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Políticas públicas y educación popular para la igualdad de género en Costa Rica

Mariana Castillo Rojas

“Lo dado no agota las posibilidades de lo real”.


Manuel Gándara Carballido

La oposición radical de los grupos conservadores hacia la educación para la sexualidad


no es nueva en Latinoamérica, como tampoco lo es la resistencia sociocultural a la
incorporación del enfoque de género en los diferentes ámbitos de la esfera pública. Sin
embargo, el fortalecimiento del conservadurismo bajo la bandera “contra la ideología de
género” ha llevado a proliferación de discursos de odio que han ensanchado una brecha
que poco a poco iba cerrándose.
La coyuntura actual no es más que el resultado del choque entre los valores morales de
una sociedad tradicionalmente patriarcal y los ideales propios de una humanidad
igualitaria basada en el respeto a los derechos humanos. La pugna sociocultural
enfrenta visiones de mundo construidas a partir de las experiencias personales, del
contexto inmediato, de los procesos educativos y de la propia socialización. Las
personas que se oponen al enfoque de género en la educación formal, por ejemplo,
esgrimen argumentos fundamentados en sus creencias religiosas y en normas
patriarcales que les fueron inculcadas a lo largo de su socialización. Por otro lado,
quienes apoyan la incorporación de estos temas en el currículo ven en ese discurso una
justificación de asimetrías de poder inadmisibles en su ideal de sociedad igualitaria, lo
cual han podido percibir gracias al cuestionamiento que han hecho de la realidad social
que los rodea.
Más allá de la interpretación personal del mundo, la humanidad, entendida como el
colectivo interconectado de todas personas, exige el respeto de cada una de ellas, pues
la pluralidad que distingue la condición humana necesita de la protección de los
derechos individuales. La Declaración Universal de los Derechos Humanos representa
el compromiso de la comunidad mundial por garantizar una sociedad justa que permita
a sus integrantes tener equidad en el acceso a mejores condiciones para el disfrute de
su experiencia de vida. Sin embargo, la protección de los derechos humanos implica
reconocer la existencia de asimetrías de poder que han sustentado históricamente
prácticas discriminatorias aun vigentes. A su vez, desestabilización de los mecanismos
socioculturales que han que han permeado los procesos de socialización de la población
y conformado su cultura.
Este ensayo no pretende hacer un análisis de la injerencia de la religión como agente
socializador de los roles de género ni problematizar la cuestión de la fe en la
configuración de la cultura latinoamericana, pues la libertad de credo es tan inalienable
como el derecho a vivir sin discriminación. El objetivo de este trabajo es profundizar en
el tema procesos educativos verdaderamente inclusivos, que tomen en cuenta las
necesidades de todos los grupos sociales, incluyendo a aquellos que se encuentra fuera
del sistema educativo formal y quienes, por su socialización, reproducen los
mecanismos culturales de exclusión.
La reflexión gira alrededor de la necesidad de procesos de formación popular dirigidos
las personas adultas de la comunidad sin acceso a la educación formal. Se partirá de
las acciones tomadas por el gobierno de Costa Rica en los últimos diez años siguiendo
las disposiciones de la CEDAW y la Convención Belem do Para en materia de
modificación de patrones socioculturales discriminatorios.
Políticas públicas para la transformación sociocultural
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el párrafo octavo del preámbulo,
señala que es a través de la educación y la enseñanza que se promueve el respeto a
los derechos y libertades contenidas en la declaración (ONU, 1948). Otros instrumentos
de Derechos Humanos como la CEDAW y la Convención de Belem do Pará también
contemplan la modificación de patrones socioculturales a partir de procesos educativos,
pues los reconocen como agentes socializadores que justifican y legitiman las
asimetrías de poder.
La Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la
Mujer (CEDAW) enfatiza la importancia de la paridad de género en el acceso al sistema
educativo como paso fundamental para asegurar la igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres. De la misma forma, establece la necesidad de un sistema educativo
que asegure
La eliminación de todo concepto estereotipado de los papeles masculino
y femenino en todos los niveles y en todas las formas de enseñanza,
mediante el estímulo de la educación mixta y de otros tipos de educación
que contribuyan a lograr este objetivo y, en particular, mediante la
modificación de los libros y programas escolares y la adaptación de los
métodos en enseñanza. (véase el artículo 10, párrafo 2, apartado c de la
Convención)

De esta forma, los Estados parte firmantes de la CEDAW deben tomar medidas para
Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y
mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las
prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados
en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o
en funciones estereotipadas de hombres y mujeres. (véase el artículo 5,
párrafo a, de la Convención)

