu (Josué y los jueces).
 Antes de la monarquía unificada: Es el momento de
los “nebiim”. Aparecen por primera vez en tiempos
de Samuel. Se presentan como grupos ambulantes
extáticos, o en todo caso, como hombres que viven
en grupo (se los encuentra en Gibbeá, Ramma,
Betel, Jericó, Gilgal o Samaría). Son fácilmente
reconocibles por su vestimenta, incisiones, tonsura u
otras señales. Son desinteresados y subsisten merced
a la limosna de las gentes que acudían a consultarles.
Utilizan normalmente la música como medio para
lograr el éxtasis. No pronuncian palabras inteligibles
o que merezcan la pena haberse conservado; no son
importantes por su mensaje.
La valoración de la Biblia sobre ellos es ambivalente:
por una parte se descubre en ellos la actuación del
espíritu de Yahvé; y por otra, su extremada similitud
exterior con los profetas de Baal les ocasiona desprecio
en ciertos ambientes.
¿Qué valoración podemos hacer nosotros? Si nos
atenemos al profetismo en sentido estricto, es imposible
saber si tales partidas de extáticos llegaron a ser profetas
auténticos; la Biblia no lo menciona.
El cotejo con los pueblos vecinos inclina a la negativa.
Más bien se trata de una forma interior de vida religiosa,
préstamo de la institución cananea de los “nebiim”, pero
profundamente transformada. Así, serían fervorosos
yahvistas (conservadores a ultranza de la religión
patriarcal e inadaptados a las costumbres cananeas),
agrupados cerca de los santuarios de Yahvé con el
propósito de resistir el peligro de la paganización. De
hecho, son perseguidos por la impía Jezabel y su gran
fervor religioso los constituyó en los mejores auxiliares
de algunos profetas en tiempos de crisis.
Con todo, no se puede excluir absolutamente que en
algunos casos Dios utilizara el éxtasis provocado para
transmitir su mensaje.
Durante la monarquía unificada:
El nebiismo sufre un cambio sustancial. Manteniendo
muchos rasgos del momento anterior, empiezan a
organizar la vida en torno a un maestro que llaman
“padre”. El Espíritu ha comenzado a suscitar los
profetas individuales; los profetas por vocación: los
hombres a quienes Dios llamó a una misión profética de
una manera precisa.
Tema 5 5/4
Sin embargo, la aparición de los profetas por vocación
no supuso la desaparición de estos grupos (su existencia
está atestiguada hasta después de la monarquía), pero sí
su transformación y degradación en una estructura
profesional organizada. Se componía de profetas
cultuales –que ejercían su ministerio en el santuario
junto a los sacerdotes– y profetas de la corte –que
ejercían en los santuarios reales y como consejeros de
los gobernantes–. Entre estos grupos representantes del
yahvismo oficial y nacionalista, personajes que se
acostumbraron a ver la realidad desde palacio y
perdieron su carácter de contraste respecto a las
decisiones del rey, es donde están los falsos profetas que
sufren las diatribas de los profetas vocacionales.
Los profetas vocacionales que encontramos en esta
época son : Samuel, Natán y Gad. En general parece que
son personajes de la corte que conservan una cierta
distancia y libertad de palabra respecto a la persona del
rey para aconsejarle y reprenderle; tampoco están
exentos de alguna relación con el culto
Durante la monarquía dividida:
Antes del s. VIII a.C. tendríamos un primer periodo.
Así, aparecen en el sur: Ajías de Silo y Semeias; y en el
norte: Miqueas ben Yimlá, Elias y Eliseo. Son
personajes que ya no están sólo a disposición del rey
(algunas veces incluso le rehuyen), sino de todas las
personas que deseen consultar al Señor.
Tendríamos otro periodo a partir del s. VIII a.C. Éstos
son ya los personajes que culminan el título de profeta:
ocasionalmente podían dialogar con los reyes o gentes
individuales, pero su rasgo distintivo es predicar a todo
el pueblo –se les pida o no su opinión– exigiendo la
conversión ante el juicio inminente de Dios que
anuncian.
Cronológicamente se les suele distribuir así:
 Preexílicos:
 Periodo asirio (s. VIII a.C.): en el norte Amós y
Oseas; en el sur I Isaías (cc.1-39) y Miqueas.
