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Pontificia Universidad Gregoriana

FACULTAD DE TEOLOGÍA
DEPARTAMENTO DE TEOLOGÍA DOGMÁTICA

Hacia la Comunión
TDC034: L’EREDITÀ DI LUTERO 500 ANNI DOPO

II CICLO

Estudiante: Jaime Alberto Cruz Vásquez (165082)


Profesor: P. Philipp G. Renczes

Año académico
2017-2018
2

HACIA LA COMUNIÓN

«Un hombre tenía dos hijos» (Lc 15,11). Con estas palabras inicia Lu-
cas la parábola del hijo pródigo, tal vez, una de las más conocidas entre las
parábolas de Jesús. En ella se describe la realidad de una familia, unida bajo
un mismo techo, que experimenta la ruptura de su comunión ante el deseo
del hijo menor de recibir su parte de la herencia y hacer vida independiente
(Cfr. Lc 15,12-19), provocando los celos de su hermano mayor (Cfr. Lc
15,25-30) y hasta su aversión por él: «pero llega ese hijo tuyo…» (Lc 15,30:
el hermano mayor niega su vínculo de sangre y le niega hasta el mismo nom-
bre a su hermano menor).
En la parábola siempre sobresale la actitud tranquila, serena y amorosa
del Padre, que deseando ver su familia en una comunión perfecta, sabe espe-
rar, perdonar y hasta mostrar un rostro “materno” con palabras dulces que
tocan los corazones de sus hijos.
El presente trabajo pretende desarrollar en un escenario similar al de
la parábola, el esfuerzo por la comunión, partiendo de un estado inicial de
relativa tranquilidad dentro del hogar (revelación bíblica - Casa), pasando
por la división (escisión en cartas de Juan y Lutero - Ruptura) hasta el nuevo
acercamiento a la comunión (Diálogo ecuménico – Hacia la Comunión).
No se pretende desarrollar puntos teológicos específicos, sino más bien,
mostrar el esfuerzo por la perfecta comunión, tarea siempre abierta para los
discípulos, que en la actualidad, 500 años después de la reforma protestante,
encuentra significativos avances pero necesita todavía de la oración, acerca-
miento, estudio y apertura al Espíritu por parte de todos los cristianos hasta
“llegar a ser uno” a imagen de la Trinidad (Cfr. Jn 17,21).
3

1. La casa del Padre

«Pero el padre le respondió: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo


mío es tuyo. Pero tenemos que alegrarnos y hacer fiesta, porque este hermano
tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encon-
trado”» (Lc 15,31-32).
En la parábola del hijo pródigo, del padre misericordioso, o parábola del
amor del padre según J. Jeremías1, Jesús justifica su ministerio en medio de
los pecadores frente a aquellos que se consideraban justos (Cfr. Lc 15,1-2) y
criticaban su obrar entre los recaudadores de impuestos y pecadores. Como
personaje central aparece el padre, que es el primero en ser mencionado en
la parábola (Lc 15,11), y será, también, el último en salir de escena (Lc
15,32). En el padre sobresale un deseo: ver a su familia reunida, anhelo otras
veces expresado por Jesús en su ministerio público: «¡Jerusalén, Jerusalén…
cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polli-
tos debajo de sus alas, y ustedes no han querido!» (Mt 23,37), «Que todos
sean uno» (Jn 17,21.22). En este anhelo de unidad del NT (de Jesús mismo)
se puede encontrar un vestigio del AT, el cual se puede iluminar con los
siguientes textos:
1. Salmo 87: «Sus cimientos están en el monte Santo. El Señor ama las
puertas de Sión, más que todas las moradas de Jacob. Cosas sorpren-
dentes se dicen de ti, ciudad de Dios. Mencionaré a Egipto y a
Babilonia entre los que la conocen, filisteos, tirios y etíopes han nacido
allí. Se dirá de Sión: “Todos han nacido en ella, Él mismo, el Altísimo,
la ha fundado”. El Señor inscribe en el registro de los pueblos: “Este
nació allí”. Y danzarán y cantarán: “Todas mis fuentes están en ti”».
Salmo 133: «¡Qué agradable y delicioso es que los hermanos vivan
unidos! Es como ungüento perfumado derramado en la cabeza, que
baja por la barba de Aarón hasta el borde de su ornamento. Es como
rocío del Hermón que destila por las colinas de Sión. Allí envía el
Señor la bendición, la vida por siempre».
2. Isaías 2,2-3: «Al final de los tiempos estará firmemente establecido el
monte del templo del Señor en la cumbre de las montañas, se elevará
por encima de las colinas. Hacia él caminarás todas las naciones, ven-
drán muchos pueblos y dirán: “vengan, subamos al monte del Señor,
al templo del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos e iremos por
sus sendas”. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del
Señor».

