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Dahl, Robert (1991) La democracia y sus críticos, Buenos Aires, Paidos, [1989]

Politólogo norteamericano contemporáneo vinculado a la corriente del Pluralismo democrático. Se


lo puede tomar como representante de esta corriente como de su revisión (neopluralista).

Reseña

Investiga el desarrollo de la idea democrática planteando que existe una profunda


confusión teórica en torno al concepto de Democracia: el problema está planteado en la
existencia de una dicotomía entre una teoría explícita versus una teoría difusa. Ambas
convivirían, introduciendo la última, numerosos supuestos teóricos y conceptuales
ambiguos (elementos que posibilitan la actuación de los críticos de la democracia).
El problema radica también en que la democracia se orienta tanto a definir un ideal
como a describir regímenes realmente existentes. Tratará de especificar uno y otro ámbito
(el ideal y el empírico) definiendo sus funciones y relaciones.

Dos preguntas recorren su análisis:

1. ¿Cuál es el umbral a partir del cual se puede juzgar que un régimen, sistema político o
proceso, es democrático o no?
2. ¿Será posible combinar en una única concepción teórica tanto los aspectos normativos
como los empíricos de la democracia?

En realidad se trata de describir un proceso histórico donde el modelo democrático ha


transitado por transformaciones radicales - de significado y de realidades - a las que se
ha de aplicar (de la democracia directa de la antigüedad clásica griega a la democracia
representativa; de la Polís al Estado-nación).

La democracia moderna reconoce tres fuentes principales:

a. La tradición republicana
b. El gobierno representativo
c. La creencia en la igualdad intrínseca

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Republicanismo

Histórica e ideológicamente se relaciona con la República Romana y sus instituciones


como con el desarrollo de las ciudades republicanas del norte de Italia, durante la baja
Edad Media. Sus ideas base son el ideal de libertad (autonomía) y autogobierno
(independencia). Prioriza, en una visión dicotómica de la sociedad (público-privado), la
esfera de lo público, donde se define la gestión y destino de la cosa pública, los asuntos
del colectivo, el interés general. Teme la concentración del poder (la tiranía, la
arbitrariedad, el despotismo). Por ello sostiene la importancia de la división de poderes
(poder repartido y localizado en instituciones separadas), sujetos al control recíproco
(sistema de equilibrios y contrapesos). El objetivo es el de un poder político sujeto, el
mismo, a la ley (imperio de la ley, Rule of Law).

Gobierno representativo

En la práctica la representación no fue un invento de los demócratas sino el desarrollo


de una institución medieval de gobierno monárquico y aristocrático. 1 En el siglo XVIII se
comienza a percibir que la democracia podía cobrar una nueva forma y dimensión si a la
idea democrática del gobierno del pueblo se le adjuntaba la práctica, no democrática, de
la representación. La democracia se convierte en posible para grandes espacios extensos
territorialmente y densos demográficamente.
Si bien aumentan las posibilidades de los ciudadanos en cuanto al autogobierno, al
aumentar las instancias mediadoras, se diluye el contacto directo y surgen otros
problemas de nueva naturaleza.2

1
En la práctica política medieval se suponía que a través de instancias de representación (parlamentos, cortes,
estados generales), de carácter corporativo (expresión de intereses colectivos) el poder político debía
consultar periódicamente sus decisiones (especialmente la fijación de impuestos).
2
Nótese que si en el modelo clásico de la democracia directa, titulatura del poder político y ejercicio del
mismo recaían sobre los mismos sujetos, en las condiciones impuestas por la modernidad, ambos elementos
se separan y refieren a sujetos distintos: titulatura del poder político (soberanía popular, el pueblo, los
representados, los gobernados); ejercicio del poder político (el gobierno, los representantes, los políticos). En
su separación y distanciamiento anidan algunos de los numerosos problemas que aquejarán el funcionamiento
democrático contemporáneo.
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Al aceptar como inherente al sistema la existencia de intereses en conflicto se vuelve


difícil de definir y perseguir el bien público y común (la fragmentación se impone a la
unidad).3

La lógica de la igualdad política

El sistema político democrático depende en una buena medida de las creencias del
grupo, básicamente la creencia en el “principio categórico de la igualdad”: todos están
igualmente calificados para participar, en un pie de igualdad, en el proceso de gobierno de
la asociación (aunque de hecho haya sido interpretado históricamente de manera muy
excluyente).4 Este principio tuvo una sanción histórica trascendente con la Revolución
Francesa de 1789.