 Periodo babilonio (ss. VII-VI a.C.): Sofonías,
Nahún, Jeremías, Habacuc.
 Exílicos (586-538 a.C.): Ezequiel y II Isaías (cc.
40-55).
 Postexílicos (ss. VI-II a.C.): Ageo, I Zacarías
(cc.1-8), III Isaías (cc.56-66), Abdías, Malaquías,
Jonás, Joel, II Zacarías (cc. 9-14), Baruc y Daniel.
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.IV Temas fundamentales del mensaje profético
.a La idolatría
Es imposible hablar del mensaje de los profetas sin
fijarse en este punto que, desde Samuel, ocupa un lugar
preponderante en su ministerio. Ahora bien, para
entender el pensamiento profético sobre este punto hay
que pensar la idolatría no sólo en referencia a los dioses
falsos y sus cultos, sino que hay que ampliar el
horizonte y ver que en realidad abarca dos aspectos
fundamentales: los rivales de Dios (prohibidos por el
primer mandamiento) y la manipulación del Señor
(condenada por el segundo).
)1 Los rivales de Dios
La prohibición del primer mandamiento revela que al
hombre se le plantea un problema de alternativas, de
rivales que le surgen a Dios a lo largo de la historia. Los
más famosos en tiempo de los profetas son:
La divinización de las grandes potencias
Hablar de este hecho es hablar de las relaciones
idolatría-política, que se manifiesta en hechos bien
conocidos en Israel y el Antiguo Oriente como son la
difusión de prácticas idolátricas por conveniencia
política (por ejemplo: las actuaciones de Salomón,
Jeroboán I, Acaz o Manasés) o la divinización del rey.
Estos hechos no son desconocidos a los profetas, pero
los que más combatieron fueron:
 El culto al poderío militar: lo representan el ejército,
las armas, las fortificaciones. Las afirmaciones
proféticas sobre este asunto son tajantes y su
contenido se puede sintetizar así: Yahvé (y la
confianza en él) y el poderío militar (y la confianza
en él) se han convertido en una alternativa absoluta;
el “celo” de Yahvé no tolera la confianza en el
poderío militar, igual que no soporta la confianza en
otros dioses.
 El culto al imperio: este tema se refleja sobre todo
en las alianzas establecidas con Asiria, Egipto y
Babilonia en los ss. VIII-VII a. C.; estas potencias
muestran sus ambiciones imperialistas y los
pequeños países, como Israel y Judá, piensan que la
única salvación consiste en firmar tratados con ellas
y enviarles tributos. Normalmente es una actitud
adoptada por los políticos y el pueblo en contra de la
voluntad de Dios, confiando en la ayuda de los
imperios y no en la de Yahvé.
Ante esto, los profetas afirman que el pueblo, al firmar
un tratado con las grandes potencias, les está
atribuyendo cualidades divinas; las sitúa en un puesto
que sólo corresponde a Dios, porque al acudir a ellas se
busca la supervivencia de la nación, así –en adelante– si
el pueblo continúa existiendo pensará que lo debe a
estos dioses y no al Señor que lo sacó de Egipto .
Los profetas denuncian esta actitud idolátrica con las
imágenes del enamoramiento, el adulterio, la
prostitución o el desprecio a Dios guerrero y padre que
se preocupa por su pueblo.
Tema 5 5/5
La divinización de la riqueza.
Las relaciones riqueza-idolatría pueden ser muy
diversas: fomentar cultos paganos por puro interés
económico, disponer los propios bienes al servicio de
los dioses paganos, llevar al olvido del Dios verdadero e
inclinar a prácticas supersticiosas... Pero la dimensión
que ocupa los profetas es más íntima. Se trata de lo que
ocurre cuando los bienes terrenos son la orientación
fundamental de la vida, el único punto de apoyo, la
única meta; entonces son un rival de Dios que lucha con
él dentro del corazón humano y lo destituye de su trono.
Los profetas saben que el dios Mammón es más
poderoso que Baal o cualquier divinidad pagana; es más
atractivo porque a su influjo se abren las puertas y se
doblegan las voluntades. Pero es un Dios engañoso,
incierto y traicionero porque el oro y la plata no pueden
salvar, no constituyen una garantía suprema de
seguridad en esta vida.
