Professional Documents
Culture Documents
Resumen
El espacio del mito es el lugar donde la subjetividad humana entra en relación con los fenó-
menos objetivos estudiados hasta ahora por la ciencia, no para anularlos sino para enri-
quecerlos. La tarea básica de la ciencia ya no reside, de ahora en adelante, en rechazar y
anular este espacio subjetivo, como ha venido haciendo hasta el momento, sino en incor-
porarlo a sus investigaciones, en desarrollar un método capaz de gestionar su básica diver-
sidad.
Palabras clave: espacio mítico, ciencia, complejidad, nuevas tecnologías, globalidad.
The space of myth is where human subjectivity comes to terms with the objective events
studied up to now by science, with the aim to enrich instead of cancelling them. From
now on, science’s basic task no longer lies in rejecting and cancelling this subjective space,
as done up to now, but involving it in its investigation and developing a method able to
manage its essential diversity.
Key words: Mythic space, science, complexity, new technologies, globality.
fuera del control de los que no somos especialistas, sino tan sólo servirme de
alguno de sus parámetros para poner en evidencia aspectos de la comunica-
ción social que por los caminos tradicionales nunca se alcanzarían a vislum-
brar. Es en este sentido que creo que hay que conducir la necesaria superación
de los límites del saber especializado y los temores a salirse de los márgenes
que el mismo conlleva, dejando el trabajo de profundización para los verda-
deros expertos, pero guardándose para sí el derecho a utilizar determinada dis-
ciplina como plataforma para poner de manifiesto fenómenos que, de otra
forma, pasarían desapercibidos, con el consiguiente empobrecimiento cultural
que ello supondría. Estas incursiones transdisciplinarias, que hasta hace bien
poco aún eran observadas con recelo, tendrán que ir en aumento, si queremos
seguir manteniendo nuestra imaginación a la par de una realidad cada vez más
compleja. En esta actitud reside el verdadero, y renovado, espíritu científico, y
no en la salvaguarda de unos saberes acotados gremialmente.
I
Nuestra cultura es básicamente proclive a entender los mitos como un relato,
una historia referencial que, a veces, como en Homero, absorbe la misma rea-
lidad y la convierte en mítica. Sin embargo, las épocas heroicas, aquéllas en
que los dioses conviven y se mezclan con los hombres, son siempre protohis-
tóricas: prácticamente nunca acaban de materializarse en el presente, excepto
en aquellos casos de insania en los que el enfermo vive literalmente en el mito
y contempla como referencia mítica nuestra realidad. El mito, por el contrario,
está situado en un más allá del tiempo que planea sobre el presente sin nunca
acabar de actualizarse. Precisamente por esta imposibilidad de ver encarnado el
mito es que pervive el mecanismo mítico. La sed de trascendencia no se calma
mediante su realización, sino a través del constante deseo de una presencia
nunca alcanzada. Es este deseo el que se eterniza y no el mito en sí o sus distintas
representaciones. Por ello se hace necesario que, entre la eternidad de la leyen-
da y el vacío nunca resuelto de su actual ausencia, deba instalarse el verdade-
ro espacio del mito, su escenario tenazmente contemporáneo.
Nos hablaba ya Cassirer de las características del espacio del mito, indi-
cándonos que si bien difiere en contenido del espacio geométrico, conserva
con él una cierta analogía formal. Quiero entender esto de manera ligeramente
distinta, sin embargo, al fundamentalismo neokantiano del filósofo alemán y
proponer la comprensión del espacio mítico como un espacio superpuesto al
espacio de la percepción, un poco como el espacio geométrico se superpone, en
su calidad abstracta, a nuestra directa visión de lo real. El espacio que compo-
ne el mito en relación con la realidad es un espacio descentrado y ligeramen-
te desplazado con respecto al espacio real, al que de alguna forma sirve de
complemento. Carlos García Gual nos recuerda la importancia que la imagen
tiene en la perduración del mito y nos remite al concepto de «constancia icó-
nica» de Blumenberg, para quien «la constancia de su núcleo esencial hace que
el mito pueda comparecer, como una inclusión errática, incluso en el contex-
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 57
representada por la cascada). Si, como dice M. Detienne, «los mitos viven en el
país de la memoria» y pertenecen, según García Gual, a la versión colectiva de
la misma3, es obvio que esa imagen televisiva, seguramente bastante improvi-
sada, nos dejaba ver la escenificación de una parte de ese país de la memoria, y
por el hecho de dejárnosla ver, la convertía en verdaderamente colectiva.
