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La nueva producción

del conocimiento
La d i n á m i c a de la ciencia y la i n v e s t i g a c i ó n
en las s o c i e d a d e s c o n t e m p o r á n e a s

Michael Gibbons
Camille Limoges
Helga Nowotny
Simón Schwartzman
Peter Scott
Martin Trow

EDICIONES POMARES - CORREDOR


Michael G i b b o n s , Camille Limoges,
Helga Nowotny, Simón Schwartzman,
Peter Scott y Martin Trow

La nueva producción
del conocimiento
La d i n á m i c a de la ciencia y la investigación
en las sociedades c o n t e m p o r á n e a s

Colección Educación y conocimiento


Director: Miguel A. Pereyra
Catedrático de Educación C o m p a r a d a
Universidad de Granada

Ediciones Pomares-Corredor, S. A.
Caspe, 162 - 0 8 0 1 3 Barcelona
Prefacio

El presente volumen es fruto de un esfuerzo de colaboración que se


ha mantenido a lo largo de varios años. Nuestro propósito ha sido el de
producir un libro, un texto integrado, antes que una serie de capítulos,
dedicado a explorar los grandes cambios ocurridos en la forma en que se
produce el conocimiento. El ámbito de nuestro estudio fue investigar
esos cambios no sólo en la ciencia y la tecnología, sino también en las
ciencias sociales y las humanidades, aunque al final se han dedicado más
páginas a las primeras que a las segundas. El principio organizativo de
este trabajo es que está emergiendo una nueva forma de producción del
conocimiento junto a la antigua, tradicional y familiar. El nuevo modo de
producción del conocimiento afecta no sólo a qué conocimiento se pro¬
duce, sino también a cómo se produce, el contexto en el que se persigue,
la forma en que se organiza, el sistema de recompensas que utiliza y los
mecanismos que controlan la calidad de aquello que se produce. Estas
características sociales de la producción del conocimiento han quedado
bien articuladas en el caso de, por ejemplo, las ciencias disciplinares, la fí¬
sica, la química y la biología, que tomamos como paradigmáticas de una
sana producción del conocimiento en las ciencias. En la medida en que
las ciencias sociales y las humanidades han tratado de imitar a las ciencias
físicas, también en estos ámbitos se han instalado sistemas sociales simila¬
res para gobernar la producción del conocimiento.
Como medio de ayuda para describir los cambios observados hemos
distinguido el nuevo modo (modo 2) de aquel otro más familiar (modo
1). Nuestro punto de vista es que aun cuando es posible que el modo 2
no esté desplazando por completo al modo 1, sí es al menos diferente con
respecto a este en casi todos los aspectos. El nuevo modo funciona den¬
tro de un contexto de aplicación en el que los problemas no se hallan en¬
cuadrados dentro de una estructura disciplinar, sino que es transdiscipli-
nar, antes que mono o multidisciplinar. Se lleva a cabo en formas no

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jerárquicas, organizadas de forma heterogénea, que son esencialmente
transitorias. No está siendo institucionalizado principalmente dentro de
las estructuras de la universidad. El modo 2 supone una estrecha interac¬
ción entre muchos actores a través del proceso de producción del conoci¬
miento, lo que significa que esa producción del conocimiento adquiere
cada vez una mayor responsabilidad social. Una consecuencia de esos
cambios es que el modo 2 utiliza una gama más amplia de criterios para
juzgar el control de calidad. El proceso de producción del conocimiento
tiende a ser más reflexivo y afecta, en los niveles más profundos, a lo que
terminará por considerarse como «buena ciencia».
A medida que progresaba el proyecto fue quedando claro que algunas
de las ideas contenidas en el modo 2 ya estaban presentes en el trabajo de
otros. Lo reconocimos así y confiamos en que la estructura de análisis
aquí presentada ayude a conjuntar las numerosas comprensiones de la
transformación social de la producción del conocimiento actualmente irr
cluidas en la literatura. Estamos convencidos de que abundan las pruebas
que demuestran el surgimiento de este nuevo modo, y de que se halla muy
ampliamente difundido. Forma parte de la naturaleza del modo 2 que éste
se manifieste en una variedad de formas diferentes. Se habría necesitado
de un gran programa de investigación, muy lejos de los recursos de que
disponíamos, para reunir los datos apropiados y establecer con precisión
los límites de nuestra hipótesis a través de toda la gama de producción del
conocimiento. En lugar de intentar hacerlo de ese modo, hemos tratado
de especificar, ya en esta fase, el nuevo modo y sus características princir
pales, para mostrar cómo afectan éstas a la producción del conocimiento
en la ciencia y la industria y, hasta cierto punto, en las ciencias sociales y
las humanidades, y procurar indicar los imperativos que el nuevo modo
de producción del conocimiento tiene para la política. Con tal propósito,
hemos adoptado un estilo de exposición basado en el ensayo. Hemos inr
tentado plantear algunas cuestiones fundamentales y, en ocasiones, ser
provocativos. Nuestro propósito ha sido el de estimular el análisis y el der
bate, y no el de llevarlo a su fin. Está claro que se trata de un objetivo muy
ambicioso, y el lector tendrá que juzgar por sí mismo hasta qué punto her
mos logrado alcanzarlo. Sea cual fuere el veredicto, estamos convencidos
de que las características del modo 2 desarrolladas en el texto proporcior
nan una heurística útil para quienes traten de comprender qué está camr
biando en las ciencias, y qué implica eso para el futuro de nuestras princir
pales instituciones de producción del conocimiento.

En la producción de este Volumen han intervenido numerosas organi¬


zaciones e individuos. El primero de ellos fue el FRN, el Consejo Sueco

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para la investigación y la Planificación, con sede en Estocolmo, que conci-
bió el proyecto y lo financió a lo largo de tres años. Fue el FRN, y en partir
cular Roger Svensson, el que guió el proyecto a través de sus fases iniciar
les, y contribuyó a seleccionar el equipo y a establecer el estilo de trabajo.
La tarea principal se llevó a cabo entre 1990 y 1993. Durante los dos pri¬
meros años, los miembros del grupo definieron el proyecto y prepararon
los borradores iniciales de los textos de toma de posición. La tarea inicial
de redactar esos artículos en un texto integrado se llevó a cabo durante el
tercer año, en el que uno de nosotros (MG) dispuso de un año sabático en
el Centro para Estudios de Educación Superior de la Universidad de Cali-
fornia, Berkeley. Posteriormente, nos reunimos en varias sesiones de cola¬
boración y revisamos línea por línea el borrador para producir el texto fi-
nal. Eso fue, realmente, muy divertido y nos proporcionó de primera mano
una cierta experiencia de trabajo en el modo 2. No obstante, no podemos
permitir que el lector imagine que la tarea nos resultó fácil. Siempre resul¬
ta difícil sintetizar perspectivas y no lo fue menos para nuestra secretaria
administrativa, Sue Alexander, de la Unidad investigadora de Política
Científica, que demostró una notable aptitud para reducir los pensamien¬
tos a veces divergentes de seis académicos a una forma aceptable de len¬
guaje gramatical en la que todos pudiéramos estar de acuerdo.
Como coordinador académico, tengo que expresar mi agradecimiento
a numerosas personas por el papel que han jugado en la gestación de este
libro. En primer lugar, a los coautores. Todos ellos son académicos distin¬
guidos por derecho propio, a pesar de lo cual soportaron mi «estilo de
dirección» al tratar de configurar el volumen. En segundo lugar, quisiera
expresar mi agradecimiento a la Universidad de Manchester por haberme
perrrtitido generosamente tomarme un año sabático en 1992. Sin ese pe¬
ríodo, libre de la mayoría de las obligaciones de la vida académica, dudo
mucho que hubiera podido producirse tan rápidamente el primer borra¬
dor de un texto integrado. En tercer lugar, quisiera agradecer a Sheldon
Rothblatt, director del Centro para Estudios de Educación Superior de la
Universidad de California, Berkeley, y a sus colaboradores Janet Ruyle y
Pat Paulson, por haber creado las condiciones ideales para el trabajo
mientras estuve en California. También he contraído una gran deuda con
el Consejo de investigación Económica y de Ciencias Sociales del Reino
Unido que, a través del programa del Grupo de Apoyo de Ciencias Polí¬
ticas sobre «Relación cambiante entre Ciencia e industria del Sector Pú¬
blico», aportó las primeras comprensiones sobre lo que habría de deno¬
minarse el modo 2. Finalmente, expresamos nuestra gratitud para con el
doctor Brian Balmer, que preparó la bibliografía, el glosario y las referen-

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cias, así como a Sue Alexander, que coordinó todo el proceso de produc¬
ción hasta sus fases finales.
Como nota personal, quisiera expresar mi agradecimiento a Justin y
Joanna que, a pesar de su juventud, parecen poseer una comprensión in¬
tuitiva de las exigencias de la vida académica y que soportaron con pa¬
ciencia mis prolongadas ausencias del hogar e incluso los períodos más
prolongados de preocupación mientras estuve con ellos. Y finalmente, le
doy las gracias a mis esposa, Gillian, por... , bueno, por todo.

MCHAEL GBBONS

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Introducción

Este volumen se dedica a explorar los cambios en el modo de produc¬


ción del conocimiento en la sociedad contemporánea. Su ámbito es am¬
plio y se ocupa de las ciencias sociales y las humanidades, así como de la
ciencia y la tecnología, aunque se dedican menos páginas a las primeras
que a las segundas. Se han identificado una serie de atributos que sugie¬
ren que empieza a cambiar la forma en que se está produciendo el cono¬
cimiento. En la medida en que esos atributos se dan a través de una am¬
plia variedad de actividades científicas y académicas, y persisten a través
del tiempo, puede decirse que constituyen tendencias en la forma de pro¬
ducir el conocimiento. No se plantea juicio alguno en cuanto al valor de
tales tendencias (es decir, no se dice si son buenas y hay que estimularlas,
o malas y hay que resistirse a ellas), pero parece ser que ocurren con ma¬
yor frecuencia en aquellos ámbitos que definen actualmente la frontera y
entre aquellos otros considerados como líderes en sus diversos campos.
Estas tendencias no deberían ignorarse, ya que por lo visto afectan a los
líderes intelectuales, en la medida en que la evidencia parece indicar que
la mayoría de los avances producidos en la ciencia han sido realizados
por el cinco por ciento de la población de científicos activos.
En este libro se plantea l tesis de que estas tendencias suponen, no
individualmente, sino en su interacción y combinación una transforma¬
ción en el modo de producción del conocimiento. La naturaleza de esa
transformación se elabora en el capítulo 1 para la ciencia, en el capítulo 2
para la tecnología, en el capítulo 4 para las humanidades, y a lo largo de
todo el texto para las ciencias sociales. La transformación se describe en
términos del surgimiento de lo que llamaremos el modo 2, junto con los
modos tradicionales de producción del conocimiento. En contraste con
el conocimiento tradicional, que llamaremos modo 1, generado dentro de
un contexto disciplinar, fundamentalmente cognitivo, el conocimiento del
modo 2 viene creado en contextos transdisciplinares sociales y económi-

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eos más amplios. El propósito de introducir ambos modos es esencialmen¬
te heurístico, en la medida en que se clarifican las similitudes y diferencias
entre los atributos de cada uno de ellos, lo que nos ayuda a comprender y
explicar tendencias que se pueden observar en todas las sociedades mo¬
dernas. Estamos convencidos de que el surgimiento del modo 2 es pro¬
fundo y cuestiona la adecuación de aquellas instituciones con las que es¬
tamos familiarizados, dedicadas a la producción de conocimiento, ya se
trate de universidades, instituciones gubernamentales de investigación o
laboratorios de grandes empresas.
Antes de analizar los atributos del modo 2 y de cómo difieren con res¬
pecto al modo 1, es necesario llamar la atención sobre una dificultad ín-
herente a cualquier intento que se haga por describir un nuevo modo de
producción del conocimiento. En la medida en que domina un modo
concreto de producir conocimiento, todas las otras afirmaciones se juzga¬
rán tomando ese modo concreto como referencia. En el caso extremo, no
se podrá producir nada reconocible como conocimiento fuera de la forma
socialmente dominante. Esa fue la situación a la que se vieron enfrenta¬
dos los primeros que practicaron la «nueva» ciencia cuando se encontra¬
ron frente a los peripatéticos aristotélicos, al principio de la Revolución
Industrial. Existe una pauta histórica recurrente según la cual aquellos
cuyas ideas son dominantes describen como equivocadas las innovacio¬
nes intelectuales que se producen, para después ignorarlas, hasta que son
finalmente asumidas por parte de esos mismos adversarios originales, que
terminan por considerarlas como su propio invento. Parte de la explica¬
ción de este fenómeno se deriva del hecho de que es necesario empezar
por escribir las características de lo nuevo en términos de lo viejo. Cabe
esperar que surja otra dificultad cuando el nuevo modo crece a partir del
previamente existente, como sucede aquí. Aunque siempre es deseable
ser claros en cuanto a los términos que se utilicen, en esta primera fase en
la que tantas cosas son fluidas, no es posible distinguir inequívocamente
los dos modos. Esto, sin embargo, no es una debilidad grave, pues si el
nuevo modo se convirtiera en una característica permanente del paisaje
social, surgiría un vocabulario nuevo para manejar la situación. Y, desde
luego, más tarde se plantearía uno a qué venía tanto jaleo. Esperamos que
se pueda encontrar un término más apropiado para describir el modo 2,
pero es importante tener en cuenta la necesidad de elegir un nuevo nom¬
bre porque los términos convencionales son inadecuados, como ciencias
aplicadas, investigación tecnológica o investigación y desarrollo.
El problema del lenguaje es particularmente difícil cuando se trata de
describir la naturaleza del modo 2 en aquellos ámbitos que afectan a la

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ciencia natural. En las culturas occidentales, sobre todo, los términos cien¬
cia y conocimiento se utilizan a menudo de modo indistinto o combina¬
dos para formar el de conocimiento científico. En las primeras fases de
las revoluciones científicas fue importante distinguir las formas de cono¬
cimiento científico del no científico. Se podría escribir una historia de la
producción del conocimiento desde el siglo XVII en términos de los es¬
fuerzos realizados para conseguir el reconocimiento como científicos por
parte de los defensores de las formas previamente no científicas de pro¬
ducción del conocimiento. En las culturas occidentales participar en la
producción no científica del conocimiento equivale a excluirse a sí mis¬
mo de lo aceptable, de modo que existe actualmente un sentido caracte¬
rístico de aislamiento social asociado con la participación en una activi¬
dad no científica. Pero, en este contexto, el término científico ya implica
una forma característica de producción del conocimiento. Su ideal es la
física empírica y matemática newtoniana.
En este ensayo, el término modo 1 sé refiere a una forma de produc¬
ción de conocimiento, a un complejo de ideas, métodos, valores y normas
que ha crecido hasta controlar la difusión del modelo newtoniano a más y
más ámbitos de investigación, para asegurar su conformidad con aquello
que se considera como una práctica científica sana. El modo 1 persigue
sintetizar en una sola frase las normas cognitivas y sociales que deben se¬
guirse en la producción, legitimación y difusión del conocimiento de este
tipo. Para muchos, el modo 1 es idéntico con lo que se quiere dar a en¬
tender por ciencia. Sus normas cognitivas y sociales determinan qué se
considerará como problemas significativos, a quién se le debe permitir
practicar la ciencia y qué constituye la buena ciencia. Las formas de prác¬
tica que se adhieren a estas reglas son, por definición, científicas, mien¬
tras que aquellas otras que las violan, no lo son. Es debido en parte a es¬
tas razones por lo que, mientras que en el modo 1 es convencional hablar
de ciencia y de científicos, ha sido necesario utilizar los términos más ge¬
nerales de conocimiento y de personas practicantes (en el sentido de que
practican o ejercen) a la hora de describir el modo 2. Esto sólo persigue
la intención de destacar las diferencias, y no la de sugerir que los practi¬
cantes del modo 2 no se estén comportando de acuerdo con las normas
del método científico. Creemos que hay suficientes pruebas empíricas
que indican que está empezando a surgir un conjunto característico de
prácticas cognitivas y sociales, y que tales prácticas son diferentes a las
que gobiernan el modo 1. La única cuestión que se puede plantear es si
son lo bastante diferentes como para exigir una nueva etiqueta, o si se las
tiene que considerar simplemente como desarrollos que se pueden aco-

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modar dentro de las prácticas existentes. La respuesta final a esta pregun¬
ta depende en parte de obtener más información y, en parte, de cómo se
adapte el modo 1 a las condiciones cambiantes en el ambiente económico
y político.
Los cambios en la práctica proporcionan el punto de partida empírico
de esta investigación. Esos cambios aparecen en las ciencias naturales y
sociales, pero también en las humanidades. Es posible describirlos en tér¬
minos de una serie de atributos que, tomados en conjunto, tienen cohe¬
rencia suficiente como para sugerir la emergencia de un nuevo modo de
producción del conocimiento. Analíticamente, se utiliza el conjunto de atri¬
butos para permitir que se especifiquen con cierta claridad las diferencias
entre el modo 1 y el modo 2. Para sintetizar, y utilizando términos que se
explorarán más ampliamente a continuación: en el modo 1 se plantean y
se solucionan los problemas en un contexto gobernado por los intereses,
en buena parte académicos, de una comunidad específica. En contraste,
el conocimiento del modo 2 se lleva a cabo en un contexto de aplicación.
Él modo 1 es disciplinar, mientras que el modo 2 es transdisciplinar. El
modo 1 se caracteriza por la homogeneidad, el modo 2 por la heteroge¬
neidad. Organizativamente, el modo 1 es jerárquico y tiende a preservar
su forma, mientras que el modo 2 es más heterárquico y transitorio. Cada
uno de ellos emplea un tipo diferente de control de calidad. En compara¬
ción con el modo 1, el modo 2 es más socialmente responsable y reflexi¬
vo. Incluye a un conjunto de practicantes cada vez más amplio, temporal
y heterogéneo, que colaboran sobre un problema definido dentro de un
contexto específico localizado.

Algunos atributos de la producción del conocimiento


en el modo 2

Conocimiento producido en el contexto de aplicación

El contraste fundamental se produce aquí entre la solución del pro¬


blema que se lleva a cabo siguiendo los códigos de práctica relevantes
para una disciplina en particular, y la solución del problema que se orga¬
niza alrededor de una aplicación concreta. En el primer caso, el contexto
se define en relación con las normas cognitivas y sociales que gobiernan
la investigación básica o la ciencia académica. Últimamente, esto tiende a
suponer una producción de conocimiento llevada a cabo en ausencia de
algún objetivo práctico. En el modo 2, por el contrario, el conocimiento

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resulta a partir de una gama más amplia de consideraciones. Tal conoci¬
miento tiene la intención de ser útil para alguien, ya sea en la industria o
en el gobierno o, más en general, para la sociedad, y ese imperativo está
presente desde el principio. El conocimiento se produce siempre bajo un
aspecto de negociación continua, y no será producido a menos y hasta
que se incluyan los intereses de los diversos actores. Tal es el contexto de
la aplicación. La aplicación en este sentido, no es desarrollo de un pro¬
ducto llevado a cabo para la industria; los procesos o mercados que ope¬
ran para determinar qué conocimiento se produce son mucho más am¬
plios de lo que normalmente se da a entender cuando se habla de aplicar
las ideas al mercado. A pesar de todo, la producción de conocimiento en
el modo 2 es el resultado de un proceso en el que se puede decir que
operan los tactores de la oferta y la demanda, pero las fuentes de la oferta
son cada vez más diversas, como lo son las demandas de formas diferen¬
ciadas de conocimiento especializado. Tales procesos o mercados especifi¬
can lo que queremos dar a entender por el contexto de aplicación. Puesto
que incluyen mucho más que consideraciones comerciales, puede decir¬
se que en el modo 2, la ciencia ha ido más allá del mercado. La produc¬
ción de conocimiento se difunde a través de la sociedad. Esa es la razón
por la que también hablamos aquí de conocimiento socialmente distri¬
buido.
Puede decirse que la investigación realizada en el contexto de aplica¬
ción caracteriza a una serie de disciplinas en las ciencias aplicadas y en la
ingeniería, como por ejemplo en la ingeniería química, la ingeniería aero¬
náutica o, más recientemente, en la ciencia de los ordenadores. Histórica¬
mente, esas ciencias se establecieron en las universidades pero, en térmi¬
nos estrictos, no se las puede considerar como ciencias aplicadas porque
fue precisamente la ausencia de ciencia relevante lo que las hizo surgir.
Fueron genuinamente nuevas formas de conocimiento, aunque no nece¬
sariamente de producción de conocimiento, porque también ellas se con¬
virtieron pronto en lugares de producción de conocimiento basado en
disciplinas, al estilo del modo 1. Estas disciplinas aplicadas comparten
con el modo 2 algunos aspectos del atributo de conocimiento producido
en el contexto de aplicación. Pero el contexto es más complejo en el
modo 2. Está configurado por un conjunto bastante más diverso de de¬
mandas intelectuales y sociales de lo que fue el caso en muchas de las
ciencias aplicadas, al mismo tiempo que puede dar lugar a una genuina
investigación básica.

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Transdisciplinaridad

El modo 2 hace algo más que conjuntar una gama diversa de especia¬
listas para que trabajen en equipo sobre problemas, en un ambiente com¬
plejo orientado hacia las aplicaciones. Para que podamos calificarla como
una forma específica de producción de conocimiento es esencial que la in¬
vestigación sea guiada por un consenso especificable relativo a una práctica
cognitiva y social apropiada. En el modo 2, el consenso se ve condicionado
por el contexto de aplicación que evoluciona con él. Los determinantes de
una solución potencial suponen la integración de diferentes habilidades
en una estructura de acción, pero el consenso puede ser sólo temporal,
dependiendo de lo bien que se adapte a las exigencias impuestas por el
contexto específico de aplicación.|En el modo 2, la configuración de la so¬
lución final estar{a normalmente más allá de cualquier disciplina indivi¬
dual que contribuya a la misma. Séra por tanto transdisciplinar.

La transdisciplinaridad tiene cuatro características destacadas. Primera: desarrolla una estructura peculiar; pero
mantiene en el contexto de aplicación y no se desarrolla primero para ser
aplicado más tarde al contexto, por parte de un grupo diferente de prac¬
ticantes. La solución no surge exclusivamente, o ni siquiera principal¬
mente a partir de la aplicación del contexto que ya existe. aunque en ella
tienen que haber entrado elementos del conocimiento existente, aquí in¬
terviene una verdadera creatividad y el contexto teórico, una vez alcanza¬
do no se puede reducir fácilmente a partes disciplinares.

Segunda: como quiera que la solución abarca componentes tanto em¬


píricos como teóricos, se trata, innegablemente, de una contribución al co¬
nocimiento , aunque no necesariamente al conocimiento disciplinar. A pe-
sar de haber surgido a partir de un contexto particular de aplicación, el
conocimiento transdisciplinar desarrolla sus propias estructuras teóricas
singulares, métodos de investigación y modos de práctica, aunque no se
hallen localizados en el mapa disciplinar prevaleciente. El esfuerzo es
acumulativo, aunque la dirección de dicha acumulación puede desplazar¬
se hacia una serie de direcciones diferentes una vez que se ha resuelto un
gran problema.
Tercera: a diferencia del modo 1, en el que los resultados se comuni¬
can a través de los canales institucionales, en el modo 2 se comunican los
resultados aquellos que han participado en el curso de esa participación
y, de ese modo, la difusión de los resultados se logra inicialmente, en cier¬
to sentido, en el mismo proceso de su producción. La difusión posterior

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se realiza principalmente en la medida en que los practicantes originales
abordan nuevos contextos de problemas, antes que mediante la informa¬
ción de los resultados a través de revistas profesionales o en conferencias.
Aunque los contextos del problema son transitorios y quienes los solucio¬
nan son muy móviles, las redes de comunicación tienden a persistir y el
conocimiento contenido en ellas está disponible para entrar a formar par¬
te de otras configuraciones.
Cuarta: la transdisciplinaridad es dinámica. Es capacidad de solución
de problemas en movimiento. Una solución concreta puede convertirse
en el lugar cognitivo desde el que efectuar avances posteriores, pero pre¬
decir dónde se utilizará este conocimiento y cómo se desarrollará es tan
difícil como el determinar las posibles aplicaciones que puedan surgir de
la investigación basada en la disciplina. El modo 2 se caracteriza especial
pero no exclusivamente por la interacción cada vez más estrecha de la
producción de conocimiento con una sucesión de contextos de proble¬
mas. Tal como sucede con los descubrimientos logrados en el modo 1, un
descubrimiento puede basarse en otro, pero los descubrimientos realiza¬
dos en el modo 2 se encuentran fuera de los confines de cualquier disci¬
plina concreta y los practicantes no tienen por qué regresar a ella para
encontrar convalidación de los mismos. Es posible que el nuevo conoci¬
miento producido de esta forma no encaje fácilmente en ninguna de las
disciplinas que contribuyeron a la solución. Tampoco será fácil referirlo a
instituciones disciplinares concretas, o registrarlo como contribuciones
disciplinares. En el modo 2 son cruciales las comunicaciones en configu¬
raciones siempre nuevas. Los enlaces de comunicación se mantienen a
través de canales parcialmente formales y parcialmente informales.

Heterogeneidad y diversidad organizativa

En el modo 2, la producción de conocimiento es heterogénea en tér¬


minos de las habilidades y la experiencia que aporta la gente a la misma.
La composición de un equipo dedicado a solucionar un problema cam¬
bia con el tiempo, y las exigencias evolucionan. Eso no está planificado ni
coordinado por ningún cuerpo central. Como ocurre con el modo 1, sur¬
gen problemas desafiantes, si no al azar sí al menos de una forma que di¬
ficulta mucho su anticipación. En consecuencia, se caracteriza por:

1 Un aumento en el número de lugares potenciales en los que se pue¬


de crear el conocimiento; su producción ya no se hace sólo en las
universidades y facultades, sino también en los institutos universi-

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tarios, centros de investigación, instituciones gubernamentales, la¬
boratorios empresariales, equipos de reflexión y asesorías, así como
en su propia interacción.
La vinculación entre ellos en una variedad de formas (electrónica,
organizativa, social e informalmente), a través de redes de comuni¬
cación en funcionamiento.
La diferenciación simultánea en estos lugares de campos y ámbitos
de estudio en especialidades cada vez más refinadas. La recombi¬
nación y reconfiguración de estos subcampos forman las bases
para las nuevas formas de conocimiento útil. Con el transcurso del
tiempo, la producción de conocimiento se aleja cada vez más de la
actividad disciplinar tradicional, para pasar a nuevos contextos so¬
ciales.

En el modo 2, la flexibilidad y el tiempo de respuesta son factores cru¬


ciales y, debido a ello, varían mucho los tipos de organizaciones utilizadas
para afrontar los problemas. Han surgido nuevas formas de organización
para adaptarse a la naturaleza cambiante y transitoria de los problemas
abordados en el modo 2. Es característico del modo 2 que los grupos de
investigación estén institucionalizados de forma menos firme; la gente se
reúne en equipos y redes temporales de trabajo, que se disuelven una vez
que el problema ha sido solucionado o redefinido. Los miembros pueden
reunirse entonces en grupos diferentes, en los que intervienen personas
diferentes, y lo hacen a menudo en lugares diferentes para abordar pro¬
blemas igualmente distintos. La experiencia acumulada en este proceso
crea una competencia que es muy valorada, y que se transfiere a nuevos
contextos. Aunque los problemas sean transitorios y la vida de los grupos
tenga una corta duración, persiste la pauta de organización y de comuni¬
cación como una matriz a partir de la cual se formarán otros grupos y re¬
des, dedicados a solucionar problemas diferentes. Así pues, en el modo 2,
el conocimiento se crea en una gran variedad de organizaciones e institu¬
ciones, incluidas las empresas multinacionales, las instituciones guberna¬
mentales, las universidades de investigación, los laboratorios e institutos,
así como los programas de investigación nacionales e internacionales. En
tales ambientes, las pautas de financiación muestran una diversidad simi¬
lar, ya que ésta se obtiene a partir de una variedad de organizaciones que
muestran una gama muy diversa de exigencias y expectativas, lo que inter¬
viene, a su vez, en el contexto de aplicación.

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Responsabilidad y reflexividad social

En años recientes, la creciente preocupación pública por temas rela¬


cionados con el medio ambiente, la salud, las comunicaciones, la intimi¬
dad y la procreación, etcétera, han tenido el efecto de estimular el creci¬
miento de la producción de conocimiento en el modo 2. La creciente
conciencia sobre la variedad de formas mediante las que los avances en
ciencia y tecnología pueden afectar al interés público, ha aumentado el
número de grupos que desean influir sobre el resultado del proceso de
investigación. Eso se ve reflejado a su vez en la variada composición de
los equipos de investigación. Los científicos sociales trabajan junto con
los científicos naturales, ingenieros, abogados y hombres de negocios
porque así lo requiere la naturaleza del problema. La responsabilidad so¬
cial impregna todo el proceso de producción de conocimiento. Se ve re¬
flejada no sólo en la interpretación y difusión de los resultados, sino tam¬
bién en la difusión del problema y en la determinación de las prioridades
de investigación. Un número creciente de grupos de interés y de los lla¬
mados «preocupados», están exigiendo una representación en la determi¬
nación de la agenda política, así como en el posterior proceso de toma de
decisiones. En el modo 2, la sensibilidad hacia el impacto de la investiga¬
ción está presente desde el principio. Forma parte del contexto de aplica¬
ción.
En contra de lo que cabría esperar, trabajar en el contexto de aplica¬
ción aumenta la sensibilidad de los científicos y tecnólogos ante las más
amplias implicaciones de lo que están haciendo. Funcionar en el modo 2
hace que todos los participantes sean más reflexivos. Ello se debe a que
el tema sobre el que se basa la investigación no se puede contestar sólo
en términos científicos y técnicos. La investigación hacia la resolución de
este tipo de problemas tiene que incorporar opciones para la aplicación
de las soluciones, y éstas afectarán inevitablemente a los valores y prefe¬
rencias de diferentes individuos y grupos a los que se ha considerado
como tradicionalmente al margen del sistema científico y tecnológico.
Ahora, en cambio, pueden convertirse en agentes activos en la definición
y solución de problemas, así como en la evaluación del rendimiento. Eso
se expresa parcialmente en términos de la necesidad de una mayor res¬
ponsabilidad social, pero también significa que los propios individuos
pueden funcionar con efectividad sin reflejar a todos los actores implica¬
dos, es decir, sin intentar funcionar desde el punto de vista de dichos ac¬
tores. La profundidad de comprensión que eso aporta tiene a su vez un
efecto sobre lo que se considera que vale la pena hacer y, en consecuen-

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cia, sobre la estructura de la propia investigación. La reflexión sobre los
valores implicados en las aspiraciones y proyectos humanos ha sido una
preocupación tradicional de las humanidades. Al difundirse la reflexivi-
dad dentro del proceso de investigación, las humanidades también están
experimentando un aumento en la demanda para la clase de conoci¬
mientos que tienen que ofrecer.
Tradicionalmente, esa ha sido la función de las humanidades pero,
con el transcurso de los años, el lado de la oferta de tal reflexividad (de¬
partamentos de filosofía, antropología, historia) se ha desconectado del
lado de la demanda, es decir, de los hombres de negocios, ingenieros,
doctores, instituciones reguladoras y el público en general, que necesitan
de guía práctica o ética sobre una vasta gama de temas (como, por ejem¬
plo, las presiones sobre las humanidades tradicionales para crear escena¬
rios culturalmente sensibles, y sobre los estudios de derecho para encon¬
trar éticas fundamentadas empíricamente, la construcción de historias
étnicas y el análisis de los temas de género).

Control de calidad

En el modo 2, los criterios para valorar la calidad del trabajo y de los


equipos que llevan a cabo la investigación difieren de los aplicados en la
ciencia disciplinar más tradicional. En el modo 1, la calidad viene deter¬
minada esencialmente por los juicios de revisión de los compañeros acer¬
ca de las contribuciones hechas por los individuos. El control se mantie¬
ne mediante una cuidadosa selección de quienes han sido juzgados como
competentes para que actúen como iguales, lo que viene determinado en
parte por sus contribuciones previas a su disciplina. Así pues, el proceso
de revisión por parte de los iguales permite que la calidad y el control se
refuercen mutuamente. Esto tiene dimensiones tanto cognitivas como so¬
ciales, en la medida en que existe un control profesional sobre qué pro¬
blemas y técnicas se considera importante trabajar, así como en la deter¬
minación de quién está calificado para tratar de hallar su solución. En la
ciencia disciplinar, la revisión por parte de los iguales funciona para cana¬
lizar a los individuos de forma que trabajen sobre problemas considera¬
dos como centrales para el progreso de la disciplina. Esos problemas se
definen en buena medida en términos de criterios que reflejan los intere¬
ses intelectuales y las preocupaciones de la disciplina y de sus principales-
exponentes.
En el modo 2 se añaden criterios adicionales a través del contexto de
aplicación, que incorpora ahora una gama diversa de intereses intelectua-

20
les, así como de otros intereses sociales, económicos o políticos. Al crite¬
rio de interés intelectual y su interacción se le añaden otras cuestiones,
como por ejemplo: «Si se encuentra la solución, ¿será competitiva en el
mercado?», «¿Será efectiva en cuanto al coste?», «¿Será socialmente acep¬
table?». La calidad viene determinada por un conjunto más amplio de
criterios que refleja la amplia composición social del sistema de revisión.
Eso implica que la «buena ciencia» es más difícil de determinar. Al no
verse ya limitado estrictamente a los juicios de los miembros iguales de la
disciplina, surge el temor de que el control sea más débil y el resultado
tenga una calidad inferior. Aunque el proceso de control de calidad en el
modo 2 tiene una base mas amplia, de ello no se desprende que la inter¬
vención de una gama más amplia de expertos sobre el problema tenga
como consecuencia necesaria el alcanzar una calidad inferior. Esta será,
simplemente, de un tipo más compuesto y multidimensional.

La coherencia del modo 2

Estos atributos, aunque no están presentes en todos los casos de


modo 2, cuando aparecen juntos tienen una coherencia que proporciona
al modo de producción una estabilidad cognitiva y organizativa reconoci-
ble. De la misma forma que en el modo 1 las normas cognitivas y sociales
se ajustan las unas a las otras y producen conocimiento disciplinar, en el
modo 2 están emergiendo nuevas normas que son apropiadas para el co-
nocimiento transdisciplinar. En toda clase de producción de conocimien-
to, la creatividad individual y colectiva se encuentra en una variada rela¬
ción de tensión y equilibrio. En el modo 1 , la creatividad individual se
resalta como la fuerza impulsora del desarrollo, y el control de calidad
funciona a través de las estructuras disciplinares organizadas para identi¬
ficarla e intensificarla, mientras que el aspecto colectivo, incluidos los ele¬
mentos de control, se oculta bajo la figura consensual de la comunidad
científica. En el modo 2 la creatividad se pone principalmente de mani¬
fiesto como un fenómeno de grupo, en el que la contribución individual
se halla aparentemente subsumida como parte del proceso, y el control
de calidad se ejerce como un proceso socialmente ampliado que acomoda
muchos intereses en un proceso de aplicación dado. De la misma forma
que, en el modo 1, el conocimiento se acumuló a través de la profesiona-
lización de la especialización, ampliamente institucionalizada en las uni¬
versidades, el conocimiento se acumula en el modo 2 a través de repe¬
tidas configuraciones de recursos humanos, en formas de organización

21
flexibles y esencialmente transitorias. El circuito desde el contexto de
aplicación, a través de la transdisciplinaridad, la heterogeneidad y la di¬
versidad organizativa, se cierra mediante nuevas formas adaptativas y
contextúales de control de calidad. El resultado es un modo de ciencia
más socialmente responsable y reflexivo. 'De las ciencias biomédicas y
medioambientales podrían extraerse numerosos ejemplos de este fenó¬
meno
Aunque los modos 1 y 2 son modos distintos de producción, interac-
túan el uno con el otro. Los especialistas formados en las ciencias disci¬
plinares entran en la producción de conocimiento del modo 2. Aunque
algunos pueden regresar a su base disciplinar original, otros elegirán se¬
guir un sendero de resolución compleja de problemas que viene determi¬
nado por una secuencia de contextos de aplicación. Y, a la inversa, algu¬
nos resultados de la producción transdisciplinar de conocimiento, en
particular cuando se trata de nuevos instrumentos, pueden entrar a for¬
mar parte de toda una serie de ciencias disciplinares y fertilizarlas. Debi¬
do a tales interacciones, puede surgir la tentación de reducir la nueva for¬
ma a otras más familiares, de tal suerte que el modo 2 se colapsa en el
modo 1 y, en consecuencia, se minimiza la importancia de los cambios
anteriormente perfilados. Aunque la producción de conocimiento del
modo 2 interactúa con el modo 1, es diferente al de este. Términos utili¬
zados de forma común, como investigación precompetitiva, investigación
estratégica, investigación orientada hacia la realización de una misión, in¬
vestigación aplicada o investigación y desarrollo industrial, siguen tenien¬
do muchas de las preconcepciones sociales de la función de la ciencia dis¬
ciplinar y, en particular, la idea de que la ciencia disciplinar proporciona
el pozo inagotable para las aplicaciones futuras. La idea profundamente
sostenida de que si las disciplinas no florecen se perderán percepciones
fundamentales, o de que el conocimiento teórico fundacional no puede
producirse y mantenerse fuera de las estructuras disciplinares, puede ex¬
plicar la persistencia del modelo lineal de innovación en los debates de
política. Y, sin embargo, sucede cada vez con mayor frecuencia, en las
ciencias de los ordenadores, de los materiales, biomédicas y medioam¬
bientales, que las teorías se desarrollan en el contexto de aplicación, y
que éstas continúan fecundando líneas de progreso intelectual que se ha¬
llan al margen de las estructuras disciplinares. En el modo 2, las cosas se
hacen de modo diferente y cuando se han hecho suficientes cosas de
modo diferente, está uno autorizado para decir que ha surgido una nueva
forma.
No resulta difícil descubrir las razones por las que este nuevo modo

22
de producción ha surgido en la época presente. El modo 1 ha alcanzado
un éxito destacado. Los científicos descubrieron hace tiempo que la for¬
ma más efectiva de alcanzar ese éxito consistía en hacerlo a través de un
proceso de especialización en el ámbito cognitivo, de profesionalización
en el ámbito social, y de institucionalización en el ámbito político. Esta
pauta ha gobernado la difusión de la ciencia desde un ámbito de activi¬
dad a otro, y ha tendido a tratar duramente a quienes intentaron soslayar
sus controles. La estructura disciplinar del conocimiento refleja el éxito
de funcionamiento de esta pauta de control cognitivo y social. Pero, con
el transcurso de los años, el número de graduados fundamentados en el
ethos de la investigación, junto con una cierta habilidad especializada, ha
sido demasiado grande como para quedar absorbido dentro de la estruc¬
tura disciplinar. Algunos de ellos han pasado a los laboratorios guberna¬
mentales, otros a la industria, mientras que otros han establecido sus
propios laboratorios, equipos de reflexión y asesorías. Como consecuen¬
cia de ello, ha aumentado mucho el número de lugares donde se puede
llevar a cabo una investigación competente. Esos lugares constituyen los
recursos intelectuales para el modo 2 y sus apuntalamientos sociales. Vis¬
to desde otra perspectiva, cabría decir también que la creación de mu¬
chos lugares nuevos donde se practica la investigación competente es un
resultado no intencionado del proceso de masificación de la educación y
la investigación.
El desarrollo del transporte rápido, así como de las tecnologías de la
información y la comunicación, han creado una capacidad que permite
interactuar a estos lugares. El modo 2 depende críticamente de las emer¬
gentes tecnologías de los ordenadores y de las telecomunicaciones, y fa¬
vorecerá a aquellos que se pueden permitir utilizarlas. Las interacciones
entre estos lugares de conocimiento han preparado el escenario para que
se produzca una explosión en el número de interconexiones y de las posi¬
bles configuraciones de conocimiento y habilidad. E1 resultado puede
describirse como un sistema socialmente distribuido de producción de
conocimiento. En este sistema, la comunicación se efectúa cada vez más a
través de las fronteras institucionales existentes. El resultado es una red
cuyos nodulos se extienden ahora por todo el globo y cuya conectividad
crece a cada día que pasa. No es nada sorprendente que, cuando los cien¬
tíficos tradicionales empiezan a participar en este proceso, se les perciba
como personas que debilitan la lealtad disciplinar y el control institucio¬
nal. Pero los contextos de aplicación son a menudo los lugares donde se
plantean problemas intelectuales desafiantes, y la implicación en el modo
2 permite el acceso a éstos y promete una estrecha colaboración con ex-

23
pertos que tienen una amplia variedad de historiales. Eso puede ser, para
muchos, un ambiente de trabajo muy estimulante. El modo 2 no muestra
ninguna inclinación particular por llegar a quedar institucionalizado en la
pauta convencional. Cabe esperar que la estructura establecida de la cien¬
cia se preocupe por esto, así como por cómo se asegurará el control de
calidad en un sistema de producción socialmente distribuido del conoci¬
miento, pero lo cierto es que actualmente ya se ha convertido en una rea¬
lidad. El modo 2 es una respuesta a las necesidades tanto de la ciencia
como de la sociedad. Es irreversible. El problema consiste en averiguar
cómo comprenderlo y manejarlo.

Algunas implicaciones del modo 2

Uno de los objetivos de este libro es el de llamar la atención sobre la


existencia de una serie de atributos asociados con la nueva forma de pro¬
ducción de conocimiento, y mostrar que tales atributos poseen coheren¬
cia suficiente como para que se les considere como un nuevo modo de
producción. Argumentamos que, de la misma forma que el modo 1 se ha
convertido en el modo de producción característico de la investigación
disciplinar ampliamente institucionalizada en las universidades. el modo
2 se caracteriza por la transdisciplinaridad y se institucionaliza en un sis¬
tema socialmente distribuido que es más heterogéneo y flexible. Tras ha¬
ber perfilado sus características principales, nos encontramos ahora en
posición de considerar las implicaciones de este desarrollo.
La masificación de la educación superior después de la Segunda Gue-
rra Mundial y la apropiación por parte de las universidades de una clara
función investigadora, han producido un número creciente de personas
que están familiarizadas con los métodos de investigación, muchas de las
cuales se hallan equipadas con conocimientos y habilidades especializa¬
das de diversos tipos. La masificación es ahora un fenómeno fuertemente
atrincherado, tiene alcance internacional y no es probable que se pueda
invertir. Por el lado de la oferta, el número de productores potenciales de
conocimiento que surgen de la educación superior no hace sino aumen¬
tar, y continuará aumentando.
No obstante, esta expansión de la educación superior tiene una impli¬
cación que ha sido poco examinada hasta el momento. No sólo hay cada
vez más personas familiarizadas con la ciencia y que son competentes en
sus métodos, sino que muchas de ellas participan en actividades que tie¬
nen una dimensión investigadora. Han aportado sus conocimientos y ha-

24
bilidades a la resolución de una amplia gama de problemas, en contextos
y situaciones que se hallan a menudo muy alejados de las universidades
donde recibieron inicialmente su formación. La producción del conoci¬
miento científico y tecnológico se trata de obtener no sólo en las universi¬
dades, sino también en los laboratorios de la industria y del gobierno, en
equipos de reflexión, instituciones y asesorías de investigación, etcétera.
La expansión de la educación superior a nivel internacional ha significa¬
do un aumento del número de lugares potenciales donde se lleva a cabo
una investigación reconocible como competente. Esto conlleva la impli¬
cación, todavía no comprendida del todo, de que en la medida en que las
universidades continúan produciendo graduados de calidad, socavan su
monopolio como productoras de conocimiento. Muchos graduados han
llegado a ser posteriormente los bastante competentes como para emitir
juicios sobre la investigación realizada en la universidad, y pertenecen
ahora a organizaciones que también pueden realizar ese trabajo. Las uni¬
versidades empiezan a reconocer que ahora sólo son un tipo de jugador,
por importante que sea, dentro de un proceso enormemente expandido
de producción de conocimiento.
En paralelo con esta vasta expansión de la oferta, se ha producido la
expansión de la demanda de conocimientos especializados de todas cla¬
ses. Por lo que se refiere al conocimiento especializado, la interacción de
la oferta y la demanda tiene numerosas características de un mercado,
pero hay algunas diferencias cruciales. La función de un mercado consis¬
te en equilibrar la oferta y la demanda, y establecer los términos del inter¬
cambio. Tradicionalmente, se entiende que los mercados establecen los
precios en los que se encontrarán en equilibrio la oferta y la demanda de
bienes concretos. Un mercado es un mecanismo de asignación de recur¬
sos (trabajo y capital) para la producción de bienes. Funciona con mayor
efectividad en aquellos casos en los que ya existe una demanda claramen¬
te especificada, y para los que se dispone de factores de producción. Pero
los mercados también tienen un componente dinámico. Pueden poner en
circulación nuevos bienes para los que apenas existe una demanda o, a la
inversa, pueden estimular la demanda de bienes cuyas características to¬
davía no están claras. En los mercados dinámicos, la oferta y la demanda
se articulan mutuamente entre sí.
El conocimiento juega un papel crucial en muchos mercados dinámi¬
cos. Es una fuente importante de ventaja comparativa creada, tanto para
sus productores como para los usuarios de todas clases, y no sólo en la
industria. En algunos de estos mercados los términos comerciales son
más complejos de lo que puede venir indicado por niveles comparativos

25
de costes y precios, y el medio de intercambio puede ser más sutil que el
dinero. Por ejemplo, en aquellos mercados que articulan la oferta y la de¬
manda para el conocimiento sobre el medio ambiente, existen muchas
clases diferentes de intercambios entre numerosos participantes, pero el
medio es una mezcla más compleja de valores individuales y sociales de
lo que podría captarse por sí solo mediante los valores monetarios. Como
quiera que la ventaja comparativa no se puede reducir a criterios econó¬
micos, tales mercados podrían describirse más bien como mercados so¬
ciales antes que como económicos, pero no por ello dejan de ser merca¬
dos. Dentro de ellos, las fuentes de la demanda son múltiples. Proceden
de la sociedad, en forma de investigaciones públicas de diversos tipos, de
los gobiernos en relación con una amplia gama de temas, como por ejem¬
plo las consecuencias adversas de las tecnologías de alto riesgo, y también
de todo un espectro de instituciones, grupos de interés e individuos que
necesitan saber más sobre cuestiones concretas. Este conjunto complejo
de actores forman foros híbridos que proporcionan estímulos tanto a la
oferta como a la demanda del conocimiento especializado. En esos fo-
rums se genera tanto el conocimiento teórico como el práctico.
Son ampliamente apreciadas las exigencias de conocimiento plantea¬
das por la industria y en especial por los resultados de la investigación
científica y tecnológica. Pero lo que quizá se comprende menos es la ex¬
pansión de la demanda de un flujo de conocimientos especializados entre
las empresas. El conocimiento especializado es a menudo un factor clave
para la determinación de la ventaja comparativa de una empresa. A medi¬
da que aumentan las presiones de la competencia internacional, las em¬
presas han tratado de afrontar los desafíos planteados por la introducción
de las nuevas tecnologías. La nueva tecnología es una condición necesa¬
ria, pero no suficiente, para el éxito del rendimiento innovador, y la inno¬
vación tecnológica depende cada vez más de la utilización de conoci¬
mientos especializados capaces de desarrollar tecnologías que vayan en
las direcciones dictadas por las presiones competitivas. El conocimiento
especializado se utiliza en parte porque aporta una fuente constantemen¬
te renovable de ventaja comparativa creada, y en parte porque puede ser
difícil de imitar, sobre todo cuando se trata de empresas cuya cultura na¬
cional no apoya todavía una infraestructura científica y tecnológica bien
articulada. Así pues, para las empresas que representan en muchos secto¬
res la punta de lanza de la competencia internacional, el conocimiento es¬
pecializado constituye un valor añadido, pero su adquisición resulta difícil
y a menudo es demasiado cara como para que las empresas individuales
puedan replicarla por entero en sus instalaciones. Para satisfacer esta exi-

26
gencia, las empresas se han enzarzado en una compleja variedad de dis¬
posiciones de colaboración en las que intervienen las universidades, los
gobiernos y otras empresas, pertenecientes a veces incluso al mismo sec¬
tor. En cada uno de los casos, la oferta y la demanda se ven mediatizadas
por un mecanismo de mercado pero, una vez más, este no es o no necesi¬
ta ser estrictamente comercial.
En estos mercados, el conocimiento en sí se puede buscar continua¬
mente, pero sucede con frecuencia que no está disponible, no se puede
comprar o vender o retirar de la estantería, como otros bienes. Se genera
cada vez más en el nexo del mercado mismo. Al producir conocimiento
especializado, los mercados funcionan para configurar recursos humanos
y físicos en un contexto de aplicación concreto. Como consecuencia de la
intensificación de la competencia, el número de tales contextos se expan¬
de, pero los contextos son también transitorios. Los mercados son diná¬
micos. Establecen nuevos problemas de forma más o menos continua y,
por lo tanto, continúa el avance de la producción de conocimiento y sus
redes de comunicación asociadas. El conocimiento se produce mediante
la configuración del capital humano. No obstante, y a diferencia del capi¬
tal físico, el capital humano es potencialmente más maleable. Los recur¬
sos humanos se pueden configurar una y otra vez para generar nuevas
formas de conocimiento especializado. La capacidad para hacerlo así se
encuentra en el núcleo de muchas economías de alcance, consideradas
actualmente como cruciales para la supervivencia en el mercado.
El núcleo de nuestra tesis es que la expansión paralela en el número
de productores potenciales de conocimiento por el lado de la oferta, y la
expansión de la exigencia de conocimiento especializado por el lado de
la demanda, está creando las condiciones para el surgimiento de un nuevo
modo de producción de conocimiento. El nuevo modo tiene implicacio¬
nes que afectan a todas las instituciones, ya se trate de universidades, ins¬
tituciones gubernamentales de investigación o laboratorios industriales
que han invertido en la producción de conocimiento. El surgimiento de
mercados para el conocimiento especializado significa que el juego está
cambiando para cada conjunto de instituciones, aunque no lo haga nece¬
sariamente de la misma forma o a la misma velocidad. No existe impera¬
tivo alguno para que todas las instituciones adopten las normas y valores
del nuevo modo de producción de conocimiento. Algunas empresas y
universidades ya han recorrido un largo trecho en el camino del cambio,
lo que se manifiesta en los tipos de personal que contratan y en la com¬
pleja gama de acuerdos de colaboración en los que participan. No obs¬
tante, para alcanzar los objetivos institucionales, se tendrán que modifi-

27
car las reglas que gobiernan el desarrollo profesional y los determinantes
sociales y técnicos de la competencia para que se pueda establecer final¬
mente el nuevo modo de producción.
El nuevo modo, es decir, el 2, emerge junto a la estructura disciplinar
tradicional de la ciencia y la tecnología, es decir, del modo 1. De hecho, se
trata de un vastago del mismo. Para dejar claro lo que implica el nuevo
modo de producción, se han contrastado los atributos del modo 2 con los
del modo 1. A partir de este análisis quedará claro que el modo 2 no su¬
planta, sino que más bien complementa el modo 1. El modo 2 es caracte¬
rístico, y tiene su propio conjunto de normas cognitivas y sociales. Algu¬
nas de ellas contrastan nítidamente con las convicciones profundamente
mantenidas acerca de cómo se debería generar el conocimiento teórico y
práctico fiable, pero no por esa razón se las debería considerar como su¬
periores o inferiores a las que funcionan en el modo 1. Son, simplemente,
diferentes. Hasta cierto punto, sin embargo, la forma en que el modo 2
quede establecido en un contexto concreto, vendrá determinada por el
grado en que las instituciones del modo 1 deseen adaptarse a la nueva si¬
tuación.
El surgimiento de un sistema de producción de conocimiento social-
mente distribuido significa que este tipo de conocimiento viene suminis¬
trado y distribuido a un tiempo a los individuos y grupos a través del es¬
pectro social. Se tiende a soslayar las comunicaciones a nivel institucional
debido a la necesidad de encontrar respuestas rápidas y flexibles ante los
problemas. Aunque cabe esperar variedad en la medida en que el modo 2
llegue a ser dominante, ésta se hallará en relación con el sistema de pro¬
ducción de conocimiento socialmente distribuido que está emergiendo
ahora. El modo 2 puede funcionar en la medida en que las instituciones
sean permeables El grado en el que las actuales instituciones de produc¬
ción de conocimiento sean más permeables, no alterará el hecho funda¬
mental de que la producción de conocimiento está siendo más amplia¬
mente distribuida; es decir, tiene lugar en muchos más tipos de escenarios
sociales que antes, ya no está concentrada en relativamente unas pocas
instituciones, y supone la participación de muchos tipos diferentes de in¬
dividuos y organizaciones en una vasta gama de relaciones diferentes. Tal
comportamiento hará que se establezcan otros vínculos que, al final, pue¬
den dejarlos científica y técnicamente aislados con respecto a algunos de¬
sarrollos intelectuales.
La producción de conocimiento socialmente distribuido tiende hacia
la creación de una red global cuyo número de interconexiones se expan¬
de continuamente mediante la creación de nuevos lugares de producción.

28
Como consecuencia de ello, las comunicaciones son cruciales en el modo
2. En la actualidad, eso se mantiene en parte a través de acuerdos forma-
les de colaboración y de alianzas estratégicas, y en parte a través de redes
informales apoyadas por el transporte rápido y por las comunicaciones
electrónicas. Pero eso no es más que la punta del iceberg. Para funcionar,
el nuevo modo necesita verse apoyado por las últimas novedades que
pueden ofrecer las telecomunicaciones y las tecnologías de los ordenado-
res. El modo 2, pues, es tanto una causa como un consumidor de innova¬
ciones capaces de intensificar el flujo y la transformación de la informa¬
ción.
Uno de los imperativos del modo 2 es que la explotación del conoci-
miento exige participación en su generación. En la producción de cono¬
cimiento socialmente distribuido, la organización de esa participación se
convierte en el factor crucial. Los objetivos de participación ya no son
simplemente el asegurar alguna ventaja nacional, comercial o de otro
tipo. De hecho, la misma noción de qué constituye un beneficio econó¬
mico, y para quién, se encuentra en la raíz misma de muchos debates, no
sólo en las ciencias medioambientales, sino también en la biotecnología y
las ciencias médicas. Por ejemplo, el empuje que reciben actualmente las
llamadas tecnologías «limpias» se halla relacionado con algo más que el
simple beneficio económico. También se refiere a la estabilización de sis¬
temas ecológicos que se colapsan, a la salud y al bienestar de poblaciones
enteras, así como a ganancias comerciales. Esto quiere decir que aun
cuando el modo 2 viene ejemplificado en este libro sólo en relación con
la producción de conocimiento, tiene efectos coevolutivos en otros ámbi¬
tos, como por ejemplo en la economía, la división actual del trabajo y el
sentido de comunidad.
La aparición del modo 2 está creando nuevos desafíos para los gobier¬
nos. Las instituciones nacionales necesitan ser descentralizadas (para ha¬
cerse más permeables), y los gobiernos pueden promover con sus políti¬
cas un cambio en esta dirección. Esas políticas serán más efectivas si, al
mismo tiempo, se convierten en agentes más proactivos en un juego de
producción de conocimiento que incluye, además de los intereses y ambi¬
ciones de otras naciones, las políticas de las instituciones supranaciona-
les, como la de la Unión Europea (UE). La efectividad de las capacidades
de actuación de los gobiernos subraya ahora la competitividad de sus sis¬
temas nacionales de innovación. Eso se verá reflejado tanto en su habili¬
dad para participar en la producción de conocimiento que pueda tener
lugar en cualquier parte del mundo, como también en su ingenio para
apropiarse de ese conocimiento e incluirlo en su sistema de innovación.

29
Se necesita ingenio porque, tarde o temprano, la colaboración se trans¬
formará en competencia. Eso forma parte de la naturaleza del proceso de
creación de riqueza, tal y como está constituido actualmente. Controlar la
interacción entre competencia y colaboración ya será una tarea bastante
difícil. Gestionarla en beneficio nacional es un desafío que, si los gobier¬
nos lo descuidan, lo harán otros a su propia costa. Lo mismo que sucede
con los científicos y tecnólogos, los gobiernos también necesitan aprender
a funcionar en el contexto de aplicación, y eso afecta cada vez más a las
instituciones supranacionales. Estas tienen dimensiones políticas, sociales
y económicas, como en el caso de la UE en Europa occidental, pero obje¬
tivos más estrechamente económicos en los casos del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (NAFTA) y del Tratado General sobre
Tarifas Aduaneras y Comercio (GATT). Las cuestiones clave a determinar
son si las instituciones supranacionales pueden ayudar en este proceso y
cómo deberían posicionarse las naciones en relación con estos sistemas
más grandes.
Quizá sea irónico que quede en manos del gobierno la tarea de trazar
orificios en las mismas instituciones que se establecieron en otros tiempos
para mantener su capacidad científica y tecnológica. Pero, además de so¬
bre otras muchas nociones aparentemente fijas, se tiene que volver a re¬
flexionar sobre el propósito y la función de estas instituciones a la luz del
surgimiento del modo 2. Esto revelará la necesidad de abordar la política
con un nuevo enfoque, particularmente por lo que se refiere a la integra¬
ción de la educación, la ciencia, la tecnología y la política de competen¬
cia, para constituir una política de innovación global que sea sensible al
hecho de que la producción de conocimiento está socialmente distribui¬
da. En Europa, en particular, se tienen que desarrollar políticas naciona¬
les que intensifiquen el potencial de las instituciones nacionales, y hacerlo
de una forma concertada con las de la UE. Los países en vías de desarro¬
llo necesitan tomar buena nota de ello. Para muchos de ellos, el acceso
seguirá siendo un problema no sólo porque les falta la capacidad, sino
también porque sus gobiernos todavía modelan sus instituciones científi¬
cas y tecnológicas de acuerdo con suposiciones que ya no se aplican a las
clases de actividades científicas y tecnológicas de las que dependen sus
aspiraciones.

30
1. E v o l u c i ó n de la p r o d u c c i ó n
de c o n o c i m i e n t o

Resumen

En este capítulo empezamos por definir las características distintivas del


modo 1 y del modo 2 de producción de conocimiento, resaltando que este
último ha evolucionado a partir de la matriz disciplinar del primero, y que
continúa existiendo junto a aquel. El nuevo modo de producción de cono¬
cimiento supone la existencia de diferentes mecanismos de generar conoci¬
miento y de comunicarlo, más actores procedentes de disciplinas diferentes
y con historiales distintos, pero, por encima de todo, lugares diferentes donde
se produce el conocimiento. Los problemas, proyectos o programas sobre
los que se centra temporalmente la atención de los practicantes, constitu¬
yen los nuevos lugares de producción de conocimiento, que avanzan y tie¬
nen lugar más directamente en el contexto de aplicación o uso. No hay
presión para institucionalizar estas actividades de una forma permanente, o
para que los participantes se instalen permanentemente en un nuevo lugar
institucional. Como consecuencia de ello, esta forma dispersa y transitoria
de producción de conocimiento conduce a resultados que están también
altamente contextualizados. Debido a su transdisciplinaridad inherente, in¬
crementan mucho la difusión posterior y la producción de nuevo conoci¬
miento a través de técnicas, instrumentación y del conocimiento tácito que
avanza hacia nuevos contextos de aplicación y uso.
Uno de los rasgos característicos del modo 2 es su transdisciplinaridad.
Otro es lo que denominamos su distribución social, es decir, la difusión so¬
bre una amplia gama de lugares potenciales para la producción de conoci¬
miento y de diferentes contextos de aplicación o uso. Pero la naturaleza so-
cialmente distribuida del modo 2 de producción de conocimiento se halla
personificada, sobre todo, en las personas y en los modos en que éstas inte-
ractúan en formas socialmente organizadas. De ahí el énfasis que se pone
en los componentes tácitos del conocimiento que, en nuestra opinión, asu¬
men precedencia sobre los componentes codificados. Aunque esto nos acer-

31
ca gradualmente a cómo se organiza la producción de conocimiento en las
culturas académicas y en las empresas, la estrategia empresarial aplicada a
la organización de su dimensión tecnológica específica adquiere mucha
mayor importancia en la elección de la configuración de su diseño.
Una consecuencia crucial resultante del cambio en la producción de co¬
nocimiento del modo 1 al modo 2, es que tiene efectos sobre el control de
calidad. Sus mecanismos y los criterios sobre los que se basa están destina¬
dos a afectar también a un ámbito mucho más amplio y diferenciado, junto
con una dimensión institucional y cognitiva-organizativa inherente a los me¬
canismos de control de calidad. Afirmamos, en general, que el control de
calidad también se hace más dependiente del contexto y del uso. En un es¬
pacio institucional más disperso, el control de calidad también adopta for¬
mas más transitorias y temporales y normas más fluidas. Pero, por encima
de todo, el éxito viene definido de forma diferente en el modo 2. Incluye
criterios adicionales a los tradicionales de excelencia científica, tales como
eficiencia o utilidad, definidos en términos de las contribuciones que ha
aportado el trabajo a la solución general de problemas transdisciplinares.
En otras palabras, habrá que tener en cuenta el ambiente de la investiga¬
ción, ya estructurado por la aplicación o uso, dejando espacio para crite¬
rios múltiples, no sólo en general, sino también en relación con expectati¬
vas y resultados específicos.
Con objeto de comprender mejor la dinámica de la producción de cono¬
cimiento del modo 2, trazamos una distinción entre crecimiento homogéneo
y heterogéneo. Por crecimiento heterogéneo nos referimos a un proceso de
diferenciación y difusión a través del cual tiene lugar el reacondicionamien¬
to de elementos componentes dentro de un proceso dado o de un conjunto
concreto de actividades. Concebimos el proceso del crecimiento heterogé¬
neo dentro de una estructura conceptual que denominamos el modelo de
densidad creciente de la comunicación. Mantenemos que los orígenes del
magnífico crecimiento heterogéneo mostrado por los sistemas de la ciencia
y la tecnología, pueden localizarse sobre tres niveles de comunicación: la
comunicación entre ciencia y sociedad, la comunicación entre los practican¬
tes científicos y, en términos metafóricos, la comunicación con las entidades
del mundo físico y social. La densidad de comunicación ha aumentado de una
forma espectacular sobre estos tres niveles, así como a través de sus interco¬
nexiones, junto con la heterogeneidad inserta en ellos, proporcionando así
un poderoso elemento de predicción para un posterior crecimiento hetero¬
géneo y para su distribución social.
Finalmente, llamamos la atención sobre algunas características específi¬
cas de las actividades innovadoras en ciencia y tecnología, que se sitúan
bajo el despliegue de producción del modo 2. Se basan en la recuperación
del interés por estructuras ordenadas y específicas, antes que en la busque -

32
da de los primeros principios y del papel distribuidor concomitante que
juegan las técnicas y la instrumentación, las habilidades prácticas y el cono¬
cimiento tácito. La segunda característica es la innovación basada en el co¬
nocimiento y en la práctica a través del diseño. La intención aquí consiste
en utilizar la mejorada comprensión de las estructuras ordenadas específi¬
cas para construir, manipular y controlar su funcionamiento en condicio¬
nes específicas y, quizá, lo que es aún más importante, para funciones y
propósitos específicos. La tercera característica que contribuye a la innova¬
ción, bajo las condiciones del modo 2, es el papel que están jugando los or¬
denadores y, especialmente, el modelo computacional, que abren el camino
al desarrollo tanto de rutinas que son independientes de aplicaciones parti¬
culares y que, por tanto, se pueden utilizar para satisfacer una amplia varie¬
dad de usos, como para la construcción de técnicas e instrumentos más so¬
fisticados que intensificarán el principio de diseño y su gama de aplicación.

La producción de conocimiento está avanzando hacia una nueva fase.'


Funciona de acuerdo con los nuevos imperativos en tensión con la forma
tradicional de hacer las cosas, con implicaciones de largo alcance. Estos
cambios se describen en este libro en términos de un desplazamiento del
énfasis del modo 1 al modo 2. En la introducción ya se han descrito sinté¬
ticamente los atributos principales del modo 2. El modo 1 se basa en la
disciplina y conlleva una distinción entre lo que es fundamental y lo que
es aplicado; eso implica a su vez una distinción operativa entre un núcleo
teórico y otros ámbitos de conocimiento, tales como las ciencias de la in¬
geniería, en las que las comprensiones teóricas se traducen en aplicacio¬
nes. En contraste con ello, la producción de conocimiento en el modo 2
es transdisciplinar. Se caracteriza por un flujo constante, de un lado a
otro, entre lo fundamental y lo aplicado, entre lo teórico y lo práctico. Tí¬
picamente, el descubrimiento se produce en contextos en los que el co¬
nocimiento se desarrolla para ser utilizado, y así se hace, mientras que los
resultados (que habrían sido tradicionalmente caracterizados como apli¬
cados) alimentan nuevos progresos teóricos. El descubrimiento en el con¬
texto de aplicación, en el caso del avión hipersónico, viene ilustrado en el
recuadro 1.1. El modo 2 se caracteriza por un alejamiento de la búsqueda
de principios fundamentales, para avanzar hacia modos de investigación
orientados hacia resultados contextualizados. Además, el propio proceso
experimental viene guiado cada vez más por los principios de diseño, ori¬
ginalmente desarrollados en el contexto industrial. Empieza a ser posible
invertir los procedimientos convencionales para fabricar ciertas sustan¬
cias, como las moléculas, los productos químicos y los materiales. Algu¬
nos materiales, por ejemplo, se pueden construir ahora átomo a átomo, o
molécula a molécula, mediante diseño, con objeto de obtener así un pro-
ducto que tenga propiedades previamente especificadas. El producto y el
proceso mediante el que se fabrican los nuevos materiales quedan inte-
grados en el proceso de diseño, lo que supone una más estrecha integra-
ción del proceso de descubrimiento con el de fabricación. El modo 2
crea, pues, un ambiente novedoso en el que el conocimiento fluye más fá-
cilmente a través de las fronteras disciplinares, en el que los recursos hu-
manos son más móviles y la organización de la investigación es más abier-
ta y flexible.

