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LAMBAYECANA DEL PERÚ
Introducción
La región de Lambayeque se encuentra ubicada en el hemisferio occidental, al sur de la línea
ecuatorial y a orillas del océano pacífico (Figura 1). Es dentro de este escenario geográfico que el
presente trabajo trata de buscar la relación entre el lexema “pon” y los cerros, y como este derrotero nos
lleva a entender que cerro y piedra se refieren para el caso lambayecano a lo mismo, y como este aspecto
guarda una estrecha unión con las huacas y huancas. Estos componentes no escapan a la tradición
popular de Lambayeque dejando clara la combinación de cerros, piedras, huacas y tradiciones, no es
ajeno al tema de los encantos. Desde esta perspectiva es importante la reflexión que realiza Schaedel,
sobre el impacto del fenómeno El Niño y su vinculación con los cerros, para comprender las
motivaciones que tuvieron nuestros antepasados, en concebir a los cerros como fuerzas sobrenaturales. El
fenómeno El Niño, es un fenómeno que origina grandes catástrofes, con fuertes lluvias que inundan el
campo, y las quebradas secas se llenan de corrientes torrenciales de agua. Esto ocurría con una
periodicidad no muy regular, desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad, sin embargo desde el siglo
XX a la fecha, estos fenómenos han acortado su tiempo de aparición, generando grandes problemas de
todo tipo a la población. Schaedel afirma que la ubicación de los asentamientos prehispánicos norteños
no se dio en el curso de las probables corrientes de agua o de fuertes lluvias. Todo esto nos lleva a la
explicación, de por qué los cerros que se extienden hacia la costa, jugaban un papel tan importante y eran
concebidos por los pueblos nativos como fuerzas sobrenaturales en sí mismos, con el doble poder de
destruir y proteger, por eso para ellos, la palabra “pong” (que quiere decir tanto “piedra” como “cerro”)
se refiere a algo sagrado (Schaedel 1988: 2021). El concepto que tenían los costeños de los cerros,
sostiene Schaedel es totalmente diferente del concepto que tiene el serrano frente a estos, que están más
identificados con la fuente de recursos naturales. El fenómeno de El Niño en estos tiempos, ha cambiado
mucho, siendo su presencia más constante, impredecible y perjudicial de lo que era en el pasado.
Figura 1 Mapa de ubicación de la Región Lambayeque en la costa norte del Perú
PERSPECTIVAS LATINOAMERICANAS NÚMERO 5, 2008
Cuando se habla sobre la lengua que se conoció en la antigua costa norte del Perú, Cerrón
Palomino en base a un documento dado a conocer por Josefina Ramos de Cox, perteneciente a la
colección de manuscritos del P. Rubén Vargas Ugarte y que dataría de 1638: afirma que se trata de la
“Memoria de las doctrinas que ay en los valles del obispado de Trujillo desde el río de Sancta asta
Colán, lo último de los llanos”. Conforme lo anunciado por el título, se nos ofrece allí la lista de las
doctrinas correspondientes a los cuatro corregimientos que pertenecían entonces al obispado de Trujillo,
especificando la asignación de las mismas a las distintas órdenes religiosas que operaban en la zona o a
los seglares que las regían, así como también la lengua o lenguas que se hablaban en tales corregimientos
y los nombres de las personas que tenían conocimiento de ella(s). Según dicha relación, bajando de norte
a sur, entre Paita y Olmos, pertenecientes al corregimiento de Piura, se hablaba una “lengua particular y
muy obscura que no se habla en otra parte ninguna del Perú”; entre Motupe y Chócope (comprendiendo
los corregimiento de Saña, Chiclayo y parte de Trujillo) se usaba el mochica (Cerrón Palomino 1995: 24).
En la costa norte hubieron otras lenguas que coexistieron con el Mochica, estas fueron la Tallana, el
Sechura, el Olmos y el Quignam, esto se encuentra en relación a los corregimientos del siglo XVII y
XVIII (Cerrón Palomino 1995: 34). En esta misma línea se encuentra Alfredo Torero (1997: 106), al
indicar que una de las lenguas de la costa norte del Perú, entre los siglos XVI y XVII, para el caso de
Lambayeque, fue el Mochica, siendo su área de expansión por el norte desde Motupe pasando por los
valles de La Leche, Lambayeque, Chancay, Saña, Jequetepeque hasta Chicama por el sur,
confundiéndose en cierta forma con el Quingham entre los valles de Jequetepeque y Chicama.