Por su parte, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la


Violencia contra la Mujer (Convención de Belem do Pará) distingue la responsabilidad
del Estado de fomentar progresivamente medidas específicas y programas para
Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y
mujeres, incluyendo el diseño de programas de educación formales y no
formales apropiados a todo nivel del proceso educativo, para
contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo de prácticas que se
basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de cualquiera de
los géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la mujer
que legitiman o exacerban la violencia contra la mujer. (véase el artículo
8, párrafo b)

En la esfera nacional, la Política Nacional de Igualdad de Equidad tiene como uno de


sus objetivos primordial la promoción de la educación a favor de la igualdad, pues se
reconoce que “la persistencia de estereotipos de género, sesgos sexistas y diversas
formas de discriminación en los procesos de socialización y educación, constituyen la
base de los mecanismos que reproducen la desigualdad y la violencia contra las
mujeres”. (INAMU, 2006, p. 7). Para cumplir con esta meta, se han definido acciones
dirigidas primordialmente a la población infantil y adolescente que incidan en la
erradicación de estereotipos de género en los patrones de crianza, en la sexualidad y la
salud sexual y reproductiva.
A lo largo de la última década, el INAMU y el Ministerio de Educación Pública han
desarrollado proyectos muy relevantes a nivel de la educación primera y segundaria con
el objetivo de crear procesos educativos con enfoque de género. Las “Escuelas para
Todos” (escuelas primarias orientadas a la educación para la igualdad de género) y el
controversial Programa de Afectividad y Sexualidad Integral son solo dos importantes
iniciativas que han contribuido a que la población estudiantil costarricense tenga acceso
a una educación con enfoque de género.
En las universidades públicas, las acciones giran alrededor del fortalecimiento de la
institucionalidad en favor de la igualdad de género, la preocupación central ha sido la
protección de los derechos de las mujeres y la promoción de la igualdad de
oportunidades en la formación académica que garantice el acceso justo a las fuentes de
trabajo. (INAMU, 2006).
La PIEG también enfatiza la importancia de educación informal y la promoción de
procesos de sensibilización para la eliminación de patrones socioculturales que
fomentan la desigualdad de género (INAMU, 2006, p. 9). Sin embargo, las estrategias a
nivel comunitario se han concentrado en la población infantil y adolescente, dejando de
lado acciones encaminadas a incidir en la erradicación de estereotipos a nivel familiar y
comunitario como forma de acompañar los procesos educativos formales.

Conocimiento para cambiar el mundo


Como se mencionó anteriormente, la educación con enfoque de género tiene al menos
diez años de encontrarse incorporada en el currículo escolar y colegial costarricense. Si
bien el tema de la sexualidad siempre ha sido un tema difícil para los padres de familia
y los grupos religiosos, no solían asociar el tema de la igualdad de género. El Programa
de Afectividad y Sexualidad presenta una perspectiva de derechos humanos hasta el
momento desconocida para una gran parte de la población, la cual no cuenta con
información fidedigna en el tema, ni con habilidades de pensamiento crítico que le
permitieran un acercamiento objetivo a los contenidos del programa, tal como ha
quedado demostrado en la proliferación de datos acerca del enfoque de género entre
los sectores menos educados y más religiosos del país.
La religión judeocristiana, al estar tan presente en la cultura costarricense, es parte
fundamental de la socialización de las relaciones de género. Los valores tradicionales
de épocas pasadas se han reproducido a lo largo de la historia de Costa Rica a través
de la religión y normas de comportamiento patriarcales que se aprenden por medio de
la educación familiar y se reafirman en la cultura. Tal como señala Manuel Gándara
(2013) “la transformación de la hegemonía cultural exige intervenir en el sistema de
creencias, en el lenguaje, en el conocimiento” (p.229). Sin embargo, el Estado no ha
logrado articular estrategias eficientes de intervención que permitan a toda la población
percibir aquellas prácticas discriminatorias que les han sido encubiertas en todos los
niveles de la población.
De igual forma, se debe tener presente que la educación para la igualdad debe
contemplar el proceso de aprendizaje más allá de las aulas. Freire, citado por El Achkar
(2008) afirmaba que “no es posible ser humano sin hallarse implicado, de alguna
manera, en alguna práctica educativa” (p.2). Los seres humanos están en continuo
contacto con nuevas experiencias e información que de una u otra forma reconfigura su
forma de ver el mundo, su realidad. Además, quienes no asisten a una institución
educativa formal también tienen el derecho a recibir formación que les permita percibir
estructuras de poder invisibilizadas por la cultura patriarcal, pues de lo contrario siguen
expuestos a los agentes de socialización que han perpetuado históricamente la
desigualdad.
Si los causantes de la desigualdad, como señala García (2005) “son la ignorancia y el
prejuicio los valores tradicionales de la sociedad (vía padres, maestros, etc.) y la falta
de modelos positivos” (p.71), la solución no puede ser solo “re-trabajar el actual sistema
escolar para modificarlo sin conflictos” (ibid). La efectividad de las reformas en la
educación formal depende del apoyo de la comunidad, por lo que es imperativo
desarrollar programas de educación para la igualdad de género que modifiquen los
patrones socioculturales en la población en general.
Los procesos de socialización actuales siguen inculcando patrones estereotipados,
pues la cultura sigue representando una visión del mundo asimétrica. Fuera de los
sistemas de educación formal está una población que desconoce de derechos humanos,
personas adultas que han interiorizado los valores tradicionales y los reproducen en sus
hogares y en su comunidad; ellas también necesitan herramientas que les ayuden a
descubrir la desigualdad y a desnaturalizar las prácticas discriminatorias que consideran
normales.
La trasformación social requiere que las comunidades promuevan los derechos
humanos y que apoyen todas las iniciativas para garantizarlos, de modo que es
necesario que el Estado cumpla eficientemente con la educación popular haciendo uso
de todos los medios posibles. Es necesario tener siempre presente que el éxito de las
políticas públicas depende tanto de las decisiones políticas como de la participación
ciudadana. Se requiere de una ciudadanía que no solo obedezca y respete las leyes,
sino que las considere coherentes y necesarias para mejorar su realidad social y
personal; de lo contrario, su obediencia se basa en el temor a la represalia, no en la
adhesión a un proyecto social democrático.

