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Según Robert J. Soucy1 se entiende por ‘fascismo’ una forma de dictadura totali-
taria surgida durante el siglo XX que pretendía crear una sociedad viable régimentando
estrictamente la vida, tanto nacional como individual, de forma que cualquier conflicto
de intereses se viese supeditado de forma total al servicio de la nación y a una lealtad in-
cuestionable para con el caudillo de turno. Esta ideología floreció entre 1919 y 1945 e
incluso más en varios países a nivel mundial ; alcanzó mayor enjundia en Italia, Alema-
nia, España y Japón, pero también se dio durante períodos de tiempo más o menos largos
en Austria, Polonia, Bulgaria, Grecia, Portugal, Rumanía, Hungría, Finlandia, Noruega
y Argentina, e incluso democracias liberales como Francia o Inglaterra albergaron en su
momento importantes movimientos de corte fascista. En la actualidad se asiste a un re-
pentino resurgir de tales ideas, que, al menos en teoría, parecían desterradas para siem-
pre del Viejo Continente. El término ‘fascismo’ fue utilizado por primera vez en 1919
por el futuro dictador italiano Benito Mussolini, refiriéndose al antiguo símbolo romano
fasces, una serie de palos atados a un hacha que representaban la unidad cívica de los ro-
manos, así como la autoridad de sus oficiales para castigar a quienes quebrantasen la ley.
La ideas ultranacionalistas de este personaje, un exmarxista desengañado, se incubaron
durante la 1a Guerra Mundial ; influido por las doctrinas de Sorel y de Nietzsche, glorificó
la acción y la vitalidad, denunciando el pacifismo de los marxistas por su falta de pragma-
tismo, y después de la Guerra puso su movimiento al servicio de los empresarios conser-
vadores y de los terratenientes en su lucha contra el movimiento obrero (las temidas ‘hor-
das rojas’). El apoyo de estos sectores, así como sus indudables dotes oratorias (igual que
Hitler en Alemania, fue un redomado demagogo) elevaron rápidamente a Mussolini al
poder político.
rado, como es sabido, por Adolf Hitler, quien gobernó Alemania en forma totalitaria
entre 1933 y 1945. Sus características no son muy diferentes de las del fascismo italiano.
No obstante, Soucy 2 señala que este movimiento mostraba una serie de rasgos
típicamente germánicos: se basaba en los tradicionales autoritarismo y expansionismo
militaristas prusianos, en la ‘trade coin’ romántica alemana, hostil al racionalismo, al
liberalismo y a la democracia, y en varias doctrinas racistas que consideraban a las razas
nórdicas –‘arias’- superiores a las demás en moralidad y en cultura, así como en ciertas
tradiciones filosóficas que idealizaban al Estado o exaltaban al individuo superior,
dispensándolo de las restricciones sociales convencionales. Entre los teóricos y
planificadores del nacional-socialismo durante su acceso al poder figuraban el general
Karl Haushofer como geógra-fo y el filósofo Alfred Rosenberg3, quien para establecer
sus teorías racistas, se inspira en el escritos del anglo-alemán H.S. Chamberlain4, así
como el financiero Hjalmar Schacht y el economista y arquitecto Albert Speer. Se
trataba, por tanto, de un movimiento mucho más fundamentado desde el punto de vista
ideológico que el de los italianos.
El caso italiano fue similar al alemán6. Mussolini se hizo con el control del Go-
bierno italiano en 1922. Inmediatamente deslegalizó a todos los partidos políticos, ex-
cepto, claro está, el Fascista. Los sindicatos fueron abolidos y las huelgas prohibidas ;
la oposición política fue silenciada. Al contrario que Hitler, Mussolini carecía de un
progra-ma político para resolver los problemas sociales y económicos del país, excepto
su deci-sión de dar carta blanca a los grandes negocios, ser pragmático y predicar la
necesidad de disciplina ; el resultado fue que en 1926 se derogó la jornada de ocho horas,
y entre 1928 y 1932 los salarios disminuyeron sensiblemente, hasta llegar a ser los más
bajos de toda Europa. El poder adquisitivo de obreros y campesinos decreció entre un
50 y un 70%. El propio Mussolini reconoció que efectivamente había descendido el
nivel de vida en Italia, pero que, afortunadamente, “... el pueblo italiano no estaba
acostumbrado a co-mer mucho y que, por ello, sentía las privaciones menos que otros”.
Ese declive alimenta-rio no impidió, sin embargo, a Mussolini propugnar el aumento de
la tasa de natalidad, con objeto de probar la virilidad de los italianos y de paso
proporcionar futuro personal para las fuerzas armadas ; las campañas militares en el
extranjero fueron concebidas, en efecto, principalmente como la solución para los
problemas económicos. El papel de la mujer en la sociedad fascista era exclusivamente
4
el que acabamos de ver: traer hijos al mundo ; a tal efecto las mujeres fueron apartadas
de los puestos de responsabilidad y de la educación, y la planificación familiar fue
declarada ilegal en 1927. Como lo pone el fascista italiano Ferdinando Loffredo, “... la
mujer debe volver a la sujeción por parte del hombre, ya sea padre o marido, y debe
reconocer por tanto su propia inferioridad espiritual, cultural y económica” 7 . Esa
tendencia decididamente sexista fue adoptada también más tarde por los fascistas
franceses ; Pierre Drieu La Rochelle8, un apólogo de la ocupación de su país por las
tropas de Hitler, por ejemplo, afirmaba que las mujeres, al carecer de las cualidades
espirituales del hombre, eran la fuente de la decadencia. Des-de un principio la filosofía
del fascismo italiano proclamó a los cuatro vientos la excelen-cia de las virtudes
guerreras, ya que no sólo se veía la conquista militar como una virtual solución de los
problemas económicos del país, sino que se encomiaban las virtudes mili-tares per se.