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Una denominación de raíz ancestral mochica lambayecana en palabras de Zevallos (2003) es
Chalpon, la misma que es materia de una explicación y comparación con otras palabras del mismo origen.
Esta palabra se encuentra asociada a la historia y la identidad de un distrito lambayecano llamado Motupe,
poblado que tiene a un cerro denominado Chalpon, que en la parte alta del mismo se encuentra la
conocida y venerada, Santísima Cruz de Chalpón de Motupe. El topónimo Chalpon se divide en dos
lexemas, uno de ellos, es el lexema “pon” que según Zevallos (2003: 413) en la libreta de campo de Hans
Heinrich Brüning, aparece un cuadro comparativo, con la información que diversos estudiosos dejaron
sobre la lengua, en este caso Brüning, Villarreal y Larco aceptan que el lexema fue “pon”; en cambio
Carrera, Bastian y Middendorf, coinciden en que fue “pong”. El significado que todos le otorgan a este
lexema es piedra. El lexema, “pon” o “pong” desde el siglo XVI hasta el siglo XX, es del consenso de
todos los que registraron la lengua mochica lambayecana. En base a la identificación de la Toponimia
Mochica de Lambayeque que realiza Zevallos (2003), existen diversas denominaciones que tienen como
complemento al lexema pon o pong al final de cada topónimo.
Los topónimos que tienen terminación “pon” y que están referidos a cerros son los siguientes:
Chalpon, Chicopon, Chuchupon, Culpon, Errepon, Marripon, Patapon, Querpon, Tempon y Yaipon
(Figura 2). De los 29 topónimos propuestos por Zevallos, sólo 10 de ellos figuran en la actualidad con su
denominación ancestral, y un topónimo como Errepon, ya no mantiene su denominación original, debido
al fenómeno de la tradición popular motupana, siendo conocido este cerro actualmente como cerro La
Vieja. En la cartográfica moderna, hemos encontrado que muchos topónimos no existen como tales, y
otros tienen asignados otros nombres. Sin embargo, la continuidad de algunos de ellos, demuestra que en
ciertos casos como Chalpon, esta unido al tema de la fe que le profesan las personas a un icono católico
como la Santísima Cruz de Chapón de Motupe. El topónimo Chalpon, es parte de una gran cadena
montañosa que se encuentra al noroeste del pueblo de Motupe. Chicopon o Checopon esta hacía el
noroeste del distrito de Llama, en la jurisdicción de la región Cajamarca. El cerro que se conoce como
Chuchupon, esta hacía el sur del distrito de Tocmoche, hacía la margen izquierda del río La Leche. El
cerro Culpon se ubica dentro de la provincia de Chiclayo, en la comprensión del distrito de Nueva Arica,
en la parte media de la cuenca de Saña, hacía el suroeste del distrito, en el actual centro poblado de
Culpón, existe un poblado que lleva ese mismo nombre y se ubica al norte de la ciudad de Chiclayo, con
rumbo a la ciudad de Lambayeque. La denominación de Errepon, es la que registro Brüning, indicando
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que ese era el antiguo nombre del actual cerro La Vieja, que se ubica hacía el sur del distrito de Motupe.
Conocido como cerro Patapon se encuentra hacia la margen izquierda del río La Leche, al noreste de la
ex hacienda de Batan Grande. En el caso de cerro Querpon esta ubicado hacía el extremo norte del
distrito de Olmos. Dentro de esta secuencia se encuentra cerro Tempon, que esta hacía el oeste del
distrito de Salas, a la margen derecha del río Salas. Yaipon o Yaypon es tanto una quebrada como un
cerro. En el caso específico del cerro Yaipon se encuentra dentro de la jurisdicción del distrito de
Chiclayo, hacía el extremo norte del poblado de Chongoyape, pasando la quebrada Juana Ríos, pasando
por cerro Bolas y Panzón hasta llegar a la Pampa de Querque, en la parte media de la cuenca del Chancay.
Hans Heinrich Brüning (1927: XXXI), al referirse al cerro de La Vieja, indica que al cerro
ocasionalmente se le oye llamar, por su nombre antiguo que era “Errepon”, a veces escrito “Repon”.