Una teoría del proceso democrático

Toda asociación implica la adopción de ciertas políticas respecto de las cuales los
miembros estarán obligados a ordenarse congruentemente (son las decisiones colectivas
o de gobierno). Todo proceso de toma de decisiones obligatoria tiene dos etapas:

1. Fijación del programa de acción (selección de asuntos sobre los que se tendrá que
decidir). Tiene carácter provisorio.
2. Etapa decisoria propiamente dicha (se decide la solución a adoptar). Es el momento de
la soberanía y tiene carácter obligatorio.

3
Piénsese cómo este es el problema político fundamental de toda comunidad organizada: cómo conciliar la
unidad [gobierno] con la pluralidad [sociedad]).
4
La igualdad estaba destinada a ser fundamental si una idea básica es la de autonomía personal. Ser autónomo
significa ser capaz de dotarse de las propias normas para orientar el comportamiento y ello es previo para la
construcción de una comunidad libre. Sólo en este contexto es que la concepción democrática puede brindar
la esperanza de que al participar en el gobierno de sí mismos, todos los integrantes de un pueblo, y no
únicamente unos pocos, aprendan a actuar de forma moralmente responsable como seres humanos.
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Este proceso en un contexto democrático reconoce tres premisas:

a. Principio categórico de igualdad.


b. Principio elemental de ecuanimidad (en general los bienes escasos y valorados
deben distribuirse en forma equitativa).
c. Principio de la consideración equitativa de los intereses (en determinadas
circunstancias, la ecuanimidad exige que a cada persona se le dé una proporción
igual o, en caso de ser esto imposible, una oportunidad igual de obtener el bien
escaso).

Dicho proceso debería cumplir con el reconocimiento de cinco criterios normativos


(ideales):

1. Participación efectiva

Todos los ciudadanos deben tener oportunidades apropiadas y equitativas de poder


formular sus propias preferencias y comunicarlas a los otros y al gobierno.

2. Igualdad en la toma decisoria

Todos deberían poder esperar tener iguales oportunidades de que tales preferencias
fueran consideradas de manera equitativa por el gobierno en la toma de decisiones finales
(programa de acción).

3. Derecho a la información

Cada ciudadano debe contar con oportunidades iguales y apropiadas para descubrir y
convalidar la elección de los asuntos a ser debatidos y que mejor sirvan a los intereses
ciudadanos.

4. Control final del programa de acción por el demos

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El pueblo debe tener la última palabra (ser soberano). El demos debe ser el único que
cuente con la oportunidad de resolver cómo se ordenaran las cuestiones a decidir dentro
del programa de acción.

5. La inclusión del demos

El demos debe incluir a todos los adultos sujetos a las decisiones colectivas obligatorias
de la asociación.5

Todo sistema político que cumpla con estos cinco criterios se tomará por una
democracia. La medida de su cumplimiento dará lugar a diferentes umbrales de
democracia.
Si se cree que estos principios definen un orden político deseable es preciso atender a
las precondiciones sociales, económicas y culturales que posibiliten su efectividad
objetiva.
Aunque difícilmente estos puntos se cumplan en la realidad histórica sirven como regla,
normas a seguir y como parámetros para evaluar el desempeño democrático relativo de
instituciones y regímenes políticos particulares.

Los problemas del proceso democrático

La norma de la mayoría y el proceso democrático

Entre individuos que sean políticamente iguales la regla de la mayoría para la


resolución de los procesos de decisión colectiva resulta una condición necesaria. Siendo
que en las democracias reales es imposible encontrar una unanimidad perfecta, la
autodeterminación será maximizada empleando la norma de la mayoría en las decisiones
colectivas.