Este peligro no les viene a las riquezas por sí mismas,
sino por la actitud del hombre que las diviniza: la
codicia, el deseo de tener más, que tiene múltiples
formas. De éstas la que más preocupó a los profetas fue
la injusticia directa, premeditada, que no respeta las
posesiones ni la vida del prójimo, que impulsa a
despojar a los demás para apropiarse sus bienes. Por
esto, el culto a Mammón es el más cruento en víctimas:
huérfanos, viudas, pobres, emigrantes...; pero también la
justicia, el derecho, la misericordia... Ahora bien, la gran
víctima ignorante es quien lo practica: se imagina
dominar la riqueza y es ella quien lo domina, le acapara
la vida, le exige un esfuerzo continuo, lo destruye
interiormente cerrándolo a Dios, al prójimo y a su
realidad profunda.
)2 La manipulación de Dios
El segundo mandamiento con su prohibición de hacer
imágenes de Yahvé impedía la manipulación de Dios.
Cuando se construye una imagen siempre se corre el
peligro de manipular a la divinidad: si concede lo que se
le pide se le apremia con incienso y perfumes, se le
unge con aceite, se le presentan ofrendas; si niega sus
dones se le priva de esto.
Pero el terreno religioso ofrece otras formas de
manipular a Dios en el culto, las verdades de fe, las
personas sagradas, las tradiciones... En este error
cayeron numerosos israelitas, y los profetas tuvieron
que denunciarlo sobre todo en estos puntos:
 El éxodo: si hay una verdad capital de la religión de
Israel y su idea de la historia de la salvación es la
confesión “el Señor nos sacó de Egipto”. Pero
también se prestaba a interpretaciones erróneas que
provocaban una falsa seguridad religiosa: como si
Dios se hubiese comprometido de forma definitiva y
exclusiva con Israel, y éste pudiese abusar de tal
privilegio.
Los profetas reaccionan mostrando la vertiente
sagrada de toda la historia universal, eliminando con
ello presuntos privilegios del que se consideraba
“pueblo elegido”.
 La alianza: unida estrechamente al éxodo es un
momento capital, en el Sinaí Yahvé se compromete a
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“ser el Dios de Israel” y éste a ser “el pueblo del
Señor”. Unión tan estrecha que se prestaba a ser
entendida como un privilegio que garantizaba contra
toda amenaza futura. Y aunque el AT insiste
continuamente en que se romperá si el pueblo no
cumple sus cláusulas, en éste pervivió la idea de un
compromiso incondicional por parte de Dios, que le
ataba las manos para cualquier castigo.
Frente a esta opinión los profetas ven en la alianza
no un motivo para sentirse seguros, sino un
argumento para la mayor responsabilidad; pues la
alianza sólo garantiza que se tendrán en cuenta todos
los pecados contra ella.
 El templo: éste no es una verdad de fe pero, como
espacio sagrado especialmente elegido por Dios, se
presta también a una confianza idolátrica.
Sin embargo, Dios –según los profetas– no se
compromete con un espacio físico, sino con una
forma de conducta ética y religiosa. Por eso, si el
pueblo no cambia el destino del templo de Jerusalén
será desaparecer.
 El día del Señor: se trata de una antigua tradición
arraigada ya en los israelitas del s.VIII a. C.
Esperaban que el Señor se manifestase en forma
grandiosa para exaltar a su pueblo y ponerlo a la
cabeza de las naciones; esto ocurriría en “el día del
Señor”.
La expresión condensa, pues, toda una serie de
discutibles privilegios y falsas esperanzas. Por esto
los profetas la fustigan y le oponen un concepción
del “día del Señor” exenta de triunfalismo.
.b La lucha por la justicia
La denuncia profética de los problemas sociales y su
esfuerzo por una sociedad más justa es uno de los
aspectos más famosos e importantes del mensaje
profético. Pero para no hacer una interpretación abusiva
hay que tener en cuenta que, dentro de Israel, ya la
sabiduría tribal, el culto y las leyes intentaron inculcar
desde antiguo el interés y el afecto por las personas más
débiles. Los profetas se insertan en esta corriente, si
bien es cierto que este mensaje puesto en su boca tiene
una resonancia especialísima.