Educación popular para la transformación social


Cabe preguntarse cuál sería el escenario actual costarricense si se hubiesen
implementado campañas de concientización permanente y educación popular para la
erradicación de patrones socioculturales en las comunidades como parte de las
acciones del PIEG. Quizás la población habría recibido el Programa de Afectividad y
Sexualidad con mayor conocimiento de los contenidos, tal vez habrían comprendido la
relación entre la educación para la sexualidad y la erradicación de la violencia de género
en el país; a lo mejor la mayoría de la población costarricense habría aplaudido la
iniciativa. Después de todo “la concientización, por cuanto implica esa reflexión crítica
sobre la realidad como algo dándose, y también el anuncio de otra realidad, no puede
prescindir de la acción transformadora sin la cual el anuncio no se concreta”. (Freire,
citado por Achkar, 2008).
Pero la realidad es diferente. Los avances en materia de igualdad de género en Costa
Rica se enfrentan a un público desinformado para quien la transformación social en pro
de los Derechos Humanos es un enemigo con rasgos diabólicos; por eso, es imperativa
la intervención inmediata.
La respuesta del Estado debe ser el desarrollo de estrategias orientadas a la
desestabilización de las prácticas discriminatorias que se están afianzando en el
discurso de odio promovido por intereses políticos y grupos conservadores. Las políticas
públicas para la igualdad de género deben reconocer los alcances de la resistencia al
cambio, la injerencia de la familia y de la comunidad en la trasformación social; y, sobre
todo, el derecho de todas las personas al acceso procesos formativos que les permita
percibir y cuestionar los patrones socioculturales de género. La educación para la
igualdad de género debe ser accesible para toda la población, dentro y fuera del sistema
educativo formal; todos los actores sociales deben comprender la relevancia de la
igualdad de género en la construcción de una sociedad más justa. Esta debe ser un
meta común, un esfuerzo colectivo que reafirme el compromiso humano por un mundo
justo e igualitario.
Ahora bien, el desarrollo de talleres, charlas y capacitaciones para la igualdad de género
a nivel comunitario suponen la movilización de recursos y personal capacitado a las
distintas regiones del país, lo cual supone mayor planificación e inversión
presupuestaria. Además, la asistencia a estas actividades depende de la disponibilidad
de horario y del interés personas de la comunidad, por tanto, se requiere de campañas
informativas que justifiquen la importancia de aprender sobre el tema y que también
eduquen sobre él. Estas dificultades en ocasiones pueden derivar en proyectos de corta
duración o de poco impacto. Por esa razón, es necesario volver la mirada a las
innovaciones del mundo tecnológico para pensar otras estrategias de intervención que
acompañen a las acciones de educación comunitarias realizadas en las localidades.
Las redes sociales, los blogs, wikis y documentación en línea son herramientas a
disposición de todas las personas que pueden utilizarse para desarrollar procesos
educativos en línea. En la actualidad, la oficina de ONU Mujeres, por ejemplo, pone a
disposición del público general cursos virtuales cortos de formación en temas de género,
aunque la mayoría de estos son impartidos en inglés. A nivel latinoamericano cada vez
más organizaciones no gubernamentales ofrecen oportunidades gratuitas de formación
en línea para la promoción de derechos humanos y del enfoque de género.
Recientemente, el Frente para los Derechos Igualitarios lanzó un curso en línea gratuito
sobre Derechos Humanos en Costa Rica, que, en su primera convocatoria, recibió más
solicitudes de las que podía aceptar debido a la capacidad de la plataforma educativa.
Los cursos en línea gratuitos permiten que una gran parte de la población tenga acceso
a formación en temas de igualdad de género a través de plataformas interactivas y de
acceso flexible. En este sentido, la democratización de la información se vuelve una
estrategia fundamental para ampliar la difusión del conocimiento necesario para
erradicar los patrones socioculturales que mantienen la desigualdad. De igual forma, las
plataformas educativas virtuales facilitan la formación de formadores de género
comunitarios capacitados para educar a las personas que carezcan de acceso a internet
o que no tengan afinidad con las nuevas tecnologías, como es el caso de muchas
personas adulto mayor.
Es fundamental considerar todos los recursos educativos disponibles con los que cuenta
el Estado para poder responder adecuadamente a las necesidades de sensibilización
de género de toda la población. Por eso, hay que implementar también campañas de
concienciación a nivel de redes sociales que brinde a la población herramientas para
distinguir y combatir los estereotipos de género dentro de la comunidad cibernauta.
Las esferas de intervención para la educación popular han cambiado en los últimos
años, pero la necesidad de formación en derechos humanos con enfoque de género es
la misma. El surgimiento de nuevos espacios de interacción humana no significa que el
trabajo de concienciación se deba concentrar solo en ellos, de la misma manera que
educación para la igualdad no se refiere a ciertos sectores de la población, por el
contrario, la aparición de nuevos espacios de interacción humana demanda la debida
diligencia para hacer frente a los desafíos particulares del contexto.

