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SIRVE A LA PAZ
Servir a la Vida es servir a la Paz
LA AYUDA QUE AYUDA
SIRVE A LA PAZ
DEDICATORIA Y AGRADECIMIENTOS
TABLA DE CONTENIDOS
P RÓLOGO
P ARA COMENZAR
CAPÍTULO I
¿P OR QUÉ ESTE LIBRO?
¿Por qué un libro para ayudar?
Lo que hay, lo que vemos
¿Cómo nace la ayuda?
El anhelo de ayudar
CAPÍTULO II
UNA MIRADA SOBRE LA AYUDA QUE AYUDA
¿Qué es ayudar?
Particularidades de la ayuda que ayuda
Ayudar es contener
Ayudar es servir desde un estado de presencia
Ayudar es acompañar
¿A quién ayudamos?
¿Desde dónde ayudamos y cuándo ayudamos?
Herenca y destino en Lipot Szondi
CAPÍTULO III
¿EN QUÉ SE CIMIENTA LA AYUDA QUE AYUDA?
¿La ayuda necesita fundamentos?
¿Qué pretende la ayuda que ayuda?
CAPÍTULO IV
EL TRIÁNGULO DRAMÁTICO EXPRESIÓN DEL DOLOR P RIMARIO: LA HERIDA
BÁSICA Y LA HUELLA SAGRADA
DEDICATORIA
A la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas, por creer en las
metodologías innovadoras para el autocuidado de las personas que ayudan y, en
nosotras para la aplicación del modelo de intervención planteado en este libro.
Marianela y Rosa Elena
Este libro conjuga dos miradas complementarias que brindan un nuevo abordaje al
quehacer de las personas cuya misión de vida es ayudar y a todos, en general, cuando
las circunstancias del discurrir vital nos colocan en situaciones especiales en las que
necesitamos ayudar o debemos brindar ayuda.
Nuestra experiencia y vivencia nos hizo ver que, en general, en nuestro medio
circula poca formación e información respecto de lo que es ayudar y lo que ello
implica; de manera habitual, cuando de ayudar se trata, actuamos de buena voluntad
tratando de hacer lo mejor posible. Sin embargo, esa ayuda, en muchas ocasiones, es
poco eficaz para lograr que las personas puedan restablecer su bienestar y asumir la
responsabilidad de sus circunstancias de vida.
Por ello, nos comprometimos en la búsqueda e integración de las más novedosas
herramientas y estrategias de intervención para conocer los supuestos básicos de la
ayuda y aprender sobre los parámetros bajo los cuales nos es posible brindarla.
Así las cosas, partimos de los conceptos de Bert Hellinger respecto de los órdenes
del amor y de la ayuda, al verlos como los cimientos esenciales en la conformación de
los vínculos. Estos planteamientos forjan el compromiso y la necesidad de ayudar en
los seres humanos y, de acuerdo a cómo los integremos en nuestras vidas, la ayuda
fortalecerá o debilitará al ayudado.
Los Órdenes del Amor con sus tres principios esenciales de pertenencia,
jerarquía y compensación o equilibrio entre el tomar, dar y recibir, son los hilos que
conforman la red cuyo entramado perfecto nos provee de solvencia, fuerza y claridad
para saber si estamos en capacidad de ayudar y si nos está permitido brindarla.
Los Órdenes de la Ayuda nos guían paso a paso, como un tren que va de estación
en estación hasta el destino final, acerca del camino que debemos recorrer y observar
para que la ayuda tenga peso, sea acertada, útil y, realmente, esté al servicio de la vida,
al servicio de la paz.
Mencionamos, en primer lugar, los órdenes del amor y de la ayuda, porque ellos
fueron y son nuestro motor de vida, hacen parte de nuestro quehacer profesional en el
día a día y conocemos, desde su aplicación y vivencia, la contundencia en la reparación
y la sanación pronta, rápida y eficaz de los destinos difíciles.
Por esto, pensamos en estos órdenes como claves para descubrir, explorar y
reconocer la herida básica inherente a todos los seres humanos. Dicha herida se
expresa en el triángulo dramático, los traumas nucleares y los mensajes de infancia, que
determinan los juegos psicológicos, y que con un trabajo serio y consciente podemos
transformar en el triángulo creativo.