1
Cfr. J. JEREMIAS, Las parábolas de Jesús, 158.
4
3. Génesis 12,1-3: «El Señor dijo a Abrán: -Deja tu tierra, tus parientes
y la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te indicaré. Yo haré de
ti un gran pueblo, te bendeciré y haré famoso tu nombre, que será una
bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te
maldigan. Por ti serán benditas todas las naciones de la tierra».
Resulta significativo observar cómo esta idea de universalidad aparece en
las tres partes de la Tanaj (Torah, Nevi`ìm y Ketuvim), reconociendo que
aunque no es una idea muy fuerte dentro de todos los libros, no por ello me-
rece poca importancia.
En el Nuevo Testamento, la idea de salvación universal se hace fuerte
desde el inicio de la predicación apostólica, como lo reflejan las cartas pau-
linas, para las cuales el Evangelio está ya obrando esa salvación en medio de
las comunidades que lo han recibido:
1. 1ª Cor 15,1-4: «Les recuerdo, hermanos, el evangelio que les anuncié,
que recibieron y en el que han perseverado. Es el evangelio que los
está salvando, si lo conservan tal y como lo anuncié; de no ser así ha-
brían creído en vano. Porque yo les transmití (Paredōka), en primer
lugar, lo que a mi vez recibí (Parelabon): que Cristo murió por nues-
tros pecados, según las Escrituras, y que fue sepultado; que resucitó
al tercer día según las Escrituras».
2. Gal 3,26-29: «Efectivamente, todos ustedes son hijos de Dios en
Cristo Jesús mediante la fe, pues todos los que han sido consagrados
a Cristo por el bautismo, de Cristo han sido revestidos. Ya no hay dis-
tinción entre judío o no judío, entre esclavo o libre, entre varón o
mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si don de
Cristo, son también descendencia de Abrahán, herederos según la pro-
mesa».
3. 1ª Tim 2,3-6: «Esto es bueno y grato a los ojos de Dios, nuestros Sal-
vador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad. Porque Dios es único, como único es tam-
bién el mediador entre Dios y los hombres: un hombre, Jesucristo, que
se entregó a sí mismo para redimir a todos».
De hecho, la Iglesia pronto entendió su misión como anuncio universal
de la Buena Noticia: «Vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia
a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará, pero el que no crea, se
condenará» (Mc 16,15-16), «Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y
tierra. Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para con-
sagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» (Mt 28,18-19). Lucas
concluye su Evangelio con la ascensión y la espera-preparación por parte de
los discípulos del día de pentecostés (Lc 24,50-53) mediante su oración cons-
tante en el templo de Jerusalén, por ello, es necesario mirar el segundo relato
5
lucano de la ascensión, narrado en Hch 1,3-11, para descubrir la universali-
dad de la misión eclesial: «ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; él
vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea,
en Samaria y hasta los extremos de la tierra» (Hch 1,8). Los sinópticos coin-
ciden en hacer de las palabras de despedida de Jesús, sus últimas palabras a
los apóstoles, todo un programa misionero para su Iglesia caracterizado por
dos elementos: palabra (anuncio) y sacramento (bautismo).
En el Evangelio de Juan esta universalidad se halla dispersa en toda su
obra, pero basta mirar el relato de la Samaritana para descubrir la tarea uni-
versal de la Iglesia, inaugurada por el mismo Jesús al pisar tierra pagana:
«Créeme, mujer, está llegando la hora, mejor dicho, ha llegado ya, en que
para dar culto al Padre, no tendrán que subir a esa montaña ni ir a Jerusalén.
Ha llegado la hora en la cual los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad» (Jn 4,21.23); tarea caracterizada por la palabra («Señor
¿A quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna» Jn 6,68) y los sacramentos
(«Yo les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben
su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día» Jn 6,53-54; «Yo te aseguro
que el que no nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios» Jn 3,3).

