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El origen perdido
Autora: Matilde Asensi
Editorial Planeta Colombiana, 2003 (496 p.)
Es obvio que los héroes y aventuras de las novelas, películas y video juegos gringos,
sean gringos y al estilo gringo, el que es ya un lugar común: la simplificación anodina de
civilizaciones, pueblos y culturas en cualquier lugar del mundo que tengan algún
atractivo de moda para lectores, espectadores y jugadores... gringos.
Por supuesto, casi ninguna de estas aventuras se desarrolla en las antiguas culturas
americanas, pues ello sería reconocer que en estos territorios, antes que ellos, existieron
civilizaciones y culturas superiores que podrían convertirse en herencia ideológica de los
hoy sometidos pueblos latinoamericanos y reconocer que el exterminio y la destrucción
europea, borró con sangre un legado de sabiduría incalculable e irrecuperable que,
todavía y ahora, los países desarrollados tratan de robar, bien en sus versiones
arqueológicas y antropológicas o en las más sofisticadas versiones científicas de la
diversidad biológica, junto al conocimiento ancestral de los primitivos pueblos ya en vía
de extinción.
Aun cuando el propósito del Origen perdido de Matilde Asensi no sea propiamente
denunciar ese estado de cosas, por lo menos si tiene la intención de llamar la atención,
con esta especie de Indiana Jones español, sobre los misterios del desaparecido imperio
preincaico y su localización en las alturas andinas bolivianas y sus selvas amazónicas,
como un motivo de aventuras en el reducido mundo en el que la tecnología ha
convertido al planeta.
Cuando Daniel cae en coma, Arnau Queralt, su hermano medio, un exitoso empresario
informático y hacker clandestino, se propone encontrar, a como dé lugar, la forma de
curarlo, que no es otra que encontrar el código correspondiente que revierta el efecto.
Para empezar, Arnau se encuentra con que su hermano había robado la información a
la profesora Marta Torrent, una prestigiosa arqueóloga, para quien realizaba una
investigación sobre la posible escritura de los incas, a partir de las afirmaciones de los
documentos Miccinelli que afirmaban que los antiguos incas si tenían un lenguaje
escrito, al contrario de lo que afirmaron los cronistas españoles, pero que Daniel había
llevado más lejos, gracias a su robo, hasta las fuentes del aymará y se encontró con el
texto que alteró su cerebro hasta dejarlo en coma.
Desconociendo todo sobre la historia inca y con la hipótesis de que sólo por ese
camino podrá salvar a su hermano, Arnau llama a sus colaboradores, la pareja de
hackers y genios informáticos Marc y Lola, para juntos tratar de desbloquear la
información del computador de Daniel y encontrar el punto donde iniciar la expedición
que los lleva en primer lugar a Tiwanacu, la fabulosa ciudad preincaica en los andes
bolivianos, para encontrar el tesoro y el camino hacia la civilización perdida de los yatiris
oculta en la selva amazónica, los únicos conocedores del poder de las palabras que
sacarán a Daniel de su coma, una sabiduría y un poder superior al del mítico El Dorado
que han tratado de encontrar ya por más de cinco siglos.