5
Por supuesto esto es complejo. Incluye criterios categóricos o contingentes. En el primero, el derecho a ser
incluido es absoluto; en el segundo, la inclusión está supeditada al cumplimiento de ciertos requisitos de
idoneidad (propiedad, censitario, capacidad, residencia). Históricamente la ciudadanía, el derecho a ser
incluido en el goce de los derechos políticos y civiles, ha sido el resultado de un proceso de luchas sociales a
través del cual el demos se ha ido haciendo cada vez más inclusivo hasta volverse, en teoría, “universal”.
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Nota: Existe una diferencia importante entre “Regla de la mayoría” y “Principio de la


mayoría”. La diferencia estriba en que en la primera la decisión final adoptada es la
votada por la mayoría mientras que en la segunda se decide lo que apoya la mayoría
pero respetando los derechos de la minoría (esto último se logra mediante la acción
de diversos arreglos institucionales, especialmente mediante la defensa garantizada
de los derechos individuales).

Toda vez que una mayoría no presta consideración equitativa a los intereses de la
minoría, viola el principio del que dependen tanto la legitimidad del proceso democrático
como la misma norma de la mayoría.
Probablemente la práctica se distancia, y mucho, de la teoría, sin embargo, aunque
imperfecta (y a veces hasta en grado sumo), el principio de mayoría sigue siendo la mejor
alternativa en términos del proceso de toma de decisiones colectivas (no hay alternativas
superiores que no entrañen los mismos defectos y aún mayores peligros).6

Las condiciones para procedimientos mayoritaristas son:

 Homogeneidad social (especialmente de actitudes políticas).


 Posibilidad de acceder al poder político por parte de las minorías (en el proceso de
recambio político).
 Menor distancia ideológica.

El proceso y sus resultados

No todo proceso de adopción de decisiones logra los resultados deseados. El proceso


democrático no impide causar daños ni tampoco garantiza ser conducente al bien común.
Sin embargo sostener que los resultados sustanciales deben ser precedentes sobre los
procesos resulta una justificación antidemocrática (mas propia del tutelaje). 7 En la medida
en que se es privado de actuar en forma autónoma y se es gobernado por tutores es
6
El proceso democrático no excluye otras alternativas al principio estricto de la mayoría. Por ejemplo en caso
de sociedades muy fragmentadas (por etnia, lengua o religión), donde el conflicto político amenace con
resultar endémico y ponga en peligro la unidad nacional, es posible que las élites políticas se inclinen por
‘arreglos consociativos’ que garanticen el ‘poder de veto’ a todas las subculturas significativas del país (casos
como los de Países Bajos, Bélgica o Suiza).
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menos probable que se desarrolle un sentido de responsabilidad por el proceder colectivo;


en la medida en que se sea autónomo, a veces se equivocará y actuará injustamente.
El proceso democrático es una apuesta a la posibilidad de que un pueblo obrando en
forma autónoma, pueda aprender a hacerlo correctamente.
Los procedimientos no están despojados de significación moral. De hecho algunos
procedimientos tienen mas probabilidad que otros de conducir al resultado correcto. Sin
embargo ningún procedimiento de adopción de decisiones colectivas puede brindar otra
cosa que una justicia imperfecta de procedimientos (John Rawls). Toda decisión política
entrañará un daño relativo a algunos intereses. Ninguna solución procedimental o de
fondo garantizará que jamás sean dañados, de ningún modo, los intereses de nadie.
El derecho a autogobernarse mediante el proceso democrático es en sí mismo uno de los
mas fundamentales que posee un individuo y para que esto sea cierto plenamente a nivel
colectivo deben respetarse a nivel individual los derechos políticos primarios (específicos
y constitutivos del proceso democrático, ya mencionados antes, ver supra pp.3-4)

 Derecho a estar incluido en la ciudadanía


 Derecho a igualdad de voto y oportunidad de participar en el proceso decisorio.
 Derecho a una comprensión esclarecida
 Derecho a ejercer control final sobre las decisiones colectivas obligatorias.

Sin estos derechos no hay proceso político democrático. El proceso democrático no es


meramente un “proceso”, estos derechos deben estar presentes en la sociedad como
firmes creencias y tales creencias tomar cuerpo en sus hábitos, costumbres y cultura. En
este sentido no se trata de una “formalidad”: el procedimiento en sí es un conjunto de
bienes sustantivos. Su respeto asegura la tolerancia y la renuncia a la resolución de los
conflictos por vía de la fuerza (el núcleo del compromiso democrático).