De entre los variados problemas que denuncian
destacan:
 La administración de la justicia: de ella dependen los
bienes y la vida de muchas personas. Sin embargo,
en opinión de bastantes profetas, es de lo que peor
funciona: es frecuente el soborno que absuelve al
culpable y condena al inocente; la codicia arrastra al
perjurio, a desinteresarse por las causas de los
pobres e incluso a explotarlos con la ley en la mano.
 El comercio: los profetas descubren en los
comerciantes el deseo de enriquecerse a costa de los
pobres vendiéndoles los peores productos, utilizando
procedimientos fraudulentos, y angustiados de tener
que cerrar sus negocios un solo día de fiesta.
 El latifundismo que devora a los pequeños
campesinos dejándolos en la postración o la
esclavitud.
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 El salario que es defraudado al jornalero mientras el
amo banquetea.
 El lujo y la riqueza que se cierra a la compasión
frente al indigente que está al lado, y que ha sido
conseguido oprimiendo al prójimo.
El amplio lugar que esta temática ocupa en la
predicación profética, y la ambigua interpretación dada
por algunos, nos obliga a preguntarnos qué intenciones
y esperanzas alentaban los profetas para descubrir así el
verdadero sentido de sus denuncias.
En forma negativa podía resumirse así:
 No pretenden ofrecer un programa de reforma
social. Su mensaje no es un análisis científico de la
sociedad y sus problemas con claras vías prácticas
de solución. En todo caso, la solución sería la vuelta
al espíritu de la alianza y a las normas que de él
dimanan.
 No pretenden levantar a los oprimidos contra los
opresores. Esto no debe extrañar, porque un
principio básico de Israel afirma que la venganza
corresponde a Dios. Y los profetas están
convencidos de que Dios defenderá al pobre y
llevará a cabo el castigo de los poderosos y
opresores, pero no a través de una revolución
interna, sino de una invasión extranjera.
En forma positiva podría resumirse así:
 El único camino es la conversión. El hombre debe
amar el bien y odiar el mal cambiando sus
sentimientos y actitudes. Los primeros profetas
piensan que será suficiente con la conversión de las
autoridades, pero como nada cambia se empieza a
ver la que única solución es una intervención de
Dios que cambie las autoridades. Al final, la dureza
del hombre ante la conversión es tan grande que sólo
cabe esperar verdadera solución de una acción total
de Dios. Él dejará un pueblo “pobre y humilde”;
suscitará un vástago a David que impondrá el
derecho y la justicia; creará un hombre nuevo con la
ley escrita en el corazón y lleno del conocimiento
del Señor.
.c El culto
Otro de los temas estrella en el estudio de los profetas
han sido sus múltiples denuncias de las prácticas
cultuales, pero es un tema también donde la falta de
objetividad puede deformar la visión profética. Pues, si
es cierto que la línea de crítica al culto es la
predominante y la que ha hecho famosos a los profetas
no es la única. Es cierto que los textos en defensa del
culto son mucho menos numerosos que los críticos, pero
no podemos perderlos de vista. Ellos nos muestran que
el mensaje profético se adapta a las circunstancias:
cuando el culto se convierte en una pasión que hace
olvidar otras realidades mucho más importantes el
profeta lo denuncia y ataca con virulencia; cuando el
culto desaparece de la perspectiva del pueblo y del
individuo el profeta subraya su importancia.
Así, lo que la crítica profética al culto revela es que: el
hombre tiene la tentación de buscar su propio camino
para contentar a Dios, y generalmente piensa que ese
camino pasa necesariamente por el culto. Además, en el
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caso particular de Israel, las prácticas cultuales
fomentaban la idea de ser el pueblo elegido –mejor que
cualquier otro– con una garantía absoluta de protección
y bendición divinas.
Por su parte, el mensaje de los profetas es que el culto
no es un valor absoluto. Hay cosas que pueden estar por
encima de él, y ante ellas las prácticas cultuales casi
carecen de valor.
Por esto, cuando el pueblo olvida que el camino que
lleva a Dios pasa por la justicia y el derecho, pero se
goza en la grandiosidad del culto, los profetas presentan
la actividad cultual como un fracaso absoluto. Los
israelitas no entraban en contacto con Dios, sino con un
ídolo, una falsa imagen de la divinidad que se habían
creado para su uso y abuso. Esta es la tragedia de una
generosidad y un esfuerzo mal enfocado: no conducen
al Dios verdadero, sino que alejan de él y lo irritan; los
altares sólo sirven para pecar, los sacrificios no agradan
al Señor.