Brüning sostiene que el topónimo “Errepon”, parece aludir a esta piedra; pues, en mochica “Err”
significa, yuca; y “Pon” es piedra. Así que “Errepon” – según Brüning , quiere decir: Piedra de la Yuca,
quizá indica Brüning por su forma larga. Brüning va más allá proponiendo: “me parece que esta
piedra ha servido antiguamente de huaca, lugar sagrado, porque delante de estas piedras he encontrado
un pequeño plano cercado de una baja pared de piedras” (Brüning 1927: XXXI). La idea de Brüning es
corroborada por Zevallos (2003: 451) cuando se refiere al topónimo “Errepon”, reportando que es una
huaca en el distrito de Motupe, por el año de 1692, escrito también como Repon en el año de 1744.
PERSPECTIVAS LATINOAMERICANAS NÚMERO 5, 2008
Antiguamente los sitios combinaban la denominación hispana con la denominación nativa
ancestral, es el caso de poner el nombre de un santo católico y unirlo a un topónimo nativo del lugar, es el
caso que reporta Zevallos (2003: 448) cuando se refiere a San Pedro Nolasco de Checopon, que se ubica
en el distrito de Llama en Cajamarca. Al separar el topónimo y quedarnos con Checo, en la costa norte el
Checo (Puig 1995: 64), es un mate usado como marca por los ayudantes del maestro. Asimismo, viene a
ser un fruto de cáscara amarilla y de pulpa negra y dura, que se emplea en los juegos de niños como
bolinches llamadas “ojos de checo”. Su envoltura gomosa se emplea para lavar ropa. El checo es un tipo
de calabaza (Lagenaria siceraria), esto permite afirmar que el topónimo Checopon sería el cerro o la
piedra en forma de Checo. Schaedel al tener acceso al archivo de Brüning, afirma que: “Otras formas
usadas de las calabazas fueron: una “grande” llamada “Ponga” de 6 8 litros con un agujero que
servía de depósito para la chicha lista para servirse con el nombre de “murlo” (Schaedel 1988: 99). Esta
información refuerza el hecho de que el checo o cierto tipo de calabaza, evocaría a la piedra o cerro. En la
provincia de Ferreñafe (Sevilla 2004: 170) como parte de los cultos religiosos, cada 21 de setiembre, se
venera a la Cruz de Ponga, que es una palabra mochica que significa piedra. Esta Cruz es de propiedad de
la familia Quiroz, celebrando su veneración con misa y almuerzo.
En la comprensión de la actual región de Piura, existe una provincia conocida con la denominación
de Morropon, que se ubica al Este de la región Piura, en la parte occidental de la cordillera de los andes
piuranos. Limita por el norte con la provincia de Ayabaca y Piura, por el este con la provincia de
Huancabamba, por el oeste con la provincia de Piura y por el sur con la Región de Lambayeque.
Morropon se encuentra entre cerros. Existe un documento elaborado por la Comisión del Estatuto y
Redemarcación Territorial, que tuvo a cargo el deslinde de los limites de cada distrito de Lambayeque, en
la que se indica que los antiguos linderos jurisdiccionales del distrito de Túcume, por el lado este,
comprendían los siguiente: “La línea demarcatoria baja del cerro “Pítipo” (o “Pitipon” o
“Cachinche”)” (Comisión 1947: 167). Actualmente existe un distrito llamado Pitipo, en la comprensión
de la provincia de Ferreñafe, pero el topónimo original ha quedado en desuso. En la leyenda de Ñaymlap,
narra que Fempellec, fue el último miembro de la dinastía lambayecana, y debido a la carencia de un jefe
nativo ancestral en la región Lambayeque, esta es objeto de la primera invasión producida por la etnía
Chimú, dirigida por el Chimu Capac, que instauro una nueva dinastía, constituida por Pongmasa,
Pallesmassa y Oxa (Cabello 1951: 327330; Fernández 2004: 196). Existió un jefe nativo llamado Pongmasa,
lo que indicaría que el lexema “pong”, esta presente en la composición del nombre de un personaje
nativo ancestral. El padre Calancha (1971: 1242) al referirse a los Pacasmayos y Yungas, narra que ellos
adoraban a unas piedras que llamaban Alecpong, que es una deidad en piedra, eran tan veneradas y
ninguno de ellos pisaba cerca de ellas, y al pasar le hacían sumisa adoración, y en señal de suplica y
sujeción, le hechaban piedra o palo que había en cantidad en varias partes.