2. Ruptura: dame mi parte; hace ya muchos años que te sirvo


Comunidad Joánica
La vida de la Iglesia apostólica2 no siempre se caracterizó por su uni-
dad, como lo permite ver algunas de las cartas de Pablo y el libro de los
Hechos; pero en todos estaba la conciencia de pertenecer a la misma comu-
nidad de salvados en el Misterio Pascual de Jesucristo. Al interior de la
comunidad empezaron a aparecer dificultades: «les ruego, hermanos, por el
nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se pongan de acuerdo para que no

2
«La duración de la Iglesia apostólica neotestamentaria puede ser comprendida mejor
cuando se la articula desde un punto de vista histórico-literario. En primer lugar, se en-
cuentra el período apostólico, entre los años 30-65, que está marcado por los grandes
apóstoles Santiago, Pedro y Pablo; en segundo lugar, las generaciones siguientes o pe-
ríodo postapostólico, a partir del año 66, que inicia con la expresión que alude a los
apóstoles ya desaparecidos y se prolonga hasta el final del Nuevo Testamento (entre 125-
150). Sin embargo, el adjetivo “apostólico” aparece por primera vez con Ignacio de An-
tioquía (primera mitad del siglo II), tanto en una inscripción de la carta A los Tralianos,
donde se recuerda el modelo de los apóstoles, como en el Martirio de Policarpo, donde
se alude a la norma establecida por su doctrina (XVI, 2)»: S. PIÉ-NINOT, Eclesiología.
La sacramentalidad de la comunidad cristiana, 118.
6
haya divisiones entre ustedes, sino que conserven la armonía en el pensar y
el sentir… unos otros andan diciendo: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de
Pedro, yo de Cristo”. Pero, ¿es que está dividido Cristo?» (1 Cor 1,10-13),
«Pues bien, ni siquiera Tito, mi acompañante, que era de origen pagano, fue
obligado a circuncidarse. El problema lo crearon esos intrusos, esos falsos
hermanos infiltrados para coaccionar y convertirnos en esclavos. Pero ni por
un momento nos dejamos someter, pues era necesario que la verdad del evan-
gelio permaneciera íntegra entre ustedes» (Gal 2,3-5), «¡ojo con esos perros,
con esos falsos predicadores, con esos que se empeñan en mutilarse! La ver-
dadera circuncisión somos nosotros, los que damos un culto nacido del
Espíritu de Dios y hemos puesto nuestro orgullo en Jesucristo, en lugar de
confiar en nosotros mismos» (Flp 3,2-3).
A pesar de todas estas dificultades, el libro de los Hechos muestra como
la presencia de los apóstoles resultó clave para asegurar la unidad de la Igle-
sia, según lo narra el episodio de la Asamblea de Jerusalén que ocupa el
capítulo 15 del segundo volumen de la obra lucana (Cfr. Gal 2). Pero ¿Qué
sucedería al desaparecer los apóstoles? Las cartas de Juan y la historia pos-
terior darán la respuesta.
1 Jn adquiere mejor sentido si se la entiende como compuesta en un período
posterior a la aparición del Evangelio, cuando la lucha contra la sinagoga y “los
judíos” no era ya una cuestión candente. Más bien lo que había sucedido enton-
ces era una división entre los cristianos joánicos, suscitada por sus puntos de
vista diferentes sobre Jesús. Ambos grupos aceptaban la profesión de fe del
Evangelio de que el Verbo era Dios, pero discordaban sobre la importancia de
lo que la Palabra había hecho en la carne…, sobre el modo como había “cami-
nado”. Un grupo opinaba que sus acciones constituían una norma moral a
seguir; el otro mantenía que creer simplemente en la Palabra era todo lo que se
necesitaba, y que lo que hacían los cristianos no tenían ninguna importancia,
como tampoco lo que hizo Jesús3.
Como se nota, las escisiones continuaron y el mismo Brown reconoce que
el destino de la comunidad joánica fue permanecer en lo que él denomina “la
gran Iglesia”, gracias a la cual pudo subsistir en el tiempo, aportándole a ella
su alta teología cristológica, mientras que los secesionistas llevaron su inter-
pretación hasta el docetismo y el gnosticismo y finalmente al montanismo4.
La historia seguirá siendo testigo de muchos procesos dolorosos dentro de
la Iglesia, incluso escuchará de San Cipriano la fuerte expresión “fuera de la

3
R.E. BROWN, Introducción al Nuevo Testamento, 495.
4
Cfr. R.E. BROWN, Introducción al Nuevo Testamento, 495
7
Iglesia no hay salvación”5, de seguro proclamada no como amenaza de con-
denación, sino como invitación a mantener la unidad de la comunidad de
salvación frente a aquellos que la ponían en peligro; sin embargo, esta lla-
mada a la unidad no siempre será escuchada, y la comunión se verá
resquebrajada en distintas épocas como en el cisma de oriente (1054), el
cisma de occidente (1378–1417) o la misma reforma protestante (1517).