La transformación democrática: de la ciudad-estado (polis) al estado-nacional

El cambio en la escala del orden político ha significado un cambio radical en el modelo


de democracia política. Las prácticas actuales se distancian de los ideales pasados
7
En este punto Dahl coincide con Sartori y con la perspectiva liberal democrática en general. Cualquier
intento por definir a priori y desde el gobierno una naturaleza particular del bien común a perseguir
posibilitaría mas bien la tiranía y el despotismo antes que alguna clase de bienestar público. Sería el camino
mas corto para vulnerar las libertades de los individuos y de la comunidad toda.
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aunque las prácticas de antaño rara vez se ajustaron a aquellos ideales. Ocho
consecuencias marcan esta diferencia:

1. Representación

En origen no fue una institución democrática (ver supra, pág. 2 y nota 1) y sin
embargo hoy es un elemento esencial de la democracia moderna. Se la puede entender
como una aplicación de la lógica de la igualdad a un sistema político de gran tamaño.

2. Extensión ilimitada

Aceptada la idea de representación fueron superados todos los límites al tamaño


de la unidad democrática.

3. Límites a la democracia participativa

El límite teórico a la participación efectiva disminuye con la escala de la unidad.

4. Diversidad

Con el tamaño advino la diversidad. Cuanto mayor y mas abarcadora sea la unidad
política, mayor diversidad de las posiciones políticas de los habitantes.

5. Conflicto

Con la diversidad aumentaron las divisiones y los enfrentamientos. El conflicto se


acepta entonces como rasgo normal y no aberrante.

6. Poliarquía

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Conjunto de instituciones necesarias para el funcionamiento del proceso


democrático en gran escala. Para su desarrollo depende de ciertas precondiciones
indispensables.

7. Pluralismo

Características de los regímenes poliárquicos es la existencia de un número


significativo de grupos y asociaciones (organizaciones sociales) relativamente autónomas
entre sí y con respecto al gobierno.

8. Expansión de los derechos individuales

La mayor magnitud estimula que la gente se preocupe por contar con esos
derechos como alternativa a la mas escasa participación política efectiva en las
decisiones colectivas. A medida que aumenta la escala social los lazos sociales y el trato
personal entre ciudadanos ceden lugar a la distancia social y el anonimato. En tales
circunstancias los derechos ciudadanos, de la persona humana, aseguran una esfera de
libertad personal que no ofrece la participación en las decisiones colectivas (aquel
espacio de libertad personal asegura al individuo contra la posibilidad de violación por las
decisiones colectivas corrientes).

Recapitulando, la democracia en condiciones modernas, esto es en el marco de


grandes estado-nación, extensos territorialmente, densos demográficamente y complejos
funcionalmente, se denominará “Poliarquía” (reservándose el término “democracia” para
el régimen normativo-ideal al cual de todas formas se deberá propender
permanentemente).8

Un régimen poliárquico debe mostrar dos características centrales:

a. Una amplia inclusividad (ciudadanía extendida)

8
En sentido estricto la poliarquía plena es un fenómeno del siglo XX. Como producto histórico se ha
desarrollado en tres grandes etapas: 1) entre 1776 y 1930; desde 1950 hasta 1959 y recientemente desde la
década del ´80.
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b. Derecho de oposición al gobierno y posibilidad de su renovación por el voto


popular.

Siete son las instituciones básicas de toda poliarquía:


1. Funcionarios electos (al control de las decisiones en materia de políticas públicas).
2. Elecciones libres, imparciales y periódicas (regulares y sin coacción).
3. Sufragio inclusivo (de todos los adultos: `universal´).
4. Derecho a ocupar cargos públicos (“derecho electoral pasivo”: a ser elegido).
5. Libertad de expresión (libertad de criticar la asociación gubernamental)
6. Variedad de fuentes alternativas de información (protegida por ley)
7. Autonomía asociativa (relativa independencia para promover intereses y derechos
sectoriales o grupales).

Todas estas instituciones de la poliarquía resultan necesarias para la instrumentación


más plena posible del proceso democrático en el gobierno de un país. Es claro que los
sistemas políticos concretos presentas diferentes grados en el cumplimiento de estos
rasgos. De allí las distintas perfomances o desempeños democráticos (o si se prefiere,
grados de democraticidad).

Democracia, poliarquía y participación

Una democracia aún como segunda preferencia siempre es mejor que la mejor
antidemocracia. Necesitamos buscar una nueva forma de democracia que amplíe las
oportunidades de participación y de control democrático, no sólo en las unidades
pequeñas sino también en las mayores.

