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El papel del investigador

En los procesos de investigación, tras una toma de distancia del vínculo tradicional
entre un “sujeto” que conoce y un “objeto” que se busca conocer (S-O), las ciencias
sociales han llegado a entender esta relación como una correspondencia entre
sujetos (S-S). Entendemos que al alero del debate teórico sobre esa relación, se
juega la posibilidad de un aterrizaje concreto de las apuestas por el reconocimiento
de la subjetividad en la investigación.

Un punto común de tales abordajes, es la crítica a las formas tradicionales de


representación de la actividad científica -en general herederas del positivismo- junto
a la revisión de nuevas definiciones del conocimiento. En tal sentido, el
conocimiento se entiende como una relación social atravesada por relaciones de
poder, lo que supone pasar de entenderlo como una verdad externa y aprehensible
de manera aséptica, a verdades heterogéneas, “necesariamente polisémicas”
(Aguado y Rogel 2002:8) y localizadas según contextos socio-históricos y
geopolíticos. Esto pone en entredicho la clásica distinción sujeto-objeto, al tiempo
que la tematiza más allá de las identidades estáticas a las que aludía
tradicionalmente, en una práctica investigativa que solía defender una oposición
radical y jerarquizada entre quien conoce y lo que conoce. Lejos de ello, tal y como
sostienen Scribano y De Sena (2009), se apela a entender la práctica del conocer
como un momento de imaginación sociológica en que sujeto y objeto se distinguen
como dos polos, pudiendo los participantes ocupar múltiples posiciones.

Es en este contexto que buscamos comprender el lugar del investigador, y lo


haremos en una suerte de zoom que va desde las discusiones más específicas
sobre las tecnologías metodológicas de la investigación social, a los debates más
epistemológicos.

La recuperación positiva de la subjetividad desde la investigación social


cualitativa (ISCUAL)

Como se sabe, en el campo de la investigación social cualitativa (ISCUAL) se ha


descartado enérgicamente la posibilidad de un conocimiento independiente de los
investigadores, asumiendo que todo conocimiento es “portador de características
del sujeto que conoce, y por tanto, irrevocable e intrínsecamente subjetivo” (Breuer
2003:2). Con miras a la consolidación de este reconocimiento, se señala como un
rasgo fundamental a considerar en los diseños cualitativos la condición subjetiva del
científico social, quien comparte el conocimiento sobre lo social con los sujetos
investigados quienes, en tanto tales, lo hacen más en calidad de co-constructores
que de informantes. A partir de ello, se enfatiza “la importancia de planificar
dispositivos de 'socio-análisis' de las prácticas involucradas en la acción sociológica,
lo que implica la incorporación de indagaciones tendientes principalmente a
reflexionar sobre la reflexividad de la misma” (Scribano 2001:8).

De ahí que la metodología cualitativa, tal y como señalase Wiesenfeld (2000), sea
vista como un espacio privilegiado para el auto-análisis de los investigadores, en la
medida que se acepta la implicación de sus subjetividades y el diálogo reflexivo en
los procesos de investigación. Hay quienes sostienen que “existe un consenso entre
las comunidades epistémicas acerca de la necesidad de considerar las ciencias
socioculturales como ciencias interpretativas, lo que se ha traducido en una
proliferación de investigaciones de corte 'cualitativo' en oposición a las
'cuantitativas’” (Aguado y Rogel 2002:2). Dicho incremento, así como la constitución
del campo de lo cualitativo como espacio específico de teorización metodológica
transdisciplinaria, no obedecería solo a devenires metodológicos intra-científicos,
sino también, como nos lo demuestran Cornejo, Besoaín y Mendoza (2011), al
interés contemporáneo de constituir como objetos de estudio al sujeto y a lo
subjetivo. No obstante, esto no quiere decir que la metodología cualitativa sea el
único espacio posible para pensar en formas de desarrollar la reflexividad como
principio de la investigación. Las nuevas propuestas, según Aguado y Rogel (2002),
permiten plantear la necesidad de renunciar a la ‘pureza’ de los géneros o
perspectivas, sobre todo si se reconoce que hay una dimensión cualitativa en lo
cuantitativo y viceversa.