Reforma protestante
En la antigüedad, el sustantivo latino reformatio se refería a la idea de cambiar
una situación presente negativa para regresar a los tiempos buenos y mejores
del pasado. En la Edad Media, el concepto reformatio se utilizaba muy frecuen-
temente en el contexto de reformas monásticas. Las órdenes monásticas se
comprometían a una reforma para vencer la decadencia de la disciplina y el es-
tilo de vida religioso. Uno de los grandes movimientos de reforma tuvo origen
durante el siglo X en la abadía de Cluny. A finales de la Edad Media, el concepto
de la necesidad de reforma se aplicó a la Iglesia entera. Los Concilios de la
Iglesia y casi todas las Dietas del Santo Imperio Romano mostraban su interés
por la reformatio. El Concilio de Constanza (1414- 1418) consideraba necesaria
la reforma de la Iglesia “en su cabeza y en sus miembros”. El mismo Lutero
empleó pocas veces el concepto “reforma”. En sus “Explicaciones de las no-
venta y cinco tesis”, Lutero afirma: “La Iglesia necesita una reforma que no sea
obra de un hombre, a saber, el Papa, o de muchos hombres, concretamente los
Cardenales –ambas formas ha mostrado el reciente Concilio–, sino que es la
obra de todo el mundo y, ciertamente, es la obra solo de Dios. No obstante,
solamente Dios, que ha creado el tiempo, conoce el tiempo para esta reforma”.
Por eso, lo que se designa con el término “Reforma” alcanza mucho más allá de
lo que Lutero enseñó y propuso. El concepto de “Reforma” como designación
de una época entera viene de Leopold von Ranke, quien en el siglo XIX popu-
larizó la costumbre de hablar de una “época de la Reforma”6. (Del conflicto a la
comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana de la reforma
en el 2017. Editorial Sal Terrae, 2013. Nn. 36-39).
Lutero en el fondo quería reorientar y restaurar la fe, despertar a la Iglesia
de su sueño y llevarla a ese encuentro con el Cristo de la Escritura; era testigo
de cómo la gente buscaba un certificado de su salvación, en parte provocado

5
Axioma descrito como dogma por Pío IX en la Encíclica Quanto conficiamur
moerore: «Sed notissimum quoque est catholicum dogma, neminem scilicet extra catho-
licam Ecclesiam posse salvari» DH, 2867.
6
Del conflicto a la comunión
8
por los predicadores de las indulgencias7, mientras el pueblo se olvidaba de
nutrir su fe, la cual tendía a apagarse8. Según Lutero, el efecto de predicar
las indulgencias era que el pueblo en ellas se refugiaba, veía en ellas un es-
cape de las penas del infierno tan temido, mientras que en el corazón no
alcanzaba un verdadero arrepentimiento, ni abrazaba la cruz del Señor e imi-
taba su vida.
Al momento de publicar sus 95 tesis, Lutero probablemente no tenía la
conciencia del movimiento que estaba empujando adelante, sino que pensaba
sólo en una tarea de escuela, un esfuerzo académico9. En sus Resolutiones,
un comentario publicado en 1518 con motivo de las 95 tesis del 31 de octubre
de 1517 en Wittenberg, Lutero escribe:
La Chiesa ha bisogno di una reforma, ma questo no è compito di un solo papa
né di molti cardinali, così come hanno dimostrato i due ultimi Concili (Basilea-
Ferrara-Firenze e il Lateranense V), ma è compito di tutto il mondo, anzi di Dio
soltanto. Ma il tempo di questa riforma lo conosce solo Dio che ha fondato il
tempo10.