Huacas y Huancas
En la serranía de Lambayeque, en la comprensión de Penachí se encuentra el cerro Yanahuanca, es
topónimo quechua, que proviene de las voces Yana, que significa negro color moreno (Gonzales Holguín
1608: 364). Este topónimo está en relación con el topónimo Yanacona, que proviene del quechua
Yanacuna (Gonzales Holguín 1608: 364) que significa “los criados, o un criado (…)”, y huanca, que
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significa peñón, pedrón y montón de piedras (Ludeña de la Vega 1982: 132). En otras palabras, vendría a
ser la piedra sagrada del sirviente o la piedra de color negro. Debemos recordar que los antiguos
Penachíes se sublevaron, siendo doblegados por los Incas (León Barandiaran 1938: 9395). Este
sojuzgamiento debió convertirlos en yanaconas y el adorar al cerro, originaría que se convirtiera en
huanca. Esto tiene una condición distinta, que aparece en la leyenda de la enemistad de cerro Chaparrí
con cerro Yanahuanca, demostrando la lucha y la dualidad entre los cerros, mientras Chaparrí es el cerro
solar, Yanahuanca es el cerro del mal.
En el área de las juntas, está el cerro La Virgen. Se denomina las juntas, porque en épocas de
crecidas de los ríos Motupe y Chotoque se juntan y producen cierto malestar en la población.
Antiguamente, al pie de cerro La Virgen, existió un complejo arqueológico constituido por estructuras
piramidales (huacas) que estaban al pie o junto al cerro. No tenemos información de cual fue el topónimo
ancestral de este cerro. En el ámbito del centro poblado de corral de Piedra, existe un sector conocido
como Puncurumi, que significa puerta de piedra. En el pasado, transitó por esa zona el ramal de un río,
existiendo una huanca de piedra de forma rectangular que está al pie de un cerro. En el caso de las
huancas, es necesario recordar el planteamiento de Julio C. Tello (citado por Antonio Núñez Jiménez
1986: 600), cuando indica que:
“Además de las pakarinas o residencias de las principales divinidades, los indios tenían
ciertos símbolos que representaban los espíritus de otros seres y fenómenos de la naturaleza.
Una piedra larga, Wanka, colocada verticalmente en los terrenos de cultivo simbolizaba la
fertilidad.”
Existen diversos tipos de huancas o piedras sagradas, que tienen diversa altura, ancho y forma,
pero el significado es el mismo, la veneración, el respeto y la gratitud a los antepasados muertos, que en
realidad están vivos, que prodigaban buenas cosechas, lluvias y evitaban los fenómenos naturales del
pasado. En el caso específico de cerro Chalpon, es en sí mismo, la unión de dos cosas, una de ellas es
desde el punto de vista del sincretismo religioso, siendo un cerro encantado, pero también es una gran
huanca o piedra sagrada, venerada como parte de la creencia católica, debido a que en el cerro, está la
gruta o cueva en la que se encuentra la Santísima Cruz de Chalpon de Motupe.
Este comportamiento de cerros y huacas, está demostrado en los siguientes casos. Las ruinas de
Apurlec se encuentran entre Motupe y Jayanca, al extremo norte de la ciudad de Chiclayo, distinguiendo
en el área donde se asienta este gran vestigio arqueológico, un pequeño promontorio natural, conocido
como cerro Apurlec, que en palabras de Brüning afirmaba lo siguiente: “Puede ser que este cerro haya
dado nombre al paraje, “Apurlé” parece ser corrupción de la palabra mochica; “Apudlec” que quiere
decir: donde los (las) dos, refiriéndose a los dos puntos del cerrito” (Brüning 1917: 200). Existieron
agrupaciones étnicas independientes, asentadas en la cuenca de Motupe, que tienen sus emplazamientos
en base a la relación de cerros, huacas y huancas. La antigua zona de Sinto, se encuentra en la parte
media del valle Chancay Lambayeque, en esa área está el canal o río Taymi, el río Lambayeque y el río
Reque. Al pie de cerro Pátapo zona del antiguo Sinto, se encuentra el adoratorio o huanca (Fernández
2004: 44). En la parte media del valle de La Leche, por donde pasan los antiguos ramales de este río, se
ubica el antiguo Túcume, en donde esta cerro el Purgatorio o la Raya, dentro del complejo arqueológico
existe el recinto conocido como el templo de la piedra sagrada, estructura de adobe, que tiene en el centro
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del mismo, un gran bloque de piedra de más de un metro de alto, que es una huanca (Narváez 1996: 116).