Para ilustrar a los lectores expondremos lo planteado por Stephen Karpman en su
triángulo dramático, respecto de la conjugación manifiesta de las diferentes posiciones de
víctima, victimario y salvador, que los seres humanos asumimos a lo largo de nuestras vidas
y que son dinámicas, en tanto rotan de lugar, y funcionan como defensas estructurantes de la
personalidad en conexión con la herida básica.
Los planteamientos de Paloma Cabadas relacionados con los traumas nucleares, en
tanto que son resolutivos de las experiencias primarias del sentirse abandonado,
rechazado o intolerante hacia la autoridad, ligados con el triángulo dramático. Así
mismo, nos referiremos a los estudios de Tim Kelley y Carole Kammen, respecto del
dolor primario o herida sagrada, por su trascendencia en nuestras vidas, especialmente,
cuando no nos hacemos conscientes de su existencia.
Tomamos de Eric Berne, sus mensajes de infancia, determinantes de los juegos
psicológicos como formas de evasión específicas en las relaciones para impedir los
encuentros cercanos y conjurar la intimidad. Los planteamientos de Berne rastrean las
historias familiares en tanto mensajes recibidos, tales como: no sientas, no vivas o
complace por encima de todo; estos se convierten en sustratos motivadores de las tres
posiciones del triángulo de Karpman.
También, por la trascendencia de su trabajo del inconsciente genético familiar,
introducimos el estudio de Lipot Szondi, quien desarrolló el concepto de destino
como las huellas que portamos de nuestros antepasados y que, inconscientemente,
afloran en nuestro quehacer, especialmente, cuando desconocemos nuestra herida
básica y nos quedamos inmersos en los juegos piscológicos al actuar desde las
posiciones del triángulo dramático.
Al hacer está revisión, nos propusimos consolidar una metodología para lograr
una ayuda con impacto social, real y posible de brindar desde el lugar que cada quien
ocupa.
En este intercambio plasmamos reflexiones, objetivos y propósitos para unificar
criterios en torno a una ayuda eficaz; por eso, este libro lo hemos titulado: La Ayuda
que Ayuda, Sirve a la Paz . Unimos la ayuda a la paz, en tanto que la vida está para
servir a la paz como el bien más preciado de la humanidad y cuando se recibe un apoyo
adecuado en circunstancias difíciles, además de bienestar, se genera paz.
En este sentido, La Ayuda que Ayuda permite una experiencia innovadora,
transformadora, reconciliadora y constructora de paz.
Esta metodología nos lleva a tomar conciencia de cómo ayudamos y, hoy,
queremos entregártela para enriquecer tu mirada, ampliarla, y acompañarte en el
desarrollo de habilidades específicas, que te permitan ayudar con la certeza de que tu
esfuerzo y tu deseo profundo de acompañar al otro en su crecimiento puedan llegar,
realmente, a tocar su corazón y puedas construir un intercambio fructífero para ti y para
los otros.
El libro que tienes en tus manos es una suma de comprensiones y de vivencias, no
solamente extraídas de lo teórico, sino, fundamentalmente, de la experiencia como
ayudadoras y como acompañantes en procesos de crecimiento humano.
En este momento que atraviesa el país queremos volcar en estas páginas el camino
que hemos encontrado novedoso, práctico y eficaz para acompañar a quien necesita
ayuda y que, en el fondo del corazón, todos anhelamos brindar. Es el camino para
acceder a una paz interna que irradie a nuestra familia, nuestra comunidad, nuestras
instituciones y nuestro país.
Capítulo I
¿POR QUÉ ESTE LIBRO?
La Ayuda que Ayuda es ciencia que se aprende y
arte que se afina.
¿QUÉ ES AYUDAR?
La Ayuda que Ayuda consiste en acompañar en forma tal que quien es ayudado
pueda afrontar su vida y su destino por duros que sean. Prerrequisito para esto es ver a
ese ser humano en la grandeza de la cual es portador, porque la lleva consigo; respetar
el destino que tiene que enfrentar y comprender que por severo que parezca, en algún
ámbito, es el que necesita enfrentar según el aprendizaje de su discurrir vital o según el
nivel de conciencia alcanzado.
Podemos decir, entonces, que ayudar es un proceso de acompañamiento, de auto-
responsabilidad y de auto-empoderamiento, que permite aflorar lo mejor de sí mismo y
de quien recibe la ayuda.