RECUADRO 1.1
Descubrimiento en el contexto de aplicación:
el caso del avión hipersónico

Algunos programas de investigación, aunque orientados industrialmen-


te, pueden abordar cuestiones científicas y tecnológicas situadas más allá
de las fronteras actuales del conocimiento, sugiriendo así nuevos proble-
mas y configurando nuevas agendas de investigación. Esta situación que-
da bien ilustrada en la búsqueda de un avión hipersónico viable, empren-
dida ahora por muchas naciones.
Los científicos han contemplado desde hace tiempo la construcción
de un avión capaz de alcanzar velocidades de satélite, de despegar como
un avión regular y regresar a la tierra una vez realizada su misión. El éxi-
to de este proyecto depende de solucionar el problema de la propulsión
generada por motores aeróbicos, que utilizan aire como comburente en
lugar de una masa de oxígeno.
No obstante, a velocidades hipersónicas superiores a Mach 6, se hace
necesaria la combustión supersónica, lo que exige la difícil mezcla de
principios aeróbicos con la velocidad hipersónica en el perfecciona-
miento de un chorro supersónico. Se cree que la producción de un nue-
vo vehículo requiere un cambio en el paradigma tecnológico. Existe la
creencia de que los sistemas de propulsión aeróbicos convencionales no
pueden funcionar a velocidades hipersónicas. El cambio paradigmático
supone discontinuidades, tanto científicas como tecnológicas. Los dos
apoyos tradicionales para la elaboración de nuevos conceptos tecnológi-
cos, la ciencia y la experiencia de diseño de generaciones tecnológicas
anteriores (el chorro supersónico en este caso), sólo pueden proporcio-
nar una cierta guía limitada. En el caso de las tecnologías hipersónicas,

34
el estado actual de la ciencia no permite todavía el desarrollo de modelos
predictivos y, en consecuencia, tiene una utilidad limitada para la elabo-
ración de diseños y para la innovación.
Falta de dirección por parte de la ciencia existente. En el caso de la combustión a
Mach 5 a 6, la primera barrera para la investigación es la casi imposibili-
dad de producir experimentalmente, en tierra, los datos necesarios para
predecir el rendimiento del concepto de chorro supersónico. No existen
instalaciones capaces de reproducir la combinación de velocidades, pre-
siones y temperaturas necesaria para simular el vuelo hipersónico. El ex-
perimento en el túnel aerodinámico sólo puede ser de corta duración,
de unos pocos segundos. Esta debilidad se ve superada parcialmente por
medio de métodos matemáticos de simulación. Aquí, sin embargo, tam-
bién existen dificultades inmensas. La solución de las ecuaciones de
combustión supersónica exigiría períodos de cálculo muy prolongados.
En consecuencia, las simulaciones se basan en aproximaciones significati-
vas. Otro problema crucial es la ausencia de una ley predictiva de la tur-
bulencia. Finalmente, las simulaciones no eliminan por completo la ne-
cesidad de efectuar pruebas con vehículos reales. A pesar de todo, los
cálculos pueden reducir la cantidad de trabajo experimental necesario.
Permiten a los investigadores limitar, por ejemplo, las pruebas en el túnel
aerodinámico a aquellos aspectos precisos en los que las simulaciones
sean demasiado difíciles o no aporten resultados lo bastante precisos. En
último análisis, la dificultad actual de asegurar la sinergia entre los cálcu-
los y las pruebas reales revela que la ciencia se halla lejos de poder pro-
porcionar modelos predictivos para la innovación y el diseño analítico.
Discontinuidades con la experiencia previa. Otro problema se pone de mani-
fiesto en los resultados obtenidos en el umbral del Mach 5, ya que mu-
chos de esos resultados ya no son válidos más allá del Mach 5. Ciertas le-
yes físico-químicas llegan a invertirse una vez que se pasa del dominio
supersónico al hipersónico. Se necesita desarrollar conceptos diferentes
para los diferentes regímenes de velocidad. Se produce por lo tanto una
discontinuidad entre los dominios supersónico e hipersónico que impi-
de el desarrollo evolutivo basado en inversiones adicionales modestas en
capital humano y físico. Además, los vínculos analógicos entre la pro-
pulsión aeróbica y la propulsión por cohete son relativamente insignifi-
cantes. No permiten más que una pequeña probabilidad de transferir co-
nocimiento de un dominio al otro.
En esta situación de incertidumbre, la necesidad primordial es la de
obtener información sobre la misma estructura del problema en cuestión,
así como la de superar una ausencia crítica de datos científicos necesarios
para las operaciones de medición, comprobación, control y ensayo. Para

35
ello se necesitan nuevos instrumentos, técnicas y conocimientos. Actual-
mente, muchos de los programas de investigación hipersónica se hallan
orientados hacia la producción de tal base instrumental.
La cuestión que nos interesa aquí es que esta fase de investigación pre¬
cede a la investigación básica y aplicada, y contiene una fuerte dimensión
tecnológica. La formulación de esta misma agenda de investigación no
puede comprenderse sin prestar atención a desarrollos previos en el ám-
bito de la tecnología, y particularmente de la tecnología de la instrumenta-
ción. Esto estructurará a su vez el contexto de aplicación y planteará futu¬
ros problemas a los científicos e ingenieros con historiales muy diversos.
Fuente: Foray y Conesa (1993)

El modo 2 se está extendiendo a través de todo el paisaje de la ciencia


y la tecnología. Se abre un vasto campo de interconexiones gracias a la
proliferación de lugares situados al margen de las estructuras disciplina¬
res y de las instituciones en los que tiene lugar una investigación recono¬
ciblemente competente, normales desarrolladas desde finales del siglo XIX.
A medida que se multiplican las interacciones, el estatus epistemológico
del conocimiento así producido no sigue criterios tradicionales, es decir,
disciplinares. En el modo 1, cualquier conocimiento se ve convalidado
por la sanción de una comunidad claramente definida de especialistas.
En el modo 2, transdisciplinar, o bien brillan por su ausencia tales estruc¬
turas legitimadoras, o éstas son disfuncionales. La investigación transdis-
ciplinar también necesita algunos procedimientos de legitimación, pero
éstos son diferentes porque se aplican criterios diferentes a lo que se con¬
sidera como buena investigación. Además, con la ampliación y el carácter
relativamente transitorio de las comunidades de practicantes, la valora¬
ción del conocimiento implicado ocurrirá a través de una contextualiza-
ción social mucho más fuerte.
La ciencia no se encuentra al margen de la sociedad, dispensando sus
dones de conocimiento y sabiduría; tampoco es un enclave autónomo que
se vea aplastado ahora por el peso de estrechos intereses comerciales o
políticos. Antes al contrario, la ciencia siempre ha configurado y ha sido
configurada a su vez por la sociedad, en un proceso que es tan complejo
como abigarrado; no es estática, sino dinámica. La gama de posibles pro¬
blemas que pueden ser abordados por la ciencia es indefinidamente enor¬
me y, por lo tanto, la agenda de la investigación no puede comprenderse
en términos puramente intelectuales.

36
La ciencia posee una estructura interna abigarrada, compuesta por un
vasto número de comunidades o especializaciones, cada una de ellas do¬
tada de formas características de práctica y de modos específicos de co¬
municación interna y externa. De hecho, las actividades que abarca la
empresa científica son tan diversas, que quizá sea equívoco agruparlas
bajo una etiqueta común. La ciencia contemporánea parece hallarse en
un estado de flujo más o menos continuo, en una situación de turbulen¬
cia que contrasta intensamente con la percepción que se tiene de ella
como una empresa socialmente autónoma, con instituciones estables, es¬
tructuras disciplinares bien delineadas y llevada a cabo por practicantes
ligeramente remotos.
En la investigación disciplinar del modo 1 se utiliza el término para¬
digma para denotar el consenso provisional entre un conjunto relevante
de practicantes. Es el resultado de un modo particular de organización e
indica una forma de ver las cosas, de definir y dar prioridad a ciertos con¬
juntos de problemas. Muchos científicos trabajan en las universidades,
dentro de la estructura de una especialización particular, e imparten en¬
señanza regularmente dentro de una estructura disciplinar. No obstante,
dentro de ese mundo aparentemente cómodo, han tenido que desarrollar
una amplia gama de estrategias para sobrevivir. Las estrategias de investi¬
gación personal se han hecho necesarias porque la empresa científica ha
crecido hasta alcanzar tales proporciones, que los recursos se tienen que
asignar a quienes demuestren una creatividad continua. Los investigado¬
res más astutos, al tratar de equilibrar su necesidad de equipo y personal
con la de trabajar dentro de una estructura paradigmática dada, constru¬
yen sus carreras alrededor de una amplia base de financiación para la in¬
vestigación. Trabajan sobre problemas que son intelectualmente desafian¬
tes y lo bastante interesantes como para captar la atención de aquellos
otros de igual rango que han destacado, así como de las instituciones de
financiación, y procuran establecer sus ideas particulares, teorías y méto¬
dos como paradigmáticos, es decir, como la forma de hacer las cosas. En
contraste con ellos, los científicos que se niegan a adoptar un enfoque es¬
tratégico para sus carreras, se enfrentan con la perspectiva de quedarse
atrás, en la medida en que los consejos de investigación, las fundaciones y
hasta las universidades ajustan sus recursos a nuevos horizontes. Tales
científicos se encuentran crónicamente con una escasez de fondos para la
investigación, se hacen relativamente improductivos y, al final, terminan
siendo juzgados por sus iguales como personas que tienen un rendimien¬
to mediocre. En esta situación, la habilidad para obtener fondos se con¬
vierte, en sí misma, en un indicador de éxito.

37
Al adoptar un enfoque estratégico con respecto a sus carreras, muchos
científicos se han convertido en verdaderos empresarios, y han tenido que
flexibilizar sus afiliaciones disciplinares, al tiempo que contribuyen a la di-
fuminación de las fronteras de la materia en la que son especialistas. Los
científicos se han dado cuenta desde hace tiempo de que no existe razón
intrínseca alguna por la que las estrategias de financiación de los gobier¬
nos, las empresas o las fundaciones deba adaptarse a la actual estructura
interna y cognitiva de su disciplina. Con el transcurso de los años han
aprendido a ejercer un gran ingenio a la hora de traducir sus propios in¬
tereses investigadores en el lenguaje apropiado para otras agendas. Eso
ha generado una conciencia de los problemas existentes más allá de las
preocupaciones inmediatas de las especialidades concretas. Trabajar en
un contexto problemático tiende a permitir que se aprecie mejor la im¬
portancia de la transdisciplinaridad, y también suaviza las distinciones
entre ciencia pura y aplicada, entre lo que es una investigación orientada
por la curiosidad y lo que es una investigación orientada por el cumpli¬
miento de una misión. La búsqueda constante de fondos ha incrementa¬
do indirectamente la permeabilidad del conocimiento. El mantenimiento
de los modos establecidos de producción de conocimiento se ve debilita¬
do en la medida en que los imperativos de un contexto problemático exi¬
gen cooperación o trabajar conjuntamente con otros practicantes, ya sea
en laboratorios industriales, gubernamentales o universitarios, a nivel na¬
cional o global. En resumen, buena parte del impulso tendente hacia un
cambio de producción de conocimiento propio del modo 2, ha sido en¬
dógeno para la práctica del modo 1.
Todos estos cambios se ven reflejados en el ethos de los campos más
nuevos. El desarrollo de la ciencia ha alcanzado ahora una fase en la que
muchos científicos han perdido interés por la búsqueda de los primeros
principios. Están convencidos de que el mundo natural es una entidad
demasiado compleja como para caer bajo una descripción unitaria que
sea global y útil al mismo tiempo, en el sentido de que sea capaz de guiar
la investigación posterior. En campos como la ingeniería genética y la
biotecnología, la teoría de la información y la tecnología de la informa¬
ción, la inteligencia artificial, la microelectrónica o los materiales avanza¬
dos, los investigadores no se preocupan por los principios básicos del
mundo, sino por las estructuras ordenadas y específicas que existen den¬
tro de él (Barnes, 1985). El enorme aumento actual del interés por las
aplicaciones sólo es parte de un reflejo de la persistencia de los intereses
comerciales y militares en la ciencia y la tecnología. Igualmente importan¬
te ha sido el cambio de interés ocurrido en la ciencia hacia la compren-

38
sión de los sistemas y procesos concretos. Eso se ve reflejado en el cam¬
bio de énfasis desde el modo 1 al modo 2.
Aunque hasta el momento hemos hablado principalmente de ciencia,
la tendencia antes descrita no se observa menos en la tecnología. De he¬
cho, la distinción entre ambos se está haciendo más que cuestionable en
muchos aspectos. La idea de que la tecnología es también una forma de
conocimiento viene oscurecida por la tangibilidad de sus artefactos. Los
artefactos son el resultado de un proceso de transformación en el que la
energía y la materia que tienen una forma se ven transformadas en ener¬
gía y materia que tienen otra forma, a menudo con alguna dimensión de
mejores características de rendimiento. El objetivo de la generación de tec¬
nología es el de mejorar el rendimiento al reacondicionar los elementos
existentes. Aunque estamos familiarizados con los resultados de diversos
procesos de transformación, estos artefactos ocultan a menudo sus cons¬
tituyentes más básicos.
Concentrarse en la tecnología como artefacto significa mantener fir-
memente cerrada la tapa de la «caja negra» en la que tiene lugar el proce¬
so de transformación. Sólo abriendo esa caja negra se puede desvelar la
dimensión cognitiva de la tecnología. Se destacan entonces ciertos aspec¬
tos comunes en las formas en que se produce el conocimiento científico y
tecnológico, y se clarifica el proceso mediante el que la ciencia, la tecno¬
logía y la industria entran en un contacto más estrecho.
La tecnología como una forma de conocimiento muestra algunos de
los rasgos de la estructura paradigmática de la ciencia disciplinar. El co¬
nocimiento tecnológico es una mezcla de componentes codificados y táci¬
tos. El conocimiento codificado no necesita ser exclusivamente teórico,
pero sí requiere ser lo bastante sistemático como para que se lo pueda es¬
cribir y almacenar, ya sea en una base de datos computarizada, en una bi¬
blioteca universitaria o en un informe de investigación. Como tal, se halla
disponible para cualquiera que sepa dónde buscar. En contraste con ello,
el conocimiento tácito no está disponible como un texto y podemos consi¬
derar convenientemente que reside en las cabezas de aquellos que trabajan
sobre un proceso de transformación concreto, o que se halla personificado
en un contexto organizativo concreto. La distinción entre conocimiento
codificado y tácito puede complementarse mediante una distinción para¬
lela entre conocimiento migratorio e incrustado. El primero es móvil y
puede desplazarse rápidamente a través de las fronteras organizativas,
mientras que el segundo lo es menos porque su movimiento se ve limita¬
do a una red dada o conjunto de relaciones sociales. Aunque algún cono¬
cimiento tecnológico es codificado y migratorio, la mayor parte del mis-

39
mo es tácito e incrustado y, por esa razón, no se halla disponible, en gene¬
ral. Tiende a moverse entre y con los individuos a medida que éstos pa¬
san de un problema a otro, y de un contexto organizativo a otro. El cono¬
cimiento tácito se aprende en el trabajo, a través de la formación y la
experiencia. En el conocimiento tecnológico, el componente tácito puede
ser mayor que el codificado, aunque es posible que, en un contexto con¬
creto, sea difícil determinar la importancia relativa de ambos.
El conocimiento tecnológico es el resultado de las decisiones y accio¬
nes tomadas por las comunidades de practicantes. Al igual que sucede en
la ciencia, estas comunidades identifican problemas significativos, desa¬
rrollan métodos para abordarlos, aportan soluciones modélicas para ges¬
tionar los rompecabezas cotidianos que surgen de seguir los procedi¬
mientos paradigmáticos.
Las aplicaciones comerciales no suelen desarrollarse en las universida¬
des y los laboratorios gubernamentales, sino en las empresas o unidades
de negocio, aunque eso está cambiando ahora. Para nuestros propósitos,
una empresa es diferente a una universidad y a un laboratorio guberna¬
mental, ya que emplea a individuos que son «practicantes» procedentes
de una serie de comunidades, ya sean científicas, tecnológicas o de direc¬
ción empresarial. El trabajo de la dirección consiste en configurar la com¬
petencia de los individuos en una base de conocimiento característico y
específico de la empresa, que formará el núcleo de la capacidad de ésta
para competir en los mercados nacionales e internacionales. Al mismo tiem¬
po, continúan perteneciendo a un más amplio conjunto de comunidades
del que puede echar mano la empresa cuando se enfrenta con problemas
situados más allá del ámbito de experiencia concreta de sus empleados.
Se facilita la comunicación porque los empleados comparten el mismo
paradigma con otros miembros de esas comunidades, y son gobernados
por los mismos principios básicos de «la mejor práctica». El carácter co¬
munal, sin embargo, puede verse limitado por el secreto y otras restric¬
ciones que supone la privatización del conocimiento.
La competencia de una empresa es algo más que la suma de la compe¬
tencia profesional de su fuerza laboral. También incluye el conocimiento
más centrado que ejerce su influencia sobre el proceso de transformación
que explota la empresa en cuestión. Ese conocimiento se halla organiza¬
do de una forma análoga a la ciencia y la tecnología, pero es diferente en
el sentido de que depende también de la estrategia de negocio de la em¬
presa y de su dimensión tecnológica específica. Esta agenda estratégica
define una configuración concreta de diseño que la empresa tratará de
explotar en el ámbito competitivo. Lo mismo que los científicos y los tec-

40
nólogos, los negociantes también tratan de establecer en el mercado su
forma específica de hacer las cosas. La elección de una configuración de
diseño compromete a las empresas, ya desde el principio, a seguir una for¬
ma específica de hacer las cosas y, por implicación, a no explorar las al¬
ternativas.
Aunque muchos de los elementos de la base de conocimientos de una
empresa son codificados y públicos, los elementos específicos que se rela¬
cionan con su configuración de diseño elegida son tácitos y de propiedad
privada. El conocimiento que tiene propiedad está codificado y puede ha¬
llarse sometido a licencia y comercialización, mientras que el conocimien¬
to tácito está implícito en la cultura profesional e institucional de una em¬
presa. El conocimiento de propiedad se halla protegido por patentes y
por el secreto comercial y se lo suele percibir como típico de empresas de
negocios y también de los estamentos militares. El conocimiento tácito no
es exclusivo de las empresas de negocios, puesto que se halla presente en
las prácticas de investigación de cualquier comunidad científica y tecnoló¬
gica. En contra de lo que pudiera parecer, la ventaja competitiva de una
empresa radica menos en su acerbo de conocimiento de propiedad, que
en su base de competencia tácita. Al utilizarse el conocimiento de propie¬
dad, éste se ve sometido a la imitación, la adaptación y la sustitución, y
pierde gradualmente su valor de mercado. El conocimiento tácito sólo se
puede adquirir contratando a gente que lo posea, y es la forma principal
mediante la que una empresa puede rellenar su cesta de tecnologías singu¬
lares.
La prevalencia del conocimiento tácito sobre el de propiedad permite
que la cultura de las empresas tecnológicamente avanzadas se acerque a
las culturas académicas mucho más de lo que suele suponerse. El isomor-
fismo entre estas estructuras permite interacciones frecuentes que se en¬
cuentran en la raíz de la percepción según la cual la ciencia, la tecnología
y la industria se acercan cada vez más, y apoyan nuestra afirmación de
que las interacciones tienen lugar a un ritmo cada vez mayor en el con¬
texto de aplicación. Comparten, además, una pauta de comportamiento
común. Cada una de ellas se ve impulsada en parte por un proceso de com¬
petición y en parte por la necesidad de colaborar. En la ciencia, la compe¬
tencia se produce por alcanzar reconocimiento académico, mientras que
en el sistema tecnológico se produce por alcanzar eficiencia técnica, y en
la industria por lograr ese tipo particular de eficiencia que genera unos
beneficios financieros. En cada régimen, los individuos y los equipos tra¬
tan de establecerse como dominantes en sus formas particulares de hacer
las cosas, es decir, en sus paradigmas respectivos. La dominación depen-

41
de de la creatividad, que es una cuestión de habilidad, recursos y organi¬
zación. Cada una de ellas funciona en un régimen en el que los recursos
son limitados y aunque el éxito puede relajar un tanto esta limitación,
nunca la eliminará por completo. Esta limitación se puede superar hasta
cierto punto mediante la colaboración. Pero la colaboración supone algo
más que, simplemente, compartir los recursos. Como veremos, el contex¬
to de uso es cada vez más aquel en el que se encuentran los mejores cien¬
tíficos y tecnólogos, y donde desarrollan ideas teóricas y procedimientos
prácticos más novedosos.
Con objeto de comprender mejor la importancia general que tiene el
cambio desde el modo 1 al modo 2 para que se plantee la ciencia de esta
forma, en el resto del capítulo plantearemos dos conjuntos diferentes de
cuestiones. En primer lugar, abordaremos algunos de los principales as¬
pectos fenomenológicos del modo 2: su forma de producir conocimiento
de un modo transdisciplinar, y la forma en que se ejerce el control de ca¬
lidad sobre los resultados de esa producción. En segundo lugar, empeza¬
remos a explorar la dinámica del modo 2 en términos de un aumento en
la heterogeneidad de sus constituyentes y de un aumento en la densidad
de los procesos de comunicación constitutivos que muestra con la socie¬
dad, entre los practicantes científicos, y con los mundos físico y social. Esta
creciente heterogeneidad de constituyentes y de comunicaciones consti¬
tutivas permite explicitar cómo el conocimiento socialmente distribuido
se halla en el núcleo mismo del modo 2.

Sobre la fenomenología del nuevo modo de producción


de conocimiento

Transdisciplinaridad

La transdisciplinaridad es la forma privilegiada de producción del co-


nocimiento en el modo 2. Se corresponde con un movimiento que va más
allá de las estructuras disciplinares en la constitución de la agenda inte¬
lectual, en la manera de desplegar los recursos y en las formas en que se
organiza la investigación, se comunican y se evalúan los resultados. En
este sentido, el modo 2 deriva su ímpetu de un contexto totalmente dife¬
rente al que prevaleció antes de que surgiera la ciencia disciplinar espe¬
cializada, en el siglo XIX, cuando el escenario podría describirse como no
disciplinar. El modo 2 evoluciona a partir de un contexto fuertemente
disciplinar y, como ya hemos resaltado, el conocimiento producido bajo

42
estas condiciones se caracteriza por tratar de obtener un uso o realizar
una acción, es decir, por dirigirse hacia la «aplicación» en su más amplio
sentido.
En la producción del conocimiento transdisciplinar, la agenda intelec¬
tual no se halla situada dentro de una disciplina concreta, ni se fija sim¬
plemente por yuxtaposición de intereses profesionales de especialistas
concretos, de una manera desconectada, dejando para otros la tarea de la
integración en una fase posterior. La integración no viene dada por las es¬
tructuras disciplinares (en tal sentido, el proceso del conocimiento no es
interdisciplinar sino que más bien atraviesa las disciplinas), sino que se con¬
cibe y se aporta desde el principio en el contexto de uso, o bien se especi¬
fica antes la aplicación en un sentido amplio. Trabajar en un contexto de
aplicación crea presiones para utilizar una gama diversa de recursos de co¬
nocimiento y para configurarlos según el problema que se afronte. El con¬
texto de aplicación ya está intelectualmente estructurado, aunque sólo sea
en términos muy generales, y ofrece guías heurísticas. La búsqueda de una
arquitectura fundamental para los ordenadores ya es una búsqueda de esa
arquitectura, y nada más. Algunos participantes pueden tener una idea
general acerca de cómo debería procederse en esa búsqueda y qué conoci¬
mientos y habilidades se necesitarán. Naturalmente, puede haber más de
un punto de vista en cuanto a la mejor forma de proceder, y tales diver¬
gencias pueden alimentar un proceso de competición. En el recuadro 1.2
se ofrece una breve descripción del valor de la transdisciplinaridad y de
por qué falla con tanta frecuencia.

RECUADRO 12
Sobre la transdisciplinaridad

¿Por qué se valora tanto la transdisciplinaridad y por qué fracasan


tantos esfuerzos emprendidos para establecerla?
El problema de la transdisciplinaridad es el siguiente: precisamente por
ser aclamada tan umversalmente como algo positivo, todo el mundo cree
que se la puede alcanzar por el simple hecho de aspirar a ella. No obs¬
tante, al observar más atentamente nos damos cuenta de que muchas co¬
sas que parecen ser Ínter o transdisciplinares no son en realidad más que
una simple acumulación de conocimientos derivados de más de una dis¬
ciplina.
El anhelo por obtener inter y transdisciplinaridad, así como buena par-

43
te de la retórica que la acompaña, se halla enraizado en la nostalgia de
una época en la que todavía parecía posible «la unificación de la ciencia».
En algunos campos, como la física, todavía se halla muy vivo el «sueño
de una teoría final» (Weinberg, 1 993). Tales sueños revelan una nostalgia
comprensible por encontrar una pauta de producción de conocimiento
que es el opuesto exacto de lo que aparentemente prevalece en la actuali-
dad: el implacable aumento de una mayor especialización del conoci-
miento científico y su diversificación en ámbitos cada vez más estrechos.
Estos procesos, y la velocidad con la que tienen lugar, señalan el desmo¬
ronamiento de una comprensión común a través de las disciplinas cientí-
ficas, la pérdida de una percepción intelectual común sobre su desarro —
llo, y la imposibilidad de comunicación a través de las especialidades. Se
experimentan dificultades crecientes para mantener los estándares de la
literatura científica experta, incluso entre especialidades vecinas y entre
subcampos situados dentro de una misma disciplina. Estas tendencias se
ven subrayadas por la proliferación de publicaciones científicas siempre
nuevas que exploran nichos del mercado intelectual cada vez más y más
especializados, por la creciente complicidad de los sistemas de clasifica—
ción del conocimiento, por una plétora de conferencias, reuniones y
otras indicaciones que no son sino la manifestación externa del creci—
miento de la fuerza laboral científica y tecnológica, y su continua espe-
cialización y diversificación.
El aprecio positivo otorgado a la inter o la transdisciplinaridad es la
expresión del deseo de reinstaurar el sentido de comunidad.
Puesto que la interdisciplinaridad se ha convertido en un valor por
derecho propio, a menudo se cree ingenuamente que el simple hecho
de esforzarse por alcanzarla es motivo insuficiente para lograrlo. La ex—
periencia, sin embargo, demuestra que numerosos intentos deliberados
por ponerla en marcha, realizados a menudo con la mejor de las inten—
ciones, se hallan condenados al fracaso, y que el índice de proyectos que
no alcanzan éxito es especialmente elevado cuando se centran alrededor
de la docencia universitaria.
Se han efectuado numerosos intentos por discernir la pluritransdisci-
plinaridad de la inter y la transdisciplinaridad. Siguiendo la definición
dada por Erich Jantsch (1 972), la pluri/multidisciplinarida d se caracte—
riza por la autonomía de las diversas disciplinas y no conduce a cambios
en las estructuras disciplinares y teóricas previamente existentes. La coo—
peración consiste en trabajar sobre el tema común, pero bajo perspecti—
vas disciplinares diferentes.
La interdisciplinaridad se caracteriza por la formulación explícita de
una terminología uniforme, que trasciende la disciplina, o por una me-

44
todología común. La forma que adopta la cooperación científica consiste
en trabajar sobre temas diferentes, pero dentro de una estructura común
que es compartida por todas las disciplinas implicadas. La transdiscipli-
naridad sólo aparece si la investigación se basa en una comprensión teó—
rica común, y tiene que ir acompañada por una interpenetración mutua
de epistemologías disciplinares. En este caso, la cooperación conduce a
un agrupamiento de solución de problemas enraizados disciplinarmente,
y crea una teoría transdisciplinar homogénea o modelo de fusión.
En contraste con los intentos y los puntos de vista ampliamente sos—
tenidos que se han emprendido para establecer la transdisciplinaridad
por la fuerza, no argumentamos en favor de la transdisciplinaridad como
un valor positivo per se. Observamos el surgimiento de un nuevo modo
de producción de conocimiento como algo resultante de presiones so—
ciales y cognitivas más amplias. Surge a partir de las disfuncionalidades y
descomposiciones existentes de los modos disciplinares de solucionar
los problemas. En el lenguaje de la autoorganización, sólo surge una vez
que se han dado suficientes perturbaciones como para sacudir el sistema
de producción de conocimiento. Aunque se puede argumentar que el es—
tablecimiento efectivo de un campo particular como transdisciplinar (o,
por seguir la terminología de Erich Jantsch, como un agrupamiento de
métodos de solucionar problemas enraizados en las disciplinas) imitará
probablemente a largo plazo la institucionalización efectiva de una disci—
plina, y se convertirá por tanto en una disciplina en sí misma, nuestro
interés radica en la producción de conocimiento como un proceso con—
tinuo, y en los cambios que ocurren en las formas de producirlo. Un
modo transdisciplinar consiste en una vinculación y revinculación conti—
nua en agrupamientos y configuraciones específicas de conocimiento,
que se conjuntan de una forma temporal en contextos de aplicación es—
pecíficos. Así pues, se halla fuertemente orientada hacia la solución de
problemas, y se ve impulsada por esta. Su núcleo teórico-metodológico,
aunque cruza núcleos disciplinares bien establecidos, se ve impulsado a
menudo localmente, y está localmente constituido, por lo que tal núcleo
es muy sensible a las nuevas mutaciones locales, dependiendo del con—
texto de aplicación. El modo transdisciplinar de producción de conoci—
miento descrito por nosotros, no tiene necesariamente como objetivo el
establecerse a sí mismo como una nueva disciplina transdisciplinar, y tam—
poco se ve inspirado por la restauración de la unidad cognitiva. Antes al
contrario, es esencialmente una configuración temporal y, por lo tanto,
altamente mutable. Toma su configuración particular y genera el conte—
nido de su núcleo teórico y metodológico como respuesta a las formula—
ciones de problemas que se producen en contextos de aplicación alta-

45
mente específicos y locales. Del mismo modo que el debate sobre natu¬
raleza y nutrición, y sobre la adaptabilidad de la cultura humana a uni¬
versales biológicos ha pasado más allá de la respuesta de «esto o lo
otro», para centrarse en lugar de eso en modos específicos de aprendiza¬
je y de respuestas culturales, lo mismo sucede con la producción del co¬
nocimiento científico y tecnológico: es el modo específico el que confi¬
gura el resultado.

No obstante, la búsqueda dentro de un contexto de aplicación no es


un asunto aleatorio. La producción de conocimiento se verá guiada por
consideraciones teóricas, así como por la limitación de los métodos expe¬
rimentales. Y aunque toma su punto de partida de las estructuras intelec¬
tuales de todos aquellos que participan en la búsqueda, pronto las deja
atrás para seguir nuevos caminos. Con el transcurso del tiempo evolucio¬
nará una nueva estructura, una estructura del modo 2, y se encontrará,
por ejemplo, la arquitectura básica. Será diferente a cualquiera de las es¬
tructuras constituyentes y, sin embargo, no habría podido desarrollarse
sin ellas. Habitualmente, la estructura elegida del modo 2 guiará buena
parte del trabajo posterior, pero puede suceder que todos los implicados
regresen a su disciplina original, mientras que serán otros contratados los
que lleven más lejos el proceso. La nueva estructura del modo 2 constitu¬
ye un nuevo punto de partida desde el que surgirán otros problemas y, si
éstos son lo bastante exigentes, se pondrá a trabajar en ellos a los mismos
individuos o a otros diferentes. Las disciplinas ya no son por tanto el úni¬
co lugar donde se encuentran los problemas más interesantes, y tampoco
son las sedes a las que tienen que regresar los científicos en busca de re¬
conocimientos o recompensas. A lo largo de toda una vida, estos «exper¬
tos» bien pueden haberse alejado un largo trecho de sus disciplinas ori¬
ginales, tras haber trabajado en sus carreras sobre una amplia gama de
problemas estimulantes.
En los contextos transdisciplinares parecen ser menos y menos rele¬
vantes las fronteras disciplinares, las distinciones entre investigación pura
y aplicada y las diferencias institucionales entre, por ejemplo, universida¬
des e industria. En lugar de eso, la atención se centra fundamentalmente
sobre un ámbito problemático, o sobre un tema candente, y se da prefe¬
rencia al rendimiento colaborador, antes que al individual, juzgándose la
excelencia por la capacidad de los individuos para aportar contribucio¬
nes sustanciosas en tipos de organización abiertos y flexibles en los que

46
quizá sólo trabajen temporalmente. A pesar de todo, el nuevo modo de
producción de conocimiento no puede abrirse camino a la fuerza en el
escenario institucional. Para que quede institucionalizado tiene que darse
una determinada serie de condiciones básicas. La búsqueda de compren¬
sión debe estar guiada por modelos acordados y conjuntos de técnicas
experimentales, su articulación debe seguir los cánones del método empí¬
rico, sus conclusiones se tienen que poder comunicar a una comunidad
más amplia, y otros deben poder replicarlas. Para calificarse como tal, el
conocimiento tiene que formar un repertorio organizado, y sus métodos
de trabajo tienen que ser transparentes.
Los resultados científicos no se generan en un vacío. Los procesos so¬
ciales actúan a través de ellos, aunque quizá sean más evidentes al princi¬
pio que al final; es entonces cuando se decide la agenda y se evalúan los
resultados. Es aquí, en la legitimación de sus actividades vis-a-vis de la
producción de conocimiento del modo 1, donde se pone más de mani¬
fiesto la novedad de la actividad transdisciplinar y donde surgen las ten¬
siones. Por ejemplo, aunque es cierto que la investigación transdisciplinar
es más fluida y flexible en cuanto a su modo de organización, también
parece ser más transitoria. Quizá sea esta la razón por la que en los gran¬
des proyectos, como el trazado del mapa del genoma humano, los ele¬
mentos expertos constituyentes del proyecto permanecen distribuidos a
lo largo del mismo. Parece existir poca presión para centralizar proyectos
tan grandes de una forma permanente y, gracias a la movilidad de las re¬
des de trabajo existentes, se produce una formación continua de jóvenes
investigadores, técnicos y alumnos postdoctorales. Este modo de forma¬
ción ofrece un agudo contraste con el monopolio mantenido por las fa¬
cultades universitarias, que conceden el doctorado como un requisito
previo para entrar en ambientes de trabajo característicos del modo 2.
Aunque sigue siendo válida, interesante e importante, la producción
de conocimiento dentro de las estructuras disciplinares tradicionales, el
modo 2 surge a partir de estas mismas estructuras y ahora existe junto a
ellas. A pesar de hallarse en una fase inicial de desarrollo, algunas de las
prácticas asociadas con el nuevo modo ya están creando presiones ten¬
dentes a producir un cambio radical en las instituciones tradicionales de
la ciencia, particularmente en las universidades y en los consejos naciona¬
les de investigación. No es nada sorprendente que algunas de esas institu¬
ciones se resistan particularmente a tales cambios, que parecen amenazar
las mismas estructuras y procesos que se han creado para proteger la in¬
tegridad de la empresa científica.

4 7
Control de calidad

La identificación de este cambio depende hasta cierto punto de lo que


se quiere dar a entender por ciencia y tecnología. En ambos casos, lo
que cuenta como conocimiento viene determinado en buena medida por
lo que los propios científicos y tecnólogos dicen que cuenta, y eso afecta
implícitamente, si no explícitamente, a las normas que gobiernan las for¬
mas mediante las que producen conocimiento. Quienes afirman producir
conocimiento científico no sólo tienen que seguir ciertos métodos genera-
les, sino que también se les debe formar en los procedimientos y las téc-
nicas apropiadas. Para conseguir financiación, los investigadores tienen
que formular los problemas sobre los que desean trabajar, haciéndolo de
formas específicas y reconocibles por parte de sus colegas, y tienen que
ser muy escrupulosos a la hora de informar de sus resultados a una co¬
munidad de iguales, utilizando para ello modos prescritos de comunica¬
ción. La ciencia es un conjunto de actividades altamente estructuradas que
implican la existencia de una estrecha interacción entre las normas técni¬
cas y las sociales. Naturalmente, no toda la ciencia se produce de la misma
manera, pero las normas técnicas y sociales se acomodan de forma dife¬
rente en cada especialidad, que queda absorbida a su vez en una comuni¬
dad más amplia mediante un proceso de profesionalización e instituciona-
lización. La tecnología es una forma similar de conocimiento, gobernada
intelectualmente por estructuras que guían la investigación y sugieren so¬
luciones probables, y socialmente por grupos de iguales que evalúan las
soluciones y desarrollan códigos que determinan cuál es la mejor prác¬
tica.
En contraste con ello, lo que se produce fuera de tales estructuras pue¬
de ser problemático. Muchos argumentan que el conocimiento no se puede
calificar como científico si se produce al margen de sus estructuras legitima¬
doras. Surgirá una tensión con las estructuras establecidas cuando cual¬
quier científico actúe de manera diferente a lo prescrito por su conjunto
específico de normas técnicas y sociales. Pero mientras el número de esos
desviados no sea significativo, no se plantea ninguna amenaza para el con¬
trol social de la producción de conocimiento. Sin embargo, se cuestiona la
legitimidad de sus resultados cuando un número significativo de científi¬
cos elige trabajar sobre problemas situados al margen de sus especialidades,
cuando forman equipos con otros especialistas para trabajar en proyectos
complejos, cuando, al hacerlo así, establecen acuerdos con otras institu¬
ciones sociales que amplían el cuerpo de intereses implicados en la deter¬
minación de las agendas y las prioridades, y cuando el rendimiento se eva-

48
lúa por parte de un grupo ampliado de colegas. En las sociedades más in¬
dustrializadas, el sistema de educación superior se ha ocupado de que se
difundan procedimientos de investigación sanos, y se ha expandido el nú¬
mero de oportunidades para utilizar la ciencia. Hay que adaptar las nor¬
mas que han gobernado la producción del conocimiento científico porque
las actuales ya no se perciben como adecuadas para el desarrollo continuo
de la propia ciencia.
Al analizar la producción de conocimiento en términos del surgimien-
to del modo 2 junto al modo 1, tenemos que clarificar dónde se encuen-
tran las diferencias. De éstas, una esencial se refiere a los cambios en los
mecanismos que valoran la calidad del conocimiento producido. En el
modo 1, y tanto para el conocimiento científico como para el tecnológico,
se trata de establecer un consenso provisional entre una comunidad de
practicantes. Los juicios que emita dicha comunidad forman un podero¬
so mecanismo de selección de problemas, métodos, personas y resulta¬
dos. Mantener los estándares constituye un proceso social crucial, y sus
prerrogativas se ven protegidas porque se considera que el control rigu¬
roso de la calidad es la principal forma de mantener la autonomía sobre
los asuntos internos de la comunidad. El control de calidad tiene dos
componentes principales: uno es institucional y se refiere a la posición es¬
pacial de una actividad investigadora concreta en el paisaje cognitivo; el
otro es cognitivo y pertenece a la organización social en la que se lleva a
cabo tal investigación.

La dependencia del control de calidad respecto


del espacio institucional

En el modo 1, el control es ejercido por diferentes tipos de institucio¬


nes productoras de conocimiento, cada una de las cuales tiene sus propios
límites, estructuras de aprendizaje y reglas de comportamiento. Tales insti¬
tuciones incluyen, por ejemplo, universidades, academias nacionales y so¬
ciedades profesionales. Cada una tiene formas diferentes de controlar a sus
miembros; algunas ofrecen formación, y establecen procedimientos para
producir y convalidar el conocimiento. Debido a que la producción de
conocimiento en el modo 2 ocurre dentro de contextos de aplicación tran¬
sitorios, es improbable que las comunidades de practicantes que ejercen
el control de calidad se vean apoyadas por instituciones relativamente es¬
tables como las que encontramos en el modo 1. Considerado desde el
punto de vista del modo 1, tal proceso de control de calidad aparece ne¬
cesariamente como dislocado. Asume formas transitorias y temporales,

49
muestra contornos fluidos y normas provisionales, y ocupa espacios insti-
tucionales temporales que pueden acomodar a los productores de cono-
cimiento con numerosas y diferentes afiliaciones institucionales, ya sea si-
multánea o secuencialmente.

La dependencia del control de calidad respecto de


la organización social de la investigación

El segundo componente del control de calidad se relaciona con meca¬


nismos que definen qué problemas hay que abordar, cómo se tienen que
afrontar y qué resultados se consideran como válidos. Eso supone un
cambio con respecto al control situado dentro de las disciplinas, para pa¬
sar a clases más difusas de control que reflejan la naturaleza transdiscipli-
nar de los problemas abordados. En el modo 2, el éxito se define de forma
diferente a como se hace en el modo 1. El éxito en el modo 1 quizá pueda
describirse sintéticamente como la excelencia definida por los colegas dis¬
ciplinares. En el modo 2, el éxito tendrá que incluir criterios adicionales,
como la eficiencia o utilidad, definidas en términos de la contribución que
ha hecho el trabajo a la solución general de problemas transdisciplinares.
En ambos casos, el éxito refleja una percepción de calidad juzgada por
una comunidad concreta de practicantes. Pero todo control de calidad
está vinculado, se ve legitimado y, en último término, recibe su credibili¬
dad y su autoridad científica de una idea, imagen o concepto de lo que
constituye la buena ciencia, incluida la mejor práctica. Por ejemplo, en
momentos diferentes de la historia, aquello que constituye la buena cien¬
cia se ha visto guiado por el ideal de verdad y por la búsqueda de princi¬
pios unitarios. En el modo 2, la valoración de la calidad de la buena inves¬
tigación es doble. Por un lado, tiene que ver, como ya hemos visto, con el
hecho de que la comunidad de practicantes sea transitoria e interdiscipli-
nar, mientras que por otro lado surge a partir del hecho de que los crite¬
rios de calidad no son exclusivamente aquellos que se aplican en el modo 1,
sino que incluyen también criterios adicionales que surgen a partir del con¬
texto de aplicación.
La sabiduría actual convencional dice que el descubrimiento debe pre¬
ceder a la aplicación. Aunque este no ha sido siempre el caso, ha propor¬
cionado una poderosa imagen acerca de cómo deberían ser las cosas. En
contraste, el control de calidad del modo 2 se ve guiado adicionalmente
por una buena cantidad de preocupaciones prácticas, sociales y relaciona¬
das con la política, de tal modo que el conocimiento que se vaya a produ¬
cir deberá tener en cuenta el ambiente ya estructurado por la aplicación o

50
el uso. Cuando se produce realmente conocimiento en el contexto de apli¬
cación, no se aplica a la ciencia, porque el descubrimiento y las aplicacio¬
nes no pueden separarse, y la ciencia relevante es producida en el mismo
curso de aportar soluciones a problemas definidos en el contexto de apli¬
cación. Quienes ejercen el control de calidad en el modo 2 han aprendido
a utilizar múltiples criterios, no sólo en general, sino también en relación
con los resultados específicos producidos por la configuración particular
de los investigadores implicados.

La dinámica de la producción de
conocimiento en el modo 2

Para comprender mejor el crecimiento y difusión del modo 2, trazare¬


mos una distinción entre crecimiento homogéneo y heterogéneo. Dentro
de lo que es la empresa científica, un ejemplo de crecimiento homogéneo
sería la expansión de una entidad dada, como pueden ser los artículos so¬
bre física nuclear, en la que el índice de crecimiento sigue una curva loga¬
rítmica. En este caso, el crecimiento consiste esencialmente en la produc¬
ción de más de lo mismo, ya se trate de número de artículos producidos o
de número de científicos que trabajan en un campo dado. El resultado es
un crecimiento exponencial que continuaría indefinidamente si no fuera
por el hecho de que los recursos son finitos (De Solía Price, 1963). En
contraste con ello, el crecimiento heterogéneo se refiere a un proceso de
diferenciación a través del cual tienen lugar reacondicionamientos de ele¬
mentos componentes dentro de un proceso dado o conjunto de activida¬
des. En estos casos, lo que crece es el número de reacondicionamientos,
en lugar de crecer exclusivamente el número de resultados; es decir, se
produce aquí un cambio en el ritmo al que ocurre la diferenciación inter¬
na. El fenómeno queda enmascarado si se consideran en el agregado sola¬
mente las estadísticas nacionales de investigación y desarrollo (I + D), o si
se escucha exclusivamente la retórica de los líderes institucionales de la
comunidad científica, pero es evidente que están teniendo lugar cambios
estructurales profundamente asentados, tanto dentro de las comunidades
científicas como entre éstas y el conjunto de la sociedad, con un conoci¬
miento que empieza a ser socialmente distribuido entre segmentos cada
vez más amplios de la sociedad. La globalización de la ciencia, de las
fuentes de I + D y del papel que juega el conocimiento especializado, ha
terminado por influir sobre el resultado de la innovación tecnológica de
una forma heterogénea, altamente diferenciada, de crecimiento del cono-

51
cimiento. Esto se expresa eficazmente en las pautas de autoría de los artícu¬
los científicos, el vehículo tradicional de la comunicación científica. No sólo
está aumentando el número medio de autores por artículo, sino también
la diversidad de especialidades y disciplinas implicadas en la redacción
de un solo artículo y el ámbito de las organizaciones e instituciones de las
que proceden los autores. Además, la distribución geográfica de estas ins¬
tituciones continúa ampliándose. En el modo 2 no sólo hay implicados
más autores en la génesis del conocimiento, sino que éstos se mantienen
más ampliamente distribuidos a nivel geográfico.
¿Qué clase de modelo, de estructura analítica, puede describir mejor
este proceso de crecimiento heterogéneo, un proceso de difusión en el que
el número de las vinculaciones entre entidades aumenta, en el que se es¬
tablecen nuevas configuraciones que se disuelven y vuelven a emerger en
combinaciones diferentes? La comunicación juega un papel central en
este proceso y la densidad de la comunicación parece ser la variable clave.
Un aumento en la densidad de la comunicación es un indicativo de que el
índice de difusión va en aumento y, dada una multitud de lugares dife¬
rentes de producción de conocimiento, y una suficiente diversidad entre
los participantes, el crecimiento es probablemente heterogéneo, antes
que homogéneo.
Durante las pasadas décadas, la mayoría de los países industriales se
dedicaron a crear la infraestructura básica para un sistema dinámico de
producción de conocimiento basado en la especialización y en las estruc¬
turas disciplinares. Eso ha supuesto construir muchas más universidades
y centros de investigación de diversos tipos, a menudo a través de contra¬
tos gubernamentales de investigación y dotación de fondos, y de animar a
las grandes empresas a ser actores más importantes en la I + D. Las inves¬
tigaciones realizadas siguiendo esta pauta han establecido no sólo una
floreciente cultura investigadora, sino que también han multiplicado am¬
pliamente el número de lugares donde se puede realizar investigación
científica, no sólo en cada una de las naciones, sino también a nivel mun¬
dial. De una forma no planificada e imprevista, esas pasadas inversiones
han establecido las condiciones previas esenciales para que el número de
vínculos de comunicación sea lo bastante grande como para cambiar de ma¬
nera fundamental las pautas existentes de producción de conocimiento. La
densidad de comunicación entre los elementos del sistema global de in¬
vestigación ha alcanzado el punto crítico en el que el resultado cierto,
aunque no intencionado, es una expansión significativa de los vínculos de
comunicación. La expansión del número, la naturaleza y alcance de las
interacciones comunicativas entre los diferentes lugares de producción de

52
conocimiento conduce no sólo a que se produzca más conocimiento, sino
también a que se disponga de más conocimiento de diferentes clases, no
sólo por lo que se refiere a compartir recursos, sino también a su conti¬
nua configuración. Cada nueva configuración se convierte en una fuente
potencial de nueva producción de conocimiento que se ve transformada
a su vez en el lugar de más posibles configuraciones. La multiplicación de
las cifras y las clases de configuraciones se hallan en el núcleo mismo del
proceso de difusión resultante de la creciente densidad de la comunica¬
ción. Su condición previa es el vasto aumento en el número de las inte¬
racciones comunicativas de muchas clases, ya que sólo una fracción de
ellas tendrán como resultado nuevas configuraciones que sean lo bastante
estables como para convertirse en lugares para más producción de cono¬
cimiento. Este proceso se ha visto muy ayudado por las tecnologías de la
información, que no sólo aceleran el ritmo de la comunicación, sino que
también crean más vinculaciones nuevas.
La expansión del número de interacciones comunicativas que subraya
la noción de la densidad de la comunicación, incluye aquellas comunica¬
ciones que tienen lugar dentro de una especialidad concreta, así como
aquellas otras que tienen lugar entre especialidades. Funcionalmente, así
como en su evolución histórica, el aumento de la densidad se basa en un
sistema interrelacionado de tres capas, en el que cada nivel depende de los
otros dos. En la producción del conocimiento científico, la comunicación
ocurre entre la ciencia y el conjunto de la sociedad, entre los practicantes
científicos y también con las entidades del mundo físico o social.

Comunicación entre ciencia y sociedad

Esta es la red de comunicación más amplia y, por la misma naturaleza


del vínculo de comunicación, también la que se halla vinculada de forma
más flexible. Tradicionalmente, la comunicación entre la ciencia y la so¬
ciedad fue esencialmente unilateral: los científicos eran los detentadores
de conocimiento experto privilegiado, mientras que a los legos en la ma¬
teria había que ilustrarlos y educarlos. En el pasado, diversas formas de
popularización del conocimiento científico han configurado esta relación,
sin alterar por ello la concepción básica subyacente. La presión hacia un
aumento de la responsabilidad surge de dos formas distintas pero relacio¬
nadas. En primer lugar, en todos los países existe ahora una mayor pre¬
sión para justificar los gastos públicos en ciencia. La responsabilidad fi¬
nanciera trata, esencialmente, de justificar el gasto, de asegurar que los
recursos financieros se han gastado según la manera estipulada en el pro-

5 3
ceso de asignación de recursos. Pero, en segundo término, esto es sólo un
aspecto de una preocupación social mucho más amplia por la realización
y los objetivos de la investigación científica. Se ha creado así una crecien¬
te demanda de responsabilidad social, así como financiera.
El aumento de la responsabilidad social, particularmente evidente en
las últimas décadas, surgió cuando una ciudadanía mejor educada plan¬
teó nuevas demandas a la ciencia. Esas demandas se vieron alimentadas
teniendo como telón de fondo una serie de controversias tecno-políticas.
En los debates públicos surgidos alrededor de estas controversias, se puso
de manifiesto que en la sociedad había echado raíces una fuerte exigencia
de valoración social de la ciencia. El anterior proceso de comunicación
unilateral que iba desde los expertos científicos hasta el público lego,
percibido por estos como científicamente analfabeto y necesitado de edu¬
cación por parte de los expertos, se ha visto suplantado por exigencias de
responsabilidad, apoyadas políticamente, planteadas a la ciencia y la tec¬
nología, así como por las nuevas discusiones públicas en las que los ex¬
pertos tienen que comunicar una ciencia más «vernacular» que antes.
Hasta el momento, los dominios más sensibles se han centrado en los
riesgos tecnológicos, y notablemente en aquellos relacionados con la ener¬
gía nuclear y otras grandes instalaciones técnicas peligrosas, mientras que
las preocupaciones medioambientales abarcan una amplia gama de te¬
mas, desde la capa de ozono hasta la biodiversidad y los peligros poten¬
ciales o los temas éticos asociados con la biotecnología y la ingeniería ge¬
nética. En todos estos casos, la tecnología ha estado quizá más implicada
que la ciencia per se, mientras que, en la mente del público, se las consi¬
dera a ambas como estrechamente interrelacionadas. Lo que a menudo
está en juego es la afirmación de que la investigación no conoce límites,
mientras que el argumento contrario afirma que no todo lo que la investi¬
gación puede aprender y hacer debería ser aprendido o hecho, y no siem¬
pre es beneficioso para la sociedad. Un argumento relacionado con el
anterior es que, en términos estrictos, ya no es posible limitar los experi¬
mentos científicos y técnicos a los que se realizan en los laboratorios, y
que la propia sociedad se ha convertido en un laboratorio para experi¬
mentos que deberían haber sido controlados de una forma mucho más
estrecha y social.
Las nuevas demandas de responsabilidad y de una mayor comunica¬
ción entre la comunidad de expertos científicos y técnicos, y el público
«atento», se hallan interconectadas y emanan de la difusión de la educa¬
ción superior a través de la sociedad. El aumento del nivel educativo de
la población en las sociedades altamente industrializadas, y el amplio uso

54
que se hace de las aplicaciones tecnológicas en los hogares, puestos de
trabajo y otros lugares públicos (como por ejemplo el transporte) y priva-
dos (como por ejemplo la salud), contribuyen a acelerar la amplia difu-
sión del conocimiento científico y tecnológico en la sociedad. Tal como
han demostrado numerosos estudios detallados sobre la innovación tecno¬
lógica orientada hacia el mercado, la presencia de compradores y usuarios
potenciales, que se encuentran situados directamente en los contextos del
desarrollo, influye sobre la dirección que tomarán esas líneas innovadoras
déla investigación (Von Hippel, 1976, 1988).
A medida que se difunden, las nuevas formas de producción de cono¬
cimiento compensan situaciones ambiguas en la medida en que las viejas
líneas de demarcación y las fronteras se hacen más porosas, o incluso se
descomponen. Las universidades, por ejemplo, pueden adoptar «valores»
de la cultura empresarial de la industria, dando lugar así a un tipo com¬
pletamente nuevo de empresario académico. Y, a la inversa, las grandes
empresas adoptan algunas de las normas de la cultura académica, como
por ejemplo cuando conceden años sabáticos a sus empleados, o les pro¬
porcionan otras formas de posibilidades de formación. A un nivel más
amplio, los «derechos de propiedad» intelectual se han convertido en un
tema importante en el campus universitario, lo que ha otorgado nuevos
papeles a los abogados, antes que a los comités, a la hora de resolver con¬
flictos y de regular las condiciones bajo las que se lleva a cabo la investi¬
gación. La lista de ejemplos podría extenderse casi indefinidamente. ¿A
través de qué mecanismos ocurre tal «toma de prestado» o transferencia
de normas y prácticas, y cómo mantiene cada subsistema su identidad ca¬
racterística y valores fundamentales, de acuerdo con los cuales resuelve
otros conflictos?
La mezcla de normas y valores en segmentos diferentes de la sociedad
forma parte de un proceso de difusión que fomenta al mismo tiempo una
mayor comunicación entre ellos, al crear una cultura y un lenguaje comu¬
nes. Además, en los intersticios situados entre las instituciones ya bien
asentadas y sus componentes se establece una variedad de agencias inter-
sistémicas o cuerpos intermediarios; ejemplos tomados de Estados Uni¬
dos pueden ser la Administración para el empleo, la Seguridad y la Salud,
o los Amigos de la Tierra, una institución gubernamental y una organiza¬
ción privada, respectivamente, dedicadas ambas a la calidad medioam¬
biental, que cruzan las líneas disciplinares y que representan intereses,
personas, recursos y poderes públicos, privados y científicos. Así pues,
aunque diferentes clases de instituciones pueden mantener su propio ca¬
rácter distintivo y sus funciones, generan continuamente nuevas formas

55
de comunicación que las vinculan. Esto explica parcialmente el surgimien¬
to de nuevas comunidades híbridas, compuestas por personas que han
sido socializadas en diferentes subsistemas, disciplinas o ambientes de tra¬
bajo, pero que posteriormente aprenden diferentes estilos de pensamiento,
modos de comportamiento, conocimiento y competencia social que no
poseían originalmente. La hibridación refleja la necesidad de las diferentes
comunidades para hablar más de una lengua con objeto de comunicarse
en las fronteras mismas y en los espacios existentes entre los sistemas y
subsistemas. La voluntad y disponibilidad de gran número de personas
para convertirse en miembros de tales comunidades híbridas también se
debe, sin embargo, al desbordamiento de las actitudes científicas proce¬
dentes de las universidades y laboratorios hacia el conjunto de la socie¬
dad (algo que hemos definido como una mayor predisposición a plantear
cuestiones y a buscar respuestas a través de la razón, y a la evidencia y
aceptación del cambio en general).
Así pues, la comunicación entre investigación y sociedad adquiere
cada vez más la forma de procesos de difusión que transmiten el conoci¬
miento científico y tecnológico a la sociedad, mientras que las normas y
las expectativas sociales mantenidas por diferentes instituciones y comu¬
nidades se imponen más forzadamente sobre las comunidades investiga¬
doras. Al mismo tiempo, proliferan los lugares donde se crea el conoci¬
miento, aumentando así tanto las posibilidades como la necesidad de que
se lleve a cabo tal difusión. La comunicación se hace entonces más densa,
en concordancia con la evolución de la complejidad general de la sociedad.

Comunicación entre practicantes científicos

La comunicación científica que vincula los lugares de producción de


conocimiento se lleva a cabo a través de los flujos de científicos y de ideas
científicas que se transmiten entre ellos. La densidad de comunicación
entre los científicos se halla incrustada en la organización social de su tra¬
bajo. Al principio de la ciencia moderna se tuvo la percepción de que in¬
troducir una división del trabajo científico sería un factor crucial para
acelerar la solución de los problemas científicos. Ya en el siglo XVI, Ke-
pler había señalado la división del trabajo existente entre los astrónomos
de su tiempo: si fueran más numerosos podrían no sólo acumular más da¬
tos de observación, sino también aplicar su trabajo científico a unos po¬
cos problemas muy selectivos, contribuyendo así de un modo más efi¬
ciente a la solución de los problemas.
La comunicación entre los científicos se ve influida por dos factores:

56
uno es su movilidad, mientras que el segundo se relaciona con la forma en
que establecen prioridades y seleccionan los problemas a abordar. La mo¬
vilidad es una condición previa esencial para la interfecundación de las
ideas científicas y del conocimiento práctico. Los científicos que se mue¬
ven entre los diferentes lugares de producción de conocimiento intercam¬
bian ideas y conocimientos prácticos, y aprenden también nuevas técni¬
cas, el manejo de nuevos instrumentos y principios. Numerosos casos de
creatividad científica, de repentinas comprensiones que permitieron la
apertura de caminos novedosos hacia el hallazgo de soluciones, pueden
remontarse a los encuentros celebrados entre científicos procedentes de
diferentes lugares. Cuanto mayor sea la movilidad que permita un sistema
de ciencia, e incluso cuanto más se la estimule, mayor será el número que
se dará de casos potenciales de este tipo.
Naturalmente, la movilidad también tiene sus límites, impuestos por el
necesario equilibrio entre la estimulación de nuevas percepciones y el la¬
borioso proceso de elaborarlas. Pero es evidente que en las últimas déca¬
das ha aumentado de forma espectacular la densidad de comunicación
entre los científicos, a través de varias formas de movilidad. Numerosas
conferencias y reuniones se ven complementadas por una amplia serie de
diferentes canales de comunicación, que van desde el artículo al estilo anti¬
guo, hasta las preimpresiones, desde el teléfono al fax, el correo electróni¬
co y las redes de trabajo múltiples que permiten a muchas mentes encon¬
trarse y discutir juntas los temas a debatir, sin necesidad de encontrarse
físicamente presentes en el mismo lugar. Y no deja de tener importancia el
hecho de que la red mundial de correo electrónico esté fuertemente sub¬
vencionada por los gobiernos, lo que permite que su utilización sea esen¬
cialmente gratuita para sus usuarios.
La multiplicación de los canales de comunicación, tanto formales como
informales ha supuesto un magnífico crecimiento en la densidad de la co¬
municación. Como ejemplos recientes cabe citar las noticias iniciales so¬
bre el descubrimiento de la superconductividad a altas temperaturas, o el
supuesto éxito en el logro de la fusión en frío, todo lo cual permite que la
comunidad científica despliegue todas las características de una aldea glo¬
bal. La comunicación casi instantánea ofrece a los científicos, incluso cuan¬
do trabajan en lugares remotos, la posibilidad de duplicar inmediatamen¬
te los experimentos, de solicitar la colaboración de nuevos expertos y de
explotar las ideas novedosas. La misma abundancia de posibilidades para
encontrar nuevas formas e intensidades de comunicación también permi¬
te, al menos en principio, el crecimiento de la comunicación entre dife¬
rentes especialidades, lo que constituye un aspecto importante de la pro-

57
ducción de conocimiento en el modo 2. Mientras que, en el pasado, los
científicos se vieron más limitados en cuanto a los medios de comunica¬
ción que tenían a su disposición, y que utilizaban fundamentalmente para
comunicarse dentro de sus propias especialidades, la información moder¬
na y las tecnologías de la comunicación les proporcionan ahora un am¬
plio espectro de oportunidades.
La transdisciplinaridad se ha visto facilitada por la disponibilidad de
estos medios de comunicación intensivos. El propio ordenador se ha con¬
vertido en una nueva y poderosa herramienta en la ciencia, capaz de ge¬
nerar un lenguaje y unas imágenes nuevas. Se pueden citar la imágenes
hermosamente coloreadas de los fractales, que han cambiado la percep¬
ción de los científicos y del público en general en formas que son estéti¬
camente agradables y matemáticamente desafiantes. Los datos de mode¬
lación, ya se hallen relacionados con la investigación medioambiental, en
la que se están generando enormes modelos climáticos o de flujos oceáni¬
cos, o con la geografía y las ciencias afines, donde el advenimiento de los
sistemas de información geográfica (GIS) ha cambiado literalmente la
forma de ver y practicar la planificación regional, han abierto nuevos ca¬
nales de comunicación que cruzan directamente las disciplinas científicas
y los campos de investigación. Mediante la inclusión de imágenes y de
otros modos de representar los datos, se sigue creando un mundo de re¬
presentación totalmente artificial, lo que atestigua la poderosa creatividad
de estas nuevas formas de comunicación científica. Todos los aspectos del
modo 2 y especialmente la transdisciplinaridad se están fortaleciendo
cada vez más a través de estos nuevos modos de representación que cru¬
zan las disciplinas, al tiempo que contribuyen mucho a la densidad de la
comunicación con la naturaleza y entre los científicos.
El segundo factor que afecta a la creciente densidad de comunicación
entre los científicos y sus lugares de investigación surge a partir de las
formas de seleccionar los problemas y establecer las prioridades. Es evi¬
dente que no todos los problemas que merecen ser investigados serán real¬
mente estudiados por una masa crítica de científicos lo bastante grande
como para suponer una diferencia. Entre las disciplinas y especialidades
existen diferencias características en la proporción de personas dedicadas
a estudiar los problemas planteados. Esto permite a Becher comparar el
«modo urbano» de comunicación, que considera como característico de
las ciencias duras, con el «modo rural», característico de las ciencias blan¬
das (Becher, 1989, págs. 79-80). Tal como sucede en una zona urbana, el
territorio cognitivo del primer caso se halla densamente atestado y pobla¬
do por personas que desean trabajar sobre un pequeño número de pro-

58
blemas considerados como muy relevantes y gratificantes. El espacio cog-
nitivo, por tanto, se halla atestado, la comunicación es espesa, y la com¬
petencia muy intensa. En contraste con ello, muchas de las ciencias blan¬
das, aunque no todas, y prácticamente toda las ciencias aplicadas parecen
caracterizarse por una forma «rural» de comunicación. Aquellos proble¬
mas sobre los que se considera valioso trabajar son mucho más numero¬
sos y están más extendidos; los científicos tienen mucho donde elegir y
pueden instalarse en el siguiente valle si les parece que el actual ya está
demasiado atestado de gente. Las pautas de comunicación están menos
bien organizadas, y las noticias sobre progresos conceptuales o metodo¬
lógicos significativos tienden a filtrarse por goteo, en lugar de difundirse
rápidamente. De ahí que los científicos que trabajan de acuerdo con un
modo urbano dispongan de mecanismos establecidos que les permiten
ponerse de acuerdo más fácilmente sobre los problemas. Se hace posible
entonces delinear una frontera de conocimiento más o menos común, y
hablar sobre las clases de problemas a los que todos esperan encontrar
una solución relativamente cercana, mientras que el hallazgo de otras so¬
luciones se percibe como todavía alejado en el tiempo. El «modo rural»,
por el contrario, supone también un ritmo más lento del progreso científi¬
co colectivo, unos recursos intelectuales más dispersos, y también formas
individualistas de trabajar. En consecuencia, la densidad de comunicación
entre los científicos es un factor importante para acelerar la producción de
conocimiento, no sólo a través de una variedad de lugares diferentes, sino
también en un solo lugar densamente poblado, donde el espacio para en¬
contrar problemas es más bien escaso y el precio del territorio cognitivo
es consecuentemente más elevado.
Otro factor importante en las pautas de comunicación entre los cientí¬
ficos tiene que ver con la dimensión internacional y local o nacional. En
un capítulo posterior se describirá la forma en que esto afecta a la com¬
petencia y cooperación entre los científicos, y a las clases de temas que se
plantean las organizaciones de investigación todavía ampliamente incrus¬
tadas en los sistemas nacionales. Aquí será suficiente con volver a resaltar
que la comunicación entre los científicos es esencialmente internacional,
en concordancia con el universalismo de la ciencia, y orientada local o na¬
cionalmente, en concordancia con la todavía dominante orientación nacio¬
nal de la financiación de la I + D. Las estructuras de las carreras profesio¬
nales de los científicos, todavía se ven configuradas en buena medida, a
pesar de su movilidad internacional, por el sistema nacional de ciencia;
de ahí la perpetuación de algún grado de estilos nacionales diferentes, o de
tradiciones nacionales de producción de conocimiento.

