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Unidad III

Neoclasicismo criollo. Posición social del escritor. La cuestión lingüística. Las antologías. El
Parnaso Oriental o Guirnalda poética de la República Uruguaya de Luciano Lira (1835, 1837).
Incorporación de los sectores subalternos a la literatura. El caso de Jacinto Ventura de Molina.

Desde 1800, data de las primeras composiciones coloniales de Prego de Oliver,


hasta 1840 (o más precisamente, 38) en que irrumpió el movimiento romántico,
una pléyade de escritores, no muy brillante en verdad, y menos aún original,
prosigue en el cultivo de la literatura·académica, versificando, a la manera
clasicista de entonces, himnos, odas, elegías, églogas y letrillas.
El tema patriótico predomina en la poesía culta de ese período, como predomina
en la gauchesca.

Hasta 1818, el tema patriótico es exclusivo, escribiéndose solo himnos, y


marchas.

Careció así mismo la ciudad, durante ese período, de todo centro de educación
secundaria o superior, ya que habían dejado de funcionar las cátedras del San
Bernardino, y el gobierno imperial no se preocupó de sustituirlas. La instrucción
primaria estaba en manos de la Sociedad Lancasteriana, fundada por Larrañaga.
Algunos jóvenes uruguayos emigrados seguían estudios en la Universidad de
Buenos Aires. La institución de la República, reanima hacia 1830, la vida
intelectual del país.

Este breve período que comprende desdt1 la Jura de la Constitución hasta los
comienzos de la Guerra Grande, es el de mayor auge del clasicismo académico,
pues en él actúa aquella pléyadel cuya abundante y variada producción poética sel
ha conservado en los tres tomos de "EL PARNASO ORIENTAL, o Guirnalda
poética de la república Uruguaya", antología publicada en Montevideo entre los
años 35 y 37, por Luciano Lira,

Las mismas convencionales formas retóricas, el mismo lenguaje poético, el


mismo repertorio ele adjetivos y figuras mitológicas se hallan en todos los
escritores incluidos en esa Antología; por manera que parecen todos cortados por
un idéntico patrón.

Ninguna escuela se alejó más de la libertad expresiva que el academismo


clasicista español ele aquella época, encerrando al poeta en una serie de reglas
estrictas sobre las cuales señoreaba aun esa imitación del modelo que, lejos de ser
cosa pueril y condenable como hoy lo entendemos, era una de las más
recomendables normas de formación y de buen gusto. La originalidad, la
personalidad, tal como se la entendió después del Romanticismo, no parecen
haber sido virtudes mayormente apreciables.

Solo se estimaba lo encuadrado dentro ele las severas reglas normativas, que
eran tenidas por las verdaderas leyes estéticas, y fuera ele las cuales solo podía
existir lo arbitrario y lo deforme. Cualquier tentativa de expresión
fuera de esas estrictas reglas y ele esa norma imitativa del modelo, hubiera
producido el efecto de una aberración mental o de una simple ignorancia. El mayor
o menor mérito de una composición, consistía entonces, solo en el grado de
maestría con que cada autor acertaba en el manejo de las reglas.

La generación culta rioplatense que actuó en el primer tercio del XIX, no tuvo
en mayoría, más educación literaria que esa de cepa colonial del San Bernardino y
del San Carlos, formándose en el culto imperativo de la retórica clasicista.

Así pues, también fue la Oda, la forma más abundante en nuestro período de
pseudo-clacisismo. Odas fueron las primeras composiciones que se escribieron en
el Uruguay: aquellas del almojarife colonial Prego de Oliver, con motivo de las
Invasiones inglesas. Volvemos a oír sus sonoridades pomposas y sus usados tropos
en las odas patrióticas de don FRANCISCO ARAUCHO, capitán de Artigas y
Secretario del Cabildo Montevideano, en 1815.
Acuña de Figueroa

Nacido en Montevideo hacia 1890, Figueroa se educó, como todos los jóvenes
burgueses de su tiempo, primero en el Convento de San Bernardino de esta Plaza,
luégo en el Real Colegio de San Carlos de la capital del Virreinato; de ese claustro
egresó en 1810, siendo, sinó doctor, ya docto en letras sagradas y profanas. Fue
toda su vida, fiel a la triple ortodoxia de la Iglesia, de la Escolástica y del Latín; y
fué, durante las guerras de la Independencia, partidario decidido del régimen
realista colonial, aún cuando, por el carácter no solo preferentemente burlesco, sinó
a menudo licencioso de su literatura, solo pudo en verdad hallarse cómodo, dentro
del liberalismo político y religioso de la República.

Pertenecía su familia a la clase de altos funcionarios españoles enviados a las


colonias, habiendo desempeñado su padre, por largos años, el cargo de Tesorero
de la Real Hacienda en Montevideo.