Desde aquí se comprenden las acusaciones a los
sacerdotes: roban al pueblo el conocimiento de Dios,
transmitiéndole una falsa idea de él y sus exigencias.
Para esos sacerdotes el culto se ha convertido en un
negocio; animan a la gente a ofrecer sacrificios y dones,
aparentemente para que aplaquen a Dios por sus
pecados y culpas, en la práctica para beneficiarse de
todo ello. Por contra, el profeta, que no es interesado ni
pretende ganarse la vida con su palabra sino transmitir
la voluntad de Dios, denuncia sus maldades.
Y es que lo que Dios quiere no es que el hombre o su
pueblo le entregue cosas, sino que se entregue así
mismo. Y la forma de hacerlo es poniendo el derecho y
la bondad como meta de las relaciones con el prójimo.
Lo que está en juego en esta crítica es la forma de
relacionarse con Dios y agradarle. El hombre piensa que
esto sólo es posible por una vía directa a la divinidad:
los sacrificios, ofrendas, peregrinaciones y rezos. Para
los profetas la única vía segura es la que pasa por la
palabra de Dios, su voluntad y ley; lo curioso es que no
es una vía de acceso directa, sino que obliga a dar un
rodeo y pasar por el prójimo, la justicia, el derecho y la
misericordia, por los oprimidos, huérfanos, viudas,
emigrantes... Sólo cuando se busca a Dios por esta vía
indirecta tiene sentido buscarlo también de forma
directa. De lo contrario, cabe siempre el peligro de
engañarse, de estar adorando a un ídolo, no al Dios
verdadero.
.d La historia
Un punto de indiscutible importancia dentro de la
concepción religiosa de Israel es la historia; en ella Dios
actúa, se revela, se compromete con los hombres y
exige una respuesta. Por esto nos preguntamos ¿cuál es
la aportación de los profetas a esta valoración de la
historia?. Fundamentalmente presentar la relación
historia-palabra de Dios; para los profetas la palabra de
Dios tiene una triple misión respecto a la historia: crea,
interpreta e interpela.
5/7
)1 La palabra de Dios creadora de historia
Es evidente que en Israel la palabra de Dios tiene una
fuerza creadora. Los profetas participan de esta
mentalidad y la llevan a sus consecuencias extremas.
Por esto presentan la palabra con un poder
indescriptible; es como un meteorito que cae y
desencadena un serie de reacciones.
Además, la palabra que Dios pone en su boca es el
único instrumento que tiene el profeta para cumplir su
misión. Puede parecer un medio débil e ineficaz, pero
Dios la considera tan potente como el fuego o el
martillo; su dinamismo tritura toda oposición. La
palabra es lo único permanente frente a todas las
realidades pasajeras.
Con su palabra Dios se compromete con la historia;
por palabras concretas pone en marcha un movimiento
de salvación o condenación que llegará a su meta con
seguridad absoluta. La palabra puede ser promesa o
amenaza y llevarse a cabo con medios muy diversos.
Desde fuera sólo se percibe un castigo realizado por una
potencia extranjera, una sequía, una plaga; o la
salvación por una victoria militar, la subida de Ciro al
trono, la retirada imprevisible de Senaquerib. Sin
embargo, todas esas acciones tienen un elemento
común: la palabra de Dios que anuncia los
acontecimientos, se compromete con ellos y los pone en
marcha.
)2 La palabra de Dios intérprete de la historia
En este sentido la palabra cumple dos funciones:
Interpreta el curso de la historia
El auténtico punto de vista profético sobre la historia
es interpretar el pasado y el presente por el futuro
inmediato. El profeta preexílico tiene la certeza de un
castigo que va a producirse dentro de pocos años; pero
¿qué lo motiva? El pasado y el presente.
El pasado aparece como una lucha continua entre la
bondad de Dios y la maldad del hombre. Sólo tiene dos
protagonistas: Dios y el hombre revelados en sus
actitudes más íntimas, en sus intenciones más
profundas. Si se recuerda alguna acción concreta son los
beneficios cumbres de Dios y los pecados del pueblo.