59
Comunicación con las entidades del mundo físico y social

La comunicación en este sentido es una forma metafórica de describir


cómo enfocan los científicos el objeto de su estudio. Ya desde el princi¬
pio de la ciencia moderna, en el siglo XVII, se utilizaron las ideas acerca
de cómo «hacer que hable la naturaleza», cómo «inducirla a revelar sus
secretos», o incluso las formas de «obligarla a responder», como una for-
ma de descripción de la configuración experimental y de las precondicio-
nes para enmarcarla. A partir de la época de Galileo, el principal lenguaje
y el de mayor éxito a la hora de comunicarse con la naturaleza ha sido un
discurso formalizado mediante el empleo de las matemáticas y de otras
clases de símbolos formalizados. No obstante, el lado científico-concep¬
tual de este diálogo se ha visto siempre emparejado por una práctica co¬
municativa forzada de intentos de manipulación y control. El aspecto
práctico de los experimentos supone trabajo artesanal, conocimiento y,
claro está, instrumentos y tecnología.
¿Qué ha cambiado entonces entre los inicios de la ciencia moderna y
las formas tecnológicamente avanzadas de comunicación con la naturale¬
za que dominan en la ciencia actual? La ciencia ha hecho posible obser¬
var, analizar y, en parte, manipular «lo muy grande y lo infinitesimalmente
pequeño», como queda ejemplificado por los experimentos realizados en
el espacio o, por ejemplo, con las ondas gravitacionales o los primeros pa¬
sos en la manipulación de átomos individuales, en el nivel microscópico
de la materia. La naturaleza no está presente en cualquier laboratorio,
sino que tiene que ser introducida en él. Entonces y allí mismo, la natura¬
leza es apropiadamente preparada, y puede ser deliberadamente sometida
a experimentos. Mediante una preparación adecuada, se ha hecho posible
acelerar o retardar los procesos, ampliar o miniaturizar, según el diseño
experimental. Para hacerlo así, la instrumentación ha sido la herramienta
indispensable de trabajo, al mismo tiempo que es mucho más que una
simple pieza de tecnología. Los instrumentos científicos personifican el
conocimiento científico, y conducen al mismo tiempo a la generación de
más conocimiento científico. Se los considera, correctamente, como una
fuente principal de innovación científica, y a menudo aportan importan¬
tes elementos nucleares para engendrar más innovación tecnológica, una
vez que han sido transferidos desde el laboratorio hasta otros lugares de
producción de conocimiento. En resumen, en el nivel de la comunicación
con la naturaleza se ha producido un magnífico crecimiento de técnicas,
una sofisticación de los conceptos, instrumentos y herramientas, todo lo
cual ha aumentado la riqueza del lenguaje en el que se lleva a cabo la co-

60
municación científica. Los modos de hablar han madurado y se han incre¬
mentado. Para lograr este fin, las ciencias experimentales ya no sólo utili¬
zan símbolos, como los de las matemáticas, sino toda una serie de nuevos
dispositivos e instrumentos, como el STM, el microscopio escáner de tú¬
nel, u otras prácticas experimentales de tipo empírico.
Las ciencias de campo, como partes de la biología o de la geología que
no pueden depender de los experimentos, han tenido que desarrollar
otros métodos para conversar con la naturaleza, al tiempo que siguen de¬
pendiendo de evidencias empíricas cuidadosamente comparadas, datadas
y valoradas de registros fósiles y de estratos geológicos, de depósitos mi¬
nerales, vida vegetal y otros elementos similares. Ellas también buscan es¬
tablecer una forma de comunicación con la naturaleza allí donde ésta se
muestra dispuesta a contar su historia con todos sus detalles y variaciones
locales. Los nuevos instrumentos y métodos, como la creciente sofistica-
ción de los métodos de datación de las muestras geológicas y fósiles, tam¬
bién han abierto aquí nuevas posibilidades para plantearse cuestiones
siempre novedosas.
Actualmente, por ejemplo, los científicos han empezado a trabajar sis¬
temáticamente en la historia medioambiental de la tierra. La paleoclima-
tología trata de desentrañar los grandes cambios por los que han pasado
las condiciones climáticas de la tierra, y bajo qué condiciones se produje¬
ron. Hacer hablar a la tierra, por decirlo así, de modo que ésta pueda
contar su propia historia en términos relevantes para la comprensión de
las actuales tensiones medioambientales, supone emplear una combina¬
ción de métodos y modelos, de datos de observación y métodos de medi¬
ción por inferencia, todo lo cual, tomado en su conjunto, permite un nue¬
vo grado de densidad de comunicación en el trabajo hacia la consecución
de tales objetivos.
Estos ejemplos, tomados de las ciencias experimentales y de las ciencias
de campo, demuestran que la comunicación no es un fenómeno limitado a
las ciencias sociales y las humanidades. Los científicos sociales también tra¬
tan de hacer hablar a su sujeto de estudio, mientras que los historiadores
son muy conscientes de que la reinterpretación de la historia nunca termi¬
na. En las humanidades, un filósofo como Derrida (1976) afirma que se
puede hacer hablar al texto por sí mismo e incluso en contra de sí mismo.
En todos estos casos, intervienen significados e interpretaciones. Los ele¬
mentos del pasado, como en la historia, o del texto, como en la crítica lite¬
raria, se eligen de modo consciente y crítico, a la vista de la actual impor¬
tancia teórica o social y de la importancia que pueda tener para el futuro.
La comunicación con la naturaleza o con la sociedad nunca es un fin en sí

61
mismo. Permanece vinculada con los intereses y las prácticas sociales de
aquellos que se comunican.
Todas las ciencias, sin embargo, tienen que desarrollar métodos y com¬
probar sus intereses para impedir que la naturaleza o su análogo les diga
sólo lo que ellos, los científicos, desean escuchar. Tienen que asegurarse
de que la comunicación siga siendo auténticamente comunicativa, en el
sentido de que no todas las posibles interpretaciones o respuestas son
aceptables, sino sólo aquellas que hayan sido cuidadosamente salvaguar¬
dadas contra la percepción de las propias voces de los científicos, en una
especie de efecto de eco. Cuando practican la ciencia, los científicos tie¬
nen que ser realistas. Están convencidos de que ahí fuera existe alguna
clase de realidad con la que han establecido una forma adecuada de co¬
municación, no sólo verbal o conceptualmente, sino también en un senti¬
do robusto y técnico. Si aceptamos que la teoría y la práctica científicas
son intrínsecamente subdeterminadas en relación con una realidad su¬
puestamente existente ahí fuera, podemos empezar a apreciar hasta qué
punto tiene que estar presente la sociedad para constituir un lenguaje que
permita rellenar los intersticios y huecos que aparezcan en esta forma co¬
loquial de comunicación con la naturaleza. Cuanto más sofisticada y com¬
pleja se hace una sociedad, tanto más denso será el contenido y la forma
del diálogo con la naturaleza. En consecuencia, una ciencia altamente de¬
sarrollada y tecnológicamente sofisticada, puede producir formas todavía
más densas de comunicación.
Por continuar con la metáfora, la comunicación con la naturaleza se
halla impregnada de sintaxis social, de semántica y de pragmática tecnoló¬
gica. Puede difundirse si se multiplican los lugares locales en los que se
pueda practicar esta forma de comunicación, como es muy probable que
haga cuando aumente el número de practicantes científicos, es decir, de
interlocutores competentes. Pero cualquier forma de comunicación no es
fundamentalmente cuantitativa, sino un complejo fenómeno cualitativo.
La riqueza de cualquier comunicación no depende primordialmente de
cuántas palabras se utilicen, sino de cuáles y en qué contexto. Y puesto
que la comunicación está esencialmente abierta por un extremo, permite
no sólo una sino un creciente número de posibilidades de expresión y re¬
presentación, dependiendo de las características específicas de cada lugar
y de cada contexto. Un lenguaje bien desarrollado le permite a uno decir
(casi) todo; de ahí la naturaleza abierta del progreso científico. Pero nin¬
gún lenguaje, ninguna forma de comunicación puede hallarse desgajada o
alejada de los interlocutores y de los elementos discursivos que estos cre¬
an. El lenguaje, y cualquier forma de comunicación, sigue siendo altamen-

62
te específico del contexto, puesto que la semántica, la atribución de signi¬
ficados, es una característica inherente de toda comunicación. Cuanto
mayor sea la capacidad para dominar un lenguaje, tanta mayor atención
tendrá que prestarse al contexto en el que se produce la comunicación. Si
todo se puede decir, es evidente que no todo se dice o, de hecho, se dirá.
De ahí que se tengan que establecer intencionada o no intencionadamente
prioridades y mecanismos de selección. Si los lugares locales de comuni¬
cación con la naturaleza se multiplican progresivamente, empiezan a im¬
portar las cuestiones relacionadas con qué se está produciendo.

Algunas innovaciones congruentes y sustanciales

La dinámica de la producción de conocimiento del modo 2, que he¬


mos caracterizado aquí en términos de lo fructíferos que sean los contex¬
tos de uso y aplicación, y mediante la canalización renovada de intercam¬
bios y pautas de comunicación, no es simplemente una cuestión de forma
o proceso. También es una cuestión de sustancia o contenido, ya que el
modo 2 se practica en las fronteras mismas de alguna investigación tecno-
científica. Entre las más importantes de estas cuestiones sustanciales se
incluyen: la extensa recuperación, dentro de la ciencia, de un interés por
los procesos y sistemas concretos y particulares, antes que por los princi¬
pios generales y unificadores; la búsqueda de conocimiento a través del
diseño, ya sea en los sistemas físicos o biológicos; el papel constituyente
de los modelos computacionales en el comportamiento intelectual y ex¬
perimental de los científicos y tecnólogos.

La recuperación del interés por las estructuras


específicas y ordenadas

Se está produciendo un cambio profundo y extendido en la justifica¬


ción racional de la investigación científica. En su primera fase, la ciencia
moderna se caracterizó por la búsqueda de los primeros principios, como
por ejemplo en la búsqueda de una formulación matemática abstracta de
las reglas que gobiernan el movimiento de la materia en el espacio y en el
tiempo. En esto, la física newtoniana salió triunfante y aportó el primer
ejemplo de mucho éxito de lo que debía ser la ciencia. No obstante, pare¬
ce que la naturaleza es mucho más sutil de lo que permiten los modelos
de la física matemática y, como método empírico difuso, la ciencia se ha
relajado, aunque no abandonado su búsqueda de los primeros principios,
y se ha dedicado más y más a tratar de comprender los fenómenos y pro-

63
cesos naturales mediante la utilización de las ideas, técnicas y métodos
capaces de producir esa comprensión. Un ejemplo de esta tendencia es el
empleo de medios técnicos cada vez más sofisticados para explorar el mun¬
do, es decir, para reunir datos que utilizar para comprobar una amplia va¬
riedad de estructuras intelectuales. Esta expansión de los medios tecnoló¬
gicos ha permitido realizar un análisis mucho más sofisticado y difundir
muchas de estas técnicas de una disciplina a otra. Esto queda bien ilustra¬
do por la historia de la resonancia magnética nuclear, que se ha difundido
desde la física, a través de la química, hasta la biología y a su utilización
actual en el diagnóstico médico. Este enfoque con respecto a la naturaleza
ha sido extremadamente fructífero en ideas y descubrimientos, así como
en aplicaciones prácticas, y no parece haberse visto muy retrasado por el
hecho de no haber logrado encontrar un conjunto de primeros principios
en la ciencia nuclear. Antes al contrario, ha producido una creciente con¬
ciencia del poder y la gama de métodos empíricos que han apoyado un
creciente interés por lo concreto y lo particular. Este cambio puede obser¬
varse no sólo en la sustitución gradual de la física por la biología como
ejemplar de la ciencia, sino, más en general, en el abandono de cualquier
ideal al que todas las ciencias debieran aspirar. En su lugar, ha aparecido
un pluralismo de enfoques que combinan datos, métodos y técnicas para
satisfacer las exigencias de contextos específicos.

Conocimiento a través del diseño

Una consecuencia, relacionada con esta preocupación general por la


comprensión de estructuras específicas y ordenadas, es la intención de uti¬
lizar esta comprensión para predecir y controlar su funcionamiento en
condiciones específicas. Aunque la producción de conocimiento que per¬
sigue fines prácticos ha ocupado siempre un lugar importante, junto con
la obtención de una mejor comprensión del mundo físico y social, la in¬
novación a través de un conocimiento científico y tecnológico aplicado
en diferentes contextos ha alcanzado ahora un nuevo nivel. Las bio-cien-
cias, las ciencias de los materiales y las ciencias de los ordenadores y de la
información, por ejemplo, se hallan estructuradas ahora con un amplio
interés que persigue la aplicación. La búsqueda actual de la arquitectura
de los ordenadores de quinta generación se encuentra por detrás, o por de¬
lante, de buena parte de la investigación que se lleva a cabo sobre la inte¬
gración a gran escala de conmutadores electrónicos, y no en pequeña
medida sobre la física de los semiconductores o la complicada lógica ma¬
temática. Aunque muchos de los problemas que se plantean en estos ám-

64
bitos poseen un interés intelectual intrínseco para todos aquellos que tra¬
bajan en ellos, ese interés también está siendo continuamente alimentado
por los intereses de investigación y prácticos de otros usuarios, como pue¬
de verse en la genética, la electrónica, las matemáticas y la física. En lugar
de empujar a la ciencia hacia remansos intelectualmente estériles, como
llegó a temerse, la expansión hacia nuevos contextos de aplicación pro¬
porciona ambientes atractivos y desafiantes. El intercambio reiterativo e
intelectualmente fértil de conceptos, métodos e instrumentación, continúa
ampliando nuestra comprensión de los fenómenos, tanto naturales como
artificiales, y por lo tanto de las posibilidades de manipularlos y contro¬
larlos.
Un aspecto importante de este desarrollo, que todavía se encuentra en
sus inicios, es que ha hecho posible invertir los procedimientos conven¬
cionales para producir ciertas sustancias como las moléculas, los produc¬
tos químicos y los materiales. En lugar de purificar las sustancias natura¬
les o de recurrir a complejas reacciones para obtener aquellas que tengan
las propiedades deseadas, se pueden construir ahora los materiales nece¬
sarios átomo a átomo, o molécula a molécula, mediante diseño, con el
propósito de obtener un producto con propiedades previamente especifi¬
cadas y que posea ciertas funciones deseadas. Es concebible, por lo tanto,
diseñar una gama de materiales mucho más amplia que antes, y se ha he¬
cho posible la perspectiva de ciencias dedicadas por completo a fabricar
materiales artificiales de esta forma. En este régimen, el producto y el pro¬
ceso mediante el que se fabrican los nuevos materiales han quedado inte¬
grados en el mismo proceso de diseño, incluidos los usos específicos y las
funciones que se tiene la intención de que cumpla el producto en cues¬
tión. Los procesos de fabricación se hacen más eficientes no sólo en térmi¬
nos de costes, sino, lo que es más importante, en términos de reducción
del impacto medioambiental adverso, al mismo tiempo que se abre una
gama completamente nueva de posibilidades (tal como afirman, especial¬
mente, los defensores de la «vida artificial»).

Modelación por ordenador

Puesto que tanto el diseño de materiales específicos como su fabrica¬


ción está siendo cada vez más controlado por los ordenadores, esto abre
el camino para el desarrollo de rutinas que sean independientes de la
aplicación concreta, y que se puedan utilizar para satisfacer una amplia
variedad de necesidades. El diseño y la producción de una nueva genera¬
ción de materiales avanzados depende por tanto críticamente de la tecno-

65
logia de la información. Esto destaca la importancia de la infraestructura
de la tecnología de la información y de las comunicaciones en todo el
proceso de investigación, y el surgimiento de una ciencia y una tecnología
basadas en los ordenadores. El proceso experimental, con su subyacente
enfoque de ensayo y error en el mundo empírico, se está viendo cada vez
más complementado , si no en parte sustituido, por los nuevo s modelo s
computacionales de simulación y de imaginería dinámica.

Referencias

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WE IN'BI RG, S. (1 993), Dreams of a Final Theory, Londres, Hutchinson.

66
2. La comercialización
del conocimiento

Resumen

En el modo 2, la producción de conocimiento forma parte de un proce¬


so más amplio en el que el descubrimiento, la aplicación y uso se hallan es¬
trechamente integrados. Esto ocurre mediante un mecanismo importante
como es la expansión del mercado para el conocimiento y la creciente co¬
mercialización de la ciencia (y no sólo de la tecnología). La fuerza impulsora
que se encuentra por detrás de la acelerada oferta y demanda de conoci¬
miento comercializable está en la intensificación de la competencia interna¬
cional en los negocios y en la industria. En muchos casos, la investigación
realizada dentro de la propia empresa ya no es suficiente para satisfacer las
exigencias competitivas. Para comercializar el conocimiento, las empresas
tienen que buscar nuevos tipos de vínculos con las universidades, los labo¬
ratorios gubernamentales y también con otras empresas. En este capítulo
exploraremos algunos de los paralelismos existentes entre la búsqueda de
economías de escala por parte de la industria, y el alcance y la producción
de conocimiento científico y tecnológico mediante organizaciones de inves¬
tigación. La intensificación de la competencia se encuentra en ambos casos
en el centro de la demanda de conocimiento especializado. La combinación
de las economías, no sólo de escala sino también de alcance, con la compe¬
tencia dinámica desplaza el lugar de valor añadido en el proceso de inno¬
vación, afectando más estrechamente a las empresas en el modo 2 de pro¬
ducción de conocimiento.
Las economías de escala también aplican la producción de conocimiento
en el sistema de investigación académica y gubernamental, especialmente
allí donde intervienen grandes y sofisticados sistemas tecnológicos y técni¬
cas racionales de dirección. Pero se han dedicado comparativamente pocas
inversiones y existe poca preocupación por distribuir los resultados de la in¬
vestigación que trascienden a las comunidades de especialistas que trabajan
en estos laboratorios. Esta separación institucional de la producción y la

67
distribución ha creado el mismo lenguaje de transferencia de conocimien¬
to, así como intentos por acercar el mercado y el sector público a las insti¬
tuciones orientadas hacia la investigación. Se pudieron ignorar, sin embar¬
go, los incentivos que estimulaban la difusión de la investigación mientras
prevalecieron las normas y reglas que gobiernan la producción de conoci¬
miento en el modo 1, y mientras se creyó que todo aquel aspecto de la tec¬
nología que desearan obtener los empresarios, lo encontrarían como una
corriente de inventos. La situación cambió porque los costes de la investi¬
gación aumentaron más rápidamente que la inflación, como resultado del ya
conocido factor de sofisticación. Los presupuestos destinados a la investiga¬
ción se encontraron con tensiones crónicas. El uso de la investigación para
propósitos económicos ha vuelto a ocupar una posición central en las polí¬
ticas científicas y tecnológicas de muchos países, aunque a menudo se pasa
por alto que, en muchos sectores avanzados de la ciencia y la tecnología, el
conocimiento ya ha sido creado en el contexto de aplicación.
A continuación, exploramos el papel que juega la competencia en la ge¬
neración de conocimiento. Afirmamos que este papel no ha sido aún am¬
pliamente comprendido. Las empresas que desean competir en el mercado
internacional se ven enfrentadas con la competencia como un proceso di¬
námico, lo que significa que las decisiones e inversiones posteriores se ven
limitadas por las anteriores y, en consecuencia, no se pueden anular o, en
todo caso, sólo a un alto coste. Además, los criterios de admisión en el jue¬
go de la competencia cambian de formas novedosas. Los lazos de colabora¬
ción empiezan a jugar un papel cada vez más importante en la forma de
comportarse los actores. Finalmente, las reglas que gobiernan la competen¬
cia evolucionan según las capacidades de las nuevas tecnologías. El concep¬
to tradicional de competencia descarta la posibilidad de que un comporta¬
miento de rivalidad pueda tener efectos beneficiosos para las empresas
individuales. Funcionar en el nuevo ambiente competitivo significa traba¬
jar con regímenes de producción de conocimiento similares al modo 2, ba¬
sados tanto en la competencia como en la colaboración y en la incesante
reconfiguración de recursos, conocimientos y habilidades. A las empresas
se les exige elegir pronto las configuraciones concretas de diseño, así como
las competencias asociadas dominantes personificadas en la creatividad de
su fuerza laboral científica y tecnológica y en la infraestructura de cada em¬
presa en particular. En último término, el éxito de la empresa dependerá
del potencial de su creatividad y de la infraestructura de la que se haya do¬
tado en respuesta a la demanda del mercado. Las relaciones de colabora¬
ción son bienvenidas porque la acumulación de conocimiento específico
para la empresa (así como de inversión de capital) depende de un ambiente
más amplio, posiblemente global, en el que se produce el conocimiento (y
se invierte el capital en la investigación).

68
En la última parte de este capítulo echamos un vistazo más atento a los
cambios que han ocurrido en la organización de la producción y distribu¬
ción de las tecnologías, que han mantenido continuas economías de escala
al permitir la obtención de ganancias de productividad en el pasado. La
crisis actual de la productividad plantea la cuestión de si las tecnologías en
que se basa la producción masiva no se estarán acercando quizá a sus lími¬
tes inherentes y, si este fuera el caso, con qué se las puede sustituir. La alta
rentabilidad en los negocios se halla vinculada al uso de conocimientos es¬
pecializados y a la voluntad de sus clientes para pagar una prima por los
servicios o bienes que satisfacen sus necesidades. Las empresas intensivas
en conocimientos siguen siendo altamente rentables porque poseen habili¬
dades que no se encuentran en otras partes, incluidas las de intermedia¬
ción, necesarias para vincular a quienes solucionan un problema con quie¬
nes lo identifican.
La futura configuración de la producción de conocimiento debe verse
en el contexto de la naturaleza cambiante de la economía global, y en las
siempre nuevas configuraciones del conocimiento. En esto juegan un papel
crucial los sistemas de tecnología de la información. Al mismo tiempo, se
han redefinido las nociones de competencia y tienden a ser borrosas las
fronteras de las organizaciones. Quienes solucionan los problemas, quienes
los identifican y los intermediarios estratégicos se mueven de un lado a otro.
Los recursos de conocimiento se mantienen en diferentes organizaciones y
se pueden desplazar entre ambientes que, en un momento dado, son com¬
petitivos para pasar a continuación a mantener relaciones de colaboración.
Este es otro aspecto de la creciente volatilidad de los mercados. Si la com¬
petencia no se ve controlada por disposiciones novedosas que tiendan ha¬
cia la cooperación, la volatilidad puede conducir a graves fracasos. Del
mismo modo, la competencia por obtener conocimientos expertos social-
mente distribuidos en estos foros híbridos, diversifica y expande al mismo
tiempo el mercado para esta clase de conocimiento, como ponen de mani¬
fiesto las controversias públicas y el crecimiento de foros híbridos en los
que se genera y se articula al mismo tiempo la demanda pública de respon¬
sabilidad social. En un ambiente así, en el que aumenta tanto la incerti-
dumbre como la volatilidad, la planificación se convierte en sí misma en un
experimento y se la debe considerar como parte de un proceso experimen¬
tal de aprendizaje social a largo plazo.

En el capítulo anterior hemos introducido la noción de un nuevo modo


de producción de conocimiento, que hemos dado en llamar «modo 2». Se¬
gún argumentamos, en el modo 2 se está conectando cada vez más estre¬
chamente la producción de conocimiento científico, tecnológico e indus¬
trial. Además, el crecimiento de estas interconexiones tiene el carácter de

69
un proceso de difusión, cuyo índice de difusión se halla relacionado con la
densidad de comunicaciones con la naturaleza, con otros científicos y con
la sociedad. A medida que se extiende el nuevo modo, se produce una
ampliación o reinterpretación de las normas y valores tradicionalmente
asociados con la investigación disciplinar. como consecuencia de ello, en
muchos ámbitos de las ciencias más dinámicas se están disolviendo las
fronteras entre las disciplinas, para dar paso a una estructura más abierta
donde las variedades de conocimiento y de competencia se combinan y
recombinan en configuraciones novedosas.
La idea de un nuevo modo de producción es útil para llamar la aten¬
ción sobre cómo se está absorbiendo el conocimiento especializado en un
proceso más amplio en el que el descubrimiento y la aplicación se hallan
más estrechamente integrados. Por el momento sólo hemos considerado
el lado de la oferta de este desarrollo. Además, se ha producido una ex¬
pansión por el lado de la demanda. El mercado para el conocimiento (es
decir, el número de lugares donde se lo desea y se lo puede utilizar) es aho¬
ra mucho más amplio y diferenciado de lo que ha sido nunca. Ello se
debe, en parte, al crecimiento del número de personas que se han califi¬
cado en alguna disciplina científica o técnica, y que han recibido forma¬
ción en los métodos de la investigación empírica. En términos generales,
tales individuos tratan de resolver problemas utilizando las estructuras y
los métodos que se les han enseñado, así como las fuentes de información
con las que ya se han familiarizado. La creciente comercialización de la
ciencia se debe al hecho de que quienes poseen habilidades específicas
están dispuestos a reunirse, incluso en equipos multidisciplinares tempo¬
rales, para trabajar en la resolución de problemas difíciles y desafiantes.
De hecho, esa puede ser la única condición bajo la que sean capaces de
encontrar trabajo apropiado para su formación y sus habilidades. Alfred
North Whitehead observó hace ya muchos años que la brillantez del siglo
XIX no fue el descubrimiento de ningún invento en particular, sino el des¬
cubrimiento del método mismo de la invención. A finales del siglo XX se
ha expandido y acelerado la oferta y la demanda de tales descubrimientos
e inventos, al mismo tiempo que se han creado nuevas condiciones y lu¬
gares para producirlos.
La aceleración mutua, tanto de la oferta como de la demanda de co¬
nocimiento, está siendo impulsada por una intensificación de la compe¬
tencia internacional en los negocios y en la industria. Las fuentes de esta
competencia se derivan, en parte, del creciente número de actores que
participan en la escena internacional y que han desarrollado sus capaci¬
dades industriales hasta el punto de poder desafiar a las tradicionales éli-

70
tes empresariales fabriles en el Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y,
cada vez más, en Japón, haciéndolo así en una amplia variedad de merca¬
dos, y particularmente en los de bienes de producción masiva. Esta pre¬
sión ha provocado la segmentación paulatina de los mercados tradiciona¬
les y ha acelerado la búsqueda de un puerto que sea relativamente seguro
o de un nicho en el mercado. Pero, al aumentar las capacidades de los re¬
cién llegados, empiezan a desaparecer los nichos del mercado, y algunos
economistas advierten que el único puerto seguro consiste en destacar en
la innovación tecnológica (Thurow, 1992). En el recuadro 2.1 se indica el
crecimiento de las empresas de negocios financiadoras de la I + D duran-
te el período 1980-1988. La investigación dentro de la propia empresa ya
no es suficiente para hacerla propesar; el conocimiento especializado se
tiene que obtener ahora a partir de una gama de fuentes mucho más am¬
plia.

RECUADRO 21
Financiación industrial para la I + D

La mayor parte de la financiación industrial destinada a la I + D se


dedica a mantener el trabajo científico dentro de la propia empresa. Pero
se ha producido un notable aumento de la financiación exterior destina¬
da a la investigación, especialmente en el sistema de investigación del
sector público. Una vez más, esto varía considerablemente de un país a
otro, de un sector a otro, e incluso dentro de un mismo sector. Por tér—
mino medio, sólo el cuatro por ciento del sistema total de investigación
del sector público es financiado por la industria, aunque la cifra en Esta-
dos Unidos se acerca al ocho por ciento, mientras que, como propor—
ción del gasto en I + D industrial esto representa, también por término
medio, aproximadamente el uno por ciento. En algunos países, como
Alemania, Suecia y Noruega encontramos el doble de este nivel de fi—
nanciación.
Parecería por tanto que, en general, la contribución de la industria al
sistema de investigación del sector público es marginal, a pesar de las
predicciones sobre política de investigación que se publicaron durante la
década de 1970 en la prensa y en la literatura. A pesar de todo, el si—
guiente cuadro muestra un continuo crecimiento en términos reales de
la cantidad con la que la industria está financiando el sistema de investi—
gación del sector público.

71
Empresas de negocios que financian el sistema de investigación
del sector público, con precios de 1985, en millones de $

1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988


Australia 7 9 14
Francia 26 27 21 33 42 45 82
Alemania 52 147 159 176 201 170
Italia 9 25 23 5 8 20 16 16 26
Japón 64 67 78 88 117 125 137 158
Reino Unido 51 57 77 126 119
EE.UU. 305 344 372 413 486 561 698 763 816

Fuente: Webster y Ektowitz (1991), pág. 21.

Un problema crucial al que se enfrentan las naciones industriales avan¬


zadas se relaciona con este último punto. Las empresas difieren en cuanto
a su capacidad para comercializar el conocimiento, mientras que aquellas
que lo consiguen disponen de una ventaja competitiva. La comercialización
se ha comprendido durante demasiado tiempo en términos de la aplicación y
explotación del conocimiento existente. En el nuevo régimen competitivo,
el éxito comercial exige la habilidad para generar conocimiento utilizando
recursos que no se encuentran en la propia empresa, sino que se hallan dis¬
tribuidos a lo largo de una vasta red, crecientemente global. En la actuali¬
dad, poder comercializar el conocimiento significa que las empresas tienen
que jugar un papel en su producción. Tienen que desarrollar nuevos vín¬
culos con las universidades, los laboratorios gubernamentales y con otras
empresas. La comercialización es más compleja de lo previsto en el mode¬
lo lineal tradicional en el que la ciencia conduce a la tecnología y ésta sa¬
tisface las demandas del mercado. La tecnología no es un artículo de con¬
sumo que puede retirarse de «la estantería»; tampoco se puede garantizar
a través de acuerdos de transferencia de tecnología o de propiedad inte¬
lectual. Con frecuencia que se la tiene que desarrollar para satisfacer las
circunstancias en las que se encuentra una empresa concreta.

Escala y alcance de la producción de conocimiento

La distinción entre economías de escala y economías de alcance es cru¬


cial para comprender la dinámica de la producción contemporánea de

72
conocimiento. Las economías de escala permiten obtener beneficios me¬
diante la combinación de tecnología y organización, en la que el número
de unidades de producción o distribución aumenta mientras que dismi¬
nuyen los costes por unidad. Las economías de escala se caracterizan por
una forma particular de tecnología e interacción en el mercado, que ha
sido explotada con éxito durante muchos años y que ha contribuido am¬
pliamente a mantener el crecimiento de las empresas. La búsqueda de
economías de escala por parte de la industria ha tenido un paralelismo en
la producción de conocimiento científico y tecnológico. Se ha considera¬
do a menudo que la gran ciencia y la gran tecnología están organizadas
según una pauta industrializada. La analogía dista mucho de ser exacta,
pero tanto en la producción científica como en la industrial, se pueden
obtener eficiencias mediante la habilidosa mezcla de una serie de habili¬
dades tecnológicas y especializadas, bajo un régimen de dirección empre¬
sarial. Las economías de alcance, por el contrario, obtienen beneficios al
configurar repetidamente las mismas tecnologías y habilidades de formas
diferentes para satisfacer la demanda del mercado. Las empresas que bus¬
can economías de alcance necesita tener un acceso continuado a conoci¬
mientos de muchos tipos diferentes y, para adquirir ese necesario acceso,
se ven atraídas cada vez más hacia su producción.
La creciente comercialización, el aumento de la demanda de conoci¬
miento y la difusión del conocimiento en el modo 2, se hallan vinculadas
a través de la competencia dinámica. La intensificación de la competen¬
cia todavía supone la generación de nuevo conocimiento. Para satisfacer
sus exigencias, las empresas necesitan participar en el proceso y están en¬
trando en nuevas disposiciones de colaboración que tienen muchas de las
características de la producción de conocimiento en el modo 2. Estas vin¬
culaciones destacan el papel de las nuevas configuraciones de conocimien¬
to en el proceso de innovación; y esas configuraciones cruzan no sólo las
fronteras disciplinares, sino también las institucionales. Inexorablemente,
la competencia dinámica desplaza el lugar del valor añadido en el proce¬
so de la innovación hacia una competencia de la empresa en la configura¬
ción de los recursos de conocimiento. Tal competencia entre las empresas,
que se describe mejor como una búsqueda de economías de escala, las im¬
plica más estrechamente en la producción de conocimiento del modo 2.
Su implicación es continua y constituye la base de su futura competitivi-
dad industrial. Esto, sin embargo, no significa que las economías de esca¬
la dejen de ser una fuente de competitividad. Lo mismo que sucede en el
modo 1, también en el modo 2 interactúa la necesidad de economías de
escala y de alcance. No obstante, las economías de escala dependen cada

73
vez más de obtener economías de alcance que abarquen el conocimiento
producido en el modo 2 y actúen en diferentes partes de la cadena de pro¬
ducción.

Distribución de los resultados de la investigación

En el pasado reciente, las empresas trataron de controlar más y más


aspectos de sus ambientes respectivos. El crecimiento continuo de los be¬
neficios y la predecibilidad dependieron de que fueran capaces de inno¬
var mediante el empleo de tecnologías, lo que daría economías de escala
durante un período considerable de tiempo. Este fenómeno ha sido ana¬
lizado recientemente por Alfred Chandler (1990), historiador del mundo
de los negocios. Según argumenta este autor, las empresas manufacture¬
ras han sido principalmente las responsables del crecimiento económico
en las economías en vías de desarrollo de todo el mundo. Han aportado
la fuerza fundamental para el cambio. Pero, según observa Chandler, lo
que con frecuencia se ha pasado por alto al explicar los orígenes de las
economías industriales avanzadas es que las empresas que han logrado
generar con éxito economías de escala lo han hecho empleando una es¬
trategia de inversiones de tres puntas: en la producción, en la dirección y
en la distribución. Señala, en particular, que no habría sido posible ase¬
gurarse los beneficios de las grandes inversiones hechas en tecnología y
en dirección de la producción, si estas no se hubieran visto apoyadas por
inversiones paralelas en la distribución, con el propósito de asegurarse la
venta de la producción. Aunque, al principio, la distribución se preocupó
fundamentalmente por vender productos estandarizados, se convirtió gra¬
dualmente en un conducto crucial para obtener información sobre las
cambiantes preferencias de los clientes. El desarrollo de la distribución li¬
mitó a su vez la consecución directa de economías de escala, al obligar a
las empresas a ampliar la gama de productos que podían producir con
una tecnología de producción que seguía siendo la misma a grandes ras¬
gos. Así pues, el contacto con los clientes proporcionó a estas empresas
un incentivo para explorar las posibilidades latentes en las economías de
alcance.
En la producción de conocimiento también actúan fuerzas similares.
La industrialización de la ciencia puede describirse en términos de la adop-
ción de economías de escala y de prácticas de dirección industrial. Orga-
nizaciones tales como el CERN, o los laboratorios Brookhaven o incluso
la Universidad de California, con sus 150.000 empleados extendidos a tra-
vés de nueve campus universitarios y tres laboratorios nacionales, consti-

74
ruyen empresas de investigación grandes y dirigidas empresarialmente,
que se pueden comparar con muchas grandes empresas, en términos de
los puestos de trabajo creados. La expansión de los resultados de su in¬
vestigación puede compararse en cierta medida con la aplicación de eco¬
nomías de escala originalmente llevada a cabo en la industria. No obstan¬
te, esta analogía no puede llevarse forzadamente demasiado lejos, porque
los directores de investigación no aspiran a expandir sus operaciones con
objeto de reducir sistemáticamente sus costes y lograr algún coste óptimo
por publicación. En este sentido, los laboratorios no suelen competir los
unos con los otros, aunque es posible que eso esté cambiando (Martin e
Irvine, 1984).
Aunque muchos laboratorios universitarios y gubernamentales funcio¬
nan con grandes y sofisticados sistemas tecnológicos, que exigen grandes
inversiones y técnicas racionales de dirección, hasta el momento, y con al¬
gunas excepciones importantes, se han hecho pocas inversiones en la dis¬
tribución de los resultados de la investigación que vayan más allá de la
comunidad de especialistas a cuyo servicio se han creado estos laborato¬
rios. Tal como indica Chandler, hablando en términos empresariales, tal
comportamiento habría sido desastroso para las empresas, ya que, en tal
caso, los crecientes stocks de artículos manufacturados no habrían en¬
contrado mercados. No obstante, mientras las universidades y las institu¬
ciones gubernamentales de investigación permanecieron relativamente
aisladas de los mercados, encontraron pocos incentivos para buscar sali¬
das para los resultados de su investigación, más allá de sus propias comu¬
nidades investigadoras. Sólo recientemente, y debido en buena medida a
la ralentización del crecimiento, se han visto obligadas estas instituciones
a considerar quiénes son sus clientes y si el conocimiento generado y los
servicios ofrecidos por ellas pueden venderse o no para generar corrien¬
tes independientes de ingresos. En el Reino Unido, el Informe Rothschild
(1971), a pesar de su interpretación radical del papel de la investigación
financiada por el gobierno, se limitó a estimular a los estamentos investi¬
gadores para que encontraran clientes en el sector académico, mientras
que la ciencia académica se vio exenta de una implicación directa en el
logro de objetivos nacionales. Al mismo tiempo, sin embargo, se dio en
Suecia un nuevo énfasis a la investigación sectorial, diseñada para estimu¬
lar a las universidades a trabajar más estrechamente con el sector público.
Otros países también intentaron dirigir sus instituciones, orientándolas
hacia la investigación, de modo que se acercaran más al mercado.
La falta de interés y de inversiones en la distribución de los resultados
de la investigación ha conducido a muchas de las instituciones científicas

75
y, en menor grado, también a las tecnológicas, a quedar aisladas en las uni¬
versidades y las instituciones gubernamentales de investigación, respecti¬
vamente. Esta separación institucional creó de hecho el lenguaje de trans¬
ferencia de tecnología ya que, inicialmente, se consideró que la tarea a
realizar consistía en trasladar el conocimiento a través de las fronteras
institucionales. Aunque se mantuvieron vínculos amistosos entre la cien¬
cia, la tecnología y la industria, se ha producido un flujo desigual de ideas,
teorías y descubrimientos experimentales desde los laboratorios universi¬
tarios y gubernamentales. Históricamente, los ejemplos clásicos de fuer¬
tes vínculos entre el sector académico y el productivo, incluyen la quími¬
ca en Alemania y las universidades de investigación agraria, así como las
universidades que recibieron concesión de terrenos en Estados Unidos
durante el siglo XIX.
Más recientemente, en los programas de estructuración de la I + D en
Estados Unidos y en la UE, se han realizado renovados intentos por crear
fuertes vínculos entre el sector académico y el productivo. Los ejemplos,
en Estados Unidos, incluyen la investigación apoyada por los Institutos
Nacionales de Salud (NIH), los grandes proyectos militares centrados al¬
rededor del MIT, Berkeley y Stanford, y su posterior adaptación a la eco¬
nomía civil, o los parques científicos, así como las redes y centros de ex¬
celencia que se han construido en diversas partes de Europa. Lo más
notable aquí no es tanto la intensificación de la interacción entre univer¬
sidades e industria, sino los intentos de ambas partes por adaptarse a una
situación novedosa. En la actualidad, hay una menor iniciativa guberna¬
mental y una mayor iniciativa privada, más relaciones bilaterales antes
que unilaterales con empresas específicas. Eso genera nuevos problemas
relativos a los derechos de propiedad intelectual y al secreto.
Esta novedosa situación ha surgido en parte debido a los crecientes
costes de la investigación, asociados con la necesidad de incorporar nue¬
vas tecnologías en el proceso experimental. Ciertamente, la sofisticación
tecnológica ha situado los presupuestos destinados a la investigación bajo
una tensión crónica, pero un factor más significativo que el aumento de
los costes fue el desfallecimiento del rendimiento económico, reflejado en
la caída del crecimiento de la productividad durante la década de 1980.
Eso ha vuelto a abrir la cuestión del papel jugado por la financiación gu¬
bernamental de la ciencia y la tecnología (C + T), y ha estimulado la bús¬
queda de soluciones radicales al problema de vincular la producción de
conocimiento con la creación de riqueza. Después de una década de de¬
pendencia excesiva de las fuerzas del mercado, las políticas científicas y
tecnológicas de muchos países están poniendo ahora un mayor énfasis en

76
la financiación pública de la investigación para propósitos económicos.
Tanto la industria como el gobierno empiezan a ver el problema menos
como una necesidad de generar conocimiento y más como una necesidad
de utilizar aquello de lo que ya se dispone; menos en términos de apoyar
la ciencia básica y más en términos de aplicación de conocimiento para la
creación de riqueza. Los políticos, por ejemplo, se refieren con frecuen¬
cia a las cantidades masivas de información obtenidas por los programas
financiados por el gobierno para la observación del planeta mediante sa¬
télites. Afirman que sólo se ha analizado una fracción de esa información
para darle un uso práctico o comercial. Debería hacerse más para utilizar
los datos existentes antes de asignar recursos para desarrollar sistemas al¬
tamente sofisticados con los que obtener nuevos datos. Parafraseando el
análisis de Chandler, argumentan que se ha hecho una inversión apropia¬
da en producción de conocimiento y en su gestión. Aparece ahora la ne¬
cesidad de fortalecer la red de distribución mediante el incremento del
flujo de conocimiento desde las instituciones de investigación de las uni¬
versidades y del gobierno hacia los centros de creación de riqueza.
Pero aquí intervienen muchas más cosas. El problema no es tanto el
de la aplicación del conocimiento existente a los usos industriales, sino
que en la vanguardia de muchos de los sectores avanzados de la ciencia y
la tecnología, el conocimiento se genera ahora en el contexto de aplica¬
ción. Su modo de producción es lo que hemos descrito como modo 2, en
el que la producción de conocimiento ya se ve configurada por las necesi¬
dades e intereses de, al menos, algunos de sus consumidores potenciales.
Como la producción y la distribución de conocimiento se hallan mucho
más estrechamente relacionadas en el modo 2 de lo que estuvieron en el
modo 1, que sigue proporcionando muchos de los modelos y metáforas
para la transferencia de tecnología, se ha hecho más difícil mantenerse al
margen del proceso de producción de conocimiento y esperar a explicar
sus resultados más tarde. En resumen, tanto el sector académico como el
industrial tienen que convertirse en participantes en la producción de un
conocimiento que tenga potencial para crear riqueza. Esto supone el es¬
tablecimiento de un nuevo contrato social para las instituciones que han
financiado la investigación científica.
La intensa competencia internacional está obligando a los gobiernos a
reconsiderar la función de sus inversiones en C + T, y a las empresas a ser
participantes más activos en la producción de conocimiento. Al hacerlo
así, ambos extienden con efectividad el ámbito y la influencia del modo
2. En la sección siguiente se analizará el papel constitutivo que juega el
conocimiento en el proceso competitivo. La competencia es, esencial-

77
mente, un proceso de descubrimiento, lo que supone cada vez más la ge¬
neración de un conocimiento que satisfaga las necesidades de los consu¬
midores.

Competencia dinámica y producción de conocimiento

Todavía no se ha comprendido ampliamente el papel que juega la com¬


petencia en la generación de conocimiento. Las doctrinas dominantes de
la teoría económica han desarrollado una noción de competencia que no
reconoce que la naturaleza de la misma cambia según las circunstancias
históricas. En la actualidad, la competencia se experimenta como una fuer¬
za dentro de un proceso de cambio continuo, en el que se genera conoci¬
miento no sólo sobre el propio mercado, sino también sobre el mundo fí¬
sico y las tecnologías que lo configuran. Las decisiones e inversiones
posteriores se ven limitadas por las anteriores e invertir su curso o bien
no es posible, o supone altos costes económicos y sociales. Estos son los
elementos clave de la competencia dinámica.
En la industria, competencia significa rivalidad, lo que supone a su vez
comportarse de modo diferente a como lo hacen otras empresas, de una
forma que proporcione ventajas competitivas y altere el equilibrio preva¬
leciente entre los productores rivales. No obstante, el concepto tradicio¬
nal de competencia parece descartar la posibilidad de que el comporta¬
miento de rivalidad pueda tener efectos beneficiosos sobre las empresas
individuales. Las acciones emprendidas por las empresas para incrementar
su competitividad, como las reducciones de precios, la mejora en la cali¬
dad del producto y las campañas de publicidad, se ven como imperfeccio¬
nes que disminuyen la competencia, introducen elementos de monopolio
y reducen la eficiencia. Esta paradoja, según la cual se juzga que el com¬
portamiento competitivo tiene efectos anticompetitivos, se encuentra en
la raíz de la dificultad para tratar de encontrarle sentido a la competen¬
cia. La sencilla cuestión que se plantea aquí es que no se puede compren¬
der el proceso competitivo en términos de equilibrio, sino sólo en términos
de un proceso de cambio impulsado por el comportamiento diferencial.
Una situación puede describirse como competitiva, debido precisamente
a que las empresas se esfuerzan por ser diferentes.
La competencia se compara a menudo con una carrera. Cualquier ca¬
rrera tiene tres elementos: los competidores y sus comportamientos, un
conjunto de reglas que determinan lo que se considera como comporta¬
miento legítimo, y los criterios que definen el éxito o el fracaso. Pero, en

78
la competencia dinámica, estos tres elementos evolucionan de una mane¬
ra bastante impredecible. Los criterios de admisión pueden cambiar para
incluir a recién llegados, como los laboratorios universitarios y guberna¬
mentales. El comportamiento de los actores depende cada vez más de los
lazos de colaboración, y los conjuntos de reglas cambian a través de las ca¬
pacidades de las nuevas tecnologías. Así pues, y aunque en principio no
cambian los criterios que definen el éxito y el fracaso, los medios por los
que se obtiene el éxito están cambiando a través del papel jugado por
la adquisición de conocimiento.
Como sucede en cualquier carrera, existe un orden de participantes.
Lo mismo sucede en la competencia económica. La posibilidad de com¬
petencia depende de una divergencia de puntos de vista a través de insti¬
tuciones competitivas por lo que se refiere a las estrategias apropiadas con
respecto a los productos, los precios y los modos de producción. Los me¬
canismos mediante los que surgen las oportunidades para comportarse
de modo diferente, y las formas en que reaccionan las instituciones com¬
petidoras ante ellos, no sólo son aspectos fundamentales para la compe¬
tencia, sino también para las estrategias adoptadas con el propósito de in¬
fluir sobre los resultados.
Pero ¿cómo funciona este comportamiento diferencial? En un ambien¬
te dinámicamente competitivo, las personas que actúan en el mundo de
los negocios trabajan con regímenes de producción de conocimiento muy
similares a los que hemos descrito como pertenecientes al modo 2. La ne¬
cesidad de generar conocimiento de diversas clases para seguir siendo
competitivo o, por expresar el tema de otra forma, la situación competiti¬
va las impulsa a tratar de explotar sus bases de conocimiento en direccio¬
nes particulares, acuciadas por lo que están haciendo sus competidores y
por sus percepciones de los cambios en las necesidades de los consumido¬
res. Habitualmente, una empresa tiene que elegir una configuración de di¬
seño concreto y una competencia dominante asociada, que se desarrollan
al principio del proceso de innovación. El futuro éxito de la empresa de¬
pende mucho de la sabiduría de esa elección fundamental y de la capaci¬
dad de su competencia dominante para explotar su potencial en respuesta
a las demandas del mercado. Del mismo modo que la naturaleza plantea
cuestiones a la ciencia, el mercado está planteando continuamente cues¬
tiones a la empresa. Las innovaciones son las respuestas. Esas respuestas
se elaboran de una forma exploratoria en la que la empresa aplica sus
competencias a la articulación de su base de conocimiento. Tal como he¬
mos indicado en el capítulo anterior, esta base de conocimiento se halla
conectada de muchas formas diferentes con las comunidades de practi-

79
cantes científicos y tecnológicos que aportan un recurso distribuido del
que puede extraer información un número creciente de diferentes perso-
nas y comunidades.
Para la empresa, aquí hay muchas más cosas implicadas de lo que ha-
bitualmente se suele dar a entender al emplear el término «asignación ra-
cional de recursos». La tecnología de una empresa no se genera solamente
en el proceso económico, sino que el ritmo y la dirección de su desarrollo
se establecen pronto sobre el proceso de innovación, mediante la elec¬
ción de una configuración de diseño. Como consecuencia de ello, se es¬
pecializa desde el principio la competencia dominante de la fuerza laboral
y de la infraestructura de una empresa, de una subunidad o de una línea
de producción, y su base de conocimiento se halla altamente estructurada
y es específica. La capacidad de cada unidad para entrar en un nuevo mer¬
cado, o para responder a las señales emitidas por los ya existentes, se ve
siempre limitada, aunque no totalmente determinada por las decisiones
iniciales y por la creatividad de la fuerza laboral. En la competencia diná¬
mica, la innovación tecnológica es tanto una cuestión de recursos como
de recursividad.

RECUADRO 2.2
La economía de la producción de conocimiento

Lo que hace que el mercado sea superior es precisamente que orga-


niza la actividad económica alrededor de la información.
De un modo creciente, cada vez se obtienen menos beneficios de las
fuentes tradicionales: la tierra, el trabajo y el capital (dinero). Los princi—
pales productores de riqueza son la información y el conocimiento.
Todavía no comprendemos plenamente cómo se comporta el conoci-
miento como un recurso económico; todavía no disponemos de expe-
riencia suficiente para formular una teoría y ponerla a prueba. Lo único
que podemos decir, por el momento, es que necesitamos esa teoría. Ne—
cesitamos una teoría económica que sitúe el conocimiento en el centro
del proceso de producción de riqueza. Tal teoría, por sí sola, puede ex-
plicar la economía actual. Explicaría, por ejemplo, cómo funciona la
economía japonesa y, sobre todo, por qué funciona. Explicaría por qué
los recién llegados, especialmente en los campos de alta tecnología, pue-
den arrollar el mercado casi de la noche a la mañana y expulsar a todos
los demás competidores, por muy atrincherados que estén, como hicie-

80
ron los japoneses con la electrónica de consumo y el mercado automovi¬
lístico estadounidense.
Por el momento, no hay señales de que haya aparecido ningún Adam
Smith o un David Ricardo del conocimiento. Pero ya han empezado a
aparecer los primeros estudios sobre el comportamiento económico del
conocimiento.
Esos estudios dejan claro que la economía basada en el conocimiento
no se comporta de la misma forma que la economía, tal como asume la
teoría actual. En consecuencia, sabemos que la nueva teoría económica,
la teoría de una economía basada en el conocimiento, será bastante dife¬
rente a la teoría económica actual, ya sea keynesiana o neokeynesiana,
clásica o neoclásica.
Una de las suposiciones básicas de los economistas es que la «com-
petencia perfecta» es el modelo para la asignación de recursos, pero
también para la distribución de las recompensas económicas. La compe¬
tencia imperfecta es bastante común en el «mundo real». Pero se supone
que es el resultado de la interferencia exterior con la economía, es decir,
de monopolio, de protección de patentes, de regulación gubernamental,
etcétera. Pero, en la economía del conocimiento, la competencia imper¬
fecta parece ser inherente a la propia economía. Las ventajas iniciales ob—
tenidas a través de la pronta aplicación y explotación del conocimiento
(es decir, a través de lo que se ha dado en llamar la «curva de aprendiza¬
je») se hacen permanentes e irreversibles. Eso significa que ni la econo¬
mía de libre comercio ni el proteccionismo funcionarán por sí mismos
como políticas económicas. La economía del conocimiento parece exigir
que ambas se encuentren en equilibrio.
Otra de las suposiciones básicas de los economistas es que una eco¬
nomía se halla determinada por el consumo o por la inversión. En la
economía del conocimiento, ninguno de estos dos aspectos parece tener
el control. No existe la menor evidencia de que el aumento del consumo
en la economía conduzca a una mayor producción de conocimiento.
Pero tampoco existen pruebas de que una mayor inversión en la econo¬
mía conduzca a una mayor producción de conocimiento. Al menos, los
períodos que median entre un aumento del consumo y de la producción
de conocimiento, o entre el aumento de la inversión y la producción de
conocimiento, parecen ser tan prolongados que desafían a todo análisis
y seguramente lo son como para basar la teoría o la política económica
en esa correlación, sea esta la que fuere.
Igualmente incompatible con la teoría económica tradicional es la
ausencia de un denominador común de clases diferentes de conocimien¬
to. Diferentes parcelas de terreno dan cosechas distintas, pero su precio

81
viene determinado por esas diferencias, es decir, por la cantidad de la
producción. Cuando se trata de nuevo conocimiento, en cambio, lo hay
de tres clases. Está primero la continuidad en la mejora del proceso, el
producto o el servicio; los japoneses, que hacen las cosas lo mejor que
pueden, llaman a esto Kaizen. Luego está la explotación continua del co¬
nocimiento existente para desarrollar productos, procesos y servicios
nuevos y diferentes. Finalmente, está la verdadera innovación.
Estas tres formas de aplicar el conocimiento para producir un cambio
en la economía (y también en la sociedad) necesitan ser elaboradas con¬
juntamente y al mismo tiempo. Todas son igualmente necesarias. Pero
sus características económicas (sus costes, así como sus impactos econó¬
micos) son cualitativamente diferentes. No es posible cuantificar el co¬
nocimiento, al menos por el momento. Naturalmente, podemos calcular
cuánto cuesta producirlo y distribuirlo. Pero no podemos decir todavía
cuánto se produce y, de hecho, ni siquiera sabemos lo que puede signifi¬
car «rendimiento económico sobre el conocimiento». Y, sin embargo,
no podemos disponer de una teoría económica a menos que exista un
modelo capaz de expresar los acontecimientos económicos en relaciones
cuantitativas. Sin eso no hay forma de tomar una decisión racional, y la
economía trata precisamente de tomar decisiones racionales.
Pero, por encima de todo, la cantidad de conocimiento, es decir, su
aspecto cuantitativo, no es tan importante como la productividad del co¬
nocimiento, es decir, su impacto cualitativo. Y eso se aplica tanto al viejo
conocimiento, y a su aplicación, como al nuevo.

F«í>«/e.Drucker(199 3)

La acumulación de capital tiene lugar dentro de la empresa, en la me¬


dida en que supone la creación de conocimiento tecnológico, pero el ín¬
dice de dicha acumulación se halla relacionado con la medida en que la
empresa tenga acceso al conocimiento generado por otros. Eso hace a su
vez que las empresas busquen relaciones de colaboración de muchos ti-
pos: para formar consorcios (como, por ejemplo, Sematech), para partici-
par en programas internacionales (como, por ejemplo, Eureka), y para
tratar de unirse a redes de diversos tipos en virtud de su reconocida com¬
petencia. La naturaleza del modo 2 es tal que, en estas asociaciones, inte-
ractúan con los científicos y los tecnólogos en una amplia gama de insti¬
tuciones que trabajan sobre problemas similares o relacionados. La pauta
de acumulación de conocimiento puede ser específica de la empresa, pero

82
eso no debería hacernos perder de vista el hecho de que la acumulación
de conocimiento no puede separarse del ambiente más grande, y posible¬
mente global, en el que se está produciendo ese conocimiento. En el re¬
cuadro 2.2 se perfilan algunas de las implicaciones que rodean el aumen¬
to de la importancia de la información y el conocimiento para la teoría
económica.
Aunque este análisis de la competencia dinámica se ha hecho en bue¬
na medida en términos de la unidad tradicional de producción, es cada
vez más aplicable a instituciones antiguamente no económicas si es que
éstas quieren entrar en el juego de la competencia dinámica.

La comercialización de la investigación

Las microestructuras de las comunidades científicas y tecnológicas


ejercen una influencia formativa sobre las formas en que una empresa
puede establecer una base de conocimientos. Esta influencia se ejerce a
través de la formación de los individuos y de proporcionarles una orien¬
tación; es decir, con una predisposición para utilizar ciertas tecnologías,
para formular problemas y buscar soluciones de acuerdo con formas pre¬
establecidas.
Para sobrevivir, una empresa se tiene que especializar. Una cuestión
clave es qué proporciona el centro de atención para configurar la base de
conocimientos de una empresa, de tal modo que permita la creatividad
necesaria para asegurar su supervivencia y crecimiento. Esencialmente, es
la configuración de diseño lo que encarna las competencias especializa¬
das, el conjunto de principios que definen el propósito, el modo de fun¬
cionamiento, los materiales de construcción y los métodos de fabricación
importantes para algún artefacto o servicio.
Las configuraciones de diseño permiten la producción de una amplia
gama de productos y determinan si son apropiados o no para diferentes seg¬
mentos del mercado. A través de la articulación de una configuración con¬
creta de diseño se pueden alcanzar sustanciales economías de escala por el
lado de la producción, así como una corriente de mejoras técnicas por
el lado de los productos (como, por ejemplo, la serie 700 de la Boeing, o
los casettes de la Phillips). Una vez elegida, la configuración de diseño en¬
cierra a la empresa en un conjunto de elecciones. Aunque eso puede ser
rentable, también puede impedir que la empresa pase a nuevas configura¬
ciones de diseño, corriendo así el riesgo de verse superada por las tecnolo¬
gías en las que la empresa no posee competencia. Sólo si una empresa es
lo bastante fuerte como para imponer su configuración de diseño sobre el
mercado, puede hallar una recompensa en hacerlo así. IBM, por ejemplo,
que originalmente estuvo encerrada en otras configuraciones de diseño,
tuvo que establecer un equipo independiente para fabricar ordenadores
personales y competir de hecho consigo misma.
Las configuraciones de diseño, así como los productos, juegan un pa¬
pel fundamental porque forman los núcleos alrededor de los cuales se or¬
ganiza la competencia. Las empresas intentan imponer constantemente la
agenda tecnológica, tratando de establecer su configuración de diseño
como dominante en un mercado. Que la configuración de diseño para la
música grabada sea el disco de larga duración (LP), la cinta de casette o
el disco compacto (CD), importa mucho más a la industria que el precio
de estos productos. Las configuraciones de diseño son miniparadigmas
que imponen las condiciones y limitaciones tecnológicas dentro de las
cuales tiene que actuar la empresa. Se eligen y se desarrollan a la luz de
las competencias dominantes de la empresa, incluidas aquellas que se de¬
rivan de diversas comunidades científicas y tecnológicas.
La empresa, sin embargo, no es simplemente un laboratorio tecnológi¬
co. Debe tener también una visión comercial. Eso lo aporta la agenda es¬
tratégica, que proporciona una estructura general dentro de la cual se
pueden conectar las posibilidades internas y externas. Bajo condiciones
similares, las empresas diferirán en cuanto a su rendimiento tecnológico
porque tienen agendas estratégicas diferentes, que funcionan al separar
los desarrollos tecnológicos deseables de los indeseables.
Actualmente, la comercialización de la investigación se halla menos or¬
ganizada alrededor de la traducción de los descubrimientos a nuevos pro¬
ductos, que alrededor de buscar configuraciones de diseño que tengan el
potencial para ser desarrolladas de una variedad de formas. Al tratar de
establecer su configuración de diseño en el mercado, las empresas adop¬
tan un comportamiento de rivalidad. Tratan continuamente de descubrir
formas de interactuar más efectivamente con su medio ambiente. Al ex¬
tender sus configuraciones de diseño en formas que sintonicen con los
mercados de un modo más exacto que sus competidores, su rendimiento
se ve mantenido a lo largo de un amplio período de tiempo. A medida que
los mercados se segmentan y pasan a demandar más soluciones técnica¬
mente sofisticadas, las empresas tienen que participar más directamente
en la producción de conocimiento, lo que supone su participación en un
esfuerzo de colaboración más amplio. Ese comportamiento de colabora¬
ción, aunque estimula el compartir costes y riesgos, socava los esfuerzos
por apoderarse de segmentos del mercado. Así pues, mantener un equili-

84
o no entre colaboración y competencia se ha convertido en un desafío fun¬
damental.

La nueva economía de la producción

La organización de la producción y la distribución alrededor de tec¬


nologías capaces de ofrecer una corriente de aumentos de productividad,
ha estado guiada por una búsqueda continua de economías de escala. Las
ganancias de productividad, de las que dependían el aumento de los ni¬
veles de vida, exigían que cada trabajador estuviera más y más apoyado
por la tecnología, habitualmente en forma de maquinaria de alto rendi¬
miento o de plantas de procesado. Obtener un beneficio comercial de
esas tecnologías significó que el proceso de producción tuvo que descom¬
ponerse en miríadas de rutinas organizativas relativamente simples. Al
asumir este enfoque, las empresas se enfrentaron repetidamente con la
competencia a través de la imitación. Así pues, el rendimiento de las em¬
presas dependió críticamente de los costes salariales. Cada vez que se po¬
dían copiar fácilmente las tecnologías de producción en masa, el proceso
de producción terminó por emigrar a aquella empresas, regiones o nacio¬
nes donde los salarios eran más bajos. En algunos casos, las empresas in¬
tentaron satisfacer la aparente inevitabilidad de los aumentos de salarios
trasladando a otros lugares sus actividades de producción. No obstante,
las economías caracterizadas por salarios bajos, hacia las que se trasladó
la producción, pronto adquirieron su propio impulso de desarrollo. Mu¬
chos antiguos líderes industriales perdieron el control sobre lo que esta¬
ban acostumbrados a fabricar (Dertouzas et al., 1989). Como consecuen¬
cia de este proceso de difusión, la producción de muchos productos
estandarizados, desde motores de coches hasta neveras, se puede realizar
ahora en numerosos lugares repartidos por todo el mundo. Esto no sólo
ha provocado una intensificación de la producción, sino que ha plantea¬
do serias dudas acerca del futuro del paradigma de la producción en
masa y de su capacidad para mantener crecientes niveles de vida (Piore y
Sobel, 1984). En el pasado también se plantearon dudas similares que de¬
mostraron finalmente ser infundadas, porque las tecnologías de produc¬
ción en masa generaron otro salto adelante en la productividad a través
de la aplicación de nociones tales como la fabricación y la producción
contenidas, de acuerdo con las demandas del mercado (Womack et al.,
1990). Pero persisten las dudas acerca de si las tecnologías sobre las que
se basa la producción en masa no se estarán acercando a su límite inhe-

85
rente, y si no se necesitará buscar acaso otras fuentes más radicales de
crecimiento de productividad para mantener el actual nivel de vida.
Una clave para la respuesta la encontramos al considerar lo que está
sucediendo dentro de los principales lugares de producción repartidos
por toda la economía internacional. En la mayoría de las industrias, las
ganancias más elevadas se obtienen cuando el conocimiento especializa¬
do se puede aplicar a la solución de problemas, de tal modo que las solu¬
ciones sugieran también una gama de nuevas posibilidades. El conoci¬
miento al que nos referimos aquí no está estrechamente preocupado por
solucionar los problemas que surgen dentro de una configuración de di¬
seño dada. La configuración de diseño evoluciona y se hace más y más
fija y, por lo tanto, es susceptible de imitación. Como resultado de ello,
los productos que son una expresión de la configuración de diseño pue¬
den ser copiados por parte de otras empresas que no han soportado los
costes de su desarrollo, pero que pueden funcionar con salarios más ba¬
jos. Cuando la imitación representa una amenaza, la innovación se pre¬
senta como una estrategia para expandir el potencial de una configura¬
ción dada, dirigiéndola hacia nuevas configuraciones que dependen de la
adquisición y uso de conocimiento y que no puedan ser copiadas con fa¬
cilidad. Según Reich (1991), la búsqueda de innovaciones no imitables,
dependientes del conocimiento, está ocurriendo actualmente a lo largo de
toda la industria manufacturera, tanto en las empresas grandes como en las
pequeñas, tanto si son recientes como antiguas, o si las tecnologías que
emplean son de vanguardia o maduras. En otras palabras, el conocimien¬
to ya es un recurso clave en un régimen caracterizado por la imitación. Las
industrias tradicionales de servicios también están experimentando una
transformación rápida basada en la utilización de conocimiento especiali¬
zado. Los servicios de telecomunicaciones se transforman gracias al uso
del procesado de la información, vinculando los edificios inteligentes y
a los empleados en diferentes lugares a través de redes de comunicación
especializadas. Los servicios de transportes, como carretera, ferrocarril,
cargo aéreo y marítimo se hallan integrados a nivel mundial a través de
redes y servicios de transporte especializado. Las empresas financieras
también ofrecen una amplia gama de servicios interconectados, como
banca, seguros e inversiones, especializados para satisfacer las demandas
de sus clientes.
Estos negocios, basados en el conocimiento, son altamente rentables
no sólo gracias a su capacidad para configurar el conocimiento, sino tam¬
bién debido a la voluntad de sus clientes para pagar una prima por aque¬
llos servicios que satisfagan sus necesidades. Las empresas intensivas en

86
conocimiento siguen siendo muy rentables porque poseen habilidades
que no se encuentran en todas partes. Mientras que la competencia a ni-
vel mundial presiona sobre los beneficios en todo aquello que sea unifor-
me, rutinario y estandarizado, es decir, que se pueda producir en cual-
quier parte, las empresas de éxito en los países industrialmente avanzados
responden produciendo más productos y servicios especializados (y, por
lo tanto, más rentables), capaces de satisfacer con mayor exactitud las ne-
cesidades de sus clientes. Paradójicamente, la difusión de las tecnologías
de la producción en masa y la creciente competencia que la sigue, consti-
tuyen una de las fuentes principales de la creciente comercialización del
conocimiento.
Otra cuestión que ha observado Reich, entre otros, es que en las em-
presas que utilizan el conocimiento se requieren diferentes conjuntos de
habilidades si quieren que el conocimiento especializado que generen sea
el apropiado. Se necesitan habilidades para solucionar problemas y, en
particular, la habilidad para conjuntar cosas de formas únicas, ya se trate
de moléculas, de chips semiconductores, de nuevas aleaciones, de códi-
gos de software, guiones de cine, inversiones de fondos de pensiones u
ofertas vacacionales. Este conjunto de habilidades es distinto al que posee
quien identifica el problema, cuya función consiste en ayudar a los clientes
a comprender sus necesidades y cómo estas pueden quedar satisfechas
por los productos comercializados. Además, se necesitan habilidades de
intermediación para vincular a quienes solucionan los problemas con quie-
nes los identifican, así como para conjuntar la necesaria combinación de
recursos, tanto humanos como físicos.
El surgimiento del modo 2 refleja cambios fundamentales, tanto en la
oferta como en la demanda. Las formas se hallan estrechamente vincula-
das a esta última, con el crecimiento en la demanda para toda clase de co-
nocimientos especializados. Este crecimiento dual conduce a la multipli-
cación de los contextos de aplicación en los que se puede llevar a cabo la
producción de conocimiento en el modo 2. Por el lado de la oferta, pue-
de ser necesaria la formación especializada adquirida por medios conven-
cionales, pero eso ya no es suficiente. Cuando la producción de conoci-
miento se lleva a cabo en una diversidad de contextos de aplicación, son
cruciales las nuevas habilidades para configurar los recursos del conoci-
miento (intermediación), así como para la identificación y solución de
problemas. De modo similar, y dentro del proceso de innovación, las em-
presas de todas clases se convierten en fuentes de demanda de conoci-
miento especializado, debido a que la competencia ofrece una prima a
todo aquello que no sea imitable. Según la ley de Say, la demanda crea su

87
propia oferta. Como consecuencia de ello, es muy probable que surja un
cuadro de empresas cuya ventaja competitiva radique precisamente en su
capacidad para configurar y utilizar el conocimiento, particularmente en
las economías industriales avanzadas. Puesto que estas habilidades no sur¬
gen espontáneamente y van a disfrutar de una creciente demanda, tales
desarrollos plantean un desafío a los sistemas actuales de educación supe¬
rior, que quizá se hallan mejor adaptados a producir conocimiento den¬
tro del modo 1 que a configurarlo en el modo 2.
Las nuevas economías de producción a las que nos referimos al princi¬
pio de esta sección, se pueden interpretar como un desplazamiento desde
la búsqueda de economías de escala hacia la búsqueda de economías de
alcance dentro de las economías desarrolladas de occidente. Las economías
de alcance se derivan de la habilidad de las empresas para configurar sus
recursos humanos, y particularmente el conocimiento, de forma novedo¬
sa. Eso les proporciona una ventaja comparativa con respecto a aquellas
otras que se limitan a adoptar y adaptar los procesos de producción en
economías caracterizadas por salarios bajos. La dinamo de las economías
de escala radica en la habilidad para configurar estos recursos no sólo
singular sino continuamente. Esta exigencia genera una expansión menos
constante de la demanda de conocimiento, lo que estimula a su vez la di¬
fusión del modo 2 por el lado de la oferta.

Configuración del conocimiento

Esta descripción de la naturaleza cambiante de la innovación en la


economía global tiene importantes implicaciones para la futura configu¬
ración de la producción de conocimiento. Mientras que el valor solía ser
añadido por tecnologías en desarrollo que permitirían economías de es¬
cala, esas economías necesitan ahora verse aumentadas o sustituidas por
economías de alcance que surjan de la aplicación de habilidad y percep¬
ción en la configuración de los recursos, y particularmente de los recur¬
sos de conocimiento, haciéndolo de formas novedosas y no sólo singular
sino continuamente.
Para cualquier nación dada, el agregado de estos recursos constituye
su sistema de innovación. Abarca tanto a las instituciones que producen
el conocimiento científico y tecnológico tradicional y la base de conoci¬
miento de sus industrias, como a la capacidad emprendedora de su públi¬
co, de los sectores privados y de los valores cultivados en sus escuelas y
universidades. En la nueva economía global, altamente competitiva, la

88
carga del rendimiento nacional depende ahora de la habilidad para confi¬
gurar estos recursos de formas novedosas. Los sistemas de innovación na¬
cional no ofrecerán lo que prometen a menos que se encuentren formas
para gestionarlos, mejorarlos y extenderlos a través de redes de trabajo y
de otras aventuras conjuntas que sean de colaboración en un momento
dado, y de competencia en otro. Gestionar el sistema nacional de innova¬
ción se refiere esencialmente a desarrollar los recursos humanos. En con¬
secuencia, sus directores tendrán que poseer habilidad para solucionar e
identificar problemas y para la intermediación estratégica.
En este sentido, la ventaja competitiva radica sólo parcialmente en las
bases de conocimiento propias de las empresas individuales. Debido a la ne¬
cesidad de elegir ya desde el principio las configuraciones de diseño, estas
bases de conocimiento tienden a ser entidades altamente estructuradas, y
se hacen todavía más estructuradas a medida que el proceso de innova¬
ción sigue las líneas del éxito comercial. Las economías de alcance se en¬
cuentran en la posterior elaboración de esta base de conocimiento me¬
diante la utilización creativa de los recursos de conocimiento mantenidos
en parte por la propia empresa, pero también en parte por otras organiza¬
ciones. Como consecuencia de ello, los directores estratégicos realizan in¬
cursiones para llevarse el personal de otras empresas, se implican en redes
y alianzas estratégicas y establecen acuerdos de colaboración con universi¬
dades y con las empresas consultoras del sector privado.
En el proceso de innovación siempre ha sido importante el acceso a
una información exacta y actualizada. Pero, en el régimen emergente, el
proceso de generación, adquisición y difusión de la información se verá
más y más mediatizado por los sistemas de tecnología de la información.
La velocidad de transmisión de la información ha aumentado. El uso de
los ordenadores, la transmisión vía satélite, etcétera, permiten disponer
instantáneamente del conocimiento de nuevos datos y descubrimientos
científicos, del estado medioambiental, de los flujos y reflujos de las ope¬
raciones en el mercado de valores, del surgimiento de tendencias sociales
y de nuevas preferencias de los consumidores. Buena parte de esa infor¬
mación se almacena en bancos de datos computarizados vinculados entre
sí en nidos de redes entrelazadas. El acceso a esos bancos de datos se ha
ampliado. Ya no se necesitan grandes organizaciones jerárquicas para
crearlos o utilizarlos.
La participación en el creciente flujo de información significa algo
más que tener ordenadores más potentes o acceso barato y fácil a las ter¬
minales. La competencia en la innovación está siendo redefinida en térmi¬
nos de la capacidad para solucionar problemas mediante la selección de

89
datos y habilidades relevantes y de su organización apropiada. Cuando la
información es abundante, quizá demasiado, la competencia no se deriva
de ser capaz de generar todavía más, sino de la percepción obtenida al dis¬
poner en formas novedosas lo que ya existe. Esto significa, cada vez más,
conectar series de datos previamente independientes extraídos de diferen¬
tes bancos de datos. Esta noción de competencia puede llegar a definir el
significado de lo «imaginativo». Si esta interpretación es correcta, surgirá
un nuevo cuadro de especialistas como aquellos dedicados a solucionar e
identificar los problemas, a los que nos hemos referido antes.
El efecto que tienen estos desarrollos consiste en difuminar las fronte¬
ras de las organizaciones, crear ambigüedad en cuanto al territorio ade¬
cuado de lo que es interno y lo que es externo. El trabajo de los directo¬
res ejecutivos, además de mantener las responsabilidades anteriores, se
ha desplazado a lo largo de las últimas décadas de gestionar los recursos
internos a gestionar las fronteras. Y su trabajo incluirá de modo creciente
la gestión del ambiente externo. Esto no encuentra demostración más
clara que en el ámbito de la producción de conocimiento. Quienes solu¬
cionan problemas, quienes los identifican y los intermediarios estratégi¬
cos tienen que trabajar constantemente con recursos de conocimiento
mantenidos en otras organizaciones, como universidades, laboratorios gu¬
bernamentales, asesorías y otros negocios. Aunque hay muchas diferen¬
cias, los directores de educación superior empiezan a funcionar de un
modo similar. Tienen que convertirse en socios activos dentro de un jue-
go muy complejo de producción de conocimiento. Un elemento crucial
de ese juego es la habilidad para retroceder y avanzar entre ambientes
que en un momento dado son de colaboración y al siguiente pueden ser
competitivos (véase el capítulo 3).

