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2º BACHILLERATO
Materia Común
2º BACHILLERATO
Materia Común
El carlismo, como pronto se empezó a llamar al movimiento que apoyaba los derechos de Carlos
de Borbón, tuvo fuerte influencia en Navarra, País Vasco, zona al norte del Ebro, y el Maestrazgo
(provincias de Castellón y Teruel). Esta distribución geográfica debe de contemplarse en el contexto de
un conflicto campo-ciudad. En la zona vasco-navarra, las ciudades de Bilbao, Pamplona o San
Sebastián fueron liberales a lo largo de todo el conflicto.
El programa ideológico-político del carlismo se podía sintetizar en el lema “Dios, Patria, Rey y
Fueros”. Estos son los principales elementos de su programa político:
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◦ Oposición radical a las reformas liberales. Inmovilismo
◦ Defensa de la monarquía absoluta
◦ Tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia
◦ Defensa de los fueros vasco-navarros, amenazados por las reformas igualitarias y centralistas
de los liberales:
◦ Instituciones propias de autogobierno y justicia
◦ Exenciones fiscales
◦ Exenciones de quintas
◦ 1ªfase: Avance carlista (1833-1835). Los carlista intentaron provocar una insurrección general
por todo el país, que fracasa dando inicio a la guerra civil. El ejército isabelino reprimió los
principales núcleos carlistas, salvo en el País Vasco y Navarra, donde Zumalacárregui creó un
ejército partiendo de cuadrillas guerrilleras, con las que obtuvo algunas victorias como la del
valle de los Amézcoas, y fracasos como el asedio de Bilbao, que además acabó con la muerte
del propio general.
◦ 2ªfase: Repliegue carlista (1835-1837). Los carlistas organizan algunas campañas fuera del
País Vasco y Navarra que concluyen sin respaldo, y se ven obligados a replegarse más allá del
Ebro.
◦ 3ªfase: Triunfo isabelino (1837-1839). Espartero liberó gran parte de los territorios ocupados,
aprovechando la división surgida dentro de los propios carlistas. La guerra concluyó con el
denominado Convenio o Abrazo de Vergara (1839): Acuerdo firmado por Espartero y Maroto,
principal líder carlista tras la muerte de Zumalacárregui. En él se reconocieron los grados
militares de los que habían luchado en el ejército carlista y su admisión en el ejército isabelino, y
se hizo una ambigua promesa de respeto de los fueros vasco-navarros, aunque los gobiernos
liberales no lo respetarían totalmente. El convenio puso fin a la guerra en el País Vasco, mientras
continuó en el Maestrazgo hasta 1840 cuando Cabrera fue derrotado.
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1.2. La cuestión foral
□ Carlistas: a sus reivindicaciones iniciales añadieron la defensa del mantenimiento de los fueros
en el País Vasco y Navarra, así como su recuperación en Cataluña, Aragón y Valencia (perdidos
tras los Decretos de Nueva Planta en el s.XVIII). Los fueros otorgaban privilegios, como
exenciones fiscales y militares, así como el mantenimiento de algunas instituciones y leyes
propias. La defensa de la cuestión foral dio un gran apoyo popular al carlismo en aquellas
regiones.
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□ Liberales: eran contrarios a los fueros porque su pervivencia impedía la existencia de un Estado
centralista en el que todos se rigieran por las mismas leyes. Sin embargo, tras la primera guerra
carlista, los isabelinos se comprometieron a mantener sus aspectos esenciales –privilegios
fiscales y mantenimiento de instituciones forales como las Juntas Generales Provinciales – con el
fin de atraerse a los carlistas moderados.
En 1876, tras el fin de la tercera guerra carlista, las Cortes abolieron los fueros de las provincias vascas
aunque, en contrapartida, en 1878 se aprobaron conciertos económicos para el País Vasco y Navarra.