Así, se ha propuesto entender los diseños metodológicos como espacios continuos,


cuyos extremos no están definidos por lo cuantitativo de un lado y lo cualitativo por
el otro, oponiéndose y excluyéndose, sino por “una gradación que va desde el
énfasis en la técnica y la ausencia de una reflexión epistemológica, hasta el énfasis
precisamente en la reflexión metodológica y epistemológica” (Gutiérrez y Delgado
1995:27). Ahora bien, quienes sostienen que en ningún ámbito de la actividad
humana existe una realidad dada, independiente del sujeto, apelan por considerar
la totalidad de las técnicas y prácticas de investigación como configuraciones
históricas (contingentes, coyunturales, sintomáticas) destinadas a la invención o
construcción de las realidades, las dinámicas y/o los actores que se estudian. En
aras de ese interés, se ha reconocido en esta fase de la relación
cualitativo/cuantitativo, su “superación desde un punto de vista dicotómico,
diluyendo un tratamiento apirético de la misma” para centrar la atención en una
mejor articulación entre estrategias (Scribano 2001:3). Como veremos más
adelante, el problema no es solo la recomendación sobre el qué hacer -las
estrategias de investigación-, sino más bien cómo hacernos cargo que la “realidad”
que buscamos conocer no es externa ni está dada de antemano a los procesos de
producción del conocimiento científico y que como investigadores estamos
implicados en estos procesos.

Más allá de reconocer y reivindicar el papel de la subjetividad en la investigación