Incluso las acciones punitivas de Dios son un beneficio:
no pretenden el castigo por sí mismas, sino como medio
para que el pueblo se convierta.
Por su parte, el presente reproduce las características
del pasado: combaten la bondad de Dios y el pecado del
hombre. Pero se presenta con matices más reales. No
encontramos síntesis generalizadoras, sino hechos y
personajes muy concretos que la palabra profética tiene
que interpretar para explicar a sus contemporáneos qué
sentido tiene la amenaza asiria, la invasión babilonia o
la ayuda egipcia dentro de los planes de Dios.
Por tanto, los profetas tienen una visión de la historia
estrictamente teológica, cuyos principales rasgos son:
 El providencialismo: los grandes imperios son
marionetas en manos de Dios. Pero a veces estos
adoptan posturas tan crueles que son incompatibles
con la pedagogía divina del castigo; han olvidado su
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misión de castigar para dedicarse a aniquilar y
exterminar. Por eso estas potencias reciben una
palabra de misión y otra de condenación. Todas han
sido enviadas por Dios para castigar a su pueblo,
pero todas sucumben al afán imperialista, al deseo
de dominio absoluto, entonces una nueva palabra de
Dios amenaza con borrarlas definitivamente de la
historia. Así, Dios revela en la historia su absoluta
libertad.
 El presente es el momento de la decisión: para el
profeta, en momentos de grandes conflictos no se
puede perder un segundo, hay que tomar una
decisión rápida por Dios.
No obstante, a pesar de la suma importancia del futuro
inmediato –por el castigo inminente que amenaza al
pueblo– los profetas también hablan del futuro lejano,
de algo que sucederá “en los últimos tiempos”. Es la
meta de la historia, lo que da sentido a este caminar
incesante en medio de tinieblas y sombras de muerte.
Los datos fundamentales de la visión del futuro lejano
son:
 es intrahistórico: no cae fuera de la historia ni exige
la desaparición de nuestro mundo y forma de vida.
El escenario del reino de Dios es el mundo presente,
con Jerusalén en el centro y los supervivientes de
Israel como sus conciudadanos.
 se caracterizará: por la justicia y la paz entre los
individuos y las naciones; por una recta relación con
Dios, una conversión del corazón y una nueva
intimidad con Él para Israel y para todas las
naciones.
 es obra de Dios: los profetas vivieron momentos de
grandes perturbaciones en medio de unos
contemporáneos que se cerraron a Dios, con
gobernantes que sacrificaban los intereses del pueblo
a los del partido o a las conveniencias personales. El
futuro que esperaban, que Dios les reveló, era
demasiado maravilloso para que pudiera ser obra
humana. Ahora bien, esto no quiere decir que la
postura del hombre deba ser pasiva; pero él no crea
el futuro definitivo, lo recibe como don de Dios y se
compromete con él. La salvación viene de Dios,
obligación del hombre es no obstaculizarla.
Interpreta la acción de Dios en la historia
Los profetas, con su mensaje, nos han dejado una
teología de la acción de Dios en la historia; ésta se
caracteriza por:
 la soberanía: los imperios no inquietan a Dios; pero
no por desinterés, sino por la certeza de quien tiene
poder absoluto para ponerles fin cuando lo considere
conveniente. Para los profetas Dios es “el Señor de
la historia”.
 la oportunidad: la acción de Dios no se adelanta ni
retrasa, llega en el momento fijado. Al hombre
puede parecerle lo contrario, pero en realidad Dios
tiene fijado el momento exacto de su intervención; la
única actitud posible es esperar con fe porque, en
definitiva, sólo Dios conoce el momento oportuno.
 la extrañeza: es difícil de entender, sorprendente,
porque Dios actúa de modo diferente al hombre.
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 el escándalo –a veces–: que brota de una decisión
concreta de Dios (salvar a los desterrados por un rey
extranjero, pagano, Ciro) o de su “política
permisiva” (la prosperidad de los impíos). Los
profetas reconocen esta posibilidad de escándalo y
señalan que su superación sólo es posible dentro de
una perspectiva amplia de la historia, cuando se
inserta el propio destino dentro del plan de Dios.
)3 La palabra de Dios interpela en la historia
Los profetas señalan siempre que la palabra de Dios
exige tomar decisiones, que dependerán de las
circunstancias, pero que tienen todas un sustrato común
que revela la auténtica exigencia de Dios: conversión y
fe.