AYUDAR ES ACOMPAÑAR
¿Por qué la ayuda implica acompañar? Porque cuando estamos atravesando una
circunstancia difícil o un evento frente al cual nos consideramos incapaces de resolver,
sentirnos acompañados nos permite entrar en un estado de presencia que nos lleva a
observar lo que nos aqueja en ese momento.
Requerimos de la compañía de otro porque el dolor en soledad es difícil verlo,
enfrentarlo y, más aún, transitarlo; el dolor en compañía es posible afrontarlo para
tramitarlo.
En muchos contextos se prefiere hablar de acompañar como sinónimo o sustituto
de ayudar, y se entiende esta diferencia al resaltar que quien tiene la responsabilidad de
asumir una acción para salir del asunto en cuestión es quien tiene el problema, no
quien acompaña y menos quien ayuda .
En esta misma línea, se lee ayudar como sinónimo de responsabilizar a quien
necesita la ayuda. Al ayudado es a quien le corresponde hacerse cargo del asunto que lo
aqueja.
Ayudar requiere de una actitud despierta, compasiva y pertinente toda vez que la
esencia de la vida es la diferencia. La ayuda es impulso al crecimiento. En este libro la
significamos de esta manera.
¿A QUIÉN AYUDAMOS?
Esta parece una pregunta necia, sin embargo, la consideramos vital; en especial,
cuando, de manera coloquial, se responde: “a las víctimas”, sin tener presente la pesada
carga que conlleva este rótulo para quien desea salir de las circunstancias difíciles
vividas. Genéricamente, se conoce como “víctima” a una persona impotente, sin
capacidad para defenderse o asumir lo que le ocurre y le corresponde.
Planteamos que quién necesita ayuda es un ser humano común y corriente, que
atraviesa una dificultad y requiere sentirse visto con buenos ojos para transformarla.
Solo el amor real permite el cambio real, entendiendo el cambio como un proceso de
desarrollo y crecimiento.
Como ya lo mencionamos es preciso que la persona a más de tener conciencia de
su necesidad tenga la capacidad de solicitar la ayuda, para lo cual requiere de una
buena dosis de humildad que le permita abrirse al otro para solicitar su presencia y
lograr expresarle sus difíciles circunstancias.
Cuando se trata de ayudar en forma efectiva es preciso ir más allá de las buenas
intenciones, más allá de creer que lo mejor es lo que sentimos. Incluso, más allá de
hacer lo que nosotros quisiéramos recibir, si estuviéramos en esas circunstancias.
Desde ahí actuamos en forma ciega y sin ningún norte, ante todo, sin tener en cuenta las
reales necesidades de quien requiere la ayuda. Actuamos desde un amor ciego, que no
honra el amor despierto, no honra a quien se ayuda ni le permite forjar su espiral del
crecimiento.
Por todo lo anterior, a partir de nuestra experiencia nos lanzamos a la aventura de
plasmar una metodología integradora, como camino a seguir para lograr La Ayuda que
Ayuda .
¿LA AYUDA NECESITA FUNDAMENTOS?
Con certeza, nuestra respuesta es afirmativa: La Ayuda que Ayuda necesita
fundamentos. No se trata, simplemente, de ayudar por ayudar o de hacer lo mejor que
se pueda ante las dificultades de otra persona. Cuando ayudamos por ayudar, lo más
probable es que salgamos no tan bien librados, ya sea porque nos atribuimos asuntos
que no nos competen, cargándonos o lastimándonos o, incluso, porque podemos
llegar a perder el vínculo con el ayudado por no satisfacer sus expectativas a causa
de no ponerle límites y terminar viéndolo y tratándolo como un niño.
Entre las fuentes que hemos explorado y a las cuales hemos recurrido para estudiar
los procesos de ayuda, encontramos formulaciones como los planteamientos de Bert
Hellinger en lo referente a ciertos órdenes que marcan un derrotero tanto acerca del
amor como de la ayuda.
Los Órdenes del Amor descubren los principios básicos del funcionamiento
vincular: la pertenencia a la familia y, posteriormente, a los sistemas a los cuales nos
integramos; el respeto por el orden de llegada , y la compensación que rige los
encuentros humanos expresados en el equilibrio entre el dar y el recibir. Estos
principios signan “la vincularidad” , develan si nuestra mirada está puesta en la vida o
en la muerte y diseñan un destino difícil o uno fácil y dador de vida, como lo señala
Bert Hellinger.