El mito manifiesta su presencia, como he dicho, en un espacio descentra-
do. Pensar la realidad míticamente es una experiencia parecida a la de ver doble;
cuando se contemplan dos imágenes superpuestas pero ligeramente desplazadas.
Podríamos comparar este espacio con el de las imágenes, también dobles, del
estereoscopio, sólo que en el caso del mito el resultado queda siempre ligera-
mente fuera de foco y nunca alcanza la prístina tridimensionalidad que el apa-
rato procura. Mito y realidad se presentan como dos imágenes complementarias
cuyo fin, como las del mismo estereoscopio, es producir una sensación de relie-
ve, es decir, dar una mayor densidad a la representación de lo real, pero que, en
el caso del mito, no acaban de superponerse y por lo tanto no alcanzan nunca
ese relieve prometido, cuya imperfecta culminación mantiene en auge cons-
tante el deseo de su posibilidad.
Mito y realidad forman, pues, una combinación dual, un tándem que no
puede desvincularse, sin que los componentes pierdan sus cualidades propias.
No podemos confundir, por lo tanto, este espacio con, por ejemplo, el de la
locura. Rollo May nos cuenta, en su estudio sobre el mito, las experiencias de
cierta esquizofrénica que había desarrollado una sólida cosmogonía en la que
buscaba refugio4, y nos hace notar, consecuentemente, el parecido que el mundo
desarrollado por la paciente tenía con universos míticos antiguos y modernos.
Pero es necesario darse cuenta de que el mito no puede genuinamente vivirse
en la plenitud con que lo adoptaba el personaje de Rollo May. Sólo los enfer-
mos y los escépticos pueden pretender ver claro, puesto que caen de un lado de
la dualidad básica de lo real y no perciben por tanto la legítima doblez. El mito
no puede tener nunca una sola cara, aparece sólo cuando el espacio desdobla-
do hace acto de presencia y nos obliga a instalarnos en la indeterminación.
Una vez ésta desaparece, por la anulación de cualquiera de los polos, el mito se
desvanece con ella.
Si bien la esquizofrenia se ha entendido tradicionalmente como la mani-
festación de una mente dividida, y de hecho Julian Jaynes propuso una con-
trovertida teoría sobre el origen de los mitos en una pretendida cualidad
bicameral de la mente primitiva5, esa dualidad morbosa no es perceptual, sino
constitutiva: los esquizofrénicos, precisamente porque su mente se halla escin-
dida en dos partes irreconciliables, son incapaces de adaptarse a la realidad: ya
he dicho antes que su espacio de percepción es antitético al del mito, puesto
que cuando realidad y fantasía se presentan a ellos al unísono, la parte más sóli-
6. Géza RÓHEIM, Magic and Squizophrenia, Nueva York: International Universities Press, Inc.
7. Marius SCHNEIDER, El origen de los animales-símbolos en la mitología y la escultura antiguas,
Madrid: Siruela, 1998.
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 60
9. Umberto ECO, Las poéticas de James Joyce, Barcelona: Lumen, 1993, p. 52.
10. Howard RHEINGOLD, The Virtual Community, Nueva York: Addison-Wesley Publishing
Company.
11. Sherry TURKLE, Life in the Screen: Identity in the Age of Internet, Londres: Weindenfel y
Nicolson.