Nuevas dimensiones del control de calidad

Tal como hemos analizado en el capítulo 1, los sistemas de produc¬


ción del conocimiento científico y tecnológico dependen fuerte e inhe¬
rentemente del control de calidad. Mientras la ciencia fue un mercado
relativamente simple e interno de productos bien conocidos, aunque no¬
vedosos (por ejemplo, los científicos), el control de calidad pudo depen¬
der y ser ejercido principalmente por los miembros de la élite científica,
sobre una base bastante informal. El proceso se iniciaba ya con la educa¬
ción y la selección de los estudiantes, y era controlado posteriormente a
través del reclutamiento por parte de la comunidad científica y por parte

90
de sus élites, gracias a los mecanismos de revisión a cargo de los propios
colegas.
Cuando el mercado se expandió y pasó a depender de la financiación
externa, habitualmente estatal, este proceso informal de revisión por par¬
te de los colegas no se vio sustituido, sino más bien suplantado por for¬
mas más burocráticas de control de calidad, ejercidas a través de comités,
comisiones y diversos procedimientos. Se mantuvo la afirmación de exce¬
lencia científica como el criterio fundamental y avasallador para juzgar el
conocimiento producido y, por tanto, al productor de ese conocimiento.
En consecuencia, esta cadena se convirtió en un mecanismo importante
para proteger la autonomía del sistema de la ciencia a la vista de las de¬
mandas planteadas por el Estado y/o la industria. Se estableció de hecho
una tendencia hacia un procedimiento más rutinario y formalizado tanto
ex ante como expost de la evaluación. Pero, en la práctica, se mantuvo la
dificultad de decidir acerca de las prioridades sobre la base de una clara
distinción entre criterios internos y externos. Ahora ya se admite, en ge¬
neral, que los criterios internos de excelencia científica son necesarios per
se, pero no constituyen un criterio suficiente de selección para establecer
las prioridades de investigación. Ahora hay otros criterios que influyen
sobre el sistema de financiación. Estos exigen, tanto en sí mismos como
en combinación con otros criterios de selección, nuevos procedimientos
para la evaluación. Por tanto, estas formas de evaluación necesitan abar¬
car muchas fases, al menos en principio, desde la producción de conoci¬
miento, pasando por su comercialización, hasta su verdadero rendimien¬
to en los diversos mercados, no todos ellos comerciales, puesto que se
tienen que identificar aquellos puntos estratégicos de intervención que
permitan ejercer el control de calidad e introducir los cambios que se re¬
quieran.

Complejidad tecnológica y volatilidad del mercado

De una forma similar, se necesitan nuevos procedimientos para esta¬


blecer el control de calidad en la tecnología, tanto de los verdaderos pro¬
ductos, como de los procesos mediante los que se han fabricado. El pro¬
blema no es principalmente técnico, o de encontrar la clase de métodos
correctos o establecer los procedimientos adecuados. Se trata más bien
de aprender a manejar la complejidad, de desarrollar procedimientos que
dejen espacio para la planificación experimental y que preserven las
oportunidades para la retroinformación, con objeto de permitir la inter¬
vención a tiempo para cambiar el curso de los acontecimientos, si ello
fuera necesario. Este problema se intensifica debido a la complejidad de
la producción de conocimiento en el modo 2. Por ejemplo, los proyectos
a gran escala dotados de un significativo componente tecnológico o cien¬
tífico, tienen que afrontar evaluaciones más o menos continuas. Así lo ha¬
cen las empresas y los gobiernos implicados en su gestión. El número de
participantes en la producción de conocimiento va en aumento, como ocu¬
rre con el número de «centros» dedicados a abordar un problema con¬
creto. Además, todo el proceso es sensible a los cambios que se producen
inevitablemente en los ambientes social, económico y técnico. El resulta¬
do es volatilidad y una creciente incertidumbre.
Parece haber quedado atrás la época en que la planificación significa¬
ba la puesta en práctica, basada en la investigación de las operaciones, de
una serie de pasos lineales y secuenciales con opciones incluidas y árboles
de defectos. La conceptualización, selección y realización de opciones fu¬
turas se halla imbuida cada vez más de incertidumbres, o sólo se puede
afirmar experimentalmente en el curso de la realización de la investiga¬
ción. Por ejemplo, en el control masivo de las mujeres para detectar el
cáncer de mama, no hay forma de mejorar la efectividad de los procedi¬
mientos de comprobación si no se empieza por alguna parte. Sin embar¬
go, el principio puede no ser muy efectivo, o incluso ser contraproducen¬
te. Se necesitan muchos más acoplamientos sueltos para detectar posibles
errores. Se tiene que introducir una serie de mecanismos de retroinfor-
mación, así como de control constante. La cuestión clave es que todas es¬
tas clases de procesos de control son esencialmente experimentales. La
acumulación de incertidumbre o, por otra parte, de conocimiento contin¬
gente, es de tal calibre que no se puede tener en cuenta en el proceso ini¬
cial de planificación.
La creación de conocimiento cuando se persigue al mismo tiempo la
producción y la evaluación ofrece un buen ejemplo de comercialización
transversa. Bajo estas condiciones se está produciendo una nueva clase de
conocimiento que, una vez creado, tiene una creciente demanda. Aunque
es posible identificar de forma rudimentaria el núcleo de experiencia y
habilidades, buena parte de ese nuevo conocimiento depende necesaria¬
mente mucho del contexto, por lo que probablemente sólo se lo encon¬
trará en ciertas configuraciones. Este nuevo conocimiento es comerciali-
zable. La demanda del mismo demuestra la creciente volatilidad de los
ambientes que surgen tanto dentro de la producción de conocimiento en
el modo 2, como fuera de ella, en otros mercados, comerciales o políti¬
cos. La volatilidad de los mercados puede asumir ciertas formas caracte¬
rísticas y hallarse sujeta, por ejemplo, a modas y manías, pero la volatili-

92
dad del ambiente, en general, es más un resultado de procesos vinculados
a la internacionalización y globalización por un lado, y a las tensiones y
desequilibrios inherentes en la producción de conocimiento del modo 2
por el otro. Si, por ejemplo, no se controla la competencia mediante
acuerdos que permitan e incluso fomenten la cooperación, la situación no
hace sino aumentar la volatilidad de los ambientes y producir la clase de
desmoronamiento que aparece como una amenaza en la actual discusión
sobre la escasa contribución de Japón a la ciencia básica. Si Japón no jue¬
ga un papel más activo en la generación de la ciencia básica del mundo
(es decir, si no demuestra más colaboración), algunas naciones pueden
verse obligadas a comportarse de un modo más aislacionista (es decir,
más competitivo) y negar a su vez el acceso a los resultados de la investi¬
gación apoyada públicamente. Cuando la investigación se produce cada
vez más a nivel global, esta clase de discusiones no hacen sino aumentar
la volatilidad del ambiente. El resultado inevitable es una disminución
neta en la producción de conocimiento que hace más lento a su vez el rit¬
mo de la innovación.

Producción de conocimiento en foros híbridos

El papel jugado por las controversias públicas tiene un interés parti¬


cular por lo que se refiere a la generación de mercados para los conoci¬
mientos y las experiencias novedosas. Las controversias públicas crean
lugares de encuentro para la discusión. Debido a que son muchos y muy
diversos los actores implicados, estos lugares de encuentro se pueden
considerar como foros híbridos. Frecuentemente, las controversias con¬
ducen al establecimiento de investigaciones sobre cuestiones de política
pública, regulación y toda una serie de otros temas sociales y éticos. Se
reúne el nuevo conocimiento, una parte del cual se basa en los resultados
de desarrollos científicos y tecnológicos anteriores que se han convertido
gradualmente en una causa de preocupación pública. Por ejemplo, las
nuevas formas de conocimiento, como el análisis de riesgos, la valoración
de la tecnología o el crecimiento de diversas especialidades en la ciencia
medioambiental, son respuestas a la preocupación pública por la seguri¬
dad de edificios altos, a los efectos adversos del tráfico o a los efectos del
calentamiento global de la tierra. Gracias a estas controversias, se desa¬
rrollan mercados para tecnologías alternativas y se establecen centros de
atención para nuevas agendas de investigación (Cambrosio et al, 1992).
En estos foros híbridos no sólo existe una demanda de más conocimien¬
to, sino también, como ya hemos indicado, una especificación de las con-

93
ediciones bajo las que se llevará a cabo y cómo será evaluado. La produc-
ción de conocimiento en el modo 2 contiene, como un elemento intrínse¬
co, una estructura lo bastante abierta como para acomodar estas crecientes
demandas de responsabilidad social. El conocimiento en ciertos ámbitos,
y particularmente en aquellos relacionados con los temas medioambien¬
tales y la elección entre opciones tecnológicas, se produce en estrecha
asociación con las demandas de participación pública en la toma de deci-
siones a nivel internacional, nacional y local. La competencia por la expe-
riencia socialmente distribuida en estos foros híbridos diversifica y ex¬
pande por lo tanto su mercado.
El papel jugado por las controversias y por la creación de foros híbri¬
dos también se puede reinterpretar a la luz del aumento más general de la
incertidumbre y la volatilidad del ambiente. Allí donde deja de funcionar
la clase de procesos de planificación experimental descritos anteriormente,
o donde estos no logran la aceptación social, pueden brotar controversias
públicas. Estas son, por lo tanto, una respuesta a lo que ya ha ocurrido,
pero también, en parte, procesos de aprendizaje a largo plazo basados en
el experimento y la aplicación social.

Escala, alcance y el nuevo modo de producción


de conocimiento

Ahora es posible presentar una visión general del proceso de produc¬


ción de conocimiento. En primer lugar, tanto el conocimiento como los
lugares de sus posibles aplicaciones experimentan un aumento a través
de un proceso en el que se está difundiendo un nuevo modo de produc¬
ción del mismo, el modo 2. La producción de conocimiento en el modo 2
se caracteriza por una más estrecha interacción entre los modos científi¬
co, tecnológico e industrial de producción de conocimiento, por el surgi¬
miento de agrupamientos más o menos transitorios de expertos, agrupa¬
dos a menudo alrededor de grandes proyectos de diversas clases, y por la
ampliación de los criterios de control de calidad, así como por el aumen¬
to de la responsabilidad social. En segundo lugar, la producción de cono¬
cimiento en el modo 2 se ve emparejada, por el lado de la demanda, por
el crecimiento de nichos de mercado para el conocimiento especializado.
Este conocimiento se obtiene mediante la configuración y reconfigura¬
ción creativa de la competencia para satisfacer las sofisticadas necesida¬
des de los consumidores. Aunque esta descripción no se aplique a empre¬
sas enteras, sobre todo si son grandes empresas que fabrican numerosos

9 4
productos, caracteriza las actividades relacionadas con la investigación
que se lleva a cabo en ellas. También ayuda a explicar la creciente intensi-
dad de la competencia. Y ese es precisamente el tercer elemento. La difu¬
sión de la producción de conocimiento en el modo 2 por un lado, y la di¬
ferenciación del mercado por el otro lado, está siendo impulsada por la
intensificación de la competencia internacional. Esta competencia diná¬
mica no se limita a reasignar los recursos existentes, sino que, a través de
la experimentación, trata de descubrir configuraciones de conocimiento
que permitan obtener una ventaja comercial y que ésta pueda conseguirse
de una forma recurrente. Dentro de este proceso se crea nuevo conoci¬
miento que proporciona la base para el siguiente conjunto de avances. La
competencia dinámica es, en sí misma, una respuesta por parte de las na¬
ciones industriales avanzadas a la recuperación económica de muchos paí¬
ses desde el final de la Segunda Guerra Mundial; una respuesta a la difu¬
sión de las tecnologías de producción en masa basadas en economías de
escala en un creciente número de países industrializados, y también una
respuesta a la globalización de la competencia en la investigación y el de¬
sarrollo. Como resultado de todo ello, el lugar de la producción de valor
añadido se ha desplazado a aquellas partes del proceso que exigen un co¬
nocimiento especializado que no se puede replicar fácilmente. Del mismo
modo que el laboratorio científico fue la forma organizativa que alimentó
las ideas y los inventos a través de los filtros de las economías de escala
hasta llegar a las tecnologías de la producción en masa, también los agru-
pamientos transitorios de investigadores del modo 2 producen de forma
creciente el conocimiento especializado que, a través de las economías de
alcance, terminará por caracterizar a las industrias del conocimiento del
futuro.

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96
3. Masificación de la investigación
y de la educación

Resumen

Después de la Segunda Guerra Mundial, todos los países industrializa¬


dos han experimentado un rápido crecimiento en el desarrollo de una
educación superior masificada. En este capítulo exploramos algunas de las
características más sobresalientes que ha asumido el alto nivel de participa¬
ción en la educación secundaria y superior formal, y algunas de las conse¬
cuencias que ello ha tenido para los sistemas de educación superior. Se han
observado otros cambios en el carácter y en las aspiraciones del cuerpo es¬
tudiantil, en el curriculum, en los modos de gobernación, en las relaciones
entre estudiantes y profesores, en las formas de financiación y en las rela¬
ciones de las universidades con otras instituciones de la sociedad. Además,
la expansión de la educación superior masificada ha empezado a afectar a
muchas otras instituciones de la sociedad, contribuyendo a realizar el tra¬
bajo básico para una mayor difusión a lo largo de toda la sociedad, espe¬
cialmente del conocimiento y de las habilidades técnicas y científicas. La
educación superior masificada también ha creado un creciente mercado
para nuevos productos comerciales, además de apuntalar la amplia distri¬
bución de la iniciativa y la innovación en la economía. Otro efecto ha sido
el de la creación de un mercado para la educación continua, y un aumento
de la capacidad de la fuerza laboral para responder al rápido cambio tec¬
nológico.
El crecimiento de las pautas de masificación en la investigación se pare¬
ce y difiere a un tiempo del que ha ocurrido en la educación. La mayor
parte de la investigación sigue siendo considerada como una actividad de
élite, aunque sea llevada a cabo por gran número de personas, y exija una
socialización intensa en una disciplina académica. Pero las nuevas pautas
de investigación en el modo 2 que emergen en y junto a las universidades,
se hallan relacionadas con el proceso de masificación de la educación supe¬
rior y son un vastago de la misma. Suponen el establecimiento de estrechas

97
relaciones de trabajo entre personas situadas en instituciones diferentes, e
incluye típicamente a personas relacionadas con el mundo de los negocios,
a abogados especializados en el derecho de patentes, a ingenieros de pro¬
ducción y otros especialistas situados fuera de la universidad. La investiga¬
ción en el modo 2 también exige diferentes pautas de financiación para la
investigación tradicional basada en la disciplina. A la zaga de todos estos
desarrollos, ha surgido toda una serie de nuevas disposiciones instituciona¬
les, que vinculan de diferentes formas al gobierno, la industria, las universi¬
dades y los grupos privados de asesoramiento. La investigación tradicional,
basada en la universidad, se ha visto amenazada de forma notable por la in¬
vasión de la industria y por la mentalidad de generación de beneficios.
En la sección principal de este capítulo, identificamos diez cambios que
han acompañado a la masificación de la educación superior. Empiezan con
una diversificación de funciones de la universidad, que puede ir desde la
investigación más especializada hasta la clase de formación más utilitaria.
Como consecuencia de ello, la distinción entre el núcleo de la institución y
la periferia es ahora menos clara. Lo que también ha cambiado espectacu¬
larmente es el perfil social de las poblaciones estudiantiles. En las ciencias
humanas y sociales, este cambio ha tenido una influencia a veces poderosa
sobre la reconfiguración del contenido intelectual de los currículos. Los
sistemas de educación superior también han mostrado tendencia a no verse
ya dominados por las artes y las ciencias, temas a los que se ha superpuesto
la educación para las profesiones y para la formación profesional. Al mis¬
mo tiempo, sin embargo, las instituciones de educación superior se han in¬
clinado hacia la investigación en su orientación básica, aumentando aún
más las tensiones ya existentes entre enseñanza e investigación. Pero, junto
al creciente puesto destacado que ocupa la investigación, ha tenido lugar
un cambio igualmente importante. El énfasis se ha alejado de la investiga¬
ción libre para centrarse más en la solución de problemas y, más en general,
en la dirección de la investigación orientada hacia los problemas. También
se ha producido un extendido declive que ha pasado desde la producción
primaria de datos e ideas a las reconfiguraciones de datos y aportes capaces
de producir nuevos resultados. Otro cambio se refiere a la ampliación de la
responsabilidad. Los profesores universitarios ya no disfrutan de un alto
estatus, y las universidades forman parte de una red más grande y densa de
instituciones de conocimiento, que se extiende hasta la industria, el gobier¬
no y los medios de comunicación. Una cuestión abierta se refiere al futuro
papel de la tecnología en la enseñanza, es decir, hasta qué punto se llevará
a cabo la enseñanza también a larga distancia, a través de los ordenadores,
los vídeos y la televisión. En último término, aunque no por ello menos im¬
portante, observamos un cambio decisivo hacia fuentes múltiples de finan¬
ciación para la educación superior, cuyas consecuencias pueden seguir va-

98
rias direcciones diferentes. El último de los diez cambios se relaciona con el
desarrollo organizativo de la universidad moderna. Las facultades, por ejem¬
plo, se han convertido en grandes centros administrativos, antes que inte¬
lectuales, mientras que la verdadera unidad académica se encuentra ahora
en el curso o en el equipo de investigación. La especialización ha llevado a
las universidades a abandonar la mayoría de las aspiraciones morales y cul¬
turales que trascienden la acumulación de la experiencia intelectual y pro¬
fesional. Aquí exploramos las consecuencias de estos cambios para el acce¬
so masivo a la educación superior.
Las nuevas disposiciones institucionales de las instituciones de enseñan¬
za superior y los nuevos lugares de producción de conocimiento en lo que
ha dado en llamarse la universidad ampliada, han conducido a la adopción
de modelos de gestión más efectivos. En ellos, y a diferencia de lo que su¬
cedía en las antiguas universidades, la planificación estratégica ya no se ve
inhibida por el gobierno colegial, ni por decisiones duras ofuscadas por la
necesidad de asegurarse un consenso. Estas disposiciones también prome¬
ten una mayor flexibilidad en las respuestas. Este rechazo parcial de la co-
legialidad ha inducido a la universidad a acercarse más a un modelo de
gestión similar al de la gran empresa. Las grandes empresas privadas han
adoptado a su vez algunos de los principios de la colegialidad. Sin embar¬
go, la actual revolución de la gestión que se está produciendo en la univer¬
sidad forma parte de una paradoja. Precisamente cuando la universidad se
ha convertido en una institución centrípeta más eficiente, el conocimiento
producido por la misma se ha hecho más incoherente y centrífugo. La de¬
sintegración y la reorganización de la producción de conocimiento dentro
de la universidad puede adoptar varias formas, también contradictorias, que
exploraremos más adelante.
Así pues, la educación superior continúa su transformación, impulsada
por cambios en la producción del conocimiento y en las pautas de disemi¬
nación. La masificación de la educación superior también forma la base a
partir de la cual pueden surgir industrias del conocimiento, en contraste
con las industrias basadas en el conocimiento. Para esta clase de nuevas in¬
dustrias el conocimiento es el artículo con el que comercian. El sistema de
la educación superior proporciona un flujo continuo de personal formado
para la industria, aumenta el nivel general de familiaridad con la ciencia y
la tecnología a lo largo y ancho de la sociedad. El resultado es una multipli¬
cación del número de lugares donde la investigación se ha convertido en
una actividad reconocible y profesional. Este proceso, sin embargo, lleva
consigo su propia inestabilidad. Muchos graduados continúan desarrollan¬
do habilidades especializadas fuera de las universidades y se encuentran
ahora en posición de comprender lo que están haciendo los investigadores
universitarios. En el futuro, las universidades abarcarán sólo una parte del

99
sector que produce el conocimiento, y ya no se encontrarán en una posi¬
ción lo bastante fuerte como para determinar lo que debe considerarse
como excelente.
Con la intensificación de la competencia económica internacional, au¬
mentan las preocupaciones acerca de si se obtiene suficiente beneficio eco¬
nómico de la investigación universitaria, lo que se ve a menudo como una
cuestión de transferencia de tecnología. Actualmente se multiplican los me¬
canismos de transferencia, se desarrollan rápidamente los programas de
vinculación entre las universidades y la industria, crece el patrocinio indus¬
trial de la investigación, y las universidades participan de un modo creciente
en el desarrollo regional. En la producción de conocimiento en el modo 2,
también cambia la naturaleza de la transferencia de tecnología, de tal modo
que la vieja visión de una transferencia lineal se está viendo sustituida por
una noción más interactiva. Si el intercambio de tecnología pasa de la peri¬
feria de la universidad a su centro, es muy probable que genere una serie
de cambios significativos, que exploramos brevemente hacia el final del ca¬
pítulo.

El desarrollo de la educación superior masificada en las sociedades in¬


dustriales modernas después de la Segunda Guerra Mundial, mostró un
rápido crecimiento de matriculaciones, tanto en números absolutos como
en la proporción del tradicional grado de edad. Eso se vio precedido o
acompañado por un gran incremento en el número de alumnos jóvenes,
procedente primero de la clase media y después de la clase media baja y
de la clase obrera, a los que se permitió e incluso se animó a continuar
sus estudios secundarios después de haber alcanzado la edad de transfe¬
rencia al sector productivo. Eso exigió, en casi todas partes, introducir
una reforma de la educación secundaria, y crear una escuela secundaria
global en lugar, o junto a las escuelas secundarias tradicionales de élite.
Una creciente fracción de esta población nueva tuvo la oportunidad o se
vio motivada para calificarse, con el propósito de ingresar en alguna for¬
ma de educación superior, ya fuera pasando los exámenes de ingreso
(como por ejemplo los exámenes de nivel A en el Reino Unido), o bien
obteniendo el requisito del certificado de aprobación escolar (como por
ejemplo el baccalaureat en Francia).
Por detrás de este gran aumento de la participación en la educación
secundaria y superior formales, hubo una serie de fuerzas más o menos
independientes: la democratización de la política y de la sociedad que si¬
guió a la Segunda Guerra Mundial; el crecimiento "del sector púbüco, que
exigió más trabajadores de cuello blanco y graduados universitarios; una
creciente economía industrial que empleó a trabajadores más altamente

100
capacitados y educados; la difundida convicción de que el fomento del
desarrollo económico dependía de la mano de obra educada, y especial¬
mente de los científicos e ingenieros; y, finalmente, el atractivo mismo de
la educación como un importante elemento del nuevo estado del bienes¬
tar, que mantiene y legitima a las sociedades democráticas.
El crecimiento en el número de estudiantes que buscan una educación
de tipo universitario tuvo una serie de consecuencias para los sistemas de
educación superior. En primer lugar, se produjo un crecimiento en las
viejas universidades de élite; vino a continuación la creación de nuevas
universidades para atender la creciente demanda; se produjo después la
expansión de formas no universitarias de educación postsecundaria que
ofrecían titulaciones diferentes, o incluso ninguna titulación, y finalmente
se produjo la asimilación de los nuevos sectores dentro del sistema que
concedía las titulaciones, así como la inclusión, tanto en las viejas como
en las nuevas universidades, de nuevas facultades y departamentos que
representaban asignaturas anteriormente excluidas de las mismas, prepa¬
rando así a los estudiantes para nuevas profesiones o semiprofesiones.
Todo esto supuso cambios en el carácter y en las aspiraciones del cuer¬
po estudiantil, en el curriculum, en los modos de gobernación, en la rela¬
ción entre estudiantes y profesores, en las formas de financiación y en las
relaciones de las universidades con otras instituciones de la sociedad. Du¬
rante este período, todas las formas de educación superior admitieron a
más estudiantes de primera generación procedentes de los estratos socia¬
les más bajos, muchos de los cuales fueron estudiantes de edad madura,
que permanecieron más tiempo en las instituciones, preparándose para
algo más que para desempeñar el viejo puesto de funcionario o las anti¬
guas profesiones; se trató a menudo de estudiantes casados, con trabajos
en el exterior y con menores expectativas de que una titulación pudiera
garantizarles el derecho a asegurarse una carrera profesional. Después de
alguna resistencia, el curriculum empezó a reflejar este cambio de natura¬
leza en el cuerpo estudiantil y en sus intereses culturales y ocupacionales.
Mientras tanto, las formas más antiguas de la élite de la educación supe¬
rior sobrevivieron junto con las más recientes formas masificadas, ya fue¬
ra en asignaturas de élite, en la medicina, el derecho, las lenguas clásicas,
los seminarios avanzados o los estudios de postgrado.
Las nuevas instituciones de educación superior masificada han empe¬
zado a afectar a todas las demás instituciones de la sociedad, tanto al crear
grandes poblaciones de científicos e ingenieros que se han distribuido a
lo largo de la economía y han empezado a desempeñar trabajos antigua¬
mente realizados por técnicos, como al producir un creciente número de

101
graduados no técnicos que transforman los puestos de trabajo antigua¬
mente ocupados por no graduados. La educación superior masificada tam¬
bién ha creado un creciente mercado para nuevos productos culturales
de todo tipo, y una población votante preparada para apoyar la posterior
expansión de la propia educación superior y de aquellos aspectos del es¬
tado del bienestar que emplean a sus graduados y sirven a sus intereses.
El sistema de la educación superior también ha apuntalado una más am¬
plia distribución de iniciativas e innovaciones en la economía en diversos
países, pero particularmente en Estados Unidos, lo que ha permitido el
crecimiento explosivo de pequeñas industrias de servicios y de alta tec¬
nología.
Entre los efectos más significativos de la educación superior masifica-
da, que tiene una importancia especial para la distribución del conoci¬
miento, se encuentra el gran aumento que se ha producido en el mercado
de la educación continua, lo que ha conducido al surgimiento de una so¬
ciedad de la enseñanza, en la que es posible estudiar durante toda la vida,
así como asistir a cursos de formación y reformación, que una gran parte
de la población percibe ya como garantizada. Esta predisposición para
aprender, aumenta mucho la capacidad de una fuerza laboral para res¬
ponder al rápido cambio tecnológico y es al menos tan importante como
las innovaciones que lo apoyan, o como los mercados competitivos que lo
impulsan. En este sentido, al menos, se ha comprendido la lección de la
historia; una fuerza laboral de artesanos organizados alrededor de hábi¬
tos y habilidades tradicionales es el enemigo del cambio tecnológico, del
mismo modo que la educación continua es su amigo.
En las sociedades industriales avanzadas, la educación y la formación
tienen la tarea paradójica de preparar a la gente para desempeñar traba¬
jos difíciles de forma competente, al mismo tiempo que induce a las per¬
sonas a aceptar que tendrán que cambiar sus trabajos y habilidades con
rapidez y frecuencia. Eso les exige poseer no sólo la formación y las habi¬
lidades y hábitos adecuados, sino también que se les inculquen actitudes
sociales positivas hacia el cambio. Podemos ver claramente ambas cosas
en sectores de la población que no los poseen, como por ejemplo los obre¬
ros de las industrias pesadas tradicionales, o los mineros, que se han enor¬
gullecido de sus habilidades en una ocupación de clase obrera valorada,
que se mantiene durante toda la vida. Esos obreros, muchos de los cuales
se encuentran ahora en las listas de parados de larga duración, han sido
las verdaderas víctimas del rápido cambio social, como lo han sido sus
comunidades ocupacipnales. La moderna educación superior masificada
enseña a la gente a no entregarse demasiado estrechamente a una sola ocu-

102
pación o conjunto de habilidades. Prepara a las personas para la probabi¬
lidad de que ambas cosas puedan cambiar con frecuencia, y les enseña
que deben viajar con rapidez. Para hacerlo, se tiene que poseer ilustra¬
ción, tanto en las habilidades como en las actitudes. La única habilidad
que no se queda obsoleta es la de aprender nuevas habilidades. Esta di¬
námica de la educación superior debilita muchos lazos sociales y vínculos
institucionales que, si no cambian, dificultarán la movilidad social, ocu-
pacional y geográfica. Pero esos cambios también han debilitado los lazos
familiares, con consecuencias todavía no desveladas para la estructura ca-
racteriológica de la segunda generación de hombres y mujeres postindus¬
triales.
El crecimiento de las pautas de masificación en la investigación se pa¬
rece y difiere a la vez de las existentes en la educación. Para empezar, la
investigación es, de forma inherente, una actividad de élite, incluso cuan¬
do la lleva a cabo un gran número de personas. Es realizada en su mayor
parte por personas que han tenido una educación superior de élite, al
menos en sus estudios de postgraduado. En el pasado, el reconocimiento
de la competencia para investigar surgió a partir de una intensa socializa¬
ción en una disciplina académica. La mayor parte de la investigación si¬
gue conservando su carácter, pero las nuevas pautas de investigación en
el modo 2, que surgen en y junto a las universidades, se hallan relaciona¬
das ahora con la masificación de la educación superior y son un resultado
de la misma. Estas nuevas formas de investigación suponen estrechar las
relaciones de trabajo entre personas situadas en diferentes instituciones,
no todas las cuales necesitan ser investigadores. Se producen, por tanto,
frecuentes interacciones entre científicos investigadores que trabajan en
la universidad y personas relacionadas con el mundo de los negocios, con
capitalistas de empresas de vanguardia, con abogados especializados en
el derecho de patentes, con ingenieros de producción y también con inge¬
nieros y científicos de investigación que trabajan fuera de la universidad.
La misma investigación forma parte, con mayor probabilidad, de un
programa nacional dirigido hacia la consecución de algún objetivo socio-
técnico, que puede haber surgido originalmente a partir de una línea de
investigación académica. En consecuencia, es muy probable que sea sen¬
sible a sus posibilidades comerciales, y puede verse iniciada o desarrolla¬
da a partir de la toma de conciencia de tales posibilidades. Quizá no se
informe de la misma de una forma tradicional, a través de conferencias y
publicaciones científicas, y quede confinada a informes que sólo circulan
entre los patrocinadores comerciales; puede suponer el tener que com¬
partir instalaciones y tecnología de tipo académico e industrial; es muy

103
probable que sea transdisciplinar y que sea realizada por personas de le¬
altades disciplinares e institucionales ambivalentes.
Este estilo de investigación tiene consecuencias visibles para el conjun¬
to de la sociedad y plantea problemas éticos y políticos que exigen a su
vez la intervención de personas con formación o sensibilidad especial ha¬
cia estos temas, tanto en la generación de los programas de investigación
como en su evaluación. Como consecuencia de ello, los científicos socia¬
les participan cada vez más y de forma directa en los equipos de investi¬
gación. La investigación en el modo 2 exige pautas de financiación dife¬
rentes a las que se aplican en la investigación tradicional basada en la
disciplina. Depende menos de la financiación del gobierno central o de
fundaciones sin ánimo de lucro, y bastante más de las empresas, indus¬
trias y grupos de presión social directamente implicados, aunque el go¬
bierno central puede añadir su dinero al de las universidades y la indus¬
tria privada en el caso de que quiera fomentar la investigación en ámbitos
específicos.
La conducta de la investigación en el contexto de aplicación, así como
su naturaleza de distribución significan que la ciencia contemporánea no
puede permanecer fácilmente encerrada en los confines de los departa¬
mentos universitarios o de los centros académicos. Esto está conduciendo
al surgimiento de toda una serie de nuevas disposiciones institucionales,
que vinculan de formas diferentes al gobierno, la industria, las universida¬
des y los grupos privados de asesoramiento. La tradición de la inves¬
tigación basada en la universidad se ve amenazada por la invasión de la in¬
dustria y por la mentalidad y los valores de ésta, tendentes a la obtención
de beneficios. Por otro lado, los investigadores situados en países con tra¬
diciones de investigación no universitaria experimentan la necesidad de
vincular más estrechamente sus instituciones investigadoras con las univer¬
sidades, para estar más abiertos a la innovación y a la competencia intelec¬
tual. El movimiento que se ha producido en la investigación, que ha pasado
desde la universidad a otras formas de organización en las que la universi¬
dad sólo es otro participante más, encuentra un paralelismo en la forma¬
ción académica. Al margen de las instituciones educativas establecidas se
ha desarrollado una industria del conocimiento que mueve miles de millo¬
nes de dólares, respondiendo así de modo más directo y con frecuencia
más efectivo a las necesidades de la industria y del mercado de trabajo.
Eso está conduciendo a la erosión del monopolio del que han disfrutado
las universidades a la hora de ofrecer formación académica y de otorgar ti¬
tulaciones educativas que constituyan una buena moneda de cambio en el
sector privado.

104
Pautas de masificación en la educación superior

Actualmente está en marcha una profunda transformación de la pro¬


ducción de conocimiento tanto dentro como fuera de las universidades,
que depende y contribuye a un mismo tiempo a la masificación progresi¬
va de la educación superior. En esta sección identificaremos los principa¬
les elementos de esa transformación, con la intención de destacar cómo
afectan probablemente a la producción de conocimiento, no sólo en las
ciencias y la tecnología, sino también en las ciencias sociales y las huma¬
nidades. La masificación de la educación superior, que se ha producido
en la mayoría de los países industrializados, se ha visto acompañada por
diez cambios.

Diez cambios

Diversificación defunciones. En la mayoría de los sistemas de educa¬


ción superior, la educación subgraduada y la formación postgraduada se
han hecho comparativamente menos importantes, a medida que se han
destacado otras actividades, como el estudio a tiempo parcial y la educa¬
ción continua de profesionales maduros. Las universidades atienden cada
vez más a una creciente variedad de funciones, que van desde la investiga¬
ción más abstracta hasta la fuerza de formación más utilitaria. El resultado
ha sido que la distinción entre el núcleo de una institución y su periferia
se ha hecho menos clara. Algunas funciones y actividades tradicionales,
como las asociaciones de estudiantes y sus actividades culturales, se en¬
cuentran situadas ahora más en la periferia que en el núcleo. La misión to¬
tal de la educación superior se ha hecho más borrosa y diversa, más difícil
de definir y defender.

Perfl social de las poblaciones estudiantiles. Los estudiantes ya no son


predominantemente varones, y no proceden tampoco, mayoritariamente,
de las clases medias altas y profesionales, del mismo modo que tampoco
están destinados a ocupar puestos de élite en la sociedad y la economía.
En lugar de eso, proceden ahora de una base social mucho más amplia, el
equilibrio entre los sexos es más igualitario, y la mayoría de los graduados
pasan a ocupar ahora no puestos de liderazgo, sino que se unen al vasto
cuadro asalariado de mandos intermedios de los servicios públicos y de
las grandes empresas privadas. A medida que la educación superior se
convierte en una experiencia más común, los estudiantes se alejan con
menor frecuencia de sus familias y hogares. En lugar de eso, se quedan a

105
menudo donde están, y enriquecen sus vidas en sus propias comunidades,
en lugar de servir de refresco a las élites metropolitanas. El mayor equili¬
brio existente entre mujeres y hombres, combinado con el crecimiento
del feminismo, ha ejercido una poderosa influencia en la reconfiguración
de los perfiles intelectuales de muchas personas, especialmente en las
ciencias humanas y sociales. Esto constituye un buen ejemplo de cómo el
cambiante perfil social de la educación superior tiene efectos radicales
sobre lo que sus miembros piensan que vale la pena estudiar y enseñar.
La democratización en cuanto a los orígenes y los destinos de los gradua¬
dos también significa que las habilidades nucleares y los valores liberales
de la educación superior están siendo reinterpretados de formas diferen¬
tes por parte de grupos que aportan a la universidad las corrientes y
conflictos culturales y políticos del conjunto de la sociedad. A medida
que la producción de conocimiento se aleja de la universidad, para acer¬
carse al conjunto de la sociedad, penetra en los diversos valores de ésta.
Estas dos tendencias hacen cada vez más borrosas las fronteras de la
universidad.

Educación para las profesiones. Los sistemas modernos de educación


superior ya no se ven dominados por las artes y las ciencias. A estos te¬
mas nucleares se les han superpuesto las capas de la educación profesio¬
nal, primero por parte de las profesiones liberales, luego por parte de las
profesiones técnicas, y principalmente de las numerosas ramas de la inge¬
niería y de las ciencias técnicas que acompañaron a las sucesivas oleadas
de industrialización, incluida la última oleada de las ciencias de la infor-
mación; llegaron después las profesiones asistenciales, estimuladas por el
crecimiento del estado del bienestar, y más recientemente por el nuevo
impulso de las profesiones empresariales, centradas en los negocios, la di¬
rección y la contabilidad. La siguiente oleada bien puede ser la de las
ciencias medioambientales. Los efectos intelectuales del cambio de la
educación liberal a la formación profesional se han observado a menudo,
pero es posible que sus efectos acumulativos sólo empiecen a ser decisi¬
vos ahora en la reconfiguración de la educación superior.

Tensiones entre enseñanza e investigación. Paradójicamente, y aunque


la educación superior se ha movido hacia un sistema masificado de ense¬
ñanza de gran número de estudiantes, su orientación fundamental se ha
inclinado hacia la investigación. Se considera que el producto de las insti¬
tuciones de élite es el conocimiento, en forma de publicaciones científicas
y de instrumentos tecnológicos, antes que en el modo de formar a las

106
mentes jóvenes. La mayoría de profesores, incluso los pertenecientes a
instituciones que no forman parte de la élite, han reconfigurado en con¬
secuencia sus ambiciones profesionales. La aceleración de la producción
de conocimiento en la empresa investigadora sirve para destacar el carác¬
ter provisional de todo conocimiento. Resulta cada vez más difícil mante¬
ner un curriculum subgraduado coherente, lo que debilita aún más la
preocupación tradicional de las universidades por aportar mentes debi¬
damente formadas a la sociedad.

Crecimiento de la investigación orientada hacia los problemas. Junto a


la creciente importancia de la investigación, se ha producido un cambio
igualmente importante en cuanto a su carácter. Se ve cada vez menos im¬
pulsada por la curiosidad, y está cada vez menos financiada por presu¬
puestos generales que la educación superior pueda gastar libremente
como quiera; se desarrolla más y más en forma de programas específicos,
financiados por instituciones externas con propósitos definidos. Este
cambio también se ve reflejado en un cambio de la visión de la investiga¬
ción universitaria. El énfasis se ha alejado de la investigación libre, para
centrarse en la solución de problemas, prestando quizá muy poca aten¬
ción a la definición y articulación de los problemas. También se ve refle¬
jado en una cambiante economía de la investigación; los proyectos se ven
limitados por especificaciones de un equipo tecnológico cada vez más
caro, así como por las habilidades especializadas de los investigadores.
Resulta difícil obtener apoyo para una investigación que no sea conscien¬
te de los costes, lo que conduce a una racionalización del empleo de equi¬
po y personal. El resultado es una restricción, tanto actual como intelec¬
tual, impuesta sobre las posibilidades de investigación, y que supone su
concentración sólo en ciertos lugares.

Declive de la producción de conocimiento primario. En muchos campos


de la investigación, el énfasis se ha desplazado desde la producción pri¬
maria de datos e ideas a su configuración en pautas novedosas y a su dise¬
minación hacia diferentes contextos. Una razón que explica este fenóme¬
no es que la investigación primaria se ha hecho muy cara porque exige
acceso a equipo sofisticado y a un personal muy experto. En las ciencias
sociales y las humanidades se ha producido un alejamiento de las mono¬
grafías, que son más costosas, para acercarse más a las obras de síntesis,
más fáciles de producir. Otra razón que lo explica es que las avanzadas
tecnologías de la información permiten que los resultados de la investiga¬
ción sean accesibles y ubicuos con mayor rapidez. Los investigadores ac-

107
tivos ya no necesitan agruparse físicamente en los lugares de producción
del conocimiento primario. Finalmente, la reconfiguración del nuevo co¬
nocimiento puede ser, desde el punto de vista intelectual, un proceso tan
excitante como la producción primaria.

Ampliación de la responsabilidad. Otro cambio en la educación supe¬


rior es que ha pasado de estar dirigida hacia el interior a estar dirigida ha¬
cia el exterior, no en el sentido de la célebre caracterización que hizo Da-
vid Rieseman del Estados Unidos de la postguerra, sino en relación con
la autoimagen de las universidades como instituciones autónomas. En
buena medida, se percibieron a sí mismas como instituciones autoconte-
nidas y autoreferenciales. Esta visión todavía se ve reflejada en ciertas
prácticas, como la revisión por parte de los colegas y la posesión vitalicia
del puesto académico. Los profesores universitarios disfrutaron en otro
tiempo de un alto estatus social. En la actualidad, la educación superior
aparece bajo una luz diferente. Las universidades forman parte de una
red de instituciones de conocimiento que es mucho más amplia y densa, y
que se extiende hasta la industria, el gobierno y los medios de comunica¬
ción. Han visto reducidas tanto su autonomía como su posición de mo¬
nopolio. Eso se ve reflejado en la disminución del estatus social de los
profesores de educación superior, así como en sus relaciones con otros
grupos profesionales y con el mercado. El conocimiento se genera ahora
a través de la sociedad, antes que en instituciones autocontenidas.

Tecnología para la enseñanza. A los antiguos estudiantes se les enseña¬


ba en aulas y laboratorios, con el profesor delante y formando, idealmen¬
te, pequeños grupos. En el futuro, es muy probable que se les enseñe
también mediante ordenadores, vídeos, televisión y a distancia. Un resul¬
tado de ello bien pudiera ser que la educación subgraduada se transfor¬
me, para mejorar, si la nueva tecnología estimula el aprendizaje indepen¬
diente, y para empeorar si crea un ambiente alienado y antihumano, o
conduce a formas mecánicas de aprendizaje. Otro resultado puede ser el
de debilitar aún más los ya de por sí débiles vínculos entre enseñanza e
investigación. La enseñanza y la investigación pueden darse en lugares di¬
ferentes, y ser financiadas desde fuentes separadas. Intelectualmente,
pueden crecer separadamente debido a que la enseñanza asistida por la
tecnología necesita estar altamente estructurada, mientras que la investi¬
gación se ocupará cada vez más de un conocimiento indeterminado.

fuentes múltiples de financiación para la educación superior. Aunque el


Estado sigue siendo la fuente predominante de financiación de la educa-

108
ción superior en la mayoría de los países altamente industrializados, lo
más probable es que la financiación a base de subsidios en bloque se vea •
sustituida por un enfoque dirigido más hacia la consecución de objetivos
concretos, especialmente en la investigación y en la educación subgradua-
da, mediante la asignación de mecanismos que imiten al mercado. Al mis¬
mo tiempo, los ingresos no estatales serán cada vez más importantes, y
será el propio Estado el que fomente ese cambio. Estos cambios en las
pautas de financiación tendrán como resultado importantes consecuen¬
cias intelectuales que reforzarán la separación entre investigación y for¬
mación. El objetivo de la financiación de la investigación conducirá pro¬
bablemente a una investigación más orientada hacia el cumplimiento de
misiones. Por otro lado, el mayor pluralismo de la financiación también
contribuirá a crear una mayor diversidad intelectual, contrarrestando
quizá otras tendencias prevalecientes.

La eficiencia y el ethos burocrático. El ultimo de los diez cambios en la


educación superior es el menos tangible, pero quizá sea el más importan¬
te. Tiene dos aspectos. El primero de ellos es el proceso fácilmente com¬
prensible de la especialización y la fragmentación que ha acompañado
hasta ahora a la división y subdivisión del conocimiento. Este fenómeno
cognitivo ha marcado el desarrollo organizativo de la universidad moder¬
na. Las facultades se han convertido en categorías organizativas, antes
que intelectuales; incluso los departamentos se ven como grandes unida¬
des administrativas, en lugar de como centros intelectuales. La verdadera
unidad académica es ahora el curso o el equipo de investigación. El se¬
gundo aspecto se relaciona con la presión de una especialización implaca¬
ble, que ha conducido a las universidades a abandonar la mayoría de las
aspiraciones morales y culturales que trasciendan a la acumulación de ex¬
periencia intelectual y profesional.

Consecuencias para el acceso masivo

Tomados en conjunto, estos diez cambios estimularán probablemente


una mayor demanda de acceso a la educación superior. Subrayan tenden¬
cias experimentadas rutinariamente por estudiantes, profesores universi¬
tarios, administradores e investigadores, por igual. El alejamiento de una
población estandarizada de subgraduados no es nuevo. Ingresar en la
educación superior se está convirtiendo rápidamente en algo tan automá¬
tico como permanecer en la escuela después de pasar por la educación
obligatoria. Es irreversible el cambio del perfil del estudiante, que se aleja

109
de los varones de clase media para acercarse a una población estudiantil
más equilibrada en términos de género y clase.
Tampoco se invertirá el cambio desde las artes y ciencias tradicionales
hacia los cursos vocacionales, aunque los estudiantes de mañana tengan
ambiciones más difusas o ninguna. Los cursos vocacionales pueden asu¬
mir algunas de las funciones generales previamente realizadas por los cur¬
sos académicos. En otro tiempo, los estudiantes eran socializados en la
cultura intelectual prevaleciente a través de los clásicos, y más reciente¬
mente a través de la historia o la economía. Ese mismo papel puede cum¬
plirse de un modo similar en el futuro a través de los estudios empresaria¬
les, teñidos quizá con un matiz económico, en los que se combinen los dos
grandes entusiasmos actuales: el de la empresa y el del medio ambiente.
El desplazamiento desde la enseñanza a la investigación se verá com¬
plicado probablemente por el movimiento hacia un mayor acceso masivo.
La cientificación de las nuevas asignaturas, al proporcionarles bases de
investigación respetables, continuará estimulando la investigación. La in¬
corporación de nuevas instituciones a la universidad ampliada puede esti¬
mular sus ambiciones investigadoras, en forma de una investigación en la
acción vinculada con la enseñanza y con la práctica profesional. No obs¬
tante, la necesidad de concentrar la financiación para la investigación, es¬
pecialmente en el segmento de costes elevados, fomentará el surgimiento
de instituciones dedicadas principalmente a la enseñanza.
Pero el cambio en las prioridades impulsadas por la curiosidad hacia
las prioridades impulsadas por la solución de problemas en la investiga¬
ción, y el declive de la producción de conocimiento primario, se verá to¬
davía más estimulado por el crecimiento de un sistema masificado de
educación. También sucederá lo mismo con el desplazamiento desde una
autonomía referencial de las universidades hacia la concesión de un ma¬
yor énfasis a la responsabilidad, dentro de una red más densa de otras
instituciones de conocimiento. Cuando los sistemas educativos incluyan a
otras instituciones y agencias públicas y privadas, con funciones más mun¬
danas, será más difícil mantener los privilegios especiales a los que pudo
aspirar la educación superior cuando todavía se hallaba dominada por las
universidades tradicionales.
Los cambios ocurridos en la pauta ahora predominante de la educa¬
ción subgraduada, la difusión de las nuevas tecnologías de la enseñanza,
sobre todo en Estados Unidos, y el declive relativo de la enseñanza en pe¬
queños grupos y delante del profesor, también se verán estimulados proba¬
blemente por el acceso masivo, debido sobre todo a cuestiones de costes.
Sigue abierta la cuestión de en qué medida entrarán las nuevas tecnologías

110
a formar parte de la educación superior y cómo se mezclarán con las for¬
mas de enseñanza más tradicionales.
En un sistema de más amplio acceso, también se acelerará el movi¬
miento hacia la financiación plural. La mayoría de los gobiernos fomentan
a las instituciones educativas para que obtengan ingresos privados adicio¬
nales y todos los gobiernos han tenido que reinterpretar sus responsabili¬
dades para con la educación superior. Estas ya no se ven principalmente
en términos fiduciarios, como una obligación de interés público por man¬
tener un saludable sistema de educación superior por razones científicas,
culturales y cívicas. En lugar de eso, los gobiernos se consideran cada vez
más como el cuente más grande y poderoso, que compra puestos de ense¬
ñanza para los estudiantes y encarga investigaciones útiles. A primera vista,
parece que esta tendencia va a continuar, a medida que el sistema se mueve
hacia el acceso masivo. Pero también se puede argumentar que cada vez
será más difícil definir la educación superior en términos de cliente-contra¬
tista, a medida que ésta asuma algunas de las características universales que
poseen la escuela obligatoria y la educación y la formación casi obligatoria.
Entonces volverá a aumentar la presión para satisfacer expectativas menos
utilitarias y para recuperar algo de su calidad cívica perdida.
La transición será un proceso muy complejo. En lugar de producirse
un solo flujo fuerte, habrá corrientes cruzadas, remolinos e incluso resa¬
cas. La masificación no conduce directamente a un buen mundo nuevo o
a un gran mundo malo; sus consecuencias son ambiguas. ExpÜcar estas
tendencias exclusivamente en términos socioeconómicos, políticos y or¬
ganizativos, como suele ser el caso, conduce a la incapacidad para reco¬
nocer su complejidad y su ambigüedad inherentes. Raras veces se exami¬
nan estos elementos en relación con el desplazamiento de los valores
intelectuales y con las construcciones alteradas del conocimiento. Cual¬
quier análisis que se haga de las instituciones de educación superior, debe
basarse tanto en una perspectiva desde el interior, lo que afecta a la natu¬
raleza científica del conocimiento, como en una perspectiva desde el ex¬
terior, es decir, desde las presiones ejercidas y las expectativas abrigadas
por el conjunto de la sociedad.

Colegialidad, gestionabilidad y fragmentación


del conocimiento

Ya no se puede considerar el conocimiento como discreto y coheren¬


te, con su producción definida por reglas claras y gobernado por rutinas

111
establecidas. En lugar de eso, se ha convertido en una mezcla de teoría
y práctica, de abstracción y agregación, de ideas y de datos. Las fronteras
entre el mundo intelectual y su ambiente se han hecho difusas, en la me¬
dida en que la ciencia híbrida combina elementos cognitivos y no cogniti-
vos en formas novedosas y creativas. En el orden socioeconómico se han
producido cambios similares, debido en parte al impacto de la tecnolo¬
gía. Las organizaciones grandes y rígidas se han visto arrolladas por los
nuevos medios de comunicación y producción que ahora son más frágiles
y menos formales. El impacto de la postindustrialización ha reflejado y
reforzado el desplazamiento hacia la confusión en el mundo intelectual.
En esto, la masificación de la educación superior es un fenómeno cla¬
ve. Para comprender el conocimiento, es necesario comprender las insti¬
tuciones en las que se produce. La universidad, o más exactamente la
universidad ampliada, sigue siendo la más importante de estas institucio¬
nes. Pero la universidad tradicional, dedicada principalmente a la forma¬
ción de élites académicas y profesionales y a la investigación pura, sólo es
ahora una pequeña parte de la difusión de la educación superior y de los
sistemas de investigación que poseen la mayoría de los países avanzados.
Tampoco es siempre la parte más importante. Han surgido instituciones
alternativas que rivalizan con las universidades, como los (antiguos) poli¬
técnicos en Inglaterra, a los que en otro tiempo se consideró firmemente
como instituciones de segundo nivel; la llamada aula corporativa ha asumi¬
do una mayor importancia a medida que han aumentado las necesidades
de formación de las empresas orientadas hacia el conocimiento; la I + D
ha florecido en un ambiente industrial. Todos estos ámbitos de actividad
intelectual, o la mayoría de ellos, pueden quedar razonablemente inclui¬
dos en la universidad ampliada. Las ventajas que tienen estos nuevos luga¬
res de producción de conocimiento, en comparación con las universidades
tradicionales, son de dos tipos. En primer lugar, ofrecen modelos de gestio-
nabilidad más efectivos; en estos centros, y a diferencia de lo que ocurría
en las viejas universidades, la planificación estratégica no se ve inhibida
por el gobierno colegial de la institución, ni por las duras decisiones ofus¬
cadas por la necesidad de asegurarse el consenso. En segundo lugar, pro¬
meten una mayor flexibilidad de respuesta para una cultura empresarial
que mira hacia delante, y que se muestra escéptica ante las demarcacio¬
nes tradicionales, las taxonomías y jerarquías que abarrotan la vieja cultu¬
ra académica.
La dirección más estrecha y la mayor flexibilidad destacan dos ten¬
dencias importantes. La primera es el efecto de la revolución que está te¬
niendo lugar en la dirección a lo largo de toda la educación superior; este

112
rechazo parcial de la colegialidad ha sido más marcado en las nuevas ins¬
tituciones de conocimiento aparecidas en la periferia, pero durante la dé¬
cada de 1980 se extendió rápidamente hacia el núcleo de las viejas insti¬
tuciones. El resultado es que la universidad se ha acercado mucho más a
una pauta de organización industrial, con equipos de directores ejecuti¬
vos y planes estratégicos, directores de línea y centros de costes. Del mis¬
mo modo que las universidades se han acercado más a un modelo de di¬
rección empresarial, las empresas privadas también se han hecho más
colegiadas; las grandes jerarquías rígidas de los directores de línea han
mostrado tendencia a verse sustituidas por redes de equipos de directo¬
res vinculados de un modo más flexible, sobre todo en las industrias más
orientadas hacia el futuro, y particularmente en aquellas que destacan en
la creación de una sociedad de la información o del conocimiento.
A pesar de esta convergencia, el efecto sobre la universidad ha sido
profundo. Esta revolución en la gestión no sólo ha establecido una es¬
tructura organizativa más estrecha, sino que ha creado en el centro mis¬
mo de la universidad, en su administración, una energía de gestión que
compite, al tiempo que complementa, la energía académica de sus depar¬
tamentos constituyentes y de sus equipos de investigación. Esta nueva
energía se ha combinado con la administración más antigua y lenta de la
educación superior, para producir instituciones que reflejan la creciente
complejidad de la universidad moderna y su importancia tanto para la
producción de conocimiento como para el mantenimiento de la nación.
Juntas, han redefinido la universidad en términos organizativos, antes
que normativos.
Aquí parece encontrarse una paradoja. Precisamente en el momento
en que la universidad se ha convertido en una institución centrípeta más
poderosa, el conocimiento, que es su bien principal, se ha hecho difuso,
opaco, incoherente, centrífugo. Esto ha adoptado tres formas. La prime¬
ra es la incesante subdivisión del conocimiento de mayor sofisticación
científica. Muchas de las actuales subdisciplinas creativas se han formado
mediante la asociación de fragmentos previamente desconectados de
otras disciplinas. Estos nuevos campos de investigación tienden a ser vo¬
látiles y restringidos, cualidades que socavan la idea de una cultura inte¬
lectual más amplia y coherente. La segunda es que se ha terminado por
aceptar definiciones más amplias del conocimiento, debido en parte a la
erosión de las viejas ideas de respetabilidad académica, y en parte al im¬
pacto de las nuevas tecnologías. Las nuevas disciplinas han asumido el
curriculum de la universidad ampliada a medida que han ido cayendo los
tabúes, mientras que la tecnología no sólo ha creado nuevas profesiones

113
que exigen nuevas habilidades, sino que también ha afectado radicalmen¬
te a lo que es posible hacer en las disciplinas ya establecidas. Una disci¬
plina abarcadora como la tecnología de la información se extiende ahora
desde los conceptos más abstractos de la inteligencia artificial, que abor¬
da ideas fundamentales sobre la mente y la lógica, hasta habilidades de
formación rutinaria en el uso cotidiano de los ordenadores. Eso ha abier¬
to el camino a una revolución de la cuantificación, no sólo en las ciencias
naturales y aplicadas, sino también en las ciencias humanas y sociales. La
tercera forma de desintegración es la diversidad deliberadamente descen¬
tralizada y la incoherencia asociada con el postmodernismo. El postmo¬
dernismo se ha convertido en una especie de patois subintelectual, y ha
terminado por crear, ciertamente, una formidable industria editora por
derecho propio.
Estas tres formas son contradictorias en sus detalles. Puede asumirse,
por ejemplo, que la subdivisión de la ciencia en fragmentos expertos re¬
presenta el triunfo del positivismo, y que el postmodernismo significa su
muerte. Pero las tres han tenido el efecto común de hacer casi imposible
el hablar sensatamente sobre la totalidad del conocimiento. La ciencia ya
no tiene un único ramal, ningún método compartido, no hay en ella preo¬
cupaciones comunes, ni valores que compartan sus diversas ramas.
Sin embargo, lo que parece ser una contradicción entre la coherencia
institucional y la incoherencia intelectual, o la competencia entre valores
de gestión y valores académicos por la posesión del alma de la universi¬
dad, puede ocultar en el fondo una complementariedad más profunda.
El desarrollo de una gestión institucional más fuerte y la coordinación
más organizada de los sistemas de educación superior, puede compensar
la desvaneciente coherencia de la ciencia. A medida que las disciplinas
van siendo menos capaces de proporcionar una estructura firme, se ha te¬
nido que fortalecer a las instituciones para proporcionar un andamiaje
externo que compense el debilitamiento de la fortaleza interna. Si el cen¬
tro ya no se mantiene, surge la necesidad de que las instituciones sean or¬
ganizaciones poderosas, dirigidas por directores mercenarios.
Esta dicotomía, sin embargo, quizá no ofrezca una descripción sufi¬
cientemente sensible. Una explicación más exacta podría resaltar la cre¬
ciente interpenetración de la práctica académica y de dirección dentro de
la educación superior. En ámbitos como la educación continua, la trans¬
ferencia de tecnología y los programas especiales de acceso para los que
se encuentran en desventaja social, no puede establecerse una separación
fácil entre sus aspectos intelectuales y administrativos. Estas actividades
híbridas se ven configuradas tanto por las fuerzas centrífugas que reflejan

114
la diversidad y la incoherencia de la ciencia moderna, como por el carác¬
ter centrípeto de la educación superior moderna, con su mayor rigidez
por el lado de la gestión.
No se trata, pues, de que la creciente fortaleza institucional de la uni¬
versidad haya compensado simplemente la desintegración de una cultura
intelectual común, o de los valores y reglas compartidos por todas las ra¬
mas de la ciencia. Se trata más bien de que los valores académicos y la
práctica de la gestión se han combinado de formas insólitas y volátiles. Se
desmoronan las viejas demarcaciones entre universidades tradicionales y
otras instituciones de educación superior porque ambas se hallan abarca¬
das dentro del concepto de universidad ampliada. En ella se han debilita¬
do las nítidas distinciones entre los actores académicos y legos en la pro¬
ducción de conocimiento, ya que estos últimos juegan un papel clave
como intermediarios e incluso como creadores de la ciencia; también se
han debilitado entre los profesores y estudiantes porque, con el creciente
número de estudiantes maduros y de cursos llamados de post-experien-
cia, estos últimos pueden poseer habilidades y conocimientos alternati¬
vos. Al desmoronarse estas demarcaciones, se han empezado a cuestionar
otras más fundamentales, como las existentes entre teoría y práctica,
ciencia y tecnología e incluso conocimiento y cultura. Estas transforma¬
ciones organizativas e intelectuales no son fenómenos separados, ni si¬
quiera paralelos, sino que se trata de fenómenos contingentes.

Transición a las industrias del conocimiento

La dinámica de estos cambios señala hacia una transformación conti¬


nua de la educación superior. En el núcleo de este proceso se encuentra
el conocimiento y sus modos de producción y diseminación. Se están
produciendo cambios fundamentales, sobre todo por lo que se refiere a
qué significa ciencia, y a cómo se produce, se disemina y, en último térmi¬
no, se absorbe por parte de la sociedad. Se están produciendo importan¬
tes clases de conocimiento, no tanto por parte de los científicos, los tec-
nólogos o los industriales, como por los analistas simbólicos, personas
que trabajan con los símbolos, conceptos, teorías, modelos y datos pro¬
ducidos por otros en diversos lugares, que ellos configuran en nuevas
combinaciones.
La distinción entre los que crean el conocimiento y los analistas sim¬
bólicos que lo configuran, subraya la distinción entre las industrias basa¬
das en el conocimiento y las industrias del conocimiento. Las industrias

115
basadas en el conocimiento intentan comprender y mejorar el funciona¬
miento de un proceso fabril concreto. Se preocupan principalmente por
el producto y su proceso de desarrollo. En contraste con ello, las indus¬
trias del conocimiento son las que comercian con ese mismo bien, es decir,
con el propio conocimiento. El conocimiento se produce en una variedad
de lugares (universidades, equipos de reflexión, laboratorios gubernamen¬
tales), pero una vez creado se encuentra disponible para su reutüización
en alguna otra combinación. En las industrias del conocimiento se añade
valor mediante el uso reiterado de conocimiento, al reconfigurarlo con
otras formas de conocimiento para solucionar problemas o para satisfacer
una necesidad. Las empresas de las industrias del conocimiento compiten
entre sí en términos del ingenio con el que son capaces de configurar el
propio conocimiento. Su recurso es la fuente definitiva de su ventaja com¬
parativa así creada.
La masificación de la educación superior aporta la base desde la que
han podido brotar las industrias del conocimiento. La difusión de la edu¬
cación superior por toda la sociedad ha tenido el efecto de aportar un
flujo continuo de mano de obra formada para el sistema industrial. La in¬
vestigación ya se había convertido en una de las funciones centrales de las
universidades, inicialmente en las instituciones de élite, y gradualmente
en las demás. Este proceso, que en un principio fue lento, pero que más
tarde ha ido adquiriendo impulso, no sólo aumentó el nivel general de fa¬
miliaridad con la ciencia y la tecnología, y con los métodos y procedi¬
mientos de la ciencia, sino que también multiplicó de una forma enorme
el número de lugares donde se llevaba a cabo la investigación como una
actividad reconocible y profesional.
Este proceso conlleva una cierta inestabilidad. Al aportar un creciente
número de graduados científicamente preparados, las universidades tra¬
bajan continuamente en desventaja propia, al procurar el aumento per¬
manente del número de personas capaces y formadas, que luego trabajan
fuera de las propias universidades, en relación con las cifras de quienes
permanecen dentro de ellas.
Muchos graduados continúan desarrollando sus habilidades especiali¬
zadas fuera de los muros de la universidad, y se encuentran ahora en po¬
sición no sólo de comprender lo que están haciendo los investigadores
universitarios, sino incluso de emitir juicios sobre su calidad e importan¬
cia. En el futuro, las instituciones de educación superior, las universida¬
des en particular, abarcarán sólo una parte, y quizá pequeña, del sector
productor de conocimiento. Ya no se encuentran en una posición lo bas¬
tante fuerte, ni científica, ni económica ni políticamente, como para de-

116
terminar qué deberá considerarse como excelente en la enseñanza o la in¬
vestigación. La responsabilidad (es decir, la demanda social de calidad,
rendimiento y valor para el dinero empleado) supone ahora un complejo
proceso social de legitimación. La adaptación a estas nuevas presiones
está cambiando la organización y la estructura tradicionales del sistema
universitario.
La investigación científica se ha convertido en intrínseca de la noción
de una universidad. La mayor parte de la investigación universitaria sigue
siendo de una ciencia muy pequeña, en la que se reúnen un profesor y
unos pocos estudiantes graduados. Juntos, constituyen un núcleo de acti¬
vidad investigadora, formando así el grupo de investigación. Por otro
lado, esta disposición es vulnerable; los estudiantes se gradúan y se mar¬
chan si la universidad no puede ofrecerles un puesto de trabajo o becas
continuadas. Los estudiantes nuevos, más jóvenes, todavía no han demos¬
trado su vaha como colaboradores y constituyen por tanto un recurso in¬
cierto. Para superar la vulnerabilidad asociada con el tamaño pequeño y
la elevada movilidad, los grupos de investigación se hacen oportunistas
en su búsqueda de financiación para la investigación. Si no pueden ase¬
gurarse una financiación a largo plazo, tienen que rellenar ese hueco a
corto plazo mediante contratos más orientados hacia la solución de pro¬
blemas o con trabajos de asesoría. En tal caso, quizá se tengan que ajustar
las prioridades de la investigación, y hacerlo así con frecuencia y rapidez.
Por otro lado, el grupo investigador es muy flexible. Se ha legitimado la
práctica, que incluso se espera, de que los profesores trabajarán sobre
una amplia gama de temas, dependiendo de su curiosidad, intereses cien¬
tíficos, competencia y habilidad para obtener la financiación necesaria.
Desde la perspectiva del sistema general de investigación, la necesidad
de encontrar financiación exterior anima a los profesores y, por lo tanto,
a las universidades, a mostrarse sensibles ante las demandas sociales. La
flexibilidad también permite a los grupos investigadores cambiar de cam¬
pos de investigación y penetrar rápidamente en nuevos ámbitos que les
parezcan atractivos. Desde la perspectiva de la industria este es un bien
valioso, y constituye una de las razones por las que se sigue considerando
a las universidades como lugar primordial para la adquisición de compe¬
tencia en investigación básica. Así pues, la formación de jóvenes investi¬
gadores forma parte integral del proceso investigador, y la oferta de men¬
tes jóvenes e inquisitivas procedentes de las universidades asegura a la
industria un suministro continuo de personas competentes, formadas en
las últimas habilidades y técnicas. La industria, por lo tanto, tiene intere¬
ses creados por lo que se refiere al mantenimiento de esa reserva, de modo

117
que esté lo más llena posible, y fluya de ella la corriente más adecuada de
jóvenes preparados. Por el momento, ha podido conseguirlo con muy
poco coste para sí misma.
Con la intensificación de la competencia internacional, empieza a ser
preocupante la obtención de un beneficio económico a partir de la inves¬
tigación universitaria y, más en general, de la investigación financiada con
medios públicos. Esto se ve menos en términos de necesidad de nuevo
conocimiento, y más en términos de comercialización de lo que ya se tie¬
ne disponible; por lo tanto, se trata menos de una cuestión de investiga¬
ción que de transferencia de tecnología. Esta transformación es una de
las de mayor alcance que hemos descrito, ya que supone atraer a las uni¬
versidades hacia el corazón mismo del proceso comercial. Las universida¬
des han dejado de ser la lejana fuente de invención y creatividad que fue¬
ron antaño, para convertirse en parte de la identificación y solución de
problemas y de la intermediación estratégica que caracterizan a las indus¬
trias del conocimiento. Aunque los pequeños equipos universitarios dedi¬
cados a la investigación son vulnerables a la movilidad de los jóvenes inves¬
tigadores, su fuerza radica en las redes de conocimiento a las que tienen
acceso, gracias a la competencia y la flexibilidad con las que pueden abor¬
dar nuevos problemas. Estos valores los hacen atractivos para la indus¬
tria, y las recompensas potenciales son tan grandes e importantes para la
propia universidad, como institución, que ningún presidente, rector o vice¬
rrector puede permitirse el lujo de dejar la cuestión totalmente al capri¬
cho de los profesores individuales.