Por qué motivos se desarrolló la poliarquía en algunos países y no en otros

Condiciones para el desarrollo de un sistema político poliárquico:

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1. Concentración y control de la coacción violenta (policía, FF.AA.) en manos civiles


(funcionarios civiles que a su vez deben someterse al proceso democrático).

2. Una sociedad moderna (con índices desarrollados de ingreso per cápita, urbanización,
alfabetización), dinámica (con crecimiento económico) y pluralista en cuanto a sus
organizaciones (numerosas y relativamente autónomas).

En una sociedad de este tipo el poder se difunde, fragmentándose la influencia,


autoridad y control entre individuos, organizaciones y asociaciones, restándolo a cualquier
centro único.9 Promueve actitudes y creencias favorables a las ideas democráticas. Tal
distribución del poder conlleva la capacidad para resistir el dominio unilateral. La sociedad
moderna, dinámica y plural favorecería la dispersión de los recursos políticos (dinero,
conocimiento, posición social, acceso a organizaciones, puestos estratégicos, capacidad
organizacional). De tal forma la política no sería un “juego de suma cero” (dónde lo que
uno gana necesariamente alguien lo pierde) sino que posibilita la negociación y las
transacciones aceptables para todos los actores (cooperación productiva). Sin embargo
no resulta una condición necesaria ni suficiente (p.ej. la India es un país atrasado en
muchos aspectos y sin embargo es una de las poliarquías más viejas y estable. La
Alemania de entreguerras era un país moderno, dinámico y en cierto sentido plural y no
obstante dio nacimiento al totalitarismo nazi).
Una sociedad moderna no implican necesariamente que se eliminen las desigualdades
significativas en la distribución (del poder y por tanto del resto de los recursos).

3. Cierta homogeneidad cultural

Cuanto más aumenta la fuerza de las singularidades subculturales presentes en un


país, disminuyen las probabilidades de que se instaure o perdure un régimen poliárquico.
Sin embargo tampoco está es una condición necesaria pues el “consociacionismo” se
presenta como una alternativa (ver antes, pág. 5, nota 6).10
9
Esta es una perspectiva típica de la teoría política pluralista sobre naturaleza del poder político y social en
las sociedades industriales contemporáneas. Lo de “pluralista” tiene que ver con la suposición de que no
existe un único poder sino “múltiples centros de poder” en interacción y realineamientos constantes.
10
Las soluciones “consociacionales” también requieren de condiciones especiales para su instrumentación: a)
Gobierno de coalición (presencia de los sectores sociales más significativos); b) Poder de veto mutuo; c)
Representación proporcional al número de miembros de cada sector; d) Autonomía de cada subcultura para el
tratamiento de temas propios y e) por último y más, la creencia compartida entre las elites sobre la
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4. Cultura política a nivel de las elites dirigentes favorable a las instituciones de la


poliarquía.
5. Estar exento de una intervención de una potencia hostil a las instituciones poliárquicas.

Se trata de variables internas dinámicas. Por separado no son suficientes pero en su


convergencia se asienta la posibilidad de emergencia y consolidación de una poliarquía.
Las poliarquías se extenderán pese a las resistencias en la medida en que las sociedades
se vuelvan modernas, dinámicas y pluralistas.

¿Es inevitable la dominación de una minoría?

Frente a las inconsistencias de la teoría política del liberalismo clásico y en el contexto


de sociedades industriales cada vez mas complejas, burocratizadas y masificadas los
llamados “teóricos del elitismo” (Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels)
sostuvieron que la dominación de una minoría resultaba inevitable (destino ineludible de la
humanidad) y por tanto la democracia era imposible (una simple fachada para encubrir la
realidad empírica de la dominación de una élite).
Es un hecho objetivo que en cualquier organización, aún con apariencia democrática,
son unos pocos los que toman las decisiones mientras el resto se remite a seguirles.
Todas las organizaciones sociales implican una estructura piramidal y en su cúspide el
espacio es limitado. El mundo está compuesto de estructuras de poder cuyo vértice es
considerablemente más pequeño que la base sobre la que se sustenta. En todas las
asociaciones humanas (incluso en las poliarquías) hay un considerable grado de
desigualdad política (existen hoy y quizás sean inevitables).