7
«Nello stesso senso senso si può dire che la Riforma è nata da una preoccupazione di
carattere pastorale. Di grande importanza in questo quadro fu l`attività di Lutero come
confessore: ricevendo le confessioni dei fedeli Lutero ha aperto gli occhi sulle
conseguenze nefaste della predicazione delle indulgenze. Certo, la teologia ufficiale
condennava gli abusi e, soprattutto, aveva costruito, attraverso una serie di sottili
distinzioni e sofisticate disquisizioni, un discorso sulle indulgenze che da un lato voleva
salvaguardare il primato della grazia di Dio e la gratuità del perdono e dell`altro intendeva
mobilitare le risorse morali dei fedeli per la «soddisfazione» richiesta per le pene
canoniche. Ma alla prova dei fatti, il “vissuto” dei fedeli risultava molto diverso dal
“pensato” dei teologi... La conseguenza era che la gente non faceva più affidamento sulla
promessa di Dio ma sull`efficacia dell`indulgenza»: G. ALBERIGO, -al., Lutero nel suo
e nel nostro tempo, 131.
8
Cfr. G. ALBERIGO, -al., Lutero nel suo e nel nostro tempo, 124.
9
«Después de ellas (las Tesis), cuando se cierne la tormenta venidera, reiterados testimo-
nios demuestran que Lutero tiene conciencia de no ir más allá de un enfrentamiento de
escuelas teológicas»: Cfr. Martín Lutero. Jornadas Hispano-Alemanas sobre la persona-
lidad y la obra de Martín Lutero en el V Centenario de su nacimiento. Salamanca 1984 p.
30
10
G. ALBERIGO, -al., Lutero nel suo e nel nostro tempo, 120.
9
Al principio no se le prestó mucha atención a las tesis de Lutero, y se
convirtió en una simple disputa entre dos órdenes religiosas: Lutero y los
agustinos de un lado, y Tetzel y los dominicos por el otro11.
A Roma le preocupaba que las enseñanzas de Lutero fueran a subvertir la doc-
trina de la iglesia y la autoridad del Papa. Por consiguiente, fue llamado a Roma
para responder ante la corte de la Curia por su teología. Sin embargo, a instan-
cias del Príncipe Elector de Sajonia, Federico el Sabio, el juicio fue trasladado
a Alemania, concretamente a la Dieta Imperial de Augsburgo, para lo cual le
fue confiado al Cardenal Cayetano el mandato de interrogar a Lutero. El man-
dato papal decía que Lutero debía retractarse y que, en caso de que se rehusara,
el Cardenal tenía el poder de proscribir a Lutero inmediatamente, o bien arres-
tarlo y llevarlo a Roma. Luego del encuentro, Cayetano escribió una declaración
para el Magisterio de la Iglesia, la cual fue rápidamente promulgada por el Papa
poco después del interrogatorio en Augsburgo, sin responder a ninguno de los
argumentos de Lutero. Una ambivalencia fundamental persistió a través de todo
el proceso que llevó a la excomunión de Lutero. Lutero planteó preguntas para
la discusión y presentó argumentos. Tanto él como el público, informado me-
diante muchos panfletos y publicaciones sobre su posición y el proceso en
marcha, esperaban un intercambio de argumentos. A Lutero se le prometió un
juicio imparcial. No obstante, aunque se le había asegurado que se le escucharía,
recibió reiteradamente el mensaje de que debía retractarse o sería proclamado
hereje12. (Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Ca-
tólico Romana de la reforma en el 2017. Editorial Sal Terrae, 2013. Nn. 45-46).
Durante el proceso en contra de Lutero, y debido a que persistía en sus
doctrinas, el Papa Leon X promulga la Bula “Exsurge Domine” el 15 de junio

11
«En esta disputa de Heidelberg (1518) los agustinos tomaron parte ya contra los domi-
nicos, que en su capítulo correspondiente habían llegado a defender algunas
exageraciones condenadas antes por la Universidad de París, como aquella de que el alma
saltaba del purgatorio en cuanto la moneda sonaba en la caja recolectadora. ¡Nada de eso!,
dijeron los dominicos, el alma salta al cielo antes, puesto que no necesita tiempo, ese
tiempo precioso que precisa la moneda para cubrir la trayectoria del donante al cepillo.
Es algo caricaturesco, pero expresivo para ver cómo una contienda que no pasaba en
principio de lucha de escuelas tenía que acaban en confrontación más universal y pro-
funda cuando la avalancha de publicidad, la injerencia de elementos económicos,
financieros, políticos, convirtieron el enfrentamiento de académico en popular, y fue com-
prometiendo a Roma, al clero, a los príncipes y ciudades, al pueblo, a los teólogos, aunque
en diversa medida, claro está, hasta convertir a Lutero en hereje, muy a pesar suyo».
Martín Lutero. Jornadas Hispano-Alemanas sobre la personalidad y la obra de Martín
Lutero en el V Centenario de su nacimiento. Salamanca 1984 p. 32
12
Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana de
la reforma en el 2017. Editorial Sal Terrae, 2013. Nn. 45-46)
10
de 1520, en la cual se condenan los errores de Martín Lutero (Cfr. DH 1451-
1492)13. Aunque el papa León le dio a Lutero sesenta días para “retractarse
de sus errores” o someterse a la excomunión14, al final del proceso, y ante
el suceso del 10 de diciembre de 1520 cuando Lutero quemó públicamente
la bula “Exsurge Domine”, el papa, mediante la bula “Decet Romanum Pon-
tificem” del 3 de enero de 1521, lo excomulga15.
La comprensión de Lutero del Evangelio convenció a un creciente número de
sacerdotes, monjes, y predicadores, quienes trataron de incorporarla en sus pre-
dicaciones. Signos visibles de los cambios que fueron teniendo lugar eran, por
ejemplo, que las personas laicas recibían la comunión bajo dos especies, que
algunos sacerdotes y monjes se casaban, que algunas reglas del ayuno no se
observaban, y que en ocasiones se mostraba irreverencia tanto ante las imágenes
como ante las reliquias. Lutero no tenía intención de establecer una nueva igle-
sia, sino que fue parte de una amplia y multifacética ansia de reforma16.
A pesar de distintos esfuerzos, una vez más la historia tuvo que observar
una escisión de la Iglesia; las tesis de un monje alemán, ahora se habían con-
vertido en algo más grande y, como respuesta al movimiento reformador, la
Iglesia celebrará el XIX Concilio ecuménico en Trento, que se desarrollaría
del 13 de diciembre de 1545 hasta el 4 de diciembre de 1563 debido a dis-
tintas situaciones políticas que trastornaron su desarrollo.