Hacía la margen izquierda del río Reque, en la parte baja de la cuenca del Lambayeque, se asienta el
complejo arqueológico de Siete Techos o Siete Petates. Dentro de este sitio se encuentra un gran bloque
de piedra, que simula ser la boca de un gran felino (Rondon 1969: 253). Este asentamiento está al pie de
cerro Reque (o llamado antiguamente el cerro Gran Callanca). Este gran bloque de piedra esta rodeado
por un muro de adobe, que lo protege por los cuatro lados, siendo una construcción para adorar a la
piedra sagrada.
La tradición popular y los encantos
El concepto de tradición es el legado cultural que se trasmite de generación en generación. La
tradición es una parte del folclor, y por ende del saber popular, sin el, no habría la continuidad de lo que
hemos heredado del pasado ancestral. Dentro de este enfoque, una parte de la tradición es la fuente oral,
la que se encuentra ejemplificada a través de los mitos, leyendas, cuentos entre otros relatos; para ello es
menester discernir acerca de la diferencia que existe entre mito y leyenda, dado que existen narraciones
que están tipificadas como tales. El mito tiende a dar las explicaciones de origen, aplicadas al hombre o a
la naturaleza, asociando elementos de creación. El mito se relaciona a ceremonias que conmemoran y
reviven su contenido, es por esta razón que el mito está cercanamente relacionado a la religión. El otro
aspecto es que el mito describe relatos que no precisan tiempos, por eso son atemporales. La leyenda es
un tipo de fuente oral diferente al mito, porque narra episodios o aventuras de héroes, que pueden o no
tener origen divino, relacionadas también a fundadores de dinastías y vinculados a territorios geográficos
conocidos, dentro de este campo, se enmarcan las leyendas de cerro La Vieja y la leyenda de cerro
Chalpon y cerro Rajado.
Uno de los relatos más conocidos de la tradición oral motupana, es la Leyenda de cerro La Vieja,
la misma que ha sido reportada por Brüning (1927) y León Barandiaran (1938). Esta narración tiene
ciertos aspectos a considerar que hemos separado en nueve ejes a tener en cuenta, estos son: (1) La
presencia de Jesús, (2) La existencia de cerro La Vieja, (3) Los dos ancianos (masculino y femenino), (4)
La sed (el agua), (5) La venta de la sandía, (6) Las sandías y los ancianos se convierten en piedras, (7) La
maldición, (8) La vieja se torna en piedra más grande, y (9) El viejo se torna en piedra más pequeña
(Fernández 2007).
Este relato sin lugar a dudas, se encuentra dentro de la óptica de la concepción católica, al
presentar la llegada de Jesús, que Narváez (2001) define como el cristo andariego; el otro aspecto es la
existencia de un promontorio rocoso llamado actualmente como cerro La Vieja, que Brüning y
Barandiaran, reportan su nombre ancestral que era Errepon. Es aquí donde es necesario detenernos un
momento, al analizar el tema de la dualidad a través del género de los dos ancianos que son la oposición
necesaria en la constitución del equilibrio, tales son los casos del bien y el mal, el día y la noche, el sol y
la luna, entre otros elementos duales. El tema del agua, está tratado de diversas maneras en el Génesis de
la Biblia, ante la desgracia de un pueblo o de una persona, Dios siempre estaba para proveer su ayuda,
sea a través del samaritano, de Moisés cuando en medio del desierto el pueblo de Israel tuvo sed,
demostrando su piedad en situaciones difíciles, no negar el agua a nadie; sin embargo, en este caso, la
leyenda indica que se le negó el agua a Jesús, hecho de gravedad si lo comparamos con los episodios
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bíblicos que es contrario a este hecho. El pedido y la negación, se produce cuando Jesús pide agua para
saciar su sed y no le dan; y mucho más cuando quiere comprar sandías, y le niegan la verdad que era
evidente ante los ojos del mismo Jesús, produciendo que en el hijo de Dios, convirtiera a las sandías y a
los ancianos en piedras. Este hecho nos hace evocar nuevamente el Génesis de la Biblia, cuando Lot,
recibe a los dos ángeles del cielo, enviados por Dios, para destruir la ciudad de Sodoma y Gomorra por lo
corruptas que eran las gentes de esos lugares. En las sagradas escrituras, hablan sobre la acción de la
mujer de Lot y se indica: “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de
sal” (De Reina 1938, Génesis, Cap. 19, Versículo 26: 17).
