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Películas colombianas

Las mujeres de verdad tienen curvas


(Real Women Have Curves, Estados Unidos, 2002)
Dirección: Patricia Cardoso
Guion: Josefina López y George La Voo
Intérpretes: América Ferrera (Ana), Lupe Ontiveros (Carmen), Ingrid Oliu
(Estela), George López (Sr. Guzmán), Brian Sites (Jimmy)

Patricia Cardoso, colombiana, se graduó como antropóloga en la Universidad


de Los Andes y estudió en la prestigiosa Escuela de Cine de la UCLA; reside en
Estados Unidos. Después de dos exitosos cortometrajes, tuvo la ocasión de abocarse a
su primer largo, con guion ajeno, Las mujeres de verdad tienen curvas, un clásico
instantáneo.
La historia transcurre en Los Ángeles, y los personajes son de origen
mexicano. Justamente, uno de los principales atractivos de la película es la mezcla de
inglés y español en la que está hablada. Es una familia trabajadora, en la que la
madre, Carmen, ejerce un liderazgo despótico. Estela, la hija mayor, es dueña de una
fábrica mayorista de vestidos en la que trabajan varias coterráneas (les pagan 18
dólares por cada vestido que será revendido a 600).
Ana, la protagonista, está terminando la escuela, y su sueño es ir a la
universidad. Tiene talento, y por ende posibilidades de conseguir una beca, pero su
madre no está de acuerdo. Estos conflictos cotidianos, mil veces vistos, rodean una
temática central, en un guion sencillo pero preciso, deliberadamente convencional,
con la pulsión de “cosas que tienen que ser dichas”. Ana, Estela, las fabriqueras,
todas son “de talle grande”…; tienen curvas, como dice el título. Por eso, la mejor
escena, un verdadero hallazgo, es cuando todas se ponen en ropa interior, en la
fábrica, y comparan alegremente sus estrías y sus celulitis.
***

María Cano
(Colombia, 1990)
Dirección: Camila Loboguerrero
Guion: Camila Loboguerrero, Felipe Aljure, Luis González
Intérpretes: María Eugenia Dávila (María Cano), Frank Ramírez (Ignacio
Torres Giraldo), Diego Vélez, Germán Escallón, Jorge Herrera, Didier Fort

María de los Ángeles Cano Márquez (1887-1967) fue una líder política
colombiana, pionera. Libró muchos años la lucha por los derechos civiles y obreros.
Participó en la fundación del Partido Socialista Revolucionario. Sus actividades de
las décadas del 20 y el 30 serían incontables. (Esto es quizás uno de los puntos
débiles del filme de Camila Loboguerrero, que hubiera sido mucho mejor como
miniserie.)
Comienza en 1963, cuando María ya está prácticamente retirada de la política,
luego de años de batallas y fracasos. Retrocede a 1925, el comienzo de su pasaje de la
beneficencia individual a la lucha colectiva. Esta parte, dividida por años, es
episódica y carece de una mejor continuidad.
Un punto alto de la obra son las “masacres de las bananeras” de 1928 (tema
caro a Gabriel García Márquez), luego de las cuales María empieza un cierto declive,
acentuado por los ataques del Partido Comunista Colombiano y las defecciones
dentro de su propio partido, cuando algunos antiguos compañeros se pasan al Partido
Liberal, con vocación de poder. Otra línea importante es su relación con el líder
Ignacio Torres Giraldo, de la que fue amante.
La última parte del filme, de nuevo en la década del sesenta (cuando en la radio
se oye la prohibición del sacerdote revolucionario Camilo Torres), alcanza a mostrar
la grandeza final de una mujer que desafió los estándares de su tiempo. Y quizás del
nuestro también.
***

La luciérnaga
(Colombia, 2013)
Dirección y guion: Ana María Hermida
Intérpretes: Carolina Guerra (Lucia), Olga Segura (Mariana), Manuel José
Chávez

Luego del cortometraje El elefante Rojo, Ana María Hermida se abocó a su


primer largometraje, La luciérnaga (título que viene de una cita de Jodorowsky).
Se trató de una apuesta fuerte: un amor entre mujeres, que surge y se desarrolla
de manera atípica. No se puede decir que Hermida haya acertado todo el tiempo, pero
la película tiene muy buenos momentos, y el desafío parece cumplido, sobre todo en
el contexto de una sociedad latinoamericana que aún tiene mucho que aprender en
este terreno.
Lucía (Carolina Guerra) hace tres años que no se habla con su hermano, por
una pelea de poca importancia que empañó una relación entrañable. El día de su boda
con Mariana (Olga Segura), él decide pasar a buscar a su hermana y, quizás, además
de reconciliarse, llevarla con él. Anunciado accidente fatal mediante, Lucía y
Mariana se conocen y entablan una amistad que va derivando casi insensiblemente en
una forma de amor. Lucía deja a su marido, con quien ya no se llevaba bien, y se va a
vivir con Mariana.
Las relaciones humanas como un entramado imprevisible en que las
frustraciones y los duelos deberían dejar paso a decisiones tomadas al calor de los
sentimientos. Un melodrama moderno, sí, con una estética eficaz aunque algo
preciosista, como si su directora estuviera segura de lo que quiere contar, pero no
tanto de cómo contarlo, y eligiera los caminos más seguros.

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