Pertenecía pues a la clase burocrática, la más adicta en toda ocasión al Gobierno,


desde luego ; y ello explica tal vez, en gran parte, el conservatismo monárquico
que singulariza la actitud del joven literato en los primeros años de su figuración,
frente a la Revolución Americana; conservatismo que se trueca a su vez, más tarde,
y ya bajo la República, en adhesión cortesana a todos los gobiernos que se sucedan,
blancos o colorados, legales o subversivos, ya que el hijo, siguiendo la tradición
del padre, fué durante toda su vida funcionario administrativo.

Habiendo vivido precisamente durante el período de la gestación heroica ele la


nacionalidad, se abstuvo de intervenir en sus agitaciones, permaneciendo
pasivamente al margen de todo suceso.

Adicto a Elio y a Vigodet, hasta que, caído el régimen colonial en 1814, y


entregada la ciudad a los nativos, huyó a la corte del Janeiro, ocupó allí todavía
otro empleo en la Legación hispana. Y vuelto a Montevideo cuando ya esta ciudad
era dominio portugués, quedóse en ella para siempre, pero ageno a todo hecho
político, desempeñando diversos cargos administrativos.
Burócrata típico, el padre reconocía y servía a todo gobierno, fuese o no
conforme a sus ideas, desempeñando tranquilamente el cargo que se le confiara, y
del que dependía el sostén de su casa.

Puede ocupar dignamente un cuarto lugar; no como alto poeta lírico, que no lo
era, sinó como burlesco, que esto si, lo fué en grado superior. En el género del
canto heroico o elegíaco resulta inferior aún a otros platenses; al argentino don
Juan Cruz Varela, desde luego. Sus composiciones de ese género, - tan numerosas,
empero, como todo lo suyo, - son tan frías, hinchadas y ramplonas, y tan recargadas
de cachivachería mitológica, que no le hubieran valido por si solas, ni un puesto
de tercer orden, en el panorama literario de su tiempo. Carecía en absoluto, su
imaginación, de ardor y vuelo heroicos; y en sus odas e himnos, se evidencia solo
la fabricación del erudito literario, del consumado latinista, que se sabía de
memoria a Horacio, amén de los clasicistas hispanos ele la época. Carecía
igualmente ele emoción en la nota elegíaca, y ele profundidad filosófica en los
temas morales, - estos siempre que los tratase en serio, pues en burla era
agudísimo. Toda esta parte solemne ele su producción, es solo chato artificio
retórico. Probablemente, es el mejor poeta burlesco ele su tiempo, en castellano; y
uno ele los mejores ele todo tiempo.

Realizó el uruguayo en el género jocoso, obras de más volumen literario que el


español. Arriaza, que se prodigó en innúmeras letrillas de ocasión, como Figueroa
en sus innúmeros epigramas y festejos, no hizo, empero, una obra de la importancia
de "La :Malambrunacla", de grandes líneas clásicas en su género, especie de
epopeya burlesca.

Toda la biografía de Acuña de Figueroa nos muestra al tipo en perfecta


conformidad con su obra; su buen humor y su ingenio burlesco eran tan naturales,
espontáneos y fluídos en toda ocasión que, por si mismos explican su predilección
literaria y su culminación en ese género.

La composición que, por un decreto gubernativo de 1833, fué declarada Himno


Nacional ele la República, es, no obstante contener algunos versos enérgicos y
rotundos, una retahíla ele todos los lugares comunes de la poesía patriótica.
Fué un gobernista, o un oficialista durante toda su vida, y celebró en
odas y en acrósticos a todos los mandatarios que se sucedieron hasta su muerte,
llamáranse Rivera, Oribe, Suárez, Giró, Pereira, Berro o Flores.

Del mismo modo y por iguales causas, durante las campañas de 1825-28, contra
la dominación brasileña, permaneció en Montevideo, quieto, pasivo, y en buena
amistad con el partido cisplatino de la ciudad y con las autoridades extranjeras.

Pero, no había en esa su sátira, más que la severidad patricia de Juvenal, algo
de la burla bufonesca?. . . ~No es precisamente el bufón, el más cortesano de los
cortesanos, aquel que al mismo tiempo se burla de todos y de todo, diciendo entre
chanzas y cortesías, las más mortificantes verdades?. . . Sin ánimo alguno de
afrentar la memoria del ilustre satírico uruguayo, forzoso es convenir en que su
sátira tenía algo de esa bufonería palaciega. Su vasta erudición clásica y su
facundia burlesca, le habían hecho respetable y temible a la vez en el rudo ambiente
político y social de su tiempo.

Es en el género burlesco donde, en cambio, se halla en su natural elemento, y se


mueve con soltura, seguridad y gracia, probando los clones ele su ingenio.

Integraríanla asimismo algunas - no todas - de las crónicas tauromáquicas que


llamó '' Toraidas'' y que, aun cuando no son precisamente de un género inventado
por él, como han dicho sus biógrafos anteriores, sino simples crónicas en variedad
de metros, desde el romance popular hasta la octava real solemne, están hechas
con admirable fluidez descriptiva, ricas ele colorido y de humorismo, siendo a
nuestro juicio, superiores a aquéllas de parecido corte, que Arriaza dedicara en
España a cosas de teatro.

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