Pero resulta crucial sin embargo realizar una descripción adecuada de la composición
de las minorías pues las consecuencias teóricas y prácticas son fundamentales.
Contrariamente a lo que suponían los teóricos elitistas las estructuras de las elites
dominantes no son homogéneas. Así la competencia política que despierta la
heterogeneidad de las élites puede implicar la posibilidad de alianzas de parte de las
minorías con los intereses de las mayorías.

conveniencia de este tipo de arreglos.


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Si las “barreras a la competición” no son significativas el monopolio de la dominación es


imposible de sostener por mucho tiempo. Si se respetan las “reglas del proceso
democrático” la competencia entre las élites políticas vuelve probable, que con el tiempo,
las medidas de gobierno se adecuen a las preferencias de la mayoría de los votantes.
Incluso cuando se sostenga que los partidos políticos son oligárquicos, de ello no se sigue
que la competencia entre los partidos políticos ha de producir necesariamente un sistema
político oligárquico.

Eslabones de la cadena de control que liga a los gobernantes con los gobernados

Con la extensión del sufragio la dominación directa del gobierno del estado por una
minoría se vuelve difícil. Aparece el concepto de los medios indirectos (cadenas de
control): la cadena de control que une a los gobernantes con las acciones de apoyo y
acatamiento de los gobernados se vuelve mas extensa, es menos observable, descansa
menos en medidas manifiestas de control y más en el poder como influencia y en la
previsión de las reacciones. Según cómo estas “cadenas de control” se efectivicen existen
diferentes grados de democracia posible.

Pluralismo, poliarquía y bien común

El concepto de bien común resulta problemático en condiciones de sociedades


modernas, dinámicas y pluralistas. Existen múltiples formas de entender el bien común.
Pretender dar prioridad a una en particular significaría violentar seriamente las
concepciones alternativas y tomar medidas inaceptables para un contexto democrático
como el hasta aquí descripto. En las sociedades modernas se presentan dos problemas:
1) ¿El bien de quién? Lo que constituye un problema moral.
2) ¿Cómo puede promovérselo? Lo que implicaría un problema político.
¿Debe tener prioridad el bien común de un agregado de personas sobre el de otro? Al
alcanzar el bien común de cierto conjunto de personas se perjudicaría tal vez el bien
común de otras.
Toda resolución a este problema resultará precaria y en última instancia arbitraria. Ya
Alexis de Tocqueville señaló que, en una sociedad democrática de gran escala, para
garantizar que el bien de todos fuera equitativamente tenido en cuenta eran

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imprescindibles las asociaciones. En esta perspectiva (pluralista) el bien común no es


necesariamente una meta monolítica que deba o pueda ser alcanzada por un gobierno
soberano. El “público” en realidad refiere a la existencia de muchos públicos diferentes
con intereses distintos.
En un sistema de pluralismo asociativo con un cierto grado de descentralización de las
decisiones es probable que se tomen en consideración de manera más equitativa los
intereses de los distintos públicos.
Una dificultad cierta es que no se define qué pasa con los individuos que no se incluyen
en ninguna organización (estarían soslayados de las decisiones políticas. Incluso las
diferencias en cuanto a los recursos organizativos redundaría en diferencias en cuanto a
la capacidad para influir en el proceso decisorio.
Por otra parte queda planteada la cuestión en torno a la consideración del bien público
mas allá de las fronteras nacionales en el contexto internacional y con respecto a otras
unidades nacionales soberanas que nos afecten o puedan afectarnos.

El bien común como proceso y como entidad sustantiva

Desde ciertas posturas defensoras de las tradiciones cívicas y republicanas


(republicanos cívicos, comunitaristas) se lamenta la actual decadencia o desaparición de
ciertas concepciones sobre la virtud ciudadana y el bien común (haciendo referencia a
cómo en ciertas épocas del pasado el bien común predominaba sobre los intereses
particulares y existía una virtuosidad cívica. Desde estas perspectivas se proponen
prácticas y soluciones que resultan imposibles en el contexto moderno.
Ni siquiera desde las críticas de la economía política (que observa en las estructuras
económicas capitalistas la raíz de las dificultades políticas) se puede pensar una solución
aceptable toda vez que los problemas que atraviesan la organización social no sólo son
económicos sino también raciales, étnicos, religiosos, culturales. Estos también impiden,
quizás con más virulencia, pensar el problema del bien común.
Si bien una probable solución sea renunciar a la búsqueda de tal bien común y aceptar
en consecuencia un relativismo social y cultural eso no nos exime de entender que
siempre habrá que tomar una decisión política que afecte a la distribución de cargas y
beneficios en la asignación de bienes escasos y valiosos. Con ello el problema de los
criterios para guiar esta toma de decisiones sigue en pie. Es probable que la búsqueda de