Estos dos elementos entre el relato de la Biblia y la leyenda, se refieren a mujeres; al tratarse de la
mujer de Lot, y La Vieja que le negó el agua a Jesús; el segundo hecho, es ser convertidas en estatuas de
sal y de piedra. Esto demuestra claramente, la connotación católica entre los dos relatos. Por ende, la
maldición de Jesús cuando dijo: “pues si son piedras, en piedras se convertirán y ustedes también”, eso
guarda relación cuando uno observa detenidamente la piedra que está sobre el cerro, y se ve que está
inclinada, como si fuera una Vieja, siendo en realidad una antigua huanca (piedra sagrada). En esta
misma línea temática, Narváez (2001: 191) registra narraciones de personas de Motupe que cuentan el
caso del Jesucristo andariego, que esta en vinculación con la leyenda de cerro La Vieja. Es de resaltar que
dentro de algunos de estos relatos, existe uno, es el de Jesucristo cuando es atendido y bendice a las
personas, y a quienes no le ayudan les va mal, este comportamiento evoca el caso de los Ritos y
Tradiciones de Huarochirí, que reporta el padre Avila (Taylor 1987: 5273), en donde Cuniraya, cuando
iba en busca de Cahuillaca, y preguntaba a los animales en el camino, aquellos que le daban buenas
noticias les auguraba el bien y aquellos que no les maldecía.
El tema de ser convertido en piedra, también se encuentra en el relato entre el compadre y la
comadre, por la acción de ser un pecado de incesto, son convertidos en piedra o devorados por el
demonio (Narváez 2001: 154). En el mito de La Prisión del Diablo y el Cerro Mulato (Barandiaran 1938:
3), se registra que quien oyera cacarear a las gallinas, el ruido del agua al regar el jardín y música del
diablo, se convertiría en piedra. Estos hechos llevan a inferir la connotación de la piedra como señal de
inmovilidad y de asociación a los cerros y encantamientos. El convertirse en piedra se aprecia
nuevamente en el relato “Guatan, dios de los vientos” (Barandiaran 1938: 4748), al contemplarse como
un castigo, no cumplir con lo ofrecido por Acallanga, indio mochica que fue convertido en piedra por el
dios Guatan.
Otro relato propio de Motupe es El cerro Chalpon y el cerro Rajado Cruz de Dios y Cruz del
Diablo, que gracias a la pluma de León Barandiaran (1938) esta narración tiene los siguientes elementos
que debemos analizar: (1) Los dos cerros fueron hermanos, (2) Centinelas avanzados del cielo, (3) Cerro
Chalpón fue dedicado a Dios (Figura 3), (4) Cerro Rajado se dedicó al servicio del diablo, (5) Existencia
de jagüey o manantial en cerro Chalpón, (6) Cerro Rajado es oscuro, tétrico y negro, (7) La gruta, la
cama de piedra y el jardín en cerro Chalpón, (8) La Cruz en cerro Chalpón, (9) Raya producida por el
sablazo del arcángel Gabriel en su lucha con el diablo; y (10) La Cruz de cerro Rajado fue descubierta
por quienes encontraron la Cruz de Chalpón (Fernández 2007).
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Figura 3 Cerro Chalpon en Motupe
Estos aspectos son materia de una reflexión que permita desentrañar el verdadero mensaje que se
oculta detrás de toda la narración. En el primer aspecto, los dos cerros existen en el ámbito geográfico de
Motupe. Al contemplar cada uno de estos cerros, se deduce que los dos están alejados, pero uno es
visitado por la población; y el otro es desolado, en esta parte se encuentra la concepción dual, del bien y
el mal, el día y la noche, el sol y la luna, opuestos pero necesarios, para guardar el equilibrio de las
fuerzas espirituales y naturales del mundo. En el caso del quinto elemento, antes de llegar a la gruta
existe un jagüey o manantial, que es visitado por los fieles devotos católicos que van a venerar a la
Santísima Cruz de Chalpón de Motupe. En el caso de la gruta y la cama de piedra, es donde vivió y
descanso Fray Juan de Abad, conocido como el Padre Santo o el Ermitaño del Chalpón (Del Castillo
Niño 1967 : 5960). Como parte del sétimo aspecto, en el relato se encuentra la referencia de un jardín,
este tema está dentro de la concepción nuevamente del Génesis de la Biblia, y al mismo tiempo guarda
relación con los encantos. Narváez indica que los pobladores de Motupe aseguran de la existencia de un
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“jardín” en el cerro de la Cruz de Chalpon. Es un lugar tabú, la gente no va allí por temor (Narváez 2001:
103). Esto lo he corroborado por la versión del señor José Sánchez, en el caserío del Sapote, que nos
relató el caso de un joven piurano que fue en busca de referido jardín, pero a pesar de que mucha gente le
dijera que no vaya, él fue, y en su intento por subir, resbaló y cayó al vacío, muriendo. También nos narró
que él había subido muchas veces a cerro Chalpón, para recoger leña, pero nunca ha logrado ver nada.
