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Cinco millones de parados no fueron suficientes para justificar una protesta. Ni una
queja. Cuánto menos, una huelga. Ni sectorial. Ni un pequeño paro. O una
concentración simbólica. Comisionistas y ugetistas rieron las gracias al gran
subvencionador. Ahora persiguen una huelga general. Para después de las vacaciones.
Allá cuando octubre comienza su andadura.
La huelga sólo contribuirá a arreciar la tormenta. Sin embargo, a buen recaudo los
ministros y los oligarcas de siempre, los daños se cebarán en los paganos de costumbre.
En los trabajadores. En los pensionistas. En los desempleados. Si la huelga tiene
vocación de aldabonazo, cosa inútil es. Ante un Ejecutivo repleto de sordos que el sordo
se hacen para negar que alguna vez escucharon el clamor de los ciudadanos, el griterío
es absurdo.
Una huelga general comporta el paro en la mayoría de los sectores productivos de una
economía maltrecha. ¿Qué sector será el adelantado, el de transportes, el de
alimentación, el sanitario, el educativo...? ¿Qué credibilidad merecería una convocatoria
propiciada por UGT y CC.OO. cuyos líderes han dado muestras cumplidas de su
zapaterismo extremo? ¿Acaso pretenden añadirse a los artistas de la "ceja" en su
función simuladora y/o encubridora para seguir chupando del bote a manos llenas?
La solución es trabajar para producir y producir para crear trabajo. No tiene Zapatero la
solución. No la puede tener porque Zapatero es el problema. El problema.
09-09-10