Los Órdenes de la Ayuda, descritos, también, por Bert Hellinger, señalan
el derrotero a seguir para brindar La Ayuda que Ayuda . Estos órdenes basados en Los
Órdenes del Amor enfatizan, especialmente, el equilibrio entre el dar y el recibir,
regulador fundamental de los procesos de ayuda.
Los planteamientos de Tim Kelley y Carole Kammen sobre el dolor original o
huella sagrada remiten a esa herida que por su carácter primario se denomina sagrada,
en tanto que determina nuestro destino, es decir, las circunstancias vividas y las que nos
esperan si no nos hacemos conscientes de ella. Los hechos que hemos atravesado están
íntimamente relacionados con la misión de vida y el propósito de la misma y, desde
luego, caracterizan una determinada y específica manera de enfocar la ayuda con miras
a liberar la energía atrapada en la huella sagrada. De esta forma, el propósito de la vida
se puede evidenciar más y más en nuestra cotidianidad.
También, más que valiosos, son imprescindibles los descubrimientos de Paloma
Cabadas sobre el trauma nuclear, al plantear la separación en el momento de la
concepción del neonato y, posteriormente, su nacimiento como fuente innegable del
dolor de separación, núcleo del abandono, del rechazo o del temor a la autoridad frente
a los cuales el bebé estructura determinadas defensas, según el significado y las
consecuencias de ese dolor primario o trauma nuclear.
Si el bebé se siente rechazado y minusválido genera la máscara de la víctima para
compensar lo que considera que no recibió. Si se siente abandonado neutraliza su
soledad con la máscara del salvador para distraer sus sentimientos dando a otros lo que
él hubiera querido recibir. Y si experimenta haber sido ofendido e incomprendido, se
protege con la máscara del perseguidor o victimario para reparar el maltrato que
recibió de niño.
Las reacciones defensivas ante estas heridas primarias fueron sabiamente
comprendidas por Eric Berne en el Análisis Transaccional y su planteamiento de los
juegos psicológicos.
Además, fueron exploradas y sistematizadas por Stephen Karpman, en lo que se
conoce como defensas de víctima, salvador y victimario o perseguidor que conforman
el llamado Triángulo Dramático. La predominancia o mayor tendencia de uno u otro
determinan el estilo de quien ayuda. El trabajo para transmutar dicho triángulo en
triángulo creativo permite el pasaje de una ayuda que no ayuda a La ayuda que ayuda.
Todos los seres humanos, por el solo hecho de nacer, albergamos una huella
llamada sagrada, que por resonancia con situaciones similares a las de esa herida
básica, nos impide fluir de manera adecuada, libre, feliz y plena.
Quizás, para muchos de nuestros lectores, esta afirmación es sorpresiva. Jamás se
les ocurrió que esa marca primitiva e inconsciente condicionara la posibilidad de ser
felices.
Tal vez, les haya llamado la atención la plenitud y ternura que un bebé irradia,
invitándonos a experimentar alegría, amor y confianza en una vida maravillosa para ese
chiquillo y, también para nosotros, si retomamos el festejo que se despliega ante
nuestros ojos por una nueva vida.
Y luego, surge la pregunta: ¿qué es lo que nos pasa más adelante, cuándo nos
colocamos los lentes de lo insuficiente de nosotros mismos, de los hombres, de las
mujeres? Como si de pronto nuestras vidas ya no fueran maravillosas ni aceptadas.
Quizás, sin saberlo, estamos descubriendo como esos lentes son producto de aquella
huella sagrada mencionada en líneas anteriores. Seguramente a todos nos acompaña la
herida básica, que brota desde el momento de la concepción o desde el momento del
nacimiento y que, posteriormente, se refuerza con nuestro crecimiento y se exacerba ante
determinadas circunstancias. Además de todas estas variables es difícil reconocerla por
ser poderosamente inconsciente. Justamente porque escapa a nuestra consciencia no
sabemos en qué momento se forjó en nosotros.
Felizmente y para nuestro bienestar, estudiosos en esta materia nos brindan
caminos de exploración y comprensión, que permiten nuevos discernimientos sobre este
tema fundamental en la vida humana.