La naturaleza cambiante de la transferencia de tecnología

La investigación en la industria siempre es problemática, aun cuando


las condiciones sean mucho mejores que en muchos laboratorios univer¬
sitarios, ya que tiene que mantener sus objetivos en armonía con la estra¬
tegia general de la empresa. Resulta particularmente difícil de mantener
el compromiso con la investigación básica. Se halla constreñida por lími¬
tes de tiempo y sujeta a evaluaciones frecuentes y rigurosas, a la vista de
los cambios de fortuna de la empresa. Al hacerse más cara, y hallarse so¬
metida a consideraciones estratégicas y financieras, la investigación tien¬
de a estrechar su base. Como consecuencia de ello, y para ser competiti¬
va, la industria necesita un creciente acceso al conocimiento generado en
otras partes. Una vía consiste en unirse con otras empresas en la investi¬
gación precompetitiva. Esta clase de colaboraciones, sin embargo, siguen

118
siendo infrecuentes. Las universidades continúan representando la op¬
ción preferida, y ello por numerosas razones. No obstante, se tienen que
cumplir una serie de prerrequisitos. La proximidad geográfica es impor¬
tante, ya que facilita los intercambios de información y los contactos in¬
formales necesarios antes de que se pueda iniciar cualquier cooperación
más estrecha. Los contactos estrechos y la confianza se tienen que mante¬
ner durante todo el período de colaboración. Allí donde eso se hace a lar¬
go plazo y de una forma sistemática, la colaboración cuenta con una ma¬
yor posibilidad de tener éxito. La necesidad de adaptación mutua está
particularmente clara en el caso de la transferencia de tecnología.
En la década de 1980 se produjo una divisoria en la historia de la trans¬
ferencia de tecnología en las universidades de Estados Unidos y de la Eu¬
ropa occidental. Tradicionalmente, la transmisión de conocimiento desde
las universidades a la industria, se había producido a través de procesos
tradicionales, como la contratación de graduados, la publicación de re¬
sultados de la investigación universitaria en publicaciones profesionales
y la consulta al personal universitario. A finales de la década de 1970 se
multiplicaron los nuevos mecanismos de transferencia: se crearon o reor¬
ganizaron las oficinas universitarias de patentes, se probaron nuevos en¬
foques para obtener valor de la propiedad intelectual, como la propiedad
por acciones, se desarrollaron notablemente los programas de colabora¬
ción, y el patrocinio industrial de los grupos de investigación y de las uni¬
versidades se ocupó rápida y crecientemente de los planes regionales de
desarrollo.
Lo que está ocurriendo no es sólo un aumento en el volumen de la ac¬
tividad, sino una transformación en la práctica misma de la transferencia
de tecnología. A medida que se hizo más difusa la distinción entre inves¬
tigación básica y aplicada en la producción de conocimiento en el modo
2, se tuvo que reconsiderar la noción misma de transferencia de tecnolo¬
gía. Ahora ya no se la puede entender como una transmisión de conoci¬
miento desde la universidad al receptor, que se produce fácil y habitual-
mente, sin casi seguimiento. Ya no se trata de una carrera de relevos, en
la que el testigo se pasa limpia y rápidamente de un corredor a otro. La
transferencia de tecnología se parece más a un partido de fútbol, en el
que la universidad sólo es un miembro más del equipo. Para marcar ne¬
cesita de la ayuda de todos los demás compañeros del equipo. El balón se
pasa constantemente de un jugador a otro, y entre ellos puede haber hom¬
bres de negocios, representantes de empresas de capital riesgo, abogados
especializados en derecho de patentes, ingenieros de producción y mu¬
chos otros, además del propio cuadro de profesores universitarios. Esa es

119
la razón por la que se ha sugerido que intercambio de tecnología sería un
término más apropiado que transferencia de tecnología.
La vieja visión de un proceso lineal que conectaba descubrimientos e
inventos con el proceso de producción, se está viendo desplazada por otra
visión más interactiva. Mientras que, en la visión lineal, la universidad se
hallaba distanciada de los procesos comerciales, y todavía podía mante¬
ner sus valores académicos, en el intercambio de tecnología tiene que
implicarse, tanto a nivel individual como institucional, y adaptarse a
nuevas reglas. Si el intercambio de tecnología se mueve desde la periferia
hasta el centro del sistema de valores de la universidad, tendrán que efec¬
tuarse una serie de cambios significativos (Matkin, 1990). Las universida¬
des de investigación harán explícito su compromiso con el intercambio
de tecnología, y eso lo reflejarán en sus estructuras organizativas y en su
asignación de recursos. Facilitarán la participación de los profesores en
actividades asociadas con la comercialización de los resultados de su in¬
vestigación.
Seguirán formándose y aumentando su actividad las unidades organi¬
zadas dentro de las universidades, de las que forman parte profesionales
y que se dedican a tareas relacionadas con el intercambio de tecnología.
Puesto que se trata de una cuestión de intercambio, el principal impulso
de estas unidades será el de apoyar y nutrir las relaciones con la industria.
Las actividades aparentemente dispares de las relaciones con las empre¬
sas patrocinadoras, de las asociaciones de investigación con las empresas,
de las iniciativas de desarrollo económico entre empresas y universidad, de
las oportunidades de empleo para los estudiantes, de la educación conti¬
nua y la concesión de tecnología, terminarán por verse como parte de
una única pauta de interacción con las empresas, que necesitará verse fo¬
mentada y mantenida a largo plazo.
Finalmente, las universidades de investigación que participan en el in¬
tercambio de tecnología se convertirán en socios financieros de empresas
que empiezan, creadas para explotar la propiedad intelectual de la uni¬
versidad. Esta implicación financiera se extenderá más allá de la propie¬
dad pasiva por acciones, para constituir alguna forma de participación
activa en la generación de capital riesgo. En la mayoría de los casos, esta
participación estará separada de la universidad mediante organizaciones
amortiguadoras. Aumentan continuamente las contribuciones financieras
de la industria a la universidad. Entre tales contribuciones se incluyen do¬
naciones, financiación de la investigación, pagos por derechos de propie¬
dad y otros pagos directos por el uso de la propiedad de la universidad.
Además, tanto los gobiernos como las empresas reconocerán cada vez más

120
a las universidades por sus esfuerzos para interactuar con la industria, y
las recompensarán por ello.
Tales cambios provocarán críticas contra la universidad, por no mos¬
trarse lo bastante protectora de su reputación de objetividad, e involu¬
crarse en esfuerzos destinados a la comercialización. Esa es la razón por
la que se necesitarán políticas claras y bien articuladas, y declaraciones de
misiones a cumplir, en las que las universidades resalten su papel al servi¬
cio de la sociedad a través de las actividades de intercambio de tecnolo¬
gía. Bajo tales condiciones, las instituciones deberían poder mantener un
ambiente colegial, con la noción de que los miembros del claustro de pro¬
fesores deben su lealtad fundamental a la universidad. A largo plazo, las
políticas que gobiernen las interacciones de la universidad y de los profe¬
sores con las preocupaciones comerciales se orientarán más hacia los pro¬
cesos, y serán menos proscriptivas, con objeto de proteger los valores de
la universidad y de configurar la implicación comercial de ésta. Si desean
participar en el juego del intercambio de tecnología, las universidades de
investigación tendrán que recorrer un largo camino. Los necesarios expe¬
rimentos y transformaciones institucionales las convertirán en institucio¬
nes diferentes. No obstante, si no se desarrollan en esa dirección, se verán
sobrepasadas por otras organizaciones de producción de conocimiento.

Referencias

MATKIN,G. W. (1990), Technology Transfer and the University, Nueva York,


Macmillan.

121
4. El caso de las humanidades

Resumen

En este capítulo ampliamos nuestra argumentación al caso de las huma¬


nidades. Aunque la producción de conocimiento en el modo 2, y especial-
mente su estrecha asociación con «la ciencia que sale al mercado», pueda
parecer extraña a los valores nucleares y a las prácticas sociales que preva¬
lecen en las humanidades, un análisis más atento revela una imagen dife¬
rente. A pesar de que las humanidades y las definiciones de cultura como
elaborada y heredada del siglo XIX se consideran habitualmente como pre-
industriales, argumentamos que en las humanidades también pueden en¬
contrarse muchas de las características que hemos identificado e ilustrado
al referirnos a los desarrollos ocurridos en la ciencia y la tecnología. Aun¬
que se trata de un argumento fácil de sostener en términos directamente
descriptivos, nos ha resultado mucho más difícil plantear una interpreta¬
ción plausible y satisfactoria de los vínculos sustanciales existentes entre
los valores y las prácticas que encontramos en las humanidades y en la pro¬
ducción de conocimiento en el modo 2.
Son numerosas y sugerentes las similitudes y correspondencias entre los
recientes desarrollos ocurridos en las humanidades y las tendencias que he¬
mos identificado en capítulos anteriores. Empezamos por llamar la atención
hacia la expansión de la producción, que es un fenómeno tan pronunciado
en el campo cultural como lo es en la ciencia, la tecnología y la industria.
No obstante, este crecimiento espectacular de la producción cultural suele
pasar desapercibido y no se le presta la misma atención que se dedica a la
innovación y el crecimiento en los ámbitos científico y tecnológico. Las ra¬
zones de este descuido relativo se encuentran en la errónea suposición de
que la conexión de las humanidades con la creación de riqueza es más
débil, y en que la producción cultural es menos costosa. Demostramos que
es necesario efectuar una valoración mucho más diferenciada, lo que reve¬
la, al menos en parte, la profunda implicación de ciertas formas de pro-

122
ducción cultural con la industria de producción de imágenes y con su eco¬
nomía.
Esta industria en rápida expansión produce un conocimiento diverso
y heterogéneo, característico del modo 2. Admitimos que existen a veces
confusas corrientes cruzadas con la producción de la cultura en múltiples
lugares, que siempre ha sido más rutinaria que excepcional, así como con
la aspiración de universalidad por dominar la producción cultural, más in¬
sostenible que en otros campos de producción de conocimiento. Por otro
lado, la comercialización como parte del proceso de avanzar directamente
hacia contextos de aplicación es seguramente una característica de la in¬
dustria cultural (de la que sólo quedan exentas ciertas formas de produc¬
ción de élite). En general, las humanidades se encuentran incorporadas a
los mercados en un sentido más difuso, debido a que sus valores intelec¬
tuales se ven configurados por el contexto social en el que se desarrollan y
practican. Afirmamos que los productos culturales son la moneda simbóli¬
ca existente en el mercado de las oportunidades de la vida, del mismo
modo que los productos tecnológicos son esencialmente la moneda fuerte
de los mercados de la industria.
Como vemos, se está descomponiendo el contraste entre la ciencia pre-
social y las humanidades precientíficas. Las presiones contradictorias de
responsabilidad social también han afectado a las humanidades de una for¬
ma específica, a medida que se ponen de manifiesto las controversias que
giran alrededor de la corrección política. Tal como sucede en otros ámbitos
de la producción de conocimiento, las crecientes demandas de responsabi¬
lidad social conducen a un cambio en los criterios de calidad, que ya no se
definen en el seno de la comunidad académica, sino que suponen la conva¬
lidación a partir de otras fuentes externas y a menudo difusas. La transdis-
ciplinaridad, otra característica del modo 2, también es endémica en las
humanidades, mientras que el papel de la instrumentación parece más pe¬
riférico o al menos más abierto a futuros desarrollos cuando se valora, por
ejemplo, mediante las formas en que los ordenadores han alterado el estilo
tradicional de trabajo artesanal de los eruditos en las humanidades. Au¬
mentan, sin embargo, las pruebas de que la tecnología de la información
está efectuando rápidamente incursiones en el contenido sustantivo y en la
capacidad modeladora de ciertos campos, como la lingüística, y de que ya
se empiezan a notar otros impactos más sutiles. Sucede también que no ha
sido sólo la economía de la industria cultural la que se ha visto influida por
las nuevas tecnologías, sino que las propias respuestas estéticas individua¬
les y las respectivas nociones de ilustración y sensibilidad visual, se ven re-
configuradas ahora de formas más profundas.
No obstante, es en relación con la flexibilidad, otra característica asocia¬
da con la producción de conocimiento en el modo 2, donde las humanida-

123
des parecen estar más avanzadas en esta dimensión, en el sentido de que
derivan su energía intelectual de los incesantes interrogantes que vuelven a
vincular pasado y presente. Es en este sentido en el que nos encontramos
con un dilema clave, percibido con mayor exactitud por las humanidades
que por la ciencia y la tecnología. La reflexividad exige enraizamiento, es
decir, un contexto en el que se pueda actuar. Por otro lado, la reflexividad
parece exigir una institucionalización de la duda, y prospera con una cierta
dosis de incertidumbre. También existe una marcada presión de las obras
secundarias, de modo que la producción de éstas se hace tan numerosa que
la producción primaria queda ensombrecida. Puede verse una analogía con
la ciencia y la tecnología en la relativa pérdida de importancia del descubri¬
miento primario, que se convierte en sólo uno de los muchos ingredientes
necesarios en el largo camino que conduce desde el descubrimiento inicial
a la comercialización de los productos de la innovación.
En la última parte de este capítulo resaltamos la contextualización esen¬
cial de las humanidades. No sólo exhiben reflexividad de una manera más
continua y radical que las ciencias naturales. Se espera también que su re-
flexividad tenga significado para toda la experiencia humana. En este sen¬
tido, difieren notablemente de las ciencias naturales, mientras que las
ciencias sociales ocupan un terreno intermedio, y quizá mediador entre
ellas. Mientras que las ciencias sociales tratan de mantener algún distancia-
miento con respecto a lo que observan e interpretan, tal alejamiento por
delinear o expresar significado no se observa en grandes partes de las hu¬
manidades y en la producción cultural. Antes al contrario, la distancia en¬
tre creación y contextualización es mínima, y la construcción de significado
se considera como la esencia de lo que hacen las humanidades.
Aunque vemos una serie de intrigantes correspondencias entre el creci¬
miento de la cultura moderna y la transformación de la sociedad industrial
en la que parece haber triunfado la ciencia y la tecnología, muchas de las
contribuciones que las humanidades han reflejado sobre ellas siguen estan¬
do llenas de contradicciones. En las respuestas diferentes y a menudo inco¬
herentes que han logrado influir sobre la condición humana, la realidad so¬
cial de la época se ve críticamente reflejada y creativamente transformada.
Parece que las humanidades se encuentran un poco a un lado de los comen¬
taristas y practicantes, al mismo tiempo que se hallan profundamente impli¬
cadas en configurar poderosas imágenes culturales, que influyen a su vez
sobre toda la cultura de una sociedad y de sus sistemas de estratificación.

La distancia entre científicos académicos e industriales es mucho me¬


nor que la que separa a los eruditos que trabajan en las humanidades de
aquellos que trabajan en la industria de la cultura masificada. Errónea¬
mente, el concepto de «la ciencia que sale al mercado» es el título abrevia-

124
do que se da a una parte de la producción de conocimiento en el modo 2.
Sus características pueden parecer extrañas a los valores intelectuales y
a las prácticas sociales propias de las humanidades y, más ampliamente, a
las definiciones de cultura elaboradas en el siglo XIX y heredadas de éste.
Se considera habitualmente que la cultura, y por lo tanto las humanida¬
des, que son su representación intelectual, tiene una inspiración normati¬
va preindustrial, e incluso antiindustrial, a pesar de su participación en los
mercados masificados del siglo XX y de su incorporación a los mismos.
Se trata de una primera impresión incompleta y discutiblemente inexac¬
ta. Las características identificadas en los primeros capítulos e ilustradas en
términos de ciencia y tecnología son quizá más típicas de las humanida¬
des tradicionales que de las ciencias naturales y de muchas ciencias socia¬
les. En la medida en que el conocimiento en el modo 2 representa dar un
paso más allá de una noción inalterable de la ciencia, puede verse ahora
que las humanidades que se han resistido a la cientificación (consideradas
hasta hace poco por muchos eruditos en las humanidades como precon-
dición para la robustez intelectual) poseen muchas características del
modo 2, aunque sea a través de descubrimientos hechos accidentalmente.
Este es el argumento que se propone en este capítulo. En términos direc¬
tamente descriptivos, se trata de un argumento fácil de mantener, aunque
ya resulta mucho más difícil interpretar los sustanciales vínculos entre los
valores y prácticas de las humanidades y las pautas de conocimiento del
modo 2.

Conocimiento del modo 2 en la ciencia


y las humanidades: similitudes y diferencias

Existen, ciertamente, sugerentes correspondencias entre los recientes


desarrollos ocurridos en las humanidades y las tendencias identificadas
en los capítulos anteriores: la expansión de la producción, que quizá al¬
canza una aceleración; la creciente difuminación de las fronteras discipli¬
nares, en la configuración de la transdisciplinaridad, con la extensión de
definiciones inalterables de conocimiento y el consiguiente declive de la
autoridad de los expertos; el papel cada vez más significativo de la comer¬
cialización o, más ampliamente, de la contextualización social del conoci¬
miento; la heterogeneidad de la producción de conocimiento, o la perme¬
abilidad de las fronteras entre los sistemas universitario y científico por
un lado, y entre la sociedad y la economía por el otro; y la masificación
de la investigación y de la educación superior.

125
Crecimiento de la producción

La explosión del conocimiento en la ciencia y en la tecnología a lo lar¬


go de las dos últimas décadas es bien visible en la corriente de nuevos pro¬
ductos y servicios, así como en la mejora de la calidad y en la disminución
del precio de los productos existentes. Por detrás de estos milagros tecno-
lógicos hay personas bien formadas y apoyo para la I + D. Dos cifras pue-
den ser representativas de otras muchas. En 1970, las cinco principales
naciones industriales occidentales (Estados Unidos, Japón, Alemania oc-
cidental, Francia y Gran Bretaña), gastaron juntas unos 125.000 millones
de dólares en investigación y desarrollo (en términos constantes de 1987).
En 1989, esos mismos países habían duplicado esa cifra hasta alcanzar
más de 250.000 millones en dólares constantes. En 1970, esos mismos paí¬
ses empleaban a unos 920.000 científicos e ingenieros en I + D; en 1989
empleaban a más de 1,8 millones, duplicando casi la cifra de dos décadas
antes (Fundación Nacional de Ciencia [NSF], 1990). La UNESCO (1988)
calcula que, en 1970, había empleados en todo el mundo algo más de 2,6
millones de científicos; en 1990, esa cifra había superado los 5,2 millones,
doblando casi con exactitud las cifras de dos décadas antes, lo que es con¬
sistente con la tasa de crecimiento de estos cinco países industriales occi¬
dentales.
Aquí también puede ser interesante introducir otro conjunto de cifras.
En 1960, las empresas privadas de Estados Unidos aportaron el 42 por
ciento de todos los gastos estadounidenses en I + D industrial, proce¬
diendo el resto de fuentes federales. En 1990, el 71 por ciento de los cos¬
tes de la I + D industrial en Estados Unidos procedía de las industrias
donde se llevaba a cabo I + D. O, visto de otro modo diferente, a lo largo
de esas tres décadas los gastos de las empresas privadas en I + D se multi¬
plicaron por dieciséis. En dólares constantes de 1987, los gastos federales
se mantuvieron casi en la misma cantidad, alrededor de 25.000 millones
de dólares durante esas tres décadas, mientras que las fuentes privadas
pasaron de unos 18.000 millones a unos 65.000 millones en ese mismo
período (NSF, 1990, 18).
Más allá del ámbito de la ciencia y la tecnología, la UNESCO informa
que el número total de títulos de libros publicados en 1960 fue de 332.000.
En 1970, esa cifra fue de 521.000, en 1980 de 715.000, y en 1990 de
842.000, lo que supone un crecimiento de aproximadamente dos veces y
media más durante esos treinta años (UNESCO, 1992). Esta es quizá
una mejor medida de la expansión general de las «actividades intelectua¬
les» durante ese período de tiempo, que experimentó un continuo creci-

126
miento de las matriculaciones en educación superior a nivel mundial, des¬
pués del crecimiento explosivo de las dos primeras décadas de la post¬
guerra.
La expansión de la producción es un fenómeno tan notable en las hu¬
manidades y en el más amplio ámbito de la cultura, como en la ciencia, la
tecnología y la industria. La tasa de producción cultural aumenta tan rá¬
pidamente como la de la publicación científica, tanto dentro de la educa¬
ción superior como en los medios de comunicación de masas y en la in¬
dustria cultural ampliamente difundida o, mejor aún, en la producción
de imágenes. La existencia de más profesores conduce inexorablemente a
más libros. Desde finales del siglo XVIII se han publicado más de 25.000
libros, ensayos, artículos y otros comentarios sobre el Hamlet de Shakes¬
peare. Cada año se presentan 30.000 tesis doctorales sobre literatura mo¬
derna en las universidades europeas y estadounidenses.
En el ámbito cultural más amplio, el crecimiento explosivo es un fenó¬
meno igualmente notable. Para tomar sólo un ejemplo: en 1945, Nueva
York sólo contaba con un puñado de galerías de arte, y no había más que
un puñado de artistas que exponían regularmente sus cuadros en ellas.
Cuarenta años más tarde, el número de galerías de arte había alcanzado
casi las 700, y el número de artistas profesionales se había elevado a 150.000.
Se estaban produciendo obras de arte al asombroso ritmo de 15 millones
por década, comparadas con las 200.000 producidas en París a finales del
siglo XIX. Y esto no es más que la punta del iceberg. Estos productores de
cultura de vanguardia se ven ampliamente superados por lo que Daniel
Bell ha llamado la cultura de masas: «No los creadores de cultura, sino sus
transmisores, que trabajan en la educación superior, la edición, las revistas,
los medios de difusión, el teatro y los museos, que procesan e influyen so¬
bre la recepción de productos culturales serios» (Bell, 1979). En contraste
con ello, argumentamos que los transmisores de cultura popular se en¬
cuentran también entre sus creadores. Eso ha sido una característica des¬
de hace tiempo en el conocimiento socialmente distribuido de las huma¬
nidades.

Comercialización y costes crecientes

Hay dos razones que explican por qué este rápido crecimiento de la
producción cultural es un fenómeno menos celebrado que la paralela ex¬
plosión del conocimiento científico. En primer lugar, se supone, errónea¬
mente, que su conexión con la creación de riqueza es mucho más débil.
En aquellas sociedades donde las necesidades materiales básicas han que-

127
dado ampliamente satisfechas, el consumo cultural y, por lo tanto, su pro¬
ducción, se ha convertido en una forma de actividad económica cada vez
más significativa. El sector de los servicios culturales es un componente
especialmente dinámico de la economía moderna. Y en una sociedad pos¬
tindustrial, las imágenes de todo tipo tienen un poder simbólico que pue¬
de relacionarse directamente con la producción material, así como con la
reproducción ideológica. Estos temas se analizarán con mayor detalle más
adelante, en este mismo capítulo.
En segundo lugar, la producción cultural es aparentemente menos cos¬
tosa, y ciertamente lo es en la forma restringida de la erudición en las hu¬
manidades. La erudición literaria no exige disponer de un equipo o de
una instrumentación cara; sus necesidades de computación siguen siendo
modestas. La logística de la filosofía no ha cambiado radicalmente desde
la época de Aristóteles o, por decirlo más exactamente, desde la funda¬
ción de la gran biblioteca helenística y romana de Alejandría. El coste de
la erudición en las humanidades se ha visto ampliamente absorbido den¬
tro de la infraestructura de los sistemas de educación superior, que se han
expandido rápidamente.
La erudición en las humanidades, por lo tanto, se halla mucho más ín¬
timamente relacionada con la masificación de la universidad que la inves¬
tigación científica, que puede considerarse, hasta cierto punto, como un
fenómeno separado, con su propia dinámica interna y sus propios impe¬
rativos externos. Las humanidades, por otro lado, se encuentran doble¬
mente enredadas en las aplicaciones sociales: primero porque la historia,
la literatura, la lengua y otras disciplinas artísticas se involucran desde di¬
versas perspectivas con la condición humana, ya se trate de la conciencia
individual o de la experiencia social (y, por tanto, es inherentemente re¬
flexiva, un tema que analizaremos más adelante con mayor detalle); y se¬
gundo porque los recursos necesarios para la erudición y para las estruc¬
turas profesionales en las humanidades son en buena medida productos
derivados de la transformación social creada por la expansión de las
oportunidades educativas, especialmente a nivel universitario.
Naturalmente, si se considera toda la producción cultural antes que la
simple erudición en humanidades, aumentan los costes. Las películas que
han costado varios millones de dólares se pueden comparar razonablemen¬
te con algunos proyectos de la gran ciencia. Pero, aunque mucho más cara
que la erudición en las humanidades, la economía de la cultura, o la indus¬
tria de la producción de imágenes, es distinta a la industria de la ciencia de
vanguardia y a la de la alta tecnología. Ciertas formas de producción cultu¬
ral dependen, desde luego, del subsidio público, como por ejemplo los tea-

128
tros nacionales, los museos y las orquestas metropolitanas. Pero ese sub¬
sidio no suele verse como una inversión, ya sea en el contexto del creci¬
miento económico o del bienestar social, sino como un mecenazgo a la
antigua usanza. En sus políticas artísticas, el Estado moderno se compor¬
ta de un modo muy similar al príncipe renacentista, a pesar del amplio
uso que hace del lenguaje comercial (con planes estratégicos, patrocinio
empresarial o becas). Entre las motivaciones necesariamente ambiguas de
los patrocinadores privados y corporativos de la cultura, parecen predo¬
minar consideraciones similares, que no son comerciales.
Como consecuencia de ello, la producción cultural de élite, cuando es
patrocinada pública o corporativamente, parece extraña a buena parte de
la caracterización típica del conocimiento del modo 2. Pero, en cualquier
caso, sólo hace un pequeño uso de la industria de la cultura, cuyo princi¬
pal volumen es inequívocamente comercial en su ethos, orientación y or¬
ganización. La mayor parte de la producción cultural es financiada por el
consumo privado, las decisiones individuales se ejercen a través de los
mercados de masas, en lugar de a través de la inversión pública o corpo¬
rativa regulada por planes a largo plazo todavía típicos de la mayor parte
de la ciencia y la tecnología, incluso en la era de la producción en el
modo 2.

Heterogeneidad

Como resultado de todo ello, esta industria en rápida expansión es di¬


versa, y produce un conocimiento heterogéneo en el modo 2. Posee un
componente altamente intelectual, que depende en parte del patrocinio
estatal, como es el caso de los teatros nacionales o las universidades, pero
expresado más dinámicamente a través del incipiente mercado para ex¬
posiciones, conciertos y otras artes escénicas, así como para las publica¬
ciones literarias e intelectuales, donde aparece explícito el vínculo con las
humanidades en un sentido más estrecho; tiene también un componente
intelectual medio, reflejado en la enseñanza masificada de las humanida¬
des en escuelas y universidades, la siempre creciente venta de clásicos es¬
tándar, la ficción moderna seria y sus contrapartidas musicales, el surgi¬
miento del turismo cultural como parte de la industria del patrimonio; y
tiene finalmente un componente intelectual bajo, en la cultura popular
que lo impregna todo, producida en el mundo moderno por la literatura
de masas y de las todopoderosas imágenes publicitarias que configuran la
economía postindustrial. (Estas dos, la cultura popular y las imágenes pu¬
blicitarias, se interpenetran mutuamente en una relación simbiótica, aun-

129
que irónica, formando una nueva hegemonía de estilo.) En el recuadro
4. 1 se describe brevemente, por lo que se refiere al caso de la arquitectu-
ra, un ejemplo de la naturaleza heterogénea de la producción en el modo
2 dentro de las humanidades y las artes.

Postmodernismo y arquitectura

El postmodernismo, la expresión más estridente, aunque no la más


característica del pensamiento en el modo 2 dentro de las artes y las hu¬
manidades, fue un movimiento estético, antes de hacerse intelectual. Sus
orígenes se encuentran en la alegre conjuración con el espacio y la for—
ma, en la transformación del ambiente de construcción, antes que en la
deliciosa oscuridad de ideas postestructuralistas, o en las tentaciones de
la «deconstrucción» en la literatura.
El postmodernism o surgió a partir del rechazo del llamado «estilo in-
ternacional», la austera arquitectura sin adornos que se remonta a Adolf
Loos en Viena, Walter Gropius y el movimiento de la Bauhaus, y más tar-
de a Mies van der Rohe en Estados Unidos. Este estilo, por lo tanto, sur-
gió del supuesto corazón modernista: la Viena de la época de la Primera
Guerra Mundial, la Alemania de Weimar y, tras la llegada de Hitler al po—
der, su diáspora transatlántica. A través de estas asociaciones, la arquitec—
tura modernista se relacionó íntimamente con corrientes intelectuales
más amplias, consideradas ahora como típicamente modernas: la econo-
mía keynesiana, la prosa de Joyce, la psique freudiana. Después de 1945
se convirtió en el estilo innato de la democracia liberal y del capitalismo
del estado del bienestar. Todavía domina el perñl de la mayoría de las ciu¬
dades modernas, y su estética racionalista de forma y función inspira por
igual los rascacielos de las grandes empresas y las urbanizaciones planifi¬
cadas de viviendas públicas.
Los arquitectos postmodernistas han intentado suavizar e incluso de—
safiar este «estilo internacional», añadiéndole ornamentación, fomentan—
do el eclecticismo. Rechazan el canon del modernismo según el cual la
función debe determinar la forma. Han mezclado y conjuntado diferentes
estilos de un modo implacable pero deliberado. Las columnas corintias
se mezclan con los pilares egipcios (ninguno de los cuales tiene impor-
tancia estructural) en la fachada de la ampliación de la Galería Nacional,
en Londres; unos pocos kilómetros río arriba, se encuentran las parodias
y pastiches de las terrazas del Londres georgiano de Richmond Riverside,

130
de Terry Quinlan; en Nueva Orleans, la Piazza d'Italia, de Charles Moore,
con columnas de todos los órdenes y con motivos de pop-art, se parece a
un escenario teatral, antes que a un espacio urbano.
La estética (o la antiestética) que inspira tal arquitectura persigue amal—
gamar lo profesional y lo popular, el arte elevado y el arte bajo, pero no
con el deseo de sintetizar. Los arquitectos modernos abrazan la incon—
gruencia. Algunos, como Charles Jenks (1991), se refieren a esto como
«doble codificación», combinando la tecnología arquitectónica más mo—
derna con el ornamento vernacular y caprichoso, para crear edificios que
se comuniquen de formas diferentes con públicos profesionales y popu—
lares. Otros, más extravagantes, evitan toda racionalización de los efectos ar—
quitectónicos que se esfuerzan por producir (o que producen sin esforzar—
se) . Sus edificios reflejan no el orden público de la corporación fordista, o el
estado del bienestar, sino el desorden privado de las altas finanzas de los bo—
nos y las operaciones de ingeniería financiera, la ehminación neoconserva-
dora de la política social. Lo mismo que este mundo inquieto y amoral,
confunden, desorientan e incluso engañan, pero quizá también ayudan a un
propósito estético superior, al socavar esos convencionalismos heredados sin
crítica, que gobiernan nuestra visión del espacio y de la forma.
Edificios creados como narraciones o como textos que no contienen
significado autorizado; las afinidades entre la arquitectura postmoderna y
el pensamiento postmoderno están claras. En la arquitectura es el decons—
tructivismo; en la literatura es la deconstrucción. El pastiche y el collage
del arquitecto reflejan las ficciones, la fragmentación de lo intelectual. El
modo 2, tal como se expresa en las humanidades y en las artes, aunque
no se le debe igualar con el postmodernismo, comparte algunos de los
mismos impulsos y más notablemente la mezcla de géneros, de lo estéti—
co y lo intelectual, el entremezclamiento del arte elevado y de la cultura
popular, el eclecticismo de la autoridad crítica, la variabilidad de los cri—
terios morales.

Esta heterogeneidad no se expresa simplemente a través de la jerar¬


quía. De hecho, la naturaleza problemática del conocimiento en las hu¬
manidades tiende a invalidar la noción misma de jerarquía, así como a so¬
cavar su expresión práctica. Se trata de corrientes cruzadas y confusas.
La cultura popular es el objeto del estudio académico. Los profesores de
literatura son ellos mismos escritores. La popularización a través de la te¬
levisión, la radio, los periódicos y revistas, se produce junto a la erudición
vinculada a la monografía. La producción de la cultura en numerosos si-

131
tios siempre ha sido rutinaria, antes que excepcional, aunque el centro de
atención de la producción extra académica se ha desplazado desde el es¬
tudio del erudito caballero Victoriano, a través de la empresa editorial, has¬
ta el estudio de televisión o la agencia de publicidad. La concentración de
capacidad cerebral científica y de conocimiento tecnológico, que consti- ,
tuyo una característica tan notable de la economía de la postguerra, sólo
encontró un débil eco en las humanidades . La aspiración de la universi¬
dad de dominar la producción cultural no llegó a alcanzarse nunca, ni si¬
quiera en la época de su apogeo más seguro, hace una generación. En la
medida en que se ha producido una globalización de la producción cul¬
tural, eso ha sido un fenómeno de los medios de comunicación de masas,
en los que los eruditos en humanidades, centrados en las universidades,
sólo han jugado un papel de apoyo.

El contexto de aplicación

Tres de los aspectos clave del conocimiento en el modo 2 (la expan¬


sión rápida, la heterogeneidad y la contextualización), son tan caracterís¬
ticos de la cultura y de las humanidades como de la ciencia, la tecnología
y la industria. Es incontrovertible la evidencia de la aceleración que se
está produciendo tanto en el amplio dominio de la producción cultural,
como en el territorio más estrecho de la erudición en las humanidades .
La comercialización, como parte del proceso de contextualización, es con
toda seguridad una característica de la industria cultural, con la excep¬
ción de ciertas formas de producción cultural de élite. La comercialización
es particularmente intensa en la publicidad, donde la industria cultural
efectúa su intervención más directa en la economía. Las humanidades se
hallan incluidas en los mercado s en un sentido más difuso y plural, por¬
que sus valores intelectuales se han visto inevitablemente configurados
por su contexto y aplicación social. A modo de analogía, podría decirse
que son la moneda de cambio simbólico en el mercado de las oportunida¬
des de la vida, del mismo modo que los nuevos productos apuntalan la
moneda fuerte en los mercados de la industria. Fuera del sistema académi¬
co, las vidas individuales y las experiencias sociales se hacen cada vez más
disímiles, a medida que cambian las estructuras familiares, se transfor¬
man las pautas ocupacionales, y se desvanecen las lealtades de clase para
verse sustituidas quizá por nuevas identificaciones, determinadas por la
etnicidad, la ideología o, más poderosamente, por la individualización de
largo alcance. Esta diferenciación social acelera, y se ve acelerada a su vez
por la diversificación cultural.

132
Las humanidades siempre han sido predecesoras en términos de otras
características estrechamente relacionadas del modo 2, como la genera¬
ción de conocimiento dentro de un contexto de aplicación, la mayor res¬
ponsabilidad social y el control de calidad que ya no viene determinado
sólo por la calidad científica, sino que incluye criterios más amplios. An¬
tes de que las humanidades sean precien tíficas, son las ciencias naturales
las que han sido presociales hasta hace poco. Las ideas y la práctica social
siempre han estado íntimamente relacionadas en las humanidades y en
las ciencias sociales. Las revoluciones sucesivas, y las contrarrevoluciones
en el pensamiento económico, la destrucción de viejas ortodoxias mer-
cantilistas y fisiócratas por parte de Adam Smith y David Ricardo y, un si¬
glo y medio más tarde, la revolución keynesiana que socavó la autoridad
de la economía clásica, surgieron a partir de cambios radicales en el am¬
biente socioeconómico que había dejado expuestas estas antiguas estruc¬
turas intelectuales como inadecuadas. Tomando otro ejemplo, cabe decir
que el surgimiento de la literatura como un campo de estudio académico
estuvo estrechamente relacionado con el crecimiento del público lector
en el siglo XIX; los cambios y especialmente las ampliaciones posteriores
de ese público explican la frecuente turbulencia en los estudios literarios,
culturales y críticos.
La aparición de la producción acumulativa de conocimiento en las cien¬
cias naturales, y en cualquier caso durante los períodos de ciencia normal,
por emplear la terminología kuhniana, y la ausencia de contrarrevolucio¬
nes, excepto durante la transición de un paradigma a otro, pueden verse
plausiblemente por lo tanto como prueba del subdesarrollo epistemológi¬
co por lo que se refiere a la madurez. Se ha argumentado que el control
de las ciencias naturales nunca ha sido arrebatado durante mucho tiem¬
po de entre las manos de grupos restringidos de interés, lo que explica
supuestamente, por qué las revoluciones en la ciencia y la tecnología no
han supuesto nunca una amenaza para el orden existente, a diferencia
de lo ocurrido en las humanidades y algunas ciencias sociales (Harvey,
1973). Ya no puede sostenerse la separación con respecto a la política,
que las ciencias naturales se esforzaron por mantener durante siglos,
y de la que las humanidades y las ciencias sociales nunca pudieron dis¬
frutar.

Aumento de la responsabilidad social

Dado lo que se acaba de decir, se está desmoronando el contraste en¬


tre ciencia presocial y humanidades precientíficas. Han surgido ámbitos

133
ambiguos en los que científicos naturales, científicos sociales, humanistas
y activistas de todo tipo debaten públicamente sobre temas que ya no res¬
petan las fronteras tradicionales entre ciencias naturales y humanidades.
Los argumentos que se cruzan, por ejemplo, entre los ingenieros nuclea¬
res y los científicos ambientalistas son sugerentemente similares a las con¬
troversias entabladas entre los defensores de la corrección política, que se
oponen a la dominación de estudios literarios sobre autores varones blan¬
cos ya fallecidos, y aquellos que insisten en preservar el grandioso y buen
canon y que promueven el regreso al alfabetismo cultural básico. Ambos
son ejemplos de la contextualización del conocimiento. Ambos reflejan
las confusas y contradictorias presiones de la responsabilidad social, los
primeros con el equilibrio cada vez más precario entre los riesgos y bene¬
ficios del progreso científico-técnico, y los segundos con la cambiante
demografía de la educación superior de masas. Ambos demuestran, fi¬
nalmente, que, bajo las condiciones del modo 2, la presión favorable a la
responsabilidad social también conduce a un cambio en los criterios de
calidad. En las humanidades, la calidad ya no puede venir determinada
en buena medida por el mundo académico u otras comunidades de exper¬
tos, sino que tiene que ser convalidada según criterios externos más diver¬
sos y difusos.

Transdisciplinaridad

La transdisciplinaridad, otra característica del modo 2, también es en¬


démica en las humanidades, debido sobre todo a que a las disciplinas ar¬
tísticas les ha faltado siempre la robusta construcción típica de las cien¬
cias. Estas últimas, al menos bajo las condiciones del modo 1, han sido
nítidamente delineadas por técnicas muy específicas, apoyadas a menudo
por una instrumentación compleja. La filosofía, la historia, la literatura,
etcétera, se han organizado mucho más flexiblemente, de modo que las
microculturas profesionales se han sostenido juntas gracias a la afinidad
cultural, pero también se han visto marcadas por comunidades interpre¬
tativas contradictorias e incluso conflictivas. Se ha trazado una distinción
entre los ámbitos del imperativo contextual y los ámbitos de la asociación
contextual (Becher, 1989, 89-90). Las humanidades se encuentran habi-
tualmente en el último grupo. Como consecuencia de ello, las fronteras
disciplinares siempre han sido permeables en las humanidades. Resulta
fácil encontrar ejemplos de transdisciplinaridad y permeabilidad. El estu¬
dio del mundo clásico, antiguamente reservado a filólogos, historiadores,
arqueólogos y especialistas en literatura griega y latina, se ha visto trans-

134
formado por las comprensiones de la antropología y por las técnicas de la
ciencia; la filosofía, generalmente diluida en forma de ética, se ha exten¬
dido hacia la mayoría de las ciencias sociales aplicadas; y los estudios cul¬
turales, los estudios urbanos, los estudios feministas son racimos eclécti¬
cos emergentes de transdisciplinaridad.

Instrumentación

Otras características del modo 2 parecen aplicarse con menos fuerza a


las humanidades, lo que tiene importancia para el argumento de que es el
agrupamiento de tales características, antes que sus efectos individuales,
lo que crea las condiciones para el surgimiento de un nuevo paradigma
de producción de conocimiento. Quizá, después de todo, las humanidades
son una excepción. Ciertamente, por ejemplo, el papel de la instrumenta¬
ción parece más periférico, aunque los ordenadores y otras formas de tec¬
nología de la información ya se utilizan ampliamente en la historia (clio-
métrica), la literatura (programas de concordancia) y otras disciplinas
artísticas. Pero, al menos en esta fase, sería difícil argumentar que esas
técnicas están transformando la práctica académica en las humanidades.
La mayoría de académicos siguen funcionando de forma artesanal y tra¬
dicional, y la influencia de la tecnología de la información queda confina¬
da al procesador de textos y al fax. Pero ha habido otros usos más espec¬
taculares de la tecnología de la información. Consideremos, por ejemplo,
la forma en que se la utilizó para las prácticas investigadoras de unos po¬
cos que trataron de controlar la difusión del texto de los manuscritos del
Mar Muerto, que a algunos les pareció que se hizo de una forma dema¬
siado restrictiva.
No obstante, por las humanidades también se ha empezado a difundir
la aplicación de la tecnología de los ordenadores a la organización de la
investigación cualitativa en las ciencias sociales, un proceso bastante me¬
cánico pero con intrigantes reverberaciones intelectuales. El impacto más
significativo de la tecnología de la información se está dejando sentir a tra¬
vés de la capacidad del ordenador para ayudar a construir modelos teóri¬
cos, como en la lingüística, y para relacionar pruebas con tales modelos de
una forma mucho más efectiva y sistemática, antes que a través de la aplica¬
ción directa de los ordenadores al trabajo académico, creando conjuntos de
datos más globales, aunque éstos sean considerables y estén aumentando.
En un sentido más amplio, claro está, la instrumentación ha sido deci¬
siva para reconfigurar e incluso crear la industria de la cultura. Del mis¬
mo modo que el invento de la imprenta en el siglo XV transformó los con-

135
tornos sociales y las posibilidades intelectuales a principios del mundo
moderno, la comunicación electrónica está reordenando ahora a la socie¬
dad contemporánea, tanto cualitativa como cuantitativamente. La estética,
así como la accesibilidad de la cultura, se ha visto transformada por estas
nuevas tecnologías. El cambio del teatro al cine y a la televisión, y de los
conciertos a los discos, cintas y discos compactos, supone mucho más que
una ampliación del público, ayudada por la tecnología. En lugar de eso,
la actuación, un acontecimiento único, se convierte en un producto que se
puede reproducir interminablemente. La cultura se ha visto modificada
más meticulosamente. La economía de las orquestas sinfónicas depende de
sus sesiones de grabación más que de sus actuaciones en directo, que pue¬
den servir, simplemente, como oportunidades de marketing.
La economía de la industria de la cultura no sólo se ha visto radical¬
mente influida por las nuevas tecnologías y, como resultado de ello, no sólo
se han visto reconfiguradas las respuestas estéticas individuales, en formas
que parecen socavar la convicción de Kant de que los juicios estéticos
pueden mediar entre el mundo objetivo de la ciencia y el mundo subjetivo
de la moralidad; la idea misma de alfabetismo se ha visto transformada. La
sensibilidad visual y la habilidad oral son claramente más valoradas que el
mérito literario, en un mundo en el que las telecomunicaciones y las tecno¬
logías de la información permiten una interacción instantánea, y la apari¬
ción de la aldea global de los redactores de titulares. El sonido de treinta
segundos es más poderoso que el minuto elegantemente trazado; los docu¬
mentales televisivos son más persuasivos que el ensayo más exquisitamen¬
te escrito. Debido a que todas las humanidades se encuentran organiza¬
das, aunque en formas diferentes, alrededor de nociones de alfabetismo,
se hallan profundamente implicadas en estos cambios, que han sido pro¬
ducidos por las nuevas pautas de instrumentación. Quizá estos cambios
radicales en la idea y la práctica de la cultura literaria se ven reflejados en
los angustiosos e incómodos debates sobre el canon literario-filosófico, en
la búsqueda de un curriculum nuclear para las humanidades, en los cur¬
sos de recuperación y otros temas similares en el contexto de la enseñan¬
za, en el campo de la investigación de la popularidad de la deconstrucción
y otras formas de teoría crítica, y en el surgimiento del postmodernismo.

Reflexividad

La reflexividad, que se ha identificado como un elemento clave de la


producción de conocimiento en el modo 2, siempre ha sido una caracte¬
rística tradicional de las humanidades, en el sentido de que su energía in-

136
telectual procede de la incesante interrogación a la que el presente somete
al pasado. La historia se halla construida totalmente sobre esta premisa, la
de que sin pasado no puede haber presente excepto como una instanta¬
neidad sin rasgos. Pero la literatura, la filosofía y la mayoría de las otras
disciplinas de las humanidades se hallan completamente implicadas en el
mismo proyecto, aunque menos literalmente. No obstante, la reflexividad
da lugar a efectos todavía más complicados y ambiguos en las humanida¬
des que en la ciencia y la tecnología.
En primer lugar, y a partir de este interrogatorio del pasado por parte
del presente, si eso no se hace con rigor e integridad, puede llegarse a un
relativismo desmoralizante. Las alarmantes tendencias de las sociedades
modernas hacia el narcisismo y el atomismo, el declive de la participación
cívica, la creciente sensación de que todas las relaciones y compromisos
son revocables, y el crecimiento de actitudes cada vez más «instrumenta-
les» hacia la naturaleza y la sociedad, son manifestaciones de un desliza¬
miento hacia el subjetivismo, al que es proclive la cultura moderna. La
contextualización social de las humanidades, ahora más explícita e insis¬
tente que nunca, lleva consigo este peligro, aunque algunos describirían
tal contextualización como reflexividad desbocada. En su forma más radi¬
cal y teorizada, como en el postmodernismo, puede llevarse incluso hasta
extremos autocontradictorios. Si todo es incoherente y está desconecta¬
do, y las cosas no son más que sombras juguetonas, ¿cómo es posible la
reflexividad?
Aquí encontramos un dilema clave que quizá se perciba más aguda¬
mente en las humanidades que en la ciencia y la tecnología. Por un lado,
la reflexividad exige enraizamiento, un contexto en el que pueda y sobre
el que pueda actuar. En la sociedad moderna, los vínculos entre los
agentes y la estructura pueden estar soltándose, liberando a los indivi¬
duos de las limitaciones de las identidades de clase social, o de los pape¬
les prescritos de lugar de trabajo o de género, permitiéndoles modificar
esas estructuras limitadoras a través de su propio comportamiento refle¬
xivo. Pero la individualización y la reflexividad permanecen fundamen¬
tadas en contextos particulares, aunque ahora sean más volátiles. Por el
otro lado, la reflexividad parece exigir una inseguridad ontológica, una
institucionalización de la duda, la necesidad de desgajar las formas inte¬
lectuales de «las inmediaciones del contexto» (Giddens, 1990). Hay que
desconfiar de todas las cosas dadas porque representan las traicioneras
seguridades de la tradición, que inhiben la reflexividad. Hay que negar
todas las prescripciones utópicas, porque cierran la reflexividad futura
que, por definición, tiene que ser de extremos siempre abiertos. Se sos-

137
pecha hasta de la ciencia, hasta de la Razón. La prueba, después de todo,
es terminal.
Un segundo efecto se remonta a la aceleración de la industria de la
cultura y al crecimientp aparentemente exponencial de la erudición en las
humanidades. Dicho en términos sencillos, la buena prensa que encuen¬
tran las obras secundarias es tan grande, que la producción primaria se ve
abrumada. Según George Steiner, «la humanidad literaria se ve solicitada
diariamente por millones de palabras, impresos, emisiones de radio y de
televisión, en los que se habla de libros que nunca se abrirán, de música
que nunca se escuchará, y de obras de arte que nunca se verán». El ries¬
go, por lo tanto, es que la reflexividad se convierta en un círculo vicioso,
antes que virtuoso, en un proceso narcisista que debe mucho más a la di¬
námica interna de la producción académica y de la formación profesional
que a cualquier otra fuerza externa, ya sea de la crítica social o del impe¬
rativo económico. Steiner dice una vez más que «el comentario no tiene
fin. En las palabras del discurso interpretativo y crítico, un libro engen¬
dra a otro, el ensayo da lugar al ensayo, el artículo multiplica el artículo.
Los mecanismos de la interminabilidad son los propios de la langosta»
(Steiner, 1989). El resultado de esta proliferación de comentarios es am¬
biguo. Dentro de ciertos rasgos del discurso, representa un estrechamien¬
to de las reglas del conocimiento y, finalmente, el establecimiento de nue¬
vas ortodoxias. Pero, en conjunto, estas numerosas voces permiten una
flexibilización de todas las reglas del discurso y hacen posible un aumen¬
to de la reflexividad. Puede verse una analogía con la ciencia y la tecnolo¬
gía en la transformación y pérdida relativa de importancia del productor
original en un proceso intenso de conocimiento: en la ciencia y la tecno¬
logía, el científico y el descubrimiento primario sólo son un ingrediente
en la producción de conocimiento. En las humanidades, el trabajo origi¬
nal del arte o la literatura retrocede a la vista de la proliferación de los co¬
mentarios.
¿Acaso es posible ya establecer una distinción sustantiva entre las ar¬
tes y las ciencias en el contexto de la producción de conocimiento? A tra¬
vés de sus vínculos con la industria de la cultura, las humanidades ejercen
ahora un impacto directo sobre la economía del mundo real. También
configuran los estilos de vida, los valores y la cultura política. Las imáge¬
nes publicitarias, por ejemplo, manipulan los estilos de vida con pautas
de consumo acelerado. También se puede argumentar que los individuos,
liberados de identidades impuestas colectivamente, eligen el hábito cultu¬
ral, los objetos y las referencias para construir sus propias identidades re¬
flexivas. La educación superior se utiliza ciertamente de este modo. Ofre-

138
ce una forma de credencialización social que ahora desafía principios je¬
rárquicos más antiguos. En la medida en que las humanidades juegan un
papel clave, tanto en los sistemas masificados de educación superior, es¬
pecíficamente, como en la sofisticación cultural, generalmente, se en¬
cuentran profundamente implicadas en estos desarrollos.
A pesar de todo, tiene que abordarse el supuesto excepcionalismo o la
desviación continuamente reafirmada por algunos artistas y académicos.
El registro histórico no nos ayuda a resolver esta cuestión. Es cierto que,
al menos en el mundo angloamericano, las humanidades han parecido
oponerse a menudo a lo que se consideraron como los valores extraños y
alienantes de la sociedad industrial. El descenso es claro en Inglaterra,
desde Coleridge, defensor de una clerecía secular que sustituyera al mori¬
bundo sacerdocio de la década de 1820, hasta F. R. Leavis, autor del re-
velador título Civilización de masas y cultura minoritaria, publicado en
1930, y mucho más allá. Thomas Carlyle, Matthew Arnold, T. S. Eliot...,
estas figuras totémicas en la literatura y la crítica, parecen encarnar ese
ethos antiindustrial, a pesar de sus perspectivas diferentes (Weiner,
1981). En Estados Unidos es más borroso, aunque sigue siendo sugeren-
te, el descenso desde Emerson y Whitman, a través de las corrientes cul¬
turales situadas a la izquierda y la derecha, hasta los actuales intelectuales
político-literarios. El romanticismo y otros movimientos intelectuales en
Europa, parte de los cuales fueron una reacción contra la industrializa¬
ción, también han afirmado repetidamente un estatus epistemológico di¬
ferente para las humanidades.
Una tradición en las humanidades ha visto su objetivo como la conser¬
vación del «ser», o del «tiempo memorizado no como un flujo sino como
recuerdos de lugares y espacios experimentados» (Heidegger, 1959), a
expensas del «convertirse», provincia de las ciencias naturales y sociales
progresistas. No hay razón para suponer que se haya abandonado este
papel. De hecho, bien podría suceder lo contrario, porque en un momen¬
to de fragmentación social y de cambio económico, se experimenta con
mayor intensidad el deseo de encontrar valores estables. Quizá no sea
ninguna casualidad que la desregulación a gran escala de los mercados fi¬
nancieros y la privatización de grandes partes del estado del bienestar du¬
rante la década de 1980, que creó una gran turbulencia, se vieran acom¬
pañadas por políticas restrictivas en los ámbitos educativo y cultural, que
intentaron resaltar los valores tradicionales: en Estados Unidos el movi¬
miento por el alfabetismo cultural; en Gran Bretaña la imposición por
primera vez de un curriculum nacional en las escuelas, e incluso en la so¬
cialista Francia se produjo un regreso modificado a los viejos valores edu-

139
cativos, presentados ahora como virtudes republicanas. Una manifesta¬
ción menos afirmativa de la misma búsqueda de estabilidad, en un perío¬
do de cambio rápido, es el aumento de la industria del patrimonio. Las
ruinas, como las raíces, se están convirtiendo en un gran negocio.

Contextualizació n y significado en las humanidades

Tradicionalmente, la comunidad científica y también sus analistas han


resaltado la autonomía relativa y el funcionamiento de la ciencia como un
subsistema singular de la sociedad. Ampliamente aceptado hasta la déca¬
da de 1960, eso se ha visto contestado desde entonces. No explica bien la
práctica de la ciencia, ni siquiera en el modo 1 y, desde luego, no lo hace
por lo que se refiere al modo 2. Resulta significativo que las humanidades
nunca hayan sido caracterizadas de este modo. Está claro que no consti¬
tuyen un subsistema autónomo, aislado del resto de la sociedad. De he¬
cho, su función consiste en proporcionar una comprensión del mundo de
la experiencia social, y se las valora por las comprensiones y las guías que
se espera poder derivar de ellas.
Lo característico de las humanidades no es simplemente que exhiban
reflexividad de una manera más radical y continua que las ciencias natu¬
rales, o que sean en esencia contextualizadas. Lo que las caracteriza es
que se espera que esa reflexividad tenga significado para toda la expe¬
riencia humana, que enriquezca el dominio de la significación. En ese
sentido, se diferencian notablemente de las ciencias naturales.
Las ciencias sociales, que se han desarrollado desde el siglo XIX, com¬
parten con las humanidades una preocupación por el funcionamiento in¬
terno de la sociedad y por la generación de cultura y significados. No
obstante, su punto de vista ha sido generalmente más analítico, y su fun¬
ción explícita ha estado más orientada hacia la construcción de herra¬
mientas prácticas y técnicas con las que comprender y gestionar mejor el
mundo cada vez más desencantado que desvelan sus descripciones. Para
mantener su postura analítica y técnica, las ciencias sociales han tratado
de mantener un estilo de reflexividad que se vincula con la contextualiza-
ción de una forma conscientemente separada. En contra de lo que hacen
las humanidades, las ciencias sociales tratan de permanecer intelectual-
mente alejadas de la creación de los valores y significados personificados
en la producción cultural.
Desde el pasado siglo, una opción de las humanidades, muy tentadora
para los practicantes de inclinaciones analíticas, ha sido la de imitar, to-

140
mar prestado o adaptar a las ciencias sociales o incluso a las ciencias na¬
turales, los métodos y actitudes de empresas más evidentemente científi¬
cas. Esa es una de las razones por las que sigue siendo muy activa la pro¬
ducción de conocimiento en el modo 1 dentro de las humanidades, con
su énfasis sobre el trabajo y la titulación dentro de las fronteras discipli¬
nares. A pesar de todo, el modo 2 continúa predominando. Y ello no se
debe sólo a su falta de fructificación para el avance del conocimiento.
También abre las posibilidades para examinar no sólo una dimensión de
la vida social, sino para penetrar por entre las fronteras disciplinares, lo
que lo convierte en el enfoque más gratificante en la búsqueda de signifi¬
cado. Esta es, de hecho, la razón por la que los científicos sociales esta¬
blecidos recurren al género preferido por las humanidades, el ensayo,
cuando desean plantear, desde una perspectiva significativa, lo que han
aprendido de sus empresas más analíticas y disciplinares. Los ensayos,
una de las formas más antiguas de la producción en el modo 2, campan
por sus respetos en territorios aparentemente ocupados por las especiali¬
dades, y vinculan aquello que, de otro modo, seguirían siendo análisis
fragmentados; son, en el mejor de los casos, una forma artística con una
gran capacidad para conducir hacia la construcción y diseminación de
significado. En la historia, la escuela de Anuales muestra muchas de las
características de la producción de conocimiento en el modo 2, y así se
describe en el recuadro 4.2.

El ejemplo de Aúnales

Annales quizá sea la publicación histórica más influyente del siglo xx,
fundada en la década de 1920 por Lucien Febvre y Marc Bloch. Una ra—
zón de su influencia hay que buscarla en el hecho de que ha nutrido una
brillante escuela de historiadores. Febvre y Bloch siguen siendo, claro
está, sus fundadores icónicos. Febvre es más conocido por su estudio de
la creencia medieval de que los reyes podían curar la escrofulosis tocan—
do a los afectados, una convicción mantenida anónimamente en la época
de la Ilustración por el anden régime. Bloch, por su parte, es más conocid o
por su estudio de la sociedad medieval.
Su heredero, y también casi contemporáneo, fue Fernand Braudel,
responsable sobre todo de la institucionalización de la tradición annaliste
en la sexta sección de la École des hautes eludes y de otros centros estratégicos
de la vida intelectual en Francia. De este modo, los annalistes triunfaron

141
sobre sus rivales potenciales y más notablemente sobre aquellos historia¬
dores sociales y económicos más tradicionales que buscaron liderazgo e
inspiración en Labrousse, y se aseguraron así una hegemonía sobre la
historia en Francia, que se ha mantenido hasta nuestros días.
Braudel también fue el responsable de exportar la tradición annaliste al
ancho mundo, y en particular a Gran Bretaña y Estados Unidos. En este
aspecto, sus capacidades de patrocinio y de organización fueron menos
importantes que su logro personal como historiador. Es autor de la obra
magistral en dos volúmenes El mundo mediterráneo en la época de Felipe II, en la
que el mundo campesino inmemorial de los Abruzos y la famosa victo—
ria cristiana sobre los turcos en Lepanto, se sitúan en el gran flujo, la lon-
gue durée del cambio histórico; también fue autor del todavía más grande
estudio de la civilización y el capitalismo, que abarca el globo, desde el
corazón europeo hasta la América precolombina, y los imperios Ming y
Manchú, que abarca cuatro siglos, desde el xv hasta el xvm; y de dos vo—
lúmenes de una historia de Francia que quedaron tristemente incomple—
tos en el momento de su muerte.
La tradición annaliste se ha transmitido a una tercera generación de
historiadores. Jacque Le Goffregresó a la preocupación original de Bloch
por los ritmos de la civilización medieval. Emmanuel Le Roy Ladurie,
autor de Montaillou, un estudio de la investigación de la Inquisición sobre
la herejía catara en las estribaciones pirenaicas, y de una narración igual¬
mente novelística del carnaval entre los romanos del Ródano en el siglo
vi, se convirtió en figura destacada en la Francia de Francois Mitterrand,
y es ahora director de la Bibliothéque Nationale.
No obstante, el carisma intelectual y el patrocinio institucional no
pueden explicar por sí solos el papel relevante jugado por Annales y por los
annalistes. Sus éxitos constituyen buenos ejemplos del flujo de la produc¬
ción del conocimiento, o de la cultura en las humanidades, pero es tam¬
bién un ejemplo ambiguo. En un sentido, Annales y su escuela son ma¬
nifestaciones del conocimiento en el modo 1, porque permitieron la
penetración de una erudición rigurosa en ámbitos hasta entonces descui—
dados, y fomentaron un concepto social-científico de la historia, antes
que literario-humanístico. Esto ha tenido a menudo una dura orientación
científica, e incluso positivista. Gracias en buena medida a la tradición de
Annales, los historiadores franceses aprendieron a aplicar las perspectivas
de la geografía física y de la demografía al estudio del pasado (aunque,
reveladoramente, este aspecto particular de la tradición recibió mucho
menos énfasis cuando la influencia de Annales se extendió más allá del ca—
nal de la Mancha y del Atlántico).
En otro sentido, la escuela de Annales muestra muchas de las caracte-

142
rísticas de la producción de conocimiento en el modo 2. Su apego pro¬
miscuo a las ciencias sociales y no simplemente a las ciencias sociales
clásicas, como la economía, la política y la sociología, sino también a la
antropología e incluso a la demografía, es una prueba de su transdiscipli-
naridad endémica. Eso también se ve reflejado en los temas popularizados
por las preocupaciones de los annalistes. Se han recuperado creencias extra¬
ñas, e incluso chamanísticas como temas legítimos de investigación his¬
tórica, junto con las dignificadas rutinas del intelecto amable. El énfasis
puesto sobre la mentalité, el redescubrimiento de pautas de pensamiento
del pasado (que, debido a un igual énfasis sobre la Iongue durée de la histo¬
ria, también es probable que sean pautas actuales), exige cualidades de
creatividad e imaginación que quizá se hallen cerca de la característica
reflexividad radical del modo 2. La calidad novedosa de algunas obras
annalistes tampoco es accidental. Se ha redescubierto así la idea de la his—
toria como una narración, en un sentido ingenuo, y como un discurso,
con todo su equipaje postestructuralista. Finalmente, la escuela de annales
se ha mostrado fascinada por las manifestaciones de la cultura popular,
por la magia oculta dentro de las rutinas cotidianas. Todo esto representa
una contextualización radical del estudio de la historia.

En una gran parte de las humanidades, sin embargo, los productores


culturales, tales como los novelistas o algunos tipos de filósofos, no tie¬
nen que efectuar ninguna desviación para delinear y expresar significado.
Lo ven como la esencia misma de su actividad. Para ellos, la distancia en¬
tre la creación y la contextualización es mínima; la postura analítica, el
mantenimiento de la distancia con respecto a la acción social y la crea¬
ción de valores, se hacen innecesarias puesto que el análisis está unido con
la producción creativa.
Esta es la razón por la que se han producido numerosas corresponden¬
cias intrigantes entre el crecimiento de la cultura moderna y la transforma¬
ción de la sociedad industrial en la que parecen haber salido triunfantes
la ciencia y la tecnología. Estas correspondencias no reflejan determinismos
causales, pero son algo más que simples co-ocurrencias; son co-construc-
ciones de significados y de símbolos culturales en los que la realidad social
de la época se ve reflejada críticamente y metamorfoseada creativamente.
A mediados del siglo XIX, cuando la industrialización fue reconocida
como irresistible e irreversible, se hizo posible adoptar una postura críti¬
ca, defensora no de una restauración reaccionaria del pasado, de sus va¬
lores y formas artísticas antiguas, sino que esperaba más bien con ilusión

143
las Consecuencias del triunfo de ese proceso irresistible. Fue entonces cuan¬
do se desintegró la escritura clásica, mientras que, casi al mismo tiempo,
la redefinida solidez de la pintura neoclásica de Ingres dio paso a la de-
construcción de la luz y la forma llevada a cabo por los impresionistas, y
de las definiciones tradicionales de un objeto de arte. En 1863, Baudelai-
re escribió: «La modernidad es lo transitorio, lo efímero, lo contingente;
eso es la mitad del arte, mientras que la otra mitad es lo eterno y lo in¬
mutable» (Baudelaire, 1972). Una co-construcción similar de significado
ocurrió en los primeros años del siglo XX, cuando Einstein derribó el or¬
den copernicano-newtoniano en física, cuando Picasso, Braque y otros pin¬
tores descartaron el representacionalismo en el arte, cuando Schoenberg
y otros abandonaron el sistema tonal en música, y cuando Proust y más
tarde Joyce y Virginia Woolf experimentaron con nuevas formas de la no¬
vela, no constreñidas por las nociones convencionales de la construcción
temporal.
La actual transformación postindustrial de la economía también se ve
reflejada en lo que se ha llamado postmodernismo en la cultura y en las
humanidades. No obstante, y como ya sucediera antes, puesto que no hay
determinismo, la actividad cultural da lugar a visiones y respuestas muy
diferentes. Esa es una de las razones por las que a veces resultan muy con¬
fusos los intentos por subsumir todas estas reverberaciones bajo la noción
de postmodernismo. Las diferentes visiones y respuestas son las formas
que adopta la contextualización en el ámbito cultural. No hay un solo lu¬
gar de donde se pueda obtener una visión global de todo el contexto. De
hecho, se cuestiona la misma noción de contexto como algo dado y exis¬
tente ahí fuera, disponible para la descripción. Existen ciertamente reali¬
dades que uno se esfuerza por comprender, pero la única forma de acceder
a ellas es a través de la contextualización, es decir, mediante la construc¬
ción de vínculos y de significadores compartidos que permitan delinearlas
y sacarles sentido.
Algunos se deleitan en esta fragmentación aparente, en la multiplicidad
de contextos que pueden producirse mediante diferentes contextualizacio-
nes, así como en el correspondiente carácter efímero del orden postindus¬
trial. Desean imitar esas mismas cualidades en la historia, la literatura, la
filosofía. Con ello se corre el riesgo de producir simplemente «un montón
de escombros de significadores». Pero no es probable que eso impida que
los adeptos de esta visión persigan lo fragmentado puesto que, para ellos,
la consistencia es, por definición, un valor siempre exagerado.
Otra respuesta, esta vez contraria, ha sido la enojada negativa de la
complejidad, en lo que Habermas (1987) ha llamado un «dejar-tomar neo-

144
conservador de la modernidad». Se dirige menos al dinamismo incontro¬
lado de la modernización que a lo que se ha perdido en términos de esa
autocomprensión cultural que trató de producir la modernidad. Lo neo-
conservador no debería tomarse como una caracterización que sólo se
aplica al derecho político. Por la izquierda, los partidos que afirman en¬
carnar la continuidad del progreso histórico, se han negado a mantener
cualquier idea que sugiera la opacidad de la historia y la indeterminación
de los futuros.
El rechazo de una gran teoría, de cualquier intento totalitario por pro¬
ducir una metanarrativa que lo abarque todo, el contexto de todas las
contextualizaciones, ha conducido a intentos por encontrar nichos inte¬
lectuales intermedios que rechacen las grandes narrativas, pero que toda¬
vía permitan una reflexión resuelta y, por lo tanto, la acción, dentro de
ámbitos más limitados. Tal intento por construir «un mundo cognoscible
a partir de una infinidad de mundos posibles», se corresponde con la
atribución de significado en el proceso de la contextualización local. Eso
puede conducir a un deslizamiento hacia el discurso localizado de carácter
estético, ejemplificado de forma más famosa por Heidegger. Muy diferen¬
te es la reacción de grupos que contextualizan sus visiones y expectativas a
través de la implicación activa en las controversias públicas sobre el me¬
dio ambiente y los riesgos tecnológicos. A menudo, tales actores se en¬
cuentran integrados en la producción de conocimiento en el modo 2. La
intensidad de los conflictos y el eventual resultado social son una función
de yuxtaponer las contextualizaciones locales aportadas por diferentes
grupos de actores que funcionan en ese modo.
Una cuarta respuesta parte también del punto de vista de que todas
las grandes narrativas han fracasado, pero que no habría que sentirse sa¬
tisfechos con la finitud de las reconstrucciones locales de significado que,
en cualquier caso, siguen siendo altamente sospechosas. Esto se ha descri¬
to como «montar al tigre», o como hiperretórica, tal como hizo Nietzsche
hace un siglo cuando intentó captar una más plena comprensión de la cul¬
tura contemporánea en todas sus complejas dimensiones, aun cuando tal
comprensión quedara fuera de nuestro alcance intelectual y se corriera
con ello el riesgo de la opacidad, la oscuridad y la mala interpretación
(Harvey, 1989). El discurso hablado o escrito quizá no sea el medio más
apropiado para esta empresa que, durante las cuatro o cinco últimas dé¬
cadas, ha encontrado en las artes visuales su manera más efectiva de trans¬
mitir significado, a pesar de que lo haya hecho a menudo de una manera
elusiva o desconcertante.
Sería un error considerar tales respuestas como discretas y/o coheren-

145
tes. Como también sería erróneo sugerir que se las puede calibrar compa¬
rándolas con las características del conocimiento en el modo 2. Superfi¬
cialmente, las humanidades comparten la mayoría de estas características
con la ciencia y la tecnología, aunque algunas tienen significados e impac¬
tos diferentes y, de forma crucial, quizá la reflexividad. Pero lo que ya es
más problemático es que, en un sentido más profundo, pueda decirse que
las humanidades se encuentran en la misma relación que la ciencia y la
tecnología con respecto a este nuevo paradigma de creación de conoci¬
miento, que se halla íntimamente asociado con el surgimiento de un or¬
den socioeconómico radicalmente nuevo. En algunos sentidos, las huma¬
nidades se encuentran un poco a un lado, como comentaristas burlones
que ofrecen profecías cargadas de tenebrismo o juguetonas críticas, y
como actores que aportan entretenimiento de pastiche o herencia cultural
como una diversión ante la amenazadora complejidad y volatilidad. En
otros sentidos, se hallan implicadas incluso más profundamente, ya que, a
través de la industria de la cultura, ponen de moda imágenes poderosas, e
incluso hegemónicas, mientras que, a través de la educación superior de
masas, juegan un papel directo en la nueva estratificación social.