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 62
II
Vale la pena dedicar ahora unas líneas al carácter epistemológico del mito, ya
que, leído lo anterior desde el punto de vista de las ciencias de la comunica-
ción o más ampliamente de las ciencias sociales, se podrían poner objeciones
al intento de introducir en cualquier objeto de investigación estas nuevas y
evanescentes complejidades que no parecen conducir a ninguna parte. En pocas
palabras, ¿por qué emborronar la visión de lo real con la introducción del espa-
cio mítico? A esta genuina inquietud habría que responder que el mito ha sido
siempre un sistema de explicación de la realidad. En palabras de Lluís Duch,
«el ser humano se expresa a la vez, y de forma indiscernible, a través del mythos
y del logos, de la imagen y del concepto, de procesos imaginativos y procesos abs-
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 64
15. Lluís DUCH, Mite i Cultura, Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1995, p. 5.
16. DUCH, op. cit., p. 8.
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 65
III
Sería, sin embargo, un error considerar que todos los aspectos del mito son
positivos, ignorando así que de la misma forma que es posible enriquecer nues-
tra percepción de lo real haciéndola compleja, también puede efectuarse la
operación antitética de perturbar la correcta comprensión de la realidad com-
plicándola mediante construcciones ilusorias. En el primer caso se aprovecha
el espacio genuino del mito para ampliar nuestro conocimiento de los fenó-
menos: dejamos aparecer el componente mítico para que alumbre aspectos
inusitados del mundo; en el segundo caso, no se hace otra cosa que establecer
un simulacro de espacio mítico que lleva el fenómeno hacia regiones impro-
pias, cuyos ropajes visten espuriamente una realidad que no les corresponde. Se
podría argüir que en una situación el mito es antiguo y está consolidado, forma
con el objeto un conjunto indisoluble, mientras que en la otra está justamen-
te apareciendo y de ahí su artificialidad. Pero hay una diferencia que reside en
la voluntad fraudulenta e interesadamente «mitificadora» de determinado pen-
samiento contemporáneo al que no le incumbe tanto ampliar la significación
de un fenómeno específico como sacar partido de un decidido ofuscamiento del
mismo.
Cuando la creación del mito es verdadera, no precisa ninguna operación
técnica para producirse: algunos fenómenos son míticos porque nacen natu-
ralmente sobredimensionados, con un espectro demasiado amplio para ser
comprendidos mediante reduccionismos. Otros, por el contrario, deben hin-
charse para llegar a ser un simulacro de lo real. Es precisamente en esta dimen-
sión del simulacro donde reside el ilegítimo proceso mitificador que se produce
actualmente en muchos medios de comunicación. Ante la vacuidad de la feno-
menología que gestionan, recurren a llevarla a un falso espacio mítico para
dotarla de una aparente trascendencia. El ejemplo más claro de este procedi-
miento lo tenemos en el mundo del deporte, especialmente en el fútbol, donde,
mediante un forzado recurso a las estadísticas, se construye un aparente universo
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 67
17. Karl R. POPPER, Conocimiento objetivo, Madrid: Tecnos, 1992: «Primero en animales y
niños y luego en adultos observé la necesidad inmediatamente poderosa de regularidades
—la necesidad que les hace buscar regularidades, que les hace verlas incluso donde no las hay,
que les hace aferrarse dogmáticamente a sus expectativas, y que los hace desgraciados si se
derrumban ciertas regularidades supuestas, pudiendo llevarlos a la desesperación y al borde
de la locura» (p. 34).
18. Madrid: Edicusa, 1969.
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 68
19. Alain DESROSIERES, «Classer et Mesurer: Les deux faces de l’argument statistique», Réseaux,
69, CNET, 1995.
Anàlisi 24 055-069 7/4/00 10:52 Página 69
so fuera del alcance de la razón las formas que gobiernan la trama estadística,
con la excusa de su pertenencia a una mitología incontrolable20. Una cosa es
difuminar las afiladas aristas de un realismo excesivamente rígido, para dar
paso a los componentes complejos de la realidad, y la otra llenar de humo el esce-
nario para que no se note el vacío que lo puebla.
El conocimiento y estudio del espacio mítico, tanto en su vertiente posi-
tiva como negativa, se revela pues como una herramienta fundamental para
afrontar los retos de la compleja realidad contemporánea. Con ello, los meca-
nismos míticos, antaño tildados con frecuencia y sin ningún matiz de oscu-
rantistas, regresan ahora convenientemente pertrechados para romper las cadenas
del reduccionismo y la simplificación que tan inmovilizada mantienen la meto-
dología científica, especialmente en el campo de las ciencias sociales.
20. En otro lugar (La violación de la mirada, Madrid: Fundesco, 1993) denominé «espacio hip-
nótico» a este uso perverso del espacio mítico, precisamente por lo que tiene de engañoso.