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Funciones ejecutivas

La función ejecutiva es un término relativamente reciente dentro de las neurociencias,


se refiere a la función directiva, gerencial y rectora del cerebro, utilizando las analogías
de una organización empresarial, educativa o de una orquesta, la función ejecutiva es
la que corresponde al gerente de la empresa al rector de la Universidad o al director
de la orquesta. La función ejecutiva entonces se refiere a la capacidad de dirigir,
orientar, guiar, coordinar, ordenar la acción conjunta de los elementos de la empresa o
de la orquesta para lograr un fin o una meta. Debe verificar, criticar y corregir, en caso
de desviación de la meta o de los objetivos. Si falla el director de orquesta, falla toda la
orquesta; además permite el desarrollo mental o cognitivo por excelencia., de nada
serviría tener una excelente habilidad lingüística, de memoria, de capacidad
visuoperceptual y habilidades motoras si no hubiera un gerente que coordine y oriente
todas estas habilidades.

Lezak (1983) se refiere al “funcionamiento ejecutivo” para distinguirlo de funciones


cognitivas que explican el “cómo” de las conductas humanas. Baddeley (1986) agrupó
estas conductas en dominios cognitivos que incluían problemas en planeación y
organización de conductas, desinhibición, perseveración y decremento en fluidez e
iniciación. Baddeley también acuñó el término “síndrome disejecutivo”. Cada
componente del funcionamiento ejecutivo se añade al conjunto de procesos cognitivos,
que incluyen el mantenimiento de un contexto para la solución de problemas, dirección
de la conducta hacia un objetivo, control de la interferencia, flexibilidad, planeación
estratégica y la habilidad para anticipar y comprometerse en actividades dirigidas a
una meta (Denckla, 1994).

Las funciones ejecutivas poseen unos aspectos variados en su programación de


actividades cerebrales específicas, las cuales están divididas en los siguientes
componentes:

Iniciativa, Volición, Creatividad:


Se refiere a la capacidad de ser creativo para inventar opciones y alternativas ante
situaciones nuevas y necesidades adaptativas y a la capacidad de activar el deseo y la
voluntad para la acción.

Capacidad de Planificación y organización:


Dentro de este aspecto está contemplada la capacidad de formular hipótesis, realizar
cálculos y estimaciones cognitivas y generar estrategias adecuadas para resolución de
problemas y conflictos.

Fluidez y flexibilidad para la ejecución efectiva de los planes de acción:


Esta fluidez incluye flexibilidad para retroceder, corregir, cambiar el rumbo de los
planes de acuerdo a verificaciones de los resultados parciales que se obtengan.

Procesos de Atención selectiva concentración y Memoria operativa:


Las funciones ejecutivas requieren el concurso de procesos atencionales, de la
atención selectiva para acciones específicas y de una adecuada memoria operativa o
memoria de trabajo para mantener activos los diferentes pasos y ejecutar con éxito los
planes de acción.
Procesos de Monitoreo y Control Inhibitorio:
Se requiere además capacidad de monitorear todos los pasos, inhibir impulsos que
puedan poner en riesgo el éxito de un plan y activar otros que dinamicen el proceso y
monitorear todos los pasos para garantizar el feliz cumplimiento de los objetivos y las
metas.

El cerebro del cerebro: El lóbulo EJECUTIVO o el CEREBRO EJECUTIVO:


La mayor evolución de la corteza cerebral ha sido la emergencia del lenguaje y de las
funciones ejecutivas, las cuales dependen de la parte anterior de los lóbulos frontales,
específicamente de la corteza prefrontal que representa el 29% del total de la corteza
en los humanos.