Referencias

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147
5. Competitividad, colaboración
y globalización

Resumen

En este capítulo situamos el crecimiento de la producción de conoci¬


miento en el modo 2 en el más amplio contexto de la competitividad, la co¬
laboración y la globalización económica internacional. Con la difusión de la
modernización y del capitalismo industrial más allá de Estados Unidos y
Europa hasta Japón y los nuevos países industrializados, la ventaja compa¬
rativa sobre la que descansan las economías industrializadas avanzadas de¬
pende cada vez más de su capacidad para reconfigurar el conocimiento. La
estrategia adoptada por las naciones industriales avanzadas y las empresas
establecidas ha consistido en basarse en la innovación tecnológica para con¬
trarrestar la imitación de los métodos de producción existentes por parte de
países que, por lo demás, pagan salarios más bajos y cuentan con una es¬
tructura de capital más favorable.
Esta estrategia ha presionado a las empresas para encontrar formas de
mantener sucesivas ganancias de productividad. Eso ha conducido, por
ejemplo, al desarrollo de elementos especializados necesarios para compe¬
tir en el proceso de innovación, que a menudo es subcontratado. Las tec¬
nologías manufactureras se transfieren a países con bajo nivel de salarios, y
las naciones industriales avanzadas sólo pueden mantener su ventaja com¬
petitiva mediante la utilización de recursos y habilidades que no se pueden
imitar con facilidad. Esta demanda la satisfacen las nuevas tecnologías, que
dependen a su vez de la generación de nuevo conocimiento. Con objeto de
ser internacionalmente competitivas, las empresas maduras y punteras tie¬
nen que mantenerse constantemente al día en términos de conocimiento y
disponer de un acceso instantáneo al mismo. Una de las razones por las
que se ha hecho tan costoso el mantenimiento de la capacidad investigado¬
ra dentro de la empresa es porque las empresas no están seguras de saber
qué conocimiento concreto necesitan; a menudo, ese conocimiento habría
podido producirse casi en cualquier parte. Otra condición previa impor-

148
tante es la de tener acceso a tal conocimiento y experiencia y ser capaz de
reconfigurarlo en formas novedosas para luego ofrecerlo a la venta. En con¬
secuencia, lo que encuentra una elevada demanda es el conocimiento espe¬
cializado para la identificación y solución de problemas. Debido a que la
producción de conocimiento no es en modo alguno un fenómeno global,
las empresas de conocimiento tienen que disponer de acceso a la inteligen¬
cia global y la nueva clave del paradigma tecno-económico se basa cada vez
más en las tecnologías de la información.
En este capítulo argumentamos que, en paralelo a la difusión de la pro¬
ducción de conocimiento en el modo 2, están emergiendo empresas de red,
alianzas de I+ D, empresas de alto valor añadido y nuevas relaciones de
contactos. Aunque esas nuevas disposiciones organizativas y los sectores
que abarcan varían, se hallan subrayadas por dos amplias tendencias. La
primera es una inversión de la tendencia hacia un control directivo más es¬
trecho de un mayor número de factores de producción. En el pasado, mu¬
chas empresas trataron de absorber elementos que habían creado incerti-
dumbres en el proceso de producción. La inversión queda ilustrada por el
surgimiento de una empresa de red y por su método organizativo de fun¬
cionamiento. Las estructuras jerárquicas están siendo sustituidas por otras
horizontales y, en general, estas disposiciones fomentan la flexibilidad y la
adaptación ante acontecimientos imprevistos. La segunda tendencia es que
las empresas han dejado de intentar la realización de toda su I + D en la
misma empresa, y han optado por la cooperación con otras empresas, como
pone de manifiesto el aumento de las alianzas entre éstas. Eso permite re¬
ducir los costes de la investigación, facilita la fecundación entre ámbitos de
investigación y ayuda a establecer los estándares técnicos.
Puede decirse que tal ambiente contractual, basado en redes y alianzas,
sofoca la competencia. En contraste con ello, mantenemos que la compe¬
tencia se ve estimulada en un segundo nivel. La competencia ya no tiene
lugar exclusivamente en el nivel de la fabricación de los productos o la ofer¬
ta de los servicios para aumentar las cuotas de mercado. En un ambiente
de alianzas y colaboración, la competencia se desplaza más bien a un se¬
gundo nivel, en el que existen presiones constantes para innovar. La com¬
petencia se establece entre configuraciones de diseño y la capacidad de las
empresas para desarrollar su potencialidad, capacidad de recursos y creati¬
vidad. La tendencia hacia pautas más colaboradoras y nuevas alianzas, es el
resultado del hecho de que la ventaja comparativa creada tiene como con¬
secuencia la combinación creativa de recursos y capacidades. Eso significa
que la fuente de valor añadido se encuentra en la forma precisa que adopte
la colaboración de los grupos y la experiencia y habilidades de sus miem¬
bros. En este sentido, puede decirse que la competencia se fundamenta en
la colaboración, puesto que la selección de mercado es idéntica para la se-

149
lección de grupo. Al formar alianzas, las empresas toman decisiones estra¬
tégicas clave. Exploramos algunas de estas estrategias en una serie de ejem¬
plos ilustrativos.
En muchos de estos casos, la movilización de habilidades y perspectivas
variadas es la solución a los complejos problemas que están surgiendo alre¬
dedor del agrupamiento de la información de las tecnologías de los ordena¬
dores y de las telecomunicaciones. El paradigma de la tecnología de la in¬
formación sustituye progresivamente al anterior, dominado por tecnologías
y organización del pasado consumo de la producción. Empieza a surgir un
nuevo paradigma cuando las nuevas tecnologías son lo bastante omnipre¬
sentes como para amenazar seriamente las formas existentes de hacer las
cosas. Siguiendo a Freeman y Pérez (1988), eso es exactamente lo que está
sucediendo en relación con los cuatro perfiles del nuevo paradigma tecno-
económico: su perfil tecnológico, de producción de conocimiento, de habi¬
lidad y de capital.
Volviendo a la importancia y la extensión de la globalización de la eco¬
nomía, vemos algunas consecuencias paradójicas, así como contingencias
novedosas. A pesar de la aparición de una nueva división intelectual del
trabajo, siguiendo la estela de la ampliada capacidad para usar la investiga¬
ción y el conocimiento científico producido en otra parte, la capacidad
para participar en la investigación y utilizarla sigue estando desigualmente
distribuida por todo el mundo. También se produce un verdadero aumen¬
to de las desigualdades a través de los efectos diferenciadores que tiene la
globalización sobre la capacidad real para participar en el consumo del co¬
nocimiento científico, de los productos y sistemas de tecnología avanzada,
que deja a muchas regiones y países completamente excluidas. En general,
afirmamos que las desigualdades de la distribución se han acentuado duran¬
te el transcurso del proceso de difusión global de la producción de conoci¬
miento. La capacidad para transmitir información de una forma barata y
casi instantánea por todo el mundo no parece conducir a una distribución
más equitativa de la competencia científica, sino más bien a su concentra¬
ción. El aumento de las desigualdades tiene su origen en la combinación de
dos tendencias incorporadas: una que conduce hacia la estandarización y la
otra que lleva a la diversificación.
Otra de las consecuencias paradójicas de la globalización se observa en
la actual discusión acerca de los efectos de capacitación o incapacitación
de las nuevas tecnologías. Pero la tecnología, por sí misma, no exige más o
menos capacidades, ya que puede adaptarse a diferentes niveles de habili¬
dad. No puede olvidarse, sin embargo, que se está produciendo una nueva
división del trabajo entre los países que disponen de alta tecnología y el
resto del mundo. La «divisoria industrial» está siendo desplazada simple¬
mente hacia un nuevo nivel tecnológico más elevado. Esto se pone plena-

150
mente de manifiesto cuando se estudia de cerca el caso de los países en vías
de desarrollo. A medida que se despliegan las complejidades de la ciencia y
la tecnología contemporáneas, las soluciones que se proponen a las actua¬
les deficiencias del desarrollo parecen tanto más simplonas. Aumentan las
pruebas de que aquellas sociedades que tuvieron éxito en la tarea de crear
competencia científica y tecnológica, lo hicieron en un contexto más amplio
de aumento de los estándares educativos, cambios de valores y de la exis¬
tencia de una actitud positiva hacia la ciencia y la tecnología. El éxito tam¬
bién aparece vinculado con el centrar la atención sobre los beneficios a lar¬
go plazo para todos, en lugar de esperar que la ciencia ofrezca soluciones
tecnológicas a corto plazo ante problemas económicos y sociales comple¬
jos, o que sirva simplemente para aumentar el prestigio de los líderes polí¬
ticos y de sus grandes proyectos.

El crecimiento de la producción de conocimiento en el modo 2 es, en


parte, un desarrollo autónomo que refleja las insuficiencias del modo 1.
Pero también es un elemento activo en un conjunto mucho más grande de
cambios que acompañan a la difusión de la modernización más allá de Es¬
tados Unidos y Europa occidental, hasta Japón y los nuevos países indus¬
trializados. Estos cambios han surgido a partir del más amplio desarrollo
histórico del capitalismo industrial y están por tanto interrelacionados.
Pero algunos se hallan más directamente vinculados con la producción de
conocimiento del modo 2. La prosperidad de las economías industriales
avanzadas se basa en su capacidad para crear ventajas comparativas, lo
que depende a su vez de su habilidad para reconfigurar el conocimiento.
El modo 2 puede observarse en las empresas tradicionales, así como en las
nuevas empresas de alto valor añadido, que forman el núcleo de la emer¬
gente industria del conocimiento. En este capítulo analizaremos ambos ti¬
pos de empresas.
Las tensiones existentes en el capitalismo industrial se pueden atribuir
en parte al creciente número de actores que intervienen en el comercio
mundial, a aquellas naciones que han dominado las técnicas de la pro¬
ducción en masa y son capaces de vender sus productos en el mundo, así
como en los mercados locales. El éxito de estos recién llegados es eviden¬
te si consideramos su nivel de participación en el comercio mundial. Su
aumento de capacidad ha intensificado la competencia internacional por¬
que los líderes previos del mercado intentan recuperar las pérdidas o
captar nuevos mercados. La estrategia adoptada por las naciones indus¬
triales avanzadas ha consistido en poner un énfasis creciente en la innova¬
ción tecnológica; es decir, en la aplicación de nueva tecnología a la fabri¬
cación y a sus productos para satisfacer las sofisticadas exigencias de los

151
usuarios. Las empresas establecidas se han basado en la innovación tec¬
nológica para combatir la imitación de las pautas de producción existen¬
tes por parte de países con estructuras de capital más favorables y con sa¬
larios más bajos.
Como resultado de ello, las empresas tienen que ser más intensivas en
I + D, algo que, sin embargo, resulta muy costoso. El coste de mantener
una instalación de I + D en la propia empresa es casi prohibitivo. Muchas
empresas, incluidas las que son líderes en el mercado, subcontratan el de¬
sarrollo de los productos especializados necesarios para completar el pro¬
ceso de innovación. Se deja así en manos de los subcontratistas, al menos
en parte, los gastos de I + D. La intensificación de la competencia inter¬
nacional ha estimulado el sector de productor de servicios, que aporta
toda clase de conocimientos especializados, incluido el hardware. Mu¬
chas tecnologías de fabricación se están transfiriendo a las economías que
cuentan con bajo nivel de salarios. Las naciones industriales avanzadas
sólo pueden mantener su ventaja competitiva mediante el uso de recursos
y habilidades en formas que no puedan ser imitadas con facilidad. El va¬
lor añadido surge de invertir en trabajadores dedicados a la producción,
y poner a su disposición la planta y el equipo más modernos. La inver¬
sión en nueva tecnología ha sido la principal fuente de las economías de
escala y se encuentra en la raíz misma de los aumentos de productividad.
La competencia y la creciente sofisticación de las exigencias de producto¬
res y usuarios está amenazando este orden económico, al exigir artículos
hechos a la medida, pero con precios de producción en masa.
Esta demanda empieza a verse satisfecha gracias a las nuevas tecnolo¬
gías, que dependen de la generación de nuevo conocimiento. Para com¬
petir en los mercados mundiales, tanto en los maduros como en los de
vanguardia, las empresas tienen que añadir constantemente su propia pro¬
visión de conocimiento y disponer de acceso instantáneo a la misma. Una
de las razones por las que resulta demasiado costoso generar conocimien¬
to en la propia empresa es que éstas no suelen estar seguras de cuál será el
conocimiento concreto que necesitarán; otra razón es que, aunque pue¬
dan identificar ese conocimiento, a menudo les resulta difícil tener acceso
al mismo. El conocimiento que necesitan se habría podido producir prác¬
ticamente en cualquier parte. El nivel de I + D que puede soportar una
empresa depende de su tamaño. Las empresas grandes son capaces de
destinar grandes presupuestos a la investigación realizada en la propia
empresa. Pero todavía tienen que establecer vínculos regulares con una
serie de fuentes externas de conocimiento, para complementar sus capa¬
cidades internas. Una ilustración de esto se muestra en el crecimiento de

152
las publicaciones de colaboración en los sectores farmacéutico y químico-
farmacéutico, tanto en Japón como en Europa occidental, tal como se in-
dica en el recuadro 5.1. En la adquisición de conocimiento, sin embargo,
las empresas grandes no siempre cuentan con ventaja. Las organizaciones
pequeñas, flexibles y no jerárquicas pueden ser tan efectivas como los pro-
ductores de conocimiento especializado descritos en el párrafo anterior.

RECUADRO 5.1
Algunas tendencias en la investigación de colaboración
en Europa y Japón

Las empresas japonesas y europeas activas en los sectores farmacéuti-


co, químico-farmacéutico y electrónico publican una cantidad sustancial
de artículos científicos. Aumentaron su producción publicada durante la
década de 1980, a pesar de los efectos de la recesión durante la primera
mitad de la década (primera columna del cuadro). Publican en campos
científicos similares y han aumentado sus grados de especialización, tanto
en el sector farmacéutico como en el electrónico. Su investigación es igual-
mente básica, excepto quizá en el sector farmacéutico, donde las conven-
ciones de coautoría pueden ser diferentes entre Europa y Japón, redu-
ciendo con ello la presencia aparente de las empresas en la investigación
clínica más aplicada.
La investigación de colaboración aumentó nítidamente durante toda
la década, como puede apreciarse con claridad en el cuadro. La segunda
y la tercera columnas abordan esta cuestión: ¿qué componente aumentó
la publicación de artículos, el colaborador o el no colaborador? En cada
uno de los casos, el número de artículos publicados en colaboración au-
mentó mucho más que las publicaciones en las que no se produjo cola-
boración. Sólo las empresas químico-farmacéuticas europeas no duplica-
ron al menos sus cifras de artículos publicados en colaboración. En
contraste con ello, el número de artículos en los que no se produjo cola-
boración, publicados por empresas europeas químico-farmacéuticas y
electrónicas, disminuyó o se mantuvo aproximadamente estático. El ma-
yor aumento de artículos sin colaboración fue del 64 por ciento en el
caso de las empresas electrónicas japonesas. Sin embargo, incluso esa ci-
fra es menor al más pequeño aumento experimentado por los artículos
publicados en colaboración.
¿Qué fracción de los esfuerzos de investigación de las empresas se
dedicó a la investigación en colaboración? Las dos últimas columnas del

153
cuadro indican los porcentajes del total de artículos escritos en colabora¬
ción. Tanto en Europa como en Japón, las empresas químico-farmacéuti-
cas fueron las que más colaboraron, seguidas por las empresas farmacéu¬
ticas, mientras que las empresas electrónicas fueron las que colaboraron
menos. Las empresas japonesas iniciaron la década colaborando propor-
cionalmente menos que las europeas (22 por ciento, en comparación
con un 31 por ciento para las europeas). A final de la década, sin embar¬
go, se había producido un distanciamiento sustancial en todos los secto¬
res, con los grupos europeos colaborando en el 44 por ciento y el 57
por ciento de sus artículos, y los grupos japoneses colaborando en el 28
por ciento y el 45 por ciento de sus publicaciones.

Fuente: Hicks, D., e Isard, P., Research Policy, 1996.

El acceso al conocimiento y a la pericia, para reconfigurarlas en for¬


mas novedosas y ofrecerlas a la venta, se están convirtiendo en funciones
especializadas y se están creando nuevas organizaciones intermediarias
para llenar este vacío. La demanda exige mucho más que datos o infor-
mación, por muy técnicos que sean; lo que se exige es conocimiento para
la identificación y solución de problemas. El conocimiento especializado
es una fuente crucial de valor añadido, incluso en los artículos de pro¬
ducción en masa. Debido a que la producción de conocimiento es ahora
un fenómeno global, las empresas de la industria del conocimiento nece¬
sitan tener acceso a la inteligencia global.
Estas empresas no utilizan conocimiento simplemente para solucionar
problemas, sino que también lo generan en el modo 2. Emplean a identi-
ficadores de problemas, a personas capaces de solucionarlos y a interme¬
diarios. Su materia prima la encuentran en las comunidades científicas y
tecnológicas globales, independientemente de que tales comunidades fun¬
cionen en el modo 1 o en el modo 2, o bien entre el creciente número de
lugares dedicados a la producción de conocimiento. Su éxito depende de
la plena utilización de la más avanzada tecnología de la información. La
demanda de conocimiento especializado exige medios de comunicación y
de procesamiento de datos cada vez más sofisticados. Esto estimula a su
vez los sectores de la microelectrónica, las telecomunicaciones y los orde¬
nadores. Esta demanda está conduciendo a un profundo cambio estructu¬
ral en la economía y la industria. Las nuevas industrias del conocimiento
son la clave para un nuevo paradigma tecno-económico: el paradigma de la
tecnología de la información.

154
¿Cuánto aumentó la colaboración durante la década?

% de artículos escritos
1980-1989 aumento en %
en colaboración

Total de Artículos sin Artículos e n e n 1 9 8 0 e n 1 9 8 9

artículos colaboración colaboración

Farmacéuticos
Europa 73 29 144 38 54
Japón 41 11 153 21 38

Químico-farmaceúticas
Europa 12 -26 85 35 57
Japón 68 37 135 32 45

Electrónica
Europa 48 3 230 20 44
Japón 84 64 167 19 28

Todos los sectores


Europa 39 -3 133 31 52
Japón 69 45 156 22 33
La configuración de este nuevo paradigma todavía no está muy clara.
En este capítulo sólo se analizan aquellos elementos del nuevo paradigma
que parecen afectar directamente a la difusión de la producción de cono¬
cimiento en el modo 2: las empresas de red y las alianzas de I+ D, las
empresas de alto valor añadido, la interconexión entre competencia y co¬
laboración. El creciente aumento del factor costes y la intensificación de
la competencia, ejemplificados en el crecimiento del número de socios
activos en el comercio mundial, promueven los planes para compartir
costes y riesgos entre las empresas, lo que conduce a empresas de red y
alianzas de I + D. Estas empresas y alianzas estimulan a su vez el creci¬
miento de empresas diseñadas para identificar problemas, que supongan
el empleo de conocimiento especializado. Estas empresas, que constitu¬
yen la industria del conocimiento, son fuentes cruciales de alto valor aña¬
dido de las que dependen la competitividad y la prosperidad nacionales.
La producción de conocimiento en el modo 2 está profundamente impli¬
cada en el surgimiento de este nuevo paradigma tecno-económico que
conduce a un cambio radical en la estructura de las instituciones para sa¬
tisfacer las nuevas exigencias de la producción de conocimiento y de la
distribución.

Empresas de red, alianzas de I + D y redes empresariales

Durante la pasada década, empresas de muchos países han formado


nuevas alianzas. Aunque han variado los detalles de estos acuerdos y los
sectores abarcados, se han identificado dos amplias tendencias. La prime¬
ra es una inversión de la tendencia hacia un control directivo más estre¬
cho de un mayor número de factores de producción. Se pensaba que este
control más estrecho sobre los ambientes interno y externo de la empresa
conducía a un aumento de los beneficios. Así pues, las empresas trataron
de absorber elementos que habían creado incertidumbres en el proceso
de producción. La segunda es que las empresas han dejado de intentar la
realización de toda su I + D en la misma empresa, y han optado en su lu¬
gar por la colaboración.
La inversión de la primera tendencia ha conducido a la empresa de
red. Este tipo de empresa exporta costes mediante la subcontratación de
actividades a otras empresas independientes, o bien traspasa actividades
hasta ahora internas a otras unidades casi independientes. Estas activida¬
des pueden hallarse localizadas en la fabricación (como, por ejemplo, de
componentes, etc.), así como en los servicios (como, por ejemplo, servi-

156
cios de mantenimiento y de cafetería). La economía de las empresas de
red depende de un intercambio entre los costes más bajos de las opera¬
ciones internas y el creciente coste de gestionar una organización cada
vez más compleja. La distribución de los costes fijos entre la empresa y su
nuevo socio conduce a una mejora de los beneficios. Ese proceso, sin em¬
bargo, no puede verse simplemente en términos de subcontratación con¬
vencional. En las empresas de red, la relación jerárquica inherente en la
subcontratación se ve sustituida por la cooperación a plazo medio y por
vínculos establecidos entre socios, que se expresan en acuerdos detalla¬
dos. De modo similar, las estructuras jerárquicas características de las em¬
presas multinacionales integradas están siendo sustituidas por nuevas re¬
laciones horizontales. La eficiencia de estas relaciones depende de las
redes de comunicación y de principios de gestión bien elaborados y es¬
tandarizados (control de stocks justo a tiempo, etc.). Estas disposiciones
estimulan la flexibilidad y la adaptación a acontecimientos imprevistos
aun cuando la corporación nuclear coordine el marketing, e incluso el
ensamblaje final de los productos. Se estimula así el crecimiento de nue¬
vos tipos de empresas capaces de aportar servicios, productos y asesora-
miento especializado de muchas clases.
Las empresas de red son populares en las industrias maduras donde la
competitividad se basa ampliamente en bajar los costes fijos. No obstante,
la difusión de robots, las fábricas flexibles y la sustitución de economías
de alcance por economías de escala, también estimula su crecimiento. Es
muy probable que la popularidad de las empresas de red aumente a me¬
dida que los productos sean más diferenciados y que disminuyan las pre¬
siones hacia la uniformidad. Las asociaciones locales pueden facilitar a las
empresas la adaptación a la demanda y a ambientes muy diferentes y
complejos.
El movimiento desde organizaciones integradas verticalmente hacia
las integradas horizontalmente también se ve reflejado en el crecimiento
de alianzas entre empresas. Tales alianzas no se basan en el exclusivo de¬
seo de derivar costes hacia el exterior, sino también de cooperar con otras
empresas en programas comunes. La generación de I + D y de tecnología
constituyen, especialmente, los principales temas de estas alianzas. Ello se
explica por varias razones: el aumento de los costes en I + D, la búsqueda
de interfecundación entre ámbitos de investigación y la necesidad de es¬
tablecer estándares técnicos. Debido a que las alianzas exigen acceso recí¬
proco a las capacidades de I + D de las empresas socias, éstas tienen que
cambiar su comportamiento. Tradicionalmente, la I + D ha estado estre¬
chamente controlada por las sedes centrales corporativas, ya que genera-

157
ba nuevas ideas para futuros productos y procesos. Con el aumento de
las alianzas, aumenta también la permeabilidad. Los flujos de conocimien¬
to técnico entre empresas se hacen cada vez más comunes. Aunque las
transferencias individuales se controlen estrechamente y se limiten a la in¬
vestigación precompetitiva, las alianzas que afectan a programas coopera¬
tivos de I + D ayudan a abrir mercados corporativos internos. Esta aper¬
tura se mantiene restringida porque el flujo de conocimiento sólo tiene
lugar entre miembros del club. Pero, a medida que aumenta el número
de clubes, también lo hará la densidad de la comunicación entre las em¬
presas. Estas dos estrategias, la formación de empresas de red y las alian¬
zas para la I + D, no son incompatibles. La misma empresa puede derivar
hacia el exterior algunas de sus operaciones maduras, al mismo tiempo
que establece alianzas de alta tecnología.
Estas dos estrategias pueden verse como formas de evitar los efectos
más devastadores de la competencia a degüello. Pero aquí se juega tam¬
bién algo más que la autoconservación. En una economía global en la que
el conocimiento se convierte cada vez más en el producto con el que comer¬
ciar, quizá sea necesario crear un nuevo ambiente contractual mediante el
uso de redes y alianzas capaces de estimular la competencia. Las alianzas,
puesto que son más o menos transitorias, estimulan la interminable confi¬
guración de conocimiento y promueven la diversidad dentro del sistema
económico. La diversidad estimula a su vez el comportamiento de rivali¬
dad, lo que fortalece la competencia. La paradoja aparente (que la cola¬
boración estimula la competencia) sólo puede resolverse clarificando
cómo funcionan las alianzas, en particular las relativas a I + D.

Dos niveles de competencia

La paradoja de utilizar la colaboración para promover la competencia


tiene lugar a dos niveles. El primer nivel de competencia se da entre los
productos, para conseguir cuota de mercado. Cada empresa utiliza un pro¬
ceso de tecnología concreto para fabricar sus productos u ofrecer sus ser¬
vicios, encarnando más características de las que se cobran a los consumi¬
dores, y aplicando métodos de producción más eficientes, lo que permite
reducir los precios sin afectar por ello a los márgenes de beneficio, consti¬
tuyendo así elementos dominantes de la ventaja competitiva. Además, cada
negocio se encuentra en una relación jerárquica con respecto a sus compe¬
tidores. Su posición competitiva general se mide por la distancia que man¬
tiene con respecto al rendimiento medio del grupo competitivo. La calidad
del producto y el coste por unidad definen conjuntamente el rendimiento

158
medio en un momento dado. Los negocios situados por encima de la me¬
dia, expanden su cuota de mercado; los negocios situados por debajo de
la media soportan pérdidas de su cuota de mercado si no cambian de for¬
ma de actuar. La rapidez con que pueda cambiar la posición relativa de¬
pende de las propiedades del mercado y de la propensión de sus competi¬
dores a expandirse. Las empresas con una tecnología estática no pueden
mantener su posición de mercado, y no sobrevivirán durante mucho tiem¬
po, a menos que su mercado esté protegido.
El segundo nivel de competencia viene creado por la presión constante
por innovar. En este nivel, la competencia se encuentra en la configura¬
ción del diseño y en la capacidad de una empresa para desarrollar su po¬
tencialidad. Aquí se trata de creatividad y de capacidad de recursos. Si no
fuera así, las empresas grandes siempre dominarían el proceso de innova¬
ción. Al mejorar su tecnología, una empresa busca cambiar su posición
relativa en la jerarquía competitiva. Para conservar la cuota de mercado
tiene que mantener el ritmo de las mejoras introducidas en la práctica me¬
dia. La competencia es como una carrera en la que la meta siempre retro¬
cede.
La capacidad para innovar continuamente es crucial para el rendimien¬
to a largo plazo. Es la fuente de la ventaja comparativa creativa la que im¬
pulsa los cambios en términos de productos del primer nivel. En el primer
nivel, la competencia se refiere a la tecnología, mientras que en el segun¬
do nivel se refiere al conocimiento y las habilidades.
La creación de ventaja comparativa no sólo se deriva de los recursos,
sino también de la combinación creativa de éstos y del ingenio. El elemento
novedoso es que los recursos más importantes son cada vez más los huma¬
nos, y se hallan ampliamente distribuidos. La tendencia hacia las alianzas
es un resultado natural de la necesidad de acceder a esos recursos huma¬
nos. El ingenio consiste en la habilidad para configurar esos recursos, y la
fuente de valor añadido se encuentra en la forma precisa que adopten los
grupos que colaboran y en las habilidades de sus miembros.
La competencia en el segundo nivel se fundamenta en la colaboración.
En este nivel, la selección de mercado es la selección de grupo. La ventaja
competitiva para la empresa individual depende del grupo en el que esté
incluida, y esto cambiaría si la empresa pasara a formar parte de un gru¬
po diferente. Al formar alianzas, las empresas necesitan no ser los únicos
actores. Pueden cooptar otros recursos y competencias, como laborato¬
rios gubernamentales, institutos de investigación y grupos de investiga¬
ción universitaria. Al formar alianzas, las empresas están tomando, de he¬
cho, decisiones estratégicas clave. Emiten juicios sobre el conocimiento y

159
las habilidades que serán más importantes para su rendimiento a largo
plazo.
La elección de una configuración de diseño es una de las decisiones
más importantes que puede tomar una empresa. Y, cada vez más, lo es
también la elección de socios. El aumento de las alianzas de tecnología y
de investigación precompetitiva no hace sino reflejar el hecho de que cada
configuración de diseño exige una gama de recursos cuyo carácter exacto
será singular. La colaboración en I + D es un ejemplo no de adaptación al
mercado o de comportamiento anticompetitivo, sino de la dinámica de la
selección de grupo. El problema no consiste en sustituir la competencia
por la colaboración, sino en gestionar la transición de un nivel a otro para
empezar de nuevo. La investigación precompetitiva realizada en colabora¬
ción mediante alianzas proporciona un excelente ejemplo de la producción
de conocimiento en el modo 2. Eso fue lo que sucedió con la búsqueda de
una arquitectura para los ordenadores de quinta generación, orquestada
por el programa Alvey en el Reino Unido, o el equivalente programa
ICOT en Japón. Lo que se buscó en estos programas fue una configura¬
ción de diseño fundamental que guiara toda una serie de desarrollos pos¬
teriores. Cada uno de ellos incluía a expertos de la industria, las institucio¬
nes gubernamentales de investigación, y las universidades. Cada uno de
ellos estableció la agenda que ocuparía a destacados investigadores en la
ciencia de los ordenadores, en la ingeniería eléctrica y en las matemáticas.
A medida que emerge la configuración de diseño, cabe esperar que se
asistirá no sólo a una transición desde los modos de comportamiento cola¬
boradores a los competitivos, sino también a una reconfiguración de los
individuos en una sucesión de nuevos equipos.
Las aventuras de colaboración son en parte innovaciones defensivas en
el sentido de que tienen por objeto reducir o compartir riesgos y costes.
También son innovaciones ofensivas en el sentido de que amplían la base
de habilidad de la empresa y la gama de conocimientos que tiene a su dis¬
posición y, en consecuencia, mejoran su capacidad para competir. Como
quiera que se produce conocimiento especializado, la colaboración puede
ser una fuente de ventaja competitiva sostenida porque es difícil de imitar.
El papel del conocimiento especializado es particularmente evidente
en el desarrollo de servicios al productor, que muchos creen que se con¬
vertirán en la principal fuente de valor añadido sostenido para sectores
tan diferentes como la alta costura y los automóviles. En cada uno de es¬
tos casos, el sector de servicios al productor utiliza conocimiento especia¬
lizado para aportar soluciones que permiten dar a los productos, incluso
los producidos en masa, su ventaja comercial específica.

160
Las empresas del sector de servicios al productor se hallan organiza¬
das de modo diferente a las de los sectores de consumo en masa. No tie¬
nen necesidad de efectuar grandes inversiones o de disponer de organiza¬
ciones jerárquicas que empleen a gran número de personas, elementos
que han caracterizado a las industrias de producción en masa. De hecho,
tales operaciones a gran escala son perjudiciales para la clase de comuni¬
cación en la que se produce el aprendizaje mutuo y se desarrollan las capa¬
cidades para solucionar problemas. En el sector de servicios al productor,
los principales artículos con los que se comercia son los datos, la informa¬
ción y el conocimiento. Al reconfigurar continuamente estos elementos,
estas empresas pueden añadir valor a una variedad de otros productos y
procesos. Su ventaja competitiva radica en su capacidad para hacerlo así
no sólo una vez, sino una y otra vez.
Cuando el lugar donde se encuentra el valor añadido se desplaza de la
creación de conocimiento a su configuración, tienen que surgir nuevos ti¬
pos de trabajadores productivos capaces de mantener el proceso en mar¬
cha. Los grupos que darán a estas empresas su valor serán solucionadores
de problemas, identificadores de problemas e intermediarios de proble¬
mas (Reich, 1991). La forma de organización en la que alcanzarán una
mayor productividad no será la jerárquica. Tendrán la capacidad para
manejar comunicaciones de alta densidad.
La empresa de servicios al productor asume por lo tanto algunas de
las características de una tela de araña. Cada nodulo es un equipo de so¬
lución de problemas que posee una combinación única de habilidades.
Se halla vinculado con otros nodulos mediante un número potencialmen-
te grande de líneas de comunicación. Para sobrevivir, cada empresa tiene
que ser permeable a nuevos tipos de conocimiento, y el conjunto del sec-
m

tor experimenta una interconexión creciente. Las interconexiones abar¬


can no sólo a otras empresas, sino también a otros muchos grupos pro¬
ductores de conocimiento, ya sea en los laboratorios gubernamentales de
investigación, en los institutos de investigación, las asesorías o las univer¬
sidades.
El crecimiento del sector de servicios al productor ilustra la importan¬
cia del conocimiento especializado para todos los sectores de la industria
manufacturera, así como las nuevas formas de organización y tipos de ha¬
bilidades exigidas para captar los beneficios que tiene que ofrecer ese co¬
nocimiento a la medida del cliente. El sector de servicios al productor es
un elemento de una emergente industria del conocimiento. En esta in¬
dustria, la información del conocimiento y los datos constituyen los prin¬
cipales artículos que se producen e intercambian. Su ventaja competitiva

161
radica en el ingenio con el que las empresas sean capaces de reconfigurar
el conocimiento sobre una base recurrente.
El éxito de la industria del conocimiento depende de la amplitud con
la que se vea apoyada por una infraestructura de tecnología de la infor¬
mación. Esta nueva infraestructura depende de innovaciones en las in¬
dustrias de telecomunicación y en la de los ordenadores, que harán posi¬
ble una interacción todavía más estrecha entre un creciente número de
centros de conocimiento. Esta nueva infraestructura se está creando en la
actualidad. Sus efectos serán omnipresentes y, con el transcurso del tiem¬
po, pueden conducir a un nuevo paradigma tecno-económico.
Nos basamos en el trabajo de Chandler (1990) para ilustrar la impor¬
tancia de tres tipos de inversión en la génesis del desarrollo industrial en
el primer y segundo tercio del siglo XX. Se trató, en resumen, de inversio¬
nes efectuadas en tecnologías capaces de producir economías de escala en
la producción y la distribución, así como en los sistemas de gestión que
pudieran hacer funcionar con eficiencia a ambas. Este enfoque se denomi¬
na a veces producción en masa y es paradigmático en el sentido de que esta¬
blece una estructura general para todas las actividades de producción y su
gestión. Este paradigma se difundió inicialmente en Estados Unidos, pero
se amplió mucho más tras la Segunda Guerra Mundial. Una de las impli¬
caciones del paradigma pareció ser la tendencia hacia la creciente buro-
cratización de la producción. A medida que un número mayor de aspec¬
tos de la producción y la distribución caía bajo el imperativo de la gestión,
también aumentaba el tamaño de las organizaciones, lo que condujo al fi¬
nal a un cierto grado de integración horizontal y vertical y al posterior au¬
mento de poder que, en opinión de Galbraith (1969), sólo pudo ser ade¬
cuadamente descrito como el surgimiento de un nuevo Estado industrial.
Y, sin embargo, forma parte de la naturaleza de todos los sistemas que
el crecimiento incontrolado en una dimensión particular termina por ser
disfuncional y eso conduce a su vez a modos diferentes de comporta¬
miento. A finales del siglo XX se han puesto de manifiesto algunas limita¬
ciones del paradigma de producción/consumo en masa, sobre todo por
lo que se refiere a la capacidad de las economías con salarios bajos para
imitar los sistemas de producción avanzada, y a la creciente demanda de
productos hechos a la medida. Actualmente, han empezado a florecer
nuevas formas de empresas, con el propósito particular de suministrar a
las empresas manufactureras ya establecidas el conocimiento especializa¬
do que tanto necesitan, lo que a veces se conoce con el término de servi¬
cios al productor. Los servicios al productor se están convirtiendo rápida¬
mente en una fuente principal (algunos creen que en la principal) de

162
valor añadido en las sociedades industriales avanzadas. La cuestión es
que los modos de organización, la gestión y las exigencias de habilidades
de los servicios son muy diferentes con respecto a aquellas otras que ca¬
racterizaron actividades similares en el pasado. En particular, las empre¬
sas de alto valor añadido no necesitan controlar vastos recursos, como era
característico de algunas de las primeras formas de la producción en
masa. Para ser efectivos, los servicios al productor no necesitan estar or¬
ganizados en grandes burocracias que empleen ejércitos disciplinados de
trabajadores que sigan rutinas inflexibles, tecnológicamente determina¬
das. De hecho, muchos argumentarían que la empresa de alto valor aña¬
dido no necesita estar organizada de este modo.
Desde nuestro punto de vista, el surgimiento de los servicios al pro¬
ductor representa las primeras fases de lo que algún día puede llegar a ser
conocido como la industria del conocimiento. En esta industria, los prin¬
cipales artículos que se intercambian son los datos, la información y el
conocimiento, y el valor añadido o la ventaja competitiva se encuentra en
la creatividad para configurar una y otra vez los recursos del conocimien¬
to. Cuando el énfasis se desplaza de ese modo desde la creación de cono¬
cimiento a su configuración, tienen que aparecer nuevos tipos de trabaja¬
dores productivos que impulsen el proceso. Reich ha identificado a los
grupos que dan a la nueva empresa la mayor parte de su valor añadido
como solucionadores de problemas, identificadores de problemas e inter¬
mediarios estratégicos. La forma de organización en la que serán más
productivos se caracterizará por un bajo nivel de jerarquización y por la
capacidad para gestionar las comunicaciones de alta densidad. En conse¬
cuencia, «los mensajes tienen que fluir con rapidez y claridad para que se
puedan aplicar las soluciones adecuadas a los problemas correctos dentro
de un esquema temporal adecuado. Aquí no hay lugar para la burocra¬
cia» (Reich, 1991).
Lo más importante para nuestro propósito es la descripción de cómo
se crea el conocimiento en estas organizaciones. Vale la pena citar aquí
con cierta extensión porque la cita describe muy bien, aunque en otro
contexto, lo que queremos dar a entender por producción de conoci¬
miento en el modo 2. Los equipos creativos solucionan e identifican los
problemas de un modo muy similar, tanto si desarrollan nuevo software,
como si sueñan con una nueva estrategia de marketing, buscan un descu¬
brimiento científico o conciben una estratagema financiera. La mayor
parte de la coordinación es horizontal, antes que vertical. Como quiera
que los problemas y soluciones no se pueden concebir con antelación,
tampoco se pondrán de manifiesto en las reuniones y agendas formales.

163
En su lugar, surgen con frecuencia a partir de comunicaciones frecuentes
e informales e n t r e los miembros del equipo. El aprendizaje mutuo se pro¬
duce dentro del equipo, a medida que se comparten comprensiones, ex¬
periencias, enigmas y soluciones. S e d e s c u b r e así que u n a s o l u c i ó n e s apli¬
cable a un p r o b l e m a c o m p l e t a m e n t e diferente; el fracaso de algún otro se
transforma en la estrategia ganadora para lograr algo que no tiene nada
que ver con lo anterior. Es como si los miembros del equipo estuvieran
haciendo simultáneamente varios rompecabezas con piezas tomadas del
mismo montón, piezas que pueden disponerse para formar muchas imá¬
genes diferentes.
Tanto si se h a b l a de un p r o y e c t o situado en la v a n g u a r d i a de la c i e n c i a
(como el proyecto del genoma humano), de la t e c n o l o g í a (la arquitectura
de los ordenadores de quinta g e n e r a c i ó n ) o la e m p r e s a de alto v a l o r aña¬
dido, la organización que la lleva a cabo parece menos una pirámide y
más una tela de araña.

Los i n t e r m e d i a r i o s estratégicos se encuentran en el centro, pero existen


t o d a clase de c o n e x i o n e s que los implican directamente, y continuamente se
tejen n u e v a s conexiones. En cada punto de c o n e x i ó n hay un n ú m e r o relati¬
vamente pequeño de personas, dependiendo de la tarea, que p u e d e oscilar
desde una d o c e n a a varios cientos. S i u n g r u p o fuera m á s g r a n d e no p o d r í a
i n v o l u c r a r s e en un a p r e n d i z a j e r á p i d o e informal. Aquí se c o m b i n a n las ha¬
bilidades individuales, de m o d o que l a c a p a c i d a d del grupo para innovar es
algo más que la s i m p l e s u m a de sus p a r t e s . C o n el t r a n s c u r s o del t i e m p o , a
medida que los miembros del grupo trabajan j u n t o s en varios problemas y
enfoques, aprenden sobre las habilidades de los demás. Aprenden cómo
p u e d e n a y u d a r s e los u n o s a los otros a r e n d i r mejor, quién puede contribuir
a qué en la r e s o l u c i ó n de un p r o y e c t o c o n c r e t o , cuál es la m e j o r forma de ga¬
nar e x p e r i e n c i a j u n t o s . Cada participante se dedica a la b ú s q u e d a de ideas
que impulsen al grupo hacia adelante. Tal experiencia y comprensión acu¬
mulativas no pueden traducirse en procedimientos operativos estandariza¬
dos fácilmente transferibles a otros trabajadores u organizaciones. Cada
punto de l a red empresarial r e p r e s e n t a una c o m b i n a c i ó n única de habilida¬
des. Las redes e m p r e s a r i a l e s a p a r e c e n e n v a r i a s c o n f i g u r a c i o n e s , y e s t a s con¬
tinúan evolucionando. E n t r e las m á s comunes están: los centros d e benefi¬
cios independientes, las asociaciones que p r o d u c e n resultados generales a
partir de un d e s a r r o l l o p a r t i c u l a r , las l i c e n c i a s y l a p u r a i n t e r m e d i a c i ó n . Los
hilos que c o n e c t a n l a red g l o b a l son los ordenadores, las m á q u i n a s d e fax,
los s a t é l i t e s , los m o n i t o r e s d e alta r e s o l u c i ó n , y los m o d e m s , t o d o s e l l o s vin¬
culando a diseñadores, ingenieros, contratistas, poseedores de licencias y
distribuidores repartidos por todo el globo (Reich, 1991, págs. 91 y ss.).

164
Esta descripción demuestra muy claramente la centralidad del conoci¬
miento especializado en el proceso de producción y la necesidad de for¬
mas muy diferentes de organización para captar los beneficios que tiene
que ofrecer este conocimiento. Hemos descrito este desarrollo en térmi¬
nos de la emergencia de una nueva industria, para destacar el hecho de
que el principal artículo que se intercambiará y con el que se comerciará
en él será el conocimiento, y que se necesitará de un nuevo cuadro de ha¬
bilidades para hacerlo funcionar. Las empresas de alto valor añadido ne¬
cesitan de nuevos tipos de organización y estilos de gestión. Son, en par¬
ticular, intrínsecamente globales y se harán más intensamente interactivas
a medida que se difunda la red de telecomunicaciones.

El paradigma de la tecnología de la información

El desarrollo, desde hace unos quince años, de empresas de red y alian¬


zas entre empresas, presagió la llegada de un cambio radical en las activi¬
dades generadoras de conocimiento. En las alianzas de I + D, así como en
las empresas de alto valor añadido, los científicos, tecnólogos, ingenieros y
científicos sociales aportan variadas habilidades para solucionar proble¬
mas complejos. Su competencia se mide por las contribuciones que apor¬
tan a las soluciones, mientras que la orientación disciplinar y las afiliacio¬
nes institucionales son menos importantes. La movilización de estas
variadas habilidades y perspectivas en la solución de problemas complejos
se está construyendo alrededor del agrupamiento de innovaciones que se
dan en las tecnologías de la información, de los ordenadores y de las tele¬
comunicaciones. Este paradigma de la tecnología de la información susti¬
tuye cada vez más a uno dominado por las tecnologías y las organizacio¬
nes de producción y consumo de masas.
¿Qué implica un cambio de paradigma tecno-económico? En primer
lugar, supone un desplazamiento en el enfoque básico adoptado por dise¬
ñadores, ingenieros y directores para solucionar problemas que afectan a
todos los sectores de la economía. En segundo lugar, se basa en la dispo¬
nibilidad universal y a bajo coste de un nuevo factor clave en la produc¬
ción. Por ejemplo, el factor clave desde la década de 1880 a la de 1930
fue el acero barato; entre las décadas de 1930 y 1980 fue el petróleo, y en
la actualidad lo es la microelectrónica del chip. En tercer lugar, y antes de
que un nuevo paradigma tecno-económico pueda generar una nueva olea¬
da de actividad económica, se produce una crisis en el antiguo paradig¬
ma. Las viejas instituciones, que se adaptaron a un estilo tecnológico cada

165
vez más obsoleto, tienden a buscar durante un tiempo otros sistemas al¬
ternativos. Después de un período de conjunción defectuosa entre una
nueva tecnología y la vieja estructura, empieza a surgir un nuevo paradigma
cuando las nuevas tecnologías son lo bastante omnipresentes como para
amenazar seriamente las formas existentes de hacer las cosas. Actualmen¬
te, el paradigma de la tecnología de la información se basa en una conste¬
lación de nuevas industrias que se encuentran entre las de más rápido
crecimiento en todos los países industriales destacados. En este caso, las
industrias de los ordenadores, los componentes electrónicos y las teleco¬
municaciones ya han demostrado una caída drástica de los costes y una
tendencia antiinflacionista en los precios, así como un rendimiento técnico
ampliamente mejorado. Esta revolución tecnológica está afectando ahora
a todos los demás sectores, no sólo de productos, procesos o servicios
particulares, sino también por lo que se refiere a la organización y la es¬
tructura de sus empresas e industrias.
Según Freeman y Pérez (1988), cualquier paradigma tecno-económico
puede describirse en términos de cuatro perfiles: tecnológico, de produc¬
ción del conocimiento, de habilidad y de capital.
Su perfil tecnológico abarca la capacidad para introducir cambios más
rápidos en el producto y en el proceso de diseño; la más estrecha integra¬
ción de la producción de diseño con las funciones de gestión dentro de la
empresa; la reducción de la importancia de las economías de escala a tra¬
vés de técnicas de producción en masa intensivas en capital; la reducción
en el número y el peso de los componentes mecánicos de muchos pro¬
ductos; las redes más integradas de suministradores de componentes y de
ensambladores de productos finales, y el potencial que tienen para el con¬
siguiente ahorro de capital.
Su perfil de producción de conocimiento incluye el crecimiento de nue¬
vos servicios al productor capaces de suministrar a las empresas manufac¬
tureras nuevo software, diseño, información técnica y asesoría; y el creci¬
miento extremadamente rápido de muchas pequeñas empresas nuevas e
innovadoras, capaces de ofrecer estos servicios, así como nuevos tipos de
componentes de hardware.
Su perfil de habilidad refleja un cambio desde una concentración en
los cuadros medios y las habilidades de supervisión, a calificaciones a un
tiempo más elevadas y más bajas, y el paso desde una especialización es¬
trecha a habilidades básicas más amplias de manejo de la información. La
diversidad y la flexibilidad a todos los niveles sustituye a la homogenei¬
dad y a los sistemas dedicados a una sola cosa. El diseño y el manteni¬
miento del software se convierten en habilidades clave en todas partes.

166
Los profundos problemas estructurales que intervienen en este cambio
son ahora evidentes en todo el mundo. Entre las manifestaciones del
cambio hacia el paradigma de la tecnología de la información, encontra¬
mos una escasez persistente de habilidades de alto nivel asociadas con el
nuevo paradigma, incluso en aquellos países que tienen elevadas tasas ge¬
nerales de desempleo. A principios de la década de 1980, los estudios
efectuados en muchos países de la OCDE informaron sobre una persis¬
tente escasez de habilidad en diseño y desarrollo de software, análisis de
sistemas e ingeniería de ordenadores. Desde entonces, estos problemas
no han hecho más que intensificarse en el seno de las empresas manufac¬
tureras, tanto en Japón como en Gran Bretaña, que se quejan de que las
industrias de servicios se han lanzado a la caza y captura de quienes pose¬
en esas habilidades.
Por lo que se refiere al perfil del capital, también muestra un cambio
radical. Los ordenadores se asocian cada vez más con todo tipo de equi¬
po productivo, como en las máquinas-herramientas controladas numéri¬
camente por ordenador, la robótica y los instrumentos de control de pro¬
cesos, o en el proceso de diseño mediante diseño asistido por ordenador,
o en las funciones administrativas realizadas a través de sistemas de pro¬
cesado de datos, todas ellas vinculadas por equipos de transmisión de da¬
tos. En el recuadro 5.2 se sintetizan los niveles de gasto industrial global
en automatización en 1991. El equipo de capital basado en los ordenado¬
res ya supone entre una cuarta parte y la mitad de todas las inversiones fi¬
jas en fábricas y equipo en Estados Unidos y en otros países industriales
destacados.
Como resultado de estos cambios y de los problemas que engendran,
ha surgido una creciente búsqueda de nuevas soluciones sociales y políti¬
cas en ámbitos tales como la jornada de trabajo flexible, los sistemas de
reeducación y formación, las políticas regionales que estimulan la tecno¬
logía de la información sustituyendo los incentivos fiscales por industrias
de producción en masa intensivas en capital, los nuevos sistemas finan¬
cieros, la descentralización de la dirección y el gobierno, y el acceso a
bancos de datos a todos los niveles. Pero, por el momento, estos no son
más que cambios parciales y relativamente menores. Si se necesitaron la
revolución keynesiana y la profunda transformación de las instituciones
sociales durante la Segunda Guerra Mundial y en la posguerra para po¬
ner en marcha una oleada de crecimiento, ahora se necesitan innovacio¬
nes sociales a una escala mucho más amplia. Esto se aplica especialmente
a la dimensión internacional del desarrollo de la economía mundial y a la
red de telecomunicaciones.

167
Gastos industriales globales en automatización: 1991
Miles de millones de dólares actuales y porcentajes de formación
bruta de capital fijo en la industria

Valores Porcentaje Cuota

Estados Unidos 40,0 29,9 20,9


Canadá 3,0 2,2 9,5
México 1,1 0,9
1,6 1,2
América Latina
1,1 0,8
Australia
Japón 27,3 20,4
Corea 2,9 2,1
Singapur 0,6 0,5
Taiwán 1,3 1,0
Hong Kong 0,2 0,2
Resto de Asia 3,1 2,3

Francia 6,9 5,2 14,5


Alemania 16,5 12,3 19,6
Italia 6,4 4,8
Reino Unido 5,7 4,3 13,2
Resto Europa occidental 8,2 6,1

Europa oriental, Rusia, etc. 6,9 5,1

Oriente Medio, África 0,9 0,6

Total 133,9 100,0

Fuente: Foro sobre automatización (1993). La inversión en automatización


abarca el diseño asistido por ordenador, el equipo de producción asistido por
ordenador, la prueba automatizada de manejo de materiales, la inspección, las
comunicaciones y el control, y el software. La participación de la formación
bruta de capital fijo en la industria ha sido calculada por la OCDE.

168
Muchos de los cambios ocurridos tienen que comprenderse en térmi¬
nos de una más amplia transformación social en la que el surgimiento del
modo 2 no es más que otro elemento. Esta transformación presenta una
serie de paradojas, que reflejan en parte el hecho de que todavía no se han
creado las instituciones apropiadas, pero que también refleja el surgimien¬
to de nuevos problemas a partir del propio paradigma de la tecnología de
la información.

Algunas consecuencias paradójicas de la globalización

Se ha debatido mucho sobre la importancia y la amplitud de la globa-


lización de la economía. De modo similar, también se han planteado cues¬
tiones acerca de la medida en que las empresas obtienen conocimiento de
fuentes a nivel mundial en sus estrategias de I + D, y sobre si esto tiene
alguna influencia acerca de dónde se lleva a cabo su I + D. Hay algunas
pruebas, por ejemplo, de que, al margen de donde obtengan las multina¬
cionales su información, su I + D sigue llevándose a cabo localmente, es
decir, en la nación materna, por así decirlo (Patel y Pavitt, 1991). Las dudas
sobre la amplitud de la globalización proceden hasta cierto punto del he¬
cho de que las necesidades de sectores específicos difieren entre sí y, por
lo tanto, lo que es una estrategia global apropiada para un sector, no tie¬
ne por qué serlo necesariamente para otro. También es posible que se
hayan exagerado las particulares características de desarrollo de la in¬
dustria electrónica, que se orientó globalmente desde el principio. A
pesar de todo, las industrias del conocimiento aumentan su importancia
para la mayoría de los sectores manufactureros y, al menos para ellas,
las fuentes de producción de conocimiento ya están globalmente distri¬
buidas.
Hasta la fecha, buena parte del debate sobre las actividades de las em¬
presas multinacionales se ha preocupado por las dificultades sociales, eco¬
nómicas y políticas de su localización física. Para muchos países, la locali¬
zación de las fábricas constituye su consideración más primordial. Se las
percibe como catalizadoras de una corriente de nuevas inversiones que
crearán puestos de trabajo e iniciarán el proceso de industrialización. Pero
a medida que la competitividad desplaza el valor añadido en la cadena de
producción de riqueza hacia la producción de conocimiento, queda cada
vez más claro que tener una fábrica en el propio territorio no es, en sí mis¬
mo, garantía alguna de aceleración económica. De hecho, podría suceder
lo contrario.

169
La competitividad y la globalización suponen una doble contingencia.
La primera se refiere a la aparición de una nueva división internacional
del trabajo intelectual, como consecuencia de que ahora son muchos más
los países y empresas que han adquirido la capacidad para utilizar la in¬
vestigación y el conocimiento científico producidos en otra parte. A pesar
de este rasgo, la verdadera capacidad para participar en la investigación
científica se halla desigualmente distribuida por el mundo. Tal como su¬
cede con la producción, la investigación científica se halla sometida a
constantes cambios en la competitividad internacional, con nuevos países
que entran en el juego y viejas pautas de dominación que se desmoronan;
véase, por ejemplo, la creciente importancia de la India en el diseño y la
ingeniería de software. Es evidente que existe una relación entre la exce¬
lencia en la ciencia, especialmente en la investigación básica, y la compe-
titividad internacional en la producción, pero esa relación no es lineal ni
directa. Para ser un líder en ciencia ya no es necesario ni suficiente desta¬
car en las tecnologías productoras para el mercado mundial. Según han
resaltado recientes estudios, las habilidades y conocimientos desarrolla¬
dos en el contexto de la investigación básica son igualmente importantes
en el proceso de innovación (Pavitt, 1991, 1993; Williams, 1986). Ade¬
más de aportar factores secundarios como la inversión en la investigación
y en recursos humanos, es igualmente importante promover el consumo y
la experimentación social con nuevos productos. Los factores de la oferta
y la demanda determinan, juntos, el crecimiento general de la producti¬
vidad.
La segunda contingencia está relacionada con los cambios inherentes
a la globalización de la producción, y con sus efectos diferenciadores so¬
bre la producción y uso del conocimiento científico. Aunque la ciencia es
internacional, sus mecanismos de financiación siguen siendo nacionales.
A pesar de que se está dando un marcado crecimiento en la cooperación
científica internacional, debido sobre todo a que ningún país puede per¬
mitirse el financiar grandes proyectos científicos por sí solo, y a pesar de
que los científicos se cuentan entre los trabajadores más móviles y de
mentalidad más internacional, sus carreras profesionales todavía se ven
abrumadoramente configuradas dentro del contexto de los países indivi¬
duales. La tecnología y la producción tienen, por naturaleza, carácter de
propiedad, ya sea nacional o multinacional, pero el consumo del conoci¬
miento científico y de los productos y sistemas tecnológicos avanzados es
una función del nivel y distribución del rendimiento económico general.
Los países que tienen un buen rendimiento económico serán, con toda
probabilidad, los consumidores del conocimiento científico más avanza-

170
do. Y, a la inversa, la incapacidad para participar en el consumo, deja a
grandes regiones o países al margen de la acción.
Hay poca novedad en identificar a la competencia como una fuerza
que conduce a la concentración de riqueza en los países ricos, pero toda¬
vía no está claro que la globalización esté invirtiendo esta concentración.
La convergencia entre ciencia, tecnología y consumo ha contribuido a la
espiral del crecimiento económico. Pero aunque ha traído consigo la di¬
fusión global de la producción de conocimiento, las desigualdades de su
distribución se han hecho más marcadas y visibles.
Aquí nos encontramos con una tensión que no ha quedado resuelta.
Los cambios en el equilibrio de poder global, y la consiguiente reconfigu¬
ración de las unidades económicas implican que las partes componentes
del sistema económico mundial se hacen tanto más como menos depen¬
dientes del sistema. Más porque se necesitará de un nivel más elevado de
habilidades y conocimiento para gestionar la complejidad; menos porque
las capacidades de gestión se difundirán de un modo más uniforme.
Pero esos cambios también son amenazadores para muchas regiones
del mundo. A medida que los productos de la competencia mundial pe¬
netran por todas partes y todos los países se ven arrastrados hacia su vór¬
tice, las industrias locales pueden perder sus mercados y las habilidades
tradicionales pueden perder su estatus; la concentración concomitante de
conocimiento y recursos puede hacer que su investigación y sus institu¬
ciones de enseñanza parezcan irrelevantes para las tareas que tienen que
cumplir. Los intentos de los países por proteger sus instituciones, indus¬
trias, campesinos u obreros, cerrando para ellos sus fronteras y sus men¬
tes a lo que está sucediendo a nivel global, no hará sino arrojarlos a un
callejón sin salida. Esto no es más que una ilustración de la volatilidad
potencial de los ambientes, de la que se ha hablado previamente. Y, sin
embargo, ¿cuáles son las alternativas?
La respuesta convencional, según la cual habría que eliminar todas las
barreras que se opongan al comercio y a la competencia, parece más bien
ingenua. Muchos países están convencidos de que esa clase de políticas
no proporcionará resultados en un período de tiempo aceptable y, com¬
prensiblemente, se resisten a ellas. Es posible adoptar estrategias diferen¬
tes. Consideremos, por ejemplo, a los llamados tigres asiáticos, o a lo que
se está haciendo para lograr la integración de las regiones económica¬
mente menos favorecidas de Europa en la Unión Europea. La regla gene¬
ral parece ser la de que para entrar con éxito en el mundo turbulento de
la competencia internacional se necesita llevar puesto un buen cinturón
de seguridad. Ese cinturón de seguridad adopta a menudo la forma de

171
instituciones gubernamentales comprometidas con la planificación a lar¬
go plazo, así como de instituciones capaces de asumir compromisos fi¬
nancieros de largo alcance, no orientadas hacia la consecución de benefi¬
cios o con un bajo perfil de éstos.
No obstante, la ventaja no se encuentra inequívocamente en la empre¬
sa a gran escala. Surgen también otras posibilidades porque el vértice de
la competencia y la concentración sólo alcanza a algunos segmentos de la
vida contemporánea. Fuera de ellos, todavía queda un espacio para la em¬
presa pequeña, para el especialista que actúa por libre, para la persona
móvil y versátil. Junto con la producción y el consumo estandarizados y a
gran escala, existe un creciente mercado para el servicio personalizado,
para los productos hechos a medida y para la iniciativa local.

Desigualdades crecientes y concentración

La capacidad para transmitir información de un modo barato y casi


instantáneo a través del mundo, no parece conducir a una distribución
más equitativa de la competencia científica, sino que más bien está au¬
mentando su concentración. Es algo análogo a lo que sucede cuando las
nuevas autopistas unen las ciudades modernas con las regiones menos de¬
sarrolladas. Los más capaces abandonan esas regiones, el viejo liderazgo
pierde prestigio, la industria local muere cuando los artículos producidos
en masa llegan en camiones. Con el transcurso del tiempo aparecen algu¬
nos puestos de trabajo para actividades no cualificadas en el comercio y
en los servicios y más tarde, quizá, también en algunas partes del sistema
productivo; habitualmente mucho más tarde aparecen las organizaciones
e instituciones científicas. En la práctica, raras veces llega a materializarse
toda la secuencia del desarrollo. Parece ser que quienes no se hallan aso¬
ciados con las líneas principales de desarrollo se ven frecuentemente mar¬
ginados. El proceso de globalización es extremadamente efectivo para
destruir las culturas y organizaciones locales, pero sus protagonistas du¬
dan, en el mejor de los casos, acerca de cómo sustituirlos por alternativas
realmente funcionales.
Estas desigualdades se deben a la combinación de dos tendencias, una
hacia la estandarización y la otra hacia la diversificación. Esta tensión
queda bien ejemplificada por la industria editorial y los medios de comu¬
nicación de masas. En los países industrializados, la industria editorial
depende actualmente de un pequeño número de libros bestsellers que se
venden por millones a través de miles de puestos de venta estandariza¬
dos, y que se ven apoyados por una comercialización elaborada y cara.

172
Los periódicos locales se esfuerzan por sobrevivir y van siendo sustitui¬
dos por revistas nacionales e internacionales. En radio y televisión, las
emisoras locales se unen a redes nacionales y globales, y reducen al míni¬
mo la programación local. Los bestsellers, los periódicos y las revistas
tienden también a restringirse a un estrecho conjunto de temas y a las vi¬
siones de unas «personalidades» relativamente escasas, que crean un
mundo provincial a una escala global.
Pero las modernas tecnologías de las comunicaciones impulsan tam¬
bién una tendencia opuesta. Los ordenadores personales han convertido
la edición a pequeña escala en una actividad abordable, la televisión por
cable y por satélite amenaza por ambos extremos al monopolio de las re¬
des nacionales de televisión, y los costes más bajos de la comunicación
permiten que la información fluya simultáneamente en todas direcciones.
La tendencia hacia la concentración se ve compensada por la diversifica¬
ción y por una creciente complejidad. Estas tendencias coexistirán: por
un lado están las comunidades pequeñas de productores de tecnología
moderna, cada vez más complejas y diversificadas, y de consumidores de
sus productos más sofisticados; por el otro lado está la comunidad mucho
más grande de consumidores de productos más o menos estandarizados.
Una situación similar existe en la práctica de la ciencia misma. El tra¬
bajo en red con los ordenadores permite participar fácilmente en los pro¬
yectos científicos de colaboración desde un lugar remoto situado en Amé¬
rica Latina, en Asia o en Boston. La falta de buenas bibliotecas y revistas,
un problema crónico en las regiones menos desarrolladas, se verá aliviada
progresivamente a medida que mejore el acceso remoto a bancos de datos
integrados y que las transmisiones por fax se hagan más baratas. Pero
también cabe esperar que se produzcan efectos colaterales negativos. Los
científicos y tecnólogos de las zonas o instituciones periféricas experimen¬
tarán presión contra el trabajo en sus lenguas nativas, o sobre cuestiones
diferentes a las que atraen la atención en los centros principales. Se les ca¬
lificará comparativamente con sus colegas que trabajan en estos centros, y
no en comparación con su propia institución o región (Goonatilake,
1984). Habrá menos razones para extender geográficamente los recursos
humanos y técnicos.

Más y menos habilidades

Los complejos productos de la ciencia y la tecnología modernas son


cada vez más fáciles de utilizar por parte del consumidor. Hay dos inter¬
pretaciones conflictivas de esta tendencia (Adler, 1992; Braverman, 1974;

173
Senker y Beesley, 1986). Una es la teoría de la descapacitación, según la
cual la mano de obra se hace menos cualificada a medida que el conocimien¬
to se hace más concentrado. La prueba de ello se observa en la creciente uti¬
lización de obreros baratos y disciplinados, habitualmente mujeres jóvenes,
en las ubicuas cadenas de montaje de los países menos desarrollados, que
producen los sofisticados productos en electrónica y en otros artículos de
consumo de alta tecnología. Otros ejemplos se encuentran en las diversas in-
dustrias maquiladoras de México, que reproducen una pauta ampliamente
encontrada en numerosos países asiáticos. La segunda interpretación argu¬
menta que la descapacitación es una característica del pasado. La produc¬
ción industrial contemporánea exige personas mejor educadas y formadas,
capaces de comprender y realizar su trabajo de acuerdo con un enfoque
global, antes que fragmentadamente. Según esta lectura, los países que han
mantenido viva una tradición artesanal industrial pueden contar todavía con
una ventaja significativa, sobre todo si logran apoyarla con las más modernas
tecnologías de empaquetado y distribución.
Pero la tecnología, por sí misma, no exige menos o más habilidad. Se
la puede adaptar al nivel de las habilidades, a menudo de un modo muy
exacto. Si se forma a los usuarios y trabajadores para que tengan habili¬
dades sofisticadas, la tecnología se desarrollará para hacer uso de sus ha¬
bilidades. Si tienen habilidades y competencia muy limitadas, los tecnólo-
gos desarrollarán procedimientos y rutinas a prueba de errores. En cierta
medida, las actitudes ante la tecnología son una función de su importan¬
cia para el usuario. La automatización suele considerarse desde una pers¬
pectiva negativa cuando se introduce en las cadenas de montaje. En con¬
traste con esto, en aquellas profesiones para las que se diseña un nuevo
equipo con el propósito de aumentar el uso de conocimiento y de las ha¬
bilidades manuales (como por ejemplo en la medicina), el estatus no se ve
deprimido y la tecnología se considera desde un punto de vista positivo.
Está teniendo lugar una nueva división del trabajo entre países con alta
tecnología y el resto del mundo. En el primer caso, se concentran las ta¬
reas más complejas y los beneficios más altos, mientras que la rutina y los
trabajos menos caros se derivan hacia el segundo. Eso ha sido caracteriza¬
do como una nueva «divisoria industrial» entre aquellos países que cuen¬
tan con una población cualificada y con un sistema educativo que propor¬
ciona las competencias necesarias para manejar el equipo y los servicios
modernos, y aquellos otros que constituyen un mundo de consumidores
que sólo aprenden a pulsar botones, y que son productores de artículos
estandarizados de baja calidad, cuyas vidas se encuentran continuamente
amenazadas por el avance de la automatización.