Ante la minoría de edad de Isabel, María Cristina de Borbón asumió la Regencia a la muerte
de su marido Fernando VII en 1833. Pese a que la Regente no se identificaba con el ideario liberal, la
primera guerra carlista y la necesidad de apoyos, hizo que los liberales se configuraron como la única
fuerza capaz de mantenerla en el trono. Igualmente, y pese a la suspicacia que le generaba la regente,
los liberales progresistas vieron en el apoyo a María Cristina la mejor vía para terminar con el Antiguo
Régimen. La reina regente llamó a Martínez de la Rosa (liberal moderado), a formar un gobierno que
hiciera frente a la insurrección carlista y realizar una serie de reformas muy moderadas. Entre ellas
destacó el Estatuto Real (abril de 1834). Se trataba de una Carta Otorgada (no reconocía la soberanía
nacional), concedida por la voluntad de la Regente:
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◦ Ambas Cámaras tenían funciones muy limitadas. El monarca se reservaba una
amplia capacidad legislativa y de veto, no regulaba los poderes del rey ni del Gobierno,
ni recogía declaración alguna sobre los derechos del ciudadano.
La oposición de los liberales progresistas contra el Estatuto Real, la falta de fondos, los errores
tácticos en la guerra y las incursiones carlistas provocaron una creciente agitación, y en el verano de
1835 estalló una insurrección en numerosas ciudades, que obligó a la regente a nombrar a un
progresista, Juan Álvarez Mendizábal, que impulsó la ruptura con el Antiguo Régimen, vía
desamortización de bienes eclesiásticos. Su política se enfrentó con los moderados y Mª Cristina,
forzando su dimisión en mayo de 1836.
El intento de la regente de acabar con las reformas y volver otra vez al moderantismo con el
telón de fondo de la guerra civil, desencadenó la "Sargentada de la Granja”. Los sargentos de la
Guardia Real obligaron a la Reina Regente que descansaba en el palacio de la Granja a suspender el
Estatuto Real, reimplantar la Constitución de 1812 y entregar el gobierno otra vez a los progresistas,
encabezado por José María Calatrava, con Mendizábal como ministro de Hacienda, que continúo la
labor de demolición del absolutismo, concretada en:
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Poder ejecutivo: en manos del Rey. Otros poderes del monarca eran:
◦ Iniciativa legislativa.
◦ Veto ilimitado
Satisfechos ya los progresistas con la nueva Constitución, María Cristina cesó a Calatrava y
llamó al poder a los moderados, con los que se sentía más cómoda. Entre 1837-1840 se
sucedieron varios gobiernos moderados.
Pero la situación política se deterioró en 1840: la oposición de la reina regente a los progresistas,
unido al intento de modificar la Ley Municipal que suprimía la elección democrática de sus miembros,
forzaron a María Cristina a renunciar y a marcharse fuera del país. En su ausencia, se nombró un nuevo
Regente: el General Espartero (1841-1843), convertido en héroe popular gracias al prestigio conseguido
en la guerra carlista, que gobernó con el apoyo de los progresistas y otros jefes militares. Desde ese
momento y durante gran parte del siglo XIX, los militares asumieron el liderazgo de los partidos políticos y
varios gobiernos.
En materia comercial, la firma de un acuerdo librecambista con Inglaterra que abría las puertas a los
tejidos británicos y perjudicaba la naciente industria catalana, provocó grandes protestas en Barcelona
(1842), que Espartero reprimió bombardeando la ciudad en diciembre, actuación que le llevó a que
perdiera todo su prestigio y popularidad, el apoyo de buena parte de la población, e incluso de los propios
progresistas.
Finalmente, todos los elementos de oposición convergieron en una sublevación civil y militar
organizada por generales moderados (Narváez y O’Donnell), a la que se unieron algunos progresistas,
que precipitó el fin de la Regencia de Espartero en 1843.
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Para salir del estancamiento político en el que se hallaba el país y no tener que nombrar un tercer
regente, se decidió acelerar, pese a tener solo trece años, la mayoría de edad y la coronación como
reina de Isabel II. Narváez, el artífice del golpe, se convirtió en el nuevo jefe de Gobierno
- Partido Moderado, liderado por Narváez. Defendía la soberanía compartida, sufragio muy
restringido, confesionalidad del Estado y la limitación de los derechos individuales.
- Partido Progresista, liderado por Espartero. Defendía la soberanía nacional, sufragio
menos restrictivo, libertad religiosa y derechos individuales más amplios.
- A lo largo del siglo, surgirán otros partidos, como la Unión Liberal, ideológicamente entre
moderados y progresistas, y el Partido Demócrata, escindido del Progresista.