Históricamente la relación entre funciones superiores y regiones del lóbulo frontal ya


se habían descrito en la antigua Grecia como en Roma, luego un italiano, Guido
Lanfranchi, fue el primero en describir una secuela clínica tras lesión en el lóbulo
frontal, y no fue hasta finales del siglo XVII y principios del XVIII cuando Swedenborg
escribió que los lóbulos frontales se relacionaban íntimamente con las funciones
cognitivas superiores. Sin embargo, el inicio reciente del conocimiento acerca de la
funcionalidad del lóbulo frontal se atribuye al siglo XIX, cuando confluyeron dos
fenómenos: la teoría localizacioncita de Gall, por un lado, en la que se atribuían al
lóbulo frontal cualidades mentales superiores tales como la curiosidad humana, el
idealismo, el perfeccionismo, la capacidad para imitar, la agresividad, la agudeza, la
medida del tiempo o el sistema de orden, y por otro lado, la descripción del caso
clínico que recogió el Dr. Harlow, Phineas Gage, que fue el gran punto de partida del
conocimiento actual acerca de la implicación del lóbulo frontal en la inhibición y el
control del comportamiento. Los estudios realizados con muestras de sujetos más
amplias, ya a mediados del siglo XX, se llevaron a cabo con heridos de bala durante la
Primera y la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente durante la guerra del Vietnam.

El lóbulo frontal es denominado como el recipiente donde se combinan los aspectos


necesarios para la conducta adecuada a un fin y a un contexto, sin embargo el lóbulo
frontal no actúa como una unidad funcional, sino que puede dividirse en distintas
regiones cuya citoarquitectura, filogenia, especificidad funcional e interconexiones son
diferentes, y de esta divisiones es el cortex prefrontal o anterior que recibe
proyecciones del núcleo dorsomedial del tálamo una de las áreas más altamente
interconectadas con otras regiones del córtex humano, se conocen interconexiones
masivas con los lóbulos parietales, temporales, regiones límbicas, núcleos de la base,
ganglios basales y cerebelo. La intensa conectividad de los lóbulos Prefrontales los
hace importantes para la coordinación e integración de todas las áreas cerebrales.
Existen dos habilidades de lóbulo prefrontal diferentes pero que están estrechamente
relacionadas (e.g., Fuster, 2002; Happaney, Zelazo, & Stuss, 2004) que son:

(1) Solución de problemas, planeación, inhibición de respuestas, desarrollo e


implementación de estrategias y memoria de trabajo (estas son las funciones que
generalmente se entienden como funciones ejecutivas, generalmente medidas a
través de pruebas neuropsicológicas de funciones ejecutivas); estas son las
habilidades más estrechamente relacionadas con el área dorsolateral de la corteza
prefrontal (e.g., Stuss & Knight, 2002), y se puede hacer referencia a ellas como
“funciones ejecutivas metacognitivas”.

(2) Coordinación de la cognición y la emoción. Se refiere a la habilidad de satisfacer


los impulsos básicos siguiendo estrategias socialmente aceptables. En el último caso,
lo que es más importante no necesariamente es el mejor resultado conceptual e
intelectual, sino el resultado que va de acuerdo a los impulsos personales. En ese
sentido, la función principal del lóbulo prefrontal es encontrar justificaciones
aparentemente aceptables para los impulsos límbicos (los cuales constituyen las
“funciones ejecutivas emocionales”). Sin duda, si las funciones ejecutivas
metacognitivas fueran utilizadas en la solución de problemas sin involucrar impulsos
límbicos, la mayoría de los problemas sociales que se presentan en todo el mundo
habrían sido resueltos, porque el hombre contemporáneo posee recursos suficientes
para solucionar la mayoría de los problemas más relevantes (tales como la pobreza y
la guerra). En general, los conflictos humanos se reducirían.

En humanos, la madurez de la corteza prefrontal no se alcanza hasta la adolescencia


tardía. Este largo proceso de desarrollo está relacionado con la lenta maduración de
las funciones cognitivas asociadas a la corteza prefrontal, entre las que se incluyen
todas las actividades cognitivas que caracterizan a la especie humana, especialmente
el razonamiento abstracto y el lenguaje hablado. El córtex prefrontal presenta a su vez
3 divisiones la ejecución y estructuración de diferentes funciones cognitivas, dichas
divisiones son las siguientes:

Córtex dorsolateral
La corteza dorsolateral integra la información que procede de las áreas de asociación
unimodal y heteromodal, y de las zonas paralímbicas. Según Mesulam, una de sus
funciones principales es la de propiciar la interacción inicial entre la información
sensorial que recibe del córtex posterior y la información procedente del sistema
límbico y el córtex paralímbico. Esta interacción implica la relación existente y el
feedback entre las sensaciones y el humor: la forma en que las emociones influyen en
la interpretación de la información sensorial y, al contrario, la forma en que el
procesamiento y los aprendizajes previos pueden modificar los estados de ánimo. Una
de las funciones principales de esta corteza prefrontal, siguiendo el modelo de Fuster,
es su papel crítico en la organización temporal de las acciones que están dirigidas
hacia una meta, ya sea biológica o cognitiva (movimientos somáticos, oculares,
conducta emocional, rendimiento intelectual, habla o razonamiento).

Córtex orbital
Esta división del cortex prefrontal está relacionada con el procesamiento cognitivo y la
toma de desiciones, el efecto inhibitorio orbitomedial tiene la función de suprimir los
inputs internos y externos que pueden interferir en la conducta, en el habla o en la
cognición. Es decir, eliminar el efecto de los estímulos irrelevantes permitiendo dirigir
la atención hacia la acción. Estos estímulos irrelevantes serían:

– Los impulsos y conductas instintivas. Los pacientes con lesiones orbitomediales


presentan irritabilidad, hiperactividad, impulsividad…, en definitiva, conductas que
implican una pérdida de control inhibitorio.
– Interferencias procedentes de los sistemas sensoriales que no se relacionan con la
acción a desarrollar. Se trataría de los estímulos que llegan al córtex prefrontal,
procedentes de las áreas sensoriales del córtex posterior, y que en el curso de una
acción dirigida a un fin son inhibidos desde zonas orbitales. En este sentido, ejerce un
control sobre la atención sensorial.

– Otro grupo de interferencias lo constituyen las representaciones motoras de las


acciones que no se relacionan o que no son compatibles con la meta actual. Estas
representaciones son los hábitos o programas motores aprendidos y permanentes en
la memoria a largo plazo.

Córtex paralímbico: cingular anterior


En definitiva, el córtex cingular anterior media en la iniciación de las acciones, en la
intencionalidad de las respuestas y en la focalización de la atención. Jahansahi y Frith
plantean tres cuestiones estratégicas para explicar el funcionamiento del córtex
prefrontal en el desarrollo de las acciones voluntarias:
– Qué hacer: el córtex orbitofrontal, actúa eliminando o inhibiendo lo que no se debe
hacer.
– Cómo hacerlo: el córtex dorsolateral, junto con el área premotora, media en las
metas a alcanzar y planifica la acción de acuerdo con la información sensorial
procedente de otras áreas posteriores.
– Cuándo hacerlo: este aspecto estaría mediado por el córtex cingular anterior, que
aportaría los aspectos motivacionales, y el AMS, que actuaría de temporizador y
mediaría en la intencionalidad del acto.

Por último, se han identificado en la actualidad 5 circuitos encargados de mediar los


aspectos cognitivos, motores y emocionales de la conducta humana, dichos circuitos
son denominados frontosubcorticales, los cuales son paralelos y similares en cuanto a
su estructura y organización, en forma de circuito cerrado que se origina en una zona
particular del córtex frontal, transmiten la información a través de los ganglios basales
(del estriado al pálido, a través de vías directas facilitadoras o inhibitorias), y vuelven al
lugar de partida en el lóbulo frontal. A la diversidad y especificidad de procesamientos
de cada uno de estos circuitos, se le añaden los inputs que provienen de otras
regiones corticales.

Estos cinco circuitos son:

Circuito motor
Se origina en las áreas motora y premotora del córtex frontal, incluyendo el AMS, y en
el córtex parietal somatosensorial; proyecta hacia el putamen, el pálido dorsolateral y
el núcleo ventromedial del tálamo, para volver al córtex frontal. Las disfunciones en
esta vía generan enlentecimiento motor: la clásica acinesia o bradicinesia de la
enfermedad de Parkinson.