Inconsolable Quejumbroso
Los humanos somos seres sociales, nos necesitamos entre sí para vivir y nos
relacionamos en formas complejas. Según el nivel de conciencia nos vinculamos de
forma sana hacia el crecer o de manera poco constructiva hacia la involución.
NIÑOS DE LUZ Y
PADRES SABIOS
GENUINOS
Capítulo VII
BASES DE LOS ÓRDENES DE LA AYUDA QUE
AYUDA
Quien ayuda en sintonía respeta los límites,
la grandeza y el sistema del otro.
P RIMER ORDEN
Solo dar lo que se tiene y tomar solo lo que se necesita
El balance entre el tomar y el dar permite tomar lo que se necesita y dar desde
lo que se tiene
El orden
El dar y el tomar tiene límites: percibir esos límites y respetarlos forma parte de
La Ayuda que Ayuda.
Precisa de humildad y renuncia a las expectativas ante el dolor.
El desorden
Cuando se da lo que no se tiene y el otro quiere tomar lo que no necesita.
Cuando se espera y se exige de otro lo que no puede dar porque no lo tiene.
Cuando no se debe dar. Implica asumir lo que le corresponde a otro.
Cuando me aproximo al otro para dar desde la comunicación empática basada en
el amor puedo reconocer los propios límites, los del otro y los de la situación, así como
descubrir cuál es la justa medida. De esta manera, impulso el crecimiento de quien pide
la ayuda y favorezco su independencia y su autonomía.
Al contrario, cuando me aproximo al otro para dar sin reconocerlo actúo desde el
sentir del ego compensando mis carencias y reafirmando mi creencia de superioridad.
Todo esto motivado por la envidia, el control, la arrogancia y la omnipotencia,
generalmente, inconscientes.
SEGUNDO ORDEN
Las circunstancias determinan el límite de la intervención
El contexto determina la bondad y efectividad de La Ayuda que Ayuda
El orden
La ayuda eficaz está al servicio de la vida en su desarrollo y crecimiento, y asiente
a las circunstancias internas y externas.
La ayuda eficaz fluye con la misión personal de quien pide ayuda, con las
implicaciones del destino de otros miembros de la familia y con los efectos que sobre
el sistema tiene La Ayuda que Ayuda.
El desorden
Negar o ignorar las circunstancias del contexto o la del mundo interno, sin
confrontarlas directamente con la persona que busca ayuda.
La pretensión de ayudar en contra de dichas circunstancias debilita tanto a quien
da la ayuda como a la persona que espera la ayuda.
TERCER ORDEN
Establecer una relación y comunicación de adulto a adulto
Solo desde el lugar correspondiente, el ayudador puede asumir su rol de una
manera adulta
El orden
Ante quien solicita ayuda corresponde al ayudador comportarse como adulto, solo
así refuerza la autonomía de quien necesita la ayuda.
En consecuencia, es preciso no ubicarse en el lugar de sus padres.
El desorden
Consiste en permitir que el ayudado demande del ayudador tal como un niño lo
hace con sus padres.
En consecuencia, quien ayuda lo trata como si fuera un niño y asume, en su lugar,
asuntos cuyas responsabilidades debe asumir quien pide y necesita la ayuda dentro de
su proceso de responsabilizarse de su vida.
CUARTO ORDEN
La empatía del ayudador es fundamentalmente sistémica.
En la totalidad del sistema, el ayudador ocupa la posición final, solo así, su
actitud de ayuda concuerda con el Orden Más Grande.
El orden
Todo individuo como perteneciente a un sistema debe ser visto y recibido dentro
de su contexto sistémico.
El orden se encuentra en trabajar de manera sistémica.
Solo cuando el ayudador ve y recibe al ayudado dentro del sistema social y
familiar al que pertenece puede darse cuenta de su compromiso y necesidad de ayudar
para compensar, en su propia historia, la deuda sistémica y ancestral que
inconscientemente carga.
El desorden
No mirar ni reconocer a otras personas decisivas, que, por así decirlo, pueden tener en
sus manos la clave para la solución. Por ejemplo: los excluidos del sistema familiar o social.
Ver a la persona que solicita ayuda en un contexto personal únicamente y olvidar
el sistema al cual pertenece.