3. Hacia la comunión: volveré a la casa de mi padre


Entre los muchos pasos que se han dado luego de la Reforma de Lutero
para alcanzar la comunión, el que sin lugar a dudas se puede considerar el
más grande ha sido el Concilio Vaticano II, del cual, junto con otras inicia-
tivas, el Papa Juan XXIII esperaba «que estos acontecimientos puedan
felizmente conducir a todos a un mayor y más profundo conocimiento de la

13
«Praefatos omnes et singulos artículos seu errores tamquam, ut praemittitur, respective
haereticos, aut scandalosos, aut falsos, aut piarum aurium offensivos, vel simplicium
mentium seductivos, et veritati catholicae obviantes, damnamus, reprobamus, atque
omnio reicimus»: DH, 1492.
14
Cfr. Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana
de la reforma en el 2017. Editorial Sal Terrae, 2013. Nn. 50
15
Cfr. Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana
de la reforma en el 2017. Editorial Sal Terrae, 2013. Nn. 51
16
Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana de
la reforma en el 2017. Editorial Sal Terrae, 2013. Nn. 58-59
11
verdad, a una saludable renovación de las costumbres cristianas y a la res-
tauración de la unidad, de la concordia y de la paz»17.
Uno de los grandes logros del Vaticano II fue poner su mirada en los
primeros siglos del cristianismo y retomar distintos elementos eclesiológi-
cos, como la comunión o Iglesia comunidad de creyentes, que se habían
perdido un poco durante el segundo milenio dando lugar a una visión de
Iglesia más jurídica y de sociedad; Lumen Gentium logra hacer una síntesis
de estas dos visiones18 y además, al tratar el tema de la pertenencia al pueblo
de Dios (Capítulo II), tiene en cuenta diversos grados o formas de pertenen-
cia a este pueblo: comenzando por los católicos (LG 14), a quienes invita a
una comunión plena y no sólo externa19, continúa con los cristianos no ca-
tólicos (LG 15) para quienes se abre la invitación a formar un solo rebaño,
bajo un solo pastor20, después trata sobre los no cristianos (LG 16) como los
judíos y musulmanes, para culminar con la misión universal de la Iglesia (LG
17) para que la totalidad del orbe alcance la condición de Pueblo de Dios.
Antes de abandonar esta mención a LG, resulta necesario resaltar la rein-
terpretación positiva que hacen los padres conciliares del axioma de san
Cipriano “fuera de la Iglesia no hay salvación”, pues sin negar la necesidad