Circuito oculomotor
Tiene su origen en las áreas de control ocular en el córtex frontal y proyecta hacia el
cuerpo del núcleo caudado. Continúa a través del pálido dorsomedial y de ahí al área
ventral anterior del tálamo, para luego volver al lóbulo frontal. Las alteraciones en este
circuito producen alteraciones en la fijación ocular, es decir, en la búsqueda visual.
Circuito frontal dorsolateral

Parte del córtex dorsolateral proyecta hacia la cabeza más dorsolateral del núcleo
caudado, y de ahí hacia el pálido dorsolateral y el núcleo dorsomedial y ventral anterior
del tálamo, desde donde vuelve a proyectar al córtex dorsolateral. La disfunción en
este circuito produce una sintomatología similar a la descrita tras lesión directa en el
córtex prefrontal: síndrome disejecutivo, caracterizado por alteraciones en la
capacidad de mantener la flexibilidad mental y el cambio de criterios, en la
planificación y generación de estrategias, en la organización de las acciones, en la
utilización de la experiencia (memorias a largo plazo) y en la producción de una
actividad espontánea (verbal o no verbal).

Circuito frontal orbitolateral

Se origina en el córtex orbital lateral del prefrontal y proyecta hacia el núcleo caudado
y el pálido dorsomedial, de ahí a los núcleos ventral anterior y medial dorsal del
tálamo, para volver al córtex frontal orbital. Este circuito modula los aspectos de ajuste
personal y social, así como la inhibición de la interferencia de estímulos externos e
internos (autocontrol). Las disfunciones en este sistema producen alteraciones graves
en la inhibición y en la capacidad para controlar los impulsos.

Circuito cingular anterior

Tiene su origen en el córtex cingular anterior y proyecta hacia el estriado ventral


(límbico), al tubérculo olfatorio y hacia zonas del caudado y putamen ventromedial. El
retorno se realiza a través del pálido rostrolateral y el núcleo dorsomedial del tálamo
hacia el córtex cingular anterior. La lesión en este circuito se asocia a la presencia de
apatía, reducción de la iniciativa y mutismo acinético. Se trata de un circuito
especialmente implicado en la motivación y el mantenimiento de la atención.

Hay dos habilidades de lóbulo prefrontal diferentes pero que están estrechamente
relacionadas (e.g., Fuster, 2002; Happaney, Zelazo, & Stuss, 2004):

(1) Solución de problemas, planeación, inhibición de respuestas, desarrollo e


implementación de estrategias y memoria de trabajo (estas son las funciones que
generalmente se entienden como funciones ejecutivas, generalmente medidas a
través de pruebas neuropsicológicas de funciones ejecutivas); estas son las
habilidades más estrechamente relacionadas con el área dorsolateral de la corteza
prefrontal (e.g., Stuss & Knight, 2002), y se puede hacer referencia a ellas como
“funciones ejecutivas metacognitivas”.

(2) Coordinación de la cognición y la emoción. Se refiere a la habilidad de satisfacer


los impulsos básicos siguiendo estrategias socialmente aceptables. En el último caso,
lo que es más importante no necesariamente es el mejor resultado conceptual e
intelectual, sino el resultado que va de acuerdo a los impulsos personales. En ese
sentido, la función principal del lóbulo prefrontal es encontrar justificaciones
aparentemente aceptables para los impulsos límbicos (los cuales constituyen las
“funciones ejecutivas emocionales”). Sin duda, si las funciones ejecutivas
metacognitivas fueran utilizadas en la solución de problemas sin involucrar impulsos
límbicos, la mayoría de los problemas sociales que se presentan en todo el mundo
habrían sido resueltos, porque el hombre contemporáneo posee recursos suficientes
para solucionar la mayoría de los problemas más relevantes (tales como la pobreza y
la guerra). En general, los conflictos humanos se reducirían.

(Los archivos utilizados fueron hallados en revistas indexadas y documentos de


googleschoolar.com)

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