Entre los slogans favoritos del régimen estaban los de “¡Nada se ha conse-guido en la
historia sin derramamiento de sangre!” y “¡Un minuto en el campo de batalla equivale
a toda una vida pacífica!”. El propio Mussolini exigía que se le obedeciese a lo militar.
El macho italiano había de ser darwiniano, y no humanitario, duro, y no blando,
masculino, y no femenino. Preocupados por la salud moral de la sociedad, los fascistas
denunciaron la ‘decadencia’ en todos sus aspectos: hedonismo, materialismo, individua-
lismo, democracia y laxitud sexual.
5
Georges Bataille, por su parte, intentando, lo mismo que Wilhelm Reich, com-
pletar el análisis infraestructural (lo económico) mediante el análisis de la
superestructura ideológica, explica el fenómeno fascista mediante la dialéctica de lo
homogéneo y lo he-terogéneo13: el poseedor de los medios de producción tiende, según
él, a la ‘homogeneiza-ción’, mientras que el dictador totalitario apela siempre a lo
‘heterogéneo’. Lo explica como sigue14:
El pensamiento protofascista
BIBLIOGRAFIA
HAYASHI, Stuart K., 2015, Hunting down Social Darwinism, London, Lexington
Books
LAMENDOLA, Francesco, 2010, “Il fascismo, dittatura in cui l’antifascista Croce ti-
rannegiava le menti dei giovani”, en Arianna Editrice, Internet
LEONI, Francesco, 1983, “El disenso católico durante el fascismo”, en Revista de Estu-
dios Políticos, No 35 ;
LEONI, Francesco, 2016, “Croce y el fascismo: una nota crítica, en Notas, Internet
VIÑAS, Angel, 2016, “Alfred Rosenberg y temas españoles”, en Angel Viñas, Internet
10
NOTAS
1
SOUCY, Robert J.., 1994, Artículo “Fascismo”, en VARIOS, Enciclopedia ‘ENCARTA-94’, Microsoft CD-
Rom
2
SOUCY, Robert J.., 1994, Artículo “Nacionalsocialismo”, en VARIOS, op. cit.
3
VIÑAS, Angel, 2016, “Alfred Rosenberg y temas españoles”, en Angel Viñas, Internet
4
BOCHACA, Joaquín, 2010, “Hitler y sus filósofos. De Gobineau a Chamberlain”, en Cerrando Filas, Inter-
net ; HAYASHI, Stuart K., 2015, Hunting down Social Darwinism, London, Lexington Books
5
SOUCY, “Nacionalsocialismo”, op. cit.
6
SOUCY, “Fascismo”, op. cit.
7
PICKERING-LAZZI, Robin, 1995, Mothers of Invention, University of Minnesota Press
8
MEMBA, Javier, 2001, “Pierre Drieu La Rochelle, el dandi fascista”, en Elmundolibro, Internet
9
REICH. Wilhelm, 1980, Psicología de masas del fascismo, Barcelona, Bruguera, pp. 51 ss.
10
Ibid., pp. 56-57
11
Ibid., pp. 59 ss.
12
Ibid., pp. 60-61
13
BATAILLE, Georges, 1993, “La estructura psicológica del fascismo”, en El Estado y el problema del fas-
cismo, Murcia, Hestia-Diké, pp. 9 ss.
14
Ibid., pg. 22
15
LUKÁCS, György, 1968, El asalto a la Razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hit-
ler, Barcelona, Grijalbo, pp. 4 ss.
16
LEONI, Francesco, 1983, “El disenso católico durante el fascismo”, en Revista de Estudios Políticos, No
35 ; 1994, “Las raíces del nacionalismo italiano”, Ibid., No 86 ; 2016, “Croce y el fascismo: una nota crítica,
en Notas, Internet ; ROSSI, Annunziata, 2006, Fascismo en Europa, Universidad Nacional Autónoma de
México ; LAMENDOLA, Francesco, 2010, “Il fascismo, dittatura in cui l’antifascista Croce tirannegiava le
menti dei giovani”, en Arianna Editrice, Internet ; CINGARI, Salvatore, 2016, “Croce e il fascismo”, en
VARIOS, Croce e Gentile, Treccani ; TESSITORE, Fulvio, 2016, “Croce: storicismo e antistoricismo”, en VA-
RIOS, Croce e Gentile, op. cit.
17
STERNHELL, Zeev, e.a., 1994, El nacimiento de la ideología fascista, Madrid, Siglo XXI, pg. 1
18
Ibid., pp. 4-6