Democratización de la educación para igualdad de género


En la Recomendación General N°3 de la CEDAW, el Comité para la Eliminación de la
Discriminación contra la Mujer señala que los informes provenientes de países con
distinto nivel de desarrollo evidencian “la existencia de ideas preconcebidas acerca de
la mujer, a causa de factores socioculturales que perpetúan la discriminación fundada
en el sexo e impiden la aplicación del artículo 5 de la Convención”. Por esa razón, insta
a los Estado parte a desarrollar programas educativos y de divulgación que contribuyan
a la erradicación de los estereotipos de género y las prácticas discriminatorias que
impiden el logro de la igualdad real de todas las mujeres.
La democratización de procesos educativos que cuestionen y visibilicen las estructuras
de poder enraizadas en la cultura es fundamental para la formación de una población
crítica capaz de reflexionar acerca de su propia realidad social. La construcción de
alternativas de transformación no es una tarea que competa solo al Estado, requiere de
un pueblo consciente de las estructuras que generan exclusión y comprometido a
erradicar las prácticas discriminatorias en función de una sociedad más justa. Para ello,
debe poder leer la realidad a partir de “la vivencia de todos los días, los pensamientos
propios, las relaciones, las estructuras, las creencias, los mitos; lo que se (nos) presenta
como sentido común pero que oculta esencias”. (Achkar, 2008, p. 4).
De esta forma, resulta imperativo contar con una ciudadanía que posea habilidades
concretas para erradicar los estereotipos de género y formar parte activa en el proceso
de transformación social. Las personas deben conocer los mecanismos de protección
de sus derechos, y a la vez debe ser capaz de reconocer las violaciones a los derechos
de otros. Es necesario la participación de toda la sociedad civil para lograr verdadera y
permanentemente la reducción de la desigualdad en todos los ámbitos sociales.
Las políticas públicas que garantizan los derechos humanos requieren de un pueblo que
reconozca su importancia y que crea en ellas, pues ninguna reforma será totalmente
exitosa a largo plazo si no cuenta con el apoyo de toda la ciudadanía. Lo anterior será
posible cuando la educación para la igualdad sea de acceso libre, gratuito y garantizado
por el Estado, y tome en cuenta las características socioculturales de toda la población
costarricense para atender sus necesidades particulares de formación con enfoque de
género.
Bibliografía

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