Existe un grupo de personas que dentro de una creencia católica, son de la idea que quien sube con la
intención de encontrar el jardín, no podrá verlo y sólo podrá hacerlo una persona inocente y pura que no
lo busque. En una oportunidad que recorrí el trayecto hacía la gruta de cerro Chalpon, y al conversar con
un poblador que vendía recuerdos de la Santísima Cruz, me dijo, “no se salga del camino hacía la cruz,
porque si se sale el cerro esta encantado”. Esto evidencia porque la muerte de ciertas personas al querer
llegar a lugares prohibidos o no conocidos, existiendo una lucha entre el bien y el mal en el mismo cerro
Chalpon. Alfredo Narváez indica, que detrás del tema del jardín, existe una influencia cristiana, derivada
del mito del jardín del paraíso o el jardín del Edén, en el Génesis (Antiguo Testamento). En base a la
afirmación propuesta, transcribimos un fragmento de la Biblia sobre este tema:
“y había Jehová Dios plantado un huerto en Edén al oriente, y puso allí al hombre que había
formado. Y había Jehová Dios hecho nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno
para comer: también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de ciencia del bien y
del mal.” (De Reina 1938, Génesis, Cap. 2, Versículo 8 y 9: 2).
Los tres últimos temas planteados en la leyenda, como son el hallazgo de la Cruz en cerro Chalpón,
un 5 de Agosto de 1868 por José Mercedes Anteparra Peralta y Rudesindo Ramírez. La explicación que
versa sobre la raya producida por el sablazo del arcángel Gabriel en su lucha con el diablo, obviamente es
una interpretación eminentemente cristiano católica. Al final se concluye, que la Cruz de cerro Rajado,
fue descubierta por quienes encontraron la Cruz de Chalpón, Bachmann (1921) y Del Castillo Niño
(1967) narran aspectos de este pasaje legendario. La leyenda está recubierta de una mixtura de
situaciones cristianas y ancestrales, representados por la fe católica y los cerros que están referidos a los
encantamientos.
En el ámbito del actual distrito de Chochope y de Motupe se encuentra el cerro Pumacirca, es un
cerro que fácilmente se puede observar desde lo alto de Huaca Colorada, ubicado entre cerro Sonolipe y
el distrito de Chochope, tiene una forma como si fuera algo que va a saltar, de por sí es un cerro
imponente, que está en estrecha relación a los encantos. Acerca de este cerro, la denominación de
Pumacirca procede del quechua, Diego Gonzales Holguin (1608: 294) registra que la palabra Puma,
significa león, y Circa, quiere decir, veta de metales (veta = mina) (Gonzales Holguin 1608: 84). En otras
palabras, es el cerro de la veta del puma. En el pasado toda la costa, la sierra y el oriente fue el hábitat de
gatos monteses y pumas, llamados erróneamente tigres o leones por los españoles en el siglo XVI. Existe
una fuente referida al cerro Pumacirca, a través de una leyenda recogida por Alfredo Narváez (2001 :
320) en Motupe, en la que un poblador narra que el cerro, visto desde el Este tiene la silueta de un puma
de piedra como si estuviera descansando, por ello sostiene el poblador que “Pumarcirca, dicen puma es
de piedra”. En esta misma perspectiva, Falla (2002: 7172) registra un relato acerca del cerro Pumacirca,
narra que en su ruta hacia Penachí, hubieron tres amigos que se quedaron a descansar en el cerro, de ellos
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Los encantos son territorios vedados, peligrosos; allí pertenecen los demonios, los monstruos
gentílicos de apariencia terrorífica o, trampeando con un aspecto humano inofensivo; allí están
los dueños y amos de la oscuridad, la noche, el mundo de las tinieblas. Los encantos son, por ello,
vasallos de la Luna; se alegran con ella, por ser su protectora. Los encantos son también
sinónimo de cavernas y profundidades que presentan huacas o cerros, a donde hombres, mujeres
o niños se dirigen sin explicación aparente para ser comidos.