174
Realidades complejas, solución simple:
el caso de los países en vías de desarrollo

La Segunda Guerra Mundial consolidó la convicción de que la ciencia


era importante, no sólo para ganar guerras, sino para conservar la llave
de la futura prosperidad económica. La investigación científica pareció
convertirse en un cuerno de la abundancia abierto a todos, incluidos los
países en vías de desarrollo. Para aprovechar ese nuevo recurso, la cien¬
cia, las Naciones Unidas, las instituciones nacionales de ayuda exterior y
las fundaciones privadas de los países industrializados, apoyaron la crea¬
ción de consejos de investigación en los países en vías de desarrollo. Se
asumió, en términos generales, que una vez creadas las instituciones cien¬
tíficas y tras haberlas dotado de educación científica adecuada, también
ellas se convertirían en beneficiarías de la ciencia y la tecnología moder¬
nas. Esta suposición no ha soportado la prueba de una cruda realidad.
No sólo fracasaron la mayoría de países del Tercer Mundo en su intento
por construir instituciones científicas modernas y de alta calidad, sino
que hasta los países relativamente bien desarrollados y educados tuvieron
que darse cuenta de que sus valores científicos y tecnológicos eran insufi¬
cientes si no iban acompañados por medidas y políticas adicionales de
apoyo.
A medida que se despliega la complejidad de la ciencia y la tecnología
contemporáneas, las soluciones propuestas a las deficiencias actuales del
desarrollo parecen mucho más sencillas. Las sociedades que pudieron
construir instituciones científicas y tecnológicas lo hicieron dentro de un
amplio contexto de elevación de los niveles educativos, de promoción de
la industrialización y de desarrollo de competencia científica, tecnológica
y de gestión. No se pudieron dar por sentadas las convicciones en los va¬
lores de la ciencia y de la enseñanza superior, sino que se las tuvo que ins¬
tilar. Las actividades científicas, tecnológicas y educativas no pudieron
considerarse como preocupaciones sólo para los científicos, ingenieros y
educadores. En muchos países en vías de desarrollo, la ciencia se vio des¬
de puntos de vista contradictorios. La ciencia moderna afirmó su desinte¬
rés por cuestiones de beneficios y de independencia del gobierno, se cen¬
tró en los beneficios a largo plazo, y resaltó su papel como fuente de
conocimiento para la industria y para las profesiones cultas. Pero, vista
desde la perspectiva de las autoridades burocráticas y de las élites políti¬
cas, se esperaba que la ciencia ofreciera soluciones tecnológicas a corto
plazo ante problemas económicos y sociales complejos. Mientras prevale¬
ció la convicción de que se obtendrían beneficios generales de la ciencia y

175
la tecnología, y mientras el prestigio de los científicos les permitió el acce¬
so a la bolsa pública, fue posible mantener estas imágenes y expectativas
contradictorias. Las características de la producción de conocimiento en el
modo 1 encontraron un nicho en muchos países en vías de desarrollo, al
tiempo que el desarrollo científico era determinado más por la propia co¬
munidad científica nacional, en lugar de verse forzado a adaptarse a las cir¬
cunstancias externas, que a menudo no permitían la aplicación de la ciencia
en un contexto concreto. En otros países en vías de desarrollo, la ciencia y
la tecnología se colocaron bajo la estrecha supervisión gubernamental y se
desarrollaron con propósitos militares, con beneficios comparativamente
escasos para el bienestar general de la población. En su conjunto, aquellos
países en vías de desarrollo que fueron capaces de mantener políticas más
complejas y multifacéticas por lo que se refiere a la ciencia, la tecnología y
el desarrollo industrial, tuvieron más éxito que aquellos otros que se invo¬
lucraron principalmente en proyectos ambiciosos, de largo alcance y de
mayor prestigio.

Políticas gubernamentales e iniciativa privada

El creciente papel de la investigación industrial y aplicada en el contex¬


to de una floreciente industria del conocimiento impulsada hacia el nego¬
cio, puede crear la impresión de que el apoyo público a la ciencia y la tec¬
nología debería verse sustituido por la iniciativa privada. La realidad, sin
embargo, es mucho más compleja.
Japón y los tigres asiáticos, incluyendo Corea del Sur, Singapur y Tai-
wán, se presentan a menudo como casos de economías de mercado libre
que han tenido éxito. En contraste, las economías impulsadas por el Esta¬
do, como India o Brasil, se citan como casos fracasados en sus intentos
por contarse entre las primeras de las nuevas naciones industrialmente
competitivas impulsadas por la tecnología. Lo que esta comparación pasa
por alto es el hecho de que los tigres asiáticos tuvieron, hasta hace muy
poco, Estados militarizados. Deben sus logros económicos a la existencia
de estrechos vínculos entre los sectores público y privado.
En contraste con los tigres asiáticos, el caso de Brasil se cita a menudo
como un ejemplo de país fracasado en su impulso de desarrollo, debido a
la excesiva interferencia estatal en la economía. En el recuadro 5.3 se
ofrece una breve descripción del intento de Brasil por alcanzar la autosu¬
ficiencia científica y tecnológica. Sin embargo, hasta finales de la década
de 1970, Brasil mostraba uno de los índices de crecimiento económico
más altos del mundo. Desde principios de la década de 1980, su capaci-

176
dad para generar enormes superávits comerciales con los que pagar su
deuda externa puede ser acreditada en el haber de los ambiciosos progra¬
mas gubernamentales de desarrollo industrial y tecnológico que se pusie¬
ron en marcha una década antes. Actualmente se debaten las razones de
la crisis y del estancamiento ocurrido a finales de la década de 1980, con
explicaciones que van desde el agotamiento del impulso de sustitución de
las importaciones, hasta las limitaciones económicas impuestas por la
deuda externa, o las consecuencias de inversiones demasiado ambiciosas
y de una burocracia derrochadora creada durante las dos décadas de go¬
bierno militar. Sigue siendo, sin embargo, muy dudoso que el sector pri¬
vado sea capaz, por sí solo, de sustituir al Estado en el impulso hacia el
reajuste económico y la modernización industrial, incluida su base cientí¬
fica y tecnológica.

Desde la autarquía a la integración internacional

En la década de 1970, Brasil se embarcó en un ambicioso proyecto de


autosuficiencia científica y tecnológica. Una reforma universitaria intto-
dujo la educación graduada y la organización de las universidades en de-
partamentos e institutos. La ciencia y la tecnología fueron importantes
para las instituciones de planificación económica, los bancos guberna-
mentales de inversión y los militares. Se crearon nuevas instituciones de
I + D en las universidades, encaminadas a investigar y formar a los estu—
diantes en ingeniería avanzada y en las nuevas tecnologías derivadas de los
recientes avances en la física de los sólidos y en los láseres; dentro de las
principales empresas estatales, en los campos de las telecomunicaciones,
la generación de electricidad y el petróleo, así como en la investigación
agrícola. Se estableció un acuerdo de cooperación con Alemania para el de¬
sarrollo de tecnología nuclear. Se iniciaron varios grandes proyectos milita¬
res, incluido un programa espacial, con el desarrollo de vehículos de lan—
zamiento y de satélites, la construcción de aviones militares, el desarrollo
de una industria de armamentos y el establecimiento de una política de
protección del mercado para la industria de los ordenadores.
A mediados de la década de 1980, sin embargo, ya era evidente que
no se habían cumplido la mayoría de las esperanzas de desarrollo social
y económico asociadas con este esfuerzo, mientras que otros países con
capacidades científicas y tecnológicas aparentemente mucho más peque¬
ñas, los llamados «tigres asiáticos», aparecían como importantes socios

177
en el comercio mundial, y obtenían beneficios significativos para los ni¬
veles de vida de sus sociedades. Este contraste ha provocado una riada de
literatura que trata de explicar qué salió mal en un caso, y bien en el
otro. Retrospectivamente, es posible señalar ahora algunos de los factores
clave que contribuyen a explicar algunas de estas diferencias:

• El papel del Estado. En ambos casos, el Estado estuvo presente para


proporcionar recursos y diseñar políticas. No obstante, mientras que
el gobierno brasileño creó sus propias instituciones industriales y de
investigación, los países asiáticos trabajaron con incentivos y coordi¬
nación con el sector privado. Esta asociación con el sector privado
obligó a los gobiernos a vincular sus políticas tecnológicas con consi¬
deraciones macroeconómicas. En Brasil, los proyectos tecnológicos a
largo plazo y las consideraciones económicas a corto plazo se encon¬
traron a menudo enfrentadas.
• Mercados internos versus externos. En Brasil se concentró el esfuerzo
en desarrollar un fuerte mercado interno de productores y consumi¬
dores, antes de abrirlo a la competencia internacional y tratar de cap¬
tar una cuota del comercio internacional. Los países asiáticos constru¬
yeron sus mercados internos al mismo tiempo, en asociación con su
creciente interpenetración con la economía internacional.
• Goteo lento versus acumulación. En Brasil se esperaba que la buena
ciencia académica conduciría a la tecnología, la alta tecnología lleva¬
ría a la competencia básica, la competencia tecnológica permitiría el
éxito industrial, y la educación de élite conduciría a la educación de
masas. Los países asiáticos siguieron el camino contrario. Empezaron
por la competencia básica, la educación general y el desarrollo de ha¬
bilidades empresariales, a partir de las cuales se fueron desarrollando
gradualmente la alta tecnología, una cualificada élite académica e in¬
dustrial, y la ciencia básica.

Citemos un ejemplo de país desarrollado: Francia es un país que, en


algunos de sus sectores impulsados por el gobierno, como los ordenado-
res, la fabricación de automóviles y los artículos de electrónica de consu-
mo, no ha sido suficientemente competitivo a nivel internacional. Pero
otros proyectos apoyados por el gobierno, como el tren de alta velocidad
(TGV), parte del programa de energía nuclear y las telecomunicaciones
son, incuestionablemente, historias de éxito tanto desde un punto de vis¬
ta económico como industrial. Aunque estos proyectos han sido diseña-

178
dos, financiados y realizados por empresas estatales a gran escala, la exis¬
tencia de experiencia por parte del sector privado, de una mano de obra
altamente cualificada y, en ocasiones, de brillantes funcionarios como di¬
rectores, constituyen una fortaleza innegable. El rendimiento del gobier¬
no en el desarrollo económico es más bien ambiguo.

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145-171.

179
6. Reconfiguración de las instituciones

Resumen

Este capítulo trata sobre el proceso de institucionalización, bajo las con¬


diciones de la dinámica desplegada por la actual producción de conoci¬
miento. Las universidades, especialmente, se encuentran en el núcleo de los
cambios y tensiones actuales, puesto que son las principales instituciones
responsables de la formación de especialistas. Examinamos cómo la flexibi¬
lidad de la producción de conocimiento en el modo 2 afecta a sus estructu¬
ras y procedimientos institucionales, incluido el mantenimiento y cambio
del control de calidad, cómo se enfrentan con las tensiones de la multifun-
cionalidad, qué supone lo que denominamos la pluralización de la función
de la élite y, finalmente, qué aspecto tiene el nuevo paisaje institucional de
la producción de conocimiento.
Desde 1945 han proliferado las instituciones que producen, median y
difunden el conocimiento. Las universidades y los establecimientos de edu¬
cación superior similares a ellas, las sociedades profesionales, los laborato¬
rios de I + D gubernamentales y empresariales, las empresas de asesoría,
los grupos de reflexión, las organizaciones no gubernamentales y otros gru¬
pos representativos se han multiplicado desde entonces y han creado sus
propios mercados para el conocimiento. Los cambios más significativos,
sin embargo, no están conectados con el tamaño, sino con la función. Se
han visto impulsados esencialmente por vínculos de desarrollo con nuevos
clientes, reflejando los aspectos socialmente distribuidos de la producción
de conocimiento en el modo 2. El resultado ha sido un aumento de la mul-
tifuncionalidad, que se experimenta con mayor intensidad dentro de las
propias universidades, pero que también se manifiesta en el aumento de
los vínculos entre instituciones y a través de las redes de toma de decisio¬
nes políticas y de asesoramiento. También se ha producido el surgimiento
de nuevos tipos de instituciones. Entre los ejemplos se incluyen oficinas
nacionales de valoración tecnológica y diversas agencias, consejos y comi-

180
siones de investigación dedicadas a llevar a cabo, controlar y valorar el im¬
pacto medioambiental. Muchas de estas nuevas instituciones se han creado
para mejorar la calidad de la toma de decisiones políticas públicas y para
gestionar las controversias relacionadas con los riesgos potenciales asocia¬
dos con los desarrollos tecnológicos. Otros ejemplos interesantes son las
empresas pequeñas de alta tecnología, y el papel que juegan en el aumento
de los contactos entre las universidades y la industria.
Tales cambios institucionales a través de una vasta gama de disposicio-
nes organizativas no pueden dejar de tener repercusiones sobre el científi¬
co individual o el practicante de la producción de conocimiento. Sus carre¬
ras científicas también se hallan destinadas a sufrir frecuentes cambios. En
el nivel institucional, observamos una pérdida de fronteras claramente deli¬
mitadas entre la élite científica y el resto. En conexión con la diversificación
de la financiación, entra en juego un complejo conjunto de criterios extra
científicos relacionados con las prioridades, la relevancia y las responsabili¬
dades sociales y económicas, así como con las científicas. La pluralización
de las funciones de la élite se ve incrementada por la intrusión del mercado
y el aumento tanto de la competencia como de la cooperación en la investi¬
gación. Al encontrarse con limitaciones presupuestarias crónicas, ni siquie¬
ra las mejores instituciones pueden permitirse hacer todo aquello que parece
lo mejor para ellas. A nivel internacional, la pluralización adopta la forma
de nuevas pautas emergentes de cooperación tanto formal como informal,
hacia las que se ve atraído incluso Estados Unidos. Del mismo modo, au¬
menta la cooperación internacional no gubernamental. En general, y ante
la necesidad de reorganizar la división internacional del trabajo, los flujos
de conocimiento, los productos, las personas y las ideas parecen más im¬
portantes que las estructuras. Surgen dudas acerca de en qué medida se
han hecho disfunciohales los sistemas nacionales de ciencia, y en qué medi¬
da se necesita revisarlos.
El nuevo paisaje institucional de la producción de conocimiento viene
marcado por el hecho de que las disciplinas académicas muestran una cre¬
ciente difuminación de sus fronteras. En muchos ámbitos y programas,
como en el proyecto del genoma humano, el trabajo transdisciplinar se ha
convertido en regla, pero esa misma tendencia se observa también en las
ciencias sociales. Abundan los ejemplos de «verdaderos problemas mundia¬
les» que desafían todos los intentos de ser abordados por una sola discipli¬
na. Se han intensificado las interacciones entre la ciencia, la tecnología y los
temas sociales. En algunos ámbitos se han articulado las demandas de una
ciencia participativa, en la que el objetivo ya no es la verdad per se, sino el
tomar decisiones públicas responsables que tengan en cuenta las incerti-
dumbres científicas inherentes.
En la sección final de este capítulo examinamos más de cerca tres de los

181
grandes desafíos que resultan de los cambios prevalecientes ocurridos en el
paisaje institucional. Se refieren a la gestión de las identidades disciplinares
en ambientes transdisciplinares, y al desarrollo de las capacidades de trans-
disciplinaridad; al desafío que se les plantea a las universidades, y a qué as¬
pecto podrían tener las adaptaciones llevadas a cabo con éxito ante las nuevas
situaciones y demandas; y a las nuevas dimensiones del control de calidad,
puesto que la existencia de tipos más diversificados de instituciones impli¬
can una gama más amplia de variedad de estándares.
Son bien conocidas las dificultades que se plantean a la hora de crear
estructuras institucionales transdisciplinares. Se sigue manteniendo el he¬
cho de que la forma disciplinar de la organización cognitiva y social se con¬
sidera como necesaria para mantener una formación educativa básica y es¬
table, y para instilar en los individuos un sentido de identidad disciplinar.
Por otro lado, la capacidad para cooperar con expertos de otros campos y
para ver los problemas de una forma complementaria, se basa en la capaci¬
dad para asumir múltiples identidades cognitivas y, cada vez más, sociales.
De ahí la necesidad de encontrar un equilibrio para promover y manejar
ambas. Hasta qué profundidad llegarán las intervinculaciones disciplinares
y el modo de trabajo genuinamente transdisciplinar, es algo que depende
de la naturaleza de la investigación, de los tipos de problemas a abordar y
del contexto organizativo.
Al analizar el desafío planteado a las universidades, no debemos subesti¬
mar sus capacidades para el cambio, a pesar de las pruebas igualmente evi¬
dentes de inercia e incluso de clara resistencia al mismo. Después de todo,
lo que se desafía con el surgimiento de la producción de conocimiento en el
modo 2 es el monopolio de la competencia tituladora de la universidad.
Aunque es inevitable que, dependiendo de la historia y de las circunstan¬
cias, varíen las adaptaciones a las nuevas exigencias y condiciones, parece
bastante seguro predecir que se producirá más cambio y más diversifica¬
ción, tanto en la forma como en la función. Dentro de este proceso, los pro¬
pios gobiernos jugarán probablemente un papel crucial; por todas partes
ejercen presión para el cambio, especialmente a través de las nuevas y más
duras disposiciones de financiación. Al mismo tiempo, los gobiernos reco¬
nocen que las estructuras tradicionales para la producción de conocimiento
no son satisfactorias, y también temen la pérdida de sus propias formas tra¬
dicionales de control gubernamental central. Finalmente, retomamos el
tema del control de calidad, ya abordado en un capítulo anterior. Las re-
configuradas disposiciones institucionales que describimos en este capítulo
implican que los estándares mantenidos por los diversos actores terminarán
por entrar en el proceso de producción y evaluación de resultados. Tam¬
bién configurarán las decisiones acerca de qué se tiene que hacer y por par¬
te de quién. El control de calidad también asumirá una forma híbrida.

182
Muchos científicos académicos siguen abrigando la esperanza de que
los cambios en el paisaje institucional sólo tendrán un impacto limitado, y
que el número de actores atraídos al proceso de producción de conoci¬
miento seguirá siendo pequeño. Nuestro punto de vista, por el contrario,
es que los cambios actuales son demasiado profundos y multifacéticos. Es¬
tamos convencidos de que el modo 1 terminará por quedar incorporado en
el modo 2 de producción de conocimiento, y de que la dinámica sobre la
que descansa continuará fomentando mayores cambios institucionales.

El conocimiento es dinámica. Se están creando continuamente nuevos


conceptos, métodos e instrumentaciones que conducen a nuevas capaci¬
dades y conocimientos, al crecimiento de nuevas especialidades y a un
aumento en la división del trabajo. Aunque pocos niegan que la produc¬
ción de conocimiento posea tales características, la comprensión que se
tiene actualmente del proceso asume que ese desarrollo es lineal y tiende
hacia la estabilización. Su dinámica se expone a menudo como un mode¬
lo de evolución en tres fases, en la que la especialización nacida en una
disciplina echa primero raíces en las instituciones, para luego quedar pro¬
fesionalizada. Eso explica que se vea favorecido por quienes se embarcan
en nuevos ámbitos de investigación, porque ofrece a su trabajo el recono¬
cimiento apropiado y crea las condiciones para un apoyo a largo plazo.
Este capítulo investiga la institucionalización, y se plantea si el modelo
de tres fases sigue siendo una descripción válida de la forma en que se
produce el conocimiento, y particularmente el conocimiento de vanguar¬
dia. Puesto que las universidades son las principales responsables de la
formación de los especialistas, es necesario examinar cómo adaptan sus
reglas y procedimientos a los nuevos imperativos de la producción de co¬
nocimiento en el modo 2.
El tradicional proceso de tres fases dista mucho de ser el único mode¬
lo, e incluso el más apropiado. En la producción contemporánea de co¬
nocimiento están surgiendo nuevas pautas de comportamiento, organiza¬
ción e institucionalización, que se hallan mejor adaptadas a las actuales y
futuras preocupaciones y necesidades sociales, económicas y políticas.
Como quiera que la producción de conocimiento se hace más dinámica y
abierta, sus modos de organización son menos estables y permanentes.
La flexibilidad del actual modo de producción de conocimiento no
significa que los modos de institucionalización anteriores hayan quedado
ahora obsoletos. Más adelante se analizará la urgente necesidad de con¬
trolar la calidad de los resultados de la investigación. Una función de las
instituciones de conocimiento, evidente en las universidades, es la de per-

183
mitir que continúen las especialidades, proporcionándoles visibilidad so¬
cial y legitimándolas a los ojos de la más amplia comunidad como verdade¬
ra ciencia. Las nuevas formas de producción de conocimiento están some¬
tiendo a tensión las actuales estructuras y procedimientos institucionales,
lo que exige transformaciones nuevas y radicales, especialmente por lo
que se refiere al mantenimiento de los estándares.

La tensión de la multifuncionalidad

Desde 1945 ha aumentado el número y la diversidad de las institucio¬


nes dedicadas a la producción y diseminación del conocimiento. Además
de las universidades y las sociedades científicas y profesionales, que tam¬
bién se han multiplicado, han proliferado las instituciones gubernamen¬
tales de investigación, y los laboratorios de I + D de las empresas se han
convertido en una condición previa para la innovación y la competencia
llevadas a cabo con éxito, lo mismo que ha sucedido con los grupos de
reflexión y con toda clase de empresas asesoras, al mismo tiempo que han
surgido las organizaciones intermediarias capaces de crear su propio
mercado para el conocimiento, como las organizaciones no gubernamen¬
tales (ONG) en el campo medioambiental.
El aumento de tamaño también ha sido una característica conspicua de
otros tipos de producción de conocimiento y de las instituciones de disemi¬
nación, públicas o privadas (como por ejemplo, el CERN, los laboratorios
Bell o toda una serie de instituciones gubernamentales de investigación).
Los cambios más significativos, sin embargo, no se hallan relacionados
con el tamaño, sino con la función. Se han visto impulsados por el desa¬
rrollo de vínculos con nuevos clientes. Reflejan no sólo el surgimiento de
nuevos campos, como las ciencias medioambientales o las profesiones re¬
lacionadas con la salud y el bienestar social, sino también el rápido creci¬
miento de la educación continua en ámbitos como la enfermería y la di¬
rección. Las nuevas profesiones no han sido acomodadas por reducción
en otras partes, sino que se han añadido nuevas escuelas, lo que ha con¬
vertido a las universidades contemporáneas en organizaciones complejas
y multipropósito. Lo que es cierto para las instituciones, puede decirse
también de sus miembros. No sólo se espera que los profesores enseñen e
investiguen, sino que también han tenido que compartir una parte sus¬
tancial de la administración cada vez más compleja de sus propias institu¬
ciones. Los servicios de asesoría también han crecido rápidamente. En
Holanda, por ejemplo, la mayoría de catedráticos que son investigadores

184
de alto calibre en las ciencias naturales y en la ingeniería, son también
asesores para la industria. Esta es una tendencia en crecimiento en la ma¬
yoría de países, no sólo en las ciencias exactas sino también en las cien¬
cias sociales, aunque a un ritmo más lento.
Las organizaciones científicas y profesionales también han expandido
sus funciones. Se han creado numerosas organizaciones paraguas, como la
Asociación Americana para el Progresode la Ciencia (AAAS), y también
otras de carácter disciplinar, para promover los intereses de las diversas
especialidades. Las grandes sociedades profesionales de constitución na¬
cional, en campos como la física, la química o la ingeniería, cuentan con
prolongados historiales de participación no sólo en la investigación uni¬
versitaria, sino también como actores en el desarrollo de las políticas cien¬
tíficas, como guardianes de los estándares de la práctica profesional, como
asesores para los gobiernos sobre una amplia gama de temas, como parti¬
cipantes en los debates públicos y en la promoción de la comprensión de
la ciencia por parte del público. Muchos miembros individuales son di¬
rectores de empresas o toman parte en el establecimiento de las políticas
nacionales (medidas fiscales, regulaciones, etc.). Muchas instituciones gu¬
bernamentales de investigación obtienen una fracción creciente de sus in¬
gresos mediante la venta de su experiencia en el mercado. También son
numerosas las empresas que han desarrollado funciones de formación
profesional, inicialmente para actualizar los conocimientos de sus emplea¬
dos con los recientes cambios ocurridos en la tecnología o la dirección,
pero más tarde también para proporcionar esos servicios a una clientela
mucho más amplia. Esta diversificación en las funciones de estas organi¬
zaciones ha permitido aumentar el número de contactos entre las mismas,
ha promovido la convergencia de preocupaciones y ha abierto vías para el
intercambio y la cooperación. En el recuadro 6.1 se ofrece una breve na¬
rración de los esfuerzos realizados por la Fundación Nacional de la Cien¬
cia en Estados Unidos, para acomodar las necesidades de nuevas clientelas.

¿Un nuevo mandato para la Fundación Nacional de la Ciencia?

Walter Massey, presidente de la Fundación Nacional de la Ciencia


(NSF), de Estados Unidos, ha argumentado que su agencia debe moverse
en una nueva dirección, para alejarse de su enfoque tradicional sobre la
investigación iniciada por el investigador, hacia objetivos sociales y eco-
nómicos más amplios.

185
Según Massey, el problema se encuentra en parte en la crónica pre¬
sión presupuestaria, provocada por el hecho de que la fundación tiene
tantas tareas diferentes que cumplir que existe ahora un divorcio entre lo
que se espera de la fundación y lo que ésta puede hacer realmente. Ya
antes de que el Congreso redujera el crecimiento de las becas de investi—
gación de la NSF en el presupuesto de 1 9 9 3, la agencia se esforzaba por
financiar sólo una tercera parte de las solicitudes que recibía, aunque los
colegas juzgaban como excelentes muchas de las ideas rechazadas. Pero,
según Massey, también se pide a la fundación que financie una serie de
grandes instrumentos, como radiotelescopios, laboratorios magnéticos,
un sensor láser de gravedad, al mismo tiempo que expande los progra¬
mas educativos y los proyectos tecnológicos, como la iniciativa de compu¬
tación de alto rendimiento: «No creo que podamos disponer de la base de
recursos» para apoyar todo lo que se supone que debe hacer la NSF «con
la base lógica que damos ahora».
Massey ve tres alternativas para el futuro: aferrarse al status quo, reducir
las ambiciones de la agencia, o expandir su papel, prometiendo partici¬
par de un modo más espectacular en la mejora de la sociedad. Desde su
punto de vista, la primera alternativa no es aceptable para el gobierno, la
segunda contribuiría a aislar a la NSF de la corriente principal de la cien-
cia y la tecnología, así como del público. En consecuencia, prefiere la ter-
cera: un mandato ampliado diseñado explícitamente para fomentar el ren—
dimiento industrial de Estados Unidos y aumentar el apoyo para la ciencia.
Esta misión ampliada, sin embargo, implicaría, según temen muchos cien—
tíficos, sacrificios todavía mayores para los investigadores básicos.
Pero tanto Massey como los miembros del Congreso que configuran
el futuro de la NSF advierten que la reforma ya se ha puesto en marcha,
tanto si la agencia la quiere como si no. La ley de asignaciones de 1993
para la NSF incluye un texto del Senado en el que se dice que la agencia
debe ocuparse más directamente de la fortaleza económica del país. Exige
que la NSF trace un nuevo papel estratégico en el que se resalte un cam—
bio de dirección y no simplemente un deseo de obtener asignaciones fe—
derales adicionales. Sus comités financieros deben favorecer específicamen—
te una reasignación de fondos «para fortalecer ciertas áreas prioritarias:
investigación de procesos, desarrollo de investigación de ingeniería, tec—
nologías precompetitivas emergentes e investigación fundamental con la—
zos con futuros intereses industriales».
Lo que muchos científicos ven como un juego, Massey lo ve como rea—
lismo político. Se limita a responder a las presiones políticas ya evidentes
en los comités que tienen la llave de la caja para la NSF. Esos comités le
han dicho a la NSF que preste más atención a la investigación capaz de in-

186
tensificar la competitividad económica de Estados Unidos. Incluso sus
defensores más férreos han sido advertidos de que tienen que encontrar
una nueva justificación para conservar el apoyo que le da el Congreso.
Congresistas como George Brown, por ejemplo, argumentan la nece—
sidad de una reformulación fundamental de los principios de la política
científica. Su comité, el Comité de Ciencia, resalta que el objetivo debe—
ría ser explotar la investigación como una herramienta, antes que como
una caja negra en la que se depositan fondos federales. El comité habla
sobre la necesidad de «valoración del rendimiento», llevada a cabo por
personas u organizaciones independientes de quienes realicen la investi—
gación. Quizá sea necesario establecer un claro mandato estatutario para
redirigir programas que no experimenten un progreso suficiente hacia
los objetivos marcados.
Se recibieron más de 700 respuestas de individuos y organizaciones
acerca de la conveniencia de la idea de Massey de cambiar la carta básica
de la NSF. Algunas organizaciones han contestado positivamente:
La preocupación por la aplicación de la tecnología y por la competitividad
conjura a veces la alternativa de que los presupuestos se decidan o bien según
criterios destinados a complacer a los científicos, o bien para servir a la necesi—
dades públicas. En realidad, esos criterios e intereses son congruentes... , la co—
munidad científica y de ingeniería tiene que comprender la realidad de que
muchos campos no abarcados por las disciplinas tradicionales, ofrecen desa—
fios para obtener nuevo conocimiento y oportunidades para una investigación
creativa digna de los académicos mejor dotados. Estos campos deberían ser
candidatos válidos para la obtención de apoyo, y pueden aportar conocimien—
tos clave y permitir una respuesta a tiempo a los objetivos nacionales. (Una
fundación del siglo xxi: Informe de la Comisión Nacional de Ciencia sobre el
futuro de la Fundación Nacional de Ciencia, 20 de noviembre de 1992.)

No sorprende que muchos académicos se preocupen: «Creo que se—


ría un desastre establecer una relación simbiótica muy estrecha entre el
mundo académico y la industria, y especialmente con la NSF, tal como
la que favorece Massey. Eso desviaría los recursos hacia el desarrollo de
nuevas tecnologías... Iría contra la misión única de la NSF y me temo
que lo echaría todo a perder» (M. J. Greenberg, director, The Whitney
Laboratory, Universidad de Florida). Aunque este ejemplo se ha tomado
de Estados Unidos, numerosos políticos de muchos países están preocu—
pados por reformas similares, aunque quizá no tan radicales, y ello por
las mismas razones: el aumento de los costes de investigación, unido
con varios problemas de competitividad industrial.
Fuente: Marshall (1992) © 1992 by AAAS.

187
Finalmente, han aparecido nuevos tipos de instituciones. Entre los ejem-
plos se incluyen oficinas nacionales de valoración tecnológica, que empe-
zaron a aparecer a principios de la década de 1970, o las diversas agencias,
consejos o comisiones de investigación establecidas para llevar a cabo, con-
trolar o revisar la valoración del impacto medioambiental que, en muchos
casos, es obligatorio. Estas nuevas instituciones conjuntan la pericia de las
ciencias naturales y de las ciencias sociales para mejorar la calidad de la
toma de decisiones de política pública, y para gestionar las controversias
relacionadas con el riesgo y con los aspectos externos del desarrollo tecno-
lógico. Otro tipo de nueva institución es la pequeña empresa de alta tec-
nología. Su importancia económica ya fue reconocida a principios de la
década de 1960, y estas empresas han seguido jugando un papel decisivo
en el desarrollo de las industrias de microelectrónica, telecomunicaciones y
biotecnología. Las pequeñas empresas de alta tecnología se diferencian de
otras empresas pequeñas porque con frecuencia se desgajan de las univer¬
sidades o de las instituciones gubernamentales de investigación. Aun cuan¬
do no sea este el caso, se hallan generalmente asociadas con las universi¬
dades debido a su necesidad de asesoría de alto nivel, de instalaciones de
investigación o de personal formado. En Estados Unidos, los profesores
ocupan con frecuencia puestos en los consejos de estas pequeñas empre¬
sas, intensificando así el potencial para una genuina colaboración en la in¬
vestigación. La estrecha interacción entre universidades y empresas peque¬
ñas situadas en los parques tecnológicos, juega ahora un papel estratégico
en las políticas de desarrollo regional.

Niveles y formas de pluralización

A nivel individual, la definición de qué constituye un bien científico es


ahora más pluralista. Ha aumentado mucho la libertad del individuo para
tomar decisiones relacionadas con la innovación, y para diseñar sus pro¬
pios itinerarios intelectuales. Pero sus carreras científicas profesionales ex¬
perimentarán transformaciones frecuentes.
A nivel institucional están ocurriendo otros fenómenos. La masifica-
ción y la proliferación de funciones han significado que no toda actividad
llevada a cabo en las instituciones académicas de élite puede ser del están¬
dar más elevado. Puesto que ya no es tan evidente qué instituciones o cen¬
tros tienen estatus de élite, las etiquetas de excelencia empiezan a depender
del juicio de comités burocráticos. Esto se halla estrechamente relaciona¬
do con la dependencia de las instituciones para su financiación externa.

188
En la actualidad, el éxito para atraer fondos hacia la investigación depen¬
de de satisfacer un complejo conjunto de criterios extra científicos rela¬
cionados con las prioridades sociales, la importancia y la responsabilidad.
Con creciente frecuencia, los objetivos y exigencias de los programas ha¬
cen improbable que sea una sola institución la que se califique como un
centro de excelencia en toda la gama de aportes de investigación que se
necesitan. Empieza a ser común que tales centros se creen como unidades
multi-institucionales o redes de trabajo, a menudo con la participación
más o menos obligatoria de la industria. Tal tendencia también implica
una dilución del grupo de las llamadas instituciones de élite, incluyendo
expertos que no proceden de ellas, creando así nuevas pautas de comuni¬
cación, cooperación y diseminación.
Esta pluralización de la función de élite es una respuesta a la intrusión
del mercado y al aumento tanto de la competencia como de la coopera¬
ción en la investigación. Las instituciones que quieren seguir siendo de
élite también se ven obligadas a romper con antiguos hábitos de asigna¬
ción de recursos a las diferentes especialidades. Hasta las mejores institu¬
ciones tienen que restringir el ámbito de sus actividades. Las mejores di¬
rigidas responden encontrando o diseñando nichos de mercado para
explotar el alcance y la competencia, las habilidades y los conocimientos
específicos que poseen. En la medida en que actúan de un modo empre¬
sarial, entran y tratan de anticiparse al comportamiento del mercado.
A nivel internacional, la pluralización asume la forma de novedosas
pautas emergentes de cooperación, tanto formal como informal. Muchos
acuerdos internacionales formales se han visto impulsados principalmente
por las consideraciones relativas a compartir costes, iniciadas por los acuer¬
dos como el establecido por el CERN. A ellos han seguido programas que
son nacionales en el sentido de que se hallan financiados y dirigidos prin¬
cipalmente por investigadores y administradores de una nación, pero que
se han abierto deliberadamente a colaboradores extranjeros para inducir
a sus gobiernos a participar en los acuerdos relativos a compartir costes,
como el supercolisionador superconductor o el proyecto del genoma hu¬
mano. En las últimas décadas, los países europeos, más que Estados Uni¬
dos o Japón, y dentro de los programas de investigación de la UE, han in-
tentado obtener beneficios económicos de «hacerse internacionales». Los
países pequeños recurren con frecuencia a la cooperación internacional
como una forma de superar las limitaciones impuestas por el tamaño y los
costes. Pero incluso Estados Unidos se ha hecho ahora mucho más activo,
a pesar de que tradicionalmente ha concedido poca prioridad a la coope¬
ración internacional en la ciencia, debido en parte a su estructura descen-

189
tralizada, y en parte a que eso no se percibía como algo vital para los inte¬
reses estadounidenses. Ahora utiliza, por ejemplo, el fórum proporciona¬
do por la OCDE para controlar y coordinar la creación de grandes y cos¬
tosas instalaciones de investigación básica.
Quizá tenga mayor importancia para el futuro el crecimiento de la co¬
operación internacional no gubernamental a un nivel informal. Aumenta
rápidamente el número de artículos científicos preparados conjuntamente
por científicos de países diferentes. Esto no es sólo un aspecto de la globa-
lización, sino también una manifestación de la creciente tendencia a utili¬
zar el conocimiento, la información y la colaboración allí donde se en¬
cuentren. El acceso inmediato al conocimiento es ahora más una función
de la red, y menos de la posición institucional. El acceso a importantes
bancos de datos computarizados y a capacidades on-line, así como el ac¬
ceso al conocimiento, sigue siendo una cuestión de contactos personales
y de amplias pautas de comunicación informal. Una vez más, los flujos
son aquí más importantes que las estructuras y el desafío con el que se
enfrentan ahora las instituciones es el de encontrar formas de apoyar ca¬
nales de comunicación todavía más complejos y cambiantes, en lugar de
invertir en formas de institucionalización que son costosas, pesadas e ine¬
vitablemente rígidas.
En una época en que ni siquiera las naciones que se encuentran en la
vanguardia de la ciencia y la tecnología pueden financiar adecuadamente
todas las necesidades que se les plantean, ¿no podría la necesidad de
compartir costes e información proporcionar las condiciones para un pen¬
samiento más osado en términos internacionales, para el uso más racio¬
nal de los recursos, mediante la reorganización de la división internacional
del trabajo? La posibilidad de universidades regionales o incluso globales,
que combinen la investigación y la enseñanza, pueden señalar hacia futu¬
ros interesantes. La existencia de tales universidades supondría un inter¬
cambio sustancial de programas para personal, desde universidades na¬
cionales, industrias y otras instituciones de investigación, así como de
estudiantes, y una amplia distribución geográfica (la construcción de nue¬
vos campus universitarios que sigan las líneas de las formas tradicionales
de las universidades, ya no parece ser el modo más apropiado de hacer
las cosas).
Hay dudas acerca de hasta qué punto los sistemas nacionales de cien¬
cia son disfuncionales y necesitan ser revisados. Tales dudas desafían con¬
vicciones y dogmas muy queridos, como por ejemplo la de que sólo la in¬
versión en un sistema nacional de ciencia «al estilo occidental» puede
proporcionar a un país su ventaja competitiva internacional, o que la falta

190
de inversión o el poco gasto relativo en investigación académica propor¬
ciona un subsidio oculto a los competidores de una nación. El país sede
de las empresas multinacionales sigue siendo un factor crucial para deter¬
minar hacia dónde fluirán en último término los beneficios de la innova¬
ción tecnológica.
La fuerza combinada de las transformaciones que están ocurriendo en
los niveles individual, institucional e internacional, también constituye
una fuente de tensión. Los investigadores se enfrentarán con una sobre¬
carga a medida que las exigencias generadas por la producción de cono¬
cimiento en el modo 2 se añadan a las producidas por las formas tradicio¬
nales de investigación disciplinar. Las identidades profesionales se hacen
más flexibles y amplias, las carreras científicas más precarias, y la movili¬
dad aumenta las tensiones ya inherentes a cualquier carrera científica pro¬
fesional.

El nuevo paisaje institucional de la producción


de conocimiento

Tradicionalmente, la especialización se consideró como un producto


puro de la división del trabajo, como una consecuencia de la actividad in¬
vestigadora existente que evolucionaba de acuerdo con la lógica interna
de una disciplina. El aumento del conocimiento producido dentro de las
disciplinas, y la permanente proliferación de problemas surgidos de los
nuevos resultados hicieron necesario que los individuos se especializaran.
Este proceso, sin duda, todavía se mantiene, pero dista mucho de ser una
descripción completa de lo que sucede. Esa es la razón por la que sería un
error centrarse exclusivamente en las instituciones, en lugar de explorar el
establecimiento de canales de comunicación flexibles. La producción de
nuevo conocimiento ya no ocurre sólo dentro de las fronteras disciplina¬
res, sino que también se produce en los intersticios entre las disciplinas es¬
tablecidas, a través de la interfecundación entre ámbitos disciplinares y de
la difusión de instrumentos y procedimientos que afectan a la práctica
de la investigación en ámbitos a menudo remotos.
Las disciplinas muestran una creciente difuminación de sus fronteras.
Las nuevas iniciativas investigadoras, como por ejemplo la biotecnología,
conjuntan a bioquímicos, microbiólogos e ingenieros químicos. El proyec¬
to del genoma humano exige la cooperación de especialistas en genética
molecular y expertos en software. En estas áreas, el trabajo transdisciplinar
se ha convertido en regla. La biología molecular no ha evolucionado se-

191
gún la pauta disciplinar convencional porque ha transformado la forma
de enmarcar e investigar las cuestiones planteadas en inmunología, genéti¬
ca o biología celular. Otros campos nuevos, como la valoración de riesgos
o la valoración de la tecnología, siguen siendo ámbitos de cooperación en¬
tre expertos procedentes de muchas disciplinas. Estas formas híbridas y
provisionalmente estables de conocimiento, formadas en el contexto de
aplicación, se despliegan para realizar tareas específicas, con agendas or¬
ganizadas en un complejo proceso socio-político.
Esta tendencia puede observarse en las ciencias sociales, así como en
las ciencias naturales. En el primer caso, abundan los ejemplos de proble¬
mas del «mundo real» que desafían claramente su solución por parte de
una sola disciplina. En el trabajo político, así como en investigaciones más
teóricas, los temas se definen de forma arbitraria cuando se enfocan des¬
de un solo punto de vista disciplinar. Los desafíos creativos para las cien¬
cias sociales proceden de las perspectivas o los programas de investiga¬
ción que tratan de permanecer en estrecho contacto con los fenómenos y
problemas que se encuentran en el «mundo real».
Una de las razones por las que se han difuminado las fronteras y por
las que la institucionalización adopta nuevas formas, está relacionada con
la difusión de la producción de conocimiento en el modo 2. A medida
que se percibe que más y más aspectos de la sociedad afectan a temas que
tienen una dimensión tecno-científica, la ciencia no puede quedar exclu¬
sivamente en manos de los científicos. Los métodos y técnicas de la pro¬
ducción de conocimiento en el modo 2 han adquirido importancia para
investigar temas sociales en los que numerosos individuos y grupos se
juegan algo. Los ejemplos son numerosos: cuestiones medioambientales y
agrícolas, problemas relacionados con la dieta y la salud, bancos de datos
computarizados e intimidad. Se han intensificado las interacciones entre
ciencia y tecnología por un lado, y los temas sociales por el otro. Los te¬
mas son esencialmente públicos y se los debate en foros híbridos en los
que no hay billete de entrada en cuestiones de peritaje. En una ciencia
tan participativa, el objetivo ya no es la verdad per se, sino la toma de de¬
cisiones públicas y responsables basadas en la comprensión de situacio¬
nes complejas en las que quedan por resolver numerosas incertidumbres
clave. Se necesitan nuevas instituciones intermediarias para apoyar este
proceso colectivo de aprendizaje, para controlar los intercambios entre
los grupos de las partes interesadas, para analizarlas y para preparar el te¬
rreno para la toma de decisiones, así como para el control y evaluación de
los resultados. Estos nuevos procesos no se encuentran bajo el control
de los especialistas científicos, aunque la intervención de estos últimos siga

192
siendo esencial. Los especialistas tienen ahora una doble responsabilidad.
Tienen que ser sensibles no sólo a la comunidad científica, sino también a
quienes toman las decisiones públicas.

Identidades disciplinares

Las fronteras disciplinares importan mucho más en la educación que


en la investigación. Son mucho más importantes dentro que fuera de la
universidad. Su fortaleza y apoyo descansan en la tarea de transmitir co¬
nocimiento a la siguiente generación de estudiantes. Las estructuras de¬
partamentales pueden reorganizarse, como es el caso de las ciencias bioló¬
gicas, para seguir el cambio desde el modo 1 al modo 2. Pero no existen
principios universalmente reconocidos acerca de cómo trazar las fronteras
disciplinares. La criminología, la demografía, los estudios urbanos, la geo¬
grafía, la estadística, la botánica, la biotecnología de las plantas o la inves¬
tigación de operaciones se reconocen como disciplinas en algunas univer¬
sidades y países, pero no en otras. Las fronteras disciplinares son el
resultado de la historia, los intereses creados, la financiación, la oportuni¬
dad emprendedora o las coaliciones académicas.
Aunque el extremado conservadurismo disciplinar que se encuentra
en muchas estructuras universitarias quedara superado al trasladar la in¬
vestigación fuera de las universidades, o al acercarla a los problemas del
mundo real, no es evidente que la transferencia de la investigación a nue¬
vos institutos, centros y unidades, sea capaz de hacer surgir por sí sola
una investigación más transdisciplinar. La experiencia demuestra que en
los laboratorios gubernamentales establecidos para solucionar problemas
y para mantener una estrecha interacción con la industria, la dinámica in¬
terna de la especialización tiende hacia la creación de rigideces similares
a las que se encuentran en la universidad. Tradicionalmente, las universi¬
dades estadounidenses han estado más abiertas y han sido más flexibles
que las europeas con respecto al crecimiento de los centros disciplinares
de investigación. Dependen mucho de los vínculos entre tales campos
transdisciplinares de estudio y el ambiente social más amplio.
Las dificultades para establecer estructuras institucionales transdisci-
plinares no son simplemente una manifestación de inercia. El hecho es
que la forma disciplinar de la organización cognitiva y social pareció ge¬
neralmente necesaria para aportar formación educativa básica y estable, y
para conferir a los individuos una identidad disciplinar y un «certificado
de competencia». A través de su formación, especialmente si ésta es mo-
nodisciplinar, los individuos comparten un punto de vista específico del

193
mundo y aprenden a valorar lo que consideran como problemas significa¬
tivos, y cómo se los debe enmarcar y resolver. La colegialidad disciplinar
fomenta la conformidad, mediante las expectativas y recompensas otor¬
gadas por los colegas disciplinares. La capacidad para cooperar con ex¬
pertos de otros campos, para ver el mundo y sus problemas de una forma
complementaria y para entablar empatia con diferentes presupuestos, su¬
pone poseer la capacidad para asumir múltiples identidades cognitivas y
sociales. En algunos campos, como los estudios sociales de la ciencia y la
tecnología, algunos investigadores lograron mantener una doble identi¬
dad, siendo leales tanto a la disciplina de la que procedían, como al cam¬
po de los estudios sobre ciencia y tecnología. Los biólogos que trabajan
en la ciencia medioambiental, los científicos de ordenadores que trabajan
en el análisis de las secuencias de genes, y los matemáticos que se dedican
al modelaje ecológico, pueden alcanzar reputación tanto en su terreno
nativo como en el nuevo que abordan. Tales opciones no se hallan, sin
embargo, igualmente disponibles para los investigadores procedentes de
todos los campos.
Los políticos creen que se puede acelerar la producción de conoci¬
miento mediante el recurso al pensamiento transdisciplinar. Quizá sean
ingenuos y subestimen los impedimentos organizativos, así como los rela¬
cionados sutilmente con sus carreras, que, en la práctica, distorsionan las
buenas intenciones y corrigen las percepciones. Persiste la demanda de
una mayor capacidad para solucionar problemas de forma más rápida,
pero no resulta práctica la sustitución completa de las formas transdisci-
plinares por las disciplinares. Es necesario encontrar un equilibrio o se¬
cuencia de equilibrios, para promover la diversidad entre identidad disci¬
plinar y competencia transdisciplinar. Hasta qué profundidad llegarán las
interconexiones y la interpenetración disciplinar es algo que depende tan¬
to de la naturaleza del programa de investigación y de los tipos de pro¬
blemas a resolver, como del contexto organizativo.
Un aspecto crucial, sin embargo, es el horizonte temporal apropiado
para el trabajo disciplinar. El horizonte temporal de un político es, por
definición, breve. Pero las estructuras disciplinares son a largo plazo y re¬
lativamente estables. Para calificarse como biólogo, físico o economista,
se necesitan muchos años y eso marca la autocomprensión para toda la
vida, aun cuando la naturaleza del propio trabajo se someta a cambios
considerables en el transcurso de la vida de un investigador. La participa¬
ción en el trabajo disciplinar puede ser continua, pero probablemente
será intermitente y supondrá la participación en una gama de diferentes
equipos, a medida que uno se mueve de un problema a otro. Pero ya re-

194
sulta una tarea más ardua el contribuir creativamente, en lugar de limitar¬
se a participar, a la clase de pluralismo cognitivo e institucional que exige
la transdisciplinaridad.
El número de iniciativas transdisciplinares aumenta intensamente y
son cada vez más numerosos los investigadores que participan en ellas, al
menos en algún momento de sus carreras profesionales. La demanda para
este tipo de conocimiento procede de los políticos, la industria y la socie¬
dad, en general. Se halla ahora suficientemente desarrollada como para
constituir un nuevo tipo de mercado. Se están ofreciendo nuevas oportu¬
nidades y financiación para atraer a los investigadores, a los que se desafía
a su vez para que aporten nuevas ideas, productos y propuestas para las
soluciones que más probablemente puedan encontrar una clientela.
No obstante, tiene que pagarse un precio para que la investigación
transdisciplinar llegue a convertirse en norma. La interdependencia de la
investigación y de la innovación industrial a nivel mundial implican un
cierto grado de vulnerabilidad para todos aquellos que participan en la
investigación. Es más evidente en aquellas empresas o sectores de la in¬
dustria que se acercan a la madurez. Las empresas procuran afrontar la
competencia en esta fase, respondiendo a menudo mediante la reorgani¬
zación interna, así como con la naturaleza, volumen y composición de su
fuerza investigadora. La dirección interpreta la necesidad de solucionar
rápidamente los problemas como una necesidad de llevar a cabo investi¬
gación transdisciplinar. La forma más eficiente de lograrlo consiste en re-
clutar nuevas competencias investigadoras. Pero esto es costoso y despil¬
farrador. Este dilema puede resolverse aumentando la fungibilidad de los
investigadores, es decir, la capacidad para trasladar a científicos e investi¬
gadores a nuevos trabajos que exijan otras habilidades y un perfil diferen¬
te de conocimiento. La mayoría de las empresas no poseen los recursos
para hacerlo así. A pesar de todo, esto sigue siendo el dominio de las or¬
ganizaciones privadas, a las que les resulta más fácil ofrecer la clase de
formación altamente especializada hecha a la medida, que es la exigida
por la industria.
La investigación disciplinar se ha asociado con los modos de trabajo y
producción de conocimiento a largo plazo. Se ha basado en un pequeño
número (aproximadamente del cinco al quince por ciento) de aquellos
que trabajan en la vanguardia de la producción de conocimiento, y que
aportan las nuevas ideas y direcciones de la futura investigación. Esta es
una condición necesaria, pero no suficiente para el crecimiento científico.
En la investigación transdisciplinar se están produciendo continuamente
nuevas semillas que luego necesitan colocarse en terrenos más estables

195
para producir cosechas. En términos políticos, las cuestiones clave son:
¿cuánta estabilidad, predecibilidad y rutina se necesita para apoyar las
pautas más exóticas, intermitentes y transitoriamente inestables del traba¬
jo transdisciplinar? ¿Cuánta fungibilidad es posible? ¿Cuánta inseguridad
pueden soportar los investigadores individuales sin que sufra su creati¬
vidad? La respuesta más práctica es también la más general: la adaptabili¬
dad es la condición necesaria para el éxito continuo. Se necesita disponer
de un ambiente capaz de cultivar la apertura y la flexibilidad institucio¬
nal, y que deje espacio suficiente para la experimentación y la iniciativa
en las disposiciones locales.

El desafío para las universidades

La mayoría de las universidades han cambiado mucho desde la Segun¬


da Guerra Mundial, antes de la masificación, del crecimiento explosivo de
los gastos en I + D, y de la proliferación de nuevas funciones que se pro¬
dujo en las décadas de la posguerra. De hecho, las universidades han
cambiado más en estas pasadas décadas de lo que habían experimentado
en los tres siglos anteriores. No deberíamos subestimar por lo tanto sus
capacidades para el cambio.
A pesar de todo, sus capacidades para la resistencia ante el cambio
también son formidables, se hallan enraizadas en el poder de los gremios
académicos, en sus brazos organizativos, departamentos y disciplinas y, en
último término, en el monopolio tradicional del que disfrutan para otor¬
gar titulaciones en ámbitos definidos de conocimiento. Ese monopolio se
está viendo desafiado por el surgimiento de la producción de conocimien¬
to en el modo 2, cercano a los contextos de uso. Ese desafío coincide con
otras tensiones planteadas a la universidad, surgidas de la masificación, la
más visible de las cuales es la incapacidad de las fuentes de financiación
para mantener el mismo ritmo de crecimiento, así como el rápido aumen¬
to en los costes de las formas tradicionales de la ciencia. En el pasado, el
crecimiento de los presupuestos universitarios apoyaba el cambio: las
nuevas necesidades se satisfacían mediante la creación de nuevas clases de
instituciones, facultades, departamentos e institutos de investigación. Las
universidades se enfrentan ahora con presiones más intensas para el cam¬
bio, pero bajo condiciones de limitaciones financieras. Y en muchos países
surge la cuestión: ¿pueden adaptarse las viejas y las nuevas universidades a
las nuevas demandas y condiciones? ¿Y qué aspecto tendría una adapta¬
ción llevada a cabo con éxito?
La respuesta más breve a la primera pregunta es: sí, a través de más

196
cambio y diversificación tanto de la forma como de la función, y del aban¬
dono de su posición de monopolio en el mundo de la producción de co¬
nocimiento. Pueden sobrevivir, y en algunos lugares lo hacen, como un
actor importante en lo que se convierte cada vez más en un sistema distri¬
buido de conocimiento que afecta a muchas personas e instituciones situa¬
das fuera de las universidades. Ya podemos ver las formas de adaptación
llevada a cabo con éxito, así como los resultados del fracaso en adaptarse.
En algunos casos, las poderosas universidades de investigación de Esta¬
dos Unidos, que han sido líderes en los ámbitos de la ciencia tradicional,
conservan esa distinción en algunas áreas, mientras que, en otras, sus miem¬
bros y unidades se unen a las redes mundiales del modo 2. En otros, a
menudo en los segmentos más nuevos de la educación superior, la diver¬
sificación ocurre dentro de un sistema de instituciones más internamente
homogéneas, algunas de las cuales mantienen nichos de investigación rela¬
tivamente estables en industrias, productos o servicios concretos. Estas ins¬
tituciones, cuya investigación ya se halla cerca de los contextos de uso,
cambiarán casi inevitablemente con la naturaleza de sus mercados. En es¬
tos segmentos, caracterizados por una división del trabajo entre las insti¬
tuciones, en lugar de dentro de ellas, la unidad de adaptación es el siste¬
ma de instituciones, así como de cada uno de sus miembros.
Aunque algunas facultades, universidades y segmentos muestran una
capacidad para el cambio, las necesidades de los mercados y de los usua¬
rios cambian con mayor rapidez que las capacidades de respuesta de la
mayoría de las universidades. Lo que vemos es un desplazamiento, den¬
tro de las instituciones, hacia aquellas partes que tienen una mayor capa¬
cidad de adaptación y que se encuentran más cerca de los contextos de
uso. En algunos países, eso incluye a las escuelas profesionales y, de modo
más llamativo, a las escuelas de ingeniería y medicina, así como a las es¬
cuelas de estudios empresariales, de dirección y de política pública. El
secreto de la adaptabilidad para que al menos algunos académicos y ad¬
ministradores académicos de la universidad pasen a formar parte del
modo 2, consiste en moverse dentro de redes de investigación, y penetrar
en los cambiantes mercados de bienes y servicios que existen fuera de la
universidad. La prueba a la que se verán enfrentadas las instituciones y
los gobiernos es ver si desarrollan políticas y estructuras que permitan
que eso suceda y, de hecho, lo estimulen.
Las presiones para el cambio surgen no sólo de los modos cambiantes
de producción de conocimiento, sino también de todas las instituciones
que se juegan algo en la producción de éste y más particularmente de los
gobiernos. En todas partes ejercen presiones sobre las universidades para

197
la innovación y el cambio. Los resultados ya pueden verse en el estableci¬
miento de nuevos centros de investigación, y en unidades de cooperación
entre la universidad y la industria. La creación de segmentos competitivos
de educación superior tiende a ser más abierta y sensible, y se han creado
o se discute la creación de disposiciones de financiación nuevas y más du¬
ras, y de nuevas exigencias para la valoración y la responsabilidad de la in¬
vestigación. Pero esas presiones no siempre se ejercen en la dirección de
la adaptabilidad y la capacidad de respuesta; a veces no hacen sino au¬
mentar las rigideces de las agendas investigadoras, al fortalecer los instru¬
mentos de control y la dirección central, al sustituir las decisiones de los
ministros y funcionarios por las de la comunidad científica tradicional.
Los gobiernos reconocen cada vez más que las estructuras tradicionales
para la producción de conocimiento no son satisfactorias, pero temen la
pérdida de las formas tradicionales del control central gubernamental, in¬
herentes en el crecimiento de la producción de conocimiento en el modo
2. Su preocupación especial es la pérdida de propiedad de sus universida¬
des, que pasen a manos del creciente número de otros clientes, empresas e
industria, organizaciones regionales e internacionales, grupos de ciudada¬
nos, organizaciones profesionales, que plantean nuevas demandas a las uni¬
versidades, pero que también les proporcionan fuentes alternativas de apoyo
financiero. Las políticas gubernamentales alcanzarán éxito en la medida
en que reconozcan que la inadecuación del sistema tradicional de investi¬
gación científica no permite que otro sistema de investigación rígido sea
diseñado por un ministro, y sea estrechamente controlado por las agencias
centrales.

Nuevas dimensiones del control de calidad

La diversificación de las instituciones, el surgimiento de foros híbri¬


dos y la demanda de una mayor responsabilidad social plantean, una vez
más, la cuestión de la dirección y el control de calidad en el proceso de
producción de conocimiento. La diversificación trae consigo el colapso
del poder monopolista en el control de calidad, y un cambio en los crite¬
rios sobre los que se basa el mismo control de calidad. Los términos de
referencia y los estándares comunes utilizados tienen que abarcar crite¬
rios más amplios, para reflejar la naturaleza y diversidad de los actores
ahora implicados. Si ninguna autoridad concreta puede ejercer ya el con¬
trol de calidad de acuerdo exclusivamente con sus propios estándares, las
disposiciones institucionales reconfiguradas (ya sea en la financiación de
la investigación o en la evaluación de sus resultados) implican la entrada

198
de estándares de diversos actores en el proceso y en la configuración de
las decisiones acerca de qué se hace y por parte de quién. Además, los es¬
tándares se tendrán que revisar periódicamente, a medida que entren en
juego nuevos actores o intereses, o que los ya establecidos abandonen el
proceso de asegurar la calidad. Estos cambios inducen a su vez una ma¬
yor flexibilidad institucional. El resultado general es una redefinición de
los estándares y la formación de formas híbridas de control de calidad.
Esto no quiere decir que «todo sirva», o que disminuya la calidad. Los
criterios científicos tradicionales tendrán que ser calificados más bien me¬
diante otros criterios capaces de aspirar a una misma legitimidad. Los es¬
tándares y procedimientos de valoración diferirán notablemente en foros
híbridos muy diferentes. Para cualquier actor individual o colectivo, au¬
mentará el número de opciones disponibles acerca de dónde desean jugar
y con quién.
Esto puede explicar una paradoja en el comportamiento de las univer¬
sidades, donde los individuos pueden ser muy emprendedores, mientras
que las estructuras de los comités formales son pesadas, poco imaginati¬
vas y a menudo incapaces de tomar decisiones. Los individuos disponen
de una amplia variedad de alternativas acerca de en qué grupo desean
participar, aunque sólo sea en un grupo muy local y aficionado. Si obtie¬
nen el ingreso, todos ellos disponen de contactos locales o internacionales,
de acuerdo con las opciones que elijan, pero es extremadamente grande el
número de formas mediante las que los individuos pueden demostrar
ventaja comparativa. Esto no es así para las universidades, los departa¬
mentos o los comités de planificación, cuyo ámbito está mucho más res¬
tringido y, por lo tanto, no existe un mercado bien articulado en el que
puedan demostrar su rendimiento. Debido a ello, los criterios de evalua¬
ción siguen siendo estereotipados, basados en las funciones más tradicio¬
nales de las universidades, como por ejemplo en la enseñanza o en la in¬
vestigación a largo plazo. Consideremos las universidades que tienen un
monopolio sobre la enseñanza, conferido por el Estado: sean cuales fue¬
ren sus otros logros, su rendimiento continúa siendo evaluado en térmi¬
nos de un solo estándar de enseñanza.
Poder elegir en qué juego y en qué equipo se desea participar no sólo
abre muchas más posibilidades para el individuo o el grupo de investiga¬
ción, sino que también hace que el juego sea mucho más interesante, ya
que los criterios pueden evolucionar en una variedad de direcciones. Na¬
turalmente, para funcionar adecuadamente se necesita cierta estabilidad;
las negociaciones no pueden prolongarse indefinidamente, ni estar com¬
pletamente abiertas. Para la continuación de cualquier proceso social es

199
necesario establecer criterios para el cierre. No obstante, allí donde la
base para el control de calidad sea estrecha y el cambio sea lento, se verá
reducida la gama de actividades que confieren estatus y, en consecuencia,
el potencial competitivo.
La existencia de tipos de instituciones más diversificadas implica una
gama más amplia de comportamientos socialmente aceptados, y una ma¬
yor variedad de estándares. Esto supone a su vez un mayor número de
puntos donde se evalúa el rendimiento y el resultado se canaliza de regre¬
so al proceso. El conjunto del sistema se convierte así en más impenetrable a
los errores, puesto que los fracasos se pueden compensar con mayor facili¬
dad. Además, los errores se detectan más rápidamente y se pueden corregir
con mayor facilidad, siempre y cuando se haya preservado un acoplamiento
flexible. El resultado depende ahora de la eficiencia con la que se introduz¬
can las correcciones en el proceso. En comparación con el pensamiento y
la planificación lineales, las configuraciones institucionales aquí analizadas
permiten efectuar un cambio de curso con mayor facilidad y eficiencia,
gracias a su mayor flexibilidad.
Actualmente coexisten dos sistemas de producción de conocimiento,
el modo 1 y el modo 2. La cuestión clave es si esta coexistencia durará.
Muchos científicos académicos todavía confían en que los cambios del pai¬
saje institucional que hemos descrito, hayan tenido un impacto limitado, y
que siga siendo comparativamente pequeño el número de nuevos actores
atraídos hacia la producción de conocimiento. Nuestro punto de vista,
por el contrario, es que los cambios actuales en la producción de conoci¬
miento son demasiado profundos y multifacéticos como para que ésta sea
una expectativa realista. Estamos convencidos de que el modo 1 se incor¬
porará dentro del más amplio sistema que hemos dado en llamar modo 2,
y que otras formas de producción de conocimiento seguirán siendo diná¬
micas.

Referencia

MARSHALL, E. (1992), «NSF: being blown off course?», Science, 258 (5084),
págs. 880-882.

200
7. Hacia la gestión del conocimiento
socialmente distribuido

Resumen

En el capítulo final nos proponemos abordar temas que probablemente


serán de gran interés para los políticos. De acuerdo con el modo 2 y su ca¬
rácter distribuido, el enmarque, la definición y los medios para solucionar
incluso lo que parecen ser temas corrientes, están destinados a ser alta y lo-
calmente contingentes. Lo que puede parecer como el problema más acu¬
ciante en un país, empresa o universidad, es posible que ya haya sido re¬
suelto en otro caso. También difieren los medios y los recursos, así como lo
que cuenta como «solución». Las soluciones que parezcan muy similares
pueden disfrutar de un elevado grado de legitimación y consenso en un lu¬
gar, pero no en otro. En consecuencia, nos contenemos a la hora de dar
respuestas específicas incluso a cuestiones que tienen que abordarse en to¬
das partes. Destacamos, sin embargo, seis futuros temas que planteamos
juntos al final, con una indicación sobre la probable evolución de las ten¬
dencias subyacentes.
Para llegar hasta ellos, llevamos al lector interesado a través de los hilos
principales de la argumentación, y tratamos de situarlos en el desarrollo de
la política científica y tecnológica llevada a cabo hasta ahora. Distinguimos
entre tres fases principales, marcadas por la transición desde una política de
ciencia hacia la ciencia y la política y, durante la década de 1980, por la en¬
trada en una fase de política para la innovación tecnológica. Nuestra argu¬
mentación se plantea como un ruego para el inicio de una política de pro¬
ducción distribuida del conocimiento, una política que, en último término,
se centre en las personas y en la competencia. La política a desarrollar nece¬
sitará de un nuevo estilo de dirección capaz de afrontar las fronteras perme¬
ables existentes entre las instituciones, así como otras características de la
producción de conocimiento en el modo 2. Los gobiernos y sus institucio¬
nes, por sí solos o en cooperación con otros, harán bien en funcionar como
intermediarios honestos. Buena parte del éxito de la nueva política depen-

201
derá de la capacidad para promover una estructura adecuada para la ges¬
tión del flujo de conocimiento distribuido y para gestionar mejor la interco¬
nexión entre competencia y colaboración en diversos niveles y en formas di¬
ferentes. Y, quizá más crucialmente, la nueva política tendrá que afrontar
un desequilibrio potencial entre volatilidad y permanencia de las institucio¬
nes implicadas, y encontrar un terreno intermedio entre formas de organi¬
zación estables y flexibles.
La transformación de la producción de conocimiento en el sentido an¬
tes indicado, es uno de los procesos centrales característicos de las socie¬
dades del mundo industrial avanzado. La producción de conocimiento es
cada vez menos una actividad autocontenida. No es ni la ciencia de las
universidades, ni la tecnología de la industria, por utilizar una vieja clasi¬
ficación, aunque sólo sea para propósitos ilustrativos. La producción de
conocimiento se ha difundido, no sólo en sus teorías y modelos, sino tam¬
bién en sus métodos y técnicas, pasando desde el mundo académico a to¬
das aquellas instituciones que buscan legitimación social a través de una
competencia reconocible e incluso más allá. La ciencia ya no es reserva
exclusiva de un tipo especial de institución, desde la que se espera que se
derrame y se desgaje para beneficiar a todos los sectores. La producción
de conocimiento se convierte cada vez más en un proceso socialmente dis¬
tribuido. Además, el lugar donde se produce es ahora global, o pronto lo
será. Y su base se encuentra en la expansión del número de lugares que
forman las fuentes para una combinación y recombinación continuas de
los recursos del conocimiento; la «multiplicación de las terminaciones ner¬
viosas del conocimiento», de la que hemos hablado repetidamente a lo
largo de este libro. La expansión del número de lugares donde se puede
llevar a cabo una investigación reconocible como competente, tiene im¬
plicaciones para la gestión del proceso de producción de conocimiento y
para el mantenimiento del control de calidad dentro del mismo.
El carácter distribuido de la producción de conocimiento constituye
un cambio fundamental. A él se hallan vinculadas las otras dimensiones de
cambio que hemos explorado: la creciente contextualización, que incluye
la comercialización del conocimiento, la difuminación de las fronteras en¬
tre disciplinas e instituciones y a través de las fronteras institucionales, la
fungibilidad de las carreras científicas, la transdisciplinaridad y no sólo
de los temas más candentes, la creciente importancia de los foros híbri¬
dos (grupos constituidos a través de la interacción de expertos y no ex¬
pertos como actores sociales), y la configuración del conocimiento.
La continua masificación de la universidad como una institución de
enseñanza, es un prerrequisito para esta amplia distribución en la sociedad

202
de la capacidad para producir y utilizar el conocimiento. Pero, tal como
hemos argumentado, es necesario efectuar algunos cambios en el énfasis.
Los estudiantes, en particular, necesitan aprender a descubrir, apropiarse
y utilizar un conocimiento que puede haber sido producido casi en cual¬
quier parte del mundo. No obstante, donde las universidades encuentran
su mayor desafío es en la adaptación de su función investigadora al carác¬
ter distribuido de la producción de conocimiento. La universidad debe
ampliar la visión del papel que juega en la producción de conocimiento,
desde la de ser un suministrador monopolista, hasta la de convertirse en
un socio en contextos tanto nacionales como internacionales. Dentro de
poco, ese cambio supondrá una redefinición de la excelencia entre acadé¬
micos de cualquier rama profesional, así como de sus contribuciones dis¬
ciplinares y sus lealtades institucionales. Las universidades necesitarán a
su vez explorar estrategias de especialización en nichos.
En la industria, la distribución del conocimiento que produce capaci¬
dad, también plantea profundas cuestiones acerca de la apropiación de
ese conocimiento para sus propios propósitos; es decir, acerca de la exten¬
sión y organización de la I + D realizadas en las empresas, así como de la
propiedad y gestión de la propiedad intelectual y de la adquisición de las
habilidades necesarias para configurar los recursos de conocimiento de
una manera relevante para la situación competitiva de la industria. La ca¬
pacidad de recursos en la gestión de la configuración del conocimiento es
una condición previa para el éxito en un mundo donde la intensificación
de la competencia en los mercados internacionales, junto con la transfor¬
mación de la infraestructura de la información, han permitido que la in¬
novación tecnológica se haya convertido en el juego más importante.
Este análisis de la transformación de la producción de conocimiento
supone de hecho grandes cambios en el enfoque de la política. Aunque
este libro se ha preocupado por la producción de conocimiento en su más
amplio sentido, incluidas las humanidades, podremos considerar más cla¬
ramente los cambios que se necesitan introducir en la orientación política
si nos centramos en el conocimiento científico y tecnológico. En conse¬
cuencia, en este último capítulo exploraremos la importancia del cambio
en el modo de producción del conocimiento, en comparación con el desarro¬
llo de la ciencia y la tecnología durante el pasado medio siglo.
Nuestro enfoque sobre los temas de política tiene la intención de ser
amplio y heurístico. Las tendencias que hemos observado no aparecen
con igual peso en cada país. De hecho, las tendencias nacionales en este
sentido reflejan una matización institucional particular de la producción
de conocimiento en el modo 2, de modo que no es probable que aparez-

203
can pautas inequívocas a través de las naciones. No obstante, surgen una
serie de temas generales como consecuencia de la transformación del
proceso de producción de conocimiento, temas que tendrán que conside¬
rar los políticos de todos los países.