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criterios morales racionales para determinar lo que es el bien común siga siendo un mero
ejercicio intelectual. Pero también sea probable que la discusión cívica sea un proceso sin
límites precisos, de diálogo y controversia, entre las élites políticas, los activistas y los
ciudadanos.

Es vital para la vida humana individual y colectiva poder escoger cómo obrar y es vital
preservar dicha posibilidad: no es preciso que coincidamos en nuestras elecciones
concretas. La posibilidad de discrepar en elecciones concretas es la razón misma por la
cual valoramos los procedimientos que vuelven posible esa oportunidad.
El bien común consiste por lo general en prácticas, procedimientos, instituciones y
procesos que promueven el bienestar, no de “todos”, sin duda, pero sí de un número
suficiente para tornar aceptables y hasta valorables esas prácticas, procedimientos, etc.
El determinar esos procedimientos requiere como básico al proceso democrático: los
derechos y oportunidades que ofrece el proceso democrático (inclusive con las
instituciones de la poliarquía necesarias para la puesta en práctica de dicho proceso) son
elementos del bien común.
El proceso democrático y la igualdad política no son un bien en sí mismos sino como
función de permitir la libertad de autodeterminación. El desarrollo personal y la protección
y promoción de otros intereses compartidos con los demás individuos.
La igualdad política implica un medio esencial para lograr una distribución equitativa de
la libertad y oportunidades iguales para el desarrollo personal. Ésta en definitiva no
logrará evitar desigualdades en cuanto a recursos, capacidades y oportunidades políticas
(mas que alcanzar la igualdad perfecta deberíamos reducir las desigualdades groseras).

Las tres causas fundantes de la desigualdad política y que se deberían atacar son:

1) El poder de coacción (su acceso preferencial).


2) El monopolio del poder económico.
3) El monopolio del conocimiento.

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Capitalismo y democracia no van armoniosamente de la mano. Una economía que


presupone una igualdad de elecciones (consumidor-producto) y no se preocupa del hecho
que en la práctica no sea así, no podrá subsanar las diferencias de recursos existentes
entre los individuos. Sin igualdad económica, no habrá igualdad política y de tal forma un
proceso democrático será improbable. Se debería democratizar la vida interna de las
instituciones económicas.
Si bien triunfó la idea democrática como elemento de legitimidad, no triunfó el proceso
democrático. En la empresa como en el estado la democratización demanda condiciones
favorables que no surgen de manera espontánea, inevitable ni natural, deben ser creadas.
El sustrato de intelectuales superiores que hegemoniza el pensamiento formulador de
políticas públicas termina, por vocación o por la misma complejidad de los problemas, por
convertirse en los “tutores” renuentes de la moderna democracia. Este es un problema
central y los intelectuales tienen una responsabilidad crítica.
Ahora el gobierno del pueblo implica necesariamente un proceso democrático que se
satisface mediante un proceso de aproximaciones sucesivas: las poliarquías plenas y
superiores (Poliarquía II) significaría la pericia de los “tutores” más la soberanía popular
del demos.11

Prof. Gustavo Medina [UNC], 2 de noviembre de 2001


(Última revisión, 14 de mayo de 2013)

11
La Poliarquía I tuvo que ver con la creación de las instituciones básicas que permitieron adaptar la
democracia al contexto moderno del estado-nación; la Poliarquía II, se vincula con la adición de otras
instituciones que faciliten la movilización del conocimiento especializado para formular una resolución de
políticas públicas eficaces y eficientes bajo control soberano de la ciudadanía (un público atento de críticos
bien informados). Una instancia final superadora: la Poliarquía III tendería a salvar la brecha entre las élites
de las políticas públicas y el demos.
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