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Neoclasicismo criollo. Posición social del escritor. La cuestión lingüística. Las antologías. El
Parnaso Oriental o Guirnalda poética de la República Uruguaya de Luciano Lira (1835, 1837).
Incorporación de los sectores subalternos a la literatura. El caso de Jacinto Ventura de Molina.
Careció así mismo la ciudad, durante ese período, de todo centro de educación
secundaria o superior, ya que habían dejado de funcionar las cátedras del San
Bernardino, y el gobierno imperial no se preocupó de sustituirlas. La instrucción
primaria estaba en manos de la Sociedad Lancasteriana, fundada por Larrañaga.
Algunos jóvenes uruguayos emigrados seguían estudios en la Universidad de
Buenos Aires. La institución de la República, reanima hacia 1830, la vida
intelectual del país.
Este breve período que comprende desdt1 la Jura de la Constitución hasta los
comienzos de la Guerra Grande, es el de mayor auge del clasicismo académico,
pues en él actúa aquella pléyadel cuya abundante y variada producción poética sel
ha conservado en los tres tomos de "EL PARNASO ORIENTAL, o Guirnalda
poética de la república Uruguaya", antología publicada en Montevideo entre los
años 35 y 37, por Luciano Lira,
Solo se estimaba lo encuadrado dentro ele las severas reglas normativas, que
eran tenidas por las verdaderas leyes estéticas, y fuera ele las cuales solo podía
existir lo arbitrario y lo deforme. Cualquier tentativa de expresión
fuera de esas estrictas reglas y ele esa norma imitativa del modelo, hubiera
producido el efecto de una aberración mental o de una simple ignorancia. El mayor
o menor mérito de una composición, consistía entonces, solo en el grado de
maestría con que cada autor acertaba en el manejo de las reglas.
La generación culta rioplatense que actuó en el primer tercio del XIX, no tuvo
en mayoría, más educación literaria que esa de cepa colonial del San Bernardino y
del San Carlos, formándose en el culto imperativo de la retórica clasicista.
Así pues, también fue la Oda, la forma más abundante en nuestro período de
pseudo-clacisismo. Odas fueron las primeras composiciones que se escribieron en
el Uruguay: aquellas del almojarife colonial Prego de Oliver, con motivo de las
Invasiones inglesas. Volvemos a oír sus sonoridades pomposas y sus usados tropos
en las odas patrióticas de don FRANCISCO ARAUCHO, capitán de Artigas y
Secretario del Cabildo Montevideano, en 1815.
Acuña de Figueroa
Nacido en Montevideo hacia 1890, Figueroa se educó, como todos los jóvenes
burgueses de su tiempo, primero en el Convento de San Bernardino de esta Plaza,
luégo en el Real Colegio de San Carlos de la capital del Virreinato; de ese claustro
egresó en 1810, siendo, sinó doctor, ya docto en letras sagradas y profanas. Fue
toda su vida, fiel a la triple ortodoxia de la Iglesia, de la Escolástica y del Latín; y
fué, durante las guerras de la Independencia, partidario decidido del régimen
realista colonial, aún cuando, por el carácter no solo preferentemente burlesco, sinó
a menudo licencioso de su literatura, solo pudo en verdad hallarse cómodo, dentro
del liberalismo político y religioso de la República.
Puede ocupar dignamente un cuarto lugar; no como alto poeta lírico, que no lo
era, sinó como burlesco, que esto si, lo fué en grado superior. En el género del
canto heroico o elegíaco resulta inferior aún a otros platenses; al argentino don
Juan Cruz Varela, desde luego. Sus composiciones de ese género, - tan numerosas,
empero, como todo lo suyo, - son tan frías, hinchadas y ramplonas, y tan recargadas
de cachivachería mitológica, que no le hubieran valido por si solas, ni un puesto
de tercer orden, en el panorama literario de su tiempo. Carecía en absoluto, su
imaginación, de ardor y vuelo heroicos; y en sus odas e himnos, se evidencia solo
la fabricación del erudito literario, del consumado latinista, que se sabía de
memoria a Horacio, amén de los clasicistas hispanos ele la época. Carecía
igualmente ele emoción en la nota elegíaca, y ele profundidad filosófica en los
temas morales, - estos siempre que los tratase en serio, pues en burla era
agudísimo. Toda esta parte solemne ele su producción, es solo chato artificio
retórico. Probablemente, es el mejor poeta burlesco ele su tiempo, en castellano; y
uno ele los mejores ele todo tiempo.
Del mismo modo y por iguales causas, durante las campañas de 1825-28, contra
la dominación brasileña, permaneció en Montevideo, quieto, pasivo, y en buena
amistad con el partido cisplatino de la ciudad y con las autoridades extranjeras.
Pero, no había en esa su sátira, más que la severidad patricia de Juvenal, algo
de la burla bufonesca?. . . ~No es precisamente el bufón, el más cortesano de los
cortesanos, aquel que al mismo tiempo se burla de todos y de todo, diciendo entre
chanzas y cortesías, las más mortificantes verdades?. . . Sin ánimo alguno de
afrentar la memoria del ilustre satírico uruguayo, forzoso es convenir en que su
sátira tenía algo de esa bufonería palaciega. Su vasta erudición clásica y su
facundia burlesca, le habían hecho respetable y temible a la vez en el rudo ambiente
político y social de su tiempo.