No obstante, pueden distinguirse durante esta etapa del reinado efectivo de Isabel II varias fases: una
Década Moderada, un Bienio Progresista, y un período de alternancia entre moderados y liberales
de centro.
En mayo de 1844 se formó un gobierno presidido por el General Narváez, líder de los
moderados y protagonista político de la década que estableció un sistema político caracterizado por su
estabilidad, donde primaba el orden a la libertad, marginando a los progresistas, y contando con el apoyo
del ejército y las élites sociales. Estas fueron las principales medidas de carácter conservador que se
adoptaron y que completaron el proceso de construcción del nuevo Estado liberal moderado y
garantizaron el orden público:
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◦ Reforma del sistema fiscal (1845), elaborada por Alejandro Mon. Impuestos para
todos. Se estableció un nuevo sistema fiscal único más racional, eficaz y moderno, que
puso fin al enrevesado sistema impositivo del Antiguo Régimen.
◦ Concordato de 1851. Acuerdo con la Santa Sede por el que el Papa reconoció a Isabel 7
II como reina y aceptó la pérdida de los bienes eclesiásticos ya desamortizados. A
cambio, el Estado español se comprometió a subvencionar a la Iglesia y a entregarle el
control de la enseñanza y a encargarla labores de censura.
Las medidas centralizadoras de la década, que atentaban contra los privilegios forales, así como el
fracaso en las negociaciones por casar a Carlos VI con Isabel II, dieron lugar a la segunda guerra carlista
(1849-1860), materializado en la insurrección de partidas guerrilleras, especialmente activas en Cataluña.
El autoritarismo del Presidente del gobierno Bravo Murillo, la mala situación económica y el
enriquecimiento de la camarilla política que rodeaba a la reina, encabezada por el Conde de San Luis,
provocaron un enorme malestar que dio al traste con la Década Moderada.
Durante la Década Moderada, la manipulación electoral que impedía gobernar a los progresistas
propició un creciente descontento que culminó en un pronunciamiento militar de algunos moderados
enfrentados a la camarilla de Isabel II.
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Finalmente el golpe triunfó y propició la formación de un gobierno presidido por el progresista
Espartero, que pacta con O’Donnell, líder del ala izquierda de los moderados, ahora ministro de la
Guerra. Éste creó un nuevo partido, la Unión Liberal, que trató de cubrir un espacio de centro entre
moderados y progresistas, aunque gobernó junto a estos en el inicio del bienio. Durante este corto
período destacaron las siguientes medidas, sobre todo económicas:
Este último período del reinado de Isabel II se caracterizó por la restauración del orden, la
alternancia en el gobierno de moderados (Narváez) y la Unión Liberal (O`Donnell), y un liberalismo
realista que no encontró excesiva oposición por parte de las élites sociales del país. La etapa presentó
los siguientes rasgos:
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Entre 1863 y 1869 se sucedieron gobiernos moderados y unionistas, pero ni Narváez ni O’Donell fueron
capaces de solucionar los problemas que padecía el país, sobre todo:
- Crisis política: descrédito de la Corona, que sólo contaba con moderados y unionistas e
impedía gobernar a progresistas y demócratas.
- Crisis económica: comenzó con una crisis bursátil tras la quiebra de varias compañías
ferroviarias y se agudizó con una crisis agraria que provocó un alza de los precios de los
alimentos y artículos básicos.
- Crisis social: se incrementaron las protestas urbanas por la carestía económica y la 9
penetración de las ideas del partido demócrata –sufragio universal y extensión de los
derechos individuales- y del movimiento obrero entre las masas.
La situación política se deterioró aún más. Y los progresistas optaron por el pronunciamiento, con
intentos de insurrección como el motín del cuartel de San Gil en Madrid en 1866 que fueron duramente
reprimidos. Finalmente, las distintas fuerzas de oposición desde el exilio, firmaron el Pacto de Ostende
(Bélgica, 1866): unionistas, progresistas y republicanos liderados por Prim se aliaron para derribar a
Isabel II y el régimen moderado.
La muerte de Narvaéz y O’Donnell, y el débil gobierno de González Bravo, aisló a la reina. Todos
estos factores desencadenaron la revolución de septiembre de 1868, que provocó la caída de la reina
y abrió el camino a un régimen democrático en España.