Así, desde la palabra de Dios el pasado y el presente
son una llamada a conseguir la conversión del pueblo.
Y, por otra parte, esta misma palabra exige adoptar ante
la historia una postura de fe; porque en ella radica la
única salvación, en dejar sitio a la actuación de Dios y
renunciar a salvarse a sí mismo.
.e La monarquía
La actitud de los profetas ante tan importante
institución del pueblo podría caracterizarse por la
libertad. El profeta no idealiza ninguna forma de
gobierno y siempre conserva la capacidad de criticarla,
porque ninguna institución política puede reivindicar
automáticamente la sanción divina (y menos la
monarquía israelita en sus realizaciones concretas).
Así, si bien los profetas no hubieron de desear
necesariamente la instauración de la monarquía, sí se
preocuparon de que ésta se ajustara a la voluntad de
Yahvé. Por esto, su tarea fue que no se amoldara a la
concepción de la realeza del Próximo Oriente no
israelita, sino que se comportara como verdaderamente
israelita. Para hacer justicia a la historia hay que decir
que este esfuerzo profético, en gran medida, fracasó.
.f El mesianismo
El mesianismo puede definirse –en sentido amplio–
como la expectación de Israel, fundada en la revelación,
de un destino grande y glorioso. Y los profetas tendrán,
con su mensaje, un papel determinante en la recta
comprensión de esta expectación.
Así, sus oráculos sobre la época de la salvación (las
promesas de la nueva alianza, de la efusión del espíritu
nuevo, del agua pura, del corazón nuevo...) son claves
para que Israel comprenda que su destino grande y
glorioso será: una regeneración espiritual que traerá su
completa libertad y permanente felicidad, acompañada
de la misión de ser vehículo para llevar esto mismo al
resto de la humanidad.
Por otra parte, los profetas y el pueblo (acogiendo la
revelación de Dios a la dinastía davídica) miran al
futuro esperando un Mesías personal. Mesías esperado
no por sí mismo, sino porque por su medio se
cumplirían las esperanzas; para Israel el reinado
mesiánico fue siempre el reinado de Dios más que el
reinado del Mesías. El Mesías era el agente de Dios. En
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este sentido, los profetas en sus oráculos sobre el
mandatario mesiánico ponen todo el énfasis en que es el
poder de Yahvé el que actúa a través de él. Así es como
se va delineando la figura de la realidad que
empequeñeció la expectación de Israel: Dios se hizo
hombre y Mesías.
.g Escatología
Es un punto íntimamente unido con la expectación
mesiánica; casi se puede decir que, en realidad, el
mesianismo es una faceta de la escatología israelita. Y
por ésta se entiende la convicción que Israel tenía de ser
un pueblo elegido, de que le correspondía desempeñar
un papel en la obra de juicio y de poder que Dios lleva a
cabo en el universo.
Es claro que semejante convicción, malinterpretada
por un nacionalismo exacerbado, se prestaba en el
pueblo a una mentalidad triunfalista-revanchista que ya
vimos solía condensarse en la expresión “el día de
Yahvé”. Por esto, el mensaje de los profetas al respecto
es una purificación de tal nacionalismo y la correcta
visión de este momento escatológico: ciertamente
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quedará un pueblo por el que Dios establecerá su reino;
pero éste no es el Israel de la carne, sino el del espíritu:
“el resto”, él es el verdadero elegido, porque el juicio de
Yahvé no será entre Israel y los demás pueblos, sino
entre justos y malvados.
.h Recapitulación: Dios
Como resumen, clausura y origen de donde brota todo
el mensaje teológico de los profetas está Dios. Este Dios
con quien han entrado en contacto y a quien han
consagrado su persona. Él es: único (los dioses paganos
no existen); omnipotente (nada se le escapa ni se mueve
fuera de sus planes); santo (radicalmente diferente del
hombre); pero cercano al hombre (especialmente a
Israel, a quien llamó para que fuese su pueblo
particular); celoso (la particular elección se acompaña
de un especial privilegio y exigencia; así, las faltas del
pueblo son más graves porque más grande es el don
recibido; pero el castigo de Dios nunca es ciego,
siempre es pedagógico).