17
Cfr. Ad Petri Cathedram del 29 de junio de 1959 (https://w2.vatican.va/content/john-
xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_29061959_ad-petri.html)
18
«Unicus Mediator Christus Ecclesiam suam sanctam, fidei, spei et caritatis communi-
tatem his in terris ut compaginem visibilem constituit et indesinenter sustentat, qua
veritatem et gratiam ad omnes diffundit. Societas autem organis hierarchicis instructa et
mysticum Christi Corpus, coetus adspectabilis et communitas spiritualis, Ecclesia terres-
tris et Ecclesia coelestibus bonis ditata, non ut duae res considerandae sunt, sed unam
realitatem complexam efformant, quae humano et divino coalescit elemento»: LG 8.
19
«Illi plene Ecclesiae societati incorporantur, qui Spiritum Christi habentes, integram
eius ordinationem omniaque media salutis in ea instituta accipiunt, et in eiusdem compage
visibili cum Christo, eam per Summum Pontificem atque Episcopos regente, iunguntur,
vinculis nempe professionis fidei, sacramentorum et ecclesiastici regiminis ac commu-
nionis. Non salvatur tamen, licet Ecclesiae incorporetur, qui in caritate non perseverans,
in Ecclesiae sinu "corpore" quidem, sed non "corde" remanet», LG 14.
20
«Ita Spiritus in cunctis Christi discipulis desiderium actionemque suscitat, ut omnes,
modo a Christo statuto, in uno grege sub uno Pastore pacifice uniantur(31). Quod ut
obtineat, Ecclesia Mater precari, sperare et agere non desinit, filiosque ad purificationem
et renovationem exhortatur, ut signum Christi super faciem Ecclesiae clarius effulgeat»:
LG 15.
12
de la Iglesia21, abren el corazón y los brazos de la Iglesia a toda la humani-
dad:
Todos los hombres, por tanto, están invitados a esta unidad católica del Pueblo
de Dios, que prefigura y promueve la paz universal. A esta unidad pertenecen
de diversas maneras o a ella están destinados los católicos, los demás cristianos
e incluso todos los hombres en general llamados a la salvación por la gracia de
Dios (LG 13).
Cristo, levantado sobre la tierra, atrajo hacia sí a todos (cf. Jn 12, 32 gr.); ha-
biendo resucitado de entre los muertos (Rm 6, 9), envió sobre los discípulos a
su Espíritu vivificador, y por El hizo a su Cuerpo, que es la Iglesia, sacramento
universal de salvación (LG 48).
El Concilio también dedicó uno de sus decretos al tema del ecumenismo,
Unitatis redintegratio, en el cual reconoce que gracias a la acción del Espíritu
Santo se hacen en todo el mundo muchos esfuerzos por llegar a la plenitud
de la comunión, e insta a todos los fieles católicos a ayudar con su testimonio
de vida cristiano-ecuménica a alcanzar este deseo de unidad (Cfr. UR 4).
Después del Vaticano II la Iglesia ha podido entrar en diálogo con las otras
iglesias, compartir la oración y elaborar esfuerzos conjuntos para alcanzar de
nuevo la comunión, especialmente a través del diálogo con la Federación
Luterana Mundial, con la Alianza Reformada Mundial, con la Comunión
Anglicana (ARCIC) y con el Consejo Metodista Mundial. Fruto de estos diá-
logos han aparecido importantes documentos sobre los sacramentos, el
ministerio pastoral, autoridad en la Iglesia, tales como la declaración con-
junta sobre la doctrina de la justificación de 199922, María: gracia y
esperanza en Cristo, de 2004, Del conflicto a la comunión en 2013, La Igle-
sia: hacia una visión común en 2013, entre otros. Todos estos subrayan los
distintos puntos de vista teológicos, dejan ver las diferentes interpretaciones,
pero a la vez revelan luces cada vez más profundas sobre los muchos ele-
mentos comunes en materia de fe, sacramentos y ministerio. Un texto de uno
de estos documentos puede iluminar mejor este pensamiento:

21
«Haec Ecclesia, in hoc mundo ut societas constituta et ordinata, subsistit in Ecclesia
catholica, a successore Petri et Episcopis in eius communione gubernata(13), licet extra
eius compaginem elementa plura sanctificationis et veritatis inveniantur, quae ut dona
Ecclesiae Christi propria, ad unitatem catholicam impellunt»: LG 8.
22

