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Docetismo.

Según la Iglesia Católica, el docetismo constituye la herejía que niega la realidad


carnal del cuerpo de Cristo. Por su etimología viene de la voz griega dokéo,
parecer, dókesis, apariencia. Sirve para designar la creencia de los que no
admiten que Jesucristo ha sido hombre verdadero, con cuerpo de carne y hueso.
Por consiguiente, sería solo apariencia lo que los Evangelios cuentan y
la Iglesia enseña sobre la concepción humana de Cristo, su nacimiento y su vida,
sobre su pasión, muerte y resurrección.

Otros niegan su humanidad y vieron en su concepción, nacimiento, muerte y


resurrección solamente fenómenos aparentes, sin la menor realidad objetiva.
Incluso el filósofo gnóstico Basílides afirmó, para explicar el traslado de la cruz,
que fue Simón de Cirene y no Cristo quien la cargó, de manera de argumentar a
favor de la presencia aparente y no real física de Jesús, pero éste argumento es
erróneo, ya que en el registro bíblico se manifiesta que Simón cargó con la cruz
después de que a Jesús le propinaron tanto golpes en la cabeza como azotes en
el cuerpo, lo cual deja en evidencia que Jesús no la cargó sencillamente por
encontrarse demasiado débil y malherido (Véase Mateo 27:26-32; Lucas 23:25-
26), mas no por no hallarse en presencia corporal real.

El docetismo del griego dokein (parecer) interpretó la encarnación del Verbo como
una mera apariencia. Según ellos, Cristo solo parecía humano. Su cuerpo no sería
un cuerpo real sino una apariencia de cuerpo. Ésta creencia brota de una
concepción negativa de la carne y de todo el mundo material propia
del gnosticismo del cual proviene esta herejía.

En efecto, los gnóstico oponían el espíritu, al que consideraban como un principio


bueno y puro, a la materia, a la que consideraban como su opuesto. Según esto,
el proceso de redención del hombre consistía en una progresiva purificación de
todo lo que fuera materia con el fin de hacerse espíritu puro. Así, el Verbo no se
podía rebajarse haciéndose verdaderamente carne o materia.

En el Evangelio del Apóstol San Juan aparece claramente la verdad de la


encarnación negada por los docetas: «Y la Palabra se hizo carne, y puso su
morada entre nosotros»» (1Jn 1,13-14). De igual manera en las cartas de San
Juan se denuncian y censuran con claridad estos errores: ««Podréis conocer en
esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne,
es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del
Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya estará en el mundo»
(1Jn 4,2-3), «Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que
Jesucristo ha venido en carne. Ese es el Seductor y el Anticristo» (2Jn 7).

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