El trabajo sistémico se inicia en el alma de cada quien, esto significa que no solo
corresponde ver al ayudado, sino siempre también a su sistema. Si ese sistema recibe un lugar
honroso en el alma del ayudador, se está listo y en plena concordancia para respetar el orden
y se tendrá la fuerza para servir.
La empatía sistémica contiene el Orden Mayor: el proceso de la ayuda tiene en
cuenta el Todo Mayor que sistémicamente engloba al ayudador, al ayudado y sus
circunstancias difíciles. Al Todo Mayor pertenecen los padres, las familias de origen,
las familias actuales y los destinos resultantes del sistema al que se pertenece.
QUINTO ORDEN
Asentir a la vida y al sistema del ayudado hacia la reconciliación
La Ayuda que Ayuda incluye pertenecer y reconciliar
El orden
Reconciliar e integrar: se opone a la distinción entre buenos y malos.
El ayudador incluye al otro y a su sistema, así se torna parte suya.
Lo que se ha reconciliado en su corazón, también puede reconciliarse en el
corazón de todos los implicados.
El desorden
Juzgar al ayudado y/o a los miembros de su sistema.
Dar soluciones según las propias creencias, valores y/o teorías psico-sociales.
Reconciliar o integrar se opone a la distinción entre buenos y malos. Negarnos a
hacer esa diferencia es importante cuando ayudamos a alguien, ya que casi que de
manera inconsciente, cotidiana o natural, tendemos a aliarnos con él como si fuera el
bueno y quien propició su situación el malo o el victimario.
En realidad, en el corazón de todas las personas no hay diferencia, no puede
haber oposición. El buen logro y el desarrollo de nuestra vida como seres humanos
es la reconciliación hacia la paz y, cuando estamos en una situación de ayuda, no
podemos hablar de víctimas ni de victimarios, todos nos hacemos cargo de lo
sucedido, a todos nos corresponde trascender esta diferenciación e ir hacia la
reconciliación, si en verdad queremos vivir en paz.
SEXTO ORDEN
Asentir al destino tal como fue y tal cual es
En La Ayuda que Ayuda, lo que corresponde es servir a la vida tal y como es, sin
deseo de que sea diferente a lo que es
El orden
Entrar en el campo del sistema del ayudado mirando la situación tal como fue y
como es y de una manera solidaria.
En destinos difíciles rendirse ante un orden superior y asintiendo a lo que fue, tal
cual fue.
El desorden
Compadecerse con la situación de los ayudados o de miembros del sistema desde
una conducta de lástima.
Negar lo que el campo presenta a causa del dolor o establecer alianzas para entrar
en juegos psicológicos.
La plenitud de la vida significa llevar al corazón lo que es tal cual es y lo que fue
tal como fue, en tanto que lo que es, es Lo Más Grande, así:
A los padres tal y como son.
A las parejas tal y como son.
A los hijos tal y como son.
Al pasado tal y como fue.
A la historia del país tal y como fue.
A los ayudados tal como son.
Y a las circunstancias difíciles del ayudado tal y como fueron y tal y como son.
SÉPTIMO ORDEN
El compromiso del ayudador con su crecimiento y la expansión de su conciencia para pasar
del deber al servir a la vida
Solo está en capacidad de ayudar quien ha tomado a la vida y a sus padres.
Sólo así, se sintoniza con el destino del ayudado
El orden
Compromiso permanente del ayudador de avanzar en el conocimiento de sí mismo.
La resolución de creencias falsas para lograr un servicio honesto, respetuoso y
amoroso con quienes han vivido situaciones victimizantes o difíciles.
Restituir la conexión con lo excluido y con el dolor no reconocido.
Esto solo es posible para el ayudador cuando está en contacto con su dolor, su
sombra, sus temores y su destino, es decir, con lo que le ha sucedido y lo que es tal cual
es.
El desorden
Entrar en juegos psicológicos de salvador, perseguidor o víctima.
Ignorar el sistema del ayudado en tanto reflejo de problemáticas propias no
resueltas.
Este orden nos muestra el valor real de la humildad y el compromiso con nuestro
crecimiento dentro de una mirada sistémica para ayudar desde la esencia de nuestro ser
y no desde nuestras carencias.
Así, cuando ayudamos lo hacemos desde el amor compasivo que mira al otro en su
grandeza y desde la humildad que no impone criterios. Esto implica cuidarse primero
así mismo, verse a sí mismo, de tal manera que pueda ver al otro.