(http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/documents/rc_pc_chrs
tuni_doc_31101999_cath-luth-joint-declaration_it.html)
13
La creciente convergencia entre las iglesias sobre su comprensión del bautismo
se puede resumir como sigue: Por medio del bautismo con agua en el nombre
del Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, los cristianos se unen a Cristo y los
unos a los otros en la Iglesia de todos los tiempos y lugares. El bautismo es la
introducción a la nueva vida en Cristo y la celebración de esa vida y de la par-
ticipación en su bautismo, vida, muerte y resurrección (véanse Mt 3:13-17; Ro
6:3-5). Es “el lavamiento de la regeneración y […] la renovación en el Espíritu
Santo” (Tito 3:5), que incorpora a los creyentes al cuerpo de Cristo y les permite
participar del Reino de Dios y de la vida del mundo por venir (véase Ef 2:6). El
bautismo implica la confesión del pecado, la conversión de corazón, el perdón,
la purificación y la santificación; consagra al creyente como miembro de un
“linaje escogido, real sacerdocio, nación santa” (1 P 2:9). De este modo, el bau-
tismo es un vínculo de unidad fundamental. Algunas iglesias consideran que el
don del Espíritu Santo es dado de manera especial por medio de la crismación
o confirmación, que es para ellas uno de los sacramentos de iniciación. El
acuerdo generalizado sobre el bautismo ha llevado a algunos de quienes parti-
cipan en el movimiento ecuménico a pedir el reconocimiento mutuo del
bautismo23.
Como se puede observar, se han dado pasos importantes de ambas partes
(católica y protestante), y se continúa caminando conjuntamente para vencer
la escisión y arribar a “ser todos uno” (Jn 17,21), en la actualidad se reconoce
el esfuerzo y se confía en el Espíritu que actúa en la historia. Volviendo a la
parábola inicial, hoy el padre puede ver cómo los hermanos caminan juntos
hacia la comunión del hogar y, aunque todavía no es tiempo de celebrar jun-
tos la fiesta (Cfr. Lc 15,23.32), en el corazón del padre hay alegría, porque
ambos hijos caminan uno al lado del otro y su coloquio siembra esperanza:
El papa Francisco y el presidente Younan declararon juntos: “Muchos miem-
bros de nuestras comunidades anhelan recibir la Eucaristía en una mesa como
expresión concreta de la unidad plena. Sentimos el dolor de quienes comparten
su vida entera, pero no pueden compartir la presencia redentora de Dios en la
mesa de la Eucaristía. Reconocemos nuestra conjunta responsabilidad pastoral
para responder al hambre y la sed espirituales de nuestro pueblo de ser uno en
Cristo. Anhelamos que sea sanada esta herida en el Cuerpo de Cristo. Este es el
propósito de nuestros esfuerzos ecuménicos, que deseamos que también progre-
sen mediante la renovación de nuestro compromiso con el diálogo teológico”24.

23
Cf. La Iglesia: hacia una visión común. Consejo Mundial de Iglesias. Ginebra, 2013.
Nº 41
24
Cf. Declaración conjunta de la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo
para la Promoción de la Unidad de los Cristianos al finalizar el 31 de octubre de 2017,
14

el año de conmemoración común de la Reforma. 31 de octubre de 2017


(https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2017/10/31/dec.html)
15

CONCLUSIÓN

La Iglesia tiene su origen en la Trinidad, misterio de comunión, y está


llamada a manifestar ese misterio a todas las gentes (Cfr. Mt 28,16-20), pero
su testimonio será más creíble, cuanto más ella manifieste esa comunión:
«Te pido que todos sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre. Y que
también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has
enviado» (Jn 17,21).
Sin embargo, como se ha visto, la historia es testigo de la tensión entre la
comunión y la escisión dentro de la Iglesia, reflejo de la santidad, pero a la
vez de los pecados dentro de ella. Sin lugar a dudas el Espíritu guía a la
Iglesia y la enriquece con sus dones y carismas, pero el hombre no siempre
corresponde al misterio de la gracia.
Hoy se puede reconocer que el momento actual es un tiempo privilegiado
para la comunión gracias al acercamiento entre Oriente y Occidente, además,
del constante diálogo entre católicos y protestantes; en este acercamiento,
todos los cristianos están llamados a contribuir con su docilidad al Espíritu
y especialmente con su oración, acogiendo así la invitación del Concilio:
Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de
los hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente,
también ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y biena-
venturados, interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo hasta que
todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristia-
nos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse
felizmente, en paz y concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la
Santísima e indivisible Trinidad: LG 69.
16

BIBLIOGRAFÍA

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conferenze per il 5º centenario della nascita di M. Lutero, Torino 1983.
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Evangelios y obras conexas, Madrid 2002.
COMISIÓN LUTERANO-CATÓLICO ROMANA SOBRE LA UNIDAD, Del conflicto a la
comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana de la reforma
en el 2017, Salamanca 2013.
CONSEJO MUNDIAL DE IGLESIAS, La Iglesia: hacia una visión común, Ginebra
2013.
Declaración conjunta de la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Con-
sejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos al finalizar el 31 de
octubre de 2017, el año de conmemoración común de la Reforma, 31 de octubre
de 2017, [access. 13.01.18] https://press.vatican.va/content/salastampa/es/
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JEREMÍAS, J., Las parábolas de Jesús, Estella (Navarra) 19743.
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bre la personalidad y la obra de Martín Lutero en el V Centenario de su
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PONTIFICIO CONSEJO PARA LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS, Declaración conjunta
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