social, los acercamientos más cualitativos coinciden en la preocupación por
“alternativas metodológicas” (Breuer 2003: 41) que hagan efectiva esta
reivindicación, pues dicho consenso epistemológico queda usualmente restringido
a una mera declaración, “pues cuando se trata de la acción concreta, es decir, la
metodología socio-científica aplicada en la praxis, tal adhesión epistemológica al
constructivismo o una de sus variantes frecuentemente no tiene consecuencias”
(Breuer 2003: 12). En el marco de nuestra investigación, y del ejercicio del que
daremos cuenta, adherimos a la consideración de estos debates como una
oportunidad para ensayar tales innovaciones.
La subjetividad
La objetividad científica y la subjetividad del investigador El cuestionamiento de la
objetividad no sólo refiere al objeto de estudio de la ciencia, sino también al rol del
investigador. Si asumimos la objetividad científica como un sinónimo de
imparcialidad y apego a los hechos, el papel del cientí- fico se vuelve instrumental,
puesto que cualquier persona llegaría a las mismas conclusiones si siguiera los
mismos pasos. Es imposible negar la intuición y el discernimiento que requiere un
científico para problematizar sobre un fenómeno y llegar al conocimiento teórico. No
obstante, este paradigma minimiza las 4 CP Mayra Margarito Gaspar U-e La toma
de decisiones metodológicas en la investigación social Revista de Investigación
Educativa 9 julio-diciembre, 2009 | ISSN 1870-5308 © Todos los Derechos
Reservados | Xalapa, Veracruz Instituto de Investigaciones en Educación |
Universidad Veracruzana aportaciones individuales que los investigadores
proporcionan a los estudios, en cuanto a la construcción del objeto de estudio y el
seguimiento del proceso de construcción del conocimiento, por lo que desconoce la
importancia de la reflexión del investigador. A partir de esta postura metodológica,
la objetividad implica una separación entre las fuentes teóricas y la argumentación
(Janack, 2002), de tal modo que las conclusiones obtenidas tengan como
fundamento únicamente la evidencia o los hechos, en lugar de las preferencias o
idiosincrasias de quien o quienes realicen el estudio. Lo que se pretende desde este
enfoque es que la subjetividad del investigador no interfiera con el razonamiento y
la teorización. Así, la subjetividad, desde esta perspectiva, se entiende sólo como
las emociones y los prejuicios, sin considerar que abarca otros aspectos importantes
como las experiencias personales y profesionales, el bagaje cultural, el contexto
social y los procesos cognitivos propios de cada persona, que pueden no sólo
afectar (sentido negativo), sino también enriquecer (aspecto positivo) los resultados
de la investigación. El reconocimiento de todos los aspectos que implica la
subjetividad nos obliga a debatir sobre la posibilidad o imposibilidad de realizar un
trabajo completamente objetivo. Este cuestionamiento tiene que ser considerado en
dos dimensiones: la individual y la colectiva. Por lo que respecta a la individual,
debemos tomar en cuenta que el acercamiento a un objeto, tanto en los estudios
cualitativos como en los cuantitativos, obliga al investigador a situarse en una
posición teórico-metodológica, a partir de la cual construirá la problematización y
comenzará la recolección de datos. En toda investigación, la lectura de los datos no
sólo requiere de un posicionamiento, sino también de reflexión y de la interpretación
para llegar a conclusiones o descubrimientos. Así, cada una de las etapas del
proceso de investigación demanda una serie de tomas de decisiones que el autor
no hace de manera aislada, sino que parte de criterios que, si bien pueden estar
sustentados en experiencias y conocimientos previos, también incluyen
preferencias personales. La consideración del papel del investigador debe
comprender su individualidad, pero también tomar en cuenta el colectivo donde se
desarrolla. Los investigadores no trabajan —ni tampoco sería deseable que lo
hicieran— de manera aislada, sino que están adscritos a instituciones, equipos de
trabajo o simplemente a una cierta tradición científica. Al momento de decidir el uso
de cierta teoría o metodología, influye en gran medida el grupo o institución de
pertenencia, ya que los intereses propios del autor se deben en ocasiones a
demandas externas. Latour (2001) afirma que la ciencia es social, por lo tanto, entre
mayor conexión 5 CP Mayra Margarito Gaspar U-e La toma de decisiones
metodológicas en la investigación social Revista de Investigación Educativa 9 julio-
diciembre, 2009 | ISSN 1870-5308 © Todos los Derechos Reservados | Xalapa,
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tenga el saber científico con convenios del colectivo, el estudio será más preciso y
sólido. El carácter social le otorga una existencia histórica, de tal forma que lo que
el grupo considere ciencia en un momento determinado será un elemento
determinante de cientificidad. Estas consideraciones sobre el papel del capital
cultural y social del investigador han originado un replanteamiento de la objetividad.
La objetividad científica ya no refiere a términos, esto es, a un conocimiento último,
estático, alejado del hombre, sino a conocimiento procesual, contextualizado, en
continua construcción y reconstrucción, donde cada hallazgo dará origen a nuevos
problemas. Kuhn (1995) presenta a la ciencia como una serie de descubrimientos e
inventos individuales que, al reunirse, constituyen el caudal moderno de
conocimientos técnicos. Dichos conocimientos son retomados por un grupo de
profesionales que trabaja en torno a ellos, constituyéndolos en objetividades
particulares que permiten la implementación de paradigmas. Sin embargo, estos
paradigmas no son teorías acabadas, sino que pueden ser cuestionados por
investigadores del mismo u otros grupos, de manera que nazca una crisis que
permita el surgimiento de otro paradigma. La investigación como un producto
humano y social El reconocimiento de la investigación y el conocimiento generado
a través de ella como productos de la acción humana, definen al investigador como
un sujeto (individual y social) clave para el desarrollo de la investigación. Esto obliga
a una conceptualización distinta de la objetividad. Así, Hanna (2004) propone dos
tipos de objetividades: la externa, que se relaciona con entidades, constructos y
teorías que representan al mundo de forma verídica; la interna o metodológica, que
refiere a los procesos o métodos por los cuales la ciencia investiga al mundo. Para
la objetividad externa la representación muestra una relación estática entre la
estructura de pensamiento o lenguaje y la estructura independiente en el mundo. La
objetividad interna, por su parte, observa a la representación como un dispositivo
activo motivado por intereses humanos, propósitos y valores. De este modo, admite
la existencia de sujetos, objetos y fenómenos por sí mismos (objetividad externa);
sin embargo, también se reconoce que las abstracciones metodológicas por las
cuales logramos explicar y entender dichos sujetos, objetos y fenómenos, son
procesos mediatizados por el capital cultural y la subjetividad del individuo
(objetividad interna).

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