Capítulo VIII
MÁXIMAS DE LAS ESTACIONES DE LA AYUDA QUE
AYUDA
La ayuda en sus varias estaciones nos conduce con seguridad a la luz que ilumina el
sendero para llegar a donde queremos arribar.
DESTINO FINAL
Estas siete estaciones son los mandamientos que pueden guiarnos para culminar el
proceso de ayudar dentro del marco referencial de La Ayuda que Ayuda.
Si reflexionas sobre estas siete estaciones descritas puedes darte cuenta que van
de la mano de dos circunstancias fundamentales en nuestro crecimiento:
La primera es la humildad y consiste en asentir a las restricciones que tenemos
para dar solo lo que podemos; adaptarnos a las circunstancias, al contexto que fija el
límite; trabajar desde lo que podemos dar al adulto que nos pide ayuda; ver el sistema
en su totalidad para reconciliarlo; asentir a que la vida es lo que es y no diferente, y,
finalmente, integrar que somos pequeños en relación con nuestro sistema y que cada
sistema está incluido en uno más grande hasta llegar a un sistema de Algo Mayor que
nos cobija a todos.
Igualmente, la humildad implica asentir y reconocer no solamente nuestras partes
buenas, sino también, nuestras partes humanas: nuestra sombra y nuestra historia;
aquellos sentimientos que hemos excluido porque nos pesan y que, paradójicamente,
incluyéndolos pesan menos y pueden convertirse en fuerzas aliadas; y, por último, los
temores que tenemos ante la muerte y lo que hemos hecho con nuestra vida.
El segundo factor consiste en acompañar el proceso de crecimiento. Este proceso
tiene como finalidad que cada quien descubra sus principales recursos, ver al otro en su
grandeza, en las posibilidades de su desarrollo y aceptar las limitaciones del momento
evolutivo que atraviesa para seguir caminando y poder expandir su conciencia.
También, aceptar y asentir a las circunstancias limitantes del contexto del otro,
viéndolas con respeto para que pueda tomarlas y crecer. Igualmente, corresponde verlo
con capacidad para responsabilizarse y no sobreprotegerlo como a un niño, así puede
dar el siguiente paso en la construcción de su vida.
Ver a quien requiere ayuda, nos lleva a permitirle salir del egocentrismo primario
de los niños para que pueda ver a los otros y comprenda que todos pertenecemos a un
sistema y que su presencia e interacción produce los resultados que tenemos en cada
uno de nosotros.
Al recorrer estas siete estaciones te invitamos a observar aquello que resuena
contigo y, desde esa conciencia, disponerte a abrir tu corazón. Al abrir tu corazón se
amplía tu conciencia y, con ello, se tiene un radio de acción más expandido, más
potente y, con certeza, más satisfactorio en la realización de la ayuda que quieres
brindar.
Capítulo IX
DEL AYUDADOR IDÓNEO
Más allá del contexto, solo es posible ayudar desde el lugar correspondiente, con
equilibrio y dentro del sistema al cual se pertenece.
La Ayuda que Ayuda conjuga la misión de vida hacia la paz, con la realización del
ser y el quehacer.
Cuando actuamos desde los parámetros de La Ayuda que Ayuda , estamos
cuidando tanto de la persona que ayudamos como de nosotros mismos, en tanto que su
aplicación nos lleva a un plano más profundo. De esta manera:
Cuando actuamos desde los Órdenes del Amor estamos al servicio de la vida y,
así, cuidamos nuestra propia vida y conservamos el equilibrio en todas las áreas.
Cuando actuamos desde los Órdenes de la Ayuda estamos al servicio del
crecimiento y, así, apoyamos la expansión del otro sin afectar nuestro bienestar.
Cuando actuamos desde el triángulo creativo estamos al servicio de la paz y, así,
acrecentamos nuestra capacidad para vivir en una paz responsable, empoderada y con
empatía sistémica, en donde todos tenemos cabida, sin excepciones.
Así, podemos vivir en consonancia con lo planteado por Bert Hellinger en la
siguiente frase:
“El corazón de aquel que comprende lo presente en resonancia con el pasado,
tanto en lo bueno como en lo malo, está en plena sintonía con el mundo”.
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SOBRE LAS AUTORAS
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