Los encantos son territorios que atraen a los mortales comunes, los distraen, engañan y por fin
devoran, cuando los hombres ingresan a ellos, pocas veces salen; cuando consiguen hacerlo
generalmente mueren, si es que no son atendidos por un experto viajero de estos mundos: el
maestro curandero, habituado a lidiar con ellos. Este hombre prodigioso, por encima de su
sabiduría y conocimiento tradicional, debe tener por sobre todo, coraje: Es valiente, está seguro
de su ciencia e inteligencia. Solo él puede doblegar a los encantos. Mas cuando éstos son
poderosos y bravos, pueden acabar con su vida por tal atrevimiento. El maestro, trabajando con
sus artes, conoce y enseña el camino de retorno y redención del alma perdida. Ordenador y guía,
sacerdote intermediario entre Dios y los hombres, cura el cuerpo y devuelve el espíritu detenido o
capturado por los encantos.
Los encantos son antropófagos, gustan del género humano sin distingos de raza, credo, edad o
sexo. El encanto es malo, produce daño, destruye vidas y familias, acaba con las cosechas, los
animales, amigos, destruye voluntades, engaña a los hombres con sus tesoros, brillos y grandezas
que deslumbran. El encanto tiene mucho poder, es eterno, de alguna forma el encanto también es
Dios. Tiene territorios conocidos, en muchos casos no es posible pasar delante de ellos sin
despertar su enojo, por ello debemos llevar una ofrenda, alimento, bebida, quizás desea coca o
cigarros. No hacerlo es una ofensa (Narváez 2001: 83 – 84).
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Conclusiones
Es importante indicar que los cerros son cadenas montañosas o promontorios rocosos, constituidos
por piedras de diversas variedades, por ello piedra y cerro tienen la misma connotación y valor ancestral,
tanto en el pasado como en el presente. Los cerros o apus tutelares cumplieron un rol importante en el
mundo andino, Narváez (2001: 96) propone que los cerros son lugares de encanto. Los nativos en el
momento del contacto, tuvieron como dios a un árbol, un cerro, una cumbre, una fuente, un risco, un
manantial, una piedra, un animal, una laguna, una culebra, un sapo, un montón de piedras, el fuego, un
ave, un río, una estrella, sus caciques y señores cuando eran mansos, liberales y afables; otros adoraban a
leones, tigres, osos y zorras para que no les hiciesen mal (Cabello 1951: 258); todos estos elementos eran
dioses que les prodigaban protección y bienestar, en un mundo diamentralmente distinto en usos y
costumbres al mundo europeo del siglo XVI. Los cerros tienen el mismo sentido que la piedra para el
mundo nativo ancestral lambayecano, como también es el vínculo entre huacas y huancas, que combinan
muy bien con los encantos que tienen el poder y la energía. Todo es parte de un mundo ancestral
prehispánico, que inicialmente los españoles lo veían como un mundo idolatra, si lo comparamos con la
visión monoteísta que traían desde Europa. Es dentro de este marco que los cerros tienen estrecha
relación con un lexema mochica lambayecano, que aparece en ciertas zonas, y en realidad forman un
todo integrado para el mundo nativo ancestral de Lambayeque. De igual manera es evidente la
combinación y la mezcla de la tradición ancestral nativa con la tradición hispano católica, encubriendo el
tema de la piedra desde una visión ancestral en contraposición a la tradición hispano católica, hecho que
podemos comprobar en los relatos propuestos para el caso de Lambayeque.
Tanto piedra como cerro se refieren a cosas sagradas o sacralizadas por acción de la creencia de la
población existente en el pasado. Existen sitios que aparte que mantienen el nombre antiguo son lugares
de culto, y al mismo tiempo son sagrados. La continuidad del lexema mochica “pon” con ciertos
nombres de personajes nativos ancestrales, de deidades y de cerros, ratifica la importancia y la fuerza que
tuvieron estas denominaciones, asociadas a dioses o seres semi divinos en tiempos prehispánicos en la
antigua costa norte lambayecana del Perú. En la lengua quechua, hemos percibido el mismo
comportamiento, tanto con el elemento piedra, como con el elemento cerro. La furia del Dios católico se
mezcla con la furia de las deidades ancestrales nativas, pareciendo que el origen está en el momento
hispano, siendo en verdad falso y aparente, porque todos las referencias siempre evocan aspectos nativos
ancestrales, más que aspectos hispánicos. En base a las leyendas demostramos el poder que tenían los
deidades prehispánicas para convertir a un ser en piedra.
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