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La estrategia socialista no es cambiar figuritas

En esta nota deseo plantear una cuestión que parece haber sido borrada en el
pensamiento marxista. Se trata de que la política del marxismo no debe tener
como eje los cambios de gobiernos (o de funcionarios, por más altos cargos que
tengan). Esto se debe a que el objetivo del socialismo no es cambiar “las
figuritas que gobiernan”, ​sino el sistema social​. Naturalmente, podemos
plantear como objetivo inmediato derrocar un determinado régimen político, por
ejemplo, una dictadura. Pero lo que no tiene sentido es, bajo un régimen
democrático burgués, convocar a echar un gobierno burgués… sabiendo que
será reemplazado por otro gobierno burgués. Esto con independencia de que ese
cambio se produzca por elecciones o a consecuencia de algún levantamiento
popular.

Es que los gobiernos hacen las veces de fusibles que absorben tensiones y
protestas sociales, ​en aras de preservar la continuidad del sistema​. Con el
agravante de que esos desplazamientos entre burgueses, lejos de generar algún
avance en la conciencia, organización y nivel de la lucha de la clase obrera, la
más de las veces llevan a la frustración y al desánimo. Para colmo, poner el
acento en que “el problema” de las masas trabajadoras es tal gobierno (o
ministro; o gobernador, etc.), es funcional a políticas de conciliación de clases
con corrientes burguesas opositoras que se presentan como “progresistas”.

Algo de esto se puede ver en la historia de Argentina en las décadas


transcurridas desde 1983. Cuando el gobierno de Alfonsín entró en crisis, a
fines de la década de 1980, lo “revolucionario” fue exigir su renuncia. La
demanda “triunfó” y Alfonsín dejó el gobierno, anticipadamente, en 1989. Pero
el “triunfo popular” parió a Menem, con sus ajustes y privatizaciones. Luego,
hacia finales de la década de 1990, cuando se iniciaba una nueva crisis
económica, la mayoría de la izquierda y el movimiento nacional pusieron en
primer plano el “Fuera Menem”. Menem entonces perdió las elecciones a manos
de la Alianza, que se presentó como “la tercera vía”. Pero al gobierno de De la
Rúa le estalló la crisis de la Convertibilidad, y la exigencia pasó a ser “Fuera De
la Rúa”; a la cual le siguió el “que se vayan todos”. La gente se sublevó, De la
Rúa salió en helicóptero de la Casa Rosada (dejando un tendal de muertos), y
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por todos lados se habló de un nuevo “triunfo del pueblo”. El cual desembocó
en la presidencia de Duhalde, el reacomodo de muchos que habían estado con
Menem o con la Alianza; y el recambio de varias “figuritas”.

El gobierno de Duhalde, producto genuino del “triunfo del 19 y 20 de


diciembre”, terminó de realizar el ajuste (centralmente, una caída en picada de
los salarios) que había quedado a medio hacer por la Alianza. Así, en mayo de
2003, con la economía en franca recuperación, asumió como presidente
Kirchner; y más tarde Cristina Kirchner, hasta 2015. Significativamente, durante
los gobiernos K la izquierda no agitó la consigna de “fuera el gobierno” (más
bien hubo expresiones en ese sentido entre sectores sociales que apoyaban al
Pro y la UCR). La razón la podemos encontrar en uno de sus discursos más
repetidos por aquellos años: “los radicales y el Pro son lo mismo (que los K),
pero ​la derecha neoliberal​ son los radicales y el Pro”.

Sin embargo, el resultado de 12 años de gobierno “nacional y popular” fue el


ascenso de “la derecha neoliberal”. Por lo cual hoy se vuelve a poner en el
primer plano el objetivo de derribar “al enemigo inmediato”, en alianza táctica
(siempre es “táctica” esta alianza) con el peronismo K y aledaños. De esta
manera, objetivamente se abona el terreno para un nuevo recambio “en las
alturas” que preservará el sistema cuando el fusible Cambiemos se funda. El
programa tipo socialismo vulgar (véase​ ​aquí​) que agitan algunos partidos de
izquierda, encaja en esta estrategia. También la idea de que basta con incentivar
la lucha por reivindicaciones económicas para que se supere la conciencia
burguesa del sindicalismo (véase​ ​aquí​).

Por supuesto, la táctica de promover cambios de gobiernos burgueses por


gobiernos burgueses se aplicó en muchos países y lugares. Por ejemplo,
¿recuerdan cuando el “triunfo” de la movilización por el “Fuera Collor de
Mello” dio lugar a la presidencia de Itamar Franco, y después a Henrique
Cardoso? Para presentar otro caso: durante la década de los 1990 en Jujuy se
sucedieron los levantamientos contra gobernadores que aplicaban políticas de
ajuste; quienes renunciaban para dar paso a otros gobernadores que seguían
aplicando los ajustes. Y así hasta que el movimiento se desinfló, porque no
había perspectiva.

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A pesar de estas experiencias, muchos grupos siguen reivindicando esta táctica


como si fuera la quintaesencia de la política del socialismo revolucionario. Pero
la realidad es que tiene poco que ver con las tradiciones del marxismo. A Marx,
por caso, nunca se le ocurrió decir que los problemas fundamentales de la clase
obrera inglesa se solucionaban cambiando a Gladstone por Disraeli; o a Disraeli
por Gladstone. Más aún, el marxismo jamás planteó como objetivo echar a un
gobierno burgués si no hay alternativa socialista. No tiene sentido.

Lo decimos una vez más: el marxismo tiene como eje la independencia de clase.
Esto es, la ruptura de la clase obrera con todas las variantes burguesas y
pequeño burguesas, por más “radicales” o “socialistas” que se presenten. En
este respecto, decir que “todos los partidos burgueses son iguales” es una
tontería. El programa de Macri, por ejemplo, no es igual al que defienden
Boudou o D’Elía. Pero esta no es la cuestión principal, sino que ​ninguno de
ellos representa una salida progresista para la clase obrera​. Por eso,
reemplazar a Macri por Boudou, o por Cristina Kirchner, no es ningún paso
adelante para los trabajadores (como no lo fue el reemplazo de CK por Macri).
Aunque Macri, Boudou y Cristina Kirchner sean distintos.

En conclusión, hay que desinflar los “triunfos populares”, inflados por la


hipócrita demagogia de la clase dominante. No hay triunfo de la clase obrera
cuando solo se trata del vulgar y repetido reciclaje de la dominación burguesa.
Y esto hay que decirlo públicamente, para romper de raíz cualquier posibilidad
de conciliación con la oposición burguesa de turno..

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