Tres fases en la política científica y tecnológica

Buena parte de la política científica y tecnológica se encuentra actual¬


mente encalmada. Tras haber pasado por lo menos por tres fases de pen¬
samiento político durante los últimos veinte años, la comunidad científica
ha tenido que modificar significativamente su enfoque con respecto a lo
que considera como merecedor de ser investigado. El pensamiento políti¬
co parece estar ahora intelectualmente agotado a medida que se mueve
hacia otra fase. Sus características brotan a partir de la transformación de
la producción de conocimiento, pero también reflejan y cuestionan las
suposiciones que han guiado el pensamiento en las fases anteriores. Por
esta razón, será útil revisar, aunque sea brevemente, sus principales carac¬
terísticas.

Política para la ciencia

En la primera fase, el problema se planteó en términos de elaborar una


política para la ciencia, tal como quedó expresado en los escritos de Van-
nevar Bush (1946) y Alvin Weinberg (1963), entre otros. El tema princi-
pal, por tanto, fue el crecimiento de la empresa científica per se. Las cues¬
tiones clave se ocuparon de los criterios a elegir dentro de la ciencia, del
establecimiento de guías para elegir entre proyectos caros, a menudo en
disciplinas diferentes. Esta visión de la política científica, en la que las de¬
cisiones clave las tenían que tomar los científicos, parece ahora insosteni¬
ble, e incluso ingenua. A pesar de todo, permanece todavía en las mentes
de muchos miembros del mundo académico, como la norma de una polí¬
tica adecuada para la ciencia. Tal política, por muy efectiva que pudiera
haber sido, se ha hecho ahora inadecuada. Y esa es la razón por la que se
dedica principalmente a ver qué está sucediendo dentro de las disciplinas,
mientras que la dinámica global de la producción de conocimiento ha pa¬
sado a preocuparse mucho más por lo que sucede fuera o junto a ellas. Es¬
tán ocurriendo tantas cosas fuera de las disciplinas tradicionales, que pa¬
recería estúpido formular una política exclusivamente desde dentro de
ellas.

204
La ciencia en la política

En la segunda fase, tanto los científicos como los políticos propugna¬


ron una reforma: había que cambiar desde una política para la ciencia a
una política en que la ciencia se viera como apoyo para la consecución de
objetivos de otras políticas; es decir, un cambio desde la ciencia a la políti-
ca. El Informe Brooks (OCDE, 1971), el Informe Rothschild en el Reino
Unido (1971) y el programa de Investigación Aplicada a las Necesidades
Nacionales (RANN), en Estados Unidos, fueron ejemplos de esta nueva
perspectiva. La intención fue que la ciencia y la tecnología jugaran un pa¬
pel clave en la consecución de diversos objetivos políticos de un Estado
industrial moderno, en lugar de limitarse simplemente al desarrollo de la
propia ciencia. Y, sin embargo, en ninguna de estas dos primeras fases se
prestó mucha atención a cómo podía contribuir la ciencia al bienestar na¬
cional. Era incuestionable que se podían extraer beneficios potenciales de
la ciencia, pero el trabajo del científico no consistía en obtenerlos. Al fi¬
nal, el deterioro del rendimiento económico en virtualmente todas las
economías industriales, desde finales de la década de 1970 a principios de
la década de 1980, obligó a efectuar una nueva valoración crítica de la no¬
ción de la ciencia como locomotora del rendimiento económico. Eso pro¬
vocó a su vez un nuevo cambio de política.

La política para la innovación tecnológica

Durante la década de 1980, el declive del rendimiento económico y la


creciente competencia mundial obligaron a los políticos a estrechar su
perspectiva sobre el papel que podía jugar la ciencia para lograr los objeti¬
vos nacionales, centrándola en cómo conducir la empresa científica hacia
la innovación industrial y la competitividad. Gracias a una nueva serie de
iniciativas destinadas a promover las tecnologías, primero estratégicas y
luego genéricas, las políticas con respecto a las tecnologías cambiaron
para alcanzar una base más efectiva desde la que apoyar a la industria na¬
cional. Eso fue en parte una respuesta a la disminución de la competitivi-
dad frente a Japón, pero también reflejó la extendida convicción de que la
base tecnológica de la economía se hallaba agotada en su raíz. Uno de los
objetivos de la política consistió entonces en reparar esta debilidad estruc¬
tural fundamental, mediante el apoyo al desarrollo de tecnologías de infra¬
estructura (como por ejemplo los semiconductores, los nuevos materiales,
etc.). El fortalecimiento de estas tecnologías, que subyacen en la competi-
tividad industrial, se vio como algo más necesario que el estímulo de la in-

205
novación a través de desarrollos de productos y procesos específicos. Este
cambio de orientación y de convicción muestra claramente algunos de los
atributos de la producción de conocimiento en el modo 2: una difumina-
ción de la distinción entre ciencia y tecnología, la creación de programas
nacionales (Alvey en el Reino Unido, e ICOT en Japón) y, en algunos casos,
supranacionales (ESPRIT y EUREKA), aplicados a regímenes tecnológi¬
cos concretos construidos alrededor de recursos nacionales configurado-
res, al establecimiento de redes y otros modos informales de comunicación
entre los socios activos, y al aumento de la familiaridad de los científicos
universitarios con el trabajo en grandes equipos, a menudo multinacio¬
nales.
Por el momento, el ímpetu de estas políticas parece hacerse más lento
a pesar, o quizá debido al hecho de que la productividad y por tanto la
competitividad internacional todavía no ha mejorado sustancialmente en
muchos países, y particularmente en Estados Unidos. Durante todo este
período, las comunidades científicas de muchos países han resaltado la
importancia de la ciencia básica para el bienestar industrial. La industria,
que se ha encontrado bajo la presión de un aumento de los costes, ha te¬
nido que estrechar a su vez sus compromisos con la investigación básica.
En la actualidad, la política se encuentra bloqueada tratando de mante¬
ner una tensión creativa entre una empresa científica vigorosa y los impe¬
rativos de la estructura industrial competitiva. Afirmamos que la política
científica y tecnológica se ha visto colocada en este dilema debido a que
sus objetivos de política se han ampliado sin cuestionar los presupuestos
fundamentales que abrigó desde el principio. Lo que todavía no se ha abor¬
dado plenamente es qué contribución cabe esperar de una forma realista
al rendimiento económico por parte de las ciencias basadas en las discipli¬
nas, institucionalizadas ampliamente en las universidades, e impulsadas in-
telectualmente por consideraciones internas. Estos problemas no han sido
reconocidos y no han quedado resueltos porque todavía se tienen que abor¬
dar críticamente las suposiciones subyacentes sobre el papel de la ciencia
en la economía.
Bajo estas nuevas condiciones, las políticas científicas y tecnológicas
(fases 1 y 2) y las de innovación (fase 3) ya no pueden considerarse como
funcionalmente separadas. De hecho, así se hace ya en muchos países
donde, bajo la etiqueta de «política científica y tecnológica», o política de
investigación, se está siguiendo en realidad una política de innovación.
En términos generales, eso se hace con muy escaso éxito, debido a que se
siguen manteniendo las presuposiciones del pensamiento político científi¬
co más antiguo, que continúa estructurando el pensamiento de los analis-

206
tas políticos y de quienes toman las decisiones. Para que sea eficiente, la
nueva fase, la de la política de innovación, tendrá que suplantar al más
viejo pensamiento sobre la política científica y tecnológica. Será entonces
un nuevo tipo de política de innovación, predicada sobre una más amplia
comprensión del proceso de innovación y sobre el papel constitutivo que
juegan en él el conocimiento y las instituciones productoras de conoci¬
miento. Un elemento clave en esta nueva comprensión ya empieza a que¬
dar bastante claro. Se trata de que las personas constituyen el recurso
fundamental, en su fungibilidad, multicompetencia y capacidad para co¬
nectarse con los demás.
Los problemas de la política no se podrán abordar adecuadamente
mientras los políticos no tengan en cuenta los numerosos cambios signifi¬
cativos que están ocurriendo en la producción de conocimiento, tanto en
la industria como en los lugares tradicionales donde se practica la ciencia.
El enfoque tradicional ha sido el de exportar el problema de obtener be¬
neficios económicos de la ciencia y la tecnología a la gente que gestiona la
interconexión entre ciencia e industria, dejando incólumes las actividades
situadas a ambos lados de la interconexión. Irónicamente, esto ha ocurri¬
do precisamente cuando muchas de esas interconexiones se han hecho
más permeables. Esa permeabilidad ha sido producida no por la política,
sino porque los mejores científicos de las universidades se han dado
cuenta de que necesitan interactuar de forma más fuerte con el conoci¬
miento creado fuera. En las instituciones académicas de más alto nivel, la
noción de transferencia tecnológica está dando paso a la noción de inter¬
cambio de tecnología.

Volver a pensar las suposiciones básicas

¿Qué aspecto tiene una política para la producción distribuida de co-


nocimiento? Para contestar a esa pregunta habrá que alejarse, a veces ra¬
dicalmente, del punto de vista tradicional.
En primer lugar, se tienen que abandonar las nociones de «mercados»
separados para la ciencia y la tecnología, puesto que los actores ya no se
mueven de acuerdo con modelos lineales, secuenciales y jerárquicos, avan¬
zando paso a paso desde la investigación al desarrollo para pasar luego a
la innovación y el uso. La ciencia básica se ha hecho inseparable del desa¬
rrollo tecnológico vinculado por el uso innovador de instrumentación.
Convencionalmente, se ha considerado la frontera de la ciencia como
algo que se expande desde el núcleo de sus actividades. En el contexto

207
actual, sin embargo, tanto el núcleo como la frontera se están extendien-
do. Esto es evidente en ámbitos como la biología molecular, la biotecnolo-
gía, la ciencia de los nuevos materiales, la nanotecnología, la física de los
cristales líquidos y de los estados sólidos, la fusión nuclear, la informática
y la superconductividad.
En segundo término, los nuevos modelos de política ya no son los ti-
pos de «sistemas» tan populares hace una década entre los analistas polí-
ticos. Los modelos de sistemas implican una mayor estabilidad de lo que
estaría justificado en las relaciones entre actores, dado lo que ya sabemos
sobre la producción distribuida del conocimiento. Se podrían elaborar
descripciones más útiles tratando de desarrollar modelos que incorporen
la evolución de pautas de interconexiones, la capacidad para establecer,
de una forma recurrente, nuevos modos de intercambio, las habilidades
para adaptarse a la riqueza de la práctica investigadora, y para crear cana-
les siempre nuevos de comunicación.
En tercer lugar, la especialización asume formas completamente nue-
vas. No se las tiene que comprender como una división más del trabajo
dentro de disciplinas ya constituidas. Las nuevas especialidades que impul-
san el descubrimiento y la innovación se hallan orientadas hacia la reso-
lución de problemas y tienen un carácter principalmente multidisciplinar.
Rompen con la creencia común de la especialización como una disciplina
o subdisciplina incipiente que inicia su camino hacia la profesionalización
y la institucionalización. Exhiben mucha más movilidad. Se hallan vincula-
das con la resolución de grupos de problemas, y se desarrollarán de acuer-
do con nuevos problemas.

La gestión de la p r o d u c c i ó n distribuida del c o n o c i m i e n t o

La política a desarrollar necesitará de un nuevo estilo de dirección. El


enfoque tradicional (alguna variación de la dirección por objetivos, como
el enfoque de sistemas) es demasiado inflexible. La gestión de un proceso
de producción distribuida del conocimiento necesita ser abierta y alejar-
se de las clásicas perspectivas de la planificación. Adquiere importancia
fundamental la gestión de procesos, particularmente del ambiente exter-
no. Ese estilo de dirección puede sintetizarse en dos nociones: aumento
de la permeabilidad de las fronteras e intermediación.
En la producción distribuida del conocimiento, las dinámicas de la
innovación científica y tecnológica constituyen las principales fuerzas im-
pulsoras que conducen al surgimiento de nuevas formas de organización.

208
Aunque algunas universidades e institutos de investigación han sido len¬
tas a la hora de adaptarse, las mejores ya se han hecho más permeables e
integradas en las nuevas disposiciones de red. El proceso de aumentar la
permeabilidad de las fronteras debilita la tendencia centralizadora de la bu¬
rocracia. Las políticas de descentralización deberían incorporar incentivos
para estimular la apertura y para recompensar a los individuos capaces de
conseguir economías de alcance contando con los recursos existentes.
Los modelos de política para el futuro no serán precisamente los grandes
institutos basados en la universidad, con un profesorado que tiene sus
puestos asegurados, o los laboratorios gubernamentales dedicados a fun¬
ciones específicas, o las unidades permanentes de investigación con per¬
sonal que también tiene asegurados sus puestos de trabajo, creados para
realizar una investigación monocultural específica. Tales organizaciones
se han hecho demasiado caras e inflexibles como para satisfacer las nece¬
sidades de la producción distribuida del conocimiento.
Un modelo alternativo podría suponer la creación de «centros» ágiles,
que emplearan a pocos administradores, dotados de un presupuesto para
estimular las redes de innovadores, en unidades adscritas a diversas insti¬
tuciones, agencias o empresas. Serían evaluados periódicamente en térmi¬
nos de su efectividad en la gestión del proceso. Una vez terminadas sus ta¬
reas, o cuando fuera evidente la disminución de los beneficios, se podrían
desmantelar. Estos centros, como otras instituciones, creadas en el con¬
texto de la producción socialmente distribuida del conocimiento, es muy
probable que tengan muchos accionistas, por lo que existirá la necesidad
de que sean dirigidos y evaluados en consecuencia. Y la política que mos¬
traba tendencia a atrincherar a las instituciones, o a estimular las actitudes
autárquicas, es actualmente anacrónica.
Se sabe bien cómo crear laboratorios para realizar investigaciones
científicas de diversas clases. También sabemos cómo crear equipos alre¬
dedor de profesores e individuos de talento excepcional, como por ejem¬
plo la Max Planck Gesellschaft, en Alemania. Lo que ya no sabemos tan
bien es cómo gestionar el arte de facilitar comunicaciones eficientes entre
esos núcleos, así como entre los otros elementos igualmente importantes
que encontramos en el modo 2. Aquí no se trata sólo de facuitar las rela¬
ciones entre grupos de investigadores, sino también de facilitar las comu¬
nicaciones con los innovadores, los reguladores, los capitalistas de riesgo,
etcétera.
La segunda noción en esta fase debería ser que el gobierno, por sí solo
o en cooperación con otros, o con algunas de sus agencias, funcionara como
intermediario honesto. Los gobiernos constituyen una elección lógica para

209
desempeñar este papel porque buena parte de la intermediación afectará
probablemente a otros gobiernos y a sus agencias. La intermediación es ne¬
cesaria porque en la producción distribuida de conocimiento intervienen
más actores, y no todos ellos son expertos técnicos. La intermediación exigi¬
rá habilidades excepcionales, porque los individuos implicados en el pro¬
ceso de innovación procederán de muchas instituciones y organizaciones
diferentes, se encontrarán a menudo geográficamente dispersos y es posi¬
ble que sólo puedan trabajar en un proyecto o problema a tiempo parcial.
La producción distribuida de conocimiento se difunde con rapidez debi¬
do a que se empiezan a establecer ambientes de interrelación que conjun¬
tan una gran variedad de estilos organizativos. La tarea de la política con¬
siste en proporcionar la estructura para la gestión de todo este flujo.
Eso supone que el propio ámbito político experimentará un cambio
drástico en su composición. De hecho, eso ya ha empezado a producirse.
Durante la fase caracterizada por la política para la ciencia, se esperaba
que los científicos académicos serían los actores políticos clave. Eso ya no
es tanto así, en la medida en que los gobiernos han cambiado desde el
apoyo a la ciencia por sí misma, hacia la implantación de una política de
innovación. En la génesis de la política científica y tecnológica practicada
durante las dos últimas décadas han intervenido no sólo políticos y fun¬
cionarios, sino economistas, expertos en marketing e industriales. Esta in¬
trusión de los más amplios intereses de la sociedad ha provocado cierto
resentimiento entre los científicos, porque tienen la sensación de que esa
situación erosiona la independencia de la «República de la Ciencia». Pero
existen buenas razones para el cambio en la sede donde radica la autori¬
dad sobre el desarrollo de la ciencia: eso refleja la naturaleza distribuida
de la producción de conocimiento.
Los temas relacionados con los riesgos que el desarrollo tecnológico
plantea para la salud o para el medio ambiente, o los relacionados con el
impacto de la tecnología de la información sobre el mercado de trabajo,
la formación y la competencia, o los temas éticos planteados por las nue¬
vas tecnologías biomédicas, se están convirtiendo en cuestiones de debate
público. En resumen, la nueva política de innovación se ha convertido
ahora, inevitablemente, en parte de la gran política.
No obstante, todavía sobreviven las actitudes y procesos característi¬
cos de las fases anteriores de la política científica. No estamos describien¬
do aquí una ruptura histórica, sino más bien un cambio significativo de
énfasis. Los estamentos científicos seguirán estableciendo algunas priori¬
dades; las limitaciones de los recursos lo harán imperativo. También se¬
guirán haciéndose esfuerzos, dentro del sistema industrial, para filtrar la

210
ciencia a través del cedazo de las necesidades industriales. Continuarán
planteándose argumentos sobre prioridades y sobre la protección de la
base de la ciencia nacional, pero la agenda ya no se establecerá principal¬
mente en las universidades o en los consejos nacionales de investigación.
Aunque los científicos sigan siendo la fuerza impulsora en cuanto a pro¬
poner ámbitos de investigación, las prioridades se generarán en el seno
de foros híbridos compuestos por muchos actores diferentes. Esas priori¬
dades tienen ahora una dimensión cognitiva y social. La política de inno¬
vación se ocupará no de los detalles de este proceso, sino de la dirección
y apoyo a la multiplicación de los lugares de producción de conocimiento y
de la gestión de la complejidad derivada de la aceleración de las interco¬
nexiones del conocimiento.
Este nuevo estilo de dirección no se necesita solamente debido al au¬
mento en el número de lugares nuevos donde se produce el conocimien¬
to, sino también debido a la transformación de la naturaleza de los objeti¬
vos y contenido de la producción de conocimiento. Los dos procesos se
hallan interconectados. La naturaleza cambiante de lo que se considera
como importante en la ciencia, y las nuevas exigencias de su producción
han inducido los cambios organizativos antes descritos. La estrecha inte¬
racción entre forma y contenido en la producción de conocimiento es la
razón principal por la que las nuevas tareas a realizar son las de gestionar
y procesar el conocimiento. Eso exige nuevos enfoques con respecto a la
creatividad, estrategias para preservar y aumentar la permeabilidad de las
instituciones, para el diseño y la intensificación de vínculos entre ellas,
para gestionar el flujo, antes que para administrar instituciones viejas y
nuevas.
Pero todo ello se basa en último término en una política centrada en
las personas y en la competencia. Esta nueva política de innovación nece¬
sitará de instituciones diferentes, aunque algunas instituciones ya existen¬
tes se adaptarán con mayor éxito que otras a un nuevo estilo de gestión.
También exigirá una nueva competencia para crear y diseñar, antes que
para reproducir con mejoras marginales. Esta es una de las razones por las
que resaltamos la importancia del desarrollo de políticas destinadas a pro¬
mover el intercambio entre científicos y tecnólogos, y para establecer la
conectividad general de los sistemas de innovación, utilizando posible¬
mente la tecnología de la información para explotar su base de conoci¬
mientos. La competencia, las nuevas habilidades y perspectivas que emer¬
gen de estos intercambios, es al menos tan importante como el resultado
de este modo de producción de conocimiento, como los problemas solu¬
cionados o los artefactos creados. Esto implica la puesta en marcha de

211
políticas que promuevan la transdisciplinaridad y tengan en cuenta la po¬
sibilidad de que se necesiten modos insólitos de organización, así como de
políticas que promuevan la colaboración internacional y que sean cons¬
cientes y capaces de interpretar el conocimiento que pueda producirse. A
la hora de gestionar este flujo, las personas, como detentadoras de compe¬
tencia, constituirán el recurso principal.
La nueva política también tendrá que gestionar mejor la interconexión
entre competencia y colaboración. Los directores de la política de innova¬
ción necesitarán desplazarse continuamente entre competencia y colabo¬
ración. La tarea de los gobiernos, de los directores de investigación y de
otros no consiste en elegir a ganadores, ya se trate de productos indivi¬
duales o de tecnologías genéricas, como tampoco lo es la de limitarse a
crear un ambiente que estimule el comportamiento de rivalidad. Por el
momento, la competencia internacional ocupa la parte principal del esce¬
nario en la mayoría de las políticas nacionales de innovación, y continuará
haciéndolo así durante un futuro previsible. La competencia genera diver¬
sidad al provocar un comportamiento de rivalidad entre los competido¬
res. En la producción de conocimiento, eso implica la capacidad para ex¬
perimentar. La competencia dinámica es esencialmente un proceso de
descubrimiento que conduce a la innovación. Pero la innovación que tam¬
bién reduce la diversidad y la rivalidad puede llegar a ser disfuncional. La
función de la colaboración consiste en restaurar la diversidad. La rivali¬
dad no es suficiente por sí misma. En la producción de conocimiento en
el modo 2, la competencia desatada puede tener el efecto de inhibir el cre¬
cimiento de las redes y desincentivar la permeabilidad. Gestionar la deli¬
cada transición entre ambientes apropiados para la competencia y aque¬
llos otros apropiados para la colaboración, supone el establecimiento de
condiciones muy complejas que afectan a diferentes tipos de instituciones
que pueden hallarse globalmente distribuidas. La política de competencia
tiene que convertirse en una política de competencia y de colaboración, y
estar concebida de una forma dinámica, no en términos de preparar el te¬
rreno para un juego de suma cero, sino para crear el ambiente en el que
puedan florecer diversas formas de comportamiento y de organización.
La política tiene implicaciones sobre el problema sensible de la com¬
petencia internacional y de las estrategias internacionales de colabora¬
ción. Los gobiernos previsores harán bien en seguir sus propios intereses
nacionales, no tratando de desarrollar políticas científicas nacionales au-
tocontenidas, sino estimulando el crecimiento de las redes internaciona¬
les y de la permeabilidad. El éxito vendrá determinado en buena medida
por la capacidad para obtener valor económico a partir de la colabora-

212
ción internacional. No tiene por qué ser un acto depredador porque no
es un juego de suma cero.
La nueva política también tendrá que afrontar un desequilibrio poten¬
cial entre volatilidad y permanencia de las instituciones. Puede parecer
que buena parte de lo que hemos dicho hasta ahora sólo generará microi-
nestabilidad. Pero los sistemas autoorganizados también producen valo¬
res propios, es decir, regiones de macroestabilidad. En lugar de preservar
la microestabilidad a corto plazo mediante, por ejemplo, el apoyo a em¬
presas o sectores específicos, la política de innovación tiene que aspirar a
un desarrollo económico sostenible a largo plazo. Eso se consigue esti¬
mulando la diversidad, promoviendo la experimentación y la creatividad,
facilitando el surgimiento de ambientes abiertos para la interacción y el
intercambio. Puesto que esta política se construirá sobre la importancia
de la gente y de la competencia en el proceso de innovación, las institu¬
ciones en las que trabaje la gente tendrán que encontrar un equilibrio en¬
tre permanencia y cambio. Los directores de las instituciones tienen que
cambiar el equilibrio de las formas de organización existentes, estables y
continuas, para alcanzar otras que sean más flexibles y temporales. Pero
aquí se trata de encontrar un terreno intermedio entre rigidez y caos.

Temas para el futuro

El modo 2, es decir, la producción distribuida del conocimiento es


tanto abierto como alta y localmente contingente. Debido a ello, sería un
error tratar de ofrecer aquí respuestas específicas a cuestiones que, sin
duda, son muy cruciales y necesitan ser abordadas en todas partes. Las
respuestas prácticas a esas cuestiones tendrán que encontrarse y ponerse
en práctica a nivel local. A pesar de todo, queremos destacar, al final de
este libro, seis temas para el futuro, e indicar la probable evolución de las
tendencias subyacentes.

1 ¿Cuál es el futuro de la financiación? Las fuentes de financiación se


harán cada vez más diversas. En consecuencia, continuará disminu¬
yendo el poder de cualquier actor individual para determinar el re¬
sultado.
2 ¿Cuál es el futuro de las identidades disciplinares y de las competen-
cias transdisciplinares? Las competencias antiguamente secundarias,
principalmente multidisciplinares, se añadieron a las identidades pri¬
mordiales, principalmente disciplinares. Esta pauta se tendrá que

213
abandonar. Habrá que gestionar una agenda de identidades y com¬
petencias, ninguna de las cuales tiene por qué ser preeminente.
3 ¿Cómo se asignará el conocimiento en el modo 2? La producción de
conocimiento en el modo 2 y su asignación tenderán a converger.
Los resultados se tendrán que repartir probablemente de acuerdo
con el grado de participación. Sólo aquellos que tomen parte en la
producción de conocimiento compartirán probablemente su asig¬
nación. Las fronteras entre asignación privada y pública se harán
cada vez más porosas.
4 ¿Cuál es el futuro de los sistemas nacionales de investigación? Expe¬
rimentarán una creciente competencia por parte de organizaciones
supranacionales de investigación, de redes transitorias y de empre¬
sas privadas multinacionales. Para mantener su función en el futu¬
ro, necesitan aumentar la permeabilidad y vincularse con otros so¬
cios de investigación.
5 ¿Cuál es el futuro de los sistemas asesores de la ciencia en la produc-
ción distribuida del conocimiento? Se producirá una mayor descon¬
centración de los lugares de asesoramiento y una mayor diversidad
en los tipos de asesores. Los gobiernos tendrán que afrontar el he¬
cho de que ya no pueden gestionar los resultados, y tendrán que
dedicarse a crear algunas de las condiciones para obtener los resul¬
tados deseados.
6 ¿Aumentará probablemente el modo 2 las desigualdades mundiales?
Sí. Se producirá un aumento de las desigualdades mundiales en tér¬
minos de acceso y uso de los resultados de la actividad científica y
tecnológica. Aunque la producción de conocimiento en el modo 2
se halle dispersa más globalmente, sus beneficios económicos serán
reasignados desproporcionadamente por parte de los países ricos y
de aquellos que sean capaces de participar.

Referencias

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Press.
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Government Research and Development, Cmnd. 4814, Londres, HMSO.
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WEINBERG, A. M. (1963), «Criteria for scientific choice», Minerva, 1,
págs. 159-171.

214
Glosario

Conocimiento codificado: Conocimiento que no tiene por qué ser exclu¬


sivamente teórico, pero que necesita ser lo bastante sistemático como
para quedar expresado por escrito y almacenado. Como tal, está dis¬
ponible para todo aquel que sepa dónde buscar.
Conocimiento incrustado (embedded Knotvledge): Conocimiento que
no se puede mover fácilmente a través de las fronteras organizativas, y
cuyo movimiento se ve limitado en una red dada o en un conjunto de
relaciones sociales.

Conocimiento migratorio: Conocimiento que es móvil y que puede mo¬


verse con rapidez a través de las fronteras organizativas.

Conocimiento tácito: Conocimiento que no está disponible como un tex-


to; puede considerarse que reside en las cabezas de quienes trabajan
sobre un proceso particular de transformación, o que está encarnado
en un contexto organizativo concreto.

Contexto de aplicación: Solución de problemas y generación de conoci¬


miento organizado alrededor de una aplicación concreta. No se apli¬
ca simplemente a la investigación o el desarrollo. incluye el ambiente
de intereses, instituciones y prácticas que afectan al problema a solu¬
cionar.

Distribución social del conocimiento: La difusión de la producción de


conocimiento y de los diferentes contextos de aplicación, o su uso en
una amplia gama de lugares potenciales.

Foros híbridos: El punto de encuentro de una gama de actores o agentes


diversos, frecuentemente en controversias públicas. Los foros híbridos
pueden actuar como nuevos mercados para el conocimiento y la pe¬
ricia.

215
Globalización: La transformación de las economías nacionales en una
sola economía internacional.
Heterogeneidad: En la producción de conocimiento en el modo 2 se re¬
fiere a la aportación de múltiples habilidades y experiencias para el
tratamiento de algún problema concreto. Supone la existencia de nu¬
merosos lugares y vínculos, así como la diferenciación de la produc¬
ción de conocimiento en los lugares donde se produce.

Industrias del conocimiento: Aquellas industrias en las que el conocimien¬


to es el artículo de intercambio.

Masificación: El crecimiento y desarrollo de la educación superior de


masas.

Modelo de densidad intensificada de la comunicación: El aumento de la


densidad de la comunicación a tres niveles: comunicación entre cien¬
cia y sociedad, comunicación entre los practicantes científicos, comu¬
nicación con entidades del mundo físico y social.

Modo 1: El complejo de ideas, métodos, valores y normas que ha crecido


hasta controlar la difusión del modelo newtoniano de ciencia a más y
más campos de investigación, asegurándose la conformidad con lo que
se considera como una práctica científica sana.

Modo 2: Producción de conocimiento que se lleva a cabo en el contexto


de aplicación, caracterizado por: transdisciplinaridad, heterogeneidad,
heterarquía y transitoriedad organizativa, responsabilidad social y re-
flexividad, y control de calidad que resalte la dependencia del contex¬
to y del uso. Es el resultado de la expansión paralela de los producto¬
res y usuarios del conocimiento en la sociedad.

Pluralización de la función de élite: El proceso mediante el que se crean


las unidades o redes multiinstitucionales que se califican como un «cen¬
tro» distribuido de excelencia. La pluralización se produce cuando a
las instituciones individuales les resulta cada vez más difícil calificarse
como centros de excelencia a través de toda la gama de aportes de la in¬
vestigación, necesaria en la producción de conocimiento en el modo 2.

Reflexividad: Reflexión sobre los valores implicados en las aspiraciones y


proyectos humanos. El proceso mediante el que los individuos impli¬
cados en la producción de conocimiento tratan de operar desde el
punto de vista de todos los actores implicados.

216
Transdisciplinaridad: Conocimiento que surge de un contexto de aplica—
ción concreto, con sus propias estructuras teóricas características, mé¬
todos de investigación y modos de práctica, pero que puede no estar
localizable en el mapa disciplinar prevaleciente.
Transferencia de tecnología: La transmisión de conocimiento desde las
universidades a la industria. El término transferencia de tecnología tam¬
bién se utiliza para reflejar la naturaleza interactiva de este proceso.

217
Bibliografía

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221
índice de nombres

acceso bancos de datos (acceso a), 89-90 , 168,


a datos/bancos de datos, 89, 168, 173, 190
173, 190 Barnes, B., 38
Baudelaire, C, 144
a educación superior, 109-110, 114-115
Bauhaus (escuela alemana de diseño),
Adler, P. S., 173-174
130
Administración para el empleo, la
Becher, T., 58, 134
Seguridad y la Salud, 55
Beesley, M., 173-174
agenda intelectual, 42
Bell, Daniel, 127
alfabetismo cultural, 134
Bell, laboratorios, 184
alianzas estratégicas, 89
bienestar, estado del, 101, 102, 106
Alvey, programa , 160, 206
biociencias, 64
ambiental biología molecular, 191-19 2
ciencia, 22, 29, 93 biomédica, ciencia, 22 , 21 0
investigación, 56 biotecnología, 29, 38, 54, 188
Amigos de la Tierra, 55 Bloch, Marc, 141, 142
análisis de riesgos, 93 , 191-19 2 Braque, Georges, 144
analistas simbólicos, 115-116 Brasil (caso de estudio), 177-178
Ármales, escuela, 141-143 Braudel, Fernand, 141
Arnold, Matthew, 139 Braverman, H., 173-174
arquitectura, postmodernismo y, 130-132 Brookhaven, Laboratorios, 74
arquitectura de quinta generación Brooks, informe (1971), 205
(ordenadores), 164 Brown, George (congresista), 187
arte, 127, 144 Bush, Vannevar, 204
artefactos, tecnología como, 39
artículos científicos, 51 , 190 «caja negra», proceso de
asesorías, 23, 25, 161, 184-185
transformación, 39
Asociación Americana para el Progreso
Cambrosio, A., 93
de la Ciencia, 185
capital
autarquía (Brasil), 177-178
acumulación de, 82
automatización, inversión en el proceso
humano, 25
de, 167-168
perfil de equipo de, 167
autoría, pautas de (artículos científicos),
riesgo, 119, 120
51
Carlyle, Thomas, 139
avión hipersónico (caso de estudio), 33 ,
carreras, estructura de las (científicas),
34-36
59, 181, 188

223
centros de excelencia, 76, 189 Comisión Nacional de Ciencia, 187
centros competencia, 68, 69
de beneficios, 164 certificado de, 193
de costes, 113 dinámica de la, 467, 68, 73, 78-80,
CERN, 74, 184, 189 212
Chandler, Alfred, 74, 75, 77, 162 imperfecta, 81
ciencia niveles de, 158- 165
aplicada, 15, 38, 59 perfecta, 81
blanda, 58 rivalidad y, 78, 212
«buena», 21, 50 competitividad económica
conocimiento en el modo 12, 125-140 internacional, 148-179
de campo, 61-63 complejidad tecnológica, 91-93
de la información, 64 comunicación
experimental, 60-6 1 ciencia-sociedad, 31, 53-56
falta de dirección de la, 35-36 con entidades del mundo físico y
médica, 30 social, 31, 60-63
natural, 12-13, 14, 133-134, 139, 140, densidad de la, 31, 51-52, 56-58, 70,
188, 192 163,215-216
pura, investigación de la, 38, 46 entre practicantes científicos, 31, 56¬
sistema asesor (futuro), 214 58
sistema nacional de, 59, 190,211 medios de, 172
sociales, 7, 9, 61, 103-104, 188, 192 redes de, 17-18, 27, 29, 188, 189
humanidades y, 122, 132, 135, 139¬ comunidades
140, 142-143 de practicantes, 49, 50, 77-78
sociedad y, 53-55 híbridas, 55
transformación de la, 31-66 concentración (consecuencia de la
y tecnología globalización), 172-173
financiación gubernamental, 76-77 concordancia, programas de, 135
política, 76-77, 204-2 07 Conesa, E., 36
científicos, 37-40, 46, 48 configuraciones de conocimiento, 23,
comunicación entre, 32, 55-57 53,68, 88-90,94, 163
estructuras profesionales, 59, 180, 190 conocimiento
clase social, 137 a través del diseño, 64-65
cliométrica, 135 científico, 8-10, 44, 45, 127, 170-171
CNC máquinas herramientas, 167 codificado, 39-40, 215
colaboración, 42, 68, 79, 89, 1 17, 148¬ comercialización del, 67-9 5
179,212 configuración del, 23, 53, 77, 88-90,
colegialidad, 111-115 94, 161
Coleridge, S. T., 139 de propiedad, 41
comercialización especializado, 10, 24-26, 52, 160-165
del conocimiento, 67-71, 83-85 formas no científicas de, 8
en la investigación, 41, 71-72, 83-85, fragmentación del, 109-115
118 incrustado, 39-40, 215
en las humanidades, 120, 123, 125¬ industrias del, 215
126, 130 migratorio, 39, 215

224
producción, véase producció n criterios de interés intelectual, 14
socialmente distribuido, 15, 23-24, cultura
28-30, 127, 195, 202, 209 corporativa, 55
gestión del, 208-213 de masas, 127
temas para el futuro, 213-214 popular, 131
tácito, 31,33,39-41,215 curriculum nacional, 139-140
tecnológico, 39-41 curso (como unidad académica), 99,
transición a las industrias del, 115-118 109
consenso, 15-16, 37, 49 curva de aprendizaje, 81
consumo, 81, 138
consumo, artículos de, 174 datos (acceso a), 89-90, 168, 173, 190
contexto de aplicación, 7, 14, 15-16, 18, deconstructivismo, 130, 131, 136
19-20, 22-23,26,31, 104,215 demanda (de conocimiento), 15, 20, 25¬
descubrimiento en el (caso de 26, 27, 67, 87-88, 170
estudio), 33-34 departamento (papel cambiante), 109¬
en las humanidades, 133 110
evolución de la producción de Derrida, J., 61
conocimiento, 31, 33-34, 43-44, 45, Dertouzas, M. L., 85
50-51 desarrollo regional, política de, 119,
transdisciplinaridad y, 16-17, 43-44, 188
45 descapacitación, 150-151, 173-174
contextualización descentralización, políticas de, 209
en las humanidades, 140-146 descubrimiento en el contexto de
social, 124-125 aplicación, 30, 31-32
contrato social, 77 desigualdades
control a consecuencia de la globalización,
de calidad, 16, 20-21, 22, 47-51, 90-94 150, 172-173
en las humanidades, 133 mundiales (futuro), 214
nuevas dimensiones, 90-94, 182,198¬ De Solía Price, D. J., 51
200 desregulación (servicios financieros),
profesional, 20 139
social, 23-24, 48-49 diferenciación social, 132
controversias públicas, 93, 94 diferencial, comportamiento,
corporativa, aula, 112 competencia y, 78-79
costes, 66, 76-77 difusión, proceso de, 13-17, 19, 51-52,
en las humanidades, 128 54-55, 74-75, 85-87, 149, 191-192
véase también economías de escala, dinámica de la producción de
economías de alcance conocimiento en el modo 13, 51-53
creatividad directores
colectiva, 21 de equipo, 111
individual, 21 de línea, 111
crecimiento disciplinas
heterogéneo, 32, 51-52 ciencias, y, 20-23, 36-37
homogéneo, 32, 51-52 fronteras entre las, 46, 69-70, 125,
resultados del, 127-129 140-141, 188-190

225
identidades de las, 14, 181-183, 188¬ Eliot, T. S., 139
191,213-214 élite, función de, 180, 181, 187, 189,
producción de conocimiento basado 216
en las, 15, 16 Emerson, R. W. , 139
véase también interdisciplinaridad, empresarios académicos, 55
multidisciplinaridad, empresas
pluridisciplinaridad, base específica de conocimientos de
transdisciplinaridad las, 40, 67, 82
diseño, 32, 63, 64-65 comercialización de la investigación,
asistido por ordenador, 168-169 82-85
configuración de, 40-41, 79, 80, 83¬ cultura corporativa, 55
86, 149, 160 de red, alianzas y redes empresariales,
distribución de los resultados de la 149, 156-167
investigación, 74-78 investigación interna en las, 67, 89,
diversidad organizativa, 17-18, 22 148-149, 153, 159, 205
diversificación, 150, 173, 198 multinacionales, 169, 191, 212
de funciones (educación), 103 valor añadido en las, 149, 152, 159¬
división del trabajo, 29, 183, 190 165
intelectual, 150, 170 enseñanza, 106, 107
internacional, 170, 174, 181, 190 equipos
«doble codificación», 131 de alta dirección, 113
Drucker, P. F., 82 de reflexión, 23, 25, 184-185
espacio institucional, 32, 49-50
École des hautes études, 141 especialidades, 38, 42, 48, 52-53, 93
economía especialización, 23, 99, 184, 191, 208
de alcance, 27, 67, 74-78, 85-86, 89, profesionalización de la, 23, 49-50
157 ESPRIT, programa, 82, 206
de escala, 67-69, 74-78, 83, 86, 88, estandarización, 150, 172
9 3 , 152, 1 5 7, 162, 1 66 estructura
de la producción de conocimiento, específica ordenada, 32-33, 38, 63-64
80-83, 90-93 heterárquica, 14
de libre comercio, 81 jerárquica, 14, 157, 162
de producción (nueva), 90-93 paradigmática, 37-39
educación ethos burocrático (en la educación
integrada o comprensiva, 100 superior), 109
masificación de la, 23, 24, 97-121, Europa (investigación colaboradora),
139, 202-203,216 153-155
para las profesiones, 104 excelencia científica, criterios de, 32, 91
secundaria, 100, 104 experiencia, discontinuidades con la,
superior (masificación), 24, 97-121, 34-35
139, 202-203 explotación, 82
eficiencia (en la educación superior),
109 fabricación, procesos de, 65
Einstein, Albert, 144 facultades (nuevo papel de las), 99, 101,
Ektowitz, FL, 139 109

226
Febvre, Luden, 141 gobierno
fenomenología, 42-51 financiación, véase financiación
financiación, 59, 117 políticas de, 30, 176-178
agencias de, 37-38 regulación de la, 81
becas de la NSF, 186 Goonatilake, S., 187
control de calidad y, 91 graduados, 23
de la investigación universitaria, 196 gran ciencia/gran tecnología, 73
empresarial, 71 Greenberg, M. J., 187
fuentes de (para la educación), 108¬ Gropius, Walter, 130
109, 117 grupos de interés, 19, 135
futuro de la, 213
gobierno y, 76-77 Habermas.J., 144
industrial, 71 habilidades, 102-103
patrocinio de la, 119-120, 129 y descapacitación, 142-143, 173-174
pautas de, 18 Harvey, D., 133, 145
véase también inversión Heidegger, M., 138, 145
flexibilidad, 18, 117 heterogeneidad, 14, 17, 21-22, 32, 41,
Foray, D., 26 125,129-130,216
formación, 55, 87, 102-193 Hicks, D., 152
de investigadores, 47, 116 historia ambiental de la tierra, 61
foro de la automatización, 168 homogeneidad, 12
foros híbridos, 26, 69, 93-94, 192, 198, humanidades, 20, 61, 120-123
199, 202, 208, 215 conocimiento en el modo 2, 122-140
fragmentación del conocimiento, 111-115 contexmalización/significado, 140-146
Francia, 178
Freeman, C, 150, 166 IBM, 84
Fundación Nacional de Ciencia, 126, ICOT, programa (Japón), 160, 206
185-187 imagen, producción de la, 124, 128-129
futuro, temas para el (en la producción imitación, 85
distribuida de conocimiento), 213-216 incertidumbre, 92, 94, 122, 124
industria, 23, 25
Galbraith, J. K., 162 cultura corporativa en la, 55-56
gastos globales en automatización cultural, 134-135, 136-138, 143
industrial, 167-168 investigación interna, 67-68, 91, 149,
GATT (Tratado General sobre Tarifas 150, 152-153, 158, 202
Aduaneras y Comercio), 30 maquiladora, 174
genética, ingeniería, 38, 54 véase también empresas, producción
genoma humano, proyecto del, 47, 164, en masa
181, 189, 191 industrial
gestión de la producción distribuida de capitalismo, 148, 151
conocimiento, 201-203 editorial, 172
Giddens, A., 137 financiación para la I + D, 71
globalización, 51, 93, 190, 215 laboratorios, 23, 25, 27
consecuencias paradójicas de la, 150, patrocinio, 119, 129
168-179 sociedad, 124, 128, 139, 143

227
industrialización, 74, 139, 143-144 integración, 17 7-178
información internacionalización, 92-93
ciencias de la, 64-65 invento, 95
tecnologías de la, 39, 40, 67, 90,114¬ véase también innovación
115, 122,132-133, 151, 163, 165-169 inversión, 75-76, 81, 149, 162
teoría de la, 39, 80 gastos en automatización, 167-168
Informe Rothschild (1971) , 75, 205 gubernamental, 77-78
ingeniería en infraestructuras, 52
aeronáutica, 15 investigación
química, 15 ambiental, 58
Ingres, Jean-Auguste Dominique, 144 aplicada, 22, 46
iniciativa privada (y políticas asignación de recursos a la, 80, 81,
gubernamentales), 176-179 189
innovación centros de, 52, 198, 207-208
como nivel de competencia, 158-159 colaboradora (tendencias en Europa
modelo lineal de, 22, 73, 119-120 yjapón), 148-151
política de, 22, 29-30, 205-207 comercialización de la, 83-85
proceso de, 66, 73, 79, 80, 87-88, 89, consejos de, 37, 175, 188,211
148 costes de la, 68, 76, 127-129
sistema de, 28-29 cualitativa, 135
sustancial, 32-33, 63 enseñanza e, 105
tecnológica, 205-207 equipos de, 17, 19, 99, 113, 118
institucionalización, 23, 48-49, 180 estratégica, 22
multifuncionalidad, 184-188 financiación de la, véase financiación
nuevo paisaje institucional, 191-200 institutos de, 24-25, 159, 161
pluralización de la, 188-191 interna (en la empresa), 67-68, 89-90,
instituciones 148,149,153
reconfiguración de las, 180-200 masificación de la, 23, 97-98
supranacionales, 30, 206, 214 organización social de la, 49, 50-51
Instituto Nacional de la Salud, 76 orientada por la curiosidad, 38
Instituto Tecnológico de Massachusetts orientada hacia los problemas, 107
(MIT), 76 parques de, 188
instrumentación, 31, 33, 60 precompetitiva, 22
en las humanidades, 123, 135-136 resultados (distribución), 74-78
integración sectorial, 75
horizontal, 157, 162 sistemas nacionales de, 214
vertical, 157, 162 Investigación Aplicada a las
inteligencia artificial, 38, 114 Necesidades Nacionales (Research
interdisciplinaridad, 44-45 Applied to National Needs,
interés público, 14, 19, 139 programa RANN), 205
intermediación, 69, 87-90, 118, 154, investigación y desarrollo, 169
163-164 alianzas, 142-143, 153-165
internacional costes, 149
división del trabajo, 168-169, 174, crecimiento e, 122
181, 190 dinámica de la, 51-53

228
financiación, véase financiación Massey, Walter, 185-187
programas de estructura de la, 76, 77 matemáticas, 10-11, 58
IrvineJ., 75 materiales, ciencia de los, 22, 38, 64
Matkin, G. W., 120
Jantsch, Erich, 44-4 5 Max Planck Gesellschaft, 209
Japón mejora, 82
ICOT, programa, 160, 206 «mejor práctica», principios de la, 40,
investigación de colaboración, 151-153 50
Jenks, Charles, 131 mercado
Joyce, James, 144 cuota de, 149, 158
diferenciación, 94
Kaizen (mejora), 82 proceso, 15, 25, 26-27
Kant, Immanuel, 1362 segmentos, 83-84
Kepler, Johannes, 56 volatilidad, 91-93
keynesiana, revolución, 130, 168 microelectrónica, 38
Mies van der Rohe, Ludwig, 130
laboratorios gubernamentales, 23, 25, Miterrand, Francois, 142
27, 159, 161 modelo
conocimiento socialmente de sistemas, 208-209
distribuido, 205 lineal de innovación, 22, 72, 120
informe Rothschild, 75, 205, 209 newtoniano, 13
institucionalización de los, 184-185, predictivo, 32-33
193 modernismo, 130-131
Labrousse, 142 modernización, 145, 148
Leavis, F. R., 139 modo 1, véase producción de
legitimación, 47, 48, 117,201, 202 conocimiento
Le Goff, Jacques, 142 modo 2, véase producción de
lengua, 60, 62-63 conocimiento
Le Roy Ladurie, Emmanuel, 142 monopolio, 81
licencias, 41, 120, 164 Moore, Charles, 131
literatura, 127, 128, 133 multidisciplinaridad, 44, 7 0, 213-214
Loos, Adolf, 130 multifuncionalidad, 180, 183-188
multinacionales, empresas, 169, 191,214
máquinas herramientas controladas música, 144
numéricamente por ordenador, 167
Marshall, E., 187 Naciones Unidas, 175
Martin, B. R, 75 naturaleza, 58, 60-65
masificación de la investigación y la Nietzsche, Friedrich, 145
educación, 23-24, 97-104, 202-203, 216 nivel de vida, 85, 177-178
colegialidad, 111-115 normas
pautas en la educación superior, 105¬ cognitivas, 13-14, 16, 20, 21, 26
111 sociales, 13-14, 16, 20, 21, 26, 45, 47,
transferencia de tecnología, 118-121 56
transición a las industrias del técnicas, 45, 47
conocimiento, 115-117 novelas, 144

229
OCDE, países de la, 167, 168, 190, 204 arquitectura y, 130-131
oferta (de conocimiento), 20, 25-21, 67, postestructuralismo, 130, 143
70, 87-88, 170 privatización, 40, 139
ordenadores, 58, 135, 162, 173 problemas
ciencia de los, 15, 22, 64 identificadores de, 69, 86, 87-91, 149,
modelaje de, 33, 65-66 154, 155, 161, 163
tecnología de los, 150 intermediarios de, 69, 86-91, 117,
organizaciones no gubernamentales 154, 161-165,211-212
(ONG), 184 investigación orientada hacia la
resolución de, 107
países solución de, 14, 16, 17, 44, 69-70, 87¬
en vías de desarrollo, 175-176 91, 116-117, 149, 154, 161-164
recientemente industrializados, 151, producción cultural, 122-133, 140, 144
175-176 masificada, 67- 68, 85-86, 94-95, 151,
paleoclimatología, 61 154, 158-160, 166, 167, 174
paradigma tecno-económico, 150, 154, nueva economía de la, 85-88
161, 165-169 producción de conocimiento
parques científicos, 76 comercialización de la, 67-68
Patel, P., 169 competencia dinámica y, 78-83
patentes, 41, 81 de escala y alcance, 72-78
patrimonio, industria del, 140, 146 economía de la, 81-83
patrocinio, 129, 141, 142 en el modo 1, 11-14, 28,216
Pavitt, K., 169, 170 en el modo 2, 11-14, 216
Pérez, C, 150, 166 atributos, 14-21
perfil coherencia, 21-24
de habilidad, 165 comercialización, 67-95
social (de la población estudiantil), contexto internacional, 148-179
98, 105, 106 de escala y de alcance, 94-95
tecnológico, 165 desigualdades mundiales, 213-214
peripatéticos aristotélicos, 11 dinámica, 51-53
Picasso, Pablo, 144 evolución, 31-66
Piore, M. J., 85 fenomenología, 42-51
planes estratégicos, 113 flexibilidad, 181-200
planificación experimental, 91-92 gestión del conocimiento
pluralización, 180-181, 188-191,2 16 socialmente distribuido, 201-213
pluridisciplinaridad, 43-44 humanidades, 122-124, 125-146
población estudiantil, 98, 105-106 implicaciones, 24-30
politécnicos, 112 en masa, 67-68, 85-87, 94-95, 151,
política, 29-30, 176-179 154, 159-160, 166, 168, 175-176
ciencia en la, 204-205 evolución de la dinámica de la, 51-53
científica y tecnológica, 203-207 evolución del modo 1 en la, 31-33,
para la innovación, 22, 30, 204-207, 36-38,41-42,49-50
210-213 fenomenología de la, 42-51
postindustrialismo, 111, 129-130, 144 foros híbridos del, 25, 69, 93-94,
postmodernismo, 114, 136, 144 192, 198, 199, 202, 208, 215

230
modo 1 de la, 11-14,2 8,216 Schoenberg, Arnold, 144
nuevo paisaje institucional de la, secretos, 40-41, 60
191-200 Sematech (consorcio), 82
perfil de la, 166-167 Senker, P., 173-174
primaria, 107-108, 124 sensibilidad (impacto de la
productividad, 67, 77, 83, 85, 148, 151, investigación), 19
170 servicios
profesionalización, 21-22, 23 culturales, 128
propiedad intelectual, derechos de, 55, financieros, 86, 139
72,76, 119, 120 industrias de, 86, 149, 153, 156-157,
proteccionismo, 81 158, 161
Proust, Marcel, 144 significado en las humanidades, 140-146
sistema de investigación del sector
Quinlan, Terry, 130-131 público, 72
sistema nacional de innovación, 89
realidad social, 124, 143 sistemas
redes de empresas, 156-165 geográficos de información, 58
reflexividad, 14, 19-20, 23, 216 nacionales de ciencia, 59, 190, 214
en las humanidades, 122, 136-140 nacionales de investigación, 214
Reich, R, 62, 86, 161, 163-164 Smith, Adam, 133
rendimiento, valoración del, 187 Sobel, C. F., 85
rentabilidad, 69, 86-87 socialización, 103, 110
«República de la Ciencia», 210 Steiner, George, 138
responsabilidad subcontratación, 148, 152, 156-157
educación superior, 107-108 subsidio público, 128-129
financiera, 52 superconductor supercolisionador, 189
investigación en la acción, 110-111
social, 14, 19-20, 52-54, 69, 94, 117, tecnologías
123, 133-134, 198 alternativas, 93
retroinformación, mecanismos de, 91-98 de la información, véase información,
revisión, proceso de (por los colegas), tecnologías de la
20, 48, 49, 90-91 intercambio de, 207
revolución científica, 12 «limpias», 29
Ricardo, David, 108 para la enseñanza, 98, 106-107
Rieseman, David, 108 transferencia de, 72, 76, 77, 207, 215
riqueza, creación de, 76, 77, 80, 122, naturaleza cambiante de la, 100,
127,169 116, 118-121
rivalidad, competencia y, 78, 212 transformación de las, 68-71
romanticismo, 13 9 valoración de las, 93, 188
Rothschild, informe (1971), 75, 205 telecomunicaciones, 86, 136, 164
paradigma de la tecnología de la
rural, modo de comunicación, 40 información, 164-169
Tercer Mundo, países del, 175
sabático, año, 37 territorio/espacio cognitivo, 58
salarios, 85, 86, 148, 151-152 Thurow, L., 71
Say, ley de, 87-88

231
tigres asiáticos, 171, 176, 177-178 masificación, 97-121, 202-203
TGV, proyecto (Francia), 178 programas de extensión, 195
transdiscipünaridad, 7, 11-12, 16-17 urbano, modo de comunicación, 58
en las humanidades, 123, 125, 134—
135 valor añadido, empresas de, 149, 151,
evolución de la producción de 154, 159-160, 163-164
conocimiento, 31-32, 38, 40, 42-46, ventaja comparativa, 25-26, 88, 148,
56 151, 158,159
institucionalización déla, 181-182, 191 ventaja competitiva, 37, 71, 78, 87-89,
transporte, servicios de, 86 116, 148, 152, 159-161
Tratado de Libre Comercio de América «vida artificial», 65
Von Hippel, E., 55
del Norte (NAFTA), 30
Webster, A., 72
UNESCO, 126 Weinberg, Alvin, 204
unificación de la ciencia, 44 Weinberg, S., 44
Unión Europea, 29, 30, 74, 189 Weiner, M. J., 139
Universidad de California, 74 Whitehead, Alfred North, 70
Universidad de Florida, 187 Whitman, Walt, 139
universidades, 14, 25, 34-35, 52, 54-55, Whitney, laboratorio, 187
76, 180, 188 Williams, B., 170
de investigación agraria, 76 WomackJ. P., 85
desafío a las, 181- 182, 196-198 Woolf, Virginia, 144
investigación, 159, 160

232
índice

Prefacio 7
Introducción 11
Algunos atributos de la producción del conocimiento en el modo 2 14
Conocimiento producido en el contexto de aplicación 14
Transdisciplinaridad. 16
Heterogeneidad y diversidad organizativa 17
Responsabilidad y reflexividad social 19
Control de calidad. 20
La coherencia del modo 2 21
Algunas implicaciones del modo 2 24

1. Evolución de la producción de conocimiento 31


Resumen 31
Sobre la fenomenología del nuevo modo de producción
de conocimiento 42
Transdisciplinaridad. 42
Control de calidad. 48
La dependencia del control de calidad respecto del
espacio institucional 49
La dependencia del control de calidad respecto de la organización
social de la investigación 50
La dinámica de la producción de conocimiento en el modo 2 51
Comunicación entre ciencia y sociedad. 53
Comunicación entre practicantes científicos. 56
Comunicación con las entidades del mundo físico y social. 60
Algunas innovaciones congruentes y sustanciales. 63
La recuperación del interés por las estructuras específicas
y ordenadas 63
Conocimiento a través del diseño. 64
Modelación por ordenador. 65
Referencias 66

2. La comercialización del conocimiento. 67


Resumen 67
Escala y alcance de la producción de conocimiento 72

233
Distribución de los resultados de la investigación. 74
Competencia dinámica y producción de conocimiento 78
La comercialización de la investigación 83
La nueva economía de la producción 85
Configuración del conocimiento 88
Nuevas dimensiones del control de calidad 90
Complejidad tecnológica y volatilidad del mercado. 91
Producción de conocimiento en foros híbridos. 93
Escala, alcance y el nuevo modo de producción de conocimiento . . 94
Referencias 11

3. Masificación de la investigación y de la educación 97


Resumen 97
Pautas de masificación en la educación superior. 105
Diez cambios. 105
Consecuencias para el acceso masivo. 109
Colegialidad, gestionabilidad y fragmentación del conocimiento ... 111
Transición a las industrias del conocimiento 115
La naturaleza cambiante de la transferencia de tecnología 118
Referencias 121

4. El caso de las humanidades. 122


Resumen 122
Conocimiento del modo 2 en la ciencia y las humanidades:
similitudes y diferencias 125
Crecimiento de la producción. 126
Comercialización y costes crecientes. 127
Heterogeneidad. 129
El contexto de aplicación. 132
Aumento de la responsabilidad social 133
Transdisciplinaridad. 134
Instrumentación. 135
Reflexividad. 136
Contextualización y significado en las humanidades 140
Referencias. 146

5. Competitividad, colaboración y globalización 148


Resumen 148
Empresas de red, alianzas de I+ D y redes empresariales 156
Dos niveles de competencia. 158
El paradigma de la tecnología de la información 165
Algunas consecuencias paradójicas de la globalización 169
Desigualdades crecientes y concentración. 172
Más y menos habilidades. 173

234
Realidades complejas, solución simple:
el caso de los países en vías de desarrollo 175
Políticas gubernamentales e iniciativa privada. 176
Referencias 179

6. Reconfiguración de las instituciones. 180


Resumen 180
La tensión de la multifuncionalidad 184
Niveles y formas de pluralización 188
El nuevo paisaje institucional de la producción de conocimiento ... 191
Identidades disciplinares , • 193
El desafío para las universidades. 196
Nuevas dimensiones del control de calidad. 198
Referencias 200

7. Hacia la gestión del conocimiento socialmente distribuido. . . . .201


Resumen 201
Tres fases en la política científica y tecnológica 204
Política para la ciencia. 204
La ciencia en la política. 205
La política para la innovación tecnológica. 205
Volver a pensar las suposiciones básicas 207
La gestión de la producción distribuida del conocimiento 208
Temas para el futuro 213
Referencias 213

Glosario 215
Bibliografía 219
índice de nombres 223

235
El ocaso de los mandarines alemanes
La comunidad académica alemana, 1890-1933
Fritz K. Ringer

En junio de 1924, Karl Grünberg, profesor de Teoría del Estado en las Facul-
tades de Economía y Ciencias sociales de la Universidad de Frankfurt, pronunció
un discurso en la inauguración del Instituto de Investigación Social, en el que ha¬
bló de las universidades alemanas como de «centros de formación de mandarines».
En este libro, Ringer reserva ese término para los catedráticos y profesores, repre—
sentantes de esa vieja universidad en trance de disolución, y reconstruye un mundo
que se hundió en 1933 y cuyas tendencias tuvieron su origen en el último tercio
del siglo xix.
Desde entonces, los intelectuales alemanes se vieron sumidos en una profunda
«crisis cultural». La élite académica percibió la llegada de la moderna era industrial
y de la sociedad de masas como una amenaza contra su estatus político y social. La
gran mayoría de ellos reaccionaron defensivamente ante los «modernistas» que,
como Max Weber, se atuvieron a las convicciones básicas de las tradiciones de los
mandarines, pero dieron cuenta descarnada del proceso de evolución de la socie—
dad burguesa. Los intelectuales ortodoxos representaron el núcleo duro de los
mandarines que en la década de los años veinte cayeron en reacciones de tipo afec—
tivo y en el irracionalismo como visión del mundo, que los llevaron a adoptar acti—
tudes cada vez más antidemocráticas.
Ringer plantea una exposición muy convincente de las ambigüedades que ca—
racterizaron la relación de los mandarines con el fascismo en ascenso, y demuestra
que en la postura antimodernista dominó el desprecio por las masas, la desconfian—
za frente a los intereses declarados, el sentimiento de estar por encima de los parti—
dos y un intelectualismo sin poder real que dejó a los intelectuales inermes ante los
nazis, con los que en muchos casos terminaron por converger.
Envueltos como estamos en una crisis epocal, miramos a Weimar porque la
trágica experiencia de su desmoronamiento político, social y cultural parece pro—
meternos ayuda para entender nuestra propia situación en la que vuelve a plantear—
se una dicotomía entre «modernismo» (o modernidad) y «ortodoxia», que en la Ale—
mania de los años treinta fue aplastada por los nazis.

El profesor Fritz K. Ringer, nacido en 1934 en Ludwigshafen, Alemania, emi¬


gró a Estados Unidos en 1949 y es actualmente catedrático de Historia europea
contemporánea en la Universidad de Pittsburgh. Ha publicado Education and So-
ciety in Modern Europe (19 7 9), Fields of Knowledge: French Academic Culture 1890—
1920 (1992) y es coeditor de El desarrollo del sistema educativo moderno. Cambio es-
tructural y reproducción social 1870-1920 (Madrid, 1987).
La U n i v e r s i d a d europea y americana desde 1800
Las tres transformaciones de la Universidad
Sheldon Rothblatt y Bjórn W i t t r o c k (compiladores)

Michael Burrage Sheldon Rothblatt


Burton R. Clark Rolf Torstendahl
Aant Elzinga Martin Trow
Roger Geiger Bjórn Wittrock
Sven-Eric Liedman

Se dice que las universidades son las «centrales eléctricas» de la sociedad moder—
na. Educan á los líderes y hacen avanzar nuestros conocimientos básicos sobre la
naturaleza y la sociedad. Y, sin embargo, han sido históricamente vulnerables al en—
frentarse con los desafíos planteados por el Estado.
La universidad ha sido una institución central para las revoluciones educativa,
industrial y democrática que han configurado el mundo moderno, y su definición
ha preocupado a políticos, reformadores, académicos, teólogos, filósofos, historia—
dores y literatos.
Este libro trata sobre la evolución de la universidad y la tensión existente entre
universidades y «educación superior», entre una herencia cultural con aspiraciones
idealistas, «espirituales» y nobles, y un conjunto de creencias diferentes que han em—
pujado a las universidades a asumir una serie de obligaciones sociales o de servicio.
Han existido y siguen existiendo los ideales educativos, la «idea de una universidad»,
tal como fuera expresada por Humboldt, Newman Weber, y la «educación liberal»,
Bildung, y cdlgemeine Büdung. Se trata, a menudo, de ideales contradictorios, que re—
presentan más un orden moral. Pero también abarcan la barrera cultural o emocio—
nal que separa la «universidad» de la «educación superior».
El concepto tradicional de las características constitutivas de la universidad tuvo
que enfrentarse con las realidades institucionales del siglo xx, caracterizadas por las
demandas del Estado y de la sociedad, relativas a la aportación de personal útilmen¬
te formado, teniendo que afrontar así las desalentadoras realidades del proceso de la
educación superior de masas.
El tema de las universidades y la educación superior abarca cada uno de los as—
pectos de la actividad humana y exige el empleo de un método multidisciplinar y
comparado de estudio y análisis. Los colaboradores de este libro representan a las
disciplinas académicas de la Historia, la Historia de la Ciencia, la Sociología y la
Ciencia Política, y los lectores reconocerá n métodos y conceptos derivados de una
amplia gama de investigaciones humanista s y científico-sociales, así como una com¬
binación de métodos analíticos derivados de la historia del pensamiento , la sociolo¬
gía de la ciencia y el conocimiento, y el estudio social y político de las instituciones.

Sheldon Rothblatt es catedrático de Historia y director del Centro para Estudios


sobre Educación Superior de la Universidad de California, Berkeley.
Bjórn Wittrock es catedrático de Ciencia Politica en la Universidad de Estocol-
mo y director del Colegio Sueco para el Estudio Avanzado de las Ciencias Sociales
(SCASSS), en Uppsala.
Libros de texto en el calidoscopio
Estudio crítico de la literatura y la investigación
sobre los textos escolares
Egil Borre Johnsen

¿Cómo se producen los libros de texto? ¿Quién autoriza cuál debe ser su conteni-
do? ¿Cómo utilizan los libros de texto el profesorado y el alumnado? ¿Cómo pueden
analizarse e investigarse provechosamente?¿Cuáles son los centros de investigación y
la producción científica de mayor impacto mundial que se ocupa de ellos? Libros de
texto en el calidoscopio. Estudio critico de la literatura y la investigación sobre los textos es-
colares, examina estos y otros temas desafiantes. De hecho, supone el esfuerzo más
importante e inteligente llevado a cabo hasta ahora para presentar un análisis global,
una especie de cartografía de los libros de texto en el campo de la educación.
La obra se divide en tres grandes partes: tradiciones investigadoras históricas e
ideológicas, el uso de los libros de texto y el desarrollo de los mismos. Incluye un ca—
pítulo sobre el registro de los libros como base para el análisis de las condiciones
para que el libro de texto se convierta en un verdadero campo disciplinar en univer¬
sidades y centros de formación del profesorado, así como en un nuevo género litera¬
rio. Por muchas razones, ha llegado el momento de considerar los libros de texto
como expresiones interpretables desde todos los ángulos. De hecho, el mayor mérito
de la obra de Johnsen estriba en definir teórica y metodológicamente este objetivo
científico, en presentarlo como un campo emergente de conocimiento, incluso en
perspectiva comparada. Para ello, lleva su investigación más allá del impresionismo
con que se la suele tratar, historifica su investigación y ahonda en la complejidad del
vehículo ideológico que es, en sus posibilidades y en su enorme futuro. Supera así
los vientos de la pasada ola reformadora, que en algunos países propusieron o alenta—
ron una inconsecuente, cuando no frivola critica de los libros de texto, a los que se
presentó como los principales culpables de la pasividad y la obsolescencia del siste—
ma educativo y de sus principales agentes, los profesores.
Como sucede en tantos otros casos de la teoría y la práctica educativas, la crisis
de los libros de texto no reside en ellos, sino en sus productores, editores y autores;
en las formas y mecanismos de producción, legitimación, autorización, distribución y
uso en la enseñanza, así como en el mercado, que han hecho de ellos objetos cada
vez más manipulados por los sistemas, como tan convincentemente narra Johnsen en
esta obra fundamental de la literatura pedagógica contemporánea.

Egil Borre Johnsen, Doctor en Filosofía, ha sido desde 1966 profesor universita¬
rio de lenguas nórdicas, teoría literaria y francés en su país natal, Noruega, y en la
Sorbona. En los últimos años estuvo vinculado, como profesor investigador, al Con—
sejo Noruego de Investigación, y desde 1993 pertenece al Instituto para Estudios
Culturales de la Facultad de Letras de la Universidad de Oslo. Autor de numerosos
libros de texto, de diseños curriculares para su país y de más de un centenar de artí—
culos científicos, su último libro publicado es The Hidden Literature, sobre las rela—
ciones entre los libros educativos y la sociedad. Es presidente de la IARTEM (Inter-
national Association for Research on Textbooks and Educacional Media), cuyo primer
congreso mundial se celebrará en Oslo en 1997.

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